rá una materia emocionante en el "secreto"
que guarda la biblioteca de un convento de la
regla de San Pedro de Alcántara y en la lectu-
ra de sus libros por un pobre fraile al que la
iconografía popular nos ha presentado siem-
pre como un pastor iletrado, pero que en rea-
lidad es uno de los ejemplos más vitales de la
defensa del sacramento eucarístico que anima
el espíritu del Concilio de Trento (7).
I. La mirada del Inquisidor
Aquella mañana del domingo 17 de sep-
tiembre de 1564, una gran multitud se había
qado cita en la plaza de la Seu de la ciudad de
Valencia.
No lejos de allí, en el convento de Predi-
cadores, una comitiva, encabezada por la cruz
verde del Santo Oficio de la Inquisición,
empezaba a dirigirse hacia la Seu. El protago-
nista principal de esta procesión era D. Gas-
par de Centelles, gentilhombre del Emperador
Carlos, a quien había acompañado en sus via-
jes hasta 1542.
En la plaza de la Seu esperaba "lo senyor
virrei D. Joan Lorenzo de Villarrasa en lo
cadafals a la finestra primera, posat un dosel,
i sa excel.lencia estava a la part de dins de la
finestra a la part del cantó; i el senyor
excel.lentísim arquebisbe en una de les quatre
cadires que estaven en lo cadafals, a la ma
esquerra de l'lnquisidor Don Alonso de Soto-
mayor, a la dreta del senyor arquebisbe, i els
altres dos a l'esquerra" (8) y allí, entre los
profesores del Estudi General, Francisco Juan
Más, "gramaticus Villaregalensi".
A pesar de que el aparato escénico y el
guión eran los acostumbrados en ceremonias
similares, aquella misa concelebrada y, sobre
todo, aquel momento culminante en el que se
leyó la sentencia, fueron para Más el cáliz
más amargo de su vida. Estaba seguro, como
todos, de que aquel espectáculo irreal termi-
naría cuando D. Gaspar subiría a la tarima,
acompañado del sacerdote, y escucharía el
veredicto de los señores Inquisidores y el cas-
tigo al que se había hecho merecedor por "he-
reje contumaz". y que aquel gesto de impru-
dencia al negarse a firmar para su defensa un
papel, en el que los Señores Inquisidores le
hacían ver y reconocer a la Iglesia romana y
al Papa como la única Iglesia de Dios, era
sólo un ejemplo más de su orgullo. Del mis-
mo orgullo de estirpe que, en 1522, le hizo
proferir graves ofensas contra D. Carlos de
Borja y Castro-Meneses, quinto duque de
Gandía, y le valió que lo corriesen a bastona-
zos en la plaza de Santa Catalina.
El día antes, toda Valencia se hacía eco de
lo ocurrido con un tal Solanes en el Auto de
fe de 1537, "quant li digueren la sentencia en
lo cadafal, a la plasa de la Seu, ans de que l'a-
cabasen de llegir la sentencia, lo dit Solanes,
se meté a cridar misericordia, e respós lo
inquisidor e dix-li: "Que dires Solanes". E
lavós, lo dit Solanes toma a cridar misericbr-
En 1554, el humanista de Vila-real Fran-
cisco Juan Más (I) editaba el tratado gramati-
cal de Adriano. Al principio de la obra figura
una lista de cuarenta y siete autores citados en
el Compendium, entre los que destacan Ovi-
dio, Virgilio, Cicerón y, sobre todo Erasmo y
Vives (2). La mayoría de estos autores habían
sido censurados por la Inquisición tres años
antes. (3).
Conozco dos ejemplares del Compen-
dium publicado por Francisco Juan Más. Uno
de ellos se conserva en la Biblioteca Nacional
(4) y el otro es parte de una interesante colec-
ción bibliográfica particular formada con los
libros de la biblioteca del convento de fran-
ciscanos de Vila-real cuando la Orden decidió
aligerar de peso el convento y empezar a
modemizarlo, dando una curiosa lección de
ruptura con su prestigioso pasado intelectual
al dispersar y destrozar "una de las librerías
más importantes de estas tierras".
En la primera hoja de respeto de este
segundo ejemplar, un "ex libris" permite iden-
tificar a su primer propietario: el cronista y
notario de Borriana Rafael Martín de Viciana.
