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© 2011, Koperativa © 2011, Hoyo Negro Editores Costa de Oro, 3937. 67174 Guadalupe http://www.facebook.com/revistasecrecia
Diseño de portada de James Calavera Ilustraciones de Ruth Rodríguez!
Todos los derechos reservados. Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier procedimiento (ya sea gráfico, electrónico, óptico, químico, mecánico, fotocopia, etc.) y el almacenamiento o transmisión de sus contenidos en soportes magnéticos, sonoros, visuales o de cualquier otro tipo sin permiso expreso de los editores.
Directorio Hoyo Negro Editores:
Bruno Ríos Martínez de Castro Director editorial
Víctor Miguel Gutiérrez Pérez Presidente del consejo editorial
Christian Gerardo García y Roberto Enrique Ruiz Ruiz Editores
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Lucio Hernández Dirección de Artes Plásticas
Alan González y James Calavera Área de diseño e imagen
Luis Kabrera Artista plástico y encargado de montaje Contacto: www.koperativa.org, [email protected] Textos y comentarios a: revista.secrecí[email protected]
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Í N D I C E
EDITORIAL 4!
Abandonos y registros 4 (Ilustración) 6!
POESÍA 7!
Y o merezco esa bala 7!De la petición de vivir juntos 9!Abandonos y registros 3 (Ilustración) 12!
NARRATIVA 13!
De muertes y otras relatividades 13!Abandonos y registros 5 (Ilustración) 19!¿Quién lo hizo? 20!
AUTORES 23!
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E D I T O R I A L
Este número es libertad. A veces no es posible adscri-
birse a un solo tema, ya que la vida en sí, la realidad, es suma-
mente diversa. Es por ello que hemos decidido hacer este núme-
ro de nuestra revista un tema libre, para que todo lo que se en-
cuentra aquí entre en esa mezcla lúdica de temas. La historia de
la literatura nos ha demostrado una y otra vez que, aunque exis-
ten temas recurrentes, esos que siempre han estado y que consi-
deraríamos como esenciales y universales en la vida de todo ser
humano, también hay otros que no entran en el canon, que son
innovadores y veraces en lo individual. Cuando un texto logra
plasmar un tema que pareciera salirse de todo lo que conoce-
mos como tradicional, quiere decir que ese texto (que además
tiene una alta calidad literaria) vale la pena, es importante leerlo
y comprenderlo porque ha mostrado una de las realidades que
todos vivimos en colectivo y en lo propio.
Sin embargo también puede suceder lo contrario: en-
contrar un texto que hable de un tema universal pero que lo
aborda desde una perspectiva no antes tratada. La creación es
comienzo, y ya sea que encontremos cualquiera de las dos ver-
tientes, siempre es grato para un lector ver un proceso de crea-
ción intenso e interesante que nos llame la atención y que nos
llene de un placer estético.
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Por eso, queridos lectores/as, los/as invitamos a que
descubran esos resquicios de realidad que se muestran en estos
textos, que los aprehendan y hagan suyos porque, sin lugar a
dudas, es la mejor manera de colaborar con nosotros. Al fin y al
cabo, todos nos acabamos pero sólo, únicos e indivisibles, los
manuscritos no arden.
Bruno Ríos
Director editorial
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Abandonos y registros 4, 2010 Ruth Rodríguez Fotografía digital México
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P O E S Í A
N e f t al í B áe z R e n d ó n
Yo merezco esa bala
Yo merezco esa bala.
Porque un día negué que nací por cesárea a un cañón de circo
y por renegar de mi tía la escopeta,
por hacer trampa en el póquer de resorteras re-certeras
Yo merezco esa bala.
Porque asalté tu me-moría; iglesia sobre ruedas, y porque me
robé veintiún millones de olvidos de alto calibre, pero dije:
mantengan las manos al piso y acuéstense en alto.
Yo sí merezco esa bala, por sacar del closet a aquella mujer;
Mariguanajuato Zavala, a punta de pluma, como no le gustaban
los hombres ni las mujeres, la llené de plumazos en la azotea.
Yo merezco esa bala
Por escribir dormido y despertar sin saber leer.
Por no preguntarle, ¿quieres fuego, Zavalita?
Por inventar un duelo triple entre párpados fríos:
trielo de ciegos tirando al blanco,
el ojo cerrado también llora.
Aunque eras una perdida, la música de tus silbidos, bala laica,
era la mejor.
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Merezco esa bala extraviada porque yo la encontré con el filo
de un cartel de se busca,
Gatillo la corrió de casa pero Casquillo ofrece recompensa.
