Ensayo “Padre rico, Padre pobre” de Robert Kiyosaki
Autor: Cerda Cornejo, Rodrigo
Administración de la micro y pequeña empresa
CUCEA, UdeG.
portada
Índice:
PORTADA 1
ÍNDICE: 2
PADRE RICO, PADRE RICO POR SIEMPRE 4
UNA SOCIEDAD DE PADRES RICOS Y EMPLEADOS BUROCRÁTICOS 6
CUANDO SE TRATA DE DINERO, NO SE PONGA A DORMIR – LA HIPERACTIVIDAD EMPRESARIAL INTERIORIZADA 9
LA ECONOMÍA DEL PADRE POBRE – MODELO SOCIAL DE MERCADO 12
PADRES RICOS INDEPENDIENTES: EL CAPITALISTA NO NECESITA DE NADIE 17
Padre rico, padre rico por siempre
El libro “padre pobre, padre rico” es un libro best-seller de consejos financieros
escrito por Robert T. Kiyosaki. Publicado originalmente en 1997 como material de
apoyo para las conferencias financieras de Kiyosaki, y publicado más adelante por
la editorial de Warner Business en 2000, el texto relaciona una narrativa alegórica
sobre la esquematización mental requerida para el éxito financiero con los “modos
de ver escondidos” practicados por el rico.
El método de Kiyosaki es comparativo, y se ayuda de una dicotomía alegórica (ya
que no ha habido manera fehaciente de comprobar que una persona tan
prominente como el “padre rico” pudiera pasar desapercibido en Hawaii en la
época que Kiyosaki nos describe).
El autor nos dice de sus relaciones de la niñez con dos padres; uno un padre
biológico, padre el otro quien emprendió la tarea de iniciar la educación financiera
de Robert, bajo los principios que se nos describirán con relativo detalle en el
curso del libro. Cada padre presentó perspectivas radicalmente distintas en la vida
financiera, perspectivas contrastadas y opuestas diametralmente.
Su propio padre, el papá pobre, era un hombre de gobierno, jefe del Departamento
de Educación para el estado de Hawaii que, a pesar de sus impresionante grados
académicos y realizaciones de su carrera, “permaneció pobre” su toda la vida,
avanzando y andando con paso pesado, con la fe de la promoción institucional
que lentamente lo impulsa a uno para arriba en la escala de la jerarquía
burocrática.
Este padre, o su memoria, evoca la crítica neoliberal al asistencialismo y al gasto
social – es el epítome de aquél trabajador de clase media que decide esforzarse
solamente para obtener beneficios que serán provistos por un estado que provee
para los miembros de su burocracia, y la población en general, sin consideración a
la voluntad de emprender un negocio o “valerse por sí mismo”.
El papá rico, por otra parte, era millonario hecho con una educación de octavo
grado que llevó a cabo un profundo cambio que le condujo a la generación de la
abundancia, diferente a lo que se practicó alrededor de es épocas por la mayoría
de los Americanos - la recompensa ganada en términos de credenciales
educativas y paciente espera de la promoción a posiciones de sueldo más altas
dentro de una sola compañía.
Este ejemplo es la sacralización del corolario “uno debe ser un hombre hecho por
su propia mano”. El ejemplo de Kiyosaki no podría ser más claro – las virtudes de
la instrucción académica formal, la persecución del conocimiento y el esfuerzo
para tratar de avanzar a través del trabajo duro, consistente pero rutinario no
servirán de nada a aquél que persiga el sueño postmoderno de millones – tener un
negocio que administrar por un tiempo, que éste crezca lo suficiente, y que dentro
de poco tiempo uno tenga a su comando varios empleados, y que “el dinero
trabaje para uno, y no que uno trabaje para el dinero”.
Una sociedad de padres ricos y empleados burocráticos
¿A qué se refieren los ideales de Kiyosaki? Se refieren a la concepción de que las
metas ideales en la vida son la auto superación y la independencia, la virtud del
trabajo por sí mismo, pero enfocadas en una sola arista – la de la persecución de
la riqueza y la mal llamada “independencia financiera”.
