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Page 1: Mitologia de Aru

SEGUNDO LIBRO

CAPITULO UNO

LA FABULOSA HISTORIA DE ARU

Mis abuelos me contaron cuando era muy niño, la historia de Aru, historias que también ellos escucharon de sus abuelos y esto fue así.

De donde vino escapando aquella Aukima (Doncella, hija del Inti), de vestidos rasgados y enorme panza; los abuelos no lo saben, pues tampoco ellos le dedicaban tiempo en averiguar aquellos asuntos. Cuando la madre de Aru iba a recibir en este mundo a su hijo, las condiciones del tiempo no eran las más favorables, el cielo ya llevaba tres días cubiertos por una densa neblina y no se sabía cuando era de día o de noche.

Los abuelos de Tunca que lo vieron recuerdan, que un día llegó una joven embarazada; seguida de miles de aves, tantas que el cielo se oscureció.

Luego de refugiarse en la pequeñita choza de un Uchuri, que servía al Apu Condorcoto; le vinieron los dolores, completamente agotada se dirigió hasta lo alto de un puquial, y entre las rocas de las alturas del Apu, en sus frías y cristalinas aguas; con la ayuda de unas doncellas; que surgieron de lo profundo de la montaña, trajo al mundo a un precioso niño.

La Aukima estaba asustada, pues cuando supo que iba a tener un hijo los oráculos que la vieron, pronosticaron un terrible suceso; con el nacimiento de ese niño, motivo por el cual tuvo que huir de La Gran ciudad de Piedra y esconderse en las montañas, entre los cerros de Tunca y Cawisa.

Cuando le vinieron los dolores de parto, un Mukicha, que estaba escondido entre unas rocas fuera de la choza, viendo todo esto, se fue gritando: ¡Esta hecho mi señor, está hecho! y un Pichikayko gritaba ¡wuac, wuac, waaaaaaaaa! aleteando sus negras alas, se alejo por el Cielo.

El viento soplaba muy fuerte; el Uchuri ya había ido a traer a una Chullpamacha (una partera) de la aldea, pero no llegaba y ya la joven sufría de fuertes dolores, así que salió al campo y siguiendo el camino de subida al Apu llego hasta un Puquial, se metió en esa poza, y decía para sí: ¿Que será esto que me duele tanto, que cosa he hecho yo para sufrir así?

Sin darse cuenta, por el dolor ya se había introducido en medio de las frías aguas de la poza, las cuales la cubrían hasta la cintura; fue entonces que de frio empezó a temblar, y temblaba tan rápido que de sus dientes saltaban chispas.

Sin saberlo, varias doncellas Aukimas estaban sujetándola debajo del agua, cuando ella sintió las manos de las doncellas, se asusto mucho más, pero estaba atrapada y no se podía mover ni escapar.

De pronto sintió un gran desgarro entre sus entrañas y de tanto dolor metió la cabeza en el agua, viendo a una mujer radiante que venía de las profundidades, de tez pálida y enormes ojos como turquesas; le mostraba las manos para que se sujetara a ella, la joven sin pensarlo mucho lo hizo y fue en ese instante que una de las doncellas que estaba en su parte baja, emergió de las aguas para mostrarle el rostro de un niño y en ese momento el agua se torno naranja y ella se quedo dormida.

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Cuando llego el Uchuri con la partera, ya la muchacha estaba recostada en la choza, donde habitaban; la vieja fue a ver al niño que se escuchaba sonreír, pero salió corriendo cuando vio la compañía que tenía.

Era una Aukima ¡Tata una Aukima! -gritaba aterrada perdiéndose por entre las matas, el Uchuri al escuchar esto se acerco a la extraña que sostenía al bebe con sus brazos, la cual le replico: ¡No te asustes siervo de Apu, no te hare daño, pero he venido a ver esta maravilla que hoy comienza!

-Luego de eso le entrego al niño y se retiró, el Uchuri la siguió hasta que retorno al interior del Puquial, hundiéndose en sus aguas lentamente, hasta mostrar sus manos y lentamente sumergirse en su totalidad.

Una vez nacido el pequeño, lo atendieron las Aukimas, mujeres de largos cabellos multicolores que vinieron de lo profundo de las grietas rocosas, trayendo consigo mantas y tejidos para cubrir al niño; que sonriente jugueteaba en aquella choza y las hermosas Aukimas con un canto melodioso lo arrullaban para hacerlo dormir.

Al día siguiente de su nacimiento; Illas de todos los animales Salvajes, llegaron a las faldas del Condorcoto y en completa armonía entre ellos, esperaron ver al niño.

Mas grande fue la sorpresa del Uchuri al ver al niño, ponerse de pie y sonreírles juguetonamente.

El cielo se aclaro de improviso los vientos dejaron de soplar, el Inti brillaba con una Luz radiante e inusual, y a lo lejos una nube oscura se acercaba a la humilde choza del Uchuri, pero cuando lo tuvo cerca, el hombrecillo se dio cuenta, que eran miles de las aves del mundo; que revoloteaban en un espiral interminable, jamás en su existencia habría visto juntas tantas aves; las mayores se posaron en el viejo molle que estaba en la espalda de la choza y el resto por toda la pampa.

Con tanto aleteo y graznido, la muchacha se despertó y mirando asombrada la presencia de las aves se pregunto: ¿Que hemos hecho padre para que ocurra esto?Y mirándose con el Uchuri, ambos mostraban su asombro ante este hecho inusual.De pronto el niño salió caminando con una enorme naturalidad y tratando de sujetar un Colibrí de largas colas, que aleteaba primorosamente sobre él, se sonrió y grito: ¡Chaupiurpachas Aukikasin!Con los que las aves se levantaron y emprendieron el vuelo de retorno a sus lugares de origen. Solo se quedo acompañándolo el pequeño colibrí.

¡No sé, de que se trate esto! -decía el Uchuri, pero creo que este niño está destinado a grandes cosas madre joven.

Tomando un poco de coca y llevándosela a la boca, le habló nuevamente a la joven:¡La coca esta dulce, muy dulce, como miel y embriaga!, -Y masticándola se quedaron dormidos; junto al fogón de la choza.

Al segundo día, para cuando despertaron el pequeño estaba correteando a un pequeño Cuyec (Pequeño Roedor domestico), persiguiéndolo por encima de unos maderos y para poder alcanzarlo, al final se lanzó por encima de estos, cayendo ágilmente al otro lado y sujetándolo risueñamente al roedor, se lo mostraba a su madre:¡Mira mujer, lo atrape!-luego de decir estas palabras, los dos el Uchuri y la muchacha salieron corriendo despavoridos gritando:¡Habla, mujer habla y camina! -pues Solo un Sulpay (Demonio) puede hacer eso, esto no es normal madre, mejor dejémosle que esta endemoniado.

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Pero para cuando ganaron la parte alta de la pampa se percataron que estaban rodeados de miles de animales feroces del mundo, que descansaban plácidamente como esperando algo.

De pronto acompañado por su colibrí de largas colas, que pirueteaba volando a su alrededor el pequeño niño, cubierto por unos pellejos; en la cintura, se acerco caminando y grito a la multitud:¡Jajaylas, waykys y waykychas, gracias por venir a verme, pronto nos veremos!Diciendo esto un gran estruendo se formo con el gritar y rugir de todas las bestias ahí reunidas.El Uchuri y la joven solo pudieron atinar a sentarse y ver la lenta retirada de todos los animales.

Al tercer día el pequeño ya tenía hambre y la joven dudaba en darle de mamar de su pecho, hasta cierto punto estaba aterrada con el niño, el bebe también la miraba y le señalaba su boca tratando de hacerle saber de su necesidad.Dale madre no vaya ser que de hambre nos coma, le insistía el Uchuri, entre dudas le preparo un tazón de leche de una Awarmaca que tenía cría, y le dio de beber:¡Bueno, muy bueno, ahora Papa y Sara, con Uchú!Asombrados vieron que el pequeño ya mostraba dentadura y podía comer, fueron pues a buscar alimentos a una Colpa que tenían cerca; para cuando regresaron una muchedumbre de seres humanos estaba desfilando delante del pequeño, habían Caccas de todas partes y de distintas y coloridas vestimentas, traían regalos que lentamente ponían a los pies del niño, el desfile duro todo el día hasta entrada la noche, pero esa noche el cielo estaba totalmente despejado y se podían ver como ningún otro día casi todas las estrellas existentes. En especial una muy brillante sobre la choza del Condorcoto.

Luego durante la mañana, llegaron otros Caccas y Ekekos (Amautas Ancianos), procedentes de lejanas tierras ataviados con prendas extrañas y esperaban reunidos en las afueras de la choza del Uchuri, y luego de ver al niño empezaron a bailar y a festejar aquel acontecimiento, haciendo pagos a la Pachamama con coca y mullo, el Uchuri que sorprendido veía todo aquello, se esforzaba en atender a los viajeros.

Un último visitante llegó, por fin a estar cerca del niño y diciéndole: ¡Aru, Aru! ¡Ese es tu nombre, oído entre las paredes de las tumbas de nuestros ancestros!Le dejo una bolsita de tejido de lana de Awircuña, un poco vieja y se retiro perdiéndose entre la muchedumbre.El Uchuri sorprendido repitió esas palabras hasta entender, se arrodillo delante del pequeño y suplicante le pedía:¡Padre Aru, padre Aru perdóname por haberte ofendido perdóname padre! y llorando se arrastraba en el suelo.¿Qué es lo que te ocurre Uchuri? le preguntó la muchacha tratando de levantarlo de su posición.¡Soy yo! cuando me hice Uchuri fue por ofender al cielo y escuche ese nombre que me decía, que prepare la casa donde he de venir y cuando le pregunte ¿Quién eres padre? Aquella voz me respondió: ¡Soy tu señor Aru!Hoy se cumple esa promesa, y puedo decir que estoy aliviado.

Por último el Cuarto día, del suelo surgieron primero largas hojas verdes y luego las pampas se cubrieron de miles de flores amarillas, todo esto causo mucha admiración, en los casuales viajeros que pasaban por aquel lugar; ante el mal estado de la joven madre; que enfermo con calenturas; el Uchuri de Condorcoto le entregó el niño, a una anciana matrona de Cunzak, llamada Abuela Manos Laboriosas.

La Abuela Manos Laboriosas acepto al niño, y luego de revisarlo de cuerpo entero lo metió en su casa, también vivía con ella una huérfana mayor por unos años, que se llamaba Caccasita, niña de grandes ojos claros, oscuras cejas y enormes trenzas, ambos crecieron juntos siendo así hermanos de cuna.

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Luego de mucha convalecencia y gracias a las atenciones de las Aukimas del Puquial, La Aukima se recupero, pasaba la mayor parte del tiempo viajando a un bosque cercano de gigantescos arboles antiguos que los conocían como los Sachaukas, de regreso a la choza del Uchuri se entretenía tejiendo mantas y cantando tristes canciones, en un idioma muy antiguo, que para el Uchuri se hacía incomprensible.

Los paseos melancólicos de la Doncella de cabellos Rubios; al bosque de los Sachaukas, se fueron haciendo cada vez más seguidos hasta que un día, nunca más regresaría.

Después de ese día Aru, se convirtió en un niño común y corriente, corriendo tras las tropas de Ayarmacas, cortando flores de campo y recogiendo los frutos del suelo. 

Aru aun pequeño no extraño a su madre, ni lloró cuando ella desapareció, a pesar de que la quería mucho, simplemente el niño acepto el hecho de que ella se había ido a un viaje muy largo; como le habían dicho los adultos de Cunzak, hasta el momento que ya no retorno del bosque encantado, y en cuyos senderos y tupidos parajes solía ir a refugiarse.

-Aru pensaba que algún día-

Él también, iría a buscarla y esta vez no se separarían, y tal vez ese día, Aru también no volvería nunca más, al mundo de los hombres.

Cuando creció Aru, Los otros niños del pueblo se burlaban de él, cuando lo llamaban: ¡Hijo del viento!

-Porque Aru no tenía padre ni madre.

Aru se quedaba callado, nunca respondía las burlas y los ataques, aunque sus negros ojos parecían como encenderse de fuego.

Uchuri: Sacerdote que rinde culto a los Apus, vive solo; en las faldas del cerro tutelar de una región.Mukicha: Duende pequeño de forma de bestia, hace los encargos de los Apus y causa accidentes que perjudican al hombre.Pichikayko: Ave negra de mal agüero transporta a los Mukichas durante el día ocultos en sus plumas.Chullpaymacha: Mujer partera.Auki: Semidioses hijos del Sol.Aukima: Hija semidiosa del Sol, que por lo general vive en las aguas.

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EL PADRE DE ARU

Un día Aru veía como otros niños eran queridos y protegidos por su madres y ayudaban en los quehaceres a sus padres, salió corriendo hasta los campos cercanos de Wayracancha y en una roca cuadrada se sentó mirando el Cielo, tanto había escuchado que le decían “Hijo del Viento” que con un grito ensordecedor lo llamó:

¡Wayra, preséntate ante mí!

-Todo quedo en silencio por unos momentos, pero luego un gran estruendo se escucho en el firmamento, las nubes se volvieron oscuras y en lo alto del Cielo una gran nube se abrió en dos; una Luz brillante surgió de la misma y una figura luminosa de un hombre de corona radiante, descendió montado en una Anka (ave gigantesca de fuego) y se presento ante él, Aru pudo ver que este ser tenía cuatro ojos de diferentes colores y una Waraka Dorada que sujetaba con uno de sus puños.

¿Qué deseas? ¿Para qué me has llamado?

–Aru sorprendido ante semejante ser, le pregunto:

¿Quién eres Tú?

-El gigante luminoso le respondió: Soy Wayra, El Dios del Viento, Yo rijo los aires en los tres Mundos, todo lo que se mueve en él, es animado por mi Waraka, girándola formo las tormentas moviendo y llevándome todo lo que deseé.

Grandioso es tu poder. -Le recalco Aru-

Nuevamente el gigante le pregunto ¿Qué deseas de mí? -Soltando un poderoso aliento como humo blanco y cayendo polvos azules de su boca.

-Aru dudando, le pregunto: ¿Tú eres mi padre?

-El Dios Wayra sorprendido por aquella pregunta, le respondió:

Nuestro Padre es “el Creador de los Tres Mundos, el Señor Ticci”

Un día nació en el Kaypacha un Hombre, llamado Yanshe, y fue un poderoso guerrero de Zapite hasta que en una de sus campañas, rescato a una Aukima que para él era una doncella prohibida; la Aukima jamás le habló al guerrero. Pero el amor surgió entre ambos y desato un mal presagio, para la gente de Zapite y tuvieron que huir, Yanshe desapareció en batalla y la Aukima de Cabellos Dorados, llegó hasta Condorcoto, donde se refugió.

Aru comprendió ahora porque también su madre había desaparecido, seguro que se fue a buscar a su esposo y ambos algún día regresarían a su lado.

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-El Dios Wayra al ver la pena del niño, le animo- No estés triste, si te dicen hijo del viento, pues por todo el Kaypacha tengo miles de Hijos así.

Entonces Aru tienes miles de Waykis (hermanos) –Le dijo al niño, sonriente el dios de los Cuatro ojos- Sube al Anka, e iremos a visitarlos.

Aru sin pensarlo subió a la grupa de esa gigantesca Águila de fuego, sobre la que estaba el dios parado y sujetándose del talón del Dios, empezaron a volar por las nubes, recorriendo todo el Hananpacha primero entre inmensas nubes y terribles vientos, al lado de miles de aves que surcaban los cielos, luego sobre el Kaypacha, volaron por encima de las montañas mas gigantescas, incluso la Montaña Wanga y luego en el Omapacha al ras de las olas del mar, girando varias veces sobre los interminables bosques y las profundas lagunas de color turquesa; hasta llegar a ver una gigantesca serpiente nadar sobre, las verdes aguas de un interminable Rio.

Es la Yacumama, la hija de la Diosa An, que anima y le da vida a estos bosques, le indico el Wayra, la gigantesca serpiente nadaba tranquila sobre las aguas de aquel caudaloso rio, que serpenteante cruzaba el verde suelo cubierto de infinita vegetación.

Luego de eso retornaron a los campos de Cunzak, Aru bajando con un acrobático salto de la enorme ave de fuego, se despidió del Dios del Viento, sonriendo y muy agradecido.

Una vez de regreso al pueblo, terrible fue su sorpresa pues todas las casas habían perdido sus techos de paja de Ichu y la gente estaba casi sin ropas, preguntando qué es lo que había ocurrido, un poblador le conto algo muy extraño vino un terrible viento y en segundos se llevo todo. Parecía que el mismísimo Dios Wayra habría pasado por esta tierra, le decían asustados y sorprendidos, mientras recogían del suelo sus cosas los pobladores del desolado pueblo.

EL NIÑO ARU

De cómo creció y lo que hiso Aru ahora vamos a contar, Creció fuerte y sano pues jamás se enfermo, ni de un empacho. Su carácter agradable y siempre risueño rostro, querido por toda la gente del pueblo. La madurez que tenía su comportamiento era impresionante y en eso Aru demostraba su linaje y sencillez, en su comportamiento y modo de conducirse era tan igual o superior al más noble señor de Zapite.

Aru era un niño de permanente alegría nada le causaba pena, casi nunca lloro y a pesar de sentir un poco de temor por algunas cosas siempre lo superaba, y cuanto más grande fuesen sus enemigos mas era la fortaleza y valor que demostraría a lo largo de su vida.

Siempre sonreía y andaba alegre silbando o tocando algún instrumento como la quena, zampoña, antara o cualquier cosa que hiciera algún sonido musical. En una oportunidad peleo con un Chunkallo (Buitre Enorme) le saco los huesos de sus alas y fabrico dos Quenas. Cuando retornaba a oscuras de sus largos paseos por el campo Solía venir silbando alguna melodía de época de fiesta.

La Mamacha Manos Laboriosas siempre criaba a los huérfanos del pueblo recibiendo ayuda de todos los miembros del ayllu con este fin, vivía con ella una niña mayor que Aru, llamada Caccasita graciosa de enormes trenzas y con singular carácter, pues tenía la lengua fácil decían las mujeres.

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Ella sonreía ante cualquier gracia del niño, ambos eran felices compartiéndolo todo. Para Aru era una verdadera hermana, la niña de grandes y pobladas cejas, tenía además una rica sazón y extraordinaria puntería con el arco y la flecha. La casa de la Abuela era un eterno festival de risas y juegos.

LA MIEL DE ARU

En una oportunidad la abuela le pidió a Aru que valla al campo a ver si conseguía un poco de miel, esperando que se la pida a los campesinos que tienen este arte de sacarla de los panales, el niño salió y conocedor que las productoras de esta delicia eran las abejas, decidió hablar con alguna, juntando las manos cerca de una gran flor, atrapo a una que intento clavarle su aguijón; pero antes de que esto ocurra, Aru hábilmente la tomo de sus transparentes alas y le pidió:

-Wayki Abeja no me piques quiero preguntarte algo-

La abeja dejo de ser agresiva y se paro en el dedo de Aru mirándolo fijamente le respondió:

¿Qué quieres de mi pequeño Auki?

-El niño al ver que lo entendía le pidió una audiencia con la Capullana de todas las abejas.

El insecto acepto llevarlo ante su Señora. Y zumbando por los campos llegaron hasta proximidad de un enorme panal, desde cuyo interior salían zumbando infinidad de congéneres de la abejita, Aru se quedo esperando la salida de la Capullana y su sequito de abejas, luego de un rato, esta salió rodeada de decenas de abejorros, parándose al frente del niño le pregunto:

¿Qué es lo que quieres? Auki.

Necesito miel, -le respondió el niño-

Y ¿Por qué debo darte nuestra miel?

Ya suficientes problemas tenemos con los Ukumanis (Oso de anteojos) que destruyen nuestros panales, para darte lo poco que nos dejan. -Le respondió la jefa del panal-

Aru luego, pensativo se levanto y se fue diciéndole a la Capullana de las abejas que volvería con algo para ella, diciendo esto se alejo por el campo.

Deambulo un tiempo en búsqueda de algún Ukumani, hasta que encontró uno olfateando el viento cerca de un rio, era un joven Ukumani, El niño se le acerco para hablarle.

-El Ukumani sorprendido por que el niño no le tenía miedo-

Aru le pregunto: ¿Dónde puedo encontrar al Curaca de los Ukumanis?

-el osito de anteojos le respondió-

Si me sigues te llevaré.

Aru lo siguió hasta un paraje en donde encontró a un gran Ukumani, rodeado de otros osos, adultos y algunos viejos, El gran oso mirándole con el ceño fruncido le pregunto:

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¿Qué quieres acá Hijo del viento?

-Aru lo saludo diciéndole:

¡Padre Ukumani vengo a pedirte una cosa!

-el oso de anteojos se sentó para escuchar al niño-

¡Dime enano que quieres!

-Aru, entrando en confianza le pidió:

¡Deja de destruir los panales de mis amigas abejas!

-El oso asombrado por ese pedido, se le acerco y nuevamente le pregunto:

¿Y que se supone debemos Comer?

-Aru le hablo al oído, mientras los otros osos los miraban, luego el Jefe de los Ukumanis pensativo le dio una respuesta:

¡Si es verdad lo que dices así será!

-Al escuchar esta respuesta del Oso, Aru echo a correr nuevamente hacia la zona donde estaban los panales, Cuando llego llamo a la Capullana abeja la cual salió intrigada por ver lo que quería ahora el molestoso niño.

-¿Y ahora que quieres?

Gran señora de los aguijones y las flores, -respondió el pequeño niño.

El Ukumani me dice que si le das dos jarros de miel cada cierto tiempo no destruirá los panales. Más aun el mismo cuidara que nada le pase a tus panales.

¡Si es cierto lo que dices, así será! -le respondió la Madre abeja.

En prueba de este pacto entre nosotros llévate un jarrito de miel para tu regreso. Desde ese día cada semana durante la noche, venia un Ukumani trayendo un jarro de rica miel consigo y dejándola en la puerta de la casa de la abuela manos laboriosas.

No dejaron de molestar a Aru, hasta que los pequeños le vieron los ojos rojos como el fuego y de su aliento surgir como vapor, Solo así entendieron, que Aru no era un niño como los otros, cuando los ancianos empezaron a narrar sus asombrosas aventuras.

ARU Y EL ESCARABAJO CHILLON

Estaba Aru paseando por los campos y se encontró un poronguito, dentro del cual una vocecita le pidió que lo saque del interior, por más que se esforzó el niño, no pudo metiendo el dedo y hasta trato con una ramita, lo intento en vano, luego de pensar un poco, sujeto el poronguito y sin más lo arrojo contra una piedra, entre los trozos del recipiente tirados en el suelo se movía tirado de

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espaldas el gordo cuerpecito de un asustado Escarabajo, que moviendo sus patitas en todas direcciones hacia lo posible por voltearse.

¡Espera, yo te ayudo Wayki! -y diciendo esto el niño volteo al insecto dejándolo luego libre, para que camine por el suelo.

El regordete insecto se limpio las dos gruesas antenitas de su cabeza y luego se sentó, cruzando sus patitas y mirando al niño. Le habló:

Soy Tronador, el escarabajo de los Dioses, pero una Diosa mala me encanto y me dejó, dentro de ese poronguito. Gracias por liberarme Auki, ahora pídeme lo que desees y yo tratare de dártelo, ¡Hum, Yo no necesito nada pequeño!, pero si quieres venir conmigo algo se me ocurrirá.

Y señalándole su bolsita, la abrió para que se meta el insecto parlanchín, lo que este hiso de inmediato.

Cuando estaba retornando a Cunzak, del camino surgieron unos Hombres, que al ver al niño; lo llamaron para quitarle su bolsita y lo que llevaba en ella, Aru al escuchar a los bandidos se sonrió y diciéndoles que lo único que tenia era su porra Seis, la cual saco y empezó a romper las cabezas de los abusivos,

Los cuales aterrados empezaron a huir, Aru no contento con eso, empezó a perseguirlos, lo cual hizo hasta llegar a una cueva en donde se refugiaron. Aru saco de su bolsita un par de piedritas una blanca y una negra y frotándolas encendió una tea, la cual sujeto con una mano e ingreso a buscar a los asaltantes.

Un angosto pasadizo se abrió camino para convertirse en un ancho corredor, por donde siguió avanzando hasta toparse con una puerta de madera muy oscura, la cual empezó a golpear dando enormes tumbos dentro de aquel oscuro lugar.

De pronto y de forma inesperada la puerta se abrió y de su interior salieron unos gordos Hombres, que le pidieron que entre a lo que se veía como un enorme salón iluminado por fogatas de Ayarmacas avivadas por gran cantidad de troncos apilados a sus costados. Ante una multitud de Bandidos el que parecía el jefe de todos y alrededor del cual se hallaban todos acomodados, le grito:

¡He tu enano ven para acá! Y señalándole una pequeña piedra cuadrada lo invito a sentarse a su lado.

Aru sin amilanarse hizo cual lo que le pedía el jefe bandido, nuevamente el mismo le hablo admirado de su pequeño tamaño.

Mis hombres me cuentan que eres un Auki y que casi los matas,

¡Tus hombres dicen la verdad! Y terminando de decir esto se le encendieron los ojos de un color Rojo Fuego.

Todos los ahí presentes Soltaron un ¡Hoooooo! de espanto y retrocedieron, pero el Jefe Bandido, se sonrió, ¡no te molestes pequeño Auki!, le pidió con voz suave, una de las cosas que quería hacer, es conocer a alguien como Tú, antes de que la enfermedad que tengo acabe conmigo.

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Aru cambio de mirada y viendo al Hombre gordo, sentado con un aspecto cansado, se apeno de él, preguntándole:

¿Qué es lo que te aflige?

El Oráculo de Yambilla me dijo que cuando terminen las cosechas, Yo moriré pues un gran cansancio se apodera de mi cuerpo.

Nada me puede sanar de esta enfermedad, tan Solo aquello que traiga un pequeño viajero dentro de una bolsita como la tuya, Por eso mis hombres te estaban esperando.

Aru entonces se acordó del insecto que venía con él, cogió la bolsita y el volteo, dejándolo caer al piso, el insecto se paro sobre sus patitas y acercándose al jefe de los Bandidos, le preguntó: ¿Estás dispuesto a dejar esta vida que llevas y ponerte a trabajar sembrando Yacones el resto de vida que te queda?

¡Sí!, claro que sí, pero primero debo de sanarme, ¡Bien pues que así sea! Y Soltando un terrible Chillido dejó sordos, a todos los presentes ahí, que de dolor se tiraron al suelo tapándose los oídos.

Vámonos Aru que estos nunca más volverán a robar algo. Aru con una mano tomo su bolsita y con la otra la Tea, y salió corriendo de la gran habitación dentro de la cueva.

De los bandidos no se supo nunca más, pero en esas tierras pronto empezaron a abundar enormes y dulces Yacones, en una de las rocas fuera de la cueva se podía ver una figura tallada en forma de escarabajo.

EL VIAJE DE ARU POR LOS TRES MUNDOS

Un día Aru se levanto muy temprano, cogió su bolsita; poniéndola atravesada en su pecho y salió animoso, caminando por las calles del pueblo; se cruzo con un anciano de largos cabellos canos; Aru como has crecido, le llamo el anciano.

En esta parte Aru viaja por los tres mundos buscando las Herramientas de los Dioses y colocándolas en el interior de su bolsita, luego los llevó al Hananpacha, entregándoselas al señor Ticci.

EL PORONGUITO MARAVILLOSO

Después de los acontecimientos narrados, no volvió a ocurrir nada extraordinario en el pueblo, pero era notorio que el agua era más pura, las cosechas, más productivas famosos se volvieron los Yacones, que se acopiaban en el pueblo traídos desde lejanas regiones para intercambiarlos, en trueques con los productos que se cosechaban en el fértil Valle.

La gente del pueblo siempre sonreía, por todas partes se podía ver felicidad y cientos de flores de diferentes colores adornaban los campos, hasta ese día, Aru ya tenía siete años y era así como un niño cualquiera, a pesar de eso, todos los pobladores sabían de la terrible fuerza que poseía, para su corta edad, su modo de expresarse era como de un adulto, y más parecía un anciano, pero aun

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así no hablaba mucho, a menudo terminaba las conversaciones, en verbo como por ejemplo, comer, y se iba a comer, o dormir y de inmediato se retiraba a descansar.

En la noche luego de pasear por entre las chozas, entre las fogatas de la guardia y los perros que dando vueltas se acomodaban entre pellejos.

Esa mañana como de costumbre era uno de los primeros en levantarse y cuando salía al patio principal se encontró con un grupo de forasteros recién llegados, que al verlo no le hicieron caso alguno.

Los tipos, eran guerreros de un Curacazgo lejano llamado Urotampu y venían, en busca de un poderoso guerrero que habitaba en estos lares, Pakuyari era el Sinchi del grupo y amenazante lo cogió del hombro y con un Solo brazo levanto al pequeño, preguntándole:

¿Acá vive un poderoso guerrero?

-Y luego ordenándole:

¡Llámalo que tenemos un asunto con él! -poniéndolo en el suelo.

Aru quedo sorprendido, se arreglo el Unko, y se puso en guardia contestándole al extraño:

¿Qué asunto tienes conmigo?

Todo el grupo se sorprendió por la respuesta del pequeño niño, Soltando carcajadas.

-Sukarani, que era el segundo al mando, le reclamaba a su líder diciéndole:

Este debe ser un enano poderoso, como los dioses del Conti.

¡Cometiste un error al molestarlo!

-Pukayani, no se amilano ante la respuesta, y le contesto gritándole:

Si es un poderoso guerrero como nos han dicho ¿porque pude cogerlo, y ni siquiera sabe quiénes somos?

¡Cogedle ahora! -Les ordeno a los guerreros Checas-

Escuchando esta orden, los hombres se abalanzaron sobre Aru para atraparlo, pero la velocidad del niño era tal que en un Solo instante desapareció entre las casas de la aldea.

Ya para ese momento, la gente del pueblo se había amontonado en la calle central para ver quiénes eran los viajeros y que querían.

-Pakuyani, amenazante al ver el gentío, les ordenó:

¡No se acerquen! somos guerreros de Urotampu, y hemos venido a buscar un guerrero cuya fama se oye en todos los pueblos Waros y vive entre ustedes,

¡O lo entregan o destruimos el pueblo! -Grito amenazándolos.

La gente murmuraba y al escuchar esto se empezaron a reír.

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Sukarani, Cogió a un viejo para obligarlo a decirle que era lo que les causaba tanta risa,

-El anciano siguió riéndose y le respondió burlonamente:

Ustedes lo han visto y se les ha escapado, en este pueblo no hay nadie que pueda con ese niño, hagan lo que quieran pero no podremos entregárselo.

Varios pobladores molestos se acercaron al grupo, con palos y mazos. Al ver esto los Guerreros Soltaron al viejo, y cuando ambos bandos ya se iban a enfrentar, de lo alto de un árbol, Soltó Aru un agudo chillido que todos tuvieron que tirarse al suelo tapándose los oídos de dolor.

-Señor Escarabajo usted tenía razón, Chillando la gente se queda tranquila- Aru, Le hablaba a un gordo escarabajo que tenía en su alforjita, junto con una Solida Porra de seis dientes y gruesa empuñadura.

Aru luego bajo del árbol, desde donde había gritado, encontrando a todos asustados por el sonido que había producido.

Mirando a Pakuyari le grito:

¡Ahora estoy listo!, ¿A ver qué quieren, para que hayan venido desde tan lejos?

-Pakuyari, le respondió: Si eres a quien buscamos, te pedimos respetuosamente que nos ayudes, en nombre de mi pueblo los Checas, el oráculo de Anchicocha, nos dijo que vengamos a buscarte, pues en las alturas de Urotampu, un Cacho Maligno ha surgido de lo profundo del suelo y la tierra está muriendo y poniéndose de color negro, todo aquello que se acerque muere también, día tras día, esta cosa avanza y pronto no Solo llegara a mi pueblo, sino también hasta acá.

¡Eso lo veremos, no se diga más! ¡Vamos! -índico Aru.

La gente de Cunzak al escuchar esto Soltaron gritos de algarabía. Aru tomo sus cosas y en silencio se fue siguiéndolos, así partieron catorce guerreros, un niño y un gordo insecto tronador; por el Camino Antiguo de Piedra.

Luego de mucho andar se detuvieron en un Tambillo, y sentados en círculo por respeto a Aru, se presentaron, pues esa era la costumbre antes de viajar juntos, hacerlo implicaba un acto de confianza.

El líder del grupo se puso de pie y empuñando su lanza empezó a presentarlos, Mi nombre es Pakuyari y estos son mis hombres; Omas, el de la vista aguda, Kuyanki; el pescador, Tauki, el armero, Saxuri; el cazador, Oxuri; el poeta y Añes; el cocinero; todos somos de Urotampu y Sukarani el sinchi; Ajayni el tejedor, Picsa; el rastreador, que siempre iba adelante del grupo. Pixanburi; el astrologo, Añaupi y Caupi los arqueros prodigiosos, Cachuyri, el chaman; estos siete últimos de Llacsatampu, todos ellos entrenados desde niños por un viejo Amauta que habitaba los bosques de Suquiacancha y cada uno de estos guerreros era diestro en sus habilidades.

Aru también se presento, mucho dicen de mí y más aun son las hazañas que de mi persona cuentan, no crean nada de lo que le digan; pero eso sí, júrenme lealtad y yo los guiare hasta las puertas del cielo si es posible, para salvar a su pueblo. (En esto Aru no estaba mintiendo, pues es precisamente lo que haría).

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Durante la noche luego de comer un preparado llamado Huatia que cocino Omas, se acomodaron en círculo, para dormir y a pedido de Pakuyari, Oxuri narro como ocurrieron los hechos, a muy costumbre de estos hombres en prosa antigua:

“Desde las profundidades del inframundo

Una cosa surge amenazante

Querrá acabar con los Checa

O poner en prueba nuestra fortaleza

Matando a los desprotegidos regantes

La tierra se ha envenenado por un Cacho

Catorce guerreros marchan a combatirlo

Y un pequeño se les ha unido

Cual será nuestro destino, cual será

Nadie lo sabe, nadie lo sabrá…”

Los hombres evitaron pasar por Urotampu, y siguiendo el Antiguo Camino de Piedra, con dirección a Pichcamarca, continuaron en secreto, cerca de aquel lugar llamado Yanacancha, Omas a la distancia descubrió animales y hombres muertos; en el suelo consumidos y secos, el olor era hediondo, ya el suelo era de color negro y nada crecía en el, como una grasa negra de aspecto, lentamente avanzaba en todas direcciones cubriendo piedras y troncos.

Desde lo alto de una loma agazapados podían ver a lo lejos y en lo profundo de un cráter ese cacho, un pajarillo que paso volando, cayó fulminado por un rayo que surgió de la punta del cacho, dejando tan Solo un poco de plumas cayendo lentamente al suelo. Cachuyri el Chaman saco una mantita que arrojando al suelo, y pronunciando oraciones al señor Ticci y a los Dioses para que los protejan de esa maldad. Hecho Coca, Flores y Huesos.

Aru en ese momento tomo una enorme roca y la lanzo al cielo calculando para que caiga encima de ese cacho, diciéndole al Chaman Cachuyri: ¡Reza para que lo aplaste! en ese momento el Cacho Soltó un poderoso rayo, que pulverizo la roca cayendo luego Solo pedacitos.

Aru luego llamo a los Checas, explicándoles que esa cosa tenia los poderes del Dios de los Rayos, pero por venir del inframundo debía estar corrompida. Debemos averiguar de qué se trata y cuál es su debilidad, y Solo hay una forma de averiguarlo.

Luego sin decir más partió al límite entre el Hananpacha y la Kaypacha, la Tierra de las Cinco lagunas. Todos los guerreros lo acompañaron pero por temor ninguno subió por la escalera que conduce al límite de los Mundos, quedándose en constricción y orando; en las orillas de la laguna Sagrada de Mullococha, tapándose la cabeza y echándose cenizas en el rostro, por estar pisando el suelo prohibido, orando a Ticci esperaban el retorno del pequeño Aru.

