ORGULLO Y PREJUICIO Y ZOMBIS
Jane Austen y Seth Grname-Smith
Algunos invitados, que haban tenido la desgracia de estar demasiado cerca de las
ventanas, fueron atacados y devorados de inmediato.
La clsica novela romntica de la Regencia, aderezada con unos zombis ultraviolentos
que siembran el terror
Umbriel Editores
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Ttulo original: Pride and Prejudice and Zombies
Editor original: Quirk Books, Philadelphia, Pennsylvania
Traduccin: Camila Batlles Vin
Reservados todos los derechos. Queda rigurosamente prohibida, sin la autorizacin
escrita de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la
reproduccin parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento,
incluidos la reprografa y el tratamiento informtico, as como la distribucin de
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Copyright 2009 by Quirk Productions, Inc.
Cover zombification and design by Doogie Horner
Cover art courtesy the Bridgeman Art Library International Ltd.
Interior illustrations by Philip Smiley
Ail Rights Reserved
First published in English by Quirk Books, Philadelphia, Pennsylvania This book was
negotiated through Ute Krner Literary Agency
de la traduccin 2009 by Cama Batlles Vin 2009 by Ediciones Urano, S.A.
Aribau, 142, pral. - 08036 Barcelona
www.umbrieleditores.com
ISBN: 978-84-89367-71-5 Depsito legal: B. 37.232 - 2009
Fotocomposicin: APG Estudi Grfic, S.L.
Impreso por Romany Valls, S.A. - Verdaguer, 1 - 08786 Capellades (Barcelona)
Impreso en Espaa - Printed in Spain
1
Es una verdad universalmente reconocida que un zombi que tiene cerebro necesita
ms cerebros. Esa verdad nunca fue ms evidente que durante los recientes ataques
acaecidos en Ne-therfield Park, en los que dieciocho miembros de una familia y sus
sirvientes fueron asesinados y devorados por una legin de muertos vivientes.
-Querido seor Bennet -le dijo su esposa un da-, te has enterado de que Netherfield
Park vuelve a estar ocupado?
El seor Bennet respondi negativamente y continu con su labor matutina,
consistente en afilar su daga y pulir su mosquete, pues en las ltimas semanas los
ataques de los innombrables se haban producido con alarmante frecuencia.
-Pues lo est -afirm su esposa.
El seor Bennet no contest.
-No quieres saber quin lo ha alquilado? -pregunt su esposa irritada.
-Estoy puliendo mi mosquete, mujer. Sigue hablando si quieres, pero deja que me
ocupe de la defensa de mi propiedad!
La seora Bennet lo interpret como una invitacin a proseguir.
-Vers, querido, la seora Long dice que Netherfield ha sido alquilado por un joven
de gran fortuna, que huy de Londres en una calesa de cuatro ruedas cuando la
extraa plaga atraves la lnea Manchester.
-Cmo se llama?
-Bingley. Un soltero de cuatro o cinco mil libras anuales. Qu gran partido para
nuestras hijas!
-En qu sentido? Es capaz de adiestradas en el manejo de la espada y el
mosquete?
-No seas pesado! Debo decirte que he decidido que se case con una de ellas.
-Casarse? Con los tiempos que corren? No creo que ese tal Bingley tenga esas
intenciones.
-Intenciones! No digas tonteras! Es muy probable que se enamore de una de
nuestras hijas, por lo que conviene que vayas a visitarlo en cuanto llegue.
-No veo la necesidad. Adems, no debemos circular por las carreteras ms de lo
imprescindible, no sea que perdamos ms caballos y coches a manos de esa condenada
plaga que asuela desde hace tiempo nuestro amado Hertfordshire.
-Pero piensa en tus hijas!
-Estoy pensando en ellas, boba! Preferira que se dediquen a instruirse en las artes
mortales en vez de tener la mente ofuscada con sueos de matrimonio y fortuna, como
evidentemente lo est la tuya. Ve a ver a ese tal Bingley si quieres, aunque te advierto
que ninguna de nuestras hijas tiene gran cosa que ofrecer; todas son estpidas e
ignorantes como su madre, a excepcin de Lizzy, que posee un instinto asesino ms
agudo que sus hermanas.
-Seor Bennet, cmo puedes criticar a tus propias hijas de esa forma? Te complace
contrariarme. No tienes ninguna compasin por mis pobres nervios.
-Te equivocas, querida. Siento un gran respeto por tus nervios. Son viejos amigos
mos. Hace por lo menos veinte aos que apenas oigo hablar de otra cosa.
El seor Bennet era una mezcla tan singular de ingenio, sentido del humor sarcstico,
reserva y autodisciplina, que la experiencia de veintitrs aos no haba bastado para
que su esposa comprendiera su carcter. La mentalidad de la seora Bennet era menos
complicada de descifrar. Era una mujer de pocas luces, escasa informacin y mal genio.
Cuando estaba enojada, deca que estaba nerviosa. Y cuando estaba nerviosa -como lo
estaba casi siempre desde su juventud, cuando la extraa plaga haba aparecido por
primera vez-, buscaba solaz en las tradiciones que a los dems les parecan absurdas.
La misin del seor Bennet en la vida era mantener a sus hijas vivas. La de la seora
Bennet era casarlas.
2
El seor Bennet fue una de las primeras personas en presentar sus respetos al seor
Bingley. Siempre haba tenido la intencin de visitarlo, aunque hubiese asegurado a su
esposa que no lo hara. La seora Bennet no se enter de esa visita hasta la tarde
despus de que su marido hubiera ido a ver al seor Bingley. Su marido se lo comunic
de la siguiente forma. Mientras observaba a su segunda hija tallar el blasn de los
Bennet en la empuadura de una nueva espada, el seor Bennet dijo inopinadamente:
-Espero que al seor Bingley le guste, Lizzy.
-No podemos saber qu le gusta al seor Bingley puesto que no hemos ido a visitarlo
-replic irritada la madre de la joven.
-Olvidas, mam -apunt Elizabeth-, que lo conoceremos con ocasin del prximo
baile.
La seora Bennet no se dign responder, pero, incapaz de contenerse, comenz a
regaar a una de sus hijas.
-Por lo que ms quieras, Kitty, deja de toser! Parece que ests a punto de sufrir un
ataque!
-Mam! Cmo se te ocurre decir semejante cosa rodeados como estamos de
zombis? -replic Kitty disgustada-. Cundo se celebra tu prximo baile, Lizzy?
-Dentro de quince das.
- Ay, s! -apostill su madre-. No podremos presentrselo a nuestras amistades,
puesto que no lo conocemos. Ojal no hubiera odo nunca el nombre de Bingley!
-Lamento orte decir eso -dijo el seor Bennet-. De haberlo sabido esta maana, no
habra ido a presentarle mis respetos. Es una lstima, pero puesto que he ido a visitarlo,
no podremos fingir que no lo conocemos.
El asombro de las damas fue exactamente como el seor Bennet haba imaginado. El
de la seora Bennet quiz fue mayor que el de sus hijas, aunque, cuando el primer
tumulto de alegra se disip, afirm que ya haba supuesto que ira a verlo.
-Has hecho muy bien, seor Bennet! Pero ya saba yo que acabara convencindote.
Qu contenta estoy! Ha sido muy ocurrente por tu parte ir a verlo esta maana y no
decirnos una palabra hasta ahora.
-No confundas mi tolerancia con un relajamiento en materia de disciplina -respondi
el seor Bennet-. Las chicas continuarn con su adiestramiento como hasta ahora, con
o sin seor Bingley.
-Desde luego, desde luego! -exclam la seora Bennet-. Sern tan peligrosas como
atractivas.
-Y t, Kitty, tose cuanto quieras -dijo el seor Bennet. Tras lo cual abandon la
habitacin cansado del entusiasmo de su esposa.
-Tenis un padre excelente, hijas mas! -dijo la seora Bennet cuando se cerr la
puerta-. No abundan estas alegras desde que el Seor decidi cerrar las puertas del
infierno y condenar a los muertos a rondar entre nosotros. Lydia, cario, aunque eres
la menor, estoy segura de que en la prxima fiesta el seor Bingley bailar contigo.
-Eso me tiene sin cuidado -respondi Lydia con firmeza-, porque aunque sea la
menor, soy la ms hbil en el arte de atraer al sexo opuesto.
El resto de la velada la pasaron conjeturando sobre cunto tardara el seor Bingley
en devolver la visita del seor Bennet, y cundo deberan invitarle a comer.
3
No todo lo que la seora Bennet, con ayuda de sus cinco hijas, pregunt sobre el
asunto bast para sonsacar a su marido una descripcin satisfactoria sobre el seor
Bingley. Lo atacaron de varias formas, con preguntas descaradas, suposiciones
ingeniosas y remotas conjeturas; pero el seor Bennet consigui eludir la astucia de
todas ellas, y su esposa y sus hijas tuvieron por fin que aceptar la informacin de
segunda mano de su vecina, lady Lucas. El informe de sta fue ms que favorable. El
seor Bingley haba causado a sir William una excelente impresin. Era muy joven,
extraordinariamente apuesto y, para remate, iba a asistir al prximo baile acompaado
por un nutrido grupo de amigos. Qu maravilla!
-Si lograra ver a una de mis hijas instalada en Netherfield -coment la seora Bennet
a su marido-, y a las otras bien casadas, no podra pedir ms.
-Y si yo lograra ver a las cinco sobrevivir a las vicisitudes que afligen actualmente a
Inglaterra, yo tampoco podra pedir ms -respondi el seor Bennet.
Al cabo de unos das el seor Bingley devolvi la visita del seor Bennet,
permaneciendo unos diez minutos con l en su biblioteca. El seor Bingley haba
confiado en ver a las jvenes Bennet, sobre cuya belleza y dotes guerreras haba odo
hablar, pero slo vio al padre. Las jvenes fueron ms afortunadas, pues pudieron
observar desde una ventana superior que el seor Bingley luca una casaca azul,
montaba en un caballo negro y portaba una carabina francesa a la espalda, un arma
muy extica para un ingls. No obstante, a juzgar por la torpeza con que la manipulaba,
Elizabeth dedujo que haba recibido escasa instruccin en el manejo de un mosquete o
en la prctica de las artes mortales.
A los pocos das los Bennet enviaron al seor Bingley una invitacin para almorzar.
