Manuel Piqueras Flores 454
ISSN 1540 5877 eHumanista 35 (2017): 454-474
De las colecciones de novelas cortas a las colecciones de metaficciones,
un análisis de Fiestas de la boda de la insacasable malcasada de Salas Barbadillo
Manuel Piqueras Flores
(Universidad Autónoma de Madrid)
Los estudios dedicados a la obra de Alonso Jerónimo de Salas Barbadillo han
experimentado un desarrollo notable en la última década. Así, desde la reciente monografía de
Enrique García Santo-Tomás (2008) se han editado algunos de sus textos, como La hija de
Celestina (Salas Barbadillo 2008), Don Diego de noche (Salas Barbadillo 2013), y se espera
que otros vean la luz próximamente1. No obstante, el escritor madrileño ha permanecido al
margen del notable auge de los estudios sobre la novela corta del siglo XVII, quizá porque
aunque escribió un numero considerable de narraciones breves, sus creaciones pertenecen a un
periodo en el que el género no había alcanzado su esplendor.
Strictu sensu, Salas Barbadillo publicó únicamente una colección de novelas cortas:
Corrección de vicios, que, tal y como ha mostrado recientemente José Enrique López Martínez
(2014), puede considerarse como la primera colección de novelas cortas en español juntamente
con las Novelas ejemplares, ya que fueron escritas antes de la publicación cervantina y de forma
independiente a esta. Es, además, la primera colección con marco de la literatura española y
una de las pocas que puede considerarse como tal en la segunda década del siglo XVII.2 En 1620,
año en el que ven la luz varias colecciones de novelas cortas, Salas publica Casa del placer
honesto, la primera colección de la historia de la literatura española que no contiene
exclusivamente novelas cortas, sino también obras líricas y dramáticas. Se vale de un marco de
tipo académico, en el que sus componentes organizan un festejo mensual; en torno a un
escenario, se narran novelas, se recitan y cantan poemas y se representan breves comedias. A
pesar de esta estructura mixta, la obra ha sido entendida casi siempre como una colección de
novelas cortas (Laspéras 1987, 16; Copello 1990, 14-15; Montero Reguera 2006, 173).
Apenas dos años más tarde, en 1622, Salas Barbadillo publica Fiestas de la boda de la
incasable malcasada. La obra apenas ha llamado la atención de la crítica, salvo por la citada
edición en la tesis de licenciatura de Bascuas, prácticamente inaccesible, y por el capítulo que
le dedica Émile Arnaud en su tesis doctoral (1979, 477 y sigs.). Como veremos, se trata también
de una colección enmarcada, que interpola material lírico, dramático —cinco “comedias
domésticas”— (Salas Barbadillo 1622, f. 40r) y finalmente una sola novela corta. La escasa
representación del género narrativo explica, al menos en parte, que la obra no haya sido
estudiada desde el ámbito de las colecciones de novelas cortas. No obstante, como puede
intuirse, Fiestas de la boda de la incasable malcasada tiene una configuración formal muy
parecida a la de Casa del placer honesto, tal y como vio Émile Arnaud (299). Dado que la obra
apenas ha suscitado el interés de la crítica, planteamos aquí un análisis en profundidad de la
misma, tanto del material interpolado como de los diferentes procedimientos que se usa para
enmarcarlo. Como mostraremos, un conocimiento exhaustivo de su conformación ayudará a
situar la obra en su contexto literario y a su clasificación genérica.
1. El marco como novela
Fiestas de la boda de la incasable malcasada comienza con una narración extensa, que
ocupa aproximadamente una cuarta parte de toda la obra. Esta narración se señala como una
especie de capítulo introductorio, gracias a un largo título que sintetiza su argumento:
1 Nos referimos fundamentalmente a la edición de El caballero puntual (Salas Barbadillo en prensa), a cargo de
José Enrique López Martínez, que verá la luz en los próximos meses en los Anejos de la Biblioteca Clásica de la
RAE. 2 Así lo hemos defendido recientemente (Piqueras Flores 2016a)
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Los injustos festines de las bodas de una incasable malcasada refiero, que puede tanto
la fuerza de una perversa costumbre que al estado del casamiento, que se había de
solenizar con lágrimas, escandalizamos con agoreras alegrías, siendo aquel gozo
violento y breve presagio de su tormento eterno. (Salas Barbadillo 1622, f. 1r)3
Además, Salas Barbadillo duplica su explicación sobre la naturaleza prologal del
narración en las primeras frases de la misma:
Los festines, pues, de las bodas de una incasable malcasada propongo, tanto más feliz
cuanto más ser tardó en madurar la elección dellas. ¡Oh, común y digna fortuna de las
incasables frenéticas, ser siempre malcasadas! Pues después de haber sido
despreciadoras de muchos dignos, vienen a ser despreciadas del más indigno. (f. 1r-v).
Así pues, tanto en el título de la obra como en el título del capítulo y en las primeras
líneas se insiste en que el relato que comienza desembocará en la organización de un festejo,
de una celebración que tendrá como finalidad la interpolación de material lírico, dramático y
narrativo de segundo grado. A partir de la síntesis introducida, Salas comienza a establecer las
características generales de las doncellas altivas (ff. 2v-3v), recomendando a toda clase
hombres que, independientemente de su oficio (nombra a médicos, letrados, portadores de
sillas... es decir, a tipos de lo más habitual en su literatura), se cuiden de esta clase de mujeres.
Una vez hecha la interpelación directa al lector, comienza un relato que se moverá en las mismas
coordenadas de sus novelas cortas.
La historia comienza con un elogio de Guadalajara, ciudad natal de Dorotea (f. 5r-v),
procedimiento que será bastante habitual en la novela corta del siglo XVII4 . La dama es
presentada en principio como “bellísima” por su sangre noble: “Aquí, pues, nació la bellísima
Dorotea, por la sangre de sus abuelos ilustre” (f. 4v), pero pronto la descripción se aleja de la
tópica idealizante:
Tuvo algunas prendas de hermosura en el rostro, que la hicieron, ya que no perfeta,
agradable, y en la opinión de algunos (como los gustos son tantos) hubo presunciones
confirmadas de que igualaba perfecciones celestes. No confesaré yo que tuvo profundo
entendimiento, pero agudeza de ingenio y viveza de espíritu grandísimo en su habilidad
tenía capaces fuerzas para la conquista de las liberales artes, que con poco tiempo y
menos fatiga se hizo dueño de algunas. (f. 4v)
La obra no solamente se aleja de la idealización a la hora de crear el personaje, sino que
desenmascara el tópico y, además, lo hace culpable de la presuntuosidad de la dama, que es
realmente la característica principal sobre la cual pivota el argumento:
Todas estas perfeciones engendraron en ella una imperfeción grandísima, siendo las
mismas partes por donde se podía esperar el empleo de su persona en un alto sujeto
3 Dado que la única edición moderna que existe es la tesis de licenciatura de María Bascuas Domínguez (2002),
que nos ha sido imposible consultar, citamos Fiestas de la boda de la incasasable malcasada por la princeps
(1622), modernizando la ortografía y la puntuación. Cuando resulta evidente, para no caer en repeticiones
innecesarias, citamos la obra únicamente por su número de folio. 4 Conocido es el caso de las Historias peregrinas y ejemplares, de Céspedes y Meneses (1623), colección de seis
novelas que tienen lugar en diferentes ciudades españolas, elogiadas al comienzo de cada relato. Laspéras relaciona
su presencia con los escritos apologéticos sobre diferentes urbes que surgieron en España durante el Siglo de Oro
(1987: 365), pero, en cualquier caso, se convierte en un elemento singularizador del género. En Salas Barbadillo
lo encontramos en gran parte de las novelas de Corrección de vicios y Casa del placer honesto.
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causas eficientes de su perdición, porque naciéndole dellas una presunción fantástica y
engañada, hizo de sí tan singular conceto que mirando todo el demás resto del mundo
con desprecio y desestimación, juzgó a todos los mortales por indignos de conversalla,
y se determinó a conservar virgen su tálamo por no verse inmeritariamente poseída. (f.
