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Salarios, Vida Cotidiana y Condiciones de Vida en Bogotá durante la primera
mitad del siglo XX.
María del Pilar López Uribe
del-lope@uniandes.edu.co
1
“Estábamos acostumbrados a la miseria. Los presidentes de la República ganaban $200 mensuales y por la tarde salían a pasear en el atrio de la catedral en charla con sus amigos,
como unos buenos alcaldes de villorrio. En las puertas de los cuarteles, los oficiales, sentados en taburetes y cubiertos con enormes sombreros de jipijapa, sucias y largas barbas y con las
medias caídas sobre los botines de resorte desbocados, cogían por la mano a la sirvienta que paseaba y la enamoraban tranquilamente. Las mulas de carga movían todo el comercio de
importación y exportación por los caminos absurdos que abrieron nuestros abuelos los españoles. Los buques del Magdalena los alumbraba una ahumada linterna y en los vasos de la mesa ponían agua tan turbia, que al poco rato de servida dejaba en el asiento medio dedo de barro. En los riscos de nuestras montañas, y donde no son riscos también, los campesinos
negros, indios, blancos y mezclados, trabajaban por medio real al día, no tenían una muda de ropa y aguantaban sus hambres en silencio, esperando la hora en que los reclutaran para
las matanzas. Y todo eso pasó. Se acabó el déficit perpetuo de la tesorería nacional. Hubo dinero. El
gobierno inició muchas obras públicas. Más de veinticinco mil individuos han sido movilizados de sus ranchos de miseria a los campamentos de esas obras, donde el trabajo y
la soledad les permiten comer y vestirse. Y ha crecido la riqueza pública y se ha transformado todo”1.
1 Tablanca, Luís, “La vida cara” en El Tiempo, 19 de octubre de 1927.
2
Agradecimientos
Quisiera agradecer los comentarios de Decsi Arévalo, Alejandro Gaviria, Salomón Kalmanovitz, José Antonio Ocampo, Fabio Sánchez, Miguel Urrutia y Fabio Zambrano. Todos ellos ayudaron a contribuir y mejorar sustancialmente el trabajo. Igualmente, agradezco a Miguel Espinosa por su infinito apoyo y por ser mi fuente de inspiración; a Loly Gaitán por su compañía en los largos días de archivo y de biblioteca; a Mauricio Ruiz por siempre estar en la mejor disposición para escucharme y discutir conmigo cada nueva idea y a Dianita Quintero y Dianita Güiza por su constante positivismo y colaboración. Por último, quisiera agradecerle a los seres más maravillosos del mundo: mis padres; sin su apoyo, consejos, disciplina y amor no hubiera logrado la mayor parte de los retos a los he me enfrentado. Para ellos y para Miguel es este libro.
3
Introducción
1. Discursos sobre la degeneración racial, sobre la modernidad y sobre las necesidades de cambio en las costumbres.
2. Cambios y permanencias en la vida cotidiana bogotana.
2.1 La Ciudad.
2.1.1 Los Servicios Públicos.
2.1.1.1. El agua.
2.1.1.2. La luz.
2.1.1.3. El Teléfono.
2.1.2 El Transporte.
2.2 La vida Cotidiana de los Bogotanos.
2.2.1 La Vivienda y los Alquileres.
2.2.2 El Vestido.
2.2.3. La Alimentación.
2.2.4 El Tiempo Libre.
3. Cambio en las condiciones de vida en Bogotá durante la primera mitad del siglo XX.
3.1. Revisión de la literatura.
3.1.1. Evidencia internacional sobre salarios, precios y condiciones de vida.
3.1.2. Evidencia sobre salarios, precios y condiciones de vida en Colombia.
3.2 Fuentes Primarias Cuantitativas.
3.3 El Índice de Precios.
3.4 Los Salarios Reales.
3.5 Las Relaciones de Bienestar.
4. Diferenciales Salariales.
5. Algunos determinantes no monetarios de los cambios en el salario nominal y en las condiciones de vida durante la primera mitad del siglo XX.
