UNIVERSIDAD NACIONAL DE SALTAFACULTAD DE HUMANIDADES
LICENCIATURA EN CIENCIAS DE LA COMUNICACIÓN
Procesos Sociales de AméricaAño: 2009
Trabajo Práctico nº 4
“Situación indígena en el periodo colonialProblemas y Perspectivas”
Alumno:Rodríguez, Lucas Eduardo
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Introducción
A mediados del siglo XV los reinos de Europa habían establecido un importante
intercambio comercial con Oriente. En 1453 los turcos ocuparon Constantinopla,
situada en el paso obligatorio de la ruta comercial entre occidente y Oriente. Desde
entonces, Europa comenzó a buscar rutas alternativas.
En ese periodo, Cristóbal Colón, un comerciante ambicioso que sostenía que el
mundo tenia la forma de teta, tuvo la idea de darle toda una vuelta, para llegar a
Oriente pasando por la espalda del mundo. Los reyes de España aceptaron el plan
de Colon y sus ambiciosas condiciones.
Finalmente el 12 de Octubre de 1492 llegó Colón a la Bahamas creyendo que
había llegado a la India. A partir de entonces comenzó la explotación de los nativos.
El ansia de oro y plata de los europeos llevó a la esclavización de los mal llamado
“indios” modificando el sistema indígena. Las consecuencias destructoras de la
conquista afectaron a las sociedades nativas en todos los niveles: demográfico,
económico, social e ideológico.
Hacia fines del siglo XVIII y comienzos del XIX Europa fue escenario de una radical
transformación de sus estructuras políticas, pautadas por la emergencia del Estado-
Nación que marcó el ascenso de la burguesía al control político. Pronto las elites
criollas y mestizas latinoamericanas se identificaron con este nuevo tipo de
formulación política que les proporcionaba el marco referencial para concretizar sus
aspiraciones independentistas. Al mismo tiempo estos sectores emergentes
advirtieron que sus revoluciones no habían sido sólo contra los españoles sino
también contra los indios; el desarrollo del Estado-Nación en América Latina supone
así la negación de las civilizaciones indígenas, cuyos portadores pasan a
desempeñarse como minorías étnicas en el seno de sociedades nacionales.
El presente trabajo intenta dar énfasis en la condición de los indígenas durante el
período prehispánico hasta la actualidad, al igual que la represión cultural, la lucha
por la tierra y la desigualdad ante el “blanco”. Para ello se analizara diversos
aspectos de la situación indígena como ser los factores socioeconómicos del estado
inca, Construcción de la alteridad (nosotros - occidentales- frente al otro), los
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mecanismos de resistencia indígenas ente al sistema colonial, los estados de
conquista, los estados de expropiación, el indio enemigo (México Profundo, México
imaginario), la identidad nacional y represión cultural y el Referéndum revocatorio en
Bolivia.
El estado inca: Reciprocidad y Redistribución, Propiedad y Tributo
Las estructuras económicas del Imperio Inca pueden caracterizarse en un primer
análisis por la combinación de dos principios: los de reciprocidad y redistribución
El concepto de reciprocidad se aplica a las relaciones entre individuos o grupos
simétricos, donde los deberes económicos de unos implican los deberes de otros, en
un intercambio mutuo de dones y contrapones. El concepto de redistribución por su
parte, supone una jerarquía; por una parte, se aplica a grupos y por otra a un centro
coordinador; la vida económica es determinada por un doble movimiento, centrípeto
y centrífugo: agrupación en el centro de los productos y posterior difusión de
aquellos aportados por los grupos hacia otros grupos.
Podemos decir que en la sociedad Inca la reciprocidad caracterizaba la vida
económica al nivel de las comunidades rurales, y que la redistribución provenía de
la organización estatal, hallándose encarnado el centro coordinador por el Inca.
Los dos Principios antes definidos se combinaban en el proceso de la producción,
en la distribución de la propiedad y en el reparto del tributo.
La tierra por su parte, constituía el medio principal de producción y se dividía en
tres partes: la del Inca, la del Sol y la de las comunidades. En la sociedad inca la
propiedad de la tierra no constituye un derecho absoluto, al contrario, es preciso
concebirla como una superposición de diferentes derechos. “Cuando el inca
conquistaba una provincia, proclamaba sobre el conjunto de las tierras lo que
podemos llamar su “derecho eminente” signo de su soberanía. Después tenia lugar
la distribución tripartita: una parte para las necesidades del Estado, Otra para el culto
y el resto para las necesidades, gracias a la generosidad del Inca” 1; el ayllu
disponía de un derecho de uso sobre una tierra cuya propiedad teórica corresponde
1 Según las descripciones de Santillán. Relación del origen, descendencia, política y gobierno de los Incas, Colección de libros y documentos referentes a la historia. Perú, Lima, 1927.
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al emperador. A cambio de la gracia que éste concedía, los miembros del ayllu le
debían un tributo.
El ayllu es un grupo de parentesco teóricamente endógeno, de descendencia
patrilineal que posee un territorio determinado. La posesión de la tierra es colectiva y
se basa en los vínculos de parentescos, implicando relaciones de mutua ayuda. En
efecto, los miembros del ayllu heredan en común su territorio, que pertenece
inalienable en su totalidad. Pero la tierra se distribuye para su explotación en
parcelas de extensión variable y proporcional a las familias que de ella se benefician.