Estos ideales están en completa sincronía con el espíritu de los tiempos – la fiebre
por la libre empresa, la liberalización y la privatización han permeado el espectro
político de manera tan profunda, que existen países en donde la totalidad de dicho
espectro está constituido solamente por variaciones de una misma ideología:
derecha, centro derecha, derecha moderada, extrema derecha, etc.
El quid de dicho asunto es el imbuir a las masas trabajadoras de un ideal invisible:
la concepción de que, bajo el sistema capitalista, el esfuerzo y la innovación
siempre tienen su recompensa, que usualmente viene en la forma de riqueza
monetaria, poder de compra y adquisición de bienes ostentosos.
En varias entrevistas que Kiyosaki realiza con el especulador de bienes raíces
Donald Trump, se le puede oír decir que “uno no debe de vestirse con las prendas
que puede comprar, uno debe de comprarse; por ejemplo, el traje que uno siente
que se merece”.
Es aquí en donde comienza este sutil adoctrinamiento de la clase trabajadora que
aspira a la riqueza, es una declaración fulminante: Los bienes de consumo de lujo
son algo deseable, son algo necesario. Si usted no puede comprarlos con sus
ingresos, o comienza a comprarlos a crédito, o comienza a trabajar para hacerse
rico y dedicarse a su consumo.
La idealización de las relaciones socioeconómicas de Kiyosaki es absoluta – de
cada discusión, de cada trato o conocido, uno siempre puede ganar algo. Ese algo
es, por supuesto, dinero.
El problema con esta concepción de libre mercado, en la que todo funciona
perfectamente, en la que las fricciones entre empresas – la competencia – no es
sólo deseable sino necesaria, yace en ignorar completamente un concepto
importantísimo: por cada empresa fallida.
Por cada cliente que va de un negocio a otro, por cada empleado que es
despedido para ganar competitividad, por cada rebaja al sueldo de alguien, y por
cada inflación artificial del precio de una mercancía hay una consecuencia.
Kiyosaki parece pensar que uno puede crear dinero ex nihilo, que el dinero es algo
que se puede adquirir relativamente fácil, que está al alcance de todos, que las
personas que no lo tienen simplemente no están intentando ser ricos lo suficiente.
Ejemplo de esto es que, a través del libro, el papá pobre contrasta en las virtudes
de la paciencia, de la lealtad y de la circunspección con las exhortaciones del papá
rico a la temeridad fiscal, el interés propio y la responsabilidad. Kiyosaki compara
el consejo ofrecido por sus dos papás:
Los dos papás tenían actitudes opuestas en pensamiento… Un papá
recomendaba, “estudia con mucho esfuerzo, así que puedes encontrar una buena
compañía para trabajar” El otro recomendaba, “estudia con mucho esfuerzo así
puede que encuentres a una buena compañía para comprar.” Un papá decía, “la
razón por la que no soy rico es porque tengo hijos.” Otro haber dicho, “la razón
que debo ser rico es porque tengo hijos.” Uno dijo “cuando viene el dinero, lo
mejor es que vaya a la caja fuerte, así no hay riesgos.” El otro decía, “aprende a
manejar el riesgo.”
Es el típico caso del papá rico en contraste con el papá pobre, el cuál puede
parecer bastante inofensivo: otra anécdota que ganará prosélitos en la larga
tradición del emprendedor “que todo lo puede” y que se extiende en el discurso de
la autorrealización y el optimismo ciego, exaltando las virtudes del espíritu
emprendedor y de la ética protestante como ética personal.
Lo que distingue a este ejemplo es su sutileza dado el celo actual en la retórica en
contra del gasto social y del los programas de combate a la pobreza (Kiyosaki ha
dicho en varias ocasiones que la pobreza es causada por la pereza y que la
disparidad de ingreso está en cierto modo justificada), y la veneración por el
fundamentalismo del mercado.
Para Kiyosaki, la trayectoria hacia las riquezas es una que nos lleva a través del
trabajo difícil en torno a la auto transformación. Aparentemente escrito para los
niños de “papás pobres”, o de los lectores que son papás pobres ellos mismos, el
texto nos suplica suavemente que vayamos a trabajar “en nosotros mismos”,
transformar nuestros hábitos pobres del papá pobre en los del papá rico.