5r)
Entre todos pretendientes de Dorotea, el texto presenta a don Luis y don Fernando,
primos y amigos entre sí, como “los menos despreciados” aunque “no conocidamente
favorecidos” (f. 5r). En una visita a la dama ambos le piden un retrato y ella accede dárselo
solamente “a quien la noche siguiente la despertase con mejor música” (f. 5v). Para lograr el
premio, don Luis se vale de un nutrido grupo de músicos que canta muy bien, pero con tonos y
letras en los que “nada venía a propósito de la ocasión presente” (f. 6r). Don Fernando, en
cambio, llega solo y canta un largo romance sobre su enamorada compuesto la noche anterior,
que se interpola como ficción de segundo grado (ff. 7r-8v).
Dorotea prefiere el poema de don Fernando “porque había enamorado con gracias
propias y no con las ajenas” (f. 9r), pero temiendo que el vulgo lo interpretara como una
debilidad, decide pedir tres días de margen para fabricar dos copias, y entregar en secreto una
a cada uno. Cuando los amigos se encuentran, ambos le enseñan el retrato al otro creyéndose
vencedores del duelo. Se percatan entonces de que han sido engañados y, don Fernando,
molesto, va a casa de la dama para devolverle el retrato, no sin antes haber realizado una copia,
y después, apenado, sale de Guadalajara.
A partir de este instante, la acción se desarrolla con una serie de equívocos, puesto que
los dos personajes, amigos, ocupan el lugar del otro para que otros no se percaten de su ausencia.
Sucede así cuando don Luis anuncia la celebración de un torneo en la ciudad, pero, compungido
por un nuevo desprecio de Dorotea, decide abandonar Guadalajara. Don Fernando, que está de
vuelta, decide vestirse con los ropajes preparados para el festejo y ocupar el lugar sin que nadie
se entere. Mientras tanto, intentan avisarle de la llegada de Marcela, una dama de Alcalá que ha
venido a verle “tornear” (f. 20r), pidiéndole además por carta que lleve una banda verde para
ser reconocido. En este caso es don Luis quien sustituye a su primo, provocándose una escalada
de enredos y equívocos, rasgo habitual en la novela cortesana de tipo amoroso, y no solo de la
comedia llamada “de enredo”.5
Los dos primos llegan a conocer las acciones del otro, de modo que, por diversas causas,
se sustituyen entre sí varias veces. En una de estas ocasiones, don Luis recibe un papel de manos
de Marcela, en la que la dama confiesa a Fernando su amor y le indica los pasos a seguir para
obtener su mano (f. 31r-v). Pese a lo que cabría esperar, el equívoco no va más allá: don Luis
lleva el papel a su primo, y este, para celebrar el comienzo de las prevenciones de la boda
(requisito indispensable para el matrimonio religioso), decide organizar de una suntuosa “fiesta
pública, diversión de sus murmuraciones” (f. 32r). Don Luis se ofrece para comprar las galas
del festejo en Madrid, pero cuando está a punto de llegar a la corte es avisado de que la madre
de Dorotea ha enfermado, por lo que tiene que regresar.
Cuando la madre de Dorotea está en proceso de recuperación, viaja con su hija desde
Guadalajara a Alcalá para cumplir una promesa religiosa. En el viaje, conmina a la muchacha
a que acepte un casamiento, en un largo parlamento en el que indica que sus atributos no le
pertenecen: “Tú depositaria eres de las virtudes para comunicallas, y no dueño absoluto para
5 Para Miguel Zugasti: “La vaguedad de tal expresión [“comedia de enredo”] nos conduce de forma casi automática
al error de tomar el enredo como algo exclusivo de la comedia, cuando lo cierto es que también tiene un peso
considerable en otros géneros como la novela corta” (1998: 110). Rey Hazas, a propósito de la novela El envidioso
castigado, de Juan Pérez de Montalbán, apunta: “Todo es disfraz, enredo, confusión y engaño, rasgos típicos de
comedia de capa y espada” (2007: 216).
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quedarte con ellas, de modo que es hurto, es robo violento, el que a la naturaleza haces” (f. 34v).
Dorotea, por no perturbar la salud de la madre, deja abierta la posibilidad del matrimonio.
Un nutrido grupo asiste en Alcalá a la boda de Fernando y Marcela, en la que don Luis
oficia de padrino y Dorotea de madrina. En la fiesta, que es una celebración taurina, se dan a
conocer los hermanos de Marcela. El primero de ellos, don Sebastián, es deforme físicamente
y además “un hombre sin espíritu, ni acciones propias, tan rendido a las opiniones ajenas que
le gobernaban sus criados” (f. 37r-v); don Lope, el menor, es en cambio apuesto y firme.
Dorotea anuncia que uno de ellos será su marido, eligiendo sorprendentemente a don Sebastián.
Poco después, en confidencia, explica sus razones a una amiga:
Preguntándola después una amiga confidente suya la causa de haber hecho de sí un
empleo de nadie esperado, respondió que ella tenía un ánimo varonil, tan inclinado a
mandar con imperio en su casa, que si se casara con un hombre de iguales bríos a los
suyos, como eran todos los que hasta entonces se le habían propuesto, fuera imposible
vivir con paz, y que así había querido una persona tal, que con la cortedad de su corazón,
la dejase campo suficiente para que ella estendiese el magnánimo suyo. (f. 38r)
Pese a la caracterización negativa de Dorotea que recorre el resto de la obra, parece
difícil no entender el pasaje como una defensa de la libertad de la mujer para poder desarrollarse
fuera del yugo del varón, al menos parcialmente. Por ello, no es posible compartir la idea
habitual de la crítica sobre el tratamiento que da Salas a la situación de la mujer en el Siglo de
Oro, con algunos comentarios tan tajantes como los de Enrique García Santo Tomás: “Siempre
escribió sobre la mujer desde un prisma misógino” (126); o los de Marc Vitse: “Antifeminismo
rotundo de Salas —en esta [El necio bienafortunado] y en todas sus obras—” (32). Hay en la
literatura de Barbadillo numerosas afirmaciones acerca de los defectos de la naturaleza
femenina, pero en algunos casos la aparente misoginia revela una complejidad mayor. Es cierto,
no obstante, que Dorotea termina casada y según el título, malcasada; además, el relato
introductorio se cierra con unos versos encargados por don Luis contra la dureza de la dama. Y
sin embargo, el poema solicitado por el amante despechado —es la segunda vez que se
demuestra que el caballero carece del ingenio poético del que sí goza Dorotea— tiene más bien
una finalidad lúdica: “Un ingenio sutil, solicitado de don Luis, que había quedado ofendido,
escribió estos versos, más para la risa común que para el castigo de quien ya no podía tener
escarmiento” (f. 38r).
Los endecasílabos, que se burlan con particular insistencia del físico del marido elegido,
son el último de los múltiples materiales líricos que se interpolan en esta especie de novela-
marco.
2. El festejo como marco
Tras el relato introductorio, Salas anuncia la llegada de la parte principal de la obra con
una clara división. En primer lugar, cierra el apartado anterior: “Esto basta para haber dado
suficiente noticia de nuestra malcasada incasable, para no entrar desalumbrados en las fiestas
de sus bodas” (f. 39v); y después, en página aparte, no se sabe si por decisión del autor o del
editor, aparece simplemente el siguiente título: “Fiestas de la boda”.
La obra anuncia que estas fiestas van a ser organizadas por don Lope, el hermano
apuesto rechazado por Dorotea, precisamente para celebrar haberse librado de la dama:
Don Lope, tan caudaloso ingenio como tenemos referido, no se desconsoló en el agravio
que le hizo elección tan bárbara, antes dio gracias al cielo de que le hubiese librado de
una mujer tan vanamente caprichosa; y para que se conociese en los efetos la libertad
de su ánimo solicitó varias fiestas, que fueron festejadoras de estas bodas. (f. 40r)
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Sin embargo, y sin ninguna explicación, es don Luis el que pasa a organizar un festejo
que servirá como justificación para la inserción de ficciones de segundo grado. El antiguo
pretendiente invita a comer a don Sebastián y a Dorotea, y organiza una representación de dos
“comedias domésticas” (f. 40r) para ridiculizar a la pareja. Buscando que el hecho parezca
fortuito, en primer lugar paga a un ciego para que cante una copla, que también es interpolada.
