Josep Antoni Garcia Rami Gestalt, Curso Superior II -‐ Abril 2011
El Asesoramiento Filosófico
EL ASESORAMIENTO FILOSÓFICO: “ARTE DE VIVIR, ARTE DE PENSAR“
Josep Antoni Garcia Rami 1
ÍNDICE
1. ¿Qué es el Asesoramiento Filosófico? ……………………….. ……………………….. 2 2. El Asesoramiento Filosófico y las terapias psicológicas y psiquiátricas. 4 3. Métodos y procedimientos del Asesoramiento Filosófico…………………….. 8
3.1. Escucha hermenéutica y comprensiva……………………………………… 9 3.2. Reinterpretación o resignificación……………………… …………………..10 3.3. Descubrimiento de visiones del mundo latentes ……………… ……. 11 3.4. La Mayéutica …………………………………………………………………………... 11 3.5. La eléntica o el arte de refutar ………………………………………………… 13 3.6. Clarificación de valores y de objetivos…………………………………….. 15 3.7. Análisis de creencias ………………………………………………………………. 15 3.8. Análisis de conceptos ……………………………………………………………… 16 3.9. Examen de los argumentos mediante el uso de la lógica …………. 17 3.10. Fundamentación de las opiniones verdaderas ………………………. 17 3.11. Reelaboración de la nueva cosmovisión ……………………………….. 17 3.12. Traer ideas filosóficas a las sesiones …………………………………….. 17 3.13. Tecnologías del yo ………………………………………………………………… 17 3.14. Experimentos del pensamiento: exploración mental de posibilidades. …………………………………………………………………………………. 18 3.15. Prácticas filosóficas ……………………………………………………………….. 18 3.16. Procedimiento fenomenológico …………………………………………….. 18 3.17. Contemplación y escucha interior …………………………………………. 18
4. A quiénes y a qué situaciones se dirige ……………………………………………… 20 5. Conclusión ………………………………………………………………………………………….. 21 6. BIBLIOGRAFÍA ……………………………………………………………………………………. 22
NOTA PREVIA:
Este trabajo es, en su mayor parte, un resumen del capítulo 1 (Diálogos para una vida filosófica) del libro “Arte de vivir, Arte de pensar: Iniciación al asesoramiento filosófico” de Mónica Cavalle y Julián D.Navarro, aderezado y salpicado convenientemente con alguno de los contenidos, reflexiones, explicaciones y citas entresacadas del resto de lecturas que se reseñan en la Bibliografía.
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1. ¿Qué es el asesoramiento filosófico?
Se trata de una nueva forma de relación de ayuda basada en la reflexión dialogada entre un filósofo y su consultante para, desde la perspectiva filosófica, clarificar preguntas, inquietudes o conflictos existenciales.1
Se enmarca en la Práctica Filosófica, movimiento intelectual de alcance internacional que pretende que la filosofía salga de su circuito cerrado académico y recupere su relevancia para la vida individual y social.
Esto es así porque en origen la filosofía nació como una guía en el “arte de vivir”, que incumbía a una comprensión profunda de la realidad y de nosotros mismos y a nuestra transformación interior.
“El discurso filosófico no esculpe estatuas inmóviles, sino que todo lo que toca desea volverlo activo, eficaz y vivo. Inspira impulsos motores, juicios generadores de actos útiles, elecciones a favor del bien”. (Plutarco)
Pierre Hadot, en su libro La philosophie comme manière de vivre, nos explica que la filosofía era un modo de vivir que debía practicarse en cada momento y debía transformar la vida del individuo. Con el paso del tiempo, este carácter vivencial de la filosofía se fue olvidando, y se creó una diferenciación entre la idea de filosofía y la idea de discurso filosófico. Hadot expone diversas razones para justificar este cambio. Como lo explica Montse Martí:
Una sería la satisfacción que proporciona el discurso, ya que es lo que permanece. Pero, sobre todo, hay una razón sociológica: la llegada de la enseñanza de la filosofía a la Universidad. Los profesores universitarios forman a otros profesores que serán especialistas, profesionales, y la filosofía se transforma en eso, una especialidad.2
Oficialmente se considera que el inicio de este movimiento es el año 1981, cuando el filósofo Gerd B. Achenbach abrió su consulta privada para ofrecer un servicio de facilitación de la reflexión filosófica sobre la propia vida. Llamó a su actividad “Práctica y consulta filosófica”, y es lo que actualmente conocemos como “asesoramiento filosófico” o “consultoría filosófica” u “orientación filosófica”. El asesoramiento filosófico es una de las formas en que se concreta la práctica filosófica.
Para Achenbach “aquel que ha estudiado filosofía ha de poder conciliar el pensamiento filosófico con la práctica y la experiencia de la vida”. No se limita a “suministrar una determinada filosofía”, sino que ha de dar “un paso adelante, por medio de la confrontación con los problemas reales que llevan a la gente a la consulta”. Según él, “un filósofo al que le falte una rica experiencia de la vida es ciego, pero al que tiene sólo experiencia de la vida le falta el conocimiento”. Afirma Achenbach que “la filosofía que se aprende en las universidades es - usando las
1 Cavallé, M./Machado, J.D: Arte de vivir, arte de pensar, Iniciación al asesoramiento filosófico, prólogo p.13 2 Martí Linares, Montse: LOS ANTIGUOS MÉDICOS DEL ALMA
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palabras de Hegel - un "en sí", algo teórico que para poder ser aplicado tiene que devenir un "para nosotros", es decir tiene que devenir nuestra verdad”.
El hecho es que del asesoramiento filosófico la gente espera una comprensión filosófica y no una comprensión de la filosofía. Esto significa: en el asesoramiento filosófico no se pide que seamos profesores de filosofía, sino filósofos. Puede parecer una paradoja el hecho de que adquirimos el reconocimiento que esta expectativa implica con la ofensa a nuestro narcisismo filosófico. La gente espera nuestro interés por el otro y no el intento de hacer nacer en el otro un interés por nosotros y nuestras cosas. La filosofía pierde su (de todas formas ficticio) monopolio de formular pretensiones, en el momento en que ella misma es pretendida. De hecho en el asesoramiento el filósofo debe hacer lo que ha pretendido del otro: prescindir de sí mismo, para llegar a sí mismo en lo que es distinto de sí. La finalidad del asesoramiento didáctico es por tanto “hacer bajar” al filósofo desde las alturas filosóficas de las teorías abstractas y de los problemas “especializados” de la filosofía, para llevarlo a los “bajos fondos” de los problemas cotidianos de la gente. Solo así él puede ser capaz de dirigir un diálogo filosófico y ser de ayuda a quien lo reclame como asesor.3
El filósofo asesor debe confiar en la capacidad transformadora de la filosofía y haberla verificado en si mismo, y debe sentirse capacitado para proporcionar a personas o grupos con dudas o retos una ayuda humana efectiva. Su función es la de facilitar la reflexión, sin paternalismos y huyendo de la relación jerárquica, ya que se debe respetar y fomentar la autonomía y la auto-‐responsabilidad del consultante. El fin no es utilitario, sino ayudar a vivir con más conciencia, claridad y profundidad.