Yo merezco esa bala, sí, señor, para no pasarme de vivo.
Allí tienes,
te voy a abonar.
no olvides
que matón
que mata a
matón,
namás
tiene cien
vi(u)das de
perdón.
Yo la merezco aunque tenga miedo,
lo que me hace igual a esa bala es no tener remordimientos.
Pero anda, llévame contigo
al más allá del otro Laredo
dispárame otro viaje, Mariguanajuato Zavala,
¡dispárame ya, eh-Zavala de Salva Tierra!
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V í c t o r M i g u e l
De la petición de vivir juntos*
*De Lizeth. Quince de noviembre de dos mil diez.
Has visto mis ojos refulgir y traspasar el pesado aliento de la noche]
[que se alberga como si estuviera rota ahí donde duermen mis sueños
ahí] [donde
alcanza a escucharse el plañido de una vetusta campana] [rota.
Has visto llorar mis pupilas que vomitan luz cuando mi alma se cansa de esperar]
[de pie sobre el rincón de sí misma vieja sola agradecida coja tuerta contrahecha ausente loca ansiosa de beber como Carlota de la piedad del Padre y de
la benigna oración] [que sólo puede
beberse hasta quedar torcido
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ebrio ahogado en el vacío de una página blanca de una noche sin tinta de una fuente de Roma] [que ha quedado rota.
Has escuchado que mi voz te llama cuando todos los hombres olvidaron tu nombre
entre gritos de orgía y sabores a vicio a fatiga del día a temor por las noches a mis rimas baratas a tu nombre a su olvido al recuerdo de un canto que se agolpa en mi cráneo] [vacío como si estuvieras rota. Has tocado mi pecho más allá de la carne]
[oscura que zanja los caminos del viento y arroja a la tolva tus cabellos de lino
de lana
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de seda de tejido teñido en lo hondo del pozo que te parte las piernas desde
siempre. Has estado conmigo]
[sin dejarme la paz de llenar el espacio que atormenta a la noche que se alberga en tu cuerpo que se acuesta en mi cama que me rompe los sesos que me deja contigo] que me lleva de ti] [como si de nuevo e s t u v i e r a roto.
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Abandonos y registros 3, 2010 Ruth Rodríguez Fotografía digital México
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N A R R A T I V A
Jo s é A n t o n i o D u ran d A l c án t ara*
*!Este cuento no lo escribió José Antonio Durand Alcántara
sino un homónimo.
De muertes y otras relatividades
El día que mataron al «Inmortal» era de noche y hacía
mucho frío aunque era pleno verano. En realidad nadie mató al
«Inmortal». Él solito se murió, al detenérsele el corazón debido
a la impresión tan fuerte que recibió cuando fue amenazado de
muerte, por su amigo el «Ciempiés», con una pistola que no
estaba cargada.
A pesar de que la pistola parecía real, era de plástico:
de esas de juguete que se llenan con agua para disparar chorros
del vital líquido sin liquidar a nadie. Pero aunque se hubiera
cargado dicha pistola no hubiera podido expulsar el agua, pues
estaba oxidado el conducto adyacente al gatillo.
Por otra parte, no fue precisamente el corazón el que se
detuvo segando la vida del «Inmortal» sino el marcapasos que
tenía instalado en el pecho. Y es que nunca quedó del todo bien
después de la operación practicada por el «Ciempiés», aprendiz
de cirujano que no era médico sino estudiante de música a
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quien le gustaba tomar helados derretidos. Éste, en sus ratos
libres, se dedicaba, además de instalar marcapasos, a preparar y
vender tortas en la taquería El Sope. Las tortas que vendía el
muy tramposo eran de carne de perro que hacía pasar como
carne de puerco.
Definitivamente el «Ciempiés» no quiso matar al «In-
mortal». Sólo quería asustarlo amenazándolo con asesinarlo en
venganza porque su amigo, tres años atrás, lo atropelló inten-
cionalmente echándole encima un automóvil sin placas marca
Buick convertido en Ford (que resultó ser robado). El atrope-
llamiento le provocó al «Ciempiés» múltiples fracturas en la
pierna izquierda, misma que le amputaron de la rodilla para
abajo (pues hacia arriba estaba sana), dejando al «Ciempiés»
con una sola pierna verdadera y otra falsa.
Cuando el «Inmortal», llevando flores artificiales, visitó
en el hospital al «Ciempiés» amputado —el cual estaba suma-
mente enojado— éste juró vengarse de su amigo matándolo
donde lo encontrara. Y lo encontró perdido en un edificio que
demolerían al día siguiente.
