7/16/2019 Nietzsche. El Origen de La Tragedia RESUMEN
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El Origen de la Tragedia – Nietzsche
La evolución del arte es el resultado de la sucesión del espíritu de Apolo y del espíritu de Dionisio. A su vez, nos plantea
Nietzsche todo artista imita la Naturaleza; ya sea el artista de la embriaguez dionisíaca, el artista del ensueño apolíneo o
ambos reunidos por la tragedia griega.
Para comprender esto primeramente describiremos las características del estilo apolíneo, luego del estilo dionisiaco para
concluir con la tragedia (como lugar de confluencia de ambos estilos).
El estilo apolíneo es homologado al ensueño. Apolo, dios de todas las facultades creadoras, dios de las formas también
dios adivinador. Desde su origen es la “apariencia”, el dios de la luz, reina sobre la apariencia plena de belleza del mundo
interior de la imaginación. Representa el deseo feliz del sueño y ensueño, la verdad más alta, la perfección de esos estados
opuestos a la realidad cambiante, imperfecta e inteligible. Por ello estos sueños son de serenidad, medida, claridad, belleza
y racionalidad. Apolo podría ser aquella imagen divina y espléndida del principium individutionis del que nos habla
Shophenhauer. De esto es un ejemplo claro el arte dórico, del cual Nietzsche nos dice que por haber conocido su contrario
(el espíritu dionisiaco) el Estado y el arte dórico se conformaron como una ciudadela avanzada del espíritu apolíneo. Así
logró resistir tanto tiempo lo dórico a raíz de ser un “arte de tan dura altivez, tan formidablemente fortificado, una
educación tan guerrera y dura, un principio de gobierno tan cruel y brutal.” En la música también se puede apreciar el
estilo apolíneo pues ella es una construcción sonora cuyos sonidos están fijados de antemano.
El estilo dionisiaco es caracterizado como embriaguez. El horror que sobrecoge al hombre cuando se equivoca en las
formas del conocimiento del fenómeno; sumado al agradable éxtasis que se eleva de lo más profundo del hombre, y aún
de la Naturaleza, al romperse el principio individuationis es lo que abre paso al estado dionisiaco. Esta embriaguez
arrastra en su ímpetu a todo individuo subjetivo hasta sumergirlo en un completo olvido de sí mismo. De este modo queda
renovada la alianza del hombre con el hombre; y la Naturaleza enajenada (enemiga o sometida) se reconcilia con el
hombre. El hombre se siente no sólo integrado, reconciliado, fundido sino Uno, vuelto a Unidad Primordial. El hombre se
siente permanecer en una Unidad Superior, se siente dios, su actitud es tan noble y plena de éxtasis como la de los diosesque ha visto en ensueños. El hombre no es un artista sino que es él mismo una obra de arte. Dicho de otra forma la
embriaguez no se preocupa del individuo sino que persigue el aniquilamiento del mismo y su disolución liberadora por el
sentimiento de identificación mística. El estilo dionisiaco se nos revelará en el arte helenístico que ya no puede contenerse
y se desborda. Así como ocurre con lo apolíneo que es identificable en la música lo dionisiaco también, ella hace nacer el
temor y el temblor, posee es violencia conmovedora en su sonido, un torrente unánime en la melodía y un mundoincomparable en la armonía. El ditirambo dionisiaco provoca la exaltación de todas las facultades simbólicas del hombre,
el cual siente la unidad como genio de la especie, de la naturaleza misma.
El instinto del hombre que dio nacimiento al arte generó también los dioses. Estos que son el espejo en que se refleja la
imagen transfigurada de los helenos sirvieron de justificación a la vida humana. “La vida, protegida por los rayos
benéficos de tales dioses, fue sentida como digna de ser vivida, y el verdadero dolor de los hombre homéricos fue
entonces perder esta vida (...)” . Bajo la influencia apolínea la “voluntad” desea fuertemente la existencia, esta “armonía”
ha pasado a ser denominada por Séller como “ingenuidad”. En el arte el “ingenuo”, que es consecuente con la cultura
apolínea, procura derribar monstruos informes con el espejismo de ilusiones agradables, con la belleza de la apariencia. Es
por ello que la inocencia homérica debe interpretarse como el triunfo de la ilusión apolínea.