Aru dejo un pago dentro de una apacheta, consistente en Ticti, Mullo y Coca. Luego continuo su camino hasta las faldas de la montaña y llegando a la Cancha de los dioses, toco un Caracol Plateado, que se hallaba encima de una gran roca tallada en forma de Usno, luego de esperar un

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buen rato, desde lo alto de las nubes surgió la figura de Illa, un Guerrero del Cielo, de plateada armadura y en cuya espalda poseía un par de enormes alas como de kuntur, sus ojos blancos y resplandecientes se quedaron viendo al niño, preguntándole con vos angelical, que era lo que deseaba:

Aru el hijo del Viento, ¿que deseas?

-Aru sonrió y le respondió:

Dime Wayki Illa, ¿Donde encuentro al Señor del Trueno?

El Guerrero del Cielo le respondió, Anda muy entristecido por lo que le paso a su hijo; pero si deseas lo llamaré a tu presencia,

-Aru acepto respondiéndole al ser celestial Illa.

Con eso, el Guerrero se alejo volando hasta perderse en las más altas nubes, luego de esperar un poco, Un destello cruzo el cielo cayendo delante de donde se hallaba Aru sentado jugueteando con su amigo el escarabajo.

Un enorme ser resplandeciente se le presentó;

¿Qué es lo que deseas de mí?

-Le preguntó enérgicamente el Dios, Aru le narro sobre aquella cosa que estaba surgiendo en las alturas de Urotampu, y que el mismo había visto su poder.

El Dios cambio su enérgico rostro, y advirtiendo a Aru le narro lo siguiente:

“Watoc era el nombre de un joven, hijo de un Dios y una Aukima, este de gran poder y extrema belleza, Watoc se lleno de soberbia y ambición, marcho al lado de los enemigos del señor Ticci, cuando juntos se enfrentaron en Colosal batalla y en Iwisa fueron los Campos donde se peleó, cayeron derrotados y desterrados a las profundidades del inframundo, perdieron parte de su poder y se les prohibió animar, a Watoc le creció las orejas y un horrendo cacho de color negro, corono su cabeza, no pudiendo retornar al Hananpacha, ni mirar el Sol”

Combátelo con agua sagrada y regrésalo a las profundidades, en donde nunca más se escuche nada de él.

-Diciendo esto el dios se alejo, alzando los brazos hacia las alturas.

En las alturas de Pichcamarca dentro de las montañas, habitaban escondidos unos hombres descendientes de los antiguos Jakas, estos se hacian llamar Conchas, Vivian de la cacería y el pillaje, pero no se dejaban ver, un día se les presento un Dios de un cacho y grandes orejas; animándolos a salir durante la noche, les demostró su poder, destruyendo algunas rocas y estos temerosos lo adoraron, colocándolo en un altar, llevándole tributos y sacrificios.

Por esto Watoc, surgió de las profundidades y oyendo las oraciones de los Checa a la Quilla (Diosa de la Lluvia), se presento en ese lugar llamado Yanacancha, pero Solo saco su cacho por temor a la luz del Sol (Sol), aunque todo esto no lo hacía por su voluntad sino animado por un ser llamado Cuniraya, que lo encontró deambulando por las profundas cuevas del Ukopacha (inframundo), este Cuniraya lo animo a buscar a los Jakas de Concha, y le animo a salir a la Pachamama, también le

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dio un Chukuyoc (Chullo) para que se cubra el cuerno y las orejas, así como un Unko, para que no se vea su regordete y feo cuerpo.

En el Cerro Omacotoc, habita una enorme doncella de largos y rubios cabellos, está encerrada entre cuatro enormes pilares y casi siempre permanece echada entre pellejos y tejidos que los hombres le ofrendan en busca de lluvias, para sus cultivos, así mismo esta doncella es guardiana de varios objetos que en secreto el Señor Ticci, le obsequio a cambio de que se acostara con él, esta es la encargada de sacar un brazo por uno de los lados de su cuadrada habitación, y volteando unos poronguitos deja salir Neblina, Lluvia y Granizo.

El Cerro de Omacotoc estaba cubierto eternamente de densas neblinas ocultando su ubicación, dentro de los abismos, para acceder a la escalera de subida había que sobornar a una anciana entregándole doncellas y niños, luego había que subir por una escalera de enormes peldaños, dicen que fue hecha en tiempos de la batalla de los Dioses, para que los Apumarus y Sachaukas puedan llegar al cielo a enfrentar al Señor Ticci, pero una poderosa guerrera Aukima los petrifico en su intento y evito que estos puedan llegar a combatir.

Aru descendió de la Escalera Sagrada, y encontrando a los Catorce guerreros dormidos los despertó, reprendiéndolos pues no debían de abandonar la guardia, luego emprendieron el camino hacia Anchicocha, para consultarle al oráculo sobre donde podrían conseguir el agua sagrada necesaria para vencer al Watoc, Pakuyari, en silencio marchaba secundando las ordenes de Aru, pero a quien ya veía con celos pues sus hombres le mostraban más respeto y admiración.

Antes pasaron por Urotampu para recoger ofrendas y tributos que entregarían al Oráculo de Anchicocha, ahí recibieron la noticia que la mancha negra estaba cerca del pueblo, ya había muerto mucho ganado y sembríos, el hambre sería inminente, los hombres de Urotampu estaban cavando una larga fosa para tratar de detener la mancha de la muerte.

Aru llevando unos cuyes y ofrendas de oro y plata, se presento ante la callanca del oráculo de Anchicoca, dentro de la gran callanca se erigía un cónico techo de paja muy alto, Aru se adelanto al grupo e ingreso Solo al interior de la habitación, ahí encontró un grupo de jóvenes con ropas de antis y cuerpos completamente pintados, bailando en profundo trance. El oráculo con forma de una bella mujer le salió al encuentro

Señor es un honor que hayas venido a mí Callanca, -le hablo con vos suave y melodiosa, el Oráculo.

Sé quién eres tú, y esto me causa mucha alegría, bailare cien días en honor a tu visita.

-Aru le pregunto; ¿Dónde encontrare tanta agua sagrada para vencer al cacho negro?

-El oráculo le respondió:

¡Vas a necesitar mucha agua para lograr esto, deberás llevar este porongo a la cumbre de la montaña de Omacotoc, ahí cambiaras este por un porongo de igual tamaño, con cuidado retorna no toques a los guardianes, luego cuando este sumergido en agua tu rival será débil!

¡Pero a pesar de que lo golpees el regresará muchos años después, puesto un Chukuyo y un Unko, los Cheka no lo reconocerán y llevara a cabo su venganza! ¡Pero, por ahora esto nos basta, ve hijo del viento!

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-Escuchando todo cuanto le indico el oráculo, Aru salió presuroso de la Callanca dejando en pago los cuyes, el oro y la plata, no sin antes guardarse una pequeña figura de oro en su alforjita, los guerreros en silencio y con temor continuaron la marcha acompañándolo.

Los Checas habían poblado estos territorios desde antaño, guerreando con los Yungas, y evitando las invasiones de los Wankas, los Wilcas y los Antis, pero en los últimos tiempos una gran sequia se había presentando escaseando los alimentos, tal vez dicen será por la presencia de este Supay llamado Watoc, o será que la Diosa de la Lluvia ya no escucha nuestras oraciones, ya no ve nuestras ofrendas y no gusta de nuestros sacrificios, así murmuraban los guerreros de Urotampu y Llacsatampu, entre si, Aru había percibido el temor y el miedo entre los guerreros, así que antes de continuar la marcha los reunió para hablarles:

“Hombres Checas, no teman no tengan miedo, la muerte es algo inevitable y siempre llega, Solo que les prometo que a los valientes y muertos en gloriosa batalla, esos nunca morirán; sus espíritus gobernaran por siempre estas tierras y sus hazañas jamás serán olvidadas, pronto vendrán por ustedes los Allcos Negros para guiarlos al Campo de Iwisa, donde descansan los Valientes. Pero la lucha no Solo es por eso, sino que allá están los desvalidos y los débiles esperanzados en nuestras acciones por ellos debemos luchar hasta el final, ¿Están conmigo hombres de Urotampu?”

-todos los guerreros al unisonó gritaron con Aru- “Aukikasan” después de estas palabras, henchidos los corazones de valor apuraron la marcha eufóricos subían y bajaban corriendo por el milenario Camino de Piedra.

Aru le ordeno a Omas, que trate de ver con su vista aguda entre las neblinas una montaña, Omas esforzando su vista empezó a ver a todos lados entre la densa neblina empezando a guiar al grupo, luego Aru pidió a Picsa que rastreé el camino empleado por los adoradores de la Diosa de la lluvia, Picsa olfateando el suelo empezó a seguir unas huellas, lentamente se acercaron a una montaña, pero de la cual no se veía entrada alguna; tan Solo lisas cumbres y escarpados acantilados, pero la vista prodigiosa de Omas, hallo una pequeña escalerilla por donde todos los guerreros empezaron a subir, luego Picsa Halló el rastro de algo parecido a una anciana, pero sorprendido advirtió que no era humana.

Luego de esto al final de la escalerita, cruzaron el umbral del Cielo y las alturas se mostraron libres de neblina daban el aspecto de estar frente a un mar blanco pues las neblinas y nubes lo cubrían abajo todo, luego un delgado sendero continuaba cuesta arriba, por allí los Quince guerreros siguieron el camino, eran las cumbres del Sagjrapampa, llena de Demonios voladores devoradores de Hombres, estas tierras estaban prohibidas para los hombres, porque según decían acá se hallaban los tesoros de los Dioses, los restos petrificados de algunos y las poderosas armas de otros, acá llegaron a morir después de ser heridos por el ejercito del Cielo Liderado por el Señor Ticci.

Las Paracas eran las Guardianas de este lugar, mujeres demoniacas aladas de enormes garras y filudos dientes, devoradoras de Dioses y Hombres (pues fueron ellas liberadas por el Señor Ticci, después de la batalla en las canchas de Iwisa, quienes devoraron las orejas, narices, dedos y mordiendo a los dioses los mutilaron; a este Castigo Ticci le llamo Utac).

¡Sigan sin temor hombres de Urotampu, no teman alisten sus armas!

-Diciéndoles esto Aru los dirigía, con valor a aquel grupo de experimentados guerreros, sacando su porra la que llamaba Seis, (por las seis puntas de piedra que tenia) se preparaba para lo

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inesperado apurando el paso, luego de sortear precipicios, llegaron a una cancha amplia donde se tomaron un tiempo para descansar, a lo lejos Omas distinguió una montaña rodeada de neblinas, pero entre la vegetación se podía ver una enorme escalera de roca. Casi lo habían conseguido.

Aru ordeno a Cachuyri que realice una ofrenda para el buen paso a los viajeros y que no deje de orar al señor Ticci para obtener su furia guerrera, El Chaman sacando lo adecuado de su alforja la tendió al suelo y echando coca empezó a orar, luego ordeno a Caupi y Añaupi que preparen sus arcos pues estaba escuchando que algo venia a lo lejos volando, los arqueros prepararon sus mejores flechas, luego un estruendo se sintió y con el viento llegaron las Paracas varias figuras horrendas se acercaban volando, babeando y buscando a los hombres que se habrían atrevido ingresar a sus dominios.

Aru se dirigió al grupo: “Waykis no teman ha llegado el momento de equipararnos a los más valientes; hagan honor a sus ancestros, aquellos valientes que pelearon en Iwisa al lado de los mismos Dioses”

Diciendo esto los arqueros Soltaron sus flechas dándoles en la cabeza a dos de las horrendas criaturas, que cayeron estrellándose entre los abismos, el resto descendió en picada y atacando con sus garras, evitaban las lanzas de los demás guerreros, un certero porrazo de Sukarani le partió la cabeza a una Paraca, que luego se desplomo hacia el abismo, dando vueltas en espiral, otras Paracas atacaban a los demás guerreros que trataban de mantenerlas alejadas, el grupo se refugió en una entrante, rocosa y desde ahí se turnaban para salir a picar con las lanzas y porras a las desalmadas, uno a uno fueron vencidos los Checas, heridos de muerte, varios cayeron al abismo, tan Solo se mantenía la mitad defendiéndose como podían.

Aru había dado cuenta de cinco y lanzando su porra Seis, le partió la cabeza a la sexta, luego dio un salto hacia las alturas para recuperarla, fue en ese momento que lo cogió por la espalda una Paraca enorme, Aru sujetando sus patas la abrió en dos, cayendo estrepitosamente envuelto entre sus alas y su cuerpo.

Pakuyari y Sukarani habían logrado salir del camino y ubicarse en la cima, cuando giraron vieron al frente de ellos una enorme planicie, que se abría ante su vista al fondo y a lo lejos podían ver el cerro Omacoto, tras de ellos llegaron Caupi y Añaupi; luego ayudaron a Saxuri y a Pixanburi, por ultimo llego Oxuri perseguido por una Paraca herida que fue atravesada por la certera lanza de Sukarani, delante de ellos cayo Aru envuelto en el cuerpo destrozado de la Paraca de mayor tamaño.

Luego de esto las demás se alejaron lanzando estremecedores gritos, Aru se puso de pie habiendo quedado completamente cubierto por la oscura sangre del ser alado, sorprendiendo con su mirada de fuego a todos los Checas, una vez todos reunidos miraron abajo, haciendo un saludo por los compañeros caídos, en ese lugar levantaron siete Apachetas.

No se lamenten mucho; ni se apenen, que pronto estaremos todos juntos para una última Grandiosa Batalla.

-Y riéndose Aru saco su quena y empezó a tocar alegres tonadas de fiesta- cantemos todos y silben que hemos venido a despertar a una Diosa dormilona.

Siguiendo el sendero dejado por cientos de peregrinos, que llegaban hasta esas alturas como ofrenda a cambio de las sagradas lluvias. Continuaron caminando en total algarabía entre bailes y cantos.

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Pakuyari no les daba mucha cuerda y los seguía un poco retrasado siendo el ultimo del grupo, ya cerca del pie de la montaña vieron a lo lejos a una anciana sentada como en un trono de piedra, delante de esta habían dos enormes canastas, la vieja les ordeno que se detengan preguntándoles el motivo de su visita.

-Aru le hablo: Soy un Sagjra y he traído estos siete hombres como ofrenda para la diosa a cambio de más neblinas.

Eso es bueno -contesto la anciana pero le indico que para poder dejarlos subir deberán llenar estas canastas con ofrendas de oro y plata.

-Aru le contesto sobradamente: Ese no es problema- y sacando la estatuilla de oro de su alforja, le enseño a la vieja:

-Estas cosas son lo que me pesan mucho pero las tengo escondidas te lo traeré, quédate con los hombres y dame las canastas para llenarlas-

Así lo hizo la anciana entregando a Aru las dos canastas, este llevándose las canastas las lleno de piedras y las envolvió con sogas y mantas de tal modo que no se podía ver el contenido, una vez de regreso delante de la anciana le tiro a sus pies la estatuilla de oro, la vieja se tiro al piso a recoger el objeto, luego le pidió que le muestre la entrada, la anciana acariciando el ídolo, le abrió la neblina dejándolo ver los primeros peldaños de una gigantesca escalera, Aru le dio las dos canastas pero le advirtió que tenía que adivinar cuál era la que tenia Oro y cual plata, pero si no lo hacía ambos estarían llenas de piedras. La vieja alegre acariciaba las canastas pues era eso lo que comía, los guerreros rápidamente ante la señal de Aru ingresaron a la escalera ayudándose para pode subir los enormes escalones.

De tramo en tramo, podían apreciar las enormes siluetas de los gigantes de roca negra, petrificados que al igual que ellos habían intentado escalar, pero estos antes de la Gran batalla del cielo, tal vez ellos quedarían de igual manera, ya nada los atemorizaba, tan Solo deseaban llegar a ver de cerca a esa diosa dormilona que tanto sufrimiento estaba causando.

Tardaron mucho en llegar a la cumbre, el último escalón estaba ocupado por dos enormes figuras pétreas siendo muy difícil pasar entre ambas sin tocarlas, tan Solo lo intento Aru pues su tamaño era exacto para eso, luego de atravesarlos lentamente, llego hasta la puerta la habitación de la diosa, una gigantesca mujer de cabellos dorados descansaba plácidamente, a un lado entre otros objetos pudo ver los tres poronguitos de diferente tamaño, Aru saco el que llevaba, y lentamente se metió entre las extremidades de la Diosa, detrás del, sin darse cuenta estaba Pakuyari, que había logrado pasar por entre los guardianes de piedra y seguía de cerca al niño héroe, este coloco el poronguito de mayor tamaño que traía y dejo el otro, luego empezó a retroceder, hasta llegar afuera de la habitación.

Pakuyari había cogido el poronguito de menor tamaño, escondiéndolo entre sus ropas, pero cuando trato de salir de la habitación, tropezó con los cabellos de la Diosa que cubrían como tela de araña todo el suelo, la Diosa despertó y al ver que le faltaba uno de los tres poronguitos; Soltó un grito que según cuentan se escucho en los tres mundos.

En ese momento Aru ya había pasado por delante de los Guardianes de piedra faltando Solo Pakuyari, pero este por ser de mayor tamaño quedo atrapado entre los enormes pies de los colosos, mirando a Aru le arrojo el poronguito, pidiéndole que le haga beber de él a su hija, en ese momento cayo aplastado por el puño de uno de los guardianes, el otro trato de coger al veloz Aru,

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pero el héroe de Cunzak en veloz carrera empezó a dar enormes saltos por los escalones de aquella formidable edificación, descendiendo rápidamente.

Atrás de Aru, venían escapando los demás guerreros; pero uno a uno fueron atrapados por los gigantes pétreos, que habían cobrado vida y los esperaban al filo de los enormes peldaños, ante el grito de la Diosa, ya faltándole a Aru el último escalón, cuando un enorme Apumaru lo sujeto de la ropa, pero Aru no pudiendo Soltar los dos poronguitos que traía, quedo atrapado, en ese momento de su alforjita salió un negro escarabajo, que Soltó un grito tan estridente, que el Apumaru se confundió, tapándose los oídos de dolor y Soltando al niño, el cual pudo llegar de un salto al suelo fuera de la montaña.

Aru espero mucho rato para ver si atrás suyo, llegaba algún guerrero pero todos habían quedado atrapados. Levanto siete apachetas y continuó su camino de retorno a Yanacancha.

Una vez cerca de la Tierra donde se hallaba el Cacho, se acerco lo suficiente para Soltar el poronguito de mayor tamaño que tenia, este cayó al piso y se destapo empezando a emanar gran cantidad del agua Sagrada, la cual en poco tiempo lleno todo ese lugar; Aru se dijo para sí mismo: ¡Ahora se llamara Yanascocha!, pues una vez lleno de agua, el fondo continuaba de color negro.

Aru con su porra Seis en mano, se sumergió a lo profundo de la laguna, viendo con sus potentes ojos de Auki, diviso el cacho en el fondo, y con la Porra Seis, le dio un golpe tan fuerte que de inmediato empezó a hundirse nuevamente al fondo del inframundo, pero esta vez quebrado y sin poder alguno.

El cacho de Watoc, dejo un orificio por donde drenaba el agua en forma de rio subterráneo, llegando a brotar por lugares muy lejanos, desde entonces el agua fue abundante en la región de los Checas.

Cumplida su misión el suelo volvió a la vida, al igual que la hija de Pakuyari, a quien Aru le dio de beber del agua del poronguito pequeño, que le había dado su padre. Luego de todo esto Los Checa despidieron a Aru entre bailes, música de quenas y tambores.

CAPITULO DOS

ARU VIAJA AL UKUPACHA

Un día Aru regresaba de sus correrías en los campos aledaños al pueblo de Cunzak, muy contento pues había atrapado una Muzikanca (Musaraña) que los Hombres dicen que no existen.

Cuando pensaba en la cara de espanto de sus vecinos al ver ese bicho que vive oculto entre los campos, en sentido contrario al suyo venia un hombre de aspecto funesto quejándose y tratando de decirle algo, Aru se hizo de lado y lo esquivo saltando ágilmente el hombre paso por su costado alejándose y lamentándose penosamente, detrás del venía un grupo de familiares del hombre tratando de darle el alcance, Aru sorprendido también se puso a seguirlos, para averiguar qué era lo que estaba ocurriendo, los hombres muy agitados decían que este anciano había muerto hace cinco días pero luego había retornado del mundo de los muertos, Aru no entendía a que se referían pero se quedo a ver hasta que lo alcanzaron y se lo llevaron a su casa.

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De regreso a la aldea de Cunzak, Aru se percato que en todas las casas había un gran alboroto, pues los Muertos de hace años habían retornado, la gente estaba muy asustada al no entender que era lo estaba pasando, por los caminos durante la noche seguían, las legiones de fallecidos caminando sin rumbo por el antiguo camino de piedra, seguramente recordando por donde habían transitado en vida, todos los pobladores temerosos se escondieron en sus casas.

Al día siguiente el Inti no salió, un gran crepúsculo naranja gobernaba el Cielo, Si perder más Tiempo Aru cogió su alforjita y su Waraka y partió al Bosque de los Sachaukas, a buscar a su amigo Capac Queñua, tal vez él podría explicarle por que los muertos estaban regresando al Mundo de los vivos, trepo por empinados senderos y cruzo empedrados caminos e interminables escaleras, hasta que llego a la entrada de Tumepampa, desde ahí dio un grito, pronunciando ¡Aukikasin! y las peñas se abrieron hacia ambos lados dejando ver un sendero por donde se ingresaba al perdido Bosque de los Sachaukas.

Una vez en su interior Soltó a su mascota el Muzikanca pidiéndole que encuentre al viejo árbol, el animalito empezó a correr y metiéndose entre los ramales y troncos del tupido bosque corrió y corrió, hasta que llego a un tronco seco cubierto de hojarascas, el Muzikanca, se subió a la parte más alta y chillando graciosamente, llamo la atención de Aru que lo seguía de cerca:

¡Aja! gracias amiguito, eres libre.

Diciendo esto el animalejo se desapareció saltando entre los arbustos. El tronco en unos segundos se cubrió de verde follaje y enormes ramas cobraron vida, en la parte central del árbol, un par de enormes ojos se abrieron y quedaron mirando al niño.

¿Aru que deseas? -le interrogo el viejo árbol-

El niño lo puso al tanto de lo que ocurría, el árbol le pidió un momento para enviar una de sus gigantescas raíces al Ucupacha para saber que ocurría, luego como que alguien le estaba explicando, el árbol respondía sorprendido afirmando cuanto le estaban contando.

Luego se dirigió al niño, explicándole que el Ucupacha había sido tomado por los Dioses castigados por el señor Ticci, muchos de ellos estaban presos en cuevas y encerrados por sellos irrompibles, uno de ellos era la Diosa de la Muerte, al estar presa y sin Camac (poder energético) no podía retener y enviar a los muertos a la isla de la Muerte, quedando libres para salir del Ucupacha, siendo el motivo por lo que estos han regresado.

Al escuchar al árbol parlante, Aru entendió que tendría que ir a Solucionar todo esto, y sin más partió a la Boca de los Muertos a donde eran arrojados todos los que tenían mala muerte y eran devueltos al inframundo, aunque estos estaban saliendo desde ese profundo hueco escalando las rocas.

En aquel lugar se encontró con un anciano, que estaba esperándolo, con una pócima para que bebiera y una vincha con tres plumas, Aru le pregunto qué era lo que deseaba.

El anciano le respondió que solo quería ayudar y que él en vida no podía ingresar al Ucupacha, pero el brebaje que tenia lo haría pasar por muerto durante tres días al cuarto tendría que regresar, sino se quedaría entre los muertos por siempre, luego de esto le pidió que se coloque la vincha con tres plumas de Ucumayo, cada una se le caerá para avisarle cuantos días le faltan debiendo salir antes que caiga la ultima pluma.

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Aru sin dudarlo tomo el brebaje, se coloco la vincha de tres plumas, y sin dudarlo se lanzo al interior de la oscura y gigantesca cueva, bordeada de rocas en forma de dientes.

La caída duro varios minutos, hasta que toco fondo, gracias a su vista de Auki, pudo ver los contornos de la cueva y pisar ágilmente entre sus paredes, durante su caída pudo ver entre los bordes rocosos, una figura oscura, que subía y bajaba acompañándolo durante su viaje, a pesar de que Aru no podía distinguir que era esa sombra, sentía que eso era alguien conocido, en lo profundo,

Una mano oscura que provenía de las sombras lo sujeto antes de tocar el fondo, ágilmente piso el suelo con esta ayuda, luego en la total oscuridad, encendió sus ojos como fuego, viendo lo que tenía ante sí, una intrincada red de túneles, sin dudarlo ingreso por el primero que tenia al frente, en sus paredes rocosas había una talla de una serpiente alada, este socavón lo condujo por los terribles caminos del Ucupacha.

Lugar donde Solo los señores de la oscuridad, en un eterno andar viajan buscando a los finados para obligarlos a trabajar en sus descomunales cuevas y luego a servirles de alimento, en un eterno masticar y una digestión sin final, después de este sufrir ser defecados y empezar el circulo nuevamente.

Aru siguió viajando por aquellos oscuros caminos, valiéndose de su vista de fuego que iluminaba el camino delante de él después de mucho andar, y cuando se hallaba descansando en una pequeña cueva, fue sorprendido por una picuda herramienta que salía de una de las paredes desmoronando la roca. Al otro lado se escuchaba una quejosa vocecita que regañaba del esfuerzo hecho en destruir dicha pared:

¡Otra vez fuerte! más fuerte, así tenemos que trabajar para poder escapar, de los Oscuros Mukikunas, Mukis tenebrosos, abusivos que Solo nos buscan por nuestro oro.

Aru cogió fuerte el picudo y lo jalo hacia dentro de la cavidad donde se hallaba, cayendo sorprendido delante suyo un enano, de largas orejas y cuerpo deforme, grandes ojos negros, piel completamente arrugada, vestido de cueros; el enano asustado y tembloroso quedo delante de él, Aru lo vio de pies a cabeza y le pregunto:

¿Y tun quien eres? Laborioso,

El enano se puso de pie y apresuradamente se sacudió el polvo de su pardusco traje de cuero, para responderle con una vocecita socarrona:

Un Mukichaky gran Maestro, y usted Señor ¿Quién es?

Aru sonrió y cogiendo al enano del lomo, lo levanto hasta tenerlo cara a cara, Sus ojos encendidos como fuego terminaron por desmayar al pequeño minero, luego lo puso en su hombro y continúo caminando por la abertura que venía trabajando el Mukichaky, no sin antes recoger cuidadosamente todas las diminutas herramientas del pequeño hombrecito.

Aru gateando siguió avanzando por aquella oquedad, hasta que llego al final este desembocaba en un profundo abismo y en cuyo fondo enormes Okuzankis (Seres parecidos a Monos gigantes de enorme panza y garras) devoraban a las almas de los difuntos que en carrera loca trataban de escapar, entre unas pozas hirvientes y unas grietas rocosas, a donde entraban y salían huyendo.

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También vio al gigantesco Amaru alado que recorría volando aquellas profundidades dando caza a cuanta ánima se hallase por ahí, y no contento con eso también atacaba a los seres del Inframundo pues de todos aquéllos se alimentaba.

Aru soplo las palmas de sus manos, pidiendo que esas visiones horrendas se queden en lo profundo de aquel lugar, y empezó a escalar el desfiladero no sin antes despertar al enano que traía prisionero, El Mukichaky asustado empezó a arrastrarse al piso e implorando no ser devorado por el Niño, Aru lo levanto y jurándole que no se lo comería por nada del mundo lo dejo más tranquilo, al mismo tiempo que le pedía que lo ayude a llegar hasta donde se hallan los profundos calabozos de los sellos.

El Mukichaky presuroso se ato una soguita en la cintura y empezó a guiar al niño por entre los escarpados desfiladeros, avisándole donde cogerse y evitar las piedras sueltas que podrían ocasionar una estrepitosa caída, en el fondo luminoso y ardiente un rio de anaranjada lava circulaba de largo a largo en el endemoniado cañón.

Nuevamente fue aquí que vio al Amaru alado dar cuenta de unos Ukumanis, que en un descuido habían quedado sobre un gran peñón buscando a un ánima prófuga. Y este de dos bocados acabo con los cazadores. Fue en ese momento que la primera pluma de Ucumayo se desprendió de su vincha, cayendo lentamente al abismo.

Muy despacio, la pareja fue avanzando por aquel peligroso lugar, hasta que por fin con la ayuda del pequeñín habitante del Ucupacha, lograron salir a un llano cubierto de plantas de color negro y de aspecto pegajoso, Aru mirando al frente suyo a la lejanía, pudo ver una hilera de rocas que a su vez tapaban la entrada de bien trabajadas Callancas, con paredes de piedra muy pulida:

¿Es ahí el lugar Mukichaky?, -preguntaba el Héroe de Cunzak-

¡Ahí es Maestro, ahí es! -respondía sobresaltado el enanito, mientras sus pequeños y regordetes dedos índices señalaban esos peñones-

El aire en aquel lugar se respiraba enrarecido y el aroma a madera quemada se impregnaba por doquier, continuaron a rastras el resto del camino hasta que llegaron muy cerca de las Callancas, un grupo de Mukis resguardaban el lugar y ya cerca se oía el lamento de los prisioneros, que desde su interior suplicaban libertad, estos que otrora habían gobernados los fenómenos naturales y andado por la inmensidad de los tres mundos, hoy lloraban castigados por el grave delito de haber querido reemplazar al Señor de señores y dueño de los Tres Mundos Ticci.

Los Mukis estaban armados de porras y guadañas enormes, Aru calculaba los golpes que tendría que dar para acabar con ellos, aunque luego vio a un Makaychipakuna (Rata hombre) cerca de un Huaccapucro (Trompeta de Cachos) que colgaba de unos maderos, si Aru atacaba, este animalejo de seguro que lo tocaría para pedir ayuda, motivo por el cual los cálculos de su embestida tendría que ser exactos.

Aru cogió su Waraka y en su otra mano su pequeña Chimpa (Hacha), y gritando se arrojo al combate, los Mukis asustados se dispersaron, fue en ese momento que el Hacha se clavo en la cabeza del Makaychipakuna, cayendo de bruces al suelo, los Mukis al ver el pequeñín que los atacaba cogieron sus porras y regresaron a dar cuenta del atacante, pero reaccionaron muy tarde, pues Aru entre volteretas y brincos acabo, uno a uno con los Guardias, siendo el ultimo abatido de una certera piedra entre las cejas.

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Luego reviso los sellos sagrados que protegían las complejas cerraduras de las Callancas, de un porrazo rompió el primero, dentro de la habitación encontró a un delgado y débil Dios, que arrastrándose salió lentamente, Yo soy la vida del mundo y ahora con las justas puedo moverme, Punchao agradeció a Aru la ayuda, luego rompió los sellos de otras tantas habitaciones y de el interior de estas surgieron igualmente; Wayra, Quiñua, La Muerte, Athoc (La Sabiduría), El Fuego y la Fuerza. Todos estos habían quedado presos en aquellas profundidades llevados ahí por los Guerreros Celestiales del Señor Ticci, en represalia a su apoyo a la sublevación en contra del Señor del Cielo.

Aru con mucho trabajo los ayudo a salir, y pensativo meditaba de cómo haría para sacarlos de aquel lugar, de su cabeza ya habían caído dos plumas del Ucumayo, lo que le indicaba que ya era tiempo de retornar a la Kaypacha, o quedaría entre los Muertos dolientes por siempre.

Tomo su dorada Waraka y se dirigió a donde se hallaba el Huaccapucro, dándole un profundo soplido el cuerno retumbo en aquellas profundidades, hecho de los Waccaras del averno, su sonido era como un rugido y cuyo eco se escucho en los Tres Mundos.

Los dioses sorprendidos por esto sabían que vendrían pronto los Refuerzos que ahora les darían muerte por intentar escapar de sus prisiones, pero mayor fue su sorpresa pues se hizo presente el terrible Amaru Alado que abriendo sus fauces se dirigió al grupo, ninguno de ellos estaba en condiciones de enfrentarlo.

Los dioses estaban resueltos a enfrentar la destrucción y la digestión eterna dentro de aquella gigantesca criatura, cerca ya de ellos el Amaru se mantuvo por un momento suspendido en el aire, sus alas se movían frenéticamente para mantener a la bestia sobre aquel grupo de Dioses escuálidos y débiles.

La Diosa de la Muerte, pensó para sí liberarlos a todos de aquel sufrimiento y llevarlos consigo a sus dominios desde donde nunca más se sabría de ellos, siendo este final no muy digno para quienes en algún momento fueron adorados y queridos hijos de la creación.

Cuando la Muerte, iba a cubrir con su manto a todo el grupo de Dioses; que echados en el suelo esperaban el final de su rescate, un grito ensordecedor los obligo a taparse sus oídos.

La Diosa de la Muerte sorprendida vio la diminuta figura que un niño trepándose por el lomo de aquella serpiente gigante, y con una Waraka de un resplandeciente color Dorado, lo cogió del hocico, sujetándolo fuerte, luego se descolgó del mismo y volvió a trepar por el cuello del animal que movía las orejas y aleteaba de una manera frenética tratándose de liberarse de aquel diminuto atacante, Aru nuevamente lo sujeto y parándose en su cabeza le hizo un lazo, sus músculos se dilataron al máximo pues la fuerza que imprimía al nudo, no tendría medida alguna entre los hombres, deteniendo el ataque del Amaru.

Luego los Dioses eufóricos por aquella demostración de arrojo y valentía, proveniente de tan pequeño guerrero, les había salvado por el momento la existencia, Mas aun mayor fue la sorpresa cuando Aru empezó a cantar y acariciando tiernamente la cabeza del Amaru, este empezó a tranquilizarse, con un tierno tarareo.

El Amaru se calmo y sorprendentemente se posó en el suelo enrollándose sobre su cuerpo, en una actitud muy pasiva, por ultimo Aru se deslizo por el cuello de este y acariciándole, las escamas, lo dejo profundamente dormido.

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Pronto Señores por acá, indicándole las enormes espinas del lomo del Amaru, acomodo uno a uno a los Dioses, cuando todos estaban sujetos en el espinazo del Amaru Volador, lo despertó tiernamente, pidiéndole que los lleve por la Cueva de los Muertos hasta el límite con el Kaypacha.

El Amaru luego de sacudirse empezó un veloz vuelo por las cavidades del Inframundo, ante el asombro de los señores de la Oscuridad, que ya habían llegado por centenares a detener a los prófugos; aunque algunos viendo a los Dioses montados les arrojaron cuanto pudieron, entre lanzas y flechas, tratando de evitar su fuga.

Ya cuando el Amaru lograba subir por el inicio de la Cueva de los Muertos, Una flecha arrojada por El Arquero de la Traición, le dio al Dios de la Sabiduría, haciendo que este desfallezca y caiga al profundo abismo de lava ardiente, desapareciendo en ellas, ante el lamento de los otros Dioses, al Final La muerte le arrojo un dardo que le impacto en el cuello, en plena caída para liberarlo del Dolor, luego de eso el Amaru empezó a dar vueltas cerca del límite de los Mundos, Aru Soltó la poderosa Waraka que sujetaba al Amaru, y con la misma envolvió a los Dioses que desfallecientes se sujetaron a esta, luego formando un largo Quipu Divino fueron lanzados al borde de la Cueva, en donde los esperaban un grupo de Mukichakys, que provistos de picos y soguillas los ayudaron a escalar el tramo que les faltaba.

Aru luego salto detrás de estos pero en el momento que llegaba a tomarse de la roca en forma de muela se le desprendió la última pluma de su cabeza, en ese momento Aru desfalleció y se Soltó cayendo nuevamente en la oscuridad de la Cueva de los muertos.