La seora Bennet haba planificado el men que la acreditara como una excelente ama
de casa, cuando lleg una respuesta que dio al traste con sus planes. El seor Bingley
tena que trasladarse al da siguiente a la ciudad, por lo que no poda aceptar el honor
de su invitacin, etctera. La seora Bennet estaba desconcertada. No imaginaba qu
asunto poda llevar al seor Bingley a la ciudad a los pocos das de haber llegado a
Hert-fordshire. Lady Lucas aplac un poco sus temores sugiriendo que el joven habra
ido a Londres para reunir a un numeroso grupo de amigos con los que asistir al baile;
y a los poco das se enteraron de que el seor Bingley iba a acudir a la fiesta
acompaado por doce damas y siete caballeros. Las jvenes Bennet se lamentaron del
nutrido nmero de damas, pero se consolaron al averiguar que en lugar de doce, el
seor Bingley haba trado slo a seis damas desde Londres: sus cinco hermanas y una
prima. Y cuando la comitiva entr en el baile, result que el grupo se compona slo de
cinco personas: el seor Bingley, sus dos hermanas, el marido de la mayor, y otro
caballero.
El seor Bingley era apuesto y ofreca el aspecto de un caballero; tena un rostro
agradable y un talante afable y educado. Sus hermanas eran muy distinguidas, vestidas
a la moda, pero con un aire que revelaba escasa formacin en materia de combate. Su
cuado, el seor Hurst, presentaba simplemente el aspecto de un caballero; pero su
amigo, el seor Darcy, no tard en atraer todas las miradas de los presentes debido a
su elevada estatura, su elegancia, sus armoniosas facciones y su porte aristocrtico. A
los cinco minutos de que apareciera empez a circular la noticia de que haba
exterminado a ms de un millar de innombrables desde la cada de Cambridge. Los
caballeros comentaron que era un hombre de aspecto distinguido, las damas
declararon que era mucho ms guapo que el seor Bingley y lo contemplaron con gran
admiracin, hasta que la actitud de ste hizo que su popularidad mermara, pues
comprobaron que era arrogante, que se crea superior a todos los presentes, y
mostraba un aire de evidente disgusto.
El seor Bingley se apresur a saludar a todas las personas ms importantes que
haba en la sala; era un joven alegre y extravertido, no se perdi un baile, se mostr
contrariado de que la fiesta terminara tan pronto y dijo que organizara un baile en
Netherfield. Y aunque no posea la destreza del seor Darcy con la espada y el
mosquete, sus admirables cualidades bastaron para granjearle la admiracin de los
asistentes. Que diferencia con el seor Darcy! ste era el hombre ms arrogante y
desagradable del mundo, y todos confiaban en que no volviera a poner los pies all. La
seora Bennet fue una de las personas que se manifest con ms virulencia contra el
seor Darcy, no slo por la psima impresin que le caus su comportamiento sino
porque haba desairado a una de sus hijas.
Elizabeth Bennet se haba visto obligada, debido a la escasez de caballeros, a
permanecer sentada durante dos bailes; y durante buena parte de ese rato el seor
Darcy haba estado lo suficientemente cerca de ella para que la joven oyera una
conversacin entre ste y el seor Bingley, que haba abandonado la pista de baile unos
minutos para animar a su amigo a que sacara a bailar a alguna dama.
-Vamos, Darcy -dijo el seor Bingley-, tienes que bailar. Me disgusta verte solo, es
una estupidez.
-Me niego a bailar. Sabes que lo detesto, a menos que conozca a mi pareja. En una
reunin como esta me resultara insoportable. Tus hermanas estn ocupadas, y no hay
otra mujer en la habitacin que no representara para m un castigo invitarla a bailar.
-Palabra que jams haba visto a tantas jvenes agradables como esta noche! -
exclam el seor Bingley-. Y algunas de ellas son muy bonitas.
-T bailas con la nica chica bonita que hay en la habitacin -respondi el seor
Darcy mirando a la hija mayor de los Bennet.
-S, es la mujer ms bella que he visto en mi vida! Pero una de sus hermanas est
sentada detrs de ti. Es muy bonita y parece muy agradable.
-A cul te refieres? -pregunt el seor Darcy volvindose y mirando a Elizabeth
unos instantes, hasta que sta le devolvi la mirada y el joven desvi la vista y
respondi con frialdad-: Es pasablemente atractiva, pero no lo suficiente para tentarme.
En estos momentos no me apetece entablar conversacin con jvenes que otros
hombres menosprecian.
Cuando el seor Darcy se alej, Elizabeth sinti que se le helaba la sangre en las
venas. Jams se haba sentido tan ofendida. El cdigo guerrero le exiga vengar su
honor. Se llev la mano al tobillo, procurando no llamar la atencin. Palp la daga que
llevaba oculta debajo de su vestido, decidida a seguir al altivo seor Darcy cuando se
marchara y rebanarle el cuello.
Pero en cuanto asi el mango del arma se oy un coro de gritos en el saln de baile,
seguido de inmediato por el estrpito de cristales rotos. Unos innombrables
irrumpieron en la sala, movindose con torpeza pero con rapidez; la vestimenta con
que haban sido enterrados presentaba diversos grados de deterioro. Algunos llevaban
unas ropas tan andrajosas que dejaban al aire sus vergenzas; otros, unos ropajes tan
cochambrosos que parecan componerse slo de poco ms que sangre seca y asquerosa.
Su carne mostraba una fase ms o menos avanzada de putrefaccin; la de los fallecidos
recientemente tena un aspecto fofo y verdoso, mientras que la de los que haban
muerto haca tiempo era gris y frgil. Sus ojos y sus lenguas haban quedado reducidos
a polvo, y sus labios estaban contrados en una perenne sonrisa macabra.
Algunos invitados, que haban tenido la desgracia de estar demasiado cerca de las
ventanas, fueron atacados y devorados de inmediato. Cuando Elizabeth se levant, vio
a la seora Long tratando de liberarse de dos monstruos hembras que le mordan la
cabeza, partindole el crneo como si fuera una nuez y haciendo que brotara un chorro
de sangre oscura que alcanz a los candelabros.
Mientras los invitados huan despavoridos, se oy la voz de la seora Bennet a travs
del tumulto:
-Nias! El Pentagrama de la Muerte!
Elizabeth se uni de inmediato a sus cuatro hermanas, Jane, Mary, Catherine y
Lydia, en el centro de la pista de baile. Las jvenes sacaron la daga que llevaban
oculta en el tobillo y se colocaron formando una estrella imaginaria de cinco puntas.
Desde el centro de la habitacin empezaron a avanzar al unsono, esgrimiendo una
daga afilada como una navaja de afeitar con una mano y ocultando la otra
modestamente a la espalda.
Desde un rincn de la sala, el seor Darcy observ a Elizabeth y a sus hermanas
avanzar a travs de la habitacin, decapitando a un zombi tras otro. Slo conoca a
otra mujer en Gran Bretaa capaz de manejar una daga con semejante destreza, gracia
y mortfera precisin.
Cuando las jvenes alcanzaron las paredes del saln de baile, el ltimo de los
innombrables yaca inmvil en el suelo.
Aparte del ataque, la velada result muy agradable para toda la familia. La seora
Bennet haba observado que su hija mayor haba sido objeto de gran admiracin por
parte del grupo de Netherfield. El seor Bingley haba bailado con ella en dos
ocasiones, y las hermanas de ste le haban hecho el honor de conversar con ella. Jane
se senta tan complacida de ello como su madre, aunque lo manifest con ms
discrecin. Elizabeth not la satisfaccin de Jane. Mary haba odo a alguien comentar
a la seorita Bingley que era la joven ms inteligente de la comarca; y Catherine y
Lydia haban tenido la fortuna de no andar escasas de parejas, que era lo nico que les
preocupaba en un baile. Por consiguiente regresaron muy animadas a Longbourn, el
pueblo donde vivan, y en el que eran los habitantes principales.
4
Cuando Jane y Elizabeth se quedaron solas, la primera, que hasta el momento se
haba mostrado cauta a la hora de elogiar al seor Bingley, manifest a su hermana lo
mucho que le admiraba.
-Es tal como debera ser un joven -dijo-, sensato, jovial, alegre. Nunca he conocido
a nadie con mejores modales! Qu desenvoltura, qu educacin ms exquisita!
-S -respondi Elizabeth-, pero en el fragor de la batalla, no le vi ni a l ni al seor
Darcy empuar un cuchillo o un palo.
-Me sent muy halagada cuando me sac a bailar por segunda vez. No esperaba
semejante honor.
-Es ciertamente un joven muy agradable, y comprendo que te guste, pese a su falta de
valor. Te han gustado muchos jvenes mentecatos.
-Querida Lizzy!
-Sabes que tienes tendencia a que todo el mundo te caiga bien. Nunca ves un defecto
en nadie. Jams te he odo hablar mal de ningn ser humano.
-No me gusta precipitarme en criticar a nadie.
-Me choca que con tu buen juicio seas tan ciega ante los desatinos y las estupideces
de los dems. Tambin te han cado bien las hermanas de ese joven? No tienen sus
modales.
Lo cierto es que eran unas damas muy distinguidas, que saban mostrarse agradables
cuando queran, aunque eran orgullosas y engredas. Eran bastante agraciadas, haban
sido educadas en uno de los mejores colegios privados de la ciudad, pero apenas
saban nada sobre las artes mortales en las que Jane y sus hermanas haban sido
perfectamente adiestradas, tanto en Inglaterra como durante sus viajes a Oriente.
En cuanto al seor Bingley, entre l y Darcy exista una buena amistad, pese a lo
distintos que eran de carcter. Bingley no era estpido, pero Darcy era muy inteligente,
al tiempo que era altivo, reservado y quisquilloso, y su talante, aunque era bien
educado, no resultaba agradable. Bingley saba que caa bien en todas partes; Darcy,
por el contrario, ofenda siempre a todo el mundo.
Pero lo que nadie saba -ni siquiera el seor Bingley- era el motivo que se ocultaba
detrs del fro talante de Darcy. Hasta haca poco, haba sido la viva imagen de la
simpata; un joven de temperamento alegre y extremada amabilidad. Pero una traicin
sobre la que se negaba a hablar haba alterado su carcter para siempre.
5
A poca distancia a pie de Longbourn, por un camino corto pero peligroso, viva una
familia con la que los Bennet mantenan una profunda amistad. Sir William Lucas
haba sido anteriormente un fabricante de vestiduras de enterramiento tan exquisitas
que el Rey le haba concedido el ttulo de caballero. Sir William haba ganado una
relativa fortuna, hasta que la extraa plaga haba hecho que sus servicios fueran
innecesarios. Pocos estaban dispuestos a pagar una elevada suma en vestir a los
muertos con una suntuosa mortaja cuando sta quedara hecha una pena en cuanto
abandonaran sus sepulturas. Sir Lucas se haba mudado con su familia a una casa
situada a menos de dos kilmetros de Meryton.