Las relaciones de Viciana con Más están
documentadas en los protocolos notariales del
notario de Vila-real Miguel Avinent desde
1544 (5), lo que explica el interés del fecundo
cronista valenciano por las ediciones de Más.
y de su puño y letra a "XX de novembre any
MDLXXX don Rafael Martín de Viciana
dona lo present libre a la libreria de la Verge
Maria del Roser de Vilareal" (6).
La actitud de Francisco Juan Más -que no
era un humanista teñido de erasmismo, sino
un apasionado de Erasmo- y la de Martín de
Viciana que legaba todos sus libros -¿cuántos
prohibidos o censurados por la Inquisición?-
al convento del Roser, podrían resultar enor-
memente ilustrativas del "secreto" guardadoen su Biblioteca e incluso reducirlo a un
momento muy concreto de su historia.
Pero el enigma se complica cuando
encontramos en el Libro de Devoción de San
Pascual Bailón referencias bibliográficas de
autores y textos censurados por la Inquisi-
ción.
Quien no esté dispuesto a creer tan fácil-
mente en un principio de casualidad encontra-
activamente en las representaciones de come-dias latinas de Plauto y Teréncio e incluso de
una basada en los coloquios de Erasmo que se
repitieron en el claustro del "Estudi" en 1532,
1535, 1537 y 1539.
Esta brillante trayectoria del humanismo
valenciano, que caracteriza la formación deMás en la Universidad de Valencia, le deciden
a publicar, recién cumplidos los veinticinco
años, De Civilitate morum puerilium per Des,
Erasmus Roterodamum libellus a F. Joanne
Másio Villaregalensi nunc primum majore
quam hactenus unquam diligentia recognituset ab eodem scholiis quidem illustratus.
Para costear su actividad como publicista
de Erasmo reclamará su herencia y la inverti-
rá en sus ediciones. En 1550, para poder
estampar en las prensas de Joan Mey los
opúsculos morales de Plutarco, traducidos allatín por Erasmo y Bude vende el "garroferal
de Vila-real" a Rafael Martín de Viciana.
La generosidad de Viciana, con el que
parece mantuvo una larga y fructífera amis-
tad, permite al humanista de Vila-real dedicar,ese mismo año, a Tomás de Villanueva los
Diálogos de Luciano, vertidos por el huma-nista de Rotterdam.
Para Francisco Juan Más, Erasmo fue el
"amigo amantísimo", el mejor de los maes-tros, el más entrañable. Su obra le acompañó
siempre y, en- especial, el De Civilitate, que
reeditó en 1552 y en 1554. Enseñó gramática
con las versiones de los clásicos, traducidas
por Erasmo, Bude, Vives. Pese al denostado eintegrista rector Celaya, utilizó su edición delas Apothegmas de Plutarco, traducidas por
Erasmo, cuando volvió a enseñar Gramáticaen la Universidad durante el curso de 1572-
1573.
Aquel curso, la Facultad de Artes de laque era profesor quedaba relegada a una posi-
ción secundaria respecto a las de Teología.
Malos tiempos y peores pesagios encerraba
est~ hecho para Más, que desde la introduc-
ción de la ortodoxia contrarreformista capea-
ba una ambiente hostil ante el que no se podía
hacer otra coasa que pasar desapercibido y
sobrevivir.
Ese curso, más que nunca, se sintió ago-
biado y obsesionado con aquella mirada con
la que Sotomayor heló su encendido erasmis-
mo cuando condenó a la hoguera a Centelles.
Aquella mirada encerraba la omnipresente
vigilancia a la que el Santo Oficio le sometió.
"Non placet Hispania" había escrito Eras-
mo. Más podía pensar pero no decir "non pla-
cet Valentia". Aquella Valencia sórdida en la
que sólo cabía soñar con tener alas y huir.
Buscar un refugio para "mis espíritus inquie-
tos": sus libros, su cuaderno con apuntes,
aquellos folios del Eclesiastés de Erasmo ysus traducciones que pretendía publicar, cuan-
do el Concilio prohibió las vulgarizaciones de
los libros religiosos en vernáculo.
"Espíritus inquietos" que probablemente,dio a su buen y discreto amigo Rafael Martín
de Viciana la última vez que cerró trato con él
en 1578.
El 21 de mayo de 1582 fallecía en su
Borriana natal Rafael Martín de Viciana. Dos
años antes, legaba todos sus libros al conven-
to del Roser. y discretamente confundidos
con ellos, buscaban refugio en los armarios de
la biblioteca los "espíritus inquietos" de Fran-
cisco Juan Más.
