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U A B – Facultad de Filosofía y Letras
Departamento de Antropología
Master: “Investigación etnográfica, teoría antropológica y relaciones
interculturales”
2008-2009
TRABAJO FINAL
Título: Poder clientelar en redes de reclutamiento de empleadas domésticas en
Barcelona.
Estudiante: Gabriela Poblet Denti
Director: Alexandre Coello
Fecha de entrega: 20 de julio de 2009
1
Indice
Introducción 3 Capitulo 1: Estratégicas metodológicas y perspectivas
7
Hacer etnografía
7
El trabajo de campo: técnicas y estrategias 8 Posiciones y emociones 13 Diferencias y diferenciaciones 15
Capítulo 2: El servicio doméstico: género, clase e inmigración
17
Introducción
18
El servicio doméstico en España: regulación y prácticas 18 El servicio doméstico como actividad laboral femenina 21 El servicio doméstico y sus representaciones 26 El servicio doméstico en el mercado global 32 Conclusiones 38
Capítulo 3: El acceso al servicio doméstico: redes y circuitos de inserción
40 Introducción
40
Las redes de reclutamiento de empleadas domésticas en Barcelona
40
Las agencias privadas 43 La Iglesia Católica como intermediaria laboral 46 Conclusiones 54
Capítulo 4: un estilo de patronazgo en el acceso al servicio doméstico
56 Introducción
56
La organización y el espacio 56 Patronos y clientas 65 Conclusiones 78
Capítulo 5: De clientas a empleadas domésticas
80
Introducción
80
Las fronteras 80 Categorías y estereotipos 83 Ofertas y mano de obra 89 Las mujeres inmigrantes: estrategias y resistencias 93 Conclusiones 99
2
Capítulo 6: Conclusiones, discusiones y aperturas
101
El servicio doméstico y las redes de reclutamiento en la ciudad global
101
El papel de la Iglesia Católica en las redes de reclutamiento
102
Poder clientelar en las redes de reclutamiento 104 Patronazgo, mercado de trabajo y religión 105 Prospectivas desde una perspectiva postcolonial y de género
108
Bibliografía citada
111
Fuentes
114
3
Introducción
Esta investigación se trata de una aproximación a las redes de reclutamiento
de empleadas domésticas que operan en Barcelona gestionadas por
congregaciones de la Iglesia Católica, haciendo especial hincapié en la bolsa
de trabajo dirigida por una religiosa, conocida como la Hermana Encarnación,
cuyas usuarias son la mayoría mujeres inmigrantes procedentes de diversos
países de América Latina.
La curiosidad por este tema en concreto y por el servicio doméstico en general,
parte de mi experiencia como “mediadora intercultural” en un programa “de
acogida” en una asociación de Barcelona entre el 2005 y 2007. Durante dicho
trabajo pude mantener contacto y escuchar a mujeres inmigrantes (la mayoría
dedicadas a la limpieza y al cuidado de personas mayores en hogares de alto
status de Barcelona), a la vez que conocer la amplia red de recursos de
Barcelona dirigida a personas inmigradas, conformada por diversos servicios
gestionados por el ayuntamiento, ONG’s y la Iglesia Católica.
Al explorar la bibliografía sobre la situación de mujeres inmigrantes en el
servicio doméstico, noté que algunos aspectos quedaban sin abarcar o eran
tratados a la ligera, como ser el acceso al empleo, el papel de las asociaciones
y la influencia de la Iglesia Católica. Si bien los trabajos de investigación más
relevantes sobre mujeres inmigradas que trabajan en el servicio doméstico en
Barcelona (Escrivá, 1999; Anderson, 2000; Parella, 2003), se refieren en mayor
o menor medida a las redes sociales de acceso al empleo y a las redes de
reclutamiento tales como agencias o la Iglesia Católica, no he encontrado
ninguna investigación que se centre en este tema en concreto o que lo tratase
4
más en profundidad. También eché en falta más trabajos con un enfoque
antropológico o trabajos etnográficos. Así que decidí que este podía ser mi
pequeño espacio, el granito de arena que podría aportar a los estudios
basados en temas de migración, género y trabajo, aprovechando la familiaridad
que ya tenía con la red de recursos de Barcelona. Después llegó la hora del
“recorte” y perseguida por la tiranía del tiempo en una fugaz pero decisiva fase
exploratoria, decidí centrarme en la descripción del funcionamiento de la
famosa bolsa de trabajo gestionada por la Hermana Encarnación, ya que había
observado que se organizaba en base a un entramado de relaciones de poder
desiguales, interesante para otorgarle contenido teórico a través de un trabajo
etnográfico.
Una de las primeras dificultades de este trabajo de investigación fue decidir su
enfoque. Tenía un exceso de perspectivas y marcos teóricos: desde una
perspectiva de género, desde la antropología económica, desde redes sociales,
desde una perspectiva poscolonial, desde la antropología de la religión, entre
otras. Finalmente, opté por partir desde lo que ya había explorado: el servicio
doméstico y la llamada “globalización de los cuidados” para poder insertar en
este marco lo que defino como redes de reclutamiento de personal doméstico.
Consideré apropiado utilizar el término “redes de reclutamiento”, ya que por la
forma de operar se trata de “reclutar” sirvientas o empleadas domésticas para
que trabajen en hogares de élite, y no de programas que apunten hacia una
real inserción laboral y social dirigidos a mujeres inmigrantes, a pesar de que
estén dentro de las labores de beneficencia de la Iglesia Católica.
La organización de la tesina consiste en cinco capítulos y un apartado con las
conclusiones y prospectivas del trabajo. El primer capítulo está dedicado a
5
abordar las cuestiones metodológicas y las estrategias por las cuales opté para
realizar la investigación, sin obviar algunas cuestiones referentes a la relación
investigadora-sujetas de estudios. En el segundo capítulo, de contenido teórico
aunque con algunos ejemplos relevados durante el trabajo de campo, analizo el
servicio doméstico como actividad laboral de bajo status, feminizada y cubierta
por población inmigrante. Esto permite enmarcar el servicio doméstico dentro
de la “globalización de los cuidados” y a las redes de reclutamiento en lo que
se define como “ciudad global”. El capítulo 3 consiste en una introducción a las
redes de reclutamiento de personal doméstico que operan en Barcelona, con la
finalidad de contextualizar el caso de estudio que presento y de realizar un
análisis comparativo de forma aproximada con otros servicios, pasando por un
breve pero interesante análisis sobre el papel de la Iglesia Católica en la
inserción laboral de mujeres inmigrantes. El capítulo 4 se trata de una primera
parte del análisis etnográfico de la organización de la bolsa de trabajo dirigida
por la Hermana Encarnación. La observación sobre el funcionamiento y sobre
las relaciones de poder me han llevado a definir su forma de proceder como un
caso de patronazgo y a describir a los actores como patronos y clientes. El
capítulo 5 amplía las explicaciones del análisis, haciendo hincapié en el papel
de las usuarias (clientas) a través del análisis de las ofertas de trabajo y de sus
relatos. Finalmente expongo en las conclusiones generales la relación entre
este sistema, el mercado de trabajo y la religión, así como otros varios aportes
y consideraciones teóricas, frutos de esta investigación, en torno al servicio
doméstico, los intermediarios laborales y el papel de la Iglesia Católica.
Si bien este trabajo responde a obligaciones y protocolos académicos, por mi
parte lo considero también como un trabajo de denuncia que espero ayude a
6
generar propuestas para mejorar los llamados “servicios de inserción laboral”.
Aunque con un compromiso profesional como antropóloga, parto igualmente de
una necesidad visceral de contar, de no dejar pasar aquellas injusticias en las
cuales podemos colaborar para hacer frente y de dejar de “tolerar lo
intolerable”.
El rigor de las fechas y mi calidad de principiante hacen que esta investigación
sea sólo una primera aproximación. He dejado cantidad de aspectos en el
campo y otros “en el tintero”, conciente de que era imposible abarcarlos todos.
Soy conciente también que quedarán lagunas, agujeros y explicaciones
pendientes pero espero que el esfuerzo haya valido la pena para contribuir en
un campo escasamente explorado, como son las redes y servicios de acceso al
empleo.
7
Capítulo 1 - Estrategias metodológicas y perspectivas
“El nombre no es la cosa nombrada. El mapa no es el territorio.” (Alfred Korschipski - 1933)
Hacer etnografía
El gran legado de la antropología es, quizás, conocer las realidades que nos
resultan lejanas de primera mano. En los comienzos de la disciplina, cuando
antropólogos y antropólogas se trasladaban grandes distancias para estudiar
pueblos desconocidos, la etnografía no sólo era obligatoria, sino que era una
obviedad, puesto que no se contaba con datos estadísticos, censos u otro tipo
de informes. Siguiendo los consejos de Malinowski, los científicos trataban de
convivir con la población “objeto de estudio” e intentaban llevar la misma vida
“como uno más”, compartiendo la rutina, escuchando, observando y valiéndose
de testimonios de personas a quienes nuestra disciplina ha llamado
“informantes”. Transcurrido el Siglo XX, las metodologías cualitativas en sus
distintas variantes se han cimentado en todas las ciencias sociales, adquiriendo
especial protagonismo (a veces demasiado creo yo) los relatos de los ahora
“sujetos de estudio” relevados a través de entrevistas. No obstante, la
etnografía, a mi modo de entenderla, supera ampliamente las metodologías
cualitativas como una forma integral de relevar información y de generar
conocimiento. No es, simplemente, el complemento de técnicas de observación
y entrevistas, sino una forma de sentir, percibir y confeccionar una realidad
existente (del cual el/la etnógrafo/a también forma parte aunque le resulte
exótica) para poder transmitirla, una forma de abrir los ojos para ver el mundo.
8
El caso de estudio que presento, aunque totalmente urbano y físicamente
cercano, es uno de estos “terrenos” inexplorados, donde la etnografía resulta
una herramienta insustituible y donde meras técnicas cualitativas hubieran
fracasado. Haciendo sólo entrevistas en profundidad a “informantes claves”,
como la Hermana y sus ayudantes y a algunas mujeres, no hubiese podido
relevar la cantidad de detalles que me proporcionó el estar allí varias mañanas
y participar en persona del entramado proceso de búsqueda de trabajo,
recogiendo en el tradicional “diario de campo” lo que Malinowski llamó “los
imponderables de la vida real”.
El trabajo de campo: técnicas y estrategias
Aunque muy lejos de la talla de los antropólogos de antaño, mi trabajo de
campo consistió básicamente en la observación participante general del
servicio y en el acompañamiento, o bien seguimiento, de las usuarias, en los
diversos pasos del proceso de búsqueda de trabajo del servicio de la Hermana
Encarnación: hacer las colas, coger los tickets, levantar la mano, coger un
trabajo, llamar a los posibles empleadores, etc. En algunas ocasiones, una vez
establecido el “rapport” necesario, tuve la oportunidad de compartir con algunas
mujeres el recorrido por otros de los diversos circuitos de “acogida”, tales como
comedores o agencias de empleo, que suelen frecuentar parte de la población
inmigrante al salir del centro de la Hermana Encarnación. Estos momentos
fueron claves en el proceso de investigación, ya que fuera del centro que
gestiona la Hermana, las mujeres conversaban relajadamente intercambiando
opiniones sobre la misma Hermana, sus ayudantes, el funcionamiento de la
bolsa de trabajo y sobre diversas experiencias trabajando en el servicio
9
doméstico, revelando aspectos que dentro del centro no habían surgido, al
menos durante mi presencia, en las conversaciones. En estos lugares también
pude conocer otras personas que habían acudido alguna vez al servicio de la
Hermana Encarnación y otras que eran usuarias de agencias privadas u de
otros servicios de inserción laboral de la Iglesia y que nunca habían acudido a
la bolsa de trabajo de la Hermana Encarnación por diversos motivos pero que
habían oído hablar sobre ella. Estos relatos fueron un importante aporte.
Como todo proceso de investigación, ha estado desde el primer momento
plagado de tomas de decisiones, algunas de las cuales, aunque segura de mí
misma, han estado algo arriesgadas desde un punto de vista ético. Después de
realizar la fase exploratoria en el servicio de la Hermana Encarnación y una vez
familiarizada con el “terreno” y con el modo de proceder del servicio, decidí
comenzar el trabajo de campo “del lado de las usuarias”, sin desvelar mi
condición de investigadora a los dirigentes del servicio. Mi decisión se basó en
que podía correr el riesgo de no ser aceptada o de ser relegada espacialmente
a observar donde el coordinador del servicio me dijera. Al ser un servicio de
concurrencia masiva y de acceso libre, consideré que no valía la pena dar
explicaciones precisas, ya que se trataba de observar desde el patio trasero,
como si fuera un parque o cualquier cola de algún servicio, donde había más
de 200 personas. Otro de los motivos era el riesgo de “ganar status” en el caso
de que fuera presentada públicamente por el coordinador o por la Hermana
Encarnación y perder por tanto, la confianza, la empatía, los relatos, opiniones
y perspectivas de las usuarias, considerando que se trata de un complejo
entramado de relaciones de poder desiguales, donde hay “lealtades” en juego,
10
como lo explico en el desarrollo de la tesina, y donde hay también un
autoritario manejo de las personas en el espacio. Preferí entonces mantener un
perfil bajo, acompañando a diversas usuarias “amigas”, desplegando todos los
sentidos para potenciar la escucha activa y la observación como técnicas
principales, y así tener un panorama en detalle a la hora de presentarme como
investigadora (cosa que hice más adelante) y hacer las preguntas pertinentes.
Esta estrategia, que no llega a ser del todo una investigación encubierta, ya
que a las usuarias con quienes conversaba sí explicaba mis intereses, fue un
éxito para el estudio, ya que me permitió seguir los distintos pasos del servicio,
estar en diferentes instancias e incluso “vivir” diferentes experiencias, desde
dentro del despacho de la Hermana, desde el patio y también desde la acera
en ocasiones que no pude entrar (al igual que le ocurre a muchas usuarias).
Consideré también que siendo “una más de ellas” en los primeros momentos,
la etnografía sería más rica y tendría un punto de vista más valioso.
Pasado aproximadamente un mes de trabajo de campo en el “terreno”,
concerté entrevistas con tres mujeres inmigrantes usuarias de diferentes
servicios de inserción laboral para corroborar algunas afirmaciones casuales
que habían hecho y para relevar de forma más precisa sus relatos y opiniones.
Paralelamente realicé entrevistas a una educadora que gestiona la bolsa de
trabajo de un hogar de “madres solteras” perteneciente a la Iglesia Católica y a
una religiosa conocida, la Hermana Dolores, cuyo contacto me permitió
entrevistar, finalmente, a la Hermana Encarnación (la cual me concedió
escasos 15 minutos de entrevista pero dado el trabajo etnográfico previo pude
hacerlos valer). Estas entrevistas fueron enfocadas para comprender el papel
de la Iglesia en las redes de reclutamiento de personal doméstico y relevar
11
información concreta sobre los servicios y obras que realizan diversas
congregaciones de Barcelona. El ayudante principal de la Hermana
Encarnación, Héctor, a quien dedico buena parte de la tesina, no fue
entrevistado directamente, sino que he registrado parte de sus discursos,
actos, gestos y afirmaciones. Hacia el final del trabajo de campo he podido
entablar conversaciones informales con él y no descarto entrevistarlo en un
futuro para relevar su punto de vista. De igual manera, tampoco entrevisté a
Rosa, la secretaria de la Hermana, quien también podría ser entrevistada en un
futuro si está de acuerdo.
Otra información más concreta en torno al tema general de la investigación fue
relevada a través de llamadas telefónicas, documentos de Internet y diverso
material gráfico (folletos, circulares, etc.). Con el fin de facilitar el entendimiento
y complementar las descripciones del espacio, he tomado varias fotografías de
las instalaciones del centro, con el permiso de la Hermana Encarnación. Decidí
de antemano, no tomar fotografías en presencia de usuarias, por respeto a
ellas, ya que la mayoría son inmigrantes en situación irregular.
El trabajo de campo en el “terreno” duró aproximadamente seis semanas
durante los meses de marzo y abril de 2009.
A continuación, expongo un cuadro con información sobre las personas
usuarias de los servicios de inserción laboral que han colaborado en este
proceso de investigación, así como de las respectivas técnicas usadas. El
objetivo es facilitar algunos datos de estas personas que considero relevantes
como la edad, origen y el año de llegada, así como también apreciar la
variabilidad de procedencias y edades de todo el conjunto de “informantes
12
claves”. Entre las técnicas utilizadas, he distinguido entre “seguimiento” y
“acompañamiento”. El “acompañamiento” significa que he tenido la oportunidad
de estar junto a ellas varios días y casi en todo momento mientras estuvieron
haciendo el recorrido por el servicio de la Hermana Encarnación, mientras que
el “seguimiento” significa que también he podido “seguir” el caso, pero que no
he estado con ellas en todo momento y por lo tanto, no lo he relevado de
primera mano, sino que las mismas mujeres me comentaban como había sido
el proceso. Aunque de algunas de estas personas no se incluyen relatos en la
tesina, de igual modo su contribución al proceso de investigación ha sido
pertinente y enriquecedor.
Nombre Edad Origen Año de llegada
Técnicas
US
UA
RIA
S/O
S S
ER
VIC
IO H
ER
MA
NA
EN
CA
RN
AC
IÓN
Sandra 42 Bolivia (Pocito Argentino y Santa Cruz de la Sierra)
2005 Seguimiento y acompañamiento Conversaciones Entrevista en profundidad
Bárbara 62 Argentina (Buenos Aires)
2002 Seguimiento y acompañamiento Conversaciones informales
Esther 33 Ecuador 2002 Seguimiento Conversaciones informales
Marlen 28 Honduras 2006 Conversaciones informales
Patricia 25 Bolivia (Santa Cruz)
2008 Seguimiento Conversaciones informales
Yolanda 52 Paraguay 2006 Seguimiento Conversaciones informales
Silvia 45 Perú 2008 Conversaciones informales
Gloria 43 Colombia 2005 Conversaciones informales
Aidé 38 Bolivia (La Paz)
2006 Conversaciones informales
Rosana 23 Paraguay 2008 Conversaciones informales
Miguel 48 Colombia 2005 Conversaciones informales
Francisco 42 Paraguay 2006 Conversaciones informales
Jonhy (hombre)
29 Honduras 2008 Conversaciones informales
Usuaria agencias privadas
Nieves 32 Argentina (Jujuy y La Plata)
2005 Conversaciones informales Entrevista en profundidad
Usuaria de la “llar Santa Isabel”
María 34 Argentina (Santiago del Estero y Córdoba)
2005 Conversaciones informales Entrevista en profundidad
13
Posiciones y emociones
Como en todo proceso de investigación en ciencias sociales, pero quizás más
evidente en un trabajo etnográfico, las posturas, posiciones y emociones del
investigador o investigadora juegan un papel relevante. La propia antropología
como disciplina se ha interesado como campo de estudio en las emociones y la
afectividad, demostrando que la “razón” es un concepto occidental que no se
encuentra en otras culturas y que en la mayoría de las lenguas no existe un
término parecido al de “emoción”, separado de lo que llamamos “razón”. Esto
ha sido un gran aporte para la epistemología, a pesar de que aún existen
dificultades para crear una epistemología que de cuenta de los afectos
(Surrallés, 2000). Asumiendo esto desde la antropología, considero que es
importante, como antropólogos y antropólogas, tomar conciencia de los
sentimientos y emociones que se cruzan durante todo el proceso de
investigación. Sin entrar en la dimensión del Inconciente, considero también
honesto y sano comunicar al menos en parte, aquellas emociones que han
“afectado” el trabajo de campo y el proceso de investigación, así como las
posiciones personales del investigador o investigadora.
En primer lugar, se ha tener en cuenta que este trabajo de campo en concreto
fue realizado durante un momento de “crisis” económica con un alto índice de
desocupación (que aunque no se contabilice, también se nota en la población
“sin papeles”), justamente en un servicio de inserción laboral. En los discursos
tanto de los intermediarios laborales, como de las usuarias, se podía percibir un
claro pesimismo frente a la situación económica, llegando incluso a
transformarse en angustia y ansiedad en el caso de mujeres desempleadas por
varios meses y con la responsabilidad de enviar dinero a la familia en origen.
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Esta situación no me fue indiferente en absoluto, sino todo lo contrario, me
producía cierta tristeza, compasión y desánimo contra el cual tenía que hacer
frente para seguir con el trabajo de campo, a la vez que influía en la relación
con las “usuarias-sujetas de estudio”. Se dio el caso de que algunas de ellas
me pidieron ayuda para conseguir trabajo, aspecto que tampoco fue fácil de
afrontar, ya que no podía hacer gran cosa al respecto y me ponía en una
posición de poder y “status” como “profesional de clase media”. No voy a negar
que como cualquier persona en mi lugar, las ayudé con lo poco que estaba a
mi alcance (y correspondiendo la valiosa ayuda que me dieron en colaborar en
el trabajo de campo): regalándoles los tickets1 que conseguía algunos días,
prestándoles el móvil para llamar a posibles trabajos o informándoles de otros
sitios donde podían ir a buscar trabajo, además de la escucha y comprensión
que podía ofrecerles. Teresa San Román, en un artículo donde hace un
llamado de atención a los científicos sociales que no van directamente al
“campo”, se refiere a que la relación entre el investigador(a) y su objeto-sujeto
de estudio no es desdeñable, sino que es la base de la comprensión y el
fundamento de la esperanza en una ciencia aplicada a los intereses de la gente
(San Román, 2000). Aunque yo no pretendía hacer un trabajo de antropología
aplicada, tengo una posición política clara como ciudadana y como inmigrante
latinoamericana, la cual se trasluce y forma parte de mi posición y compromiso
profesional como antropóloga interesada en el campo de la inmigración.
Nuevamente en palabras de San Román, “los investigadores son también lo
que son como ciudadanos y de eso depende su implicación en los problemas y
con las personas con las que realizan su tarea” (San Román, 2000). El hecho
1 Los “tickets” sirven para entrar al despacho de la Hermana a primera hora y son un bien codiciado, debido a la compleja organización de la bolsa de trabajo, lo cual está explicado con precisión en el capítulo 4 de esta tesina.
15
de reconocer “emociones”, como la sensibilidad, el compromiso y la solidaridad
con la gente, así como una posición o postura ideológica del investigador/a, no
tienen por qué disminuir el rigor académico ni las discusiones teóricas, sino
todo lo contrario, las enriquecen.
Diferencias y diferenciaciones
La posición del investigador o investigadora también está determinada por su
propia identidad, construida a partir de formas de diferenciación como el
género, la clase social o el origen, las cuales producen diferencias que hacen a
la relación con las personas “sujetas de estudio”. Los significados de la
identidad están íntimamente conectados con los de la experiencia, la
subjetividad y las relaciones sociales. Las identidades se inscriben a través de
experiencias construidas culturalmente en las relaciones sociales (Brah, 1992).
Mi posición en el campo, que a priori estaría condicionada por “ser argentina”,
no tiene el mismo significado en el contexto de este trabajo que en una
comunidad polaca, gitana, de irlandeses de clase alta o bien estudiando una
comunidad boliviana en territorio argentino. Mi origen, mis rasgos y mi posición
de clase hubieran tenido diferente “peso”. En este trabajo, teniendo en cuenta
que se trata de un espacio donde predomina población inmigrante
latinoamericana, ser argentina, porteña2, “blanca” de rasgos europeos y de
clase media, condicionaba mi relación de forma diferente con las mujeres
usuarias, con la Hermana Encarna y con los ayudantes. Es decir que mi origen,
y con él mi subjetividad – el lugar donde se desarrollan los procesos que dotan
de sentido a nuestra relación con el mundo, lo que se experimenta como
2 Gentilicio de los oriundos de la ciudad de Buenos Aires.
16
identidad (Brah, 1992) – constituían una forma de diferenciación permanente
que influenciaba en la relación con otras mujeres de forma positiva o negativa,
o bien me posibilitaba sintonizar con algunas mujeres más que con otras. Por
ejemplo, era frecuente encontrar mujeres de Bolivia o Paraguay que habían
vivido en Buenos Aires o en otros lugares de Argentina, lo cual suscitaba un
tema de conversación y enseguida comentaban sobre sus trayectorias
migratorias sin que yo preguntase nada. Mientras frente a ellas, era significativo
ser porteña; para las mujeres de Honduras no tenía importancia mas que ser
argentina y costaba entablar confianza, aunque compartiéramos la experiencia
de ser inmigrantes “latinas” en Barcelona. Si bien mi experiencia como
inmigrante latinoamericana está adscripta a mi subjetividad (entendiendo la
experiencia como lugar de formación del sujeto siguiendo a Avtar Brah), en un
espacio donde había mayoría de población de origen latinoamericano, el hecho
de “ser blanca” de rasgos europeos era lo que me hacía sentir más
diferenciada.