Afirma Achenbach que la clarificación (Aufklärung) es “uno de los conceptos más importantes del asesoramiento filosófico –: no es preciso decir al consultante lo que debe hacer, sino explicarle exactamente lo que está haciendo, cómo se está moviendo, cuál es su comportamiento”4. Es decir, el objeto del A.F es evidenciar cuál es la concepción que uno tiene sobre sí mismo y sobre la realidad, “hacer evidente o visible para el consultante cuál es su propia filosofía personal”.
Debe ayudar a tomar conciencia de las creencias y actitudes básicas y a reflexionar críticamente sobre ellas. Esto es así porque el mundo de cada persona es una interpretación individual, es un mundo mental. Lo que pensamos o creemos sobre la realidad y sobre nosotros mismos, el significado que otorgamos a las cosas, a las personas o a las situaciones es el punto de partida para configurar e interpretar nuestra experiencia personal.
El filósofo asesor va más allá de lo que decimos creer o pensar: intenta sacar a la luz nuestra filosofía real, operativa, aquello que está detrás de nuestras emociones, actitudes y conductas. Para conseguirlo ha de existir una reflexión atenta y comprometida sobre nuestra filosofía personal que permita dilucidar las contradicciones o desarmonías que hay en nuestra vida, entre nuestras creencias y valores y lo que hacemos, decimos o somos.
3 Entrevista a Achenbach, revista Phronesis –semestrale di filosofia, consulenza e pratiche filosofiche- Anno II, numero 2, Aprile 2004. Pag. 127-142. Traducción de Saverio Navarino 4 Entrevista a Achenbach, revista Phronesis.
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El objetivo del asesoramiento filosófico es favorecer la coherencia interna, la madurez y la armonía con la realidad. Pretende que el consultante comprenda y “se comprenda”, y que viva con más conciencia y autenticidad… el horizonte de esta indagación abierta, libre y desinteresada es la verdad.
Decimos que es abierta porque es impredecible, puede llegar a satisfacer nuestras necesidades más genuinas pero es muy posible que estas no sean las que creemos tener en el momento de iniciar el proceso, porque lo que creemos ser y lo que pensamos que nos beneficia puede estar basado sobre un error.
La filosofía es, esencialmente, amor a la verdad. No una verdad única, absoluta o estática, sino la verdad vivida: es la unidad o congruencia entre nuestro ser, nuestras convicciones más profundas y nuestras palabras y acciones. Para reflexionar filosóficamente hay que estar dispuesto a desenmascarar toda forma de autoengaño, y mantener una actitud de respeto activo hacia la realidad.
En comparación con el coaching, que se orienta al logro de objetivos especificados por el cliente, para conseguir lo que éste considera su “éxito”, el asesoramiento filosófico no se pone al servicio del objetivo o deseo del consultante, sino que le invita a cuestionarse incluso sus objetivos, a reflexionar sobre si son genuinos o no, si son auténticos o no, si son propios o producto de una sugestión. Hay una posibilidad muy real de que un asesorado acabe cuestionando o rechazando las metas u objetivos que creía prioritarias inicialmente.
El objetivo es ayudar a vivir con más conciencia, profundidad y autenticidad.
2. El Asesoramiento Filosófico y las terapias psicológicas y psiquiátricas.
La filosofía, a diferencia de las terapias, no es un “medio para”, sino un fin en si misma, puesto que la comprensión profunda transforma y libera al ser humano de mucho sufrimiento inútil.
Achenbach dice, al respecto:
(…) si en un tiempo dominaba la interpretación religiosa (por ejemplo: quien está enfermo, lo está porque ha pecado), hoy domina el paradigma psicológico. La filosofía no se identifica ni con una interpretación ni con la otra. Ella es, por el contrario, una manera de comprender y de tomar conciencia del hecho de que normalmente interpretamos nuestra vida con categorías psicológicas5.
En cuanto a las psicoterapias (biomédica, conductismo, cognitivismo, psicoanálisis, psicología sistémica familiar, psicología humanista y existencial, la psicología transpersonal y la antipsiquiatría) hoy en día domina el paradigma cognitivo-‐conductual complementado con el modelo biomédico, monopolizando el campo de la formación académica psicológica y psiquiátrica en España. El psicoanálisis se ha constituido en la alternativa más usual a la práctica psicológica dominante.
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El asesoramiento filosófico no tiene una perspectiva psicológica ni médica: es existencial y filosófica. No se acude al modelo clínico ni a los paradigmas “salud/enfermedad” o “normalidad/anormalidad”, ni tampoco se basa en las categorizaciones tipo “síntoma”, “diagnóstico”, “tratamiento”, “curación”, etc. Es decir, no diagnostica ni etiqueta. Dice Achenbach: “El filósofo no trata con las enfermedades, sino con el enfermo”6.
Por lo tanto, no pretende curar o tratar enfermedades. No busca disfunciones o trastornos en la raiz de las dificultades de un cliente, sino que ve en estas los desafíos que se derivan de la trayectoria vital de la persona, como crisis, reajustes o desafíos “lógicos” o normales a los que se enfrenta un ser humano en su proceso de desarrollo. Esto es lo que los hace abordables desde la perspectiva de la filosofía.
En el A.F no se produce una relación jerárquica ni directiva, sino que se busca la mayor autonomía del cliente, a diferencia de los modelos biomédico, cognitivo-‐conductual y sistémico, más directivos y que establecen una jerarquía en la relación, de modo que el paciente ha de seguir unas determinadas indicaciones del terapeuta.
El A.F no condiciona conductas (como sí hace el conductismo o el modelo cognitivo-‐conductual), ni rastrea el inconsciente o la trayectoria vital del paciente para hallar causas biográficas (como sí hace el psicoanálisis), sino que se centra en la dimensión consciente y racional del sujeto, analizando sus ideas y creencias, bajo un enfoque filosófico y existencial.
No es, por tanto, una terapia que acuda a la filosofía ni una mezcla entre filosofía y psicología, ni es una nueva modalidad de psicoterapia. El filósofo asesor no es un terapeuta ni un profesional de la salud mental. Su formación y sus prácticas marcan diferencias con respecto a las psicoterapias.
Más que una ciencia exacta, el A.F. es un arte, y centra su atención en analizar la visión del mundo del individuo, para hallar la sabiduría y el crecimiento personal. Más que el bienestar o la utilidad se busca la verdad, aunque ambos extremos no son necesariamente incompatibles.
Ello no es óbice para que el asesoramiento filosófico tenga efectos terapéuticos, puesto que su objetivo es la transformación y la erradicación del sufrimiento inútil, lo cual permitiría que se hable de él como “terapia” siempre metafóricamente, en línea a como los antiguos calificaban a la filosofía como “garante de la salud del alma”. También lo podemos considerar terapéutico en base a la etimología de la palabra (therapeúein, que significa servir, cuidar).
La tradición griega distinguía tres esferas en la filosofía:
1. La epistemología, cuyo objetivo es establecer el criterio que permite alcanzar el verdadero conocimiento (episteme), en contraposición a la mera opinión (doxa).
