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TERCER ENCUENTRO NACIONAL DE CORRECTORES DE TEXTOS «Nuevos recursos y perspectivas laborales en la corrección de textos»
20 y 21 de febrero de 2015
PERCEPCIÓN SOBRE EL PAPEL Y EL PERFIL DEL CORRECTOR: UN
SONDEO EXPLORATORIO
Ada Ampuero y María Luisa de la Rocha
La Ascot está próxima a cumplir su sexto aniversario. En este lapso
hemos escuchado y repetido, en más de una oportunidad, opiniones
diversas acerca de lo poco conocido y reconocido que es el trabajo
del corrector. Sabemos que se trata de un oficio solitario e ingrato, y
que nuestros nombres se pierden entre las páginas de los libros. Pero
aun así nos da grandes satisfacciones, porque cada vez que aparece
una nueva publicación, sobre todo una correcta y de calidad, nosotros
somos nuestros propios testigos y sabemos, secretamente, que
pusimos todo nuestro empeño en la construcción de una nueva obra.
Dado que este encuentro tiene como uno de sus temas centrales las
condiciones laborales del corrector, decidimos constatar cuánto de
aquello que se dice sobre el corrector es cierto o cuánto queda como
mera especulación. Para ello elaboramos un breve cuestionario que
aplicamos a una treintena de personas vinculadas estrechamente al
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sector editorial, con alguna responsabilidad en la contratación de
correctores, para conocer su percepción sobre la labor de estos en
diferentes ámbitos.
Contactamos con casas editoras comerciales y académicas, entre
estas últimas tanto de universidades como de organizaciones no
gubernamentales, instituciones que fueron bastante más abiertas que
otras a responder el cuestionario. Asimismo, nos acercamos a
instituciones públicas y medios de prensa, dos grupos que no han
constituido un factor de peso en la muestra y, excepto uno, los demás
reportaron un sistema de contratación de correctores sujeto a
procedimientos establecidos que suponen un mayor celo para
brindar información sobre sus empresas. No obstante, tuvieron la
amabilidad de brindar información sobre sus protocolos.
Como información adicional debemos precisar que nos
comprometimos a guardar en reserva el nombre y la institución de los
entrevistados; por esta razón, y en aras de preservar la confianza, no
se darán a conocer, pero podemos asegurar que entre ellas se
encuentran prestigiosas editoriales del medio.
Antes de entrar de lleno a revisar los resultados, queremos señalar
que, aunque el número de entrevistados parezca o sea bajo, no lo es
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tanto si se toma en cuenta que el universo posible de ser entrevistado
tampoco es muy grande en nuestro país. El número de publicaciones,
casas editoras y librerías es mucho menor en el Perú que en países
como España, Argentina o Colombia. A esto se suma que no nos
hemos caracterizado por ser una nación de lectores. Para ilustrar esta
afirmación tomamos algunas cifras proporcionadas hace un par de
años por el Centro Regional para el Fomento del Libro en América
Latina y el Caribe (Cerlalc), que en un estudio comparativo sobre el
comportamiento lector de libros en algunos países de Latinoamérica
ubica en el primer lugar a la Argentina, donde un 55 % de la población
manifiesta que lee libros. El segundo lugar lo ocupa Chile, con 51 %, le
siguen Uruguay y Venezuela, con 51 % y 50 %, respectivamente. En la
lista casi se igualan República Dominicana, Brasil y Colombia con 47 %,
46 % y 45 %. Se distancia de estos el Perú, con 35 % y, finalmente se
ubica México, con 27%. Si incluyéramos a España en esta relación,
encontraríamos que está por delante de todos, con 61 %.1
Es fundamental aclarar que este sondeo no pretende ser
estadísticamente representativo, pues nació de la necesidad de
conocer con un mayor grado de precisión que el de nuestra propia
subjetividad, lo que piensan de los correctores quienes recurren a
1Monak, Lenin y Jaramillo, Bernardo. (Abril 2012). Comportamiento lector y hábitos de lectura. Bogotá: Cerlalc. Recuperado de http://www. Cerlalc.org/files/tabinterno/33c91d_comportamiento_lector.pdf
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nosotros desde diversos ámbitos. Pese a ello, este sondeo no deja de
ser ilustrativo, pues arroja resultados que esperamos que sean de
utilidad para los colegas correctores. Quizás haya sido algo
aventurado recurrir al término sondeo, pero lo hemos utilizado en su
acepción lexicográfica de «hacer las primeras averiguaciones sobre
alguien o algo» (DRAE, 2014), es decir que se trata de un tanteo que
se espera que dé algunos alcances sobre las tendencias vigentes en el
mundo editorial peruano.