Se podría teorizar mucho sobre la posición del investigador/a en base a su
subjetividad, pero lo importante de este trabajo es destacar que no es neutral y
que influye en todo momento en la relación con las personas sujetas de estudio
y por ende, en todo el proceso de investigación.
17
Capitulo 2 - El servicio doméstico: género, clase e inmigración
“Gracias a la inmigración, los esclavos tenemos criados” (Graffiti escrito en la Estación de RENFE de El Masnou, Barcelona - 2002).
“El trapo ensucia la mano del que limpia” (dicho popular)
“Todos los días detrás del disfraz de los “cristianos” buenos tratos, en algunos casos, y los regalos usados, ellas sienten esa mirada que con filosa exactitud discrimina lo que está más abajo, el color del agrado, la ropa que no encaja con lo establecido. Eso puede sentirse en el aire como un hedor oscuro y sutil que penetra hasta los huesos y ahí se queda. Podría creerse que estas cosas ya no pasan por acá. Pero de hecho hay gente que todavía habla de “la negrita esa” o no lo dice, pero no se siente a la par, y esto es uno de sus secretos mejor guardados”.
“La mugre ajena”. Por Lidia Velásquez3
Introducción
Las formas de reclutamiento de empleadas domésticas de origen inmigrante
tienen una estrecha relación con las representaciones y significados del
servicio doméstico como una actividad laboral femenina y de bajo status social,
conjugándose las necesidades específicas de empleadoras/es con la
necesidad vital de trabajar y ganar dinero de las mujeres inmigrantes.
En este capítulo exploraré la situación del servicio doméstico en España en
cuánto a regulación y prácticas, para luego hacer un análisis de las
representaciones que acarrea el servicio doméstico como trabajo femenino,
precario y de bajo status social, llevado a cabo en el ámbito privado del hogar.
Por último, analizaré el servicio doméstico en el mercado global actual y en su
nueva modalidad de “globalización de los cuidados” para contextualizar las
redes de reclutamiento de empleadas domésticas que operan en Barcelona.
3 Texto extraído de un reportaje a una dirigente del Sindicato de empleadas domésticas de Neuquén, Argentina. En: http://www.8300.com.ar/spip.php?article442
18
El servicio doméstico en España: regulación y prácticas
El servicio doméstico significa la mercantilización de las tareas del hogar, ya
sea la limpieza, cocina, lavado, planchado de ropa, y cuidados de personas
dependientes, entre otras tareas. Se suele decir que abarca todo lo referente a
los servicios de reproducción social, área considerada de “dominio femenino”.
Es un sector caracterizado por una alta precariedad: trabajo informal, falta de
contrato, irregularidad, excesiva carga horaria, salarios bajos y arcaica
regulación. El servicio doméstico se rige por el Real Decreto 1424/1985 que,
lejos de dar autonomía y seguridad a la trabajadora, legitima las condiciones
laborales que han caracterizado siempre al servicio doméstico: indefinición,
dependencia y convivencia (Mestre, 2000). Establece tres modalidades: interna
que vive en el lugar de trabajo, externa que no convive pero trabaja varias
horas (en este caso puede trabajar en hasta tres casas) y autónoma, que
trabaja por horas para varias familias4. El caso más delicado es el de las
empleadas con modalidad interna. Según esta ley, la jornada laboral de las
empleadas de hogar internas es de 40 horas semanales pero pueden trabajar
un máximo de hasta 9 horas diarias. De forma extra a las 40 horas se añaden
los llamados “tiempos de presencia”, periodos en que la empleada debe estar
“a disposición” del empleador/a que pueden llegar a ser, según la ley, de hasta
5 horas por día. Les corresponde igualmente el salario mínimo interprofesional,
teniendo derecho el empleador o empleadora a descontar hasta un 45% del
sueldo por vivienda y comida. Asimismo, en las tres modalidades está
4 Martinez Veiga clasifica también el servicio doméstico “pseudo-externo”. Es el caso que se da en la práctica de las empleadas que no viven en el hogar de trabajo pero igualmente trabajan de forma muy intensiva con una sola familia, desde la mañana temprano hasta casi la noche. Comenta este autor que esta modalidad suele ser peor que la interna porque la empleada tiene que pagar su propia vivienda y manutención, quedándose con escasa capacidad de ahorro y poder adquisitivo a pesar de su intensa jornada de trabajo. (Martinez Veiga, 2004).
19
contemplado legalmente el contrato oral, lo que trae dificultades a la hora de
reclamos y acuerdos pre-establecidos. Con un régimen aparte del Régimen
general, el empleo doméstico tiene una de las cotizaciones más bajas, lo que
hace que las prestaciones sociales también sean más reducidas y no otorga
derecho a la prestación de desempleo5. Las empleadas domésticas tienen
igualmente derecho a dos medias pagas extras y un mes de vacaciones
(Mestre, 2002). Al ser un trabajo que se realiza en el ámbito privado del hogar y
de no injerencia del Estado, el RD que rige este sector deja en manos privadas,
es decir, en la confianza, los pactos y los acuerdos, aspectos que podrían
constituir derechos de la trabajadora en cuanto tal:
“… es precisamente el ámbito de la prestación de servicios, es decir el hogar familiar, el factor determinante de las especialidades que con respecto a la legislación laboral común se prevén en esta norma, ya que ello determina la necesidad de que esta relación se base en la mutua confianza de las partes, equilibrando el respeto a los derechos laborales básicos de los trabajadores con la necesaria flexibilidad que debe concederse a que el empleador y el trabajador determinen las condiciones de prestación de servicios por mutuo acuerdo… “ (Real Decreto nº 1424/1985).6
Haciendo un análisis del servicio doméstico desde una perspectiva jurídica y
feminista, Ruth Mestre sintetiza que el servicio doméstico es justamente eso,
servicio, y no un trabajo propiamente dicho. La diferencia entre trabajo y
servicio radica en cómo se percibe y construye la relación entre trabajador y
empleador (Mestre, 2003). Es aquí donde radica el problema del servicio
doméstico: estos pactos en el ámbito privado “de mutuo acuerdo”, en el hogar
familiar, a través de esta supuesta confianza en la cual está basado el trabajo,
se realizan en condiciones desiguales de poder, un poder que habitualmente
está reflejado en el status social de ambas partes, en las posiciones de
5 Durante la primera legislatura de gobierno de José Luís Rodríguez Zapatero se impulsó un proyecto para que el Régimen de cotización de Empleados/as de hogar se incluyera en el Régimen General y así, equiparar los derechos de las trabajadoras. El proyecto no logró salir adelante, entre otras cosas, por no obtener un acuerdo acerca de quién pagaba la diferencia de cotización (si el gobierno, empleadores/as o trabajadoras). 6 El subrayado es mío.
20
“pagador” y “sirvienta-extranjera”, en muchos casos “sin papeles”. Sin embargo,
a pesar de esta regulación ventajosa para la parte empleadora, que contempla
la flexibilidad y el contrato oral, el servicio doméstico es un sector que opera
fundamentalmente en la llamada economía sumergida7, (trabajo informal o
trabajo en negro), donde las condiciones pueden ser peores, ya que las
empleadas no cuentan con el apoyo sindical ni con el apoyo del Estado - más
bien se sienten amenazadas por este si son inmigrantes en situación irregular y
con posibilidad de expulsión.
Según datos oficiales, de las 286.000 personas que han cotizado en el
Régimen de Empleados/as de hogar en el 2008 en el estado español, se
contabilizan un 93% de mujeres y un 59% de personas extranjeras8. El
porcentaje de personas extranjeras es alto en comparación al 10% que
representan el total de personas extranjeras con permiso de trabajo en España,
y aún más alto si se tendrían en cuenta las personas extranjeras que trabajan
“en negro”, cantidad difícil de calcular. A partir de la década del noventa, varios
estudios de investigación realizados en Madrid, Barcelona y otras ciudades
españolas han constatado la situación de las trabajadoras domésticas de
origen inmigrante. Invisibilidad, indefensión, aislamiento y vulnerabilidad son los
conceptos más utilizados para describir la situación de estas mujeres (Colectivo
IOE, 1990 y 2001; Martinez Veiga, 2004; Parella, 2003 y 2006). La regulación,
las representaciones de este tipo de trabajo y el hecho de operar en la
economía informal a su vez que en el espacio privado, hacen que en la práctica
se constaten situaciones de extrema vulnerabilidad (tanto en ciudades
7 Según un estudio de Enric Sanchis, en todos los sectores de la economía española hay
trabajo irregular, pero el servicio doméstico supera la media con un 60% de trabajo en negro. (Sanchis, 2002). 8 Datos obtenidos del Anuario de estadísticas del Ministerio de Trabajo e Inmigración de
España. (http://extranjeros.mtas.es).
21
españolas como del resto de Europa), que van desde la sobre-explotación,
incumplimientos de acuerdos, prohibiciones de salidas y vida social, falta de
privacidad, engaños y manejos; hasta amenazas, violencia física, retención del
pasaporte o papeles privados, acoso emocional e incluso abuso sexual
(Martinez Veiga, 2004; Colectivo IOÉ, 2001; Pedone, 2003; Parella, 2003 y
2006; Escrivá, 2000, Anderson, 2000). Durante el trabajo de campo en las
redes de reclutamiento también pude comprobar casos de mujeres inmigrantes
que han trabajado en condiciones de sobre-explotación y extrema precariedad.
Cabe preguntarse entonces qué papel juegan los intermediarios laborales en
las redes de reclutamiento frente a este tipo de situaciones.
El servicio doméstico como actividad laboral femenina
Como el servicio doméstico es cubierto en su mayoría por mujeres, se suele
pensar como una especie de continuación del trabajo de la mujer en el ámbito
privado del hogar. Las mujeres se emplean en él porque no tienen otra
oportunidad en tanto es un trabajo que no requiere formación ni cualificación y
“toda mujer lo sabe hacer”, ya que está en su “naturaleza” y responde a la
asociación de la mujer con la llamada “esfera doméstica”.
La antropología ha aportado argumentos teóricos y casos etnográficos tanto
para explicar, como para deconstruir la denominada domesticidad de la mujer.
Al preguntarse sobre el por qué de la desvalorización universal de la mujer,
Sherry Ortner (1972 y 1979) argumentaba que las mujeres se consideran más
próximas a la naturaleza que los hombres, ocupando una “posición intermedia”
entre naturaleza y cultura. Uno de sus argumentos es la asociación directa de
la mujer con la unidad doméstica en oposición a la esfera pública. Unos años
22
más tarde a las publicaciones de Ortner, Marilyn Strathern, basada en su
trabajo etnográfico en la comunidad Hagen de las tierras altas de Nueva
Guinea, comprueba que la asociación simbólica entre la mujer y la esfera
doméstica existe pero que esto no otorga a la mujer un rango inferior y que las
tareas domésticas no implican inferioridad o desvalorización (Strathern, 1980).
En efecto, la separación entre lo “doméstico” y lo “público”, así como la
dicotomía naturaleza/cultura es una construcción de la moderna sociedad
occidental. La familia, el hogar y lo doméstico se conciben como una unidad en
oposición al trabajo y el mercado (Moore, 1999). El concepto de hogar
construido durante la industrialización, cuyo contenido simbólico supera a lo
que se entiende simplemente por vivienda o habitat, ha influido en perpetuar la
dicotomía doméstico/público. Si visitamos algún poblado rural, por ejemplo, de
aborígenes sudamericanos, no encontraremos límites físicos precisos entre las
casas, los patios, las calles y aquello que se consideraría “público”. Sin
embargo, en las ciudades todos tenemos claro los límites de nuestras viviendas
y en qué momento pisamos la propiedad pública o de algún vecino. Desde la
geografía feminista, Linda Mc. Dowell (1999) analiza diversos significados del
hogar como una representación material del orden social. Esta autora explica
que durante la industrialización se ha replanteado la división sexual del trabajo
y se ha configurado la división del espacio urbano en dos mundos, el de la casa
y el del trabajo remunerado. Algunas actividades que eran consideradas una
extensión del trabajo doméstico y realizadas por las mujeres, como por
ejemplo, la elaboración de cerveza, pasaron a ser oficios organizados9, a su
vez que las mujeres fueron excluidas de los empleos industriales y relegadas al
9 Ejemplo que cita Mc. Dowell (1999) basado en Hall (1992).
23
espacio privado. Este espacio privado, llamado hogar, fue asociado a ciertas
características opuestas a la economía capitalista industrial. Mientras las
fábricas, las minas y otros ámbitos de trabajo eran lugares sucios (y no aptos
para las mujeres), el hogar debía ser un lugar limpio y ordenado donde el
hombre trabajador debía descansar. La vivienda se convierte en un refugio,
asociada a la seguridad, al placer, al recreo y al descanso de la “vida
industrial”, abarcando dimensiones emocionales y afectivas. También la casa
en sentido simbólico fue investida de un halo espiritual, adquiriendo rasgos
religiosos. El cuidado del hogar y la crianza de los hijos se convirtieron en un
deber sagrado de la mujer. Así, se construyó la figura conocida del “ángel del
hogar” como protectora, a la vez que protegida en su casa, compañera y
cuidadora del “ganador del pan” y garante de la “armonía del hogar”. El hogar
también era un símbolo de status social del hombre y de la familia, para lo cual
no solo se incentivó a la mujer a mantenerlo limpio, sino también a decorarlo y
embellecerlo (Mc.Dowell, 1999). Actualmente, la mujer de clase media - ex
“ángel del hogar” - ha salido a trabajar fuera de su casa pero las
representaciones del “hogar occidental” y su idealización como lugar espiritual,
emocional, privado e íntimo, perduran.
Aunque se infieren algunas aproximaciones, explicar el servicio doméstico y
sus representaciones sólo a través de la domesticidad de la mujer y de la figura
del “ángel del hogar” es insuficiente. El trabajo de la mujer fuera del ámbito del
hogar, es decir, sacarla de su “esfera doméstica”, revela cómo se conjugan las
intersecciones entre el “trabajo femenino” y la clase social, lo cual también está
relacionado a la división sexual del trabajo. Frente al impacto que ha tenido la
reestructuración económica impuesta por el colonialismo y el capitalismo en las
24
economías domésticas y tradicionales, muchas mujeres de ámbitos rurales se
han empleado en fábricas, en la agricultura, en la industria textil o en casas de
familias ricas (Moore, 1999). La incorporación de la mujer en el mercado de
trabajo se ha combinado con postulados ideológicos sobre las funciones y
cualidades propias de la mujer, moldeando justificaciones para la contratación
de mujeres de acuerdo a las necesidades del mercado, como por ejemplo la
agilidad de los dedos, la docilidad, la prolijidad o la escasa proclividad a
sindicarse, entre otros argumentos (Moore, 1999; Stolcke, 2002). Un ejemplo
cercano y actual lo ilustra muy bien. Desde 2005, en Huelva, se contratan cada
año mujeres marroquíes para el recogido de la fresa, en reemplazo de los
hombres marroquíes o de otras nacionalidades que eran contratados antes.
Una de las condiciones indispensables para contratarlas es que tengan hijos/as
menores de 14 años, ya que este hecho garantiza el retorno a su país después
de la cosecha que dura alrededor de tres meses10. También los contratantes –
hombres - añaden argumentos de tipo cultural: “Por cultura, las mujeres no
fuman, no beben, no salen de marcha… Eso nos favorece. Ellas sólo piensan
en mandar dinero a casa”11. Queda claro que los valores socio-culturales de
género - y en este caso cruzados con el origen “étnico” - se pueden moldear
según las necesidades del mercado, en especial si se necesita mano de obra
dócil, barata y flexible. Actividades que son tipificadas como “femeninas”,
fueron alguna vez realizadas por hombres, y actividades tipificadas como
“masculinas” pudieron ser o podrán ser luego tildadas de “femeninas”. Una
prueba de ello es el mismo caso del servicio doméstico, el cual fue – y aún es
– cubierto por varones. La figura del mayordomo, convertido en un
10 Diario El país, 18 de enero de 2009. 11
Declaraciones de Antonio Luis Martin, empresario responsable de la Unión de pequeños agricultores de Huelva. (Diario El país, 18 de enero de 2009).
25
estereotipado personaje de ficción tanto en el cine como en las novelas
policiales, no sólo era habitual en casas de clase alta de Europa o Estados
Unidos. Desde la antropología feminista, Henrietta Moore recoge varios casos
etnográficos donde el servicio doméstico es predominantemente masculino. En
base a un estudio de caso realizado por Karen Tranberg Hansen en Zambia,
Moore comenta que en la época colonial los varones entraban en el servicio
doméstico porque suponía oportunidades únicas de trabajo remunerado. El
servicio doméstico en Zambia no es considerado trabajo de mujer, sino que al
contrario, “no parece natural que una mujer con niños pequeños abandone su
propio hogar para ocuparse de uno ajeno.” (Hansen, 1986 citado por Moore,
1999). Conocidos también son los casos de hombres de origen chino que
trabajaban de sirvientes en California y Washington hacia 1880. Más conocidos
aún en la actualidad son los puestos masculinos de chóferes particulares y
jardineros que suelen ofrecerse en Barcelona. En esta misma ciudad, hombres
de origen peruano, además de las mujeres, se han ocupado del cuidado de
ancianos a partir de la década del noventa (Escrivá, 2000) y sigue siendo
habitual la contratación de matrimonios para realizar las tareas de
mantenimiento y servicios varios (limpieza, jardín, etc.) en casas grandes de
familias adineradas, aunque manteniendo la tradicional división sexual del
trabajo. Durante el trabajo de campo en la bolsa de empleo gestionada por la
Hermana Encarnación, pude comprobar que la emblemática figura del
mayordomo aún persiste, aunque en una variante carente del prestigio que
encarnan los personajes de Hollywood. La Hermana presentó una oferta de
trabajo dirigida a un “matrimonio joven” (menores de 40 años) para trabajar en
una casa grande de la zona alta de Barcelona a “700 euros por cabeza”. Tres
26
parejas hicieron la entrevista. Uno de los chicos, de origen boliviano, que fue
entrevistado explicó por qué no aceptó el trabajo:
“Están locos. Explotación total. Mi mujer ahora gana 800 y libra los viernes. Daban 700 por cabeza, el domingo un rato y volver. Y encima dijeron, casi todos los fines de semana hacen fiestas, y el hombre tiene que servir también… Sí, de mayordomo… Uf, lo que deber ser… servir ahí, y una casa enorme, con fiestas! ”
Así, es mas que demostrable que las mujeres no están mejor dotadas para el
servicio doméstico y que su ocupación en él no se debe solamente a su
asociación con la esfera doméstica, sino que es un sector investido de un
carácter de clase social. El servicio doméstico es un sector desprestigiado por
ser asociado a “tareas femeninas” a la vez que son las mujeres quienes cubren
estos puestos por el desprestigio, la precariedad y el bajo status que denotan.
El servicio doméstico y sus representaciones
Como comentaba al inicio, habitualmente se concibe el servicio doméstico
como las tareas asociadas al “trabajo reproductivo”, necesarias para la
reproducción social. En su estudio comparativo sobre empleadas domésticas
inmigrantes en varias ciudades europeas, al definir el servicio doméstico,
Bridget Anderson (2000) señala que la reproducción social implica la
perpetuación de un modo de producción, que no se limita solamente a la
supervivencia (lavar la ropa no es indispensable para sobrevivir), sino también
al consumo y a un determinado estilo de vida establecido. La organización, las
rutinas, la limpieza, la higiene y el orden, tanto personales, como de la casa,
están establecidos por pautas culturales, abarcando incluso el “nivel de polvo
tolerable” que podría tener, por ejemplo, una biblioteca o la suciedad de una
prenda de vestir. Por lo tanto, las tareas que se han de llevar a cabo para
mantener este orden social también provienen de pautas culturales, aunque
27
sean luego definidas en detalle dentro del hogar. Pagar por el “trabajo
reproductivo” no es simplemente pagar por tareas que una mujer u hombre no
puede realizar porque no tiene tiempo. Significa pagar para mantener un status
social, sea del nivel que sea, y asegurar la reproducción social. Por ello,
Anderson enfatiza que el servicio doméstico no está definido por las tareas,
sino por el rol que la empleada doméstica tiene dentro de la familia, afirmando
el status del hogar y en particular, el status de la “mujer del hogar” (Anderson,
1999, 2000 y 2004), a su vez que del hombre. Las tareas del servicio
doméstico no abarcan solamente las clásicas tareas del hogar como limpiar,
planchar, cocinar, lavar ropa, etc. sino que abarcan un esfuerzo físico, mental,
y lo más importante, emocional. Es un trabajo que está definido principalmente
por sus representaciones vinculadas a la suciedad – ajena, que no es lo mismo
que la propia - y a aspectos íntimos de otras personas. Cortar el césped del
jardín no implica lo mismo que limpiar el retrete de una familia, llevarle el
desayuno a la cama a una señora, cambiar el pañal de un anciano, fregar el
suelo o lavar bragas, por más que lo primero radique mayor esfuerzo físico. Las
tareas que se pueden encargar a una empleada doméstica (a pesar de que la
ley apele a la “confianza” y al “mutuo acuerdo”) varían según la posición social
de la familia y su estilo de vida. Para una “familia tipo” de clase media
mantener su estilo “normal” de vida implicaría tener la casa limpia, la cocina
recogida y limpiar los cristales cada dos semanas, mientras que para una
persona de alto status implicaría tener limpia una gran casa con alfombras y
adornos, el jardín prolijo y un buen stock de camisas planchadas. En las redes
de reclutamiento de empleadas domésticas se puede comprobar la variación
de detalles que dan cuenta del estilo de vida o preferencias de cada individuo.
28
En la bolsa de trabajo gestionada por la Hermana Encarnación se anunció una
oferta de una señora de 52 años que requería una persona para varias tareas
pero específicamente “que sepa lavar a mano”. La Hermana envió a cinco
mujeres para realizar una entrevista, pero al día siguiente el anuncio se repitió
porque a la señora no le había convencido ninguna, y la Hermana volvió a
enviar a cinco mujeres más.
Existen variados términos en castellano para denominar a las empleadas de
hogar o empleadas domésticas. En España, aún es usual llamarla “criada”
cuando se trata de una empleada interna, pero también se utiliza la
denominación “asistenta”, “sirvienta” o “chacha” y otros términos según la
especialización: canguros, amas de llaves, casera, ayudante, etc. Es habitual
llamarla también “chica” o “muchacha”, aunque no se sepa la edad, ya que
tradicionalmente eran mujeres jóvenes. En Sudamérica existe la figura de
“mucama”, que equivale a la empleada interna o “criada” española. En especial
el término “criada” alude a una figura de chica o niña rural y pobre que es
mantenida en la casa, en algunos casos criada, es decir, educada y cuidada, y
que realiza las tareas domésticas. La figura de “criada” como tal prácticamente
ha dejado de existir en las ciudades europeas, pero se han mantenido algunas
representaciones, actitudes y estereotipos que provienen de aquella figura de
niña buena vulnerable y necesitada. Anderson establece algunos paralelismos
entre el servilismo de la era victoriana en Gran Bretaña y las trabajadoras
domésticas contemporáneas de origen inmigrante. La idealización del hogar,
que comenté a través del trabajo de Mc.Dowell, estuvo acompañada por la
idealización de la figura de la mujer blanca de clase media, pura, santa, moral y
espiritual (“ángel de hogar”), en contraposición a la figura de sirvienta: sucia
29
inmoral, asociada a lo físico y no a lo espiritual. Las “ladies” de la era victoriana
pudieron afirmar su feminidad y ser “domésticas” sin ser sucias, a la vez que
garantizar el refugio y el descanso de sus hombres, gracias a sus sirvientas.