Cuando se trata de dinero, no se ponga a dormir – la
hiperactividad empresarial interiorizada
Las perspectivas del papá pobre se describen como las de un papá confiado en
una compañía o en el cuidado que tomará el gobierno de uno y sus necesidades,
siempre refiriéndose a los aumentos de paga, planes de retiro, la licencia por
enfermedad, los días de vacaciones etc., impresionado con dos de sus tíos que
trabajaron para los militares y ganaron un retiro generoso después de veinte años
de servicio.
El papá pobre ama la idea de tener seguro para emergencias médicas y los
beneficios que los militares proporcionan a sus jubilados. Él también ama el
sistema de educación y prácticas profesionales disponible a través de la
universidad.
Su idea de la protección del trabajo de por vida se describe como si en ocasiones
pareciera ser más importante, que el trabajo mismo. Él papá pobre diría a
menudo, “he trabajado duramente para el gobierno, y eso me da derecho a estas
ventajas.” El otro papá creía en la independencia financiera total. Él hablaba
contra “la mentalidad del merecimiento” y cómo era gente débil y financieramente
necesitada la que creía en ello. Él era enfático acerca de la necesidad de ser
financieramente competente.
Aunque ambos papás trabajaran duramente, se contrasta que un papá tenía un
hábito de poner su cerebro a dormir cuando se trataba de dinero, y el otro tenía un
hábito de ejercitar su cerebro cuando se trataba de lo mismo.
El resultado a largo plazo era que un papá creció financieramente más fuerte y el
otro creció más débil. No era mucho muy diferente de una persona que se vuelca
al gimnasio a ejercitar regularmente contra alguien que se sienta a ver televisión
en el sofá.
El ejercicio físico apropiado, dice el libro, aumenta el bienestar y la salud, y el
ejercicio mental apropiado aumenta la abundancia. La holgazanería disminuye la
salud y abundancia. De alguna manera, se quiere hacer entender que el hábito de
ejercitar el sentido financiero y de negocios de una persona no solamente llevará a
observaciones y compresión de los fenómenos financieros agudos, sino que
también, casi inevitablemente, llevará a las personas a divisar oportunidades de
enriquecerse, de hacerlo de manera casi infalible, y de lograr metas que parecían
inalcanzables en cantidades de tiempo mucho más cortas que las requeridas para
ganarse un retiro o beneficios de seguridad social trabajando para una compañía
de manera regular.
La vida sedentaria del papá pobre se incorpora a los hábitos sedentarios y las
maneras de evitar el pensar, esta rutina está aparentemente formada alrededor de
la confianza social, las normas institucionales y de los protocolos organizacionales
de la jerarquía directiva.
Es esta confianza en el tejido social, las redes de seguridad laboral y los derechos
laborales los que Kiyosaki contrasta y pone en directa oposición con los que él
perfila como deseables – no solamente se debe de prescindir de estas cosas, sino
que ellas en sí mismas son indeseables, porque causan que las personas no
logren llegar a la riqueza. La pregunta de si la riqueza para todos es realmente
deseable, o posible, queda sin contestar durante todo el libro.
Mientras que es el papá pobre el que anduvo con paso pesado por la vida, con un
perfil resignado y fiel, preguntándose raramente con el sentido común financiero la
causa de sus dificultades, la actitud hiperactiva-emprendedora del papá rico hacía
que tuviera la opción acentuada de ser rico acompañada de una perspectiva auto
reflexiva, llevando a cabo un constante examen de la vida y el ejercicio del
autodominio en todos los niveles.
La tarea transformativa a la cual Kiyosaki nos suplica nos volquemos toma la
forma de un ejercicio, cuyo efecto vigorizaría con eficacia el cuerpo y el espíritu y
reduciendo la dependencia - logrando la autonomía completa del sujeto que de
otra manera sería inactivo.
Claramente, los papás ricos y los papás pobres se conducen dentro de marcos
temporales radicalmente distintos: son pobres los papás que practican una
conformidad dócil conforme a lo prescrito en los ritmos y los horarios de las
instituciones dentro de las cuales invierten su fe y su trayectoria. Los papás
pobres, recordemos, cuentan con gozo los días pagados en que han estado
ausentes del trabajo por encontrarse enfermos y miran hacia adelante con ansias
a las vacaciones ganadas.
