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Introducción al libro “¿Para qué sirve la Sociología?
por Bernard Lahire.
Si algún día, para admitir la utilidad de los
cursos de matemáticas trascendentes en el
Collége de France, los contribuyentes tuvieran
que comprender para qué sirven las
especulaciones que allí se enseñan, esta
cátedra correría grandes riesgos.
E. Renan, L'Instruction supérieure en France
¿Para qué sirven los médicos, los agricultores o los bomberos? A cualquiera se le
ocurren inmediatamente respuestas sencillas: para curar, para producir medios de
subsistencia, para salvar vidas. Pero Ios diversos oficios que componen la
formación social están desigualmente justificados en su existencia y
desigualmente trabajados por la cuestión de su utilidad social. "¿Para qué sirve la
sociología?" La pregunta es a la vez radical y provocadora. Cuando se ejerce una
actividad, uno raramente se ve llevado a plantearse de manera permanente la
cuestión de saber cuál es su "razón de ser". Por lo menos, quienes la practican leencuentran una utilidad: la de "convenirles". Pasatiempo como cualquier otro, la
sociología ocupa el intelecto y el tiempo de quienes la utilizan y de ese modo los
exime de preguntarse para qué puede servir lo que hacen.
Pero en primer lugar son los "debutantes" los que, con su "ingenuidad" de
recién llegados, plantean interrogantes que los profesionales pueden terminar por
olvidarse de formular, debido a su compromiso en juegos cuyos fundamento y
razón de ser con frecuencia permanecen informulados. Qué docente de sociología
no oyó en boca de sus estudiantes la pregunta: "Pero, ¿para qué sirve la
sociología?”. Pregunta que también puede ocultar inquietudes prosaicas pero muy
comprensibles, del tipo: "¿Qué salida profesional puedo alcanzar con un diploma
universitario de sociología?", así como interrogaciones científicamente más
pesadas para la misma disciplina, por ejemplo: "¿Por qué, con qué objeto, con qué
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objetivos, etc., debe hacerse el análisis del mundo social?" o "¿Qué papel
representa la sociología en el curso de la historia y en los cambios sociales?".
Por normales que puedan ser, tales preguntas se formulan con mayor
asiduidad a medida que uno tiene que vérselas, por un lado, con una disciplina
académica y científicamente menos legítima que otras (por ejemplo, la física, la
química, las matemáticas, las neurociencias, etc.) y, por el otro, con una ciencia
obligada, por su mismo objeto, a tropezar con más frecuencia que otras con
exigencias de justificación o cuestionamiento de sus resultados.
Por lo que respecta al primer punto, es evidente que si la interrogación
"¿para qué sirve?" no es tan frecuente en física como en sociología, es por
razones que tienen que ver a la vez con una legitimidad académica más sólida y
con salidas profesionales más claras y diversificadas. Para convencerse de estobasta imaginar un mundo social donde el estatus de sociólogo fuera globalmente
reconocido, valorizado y gratificante, y donde obtener un doctorado de sociología
permitiera con certeza alcanzar una profesión y una posición social envidiable.
Puede concebirse con facilidad que una situación semejante inmediatamente daría
sentido y valor a la enseñanza de la sociología. En consecuencia, el hecho de no
saber para qué sirve la sociología no está exclusivamente ligado a su
especificidad. El sentimiento de utilidad o inutilidad de un saber a menudo no
proviene tanto de la índole de ese saber como de su valor académico y
extraacadémico (débil o fuerte prestigio de los estudios, pocas o muchas salidas
profesionales, pequeñas o grandes reputaciones de los empleos ocupados). La
alta legitimidad y el gran valor (económico y simbólico) que el mundo social
atribuye a ciertas actividades salen al paso de toda interrogación medianamente
importante sobre sus razones y su utilidad.