Es indiscutible que no haya existido la propiedad privada individual en el Estado
Inca. Con dos tipos de beneficiarios, por una parte el Inca y por la otra los jefes
locales y provinciales, es decir, los curacas.
La economía inca no conocía la moneda. Sin embargo los bienes circulaban a
través del Imperio por medio del trueque y fundamentalmente a través del tributo.
En efecto, los cultivos variaban de acuerdo con la altitud y los campesinos de las
montañas cambiaban sus productos por aquellos de los valles inferiores,
complementando una economía vertical.
Por lo general, es el tributo debido al Inca lo que aseguraba la circulación de los
bienes a través de todo el Imperio; por otra parte, los campesinos no sólo debían
tributo al Inca, sino también a toda la jerarquía de los curacas.
Eran tributarios todos los hombres de la comunidad de 25 a 50 años y antes de los
25 años si estaban casados. El carácter esencial del tributo consistía en que los
campesinos debían su fuerza de trabajo y no el producto de las tierras del ayllu.
Todos los curacas, desde el gobernador de provincia hasta el jefe de cien hombres,
quedaban exentos del trabajo manual y tributo. Sin embrago, una categoría
particular de tributarios: los artesanos sólo debían el producto de su trabajo
especializado y estaban libres de toda otra obligación.
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Había paralelismo también entre el tributo al Inca y el tributo al curaca. En efecto,
para el campesino, las obligaciones eran de los tres tipos siguientes:
1. el trabajo colectivo de la tierra. Los campos del Inca y de los curacas sólo
tenían valor si sus poseedores disponían de una fuerza de trabajo. Esta fuerza les
era suministrada por el conjunto de la comunidad: los miembros del ayllu iban juntos
a las tierras del Inca para cultivarlas en común; y el producto de los campos del Inca
eran almacenados en los graneros locales o provinciales.
2. la mita, servicio personal y periódico. El Estado reclutaba un cierto número
de tributarios para el ejército y los grandes trabajos (construcción de carreteras,
puentes, templos, etc.) según las necesidades y durante un tiempo limitado. Los
miembros del ayllu de acuerdo con las reglas de la solidaridad, cultivaban los
campos de los tributarios ausentes. Los curacas también se beneficiaban de esta
forma de tributo, bien para sus necesidades domésticas o bien para el cultivo de sus
campos y el cuidado de rebaños.
3. El tributo textil, cada familia hilaba y tejía para el inca el importe del tributo,
que variaba según las fuentes. Pero era el Inca quien siempre suministraba la
materia prima para hacerla tratar. Las mismas relaciones se repetían entre los
campesinos y los curacas; estos percibían igualmente productos textiles, también
suministrando la materia prima.
En resumen el tributo se integra en el sistema de reciprocidad: los campesinos
cultivaban la tierra del Inca a cambio del derecho a usar la tierra comunitaria. Por
otra parte, esos deberes no resultaban solamente de las concepciones acerca de la
propiedad universal del Inca; el hijo del Sol, transmitía también a sus sujetos una
protección divina, asegurando el orden de la sociedad y ofreciéndoles favores y
recompensas. En definitiva, el tributo tenía una doble función, vincular a la
comunidad a un conjunto más vasto, pero al mismo tiempo aislarla en su marco local
y consolidar sus estructuras tradicionales.
Construcción de la alteridad (nosotros - occidentales- frente al otro)
La llegada de los españoles al continente americano implico cambios dentro del
sistema indígena. El trauma de la conquista no se limito sólo al impacto psicológico y
a la desaparición de los dioses antiguos, los europeos además de servirse de las
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instituciones nativas, llevaron a cabo su desintegración, dejando solo estructuras
parciales que sobrevivieron fuera del contexto coherente que les había dado sentido.
Los objetivos que se propuso desarrollar la iglesia en el Nuevo Mundo estuvo
ligada a los intereses coloniales de la corona. Los reyes Católicos estaban obligados
a promover la conversión de los habitantes de las tierras a promover la conversión
de los habitantes de las tierras descubiertas y a proteger y mantener a la iglesia
militante bajo el patronato real. En este sentido la política eclesiástica se convirtió
en un aspecto más de la política colonial. La iglesia de América tenía asignada la
misión de activar la sumisión y la europeización de los indios y predicar la lealtad de
la corona de Castilla.
La inquisición fue un aparato de control ideológico que se estableció en América
con el fin de controlar las distintas concepciones religiosas indígenas en las zonas
centrales del dominio español. El descubrimiento de que persistían ciertas prácticas
paganas desató una lucha a muerte. Se predicaba sistemáticamente contra la
idolatría en todos los pueblos, los sospechosos de ella eran denunciados a las
autoridades y se los condenaba como contumaces. La consecuencia era el
encarcelamiento, la destrucción física de cualquier símbolo considerado idolátrico y
el severo castigo de los llamados hechiceros.
Con el traslado de varias instituciones, practicas y costumbres del viejo continenete
hacia el Nuevo Mundo, se trasvasaron una gran cantidad de representaciones y
símbolos que eran propios de la cultura europea, pero que también cobraron
relevancia en el espacio hispanoamericano, un claro ejemplo de esto fue la Cruz.
La cruz tuvo un papel importante dentro de los símbolos que se intentaron imponer
en América. Dentro de las representaciones de los conquistadores la cruz es el
referente más claro de su pertenencia a la verdadera religión, la única verdad del
mundo, el cristianismo. Por otro lado, la cruz tenía un significado propio en las
culturas locales que al unirse con la carga ideológica de la cultura conquistadora
cobró una importancia particular y relevante.
