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III JORNADA DIOCESANA PARA MONITORES DECURSILLOS DE PREPARACIÓN AL MATRIMONIO Y A LA
VIDA MATRIMONIAL
Sevilla, 28 de enero de 2012
1. Naturaleza del Matrimonio Canónico
1.1. El matrimonio como consorcio entre un varón y una mujer
La legislación de la Iglesia Católica recoge, ya desde el primer canon que
dedica al matrimonio, la necesidad de que la alianza matrimonial está
constituida por un varón y una mujer. Trataremos de analizar aquí el alcance
de esta indicación, así como las motivaciones del legislador canónico al dar estanorma.
El derecho canónico, al regular el matrimonio, recoge una figura jurídicaanterior a él mismo: en efecto, el legislador en tantas ocasiones, al regular una
institución, no lo hace con plena libertad de legislar, sino que se debe limitar a
recoger las figuras que existen, y procurar ordenar las relaciones de justicia que
de ahí surgen. Ciertamente, al regularlas, habrá de innovar muchas veces, pero
no podrá alterar aquellos aspectos de la institución que le son esenciales. Si lo
hace, no estamos ante la institución que originó la legislación, sino otra distinta,
probablemente necesaria y legítima, pero la institución que originó la
legislación sigue existiendo, y sigue estando necesitada de que el derechoreconozca las relaciones de justicia que surgen. Esto es, dicho de otro modo,
una exigencia del derecho natural.
Valga un ejemplo. Si en la sociedad civil el legislador, al afrontar los efectos
jurídicos de la filiación y la paternidad, concede que la autoridad civil puede
reconocer un padre distinto del biológico, no podrá hacerlo hasta el punto de
negar que la esencia de la filiación y la paternidad es la relación biológica que
existe. Puede haber otra filiación, pero existirá a modo de semejanza con la
biológica o natural. En este ejemplo, la filiación y paternidad aprobada por la
autoridad civil sería la adoptiva, cuya necesidad en la sociedad está fuera de
duda. Pero lo que no puede aprobar el legislador es ignorar que la esencia de lafiliación y paternidad es el vínculo biológico que existe entre un hijo y su padre
o madre, al menos como semejanza o modelo. Una legislación así sería
simplemente absurda, entre otros motivos porque seguirá habiendo padres e
hijos, y necesitan que el ordenamiento regule sus relaciones.
Y sin embargo, si se consulta cualquier Código civil se puede observar que la
mayor parte de los artículos sobre la filiación se dedican a asuntos como las
herencias y sucesiones, la administración de los bienes del hijo por sus padres,
la autorización del juez para ciertas decisiones, etc. Si acaso, algún artículo que
indica que los hijos deben respeto y obediencia a sus padres, y éstos deben
procurar el bienestar de sus hijos. Cualquiera se da cuenta que la esencia de la
filiación y paternidad no es la que aparece en el Código. También lo sabe el
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legislador, aunque como es comprensible debe regular las relaciones de justicia
que surgen, no definir la esencia de qué es un padre y un hijo y cómo se deben
tratar.
Al matrimonio se puede aplicar esta doctrina. Cuando se lee el Código de
derecho canónico, se observa que la mayoría de los cánones se dedican alconsentimiento, los impedimentos, la convalidación y otros aspectos similares.
Todos ellos son necesarios, pero no definen la esencia del matrimonio.
¿Cuál es, pues, la esencia del matrimonio? En parte la respuesta está en el
canon 1055 § 1. Este canon, por otro lado, recoge casi literalmente la doctrina
contenida en la Constitución pastoral Gaudium et Spes, del Concilio Vaticano
II. Se debe recordar, como ya se ha indicado, que el legislador canónico no
tiene disponibilidad sobre la esencia del matrimonio. En esta materia se limita a
recoger la institución de derecho natural que existe. He aquí el canon 1055 § 1:
Canon 1055 § 1: La alianza matrimonial, por la que el varón y la mujerconstituyen entre sí un consorcio de toda la vida, ordenado por su
misma índole natural al bien de los cónyuges y a la generación y
educación de la prole, fue elevada por Cristo Señor a la dignidad de
sacramento entre bautizados.
Hemos indicado que recoge la esencia del matrimonio, en parte. Puesto que la
esencia del contrato matrimonial más bien habría que buscarla en la familia, en
el mutuo acuerdo al que llegan los contrayentes en formar una familia. Por
familia se debe entender lo que es natural a esta institución, es decir, incluye la
disposición a la generación y educación de los hijos.
¿Puede haber matrimonios en los que no haya posibilidad de descendencia? Se
trata de uno de los grandes debates actuales. A veces se habla de modelos defamilia, para ampliar el concepto de familia a otras uniones en las que no existe
esta posibilidad, o para incluir a las uniones no matrimoniales en las que hay
descendencia. Sin entrar en el debate de fondo, desde luego quien defiende que
haya otros modelos de familia está mirando a un tipo de familia como
prototipo de familia: los otros modelos de familia que defiende intentan
asemejarse al concepto de familia que todos conocemos, en el que hay padres e
hijos unidos establemente por un vínculo libremente adquirido por los padres.
