UNLPFacultad de Ciencias Sociales y Jurídicas
Trabajo monográfico:La crisis de representación de los partidos
políticos: su reflejo en casos actuales
Derecho Político
Cátedra 3Profesora: Lapalma M. Monserrat
Comisión 10Profesora: Piccone Verónica
Alumnos:Alvarez Gelves Luis AlbertoBaschar LeandroMartinelli AugustoSemeñiuk NicolásSoave Iván
Fecha de entrega:18/6/08
A través del presente trabajo monográfico se pretende relacionar un tema de vital
importancia como es la crisis de los partidos políticos y su falta de representatividad
con otros temas también expuestos en clase y con repercusión en casos concretos
de la actualidad.
Esta crisis de los partidos políticos, se puede apreciar desde distintos enfoques, y es
que no solo afecta a aquellos que son elegidos como representantes, sino también
al sector elector que en algunas situaciones se vio privado de su derecho político a
sufragar. A modo de ejemplo basta señalar que hasta hace algunos años había
personas que por el solo hecho de permanecer en prisión preventiva, se veían
imposibilitados de ejercer su derecho al sufragio (Caso Mignone), y por otro lado
también imposibilitados de ejercer sus funciones políticas aún sin tener una condena
firme (Caso Patti).
En el caso concreto del fallo Mignone se sucedieron, a través de casi una década,
distintas instancias judiciales en las que se debatían la constitucionalidad o no de la
prohibición que tenían los prevenidos de sufragar. Así el 29 de diciembre de 2003, a
través de la ley 25.858, se incorporó al Código Nacional Electoral el derecho al
sufragio de las personas privadas de su libertad sin condena firme. La norma, que
derogó el inciso del artículo 3° del Código que dejaba a estas personas fueras del
padrón electoral, ordenaba a la Cámara Nacional Electoral confeccionar un Registro
de Electores Privados de Libertad y habilitar mesas de votación en cada
establecimiento de detención. Establecía, además, que si la persona se encontraba
detenida en un distrito electoral diferente, sus votos se adjudicarían al último lugar
donde había residido.
El 28 de septiembre de 2006, se publicó en el Boletín Oficial el decreto 1291, que
implementa la ley 25.858 antes mencionada y estableció la forma en la que las
personas privadas de libertad sin condena puedan ejercer su derecho al sufragio.
Esta incorporación es consecuencia de una acción de amparo presentada en la
justicia federal con competencia electoral por el CELS en octubre de 1998, que tuvo
por objeto garantizar a las personas privadas de su libertad sin condena firme la
posibilidad de participar, a través del sufragio, en las elecciones presidenciales que
se realizarían en 1999.
Hasta la sanción de la ley 25.858 los perjuicios del encierro motivado por la prisión
preventiva, muchas veces por irrazonables períodos de tiempo y en condiciones
denigrantes, impactaban además sobre la vigencia del derecho a participar en el
proceso político de elección de representantes.
La Corte Suprema de Justicia declaró la inconstitucionalidad del artículo 3º del
Código Electoral Nacional, que dejaba fuera del padrón a los detenidos, cualquiera
fuera su situación procesal. Pero, además, hizo una importante incorporación en lo
que hace a los resultados prácticos de la decisión. Con el simple argumento de que
“reconocer un derecho pero negarle un remedio apropiado equivale a desconocerlo”,
los miembros de la Corte resolvieron urgir a los poderes legislativo y ejecutivo para
que en el plazo de seis meses dispusieran las medidas necesarias para que los
presos puedan efectivamente votar en sus lugares de detención.
Finalmente en las elecciones presidenciales del 2007 con este fallo se habilitó a
sufragar a los detenidos sin condena, unas 40 mil personas, que representaban al
63% de los presos de todo el país.
Realizada esta somera descripción de los hechos procedemos a exponer los
argumentos que sostiene al respecto de este caso el renombrado doctrinario y Juez
de la Corte Suprema de Justicia de la Nación Carlos S. Fayt, tal vez el autor de
mayor trascendencia e importancia a lo largo del estudio de la materia.
Según el Ministro de la Corte Suprema, el sufragio es la base de la organización del
poder en el Estado. Es un derecho político que tienen los miembros del pueblo del
Estado de participar en el Poder como electores y elegidos, es decir, el derecho de
formar parte del cuerpo electoral.
Esta facultad, de ser elector y ser elegido, es un derecho subjetivo de naturaleza
política. Es por ello que no se concibe que una persona con prisión preventiva, sin
tener condena firme, no pueda manifestar su derecho a votar, ni postularse; yéndose
con esto, en contra de la dignidad humana, y castigando sin justificación alguna a
estas personas.