Entretanto, los papás ricos, o los agentes del mercado neoliberal, toman esta
docilidad como el objeto específico de un programa ético, se vuelcan hacia la
responsabilidad total asumida de la temporalidad de su propia conducta, manejan
de manera activa sus riesgos y la proyección de sus futuros a contrapunto de
horizontes adaptados a sus propios proyectos oportunistas únicos.
Para comprender este proceso, nos debemos de apoyar en la aparición de la
temporalidad social de ambas proyecciones como acontecimientos históricos, y de
aprehender ambos arquetipos como residuos de procesos históricos y sociales
que se han acumulado en los cuerpos y en las disposiciones de los individuos
contemporáneos.
La economía del padre pobre – modelo social de mercado
La posición del padre pobre es consistentemente enmarcada en el marco teórico
del modelo alemán y la economía social de mercado, en donde a los agentes de la
sociedad se les provee un camino predeterminado donde se reduce la disonancia
de la actividad profesional respecto a las habilidades del individuo lo más posible,
proveyéndole de un modelo educativo imbuido de orientación vocacional, en
donde las organizaciones educativas están en contacto con las empresas y por
ende se reduce el riesgo de que los individuos se preparen en carreras en las que
tendrán dificultad para encontrar un empleo subsecuentemente.
La posición del padre rico está localizada en el marco referencial ordoliberal de
alta tolerancia al riesgo, de la teoría de la agencia racional, y eminentemente en
contra de la teoría del bien e interés público – en suma, es el epítome de la fe en
que el concierto de acciones egoístas individuales llevarán inevitablemente al bien
común por sus cualidades inherentes.
La filosofía del mercado social ampliada en un sistema proteccionista concretado
en las medidas de apoyo a los trabajadores, se refleja en que estas medidas son
ordenadas e implementadas primero para atenuar los riesgos específicos de las
incertidumbres del proceso del trabajo industrial (principalmente accidentes de
lugar de trabajo), y solamente después se manejaron más generalmente
enfocadas a una gama de necesidades sociales y a los riesgos personales
asociados a la salud, a la seguridad fiscal y al bienestar social.
En su forma incipiente, este anuncio de la dislocación de la responsabilidad del
trabajador, dirigiendo dicha responsabilidad hacia el empleador, caracterizó la
cuestión de la culpabilidad para los accidentes de lugar de trabajo, y ello se
convirtió en punto de inflamación entre de trabajo y el capital.
En las firmas industriales del siglo XIX, los accidentes de trabajo plantearon
inmediatamente cuestiones difíciles y a menudo problemáticas acerca de la
responsabilidad, con los jefes y los trabajadores intentando culparse en disputas
sobre pagos de remuneración, cuya concesión cuyo podría alterar el flujo natural e
irrestricto del capital y que puede que eventualmente condujera a los dueños a la
bancarrota, o que se abandone a los trabajadores dañados a la indigencia.
La solución llegó por medio los legisladores sociales era la de la “técnica del
seguro” - un terminó del sistema aplicado con éxito en Alemania en el gobierno de
Bismarck, en donde se comenzó a regular los pagos de seguro en un fondo
común que servía para financiar la remuneración pagada al que resultara dañado
en caso de accidentes.
Una medida política tan aparentemente simple, se reprodujo y se diseminó a
través de una gama de ajustes institucionales, llevada a cabo a la par de una
realineación más sutil en la práctica del gobierno: la técnica del seguro tuvo éxito
en cambiar la culpabilidad de los individuos (trabajadores o encargados) a los
capitalistas institucionales dueños del trabajo en sí mismo. La institucionalización
de una “realidad colectiva” exigió la socialización del riesgo, relevando a los
individuos y a la gerencia de la responsabilidad de resultados considerados ajenos
a los propios de su conducta.
El advenimiento de agencias y de servicios sociales a través del mundo
industrializado basados en este modelo, y las soluciones al problema de la
desintegración social y de las distensiones sociales resultadas de demasiado
liberalismo, y particularmente la profusión de riesgos, fueron asimilados bajo la
forma de esta renovada solidaridad de estado que se encargaba de absorber esos
riesgos en sí mismos.
