En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo.
Oración inicial:
Señor mío Jesucristo, postrado ante tu divina presencia, suplico a tu amorosísimo Corazón que me admitas a la meditación de los Excesos de tu Amor en el misterio de tu Encarnación. Dame tu ayuda, gracia, amor, profunda compasión y entendimiento de tus padecimientos, mientras medito el ____ Exceso de
tu amor. Y a ti Madre Inmaculada, te pido que me encierres en tu Corazón, y que me hagas un pequeño lugar en tu seno materno, para que pueda contemplar, comprender y acompañar a tu Hijo Jesús en este misterio, e imitándolo a Él y a Ti, deje de reinar en mi a la Divina Voluntad, como en el Cielo
así en la tierra. Amén.
“En una hora me transportaba con el pensamiento allá
arriba, al paraíso, y me imaginaba a la S.S. Trinidad en concejo decisivo para querer rescatar al género
humano, precipitado en la más escuálida
miseria, de la cual, sin la intervención divina
jamás podría resurgir a una nueva vida de absoluta libertad.
Mi mente se confundía y todo mi ser se maravillaba
al intuir un misterio tan grande, de un amor tan
recíproco, tan fuerte y tan igual entre las Divinas Personas, que se hacía todo él difusivo para
copiosa ventaja de los hombre. Y consideraba,
por tanto, la ingratitud de los hombre, que hacen
inútil el copioso fruto de tan grande amor.
Así pues, me imaginaba al Padre en acto de
querer enviar a su Hijo Unigénito sobre la tierra; al Hijo en acto de asentir a la noble idea del Padre; al Espíritu Santo en acto
complacientísimo de querer darse todo, en su pleno consentimiento, para el mayor bien y
salvación de la humanidad.
En esta consideración hubiera permanecido no sólo una hora sino
el día entero si el Señor no me hubiese hecho escuchar una
voz en mi interior que me decía:
“Así basta por ahora, ven conmigo y mira otros excesos mas
grandes de mi amor hacia ti”.
Al terminar cada meditación:
Se reza un Padre Nuestro, Ave María y Gloria. Pidiendo el Reino de la Divina Voluntad sobre la tierra, y por las intenciones del Santo Padre y de toda la Iglesia.
Por qué el Verbo se hizo carne
456 Con el Credo Niceno-Constantinopolitano respondemos confesando:
"Por nosotros los hombres y por nuestra salvación bajó del cielo, y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María la Virgen y se
hizo hombre" (DS 150).
Catecismo de la Iglesia Católica
457 El Verbo se encarnó para salvarnos reconciliándonos con Dios:
"Dios nos amó y nos envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados" (1 Jn 4, 10).
"El Padre envió a su Hijo para ser salvador del mundo" (1 Jn 4, 14).
"Él se manifestó para quitar los pecados" (1 Jn 3, 5):
Catecismo de la Iglesia Católica
«Nuestra naturaleza enferma exigía ser sanada; desgarrada, ser restablecida; muerta, ser resucitada.
Habíamos perdido la posesión del bien, era necesario que se nos devolviera. Encerrados en las tinieblas, hacía falta que nos llegara la luz; estando cautivos, esperábamos un salvador; prisioneros, un
socorro; esclavos, un libertador. ¿No tenían importancia estos razonamientos? ¿No merecían conmover a Dios hasta el punto de hacerle bajar
hasta nuestra naturaleza humana para visitarla, ya que la humanidad se encontraba en un estado tan
miserable y tan desgraciado?»
(San Gregorio de Nisa, Oratio catechetica, 15: PG 45, 48B).
Padre de la Iglesia
Vol. 25. Diciembre 16, 1928Estaba haciendo la meditación, y como hoy
comenzaba la novena al niño Jesús, estaba pensando en los nueve excesos que Jesús con tanta ternura me
había narrado de su Encarnación, los cuales están escritos en el primer volumen, y sentía una gran
repugnancia de recordarlo al confesor, porque él me había dicho al leerlos, que quería leerlos en público en nuestra capilla. Mientras esto pensaba, mi niñito Jesús
se hacía ver en mis brazos, pequeño, pequeño, que acariciándome con sus pequeñas manitas me ha
dicho:
“¡Cómo es bella mi pequeña hija, cómo es bella! ¡Cómo debo agradecerte el que me hayas
escuchado!”
Y yo: “Amor mío, ¿qué dices? Yo debo agradecerte a Ti el que me hayas hablado, y que con tanto amor, haciéndome de maestro, me hayas dado tantas
lecciones que yo no merecía.”
Y Jesús: “Ah hija mía, a cuántos quiero hablar y no me escuchan, me reducen al silencio y sofocan mis
llamas, así que debemos agradecernos mutuamente, tú a Mí y Yo a ti, y además, ¿por qué
quieres oponerte a la lectura de los nueve excesos? Ah, tú no sabes cuánta vida, cuánto amor y gracia
contienen, tú debes saber que mi palabra es creación, y que al narrarte los nueve excesos de mi
Amor en la Encarnación, Yo no sólo renovaba mi Amor que tuve al encarnarme, sino que creaba
nuevo amor para investir a las criaturas y vencerlas para darse a Mí.
Estos nueve excesos de mi Amor que te he manifestado con tanto amor de ternura y
simplicidad, formaban el preludio a las tantas lecciones que debía darte acerca de mi Fiat Divino para formar su reino, y ahora con leerlos, mi Amor
viene renovado y duplicado,
¿no quieres tú entonces que mi Amor duplicándose desborde fuera e invista otros corazones, a fin de
que como preludio se dispongan a las lecciones de mi Voluntad para hacerla conocer y reinar?”
Para profundizar en los Escritos de la S. D. Luisa Piccarreta
Vol.2. Octubre 14, 1899
Vol 4. Marzo 12, 1903
Vol 30. Enero 3, 1932
"Que la Santa Navidad no sea nunca una fiesta del consumismo comercial, de la apariencia, de los regalos inútiles, o del desperdicio superfluo. Si no que sea una fiesta de la alegría, de acoger al Señor en el pesebre y en el corazón”. Papa Francisco
Para tener en cuenta en la Navidad:
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