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En la poesía renacentista se intenta crear una literatura basada en la belleza formal
mediante el empleo de un lenguaje poco artificioso. La poesía petrarquista italiana será
muy utilizada por los autores españoles, sobre todo por Juan Boscán, Garcilaso de la
Vega y posteriormente por Fernando de Herrera. Relacionado con el aspecto formal, de
Petrarca se adopta: la gran belleza en la composición y en el estilo de los poemas, el uso
de un vocabulario exquisito y de enorme lirismo, y el empleo de formas métricas, la
mayoría nuevas en la poesía española.
En la literatura española, la innovación rara vez sustituye por completo a las tradiciones
establecidas; se unieron las nuevas influencias italianas y la tradición nacional,
surgiendo la poesía ascética y la mística.
El verso más utilizado será el endecasílabo, que posee mayor elegancia y ritmo para la
expresión de los nuevos temas. Las estrofas utilizadas serán el soneto, el terceto, la
octava real, la lira, la canción y la silva. Los tipos de composición más habituales
pasarán a ser de procedencia clásica: la oda, la égloga, la elegía y la epístola. La
elaboración será cuidada pero sencilla.
Uno de los temas más tratados es el amor, que unas veces produce tristeza e
insatisfacción y otras es la fuente purificadora y regeneradora del espíritu del hombre.
También se trata el tema de la naturaleza, concebida como un símbolo de armonía; y los
mitos.
Garcilaso de la Vega (1501-1536)
Fue un poeta y militar español, considerado uno de los escritores en español más
grandes de la historia.
Garcilaso de la Vega descendía, por parte de padre, de Íñigo López de Mendoza,
marqués de Santillana. Nació en Toledo entre 1494 y 1503. Quedó huérfano de padre y
se educó esmeradamente en la Corte, donde conoció en 1519 a su gran amigo, el
caballero Juan Boscán. Seguramente a éste debió su gran aprecio por la lírica que dejó
alguna huella en su obra.
Garcilaso entró a servir en 1520 a Carlos I de España. Aprendió griego, latín, italiano,
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francés, música y esgrima. Tuvo un amorío con una dama comunera toledana, doña
Guiomar Carrillo, de la cual tuvo un hijo que reconoció de forma póstuma, Lorenzo
Suárez de Figueroa, nacido hacia 1521. En los años siguientes, Garcilaso luchó en la
Guerra de las Comunidades de Castilla y fue herido; también participó en el cerco a su
ciudad natal (1522); a finales de ese mismo año se embarcó, en compañía de Juan
Boscán y Pedro Álvarez de Toledo y Zúñiga, en una expedición de socorro que quiso (y
no pudo) evitar la caída de Rodas en poder de los turcos; de nuevo resultó herido, esta
vez de gravedad.
De vuelta a España fue nombrado caballero de la Orden de Santiago y en 1524 se
enfrentó a los franceses en el cerco de Fuenterrabía. A su retorno a Toledo, contrajo
matrimonio en 1525 con Elena de Zúñiga, hermana de Carlos I, por ello Garcilaso entró
a formar parte del séquito de ésta. Por entonces empezó a escribir sus primeros poemas
según la estética de la lírica cancioneril, que pronto desecharía. Además, ejerció un
tiempo como regidor de su ciudad natal.
En 1526, con motivo de las bodas de Carlos V con Isabel de Portugal, acompaña a la
Corte en un viaje por varias ciudades españolas, se enamora platónicamente de una
dama portuguesa de la reina, Isabel Freyre, que canta bajo el anagrama de Elisa en sus
versos. En 1529 parte hacia Roma, batiéndose con valentía en la campaña y toma de
Florencia contra los franceses (1530). Después se le encarga una breve embajada en
Francia. Pero como hizo de testigo en la boda de un sobrino suyo (1531) que era hijo de
su hermano el comunero Pedro Lasso, el emperador se disgustó por la participación de
Garcilaso en la ceremonia y mandó detenerlo. Se le apresa en Tolosa y se acuerda
confinarlo en una isla del Danubio, descrita por el poeta en su Canción III. La
intervención de Pedro de Toledo, virrey de Nápoles, en favor de Garcilaso,
aprovechando que en ese año los turcos empezaban a amenazar Viena, hizo ver al
Emperador que se necesitaba a Garcilaso, de forma que fue movilizado en ayuda del
Duque de Alba. El poeta abandona pues en 1532 el Danubio.