2. Los signos de los tiempos
Era la tarde del 18 de abril de 1587. Las
dia. Dix-Ii lo inquisidor: "¿Loays y aprovays
lo que disen los testimonios?", dix dit Sola-
nes: "Si senyor y mucho más". Toma a dir lo
enquisidor: "Resebima acte como lo tomo acobrar del braso secular", y de fet lo se'n tor-
naren ab los aItres de les penitencies als car-
sers de la Santa Inquisició". y no eran pocos
los convencidos que algo parecido iba a ocu-
rrir con el señor de Pedralba. ¿Acaso su
amigo y corresponsal Jerónimo Conques, pro-cesado junto con Centelles por su mismo deli-
to de luteranismo, no había abjurado y apenas
había sido condenado a dos meses de reclu-
sión en un convento?
Pero D. Gaspar, fiel a sus ideas, fue rela-
jado al brazo secular y quemado en el cauce
del Turia.
Toda su vida estuvo obsesionado Más por
la mirada con la que el Inquisidor Sotomayor
le penetró y siempre resonó en su cabeza el
martilleo de cada una de las palabras por las
que todos conocieron los graves delitos come-
tidos por Centelles y con las que se puso en
entredicho su honor por "haber confesado,
afirmado y defendido pertinazmente ante Nos
las dichas proposiciones heréticas, y por tales
condenado".
El humanista de Vila-real nunca compren-
dió por qué se consideraban herejías las nue-
vas formas de saber, los nuevos libros que
leía y editaba, su afán de renovación y divul-
gación cultural caracterizada por la vuelta a
los clásicos.
Capaz de repetir palabra a palabra aque-
llos textos de Vives Sobre la concordia y la
discordia del género humano nunca entendió
aquella locura que hacía que se tuviera que
escribir en griego lo que sólo unos años antes
se estampaba abiertamente en las florecientes
imprentas locales de los Jofres, Mey, Maciá o
Sanahuja.Siempre se creyó bienaventurado por la
amistad y el mecenazgo que desde siempre le
profesó el lugarteniente del comendador de
Montesa, por gozar de la paz y el esplendorde la corte virreinal de Doña Mencía de Men-
doza -personalidad formada por preceptores
tan significados como Vives, Strany o Maldo-
nado y que sentía una profunda admiración
por Erasmo-. Aquella era una corte poderosa
y tolerante con una Universidad en la queMartín Lasso de la Vega, catedrático de Ora-
toria y del que siempre Más se declaró discí-
pulo, hicieron que el joven profesor de gra-
mática se sintiese atrafdo por todos los cam-
bios que observaba.
La creación de la cátedra de griego, en
1524, resultó un elemento decisivo en la con-
solidaciÓn académica de las humanidades en
la Universidad. Más conoció el humanismo
que se desplegó durante la década de los
treinta, encabezado por Miguel Jerónimo
Ledesma, y en la cátedra de Oratoria con
Francisco Decio, y probablemente participóLos "sermones" de Adriano, obra de Francisco Más.
o consultara. La primera impresión que pro-
duce esta prohibición es la de querer resguar-
dar el libro, ya que está considerado por todos
como una reliquia.
Con todo, resulta sorprendente que la
única transcripción hecha del original a fina-
les del siglo XVIII por Salmerón, y que se
conserva en el archivo de Jumilla, no se haya
publicado nunca.
En 1911, cuando los franciscanos recupe-
ran. el manuscrito, el Provincial, fray Rafael
Brotons, encarga al padre Sala la edición del
Libro de devoción. Sala procede a editarlo
juntando los escritos por materias y haciendo
una curiosa selección de textos en la que sólo
publica la que considera original del santo,
excluyendo la copiado o leido por San Pas-
cual.
La ardua labor de Sala, realizada con evi-,
dente competencia y fruición, es una enco-
miable labor de censura y una total falta de
respeto para con el original, de lo que resultó
otro libro distinto al "cartapacio para mi
recreación espiritual el que saque de muchos
libros Santos fielmente" que escribiera San
Pascual.