5.1 La industrialización.
5.2 Las migraciones rurales-urbanas.
5.3 Las políticas educativas.
Conclusiones.
4
Introducción
A comienzos del siglo XX, las ciudades colombianas, incluida Bogotá, se habían
mantenido al margen de los cambios tecnológicos que las grandes naciones del mundo
habían incorporado en sus sociedades y en especial, en su economía. Para ese entonces,
el discurso modernizador y la economía capitalista ya habían transformado las ciudades
europeas y estaban comenzando a tener gran impacto en las capitales suramericanas. Sin
embargo, la capital colombiana seguía manteniendo gran parte de las costumbres y
hábitos de la colonia.
Los intentos por implementar un sistema de producción económico basado en el
capitalismo industrial y que pretendían restarle participación a la agricultura dentro de la
economía nacional, se remontan al período radical y a las élites liberales del siglo XIX.
En aquél momento, los discursos políticos indicaban una resignación frente a la
posibilidad de progreso, relacionados principalmente con la raza y su baja capacidad
intelectual. Sin embargo, durante el Olimpo radical se empezaron a buscar formas de
impulsar las aspiraciones de fomento industrial a través de lo que ellos consideraban
que era una de las causas del atraso del país: el sistema de enseñanza. De igual forma, se
hicieron infructuosos intentos por reducir las barreras comerciales existentes desde el
régimen colonial.
Posteriormente, durante la hegemonía conservadora, se intentó avanzar en esta
iniciativa. En la exposición de motivos ante el parlamento de la ley 39 de 1903, el
entonces ministro de Instrucción Pública, Antonio Jose Uribe, insistió en que el sistema
de enseñanza era parte del origen de las guerras civiles que el país había sufrido y atacó
la herencia colonial de los letrados recalcando la necesidad de obreros cualificados.2
Esta necesidad de trabajadores calificados, que para aquél entonces era bastante
deficiente, se daba por parte de una nueva élite que buscaba acelerar el incipiente
desarrollo industrial que el país hasta ahora comenzaba.
No obstante, no era suficiente con generar obreros más capacitados. Tal como
Castro-Gómez lo plantea, esta nueva élite también buscaba acabar con las tradiciones
coloniales que diferenciaban a la sociedad de acuerdo a sus grupos étnicos y así buscar
nuevos sistemas de representación y diferenciación acorde con ese capitalismo
2 SILVA, Renán, “La educación en Colombia, 1880-1930” en Nueva Historia de Colombia, Editorial Planeta, Bogotá, 1989. El énfasis es mío.
5
industrial que querían implementar y que para ese entonces ya había transformado parte
del mundo exterior3. Este nuevo sistema de representación debía basarse en los
elementos que regían al nuevo sistema-mundo moderno y a la producción capitalista de
bienes. Este cambio obligaba a las nuevas élites a darle una mayor importancia a
aspectos económicos, lo que implicaba un rompimiento con ese pasado colonial en el
que predominaba el linaje. El nuevo sistema de representación debía estar ligado a una
sociedad de clases basado en el ingreso.
Sin embargo, la implementación de este nuevo sistema económico capitalista
conllevaba paralelamente, tal como Uribe lo menciona, al surgimiento de una clase
obrera, cuyo control debía estar en manos de las clases altas. Para aplicar este control
era necesario racionalizar el espacio urbano y a su vez, generar cambios en las
costumbres y en las prácticas sociales del pueblo, con el fin de romper con los hábitos
coloniales y generar una nueva identificación con los planteamientos de la modernidad
y el capitalismo. Esto se materializó, por ejemplo, en los barrios obreros cuyo “objetivo
era producir un ambiente urbano en el que los trabajadores se sintieran parte de ese
proyecto de industrialización haciendo suyos los objetivos de la biopolítica estatal”4.