“Ladies” need servants. (Anderson, 2000). Similares estereotipos antagónicos
se comprueban hoy en día entre las mujeres españolas, blancas de clase
media y las mujeres inmigrantes latinoamericanas12.
Las condiciones inherentes al servilismo se mantienen hoy en día y se
manifiestan en las relaciones desiguales de poder entre la empleada y
empleadores/as. En cualquier trabajo, en una oficina o en una fábrica, hay
relaciones desiguales de poder, ya sea por jerarquía, status o incluso por
diferencias de género o de procedencia. En el servicio doméstico, estas
relaciones de poder están vinculadas a las características del sector de forma
concluyente y combinada: feminización, precariedad, servicios personales,
marca de status, “trabajo sucio”, irregularidad laboral y ámbito privado, con todo
lo cual se cruza también la “extranjería”. Estas relaciones de poder se
manifiestan en algunos casos a través de maltratos y explotación, como ya he
señalado; pero en otros casos a través del paternalismo o maternalismo,
expresado, por ejemplo, en la costumbre por parte de empleadoras/es de
regalar la ropa vieja u objetos en desuso. La antropología ya ha debatido y
teorizado mucho acerca de los regalos, el “don” y el deber de aceptarlos. En
este caso, el significado de los regalos revela la superioridad social de quien lo
da y la inevitable obligación de aceptarlos por parte de quien lo recibe, aunque
no los necesite o no le gusten, como si fuera un pacto tácito de paz y
convivencia. Las empleadoras le suelen regalar a su empleada especialmente
12 Ver por ejemplo el trabajo de Vanessa Saiz Echazarreta (2008).
30
ropa usada, lo cual revela también el sentido de propiedad que se tiene de la
empleada y de su cuerpo como fuerza de trabajo y como personalidad
(Anderson, 2000). Al regalar ropa usada se reconoce a la otra persona como
“necesitada” y se subestima su poder adquisitivo (cosa que se supone que un
trabajo debe darlo de por sí) y su posibilidad de elegir su propia ropa,
quitándole personalidad, parte de la cual todas las personas reflejamos y
transmitimos en la forma de vestir. Por otro lado, vestir ropa usada implica
socialmente conformismo y escasa autoestima, además de los estigmas
sociales de pobreza o necesidad. A su vez, estos “regalos” que formaron parte
de la vida y del pasado de la empleadora - incluso de su cuerpo - son
traspasados a la empleada simbolizando una supuesta sintonía entre las dos,
como si la “chica” fuese una hija o heredera, una continuación o su “otro yo”13.
En efecto, la “criada” forma parte de la propiedad y de la vida íntima, por eso es
común oír también que “forma parte de la familia”, en alusión a compartir el
espacio privado y a la (supuesta) buena relación que tienen entre sí la familia
con la empleada. Pero esta expresión no significa exactamente un vínculo
afectivo, sino que, como sugiere Anderson, es una especie de negociación a
raíz de las contradicciones producidas por la mercantilización del trabajo
doméstico, donde se mezclan las relaciones instrumentales de empleo y las
relaciones afectivas de lo privado (Anderson, 2000). En otras palabras, las
relaciones serviles se neutralizan simulando que la empleada es “como de la
familia”. Este tipo de relación de “ser parte de la familia” suele ser más habitual
cuando la empleada se dedica a tareas de cuidados, en especial de niños/as o
personas mayores. En los últimos años, se ha ampliado la cantidad de estudios
13 Anderson sintetiza la relación entre empleadora y empleada con una metáfora que alude a los personajes de Mr. Hyde y Dr. Jeckyll y cita a una empleadora que se refería a su empleada como su “otro yo” (“other self”). (Anderson, 2000).
31
e investigaciones acerca de los cuidados en España. La discusión suele girar
en torno a la conciliación, la profesionalización del sector y al “valor” del afecto
y el cuidado en cuanto a si se puede comprar o no.
La última representación que me gustaría señalar sobre el servicio doméstico
que también se refiere a la relación paternalista entre empleadora y empleada
es la concepción del trabajo doméstico remunerado como un favor (Anderson,
1999 y 2000), por reconocer en la persona empleada una fehaciente necesidad
de trabajar, ya que es un empleo desprestigiado y “sucio”, y las mujeres, ya
sean rurales o inmigrantes transnacionales, se supone que se emplean en él
“para escapar de la pobreza”. Se trata de una perspectiva totalmente
eurocentrista. Muchas personas autóctonas que emplean a mujeres
inmigrantes piensan que están haciendo un favor, una obra de caridad, como si
se tratara de un proyecto de “cooperación” de la Europa postcolonial para con
algún país “sub-desarrollado”, cuando en realidad están contratando un servicio
y pagan a cambio de fuerza de trabajo. Algunas incluso eligen el país de origen
y luego seleccionan mujeres de estos países pobres. Esto genera sentimientos
confusos. Las empleadoras no entienden y se enfadan cuando la empleada
abandona el trabajo y esperan un sentimiento de gratitud hacia ellas, que no
suele darse (Anderson, 1999), además de que se vincula permanentemente a
la empleada con un colectivo pobre y necesitado, omitiendo su capacidad de
agencia, de superación y de capitalización. La idea del trabajo visto con un
favor o caridad se percibe constantemente en las redes de reclutamiento de
empleadas domésticas, en especial en las bolsas de trabajo gestionadas por la
Iglesia Católica, ya que la inspiración de estos servicios radica en “ayudar a
mujeres pobres”, como lo explicaré en el capítulo 3.
32
El servicio doméstico en el mercado global
En las grandes ciudades del mundo, la mano de obra para el servicio
doméstico remunerado fue provista tradicionalmente por mujeres de clase
trabajadora y por mujeres de ámbitos rurales que migraban a la ciudad y
España no fue una excepción. Durante la industrialización, en Madrid y
Barcelona el servicio doméstico interno era cubierto por mujeres jóvenes
rurales, generalmente solteras, que solían abandonar el sector cuando se
casaban, siendo el servicio doméstico una práctica distintiva de familias
adineradas y un indicador de prestigio (Parella, 2003; Martinez Veiga, 2004).
Sonia Parella explica que en las sociedades occidentales, el servicio doméstico
y la figura de la “criada” fueron cuestionados a lo largo del Siglo XX, debido a la
progresiva mecanización de las actividades domésticas y a la ideología de la
privacidad del hogar, desapareciendo esta actividad como ocupación proletaria
(Parella, 2003). Cabe aclarar que esta afirmación, que sí concuerda con la
realidad española donde “la mujer de clase media” realiza las tareas del hogar
casi en su totalidad, es cuestionable para las ciudades de América Latina,
donde el servicio doméstico con su figura de mucama “cama adentro” nunca
desapareció y sigue siendo una actividad cubierta por mujeres rurales pobres,
indígenas e inmigrantes transnacionales.
En España, en los últimos años, los cambios sociales, económicos y
demográficos, entre ellos el envejecimiento de la población, la inserción de la
mujer de clase media en el mercado de trabajo y una revalorización del ocio,
han fomentado la expansión del sector servicios, generando puestos de trabajo
de bajos salarios. Herranz (1997) señala que este tipo de empleos son
rechazados por la sociedad autóctona por encontrarse esta mejor formada que
33
en otras generaciones y tener nuevas expectativas.14 No obstante, el abandono
del sector por parte de mujeres autóctonas se fue produciendo paulatinamente,
a la vez que personas de países empobrecidos, expulsadas por crisis y
estallidos sociales, encontraron en este sector una oportunidad de ganar
dinero, especialmente mujeres que han asumido la responsabilidad de llevar
adelante su hogar o bien de contribuir de forma fuerte en la economía familiar.
Laura Oso y Christine Caterino (2000) se han referido a una progresiva
etnización de los servicios de reproducción. La inserción laboral de mujeres
inmigrantes en el servicio doméstico interno también fue favorecida por la
política de extranjería en base a cupos y contingentes puesta en marcha en
1993 (Catarino y Oso, 2000). En Barcelona, a partir de la década del noventa,
esta demanda fue cubierta mayormente por mujeres dominicanas, peruanas,
marroquíes y filipinas (Anderson, 2000; Escrivá 1999; Ribas Mateo, 2004;
Parella, 2003). Más tarde, se incorporaron al sector, en un volumen importante,
mujeres colombianas y ecuatorianas (Escrivá, 2006; Pedone, 2003). A partir del
2005 han llegado a España de forma masiva mujeres de Bolivia y de países de
América Central que también se han insertado y continúan trabajando en el
sector doméstico, aunque sólo recientemente están saliendo a la luz estudios al
respecto. Actualmente, en las redes sociales de reclutamiento para el servicio
doméstico y en los programas de acogida dirigidos a la población inmigrante,
se percibe la llegada de un importante flujo de mujeres bolivianas seguidas por
paraguayas y hondureñas que, en parte por llegar al país sin permiso de
trabajo, se insertan en el sector doméstico.
14 En el caso del servicio doméstico, además de la precariedad, es de suponer que han influido también el tipo de representaciones que conlleva este tipo de trabajo.
34
Se ha escrito mucho desde una perspectiva feminista sobre el significado del
servicio doméstico en torno a las relaciones entre hombres y mujeres. La
mercantilización de las tareas del hogar y dejar a cargo de ellas a otras
mujeres, generalmente pobres, legitima el “mito de la igualdad” y enmascara el
“patriarcado”15 que sigue siendo vigente, produciéndose un “trasvase de
desigualdades de clase y etnia” entre las propias mujeres (Parella, 2000). Las
mujeres de clase media han salido a trabajar fuera de la casa pero siguen
“conduciendo” el hogar, mientras los hombres continúan manteniendo el statu
quo expresado en su rol de “bread-winner”.
Pero es fundamentalmente en un contexto de mercado global, desde donde se
debe entender esta nueva modalidad del mercado de trabajo: la transferencia
transnacional del trabajo reproductivo o bien, como algunas autoras lo
denominan, la “globalización de los cuidados” (Hochschild, 2001 y 2004). En
todo el globo se repite el mismo fenómeno: mujeres de países empobrecidos
trabajando en el servicio doméstico de los países ricos (además del mercado
sexual). El ejemplo más emblemático es el de las mujeres filipinas, empleadas
de hogar en Medio Oriente, Japón, Hong Kong, Singapur, Estados Unidos,
Canadá, Reino Unido, Italia, Grecia y España, a quienes Rhacel Salazar
Parreñas denominó “sirvientas de la globalización”, reconociendo sus
dimensiones transnacionales (Parreñas, 2002), así como numerosas mujeres
de Sri Lanka en varios de estos países. Mujeres tailandesas migran hacia Hong
Kong y Arabia Saudí, mujeres caboverdianas y de otras colonias portuguesas
trabajan en Portugal, mujeres argelinas en Francia y mujeres de Somalia y
Etiopía trabajan también en el sector doméstico en Grecia e Italia (Hochschild,
15 Desde el punto de vista antropológico, este término es cuestionable. En estas reflexiones he decidido utilizarlo para seguir la línea y las expresiones de la literatura predominante en el tema y especialmente de quien cito, cuya perspectiva es sociológica y “de género”.
35
2004; Momsen, 1999). Los flujos de mujeres procedentes de América Latina y
el Caribe son de importante presencia en el sur de Europa y en América del
Norte: mejicanas en California, dominicanas en Nueva York y en Canadá,
ecuatorianas en España… y la lista continúa. Estas mujeres realizan el trabajo
reproductivo que las mujeres y los hombres del “Primer Mundo” no asumen o
asumen parcialmente, el cual, como ya he señalado, involucra trabajo afectivo.
Arlie Hochschild (2001) hace un análisis de este fenómeno tomando el afecto y
el amor como producto y valor de cambio. Así como en la época colonial, los
países colonizadores se enriquecían a costa de la extracción primero, e
importación después, de materias primas de los países colonizados;
actualmente se aprovecha otro gran valor brindado por las mujeres de los
países empobrecidos: el amor y cuidado.
Sin embargo, la migración de mujeres desde países empobrecidos no puede
explicarse solamente por la demanda del servicio doméstico y de las tareas de
cuidados en los países ricos. Desde una sociología crítica, Saskia Sassen lo
explica a través de una mirada global y rompiendo con las tradicionales
explicaciones de los factores “push” y “pull”. La inserción de mujeres
inmigrantes en el servicio doméstico, así como en la industria sexual, están
relacionados con la feminización de la pobreza, de la fuerza de trabajo y de la
supervivencia. Los movimientos de población involucran una compleja red de
relaciones entre los estado-nación y el capital donde influyen las inversiones y
los vínculos generados por estas en los países empobrecidos, la destrucción
de las formas tradicionales y los circuitos globales alternativos como el tráfico
ilegal de mujeres para servicios sexuales, la “exportación” organizada de
mujeres para tareas de cuidado y las remesas enviadas a los países de origen
36
(Sassen, 1993, 2003). Las explicaciones de Sassen se reflejan en los relatos
de las mujeres inmigrantes que han participado en esta investigación. Sandra
comenta que vivía en Pocito Argentino, un pueblo en la frontera entre Bolivia y
Argentina con su marido e hijos. El marido tenía un trabajo y ella era
comerciante, vendiendo pizzas en la frontera, negocio con el cuál le iba muy
bien. Con la crisis del “corralito” argentino de 2001, pasó “de vender 100 pizzas
a vender media en un día”. Volvieron a Santa Cruz de la Sierra (Bolivia), pero el
trabajo igualmente escaseaba. El hijo mayor quería estudiar odontología en la
universidad, así que Sandra migró para poder pagarle los estudios:
“Mi marido es paleta, pero con su trabajo solo da para comer. Mi hijo me decía por favor mamá, vete, así puedo estudiar, por favor… Yo sabía, yo intuía que esto iba a ser así, no quería venirme, pero él insistía…”
Con el dinero que envía, Sandra también está pagando el terreno que
compraron para construir la casa. Además de la destrucción de las economías
locales a raíz de la especulación financiera, la historia de Sandra también
refleja la lucha de la clase media latinoamericana por mantener su “status”
aunque sea a través de la migración.
En este sentido, el servicio doméstico en el marco del mercado global también
se puede interpretar como un medio, una herramienta, que tienen mujeres de
países empobrecidos para poder ganar dinero y generar otras expectativas de
vida. Así, en las redes de reclutamiento, las mujeres plasman sus estrategias
para buscar un trabajo que sea acorde a sus respectivos proyectos. Aidé,
originaria de La Paz, Bolivia, se ocupa de su hijo adolescente sólo con la ayuda
de su madre. Comenta que vino con él a Barcelona en 2006 “justo antes de la
visa” pero “tenía 15 años y no podía hacer nada”. Volvió y se quedó con su
abuela, pero “no le hacía caso y ahora está con mi tía, pero tampoco le hace
mucho caso”. Aidé está intentando arreglar los “papeles” para poder ir a Bolivia
37
“a solucionar el tema de mi hijo, sino lo mando de intercambio”. El “intercambio”
implica que el chico vaya a estudiar a una ciudad europea a casa de familia, lo
que cuesta alrededor de 5000 dólares que obviamente ahorrará y pagará Aidé
con el empleo que buscaba en el servicio de la Hermana Encarnación.
Pero la “supervivencia” a la que se refiere Sassen no sólo alude a expectativas
netamente económicas. La migración deja entrever aspectos y motivaciones
personales que se combinan con las económicas. Para Nieves, la
“globalización de los cuidados” fue una oportunidad para alejarse de su ex
marido que la maltrataba y de la presión de su familia para volver con él. En la
entrevista en profundidad, Nieves revela el trasfondo de su migración con cierto
aire de paz: “Ya estaba roto [el matrimonio] y viniéndome lo destrocé
totalmente”. Nieves se ocupa de mantener a sus hijos de 6 y 11 años, quienes
están a cargo de una señora amiga que recibe también una remuneración. A su
vez, Nieves envía dinero a su hermano para pagar un terreno “para sus hijos”
que compró en Jujuy (Argentina), donde viven sus padres, y planea ahorrar
para poner una tienda cuando vuelva dentro de unos años.
La sociología de Sassen en torno a la globalización remite a un concepto
fundamental para entender mejor el contexto de la llamada “globalización de
los cuidados” como nueva modalidad del servicio doméstico. Se trata de la
noción de ciudad global (Sassen, 2001) como un nuevo escenario donde situar
las etnografías. La ciudad Global es un espacio estratégico y desnacionalizado,
donde se concentran los recursos, se instalan los sectores líderes del capital y
se manejan las claves que hacen funcionar la economía global. Se visualiza a
través de sus altos y ostentosos edificios emblema, de arquitectura moderna e
infraestructura sofisticada que alojan a grandes empresas y corporaciones, con
38
servicios con tecnología de punta, lo cual constituye un reflejo del poder real
que ejercen. Es en las ciudades globales, modelo tanto de ciudades
occidentales como asiáticas, donde se materializan las contradicciones de la
globalización económica con sus desigualdades mas extremas. Sassen se
refiere a la emergencia de dos actores estratégicos o bien, en términos
marxistas, de dos fuerzas sociales protagonistas de la ciudad global: una clase
privilegiada con un alto poder de renta y un estilo de vida exclusivo de una
economía de alto consumo. Junto a ésta se concentran los sectores más
vulnerables, desventajados y desprotegidos: un nuevo plantel de trabajadores,
que no son los antiguos sindicados, y que incluye empleados muy vulnerables,
generalmente inmigrantes y mujeres. El estilo de vida de la clase privilegiada
genera nuevas necesidades y sectores de trabajo en crecimiento cuya mano de
obra ha de ser cubierta. Una de ellas es la ya mencionada del cuidado y
atenciones a personas dependientes. Sassen se pregunta entonces por qué
hay todavía trabajadores/as con bajos salarios y escasos beneficios aunque
sus trabajos pertenezcan a sectores en crecimiento. La respuesta parece estar
en esta nueva fuerza de trabajo: mujeres e inmigrantes, quienes rompen el
viejo concepto de “aristocracia obrera” y representan una fuerza laboral
desvalorizada que facilita la imposición de salarios bajos (Sassen, 2001 y
2007).
Conclusiones
Visto puertas adentro, la mercantilización del trabajo doméstico desmiente el
concepto socialmente establecido del hogar y de su vinculación exclusiva con
el mundo privado y familiar (Mac.Dowell, 1999), a su vez que revela las
39
complejas relaciones de poder entre hombres y mujeres, y entre mujeres de
diferentes clases sociales y orígenes que se producen dentro del hogar. La
posición de clase, la desigualdad de poder y las representaciones como
“trabajo sucio” es lo que distingue fundamentalmente al servicio doméstico.
Visto puertas hacia fuera, el servicio doméstico en su modalidad actual, da
cuenta de una realidad mundial que también se expresa en las relaciones
sociales entre personas de diversos orígenes y de diferentes estratos sociales.
Desde una perspectiva global, el servicio doméstico es un medio – como todo
trabajo – para cumplir las expectativas del proyecto migratorio, y las redes de
reclutamiento son (o deberían ser) un espacio donde se ha de pasar para
alcanzar este medio. La denominada “globalización de los cuidados” es
fundamental como un marco para entender cómo operan estas redes de
reclutamiento y por qué. En tanto estamos inmersos en un mercado global, la
necesidad de mano de obra en el servicio doméstico se cubre con “sirvientas
globales” venidas de otras partes del mundo, expulsadas por las escasas
posibilidades de trabajo y expectativas que tienen en sus países de origen.
Estas “sirvientas” trabajan en la ciudad global, un escenario de contrastes,
constituyendo uno de los últimos estratos de un mercado de trabajo
etnoestratificado y facilitando que una clase enriquecida con poder de consumo
mantenga su status y nivel de vida.
40
Capítulo 3 – El acceso al servicio doméstico: redes y circuitos de
inserción
Introducción
Este capítulo es una introducción a las formas de acceso al servicio doméstico
que utilizan mujeres inmigrantes en Barcelona en el marco de la “globalización
de los cuidados”, haciendo especial hincapié en las agencias privadas y en los
circuitos de reclutamiento pertenecientes a la Iglesia Católica. Asimismo,
pretendo dar una aproximación al papel social que juegan estos agentes como
intermediarios laborales, explorando su forma de actuar, su organización,
orígenes y fundamentos. Comentaré el funcionamiento de las agencias
privadas para poner en perspectiva la labor de la iglesia Católica como
intermediario laboral, un rol revitalizado que ejerce dentro de sus acciones de
caridad, lo que servirá para abrir camino para interpretar más a fondo la forma
de organización de la bolsa de trabajo de la Hermana Encarnación.
Las Redes de reclutamiento de empleadas domésticas en Barcelona
Las investigaciones realizadas sobre el servicio doméstico en Barcelona y en
Madrid han destacado el papel de las redes de relaciones sociales de los
colectivos inmigrantes como un “método” para acceder al empleo (Parella,
2003) y como la explicación de la concentración de un colectivo en un sector
laboral en una determinada zona (Martinez Veiga, 2004). A través de estas
redes circula la información importante para acceder a empleos (salarios,
puestos disponibles, derechos laborales, etc.) y para diseñar estrategias de
movilidad laboral. Algunos autores interpretan que las redes de relaciones
41
sociales adquieren mayor importancia debido al desconocimiento que los
inmigrantes tienen de los métodos formales o institucionalizados, y del idioma
(Parella, 2003). Pero lo cierto es que, los conozcan o no, no pueden acceder a
estos “métodos formales” cuando están en situación irregular, aunque hablen
perfectamente el castellano. Es evidente que las relaciones, recomendaciones
y contactos son más eficaces y seguras para obtener un empleo, evitando
colas, esperas, pagos, llamados telefónicos, etc. En el sector del servicio
doméstico, considerado un “nicho laboral” de personas inmigradas dadas las
condiciones ya señaladas, la red de relaciones sociales juega un papel muy
importante por la misma precariedad, flexibilidad e inestabilidad del sector. Las
mujeres que trabajan en él suelen cambiar a menudo de trabajo aprovechando
ofertas con mejores condiciones. A su vez, en el “subsector” del cuidado de
personas mayores, a pesar de ser un área con cada vez mayor demanda, los
empleos suelen ser de corta duración, ya que es habitual que los/as
ancianos/as fallezcan o se los lleven a una residencia y la cuidadora se quede
sin trabajo, lo cual se detecta enseguida en las redes de reclutamiento:
“Yo ya cuidé 8 iaios en España [Llegó en 2005]. Se murió el último en marzo [de 2009] y sigo sin trabajo” (Sandra).
“Conseguí un trabajo pero antes de ir a la entrevista, me avisaron que el viejito se murió” (María).
“Trabajé cinco meses pero se la llevaron a la residencia y enseguida se murió” (Bárbara).
“Últimamente sólo consigo trabajo para ir y cerrarle los ojos en el hospital” (Francisco).
Esta inestabilidad del sector es uno de los factores que hace que la gente
recurra a las redes de reclutamiento cuando el “método” de las redes de
relaciones sociales se agota. Las redes y circuitos de reclutamiento del servicio
doméstico incluyen instituciones públicas, asociaciones, agencias privadas,
42
centros religiosos, anuncios en la prensa (tanto de ofertas como demandas),
portales de internet y carteles en lugares públicos. No dividiré la gran red de
reclutamiento entre circuitos formales e informales o entre “usuarios con
papeles” o “sin papeles”, ya que no hay límites precisos. Debido a que las
instituciones públicas y entidades sin ánimo de lucro financiadas con fondos
públicos, no pueden aceptar personas sin permiso de trabajo (“sin papeles”),
estas suelen recurrir a las bolsas de empleo de centros religiosos y agencias
privadas, aunque estos canales también son utilizados por personas “con
papeles” debido a su eficacia y cantidad de ofertas en el servicio doméstico. No
obstante, algunas asociaciones o fundaciones reciben a personas “sin
papeles”, ya que no cuentan con fondos públicos – son privadas o pertenecen
a la Iglesia – como por ejemplo Cáritas o la Fundación Prahu. Los portales de
Internet y los clasificados en los periódicos pueden ser utilizados
indistintamente por personas en situación regular o irregular (aunque con
precaución al tratarse de “servicios personales”), pero tienen más éxito entre
personas con permiso de trabajo. Los “cartelitos” de anuncios propios pegados
en la vía pública o en locutorios son un recurso más utilizado por personas “sin
papeles”, aunque también lo utiliza gente “con papeles” e incluso autóctona, ya
que es un medio que funciona para conseguir trabajos “extras” y/o esporádicos,
por horas en limpieza o canguros. Una exploración sobre las redes y circuitos
de reclutamiento de personal doméstico permite inferir que no existe una
relación directa entre “canales formales/informales” y “con papeles/sin
papeles”.