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2. La ontología, que se pregunta cómo es la realidad que quiere alcanzar el verdadero conocimiento. Por tanto, se plantea qué cosas o qué seres habitan esa realidad, incluidos nosotros.
3. La ética, cuya pregunta fundamental es “¿Qué he de hacer?, y así discernir cuál es la esencia de las acciones justas, correctas o debidas y cuál es la naturaleza de las acciones que se encaminan a hallar la felicidad, el objetivo supremo de la filosofía.
Así pues, la filosofía se plantea como objetivo la vida buena y la felicidad, algo que también se plantea la terapia. Platón, Aristóteles, Epicuro o los estoicos consideraban que la enfermedad era el sufrimiento causado por la ignorancia o por el vicio y que para curarla era preciso adquirir conocimiento y alcanzar la virtud. Es decir, la filosofía era vista como una cura o medicina para el alma.
Es cierto que no todas las psicoterapias se basan en los paradigmas clínicos o médicos, ni a los reduccionismos psicologistas, porque algunas han advertido que estos son limitadores, y por ello han acudido a la filosofía en sus métodos y enfoques: es el caso de las psicoterapias humanistas y existenciales7, la logoterapia, la psicología transpersonal, la antipsiquiatría y la terapia racional emotiva-‐conductual de Albert Ellis.
Este último afirma:
“A la edad de 16 años estudié Filosofía como afición, mucho antes de que se me hubiera ocurrido hacerme psicoterapeuta. Estaba especialmente interesado en la filosofía de la felicidad humana. Así que empecé a imaginar maneras para que la gente – ¡en especial, yo mismo!- pudiera reducir sus trastornos emocionales y aumentar su sentido de realización vital. Después de
7 La Psicoterapia Existencial es un enfoque terapéutico que fundamenta su aproximación al ser humano en la Filosofía Existencial. Consiste en una profundización y sensibilización en la visión del terapeuta hacia los temas existenciales; así como en el desarrollo de una práctica terapéutica especialmente relacional e intersubjetiva, con lo que se inscribe dentro de los enfoques posmodernos y de vanguardia. Es un enfoque filosófico que mira los problemas o asuntos que emergen y provocan estrés como la consecuencia de las dificultades encontradas por el hecho de vivir, en vez de cómo indicadores de una enfermedad o salud mental.
Algunas de las metas del enfoque son:
• Construir herramientas para sostener y atravesar las experiencias que la existencia nos ofrezca, aumentando la
conciencia de las posibilidades.
• Ampliar la perspectiva de sí mismos y del mundo que nos rodea; facilitando encontrar claridad sobre como
proceder en el futuro, tratando de aprender las lecciones del pasado y creando algo valioso para vivir en el presente
(van Deurzen, 1990).
• Ofrecer un espacio para examinar, confrontar y clarificar las formas como entendemos la vida, los problemas
encontrados a través de existir y los límites impuestos a las posibilidades inherentes del ser-‐en-‐el-‐mundo (Spinelli,
1989).
• Clarificar las diversas maneras de enfrentarnos a los hechos dados simplemente por existir: como la inevitabilidad
de la muerte propia o de nuestros seres queridos, la libertad de construir la vida que deseamos, nuestra soledad
existencial, y la ausencia de cualquier sentido obvio de la vida (Yalom, 1989). La Terapia Existencial considera a la persona como fundamentalmente en relación con los diferentes factores de la existencia. Utiliza el método fenomenológico y el diálogo terapéutico directo, basado en una relación personal y real entre cliente y terapeuta.
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aplicar esas sensatas filosofías a mi propia vida, raramente me sentía desdichado por algo. Y cuando empecé a practicar terapia en 1943, empecé a enseñar a mis cliente parte de la sabiduría había aprendido. (…) A los 40 años reemprendí los estudios que había empezado en la adolescencia, pero esta vez no como afición, sino para desarrollar una teoría que ayudara a las personas a trabajar con sus problemas emocionales. Volví a las obras de varios filósofos antiguos, entre ellos los orientales: Confucio, Buda y Lao-Tse; a los griegos y romanos, especialmente Epicuro, Epicteto y Marco Aurelio. También releí a varios filósofos modernos, como Spinoza, Kant, Dewey, Santayana y Russell, para ver qué decían sobre la desdicha y la felicidad. ¡Y decían mucho! Basándome en algunas de estas filosofías, fundé la terapia racional emotiva-conductual (TREC) en enero de 1955.”
Erich Fromm dice también:
“La mayoría de los hombres piensan que la Psicología es una ciencia relativamente moderna. Opinan eso porque la palabra psicología se difundió en general en los últimos 100 o 150 años. Olvidan, sin embargo, que hay una psicología anterior a ésta, que se extendió más o menos desde el año 500 a d C hasta el siglo XVII, aunque no se le haya llamado psicología, sino ética, y también, más frecuentemente, filosofía; pero no era otra cosa que psicología. ¿Cuáles eran entonces la naturaleza y los fines de esta psicología premoderna? A esto se puede responder muy sucintamente: era el conocimiento del alma del hombre con el fin de convertirlo en un hombre mejor”. (FROMM, p.114)
Como el A.F. estos modelos de psicoterapia prefieren no hablar de enfermedades o transtornos, sino de malestar, problemas, conflictos o crisis vitales o personales. También evitan las categorías diagnósticas clínicas y el consiguiente etiquetamiento social que pretende “normalizar” o “adaptar” según los criterios sociales. Coincide también su enfoque no jerarquizado. Y además, en las terapias humanistas o existenciales también hay lugar para centrarse en la dimensión racional y consciente del individuo, para analizar sus ideas y creencias, y re-‐alimentarlo en un marco filosófico-‐existencial.
El método del diálogo también es utilizado por estas nuevas psicoterapias, así como la perspectiva social y holística, y estas también buscan y compatibilizan verdad y utilidad, y por supuesto, comparten la idea de que la verdad buscada es contextual, personal y que no debe ser impuesta ni directa ni indirectamente al individuo.
No deja de ser recomendable que un asesor filosófico enriquezca su bagaje con la herencia que la psicología moderna y las psicoterapias han aportado al conocimiento del ser humano y a las dinámicas de relación de ayuda. También es recomendable que el asesor sepa reconocer el perfil de las principales patologías psiquiátricas8, para descartar los casos en los que hay dificultades cognitivas que
8 Achenbach, revista Phronesis: “En lo que respecta a las herramientas de la psicología, es necesario que el asesor tenga un “sensor” para las enfermedades psíquicas. Tiene que ser capaz de reconocer si la persona está afectada por malestares psíquicos. En ese caso se le aconsejaría ir a un psiquiatra”.
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impedirían o dificultarían su metodología y para, en definitiva, mejorar la calidad de su ayuda. Como dice Achenbach: “El filósofo asesor es ya por esa razón un conocedor de la psicología, porque, repito, las personas tienden a interpretarse a sí mismas y a los demás psicológicamente”9.