Justo el día en que murió el «Inmortal» su esposa —«La Lo-
ba»—, le pidió no salir, rogándole que se quedara en casa para
que escribiera el tratado de filosofía costumbrista el cual, desde
hacía tres meses, debía haber entregado a la casa editorial que
le publicaba sus libros.
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«La Loba», quien adquirió su apodo porque de niña te-
nía un perrito llamado Rinti muy pulgoso, no era justamente
esposa del «Inmortal», se había ido a vivir con él, ya que siem-
pre deseó estar unida con un escritor fracasado, para saber cómo
se siente el peso de la derrota, según decía a la menor provocación.
Por otra parte, el libro que escribía el «Inmortal» no era
de filosofía sino de albures obscenos de la mayor vulgaridad
imaginable, y en lugar de ser propiamente un libro era un folle-
tín con ilustraciones sicalípticas que dibujaba «La Loba». Quien
primero hacía los dibujos en las paredes del baño, y luego los
copiaba para la publicación del pasquín de su falso marido y
peor amante (pues el «Inmortal» siempre padeció de eyacula-
ción precoz).
Era mucho decir «la casa editorial que le publicaba sus
libros», pues sólo era un pequeño taller de imprenta sin licencia
ni permiso de ninguna especie, ostentado, para disimular, como
Taller de Corte y Confección, según anunciaba un rótulo en la
destartalada puerta cuya cerradura no servía. Estaba instalado
en el noveno piso del edificio que iban a demoler al día siguien-
te de la muerte del «Inmortal». Dicho taller se mantenía de las
ventas de tarjetas de navidad, boletas electorales clonadas, fac-
turas falsas y títulos universitarios igualmente apócrifos, impre-
sos unas veces clandestina y otras descaradamente.
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Tampoco es precisa la afirmación de que semejante ca-
sa editorial «… le publicaba sus libros». Ya que sólo le había
dado tres ejemplares, cada uno de 26 copias fotostáticas engar-
goladas, para Filosofía de la Ciencia II. Materia que el «Inmor-
tal» impartía los martes de las 9:00 a las 11:00, en el aula 14,
única aula en la casona de una sola planta con fachada simulada
aparentando ser un barco en la que se instaló la Universidad
Neoyorquina de la Ciudad de México, Campus Neza.
No obstante, el horario contratado para impartir la clase
era de 8:00 a 12:00 y no de 9:00 a 11:00. Pero el timador maes-
tro se había puesto de acuerdo con los alumnos para iniciar una
hora más tarde y concluir otra más temprano. Les subía dos
puntos a los estudiantes por aceptar tal estafa. Fraude mediante
el cual el maestro podía dedicarse a conducir un taxi ecológico
súper contaminante, ofreciendo los servicios de transporte du-
rante el tiempo escatimado a la docencia. Conseguía así algunas
menudas ganancias destinadas a la compra de condones Sico:
lubricados, aromatizados y con sabor de frutas de cualquier
temporada.
También es impreciso decir que le publicaban «sus li-
bros», ya que los supuestos apuntes que aparecían con el nom-
bre, como autor, de Manuel Esperménides Gómez —nombre
real del «Inmortal»— eran hojas del libro La Tensión esencial
cuyo autor, como se sabe, es Thomas Kuhn, y no el muy vivo
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profesor a quien, sus alumnos, le apodaron «El Muerto», debido
al espantoso olor —como a cadáver— que despedía, puesto que
no acostumbraba bañarse (y cualquier semejanza con personas
o animales es mera coincidencia).
El inmortal sólo cubría un interinato del grupo que que-
dó vacante cuando el maestro, Fulgencio Vital, fue asesinado
por su esposa, psiquiatra de profesión llamada Paz. Quien tam-
bién trabajaba en la Universidad Neoyorquina de la Ciudad de
México, pero en el Campus Chalco, empleada como psicotera-
peuta en el Departamento de Orientación y Salud Mental de
dicha institución educativa.
Paz mató a su marido de tres balazos cuando lo encon-
tró haciendo el amor con la secretaria del mismo Departamento
de Orientación y Salud Mental. El acto interrumpido a balazos
se realizaba en su coche —un Tsuru azul marino de cuatro
puertas del que se debían las tres últimas letras de pago men-
sual, y que tenía una abolladura en la parte baja de la puerta
izquierda, la del conductor, y una calavera rota, la cual disimu-
laba Fulgencio Vital con un papel de celofán rojo—. Y no se da
el número de las placas, porque semejante dato no viene al ca-
so. La secretaria era una rubia oxigenada que se ponía postizos
en todas partes… bueno, en casi todas, y que decía tener 26
años cuando en verdad contaba con 42, y que siempre celebraba
su cumpleaños en una fecha diferente al aniversario de su nacimiento.