Los resultados
El cuestionario constó de seis preguntas. La primera tuvo como
propósito únicamente clasificar a los encuestados según el tipo de
institución a la que pertenecen: editoriales comerciales; editoriales
universitarias, centros de investigación u ONG; prensa (escrita, radial,
televisiva, digital); editoriales de instituciones públicas; y otras. De esta
forma sería posible detectar posibles diferencias de percepción entre
rubros diferentes, como se verá más adelante.
Las siguientes preguntas indagaron sobre aspectos fundamentales
relacionados con el mercado laboral: cómo se contacta al corrector,
cuán importante se le considera para el proceso editorial, ¿se le
evalúa?, qué elementos se consideran en su evaluación, y cuántos
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procesos se le encarga. A continuación, reflexionaremos sobre los
resultados encontrados.
Cómo se contacta correctores
Un primer hallazgo del sondeo es que ni las casas editoras
comerciales ni las de corte académico recurren al sistema de
concurso para contratar los servicios de un corrector profesional.
Únicamente lo hacen las instituciones del sector público, que, como
se dijo antes, exigen una serie de pasos, protocolos y escalones que
deben cumplirse para alcanzar el sillón del corrector.
Mientras esta es la opción del sector público, todo lo contrario ocurre
con las casas editoras comerciales y académicas, que confían en sus
propios conocidos o en aquellos recomendados por terceros. Esta
percepción podría significar también que en el campo de la
corrección, en el cual no siempre se pueden mostrar credenciales
suficientes, como grados y títulos, tienen importante valor las
recomendaciones.
Estos resultados, es decir que se dé más importancia a las personas
conocidas y recomendadas nos llevó a recapacitar acerca de la
relevancia que tiene cada obra que pasa por el ojo aguzado de un
corrector. Un trabajo de calidad y una edición bien cuidada pueden
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ser la mejor carta de presentación para garantizar la confianza del
cliente, así como futuros encargos o contratos. Otro tema vinculado
con este, que no es del caso tratar pero que puede motivar otros
estudios, es la inclusión del nombre del corrector en la hoja de
créditos.
¿Se evalúa al corrector?
Esta predilección por contratar personas conocidas o recomendadas
se puede relacionar con la pregunta relativa a si los editores evalúan o
no a los correctores que luego contratan. Curiosamente, la mayoría
respondió que sí los evaluaba, lo cual podría indicar que a pesar de la
confianza depositada en ellos, consideraban necesario un encuentro
cara a cara.
Importancia del corrector
Un resultado interesante es el relativo al grado o nivel de
trascendencia que tiene la labor del corrector. Esta se planteó con
cuatro opciones para elegir: indispensable, importante, conveniente,
irrelevante. Así, pues, nos alejamos del esquema más ortodoxo que
hubiera llevado a preguntar si nuestro trabajo es muy importante,
importante, poco importante o nada importante. Elegimos el otro
esquema y el resultado arrojó que casi la absoluta mayoría piensa que
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nuestro trabajo es indispensable. Solo dos encuestados respondieron
que es importante y uno que es conveniente.
Estos resultados nos llevaron a cuestionarnos acerca de la validez y el
grado de confiabilidad de las respuestas, pues entraba en juego un
factor fuertemente subjetivo. Es decir, que el encuestado tenía que
responder no a un encuestador contratado para aplicar el sondeo,
sino a un encuestador-corrector, una fórmula que podría haber
inhibido al entrevistado u orientar su respuesta hacia lo políticamente
correcto.
¿Cómo se evalúa al corrector?
¿Qué aspectos evalúa un editor, un director de fondo editorial, un jefe
de prensa cuando tiene que seleccionar a un corrector de textos para
su institución? ¿Prefiere un corrector con muchos años de
experiencia? ¿Pone mayor atención en su trayectoria? ¿Lo somete a
una prueba de conocimiento y habilidades en corrección? ¿Exige el
dominio de las normas del idioma y de las normas de estilo? ¿Tiene en
cuenta el manejo de las herramientas digitales y los conocimientos de
inglés? Finalmente, ¿qué importancia le otorga a lo que denominamos
cultura general?
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Sobre la base de este conjunto de características que forman parte
del bagaje de capacidades del corrector, consideramos ocho opciones
y pedimos a nuestros entrevistados que las ordenaran según el grado
de importancia que le otorgan a cada una. Tenemos la esperanza de
que estos resultados ayuden a conducir u orientar más
acertadamente nuestros conocimientos y habilidades, podremos
capacitarnos en los aspectos en los que aún tenemos debilidades y
podremos optimizar nuestro perfil; en suma, podremos mejorar
nuestra empleabilidad. Debemos recordar que somos colegas, pero
también que vivimos en un medio de dura competencia.