La idea era que los individuos, pertenecientes tanto a la élite como a la clase
obrera, se reconocieran como “objetos modernos” a partir de las diferentes obras de
infraestructura y de los nuevos bienes de consumo que estaban relacionados con la
modernización5. No obstante, este reconocimiento coexistía con una estructura de
dominio, que más que relacionado con la estructura colonial estaba ligado a aspectos
económicos y monetarios. De esta manera, todos los proyectos modernizadores tuvieron
un efecto paralelo pero externo, dado por los salarios. El ingreso que la clase obrera
obtenía podía no ser suficiente para materializar ese nuevo estereotipo moderno, lo que
en últimas terminó agrandando la brecha entre la élite y la clase obrera, pues el primer
grupo alcanzó a satisfacer las nuevas necesidades de consumo dadas por la
implementación industrial y la apertura del país hacía mercados de importación,
mientras que el segundo grupo, al pretender identificarse con ese “objeto moderno”,
pudo generar nuevas necesidades que no se pudieron concretar en la realidad. Éstas no
se pudieron consolidar por las restricciones presupuestales a las que estaban ligados, lo
3 CASTRO-GÓMEZ, Santiago, “El advenimiento del Homo Urbano, Biopolítica y planificación urbana en Bogotá”, mimeo, 2008. 4 CASTRO-GÓMEZ, Santiago, op. cit,. p. 75 CASTRO-GÓMEZ, Santiago, op. cit., p. 14.
6
que iría más allá de los argumentos tradicionales que plantean una resistencia al cambio
de las tradiciones coloniales, como generalmente se argumenta6.
El concepto de “objeto-sujeto moderno” que Castro Gómez ha sugerido para
Bogotá durante la primera mitad del siglo XX está ligado a las definiciones cambiantes
de “necesidades” y “expectativas” que Thompson ha planteado para el contexto de la
Inglaterra en el siglo XVIII7. Los fuertes cambios estructurales que se presentaron en
Inglaterra durante ese siglo generaron cambios en las “necesidades” de los individuos,
lo que a su vez iban restándole importancia al poder de las “expectativas”
consuetudinarias. Este cambio en las “necesidades” y este aumento en la importancia de
las “expectativas” materiales (que se contrarresta con una pérdida de importancia en la
valoración que se hace de las satisfacciones culturales tradicionales) crecían
paralelamente a medida que la idea de “objeto-sujeto moderno” era más evidente en los
individuos.
Sin embargo, no se puede decir con certeza, a diferencia de lo que plantea
Castro-Gómez, que primero se escenificó simbólicamente el capitalismo moderno y
luego se implementó con “éxito” por medio de un estado que intentaba convertirse en
capitalista8. Las restricciones presupuestales de los individuos pudieron obligarlos a
mantener sus antiguos modos de vida y así imposibilitarlos a adoptar el capitalismo
moderno dentro de su cotidianidad.
Si bien la exposición industrial de 1910 pudo escenificar un “capitalismo
imaginario” que anunciaba y preparaba las subjetividades del capitalismo real9, las
condiciones materiales de ese capitalismo real sólo se dieron tiempo después y peor aún,
sólo pudieron ser aprovechadas por aquellos que contaban con los recursos necesarios
para materializar la identificación con ese nuevo estilo de vida capitalista que se estaba
intentando implementar. El sistema capitalista está ligado a la aparición de nuevas y
6 CASTRO-GÓMEZ, Santiago, op. cit., p. 3.7 THOMPSON, Edward, Tradición, revuelta y consciencia de clase, Editorial Crítica, Barcelona, 1979.8 CASTRO-GÓMEZ, Santiago, op. cit., p. 29. A comienzos de siglo, el Estado era débil y no tenía mucha influencia sobre la sociedad. El Estado pudo contribuir a la implementación del modelo capitalista, pero éste se impuso por el contacto con el exterior y por los impulsos de los empresarios privados. El Estado intentó impulsar el desarrollo económico e industrial por medio de la protección industrial y del desarrollo de instituciones tales como el código de comercio, la sociedad anónima, etc.9 CASTRO-GÓMEZ, Santiago, “Señales en el cielo, espejos en la tierra, La exhibición del Centenario y los laberintos de la interpelación”, mimeo, 2008.