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Al parecer, de los tres balazos que le dio Paz a su mari-
do ninguno era de muerte, pero como tardaron mucho en llegar
los paramédicos el profesor Vital se desangró hasta morir.
El verdadero nombre de la belicosa Paz era Rodolfo,
pero luego de una operación transexual que le practicaron
cuando tenía 19 años pasó a llamarse Paz, y ya sin genitales
masculinos unió su destino con el hoy día muerto profesor Vital.
Cabe destacar que el grupo de Filosofía de la Ciencia II
sólo contaba con tres alumnos, uno de los cuales debía materias
del ciclo anterior y los otros dos no habían cubierto las tres
últimas mensualidades ni el pago de los exámenes extraordina-
rios de primera y segunda vueltas. El adeudo preocupaba a
Gervasio Godines quien era el dueño de la Universidad, aunque
él se autonombraba «principal accionista» sin que nadie tuviera
acciones de nada. Gervasio únicamente estudió hasta segundo
de secundaria, pero se hacía pasar como doctor en administra-
ción de empresas, según se leía en sus tarjetas de presentación,
mismas que sólo mostraba sin entregarlas. Las tarjetas las traía
Gervasio en la bolsa izquierda del saco, pues en la derecha
guardaba su ojo postizo, el cual se ponía y quitaba según tuvie-
ra o no que entrevistarse con los padres de familia.
Pero aquí dejo esta historia, porque lo que me encarga-
ron no fue escribir un cuento sino las cartas descriptivas del
Módulo Extrauterino para alumnos de la FES Zaragoza.
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Abandonos y registros 5, 2010 Ruth Rodríguez Fotografía digital México
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I s rae l A l v arad o T o rre s
¿Quién lo hizo? *
*Del libro Entre muros.
Pensé suicidarme, pero para eso, primero tengo que sentirme muerto.
Miro pasar la noche por la ventana, las luces encendi-
das de la ciudad. Cuánta gente y qué situaciones diferentes esta-
rán sucediendo. Los automóviles pasan sin cesar, con el ruido
no puedo concentrarme; el calor es insoportable. ¿Cómo aflo-
jarme el nudo de la corbata si horas antes coloqué estas maldi-
tas esposas en mis pies y manos? Tampoco tengo la suficiente
fuerza para aventar la silla y acabar de una vez con todo. Entre
el miedo y el valor existe este vacío que podría dejarme caer en
las fauces de la muerte. ¡Pero qué pendejo soy! Si por lo menos
hubiera abierto las ventanas o apagado la luz para que no me
calara tanto el calor en la cabeza.
¿Cuánto tiempo llevo aquí colgado? ¿Cuatro horas qui-
zá? No puedo terminar con esto, creo que va a amanecer y co-
mo siempre mi madre llegará a fastidiar y despertarme de un
agradable sueño, ¡siempre con su estúpida letanía de niña idio-
ta: «Anda, Iván, ya levántate, que se te hace tarde»!
¿No podrá inventar otra cosa? No sé, ¡Levántate ya, hi-
jo de la chingada! o ¡Pinche huevón, levántate!; pero siempre es
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lo mismo. El susto que se va a llevar cuando crea que me suici-
dé. ¡Ja, ja, mmm!… No puedo reír ni siquiera un poco. ¡Qué
pinche suerte tengo! Cómo me lastima esta maldita soga; ya se
me entumeció el cuerpo de tanto estar parado.
Está amaneciendo. Se oye ruido en el cuarto de mis pa-
dres, ojalá se apuren para que me desaten. Ya abrieron su recá-
mara, seguro que mi madre se dirige a bañar… Así es, no podía
fallar, ahí está la regadera sonando, dejando caer el agua como
si con eso lograra limpiar por completo su cuerpo. Por fin salió
del baño y entró a su cuarto; que ruido hace con las puertas de
su clóset, ya estaría perturbando mis sueños.
Ahí viene. Ojalá no se desmaye de la impresión, me
gustaría verle la cara para poder reírme de ella; por desgracia
mi espalda da a la puerta.
Cuando entra, escucho un fuerte grito que me sorprende.
—¡Iván! ¡Iván! ¡Hijo!…
Se recarga en mis piernas y me jala hacia abajo. Siento
cómo mis tendones se acalambran con la tensión; me está asfi-
xiando y para acabarla de chingar no puedo hablar y ni siquiera
chiflar.