No es casualidad ni exceso de rigor cien-
tífico sino una perfecta labor de maquillaje la
que Sala hizo con el manuscrito de San Pas-
cual. Interesaba hacer perdurar la visión que
Ximénez nos dejó del santo y que caló tan
hondo en la iconografía popular: la del pastor,
el "hombre simple y sencillo que no sabía si-
no leer y escribir" haciendo olvidar a todos
que San Pascual sabía "hablar de teología
cuestiones muy sutiles" y era capaz de "po-
nerse en medio de los herejes a defender la
potestad del Romano Pontífice y la verdadera
existencia y presencia de Cristo en el Santísi-
de que el manuscrito de San Pascua\ es una
síntesis ideal ecléctica de toda la tradición del
pensamiento cristiano -católico- precedente al
Concilio de Trento (II).
No es la obra de un il~trado. En ella hay
una erudición secular, presupues~s intelec-
tuales y una mentalidad.
Que San Pascua\ leía continuamente, y
era capaz de recordar lo leí<;lohacía diez años
(\2), es un hecho que repiten hasta la sacie-
dad sus compañeros de vida conventual y que
ha sido discretamente disimulado e incluso
conscientemente olvidado con demasiada fre-
cuencla.
Este desconocimiento interesado de la
actividad intelectual del santo, en principio,
resulta chocante. Cabe suponer que San Pas-
cua\ es un ejemplo innegable de la gran labor
de alfabetización que se llevaba a cabo en los
conventos de franciscanos reformados del
siglo XVI. No olvidemos que hasta los dieci-
nueve años nuestro santo fue un pastor iletra-
do. ¿Por qué ocultar o reducir al máximo su
labor intelectual?
El \9 de mayo de 1592, dos días después
de la muerte del "benaurat frare Joan Pasqual
Baylon" se recogían de su celda del convento
del Roser hojas manuscritas de "letra del
santo" y se entregaban a fray Ximénez ya
fray Juan de los Angeles, cuando como comi-
sario visitó el convento.
Ximénez transcribió algunos textos de lo
que denominó "Ligro de Devoción" en su
Chronica del Bendito Fray Pascual BayI6n...,
publicada en Valencia en 1601, y mandó
guardar el Libro en el convento de Jumilla.
En 1649, cuando se trasladó el devocionario
al archivo del convento de San Juan de la
Ribera se prohibió que ningún fraile lo tocara
últimas palabras del solemne sermón de Vier-
nes Santo cayeron pesadas como piedras des-
pr~ndidas de aquella iglesia todavía no termi-
nada. Resonaron hoscamente bajo la bóveda
envuelta en la luz violácea del luto pascual.
Para subrayar su eco dramático llegaron des-
pués, como siempre, las dolorosas notas del
Miserere, que el Viernes Santo debieron pare-
cer más conmovedoras que nunca.
Con impresionante realismo, aquella
lamentación inspirada en el Salmo 73 había
evocado una imagen amenazadora, digna de
una profecía de Campanella. Era una severa
advertencia y requisitoria contra los enemigos
de la fe. A oidos de fray Pascual Bailón el
alarmante sermón era un espejo en el que se
reflejaban un horizonte oscuro y siniestro que
quería ocultar el sol.
Aquel sol al que la iconografía popular
siempre ha dirigido la mirada de San Pascual
y que representa el sacramento de la eucaris-
tía en su forma más mística y antigua: un
cáliz, coronado por una hostia.
La iconografía popular del siglo XVII y
XVIII nos ha dejado una imagen de San Pas-
cual en el que destaca el profundo recogi-
miento de su mirada. Su mirada es un fiel
retrato de la espiritualidad que florece en el
siglo XVI entre los franciscanos reformados.
Es la imagen del misticismo alentado por Cis-
neros y que encontrará su expresión más rica
y matizada en el Tercer abecedario espiritual
de Fr. Francisco de Osuna (9). Es un método
por el cual el alma busca a Dios en su propio
seno, en un desprendimiento tota! del mundo,
que deja a un lado el pensamiento de toda
cosa creada.
La espiritualidad de San Pascua! se apoya
en las enseñanzas de San Bernardo y de Ger-
són. Como el tratado de Osuna, todo el Libro
de Devoción de San Pascual Bailón es una
guía minuciosa que conduce a una purifica-
ción de las pasiones y de los deseos. Es una
disciplina del alma que tiende a prepararla
para "la amistad e comunicación de Dios", en
la que es preciso desembarazar el corazón, "y
de tal manera se debe desembarazar, que del
se vacíe i eche fuera todo lo criado, para que
el señor dello sólo more dentro en él".