Por lo que respecta al segundo punto, si se tiene en cuenta que dedica su
atención a su propia sociedad (a diferencia de una parte de la antropología y de
los especialistas de otras sociedades u otras áreas de la civilización) y a hechos
contemporáneos (a diferencia de la historia), si se tiene en cuenta que a menudo
cumple una función crítica y, por último, que sus resultados pueden leerse en los
mismos "objetos" de esas investigaciones (a diferencia de una parte de la historia,
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que habla de los muertos o de una parte de la antropología, que se interesa en
poblaciones que no comparten ni la misma lengua ni la misma cultura que el
antropólogo, pero también y sobre todo, a diferencia de todas las ciencias de la
materia y de la vida, que no tienen por objeto a lectores potenciales), la sociología
es una de las raras ciencias que, para superar los malentendidos, está obligada a
pasar tanto tiempo explicando y justificando su actitud como ofreciendo Ios
resultados de sus análisis.
La situación (social, académica y cognoscitiva) singular de la sociología,
pues, es particularmente incómoda. Porque no sólo es agotador tener que
responder sin descanso a la pregunta "¿para qué sirve?", sino que lo más molesto
radica en el hecho de que la respuesta "no sirve para nada" a menudo está ya en
la mente de quien hace la pregunta. Precisamente por eso todo sociólogo quepretende hacer un trabajo científico y, en consecuencia, defender su
independencia de espíritu contra cualquier imposición exterior a la lógica de su
oficio, un día u otro deberá defender, de manera discreta o rabiosa, su libertad
respecto de toda especie de exigencia social (política, religiosa, económica,
burocrática...)1.
Estos distanciamientos de las exigencias de utilidad adoptan formas
diferentes según los autores y los contextos. Por ejemplo, Émile Durkheim podía
insistir en el indiferentismo de principio que debe adoptar la sociología frente a las
consecuencias prácticas de sus descubrimientos, cuando establecía una
diferencia tajante entre sociología de la educación (que dice "lo que es") y teorías
pedagógicas (que determinan "lo que debe ser"):
La ciencia –escribía – comienza cuando el saber, cualquiera que sea,es buscado por sí mismo. Sin lugar a dudas, el científico sabeclaramente que sus descubrimientos, a todas luces, serán susceptibles
de ser utilizados. Puede ocurrir incluso que dirija preferentemente susinvestigaciones sobre tal o cual punto porque de ese modo presiente
1 Puede leerse con interés lo que escribía Nicolas Herpin a propósito de una par de los sociólogos
norteamericanos (entre ellos, H. S. Becker, E. Goffman, I. L. Horowitz, R. Merton y O. Lewis) que, en los años
sesenta, reaccionaron contra las tendencias a la "miopía" que caracterizó a los sociólogos "seculares". Estos
últimos, financiados por los organismos oficiales, las empresas privadas o las fundaciones, dócilmente
aceptan investigar por encargo a propósito de problemas que les son designados pero que no definen ellos
mismos [Herpin, 1973].
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que serán más aprovechables, que permitirán satisfacer necesidadesurgentes. Pero en la medida en que se entrega a la investigacióncientífica, se desinteresa de las consecuencias prácticas. Dice lo quees; comprueba lo que son las cosas y ahí se queda. No se preocupapor saber si las verdades que descubre serán agradables o
desconcertantes, si es bueno que las relaciones que establece sean loque son, o si más valdría que fueran de otro modo. Su papel esexpresar lo real, no juzgarlo [Durkheim, 1977, p. 71].
El sociólogo también puede resistirse al llamado de la utilidad (rentabilidad)
económica de los saberes. Como escribió Raymond Aron en su prefacio a la
traducción de la obra de Thorstein Veblen, Teoría de la clase ociosa, "La
curiosidad sin otra preocupación que el conocimiento, sin otra disciplina que la que
se impone por sí misma, sin consideración por la utilidad que, en la civilización
pragmática y pecuniaria, sigue siendo la de algunos y no de todos, esa curiosidad
entregada a sí misma ofrece una garantía contra el despotismo del dinero, una
posibilidad de progreso y de crítica" [Aron , 1978, p. XXIII].