Estalla la tercera guerra de Francisco I contra Carlos V y la expedición contra Francia
de 1536 a través de Provenza fue la última experiencia militar de Garcilaso. El poeta fue
nombrado maestre de campo de un tercio de infantería y, en efecto, falleció en octubre
de 1536 tras el temerario asalto a una fortaleza en Le Muy. Trasladado herido a Niza,
murió en esta ciudad a los pocos días (13 ó 14 de octubre). Al enterarse, el emperador
mandó pasar a cuchillo a los franceses que resistieron en esa fortaleza.
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Trayectoria poética.
La poesía de Garcilaso está dividida por su estancia en Nápoles (primero en 1522–1523
y luego en 1533). Antes de ir a Nápoles su poesía no está marcada por rasgos
petrarquistas. Es en Nápoles donde descubre a los autores italianos. Después de su
estancia abundará en rasgos de la lírica italiana, influido tanto por autores anteriores
como Francesco Petrarca como autores contemporáneos. También influye a Garcilaso
Ludovico Ariosto, de quien toma el tema de la locura de amor (Orlando Furioso, poema
épico italiano).
Es en Italia donde Garcilaso fortalece su clasicismo y redescubre a Virgilio, sin olvidar
otros autores griegos que también estudia.
Máxima expresión del Renacimiento castellano, se convirtió en una referencia
inexcusable para los poetas españoles, que desde entonces no pudieron ignorar la
revolución métrica y estética operada por él en la lírica española al introducir con Juan
Boscán y don Diego Hurtado de Mendoza una serie de estrofas (terceto, soneto, lira,
octava real, endecasílabos sueltos, canción en estancias), el verso endecasílabo y su
ritmo, mucho más flexible que el rígido y monótono del dodecasílabo, y el repertorio de
temas, estructuras y recursos estilísticos del petrarquismo.
El lenguaje de Garcilaso es claro y nítido: selección, precisión y naturalidad y palabra
oral más que escrita, busca el equilibrio clásico, la estilización de una lengua vulgar y la
precisión ante todo. Como afirma en su Égloga tercera:
“Más a las veces son mejor oídos
el puro ingenio y lengua casi muda,
testigos limpios de ánimo inocente,
que la curiosidad del elocuente.”
Esto es, es preferible evitar la retórica pomposa y la expresión forzada y culta para que
la poesía pueda aparecer como sincera, genuina y espontánea; el objetivo de la poesía es
ser oída, es la comunicación de los sentimientos, no el cortesano despertar de
admiración. Garcilaso, pues, prefiere el tono íntimo, personal y confidencial en la poesía
a la retórica y pompa de tonos más marciales o a la culta exhibición cortesana del
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ingenio, con lo que pone la primera piedra de una corriente lírica hispánica que todavía
latirá en la poesía de siglos posteriores.
El estilo de Garcilaso es muy característico: cuida especialmente la musicalidad del
verso mediante el uso de la aliteración y un ritmo en torno a los tres ejes acentuales del
endecasílabo. Utiliza el epíteto con la intención de crear un mundo idealizado donde los
objetos resultan arquetípicos y estilizados al modo del platonismo. Por otra parte, es
muy hábil en la descripción de lo fugitivo; su poesía produce una vívida sensación de
tiempo y se impregna de melancolía por el transcurso de la vida.
Aparecen los temas mitológicos como alternativa a los temas religiosos, Garcilaso no
escribió ni un verso de tema religioso. La mitología suscitaba en él una gran emoción
artística y se identificaba plenamente con algunos mitos como el de Apolo y Dafne. Sus
temas preferidos son los sentimientos de ausencia, el conflicto entre razón y pasión, el
paso del tiempo y el canto de una naturaleza idílica que sirve de contraste a los
doloridos sentimientos del poeta. Cree en un trasmundo que no es el religioso cristiano,
sino el pagano.
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APOLO Y DAFNE:
A Dafne ya los brazos le crecían
y en luengos ramos vueltos se mostraban;
en verdes hojas vi que se tornaban
los cabellos que el oro escurecían;
de áspera corteza se cubrían
los tiernos miembros que aun bullendo estaban;
los blancos pies en tierra hincaban
y en torcidas raíces se volvían.
Aquel que fue la causa de tal daño,
a fuerza de llorar, crecer hacía
este árbol, que con lágrimas regaba.