Lady Lucas era una mujer muy bondadosa, no demasiado inteligente para serle til
como vecina a la seora Bennet. Los Lucas tenan siete hijos. La mayor, una joven
sensata e inteligente, de unos veintisiete aos, era amiga ntima de Elizabeth
-Empez usted la velada con buen pie, Charlotte -coment la seora Bennet a la
seorita Lucas con admirable autodominio-. Fue la primera que eligi el seor Bingley.
-S, pero la segunda le gust ms.
-Ah, supongo que se refiere ajane, porque bail con ella dos veces, y porque Jane
luch valerosamente contra los innombrables.
-No les he contado la conversacin que escuch entre l y el seor Robinson? El
seor Robinson pregunt al seor Bingley si le gustaban nuestras fiestas en Meryton, si
no crea que haba muchas mujeres bonitas presentes, y cul le pareca la ms guapa. Y
el seor Bingley respondi a la ltima pregunta sin vacilar: La mayor de las
seoritas Bennet, por supuesto! No cabe la menor duda.
-Caramba! Es una afirmacin muy categrica.
-El seor Darcy no es tan amable como su amigo -dijo Charlotte-. Pobre Eliza!
Dijo que era pasablemente atractiva!
-Le ruego que no disguste a Lizzy comentndole lo que el seor Darcy ha dicho de
ella. El seor Darcy es un hombre tan desagradable que sera una desgracia conquistar
sus simpatas. La seora Long me cont anoche -A la seora Bennet se le quebr la voz al recordar a la pobre seora Long, con el crneo aplastado entre las fauces de
esas monstruosas criaturas. Las damas guardaron silencio unos momentos, absortas en
sus pensamientos.
-La seorita Bingley me cont que su hermano apenas despega los labios -dijo Jane
por fin-, salvo cuando est con sus amigos ntimos. Con ellos se muestra
extraordinariamente amable.
-Su orgullo -observ la seorita Lucas- no me ofende tanto como suele ofenderme el
orgullo, porque tiene motivos. No es de extraar que un joven como l, con familia,
fortuna y todo a su favor, sea tan orgulloso. Si se me permite decirlo, creo que tiene
derecho a mostrarse orgulloso.
-Es cierto -respondi Elizabeth-, yo podra perdonar fcilmente su orgullo si no
hubiera herido mi amor propio. Os aseguro que de no haber estado ocupada peleando
contra los innombrables le habra rebanado el cuello.
-El orgullo -terci Mary, que se ufanaba de la solidez de sus observaciones-, es un
defecto muy comn. Segn lo que he ledo, estoy convencida de que es muy frecuente.
Elizabeth no pudo por menos de poner los ojos en blanco mientras Mary prosegua:
-La vanidad y el orgullo son dos cosas muy distintas, aunque a menudo la gente
utiliza esas palabras como sinnimos. Una persona puede ser orgullosa sin ser
vanidosa. El orgullo tiene que ver con la opinin que tenemos de nosotros mismos, la
vanidad con lo que creemos que los dems piensan de nosotros.
En ese momento Elizabeth emiti un sonoro bostezo. Aunque admiraba la valenta de
Mary a la hora de pelear, siempre la haba considerado un tanto aburrida cuando
estaba en un ambiente distendido.
6
Las damas de Longbourn no tardaron en presentar sus respetos a las de Netherfield.
Los agradables modales de Jane conquistaron las simpatas de la seora Hurst y la
seorita Bingley; y aunque la madre les pareca insoportable, y consideraban que no
mereca la pena conversar con las hermanas menores, ambas expresaron el deseo de
profundizar en su trato con las dos mayores. Jane recibi esa noticia con gran
satisfaccin, pero Elizabeth segua viendo cierta altanera en el trato que ambas damas
dispensaban a todo el mundo. Qued muy claro, cuando se reunieron, que el seor
Bingley senta admiracin por Jane, tanto o ms que el hecho de que Jane se estaba
enamorando profundamente de l, pero se alegraba al pensar que no era probable que
los dems se dieran cuenta de ello. Elizabeth se lo coment a su amiga, la seorita
Lucas.
-Quiz sea agradable -respondi Charlotte-, pero a veces es una desventaja
mostrarse tan reservada. Si una mujer oculta con tanta habilidad su afecto al hombre
merecedor de l, es posible que pierda la oportunidad de cazarlo. Nueve veces de diez
conviene que una mujer muestre ms afecto del que siente. No cabe duda de que a
Bingley le gusta tu hermana, pero si sta no le alienta, puede que el asunto no pase de
una mutua atraccin.
-Jane le alienta en la medida en que su carcter se lo permite. Recuerda, Charlotte,
que ante todo es una guerrera, y luego una mujer.
-En fin- contest Charlotte-, deseo de todo corazn que Jane tenga xito en esa
empresa; y si se casara maana con Bingley, creo que tendra tantas probabilidades de
ser feliz como si se pasara doce meses estudiando el carcter del joven. La felicidad en
un matrimonio depende totalmente de la suerte, y es mejor conocer los menos defectos
posibles de la persona con quien pretendes compartir tu vida.
-Me haces rer, Charlotte, pero lo que dices es una insensatez. Lo sabes bien, y t
jams te comportaras de esa forma.
-Ten presente, Elizabeth, que no soy una guerrera como vosotras. Soy simplemente
una chica tonta de veintisiete aos y soltera.
Ocupada como estaba en observar las atenciones del seor Bingley hacia su
hermana, Elizabeth estaba lejos de sospechar que ella misma era objeto de cierto
inters a los ojos del amigo de Bingley. Al principio el seor Darcy haba pensado que
Elizabeth apenas era fsicamente agraciada; durante el baile la haba mirado sin
admiracin; y cuando haban vuelto a encontrarse, la haba observado slo con nimo
de crtica. Pero tan pronto como el seor Darcy lleg a la conclusin y dijo a sus
amigos que Elizabeth no tena unas facciones bonitas, empez a pensar que su rostro
mostraba una expresin de inusitada inteligencia debido a la hermosa expresin de sus
ojos oscuros y a su inslita destreza con la espada. Ese descubrimiento fue seguido de
otros, no menos humillantes. Aunque el seor Darcy haba detectado ms de un fallo en
la simetra de los rasgos de Elizabeth, no poda por menos de reconocer que tena un
cuerpo esbelto y agraciado, con unos brazos sorprendentemente musculosos, aunque
ello no mermaba un pice su femineidad.
Sinti deseos de conocer ms cosas sobre ella, y a tal fin empez a prestar atencin a
la conversacin que Elizabeth mantena con los dems. Elizabeth se dio cuenta de ello.
Ocurri en casa de sir William Lucas, donde daban una fiesta con muchos invitados.
-Qu pretende el seor Darcy -pregunt Elizabeth a Charlotte- al escuchar mi
conversacin con el coronel Forster?
-Es una pregunta que slo el seor Darcy puede responder.
-Pues si vuelve a hacerlo, le dir que me he percatado de su maniobra. An no le he
perdonado por haber herido mi amor propio, y es posible que coloque su cabeza sobre
la repisa de mi chimenea.
Al poco rato el seor Darcy se acerc a ellas. Elizabeth se volvi hacia l y
pregunt:
-No cree, seor Darcy, que hace unos momentos me expres muy acertadamente al
insistirle al coronel Forster que nos invitara a un baile en su mansin de Meryton?
-Lo hizo con gran energa, pero los bailes son un tema que siempre infunde energa a
las damas.
-Depende de quin los ofrece, seor Darcy.
-Bien -terci la seorita Lucas sonrojndose de pronto-, abrir el piano. Ya sabes lo
que te toca, Eliza.
-Eres una amiga muy extraa! Siempre quieres que toque y cante delante de todo el
mundo!
La actuacin de Elizabeth fue grata pero no excepcional. Despus de un par de
canciones, fue sustituida al piano por su hermana Mary, quien, tras concluir un largo
concierto, se apresur a reunirse con sus hermanas menores, algunas de las jvenes
Lucas y dos o tres oficiales, para bailar en un extremo de la habitacin.
El seor Darcy permaneci de pie cerca del grupo, sumido en un indignado silencio
ante ese modo de pasar la velada, que exclua toda conversacin. Estaba tan absorto en
sus pensamientos que no se percat de la presencia de sir William Lucas junto a l
hasta que ste dijo:
-Qu diversin tan encantadora es para los jvenes el baile, seor Darcy!
-Ciertamente, seor; y tiene la ventaja de estar de moda entre las clases menos
refinadas del mundo. Cualquier salvaje puede bailar. Imagino que incluso los zombis
pueden hacerlo medianamente bien.
Sir William se limit a sonrer, sin saber cmo departir con un caballero tan
maleducado, y sinti un gran alivio al ver que Elizabeth se acercaba a ellos.
-Estimada seorita Eliza, cmo es que no baila? Seor Darcy, permtame que le
presente a esta seorita para que sea su pareja. Estoy seguro de que no se negar a
bailar con una joven tan hermosa. -Sir William tom la mano de la seorita Bennet y se
la ofreci al seor Darcy, quien la tom sin vacilar. Pero Elizabeth la retir enseguida
y respondi a sir William con cierta indignacin:
-No tengo la menor intencin de bailar, seor. Le ruego que no suponga que me he
acercado a ustedes en busca de pareja.
El seor Darcy le pidi, con expresin seria y educada, que le ofreciera su mano,
pero fue intil. Elizabeth estaba decidida. Le mir con arrogancia y dio media vuelta.
Su negativa no haba influido de forma negativa en el seor Darcy, quien pensaba en
Elizabeth con cierta complacencia cuando se le acerc la seorita Bingley.
-Creo adivinar el tema de sus reflexiones. -No lo creo.
-Piensa en lo insoportable que sera pasar muchas veladas como esta La insipidez, el ruido, la vacuidad y el engreimiento de estas personas. Dara cualquier cosa por or
sus crticas sobre ellas!
-Le aseguro que sus conjeturas son errneas. Pensaba en cosas ms agradables.
Meditaba sobre el profundo placer que producen unos ojos hermosos e inteligentes en
el rostro de una mujer bonita.
La seorita Bingley fij enseguida sus ojos en el rostro del seor Darcy, rogndole
que le revelara qu dama le haba inspirado esas reflexiones. El seor Darcy
respondi:
-La seorita Elizabeth Bennet.
-La seorita Elizabeth Bennet? -repiti la seorita Bingley-. La defensora de
Longbourn? La herona de Hertford-shire? Me asombra usted. Tendr una suegra
encantadora, y, claro est, con la destreza que usted y Elizabeth poseen en las artes
mortales conseguirn eliminar a un sinfn de innombrables.