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Cuando los misioneros y frailes se asentaron en el Nuevo Mundo, comenzó la
tarea de evangelización y adoctrinamiento de los habitantes locales de manera
personalizada, lo cual estuvo acompañado de la fundación de iglesias y misiones
que respaldaban el trabajo de estos personajes. En este marco las iglesias
desempeñaron un papel importante como centros emisores de la ideología cristiana,
y además como fuente de las creencias aceptadas por el reino de España a las
cuales debían someterse y profesar los indígenas locales. en esta travesía de
evangelización, parte del trabajo fue imponer doctrinas, símbolos, imágenes y
liturgias católicas a la población indígena, por lo que hubo un importante interés en
vestir las iglesias con símbolos de la cristiandad europea.
La mayoría de las iglesias fueron construidas sobre los antiguos templos sagrados
de las culturas locales, como imagen del poder de este nuevo Dios que llego a
salvarlos de sus idolatrías.
La conquista representaba en el fondo el choque de dos tradiciones
irreconciliables, por un lado, la religión indígena: politeísta que siempre había
incorporado elementos nuevos, mientras que por la otra, el cristianismo constituido:
un sistema recién incorporado al Nuevo Mundo que exigía que los nuevos fieles
abandonasen todas la viejas creencias.
Los estados de Conquista
Uno de los efectos de la instauración de los Estados de Conquista resultantes de la
invasión europea fueron las jurisdicciones políticas coloniales que radicaron en la
fragmentación política y cultural compulsiva de las poblaciones nativas.
Fragmentación que se debió en buena parte al hecho de que siempre los miembros
de una cultura o de un grupo etnolingüístico, se encontraban políticamente
estructurados en torno a una formación estatal unitaria, cuya conquista asegurara
simultáneamente un control territorial y poblacional.
Con el correr de las generaciones coloniales, la adscripción a las diferentes
jurisdicciones políticas incrementó la distancia y reforzó las singularidades de grupos
originalmente portadores de un mismo bagaje lingüístico y cultural. De esta manera
los Estados de Conquista fueron fragmentando aún más el ya intrincado mosaico
étnico del continente, surgiendo nuevas variantes dialécticas y complejos culturales
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específicos que contribuyeron a debilitar los lazos que unían a comunidades
lingüísticas y culturales cuyas relaciones prehispánicas eran mucho más fluidas.
Otro de los aspectos de la fragmentación política y cultural radicó en el
reforzamiento de la autarquía local de las comunidades campesinas integrantes de
complejos étnicos inclusivos. Dos factores se conjugaron para dar vida a esta
situación. Por un lado, la practica hispana de extrapolar el modelo derivado de un
municipio castellano a la organización política de las comunidades indígenas, lo que
las transformaba en entes relativamente autónomos, en lo referente a la toma de
algunas decisiones internas. Por otra parte, la misma actitud de autodefensa de las
comunidades las hizo cerrarse sobre sí mismas, para asegurar su supervivencia en
cuanto tales, a pesar de su inserción dentro de la estructura global de dominación.
La conjunción de ambos factores determino el incremento de la fragmentación de
las etnias, dado que exacerbó la lealtad a la comunidad de origen y resistencia, en
detrimento de la adscripción a las unidades étnicas, culturales o políticas abarcativas
a las que pertenecía cada comunidad en cuestión.
Otro de los sucesos que contribuyeron a incrementar la ya rica diversidad cultural
de área en la época de los Estados de Conquista, fue el desarrollo de la economía
de plantación. Los contingentes de esclavos negros se contribuyeron en nuevos
componentes poblacionales de las Antillas y de las Costas del Pacífico que
convivieron con los elementos indígenas regionales2.
A su vez, en estos Estados de conquista operó otro fenómeno concomitante, los
procesos de homogeneización social, que acompañaron a la disolución de la
autonomía política de las etnias. En dichos Estados surgió la categoría supra-étnica
de “indio” para designar al conjunto de la población colonizada, categoría que se
aplico indistintamente al conjunto de los componentes del mosaico cultural del área;
y cuyo valor clasificatorio radicaba precisamente en su posibilidad de otorgar un
predicado unívoco a toda la población subordinada.
2 Barlomé, Miguel Alberto. “Procesos Civilizatorios, Pluralismo cultural y autonomías étnicas en América Latina”, en Revista vista Nº9 Salta.
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Mecanismos de resistencia de los indígenas frente al sistema colonial
La reacción de los pueblos nativos ante la llegada de los europeos fue variada,
desde el ofrecimiento de alianzas hasta la colaboración más o menos forzada, desde
la resistencia pasiva hasta una hostilidad constante. En los Andes centrales las
profecías vaticinaban el fin del Imperio Inca. Por otro lado, el mito anunciaba el
regreso de Viracocha, el dios civilizador. Todo esto contribuyo a que los incas
percibieran la llegada de los españoles a través de la estructura del mito y al menos
en ciertas circunstancias como el retorno de los dioses. Pero esas interpretaciones
se vieron pronto refutadas por la misma actitud de los españoles: su extraña
conducta, su delirio ante el oro y su brutalidad destruyeron rápidamente esas
creencias.