Lo primero y más saltante que aparece es que la mayoría de
encuestados le otorga el mayor puntaje al conocimiento de las
normas que rigen el español. Aunque el dato no sorprenda pues es
lógico que conozcamos la normatividad, sí asombra que algunos
entrevistados le dieran mayor puntaje al conocimiento de las normas
y manuales de estilo, que casi empataron con el grado de importancia
que le dieron a la trayectoria. Esta información indicaría que en un
currículum vitae será valioso incluir las calificaciones en materia de
normas de estilo, así como los títulos de libros corregidos y el nombre
de las instituciones para las cuales se corrigió. Nunca estará de más
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conservar un ejemplar de la publicación o el documento que
certifique que tuvimos a nuestro cargo la corrección.
Los años dedicados a la corrección de textos, le siguen de cerca al
dominio del idioma español y de las normas de estilo, así como a la
trayectoria. Este dato acerca de las normas de estilo resulta revelador,
puesto que hace quizás una década casi no se mencionaba el tema,
pero en los últimos años y cada vez más, sobre todo en el ámbito
académico, se solicita la aplicación de una u otra norma de estilo en la
corrección. Este cambio guarda estrecho vínculo con la preocupación
de universidades e institutos de investigación por dar visibilidad a sus
publicaciones, mediante su indexación en alguna de las bases de
datos científicas que se encuentran en internet y que exigen la
aplicación de una específica norma.
Si atendemos a esta percepción sobre los cuatro elementos que han
obtenido el mayor puntaje, una recomendación que podemos
alcanzar es la de seguir esforzándonos por desentrañar las
complejidades del idioma y aprender cómo lidiar con las diferentes
normas de estilo. Así estaremos mejor preparados para competir,
podremos desarrollar una trayectoria respetable y reunir suficientes
años de experiencia.
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Pero hay una gran ausente en la lista de ítems mejor calificados: la
cultura general. ¿Acaso no es este atributo el que nos permite
acometer con propiedad textos de múltiples campos del saber?
Muchos afirmaríamos sin vacilar —como nos ha ocurrido a
nosotras— que tener una amplia cultura general sería una de
nuestras mayores ventajas en el oficio de la corrección. ¿Por qué no lo
perciben así nuestros empleadores? Este tema podría ser materia de
un estudio más profundo.
Para cerrar con esta pregunta, diremos que los puntajes más bajos
fueron otorgados al conocimiento del idioma inglés y al manejo de las
herramientas digitales, en este orden. Si se toma en cuenta que el
conocimiento del inglés, y de otros idiomas en general, forma parte de
la cultura del corrector, no sorprenderá que la percepción de ambos
atributos vaya en la misma dirección.
Considerando que vivimos en un mundo virtualizado, puede llamar la
atención el penúltimo lugar que ocupó en la tabla el manejo de las
herramientas digitales. ¿A qué se debe este resultado?
Probablemente nos esté mostrando que los editores o directores de
casas editoras aún conservan una visión tradicional del trabajo de
corrección. No son conscientes de cómo se ha elevado la
productividad del corrector familiarizado con el mundo digital. Lo
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mismo se puede decir de la ventaja de entender el inglés, justamente
para aprovechar en toda su potencialidad el avance tecnológico.
Aspectos que obtienen
los mayores puntajes
Aspectos que obtienen
los menores puntajes
Dominio de las normas del
idioma español
Conocimiento de las
normas de estilo
Trayectoria
Años de experiencia
Conocimiento del idioma
inglés
Manejo de herramientas
digitales
Amplia cultura general
Examen de idoneidad
profesional
Los procesos editoriales
Son muchas las ocasiones en que hemos comentado acerca de la
sobrecarga de tareas que los editores nos imponen. ¿Qué tan cierta
es esta afirmación? Con el ánimo de acercarnos más a la verdad sobre
una inquietud que nos asalta cada vez que recibimos un encargo de
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trabajo, preguntamos a cada opinante qué tareas realiza el corrector
en su institución: ¿corrección de contenido?, ¿solo corrección del
texto?, ¿también de la prueba?, ¿incluso que cuide la edición y
coordine con la imprenta?
Pero antes de repasar los resultados, es conveniente tener en cuenta
que, del mismo modo que en otros aspectos de nuestra profesión, no
hay un acuerdo unánime sobre qué significa, qué comprende o qué
se entiende por el proceso editorial y sus diferentes pasos. Las
editoriales o los editores tienen sus propias concepciones al respecto;
unas difieren de otras, pero difícilmente encontramos claras
definiciones al respecto.
