¿Qué está pasando en 2ºC?
Sagrario García García
Título: ¿Qué está pasando en 2º C?
Sagrario García García 2021
Ilustraciones: chicos y chicas de 2ºC del CEIP “Pedro Melendo García” de
Olías del Rey, Toledo (promoción 2019 a 2021)
Obra registrada en el Registro Central De La Propiedad Intelectual TO-63-
2021
Copyright pendiente de tramitación
Para Javi, mi estupendo compañero de vida y mi primer lector.
Para Alex y Manu, porque me animáis a llevar a la práctica estas y
otras iniciativas. Estáis siempre ahí, por suerte. Adoro el niño que
lleváis dentro.
Para Martín y Sofía, mis pequeños y grandes nietos.
Para todos los niños y niñas del Colegio “Pedro Melendo García” de
Olías.
Para Achraf, Laura, Manel, Daniel, Haoxiang y Mariam, de 6ºD.
Y muy especialmente para Adrián, Jesús, Javi, Mar, Isabel, Julia,
Paula, Gabriel, Juan, Pablo, Jimena, Héctor, Daniel, Fernando, Sergio,
Adja, Pedro y Martina, con quien he compartido historias, mañanas,
ratos inolvidables y, entre todos, hemos contribuido a ser mejores
personas, que es el mejor aprendizaje.
Sois grandes
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ÍNDICE
1- Lobo
2- H3
3- Niebla en 2º C
4- Agradecimientos
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LOBO
Estábamos en clase de lengua. Los miércoles la teníamos a tercera hora, antes
del recreo. Casi siempre en esta clase hacíamos lectura en cadena y después
comentábamos la lectura. Los niños tenían ya el libro abierto y miraban el
aspecto de la lectura con curiosidad. Había silencio en la clase. La foto que
acompañaba a la lectura, un perro, podía parecer algo normal pero no lo era.
No sé si los niños habían captado todos los detalles, pero sí notaban que el
animal tenía aspecto fiero y la foto les había impactado, desde luego. El perro
mostraba los dientes, su belfo estaba encogido y tenía el pelo del lomo
erizado.
Parecía más un lobo al ataque que un perro.
La imagen logró captar el interés de chicos y chicas desde el principio. La
lectura describía la historia de un animal que no era bien tratado y había
terminado convirtiéndose en lobo. El tema mantuvo interesado a todo el grupo
de principio a fin.
Cuando terminamos con los comentarios, almorzamos en la clase y después
fuimos al recreo. Hacía sol. Niños y niñas disfrutaban del rato persiguiéndose
y jugando en medio del bullicio habitual. Durante el recreo no hubo incidentes.
Vi a un grupito junto a la valla cavando en la arena con las manos. ¡Les encanta
cavar! Creo que sacan su instinto de topo y les cunde mucho. Y más si
encuentran alguna pala con la que ayudarse, o incluso una piedra les vale.
- Llevad esa pala a Infantil, anda -les había dicho yo
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- Pero mira, Sagrario, la cueva tan grande que estamos haciendo -me
respondió Jesús señalando el agujero-
Jesús no llevaba las gafas porque siempre se las quitaba para el recreo. Su
sudadera roja tenía restos de polvo de la arena.
- ¡Madre mía! ¡Sí que es una buena cueva! Pero tenéis que taparlo. Dejadlo
como estaba que ya va a tocar el timbre.
Cuando sonó el timbre que señaliza el final del recreo yo hablaba con la otra
compañera de 2º que vigilaba el recreo conmigo los miércoles. Comentábamos
el siguiente trabajo que íbamos a hacer en plástica. Las filas de las distintas
clases iban entrando en el colegio, como pasa todos los días. Ese día los de 2º
C fuimos los últimos en entrar.
Y cuando nos tocaba entrar pasó algo que hizo que toda la
fila se quedara en silencio.
Yo me sorprendí y me pregunté qué podía estar pasando. En el patio no es
fácil que una fila de niños se quede muda. Observé que miraban todos hacia
el frente, es decir, detrás de mí. Cuando me volví me quedé tan asustada como
los niños.
- ¡Es Lobo! ¡Es el perro de la lectura! -gritó Adri señalando con el brazo-
¡Es igualito!
- Sí -dijo Javi mirándome- Los ojos son iguales. Los tiene muy abiertos,
como Lobo al principio de la lectura ¡Y también parece agresivo!
- ¡Oh oh! Está jadeando -dijo Mar acercándose a mí. Se agarraba de las
dos trenzas y sus ojos verdosos mostraban preocupación.
- ¿Por qué está aquí, Sagrario? -preguntó Isabel.
La niña iba algo despeinada como efecto del recreo y algunas mechas de pelo
castaño le caían de forma graciosa en la cara. Pero llevaba bien colocada su
mascarilla rosa, como la sudadera.
- No lo sé, Isabel. Ahora vendrán a echarle. No os preocupéis.
Yo me había quedado sin habla.
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A veces los niños exageran, pero os puedo asegurar que aquella vez todo lo
que habían dicho era verdad. El animal era muy parecido al de la lectura. Por
suerte se quedó parado mirándonos muy quieto, pero yo estaba asustada
porque el animal tenía cara de pocos amigos. Y desde luego se había fijado en
nosotros. El resto de niños ya había entrado en el colegio y en el patio
estábamos 2º C… y el perro. ¡Menuda gracia! Estaba claro que por donde
estaba el perro no podíamos pasar, y ese era nuestro camino. Así que pedí a
los niños y niñas que retrocedieran muy despacio. Por suerte el miedo les había
dejado mudos y podían oírme sin que yo tuviera que hablar alto. Era la parte
buena de la situación. Madre mía, pensé, vaya lío. A ver cómo solucionamos
esto.
- No os mováis y no hagáis ruidos. Tenemos que movernos muy despacio
hacia atrás. ¡Vamos! ¡Muy despacio! No pasará nada si me hacéis caso.
Enseguida noté algunas manos de los primeros niños de la fila en mi chaqueta.
Pensé que estarían muertos de miedo. La fila empezaba a avanzar hacia atrás
muy despacio. Entonces el perro empezó a avanzar. Por suerte el animal
también iba muy despacio. No dejaba de mirarnos. Nada le distraía.
Nos tenía focalizados.
- ¡Ha empezado a gruñir! -dijo Paula sin apartar la vista del animal.
Siempre hablaba muy bajito, pero todos pudimos oírla. Se cogía un
pellizco de la chaqueta azul y lo apretaba de forma nerviosa. Y dijo: -
¿Le oís?
- Sí. ¡Qué ojos más grandes, Sagrario! -exclamó asustada Julia
colocándose la diadema para que le sujetara bien el pelo. Aunque su piel
era morena se había quedado algo pálida- ¡Mira cómo los abre!
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- Tenemos que hablar muy bajito. ¡Recordad lo que acabamos de leer! Él
también está asustado por algo, seguramente.
- ¡Nos está enseñando los dientes! -dijo Juan a mi lado.
Juan normalmente era un tipo tranquilo, pero tras su mascarilla de colores se
adivinaban nervios. Había fruncido el ceño sobre sus ojos marrones y la
inquietud le salía hasta por las orejas. Eso me pareció a mí.
