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Anatoli F. Schulgovski

Doctor en ciencias históricas, jefe del departamento

de problemas sociopolíticos del Instituto de

América Latina (Academia de Ciencias de la

URSS).

CATEDRA

BOLIVARIANA

EL PROYECTO POLITICO DE

EL LIBERTADOR

ANATOLI SHULGOVSKI

Ediciones CEIS

Bogotá, 1983.

Recopilación de las conferencias

dictadas por A. F. Schulgovski en

Bogotá y Cali, en febrero de 1983.

Traducción del ruso: Carlos A. Duffo

Derechos reservados por el Centro de Estudios e

Investigaciones Sociales

(CEIS).

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CONTENIDO

Pág.

Introducción …………………………………….. 7

La lucha ideológica en torno a la personalidad

de Bolívar …………………………………….. 10

Bolívar y la guerra de liberación de las colonias

españolas de América ……………………………. 16

Bolívar y el Siglo de las Luces ………………….. 23

Libertad e igualdad en la herencia ideológica

Bolivariana …………………………………….. 34

Bolívar y la utopía social ……………………………. 62

Ideología y política en las vías de desarrollo

de Colombia ……………………………………… 70

Bolívar y los liberales europeos …………………... 97

Bolívar y la religión …………………………….. 117

Bolívar y el monroísmo …………………………….. 126

El dilema trágico del Libertador …………………… 142

Bolívar y los decembristas …………………... 151

INTRODUCCIÓN

“En la historia los meritos se juzgan, no por lo que

dejaron de aportar los políticos en relación con las

exigencias actuales, sino por lo nuevo que aportaron

en relación con sus antecesores”. V. I. Lenin.

Sobre la vida de Simón Bolívar, las principales etapas de la

guerra de independencia y su participación en ellas, se ha escrito no

poco en los países de América Latina y en otras áreas; ahí están sus

obras clásicas, que han ingresado al género de la crestomatía.1 Al

mismo tiempo, es clara la insuficiencia de trabajos en los cuales se

exponga de manera sistemática las ideas políticas y filosóficas y los

ideales sociales de Bolívar, ante todo en el marco de las principales

corrientes del pensamiento social de si época. Con frecuencia estos

problemas son expuestos a la ligera, como complementación

particular de similar presentación detallada de las campañas

militares de Bolívar.

En nuestra opinión, tal método de aproximación no permite

seguir la dialéctica del desarrollo del pensamiento bolivariano, ver

el permanente enriquecimiento y profundización de sus

apreciaciones políticas sobre la sociedad y el Estado, el papel de la

personalidad y de las masas en la historia; impide comprender el

verdadero sentido de sus incansables reflexiones sobre la

Libertad y la igualdad social y sobre los caminos para la

afirmación de tales conquistas en la vida de la sociedad.

1 Vicente Lecuna. Crónica razonada de las guerras de Bolívar. Nueva Cork, The

colonial press, 1950 (tres vol.); Ibid. Catálogo de errores y calumnias en la

historia de bolívar. Nueva Cork, The colonial press, 1956 (3 vol.); Cristóbal L.

Mendoza. Prólogo a los escritos del Libertador. Caracas, 1977; Augusto

Mijares. El Libertador. Caracas, 1964.

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En semejante género de trabajos se estampa con frecuencia la

idea de que Bolívar, en esencia, no tenía ningún sistema

elaborado de concepciones sobre la sociedad y el Estado, y en el

mejor de los casos ellas representan algo extraño, extravagante e

incluso una fantástica combinación de diverso tipo de ideas

desvinculadas de la realidad.

En los mismo ensayos, dedicados a analizar los criterios

políticos y sociales de Bolívar, estos a menudo considerados

desde el punto de vista de su apropiación en otros países y

pueblos. De ahí, por ejemplo, la tesis sobre las inclinaciones

anglófilas de Bolívar. Lo más importante es que en los

mencionados trabajos se vierte insistentemente la idea de que en

el último período de su vida Bolívar, al parecer, se apartó de sus

anteriores ideales libertarios, acercándose a la “reacción negra”

más extrema y colocándose casi como precursor de dictadores y

tiranos que tanto han abundado en los países de Latinoamérica.2

Pero precisamente el último período de la vida de Bolívar, a

nuestro entender, es clave para comprender las particularidades

del desarrollo y profundización de sus ideas políticas y sociales.

Hasta los últimos días de su vida, Bolívar continúo siendo

revolucionario y reformador.

Es muy alentador que hayan empezado a aparecer

investigaciones cuyos autores intentan demostrar la evolución de

las concepciones de Bolívar hacia una reforma social cada vez

más clara y expresiva, sobresaliendo especialmente en

2 C. Parra Pérez. Bolívar. Contribución al estudio de las ideas políticas.

Caracas, 192; Víctor Andrés Belaunde. Bolívar y el pensamiento político de

la revolución hispanoamericana. Madrid, 1959.

Este sentido el último período de la vida del Libertador.3

Probablemente todo lo dicho con anterioridad sea en gran medida

reflejo de la compleja y contradictoria evaluación de la personalidad

de Bolívar y sus ideales sociales, la cual se conoció aún en vida del

Libertador.

3 J. L. Salcedo Bastardo. Bolívar: un continente y un destino. Caracas, 1972;

Historia fundamental de Venezuela. Caracas, 1976; Indalecio Liévano Aguirre.

Bolívar. Caracas, 1974.

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LA LUCHA IDEOLÓGICA EN TORNO

A LA PERSONALIDAD DE BOLÍVAR

Una aguda lucha en torno al papel desempeñado por Bolívar

en el devenir de la independencia de los Estados americanos se

desenvolvió todavía en vida de aquél. Sus enemigos lo

calificaron de tirano y usurpador, comparándolo con Napoleón.

Empezó a elaborarse un estereotipo propio, cuando el elevado

nivel de los elogios a Bolívar por parte de algunos biógrafos

denotó una búsqueda de rasgos semejantes a los del emperador

francés.

Estos clisés y estereotipos impidieron valorar correctamente la

dimensión de la personalidad de Bolívar y de su significado

histórico, penetrar en su mundo espiritual, tener conciencia del

verdadero brío de su actividad histórica. Esto no podía por

menos de turbar y alarmar a los representantes de su generación,

que se consideró como continuadora inmediata de la causa de

Bolívar y de otros dirigentes y héroes de la revolución

libertadora.

Reflexionando sobre el significado de Bolívar para los pueblos

latinoamericanos en su famoso libro “Facundo” (1845), el

argentino Domingo Faustino Sarmiento escribió que en las

biografías se reconoce el talento e incluso el genio de Bolívar. Si

embargo, Sarmiento anotó con perspicacia que n muchas de ellas

“he visto al general europeo, a los mariscales del Imperio, a un

Napoleón menos colosal, pero no he visto al caudillo americano,

al jefe de un levantamiento de las masas (…) Bolívar, al

verdadero Bolívar no lo conoce aún el mundo, y es muy probable

que cuando lo traduzcan a su idioma natal aparezca más

sorprendente y mas grande aún”.4

Simón Rodríguez y Andrés Bello comenzaron a traducir su

acción a la “lengua materna”. Su amigo y maestro Simón Rodríguez

(1771-1854) fue un hombre a quien sus contemporáneos, por la

dimensión de su personalidad, su valor, su profundidad y escala de

ideas compararon con Saint-Simon, Fourier y Owen. Todavía en

vida de Bolívar, publicó un libro admirable por la profundidad y

originalidad de ideas, bajo la memorable denominación de “La

defensa de Bolívar. Defensa del Libertador del Mediodía de

América y de sus compañeros d armas, por un amigo de la causa

social”. Rodríguez caracterizó a Bolívar como jefe popular

republicano convencido, revolucionario, quien, al investirse de

poderes extraordinarios e inclusive dictatoriales, lo hacía en nombre

de la defensa y consolidación de las conquistas de la revolución

liberadora y de la ejecución de las reformas sociales.

Refutando las acostumbradas acusaciones a Bolívar con motivo

de sus supuestas ambiciones de erigirse en el Napoleón americano,

Simón Rodríguez escribió con indignación que tal comparación

había sido inventada desde el principio hasta el fin. Napoleón

Bonaparte pasó por el sendero del general republicano hasta

convertirse en enemigo de la libertad, en emperador cubierto de

halagos palaciegos. En cambio Bolívar, en palabras de Rodríguez,

encabezó la guerra de independencia, fundó la república y

permaneció fiel a los ideales de la libertad. Al ejército napoleónico,

que combatió por una causa injusta, Rodríguez contrapuso el

ejército de Bolívar,

Animado por elevados ideales, en bien de los cuales realizó

hazañas sin precedentes.5

4 Domingo Faustino Sarmiento. Facundo. México, 1957, Pág. 36.

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En Bolívar, Rodríguez vio un estadista que no solamente

estaba creando nuevos Estados sino que se esforzaba también por

orientar su desarrollo por el camino de una “nueva filosofía

social”. Ardiente partidario de las ideas del socialismo utópico,

Rodríguez expresó la esencia de ese pensamiento en su conocida

formula de “pensar cada uno en todos para que todos piensen en

uno”,6 contrapuesta, según sus palabras, a la hipócrita fórmula

“cada uno para sí y Dios para todos”.7

Andrés Bello (1781-1865), cuyo trabajo titánico en el campo

de la cultura y de la ilustración le granjeó la gloria inmortal de

libertador espiritual, llamó a Bolívar dirigente estatal, sabio y

clarividente , que irrumpe valientemente en las inexploradas

esferas de la estructura del Estado y la forma de Gobierno,

rechazando toda copia mecánica de constituciones políticas

extranjeras , reflexionando sobre la forma de garantizar una

verdadera libertad para los jóvenes Estados latinoamericanos, no

limitándose a una repetición de los viejos principios filosóficos y

políticos.8

La evolución de las valoraciones marxistas sobre la

personalidad de Simón Bolívar tiene su propia historia. En el

curso de un largo período de tiempo, en tales variaciones

ejercieron

Influencia los juicios de Carlos Marx sobre Bolívar expuestos

en el artículo “Bolívar t Ponte”, escrito a comienzos de 1858.

5 Simón Rodríguez. Obras completas. Caracas, 1975, t. II, Pág. 353. 6 Ibíd., t. I, Pág. 228. 7 Ibíd., t. II, Pág. 126. 8 Estas ideas fueron expresadas por Bello en su famosa carta a Bolívar

(21.III.827). En ella apoyó a Bolívar en su lucha por la creación de un fuerte

Estado centralizado, basado en los elevados principios patrióticos y morales

de la justicia social (E. Orrego Vicuña. Don Andrés Bello. Santiago de Chile,

1953, Pág. 461).

En este tiempo Marx no disponía de fuentes sólidas y se vio

obligado a utilizar libros y memorias de personas que por una serie

de causas estaban predispuestas con el Libertador y se dedicaban a

veces simple y llanamente a la calumnia y la falsificación. Tal

ocurrió, por ejemplo, con las memorias del francés Ducoudray

Holstein y del inglés Hippisly. Todo ello imprimió su huella,

influyendo en el contenido del artículo de Marx y en su calificación

de la personalidad de Bolívar. Ella fue, en general, negativa.

Bolívar era representado como un separatista criollo inconsecuente

y en extremo irresoluto en su acción, ambicioso además de poder

personal, a imitación de Napoleón.9 En la valoración de la

actividad bolivariana por Marx jugó papel no despreciable la lucha

contra el bonapartismo, así como en el hecho de que en los trabajos

de los enemigos del Libertador se le dibujaba como obsesionado por

las ideas del “bonapartismo”.10

En una u otra medida, estas valoraciones se reprodujeron en

investigaciones marxistas extranjeras y en algunas de historiadores

soviéticos.

Esta circunstancia fue utilizada como pretexto por los opositores

del marxismo y del socialismo científico para especulaciones

ideológicas y políticas de especie diversa. Unos afirmaban que se

trataba de una negación general del marxismo

Del papel de la personalidad en la historia, al ignorar los valores

morales esenciales y reducir el proceso histórico a un cruel y

unilateral determinismo económico. Otros llegaron incluso a

9 C. Marx, F. Engels. Obras, t. XI, parte segunda, Pág. 618-630. 10 En los comentarios al artículo de Marx en las Obras, el Instituto de Marxismo-

leninismo se detuvo particularmente en el análisis de las causas que

predeterminaron en general una relación negativa de Marx a Bolívar (Ibíd., Pág.

753-757).

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formular la existencia de cierto “odio estratégico soviético hacia

Bolívar”, argumentando para ello que el Libertador había

intervenido acerbadamente contra la política expansionista de la

autocracia zarista, como si la Unión Soviética continuara tal

política.11

Sin embargo, la dialéctica inmanente e inherente al

mismo marxismo y al enfoque histórico-concreto de un problema

como el del papel de la personalidad en la historia

predeterminaron la evolución lógica de las valoraciones

marxistas de la personalidad de Simón Bolívar.

Gran papel en el enfoque creador del significado de Bolívar

jugó el ensayo “Sobre la estela del Libertador”, escrito en 1942

por el dirigente comunista colombiano Gilberto Vieira. En las

páginas de ese trabajo Bolívar fue caracterizado como el hombre

que encabezó la revolución libertadora de los pueblos de

América Latina y la condujo hasta la victoria final.12

En la superación de las equivocadas apreciaciones del genio

bolivariano tuvieron también destacada actuación los

pronunciamientos de los latinoamericanistas soviéticos en las

páginas de la revista “Cuestiones de Historia” (Nº 11, 1956),

aportes ellos altamente valorados por la opinión pública

democrática latinoamericana. Los científicos soviéticos

subrayaron la sobresaliente actuación de Bolívar en la liberación

de los pueblos de América Latina, señalando que por sus

aspiraciones e ideales él estuvo inconmensurablemente

11 Ver: A. Brice. Bolívar visto por Carlos Marx. Caracas, 1961; Jesús

Antonio Cova. El Libertador y el odio soviético. Historia de la historiografía,

Caracas, 1961. 12 Voz Proletaria, suplemento, 18. XII. 1980.

Por encima de los representantes de la clase de cuyas filas salió.13

Importante significado para la definición marxista de la vida y la

lucha de Bolívar tuvieron los trabajos de I. R. Lavretski, que han

merecido varias ediciones en español.

A medida que se profundiza la investigación del complejo de

problemas relacionados con la vida y la actividad de Bolívar, se

descubren nuevos rasgos de su personalidad y la consonancia de sus

ideas con nuestro tiempo se revela con la fuerza de los argumentos

incontrovertibles.

“Creemos en el Bolívar de masas – se dice en resolución del XIII

Congreso del Partido Comunista Colombiano -, el que soportó

durante quince años, al nivel de sus soldados, los rigores de un

naciente ejercito de pobres. Que fraternizó material y

espiritualmente con pardos, esclavos e indios. Que desbordó a su

propia clase social al bregar porque la liberación de la patria trajese

la liberación de los hombres y la devolución de tierras a los

despojados. Que imaginó una guerra de independencia de

contenido social, con formas y estilo americanos. Que amasó una

concepción de democracia no con teorías abstractas sino con las

esencias de la América en marcha”.14

13 M. Alpervich, V. Ermolayev, J. Lavretski, S. Semionov. Sobre la Guerra de

liberación de las colonias españolas de América. “Cuestiones de Historia”, 1956,

Nº 11. 14 Voz Proletaria, 13. XI. 1980.

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BOLÍVAR Y LA GUERA DE LIBERACIÓN DE

LAS COLONIAS ESPAÑOLA DE AMÉRICA

Es difícil comprender la dialéctica del desarrollo de las ideas

políticas y sociales de Bolívar en toda su complejidad y

polifacético significado sin detenerse brevemente en los

principales rasgos y particularidades de la guerra de

independencia de las colonias hispanoamericanas (1810-1826).

La guerra de independencia – o revolución liberadora, como la

llaman algunos historiadores -, llena una brillante página de la

historia de las revoluciones y guerras de liberación de finales del

siglo XVIII y comienzos del XIX, con etapas y jalones tan

importantes como la guerra liberadora de las colonias inglesas de

Norteamérica y la gran revolución francesa. Fue la época en que

cayeron los reyes y se desmoronaron los tronos, nacieron nuevos

Estados y el “viejo régimen”, el orden feudal, cedió su lugar a las

relaciones sociales burguesas.

Caracterizando la lucha anticolonial de los pueblos de

Hispanoamérica, José Carlos Mariátegui escribió: “Enfocada

sobre el plano de la historia mundial, la independencia

sudamericana se presenta decidida por las necesidades del

desarrollo de la civilización occidental o, mejor dicho,

capitalista”.15

Los latinoamericanistas soviéticos consideran que la guerra de

independencia corresponde tipológicamente a las revoluciones

nacional-liberadoras, ya que en el curso de ellas fueron resueltas

15 José Carlos Mariátegui. Obras completas. Lima, 1973, vol. II, Pág. 17.

Las tareas reliquidación del yugo colonial español y creación de

nuevos Estados independientes. Al mismo tiempo, por su esencia

social la guerra de independencia fue una revolución burguesa, por

cuanto en el curso de ella fueron promovidas las tareas de

destrucción de todo el sistema de estructuras coloniales, basadas en

la división jerárquica y de castas de la sociedad, en la explotación

colonial-servil de las masas, en la cual se combinaron, rara y

peculiarmente, elementos esclavistas y de explotación feudal de

servidumbre con elementos de explotación característicos de la

naciente formación capitalista.

La guerra de intendencia demostró el papel decisivo de las masas

populares, sin cuya activa participación hubiera sido imposible

echar abajo el yugo colonial. En el curso de la revolución

liberadora se hizo más evidente el hecho de que en el campo de los

combatientes por la liberación existían contradicciones bastante

agudas en relación con los objetivos y tareas de la empresa. Las

masas populares oprimidas se esforzaron por profundizar las

conquistas sociales de la revolución, alcanzar la ejecución de

profundas reformas. Mas las capas privilegiadas de la población

criolla local se interesaron en lo fundamental por limitar las tareas

de la revolución a la autodeterminación política de las colonias, sin

permitir su transformación en movimiento de las masas oprimidas;

obstaculizaron así cualquier rompimiento radical de las estructuras

económico-sociales tradicionales.

En este plano la guerra de independencia de Suramérica estuvo

tipológicamente próxima a la revolución independentista de las

colonias norteamericanas. La cuestión estriba en que esta última,

con todo y su progresismo histórico, le son inherentes claros rasgos

conservadores, que la diferencian visiblemente de la gran

revolución francesa. Según palabras del historiador soviético N. I.

Boljovitinov, en las colonias norteamericanas, aun antes de la

guerra de independencia,

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Se había conformado en lo fundamental la sociedad burguesa,

con su palmaria y expresiva desigualdad social y sus

antagonismos de clase. La conservación de la esclavitud aún

después de la conquista de la independencia simbolizaba, si así

puede decirse, limitación y conservadurismo de algunos

objetivos y tareas muy importantes de la revolución

norteamericana. “De qué manera – considera Boljovitinov -.

Habiéndose levantado en lucha por la libertad y la

independencia, por los derechos naturales del hombre, al mismo

tiempo los norteamericanos conservaron y consagraron en la ley

(la Constitución de 1787) la esclavitud de los negros? Todo el

asunto, sin embargo, reside en que los colonos combatieron no

solamente por la libertad sino también por la propiedad, dos

conceptos que en ese tiempo se consideraban como casi

idénticos. Solamente la propiedad daría la libertad, y como

salvaguarda de su sagrada propiedad ante los atentados de

Inglaterra los colonos vieron solamente su libertad; pero

combatieron por la posesión de la libertad y de la propiedad,

simultáneamente combatieron por la conservación de la

esclavitud de los negros”.

Las capas privilegiadas de la población criolla

latinoamericana, aunque lejos de ser, por su esencia tipológica,

análogas de la burguesía norteamericana, objetivamente se

guiaron por esos mismos ideales e imperativos. En efecto,

defendiendo su libertad de las arremetidas de los poderes

coloniales, al mismo tiempo actuaron, por lo regular, contra el

menoscabo de sus derechos a la propiedad. De ahí su inclinación

hacia la alianza de las clases dominantes de los Estados unidos

de Norteamérica, las cuales percibieron con profunda

animadversión cualquier intento de liquidación de la esclavitud

en Suramérica. Al mismo tiempo, sus simpatías hacia los

Estados Unidos se explican en cierto grado por el hecho de que

en sus filas fueron promoviéndose a primer plano, de manera

cada vez más activa, representantes del capital comercial usurero,

Portadores, así fuera en potencia, del espíritu empresarial

capitalista, por cierto en su forma más primitiva y bárbara. Ellos

percibían como tentativa contra los “sagrados” derechos del

individuo cualquier amago de limitar sus insaciables apetitos de

enriquecimiento a cuenta de la explotación de los esclavos negros,

el saqueo de los indios y la ruina de los artesanos.

A esta tendencia se contraponía otra corriente. Sus

representantes, combatientes sin compromiso por la independencia

de las colonias hispánicas, se esforzaron por imprimir un profundo

carácter social a la revolución liberadora, con el fin de realizar

reformas y transformaciones en interés de los oprimidos y

desdichados. “Si loas americanos quieren que la revolución política

que el peso de las cosas ha hecho y que las circunstancias han

protegido les traiga verdaderos bienes, hagan una revolución

económica”, escribía Simón Rodríguez.16

Los representantes de la corriente revolucionaria se esforzaron

por apoyarse en las masas populares, buscaron respaldo a su política

reformadora.

En ese sentido la revolución de los pueblos latinoamericanos, por

su esencia tipológica, se acerca a la gran revolución francesa. El

conocido historiador de la República Democrática Alemana,

Manfred Kossok, prestando atención a los aspectos socales de la

guerra de independencia, escribió sobre los jacobinos

latinoamericanos, los cuales trataron de profundizar su contenido

social y buscaron sostén del pueblo.

Naturalmente, hubo significativas distinciones entre los jacobinos

franceses y los más consecuentes revolucionarios

16 Simón Rodríguez. Ob. Cit., t. I, Pág. 241.

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hispanoamericanos, por fuerza de la diferencia de condiciones

histórico-concretas en las cuales les correspondió actuar.

Anotando esta circunstancia, Kossok subraya que las

aspiraciones de los revolucionarios suramericanos coincidieron

objetivamente con las de los jacobinos franceses en lo que se

refiere a la lucha por la profundización y radicalización de las

transformaciones sociales en interés del pueblo y para el

pueblo.17

Simón Bolívar perteneció a esta tendencia revolucionario-

reformadora de la revolución anticolonial. Hace tiempo se

hicieron clásicas las palabras de Bolívar: “Nuestro partido está

tomado, retrogradar es debilidad y ruina para todos. Debemos

triunfar por el camino de la revolución, y no por otro”.18

Los biógrafos del Libertador no cesan de plantear la pregunta:

cómo se explica que un joven venezolano, salido de una rica

familia criolla, se convirtiera en jefe de una revolución

liberadora, además de que aspirara a otorgar a ésta un profundo

carácter social , dándolo todo, incluso hasta su propia fortuna,

para llevarla hasta la victoria final? Es indiscutible el papel que

desempeñó la circunstancia de que la educación de Bolívar

transcurrió bajo la fecunda influencia de Simón Rodríguez,

pedagogo iluminista que inculcó a su alumno el espíritu de los

grandes ideales y del amor a la libertad.

Una huella indeleble dejó en el alma del joven caraqueño su

estancia en Europa. En Roma (1805), en las Colinas del Monte

Sacro, juró junto con Rodríguez combatir por la liberación de

Suramérica. En tierras del Viejo Mundo fue testigo de la

17 Manfred Kossok. El sol de la revolución. El jacobismo en Latinoamérica.

“Historia y Sociedad”, México, 1977, Nº 13. 18 Simón Bolívar. Ob. Cit., vol. I, Pág. 444.

coronación de Napoleón y esto conmovió sus sentimientos. Desde

entonces Bonaparte se convirtió apara él en la personificación del

despotismo que ahoga la libertad.

Reconociendo al general francés su talento militar, a lo largo de

toda su vida Bolívar afirmó reiteradamente no querer imitarlo en

absoluto, y con mayor razón en sus ambiciones de coronarse

emperador.

La saludable influencia de Rodríguez y la experiencia de su

estancia en Europa coadyuvaron en no poca medida a la formación

de la personalidad bolivariana.

El Libertador estaba dotado de una inteligencia profunda y

perspicaz, de sensibilidad ciudadana, así como también de

capacidad de guiarse por los intereses de la causa común,

desdeñando los personales y secundarios. Precisamente estas

cualidades ayudaron a Bolívar al determinar el camino de su vida y

a seguir por él consecuentemente.

Fue consciente del papel que estaba llamado a desempeñar en la

historia, por fuerza de las circunstancias. Nada menos propio en él

que la vanidosa opinión sobre sí mismo, de ser el jefe, el dirigente,

como algo bajo merced de los dioses. “En medio de este piélago de

angustias – dijo -, no he sido más que un vil juguete del huracán

revolucionario que me arrebataba como una débil paja. Yo no he

podido hacer ni bien ni mal: fuerzas irresistibles han dirigido la

marcha de nuestros sucesos: atribuírmelos no sería justo, y sería

darme una importancia que no merezco”.19

Bolívar habló de que sólo las personas ingenuas y supersticiosas

pueden pensar que han sido enviadas por la Providencia para salvar

a los pueblos. En palabras suyas, si no hubiera sido él, otro

cualquiera hubiera encabezado la lucha liberadora, colocando en

19 Simón Bolívar. Ob Cit., vol. III, Pág. 675.

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ella el sello de su personalidad. El llegó a una extraordinaria e

importante conclusión: que el hombre, poseyendo

Libre albedrío, concedido a éste por Dios, no es un

instrumento pasivo de cualesquiera fuerzas desconocidas y

fatales. Conceptuó que la fuerza de las circunstancias, las

capacidades, la convicción, la pasión por las ideas lo hicieron

jefe de la revolución liberadora.20

20 Luís Perú de Lacroix. Diario de Bucaramanga. Medellín, 1967, Pág. 9.

BOLÍVAR Y EL SIGLO DE LAS LUCES

Bolívar y el Siglo de las Luces. Bolívar y la ilustración francesa.

Estos problemas tienen gran significado para la comprensión de las

ideas del Libertador. Él mismo dijo que las obras de escritores y

pensadores tales como Voltaire, Helveius, Candillac, D`Alambert,

Montesquieu y muchos otros habían jugado un gran papel en la

formación de su personalidad.21

Pero en verdad el compañero de su

vida fue Juan Jacobo Rousseau. De su “Contrato Social” Bolívar no

se separaba ni en tiempo de campaña; se convirtió en su libro de

cabecera.22

Los trabajos e ideas de la Ilustración fueron utilizados

activamente por Bolívar para la confirmación de los derechos a la

independencia de los pueblos de las colonias hispanoamericanas y

para denunciar las arbitrariedades y atrocidades de los

colonizadores españoles. A este fin sirvieron las reiteradas

referencias de Bolívar los iluministas franceses Reynal y Volney y

al historiador inglés Robertson. No pocas veces se refirió a las

ideas del conocido pensador francés Montesquieu, en especial a su

ensayo “El espíritu de las leyes”, para la reconfirmación de su idea

de que las instituciones de los jóvenes Estados suramericanos

deberían fundamentarse en la historia, tradiciones y costumbres de

los pueblos de estos países. Sin embargo, sería unilateral afirmar,

como suelen hacerlo algunos biógrafos de Bolívar, que él fue algo

así como un latinoamericano afrancesado, volteriano de mentalidad

y de carácter.

Bolívar se formó en gran medida bajo la fuerte y saludable

21 S. Bolívar. Ob. Cit,. Vol. III, Pág. 137. 22 La relación entre Bolívar y Rousseau se salió de los marcos del problema de la

ilustración clásica. Por ello adelante tocaremos este problema en forma más

detallada.

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influencia de tan interesante fenómeno, en esencia

insuficientemente estudiado, como fue la Ilustración

latinoamericana23

. Si los Ilustradores franceses prepararon

espiritual e ideológicamente el clima de la revolución francesa,

con igual razón puede decirse que los iluministas

latinoamericanos desempeñaron un papel sobresaliente en la

preparación de la guerra de independencia de las colonias

hispanoamericanas.

Cuando se hace referencia a los iluministas latinoamericanos,

se rememoran al instante los nombres del ecuatoriano Eugenio

Espejo, de los colombianos Antonio Nariño y Francisco José de

Caldas, de los peruanos Hipólito Unanúe y Juan Pablo Vizcardo

y Guzmán. A los iluministas pertenecieron en su juventud Simón

Rodríguez y Andrés Bello. Muchos rasgos importantes de la

Ilustración europea, con su culto a los conocimientos, a la

ciencia y a la lucha contra la escolástica, fueron igualmente

característicos de los ilustrados latinoamericanos. El entusiasmo

iluminista es evidente en las intervenciones de Bolívar, cuando

afirma, por ejemplo que “La esclavitud es la hija de las tinieblas;

un pueblo ignorante es un instrumento ciego de su propia

destrucción..,”24

.

Sin embargo, tipológicamente el Iluminismo latinoamericano

se diferencia ostensiblemente de la Ilustración clásica, ante todo

23 En su conocido ensayo “Premisas escolásticas de la revolución

hispanoamericana”, el científico americano Carlos Stroetzer afirma que la

Ilustración latinoamericana en esencia no representa otra cosa que una

variante un tanto modernizada del pensamiento escolástico hispánico de la

época del “Siglo de oro” <O. Stroetzer. The scholastic roots of the Spanish

American Revolution, New York, 1979). Ante todo llama a la réplica su

intención de reducir toda la riqueza del pensamiento humanista español a la

escolástica, como la de presentar la Ilustración latinoamericana como algo por

principio diferente de otras corrientes de la época de la Ilustración 24 S. Bolívar. Cli cit. vol. 111 n. MI

de la francesa. El “entendimiento ilustrador” de los enciclopedistas

franceses, quienes en gran medida enjuiciaban el mundo desde

posiciones euro centristas, fue en cierta medida limitado, demasiado

normativo en sus calificaciones y juicios sobre otros pueblos. No

era raro que América Latina fuera examinada por ellos como un

territorio donde habitaban “buenos salvajes”, no corrompidos por la

civilización, lo cual sirvió de base para la creación de diverso

género de utopías iluministas.

Al mismo tiempo, en medio de los ilustrados estaba ampliamente

difundido el punto de vista de que el clima tropical quizás conduce

fatalmente a los pueblos de los países cálidos a la esclavitud, a las

formas tiránicas de gobierno.

Los ilustradores latinoamericanos, quienes en razón del

imperativa categórico moral promovieron la tarea de fundamentar el

derecho de los pueblos del imperio colonial español de disponer de

su destino, naturalmente no podían aceptar semejante punto de

vista.

Los ilustradores latinoamericanos aportaron mucho al estudio de

la naturaleza y el clima de. sus países. Con verdadera pasión

científica Investigaron los rincones más alejados de sus países, la

influencia del clima en la vida de la población, sometida a diversas

condiciones geográficas.

Lejos de guiarse por una simple curiosidad científica, se

orientaron por su elevado patriotismo y convicción de que

precisamente allí, en esos territorios, colombianos, ecuatorianos, pe-

ruanos y habitantes de los demás países deberían construir su vida,

crear su civilización. Nada menos identificado con los ilustradores

que una actitud errática y contemplativa hacia la naturaleza o un

tratamiento utilitarista de la misma.

Con gran inquietud escribieron sobre las enfermedades y terribles

epidemias que se llevaron gran cantidad de vidas y socavaron salud

de sus compatriotas Pero los iluminista llamaron no a lamentarse de

la malevolencia del clima y la naturaleza hacia el hombre sin a

combatir la ignorancia que engendraba la pasividad y apatía de la

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gente. “El conocimiento y la ilustración —expresó con

entrañable convicción Espejo - son capaces de superar cualquier

obstáculo, entre otros la desfavorable actividad del clima sobre el

hombre”25

Según sus Palabras, la ilustración del pueblo, ante todo, pondrá

de manifiesto, desarrollará todo lo mejor del carácter y la

sicología del hombre, determinados por el influjo de las

condiciones climáticas sobre éste. 26

El destacado iluminista peruano Hipólito Unanúe vio en el

desarrollo de la ciencia, en la construcción de hospitales, en la

difusión entre el pueblo de los conocimientos de la medicina, la

Condición más importante para el “resurgimiento del Perú’ y la

salvación de los peruanos de la degeneración.

Los ilustrados latinoamericanos se elevaron hasta la

comprensión de las verdaderas causas de la ignorancia y el atraso

del pueblo. Atribuyeron la culpa a todo el sistema de

explotación colonial. Unanúe polemizó con Montesquieu, quien

afirmaba que los habitantes de climas tropicales, a causa de su

propio carácter, estaban fatalmente condenados a la explotación

de regímenes tiránicos. Refutándolo, Unanúe respondió con toda

la fuerza de su convicción que no era el clima el culpable del

estado de ignorancia y pasividad en el cual se encontraban los

pueblos oprimidos ¡Romped las cadenas de la esclavitud que atan al hombre —dijo Unanúe— y veréis de lo que es capaz!

En concepto del pensador peruano, “El alma de una nación es el

gobierno: ella es grande y gloriosa si éste es ilustrado y activo; y

por el contrario, es infeliz, holgazana y perezosa, si éste carece

25 Eugenio Espejo. Páginas literarias Quito, 1975, p. 35-36. 26 Ibid., p. 47-49,

de luces, equidad y energía”.27

Bolívar, menos que nada, se ocupó de lamentarse en relación a lo

desfavorable del clima para la población suramericana, aunque

sagazmente anotara que las condiciones climáticas y geográficas

ejercían no poco influjo sobre los usos y costumbres de los pueblos

asentados en ellas. Sin embargo, Bolívar añadió con precisión que

la principal causa de su pasividad, de su estado de esclavitud era el•

multisecular dominio colonial.

Según el intimo convencimiento del Libertador, los pueblos

suramericanos, una vez liberados, podrían levantarse a la altura de

la civilización, dar su aporte al movimiento de la humanidad por el

camino del progreso. “Volando por entre las próximas edades, mi

imaginación se fija en los siglos futuros —expresó Bolívar—, y

observando desde allá, con admiración y pasmo, la prosperidad, el

esplendor, la vida que ha recibido esta vasta región, me siento

arrebatado y me parece que ya la veo en el corazón del universo,

extendiéndose sobre sus dilatadas costas, entre esos océanos, que la

naturaleza había separado y que nuestra patria reúne con pro-

longados y anchurosos canales. Ya la veo servir de lazo, de centro,

de emporio a la familia humana: ya la veo enviando a todos los

recintos de la tierra los tesoros que abrigan sus montanas de plata y

de oro: ya la veo distribuyendo por sus divinas plantas la salud y la

vida a los hombres dolientes del antiguo universo: ya la veo

comunicando sus preciosos secretos a los sabios que ignoran cuan

superior es la suma de las luces a la suma de las riquezas que le ha prodigado la naturaleza.

Ya la veo sentada sobre el Trono de la Libertad, empuñando el cetro

de la Justicia, coronada por la Gloria, mostrar al mundo antiguo la

27 Hipólito Unanúe. Obras. Lima, 1974, t. 1, p. 525.

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Page 14: Catedra Bolivariana.pdf

majestad del mundo moderno”,28

Estudiando los trabajos de los ilustrados latinoamericanos,

inevitablemente causa asombro el enfoque profundo, para ese

tiempo, del pasado histórico de sus pueblos, la destreza como se

relacionaba con el presente.

Para reconfirmar su convicción y la profundidad de sus ideas

sobre el futuro glorioso que esperaban sus compatriotas, Unanúe

se remontó al Imperio de los incas, a quienes llamó “antiguos

peruanos”, se refirió con admiración a sus proezas y caracterizó

aquella época como “el período heroico” en la historia del

Perú29

. En semejante invocación del pasado no había un ápice

de nostálgica auto-admiración por los tiempos caídos en el

olvido. Comparando “el periodo heroico” con la situación de los

indios privados de derechos, así como de otros grupos étnicos de

la población de la época colonial, Unanúe intervino

inequívocamente en favor del derecho de los peruanos, quienes

habían pasado por tan gloriosa historia, a una vida más digna.

De la elevada idea humana de que todas las razas y grupos

étnicos del Perú están llamados a contribuir con acciones

conjuntas a la creación de una nueva comunidad de hombres

libres, estuvieron penetradas las intervenciones de otro ilustrador

peruano, Vizcardo y Guzmán. En la gran insurrección de los

indígenas bajo la dirección de Tupac Amaru (1780-81) advirtió

perspicazmente no un motín local de las masas Indígenas

oprimidas sino la aspiración de los peruanos,

independientemente del color de la piel y de la pertenencia

28 S. Bolívar. Ob. cit., Vol. III, p. 696. 29 Hipólito Unanúe. Ob. cit., t. IX, p. 332, 336.

étnica, a liberarse del yugo colonial español.30

Vizcardo formuló estas patrióticas ideas de manera desenvuelta en

su famosa “Carta a los españoles americanos” (1772), la cual por

derecho devino en manifiesto de los revolucionarios

latinoamericanos. La idea básica de esta carta se resumía en un

llamado a la lucha revolucionaria contra el dominio colonial

español de los pueblos de Suramérica, partiendo del derecho de

estos mismos a disponer de su propio destino.31

A través de toda su vida Bolívar guardó un sentimiento de amor y

de respeto hacia los indígenas, por la pureza y sencillez de sus cos-

tumbres. A los indios araucanos los llamó ”fieros republicanos del

Arauco”.32

Es simbólico el hecho de que bautizara con el nombre

del heroico jefe de los araucanos, Caupolicán, a una sociedad

fundada por él más tarde en el Perú y destinada a luchar por la

liberación de las masas indígenas oprimidas.