Ante esta situación los indígenas comenzaron la resistencia contra los españoles,
pero poco a poco los conquistadores los fueron eliminando con la superioridad de
sus armas y con la ayuda del fuerte impacto psicológico que significaba para los
indios la visión de los caballos los cuales montaban los españoles. Los españoles
obligaron a los indios a entregarles los metales preciosos que para el indio no tenían
mas que un mero valor decorativo, torturándolos y matándolos en caso de obedecer.
El movimiento del Taki Onkoysurge en este contexto en los inicios del 1560 y fue
descubierto por los españoles en 1565. El Taki Onkoy fue una forma de lucha
ideológica y movimiento de rebelión que supuso para los indios la puesta en practica
de dos principios morales, la resistencia contra el mundo hispánico y la condición
que la posibilitaría, es decir, la posibilidad dentro del mundo andino.
Los principales dioses incas no tuvieron un papel importante en los ejércitos de los
dioses andinos. Los dioses que participaron en la resistencia contra el dios de los
cristianos eran la huacas pertenecientes a los cultos populares anteriores al Imperio
Inca de los distintos grupos étnicos
Los toquiongos eran sacerdotes o hechiceros incas que se decían mensajeros de
las huacas o dioses andinos y recorrían las poblaciones instruyendo a la población
indígena en el ritual de purificación que los preparaba para la transformación de la
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sociedad. Estos hechiceros producían el frenesí de los bailadores dándoles de beber
una droga alucinógena.
No negaban que el dios español era poderoso pero argumentaba que los dioses
eran fuertes en su lugar de origen. Si bien el dios católico era supremo y daba el
mantenimiento en España, el hecho de que los españoles necesitaran en América
de los indígenas para subsistir económicamente demostraba que su dios era
impotente y que los dioses andinos eran superiores por proveerlos de lo necesario
para vivir.
Taki Onkoy significa “enfermedad del baile” y gran parte de sus ritos se centraba
en unos cantos y bailes aparentemente incontrolables por parte de los poseídos por
la enfermedad que eran en sus mayorías mujeres. Si bien el movimiento era
esencialmente pacifico y se circunscribía al ámbito religioso, ya que nos hacia más
que preparar las condiciones morales para la transformación del cosmos, también se
observaban algunas actitudes de violencia por parte de los taquiongos. Estos ritos
purificaban espiritualmente a los posesos que renunciaban al cristianismo y
hablaban en nombre de los dioses autóctonos resurgidos.
El Taki Onkoy prometia un mundo nuevo, libre de la opresión española para los
indios fieles a las huacas y la muerte para los españoles y los indígenas desleales
alas huacas. Los taquiongos no sólo obtenían de los indios grandes cantidades de
ofrendas, sino que también tenían el poder de generar enormes presiones
antihispánicas mediante la ideología sectaria que profesaban.
El mensaje del Taki Onkoy era coherente con la lógica y la visión del mundo
populares. Por una parte, todos los pueblos andinos compartían una visión cíclica de
la historia, por otra, la idea de que el conflicto entre elementos andinos y los
europeos de la sociedad colonial era al mismo tiempo ineludible, irreconciliable y
decisivo.
El movimiento abarcaba más de dos mil kilómetros, pero el verdadero centro del
movimiento era la inmensa diócesis del Cuzco; y conmovió sobre todo al mundo
rural indígena, aislado de los núcleos de asentamiento español por lo que no
generaban gran malestar en las autoridades civiles. Este movimiento tuvo el apoyo
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de un buen número de curacas y jefes menores, pero estos no ejercieron la
dirección de la revuelta indígena, sino, que más bien, actuaron en calidad de aliados
o encubridores.
Fue la iglesia Católica la que se sintió atacada por la actitud de los indígenas y
comando la represión. Los indios eran considerados tanto apostatas, ya que habían
renegado de la fé de Jesucristo recibida en el bautismo.
A la iglesia la extirpación de la herejía le tomó entre dos o tres años, demostrando
la fuerza de la resistencia indígena. Los hechiceros fueron los que recibieron
sanciones más severas, eran encerrados y azotados y obligados a pedir perdón en
actos públicos; otros eran condenados a servir por cuatro años o por perpetuidad. A
los caciques la iglesia los azotaba y les cobraba impuestos y los obligaba a
colaborar en la construcción de iglesias proporcionando los materiales y la mano de
obra indígena.
Los Estados de Expropiación
Hacia fines del siglo XVIII y comienzos del XIX Europa fue escenario de una radical
transformación de sus estructuras políticas, pautadas por la emergencia del Estado-
Nación que marcó el ascenso de la burguesía al control político de sus sociedades.
Pronto las elites criollas y mestizas latinoamericanas se identificaron con este nuevo
tipo de formulación política que les proporcionaba el marco referencial para
concretizar sus aspiraciones “independentistas”. Independencia que en su sentido
más estricto implicaba la liberación con respecto al mercado monopólico peninsular
y el desplazamiento de la aristocrática burocracia extranjera, por los representantes
de una incipiente burguesía ascensional. De esta manera, y a través de diversas
luchas en las que participaron masivos contingentes indígenas, las élites criollas y
mestizas desarrolladas en la sociedad estamental colonial, fueron asumiendo su
nuevo papel de “clase nacional”.
Pronto los sectores emergentes advirtieron que sus revoluciones no había sido
sólo contra los españoles sino también contra los indios; no podría haber nuevos
señores si éstos carecían de vasallos.
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Por otra parte los estatutos jurídicos del orden colonial amparaban, de alguna
manera las tierras y propiedades comunales indígenas, lo que constituía un severo
obstáculo para la consolidación del poder de la emergente clase patricia: ser amos
era también ser amo de las tierras.