Por eso, sería un error que el legislador llamara familia a lo que no es, ni puedeserlo.
Por lo tanto, no sería lógico que el legislador aprobara como matrimonial una
unión en la que no existe la posibilidad de descendencia natural. En ese sentido
el Código de derecho canónico prescribe que el matrimonio canónico es un
consorcio entre hombre y mujer. Por lo que se lleva dicho hasta aquí, se ve
claro que este concepto de matrimonio no está a disposición del legislador
canónico: no podría aprobar un matrimonio en el que no haya un varón y una
mujer. Tal supuesto matrimonio desvirtuaría la esencia misma del matrimonio,
pues sería otra unión. A esta conclusión se puede llegar también a la luz del
canon 1096, que prescribe que el conocimiento mínimo del matrimonio que se
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debe tener incluye que se trata de un consorcio permanente entre un varón y
una mujer.
Como se ve, se trata de una exigencia de la naturaleza del matrimonio. Pero el
matrimonio es más amplio que la posibilidad de que haya descendencia o prole:
quien quiera conocer el pensamiento del legislador canónico acerca delmatrimonio, no puede limitarse a examinar el Código de derecho canónico. En
el matrimonio entran otras consideraciones, como son la complementariedad
entre los contrayentes, el recíproco respeto y la mutua ayuda, entre otras
muchas, que el canon 1055 resume en la expresión “el bien de los cónyuges”.
Aun así, siguiendo con el ejemplo de la legislación civil y la filiación, hay
muchísimos aspectos que se escapan al Código, no por desconocimiento del
legislador, sino porque no es posible recogerlos en un texto jurídico. No se
puede pretender que un cuerpo legal, con la concisión y rigor propias del
lenguaje jurídico, exprese o regule cuestiones como el amor que deben tener los
cónyuges. Pero el legislador no ignora que el amor conyugal forma parte del
bien de los cónyuges. El desarrollo de esta cuestión excede del objetivo de esteartículo.
Sin embargo, el amor sólo no constituye un matrimonio. En una pareja puede
existir el amor, pero mientras no se decidan a poner en marcha un proyecto de
unión que incluya la formación de una familia, no se puede hablar de
matrimonio. Puede ser una relación legítima, y laudable desde el punto de vista
moral, pero no hay matrimonio. Estaríamos ante una alianza de otro tipo. No
sería lógico que el legislador aplicara las normas del matrimonio a esta
relación.
Se debe añadir, además, una precisión: el reconocimiento del matrimonio
como una realidad heterosexual, no se basa en una razón de discriminación o
desigualdad con ninguna persona por razón de su tendencia o gustos, sino que -
como se puede observar por lo que se lleva dicho- tiene su fundamento en la
naturaleza del matrimonio. Es decir, por poner un ejemplo, aunque una pareja
de homosexuales pueda acordar una unión lo más estrecha que la legalidad
permita -sin entrar aquí a juzgar la legitimidad de tal unión legal-, nunca podrán
tener descendencia. Nunca podrán crear una familia. Desaprobar una unión
matrimonial para estas parejas no es discriminación hacia ellos, sino reconocer
este hecho, que es tan claro que ningún legislador puede cambiar.
1.2. Inseparabilidad entre matrimonio y sacramento
Entre bautizados no puede haber contrato matrimonial válido que no sea por
eso mismo sacramento. Esta afirmación contenida en el c. 1055, 2 del Código
de Derecho Canónico, idéntica a la reseñada en el Código precedente, recoge la
doctrina magisterial de la Iglesia.
Sobre la sacramentalidad fue precisa una declaración dogmática en el
Concilio de Trento, frente a la negación protestante de lo que era una tradiciónimplícita en la fe de la Iglesia.
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La inseparabilidad es doctrina católica próxima a la fe, expresamente
declarada a partir del Papa Benedicto XIV, que no quiso definirla. Pío IX
condena la proposición contraria (Syllabus, 66), donde se señala que negar la
inseparabilidad entre matrimonio y sacramento para los cónyuges bautizados es
resultado de un error herético sobre la sacramentalidad del mismo. León XIII
desarrolla el tema de la inseparabilidad en la encíclica Arcanum, así como PíoXI en la Casti connubii, Pío XII en la encíclica Humani generis.
Se considera que es sacramento el matrimonio entre dos bautizados, y también
si se bautiza el cónyuge no bautizado, o los dos si no lo estaba ninguno. En
estos casos se recibe ipso facto el sacramento.
Se ha discutido si es sacramento el matrimonio entre un bautizado y un no
bautizado. La praxis seguida por la Iglesia y por la mayor parte de los autores -
casi la unanimidad- es contraria: el matrimonio es signo de la unión de Cristo
con la Iglesia. El signo no lo constituye uno sólo de los cónyuges, sino la
unidad. El matrimonio no se instaura por la sola voluntad de uno de loscónyuges y tampoco surge la sacramentalidad por el bautismo de sólo uno de
ellos. No puede darse una sacramentalidad parcial en el matrimonio -en un
esposo sí y en otro no- porque se considera por su propia naturaleza algo
indiviso (una caro) y, es evidente que no sería sacramento para el cónyuge
infiel.