Paula, Julia, Juan y Pablo se habían agarrado a mi chaqueta y tenían ojos muy
abiertos. Y a mí me temblaban las piernas y los niños estaban pálidos del susto.
¿Cómo habrá podido entrar hasta aquí? Pensaba yo. Siempre están las puertas
cerradas.
A lo mejor ha entrado cuando han traído la comida para el comedor. Aunque
el día era soleado y el cielo estaba azul, no me parecía ya un día bonito. Yo
deseaba que pasara alguien y nos ayudara de cualquier forma. Temía que el
animal mordiera a algún niño o a mí. Las cosas se habían puesto muy difíciles.
Así que decidí no esperar más y eché mano al bolsillo de la
bata.
- Sagrario, va a llamar con el móvil para que nos ayuden. Seguro que llama
a la policía, o a la directora, o a algún padre para que vengan con un
camión y le capturen. -dijo Adrián muy bajito mirando a sus compañeros
y expresando comprensión con los ojos- Tienen que ponerle una
inyección calmante, como en la lectura.
- Si, Adri. No os preocupéis, que enseguida vienen y nos ayudan -respondí
intentando parecer tranquila- Pero no llevaba el móvil conmigo.
La fila ya no era fila porque los niños se habían agrupado en torno a mí y les
pedí que se detuvieran a ver si el perro también se paraba. Me daba miedo
que nos quedáramos arrinconados en una esquina del patio con el perro
delante. Adri me miró y no dijo nada cuando vio que no llamaba pidiendo ayuda.
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Se pasaba la mano por la sudadera azul una y otra vez. A lo mejor le estaban
sudando las manos.
De repente el perro se arrancó a avanzar hacia nosotros. Yo intenté abrazar
a los niños, pero no llegaba a todos.
- Sagrario, se le está erizando el pelo, como en la lectura -exclamó Pablo
muy bajito acercándose más a mi muy despacio. El niño tenía los ojos
fijos en el animal y caminaba despacio, algo agachado, como intentando
no hacer ruido.
- Está encogiendo el belfo. ¡Y nos está enseñando los dientes! -añadió
Julia cogiéndose la coleta y llevándola hacia delante.
- ¡Es Lobo! ¡El perro de la lectura ha venido a nuestro patio! -exclamó
Isabel apretándose contra el grupo.
No podíamos esperar a que alguien nos viera. Necesitábamos una solución ya,
pero ¿qué podíamos hacer? No sabía cómo pedir ayuda.
De repente oímos un grito enorme.
- ¡Al agujero! - Gabriel gritaba mientras señalaba el agujero que habían
cavado por la mañana- ¡Vamos todos al agujerooo!
Parecía un capitán de barco tan estirado, señalándonos a todos el agujero. Yo
les había dicho que el agujero me parecía enorme, pero estaba claro que no
era lo bastante grande como para que se metieran niños. Más bien era como
una madriguera o poco más grande. Allí estaba él de pie muy tieso, con el
brazo estirado señalando el agujero. Los ojos le brillaban detrás de las gafas.
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Y lo repetía una y otra vez. ¡No podía decirlo en serio! Al agujero. Al agujero.
Gabriel no paraba.
- Yo sí voy -respondió Paula avanzando hacia la valla- Ahí podemos
refugiarnos y ponernos a salvo. ¡Vamos, Isabel!
Lo que ocurrió entonces no deja de producirme asombro. Vi la coleta de Paula
volando y en un segundo había desaparecido dentro del agujero. En menos de
dos segundos vi que Gabriel, e Isabel saltaban dentro del agujero … ¡Y
desaparecían dentro! Pero si no parecía que fuera tan grande. ¡Madre mía,
pero que agujero han cavado! Si les he dicho que lo taparan. ¿Cuántos cabrán?,
pensaba yo más que sorprendida. Parece una cueva de las buenas. Tenía razón
Jesús, era una cueva enorme.
Todos me habían seguido. Javi y Juan saltaron dentro también. Me parecía
imposible que un simple agujero que habían cavado con las manos y palas de
plástico pudiera tragar tanto niño. Pero fue un alivio porque el perro seguía
avanzando hacia nosotros. Así que me acerqué a ver cómo estaban.
- ¿Estáis bien? ¿Caben más? -les pregunté acercándome.
- Bueno, si nos apretamos sí -dijo Juan poniéndose de lado para dejar
más sitio y riendo- Esto mola, Sagrario.
Me asomé y los vi sonriendo en una especie de trinchera. Yo no insistí en
preguntar si estaban bien. Ya no tenían preocupación ninguna y empezaban a
divertirse al sentirse allí protegidos. No sabía cuántos podían caber.
Así que decidí probar de pocos en pocos.
- ¡Julia, Mar, Pablo, saltad dentro también! -exclamé yo- ¡Hacedles sitio!
Todo el que saltaba tenía sitio. Las paredes parecían de goma o algo elástico
y se separaban cuando los niños saltaban dentro. ¿Será un sueño?, me
preguntaba yo.
- ¡Qué buen agujero hemos hecho! -dijo Julia sin rastro de miedo ya- ¡Las
paredes se van abriendo cuando entramos, Sagrario!
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- Sagrario, ya estamos dentro del agujero. ¡Sí cabemos! -dijo Adrián
riendo- ¡Lo hemos conseguido!
- Si -dijo Pablo partido de risa- Las paredes se mueven. ¡Es un agujero
inteligente! ¡Que entren más! ¡Venid todos!
Vi a Jesús que se había quedado al borde del agujero dudando y no saltaba.
Pero el perro venía cada vez más deprisa. Pensé que estaría tan asombrado
como yo, pero no había tiempo de explicarle nada. Así que le empujé un poquito
y después de poner ojos de susto rompió a reír cuando se vio entre Paula y
Julia.
Como había ocurrido antes, las paredes del agujero se habían
ensanchado al entrar el niño dentro.
- ¡Bien! ¡Estamos a salvo! -dijo Mar con los brazos en alto- Sagrario, me
he manchado un poco la mascarilla, pero no importa, ¿verdad? Es como
si te tiraras por un tobogán. ¡Tírate con nosotros!
- No importa que te hayas manchado, Mar. Tu tranquila. Lo habéis hecho
muy bien. Os habéis puesto a salvo. Eso es lo que importa, valientes de
2º C.
Llegaron los demás. Y yo no sabía si podrían caber tantos.
- El perro gruñe mucho ¿Saltamos dentro nosotros también, Sagrario?
Eso querría saber yo, pensaba, si podéis saltar dentro. Yo sentía una
curiosidad enorme por el agujero. ¿Cómo lo habrán podido hacer así? ¿Por qué
se hace más grande cuando salta alguien? Los niños son increíbles. Pero cómo
me distraigo ahora, ¡que está a punto de llegar el perro!
No había tiempo de dudar. Porque el perro se acercaba con una expresión muy
agresiva, tanto que daba miedo. Tenía que tomar alguna decisión.
- ¡Todo el mundo al agujero! -grité uniéndome a ellos.