43
Las agencias privadas
En su trabajo de investigación sobre mujeres inmigrantes en el servicio
doméstico en diferentes ciudades de Europa, Bridget Anderson (2000) destaca
que la utilización de agencias se da en Barcelona en mayor medida que en
Paris, Londres, Berlin y Atenas. Durante la exploración y el trabajo de campo
sobre algunos circuitos de reclutamiento dependientes de la Iglesia Católica,
pude constatar la importancia de las agencias privadas. La agencia más
conocida y utilizada por las personas que han participado en esta investigación
es la agencia Casanovas, ubicada en Sarriá y dirigida por Pura Ortega
Monasterio16. Muchas personas que frecuentan estos circuitos se refieren a
esta agencia como “lo de Pura”, “Doña Pura”, “la agencia de Pura” e incluso
una chica comentó que le decía “Hermana Pura” creyendo que se trataba
también de una monja. La confusión de esta chica no es casual. Esta agencia
se dedica exclusivamente al personal doméstico y, al igual que otras que
16 http://www.agenciacasanovas.com
Redes y circuitos de reclutamiento para el servicio doméstico: Instituciones públicas Asociaciones y fundaciones Personas Bolsas de trabajo de centros religiosos “con papeles” Agencias privadas Personas Anuncios en periódicos “sin papeles” Portales de Internet “Cartelitos” en la vía pública
44
- “Se trabaja uniformada o con una bata (motivos de higiene) y unas zapatillas. - Cabello recogido. - Uñas cortas. - Ducha diaria. - No se harán llamadas desde los teléfonos de la casa sólo en caso de
emergencia o con permiso de los Sres. - Los móviles de uso personal se cogerán únicamente en horarios de descanso. - A los jefes se les habla de Usted, Sr. y Sra.”
operan en Barcelona y en Madrid, funciona como una agencia de colocación
donde predomina la necesidad y la satisfacción del cliente como si sólo fuera la
parte empleadora, manteniendo y reproduciendo las representaciones de clase
y género que conlleva el sector del servicio doméstico. En su página web se
pueden leer las reglas para las “chicas fijas”17:
La agencia Casanovas cobra 5 euros de inscripción a la gente que desee
apuntarse en la bolsa de trabajo y realizan una entrevista para hacer la ficha. El
empleador que solicite “una chica” debe pagarle a la agencia el 75% del sueldo
que haya “acordado” pagarle a la empleada. Según el estudio de Anderson, las
trabajadoras se presentan hostiles frente a las agencias y para que sea efectivo
las mujeres inmigrantes se deben apuntar en 3 o 4 agencias (Anderson, 2000).
En general en las asociaciones de acogida se considera impropio el hecho de
pagar por un trabajo y se intenta evitar que las personas inmigradas concurran
a estos lugares. Sin embargo, entre las mujeres inmigrantes de América Latina
con las que hablé, existen varias posturas a favor o en contra de acudir a una
agencia, basadas especialmente en la experiencia sobre la “Agencia de la
Pura”:
“Yo prefiero pagar y que me consigan algo seguro” (Nieves).
17
Http://www.agenciacasanovas.com
45
“Te saca los 5 euros, después pagas los 30 euros si consigues trabajo pero la señora paga un sueldo adelantado, pero es porque entonces si pasa algo, si tu robas, la Pura responde por ti” (Sandra).
“… dicen que las jefas que van a agencias privadas es porque son un atajo de mañosas, te acusan, de que le has robado, de que no te comportaste, cualquier cosa. (…) Las señoras que se han portado mal y ya no encuentran una chica, entonces tienen que ir a pagar a agencias” (Marlen).
“A mi Karina [la secretaria de Pura] me ha conseguido buenos trabajos, tres trabajos me consiguió, lo que pasa es que los iaios no me han durado” (Sandra).
“También han dicho que las jefas que han pagado dinero dicen yo he pagado tanto dinero en agencia por ti, y así se la pasan a uno humillando. Yo por eso no he querido pagar en agencias, una es que me cogen dinero, me cuesta encontrar el trabajo y la otra es que las jefas son muy malas (…) le están reclamando a las trabajadoras y a mi que me interesa si ellas le han pagado a la agencia” (Marlen).
“vas 15 días y después no estas a gusto (…), pues le dices renuncias, la de la agencia te hace pagar esos 15 días, pero si vas por esta iglesia dice que no te hace pagar, no te paga y ya está. No interfiere, en cambio en la agencia sí porque yo pagué.” (Nieves)
Este debate de “pagar o no pagar” es lo que pone en perspectiva las agencias
privadas frente a las labores de la Iglesia (incluso es mencionado por la
Hermana Encarnación) y será retomado más adelante.
Otros comentarios sobre “la agencia de la Pura” giran en torno a prejuicios y
actitudes de Pura seleccionando chicas. Algunas mujeres cuentan que al
realizar las entrevistas conjuntamente ella con la parte contratante, influye en la
selección. “A la jefa le gustó mi amiga pero la Pura le hizo coger a la otra”
(Marlen). Sandra, que fue varias veces y en efecto consiguió tres trabajos,
cuenta que le ha pasado lo mismo y que una vez se sintió muy mal porque “me
dijo que estaba mal peinada y me mandó a ducharme. Te mira de arriba abajo,
la Pura mierda que le digo yo… Después fui y le dije, oiga doña Pura, ¿por qué
nos trata así? ” (Sandra).
Los relatos de Marlen acerca de “las mañas” de las jefas que acuden a
agencias concuerdan con el hecho de que las agencias ponen el énfasis en la
profesionalización del sector, ofreciendo cursos sobre las actividades del sector
doméstico e incluso tomando pruebas controlando los tiempos para seleccionar
46
a las mas rápidas. Nieves cuenta que consiguió trabajo en una agencia de Sant
Cugat que cobran 50 euros por un curso preparatorio y otros 50 euros al
comenzar el trabajo. Pasó el curso y enseguida la ubicaron en una casa de
Barcelona como interina por la tarde, y después en otra casa por la mañana en
Sant Cugat. A pesar de que ganaba bien con los dos trabajos, acabó dejando
el de la tarde en Barcelona porque estaba agotada y agobiada. “Eran siete
niños, la jefa era una bruja, estaba todo el tiempo encima controlando, no salía
ni de compras!” Con respecto al curso, Nieves comenta que lo hizo para
conseguir trabajo rápido y que le fueron tomando pruebas de limpieza, cocina y
plancha.
“… que te van a enseñar, son las mismas cosas que ya has hecho. Solo que ellos te pasan, te dicen, mira tienes que hacer así, esto así, uno ya lo sabe, yo ya lo sabía, (…) solo que me vean mas o menos cómo sé hacer para que me arreglen más rápido, porque ellos te hacen una prueba y te dicen, vas a la plancha, vale, y te está viendo ahí una de las secretarias cómo haces la plancha, en cuántos minutos haces una camisa, por lo menos ya saben que eres ágil para trabajar (…) y cómo eres para la cocina?, y a mi me hizo hacer lentejas, pues lo hice las lentejas, y me dijo que estaba muy bien, que tenía gusto. Entonces me dijo tu ya estás para arreglar una casa. Y así me arreglaron en las dos casas…” (Nieves).
La Iglesia Católica como intermediaria laboral
Así como han florecido este tipo de agencias privadas que se ocupan de la
colocación de personal doméstico, el incremento de la demanda del servicio
doméstico bajo esta nueva modalidad de “globalización de los cuidados” ha
revitalizado algunas viejas estructuras pertenecientes a la Iglesia Católica que
se ocupaban de los sectores necesitados. Martinez Veiga (2004) menciona que
en los países católicos es frecuente la canalización del trabajo doméstico a
través de entidades religiosas, y que “incluso antiguamente en Madrid se
ponían listas en las iglesias con nombres de “sirvientas” disponibles para
trabajar” (Martinez Veiga, 2004). En efecto, esta práctica de la Iglesia como
47
intermediario laboral se remonta a varios siglos atrás y tiene varias
explicaciones: su “labor social”, la confianza entre “parroquianos” y la función
de la Iglesia como espacio de socialización y encuentro donde acuden
personas de diferentes clases sociales y donde se podía “dar razón”. Carmen
Sarasúa ha realizado un trabajo historiográfico sobre el servicio doméstico en
Madrid entre 1758 y 1868 donde explica los mecanismos de inserción en el
mercado de trabajo a través de recomendaciones personales, “la calle”
(comerciantes, clérigos y vendedores ambulantes), la prensa, agencias e
“intermediarios profesionales”. Si bien no destaca el papel de la Iglesia en
comparación con otros intermediarios, explica la importancia de la institución
por ser allegada tanto a la nobleza y las clases medias que la financiaban,
como a trabajadores y mendigos. A través de los conventos y parroquias,
criados y amos podían contactar. Su actividad fue muy beneficiosa para ambas
partes: los “señores” se aseguraban el buen comportamiento de los criados y
éstos encontraban empleo y techo. Los eclesiásticos actuaban además como
intermediarios en los robos de objetos domésticos, que les eran devueltos en
secreto de confesión (Sarasúa, 1994). Esto explica el papel de intermediario
laboral de la Iglesia en cuánto a nexo, papel que aún persiste al ser esta una
importante referencia tanto en la sociedad autóctona católica como en mujeres
inmigrantes latinoamericanas y de otros orígenes, e incluso en mujeres de
otras religiones (Anderson, 2000). Pero la labor de intermediación y
reclutamiento con especial dedicación hacia el servicio doméstico se explica
también a través del florecimiento y expansión de congregaciones femeninas
durante el Siglo XIX, las cuáles se han dedicado a necesidades puntuales del
momento como ser por ejemplo la inserción social de mujeres rurales
48
marginadas. La incorporación al servicio doméstico, y su formación para ello,
era una “salida digna” para mujeres marginadas que podrían caer en la
prostitución o ser víctimas de abusos sexuales. Con ese objetivo se fundaron
en Madrid las Religiosas de María Inmaculada (RMI) en 1876,
“tradicionalmente llamadas “del servicio doméstico”, a favor de la dignificación y
prevención de la mujer joven en este campo”18, quienes más tarde se
expandieron hacia Barcelona y Valencia, y hacia otras ciudades del mundo.
“Dª Eulalia pensó en que la CASITA empezada, que así se llamaba con toda propiedad, sirviera para recibir en sus convalecencias las sirvientas honradas que salían del hospital general y no tenían donde ir y de las que decía Dª Eulalia: “que empeñaban la ropa y luego el alma. Así se hizo”. (Apuntes de Sta. Vicenta María19).
La expansión de las congregaciones religiosas femeninas dirigidas hacia
colectivos marginados de mujeres se produjo al mismo tiempo que se configura
una nueva división sexual del mercado de trabajo y se reorganiza el núcleo
doméstico, una de cuyas consecuencias es la feminización casi total del
servicio doméstico. Las mujeres trabajaban en el servicio doméstico porque se
las preparaba para servir y hacer funcionar las casas, siendo la opinión social y
familiar favorable a ello. Aunque muchas mujeres de clase trabajadora tenían la
opción y preferencia de emplearse en fábricas, el sector industrial20 estaba mal
visto y el servicio doméstico era considerado mas adecuado para las mujeres
que no podían subsistir trabajando como esposas. Mientras la industrialización
abría más oportunidades de empleo, se reforzaba aún más el discurso sobre
los deberes domésticos de las mujeres, lo que fue constituyendo una de las
bases del sistema educativo (Sarasúa, 1994). Sin duda, el discurso y las
18 Extracto de la presentación de su página web: www.religiosasdemariainmaculada.org 19 Fundadora de RMI. Extracto del apartado Orígenes, Historia de la Congregación. (Se han respetado negritas y mayúsculas). En http://www.religiosasdemariainmaculada.org 20 Cabe aclarar que la división sexual del trabajo también se estructuró en este sector. Las mujeres trabajaban en mayor medida en la industria textil.
49
acciones de las congregaciones de la Iglesia Católica se dirigían en este
sentido, reproduciendo, naturalizando y perpetuando la domesticidad de la
mujer. En la actualidad, estas congregaciones siguen funcionando. Aunque
algunos discursos, ideas y formas de proceder de las diversas congregaciones
han cambiado, la idea de ayudar a las jóvenes frente a la marginación
permanece en el marco actual de las migraciones internacionales y de la
“globalización de los cuidados”. Un documento actual de las RMI relaciona esta
situación con sus orígenes, al referirse a uno de sus objetivos frente de la
inmigración actual, que es vista como un problema:
“Poner a la joven frente a un proyecto de vida, ayudándola a descubrir su dignidad de hija de Dios, de mujer, de trabajadora con unos derechos y deberes, con una perspectiva de superación humana…”
(María Eugenia Vicenti - RMI21).
Este pensamiento, que no es solamente de la Iglesia, despoja a la mujer
inmigrante de planes, proyectos, de su propia capacidad de resolver problemas
y de generar estrategias, e incluso de dignidad. La migración es vista como una
actitud desesperada que la puede “llevar por mal camino” y no como una
estrategia en sí misma para esta “superación” de la que hablan.
No obstante, más allá de su pensamiento, en casi todas las ciudades de
España, varios centros y parroquias de la Iglesia Católica son fundamentales
como parte de las redes de acogida de personas inmigradas recién llegadas. Al
igual que en sus orígenes, las distintas congregaciones cubren necesidades
básicas que el Estado no puede cubrir por un motivo u otro. Dar ropa, comida,
techo, trabajo y asistencia social generalizada a inmigrantes en cuanto nuevo
colectivo necesitado son tareas que algunas congregaciones tienen asimiladas
21 “La emigración y la pluriculturalidad, un desafío para las RMI”. Documento extraído de la web: http://www.religiosasmariainmaculada.org. Se han respetado negritas y subrayado.
50
dentro de sus acciones de beneficencia y caridad, a la vez que centros
religiosos y parroquias siguen funcionando como espacio de socialización y
encuentro. Ruth Mestre, quien años atrás ha trabajado como abogada en un
centro de las Religiosas de María Inmaculada de Valencia, destaca el papel de
este tipo de centros en Valencia para las mujeres recién llegadas: “abrir ficha
en las monjas es muchas veces el primer paso de las mujeres cuando llegan a
Valencia y el primer paso en el itinerario de inserción.” (Mestre, 2002).
En base a mi experiencia en programas “de acogida”, durante el trabajo de
campo he realizado una exploración de los servicios pertenecientes a la Iglesia
Católica, que funcionan en Barcelona y que se dedican a la inserción de
mujeres en el servicio doméstico. Por su mayor concurrencia y popularidad, se
distinguen las Religiosas de María Inmaculada ya mencionadas, ubicadas en el
barrio Exaimple Dreta, y la Hermana Encarnación, ubicada en un centro en el
barrio de Sarriá. Las otras bolsas de trabajo son de menor concurrencia por
menor volumen de ofertas de trabajo o bien tienen limitadas las usuarias. Los
orígenes y funcionamiento de la bolsa de trabajo dirigida por la Hermana
Encarnación difieren de las RMI. Si bien la Hermana Encarnación también
pertenece a una congregación femenina fundada en el Siglo XIX22, su labor
especialmente dirigida hacia la inserción laboral de mujeres inmigrantes, en un
principio de origen peruano, comenzó de forma espontánea en 1990. Así lo
cuenta la misma Hermana:
“Empezó que necesitábamos aquí una chica, entonces yo no sabía donde ir a buscarla, y entonces pasaba por aquí todos los días un peruano y le pregunté si no conocía alguna chica. (…) Entonces vino y me mandó como 20 y yo cuando me vi toda aquella gente, 20 chicas, digo por qué, si solamente necesitamos una… (…) qué haría con las otras, entonces ellas empezaron a llorar, que por favor, que las ayudara, que las ayudara… Entonces cogimos a esa chica, las otras fui preguntando por aquí a los
22 Congregación de la Inmaculada Concepción de Castres fundada por la marquesa francesa Emilie de Villeneuve en 1836.
51
vecinos, a ver quien necesitaba una chica, como esto es una zona un poco alta, entonces sí, y luego yo también miraba la vanguardia… (…) Y si, así las fui colocando a todas, así empezó… hasta llegar a 300 ahora…”23
Si bien la Hermana Encarnación comenzó sola atendiendo a las chicas, ahora
cuenta con ayudantes debido al volumen actual de usuarias: Rosa, quien se
ocupa de atender el teléfono y gestionar las ofertas; y Héctor, quien ordena las
colas en la entrada en una compleja organización que describiré con más
detalle en el capítulo 4. A su vez, complementan la labor social otras hermanas,
quienes se ocupan de la ropa y la comida, que el centro reparte algunos días
de semana - que nunca son fijos - a las mismas usuarias que van a buscar
trabajo. En concordancia con el análisis del papel de la iglesia basado en el
estudio de Sarasúa, la Hermana Encarnación también destaca la labor de la
iglesia como intermediario porque “la gente se fía mucho de las religiosas”. Es
interesante notar también cómo la Hermana se refiere en sus relatos a un
colectivo sumamente necesitado, casi desesperado, reflejado en su expresión
“comenzaron a llorar”, que implica suplicar o pedir y no exactamente la acción
fisiológica de llorar. Esto le permite a la Hermana como miembro de la Iglesia
legitimar un campo de acción que considera propio y revitalizar la vieja labor
eclesiástica de caridad e intervención en grupos marginados.
Según la información relevada en el trabajo de campo, a pesar de pertenecer a
la Iglesia Católica, estos centros actúan con bastante autonomía en la forma de
organización y en la toma de decisiones. Algunos de los servicios de inserción
laboral funcionan en red con otros, derivando usuarias según las necesidades
puntuales, pero otros no tienen vinculación entre sí, incluso entre los de la
Iglesia Católica, ya sea por desconocimiento de las labores de otras
congregaciones de Barcelona o bien por decisión propia de una persona o del
23 Entrevista realizada a la Hermana durante el trabajo de campo.
52
equipo. El servicio que ofrecen las Religiosas de María Inmaculada ha decidido
no derivar mujeres a la Hermana Encarnación porque “no nos gusta cómo
trabaja, por el trato que reciben las chicas y porque no interfieren en las
condiciones de empleo” (asistente social del centro RMI), decisión tomada en
base a relatos de usuarias. No obstante, información de unos u otros servicios
circulan en estos espacios, ya sea de “boca a boca” entre las mujeres o a
veces a través de algún folleto o tarjeta.
Tanto la bolsa de trabajo de la Hermana Encarnación, así como las RMI y otras
del listado recopilado, operan de manera un tanto informal en cuanto a la
búsqueda de ofertas de trabajo. Ninguna cuenta con una forma metódica de
buscar y/o ampliar el campo de las ofertas de trabajo, sino que diferentes
“señores” van llamando y solicitando chicas, porque “ya son conocidas”. Los
sistemas de selección de chicas para cada trabajo sí varían de un sitio a otro.
Las Religiosas de María Inmaculada cuentan con la labor de una asistente
social contratada que realiza entrevistas personales (con cita previa) y hace
una ficha de cada chica incluyendo el perfil, antecedentes y competencias.
Cuando recibe una oferta, selecciona una chica de la base de datos. El
funcionamiento de la bolsa de trabajo de la Hermana Encarnación es aún
mucho más complejo, lo que me ha llevado, como expliqué en la introducción,
a trabajarlo de manera etnográfica y dedicarle una amplia explicación e
interpretación plasmada en el capítulo 4.
Muchos de estos servicios de la Iglesia también cuentan o bien se dirigen hacia
la formación para mujeres en el servicio doméstico. No sólo ponen el acento en
la formación en cuanto a rapidez y calidad del trabajo, como las agencias
53
privadas, sino que también enfatizan la formación en “cómo se hace aquí”
(Mestre, 2002) a través de un entrenamiento que combina la domesticidad de
la mujer con directrices de “la forma de trabajar en España”, entendiendo como
tal una forma responsable, óptima y eficiente: la mejor forma de hacerlo.
“Fomentamos mucho el tema de la responsabilidad, el tema de la puntualidad y el tema de cómo se trabaja en Barcelona… Bue, en Barcelona, aquí en España. (…) Claro, todo el mundo sabemos limpiar, pero no todo el mundo sabe limpiar, por ejemplo, tu en tu país la forma de limpiar es de arriba para abajo, y aquí de abajo para arriba, por ejemplo, no? (…) porque recibíamos muchas quejas de que la gente de fuera no sabe limpiar, que no sabe organizar, que usa mucho tiempo, que son muy lentas… Y eso no es cierto. (Carmen, educadora, gestiona la bolsa de trabajo del “llar Santa Teresa”).
La Hermana Encarna también comenta que recibe algunas quejas de que las
chicas “no son cumplidoras, que a veces llegan tarde, que otras veces son un
poco lentas…” Si bien este servicio no cuenta con un entrenamiento específico
(solo se ofrece un curso de geriatría), la Hermana manifiesta que “intentan
corregirlo”. En este tipo de discursos entran en juego los diversos estereotipos
que encarnan las mujeres usuarias del servicio, tema al cual me referiré en los
siguientes capítulos.
El régimen implícito, la forma de organización y la autonomía en el
funcionamiento de cada servicio tienen relevancia, ya que, a pesar de estar
enmarcados dentro de “labores de beneficencia”, cumplen la función de
intermediarios laborales. El intermediario laboral no es un mero contacto entre
la parte empleadora y la empleada, sino que participa activamente en el
mercado laboral, dirigiendo la persona hacia un determinado sector,
seleccionando a una persona y no a otra o influenciando, o no, en las
condiciones del empleo. Tal como afirma Mestre (2002) refiriéndose al centro
RMI de Valencia, “interfieren en la relación laboral, la definen, la posibilitan y la
limitan”. En este sentido es donde se debe advertir en primer lugar del modo de
54
funcionamiento de estos servicios que, al pertenecer a la Iglesia Católica y
funcionar como una más de sus tantas obras de caridad, no están regulados
por el Estado y sin embargo influyen de manera directa en la vida laboral de
muchas personas y en sus derechos.
Conclusiones
En las redes y circuitos de reclutamiento de empleadas domésticas en
Barcelona se destaca el papel de las agencias privadas y de congregaciones
de la Iglesia Católica. Ambas opciones funcionan ajenas a la regulación,
subvención y control estatal, por lo que, por un lado, pueden facilitar la
inserción laboral de personas “sin papeles”, pero por otro lado, su modo de
proceder, vinculado a su pensamiento, no concuerda con los valores
democráticos e igualitarios en cuanto a derechos, orígenes y género que
intenta promover el Estado. El colectivo inmigrante recién llegado – personas
que en su mayoría no tienen permiso de trabajo – acude a estos circuitos para
buscar empleo porque no tienen más opciones, resultando estos servicios una
necesidad básica para su inserción social. Las agencias privadas y las bolsas
de trabajo de la Iglesia se convierten entonces en intermediarios laborales,
ofreciendo trabajos de determinadas condiciones y colocando trabajadoras
según sus propios criterios, potencialmente reguladoras de un mercado de
trabajo que, como comenté en el capítulo 2, opera mayormente en la llamada
“economía sumergida”. La cuestión es cuál es el alcance, regulación o
influencia, tanto en el mercado como en la vida de trabajadoras inmigrantes.
Esta investigación no podrá contestar estas preguntas (ni tampoco es el
objetivo), pero sí podrá arrojar alguna luz a través del análisis del
55
funcionamiento de las bolsas de trabajo y de las relaciones de poder entre
intermediarios, la parte empleadora y trabajadoras.
De modo preliminar, en base a lo abordado en este capitulo, quedan claras las
diferencias y semejanzas en la forma de operar entre agencias privadas y
bolsas de trabajo de la iglesia. Las agencias como intermediarias tienen un
perfil comercial, operando en beneficio y complacencia del cliente, que es la
parte empleadora; mientras que la Iglesia opera dentro de sus acciones de
beneficencia, convirtiendo el trabajo en “un favor”, una obra de caridad, lo cual
también puede llevar a una forma clientelar como se verá en el próximo
capítulo.