¡Oh miserable estado, oh mal tamaño,
que con llorarla crezca cada día
la causa y la razón por que lloraba!
1. Los autores renacentistas se inspiraron muchas veces en la mitología grecolatina
para expresar sus sentimientos. En este soneto Garcilaso trata sobre el tema del
amor imposible a través de mito de Dafne y Apolo. ¿Qué sabes sobre este mito?
2. Indica los aspectos físicos de la mujer que Garcilaso destaca en el poema.
3. ¿A quién crees que se refiere en el verso 9?
4. ¿Qué personajes intervienen en las dos primeras estrofas? ¿Qué acción se
cuenta? Señala las partes del cuerpo mencionadas.
5. ¿De qué tratan las otras estrofas? ¿Cuántas voces “hablan” en el poema?
6. ¿En qué se ha convertido el cuerpo de Dafne y por qué?
7. El soneto es uno de los poemas estróficos preferidos por los poetas del
Renacimiento. Analiza la métrica del poema. Elabora el esquema de la medida y
de la rima del que acabas de leer.
8. Explica el significado de la última estrofa.
9. Justifica si el poema es descriptivo. Un rasgo característico del autor es el
empleo del epíteto. Señala los que aparecen en el poema. Un epíteto (del griego
epitet, agregado) es un adjetivo o participio, que resalta las características
intrínsecas de un sustantivo (el frío en la nieve, el calor en el fuego, la humedad
en el agua, etc.).
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Apolo, el dios del sol y de la música, era un gran cazador. Una vez quiso matar a la
temible serpiente Pitón que se escondía en el monte Párnaso. Habiéndola herido con sus
flechas, la siguió, moribunda, en su huída hacía el templo de Delfos. Allí acabó con ella
mediante varios disparos de flechas. Delfos era un lugar sagrado donde se pronunciaban
los oráculos de la Madre Tierra. Hasta los dioses consultaban el oráculo y se sintieron
ofendidos de que allí se hubiera cometido un asesinato. Querían que Apolo reparase de
algún modo lo que había hecho, pero Apolo reclamó Delfos para sí. Se apoderó del
oráculo y fundo unos juegos anuales que debían celebrarse en un gran anfiteatro, en la
colina que había junto al templo. Orgulloso Apolo de la victoria conseguida sobre la
serpiente Pitón, se atrevió a burlarse del dios Eros por llevar arco y flechas siendo tan
niño. Irritado, Eros se vengó disparándole una flecha de oro, que le hizo enamorarse de
la ninfa Dafne locamente, mientras a esta le disparó otra flecha, esta de plomo, que le
hizo odiar el amor y especialmente el de Apolo. Dafne era una ninfa cazadora
consagrada a Artemis, hermana de Apolo que rechazó casarse, y por lo tanto, rechazaba
cualquier tipo de amor masculino, y, por supuesto, no quería casarse.
De tal modo, el enamorado Apolo persiguió locamente a Dafne. Mientras, ella huía de
él. Pero, poco a poco, Apolo fue reduciendo distancias y cuando iba a darle alcance, y se
encontraba ya cansada, Dafne pidió ayuda a su padre, el río Peneo de Tesalia. Apenas
había concluido la súplica, cuando todos los miembros se le entorpecen: sus entrañas se
cubren de una tierna corteza, los cabellos se convierten en hojas, los brazos en ramas,
los pies, que eran antes tan ligeros, se transforman en retorcidas raíces, ocupa
finalmente el rostro la altura y sólo queda en ella la belleza. Este nuevo árbol es, no
obstante, el objeto del amor de Apolo, y puesta su mano derecha en el tronco, advierte
que aún palpita el corazón de su amada dentro de la nueva corteza, y abrazando las
ramas como miembros de su cariño, besa aquél árbol que parece rechazar sus besos.
Soneto XXIII
En tanto que de rosa y azucena,
se muestra la color en vuestro gesto,
y que vuestro mirar ardiente, honesto,
enciende al corazón y lo refrena;
y en tanto que el cabello, que en la vena
del oro se escogió, con vuelo presto,
por el hermoso cuello blanco, enhiesto,
el viento mueve, esparce y desordena;
coged de vuestra alegre primavera
el dulce fruto, antes que el tiempo airado
cubra de nieve la hermosa cumbre.
Marchitará la rosa el viento helado,
todo lo mudará la edad ligera,
por no hacer mudanza en su costumbre.