Los distintos ámbitos territoriales que ocupaban las Nuevas republicas estaban
poblados por masas humanas heterogéneas desde el punto de vista étnico, racial y
cultural. Y esto no era compatible con la idea decimonónica de Nación, cuya
realización requería de la erradicación de de toda diferencia para construir
colectividades homogéneas, supuestamente depositarias de una tradición cultural y
política común, en la cual fundar las aspiraciones de constituir comunidades
“nacionales”. Así la democracia paso a ser entendida como el gobierno de los
mejores, lo que justificaba el hecho histórico de la supremacía blanca o mestiza. Lo
mismo ocurrió con el cosmopolitismo, asumido como la alienación ideológica que
presuponía la obligatoria reproducción de los patrones existenciales de corte
europeo. El mismo concepto de civilización fue entendido como la importancia y
adopción de toda la producción material y simbólica proveniente de los países
centrales, invalidando cualquier elaboración propia y todo tímido intento de
recuperación de los logros de las culturas locales.
La construcción del Estado-Nación requirió de transformaciones socioestructurales,
de acuerdo a su inspiración basada en los modelos europeos, se propusieron la
homogeneización lingüística y cultural de su población. Esta misma
homogeneización era sentida como un requisito fundamental para afirmarse a sí
mismos y legitimar su naciente identidad ante los otros Estado-Nación, que en
ocasiones eran demasiado similares.
El desarrollo del Estado-Nación en América Latina supone así la negación de las
civilizaciones indígenas, cuyos portadores pasan a desempeñarse como minorías
étnicas en el seno de sociedades nacionales. De esta manera las sociedades
multiétnicas de Latinoamérica se configuraron como estados uninacionales que no
reconocieron su diversidad interna.
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Una de las contradicciones de esas nuevas formaciones estatales-nacionales
radica en su carácter expropiatorio que induce a calificarlas como Estado de
Expropiación. Y ello no refiere sólo a las usurpaciones políticas y económicas, sino
también a las ideológicas. En efecto, la necesidad de legitimar las recientes
comunidades políticas en un campo histórico de alta profundidad, las llevó a
declararse herederas de las formaciones culturales y sociales previas.
“Nuestros indios”, “nuestras tradiciones”, “nuestro glorioso pasado”; constituyen
parte de los recursos retóricos de los discursos oficiales, con los cuales los estados
se rinden culto a sí mismos y tratan de legitimar ideológicamente una expropiación
consumada de facto. Se trata de una deliberada práctica estatal orientada a
confundir su historia política, con una historia cultural “nacional” que en realidad
carece de continuidad. Y este proceso de expropiación o invención de la tradición
pretende explícitamente contribuir a la solidaridad de la nación.
El indio enemigo (México Profundo, México imaginario)
La definición del territorio nacional fue una cuestión primordial para los primeros
ciudadanos de la nueva nación mexicana. Se heredaba, en principio, una tierra
dividida en cinco provincias desde los últimos años de la denominación española:
estas constituían el patrimonio de los mexicanos. Muy pronto se vieron reducidas por
la independencia de centro América y un poco mas adelante por la perdida de más
de la mitad del territorio restante impuesta por la fuerza militar y la codicia de los
estados unidos. La defensa de las fronteras, sobre todo las de norte, fue el dolor de
cabeza permanente y llevó a tomar medidas que marcaron muchas características
del México de hoy.
La preocupación por colonizar el norte estuvo presente muy temprano en la Nueva
España y creció constantemente. Se intentaron formas muy variadas para atraer
hacia ella a la gente que se aglomeraba en el centro. A miles de indios se los llevó
por la fuerza. Sin embargo, el norte apenas estaba poblado. Los liberales dieron un
paso adelante facilitando la formación de gigantescos latifundios. En aquella tierra
de nadie sólo hay indios. Pero como eran indios bravos, acostumbrados a guerrear
contra el intruso. Para los liberales sólo existía la inseguridad para la “gente de bien”,
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la amenaza constante que diluye el entusiasmo para colonizar el norte. La guerra y
el exterminio fueron la respuesta durante el siglo XIX.
A los indios libres el México independiente no los reconocía como naciones
también independientes; o son mexicanos y se someten a las leyes del país o son
rebeldes que ponen en riesgo la soberanía nacional y, por tanto, enemigos y
traidores a la patria. Los indios tenían que defenderse ante dos fuegos, el de los
mexicanos y el de los norteamericanos. Se recurría todo contra ellos.
En el otro extremo del territorio, en Yucatán que por privilegio real no vio
desaparecer las encomiendas durante todo el periodo colonial y que llegó a
mediados del siglo XIX convertido en un racimo de haciendas en pleno auge por la
exportación del henequén, los indios mayas, la peonada que trabajaba y vivía en
abierto vasallaje, pusieron en jeque al gobierno durante el resto del siglo y hasta los
primeros años del novecientos. Ante ellos el liberalismo no dudo en aplicar medidas
que contradecían sus principios.