Por otra parte, esto exigió la intervención del estado en materias de regulación
laboral, y se podría incluso esgrimir el argumento de que ello desincentivó la
participación activa en el mercado de agentes individuales que podrían haber
puesto a trabajar su relativa riqueza (léase burguesía incipiente) en el mercado,
pero como efecto de los riesgos atenuados por la intervención del estado,
decidieron no hacerlo, ya que incluso era racional no arriesgar sus capitales en un
ambiente en donde los riesgos eran asumidos por un agente que permeaba todas
las capas de la actividad social – el estado.
Ello tuvo como objetivo la normalización y la regulación del lugar de trabajo (y más
adelante de las condiciones sociales más generalmente), y con ello los dueños se
convirtieron en estas condiciones ellos mismos, y no los trabajadores, los que eran
en última instancia obligados a asumir los riesgos incurridos.
El uso del taylorismo en la economía industrial en los años que precedieron a la
Primera Guerra Mundial tuvo como resultado un aumento de productividad
enfocada al proceso del trabajador, no sólo con la división del trabajo la cual es
bien conocida, pero también con el ajuste del trabajo al mosaico de las relaciones
interpersonales normalizadas en las cuales trabajo y su riesgos gozan de un mejor
ajuste socializado.
El ajuste al entorno del trabajador en las condiciones normalizadas de la
producción redujo el riesgo de los accidentes, que era con todo la meta del modelo
colectivista, y redujo la disonancia de la responsabilidad institucional de la
culpabilidad individual y la absorción de los riesgos.
Como tal, la vida bajo el gobierno de orientación social era caracterizada por cierta
docilidad de la conducta bajo condiciones normalizadas por medio de la
solidaridad – la vida de uno dirigida por y bajo una “realidad colectiva” en que la
agencia individual no era requerida, sino que por el contrario era suspendida
dentro de un horizonte socializado de las expectativas, del futuro y de la
temporalidad.
Por supuesto, la conducta dócil en las cuales las solidaridades del gobierno social
indujeron sus miembros no se originó con los derechos sociales ellos mismos, ni
aparecieron con las unidades sociales normalizadas en las cuales ajustaron a
tales individuos. Tales modos de conducta, y las temporalidades específicas con
las cuales los decretaron, eran insinuadas ya en las conductas de la gente
moderna a través de las instituciones disciplinarias - escuelas, prisiones,
hospitales y cuarteles de los militares.
De hecho, hay un acoplamiento específico entre las formas de gobierno social por
las cuales el riesgo fue transportado de la conducta individual a la responsabilidad
colectiva de la totalidad social: la disección y la administración del tiempo en
unidades punibles y medibles facilitó al gobierno la medición y la disipación del
riesgo.
Las reflexiones socioeconómicas anteriores podrán parecer tema de una
disertación aparte, o con poca relación con el libro, pero lo que se trata de
descubrir aquí es el proyecto del libro, un meta-análisis, una crítica de las
intenciones que le subyacen.
Padres ricos independientes: el capitalista no necesita de nadie
Una de las provocaciones planteadas por el cuento de Kiyosaki es que nos
proporciona un contexto para una investigación alrededor de lo que ha venido a
ser llamada la “gobernabilidad” en el sentido neoliberal.
Uso este término para indicar las maneras en las cuales se gobierna a las
personas en la sociedad como agentes del mercado, para que se cultiven como
autónomos, como individuos interesados sólo en sí mismos, y en ver sus recursos
y aptitudes como capital humano tal para la inversión y el desarrollo económico.
Esta gobernabilidad neoliberal presume una serie más o menos continua de
tecnologías por las cuales los estados gobiernan a las poblaciones, mediante las
micro-tecnologías (como el libro de Kiyosaki) por las cuales los individuos se
gobiernan; esto incluye también una manera cada vez más eficiente de mandar a
los individuos “desde la distancia”: ya no hay que evitar las huelgas, solamente
hay que convencer al trabajador de ser “competitivo”, y de no asustarlo con la
posible pérdida de su trabajo, sino motivarlo para que quiera trabajar para ser rico.