Como persona ilustrada que era, Simón Bolívar vio en los indios el

importante elemento que surgía en Suramérica de la comunidad

étnico-social. Con entusiasmo se refirió a su cultura y civilización

antiguas. “He llegado ayer al país clásico del sol, de los Incas, de la

fábula y de la historia —escribió Bolívar desde la antigua ciudad

peruana de Cuzco al conocido poeta ecuatoriano José Joaquín

Olmedo, el 27 de junio de 1825—. Aquí el sol verdadero es el oro;

los Incas, son los virreyes o prefectos; la fábula es la historia de

Garcilaso; la historia, la relación de la destrucción de los Indios por

Las Casas. Abstracción hecha de toda poesía, todo me recuerda

altas ideas, pensamientos profundos (...) los monumentos de piedra,

30 Jorge Rosales Aguirre. Tupac Amaru, César Pacheco Vélez. Vizcardo y

Guzmán. Lima, 1964, p. 101. 31 Ibid., p. 120—121. 32 S. Bolívar. Ob. oit., vol. 1, p. 172.

Page 15: Catedra Bolivariana.pdf

las vías grandes y rectas, las costumbres inocentes y la tradición

genuina, nos hacen testigos de una creación social de que no

tenemos ni idea, ni modelo ni copia. El Perú es original en los

fastos de los hombres”.33

En fin, debe anotarse un rasgo igualmente importante de la

Ilustración latinoamericana, básico para la comprensión de las

ideas de Bolívar y de su mundo espiritual. Los ilustrados de

América Latina se aproximaron a la comprensión del problema

de las dos Españas, lo que indiscutiblemente se explica por sus

prolongados y fructíferos lazos con los mejores representantes

del pueblo español en la persona de los célebres exponentes de la

Ilustración. Es conocido que muchos destacados dirigentes de la

Ilustración española (por ejemplo, Jovellanos, Feijoo, Cadalso)

constantemente se refirieron en su actividad creadora a las

tradiciones libertadoras y anti-tiránicas del pueblo español, a las

grandes creaciones humanistas de los escritores del Siglo de Oro.

Asimilando y desarrollando creadoramente estas ideas, ilustrados

latinoamericanos, como Vizcardo y Guzmán, las utilizaron tanto

para la expresión de la solidaridad de los patriotas

latinoamericanos con las tradiciones libertarias del pueblo

español como para la fundamentación de los derechos de las

colonias a la lucha contra el imperio colonial. Bolívar condenó

las atrocidades de los colonizadores españoles pero nunca

identificó al pueblo español con sus gobernantes; a la España

absolutista de la Inquisición y la tiranía contrapuso la España de

tradiciones comuneras, enemiga de la tiranía, la España de los

grandes humanistas e iluministas, tales como Las Casas. La

cultura española, en lo mejor de sus manifestaciones humanistas,

ingresó como parte orgánica del mundo espiritual de Bolívar.

Con frecuencia, para el enriquecimiento de una idea, de una

argumentación convincente, en sus cartas y discursos hizo

33 S. Bolívar. Ob. cit., vol. II, p. 154.

referencias a la historia española, a su literatura, en particular a la

inmortal creación de Cervantes, “Don Quijote”, y a “El Cid”, héroes

ambos de la épica española.

Bolívar se hermana con los ilustrados latinoamericanos no sólo

por los lazos de tradiciones históricas e ideológicas. Cuando

comenzó la revolución liberadora, algunos de aquellos que no

murieron en el destierro o se consumieron en las cárceles entregaron

sus conocimientos y ‘su tuerza a la causa de la liberación.

Hipólito Unanúe se hizo cercano compañero de lucha de Bolívar

por la causa de la independencia del Perú, y fue uno de los

fundadores del Estado peruano independiente. Antonio Nariño se

ubicó en las fuentes de la creación de la Colombia independiente y

la gaceta editada por él, “La Bagatela”, como si fuera una cam-

panada de arrebato, levantó a los patriotas a la lucha. Caldas

introdujo un valioso aporte a la creación del ejército revolucionario

de Colombia y fue tomado prisionero y ejecutado por orden de un

tribunal militar español de campo. Simón Rodríguez regresó a

Suramérica después de una prolongada estancia en Europa y

apoyándose en el respaldo de Bolívar abordó la creación del sistema

de educación popular general, para formar, según sus palabras, una

nueva generación, capaz do determinar el destino de los jóvenes

Estados latinoamericanos. En tanto, encontrándose en el lejano

Londres, Andrés Bello crea sus magnificas obras poéticas, que

glorifican a Suramérica, polemiza con aquellos que niegan el

derecho de los pueblos hispánicos a la libertad e independencia,

ejecuta misiones diplomáticas patrióticas en defensa de los intereses

de los Estados latinoamericanos recién erigidos.

En los años de lucha por la liberación las magnánimas Ideas del

iluminismo ejercieron influjo en la actividad reformadora del

Libertador. Sin embargo, ellas no podían convertirse por entero en

el factor espiritual determinante de su actividad. Los mismos

Page 16: Catedra Bolivariana.pdf

imperativos de la guerra liberadora lo habrían de forzar a razonar

con categorías revolucionarias y radicales, a seguir por caminos

desconocidos, que el pensamiento “ilustrado” no podía imaginar.

Cuando se leen las cartas, llamamientos y proclamas de

Bolívar, surge involuntariamente un paralelo entre la gran

revolución francesa, con su etapa jacobina,” y las campañas

libertadoras de los ejércitos suramericanos, que llevaron la

libertad en sus bayonetas. Como comandante y jefe del ejército

revolucionario, Bolívar en verdad razonaba con categorías

universales. Su concepción de la guerra se distinguió por un pro-

fundo dinamismo y un carácter revolucionario. Su esfuerzo se

dirigió a ligar estrecha e inseparablemente la lucha por la

independencia de los pueblos de Suramérica con la lucha contra

la reacción y la tiranía en todo el mundo. “La Santa Alianza —

escribió Bolívar— sostiene tronos y reyes; nosotros, pues,

apoyamos pueblos y repúblicas”. A esta lucha él la denominó

batalla entre los tronos y la libertad,

En el mismo ardor de la guerra de independencia Bolívar

proclamó una consigna sorprendente por su sagacidad política:

“Paz a la nación española, y guerra de exterminio a su gobierno

actual”.34

Bolívar saludó ardientemente a la revolución española

conducida por del Riego (1820-1823), y vio en ella la garantía

del desarrollo de las relaciones entré España y los jóvenes

Estados suramericanos según los principios de amistad y

confraternidad. Aspiraba a unir los esfuerzos de las filas

patrióticas de Suramérica y España en la lucha coman contra el

despotismo.

Los revolucionarios decembristas rusos y Bolívar: qué tema

tan interesante para el estudio del parentesco tipológico entre el

34 S. Bolívar, Ob. cit., Vol. 1, p. 292.

pensamiento social avanzado de Rusia y el de Suramérica! Es

sabido con cuánta atención siguieron los decembristas la lucha

independentista de los patriotas latinoamericanos, intentando

extraer de su experiencia las necesarias lecciones de estrategia y

táctica de la guerra revolucionaria. El nombre de Bolívar despertó

un enorme sentimiento de respeto y simpatía entre los repre-

sentantes de la opinión pública avanzada de Rusia.

Al igual que los decembristas, Bolívar se refirió con odio a la

autocracia rusa, viendo en ella uno de los baluartes de la reacción en

Europa. Y cuando recibió la noticia de la derrota de la insurrección

en la plaza del senado, el 14 de diciembre de 1825, no disponiendo

aun de todos los detalles en relación con los verdaderos motivos de

la intervención de los decembristas, escribió que la derrota del

levantamiento de una parte del ejército en Petersburgo significaba

un triunfo de la autocracia, la llegada al poder de un nuevo déspota,

Nicolás I.35

Cuando comparamos numerosas opiniones de Bolívar, digamos,

con las de Pestel, representante del ala más radical del movimiento

decembrista, no es posible ignorar la cercanía de sus ideas, por

ejemplo, en la cuestión de las transformaciones agrarias (ambos

reflexionaron incansablemente sobre las vías y medios de prevenir

la pérdida por los campesinos de la tierra que podrían recibir

mediante la realización de una reforma agraria), o en relación con el

establecimiento de una dictadura revolucionaria provisional

destinada a adelantar reformas anti-oligárquicas en interés del

pueblo.

Sobre temas semejantes hablaremos en una lección especial,

dedicada a las apreciaciones que sobre la guerra de independencia y

la personalidad de Bolívar aparecieron en Rusia.

35 S. Bolívar, Ob. cit., Vol. II, p. 364.

Page 17: Catedra Bolivariana.pdf

LIBERTAD E IGUALDAD EN LA

HERENCIA IDEOLÓGICA BOLIVARIANA

Combatiendo por la transformación de los nacientes Estados

latinoamericanos en baluartes de la libertad en el mundo, Simón

Bolívar Intervino resueltamente contra las formas monárquicas

de gobierno. “Están creyendo algunos que es muy fácil ponerse

una corona y que todos la adoren; y yo creo que el tiempo de las

monarquías fue —escribió—, y que, hasta que la corrupción de

los hombres no llegue a ahogar el amor a la libertad, los tronos

no volverán a ser de moda en la opinión”.36

De ahí la resuelta resistencia de Bolívar a los intentos de

imponerle el papel de César o Napoleón latinoamericano, “Yo no

soy Napoleón ni quiero serlo; tampoco quiero imitar a César;

‘aun menos a Iturbide (...) El titulo de Libertador es superior a

todos los que ha recibido el orgullo humano. Por tanto, es

imposible degradarlo”.37

Argumenté su animadversión por la monarquía diciendo que

sus instituciones conducirían al surgimiento de una nueva

aristocracia, privarían a las masas populares de los derechos

conquistados por ellas y, lo más importante, profundizarían la

desigualdad en la sociedad, reafirmando el dominio de la minoría

privilegiada. Y estampó estas palabras: “Los príncipes flamantes

que se obcequen hasta construir tronos encima de los escombros

de la libertad,- erigirán túmulos a sus cenizas, que digan a los

siglos futuros cómo prefirieron su fatua ambición a la libertad y a

la gloria”.38

Por ello, sin vacilaciones, reconoció el derecho de los pueblos

36 S. Bolívar. Ob. cit., Vol. 1, p. 688-689 37 Ibid., vol. II, p. 322. 38 Ibid., vol. III, p. 766.

a la insurrección contra la amenaza de la contrarrevolución

monárquica.39

Bolívar fue un republicano convencido. Pero la esencia de su

republicanismo no se puede comprender sin dilucidar el contenido

filosófico-social de las concepciones bolivarianas. Indiscu-

tiblemente, ellas se formaron en gran parte bajo la benéfica

influencia de las Ideas de Juan Jacobo Rousseau.

Rousseau vivió en el Siglo de las Luces y fue un convencido

defensor de los intereses de los oprimidos. En su famoso ensayo

“Sobre el contrato social o principios del derecho político”, dio una

interpretación democrática de la sociedad, basada en los principios

de asociación. Formulando sus tesis Rousseau escribió: “Cada uno

de nosotros transmite bienes como patrimonio general y coloca su

personalidad y todas sus fuerzas bajo la dirección suprema de la

voluntad general, y, como resultado, para todos nosotros juntos cada

miembro se transforma en una indivisible e inseparable parte de la

totalidad”40

. La esencia profundamente democrática de las ideas

russonianas se manifestó en que comprendió el auténtico sentido de

la asociación en la unión de las personas, donde armónicamente se

combinarían los Intereses de los individuos y de la sociedad,

mientras que la verdadera libertad se resumiría en la capacidad del

sujeto de someter sus intereses al bien común. En esto, según la

profunda convicción del filósofo europeo, consiste la idea de la

“libertad social superior”.

Continuando y profundizando, en nuevas condiciones, la crítica

de la sociedad por Rousseau, basada en la desigualdad social de las

personas, los representantes del socialismo utópico plantearon la

39 Ibid., vol. II, p. 310, 324. 40 J.J. Rousseau. Tratados. Moscú, 1969 p. 29 y 167 (ed. en ruso).

Page 18: Catedra Bolivariana.pdf

idea de la asociación, contraponiéndola al materialismo

rampante, a la indiferencia y codicia de la sociedad egoísta e

individualista.

Es evidente la influencia de las ideas de Rousseau en Simón

Bolívar. A ellas acudió al fundamentar sus concepciones sobre la

formación estatal de los jóvenes Estados latinoamericanos,

basados en los principios de la asociación, y al buscar caminos y

medios para el logro de la felicidad y la igualdad generales.

A pesar de eso, en nuestra opinión, seria incorrecto ver en

Bolívar simple y llanamente a un russoniano latinoamericano,

cual eco repetidor de las ideas de su maestro. Tal punto de vista,

en parte, ha sido formulado por el científico francés Julio

Mancini. Para este último, Simón Rodríguez se encontraba bajo

tan fuerte influencia de Rousseau, que por su proceder e ideas

fue durante toda su vida algo así como su reproducción

caricaturesca.41

Y sobre Bolívar Mancini llegó a escribir que no

era raro que sus intervenciones recordaran la traducción literal de

las obras de Rousseau.42

De este punto de vista no se aparta mucho la concepción del

escritor colombiano Germán Arciniegas, quien escribe: “Bolívar

es un personaje que sale de las páginas de Rousseau”.43

Con tales afirmaciones no es posible estar de acuerdo, no

solamente porque en semejante tipo de interpretaciones se

presenta a Bolívar como a un hombre privado de originales y

personales concepciones y convicciones, En nuestra opinión, tal

tipo de enfoque no da la posibilidad de comprender profunda y

41 J. Mancini. Bolívar y la emancipación de las colonias españolas, desde los

orígenes hasta 1815. Bogotá, 1944, t. 1, p. 124. 42 Ibíd., p, 160. 43 Germán Arciniegas. El continente de los siete colores. Buenos Aires, 1965,

p. 321.

multilateralmente las causas que impulsaron a Bolívar a dirigirse

con tal perseverancia y empeño a las ideas del gran ginebrino.

Arciniegas ve esencialmente la influencia de Rousseau en la

formación de las concepciones de los representantes de las distintas

corrientes, que se ubican en las fuentes de la guerra de

independencia, incluso allí donde por esencia el asunto se refiere a

comentarios de la teoría del contrato social con espíritu hostil al

mismo. Pero Simón Bolívar, como ya veremos detalladamente

adelante, rechazó semejante tipo de interpretaciones.

Tampoco podemos estar de acuerdo con la afirmación del

historiador venezolano Augusto Mijares, quien sostiene que si bien

al Libertador le atraían intelectualmente las ideas de Montesquieu,

Rousseau le era cercano en la esfera de los sentimientos.44

En este

caso las mismas ideas de Rousseau se interpretan con espíritu

russoniano, como una particular percepción naturalista del mundo

que contrapone el hombre “natural” al hombre “social”. Pero no fue

a tan recortado y amorfo Rousseau —quien se estaba

transformando, por así decirlo, en su propio epígono— a quien se

refirió Bolívar. Para él fueron cercanas las concepciones

democrático-revolucionarias de Rousseau, su búsqueda de la so-

ciedad fundada en los principios de la asociación.

En el prefacio a las obras escogidas de Simón Rodríguez, el

investigador venezolano Dardo Cupeo plantea que para éste

Rousseau fue valioso por sobre todo como “crítico inquisidor del

origen de las desigualdades entre los hombres” y legislador del

“contrato social”45

. Actúa con fundamento contra la simplificación

al explicar las causas del influjo dc las ideas russonianas en el

pensamiento social y pedagógico de Latinoamérica:

“Se compuso caricatura: la de un niño criollo, Simón Bolívar,

44 Augusto Mijares. El Libertador. Caracas> 1967, p. 103. 45 Simón Rodríguez. Inventamos o erramos. Caracas, 1980, p. 31.

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llevado de la mano de su preceptor criollo, Simón Rodríguez,

mientras éste llevaba en la otra el “Emilio” del ginebrino, del que

tomaba orientación para conducir paso a paso, puntualmente, a

aquel niño de avisada predestinación”.46

Indiscutiblemente, en el criterio pedagógico de Rodrigues

ejercieron influjo las ideas de Rousseau. Sin embargo, ellas

fueron reelaboradas creadoramente por el genial pedagogo

latinoamericano, integrándolas orgánicamente en una concepción

original e independiente de la educación del hombre nuevo en las

nacientes repúblicas latinoamericanas.

Con justa razón se puede atribuir a Bolívar lo dicho atrás. Pero

precisamente esta circunstancia comprueba que no se trata de

cualesquiera aspiraciones de Bolívar de transferir mecánica-

mente las ideas de Rousseau a las condiciones históricas de

Suramérica, por sobre todo distintas, sino que evidencia las

intenciones de avanzar por el sendero social reformador,

superando muchos estereotipos y dogmas, entre ellos las

ilusiones ilustradoras. No hay nada de asombroso en que

Rousseau, quien tan sagaz y apasionadamente criticara estas

ilusiones desde posiciones democrático-revolucionarias,

estuviera cercano a Bolívar y a muchos otros revolucionarios

latinoamericanos.

Se me ocurre que para una comprensión más profunda del

problema “Rousseau y Bolívar”, y en un plano más general

“Rousseau y el pensamiento social de Latinoamérica”, no es

infructuoso remitirnos a las palabras de José Martí: “Ni de

Rousseau ni de Washington viene nuestra América, sino de sí

misma”.47

46 Ibíd. p. 30-31. 47 José Martí. Nuestra América. La Habana, 1974, ~ 210.

Como subrayando que no se trataba de algún aislacionismo

espiritual o cultural, Martí anotó con toda precisión: “Injértese en

nuestras repúblicas el mundo; pero el tronco ha de ser el de nuestras

repúblicas”.48

Me corresponderá dirigirme más de una vez a estas ideas de Martí

en el análisis dc la evolución de las posiciones de Bolívar en

relación con la doctrina democrático-revolucionaria de Rousseau.

Según su opinión, en dos intervenciones de Bolívar se concentraron

acaso sus incansables búsquedas de la mejor formación social para

los jóvenes Estados hispanoamericanos. En ellas fueron formuladas

con la mayor claridad las ideas de Bolívar en torno a la igualdad y

la libertad. Me refiero al discurso de apertura del congreso de

Angostura (15.II.1819), el cual sentó las bases de la República de

Colombia, y a la misiva de Bolívar al congreso constituyente de

Bolivia (25.V.1826).

Difícil transmitir —y resulta aquí innecesario— el contenido del

discurso del congreso de Angostura con toda la riqueza de las ideas

expuestas en él, por la original y paradójica manera del

razonamiento, los inesperados giros de las ideas, las

interesantísimas contraposiciones de las épocas más diversas de la

historia mundial. En el caso merece, a nuestro parecer, dar respuesta

solamente a una pregunta: ¿Con qué objetivo pronunció Bolívar su

famoso discurso? La respuesta a este interrogante es

extraordinariamente importante, por cuanto se dieron y se dan las

más diversas versiones. Arrancando del contexto general del

mensaje de Bolívar situaciones e ideas por separado, algunos de sus

biógrafos aseguran que todas las concepciones de Bolívar están

penetradas de un espíritu de reverencia ante el orden estatal inglés;

en otras palabras, de preferencia por lo inglés, o anglofilia.

48 Ibid., p. 24.

Page 20: Catedra Bolivariana.pdf

Otros ven en el discurso la exposición del credo de un

partidario del federalismo norteamericano, que se lamentaba de

que aun no habían madurado las condiciones para que estas “for-

mas ideales” de gobierno echaran raíz en el suelo suramericano.

En tanto, citando el discurso en Angostura, Laureano

Vallenilla Lanz, ideólogo del régimen dictatorial de Gómez en

Venezuela, intenté presentar a Bolívar como fundador de la

cacareada doctrina del “gendarme necesario”, cuyos partidarios

justificaron la inevitabilidad “fatal” de las formas dictatoriales de

gobierno ante la necesidad de neutralizar la influencia de “instin-

tos destructores” en la sicología y la conducta de las masas

populares. En la obra “El cesarismo democrático” (1919),

Vallenilla Lanz, usando este “evangelio de los regímenes

dictatoriales”, dedujo incluso una particular “ley bolivariana”

sociológica acerca de la supuesta inevitabilidad de las dictaduras

prácticamente en todos los países de América Latina.49

El Libertador intervino en favor de la creación de gobiernos

estables y con autoridad, pero esto estaba lejos de constituir un

objetivo en si. Bolívar también había planteado reiteradamente, y

entre otros en el discurso de Angostura, la necesidad de tomar en

cuenta en lo posible los factores históricos, étnicos y demás en la

elaboración de las constituciones de los Estados suramericanos.

“Es imposible asignar con propiedad, a qué familia humana

pertenecemos —dijo Bolívar en Angostura—. La mayor parte

del indígena se ha aniquilado, el Europeo se ha mezclado con el

Americano y con el Africano, y éste se ha mezclado con el indio

y con el Europeo. Nacidos todos del seno de una misma Madre,

nuestros Padres, diferentes en origen y en sangre, son

extranjeros, y todos difieren visiblemente en la epidermis; esta

49 L, Vallenilla Lanz. Cesarismo democrático. Estudio sobre las bases

sociopolíticas de la constitución efectiva de Venezuela. Caracas, 1952, p. 151.

desemejanza trae un reato de la mayor trascendencia”.50

Pese a lo

que hubiese hablado Bolívar, todos sus argumentos y

razonamientos, por abstractos y filosóficos que parecieren, eran

atraídos como por un imán hacia el problema de la igualdad. En ella

el Libertador vio una especie de palanca de Arquímedes con ayuda

de la cual esperaba transformar de manera radical el Nuevo Mundo.

“Necesitamos de la igualdad —manifestó— para refundir,

digámoslo así, en un todo, la especie de los hombres, las opiniones

políticas y las costumbres públicas”.51

En la concepción de la

igualdad bolivariana fue depositado un profundo contenido,

constantemente enriquecido por nuevas Ideas y tonalidades. En la

conquista de la independencia política para los pueblos de Sur-

América él captó el medio de alcanzar la igualdad de derechos en la

arena internacional. En el sostenimiento de los principios

republicanos en lucha contra los intentos de implantar instituciones

monárquicas, Bolívar encontró la garantía de que las fuerzas de la

contrarrevolución no alcanzaran a revivir los regímenes jerárquicos

y aristocráticos de privilegios y de pomposos títulos cortesanos,

eliminando la igualdad ciudadana. Sin embargo, el Libertador con-

sideró como forma superior de la igualdad la igualdad social, sin la

cual, según su entrañable convicción, no podría existir la sociedad

justa. -En el planteamiento de este tema se exteriorizaron con

particular evidencia la orientación democrático-revolucionaria de

las concepciones de Bolívar, la diferenciación principal de éstas res-

pecto de las opiniones de los representantes de las capas criollas

privilegiadas, y la coincidencia de sus concepciones con las de

Rousseau.

50 S. Bolívar. Ob. cit., vol. III, p. 682. 51 Ibíd., p. 683.

Page 21: Catedra Bolivariana.pdf

Siguiendo a este último, reconoció solamente una desigualdad:

aquella que, según sus palabras, se explica por la desigualdad

física y moral: “La naturaleza hace a los hombres desiguales, en

genio, temperamento, fuerzas y caracteres”.52

Y en la misma

ocasión agregó con toda exactitud: “Las leyes corrigen esta

diferencia porque colocan al individuo en la sociedad para que la

educación, la industria, las artes, los servicios, las virtudes, le

den una igualdad ficticia, propiamente llamada política y social.

Es una inspiración eminentemente benéfica, la reunión de todas

las clases en un estado, en que la diversidad se multiplicaba en

razón de la propagación de la especie”.53

Basándose en tal comprensión de la igualdad, Bolívar abogó

por la inmediata y total liberación de los esclavos. Dirigiéndose a

los delegados del congreso proclamó: “Yo pongo a vuestra

elevadísima consideración la cuestión sobre la revisión o

derogación de todos mis estatutos y decretos, pero yo imploro

sobre la confirmación de la absoluta libertad de los esclavos,

como imploraría por la conservación de mi vida y la vida de la

república”.54

La idea de implantar la igualdad social en los Estados, el

resuelto rechazo de Bolívar a la desigualdad social, todo esto fue

inaceptable para quienes vieron en la propiedad el principal

criterio de la sociedad, negando a la masa de desposeídos el

derecho real a la igualdad. Así, Francisco Javier Janes,

venezolano de nacimiento, irreconciliable enemigo ideológico y

político del Libertador y partidario iracundo de las ideas de los

maestros del liberalismo europeo y del federalismo

norteamericano, defendió celosamente el punto de vista sobre la

inevitabilidad de la división de la sociedad en pobres y ricos,

52 Ibid., vol. III, p. 682. 53 Ibid. 54 Ibid., vol. III, p. 691.

apoyándose para ello en las insuperables diferencias entre las

personas. Como los liberales europeos, defendió la idea de la

“libertad absoluta” en la sociedad, proclamando como objetivo

principal del Estado su obligación de conceder completa libertad a

las aspiraciones del individuo, eliminando todos los obstáculos que

frenan su iniciativa.55

Polemizando abiertamente con las concepciones de Rousseau,

Francisco Janes escribió: “La Igualdad cede el puesto de primacía a

los principios de la propiedad, cuando ellos chocan entre sí y se

excluyen mutuamente, ya que la propiedad se presenta como un

elevado derecho sagrado entre todos los -derechos del hombre, sin

el cual no puede existir la sociedad humana”.56

Contra semejante género de opiniones estaba dirigido todo el

pathos de la intervención de Bolívar en Angostura. Bolívar fue un

partidario convencido dc la igualdad social, pero de ninguna manera

entendida como un ordinario igualitarismo nivelador. Sus tesis no

negaban el derecho a la propiedad, pero invariablemente colocaban

en primer lugar el logro de la igualdad social, lo cual imprimía

dinamismo a sus criterios y profundizaba la orientación social refor-

madora de sus aspiraciones. En este sentido, su aguda critica de la

“libertad absoluta” en la sociedad adquirió una forma más clara y

expresiva del enfoque clásico de este problema. “No aspiremos a lo

imposible, no sea que por elevarnos sobre la región de la Libertad

descendamos a la región de la tiranía —conceptuó—. De la

Libertad absoluta —añadió— se desciende siempre al Poder

absoluto, y el medio entre estos dos términos es la Suprema

Libertad social.

teorías abstractas son las que producen la perniciosa idea de una

55 Francisco Javier Janes. Manual política del venezolano. Caracas. 1961, p. 148. 56 Ibid., p. 147.

Page 22: Catedra Bolivariana.pdf

Libertad ilimitada”57

.

Bolívar intentó frenar y limitar esta “libertad” con ayuda de

un Estado fuerte e ilustrado basado en los principios de la

asociación. Concibió su encarnación en una formación social

que se compondría no de individuos atomizados, partidarios

del culto a la “libertad absoluta”, sIno de personas

compenetradas de elevados y patrióticos ideales, que

construyen sus relaciones con base en nobles principios

morales. A tal régimen social, antiburgués en esencia, debería

corresponder un Estado original por sus objetivos y estructura.

Por su pathos reformador, el proyecto de tal Estado, expuesto

por el Libertador en Angostura, se diferenciaba radicalmente

del “modelo” liberal del Estado ilustrador, construido, ya en

los principios de la división de poderes de Montesquieu, ya en

los principios del federalismo norteamericano.

“Moral y luces son los polos de una República, moral y luces

son nuestras primeras necesidades”.58

Estas palabras de

Bolívar son claves para la comprensión del “modelo” de

Estado propuesto por él en Angostura. Él promovió la idea de

crearlas para entonces particulares instituciones de “poder

moral, complementarias de los tres poderes clásicos” y que

debían constar de dos cámaras: “Una Cámara para las

cuestiones de la moral” y “una Cámara para las cuestiones de

la educación pública”.

La primera dispondría de poderes amplios y extraordinarios.

En su competencia se incluía un control que abarcaba tanto las

actividades del poder ejecutivo como las del legislativo. Si esta

cámara llegase a la conclusión de que estos poderes habían

violado principios éticos y morales de la república, entonces

tenía el derecho de exigir su sustitución. En otras palabras, en la misma iniciativa de creación de tal

57 S. Bolívar. Ob. cit., vol. III. p. 691. 58 Ibid., p. 692.

cámara fue expuesta la idea tan valiosa para Bolívar de la

prevalescencia del bien común sobre los intereses particulares e

individuales. El principal objetivo de esta cámara consistió en

asegurarle derechos al pueblo para que como soberano supremo

pudiera impedir que se reemplazara su voluntad por las

imposiciones de una minoría.

Una idea no menos profunda y novedosa fue expuesta en la

propuesta bolivariana de crear una “Cámara para las cuestiones de

la educación pública”. Entre sus obligaciones entraba el cuidado por

la educación física, intelectual y moral de los niños, hasta que

hubieran alcanzado doce años de edad. En esencia Bolívar intervino

en la introducción de la educación popular general obligatoria, y

según su pensamiento la cámara debería velar por la educación de la

juventud “en el espíritu de comprensión de los derechos y

obligaciones del hombre y el ciudadano”.59

Defendiendo la idea del “poder moral” dijo Bolívar refiriéndose a

los diputados del congreso: “Una institución semejante, por más que

parezca quimérica, es infinitamente más realizable que otras que

algunos Legisladores antiguos y modernos han establecido con

59 Lorenzo Lozuriaga. Origen de las ideas educativas de Bolívar y Simón

Rodríguez. Caracas, SA. p. 11-12. Hay que -anotar que quizás el punto crucial de

la actividad reformadora de Bolívar en la esfera de la educación fue su famoso decreto (fines de 1825) sobre la designación de Simón Rodríguez como director

general para asuntos de la educación popular en el Estado de Bolivia,

recientemente creado. En la primera parte de este auténtico documento histórico

están formuladas las principales ideas de Bolívar sobre las cuestiones de la

educación pública:

1) La primerisima obligación del Estado es la de otorgar al pueblo educación; 2)

La educación para el pueblo debe ser general y única; 8) Las instituciones en

las citadas esferas deben estar conformes con las leyes y actividades de la nación;

4) La salud espiritual de la república depende de las cualidades morales que sus

ciudadanos adquieren desde la Infancia.

Page 23: Catedra Bolivariana.pdf

menos utilidad del género humano”60

.

Hablando propiamente de aquella esfera estatal, donde

parecería que indivisiblemente domina el principio de la división

clásica de poderes, hay que señalar que Bolívar intentó introducir

en ella el espíritu de sus “instituciones morales”. Al llegar a este

punto es necesario evaluar la idea bolivariana sobre la creación

del Senado hereditario y el cargo de presidente vitalicio.

A primera vista puede parecer que Bolívar intentó crear una

variante latinoamericana de la cámara de los lores. Realmente,

en más de una ocasión se refirió a las instituciones estatales

inglesas y llamó a estudiar el mecanismo de su funcionamiento.

Sin embargo, ante todo, ellas le interesaron desde el punto de

vista de la aclaración de las causas de su estabilidad y del papel

de las tradiciones históricas. Así, en varías ocasiones se refirió

con toda exactitud a que para Latinoamérica eran inadmisibles

las instituciones de la Gran Bretaña, basadas en los aristocráticos

principios de la nobleza y la riqueza. En este plano el senado

hereditario principalmente se distinguía de la cámara de los

lores. Los senadores, según la idea de Bolívar, no serian

representantes de una noble y rica aristocracia de nacimiento

sino héroes de la guerra de independencia glorificados por sus

elevadas costumbres, calidades morales y patriotismo.

Precisamente los senadores deberían transmitir de generación en

generación las heroicas tradiciones de la revolución liberadora,

permitiendo la unidad del pueblo con base en ellas.

En Angostura Bolívar determinó su posición en relación con

las instituciones estatales de los Estados Unidos de

Norteamérica.

60 S, Bolívar. Ob. cit., vol. III. p. 692.

Según sus palabras, los pueblos suramericanos deberían orien-

tarse no por el código de Washington sino por sus propias leyes, las

cuales habrían de corresponder a sus condiciones de vida,

costumbres y tradiciones históricas.61

El principal argumento del

Libertador en Angostura consistió en que el principio del

federalismo era inadmisible para las naciones del sur del continente,

las cuales -solamente bajo el amparo de un fuerte poder centralista

podrían llevar hasta el final victorioso la guerra de independencia.

Pero así mismo él llegó paulatinamente a conclusiones y ge-

neralizaciones más profundas, relacionando su actitud negativa

hacia el federalismo con su criterio de crear el Estado con base en

los principios de la asociación.

Los debates en el congreso de Angostura demostraron la falta de

apoyo a las proposiciones de Bolívar por parte de la aplastante

mayoría de los diputados. Sus ideas parecieron a algunos demasiado

“quiméricas”, y para otros, educados en los principios del

“liberalismo clásico”, resultó inaceptable esta intervención tan

amplia y directriz del Estado en la vida de la sociedad. Ciertos

diputados intervinieron a fin de que los pueblos de Suramérica se

guiaran cada vez más por las instituciones estatales de la república

norteamericana.

Bolívar encontró resistencia a sus planes de completa liberación de

los esclavos. A sus proposiciones les fue emasculado el contenido

revolucionario, y las condiciones para la liberación de los esclavos

quedaron con tan numerosas cláusulas que en la práctica ella se

redujo a un no. Este mismo destino tuvo la “ley sobre distribución

de bienes nacionales” (10.X.1817). Fue un intento de realizar un

tipo de reforma agraria, por cuanto el objetivo básico de la ley

consistía en transmitir las tierras confiscadas a los enemigos de la

revolución, así como las tierras estatales, a los soldados del ejército

libertador.

61 Ibid., p. 680.

Page 24: Catedra Bolivariana.pdf

Los diputados del congreso de Angostura introdujeron en la ley

tales enmiendas, que prácticamente la invalidaron. El derecho a

la adquisición de tierra lo obtuvieron altos dignatarios y, lo más

importante, se emitieron vales especiales cuyos portadores

podrían adquirir tierras en libre compraventa. Las consecuencias

de estas enmiendas fueron catastróficas para las masas de

soldados. Privados de medios de existencia, se vieron obligados

a vender los vales a precios irrisorios, facilitando así su compra

por los especuladores de tierras, personas todas ellas re-

lacionadas con la alta burocracia.

Muy poco de común tuvo con los planes institucionales de

Bolívar la Constitución elaborada en 1821 en la ciudad

colombiana de Cúcuta, la cual devino en ley principal de la

República de Colombia (Gran Colombia).

En esta constitución no - había ni una palabra sobre los

organismos del “poder moral”. La principal atención de los

legisladores se concentró en la elaboración de los principios de la

división clásica de poderes en el espíritu liberal ortodoxo.

Esencialmente, fueron limitadas las prerrogativas del presidente,

aunque sus derechos no se redujeron al mínimo que pretendían

los más ardientes partidarios del federalismo. En el texto de la

Constitución aparecían no pocas palabras sobre los derechos del

hombre. Pero ellas, cuando menos, tenían un carácter formal, si

se considera que los legisladores cucuteños no fueron hasta la

abolición real de la esclavitud, no garantizaron a los indígenas

sus derechos a la tierra y, de hecho, sancionaron enmiendas a la

ley sobre distribución de bienes nacionales introducidas por los

diputados del Congreso de Angostura, con lo cual se la privó de

su carácter progresista.

El conservadurismo de la aplastante mayoría de los

legisladores cucuteños en relación con los objetivos sociales fue

evidente.

Por eso es explicable el hecho de que, a medida que se evi-

denciaba más claramente el sentido social de la Constitución de

Cúcuta, las masas oprimidas y con ellas el ejército revolucionario,

que en gran parte reflejaba sus intereses, actuaran más re-

sueltamente en contra de aquélla, apoyando la lucha de Bolívar por

la profundización del contenido social de la guerra de

independencia.

Precisamente esta lucha es un factor resolutorio que da la clave

para la comprensión del contenido de aquel proyecto de

Constitución con el cual Bolívar se dirigió al congreso constituyente

de Bolivia. Tras esto quedaban años de Intensas reflexiones y

meditaciones y también de lucha revolucionaria, en el curso de la

cual a Bolívar le tocó enfrentarse a problemas que estaban

exigiendo soluciones completamente nuevas y originales.

Asombra la multilateral actividad del líder caraqueño en la esfera

de la educación popular, que no suspendió ni en el mismo fragor de

las campañas militares. Fundó escuelas y emitió importantes

decretos sobre cuestiones de instrucción popular, que hasta hoy

asombran por su profundidad y clarividencia. A su iniciativa se

debió la erección de diferentes tipos de escuelas profesionales e

instituciones de enseñanza medía. Ideó la creación de un valioso

sistema de educación femenina y prestó gran atención al desarrollo

de la educación universitaria y a la modernización de los programas

universitarios y los métodos de estudio. Por su requerimiento se

democratizaron las condiciones de ingreso a la universidad de

Caracas y se derogaron medidas discriminatorias por

consideraciones sociales, religiosas y de raza, en particular la

exigencia de la “pureza de sangre”.

En el pensamiento de Bolívar, la universidad debería preparar no

a estrechos especialistas profesionales, sino a gente

multilateralmente educada.

Page 25: Catedra Bolivariana.pdf

Los estudiantes de las facultades de medicina, aparte de las

materias especiales, deberían cursar obligatoriamente las lenguas

francesa e inglesa, géneros literarios y ciencias físicas. Bolívar se

esforzó para que la universidad fuera el centro de estudios de la

realidad nacional, de los problemas esenciales y concretos de los

jóvenes Estados suramericanos. El decreto bolivariano sobre la

creación de la universidad en la ciudad de Quito consideraba,

además del estudio de las más importantes lenguas europeas, la

enseñanza del idioma indígena quechua.62

La actividad reformadora de Bolívar en la esfera de la

educación se basó en una meditada concepción orientada hacia la

creación de un Estado avanzado e ilustrado, el cual realizaría una

política dirigida a educar a sus ciudadanos en el espíritu de una

moral elevada y de ideales patrióticos.

Las cuestiones de la educación e ilustración -de las masas: he

aquí una importantísima parte integrante de los planes de Bolívar

para la creación de un Estado basado en los principios de

asociación. “... Las Naciones marchan hacia el término de su

grandeza con el mismo paso con que camina la educación. Ellas

vuelan, si ésta vuela, retrogradan, si retrograda, se precipitan y

hunden en la oscuridad, si se corrompe o absolutamente se

abandona”,63

escribió.

Como ya se ha dicho, a finales de 1825 Bolívar emitió el

decreto sobre la designación de Simón Rodríguez como director

general para asuntos de la educación popular en el recientemente

creado Estado de Bolivia.