La desarticulación del México independiente, la existencia de provincias y después
estados, que tenían el germen de vida propia y eran proclives a la autonomía, es
causa de conflictos que ensangrentaron al país en las primeras décadas de vida
nacional. Las luchas entre federalistas y centralistas, que formalmente ganaron los
primeros pero en realidad los segundos sólo tienían que ver con el México profundo,
en tanto son los indios y la gleba los que murieron en las escaramuzas y en las
batallas. El problema no iba con ellos: se trataba del enfrentamiento para decidir si la
riqueza del país era de todos los mexicanos (es decir, de un solo grupo dominante) o
cada provincia, cada región, cada cacicazgo tenia el disfrute prioritario de
patrimonio. “Los indios sirven de pretexto y carne de cañón3”
El problema mayor, para ellos fue la lucha contra el reparto de las tierras
comunales. Los liberales sacralizaban la propiedad individual. Para ellos el
verdadero ciudadano es el propietario y la tierra la propiedad básica. Una nación
moderna y civilizada es una sociedad en la que cada uno tiene un pedazo de tierra,
3 Bonfil Batalla, Guillermo. México Profundo. Una civilización negada. Grijalbo, México1989.
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grande o pequeño. No había otro camino para el engrandecimiento de las naciones,
pensaban los liberales.
La política liberal del México imaginario tuvo efectos desastrosos en el México
profundo. Crecieron los latifundios a costa de las tierras comunales. El número en
aumento de indios sin tierra no tuvo más alternativa que el peonaje en las
haciendas; mano de obra barata y arraigada por las deudas y por la fuerza. A todo
esto el indio descomunado debía hacerle frente solo, individualmente, sin más
armas que se propia resistencia.
La nación que se quería, debía imitar el modelo europeo y muy pronto el de los
vecinos del norte. El indio era un lastre. El rompimiento con el pasado se
consideraba una obligación patriótica.
Un país tan lleno de indios no podía seriamente aspirar a la modernidad y el
progreso, pensaban los liberales. Su tendencia a vender poco y comprar lo
indispensable los hacia enemigos claro de la época: el libre cambio y la empresa
libre. Los indios eran considerados una desgracia para la patria, un impedimento
para ser completamente franceses o norteamericanos, que parecía ser la única
manera imaginable de ser mexicanos.
Algo había que hacer, y se intentó atraer inmigrantes para mejorar la raza y dar el
impulso que el país requería, ya que la raza blanca era sinónimo de progreso y
civilización. Pero venían pocos por la inseguridad de un nuevo país con fama de
bárbaro e insalubre los ahuyentaba. Hubo que ofrecer todas las facilidades y
anunciar a México como tierra de conquista y enriquecimiento rápido.
El México imaginario a lo largo del siglo XIX es un país que se quiere rico y
moderno. La riqueza se entiende como el resultado natural del trabajo individual y se
expresa en la propiedad privada. Ahora todos los mexicanos eran iguales y cada uno
responsables de su propio destino. El patrimonio cultural del país, que incluye los
recursos naturales, era un todo común que cada quien debía poder aprovechar a su
manera, en libre competencia, sin privilegios para ningún grupo.
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La modernidad del México imaginario era un producto de importación, los
adelantos tecnológicos debían jugar un papel importante. Las costumbres de los
países avanzados debía imitarse: sus costumbres políticas, sus modas, sus
espectáculos.
El México profundo resultaba ser todo lo contrario del México imaginario. Las
pugnas por la tierra que uno quería, mercancía libre y propiedad individual en tanto
el otro la reclamaba comunal e inalienable. Pero no sólo el problema de la tierra: era
todo lo indio lo que se veía como enemigo del México imaginario.
El indio constituía una amenaza para intolerable para la paz y la tranquilidad que
exigía el México imaginario, y se empleó la fuerza para someterlo.
Civilizar fue la palabra clave. En México, civilizar ha significado siempre
desindianizar, imponer occidente. Ya que la solución de un país moderno era
civilizar al indio, es decir apaciguarlo, domesticarlo, acabar con su violencia. Al
fracasar la inmigración de los “blancos”, quedaba la escuela redentora para
desindianizar a México. Y hacia la educación encaminaron sus esfuerzos muchos
talentos de la época.
El problema básico no fue la diversidad de idiomas sino un hecho de mayor peso
en la realidad. La acción educativa, que sí se emprendió y que alcanzó logros
notables, no cruzó la barrera colonial del perímetro urbano. Llegó por excepción al
medio rural y apenas si se intentó en las comunidades indias. Y eso a veces contra
la oposición abierta e incluso violenta de los propios indios.
A raíz de la Independencia se produjo en torno al colegio un debate revelador: si
los indios eran ciudadanos iguales a los demás, no había razón para que tuvieran un
colegio exclusivo, ya que eso significaba continuar con las prácticas diseminadoras y
paternalistas de los españoles.
Por el lado de los conservadores las cosas estaban peor, decían que la
instauración de los indios era peligrosa, tomando en cuenta que si sabían leer
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podrían caer en sus manos obras subversivas y alentar así su inconformidad y su
rebeldía.
La escuela tampoco funcionó y el indio no se civilizaba, había por lo menos que
esconderlo para que fuese menos visible y no pudiese con su presencia abrumadora
una interrogación rotunda y cotidiana sobre los progresos de la modernización en
México. En la ciudad se prohibieron las pulperías o se autorizaron sólo en la
periferia, en los barrios indios, también en algunos lugares se hizo obligatorio el uso
del pantalón a la europea en vez del calzón de manta. Lo indio se refugió en las
comunidades, de los barrancones de las haciendas y los arrabales urbanos. Ahí
permaneció bajo el nuevo acoso.