Al terminar, es el ciego quien propone a los convidados, como si fuese motu proprio, la
actuación de los “estudiantes estremeños” (f. 41r).
a. El descasamentero
De todas las “comedias brevecitas” (f. 41r) de Fiestas de la boda, El descasamentero
es, con diferencia, la de mayor extensión. La pequeña comedia ha recibido algo más de atención
por parte de la crítica que el resto de interpolaciones de la colección. Por ejemplo, Leonard
Brownstein (1974: 153) la considera la más interesante de todas ellas. Aunque está escrita en
prosa, viene acompañada de una loa en verso (ff. 41v-43v6 ) que la introduce, y subraya la
representación dramática como un hecho metaliterario.
La obra tiene una estructura muy similar a la novela corta El curioso, introducida en la
segunda parte de El caballero puntual: se presenta un tribunal que resuelve determinados casos.
En este caso su función es la “descasamentar” matrimonios porque, como explica Lucino al
comienzo: “Los más de los casados desean salir a la libertad” (f. 44r). Para ello, como en otros
tribunales parnasianos, gozan de la licencia del dios Apolo: “Que traes comisión de Apolo para
poder descasar, gran regalo” (f. 44r). Como han indicado Cauz (1974), Manukyan (2012, 283)
y López Martínez (2015), es probable que la obra se inspire en el entremés de Cervantes El juez
de los divorcios, de similar naturaleza, aunque El descasamentero tiene dos diferencias
interesantes con su posible modelo: por un lado, son los varones los personajes más quejosos;
por otro, la caracterización de las damas presenta una mayor variación (López Martínez, 2015,
314-315).
Entre los casos evaluados, destacan las mujeres con aficiones desmesuradas. Angélica,
por ejemplo, siente tal adoración por los perros que a su marido le resulta imposible vivir con
ella, de modo que a la sentencia de divorcio se acompaña la condena de proseguir con su tipo
de vida: “Y a ella le permito que pueda tener tantos perros falderos y gozques […], porque no
he podido hallar mayor verdugo para su delito que dejalla proseguir con él” (f. 56r). La comedia
también trata casos de matrimonios con hijos y el reparto de ellos, aunque siempre desde una
perspectiva cómica:
MINISTRO.—Dice que a ellos les han quedado dos hijos macho y hembra, y que ella se
llevara la hembra, tanto por serlo como porque está al pecho, y él se podrá quedar con
el varón, pues demás de ser animal de su género está ya criado.
GERMÁN.—Amiga Marina, mirad que os engañáis, porque este partido viene a ser para
Ardenio muy aventajado.
MARINA.—No, señor, que la niña es bonita de cara, y si me vive ella me satisfará la
crianza; si acaso muere, saldré de cuidado. […]
ARDENIO.—Señor, como nos descasen en cualquier partido, aunque no me esté también
como este, vendré con mucho gusto.
MARINA.—Esto ya toca en mi desprecio.
MINISTRO.—A los señores, adviertan que no es esta campaña donde salen desafiados
maridos y mujeres, sino tribunal donde los juzgan. (f. 64r-v)
6 En los dos ejemplares consultados (36618153450019 de la Bayerische Staatbibliothek, y R/1880 de la Biblioteca
Nacional de España), el que sería el folio 43 aparece numerado como el 29. El ejemplar de la BNE carece del folio
44.
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En todos los juicios se ridiculiza a las malcasadas excepto en el último, cuando un
marido va a quejarse de que su esposa tiene como defecto ser una “bachillera fantástica, rodeada
siempre de varios libros, y tan presumida que pretende llamarse estudiosa” (f. 76r). El hombre
solicita que lo descasen porque “con esto se atreve a reprehender todas mis acciones” (f. 76r).
La dama, ausente, es además “poetisa” (f. 78r) y, para conocer su ingenio, los miembros del
tribunal solicitan al marido que recite uno de los poemas. Dado que estas composiciones atacan
su incultura, el esposo se queja de ser “el pregonero de mis desprecios” (f. 77r):
Yo soy la enmaridada
con un hombre que es todo majadero, […]
los libros aborrece
siempre glotón y nunca satisfecho.
(f. 77v)
El pasaje se convierte en toda una demostración poética cuando le solicitan que recite
también una glosa de la esposa, construida sobre un difícil concepto, que también se interpola.
El episodio no termina con la concesión del divorcio, sino que el ministro va a buscar a conocer
a una mujer tan “digna de toda reverencia” (f. 81r) y retorna casi al instante con un soneto de
la dama. En él se muestra agradecida al tribunal por haberle librado de un marido “tan descortés,
glotón, rudo y grosero” (f. 81v). Tras la recitación del poema, concluye la comedia.
La representación de la obra había sido planeada por don Luis como venganza hacia
Dorotea, y el narrador lo había presentado de la siguiente manera: “Dos comedias domésticas
[…], intitulada la una del Descasamentero, donde se tocaba en los afectos y defetos de las
mujeres, que todos son defetos” (f. 40r-v). Como veíamos, en el relato-marco se presentaba a
Dorotea como una mujer con ciertos atributos intelectuales pero extremadamente altiva por no
quererse casar, y al final, sin embargo, parecía subrayarse el ingenio de su decisión. Asimismo,
en la mayor parte de El descasamentero encontramos elementos fundamentalmente
antifeministas, y sin embargo, frente a lo esperado su desenlace supone una vuelta de tuerca al
desarrollo de la comedia, poniendo de relieve la posibilidad de que una mujer destaque por su
inteligencia.
b. Versos de enlace
Tras dar fin a la comedia, se introducen en el escenario unos músicos “para darles [a los
actores] lugar a que mudando de traje pudiesen pasar a la representación segunda” (f. 82r). Los
músicos cantan unos versos que, a juzgar por las palabras del narrador, debieron ser
especialmente queridos por Salas: “Los versos que cantaron estos breves, pero por el sujeto
grandes y dignos, no de veneraciones comunes sino de aplausos generosos” (f. 82r). Se trata de
una composición en dos partes: en primer lugar, un breve romance (f. 82r-v) que resalta la
belleza singular femenina; en segundo lugar, una serie de octosílabos de rima variable (las dos
últimas estrofas son quintillas), alternados con un estribillo en el que se advierte de los peligros
de la bella dama para el río Manzanares: “Fugitivos cristales, corred y volad, / no esperéis el
fuego que os ha de abrasar” (f. 83r). Vuelve, de esta forma, Salas, al río cortesano, uno de sus
temas más queridos dentro de su poesía lírica. El poema sirve para dar una sensación de unidad
en la representación organizada por don Luis, pues sin descanso alguno se introduce el segundo
entremés: “En los dos últimos acentos de los que cantaban tuvieron principio las voces de los
recitantes” (f. 83r).
c. El comisario contra los malos gustos
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Antes de que comience la comedia doméstica, Salas Barbadillo da algunas indicaciones
sobre el vestuario de los actores y otras cuestiones de la representación que ayudan al lector a
situar la obra: “Con los andrajos de los trajes, que con las muchas bocas que tenían, parece
[que] reían también ellos. Empezaron pues tanto más severos y graves, cuanto la acción era más
ridícula, y dijeron así” (f. 83r-v). Además, en un hecho no muy habitual en el teatro para leer
de Salas, las indicaciones continúan tras el anuncio del título, ya en forma de acotación: “Salen
Alejandro, el comisario, y Marcelo, portero de su audiencia; Alejandro vestido con capa y
gorra de letrado y una vara de juez en la mano” (f. 83v).