El seor Darcy la escuch con profunda indiferencia mientras la seorita Bingley
segua parloteando; y cuando la compostura del seor Darcy convenci a la joven de
que tena el campo libre, sigui perorando durante largo rato.
7
Los bienes del seor Bennet consistan casi enteramente en una propiedad rural de
dos mil libras anuales de renta, la cual, lamentablemente para sus hijas, pasara, en
ausencia de unos herederos varones, a manos de un pariente lejano; y,
desafortunadamente para todos, estaba rodeada por los cuatro costados por un terreno
elevado, por lo que era difcil de defender. La fortuna de la madre, aunque suficiente
para su posicin, apenas poda suplir los escasos recursos de su marido. El padre de la
seora Bennet, que haba sido procurador en Meryton, le haba dejado cuatro mil
libras.
La seora Bennet tena una hermana casada con un tal seor Philips, que haba
trabajado de pasante para su padre y le haba sucedido en el bufete, y un hermano que
viva en Londres, donde se haba licenciado en ciencias, y era propietario de un par de
fbricas destinadas al esfuerzo blico.
La aldea de Longbourn estaba slo a dos kilmetros de Meryton; una distancia muy
conveniente para las jvenes, que solan ir a Meryton tres o cuatro veces a la semana,
pese a los innombrables que con frecuencia atacaban a los viajeros en la carretera,
para visitar a su ta y una sombrerera cerca de donde viva sta. Las dos hijas menores
de la familia, Catherine y Lydia, frecuentaban ese establecimiento a menudo; eran ms
frivolas que sus hermanas, y cuando no tenan nada mejor que hacer, daban un paseo
hasta Meryton para entretener sus horas matutinas y, de vez en cuando, practicar sus
habilidades. En esos momentos estaban eufricas por la noticia de que dentro de poco
llegara un regimiento militar a la comarca, donde permanecera todo el invierno,
excavando tumbas en la tierra endurecida y prendindoles fuego. El regimiento iba a
acuartelarse en Meryton.
Las visitas de las jvenes a la seora Philips les proporcionaban unas noticias de lo
ms interesantes. Cada da se enteraban de algo nuevo que agregar a los nombres y
amistades de los oficiales, as como las novedades sobre los campos de batalla en
Derbyshire, Cornwall y Essex, donde se libraba un combate feroz. Las jvenes Bennet
no hablaban de otra cosa que de los oficiales; y la enorme fortuna del seor Bingley,
cuyo mero nombre animaba visiblemente a su madre, no tena valor alguno a sus ojos
en comparacin con la ensea de un regimiento, y con el fervor con que el seor
Bingley afirmaba haber decapitado a los muertos vivientes con un solo toque de su
espada.
Una maana, despus de escuchar las efusiones de sus hijas sobre el tema, el seor
Bennet observ framente:
-Por vuestra forma de expresaros, deduzco que debis ser las dos chicas ms tontas
del pas. Hace tiempo que vengo sospechndolo, pero ahora estoy convencido.
-Me asombra, querido -dijo la seora Bennet-, que pienses que tus hijas son tontas.
-Si mis hijas son tontas, espero ser siempre consciente de ello.
-S, pero resulta que todas son muy listas. Olvidas lo rpidamente que dominaron
esos trucos orientales que insististe en que aprendieran.
-Tener la habilidad de matar a unos cuantos de esos monstruos no significa que sean
inteligentes, tanto ms cuanto que la mayora de las veces utilizan su destreza para
divertir a apuestos oficiales.
-Mam -exclam Lydia-, la ta dice que el coronel Forster y el capitn Crter no
frecuentan la casa de la seorita Watson tan a menudo como cuando llegaron. Ahora
los ve a menudo quemando las criptas en el cementerio de Shepherd's HUI.
La aparicin del lacayo con una nota para la seorita Bennet, procedente de
Netherfield, impidi a su madre contestar. El criado esper una respuesta.
-Bien, Jane, de quin es? De qu se trata?
-Es de la seorita Bingley -respondi Jane, tras lo cual ley la nota en voz alta.
querida amiga:
Si no nos hace el favor de venir a comer con Louisa y conmigo, corremos el riesgo de
odiarnos el resto de nuestras vidas, pues una entrevista entre dos mujeres no puede
terminar nunca sin una disputa. Venga tan pronto como reciba esta nota, siempre y
cuando la carretera est libre de la amenaza de los innombrables. Mi hermano y los
caballeros almorzarn con los oficiales. Atentamente,
caroline bingley
-Qu mala suerte que salgas a almorzar -coment la seora Bennet-, dados los
problemas con que puedes encontrarte camino de Netherfield.
-Puedo ir en el carruaje? -pregunt Jane.
-No, querida, es mejor que vayas a caballo, pues todo indica que va a llover, y los
innombrables surgen de la tierra hmeda con gran facilidad. Prefiero que el viaje
transcurra tan rpidamente como sea posible. Adems, si llueve, tendrs que quedarte
a pasar la noche en Netherfield.
-Ese sera un buen ardid -dijo Elizabeth-, siempre que ests segura de que no se
ofrezcan a conducirla de regreso a casa.
-Preferira ir en carruaje -insisti Jane, evidentemente preocupada por la idea de
partir sola a caballo.
-Querida, tu padre no puede cederte los caballos. Los necesita en la granja, no es
as, seor Bennet?
-Los necesito en la granja con ms frecuencia de la que los tengo a mi disposicin.
Hemos perdido a muchos a causa de los ataques de los innombrables en la carretera.
De modo que Jane no tuvo ms remedio que partir a caballo. Su madre la acompa
hasta la puerta con numerosos y animados pronsticos de mal tiempo. Sus esperanzas
se cumplieron. Al poco rato de partir la joven empez a llover torrencialmente, y la
mullida tierra dio paso a un sinfn de criaturas abominables, vestidas an con sus
elegantes ropajes hechos jirones, pero sin dar muestra de la exquisita educacin que
haban recibido en vida.
Sus hermanas se mostraron preocupadas, pero su madre estaba eufrica. La lluvia
no remiti en toda la tarde, por lo que era imposible que Jane regresara a casa.
-Qu idea tan afortunada la ma! -exclam la seora Bennet en ms de una ocasin,
como si hubiera sido ella quien haba hecho que lloviera. Pero no fue hasta la maana
siguiente cuando la dama comprendi lo acertado de su ardid. Apenas haban
terminado de desayunar cuando se present un criado de Netherfield con el siguiente
mensaje para Elizabeth:
querida lizzy:
Esta maana me siento indispuesta, lo cual cabe achacarlo al ataque que sufr
mientras me diriga a Netherfield a manos de varios innombrables recin desenterrados.
Mis amables amigas se niegan a permitirme regresar hasta que est mejor. Asimismo,
insisten en que me vea el seor Jones, por lo que no debis preocuparos si os enteris
de que me ha visitado el mdico, y salvo unas contusiones y una pequea pualada, mi
estado no reviste gravedad.
tu hermana que te quiere
-Bien, querida -observ el seor Bennet despus de que Elizabeth leyera la nota en
voz alta-, si tu hija se muere, o lo que es peor, sucumbe a esa extraa plaga, ser un
consuelo saber que ha sido en aras de conquistar al seor Bingley, y por orden tuya.
-No temo que Jane se muera. La gente no se muere debido a unos cortes y
contusiones. Estoy segura de que la atendern perfectamente.
Elizabeth, que estaba muy preocupada por su hermana, decidi ir a verla, aunque no
poda ir en coche; y puesto que no era una buena amazona, no tena ms remedio que
ir andando. La joven comunic a sus padres su intencin de ir a Netherfield.
-Cmo se te ocurre una idea tan absurda -replic su madre-, sabiendo que la
carretera estar cubierta de barro y plagada de esos monstruos? Cuando te presentes
all, suponiendo que llegues viva, estars hecha una pena!
-Olvidas que soy una discpula de Pei Liu, del templo de Shaolin, madre. Adems,
por cada innombrable que te encuentras en la carretera, te encuentras a tres soldados.
Regresar a la hora de cenar.
-Te acompaaremos hasta Meryton -dijeron Catherine y Lydia.
Elizabeth acept su propuesta y las jvenes partieron juntas, armadas slo con las
dagas que llevaban adheridas al tobillo. Los mosquetes y las katanas eran unas armas
eficaces para protegerse, pero consideradas poco apropiadas para unas damas, y como
no disponan de sillas de montar donde ocultarlas, las tres hermanas se rindieron al
recato.
-Si nos apresuramos -dijo Lydia mientras avanzaban con cautela-, quiz veamos al
capitn Crter antes de que se marche.
Al llegar a Meryton se dividieron; las dos menores se dirigieron a la vivienda de la
esposa de uno de los oficiales, y Elizabeth continu sola, atravesando un prado tras
otro a paso rpido, saltando cercas y charcos. Durante esa frentica actividad, se le
desat el cordn de una de las botas. Como no quera ofrecer un aspecto desaliado al
llegar a Netherfield, se arrodill para atrselo.
De pronto oy un terrible chillido, semejante al que emiten los cerdos cuando los
sacrifican. Elizabeth comprendi en el acto de qu se trataba, y se apresur a tomar la
daga que llevaba sujeta al tobillo. Al volverse, empuando el arma, se top con los
siniestros rostros de tres innombrables, que tenan los brazos extendidos y la boca
abierta. El que estaba ms cerca daba la impresin de haber muerto recientemente,
pues su traje de enterramiento no estaba manchado ni cubierto de polvo. Avanz hacia
Elizabeth a una velocidad pasmosa, y cuando se hallaba a medio metro de distancia,
Elizabeth le clav la daga en el pecho y tir de ella hacia arriba. La hoja atraves el
cuello y la cara del monstruo y sali por la parte superior del crneo. El innombrable
cay al suelo, inmvil.
El segundo innombrable era una dama, la cual llevaba ms tiempo muerta. Ech a
correr hacia Elizabeth, agitando torpemente en el aire sus dedos como garras.
Elizabeth se levant la falda, prescindiendo de todo recato, y asest rpidamente una
patada al monstruo en la cabeza, que estall en una nube de fragmentos de piel y
huesos. La innombrable cay tambin al suelo, y no volvi a levantarse.
El tercer monstruo era extraordinariamente alto, y aunque haca mucho que haba
muerto, conservaba una gran fuerza y agilidad. Elizabeth an no haba recobrado el
equilibrio despus de la patada que haba asestado a la innombrable cuando el
monstruo la agarr del brazo y la oblig a soltar la daga. Elizabeth se libr del
innombrable antes de que le clavara los dientes y asumi la postura de la grulla,
creyendo que era la ms adecuada para enfrentarse a un contrincante de esa estatura.