A causa de esto, el campo indio se empobrece, crece la población y se reducen o
se pierden las tierras, y el empleo que ofrecían las haciendas era duro y se pagaba
miserablemente.
La identidad criolla cede su lugar a la ideología del México mestizo, pero sus
contenidos de fondo no cambian. Hay un alejamiento formal con España, hasta un
anthispanismo en los primeros años, y la antigua metrópoli. Poco a poco se va
sustituyendo la herencia jurídica que dejó la colonia, aunque sea para imitar otras
legislaciones. El México mestizo, imaginario, si bien se distancia de España, nunca
rompe con occidente, ni intenta hacerlo. La aspiración, el futuro, siguen en otra
parte. La imitación era la ruta a seguir.
La identidad nacional y represión cultural
Una de las obsesiones manifiestas de los estados-nación, que se proyecta
masivamente hacia sus habitantes, radica en al búsqueda y definición de la
anhelada “identidad nacional”. Los estados nacionales de América Latina en general,
adolecen de una crónica “ansiedad Identitaria” que pretende ingerir a las identidades
incluidas dentro de su hegemonía. Es decir, que se ha pretendido y se pretende
identificar ideológicamente el aparato político de un ámbito territorial, con el conjunto
de las tradiciones culturales existentes en ese mismo ámbito (Barlomé, Miguel
Alberto).
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La búsqueda por ofrecer una imagen unitaria de la colectividad estatal, ha
generado la construcción de estereotipos caricaturescos de las supuestas
identidades nacionales latinoamericanas. Pero lo que importa destacar es que
aquello supone un deliberado intento de imponer un modelo de identificación para
el conjunto de la población. Como todo acto de hegemonía, este proceso tiende a
excluir y/o reprimir a todos aquellos sectores sociales, raciales y culturales que no se
parecen al modelo propuesto. Es decir que se define e impone una concepción
unitaria de la ciudadanía, que desconoce la existencia de multiple “ciudadanias
culturales” diferenciadas. Nuestros países no tienen una sino muchas identidades
sociales, pero en ello hay riqueza y no la causa de su pobreza. El hecho a descartar
es que la búsqueda de esa identidad ha supuesto históricamente la represión de la
pluralidad.
La dinámica social, tanto a nivel mundial, como local, supone la articulación de la
diversidad y no la homogeneización de lo plural. La creatividad colectiva se nutre de
la multiplicidad y no de una condena a la reiteración de un modelo unitario del ser
social.
Pero la inercia continúa y hasta el presente se mantiene en América Latina una
cierta correlación conceptual darviniana entre evolución, desarrollo,
homogeneización y modernización, lo que permitiría acceder a la globalización. Pero
ahora ya no son sólo estados los responsables de las orientaciones
homogeneizantes, sino las compañías transnacionales que buscan un mercado
masivo con similares expectativas de consumo, lo que requiere de parecidas
orientaciones existenciales: un mismo estilo de comer, de vestir, de hablar, es decir
un modelo impuesto para vivir.
No se trata sólo de otorgar espacio político a las comunidades étnicas diferenciales
dentro del marco del Estado, lo que sería más o menos compatible con la propuesta
de las democracias pluralistas. La cuestión no se reduce a asumir la presencia
política de lo étnico, sino que implica aceptar el derecho a ejercer normas jurídicas,
morales, económicas, ideológicas, lingüísticas, paténtales, etc. que no son
necesariamente reductibles a las manejadas por las formaciones estatales.
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El Referéndum: Un Sí y un No en Bolivia
El 8 de mayo del 2008 el Senado boliviano aprobó en veinte históricos minutos, la
Ley de referéndum revocatorio, por la continuidad o no del proceso de cambio liderizado
por el Presidente Evo Morales Ayma y el Vicepresidente Álvaro Garcia Linera y Prefectos
Departamentales, que había sido presentado meses antes (en otro contexto) por el
oficialismo y reflotaba sorpresivamente en esa fecha por la alianza opositora
podemos.
Cuando pudieron calibrar en toda su magnitud el hecho, los prefectos/gobernantes
de la llamada media luna optaron por desconocer el llamado al referéndum
revocatorio de los mandatos, pero desconociendo de esa manera tambíen el
funcionamiento de las instituciones de la democracia.
Como esa postura pondría en evidencia el temor a ser derrocados en sus
respectivos bastiones, además de mostrar su poco apego a las reglas del juego,
optaron poco tiempo después por aceptar el llamado a las urnas.
Pero comenzaron entonces a cuestionar la formula de cálculo a ser aplicada en el
referéndum, que establecía que para obligar a laautoridad respectiva a retirarse de
su sillón y marcharse a su casa, el voto negativo deberá ser uno más que los
obtenidos por dicho mandatario en su elección originaria.
Como ninguno de los Prefectos obtuvo más del 48%, temían a ser desplazados,
entonces coincidieron en plantear reglas claras para todas las autoridades que se
sometan a revocatorio. a cambio, propusieron que todos deberían obtener al manos
el 50% más uno a favor, restándole así chances al presidente y sumándose ellos
algunas posibilidades.
Para colmo de males, “la gesta autonómica, montada hábilmente en un antiguo
reclamo de las regiones lejanas al centro político de La Paz, pero a nivel dirigencial
unificada en su cerrada oposición al “gobierno de los indios”, comenzaba a sufrir el
desgaste de sus propias internas, ya que algunos dirigentes y ex postergados
comenzaban a vislumbrar algún futuro individual que los acerque a los tronos
departamentales.