7
cambiantes necesidades de consumo que implican nuevos o mayores gastos que no
pueden ser aprovechados por todos los individuos de una sociedad. Así, a pesar de la
existencia de un hábitat moderno, de unas mejores condiciones higiénicas y de la
creación de formas alternativas de diversión, la conversión del capitalismo imaginario al
real no se pudo dar de manera homogénea ni completa en la sociedad bogotana durante
la primera mitad del siglo XX. Aquello individuos que no pudieron avanzar
económicamente al mismo ritmo que el Estado estaba intentando imponer, quedaron
rezagados bajo un manto híbrido entre la estructura colonial y la estructura moderna, a
la cual algunos querían pertenecer.
Esto afectó negativamente las diferencias en las condiciones de vida, pues
mientras unos grupos pudieron ampliar su conjunto de posibilidades de consumo y así
satisfacer sus nuevas necesidades; otros grupos quedaron estancados e imposibilitados
frente a estas nuevas posibilidades. Lo anterior generó un mayor distanciamiento y una
mayor segregación en la estructura de clases que se estaba consolidando.
Quizá esa imposibilidad económica de acceder a las condiciones materiales
relacionadas con el consumo y los modos de vida capitalista fue lo que retrasó la
identificación completa de la sociedad como sujetos modernos durante la primera mitad
del siglo XX, lo que iría más allá de la resistencia impuesta por los individuos que se
negaban a romper con el pasado y la tradición colonial.
El proceso de modernización y el sistema capitalista que la élite colombiana quiso
implementar desde comienzo del siglo XX, requería cambios en las necesidades de
consumo y en las formas de vida y costumbres del “pueblo”, lo que implicaba nuevos o
mayores gastos. Este proyecto no se pudo implementar con éxito en las clases de
ingresos bajos durante la primera mitad del siglo XX pues ellos siguieron manteniendo
sus tradicionales hábitos. Esta investigación plantea que una de las causas de este
fracaso fueron las restricciones presupuestales y el estancamiento en las condiciones de
vida de los grupos sociales de ingresos bajos, lo que los pudo obligar a mantener sus
antiguos modos de vida y a su vez les impidió adoptar el capitalismo moderno dentro de
su cotidianidad.
8
1. Discursos sobre la degeneración racial, sobre la modernidad y sobre las
necesidades de cambio en las costumbres.
Desde la época de la independencia, las élites y los intelectuales intentaron asociar
el atraso de Colombia y su incapacidad para convertirse en un país civilizado con el
problema racial. Las clasificaciones que por entonces se hacían ubicaban a la “raza
blanca” en la cúspide de la pirámide. La raíz del problema nacional y la imposibilidad
intelectual de los colombianos estaban ligadas al concepto de “raza”.
Desde mediados del siglo XIX, y con mayor fuerza desde los primero años del siglo
XX, existió un deseo por parte del Estado colombiano “progresista” de transformar la
dotación racial y las prácticas sociales del pueblo10. La experiencia europea y el nuevo
proceso de “reacomodamiento” que estaba surgiendo en la sociedad occidental
inquietaron a la élite política nacional, que se empezó a apropiar de este discurso.
La antigua “representación del pueblo” ligada al aspecto biológico y étnico empezó
a cambiar con las nuevas “reformas sociales” que la misma sociedad occidental fue
impulsando. De la misma manera, el papel del Estado dentro de esta polémica sobre la
degeneración de la raza empezó a ser más activa. Las transformaciones que se estaban
presentando en el contexto internacional, con la Primera Guerra Mundial y la revolución
Mexicana y Bolchevique, cambiaron la visión tradicional de las élites políticas e
intelectuales colombianas, que buscaron evolucionar en la misma vía que los
acontecimientos de la época y que las nuevas fuerzas y sujetos que esta corriente de
“modernidad” estaba trayendo.
Con esta coyuntura, el Estado debía cambiar su campo de acción, y así, empezar a
tener una mayor preocupación por los aspectos “sociales” y por conseguir una mayor
participación del “pueblo” en la economía y la política nacional; lo que iba en dirección
opuesta a la tradicional ideología racista.