En lugar de adjudicar el papel de “psicoterapia” al Asesoramiento Filosófico, quizás sería mejor decir que algunas perspectivas de la psicoterapia tienen una esencia o naturaleza filosófica, quizás porque durante el siglo XX las diferentes escuelas de psicología han ocupado el vacío que la filosofía dejó en los últimos siglos de la historia occidental.
3. Métodos y procedimientos del asesoramiento filosófico.
En el primer apartado se ha explicado que el objeto del asesoramiento filosófico es filosófico, es decir, se centra en la filosofía personal del asesorado para que pueda comprender y comprenderse.
Precisa de una actitud filosófica y de métodos filosóficos.
La actitud es filosófica cuando:
-‐ se sustenta en un compromiso con la verdad. Su finalidad no es el mero bienestar, al precio que sea, si no la serenidad lúcida y la libertad interior que se alcanza cuando la veracidad es el eje que otorga unidad y coherencia a la propia vida.
-‐ el asesor plantea preguntas radicales y fundamentales, no sólo las referidas a los aspectos particulares de la vida del consultante, sino lo que le proporciona dirección, unidad y sentido.
-‐ las situaciones o problemas planteados se dilucidan a la luz de la vida del consultante, como algo unitario, propio de la idiosincrasia del individuo e indivisible.
Los métodos, técnicas o procedimientos son filosóficos porque están dirigidos a propiciar comprensiones filosóficas, mediante la toma de conciencia y el diálogo racional.
Estos métodos han de ser abiertos, sin objetivos prefijados, permitiendo que la conversación permita una penetración creativa en lo desconocido, aceptando la incertidumbre que ello conlleva. Es posible, incluso, discutir o cuestionar los mismos procedimientos utilizados en el A.F, como afirma la filósofa asesora Anette Prins-‐Bakker. Esto último ha llevado a algunos filósofos asesores a afirmar que el asesoramiento filosófico no tiene método. Afirma Achenbach: “El pensamiento filosófico no se mueve por senderos trillados, sino que busca en cada momento el
9 Revista Phronesis
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“camino correcto”, cada vez uno nuevo; no se sirve de procesos rutinarios, sino que los sabotea para iluminarlos mejor”.10
Los procedimientos o métodos filosóficos más comunes són:
3.1. Escucha hermenéutica o comprensiva.
La palabra “hermenéutica” significa descifrar, interpretar y/o comprender un mensaje o un texto. Por tanto, la escucha del asesor filosófico será hermenéutica cuando pretenda interpretar o comprender el “texto”, es decir, la persona que busca su asesoramiento.
No se trata simplemente de atender a lo que dice el consultante, sino tambien “escuchar” su lenguaje corporal (y si este es congruente o no con lo que está diciendo verbalmente), el tipo de expresiones que utiliza, aquello que prioriza u obvía, las reiteraciones o fijaciones de su discurso, aquello que supone, etc. Es decir, su filosofía personal: lo que piensa sobre sí mismo y sobre la realidad, sus creencias y actitudes básicas sobre la vida, su jerarquía de valores, objetivos, etc.
Ha de ser una escucha empática, atenta, multidimensional y carente de categorías previas. Su objetivo es “ver” y facilitar que el asesorado “vea”. Según Achenbach “el filósofo ve más que los demás”, y ha de poner esta capacidad al servicio del asesorado.
Es cuando el asesorado corrobora y comparte esa visión no solo intelectualmente, sino como un reconocimiento íntimo, que el asesor sabrá que no está “interpretando” sino “viendo”.
Se puede traducir la expresión “escucha hermenéutica” como “escucha comprensiva”, porque el asesor filosófico no pretende construir explicaciones, sino simplemente comprender, tener una visión simple y directa de lo que es.
Dice Achenbach:
Si interpreto a alguien, creo entenderlo mejor de como él se entiende a sí mismo. En el asesoramiento filosófico no se va más allá, o mejor dicho, detrás del discurso efectivo, o sea del discurso que nos viene presentado por quien nos cuenta un problema, sino que se da peso e importancia precisamente a lo que es dicho, evitando así atacar al huésped con preguntas de este tipo: "¿por qué ha dicho esto?", o: "¿qué quería decir con eso?, etc. Hay una regla: toda interpretación que cree comprender mejor al otro tiene un criterio de evaluación.11
Comprender, para el asesor, significa no solo entender más que el asesorado sino entender “lo que entiende” el asesorado. Según Kierkegaard, “ser maestro
10 Achenbach, Gerd: ¿Qué es la Orientación Filosófica?” 11 Revista Phronesis
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no significa simplemente afirmar que una cosa es así… No, ser maestro en el sentido justo es ser aprendiz. La instrucción empieza cuando tú, el maestro, aprendes del aprendiz, te pones en su lugar de modo que puedas entender lo que él entiende y de la forma en que él lo entiende”.
“Entender lo que el asesorado entiende y la forma en que lo entiende” equivale a captar la filosofía personal del consultante.
La comprensión real requiere descubrir la filosofía operativa que subyace a la situación personal que deseamos comprender, es decir, su razón de ser, orientada a conseguir algo que dicha persona percibe como un beneficio.
El filósofo asesor ha de recordar que:
-‐ las concepciones sobre la realidad no siempre equivalen a lo que uno dice o cree que piensa.
-‐ Casi todos los impulsos, conductas y emociones ocultan concepciones sobre la realidad.
-‐ No hay impulsos o conductas “intrínsecamente” autodestructivas. Aunque nos destruyan, dichas conductas son percibidas subjetivamente como un bien.
-‐ Todo comportamiento humano es comprensible, porque tiene un sentido y una razón de ser, a la luz de la filosofía personal de cada uno.
-‐ El hecho de que sea comprensible no implica que sea justificable ni moralmente aceptable, ni implica negar la responsabilidad individual sobre las propias acciones.
Cuando el asesorado se siente comprendido podrá entender que toda conducta es comprensible y por tanto estará más capacitado para comprender a los demás en sus propios términos, lo cual le permitirá liberarse de los vínculos de ira o de resentimiento. Simplemente, decidirá alejarse de los que no le apoyan, pero tras liberarlos de sus propias expectativas y exigencias, lo que conlleva, también, su propia liberación.
No hay verdadera liberación ni transformación sin comprensión filosófica… para un filósofo asesor “nada humano le ha de resultar ajeno”.
3.2. Reinterpretación o resignificación.
Otro objetivo del asesor es favorecer que el asesorado perciba su situación bajo un nuevo enfoque o perspectiva, que vea lo mismo bajo una nueva luz, es decir, que reinterprete o dote de un nuevo significado el problema.
Reinterpretar o resignificar no es un truco ni una estrategia terapéutica, sino que se basa en una convicción filosófica:
-‐ En todo lo que hacemos buscamos lo que subjetivamente percibimos como un bien.
-‐ Los defectos no son más que la ausencia o expresión limitada de una cualidad, es decir, son cualidades poco desarrolladas.
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-‐ El mal tiene realidad privativa, no sustantiva o positiva. Es decir, el mal es la ausencia del bien.