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En Santa Cruz, grupos opositores a Evo Morales a nievel nacional, pero también al
Prefecto Rubén Costas a nivel local, comenzaron a alentar el No a la continuidad de
ambos.
Tanto Oruro como Potosí son bastiones del MAS y de Evo Morales, y sus prefectos
pasarón la prueba con amplitud, y Chuquisaca eligió prefecta a una dirigente social
campesina ex constituyente del MAS.
Tierra y Territorio siguen son bienes preciados en Bolivia, donde la seguridad
alimentaria se considera medianamente garantizada cuando alguien posee terreno
donde plantar y cosechar algo que permita complementar y diversificar ingresos
inestables, tanto en monto cuanto perdurabilidad.
La gran mayoría de los habitantes del campo, compuesta por pequeños
agricultores pobres, posee apenas el 1,4% de las tierras cultivable, mientras que
grandes propietarios son dueños del 85% de esas tierras.
Bolivia tiene una superficie de 107.000.000 de hectáreas que debian, de acuerdo a
la Ley INRA de 1996, ser “saneadas”, es decir reexaminados sus títulos de
propiedad y poseedores. En los primeros años de gobierno del MAS se sanearon
10,2 millones de hectáreas.
El proceso de Reducción Comunitaria de la reforma Agraria permitió en los dos
primeros años de la gestión de Morales, se distribuyeran más de 700.000 hectáreas
de tierras fiscales, de un total de 2.100.000. Con una particularidad, las tierras no
fueron entregadas a titulo individual, sino comunitario, reclamo histórico nunca
atendido con anterioridad.
El Referéndum Revocatorio del 2008, significó una nueva victoria de las sociedads
oprimidas y marginadas a lo largo de la historia de Bolivia, los pueblos originarios y
el campesinado.
Detrás de ese Referéndum existía una importante puja de las elites bolivianas por
retomar el poder estatal, los recursos naturales y sobre todo las tierras. Los
involucrados en esta puja por la recuperación del poder, estaban los prefectos
/gobernadores de la llamada “Media Luna” quienes históricamente se inclinaron
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hacia los beneficios de grandes los grupos económicos nacionales e internacionales,
marginando de todo desarrollo y participación económica a los sectores campesinos
e indígenas. Y al mismo tiempo veían perjudicados sus ingresos en la participación
política y económica que venia teniendo el Estado y las organizaciones indígenas y
campesinas a lo largo del país.
El intento por revocar de su cargo a Evo Morales dejó grandes marcas de sangre
en el pueblo indígena, ya que en ese periodo sicarios intentaron desarticular el
moviendo y la resistencia por medio de una serie de masacres en el departamento
de Pando que dejó unas 30 personas fallecidas, donde se supó que los paramilitares
y las armas fueron trasladados al lugar en vehículos de la Prefectura (gobernación)
de ese departamento.
En síntesis, el Referéndum se caracterizó por la violencia y la contraofensiva de las
elites bolivianas, la fortaleza y organización de las comunidades originarias y
campesinas, y la permanencia de la estructura política construida a lo largo del
gobierno de Evo Morales, por la reivindicación de la cultura, la diversidad étnica y la
conservación de las tierras comunitarias.
Conclusión
Sin dudas la llegada de los españoles al Nuevo Mundo produjo rotundos cambios
dentro del sistema indígena. El trauma de la conquista no se limitó sólo al impacto
psicológico y a la desaparición de los dioses antiguos, los europeos además de
servirse de las instituciones nativas para la explotación indígena llevaron a cabo un
saqueo económico y cultural que dejó secuelas permanentes.
En la actualidad la independencia de España no significó para los pueblos
indígenas de Latinoamérica la ruptura del sistema colonial. Todo lo contrario, el
proceso republicano profundizó la dominación sobre los indígenas al igual que la
represión de su cultura. En estos días el sometimiento indígena es mucho mayor por
la consolidación del Estado capitalista que sigue asumiendo frente a las instituciones
indígenas un comportamiento colonial, arrebatando sus tierras, destruyendo su
medio ambiente y explotando indiscriminadamente sus recursos nacionales.
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Siendo realistas los estados continúan escondiendo su raíz indígena y optan por
políticas fáciles he integracionalistas que al más radical de los indígenas los puede
hasta desaparecer o encarcelar.
A pesar de todo, en Bolivia al igual que en otras regiones de Latinoamérica en los
últimos años ha comenzado a gestarse un importante proceso de reivindicación
indígena, visualizándose una participación activa y una genuina organización,
a raíz de las distintas demandas y desigualdades sociales que vienen
oprimiendo durante siglos a las comunidades indígenas.
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Bibliografía
Artículos periodísticos varios de Federico Lanusse.
Bartolomé, Nicolás. “Procesos Civilizatorios, Pluralismo cultural y autónomías
étnicas en América Latina”, en Revista Andes nº16, Universidad Nacional de
Salta, 2005.
Bonfil Batalla, Guillermo. “méxico profundo. Una civilización negada”. Grijalbo,
México, 1989.
Hormaeche, Lisandro. “los símbolos del nosotros frente al otro en la Nueva
España durante la dominación española”. Mimeo.
Nathan Wathtel. “Los vencidos”. Capitulo 1, Las Estructuras del estado Inca.
“Taqui Onkoy. “Resistencia indígena en los Andes Centrales”, publicado en
mapuchemeliano, 2008.
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