Con esto, los individuos traducen las racionalidades de la política económica en
sus propios métodos para conducirse a sí mismos. Conducen su vida respecto as
sus metas económicas y respecto a nada más.
Sin embargo, en todas las críticas del manejo de los individuos, el énfasis ha caído
en las lógicas institucionales: es el gobierno el que oprime, manda, controla y
disciplina a los individuos – la idea (que no es nada revolucionaria) de que los
individuos han vivido con las reglas interiorizadas, o que las maneras de controlar
y manejar a los individuos se encuentran tanto dentro como fuera de ellos no ha
tenido un tratamiento debido en los círculos académicos.
El libro de Kiyosaki es parte de este inmenso proyecto neoconservador y
neoliberal, en el que se busca que los individuos, mediante los conceptos de
“competencia”, “competitividad”, “eficiencia”, y “riqueza”, interioricen las reglas del
capitalismo, las acepten como suyas y vivan mediante esos preceptos.
El proyecto de Kiyosaki puede ser llamado “ético”, ya que el llamamiento a los
preceptos neoliberales está envuelto en varias capas de auto-superación,
mejoramiento personal; en suma – es un llamado a “ser mejor persona”. Se trata
como un proyecto ético que los individuos deben de asumir, para su beneficio y el
cual deben de realizar dentro de sus vidas – no es un proyecto político ya que el
libro no llama explícitamente a sumarse a la ideología de la libre empresa,
simplemente asume que los preceptos ya están ahí, y que lo que se debe de
hacer es convencer a los individuos de que los adopten como suyos.
Todo esto implica el trabajo diario realizado sobre los objetos o las características
específicos de la persona: el ser pobre no es un problema económico, es un
problema de ética personal.
El individuo debe de dejar de pensar en su trabajo como algo externo, o dividido
en tiempos claramente separados (trabajo-casa, turno de trabajo –descanso), si
no, el individuo se está atando a sí mismo. Es exactamente esta orientación
temporal de la duración del trabajo, y la fidelidad la esclavitud de un trabajo a
sueldo de la cual el papá rico tomó el objeto del trabajo ético el cual preconizaba
en las palabras de Kiyosaki.
Él padre rico condena esta disposición a las duraciones rígidas y fijas del trabajo,
pero también la carencia del conocimiento reflexivo, truncamiento de los
horizontes de la acción económica que el apoya.
Esta concepción del tiempo no es sorprendente – cada cierto tiempo, las
relaciones laborales en la dinámica industrial cambian un poco, y el primer paso
que evidenció esto fue la adaptación de los obreros a la presencia del reloj en la
fábrica: de pronto, se tenía que trabajar respetando ciertos tiempos y ciclos, y
funcionar en torno al reloj. Muy pronto, los empleados se acostumbraron y
comenzaron a hacer demandas y pedir concesiones mediante este tecnología del
control, a usar el campo “del reloj”, se pedían reducciones de la duración de la
jornada laboral, descansos cada cierto tiempo, un tiempo específico para comer,
etc.
El nuevo mecanismo para hacer entrar a las masas a esta etapa de la civilización
industrial es la subjetivación de las relaciones sociales: hacer acostumbrarse a las
personas que el libre mercado y su mentalidad son la forma natural e
incuestionable de la sociedad y de la civilización en general, y que los actos,
esfuerzos y concepciones de las personas de ellas mismas y de lo que les rodea
debe de girar en torno a estos preceptos, o al menos estar de acuerdo a ellos.
Quien no lo esté, será un “padre pobre”.
Según Kiyosaki, esto amerita un cambio de concepción, en donde se sale de la
conducta “rígida” y de la manera de pensar de la fábrica. La salida de ello
comienza con la renuncia de la comodidad de la mente suministrada por la
conducta de “no pensar”, de la cuál se seguiría una revitalización de la buena
voluntad para el riesgo, y una extensión del horizonte de oportunidad económica.