Deseé con todas mis fuerzas que el agujero siguiera haciéndose grande al
entrar los niños. Aunque ahora iban a entrar muchos de golpe y quizás fueran
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demasiados. Además, tenía miedo de que se hicieran daño si no se agrandaba
lo suficiente.
Las risas de los niños me hicieron asomarme ¡y allí dentro
estaban!
- ¡Qué bien, chicos y chicas! ¡Sí habéis cabido! ¡Qué buena cueva habéis
hecho!
Realmente yo era la más grande y el agujero estaba lleno ya. Parecía imposible
que pudiera yo entrar allí. ¡Ni de broma!
- Sagrario, salta -gritó entonces Jesús- ¡El perro está detrás de ti!
- ¡Y gruñe mucho más que antes! ¡Te está enseñando los dientes, como
Lobo! -gritó Javi- ¡Tienes que saltar ya o será demasiado tarde!
El niño señalaba al animal con una expresión seria. Sus ojos de pillo habían
pasado a ponerse serios para lanzarme una advertencia de peligro. Bajo su
mascarilla azul bien colocada se apreciaba tensión.
No había tiempo de pensar Mi corazón iba a mil. ¿Y si hago daño a algunos
niños al caer? ¿Cómo podría explicar a mis compañeros o a las familias que
había tenido que saltar encima de los niños? Y salté. Enseguida me tranquilicé
cuando oí el aplauso de todo el grupo. Las paredes se habían ensanchado un
poco más y allí dentro estaba yo con el resto del grupo.
- ¿Has visto cómo las paredes se mueven para que quepamos? –me dijo
Mar sonriendo- ¿A que tenías miedo de que no se abrieran? ¿A que sí?
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- Pues sí, Mar, la verdad es que tenía miedo de que no se hiciera más
grande y no quería caer encima de vosotros.
- Lo podíamos llamar el Agujero Inteligente -dijo Pablo sonriendo con
esa tranquilidad suya y voz baja.
- O el Agujero Mágico -propuso Juan contento.
- ¡Y se lo podemos enseñar a otros niños! -dijo Mar divertida- Yo creo
que habrá querido ayudarnos. Es un agujero bueno.
Los agujeros no son buenos ni malos, pensaba yo. Pero este hace cosas muy
raras, pensaba yo. Por más que miraba la cueva, no sabía cómo iba a explicar
esto que nos estaba pasando. Pero estaba feliz de estar dentro sobre todo
cuando vi a Lobo acercarse a nuestro agujero.
Y como los niños son imprevisibles, pasó algo imprevisible.
- Toma, Lobo, que tendrás hambre -exclamó Isabel de repente- y le
tendió con delicadeza medio bocadillo que llevaba espachurrado en un
bolsillo, mientras se escondía detrás de mí.
El animal lo olió y pareció dudar unos segundos. Movía la cabeza a un lado y
hacia otro. Se hizo el silencio de repente en aquella cueva extraña. El perro
acercó el hocico gruñendo muy bajito, lo olió durante unos segundos más. Al
final se lo comió y relajó la postura. El pelo ya no estaba erizado y no nos
enseñaba los dientes. Sacó la lengua y se relamió el hocico.
- Le ha gustado tu bocadillo -comentó Gabriel situándose en primera fila
de la trinchera- Así no se convierte en un lobo peligroso como le pasó
al perro de la lectura.
Entonces Jesús le tendió medio donuts que también llevaba en el bolsillo.
Estaba tan aplastado que era irreconocible. También vino a esconderse detrás
de mi nada más lanzárselo con cuidado
- Tienes hambre, ¿eh?. ¡Vaya susto nos has dado! -exclamó Javi con sus
ojos arrugaditos por la emoción.
- ¿Te han tratado mal, Lobito, como al perro de nuestra lectura? -
preguntó Paula muy bajito con mucho cariño.
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- Sagrario, podía ser la mascota de 2º C. Mira, ya no tiene el pelo erizado
y mueve el rabo. Eso es señal de amigo, me dijo mi madre- propuso
Jesús
- ¡Si! Y podíamos llamarle Lobo -dijo Julia.
El perro empezaba a mostrarse más relajado. Con el hocico tan relajado no
parecía el mismo perro violento que veíamos hace unos minutos. El animal se
acercó despacio al agujero. Empezaba a mover el rabo y yo empecé a pensar
que el peligro estaba pasando ya, por suerte. Le teníamos encima de nosotros
y ya no sabía qué podíamos hacer. Me coloqué en primera fila, como si fuera
una valiente, pero el corazón me iba a mil por segundo.
En ese momento vimos como un dardo se le clavaba en la pata y caía al suelo.
Otra vez nos quedamos en silencio. Llegó Pedro, el conserje, con otros
hombres y le montaron en una especie de camilla de perros y se le llevaron.
- ¿Crees que nos han visto, Sagrario? -preguntó Javi
- Creo que no. Pero lo importante es que estamos bien. Ahora salimos.
- ¿Podemos quedarnos un ratito más aquí? -preguntó Gabri
- Chicos y chicas habéis sido muy muy valientes. Pero tenemos que salir
porque nos van a buscar para ver cómo estamos.
- Bueno, podemos jugar en nuestra cueva mañana -propuso Gabriel- Lo
importante es que los de 2º C ya tenemos una cueva para nosotros solos.
Yo solo quería ya descansar y volver a la normalidad, como todos últimamente.
Así que no tuve fuerzas para responder a ese comentario tan inocente que me
ponía en una situación difícil otra vez.
Estaba agotada.
- ¡Vamos fuera ya, campeones y campeonas! -dije saliendo aliviada- Creo
que la clase de ciencias de hoy ha sido muy práctica.
- Sagrario, pero ¿por qué le han disparado un dardo? Si ya se portaba
bien -preguntó Adri molesto con lo que había pasado.
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- Si, es verdad. -habló Juan - A lo mejor solo tenía hambre o le habían
tratado mal como a Lobo. Ya se estaba haciendo nuestro amigo.
- El veterinario tendrá que reconocerlo. Es lo mejor para él. No os
preocupéis que mañana llamaré a ver cómo está.
- Le tendrán que poner una vacuna para perros. Y cuidarle ¿A que sí,
Sagrario? -dijo Isabel convencida de que era lo mejor.
- Sí. A ver qué nos dice el veterinario mañana. Estad tranquilos.
No quería tener más preocupaciones, la verdad. Ya había sido suficiente para
este día. Pero es verdad que el animal había captado el trato cariñoso con que
le habían hablado los niños y había respondido tan bien que me había
emocionado. Desde luego había decidido llamar para interesarme por el
animal. A saber qué vida ha tenido o qué le habría pasado.
Según salíamos vimos a la directora que venía hacia nosotros preguntándonos
cómo estábamos. Todos los niños y niñas sonreían.
- No os veíamos en el patio y tampoco en la clase ¿Dónde estabais? -ha-
bía dicho preocupada- ¡Menos mal que estáis bien! ¡Vaya con el perro!
Parece ser que no le daban de comer muchos días y no le cuidaban.
Menudo susto nos ha dado.