Además, el carácter representativo de las autoridades, depende de que su
designación haya tenido o no su origen en las elecciones, es decir, de su relación
con el sufragio. Nosotros entendemos que teniendo en cuenta esta concepción, un
gobierno que asume por un sufragio que no tiene en cuenta la totalidad de los
ciudadanos en condiciones de votar, no tendría una total legitimidad.
Además según las diferentes teorías de la naturaleza jurídica del sufragio, éste es,
conforme a la concepción clásica, un derecho de la ciudadanía, respecto del
enfoque personalista, es un derecho individual o personal a participar y ser oído en
las decisiones políticas.
Esto guarda estrecha relación con la crisis de los partidos políticos, ya que si la
legislación no permite a estos ciudadanos formar parte de las elecciones, ya sea
para elegir o para ser elegidos, se coarta la posibilidad de sufragar de las personas,
lo que constituye una inaceptable violación a un derecho fundamental, base de todo
desarrollo democrático.
Continuando con el análisis de los problemas de representación que viven los
partidos políticos en la Argentina, entre las causas de estos, encontramos el ocaso
que desde la crisis del 2001, ha sufrido uno de los partidos históricos más
importantes de nuestro país, como lo es la Unión Cívica Radical (UCR).
A raíz de esto, y de los conflictos surgidos luego de diciembre de dicho año, un
amplio espectro de dirigentes ha emigrado de ese partido, pasando a integrar otros
espacios políticos contrarios a sus ideas originarias. Esta transformación conlleva a
falta de representatividad y de transparencia. Traducido en el sentimiento de rencor
y desorientación de los adeptos al partido, que ven como quienes lo representan de
un momento a otro pasan a defender ideales diferentes y tal vez totalmente
opuestos, llevando al desconcierto a la hora de las elecciones por no poder distinguir
quienes sostienen verdaderamente los principios políticos del partido.
Este hecho explica en gran parte la división electoral del peronismo, en la elección
del 2003, en tres aspirantes a la Presidencia, y la creciente diferenciación ideológica
entre ellos. Esto hace que no se sepa quién representa verdaderamente los receptos
y doctrina de ese partido.
Luego de este proceso suscitado en el 2003 los partidos políticos siguen
paralizados, sin rumbo definido y sin una política visible de cara a la sociedad,
fenómeno que se repite tanto en una facción desprendida del oficialismo como
asimismo en la oposición.
En este marco, la Cámara Nacional Electoral ha creado un Consejo Consultivo de
Partidos Políticos, iniciativa que abre una nueva oportunidad para avanzar en
reformas que modernicen y fortalezcan las expresiones de la representación política.
La Argentina carece de partidos políticos nacionales que contengan a la gran
diversidad de fuerzas, facciones y líderes, aun de aquellos que se definen como
parte de una misma identidad política. El bipartidismo tradicional encarnado por el
peronismo y radicalismo fue perdiendo vigencia, pero no hubo modernización del
sistema político ni renovación de padrones.
Tampoco se realizan elecciones internas para la selección de candidatos y las
fuerzas que se crearon en los últimos años funcionaron más como maquinarias
electorales que como canales de participación y promoción de nuevas prácticas y
liderazgos. Solo se crean para formar parte de la elección, pero en los años
siguientes a ésta, la mayoría “desaparece”. Otros, que han logrado cierto apoyo en
minorías de la sociedad, debido a su inacción terminan en la intrascendencia, como
es el caso de Ricardo López Murphy, que en la elección del 2003, terminó con un
16.34 %. Cuatro años más tarde, en el 2007, sacó un 1.45 %, cosa que llevó a su
renuncia como presidente de Recrear, partido que había fundado en el 2002. Esta
es una muestra clara de la crisis de los partidos.
Ante esta situación, cabe recordar que no hay democracia sin partidos políticos y
que éstos gozan de rango constitucional. No son sólo un instrumento para elegir
gobiernos y representantes sino también deberían ser una herramienta de control
ciudadano y un pilar fundamental de la vida democrática.
En varias ocasiones los partidos han perdido su representatividad y credibilidad ante
la población, debido a la no realización de sus programas o plataformas electorales
una vez que llegan al poder. Como dice Fayt, existen respondiendo a los móviles
políticos de la actividad humana; por eso al no dar respuestas a las problemáticas
sociales, terminan cayendo en el descrédito popular.