La obra se desarrolla según un esquema utilizado en otras ocasiones por Salas
Barbadillo: un tribunal con atribuciones excéntricas juzga varios casos en sarta. La primera
obra en la que Salas utiliza este motivo es El curioso, novela interpolada en la segunda parte de
El caballero puntual. En este caso, el tribunal juzga la noción de “buen gusto”, un concepto
tratado en otras ocasiones por Salas de forma indirecta. Así, por ejemplo, según (García Santo-
Tomás, 99), puede entenderse que los miembros de Casa del placer honesto son, en cierta
manera, depositarios de este buen gusto, tan importante para lograr el éxito en el ambiente
cortesano.
El primero en ser juzgado es Teodoro, un indiano rico cuya vida consiste en no hacer
nada:
Mi gusto es levantarme a medio día
y ver nacido al sol, y muy nacido […];
como a más de las tres, y muchas veces
me admiro que aún entonces he comido,
más tengo mayordomo prevenido,
ceno con las risadas del aurora […];
retírome a la cama, y blandamente
me entrego al sueño sin pensar en cosa.
(f. 84r-v)
La acomodada vida de Teodoro, que presume de sus riquezas americanas y de ir siempre
en coche (ff. 84v-85r), tiene un castigo acorde: es condenado a las galeras, para que conozca el
trabajo. Cuando el caballero se queja: “A galeras jamás llevan los nobles” (f. 85r), Alejandro,
el comisario, contesta rotundo: “Mal habéis nuestra audiencia conocido, / aquí no hay más
nobleza que el buen gusto” (f. 85r). La sentencia resulta extraordinaria en una sociedad tan
clasista como la áurea, aún más teniendo en cuenta que a lo largo del proceso se subraya el
carácter de caballero del condenado:
TEODORO Yo soy muy caballero.
FABRICIO Gentil bruto,
quitad el muy, quedaos con caballero
y seréis caballero verdadero.
(f. 84r)
La obra trata varios casos, como el de un maldiciente, que es condenado a ser
amordazado y a adornar su escudo con una lengua en llamas (f. 86v); o el de un lisonjero que
es sentenciado a muerte porque su actividad comporta un riesgo para la sociedad de la época:
El crimen deste es caso más esquivo,
tal vez un maldiciente pone miedo,
y enmienda la República de vicios
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porque hace con su lengua sacrificios;
pero el halago vil de la lisonja
humilla magistrado, rompe leyes
y ensordece las almas de los reyes,
muera por el delito.
(f. 87v)
Marcelo, el portero de la audiencia, pide clemencia para él, y Alejandro le conmuta la
pena por un casamiento con “una dama muy desvanecida” (f. 87v) a la que debe lisonjear para
levantarle el ánimo. El reo prefiere morir, y el comisario le perdona arguyendo que “agora sois
hombre de buen gusto” (f. 88r). De nuevo aparece una imagen profundamente negativa del
matrimonio, utilizada para provocar hilaridad.
Por el tribunal pasan también un lindo (f. 88r), una dama tan aficionada a los coches
como la Cristina de El coche mendingón (f. 89v) y una alcahueta que es doncella al mismo
tiempo (f. 91v). Estamos ante toda una estirpe de tipos literarios satirizados por Salas a lo largo
de su trayectoria literaria, condenados por sus afrentas al buen gusto. Y sin embargo, en una
nueva vuelta de tuerca, el tribunal no puede seguir ejecutando su labor reformadora porque “el
pueblo, todo amotinado” (f. 92r) se revuelve contra el comisario y contra el alguacil, que tienen
que salir huyendo para conservar la vida.
De nuevo el terreno de lo satírico se barniza en Salas con una cierta capa de ambigüedad.
Como en gran parte de la obra cómica del escritor —aunque no en toda, hay creaciones que
tienen mucho más de burlesco que de satírico— hay una crítica a la sociedad de la época, a
veces despiadada. Pero de nuevo esa crítica tiene una naturaleza bidireccional: no solo se
ridiculiza a los personajes juzgados por el comisario sino también al propio comisario, poniendo
en entredicho la posibilidad de una reforma de costumbres.
d. Versos de enlace
Una vez que concluyen las dos comedias domésticas, el narrador cuenta que tuvieron
una buena acogida por parte del público: “Sin que se ofendiese a los oyentes, sino es con su
brevedad” (f. 92v). El auditorio, además, solicita a los actores estremeños que alarguen el
espectáculo. Ellos aceptan, y para dar tiempo a que “dispusiesen el auditorio”, de nuevo hay
unos músicos que entran en escena para cantar un poema. En este caso es un romance de un
niño noble pero criado en el campo, que desarrolla la oposición entre campo y ciudad, tema
tratado por Salas en otras ocasiones:
Criábase un niño noble
en una cabaña humilde […],
tan hermoso se criaba
que no hay flor que no le invidie,
no las rústicas del campo,
las cultas de los jardines.
(f. 93r)
El romance, en el que aparece Albanio —alter ego de Salas— como admirador del
protagonista, concluye con la toma de votos del muchacho cuando crece. Después, se enlaza
con una nueva comedia doméstica.
e. El remendón de la naturaleza
La comedia comienza con un diálogo entre Donato y Floro, dos ciudadanos de Madrid
que muestran su visión sobre la ciudad, convertida en corte:
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FLORO.—Paseome por Madrid, pueblo para mí mientras más largo y estendido, menos
cansado, por lo que deleita la vista el entendimiento con tanta variedad de personas y
sucesos. ¡Oh, grande maravilla, oh, siempre hermoso y constante milagro, hallar en
todos tiempos de qué admirarse y no admirarse de nada! f. 94v)
Las palabras de Floro subrayan la que, según Salas Barbadillo, es la principal cualidad
del Madrid áureo como escenario literario: un lugar donde es posible que lo extraordinario
ocurra. No es de extrañar que esta imagen de la ciudad del Manzanares abra la obra, en tanto
que el protagonista de la comedia será un peculiar remendón de la naturaleza, que asegura poder
corregir los defectos físicos de los cortesanos:
A esta corte ha venido un sevillano ingenioso y peregrino, porque con industria
enmienda, remienda, pule y perfeciona todos los defetos de la naturaleza, como si
dijésemos , abriga calvas, puebla bocas, adereza barbas por madurar, engruesa y
apersona las pantorrillas, finge caderas, destierra nubes y otras muchas cosas que aquí
no se refieren. A los ricos servirá por acomodado precio en sus casas, y a los pobres en
la suya y de balde. (f. 96r-v)
La pareja va a visitar al sevillano únicamente por curiosidad, como ellos mismos le
hacen saber: “Señor, no somos necesitados de naturaleza, sino curiosos de ingenio, y así
venimos con deseo de besar a v. m. las manos por ser persona tan particular” (f. 97r). Durante
su visita, Floro y Donato ven llegar a varios personajes que solicitan los servicios del remendón,
precisamente para aquellas cuestiones que habían sido anunciadas. Así, por ejemplo, un médico
solicita un remedio para tener una barba poblada que le posibilite obtener el prestigio necesario
para desarrollar su profesión (f. 99r-v), un hombre pobre solicita una dentadura para poder
casarse con una prima rica (f. 100r-v) y un viejo pide librarse de las canas definitivamente y sin
tintes (101r-v). El remendón da unos ciertos consejos, según cada caso, sin que llegue a
resolverse ningún defecto con inmediatez. Está, además, muy cerca de confesar su secreto a
Floro y a Donato: “Ahora que se fue […], les diré un secreto, de bajo juramento” (f. 99v);
“Paréceme que agora quedamos solos, y podremos hablar de nuestro particular” (f. 103v). Sin
embargo, el espectador se queda sin conocer la verdad, porque siempre es interrumpido por un
nuevo personaje que entra en escena solicitando su ayuda.
Con esta especie de falso cirujano plástico avant la lettre, Salas muestra la extraordinaria
importancia que adquiere la imagen en la corte. Por otro lado, con el comportamiento de Donato
y Floro, se insiste en la construcción de una sociedad aficionada a la novedad la novedad, que
vive pendiente de los sucesos extraordinarios que tienen lugar en el Madrid del Siglo de Oro.