Ya en el pensamiento socrático aparece esta intuición, cuando afirma que la raiz última del mal no es la pura mala voluntad, sino la ignorancia.
“¿No es acaso evidente que los que ignoran el mal no lo desean y que el objeto de sus deseos es una cosa que ellos creían buena, aun cuando fuera mala, de manera que, deseando ese mal que desconocen y que creen que es un bien, lo que en realidad desean es un bien? (…) ¿Hay, pues, un solo hombre que apetezca sufrir y ser desdichado? (…) Por consiguiente, Menón, nadie puede apetecer el mal”. (PLATÓN, Menón, 77 d-‐e)
3.3. Descubrimiento de visiones del mundo latentes.
La escucha comprensiva permite sacar a la luz los modelos del yo-‐en-‐el-‐mundo del consultante. El asesorado toma conciencia de su filosofía personal y de la íntima vinculación de ésta y sus actitudes cotidianas.
Afirma Achenbach:
“El filósofo se toma en serio a su consultante: no lo comprende mediante teorías –esto es, de forma esquemática- ni como si fuese “un caso particular”, sino más bien como lo que verdaderamente es, como un ser único. No utiliza, pues, ningún tipo de “medida” (como por ejemplo, la categoría de “salud”), puesto que la cuestión esencial es si el consultante vive conforme a sí mismo, o como diría Nietzsche: si ha llegado a ser lo que es.”12
3.4. La Mayéutica.
Según el Diccionario de la Lengua Española, mayéutica significa “arte de partear”. Se usa para nombrar el arte de provocar, mediante la palabra, el alumbramiento en el alma del discípulo de nociones que éste tenía en sí, sin él saberlo.
Sócrates es el inspirador de esta práctica, basada en indagaciones dialogadas que favorecen que el interlocutor examine su propia vida, respetando su autonomía y sin imponerle qué o cómo ha de pensar o vivir.
Sócrates cuestionaba hábilmente a sus interlocutores para que tomaran conciencia de sus creencias erróneas y alumbrara sus propias comprensiones.
Esto es su conocido “Arte mayéutica”, diálogo orientador mediante preguntas, para sacar la sabiduría interna latente del interlocutor. Dice Sócrates, según las palabras que Platón le atribuye en el diálogo Teeteto: “Mi arte mayéutica tiene seguramente el mismo alcance que el de las comadronas, aunque (…) tiende a provocar el parto en las almas y no en los cuerpos. (…)”
12 Achenbach, Gerd: “¿Qué es el Asesoramiento Filosófico?”
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El asesoramiento filosófico no propone un modo de vida específico como panacea, sino que ayuda a que cada cual encuentre y encarne su particular filosofía de vida. Así, como Sócrates expresa en el diálogo Menón, aquél que se somete a su mayéutica “sabrá sin haber tenido maestro, gracias a simples preguntas, habiendo vuelto a encontrar en si mismo y por si mismo su ciencia”(Menón, 85 d), por lo que “hay que admitir, por tanto, que estas comprensiones se encontraban ya en él” (Menón, 85 c)
Así pues, según la mayéutica no hay maestro, “porque la investigación y el saber no son más que reminiscencias” (Menón, 81 d), es decir, recuerdos de un conocimiento anterior olvidado.
Mediante este método, el filósofo asesor pretende que el asesorado descubra que sabe de forma latente mucho más de lo que imaginaba y que dentro de él están los elementos necesarios para constituirse en su propio y más cualificado maestro.
Si unimos este concepto de “reminiscencia” con la “comprensión”, el asesorado no incorpora un saber que le viene del exterior, sino que siente que el conocimiento brota de su interior, y por eso esto va acompañado de una sensación de re-‐conocimiento, de “despertar” (¡Ah, claro… era esto!), ante el recuerdo de una realidad más originaria que habíamos olvidado. Esto le da a la comprensión un inconfundible sabor a certeza.
A este respecto, puede ser ejemplificador la siguiente anécdota que el psiquiatra, novelista y terapeuta existencial Irvin D.Yalom, reseña en su libro “Mirar al Sol – La superación del miedo a la muerte”:
“Jill, una paciente a la que la ansiedad ante la muerte atormetaba hacía ya mucho tiempo, solía equiparar la muerte a la ausencia de sentido. Le pedí que me contara cómo había llegado a desarrollar ese pensamiento. Recordaba con nitidez la primera ocasión en que surgió. Cerrando los ojos, describió una escena en la que, a los nueve años, estaba sentada en el columpio del porche de su casa, lamentándose por la muerte del perro de la familia.
-‐ En ese preciso momento –dijo- me di cuenta que todos debemos morir. Nada tenía sentido, ni mis clases de piano, ni tender mi cama a la perfección, ni las estrellas doradas que la escuela concedía por asistencia perfecta. ¿Qué sentido tienen las estrellas doradas si todo desaparecerá?
-‐ Jill – le dije- , tienes una hija de unos nueve años de edad. Imagina que te preguntara: “Si vamos a morir, ¿cómo o por qué deberíamos vivir?” ¿Qué le responderías? Sin vacilar, contestó:
-‐ Le hablaría de los muchos gozos de la vida, de la belleza de los bosques, del placer de estar con amigos y familiares, la felicidad de darles el amor a los demás y hacer del mundo un lugar mejor.
Cuando terminó, se reclinó en un sillón y abrió mucho los ojos, atónita ante sus propias palabras, como si dijese: “¿De dónde salió eso?”
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- Buena respuesta, Jill. Hay mucha sabiduría dentro de ti. Esta no es la primera vez que dices una gran verdad cuando imaginas que aconsejas a tu hija acerca de la vida. Ahora, debes aprender a ser tu propia madre”.13
El diálogo mayéutico está formado por los siguientes elementos:
-‐ Un diálogo reflexivo de este tipo implica un compromiso explícito con la verdad: “La ley de mi verdadera naturaleza me impide todo trato con la mentira y el encubrimiento a ultranza de la verdad” (Teeteto, 151 d).
Es un diálogo cooperativo y requiere un clima de confianza y amistad.
-‐ El facilitador del diálogo ha de tomar como punto de partida lo que el otro reconoce saber y avanzar al hilo de lo que el asesorado va reconociendo progresivamente por si mismo.
-‐ Diálogo significa “a través del logos” (razón o palabra). Por eso, se centra en la fuerza de las comprensiones y argumentos que tienen autoridad en si mismos.
Sócrates no refutaba a las personas, sino a su logos, que para él no eran solo razones o palabras individuales, sino una realidad superior a los individuos que se canaliza en virtud de ellos y que guía a la mente y la impulsa: “Iremos allí donde nos lleve el viento de nuestra argumentación” (PLATÓN, República, 394 d).
Para Sócrates el diálogo es una experiencia de contacto pleno con el logos, de escucha y obediencia al logos. Esto implica también amor a la verdad, a la realidad. El filósofo dirige el diálogo mediante sus preguntas y aportaciones, pero la autoridad no radica en él, sino en el logos, en el propio diálogo, en los razonamientos que emergen luminosamente de él.