El monstruo avanz hacia ella, y Elizabeth le propin un contundente golpe en los
muslos. Las piernas del innombrable se desprendieron y se desplom en el suelo,
inerme. Recuper su daga y decapit al ltimo de sus adversarios, asiendo la cabeza
por el pelo y emitiendo un grito de guerra que se oy a varias leguas a la redonda.
Por fin divis la casa, a la que lleg sintiendo que las piernas le flaqueaban, con las
medias sucias y el rostro encendido debido al esfuerzo.
Un sirviente la condujo a la salita del desayuno, donde se hallaban reunidos todos
menos Jane. Su presencia caus una gran sorpresa. A la seora Hurst y a la seorita
Bingley les pareci increble que hubiese recorrido casi cinco kilmetros por unos
caminos repletos de innombrables, con un tiempo tan infecto y sola. Elizabeth estaba
convencida de que la menospreciaban por ello. No obstante, la recibieron cortsmente.
El hermano de las damas la acogi con un talante ms agradable que la mera
educacin, con buen humor y amabilidad. El seor Darcy apenas despeg los labios, y
el seor Hurst no dijo nada. El seor Darcy experimentaba a un tiempo admiracin por
la luminosidad que el esfuerzo haba conferido al cutis de Elizabeth, y la duda de que la
ocasin justificara el que sta se hubiera arriesgado a venir sola, armada nicamente
con una daga. El seor Hurst pensaba slo en su desayuno.
Sus preguntas sobre el estado de su hermana obtuvieron unas respuestas algo
inquietantes. La seorita Bennet haba dormido mal, y aunque se haba levantado, tena
mucha fiebre y no se senta con nimos de abandonar su habitacin. Elizabeth fue a
atenderla, preocupada, aunque sin manifestarlo, de que su hermana hubiera contrado
la extraa plaga.
Despus del desayuno, las hermanas se reunieron con sus anfitriones. Elizabeth
empez a sentir simpata por ellos al observar el afecto y la solicitud que demostraban
hacia Jane. Al poco rato lleg el boticario, y tras examinar a la paciente, dijo, para
alivio de todos, que no haba contrado la extraa plaga, sino que padeca un fuerte
catarro, sin duda debido a haber peleado contra los innombrables bajo la lluvia.
Cuando el reloj dio las tres, Elizabeth decidi que haba llegado el momento de irse.
La seorita Bingley le ofreci su carruaje. Como Jane se mostr preocupada al
despedirse de su hermana, la seorita Bingley se vio obligada a convertir su oferta en
una invitacin a permanecer en Netherfield de momento. Elizabeth accedi con
profunda gratitud, y la seorita Bingley envi un criado a Longbourn para informar a
la familia de que la joven iba a quedarse en Netherfield, y a recoger unas ropas para
que se cambiara y, a instancias, de Elizabeth, su mosquete favorito.
8
A las cinco Elizabeth se retir para reflexionar y vestirse, y a las seis y media le
anunciaron que la cena estaba servida. Jane no haba mejorado. Al enterarse de ello,
las hermanas Bingley repitieron tres o cuatro veces lo profundamente que lo
lamentaban, lo horrible que era estar acatarrada y lo mucho que les disgustaba
ponerse enfermas, tras lo cual no volvieron a mencionar el asunto. Su indiferencia
hacia Jane cuando sta no se hallaba presente restituy la animadversin que Elizabeth
haba sentido hacia ellas en un principio.
El hermano de las damas, el seor Bingley, era el nico del grupo que inspiraba a
Elizabeth cierta simpata. Su preocupacin por Jane era palmaria, y la atencin que
dedicaba a Elizabeth muy grata, impidiendo que la joven se sintiera como una intrusa,
que al parecer era como los dems la consideraban.
Despus de cenar, Elizabeth regres junto ajane, y la seorita Bingley empez a
criticarla en cuanto la joven abandon la habitacin. Declar que tena unos modales
psimos, una mezcla de orgullo y descaro; careca de conversacin, de estilo y de
belleza. La seora Hurst, que opinaba lo mismo, aadi:
-En resumidas cuentas, no posee ninguna cualidad, salvo estar bien instruida en los
mtodos de combate. Nunca olvidar el aspecto que presentaba esta maana. Pareca
casi una salvaje.
-Tienes razn, Louisa. Qu necesidad tiene de andar por ah sola, con los tiempos
tan peligrosos que corren, simplemente porque su hermana est resfriada? Con esas
greas y ese desalio!
-S, por no hablar de sus enaguas. Supongo que te fijaste en sus enaguas, con un
palmo del bajo manchado de barro, y con unos fragmentos de carne muerta adheridos
a la manga, sin duda de sus atacantes.
-Puede que tu descripcin sea cierta, Louisa -dijo Bingley-, pero no repar en esos
detalles. Pens que la seorita Elizabeth Bingley ofreca un aspecto magnfico cuando
apareci esta maana. No me fij en sus enaguas manchadas.
-Estoy segura de que usted s se percat, seor Darcy -coment la seorita Bingley-,
y me inclino a pensar que no le gustara que su hermana exhibiera ese aspecto.
-Desde luego que no.
-Recorrer a pie cinco kilmetros, o los que sean, hundida en el lodo hasta los
tobillos, y sola! Con la amenaza de los innombrables atacando y asesinando da y
noche a pobres incautos en los caminos! Por qu se comporta as? Lo considero una
abominable muestra de arrogante independencia, una indiferencia hacia el decoro
digna de una palurda.
-Demuestra un afecto por su hermana muy reconfortante -apunt Bingley.
-Me temo, seor Darcy -observ la seorita Bingley casi en un susurro-, que esta
aventura habr empaado la admiracin que le inspiran los bonitos ojos de la joven.
-En absoluto -respondi el seor Darcy-. El esfuerzo que haba realizado haca que
parecieran ms luminosos.
Tras la breve pausa que sigui a esas palabras, la seora Hurst dijo:
-Siento una gran estima por la seorita Jane Bennet, que es muy dulce, y deseo de
todo corazn que haga una buena boda. Pero con un padre y una madre como los suyos,
y unas amistades tan poco refinadas, me temo que no tiene la menor oportunidad.
-Creo haberle odo decir que el to de las seoritas Bennet es un procurador en
Meryton.
-En efecto, y tienen otro to que vive cerca de Cheapside.
-Una circunstancia primordial -aadi su hermana, y ambas damas se rieron a
carcajadas.
-Aunque tuvieran tantos tos como para llenar todo Cheapside -terci Bingley-, ello
no hara que fueran menos agradables. No sents la menor admiracin por esas
jvenes guerreras? Jams he visto a unas damas tan diestras a la hora de luchar.
-Pero eso reducir sensiblemente sus posibilidades de que se casen con hombres de
cierta posicin -observ Darcy. Bingley no respondi al comentario, pero sus hermanas
asintieron con vehemencia.
No obstante, al abandonar el comedor regresaron a la habitacin de Jane con
muestras de renovada ternura, y le hicieron compaa hasta que un criado anunci que
el caf estaba servido. Jane segua muy acatarrada, y Elizabeth no se separ de ella
hasta ltima hora de la tarde, cuando observ aliviada que su hermana se haba
dormido y pens que tena el deber, por ms que le desagradara, de bajar a reunirse
con los dems. Al entrar en el saln vio que estaban jugando a las cartas. Enseguida la
invitaron a unirse a ellos, pero sospechando que las apuestas eran muy elevadas,
Elizabeth declin la invitacin y, utilizando a su hermana como disculpa, dijo que
durante el breve rato que poda permanecer en el saln se distraera leyendo un libro.
El seor Hurst la mir asombrado.
-Prefiere la lectura a jugar a las cartas? -le pregunt-. Qu curioso.
-Prefiero muchas cosas a jugar a las cartas, seor Hurst -respondi Elizabeth-.
Como por ejemplo la sensacin de un cuchillo recin afilado al hundirse en el abultado
vientre de un hombre.
El seor Hurst no volvi a despegar los labios durante el resto de la velada.
-Me consta que el hecho de atender a su hermana le proporciona una gran
satisfaccin -coment el seor Bingley-; y espero que su satisfaccin aumente al
comprobar que la seorita Bennet mejora.
Elizabeth le dio las gracias, tras lo cual se acerc a una mesa en la que haba unos
libros. El seor Bingley se ofreci de inmediato a traerle otros, todos los que hubiera
en su biblioteca.
-Ojal tuviera una biblioteca mayor, para complacerla y ufanarme de ella, pero soy
perezoso y, aunque no poseo muchos libros, tengo ms de los que he hojeado.
Elizabeth le asegur que le bastaban los que haba en la habitacin.
-Me sorprende -dijo la seorita Bingley- que mi padre dejara una coleccin de libros
tan exigua. Su biblioteca en Pember-ley es magnfica, seor Darcy!
-Es natural que est bien surtida -respondi ste-, ya que representa la labor de
muchas generaciones.
-Pero usted la ha ampliado mucho, y adquiere nuevos volmenes continuamente.
-No comprendo, dados los tiempos que corren, que alguien descuide la biblioteca
familiar. Qu podemos hacer salvo quedarnos en casa y leer hasta que alguien
descubra una cura contra esa plaga?
Elizabeth alz la vista del libro que estaba hojeando y se acerc a la mesa de juego,
situndose entre el seor Bingley y su hermana mayor, para observar la partida.
-Ha crecido mucho la seorita Darcy desde la primavera? -pregunt la seorita
Bingley-. Llegar a ser tan alta como yo?
-Creo que s. Ahora tiene aproximadamente la estatura de la seorita Elizabeth
Bennet, o quiz sea un poco ms alta.
-Estoy deseando volver a verla! No conozco a nadie que me deleite tanto como su
hermana. Qu porte, qu modales! Y qu instruida para una muchacha de su edad!
-No deja de asombrarme -coment el seor Bingley- la paciencia que tenis todas las
jvenes para adquirir tantos conocimientos.
-A qu te refieres, querido Charles? Todas las jvenes no poseemos los mismos
conocimientos!
-Todas pintis mesas, tapizis biombos y tejis bolsos. No conozco a ninguna joven
que no sepa hacer esas cosas, y nunca me han hablado de ninguna que no fuera
extraordinariamente instruida.
-Ese trmino se aplica a muchas mujeres que no lo merecen -observ Darcy-, puesto
que slo saben tejer bolsos o tapizar biombos. No obstante, mi hermana Georgiana s
merece esa distincin, ya que no slo domina las artes femeninas, sino las artes
mortales. No creo conocer a ms que a media docena de mujeres, entre mis amistades,
que sean tan instruidas.
-Yo tampoco -apostill la seorita Bingley.
-En tal caso, seor Darcy -observ Elizabeth-, su idea de una mujer instruida debe
de englobar numerosos conocimientos.