Bajo la inspiración de Apolo la vida cotidiana y real nos parece más perfecta, seria, digna de ser vivida, sin embargo la
otra mitad de la vida, el sueño paradójicamente, dice Nietzsche, tiene una importancia igual frente a esta esenciametafísica, cuya apariencia exterior es el hombre. El Ser absoluto, el Uno primordial, en tanto agobiado por eternasmiserias y lleno de contradicciones irreductibles tiene necesidad, para su perpetua liberación, a la vez del encanto de la
visión y de la alegría de la apariencia; y que absoluta e íntegramente comprendidos en esta apariencia y constituidos por
ella se la debe considerar como el no-ser absoluto, como un perpetuo devenir en el tiempo, el espacio y la causalidad, en
otras palabras como una realidad empírica. Si concebimos la realidad empírica del hombre y del mundo en general como
una representación del Uno esencial suscitada en todo momento, entonces el sueño será una apariencia de una apariencia,
o sea como una satisfacción más perfecta aún de la apetencia primordial a la apariencia. Lo dicho es lo que genera la
alegría del artista ingenuo y del arte ingenuo que es precisamente una apariencia de la apariencia.
La única ley que conoce lo apolíneo es la del individuo, es decir el mantenimiento de los límites de la personalidad. Esta
“medida” (en el sentido helénico) es conservada a través del conocimiento de uno mismo. Así es que a la exigencia de la
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belleza necesaria se le suma los imperativos de “conócete a ti mismo” y “no vayas demasiado lejos”. Pero en esto el
individuo con toda su ponderación y mesura se olvidó de sí mismo, natural en el estado dionisiaco. La desmesura se
revela entonces como verdad liquidando la influencia apolínea. Ambos espíritus, el apolíneo y el dionisiaco, han
dominado en forma sucesiva el alma helénica y sus manifestaciones: en la edad de “acero” ya se manifiesta la belleza
apolínea, luego el torrente dionisiaco, posteriormente con el arte dórico vuelve a reinar lo apolíneo. Pero el fin supremo de
estas tendencias estéticas se ven reflejadas en la tragedia antigua en la que ambos espíritus confluyen.
El germen de la tragedia y de los ditirambos dramáticos lo encontraremos en Homero y Arquíloco. El primero, el artista
épico, el gran arquetipo del poeta ingenuo, se abisma en la contemplación de las imágenes en sus detalles en la apariencia
como percibida en sueño, de modo que jamás se confundirá con sus figuras, jamás se identificará con las imágenes demanera absoluta.Contrariamente a este poeta que podríamos llamar objetivo se erige Arquíloco, poeta subjetivo, y esta denominación
generará una mirada en desmedro de los ojos del contemporáneo pues se entiende en el momento de Nietzsche que todo
artista subjetivo es un mal artista pues no ha logrado escapar de la tiranía del “yo”. Pero el lírico siempre dice “yo” y nos
habla de sus pasiones, con Schiller Nietzsche descubre donde se halla la esencia de la lírica que es en la musicalidad de la
misma y no en el contenido. “El poeta lírico se identifica primeramente de una manera absoluta con el Uno primordial,
con su sufrimiento y sus contradicciones, y reproduce la imagen fiel de esta unidad primordial en cuanto música (…) Ya
el artista abdica de su subjetividad bajo la influencia dionisiaca: la imagen que le muestra al presente la identificación
absoluta de sí mismo con el alma del mundo, es una escena de ensueño que simboliza perceptiblemente estos conflictos y
este sufrimiento original, al mimo tiempo que la alegría primordial de la apariencia”. Su subjetividad entonces desde el
sentido de los estéticos modernos no es más que una ilusión. Cuando el encanto dionisiaco-musical extasiado se apodera
del poema lírico llegando a los apogeos de su evolución surgen las llamadas tragedias y ditirambos dramáticos.Como más arriba expresamos el poeta lírico, el músico dionisiaco, es por sí solo y él mismo, sin el apoyo de las imágenes
el sufrimiento primordial y el eco primordial de este sufrimiento. El genio lírico crea a partir del renunciamiento a la
individualidad y al estado de identificación, las imágenes del lírico no son otra cosa que él mismo, al decir “yo” no se
refiere al hombre empírico sino al “yo” existente verdadera y eternamente en el fondo de todas las cosas, con ayuda de las
imágenes el poeta lírico penetra hasta el fondo de todas las cosas. Y así es como Arquíloco ya no es Arquíloco sino el
genio de la Naturaleza que expresa su sufrimiento primordial en esta figura alegórica del hombre Arquíloco. El sujeto está
emancipado de su voluntad individual transformado en una especie de médium que expresa al sujeto verdadero, el únicoente real existente quien celebra su liberación. Sólo el genio, en el acto de la creación artística y en cuanto se identifica
con este artista primordial del mundo, sabe algo de la eterna esencia del arte: a través de la introspección el genio se
vuelve sujeto y objeto, poeta, actor y espectador.