Pero nuevamente, aquel par de manos tenebrosas, lo sujetaron de los brazos, y evitaron su caída, esta vez desfalleciente Aru al abrir los ojos pudo ver de quien se trataba, una figura femenina, le sonreía mientras lo llevaba acurrucado a su pecho, la fantasmal mujer no sería otra que la Dama Ucaymi, la madre de Aru que venciendo a las mismísimas fuerzas del Inframundo, estaba ayudando a su pequeño hijo nuevamente.

Tiernamente la figura de la mujer lo saco hasta el borde de la Cueva de los Muertos, y le beso la frente despidiéndose, Aru al abrir los ojos vio esta figura que se desvanecía entre la luminosidad del Inti, que en ese momento empezaba a gobernar el Cielo. Después de todo eso Aru tuvo una visión, y veía a la Aukima Ucaymi, en la falda de una montaña blanca.

Los Dioses echados en el suelo descansando, volvieron a contemplar al Hijo del Señor de la Creación y con su relucientes Rayos, Volvieron a recargar su Camac (energía) y retomando su aspecto Divino, les surgieron enormes y blancas alas a todos, luego de lo cual ascendieron al Hananpacha, a excepción de la Diosa de la Muerte. Aru echado boca arriba, en el suelo, volvió a desmayarse viendo las aladas figuras de los Dioses que se desvanecían entre las blancas nubes del cielo.

Aru fue despertado por el agua que le daba el anciano, la cual sacaba de un poronguito, esta lentamente lo restablecía, devolviéndolo a la vida, cuando ya estuvo bien, pudo ver como los difuntos retornaban por la Cueva de los Muertos, a continuar su destino aunque una gran mayoría eran llevados por enormes Wamanis, hasta la Isla de los Muertos, en donde volverían a seguir existiendo disfrutando de un descanso digno entre las atenciones de las Coyas, banquetes y bailes, según la decisión de la Diosa de la Muerte. Aunque no sería la primera vez que Aru, viaje a este terrible Mundo.

Años después de todos estos acontecimientos, Aru como todos los jóvenes de Cunzak, participaba en los ritos en honor a los muertos, esto se hacía cuando terminaban las cosechas y antes que las

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calles de Cunzak se llene de cambiadores de cosas, y sus corrales estén llenos de cientos de Ayarmacas, Awarpacas, y Warankus (Guanacos). Los pobladores pasaban la noche celebrando a los difuntos, invocando a la diosa de la Muerte; para que permita el buen viaje de los suyos, tributaban cortes de cabello, que luego arrojaban al rio, Quemaban prendas y huesos de los finados, arrojando las cenizas de igual modo, para que las aguas la lleven, luego servían comidas y mucha Chicha, dejándola en la casa de la Muerte, después de todo esto bailaban y cantaban, hasta muy tarde; aunque Aru estaba presente el no compartía del festín. Observaba todo desde una enorme roca cerca de la Cancha del pueblo.

Terminada la celebración, Hombres y Mujeres; descansaban en la Cancha principal, algunos durmiendo en el suelo, cansados del festejo. Aru que se había quedado dormido; despertó al sentir una presencia muy cerca de él, todo aquel lugar había estado iluminado por antorchas y fogatas, que ahora lentamente se apagaban. Fue cuando Aru vio a una joven, de traje plateado pasar por su lado, acariciándole la cabeza, con una fina y pálida mano, Aru la cogió de la muñeca, sujetándola muy fuerte, aunque la joven intento soltarse, no pudo.

¿Quién eres tú? Pregunto la sorprendida doncella.

¿Y quién eres tú? Repregunto el joven echado aun en el suelo.

Fue cuando asustada la muchacha tomo el aspecto de un Amaru, con extremidades, aún así el joven Aru, no la soltó. Para su pesar fue tomada del cuello y arrojada en el suelo, el Auki la mantenía pisándole el cuello, luego de lo cual Aru, echo mano a su bolsa y saco su porra Seis, levantándola, listo para aplastar la cabeza de la transfigurada.

Déjame, Auki que no he hecho nada para merecer este trato. Reclamo gritando la joven prisionera.

Al mismo tiempo que cambio de aspecto nuevamente, adoptando el de una joven mujer, respondiendo al joven con otra pregunta ¿Es que no me recuerdas? ¡Soy la diosa de la Muerte!

El joven asombrado la soltó de inmediato, pues lejanos eran los días que la conoció, para ayudarla a salir de su prisión en las profundas y oscuras cuevas del Ukupacha.

Y ¿Qué haces por estas tierras? – Pregunto Aru, ¡Lo mismo que tú Auki!; disfruto de la fiesta entre los hombres – respondió la joven Diosa, yo soy la que acaba con la vida de los Hombres, para luego destinarles su final, aunque veo que nunca podre hacerlo contigo.

Una vez tuve una visión, en ella veía una Montaña Blanca, la cual por más que la he buscado en la Kaypacha, no la encontré, tal vez este en el Mundo que tu gobiernas.

Debe ser la Montaña del Silencio, respondió pensativa la diosa; ¿Y por qué te interesa?, Aru le respondió que ahí estaba prisionera una persona que él quería volver a ver.

La Joven Diosa, le respondió a modo de pregunta, si es tu deseo, Yo podría llevarte hasta ese lugar, pero no garantizo que puedas volver; Pues ahí solo van los que en la Kaypacha Mueren, y La Diosa no sabe de nadie que hubiera regresado; Aru le contesto: ¡Ese no es problema! moriré por tres días, suficiente para ir y venir. Luego muy contento le pidió un momento para traer sus cosas y poder viajar con ella.

La Diosa de la Muerte acepto, resignada guiar al muchacho, sin creerle la parte de su regreso, ella sabía que el que ingresaba al profundo camino del Ukupacha, era para no volver nunca más. Aún

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así no quería contradecir al muchacho, pues parecía muy animoso y sobre todo, parecía tener un Camac más poderoso aun que el de la misma Diosa.

Durante la espera, la Diosa recordaba el castigo que le impuso el señor Ticci, quedando encadenada por cinco días, tiempo durante el cual, los hombres volvieron a ver a sus difuntos andar por el mundo, caminando y trabajando en sus chacras, luego recordó cuando acompañaba al Señor Ticci, tomando la energía de los Dioses perdedores en los campos de Iwisa, entre estandartes y cuerpos en aquella altura, de cómo sus hijas las Paracas, mutilaban a los perdedores, arrancándoles sus orejas y narices. Fue Aru quien la llamo y la trajo a la realidad, El joven ataviado para el viaje y sonriente le grito: ¡Ya estoy listo, Vámonos!

Diciendo esto el joven, saco un mate pequeño, del cual bebió un sorbo, se hecho en una roca en forma de mesa, y Murió.

Inmediatamente y cuando la Diosa se quería acercar al cuerpo del muchacho, empezó a surgir un resplandor azul, saliendo del cuerpo de Aru y luego de un momento se torno mas solido, casi una réplica del joven muerto, esto dejó asombrada a la Diosa, haciéndole ver que efectivamente ella no tendría poder alguno sobre su acompañante.

El alma luego se materializó, no habiendo mucha diferencia entre ambos, a excepción de las cicatrices del cuerpo de Aru, que seguía inerte echado sobre la roca, y el otro que dé un salto cayó al piso, jalando a la diosa de la mano; la cual no salía de su asombro, peor aún cuando le dijo: ¡Bueno, ahora estoy muerto a donde vamos!

Iremos a la Pacarina de tus ancestros, allá en la Huaca sabremos por donde debes ir, eso es fácil el Cerro Condorcoto, de ahí surgieron mis antepasados, los Aukis.

La Huaca de Condorcoto era una gran roca negra, esta se transfiguro en una mujer gigante de escudo y lanza, al ver venir a Aru y su compañía, inclinándose ante la pareja, los saludo; emitiendo una voz profunda como un eco.

Pensé que tardarías más tiempo en venir, pero creo que me equivoque.

Aru, le respondió, Mama Huaca no es lo que piensas, aun no he muerto, tan solo voy disfrazado, en busca de una Aukima llamada Ucaymi: ¡Eso es otra cosa! ¡Ahora dime Mama Huaca! ¿Por dónde debo ir? ¡Pues conozco casi todos los caminos de los vivos pero ninguno de los muertos!

Mama Huaca le respondió: ¡Aru busca a Saya una Allco (Perro con cuerpo Humano) al final de este sendero, síguela que ella te mostrara, por donde seguir! ¡Qué llegues a tu destino, poderoso Aru! Diciendo esto la Huaca se volvió a petrificar.

Continuaron su camino por donde les había indicado la Huaca, cuando a lo lejos una sombra oscura se les acercaba rápidamente, era Saya una enorme perra completamente negra, moviendo las orejas y la cola, se acerco a Aru, lo olfateo y luego se adelanto como enseñándoles por donde seguir.

El Camino continuaba en dos veredas una muy ancha y adoquinada de hermosas lajas, con un arroyo de agua cristalina discurriendo por uno de sus lados, el cual se dirigía hacia el Hananpacha, y el otro era un camino de rocas angulosas y por el cual apenas se podría caminar, Saya se introdujo en el camino agreste, volteando para continuar, sin pensarlo mucho Aru y la Diosa, siguieron a la Perra, una vez que los tres viajeros ingresaron al camino rocoso, la perra empezó a sufrir una lenta transformación, irguiéndose poco a poco conforme avanzaban por el difícil camino,

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hasta presentar un cuerpo casi humano pero las patas, los hombros y la cabeza seguían siendo de perro, incluso podía hablarles.

Olfateando el aire, sabia por donde seguir pues al final del sendero, comenzó una enorme explanada, desde donde no se divisaba cerro alguno que pudiera servir de referencia y orientación a los viajeros, no se preocupen; les indico Saya, el olor nos guiara, en ese ambiente de Cielo oscurecido no había diferencia entre Día y Noche, en lo lejano del horizonte, relámpagos y truenos dominaban el paisaje, como advirtiéndoles que no deberían ir por aquellos lugares. Hasta el aire parecía cruzar perdido por aquellas tierras del Ukupacha, Aru escuchaba que el viento no venia solo sino en su interior se oían miles de lamentos, vocecillas quejumbrosas, que parecían suplicar y lamentar su destino.

Luego un espectáculo horrendo se presento ante él, miles de almas completamente desnudas se arrastraban por el suelo tratando de evadir a las Paracas, que volaban y con sus garras los recogían del mismo para elevarlas y luego soltarlas desde las alturas, esto lo hacian una y otra vez mientras otro grupo de almas avanzaban después de cada embestida, Saya los tranquilizo, explicándoles que este tormento se habían ganado los Hombres, de vida fácil, aquellos que en su vida se habían dedicado a evitar el bien común y que se habían regido por el egoísmo, no hay peor castigo para estos que el simple hecho de que nadie los ayude en su viaje, conforme explicaba esto, caen a lo lejos despeñándose contra las rocas, otras almas que habían sido arrancadas del suelo por tan terribles demonios voladores.

Delante de estos iba otro pequeño grupo, pero protegido por otros perros negros, que ladraban furiosamente y devolvían el intento de las Paracas, con mordiscos, estas almas no habían sido egoístas en su permanencia por el Kaypacha y al igual que Aru, estaban siendo guiadas, por los perros negros. De todos los canes Saya era la más corpulenta y de mayor tamaño.

Luego de avanzar con el grupo, continuaron su camino superando y dejando atrás al resto que descansaba, ellos poseían un poderoso Camac, difícil de igualar por los otros viajeros, que resignados loa veían continuar la marcha, esta vez el camino estaba delimitado por dos hileras de enormes piedras finamente pulidas y recubiertas algunas por barras de oro, mas adelante algunas almas estaban sujetadas a estas piedras tratando de liberarse pero, no podían hacerlo pues sus ataduras eran muy fuertes, Saya explicaba a sus acompañantes, estos son los Hombres que se esperanzaron en la ayuda de los dioses y nada hicieron por su comunidad, no fueron a las guerras, ni participaron en los trabajos comunitarios y si gobernaron, nada hicieron por sus pueblos.

Continuaron por aquel camino, el cual estaba completamente empedrado, hasta el inicio de una interminable escalera, La perra Saya les indico a los viajeros, que por esta escalera solo suben los hombres que durante su vida hicieron lo correcto, los valientes subirán por acá, detrás de ellos, las almas se detuvieron a estas alturas los Allcos se alejaron corriendo, Saya les señalo la cima, indicándoles que detrás se hallaba el Yanachaca, gigantesco puente hecho de cabellos humanos, por donde debían seguir.

Algunas almas empezaron a subir arrastrándose sigilosamente, pero de las alturas surgían rayos que caían sobre estos, fulminándolos; cayendo nuevamente al inicio de la misma, Aru saco de su bolsa, el Disco de Plata que le había quitado a la Diosa Quilla, en la laguna de Taricancha, sacándole brillo con una lana, la coloco sobre su espalda como escudo y empezó a subir lo que parecía una interminable secuencia de peldaños empedrados, De pronto una luz cruzó el cielo rebotándole en la espalda, el fulminante rayo chocó en el reluciente disco que llevaba a modo de caparazón, para luego dejar un profundo cráter en la montaña cercana.

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Las demás almas al ver que Aru había sobrevivido al Rayo, empezaron a seguirlo pidiéndole que los guie, Aru tomo de la mano a la Diosa de la Muerte, y emprendieron veloz carrera hasta la cumbre, a pesar de que volvieron a caer otros Rayos y fulminara a muchos condenados que presurosos los seguían, un buen grupo llego con ellos a la cumbre desde donde pudieron ver sonrientes una Jirca, con la cabeza de Jaguar y de cuyos ojos surgían los temibles Rayos, superada por el grupo que cruzo por su costado, la rigidez de su cuerpo de piedra le impidió atacarlos, Aru y la Diosa iban adelante seguido por varias almas que penitentes no se atrevían a mirarlo a los ojos, pero trataban de seguirlo de cerca.

Descendiendo por un delgado sendero bordeado por plantas completamente espinosas, y que limitaban a ambos extremos el camino, al llegar hasta la entrada al puente, que sujetado de dos enormes postes de maderas colgaba ondulante sobre los abismos marinos y en cuyo extremo superior habían dos rostros tallados, de forma muy similar a los ídolos de los pueblos de los desiertos, que trataban de representar al enigmático Dios Kon.

Lentamente se acercaron tratando de evitar su mirada, pero estos estaban enfrascados en una discusión sobre quienes habían peleado en los campos de Iwisa, y si el castigo impartido por el señor Ticci, era o no justo, ambos gritaban al mismo tiempo, alegando una y otra idea, mientras que el de la derecha decía: ¡Aeyec, era rebelde y peleo hasta el final en contra del Señor de los Cielos! ¡Debió haber muerto y hoy lo tendríamos aquí tratando de cruzar por delante de nosotros!

Mientras su acompañante negaba todo diciendo: ¡No, No, Aeyec era leal, pero al final lo venció la ambición de desposar a la bella Quilla, esa fue su perdición! ¡De ninguna manera Aeyec quería el tesoro de las callancas del señor Ticci y con todo ese poder Dominar los Tres Mundos!

Mientras mantenían esta acalorada discusión Aru, La Diosa de la Muerte y un grupo de almas, pasaron por debajo de los postes, empezando a sujetarse de las fibras del tambaleante puente, rápidamente se dieron cuenta que eran cabellos humano, pues algunos estaban trenzados entre si, como lo usaban las jóvenes, mantener el equilibrio conforme avanzaban se hacía más difícil, el viento empezó a soplar, lo que convertía al puente en una verdadera trampa.

Aru saco de su bolso, las garras del Anka que le dio el Oráculo de Anchicocha, y al colocárselas en las palmas de las manos estas se convirtieron en las manos de Aru, moviendo las filudas uñas, se sujetaba mucho mejor mientras algunas de las almas que lo trataban de seguir caían al abismo, al resbalarse por entre las tramas del resbaloso puente.

La Diosa se resbalo varias veces pero la fuerza sobrenatural de Aru pudo sujetarla, de este modo lentamente llegaron hasta el otro extremo, mientras aun oían la discusión de las dos cabezas talladas, al otro extremo a donde llegaron era una montaña triangular llamada Upamarca y por cuya pendiente había un camino de bajada que terminaba en las arenas blancas de las playas adonde llegaban las tranquilas aguas del mar, en ese lugar ya hacian varias almas que de pie y mirando el firmamento esperaban algo en silencio y sin mirarse unas a otras, se mantenían ahí.

Aru se acerco a una de ellas y trato de preguntarle qué era lo que esperaban, pero el alma ni se inmuto ni le hizo caso, luego lo que parecía una enorme nube negra que se movía se fue acercando por los aires rápidamente, las almas en ese momento gritaron al unisonó: ¡El tormento!

Y todos empezaron a correr tratando de escapar, de lo que una vez más cerca se podía ver que era una nube de aves marinas de color negro, que volaban tratando de atacar a los indefensos viajeros, Aru saco su porra Seis y ataviado con su escudo, empezó a embestir a la furiosa parvada, luego del choque entre ambos varias aves cayeron muertas a los pies del Auki, y delante de la

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Diosa de la muerte que se había echado en el suelo para evitar la embestida, después de eso se alejaron como vinieron.

Algunas almas habían sido devoradas por las atacantes, mientras aparecían otras que se habían escondido entre las rocas, luego de ver el poder que tenia Aru; una de las almas se le acerco, diciéndole que era Jakaruni, un antepasado suyo, y que a pesar de que estaba prohibido hablar en ese lugar este le respondería lo que quisiera saber, Aru simplemente le pidió que le digiera cómo aria para llegar a la montaña blanca, Jakaruni le explico que todos permanecían en silencio para poder escuchar a los Tumis cuando lleguen, pues se sabía que estos eran los encargados de guiar a los penitentes a través del Omapacha, hasta la montaña Blanca.

Fue entonces que Aru recordó lo que le había contado el Amauta, sobre los pueblos desaparecidos, y saco de su bolsa la caracola blanca; la sujeto fuerte con sus manos y soplo tratando de tocar una melodía, ni bien terminara de tocar de entre las olas empezaron a verse los dorsos de los seres marinos hijos del Dios del Viento, que premiados por su valor y lealtad, se convirtieron en estos Lobos de mar, encargados de la noble misión de acompañar a las almas penitentes a llegar a su descanso final.

Los Tumis salieron de entre las aguas y acomodándose en las húmedas arenas seleccionaban a sus acompañantes para luego juntos internarse entre las espumosas aguas del Omapacha, Un enorme Tumi salió y con sus gruesos bigotes toco las pantorrillas de Aru, La diosa de la Muerte, se hizo de lado y despidiéndose del joven; se quedo de pie en la orilla, mientras Aru sujetando el cuello del animal se interno en las aguas rumbo a la Isla que a lo lejos se veía como un Apu enterrado en sus eternos hielos.

Pronto una manada de juguetones Tumis, llevaban a cuestas a sus acompañantes a su última morada, jugueteando entre las olas del mar, se cruzaban unos delante de otros, lo que parecía un juego, pronto se vería que decidiría quien llegaría y quien no, Aru mirando en lo profundo de las aguas, pudo distinguir un par ojos de color rojo que emergían de aquella profundidad, lentamente saco su porra seis, y en el momento que unas enormes fauces intentaron devorarlos un golpe certero hizo huir al Amaru que surgía en compañía de otros que intentaban dar caza a los Tumis, quienes hábilmente nadaban a toda velocidad tratando de evitar caer en las fauces de los Demonios marinos, Aru se sujetaba muy fuerte del cuello del Tumi, hasta que entre las encrespadas olas se desato una torrencial lluvia, a lo lejos se veía que las tranquilas playas de la Montaña Blanca los esperaban, sentados cerca de la orilla, se encontraban unos hombrecillos de dos y tres cabezas, que discutían entre ellos mismos, cuando llegaron nadando hasta ellos; Aru y los pocos que sobrevivieron, les preguntaron quienes eran, estos molestos pues daban por hecho que los conocían les respondieron:

¡Somos los Lanlaccos, y estamos aquí para llevarlos a su última morada, el final de su viaje! y diciendo esto aparecieron una muchedumbre de doncellas, que alegres cantaban alegorías, mientras arrojaban flores amarillas en el suelo; sobre la reciente llegada de estas Almas a la montaña blanca, puesto que nunca antes, nadie había podido llegar.

Esta respuesta sorprendió a Aru, preguntándose el mismo en donde estarían todos sus antepasados, el Lanlacco que lo sujetaba de la mano, como leyéndole el pensamiento y moviendo sus tres cabecitas al mismo tiempo, le respondió:

¡No te aflijas Auki, pues tú les has mostrado el camino para que lleguen todos ellos! y diciéndole esto pudo voltear y ver que del mar surgían miles de almas nadando con los Tumis detrás de ellos.

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Empezaron a subir a la cumbre de la Montaña, rodeados de una magnifica edificación en piedra muy blanca, de fino tallado, escaleras y corredores se mezclaban, bordeados de hermosos arcos, al final de la edificación, una enorme sala llena de Usnos, fiel copia de la Cancha Celestial, aguas termales, y mantos muy finos adornaban todas las habitaciones por donde Aru era llevado, una vez estando ante la Cancha principal, entre todas las doncellas ahí presentes pudo ver una figura ya conocida por él, era la Dama Ucaymi, su madre quien tiernamente se le acerco y acariciándole el rostro, le dio un beso.

Aru había logrado su cometido, ahora seria momento de regresar, o permanecería entre los muertos por siempre, un enorme Anka cruzo el cielo celeste que gobernaba aquella Isla, y posándose en su cumbre recogió al guerrero para llevarlo, hasta la frontera con el Kaypacha, desde donde emprendería el camino de regreso a casa.

Después de todo ese alboroto los difuntos retornaron al Inframundo, algunos guiados por los Allcos negros hasta el puente Yanachaca que divide el Kaypacha y el Upamarca, quedando la costumbre de lavar las prendas y celebrarles comidas después de los cinco días, cuando la Diosa de la Muerte, retoma su Camac y esta lista para guiarlos a su destino final.

CAPITULO TRES

EL AMAUTA UCHYMAC

Aru fue creciendo libre, haciendo y aprendiendo de la gente del pueblo de Cunzak, pero siempre a lo lejos mirando las Jircas (cumbres de las montañas) próximas, sentía que una voz lo estaba llamando, mientras esto ocurría; en la lejanía de un Bosque, inmerso en lo profundo de Kutaiki, el Amauta Uchymac, un anciano místico; sentado y pensativo buscaba entre sus sueños diurnos, al niño que sabia existía en algún poblado cercano.

Aru deambulando llego sin querer a un sendero que ascendía a las alturas de Kutaiki, animado por los pastores que arriaban Ayarmacas (Llamas) y Awarpacas (Alpacas) fue subiendo lentamente, aunque para un niño de su edad esto le estaba prohibido, pasito a paso iba subiendo alegre por el camino a pesar de ser casi todo en subida siendo los tramos rectos escasos, no se desanimaba ni cansaba, una Mariposa se le acerco volando erráticamente y le pregunto:

¿A dónde vas Aru?

El niño siguió caminando y le contesto buscando en el aire donde se hallaba aquel insecto:

Voy al final de este sendero.

¿Y no tienes miedo?, le pregunto el insecto de colores:

¡No! -le contesto, mirando a los enormes ojos de la trompuda y colorida voladora- Pero si al final hay unos enormes Sachaukas, que te comerán cuando te vean.

Aru le contesto al insecto - Entonces primero me tendrá que atrapar -y riéndose siguió su camino-

Más adelante un Picaflor se le acerco zumbando y dándole vueltas le pregunto:

¿A dónde vas niño? -Este le contesto sonriendo-

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Al final del sendero.

No lo hagas, pues allá hay un Amaru que se come a todos los viajeros –Le advirtió el ave-

Entonces primero tendrá que encontrarme, -contesto al ave y siguió caminando.

Por último un Añaz apestoso que estaba echado en el camino le advirtió al verlo pasar.

Niño a donde crees que vas, hay un Puma hambriento que te comerá cuando llegues allá arriba.

Entonces que no espere mucho porque ya llego, -y diciendo esto apuro el paso-

Al llegar por fin a la parte más alta del camino una densa neblina cubrió toda la montaña y Wayra Chany (el espíritu de la Neblina) se le acercó.

¿A dónde vas Aru? -le pregunto la figura borrosa moviendo lo que serian sus manos-

-Aru deteniéndose le respondió:

Quería llegar al final del sendero, pero ahora no veo nada

¿No tienes miedo niño? –Le pregunto el espíritu-

No ya me canse de que me pregunten si tengo miedo. –Contesto un poco molesto-

Cuando nací una estrella se me acerco de noche y una dama me quito el miedo que sentía al estar solo.

Desde ese Día, no siento miedo; sino una gran curiosidad por saber y conocer el mundo que me rodea.

Entonces niño sigue por ese caminito que un Anciano te está esperando, -Le indico el ser nebuloso-

Aru continuo su marcha, pero esta vez por un senderito recto, ya tenía las pantorrillas temblorosas por el esfuerzo de haber subido hasta ese lugar, aun así continuo su camino, entre los arbustos le pareció ver el serpenteante movimiento de algo que parecía una colorida Waraka, igual no le dio mucho interés por fin llego hasta una caída de agua y en donde también encontró varias piedras labradas en forma de sillones, se sentó en uno de ellos para descansar, y al hacerlo este cobro vida y le hablo:

¿Quien se sienta en mí encima? -Aru riéndose se paró de improviso y mirando al mueble de piedra le contesto-

No fue mi intención Chunka usted perdone -retrocediendo unos pasos, el Sillón temblando un poco abrió un ojo y mirándolo de pies a cabeza al niño, también soltó una carcajada-

A eras tú pequeño Auki, bien sigue de frente y encontraras una Kallanca, ahí te están esperando, así lo hizo no sin antes beber un poco de la cristalina agua que cae de aquella catarata, refrescando su sediento cuerpecito.

Una vez cerca de la Kallanca, se detuvo en la puerta mirando curiosamente adentro del cuarto, ahí pudo ver una gran cantidad de objetos desconocidos, pero no había nadie en su interior, en ese momento un poco desconcertado sintió que alguien le agarraba el hombro, Aru dio un salto y un

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volantín escapando de quien intentaba sujetarlo, no sea que algún animal lo quiera comer, y eso no podía ocurrir porque la abuela Manos laboriosas, lo estaba esperando para cenar y dormir, tenía que regresar a casa.

Pero se tranquilizo al ver que ante él, estaba un anciano de aspecto sabio y bondadoso, ¿Y quién eres tú? - le Pregunto el niño-

-El anciano le respondió, abriendo los brazos y señalando el Cielo, con una profunda y sentenciosa voz; ¡Soy la luz de la mañana, hijo del Inti, viajero de la tierra, maestro de los hombres, señor de los Aukis y capitán de los Kollankis (Guerreros caídos del cielo), pero me puedes llamar Amauta Uchymac!

Ahora reconozco tu vos anciano eras tú el que me estaba llamando. ¿Y qué quiere de mí? Uchymac.

El anciano le respondió - Bueno te contaré una historia y con eso responderé tu pregunta; En El Cielo existía un gran señor el cual gobernaba a sus súbditos con firmeza y rectitud, Un día este señor quiso viajar muy lejos, pero no dejo en su reemplazo a nadie, los súbditos al notar la ausencia del gran señor, empezaron a desconfiar entre sí, y decidieron poner a alguien en su lugar, el problema era decidir a quien lo nombrarían, surgiendo la rivalidad entre todos y con ello surgió el Maligno Caos.

El señor para ver quien le era fiel y quien traidor envió a su mensajero disfrazado para que espíe a los súbditos, pero estos al verlo lo capturaron y encerraron en una esfera de fuego; luego lo enviaron con el Dios de la vida para que se deshaga de él, pero este Dios le tuvo lastima y en lugar de mandarlo al inframundo, lo convirtió en un hombre haciéndolo nacer de una doncella.

Pero en su ausencia hubo una gran confrontación y el Señor del Universo destruyo a los corruptos y premio a los leales a su poder, luego de eso el Caos fue enviado a lo profundo del Ukupacha, preso de su odio y codicia. Al igual que él fueron enterrados en lo profundo del mundo todos los objetos que sirvieron a los Dioses en su rebelión.

Ahora encontré al mensajero perdido y debo hacerte volver con su señor. Recuperaras los Objetos sagrados y los llevaras ante el Señor Ticci, con ello habrás culminado tu misión.

¿Pero como podre hacer todo eso? - si solo soy un niño-

Para regresar al cielo deberás recoger en una bolsa los objetos que fueron rescatados de su destrucción por Cuniraya, una vez que los tengas tocaras esta caracola y llamarás al Ave de fuego y ella te llevara con el gran señor terminando así tu misión.

Ahora empezaras a aprender los conocimientos necesarios para que puedas algún día cumplir tu misión, Aru abrumado por todo lo que había escuchado se sentó tratando de entender todo lo que le había narrado Uchymac.

Y ahora dime qué debo hacer, El Anciano le indico: Primero regresa a tu casa y trae tus cosas para que pases un tiempo en este bosque despídete de los tuyos, y de ahora en adelante Yo seré tu Amauta y tú serás Mi kollana, aprenderás todo lo que te enseñe y harás todo lo que te ordene, cuando estés listos regresaras al Cielo de donde viniste y en ese momento habrás cumplido tu misión.

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Aru permaneció en el bosque de Kutaiki por varios meses, aprendiendo el arte de la cacería, el arte de la guerra, el arte de la construcción y la siembra, aprendió a tejer y a hilar, aprendió a tocar instrumentos y a silbar, cocinaba muy bien, y era hábil en todo aquello que ponía sus manos.

Después de mucho entrenamiento bajo la dirección del Amauta Uchymac, por fin un día muy temprano lo despertó el Amauta y lo llevó a uno de los caminos desconocidos para él.

Dentro del Bosque enseñándole a lo lejos una Antarka, que era un hermoso venado joven completamente blanco, aun no tenia las astas completas, ordenándole al verlo que lo atrape y le traiga un poco de su vellón, Aru obediente trato de correr cerca de él pero apenas este lo vio desapareció saltando por entre los arboles del acantilado rocoso.

Aru vio que esa tarea seria tal vez imposible, día tras día salía temprano a recorrer los lugares por donde el Antarka solía merodear, algunas veces lograba seguirlo por unos metros, pero nada más, pasaron meses tratando de cumplir el pedido del Amauta, sin resultado alguno.

Un Puma que lo había estado observando un día se le acercó a preguntarle el porqué seguía tratando, de atrapar a tan escurridizo animal; cosa que ni él en toda su vida hubiera podría realizar.

Aru al escuchar al Puma le respondió; ¡Que no se sentía lo suficientemente fuerte para seguirlo!

El Puma sonriendo, le recomendó que busque las hojitas de Coca que crece en los acantilados y luego de masticarlas trate de pensar como un Puma y veras que si podrás, repítete a ti mismo:

¡Soy un Puma! ¡Soy un Puma y veras Auki!

Al día siguiente por casualidad pudo ver al Antarka tomando agua en un arrollo, inmediatamente empezó a masticar las hojas de Coca que había recogido y a pensar

¡Soy un Puma, Soy un Puma! y al repetir esto empezó a sentirse más ágil y fuerte, sigilosamente se logro acercar muy cerca del Antarka.

Luego se le ocurrió pensar: ¡Soy un Huamán, Soy un Huamán! y dio un gran salto, moviendo los brazos como alas; logrando elevarse a gran altura y al caer pensó

¡Soy un Sapo, Soy un Sapo! soportando la caída con sus piernas, como hace aquel verde animal, Aru se dio cuenta que por un segundo estuvo a punto de arrancarle el pelo al Antarka, que no se había percatado de la presencia del niño, pero al verlo caer logro sacar el cuerpo, desapareciendo por entre los arbustos y espinos.

Fue de este modo que poco a poco logro acercarse tanto al Antarka, que un día logro arrancarle el pelo del vellón, llevándolo victorioso al Amauta, este lo observo y lo felicito, diciéndole: ¡Pero esto no me alcanza para tejerme una tapa cabezas! Aru sonriendo, se fue a continuar con su entrenamiento, recogiendo enormes y pesados troncos en el camino, acomodando pesadas rocas y tallando escalones en los senderos, de este modo Aru se fortalecía, así un día se le presento el Amauta, para decirle que ya estaba preparado.

El Amauta luego le indico: ¡Viajaras por el Antiguo Camino de Piedra de un extremo al otro, hay una tropa de Yarallimas (Ayarmacas gigantes) en el extremo Norte; deberás llevarlas hasta el límite del extremo sur, ahí se las entregaras a unos Pastores llamados Auyamas, a estos les darás este rebaño, luego retornaras con la lana negra que te den por tu faena!

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Sin esperar Aru salió por el tramo del Capac Ñam, que pasaba cerca del Bosque de Kutaiki y que lo conduciría hasta cruzar las alturas de los Antikunas, donde estos tenían prohibido cruzar, El magnífico Camino construido por los Jakas, perfectamente adoquinado y con escalones y escalinatas, talladas, y puestas cada una en el lugar adecuado, a ambos lados discurrían sendos arroyuelos de agua siempre cristalina, largos puentes colgantes tejidos de sogas vegetales, y otros de madera y roca perfectamente encajados pero de menor distancia que los otros, cada tramo de aproximadamente una hora de caminata; había unos descansos llamados Markas y cada seis Markas un casa de reposo llamada Tampu y gente que viva atendiendo a los viajeros.

Cerca de estos Tampus, habían enormes corrales aledaños para la ganadería de paso, cada uno de estos corrales con bebederos adecuados, en casi todo el recorrido arboles en ambos lados del camino, le daban sombra y frescura al mismo, pero Aru era tan solo un niño y viajar por estos caminos eran cosa que solo lo hacían numerosas caravanas, conducidas por expertos caminantes llamados Warpañamkas.

Sin más que su alforja al hombro con un poco de Mute, Charqui, y un poronguito de agua, salió Aru a tan difícil misión.

Camino por días, descanso y comió, en compañía de los cientos de viajeros que alegres lo acogían en su grupo, pero Aru caminaba más rápido que cualquier viajero común, así que por lo general se adelantaba a estos.

Nadie creía que un niño tan pequeño como Aru este recorriendo tan inmensa distancia así que no se lo contaba a nadie, pronto cruzo las tierras de los emplumados Cañaris, fue acá donde se encontró en el camino con una anciana de ropas extrañas, la mujer llevaba unos atados de plantas y leña, amablemente le ofreció comida y bebida que llevaba entre su Quipe (Manta que envuelta se le pone al hombre para llevar cosas.) Aru agradeciéndole acepto los alimentos, luego de comer esta le pidió que la acompañe y la ayude, a su casa más adelante en el camino.

Aru acepto la invitación, pero le indico que después el seguiría su viaje, la mujer agradeció la ayuda y ambos llegaron a una Hatun de varias Kallancas, (casa de varias habitaciones) los sirvientes de la anciana salieron a recibirlos dándole un sinnúmero de atenciones y alimentos, Aru aprovecho su estadía para descansar y dormir.

Al día siguiente se despertó y cuando estaba preparándose para continuar su viaje, la mujer se presento pidiéndole que la acompañe a un pueblo cercano; pues tenía que llevar una medicina aunque esto estaba en la dirección contraria del Norte, Aru acepto acompañarla, cuando llegaron al pueblo la mujer saco de una alforja, ciertas hiervas y pociones; que repartió entre la gente, cuando le trajeron un recién nacido, este tenía calenturas que lo podrían matar, la mujer le pidió a Aru un poco de agua de un puquial cercano, Aru para ayudar al bebe acepto y corriendo salió a buscar ese lugar, de lejos podía ver en lo alto de una colina el Puquial pero cuando ingreso al serpenteante camino, que aparentemente lo conducía, este se hacía pesado en recorrer, por más que las fuertes piernitas de Aru trataban de avanzar; el camino parecía extenderse así lo que a simple vista le parecía próximo le costó casi todo el día llegar, una vez cerca del puquial cuando por fin llego este estaba seco, se dio cuenta entonces que esto era parte de un encanto.

Aru empezó a recordar en qué momento se había descuidado de su misión, se puso de pie con las piernas abiertas y agachándose miro a través de ellas, pudiendo ver en el puquial tres Mukis bailando alegremente.