Intentos de separación
1. Doctrinas no católicas
1.1 Ortodoxos. El sacramento se recibe con la bendición nupcial del ministro
celebrante. Si faltase, habría matrimonio pero no sacramento.
1.2 Protestantes. Niegan que el matrimonio entre bautizados sea verdadero
sacramento. Queda reducido a un contrato.
2. En el ámbito católico (posiciones minoritarias)
2.1 Autores que afirman la separación respecto de los matrimonios informes
(el Beato Juan Duns Scoto, entre otros). En algunos casos -matrimonio por
poderes, de mudos, por escrito- algunos autores entendieron que no se cumplela doctrina agustiniana sobre la validez de los sacramentos: faltaría la forma
sacramental, las palabras (verba): aunque hubiese matrimonio, no surgiría el
sacramento. El error procede de una interpretación literal y rigorista de los
textos de S. Agustín.
2.2 Otros (como Melchor Cano) dieron valor esencial a la bendición nupcial,que consideraban la forma propia de este sacramento, de modo que si falta hay
matrimonio, pero no sacramento.
Reflexiones sobre la inseparabilidad
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Dejando a un lado los posicionamientos regalistas o laicistas, según los cuales
la Iglesia carece de jurisdicción sobre el matrimonio -lo consideran un contrato
exclusivamente civil-, podemos analizar algunas consecuencias de la doctrina
sobre la inseparabilidad y estudiar algunas propuestas actuales, unas en
consonancia y otras derivadas quizá de una inexacta comprensión de los
postulados, unidas a un deseo “pastoralista” de atender ciertas demandas de losfieles.
Entre bautizados el matrimonio es siempre per se sacramental, con
independencia de su fe o de su intención sobre la sacramentalidad, porque el
sacramento no depende de la voluntad de los contrayentes, sino de la de Cristo.
De la voluntad de los contrayentes depende querer casarse o recibirlo
fructíferamente, pero no pueden cambiar el ser del matrimonio. El matrimonio,
por ejemplo, entre protestantes es también sacramental, aunque no crean en
ello; es fuente de gracia por la misericordia del Señor, aunque ellos lo ignoren.
La razón teológica de que todo matrimonio entre bautizados sea sacramentoradica precisamente en su bautismo. Por el bautismo los contrayentes viven en
Cristo, se casan en Cristo. “Mediante el bautismo, el hombre y la mujer se
insertan definitivamente en la Nueva y Eterna Alianza, en la Alianza esponsal
de Cristo con la Iglesia. Y debido a esta inserción indestructible, la comunidad
íntima de vida y amor conyugal, fundada por el Creador, es elevada y asumida
en la caridad esponsal de Cristo, sostenida y enriquecida por su fuerza
redentora” (Exhortación Apostólica Familiaris consortio, 13).
El consentimiento matrimonial expresado por un hombre y una mujer
bautizados hace el sacramento. Los ministros son los propios esposos, la
materia la donación de su conyugalidad, la forma el consentimiento. La
sacramentalidad en el matrimonio no añade nada esencial, lo que hace es
incorporar el pacto conyugal al orden de la gracia. Los esposos bautizados no
pueden afirmar “quiero el matrimonio, pero no el sacramento”. La voluntad es
inviolable, pero no omnipotente, pues está limitada por el orden real de las
cosas. Si dos bautizados quisieran un matrimonio sin sacramento, querrían algo
imposible porque no está en sus manos suprimir el carácter bautismal.
La exigencia de una forma canónica ordinaria -emitir el consentimiento ante
un testigo cualificado y dos testigos comunes- no es de índole teológica, sino
eclesiástica. Es una ley positiva conveniente por la relevancia social y eclesialdel matrimonio, pero constituye una conveniencia, elevada a exigencia jurídica
invalidante al margen de la sacramentalidad. No deben confundirse la forma
canónica (jurídica) o ritual (litúrgica) con la forma sacramental. Como se ha
referido, esta se limita a la mutua manifestación del consentimiento conyugal.
Para la validez de un sacramento se requiere la intención en el ministro de
hacer lo que hace la Iglesia. Algunos apoyándose en esta premisa concluyen
que si los esposos -ministros de su matrimonio- a pesar de estar bautizados no
tienen esa intención, o más aún si lo rechazan, se casarían pero no habría
sacramento, con la consecuencia añadida de que estarían sólo sujetos a la
legislación civil.
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La premisa referida hay que entenderla adecuadamente. El matrimonio es un
sacramento único. Es el único sacramento en el que la Iglesia no tiene nada que
hacer, en el plano esencial, para su realización. Como también se ha indicado
ya, el rito o la forma canónica no son esenciales. Una cosa es que el
consentimiento sea inválido sin la forma canónica por imperativo legal y otra
que la forma legal venga exigida por ley natural. De hecho el propioordenamiento canónico reconoce plena validez al sólo consentimiento de los
esposos en ciertos casos (forma extraordinaria).