Esto es, pues, una reflexión dialogada no jerárquica.
-‐ Sócrates no sólo hace preguntas, aporta sugerencias, introduce digresiones, decide qué procedimientos o métodos pueden ser útiles. Todo esto no contradice el espíritu mayéutico, porque sus contribuciones también están sujetas a debate y orientadas a propiciar un clima que permita alumbrar y madurar las propias comprensiones del interlocutor. La mayéutica no es únicamente un método, es un talante.
3.5. La eléntica o el arte de refutar
La eléntica (elenchos=objeción) es un procedimiento negativo que se basa en la refutación de un argumento mediante preguntas y respuestas.
13 Yalom, Irvin D. Mirar al Sol, ed.emecé, abril 2008, pp.123
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Puede preceder o no a la mayéutica, a la reminiscencia o alumbramiento de una verdad. Sócrates, en los primeros diálogos platónicos, acostumbraba a retomar una afirmación de su interlocutor y hacerle preguntas para comprobar la validez de la misma. Esas preguntas permitían sacar a la luz las creencias latentes del interrogado y evidenciar las contradicciones en ellas existentes.
“Contesta ahora a mis preguntas con el mejor celo y disposición y, si al examinar alguna de las cosas que tú dices me parece encontrar algo ficticio y no verdadero, ten por seguro que lo apartaré y lo rechazaré”. (Teeteto, 151 c)
Al ir refutando lo falso o insatisfactorio, se termina alcanzando la definición adecuada o, más a menudo, el diálogo se detiene en la aporía, que consiste en que el interlocutor no ha alcanzado un conocimiento positivo, pero al menos sabe que lo que creía saber no es verdad.
“Si después de lo que queda dicho, Teeteto, tratas de concebir o concibes realmente algo mejor, no cabe duda de que habrás alcanzado la plenitud de la ciencia a través de este examen. Pero si, en cambio, permaneces vacío de todo, entonces serás menos pesado para los que frecuentan tu trato, e incluso más humano, porque ya no pensarás que sabes lo que realmente no sabes. Este es todo el poder de mi arte”. (Teeteto, 210 b-‐c)
La aporía, para Sócrates, ya supone un avance en el conocimiento: el reconocimiento de la propia ignorancia, un estado que aviva el deseo de saber y que proporciona el asombro y la curiosidad necesarios para buscar la sabiduría.
Mediante la refutación “le hemos ayudado en gran manera a descubrir en qué lugar se encuentra él en relación con la verdad. Pues ahora, puesto que sabe que ignora, tendrá gusto en investigar”. (Menón, 84 b).
Sócrates daba mucha importancia a este estado de apertura creativa originado por la conciencia de la propia ignorancia. Es interesante, a este respecto, recordar la anécdota siguiente: cuando Critón informó a Sócrates de que el oráculo de Delfos había dicho que él era el más sabio de los hombres, se quedó perplejo porque no se sentía sabio, pero creía que el oráculo no podía mentir. Preguntó a los considerados sabios para probar su sabiduría y acabó concluyendo que su superioridad radicaba en que él al menos sabía que no sabía, mientras los supuestos sabios sólo creían saber.
La incertidumbre es dinámica y creativa, ya que “el orígen del pensamiento se encuentra en una perplejidad, una confusión, una duda” (DEWEY, pp.30)
La eléntica genera la apertura necesaria para que el asesorado pueda aceptar la reminiscencia y experimente el despertar de la virtud del alma.
Aunque no proporcione un conocimiento positivo, la refutación permite que el asesorado discierna y comprenda la diferencia entre la mera opinión y el verdadero conocimiento.
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Hay diferencias, no obstante, entre el arte mayéutica y la refutación socrática y el método actual del asesor filosófico:
-‐ el marco o contexto es diferente. En el asesoramiento filosófico se trata de una relación de ayuda en la que el asesorado solicita los servicios del asesor, por lo que el asesor cuenta con el consentimiento del asesorado para adentrarse en la indagación dialogada. El asesor informa del método, de la naturaleza de su trabajo y de lo que se puede o no esperar de él; el asesorado puede elegir libremente el tema a tratar y cuando poner fin a las sesiones. Sócrates, en cambio, buscaba a sus interlocutores, iniciaba el diálogo sin contar con el consentimiento del interlocutor y no informaba de su objetivo o intenciones.
-‐ Sócrates utilizaba la ironía como recurso, sus preguntas confundían intencionadamente al interlocutor, provocándole vergüenza, confusión y perplejidad. Bromeaba, fingía torpeza o ignorancia, importunaba para “despertar” o espolear la conciencia del interlocutor. En el asesoramiento filosófico no existe este elemento irónico, y si hay humor o leve ironía nunca es a costa del interlocutor.
-‐ Sócrates no tenía ningún problema en dejar a sus interlocutores sumidos en la perplejidad o en culminar sus diálogos con una aporía. En el A.F la aporía tiene una función preparatoria, pero se intenta no detenerse ahí, sino continuar en la mayéutica.
-‐ El filósofo asesor tiene en cuenta también a la persona y no es indiferente a los factores psicológicos y emociones que están en juego en el proceso. Es decir, cuida al asesorado dosificando el cuestionamiento o refutación, ofreciendo apoyo y confianza. Intenta que el diálogo sea grato y que el propio asesorado marque su ritmo.
3.6. Clarificación de valores y objetivos.
Para saber cuál es la cosmovisión del consultante hay que conocer cuáles son sus valores y objetivos.
Un “valor” es lo que moviliza al asesorado en su vida cotidiana, lo que le motiva, lo que percibe como intrínsecamente valioso y que dinamiza su atención, su energía y su voluntad, aquello que considera bueno o que despierta su estima.
El diálogo filosófico permite esclarecer cuáles son los valores del asesorado, los teóricos y los operativos.
Esta toma de conciencia permite comprender que muchos conflictos personales arraigan en:
-‐ la desarmonía entre valores que querríamos que dirigieran nuestra vida y nuestros verdaderos valores, operativos.
-‐ Conflictos entre valores -‐ Confusión entre los bienes relativos (dinero, seguridad) o bienes que
son un fin en sí (libertad interior, amor activo o compromiso con la verdad)
-‐ Falta de claridad con respecto a cuáles son nuestros valores.
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3.7. Análisis de creencias
Una creencia es una convicción o concepción más o menos firme que tenemos sobre la realidad y sobre nosotros mismos. Confiamos lo suficiente en ella como para actuar conforme a ella.
Son creencias también “las cuestiones que aceptamos como incuestionablemente verdaderas, pero que pueden ser cuestionadas en el futuro. Proceden de la tradición, de la instrucción, de la imitación, es decir, de alguna autoridad, o bien redundan en nuestro beneficio personal o van acompañadas de una intensa pasión. Son prejuicios, es decir, ideas preconcebidas (…)” (DEWEY, p.25)
Dewey sostiene que el pensamiento reflexivo, fundamento de la vida filosófica, debe investigar los fundamentos de nuestras creencias, sus evidencias, pruebas y avales, es decir, el análisis y “el examen activo, persistente y cuidadoso de toda creencia o supuesta forma de conocimiento a la luz de los fundamentos que la sostienen y las conclusiones a las que tiende” (DEWEY, p.25)
El asesor ha de ayudar al asesorado a rescatar las creencias latentes tras una pauta de conducta. Un modo de hacerlo es pedir al asesorado que describa el diálogo interno que mantiene antes y durante la activación de las creencias. Por ejemplo, un patrón de ira e impaciencia va acompañado de la idea: “las cosas deberían ser de una determinada manera y yo sé cuál es esa manera”.