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Sin más se acerco animándolos a que continúen su danza, los tres Mukis eran de tamaño diferente uno grande y gordo, el otro flaco y mediano y el ultimo Mukycha era enanito y cabezón.

¿Como están, Waykis?, -alegremente los saludo,

Los tres demonios se asustaron al verlo y sujetando cada uno un palo, que usaban como cayado lo amenazaban.

¿Qué quieres de nosotros?, pequeño y maldito Auki.

-Yo nada pero vine por agua y quiero que me la den.

-¿Ordenes? ¿Tú, nos ordenas?

¡Nosotros te comeremos antes! -Y diciendo esto se abalanzaron contra Aru, este sin asustarse el golpeo y a patadas los tiro al piso; primero cayó el gordo, luego el flaco y por último el enanito.

No quiero hacerles daño por favor Waykis, denme un poco de agua.

-El Muki pequeño le pidió al gordo que habrá la Runcha para que salga el agua, pero el gordo se negaba-

Al ver Aru esto sujeto del pie al gordo y lo colgó en el borde del acantilado por donde había venido, el Muki al sentirse caer le suplico que lo deje ofreciéndole dar el agua, luego el Rechoncho golpeó el Puquial y fluyendo agua cristalina, con la que Aru lleno su poronguito.

Agradeciéndoles se retiro rápidamente para llegar hasta el pueblo que nuevamente se veía cerca pero conforme corría este se alejaba cada vez más y más, Aru no detuvo su paso y corría más rápido, completamente cansado y ya casi de noche llego al poblado hallando a todos los pobladores muertos en el suelo.

Busco por todos lados a la mujer pero no la encontró. Aru muy triste se puso a llorar al ver entre los muertos al bebe por el cual se había esforzado tanto. Luego de juntar a todos los pobladores les hecho fuego (según la costumbre de Cunzak de incinerar a sus muertos) durante toda la noche estuvo en esa faena, luego muy cansado se puso a dormir en unos pellejos.

Retorno por el camino por el cual se había desviado, hasta ver a lo lejos el Capac Ñam nuevamente, así anduvo solo por aquellas alturas de extremo frio.

El Espíritu Chiri se hizo presente caminando junto a él diciéndole.

Porque no descansas niño si deseas te llevare a un lugar donde podrás dormir.

-Aru le respondió: ¡Por mi culpa murieron muchos, no puedo descansar hasta llegar a mi destino!

-Al escuchar esto el Espíritu Chiri se volvió un tornado y desapareció.

Luego delante de él, estaba una joven muy bella de cabellos rubios caminando Aru apuro el paso, dándole la espalda la paso, pero la joven le pregunto: ¿Niño por qué no descansas?

Yo conozco un lugar donde podemos hacer una fogata, comer y dormir.

-Aru nuevamente contesto que no podía, continuando su recorrido sin voltear atrás, por ultimo un Kakchi (perro pequeño) cojeando de una patita, estaba tirado en el camino, Aru al verlo le dio pena,

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pero no se detuvo dejándole un poco de charqui para que coma, después de esto continuo su camino.

Así transcurrieron los días viajando alojándose en los Tampus cada vez más distantes entre sí, y así como lo habían dispuesto los señores Jakas, así la gente que habitaba cerca del Camino De Piedra, lo mantenían y refaccionaban después de las lluvias y atendían a cuanto viajero, cruzaba por él, dándole lo necesario para que continúe su trayecto.

Cruzo Aru la extensa tierra de los Huaylas, para luego seguir por las tierras de los Chukos; los Cabanas y los Caxas, luego se interno en las tierras de los Ayabacas y Huancabambas.

Por fin después de mucho caminar y siguiendo las numerosas tropas de Ayarmacas y Awarpacas, de los Mindalá; (indios mercaderes del Norte) llego a las tierras de Yumbo, en donde habitaban los Quitus; El gran señor Quitu Capac lo mando llamar a su presencia al enterarse que un pequeño niño viajaba solo desde las tierras del Sur.

Un grupo de guerreros lo escolto hasta la enorme pampa de piedras finamente talladas, La gente de Surampalli, observaba al pequeño que había llegado solo de tan lejanas tierras, Nobles finamente vestidos y ataviados de plumajes, las mujeres cubiertas de gran pedrería de color verde, esclavos y artesanos se arremolinaban alrededor de la pampa para ver a quien algunos describían como un pequeño dios y otros como a un hechicero enano, después de unos momentos se presento en su litera el señor Quitu Capac, y a través de su borla de perlas lo quedo mirando, hablándole en un dialecto extraño para el pequeño, pero a este Auki que hablaba con los animales no se le hizo problema entender al gran señor del Norte.

-¿Quién eres pequeño viajero? ¿De dónde vienes? ¿Qué es lo que quieres al venir a estas tierras?

Aru sonriente pues el ya estaba acostumbrado a que lo vean como bicho raro en los pueblos a donde solía llegar, le contesto al curioso Curaca:

¡He venido de las lejanas tierras de Cunzak, donde gobiernan los señores de Zapite, la Gran Ciudad de Murallas de Piedra, Vengo a llevar una tropa de Ayarmacas selectas que me están esperando, y mi nombre es Aru!

Al escuchar esto los Chamanes y brujos que se hallaban entre los curiosos se arrojaron al suelo en señal de mal augur, pidiendo al señor Quitu, despida al visitante cuanto antes, pero este que no era supersticioso, dio la orden que atiendan al niño y luego lo lleven a donde se encuentran sentadas las Ayarmacas, que al parecer estaban esperándolo.

Luego de esto Aru fue llevado a los aposentos del gran señor del norte, en donde descanso comió, durmió y muy temprano salió en compañía del llamero oficial a los corrales, donde se hallaban los extraños animales, Aru al verlos se dio cuenta que eran Ayarmacas de gran tamaño, casi el doble que las que él había visto en Cunzak pasar alguna vez, aun así se metió al corral donde todas estaban sentadas, y mirándolo fijamente a los ojos no le hicieron el mayor caso, Aru un poco desconcertado por la indiferencia de aquellos animales, se quedo meditabundo.

El Llamero de Quitu le pregunto ¿Y tu niño, como piensas llevar tan esplendidos animales al sur?

-Aru alzo la mirada y le contesto: Pues simplemente se los pediré, Padres Ayarmacas, me pueden acompañar a las tierras del Sur, halla me dicen que los están esperando.

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-La mayor de todas las Ayarmacas gigantes, un macho de color Negro se puso de pie, y le contesto,

Donde te habías metido muchacho, llevamos mucho tiempo esperándote vallamos pues.

-Y sin más la tropa de Ayarmacas gigantes salió caminando siguiendo a su líder, y como cosa única vista por aquellas gentes, la Mayor de todas Ayarmacas le permitió a Aru sentarse en su lomo a pesar de ser la Ayarmaca líder, y así en ese orden salieron caminando del corral, hasta llegar al inicio del Camino de piedra que hecho de esplendidas lozas de piedra finamente pulida, continuaba entre dos enormes pilares de piedra cilíndrica, Aru se despidió de la gente de Surampalli.

Impresionante tamaño tenían aquellos animales que enorme sorpresa causaban a su paso por las diferentes comarcas y Tampus en donde se detenía Aru para pastarlas y el poder comer algo, las gente de aquellos lares, celebraban el ver aquellos animales que tan solo en los mitos y leyendas se mencionan como el verdadero ganado de los dioses.

Montado en el líder, el lento pero extenso paso de las Ayarmacas, ahorraron el viaje de Aru, para cuando él se había dado cuenta ya había retornado por todo aquel camino que con tanto esfuerzo recorrió a pie, las enormes Ayarmacas, tenían de igual manera casi el doble de pelaje que las normales, y eran de una estirpe mucho más fina pues hasta el hablar entre ellas se regía por una complicada normativa.

Aru las entendía pero se estas se reían al escucharlo querer imitar a las refinadas larguiruchas, en el límite de las tierras de los Xauxas y Wankas, apuraron el paso para no toparse con estos habitantes del valle pues tenían fama de problemáticos, logrando ingresar a la tierra de los Wankavilcas, para luego acompañados de una enorme caravana de Cambiadores de cosas, llegar hasta las tierras de los Huamangas, adoradores del señor Halcón, y en la ciudad del Halcón sagrado. Aru fue recibido entre júbilos y vítores pues nunca se había visto tan singular tropa de animales.

Aru siguió viajando abrigado entre el pelo de estos gigantes, cruzo la tierra de los Chankas y Guallas de Acamama, luego ingreso a las tierras de los Aymas y por ultimo entre los caminos del sur cruzo cerca de los Tiawanakus, para llegar hasta las fronteras del mundo entre Pampus, Chuquiapos y Charcas.

Fue por estas tierras después de mucho andar que se encontró con los pastores conocidos como Ayaumas, con extraños sombreros negros sobre sus cabezas estos, le indicaron a donde iban a llevar a tan esplendido rebaño, pues estos conocían una ruta secreta entre las montañas y por ella es que viajarían para no retornar al mundo de los hombres. No sin antes obsequiarle un traje tejido de lana Negra de estos animales, el cual le cubría todo el cuerpo, este vestido singular crecería con Aru, y era tan duro como fibras de metal, nada lo atravesaría, luego de que Aru aceptara el regalo se despidieron de él.

Aru se abrazo fuerte del líder de las Ayarmacas gigantes y triste vio como se alejaban lentamente por el sendero empedrado entre las enormes montañas del Sur.

Después de la triste despedida, Aru empezó el largo retorno a las tierras de Zapite.

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En estos tiempos eran época de paz y prosperidad, cada pueblo estaba liderado por señores cuyo interés principal era lograr la productividad y desarrollo de los suyos. Casi no había guerras ni luchas entre vecinos antes bien preferían arreglar cualquier diferendo.

CAPITULO CUATRO

LOS DOCE DISCIPULOS

Existió una época en donde habitaban los mas fabulosos seres sobre la tierra, enormes bestias que gobernaban el mundo y hacían cuanto les parecía sobre él, de igual modo surgieron Hombres y Mujeres descendientes de los Hijos del Inti, que vinieron a la Pachamama para equilibrar la existencia de los Hombres y liberarlos del dominio y dolor que les causaban estas bestias, permitiendo de este modo la existencia de la humanidad.

El joven Aru creció de músculos fuertes y aspecto hermoso, a los ojos de las jovencitas de Cunzak, siempre querían estar cerca de él y de cuanta actividad hacia, pero Aru las evitaba pues sabía que tenía mucho que aprender aun de su amauta, como para distraerse con amigas, aunque eso no le quitaba el deseo de competir en el Warachiku, prueba antes de las cosechas donde participaban casi todos los jóvenes para demostrar sus habilidades.

Fue justamente en esta prueba, que conoció a uno de los jóvenes más fuertes de las comarcas, como era Urco de Mara, quien acostumbraba levantar enormes rocas, con solo unos cuantos dedos y a partir troncos con una mano, también al veloz Yanacile de Lahuaytampu, corredor muy veloz e incansable, el arquero Collke de la zona de los yungas, podía acertarle con sus largas flechas hasta a una mariposa en pleno vuelo y otros jóvenes, que se habían hecho conocidos por sus extraordinarias habilidades.

Los otros muchachos contemporáneos de Aru, admiraban al pequeño de Cunzak del cual contaban las más extraordinarias aventuras y a sus espaldas murmuraban de esto o aquello, pues le temían, decían incluso que sus ojos se ponían como dos bolas de fuego cuando se molestaba. Pero eso nadie lo había podido ver, nunca le dirigían la palabra.

Las muchachas le tenían miedo, pues las ancianas decían que con solo hablarles quedarían embarazadas, algunas muchachas se tapaban la boca incluso, o se cubrían la cabeza para que el Auki no las encante decían y se reían.

Cuando alguien tenía que hablarle soplaban por encima de la palma de la mano para no sentir su poder y quedar convertido en sal o en piedra o carbonizado en cenizas.

Las mujeres mayores lo evitaban y le hablaban mirando a un lado nunca lo veían a los ojos eso estaba prohibido. Ellas comentaban haber escuchado de sus abuelas que mirar a un Auki a los ojos de frente era un encanto y solo lo hacían sus futuras concubinas.

Cuando el Inti reinaba al medio día, la sombra de Aru era aun el objeto más temido, nadie podía ser tocado por ella más aun le rogaban que se meta a su casa. Esa sombra causaba la muerte instantánea.

Así creció Aru en el pueblo de Cunzak, amado, temido y muy respetado, hablaba muy poco casi siempre se le oía silbar o tocar algún instrumento común, en especial la antara, que tocaba y anunciaba su caminata. Incluso cuando hacia bulla con su silbido hasta el mismo viento se detenía

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para no interrumpir, Aru aceptaba todo esto pues sabía que desde que nació ocurrían estas cosas extrañas.

El Amauta Uchymac, un anciano que bestia extraños atuendos, tejidos que muy pocos saben cómo confeccionar, bajaba del bosque de Kutaiki para llevarse a varios jóvenes y entrenarlos en las antiguas artes de los señores Aukis, en las alturas de Kutaiki, les instruía sobre la Guerra, La caza, el cultivo, el conocimiento, la magia, la sabiduría, la justicia, etc. y sobre todo el entrenamiento físico, el Amauta era duro y exigente, varios de estos jóvenes sabían que tal vez morirían durante el aprendizaje, muchos fueron los que partieron luego a tratar de realizar las increíbles pruebas que este amauta les encargaba.

Un día el Amauta Uchymac se presento en las afueras de la casa; de la abuela manos laboriosas, la anciana entristecida

-Pues sabía que tal vez no volvería a ver al joven aventurero-

Cuando salió a su encuentro Aru ataviado de sus cosas, la anciana se puso a llorar, cantando una canción muy triste como despedida.

-El Amauta lo llamo con voz gruesa y melódica-

¡Aru hijo del viento, ha llegado la hora de que enfrentes tu destino!

Diciendo esto el joven salió sonriendo como siempre y se unió al grupo de jóvenes que ya venían siguiendo al amauta.

La gente de Cunzak, cuando vieron al grupo del Amauta completo, soltaron gritos de alegría y empezaron a cantar unos coros felicitándose, porque aun tendrán a quienes aprendan las antiguas artes, aunque solo eran los hijos del pueblo, los jóvenes de las casas más poderosas y ricas de Zapite, no iban a seguir estos entrenamientos, pues el Amauta los rechazaba diciéndoles que solo estaba destinado a los hombres de buen corazón del pueblo.

Los ancianos marchaban luego acompañando al grupo de reclutas y con quenas, zampoñas y antaras, hacían vivas por los jóvenes que volverían convertidos en guerreros.

Esos días, los pájaros se guardaban en sus nidos, el viento dejaba de soplar e incluso el mismo Rio de Cunzak detenía su caudal.

Luego de mucho andar, por fin llegaron a las afueras del bosque de Kutaiki, lugar donde entrenarían y vivirían privaciones bajo la tutela del Amauta Uchymac. El cual había seleccionado a doce de los jóvenes más fuertes y hábiles de Zapite, De la misma ciudad de Zapite venían Manco, Rimaco y Taukiña; de los pantanos de Soka: Saruma y Omaro, de Mara: Urco, Imacha y Sorata; Aru de Cunzak, Yanacile, Chekallo, y Turpo de Tantapampa.

Todos los jóvenes acostumbrados a las duras faenas del campo, se alojaban en las callancas; sendas cuevas de piedra y ricamente decoradas, con hornacinas trapezoidales, externamente, luego de acomodarse elaboraban con los troncos del frondoso bosque sus puertas, muebles y todo cuanto vayan a necesitar durante su permanencia en dicho lugar.

Las enseñanzas que el Uchymac impartía, lo hacía en una pampa, a la cual se llegaba luego de horas de camino por un sendero que atravesaba en subida el bosque.

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El primer día salieron muy temprano a correr por intrincados senderos, los primeros en llegar comían y bebían dejando muy poco para los últimos, esto hacia que se exigían cada vez más, superándose unos a otros, la selección buscaba al más fuerte, hasta que Aru los reunió una noche en secreto y decreto la ley de los Waykis; indicando que deberían dejar siempre un poco de alimentos para los últimos siempre y sin excepción, así padecieron menos los menos hábiles.

Un día el más fuerte de todos (a excepción de Aru) le reclamo por que debían obedecerle: Aru nuevamente les Hablo: Todos aquí son hábiles cada uno en una habilidad especial, mas adelante vendrán pruebas en las cuales tengamos que necesitar de nuestros compañeros y de sus habilidades, además yo soy de todos ustedes el único que ha matado un Amaru y mostrando su cólera se encendieron sus ojos de un color rojo fuego.

Diciendo esto los otros jóvenes se inclinaron ante Aru en señal de respeto y obediencia. No volviendo a discutir ninguna de sus órdenes. Así luego de un tiempo todo el grupo corría parejo, llegaba parejo y todos superaban las diferentes y difíciles pruebas que imponía el desconcertado Amauta.

Un día Uchymac los guio a una profunda y oscura cueva, dentro de la cual había una escalera de un perfecto y pulido empedrado, luego dos enormes cabezas clavas eran celosos guardianes de dos enormes pilares, que marcaban el portal, al cruzarlos, la roca dejaba mostrar figuras finamente talladas en ella, además de pinturas de color rojo y negro, de extraños signos y dibujos que mostraban en secuencia la historia del mundo, según la habían concebido los antiguos Jakas y habían dejado estos dibujos para dar fe de los mismos a través del tiempo.

El Amauta lentamente fue mostrando cada una de aquellos dibujos y narraba el significado de los mismos, en resumen esto fue lo que les conto en aquellas profundidades a la luz de las antorchas a los jóvenes guerreros de Zapite:

“Al principio El Señor Ticci creador y forjador de los tres mundos existió en perfecta Soledad, rodeado de numerosos Dioses que lo veneraban por su perfección y gran poder, pero El Señor Ticci por su esencia, no siempre debía estar al pendiente de estos así que un día se fue muy lejos, ante la ausencia del supremo señor; los Dioses hablaron entre sí.

-El dios del viento se dijo para sí mismo:

¿Quién puede decir que soy igual o mejor que Ticci?

-ese soy yo- unos dioses lo aprobaban y otros decían que no.

-Luego el dios del fuego dijo para sí;

¿Acaso habrá alguien que supere mi poder? y otros pocos dijeron que si y otros dijeron que no.

El Dios de la Fuerza se dijo para sí:

¡Nadie es más duradero que Yo, siendo el más poderoso subiré al cielo para ocupar el lugar de Ticci que nos ha abandonado!

-La Diosa del agua dijo al resto:

Ticci ha de volver y mejor cada quien siga haciendo lo suyo.

Después de esto los dioses se dispersaron y de forma oculta con sus grandes poderes elaboraron

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sendas herramientas y a manera de armas las empuñaron.

Cuando la Diosa del agua se había dormido, los demás dioses se citaron en el límite del Cielo y la Pachamama, para demostrar su poder, cada uno empuño sus armas haciendo gala de su poder y su uso.

Ya de regreso El Señor Ticci se molesto muchísimo por la soberbia que demostraban los dioses y de un soplo los disperso obligándolos a arrojar sus armas a un abismo, que hiso Ticci partiendo los Tres Mundos con su Chimpa dorada, luego envió a la tierra una Chakitaclla Dorada, pero algunos de estos objetos Divinos, en su caída fueron atrapados por una gigantesca telaraña, que había sido confeccionada por un ser llamado Jamporuna y que cubría el límite entre el cielo y la Pachamama, envueltas en esta telaraña fueron escondidas en las penumbras del inframundo.

Fue así que el dios Viento perdió una Waraka, tan poderosa que formaba los huracanes y destruía todo a su paso, el dios de la Fuerza perdió una Caracola con la cual, le animaba a los Pururaucas, Hombres y Mujeres de piedra que tenía como ejercito, el dios del Fuego perdió un cofre, dentro del cual había una figura que daba una luz y resplandor tan potente como el mismo Sol.

Los Dioses del Trueno y Del Rayo que eran hermanos, perdieron sus Mazas; Y así otros objetos divinos fueron capturados en su caída, por la telaraña de la Jamporuna.

Luego de esto, un grupo de dioses llamados Chixnix, reunidos en el Inframundo juraron destronar al Señor Ticci, y en secreto crearon ejércitos con este fin, uno de ellos fue el ejército de los Apumarus, gigantes de roca, dispuestos a subir al Cielo a luchar contra Ticci.

El ejercito de los Sachaukas, gigantes como arboles también creados por el Supayec (Dios de la Oscuridad), para la rebelión contra el señor de los Tres Mundos.

El ejército de los Apus, creado por el dios de la Muerte, este dios apoyaba al Señor Ticci.

El Sol envió un ejército envueltos en huevos de fuego, que en su interior llevaba a los que llamaba Aukis y Aukimas.

La Quilla dejo salir de su interior Mujeres Demonio, que con encantos y hechizos obligaban a los Dioses a combatir contra su creador. Cuando estas se aparearon con los Dioses surgieron los Mukis, de aspecto horrendo y gran ferocidad.

Fue así que la confrontación abarco a los Seres de los Tres Mundos.

Enormes y serpenteantes Amarus surgieron del inframundo, Enviados por el Dios Punchao para detener a los Apumarus Rebeldes, gigantescas serpientes de cuerpos indestructibles, enormes y venenosas mandíbulas que trituraban a quien se les enfrente, las mayores y más poderosas, poseedoras de alas, dos cabezas y enormes garras.

Los Aukis y las Aukimas envueltos en bolas de fuego, cayeron desde el cielo, algunos en las frías aguas de las Grandes Lagunas, y otros entre la densa vegetación de los antiguos bosques; otros tantos entre las gigantescas olas de los mares y por ultimo entre los lodazales de los oscuros pantanos, una vez que estos Aukis y Aukimas despertaron, surgieron cubiertos de doradas armaduras y en fraguas hechas de tierra, derritieron las rocas y confeccionaron poderosas armas, luego ante el llamado de las caracolas, que soplaban los Curacas de estos; se reunieron y formaron una enorme línea, juntos marcharon al límite del Hananpacha y la Kaypacha.

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Cuando llego el momento de confrontar a los rebeldes, estos Aukis Hijos del Inti, lucharon bajo las banderas multicolores del señor Ticci, en contra de los gigantescos Apumarus, luego de titánica batalla, algunos Apumarus fueron capturados por las enormes serpientes de Punchao, y encadenándolos en las cumbres más inaccesibles, haciéndolos prisioneros con ayuda del Dios Chiri (Dios del Hielo) en los eternos nevados.

El Señor Ticci empuñando su Hacha Dorada, dirigió a los suyos hacia el límite de los Mundos, con esta Chimpa partía a cuanto ser colosal se le enfrentaba, después de mucho batallar El Señor Ticci, y en una última lucha fue rodeado por los Apumarus y atacado por todas partes pero, fue auxiliado por el Guerrero Chaska y los Aukis, cayendo herido; a pesar de esto Chaska, los gigantes llamados Jircas y el Dios Punchao se impusieron a los rebeldes, desterrando a los atacantes; algunos al inframundo y sellando su entrada con poderosos candados y ataduras; a otros los petrificaron, y a otros los arrojaron a los profundos abismos marinos, por ultimo otros tantos quedaron prisioneros en los Eternos Hielos de las Jircas.

Los Campos de Iwisa quedaron cubiertos de los restos de todos los seres que la diosa de la Muerte había tomado su vida. Terminada la batalla, Los Pururauca se introdujeron en lo profundo de los suelos y en línea descansan; para despertar ante el llamado del Caracol Dorado.

Los Sachaukas cuando llegaron a la Pachamama, se negaron a pelear y partieron a un lugar recóndito donde se internaron para jamás volver a salir, los Apumarus que no fueron destruidos escaparon en lo profundo de las montañas cavando profundas cuevas en donde se escondieron de la Luz del mundo.

Luego de estos acontecimientos Ticci Wiracocha herido y sangrante, se subió a un ave gigante de fuego, que lo llevó al cielo, a descansar y curarse hasta nuestros días.

“Todo esto fue cuanto sucedió y por eso es que el mundo está ahora. Lleno de seres que quieren imponer su voluntad, Los Aukis y Aukimas poblaron la tierra con su descendencia, pero las Aukimas abandonaron a los suyos por engaño de la Luna que como un Supay, trajo consigo una Tiara de Plata, buscaba a la más bella entre todas las Damas Aukimas, dándole vanidad en exceso, con esto los Aukis varones fueron abandonados y luego de mucho tiempo se desvanecieron, las Aukimas hicieron igual en el fondo de las Lagunas que usaban como trampas pues se habían corrompido”…

- Los jóvenes aprendices de Cunzak, sorprendidos a la luz de las antorchas, continuaban admirando los tallados y pinturas en las pulidas paredes, mientras el Amauta seguía narrando los asuntos de los Dioses -

…“Pero al final de la Batalla, Ticci Wiracocha fue herido y de su interior salió sangre, esta sangre cayó del cielo en un lugar llamado, Taricancha, ahí la sangre se mezclo con el agua y la tierra, y cobro vida formando hombres y mujeres, se llamaron Jakas, y se repartieron por la tierra sin límites, la habitaron y buscaron sus alimentos y encontraron pocos y padecieron, lloraron mucho, fueron muertos durante la noche por las bestias salvajes, pues le tenían mucho miedo y se escondían, Ticci conmovido por estas torpes criaturas envió al dios de la vida Punchao, para que los ayude y este los rodeo de arboles y animales de los cuales podían comer, sus frutos y criar a los otros en corrales, por esto los primeros hombres veneraron mucho a este dios.

Los Aukis después de la Guerra buscaron tener descendencia con las Aukimas, que ya seducidas por la Luna y el Saccra señor del inframundo, llevo a la destrucción de los Aukis, pues estos encantados por la belleza de las Aukimas caían en las profundidades de las lagunas y en donde

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antes de morir dejaron sus esencias, que mezclándose con el fango le dieron vida a otros hombres, estos llamaron Pacarinas a esas lagunas en donde nacieron y ganando las orillas se liberaron de sus ataduras, caminaron buscando refugio en cuevas, de estos hombres surgieron los Waros, Yaros, Chankas, Wankas, Wallas, y Aymas.

Otros hombres llamados Antis surgieron de los frutos de un árbol que creció cuando la diosa Quiñua cayó del cielo y choco contra la Pachamama, de ahí surgió un enorme y frondoso árbol, otros hombres surgieron de las profundidades del mar estos eran los Hijos del Dios Kon, y de estos surgieron los Contis y sus hijos los Yungas.”

“En la enorme laguna Wakuna (Titicaca), cayeron varios de los Aukis y Aukimas, estos habitaron en una enorme isla, que con su poder salió a flote de las profundidades y en esta edificaron una enorme ciudad, los Waurus fueron sus descendientes y Waunaku era la ciudad de estos”

LAS ÚLTIMAS PRUEBAS DEL AMAUTA UCHYMAC

Así pasaban los días para los jóvenes aprendices, algunos de tan solo Quince años, pero ya eran guerreros de Cunzak, aunque la mayoría eran convocados a la Gran Ciudad de Zapite, en la cuota de guerreros que todas los ayllus estaban obligadas a contribuir.

Cuando llego la época de Neblinas, el Amauta convoco a todos los jóvenes y entre antorchas, se presento para encomendar la última prueba que tendrían que realizar; mencionando el hecho que muchos irán a buscar pero pocos regresaran triunfantes.

-Serán cuatro los objetos que tendrían que traer como prueba de su hombría-

¡Para cada misión irán tres jóvenes, ustedes escogerán a sus acompañantes mañana partirán! Y diciendo esto se retiraron a sus Callancas.

Durante la noche los jóvenes debatieron entre sí pero no se ponían de acuerdo sobre quien iría con quien, fue así que Aru nuevamente tomo el mando: Mañana saldrán temprano a correr y conforme lleguen así serán los tríos.

Así lo hicieron los más rápidos Yanacile, Chekallo y Turpo serian enviados a conseguir las Plumas del Ave conocida como Ucamayu, Manco, Rimaco y Taukiña, irían por el Kero de los inmortales, Imacha, Sorata y Urco irían por la Vila Yaupi (sangre sagrada), Yanacile, Chekallo y Turpo deberían traer el Corazón del Apu Misti y por último los tres entre ellos Aru, Saruma y Omaro por una de las Espinas del Amaru Wasallima.

Diciendo esto los jóvenes salieron corriendo cada trió llevaba la Unancha de Zapite, que consistía en un estandarte bordado con hilos de Oro, con el símbolo de los Aukis entrelazado en una Pucara (fortaleza) de piedra.

Describir las penurias del viaje de los cuatro tríos sería muy extenso y caer en detalles secundarios pero en resumen esto fue lo que sucedió:

La Triada encargada de conseguir la Sangre Sagrada fue a consultarle a un oráculo de Mara este los envió a lo alto del cerro Condorcoto ahí había un nido de cóndor y dentro del cinco huevos cuatro buenos y uno parece estar podrido dentro del huevo en realidad está desde tiempos inmemoriales una gota de la sangre de Ticci que herido fue llevado por un ave de fuego al cielo,

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esta gota de sangre es lo más sagrado que pueda existir sobre las tierras de Zapite por eso lo custodian dos guardianes venidos del inframundo y que buscan esa gota pero no saben donde esta, luego de escuchar esto los jóvenes salieron corriendo a Condorcoto.

Cuando llegaron hallaron un camino que los conducía a lo más alto del cerro, el cual empezaron a seguir, pero a mitad de camino se les presento un Hugi y mordiendo en la pierna a Imacha, lo mato; Sorata trato de aplastarlo con una porra pero el Hugi escapo, luego casi al llegar a la cumbre salió del suelo un Allqo (Perro) de dos cabezas que se abalanzo a Sorata cayendo al abismo los dos, Urco trepando la cima llego hasta donde estaban los cinco huevos tomando el de color Negro y de mayor tamaño, pero cuando empezaba a descender fue tomado de la espalda por un ave gigantesca y entre sus garras fue llevado muy lejos.

La triada de los hijos de la Ciudad de Zapite, empezó a buscar a los inmortales entre las murallas de la cueva de Kutaiki donde estaba toda la historia tallada, encontrando con mucho trabajo que el Kero se hallaba en la Cumbre de la escalera al cielo, esto cerca de la laguna de Mullococha y presurosos ahí se dirigieron, luego de andar por varios días llegaron a las orillas de la laguna y siguiendo un empinado sendero una Paraca enorme apareció arrojando al abismo a Taukiña, pero este antes de caer logro herir al ser alado que se estrello contra las rocas, pero al empezar a subir las escaleras sagradas las figuras de piedra que estaban a los lados del camino empezaron a atacar a Manco y Rimaco, ambos se enfrentaron destruyendo a varias y logrando entrar en cueva de los inmortales hallando el Kero en una cavidad dentro de la cueva, al salir y cuando estaban retornando del fondo de la laguna un Amaru de una delgadez y largo colosal atrapo de la cintura a Rimaco el cual arrojo el Kero a Manco y sujetándose del Amaru se perdió entre las aguas de la laguna de Mullococha.

La triada que fue en búsqueda del Corazón del Apu Misti llego hasta la gigantesca que conduce al interior de la montaña donde se encuentra y luego de convencer a los sacerdotes de aquel adoratorio les permitieron entrar por una escalera tallada entre las rocas luego entre el fuego y el ataque de un enorme Muki lograron sacar de las profundidades un Cántaro con lava ardiente el cual era venerado como el Corazón de aquella montaña. Pero el Muki sujeto del pie a Chekallo el cual cayó a las profundidades del cráter casi al salir.

El Amaru Wasallima por el poder de los Sagjras, se había convertido en una doncella muy bella aunque no podía ocultar sus enormes espinas las cuales formaban parte de su enorme y larga cabellera, este Amaru tenía una Callanca cerca de la ciudad de Yambilla y ahí recibía a los viajeros para acostarse con ellos y al día siguiente los devoraba, El Amaru fue avisado por un Supay para que tenga cuidado con los tres viajeros que venían a quitarle las espina pero para hacerlo tenían que matarla. Así que los tres jóvenes llegaron hasta la Callanca e ingresaron a descansar y ante la señal de Aru empezaron a pelear contra la mujer que sacando sus garras y espinas mato a Omaro y Saruma, no pudiendo hacer lo mismo con el guerrero que sacando una Waraka le arranco la cabeza con la misma al hacerla girar, luego le arranco una de las enormes espinas que llevaba oculta en su cabellera, aunque con mucho cuidado pues los otros muchachos se habían petrificado al ser hincados por ellas.

Luego los sobrevivientes retornaron a Zapite pero encontraron a la ciudad asediada por un ejército compuesto por Mukis, Amarus y otros seres surgidos del inframundo, dispuestos a acabar con todo su pueblo.

El Amauta Uchymac dirigía la defensa, y había preparado un altar en la Muralla más alta de la ciudad ahí llego Urco volando por los aires, se descolgó estando cerca le entrego al amauta lo

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pedido, luego llegaron Turpo y Yanacile con el corazón del Apu Misti el cual depositaron en el kero de los inmortales que traía Manco, por último la espina que traía Aru y se la dio al Amauta.

Con todos estos objetos el Amauta completo una esfera incandescente, que soltó dentro de las aguas de la inundación que los hombres de Zapite habían causado al abrir las compuertas de cultivo, quedando todo el ejercito atacante convertido en cenizas, ante tan poderosos objetos al mismo tiempo estos se desintegraron.

Después de esto los jóvenes aprendices recibieron el símbolo de la masculinidad entre el clamor del pueblo de Zapite.

CAPITULO CINCO

ARU Y EL BACULO HABLADOR

Existió una época en donde habitaban los mas fabulosos seres sobre la tierra, enormes bestias que gobernaban el mundo y hacían cuanto les parecía sobre él, de igual modo surgieron Hombres y Mujeres descendientes de los Hijos del Sol, que vinieron a la Pachamama para equilibrar la existencia de los Hombres y liberarlos del dominio y dolor que les causaban estas bestias, permitiendo de este modo la existencia de la humanidad.

Aru habitaba en la aldea de Cunzak en las tierras altas de Zapite, cerca de Mariatana y entre Ríos, este poblado estaba dentro de los dominios de los Waros; al este frontera con los Chankas, al sur con los Yauyos, y al norte con los Huaylas y Cañaris, al oeste habitaban los Yungas, adoradores del Apu Pachacamac.

En las épocas de intensa lluvia, un enorme Amaru llamado Caullima descendía desde las profundas cuevas de Tantamarca, desembalsaba las lagunas y descendía hasta las costas, por el cauce del Rio Rimac, causando gran desgracia entre los poblados, campos de cultivo y viajeros que se hallaban en las riberas.

El Amaru destruía todo cuanto hallaba a su paso, devorando a sus habitantes y ganados; esto ocurría en épocas de gran lluvia, cuando el agua lo inundaba todo y enormes rocas caían por efecto de la serpenteante bestia. Una vez en el mar el Amaru devoraba grandes peces y retornaba por el Rio hasta las cuevas que le servían de nido, donde se enrollaba en lo profundo y dormía hasta la próxima temporada.

Solo veían al Amaru algunos cazadores que se aventuraban a subir a las alturas e ingresar en los forados, desde el poblado de Quinte, contaban los abuelos que en el interior de esas cuevas se hallaban grandes pagos, en montículos de objetos de Oro y Plata, ofrendas hechas desde tiempos antiguos para calmar la furia del Amaru.

En una oportunidad Aru había viajado acompañando a los cambiadores de cosas de Cunzak a visitar los poblados ribereños y conseguir los alimentos que no podían cosechar en las partes altas, Además viajaban con ellos gran cantidad de Ayarmacas con carga y lanudas Awarpacas, el viaje era tranquilo y ya habían conseguido gran cantidad de productos, mientras se hallaban pastando en los establos de Puruchuco, ciudad de paredes de barro donde además las Awarpacas serian

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trasquilados de su fina lana, que llevaban para el intercambio, se desato una gran lluvia y con ella luego de sentir la tierra temblar, el agua del rio se desbordo.