El sacramento lo hacen los propios contrayentes, o dicho de un modo más
teológico, puesto que todo sacramento es acción de Cristo, hacen que el Señor
otorgue la gracia vivificadora a su alianza a partir de su consentimiento
matrimonial.
La Exhortación Apostólica Familiaris consortio (nº, 68) afirma que “cuando a
pesar de los esfuerzos hechos, los contrayentes dan muestras de rechazar de
manera explícita y formal lo que la Iglesia propone al celebrar el matrimonio delos bautizados, el pastor de almas no puede admitirlos a la celebración”. Para
aplicarlo debidamente conviene subrayar en primer lugar, que ya no se utiliza la
expresión “lo que hace la Iglesia”, sino lo que propone, y la Iglesia lo que pide
básicamente, como hemos venido comentando, es que tengan verdadera
intención de casarse, siendo esta la intención mínima requerida para admitirlos
a la celebración, como se señala también en el número citado de la Exhortación
Apostólica Familiares consortio. Nunca se ha exigido una expresa intención
sacramental, religiosa o eclesial.
Debe procurarse que los contrayentes posean una fe conscientemente vivida
para una unión santa y santificadora, pero esta conveniencia no es una
condición de validez del sacramento, ni la falta de fe constituye un nuevo
impedimento matrimonial.
Desde esta perspectiva debe entenderse la afirmación del texto del Concilio
Vaticano II contenido en la Constitución Dogmática Sacrosanctum Concilium,
59 sobre la liturgia: “los sacramentos presuponen la fe”. Se trata de una
directriz pastoral, no teológica. Para vivir los sacramentos se precisa la fe.
También como virtud infusa inherente al bautismo, pero no como fe actual. En
no pocas ocasiones debe además tenerse en cuenta que los fieles que han
dejado, quizá desde hace largo tiempo, la práctica de la fe influidos por elsecularismo, dan poco o nulo valor a la ceremonia religiosa del matrimonio, sin
que ello equivalga a que hayan dejado de creer en el matrimonio en sí, que es lo
que esencialmente les pide la Iglesia a nivel constitutivo.
La sacramentalidad del matrimonio no es tampoco una propiedad esencial de la
alianza matrimonial, sino el mismo matrimonio. Sí son propiedades esenciales
la indisolubilidad o la unidad. El sacramento del matrimonio es el mismo
matrimonio contemplado en el plano de la gracia.
La sacramentalidad es un don divino, y no puede verse como una imposición.
Dios no impone el matrimonio, pero si dos bautizados deciden casarse y lo
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hacen, sólo pueden casarse en el Señor, y por lo tanto recibir el sacramento: las
gracias correlativas o un “derecho” a ellas, según sean sus disposiciones.
“La importancia de la sacramentalidad del matrimonio, y la necesidad de la fe
para conocer y vivir plenamente esta dimensión, podría también dar lugar a
algunos equívocos, tanto en la admisión al matrimonio como en el juicio sobresu validez. La Iglesia no rechaza la celebración del matrimonio a quien está
bien dispuesto, aunque esté imperfectamente preparado desde el punto de vista
sobrenatural, con tal de que tenga la recta intención de casarse según la realidad
natural del matrimonio. En efecto, no se puede configurar, junto al matrimonio
natural, otro modelo de matrimonio cristiano o con requisitos específicos”
(Juan Pablo II, Discurso a la Rota de 2003, n. 8).
1.3. Naturaleza sacramental del matrimonio entre bautizados
El matrimonio está constituido como uno de los siete sacramentos de la Nueva
Ley. Es sabido que el matrimonio tiene, entre los sacramentos, la peculiaridad
de que no fue instituido por Jesucristo, sino que el Señor elevó a sacramento
una realidad ya existente, puesto que Dios instituyó el matrimonio con la
creación de nuestros primeros padres. De modo que se puede afirmar que,
además de los matrimonios entre bautizados existen otros matrimoniosválidos, que son los que se han celebrados entre personas no son cristianas. Se
debe recordar que estos matrimonios son válidos, e igualmente queridos por
Dios.
El canon 1055 lo recuerda:
Canon 1055 § 1: La alianza matrimonial, por la que el varón y
la mujer constituyen entre sí un consorcio de toda la vida,
ordenado por su misma índole natural al bien de los cónyuges y
a la generación y educación de la prole, fue elevada por Cristo
Nuestro Señor a la dignidad de sacramento entre bautizados.
§ 2: Por tanto, entre bautizados, no puede haber contrato
matrimonial válido que no sea por eso mismo sacramento.
Como se ve, cualquier matrimonio entre bautizados es un matrimonio
sacramental. En la doctrina canonística se viene hablando de la
inseparabilidad del contrato y del sacramento: es decir, no es posible separar
ambos aspectos del matrimonio entre bautizados. El Papa Juan Pablo II, en su
Discurso a la Rota Romana de 2003, recuerda que “la dimensión natural y la
relación con Dios [del matrimonio] no son dos aspectos yuxtapuestos; al
contrario, están unidos tan íntimamente como la verdad sobre el hombre y la
verdad sobre Dios”. Por el contrario, la exclusión de la sacramentalidad del
matrimonio es una de las causas de nulidad (cfr. canon 1101 § 2), e igualmente
lo es el error determinante acerca de la dignidad sacramental del matrimonio
(cfr. canon 1099).