Al descubrir la naturaleza de su diálogo interno, el asesorado advierte el origen accidental, arbitrario, de sus creencias. Puede que esté de acuerdo con esas creencias, aunque admita que le producen conflictos improductivos a su vida. La refutación puede ayudarle a desvelar en qué punto radica la limitación de sus planteamientos y qué hay de valioso en ellos que le justifica su resistencia a cuestionarlos.
Una creencia está viva sólo cuando aún “nos la creemos”. Cuando ya no le damos crédito, no hay que abandonarla: ella misma nos abandona.
El asesorado, pues, aprende a ser dueño de sus respuestas, sin reacciones mecánicas, eligiendo libremente una nueva forma de pensar, la más adecuada y realista, y una nueva línea de acción, porque ya no cree que las pautas que alimentaban su diálogo interno sean algo intrínseco a su persona, sino que se trataban de hábitos adquiridos inadvertidamente y mantenidos por la falta de autoexamen (introyectos?).
Como ayuda para este trabajo, se puede invitar al asesorado a que “represente” la pauta de emoción o conducta que desea comprender: el personaje iracundo, el controlador, el victimista… Identificar al personaje falaz, caricaturizándolo y describiéndolo con sentido del humor, permite desenmascarar la inconsistencia del diálogo interno que lo sostiene e ir superándolo progresivamente.
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El análisis de creencias suele ir acompañado de los siguientes tres procedimientos.
3.8. Análisis de conceptos.
Sócrates utilizaba el elencos para definir conceptos. Esta búsqueda socrática del significado de los conceptos también se utiliza en el asesoramiento filosófico. A veces, los problemas o dudas del asesorado tienen su raiz en una falta de claridad sobre el significado de conceptos básicos como el “amor”, la “libertad”, la “identidad”, la “justicia”, etc.
3.9. Examen de los argumentos mediante el uso de la lógica.
Mediante la lógica filosófica, se puede discriminar los buenos y malos razonamientos, detectar las falacias (formales o informales) e incorrecciones. A diferencia de la eléntica, este examen permite no solo refutar creencias o argumentos, sino tambien ratificarlos o fundamentarlos.
3.10. Fundamentación de las opiniones verdaderas.
En los diálogos socráticos se distingue dos modos de conocimiento fundamentales: la ciencia (epísteme) y la opinión (doxa).
La ciencia es el conocimiento cierto y profundo sustentado en una percepción directa de la naturaleza de las cosas y en los buenos razonamientos, mientras que la opinión es el conocimiento superficial, inestable y susceptible de error.
Para Sócrates, incluso las creencias correctas u opiniones verdaderas pueden no superar el plano de la opinión, y por tanto, no ser un verdadero saber, si han sido alcanzadas por casualidad, por el azar, por corazonadas sentimentales o por la educación recibida o influencia del entorno.
El asesor someterá a examen incluso las opiniones verdaderas del asesorado para que se arraiguen y se sostengan en una penetración directa en la naturaleza del asunto en cuestión y se profundicen tras una reflexión sólida y persistente.
3.11. Reelaboración de la nueva cosmovisión.
Para pasar de la opinión al verdadero saber hay que ir conectando las nuevas comprensiones para formar un todo más amplio, la filosofía global de vida. Por ello, hay que seguir madurando dichas comprensiones e integrarlas en el propio ser mediante la reflexión y una práctica de vida que esté en armonía con ellas.
3.12. Traer ideas filosóficas a las sesiones.
Es un procedimiento optativo que puede utilizarse para ilustrar y enriquecer las conclusiones a las que ha llegado por sí mismo el asesorado y para enriquecer su horizonte y sus referencias.
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3.13. Tecnologías del yo.
Se trata de utilizar otros procedimientos aparte del discurso conceptual, así como los filósofos orientales no limitaban la filosofía al discurso verbal: llevaban a cabo algunos ejercicios (askesis) filosóficos, que, según Michel Foucault son “técnicas que permiten a los individuos efectuar un cierto número de operaciones en sus propios cuerpos, almas y en sus conductas, y ello de un modo tal que los transforme a sí mismos, que los modifique, con el fin de alcanzar un cierto estado de ser, de plenitud, de felicidad” (FOUCAULT, p.48)
Estos ejercicios han de facilitar de modo no conceptual ni discursivo el acceso directo a ciertos estados y disposiciones interiores. Y son filosóficos porque:
-‐ alumbran una intuición filosófica (la relajación no se incluiría) -‐ implican un acrecentamiento de la conciencia, de la atención de la
lucidez (no se incluyen ejercicios que conlleven sugestión, hipnosis o disminución de la atención)
Además han de ser asépticos, es decir, no asociados a ninguna cosmovisión en particular.
3.14. Experimentos del pensamiento: exploración mental de posibilidades.
Los experimentos del pensamiento permiten proyectar y explorar mentalmente una hipótesis, situación u opción vital posible. Por ejemplo, invitar a una persona que dice no saber lo que quiere, a imaginarse con una edad muy avanzada haciendo un repaso de su vida y advirtiendo qué hubiera deseado haber dejado atrás, que hubiera lamentado dejar de hacer, etc. (Visualización)
3.15. Prácticas filosóficas.
Prácticas filosóficas en la vida del asesorado para continuar y asentar la práctica realizada en el marco de las consultas.
Recapitular lo acontecido durante el día para tomar conciencia de las propias conductas y disposiciones; técnicas de vigilancia y de atención a si mismo; observación desapegada de pautas que se deseen comprender; momentos dedicados a la reflexión y a la lectura filosófica; mantenimiento de un diario; apuntar ideas que se quieran incorporar en la nueva filosofía de vida; revisar el día con gratitud, para desarrollar la capacidad de apreciación; actividades para poner nuestra incrementada toma de conciencia al servicio de causas nobles o justas, que trasciendan la propia individualidad; etc.
3.16. Procedimiento fenomenológico.
Invitar al consultante a entrar en contacto con su experiencia inmediata, su vivencia presente, y a no evadirse de ellas mediante especulaciones hipotéticas o teóricas.
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Evitar racionalizaciones e intelectualizaciones que alejan al consultante de la visión y la experiencia directa.
3.17. Contemplación y escucha interior.
Escucha receptiva de lo que se siente y se percibe, toma de conciencia directa. El asesor escucha al interlocutor, escucha el logos expresado en el diálogo, se escucha a si mismo.
El filósofo favorece esta escucha cuando también confía en el fondo del asesorado y es sensible y respetuoso con su proceso y en ningún caso lo violenta o juzga desde ideas preconcebidas sobre cómo debería desenvolverse y a qué ritmo.