Yo no tenía fuerzas para explicar dónde habíamos estado. En ese momento lo
único que quería era descansar. Me dolían las piernas y los brazos de la tensión
que habíamos pasado. Así que con la directora solo hablé del perro.
Los niños, en cambio, conversaban felices como pájaros.
- Sagrario, ¿le has contado lo del agujero a la directora? -dudó Julia
como imaginando que de momento podía ser un pequeño secreto.
- Mañana mejor, Julia -respondí sonriendo y cuando la miré supe que la
niña me comprendía.
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Entonces se acercaron los niños en medio entre un gran bullicio
- ¡Ha venido al patio, Lobo, ¡el perro de nuestra lectura! -exclamó Gabriel
con chispitas en los ojos sin poder disimular la emoción.
- Y tenía hambre. ¿A que sí Sagrario? -añadió Jesús
- ¿Qué lectura tenemos para el miércoles próximo? -bromeó Mar, ya
dispuesta a todo.
FIN
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H3
La mañana transcurría animada. Cada niño y cada niña habían aportado una
palabra que habían ido pegando en el mural de las palabras especiales. Nadie
había olvidado seleccionar una palabra y escribirla con rotulador en la tira de
papel que yo les había proporcionado el día anterior. Yo los iba nombrando y
entonces iban pegando su palabra. Debía tener alguna dificultad a la hora de
escribirla. Es decir, debía contener una v o una b, g o j, r o rr, o una h en
alguna parte. Buscaban una palabra diferente, extraña que les hiciera gracia
y luego miraban si tenía las letras difíciles.
- ¿Quién es responsable hoy? -pregunté como siempre hacía
- ¡Sergio! -dijo Pedro que ya había consultado nuestra lista de
responsables
- Pues te toca, Sergio. Empiezas tu. ¿Cuál es tu palabra mágica?
El niño miró hacia arriba pensativo. La mascarilla le tapaba la sonrisa mellada,
pero yo la recordaba de cuando comía el almuerzo a media mañana.
- ¿Por qué la has elegido?
- Lleva . Además, es rara y me ha dicho mi madre que es una
planta que se usa en la cocina.
- ¡Estupendo! Puedes pegarla en el mural. ¡Muy interesante!
- Pedro, tu turno.
-dijo con satisfacción- Tiene b, j y
una sola r. Y ha salido en una lectura.
- ¡Genial! Muy bonita. Al mural.
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Seguimos completando el mural con palabras especiales y después teníamos
que hacer un dictado en el cuaderno. En ese momento ocurrió algo extraño. El
día estaba soleado, aunque hacía algo de fresco. En la clase se estaba bien a
pesar de que habíamos tenido abierta la primera y la última ventana para
ventilar. Era una de las medidas contra la Covid 19 que teníamos que cumplir.
Ya nos habíamos acostumbrado. Los niños estaban sacando los cuadernos, los
abrían y escribían la fecha, como hacíamos todos los días. Entonces, oímos
unos golpecitos en la ventana, como si alguien tocara en el cristal desde fuera.
Clin clin clin.
Todos nos miramos con cara de ¿qué -pasa-ahora?
- Sagrario, ¡hay alguien en la ventana! -dijo Adja sonriendo- ¿Le abrimos?
Todos los niños se levantaron para mirar
aquello extraño que estaba llamando a
nuestra ventana. Yo no llegaba a verlo bien
porque algunos niños estaban ya delante
de la ventana mirando. Sergio, Héctor,
Jimena y Pedro se habían puesto de pie,
pero no se acercaban a la ventana. Tenían
la ilusión escrita en la cara. Adja mantenía
su mano oscura pegada al cristal como
para estar más cerca de “aquello”. Llevaba
en la muñeca una pulsera de esas tejidas
con tiras de colores que contrastaba
mucho con el color oscuro de su piel. Su
pelo estaba recogido en trencitas
pequeñas que formaban un pequeño
recogido en la nuca. Pensé que tardarían bastante en hacerle ese peinado. No
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parecía sentir miedo ninguno y no hacía por alejarse del cristal. Se mostraba
tranquila.
- No, no abráis la ventana -dije convencida de que sería algún insecto y
que se iría pronto.
Hasta que lo vi.
Aquello no era un moscardón, ni un abejorro, ni un pajarraco
ni ningún animal de otro tipo.
Fue Daniel quien expresó con palabras lo que yo estaba pensando con un grito
que le salió del alma mientras señalaba el cristal de la ventana.
- ¡Es un extraterrestre! ¡Mirad! ¡Es como los de las películas!
- O un alienígena -dijo Hector tan tranquilo.
El niño se había acercado un poco, pero mantenía la distancia con sus
compañeros porque se había quedado en mitad del pasillo. En sus ojos oscuros
brillaba en este momento la emoción de tener delante algo distinto. Miré a la
ventana y no podía creer lo que estaba viendo. ¿Sería un extraterrestre? Era
como un niño calvo y flaco, con antenas y como si estuviera metido en una
malla color carne. No era piel lo que le cubría, parecía tela de guante. Sus ojos
eran muy saltones y… ¡tenía 3 patas! ¡Ay, madre!, pensé, ya tenemos lío. Bajo
sus piernas o patas o lo que fuera aquello debía haber como una rueda
escondida. Podía desplazarse caminando o rodando y era pequeño.
- A ver, nos quedamos en nuestro sitio. No podemos acercarnos así.
Tenemos que guardar la distancia de seguridad.
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- ¿Podemos abrirle la ventana, Sagrario? -dijo Daniel- A lo mejor quiere
entrar.
- Será mejor que no. No sabemos qué tipo de ser es. Tampoco sabemos
sus intenciones. Lo mejor es que dejemos que mire y ya se irá cuando
quiera. Es un desconocido, así que no vamos a abrirle la ventana.
Sentí que pasara esto porque yo quería hacer
los ejercicios en el cuaderno. Pronto
tendríamos el examen y debíamos repasar
haciendo actividades. Ya nos habíamos
distraído un rato y algunos niños aún tenían
que terminar los ejercicios. Así que pensé que
era mejor ir a lo nuestro y no centrarnos en
un extraterrestre que vete tú a saber si no
nos metía en un buen lío. Vi a Pedro, Sergio y Héctor avanzar hacia sus mesas
y poco a poco fueron sentándose en sus sitios. Vi a Jimena que miraba seria
hacia la ventana. Ese día llevaba un lazo rojo como las gafas y los leotardos.
- Venga, a nuestro sitio. Todo el mundo preparado para el dictado.
Bolígrafo y lapicero bicolor en la mano. No le miréis y se irá. Ya está.
- Pero, Sagrario, ¿Quién es?
- No lo sabemos, Jimena. Un ser desconocido.
Puede que sea marciano, un ser de Marte
- ¿No os acordáis de los planetas? O quizás nos lo estemos imaginando
nosotros. Pero estate tranquila porque tenemos las ventanas cerradas.
Al dictado, vamos.
- ¿Y qué hacemos cuando tengamos que ventilar y abrir las ventanas? -
insistió Jimena.