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Acerca de ambos capítulos de nulidad, el Romano Pontífice indica que “en
ambos casos es decisivo tener presente que una actitud de los contrayentes que
no tenga en cuenta la dimensión sobrenatural en el matrimonio puede anularlo
sólo si niega su validez en el plano natural, en el que se sitúa el mismo signo
sacramental”.
Efectos de la dignidad sacramental del matrimonio
¿Cuáles son los efectos de la naturaleza sacramental del matrimonio? El canon
1134 lo explica: “En el matrimonio cristiano los cónyuges son fortalecidos y
quedan como consagrados por un sacramento peculiar para los deberes y la
dignidad de su estado”. No es éste el lugar de extenderse en las características
sacramentales o en los medios ascéticos, o en la vocación cristiana a la santidad
de los fieles casados, pero se puede recordar, con Juan Pablo II, que si la
dignidad de cualquier bautizado es grande, en los bautizados “la unión entre elhombre y la mujer no sólo puede recobrar la santidad originaria, liberándose del
pecado, sino que también queda insertada realmente en el mismo misterio de la
alianza de Cristo con la Iglesia”. El Concilio Vaticano II, en la Constitución
Dogmática Lumen Gentium 11, indica que “los esposos cristianos, con la fuerza
del sacramento del matrimonio, por el que representan y participan del misterio
de la unidad y del amor fecundo entre Cristo y su Iglesia (cf. Ef 5, 32) se
ayudan mutuamente a santificarse con la vida matrimonial y con la acogida yeducación de los hijos”.
No se puede decir que existen dos matrimonios, uno canónico al que hace
referencia la sacramentalidad del matrimonio y otro civil, que se refiere al
contrato entre los contrayentes. Antes bien, de acuerdo con Juan Pablo II en su
discurso a la Rota Romana de 2003, “es preciso redescubrir la dimensión
trascendente que es intrínseca a la verdad plena sobre el matrimonio y sobre la
familia, superando toda dicotomía orientada a separar los aspectos profanos de
los religiosos, como si existieran dos matrimonios: uno profano y otro
sagrado”.
Por otro lado, en el matrimonio sacramental -o, según otra terminología, el
matrimonio rato: cfr. canon 1061 § 2- que además haya sido consumado, la
indisolubilidad adquiere una especial firmeza: así lo afirma el canon 1141.
Qué se debe entender por matrimonio sacramental
Obsérvese que no se hace referencia al matrimonio contraído canónicamente.
El carácter sacramental del matrimonio se debe entender, por lo tanto referido a
los matrimonios válidamente contraídos si ambos contrayentes sonbautizados. Incluye, por lo tanto, a los matrimonios contraídos entre
bautizados en cualquier confesión cristiana: los requisitos son, como ya vemos,
que el bautismo de ambos contrayentes sea válido y que el matrimonio
igualmente sea válido. Téngase en cuenta que si ninguno de los dos
contrayentes es católico, no rige pare ellos el derecho canónico. Así lo afirma elcanon 1059, interpretado sensu contrario:
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Canon 1059: El matrimonio de los católicos, aunque sea
católico uno solo de los contrayentes, se rige no sólo por el
derecho divino, sino también por el canónico, sin perjuicio de la
competencia de la potestad civil sobre los efectos meramenteciviles del mismo matrimonio.
Por lo tanto, si ambos contrayentes están válidamente bautizados en una
confesión no católica, contraen matrimonio válido si su matrimonio sigue las
normas del derecho divino: aunque sea contraído ante el ministro de su
confesión religiosa o una autoridad civil. Y además, como venimos viendo, su
matrimonio es verdadero sacramento. Pero no acaban aquí las conclusiones que
hemos de sacar del canon 1055.
En efecto, el canon habla de cualquier contrato matrimonial válido entre
bautizados. No se excluye el matrimonio entre católicos. Ciertamente a nadie sele escapa que se incluye el matrimonio celebrado en forma canónica. Pero no se
puede olvidar que puede haber matrimonios válidos entre católicos celebrados
en forma no canónica: el canon 1117 indica que están obligados a la forma
canónica del matrimonio los contrayentes “si al menos uno de los contrayentes
fue bautizado en la Iglesia católica o recibido en ella y no se ha apartado de ella
por acto formal”, sin perjuicio de la normativa aplicable a los matrimonios
mixtos. Por lo tanto, puede haber católicos apartados formalmente de la Iglesia
Católica, que por lo tanto no están obligados a la forma canónica. En estos
casos los contrayentes contraen válidamente si lo hacen de otra forma, y por
efecto del canon 1055, tal matrimonio es sacramental. Entiéndase que si el
Código de derecho canónico recuerda la naturaleza sacramental del matrimonio
de los católicos, aunque se hayan apartado de la Iglesia, no intenta favorecer -
nada más lejano a la intención del Legislador- lo que podríamos llamar un
matrimonio “civil” de católicos. El Código de derecho canónico pretende más
bien reconocer y facilitar el derecho a contraer matrimonio -el ius conubii- de
quienes han tenido la desgracia de apartarse de la Iglesia Católica, dicho esto
sin ánimo de juzgar la intención de quien haya hecho esto.