Más allá del argumento de la obra, la comedia se introduce con un interesante
comentario sobre la calidad de su representación dentro del marco:
Los recitantes, ocupando aquel sitio de la sala que fingía teatro, con tales alientos como
si aquella fuera la primera de sus representaciones, dieron principio. Su título fue El
remendón de la naturaleza. Copiar la gracia de los actores es el mayor imposible de la
pluma. El acto es este, súplanle los entendidos las acciones, y léanle, dándole cada de
su parte en su retiramiento lo mismo que hiciera si le recitara en público. (f. 91r)
La alusión supone el reverso de otra opinión sobre el trabajo de los actores, presente en
Casa del placer honesto, donde se critica a uno de los cómicos por haber representado de forma
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deficiente su papel en El tribunal de los majaderos.7 Se subrayan ahora las virtudes de la
representación frente a las carencias de la lectura, pero se propone la imaginación como un
sustituto válido. El pasaje, en cualquier caso, es un testimonio valioso del desarrollo del teatro
para leer, en el que además se hace referencia no ya a un texto para una lectura colectiva sino
individual, lo que muestra, aunque sea mínimamente, que la lectura de textos dramáticos en
privado era un hábito en aumento.
f. El cocinero del amor
A diferencia de lo que había sucedido en el escaso tiempo entre las representaciones
anteriores, en este caso no hay descanso ni poemas cantados —ni por tanto interpolados— entre
una comedia y otra, como el propio Salas se encarga de remarcar: “Así se dio fin, y sin esperar
a que los músicos distinguiesen cantando las acciones, empezaron esta intitulada El cocinero
del amor, deseosos de abreviar su fatiga, aunque tan en daño del entretenimiento de los que
escuchaban” (f. 105r).
La comedia comienza, como otras muchas de Salas, con un diálogo entre dos caballeros
de la corte, en el que uno de ellos cuenta una novedad al otro:
MORA Ha venido a la corte un cocinero
que no guisa manjares sino gustos,
y con notable gracia los sazona.
El interlocutor de Mora, Medina, desempeña el papel de desconfiado frente a la primicia,
con un comentario que incide en la presencia de “malos gustos” en la corte, tema que se había
tratado de forma principal en El comisario contra los malos gustos:
MEDINA […] ¿Por las cocinas andan ya los gustos?
Pero siendo tan malos no me espanto
que tanto ha de bajar quien baja tanto.
MORA ¿Pues hoy hay malos gustos?
MEDINA ¿Eso ignoras?
¿No has visto por la corte muchos necios
que por ser singulares en capricho
en bárbaros asuntos se recrean
porque en la novedad sola se empeñan?
(f. 105r)
Lo que adereza este peculiar cocinero son “los gustos del amor” (f. 105v). Medina, al
conocer su profesión, le espeta a Mora que está hablando de un simple alcahuete:
MEDINA Su nombre le llamad.
MORA ¿Cuál?
MEDINA Alcahuete
MORA Jesús, Jesús, ¡qué torpe grosería!
Mal conocéis mi mucha cortesía.
MEDINA Así le llaman todos en la corte […]
Que yo solo me enfado de la máscara
7 “La representación deste diálogo agradara y entretuviera más los oyentes si la persona que representó la de
Monseñor César no errara dos veces tan descubiertamente que rompió el hilo de la atención; que a todos estos
infortunios están sujetas las obras ingeniosas cuya publicación y lucimiento ha de ser por mano de terceros, que
las más veces deslustran las fatigas ajenas”. (Salas Barbadillo 1927, 446)
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Y de que este su oficio no le precie,
pues le inventa con frasis nuevos nombres.
(ff. 105v-106r)
En la literatura de Salas se muestra muy a menudo la necesidad de sostener una
determinada imagen pública en la corte. Así, indica Javier Huerta Calvo a propósito de este y
otros entremeses del autor: “El artificio en la corte ha llegado hasta tal punto que es necesario
cubrir todos los grados de la apariencia” (1985, 794); en este caso, lo que denuncia Medina es
que esa necesidad llega incluso hasta la transformación del lenguaje. Mora, sin embargo,
establece una diferencia fundamental entre los alcahuetes y el cocinero, con lo que, de alguna
forma, se convierte en la voz que sirve para reivindicar la excéntrica creación literaria del
personaje:
MORA No es alcahuete
pues nadie para nadie solicita,
sino vertiendo luces aconseja
cómo se han de guisar las pretensiones,
que este pasos no da, sino razones.
(f. 106r)
El cocinero entra por fin en escena y los dos caballeros le piden que les cocine a sus
respectivas amadas. Los consejos del personaje para efectuar la conquista amorosa, en efecto,
se describen como si de una receta de cocina se tratara. Uno de los pasajes más significativos
tiene que ver con el uso de la poesía para la seducción:
MAESE O mil veces mancebo venturoso
pues sirves a doncella tan simplona
que le falta la sal de madre y tía
guisarétela dulce, espera un poco […].
Tomad cuatro billetes bien pensados […]
echareisles por dulce dos romances
prestados de un poeta caudaloso,
no de aquellos durazos que un soneto
paren de mes a mes con muchas ansias.
(f. 108r)
Pero no solo se desarrollan las metáforas culinarias, sino que también se reivindica el
ingenio creador del cocinero:
MAESE Pues yo os la guisaré dulce y salada […]
y es la primera vez que en mi cocina
se hace este guisado indiferente
pero yo soy tan diestro cocinero
que aquí mostrar mi sutileza quiero.
(f. 109r)
Una vez que ha dejado sus directrices para Medina y para Mora, entran en escena doña
Laura y doña Estefanía. Aunque no se hace explícito, parecen ser las enamoradas de Medina y
Mora, especialmente por la descripción de Laura como una “tapada de medio ojo” (f. 111 r).
Entre los consejos dados a doña Estefanía, hay uno que resalta el carácter madrileño de la obra:
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El cocinero le indica que tome “dos puñados […] de celosía / con cuatro onzas de recogimiento,
/ aunque en Madrid son muchas onzas” (f. 112v). Es decir, que mostrándose recatada, sin
participar de las fiestas sociales, la dama podría conseguir mantener y aumentar el interés del
pretendiente. Aunque el propio cocinero considera ya difícil la empresa, doña Estefanía la tiene
por imposible: “Las cuatro onzas comutad os ruego / en otra cosa, que será imposible / que
halle en toda la corte cuatro onzas” (f. 112v). Madrid queda definida, entonces, no solamente
como una ciudad donde cabe todo lo extraordinario, sino también como un espacio
eminentemente social, del que cuesta tomar distancia. Mientras la dama y el cocinero mantienen
el diálogo, salen cuatro “pícaros” (f. 113r), trabajadores de la cocina, que anuncian un fuego
provocado por haber usado los celos como ingrediente: “Eché para el guisado unos celos, / la
cantidad de lumbre que pedían, / ya se ha pegado fuego” (f. 113r). Concluye la obra con uno de
los personajes pidiéndole a Cupido —el “niño ciego (f. 113r)— que socorra la cocina.
g. Versos de enlace
De nuevo Salas vuelve a usar el intermedio entre representaciones dramáticas para
interpolar un romance sobre un caballero constante en su amor por una “tirana hermosa” (f.