Miguel Jiménez López, un médico conservador de la década de los veinte, planteó
como la “degeneración”, que es el resultado de la mezcla entre españoles, amerindios y
africanos, era la principal causa de las enfermedades sociales. No sólo el individuo
como ser particular estaba degenerado por los estigmas físicos y las enfermedades
10 CALVO, Oscar Iván y SAADE Marta, La Ciudad en Cuarentena, Chicha, patología social y profilaxis, Ministerio de Cultura, Premio Departamental de Historia, Departamento de Cundinamarca, Bogotá, 2002.
9
mentales; el colectivo también se había degenerado como consecuencia, entre otras, de
las variaciones climáticas, la desnutrición, la ausencia de normas higiénicas, la falta de
educación, la debilidad moral y la pigmentación de la piel. Otro causante de este
proceso degenerativo era la pobreza material, que se materializaba en el pueblo como el
principal obstáculo del desarrollo. Jiménez López proponía verdaderas “reformas
sociales” enfocadas principalmente a cambiar la base racial del pueblo colombiano. En
este sentido buscó implementar políticas de inmigración de mano de obra europea, lo
que finalmente no se consolidó11. Esta necesidad de cambiar la base racial del pueblo
colombiano por uno de raza blanca europea estaba relacionada con la necesidad de
separar al pueblo de sus “costumbres” y de sus tradicionales “formas de vida”, las que
eran vistas como emanaciones enfermizas de la raza nacional.
Los planteamientos de Jiménez López se discutieron numerosas veces durante las
dos primeras décadas del siglo XX. La polémica sobre la decadencia racial se congregó
particularmente en 1920 durante un ciclo de conferencias llamado “Los problemas
raciales en Colombia”. En ella también participó Luís López de Mesa, ministro de
relaciones exteriores entre 1938 y 1942, quien planteó que la degeneración de la raza se
debía principalmente a la “miseria del pueblo” ligada a los aspectos de mugre, falta de
alimentos y de higiene y moral. En su trabajo titulado El Factor Étnico, López de Mesa
sugiere las consecuencias catastróficas de mezclas de indígenas y africanos para la el
espíritu y la riqueza del país, pues la mezcla de “sangres empobrecidas y de culturas
inferiores” generaría individuos inadaptables y débiles mentalmente que impedirían el
avance hacía la “civilización”12. Él consideraba que uno de los grandes problemas del
país era la formación de una raza y su cultura. Para solucionar esto, López de Mesa
recomendaba seleccionar ciertas razas europeas que ya fueran “cultas y creadoras de
riqueza” para que ayudaran a corregir los defectos del carácter del colombiano13.
Proponía la creación de un ideal de raza, en donde se le debía hacer entender al pueblo
que era más que raza o que un grupo que ocupaba un territorio, y que por el contrario,
era una cultura y “el espíritu que una nación va informando con el tiempo e
introducciones con caracteres peculiares suyos en el cauce gigantesco de la historia
11 HENDERSON, James, La modernización en Colombia, Los años de Laureano Gómez, 1889-1965, Universidad Nacional de Colombia, Medellín, 2006, p.123. 12 LÓPEZ DE MESA, Luis, Obra Selectas, Cámara de Representantes de Colombia, Bogotá, 1981, p. 380.13 LÓPEZ DE MESA, Luis, La sociedad contemporánea y otros escritos, Bogotá, Editorial Minerva, 1937, p. 89-91.
10
universal”14. De igual forma, insiste en la necesidad de impulsar la industria según las
posibilidades y en instruir a los campesinos y aldeanos en el uso más eficiente de la
tierra.
Algunos políticos colombianos compartían este discurso. Uno de ellos era Rafael
Reyes quien en 1919 instaba a que en Colombia se incentivara la inmigración de ciertos
países (incluida la japonesa) y se prohibiera la entrada de chinos e hindúes, “razas que
han sido degeneradas por el servilismo”15. En general, se mantenía la preocupación por
la idea de la “pureza de la sangre” que había sido traído desde el siglo XVI por los
conquistadores españoles16. Laureano Gómez también planteó su preocupación por la
debilidad de la “cultura colombiana”, mezcla de españoles, de africanos y de indígenas
americanos, la cual era vista como “un producto artificial, una frágil planta de
invernadero, que requiere cuidado y atención inteligente, minuto tras minuto, para que
no sucumba a las condiciones adversas”17. Reclamaba el desaprovechamiento de los
recursos naturales con los que contaba el país por la incapacidad y bruteza de su
pueblo18. Para eso proponía la intervención del Estado, con el fin de servir de guía en el
uso más adecuado de los recursos.