Esta espiritualidad es un remolino de
erasmismo que se manifiesta abiertamente en
el Libro de devoción con la transcripción de
párrafos de la Guía de pecadores de Luís de
Granada.
Al mismo tiempo, las poesías devotas que
ocupan un buen número de páginas del "car-
tapaccio" de San Pascua! siguen fielmente )os
temas tratados por la poesía nacida a fines del
siglo XV bajo la influencia del Vita Christi
del Cartujano (10).
Añadamos la transcripción íntegra que
encontramos en el Libro de Devoción de la
paráfrasis del Miserere -obra maestra de la
literatura devota, cuyo éxito era más vivo que
nunca hacia 1550- y tendremos la impresión
;" 11
f'n'".I .II/' O ¡:. br. t'J
Primera página del ':Libro de deyoción" de San Pascual.
partir de este momento aparecen citados en el
Libro de Devoción de San Pascual Bailón.
10. Sería interesante cotejar estas poesías
devotas con el Cancionero espiritual de 1549.
II. Es un hecho que el Concilio de Trento
había vuelto a poner en circulación una gran esco-
lástica, después que ésta languideciera durante más
de un siglo por culpa de franciscanos como
Occam. Ahora, los más grandes nombres de la teo-
logía eucarística del siglo XVI eran nombres de la
Compañía de Jesús y la teología se cultivaba de
nuevo. y los jesuitas empezaban a enseñar que era
necesario exigir una especial sensibilidad intelec-
tual para afrontar las polémicas con los protestan-
tes.
12. "que hacía como diez años 10 había leido y
10 retenía muy bien en la memoria, porque era un
don que había recibido de Dios el recordar 10 que
leía". La actividad intelectual de San Pascual en
RAMBLA,pp.110,112,115,116-117.
13. Los encomillados son testimonios citados
por RAMBLA, Pascual, o.f.m. San Pascual Bay-
lón, Barcelona, ediciones "provincia Franciscana
de Cataluña", 1979, pp. 124-126.
14. CALDERARI, C. Conceptos espirituales
sobre el miserere. Madrid, viuda de Querinos,
Guerando,1589.
15. Una cata de los autores y libros citados por
San Pascual con los censurados o prohibidos en los
Indices inquisitoriales da como resultado la presen-
cia de autores de Patrística como Cayetano o Ter-
tuliano, fray Luis de Granada, fray Pedro Padilla,
Ramillete de flores espirituales, prohibida en 1583;
la Vida de Jesucristo y sus santos compuesta por
fray Pedro de la Vega -la obra llevaba circulando
más de cincuenta años en el momento de su prohi-
bición- Q el Abecedario espiritual de Francisco de
Osuna, censurado en 1598. BIBLIOTECA UNI-
VERSillAD DE VALENCIA (BUV). Index libro-
rum prohibitorum et expurgatorum. Madrid, apud
Ludovicurn Sánchez, 1612.
16. ARCHIVO HISTORICO NACIONAL
(AHN), Inquisición, lib. 1233, f. 25; leg. 4436,
exp. 59; leg. 444, exps. 30 y 38.
GONZALEZ, J. "La censura de libros en Valencia
durante los siglos XVI y XVII". III Congreso
Español de Historia de la Medicina. Madrid, 1972,
II pp. 141-153; PINTO CRESPO, Virgilio. Censu-
ra inquisitorial en la segunda mitad del siglo XVI.
Madrid, Taurus Ediciones, 1983.
4. Nuestras citas corresponden al ejemplar que
se conserva en la BIBLIOTECA NACIONAL DE
MADRID (BN), sign. R/29523. In Adriani Cardi-
nalis tam celebre opus, cui de Latino Sermone, de
que Latine loquendi modis nomen vulgo inditur,
recens ac nunc primum natu Epitome. Cum privi-
legio ad decennium. Valentiae, Excudebat Anto-
nius Sanahuja e regione portae Apostolorum Tem-
pli Maximi, 1554.
5. ARXIU MUNICIPAL DE VILA-REAL
(AMVi). Protocolos, sig. 1740-1747. Avinent,
Miquel (1540-1748).