Una de las lecciones del papá rico se ve en que va induciendo a los niños a que
trabajen sin la paga por varios fines de semana, bajo el argumento de que la
experiencia les enseñaría que el trabajo a sueldo refleja una opción esclavizante y
aburrida, y que la recompensa del trabajo se encuentra más allá de las
recompensas estrechas enmarcadas en el sistema del salario. El papá rico explica
su análisis:
Debe uno de trabajar, pero cuanto más pronto usted olvida la necesidad de un
cheque, cuanto más fácil su vida adulta será. Recuerde usar su cerebro, y de
acuerdo a Kiyosaki pronto su mente le demostrará maneras de hacer dinero
mucho más allá de lo que a usted le podrían pagar jamás. Este raro consejo de
dejar de pensar en la remuneración está enmarcado en el hecho de que Kiyosaki
ve en todo trabajador y persona ordinaria un millonario en potencia – nadie puede
ser excluido de ello, y el paso para comenzar a ser rico es un cambio de
mentalidad.
Realizando usted dicho cambio, pensando en el dinero de maneras innovadoras,
abandonando las certezas que la sociedad normalmente le provee, usted verá las
cosas que la otra gente nunca ve. Las oportunidades se plantarán en frente de sus
narices. Al parecer, según el autor, la mayoría de la gente nunca ve estas
oportunidades porque ella se supone están concentradas en el dinero y la
seguridad, de modo que no piensan en algo más. Sin embargo, lo desconcertante
es que el autor menciona los bienes raíces como una manera de lograr
enriquecerse – el libro peca de estadounidense, o peca de ignorar que las grandes
masas no tienen capital suficiente para arriesgar en el volátil mercado de las
propiedades. Kiyosaki habla de riesgo como una categoría emocional, como algo
que está en la mente, cuando en realidad el riesgo es una categoría financiera
bastante sólida, e incluso mesurable.
¿Cómo se puede esperar que un trabajador, o una persona normal de clase media
sin ingresos adicionales significativos puedan asumir un riesgo que equivale a
meses o incluso años de su paga? La aversión al riesgo de estas personas no
solo es comprensible, tiene sentido incluso económicamente hablando, bajo la
teoría de la agencia racional. ¿Cómo se espera que alguien arriesgue semejantes
cantidades de dinero en bienes raíces cuando la ruina significaría el final de su
modo de sostenimiento?
El autor indica que los pobres se insertan en la maquinaria grande (corporaciones)
que los manipulan mientras que los ricos saben utilizar la maquinaria grande. Esto
significa que los ricos poseen el conocimiento y la habilidad para utilizar la energía
de la corporación para proteger y hacer crecer sus activos. Se presupone que el
paso de una maquinaria a la otra es posible, y aparte completamente voluntario –
se puede saltar de ser un trabajador de la construcción al dueño de una compañía
siguiendo los debidos preceptos.
La ventaja de una corporación contra el del individuo yace en cómo las
corporaciones pagan impuestos, según el autor. Expone este punto de la siguiente
manera: los individuos ganan el dinero, pagan impuestos sobre la renta sobre ese
dinero, y viven con el resto.
La corporación, por otra parte, gana el dinero, gasta todo que puede, después el
restante se grava. El autor agrega que los individuos pueden no ser conscientes
de cuánto les están manipulando; trabajan para enriquecer al gobierno pagando
impuestos sobre su renta. Mientras tanto, a los ricos apenas les gravan con
impuestos. De nuevo, las presuposiciones de esta idea yacen en los preceptos
neoliberales del “trickle-down economy”, la idea de que ayudando a prosperar al
estrato más rico e influyente de la sociedad, el bienestar de alguna manera se
colará a las capas más bajas de la sociedad en forma de empleos e inversión por
parte de los ricos.
El autor recomienda el desarrollar de su inteligencia financiera como una forma de
dejar la monotonía de la existencia diaria. Esto es logrado ganando conocimiento
de la contabilidad, invirtiendo, entendiendo los mercados, y la ley. Él dice que
siendo ignorante le mantendrá tiranizado mientras que siendo informado uno
podrá tener oportunidades que de otra manera le estarían vedadas. Mientras es
cierto que el conocimiento es una herramienta útil para hacerse de un porvenir, el
autor parece favorecer una especie de compendio de reglas de sabiduría
convencional, mientras desdeña por completo la instrucción académica formal,
incluso aquella de finanzas y economía.