114r). Cuando termina el poema, se insiste en el cuidado para que el espectáculo no se detenga:
“Ya estaban los actores en el tablado aun antes que los cantores diesen fin este romance, con
que sin permitir ningún vacío al tiempo, sucedió a una ocupación entretenida, otra no menos
deleitable” (f. 114v).
h. Las aventureras de la corte
Dentro de las comedias de Fiestas de la boda desarrolladas en Madrid, Las aventureras
de la corte es quizá la que desarrolla el marco urbano. La acción comienza con un diálogo entre
el joven Floro y el viejo Marcio. El primero no entiende las razones del segundo para instalarse
en Madrid, sobre todo si la urbe se compara con Valladolid, que precisamente había dejado de
ser corte en 1606:
FLORO.—Grande atrevimiento fue el de v.m., señor Marcio, y casi resolución
aconsejada por su desdicha, el dejar a Valladolid, lugar moderado en las ostentaciones
y acomodado en los gastos, y venirse a esta corte tragona de mayorazgos y arrasadora
de príncipes. (ff. 114v-115r)
Marcio, en cambio, le explica las ventajas económicas de la corte: “La corte es lugar de
mucho gasto, pero en quien tiene habilidad es mayor el recibo […]. Está usted muy bisoño en
la milicia o malicia cortesana” (f. 115r). La metáfora bélica muestra la necesidad de desarrollar
una estrategia para desenvolverse en la vida cortesana: “En Valladolid pasábamos todo el año
en eterna vigilia […]; al fin, señor, en Madrid comemos, vestimos y pagamos casa, porque aquí
tiene gran lucimiento y aparato la industria del ingenio” (ff. 115v-116r). En el caso de Marcio,
la industria del ingenio es la desempeñada por sus tres hijas, las “aventureras de la corte”,
porque salen cada mañana “a ver qué tales se le ofrecen” (f. 116v). Aunque se trata de damas
que se aprovechan de su inteligencia y de su físico para estafar a hombres, no pertenecen al
mundo de la picaresca: usan su belleza como reclamo pero no a través de favores eróticos, y
además pertenecen a una familia mínimamente acomodada. De hecho, las damas van
acompañadas siempre de una criada (f. 116r). Se definen en la obra como harpías, con la misma
terminología que utilizará después Castillo Solórzano8 , a partir de la copla de un romance
anónimo del siglo XVI sobre la urbanización del campo de Leganitos:
8 Las harpías en Madrid (1631).
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FLORO.—Según esto, con ellas debe de hablar la segunda copla del romance del campo
de Leganitos, que dice:
Donde las fieras harpías
de vil linaje buscón,
solamente por tomar
salen a tomar el sol.
(f. 115v-116r)
Las tres hijas de Marcio actúan con extraordinario orden: cada mañana salen a pasear
por Madrid, de modo consecutivo y de mayor a menor: primero Leonor, después Beatriz y por
último Dorotea. Las tres van siempre acompañadas de Francisca, la criada, que va tapada para
no ser reconocida. Como en otras muchas obras de Salas, una cierta forma de vida marginal,
pensada para sobrevivir en el mundo cortesano, se profesionaliza hasta la excentricidad.
La acción de la obra se desarrolla en casa de Marcio. Allí reciben a cada una de las hija,
que llega para dar el cambio a su hermana y aprovecha para contar a los demás cuál ha sido su
aventura diaria. Leonor y Beatriz salen victoriosas, logrando regalos de los caballeros, pero la
obra termina abruptamente cuando Francisca anuncia que han apresado a la joven Dorotea,
porque ha tenido una pelea con la esposa de un caballero con quien hablaba. Marcelo explica
que el caso se puede solucionar con dinero, y Marcio lo acepta como algo propio de la profesión:
“Que quien anda en aventuras no ha de espantar ningún suceso” (f. 125r). Floro, estupefacto,
decide volver a su casa para no verse involucrado: “Yo me quiero volver a mi posada, porque
si ando con esta gente serán mis cronistas los escribanos del crimen, y es crónica tan peligrosa
que jamás se tienen con ella seguras las espaldas” (f. 125r).
Marcio y Floro representan dos polos opuestos a la hora de enfrentarse al mundo
cortesano. El primero, buen conocedor, intenta sacar el máximo provecho de la ciudad
convertida en corte; el segundo, en cambio, permanece siempre fuera de lugar, incapaz de
comprender el alcance de los cambios sociales producidos en el Madrid de los Austrias.
La obra concluye con una pequeña indicación sobre la iluminación del escenario, en
tanto que en el transcurso del espectáculo había anochecido: “Muerta la luz del cielo, y con la
artificial de una hachas, dieron fin” (f. 125r). La referencia insiste en la extraordinaria duración
del festejo, que en principio solo contenía dos entremeses y que, sin embargo, parece no tener
fin. De hecho, a renglón seguido se anuncia la siguiente obra: “Y prosiguieron con la comedia
intitulada El malcontentadizo, porque a los oyentes cupiese parte en el título si con tanta
variedad no quedasen gustosos” (f. 125r).
I.1.1.1 El malcontentadizo
La última de las comedias de la representación preparada por don Luis es,
probablemente, la de argumento y estructura más simple. Don Calisto es un caballero imposible
de contentar, cuya opinión varía constantemente. La definición más acertada es quizá la de uno
de sus criados: “Hombre es que aun aborrece sus acciones, / y solo desta pienso que se agrada:
/ que es saber que no le agrada nada” (ff. 125v-126r). Tras haberse peleado con el servicio, con
un pintor y con un maestro de danzar, don Calisto monta en cólera, y reivindica su libertad para
vivir conforme a sus gustos, amenazando a sus criados, que huyen despavoridos.
DON CALISTO No hay hombre como yo tan infelice,
cual me hace vestir como yo quiero,
cual me hace comer sin apetito.
Yo me enojo, dicen que es delito,
yo tengo de quedarme sin criados,
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todos desde hoy sois libres, buscad dueño,
desocupad la casa aprisa, aprisa,
¿queréisme provocar con vuestra ira?
GUZMÁN ¿Que desnuda la espada?
(f. 133v)
3. Espacios para la metaficción: del teatro al camino
Finalmente, tras varias horas, termina la actuación de los extremeños, que llega a constar
de seis comedias domésticas y de tres poemas recitados en el intermedio de estas. Don Luis
consigue llevar a cabo su venganza: “Reprendió en público a los criados, porque le habían
ofrecido fiesta tan sospechosa como la representación de un descasamentero y boda tan solene,
pero con secreto les rindió risueñas gracias” (f. 134r). El daño hecho a Dorotea y don Sebastián
no consiste tanto en una ridiculización explícita de su matrimonio, sino en un perjuicio social
indirecto producido por el abandono temprano de los invitados, que se muestran incapaces de
aguantar la risa. Salas, además, se recrea en el pasaje con una descripción poética:
Mirábanse los circundantes a los rostros, y con mucha pena violentaban la risa,
impidiéndole los pasos cuando ella se ofrecía en los balcones de los ojos y labios. Para
poderlo con mayor libertad, poco a poco y sordamente se fueron despidiendo las visitas.
(f. 134v)
El fracaso social resulta de tal importancia que llega a provocar la enfermedad de
Dorotea: “Caminaron a su posada los novios, donde dando a entender doña Dorotea que no
venía buena, se retiró a la cama” (f. 134v). El malestar hace que la dama decida volver
rápidamente a Guadalajara (f. 135r). El viaje desde Alcalá, lejos de acabar con el esquema de
la obra, es el que utiliza Salas Barbadillo para seguir introduciendo ficciones dentro de la ficción.
Así, Marcela se ofrece a acompañar a su amiga y don Fernando, su esposo, vuelve a demostrar
su ingenio poético y musical con un largo romance de temática amorosa (ff. 135v-137r):
Previniéronse todos aquellos caballeros para servillas en el viaje, y entre ellos don
Fernando, tan amante de su esposa, y aventajado en el arte de la música, dio principio a
la diversión de la molestia del camino, cantando estos versos. (f. 134v)
El entretenimiento literario no solo corre a cargo de don Fernando, y tampoco se
circunscribe únicamente al ámbito de la poesía. Nada más concluir el poema, la obra introduce
a un nuevo personaje —”Don Mateo de Carvajal, caballero estremeño, sutil filósofo y profundo
ingenio […]” (f. 137v)—, que narra una novela corta:
Era don Mateo modesto en semblante, palabras y acciones, y así lo mostró en la
narración de la novela, que dél fue elegida para suspensión de los presentes, engañando
los pasos de la jornada, que es grande empresa entretener un auditorio sin fábula yocosa.