56
Capítulo 4 - Un estilo de patronazgo en el acceso al servicio doméstico
Introducción
La bolsa de trabajo dirigida por la Hermana Encarnación es, como ella misma
se refiere “la agencia mayor de Barcelona” dado su gran volumen de usuarias y
de ofertas de trabajo en el sector del servicio doméstico. Su rol como
intermediaria laboral y la complejidad de la organización del servicio, así como
la gran afluencia de personas inmigradas, me han llevado a tomar este servicio
como un caso de estudio etnográfico, más que como un mero ejemplo dentro
de las redes de reclutamiento de personal doméstico. Analizar las relaciones de
poder junto con los discursos y representaciones que circulan en este espacio,
permite alcanzar un nivel de interpretación que va más allá del papel de la
Iglesia como intermediario laboral, convirtiéndose esta, encarnada en la figura
de la Hermana, en un “agente patrón” dispensador de trabajo y las mujeres en
“usuarias-clientas” como parte de un colectivo necesitado. El objetivo de este
capítulo es, por lo tanto, describir y demostrar la forma de operar de este
servicio, así como la interpretación de los diversos actores que se conjugan en
él.
La organización y el espacio
Tal como afirma la Hermana, casi veinte años después de atender a aquellas
chicas peruanas de forma espontánea, acuden al centro a buscar trabajo
alrededor de 200/250 mujeres y de 20/30 hombres. El espacio con el que
cuenta la Hermana está dentro del edificio de la residencia universitaria
femenina “Emilie de Villeneuve” en la calle Marquesa de Vilallonga del barrio de
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Sarriá, frente a la prestigiosa clínica Teknon, una referencia que tienen las
chicas para encontrar el sitio que, además constituye un factor influyente en la
organización. El edificio pertenece a la congregación “Inmaculada de la
Concepción de Castres,” de la cual forma parte la Hermana Encarnación.
Parte de la fachada de la Residencia “Emilie de Villeneuve”. Entrada para las usuarias de la bolsa de trabajo. La puerta lateral es la entrada al despacho.
Los espacios que se utilizan para la bolsa de trabajo son: un despacho donde
trabaja la Hermana en el cual entran alrededor de 80 mujeres y donde también
se realizan los cursos de geriatría, un gran patio trasero donde las mujeres se
colocan en las diferentes colas esperando entrar al despacho y un patio
delantero pequeño con un portón de rejas que funciona de “recepción” y
organización de la entrada. En el patio trasero - que también funciona de
parking de algunos coches - hay un espacio techado, tipo pérgola, con mesa y
bancos para sentarse.
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Parte del patio trasero. Lugar donde se colocan las colas de chicas “con papeles” y “con tickets”. Por la puerta del fondo a menudo se reparten alimentos.
Patio trasero. Pérgola acondicionada con mesas y sillas para esperar los turnos.
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Hasta hace algunos años antes, la Hermana misma abría el portón y recibía a
las chicas haciéndolas pasar al despacho, donde ella leía las ofertas de trabajo.
Pero como el volumen de gente creció, en 2007 la Hermana contrató un
ayudante, llamado Héctor y de origen boliviano. Este hombre, quien cuenta con
destacables cualidades a las que me referiré más adelante, organiza las colas
afuera, reparte los tickets y hace pasar a las chicas en grupos al despacho:
“Si, antes salía yo… porque claro, no tenía a nadie. Pero la verdad, yo estoy así mucho mejor porque mira la una quiere entrar, y la otra, y la otra, y la otra… Y si le dices que no, se enfadan. Pues mira, este señor les da un ticket para que entren mañana.” (Hermana Encarna).
A su vez, suele haber un grupo de 4 o 5 hombres que ayudan afuera
coordinados por Héctor. Algunos se quedan adelante para abrir y cerrar el
portón, otros ayudan transportando cajas de alimentos, o repartiéndolos,
“acomodan” las colas, etc. Esto ha creado una estructura jerárquica “bajo las
órdenes de la Hermana”, que complejiza aún más la llegada a ella. Para
conseguir una oferta de trabajo, las mujeres deben “lograr” dos pasos
importantes: 1- Lograr entrar al despacho con la Hermana. 2- Conseguir que la
Hermana, o su ayudante Rosa, las vea y les asigne una oferta de trabajo.
Paso 1: Lograr entrar al despacho de la Hermana
Este paso, que la Hermana simplifica como “el señor les da un ticket” puede
depender de muchos factores: suerte, persistencia, paciencia, aspecto o
empatía con Héctor, entre otros. Contrariamente a lo que se podría suponer,
entrar al despacho no depende del orden de llegada, a pesar de lo cual aún
muchas mujeres comienzan a hacer la cola entre las 6 o 7 de la mañana24.
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El motivo de no respetar el orden de llegada se fundamenta en que “la Hermana no quiere que hagan bullicio” desde temprano. Si esperan afuera se queja la gente de la clínica y si esperan en el patio (anteriormente se dejaba abierto) “molestan” a la gente que vive en la residencia que son estudiantes y personas mayores. No obstante, sigue corriendo el rumor acerca de llegar temprano para coger tickets.
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Anteriormente, solían hacer la cola a lo largo de la acera del centro, frente a la
clínica Tecknon, pero debido a las quejas del personal de la clínica25, se ha
llegado al acuerdo de que comiencen a hacer la cola unos metros más abajo, al
lado de un muro de piedra que separa el jardín de la entrada de la clínica con la
acera. Durante el tiempo del trabajo de campo, sin importar el clima, hacia las 8
de la mañana constaté entre 70 y 100 personas haciendo la cola “al lado de la
muralla”, como llaman a aquel espacio los ayudantes de Héctor. Hacia las 8:30,
uno de los ayudantes, Francisco, que es de origen paraguayo, se acerca a la
cola y la separa en dos: “Del lado de la muralla” se colocan las chicas que
tienen “papeles” y al lado, la otra cola de chicas “sin papeles”, que siempre es
la mas numerosa. Francisco conduce las colas hacia la puerta del centro.
Primero avanza la cola de chicas “con papeles”, a quienes se les ha dado cita
tiempo antes, y luego la otra. Al avanzar unos metros y cruzar la calle, el orden
de la fila inicial de ambos grupos se desarma (a veces entre leves discusiones
o conflictos) y se vuelve a armar la cola en la acera junto a la entrada del centro
religioso. Junto a la reja, siempre suele estar Héctor recibiendo a las chicas e
indicando los lugares precisos donde deben acomodarse las diferentes colas
en el patio trasero. Las chicas “con papeles” y con cita deben acomodarse en
una fila junto a la pared del despacho. Entre el grupo de chicas “sin papeles”,
algunas tendrán tickets obtenidos el día anterior, quienes se habrán de ubicar
en la cola “con tickets” junto a la cola de “con papeles”. El resto se debe ubicar
en una gran fila a lo largo del patio, mientras continúan llegando mujeres y
algunos hombres. Las mujeres que ya conocen el sistema entran y se
acomodan en las respectivas colas, sino los ayudantes de la puerta preguntan
25 Esta información suele circular en la cola y la he constatado través de personal de la clínica.
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la situación y las orientan. A las mujeres que tienen “papeles” siempre se les da
cita para otro día, tarea de la cual se encarga Héctor, así como también de
controlar a las chicas que ya están apuntadas. A las 9 de la mañana cierran el
portón con candado y no se deja entrar a nadie más aunque tengan cita o
ticket, aunque hay algunas excepciones que solamente puede autorizar Héctor.
A lo largo de la mañana es habitual ver mujeres en la acera, preguntando por la
Hermana, esperando o insistiendo entrar de alguna forma. En el caso de que
tengan “papeles” Héctor les puede dar cita, apuntando sus nombres en una
agenda, operación que se realiza a través de la reja cerrada.
Según el propio Héctor, en el despacho de la Hermana caben hasta 80
personas, pero generalmente hay menos. Primero, siempre dirigidas por él,
entran las chicas “con papeles”. A continuación, antes de las 9:30, entran las
chicas que tienen tickets. Héctor recoge los tickets en la puerta del despacho,
lo cual impide rotundamente que entren mujeres sin ticket. Cuando acaba de
organizar la gente del despacho, Héctor se va hacia el patio a “organizar” la
gran cola que queda, que se transforma en un semi-círculo para mirar y
escuchar a Héctor, quien suele explicar diversa información sobre la entrega
de alimentos o ropa, o enunciar algún discurso intercalando chistes o
comentarios sobre trabajos, la crisis u otros temas, actitud sobre la cual me
referiré más adelante. Después procede a la selección de “chicas fijas”, para
que puedan entran con la Hermana durante la misma mañana, después de las
11:30, cuando acaba de leer los trabajos de interinas. Primero selecciona 15
chicas “para trabajar con niños” y luego 15 más “para iaios”. Cuando él lo
anuncia, las chicas interesadas en el “sub-sector” (y entrar con la Hermana el
mismo día), deben levantar la mano, él va señalando las que escoge – siempre
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preguntando si tiene referencias, a lo que todas, obviamente, responden que sí.
Las chicas seleccionadas se van apartando del grupo y formando otra cola del
lado de la pared del despacho, donde estaban las otras colas al principio. A
continuación reparte 30 tickets por algún lado de la cola elegido “al azar” o por
“donde diga la Hermana”, con los cuales las chicas podrán entrar al despacho
de la Hermana al día siguiente26. Es relevante destacar el momento del reparto
de tickets, ya que la gran incógnita es por dónde los repartirá. Héctor suele
hacer un recorrido de la fila con la mirada, al tiempo que dice “que nadie se
mueva” y se acerca hacia una parte de la fila. Las chicas simplemente estiran
la mano y Héctor les da el famoso ticket. Si observa o descubre a algunas
chicas que se han cambiado de lugar, les llama la atención y no les reparte
tickets.
Finalmente, del original grupo grande “sin papeles”, alrededor de 30 chicas
seleccionadas se quedan a esperar la ocasión de entrar al despacho y otras 30
tienen tickets para volver al día siguiente y entrar con seguridad al despacho de
la Hermana. El resto del grupo que no fue seleccionado (suelen ser entre 30 y
40 personas) se puede quedar o no, según la ocasión. La primera vez que fui a
observar el sistema, un grupo considerable de mujeres se quedó y el mismo
Héctor, de buen modo, poco a poco invitó a entrar al despacho de la Hermana
a todas las mujeres, a última hora de la mañana (entre las 12 y las 13 hs.). El
resto de los días, y al parecer pasó a ser lo habitual, no dejó quedarse a las
personas que no hayan sido seleccionadas, ocupándose de conducirlas hacia
la puerta con cierto mal humor, debido, según él mismo, a la gran cantidad de
26 Estos “tickets”, que en este trabajo etnográfico parecen representar un objeto sumamente codiciado, son simplemente un trozo de cartón recortado de 5x2 cm. que llevan escrito en bolígrafo azul el día de la semana correspondiente al día siguiente. (Por ejemplo, los lunes se reparten los tickets que dicen “martes” y así sucesivamente).
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personas y escasas ofertas. Esto quiere decir que puede haber chicas que,
llegando a las 6, 7 u 8 de la mañana, se van sin ser seleccionadas o sin tener
tickets y deberán “probar suerte” en otra ocasión. El grupo de hombres suele
quedarse bajo la pérgola esperando que salga algún trabajo. En el caso de que
no se presenten ofertas dirigidas a hombres, Héctor se los comunica y estos se
retiran.
El mecanismo de los tickets y de separar entre “con papeles” y “sin papeles”
tiene un sentido coherente. Las chicas que tienen papeles suelen estar más
interesadas en trabajos para interinas o por horas, los cuales se leen a primera
hora de la mañana. Las chicas que no tienen “papeles” suelen ubicarse a
trabajar como “fijas” (con modalidad interna), por lo que entran al despacho
más tarde, después de las 11:30 cuando la hermana comienza a leer los
trabajos para “fijas”. No obstante, chicas “sin papeles” que desean optar por un
trabajo de “interinas”, con el sistema del ticket tienen la posibilidad de entrar en
el primer grupo y pujar por una oferta de “interina”. Las que tienen “papeles”
también pueden quedarse más tiempo en el despacho en el caso de que
quieran optar por una oferta para “fija”. Esto no suele ser habitual, aunque se
presentan casos, posiblemente a raíz de la crisis, como comentó la misma
Hermana Encarna.
Grupos (colas)
Tipo de trabajo
“sistema”
A partir de las 9 hs.
Con papeles
Interinas
Con cita previa
Pueden quedarse
el resto de la mañana
Sin papeles
Interinas/fijas
Con ticket
Después
de las 11:30 hs.
Sin papeles
Fijas
Selección el mismo día
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Paso 2: Conseguir un trabajo
“El que no llora, no mama” 27
El despacho de la Hermana Encarnación mide aproximadamente 6x4 metros,
tiene varias ventanas y un lavabo al fondo. De un lado, hay un escritorio, donde
trabaja la Hermana y su ayudante/secretaria Rosa, originaria de Perú, quien
responde el teléfono y anota las ofertas de trabajo en una libreta. Al costado del
escritorio hay una mesa redonda pequeña con unas sillas. En algunas
ocasiones, gente interesada en contratar alguna empleada acude
personalmente al centro para realizar entrevistas y escoger una chica (para lo
cual suelen utilizar la mesa redonda o bien van al patio según la ocasión).
Todo el resto del despacho es cubierto por las usuarias, que se distribuyen en
bancos y banquetas de frente hacia la Hermana, o bien, de pie contra las
paredes de la sala. La Hermana lee las ofertas de trabajo apuntadas en un
cuaderno, de forma breve, que generalmente incluyen: la ubicación del lugar de
trabajo, perfil de la chica buscada (edad, origen, entre otros requisitos), las
tareas para las cuales se requiere la chica (cuidado de ancianos, tareas de la
casa, limpieza, cocina sencilla), horarios o días libres y el sueldo. Al terminar la
última frase, las chicas interesadas en la oferta levantan la mano, la Hermana
las mira y escoge, señalando a una o dos chicas. Este tipo de arbitrariedad en
la selección, que implica que la Hermana escoja a una entre 50 o 70 chicas
aparentemente sólo mirando, provoca que las mujeres interesadas intenten
destacar de algún modo. Algunas se ponen de pie para que la Hermana las
vea, al tiempo que dicen “yo! yo!” en tono de súplica, llamando a la Hermana o
anunciando en voz alta algún aspecto importante sobre ellas (“yo vivo en Sant
27 Expresión popular y parte de la letra del tango “Cambalache”. Fue usada por una chica dentro del despacho de la Hermana Encarna dirigiéndose a otra, a quien la Hermana no escuchaba y no la miraba.
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Cugat”, “Yo tengo experiencia en bebés”, “Yo tengo 35 años”, “Yo soy de
Paraguay”). Al señalar a alguna chica, esta debe acercarse al escritorio (meta
no siempre fácil y que lleva tiempo debido a la gran cantidad de gente). La
Hermana le apunta en un papel pequeño con membrete de la Hermana
Encarnación, los datos de la oferta con el nombre y el teléfono de la persona
potencial empleadora. La chica debe llamar “de parte de la Hermana Encarna”
para que la entrevisten. Al obtener el posible trabajo, la chica debe retirarse del
despacho. Según la Hermana Encarna, suele enviar dos o tres chicas a una
misma oferta “porque la señora es la que escoge”, lo cual en ocasiones genera
frustración y recelo en las mujeres, ya que sino las escogen, deben volver a
empezar el camino, haciendo colas, consiguiendo tickets, etc. Algunas mujeres
han manifestado con enfado el hecho de que la Hermana envíe varias chicas.
También circula la sospecha de que repite ofertas. La Hermana acaba su
trabajo y se retira entre las 13 y las 14 hs.
Este sistema de organización y de obtención de un posible trabajo, gestionado
a través de una estructura jerárquica que se ha consolidado en los últimos
años, ha “evolucionado” - intencionalmente o no - hacia una forma de operar
que se podría definir como clientelar o de patronazgo teniendo en cuenta y
analizando el papel de los diversos actores y las relaciones de poder.
Patronos y clientas
Si bien el clientelismo o patronazgo se asocia a sistemas políticos de
sociedades Mediterráneas o de América Latina, el concepto puede utilizarse
como modelo para definir simplemente “un sistema” o “un estilo” donde
predominan relaciones desiguales de poder entre dos partes, una de las cuales
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está en una posición superior más favorable que la otra. Varios autores han
caracterizado el patronazgo. Según Gellner (1985), “no siempre tiene que ser
un sistema ilegal y corrompido, sino que se maneja con su propia moral”,
cualidad que se adecua a este esquema organizativo. Siguiendo a este autor,
el patronazgo se puede definir como una forma de poder distribuido de forma
asimétrica que funciona con un clima moral propio. Según varios estudios, una
de sus características es que suele darse donde hay ausencia de Estado o
donde el Estado no puede intervenir. En su lugar, aparecen determinados
agentes-patronos que controlarán beneficios que no pueden ser distribuidos
según las reglas oficiales (Gellner, 1985). Tal como me he referido en los
capítulos anteriores, la falta de regulación o intervención del Estado se da,
tanto en las redes de reclutamiento de empleadas domésticas, por ser estas en
su mayoría personas inmigradas en situación irregular; como en el servicio
doméstico en sí, por operar en la economía sumergida, pero también, aunque
sea de forma legal, por ser este un sector de la esfera privada donde la
regulación del Estado es acotada a la “confianza” y “mutuo acuerdo” entre las
partes. No es de extrañar, por lo tanto, que aparezca la figura de un patrono
dispensario de un puesto de trabajo y a su vez mediador en la relación laboral
entre la parte empleadora y la empleada, proceso en el cual el Estado no
interviene. Las empleadas domésticas en situación irregular no son
reconocidas por el Estado, por lo que se ven desprotegidas como trabajadoras
e ignoradas como personas con necesidades. El patrono se convierte en
“benefactor” o “padrino” proveedor también de bienes, servicios, medios o
necesidades varias. Figuras de la Iglesia Católica como la Hermana Encarna
pueden cumplir esta función, ya que cuentan con la requerida autoridad,
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recursos, espacio físico y el respaldo de una institución milenaria de gran
influencia, consolidada con anterioridad al Estado tal como lo conocemos hoy,
que según su propia doctrina y tradición, tiene como una de sus misiones cubrir
necesidades que el Estado no abarca.
Tanto la personalidad de la Hermana Encarna como la estructura jerárquica
que se fue consolidando “bajo sus órdenes” reproducen constantemente su
figura como patrono28. Uno de los indicios más evidentes es el alcance y la
fama de su nombre. Esta bolsa de trabajo no es conocida por el nombre de su
congregación (como lo es la del RMI), sino por el nombre de pila de quien la
gestiona. Todas las referencias que circulan e incluso el mismo papel con
membrete donde ella apunta los trabajos asignados a las chicas, llevan
únicamente su nombre y la dirección. Un ejemplo ilustrativo es una hoja
informativa confeccionada por el Padre Juan Manuel29, que circula desde hace
varios años entre personas inmigradas y donde se incluyen las referencias del
servicio de la Hermana Encarnación, entre otros servicios:
_________________________________________________________________________________
Hermana Encarnación: Trabajo para chicas de fija o por
horas. C. Marqués de Villalonga 19 (frente Clínica Teknon,
cerca paseo Bonanova). Mañanas a las 9 (recoger tíquet para
dia siguiente). Bus 123,14,22,64,75. Ferrocarrils Generalitat,
Avda. Tibidabo o Sarriá.).
Otra prueba que constata su figura de patrono, es que la Hermana Encarna no
sólo gestiona la bolsa de trabajo, sino que ejerce de “protectora” de la forma
más completa posible o al menos es su intención, ya que ella misma lo cuenta
en la entrevista:
28 El concepto de patrono se define en masculino. En este modelo, quien ejerce el rol de patrono es una mujer. Considero que la palabra patrona (femenino de patrón) tiene otra connotación, por lo que decidí continuar utilizando patrono como si fuera una palabra de género neutro. 29 El padre Joan Manuel Serra dirige y promueve una asociación en contra del aborto (PROVIDA) y ayuda a mujeres embarazadas. (http: // www.avortament.com).
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HE: - “Yo aquí no les cobro nada, aquí las señoras a veces me ponen algo, a voluntad, aquí en la cajita. [Señala la cajita]. Y con ello yo puedo ayudar a las chicas, a pagar una habitación…” GP: - “Las señoras contratantes…” HE: - “Si, a voluntad me dan algo, otras no me dan nada, pero con este dinero yo les ayudo, a veces a pagarse una habitación que están en la calle, o no sé, cualquier cosa, o que las van a echar del piso, les doy un poco, para que no las echen, o algo así… con el poco dinero que tengo…”
Además de demostrar su caridad como benefactora y protectora de las chicas,
la Hermana aclara que personalmente no gana dinero. El “no recibir dinero” a
priori indicaría bondad, confianza, amistad, benevolencia, pero también indica
favores, y el favor suele ser a cambio de algo, aunque no sea dinero. Al igual
que en el caso de las agencias privadas, el dinero – aún sin estar - vuelve a
aparecer como una cuestión central, en torno a la controversia de pagar o no
pagar en este tipo de servicios. En el patronazgo el dinero no necesariamente
debe salir de los clientes, ya que el patrono tiene medios económicos y poder
(lo que justamente le otorga su posición), sino que el patrono recibe otro tipo de
compensaciones, que no son de tipo material, como ser apoyo, fidelidad y
sumisión, e incluso, usando la expresión de Gellner, se le rinde culto (Gellner,
1985). Para obtener un trabajo de la Hermana Encarna, las mujeres no deben
entregar dinero pero sí deben entregar lealtad, respeto, culto y adhesión.
En este esquema organizativo, de lealtad y culto, la figura de Héctor juega un
papel crucial, no sólo como ayudante, sino también como legitimador constante
de la patrono y como portavoz del mismo. Es una figura intermedia por la cual
es necesario pasar previamente para llegar a la patrono, a quien demuestra
una lealtad tenaz rindiendo culto y sumisión. Al ser su ayudante también ejerce
poder sobre los y las cliente/as y sobre el resto de los ayudantes, que también
son clientes (como lo demostraré más adelante). Este poder lo convierte en
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una figura definida como patrono-cliente. La Hermana Encarna justifica la
presencia de Héctor argumentando que las chicas se enfadaban cuando no
podían entrar. De esta manera, al haber un intermediario, se enfadan con él y
no con ella, lo que mantiene su compostura y alimenta más la distancia hacia
ella. En otras palabras, Héctor “hace el trabajo sucio”, “dando la cara” frente al
caos que puede presentar la organización de la entrada. Asimismo, Héctor
incita la figura de la patrono haciendo alusión constantemente a la autoridad
superior de la Hermana como jefa, jerarca, a quien se debe respetar y
obedecer, a la vez que recalca su figura de subordinado, con expresiones
como “ahora espero órdenes de la Hermana”, “la Hermana me ha dicho que…”,
“la Hermana me dirá por dónde empezaré a repartir tickets”, “son órdenes de la
Hermana”, “la Hermana se enfadará”, “Todo depende de la hermana, la
hermana es la que ordena, la hermana es la que hace todo…”, entre otras. En
algunos discursos, el culto y la lealtad hacia la Hermana como patrono son tan
evidentes que la convierte casi en un mito viviente:
[La Hermana apareció en el patio trasero para acompañar a una posible empleadora para realizar entrevistas y luego volvió al despacho]. “Esta es la Hermana Encarna, por si algunas no la conocen. Es chiquita, mide 99 cm [tono jocoso] pero tiene un corazón tan grande, más grande que su tamaño… Si ella se va, ninguna otra Hermana puede hacer su labor, sólo ella. La labor que hace por todos ustedes es muy grande…” (Héctor)
La figura de Héctor es aún mucho más compleja. Su autoridad no sólo radica
en el poder que le ha traspasado la Hermana, sino en su condición de hombre
frente a un colectivo mayormente femenino. Ser varón es lo que le marca la
diferencia y “superioridad” frente a las mujeres usuarias del servicio, a la vez
que ser boliviano, es lo que le marca la igualdad, como perteneciente al mismo
colectivo inmigrante latinoamericano, cliente de la Hermana. Estas condiciones
resultan óptimas para ser intermediario de la patrono. No es casual que la
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Hermana disponga de un “señor para poner orden” (en palabras de la
Hermana) y de un pequeño grupo de varones como ayudantes para “trabajos
masculinos”, como trasladar cajas, porteros o poner orden en las colas de las
usuarias. Profundizar sobre las relaciones de género en este esquema
organizativo resultaría inabarcable en esta investigación y no es uno de los
objetivos, pero sí es oportuno dejarlo planteado para un posterior análisis, así
como dejar planteado el enfoque de interseccionalidad entre género, etnia y
clase social, no solo entre las empleadas domésticas sino también entre
hombres inmigrantes que ejercen de “lacayos”.