- Bueno, no os preocupéis. Seguro que se va pronto. ¿Todo el mundo con
el bolígrafo en la mano? Vamos a empezar.
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Pero nadie miraba el cuaderno esperando a que yo empezara a dictar. Todos
los ojos miraban hacia la ventana. Así que empecé a dictar para obligarlos a
escribir y a apartar los ojos de la ventana.
- En 2º …-empecé a dictar.
Yo no me atrevía a mirar a la ventana. Sólo quería que se fuera el bicho
extraño y no nos complicara más la mañana.
Veía las dos antenas de color carne que salían de la cabeza,
si es que tenía cabeza aquel ser extraño.
Iba y venía por el poyete de la ventana. Y cuando por fin había silencio en la
clase, volvió a tocar en el cristal.
Clin clin clin.
Todos nos miramos otra vez. Fernando se levantó entonces y vino hacia mí. Vi
que había tensión en su frente despejada y en su cara. Me parecía que los
ojos verdosos estaban húmedos. Si, no había duda. Estaba muy serio y sus
ojos estaban cargados de agua que iba a rodar por su mejilla de un momento
a otro. Nunca lloraba, pero…
- Sagrario, es que…es que…
- ¿Qué pasa, Fernando?
- Es que…tengo que decirte una cosa.
Los ojos se le llenaban cada vez más de agua. Iba a romper a llorar. Se había
parado de pie en mitad del pasillo.
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- Vamos, dinos qué pasa. Tranquilo, no pasará nada. ¿Has olvidado el
almuerzo en casa?
- No. Es que… Es que… ¡es amigo mío!
- ¿El extraterrestre es amigo tuyo? -preguntó Dani rompiendo a reír
- ¿Quién es amigo tuyo, Fernando?
- ¡El extraterrestre! Todas las tardes merienda conmigo. ¡Es bueno! De
verdad. Creo que tiene algún problema. Sagrario, tenemos que abrirle
por si le pasa algo. ¡Es mi amigo!
Yo me quedé sin habla. Fernando estaba realmente preocupado por aquel ser
extraño. Se había cogido el pico de la chaqueta de chándal azul que llevaba y
la doblaba de forma nerviosa hacia detrás y hacia adelante. Y, por supuesto,
me miraba esperando mi respuesta. Yo nunca había hablado con un
extraterrestre o lo que fuera y no me imaginaba qué podría pasar.
Ay, madre mía, pensaba yo. Parece inofensivo, pero ¿y si nos
hace algo a alguien? ¿Y si hace daño a Fernando o a alguien
de la clase?
- Me enseña palabras raras que a ti te gustan. Él me enseñó OCARINA
y me entrena con el cálculo mental, por eso soy tan bueno -continuó
hablando el niño mientras se limpiaba una lágrima que le resbalaba por
la mejilla- ¿Puedo hablar con él?
- ¡Qué morro! -dijo Martina- ¿Siempre te ayuda con la tarea?
- Jo, Sagrario, ¡Yo quiero que la haga conmigo! -rio Pedro extendiéndome
las gafas azules para que se las limpiara- ¿me las limpias?
- Me ayuda con el cálculo mental porque me entrena cada tarde y he
cogido mucha velocidad para calcular gracias a eso -respondió
Fernando- Pero no me hace las cuentas ni las fichas de lengua.
- Sagrario, deja que hablen -recomendó entonces Pedro poniéndose de
pie y ajustándose con las dos manos la mascarilla de color rojo, que se
le había escurrido un poco- ¡Es su amigo! ¿Y si necesita algo? Tu
siempre dices que hay que ayudar a los amigos.
- ¡Ya lo tengo, Sagrario! Sólo abrimos una ventana un poco y Fernando se
asoma a hablar. Los demás ni nos movemos de nuestro sitio, de verdad
-dijo Martina ayudándose con la mano para explicarse- Y luego se mete
enseguida y ya está solucionado.
- Chicos, cada uno tiene que hacer su tarea, ¿eh? No busquéis ayudas.
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Martina se apartaba el pelo de la cara y abría mucho los ojos. Creo que estaba
contenta. Parecía tener muy claro que abrir un poco la ventana era una buena
solución. Así son los niños.
- Ay, ¡qué valientes sois! Si ya os lo decía yo en el confinamiento. Sois
mis valientes.
- Yo no quiero acercarme a la ventana, Sagrario. Pero es una buena idea.
Si solo abrimos un poquito Fernando podría hablar con él sin peligro -
dijo Jimena sonriendo divertida- ¿Cómo se llama, Fernando?
La niña tenía un aspecto muy cuidado, con su vestido de cuadros rojo, como
las gafas y el leotardo. Incluso me parecía que olía a suavizante. Y su
expresión era muy dulce, como su forma de hablar. Al oír la pregunta todos
los ojos de la clase fueron a Fernando. Niños y niñas sonreían esperando la
respuesta del niño, que seguía nervioso doblando el pico de su chaqueta.
- No tiene nombre -respondió Fernando-. Le llamo H3 porque el día que
apareció en mi habitación habíamos dado la regla de la h y me dijo
muchas palabras con h. Le he puesto 3 también porque repite tres
veces las cosas muchas veces.
- Como mi abuela -comentó alguien muy bajito entre risas.
El comentario provocó sonrisas y el ambiente se relajó.
- También porque tiene patas, ¿verdad? -explicó Héctor
- También nos ayudó el día que nos atacaron unos mayores. Querían
quitarle la mochila a Héctor -dijo Sergio poniendo los ojos muy
redondos y grandes.
- Sí -contestó Héctor asintiendo con la cabeza- Me la quitaron unos
mayores de 5º o de 6º. Se la pasaban de uno a otro y yo no llegaba a
cogerla, aunque saltara mucho.
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- Y ya se iban a ir con ella riéndose, pero entonces H3 estiró mucho uno
de sus brazos y antes de que se fueran corriendo sacó sus dedos de
pinza y la atrapó con la velocidad de los cohetes -habló Sergio
mientras. Como tiene tanta fuerza no pudieron quitársela.
- Pero…entonces… ¿todos conocéis a H3? -dije sintiendo los latidos de
mi corazón a mil.
Madre, mía, pensaba yo, ya estoy en otro lío.
Ahora se han hecho amigos de este …ser.
Aunque parece bueno. Por lo menos los defiende.
Pero bueno, qué estoy diciendo. ¡Cómo me puede
gustar que hagan amistad con marcianos! ¿O lo
que sea este ser! Eso solo puede traerme
problemas. Ay madre, este 2º C no para. Y mira
qué sonrisas en esas caritas de ángeles. A ver
qué hacemos ahora. Encima están felices. Ay,
¡pero no hemos repasado nada! ¡Y como entre la
directora, o alguna compañera…! ¡Uf! ¿Qué les
explico yo?
