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Sobre la ortografía

Carta abierta a don Francisco Secadas

MANUEL CARDENAL IRACHETA

Sr. D. Francisco Secadas. Madrid.

Mi buen amigo: Una cariñosa mención de mipersona en un admirable articulo, «El tabú dela ortografia», publicado en el número 191 deesta Revista, me mueve a dirigir a usted estacarta, que pretende ser un comentario a susideas.

Hace tiempo que me he ocupado, con pocaautoridad, sin duda, y poco éxito, de cómo debenhacerse las pruebas llamadas exámenes (en elBachillerato, que es donde tengo experiencia) yde otras minucias pedagógicas. Pero no veo a miscompañeros ni conscientes de los problemas, nimucho menos preocupados por resolverlos. Lafuerza brutal de los hechos—el haberse elevadoa miles el número de exámenes, tal vez a decenasde miles las pruebas trimestrales— ha obligadoa los profesores a practicar ejercicios escritos.Esto ha sido una ventaja, pues el examen oral—la clásica interview—tiene muchas dificulta-des y requiere un verdadero talento para el casoen el examinador. La cuestión de la ortografiase ha planteado entonces con agudeza y frecuen-cia. Y como es notorio, ha surgido el profesorque suspende en química por faltas de ortogra-fía. No sabemos las faltas que el propio profesorcometería, pues hay que decirlo claro, la orto-grana es muy dificil y muy extenso su dominio.

La primero que hay que decir es que no existeen España un español del rey. Parece que la RealAcademia de la Lengua debia —y asi lo preten-de— ejercer un dominio saludable sobre cues-tiones del lenguaje español. Mas después de susúltimos decretos, muchos han empezado a dudarde su prudencia. El quitarle la p a psicología ydejarla en sicología, que en su etimología valdríaciencia de los higos, parece una broma. Es unadesconfianza en la capacidad del público espa-ñol, una huida ante las dificultades, tan, porotra parte, de nuestro tiempo de predominio delas masas. ¡Oh vulgo, vulgacho! (Todo país cultoha conservado psychologia. que es más etimoló-gico, aunque más difícil.)

Claro que a veces de ese vulgo o masa sale unhombre distinguido. dotado, lleno de talentos, yentonces se hace preciso tenerle en cuenta.

—Uno = Dicen que se debe decir asi.—Otro (campesino) = Yo diría asín.—El Guerrita (famoso matador de toros, cor-

dobés) = Zeriores, se debe decir asma.Las formas asin y asma son populares, mas

¡,está todo el español legislado por normas del«español del rey»? De ningún modo (y «El Gue-rra» era una autoridad en muchas cosas).

La ortografia no siempre es fonética. Los es-pañoles —salvo los levantinos—no pronuncianla y , hecho que los romanos advirtieron, y diolugar a la broma que nos gastaron diciendo queéramos un pueblo feliz para quien vivir (vivere)es beber (bibere). Si el que escribe no sabe deantemano la ortografía de las palabras con bo con v, de nada le sirve oírlas pronunciar al quehabla o lee, salvo que sea un pedantón que, pro-nunciando, diga vuelta y no buelta, que es comoordinariamente diría, pongo por caso. La h esmuda en Castilla, pero al principio de dicciónsuena ante el diptongo ue, asi en güevo o güeso(como escribió Quevedo). Para saber el porquéde esto hay que recurrir a la etimología (ovum,ossa) y explicar muchas cosas que no siempreestán a la altura del maestro. Sin insistir más,puede generalizarse y decir que para enseñar laortografía en sus fundamentos habría que ense-ñar tantas cosas que se ve no están al alcancede un niño. La ortografía, pues, en su aprendi-zaje. está siempre latente, como dice usted muybien.

Es verdad que se pueden aprender cierrasreglas, pero no son suficientes para la mayo-ría de los casos, y precisamente las palabrasmás vulgares, como los verbos irregulares—los más usados—, caen fuera de esas reglasgenerales. No se puede, pues, descalificar a unniño porque tenga una ortografía deficiente.Por otra parte, un niño nunca puede escribirbien, sino lo que oye realmente. y no oye sinolo que ya ha oído. Si le han enseriado a escribir

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REVISTA DE EDUCACION - ESTUDIOS

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—y a entender— 600 u 800 palabras en la escue-la, hay muchas probabilidades de que ese niño—si es un niño normal— las escriba bien. Pero sehará preciso que el maestro le enseñe cada díalas palabras corrientes, fuera de toda regla (fá-cil), como son los verbos auxiliares haber, ser,estar, y los irregulares oír, ir, contar, huir, etc.Los más corrientes son los más difíciles. Despuésaprenderá las reglas de los acentos, que sonfáciles, y unas docenas de palabras comunescon h, que es la gran dificultad.

En un test que usé para examen de ingresoen el Bachillerato se preguntaba:

¿Dónde vive el Papa?Una niña escribió: Papá vive en casa. Pregun-

tada oralmente, dijo que no sabía lo que era elacento gráfico. No podía distinguir a la vistaentre papá y el Papa. Error enorme fue obligara dictar del Quijote. Será dificil encontrar unapágina de nuestra inmortal novela donde no sehalle un vocablo ininteligible para el españolde hoy. Un niño con fantasía le pondría una ha enea o anea (una silla de anea. dice Cervan-tes) y no podrá escribir sin vacilar esquife. Sonobjetos fuera de nuestro actual ámbito vital ycultural. ¿Nos escandalizaríamos por ello?

Otros elementos ortográficos —o mejor tipo-gráficos—que no palabras, para él sin sentido,ha de aprender el niño de hoy. Por ejemplo, eluso de las dos rayas (— —) para separar unafrase aislándola. O las comillas (a »). Mi maestro

don Julio Cejador. gran latino, me contó quecuando niño durante mucho tiempo creyó queel dispositivo tipográfico de la división

12 I 4—12 I 3

O

representaba algo que realmente se cocía en elllamado cociente, que es derivado de quotiens(cuantas veces). Nadie le había dicho que era unsigno tipográfico. El signo tipográfico de la divi-sión era para él un hornillo, o caldera, una ima-gen de una acción. Hay. pues. que tener cuidadocon los signos, mas un niño de ocho arios debeempezar a dominar signos que no sean estricta-mente ortográficos. Por ejemplo, debe saber quelos dos puntos (:) significan división, y quetambién significa lo mismo la raya horizontal

12)y poder leer : =

La carta se hace larga, perdón. Mi enhora-buena por su acertada intervención en estacuestión candente verdaderamente en nuestroshábitos pedagógicos.

Suyo.MANUEL CARDENAL IRACHETA