Y no es casual que el momento culminante de la actividad

62 J. L, Salcedo Bastardo. Historia fundamental de Venezuela, p. 371. 63 S. Bolívar, Ob. Cit., Vol. III, p. 338.

pedagógica reformadora de Rodríguez hubiese sido la creación, en

la ciudad boliviana de Chuquisaca, de una escuela experimental

basada en los principios de la educación laboral. En ella estudiaron

y trabajaron, adquirieron, conocimientos y profesión centenares de

jóvenes y muchachas, blancos, indios y mestizos procedentes de

familias pobres. Rodríguez se esforzó por educar personas de nuevo

–tipo, no solamente útiles a la sociedad, sino además unidas por

ideales sociales comunes. Rodríguez se planteó la tarea de crear un

sistema de educación completamente nuevo, que no se limitaría

sencillamente a la instrucción de los alumnos sino que también

prepararía gente para la sociedad, basándose en los principios de la

asociación. De ahí las famosas palabras de Rodríguez, penetradas

de fe en que en la tierra libre viviría el hombre libre: “colonizar el

país con sus propios habitantes”.64

Tenía que colonizarlo la joven

generación, siguiendo el curso de las enseñanzas recibidas en la

nueva escuela laboral, pues, según la profunda convicción de

Rodríguez, solamente así se podrían sentar las bases de una nueva

“civilización social”.

En la creación de la nueva escuela, basada en los principios de la

“civilización social”, Simón Rodríguez vio un medio efectivo para

evitar que en Latinoamérica —como ya había ocurrido en Europa—

las clases dominantes acorralaran en casas de trabajo a masas de

gente pauperizada y desposeída, en tanto que los filántropos redu-

cían la solución de la cuestión social a la creación de casas de

caridad y al reparto dadivoso de una mazamorra (el honor de cuya

creación le perteneció al filántropo inglés Rumford),

El gran aporte histórico de Simón Bolívar fue visto en parte por

Rodríguez en el hecho de que con su decreto sobre la educación

popular puso los cimientos de la “civilización social” en América

Latina, preparando a las nuevas generaciones para la vida en la

nueva sociedad.65

64 S. Rodríguez. Ob. cit., Vol. II, p. 357. 65 Ibíd.., p. 109.

Page 26: Catedra Bolivariana.pdf

Conociendo las concepciones pedagógicas de Bolívar, su

apasionada propensión a las ideas de la educación popular

general, es imposible pasar por alto la influencia en ellas de los

magnánimos ideales de Rodríguez. No es casual que su trabajo

básico en torno a los problemas de la pedagogía, “Sobre la

Instrucción pública”, fuera escrito, como se supone, en 1825, es

decir, en el periodo de la fructífera colaboración de Bolívar con

su maestro y amigo.

Las aspiraciones bolivarianas de relacionar las tareas de la

revolución liberadora con las transformaciones sociales se fueron

haciendo cada vez más claras y determinadas. La actividad social

reformadora del Libertador se evidencia con mucha claridad en

la política relacionada con las masas indígenas oprimidas. Su

legislación sobre la cuestión indígena nos deja pasmados por la

profundidad y dinamismo de las ideas, por la desinteresada y

sincera aspiración de servir a la causa de las masas explotadas.

Bolívar proclamó la igualdad de derechos de los Indígenas en la

sociedad, los liberó de las cargas feudales y se esforzó por

garantizarles derechos políticos. Tal ocurrió, por ejemplo, con el

“decreto Sobre la protección de los naturales en Cundinamarca”

(20.V.1820) y el “decreto sobre la proclamación de los derechos

ciudadanos de los indígenas” (4 VII. 1325). Su empeño por

garantizar la igualdad social de los indígenas no desmayó. Así, el

“decreto sobre distribución de tierras comunales” (4.VII.1825)

consideraba el retorno a las comunidades aborígenes de las

tierras que les habían sido usurpadas y el restablecimiento de los

correspondientes derechos legales. La importancia de este

decreto reside, pues, en que se diferenciaba radicalmente de la

solución ortodoxa-liberal de la cuestión indígena, cuyos

partidarios, actuando en favor del “libre derecho” de los

indígenas a disponer de las tierras recibidas, fueron creando

condiciones para su posterior despojo.

En el decreto, por el contrario, se establecieron medidas destinadas

a conservar las tierras comunales, evitando hacerlas objeto de

compraventa. El decreto anunció la liquidación de la institución de

los caciques, de esa arma de explotación de los indígenas

oprimidos.66

No dejaba de tener interés el hecho de que este decreto fuese

editado en territorio peruano (en la ciudad de Cuzco), donde eran

particularmente fuertes las posiciones de la tradicional aristocracia

latifundista. En palabras de Bolívar, a ésta le interesaba solamente

la riqueza y los privilegios; y no es casual que la aristocracia criolla

hubiese emprendido allí la marcha hacia la traición directa de los

intereses nacionales, actuando en alianza con los colonizadores es-

pañoles.

Es sabido que en el Perú Bolívar fue investido de extraordinarios

poderes dictatoriales (febrero de 1824), los cuales utilizó no

solamente para la decisiva lucha contra los colonizadores españoles

sino también para la realización de transformaciones sociales,

superando la encarnizada resistencia de la aristocracia criolla, que lo

acusaba de ejercer tiranía y despotismo.

Los representantes de las fuerzas democráticas peruanas

valoraron de otro modo la actividad de Bolívar, comprendiendo el

carácter revolucionario-liberador de su dictadura. El patriota pe-

ruano José Faustino Sánchez Carrión se hizo cercano compañero de

lucha de Bolívar y fue además ministro del interior y de relaciones

exteriores. Refiriéndose a la actividad del gobierno de Bolívar entre

1825 y 1827, el informe histórico de Sánchez Carrión ante el

congreso legislativo señaló con fuerza especial que la dictadura

revolucionaria del Libertador había salvado al país del desastre y

66 Decretos del Libertador> Caracas> 1981> t. 1, 1813-1825> p, 410-

412.

Page 27: Catedra Bolivariana.pdf

permitido realizar una serie de transformaciones

extraordinariamente importantes. A la legislación de Bolívar

sobre la cuestión indígena la llamó “... la primera tabla de la ley

agraria del Perú, y el documento práctico de la independencia en

pro de los indígenas”.67

La experiencia peruana, así como sus reflexiones sobre las

vías a seguir para lograr la igualdad de derechos sociales,

reafirmaron la de-cisión de Bolívar de combatir contra toda for-

ma de racismo. Desenmascaró el carácter social de la albocracia

(así denominó al poder de los blancos sobre los indios),

sustentada tras argumentaciones racistas. Al mismo tiempo, con

no menos resolución se refirió a los peligros de la pardocracia (el

poder de color de la población mulata y mestiza). Tal posición

de Bolívar fue considerada no pocas veces dizque como prueba

de impopularidad, aristocratismo y desprecio hacia las masas.

Con tal espíritu interpretó las concepciones sociales bolivarianas

Laureano Vallenilla Lanz.68

Pero ese género de afirmaciones

carece de base propia. Bolívar siempre se refirió con simpatía a

la lucha de las masas oprimidas. Valoró altamente el heroísmo de

Espartaco y las actuaciones de los antiguos ilotas, y calificó la

revolución de los esclavos de Haití como históricamente

justificable.

Por este mismo tiempo Bolívar vivió la trágica muerte de dos

repúblicas venezolanas, las cuales en gran medida cayeron a

causa de que la cúspide criolla ignoró los intereses de las masas

populares. Precisamente de esto se aprovecharon los

colonizadores españoles para atraerlas a su lado, recurriendo

ampliamente a la demagogia social, seduciéndolas con la

división de la propiedad de los blancos. El destructor

67 José Faustino Sánchez Cardán. Los ideólogos. Lima, 1977, t. 1, p. 594. 68 Laureano Vallenilla Lanz. Ob. cit., p. 133-137.

movímiento venezolano de carácter “antiblanco” fue encabezado

por Boves (1813-1814), quien llevó la lucha de las masas oprimidas

a un callejón sin salida, alejando la solución de la cuestión social.

Bolívar vio que la aspiración a semejante “igualdad” en el espíritu

de la pardocracia solamente llevaría al alzamiento de caudillos en-

riquecidos, así hubiesen salido de las capas plebeyas, en tanto que

las masas paupérrimas, ya fueran blancas o de color (pardos),

permanecerían como antes, sin derechos. Precisamente con base en

la exaltación de esa “moral” de condotiero dichoso, Vallenilla Lanz

construyó su concepción de la “igualdad social” —el

igualitarismo—, con su inclinación a permitirlo todo, en un ver-

dadero individualismo zoológico. Tal clase de “igualdad”, que se

reducía a una lucha de todos ¡contra todos, al “derecho” del más

fuerte, no fue reconocida por Bolívar, resuelta e indiscutiblemente.

En ese caso, como en la crítica a la concepción liberal de la

igualdad, se manifestaba claramente la profunda esencia progresista

de los ideales sociales del Libertador.

En gran medida, gracias a la enérgica y persistente actividad de

Bolívar en la esfera de las reformas sociales se logró atraer a las

masas del lado de la revolución liberadora, privando a los

colonizadores españoles de la posibilidad de especular con la

desigualdad social de las capas explotadas de la población.

El principal objetivo estratégico de Bolívar consistió en reforzar

este éxito, haciéndolo irreversible. Al logro de este objetivo sirvió el

proyecto de Constitución elaborado por Bolívar para la que llamó

Nueva República de Bolivia.

Como las intervenciones en el congreso de Angostura, el mensaje

bolivariano al congreso constituyente de Bolivia resalta la idea de la

igualdad social como basamento inicial de un régimen social justo.

“He conservado intacta la ley de las leyes - la igualdad: sin ella

perecen todas las garantías, todos los derechos. A ella debemos

Page 28: Catedra Bolivariana.pdf

hacer los sacrificios. A sus pies he puesto, cubierta de

humillación, la infame esclavitud”69

.

Es difícil encontrar en la historia del pensamiento social de

América Latina una fustigación más ardorosa de la esclavitud y

de la desigualdad social en general. “Nadie puede romper el

santo dogma de la igualdad. Y habrá esclavitud donde reina la

igualdad?”70

Esto lo decía un hombre no sólo consciente de la

necesidad de avanzar por el camino de las transformaciones

sociales, sino que además actuaba, como ocurrió en el Perú, en

abierta confrontación con el ¡poder de los acaudalados.

Nuevamente, como en Angostura, Bolívar promovió la idea de

crear instituciones de “poder moral”, encarnadas en la “cámara

de los censores”. “Son los Censores los que protegen la moral,

las ciencias, las artes, la instrucción y la imprenta. La más

terrible como la más augusta función pertenece a los Censores.

Condenan a oprobio eterno a los usurpadores de la autoridad

soberana, y a los insignes criminales. Conceden honores públicos

a los servicios y a las virtudes de los ciudadanos ilustres. El fiel

de la gloria se ha confiado a sus manos: por lo mismo, los

Censores deben gozar de una inocencia intacta, y de una vida sin

mancha. Si delinquen, serán acusados hasta por faltas leves. A

estos Sacerdotes de las leyes he confiado la conservación de

nuestras sagradas tablas, porque son ellos los que deben clamar

contra sus profanadores”.71

Con mucha más fuerza y precisión que en Angostura, Bolívar

defendió el proyecto de creación de un fuerte Estado ilustrado,

capaz de garantizar la encarnación en la vida de los principios de

69 S. Bolívar. Ob. cit., Vol. III, p. 768.

70 Ibíd., p. 769.

71 Ibíd., p. 764.

la igualdad social, refrenando los codiciosos intereses de los

privilegiados.

La personificación de estas funciones del Estado y la garantía de

su estricta ejecución las ubicó Bolívar en la institución de la

presidencia vitalicia, con el derecho de elección del sucesor. Como

reiteradamente lo dijo el mismo jefe de la revolución, las funciones

vitalicias del presidente tenían muy poco en común con las pre-

rrogativas del poder presidencial de los Estados Unidos de

Norteamérica. En verdad, si en Norteamérica el fuerte poder

presidencial, según la intención de los “padres fundadores”, estaba

en gran parte orientado a limitar la soberanía popular, Bolívar

pretendió, al contrario, hacer del presidente justamente el garante de

la completa expresión de la voluntad popular.

Con fines de crear, pues, un efectivo mecanismo para la

realización de la voluntad popular, Bolívar propuso erigir un “poder

electoral” especial. Fundamentando la conveniencia de la

institucionalización de tal poder, subrayó: “No se exigen sino

capacidades, ni se necesita de poseer bienes, para representar la

augusta función del Soberano; mas debe saber escribir sus vota-

ciones, firmar su nombre, y leer las leyes. Ha de profesar una

ciencia, o un arte que le asegure un alimento honesto. No se le

ponen otras exclusiones que las del crimen, de la ociosidad, y de la

ignorancia absoluta. Saber y honradez, no dinero, es lo que requiere

el ejercicio del Poder Publico”.72

Este fue en esencia un paso

revolucionario, que rompía resueltamente con la concepción de la

democracia censal.

Es cierto que se privó de derechos electorales a los, analfabetos,

es decir, ante todo a las masas indígenas. No obstante, esta medida

fue una clara expresión de carácter antioligárquico, contra la

72 Ibíd., p. 763.

Page 29: Catedra Bolivariana.pdf

“esclavitud electoral”; Bolívar se enfrentaba así a la utilización

de los ignorantes por la oligarquía para beneficio de sus ávidos

intereses, Lo importante, pues, consistió en que, con ayuda del

sistema de educación general pública obligatoria, Bolívar intentó

liquidar el analfabetismo en el plazo más corto, transformando

de tal manera el “poder electoral” en un poder auténticamente

popular. Precisamente esto despertó una encarnizada resistencia

de la oligarquía, la cual recibió con la espada el proyecto de

constitución de Bolívar, acusándolo de aspirar a implantar el

poder de la “chusma” y de elevar socialmente a los indígenas.73

Es importante anotar que la concepción del “poder electoral”

se diferenciaba esencialmente de la teoría y la práctica del

federalismo norteamericano. El mismo mecanismo de realización

de los derechos electorales del pueblo fue concebido por los

ideólogos del federalismo en no poca medida como medio de

desviar la atención de las masas populares de los cardinales

problemas estatales, limitándolas a los marcos de los problemas

locales.

Bolívar, pues, ideó el “poder electoral” como el derecho de

ejercer efectivamente el control popular sobre la actividad de

todas las instituciones del poder estatal. No es casual que los

73 En su famosa obra “Historia critica del asesinato del gran mariscal de

Ayacucho” (1846), el escritor y publicista guatemalteco Antonio Irisarri anotó que el proyecto político boliviano, que debía ser ejecutado por el primer

presidente de Bolivia, el mariscal Sucre, amigo cercano y compañero de lucha

del Libertador, consistió en elevar socialmente a los indios, dándoles

educación, por cuanto no podría existir una auténtica república democrática

mientras la aplastante mayoría de la población permaneciera en la condición

de esclava. El mismo escribió con ironía que los opositores de este proyecto

intervinieron ‘para que tanto en Bolivia como en otros jóvenes Estados

latinoamericanos surgieran “repúblicas democráticas sin pueblo”. (Antonio 5.

Irisarri. Historia critica del asesinato del gran mariscal de Ayacucho. La

Habana, 1966, p. 101-102).

biógrafos de Bolívar de orientación conservadora que han

investigado sus concepciones socio-políticas lo condenen con

particular aspereza e intolerancia dizque por haberse apartado de las

anteriores concepciones en que se apoyaba, de acuerdo con “las

realidades latinoamericanas”, y también por jugar con la idea de la

“libertad absoluta”. En tales posiciones aparece, en particular, el

conocido historiador peruano Víctor Andrés Belaunde. Según sus

palabras, la “apostasía” de Bolívar de sus ideas constitucionales

expuestas en el discurso de Angostura se manifestó en que,

habiendo rechazado el “modelo” autoritario de Estado, promovió en

calidad de alternativa un proyecto de constitución penetrado de

espíritu jacobino.74

No tenemos aquí posibilidades de comparar textualmente el

proyecto de constitución de Bolívar con el proyecto de constitución

francesa jacobina (1793). Señalamos solamente que muchas

posiciones bolivarianas sobre soberanía popular y medios efectivos

de garantizarla se acercan al proyecto de constitución jacobina. Sin

embargo, la cuestión no consiste en las adopciones directas; lo

importante está en que los Imperativos de profundización del

contenido social de la revolución liberadora, en otras condiciones

histórico-concretas, reprodujeron mucho de lo que fuera

característico de los revolucionarios jacobinos franceses.

Gran interés representa la valoración de la constitución boliviana

dada por Indalecio Liévano Aguirre. Subrayando que la igualdad

social fue la piedra fundamental de la constitución, la caracteriza

como democrático-revolucionaria, basada en los principios del

continentalismo democrático.75

74 Víctor Andrés Belaunde. Ob. cit., p. 249-250.

75 Indalecio Liévano Aguirre. Bolívar, p. 418-419.

Page 30: Catedra Bolivariana.pdf

El historiador colombiano estima que la originalidad de esta

Carta estriba en el hecho de que el Libertador intentó utilizar en

ella los mecanismos estatales españoles de interrelación entre el

Estado y el pueblo existentes hasta el ascenso al trono de la

dinastía de los Borbones. Según sus palabras, por este tiempo la

monarquía estaba llamada a proteger los intereses generales,

mientras que los pequeños órganos municipales (los cabildos)

deberían defender los intereses de las personas, sus libertades.

Para ser exactos, la cuestión puede ir hasta el periodo anterior al

reinado de los Habsburgos. Con la llegada de los Borbones, estos

mecanismos de enlace entre el Estado y la sociedad fueron des-

truidos en España y en su lugar surgió el sistema de

centralización burocrática de la monarquía absolutista.

Precisamente esta circunstancia, en palabras de Liévano Aguirre,

permitió en no poca medida que en Europa Occidental el papel

del Estado empezara a identificarse con el despotismo y la

tiranía, mientras que en calidad de remedio mágico para la

solución de todos los problemas sociales fue promovida la

fórmula “dejar hacer y dejar pasar”.76

“Al reducir las funciones del gobierno a las de un simple

espectador de la vida social o acucioso vigilante de los casos de

policía, los débiles y desamparados quedan privados de su na-

tural personero y defensor, y las nociones de ¡justicia, equidad e

igualdad van eclipsándose para dejar el paso a las de

competencia, lucha por la vida y supervivencia de los más aptos.

De esta manera la sociedad occidental pierde su equilibrio, y a

las injusticias del absolutismo siguen las injusticias de la

libertad”.77

76 Ibíd., p. 414.

77 Ibíd.

La originalidad del proyecto constitucional boliviano consistió en

que, desechando resueltamente los principios del “absolutismo

monárquico”, no pudo simultáneamente solidarizarse con los

principios del “liberalismo anti-estatal”. 78

Realmente, el historiador colombiano planteó un problema

extraordinariamente Importante, ante el cual no puede pasar de

largo ningún investigador que intente desentrañar profunda y

seriamente la herencia ideológica de Bolívar. Es sabido que al final

de su vida en más de una ocasión dijo que él intentaba retornar a las

“sencillas leyes españolas”, utilizándolas en la esfera de la

estructura estatal de la república de Colombia. Sus opositores se

Sirvieron varias veces de estas palabras para acusarlo de haber rene-

gado de sus ideales libertarios, en tránsito a las posiciones

conservadoras.

78 Ibíd., p. 415.

Page 31: Catedra Bolivariana.pdf

BOLÍVAR Y LA UTOPÍA SOCIAL

La clave para la comprensión de las concepciones de Bolívar

en la esfera social se debe buscar no en cualesquiera aspiraciones

nostálgicas suyas de regenerar los viejos órdenes e instituciones

sociales, congelando, por así decirlo, el desarrollo social, La

cuestión se refiere, en nuestra convicción, a que los ideales

sociales de Bolívar estaban proyectados hacia el futuro.

Sobrepasaron a su tiempo, tocando con la esfera de la utopía

social, en el más generoso y profundo sentido de esta expresión.

Seria probablemente exagerado considerar a Bolívar partidario

del socialismo utópico, como fue, por ejemplo, Simón

Rodríguez. Sin embargo, en sus reflexiones sobre las vías y

medios de crear la mejor organización estatal en el espíritu de la

asociación, Bolívar se fue aproximando objetivamente hacia

aquellos temas que inquietaron a los socialistas utópicos. Para

una comprensión más avanzada del influjo de la utopía social

sobre las concepciones bolivarianas se debe subrayar que en ellas

se combinaron, a su manera y originalmente, rasgos del hombre

del siglo XVIII, es decir, de la época de la ilustración, con los del

hombre del siglo XIX, cuando el pensamiento ilustrado fue

cediendo lugar a otros valores y aspiraciones. En este plano,

indiscutiblemente, la concepción bolivariana del Estado se basó,

en determinado nivel, en los principios del racionalismo, tan

propio del Siglo de las Luces y cuyos representantes se acercaron

al problema del Estado desde las posiciones del “raciocinio

político”.

Esto último se caracterizó por el hecho de que sus adeptos —los

fundadores del socialismo científico— vieron en Robespierre

un ejemplo brillante de aquél y consideraron la actividad cons-

ciente y orientadora del Estado como un medio efectivo de encauzar

el desarrollo económico-social espontáneo de la sociedad por el

camino de los “verdaderos” intereses de las personas, unidas en los

principios de la asociación. “Precisamente porque la fuerza de las

cosas siempre intenta eliminar la igualdad —escribió Rousseau—,

la fuerza de las leyes deberá siempre esforzarse por conservarla”.79

La influencia de semejante tratamiento del papel del Estado es

completamente evidente en las concepciones de Bolívar. Al mismo

tiempo, no es posible limitarse a este aspecto del problema.

El conocido historiador venezolano contemporáneo José Luis

Salcedo Bastardo señala justamente que es difícil comprender las

ideas de Bolívar sobre la organización social de los nacientes países

latinoamericanos si se los toma por separado, no contando con que

ellos se desarrollaron cuando en Europa la burguesía apelaba a las

consignas de “libertad” e “igualdad” y reforzaba sus posiciones

acentuando la explotación de las masas trabajadoras.80

Caracterizando esa época, Federico Engels escribió que los

llamados de los iluministas para crear la “sociedad de la razón”, el

“estado de la razón”, en realidad encarnaron en la formación de

instituciones de distinto tipo. En una palabra, subrayó Engels, “Las

instituciones sociales y políticas establecidas con el “triunfo de la

razón” resultaron dañinas y provocaron amargo desengaño como

caricatura decepcionante e insultante de las brillantes promesas de

79 J. J. Rousseau. Tratados, p. 250.

80 J. L. Salcedo Bastardo. Historia fundamental de Venezuela, Caracas, 1970, p.

338-339.

Page 32: Catedra Bolivariana.pdf

los ilustrados”.81

El desencanto en el Siglo de las Luces dejó su sello en - la

búsqueda ideológica de - Bolívar, predeterminando el roce de sus

concepciones con la esfera de la utopía social.

Es interesante anotar que la critica de Simón Rodríguez a los

órdenes europeos es puesta en claro con, la asombrosa

profundidad de sus palabras. El lugar donde esto se haga (la

civilización social. -Nota del autor) no será imaginario, como el

que se figuró el Canciller Tomás Moro: su utopía será en

realidad la América”.82

Es clara la coincidencia de concepciones entre Bolívar y

Rodríguez en relación al futuro de América Latina. En más de

una ocasión expresó que los pueblos de América Latina deberían

seguir su camino sin Imitar a nadie. Esto no significa que se

aspirara a cercar los países del continente separándolos del resto

del mundo, encerrándolos en los marcos del aislacionismo y de

una presuntuosa “autenticidad”. Nada semejante. Tal posición de

Bolívar estaba testificando su aspiración de abrir una brecha

hacia el futuro, de encontrar formas de convivencia humana que

hicieran a las gentes libres y felices. Precisamente al influjo de la

utopía social —y no de otra inspiración— por poco se creó el

“Estado totalitario”, como aseguraban los opositores de Bolívar.

Se trataba de la influencia que descansaba en la institución del

“poder moral” propuesto por aquél. Recordemos que Engels,

caracterizando las opiniones de los socialistas utópicos, escribió

que a cada paso se desgarraba, “a través de un velo fantástico, el

embrión de ideas geniales”.83

81 C. Marx y F, Engels. Obras, t. 20, p. 268.

82 S. Rodríguez. Ob. cit., Vol. II, p. 131.

83 C. Marx y F, Engels. Obras, t. 20, p, 269.

Refiriéndonos al significado de la utopía social en las

concepciones bolivarianas se debe señalar que su actividad

reformadora encontró encarnizada resistencia no solamente de la

aristocracia terrateniente y de otras fuerzas coloniales

tradicionalistas sino también de aquellos a quienes Bolívar llamó

aristócratas del dinero y de la riqueza. En palabras suyas, ellos

intentaron suplantar a la aristocracia hereditaria o en último caso

estar al nivel de ella.84

Para expresarlo de otra manera, los

elementos del utopismo social en las concepciones de Bolívar ex-

plican su desagrado, así fuera espontáneo y a veces inconsciente,

respecto al proceso de acumulación originaria del capital, que

sentenciaba a la miseria y las privaciones a las masas populares.

Estamos de acuerdo con el publicista colombiano Camilo Galán

quien, caracterizando la actividad social reformadora de Bolívar,

señala que en determinado nivel se puede hablar de lo antiburgués

de sus acciones, por cuanto procuró que las consignas de “libertad”

y “fraternidad” fueran realmente encarnadas en la vida.85

En nuestra

opinión, la explicación de este fenómeno se debe buscar en que a

Bolívar le correspondió actuar en las condiciones de una sociedad

tradicionalista estancada, con relaciones capitalistas en extremo

insuficientemente desarrolladas, y sin embargo con expresivos

elementos de aburguesamiento, suficientemente claros, en la polí-

tica y en general en la percepción de los fenómenos de la vida

social. Portadores de este aburguesamiento fueron los

representantes del capital comercial usurero. Como señaló Carlos

Marx, la riqueza monetaria actuó en este grupo social “no como

forma de capital sino (...) como premisa para el capital”.86 Hablando

entonces sobre el papel del capital usurero en el establecimiento de

84 L. Peru de Lacroix. Diario de Bucaramanga. -Medellín, 1967.

85 Voz Proletaria. Bogotá, 18.111.1980, suplemento, p. 3.

86 C. Marx, F, Engels. Obras, t. 46, parte 1, p. 469.

Page 33: Catedra Bolivariana.pdf

nuevas relaciones de producción, Marx subrayó que “la riqueza

monetaria en forma de capital mercantil, desde luego ayudó a

acelerar la descomposición de las anteriores relaciones de

producción, elevando a los ojos del propietario el significado del

valor de cambio”.’87

En América del Sur la dualidad capital comercial-capital

usurero se manifestó en forma particularmente clara. Sus

representantes, sin atentar en esencia contra los pilares de la

sociedad tradicional, manifestaron un iracundo “liberalismo” con

relación a los indígenas, permitiendo su expropiación, y

defendieron la esclavitud con argumentos manchesterianos. La

democratización de la propiedad territorial era para ellos

semejante a la eliminación de todas las barreras que impedían su

concentración en manos de unos pocos. Para estos apologistas de

la acumulación originaria del capital era inaceptable la posición

de Bolívar, quien mediante su política social intentaba

obstaculizar la pauperización de las masas populares. ¿No seria

acaso de aquí de donde partió la versión acerca de que Bolívar

supuestamente se presentaba como partidario tradicionalista del

retorno a los órdenes coloniales, con sus instituciones

corporativistas?

Tal vez una de las piezas claves para la comprensión de los

ideales sociales de Bolívar fue la resolución sobre que los indios

colombianos paguen una contribución llamada “contribución

personal de Indígenas” (15.X.1828).88

En el texto del decreto se

enfatizó que la ley sobre igualdad de los indígenas con otras

categorías de la población en la esfera del pago de impuestos

provocaba que, “lejos de haber mejorado su condición, se ha

empeorado y se han agravado sus necesidades”.89

87 Ibíd., p. 449-450.

88 Decretos del Libertador, Vol. III, p. 171.

89 Ibíd.

La introducción del impuesto personal para los indígenas tenia el

objetivo de mejorar la situación de los mismos por la vía de la

liberación de la anterior carga impositiva y de muchas otras

obligaciones. Por ello el decreto consideraba una serie de medidas

concretas dirigidas a salvaguardar sus intereses, a crear condiciones

para alcanzar la igualdad real: aligeración de la carga impositiva,

exención del servicio militar obligatorio, defensa de las tierras

comunales indígenas del saqueo y muchas otras cosas. Precisamente

este decreto fue inmediatamente declarado “reaccionario” por los

opositores de Bolívar, como si se tratara de una demostración de la

aspiración de retornar a los órdenes coloniales estableciendo

prestaciones de servidumbre para los indígenas. Este punto de vista

encontró su reflejo en la historiografía. Así, el historiador

norteamericano Bushnell ve en este decreto una manifestación del

“pensamiento económico reaccionario” de Bolívar.90

Víctor Andrés

-Belaunde lo considera una aspiración bolivariana de “liquidar en

parte significativa las conquistas de la revolución”. 91

Sin embargo, la cuestión es en esencia mucho más compleja de lo

que parece. Con su decreto, Bolívar intentó crear para los

90 David Bushnell. El régimen de Santander en la Oran Colombia. Bogotá, 1956,

p. 376.

91 Victor Andrés Belaunde. Ob. cit., p. 376. La posición de Andrés Belaunde es

por completo explicable si se recuerdan las palabras de José Carlos Mariátegul

acerca del papel jugado por la legislación liberal en el destino de las comunidades indígenas. “El liberalismo de la legislación republicana, inerte ante la propiedad

feudal, se sentía activo sólo ante la propiedad comunitaria. Si no podía nada -

contra el latifundio, podía mucho contra la comunidad (...) .Destruir las

comunidades no significaba convertir a los indígenas en pequeños propietarios y

ni siquiera en asalariados libres, sino entregar sus tierras a los gamonales y a su

clientela. El latifundista encontraba así, más fácilmente, el modo de vincular el

indígena al latifundio”. (José Carlos Mariátegui. Obras completas, Vol. II, p. 75).

Para Andrés Belaunde, portavoz de los Intereses de la “Ilustrada oligarquía”, la

liquidación de tal legislación adelantada por Bolívar era, naturalmente

inaceptable.

Page 34: Catedra Bolivariana.pdf

aborígenes condiciones que les permitieran disfrutar de una

igualdad auténtica, mas no de una igualdad formal, que los

condenaba a la quiebra económica y a la miseria. No se puede

negar que la política social de Bolívar llevaba en si el sello de su

originalidad e incluso de una paradoja exterior, lo cual - en parte

se reveló en sus referencias a las leyes “sencillas” o “españolas”.

Aquí es conveniente recordar lo que escribió F, Engels sobre

la “sociedad de la razón” de los ilustrados. “La contraposición

entre ricos y pobres, en vez de resolverse por la prosperidad

general, se agudizó aun más como resultado de la eliminación de

los privilegios gremiales y otros, que habrían servido como

puente entre esta contraposición, y también como resultado de la

eliminación de la beneficencia religiosa, que la atenuaba un

poco”.92

Precisamente a fin de evitar la pauperización de las

masas populares Bolívar se remitió a las “leyes españolas”, sin

idealizarlas de ningún modo, es decir, se remitió a aquellas

instituciones que, en palabras de Engels, sirvieron de puente de

unión entre ricos y pobres. En el Libertador no había nada en

común con los tradicionalistas, cuya actitud antiburguesa se

orientaba hacia el pasado, limitándose a nostálgicas aspiraciones

de renacimiento de las viejas instituciones. Lo antiburgués de

Bolívar, en toda la peculiaridad de sus manifestaciones, fue

dirigido hacia el futuro y, repetimos, ello tocaba con la esfera de

la utopía social. Sin embargo, lo más importante está en que este

decreto siguió el curso de las búsquedas, de Bolívar de medios

efectivos para prevenir el empobrecimiento de las masas

populares.

Lo dicho arriba da base para deducir que ya a mediados de los

años 20 habían cristalizado en sus rasgos generales los principios

fundamentales del original proyecto político. En él, en forma

92 C. Marx, F, Engels. Obras, t. 20, p. 264.

peculiar, se combinaron los rasgos sicológico-sociales de la

personalidad de Bolívar como hombre de “raciocinio político”,

quien, con ayuda de la fuerza y la autoridad de la ley, intentaba

impedir que la “fuerza de las cosas” eliminara la igualdad. El líder

de la revolución obraba bajo una atracción cada vez mayor hacia la

utopía social, con la aspiración de elaborar, si se utilizara la

terminología política contemporánea, una alternativa del “modelo”

estatal basado en los principios del liberalismo clásico. La

confrontación ideológica y política de Bolívar con los partidarios de

este “modelo” fue inevitable. No casualmente Bolívar hubo de decir

que si anteriormente le había correspondido luchar con los

colonizadores españoles, ahora encontraba una encarnizada

resistencia de parte de aquellos que se autocalificaban como

liberales.93

93 S. Bolívar. Ob. Cit., Vol. II, p. 851.

Page 35: Catedra Bolivariana.pdf

IDEOLOGÍA Y POLÍTICA EN LAS VÍAS

DE DESARROLLO DE COLOMBIA

I. BOLÍVAR Y SANTANDER

Bolívar y Santander. Hasta ahora no se ha acallado la aguda

polémica alrededor de las causas de la ruptura de sus relaciones y

de la acerba confrontación. Todavía se enuncian puntos de vista

diametralmente opuestos y se dan distintas valoraciones, por

demás polarizadas. Así, Laureano Gómez contrapuso a Bolívar,

según sus palabras, defensor de la fe católica y de los “valores

espirituales” de la nación, y Santander, el “masón impío”,

destructor de la unidad de los colombianos, perseguidor de la fe

y de la Iglesia.94

A su turno, los más fervorosos adeptos de Santander lo exaltan

como el combatiente por el civilismo, es decir, por las formas

democráticas y ciudadanas de gobierno, presentándolo como

hombre poseído de una especial propensión por las leyes, incluso

al pie de la letra. Lo contraponen al Bolívar, a quien se

representa como hombre utopista de pasiones irrefrenables, de

procederes imprevisibles, preso de una sed insaciable de poder y

lleno de ambiciones dictatoriales.

Es ampliamente difundido el punto de vista de que el choque

entre Bolívar y Santander es un reflejo de la lucha entre el

civilismo y el militarismo. Se promueve además el punto de vista

de quienes ven las causas de la ruptura de relaciones entre los

dos dirigentes de la República de Colombia en las diferencias de

94 Laureano Gómez. El mito de Santander. Bogotá, 1966, t. I, P. 47-48.

sus temperamentos y en general en el distanciamiento polar de sus

caracteres.95

Se ofrece, en fin, una interpretación cuya idea, en el fondo, se

reduce a la afirmación de que Bolívar y Santander no presentaban

diferencias que los dividieran, y si acaso se percibían algunas

tonalidades en el estilo de dirección política. En tal posición está,

por ejemplo, el conocido historiador norteamericano David

Bushnell, quien afirma que Bolívar, semejantemente a Santander,

actuó en favor del “individualismo económico y social” y la “libre

empresa”, y no tuvo la intención, ni mucho menos, de colocarse en

el camino de la reforma social, en particular en la esfera de las

relaciones agrarias.96

En su libro “El régimen político de Santander en la Gran

Colombia”, el historiador norteamericano expresó claramente sus

simpatías, viendo en el proyecto político cuyo partidario fue San-

tander la variante más “democrática” del desarrollo del país,

argumentando esto con aquello de que él sentó las bases para el

desarrollo del liberalismo en Colombia.

Fuerza de persistente tradición tiene el punto de vista promovido

por el conocido historiador venezolano José Gil Fortoul. En su

trabajo “Historia constitucional de Venezuela” contrapuso al

Bolívar “inmortal” y “grandioso” el Bolívar de los “decretos

reaccionarios de 1828”,

95 Alirio Gómez Picón. Bolívar y Santander. Historia de una amistad. Bogotá,

1971; Julio Hoenigsberg. Santander. Ensayo histórico-biográfico. Barranquilla,

1969, t. I-II; J. A. Osorio Lizarazo. El fundador civil de la República (Santander).

Bogotá, 1940; Santiago Jiménez Arrechea. Santander, Libertador y padre de la

República. Cali, 1970; Alberto Miramón. Luis Vargas Tejada. Estampa de un

poeta conspirador. Bogotá, 1970.

96 David Bushnell. Bolivarismo y santanderismo. Colección Lecturas de

Historia, Bogotá, N° 3, p. 20-21.

Page 36: Catedra Bolivariana.pdf

el Bolívar que “agonizaba en – 1829”, el Bolívar parecido a un

“cadáver viviente” en 1830.97

En los ensayos de otro historiador venezolano, Carlos

Irazábal, se desarrolla en gran parte análoga concepción,

subrayando la idea de que el “decaimiento intelectual” de

Bolívar coincidió con su tránsito a posiciones reaccionarias

abiertas, que concluyeron en la alianza con la propia “reacción

negra”, con la esperanza de revivir el antiguo orden colonial. A

él, según Irazábal, se le opusieron partidarios de Santander como

Francisco Soto y otros, quienes combatían por la libertad y la

democracia.98

Este punto de vista fue defendido recientemente

por el historiador venezolano Lovera de Sala.99

Tal vez la tesis más extrema sobre un reaccionarismo de las

posiciones bolivarianas, que se redobla cada vez más, se expone

en el trabajo del historiador español Salvador de Madariaga, que

fuera sometido a una seria y fundamentada critica de parte de

eminentes científicos latinoamericanos, Madariaga ratifica que

las convicciones “monárquicas” y “ultraconservadoras” de

Bolívar, quien se habría esforzado por restaurar las instituciones

españolas, lo condujeron inevitablemente al choque con el liberal

Santander. En esencia, toda la concepción del libro de Madariaga

se reduce a que Bolívar aparentemente habría imitado en todo a

Napoleón e intentado repetir su camino haciéndose

emperador.100

97 José Gil Fortoul. Historia constitucional de Venezuela. Caracas, 1930,. t.

I, p. 600, 612, 677.