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1. ¿Qué tópico literario ilustra este soneto?
2. ¿Cuál es el término real al que sustituye "nieve" en el verso 11?
3. ¿Con qué metáfora se alude a la belleza en el poema?
4. ¿Qué dos palabras se encuentran en antítesis en el primer cuarteto? La antítesis
es una oposición entre dos términos contrarios o complementarios.
5. ¿Con qué metáfora se alude a la juventud en el poema?
6. Indica si es verdadera o falsa la siguiente afirmación:
En el último terceto, Garcilaso alude a la fugacidad de la rosa como ejemplo
para que la mujer aproveche su belleza, también fugaz.
7. ¿Con qué metáforas describe el poeta el color de la piel de la mujer?
8. ¿Qué medida tienen los versos de este soneto?
9. ¿Con qué expresión se alude en el poema al cabello rubio?
10. ndica si es verdadera o falsa la siguiente afirmación:
La segunda parte del poema ocupa el segundo cuarteto y los dos tercetos, y en
ella Garcilaso describe la belleza de la mujer y la incita a aprovecharla antes de
que envejezca.
Soneto I
Cuando me paro a contemplar mi estado
y a ver los pasos por do me ha traído
hallo, según por do anduve perdido
que a mayor mal pudiera haber llegado;
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mas, cuando del camino estó olvidado,
a tanto mal no sé por dó he venido;
sé que me acabo, y más he yo sentido
ver acabar conmigo mi cuidado.
Yo acabaré, que me entregué sin arte
a quien sabrá perderme y acabarme
si ella quisiere, y aun sabrá querello,
que pues mi voluntad puede matarme,
la suya, que no es tanto de mi parte,
pudiendo, ¿qué hará sino hacello?
Soneto V
Escrito está en mi alma vuestro gesto
y cuanto yo escribir de vos deseo:
vos sola lo escribisteis; yo lo leo
tan solo que aun de vos me guardo en esto.
En esto estoy y estaré siempre puesto,
que aunque no cabe en mí cuanto en vos veo,
de tanto bien lo que no entiendo creo,
tomando ya la fe por presupuesto.
Yo no nací sino para quereros;
mi alma os ha cortado a su medida;
por hábito del alma misma os quiero;
Cuanto tengo confieso yo deberos;
por vos nací, por vos tengo la vida,
por vos he de morir, y por vos muero.
Soneto X
¡Oh dulces prendas por mi mal halladas,
dulces y alegres cuando Dios quería,
juntas estáis en la memoria mía
y con ella en mi muerte conjuradas!
¿Quién me dijera, cuando las pasadas
horas qu ´en tanto bien por vos me vía,
que me habíades de ser en algún día
con tan grave dolor representadas?
Pues en una hora junto me llevastes
todo el bien que por términos me distes,
lleváme junto el mal que me dejastes:
si no, sospecharé que me pusistes
en tantos bienes porque deseastes
verme morir entre memorias tristes.
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Juan Boscán
Juan Boscán Almogávar (o Joan Boscà i Almogàver) (Barcelona, 1492 - Perpiñán,
21 de septiembre de 1542), poeta y traductor español del Renacimiento. Conocido
fundamentalmente por haber introducido la lírica italianizante en la poesía en castellano
junto con Garcilaso de la Vega. Asimismo, tradujo al español El Cortesano de Baltasar
de Castiglione.
Biografía
De familia noble, recibió una excelente formación humanística y sirvió en la Corte de
los Reyes Católicos y después en la del emperador Carlos I de España. Fue preceptor de
Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel, futuro Gran Duque de Alba. En la Corte
conoció a otro gran poeta amigo suyo, don Diego Hurtado de Mendoza; éste le dirigió la
famosa Epístola a Boscán. El caballero catalán se casó con una culta dama valenciana,
doña Ana Girón Rebolledo. Viajó a Italia como embajador español. Allí encontró al
caballero toledano Garcilaso de la Vega, con quien entabló una gran amistad.