En ese momento oímos gritos de chicos mayores en el patio. Nadie respondió
a mi pregunta. Todo sucedió muy deprisa. Un trozo de bocadillo se estampó
en el cristal de golpe y no dio a H3 porque anduvo listo y logró apartarse
rodando un poquito hacia la izquierda por el poyete de la ventana. Pronto un
puñado de arena y hasta una piedra impactaron en el cristal de nuestra
ventana. Era un ataque a H3 en toda regla. La clase se quedó en silencio
mirando hacia la ventana. Tenían cara de preocupación. Varios objetos que
habían golpeado el cristal estaban sobre el poyete y H3 se movía nervioso
intentando esquivar los golpes que le disparaban algunos chicos mayores. Se
oían risas y voces de algunos mayores. Varios objetos seguían cayendo en la
ventana contra H3, un lápiz, un borrador, alguna piedra…
Una mano apareció en la ventana y cogió a H3, como si fuera un muñeco.
Rápidamente desapareció.
¡Se habían llevado a H3!
En ese momento sonó el timbre para salir al recreo.
- Coged el almuerzo y poneos el abrigo. Salimos al patio
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- Sagrario, ¿qué va a pasar con H3? -preguntó Daniel mientras se ponía
su chaqueta.
- Tranquilo, ahora voy a ver dónde está. No os preocupéis. Salid al patio
y no os mováis de vuestra parcela. Yo me ocupo.
Busqué por todas partes y di vueltas por los patios. Y nada. ¿Dónde estará?
Después de un rato volvió a sonar el timbre y la fila de 2ºC entró en la clase.
Iban cabizbajos. Se les veía preocupados. Extrañamente entraron casi en
silencio.
- Creo que está allí. Con esos mayores. -gritó Adja señalando la pista a
través de la ventana.
Miré y no vi a H3 pero vi un grupo de chicos y chicas de 5º o 6º jugaban en la
pista azul. Salí de la clase y me acerqué a ellos. No hizo falta que les
preguntara nada.
- Sagrario, ¿buscas a ET? -dijo un chaval de unos 11 años
- ¿Eh?...¿ET? ¡Ah! Te refieres a H3. ¡Pues sí! Lo estoy buscando.
- Lo ha cogido Rosaura -señalaban a una niña de melena castaña, con pelo
suelto muy largo
- ¿Tú lo tienes? -pregunté mirando a la niña.
- Es que… bueno yo…No sabía de quien era…y…
Se quitó la mochila y abrió la cremallera.
Allí estaba H3. ¡Por fin!
- No puedes coger lo que ves por ahí, ¿no te parece? No es algo tuyo.
- ¿Te lo doy?
- Será mejor que lo dejes donde estaba. El decidirá donde quiere estar.
La niña acercó a H3 al alfeizar de la ventana y oí una ovación de toda nuestra
clase. Tenían los ojos fijos en la ventana atentos a lo que pasaba.
- A las dos vienes a hablar conmigo. ¿De acuerdo? Serán solo unos
minutos -dije mientras volvía hacia la clase y entraba.
De repente Martina se dirigió rápida hacia la ventana. La vi caminar muy
decidida con su chándal azul de Mini y su mascarilla de dibujitos. Y antes de
que yo pudiera decir nada la abrió. H3 entró rodando deprisa y la clase de 2º
C rompió a aplaudir mientras Martina cerraba deprisa la ventana.
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- Gracias Gracias Gracias -repetía el ser aquel con voz metálica- Gracias,
Martina. Estoy a salvo ya, Martina. Te debo una, Martina. Gracias. Te
debo una, Martina. Te debo una, Martina. Debo con b, claro. Y con
minúscula porque no es comienzo de frase ni nombre propio. Martina te
debo con b, una buena. Gracias, Martina. Gracias, Martina. Gracias,
Martina. Martina con mayúscula porque es nombre propio.
Martina se acercó a él colocándose las mechas del pelo detrás de la oreja y
le pasó la mano por lo que podría ser la espalda. La clase entera reía mirando
a H3. Era la misma alegría nerviosa que cuando vamos a dar las vacaciones…
¡solo que estábamos en febrero!
H3 avanzó rodando hasta situarse junto a
Fernando que ya sonreía y mostraba
felicidad en sus ojos.
- Se pone a hablar así cuando se pone
nervioso -explicó Héctor hablando con
calma y arrugando los ojos un poquito al
sonreír tras la mascarilla.
- Sí, habla un poco raro, Sagrario. No
habla como nosotros. Pero nos hace reír y
él se ríe cuando nos reímos nosotros. Es
amigo mío también -dijo Pedro
colocándose las gafas- ¡Conoce a la
patrulla canina! ¡Y me cuenta cosas de ellos! Sabe lo que le gusta comer
a Marshall…
Todo el mundo empezó a reír en la clase y pude distinguir entre las risas una
voz metálica que decía ja, ja, ja, ja.
H3 tenía una risa muy muy rara, pero me hizo reír también a
mí.
- Pero…entonces… ¿quiénes le conocéis? -logré decir sorprendida
- Yo solo le conozco de un día -habló Sergio-. Me había olvidado los
cromos de mi hermano en el patio. Cuando me dijiste que podía volver
a por ellos al patio fui y ya no estaban. Entonces H3 los recuperó porque
había visto a los niños que lo habían cogido. Al día siguiente me los
devolvió.
- Pero bueno ¡qué bien! Tenéis un maravillosos guardián y yo sin saberlo.
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- Sagrario no sé qué tiene en los brazos, pero los estira hasta el infinito,
vamos -dijo Jimena- Un día que se me cayó el bocadillo al suelo, pero
H3 alargó su brazo y lo cogió antes de que llegara al suelo. Fíjate, qué
suerte. Es muy rápido.
- Pues sí, la verdad. Una suerte, Jimena.
- Además, cambia de forma mucho. ¡Es muy divertido! -añadió Pedro
riendo.
- ¡Se podía quedar aquí con nosotros! -exclamó de pronto Daniel. Le
volvían a brillar los ojos- Si es nuestro guardián podría quedarse unos
días, ¿verdad?
- Bueno, él tendrá su fa…su… su gente, quiero decir. No sé si tiene familia
o qué tienen, pero él querrá estar con los suyos y es lo normal.
- Mi gente con g. En mi planeta todos dicen que soy raro, raro empieza
con una solo r. Se ríen de mí porque me gusta leer y jugar al pilla-pilla.
En mi planeta nadie lee porque ya tenemos muchos libros en nuestro
chip. No es necesario que los leamos, pero a mí me gusta leer como
hacen muchos niños terrícolas. Sentado, tranquilo. Leer tranquilo me
gusta. Leer tranquilo me gusta. Leer tranquilo me gusta. En mi planeta
se burlan de mi si leo o si dibujo. Raro empieza con una sola r.
- ¿Ves, Sagrario? Él prefiere estar con nosotros. Aunque no sea un niño.
-Daniel habló en voz baja- Podría entrenarnos a todos con el cálculo
mental…Y nosotros no nos vamos a meter con él porque sea distinto,
como le pasa en su planeta.
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- Bueno…ya veremos, Daniel.
- Es verdad -comentó Héctor abriendo un poquito los brazos- En 2º C,
habría niñas, niños… y un extraterrestre. ¡Tampoco es tan raro! Algunos
niños mayores le quieren captura, pero otros lo defienden. Y es mejor
que H3 sea de nuestra clase. Nosotros lo cuidaremos.