98 carlos Irazábal. Venezuela esclava y feudal (episodios de la historia de

Venezuela). Ensayos de interpretación dialéctica. Caracas, 1914, segunda

edición, p. 100-128.

99 R. J. Lovera de Sala. Simón Bolívar: el último año. El postrer aliento.

“Resumen”, Caracas, 21. XII. 1980, p. 40-42.

100 Salvador de Madariaga. Bolívar. México, Buenos Aires 1953, t. 1. p. 403-

420.

El punto de vista arriba citado es opuesto, por ejemplo, a la

posición del historiador colombiano Guillermo Ruiz Rivas, quien ha

subrayado que la oposición de Santander y de sus partidarios a la

actividad de Bolívar se comprende por la aspiración de este último

de realizar un amplio programa de transformaciones revolucionarias

y antioligárquicas.101

Esta concepción ha sido formulada con mayor

amplitud en los trabajos del destacado historiador colombiano

Indalecio Liévano Aguirre, sobre cuyo gran aporte a la

investigación de la vida y luchas de Bolívar se ha hablado en más

de una ocasión.

Es importante señalar que cada vez más aparecen trabajos en los

cuales es evidente la aspiración de sus autores de comprender de

manera detallada y objetiva la última etapa de la vida del Libertador

y poder responder al interrogante de cuáles fueron los imperativos

que le guiaron al investirse de poderes dictatoriales en agosto de

1828.

Así, el investigador venezolano Cristóbal Mendoza, bolivarista

competente plantea que las aspiraciones de Bolívar durante el

período de su dictadura iban en interés de consolidar y estabilizar

las conquistas revolucionarias.102

Salcedo Bastardo ha subrayado que en el lapso de su dictadura el

Libertador emprende un ultimo intento de “impulsar la revolución y

hacerla tangible”.103

Liévano Aguirre señala especialmente la

utilización por Bolívar de extraordinarios poderes dictatoriales en

interés de la realización de reformas sociales.104

101 Guillermo Ruiz Vivas, Bolívar más allá del mito. Bogotá, t. I y II.

102 C. L. Mendoza. Prólogo a los escritos del Libertador. Caracas, 1977, p. 69-

70.

103 J. L. Salcedo Bastardo. Historia fundamental de Venezuela, p. 319-380.

104 Indalecio Liévano Aguirre. Razones socioeconómicas de la conspiración de

Septiembre contra el Libertador, p. 35, 37-38.

Page 37: Catedra Bolivariana.pdf

Álvaro Delgado habla de que los extraordinarios poderes de

que se invistió Bolívar no lo separaron del pueblo sino que, por

el contrario, lo acercaron a él.105

El historiador cubano Alberto

Prieto escribe que Bolívar utilizó los plenos poderes dictatoriales

para realizar transformaciones sociales en beneficio de las masas

populares.106

Haciendo un balance de lo expuesto anteriormente, es posible

sacar la deducción de que las causas de la brusca agudización de

las contradicciones entre Bolívar y Santander deben buscarse en

la fuerte lucha que se desarrolló en Colombia en torno a los

caminos para el ulterior desarrollo de la serie de jóvenes Estados

latinoamericanos, creados como resultado de las campañas

libertadoras del ejército revolucionario bolivariano.107

La situación se conformó de tal manera que alrededor de

Santander se agruparon todos aquellos que por uno u otro motivo

y causa se pronunciaron en favor de conservar la Constitución de

Cúcuta, considerando que las instituciones estatales que ella

creaba garantizaban de manera más segura sus intereses.

Indiscutiblemente, desde el punto de vista del espectro político,

de las concepciones y del estado de ánimo, el campo de los

partidarios de Santander resultaba bastante abigarrado; no

obstante, si nos abstraemos de esta circunstancia, se puede

entonces, concluir que en el bando de los partidarios de

105 Hojas universitarias. Bogotá, noviembre de 1976, p. 79.

106 Alberto Prieto. Próceres latinoamericanos. La Habana, 1981> p. 102-103.

107 Esto, desde luego, no libera al investigador de la obligación de prestar

atención a las personalidades de Bolívar y Santander, tipológica y

diametralmente opuestas. Indiscutiblemente, esta circunstancia influyó en sus

relaciones, atribuyendo no pocas veces, a primera vista de manera exclusiva,

por así decirlo, un colorido personificador a sus diferencias políticas e

ideológicas.

Santander estaban representados en esencia los intereses de

aquellos que se precavían de perder sus privilegios sociales,

relacionándose hostilmente con la lucha que los desposeídos y

explotados adelantaban por sus derechos.

Es revelador e interesante el hecho de que en carta dirigida a uno

de sus adeptos el propio Santander afirmara que los partidarios de

Bolívar podrían provocar “Una guerra interior en que ganen los que

nada tienen, que siempre son muchos, y que perdamos los que

tenemos, que somos pocos”108

.

No menos heterogéneo por la composición de sus participantes

fue el campo de los partidarios de Bolívar. No obstante; en este caso

no tenemos base para aferrarnos a este punto de vista relativista,

negándonos a adelantar determinadas valoraciones y

generalizaciones. Objetivamente, y en gran parte subjetivamente,

Bolívar actuó como ya lo hemos dicho reiteradamente, desde

posiciones de defensa de las masas populares, las cuales recibieron

muy poco de la guerra de independencia. No por casualidad

expresó Bolívar que el pueblo se encontraba en la esclavitud, en

tanto que la libertad existía solamente para los privilegiados, entre

los cuales se contaba una “aristocracia de rango” de empleos y de

riqueza, que en nada se diferenciaba de la aristocracia hereditaria.

En palabras suyas, para esta gente las conversaciones sobre

igualdad sirven como justificación de sus pretensiones y para

elevarse en la escala social, mas de ninguna manera para

aproximarse a las “clases inferiores de la sociedad”, a las cuales

ellos quisieran mantener en la esclavitud, “a pesar de los alardes de

demagogia y liberalismo”109

.

108 Cartas y mensajes del general Francisco de Paula Santander. Bogotá, 1955,

Vol. VII, p. 371.

109 L. Peru de Lacroix. Diario de Bucaramanga. Medellín, 1967.

Page 38: Catedra Bolivariana.pdf

Es interesante anotar que Simón Rodríguez fue uno de los

pocos que aun en vida de Bolívar percibió en sus actos el

reforzamiento de la orientación social reformadora. Él promovió

la siguiente idea, asombrosa por su profundidad: “Si los

americanos quieren que la revolución política que el peso de las

cosas ha hecho y que las circunstancias han protegido les traiga

verdaderos bienes, hagan una revolución económica…”110

La concepción de Rodríguez se acerca en gran parte a la de

Manuel Maria Madiedo. Eminente representante del socialismo

utópico en Colombia, Madiedo valoraba todo desde las

posiciones de las masas populares. Ellas vertieron su sangre en

los campos de batalla durante los años de la revolución de

independencia, gracias a su valentía y a su abnegación. Ella

triunfó, pero, como antes ocurría, el pueblo “se encontró pobre,

mutilado, explotado en su sangre para la guerra y en su sudor

para la paz, y en medio de las más bellas leyes, los hombres por

cuya libertad se había sacrificado todavía lo llamaban la plebe, la

canalla, y le dieron un puntapié cuando quiso ser algo, apenas

algo más que lo que había sido bajo los esbirros de la tiranía

ultramarina”.111

Desde el punto de vista del pueblo desposeído y explotado,

Madiedo se aproximó a la valoración de las causas de las

discrepancias entre Bolívar y Santander. Advirtió con

clarividencia que no se trataba de un conflicto entre partidos, ya

fueran militaristas o civilistas, sino de cuestiones

inconmensurablemente mucho más serias, y precisamente de la

lucha en torno a las vías para el desarrollo de Colombia.

Madiedo vio en Santander y sus partidarios unos defensores de

110 S. Rodríguez. Obras completas, Vol. I, p. 241.

111 Véase.~ “Orígenes de los partidos políticos en Colombia”. Bogotá, 1978,

p. 34.

intereses de las capas privilegiadas de la población, los cuales, con

ayuda de las masas populares, derrocaron el dominio colonial

español, al tiempo que intervinieron desde posiciones defensivas y

conservadoras para impedir la realización de transformaciones

sociales en interés del pueblo.

Aunque los opositores del Libertador se hubiesen denominado a

si mismos liberales, en el fondo, según Madiedo, no fueron más que

legistas interesados en la conservación del orden de cosas

existente.112

Al mismo Santander lo comparó con un patricio

romano de los tiempos de la República, “cuando los Gracos morían

apaleados por los senadores, a causa de sus tendencias

democráticas”.113

Madiedo contrapuso a Santander y sus partidarios con Bolívar y

su ejército libertador. Con la forma aforística que le fuera propia,

escribió: “…sin riesgo a equivocarse, podría decirse que en esos

tiempos la república estaba en el cuartel”.114

Al igual que Simón

Rodríguez, Madiedo vio en el ejército libertador a las masas

populares armadas, con sus instintivas y espontáneas aspiraciones

democráticas dc justicia social. Por ello Madiedo llegó a la

conclusión de que “la democracia guerrera del héroe de Colombia

tenía más títulos a la República” que el partido civilista encabezado

por Santander y sus partidarios.115

112 Ibid., p. 38. Madiedo consideró corno verdadero liberalismo a la doctrina

cuyas Ideas estaban basadas en los principios de la solidaridad fraterna entre la

gente, así como también en las ideas de justicia social.

113 Ibid., Tiene interés el hecho de que en una de sus cartas el mismo Santander

reprendió a los Uracos por sus intentos de socavar el régimen social existente en

Roma durante el periodo dcl sistema republicano.

114 Ibid., p. 37.

115 Ibid., p. 35.

Page 39: Catedra Bolivariana.pdf

Rindiéndole tributo al mito sobre las ambiciones napoleónicas

de Bolívar —a quien llamó brillante compañero (satélite) del

emperador francés—,116

Madiedo no pudo revelar

completamente su fructífera idea referente a que los ideales

sociales y políticos del Libertador correspondían a las

aspiraciones democráticas de las masas populares y estaban en

consonancia con ellas. No obstante, sus reflexiones siguieron el

curso de búsqueda de muchos representantes del pensamiento

social avanzado latinoamericano, encaminada a encontrar la

génesis del profundo democratismo y la popularidad de los

ideales sociales de Bolívar.117

Un criterio en todo diferente en la valoración del tema de

Bolívar y las masas surge del conocido sociólogo venezolano

Laureano Vallenilla Lanz, quien, como ya se ha dicho,

contrapuso el “Bolívar aristócrata” a las masas y sus espontáneas

aspiraciones de igualitarismo social.

116 Ibid., p. 35.

117 Sobre esto reflexionó, como ya se dijo, Faustino Domingo Sarmiento.

Asombrosas ideas en cuanto a profundidad y perspicacia, referentes a un

Bolívar que como dirigente de masas comprendía lo espontáneo de sus

aspiraciones democráticas, fueron expresadas por el distinguido escritor y

publicista uruguayo José Enrique Rodó en su ensayo titulado “Bolívar” (José

Enrique Rodó, La América nuestra. La Habana, 1970). En Venezuela ha

meditado no poco sobre este problema el conocido escritor y periodista Rufino Blanco Fombona, quien sostiene que Bolívar logró dirigir toda la

energía y las aspiraciones de las masas por el camino de la revolución

liberadora (R. Blanco Fombona. Bolívar y la guerra a muerte. Época de

Boves. 1813-1814. Caracas, 1972). Un poco más tarde el jefe político y

publicista colombiano Gilberto Alzate Avendaño, en el agudo ensayo

polémico “El nuevo descubrimiento de Bolívar” y refiriéndose a los trabajos

de Sarmiento y Rodó, escribió sobre la aspiración del Libertador de atraer al

lado de la revolución liberadora a las masas populares, uniendo en un solo

torrente a las reglones urbanas y rurales (G. Alzate Avendaño. Obras selectas.

Bogotá, 1979).

Pero estas mismas masas, como afirmó Vallenilla Lanz, no

estaban orgánicamente en capacidad de familiarizarse con el

conocimiento del ideal social y por tanto sobre ellas debería

gobernar un “César democrático” o “gendarme necesario”.118

La aspiración de cambios en el espíritu de la justicia social, así

fuese una expresión espontánea de las masas populares que Bolívar

intentara encarnar en su proyecto político: he aquí el nudo que hace

falta deshacer para encontrar la causa de tan encarnizada resistencia

a los planes del Libertador por parte de sus opositores.

Exteriormente, todo en ello parecía la aspiración de obstaculizar las

ambiciones “cesaristas” y “napoleónicas” de Bolívar. de defender

la libertad ante la tiranía. De ahí los encarnizados ataques al

ejército libertador, al cual se emparentaba con el militarismo,

declarándolo arma del despotismo. Uno de los partidarios próximos

de Santander, el poeta Luis Vargas Tejada, cuyos versos y tragedias

antitiránicos se combinaron extravagantemente con el

conservadurismo de sus concepciones sociales, escribió que el

ejército, habiéndose granjeado la gloria en los campos de batalla por

la causa de la libertad, dirigió sus armas contra ella, llevó el país a

la subyugación.119

La causa de tan acerbo antimilitarismo reside ante todo en el

hecho de que, en medio de la aguda pugna en torno a las vías de

desarrollo de la sociedad colombiana y de los Estados aliados, el

ejército no podía permanecer al margen de la política; su voz

sonaba fuertemente en los debates y discusiones públicas de aquel

tiempo. La orientación social de múltiples exigencias de los

militares asustó especialmente a los partidarios de la conservación

del statu quo político y social.

118 Laureano Vallenilla Lanz. Cesarismo democrático. Estudios sobre las bases

sociológicas de la constitución efectiva de Venezuela. Caracas, 1952.

119 Luis Vargas Tejada. Recuerdo histórico. Bogotá, 1978, p. 74.

Page 40: Catedra Bolivariana.pdf

No es casual que los opositores de Bolívar señalaran que el

principal contenido de la lucha política e ideológica en este

periodo era el choque entre el civilismo y el militarismo.120

Los opositores de Bolívar no se limitaron a fustigar sus

“ambiciones militaristas” sino que también intentaron introducir

la división y el espíritu de discordia en las filas del ejército. Con

ayuda de soldados colombianos, lograron realizar una revuelta

antibolivariana en el Perú, impidiendo así mismo la

profundización de las transformaciones sociales en ese país,

elaboradas por Bolívar en su Constitución. Como resultado de

las artimañas de los enemigos de Bolívar, quienes utilizaban para

sus fines a un determinado sector de los militares, Antonio José

de Sucre, quien encarnaba los mejores rasgos de la generación de

los libertadores, se vio forzado a asumir los poderes de primer

presidente del Perú.

La campaña antibolivariana en las filas del ejército se llevó a

cabo bajo las consignas de defensa de la Constitución y

eliminación de las amenazas de restauración de las instituciones

monárquicas, que traerían consigo la liquidación de los derechos

concedidos a la población de color en los marcos del Estado

colombiano. En el léxico político de los opositores del

Libertador,

120 El historiador colombiano Germán Colmenares señala que semejante

género de interpretaciones sobre el papel del ejército en la historia devino en

una especie de constante en la vida política del país. “Al ejército se atribuían

en gran parte las oscilaciones políticas puesto que se lo identificaba como a un

agente de la reacción. Peor que esto, el ejército aparecía como una

supervivencia del régimen monárquico” (Germán Colmenares. Partidos

políticos y clases sociales en Colombia. Bogotá, 1968, p. 160).

éste era un godo, es decir, un partidario del imperio español que en

una u otra forma soñaba con el restablecimiento del anterior

ordenamiento colonial.121

No era raro por este tiempo escuchar en las calles de Bogotá

vociferaciones de los opositores del Libertador del tipo de “Viva la

libertad y abajo el godo Bolívar”.122

Acusando a Bolívar de aristocratismo y godismo, sus opositores,

quienes propiamente no se preocupaban de la lógica y trascendencia

de sus palabras, procuraron presentarlo al mismo tiempo como un

demagogo social que jugaba con la “negramenta”. Bolívar no tuvo

más que crear en Colombia una filial de la sociedad “El gran

Caupolicán”,123

para que inmediatamente sus contrarios se lanzaran

al ataque declarando que tal entidad había unido a todas las “heces

de la sociedad» levantadas desde el fondo de la revolución y que

bajo la divisa del despotismo se armaban contra la libertad. A

fuerza de que “sus intervenciones se ilustraban en el prestigio de

Bolívar y se favorecían del apoyo del

121 Hay que decir que la campaña antibolivariana dio sus resultados, levantando

contra Bolívar a una parte de los militares. Para algunos, ante todo aquellos

procedentes de las capas bajas, que estaban ascendiendo socialmente e incluso enriqueciéndose, las acusaciones a Bolívar sobre planes restauradores equivalían

a la posibilidad de perder sus privilegios. Para otros, poseídos de ambición, los

llamados a la defensa de la libertad y de la Constitución de Cúcuta fueron una

excusa seductora para jugar el papel de salvadores de la patria, lo cual en algunos

casos llevó a resultados trágicos. Bastaría recordar el destino del talentoso general

Córdoba.

122 Véase: Sotero Peñuela. Doctrina conservadora. Bogotá, 1940, p. IV.

123 Una sociedad idénticamente denominada en memoria al heroico jefe de los

araucanos, fue creada por Bolívar en el Perú y en calidad de objetivo fundamental

se trazó la tarea de la liberación social de las masas aborígenes.

Page 41: Catedra Bolivariana.pdf

ejército”,124

tales elementos representaban un peligro especial

para la “causa de la libertad”, como señalaban los partidarios de

Santander.

Las contradicciones ideológicas y políticas entre partidarios de

Bolívar y Santander se evidenciaron con especial agudeza

durante las sesiones de la Convención de Ocaña (abril-junio de

1828), convocada con el objetivo de reformar la Carta de Cúcuta.

Garantizando para si las posiciones dominantes, con ayuda del

denominado reglamento electoral —por el cual se privaba de

derechos electorales al 95 por ciento de la población—, los

santanderistas desplegaron en la convención una encarnizada

lucha contra Bolívar. Ellos recibieron con inocultable hostilidad

las intervenciones de las guarniciones militares y de los sencillos

representantes del pueblo, quienes exigían a la asamblea que se

pusiera fin al escandaloso enriquecimiento de unos pocos y al

empobrecimiento y pauperización de las masas.125

“Este es el

resultado de la desmoralización a que se ha querido habituar al

pueblo y al ejército, enseñándole a que haga actos y

representaciones sediciosos”,126

escribió el general Santander.

124 Luis Vargas Tejada. Ob. cit., p. 19.

125 En el memorial dirigido a la Convención de Ocaña por la composición

personal de la División del Magdalena se decía: “Todo ha sido injusticia,

todo abandono, todo desprecio (...) ¿En manos de quiénes paran los bienes confiscados? Sujetos acaudalados que se hicieron de muchos documentos por

la quinta y sexta parte de su valor; el gobierno les dio por consecuencia una

preferencia injusta, y cuando recurría algún militar exigiendo la adjudicación

de alguna finca, ya la hallaba aplicada a un particular (…) Se vendieron los

documentos por el valor que les dio entonces el comercio: se hizo con esto un

género de especulación, de intriga, de agio, de corrupción para unos y de

vergüenza para todos; sólo el ejército fue la victima; sólo nosotros fuimos los

burlados, y la ley”. (Citado por J. L. Salcedo Bastardo, Historia fundamental

de Venezuela, p. 412).

126 Cartas y mensajes de Santander, Vol. VII, p. 369.

En tal tipo de pronunciamientos los opositores de Bolívar

observaron una manifestación del espíritu de la revolución francesa,

tan hostil a ellos. Vargas Tejada, elegido diputado a la convención

ocañera, habló, por ejemplo, de “la fracción jacobina, que oprimía a

la Convención francesa y que es un tipo exacto de la fracción

bolivariana de la Convención de Colombia”. La única diferencia

era que en Francia Robespierre había sido diputado a la

Convención, mientras que en Colombia el general Bolívar, ese

Robespierre criollo, se encontraba fuera de su recinto. En Francia

los jacobinos apelaron a los sans-culotte, quienes ocupaban las

tribunas de la convención. En tanto en Colombia, en palabras de

Tejada, la fracción jacobina encabezada por Bolívar tuvo sus

“descamisados” en el ejército y en el pueblo y los provocó a

adelantar acciones de protesta, envenenándolos contra todos los

“buenos republicanos, que aspiraban a salvar a la nación del

despotismo oclocrático”.127

Dibujando a Bolívar como dictador y tirano, uno de los ideólogos

de la fracción antibolivariana, Francisco Soto, declaró que aquel

que juega con el populacho y desata la “revolución contra los

propietarios” ineluctablemente se torna en “monstruo del género

humano”.128

Fue una campaña minuciosamente ideada y planeada

contra el Libertador. El propio Santander confesó con suficiente

franqueza en una de sus cartas: “Por mi profesión se evita dar una

batalla campal a un enemigo poderoso y bien situado, cuando hay

esperanzas de destruirlo en partidas, sorpresas, emboscadas y todo

género de hostilidades”.129

¿Qué se escondía, pues, tras las acusaciones. de jacobinismo a los

partidarios de Bolívar, y a

127 Luis Vargas Tejada. Ob. cit., p. 164-165.

128 Guillermo Ruiz Vivas. Ob. cit., Vol. I, p. 442.

129 Cartas y mensajes de Santander, Vol. VII, p. 371.

Page 42: Catedra Bolivariana.pdf

él mismo de aspirar a convertirse en el Robespierre colombiano?

¿Fue esto acaso resultado de exageraciones políticas y de la

aspiración de denigrar a Bolívar de la mejor manera posible ante

los ojos de los poderosos propietarios? ¿O será acaso que la

cuestión se refiere a ciertos rasgos de Bolívar tipológicamente

similares a los del heroico jefe de los jacobinos? La respuesta a

estos interrogantes puede darla el análisis de la evolución de las

concepciones de Bolívar, que lo llevaron a convencerse de la

necesidad de establecer una dictadura revolucionaria temporal,

tan frecuentemente, a mi parecer, tergiversada en su

comprensión y sus interpretaciones.

II. LA DICTADURA REVOLUCIONARIA

TEMPORAL

Tres puntos de vista bastante tangibles se contemplan al

evaluar el lugar y papel del corto gobierno dictatorial de Bolívar

en la evolución de sus concepciones políticas y sociales. Uno de

ellos debe examinarse en los marcos de la concepción general

acerca del supuesto tránsito de Bolívar a las posiciones

reaccionarias en el último periodo de su vida. Así, el historiador

y publicista venezolano Juan Uslar Pietri enlaza tal evolución de

Bolívar ante todo con aquel periodo, cuando fue investido por el

congreso peruano con los poderes dictatoriales, los cuales

recordaban un género de poderes propio de los cónsules de la

antigua Roma republicana. Según afirma Uslar Pietri, las

ambiciones autocráticas cesaristas inherentes a Bolívar llegaron a

determinar cada vez más su actividad.

“Bolívar comienza, en el pináculo de su gloria, la senda

descendente de la tiranía”, escribe Uslar Pietri.130

130 Juan Uslar Pietri. Historia política de Venezuela. Caracas, Madrid, 1970.

p. 113.

El conocido filósofo mexicano Leopoldo Zea, sin negar que la

dictadura de Bolívar lleva el sello de la influencia de la teoría y la

práctica de funcionamiento de las instituciones estatales de la Roma

antigua, llega a deducciones completamente diferentes. Compara la

dictadura bolivariana con la dictadura temporal de los cónsules en la

Roma republicana, establecida para salvar las instituciones

republicanas. “En otras palabras —escribe Leopoldo Zea— es una

dictadura que no es tiranía sino una forma de gobierno que, en

situaciones especiales, adoptan los pueblos para salvarse a si

mismos”.131

El filósofo mexicano subraya que Bolívar, ante todo,

continuó siendo un republicano convencido, enemigo de la tiranía y

de la explotación.132

El científico colombiano Antonio José Rivadeneira desarrolla la

concepción del carácter revolucionario de la dictadura bolivariana,

y distingue tres tipos de regímenes dictatoriales. La dictadura de los

cónsules de la antigua Roma se planteó el objetivo de defender las

instituciones existentes en el periodo, cuando el país se encontraba

en situación crítica. La dictadura reaccionaria derroca por la fuerza

al gobierno democrático y establece el régimen despótico y

antipopular. La dictadura revolucionaria, en palabras de

Rivadeneira, plantea el objetivo de consolidar las conquistas

revolucionarias. “No se requiere mayor esfuerzo dialéctico para

demostrar que la dictadura de Bolívar fue revolucionaria”,

afirma.133

Si nos remontamos a la historia, entonces no será difícil ver que

en el curso de toda la guerra de independencia no pocas veces se

131 Leopoldo Zea. Imperio romano e imperio español en el pensamiento de

Bolívar. Bolívar, ideología, utopía, historia. Nuestra América, México, 1980, N°

1, p. 23.

132 Ibíd., p. 23-24.

133 Antonio José Rivadeneira Vargas. Historia

constitucional de Colombia. Bogotá, 1962, p. 71-72.

Page 43: Catedra Bolivariana.pdf

revistió a Bolívar de plenos poderes dictatoriales. Como fuera

característico de esa época, la necesidad de estas medidas se

argumentaba frecuentemente con ayuda de referencias a los

tiempos de la antigua república romana, a la práctica del

establecimiento de la dictadura consular temporal. El mismo

Bolívar tomó para sí la carga del pleno poder dictatorial en

nombre de la conducción de la guerra de independencia hasta el

final victorioso y el triunfo de la causa de los patriotas.

“La dictadura ha sido mi actividad constante (…) —escribió

Bolívar—. Esta magistratura es republicana, ha salvado a Roma,

a Colombia y al Perú”.134

Hay que señalar que la dictadura de Bolívar en el Perú se

diferenciaba por muchos rasgos esenciales de los períodos

anteriores de su actividad cuando fue también investido de

plenos poderes dictatoriales. En verdad, a él le correspondió

combatir en el Perú no sólo por el triunfo terminante de la causa

de la revolución de independencia, sino también por la

profundización de su contenido social; es decir, si utilizamos las

palabras de Simón Rodríguez, por la transformación de la

revolución política en económica> No fue casual que la actividad

reformadora de Bolívar en el Perú encontrara tan encarnizada

resistencia de la oligarquía y —como veremos más adelante— de

los círculos dirigentes de los Estados Unidos de Norteamérica,

134 Simón Bolívar. Ob. cit., vol. II, p. 484. Es interesante anotar lo que

entonces planteara con clarividencia Andrés Bello, referente a que la

dictadura de Bolívar debería examinarse en el contexto de los imperativos que

fueron presentándose en el curso de la guerra de independencia: “Nadie amó

más sinceramente la libertad que el general bolívar, pero la naturaleza de las

cosas lo avasalló como a todos; para la libertad era necesaria la independencia

y el campeón de la independencia fue y debió ser un dictador. De aquí las

contradicciones aparentes y necesarias de sus actos”. (Andrés Bello. Obras

completas. Caracas> 195>7, Vol. XIX, p. 170).

los cuales vieron en la política del Libertador una amenaza a sus

intereses.

No es casual otro aspecto. Todos los auténticos patriotas y

demócratas peruanos se agruparon en torno a Bolívar, viendo en su

dictadura el único medio de salvación del país. Es sabido que su

más allegado compañero de armas fue Faustino Sánchez Carrión,

fervoroso adicto de la doctrina revolucionario-democrática de

Rousseau y quien soñaba con la época en que surgiera en el Perú un

auténtico régimen popular, basado en los principios del “Contrato

social”.135

Muy distinta fue la situación para Bolívar, una vez que chocó con

la necesidad de hallar medios efectivos y caminos de salida de la

profunda crisis en la cual se vio envuelta la República de Colombia.

Los medios, ora corrientes ora enérgicos, en los marcos del sistema

político existente, fueron considerados por él desactualizados e

inefectivos. Por ello en sus reflexiones fue ocupando mayor lugar

la cuestión en torno a las posibilidades y conveniencias de

establecer un régimen fuerte, capaz de salvar al país sacándolo de la

crisis. En marzo de 1828 escribió que estaba enteramente absorbido

por la idea de cómo crear “un gobierno poderoso y justo”, o mejor,

según sus palabras, temporal, “pues todo es provisional en una

revolución”.136

Aquí es muy importante seguir el pensamiento dialéctico del jefe

de la revolución. Si anteriormente había hablado de la necesidad de

buscar la victoria sobre los españoles sólo en los caminos de la

revolución, ahora, cuando la guerra de independencia ya había

135 Escribió sobre este libro valorándolo de “pequeño” pero “asombroso”, “con

ayuda del cual se derrumbaron tronos” (Los ideólogos. José Faustino Sánchez

Carrión, p. 350).

136 S. Bolívar. Ob. cit., Vol. II, p. 799.

Page 44: Catedra Bolivariana.pdf

terminado, veía en la dictadura revolucionaria temporal un medio

efectivo para lograr el avance de la revolución, sin considerar de

ninguna manera que ésta había terminado.

Como confirmación de esta idea dialéctica de Bolívar puede

servir la referencia cada vez más persistente a las ideas

democrático-revolucionarias de Rousseau, por demás

particularmente formuladas en su “Contrato social”. Leyendo la

correspondencia bolivariana de aquellos años, es imposible no

advertir cómo se refuerza cada vez más en él la convicción de

que la violación de la voluntad popular por el gobierno —lo cual

quiere decir pisotear el contrato social— da derecho al pueblo a

cambiar el sistema político existente. De aquí la apelación tan

insistente de Bolívar a la voluntad del pueblo, el cual, según sus

palabras, apoya sus planes.

Es interesante e importante anotar que, por lo regular,

rememorando la voluntad popular, Bolívar también hablaba del

respaldo que a sus planes brindaba el ejército. En el ejército él

vio ante todo al pueblo armado. En él cifró sus principales

esperanzas en la guerra de independencia. Con él Bolívar

continuó contando más tarde, al elaborar sus planes para el

establecimiento de la dictadura revolucionaria temporal.

Además de esto, cuando solamente se encontraba en su estadio

inicial el complejo y contradictorio proceso de formación de las

comunidades étnicas, el ejército revolucionario del Libertador

venía como a personificar en miniatura a estas comunidades que

se estaban formando, las cuales, como él lo consideraba, irían a

unirse mediante grandes ideales patrióticos, basados en los

principios de la igualdad y la justicia social. Por ello Bolívar fue

tan acerbo en su crítica al poder de las fuerzas vivas, que en los

años de la independencia, según sus palabras, valoraban las

riquezas por encima de todo y se negaban a depositar un digno

aporte a la lucha por la libertad, prestando ayuda al ejército. Más

tarde chocó con el creciente “antimilitarismo” de las capas

privilegiadas de la población, las cuales se negaron a pagar

impuestos para el sostenimiento del ejército revolucionario. En una

de sus cartas (24. III. 1827) propuso inclusive encarcelar a aquellos

que se negasen a pagar y vender sus propiedades en pública subasta.

“El ejército perece y junto con él perece la república”, dijo.137

Con no menor insistencia combatió Bolívar para impedir que en

las filas del ejército tomaran ascenso los partidarios de la

pardocracia, es decir, aquellos que intentaban encender los con-

flictos raciales, que acarrearon gran perjuicio a la causa de la lucha

por la independencia, e invariablemente contrapuso a esta peligrosa

tendencia su política social reformadora.138

Durante las deliberaciones de la Convención de Ocaña Bolívar se

hallaba en la ciudad de Bucaramanga. Entonces reflexionó

intensamente sobre los destinos del país, sus problemas radicales,

los caminos de salida dc la crisis y de profundización del contenido

social de la revolución liberadora, y llegó a la conclusión de que sus

opositores no eran más que “diferentes monopolistas de la opinión y

de la fortuna”.139

Y precisamente por este tiempo pudo llegar con

mayor exactitud a la deducción de que en Colombia se estaba

conformando una sociedad basada en la desigualdad social y en la

137 Ibíd., p. 590.

138 Despierta interés el hecho de que ya desde 1817 Bolívar se viera obligado a

sancionar el fusilamiento del general Piar, quien, apelando a consignas racistas,

intentó introducir la división en las filas del ejército libertador. Condenando las

actividades de Piar, de procedencia étnica mulata, Bolívar subrayó con especial

persistencia que en las vías para lograr la igualdad había que buscar el

mejoramiento de la consolidación y unidad del ejército revolucionario, mas no

aspirar a encender la enemistad de raza (Simón Bolívar. Ob. cit., Vol. III, p, 651-

652).

139 S. Bolívar. Ob. cit., Vol. II, p. 902.

Page 45: Catedra Bolivariana.pdf

explotación de las masas populares oprimidas. Posiciones cada

vez más fuertes en la sociedad eran conquistadas por la

“aristocracia de la riqueza”, para la cual, en palabras de Bolívar,

las pláticas sobre la igualdad servían de justificación a sus

pretensiones de ascenso social y de ninguna manera para

acercarse a las “clases inferiores de la sociedad”, a las cuales la

oligarquía pretendía mantener en la esclavitud, “a pesar de sus

alardes de demagogia y liberalismo”.

No es casual que justamente por esa época enfrentara con

decisión a quienes, apelando a los “nuevos principios

filosóficos”, exaltaban los “derechos individuales”, y que

contrapusiera a los predicadores del individualismo su idea de la

sociedad basada en los principios de la asociación. Bolívar

subrayó perseverantemente: “No quieren creer los demagogos

que la práctica de la libertad no se sostiene sino con virtudes y

que donde éstas reinan es impotente la tiranía. Así, pues,

mientras que seamos viciosos no podemos ser libres, désele al

Estado la forma que se quiera”.140

Por culpa de la encarnizada resistencia de los santanderistas a

los planes de Bolívar de crear, según sus palabras, un gobierno

fuerte y estable capaz de garantizar la libertad y la igualdad, la

Convención de Ocaña terminó en un fracaso. “La Convención

de Ocaña fracasó —escribe Liévano Aguirre— porque el gran

conflicto entre el espíritu democrático de la nación y las

pretensiones de los estamentos acaudalados no tuvo cabida en los

debates de la asamblea, cerrada al pueblo por el reglamento de

elecciones”.141

140 Ibíd., p. 821. 141 Indalecio Liévano Aguirre. Razones socioeconómicas de la conspiración

de septiembre contra el Libertador, p. 36.

De tal manera, el camino constitucional corriente para sacar al

país de la crisis ya había dejado de existir, precisamente por este

tiempo se fortaleció en Bolívar su resolución de utilizar, como

último medio, la dictadura revolucionaria temporal. De ahí sus

invocaciones cada vez más persistentes a las tesis de Rousseau

sobre la dictadura, sus reflexiones sobre el derecho del pueblo,

como portador de la voluntad general, de entregar temporalmente su

soberanía a un dictador.

No es también casual el gran interés de Bolívar en aquel tiempo

hacia la experiencia de la gran revolución francesa, las reflexiones

en torno de las causas de su degeneración termidoriana.

Caracterizaba a esta revolución como uno de los acontecimientos

más sobresalientes en la historia de la humanidad pero al mismo

tiempo decía con amargura que ocho años y un hombre le dieron

una dirección diametralmente opuesta.142

Precisamente en aquel tiempo, tanto por el pathos de su actividad

como por sus ideales sociales, Bolívar estaba muy próximo a los

jacobinos y a su jefe Robespierre, tomando en cuenta, claro está, las

diferencias en las condiciones históricas concretas. Ambos eran

hombres de “raciocinio político” y aspiraban a transformar la

sociedad mediante la fuerza de las leyes, impidiendo el

ahondamiento en su seno de la desigualdad social. A ambos les

unía la simpatía hacia las ideas democrático-revolucionarias de

Rousseau, en quien veían a su aliado en la lucha contra la tiranía y

la injusticia social.143

142 S. Bolívar. Ob. cit., Vol. II, p. 928. 143 Refiriéndose a Rousseau en uno de sus discursos, dijo Robespierre: “Ah!, si él

que fue su precursor y cuyos restos mortales descansan en el Panteón— hubiese

podido ser testigo de esta revolución, no podemos dudar de que su noble alma

habría abrazado con fervoroso entusiasmo la causa de la justicia y la igualdad”

(ver: Robespierre. Obras escogidas. Moscú, 1965, t. III, p. 173. En ruso)

Page 46: Catedra Bolivariana.pdf

Los dos personajes intentaron profundizar el contenido social

de la revolución, buscaron persistentemente formas

revolucionarias de gobierno con ayuda de las cuales fuera

posible derrotar a los opositores a profundos cambios sociales.

Refiriéndose a la dictadura revolucionaria jacobina en su famoso

discurso “Sobre los principios del gobierno revolucionario”,

(25. XII. 1793) Robespierre subrayó: “La teoría del gobierno

revolucionario es así mismo tan novedosa como la revolución

que ha creado este orden de dirección. Seria vano buscar esta

teoría en los libros de los escritores políticos que no han previsto

la revolución, o en las leyes de los tiranos…”144

Mas como

quiera que sea que la dictadura jacobina se hubiese inspirado en

las ideas de Rousseau, de todas maneras la práctica

revolucionaria llevaba mucho de lo nuevo e inexplorado.

En vísperas del establecimiento de la dictadura revolucionaria

temporal, Bolívar escribió literalmente acerca de que las nuevas

instituciones estatales de Colombia deberían inspirarse no en

libros extranjeros, “enteramente ajenos de nuestras cosas y de

nuestros hechos”, sino apoyarse “sobre nuestras costumbres,

sobre nuestra religión y sobre nuestras inclinaciones, y

últimamente, sobre nuestro origen y sobre nuestra historia”.145

No obstante que el espíritu revolucionario democrático de la

doctrina de Rousseau fuera particularmente valioso para Bolívar

en ese período, al investirse de plenos poderes dictatoriales

procuró en lo posible contar con las realidades latinoamericanas,

apoyándose en ellas, adelantando una política social

reformadora. Si parafraseamos un tanto las conocidas palabras

de José Martí, se puede decir que las ideas de Rousseau se

injertaron orgánicamente al tronco del árbol americano.