Todo se inundo, los Cambiadores tratando de salvar sus cargas, arreaban a las Ayarmacas cerca de la Ribera del Rio para poder llevarlos a las partes altas, pero de forma intempestiva apareció un serpenteante lomo de espinas y escamas negras como la noche que aprovechando la corriente del rio nadaba en forma veloz. Aru y los hombres de Cunzak trataron de salvar a sus animales del agua pero el Amaru Caullima emergió de entre las aguas sacando su enorme hocico y devorándolos rápidamente; luego se abalanzo sobre la gente de Cunzak, que junto con el ganado también fueron tragados por el Amaru, Aru levanto una enorme roca sobre sus hombros y al intentar arrojársela a la bestia, recibió un latigazo de la punta de la cola, cayendo de bruces y perdiéndose entre las turbias aguas del desbordado Rio Rimac.

Cuando salió a flote y nadando hasta las riberas, totalmente cubierto de barro logro erguirse y pudo ver que casi todos habían sido devorados; en ese momento se lleno de una gran cólera y tuvo tanta furia, que le salió un poco de sangre de la nariz, tomo lo poco que quedaba de sus cosas y partió rumbo al bosque de los Aukas.

En el antiguo bosque de los Aukas habitan añejos arboles, unos según cuentan los abuelos, están desde el primer día de la creación del mundo y son tan viejos que su corteza se cae como escamas, ahí se encuentra el mayor de todos llamado Capac Queñua,

Siguiendo el antiguo Capac Ñam y luego por senderos secretos, le tomo un par de días de viaje, sin descanso; camino de día y de noche, lo impulsaba una gran cólera por lo que le había pasado a sus amigos, cuando por fin llego al sendero que se habría entre enormes arbustos espinosos se dio cuenta que había llegado y por fin se hecho y descanso en un paraje cubierto de pastos, que le servían de cama, desde ahí se podía escuchar el discurrir de las cristalinas aguas de un manantial, fue en ese momento que tuvo un sueño, en el cual se le presento un Auki, de cabellos rubios, armado de flechas y lanzas, el cual lo llamo con su mano y en una cavidad circular de una roca, derramo agua de un cuerno de larga punta; en cuyo reflejo se presento la imagen de una mujer muy bella, que llevaba una Chimpa entre sus manos, luego vio al Amaru Caullima, pero este lo devoraba de un bocado, luego el Auki se desvaneció, para ese momento al joven Aru le caía agua en el rostro; con lo que se despertó.

Aru Se quedo admirado, al ver que eran dos hombrecillos verdes quienes juguetonamente le echaban agua del manantial cercano, Aru estirando los brazos rápidamente, los capturo tomándolos del cuello a uno y de la pierna al otro, estos riéndose le pidieron que los suelte, pero Aru sabia de la existencia de estos habitantes de los bosques y de cómo tratarlos, juguetones y conocedores de todo lo que ocurre, llamados por el Amauta Uchymac, Chukillankis.

¡Déjanos ir noble señor Auki por favor! Le pidió el que tenía el rostro más añejo y arrugado.

¡Piedad señor Auki! ¡Mira que nada, hemos hecho para que nos tengas cólera! Le rogó el otro de aspecto más juvenil.

Aru les respondió: ¡Ni una; ni la otra, se de ustedes pues mi Amauta me conto quienes son, ahora les daré una paliza si no me devuelven lo que se estaban llevando!

Diciendo esto empezó a sacudirlos y de entre las ropas verdes de uno cayo el bolso mágico ¡Aja, ya ven peor para ustedes ahora los voy a devorar!

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Temblando los hombrecillos pensaron que era su fin aumentando las suplicas para su perdón.

Aru luego insistió: ¡Ahora son mis sirvientes y me obedecerán!

¡Si mi señor Auki, lo haremos! En actitud suplicante ambos le rogaron, con lo que los dejo caer al piso, levantándose rápidamente y agachando la cabeza en señal de obediencia.

¡Bien parece que nos entendemos, Ahora llévenme con Capac Queñua! Les ordeno Aru.

¡Sea tu orden Auki, por aquí! y empezaron a caminar por entre los intrincados arboles internándose en la zona más oscura y profunda del bosque.

Viajaron sorteando las enormes raíces y espinas de los añejos arboles así como subidas y bajadas de los complejos senderos del bosque de los Sachaukas, hasta que sonrientes se pararon encima de un tronco aparentemente seco y saltando le señalaban a Aru su hallazgo.

Aru sonrió al ver que se trataba de su viejo amigo.

Luego de saludarlo, le pidió que se muestre: El tronco empezó a cambiar de aspecto, sus ramas muertas se llenaron en pocos momentos de hojas verdes y brotaron gran cantidad de ramas y follaje, las raíces en el suelo se hincharon hasta salir del ras del mismo, y a mitad de altura dos grandes ojos verdes se abrieron para reconocer a quien lo estaba llamando.

¡Aja, Aru, el hijo del viento! ¿Que deseas jovenzuelo en que lio te has metido ahora? Sonriendo le pregunto al joven, el remozado árbol.

Al escuchar esto los dos Chukillankis temerosos se escondieron detrás del Joven guerrero.

Aru le narro todo cuanto había pasado y de su encuentro con el Amaru Caullima, dejando sorprendido al viejo árbol y temblando a los seres verdosos que tenía por sirvientes.

Luego de tomar un tiempo para meditar el Árbol sentencio: ¡Solo una cosa puede detener al Amaru Caullima si es lo que quieres, la Chimpa de Ticci, Solo con esa arma el Señor Dios pudo combatir a los Apumarus destructores del mundo! ¡Toma una de mis ramas y fabrica con ella una vara que te servirá de compañía y consejera, Nada más puedo hacer por ti amigo! Diciendo esto volvió a su forma de tronco seco.

Los Chukillankis juguetones se divertían saltando entre sus ramas secas hasta que una de ellas se desprendió tan grande como el tamaño de un hombre, Aru saco de su bolsa una piedra en extremo filosa y procedió a tallar la rama dándole el aspecto de un rostro en uno de sus extremos y una empuñadura. Luego de eso empezó su viaje de retorno, por el antiguo Capac Ñam, cuando por fin salió de la maraña de arboles del bosque de los Sachaukas, tomo un descanso arrojando al piso la vara, la cual cayó de rostro Soltando un quejido:

¡He! ¡Cuidado con lo que haces joven guerrero sino te daré una paliza!

Volvió a tomar con sus manos el báculo, pero seguía estando petrificado sin mostrar señales de vida.

¿Qué extraño pensé que habías hablado?

¡Bueno si hable, pero Solo para advertirte de cómo me debes tratar muchacho; soy de la más fina madera que hay en el mundo! Diciendo esto cobro vida el rostro del Báculo, causando alegría en el

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rostro de Aru y la curiosidad de los enanos verdes que de inmediato empezaron a manosearlo.

¡Aleja de mi estos Sapos, que nada quiero con ellos! Le pidió el palo hablador.

¡Ya quietos! Les ordeno Aru a sus pequeños acompañantes.

¡Bueno! expreso Aru ¡ahora que somos cuatro! ¿A dónde tendremos que ir?

Y diciendo esto Ingreso a los adoquines de piedra del Antiguo Camino, contemplando el Sur, al fondo la cordillera y las tierras de los Yauyos.

¡Señor la doncella que vistes en tus sueños, descansa en la Laguna de Warmicocha! ¡Pero las Aukimas que hay en sus aguas, no son de fiar, te encantan para qué vivas con ellas en el fondo de sus charcos; hasta que sienten hambre y te devoran, mejor no vallamos! Le advirtió el madero.

A pesar de escuchar esto del báculo, Aru despreocupado siguió caminando empezando el viaje hacia esa laguna.

Viajando por el camino, los Chukillankis vieron a lo lejos algo que se movía y venia hacia ellos se escondieron de inmediato en el suelo, convirtiéndose en Ichus, cuando ya estuvo cerca, vieron que se trataba de un enorme Zorrillo; que le pregunto a Aru:

¿A dónde viajas Auki?

¡Quiero ir a la Laguna de Warmicocha! Expreso el joven.

¡Claro en estos tiempos todos quieren ir allá pero muy pocos regresan! ¡Sigue por este camino, que ya estás muy cerca!

Diciendo esto el Zorrillo se alejo.

Volvieron a caminar junto al joven los dos enanos, hasta que nuevamente vieron en el suelo una enorme sombra de una ave que los sobrevolaba, rápido se volvieron dos tunas quedándose quietos.

Aru al mirar el cielo, vio un enorme cóndor que planeando sobre su cabeza le pregunto a donde iba. Obteniendo la misma respuesta del joven.

El ave le dijo: ¡sigue caminando hasta toparte con una gran roca que obstaculiza el camino!

Diciendo esto el ave se alejo volando.

Por último un Picaflor gigante se le presento zumbando fuerte y deteniéndose en el aire le pregunto: ¿A dónde vas Joven Auki?

Dándole la misma respuesta que a los anteriores, Aru siguió caminando. Sigue por ahí, señalando una gran piedra que obstaculizaba el camino y llegaras a la Laguna.

-Le indico la colorida ave. Diciendo esto, el ave se alejó zumbando y aleteando rápidamente.

Luego de unas horas más de caminata, cuando se toparon con que el camino, estaba obstaculizado por una enorme roca.

¿Y a quien se le ocurrió dejar este peñón en el camino? Se pregunto Aru, y acto seguido le dio una

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patada.

Un gran quejido se escucho en las alturas con un eco impresionante.

La roca se empezó a mover y preguntando:

¿Por qué me golpeas? Se levanto del todo.

El Báculo que venía distraído, abrió los ojos de susto y empezó a dar brincos sobre su único pie gritando: ¡Corramos, sálvense que se cae la montaña!

-Decía tembloroso el bastón de madera.

Los Chukillankis de inmediato tomaron la forma de dos champas verdes y se enterraron en el suelo. Aru empezó a retroceder pero tuvo que detenerse, pues un enorme brazo de piedra se lo impidió. Luego al girar la cabeza pudo ver un enorme gigante de roca parado en el camino y con las manos en la cintura lo miraba con curiosidad.

¡Soy Yo Padre, el que por equivocación te pateo, pues no sabía que eras tú, el que descansaba en este lugar!

-Respondió en forma sumisa el viajero.

¡Gran señor de Roca te pido aceptes esta ofrenda!

-Y diciendo esto saco rápidamente de su bolsita un poco de Mullo y Ticti, pero luego de dárselos, volvió a sacar una caracola blanca.

El gigante se agacho para tomar las ofrendas, las primeras se las comió rápidamente y al tomar la caracola.

Aru le grito: ¡Padre Pururauca, esa caracola es especial, si te la pones al oído, escucharas el sonido del lejano Mar y a las aves que lo habitan!

El gigante aun masticando lo que Aru le dio, se puso la caracola en su enorme hueco que tenia por oído, y escuchando un hermoso canto acompañado de las olas del mar y los chillidos de infinitas aves marinas. Todo esto lo alegro mucho y soplando por encima de su palma le agradeció a Aru.

El báculo le decía a Aru que estos Apus antiguos se alegran con cualquier cosa.

Aru lo miro reprendiéndolo pero feliz por la alegría del Apu.

¿Y qué haces por estas alturas pequeño Auki? -le pregunto el Gigante-

¡Señor no se tu nombre! ¿Cómo puedo, hablarte? -Le respondió Aru.

¡Soy el Apu Llongote, guardián de estas alturas donde descansan las Aukimas!

Justamente por una de ellas es que te vengo a preguntar, tiene entre sus manos una Chimpa de Oro que necesito para derrotar a un ser maligno.

¡Si es lo que quieres, te llevaré! ¡Pero si caes encantado, nada podre hacer para liberarte!

-le advirtió el gigante.

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¡Gracias Padre tendré que correr el riesgo!

-Y diciendo esto se pusieron en camino rumbo a la laguna Warmicocha.

Los Chukillankis se convirtieron en dos Tunas, y saltando se metieron en la alforja del joven, luego el Gigante lo tomo entre sus manos y caminando rápidamente llegaron a las orillas de la enorme laguna color turquesa.

El Pururauca emitió un grito abriendo los brazos y dejando en la orilla a los viajeros, un enorme remolino se formo entre las aguas de la laguna y del centro emergió lentamente la figura de una bella doncella de cabellos rubios llevando entre sus manos una enorme y dorada Chimpa, Aru quedo hechizado ante semejante belleza, dejando de lado su misión empezó a ingresar al interior de la laguna.

La Aukima Mirándolo fijamente a los ojos y sin decir palabra alguna, llamaba con sus manos al joven, para que ingrese al lado suyo en lo más profundo de la laguna.

El báculo empezó a gritar para hacer reaccionar a Aru, pero de nada servía pues ya tenía más de medio cuerpo en el agua.

La Aukima cuando estuvo cerca de Aru, le pregunto al oído, si él quería acompañarla para siempre en su hogar sumergido, a lo que el joven le hubiera prometido cualquier cosa extasiado por la belleza de la doncella, hasta que de pronto sintió un terrible dolor en su pantorrilla, cosa que lo distrajo y metiendo sus manos para aliviar el dolor saco del agua la cabeza del Báculo, que desesperado lo había mordido, gracias a lo que reacciono y sin volver a mirarla a los ojos; tomo de la bolsa mágica y saco una tiara de plata que relucía el reflejo del Sol, inmediatamente se lo ofreció a la doncella, la que se quedo sorprendida y curiosa por tomar ese objeto con una de sus manos, pero no se le cedió Aru pues seguía sujetándola fuerte; La joven Aukima para poder quitárselo trato de tomarlo con sus dos manos haciendo de lado la Chimpa cosa que aprovecho Aru para sujetar el arma.

La Aukima Soltando la Chimpa, levanto la tiara y se alejo dando una carcajada cuyo eco retumbo el lugar, en su rostro se veía una sonrisa, como si ya conociera esa joya y flotando sobre las aguas, empezó a dar vueltas levantando con sus dos manos la joya, se hundió lentamente Soltando un enorme destello y su reflejo salió de las aguas iluminando todo, cuando de seguro se había colocado la Tiara en la cabeza, un reflejo de sí misma se proyecto en el interior de la laguna dando la impresión que en el fondo estaba llena de Rubias doncellas.

Tomando la Chimpa Aru retrocedió saliendo de la orilla de la laguna y al voltear a ver al gigante Llongote, Solo encontró un cumulo enorme de rocas, Se puso el hacha al hombro, saco las tunas de su bolsillo y las arrojo al piso transformándose nuevamente en los verdosos enanos, tomo el báculo para apoyarse pues la mordida lo había dejado cojeando, empezando lentamente el camino de regreso.

Durante el lento retorno por el Antiguo camino de piedra, Aru se detuvo para descansar cerca de un manantial, mientras que juguetonas libélulas se le acercaban para verlo más de cerca, uno de los Chukillankis se le acerco llevando entre sus manos unas movedizas hojas de llantén, que al acercársele a la pantorrilla inflamada de Aru estas se sujetaron fuerte a la zona lesionada, aliviándolo del dolor, luego de lo cual se sujeto el escarpín y continuaron mas aliviados su viaje de retorno a la tierras de Puruchuco, no sin antes sobar la cabeza del enano verdoso tiernamente con la mano.

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Luego de un par de días de caminata, llegaron a las alturas de Puruchuco; para lo cual había envuelto el Chimpa en una piel de llama joven, pues su resplandor era enceguecedor. En los alrededores de la antigua ciudad de barro Solo hallaron escombros y desolación, lo que antes verdeaba en campos de cultivo ahora eran lodazales y pedregales. Solo la gente que habitaba las partes altas entre ellos algunos sacerdotes y doncellas se había salvado de la destrucción. Pronto volvería el Amaru de su travesía en el mar, y para Aru seria la oportunidad de enfrentarlo.

Aun recordaba el sueño donde el Auki misterioso le enseño en el reflejo de la piedra, que sería devorado por la serpiente gigante cosa que lo tenía preocupado, aun así recordaba las enseñanzas del Amauta Uchymac, en especial lo que decía sobre el temor y el miedo: “Aru no temas a nada, pues es el temor mismo, es el peor enemigo; no te deja pensar y te envuelve totalmente dejándote inmóvil y débil” repitiéndose estas palabras ¡No temas a nada!, dejó de pensar en el Amaru, se acomodo en una pequeña habitación encendió una fogata y se puso a descansar, los Chukillankis mientras tanto convertidos en dos cactus se quedaron acompañados del báculo en la puerta, guardando el sueño de su señor.

Una vez repuesto de su cansancio, salió a levantar unas enormes rocas y troncos, fortaleciendo sus brazos.

Los enanos verdes sonrientes; lo animaban y contaban las flexiones que hacia el joven guerrero, luego saco de su pequeña bolsa un par de brazaletes, un pectoral, dos canilleras, orejeras de dorado metal, objetos muy relucientes, que se colocaba en el cuerpo, atadas con finos listones de cuero, antes se había colocado un traje entero de lana negra y dos escarpines blancos de lana de vicuña, luego saco un enorme escudo de negra madera; que decía era de Madre Chunta, la madera más dura y liviana que existe, luego añadió a su atuendo una cinta con las tres plumas del Ucamayo, colocándoselo en la cabeza. Los Chukillankis miraban asombrados la brillante armadura así como la limpiaban con un algodón soplando y sacándole brillo, para aumentarle su fulgor.

El Báculo con frases complejas le aconsejaba como debería enfrentar a su enemigo narrándole historias de antiguos guerreros y Amarus, aunque la mayoría los Amarus salían vencedores, dándose cuenta de esto y del error que estaba cometiendo, tal vez mas por los nervios Aru lo miraba sonriente sentenciando: “Sera lo que deba ser, y así ocurrirá, Jamás le he temido a nada ni a nadie, Soy Aru de Cunsak y me he enfrentado a cuanto ser maligno he conocido y todos han caído a mis pies, este Amaru Caullima será uno más” y diciendo esto miro al cielo y buscando al Padre Inti, y al divisar sus tenues rayos le dijo:

¡Acaso nuestro padre Inti, dejara de brillar algún día!

Le pregunto al Báculo: ¿Cuál es el origen de estos Amarus?

Lo que sé es que desde el inicio del Mundo, estos Amarus atravesaban la Pachamama sin permiso alguno, asiendo tan solo su voluntad, viajaban escarbando la tierra y dejando detrás de si enormes cuevas y gigantescas grietas, por todos lados dominaban imponiendo su ley, destruían a cuanto ser venia a habitar la Pachamama; incluso se enfrentaron a los mismos Dioses.

Amarus de dos cabezas gobernaban el Mundo, El señor Ticsi Wiracocha molesto por esta afrenta, envió a los Dioses del rayo y del Trueno a perseguirlos y por ultimo descendió a los campos de Iwisa a combatirlos.

Cuentan que Ticci llego desde el Cielo envuelto en una bola de fuego y llevando la Chimpa que hoy tu posees, dispuesto a castigar a estos Amarus, pero los Amarus se habían reunido para la batalla

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y en gran numero esperaron al Creador, en un sitio llamado Warokuntur, lo atraparon sujetándole todo el cuerpo y sus extremidades, uno se enroscó en sus brazos y otro en el cuello, llenos de furia, clavaron sus colmillos en su cuerpo y apretaron tanto que un gran crujido se escucho en los tres mundos, fue en ese momento que su cuerpo se despedazo, creyéndose victoriosos esparcieron sus restos por toda la tierra cada uno mas lejos del otro.

Pero el Señor Ticsi no había muerto, primero apareció su cabeza, luego sus brazos, después sus piernas, y por último el tronco se juntaron en lo profundo de la laguna de los Aymas, donde ahora descansa su ciudad sumergida, y emergiendo de la misma vino a él; cruzando el cielo, la Chimpa dorada y de igual dorado fulgurante eran las piezas que tenia por armadura, en el pecho iba el rostro tallado de El Padre Inti.

En su rápida carrera, Ticsi formo un camino y por donde pasaba corriendo, asestando golpes eliminaba a cuanto Amaru hallaba a su paso. Fue así que tan solo sobrevivieron unos cuantos Amarus, los más pequeños que lograron refugiarse en lo profundo de la tierra.

Aru sonriente escuchaba con atención al Báculo, para luego preguntarle sobre el punto más débil de estos Amarus.

El Báculo luego de pensar un poco, se animo a contestar: ¡Bueno, señor Auki lo que sé es que sus espinas que protegen el lomo son indestructibles, al igual que las negras escamas que cubren su pellejo, impenetrable armadura le dan, sus filudos dientes lo cortan todo, sus ojos y aliento son de fuego, sus garras capaces de triturar la roca, y su poderosa cola es un arma muy letal e indestructible! veámoslo bien, aún estamos a tiempo de seguir nuestro viaje, tal vez lo único débil que tenga al igual que los hombres sea su lengua.

Aru tomo en serio este comentario, y decidido sentencio nuevamente: ¡Pues será la lengua! Bien ¡Báculo pronto lo veremos!

Siendo interrumpido por una comitiva de doncellas sobrevivientes de Puruchuco que enteradas de su presencia vinieron a atenderlo, trayéndole frutas y bebidas, impresionadas con el joven Auki, sonreían al verle el rostro y entre ellas se empujaban para estar cerca de él y escoja los víveres que le llevaban, Aru sonriente comió y bebió casi todo lo que le llevaron y satisfecho dio un gran eructo, tan fuerte que su eco se escucho hasta en la lejana tierra de los Waros, quienes al escucharlo pensaron que era un trueno en época seca. Portando su Dorada armadura y satisfecho se hecho sobre unos pellejos de Awarpaca a descansar, los Chukillankis se le acercaron y se convirtieron en dos sábilas dormilonas, las doncellas echadas en su entorno, lo acompañaron en su sueño.

Luego de unas horas todos se habían quedado profundamente dormidos, las doncellas acurrucadas alrededor de Aru, el cual dormía con la boca abierta y sujetando la Chimpa, en su rostro uno de los Chukillankis se le había colocado como una máscara verde. De pronto un leve temblor los despertó, el mismo que empezó a incrementarse en fuerza, Aru de un salto tomo su escudo y salió de la habitación iluminando todo el campo por el reflejo de su armadura, pues todavía era de noche y empezaba a amanecer, se dio cuenta que el agua del rio empezaba a desbordarse, al igual que las piedras salían disparadas en todas direcciones, serpenteante dentro de las mismas avanzaban una hilera clavadas en un lomo negro, cubierto de enormes escamas, el Amaru se abría paso serpenteando en sentido contrario a las aguas del rio Rimac, pero el notar la armadura brillante sintió curiosidad, enrollándose sobre sí mismo y sacando su enorme cabeza del agua, lo miro atentamente para luego con su cola darle un latigazo.

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Aru presintiendo esto, alzo su escudo para cubrirse, siendo arrojado al agua mientras que el escudo se partía en varios pedazos. Luego de salir a flote, dio un ágil salto por entre la cola y la mitad de su lomo, y con la Chimpa en su puño le asesto un golpe, pero no le causo daño alguno por el contrario el reboto, y cayó de nuevo a las aguas lodosas del rio, de aquel golpe salieron enormes chispas, que se convirtieron en Rayos, después de eso empezó a llover, el Amaru vio el Chimpa y sintiendo que le quemaba el lomo, recordó la lucha contra el Señor Ticci, y comprendió que este no era uno más de los mucho guerreros que había devorado, se desenrollo y continuo nadando Rio arriba.

El báculo desesperado buscaba entre las aguas a su amo, de pronto vio el surgir de una ayuda inesperada, las aguas del rio se solidificaron tomando la forma de un enorme Puma, que sujetando con sus garras la cola del Amaru ayudaron a Aru a subir por su lomo, sujetándose fuerte de dos de las espinas de su cuello, luego de eso el Felino mágico se desvaneció uniéndose a las turbulentas aguas del rio, el Amaru continuo su viaje a las alturas serpenteando furiosamente tratando de librarse de Aru, luego salto a tierra cuando el cauce del rio se hizo muy angosto y arrastrándose por entre las pampas de los Waros, llego hasta las cinco lagunas, en donde se sumergió una tras otra, Pero Aru no lo soltaba y de tramo en tramo le daba un Hachazo con su dorada arma, sacándole chispas y aturdiéndolo de dolor, cuando llego a la Laguna Sagrada de Mullococha, nado en las verdes aguas hasta la isla central en donde se enrolló nuevamente.

Aru sacando fuerzas le volvió a dar un hachazo, sacándole un par de espinas y varias escamas del lomo, herido el Amaru nado hasta la orilla y subió serpenteando por la Escalerayoc, tratando de llegar a una cueva cercana llamada Rumichaca, en su desesperada huida, destruyo con su cola varias figuras de piedra de antiguos dioses de los Waros, en un último intento metió la cabeza a la cueva, volteando luego para tragar al valiente Aru.

El cual se soltó y dando un volantín en el suelo se levanto rápidamente antes de ser tragado por el Amaru, fue en ese momento que tuvo cerca de si la negra lengua del Amaru, clavándole la Chimpa en ella, en ese mismo momento la enorme cabeza se petrifico completamente, de igual modo le paso a lo largo de su cuerpo que aun no había salido del todo de la Escalerayoc, luego de otro certero golpe destruyo la cabeza desde su interior volando por los aires en pedazos de roca de color negro.

En ese preciso instante ya el Padre Inti se mostraba en el Amanecer, siendo aun más brillante las prendas y armas de Aru.

Este levanto los brazos hacia el Padre Inti, agradeciéndole por su luz. Luego extenuado se dejo caer al piso adoquinado del Camino, al pie del Sagrado Nevado de dos Picos.

De las verdeazuladas aguas de la laguna de Mullococha, empezaron a salir varias doncellas Aukimas de cabellos largos y multicolores, llenando de colores a las Tierras altas, vestidos largos y traslucidos tejidos de finas algas e hilos mágicos, cada una llevando en sus manos recipientes de plata con ungüentos sagrados y coca, subiendo lentamente por la Escalerayoc hasta donde estaba desmayado Aru boca arriba, y aun sujetando la poderosa Chimpa, para ese momento un enorme Kuntur (Cóndor) descendía en lo alto del cerro Chunaca, llevando entre su lomo a los Chukillankis y al Báculo Parlanchín, que se quedaron extasiados y maravillados ante la belleza de las Aukimas, agachando la cabeza en señal de respeto.

La Mayor de todas, era la dama Warmix Ocllo, que luego de acariciar la frente de Aru, tomo con sus manos la dorada Chimpa, llevándosela consigo a las profundidades de la laguna, luego la siguieron lentamente las demás doncellas dando un hermoso cantico de victoria, los Chukillankis

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llegaron corriendo llevando en hombros al báculo, para cuando alcanzaron a Aru, este se había despertado y sonriente veía a las doncellas que en armoniosos círculos desaparecían en lo profundo de las aguas, de la Mágica laguna de Mullococha.

Todos juntos empezaron a descender la Escalerayoc, pero los Chukillankis inclinados delante de Aru; respetuosamente le pidieron al Auki que los deje quedarse en ese lugar, lo que Aru acepto pero no sin antes pedirles que se cuiden y prometiéndoles que algún día regresaría a buscarlos.

Luego tomo el Camino Antiguo rumbo a Cunsak llevando consigo el báculo que no dejaba de nombrarlo Atipax (Vencedor) para alagarlo, por tan singular valentía.

CAPITULO SEIS

LA VENGANZA DE LOS MASURUNAS

Los abuelos contaban en las negras noches sin Quilla, después de las cosechas, cuando veían cruzar el oscuro cielo, a los veloces Masu bebedores de sangre, hablaban sobre el origen de estas bestias.

Los Masurunas, eran mitad hombres y mitad bestias alados, que en numeroso ejercito deambulaba por los bosques y cuevas, durante las más oscuras noches y cuando la Quilla había abandonado su labor de Guardián, pero que en realidad habían sido los guerreros Jakas de las alturas, que debieron haber llegado en auxilio de los Aukis a los Campos de Iwisa; para someter al ejercito de Apumarus que marchaban en contra del Señor Ticci y su ejército del Hananpacha, engañados por el Yanasupay se perdieron en el Antiguo camino de Piedra en las alturas de Huayhuash, jamás pudieron llegar a la batalla, el Auki Cachikayan furioso; porque estos Jakas no habían acudido a la batalla contra los Apumarus, los encanto convirtiéndolos en los Masurunas y condenándolos a salir solamente de noche y a robar sangre de los animales para sobrevivir, llevando una triste existencia.

Jakaruani el Líder de los Jakas, pensó que había sido traicionado por los Aukis y juro eterna venganza contra ellos, pues fue el Yanasupay quien le mostro al Auki hechizándolos; esto lo vio en el reflejo del agua en una roca, llamada Yanachanka, después de todos estos hechos el Camac y el tiempo de los Aukis terminó, a pesar que estos Hijos del Inti desaparecieron, los Masurunas condenados los seguían buscando para vengarse de ellos, y aunque solo hallaron a sus descendientes, la promesa de venganza seguía en el corazón de los Masurunas.

ARU VIAJA POR EL MAR

Años después de la muerte del Amaru Caullima, El viento era cortado por la atlética figura del joven Aru, que dando veloces brincos corría de igual a igual con un enorme Antarka (Taruca blanca), en los bosques de Cunzak, trepaban rápidamente por encima de las rocas y descendían velozmente por entre los acantilados, pisando tan solo las ramas de los espinos que crecen en ese lugar, el Señor Antarka cansado completamente cubierto de sudor, se daba por vencido ante semejante contrincante, deteniéndose en un arrollo escondido, para beber un poco de agua, Aru completamente sudoroso hacia lo mismo al costado del mítico animal, ningún hombre hubiera

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podido dar los saltos que daba fácilmente Aru superando incluso al Antarka, luego lo tomo de las astas y arrojándolo al piso, mientras le decía:

¡Te atrape viejo amigo! y riéndose lo dejo en libertad.

El Venado visiblemente mortificado por el Auki se puso de pie, miro de reojo al joven y luego de rascar el piso con su pezuña, desapareció velozmente por entre los árboles.

Aru recuperándose de la carrera, se agacho en el arroyo para beber agua. Al reponerse tenía ante sí la familiar figura del Amauta Uchymac, el cual lo saludo con gran afecto causando mucha alegría en el joven:

¡Ven conmigo aprendiz, que no hay tiempo que perder! Y diciendo esto llevo a Aru ante una fogata y en cuyas brazas ya había preparado carnes, además de frutas y fresca Chicha de Jora.

¡Toma muchacho, que una nueva misión tengo que darte!

-Al escuchar estas palabras, el corazón de Aru empezó a latir más rápido y mirando fijamente el fuego se concentro para escuchar con atención a su viejo Amauta.

Formidable batalla le espera a los hombres de Zapite, la gran Ciudad de Piedra será destruida sino lo impedimos y seguirán luego las otras ciudades del Kaypacha.

La humanidad como la conocemos desaparecerá, debemos evitarlo y dar batalla.

Ya los jóvenes de Zapite, no buscan aprehender las antiguas artes y están dedicados a comerciar y darse placeres, las familias nobles, ya no velan por todo el pueblo y han caído en sangrientas rivalidades entre Castas y Panacas; que luchan entre sí por el Poder, ya el Pachacuti no es el mejor y más sabio guerrero, sino el más rico y poderoso, el mundo del hombre esta corrupto y los ejércitos que dirigen para someter a otros pueblos saquean y torturan tan igual como hacían los Apus y los Mukis Castigadores; su corazón se ha corrompido, por ultimo ya no le temen al Señor Inti, ni a su enceguecedora luz y en las sombras conspiran con el mal.

El castigo para los corruptos esta cerca; pero también sufrirán seres inocentes y eso debemos evitarlo, solo quedamos Tu y Yo, debemos separarnos; viajaras por el mar, hasta la lejana isla donde habitan los Wallas, te entregaran una Caracola Dorada sacada de las profundidades del Mar, con ella has de volver a Zapite lo más pronto, otros te seguirán; déjalos que vengan contigo antes de la batalla final nos encontraremos, sin más que decir el Amauta saco una Antara y tocándola, llamo al Antarka (Venado Blanco), el cual cabalgando se presento ante la pareja, Aru se monto en él, y partieron a galope por las pampas de Cunzak rumbo a la fortaleza de Warco.

Este destino se lo había indicado el Báculo, que llevaba sujeto en la espalda, y le había indicado que el único lugar para viajar por el Mar a la isla de los Wallas era con los Marinos Tumpis; que salían en enormes balsas desde sus playas.

Luego de mucho andar el Antarka se detuvo, en las afueras de la Fortaleza de Warco y desapareció de igual modo, una vez que Aru bajara de su montura, desde ahí diviso las enormes balsas navegando en las aguas marinas, escucho el chillido de las aves y el oleaje, la brisa acaricio su rostro.

El báculo se quejaba por el ligero sabor salado que cubría su piel de madera, al cruzar los portales de la Fortaleza encontró a los pobladores que un gran pesar los agobiaba, la gente echada en el

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suelo y otros cabizbajos se lamentaban es la enfermedad de la sed, le dijo un anciano ¡el pueblo muere bebiendo en demasía nada aplaca su sed! Alejándose tambaleante, de pronto entre las calles por donde andaba, lo alcanzo un grupo de guerreros que aun parecía ecuánime, estaban liderados por un Sinchi de gran tamaño, que le pregunto el por qué de su presencia en la fortaleza:

¿Estabas pidiendo agua?

Pues para ti no hay agua, y diciendo esto lo sujetaron de los brazos dos enormes guerreros armados con porras. El Capitán del grupo le señalo el Pozo desde el cual solían sacar el agua, diciéndole luego:

¡El pozo se ha secado, y toda el agua de los riachuelos no aplaca la sed de la gente! ¡Esto es un Hechizo y los espías tratan de ingresar para ver nuestras defensas!

¡De seguro que la gentes de las alturas quiere invadir nuestras tierras, pero no lo permitiremos! diciendo esto llevaron a Aru a una pequeña habitación en donde lo encerraron.

Luego de hablar con su Báculo, Aru empezó a llamar a los guardias, para pedirles que lo dejen salir, estos alertaron al capitán, el cual vino a ver de qué se trataba, Aru ante él le pidió que lo dejen averiguar de qué se trataba esta supuesta enfermedad, El Sinchi accedió ante Aru al ver detenidamente sus vestidos; luego fueron ante el pozo seco y amarrando el Báculo con una soga Aru lo arrojo al interior del mismo, el Báculo cayo gritando y conforme se hundía se escuchaba menos, luego de caer por unos momentos toco fondo y de igual forma lo saco, una vez afuera le pregunto qué era lo que había visto, totalmente cubierto de polvo el palo le explico al oído todo lo que sabía, Aru triunfante les hablo a los habitantes de Warco:

Pueblo de Warco sepan que un gran sapo está viviendo en lo profundo de su antiguo pozo y es el que por mandato del Yanasupay se está tomando todo el agua de ustedes, ahora bien en la parte alta del rio hay un ídolo negro de piedra metido en lo profundo del rio y este es el que les da tanta sed maten al sapo y destruyan el ídolo y estarán en paz.

Enterado el señor de Warco sobre la presencia de Aru mando llamarlo ante él, al saber de su vaticinio, le pregunto cómo había hecho para saber todo eso, Aru sujetando al báculo simplemente le contesto ¡he venido a ayudarlos por orden de mi Padre El Inti!

Ante esta respuesta el Señor de Warco, agacho la cabeza y mirándolo a los ojos lo reconoció como un descendiente de los Aukis que también eran sus ancestros.

Luego de mucho trabajo sacaron al enorme Sapo del Pozo y destruyeron el ídolo de roca negra que estaba en las aguas del rio, con lo que la gente se curó y volvieron a tener agua, muy agradecido el señor de Warco llamo a Aru y le ofreció lo que desee: ¡Dime Auki, que es lo que quieres yo te lo daré!