- ¡Si! -exclamó Adja- ¡Yo también quiero que se quede en 2ºC!
- Si te gusta el arroz a la cubana, puedes venir a mi casa a comerlo. ¡Está
delicioso! –propuso Sergio mirando a H3.
- Le gustan los espaguetis con gulas -río Fernando porque el otro día yo
le di unos pocos y se los comió en menos de un segundo.
- Y si vienes a mi casa puedes probar el cocido. ¡Está buenísimo! -le invitó
Héctor- Y te puedo enseñar mi colección de monedas. ¡Ya tengo muchas!
Si tienes alguna moneda de tu planeta, podemos cambiarlas.
- Bueno, chicos, no nos emocionemos tan rápidamente. Veremos qué pasa
con H3 -les advertí yo antes de que hicieran más planes de acogida.
Ahora sí que me había metido en un lío bueno. No habíamos hecho los
ejercicios en el cuaderno, pero estábamos a punto de adoptar a un…ser.
¿Cómo iba a dejarle yo solo así? Me temblaban las piernas.
¡Uf, vaya día!
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Lo miré sin saber muy bien qué debe hacer en estos casos una buena maestra…
Él entonces se acercó hasta mi mesa y subió rodando con energía. Claro, los
seres de otros planetas podrían tener baterías como las de litio que aguantan
mucho tiempo. O no sé lo que tendría. Se plantó encima de mi mesa con sus
tres patas.
- ¿Seguimos con el dictado? -dijo con su voz de latón- Y siguió dictando
mientras yo me sentaba en mi silla más que sorprendida.
Los niños y niñas de 2º C escribieron atentos a lo que H3 decía y nadie le
interrumpió con una sola palabra.
Nos vendrá bien alguien así en 2º C, pensé.
FIN
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Día de niebla en 2º C
Aquel día, 4 de febrero de 2021, cuando iba a trabajar no imaginaba la
aventura que estaba a punto de vivir junto a los niños y niñas de 2º C. Y creo
que ninguno lo olvidaremos nunca.
Cuando iba en el coche hacia el colegio todo parecía normal. El día no era
muy frío, pero estaba nublado y a medio camino entre mi casa y el colegio,
una niebla ligera lo cubría todo, cosa normal en Olías en el mes de febrero.
Llegué al colegio, aparqué y entré. Enseguida llegaron a clase los niños que
desayunan en el colegio, los madrugadores del servicio matinal y poco
después fueron goteando los
demás. Sonó el timbre a las
nueve en punto de la mañana.
Todo sucedía como todos los
días. Después de saludarnos me
dirigí a la pizarra para escribir
la fecha. Y, como hago muchos
días, escribí la fecha mal para
bromear con los niños.
Lunes 04-02-2016
Este fue el comienzo de nuestra aventura. Como yo esperaba y como ocurría
siempre, oí sus voces entre risas que decían:
- Noo ¡No es el año 2016!
- Te has equivocado otra vez, Sagrario -dijo Javi entre risas- ¡2016 no!
¡Estamos en 2021!
En ese momento la niebla se volvió muy espesa y empezó a entrar por la
ventana a gran velocidad. Teníamos dos ventanas abiertas para evitar los
contagios del COVID 19. De repente había tanta niebla en la clase que yo ya
casi no podía distinguir a los niños. Sólo veía sombras entre esa bruma que lo
envolvía todo. Oí algunos gritos y me imaginé que los niños estarían asustados.
Así que fui a cerrar la ventana, pero no pude porque ya no se veía nada. Aunque
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estiré los brazos para cerrarla no lo conseguí.
- Tranquilos -acerté a decir- No os preocupéis que esto no será nada. Ya
veréis.
Pero yo no estaba nada tranquila porque sentí un mareo muy grande y ganas
de vomitar, como si estuviera volando…
¡Y es que estaba volando!
Oía a los niños que me llamaban. Pero, ¿Qué está pasando en nuestra clase?,
pensaba yo. Estaba muy preocupada porque no podía verlos. Arrugué los ojos
y por fin pude distinguirlos como sombras que pasaban a mi lado volando todos
por la clase, como si fueran astronautas flotando en la nave. Vi la coleta de
Paula por el techo de la clase, las trenzas de Mar, el lazo de Jimena como si
fuera una serpentina de cumpleaños y todas sus caritas llenas de sorpresa.
Héctor y Sergio habían conseguido darse la mano. Adja se había agarrado a
la hoja de la ventana para no escapar fuera y allí estaba tumbada en el aire.
- ¿Qué está pasando, Sagrario? -dijo Juan con carita de susto.
- ¡Ya sé! -habló Jimena casi al tiempo, pero su voz era un hilito muy fino
y estaba algo pálida del miedo que le había entrado.
- No os preocupéis y procurad guardar la distancia de seguridad. ¡Poneos
bien las mascarillas! -dije.
- ¿Y para qué, Sagrario? Si hemos viajado a 2016 y entonces no había
virus -dijo Héctor como si eso fuera tan normal.
¿Será verdad? ¿Estaremos en 2016? Ay, madre…
Entonces oí un grito enorme…
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- ¡Qué guay! ¡Estamos volando! -Adri
tenía los ojos algo arrugaditos por
la sonrisa.
De repente empezó a aplaudir y a
patalear en el aire. ¡Estaba más alto que
el mural del tiempo! Y no parecía ya tener
ningún miedo.
Tras Adri todos empezaron a aplaudir y rompieron a reír mientras la brisa
que entraba por la ventana les movía por la clase a la altura del techo. La
puerta de la clase estaba cerrada.
Así que nadie podía salir a pedir ayuda.
En ese momento supe cuál era el problema. Todo había empezado cuando había
escrito la fecha en la pizarra. Así que tenía que conseguir cambiarla porque
si no el día sería un completo desastre, no haríamos una sola cuenta de restar
llevando y lo más importante… ¿y si alguno de los niños se escapaba por la
ventana? Yo no conseguiría ir a rescatarlos porque volar así es algo muy difícil.
¿Lo habéis hecho alguna vez? Para empezar no se puede ir a donde tienes
pensado ir. La brisa te mueve entre la niebla y tú no puedes hacer nada para
evitarlo. Por lo menos eso es lo que me pasaba a mí. Un horror.
Así que me concentré en borrar la fecha de la pizarra. Sí, esto era lo más
importante. Los niños y niñas habían empezado a disfrutar muchísimo,
pasando la mano entre la niebla, abrían los dedos para tocarla más y hacían
figuras en el aire. No sé cómo lo lograban porque yo no era capaz.
- ¡Esto es mejor que la nieve! -exclamó Daniel entre risas dando patadas
al aire.
- ¡Mucho mejor! -dijeron Jimena y Martina al mismo tiempo partidas de
risa.
¡Lo que son los niños, pensaba yo!
Hace treinta segundos estaban muertos de miedo y ahora míralos cómo
disfrutan, incluso casi sin poder verse. Entonces empecé a pensar que lo
mismo podíamos pasar el día sin hacer cuentas de restar llevando. O podíamos
hacer cálculo mental desde el aire…Pero, bueno, ¿qué estoy pensando yo
ahora? Pero, ¿Qué importará el cálculo y las restas si los tengo a todos
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volando?? Y si entra la directora, ¿Qué pensará? ¿Y qué dirán las familias?