Boscán, que había cultivado con anterioridad la conceptuosa y cortesana lírica
cancioneril, introdujo el verso endecasílabo y las estrofas italianas (soneto, octava real,
terceto encadenado, canción en estancias), así como el poema en endecasílabos blancos
y los motivos y estructuras del Petrarquismo en la poesía castellana. Se persuadió de
ello en una conversación mantenida en 1526 con su amigo, el embajador veneciano y
humanista Andrea Navagiero, en los jardines del Generalife, en Granada, como contó él
mismo, ya que éste le animó a intentar esa experiencia poética, y convenció de esta
novedad también a sus amigos Garcilaso de la Vega y don Diego Hurtado de Mendoza
y escribió el manifiesto de la nueva estética italianizante del Renacimiento en la
siguiente epístola incluida como prólogo en uno de sus volúmenes de poesías:
“Estando un día en Granada con el Navagero, tratando con él en cosas de ingenio y de
letras, me dijo por qué no probaba en lengua castellana sonetos y otras artes de trovas
usadas por los buenos autores de Italia: y no solamente me lo dijo así livianamente, más
aún me rogó que lo hiciere... Así comencé a tentar este género de verso, en el cual hallé
alguna dificultad por ser muy artificioso y tener muchas particularidades diferentes del
nuestro. Pero fui poco a poco metiéndome con calor en ello. Mas esto no bastara a
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hacerme pasar muy adelante, si Garcilaso, con su juicio -el cual, no solamente en mi
opinión, mas en la de todo el mundo ha sido tenido por cosa cierta- no me confirmara en
esta mi demanda. Y así, alabándome muchas veces este propósito y acabándome de
aprobar con su ejemplo, porque quiso él también llevar este camino, al cabo me hizo
ocupar mis ratos en esto más fundadamente.”
Epístola nuncupatoria de Juan Boscán a la duquesa de Soma
Otros caballeros, sin embargo, tenían un concepto más nacionalista del Renacimiento,
como por ejemplo Cristóbal de Castillejo, e hicieron ver amablemente su
disconformidad en sátiras contra el nuevo estilo. La novedad del endecasílabo, sin
embargo, arraigó al lado del octosílabo como el verso más usado en la lírica española y
desde entonces el dodecasílabo, con un ritmo machacón y menos flexible que el del
endecasílabo, fue arrinconado y preterido en favor del endecasílabo cuando había que
tratar temas importantes. La poesía castellana quedó así enriquecida con nuevos versos,
estrofas, temas, tonos y recursos expresivos.
El poema Hero y Leandro de Boscán es el primero que trata de temas legendarios y
mitológicos clásicos. Por otra parte, su Epístola a Mendoza introduce en España el
modelo de la epístola moral como un género poético imitado de Horacio, donde se
expone el ideal del sabio estoico con su prudente moderación y equilibrio.
Estudios modernos han desterrado que la idea infundada de la dureza y sequedad de sus
versos con el pretexto de que no era un hablante nativo de castellano. Fuera de un
amplio cancionero petrarquista, Boscán demostró su dominio del castellano traduciendo
además Il libro del cortegiano (1528) del humanista italiano Baldassare Castiglione con
el título de El Cortesano (1534) en una modélica prosa renacentista esmaltada de
germinaciones ciceronianas. Además, preparó la edición de las obras de su amigo
Garcilaso de la Vega junto a las suyas, si bien murió antes de poder culminar el
proyecto, por lo que su viuda imprimió la obra en 1543 en el taller de Carles Amorós,
en Barcelona, con el título Las obras de Boscán con algunas de Garcilaso de la Vega.
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HERO Y LEANDRO. (PARTE FINAL)
Este andar peleando duró tanto
que Leandro, que'n fin era de carne,
començó, el triste, de perder sus fuerças.
Empeçaron sus braços a vencerse,
sus piernas anduvieron desmayando,
entrávale la muerte con el agua,
y dél a su plazer tomava el tiempo.
Él, viéndose morir entre'stos males,
la postrer cosa que hizo el desdichado
fue alçar los ojos a mirar su lumbre.
Y aquel poco d'aliento que tenía,
echóle todo en un gemido baxo,
embuelto en la mitad del nombre d'Hero.
Y allí un golpe le dio del mar tan bravo,
que le sorbió del todo en un instante,
y en este mismo punto, un torbellino
acabó de matar la lumbrezilla,
testigo fiel y dulce mensagera,
d'estos fieles y dulces amadores.
Começó a esclarecer en este tiempo,
y Hero, con furia de mortal congoxa,
con los ojos buscando toda el agua,
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buscando las riberas y buscando
más allá que llegava con su vista,
no viendo nada, en fin, cayó de pechos
en la ventana, sobre las barandas.