Quedan dos posibles dudas: por un lado, el caso de los casados que sebautizan. Y por otro, el caso del matrimonio en que hay disparidad de
cultos, es decir, el matrimonio en que uno de los contrayentes es bautizado y elotro no. “La Iglesia católica ha reconocido siempre los matrimonios entre no
bautizados, que se convierten en sacramento cristiano mediante el bautismo de
los esposos, y no tiene dudas sobre la validez del matrimonio de un católico con
una persona no bautizada, si se celebra con la debida dispensa”, de acuerdo con
Juan Pablo II, en el Discurso a la Rota Romana de 2003.
Por lo tanto, se debe concluir recordando la dignidad de cualquier matrimonio,
pero especialmente del matrimonio que además es sacramento.
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2. Impedimentos y causas de nulidad en el derecho matrimonial canónico
2.1. Aclaración de conceptos: anulación y declaración de nulidad de un acto
El matrimonio, por su propia naturaleza, se contrae por tiempo indefinido:
hasta que la muerte les separe, según la expresión ya clásica. No es válido elmatrimonio que se contrae por tiempo determinado. El canon 1055 § 1 define el
matrimonio como un “consorcio de toda la vida”, y el canon 1056 considera la
indisolubilidad como propiedad esencial del matrimonio.
Sin embargo, la Iglesia tiene organizado un sistema judicial con tribunales en
todas las diócesis que pueden examinar los matrimonios, y a veces haymatrimonios canónicos en los que los cónyuges se separan y vuelven a contraer
matrimonio. Parece necesaria una aclaración de los conceptos que se manejan.
Nulidad y anulación de los actos jurídicos
Aunque los términos nulidad y anulación a veces se usan como sinónimos, en
derecho tienen significados distintos. Por anulación se entiende el hecho de
declarar ineficaz un acto: cuando se anula un acto jurídico, lo que se hace es
declarar que desde ese momento el acto no produce efectos. La declaración que
anula un acto, así vista, no entra a considerar la existencia del acto. El acto que
se ha anulado ha existido y ha producido efectos jurídicos válidos, pero -por los
motivos tasados que el derecho considere relevantes- desde el momento de la
declaración deja de existir el acto.
La declaración de nulidad de un acto, sin embargo, supone la inexistencia del
acto. Cuando se declara nulo un acto, lo que se declara es que el acto nunca ha
existido. Tampoco han producido efectos jurídicos válidos, por lo tanto. El acto
nulo lo es porque en su origen, en su formulación, contiene defectos de tal
gravedad que provocan que, en justicia, el acto deba ser tenido como no
celebrado. El término nulidad se opone a validez. Naturalmente, se presume la
validez de los actos jurídicos, o lo que es lo mismo, los actos que
aparentemente se han realizado se han de considerar válidos, salvo prueba en
contrario. Se da relevancia a la apariencia, por razones de seguridad jurídica: en
otro caso, se haría casi imposible el tráfico jurídico. Por razones elementales de
justicia, sin embargo, se da la posibilidad a las partes legítimamente interesadas
de demostrar la nulidad de un acto. Esa es la función de los tribunales de justicia.
Obviamente, para declarar la nulidad de un acto se considera lo que ocurrió en
el momento de producirse el acto, siendo indiferente lo que haya ocurrido
después, durante la vida del acto. La declaración de nulidad examina que el
acto era imposible. Uno de los ejemplos más claros es el contrato celebrado
bajo coacción. Al juez que debe examinar la nulidad de un contrato celebrado
bajo coacción no le interesa lo que ha ocurrido durante la vida del contrato, sino
lo que ocurrió en el momento de la celebración del contrato. Las partes, por lo
tanto, deben aportar pruebas de la coacción en el momento de la celebración; y
no es posible pretender que hubo coacción ateniéndose a lo que ocurrió en lavida del supuesto contrato.
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Mientras que en la anulación suele ser irrelevante la celebración del negocio
jurídico, para centrarse en la vida del acto. Un ejemplo es el contrato continuo
-como el suministro de electricidad o de gas- que se ha de anular por falta de
pago.
Los efectos de una declaración de anulación se producen desde el momento dela declaración, o con expresión clásica se producen ex nunc. Mientras que los
efectos de la declaración de nulidad se retrotraen al momento de producirse el
acto: son efectos ex tunc. Como ya hemos dicho, se considera que no ha
producido efectos. Por razones de equidad, sin embargo, y en atención a la
buena fe de quien recibe efectos jurídicos de un acto nulo, muchas veces el
ordenamiento jurídico tiene mecanismos correctores de la dureza de esta
norma: puede hacer la ficción jurídica de considerar legítimos actos que en su
origen son ilegítimos. Pero ello no afecta a la nulidad del acto en sí, sino sólo a
la legitimidad de los actos que se derivan del acto nulo.