Otro aspecto de la crisis, es la falta de convicción de los líderes políticos, y la
incoherencia entre sus ideales y su accionar. Como lo sucedido con el doctor
Borocotó, en donde la actitud del diputado vulneró la ley de ética pública, la función
de los partidos políticos y el principio de soberanía. Además de que atenta contra la
seguridad jurídica, manipula la voluntad del electorado. Cambió el contrato por el
que fue investido y los ciudadanos que lo votaron vieron afectados sus derechos de
gobernar mediante su representante.
Dice Jellinek: “los partidos son grupos que, mediante convicciones comunes
relativas a ciertos fines del Estado, tratan de realizar esos fines concretos”; el
problema nace aquí debido a que en los partidos políticos argentinos se suelen dar
alianzas que son funcionales a una elección, pero que no son eficaces a la hora de
gobernar. Eso es lo que sucedió con la Alianza UCR – Frepaso, donde en una
misma coalición se unieron ideas conservadoras con progresistas. Esta discordancia
llevó a un resquebrajamiento del gobierno, que terminó con renuncias y con una
grave crisis política. También otro aspecto de este problema, es lo que sucede en el
propio partido Justicialista, en donde bajo las filas de un mismo movimiento
convergen tendencias de izquierda y de derecha, algo que llevó a años de mucha
violencia en nuestro país.
A favor de los partidos, se puede decir que son tan antiguos como la sociedad
misma. La diversidad de opiniones, las discrepancias, son rasgos distintivos de la
humanidad. Es por eso que en la actualidad, la ciencia política no discute el carácter
necesario de los partidos políticos, indispensables para el gobierno representativo.
Éste es en esencia, un sistema de partidos. Se los considera instrumentos de
gobierno por autores como Hans Kelsen y Harold J. Laski.
La necesidad de los partidos se ve también reflejada en la interpretación psicológica,
según la cual los partidos son productos de los impulsos y tendencias existentes
entre los hombres; de su instinto de lucha y su tendencia de dominación, siendo este
el substractum sobre el cual los sentimientos, pasiones e intereses, en
correspondencia con el ciclo vital humano, conforman el comportamiento individual y
encuentran expresión en y a través de los partidos.
A manera de conclusión lo primero que hay que destacar es que la crisis de los
partidos políticos es un proceso de larga data, originado en los problemas
económicos que afectaron al país desde la vuelta a la democracia. Es notorio que el
factor económico produjo el resquebrajamiento de la sociedad argentina. Excluidos
muchos, sin tener lo básico para vivir, sin acceso a la salud, a educación, a la
justicia; en fin a lo que muy pocos tenían acceso, la sociedad se fractura. Y como
resultado, espejo y reflejo de esto, los partidos políticos se corresponden con esa
crisis que deja de ser económica y social, para transformarse también en una crisis
moral.
Los políticos, como cabeza visible de la estructura partidaria, se vuelven más
notorios en cuanto a la desigualdad que tienen con el ciudadano común. Este último
no encuentra en él una figura que lo represente, no halla en el político a un par que
asuma sus necesidades como propias. La brecha se hace cada vez más grande y
no hay carisma, ni liderazgo, que cautive al electorado. El político se convierte en
mala palabra para algunos sectores de la sociedad; la opulencia, la ostentación de
sus patrimonios y la forma de hacer política, con anacronismos, no hacen más que
fomentar descrédito entre los electores.
A raíz de este fenómeno nacen nuevas formas de participación ciudadana, ONG`s,
asambleas barriales, movimientos piqueteros, etc. que quieren acaparar la falta de
representatividad que dejaron los partidos. Sin embargo por cuestiones de
estructura, organización y de coherencia en el discurso estos movimientos no logran
trascender en la arena política. Esta democracia inesperada, en donde el Estado
ausente deja abierta una puerta dentro del espacio de poder, no logra cambiar la
esencia de las cosas.
Así planteada la situación se vislumbra un futuro incierto, sin representación alguna,
sin que nadie supla una función necesaria y útil para el desarrollo de las instituciones
democráticas. Está en los políticos, en la estructura partidaria, cambiar en su forma
de actuar y de llegar a la gente. Haciendo hincapié en que sólo se afianzan las
instituciones cuando los ideales se sostienen en el tiempo, en base a coherencia y
sentido critico, y no de acuerdo a las conveniencias e intereses de turno.
Bibliografía:
- http://www.cadal.org/articulos/nota.asp?id_nota=88 – Julio Burdman
- Diario Clarín
- Revista La Ley – 2002-C. 377 – Ed 198,186 – La Ley 2002-E, 135 – JA 2002-III,
482 – CS
Fallos 352:524
- Derecho Político – Carlos Fayt
- Los Partidos Políticos – García Cotarelo
Top Related