144 M. Robespierre. Obras escogidas, t. III, p. 91. En ruso 145 S. Bolívar. Ob. Cit. Vol. II, p. 957.

Prueba de ello es la proclama de Bolívar a los colombianos del 27

de agosto de 1828, en la cual afirma que se invistió de poderes

dictatoriales, lo que en gran parte se presenta como análogo de las

ideas de Rousseau sobre la dictadura revolucionaria temporal. Una

comparación textual de la proclama con el capitulo “Sobre la

dictadura” de “El contrato social” muestra una evidente

coincidencia de ideas y de argumentos. Rousseau escribió que “…

nunca se puede suspenden la sagrada fuerza de las leyes, si la

cuestión no se refiere a la salvación de la patria. En estos casos,

ranos y evidentes, la preocupación sobre la seguridad social se

expresa por un acto especial, el cual deposita esta obligación en el

más digno”.146

Con todo y eso, en casos extremos, en palabras de

Rousseau, “designan un gobernante supremo, el cual hace cesar,

todas las leyes y suspende por cierto tiempo la actividad del poder

supremo del soberano. En semejante situación, en la cual concluye

la voluntad general, no cabe duda y es evidente que el primer deseo

del pueblo consiste en que el Estado no muera”.147

En la proclama a los colombianos Bolívar opinó que el fracaso de

la Convención de Ocaña forzó al pueblo a negar a ésta la confianza

y a tomar para si la totalidad de su soberanía, a fin de ocuparse de

su propia seguridad. “El soberano —dijo Bolívar reuniéndose al

pueblo— quiso honrarme con el titulo de su ministro y me autorizó,

además, para que ejecutara sus mandamientos”.148

Rousseau planteó con insistencia la necesidad de limitar al

máximo la duración de la dictadura. “En tiempos de crisis, las

cuales forzan a instituir la dictadura, el Estado es rápidamente

eliminado o salvado, y una vez pasada la necesidad

146 J. J. Rousseau. Tratados, p. 244. 147 Ibíd., p. 274. 148 S. Bolívar. Ob. Cit., Vol. III. p. 809.

Page 47: Catedra Bolivariana.pdf

imperiosa, la dictadura se hace tiránica o inútil”.149

Bolívar enfatizó constantemente en la corta duración de su

dictadura: “Yo, en fin, no retendré la autoridad suprema sino

hasta el día en que me mandeis devolverla, y si antes no

dispondréis de otra cosa, convocaré dentro de un año la

representación nacional”.150

Terminaba la proclama con una nota asombrosa por su

sinceridad y tragedia: “Colombianos! No os diré nada de la

libertad, porque si cumplo mis promesas, seréis más que libres,

seréis respetados; además, bajo la dictadura quién puede hablar

de libertad? Compadezcámonos mutuamente del pueblo que

obedece y del hombre que manda solo!”151

Tal comparación, suficientemente minuciosa en lo textual y en

lo semántico, es importante ante todo porque demuestra de

manera convincente los verdaderos imperativos que incitaron a

Bolívar a llevar sobre si la carga de los plenos poderes

dictatoriales temporales, y porque impugna al mismo tiempo las

afirmaciones de quienes vieron en esta acción un deslizamiento

del Libertador hacia las posiciones reaccionarias y su orientación

a la alianza con las “fuerzas negras” de la reacción. Empero, es

importante subrayar aquí otro aspecto. Este paso de Bolívar era

solamente el umbral tras el cual comenzaba la esfera de lo

inexplorado e impronosticable. Mas acaso podría haber sido de

otro modo, si, según palabras del mismo Bolívar, él intentaba

“echar los fundamentos de un gobierno sólido y capaz de

sobrevivir a sus fundadores”.152

149 J. J. Rousseau. Tratados, p. 274. 150 S. Bolívar. Ob. Cit., Vol. III, p. 809. 151 Ibíd. 152 Ibíd., p. 65.

¿Cómo se proponía alcanzar este objetivo? En su proclama a los

colombianos Bolívar dijo que transformaba “la justicia por ser la

primera ley de la naturaleza y la garantía universal de los

ciudadanos”.153

En efecto, en el periodo de la dictadura

revolucionaria temporal Bolívar actuó ante todo como reformador

social en procura de aliviar la suerte de las masas oprimidas e

impedir el proceso de su pauperización.

Quizás el despegue más elevado en la esfera social reformadora

de aquel tiempo fue la resolución según la cual los indios

colombianos deberían pagar una contribución llamada

“contribución personal de indígenas” (15.X.1828), en torno a la cual

hemos escrito en detalle en la parte dedicada a la influencia de la

utopía social en las concepciones bolivarianas.154

Asombra la riqueza de las ideas innovadoras y profundamente

patrióticas de la legislación de Bolívar sobre los problemas de la

economía y la defensa de los recursos naturales. Al determinar la

estrategia de su legislación, él mismo expresó que ella se planteaba

como objetivo revivir la vida económica del país, alcanzar el

progreso de la agricultura, preservar los intereses nacionales de la

concurrencia extranjera; “que el extranjero pague, y se alivie al

nacional”,155

expresó. Toda una serie de decretos emitidos con la

firma del Libertador estipulaba la defensa de la industria naciente y

de la producción artesanal respecto de la concurrencia extranjera.

Con este objetivo fueron elevados los aranceles a la importación de

mercancías extranjeras, se emitieron especiales decretos

prohibiendo introducir tales mercancías industriales, las cuales

153 Ibíd., p. 808. 154 No sin interés se señala que inmediatamente después del establecimiento de la

dictadura, Bolívar consideró necesario, en calidad de tarea política de primer

orden para su régimen, destacar especialmente la solución sin dilaciones de la

cuestión indígena. 155 S. Bolívar. Ob. Cit., Vol. III, p. 51.

Page 48: Catedra Bolivariana.pdf

estaban siendo producidas en el país (por ejemplo, el decreto

“Sobre prohibición de importación de tejidos extranjeros en

beneficio de los intereses de la industria ecuatoriana”,

(1.VIII.1829). Importantes decretos fueron emitidos por Bolívar

con el fin de racionalizar la utilización de las riquezas naturales,

para su defensa de la explotación rapaz. Baste con mencionar el

conocido decreto sobre “Medidas de protección y mejor

aprovechamiento de la riqueza forestal de la nación”

(31.VIII.1829) De acuerdo con la legislación bolivariana, las

minas abandonadas por sus propietarios privados pasaron a

manos del Estado mientras se consideró su más pronta puesta en

servicio.

La patriótica legislación rechazó la ideología manchesteriana

con su consigna de “libertad de comercio” que negaba el

proteccionismo estatal. Cuando en nuestros días las fuerzas

Progresistas latinoamericanas se remiten frecuentemente a la

herencia ideológica de Bolívar utilizándola como arma eficaz en

la lucha contra el neoliberalismo (de la “escuela de Chicago” y

en defensa de los recursos naturales ante la expansión de las

corporaciones transnacionales tal actitud no tiene el aspecto de

una modernización artificial y no convincente del pasado, por

cuanto las ideas de Bolívar armonizan con nuestro tiempo.

La dictadura revolucionaria temporal de Bolívar fue recibida

con inocultable enemistad por sus opositores tanto en Colombia

como en el exterior. Y cuando, en septiembre de 1828, se

Organizó contra Bolívar una intrincada conjura de la cual se

salvó prodigiosamente, a la cabeza de ella estuvieron furibundos

partidarios del manchesterismo representantes de la oligarquía

liberalizante.

BOLÍVAR Y LOS LIBERALES EUROPEOS

I. BOLÍVAR Y LOS LIBERALES FRANCESES

La confrontación de Simón Bolívar con los santanderistas trajo

consigo la ruptura con los liberales europeos. La estrepitosa

campaña contra Bolívar, acusado de querer usurpar el poder y de

preferir la tiranía, había sido desatada por el ideólogo liberal francés

Benjamin Constant, cuyas concepciones gozaban de extraordinaria

popularidad en los medios liberales latinoamericanos. Con esto,

tanto en América como en Europa pareció haberse creado un frente

único contra el Libertador. “Toda la América —escribió— resuena

en declamaciones contra mí, quedándome la única esperanza de que

la Europa me hiciera justicia; Pero ahora me ha burlado ésta con el

desengaño que acaba de darme el señor Constant”.156

Hasta hacia poco tiempo los liberales franceses, entre ellos

Constant, habían colmado a Bolívar de incontenibles elogios,

viendo en él al prototipo del héroe de la lucha por la libertad en

Sudamérica. Por aquel entonces Constant había llegado a escribir:

“En América se ha destacado un hombre extraordinario que durante

más de diez años ha sido el alma de la revolución. En el consejo y

en los combates Bolívar ocupa siempre el primer lugar”.157

Refiriéndose al mismo personaje, otro liberal francés, Alejandro

Lameth, sostenía que la lucha de los pueblos suramericanos por la

libertad le daba ejemplo a la “cansada Europa”,

156 S. Bolívar. Ob. Cit., Vol. III, p. 263. 157 Bolívar y su época. Caracas. 1953. t. I, p. 188.

Page 49: Catedra Bolivariana.pdf

sobre la cual aun pendía la “amenaza del absolutismo”.158

Los liberales franceses de la época de la Restauración, a

quienes había correspondido adelantar una lucha permanente

contra los intentos de la reacción realista de liquidar la carta

constitucional de 1814 y revivir el absolutismo, debieron ver en

Bolívar a su aliado natural en la brega por la libertad y la

Constitución, ante los planes restauradores de los monarquistas.

En las referencias de los liberales franceses hacia Bolívar se

dejaba sentir una especial melancolía por una “personalidad

fuerte”, en torno de la cual podrían unirse los partidarios de la

Constitución, enemigos del absolutismo y de las ambiciones

restauradoras de la “Santa Alianza”. El héroe galo de la guerra

de independencia en las colonias norteamericanas, el marqués de

Lafayette, no lograba satisfacer las esperanzas de los liberales

para transformarse en su figura principal, cosa que no le

permitían ni su avanzada edad ni sus cualidades personales, así

como tampoco las condiciones histórico-concretas. No es casual

que Lafayette hubiese visto en Bolívar a su compañero de luchas

latinoamericano, quien, en su opinión, había logrado encarnar en

la vida mucho de lo que él mismo no había alcanzado a realizar.

En sus cartas al Libertador habría de desempeñar el papel de una

especie de mentor espiritual que, desde las alturas de una

sabiduría dada por los años, aleccionaba a su alumno y

correligionario.

En sus interpretaciones sobre Bolívar los liberales franceses

transmitieron su contradictoria, compleja y al mismo tiempo

versátil relación hacia Napoleón. Aceptaron e incluso elogiaron

al Napoleón que derrumbara a las monarquías y a los cesares, al

combatiente contra el “viejo régimen”. Empero, no reconocían

158 Ibíd., t. II, p. 22.

al Napoleón Bonaparte que, según sus convicciones, no pudo

vencer la tentación del autocratismo monárquico y regeneró a la

aristocracia, colocándose en el camino restaurador de los principios

legitimistas, contra los cuales había combatido antes tan

resueltamente. “Si, Napoleón era omnipotente en Europa —escribía

Lameth a Bolívar—, pero rechazó la libertad y cayó”.159

En otras palabras los liberales franceses vieron en Bolívar una

fuerte personalidad carismática, una especie de Napoleón

latinoamericano, hasta que este último, por así decirlo, hubiese

cometido pecado mortal. Constant escribía que si Bolívar llegase a

morir sin haberse llegado a enarbolar una corona en su cabeza,

entonces permanecería por los siglos, como un inmortal.160

Saltaban a la vista el eurocentrismo y el evidente normativismo

en los juicios de los liberales franceses sobre Bolívar. Esto lo

testifica mayormente el hecho de que todos fueran admiradores

exaltados del régimen estatal de la joven república norteamericana,

en tanto que veían en sus principios constitucionales un cierto

patrón a ser imitado por los pueblos de Suramérica. Precisamente

las instituciones de los Estados Unidos de Norteamérica, como

reiteradamente lo manifestaban los liberales en sus misivas al

Libertador, no serian sino la perfecta encarnación práctica de los

ideales de libertad y democracia. Washington era presentado

invariablemente a Bolívar en calidad de modelo a ser imitado,

señalando de modo inequívoco que la observación de su ejemplo

crearía cierta inmunidad ante las inducciones al “bonapartismo”.

Pero precisamente sobre los problemas de una mejor encarnación

en la vida de las ideas del poder y la soberanía populares existían

serias diferencias de principio entre Bolívar y los liberales, como se

159 Bolívar y su época. p. 22. 160 Ver: Ignacio Méndez. El ocaso de Bolívar. Bogota. 1951, p. 7.

Page 50: Catedra Bolivariana.pdf

hiciera evidente. Es sabido que al decidirse finalmente por el

establecimiento de la dictadura revolucionaria temporal, arrancó

de la concepción de que la soberanía popular concedía al pueblo

—siempre y cuando se hubiesen violado sus intereses

esenciales— el derecho de derrocar al gobierno que, habiendo

ignorado la voluntad de la mayoría, intentara confirmar en el

poder la “tiranía de la minoría”. Las ideas democrático-

revolucionarias de Rousseau, de las cuales Bolívar era

consecuente y convencido seguidor, fueron hostiles a los

liberales europeos, amigos del culto al individualismo y la

“libertad absoluta”. En el apego bolivariano a las ideas de

Rousseau los liberales no vieron mas que una manifestación del

espíritu jacobino, tan opuesto a ellos, no más que un pisoteo que

la “negramenta” hacía de los intereses de la “minoría ilustrada”.

Constant consideraba qué la teoría del contrato social de

Rousseau servía como justificación de las peores formas de

despotismo, como exaltación de la “tiranía de la mayoría”.161

En las instituciones estatales de los Estados Unidos los

liberales vieron, pues, un sistema político que levantaba un muro

de contención a la omnipotencia de la “plebe”, que aspiraba a

establecer la “tiranía de la mayoría”. Más precisamente, en la

teoría y práctica de los padres-fundadores del campo federalista

norteamericano, dispuestos en favor del conservadurismo en las

personas de algunos de sus representantes, como Adams,

Madison, Hamilton y otros, vieron los liberales europeos la

encarnación de sus ideales y aspiraciones. No es casual que ellos

hubiesen recibido con tanta alegría la aparición de

161 Benjamin Constant. Oeuvres politiques. Paris,

1874, p. 5-6. El biógrafo de Constant, Paul Bastial, escribe que toda su vida

él Intentó refutar las ideas de Rousseau, haciendo de esta crítica poco menos

que la piedra angular de su doctrina (Paul Hastial. Benjamin Constant et sa

doctrine. Paris, 1960, t. II, p. 511).

la obra de Alexis Tocqueville “La democracia en América”, en la

cual, sin ser partidario del liberalismo clásico en el sentido estrecho

de la palabra, objetivamente reflejó afección por sus convicciones e

ideales. El lado más atrayente de la democracia norteamericana,

según Tocqueville, estaba en que ésta, en su opinión, había creado

instituciones estatales que limitaban a la “omnipotente mayoría”,

con su pasión por el desorden y la anarquía, colocando con esto

mismo obstáculos en el camino hacia el abuso de la libertad.162

Es interesante que Tocqueville, siguiendo tras los liberales, haya

hecho clara preferencia a la guerra de independencia de las colonias

norteamericanas frente a la revolución francesa, por cuanto, según

sus palabras, “La revolución de los Estados Unidos (...) no se apoyó

en la pasión por el desorden sino, al contrario, se desarrolló con

afición por el orden y la legalidad”.163

En el contexto de toda la problemática expuesta hay que evaluar

el sentido y énfasis de las intervenciones de Constant contra

Bolívar. Al asumir poderes dictatoriales, Bolívar, según Constant,

pasó al camino de la tiranía y usurpación del poder, convirtiéndose

en un César latinoamericano o un Napoleón, haciendo de sus

162 Ver: A. Tocqueville. La democracia en América. Moscú, 1879. No es extraño

que cite con tanto asentimiento las palabras de Alexander Hamilton, uno de los

creadores de la Constitución norteamericana: “Yo sé que hay gentes a quienes el poder ejecutivo no les podría gustar más que como ciego sometimiento a los

deseos del pueblo o de la asamblea legislativa. No obstante, me parece que ellas

tienen una comprensión muy ordinaria, tanto de los objetivos de todo gobierno

como de los medios reales para el logro del bienestar general (…) Es cierto que el

pueblo habitualmente quiere alcanzar solamente el bienestar general, pero

tratando de lograrlo frecuentemente comete errores (…) El deber de quien ha sido

colocado por él para salvaguarda de sus intereses es combatir contra los

equívocos, cuya víctima temporal viene a ser el pueblo, para darle a éste tiempo a

recapacitar y examinar con sangre fría el estado de cosas” (Ibíd., p. 121). 163 Ibíd., p. 53.

Page 51: Catedra Bolivariana.pdf

conciudadanos un pueblo de esclavos.164

Pero esto, por así

decirlo, no era más que la capa superficial de su argumentación

de liberal francés. En esencia la cuestión se refería a la lucha

contra la concepción de la dictadura revolucionaria temporal,

planteada por Bolívar en su programa de agosto a los

colombianos. No por casualidad toda la argumentación de

Constant recuerda sorprendentemente su crítica de la dictadura

jacobina. En breve, su esencia se reducía a que el “dogma”

sobre la soberanía popular en los años de la revolución francesa

devino en instrumento de la tiranía, la cual oprimió al pueblo

apelando a su misma soberanía. “No es difícil demostrar, con

innumerable copia de ejemplos —escribió Constant—, que los

sofismas más ordinarios utilizados por los más ardorosos após-

toles del terror con sus manifestaciones más abominables, no

fueron otra cosa que la interpretación consecuente de los

principios de Rousseau”.165

En sus invectivas contra Bolívar, Constant no invocaba

desinteresadamente la proclama de Bolívar a los colombianos.

Como solía hacerlo en sus juicios sobre la dictadura jacobina,

declaraba que las referencias del Libertador a la soberanía

popular le eran necesarias solamente dizque para justificar el

establecimiento de la dictadura y obligar al pueblo a callar.

“Esta afectación de respeto por el pueblo al que se tiene bajo el

yugo —escribió— es el artificio de cuantos aspiran a la

tiranía”.166

164 Benjamin Constant. Ob. Cit., p. 14-15. 165 Además de esto, basaba sus intervenciones contra Bolívar en que los

opositores de los liberales en Francia hubiesen invocado a Bolívar para

justificar el establecimiento de la dictadura en el país y la liquidación de la

Carta (Paul Bastial. Ob. Cit.. t. I, p. 427) 166 Víctor Andrés Belaunde. Bolívar y el pensamiento político de la

revolución hispanoamericana. p. 387.

Constant se mofaba de la declaración bolivariana referente al

establecimiento del poder dictatorial temporal, viendo en dichas

palabras los subterfugios de todos los tiranos, quienes, según

afirmaba, “quieren al mismo tiempo ser obedecidos y

compadecidos”.167

La reacción del Libertador a estos ataques fue bastante fuerte.

Denunció que los “señores liberales” europeos mentían,

tergiversando la esencia de su actividad. “Es lamentable, sin duda

—escribía a Leandro Palacios, representante diplomático de

Colombia en Paris—. que el señor Constant se arrogue el derecho

de juzgar sin conocimientos de datos ni de causa”.168

Al repudiar los ataques de Constant por inconsistentes y

calumniosos, Bolívar no se limito sin embargo a tal tipo de

constatación. Como él mismo lo subrayara, sus opositores en

Colombia encontraron un sólido apoyo en la persona de Constant.169

Por ello consideró necesario refutar las invectivas de Constant,

dando orden para que se publicara en Francia y en otros países

europeos todos los materiales y documentos que ilustraban sobre las

verdaderas causas y circunstancias de la implantación de la

dictadura revolucionaria temporal.170

Su resolución de responder en

tal forma a los ataques de Constant y otros liberales europeos era

bastante significativa. No consideró necesario ocuparse de una

humillante justificación en relación con la ausencia en él de

cualesquiera ambiciones napoleónicas —su relación hacia Napoleón

ya había sido expresada por él anteriormente, agotándola por

completo—; No obstante, consideró indispensable intervenir una

vez más frente a los liberales de Europa con la presentación de sus

167 Ibíd. Ver: Paul Bastial, Ob. Cit., t. I, p. 427. 168 S. Bolívar. Ob. Cit., Vol. III, p. 261. 169 S. Bolívar. Ob, Cit., Vol. III, p. 254. 170 Ibíd., p. 262.

Page 52: Catedra Bolivariana.pdf

convicciones acerca de la soberanía popular en el espíritu de las

ideas democrático-revolucionarias de Rousseau, lo cual

testimoniaba el profundo convencimiento de Bolívar de la

justeza de su posición.

Tiene interés el hecho de que Bolívar, en esencia, hubiese

descorrido el velo que ocultaba a quien durante muchos años

había actuado en defensa suya como su corresponsal, el abad De

Pradt. Bolívar respetaba a De Pradt por su sincero apoyo a la

lucha de los pueblos suramericanos, a pesar de que no compartía

sus proyectos políticos, referentes al establecimiento en esta

región de monarquías “liberales” independientes.171

Siendo generalmente paciente e indulgente con las opiniones

de su corresponsal, por esta vez se apartó de la norma. A los

conceptos vertidos por De Pradt en la polémica con Constant los

calificó como simples alabanzas retóricas, en vez de una defensa

argumentada y seria.172

Y en verdad, De Pradt defendía al

Libertador remitiéndose al exotismo de Suramérica, a su total

diferenciación con Europa, a la imposibilidad de gobernar con

leyes estables en una situación de anarquía general.173

Naturalmente Bolívar, quien en su polémica con los liberales

intentaba presentar su posición real con el máximo de exactitud,

no podía solidarizarse con semejante género de defensa. Acaso

tampoco pudo quedar satisfecho por completo con la

argumentación que utilizaron sus partidarios al publicar un

folleto especial en su defensa. Su principal idea consistía en que,

si bien Bolívar se invistió de poderes extraordinarios, esto lo hizo

171 Ver: M. De Pradt, ancien archeveque de Malines. Des colonies et de la

revolution actuelle de l’Amérique. Paris, 1817, t. I-II. 172 S. Bolívar. Ob. Cit., Vol. III, p. 263. 173 Ver: Victor Andrés Belaunde. Ob. Cit., p. 387.

temporalmente, sin intentar, imponer a nadie sus proyectos

constitucionales, en particular la constitución boliviana.174

Empero, el mismo Bolívar comprendió que la continuación de la

polémica con los liberales europeos perdería, en general, toda razón

de ser, por cuanto, como irónicamente escribió, ellos solamente

quedarían satisfechos por completo si él llegara a abandonar el

poder.175

Efectivamente, los liberales europeos recibieron con júbilo

inocultable la novedad sobre la renuncia de Bolívar a sus facultades

extraordinarias y su salida de la actividad estatal. Se apresuraron a

hacer comentarios sobre este acontecimiento, con su inherente

espíritu normativo-constitucional. Se le concedieron a Bolívar

honores incluso de parte de Lafayette, quien expresó satisfacción

porque no se hubiese convertido en el Napoleón latinoamericano

sino que, despreciando las tentaciones de la ambición, hubiera

seguido siendo republicano.176

Ardoroso admirador de las

instituciones políticas de los Estados norteamericanos, en su carta a

Bolívar Lafayette no pudo contenerse de recomendarle el sistema

estatal de los Estados Unidos en calidad de modelo para la

República de Colombia, cuya adopción, escribía, “sería un medio

poderoso para avanzar en la civilización constitucional”.177

Una especie de balance dc la actividad de Bolívar realizaron los

liberales franceses en el articulo del conocido historiador Mignet,

publicado después de la muerte del Libertador. La idea

fundamental de Mignet se reducía a que los liberales europeos se

174 Ibíd., p. 388—389. Bolívar, con triste ironía, escribió: “Mis enemigos son

muchos y escriben con gran calor en tanto que mis defensas son bien tenues y

frías” (S. Bolívar. Ob. Cit., Vol. III, p. 285). 175 S. Bolívar. Ob. Cit., Vol., III, p. 263. 176 Bolívar y su época, t. II, p. 154-155. 177 Ibíd., p. 156-157.

Page 53: Catedra Bolivariana.pdf

habían equivocado al atribuir a Bolívar la aspiración de

establecer la tiranía y la monarquía. Solamente después de su

muerte se hizo posible conocer “el secreto de su alma, tan

frecuentemente acusada de encerrar vulgares ambiciones”.178

Elogiando la negativa de Bolívar a las facultades dictatoriales

extraordinarias, Mignet escribió que con esto mismo había

demostrado su fidelidad a la libertad. “Tenemos ahora dos

Washington”, exclamaba con entusiasmo el historiador francés,

terminando el articulo con un verdadero panegírico de la

ideología del liberalismo: “Nuestros principios han conseguido

una notable victoria; tenemos ahora un motivo más para no

desesperar del porvenir”.179

En el articulo de Mignet, así como

en las intervenciones de otros liberales franceses, se silenciaba la

idea clave de la proclama de Bolívar a los colombianos, a la cual

ellos habían aludido tan frecuentemente. La cuestión se refiere a

sus palabras llenas de tragedia y dolor: “Conciudadanos! Me

ruborizo al decirlo: la independencia es el único bien que hemos

adquirido a costa de los demás”.180

Eran palabras

profundamente padecidas de un hombre que en el camino de la

realización de sus planes, llenos de entusiasmo social

reformador, hubo de encontrar una encarnizada resistencia,

cargando sobre si todo el peso de injustas acusaciones y

calumnias.

Pero justamente fue este “nervio” de las intervenciones

bolivarianas el que palpó inmediatamente Santander, entonces

residente en Francia. Tan pronto como le fue posible publicó un

articulo en el cual acusó al Libertador de haber violado

principios constitucionales y liberales al implantar la dictadura

militar.181

178 Bolívar y su época, p. 174. 179 Ibíd., p. 176. 180 S. Bolívar. Ob. Cit., Vol. III, p. 817. 181 Cartas y mensajes de Santander. Vol. VIII

Si para los liberales franceses era por lo general conveniente, ante

todo por consideraciones políticas, presentar la cuestión como si

Bolívar hubiese regresado al seno del liberalismo, entonces otros

imperativos políticos empujaron a Santander por distinto camino, lo

cual terminó por recrudecer sus posiciones en relación con Bolívar.

Es interesante anotar que por dicho camino se orientó el conocido

filósofo inglés creador de la doctrina del utilitarismo, Jeremías

Bentham, quien pidió que cayeran sobre la cabeza de Bolívar todos

los castigos celestiales y terrenales, soñando con que un tiranicida

lo castigara por su “apostasía a la causa de la libertad”.182

Es

igualmente curioso que Santander hubiera hallado en la persona de

Bentham a su correligionario, quien lo apoyó entusiasmado en la

lucha contra Bolívar.

La irreconciliable relación de Bentham con Bolívar había tenido

su prehistoria: el carácter de sus mutuas relaciones personales,

causas de la irrevocable ruptura. El análisis de estas causas ayuda a

comprender más profundamente la relación negativa de Bolívar

hacia los ideólogos del liberalismo en sus diferentes apostasías, en

este caso en su variante manchesteriana y librecambista.

II. BOLÍVAR Y EL BENTHAMISMO

Jeremías Bentham fue conocido como escritor prolífico. Creía en

serio haber sido llamado, por sus trabajos y proyectos de

organización estatal, a beneficiar a la humanidad, y entre ella a los

pueblos de los jóvenes Estados latinoamericanos. Inclusive tuvo la

1829-1833, p. 54. 182 Diario del general Francisco de Paula Santander en Europa y los Estados

Unidos, 1829-1832. Bogotá, 1963, p. 173.

Page 54: Catedra Bolivariana.pdf

intención de dirigirse a Venezuela, donde, estaba seguro, los

habitantes de ese país acudirían a escucharlo como a un

oráculo.183

En su fórmula “la mayor felicidad para el mayor número de

personas” vio la solución mágica de todos los problemas sociales

en todas partes del mundo, sin tomarse la molestia de estudiar

los usos y costumbres de otros países y pueblos.

Señalando lo presuntuoso de las concepciones de Bentham, el

gran pensador ruso N.G. Chernichevski consignó: “Solamente da

consejos para llevar a cabo de igual manera en cada país, sea

cual fuere su forma de gobierno. Inglaterra y Austria, Prusia y

los Estados norteamericanos encuadran por igual en su

programa”.184

Propiamente, la tan encomiada fórmula de “la felicidad en

conjunto” no era una creación original de Bentham sino una

desfiguración e interpretación vulgar de las ideas de Helvetius, y

otros iluministas franceses sobre el derecho de todas las personas

a la felicidad. Hay que subrayar que de las ideas de Helvetius,

183 Myriam Williford. Jeremy Bentham on Spanish America. Louisiana

University Press. Baton-Rouge and London, 1980, p. XIV. 184 N. A. Chernichevskí Selección de obras completas (en ruso), t. IV, Moscú,

1948, p. 495. Resulta interesante traer a colación al conocido escritor ruso y original pensador del siglo pasado V. F. Odoevski:

“Consintamos, quizás, con Bentham, y en el caso ocurrido preguntémonos a

nosotros mismos qué tan útil podría ser en el siguiente orden de ideas: 1) a la

humanidad; 2) a la patria; 3) al circulo de amigos o a la familia; 4) a si

mismos.

“Comenzar esta progresión al contrario es la fuente de todos los males que

rodean al hombre desde la cuna. Aquello que solamente es útil a nosotros

mismos, reflejado sobre la familia, la patria, la humanidad, infaliblemente

retorna al mismo hombre en forma de calamidad” (V. F. Odoevski. Sobre la

literatura y el arte. Moscú, 1982, p. 95).

penetradas de espíritu humanista, era factible hacer deducciones de

largo alcance sobre que solamente en condiciones de ausencia de la

explotación del hombre por el hombre es posible garantizar tal

derecho.

Proclamando el derecho de todas las personas a la felicidad,

Bentham se ocupó de la apología del individualismo (a decir

verdad, un tanto velado con razonamientos sobre la igualdad

política de todas las personas), con su culto a la propiedad, y al

logro del éxito personal a cualquier precio en la lucha concurrente.

En esta cuestión clave se trataron por el filósofo inglés categorías

sociales como la libertad, la igualdad y la propiedad. Bentham se

pronunció en la forma más intransigente y vehemente contra la

teoría del contrato social de Rousseau, negando el propio concepto

del bien común.

Con ironía cortante, Marx describió así la esencia social del

utilitarismo benthamista: “La esfera de la circulación y del cambio

de las mercancías en los marcos de la cual se realiza la compra y

venta de la fuerza de trabajo es un verdadero Eden de derechos

innatos del hombre: aquí dominan solamente la libertad, la

igualdad, la propiedad y Bentham! Libertad!, ya que el comprador y

el vendedor de la mercancía fuerza de trabajo, por ejemplo, se

someten tan solo a los mandatos de su libre voluntad... Igualdad!, ya

que ellos se relacionan uno al otro tan sólo como poseedores de

mercancías e intercambian un equivalente por otro equivalente...

Propiedad!, ya que cada uno de ellos dispone tan sólo de lo que a él

le pertenece. Bentham!, ya que cada uno se preocupa tan sólo de si

mismo. La única fuerza que los mantiene atados en conjunto es la

aspiración de cada uno a su propio beneficio, el interés propio, el

interés personal”.185

185 C. Marx, F. Engels. Obras, t. 14, p. 325.

Page 55: Catedra Bolivariana.pdf

Marx mostró un rasgo más característico aun de la

personalidad de Bentham, al llamarlo “fenómeno inglés puro” y

“oráculo tristemente parlanchín de la trivial razón burguesa del

siglo XIX”.186

Efectivamente, es difícil encontrar un filósofo y

un moralista equiparable a Bentham, quien con tanto ahínco y

persistencia pulió la fachada de la sociedad inglesa con sus

sorprendentes contrastes sociales y soluciones de la “cuestión

obrera” por el camino de la fundación de casas de trabajo y la

distribución de un caritativo puchero, creación de los filántropos

ingleses. Su aporte a la solución de las cuestiones sociales lo

introdujo Bentham promoviendo proyectos de creación de

“cárceles modelo”, las cuales, en su opinión, serian capaces de

resolver el problema de la pauperización de las masas. Aun más:

defendió la usura con celo irresistible, considerándola

manifestación del inabarcable derecho de la persona a la libertad

absoluta.187

He aquí al hombre, a ese “genio de la tontería burguesa”, en

palabras de Marx, que tuvo la intención de convertir a su fe a

Simón Bolívar.

El análisis de las cartas de Bentham a Bolívar (la primera fue

enviada en 1820 y la última en 1826) demuestra que permaneció

fiel a si mismo, ocupándose de su propia propaganda y

autoelogio, pretendiendo jugar el papel de combatiente por las

leyes para los nacientes Estados latinoamericanos.

En algo así como su carta de presentación, en su primera

misiva al Libertador (24.I.1820) se esforzó por mostrarse como

“el Newton de la legislación”, e incluso declaró con solemnidad

que bajo la influencia de sus ideas los Estados norteamericanos

habían llegado a abolir la ley sobre prohibición de la usura.188

186 Ibid. 187 Ver: Jeremy Bentham’s economic writings. London, 1952, vol. 1, p. 142-

146. 188 Myriam Williford. Ob. cit., p. 116.

En otras cartas a Bolívar, haciendo publicidad a su filosofía del

utilitarismo, procuraba convencer a su corresponsal de que

solamente por los caminos de realización de su doctrina seria po-

sible Nevar la felicidad a los pueblos de América Latina. Con el

demostrativo democratismo de sus recomendaciones, aconsejaba a

Bolívar combatir resueltamente contra la herencia colonial española

y crear un gobierno que colocara en calidad de objetivo principal

“el logro de la mayor felicidad para el máximo número de

personas”. En esencia, se trataba de un persistente llamado a crear

un modelo de Estado basado en la ideología manchesteriana. No

por casualidad señalamos que Bentham excluyó de su fórmula de la

“felicidad general” a la población indígena nativa, a la cual no vio

como ejemplo que mereciera digna atención. La historiadora

norteamericana Myriam Williford observa en este hecho, como en

muchos otros, la testificación del completo desconocimiento de

Bentham acerca de América Latina, de los problemas cardinales que

correspondió resolver a los pueblos de los Estados independientes

apenas creados.189

Se piensa, sin embargo, que en este caso se

reveló esa especie de síndrome benthamiano en la forma de

“fenómeno inglés puro”, con sus ambiciones y arrogantes relaciones

hacia los demás pueblos, en particular hacia los “no blancos”.

A juzgar por las bien poco numerosas cartas que Bolívar dirigió o

no dirigió a Bentham, el Libertador de ninguna manera se vio

atraído por la idea de crear en tierra colombiana un paraíso

individualista a lo Bentham. Comprendiendo perfectamente la

vanidad enfermiza e incluso la manía de grandeza del filósofo,

Bolívar elogió sus trabajos en forma totalmente descomprometida,

189 Ibíd., p. 139-140.

Page 56: Catedra Bolivariana.pdf

llamándolo “geómetra de la legislación”.190

No obstante, Bolívar

no manifestó deseo alguno por hacer de Colombia una especie de

campo experimental de las ideas benthamistas.

En marzo de 1828. fue publicado con la firma de Bolívar el

conocido decreto sobre la prohibición de enseñar la doctrina del

utilitarismo en las universidades de Colombia. El primer articulo

de este decreto estipulaba: “De ningún modo, en ninguna de las

universidades de Caracas se enseñarán los tratados de legislación

de Jeremias Bentham, quedando por consiguiente reformado el

artículo 168 del plan general de enseñanza”.191

Este paso de Bolívar no se puede comprender, en nuestra

opinión, sin explicar el sentido y la dirección de la lucha

ideológica y política que por aquel tiempo se desató en

Colombia. Si bien los diversos grupos y fracciones de los

liberales colombianos y en general latinoamericanos extrajeron

sus ideas políticas de las obras de Constant y de los ideólogos del

federalismo norteamericano, ante la defensa de sus posiciones

económico-sociales ellos, por lo regular, apelaban a Bentham.

En sus obras contemplaron extasiados la condena de las ideas de

Rousseau sobre la igualdad social, tan hostiles a los mismos; la

exaltación nada menos que de los ilimitados derechos del

individuo a la adquisición de la propiedad. Remitiéndose a

Bentham, los representantes del capital comercial-usurario

justificaron “su derecho” a la expropiación de artesanos e

190 Ibíd., p. 117. Como se puede evidenciar de la última carta de Bolívar a

Bentham (15. I. 1827), él no interpretó a su corresponsal como al hombre

llamado por voluntad de la Providencia a beneficiar a los pueblos de

Suramérica. Bolívar, quien aspiraba a crear un nuevo sistema de educación

popular que contara con todo lo mejor de las ideas pedagógicas universales, se

dirigió a Bentham solicitando que le fuesen enviadas nuevas informaciones y

materiales relacionados con los últimos avances. 191 Decretos del Libertador, 1828-1830, t. III, p. 53.

indígenas, al saqueo del fondo de tierras estatales, y asimismo

ensalzaron la política librecambista. A él apelaron también los

esclavistas para proceder contra la abolición de la esclavitud, o los

mismos dirigentes políticos opuestos a Bolívar al acusarlo de tiranía

y aspiración de retornar el país a los tiempos coloniales.

Sobre todo en Colombia surgieron numerosas sociedades y

clubes cuya actividad se desenvolvió bajo la insignia de la apología

de la filosofía utilitarista. Con todo, eso estaba lejos de ser pura

actividad iluminista para la difusión de cierto género de ideas.

Como regla, bajo el manto exterior inofensivo y neutral de las

sociedades y clubes, se desplegaba una actividad política e incluso

conspirativa, dirigida contra Bolívar. Puede mencionarse la

actividad de la “Sociedad Filológica”, la cual devino en el centro de

reunión de las fuerzas opositoras al Libertador.

En palabras de Liévano Aguirre, “Los especuladores

enriquecidos con el usufructo de la guerra de independencia

cerraban por las tardes sus libros de cuentas para reunirse en la

“Filológica” para escuchar las soporíferas exposiciones de don

Ezequiel Rojas sobre el benthamismo y los versos de Vargas Tejada

contra Bolívar”.192

Precisamente a esta sociedad pertenecieron mu-

chos de los participantes en el atentado septembrino contra la vida

del Libertador.