Dicho esto, pasemos a los resultados. Obviamente, todos
respondieron unánimemente que le encargan al corrector la
corrección de textos; pero, como podíamos imaginar, también otras
etapas del proceso editorial recaen en hombros del corrector;
principalmente, la corrección de pruebas; en menor medida, la
corrección de contenido y el cuidado de la edición. Un porcentaje
relativamente pequeño le encarga también la coordinación con la
imprenta. En general, estos resultados no sorprenden, porque
nuestra experiencia nos ha enseñado que la corrección de pruebas es
casi inherente a la corrección de textos; sin embargo, llama la
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atención que un número importante de los opinantes deleguen en el
corrector la corrección de contenido, es decir la confrontación de
nombres, fechas y datos bibliográficos, incluso aspectos relacionados
con la estructura del texto, entre otros elementos. Respecto de la
coordinación con la imprenta, aunque algunos editores transfieren
esta responsabilidad suya al corrector, no podemos decir que
constituya la generalidad.
Los resultados de esta pregunta nos permitieron encontrar,
asimismo, qué tanto difieren las editoriales comerciales de las
académicas en su concepción de nuestro trabajo. En efecto, las
respuestas muestran diferentes apreciaciones. Mientras que la
mayoría de las académicas exige más al corrector, pues a la
corrección de originales agregan la corrección de pruebas y, aunque
en menor medida, el cuidado de la edición, las comerciales se limitan,
por lo general, a la corrección de originales y no solicitan otros
servicios.
Intuitivamente, podemos suponer que este resultado se explica por la
naturaleza distinta de ambas instituciones. Por su carácter comercial,
las editoriales de este tipo están orientadas a la obtención de
utilidades y ofertan sus productos a públicos masivos. En
consecuencia, buscan la eficiencia en todas sus áreas, por lo que sus
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procesos de edición están diferenciados y a cargo de especialistas:
correctores de textos, coordinadores de edición, directores
editoriales, etcétera.
Por su parte, las instituciones académicas, que incluyen no solo
editoriales universitarias sino también revistas académicas, centros de
investigación y ONG, otorgan más importancia a la difusión y
divulgación del trabajo realizado en su seno que a la rentabilidad —
incluso con frecuencia distribuyen gratuitamente algunas de sus
publicaciones—; cuentan con presupuestos reducidos y sus
posibilidades de contratación de personal enfrentan trámites
engorrosos, especialmente si son instituciones públicas o fondos
editoriales del Estado; además, las más pequeñas suelen estar a cargo
de académicos, no de profesionales de la edición. Razones como
estas podrían explicar el hecho de encargarle dos o tres procesos al
corrector.
Pero ¿es realmente así?, ¿las editoriales académicas tienden a
encomendarla mayor parte del proceso editorial al corrector?
Creemos que este resultado debe ser materia de un estudio de
mayores alcances, en especial para determinar si las
responsabilidades extras que asume el corrector se compensan
económicamente.
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Mientras tanto, es recomendable que los correctores revisemos con
cuidado los manuscritos que nos piden corregir y, de la mano de este
y antes de fijar nuestros honorarios, acordemos con el cliente qué
etapas del proceso editorial deberemos asumir. Si el corrector
obtiene mayores ingresos por realizar más de un proceso, sería
ventajoso para él brindar sus servicios a aquellas editoriales que así lo
solicitan, pues tendría la oportunidad de aprender en la práctica,
incrementar sus calificaciones y ampliar sus horizontes profesionales
y su empleabilidad. Pero si esto no ocurre, podría decirse que la poca
diferenciación de los procesos editoriales encubre, en realidad, una
subvaluación no solo de la corrección de textos, sino de los otros
procesos editoriales en que puede intervenir el corrector.
Al estudio propuesto sobre la poca diferenciación de procesos en
nuestro medio, podría agregarse una tarea futura de mayores
proporciones, que quizás correspondería emprender a la misma
Ascot: elaborar una especie de convención o acuerdo en el cual
queden sentadas las diferencias entre un sinnúmero de términos
sobre cuyo significado no hay claridad hasta la fecha, por lo menos en
el Perú. Algo similar a un glosario de términos vinculados con las
diversas funciones que cumplimos los correctores durante el proceso
editorial.
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Si se concretara la sugerencia, la Ascot habría dado un paso
importante en el cumplimiento de sus objetivos, que se sumaría a la
lista de los muchos logros obtenidos en estos pocos años de
existencia.
Muchas gracias.