Gran señor le contesto Aru ¡Necesito llegar a la isla de los Wallas! Al escuchar su pedido se sorprendió mucho pero asintió con la cabeza ordenando que preparen la mejor balsa y lo acompañen los mejores marinos, dicho esto al día siguiente se embarco en una enorme balsa de troncos y con gente de Warco y unos Tumpis; partieron bordeando la costa rumbo a la isla de los Wallas.

EL EJÉRCITO DEL YANASUPAY

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El Yanasupay se hallaba en las alturas de la Escalerayoc con figura de una anciana y cubierta su cabeza con un manto negro, se lamentaba por la muerte del Amaru Caullima, maldiciendo a quien haya sido responsable por esto, mirando los restos petrificados de la bestia, aun lo hallan petrificado siempre su espíritu saldrá a destruir y castigar a los hombres de las riberas del Rio Rimac, y de este modo traerme muchas ofrendas y sacrificios.

El responsable de esto será castigado, diciendo esto una nube negra producto de cientos de aleteos se le fue acercando desde la oscura noche y mirándola los Masurunas se detuvieron a ver por un momento, aquella espectral figura en aquellas Soledades, el líder Jakaruani babeando sangre se le acerco y frente a frente le pregunto a la anciana por su lamento, el Yanasupay se quito el manto que le cubría la cabeza y mostrando su cabeza llena de serpientes, le hablo al líder de los Masurunas:

¡He sido traicionada por los Aukis! hoy sus descendientes gobiernan a los hombres y buscan nuestra destrucción.

Jakaruani se mostro interesado y le pidió que siga hablándole de los descendientes de los Aukis, la Yanasupay le conto que estos descendientes gobiernan las grandes ciudades y disfrutan de un mundo que no les pertenece, para terminar les dijo que este mundo les hubiera pertenecido a los antiguos Jakas pero fueron traicionados por los Aukis y maldecidos por siempre, al finalizar diciendo esto los Masurunas chillaban y aullaban mostrando los dientes y las garras de furia, Jakaruani les hablo:

¡No será por mucho tiempo que vivan los descendientes de los Aukis en estas tierras, mataremos a todos y este será nuestro mundo!

La Yanasupay levanto sus manos y pronunciando antiguas palabras, del idioma de los Primeros Guardianes del Ukupacha; dirigió su mirada y encanto a los Masurunas dándoles aspecto Humano permanente, ordenándoles luego que tomen las Escamas y Las Espinas del petrificado Amaru Caullima y que estaban desperdigadas a lo largo de la Escalerayoc, con lo que se armaron miles y los otros tantos simplemente volaban por encima, de las filas de los que caminaban armados y portaban Escudos y Pupunas. Adornados sus cabezas con plumas de Chacaros Negros (Buitres) y provistos de tan singulares armas, empezaron a descender por la Escalerayoc rumbo a las tierras de los Yauyos.

Este ejercito con sed de venganza, marcho por el Antiguo camino de piedra; rumbo a Tantamarca, con poco esfuerzo rodearon por completo el pueblo, tomando prisioneros a todos los pobladores y empezando a sacrificarlos ante la mirada de su Curaca, interrogándole sobre la ubicación de los Aukis; el Curaca algo sorprendido le trataba de explicar a los demonios atacantes, que ya no habían Aukis; que eran simples historias de ancianos.

Los Masurunas en vano continuaron la matanza, pues nadie les sabía responder lo que ellos les preguntaban, a pesar de eso el Curaca, al verse atacado; envió cuatro Chasquis a los poblados vecinos pidiendo ayuda, tres fueron capturados en las afueras del pueblo; solo el veloz Uchunki logro llegar a las afueras de La Gran Ciudad de Piedra de Zapite.

Ante las imponentes murallas de la ciudad cayo desmayado, siendo auxiliado por los guerreros que montaban guardia en un puesto de vigilancia, en forma de portal y que antecedía la entrada de la Magnifica ciudad de Piedra; para cuando se restableció el Chasqui, un anciano lo estaba atendiendo y el joven Uchunki casi desmayándose comunico lo que había pasado en Tantamarca, inmediatamente pusieron sobre aviso al Pachacuti Cawanki.

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El Anciano ingreso a la Gran Ciudad acompañando al grupo que traían al joven Chasqui, una vez frente al Pachacuti Cawanki y a todos sus Sinchis, se mostro era El Amauta Uchymac maestro de varios de los nobles que fueron Curacas de Zapite.

El Pachacuti Cawanki lo reconoció entre el gentío y le pregunto: ¿Qué quieres Amauta de nosotros ahora?

¡Ahora me presento ante ti, Noble Pachacuti! ¡A ponerte sobre aviso y darte una nueva misión!

El Curaca Cawanki ataviado de armadura de oro y traje de blanco lanugo de vicuña, indignado por la presencia de Uchymac, le respondió: ¡Bienes acá, a mi ciudad y te crees superior a mi Casta y Mando! y ¿Quieres doblegarme con tus engañosas misiones?

¡Yo ya no soy un Joven! ¡Soy el Señor de Zapite!, ¡Anciano nada tienes que hacer acá!

Diciendo esto ordenó que lo saquen de la ciudad, el Amauta sabía que había fracasado esperando mejor suerte para Aru y saliendo de la ciudad se dirigió a la fortaleza de Mariatana.

ARU Y LAS TORTUGAS GIGANTES

Aru acomodo al Báculo amarrándolo al poste principal desde donde colgaban un enorme manto, con el símbolo de la Diosa Shin bordado finamente, este se hinchaba y desinflaba con el viento marino y empleándolo de este modo como vela se dejaban llevar por el viento, la suficiente distancia hasta que veían la costa, luego lo giraban y volvían a acercarse a las playas; hasta recuperar la estabilidad de la balsa y nuevamente dejarse llevar otra vez, difícil maniobra que sin embargo los ayudaba a recorrer rápidamente las playas y acortar distancias.

Aru rápidamente aprendió todas las maniobras y en forma incansable ayudaba en las mismas a los Tumpis; cosa que sorprendió a los viejos marinos Contis, Durante las horas de descanso en la noche, mirando las estrellas estos le narraban, las más increíbles historias de los Dioses y seres que habitan el mar.

Hablaban sobre el fin del mundo, donde caen todas las balsas de los aventureros y sobre las otras naciones lejanas, que tienen mejores y gigantescas embarcaciones; de hombres de color de piel diferentes y de los Amarus marinos, que destruyen todo cuanto se les cruza en el mar.

No terminaban de decir esto, cuando emergió de las aguas un ser marino gigantesco, de enormes aletas y lomo espinado; que se abalanzo sobre la embarcación, partiéndola en dos, los marineros de Warco sujetados a zapallos secos desesperados nadaban hacia la costa; los Tumpis trataban de sujetarse a los troncos y restos de la balsa, que dispersos flotaban aun sobre las movidas aguas, de pronto fueron tragados por la gigantesca serpiente marina.

Aru nadaba tras el mástil para liberar al Báculo, cosa que logró con mucha dificultad, sumergido y con su amigo sujeto entre sus manos, desde el fondo de las aguas ambos pudieron salir a flote; para ese momento toda la balsa se había destruido y no había nadie nadando, a lo lejos tan solo pudo ver una serpenteante figura que llevaba en sus fauces a varios de sus compañeros de viaje, ahora solo por un momento en la inmensidad marina, Aru tenía que decidirse entre sí seguir nadando hasta la costa o mantenerse a flote.

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En ese silencio después de la tormenta fue que su fino oído de Auki, le permitió escuchar una conversación, tratando de averiguar de quienes se trataba se quedo quieto y entre las aguas apareció el cuerpo de uno de los Tumpis, justamente el anciano marinero que le había estado narrando tan interesantes historias, y se percato que debajo de su cuerpo, había una criatura luchando por mantenerlo a flote, luego escucho a otro ser, que le indicaba que no lo siga haciendo pues ese ya se había ahogado.

Fue cuando ambos seres marinos vieron a Aru y de inmediato fueron hasta su lado para ayudarlo a mantenerse a flote, Aru sin pensarlo mucho se subió al lomo del más grande y sentado en este sobresalía su cuerpo por encima del nivel del mar, agradeciéndoles por la ayuda y al ver que lo entendían les pregunto quienes eran.

El más grande que lo llevaba en el lomo, le respondió: ¡Somos los hijos de Nayec, el señor del Mar, seguimos al Amaru Cachimay devorador de hombres, tratando de salvar a alguno! ¡Te llevaremos a la costa!

¡Gracias! repitió Aru pero les pido que me dejen cerca de la Isla de los Wallas.

-Ambos delfines se vieron las caras y fue el más grande, quien le respondió que la Isla existe pero ya no quedan Wallas vivos.

Una vez vieron el resto de uno de ellos hundirse pesadamente en el fondo del mar.

Aru al escuchar esto se puso triste, pero igual les pidió que lo lleven.

Lo que los bufeos aceptaron y nadaron rápidamente, llevándolo a cuestas.

Luego de viajar por casi todo el día, Aru se quedo dormido pero no se soltó ni de la aleta ni de la grupa del gran delfín, al amanecer estaba en las tranquilas orillas de una arenosa playa, se despertó y se dio cuenta que lo habían dejado en la Isla.

El Báculo echado cerca de él, le indico que hace horas se habían ido nadando los Delfos, Aru se levanto pero ni bien se puso de pie, un enorme lagarto que había estado durmiendo cerca empezó a perseguirlo; Aru empezó a correr hacia los arboles que tenía en frente, el ágil lagarto lo alcanzo y estaba a punto de morderlo; cuando una roca enorme lo golpeo en medio del cuerpo, tirándolo lejos, en un segundo intento la roca nuevamente lo golpeo esta vez en la cabeza, con lo que el lagarto se retiro al mar y se fue nadando.

A Aru le pareció extraño esta roca y se le acerco para inspeccionarla, viendo que tenía un orificio desde donde dos ojitos lo miraban, lentamente un rostro completamente arrugado empezó a salir del interior, al mismo tiempo que cuatro cilíndricas extremidades brotaban de los costados, el enorme cuello del Walla, se movía revisando al joven que permanecía sentado en la arena y alegremente veía que mas Wallas se acercaban caminando lento y rítmicamente.

Cada Tortuga media casi el tamaño de una choza, la mayor de todas se dirigió al Guerrero: ¡Dime! Y ¿Quién eres tu joven Auki? ¡Ningún humano puede entender nuestra antigua lengua!

¡Mi nombre es Aru! -respondió poniéndose de pie el niño-

¡Ha claro Aru, solo tu podías ser! -Riéndose todas las Wallas a su alrededor, y ¿Que quiere Aru en estas tierras?, -nuevamente pregunto la Tortuga gigante, mientras cogía con el hocico un poco de grama, que arranco del suelo.

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Mi Amauta Uchymac, me envió para recoger el Pututo Dorado, que está en esta Isla.

¡Hum! -respondió moviendo la cabeza lentamente la Gran tortuga: ¡Me temo joven amigo que no es verdad!

El objeto que tú buscas es parte del tesoro de ofrendas que cuida el Amaru Cachimay, en lo profundo de la cueva que tiene por nido.

Al escuchar esto se le encendieron los ojos de furia y recordó a sus amigos marineros con los que había aprendido a navegar, las enormes balsas de los Tumpis.

¡Llévenme ahí por favor Hermanas Wallas! –pidió respetuosamente el niño.

Súbete a mi caparazón joven Auki, -le pidió la Madre de todas las Wallas.

Aru dudaba en hacerlo, pues era extremadamente lenta; pero apenas estuvo encima de la Tortuga, esta se movió en forma veloz, cruzando la enmarañada selva y llegando a la orilla de un profundo abismo, abajo esta la entrada de la cueva del Amaru.

Aru agradeció por el favor y sin pensarlo se arrojo por los aires al abismo, luego de unos segundos de caída, el suelo retumbo al caer parado, el joven de Zapite, saco de su bolsita mágica su ropa de lana de llama negra y su armadura dorada que brillaba en el interior de la tenebrosa cueva, en el fondo relucía, entre un montículo de objetos de metal; se hallaba el Pututo Dorado, que por sí solo iluminaba esa parte de la cueva, con mas fulgor que los otros objetos.

Aru corrió a recogerlo y una vez en sus manos lo guardo en su bolsita, hecho esto empezó a salir rápidamente, pero estando ya en la entrada se dio cuenta que no estaba solo, una serpenteante figura oscura lo estaba observando, el Amaru se percato que no estaba el Pututo Dorado, y entro en cólera dirigiéndose a Aru intento devorarlo de un bocado, Aru en ágil movimiento esquivo las dentadas fauces y dando varios volantines se alejo, en un segundo ataque trato de darle con la cola, pero Aru esquivo el golpe, y cuando trato de salir por fin de la cueva, El enorme hocico del Amaru lo cogió de la espalda en donde llevaba el Báculo, el cual se atasco entre las fauces del Amaru, Aru se desprendió del atado que lo tenía y cayó al piso, el Amaru haciendo un esfuerzo cerro el hocico quebrando el Báculo en dos, Aru furioso se trepó por el cuello al Amaru y empezó a golpearlo con tal furia, que desde el interior de la isla tal estruendo causo oleaje, ambos; Bestia y Guerrero, extenuados seguían golpeándose hasta que cayeron al suelo separándose.

Aru pensó rápido y sacando de su bolsita el Pututo Dorado, lo soplo arrancándole un leve sonido, suficiente fue para que en el interior de la cueva surja, arrancándose de la misma roca el cuerpo de un gigante Pururauca, que tomó al Amaru de la Cola y lo empezó a aplastar, arrancándole las escamas que protegían su cuerpo, de otro golpe le aplasto el cuello, el Amaru en un último intento se enrosco en el cuerpo del gigante de piedra y ambos quedaron petrificados en una lucha de poderosos.

Aru mientras tanto guardo el Pututo y recogió la mitad del Báculo la parte que llevaba tallada el rostro, y salió hacia afuera de la cueva; un ligero temblor comenzó para luego seguirle un gran derrumbe que termino por tapar aquel lugar.

A su lado lo estaba esperando la Walla Madre, que le indico se suba rápido a su lomo, y en solo un segundo estaba nuevamente en la playa a donde había llegado.

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Nada sabemos de los Aukis y sus raros objetos, pero te agradecemos el habernos librado de ese Amaru. Sube en este caparazón que te llevara a la tierra de los Tumpis, desde ahí podrás regresar a tu hogar. Y diciendo esto Aru se subió a la coraza de un Walla vacía y se lanzo al mar como lo harían los expertos Tumpis, pidiéndole a la Diosa Shin que lo guie en sus dominios.

EL EJÉRCITO DE ZAPITE

El Pachacuti de Zapite salió al frente de su poderoso ejército, todos los campesinos guerreros habían sido convocados, portando pesadas armas se agrupaban en diez, cien y mil, al frente de ellos los Sinchis ordenaban la formación, que era supervisada por el señor de Zapite, jalaba las corazas, los brazaletes y canilleras de metal, de un reluciente color cobrizo, pues de cobre estaban hechos, gruesos tejidos de lana negra, completaban la protección del cuerpo, que adornada con trozos de cuero de fieras, a los combatientes de las mil batallas de Zapite. Tambores, quenas, antaras, zampoñas y largas trompetas; acompañaban la marcha, sacerdotes a los costados iban maldiciendo a los enemigos, y más lejos aun auxiliares de Tupicocha, Lahuaytampu, Saccara, Llampilla y Maurura. Cargaban grandes bultos empleados en la campaña.

Para cuando los refuerzos llegaron a las cumbres de Mariatana, con el Pachacuti en impresionante anda de guerra, la fortaleza estaba siendo asediada por miles de criaturas horrendas algunas volando y utilizando sus garras, y otros de infantería cargando pesados escudos hechos de las escamas del Amaru Caullima y enormes lanzas y espadas hechos de las filudas espinas de su lomo.

Los Masurunas volaban por encima de las murallas de la fortaleza mientras que eran rechazados por los waraqueros y arqueros de Mariatana, algunas caían al suelo mientras que otros se acercaban tanto que con sus garras despeñaban a los heroicos defensores, las defensas también contaban con una empalizada; hecha en lo más alto de la muralla, y sus afiladas puntas eran el final para los Masurunas que en su huida terminaban estacados.

El kollana Oma Cusi era el defensor de la fortaleza, sobrino del Pachacuti hasta la llegada de este se había mantenido firme al asedio, ya de noche varias bolas de fuego salían del interior para causar estragos en las filas de las bestias aladas. La defensa era desesperada mientras que las mujeres y niños escondidos en las habitaciones inferiores esperaban el desenlace de la batalla.

El Pachacuti luego de analizar las filas enemigas, y recibir consejo de sus jefes Sinchis, se puso al frente de los guerreros de Zapite, y al lado de sus Sinchis y capitanes, se lanzo al ataque, previamente una lluvia de piedras caían en las filas de los Masurunas, proyectiles arrojados por los Waraqueros de Zapite, reventándoles las cabezas, ya más cerca la vanguardia arrojaba lanzas y jabalinas, que atravesaban a la primera fila de invasores, luego el choque de ambos bandos fue brutal los porreros asestaban certeros golpes a los Masurunas los cuales se defendían con sus poderosos escudos, devolviendo el ataque con sus filudas lanzas, atravesando a más de un guerrero Zapiteño, muchas de las porras se reventaban en pedazos al impactar contra semejantes escudos de tan singular origen.

Luego de todo un día de batalla, los esfuerzos de la Gente de Zapite se vio recompensada cuando rompieron la fila de los Masurunas y un numeroso grupo de guerreros de los llamados Kollanas llego a las puertas de la fortaleza, luego se les unió la guardia del Pachacuti y el mismo señor de

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Zapite aporreando a cuanto Muki y Masurunas se le cruzaba en el camino, finalmente durante la noche llegó el resto de lo que quedaba de el heroico ejercito de Zapite, entre tanto los heridos eran despedazados por los bebedores de sangre, que haciendo una tregua se dedicaron a alimentarse de los heridos.

Oma Cusi al ver cerca a los guerreros de Zapite ordeno abrir la intrincada puerta de la fortaleza para darles auxilio, luego de lo cual ingresaron todos los sobrevivientes del ejercito que venía a ayudarlos, ahora todos estaban atrapados entre las murallas de piedra de Mariatana.

Al día siguiente las defensas de las murallas estaban reforzadas con los pocos hombres de Zapite, que con su reluciente pectorales de cientos de escamas metálicas, se mezclaban con los guerreros de Mariatana de vestimentas de cuadros ocres y negros. Para sorpresa de los defensores las filas de los Masurunas se habían reforzado con cientos de enormes Mukis, Ukumanis, Ukukos devoradores de hombres todos, salidos de las profundidades y atraídos por el olor a muerte, que venían a reforzar a los asesinos voladores.

El señor de la muerte Jakaruani, alzando su bastón y señalando la fortaleza ordenaba nuevamente el ataque, los estandartes multicolores del arcoíris símbolo de Zapite se alzaban en lo altos de las empalizadas, con lo que empezó la defensa, los hombres arrojaban todo tipo de proyectiles, mientras que en las bases de las murallas eran destruidas por las masas de los Mukis.

Las enormes masas de estos Mukis desprendían a pedazos las bases de las mismas, estos seres vivían en las profundidades, socavando el interior de las montañas y viajando a través de cuevas subterráneas de perfecta construcción, luego de un desenfrenado ataque de los voladores que arrojaban piedras a los defensores de las murallas, las bases de estas cedieron produciéndose varios forados, el Pachacuti ordenando a su guardia y capitanes que aun lo acompañaban se lanzo a una última carga porra en mano, buscando tal vez, su entrada a los Campos de Iwisa; luego de eliminar a varias bestias entre ellas un enorme Muki, cayó al suelo atravesado por varias espinas del muerto Amaru Caullima, luego le cortaron la cabeza y se la llevaron al Jakaruani, que gustoso lambia la poca sangre que aún le quedaba, luego la amarro en una pica de su anda, igual suerte corrieron todos los Sinchis que aun peleaban en las habitaciones de la fortaleza, para cuando ya no habían mas guerreros los Masurunas empezaron a buscar exterminar a mujeres y niños, luego de unas horas no quedaban guerreros, nadie con vida que defienda la destruida fortaleza.

En una de las ultimas habitaciones donde se libraba feroz batalla, Solo un Sinchi defendía el portal por donde intentaban ingresar los Masurunas, era una gran habitación donde se hallaban las mujeres y niños, familia de los defensores, la angustia y el terror se podía ver en sus ojos, uno a uno iban cayendo los atacantes murciélagos ante los certeros porrazos del kollana, que se multiplicaba en singular batalla, una mujer cuchillo en mano seguía los movimientos del valiente guerrero, hasta que un enorme hombre vampiro se le abalanzo mordiéndole el cuello, sangrando profusamente se desvaneció en el suelo.

Luego los Masurunas pusieron la mirada en las mujeres y niños, quienes en vano buscaban como escapar de aquella habitación, luego una fuerte luz empezó a brotar del interior de la panza de uno de los Masurunas, el más grande, quien sorprendido habría el hocico en señal de dolor.

Los demás Masurunas, veían sorprendidos como se abría el cuerpo de su líder saliendo una intensa luz que los enceguecía, tapándose los ojos con sus garras, una de las mujeres que llevaba en los brazos a dos pequeños, a punto de llorar vio sorprendida como una Chimpa Dorada, partía en dos a la bestia que dirigía el ataque.

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En forma tenue fue apareciendo la luminosa figura de un anciano de cabellera rubia y ojos rojos como el fuego, el cual con movimientos agiles hizo girar la Chimpa en su mano, por sobre las cabezas de los Masurunas, varios de ellos quedaron en ese momento decapitados, otros al moverse se dieron cuenta que estaban partidos por la mitad; una vez todos muertos, el cabello rubio del protector de los sobrevivientes de Mariatana, se detuvo luego de girar mirando el suelo.

-Posteriormente levanto la mirada y señalando una gran roca del muro, le grito a la mujer que se había atrevido a verlo a los ojos

¡Pronto por aquí, que vengan todos! -Diciendo esto, golpeó el anciano la roca con la Chimpa que empuñaba, luego de pronunciar ¡Aukikasin! -brillando de manera más fulgurante aun-

La gran roca se desvaneció dejando ver un forado oscuro. El anciano ilumino el interior con una esfera que tenia la forma de un gran ojo y que emitía una poderosa luz y empezaron a ingresar los sobrevivientes de aquella habitación, antiguamente empleada por los hombres de Mariatana para celebraciones y ritos.

Un nuevo contingente de Masurunas ingresaba corriendo y babeando a la gran sala, buscando a la gente que se había refugiado en ella, deteniéndose furiosos al ver los cuerpos de sus colegas partidos por la mitad.

–Entendieron en que había un guerrero diferente, y olfateando las paredes lo empezaron a buscar-

En ese momento se restablecía nuevamente la gran roca de la muralla, ocultando en su interior a las mujeres y niños, que presurosos huían por aquel trabajado conducto.

¡Apresúrense al final esta la libertad, siguán por este camino, no se detengan! ¡Llegaran a las afueras de Zapite, den el aviso a los guerreros que preparen la defensa de la ciudad!

Diciendo esto el anciano le entrego a la mujer la esfera parecida a un gran ojo, desde el cual salía un impresionante destello que iluminaba el profundo túnel, los niños corrían pasando sus manitos por las finas piedras talladas de las paredes del socavón salvador.

-¿Cuál es tu nombre mujer?- Le pregunto el anciano a la muchacha de enormes trenzas, que cargaba para ese momento a tres pequeñines.

¡Soy Caccasita de Cunzak! -Mirándolo a los ojos firmemente le respondió.

El anciano miraba preocupado la retaguardia, tratando de no dejar atrás a ninguno de los prófugos. Cuando a lo lejos se escucho un fuerte sonido semejante al que hacen las enormes rocas cuando se desprenden hacia los abismos.

Un enorme Muki, provisto de una masa golpeaba desde la habitación la roca por donde habían fugado, conocedores de los secretos de los túneles y socavones, oliendo el suelo con su hocico encontró el rastro de los prófugos, aunque al líder de los Masurunas le interesaba más encontrar al Auki que los había ayudado.

El anciano Soltó la mano de la mujer, le entrego el ojo luminoso, empuño su Chimpa y retorno por el túnel. Más adelante se encontraría con las antorchas que portaban un grupo de Masurunas que seguían el túnel en su búsqueda.

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Al encontrase cara a cara. El Amauta convertido en Uchymac el Auki, impacto varios hachazos en los pétreos escudos de los Hombre vampiros que lo perseguían, a lo lejos huían exitosamente los sobrevivientes de Mariatana. Caccasita volteo al escuchar un estruendo de rocas y rugidos, como si el túnel se empezaba a desmoronar, apurando el paso antes que los atrape el derrumbe.

Luego cuando ya no había más guerreros en pie, los Masurunas empezaron a exterminar a los heridos quienes ya no podían defenderse, luego de unas horas no quedaba, nadie con vida en la destruida fortaleza.

Jakaruani llego a las afueras de lo que había sido la otrora Fortaleza de Mariatana, orgullo de los defensores de Zapite, esta habría sido la roca con la que se estrellaron los ejércitos Yungas, luego de la cumbre que domina dicha fortaleza, el camino a Zapite se ensancha hasta la cima de Accra, que es un mirador natural y donde suelen detenerse los miles de animales que cargando vituallas llegan desde los cuatro caminos del mundo.

Sentado en sus andas supervisaba las cabezas que como trofeo le ofrecían sus capitanes, seleccionando entre ellas las de mayor jerarquía, dejándose llevar por las orejeras que llevaban, así como la finura del tejido de sus vinchas y plumas.

Luego se puso de pie y a cuestas de hombres salvajes, que cargaban sus andas, señalo desde la parte más alta de Accra con su vara a la Gran ciudad de Piedra de Zapite, los Masurunas en estampida por el Antiguo camino de Piedra se dirigieron hacia allá.

¡Muerte a los Aukis y a sus descendientes! -Gritando, daba esta última orden.

EL EJÉRCITO DE LOS WAYKIS

La sed empezaba a causar estragos en la persona de Aru, tenia calenturas y alucinaciones, entre ellas veía a Caccasita que era atacada por un ser horrible, que intentaba morderla, ella valiéndose de sus trenzas trataba de escapar al final de su boca salía un tenue sonido ¡Aru ven!, despertando de su alucinación Aru se veía atrapado en un mar sin viento y por más que intento remar era poco a casi nada la distancia que avanzaba, triste recordaba a sus amigos Tumpis que le habían enseñado como avanzar en el agua en calma, en un intento desesperado grito el nombre de el dios Yampallec, esperando que acudan a ayudarlo sus hijos los veloces Delfines, pero esto no sucedió.

Desfalleciendo y echado en el fondo del caparazón, mirando fijamente el cielo, vio pasar un ser de enormes alas en punta y su pico era enorme flecha. Pensó que sería otra alucinación, aun así le grito suplicante.

-Wayki volador ayúdame- El animal miro de reojo al joven y continuo su tranquilo vuelo.

Ante esa respuesta Aru se desmayo.

Luego de descansar y al ocultarse el Sol, despertó totalmente insolado ya no distinguía muy bien el ambiente, pero pudo ver tapándose la frente en el borde del caparazón a varios seres de aspecto añejo y cuerpo de canasta parados en el borde, se puso de pie a duras penas y vio que a su alrededor habían cientos de estas aves pataleando en una Sola dirección lo cual ayudaba al caparazón avanzar lentamente.

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Los Pelicanos lo estaban ayudando, sonriendo y agradeciendo nuevamente se desmayo. Cayendo dormido al fondo del caparazón.

Su rostro bronceado por la briza marina se refresco al caerle unas gotas de lluvia, ya la coraza del Walla estaba en la playa varada, y el salió de la misma pisando el suelo arenoso, la lluvia lo refresco y abriendo la boca aplaco la sed, suficiente para que el joven se restablezca y pueda caminar, en la cintura llevaba la preciada caracola y recogiendo del suelo el báculo parlanchín, se puso en camino.

Un Cangrejo Azul que lo estaba observando le pregunto.

¿A dónde vas Auki? -esperando la respuesta movía graciosamente las tenazas.

¡Hola Wayki Cangrejo, quisiera encontrar el Antiguo Camino!

El animal le señalo con la tenaza mas grande, la dirección por la cual encontraría el camino. Luego de eso rápidamente se enterró en la arena.

-Gracias Wayki, espero que siempre encuentres comida entre las arenas del Mar- fue la respuesta de Aru ante la ayuda de tan pequeño animal.

Caminando lentamente por la arena, llego hasta encontrar unos hitos de roca pulida y unos tallados que en ese momento no entendía, luego continuo la marcha por el camino que era bordeado por un pequeño riachuelo en donde aplaco la sed que tenia.

Al ver las rocas finamente trabajadas, se dio cuenta que estaba en la dirección correcta pero en el estado que se encontraba demoraría mucho en llevar el encargo del Amauta Uchymac, y peor aun cuando recordaba el rostro asustado de Caccasita rogándole que la ayude.

Al llegar Aru a un descanso le pareció ver moverse a una enorme roca de color Marrón, pero grande fue su sorpresa cuando vio que realmente se trataba de un enorme Cuy, que descansaba tales de haber corrido mucho, su rápida respiración y limpiándose los bigotes en forma acelerada, murmuraba en tono bajo –Y ahora donde se supone que lo encontrare- se preguntaba preocupado.

Aru lo saludo cordialmente, aunque dejaba ver su agotamiento. –No seas renegón Wayki Cuy- casi desfalleciendo.

El Cuy sorprendido pronuncio –Solo El Señor Ticci sabe lo que hace, justo andaba buscándote Wayki Aru. Un anciano me envió a buscarte desde la tierra de los Tumpis, Vengo de la ciudad de Tumipampa.

-Pronto súbete a mi lomo que debemos partir – y diciendo esto se agacho para que el joven guerrero suba a una pequeña sillita que llevaba amarrada al lomo.

Aru se acomodo y sujetándose fuerte, le indico que estaba listo.

-Sujétate Auki- Y diciendo esto el animal empezó a correr por el camino como si este hubiera sido hecho para este fin atravesando velozmente las montañas y cuanta cumbre se interponía, sin respetar a otros eventuales viajeros pasaba tan rápido que la misma gente no sabían que había sido aquello que vieron pasar.

Aru se esforzaba por no caerse en especial cuando atravesaban las altas cumbres.

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El enorme cuy Solo se detenía para comer un poco de hierba o tomar un poco de agua que también le daba a Aru. Desconocidos los Caminos por donde iban hasta tomarse un descanso en un lugar llamado, Lachaypampa donde ambos comieron de unas semillas, de un gramadal que le tomo un poco de tiempo al Cuy encontrar pero al descubrirlo ambos comieron ávidamente, increíblemente para Aru estas semillas lo restablecieron mágicamente.

Come despacio Wayki que estas semillas son del Jardín de Aukallama, y el Dios no le gusta que las coman. Pero no tenemos tiempo para pedirle y peor aun esperar que nos de algunas. Diciendo esto el joven se trepo pues entendió que estaban cometiendo una falta y salieron rápidamente de aquellos campos para retomar el Antiguo camino, antes de llegar al mismo un Enorme Puma se interpuso entre ellos y el camino –A dónde vas tan rápido- les pregunto mostrándoles una de sus garras.

Aru le contesto -Wayki Pumaruna voy a Zapite que mis Waykis están en peligro- El Puma les respondió –Bueno Solo uno seguirá y al otro me lo comeré. Bien Padre que así sea pero tendrás que atraparnos y diciendo esto el enorme Cuy salió corriendo. – Sintiéndose burlado el señor de los Pumas, empezó a seguirlos.

Luego se le sumaron más congéneres molestos por ver a su señor agitado.

Más adelante el veloz Cuy le saco ventaja a los pumas que los perseguían, cuando nuevamente se les presento Un Ukumani preguntándoles

¿A dónde vas tan rápido? Aru le respondió: ¡Es un enorme Panal de la más rica miel que se puede comer digno del señor de los Ukumanis!

Al escuchar esto continuaron corriendo. Cuando vio que detrás de él lo venían persiguiendo una legión de Osos con la lengua fuera de la boca y entusiasmados por el manjar.

Más adelante se le presento un enorme Zorro, - Que siendo muy inteligente les pregunto el porqué de su apuro. Nuevamente Aru le respondió:-Padre Zorro, se trata de una carrera y al triunfador le darán el título de Señor de las cumbres así como patos y perdices gordas-, sin pensarlo mucho el Señor de los Zorros y una enorme y hambrienta camada, se sumaron a la persecución.

Por último otras fieras también corrían detrás de ellos, aunque por diferentes motivos pensando incluso que el bocadillo central seria el enorme y mechudo cuy que montaba Aru.

Algunos hombres del campo veían sorprendidos, la gran cantidad de fieras que en maratónica carrera perseguían al enorme cuy y más aun al joven que llevaba por jinete nunca habiéndose visto antes cosa igual.

Luego de tremendo tropel, llegaron a las afueras de la fortaleza de Mariatana, y al verla completamente destruida Aru se lleno de furia su mirada se ponía de color rojo, pensó en la suerte de Caccasita y los demás pobladores de la fortaleza, los Waykis feroces se sorprendieron preguntándose quién hubiera sido capaz de tanta destrucción. Y al ver los cadáveres de los hombres se ofendieron mucho pues eran bebedores de sangre enemigos de todos ellos. Quienes en las noches suelen robar de sus cuevas y guaridas a los cachorros para secarlos chupándoles toda su sangre. Este espectáculo también indigno a las fieras.

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Aru les grito -Waykis ayúdenme a acabar con estos demonios-. Las Fieras en unisonó rugido lo secundaron, algunas las mas adultas recordaron cuando fueron en completa paz a reunirse y ver la figura de un niño, muy especial que había nacido.

Continuaron su carrera por el empedrado Camino antiguo, hasta pasar la cima de Accra en donde se encontraron con la retaguardia de un ejército de Masurunas, que sorprendidos, empezaron a desbandarse. El Jakaruani al voltear para ver el porqué la desorganización de sus tropas, vio en lo alto de Accra la extraña figura de un guerrero montado en un Cuy y levantando en una de sus manos una extraña caracola de color dorado.

LOS DEFENSORES DE ZAPITE

La guardia de la Gran Ciudad de Piedra de Zapite, era seleccionada entre los mejores guerreros, cada temporada de cosecha terminaba con la renovación de los cuadros que servirían por todo un año en las murallas y portales de la Ciudad, en grupos pequeños permanecían en permanente vigilancia, hasta ser relevados, no eran los más altos, ni los más rápidos su fuerza era su carta de presentación, de contextura gruesa soportaban el traje de grueso hilado y forrado en cueros, así como la gran cantidad de armas que llevaban pues dentro de sus ordenes no estaba considerado abandonar su lugar de guardia.

Inmutables permanecían en las cavidades trapezoidales talladas en la cara externa de la ciudad y a todo su contorno, nunca atacaban pero estaban prestos a luchar a quien ose acercarse a la misma, en los portales a pesar de estar al descubierto cerraban filas en el camino de piedra controlando y evitando el pase por el mismo de cualquier extraño, un lujo que Solo las grandes ciudades se podían dar.

El Sinchi a cargo de la defensa ante la ausencia del Pachacuti era, uno llamado Suticamac, el cual por aviso de una muchacha llamada Caccasita, que salió del suelo cerca de la gran muralla de la ciudad, con los restos de la gente de Mariatana, preparo las defensas, empalizadas en punta, gran cantidad de piedras arrojadizas, rocas redondas, lanzas y jabalinas, así como a todos los pobladores de Zapite apostados en las murallas. Listos para la defensa de tan horrendo enemigo, incluso una arquería de puras mujeres estaba presto para la lucha entre las cuales destacaba una de gran fuerza y enormes trenzas, la guardia externa se negó a abandonar sus puestos, cosa que demostró en esos momentos el tipo de guerreros que la conformaban.

A lo lejos altas empalizadas servían de observatorio, para los guerreros dotados de una extraordinaria vista quienes vieron la destrucción de la fortaleza de Mariatana, y la nube oscura de seres alados, que la tacaban, los mismos que dieron aviso que la infantería de los Masurunas descendía por el camino antiguo, increíblemente los guardias de los varios portales se mantuvieron firmes ante la embestida de los Vampiros, no sin antes sucumbir eliminando a varios de ellos, cayendo en las bases de sus puestos de guardia.