El hecho de que Héctor sea de Bolivia, concretamente de Cochabamba, influye
en la posición de poder que ocupa, ya que se supone que ser compatriotas
representa cierta complicidad entre inmigrantes, lo cual hace que corran
discursos acerca de su favoritismo para con usuarias/os de Bolivia. Esto
genera controversias entre las usuarias que acuden al centro:
“Ese Héctor sólo favorece a sus paisanos” (mujer anónima, originaria de Honduras).
“Que va! Ese ayuda a quien quiere nomás…” (Patricia, originaria de Sta.Cruz, Bolivia).
“Es de tu país, pídele…” (mujer que se dirigía a otra de Bolivia).
“Dijo que quería paraguayas, pero el Héctor metió de Bolivia también” (mujer anónima de Paraguay, en referencia a un grupo de chicas que entrevistó una posible empleadora).
“Sí, es nuestro paisano, pero no lo parece por cómo nos trata” (mujer anónima de Bolivia, conversando con otra).
El favoritismo hacia gente de Bolivia queda en duda. Según mi propia
percepción en la observación de campo, Héctor hace constantes esfuerzos por
neutralizar su nacionalidad. Si bien en ocasiones, para algunas mujeres puede
resultar evidente que favorece a compatriotas, él no lo deja tan claro. En la
selección que hace de las chicas para que entren en el segundo grupo, tiende
a señalar mujeres de diversos orígenes. Si hay mujeres con aspecto fuera del
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patrón más típico que constituyen las latinoamericanas, las selecciona (por
ejemplo, mujeres rusas, negras o árabes con pañuelo). Incluso a veces
pregunta las nacionalidades para intentar equilibrar el grupo: “¿Hay alguien
mas de Honduras?” “¿De Paraguay?” Este aparente equilibrio podría bien
intentar disimular su posible favoritismo, o responder a órdenes de la Hermana,
siendo otro de sus mecanismos para legitimarse a sí mismo como patrono-
cliente. Aunque su mecanismo principal y capacidad más brillante es su gran
memoria visual y el ejercicio que hace de ella. La memoria que tiene para
recordar el rostro de las mujeres usuarias constituye su principal instrumento
para ejercer control. Como he relatado en referencia al reparto de tickets, del
mismo modo ha llamado la atención en numerosas ocasiones a mujeres que
no estaban cumpliendo con las “reglas”, porque se habían cambiado de cola,
habían pedido cita y luego estaban en la cola de las “sin papeles” o no se
habían marchado cuando él lo dijo. Al hacerlo notar, las mujeres tienen clara
esta capacidad de Héctor, lo cual refuerza su mecanismo de control
funcionando de forma permanente, aún cuando no está presente. En una
ocasión, una chica llamada Patricia no fue seleccionada y su amiga sí. Cuando
Héctor no estaba en el patio, su amiga la llamaba para que se acerque a la cola
(se “cuele”), pero Patricia no fue tras su insistente amiga y me explicó: “Se
acuerda y después te hace pasar vergüenza… para qué”. Otra usuaria
aconsejaba a una amiga que no había podido entrar y protestaba junto al
portón: “No insistas, que después se acuerda, te toma la bronca, te reconoce…
Vete nomás, hoy está malo”.
Al igual que ella, es común que las usuarias también aludan al humor de Héctor
como un factor influyente para poder entrar al despacho y conseguir un trabajo.
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En general, debido a su rol descrito, a sus responsabilidades y a su forma de
ser y actuar, no detenta buena fama entre las usuarias, quienes pueden
aparentar buen trato con él pero por detrás insultarlo o hablar mal. Aunque
muchas usuarias, especialmente señoras mayores de Bolivia, lo llaman “Don
Héctor”, lo que implica un trato respetuoso y cordial; entre hombres y mujeres
de variados orígenes que han acudido al servicio, he podido relevar una serie
de expresiones peyorativas utilizadas, de diversas connotaciones, para
referirse a Héctor: “Viejo malo”, “Indio”, “Colla” 30, “Gordo feo”, “Brujo” y “el
Guardia”. En principio, resulta coherente en este esquema organizativo que
Héctor no se haga querer porque no es su rol, lo cual también legitima el
patronazgo que ejerce la Hermana. Sin embargo, según mi percepción, Héctor
no lleva hasta el extremo su exigencia con “las reglas” y juega con su propia
personalidad entre “malo enfadado” y “chistoso amable”, con comentarios del
tipo “no podemos atenderlas bien, me gustaría que entren todas pero no
podemos” y permitiendo excepciones a “las reglas” según el caso. Esto
representa otra de las cualidades del patronazgo: la irregularidad e
informalidad, o bien tal como se refería Gellner, el propio clima moral. Varias
anécdotas prueban ello, así como también la personalidad, influencia, el rol y el
poder de Héctor: Bárbara tenía un ticket para entrar el día miércoles, pero llegó
a las 9 y cuarto cuando ya habían cerrado el portón. Después de esperar casi
una hora y preguntar, Bárbara le vuelve a mostrar el ticket y se dio el siguiente
diálogo:
H: - No, con esto ya no, con esto no. B: - ¿Podría pasar a hablar con la Hermana? H: - No, con esto no, usted tiene que estar 8 y media.
30 Entre la gente de la provincia de Santa Cruz de la Sierra, de Bolivia (considerada étnicamente como “cambas”), es habitual que se refieran a la gente de la Bolivia andina como “collas” (por la etnia) pero de forma despectiva.
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B: - Vengo de lejos… H: - ¿De dónde viene? B: - De Granollers. H: - En Granollers habían dos agencias, no hay nada en las agencias, no hay nada, las dos agencias están cerradas… (…) No, ven con esto mañana, mañana ven, yo te voy a dejar entrar. Ya? Pero 8 y media? Ya? Ahora mañana un poquito temprano y entonces para que lleguen aquí, si están a las 8 mejor. [Bárbara le señala y remarca que el ticket dice miércoles.] Te voy a dejar pasar con esto, ya?
En otra ocasión, cuando aún no me había presentado como investigadora, yo
misma le solicité a Héctor si podía pasar al lavabo, que está adentro del
despacho. A pesar de que no tenía ticket ni había sido seleccionada, me hizo
entrar muy amablemente al despacho (todavía leían trabajos de “interinas”) y
me dijo: “Quédate nomás, no importa”.
Para contrarrestar su “lado malo”, Héctor también suele intercalar chistes o
comentarios jocosos cuando se dirige a todo el grupo de mujeres para
seleccionar chicas:
H: - Con niños, para fija.. Otra. ¿Tu no? ¿Por qué? ¿No te gustan los niños? A: - Ya bastante tengo los míos… H: - Tienes que aprender. Irás como las patitas que andan uno detrás del otro, bonito las patitas que andan así… [Imitando el movimiento].
A menudo, los discursos de Héctor en estos mismos momentos de la mañana
tienen un tinte religioso, como si fuera predicador. En apariencia, podrían estar
dirigidos a equilibrar el pesimismo de la situación con el optimismo y la fe que
pretende transmitir la religión católica, sobre todo los días que se presentan
pocas ofertas de trabajo. Pero en algunas ocasiones, la cuestión religiosa
adquiere más importancia en los discursos y Héctor deja claro el lugar dónde
está como “lacayo” de una religiosa, convirtiendo a “las chicas” en “clientas-
feligresas”.
“(…) Estamos pasando todo este calvario de sufrimiento… En un cerrar de ojos, dice el señor, en un cerrar de ojos estaré delante de ustedes y cuidado que les encuentre a ustedes sin tener al señor en el corazón. Si no lo tienes en el corazón, si no lo tienes… te vas a ir detrás de Satanás, al abismo… Pero todos aquellos que están con el señor que tienen fe en el señor, los vamos a conocer a nuestros grandes hombres, célebres, de la historia de la Biblia, Tomàs, Juan, a Jesús en persona, a Jehová en persona, a la
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virgen María, a Moisés, a Noé, vamos a tener compañía… En ese entonces ya no sufriremos por buscar trabajo, yo ya no le estaré ayudando a la Hermana, trabajo tendremos por demás, pero acá mientras, hay que tenerlo en las buenas y en las malas al señor… Voy a sacar poquita gente, no quiero mucha gente…” (Héctor, 16/3/2009).
Este discurso en concreto deja entrever cómo opera la religión dentro de este
sistema de patronazgo para reclutar empleadas domésticas. Las palabras de
Héctor suenan como una Providencia divina. Es decir, la culpa de todo lo que
pasa, de la crisis, de no encontrar trabajo es un designio divino. A través de su
doctrina, la religión católica avala el sufrimiento terrenal (ese calvario del cual
habla Héctor) para conseguir la salvación, con la condición de creer en Dios y
teniendo por consuelo un paraíso, un “cielo” donde ir y donde todo será mejor.
El hecho de que la crisis, la desocupación y la situación general por la que
pasan la mayoría de las personas migradas que acuden a este servicio, suene
como algo providencial, justifica el orden social jerarquizado en sectores pobres
y ricos. Se aceptan y reconocen las jerarquías sociales como algo dado por
Dios contra lo que no se puede luchar.
Las cualidades, actitudes, los discursos, la forma de ser, decir y hacer, e
incluso los cambios de humor de Héctor, convergen en el sostenimiento de
este peculiar sistema patronal dirigido por una religiosa y avalado por la
doctrina católica. También la afluencia masiva de clientes y su complacencia se
han convertido en una necesidad para que perdure el sistema. Si al cliente no
se lo puede complacer con el trabajo que busca, recibe “consuelo” religioso,
adoctrinamiento u otros bienes materiales como ropa y comida. En el
patronazgo, el cliente se define como un colectivo necesitado, reconocido como
tal públicamente. Dar comida y ropa es una ayuda más que supuestamente
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necesitan las clientas, aunque específicamente busquen un trabajo. A cualquier
persona de clase media, ya sea administrativo, profesional, maestro o
peluquera, no se le da ropa usada o comida cuando se dirigen al INEM, a una
ETT o a una agencia a buscar empleo. No son reconocidos como un colectivo
necesitado, sino simplemente como “desocupados” o “personas en paro”. Dar
ropa usada y comida de forma sistemática a un grupo de personas – sin ni
siquiera preguntar si la necesitan - implica reconocer a este colectivo como
necesitado. A la vez, al aceptar la ropa usada o la comida de caridad, las
clientas se reafirman como parte de este colectivo. El procedimiento de la
entrega de alimentos también es bastante peculiar y se produce cualquier día
de la semana sin anunciarlo. Héctor suele decir a las chicas que “traigan una
bolsita para cuando repartimos víveres”. Si se reparte algo de verduras, suele
ser a primera hora, mientras van entrando, debajo de la pérgola. Si son
alimentos en grandes cantidades se organiza una gran cola junto a una puerta
pequeña que da al patio y entre Héctor y los/las ayudantes van poniendo
diversos alimentos (tetra-briks de leche o postres, pan, dátiles, chocolates,
sopas, arroz, azúcar, entre otros alimentos) en las bolsas que presentan las
chicas, sin hacer ninguna clase de preguntas, como podría ser lo que
necesitan, si tienen hijos, etc. La ropa usada y la comida, son además regalos
típicos al perfil de “criadas” y empleadas domésticas, como lo expliqué en el
segundo capítulo.
Ya me he referido a la lealtad como uno de los principios del patronazgo.
Algunas mujeres, al asumir su posición de clientas deben encontrar estrategias
para poder demostrar esta lealtad y hacerla valer. En una ocasión, mientras la
Hermana leía ofertas de trabajo en el despacho, una chica que estaba sentada
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al fondo, descubrió restos de una manzana en el suelo y murmurando la
expresión “que guarras”, la recogió. Se puso de pié y mostrando la manzana,
comenzó a llamar a la Hermana. Como había mucho bullicio, la Hermana no la
escuchó y al momento otra chica le frenó la acción, diciéndole que no le diga
nada porque la haría enfadar y se pondría de mal humor con todas: “no, no,
que va a renegar…” Un tanto presionada, la chica aparentemente lo repensó y
volvió a dejar la manzana en el suelo. Había encontrado (y la perdió) la
oportunidad de demostrar su lealtad y distinguirse de las otras clientas, lo que
casi origina conflictos entre las chicas. Esta pequeña anécdota ilustra varios
aspectos del patronazgo y de esta forma de poder concreta que ejerce la
Hermana Encarna. El grupo de clientas debe competir por llegar y obtener el
beneficio de la patrono, lo que en todo momento puede generar rivalidades o
traiciones (como la que estaba a punto de cometer la chica). Las clientas deben
esforzarse también para cumplir con las expectativas de la Hermana, en tanto
religiosa católica, e incluso con su idea de la feminidad, es decir, ser una
muchacha ordenada, prolija, limpia, bien peinada y educada. Por otro lado, la
chica se quiso diferenciar de un estigma que comparten todas las “usuarias-
clientas” por acudir a un servicio multitudinario: la falta de civismo. Es frecuente
ver llamar a Héctor la atención cuando hay basura fuera de lugar porque “la
Hermana se enfada”, e incluso no deja a las chicas entrar con periódicos por
“órdenes de la Hermana porque después los dejan tirados”. En efecto, en
ocasiones en que la Hermana ha visto basura que ha quedado en algún sitio,
se ha enfadado, culpabilizando a todo el grupo. El grupo de clientas siempre es
visto como un todo homogéneo, que además de colectivo necesitado, se le
suman otros estereotipos como “guarras”, “sucias”, “bulliciosas”. Varias
77
expresiones de boca de la Hermana confirman su tendencia a generalizar a
todo el grupo de chicas: En una ocasión hablaba por teléfono con una persona
que, al parecer, le comunicaba que la chica que había recomendado no la
había llamado: “ah, ¿ni siquiera llamó?”. Al colgar el teléfono se dirigió en tono
enfadado a todo el grupo de chicas que estaba en el despacho: “¿Pero por qué
cogeís un trabajo y luego no llamáis?”.
El colectivo de clientes de la Hermana Encarna no es sólo mujeres. Cada vez
acuden más hombres al servicio con el objetivo de buscar trabajo o bien de
acompañar a sus mujeres, ya que a veces surgen ofertas “para hombres” como
jardineros o chóferes. Algunos hombres que frecuentaban el centro pasaron a
formar parte del “equipo” de Héctor, ayudando en las ya mencionadas “tareas
masculinas”. Este grupo de hombres no recibe ninguna remuneración, pero de
salir algún empleo, ellos “tendrían prioridad”, como lo explicó Francisco, quien
también comentó que tiempo atrás había pintado la residencia y que suele
encargarse de hacer arreglos cada tanto cuando la Hermana lo llama. En una
ocasión, a media mañana, mientras un grupo de gente esperaba bajo la
pérgola, se corrió la voz de que buscaban a hombres. Como podía ser un
posible trabajo, rápidamente todos los hombres del grupo corrieron hacia
dentro del edificio, entrando por la puerta pequeña y desaparecieron durante
alrededor de una hora y media. Cuando volví a ver a uno de ellos que había
venido a acompañar a su mujer con su bebé de tres meses, ambos de
Honduras, le pregunté cómo le había ido y si había conseguido algún trabajo:
A: - Qué va! Era para ayudar nomás. Tenían que correr muebles y eso… GP: - Bueno, ¿pero te pagaron algo porque estuviste más de una hora, no? A: - No! Acá nadie paga, todo gratis nomás… Mano de obra gratis… [Con tono de resignación y un poco de mal humor].
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La cuestión de los favores, de la lealtad y del dar-recibir está presente en todo
momento en la relación patrono-cliente. Los hombres que acuden al centro en
cuánto figuras de clientes, al igual que las chicas, no pueden negarse a ayudar
si la Hermana Encarna o las Hermanas de la residencia requieren algún favor.
Por el contrario, dado la escasez de trabajos para hombres “sin papeles” deben
luchar aún más por demostrar esta lealtad imprescindible que requiere el
sistema.
Conclusiones
El papel de la Iglesia y de agentes religiosos como intermediarios laborales ha
sido superado. En el caso etnográfico que presento, la Hermana Encarna,
responsable de una bolsa de trabajo de personal doméstico, ejerce el rol de
patrono, dispensador de un medio, y las personas que acuden allí ejercen el
papel de clientes, definido como un colectivo necesitado que depende del
patrono para obtener sus objetivos. Los fundamentos para definirlo como un
estilo de patronazgo se basan en la forma de poder que ejerce la Hermana
Encarna, en la lealtad y culto que deben rendirle y en el clima moral propio de
la organización, o bien en su informalidad. Para sostener este sistema destaca
la figura de Héctor, definida como un eslabón en esta relación patrón-cliente, y
la religión católica, que funciona como legitimadora ideológica del patronazgo a
través de su poder institucional, sus recursos, espacios y agentes religiosos a
quienes se debe respetar.
Este esquema organizativo se forma a raíz de la incapacidad del Estado para
proteger y dispensar recursos a un colectivo que no reconoce. El intento de
monopolización de recursos – comida, ropa, trabajo – en manos de los agentes
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religiosos se convierte en una obra de caridad, en un favor que es otorgado por
el patrono, a cambio de lealtad y sumisión por parte del cliente. Siendo el grupo
de clientes/as definido como un colectivo homogéneo, el patronazgo reproduce
y perpetúa la desigualdad, a la vez que genera disidencias y rivalidades dentro
del mismo colectivo.
No obstante, algunas cuestiones quedan todavía pendientes: Si los
intermediarios religiosos actúan de esta forma poco ventajosa para las
“usuarias-clientas”, ¿cómo explicar que se trata de un lugar adonde acuden
diariamente multitud de población inmigrante extracomunitaria para conseguir
un trabajo? ¿Cuáles son las ventajas para las clientas?
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Capítulo 5: De clientas a empleadas domésticas
“Es preferible venir a los comedores que aceptar esos trabajos” (Marlen)
Introducción
El objetivo de este capítulo será analizar a las usuarias-clientas del servicio de
la Hermana Encarna como mujeres inmigrantes con estrategias y capacidad de
tomar decisiones. Partiendo de su papel de clientas y de colectivo
estereotipado como personas carenciales y sumisas, exploraré sobre los
discursos y representaciones que circulan sobre ellas en las redes de
reclutamiento. ¿Qué hay detrás de estas imágenes y estereotipos? ¿Por qué
acuden estas mujeres inmigrantes al servicio de la Hermana Encarna y cuáles
son sus beneficios, estrategias y resistencias? Los relatos de estas mujeres,
además de otorgarles voz y capacidad de agencia, también contribuirán a
desvelar cómo funciona este sistema de relaciones clientelares de poder y en
función de qué intereses.
Las fronteras
Las repercusiones de la gran afluencia de usuarias a esta bolsa de trabajo no
sólo se perciben en el interior del recinto, sino que constituyen una controversia
en el entorno, en especial entre el personal de la clínica Teknon. Una empleada
de la clínica – secretaria de un consultorio con ventanas hacia la calle que da al
centro religioso – me ha comentado en tono escandaloso que varios años atrás
“las chicas” hacían cola en el teléfono público de la clínica y usaban el lavabo.
Incluso una vez encontraron a una chica “lavándose el pelo en el lavabo!”.
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Personal directivo de la clínica se ha quejado con la Hermana por ese motivo,
así como también por las colas en la acera, y desde aquel entonces no dejan a
las usuarias del servicio entrar a la clínica y las han relegado a hacer la cola “al
lado de la muralla”, como ya he comentado. No es de extrañar que frente al
sistema que ofrece la Hermana Encarna, las personas que acuden al centro
necesiten usar un lavabo durante el transcurso de la mañana (el lavabo está
dentro del despacho al cual no pueden entrar hasta que sea su turno indicado
por Héctor) y que necesiten el teléfono con urgencia, ya que la Hermana les
suele recalcar que llamen enseguida a los posibles empleadores, a la vez que
también recalca la importancia de la higiene personal. Su rol de clientas hace
que prioricen las indicaciones de la Hermana frente a todo, incluso decidir
lavarse en un lavabo público si es necesario.
La pertenencia al colectivo necesitado que constituyen las clientas de este
servicio está delimitada por el uso de un espacio cuya frontera es tanto
simbólica como real. Las mujeres (y hombres) que acuden al servicio de la
Hermana Encarna tienen impedido el acceso al otro espacio, el cual
“pertenece” a una élite de altos ingresos que necesita esta fuerza de trabajo,
con el cual coexisten – pero no conviven - en la ciudad global descripta por
Sassen. Es decir, el servicio de la Hermana Encarna constituye un espacio
periférico dentro de la ciudad global. El territorio de la ciudad global de uno y
otros actores está bien definido y delimitado, aunque las distancias físicas entre
un espacio y otro sean de menos de un metro, ya que la verdadera distancia
que los separa está basada en formas de diferenciación como la clase social, el
origen, el aspecto físico y el sector laboral. Además de los acuerdos por la
utilización del espacio y los horarios, las prácticas cotidianas lo reproducen. En
82
una ocasión, poco antes de las 9 de la mañana, se acercaba una chica
caminando. Del lado del centro religioso había un coche estacionado, en cuyo
interior había un hombre sentado en el asiento del conductor con la ventanilla
abierta. En cuánto la chica atinó a cruzar la calle hacia el lado de la clínica, el
hombre rápidamente le dijo “es ahí” señalando el portón del centro religioso. La
chica se volvió, miró hacia el centro y se dirigió hacia la puerta. Apenas unos
rasgos muy poco evidentes y quizás, la forma de vestir, distinguían a esta chica
que acudía por primera vez al servicio de la Hermana Encarna, como
perteneciente a un mundo y no a otro, dejando anulada su posibilidad de por
ejemplo, ir al médico o visitar a alguien en la clínica. El hombre no dudó en
señalarle el sitio de la Hermana Encarna apresuradamente, sin preguntarle
nada y sin que ella alcance a preguntar. Las fronteras sociales, simbólicas y
reales del territorio de ambos son inconfundibles, incluyendo el “límite de
usurpación” de cada sector social. El hombre puede estacionar del otro lado
pero ella apenas puede cruzar a la acera de la clínica. El espacio de “al lado de
la muralla” tiene el mismo significado. “Las chicas” no pueden ocupar un
espacio público de la ciudad global por ser la entrada de una clínica privada de
prestigio, por lo que intentan hacerlas invisibles – no verlas - al ser relegadas
detrás de “la muralla”. Algunas de ellas lo tienen claro. En una ocasión,
haciendo la cola “al lado de la muralla”, al preguntar cuándo abrirían la puerta,
una chica me contestó: “Depende, si somos muchas y a la Teknon le molesta,
nos vienen a buscar antes”.
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En primer plano, “la muralla” donde las mujeres hacen la cola por la mañana (a partir del buzón verde). Al lateral, se ve una de las entradas de la clínica. En la acera de enfrente, se pueden ver personas que se acercan al servicio de la Hermana Encarna, así como un hombre en la puerta.