Y acaso, sin sentir cosa que hiziese,
que ya poco sentido le quedava,
hazia'l pie de la torre miró el suelo,
y su Leandro vio muerto en l'arena.
Entonces, con la ravia de la muerte,
a rasgar empeçó sus vestiduras,
mesando sus cabellos y arañando
su lindo rostro, sus hermosos pechos,
inchiendo d'aullidos todo'l campo.
Tras esto, así, sin más pensar su muerte,
dexándose caer de la ventana,
dio sobre'l cuerpo muerto de Leandro,
que aún entonces se l'acabava el mundo.
Y así se fueron juntas las dos almas
a los campos Elisios para siempre.
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Hero era una sacerdotisa de Afrodita que vivía en una torre en Sestos, en el extremo del
Helesponto. Leandro, un joven de Abidos, al otro lado del estrecho, se enamoró de ella.
Los padres de ambos jóvenes se opusieron a que se casaran como era su deseo, y un día,
hartos de sus encuentros a pesar de las indicaciones que les hacían, les prohibieron
terminantemente cualquier contacto. Los jóvenes idearon un plan para verse en secreto.
Cada noche, Hero encendía una linterna en una ventana de su casa, y ésta servía de guía
para que Leandro, en la orilla opuesta, cruzase. Una noche, sin embargo, hubo un fuerte
vendaval que apagó la linterna encendida por Hero, por lo que el amante perdió el
camino y pereció ahogado. Hero se lanzó desde la torre, muriendo también.
SONETO CXXIX
Garcilaso, que al bien siempre aspiraste y siempre con tal fuerza le seguiste,
que a pocos pasos que tras él corriste, en todo enteramente le alcanzaste,
dime: ¿por qué tras ti no me llevaste cuando de esta mortal tierra partiste?, ¿por qué, al subir a lo alto que subiste,
acá en esta bajeza me dejaste?
Bien pienso yo que, si poder tuvieras de mudar algo lo que está ordenado,
en tal caso de mí no te olvidaras: que o quisieras honrarme con tu lado
o a lo menos de mí te despidieras; o, si esto no, después por mí tornaras.
A LA TRISTEZA
Tristeza, pues yo soy tuyo, tú no dejes de ser mía;
mira bien que me destruyo sólo en ver que el alegría presume de hacerme suyo.
¡Oh, tristeza! que apartarme de contigo
es la más alta crueza que puedes usar conmigo.
No huyas ni seas tal
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que me apartes de tu pena; soy tu tierra natural,
no me dejes por la ajena do quizá te querrán mal.
Pero, di: ya que estó en tu compañía,
¿cómo gozaré de ti, que no goce de alegría?
Que el placer de verte en mí, no hay remedio para echallo,
¿quién jamás estuvo así? que de ver que en ti me hallo,
me hallo que estoy sin ti. ¡Oh ventura!
¡Oh amor, que tú hiciste que el placer de mi tristura
me quitase de ser triste! Pues me das por mi dolor
el placer que en ti no tienes, porque te sienta mayor,
no vengas, que si no vienes, entonces vernás mejor.
Pues me places, vete ya, que en tu ausencia
sentiré yo lo que haces mucho más que en tu presencia.
SONETO
Cómo, después del tempestuoso día, la tarde clara suele ser sabrosa,
y después de la noche tenebrosa, el resplandor del sol placer envía;
así en su padecer el alma mía
con la tarde del bien es tan gozosa, que se entrega, en una hora que reposa,
de todos los trabajos que tenía. Mas este bien no suele ser barato;
mucho cuesta tan fuerte medicina, y es lo peor que presto ha de pagarse.
Es reposar de un hombre que camina,
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que a la sombra descansa un breve rato,
para luego volver a más cansarse.
Garcilaso de la Vega (1494?-1536): Soneto XXIX
Pasando el mar Leandro el animoso,
en amoroso fuego todo ardiendo,
esforzó el viento, y fuese embraveciendo
el agua con un ímpetu furioso.
Vencido del trabajo presuroso,
contrastar a las ondas no pudiendo,
y más del bien que allí perdía muriendo,
que de su propia muerte congojoso,
como pudo, esforzó su voz cansada,
y a las ondas habló desta manera
mas nunca fue su voz de ellas oída:
«Ondas, pues no se excusa que yo muera,
dejadme allá llegar, y a la tornada
vuestro furor ejecutad en mi vida».
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