Sociedades y clubes a semejanza de la “Filológica” se hicieron

centro de encuentros ilegales y secretos de los enemigos de Bolívar,

con la presencia de comerciantes extranjeros y representantes de

casas comerciales, quienes no pudieron por menos de tomar

inocultable ojeriza a la actividad reformadora del Libertador.

192 Indalecio Liévano Aguirre. Razones socio-económicas de la conspiración. p.

30.

Page 57: Catedra Bolivariana.pdf

De manera que Bolívar tenía bases más que suficientes para

una brusca relación negativa hacia el benthamismo. Había de

ser, ante todo, una animadversión de principio hacia la filosofía

utilitarista, penetrada de espíritu individualista y del más rastrero

pragmatismo. No es posible divergir de Salcedo Bastardo

cuando escribe que el idealismo revolucionario de Bolívar se

sublevó contra las ideas de Bentham, quien se aproximó a los

problemas de la cultura desde las posiciones del pragmatismo y

de la apología al enriquecimiento. El historiador venezolano

subraya que “La oligarquía plutocrática que conspiraba en

Bogotá, inspirada en estas ideas, defendía, sin ningún rubor, el

agio y la prisión por deudas; rechazaba radicalmente cualquiera

injerencia del Estado en la economía”.193

Simultáneamente, las

causas de tan áspera reacción de Bolívar hacia la filosofía

utilitarista son explicables porque las ideas benthamistas habían

pasado a ser arma de las fuerzas enemigas de él, convirtiéndose

en una especie de insignia alrededor de la cual se creó la alianza

de la liberalizante oligarquía con los empresarios extranjeros.

La lucha ideológica en torno al benthamismo en Colombia dio

inicio dos tradiciones diametralmente opuestas. Para los círculos

tradicionalistas las ideas de Bentham iban en detrimento de los

valores religiosos tradicionales y españoles, de los fundamentos

de la sociedad. Naturalmente, no podían dejar de aplaudir la

prohibición de enseñar la filosofía utilitarista en las

universidades. Como escribiera un convencido defensor de esta

tradición, Laureano Gómez, “La depravada filosofía de Bentham

enseña un sensualismo burdo y cínico, destruye las nociones

espirituales de las almas y quiere entregar la sociedad humana a

193 J. L. Salcedo Bastardo. Historia fundamental de Venezuela, p. 379.

los apetitos de la más grosera animalidad”.194

Sin embargo, son

infundados los intentos de Gómez y de otros integristas por

presentar a Bolívar como un tipo de combatiente por esta tradición.

En realidad, a mi entender, Bolívar se encontraba en las fuentes de

una tradición ligada a una aguda critica del benthamismo, tradición

propia de los representantes del socialismo utópico. Simón

Rodríguez escribió no pocas páginas brillantes, fustigantes,

condenando y criticando la sociedad donde se rinde culto al metal

contante y a la indiferencia por los valores espirituales. Con su

forma punzante y aforística anotó: “No hay libertad donde hay

amos, ni prosperidad donde la casualidad dispone de la suerte

social”.195

El venezolano Fermín Toro, hombre de gran

generosidad y humanismo y partidario convencido del socialismo

utópico, condenó fuertemente a Bentham porque con su apología

del ilimitado individualismo en la esfera de la economía conducía a

sacrificar el principio de la igualdad, “el cual puede llamarse fin y

objeto de la sociedad”.196

Así, el pensador y dirigente político

colombiano Manuel Murillo Toro, revelando el sentido del

manchesterismo, planteó que en esencia y en resumidas cuentas

significaba nada menos que “dejad robar, dejad oprimir, dejad a los

lobos devorar a los corderos”.197

No es una coincidencia el hecho de que los benthamistas, al

enfrentarse a los partidarios del socialismo utópico, promovieran,

por así decirlo, su variante de la “utopía social”. El ideólogo liberal

colombiano Florentino González consideraba que precisamente en

América Latina

194 Laureano Gómez. Ob. Cit., Vol. II, p. 31. 195 S. Rodríguez. Ob. cit., vol. II, p. 178. 196 Fermín Toro. La doctrina conservadora. Caracas, 1960, p. 172. 197 Manuel Murillo Toro. Obras selectas, Bogotá

1979, p. 62.

Page 58: Catedra Bolivariana.pdf

podría encontrar realización la idea de la edificación de la

sociedad basada en los principios de libertad, “individualismo” y

soberanía de la “persona”. En palabras de florentino González, a

ello contribuía la circunstancia de que las instituciones estatales

de los países suramericanos se habían conformado bajo fuerte

influencia de las ideas políticas anglosajonas, las cuales

rechazaban la tutela del Estado sobre la sociedad y la doctrina de

la igualdad social. La misma Europa, donde las ideas socialistas

y colectivistas recibían cada vez una mayor difusión, ya no

podría —acaso con exclusión de Inglaterra— convertirse en una

especie de paraíso del individualismo, tal como ocurrió con los

Estados Unidos en el hemisferio occidental.198

198 Ver: Germán Colmenares. Partidos políticos y clases sociales, p. 125-127.

BOLÍVAR Y LA RELIGIÓN

El problema de la ligazón de Simón Bolívar con el benthamismo

ofrece un aspecto de no poca importancia.

Por lo regular, la tesis sobre el “reaccionarismo” del Bolívar del

último periodo de vida, además de su negativa posición frente a la

filosofía utilitarista, argumenta la modificación de su actitud ante la

religión. Del volterismo y el amor a la libertad al clericalismo: tal

es aproximadamente el curso de los razonamientos que se hacen.

Semejante género de argumentación es poco convincente, por

cuanto ignora todo el sistema de concepciones de Bolívar, la

dialéctica de su desarrollo en el curso de la revolución liberadora.

Hombre de amplias y libres concepciones, Bolivar se pronunció en

favor de la tolerancia religiosa, contra la persecución de las

personas por motivo de sus creencias religiosas.

La religión es una ley de la conciencia —dijo Bolívar—, y no es

competencia del Estado establecer una creencia religiosa

obligatoria.199

“Aplicando estas consideraciones —agrega el

Libertador—, ¿podrá un Estado regir la conciencia de los súbditos,

velar sobre el cumplimiento de las leyes religiosas, y dar el premio

o el castigo, cuando los tribunales están en el cielo, y cuando Dios

es el juez? La inquisición solamente sería capaz de reemplazarlos en

este mundo. ¿Volverá la inquisición con sus teas incendiarias?”200

199 S. Bolívar. Ob. Cit., Vol. III, p. 769. 200 Ibíd.

Page 59: Catedra Bolivariana.pdf

Es al mismo tiempo difícil comprender las concepciones de

Bolívar si no se cuenta con el hecho de que la Iglesia católica

ejercía una enorme influencia en las masas, y en el nivel más

elevado injería en su mundo espiritual y en sus acciones.

En los años de la revolución liberadora Bolívar enjuició

severamente a los servidores del culto que actuaron del lado de

los colonizadores españoles encendiendo el fanatismo religioso

de las masas. Analizando las causas del fracaso de la primera

república venezolana, observó que la Iglesia estaba “abusando

sacrílegamente de la santidad de su ministerio, en favor de los

promotores de la guerra civil”.201

En el curso de sus campañas

militares no se detuvo, en nombre de la libertad, ante la

requisición de la propiedad eclesiástica, imponiendo una

contribución a la Iglesia. Al mismo tiempo, apoyó con todos los

medios posibles a los clérigos patriotas e intentó conseguir, al

nivel máximo posible, el apoyo de la Iglesia a la revolución

liberadora, llamando a la jerarquía eclesiástica a apoyar la lucha

de las oprimidas masas del pueblo, tanto más cuanto que

frecuentemente dichas masas ingresaban en ella bajo consignas

religiosas. Es así como, reflexionando sobre las particularidades

de las contiendas de los patriotas mexicanos bajo la dirección de

su héroe nacional, el cura Morelos, Bolívar llegó a señalar que

ellas habían acaecido bajo banderas religiosas, bajo la divisa de

la adoración a la Virgen de Guadalupe. “Con esto —estimaba el

Libertador—, el entusiasmo político ha formado una mezcla con

la religión que ha producido un fervor vehemente por la sagrada

causa de la libertad”.202

El mismo Bolívar empleó con cierta

frecuencia las argumentaciones de la religión, declarando que la

causa de los patriotas era del gusto de Dios y que por ello

201 Ibid., p. 545. 202 Ibid., vol. 1, p. 174.

deberían de triunfar infaliblemente al combatir por la libertad y

contra la tiranía.

Desde este punto de vista tiene gran interés la actividad de

Bolívar en el Perú, donde, como es sabido, fue investido de plenos

poderes dictatoriales. Con su elástica y clarividente política, logró

atraer del lado de los patriotas a influyentes representantes de la

jerarquía eclesiástica, quebrando la resistencia de aquellos

servidores del culto que, utilizando el estado de ánimo religioso de

las masas, intentaron impedir su participación en la guerra

liberadora. En no poca medida gracias a la política de Bolívar las

masas creyentes empezaron a apoyar a los patriotas en forma más

activa y resuelta.

En su misiva al congreso constituyente del Perú, al cual ya nos

hemos referido, Sánchez Carrión señaló que gracias a la clarividente

política de Bolívar en la cuestión religiosa comenzó a modificarse la

relación hacia la guerra de independencia por parte de aquellos que,

en general, entendían su justeza, mas no participaban en la lucha del

lado de los patriotas, al considerar que ello era algo así como “un

crimen contra la religión”.203

El historiador peruano Rubén Vargas Ugarte, en un ensayo

dedicado a las concepciones de Bolívar sobre la religión, asegura

que éste actuaba como si estuviera ubicado entre dos apostasías.

Habría sido liberal cuando intervenía como pensador o personalidad

individual, lo cual no pocas veces lo habría conducido a la

contradicción e incluso a la colisión con la doctrina religiosa. Sin

embargo, en palabras del historiador peruano, el liberalismo de

Bolívar no resultaba ser “irreconciliable” o “agresivo” en relación

con la religión, lo cual predeterminó, en los últimos años de su vida,

su acercamiento al Papa. Al mismo tiempo, en el papel de político

203 Los ideólogos. José Faustino Sánchez Carrión, t. I, p. 593.

Page 60: Catedra Bolivariana.pdf

y hombre de Estado, Bolívar se habría comportado como

católico ortodoxo, pleno de respeto por la Iglesia.204

Es difícil estar de acuerdo con tal concepción. En el fondo, el

historiador peruano reduce el problema a que en el alma del

Libertador ocurría una permanente lucha entre el liberalismo y el

volterismo, de un lado, y el hombre religioso, del otro, y que este

último, al final de sus años, había terminado por imponerse en el

líder caraqueño, sobre cuyas concepciones habrían ejercido

negativa influencia las ideas del Siglo de las Luces y la amistad

con Simón Rodríguez.205

Tal enfoque reduce un problema tan complejo y serio al

tamaño de las búsquedas espirituales y religiosas del Libertador,

y no brinda la posibilidad de analizar tal problemática en el

amplio contexto de la lucha ideológica y política de aquel

tiempo. Solamente este último tratamiento permite comprender

que no hubo “dos Bolívar”, diferenciados uno del otro en la

apreciación de la religión. A Bolívar, menos que nada, le era

propia la aspiración de utilizar la religión con el fin de manipular

a las masas populares. El hablaba con desprecio de aquellos

cínicos liberalizantes que, jactándose de su volterismo, se

atrevían a declarar: “Soy filósofo para mi solo o para unos pocos

amigos, y sacerdote para el vulgo”. A tales personas Bolívar los

denominó “charlatanes”.206

Difícilmente se llega a comprender las concepciones de

Bolívar sobre la religión si no se presta atención a la

circunstancia de que ellas llevaban en si mismas el sello de la

Ilustración latinoamericana. A diferencia, digamos, de la

204 Testimonios peruanos sobre el Libertador, p. 151. 205 Ibíd., p. 149-151. 206 L. Peru de Lacroix. Ob. Cit., p. 153. p. 153.

Ilustración francesa, muchos de cuyos representantes por lo regular

fueron ateístas, los iluministas latinoamericanos en su mayoría se

aferraron a otras concepciones en relación con la religión. Sus ideas

iluministas no estaban libres de la influencia religiosa, además de

que, por lo regular, esta influencia no se presentaba en su variante

ortodoxa dogmática, sino en el espíritu del humanismo católico, con

su evidente simpatía por el cristianismo temprano. ¿Sería acaso

esto una debilidad, una cierta “insuficiencia” de la Ilustración

latinoamericana en comparación con la francesa? Pensamos que

seria improcedente plantear así la cuestión. No se puede disentir de

Manfred Kossok cuando en su ensayo “La Ilustración en América

Latina. ¿Mito o realidad?” manifiesta que quizás sería vano hablar

de cualquier “inconsecuencia” filosófica en América Latina.207

Estrechamente enlazados con las masas populares, los iiuministas

no podían dejar de contar con su espíritu religioso, directamente

ligado a la esperanza en el logro de la justicia social. Basta con

recordar —señala justamente Kossok— que en México la lucha

patriótica y revolucionaria de las masas campesinas e indígenas

oprimidas, bajo la dirección de Hidalgo y Morelos, hubo de

desenvolverse tras consignas religiosas.208

Para la comprensión de la actitud de Bolívar respecto de la

religión es importante dilucidar las causas de su remisión a la

revolución francesa. Sensible al estado de ánimo de las masas

populares, comprendiendo su sicología social, Bolívar consideró

que el “anticlericalismo vulgar”, utilizando la terminología

contemporánea, podría conducir al pueblo a una “Vandea”, como

sucedió en Francia. Por ello él se refirió a las lecciones de la

revolución francesa, señalando que su política en la esfera de la

religión (la “descristianización”) le había ocasionado no pocos

207 Manfred Kossok. La Ilustración en América Latina. ¿Mito o realidad? Ibero-

americana Pragencia. Praha, 1973, p. 93. 208 Ibíd.

Page 61: Catedra Bolivariana.pdf

perjuicios. En América Latina, dijo Bolívar, las masas son

religiosas y atraerlas sólo es posible respetando los sentimientos

religiosos del pueblo. El acatamiento de Bolívar a la religión se

explica, según sus palabras, por la aspiración de encender el

entusiasmo de las masas utilizándolo en interés del

reforzamiento de la independencia de la patria, de su felicidad.209

Es interesante anotar que en este caso Bolívar estuvo próximo

de Robespierre, Se sabe que este último, interviniendo

resueltamente contra la persecución a la religión y en contra de la

política de “descristianización”, subrayó que todo esto había

instigado contra la revolución a masas de creyentes, haciéndole

el juego a la contrarrevolución. “¿Qué dieron los conjurados en

lugar de aquello que destruyeron? —dijo Robespierre

desenmascarando los planes de los perseguidores de la religión y

partidarios de la “descristianización”—. Nada, acaso sólo caos,

vacuedad y violencia. Desdeñaban demasiado al pueblo para

tomarse el trabajo de convencerlo, y en lugar de darle luces

solamente querían dividirlo, intimidarlo y pervertirlo”.210

El desagrado de Robespierre por la política de

“descristianización” tuvo un aspecto adicional de no menor

importancia, que ayuda a comprender más a fondo la proximidad

de Bolívar con el jefe de los jacobinos.

Intentando profundizar el contenido de la revolución, de

construir un Estado basado en elevados principios morales y

patrióticos, Robespierre llegó a una mayor comprensión de que

el “reinado iluminista de la razón” en esencia resultó ser por

sobre todo diferente de lo que había sido en las teorías que

hubieron de enceguecer con su optimismo. Además de esto, con

209 S. Bolívar. Ob. Cit., Vol. II, p. 927. 210 Maximiliano Robespierre. Obras escogidas, t. III. p. 17 (en ruso).

las consignas iluministas se encubrían a menudo aquellos para

quienes resultaba odiosa la aspiración de los jacobinos de ahondar

el contenido social de la revolución en nombre de los intereses de

las masas populares. Robespierre comentó que “Ellos aceptaron

con entusiasmo el sistema que entreveraba la suerte de los buenos y

la de los malos, dejando ver entre los dos bandos solamente

diferencias suscitadas por indefinidos favores del destino, y

considerando como árbitro entre los mismos el derecho del más

fuerte o del más pícaro”.211

Obstaculizar tal desarrollo de los acontecimientos, el cual llevaría

a la creación de una sociedad de individuos atomizados donde

habría de dominar el derecho del más fuerte, o sea, del propietario,

eso fue lo que intentó realizar Robespierre, aparte de todo, por el

camino del culto del “ser supremo”. En diferentes condiciones

históricas y esforzándose por evitar la formación de una sociedad en

la cual, empleando expresiones de Simón Rodríguez, dominaría el

principio “cada uno para si y Dios para todos”, Bolívar se remitió a

la religión tratando de apoyarse en ella para adelantar su actividad

social reformadora. Pero en este caso tuvo no poca injerencia una

situación histórica en la cual las ilusiones ilustradoras fueron

dispersadas por la cruel y prosaica realidad burguesa. Justamente

esta situación histórica condicionó el surgimiento de las diversas

teorías y concepciones del socialismo utópico, muchos de cuyos

representantes se refirieron a la religión interpretándola, por lo

regular, en el espíritu del cristianismo temprano, asignándole

importante lugar en sus planes de reconstrucción de la sociedad con

base en los principios de la asociación. Precisamente contando con

todos estos factores y circunstancias se deben comprender las

palabras de Bolívar sobre la “hermosa quimera de la perfección

social”,

211 Ibíd., p. 175.

Page 62: Catedra Bolivariana.pdf

a cuyo reemplazo debería acudir la idea religiosa.212

Ya hemos

dicho que Bolívar, al rechazar la filosofía del liberalismo, en

especial el manchesterismo con su apología del enriquecimiento

y la carencia de valores espirituales, se remitió a las “sencillas”

leyes españolas, esperando obstaculizar, con su ayuda la

pauperización de las masas populares. El interés de Bolívar por

la religión explica en no poca medida su aspiración de dirigirse a

aquellas instituciones, que en palabras de Engels —las repetimos

nuevamente— sirvieron de puente tendido sobre la

contraposición entre ricos y pobres. De aquí la aspiración de

Bolívar de referirse en la solución de este problema en particular

a las instituciones de “beneficencia religiosa”, interpretadas en el

espíritu de la cristiandad temprana.

La remisión bolivariana a la religión no entrañó en forma

alguna, lo repetimos, el repliegue de su actividad social

reformadora en interés de las masas desposeídas. Además de

eso, justamente en el último periodo de su vida, Bolívar, como se

verá en detalle más adelante, sostuvo quizás con mayor

persistencia que antes su adhesión a la doctrina democrático-

revolucionaria de Rousseau sobre la igualdad.

Indiscutiblemente, los círculos religiosos intentaron sacar

provecho de la situación que se estaba conformando, para

reforzar su influencia en la sociedad guiándose frecuentemente

por motivos totalmente distintos a los del Libertador. Su crítica

del liberalismo se llevó a cabo desde posiciones tradicionalistas

ultraconservadoras. En este mismo espíritu, y exitosamente,

procuraron tener ascendiente en las masas.

La jerarquía clerical se amparó en la autoridad de Bolívar,

tratando de presentarlo como su correligionario. ¿No será acaso

212 S. Bolívar. Ob. Cit., Vol. II, p. 928.

de aquí de donde viene la inconsistente versión sobre Bolívar como

padre del conservatismo colombiano y del clericalismo? Si, la

aspiración de Bolívar de utilizar la religión en interés de la

profundización del carácter social de la revolución liberadora no

pudo evitar traer consigo contradicciones dramáticas. Empero, no

hay fundamento en esta esfera para reducir la actividad de Bolívar a

una “situación sin salida”: la historia de los movimientos

liberadores en el mundo ofrece no pocos ejemplos de cómo el factor

religioso desempeñó y desempeña en ellos no poca importancia. A

la religión apela Pinochet tratando de reforzar sus posiciones con

ayuda de las más reaccionarias ideas del integrismo católico, pero

también bajo consignas religiosas considerables masas de creyentes

se suman a la lucha por la renovación de la sociedad en América

Latina. Hombro a hombro junto con las masas populares los

sacerdotes católicos construyen una nueva vida en Nicaragua. No

pocos ejemplos podrían traerse acerca de cómo la Iglesia

latinoamericana interviene en defensa de las libertades democráticas

y la justicia social.

Page 63: Catedra Bolivariana.pdf

BOLIVARISMO Y MONROÍSMO.

La enemistosa campaña contra Simón Bolívar fue desatada no

sólo en Colombia y Europa, sino también en los Estados Unidos.

Y aun en este país, que para los opositores de Bolívar se

constituyera en patrón de la organización estatal, lo acusaron de

usurpación del poder, de antiliberalismo, contraponiéndole a

Santander como al “liberal auténtico”. Mas, como ocurrió en la

polémica con los liberales europeos, Bolívar defendió su

concepción revolucionario-democrática de la soberanía popular

en el espíritu de las ideas de Rousseau, por lo cual en sus

valoraciones de la campaña enemiga de los Estados Unidos se

mantuvo en las posiciones de resuelto rechazo a las instituciones

estatales norteamericanas. Refutando a quienes veían la solución

de todos los problemas de los países latinoamericanos en la

implantación de las formas estatales estadounidenses, Bolívar

expresaba con toda exactitud: “Es desgracia que no podamos

lograr la felicidad de Colombia con las leyes y costumbres de los

americanos”.213

Y hace tiempo son conocidas las siguientes

palabras de Bolívar, las cuales se han vuelto clásicas: “Los

Estados Unidos (...) parecen destinados por la providencia para

plagar la América de miserias a nombre de la Libertad”.214

Frecuentemente estas palabras se consideran de modo general,

como testificación de la asombrosa capacidad de Bolívar de

prever el gran peligro que podían encerrar las ambiciones

Imperiales de los Estados Unidos, con su política expansionista,

para los pueblos latinoamericanos.

213 S. Bolívar. Ob. Cit., Vol. III, p. 272-273. 214 Ibíd., p. 279.

En tal enfoque Bolívar es caracterizado como el precursor del

antiimperialismo, lo cual, fuera de toda duda, es importante. Sin

embargo, el enfoque resulta bastante insuficiente si se parte de la

situación histórico-concreta en la cual le correspondió actuar al

Libertador y de la orientación y sentido de la lucha política e

ideológica que se desenvolvió entre él y sus partidarios, de un lado,

y la élite dirigente norteamericana, del otro. En este contexto es

especialmente importante dilucidar a cuál libertad se refirió Bolívar

respecto a los Estados Unidos. ¿Por qué estos últimos parecían,

según sus palabras, destinados por la misma Providencia a traer

males a los jóvenes Estados latinoamericanos, en nombre de la

sagrada libertad?

Corrientemente esta pregunta se intenta responder en los marcos

de un problema tal como el de “bolivarismo contra monroísmo”.

Además de que este mismo problema es tratado de manera diversa,

en dependencia de las concepciones políticas, filosóficas e incluso

religiosas a las cuales adhiere uno u otro intérprete.

Durante los últimos años se ha promovido, ante todo por

sociólogos y politólogos norteamericanos, el punto de vista de que

la aguda confrontación de Bolívar y sus partidarios con los círculos

dirigentes de los Estados Unidos se explica por el tratamiento

diametralmente opuesto de categorías fundamentales como son la

libertad, la democracia y la igualdad. Sin consignar por ahora

nuestras valoraciones de tal planteamiento, quisiéramos solamente

señalar que esta problemática merece atención extrema, en tanto

que todo ello es importante.

En efecto, el rechazo de Bolívar a las instituciones estatales

estadounidenses debe examinarse en el contexto general de su

búsqueda de los ideales sociales que mejor se adecuaran a las

condiciones históricas concretas de la vida de los pueblos de

América Latina y de las bases sociales y políticas de los jóvenes

Page 64: Catedra Bolivariana.pdf

Estados de la región. El asunto había sido tratado por Bolívar

desde su discurso de Angostura, como ya se dijo, aunque en

verdad de manera un tanto tangencial. Pero resurgió con toda su

fuerza durante el último periodo de la vida del Libertador, en

especial después de que se promoviera el proyecto de

Constitución para Bolivia. Como es conocido, en él encontraron

encarnación, de la manera más completa, los persistentes

esfuerzos de Bolívar por crear una sociedad de justicia social y

de igualdad.

No fue menos importante el hecho- —reiteramos esto una vez

más— de que el “modelo” constitucional elaborado por Bolívar,

por principio, se diferenciaba en gran parte de la Constitución

norteamericana, con su recortada y limitada soberanía popular,

por los innumerables obstáculos jurídicos en el camino de su

realización. Sin hablar de que ambas constituciones se

distanciaban diametralmente una de la otra con respecto a la

esclavitud.

El general Santander y sus partidarios vieron su ideal político

en las instituciones estatales de los Estados Unidos, acercándose

en sus concepciones a la ideología del federalismo

norteamericano. No fue casual que Santander y su circulo se

hubieran transformado en los adeptos más fervorosos de la

política de los círculos dirigentes norteamericanos, los cuales

intentaban impedir a cualquier precio la plasmación en la vida de

los proyectos revolucionarios bolivarianos. Todo esto se

encubría con razonamientos sobre la aspiración de transformar a

los nacientes Estados latinoamericanos en baluarte de la

democracia y de la libertad bajo la égida de Norteamérica. Al

pronunciarse en el parlamento colombiano en pro de una

estrecha colaboración con los Estados Unidos, Francisco de

Paula Santander expresó (2.I.1825): “Colombia va a tener el

laudable orgullo de ser el primer Estado de la antigua América

española unido con la nación más favorecida del genio de la

libertad”.215

Incluso más tarde, después de la muerte de Bolívar,

Santander, en el tiempo de su estancia en Norteamérica, calificó a

los colombianos como “hermanos menores”, manifestando la

esperanza de que se convirtieran en “dignos discípulos” que habrían

de agradecer a la Providencia por “haber encontrado el sitio de

nuestra dicha en el mismo continente Americano”.216

Con no menor emoción se refería Santander a las instituciones

inglesas.

Un verdadero panegírico del régimen social de Inglaterra fue

hecho por Santander durante su estancia en ese país. Consideraba al

ordenamiento Inglés casi que como la perfecta encarnación en la

vida de los ideales de libertad y democracia. Le causaba particular

asombro el hecho de que el gobierno británico alentara por todos los

medios la iniciativa privada sin intervenir en la economía, al

contrario de lo que hacían “nuestros políticos caseros”, según sus

palabras.217

No pudo ahogar en el silencio el problema de la pobreza en

Inglaterra, pero se maravillaba de que en ese país hubiese sido

resuelto el problema de los pobres toda vez que a tales personas,

sencillamente, no se las veía en las calles.218

Quisiera llamar la atención en torno a la caracterización que de la

Constitución norteamericana hiciera Federico Engels. Según él,

“inicialmente se pronunció por el reconocimiento de los derechos

del hombre, a tiempo que sancionaba la esclavitud de las razas de

215 Citado por: Francisco Pividal. Bolívar, pensamiento precursor del

antiimperialismo. La Habana,1977, p. 198. 216 Cartas y mensajes de Santander, Vol. VIII, p. 189. 217 Ibid., p. 56. 218 Ibid.

Page 65: Catedra Bolivariana.pdf

color existente en América; los privilegios clasistas fueron

refrendados; los privilegios raciales, santificados”.219

En sus pronunciamientos contra Bolívar los representantes de

la clase dirigente norteamericana manifestaron con gran

evidencia lo que a primera vista fuera una combinación

paradójica de declaraciones ampliamente difundidas sobre

adhesión a los ideales de libertad y democracia, inocultable

apología de la esclavitud y prejuicios sociales y racistas en

relación a los pueblos de América Latina.

La campaña antibolivariana de los círculos dirigentes de los

Estados Unidos adquirió gran envergadura después de que el

Libertador, pertrechado de poderes dictatoriales en el Perú, puso

en marcha la reforma social e intentó realizar su proyecto

democrático-revolucionario, como dice Liévano Aguirre, en los

marcos continentales, contando con el éxito del congreso de

Panamá.

El periodo peruano en la actividad de Bolívar está relacionado

con el inicio en gran escala de la política de, defensa de la

naciente industria ante la concurrencia extranjera, y con la

realización de medidas proteccionistas para salvaguardar la

producción artesanal nacional.

Todo esto entró en aguda contradicción con la política de los

núcleos gobernantes estadounidenses, los cuales, al promover en

1823 la doctrina Monroe, intentaban no solamente obstaculizar a

sus competidores de los países de Europa Occidental, así como

de la Rusia zarista, impidiéndoles reforzar sus posiciones en el

continente americano, sino también ejercer decisiva influencia en

el curso del desarrollo de los jóvenes Estados latinoamericanos.

219 C. Marx, F. Engels. Obras, t. 35, p. 153.

Era natural que el monroísmo fuera hostil a la labor democrático-

revolucionaria del Libertador, a su aspiración de abolir la esclavitud

y liberar a los indígenas, igualando en derechos a la población de

color.

Quisiera llamar la atención hacia otro rasgo del monroísmo

Apelando a su supuesta predestinación especial para trasladar el

espíritu de la civilización industrial a sus vecinos del sur, quienes se

encontrarían al borde del estado de barbarie a causa del multisecular

dominio español, los ideólogos de los círculos dominantes

norteamericanos intentaban acelerar el proceso de acumulación

originaria del capital mediante la realización de la política de

“libertad de comercio” y “libertad de empresa”. Entretanto, sus

representantes diplomáticos en América Latina estaban llamados a

despejar el camino para la conducción de tal política.

La actividad de dos de tales representantes diplomáticos fue

quizás típica en relación con esto. Nos referimos al cónsul general

en Lima, William Tudor, y al embajador en México, Joel Poinsett.

La correspondencia diplomática de Tudor se halla penetrada de

inocultable enemistad hacia Bolívar. A lo largo de su hilo central

corría la tesis de que Bolívar, imitando en todo a Napoleón,

intentaba crear un imperio en Latinoamérica, obstaculizando la

consolidación de instituciones republicanas estatales en esas

naciones. Con ello, afirmaba Tudor, Bolívar frustraba todas las

esperanzas, negándose a convertirse en el Washington

latinoamericano.220

Sin embargo, las acusaciones a Bolívar de alentar ambiciones

imperiales y despotismo militar, en esencia eran tan sólo la fachada

220 8. Diplomatic correspondence of the United States concerning the

independence of Latin-Amerícan nations. Ed. by Manning W.R., New York,

1925, vol. II, 1810-1811.

Page 66: Catedra Bolivariana.pdf

exterior tras la cual se ocultaban los verdaderos objetivos de los

partidarios del monroísmo. Como justamente anota Liévano

Aguirre, las causas de la enemistad hacia Bolívar por parte de la

clase dirigente norteamericana y de sus aliados de la oligarquía

criolla se explican por su temor a que la abolición de la

esclavitud en los jóvenes Estados latinoamericanos pudiera

provocar, desde sus puntos de vista, las consecuencias más

imprevisibles.221

Verdaderamente, al leer los reportes diplomáticos de Tudor a

los responsables de la política exterior norteamericana y ante

todo al Secretario Henry Clay, no es posible pasar por alto el

especial rechazo que provocaba la posición antiesclavista de

Bolívar, su aspiración de suprimir la esclavitud como base de su

política continental. Tudor escribió que los llamados de Bolívar

a la abolición de la esclavitud, que hubieron de encontrar reflejo

en la Constitución Boliviana —el cónsul norteamericano la

llamó “caótica”-, representaban un gran peligro para los

esclavistas norteamericanos. Calificó a Bolívar como “enemigo

peligroso de los Estados Unidos” y se refirió con inocultable

enemistad al ejército libertador, en el cual, decía, “los soldados y

muchos oficiales tienen no poca mezcla de sangre africana” y

por ello inevitablemente tendrían que sentir hostilidad hacia los

opositores de la abolición de la esclavitud.222

Poinsett aparece con pretensiones de fundamentar

filosóficamente el derecho estadounidense al liderato espiritual y

político en el hemisferio occidental. Aseguraba que poseyendo

efectivas y casi perfectas instituciones estatales, los Estados

Unidos tenían el derecho de persuadir a los latinoamericanos

para que marcharan por el camino de sus vecinos norteños,

rechazando la perniciosa influencia de la “herencia española” —

221 Indalecio Liévano Aguirre. Bolivarismo y monroísmo. Bogotá, 1969, p.

54-55. 222 Diplomatic correspondence of the United States… 1818-1819.

en particular de la religión católica—, herencia que impedía el

ingreso de los jóvenes Estados latinoamericanos al mundo del

progreso y la civilización.

Como Poinsett opinaba que una de las premisas para que ello

ocurriera consistía en que los países de América Latina se

convirtieran en compradores de las mercancías norteamericanas, los

voceros oficiales del Norte comenzaron a proclamar el principio de

la “libertad de comercio”.223

La insidiosa campaña política estadounidense contra Bolívar

adquirió mayor envergadura después de que éste asumió plenos

poderes dictatoriales. Los representantes de los círculos dirigentes

del Norte intervinieron a través de una especie de Solón

norteamericano, llamado a beneficiar con sus leyes a los

latinoamericanos. Efectivamente, el Secretario de Estado Henry

Clay se dirigió al Libertador en carta especial (27.X.1828).224

En

ella expresaba inquietud porque no encontraban justificación o

satisfacción las esperanzas de los Estados Unidos referentes al

establecimiento en Suramérica, como resultado de la guerra de

independencia, de instituciones estatales “libres”, análogas a las

norteamericanas, que garantizasen “todos loa beneficios de la

libertad civil”. “Todos nosotros —agregaba Clay— esperamos

ansiosamente la consecución de este objetivo”.225

223 Ibíd., p. 167. 224 Henry Clay fue uno de los más enérgicos partidarios de imponer a los países

de América Latina el “modelo” político y estatal de los Estados Unidos. En una

de sus intervenciones declaró con espíritu mesiánico providencial: “Deberíamos

convertirnos en el centro de un sistema que constituyese el foco de reunión de la

sabiduría humana contra el despotismo del Viejo Mundo (…) Seamos real y

verdaderamente americanos y situémonos a la cabeza del sistema americano”

(citado por: Francisco Pividal. Bolívar, pensamiento precursor del

antiimperialismo, -p. 219). 225 Bolívar y su época, t. II, p. 124.

Page 67: Catedra Bolivariana.pdf

Como uno de los requisitos principales para alcanzarlo Clay

“recomendaba” insistentemente a Bolívar disolver el ejército

libertador, fundamentando su propuesta ora con la derrota de las

tropas españolas, ora con el supuesto peligro que para la causa de

la libertad entrañaría la existencia de un ejército permanente.

Tan “amable” consejo tenia, en nuestra opinión, un fin

completamente predeterminado: romper una de las más

importantes fuerzas en que, al lado del pueblo, intentaba

apoyarse Bolívar para realizar la política social reformadora y

antioligárquica. Clay insistió ante el Libertador para que

depusiera sus plenos poderes dictatoriales y estableciera las

“instituciones liberales” en Colombia sólo entonces, según sus

palabras, Suramérica podría aportar “un nuevo triunfo a la causa

de la libertad humana”.226

Los sectores dirigentes norteamericanos no se limitaron a

semejante tipo de alocuciones mentoras. Justamente Clay dio

instrucciones especiales al nuevo embajador norteamericano en

Bogotá, general Harrison. Según aquél, éste debía conseguir a

cualquier precio que surgieran en Colombia instituciones

estatales análogas a las norteamericanas. Para el logro de este

objetivo Harrison utilizó todos los medios a su alcance, apoyó

abiertamente a los enemigos de Bolívar y él mismo, en forma por

demás agresiva, hubo de aleccionar al Libertador en torno a cuál

era la forma de gobierno que debería elegir Colombia. Sus

concepciones, como las de los círculos dirigentes de los Estados

Unidos, las expuso Harrison en carta a Bolívar (27.IX.1829). En

ella aparecen los principales postulados del monroísmo, con su

exaltación de las instituciones estatales norteamericanas y su

altanera referencia a la cultura y las tradiciones espirituales de

los pueblos latinoamericanos. Los groseros ataques a la religión

católica se combinaban en esta misiva con fuertes embates contra

226 Ibíd., p. 124-125.

el ejército colombiano, entidad a la cual se calificaba como la

encarnación del despotismo militar.227

Poco faltó para que, a

manera de ultimátum, Harrison exigiera restablecer la Constitución

de Cúcuta y seguir el ejemplo de los Estados Unidos!228

¿Qué podía, pues, contraponer Bolívar a esta política agresiva tan

abierta? Toda su legislación social-económica de los años de la

dictadura revolucionaria temporal estaba penetrada de profundo

patriotismo y de animadversión hacia aquella “libertad’ que habría

de sentenciar a la ruina a las masas trabajadoras en interés de los

capitalistas extranjeros.

El comprendió que los razonamientos grandilocuentes sobre la

libertad hechos por los ideólogos de la clase dirigente de los

Estados Unidos en la práctica se combinaban con la despiadada

explotación de los esclavos negros. Tal concepción de la “libertad”

y la “democracia” era por completo ajena al Bolívar reformador y

revolucionario.

Sobre el verdadero estado de cosas en los Estados Unidos no fue

poco lo que pudo extraer Bolívar de las cartas de sus

corresponsales. Gran interés suscitan, por ejemplo, dos cartas

enviadas a Bolívar desde Norteamérica por su ayudante el coronel

Wilson (10.II. y 1.IV. 1829). Sin ocuparnos de la tonalidad de las

cartas, escritas por un hombre que no ocultaba sus simpatías por las

227 Ver: O. Parra Pérez. La monarquía en la Gran Colombia. Madrid, 1957, p.

520-521. 228 Ibíd., p. 521-522. La indignación por la descarada intervención del embajador

norteamericano en los asuntos internos del país fue tan impetuosa, que se le

declaró persona no grata y tuvo que abandonas el territorio colombiano. En su

reemplazo llegó el coronel Mur, persona que, si bien actuó con mayor elasticidad

y circunspección, de todos modos continuó adelantando en relación a Colombia y

a Bolívar la política del “imperialismo constitucional”, para utilizar una expresión

de Andrés Belaunde.