-Una mujer debe poseer buenos conocimientos de msica, canto, dibujo, baile y
lenguas modernas; debe de estar perfectamente adiestrada en los estilos de combate de
los maestros de Kyoto y en las tcticas y armas europeas modernas. Adems, debe
poseer cierta cualidad en su aire y modo de caminar, el tono de su voz, su forma de
hablar y expresarse, para poder considerarla una mujer instruida. Aparte de esas
cualidades, debe aadir algo ms sustancial, en virtud del perfeccionamiento de su
mente a travs de una lectura exhaustiva.
-No me sorprende que no conozca ms que a media docena de mujeres instruidas. Lo
que me extraa es que conozca a alguna.
-Tan severa es usted con su propio sexo para dudar de esa posibilidad?
-Jams he conocido a una mujer semejante. Segn mi experiencia, una mujer o est
bien adiestrada o es muy refinada. En estos tiempos una no puede permitirse el lujo de
poseer ambas cualidades. En cuanto a mis hermanas y a m, nuestro querido padre
crey ms conveniente que dedicramos menos tiempo a los libros y a la msica, y ms
a protegernos contra los innombrables.
La seora Hurst y la seorita Bingley protestaron por lo injusto del comentario de
Elizabeth, afirmando conocer a muchas mujeres que respondan a esa descripcin,
cuando el seor Hurst las llam al orden. Eso puso fin a la conversacin, y al cabo de
unos minutos Elizabeth abandon la estancia.
-Elizabeth Bennet -dijo la seorita Bingley cuando la puerta se cerr-, es una de esas
jvenes que pretenden seducir al sexo opuesto menospreciando el suyo. Quiz tenga
xito con muchos hombres, pero a mi modo de ver es una vil artimaa, un arte
despreciable.
-Sin duda -respondi Darcy, a quien iba dirigido principalmente el comentario-,
existe cierta vileza en todas las artes que las damas emplean a veces para cautivar.
Todo cuanto se asemeje al artificio es despreciable.
La respuesta no satisfizo a la seorita Bingley lo suficiente como para insistir en el
tema.
Elizabeth se reuni de nuevo con ellos para informarles de que su hermana haba
empeorado y no poda abandonarla. Bingley orden que mandaran llamar al seor
Jones de inmediato; mientras sus hermanas, convencidas de que el consejo de una
persona que viva en el campo no poda ser til, propusieron enviar recado urgente
para que acudiera uno de los mdicos ms eminentes de la ciudad. Elizabeth se neg en
redondo, alegando que era demasiado peligroso enviar a un jinete a esas horas de la
noche; pero accedi a la propuesta del seor Bingley, por lo que decidieron mandar
llamar al seor Jones a primera hora de la maana, en caso de que la seorita Bennet
no mostrara una clara mejora. Bingley se senta profundamente incmodo; sus
hermanas declararon estar consternadas. No obstante, aplacaron su consternacin
cantando unos duetos despus de cenar, mientras que el seor Bingley no hall mejor
forma de aliviar sus sentimientos que ordenar a su ama de llaves que prestara todas las
atenciones a la joven enferma y a su hermana.
9
Elizabeth pas buena parte de la noche en la habitacin de su hermana, y por la
maana tuvo la satisfaccin de poder enviar una respuesta aceptable a las preguntas
que le remiti el seor Bingley a travs de una criada. La joven pidi que enviaran una
nota a Longbourn, expresando el deseo de que su madre visitara ajane y juzgara por s
misma la situacin. La nota fue enviada de inmediato, pero el jinete se top en la
carretera con un grupo de zombis que acababan de salir de sus tumbas, los cuales
probablemente le arrastraron a la muerte.
La nota fue enviada por segunda vez con ms xito, y su contenido rpidamente
acatado. La seora Bennet, acompaada por sus dos hijas menores armadas con sus
arcos, lleg a Netherfield poco despus de que la familia terminara de desayunar.
De haber encontrado a Jane en claro peligro de contraer la extraa plaga, la seora
Bennet se habra llevado un gran disgusto; pero al comprobar que la enfermedad que
la aquejaba no era alarmante, dese que su hija no se recobrara de inmediato, ya que
su restablecimiento probablemente la obligara a abandonar Netherfield. As pues, se
neg a atender la propuesta de su hija de llevarla de regreso a casa; y el boticario, que
lleg al mismo tiempo, opin tambin que no era conveniente. Bingley las salud y
expres su deseo de que la seora Bennet no hubiera hallado a la seorita Bennet peor
de lo que haba supuesto.
-Lo cierto es que la he encontrado muy desmejorada, seor Bingley -respondi la
seora Bennet-. Jane est demasiado enferma para moverse. El seor Jones dice que no
debemos trasladarla. Por lo que debemos abusar un poco ms de su amabilidad, seor.
-Trasladarla? -exclam Bingley-. Ni pensarlo!
La seora Bennet se deshizo en muestras de gratitud.
-De no tener Jane tan buenos amigos -aadi-, no s qu sera de ella, pues est muy
enferma y sufre mucho, aunque con toda la paciencia del mundo, sin duda debido a los
muchos meses que pas bajo la tutela del maestro Liu.
-Es posible que llegue a encontrarme con ese caballero aqu en Hertfordshire? -
inquiri Bingley.
-No lo creo -respondi la seora Bennet-, porque nunca ha abandonado los lmites
del templo de Shaolin en la provincia de Henan. Nuestras hijas pasaron all muchos
das, siendo adiestradas para soportar todo gnero de vicisitudes.
-Puedo preguntar qu tipo de vicisitudes?
-Desde luego -contest Elizabeth-, pero prefiero hacerle una demostracin.
-Lizzy! -protest su madre-. Recuerda dnde ests y no te comportes de forma tan
atolondrada como haces en casa.
-Ignoraba que tuviera usted tanto carcter -dijo Bingley.
-Mi carcter carece de importancia -replic Elizabeth-. Lo que me inquieta es el
carcter de los dems. Dedico muchas horas a su estudio.
-El campo -terci Darcy- ofrece escasas probabilidades para llevar a cabo esa clase
de estudios. En una comarca rural uno se mueve en un crculo muy estrecho y poco
variado.
-Excepto, claro est, cuando el campo est tan plagado de innombrables como la
ciudad.
-Desde luego -convino la seora Bennet, ofendida por la forma en que Darcy se
haba referido a una comarca rural-. Le aseguro que esa situacin se da en el campo
con tanta frecuencia como en la ciudad.
Todos se mostraron sorprendidos, y Darcy, despus de observarla durante unos
momentos, se volvi en silencio. La seora Bennet, que crea haberle derrotado,
prosigui triunfante:
-No veo que Londres tenga una gran ventaja sobre el campo, especialmente desde
que construyeron la muralla. Quiz sea una fortaleza repleta de tiendas, pero no deja
de ser una fortaleza, nada beneficiosa para los frgiles nervios de una dama. El campo
es mucho ms agradable, no es as, seor Bingley?
-Cuando estoy en el campo -respondi ste-, no siento deseos de abandonarlo; y
cuando estoy en la ciudad, me ocurre lo mismo. Ambos tienen sus ventajas, tanto en
relacin con la plaga como otras cosas. Pues aunque duermo mejor y me siento ms
seguro en la ciudad, el entorno que me rodea en estos momentos mejora mi buen humor.
-S, pero eso se debe a que est predispuesto a ello. Ese caballero -agreg la seora
Bennet mirando a Darcy-, parece menospreciar el campo.
-Te equivocas, mam -terci Elizabeth sonrojndose por el comentario de su madre-.
Juzgas mal al seor Darcy. Se refera a que en el campo no tienes tantas posibilidades
de conocer a diversas personas como en la ciudad, lo cual debes reconocer que es
cierto. Al igual que el seor Darcy sin duda reconocer que la escasez de cementerios
hace que el campo resulte ms agradable en estos tiempos.
-Ciertamente, querida, pero en cuanto a conocer a pocas personas en esta comarca,
a mi entender existen pocas comarcas ms grandes. Nosotros tenemos trato con
veinticuatro familias. Es decir, veintitrs Que Dios acoja en su gloria a la pobre seora Long.
Darcy se limit a sonrer, y la pausa que se produjo a continuacin hizo que
Elizabeth se echara a temblar. Deseaba decir algo, pero no se le ocurra nada. Tras un
breve silencio, la seora Bennet empez a reiterar sus muestras de gratitud al seor
Bingley por su amabilidad hacia Jane, disculpndose por tener que acoger tambin a
Lizzy. El seor Bingley respondi con un tono sencillo y corts, obligando a su
hermana menor a mostrarse tambin corts, la cual dijo lo que requera la ocasin. La
seorita Bingley desempe su papel sin excesiva amabilidad, pero la seora Bennet se
sinti satisfecha, y al poco rato pidi que trajeran su coche. Ante esa seal, la menor de
sus hijas se adelant. Las dos hermanas no haban dejado de cuchichear durante toda
la visita, y, en consecuencia, la menor se encarg de recordar al seor Bingley la
promesa que haba hecho al llegar al campo de ofrecer un gran baile en Netherfield.
Lydia era una muchacha de quince aos, robusta y muy desarrollada para su edad,
con un bonito cutis y un semblante risueo. Posea las habilidades mortferas de Lizzy,
aunque no su sentido comn, y haba derrotado a su primer innombrable a la
asombrosa edad de siete aos y medio. Por tanto, era ms que capaz de plantear al
seor Bingley el asunto del baile, recordndole bruscamente su promesa y aadiendo
que sera vergonzoso que no la cumpliera. La respuesta de Bingley a ese inopinado
ataque le son a la seora Bennet a msica celestial.
-Le aseguro que estoy ms que dispuesto a cumplir mi palabra; y cuando su hermana
se haya restablecido, usted misma puede fijar la fecha del baile. No creo que le
apetezca asistir a un baile estando su hermana enferma.
Lydia declar que se senta satisfecha.
-S, es preferible esperar a que Jane est bien! Para entonces es probable que el
capitn Crter haya regresado a Meryton. Y cuando usted celebre el baile -aadi la
joven-, insistir en que los oficiales organicen tambin uno. Dir al coronel Forster que
sera vergonzoso que no lo hiciera.
Al cabo de un rato la seora Bennet y sus hijas partieron, y Elizabeth regres de
inmediato junto a Jane, dejando que las dos damas y el seor Darcy comentaran su
conducta y la de su madre y hermanas. No obstante, pese a los comentarios irnicos de
la seorita Bingley sobre los hermosos ojos de Elizabeth, el seor Darcy se neg a
participar en las crticas contra la joven.