Matrimonios nulos y anulaciones de matrimonios
Apliquemos esta doctrina al matrimonio canónico, el matrimonio celebrado
según los ritos de la Iglesia. Dado que la Iglesia quiere ser fiel a la doctrina de
Jesucristo, ha de dar relevancia a la enseñanza contenida en Mateo 19, 6: lo que
Dios ha unido, que no lo separe el hombre. Por lo tanto, la Iglesia considera que
no tiene potestad para disolver un matrimonio. Usando la terminología
explicada, se debe decir que la Iglesia no tiene potestad para anular el vínculo
matrimonial. Es necesario, sin embargo, añadir algunos matices.
El canon 1141 comienza un sección del Código de Derecho canónico titulada
precisamente “De la disolución del vínculo (matrimonial)”. ¿Qué quiere decir
aquí el Código de Derecho Canónico?
Ciertamente, es posible disolver el vínculo matrimonial en algunos casos. El
propio canon 1141 nos da la clave de esta cuestión:
Canon 1141: El matrimonio rato y consumado no puede ser disuelto por
ningún poder humano, ni por ninguna causa fuera de la muerte.
Por lo tanto, es posible anular el matrimonio si éste no es rato, o no ha sido
consumado. Se entiende que el matrimonio es rato si es sacramental, es decir,cualquier matrimonio válido entre bautizados. Y se entiende que el matrimonio
ha sido consumado “si los cónyuges han realizado de modo humano el acto
conyugal apto de por sí para engendrar la prole” (canon 1061). En estos casos,
es posible pedir al Romano Pontífice la anulación del matrimonio. Los cánones
1142 y siguientes regulan los supuestos más comunes, entre los que se cuentan
el privilegio paulino, el privilegio petrino y la disolución del matrimonio rato y
no consumado.
Pero si el matrimonio es rato y consumado, no puede ser disuelto por ningún
poder humano, ni siquiera por el Romano Pontífice. Los Papas han sido
siempre conscientes de este límite de su potestad, siendo el ejemplo históricomás conocido el del matrimonio entre Enrique VIII de Inglaterra y Catalina de
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Aragón. En ese caso el Papa no dudó en declarar la imposibilidad de satisfacer
la pretensión de Enrique VIII, a pesar de que existía la amenaza de un cisma.
Por lo tanto -salvo en los supuestos citados, que son poco frecuentes como se
puede conjeturar- la Iglesia no anula ningún matrimonio. Los procesos
matrimoniales canónicos tienen la finalidad de dilucidar la duda de la validez ono de un matrimonio. Si es el caso, el tribunal eclesiástico declara la nulidad
del matrimonio. Se puede decir, por lo tanto, que en términos generales la
Iglesia no puede anular matrimonios. No lo hace, ni tampoco pretende hacerlo.
Los procesos de nulidad matrimonial
Por lo tanto, cuando las partes acuden a los tribunales eclesiásticos por causas
de índole matrimonial, lo que hacen es preguntar a la autoridad eclesiástica
competente si un matrimonio es nulo. Formalmente no acuden para que se les
solucione un problema, sino para resolver una duda de conciencia: la de si se
han casado verdaderamente o su matrimonio fue nulo. Por supuesto, si handado ese paso es porque existen problemas, y la nulidad del matrimonio sería la
solución. Pero la pregunta que se le hace al tribunal eclesiástico es la de la
nulidad del matrimonio, lo cual es independiente de lo que haya ocurrido en el
transcurso de la vida matrimonial.
Naturalmente, el tribunal sólo puede dar dos respuestas, reconociendo la
nulidad o la validez: sentencia pro nullitate o pro validitate. Y de acuerdo con
lo que llevamos dicho, al tribunal no le interesa lo ocurrido durante la vida del
matrimonio. Lo que le interesa es lo que ocurrió en el momento de la
celebración del matrimonio: el juez eclesiástico intentará establecer si
verdaderamente se celebró el matrimonio, o por el contrario, se interpuso
alguna dificultad objetiva que hizo que el consentimiento emitido no fuera
válido. Las causas de nulidad matrimonial son, brevemente, la existencia de un
impedimento, el defecto de forma válida o el vicio de consentimiento.
No se debe olvidar que forma parte de la función pastoral de la Iglesia la
búsqueda de la verdad. No es una actitud pastoral válida la respuesta del juez
que no esté de acuerdo con la verdad objetiva. El juez, por lo tanto, habrá de
dictar la sentencia que más se acerque a la verdad objetiva, aunque defraude las
expectativas de las partes. Verdaderamente, no defraudará las expectativas de
las partes si la sentencia se ajusta a derecho.
Queda claro, así, que -salvo las excepciones comentadas- es un error
terminológico decir que la Iglesia anula matrimonios: los declara nulos si es el
caso, pero no puede anular matrimonios. Los tribunales de la Iglesia no hacen
nulo un matrimonio, sino que se limitan a constatar una nulidad preexistente.
El derecho canónico y los matrimonios que tienen problemas
Con las excepciones ya indicadas, la Iglesia no está autorizada por Jesucristo
para disolver ningún matrimonio (o declarar el divorcio de ningún matrimonio).