Ay, madre, ¿y cómo cuento esto a mi familia?
A ver si puedo acercarme a borrar la dichosa fecha. Eso es lo más importante.
Empecé a bracear como si nadara en una piscina y solo conseguí acercarme un
poco. Levanté la cabeza y vi que alguien estaba allí mismo, flotando en el aire
cerca de la fecha. ¿Quién era? Arrugué los ojos para enfocar más. Pude
distinguir unas gafas azules ¡Era Pedro!
- Pedro, tenemos que borrar la fecha de la pizarra. Acércate y bórrala -
grité desesperadamente.
- Pero, ¿por qué, Sagrario? ¡Esto mola! -decía Pedro riendo.
- Pedro, anda bórrala, por favor. Es muy
importante para mí -tenía que
convencerlo como fuera antes de que la
brisa le alejara más de la fecha de la
pizarra- Venga, si la borras hoy solo os
pongo tarea para la Tablet, nada de
actividades en el cuaderno ni fichas.
- ¿En serio? Venga, vale. La borro.
Y con asombrosa facilidad logró acercarse en un segundo sólo moviendo los
los brazos un poco y borró la fecha con la mano. En ese momento todos
empezamos a caer suavemente al suelo y la niebla fue poco a poco saliendo
por la ventana. Todos cambiaron las risas por un silencio enorme y nos miramos
atónitos porque…
¿Dónde estábamos? No estábamos en nuestra clase…
Era un laberinto de pasillos parecidos a los del colegio, pero no veíamos
nuestra clase y además…estábamos solos. ¿Y los otros niños del colegio?
Empecé a pensar que ser maestra podía ser muy duro.
- Sagrario, ¡ya lo tengo! ¡Tenemos que escribir bien la fecha! -dijo Mar
- Sí ¡Eso es! -exclamó Fernando- ¡Tenemos que buscar así nuestra clase!
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Yo estaba de acuerdo. Así que hicimos grupos. Héctor, Sergio, Isabel,
Gabriel, Paula y Pablo fueron por el pasillo más largo que salía hacia la
derecha. Juan, Jesús, Jimena, Pedro y Mar fueron de frente. Adri, Javi,
Fernando, Martina, Adja y Daniel hacia la izquierda.
Yo me quedé mirándolos a todos con ojos de susto.
- Sagrario, no encontramos nuestra clase -dijo Isabel cuando volvieron.
- Y hemos buscado por todas partes -dijo Paula muy bajito.
- Nosotros tampoco. No hay ni rastro -dijo Juan sonriendo. No parecía
preocupado.
- No hemos visto las clases de 2º, Sagrario -dijo Jesús. Se mostraba
tranquilo
- Además, estamos solos. ¡No hay nadie en el colegio! -dijo Martina
asombrada.
- No os preocupéis. Sois unos campeones y unas campeonas. Seguro que
podemos encontrar la forma de solucionar esto. Vamos a pensar algo -
dije yo sin saber muy bien qué hacer.
- ¿Nos levantamos las antenas, como hacemos siempre? -dijo Isabel
- Podíamos dibujar la clase y escribir la fecha -dijo Sergio- ¡Tenemos
que escribirla en algún sitio!
- ¡Si! -dijo Mar- ¡A ver si conseguimos escribir bien la fecha de hoy!
- ¡Genial! -dije muy convencida- Sí, Isabel, tienes razón. ¡Antenas arriba!
Julia, Pablo, Adja y Jimena, sois nuestros mejores dibujantes. Coged
papel y tendréis que esforzaros mucho en dibujar la pizarra de 2º C.
Podemos probar así.
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El grupo se tumbó en el suelo y se puso manos a la obra.
- Mirad, ya lo tenemos -dijo Julia contenta mostrando el dibujo.
Entre los cuatro habían hecho un trabajo estupendo. Saqué del bolsillo de mi
bata mi rotulador de corregir para escribir en la pizarra …
Lunes 04-02…
- Sagrario, no te equivoques ahora -dijo Gabriel
- Sí, Sagrario. Ten cuidado-añadió Pablo riendo- No sea que la niebla
vuelva otra vez.
- Aunque yo me lo he pasado muy bien hoy -dijo Adja riendo mirando a
Isabel y a Paula
- ¡Y Yo! -gritaron a coro varios niños
Olías 04-02-2021
Por fin conseguí escribir la fecha correctamente y…
Todos aplaudieron contentos porque allí mismo, delante de nosotros, estaba
la puerta de nuestra clase.
También podíamos oír a los niños y niñas de otras clases que recogían y
hablaban. ¡Menuda alegría!
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- Este sí es nuestro pasillo -dijo Pablo
- ¿Probamos a entrar a ver si flotamos en el aire? -dijo Jesús sonriendo.
- Esperemos que todo sea normal ya, Jesús -dije mientras abría la puerta
y comprobaba que no había niebla. Todo parecía por fin normal.
En ese momento sonó el timbre para irnos a casa y yo respiré aliviada.
Ese día me fui a casa pensando lo geniales que son los chicos y
chicas de 2º C
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Agradecimientos
Agradezco a Javi, Alex y Manu que comparten conmigo en el día a día,
opiniones, emociones, mucho cariño y todo lo demás. Tengo mucha suerte. A
Patrice, cómplice y también lector. Sois unos críticos fantásticos. Gracias a
todos.
A la directora del Colegio, Almudena Macías, que se presta a fomentar la
difusión de esta obra y apoya sin dudarlo este tipo de iniciativas. A las Chicas
de la guagua, que han puesto risas en el día a día y eso no viene nunca mal. A
las Fantásticas de 2º con quien he compartido conocimientos, experiencias y
muchas bromas, estas a salto de mata porque no había tiempo para más. A mi
Sister, apoyo y confidente. A las Lolonas, por hacer el día a día divertido. A
todos los compañeros y compañeras del CEIP “Pedro Melendo García” que
hacen fácil y agradable ir a trabajar con su buen hacer profesional. A la
Comisión de festejos por el buen ambiente que genera con sus mil y una ideas.
Muchas gracias, compañeros y compañeras. Sois inolvidables.
A los chicos y chicas de 2º C de la promoción de 2019 a 2021, que me han
inspirado estas historias. Las simpáticas ilustraciones que animan estas
páginas son vuestras. Adri, Jesús, Javi, Mar, Isabel, Julia, Paula,
Gabriel, Juan, Pablo, Jimena, Héctor, Daniel, Fernando, Sergio, Adja,
Pedro y Martina, muchas gracias. Os llevo para siempre en mi memoria.
Vuestra espontaneidad y vuestra inocencia me han llevado a escribir estos
cuentos sin escatimar fantasía. Espero que disfrutéis leyéndolos y sirvan
para que os hagáis un poquito más lectores, aunque sé que ya lo sois mucho.
Hasta siempre, campeones y campeonas de 2º C