6. Dos años antes de su muerte, Viciana donó
todos sus libros a la biblioteca del Roser. Están
documentados de su puño y letra varios incunables
y libros raros entre los que cabe destacar Auctores
Octo opusculorum (Lugduni, 1498); Biblia latina,
cum postillis Nicolai de Lyra... (Venecia, 1481);
De ,raeparatione evangelica (Tarvisi, 1480); la
edición de Venecia de 1486 de Martinus Polonius;
Historiarum adversus paganos libri VIl (Basilea,
1486), cit. QUITARTE IZQUIERDO, Vida!. Incu-
nables y libros raros de Castellón de la Plana y su
provincia. Castelló, Publicaciones del Excelentísi-
mo Ayuntamiento, 1980, DD. 15,23, 38, 44 y 47.
7. Lo que exigía una especial sensibilidad inte-
lectual, tradicionalmente reservada a la vocación
apologética y la suprema sabiduría pragmática que
animaban a la Compañía de Jesuús en su el1cendi-
da defensa del espíritu de Trento.
8. Una descripción de" Acte de Sant Ofici en
la playa de la Seu" en J. PORCAR, Coses evengu-
des en la ciutat e regne de Valencia, D!etario de
mosén capellan de San Martín, Transcripción y
prólogo de Vicente Castañeda Alcover (Madrid,
Cuerpo Facultativo de Archiverós, Bibliotecarios y
Arqueólogos, 1934),2 vols.
9. Los autores de todas las obras reseñadas a
mo Sacramento de la Eucaristía, refutando
sus falsas razones en el camino que hizo a
Francia", porque nuestro santo "también
podía leer cualquier libro de teología y enten-
derlo, como lo hacía cuando las ocupaciones
de su oficio le daban lugar" (13).
Las citas de algunos títulos y autores de
los libros consultados por san Pascual permi-
ten datar el manuscrito hacia 1586-1591. Por
lo tanto, es lógico suponer que los libros cita-
dos son de autores guardados en la biblioteca
del convento del Roser.
Sala, en su prólogo, reconoce que excluye
de sus Opúsculos, entre otros, la paráfrasis de
Calderari sobre el miserere. La versión caste-
llana del Calderari, citada por san Pascual, se
publicó en 1589 (14). Un año antes de que
Ximénez publique su Chronica, el 16 de octu-
bre de 1600, la Inquisición prohibía la obra
(15).Uno de los censores del libro fue el jesui-
ta Esteban de Hojeda, quien señaló diversos
pasajes de la obra "que van en el papel con
esta censura. y otras que no quise poner en
él, por no ser tan malas como esas. Parésceme
que este libro no puede traer utilidad alguna a
la república cristiana, sino mucho daño" (16).
El miedo a la heterodoxia condiciona de
tal forma a los censores, que la excesiva pro-
liferación de estos tratados de devoción en los
que era frecuente la exposición de determina-
dos aspectos de la Sagrada Escritura en len-
guaje popular, es uno de los motivos funda-
mentales que alegan para su prohibición.
Motivo que se repite hasta la saciedad en las
"Coronas" y "Sermones" del Libro de devo-
ción en los que se suelen popularizar pasajes
de la escritura con un lenguaje vivo, con imá-
genes literarias llamativas y perfectamente
inteligibles para las gentes poco letradas.
Ximénez cuenta que, estando el santo
muy enfermo, rogó a su prelado encarecida-
mente que hiciese quemar sus papeles des-
pués de su muerte. Bajo esta advertencia se
transparenta el mismo miedo que aconsejaba
a Francisco Juan Más buscar refugio para sus
"espíritus inquietos" en el convento del Roser
de Vila-real.
NOTAS
1. Sobre el humanista Francisco Juan Mas ver
GARCIA MARTINEZ, Sebastián y GIL VICENT,Vicent. "Pedro Juan Núñez y la enseñanza del grie-
go en la Universidad de Valencia, 1547-1602", en
Colloque "Instruction,lecture, écriture en Espagne
(XVlme-XIXne Siecles, Toulouse, 1982, pp. 187-246; "El erasmismo en la corona de Aragón en el
siglo XVI", Colloquium "Erasmus in Spranje -Vi-
ves in Nederlanden", Brujas, 1985, pp. 215-290 y
"Las ediciones y traductores valencianos de Eras-
mo", Erasme i /'erasmisme. IV Seminari d'aplica-cions didactiques. Tarragona, Departament d'His-
toria Moderna, 1986, pp. 171-193.
2. La lista de autores en BN, fol. A3v. Siguenun poema latino del notario P. Lorenzo y otro, en
elogio de Adriano, de Jaime Juan Falcó.
3. Sobre la censura inquisitorial ver GARCIA Azulejería del antiguo convento alcantarino.
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