Arquíloco según las investigaciones fue el introductor de la canción popular. Como fondo de una época fecunda en
canciones populares se debe suponer un momento convulsionado por arrebatos dionisiacos. La canción popular es antetodo espejo musical del mundo, melodía originaria que busca una imagen paralela del ensueño y la expresa en el poema.
La melodía es lo primero y lo universal, y puede sufrir variantes en textos diferentes. La melodía engendra el texto de su
propia sustancia hace saltar imágenes que por su diversidad generan una fuerza salvaje diferente del canto épico. Las
imágenes son dispares y desordenadas, el lenguaje intenta imitar a la música; ambos (lenguaje e imagen) están
subordinados a la música.
En el caso de la música inspirada por lo apolíneo, se interpreta la música por la imagen de la voluntad mientras que el
genio mismo enteramente emancipado de la apetencia de la voluntad, es una pura mirada serena y clara.
Es la tragedia antigua la que reúne los espíritus apolíneos y dionisiacos. En ella el coro, según Schiller, es como una
muralla viva que rodea la tragedia, a fin de salvarse de toda mezcla, de separarse del mundo real y de poner a salvo su
dominio ideal y su libertad poética, el teatro es todo ficción. La introducción del coro en el teatro declara la guerra a todo
naturalismo en el arte. El griego se construyó con el coro el andamiaje aéreo de un orden natural puramente imaginario, ylo pobló de entidades naturales imaginarias (por ejemplo los sátiros). El mundo en este teatro es verosímil y real, igual aldel Olimpo y sus habitantes. El sátiro es al hombre lo que la música dionisiaca es a la civilización.
Ante la tragedia dionisiaca desaparecen las instituciones políticas y la sociedad (aquello que separa a los hombres entre sí)
ante un sentimiento irresistible que conducía al estado de identificación primaria con la Naturaleza. La consolidación
metafísica que nos deja toda verdadera tragedia es el consuelo de que la vida en el fondo de las cosas, a despecho de la
variabilidad de las apariencias, permanece poderosa y fecunda de alegría.
La embriaguez del estado dionisiaco produce un momento letárgico en el que se desvanece todo recuerdo del pasado.
Entre el mundo de la realidad dionisiaca y el de la realidad diaria se abre una zona de olvido que separa a un mundo del
otro. Pero en el momento en que reaparece esta realidad cotidiana en la conciencia la misma ya no es placentera teniendo
como resultado una disposición ascética de la voluntad. Así es como bajo la influencia de la verdad contemplada, el
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hombre no percibe más que lo horrible y absurdo de la existencia. Ante esto el Arte avanza como medicina saludable
transmutando dicho hastío en imágenes que hacen soportable la vida. Estas imágenes son lo sublime en el que el arte
doma y sojuzga lo horrible y lo cómico, en las que libera al hombre de la repulsión de lo absurdo. El coro de sátiros fue
entonces la salvación del arte griego.
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