10
El da transcurri como el anterior. La seora Hurst y la seorita Bingley haban
pasado unas horas por la maana con la enferma, que segua recuperndose, aunque
lentamente; y por la tarde Elizabeth se reuni con ellos en el saln. Sin embargo, la
mesa de juego no apareci. El seor Darcy estaba escribiendo, y la seorita Bingley,
sentada junto a l, observaba cmo escriba la carta al tiempo que le distraa con
repetidos mensajes para su hermana. El seor Hurst y el seor Bingley jugaban al
piquet, y la seora Hurst observaba el desarrollo del juego.
Elizabeth se puso a engrasar la culata de su mosquete, escuchando divertida la
conversacin entre Darcy y su acompaante.
-La seorita Darcy estar encantada de recibir esa carta!
Darcy no contest.
-Escribe usted muy deprisa.
-Y usted no deja de parlotear.
-Debe de escribir muchas cartas en un ao! Me refiero tambin a cartas de
negocios! Que odioso que se me haya ocurrido pensar en ellas!
-Y qu odioso que tenga que escribirlas a menudo en su presencia.
-No olvide decir a su hermana que estoy impaciente por verla.
-Ya se lo he dicho una vez, tal como me pidi que hiciera. -Cmo consigue escribir
con una letra tan pareja? Darcy guard silencio.
-Diga a su hermana que me alegra saber que ha mejorado con el arpa, y que su
maravilloso boceto para una mesa me ha encantado.
-Seorita Bingley, los gemidos de un centenar de innombrables seran ms gratos a
mis odos que otra palabra salida de sus labios. Si no se calla, me ver forzado a
cortarle la lengua con mi sable.
-Da lo mismo. Ver a su hermana en enero. Siempre le escribe unas cartas tan
largas y encantadoras, seor Darcy?
-Suelen ser largas, pero soy el menos indicado en decir si son encantadoras.
-Siempre me guo por la mxima de que una persona capaz de escribir una carta
larga, no puede escribir cosas desagradables.
-Tu comentario no halagar al seor Darcy, Caroline -dijo su hermano-, porque lo
cierto es que no escribe con facilidad. Estudia demasiado para emplear palabras de
cuatro slabas, no es as, Darcy?
El seor Darcy sigui escribiendo en silencio, aunque Elizabeth not que estaba
irritado con sus amigos.
Cuando termin de escribir, el seor Darcy pidi a la seorita Bingley y a Elizabeth
que le complacieran ofrecindole un poco de msica. La seorita Bingley se acerc con
cierta desgana al piano y, tras rogar educadamente a Elizabeth que fuera la primera en
tocar una pieza, se sent.
La seora Hurst cant con su hermana mientras Elizabeth tocaba.
Cuando la Tierra estaba en calma y los muertos en silencio, y Londres estaba slo
ocupada por seres vivos, la plaga cay violentamente sobre nosotros obligndonos a
defender a nuestra amada Inglaterra.
Mientras las jvenes ofrecan su recital de msica, Elizabeth no pudo por menos de
observar que el seor Darcy la miraba con frecuencia. La joven no supona que fuera
un objeto de admiracin para un hombre tan distinguido; pero le chocaba que ste la
mirara porque le inspiraba antipata. Elizabeth slo alcanzaba a suponer que Darcy la
observaba con insistencia porque tena algn rasgo defectuoso, o ms desagradable,
segn el concepto que el seor Darcy tena sobre la belleza, que cualquiera de las
personas presentes. Esa suposicin no la hiri, pues el seor Darcy le desagradaba
hasta el extremo de que su aprobacin la tena sin cuidado.
A continuacin toc la seorita Bingley, variando el encanto del momento al
interpretar un alegre aire escocs. Poco despus, el seor Darcy se acerc a Elizabeth
y le dijo:
-No siente el deseo, seorita Bennet, de aprovechar esta oportunidad para bailar
una giga?
Elizabeth sonri sin responder. Darcy repiti la pregunta, sorprendido por el
silencio de la joven.
-Ya le he odo -dijo Elizabeth-, pero en esos momentos no saba qu responder. S
que usted deseaba que dijera s, para gozar criticando mis gustos; pero a m me
divierte echar por tierra esas artimaas e impedir que la persona en cuestin se d el
lujo de humillarme. Por tanto, he decidido responder que no tengo el menor deseo de
bailar una giga. Y ahora censreme si se atreve.
-Lo cierto es que no me atrevo.
La gallarda de Darcy sorprendi a Elizabeth, que haba supuesto que sus palabras
le ofenderan. En cuanto a Darcy, nunca se haba sentido tan cautivado por una mujer
como por Elizabeth. Estaba convencido de que, de no ser por la inferioridad de las
amistades de la joven, corra el riesgo de enamorarse de ella, y que de no ser por su
gran habilidad en las artes mortales, se expona a que Elizabeth le superara en ellas,
pues jams haba conocido a una dama ms diestra a la hora de derrotar a los muertos
vivientes.
La seorita Bingley observ, o sospech lo suficiente como para sentirse celosa; y a
su sincero anhelo de que su querida amiga Jane se restableciera se uni su deseo de
librarse de Elizabeth. Se esforz en repetidas ocasiones en indisponer a Darcy contra
su invitada, refirindose al supuesto matrimonio entre ellos y planeando la felicidad de
Darcy en esa unin.
-Confo -dijo la seorita Bingley al da siguiente mientras daban un paseo por el
jardn-, que ofrezca a su suegra algunos consejos, cuando tenga lugar el feliz
acontecimiento, sobre la ventaja de mantener la boca cerrada; y si se cree capaz de
conseguirlo, procure impedir que las hermanas menores persigan a los oficiales. Y, si
me permite abordar un asunto tan delicado, trate de reprimir la poco femenina aficin
de la seorita Bennet por los mosquetes, las espadas, el ejercicio, y todas esas tonteras
ms propias de hombres, o de mujeres de baja alcurnia.
-Tiene alguna otra sugerencia que hacer en aras de mi felicidad domstica?
En esos momentos se encontraron con la seora Hurst y Elizabeth, que caminaban
por otro sendero.
-No saba que iban a salir a dar un paseo -dijo la seorita Bingley, confundida y
temiendo que la hubieran odo.
-Os habis portado muy mal con nosotras -contest la seora Hurst-, desapareciendo
sin decirnos que ibais a salir.
Luego, tomando el brazo que el seor Darcy tena libre, la seora Hurst dej que
Elizabeth continuara sola, pues el sendero slo admita tres personas. Al percatarse de
su descortesa, el seor Darcy se apresur a decir:
-Este sendero no es lo bastante ancho para que paseemos los cuatro por l. Ser
mejor que tomemos por la avenida.
Pero Elizabeth, a quien no le apeteca seguir con ellos, contest risuea:
-No es necesario que se muevan. Forman un grupo encantador, y as podrn pasear
cmodamente. La presencia de una cuarta persona estropeara el pintoresco cuadro.
Adems, sospecho que este sendero est repleto de zombis, y hoy no tengo ganas de
pelear con ellos. Adis.
Acto seguido se alej alegremente, confiando, mientras paseaba, en regresar a casa
dentro de uno o dos das. Jane estaba muy recuperada e iba a abandonar su habitacin
durante un par de horas esa tarde.
11
Cuando las damas se retiraron despus de cenar, Elizabeth corri junto a su
hermana y, al verla muy recuperada, la acompa hasta el saln, donde la seorita
Bingley y la seora Hurst recibieron a Jane con profusas muestras de gozo. Elizabeth
nunca las haba visto comportarse de forma tan amable como durante la hora que
transcurri hasta que aparecieron los caballeros. Pese a la falta de adiestramiento de
ambas damas en los mtodos de combate, Elizabeth tuvo que reconocer que posean
una gran habilidad como conversadoras.
Si las palabras pudieran decapitar a un zombi -pens-, en estos momentos me
hallara en presencia de las dos guerreras ms grandes del mundo.
Pero cuando entraron los caballeros, la seorita Bingley dirigi la vista de
inmediato hacia Darcy y le dijo unas palabras antes de que ste hubiera avanzado unos
pasos. Darcy salud a Jane, felicitndola educadamente por su recuperacin; el seor
Hurst hizo tambin una leve reverencia y dijo que se alegraba mucho de que se tratara
slo de un catarro, en lugar de la extraa plaga. Pero fue Bingley quien la salud ms
efusivamente, mostrndose encantado de su mejora y colmndola de atenciones.
Bingley se afan en atizar el fuego durante media hora, no fuera que Jane empeorara
debido al cambio de habitacin. Luego se sent junto a la joven, sin apenas dirigirse a
nadie ms. Elizabeth se sent junto a la pequea rueda de afilar situada en un extremo
de la habitacin y observ divertida la escena mientras afilaba las espadas de los
caballeros, las cuales haba comprobado que estaban escandalosamente romas.
Despus del t, el seor Hurst record a su cuada la mesa de juego, pero fue en
vano. La seorita Bingley haba averiguado secretamente que el seor Darcy no era
aficionado a las cartas, por lo que la abierta peticin del seor Hurst fue rechazada. La
joven le asegur que nadie deseaba jugar a las cartas, y el silencio de todos los
presentes sobre el asunto pareci confirmar sus palabras. De modo que al seor Hurst
no se le ocurri otra cosa que sentarse en uno de los sofs y descabezar un sueecito.
Darcy tom un libro; la seorita Bingley hizo lo propio; y la seora Hurst, que se
entretena jugando con una de las estrellas voladoras de Elizabeth, participaba de vez
en cuando en la conversacin entre su hermano y la seorita Bennet.
La seorita Bingley estaba ms pendiente de observar al seor Darcy mientras ste
lea que en la lectura de su propio libro; y no cesaba de hacerle preguntas o de mirar
la pgina que lea Darcy. Pero no logr obligarle a entablar conversacin con ella. El
seor Darcy se limitaba a responder a sus preguntas y segua leyendo. Por fin, agotada
por el esfuerzo de tratar de distraerse leyendo su libro, que haba elegido slo porque
era el segundo volumen del seor Darcy, emiti un sonoro bostezo y dijo:
-Qu agradable es pasar la velada de esta forma! No hay nada ms entretenido
que la lectura!
-Dicho por alguien que jams ha conocido el xtasis de sostener un corazn que an
palpita en su mano -observ Darcy.
La seorita Bingley -que estaba acostumbrada a que le echaran en cara su falta de
adiestramiento en los mtodos de combate- se abstuvo de responder. Bostez de nuevo,
dej el libro y mir a su alrededor en busca de algo con qu distraerse. Al or a su
hermano mencionar a la seorita Bennet un baile, se volvi hacia l y dijo:
-A propsito, Charles, piensas en serio organizar un baile en Netherfield? Te
aconsejo que consultes los deseos de los presentes. O mucho me equivoco, o para
algunos sera ms un castigo que un placer.