La confianza es imprescindible: confianza en el proceso de indagación, en la propia sabiduría latente, en el logos, en el fondo de la realidad.
El diálogo filosófico ha de compensar el procedimiento negativo del elenchos con una mayéutica positiva: de-‐construir, destruir construyendo. El nuevo suelo firme sobre el cuál se erige la nueva filosofía personal del asesorado ha de estar formado por las comprensiones que este va alcanzando, por su sensación de certeza, por su confianza en el sentido del proceso, por la certeza de que “soltar” es una ganancia, y por confiar en que la sensación de vacío que puede venir cuando las viejas estructuras se derrumban no implica cuestionarse a uno mismo, sino encontrarse realmente y experimentar la propia autenticidad, abandonando los sucedáneos.
Es un abrir los ojos a la verdad, y por tanto, a lo mejor de nosotros mismos. Y se trata de confiar en que la realidad, el universo y la naturaleza humana son intrínsecamente inteligentes y que podemos descansar en ellos. Que podremos atravesar el dolor y la confusión si nos mueve el amor a la verdad, porque entonces la inteligencia de la vida se ocupará de nosotros.
Esta confianza generará inocencia, capacidad de entrega y capacidad de ser.
“La realidad no es cruel ni opresiva, sino un bálsamo, como la tierra misma en que los nativos de America del Sur se entierran para curar sus heridas. De la tierra hemos brotado y a la tierra volveremos: ¿por que no había ella de curar nuestras heridas? Lo mismo ocurre con la realidad. Lo que nos rodea no puede ser la causa de nuestro dolor. Solo el esfuerzo por ocultar, por dejar fuera la totalidad, es lo que hace daño y hiere a nosotros mismos tanto como al otro (…) el dolor es mejor que la ilusión”. Henry Miller
La mayéutica bien llevada conduce a experiencias transformadoras, a vivencias impregnadas de conocimiento, y la sensación de confianza es una de ellas.
La práctica socrática se basaba en esta escucha interior. Sócrates afirmaba escuchar la voz de su “genio interior” o daimon, que le avisaba de cuando iba a actuar de forma inadecuada.
“Me parece oir en mí una voz que me indica lo que debo hacer” (JENOFONTE, p.246)
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“Mi oráculo habitual, el de mi genio (daimon), en todo el tiempo anterior a este día se me manifestaba con gran frecuencia, aun en cosas de muy poca monta, siempre que yo iba a caer en algo inconveniente”. (PLATÓN, Apología, 40ª)
Todos estos procedimientos no se pueden aprender ni aplicar mecánicamente, porque el A.F es como un arte, cuyo dominio depende de la madurez del asesor, de su grado de autoconocimiento y su bagaje filosófico real, de su pasión por la verdad, de su congruencia y por la posesión de ciertas cualidades como la empatía, la capacidad de escucha y comprensión, la delicadeza y tacto, una mente abierta y sin prejuicios, pensamiento claro y ordenado, cualidades didácticas, sentido común, intuición y creatividad.
No puede haber un “celo” pedagógico tendente a cambiar al otro o a imponer el propio modo de pensar.
Requisitos internacionales: poseer un título universitario superior en Filosofía. Pero también, y sobretodo, vocación.
4. A quiénes y a qué situaciones se dirige.
A todo el mundo. El único requisito para el asesorado es que no tenga dañadas sus capacidades cognitivas y que sienta el deseo sincero de abrirse a la filosofía.
Personas con dudas y dificultades “normales” que acompañan a la vida, personas que quieren aprender a pensar con mayor eficiencia, a profundizar en el conocimiento propio o en algún aspecto de su pensamiento y de su vida.
Achenbach nos dice:
“personas afligidas por ciertos problemas o preocupaciones que no son capaces de desenvolverse en su vida o que se encuentran en cierto sentido “estancados”; personas agobiadas por preguntas que no son capaces de responder y de las que no saben cómo desembarazarse; personas que, a pesar de encontrarse bien instalados en su cotidianidad, no se sienten lo suficientemente mal como para pedir ayuda, personas que tienen la impresión de que su vida efectiva no se corresponde con sus posibilidades. A la orientación filosófica acuden individuos que no se conforman simplemente con vivir o con sobrevivir, sino que desean “rendir cuentas” de su propia vida, esperando obtener claridad sobre sus contornos: es decir, de dónde vienen, dónde se encuentran, y hacia dónde van. Por lo general, son personas que quieren reflexionar sobre sus circunstancias particulares, sobre sus problemas peculiares y sobre el ambivalente curso de sus vidas. En resumen: acuden a la orientación filosófica porque ansían entender y ser entendidos. Aquello que les mueve casi nunca es la pregunta de Kant “¿qué debo hacer?”, sino más bien la pregunta de Montaigne “¿qué estoy haciendo?” “14
14 Achenbach, Gerd: “¿Qué es la orientación filosófica?”
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Los motivos por los cuales alguien busca el asesoramiento filosófico son diversos. Achenbach dice al respecto: “Estos motivos normalmente consisten en decepciones, experiencias imprevistas e inesperadas, colisiones con otros individuos, burlas del destino, experiencias de fracaso, o una sensación global de aburrimiento o desasosiego.”
Las consultas pueden durar una hora u hora y media, con periodicidad semanal o quincenal.
5. Conclusión
La Práctica Filosófica viene a llenar el vacío que los técnicos de la salud o del bienestar no pueden asumir. Ha resurgido para responder al vacío espiritual y filosófico de nuestra cultura, origen de la desorientación intelectual y del sufrimiento íntimo.
Permite un espacio de diálogo abierto, respetuoso y no jerárquico para abordar dificultades o preguntas desde una perspectiva no clínica ni estrictamente psicológica, sino existencial y filosófica. Y todo ello, aprovechando más de 2500 años de reflexión filosófica y acudiendo a nuestras raíces culturales.
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6. BIBLIOGRAFIA:
-‐ CAVALLÉ, MÓNICA/MACHADO JULIAN D: Arte de vivir, arte de pensar Iniciación al Asesoramiento Filosófico, Ed.Desclée, col.Ética Aplicada. 2007, Bilbao.
-‐ MACHADO, JULIAN D: El Asesoramiento Filosófico, Revista Cuidar y Educar, Nov.2005.
-‐ SOLDANI, RAFFAELA: Entrevista a Gerd Achenbach, Revista Phronesis –semestrale di filosofia, consulenza e pratiche filosofiche-‐ Anno II, numero 2, Aprile 2004. Pag. 127-‐142. Traducción de Saverio Navarino.
-‐ ACHENBACH, GERD: Breve respuesta a la pregunta: “¿Qué es la orientación filosófica?”
-‐ MARTÍ LINARES, MONTSE: “Los antiguos médicos del Alma”, artículo. -‐ YALOM, IRVIN D: Mirar al Sol – La superación del miedo a la muerte;
ed. Emecé, Buenos Aires, 2008. -‐ Búsquedas en páginas Internet: Wikipedia, etc.
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