Sin embargo, la cuestión permanece: si lo cónyuges se llevan mal, y elmatrimonio fue válido, el problema por el que acudieron al tribunal eclesiástico
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permanece en pie. ¿El derecho canónico les obliga a vivir juntos toda la vida?
O formulado con crudeza, ¿están condenados a ser marido y mujer, aunque no
ya no se quieran, por siempre?
La Iglesia tiene en cuenta la naturaleza humana en la configuración del
matrimonio. Cuando declara la imposibilidad de reconocer el divorcio no lesobliga a vivir juntos de por vida; los matrimonios con problemas tienen otras
soluciones, que aquí no se pueden detallar por no ser el lugar. Entre ellas está la
separación matrimonial permaneciendo el vínculo (cánones 1151 y siguientes).
Pero no se puede pretender que la Iglesia rompa el vínculo matrimonial, para lo
cual no tiene potestad, ni tampoco que el juez declare lo que no es cierto.
Esta solución puede desilusionar a quienes acuden a los tribunales de la Iglesia
pretendiendo que le solucionen un problema que objetivamente puede ser
grave, pero se debe recordar que a los tribunales de la Iglesia se le pregunta por
la validez de un matrimonio, y responden de acuerdo con la cuestión planteada.
Los matrimonios que tienen problemas graves habrán de buscar soluciones, y laIglesia va a facilitarla, con tal de que sea posible. No se le pida a la Iglesia que
declare lo que no puede declarar.
2.2. Las causas de nulidad en el matrimonio canónico
Por explicarlo de un modo sencillo, para que un matrimonio sea válido debe ser
realizado en forma válida, entre personas hábiles y además que sean capaces
de prestar consentimiento. En sentido contrario, las causas de nulidad son el
defecto de forma, o celebrado con impedimento o con vicio deconsentimiento. Cada uno de estas tres causas generales se divide también en
varios tipos. La terminología canonística habla de caput nullitatis, o capítulode nulidad, para referirse a cada motivo de nulidad. Se ofrece aquí un elenco
general de los caput de nulidad de los matrimonios canónicos. En esta relación
se pretende sólo enunciar las causas de nulidad a título exclusivamente
orientativo; no se pretende, a través de este artículo, analizar exhaustivamente
cada una de ellas. Para poder determinar si un matrimonio es nulo, debe
realizarse un proceso judicial ante el juez competente, al que se le deben
aportar las pruebas pertinentes, y en el que deben intervenir todas las partes
procesales, como son el promotor de justicia y el defensor del vínculo. No esposible, por lo tanto, pretender que, a través de unas pocas líneas, el lector sea
capaz de obtener conclusiones definitivas sobre una determinada situación.
Por otro lado, las circunstancias de los católicos en el mundo moderno son tan
diversas, que es imposible recogerlas todas en este artículo. Por eso, se
recomienda que quien quiera conocer exactamente algún capítulo de nulidad, o
consultar algún caso concreto, examine el canon correspondiente que se cita,
además de acudir a un experto en la materia.
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1. Nulidades derivadas de impedimentos
Impedimentos que nacen de circunstancias personales
Impedimento de edad (16 años para el varón y 14 para la mujer): c.
1083
Impedimento de impotencia antecedente y perpetua: c. 1084
Impedimentos que nacen de causas jurídicas
Impedimento de vínculo o ligamen: c. 1085
Impedimento de disparidad de cultos: c. 1086
Impedimento de orden sagrado: c. 1087
Impedimento de voto público y perpetuo de castidad en un instituto
religioso: c. 1088
Impedimentos que nacen de delitos
Impedimento de rapto: c. 1089
Impedimento de crimen: c. 1090
Impedimentos de parentesco
Impedimento de consanguinidad: c. 1091
Impedimento de afinidad: c. 1092
Impedimento de pública honestidad: c. 1093
Impedimento de parentesco legal: c. 1094
2. Nulidades por vicio de consentimiento
Nulidad por carecer de uso de razón: canon 1095, 1º
Nulidad por grave defecto de discreción de juicio: canon 1095, 2º
Nulidad por incapacidad de asumir las obligaciones esenciales del
matrimonio por causas de naturaleza psíquica (incapacitas assumendi):
canon 1095, 3º
Ignorancia de las propiedades esenciales del matrimonio: canon 1096. Error acerca de la persona: canon 1097 § 1
Error acerca de una cualidad de la persona directa y principalmente
pretendida (error redundans): canon 1097 § 2
Dolo provocado para obtener el consentimiento: canon 1098.
Error determinante acerca de la unidad, de la indisolubilidad o de la
dignidad sacramental del matrimonio (error determinans): canon 1099.
Simulación total del matrimonio o exclusión de una propiedad esencial:
canon 1101
Nulidad por atentar matrimonio bajo condición de futuro (canon 1102 §
1) o bajo condición de pasado o de presente que no se verifica (canon1102 § 2).
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Matrimonio contraído por violencia o por miedo grave: canon 1103.
3. Nulidades por defecto de forma
Matrimonio nulo por celebrarse sin la asistencia del ordinario del
lugar o párroco, o sin su delegación: canon 1108. Matrimonio por procurador nulo por vicio del mandato: canon 1105.
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