Por último, es capaz de ver lo que la "noble utilidad" puede ocultar de
servilismo respecto de los dominantes (en lo cultural, lo político, lo religioso y lo
económico...) y considerar que la producción de verdades sobre el mundo social,
con frecuencia, va en sentido opuesto a las funciones sociales de legitimación de
los poderes que pueden querer que la sociología represente:
Hoy, entre quienes depende la existencia de la sociología, cada vezhay más que se preguntan para qué sirve la sociología. De hecho, lasociología tiene tantas más posibilidades de decepcionar o decontrariar a los poderes cuanto mejor cumpla con su funciónpropiamente científica. Esta función no es servir para algo, vale decir,para alguien. Pedir a la sociología que sirva para algo es siempre unamanera de pedirle que sirva al poder. Mientras que su funcióncientífica es comprender el mundo social, comenzando por lospoderes. Operación que no es neutra socialmente y que sin dudaalguna cumple una función social. Entre otras razones, porque noexiste poder que no deba una parte –y no la menor de su eficacia – aldesconocimiento de los mecanismos que lo fundan [Bourdieu, 1980,pp. 23-24].
Contra las exhortaciones multiformes de producción de un "saber útil", los sabios
siempre tuvieron que luchar por la "curiosidad gratuita” o la "búsqueda de la
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verdad" en sí misma y por sí misma. Y realmente es así como hay que interpretar
la posición radical –y en muchos aspectos provocativa – de un filósofo como
Peirce, que, como lo recuerda Jacques Bouveresse, "creía más que cualquiera
que la motivación principal del científico y el filósofo debe ser la búsqueda de la
verdad por Ia verdad sin ninguna relación directa con la mejora de su propia
existencia, la defensa de los intereses de la sociedad o la promoción de una forma
más democrática de coexistencia y cooperación entre los hombres" [Bouveresse,
1996, p. 140]. Al mismo tiempo, de esa manera los sociólogos se ven obligados a
dar una justificación que puede resultar muy productiva, porque no es en las
condiciones más cómodas como el saber científico y la reflexividad conocen los
mayores avances2. Así, habría que preguntarse quién (¿en qué condiciones?, ¿en
qué posición?, ¿en qué relación con su objeto?) tiene interés en decir qué tipo deverdad sobre el mundo social.
¿Para qué sirve la sociología? ¿A quién sirve la sociología? ¿Debe
necesariamente servir para algo? O, para plantear la pregunta de otro modo,
¿para qué sobre todo no debe servir? Y si la sociología debe tener una utilidad
cualquiera, ¿cuál debe ser su naturaleza: política (sociólogo-experto, sociólogo-
consejero del príncipe, sociólogo que ofrece armas para la lucha a los dominados
de todo tipo), terapéutica (la sociología como socioanálisis y medio de disminuir
sus sufrimientos mediante la comprensión del mundo social y de sus
determinismos), cognoscitiva (la sociología como saber que carece de otro
objetivo que no sea el de ser lo más racional y lo más ampliamente fundado de
forma empírica)? ¿Cómo el mundo social se adueña de ella y la utiliza realmente,
incluso cuando quienes la practican pretendan no encarar ninguna utilidad
extracientífica? Toda una serie de preguntas que giran alrededor de la utilidad y de
la inutilidad, efectivas o deseadas, de la sociología, y a las que procuran
responder los autores de este libro.
2 El mismo Peirce escribió lo siguiente: "Allí donde hay una clase extendida de profesores académicos, a los
que se otorga buenos ingresos y que se considera como señores, la investigación científica sólo puede
languidecer. En todas partes donde esos burócratas pertenecen a la clase más cultivada, la situación es
todavía peor." [Peirce, 1.51].