Luego en formación y cubriéndose con las escamas del Amaru, los Masurunas soportaban la lluvia de proyectiles que les arrojaban los defensores de Zapite.

Muchos de ellos murieron en ese intento, luego de un último embate, las filas de los Masurunas se aproximaron a las murallas dando cuenta de los Guardias que luego de luchar retornaban a la cavidad donde montaban custodia para nuevamente salir a batirse. Luego de una feroz lucha sucumbieron ante el numeroso ejército de hombres vampiros.

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El Jakaruani ordeno a los apoyos de Mukis atacar las bases de la muralla y estos provistos de enormes masas hacían volar en pedazos las rocas que sostenían toda la muralla, pensaba repetir la maniobra que le había dado éxito en Mariatana.

Y casi lo logra cuando la muralla próxima al portal principal cedió, desmoronándose estrepitosamente. Una sonrisa adornaba la cara del líder de los Masurunas, hasta que una extraña tonada le llamo la atención desde lo alto de la cumbre de Accra, que al momento era su retaguardia.

Aparecía la figura extraña de un Joven Guerrero que montado en un inofensivo Cuy de gran tamaño tocaba una caracola Dorada, la cual al retumbar su sonido hacía temblar el suelo y las rocas vibraban de tal modo que parecía que cobrarían vida en cualquier momento.

La Vanguardia de los Masurunas había empezado a penetrar en la ciudad por el forado que fabricaron los pesados Mukis, pero fueron detenidos por una lluvia de flechas que desde el interior eran disparadas por hábiles arqueras femeninas, las defensas encabezadas por Suticamac, cerraron filas en la calle principal por donde intentaban entrar el grueso de los Masurunas, después de ardua lucha el sonido agudo de un Pututo, los distrajo pensando tal vez que las bestias tendrían refuerzos, siendo el preciso momento en que un ejército de fieras despedazaba la retaguardia de los Masurunas quienes temerosos a estos por las garras y dientes superiores a las suyas rompían filas debilitando el ataque. Suticamac fiel a su linaje permanecía al frente de los pocos guerreros que se mantenían firmes, aunque a pesar de sus esfuerzos cedían terreno. Para cuando varios Mukis aplastaban a los últimos defensores, una figura resplandeciente surgió de entre las rocas desmoronadas y con una Chimpa que deslumbraba al girarla se abría camino entre rocas y cadáveres era el Auki Uchymac quien partió en pedazos a los enormes atacantes detrás de él se formaron los últimos defensores de Zapite.

Ante la presencia de este singular guerrero los Masurunas titubearon pues tenían en las espaldas a cuanta fiera existe en el campo destrozándolos. El propio Jakaruani descendió de su anda y con una de las más grandes espinas del Amaru que blandía atravesaba tanto a pumas como a osos y a hombres.

Un temblor que empezaba a incrementarse hizo caer al piso tanto a atacantes como a defensores, sorprendidos vieron como las rocas que servían de base a las murallas de Zapite empezaron a moverse por sí Solas y cobrando vida se unían entre sí dando forma a unos guerreros gigantes, que armados con masas de igual material superaban a los hombres hasta en tres cuerpos.

Levantándose empezaron a aplastar a cuanto Masurunas tenían al frente, estos intentaron defenderse tanto con sus escudos como con las espinas que reventaban en pedazos ante los potentes golpes de los Pururauca, celosos guardianes que en secreto estaban durmiendo en las estructuras de la ciudad, aunque con su aparición fueron removidos todos los simientes de la misma, un verdadero cataclismo que termino por demoler las murallas de la Gran ciudad de piedra.

Ni los Masurunas voladores se escaparon del ataque de los pétreos defensores, pues en el aire eran derribados como moscas por las masas de estos. Otros caían atravesados por las flechas certeras que doncellas aguerridas disparaban desde el interior de la ciudad.

Jakaruani y unos cuantos adeptos quedaron rodeados tanto por fieras como por los guerreros de Zapite, incluso el Aukima Uchymac blandía la Chimpa amenazándolo, este se defendía amenazando con la espina enorme que llevaba, cerca de donde el Líder de los Masurunas estaba,

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un enorme cuy se detuvo de su rápida carrera, y de un salto quedo enfrentado a un joven guerrero que la gente desde niño conocía como Aru.

El Amauta le arrojo la Chimpa que ágilmente tomo con sus manos esquivando al mismo instante la espina del Amaru, luego un volantín en el suelo y un rápido esquivo evito que la misma lo atravesara, en vano Jakaruani trataba de atravesarlo, en un descuido de este Aru dio un salto cayendo al costado del vampiro y con el hacha le corto un brazo; nuevamente este herido intento clavarle la espina que en choque con la Chimpa se partió en pedazos, y siguió su camino hacia el cuerpo del Jefe de los Masurunas, cortándolo en dos, emanando negra sangre que desde su interior brotaba cayó al piso y secándose como un pellejo murió.

Igual suerte siguieron los demás guerreros Masurunas y sus acompañantes, al final del día la victoria costosa era para los restos de la Gran Ciudad de Piedra ahora en escombros.

Luego de ser invocados por la Caracola dorada, los Pururauca siguieron su ofensiva persiguiendo a los pocos Masurunas y Mukis que escaparon hasta un lugar llamado Huayhuash, hasta donde llegaron en su persecución, eliminado a los últimos formándose en fila se detuvieron quedando nuevamente petrificados.

Con la luz de enormes fogatas y la increíble luminosidad de un ojo del tamaño de un zapallo llevado a cuestas por una muchacha de Cunzak, los guerreros se avocaron a rescatar a los pobladores de la ciudad de entre los escombros.

Al día siguiente los sobrevivientes desde las afueras de la ciudad, se reunieron para apreciar la destruida ciudad que antes había sido el orgullo de sus moradores, Aru y el Amauta Uchymac lideraban la partida hacia otro lugar donde se puedan asentar los sobrevivientes recomendando no volver a edificar sobre los escombros de la ciudad. Muy a su pesar el Sinchi Suticamac ordeno la marcha, llevando el enorme bastón de mando de oro de la ciudad, lo fue poniendo en el suelo de tramo en tramo en búsqueda del lugar adecuado para establecerse, tomaron el camino antiguo de Piedra del Sur, hacia la tierra de los Yauyos.

Tal vez en alguno de sus escondidos valles, o en lo profundo de sus abismos puedan comenzar de nuevo la edificación de una nueva ciudad, con el Curaca Suticamac viajaban su mujer Auxima Ocllo y su Hijo Zatupe.

Los errantes viajaron acompañados por los héroes de Cunzak hasta cruzar un antiguo Kaukichaca y desaparecer en un intrincado y serpenteante sendero; dando la impresión que las mismísimas montañas se los habrían devorado.

Fin.

CAPITULO SIETE

LOS ANTIS Y EL COFRE

Luego de la gran batalla celestial entre seres poderosos, dos inferiores pero escurridizos lograron escapar, Un Muki Mediano que lo conocían como Guagapo y una Hechicera, una mujer demonio, juntos lograron escapar de la persecución de exterminio, de los señores Aukis, ambos lograron llegar a la tierra de los Antis en donde en sus selvas tupidas y profundidades se escondieron, luego llegaron a una profunda cueva y ahí permanecieron escondidos, esperando; entre sus cosas

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llevaban algo que habían sustraído de entre las pertenencias del anda del señor de la Guerra, aunque no sabían lo que era, lo tenían pues esta cosa emanaba una energía que los animaba, los hacía sentir poderosos, un cofre que para esconderlo de los ojos de los espías envolvieron en una gruesa cascara de Zapallo.

Juntos se preparan para resurgir entre la venganza y el odio hacia los Aukis y sus descendientes, los hombres que habitaban estas tierras eran tribus antiguas devoradoras de otros hombres por lo que les fue fácil a la pareja prófuga engañarlos y hacerles creer que eran dioses, obligándoles a rendir culto y entregarles ofrendas de corazones y sangre, que devoraban ávidamente a cambio les daban poder a sus jefes sobre otras tribus y a sus brujos la sanación de los enfermos, obteniendo mucha veneración por esto. Pronto los Warankis se habían impuesto entre todas las tribus de Antis sus guerreros dominaban toda la vasta selva. Establecieron un centro de culto y capturando a los pobladores vecinos los llevaban prisioneros ante un altar que en realidad era una roca negra en forma de mesa, en donde abrían a los cautivos sacándole el corazón y recogiendo su sangre, estas ceremonias de muerte se repetían día tras día entre la penumbra y la oscuridad buscando la ayuda de los dioses del inframundo.

Un día el joven Aru despertó de un sueño con un dolor en su corazón aun despierto escuchaba en sus oídos el profundo lamento, llantos y gritos de dolor así como el pedido de ayuda, que cientos de voces le hacían al mismo tiempo, sin saber de qué se trataba, salió a las afueras del pueblo a buscar inspiración. No había estado muy lejos cuando una figura conocida se le acerco el anciano que más de una vez lo había puesto en aprietos se presentaba de nuevo, Como estas muchacho que es lo que te causa tanta pesadumbre? Le pregunto el anciano mientras le palmoteaba el hombro.

Amauta Uchymac, sea usted bienvenido. Le contesto cordialmente el joven. Bueno te busco por una sencilla razón he tenido un sueño y quiero contártelo, Aru sorprendido pues el también deseaba hacer lo mismo lo escucho con atención: En mi sueño había una hermosa joven que con los ojos cerrados se bañaba en un rio, pero cuando me acercaba para hablarle esta desaparecía entre un gran jardín de flores, luego encontré una Papaya de gran tamaño yo quise comerla pero cuando la partí salió de ella un cajón dentro del cual una voz me decía llévame…luego vi un grupo de danzantes llenos de pelos que bailando subían una montaña paseando a un guerrero en una anda, después de eso me desperté y decidí venir a contarte todo esto para ver qué será? El joven Aru sorprendido escuchaba al amauta como le narraba el mismo sueño que él había tenido, preguntándose ¿Como puede ser esto que la gente sueñe lo mismo? Aru le confesó al anciano que eso mismo había soñado preguntándose qué seria esto quedo meditabundo.

El amauta en forma directa le respondió. -Yo sé lo que significa esto Aru-

El joven entusiasmado esperaba la respuesta del viejo maestro, -Significa Solo una cosa que es hora de enviarte a otra misión- Aru no esperaba esta respuesta pero sabía que si se le había presentado el viejo Uchymac era para eso, para poner en riesgo su vida y encargarle algo casi imposible.

Luego el Amauta le indico lo que tendría que hacer: “Viajaras hacia el este buscando la naciente del Sol, luego de subir y bajar muchas montañas llegaras al límite del Camino antiguo de piedra, en ese lugar hay un portal y varios guardianes de piedra, no les hagas caso y crúzalo hacia la tierra de los Antis, una vez adentro seguirás por un sendero y a través del veras muchos animales, insectos y plantas peligrosas, ten cuidado y no confíes en nadie ningún ser de ese mundo es bueno, luego buscaras una profunda cueva y en su interior hay dos demonios mátalos y quítales un cajón que

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tienen oculto no lo vayas a abrir por nada del mundo, tráemelo joven guerrero de Cunzak ¿Qué esperas? ¡Ve!

Y diciéndole esto salió disparado Aru tomo su alforja, su bolsa, su báculo y su poronguito mágico y siguiendo el Antiguo Camino de piedra cruzo montañas, riscos y peñascos; abismos y cuestas; pequeños y largos bosques, poblados de gentes desconocidas, ríos y pantanos, a pesar de tener un nudo en la garganta y cada vez escuchar con más fuerza esas voces que clamaban desesperadamente por ayuda, apuraba por esto el paso.

Luego de mucho andar llego a unas cumbre desde donde diviso ya no montañas sino un verdadero mar verde, en el final del camino de piedra se encontró con dos pilares y unos hombres de roca que limitaban el fin del Capac Ñam, tal como se lo había descrito su maestro, se detuvo por un momento a contemplar el infierno que lo esperaba, luego aguanto la respiración y cruzo por entre los pilares, pero en ese mismo momento una de las rocas cobro vida en su rostro y mirándolo le hablo: Cuando salgas por este portal Ya no habrá retorno joven Auki.

Aru sonrió y le respondió en forma desafiante: -Si es así mírame bien y espera para cuando regrese-

El hombre de roca le pidió nuevamente: -Si crees que vas a regresar dame tu nombre para dejarte el paso-

Soy Aru de Cunzak. Le grito al mismo tiempo que cruzo el portal, pero entre sus piernas una zarigüeya quiso ingresar en sentido contrario, La roca que le hablaba se volvió elástica y saliendo de ella un largo puño aplasto contra el suelo al pobre animal.

Luego miro a Aru y sabiendo que este esperaba una respuesta por lo que hizo simplemente le respondió; -Es que a esa no la conocía-

Sin más palabras, Aru empezó a descender entre árboles y arbustos espinosos, la penumbra por la sombra del bosque empezaba a tapar los pocos rayos del Sol, los sonidos de las aves, el zumbido de los insectos y los aullidos de las fieras desconocidas era algo nuevo para el joven aventurero, dejando el poco temor que sentía de lado, se abría paso, la curiosidad de saber quiénes hacían esos sonidos tan extraños, luego de descender por entre los ramales húmedos y llenos de hormigas le dio sed, fue a coger el poronguito que le dieron y del cual nunca se acaba el agua mágica y curativa, pero fue en vano se le había caído entre toda esa maraña de plantas, el calor que sentía era insoportable y luego de horas de andar la sed lo agobiaba.

A lo lejos pudo escuchar la caída del agua y su salpicar, al hundirse en algún riachuelo, empezó a seguir ese sonido y mentalmente saboreando el agua ya muy cerca, saco el cuello por entre unas hojas enormes y pudo ver una caída de agua que hacia neblina hasta chocar con una lagunita unos metros más debajo de donde él se hallaba, empezó a acercarse hacia la caída pero la humedad hacia el suelo muy resbaloso y tanto que perdió el equilibrio cayendo dando tumbos entre las plantas que crecían en el contorno de la catarata.

Cayo dándose un refrescante clavado entre las cristalinas aguas, pero para sorpresa suya no estaba Solo, al sacar la cabeza del agua una joven estaba bañándose con los ojos cerrados y por el fuerte sonido del agua no se habría dado cuenta del inesperado clavadista.

Aru por primera vez en su corta vida se avergonzó pues la joven estaba desnuda frente a él, rápidamente sus mejillas se sonrojaron y su corazón aumento sus latidos no por el susto del

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clavado sino por la belleza de la joven delante de él. Sus largos cabellos pegados al cuerpo para el joven era una imagen deslumbrante e incomparable con cualquiera de las mozas que haya visto en Cunzak o en todo Zapite, luego de botar el agua por la boca en forma de chorro, pues ya había tomado suficiente la joven se dio cuenta de su visita y abrió los ojos, mirando al joven que tenía en frente Soltó una sonrisa y de un salto felino salió del agua desapareciendo entre la vegetación, Aru quiso hablarle pero para cuando pudo pronunciar una palabra ya había desaparecido.

Completamente desconcertado recordó parte de su sueño, salió del agua quedándose en la playa de la lagunita, luego recordó a la Aukima que casi lo ahoga en las alturas de Warmicocha y repasando las palabras del amauta, siguió su errante camino.

El instinto le indicaba que no estaba Solo, alguien lo observaba, su preparación de cazador en el bosque de los Sachaucas fue la mejor; así que rápidamente creó un doble de él y separándose en dos, dio vueltas por los arboles cercanos, hallando escondido detrás de uno de aquellos enormes Sachas y de ancho tronco, a un joven delgado y cuya piel completamente de color verde, sus cabellos de alguna manera estaban tiesos; este respirando agitadamente, sorprendido lo quedo viendo con los ojos bien abiertos.

LA MUJER SERPIENTE

En la profundidad de la cueva donde habitaban miles de lechuzas; el Muki Guagapo y la Mujer demonio, movían el cofre dorado envuelto en un zapallo, y poniéndole las manos encima, recibían el poder que emanaba en forma de una poderosa Luz este articulo divino, luego la Mujer Demonio saco de un cesto de paja, una enorme culebra de las mas venenosas en aquella selva, llamada Shumpe, y ambos tocándola e invocando el poder de antiguos Supayachis (demonios) la Soltaron al suelo, en donde retorciéndose se transformó en un bella mujer, la vistieron como Anti, y le dieron un arco y unas flechas envenenadas, le ordenaron que busque y mate a un Auki, que deambulaba por la Selva.

Pues el cofre les había mostrado en visiones la presencia de Aru, la mujer tomo el arma agacho la cabeza y salió corriendo al monte.

Luego de andar oliendo el aire, con su lengua bífida; llegó a las proximidades de una catarata y husmeando en el suelo encontró un pequeño poronguito lleno de agua, lo olfateo reconociendo el olor del Auki que buscaba.

EL SUPAY TUPACYEN

¿Y tu quien eres? le pregunto el guerrero a ese flacucho que más parecía una planta que un hombre.

Sorprendido el espía se movía como si no lo hubiera encontrado el hábil cazador.

-Sacando su Waraka, Aru lo amenazo nuevamente,

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¡Oye tú, con esta nunca fallo, detente! -Ante esta orden no tuvo más opción que detenerse y aun sorprendido le devolvió la pregunta:

¿Me puedes ver? ¿Quién eres tú? –Nuevamente le pregunto el verdoso a Aru-

¡Se supone que nunca nadie me ha visto!

Soy Tupacyen el hijo del dios Punchao, -orgulloso respondió el pintado de verde-, Aru lo miro de pies a cabeza preguntándose en voz alta:

¿Entonces eres un Dios o su descendiente?

-Sera pues- le respondió tratando de ver por donde se le había perdido la joven desnuda, a la cual estaba espiando.

Y dime ¡Tupacyen! ¿Que estabas viendo escondido ahí? Este no quiso responderle, haciéndose el disimulado, le contesto:

-Es que tenía sed.

Ya y seguro que esa joven no te dejaba beber.

¡Oye tú eres un mirón, así les dicen a los viejos que se esconden entre los cañaverales, para ver a las jovencitas cuando se bañan en mi pueblo y sabes que les hacen; les sacan los ojos!

-No a mi no, yo soy pues el hijo de un dios-

Y dime hijo de un dios, ¿Me puedes ayudar; estoy buscando una cueva en donde viven dos demonios y tienen algo que necesito?

-Tupacyen nuevamente se hizo el disimulado respondiéndole– No, no sé nada de demonios, hay dos Dioses muy poderosos, que habitan en lo profundo de Guagapo, pues uno de ellos se llama así.

Tratando nuevamente de irse caminando.

¡Bien, eso es lo que busco tienen algo que yo quiero y tú me llevaras! -Le ordeno Aru.

-Tupacyen se rehusó- ¡Tú no eres nadie para mandarle al hijo de un dios!-Diciéndole esto intento irse.

Aru volvió a escuchar los lamentos y las suplicas a lo lejos, y en ese momento se le encendieron de rojo fuego los ojos; saliendo de sus labios una temible voz que le ordenaba al verdoso: ¡Me llevarás ahí!

Tupacyen se dio cuenta de quien tenía al frente, no era Solamente un humano, luego trato de escapar; pero Aru ya tenía entre sus manos la Waraka y sin más, lo lazo de la cintura, sintiéndose atrapado el delgado joven verde, empezó a guiarlo por entre los intrincados senderos del bosque.

La Mujer serpiente llego hasta las orillas de la catarata, en donde agachada olía los rastros no Solo de Aru sino de alguien a quien no definía si era un humano o un Mijao, luego empezó a seguir el rastro de ambos, se dio cuenta que la llevaba nuevamente a la cueva de donde había recibido la orden.

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Los animales del monte al ver a estos tres seres recorrer los caminos optaron por huir lo más lejos posible, pues nada bueno saldría de estos, si se llegasen a encontrar.

Confiados en la efectividad de su asesina, el Muki Guagapo y la Mujer demonio ordenaron a los Guerreros Warankis, que les traigan cientos de sacrificios para celebrar, la fila de prisioneros avanzaba por entre los caminos arcillosos, rumbo a la cueva de la muerte; sujetados del cuello por duras sogas de liana, lento era el caminar de aquellos que nunca regresarían, pues hasta los restos eran festín de los Comedores de hombres.

Los Warankis se esmeraban en llevar a los prisioneros más selectos, capturados en lejanas tierras; de los cuales, no todos llegaban a ser ofrecidos pues muchos morían en el camino.

Una jovencita presa, sujetada por un collarín de lianas en el cuello, suplicante mirando al cielo y al tenue Dios Sol, cuya luz se filtraba por entre las tupidas ramas de los sachas, oraba y le pedía casi desfalleciendo:

¡Señor Inti ayúdame! Un insignificante rayo del Astro mismo le toco la frente entre el follaje como acariciándola para que no pierda la esperanza avisándole que su suplica tal vez, ese día sería escuchada.

Estando muy cerca de la boca de la aterradora cueva, -Tupacyen se le adelanto a Aru diciéndole: Debo ver si hay guerreros cuidando el camino escondidos entre los árboles.

Por lo que Aru lo Soltó, desenrollando la Waraka de su cintura, pero no sin antes advertirle: ¡No abra lugar en el que te puedas esconder de mi ira!

Tupacyen temeroso empezó a escabullirse por entre las ramas de los arboles, mirando a su alrededor en las sombras de un frondoso árbol y sobre un tronco seco, a Aru le pareció ver una figura conocida, al parecer estaba de espaldas aquella joven que sorprendió bañándose en las cristalinas aguas de esa catarata, reconoció sus largos cabellos y su torso apenas cubierto por un tejido de hojas secas que le cubrirían posiblemente los pechos.

Aru confiado se le acerco para ver sí podría hablarle, mientras iba buscando lo que le iba a decir, la joven volteó.

Aru pudiéndole ver esta vez los ojos abiertos, ella al verlo no se mostro sorprendida, muy por el contrario le sonrió y hablando despacio le decía que se acerque, el joven aturdido por lo que le parecía un espejismo se fue acercando a donde la joven se hallaba sentada, esta le estiro la mano, pero en ese preciso momento cuando estaba a punto de tocarla recordó su extraño sueño, le quito la mirada y un zumbido agudo paso por su cuello, instintivamente Aru saltó hacia atrás mientras una flecha sujetaba la mano contra el tronco, esta vez húmeda y tatuada de la joven la cual abría la boca de dolor dejando ver su larga lengua bífida, Aru gritando ¡Aukikasan! Volvió a saltar hacia atrás y sacando de su bolsita una solida porra intento darle un golpe en la cabeza.

Pero la Mujer serpiente se libro de la flecha que la tenía sujetada la mano, donde se había sentado, para emboscar al guerrero de Zapite.

Aru volteó la mirada para ver quien había disparado aquella flecha salvadora y pudo distinguir entre las ramas de un árbol próximo a otra joven tensando su arco, lista para efectuar otro disparo, Aru luego volvió a intentar darle otro porrazo, pero la hábil criatura repto por entre los arboles escapando rápidamente.

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La joven dio un salto cayendo de pie al costado del joven Auki. Resondrándolo en forma burlona, ¡Debes escoger mejor a tus novias! Y sonriendo empezó a caminar.

Por fin Aru la reconoció de cuerpo completo, era la doncella que sonriente se alejo de la catarata. Sorprendido Aru la llamo: ¡Eras tú! ¿A dónde vas?

-Luego reflexiono sobre las palabras que decía, y nuevamente la llamo: ¡Gracias por salvarme de esa mordida!

Te hubiera asesinado la Shumpe es la más venenosa de todas en esta selva. Didácticamente le respondió, la joven sin detener su caminata.

¡Tengo una misión que cumplir, los Malditos Warankis secuestraron a mi gente y los llevan a la cueva del demonio que llaman Guagapo, para sacrificarlos, caminan lento, por eso es que pude ayudarte, ahora me despido pues debo rescatarlos! y diciendo esto empezó a caminar rápido hacia el sendero.

-Aru desconcertado, solo atino a decirle: ¡Yo también voy tal vez podamos hacerlo juntos!

¿Cómo te llamas, doncella?

-Ucaymi, contesto sonriente ¿y tú, picaflor? le devolvió la pregunta a Aru,

-Soy Aru de Cunzak, la joven soltó una risa y siguió caminando dándole la espalda, Aru se puso colorado no pudiendo evitar preguntarle el motivo de su risa.

La joven arquera le contesto sin mirarlo: ¡En mi idioma Aru significa niñita! soltando otra carcajada.

Lo que enojo al joven héroe de Cunzak, Molesto apuro el paso, sintiendo más fuerte aquellas vocecitas suplicantes en sus oídos.

Habiéndose olvidado por completo de Tupacyen, siguieron caminando guiados por la joven guerrera; evitando varios grupos de guerreros Warankis, que cuidaban los accesos principales, luego de dar varias vueltas pudieron estar muy cerca de la entrada de la cueva; en donde se congregaban varios grupos de Uchuris Warankis (Sacerdotes), que venían con prisioneros de zonas muy lejanas, luchando a latigazos entre ellos por ser quien entre primero a donde realizaban el ritual de los sacrificios.

Los jóvenes veían todo ese gentío, cuando inesperadamente los tomaron por la espalda una figura escuálida y sudorosa: ¡Auki donde te habías metido ya encontré como llegar al interior de la cueva, en la cumbre, hay un ducto muy angosto que llega hasta la sala de sacrificios, por ahí llegaras! he cumplido, que Punchao te proteja pues de ahí no ha salido nunca nadie, y veo que trajiste tu propio sacrificio, aunque mejor se le ve bañándose.

La joven, lo quedo viendo burlándose del informante de Aru: ¡Vaya, vaya un Mijao que habla! Mientras lo apuntaba con su arco y flecha.

Aru luego de agradecer la ayuda del delgado joven verde le dio libertad, despidiéndolo.

¡Eres libre de irte, gracias hijo de Punchao! A lo cual el verdoso se desvaneció entre los arbustos y gramadales cercanos.

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La pareja subió sorteando plantas venenosas y arbustos espinosos, hasta el lugar donde les había indicado el espía, encontrando efectivamente el ducto por el cual entrarían, a pesar de ser muy angosto y húmedo, ambos guerreros ingresaron y de modo muy difícil se hicieron camino, arrastrándose hasta llegar a sacar la cabeza por un tragaluz; desde donde se podía ver en pleno la sala de sacrificios, una enorme cueva alumbrada por decenas de hogueras y en el centro un altar, que en realidad era una piedra negra, en forma de mesa con dos surcos que desembocaban en unas cavidades en el suelo y que ya estaban llenos de sangre humana.

Mientras esto ocurría, unas doncellas Warankis de enormes uñas y completamente tatuadas recogían la sangre en cuencas pequeñas llevándoselas a la boca de la mujer Demonio, que quieta veía las filas de prisioneros acercarse a su final, El Muki se entretenía jugando con unos huesos que en forma reiterada arrojaba al suelo, echando suertes, y mordisqueando un trozo de carne, que Aru pudo reconocer que se trataba de Corazones humanos, la joven Ucaymi se quedo aterrada al ver que sus parientes ya estaban próximos al altar rocoso.

Cuando iba a proponerle a Aru la forma de atacar este salió por completo del ducto y le indico: ¡Tú rescata a los tuyos y cuando estén libres me avisas!

-Si ¿pero qué harás tu?- le pregunto la joven.

¡Yo voy a terminar con todos estos asesinos! y diciendo esto se lanzo al suelo, dando vueltas en el aire mientras sacaba su porra, y gritando ¡Aukikasan! Empezó a aporrear a cuanto Warankis se le acercaba reventándoles la cabeza, haciendo volar en pedazos los huesos y sesos de los Comedores de Hombres, el más corpulento y que llevaba una enorme lanza que llamaban Pupuna, ordenaba a los suyos, para poder atacar al invasor.

El Muki y la Mujer demonio se asustaron pues reconocieron que el atacante era un Auki, viniendo a su mente la terrible matanza que les causaron en tiempos remotos estos guerreros Hijos del Sol, inmediatamente se cubrieron con oscuros mantos y se escabulleron en lo profundo de la cueva, en donde ya tenían construido ductos con este fin; atrás de ellos intentaron llevarse un enorme zapallo.

La Mujer demonio sonrió al tomarlo con sus manos del altar en donde lo tenían oculto sin percatarse que ya un ser verdoso camuflado entre las algas oscuras del suelo de la caverna se había encargado de hurtar su contenido escondiéndolo entre las hojas de Mijao, aquella planta con la que peyorativamente lo nombraban.

La arquera sorprendida por la agilidad y fuerza del joven guerrero se quedo por un momento admirada de su valor y arrojo, las miradas de ambos se cruzaron y verdaderamente se podría decir que de ellas salió algún tipo de fuego, pero la joven despertando de su obnubilación, empezó a lanzar flechas a los que sostenían las cuerdas de sus parientes, y luego con certeros flechazos rompió las mismas liberándolos de este modo, estos a su vez empezaron a liberar al resto de prisioneros, entre la desesperación de los Warankis, que caían uno tras otro si no por los porrazos del guerrero de Zapite o por las flechas interminables que disparaba la bella Ucaymi.

Cuando Aru se acomodo debajo de un enorme cántaro que hervía sobre una enorme fogón sosteniéndolo con sus dos brazos, lo volteo cayendo su contenido en todo el piso y apagando una a una las hogueras que alumbraban el interior de aquella cueva, con sus ojos encendidos en rojo fuego, miro entre la multitud una figura verdosa y encorvada escondiendo el cofre por el cual había sido enviado; salto sobre la mesa de piedra Negra y de un duro golpe, la destruyo en mil pedazos las esquirlas de la roca se clavaron en el cuerpo de las decenas de guerreros Warankis, que

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intentaban acercársele con sus Pupunas y que de este modo cayeron muertos, mientras Ucaymi llevaba a los suyos, por uno de los pasadizos hacia el exterior, entre ellos camuflado corría también un ser verde que llevaba sujetando con sus delgados brazos muy fuerte un montón de hojas de Mijao.

Muy en lo profundo y sintiéndose a salvo, la pareja de demonios se juntaron luego de sellar el túnel a sus espaldas, sentándose a descansar para revisar el interior de su zapallo y emitiendo un terrible grito al darse cuenta que estaba vacío.

Luego Aru tomo la vanguardia entre el grupo de prófugos derribando a cuanto Warankis intentaba cerrarles el paso, atrás seguía la arquera derribando de igual modo a los Warankis que lograban escabullirse de los porrazos del Auki guerrero, después de mucho batallar lograron salir de la cueva, tomando un sendero que los alejaría de ella, detrás de los prófugos tratando de escabullirse entre ellos corría Tupacyen sonriendo maliciosamente.

Dejando pasar a los parientes de Ucaymi, Aru detuvo del cogote al huidizo Tupacyen, para pedirle lo que llevaba escondido envuelto en las hojas, este sonriendo se lo entrego diciéndole:

¡Trataba de recuperar lo que a mi padre le quitaron estos demonios!

-No te preocupes Tupacyen- ¡Yo mismo me encargare de entregárselo!

Sorprendido por esta respuesta el joven verde se lo entregó, continuando con la fuga.

Ya muy lejos el grupo seguía el camino hacia la catarata en donde los jóvenes se habrían visto por primera vez, acercándose a beber agua y refrescarse de tanta correría.

La joven le dio en una hoja un poco de agua a Aru para que aplacara su sed y darle las gracias por ayudar a los suyos, Aru viéndola a los ojos se sonrojó respondiéndole que no era nada y ocultando lo que llevaba entre las hojas del Mijao envuelto.

Aquello mismo que la distrajo y preguntándole que era eso, poniendo en aprietos al joven Auki, pero cuando estaba por responderle un dardo envenenado cruzo el aire teniendo como blanco el pecho de la muchacha, Aru la cubrió con su cuerpo, la joven sujeto su arco y velozmente lanzo una flecha al lugar de donde provino el disparo entre la espesura del monte.

Cuando esta volvió la vista a Aru, el guerrero la había cubierto con su cuerpo, para recibir el impacto de una flecha envenenada, pero se le había clavado en el pecho cerca del corazón, Ucaymi nuevamente volteo y con lagrimas en los ojos, volvió a disparar varias flechas hacia donde había lanzado la primera, mientras el cuerpo de una mujer caía de entre las ramas, era la mujer serpiente que había intentado acabar con la arquera.

Aru desfalleciendo se hecho en el suelo, perdiendo la conciencia, siendo el rostro lloroso de la joven Ucaymi lo último que vería, desvaneciendo luego como en un sueño.

Ucaymi sabía que lo único que podría salvar al joven era un antídoto de mayor jerarquía que la ponzoña de la asesina, pidiéndole a Tupacyen que lo haga, este a un comienzo se rehusó, pero ante las suplicas de la joven acepto no sin antes condicionar que ella lo acepte como su esposo, la joven desesperada y ante la posible muerte de Aru acepto.

Todo un día pudo soportar Aru, aquel veneno que le quemaba el interior deliraba y en el delirio producto del veneno recordaba todos los lugares en los que había estado y a todas las personas

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que había conocido, por último la espectral figura de una Aukima de largos cabellos rubios, su madre se acercaba para decirle al oído que aun su tiempo no había llegado, pero a su vez sujetándole la mano le pedía que deje todo y salga de esa Selva.

Aru luego recordó su lenta caída en la catarata, el sonido del agua, y el rostro de Ucaymi que esta vez, no sonreía, casi atorándose y tosiendo bebió a duras penas un brebaje de plantas que había preparado Tupacyen y que previamente lo puso encima del cofre, del cual absorbió la energía suficiente para curarlo, aplicando Tupacyen sus conocimientos mágicos heredados de su padre el dios de la Vida Punchao.

Luego entre sueños pudo oír a la joven Ucaymi jurar lealtad como esposa; delante de todos sus parientes al escuálido Tupacyen, que sonriente ya no lucia verde sino vestido de un atuendo de plumas, sujetaba feliz a la joven Ucaymi y besando de espaldas a la novia, la última de las Aukimas de la montaña, veía a los ojos al convaleciente Aru, que luego de haber presenciado todo disimuladamente se hizo el dormido.

Solo unos hombres de la tribu de Ucaymi se quedaron a acompañar por unos días al Guerrero de Cunzak, que ya lucia mejor; pero no despertaba, estos por temor tan solo le acercaban agua.

Pero nuevamente Tupacyen había dado instrucciones a estos para que cuando ya estén lejos, le den agua de un poronguito que Tupacyen había encontrado en el cadáver de la asesina y que luego lo abandonen, así lo hicieron y se fueron dejando solo y débil a Aru en aquel paraje.

Un jaguar estaba merodeando la selva y olfateando descubrió a lo lejos al joven guerrero, hambriento se le acerco y dando un rugido se abalanzo hacia él, esto despertó a Aru que débil aun no podía defenderse pues el veneno era muy fuerte; fue en ese instante que el Jaguar fue sujetado de la cola por un enorme y peludo Ukuko, el mono gigante lo lanzo contra los arboles, el jaguar intento atacar de nuevo pero ya estaba rodeado por mas Ukukos que amenazantes rodearon a Aru, no pudiendo hacer mas el felino opto por huir.

El Ukuko más corpulento se alegro de haber llegado a tiempo y entre todos levantaron a Aru en un ancho tronco, el cual luego de ver el Cofre envuelto en las hojas de Mijao cerca de él, se sujeto y continúo su viaje sin volver a mirar atrás.

Los Ukukos subieron a Aru por todo el precipicio, escalando los intrincados arboles, se pasaban a Aru como si llevaran un muñeco, Luego riéndose y aullando lo dejaron cerca de la cima, para luego retornar a sus dominios.

Ya cerca del portal que limitaba el inicio del Antiguo Camino de Piedra, al cual escalo con dificultad, llego a la cumbre, débil y cansado se sentó, ahí fue interrogado por uno de los guardianes de piedra: ¿Quién eres tú?