Page 68: Catedra Bolivariana.pdf

instituciones inglesas, basadas, según él en los principios de la

“libertad práctica”, queremos llamar la atención alrededor de sus

denuncias sobre la esclavitud. Con ironía y amargo sarcasmo,

Wilson informaba que en los Estados Unidos se predicaban

“hermosas teorías” pero que en el fondo se observaba una

“desenfrenada libertad que colinda con la esclavitud más

cruel”.229

Los negros, según el corresponsal de Bolívar, Vivian

en condiciones peores que los animales de carga.230

“Aquí —testificaba Wilson— se ve la anomalía singular de

unos hombres cuyo solo objeto parece ser tratar de dar mayor

extensión a la democracia para sí, pero defendiendo con el furor

de caníbales el despotismo más feroz cuando conviene a sus

intereses personales. Su apego a su sistema de esclavitud es tal,

que será mil veces más fácil persuadir a un fiel católico de los

absurdos de su religión o a un mahometano de la falsedad de la

suya, que a todos los liberales de su inconsecuencia”.231

Lo expresado arriba ayuda a comprender con mayor

profundidad, por así decirlo, la génesis de las palabras de Bolívar

acerca del peligro que acarreaba una tal “libertad”, ofrecida por

los Estados Unidos a los países de América Latina.

Ahora podemos exponer en forma detallada el punto de vista

acerca del problema del monroísmo y el bolivarismo. Es difícil

aceptar la interpretación tradicionalista de la doctrina Monroe

que se da en la ciencia histórica norteamericana. Algunos de sus

representantes afirman que fue promovida de cara ante la

229 Recordemos lo que escribiera Simón Rodríguez sobre los Estados Unidos.

El veía un símbolo sui generis de este país en el hombre que con una mano

enseña a los reyes el gorro frigio, y en la otra tiene un látigo con el que fustiga

a un negro arrodillado a sus pies. S. Rodríguez. Ob. Cit., t. I, p. 342). 230 C. Parra Pérez. Ob. Cit., p. 376. 231 Ibíd.

amenaza que para el hemisferio occidental representaban las

potencias de la “Santa Alianza”. Otros consideran que

Norteamérica salvó a los jóvenes Estados latinoamericanos de la

restauración del orden monárquico.232

Desde luego que los

principios sostenidos en la doctrina Monroe estaban lejos de ser

reaccionarios si se los compara con las argucias restauradoras y

legitimistas de las monarquías contrarrevolucionarias, encarnadas

en la política de la “Santa Alianza”. Sin embargo, como ha sido

demostrado convincentemente en las investigaciones de muchos

científicos, y entre ellos los soviéticos, no existía amenaza alguna

de agresión de parte de la Santa Alianza hacia el hemisferio

occidental.233

Por lo que se refiere a América Latina, la doctrina Monroe estaba

dirigiendo su filo contra la actividad reformadora-revolucionaria de

Bolívar, para malograr sus planes de creación de una firme unidad

de los nuevos Estados latinoamericanos.

Indiscutiblemente, en la teoría y práctica del monroísmo hubieron

de ejercer influencia los postulados y dogmas del protestantismo,

con sus pretensiones providenciales y mesiánicas. Mas ellos

carecían de un significado autónomo y fueron, digamos, utilizados,

por los representantes diplomáticos de los Estados Unidos en

América Latina pata justificar las pretensiones imperiales del

capitalismo norteamericano en franco desarrollo, para adelantar la

política de colonialismo espiritual y cultural. En este plano se

podría denominar a Poinsett y a los demás diplomáticos de su

232 D. Perkins. The Monroe doctrine (1823-1826). Cambridge. Massachusets,

1927; J. Latane. From isolation to leadership. N.Y., 1920; E. May. The mar-king

of the Monroe doctrine. Cambridge (Mass.), London, 1975. 233 Ver, por ejemplo: E. Ramírez Novoa. Monroísmoo y Bolivarismo en América

Latina. Buenos Aires, 1957; Indalecio Liévano Aguirre. Bolivarismo y

monroísmo; Manfred Rossok. La historia de la Santa Alianza y la emancipación

de América Latina. Buenos Aires, 1968.

Page 69: Catedra Bolivariana.pdf

género como “virtuosos del protestantismo práctico”, para

utilizar una definición de Carlos Marx.

Continuando con esta idea, hay que señalar que seria de igual

manera inadecuado tratar al bolivarismo como una especie de

cruzada católica contra la agresión protestante.234

La interpretación del bolivarismo en el espíritu de un

hispanismo extremo provoca una réplica resuelta, no solamente

porque ignora el sentido profundamente revolucionario,

reformador y democrático de la actividad de Bolívar, su

coparticipación orgánica en la lucha por la justicia social y la

libertad en todo el mundo.235

Tal disquisición de la herencia

ideológica de Bolívar no da, además, la posibilidad de entender

cuáles fueron los valores culturales, portadores del sello del

fructífero influjo de la cultura e historia españolas que él

defendía para asegurar a los pueblos suramericanos el derecho a

preservar su autenticidad.

234 “El bolivarismo —escribe el publicista colombiano Hugo Velasco— es

unidad de todo lo nuestro, verdadera hermandad en la religión católica. Es ser

intransigente con otra causa y otra religión distinta a la de Cristo. Nuestra

victoria como hijos de Bolívar está única y exclusivamente en la suprema

unidad de pensamiento y acción. Tenemos que desechar al quintacolumnjsmo

protestante que quiebra la moral y la unidad histórica” (Hugo Velasco A.

Retorno a la hispanidad Bogotá, 1953, p. 90). 235 No fue casual que los franquistas se hubiesen referido a Bolívar con marcada hostilidad Para ellos, Bolívar fue tan odiado como el jefe militar

español Rafael del Riego. En enero de 1941, Casarilgo, director del periódico

“El Alcázar”, publicación oficiosa del régimen franquista, fustigaba

acremente la figura del Libertador. Bolívar fue caracterizado allí como un

“liberal exaltado”, enemigo del hispanismo y del imperio católico español y

quien, igual que del Riego, se apoyaba en los protestantes y los masones para

adelantar su actividad destructora. “Bolívar es un hombre desconcertante;

embebido en la revolución francesa, él cree en todos los mitos cuya falsedad

la demostró el tiempo” (citado por: Milton Puentes. Bolívar, padre de las

izquierdas liberales. Bogotá, 1963, p. 75-76).

No menor controversia provocan las explicaciones que del

rechazo de Bolívar a las instituciones estatales norteamericanas y a

la ideología del federalismo se dan por parte de científicos

norteamericanos que consideran que el desarrollo de los países de

América Latina no puede comprenderse sin prestar atención a la

influencia en ellos de las ideas y tradiciones autoritario-

corporativas. Los partidarios de esta concepción buscan tales

causas en la existencia de singulares “tradiciones iberoamericanas”,

en las particularidades de la cultura política de los pueblos

latinoamericanos, con su culto de los valores jerárquicos mediante

la prevalencia de los intereses corporativistas sobre los individuales.

En los marcos del modelo “autoritario-corporativo” de

organización estatal de los países de América Latina, como afirman

los partidarios de este punto de vista, surge un tipo “singular” de

democracia, radicalmente opuesto a la concepción anglosajona. Si

esta última concede prioridad a los intereses de las personas, ya sea

en libertad individual o de grupo, las tradiciones iberoamericanas se

caracterizan por una clara superación de lo general sobre lo

particular, por la integración de los intereses individuales o de

grupo en un “todo orgánico”.

De acuerdo con los partidarios de este punto de vista, las

constituciones de los países latinoamericanos están basadas en los

principios de sometimiento de los intereses privados a los intereses

comunes, a tiempo que el sistema político de los Estados Unidos se

ha orientado hacia la creación de mecanismos de poder para

garantizar los intereses privados.236

236 Ver: Authoritarianism and corporatism in Latin America. Pittsburgh,

University press, 1977; New corporatism social-political structures in the Iberian

World. Notre Dame-London, 1974; The new authoritarianism in Latin America.

Princeton University, 1981.

Page 70: Catedra Bolivariana.pdf

El normativismo y relativismo de semejante posición se hacen

especialmente evidentes cuando en los marcos de este esquema

se estudia la actividad de Bolívar y sus concepciones políticas.

Considerando a Bolívar partidario de una democracia

“autoritaria” o “monista”, el científico estadounidense Glen Dely

subrayaba que mientras los patriarcas fundadores de los Estados

Unidos planteaban como objetivo principal la descentralización

del poder, sus homólogos latinoamericanos se esforzaban por su

concentración.237

La cuestión, naturalmente, no reside en tales diferencias

formales. La clave de la comprensión del problema descansa en

otro plano.

Si para los ideólogos del federalismo norteamericano la

aspiración principal fue levantar diques en el camino hacia la

“tiranía de la mayoría” (a propósito, el mismo Dely escribe sobre

esto), entonces Bolívar fue un resuelto adversario de la “tiranía

de la minoría”. En otras palabras, la concepción bolivariana de

la soberanía popular y su efectivo mantenimiento eran mucho

más revolucionarios y consecuentes que las interpretaciones de

estos mismos problemas hechas por los “padres fundadores” de

los Estados Unidos. De tal manera; la contraposición de los dos

tipos de democracia, anglosajona e iberoamericana, para explicar

las opiniones políticas y sociales de Bolívar, aclara muy poca

cosa, además de que tergiversa el sentido y el pathos de su

acción reformadora.

Es importante anotar que la tradición norteamericana del

pensamiento político de ningún modo se circunscribe a la

estrecha ideología conservadora del federalismo. En verdad,

237 Politics and social changes in Latin America. The distinct tradition.

University press, Massachusetts, 1974, p. 395.

existen tradiciones democrático-revolucionarias cuyos portadores

fueron dirigentes del movimiento liberador norteamericano tan

sobresalientes como Jefferson y Paine. Precisamente ellos,

esgrimiendo la concepción democrático-revolucionaria de la

soberanía popular, ejercieron contrapeso a los ideólogos del

federalismo y reconocieron a las masas el derecho de derrocar por

medio de las armas al gobierno que hubiese escapado del control

popular. A Jefferson pertenecen aquellas palabras encendidas de fe

en el pueblo: “Yo no pertenezco a la clase de seres que le temen al

pueblo. El pueblo, y no los ricos, es nuestro apoyo en la lucha

permanente por la libertad”.

Las tradiciones jeffersonianas se aproximan a las tradiciones

bolivarianas y su confrontación e investigación comparativas

pueden dar resultados fructíferos, ayudando a superar muchos

estereotipos y moldes elaborados al estilo de la contraposición

“democracia monista” versus “democracia pluralista”.

Page 71: Catedra Bolivariana.pdf

EL DILEMA TRÁGICO DEL LIBERTADOR

Al final de su vida, a Simón Bolívar se le opusieron fuerzas

poderosas, tanto en el interior del país como en el exterior. Las

actividades de sus enemigos políticos se vieron favorecidas por-

que muchos factores se desenvolvieron a contrapelo de los

planes del Libertador.

El ejército colombiano se encontraba en una crisis cada vez

más grave y su unidad estaba socavada por la fuerza centrífuga

de hondas contradicciones políticas. “En la historia de los

ejércitos —observaba Marx en una conocida carta a Engels

(25.IX.1857) se resume con asombrosa claridad toda la historia

de la sociedad civil”.238

Estas palabras son aplicables al ejército

libertador, colombiano.

La ley sobre distribución de bienes nacionales fue puesta al

servicio de los intereses de los especuladores de tierra, de los

“caballeros de la acumulación originaria”, y como resultado las

masas del ejército quedaron al borde de la miseria. Una vez

licenciados, muchos combatientes debieron engrosar las filas de

aquellos a quienes la sociedad negaba el derecho a la existencia

como seres humanos, transformándolos en mendigos o

vagabundos.

Al mismo tiempo, sobrevino el enriquecimiento de la cúspide

militar y la transformación de sus representantes en grandes

propietarios de tierras.

238 C. Marx, F. Engels. Obras, 1. 28, p. 825.

Aquellos salidos de las capas bajas, partidarios de la pardocracia,

encontraron fácilmente un lenguaje común con aquellos contra los

cuales habían combatido anteriormente. Los nuevos ricos, siendo

plebeyos, como había ocurrido con uno de los dirigentes del ejército

libertador en Venezuela, el general Páez, procedieron a entrar en

alianza con la cumbre criolla privilegiada, transfigurándose en

garantes del statu quo social.

En las filas del ejército surgieron diferentes grupos que

rivalizaban entre sí y que levantaron como estandartes a sus

afortunados caudillos. En otras palabras, Bolívar se vio privado del

apoyo personificado en el ejército revolucionario, el cual, según sus

cálculos, debería constituirse en su puntal. No había con qué

reemplazar al ejército, además de que las masas de población

desposeída y pauperizada, no habiendo recibido de la revolución

ningún beneficio palpable, expresaban su protesta social en forma

espontánea, por no estar preparadas para la acción organizada.

Bolívar comprendió que el terror escueto contra sus opositores

políticos no podría reemplazar al respaldo masivo, sino que

engendraría aun mayores problemas irremediables. Ante sus ojos

estaba la trágica experiencia de la revolución francesa, cuando el

terror, al comienzo justificable por las necesidades de la guerra

revolucionaria, gradualmente se fue convirtiendo en objetivo en si

mismo, socavando la revolución. En otras palabras, el camino del

terror abierto puede solamente conducir a un callejón sin salida, a la

degeneración del régimen en tiranía y despotismo personal.

Bolívar, revolucionario y reformador social, naturalmente no podía

llegar a eso.

No podía estar de acuerdo tampoco con los planes de establecer

en el país la monarquía constitucional, por la cual se pronunciaban

algunos de sus influyentes partidarios. Entre ellos figuraban el

presidente del consejo de Estado, José Maria Castillo y Rada; el

ministro de relaciones exteriores, Estanislao Vergara; el de

Page 72: Catedra Bolivariana.pdf

gobierno, José Manuel Restrepo, y el de guerra, Rafael Urdaneta.

Ellos aspiraban a que Bolívar fuera elevado al rango de

presidente vitalicio y que, después de su muerte, se incorporara a

algún príncipe europeo en calidad de heredero legal al trono.

Según palabras de Restrepo, hombre de Estado y destacado

historiador, a idea de la monarquía constitucional maduró en

Colombia cuando el país atravesaba por una profunda crisis y se

acercaba al umbral de una sangrienta guerra civil entre los

bandos “militarista” y “civilista”. El historiador colombiano

estimaba que el establecimiento de la monarquía colocaría las

bases de unas instituciones que habrían de suministrar “garantías

personales”, “orden” y “paz”, así como una “libertad razonable”

para los colombianos.239

Al mismo tiempo, Restrepo reconocía

que estos planes habrían de encarar encarnizada resistencia de

parte de las masas populares, en medio de las cuales las ideas de

igualdad habían echado profundas raíces, al igual que entre los

partidarios del republicanismo. Restrepo reconoció que al tomar

en cuenta todas estas circunstancias, difícilmente se podría

alcanzar el éxito de la empresa sin contar con el apoyo de

Bolívar.240

Sin embargo, todos los intentos por persuadir al Libertador

para que apoyara con su autoridad el proyecto monárquico

encontraron su firme rechazo. En más de una ocasión dijo que

no contribuiría al establecimiento de la monarquía en Colombia.

Además de ello, de la manera más categórica prohibió al Consejo

de Estado y al gobierno adelantar cualesquiera conversaciones

con las casas reales europeas en relación a una posible

candidatura de futuro monarca colombiano.241

239 Julio C. Vargas y Vergara. Vida de Estanislao Vergara, 1790-1855.

Bogotá, 1951, p. 228. 240 Ibíd., p. 229. 241 Ibíd., p. 280-281.

Tal posición de Bolívar se explica no sólo por su hondo

convencimiento de que la monarquía, en cualquier forma que fuese,

no tendría futuro en Colombia y demás países de América Latina,

sino, además, por su profunda fe de revolucionario y reformador en

la necesidad de la lucha por la verdadera igualdad de las masas

populares, lucha que no renegaba de los modestos resultados

conseguidos en el curso de la guerra de independencia.

Para llegar a un discernimiento más penetrante de la posición

bolivariana en esta situación tan compleja, signada por una aguda

lucha ideológica y política en torno a las vías de desarrollo para

Colombia, resulta clave una carta que Bolívar dirigió al general

Daniel F. O’Leary (13.IX.1829). Es inadmisible disentir del

conocido escritor venezolano Mariano Picón Salas cuando ve

justamente en esta carta la clave para comprender la inmutabilidad

del hondo democratismo que pervivía en las convicciones del

Libertador, la asombrosa consonancia de sus ideales sociales con la

actualidad.242

Esta carta puede ser considerada como una especie

de testamento en lo que toca con sus ideales sociales, penetrados de

conceptos sobre la verdadera igualdad y fraternidad. En lo sucesivo

Bolívar no habría de referirse con tal plenitud y en forma tan

circunstanciada a estos problemas.

En la carta a O’Leary, Bolívar aludió de nuevo, con penetrante

convencimiento, a la doctrina democrático-revolucionaria de

Rousseau acerca de la igualdad, trazando la frontera entre las

desigualdades sociales y las desigualdades “físicas”, “naturales”, las

cuales no es posible reparar, por cuanto en esto la responsabilidad la

llevan las “Injusticias de la naturaleza”. Aquí, pues, como subraya

Bolívar, desarrollando en verdad su entrañable idea, la “fuerza de

242 Ver: Mariano Picón Salas. Prefacio a: José Luis Busaniche. Bolívar visto por

sus contemporáneos. México, Buenos Aires, 1960, p. 10.

Page 73: Catedra Bolivariana.pdf

las leyes” es capaz de defender la igualdad, corrigiendo así

mismo las “injusticias de la naturaleza”, que engendran la

“desigualdad física”.243

En esta carta, como antes, Bolívar

defendió la justeza de las aspiraciones a la igualdad por parte de

las numerosas “clases bajas”, y habló de su natural

democratismo.244

Apelando a las ideas de igualdad,

remitiéndose al democratismo de las masas, Bolívar, en la carta a

O’Leary, rechazó terminantemente el proyecto monárquico, al

considerar que los intentos de ponerlo en práctica habrían de

acarrear al país muchas calamidades.

Admitiendo hipotéticamente, por así decirlo, la posibilidad de

erección de la monarquía en Colombia, Bolívar nuevamente

hubo de tocar el problema de la pardocracia, que tanto lo

inquietara toda la vida. Según él, esta nueva nobleza, salida de

las masas del pueblo, habría de arrastrar muchos rasgos

negativos, propios de un pueblo iletrado. “Nadie —escribió—

sufriría sin impaciencia esta miserable aristocracia cubierta de

pobreza e ignorancia y animada de pretensiones ridículas... No

hablemos más, por consiguiente, de esta quimera”.245

Estas profundas reflexiones filosóficas y sicosociales del

Libertador impregnaron el contexto general de sus

consideraciones sobre los destinos de Colombia, penetradas ellas

de la trágica premonición de que la causa de toda su vida estaría

condenada al fracaso y que ninguna fuerza seria capaz de

conjurar la disolución de la Gran Colombia.

243 S. Bolívar. Ob. Cit., Vol. III, p. 315. 244 Ibíd. 245 Ibid.

“La fuerza de los sucesos y de las cosas —anotó con amargura—

impele a nuestro país a este sacudimiento, o llámese mudanza

política”.246

Esta carta, asombrosa por la pureza y generosidad de

pensamiento, ayuda, si se la estudia con atención, a comprender en

el fondo el sentido de la tragedia del Libertador. El vio cómo la

“fuerza de las cosas”, la irremediable lógica de los hechos

conduciría al crecimiento de la desigualdad en la sociedad, mientras

que las masas del pueblo, cuya situación trató de aligerar con ayuda

de las leyes, quedarían cada vez con menos derechos, en tanto que

solamente unos pocos salidos de abajo entrarían a completar el

circulo del poder de los acaudalados.

En otras palabras, llegó a la conclusión de que la desigualdad

engendrada por las “desigualdades de la naturaleza” se

transformaba en desigualdad engendrada por la injusticia social.

Mas si Bolívar no contaba con fuerzas para cambiar el “estado de

cosas”, no obstante, estaba dentro de sus posibilidades determinar

para siempre su lugar en la historia. En verdad, en varias ocasiones

había expresado que el hombre poseía libre voluntad y libre

elección en la historia, por lo cual el camino de Cromwell o el de

Napoleón resultaban inadmisibles para él. Plenamente consciente y

resuelto por entero, Bolívar, al negarse a apoyar los planes

monarquistas, hizo su elección histórica, dando el único paso

posible para él en tales condiciones. Depuso los plenos poderes

dictatoriales temporales y transmitió el poder al congreso legislativo

de la República de Colombia, el cual se hubo de reunir en Bogotá

en enero de 1830.

Refiriéndose a los diputados del congreso, y declarando su

irrevocable decisión de negarse a continuar en el poder, Bolívar

246 Ibid., p. 314.

Page 74: Catedra Bolivariana.pdf

pronunció estas palabras llenas de amargura y dramatismo:

“Conciudadanos! Me ruborizo al decirlo: la independencia es el

único bien que hemos adquirido a costa de los demás”.247

Eran

las palabras pronunciadas por el hombre que no sólo había

combatido por la independencia de los pueblos de Latinoamérica

sino que pretendía también que la creación de los Estados

latinoamericanos independientes abriera el camino hacia la

igualdad, la justicia social y la completa libertad. Empero, estas

palabras eran algo así como el testamento político de Bolívar,

una especie de llamado a los pueblos de América Latina para que

combatieran por la realización de elevados ideales sociales, para

la transformación de las repúblicas latinoamericanas en Estados

de justicia social y de igualdad.

Los últimos meses de la vida de Bolívar fueron trágicos. La

calumnia, las groseras insinuaciones, agregadas a las exigencias

de destierro fuera del país lo ofendieron en lo más profundo,

acelerando su extinción física. Golpe• terrible para él fue la

noticia del alevoso asesinato (junio de 1830) del mariscal

Antonio José de Sucre, hombre supremamente cercano a su es-

píritu.

Pero inclusive en los momentos más trágicos de su vida, el

sentimiento de responsabilidad por el destino de la patria nunca

abandonó a Bolívar. Cuando en septiembre de 1830 sus

partidarios, encabezados por el general Urdaneta, se tomaron el

poder y se dirigieron a Bolívar con un llamado para que

encabezara el gobierno, él se negó; y procedió así no tanto

porque estuviera empeorando su catastrófico estado de salud

cuanto por otra consideración de principio. Como anteriormente

todo lo valoraba con el medidor de la soberanía popular, de la

voluntad del pueblo, y puede decirse que esta idea lo martirizó.

247 S. Bolívar. Ob. Cit., Vol. III, p. 817.

Pero precisamente el pueblo no estaba, por esencia, tras las espaldas

de los militares, y él en el mejor de los casos guardaba completo

silencio. Reconociendo subjetivamente los móviles generosos y

desinteresados de sus partidarios, Bolívar no quiso ser cabeza de un

gobierno que, en el fondo, surgiría como resultado de un

pronunciamiento.248

Mas, podría ser que él hubiese visto en estos

acontecimientos cierto tipo de variante colombiana de los “cien

días” napoleónicos? De todos modos, no quiso tomar parte en tal

empresa.

Hasta los últimos días de su vida Bolívar conservó la inteligencia

clara, la exactitud y determinación de criterios morales para valorar

a las personas. Un poco antes de su consumación, como transmiten

sus interlocutores, Bolívar habló con sentimientos de asco y

desprecio de los nuevos ricos que habían alcanzado posiciones a

cuenta del saqueo del patrimonio nacional de Colombia.249

Finalmente, el 17 de diciembre de 1830 desapareció Bolívar.

Había muerto para pasar a la inmortalidad.

La herencia espiritual del Libertador estampó el sello de su

poderosa influencia en la vida y la lucha de las generaciones

posteriores, inspirándolas en la brega por la libertad y el progreso

social. Es profundamente simbólico el hecho de que en los grandes

movimientos sociales e insurrecciones populares que se han

desenvuelto en Venezuela, Colombia y otros países

latinoamericanos, las masas populares frecuentemente se hayan

dirigido a las ideas de Bolívar, subrayando así mismo a quién en

definitiva le pertenece el Libertador. José Martí encontró palabras

muy claras y exactas al caracterizar el secreto de la influencia

inquebrantable del pensamiento bolivariano sobre los patriotas

248 José Ignacio Méndez. El ocaso de Bolívar. Bogotá, 1951, p. ‘76-77. 249 Ibíd., p. 94.

Page 75: Catedra Bolivariana.pdf

latinoamericanos: “A Bolívar aun le corresponde hacer no poco

en América”.250

Como continuando el pensamiento de Martí, el héroe nacional

de Nicaragua, Augusto César Sandino, dijo que la misión de la

nueva generación debe consistir en contribuir con todas sus

fuerzas a encarnar en la vida las profundas ideas de Bolívar. “Yo

estoy profundamente convencido —expresó Sandino— de que

en el siglo actual nosotros seremos testigos de la realización de

cosas admirables”.251

250 José Martí. Nuestra América, p. 212. 251 Augusto César Sandino. Carlos Fonseca Amador. Nicaragua: la estrategia

de la victoria. México, 1980, p. 93. Comparando a Bolívar con Napoleón,

Sandino escribió: “Si, Napoleón fue una personalidad sobresaliente, pero el se

orientaba en sus actividades por un exclusivo egoísmo. En más de una vez yo

inicié la lectura de su biografía, pero cada vez abandonaba el libro. La vida

misma de Bolívar inmodificablemente me inquietaba, obligándome a llorar”

(Ibíd., p. 94).

BOLÍVAR Y LOS DECEMBRISTAS

“Respeto al pasado es precisamente el rasgo que diferencia al

civilizado del salvaje”. Con estas palabras del poeta ruso Alejandro

Pushkin quiero empezar estas notas. Creo que ayudan a entender en

toda su profundidad el significado de las tradiciones históricas en la

vida de la sociedad, de la experiencia del pasado para las nuevas

generaciones. Quiero hablar precisamente sobre aquella tradición, a

la cual hace referencia el distinguido escritor e historiador

venezolano Mario Briceño Iragorri: “es la onda creadora que va del

ayer al mañana y sin consultarla no crecerán para lo porvenir las so-

ciedades”.252

Pienso que el mismo tema de mi conferencia no seria útil si no

mostrara, ante todo, aunque sea una vez más, el hecho de que

existen viejas y fructíferas tradiciones que vinculan al pueblo de

Rusia con los pueblos de América Latina en la lucha por la libertad,

contra la tiranía, en defensa de la dignidad humana. Se puede citar

muchos ejemplos.

Así, a finales del siglo XVIII y comienzos del XIX, hombres de

vanguardia de Rusia, que luchaban contra la servidumbre y la

autocracia, prestaron atención a la América hispana, a la situación

de miseria de sus habitantes, que arrastraban las cadenas del yugo

colonial. Naturalmente, mostraron particular simpatía por los

Indios oprimidos y por los esclavos negros. Conmovidos por su

deplorable situación, condenaban a los opresores y explotadores y al

mismo tiempo aprovechaban esas denuncias para desenmascarar

con indignación la servidumbre en la Rusia autocrática.

252 Mario Briceño Iragorri, Mensaje sin destino. Caracas, 1952, p. 38-39.

Page 76: Catedra Bolivariana.pdf

Por su lado, en su conocida obra “Viaje de Petersburgo a

Moscú”, escrita desde las posiciones de rotundo rechazo a la

servidumbre, el conocido escritor y revolucionario ruso A.

Radischev (1749-1802) se refería con profundo dolor a la

opresión implacable de los pueblos de la América hispana como

si estuviera señalando el dato que la esclavitud y la servidumbre

producían sobre el pueblo ruso.253

Los motivos contra la servidumbre y la tiranía caracterizan los

versos del poeta ruso Nicolai Gnedich escritos a comienzos del

siglo pasado y recogidos en su obra “Peruano al español”. En

ellos el indio amenazaba a sus opresores con levantamientos

populares. “Con la misma mano con la cual arrastro las cadenas

de la servidumbre aplastante desplegaré la bandera de la libertad

ante mis amigos”,254

proclamaba. Estos versos fueron utilizados

por los revolucionarios decembristas en su labor de agitación, y

no es casual que en 1825 la autocracia zarista los señalara como

subversivos y los sumara a la acusación contra los decembristas.

Una nueva etapa del crecimiento y fortalecimiento de las

simpatías en Rusia hacia la lucha de liberación de los pueblos de

América hispana está ligada con aquel periodo de la historia rusa

que empezó después de la Guerra Patria de 1812, cuando en la

escena política hicieron su aparición los decembristas, aquellos

abnegados revolucionarios y patriotas que el 14 de diciembre de

1825 se lanzaron a derrumbar la autocracia y empuñando las

armas se presentaron en la Plaza del Senado de Petersburgo.

253 A. N. Radischev. Obras completas, 1988. t. 1, p. 316-317. Por la

publicación de este libro Radischev fue condenado a la pena de muerte, luego

conmutada por la de destierro a largos años. 254 N. I. Gnedich. Versos. Moscú-Leningrado, 1963, p. 82-86

Aunque fueron derrotados, no se puede menospreciar la

importancia de su hazaña en la historia de nuestro país. V.I. Lenin

los nombraba como a los primeros revolucionarios rusos y

subrayaba que era necesario empezar con los decembristas la

historia del movimiento revolucionario ruso.255

Puede surgir la pregunta de por qué nosotros consideramos a los

decembristas los primeros revolucionarios rusos, si antes de ellos se

produjeron levantamientos populares, por ejemplo, las

insurrecciones campesinas encabezadas por Stepan Razin y

Pugachev.

La historiadora soviética Militsa Nechkina responde así a ese

interrogante: “Hasta ese momento ocurrieron en Rusia

levantamientos campesinos espontáneos. Los campesinos

insurrectos lucharon heroicamente contra el yugo servil y el signo

de esa lucha fue progresista. Socavó los fundamentos del régimen

de servidumbre y abrevió los plazos de su existencia. Pero el

movimiento campesino espontáneo era políticamente confuso, no

poseía conciencia política; los campesinos fueron a la lucha contra

los terratenientes, pero su atraso no les permitió hacer conciencia de

lucha contra el zarismo, contra el régimen de la servidumbre:

confiaban en un “zar bueno”, estaban bajo el influjo de la ideologia

del “monarquismo ingenuo”.

No es posible considerar a una insurrección campesina

espontánea como movimiento revolucionario. La lucha

revolucionaria la adelantan gentes políticamente conscientes que se

organizan. Los revolucionarios tienen un programa político y

elaboran conscientemente una táctica de lucha. Por eso los

decembristas fueron revolucionarios, ya que, según M. Nechkina, su

levantamiento fue políticamente consciente, se colocó ante “la tarea

255 V. I. Lenin. Obras completas, t. 30, p. 315.

Page 77: Catedra Bolivariana.pdf

de liquidar el régimen del absolutismo feudal, estaba iluminado

por las ideas de vanguardia de la época. Por primera vez en la

historia de Rusia se puede hablar de un programa revolucionario,

de una táctica revolucionaria consciente, y analizar unos

proyectos constitucionales”.256

Hablando del carácter y la esencia del movimiento

decembrista conviene tener en cuenta la apreciación leninista de

que él estuvo representado casi exclusivamente por nobles.257

En cierta manera, este hecho predeterminó la limitación de los

decembristas, aunque en fin de cuentas reflejaban los intereses y

sentimientos seculares del pueblo sojuzgado, ante todo del siervo

de la gleba, e intentaron alcanzar sus objetivos con el apoyo del

estamento militar. Al mismo tiempo, no es posible olvidar que

los decembristas más radicales, buscando revolucionar al

ejército, desarrollaron en sus filas una campaña consciente y

tenaz contra la servidumbre, que contribuyó a elevar la

conciencia política de los soldados, quienes provenían en su

mayor parte del campesinado y ayudaron a despertar

políticamente al mismo pueblo. Con valentía inigualable, uno de

los más destacados representantes del movimiento decembrista,

el mayor Vladimir Raevski, desenmascaró ante los soldados los

vicios y el papel nefasto de la servidumbre, exhortándolos a

levantarse contra la autocracia. Sólo un revolucionario

convencido podía condenar la servidumbre con estas frases:

“Quién dio derecho a un hombre de considerar a su semejante

como su propiedad? Con qué derecho su cuerpo y su espíritu y

hasta su propiedad deben pertenecer a otro? Dónde está la ley

que permite comerciar, cambiar, jugar, regalar y tiranizar a los

256 M.V. Nechkina. Los decembristas. Moscú, 1982, p. 154. 257 V. I. Lenin. Obras completas, t. 30, p. 315.

hombres? No es acaso su fuente la ignorancia profunda y brutales e

inhumanas pasiones?”.258

El líder indiscutible del ala radical de los decembristas fue el

coronel Pavel Pestel (1793-1826). Hombre de gran talento, a quien

Pushkin consideraba una de las personalidades más inteligentes de

Rusia, de una pureza cristalina y de elevados principios morales,

Pestel fue un convencido e inflexible partidario del derrumbe de la

autocracia por el camino revolucionario y del establecimiento en

Rusia de un régimen republicano. Fue el creador del proyecto

constitucional conocido como “Rúscaia pravda” (“ley rusa”),

interesante por su originalidad y profundidad. Según su criterio,

“La esclavitud deberá ser liquidada resueltamente y la nobleza

deberá renunciar para siempre al odioso derecho de propiedad sobre

otros hombres”. Pestel planteaba profundas transformaciones

sociales, ante todo la reforma agraria y la entrega de tierras a los

campesinos, la liquidación de los privilegios de los estamentos

sociales, la democratización radical de las relaciones sociales.259

Por ahora conviene posponer para más adelante el análisis de las

concepciones y del programa de Pestel para la reconstrucción de

Rusia, y referirse a la actitud de los decembristas frente a la guerra

de Independencia de los pueblos de América Latina.

Característica de los decembristas fue su profunda solidaridad

con la lucha liberadora de los pueblos en todo el mundo. Con gran

alborozo recibieron la noticia de la victoria de la revolución

española de 1820 y se entusiasmaron con su jefe, Rafael del Riego.

258 V. Bazanov. V. F. Raevski. Nuevos documentos. Moscú-Leningrado, 1949, p.

22. 259 Pestel llamó a su proyecto “ley rusa” en honor a la legislación rusa antigua de

Kiev. Al rendir homenaje a las tradiciones nacionales, enfatizaba la ligazón entre

el patriotismo del pasado y la revolución del futuro del pueblo ruso.

Page 78: Catedra Bolivariana.pdf

Con el mismo interés y atención acompañaron los

acontecimientos de la lucha de liberación de los patriotas

sudamericanos. Pestel hablaba sobre la influencia que las

conmociones revolucionarias en el mundo, entre ellas “en toda

América”, tenían sobre el desarrollo del movimiento

revolucionario en Rusia.260

La simpatía de los decembristas se volcaba hacia los

combatientes latinoamericanos por la libertad, y vieron en

Bolívar a uno de los hombres más destacados de la época. Les

interesaron los proyectos constitucionales en los cuales se

basarían las nuevas instituciones estatales de los países

latinoamericanos y les llamó particular atención la idea de

Bolívar de convocar el Congreso de Panamá, que podría

conducir como afirmaba el decembrista Zavalishin, a la creación

de una “república federativa” en América. El mostraba la

posibilidad de crear semejante república también en Rusia.261

Los decembristas expresaron sin vacilar su convicción en la

victoria de la justa causa de los patriotas suramericanos. Por

ejemplo, en 1816 el decembrista N. Turguenev escribió en su

“Diario”: “España lucha con sus colonias americanas (…) con

qué derecho el honor del pueblo puede estar representado por el

despotismo terco y ciego de España? Las colonias romperán con

su pesado yugo (...) Parece que ya es hora de convencerse de que

el despotismo no puede vencer a la libertad cuando el pueblo

lucha por alcanzarla”.262

260 “La insurrección de los decembristas”. Moscú, Leningrado, 1927, t. 4, p.

105. 261 Ibíd., t. 3, p. 321, 334, 340, 342. 262 Archivo de los hermanos Turguenev, III ed.,

1913, p. 326, 327.

Es interesante observar que Bolívar se refirió no pocas veces a

los acontecimientos de Rusia, particularmente los del periodo de

ascenso del movimiento decembrista. Convencido adversario de la

“Santa Alianza”, vio en la Rusia zarista a uno de los baluartes

principales y desde estas posiciones condenó la política de la

autocracia zarista. Son interesantes sus juicios sobre el

levantamiento de los decembristas. Pese a no disponer de

información suficiente sobre los motivos de lucha de los

decembristas, supo ver lo principal. Según sus palabras, el fracaso

del levantamiento de una parte del ejército ruso, aplastado

sangrientamente, llevó a que en lugar de Alejandro I accediera al

trono Nicolás I, otro déspota partidario de la reacción

monárquica.263

Más tarde, en su carta al general Robert Wilson (16. IV. 1828),

refiriéndose al rol reaccionario de la Rusia zarista como baluarte de

la “Santa Alianza”, Bolívar estimó que para impedir el triunfo de la

reacción en Europa hacia falta derrotar a Rusia y desmembrar ese

inmenso imperio.264

A estas palabras recurre, por ejemplo, el historiador venezolano

Antonio Coya para elaborar toda una concepción sobre el “odio

estratégico” de la Unión Soviética hacia Bolívar, ya que ese país,

según Coya, continúa practicando la política exterior del zarismo.

Con esta clase de interpretaciones se pretende presentar al

Libertador como defensor de la “civilización occidental”, algo así

como “precursor del anticomunismo”.265

263 S. Bolívar. Ob. Cit., Vol. II, p. 352, 356, 364. vol. II, p. 352, 356, 364. 264 Ibid., p. 830-831. 265 Jesús Antonio Coya. El. Libertador y el odio soviético. “Historia de la

historiografía venezolana”. Caracas, 1961, p. 161-162.