(f. 137v)
a. La mayor acción del hombre
La mayor acción del hombre es una novela corta, de ambientación italiana y localización
espacio-temporal lejana. Así, la obra se ubica en Italia, cuna de don Agustín de Fiesco, caballero
con el que Salas Barbadillo tuvo una relación de admiración, y al que dedicó Fiestas de la boda
de la incasable malcasada. Asimismo, Italia es el territorio preferido por Salas Barbadillo a la
hora de situar sus novelas de tono más serio, como El pretendiente discreto (presente dentro de
La ingeniosa Elena) o El pescador venturoso (una de las novelas cortas de Casa del placer
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honesto), que además suelen tener un tiempo narrativo interno más o menos alejado del actual.
En este caso, el relato se sitúa en la Edad Media, en tiempos de Carlomagno (f. 138v), y lo
protagoniza Federico, un virtuoso caballero genovés caracterizado por su discreción y
prudencia que es llamado a la corte del emperador para solucionar un problema diplomático.
Cuando se despide de sus familiares no encuentra a su hermano Alejandro, muy querido por él:
“Amaba Federico tiernamente a un hermano que tenía único, y en quien miraba la esperanza de
la sucesión de su casa, por no haber querido casarse” (f. 139r). Al buscarlo, descubre en la
habitación de Alejandro una carta con letra de mujer, en el que la dama, casada, le pide
encarecidamente que salga de la ciudad porque su marido sospecha del adulterio; además, le
devuelve unos versos amorosos por miedo a ser descubierta. Por el poema Federico reconoce
que la mujer es la esposa de Calisto, su mejor amigo (f. 140v). Los versos no solo se interpolan,
como ficción dentro del propio relato, que a su vez está enmarcado p(llegando entonces a un
tercer grado ficcional), sino que además son interpretados concienzudamente por el
protagonista, a partir de ciertos fragmentos, que le permiten conjeturar que no ha habido
consumación del adulterio:
Volvió a poner otra vez los ojos en los versos, y consolose con aquellos que decían […],
porque le pareció que de la sentencia dellos se entendía que hasta entonces los amores
habían procedido tan casos, que aún los deseos estaban limpios. (f. 141r)
Con todo, siente una gran preocupación por marcharse, pero un correo desde París le
libera de su ocupación, porque el problema político se ha resuelto. Federico se alegra, “tanto
por el bien de la repúblico […] como porque le pareció que ya quedaba libre […] para reprimir
los atrevimientos de Alejandro” (f. 141v). Se subraya así la doble preocupación del héroe: la
política y la personal, que es una de las características comunes a todos los caballeros perfectos
creados por Salas.
Finalmente, cuando Calisto ha calmado sus sospechas, el hermano vuelve a Génova y
Federico espía sus movimientos por la noche. En principio, Alejandro solo compone unos
versos, que también se interpolan (f. 142v-144v), y que de nuevo son interpretados por el
protagonista, aunque esta vez de forma errónea:
Sumo gozo recibió Federico con la leción destos versos, porque le pareció que su
hermano Alejandro, mirándolo más de espacio, cuerdamente había mudado de asunto,
porque las señas de la persona contenida eran diversas en todo de las de mujer de Calisto
[…]. La verdad fue que Federico se engañó en este discurso, como hombre que estaba
muy retirado de las liviandades de la juventud, porque Alejandro proseguía con aquella
empresa, y de camino con otras muchas. (f. 143v)
Cuando Calisto se ve obligado a marchar a Roma, le encarga a Federico que, como
amigo suyo, vele por el interés de la casa, a lo que él se compromete (f. 145r). Por otros versos
de su hermano, que esta vez no se introducen, Federico advierte que Alejandro mantiene su
interés por la dama. Le avisa seriamente para que corrija su comportamiento en dos ocasiones,
la segunda llegándole a amenazar con la vida: “Estad advertido, que si no respetáis las puertas
de los nobles, y principalmente las de aquellos que yo tengo por especiales amigos, que me lo
pagaréis con la vida” (f. 146v). Alejandro, a cambio de enmendar su comportamiento y
marcharse de la ciudad, le pide que le haga llegar una carta a la esposa de Calisto, en la que le
explique que desiste de su amor. Federico acepta, pero su hermano consigue meter dentro del
sobre unos versos. El virtuoso caballero se da cuenta de la jugada, de modo que va al escritorio
de su hermano y encuentra un romance escrito sobre un papel diferente al resto, que narra la
ausencia de Ulises y la espera de Penélope. Federico no encuentra relación alguna, pero esa
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misma noche va a casa de Calisto y escucha a un joven cantar los mismos versos. Cuando este
es descubierto, el muchacho hiere a Fernando con una herida de bala y escapa (f. 50r). Alejandro,
al ver a su hermano herido al día siguiente, reconoce ser el autor del disparo con un gran
arrepentimiento: “Quien tan necio pudo ofenderte, y tan desdichado llega ahora a llorarte” (f.
153v).
La novela concluye con la muerte prácticamente simultánea de Calisto y de la esposa
embarazada de Alejandro, de la que no se había hablado hasta el momento. Federico obliga a
Alejandro a casarse con su antigua enamorada, lo que él recibe de buen grado, pudiéndose de
esta manera asegurar la sucesión de la casa (f. 154v). La novela descubre además que la esposa
de Calisto solo había mostrado “una voluntad honesta” hacia su futuro segundo esposo (f. 154v).
De esta forma, se subraya que el cuidado y la inteligencia de Federico había dado sus frutos.
Por un lado, resulta significativo que Salas elija un relato de tipo serio, de “registro
patético” en palabras de Marc Vitse (1980, 7), para la única novela corta que inserta en la
colección. Así, dado que las comedias breves de Fiestas de la boda tenían todas un carácter
cómico, la novela supone el claro contrapunto que tanto gusta al autor madrileño.
Por otro lado, uno de los rasgos más interesantes de la novela es la presencia de
numerosos versos interpolados. Como apuntábamos, teniendo en cuenta que La mayor acción
del hombre es ya una narración inserta dentro de un marco, los poemas suponen una ficción de
tercer grado, con lo que se pone de relieve los diferentes escalones ficcionales. Además, lo
interesante es que el material poético supone para Federico una clave importante con la que
descifrar las intenciones de Alejandro. El protagonista, que dada su virtud tiene serias
dificultades para empatizar, acierta algunas veces y yerra otras, pero precisamente por ello sus
interpretaciones del material lírico permiten que la acción se complique y avance. Así, de este
modo, se pone de relieve la posibilidad de que cualquier ficción dentro de la ficción sirva para
condicionar la interpretación de la ficción donde se inserta.
b. Versos finales
Tras la novela, Salas vuelve a insistir en la bondad de la literatura como alivio de
caminantes, de modo que se llega incluso a cuantificar en distancia el entretenimiento
producido por la narración:
Alivio fue de más de dos leguas largas la narración desta novela, porque don Mateo de
Carvajal la supo dilatar y estender de modo, haciendo vivir las palabras con la fuerza y
propiedad de las acciones, que no les pareció pesada a los oyentes. (f. 155r)
Tras un tiempo sin literatura, y dado que ningún otro miembro de la comitiva acepta
continuar con el entretenimiento, tal y como hubiera querido el caballero (f. 155r), don Mateo
decide “tomar sobre sus hombros el entretenimiento de aquella jornada” (f. 155v) y recita un
himeneo, dedicado a la boda de Diego Pimentel, marqués de Gelves, con la condesa de Priego,
en la corte (f. 156r-158v). El poema debió de escribirse seguramente a propósito de la
celebración del matrimonio, en 1621 —lo que nos permite saber que Salas terminó Fiestas de
la boda muy poco antes de publicarla—, e incide en la descripción de Madrid como lugar de la
celebración a partir de la tradicional imagen del Manzanares como río de caudal escaso9:
Manzanares, que viste sus riberas
de esperanza veloz y fugitiva,
que el tiempo que la ofrece la derriba,
9 El conde de Gelves fue nombrado, en abril de 1621, nuevo virrey de Nueva España. Aunque son meras conjeturas,
no es raro que Salas compusiera el poema y lo incluyera en Fiestas de la boda (cuyo privilegio es de julio de 1621,
antes de que Pimentel partiera a México), quizá para intentar obtener un cargo en las Indias.