Aru sorprendido le respondió: ¡Yo soy Aru de Cunzak, pero se supone que ya me conocías cuando pase por este mismo lugar!

¡No! -le respondió el hombre de piedra: ¡Yo conocía a un joven con corazón de niño, ahora veo a un hombre diferente con una profunda herida en el pecho!

-Así será pues, ¡Mi corazón se quedo herido en aquella selva!

Le contesto Aru dándole la razón a aquella roca parlante.

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Sin más, cruzo el portal y guardo en su bolsa mágica aquel cofre que tanto dolor le costó conseguir.

No habría caminado mucho cuando vio frente a él, parado al Antarka, que reluciente y completamente albo lo estaba esperando, Aru se monto en su lomo y juntos emprendieron por el Camino de piedra el retorno a Cunzak, para entregarle a su Amauta aquel Divino objeto.

Fin.

CAPITULO NUEVE

LOS HOMBRES DE ZATUPE

Transcurrieron muchos años después de todos estos acontecimientos, una temporada de paz reino en estas tierras de Zapite, los Yungas de la costa ascendieron y tomaron posesión de estas tierras, y se establecieron en ellas conviviendo con los Waros, unos y otros se servían dependiendo de su riqueza y poder.

El pueblo de Cunzak había prosperado y poseía grandes tropas de ganados y andenerías donde cultivaban todo el año, de la lana de las Ayarmacas (Llamas) y Awarpacas (Alpacas) elaboraban textiles muy cotizados y hermosos, muy codiciados por los señores de los poblados circundantes, también haciendo Chaku conseguían el fino vellón de las Awircunas (Vicuñas).

La abundancia del agua, en sus complejos sistemas de acequias y compuertas le daba una buena agricultura, en todo el tiempo se veían ir y venir grandes tropas llevando mercaderías de intercambio de las cuatro tierras de los Dioses.

Pero al este en la naciente del Inti, surgió de las profundidades de una Cueva, un Muki señor de demonios, que alimentado de la furia y el odio de los Dioses del Ukupacha (inframundo), adquirió gran poder, lo secundaba una Mujer demonio, que realizando complejos rituales incrementaron en secreto su Camac, este Muki se había transformado en un demonio de pequeño tamaño, enorme cabeza y gran dentadura que le sobresalía de las mandíbulas, su cabeza coronada por serpientes, sus enormes ojos, sus garras que podían sostener muchos báculos al mismo tiempo y cada Báculo proveniente de algún pueblo derrotado y llevado al exterminio, por esto lo llamaban Señor de estos Báculos.

La Mujer demonio bebedora de sangre de inocentes, lo cubría de enorme poder y lo animaba, cientos de Warankis habían pasado a ser Uchuris (sacerdotes guerreros), y que eran los encargados de los rituales y sacrificios, ante estos se habían sometido la mayoría de los pueblos de la región de los Antis.

LOS WARANKIS

Estos antiguos cazadores, se convirtieron por esencia de la maldad, en cazadores de hombres y a su vez los devoraban ávidamente, conocedores de las profundas selvas, de donde sacaban los más extraños brebajes y venenos; que obtenían de una multitud de plantas y alimañas.

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Estos guerreros eran crueles y no conocían la compasión, vestidos por solo una Chanca que los cubría, el resto de sus tocados eran plumas y pieles de animales que ellos mismo cazaban, y de los cuales obtenían su protección. Sigilosos y arteros muy parecidos a las serpientes, de largas flechas y anchas lanzas, en su mayoría fabricados con la madera de la Chonta.

En un principio estos Warankis fueron invocados por este Muki, que se les presento como gran señor y Dios, dominándolos y exigiéndoles grandes sacrificios en vidas, estos pensaban que era el Dios jaguar que había venido a protegerlos, Con este protector sus tribus se extendieron en toda la selva. Imponiéndose en los pueblos más remotos.

Todas Las tribus de los Antis hicieron alianza con estos para evitar ser destruidos, Hasta que llego un día en que orgullosos de su poder y su número, decidieron invadir las tierras que para ellos habían estado prohibidas y con un ejército numeroso de varias Warancas, cruzaron los limites de roca, y siguiendo por el Antiguo Camino de Piedra empezaron el ataque a los pueblos civilizados.

Llevaban al Muki en una gran litera y en otra a la Mujer demonio, al ver los pueblos de las alturas su gran numero y ferocidad los pueblos se sometieron a su poder, Wankas, Yaros, Vilcas, Chankas, Huaylas y Cañaris se sometieron a sus ejércitos, Solo los pueblos Collas se les enfrentaron estableciendo una frontera de permanente guerra.

Con la suma de estas tribus los Warankis formaron una verdadera multitud, casi veinte Warancas con sus Sinchis que los dirigían; el ejercito del señor Muki, que en secreto los sacerdotes llamaban Wallayllo, y Que según ellos había Muerto y regresado de las profundidades del Ukupacha para cobrarse la revancha a los descendientes de los Aukis.

Habiendo tomado la tierra de los Wankas estos le sirvieron fielmente, en ese lugar el Muki emprendió la invasión de las tierras altas mas allá de las cumbres de la cordillera, su objetivo llegar al mar, fue así que comenzó la invasión de las antiguas tierras de Zapite y de la ciudad secreta de Zatupe, donde aun decían quedaban gente antigua. Cunzak nuevamente estaba en peligro, pero hacia buen tiempo nadie sabía de los guerreros que una vez la defendieron en especial de uno que cuentan muchas historias y que lo llamaban Aru.

EL DESCANSO DEL GUERRERO

Muchos años habrían transcurrido desde su última misión en la que perdió la vida el querido Amauta Uchymac, Aru se mostraba pacienzudo y visitaba a los descendientes de Caccasita, que vivían en Zatupe; a quienes consideraba como su familia; con cuyos Willkas (nietos) se divertía mucho, en especial contándoles en las noches infinidad de fantásticas historias, muchas de las cuales los pequeños no creían posibles, otros días, sin más compañía que la de su viejo báculo, caminaba meditabundo por las talladas escalinatas del Antiguo Camino de Piedra, recordando la infinidad de veces que lo cruzo, viviendo las más increíbles aventuras, visitaba con frecuencia el bosque de Kutaiki y se internaba por semanas, en el lejano bosque de los Sachaukas de donde le era cada vez más difícil regresar.

Aun hasta hoy las antiguas heridas obtenidas heroicamente lo aquejaban, causándole fiebres y convulsiones nocturnas, durante años con ayuda de unos pequeños Chukillankis reparó la

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arquitectura de Kutaiki, consiguiendo construirse una pequeña Callanca de roca y madera finamente trabajada.

Solían venir de vez en cuando los Amautas de regiones muy lejanas, a escuchar sus consejos y enseñanzas, incluso más de una vez lo visito algún poderoso señor Curaca, que en secreto se daban el privilegio de hablar con él, con el pelo completamente blanco, pero aun con el cuerpo y la semblante de jovenzuelo para asombro de los otros ancianos del pueblo.

Ya atrás en el pasado quedaba el día cuando logro juntar los artefactos divinos y los llevó, ante el señor Ticci en el Hananpacha de nuevo, con sus dolencias en la rodilla, mordida por el Amaru Caullima, la cabeza rota cuando fue sacrificado y arrojado al abismo, el dolor de la flecha envenenada en su corazón, y más dolor aun le causaba el recuerdo de la joven Ucaymi.

Pasaban así los días del héroe de Cunzak, entre las visitas de los jóvenes cazadores que le pedían consejo para lograr atrapar a las Antarkas (venados blancos) que veían desde lejos trepar por los acantilados pero que nunca llegaron a capturar. Estos se contentaban con dejar el bosque lleno de trampas que en sus paseos Aru se encargaba de destruir.

Cuando salía de viaje al bosque de los Sachaukas un pequeño Masuruna (hombre murciélago) se quedaba vigilante en su pequeño Castillo, este había sido capturado por el Auki y se alimentaba de los roedores y alimañas que encontraba en el interior de la casa del Auki, pero esa es otra historia.

Tomaba un descanso cuando emprendía aquellas lentas travesías hacia el bosque de los Sachaukas, atrás estaban las correrías compitiendo con el Antarka, atrás estaba las cabalgatas encima de un Cuy gigante, para llegar pronto en auxilio de todos aquellos para los que él era su única esperanza, pasaba mucho tiempo contemplando las más absurdas insignificancias, de todas estas cosas aun se podía aprender algo, decía el Auki, un día se detuvo a ver un nido de hormigas y no se movió hasta ponerle nombre a todas las integrantes de la colonia, en otra oportunidad se puso a sembrar todas las semillas que produjo un árbol y no se movió de su lado hasta no sembrar la ultima, en especial contemplaba una pequeña cascada recordando el lugar en lo profundo de las tierras de los Antis donde conoció a una bella joven y cuyo amor, le enveneno el corazón para siempre.

¡Cuánto he recorrido! Se decía para sí mismo, en las oportunidades cuando pareciera que hablaba solo, aunque cerca de él se veía el reflejo de más de una figura luminosa y transparente acompañándolo en sus lentas caminatas.

EL ANTARKA

En una oportunidad en sus caminatas por Kutaiki, se dio cuenta que venía por el mismo sendero, muy tímidamente una figura blanca familiar, que caminando lento se le aproximo, era el Viejo Antarka compañero fiel, sumiso y arrastrando sus largas barbas llegó hasta el, Aru le acaricio la cabeza haciéndose espacio su mano entre sus astas.

-Hola viejo amigo, ¿Tu también estas achacoso como yo? -y burlonamente le pregunto –

¿No querrás una carrerita?

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Y riéndose, no se había percatado que el animal tenía una pequeña flecha clavada en su costillar, un líquido negruzco salía de la herida, Aru inmediatamente la reconoció, sabía que era letal. Pues el mismo Aru había sido envenenado con aquel fatal fluido.

Sus ojos se llenaron de lágrimas, que a borbotones empezaron a caer al suelo. Mirándolo a los ojos, el Antarka cayó sentado, doblando las patas, y resoplando con dificultad volvió a mirar de reojo a Aru como despidiéndose y dando un último soplido, luego Soltando unas gruesas lagrimas exhalo; Aquel magnifico y legendario animal cayó muerto en los brazos del Canoso Auki, este mirando al cielo rompió a llorar por su eterno amigo, y verdaderamente lloro, tanto fue que el cielo también lloro con él y el viento se detuvo, los ríos bajaron su cauce, los Antiguos Sachaukas escucharon el llanto de Aru y bajaron sus enormes ramas en señal de duelo, para tan estupendo animal vilmente asesinado.

Nuevamente ese fulgor incandescente encendió los ojos de Aru, y luego en lugar de lagrimas empezaron a salir flamas de ira y furia, con los puños cerrados, y los músculos tensos, rígidos empezó a temblar la tierra, y las piedras sueltas que lo rodeaban salieron disparadas en diferentes direcciones, buscando con su fulgurante mirada a los alrededores, haber si encontraba a los traicioneros Warankis que habían acabado con tan noble amigo.

¡Adiós querido Wayki!

Aru cargo al enorme Antarka, sobre sus hombros y lo llevo a las alturas de Kutaiki, ahí había un Usno de piedra rodeado de pilares circulares cada uno con lozas de roca finamente pulidas a modo de media luna, ahí coloco al señor de los venados, precisamente donde aún quedaban las brazas encendidas de la pira que empleo hace decenas de años para incinerar el cuerpo del Amauta Uchymac.

Luego de recordar las correrías y juegos, así como los largos viajes que a galope realizaron para llegar a tiempo en auxilio de la gente de Cunzak, rodeado de la más fina leña del bosque le prendió fuego a sus restos, sacando su Antara entono una triste melodía, de despedida, en medio de las brazas salió una humareda que tomo la forma de un enorme Venado elevándose hasta el cielo, luego miro el dardo que tenía entre sus manos pronunciando tan Solo una palabra:

¡Warankis!

-encendiéndose sus ojos de un color rojo fuego- Acomodo la cabeza del astado, en el suelo, viendo como cambiaba su blanca piel llena de vida por un tono gris oscuro, que rápido cubrió todo su cuerpo.

Con sus puños cerrados y los músculos de su rostro rígidos, hicieron temblar el suelo alrededor de ese cuadro de muerte, dispersando las piedras sueltas que lo rodeaban, un remolino helado soplaba al contorno del magnífico animal muerto.

Cargando a su amigo, llevo el cuerpo del venado, hasta la zona del Usno, en el límite de la Kaypacha y el Hananpacha, lentamente en procesión se acerco hasta esas alturas acompañado del señor de los Ukumanis, La Curaca de las abejas, un rechoncho escarabajo tronador y un ejército de Chukillankis.

Al llegar a la zona funeraria aun encontró las brazas humeantes que hace decenas de años consumieron el cuerpo del amauta Uchymac, luego de recordar la infinidad de aventuras que tuvieron juntos, saco su larga quena e interpreto una triste melodía, que el viento se encargo de

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acompañar, ya al descansar el Inti hacia el Oeste, con una antorcha prendió fuego a la gran pira, de leños de Sachaucas muertos, en pocos segundos el fuego consumió toda la leña sagrada cambiando el color de las flamas de diferentes tonalidades, alejándose el blanco humo que surgía de la divina combustión desintegrando al magnífico animal. Aru nuevamente miro el dardo envenenado, murmurando tan solo una palabra ¡Warankis!

LAS DOS CABEZAS DEL AMARU

Bajo el estandarte de los Warankis, los curacas de los pueblos de las alturas se sometieron al Muki, arriba flameaba el enorme tejido negro y de bordados rojos con un Amaru de dos cabezas y garras, que era el antiguo símbolo de las legiones de los Mukis, que un día salieron del inframundo, para marchar contra los Dioses, los Aukis y los Hombres.

Aunque este ejército cayera derrotado bajo las armas de los poderosos Aukis, hoy el Muki Guagapo se presentaba nuevamente para vengarse y acabar con la descendencia de los Hijos del Sol.

Junto con la gente del oriente estaban aliados los Wankas, Vilcas, Yaros, Chachas, Huaylas, Cañaris y demás tribus, que prefirieron la esclavitud a los Mukis que la destrucción, Todos bajo el endemoniado estandarte del Amaru bicéfalo, los Warankis habían aprendido a soportar el frio, de la altura y las enfermedades típicas de esta zona, aunque la magia de la mujer demonio los animaba, pero a cambio largas colas de prisioneros sujetados por el cuello eran llevados ante ella, para ser sacrificados y llevándole su sangre para que la bebiera y mantenga su Camac. A su vez el Muki se alimentaba de los corazones de los inocentes, del resto de los cuerpos eran devorados ávidamente por tan gigantesco ejercito que estos demonios habían invocado.

Los Yuncas amenazados optaron por huir a la costa y refugiarse en sus fortalezas de adobes, en las tierras de los Waros ya no quedaban ejércitos, un pedido de ayuda fue enviado a los Collas, pero a tan lejanas tierras, sería difícil que estas acudan en honor a las antiguas alianzas desde los Orígenes de la descendencia del Auki Jaki y sus tres hijos Jaka, Kauki y Aymar el padre de los Collas, en su momento a estos dos últimos les tocaría enfrentar esta horda destructora.

Al igual que la antigua gente de Zapite, los ejércitos habían desaparecido. En Cunzak a pesar de que nunca lo habían necesitado ahora veían el error de no haber seguido las enseñanzas guerreras de los Amautas, abandonando estas por el intercambio y la productividad, ahora el pueblo de Cunzak se enfrentaba a la destrucción y nadie sabía cómo acudir a quien siempre los protegió, un legendario Auki llamado Aru.

Uno a uno iban cayendo los poblados y Warankas en las tierras de Zapite, a pesar de que los Curacas de estas tierras se esmeraban en rendirles ofrendas y sacrificios, estos eran diezmados por los Warankis, a la vista del Muki Jaguar y la Mujer Demonio, seguían en su orgia de sangre y sacrificios.

Los Guerreros emplumados no demostraban piedad con nadie, mas aun sabían que estaban invadiendo una tierra, otrora llena de seres místicos y legendarios guerreros, inclusive en su momento fue escenario de las últimas batallas entre los mismísimos Dioses, aun así

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envalentonados por sus Capitanes y cuantioso numero, los Warankis hacian con los prisioneros cuanto les venía en gana.

Especial codicia les nacía a estos por los artículos de oro y plata, por lo que se esmeraban en buscarlos, los Ejércitos Warankis aplastaron a los Yauyos, y a través de la tierra sagrada de las Cinco Lagunas, luego estos atravesaron los campos de Warochiri, los pocos que habitaban esas tierras frías, se enfrentaron y fueron exterminados; cumpliendo con su linaje al ser descendientes de los Intipa Sinchi.

Los rastreadores Warankis se adelantaron a la llegada, del grueso del ejercito, Diez jefes Warankis capitaneaban a diez mil guerreros, estos ante la presencia del Señor Jaguar Muki, a parte estaban los Jefes Wankas y Vilcas, siendo todos juntos una verdadera muchedumbre, jamás se habría visto esa cantidad de hombres sedientos de sangre y devoradores de Hombres, Los Guerreros Warankis muy adornados por plumas y pieles, además llevaban en su cintura varias cabezas mutiladas, y rostros desollados, todo lo cual colgaban en una Pupuna antes de guerrear.

Evidente era el terror en el rostro del curaca de Cunzak al ver aproximarse ese ejército, cosa por él nunca vista, este hombre acostumbrado a realizar largos viajes de intercambio, ahora se hallaba al frente del último reducto Civilizado de la Humanidad, Los guerreros agricultores no sumaban un ejército de más de mil hombres y sin las armas que se igualaran a los invasores, aun así acudieron a la última convocatoria del sonido de los Pututos, dispuestos a enfrentarse a la destrucción y la muerte que posiblemente los conduciría guiados por sus fieles Allcos (perros negros), hasta las cumbres de las montañas marinas, en donde los espera una nueva vida llena de placeres, si tan Solo demuestran el valor de morir dignamente en batalla. Tupayanki un cazador muy respetado por todos dirigía las defensas.

Cunzak estaba perdido, a lo lejos un grupo de guerreros Warankis había divisado el poblado acercándose por el antiguo Camino de Piedra, pronto llegarían al portal límite con el ingreso actual del pueblo.

El líder de los Warankis, ingresando por las calles Solitarias de Cunzak ordeno a sus hombres buscar a la gente que se hallaba en el interior de las casas, al otro lado del rio que dividía en dos al pueblo; surgieron un ciento de guerreros dirigidos por Tupayanki, ambos grupos se enfrentaron a la mitad del puente Pachakanlla, los Warankis mas diestros en la batalla, a pesar de la férrea oposición de los hombres de Cunzak, los exterminaron rápidamente, todos perecieron tan Solo se mantenía peleando Tupayanki y un par de hombres más; Uxanki y Paxburki. Heridos rodeados de una veintena de Warankis, estaban peleando en desventaja siendo golpeados en el hombro en son de burla por los Antis, El cazador cayó herido y arrastrándose, trataba de cubrirse con un pequeño escudo de madera, mirando al Hananpacha el consuelo de morir en batalla, aplacaba su miedo al final.

Fue en ese momento, que del cielo un destello, bajo del cielo, apareció al lado del cazador herido, una figura deslumbrante cubierto por prendas doradas de un brillo enceguecedor, en sus manos empuñaba dos enormes espadas curvas y de color negro, cayendo partidos en dos los cuerpos de un par de guerreros Warankis, cerca de donde se hallaban los otros dos Guerreros de Cunzak, Uxanki le murmuraba a Paxburki, ¡Mira, mira Paxburki, las leyendas hoy se hacen realidad!

El cazador Tupayanki, echado dejo de arrastrarse, pudiendo tener un respiro, diciendo para sí: El guerrero Legendario; El Auki Aru. Diciendo esto el Jefe Waranki cayó de rodillas, mientras que de igual forma como vino paso entre todos, los Warankis, decapitándolos al momento, dejando Solo uno intacto; Aru lo tumbo de espaldas en el piso y poniendo su pie sobre él, cruzo sus espinas de

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Amaru, sobre su cabeza cortándole el tocado de plumas que llevaba como adorno, al tiempo que le ordeno:

¡Dile a tu Curaca, que un Auki los está esperando en Cunzak!

Luego de escuchar esto el Anti, salió corriendo despavorido por el Camino de Piedra, cruzando el portal de Cunzak en búsqueda a lo lejos de sus compañeros de armas.

Tupayanki, le agradeció por salvarle la vida, aunque sea momentáneamente, puesto que el grueso del ejército invasor estaba próximo al pueblo; Tal vez la única forma de salvarse seria huyendo, pero a donde, ya la mayoría del pueblo estaba lista para escapar pero desconocían a donde ir y estar seguros que no los alcanzarían los terribles Antis, mientras las mujeres y niños lloraban por el alboroto, los hombres rodeaban una vez más al Auki admirándolo de cerca, Ya nos habían contado acerca de ti poderoso guerrero. Otros lo tocaban saludándolo y agradeciendo su ayuda.

Aru sabía que desde la tierra de los Yauyos venia otro ejercito de los Antis y sus aliados completando en total treinta mil hombres, Aru acomodando sus espadas, en sus estuches que llevaba en la espalda. Se sentó pensativo sobre una piedra de forma cuadrangular que se hallaba mucho tiempo en medio de la cancha del pueblo y desde donde los antiguos amautas daban sus charlas a los jóvenes de Cunzak.

Es nuestro deber enfrentar este ejército y destruirlo, a pesar de que somos pocos, espero que vengan a ayudarnos algunos amigos; mientras tanto saquemos a los pobladores y escapemos juntos por el camino a las tierras de Zatupe; en ese lugar existe un camino serpenteante y un valle muy profundo, que servirá para defendernos. Tupayanki iras adelante con los más fuertes y encontraras al ejercito que viene de Yauyos, luego de provocarlos has que te sigan a las pampas de Azankia, ahí los enfrentaremos mientras tú, conduces a la gente a través del abismo, hasta Zatupe.

En secreto un gigantesco Cuy, corría velozmente hasta el portal de Azankia, que estaba custodiado por una veintena de guerreros de armadura doradas, enormes lanzas y poderosas porras, Guerreros de Zatupe, elevaban las banderas de Arcoíris símbolo del desaparecido pueblo de los llanos; que sorprendidos veían venir hacia ellos al enorme animal.

Aru había escogido Azankia, pues era una pampa a la cual Solo se podía llegar por un escarpado sendero; y de igual forma Solo se podía salir cruzando un Kaukichaca (puente Kauki), rumbo a las tierras de Zatupe, y en donde ya los estarían esperando algunos viejos conocidos.

Los Antis expertos rastreadores ya habían descubierto el rastro de los pobladores de Cunzak, pero guiados por la Mujer Demonio, a quien llevaban a cuestas en un anda, prefirieron seguir el rastro del Auki, atraída por el placer que le daría deber su sangre.

El ejército de los Antis que ya había destruido la Fortaleza de Yauyos y con un gran botín marchaba a cortar la huida de la gente de Cunzak, llegaron primero a las alturas de Azankia, desde donde vieron como lentamente pasaban los miles de pobladores de Cunzak, en su mayoría mujeres, niños y ancianos. Para cuando pudieron llegar hasta el portal de Kaukichaca, casi todos los pobladores lo habían cruzado.

Furioso se mostraba el Muki Jaguar, pues había trascurrido mucho tiempo sin alimentarse, y luego de ordenar que sacrifiquen a unos cuantos de sus aliados; los devoro ávidamente.

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Para llegar hasta el portal había que subir un serpenteante y estrecho sendero, al borde del abismo; al fondo un Rio de escaso caudal, murmuraba el pasar de los hombres de las selvas, los cientos de guerrero debían de ir en fila de uno muy despacio, pues el piso era resbaladizo, y cualquier tropiezo haría caer a más de uno; a lo profundo del valle cuyo origen se debió al ir y venir de un gigantesco Amaru por estas tierras.

En la cima del camino, un antiguo portal de pilares cilíndricos y techo de una sola Loza de piedra rectangular, Marcaba el paso y la entrada al camino secreto de Zatupe, lugar al cual nadie debería ingresar y por donde también huyeron los antiguos pobladores de La otrora Gran Ciudad de Piedra de Zapite.

Aru porra en mano se ubico en el borde del portal, con su resplandeciente traje, de Coraza, brazaletes, canilleras y escudo dorados; que reflejaban la luz del Sagrado Inti, que expectante en el cielo se disponía a ver el desempeño de uno de sus últimos hijos, a su lado se hizo presente un ser formidable.

Una Hermosa Doncella de traje reluciente dispuesta a presenciar aquella batalla, la Diosa Awqanaku, con lanza en mano le hablo a Aru al oído: ¡No puedo ayudarte, pero te aseguro que te daré un glorioso final!

Aru sonriendo le respondió: ¡Dáselo a ellos!

Los Antis titubearon por un momento, pero ante los azotes de sus capitanes se arrojaron al ataque en forma frenética; pues grande era la codicia por obtener las prendas de oro que llevaba el Auki, en ese último segundo antes de la batalla Aru listo en su posición con los ojos cerrados, oraba en su interior:

Señor Ticci, Padre Inti; ¡Dios de mis ancestros, dame tu fuerza para vencer a este numeroso enemigo!

-Diciendo esto se le encendieron los ojos de color rojo fuego; su respiración se transformo en vapor, y empuñando las dos espinas del Amaru Caullima, empezó a partir en mitades a cuanto Waranki se le enfrentaba con la intención de cruzar el portal, el ejercito de Antis subía lentamente sin poder ver lo que pasaba con aquellos que llegaban a la cumbre, cayendo estrepitosamente los restos de aquellos guerreros que habían llegado al final del camino, pronto cientos de cadáveres ya hacian en lo profundo del abismo.

Aru ganaba terreno y empezó a descender ante el desconcierto de los Warankis, que intentaban escapar de las filudas espinas espadas de Aru y en su huida se empujaban unos a otros que trataban de subir, pronto el desconcierto fue total, los Sinchis Warankis daban ordenes que nadie cumplía y los guerreros emplumados no sabiendo si bajar o subir, muchos más cayeron a las profundidades.

Al ver este desconcierto, el Sinchi Waranki disfrazado de Uturunko, ordeno que le arrojen flechas a aquel guerrero Solitario, pronto una nube de flechas envenenadas surco el cielo, en busca del Auki, pero la armadura reflejando la luz del Sol, emitió un brillo tan intenso que se incineraron las flechas en el aire, luego de esto Aru se sentó en una gran Roca, a descansar y tomar agua de un poronguito que tenía en la cintura, desde ahí burlándose de los Jefes Warankis, les pregunto gritándoles: ¿Qué No habrá entre ustedes algún guerrero, verdaderamente valiente que pueda enfrentarme?

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-Al escuchar esto los jefes Warankis subieron presurosos hasta donde estaba Aru, pero este sin demora, dando acrobáticos giros les corto los brazos y luego las Cabezas, causando horror entre sus subordinados. Aru al ver el desconcierto entre los Warankis les grito nuevamente:

¡Ahora los espero en la Pampa!, -y diciéndoles esto desapareció, en la cumbre, los Warankis pudieron por fin cruzar el portal, al frente de este estaba Aru sobre una pequeña colina y a su lado aparecían las figuras fantasmales, de catorce guerreros con el atuendo de los Checas, blandiendo también sus porras, lanzas y dos arqueros.

-Aru en medio de ellos, de pie haciendo girar una Waraka de hilos dorados- los estaba esperando.

De igual modo como aparecían iban cayendo con la cabeza destrozada por los proyectiles que diestramente les arrojaba el héroe de Cunzak, otros tantos cientos cayeron en su inútil intento de matar a los fantasmas que le cubrían al Auki las espaldas, luego Aru guardo su Waraka y empuñando su porra Seis, se trenzo con una multitud de guerreros que solo atinaban en rodearlo y turnarse para morir en sus manos.

Un tronar de tambores y quenas, se escucho en aquellas alturas y de igual modo estandartes multicolores, eran llevados por unos cientos de guerreros, que lución corazas doradas y brillantes atuendos, eran los Hombres de Zatupe, descendientes de aquellos que gracias a Aru lograron escapar de la destrucción de la Gran Ciudad de Piedra.

Los guerreros de Zatupe, no pasaban de unos cientos, pero lo que no tenían en número lo tenían en calidad, ellos patrullaban las alturas de Zatupe y controlando el único camino que permite ingresar al Valle donde se habían refugiado exitosamente, de este modo habían mantenido las tradiciones guerreras y derrotando hasta el extermino a cuantos quisieron invadir estas tierras, luego de lo cual colocaban los restos en unas habitaciones a las que llamaban Chullapas, como aviso a cualquiera que desee nuevamente invadirlos.

Guiados por Tupayanki y un enorme Cuy llegaron a la pampa de Azankia, sorprendidos al ver la figura de un Auki derribando con una Waraka, a cuanto Waranki trataba de acercársele, la velocidad con la que arrojaba los proyectiles era solo poder de los mismo Dioses.

El Sinchi Punkaxi, ordeno la formación de sus hombres en línea, dispuestos a enfrentarse sin miramientos a los miles de Antis que llegaban llevando en andas al Señor Jaguar y a la Mujer Demonio.

Punkaxi les pregunto a sus hombres: ¿Cuál es el sueño de todo guerrero de Zatupe?

¡Morir en batalla!, le respondieron en coro los guerreros dorados. Cierto waykis; pero también les aseguro poder llegar al Hananpacha y beber y disfrutar de la muerte victoriosa, miren al frente esos antis salvajes tienen para nosotros eso, los invito guerreros de Zatupe a seguir a nuestros ancestros en ese viaje maravilloso. Y al grito de ¡Zatupe!, embistieron con tal fiereza a los Warankis, que no terminaban de acomodarse en filas empujándolos hasta los abismos, al cual muchos cayeron en su fuga loca.

La amplia pampa de Azankia ya estaba atiborrada de guerreros de uno y otro bando, Los de Zatupe relucientes habían terminado con miles de Antis, que habían caído a los abismos, Aru los observo por un momento, dándose un respiro, a su lado ya hacian las armaduras doradas que de niño lo entusiasmaban y las banderolas bordadas de figuras y símbolos de los Curacas de la Gran

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Ciudad de Piedra, las plumas de Caquis verdes, rojas y azules, que adornaban las cabezas de los guerreros del Sinchi Punkaxi.

Aun quedaban miles de Warankis y sus aliados dispuestos a dar una última batalla, una multitud volvió a la carga hacia donde se hallaba Aru esta vez rodeado por los Hombres de Zatupe, encarnizada fue la lucha las lanzas resplandecientes de un lado y las flechas y lanzones de chonta por el otro, dardos envenenados rebotaban entre las partes metálicas de los defensores de Zatupe; las filudas lanzas de los Hombres de Zatupe, giraban de un lado a otro cortando cuanto se les acercaba, guardando entre ellos mismos una prudente distancia, la suficiente para ver como el filo de sus armas se rosaban; esa colina por un momento se igualo a la poderosa fortaleza de Mariatana, destruida solo por los ejércitos de Apumarus gigantes y horribles Mukis.

En un último esfuerzo unos Mukis levantaron el negro estandarte del Amaru de dos cabezas, símbolo del señor Jaguar y la Mujer Demonio, ordenando a sus esclavos un nuevo ataque, siendo repelidos por los guerreros de Zatupe, que esta vez fueron diezmados; sucumbiendo ante el cuantioso numero de rivales, Wankas y Vilcas también ponían sus porras al servicio del Muki en este último ataque, Aru volvió a sacar su Waraka y girándola arrojo una piedra del tamaño de una cabeza humana, pues a lo lejos había divisado a la mujer demonio sobre su litera, pero está dando un salto se libro del proyectil, que destruyó por completo su anda, el Señor Jaguar se dio cuenta del peligro que estaba corriendo, salto de su anda y tapándose el rostro se escondió entre sus emplumadas tropas.

La carga de los Dorados guerreros de Zatupe, y sus armas semejaban un relámpago cortando la paja de los campos, las cabezas emplumadas y armas de madera, nada podían hacer contra las Chimpas y lanzas de metal, las flechas y dardos envenenados no penetraban la protección de los hombres de Zatupe, los cuales nuevamente destrozaban las filas de Warankis, la figura de Aru dando vueltas y empuñando las espinas del Amaru Caullima, en medio de las filas de los Antis termino por desbaratarlos, tal era la velocidad del Auki, que parecía multiplicarse su figura, Solo quedando a su alrededor cuerpos mutilados, los demás Warankis desconcertados no atinaban en seguir atacando o huir, Aru saltando por encima de las cabezas de los Antis, comenzó a aporrearlos como quien bota piedras del suelo, temerosos se retiraron dejando un espacio alrededor de él, mientras el Auki se hallaba aplastando los cráneos de los jefes Antis, al tocar sus pies el suelo una onda de energía derribo a los que lo rodeaban.

Nuevamente con su mirada de fuego, vio a través de la Horda de guerreros Warankis, hallando escondidos entre ellos al Muki y a la Mujer demonio, viendo los enormes pies del enano Muki, y tratando de esconderse entre los despavoridos Warankis, tomo una de sus filudas espinas y la arrojó, tan fuerte que atravesó a una docena de guerreros antes de llegar a su objetivo, la espalda del Muki, el cual cayó de bruces, su cuerpo inmediatamente se petrifico pues la poderosa espina había pertenecido a un Amaru, ambos se convirtieron en cenizas siendo esparcidas por el viento, los Warankis vieron el fin de su poderoso Señor.

Deteniendo su ataque, algunos arrojaron sus armas al suelo, y pusieron su mirada a donde se hallaba la Mujer Demonio, que escondida trataba de escapar, pero en ese preciso momento dos champas verdes la sujetaron de los pies llenándose de raíces y dejándola inmóvil, luego de los tallos de las plantas, surgieron espinas que la atraparon hasta las pantorrillas.

Entre la multitud un enorme Ukumani y un Puma gigante terminaban de destruir las filas de los Warankis, mientras que un kuntur gigante arrojaba a los antis que trataban de huir de la batalla, el ataque de los Hombres de Zatupe dio cuenta de los últimos guerreros Warankis, en ese momento

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Wankas y Vilcas se rendían ante el Sinchi Punkaxi, los demás Intipa Sinchis se reían al ver a un rechoncho Cuy perseguir a los últimos emplumados que trataban de regresar a las alturas, pero caían muertos por certeras flechas disparadas desde lo alto de una colina próxima al portal de Azankia, Aru pudo distinguir que se trataba de una mujer arquera de largas y gruesas trenzas, le hacía recordar a Caccasita, la joven con otras arqueras habían venido desde las tierras de Zatupe, sería tal vez alguna de sus nietas.

Luego como un rayo volteó la mirada hasta donde se hallaban sus amigos Chukillankis que sujetaban de los pies a la Mujer demonio y con la ultima espina del Amaru, se la lanzo atravesándole el corazón, en ese momento miles de almas la rodearon y con sus uñas la desagarraron por completo.

A lo lejos una legión de perros corrían por los campos de Azankia, lambiendo el rostro y emparejándose con los muertos en tan gloriosa batalla, y caminando delante de ellos los conducirían a su último viaje, hacia las cumbres blancas de las montañas sumergidas entre el límite de los Tres Mundos.

Por último Aru les ordeno a los Warankis que se rindieron, que nunca más intenten salir de sus tierras, perdonándoles la vida estos Piñas se fueron por el antiguo Camino de piedra para nunca más Volver.

Del cielo descendió una enorme Anka de plumas doradas, mirándolo a Aru le dijo ¡Atipax!

Y Aru de un ágil salto se subió a su lomo, cosa que al parecer hacia muy bien, despidiéndose con una tierna sonrisa de todos sus amigos.

Antes que el Inti, se pierda en el firmamento, el ave emprendió el vuelo hacia el Bosque de los Sachaukas, dejando tras de sí una brillante estela de fuego, luego desapareció entre las nubes; que se desvanecieron dejando ver por última vez al Dios Inti radiante, en medio de un Cielo Azul, en aquel lejano paraje andino.

FIN.