Page 79: Catedra Bolivariana.pdf

No es necesario refutar tales “elucubraciones teóricas”. Es

suficiente señalar que Bolívar, al criticar la política zarista, al

mismo tiempo criticaba agudamente las posiciones de las

monarquías europeas. En general, el jefe caraqueño no estuvo

inclinado a asentar en América Latina instituciones estatales

europeas. El intentó, porfiadamente, elaborar un proyecto

constitucional original, de acuerdo a las condiciones históricas

concretas del continente, proyecto que correspondía con sus

ideas sobre la justicia social, la igualdad y la libertad verdaderas.

Eso de que Bolívar defendía la “civilización occidental” contra la

“barbarie oriental” no tiene ningún fundamento.

Y aquí el tema de Bolívar y los decembristas se enriquece con

un nuevo contenido, que permite ver la coincidencia tipológica

de los ideales bolivarianos con los de los revolucionarios rusos.

Por eso conviene remitirse a las concepciones políticas y sociales

de Pavel Pestel, comparándolas en este caso con las de Bolívar.

Aproxima al jefe de los decembristas y al Libertador el odio a

la esclavitud, a la servidumbre, a la tiranía, a todas las formas de

opresión del hombre por el hombre. Pero lo más importante que

los aproxima es la búsqueda incansable para lograr que las

concepciones de libertad, igualdad y fraternidad no quedaran

como simples consignas sino que tuvieran un contenido real al

servicio del pueblo. En este sentido el pensamiento de Pestel

como el de Bolívar escapan de los marcos de las concepciones

tradicionales liberales sobre la sociedad e irrumpen en el futuro,

alcanzando la esfera de la utopía social. El gran pensador ruso

Alejandro Herzen (1812-1870) escribía sobre el innovador

programa revolucionario de Pestel: “El cree que la proclamación

de la república no se llevará a cabo si no incorpora la revolución

de la propiedad territorial”.

No debemos olvidar que se trata de acontecimientos que

ocurrieron entre 1817 y 1825. En ese entonces en Europa nadie se

preocupaba de los problemas sociales. El “loco y salvaje” Graco

Babeuf había sido olvidado; Saint-Simon, que escribió tratados al

respecto, no era leído; en la misma situación estaba Fourier, y ya no

interesaban los artículos de Owen. Los más destacados liberales de

este tiempo, como Benjamin Constant y P. Currie, recibirían con

gritos indignados las proposiciones de Pestel, formuladas en un club

del cual no eran miembros los obreros. Ante un gran auditorio (se

trata de la intervención de Pestel en las sesiones de la “Sociedad del

Norte” de los decembristas de Petersburgo), compuesto por los

aristócratas más ricos, Pestel propuso a estos personajes alcanzar,

aun a costa de la vida, la expropiación de sus propiedades. Pero

ellos no estuvieron de acuerdo con él, pues sus convicciones

socavaban los principios de la economía política recién adoptados

por ellos.266

Estos pensamientos claros y profundos de Herzen ayudan a

comprender bastante la proximidad de los ideales sociales de Pestel

y de Bolívar, de sus proyectos políticos y constitucionales. Como

se sabe, en sus reformas sociales el Libertador avanzó más allá del

liberalismo, con sus principios de economía política basada en el

manchesterismo. Herzen plantea la hipótesis de la inevitabilidad

del choque de Pestel con los ideólogos del liberalismo europeo, así

como el choque de los partidarios de Bolívar con Constant y otros

liberales fue un hecho real.

Pestel y Bolívar intentaron no sólo entregar la tierra a los

campesinos, sino también crear barreras para que no fueran

nuevamente desposeídos. Es importante recordar que ambos

266 A. I. Herzen. Sobre el desarrollo de las ideas revolucionarias en Rusia. Moscú,

1958, p. 63.

Page 80: Catedra Bolivariana.pdf

planteaban la conservación y hasta el restablecimiento de las

formas comunitarias de aprovechamiento de la tierra.

Los aproximaba su animadversión no sólo a la “aristocracia

feudal” sino también a los “aristócratas de la riqueza”, a la

democracia “empadronada” con la cual los grandes capitalistas

manejaban la vida política.267

En este sentido el proyecto de “ley

rusa” de Pestel, que planteaba la liquidación de todas esas

ventajas del censo, coincidía de modo extraordinario con el

proyecto constitucional del Libertador para Bolivia, que negaba

tales ventajas a las clases privilegiadas de la población. Tanto

Pestel como Bolívar consideraban que con la ayuda de leyes

efectivas el Estado podía impedir el ahondamiento de la

desigualdad social, contribuir a que las relaciones entre las

personas se asentasen en los principios de la asociación y la

justicia social. En este plano, ambos revolucionarios y

reformadores pertenecían al tipo de representantes políticos en

los cuales el “razonamiento político” estaba estrechamente

ligado con las aspiraciones hacia la esfera de la utopía social.

Pestel, como se sabe, fue partidario del establecimiento, luego

del derrumbe de la autocracia, de una Dirección Suprema

revolucionaria temporal, con el propósito de realizar las

transformaciones revolucionarias antioligárquicas en interés del

pueblo. También Bolívar, al final de su vida, fue llegando al

convencimiento de que sólo empleando formas extraordinarias

de gobierno temporal era posible llevar a cabo las

transformaciones antioligárquicas en interés de las masas, de

267 Como subrayó Pestel en la primera variante de la “ley rusa”, es allí donde

la “aristocracia de la riqueza’ sustituyó a la “aristocracia del feudalismo”: los

pueblos no sólo no sacaron provecho de ello sino, al revés, en cierto sentido se

encuentran en peor situación política que antes, porque los colocaron bajo la

dependencia forzosa de los ricos” (El levantamiento de los decembristas, t.

VII, Moscú, 1958, p. 189).

modo que el surgimiento de los jóvenes Estados políticamente

independientes fuese al mismo tiempo un avance hacia la liberación

social de las capas oprimidas y desposeídas.

Se podría continuar haciendo más paralelos, pero los expuestos

parecen suficientes para convencernos de que no se trata de mostrar

cuestiones inventadas o artificiales, sino de hacer comparaciones

fructíferas en la esfera del análisis histórico.

Esto comprueba también la atención que prestó la prensa rusa a la

guerra de independencia de las colonias españolas de América y al

papel que jugó Simón Bolívar.

Esa guerra fue un acontecimiento de tan notorio alcance mundial

que la prensa oficial rusa, que no ocultaba sus simpatías

legitimistas, informó sobre los acontecimientos sistemáticamente y

de modo bastante amplio. Mucho interés tiene para el desarrollo de

nuestro tema la posición al respecto de las diferentes revistas,

principalmente aquellas que orientaban, a la opinión pública.

Escogemos para el análisis a tres de ellas: “Moskovski Telegraf”

(El Telégrafo de Moscú), “Syn Otiechestva” (El Hijo de la Patria) y

“Vestnik Evropi’ (Mercurio de Europa). La elección de estas

publicaciones se debe a que en sus páginas aparecieron

constantemente diferentes materiales, tanto originales como

traducidos, sobre los acontecimientos de la América hispana y, lo

más importante, en ellos ocupó lugar cimero la figura de Bolívar.

En muchas valoraciones las revistas ocuparon posiciones

diametralmente opuestas, que, naturalmente, no podían dejar de

influir en la apreciación de la guerra de independencia de los

patriotas latinoamericanos y de la personalidad del Libertador, pues

la apreciación de los acontecimientos de América del Sur servia, en

grado no pequeño, a los objetivos de la lucha política e ideológica

Page 81: Catedra Bolivariana.pdf

que se desenvolvía en Rusia entre los partidarios de la autocracia

y la servidumbre y las fuerzas antifeudales, a cuya vanguardia

estaban los decembristas. “Moskovski Telegraf” comenzó a

editarse en 1825, es decir, en el año en que los decembristas

intentaron derrocar a la autocracia y fueron derrotados en batalla

desigual. En medio de la reacción negra que avanzaba después

de la derrota decembrista, los colaboradores de esa revista, bajo

la dirección de Nikolai Polévoi (1796-1846), emprendieron pre-

cisamente la noble y difícil tarea de continuar la batalla contra la

autocracia y la servidumbre. Polévoi, talentoso periodista dueño

de gran sensibilidad social hacia los problemas cardinales de la

época, transformó la publicación en la mejor tribuna de las

agrupaciones progresistas. Utilizando como regla el lenguaje de

Esopo, recurriendo a las parábolas, en condiciones de rigurosa

censura y persecución contra el pensamiento libre, “Moskovskí

Telegraf” luchaba contra la autocracia y la servidumbre, se

pronunciaba en favor de la instrucción popular y de cambios

progresistas en Rusia. Herzen escribió sobre Poiévoi: “Su

periódico “Moskovskí Telegraf” gozó de gran influencia y

debemos reconocer su servicio, tanto más cuanto se imprimió en

los momentos más duros. Qué se podía escribir al día siguiente

de la insurrección, en vísperas de las ejecuciones? La situación

de Polévoi era muy difícil”.268

Escribir sin ocultar las simpatías por la guerra de

independencia de las colonias españolas, como lo hizo el

periódico de Polévoi, fue una hazaña cívica. El mismo, con un

grupo de amigos, editó un periódico manuscrito que utilizaba

este epígrafe: “Bolívar es un grande hombre”.269

268 A. I. Herzen. Sobre el desarrollo de las ideas revolucionarias en Rusia, p.

79. 269 L. Y. Sleskin. Rusia y la guerra de independencia de América hispana.

Moscú, 1964, p. 336-338.

En 1827, el autor de una denuncia anónima contra Polévoi decía

que “todo lo que está prohibido hablar en Petersburgo acerca de las

regiones independientes de América y sus héroes, es referido con

entusiasmo en “Moskovski Telegraf”.270

Posición diametralmente opuesta adoptó “Vestnik Evropi”, que

comenzó a editarse en 1802. Si bien en los primeros años de su

existencia —cuando su director fue el famoso escritor Karamzin—

se distinguió por su calidad literaria, criticó con frecuencia los

aspectos más odiosos de la servidumbre y profesó las ideas de la

monarquía ilustrada, después de 1811, cuando su único redactor fue

el profesor Karchanovski, pasó a defender incondicionalmente la

autocracia y el régimen de servidumbre; adoptó una actitud

extremadamente reaccionaria, bajo la divisa de que cada quien debe

estar satisfecho con su situación, lo cual significaba una defensa

abierta del sistema imperante, adverso a cualquier cambio.

Desde las posiciones del legitimismo, la revista enfocó con

hostilidad la guerra de independencia de las colonias españolas,

exteriorizando su simpatía hacia los colonizadores. Cuando llegó a

Rusia la noticia sobre la batalla de Ayacucho, la revista no ocultó su

desilusión y expresó que “lamentablemente se confirmó que las

tropas españolas fueron derrotadas”.271

Conviene advertir que en

esta gaceta se publicaban materiales en los cuales el lector podía

encontrar noticias sobre los acontecimientos que ocurrían en

Suramérica, incluso en el plano de los recursos naturales y la vida

económica de los nacientes Estados, entre ellos Colombia.

270 Ver: V. Orlov. Nikolai Polévoi, literato de los

años 30. Materiales de historia de la literatura y el

periodismo rusos de los años 30. Leningrado, 1934,

p. 46. 271 “Vestnik Evropi”, 1825, N° 7, p. 232.

Page 82: Catedra Bolivariana.pdf

Una evolución complicada y contradictoria experimentó la

revista “Syn Otiechestva”, cuya primera edición data de 1812.

Durante largo tiempo (1816-1825), en su orientación política y

literaria ejerció gran influencia el despertar de la vida pública

rusa, la actividad de los decembristas. En sus páginas

colaboraron destacados militantes de esa agrupación, como F.

Glinka, N. Muraviov, K. Riliev, Kinjelbeker y muchos otros, y

se imprimieron obras de sobresalientes escritores rusos, como A.

Pushkin y A. Griboedov. No era casual, pues, el talante de la

publicación, firme en su condena de la servidumbre y cuyos

artículos sobre la historia y la cultura rusas se distinguían por el

patriotismo y las virtudes cívicas.

Sin embargo, después de la derrota del movimiento

decembrista, su veterano y principal redactor, N. Grech, viró

bruscamente a la derecha, aproximándose a las posiciones de

“Vestnik Evropi”. Aunque en las cuestiones relativas a la guerra

de independencia hispanoamericana “Syn Otiechestva” no

ocupaba una posición claramente adversa a la causa de los

patriotas latinoamericanos, y publicaba documentos neutrales.

No fue poco el espacio que se dedicó en las páginas de las

publicaciones rusas a enfocar la personalidad de Simón Bolívar,

su actividad como jefe militar, hombre de Estado y legislador.

Las valoraciones se han diferenciado radicalmente unas de otras,

y las mismas temáticas, e inclusive los mismos hechos han sido

dibujados de modo diferente, dándoles interpretaciones

personales. A menudo las referencias a las mismas fuentes

llevaban carga ideológica y servían de base para sacar

conclusiones distintas. Por ejemplo, las tres revistas publicaron

simultáneamente artículos resumidos dedicados a Bolívar y a

otros jefes militares colombianos. A juzgar por todo, cada

publicación utilizaba, en mayor o menor grado, documentos del

viajero francés Mollien, quien visitó a Colombia. Sus impresiones

de viaje están en general escritas desde posiciones de malevolencia

hacia Bolívar, de hostilidad a la lucha de liberación del pueblo co-

lombiano.

“Moskovski Telegraf” utilizó algunos datos de las notas de viaje

de Mollien y en un articulo titulado “Jefes militares colombianos”

desvirtuó las evaluaciones del francés y formuló su propia

interpretación acerca de la actividad del Libertador y del resto de

patriotas colombianos. Todo el articulo está impregnado de

admiración por la personalidad de Bolívar, por sus acciones

heroicas en aras de la patria y de la libertad. “Bolívar es una de las

personalidades más admirables de la historia americana

contemporánea”, fueron palabras que servirían como leitmotiv de

ese y otros artículos aparecidos en “Moskovski Telegraf”. La

revista evaluó el arte de dirección militar del Libertador y subrayó

la diferencia que tenía con el que había inspirado las campañas

militares llevadas a cabo de acuerdo con las normas y patrones de la

ciencia militar tradicional. Al respecto, la revista anotaba que la

conducción de la guerra por Bolívar se caracterizaba por la

velocidad de maniobra, el cubrimiento de grandes distancias, las

imprevisibles incursiones sobre el enemigo. Señalaba así mismo la

perseverancia bolivariana en la búsqueda de la victoria, sacando

lecciones de los desaciertos y las derrotas y sin desesperar nunca de

conseguir el objetivo fijado. En su deseo de acentuar tal vez el no

tradicionalismo y la ausencia de esquematismo en la actividad de

Bolívar, la revista lo llamó “jinete intrépido”, contraponiéndolo a

los jefes militares de la vieja escuela.272

Con matices completamente diferentes se caracterizó la dirección

militar bolivariana en las páginas de “Vestnik Evropi”. La

publicación se limitaba a reproducir las valoraciones de Mollien y

272 “Moskovski Telegraf”, 1825, N° 10, mayo, p. 187.

Page 83: Catedra Bolivariana.pdf

calificaba al Libertador como un “guerrillero intrépido” y no

como un jefe militar, capaz de dirigir a una gran cantidad de

personas.273

En cuanto a “Syn Otiechestva”, al caracterizar el arte militar

del héroe venezolano rememoraba más al guerrillero audaz que

al jefe militar capaz de poner en movimiento todo un ejército.274

Debe anotarse que, no obstante la diferencia en las

valoraciones del arte militar bolivariano, en las publicaciones

aludidas se enfatizaba invariablemente el arrojo e intrepidez del

héroe, su indiscutible liderato sobre los demás jefes militares de

la guerra liberadora.

La culminación de la guerra con la victoria de los patriotas

latinoamericanos planteó con agudeza, naturalmente, la cuestión

del porvenir de los jóvenes Estados y de sus formas de gobierno.

Tal problemática encontró reflejo en las páginas de las revistas

rusas, ante todo en el plano evaluador de las concepciones

bolivarianas sobre la organización estatal. Entonces se

expresaron con particular claridad las simpatías y las antipatías

políticas de una y otra publicación, lo cual se reveló en la

evaluación de la acción legislativa estatal de Bolívar y en la

selección de los documentos a ser traducidos. En esencia, se

coincidía en que las instituciones estatales surgidas en el curso

de la contienda anticolonial resultaban insuficientemente estables

y tenían tal vez un carácter temporal. Al analizar la organización

estatal de la República de Colombia, todas ellas coincidían en

sostener que en esta esfera habían sido tomadas como modelo las

instituciones de los Estados Unidos, aunque, según su criterio, no

podía hablarse de una copia mecánica. Pero más adelante las

273 “Vestnik Evropi”, N° 3,1825, p. 215. 274 “Syn Otlechestva”, 1826, 119 21-24, p. 182.

simpatías y antipatías políticas de los editores se fueron

diferenciando entre si. “Moskovski Telegraf” se irguió de nuevo en

defensa de Bolívar, pronunciándose contra las tesis de sus

opositores referentes a su capacidad como legislador, que lo

limitaban sencillamente a ser un combatiente más. En relación a

este asunto la revista subrayaba que Bolívar, por participar

prácticamente de tiempo completo en las campañas libertadoras, no

pudo dedicarse a una sistemática tarea legislativa, no obstante que

en el fuego de los combates reflexionaba sobre el futuro de las

naciones latinoamericanas y sobre sus formas de dirección.275

Es interesante recalcar el hecho de que “Moskovski Telegraf”,

desde sus primeras apreciaciones sobre el Libertador, dio a entender

de modo inequívoco que el hombre estaba lejos de experimentar

admiración por las instituciones norteamericanas. Más tarde expuso

este punto de vista de manera detallada, admitiendo que los ideales

bolivarianos respecto de la organización estatal estaban imbuidos en

buena parte en el espíritu del movimiento decembrista.

Sirviéndose una vez más de las apreciaciones de Mollien,

“Vestnik Evropi” afirmaba que Bolívar no tenía una concepción

seria, armónica y profunda sobre el Estado, y que las instituciones

estatales de Colombia, creadas a imagen y semejanza de las

norteamericanas, no se distinguían por la estabilidad y se apoyaban

solamente en el ejército de Bolívar, compuesto, según la gaceta, por

soldados de procedencia mulata.276

Resulta curioso advertir que el

ejército libertador era representado casi como un cuerpo pretoriano,

al cual era indispensable lisonjear con regalitos para conservar su

fidelidad.

275 24 “Moskovski Telegraf”, 1825, N° 10, p. 189; 1828,

N° 16, p. 615. 276 “Vestnik Evropi”, 1825, N° 3, p. 215.

Page 84: Catedra Bolivariana.pdf

Al subrayar la fragilidad e inconsistencia de las instituciones

colombianas, la revista parecía llevar al lector a la idea de que

sólo por el camino de la monarquía seria posible el desarrollo

político estable de los jóvenes países latinoamericanos.

La agudización de la lucha política en Colombia, unida al

problema de la elección del camino de desarrollo del país, fue

ampliamente ilustrada en las páginas de las revistas rusas.

“Moskovski Telegraf” publicó un extenso material titulado

“Simón Bolívar, presidente de la República de Colombia”, con el

subtitulo “Notas de un testigo ocular”, que delataba su

traducción del francés. Allí se analizan con bastante profundidad

las causas del rechazo bolivariano de las instituciones

norteamericanas y se caracterizan sus concepciones sobre el

Estado. La aclaración de estos asuntos es importante en sumo

grado, por cuanto el autor expone con objetividad y simpatía las

concepciones del Libertador, defendiéndolas de ataques y

tergiversaciones. Al reproducir las “Notas de un testigo ocular”,

“Moskovskl Telegraf” confesaba con suficiente franqueza, una

vez más, sus simpatías por los ideales decembristas, como

sugiriendo la idea de que el líder caraqueño continuaba la causa

de los revolucionarios rusos. Conviene tener en cuenta que en

las “Notas de un testigo ocular”, las razones de la repulsa

bolivariana a las instituciones estadounidenses en el plano de su

implantación en los nacientes Estados latinoamericanos eran

explicadas por sus profundas convicciones de principio.

“Independencia, gloria, libertad para Colombia: he aquí los

únicos beneficios que (Bolívar) quiere conquistar y quiere

conservar, como producto de sus propias manos”,277

se decía en

el referido articulo. Al refutar, según el autor del articulo, “el

alboroto de la ruidosa democracia” norteamericana, Bolívar

277 “Moskovski Telegraf”, 1828, N~ 16, cap. XXII, p. 615.

partía de la base de que los pueblos de América Latina habían

sufrido la esclavitud colonial durante varios siglos, con todas las

consecuencias. Superarlas sólo era factible con ayuda de un poder

ejecutivo fuerte, mediante la elaboración de una legislación que pu-

diese conducir a crear un Estado capaz de ayudar al pueblo a

encontrar la libertad.278

No cabe duda de que “Moskovski Telegraf”, permaneciendo fiel

a las tradiciones del decembrismo, procuraba transmitir al lector la

idea de que era posible dar libertad al pueblo, que durante siglos

languidecía atado a las cadenas de la esclavitud. Ello se lograría

con ayuda de un Estado ilustrado fuerte, cuyo objetivo seria la

liberación de la explotación de las masas populares.

Observamos una circunstancia más, no menos importante desde

el punto de vista del influjo de las ideas del decembrismo en la

mencionada publicación. Es sabido que los más radicales

representantes decembristas idearon la forma de impedir que la

“aristocracia de la riqueza” determinara los destinos de Rusia,

reduciendo a cero las conquistas populares. Por eso se explica,

como lo hemos dicho atrás, su negativa a que fueran trasplantadas a

las condiciones de Rusia las instituciones estatales de los países

europeos y de los Estados Unidos, lugares donde se habían

reforzado las posiciones de tal aristocracia.

Conviene señalar que el gran poeta Pushkin, próximo a los

decembristas por sus ideas, censuraba claramente los hábitos

políticos que se habían establecido en los Estados Unidos. Un

aparte de su articulo titulado “John Tunner” (1836) dice así: “El

respeto hacia todo pueblo nuevo y hacia la codificación de sus

leyes, fruto de la ilustración contemporánea, ha tambaleado

fuertemente. Hemos visto con asombro que la democracia ostenta

278 Ibíd., p. 616-617.

Page 85: Catedra Bolivariana.pdf

cinismo repulsivo, crueles prejuicios, insoportable tiranía. Todo

magnánimo desinterés, todo lo que es enaltecedor en el espíritu

humano se halla sometido a un inexorable egoísmo y a la pasión

por el acopio de bienes. Una minoría que desvergonzadamente

oprime a la sociedad; la esclavitud de los negros en medio de la

educación y de la libertad; la persecución genealógica contra el

pueblo carente de linaje; la avidez y la envidia de parte de los

electores; la timidez y la obsecuencia de quienes dirigen; el

talento compelido al ostracismo voluntario a causa del respeto

por la esclavitud; los ricos revestidos de harapientos abrigos para

que no injurien en la calle a la pobreza altanera que ellos

desprecian en secreto: tal es el cuadro de los Estados americanos

que viene exhibiéndose ante nosotros. La actitud de los Estados

hacia las tribus indígenas, antiguos detentadores de la tierra

ahora poblada por emigrantes de Europa, fue sometida también

al riguroso examen de los nuevos observadores. La injusticia, la

inhumanidad del congreso norteamericano son evidentes y

condenadas con indignación. De una u otra manera, a través de

la espada y el fuego, del ron y la denuncia, o de medios más

morales, el salvajismo habrá de desaparecer ante la aproximación

de la civilización. Tal es la ley inevitable. Los restos de los

antiguos habitantes de América pronto se extinguirán por

completo, y las extensas llanuras y los interminables ríos en los

cuales con saetas y redes lograban el sustento se transformarán

en campos laborables, y en las, aldeas y los puertos comerciales,

donde humean los piróscafos, ondeará la bandera

norteamericana”.279

Las criticas expresiones respecto a la esclavitud se encuentran

también en las páginas de “Syn Otiechestva”, durante el periodo

de activa colaboración periodística de los decembristas. La

revista, vaya un caso, dio cabida al articulo “La experiencia de

279 A. S. Pushkin. Obras completas, t. 7, p. 298 (en ruso).

los norteamericanos en el traspaso de sus congéneres negros de

vuelta al África” (1825, N° 20). En él se decía: “El prejuicio que

rige respecto a la población negra africana, condenada por tanto

tiempo a agotadora esclavitud y cuya situación es bastante inferior a

la del blanco, reina de tal manera en todas partes de América que

los Estados Unidos no han podido librarse de él.

“El color negro de la piel es a los ojos de los norteamericanos

índice de insuficiencia espiritual y motivo de desprecio”.280

Al imprimir un material próximo a su espíritu, “Moskovski

Telegraf’ perseguía, en nuestra opinión, otro objetivo ético. Nos

referimos a la defensa, así fuera en forma indirecta, de la justa causa

de los decembristas, enarbolada explícitamente como defensa de

Simón Bolívar. El autor condena inocultablemente las tretas de los

enemigos del Libertador, su ambición de acabar con la causa de su

vida. Al periodista lo acongojaba en especial el hecho de que tales

enemigos hubieran podido encontrar “personas ingratas, semejantes

a ellos mismos, incluso en el ejército colombiano”, aludiendo así al

levantamiento de parte de la tropa colombiana estacionada en el

Perú.281

La revista impugnó las acusaciones de sectores de oposición a

Bolívar tanto de América Latina como de Europa, que lo acusaban

de alentar ambiciones dictatoriales y de aspirar a la corona imperial.

Muchas publicaciones europeas —denunciaban las “Notas de un

testigo ocular”— estaban repletas de acusaciones embusteras y

disparatadas contra el Libertador. “Por desgracia, la calumnia

siempre deja huellas tras de si (...) otras fuentes de igual impureza

confluyen para aumentar el torrente de acusaciones y engaños”,282

280 Citado por: “Historia del periodismo ruso”, Moscú, 1909, p. 139. 281 “Moskovski Telegraf”, 1828, N° 16, p. 618. 282 Ibid.

Page 86: Catedra Bolivariana.pdf

añadía. Como argumentos fundamentales, que refutaban las

calumnias contra el jefe de la revolución suramericana, la revista

rusa, como ocurría anteriormente, concentraba su atención en su

desinterés, abnegación e ilimitado amor por la patria. Resaltaba

un rasgo adicional del carácter de Bolívar: su generosidad con

relación a sus compatriotas y amigos. “Al recibir en Lima la

noticia de la gran victoria de Ayacucho —consignaba

“Moskovski Telegraf”—, rindió majestuosamente honores al

general Sucre y después dejó de llevar la guerrera militar”.283

Pero el mayor aporte de “Moskovski Telegraf” a la defensa de

Bolívar consistió en que rechazó consecuentemente la idea de su

aspiración a convertirse en monarca, manifestando que si bien

hubo de imponerse poderes extraordinarios y dictatoriales, ‘lo

hizo en aras de la consolidación de un Estado fuerte e ilustrado,

cuyo apoyo debía ser el pueblo libre, consciente de sus

auténticos derechos y obligaciones.

Las páginas de “Syn Otiechestva” caracterizaban la lucha

política colombiana de manera totalmente diferente. Gran

atención prestaba a la pugna entre los partidarios de Bolívar y los

de Santander, que adquiriera carácter tan agudo durante las

sesiones de la Convención de Ocaña, así como después de que

ella fracasara. Tal confrontación era presentada muy

unilateralmente y tergiversada: de acuerdo con ella, los

bolivarianos, monarquistas por convicción, se contraponían a los

adeptos de Santander, aferrados a concepciones republicanas.284

El principal objetivo de los partidarios de Bolívar consistiría en

proclamarlo dictador, despejando con ello el terreno para

establecer “en el Nuevo Mundo una monarquía absoluta”.285

La

283 Ibid., p. 619. 284 “Syn Otiechestva”, 1829, N° 15-20, p. 175. 285 Ibíd., p. 177-179.

negativa de los bolivarianos a participar en los trabajos ulteriores de

la Convención de Ocaña era considerada como un paso adelante en

la realización de los planes para establecer la monarquía.

La proclamación de Bolívar como Libertador-Presidente fue

caracterizada por la revista rusa como un importante cambio en el

sistema político colombiano. “Bolívar tomó con mano fuerte las

riendas del gobierno —afirmaba— y el último intento de los

republicanos, o partidarios de Santander, de derrocar al dictador

resultó un fracaso”.286

Hay que señalar que la revista reconocía que la política

bolivariana disfrutaba de apoyo popular, y acompañaba su

aseveración con datos que daban base para suponer que las masas

campesinas le mostraban simpatía.287

Sin embargo, la revista

presentaba al mismo tiempo un material de tal manera organizado,

con alusión a hechos tratados tendenciosa y malintencionadamente,

que sus lectores tenían que formarse el criterio de que Bolívar

efectivamente había emprendido marcha resuelta hacia el

establecimiento de la monarquía en Suramérica.288

Con mayor persistencia se recurría a esta idea en la elaboración

de “Vestnik Evropí”. Por lo regular, en calidad de argumento

principal, por así decirlo, de artillería pesada de la argumentación,

se imprimían extractos de diferentes fuentes extranjeras. Así, la

revista publicó unos —textos bajo el título de “Los planes de

Bolívar en relación con la monarquía americana”, tomados de los

informes del señor Bustos, exembajador de Argentina en Bolivia.

En tales informes Bolívar y su compañero de lucha, el mariscal

Sucre, entonces presidente de Bolivia, aparecían como prosélitos

286 Ibíd., N° 1-7, p. 353-354. 287 Ibíd., N° 15-20, p. 171-179 288 Ibíd., N° 27—33, p. 122; 1830, N° 1-6, p. 191.

Page 87: Catedra Bolivariana.pdf

convencidos de las formas de gobierno monárquicas. Bustos

afirmaba que el Libertador actuaba en connivencia con las

autocracias europeas a fin de lograr la realización de sus planes

en Suramérica.289

Naturalmente, al reproducir los reportajes de

Bustos, en los cuales se aludía a las convicciones republicanas

del exembajador argentino, la revista no sentía ningún

entusiasmo por los principios republicanos. Su objetivo

principal consistía en presentar bajo una luz difusa las ideas de

Bolívar y al mismo tiempo llevar al lector a la idea de la

inevitabilidad del triunfo de los principios monárquicos en

Suramérica. No fue casual que la revista rusa imprimiera

extractos del ensayo “Sobre las repúblicas hispanas”, salido de la

pluma de Chateaubriand, conocido escritor y diplomático francés

y elocuente defensor de los principios legitimistas. Ese trabajo

está penetrado de la idea de que los pueblos hispanoamericanos,

como consecuencia de las particularidades de su desarrollo

histórico, de su composición étnica y de otras causas y factores,

no había madurado, por decirlo así, para la libertad, que era ajena

a las formas de gobierno republicanas.

Es interesante descubrir que Chateaubriand escribiera sobre la

aspiración bolivariana de acelerar la familiarización del pueblo

con la libertad utilizando métodos de gobierno extraordinarios e

inclusive dictatoriales. Pese a todo, se refería con escepticismo a

los planes del Libertador, considerando que deberían pasar

muchos años antes de que el pueblo pudiera llegar a adquirir

educación política. La dictadura misma, según sus palabras, era

“mal conducto para alcanzar la libertad’.290

En otras palabras, la

comprensión de Chateaubriand sobre la dictadura, a la cual

equiparaba con el despotismo, estaba lejos de la concepción de la

289 “Vestnik Evropi”, 1829, N° 17-20, p. 133-135. 290 Ibíd., p. 221.

dictadura revolucionaria en el espíritu de la doctrina de Rousseau,

partidario de la cual fuera Bolívar.

En calidad de alternativa, si así puede decirse, Chateaubriand

recomendaba a los pueblos hispanoamericanos dirigirse a la

monarquía constitucional, la cual, según él era una forma de

gobierno incomparablemente más efectiva que la republicana, pues

“une el orden con la libertad”.291

Como argumentos, el escritor

francés se remitió a aquello de que “el pueblo, salido súbitamente

de la esclavitud y lanzado en pos de la libertad, puede fácilmente

caer en la anarquía, y la anarquía casi siempre está acompañada de

su madre el despotismo”.292

La renuncia de Bolívar del cargo de Libertador-Presidente a

comienzos de 1830 provocó evidente desconcierto en las

publicaciones rusas, que tan insistentemente consignaban la

inevitabilidad de la proclamación del imperio. Por eso se limitaron,

como en el caso de “Syn Otiechestva”, a publicar un simple

comunicado sobre ese acontecimiento, sin comentario alguno.293

En verdad, la revista advirtió tangencialmente que al abandonar

Bolívar a Bogotá comenzaría la persecución de sus adeptos.294

La muerte del Libertador entristeció profundamente a toda la

opinión pública avanzada de Rusia. “Moskovski Telegraf” publicó

una nota necrológica especial. El breve texto, penetrado de sincera

congoja y de profundo sentimiento de amor y admiración por el

Libertador, consignaba: “Uno de los grandes de nuestro siglo ha

desaparecido: Bolívar falleció en San Pedro, cerca de Santa Marta,

el 17 de diciembre de 1830. Suramérica conserva ahora en sus

291 Ibid., p. 224. 292 Ibid., p. 225 293 “Syn Otlechestva”, 1830, N9 27 -53, p. 307-308. 294 Ibid., p. 308.

Page 88: Catedra Bolivariana.pdf

entrañas las cenizas del grande hombre, quien bajó a la tumba

con el nombre de Libertador y bajo inmaculada gloria, así como

Norteamérica se enorgullece de guardar los restos de otro

Bolívar: Washington.

“El Washington suramericano desapareció a los 48 años de su

gloriosa vida, agotadas su salud y su riqueza familiar en la

batalla por la felicidad de la patria. A menudo se había

especulado sobre el interés personal de Bolívar, y cuchillos

asesinos habían amenazado frecuentemente su vida ante las

sospechas de que podía reafirmar su poder en el continente pero

el jefe supremo de Colombia murió sin dejar para si ni un

centavo, a tal punto que hubo de enterrársele por cuenta del

gobierno y de recolectas de personas dadivosas. Le

sobrevivieron valiosas condecoraciones y medallas ofrecidas por

las comunidades de las diferentes ciudades que él liberó. Al

morir, pidió enviarlas de regreso a sus lugares de origen, para

que pudieran rememorarlo. Su manifiesto emitido pocos días

antes de su muerte no puede leerse sin sentir honda emoción. Es

la estremecedora voz de la virtud”.295

La aparición de la revista continuó por poco tiempo. Su

intervención en defensa de la libertad, el progreso y la dignidad

humana provocó el odio de la autocracia zarista, y las

informaciones y quejas sobre la sospechosa posición política de

la gaceta subieron hasta el zar y la dirección de la gendarmería.

En 1834, el viceministro de educación, S. Uvarov, elevó una

nota declaratoria a Nicolás I, en la cual Comparaba a Polévoi con

un insurrecto que en medio de la plaza y ante la concurrencia

propagaba la revolución.

295 “Moskovski Telegraf’, 1831, N° 37, p. 579-580.

Por disposición del soberano, en abril de ese mismo año la

edición de “Moskovskl Telegraf” fue prohibida. Con la suspensión

de su tirada culminaba un brillante periodo en la historia del

periodismo progresista ruso. Conviene señalar una vez más que

este período estuvo en gran parte enlazado con la defensa que la

periodística rusa avanzada hizo de la justa causa de los patriotas

latinoamericanos, defensa señalada por el análisis profundo, para

esos tiempos, de la vida y lucha de Simón Bolívar, de sus ideales

liberadores.

José Carlos Mariátegui escribió que “por caminos universales,

ecuménicos, que tanto se nos reprochan, nos vamos acercando cada

vez más a nosotros mismos”.296

Parafraseando un tanto estas

palabras, quisiéramos anotar que ya desde comienzos del siglo

pasado en los caminos del universo ocurrió un fructífero y

enriquecedor encuentro de los revolucionarios rusos con Bolívar y

otros patriotas y revolucionarios latinoamericanos. Desde entonces

ha pasado no poco tiempo, y nuevamente, en el umbral del

bicentenario del nacimiento del Libertador, ocurre un nuevo

encuentro del pueblo soviético con él. Y probablemente como

nunca antes se percibe con mayor acento y Profundidad la verdad

de que la lucha por los ideales sociales fortalece la amistad y

hermandad entre los pueblos, sin hacer caso de distancias

temporales y territoriales.

Semejantes a los estafetas de las generaciones de combatientes por

la libertad en distintos países y épocas, los pueblos se transmiten

unos a otros su experiencia, sus indestructibles tradiciones,

testificando inextinguiblemente sus aspiraciones a la libertad, la

justicia y la vida noble y digna. La imagen de Simón Bolívar surge

entonces como símbolo de la vitalidad y la solidez de esas

tradiciones.

296 José Carlos Mariátegui. Obras completas Vol. II, p. 351.

Page 89: Catedra Bolivariana.pdf

Este libro se terminó de imprimir

en los talleres de la Editorial

Colombia Nueva Ltda., para

el Centro de Estudios e

Investigaciones Sociales —CEIS—

—, en el mes de abril de 1983.

El presente estudio constituye un aporte

insustituible para la preparación y desarrollo de la

“cátedra bolivariana” en este año del bicentenario del

nacimiento de El Libertador. Porque el autor del libro

es un latinoamericanista con condiciones

excepcionales para investigar y captar el pensamiento

de Bolívar con una visión universal. Bolívar aparece

con esta obra ya no sólo desde la perspectiva

latinoamericana qué él mismo crea sino desde su

impacto en el mundo antiguo, en la vieja Europa.

El autor, Anatoly Sshulgovsky, es Doctor en

Ciencias Históricas y jefe del Departamento de los

Problemas Socio-políticos del Instituto de América

Latina de la Academia de Ciencias de la URSS. Es

igualmente vicepresidente de la Sociedad URSS-Perú

y miembro directivo de la Sociedad URSS-México.

Y actualmente está encargado de preparar la

recopilación de las principales obras de Simón

Bolívar, la cual será puesta en circulación a mediados

del presente año en la Unión Soviética con el título

“Ideales Sociales del Libertador”.

Carátula:

A. NEIRA

G. ARANGO