Categorías y estereotipos
Las redes y circuitos de reclutamiento de personal doméstico son espacios
donde circulan constantemente discursos que construyen y reproducen
estereotipos. En los últimos años se han publicado diversos estudios sobre las
imágenes y representaciones sobre las mujeres del Tercer Mundo inmigradas
en España. Vanessa Saiz Echezarrieta y María José Sanchez Leyva han
realizado una investigación sobre las dinámicas del discurso social y su
interacción con el discurso mediático, analizando varios medios de prensa
escrita haciendo hincapié en las representaciones de las mujeres
latinoamericanas. Como punto de partida las autoras deducen que estas
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mujeres se invisibilizan en los medios porque se subsumen en la categoría
genérica de inmigrantes (presentada como mano de obra masculina) tomando
forma en torno a una serie de significantes como pobre, subdesarrollado, ilegal
y “sin papeles”, entre otros. (Saiz Echezarrieta y Sanchez Leyva, 2008). En su
trabajo, las autoras desglosan una serie de atributos que configuran un modelo
de identificación construido por oposición a la propia imagen de las mujeres
españolas: visibles, blancas, occidentales, desarrolladas, agentes liberadas,
independientes, autónomas, modernas, con identidad profesional, de vida
sexual normalizada y maternidad tardía planificada. Así, las mujeres inmigradas
de América Latina son percibidas con rasgos indigenizados, subdesarrolladas,
pobres, pacientes, sometidas, dependientes, sumisas, religiosas, tradicionales,
con una hipersexualización, de maternidad joven no planificada y con una
“identidad profesional” de empleadas domésticas (Saiz Echezarrieta y Sanchez
Leyva, 2008). Estas representaciones condicionan la forma en la que son
miradas y tratadas las mujeres inmigrantes por la sociedad, incluyendo posibles
empleadores/as que las quieran contratar. Belen Agrela Romero también ha
realizado un estudio sobre las imágenes y representaciones de las mujeres
inmigrantes, pero basándose en documentos, prácticas y discursos de las
políticas públicas de los servicios sociales de Andalucía. Si bien ha
desarrollado varios modelos que se construyen sobre ellas, también destaca
principalmente la imagen de mujeres carenciales, ignorantes, frágiles, víctimas,
tradicionales y subdesarrolladas, atributos que producen y reproducen
continuamente posiciones de subordinación (Agrela Romero, 2008). Este tipo
de trabajos, de reciente publicación en España, están basados en un
feminismo crítico al “feminismo occidental” que viene haciendo eco desde la
85
década del 80. En una exhaustiva crítica a varios trabajos académicos
“occidentales”, Chandra Talpade Mohanty explicaba hace más dos décadas
que se asume una noción homogénea de la opresión de las mujeres como
grupo, lo que a su vez, produce la imagen de una mujer promedio del Tercer
Mundo, en contraste con la autorrepresentación implícita de la mujer occidental
(Mohanty, 1988).
Las imágenes y representaciones en torno a las mujeres inmigrantes o bien a
las mujeres del Tercer Mundo, se combinan con las representaciones que
señalé sobre el perfil de “criada” o empleada doméstica en torno a la suciedad,
la pobreza, el servilismo y la ignorancia (ya que este sector no requiere
formación y anteriormente lo cubrían mujeres rurales). Se construye así una
sujeta inferior, carencial y sometida que por su origen y condición no tiene más
expectativa que trabajar en el servicio doméstico y por lo tanto acude a estos
servicios. Los adjetivos que se asocian a este perfil de empleada doméstica
tienen estrecha vinculación a la información y percepción que se tiene de sus
países de origen: subdesarrollados, pobres y atrasados, y que a su vez van
acompañados por la compasión y el paternalismo por parte de la sociedad
europea “no racista”, actitud que también suelen ostentar empleadoras y
empleadores.
En los servicios de reclutamiento de empleadas domésticas se reproducen
continuamente estos estereotipos, a la vez que se construyen otros sobre las
“mujeres sudamericanas”31, dado que el colectivo latinoamericano es el que
más cubre el sector actualmente. Estos pueden ser tanto negativos como
positivos: “las sudamericanas no saben limpiar”, “son irresponsables e
31 Es común que se utilice popularmente el término “sudamericanas” para referirse indistintamente al colectivo latinoamericano, aunque las procedencias no sean específicamente de América del sur.
86
impuntuales”, “incumplidoras”, “dulces para cuidar abuelos”, “cariñosas”, etc.
Algunos se pueden demostrar en base a los discursos de los intermediarios,
como en el discurso de Carmen, de la “llar Santa Teresa”, quien a pesar de
intentar hacer esfuerzos para “desmontar” algunos estereotipos, también los
reproduce:
Carmen: …“porque recibíamos muchas quejas de que la gente de fuera no sabe limpiar, que no sabe organizar, que usa mucho tiempo, que son muy lentas… Y eso no es cierto.”
GP: Ah, ¿Las mismas señoras se quejan? ¿Se te quejan a ti?
Carmen: “Normalmente, o sea, se quejan, no a mí concretamente, pero la calle lo dice… La opinión generalizada, es decir, hay gente que es muy buena cuidando gente mayor porque es muy dulce. Hay gente de Latinoamérica, de determinados países que cuidando gente mayor es un encanto porque es muy dulce y es su forma de actuar y tal… sin embargo, a la hora de trabajar y de llevar una casa, pues, ja ho farem, no?”
En la bolsa de trabajo de la Hermana Encarnación los estereotipos y estigmas
sobre el colectivo femenino latinoamericano se reafirman aún más. Además de
generalizar a todo el colectivo bajo su rol de clientas, la Hermana Encarna
reproduce estos estereotipos en sus discursos para con ellas y al parecer, para
con la parte empleadora:
GP: ¿Qué tipo de problemas más frecuentes les dice la gente sobre las chicas?
HE: Pues que no son cumplidoras, que a veces llegan tarde, que otras veces son un poco lentas… cosas así.
GA: ¿y pueden hacer alguna intervención, para mejorar condiciones o para que no tengan problemas?
HE: Pues se lo decimos, que sean despabiladas y que se saquen el trabajo de encima, nosotros les decimos lo que las señoras nos dicen.
También en base a los países de origen, dentro del colectivo latinoamericano,
se configuran estereotipos, estableciendo casi un “ranking” o “castas”. La
Hermana Encarna no tiene ni un mínimo pudor en reproducirlos:
“Ah, ¿Era Dominicana? ¡qué raro! Porque las dominicanas son listas...” (Conversación por teléfono con una empleadora).
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“A ver esta tiene que ser lista, porque dice si es filipina, mejor, y las filipinas son listas…” (Dirigiéndose a las chicas, leyendo un anuncio).
“Son un poco… las sudamericanas… las argentinas, no, la verdad es que sois ligeritas… os parecéis mucho a los españoles… mira, viene del paraguay que han trabajado en argentina y ya estoy segura que trabajan bien. O del Perú, también a veces han trabajado en argentina… Me parece que los argentinos sois un poco exigentes para el servicio domestico… (…) Las [de Bolivia] que han trabajado en Argentina, pero las que vienen de Bolivia directamente son mas paraditas… Son mas… Se nota que no han trabajado… Depende también, depende…(…)Las paraguayas suelen ser buenas trabajadoras…” (Entrevista realizada durante el trabajo de campo32).
Intercalado a la nacionalidad, aparece también la etnicidad o el color de la piel
entre los discursos y representaciones, por parte de las religiosas, las
empleadoras o empleadores y por parte de las mujeres y hombres que acuden
al servicio. Mujeres de varios orígenes comentan el hecho de que “si eres
blanca es más fácil” y que por eso “ahora buscan paraguayas”. Yolanda, de
origen paraguayo, rubia y de 52 años, quien acababa de conseguir su segundo
trabajo, me comentó cómo consiguió su primer trabajo en 2006 cuando recién
llegó a Barcelona:
“Conseguí trabajo a los tres días, tuve suerte… bue, sí y la gente es un poco racista. Eran 25 para la entrevista y yo pasé primera. (…) Escuché que la señora dijo no entrevistaré mas, me quedo con esta nomás, con la que pasó primero, porque es rubia y mi suegra es muy racista. Claro, las de la cola eran bolivianas.”
El tema del racismo y la discriminación en relación a las mujeres negras de
África también está presente en las redes de reclutamiento de empleadas
domésticas. En la bolsa de trabajo de la “llar Santa Teresa”, Carmen se refiere
a las dificultades de las chicas negras para conseguir trabajo y a cómo aborda
ella el tema:
“A ver, la mujer de Africa y de color cuesta mas, eeh… sobre todo gente…bue.. no podemos generalizar, no? Pero quiero decir cuesta bastante, el tema del racismo está muy presente… (…) Lo intuyes, entonces es tu trabajo el desmontarle la historia, no? Por eso, no se, yo, la gente que tenemos de color que está trabajando alguna ha
32 Como ya expliqué en el capítulo metodológico, es evidente que el origen y posición de la investigadora ha influenciado en el relato de la Hermana.
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costado… Pasa que, claro, es que a la gente no le puedes decir que es por su color pero ha sido básicamente por eso…”
Por su parte, la Hermana Encarna también reconoce el racismo, al cual se ha
referido en la entrevista al preguntarle si venían chicas de África: “(…) Algunas,
sí, pero son un poco racistas la gente todavía, que no las quieren negras,
hija...” Esta temática merece una investigación más exhaustiva y en
profundidad, partiendo de las mujeres inmigrantes que no van al servicio de la
Hermana Encarna de forma masiva, como son las mujeres africanas
subsaharianas, cuyo estereotipo está relacionado a la prostitución y constituyen
lo más bajo de los estratos o “castas” entre las mujeres inmigrantes.
Otro tipo de representaciones se perciben a través del perfil de chicas que se
pide en las ofertas. En los anuncios leídos por la Hermana Encarnación, es
frecuente escuchar “que sea limpia”, “que sea espabilada”, “que sea
responsable”. Llama la atención en particular, la cantidad de veces que se
refieren a la higiene personal (“que sea limpia”). Lo que es obvio para cualquier
trabajo (¿quién pediría alguien sucio?), se convierte en un requisito explícito, el
cual incluso lo encontramos en las “reglas para chicas fijas” de la agencia
Casanovas como si fuera una cualidad a destacar entre una mayoría de
mujeres sucias o sin hábitos higiénicos. Ya que en ofertas de trabajo de
cualquier sector no se suelen añadir al perfil cualidades relacionadas a la
higiene personal, se ha de suponer que es una característica propia del servicio
doméstico en tanto sector que opera en el ámbito privado del hogar,
considerado pulcro, puro y sagrado. Este tipo de requisitos también reafirma el
sentido de propiedad y dominio hacia la persona empleada y su cuerpo, como
fuerza de trabajo y como personalidad, al que se refiere Anderson. Todos los
estereotipos, ya sea en relación a la etnicidad, a aspectos físicos o cualidades
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personales, apuntan a moldear de forma combinada el tipo de mano de obra
específica que se requiere para el servicio doméstico en el actual contexto
español de “globalización de los cuidados”.
El ilustrador reproduce el estereotipo de empleada doméstica, con un fenotipo de tipo “andino”: pelo moreno, algo robusta y de baja estatura, en oposición al modelo de mujer “europea”: Alta, rubia y esbelta. Su posición un tanto encorvada y mirando al suelo expresan sumisión. La sombra en el rostro podría simbolizar la invisibilidad. Esta limpiadora también trabaja para la misma ciudad global que la relega y discrimina.
Ofertas y mano de obra
Las ofertas de trabajo que se presentan en el servicio de la Hermana Encarna
dan cuenta del perfil de las mujeres inmigradas para cubrir el servicio
doméstico en cuanto a sector desprestigiado, infravalorado, feminizado y
precario. Como en el caso de la higiene, otros requisitos explícitos en los
anuncios de la Hermana también se refieren a aspectos personales de la
empleada. Lo que en cualquier otro medio oficial no sería aceptado o bien sería
objeto de denuncias, en el servicio de la Hermana puede ser frecuente: un
anuncio requería una chica “sin marido y sin hijos… aquí”, donde también se
aclaraba que la familia (donde sí había una niña) “se llevaría” a la chica dos
meses a Marbella. Además de la carga inherente al servilismo de antaño, los
derechos de la empleada en cuanto a persona son olvidados por completo en
función y disposición total de la familia proveedora del trabajo y necesitada del
90
servicio, por lo que se infiere que en el caso de que se enamore o quede
embarazada, pierde el trabajo (lo cual suele ocurrir). El anuncio bien podría
decir: “sin derecho a enamorarse y a ser madre”. Pero el otro aspecto relevante
a tener en cuenta es el “aquí”. A través de este tipo de requisitos, se refleja una
sociedad europea condescendiente con los Estados-nación cuyas leyes
restringen cada vez más el derecho a la reagrupación familiar impidiendo a
madres pobres – por ser pobres y por provenir de países empobrecidos - a
estar, cuidar y vivir con sus hijos/as.
La preferencia por un determinado país de origen es otro requisito que puede
esconder algún beneficio exclusivo de la parte empleadora, como lo es contar
con la mano de obra barata, como lo demuestra este caso: La Hermana
Encarna salió al patio acompañando a una mujer que buscaba “una paraguaya
joven”. La oferta consistía en “llevar la casa” con dos hijos/as de 4 años y un
año y medio, de 8 de la mañana a 9 de la noche, y algunos días se quedaría a
dormir, con un sueldo de 800 euros33. Entre Héctor y la Hermana señalaron
algunas pocas chicas para que la mujer las entreviste allí mismo. Al terminar,
dos de ellas comentaron que lo primero que les preguntó la mujer era el tiempo
que llevaban en España y explicaron que no tenía intención de “hacerles los
papeles”. Como las que llevan más de tres años tienen posibilidad de
regularizar su situación por arraigo social34; la mujer, que al parecer lo tenía
claro, prefería escoger chicas que llevaran poco tiempo en el país para no
pagar la seguridad social – y las mujeres paraguayas constituyen el colectivo
33 Una oferta de trabajo sumamente ilustrativa de lo que Martinez Veiga (2004) llama modalidad “pseudo-externa” en el servicio doméstico, con peores condiciones que la modalidad interna: totalmente al servicio de la familia, pero sin habitación propia. 34
El reglamento de la Ley de Extranjería 4/2000 permite conceder el permiso de trabajo y
residencia acreditando permanencia continuada en España durante al menos tres años y contar con una oferta de trabajo, entre otros requisitos.
91
que ha llegado mas recientemente. Finalmente, la mujer escogió,
efectivamente, a una chica joven de origen paraguayo que llevaba pocos
meses en España.
El hecho de que el servicio de la Hermana Encarna sea el más masivo de
Barcelona no es fruto de la casualidad ni de ningún orden divino, sino que se
relaciona con este tipo de condiciones de las ofertas que se presentan. Tal
como lo afirmaba la asistenta social de las RMI, la Hermana no interfiere en las
condiciones de los puestos de trabajo ofrecidos, aunque sean de sueldos bajos
u horarios super intensivos con poco tiempo de descanso. En la entrevista
realizada, la Hermana aclaró que el sueldo estipulado que ella suele decir es
de 850 euros, “pero algunas no pueden y dicen yo pago tanto…” En efecto,
varias mujeres me han comentado que han trabajado por menos dinero (700 o
600 euros en algunos casos) y que cuando hicieron un reclamo a través de la
Hermana, esta “no pudo hacer nada”. Pero al preguntarles por qué no acudían
a buscar trabajo al centro RMI por ejemplo, si no estaban conformes con el
servicio de la Hermana, la mayoría contestaba que allí casi “no salía trabajo”,
“nunca te llaman” y había que esperar mucho. Aceptando cualquier tipo de
oferta sin interferir en las remuneraciones (aunque simule tener voluntad para
ello), la Hermana Encarna mantiene un volumen importante de ofertas de
trabajo para mantener su servicio y su volumen de clientas.
Cuando las ofertas de trabajo escasean, la Hermana y su equipo recurren a
otras estrategias como el reparto de alimentos o ropa ya mencionados. El envío
de varias chicas a un mismo puesto de trabajo, así como la probabilidad de que
la Hermana repite algunas ofertas también podrían ser parte de estas
estrategias. Conforme transcurría mi trabajo de campo, cada vez más mujeres
92
comentaban que al llamar al empleador/a, le contestaron que ya habían
seleccionado a otra chica o que “la Hermana ya ha enviado otra”. Algunas
mujeres confirman el hecho de que se leen las mismas ofertas: “Ayer sólo leyó
5 ofertas en toda la mañana… Después se fue, se quedó Rosa y leyó las
mismas ofertas…” (Patricia).
Como comentaba en el capítulo anterior, Héctor también habla en sus
discursos dirigidos al grupo sobre la mala situación del mercado de trabajo:
“Hoy voy a sacar no mucha gente, voy a hacerlos quedar para que… para que no se aburran… Dos días seguidos que no sale trabajo de nada. No sale trabajo de nada, nada. Ya la hermana me lo ha dicho esta mañana... nada. (…) Si algún trabajo se te presenta en cualquier momento, no lo repeles, no lo eches a perder si la señora quiere trabajar contigo. Cuidado que hay mucha gente que ya no sabe qué es lo que va a hacer. Mucha gente. 6, 7 meses, 8 meses sin trabajo, y tanto el marido como la mujer, ya por favor. Los trabajos están empezando a decrecer… Bastante. Mucho, mucho. Yo ya les digo ayer no ha salido nada, como se ha dicho. Los que quieren irse, pueden irse, a buscar por otros lados. Pueden ir por otras agencias, pueden irse. (…) Bueno, pero no todos los días es así, no? No todos los días es así. (…) Todo depende la fe que le tengas al señor. La fe hacia el señor es la que mueve montañas. Si tu te has apegado al señor y le has pedido trabajo, te dará trabajo. Ahora hay que estar mas apegados al señor. La situación se está poniendo… muy mal, ya…” (Hector, 13/03/2009) Aunque tengan un tinte religioso, las palabras de Héctor aluden a una
desesperación y a tomar decisiones con urgencia, lo que lo lleva a actuar en
beneficio del mercado de trabajo – aunque no sea su intención directa – ya que
justifican y legitiman el aceptar cualquier empleo, sea cuales sean las
condiciones. Héctor intenta amortiguar esta frustración por la falta de trabajo a
través de su rol de pseudo-predicador, convirtiendo la situación “de crisis” en
una maldad divina que sólo la fe - o la providencia divina - puede solucionar. El
trasfondo de este tipo de mensajes ambivalentes e incluso contradictorios –
“las dejo quedarse pero no hay trabajo”, “todo está muy mal pero puede
mejorar con la fe”, “vayan a otros lados pero pueden quedarse” - radica en el
mantenimiento de la afluencia masiva de clientas que sostienen el patronazgo
93
(del cual también depende el empleo de Héctor). El volumen de clientas hace
que la rivalidad por destacarse y por la lealtad hacia la Hermana aumente, a la
vez que la desesperación ante tanta competencia de clientas fuerza a algunas
chicas a resignarse a aceptar un trabajo en condiciones de explotación total,
favoreciendo a empleadores/as abusivos/as. Hacia el final del trabajo de
campo, escuché de voz de la Hermana la siguiente oferta: “De 12 a 20 hs.,
sábados de 9 a 13 hs. 500 euros” [45 horas semanales]. Varias chicas se
miraron entre sí, pero una sola levantó la mano por lo que la Hermana la llamó
y le asignó la oferta. Por algún lado de la sala, se sintió una voz: “Irás tu sola”.
Los circuitos de reclutamiento de empleadas domésticas que filtran este tipo de
ofertas sin ningún reparo se convierten en cómplices de empleadores/as
usureros/as que forman parte de un mercado laboral que necesita mano de
obra barata y dócil. Pero “las chicas” inmigradas lo perciben e intentan resistir.
Las mujeres inmigrantes: estrategias y resistencias
Los circuitos de reclutamiento, así como los servicios de acogida en general,
son un medidor de los flujos migratorios aún antes que estos figuren en las
estadísticas oficiales, ya que acuden a ellos personas extranjeras recién
llegadas en situación irregular. La misma Hermana Encarna conoce la
evolución de los flujos, sobre los cuales me he referido en el capítulo dos. Tal
como ella comenta, desde hace varios años acuden al servicio de forma
masiva mujeres de Bolivia, tanto de la provincia de Santa Cruz como de la
parte andina, de ciudades como Cochabamba, La Paz y Sucre. Actualmente se
observa un volumen importante de mujeres de Paraguay y de Honduras.
Mujeres de Perú, Ecuador y Colombia también acuden al servicio, aunque su
afluencia dejó de ser masiva. Algunas de ellas llevan tiempo en España y ya
94
tienen “papeles”, otras han acudido al servicio tiempo atrás y han vuelto de
forma esporádica porque se han quedado sin trabajo recientemente a raíz de la
crisis u otros problemas, y muy pocas, son recién llegadas. Asimismo, he
podido observar la presencia de mujeres de Argentina, Uruguay, Nicaragua,
República Dominicana y de otros países de América Latina. Se ha de destacar
también, la cada vez más frecuente afluencia de mujeres de Rusia o países de
la ex URSS como Bielorrusia, Georgia o Armenia, lo que también comentó la
Hermana durante la entrevista. En algunas ocasiones, se observa la presencia
de mujeres del Magreb o de África subsahariana pero en una proporción de
aproximadamente de una o dos personas entre cien. En cuánto a los hombres,
de modo general, se puede decir que proceden en su mayoría de Bolivia,
Honduras y Paraguay.
Como es un servicio donde acuden en su mayoría personas recientemente
inmigradas y requiere largas colas y esperas, para muchas mujeres y hombres
constituye un importante espacio de socialización, donde circula diversa
información y donde la gente se relaciona, al igual que en otros servicios de la
amplia “red de acogida” de Barcelona. Una joven de Honduras, recientemente
llegada, no había conseguido trabajo pero estaba muy contenta por haber
acudido al servicio de la Hermana Encarnación. Tenía un bebé de 40 días y su
marido había sido deportado. Conversando en el patio, conoció a una chica de
Bolivia que le ofreció una habitación y poder empadronarla35. Historias
similares suceden a menudo en este tipo de redes de reclutamiento, en tanto
35 El empadronamiento es un requisito sumamente útil e importante para toda persona inmigrada recién llegada aunque no tenga “papeles”, ya que garantiza la sanidad y la educación, entre otras cosas, además de probar la permanencia en el país.
95
son también redes sociales. Si bien se detecta un claro componente de
necesidad, es un espacio donde se generan soluciones y estrategias.
Cuando acaba el protocolo de primera hora de la mañana del servicio, las
mujeres que se quedan en el patio trasero, se muestran distendidas. Entre los
grupos surgen conversaciones amenas en un clima amistoso y cordial. Los
temas de conversación más recurrentes son los relacionados con el servicio
doméstico como sector laboral (experiencias buenas y malas, sueldos, lugares
de trabajo, especialidades, etc.) y temas relacionados al proceso migratorio en
general, lo que permite a las mujeres que acuden al servicio, intercambiar
opiniones y recibir o dar consejos y sugerencias, con lo cual se van diseñando
las tomas de decisiones y las estrategias personales más favorables. La
precariedad y la explotación siempre acaban aflorando en las conversaciones y
las mujeres demuestran su resistencia a ser explotadas. Una mujer joven de
Paraguay que intercambiaba consejos entre un grupo de compatriotas,
comentaba acerca de la oferta que le habían hecho, la cual pensaba “que era
un trabajo normal”: llevar una casa con 4 habitaciones y cuidar los niños. Pero
también “la señora” tenía tres tiendas, las cuales tendría que limpiar, así que
dijo que no: “la señora muy buena, muy sencilla… pero además de la casa, tres
tiendas!!”, a lo cual una compatriota acotó, entre risas y tono escandaloso: “Así
te matan más rápido”.
El servicio de la Hermana Encarna ha de entenderse también dentro de la red
de “acogida” de Barcelona, que incluye todo tipo de servicios asistenciales:
laborales, a los cuales ya me he referido, y comedores, la mayoría también
gestionados por la Iglesia Católica. Es frecuente que la gente que se marcha
del centro de la Hermana Encarna, a media mañana o al mediodía, acuda en
96
pequeños grupos a este tipo de servicios, especialmente a la “agencia de la
Pura”, a otras iglesias o a comedores en la zona de El Putxet. Tal como
comenté en alusión a las estrategias metodológicas, en algunas ocasiones
durante el trabajo de campo, tuve la oportunidad de recorrer en grupo estos
circuitos, comprobando también como actuaban como lugares de encuentro y
socialización, así como espacios de intercambio de opiniones y estrategias. En
los comedores de beneficencia de la zona de El Putxet, las mujeres
inmigrantes latinoamericanas que conocí, aunque mantengan el estigma de
colectivo necesitado, se despojan del rol de clientas de Encarna y aprovechan
para comentar lo mal que se sienten o son tratadas en el servicio (así como en
la “agencia de la Pura”), intercambiando diversas anécdotas y opiniones sobre
el papel de los intermediarios laborales. En relación a varias experiencias
laborales, además de la explotación y precariedad, afloran también los miedos
e inseguridades, ya que los empleos son en hogares privados sin garantía “de
caer en buenas manos”. Sandra fue una de las que mas manifestó esta
preocupación, con la aprobación de todo el grupo sobre su comentario: “Así
como nosotras les mostramos la garantía [referencias], ellos también deberían
dárnosla, porque después si te pasa algo, ¿quien reclama?” Al preguntarle si
confiaba en la Hermana, ya que se supone que conoce a la gente empleadora
como religiosa e intermediaria, Sandra contesta: “¿Tu crees? La Hermana
levanta el teléfono, quiero una chica, y allí vamos todas corriendo36, ¿Qué sabe
dónde nos manda?”