-Si te refieres a Darcy -contest su hermano-, si lo desea puede irse a la cama antes
de que comience, pero en cuanto al baile, est decidido; y cuando la tierra se haya
endurecido y haya disminuido la inslita cantidad de innombrables, enviar las
invitaciones.
-Los bailes me gustaran ms -dijo la seorita Bingley- si se organizaran de otra
forma.
-Los bailes le gustaran ms -replic Darcy- si supiera algo sobre ellos.
Elizabeth se sonroj y reprimi una sonrisa, un tanto sorprendida de que el seor
Darcy hubiera rozado la descortesa, y admirada de que coqueteara con sta. La
seorita Bingley, que no haba comprendido el significado de sus palabras, no
respondi, y al cabo de unos minutos se levant y dio una vuelta por la habitacin.
Tena una figura elegante, y caminaba airosamente; pero Darcy, a quien pretenda
impresionar, segua enfrascado en la lectura. Exasperada por no conseguir su
propsito, decidi intentarlo por ltima vez y, volvindose hacia Elizabeth, dijo:
-Seorita Bennet, permtame que le proponga imitarme y dar un paseo por la
habitacin. Le aseguro que es muy tonificante despus de permanecer sentada tanto
tiempo.
Aunque no necesitaba sentirse tonificada -en cierta ocasin le haban ordenado que
hiciera el pino durante seis das bajo el sol abrasador de Beijing-, Elizabeth accedi en
el acto. El seor Darcy alz la vista y cerr el libro distradamente. La seorita Bingley
le invit a que se uniera a ellas, pero Darcy declin la invitacin, haciendo la
observacin de que slo se le ocurran dos motivos por los que hubieran decidido dar
un paseo por la habitacin, y no quera desbaratarlos acompandolas.
-A qu se refiere? -La seorita Bingley, que estaba muerta de curiosidad por
averiguar el significado de ese comentario, pregunt a Elizabeth si lo haba entendido.
-No -respondi Elizabeth-, pero crame, el seor Darcy pretende censurarnos con
severidad, y la mejor forma de impedir que se salga con la suya es no hacer ninguna
pregunta.
Pero la seorita Bingley era incapaz de semejante autodisciplina, e insisti en pedir
a Darcy que les explicara sus dos motivos.
-No tengo ningn inconveniente en explicrselos -respondi Darcy-. Si han elegido
esa forma de pasar la velada es o bien porque son incapaces de permanecer sentadas
tranquilamente, o bien porque saben que al pasearse por la habitacin ponen de realce
sus figuras. En el primer caso, demuestran ser unas jvenes necias y no merecen que
me ocupe de ustedes, y en el segundo, puedo admirarlas mejor desde aqu. De hecho, el
resplandor del fuego proyecta una silueta muy reveladora contra el tejido de sus
vestidos.
-Eso es de muy mal gusto! -protest la seorita Bingley alejndose del fuego-.
Jams haba odo nada tan abominable. Cmo podemos castigarlo por esas palabras?
-Se me ocurren varias ideas -respondi Elizabeth-, pero me temo que ninguna
obtendra la aprobacin de los presentes. No conoce ninguna de sus debilidades,
habida cuenta de la estrecha amistad que la une al seor Darcy?
-Palabra que no. Le aseguro que mi estrecha amistad con l no me ha permitido
averiguarlo. El seor Darcy posee un talante sosegado, presencia de nimo y valor a la
hora de luchar.
-S, pero no posee tambin vanidad y orgullo?
-En efecto, la vanidad es una debilidad -contest la seorita Bingley-, pero el
orgullo Las personas con un intelecto superior saben siempre modular su orgullo. Elizabeth volvi la cabeza para ocultar una sonrisa.
-Si ha terminado de analizar al seor Darcy -dijo la seorita Bingley-, le ruego que
nos diga a qu conclusin ha llegado.
-Mi anlisis me ha convencido de que el seor Darcy no tiene ningn defecto.
-Se equivoca, tengo muchos -objet Darcy-, pero espero que ninguno relacionado
con la ignorancia. De mi mal genio no puedo responder. He dado muerte a muchos
hombres por unas ofensas que a otros les pareceran insignificantes.
-Eso es decididamente un fallo! -exclam Elizabeth-. Pero ha acertado al elegir ese
defecto, el cual comparto. Yo tambin me atengo al cdigo guerrero, y estara dispuesta
a matar para vengar mi honor. Por tanto, no represento una amenaza para usted.
-Creo que cualquier persona es propensa a un determinado defecto, un fallo natural,
que ni la educacin ms esmerada puede eliminar.
-Y su defecto, seor Darcy, es detestar a todo el mundo. -Y el suyo -replic ste
sonriendo-, es malinterpretar adrede a los dems.
-Un poco de msica! -exclam la seorita Bingley, cansada de una conversacin en
la que no participaba-. Louisa, te importa que despierte al seor Hurst?
Su hermana no opuso la menor objecin, y la seorita Bingley abri el piano. A
Darcy no le disgust. Empezaba a advertir el riesgo de prestar demasiada atencin a
Elizabeth.
12
Debido a un acuerdo entre las hermanas, Elizabeth escribi a la maana siguiente a
su madre para rogarle que les enviara el coche durante el da. Pero la seora Bennet,
que haba calculada que sus hijas siguieran en Netherfield hasta el martes siguiente,
con lo cual Jane habra permanecido all una semana, no estaba dispuesta a acogerlas
con los brazos abiertos si regresaban antes. Por tanto, su respuesta dio al traste con los
planes de las jvenes. Les envi recado diciendo que no podan disponer del carruaje
antes del martes, pues estaba muy deteriorado por haber recibido unos disparos de
mosquete durante una escaramuza entre soldados y un grupo de zombis cerca del
campamento en Meryton.
Eso era en parte cierto, pues el vehculo haba quedado atrapado en un fuego
cruzado cuando Catherine y Lydia lo haban utilizado para visitar a un grupo de
oficiales; pero los daos eran menos graves de lo que la seora Bennet daba a entender.
En su posdata aadi que si el seor Bingley y su hermana les rogaban que se
quedasen unos das ms, deban aceptar. No obstante, con el fin de no prolongar su
estancia, Elizabeth inst a Jane a que pidiera prestado de inmediato el coche al seor
Bingley. Por fin decidieron manifestar su intencin de abandonar Netherfield y pedir
que les prestaran el faetn.
Dicha peticin suscit numerosas manifestaciones de preocupacin, y Bingley y su
hermana rogaron a las jvenes que se quedaran al menos hasta el da siguiente para
dejar que la tierra se endureciera ms. Elizabeth y Jane accedieron a aplazar su
partida hasta el da siguiente. La seorita Bingley se arrepinti enseguida de haberles
pedido que se quedaran, pues sus celos y antipata hacia Elizabeth superaban en mucho
su afecto por Jane.
El seor Bingley se mostr sinceramente consternado al averiguar que deseaban
partir tan pronto, y trat reiterada e infructuosamente de convencer a la seorita
Bennet de que era una imprudencia, de que an no estaba lo bastante restablecida para
pelear en caso de que unos innombrables atacaran el coche; pero Jane le record que
Elizabeth era una guardaespaldas tan eficaz como cualquiera en Inglaterra.
El seor Darcy acogi la noticia con agrado, pues opinaba que Elizabeth haba
permanecido demasiado tiempo en Netherfield. La joven le atraa ms de lo
conveniente, y la seorita Bingley se mostraba grosera con ella y no dejaba de lanzarle
pullas a l. Darcy decidi no mostrar la menor seal de admiracin. Firme en su
empeo, durante todo el sbado apenas dirigi diez palabras a Elizabeth, y aunque en
cierta ocasin se quedaron solos durante media hora, Darcy se enfrasc
deliberadamente en la lectura de su libro, sin siquiera mirarla.
El domingo, despus del servicio religioso, lleg el momento de las despedidas. La
amabilidad de la seorita Bingley hacia Elizabeth aument rpidamente, as como su
afecto por Jane; y cuando se separaron, despus de asegurar a sta que siempre sera
un placer para ella verla en Longbourn o Netherfield, abrazndola con ternura, la
seorita Bingley incluso estrech la mano de Elizabeth. Elizabeth se despidi de todos
con aire jovial.
El trayecto a Longbourn fue muy agradable, salvo por el breve encuentro con un
pequeo grupo de nios zombis, sin duda procedentes del orfanato de la seora
Beechman, que haba cado recientemente junto con la parroquia de St. Thomas. El
cochero del seor Bingley no pudo por menos de vomitar encima de su corbata al ver a
los diablillos devorando unos cadveres endurecidos por el sol en un campo cercano.
Elizabeth ech mano de su mosquete, por si las atacaban. Pero tuvieron suerte, y los
condenados chiquillos no prestaron atencin al coche.
Cuando llegaron, su madre las recibi con escasa cordialidad. La seora Bennet
opinaba que haban hecho mal en regresar tan pronto, y estaba segura de que Jane
haba vuelto a acatarrarse. Sus protestas arreciaron al ver la corbata del cochero
manchada de vmitos, una prueba irrebatible de que se haban topado con unos
innombrables en la carretera. Pero su padre se mostr muy contento de verlas, pues la
ausencia de Elizabeth y Jane restaba aliciente a las sesiones vespertinas de
adiestramiento en las artes mortales.
Las jvenes hallaron a Mary, como de costumbre, absorta en el estudio de la
naturaleza humana; Catherine y Lydia tenan otro tipo de noticias para ellas. En el
regimiento se haban producido muchas novedades desde el mircoles anterior; varios
oficiales haban comido recientemente con el to de las hermanas Bennet, un soldado
raso haba sido azotado por cometer actos licenciosos con un cadver, y corra el
rumor de que el coronel Forster iba a casarse.
13
-Espero, querida -dijo el seor Bennet a su esposa a la maana siguiente mientras
desayunaban-, que hayas encargado una suculenta cena, porque tengo motivos para
creer que tendremos un invitado.
-A qu te refieres, querido? No creo que vaya a presentarse nadie, a menos que
Charlotte Lucas decida visitarnos. Adems, estoy segura de que mis cenas son lo
suficientemente suculentas para ella, dado que es una solterona de veintisiete aos y,
por tanto, slo puede esperar muy poco ms que un mendrugo de pan regado con una
copa de soledad.
-La persona a la que me refiero es un caballero, un extrao.
-Un caballero y un extrao! -exclam la seora Bennet con ojos chispeantes-.
Estoy segura de que se trata del seor Bingley! Estar encantada de recibir al seor
Bingley, pero Cielo sant
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