Es alarmante como el autor hace uso de corolarios simples y sin evidencia
empírica alguna, utilizando lecciones de su anecdotario, logra enarbolar una
especie de teoría con la que la gente se supone debe enriquecerse.
El autor desarrolla el concepto de falta de confianza también. Él dice que cada
persona nace con talento pero que el talento está suprimido debido a falta de
confianza y miedo.
Él comenta que no es necesariamente la gente elegante y educada la que
consigue las cosas, sino la gente con tesón y tolerancia al riesgo. La gente nunca
consigue bienestar financieramente incluso si un montón de dinero les fuera
regalado porque tiene oportunidades que no aprovechan.
Esto es un gancho no disfrazado para la audiencia de los libros de auto-
superación: usted puede hacerlo. Kiyosaki no hace mención alguna de las
vulnerabilidades del libre mercado, o de la enorme posibilidad de caer en
bancarrota como resultado de aventuras especulativas como las que él propone:
solamente dice que entendiendo el sistema, podemos enriquecernos a costa de él.
La gente, o al menos la mayor parte de ella se sienta en espera de una
oportunidad que se vaya a suceder. La idea del autor es que la gente crea su
suerte; ella no debe esperar por ella. Él dice que es igual con el dinero. La
oportunidad tiene que ser creada. En su análisis, hay dos tipos de los
inversionistas, cada uno con un diferente modo de pensar: los que van para la
inversión segura, y los que modifican inversiones a sus requisitos particulares para
adaptarse a sus objetivos.
El autor anima a gente a contratar a la gente más inteligente que ellos porque
pueden vivir capitalizando su conocimiento, la inteligencia de un individuo tiene su
propia base de conocimiento y por lo tanto tiene más ventaja sobre los que no
saben.
La opinión del autor es que cinco rasgos de la personalidad obstaculizan a los
seres humanos: miedo, cinismo, holgazanería, malos hábitos, arrogancia. Él
explica que mientras que es normal tener miedo, lo que importa es como uno lo
maneja.
Mantiene que no es simplemente una cuestión del balance pero también de
enfoque. Él dice que oye constantemente a gente diciendo que quiere ser rica,
pero cuando ha sugerido que el dinero se puede hacer de propiedades
inmobiliarias, su reacción inicial es el escepticismo.
El autor cree que es irónico que estén más enfocados en el escepticismo que en
las ganancias que hay en propiedades inmobiliarias. Se indica que es sano ser
codicioso, así que cuando se esté frente a una decisión, una persona debe de
preguntarse siempre, “¿qué puedo ganar de esto?”.
Ya alcanzando las conclusiones finales de esta disquisición, podemos dilucidar
varias aristas del trabajo de Kiyosaki: la primera, más aparente, es la de un libro
más de consejos financieros y soluciones fáciles a problemas difíciles.
La segunda, la de la aproximación psicológica a las audiencias vulnerables ello, y
la manipulación del sentimiento de desesperación de las clases medias y bajas
ante la imposibilidad de acceder a la riqueza. La tercera, aquella más sutil, la del
adoctrinamiento sutil a los preceptos neoliberales y a la ética protestante del
trabajo, y por último, la cuarta, casi invisible, es la del proyecto de Kiyosaki como
una parte involuntaria de instrumentos y tecnologías de poder y disciplina que
sirven para poder regir la sociedad con menor esfuerzo, y más control: el libro de
Kiyosaki sirve para que las personas se familiaricen con las categorías capitalistas
de consumo y adquisición de bienes, de competencia encarnizada entre miembros
de la sociedad, y que acepten incondicionalmente estas categorías como un
hecho de la vida cotidiana, para prevenir el cuestionamiento de cómo funcionan
las estructuras económicas modernas, y qué tanto daño han hecho al desarrollo
cultural de la humanidad desde su surgimiento.
Las vidas desperdiciadas en esta aventura por la obtención de riqueza, la
competencia por ser cada vez más eficiente y eficaz y la desconfianza de todos
jamás podrán ser recuperadas, pero cada vez que alguien toma un libro de
Kiyosaki de un estante, lo lee y acepta las ideas que contiene, el ciclo continúa y
se perpetúa a sí mismo.
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