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Que lo hicieron de diferentes maneras, esforzándose por explicitar los
supuestos de su manera de hacer sociología y el tipo de utilidad (o de no utilidad)
a la que puede pretender, considerando la cuestión de las condiciones del
compromiso (de índole política o científica) de los sociólogos en los debates
públicos y las luchas sociales, interrogando la función crítica de gran parte de los
trabajos sociológicos o haciendo el análisis de las formas de profesionalización del
oficio de sociólogo. Otra manera de responder a la pregunta, ausente de esta obra
porque es inexistente en el campo de las investigaciones sociológicas
contemporáneas, supondría escribir un capítulo de la sociología acerca de los
usos sociales efectivos y de la recepción diferenciada de los trabajos sociológicos
por instituciones, grupos o individuos singulares. Se trataría entonces de describir
y analizar las funciones sociales efectuadas (o los servicios realizados) por losdiferentes tipos de sociología: "¿Para qué sirve realmente tal o cual sociología?" o
"¿Cómo los actores sociales utilizan publicaciones sociológicas a las que pueden
tener acceso?". Muy probablemente, una sociología de las recepciones reales de
las producciones sociológicas estaría plagada de sorpresas, porque entre las
intenciones de los "productores" y los usos reales de los "consumidores"
(comunidades eruditas, medios, partidos o sindicatos, Estado, cuerpos
profesionales involucrados en las investigaciones o simples "particulares") en
ocasiones hay un abismo. A todas luces, de ponerse en marcha, una obra
semejante saldría ganando, y sería más útil que la cantidad de abstracciones
epistemológicas contemporáneas producidas por sociólogos que permanecen
encerrados en los límites del comentario de textos (teóricos, eso cae de maduro),
y que de ese modo ignoran poco más o menos por completo el mundo social que,
sin embargo, supuestamente, tienen por objeto...
Los interrogantes tal y como son fueron reformulados de manera diferente
por los autores de esta obra, y las respuestas que empezaron a aportar, de hecho,
deben leerse como incitaciones a la reflexión colectiva y al trabajo de investigación
sobre el oficio de sociólogo, sus funciones sociales y sus relaciones con los
contextos sociohistóricos en los cuales –ya sea que uno se desvele por olvidado o
no – se inscribe.
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Post scriptum: Algunos días antes de la entrega de esta introducción al
editor nos enteramos de la muerte de Pierre Bourdieu. Al comienzo de esta
empresa, yo le había pedido una contribución para este volumen, porque todo el
mundo sabía no sólo la importancia que él concedía a una sociología de la
sociología, sino también su evolución intelectual sobre la cuestión del compromiso
del sociólogo. El recargo de trabajo y sus múltiples compromisos lo habían forzado
a declinar, muy amablemente, el ofrecimiento. Varios capítulos de esta obra
muestran a las claras hasta qué punto –de manera implícita o explícita – él está
presente en la reflexión llevada a cabo sobre la cuestión de la utilidad de la
sociología. Se los puede leer como homenajes en acto.
Lyon, 2 de febrero de 2002
Referencias bibliográficas.
Aron, R. (1978), "Avez-vous lu Veblen?", en T. Veblen, Théorie de la . classe de
loisir, París, Gallimard-Tel.
Bourdieu, P. (1980), Questions de sociologie, París, Minuit. [Cuestiones de
sociología, Madrid, Istmo, 2000.]
Bouveresse, J. (1996), La Demande philosophique, París, Éditions de l'Éclat.
Durkheim, É. (1977), Éducation et sociologie,París, PUF.
Herpin, N. (1973), "Les militants ou la fin des sociologues séculiers?", Les
Sociologues américains et le siécle, París, PUF, pp. 147-158.
Peirce, C. S. (1987), The CollectedPapers ofe. S. Peirce, vol. 5, editado
por Ch. Harsthorne y P. Weiss (1931-1935), Cambridge, Mass, Harvard University
Press.
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