—¡Iván! ¡Iván! —no deja de llorar. Ojalá no se le ocu-
rra mover la silla porque me muero. Su llanto sigue. ¿Por qué
no para de gimotear y me mira a la cara?; así descubrirá que no
he muerto; por lo menos le guiñaría un ojo o le haría un gesto
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extraño como los que ella está acostumbrada hacer. Siento mie-
do y no lo puedo evitar.
Inmediatamente entra mi padre. No tardó ni diez se-
gundos después del grito de mi madre y eso que él duerme co-
mo piedra. ¡Se ha de haber asustado mucho!
—¡Levántate, ya pasó, ya pasó! ¡Quizá tenga horas ahí
colgado! ¡Ya no llores! ¡Todo terminó!
Siento cómo mi padre quiere retirar a mi madre del sue-
lo. ¡Dios mío! ¿Por qué no se les ocurre mirarme a la cara?
¡Chingada madre, véanme! ¡Estoy vivo!, grito en mi interior, no
pueden escucharme.
Los jalones se hacen cada vez más fuertes, la silla se
mueve cada vez más. ¡Dios mío!, ¡Dios mío!, que no la muevan
más; si tan sólo pudiera hablar, si tan sólo…
Ahí permaneció el cuerpo colgado, vacío y sucio, mo-
viéndose de un lado a otro, con su secreto en el silencio. Los
padres con lágrimas en los ojos salieron del cuarto y se pregun-
taron por qué sucedió esto. No se percataron que así como le
dieron la vida en un momento también se la quitaron.
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A U T O R E S
Ruth Rodríguez, 1978, Monterrey, Nuevo León. Es egresada de la Facultad de Artes Visuales por la
UANL. Ha expuesto en más de veinte exposiciones colectivas en distintos espacios culturales de
México, Argentina, Italia, España y EEUU. Obtuvo Premio de Adquisición en el Salón de la Fotografía
de Nuevo León en la edición 2003. Es coordinadora de la Muestra Internacional Fotográfica de Retratos
Somos/Soy. Difunde la convocatoria de su próximo proyecto, una muestra colectiva de fotografía
lomográfica y estenopeica bajo el tema de Cuerpo, Vida y Muerte; asimismo desarrolla la programación
y curaduría de algunas exposiciones de fotógrafos a presentar en Monterrey y otras ciudades. Es
Coordinadora de Diseño e Imagen en CONARTE. Recibió el Reconocimiento a la Excelencia en el
Desarrollo Profesional por la UANL, 2010. Orgullosamente es madre y padre de un hijo de 3 años y
promotora independiente en el rescate y adopción de animales sin hogar.
Neftalí Báez Rendón, 1980, Celaya, Guanajuato, 1980. Inicia actividades literarias en 2002, en el taller
Diezmo de Palabras en Celaya. Ha sido inlcuido en un par de antologías de la Universidad de
Guanajuato en 2005. Obtuvo los premios de cuento corto de Las Historias de Alberto Chimal en sus
ediciones 47 y 64, en 2009 y 2011 respectivamente. Participa en la antología Parto de Máscaras, con el
Colectivo Consejo Mundial de Letrucha Libre.
José Antonio Durand Alcántara es psicólogo social, maestro en sociología, pasante del doctorado en
Antropología Social. Profesor de Humanidades y presidente de la Academia de Extensión Universitaria
y Difusión de la Cultura en la FES Zaragoza, UNAM. Ganador del Concurso de “Cuento, Poesía y
Periodismo”, UAM Iztapalapa, 1983; 1er lugar en el Concurso de Cuento UPIICSA, IPN, 1986; 3er
lugar en el Concurso Nacional de Poesía “Rubén Bonifaz Nuño”, UNAM, 1995, entre otras prendas
dignas de mención. Autor de los libros De canibalismo y otras filias, 2003, y De nuevas filias y otras
fobias, poesía y cuento, 2009.
Israel Alvarado Torres nació en la Ciudad de México, empezó a escribir cuando tenía dieciocho años,
algunos de sus cuentos fueron publicados en las compilaciones Reloj de Arena (2000 y 2006). Además
de la literatura, Israel se vinculó con la música desde los ocho años y con la fotografía a los treinta años
(sus fotografías se han expuesto en México, España e Israel). Estudió administración de empresas en la
Universidad La Salle y una maestría en marketing en la Escuela de Administración de Empresas
(España).
Víctor Miguel estudió Letras Españolas en el Tecnológico de Monterrey, donde actualmente cursa el
Doctorado en Estudios Humanísticos. Es presidente del consejo editorial de Revista Secrecía.
Ama a Dios, ama a sus parientes y ama a su pareja.
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