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ejemplo de las pompas lisonjeras,
aquí cuyo corriente cristalino
tanta pobreza tiene
que si no es que la tierra le mantiene
de la cándida nieve que desata
muere sediento entre su misma plata.
(f. 156r)
A partir de este momento, la obra se desarrolla como una competición poética entre el
ingenio de don Fernando y el de don Mateo, quien obtiene mayor favor del público. El esposo
de Marcela, que había demostrado su talento ya en la primera parte de Fiestas de la boda, pide
al caballero extremeño que construya tres glosas sobre tres versos diferentes. En la última
ocasión, el poema molesta a Dorotea, ya que lo cree referido a su casamiento con Sebastián:
Este hombre que, duplicado
en pérfido maletón
puesto al uno y otro lado,
vemos que en esta ocasión
con la mujer se ha casado.
Si ella le sufre sus tretas,
pesadas cuanto imperfectas,
diré con pecho gentil
que la mujer va con mil
y el hombre con dos maletas.
(f. 165r-v)
Dorotea hace pública su ofensa: “Por no dejallo en duda, y enfrentar para lo de adelante
aquel licencioso pueblo, que amenazaba motín, significó en palabras breves y graves su
sentimiento” (f. 165v), y don Fernando aprovecha la situación para hacerse vencedor del duelo
con un triste poema amoroso:
Empezaba a prevenir don Mateo defensas, y conociéndole don Fernando algo corrido
[…], hirió con las manos suaves las cuerdas sonoras, que trasladando su dulce herida a
los aires, quedaron ellos agradecidos a ellas, como ellas a las manos, y mucho más los
oyentes, que en su apacible compañía oyeron cantar estos versos, sacrificio rendido al
amor, y del mismo inspirado. (f. 165v)
Tras el poema de don Fernando se anuncia la llegada a Guadalajara. Con el fin del viaje
concluye también la obra.
4. Conclusiones
En líneas generales, la estructura de la obra posibilita que, tras una primera parte
introductoria, la trama narrativa se convierta en marco de dos formas diferentes. En primer
lugar, con un festejo de tipo cortesano, en el que la literatura supone el entretenimiento principal.
Se trata de un formato que será muy utilizado en las colecciones Solo Tirso de Molina, al que
nos referiremos a continuación, estaba buscando por estas fechas un camino parecido, en sus
Cigarrales de Toledo, cuyo privilegio data de octubre de 1621, aunque la primera edición
conocida es de 1624.
En segundo lugar, Barbadillo vuelve a uno de los motivos tradicionales de marco en la
literatura castellana: el alivio de caminantes, que ya había utilizado en otras ocasiones, como
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en las interpolaciones de La ingeniosa Elena10. Con todo, es un alivio de caminantes un tanto
excepcional, porque el viaje de Madrid a Guadalajara está formado por una comitiva de damas
y caballeros. La fiesta de don Luis, aunque de naturaleza cortesana, servía a una finalidad
ridiculizadora, de la que Salas parecía olvidarse a ratos; en cambio, el camino supone un
completo juego de destrezas literarias, insistiendo en el carácter competitivo, pero en la misma
línea de desarrollo cortesano que ya se había mostrado en Casa del placer honesto y que tendrá
tanto éxito en las colecciones barrocas posteriores.
En cuanto a la naturaleza genérica de la obra, y su relación con las colecciones de
novelas cortas, resulta interesante comparar Fiestas de la boda de la incasable malcasada con
los Cigarrales de Toledo de Tirso de Molina, obra con la que comparte no solamente ciertas
características formales, sino también una proporción genérica parecida de los materiales
insertos a partir del marco: una sola novela corta por numerosos poemas y varias obras
dramáticas. Fiestas de la boda es anterior, pero es difícil pensar que Tirso hubiera podido tener
noticias de la obra de Salas en tanto que, aunque los Cigarrales se publicaron en 1624, la fecha
de la primera aprobación de la obra es el 8 de julio de 1621 (Molina 1996, 99). De hecho, las
fechas en las que ambas obras inician su trámite para la impresión son extraordinariamente
parecidas: Fiestas de la boda fue aprobada ese mismo año y casi el mismo día (la primera
aprobación es del 12 de julio, y la licencia para que solicitar dicha aprobación del 7 de julio).
Con todo, ambas obras presentan notables similitudes. En los Cigarrales, a partir de una trama
de extensión considerable, que concluye en un matrimonio múltiple al estilo del teatro áureo,
Tirso genera un marco en el que interpola tres comedias en verso de larga duración, varios
poemas y una novela: Los tres maridos burlados. Además, narra el juego de varios nobles
dentro de un laberinto artificial, creado para el divertimento, que ocupa todo el «Cigarral
segundo».
Tanto los Cigarrales como Fiestas de la boda presentan una narración inicial que
desemboca en un festejo nupcial. En el caso de Tirso no existe el componente irónico de las
fiestas, pero las dota de la misma función de marco; por otro lado, ambas interpolan
predominantemente obras dramáticas, representadas por los personajes de la ficción primaria;
además, ambas insertan como última ficción de su colección una sola novela corta.
Ahora bien, frente a lo que sucedía con Fiestas de la boda, Cigarrales de Toledo es
considerada a menudo dentro del ámbito de lo que se ha llamado novela corta o cortesana
(Bourland, 1927 110; Montero Reguera 2006, 174; Ripoll 1991, 147-148). El sugerente libro
de María del Pilar Palomo, titulado La novela cortesana (forma y estructura) (1976), se ocupa
fundamentalmente de Cigarrales de Toledo y de Deleitar aprovechando, mientras que Jerano
Talens le dedica algunas páginas en un estudio dedicado al «problema del marco narrativo en
la novela corta del seiscientos» (1977, 154-161). Es decir, no estamos hablando de trabajos que
se ocupen de Los tres maridos burlados como novela corta, sino de la estructura global de la
colección.
Ciertamente, tanto Fiestas de la boda como los Cigarrales de Toledo contienen
elementos que son comunes a las colecciones de novelas cortas. En el caso de la obra de Salas,
no se trata solo del marco que contiene las diferentes ficciones, sino que, como veíamos,
algunas de las creaciones dramáticas están fuertemente condicionadas por su naturaleza
cortesana. Así, se subraya el mundo de la corte como un filón literario, que no solamente es
común a la narrativa. En cualquier caso, no puede hablarse nunca de colecciones de novelas
cortas, porque no contienen mayoritariamente novelas cortas. En este sentido, en un trabajo
anterior (Piqueras Flores, 2016b) hemos propuesto el término «colección de metaficciones»
para definir una obra de esta naturaleza, entendiendo en metaficción de manera estricta como
10 Tal y como hemos estudiado (Piqueras Flores, 2015)
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«ficción insertada dentro de otra ficción»11 . No es que el género no tenga que ver con las
colecciones de novelas cortas, al contrario, las primeras colecciones de metaficciones de la
literatura española son colecciones de novela corta, pero, a partir de Salas Barbadillo y, poco
después, de Tirso de Molina, estas colecciones se amplían y pueden contener material literario
que pertenece a formas líricas y dramáticas. En esta apertura juegan un papel fundamental los
tipos de marco escogidos: frente a la tertulia de la pequeña reunión, propia del Decameron, más
adecuada para el relato de novelas, el gran festejo barroco, sitúa el escenario como centro de la
celebración, dotando de mayor protagonismo al teatro (Festini 2011). El caso de Fiestas de la
boda de la incasable malcasada resulta especialmente interesante en este aspecto en tanto que
presenta dos marcos de tipo diferente: por un lado, el festejo, propicio para el teatro y la poesía;
por otro, el alivio de caminantes, idóneo para la interpolación de novelas y poemas. De esta
forma, Salas Barbadillo pone a dialogar dos tradiciones —la vieja, de origen renacentista, y la
nueva, claramente barroca— que convivirán a lo largo de las siguientes décadas creando un
género de ficción capaz de albergar en su interior cualquier otra forma de ficción.
11 No con otros significados habituales en la crítica anglosajona11: de forma amplia, cualquier reflexión sobre la
ficción dentro de una obra literaria.
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