Al conversar sobre los sueldos que reciben y el tipo de trabajo, estas mujeres
tienen claro cómo funciona el mercado laboral y cuáles deberían ser sus
36 Sandra también percibe este rol de clientas desesperadas que confían y obedecen a la Hermana ciegamente.
97
reivindicaciones y resistencias frente a la explotación, como lo demuestra esta
significativa conversación en la cola del comedor sobre la calle Ganduxer entre
mujeres de diversas procedencias: Sandra (de Bolivia, Provincia de Santa
Cruz), Marlen (de Honduras), Cati (de Ecuador), Silvia (de Perú)37 y Nieves (de
Argentina).
Sandra: - Nos van a querer pagar 500, 400. Eso va a ser nuestros sueldos de aquí a unos meses mas, acuérdense, no van a querer pagar, nos vamos a ir a trabajar por 500, acuérdense lo que les estoy diciendo, ahora, porque ya… Es como dice ella, si nos pusiéramos de acuerdo, bueno, pues, si ahora a casi nadie 800, 900 euros no alcanza, no alcanza…
Marlen: - Se empiezan a acostumbrar y ya, cuando vas a decir señora auménteme…
Sandra: - Ya. No, claro, no.
Marlen: - Y aunque a ellas les hayan aumentado, ellas no van a gastar en eso porque…
Sandra: - Si, es verdad. Hay mucha gente. Por ejemplo yo, viene una mujer ahora, una jefa digamos, a ver necesito una chica. Yo, yo, yo, decimos las tres. Nos entrevista, digamos, supongamos, y hay una de nosotras que lo necesita a ese trabajo. Yo voy a vos pagarte 800… Si, si, pago 800. Yo me voy por 600 y lléveme a mi… Y ahí ya se va acostumbrando la gente, ahí ya. Ya esa mujer comenta, ándate a tal Iglesia, que hasta por 600 euros, allá traes empleada… Yo escuchaba mi misma jefa que yo trabajaba hará unos tres meses atrás, me decía a mi, si estás acobardada vos, hay muchísima gente donde no se donde me cuenta mi nieto que se van hasta por 400, y tu ganas 900… (…) Sabe qué señora Pilar, le decía yo, ellas tienen… y se ganan su trabajo, pero si usted está descontenta conmigo, vaya búsquese una por 300, 400, vaya a hacer cola allá donde la hermana Encarnación… Le decía yo y no me dejaba, pero cada vez era lo mismo y lo mismo.(…)
Nieves: - le vamos a decir sos tonta o qué por regalar tu lomo, no ves que cuesta. Les llevamos, le secuestramos por ahí… [risas]
Marlen: - No, solo porque tienen miedo de quedarse en la calle pero para eso… Lo que pasa es que ellas le van regando la onda, de ahí dice yo pago tanto… (…)
Cati: - Yo me encontré el otro día en el metro con una de Bolivia y me dice yo estoy trabajando en una casa, hace doce horas y le pagan 400. [voces de fondo de tipo abucheo]
Nieves: - Pues le hubiéramos agarrado a esa…
Cati: - Le digo y cómo duermes, como comes, cómo te vistes… Yo no se que me dijo, a mi sí me alcanza me dijo, será que le hacen dormir en el suelo.
Marlen: - Hombre, le ha de alcanzar o ha de tener alguna otra ayuda también. Pero cuando uno depende de eso para pagar habitación, pagar comida, los viajes…mmm… Los viajes, cada enero suben los viajes y estas señoras pagando 400 quieren pagarlos toda la vida… Y después que?
37
No figura en el extracto del diálogo pero estaba participando, escuchando y asintiendo.
98
Estas mujeres, de distintos orígenes y que recién se conocían entre sí, rompen
con los estereotipos de mujer carencial, sumisa, sometida y dócil, reivindicando
sus derechos como trabajadoras. Sandra no se equivocaba. En efecto, un mes
después, la Hermana Encarna leyó la oferta de 500 euros por 45 horas
semanales a la que me referí en el apartado anterior. Tal como insinúan estas
mujeres, los intermediarios laborales son también cómplices de esta situación
de precariedad y explotación - nótese que no involucran al Estado en su
diálogo, la desvinculación mutua es total - , dejando a la Hermana Encarna (y a
la Iglesia) como un servicio de reclutamiento de mano de obra barata y dócil.
Pero también aparecen otros actores “culpables”: las empleadoras usureras, a
las que siempre se refieren en femenino, quienes aparentemente no quieren
aumentar los sueldos; y “las otras”, las mujeres sometidas que sí aceptan estos
trabajos “porque tienen miedo de quedarse en la calle”, representadas por las
mujeres de la Bolivia andina. Sandra, la única originaria de Bolivia (pero de la
provincia de Santa Cruz, región no andina) en este diálogo, me explicaba al
oído mientras transcurría la conversación: “son las collas…” Al igual que
ocurre con las mujeres negras de Africa “que lo tienen más difícil”, las mujeres
“andinas” también representan uno de los últimos estratos entre las mujeres
inmigrantes por su estereotipo (basado en un factor étnico-racial) de sometidas.
Este tipo de imágenes y representaciones permite estratificar y precarizar cada
vez más el mercado de trabajo, en tanto siempre habrá otro grupo de mujeres
mas necesitadas y desesperadas que acepten empleos de menos dinero. No
obstante, en el diálogo se puede entrever cierta comprensión hacia estas
mujeres: “tienen miedo”, “lo necesitan mas”. Más allá de las culpables38, la
38 Las culpables son mujeres: la Hermana, las jefas y “las otras”, mientras los grandes ausentes son los hombres y el Estado, aspecto que dejaré para ser analizado en otra investigación más
99
convicción de resistir, las ganas y la necesidad de comenzar a organizarse
fueron expresadas. Marlen acaba la conversación con una frase contundente:
“Es preferible venir a comedores que aceptar esos trabajos”.
En este tipo de resistencias a la precariedad, a través de los mismos relatos de
las mujeres, también se refleja cómo se relaciona el patronazgo con el mercado
de trabajo. ¿Por qué existe esta forma tan peculiar de reclutamiento de
trabajadoras? ¿Y por qué especialmente la dirigen agentes de la Iglesia
Católica? Estas últimas pistas cierran el circuito conformado por el triángulo
entre el patronazgo, la religión y el mercado de trabajo.
Conclusiones
La afluencia masiva de usuarias-clientas al servicio de la Hermana Encarna
como “colectivo necesitado”, los estereotipos y representaciones que circulan,
la relación de dependencia y la rivalidad por la lealtad que genera el
patronazgo, sumado a la escasez de ofertas y a la situación de crisis general
apuntan en la misma dirección: la explotación de una mano de obra dócil,
sometida y vulnerable en un mercado de trabajo global basado en la
precariedad. El papel de clientas otorgado por intermediarios patronos hace
que se moldee y reafirme un perfil de empleada doméstica en función
exclusivamente de las necesidades de las empleadoras y los empleadores, y
que va en concordancia con los estereotipos asignados y reproducidos desde
los medios de prensa y desde las políticas públicas.
Sin embargo, estas mujeres se desenmascaran de esos atributos para
destacar sus resistencias a ser empleadas precarias en una sociedad que las
exhaustiva desde una perspectiva de género.
100
maltrata ignorando sus derechos como trabajadoras y como personas. Es
necesario otorgarles voz y visibilizarlas para deconstruir sus estereotipos y sus
figuras de víctimas. Además de desenmascararlas, sus relatos ayudan a
pensar cómo se conjuga el patronazgo a favor del mercado de trabajo y
amparado por la religión.
101
Capítulo 6 - Conclusiones, discusiones y aperturas
Servicio doméstico y redes de reclutamiento en la ciudad global: El servicio doméstico es un sector indefinido entre el espacio público y privado
encarnado por la figura de la “criada”. Las empleadas domésticas se mueven
en el ámbito privado e íntimo del hogar y, aunque su trabajo está regulado, no
acaba de asimilarse totalmente como un trabajo, sino que es considerado un
servicio personal. A través de las redes de reclutamiento del personal
doméstico se percibe la precariedad, informalidad, invisibilidad y el desprestigio
que aún mantiene el servicio doméstico como sector laboral, dadas sus
representaciones asociadas a la suciedad, al servilismo, la pobreza y la marca
de status. El hecho de que el servicio doméstico siga siendo un sector
feminizado se debe a la “domesticidad” de la mujer y a la actual división sexual
de trabajo que aún persiste a nivel global. Si bien desde Europa se han
comenzado a construir las llamadas “políticas de igualdad”, la división sexual
del trabajo se traspasa y reproduce a nivel de mercado global, a través de lo
que algunas autoras denominan “globalización de los cuidados”. Mujeres de
países empobrecidos migran para realizar trabajos domésticos y de cuidados,
lo cual vincula directamente al servicio doméstico con la feminización de la
pobreza y la feminización de la supervivencia ya que estas mujeres encuentran
una oportunidad para ganar dinero y llevar adelante sus hogares. En las redes
de reclutamiento afloran las estrategias de las mujeres para buscar trabajo, que
van en función de sus necesidades y objetivos del proceso migratorio.
Los servicios existentes dentro de la gran red de “acogida” de personas
inmigradas, como es el servicio de la Hermana Encarnación se pueden también
102
interpretar como un espacio “periférico” dentro de la ciudad global definida por
Sassen. Los actores sociales de la ciudad global, diferenciados por pertenecer
a diferentes clases sociales y orígenes, también se distinguen en la utilización
del espacio asignado a ambos sectores sociales. Las mujeres usuarias del
servicio de la Hermana Encarnación, personificadas y estigmatizadas como
empleadas domésticas inmigrantes, son relegadas e invisibilizadas socialmente
en el espacio público aunque su fuerza de trabajo es necesitada en el espacio
privado. Es decir, que ambos sectores sociales son definidos por fronteras
simbólicas pero también por fronteras reales y precisas. En este sentido, las
redes de reclutamiento o bien los servicio de inserción laboral de población
inmigrante, conforman un espacio donde se podría hipotetizar sobre la
construcción de la subalternización social de ciertos grupos.
El estudio en y sobre las redes de reclutamiento ofrece la posibilidad de
indagar más a fondo en cómo se produce el acceso al empleo, lo cual puede
generar y resolver algunos planteos como: ¿Es la actividad laboral lo que
define la posición social del colectivo inmigrante? como lo afirman estudios
sociológicos, ¿o es la posición social la que define la actividad laboral?
El papel de la Iglesia Católica en las redes de reclutamiento:
La nueva modalidad de la “globalización de los cuidados” es una oportunidad
para la Iglesia Católica de revitalizar un campo de acción que considera propio:
la inserción laboral de mujeres pobres y marginadas, quienes actualmente son
inmigrantes procedentes de países empobrecidos.
Como el Estado no reconoce a las personas inmigradas que vienen de forma
“irregular” a buscar trabajo en España, algunas congregaciones incluyen esta
103
labor en sus tareas de beneficencia y caridad. Por otro lado, a pesar del
proceso de secularización, la Iglesia Católica continúa siendo un importante
referente tanto entre la población inmigrada – especialmente entre el
contingente latinoamericano – como entre la población española, a la vez que
sigue siendo referente de sectores sociales de clase alta y baja. El papel de la
Iglesia Católica en el reclutamiento de mujeres para tareas domésticas podría
interpretarse dentro de la “globalización de los cuidados” como un agente
dispensador de trabajo o bien como otro actor social presente tanto en la
ciudad global como en la periferia, que hace de enlace.
La intervención de agentes eclesiásticos en la inserción laboral de mujeres (y
de hombres) inmigrantes trae a colación diversos planteos: ¿Cómo influyen en
el mercado laboral y en la “inclusión social” de estas personas? ¿Se produce
algún tipo de filtro o selección según los criterios de estos agentes? ¿Las
intervenciones (o no intervenciones) de los agentes eclesiásticos se
materializan o traen consecuencias en el ámbito laboral?
En contraste con las agencias de empleo que tienen un perfil claramente
comercial, el trabajo canalizado a través de labores de beneficencia se
convierte en una obra de caridad y es interpretado como un favor, abriendo el
debate sobre las ventajas y desventajas de pagar dinero, o no, para obtener un
empleo.
El rol de los intermediarios laborales, ya sean agentes eclesiásticos, agencias
privadas, ONG’s o el propio Estado, debería ser analizado más
exhaustivamente valorando su importancia, dada su influencia en el mercado
laboral y en la vida de las personas trabajadoras. Algunos aspectos de esta
labor deberían ser mejor regulados, especialmente los requisitos de las ofertas
104
de trabajo, teniendo en cuenta los derechos laborales, sueldos, horarios o las
reivindicaciones de las mujeres que trabajan de empleadas de hogar.
Poder clientelar en las redes de reclutamiento:
En el caso de estudio del servicio de la Hermana Encarnación, analizado de
forma etnográfica, se comprueba una forma de organización que concuerda
con la definición de patronazgo (Gellner, 1985). Las evidencias que explican el
patronazgo se fundamentan en el rol de la Hermana Encarnación y su
ayudante Héctor, y en las relaciones asimétricas de poder entre estos dos
agentes-patronos y las usuarias y usuarios del servicio, personificados como
clientes. Esta forma de operar también se corresponde con la irregularidad o
bien con el propio clima moral de la organización, en palabras de Gellner
(1985), conjuntamente con la ausencia del Estado. A través de este caso de
estudio se ha comprobado que la no intervención del Estado puede dar pie a la
emergencia de sistemas patronales, los cuales a la vez que solucionan cosas
pueden generar conflictos como ser las disidencias y rivalidades entre usuarias
del servicio.
Este sistema patronal también se corresponde con las representaciones del
servicio doméstico en cuanto sector desprestigiado y de bajo status. Las
usuarias del servicio que encarnan diversos estereotipos como mujeres
inmigrantes, latinoamericanas y además como empleadas domésticas, también
acarrean un estigma formando parte del colectivo de clientas, entendiendo
como tal un colectivo necesitado reconocido públicamente. Al ser las usuarias
de origen inmigrante, este sistema patronal no atenúa, sino que reproduce y
perpetúa la profunda desigualdad global a nivel local. Las mujeres inmigrantes
105
convertidas en clientas de Encarna y en empleadas domésticas son vistas
como seres marginales, desgraciados, sin capacidad de agencia y de tomar
decisiones, atributos que a la vez le convienen a un mercado que requiere
mano de obra dócil y barata.
Patronazgo, mercado de trabajo y religión:
Esta primera aproximación de la investigación conduce a analizar a
interrelación entre el patronazgo, la religión católica y el mercado de trabajo, la
cual se podría representar como un triángulo o bien en forma de círculo vicioso
con flechas en ambos sentidos, señalando que todos los campos están
relacionados entre sí.
Si bien la Iglesia católica se ocupa de un campo de acción que considera
propio como es la inserción laboral de mujeres “marginadas” en el servicio
doméstico; por medio de su predicamento también puede legitimar un sistema
patronal. Bajo sus programas de caridad, su autoridad y la de sus agentes, se
justifica y se enmascara el patronazgo otorgándole legitimación institucional, el
cual a su vez favorece al mercado de trabajo. Las trabajadoras, en su papel de
clientas, compiten por la rivalidad y la lealtad de la patrono, teniendo que
106
obedecer, seguir sus consejos y “rendirle culto” para obtener un trabajo. Esta
rivalidad también hace que las trabajadoras sean más dóciles, a la vez que les
quita margen para organizarse o reclamar algo en conjunto con lo que no están
de acuerdo en relación a las ofertas de empleo o al modo de organizar la bolsa
de trabajo. La afluencia masiva de clientas junto al poder de la patrono otorgan
debilidad al colectivo de clientas, lo que da pié a que se filtren ofertas de
trabajo que no cumplen con derechos laborales básicos o donde se someten a
las empleadas domésticas a una sobre-explotación por sueldos bajos.
El mercado también “colabora” con la religión. Las situaciones de crisis y de
desempleo hacen que la gente busque ayuda emocional y espiritual
recurriendo a la Iglesia Católica, institución que da apoyo, respaldo y consuelo.
Dado que la doctrina de la religión católica está basada en un sufrimiento
terrenal y una compensación celestial, se aprovechan las situaciones de
“calvario” para ganar feligreses (que en este caso también son clientes) y
legitimar su mensaje, su posición social y sus espacios de poder. A la inversa,
la religión también favorece al mercado como amortiguador de posibles
conflictos sociales, explicando las situaciones de crisis como designios divinos
contra lo que no se puede luchar. La religión también controla la moral
permitiendo que se moldeen seres dóciles, adecuados para el modelo de
mercado de trabajo.
El mercado de trabajo, bajo un modelo excluyente, cuyo pilar es la precariedad
laboral y el mantenimiento de un sector desocupado (“ejército industrial de
reserva” en términos marxistas) favorece al patronazgo, contribuyendo con
población parada, y por ende, necesitada. Pero también el mercado de trabajo
ofrece un sector laboral en expansión, como son los cuidados, especialmente
107
de personas mayores. Sin embargo, contar con una nueva fuerza de trabajo,
como las mujeres inmigrantes, permite continuar con una política de salarios
bajos, precariedad y escasos beneficios. Las ofertas de empleo con estas
características son canalizadas a través de este sistema en el servicio de la
Hermana Encarnación (y no en otras bolsas de trabajo), ya que tener mas
ofertas, sin importar las condiciones, incrementa la afluencia de clientas,
necesidad fundamental para que se de el patronazgo.
Tanto el patronazgo como la religión necesitan de la afluencia masiva de
clientas, ya que este sistema patronal está inmerso dentro del poder
eclesiástico y las clientas se convierten en clientas-feligresas. La Hermana
Encarna es conocida dentro de la red de congregaciones de Barcelona por
“atender” a casi 300 chicas (clientas), lo que le otorga fama y poder dentro de
su congregación y dentro de su institución, la Iglesia Católica. Es decir que al
tener muchas “clientas-usuarias-feligresas”, su congregación obtiene prestigio y
popularidad, lo que a su vez sostiene mejor el sistema de patronazgo (a través
del poder institucional de la religión)39. Las formas clientelares también
permiten a ambas partes, clientas-usuarias y monjas, seguir manteniéndose y
reproduciéndose tal cual.
En esta interrelación, no debe olvidarse que hablamos de un mercado global
donde las soluciones son globales. Ante la escasez de mano de obra barata y
dócil se recurre a la mano de obra global, que actualmente son mujeres
inmigradas de determinados países empobrecidos, expulsadas por diversos
tipos de crisis, baja calidad de vida y desempleo, y atraídas por el creciente
sector del servicio doméstico y los cuidados. Como la inmigración de forma
39 Al acabar la entrevista con la Hermana y preguntarle si podía sacar fotos al patio (fuera del horario de atención del servicio), esta contestó: “Sí, así dices que esto se llena todo”.
108
masiva aun no está legitimada socialmente40 y buena parte de ella trabaja en
situación irregular, aumenta la docilidad, la precariedad y la vulnerabilidad de
los y las trabajadoras (sumado a las discriminaciones por origen, raciales, de
clase social y de género). La gente que no tiene amparo ni protección del
Estado, no cuenta con más opciones que recurrir a este tipo de agentes-
patronos eclesiásticos. Volvemos entonces al tema de partida: la ausencia del
Estado.
Prospectivas desde una perspectiva postcolonial y de género:
Tal como había aclarado en la introducción, considero que esta es una primera
aproximación y aún queda mucho por analizar, indagar, comprobar, investigar e
interpretar. Una perspectiva que le daría un perfil más completo a la
investigación podría plantearse desde el feminismo poscolonial. Se trata de una
perspectiva feminista que a la vez abarca una visión que deje entrever el
eurocentrismo de las políticas públicas y del Tercer Sector, incluyendo las
políticas de la Iglesia Católica, para analizar cómo se reproducen las relaciones
de poder coloniales entre la Iglesia como institución y los sujetos (o las sujetas)
coloniales (actuales inmigrantes).
Desde la perspectiva postcolonial, el colonialismo no es considerado como un
período histórico, sino como una semilla que aún da sus frutos, reproduciendo
un pensamiento y sustentando un sistema de extracción de la mayoría de la
población del planeta (Suarez Navas, 2008). La lógica del gobierno colonial
hispano fue la inferioridad del “otro” colonizado y sus técnicas fueron la
40 Más allá de que sea legalizada o no, me refiero al hecho de que un ciudadano/a español/a considere legítimo que una persona inmigrante tenga las mismas oportunidades de trabajo que una persona “autóctona” en el actual modelo predominante de Estado-nación.
109
occidentalización41 e invisibilización de la población aborigen de las colonias a
la vez que los marcadores de la diferencia fueron de tipo religiosos y culturales,
igualmente efectivos que los raciales para el área indo-británica en la creación
de sociedades etnoestratificadas (Suarez Navas, 2008). Estas lógicas, técnicas
y marcadores diferenciadores se mantienen vigentes en la estructura del
mercado de trabajo actual donde la población migrante de las ex colonias
ocupa los estratos inferiores. Nuevamente tomando las palabras de Suárez
Navas, el capitalismo tardío ha instrumentalizado las diferencias producidas en
el poder colonial.
Siguiendo a autoras como Mohanty, el feminismo postcolonial logra cuestionar
y deconstruir la homogeneización de las “mujeres del Tercer Mundo” en tanto
categoría de análisis. Ya sea en Europa con “las inmigrantes” o en sus
respectivos países en “estudios locales”, las mujeres como sujetas de estudio
son abordadas desde la premisa que las considera seres dependientes,
sometidas al poder masculino, víctimas, y domésticas. Contrarrestando esta
visión, el feminismo postcolonial destaca la importancia de conocer y tener en
cuanta los diversos contextos sociohistóricos donde se desenvuelven las
relaciones de poder y las divisiones sexuales del trabajo, así como las
capacidades de agencia, estrategias, resistencias y diferencias entre el grupo
de mujeres.
El servicio doméstico y las redes de reclutamiento de empleadas domésticas
inmigrantes constituyen un campo de investigación idóneo para abordarlo
desde lo que se denomina interseccionalidad, es decir, el vértice o el
41 Término acuñado en América Latina por autores “poscoloniales” (Coronil, 2000) para aludir a la técnica de integración que anula o invisibiliza las diferencias, la cual ha coexistido con la “orientalización” o “exotización” en otros contextos, las cuales formuló Said. (Suarez Navas, 2008).
110
cruzamiento entre el género, la clase social y la “etnia”, aspecto en el cual ya
se ha centrado la antropología feminista. Henrietta Moore ya nos advertía de
“esta capacidad transversal que tiene el género para diferenciar las
experiencias vividas entre hombres y mujeres, pero también entre mujeres
situadas en diferentes posiciones y en distintas sociedades, y de que el género
es una realidad social que siempre debe enmarcarse en un contexto
determinado” (Moore, 1999).
A su vez, el servicio doméstico como actividad laboral femenina y de bajo
status, analizado desde una perspectiva antropológica, feminista y postcolonial,
es un tema pertinente para continuar explorando sobre las relaciones entre la
“domesticidad” de la mujer y su “inferioridad” pasando por la noción de persona
a la que se refirió Strathern. Uno de los grandes desafíos pendientes de la
antropología es plantear con rotundidad y eco que la domesticidad no tiene por
qué ser inferior. Por ello, el apoyo y la contribución del feminismo poscolonial
son fundamentales, para poder “desfeminizar” lo doméstico a la vez que acabar
con el eurocentrismo.
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