El discurso de la decadencia racial tuvo contradictores en los planteamientos de
Simón Araujo y Calixto Torres. Ellos no veían en las características biológicas de los
colombianos la causa de sus deficiencias en la capacidad intelectual sino que, por el
contrario, éstas recaían sobre el mal manejo del Estado. Para conseguir que el pueblo
prosperara intelectual y moralmente, era necesaria la intervención del Estado en obras
de infraestructura, de sanidad, de educación y de industrialización. Parte de la situación
crítica por la que estaba atravesando el pueblo se debía al deterioro del medio ambiente
y de la alimentación. En especial, el alcoholismo y el chichismo eran consideradas
prácticas alimenticias “insanas” que ayudaban al empeoramiento de la raza. Bajo esta
14 LÓPEZ DE MESA, op. cit., p.92. Uno de los factores a los que alude para conformar la cultura nacional está relacionado con la posición geográfica de la nación. López de Mesa, Luis, La soledad contemporánea y otros escritos, Bogotá, Editorial Minerva, 1937, p.118-119.15 REYES, Rafael, Escritos Varios, Arconvar, Bogotá, 1920, p. 159.16 HENDERSON, James, op. cit., p.124.17 GÓMEZ, Laureano, Interrogantes sobre el progreso de Colombia, Bogotá, Editorial Minerva, p. 50-57.18 El ejemplo que pone sobre lo sencillo que es explotar las minas de esmeraldas deja bastante clara su posición frente a la incapacidad del pueblo colombiano: “Debajo de los flamantes avisos de nuestras oficinas de propaganda debiera colocarse una sentencia, que sería exacta: “Las primeras minas de esmeraldas del mundo poseídas por un pueblo imbécil, que no ha sabido sacar ningún provecho de su propiedad”. GÓMEZ, Laureano, Interrogantes sobre el progreso de Colombia, Bogotá, Editorial Minerva, p. 58.
11
mirada, era necesario cambiar las bases alimenticias del pueblo para obtener el progreso
material y social de la nación.
Jorge Bejarano presentó una visión mucho más optimista del pueblo colombiano. Él
planteó que éste ya no estaba condenado al atraso por sus características biológicas y
climáticas, sino que las posibilidades de progreso ahora podían estar ligadas a las
características sociopolíticas de la sociedad y que estas deficiencias podían ser
corregidas. Todo estaba en manos del Estado, quien ante tanta indiferencia había
permitido mantener las “prácticas sociales populares” que habían terminado alterando
las características biológicas y morales del pueblo, entre otras el sostenimiento de
ciertos “vicios” como el consumo de alcohol y de las malas costumbres alimenticias.
Las costumbres tradicionales enfermaban al pueblo y a su vez impedían la
consolidación de una “raza sana”. En una conferencia dictada en 1936, Bejarano planteó
la influencia que el vestido y el calzado podían tener sobre la personalidad y la salud del
individuo y sus efectos sobre la economía nacional. Reiteradamente se comparaba con
países desarrollados como Inglaterra y Francia, que habían implantado el uso
obligatorio del uniforme y de los zapatos en la vida cotidiana de los individuos19. Sin
embargo, se resaltó que los pobres y las clases obreras no habían querido implementar
el uso del calzado y del vestido porque no tenían recursos suficientes para generar este
gasto20. Pese a esto, se insistía en que las prendas de vestir iban a tener una fuerte
influencia social, que iban a marcar diferencias sociales y a tener repercusiones en los
vicios alcohólicos:
“El obrero o la sirvienta que visten con decencia, está absolutamente
demostrado que no vuelven a entrar a la chichería, porque ya ese vestido
les da cierto nivel social y cierta personalidad bien distintas del medio
que predomina en la taberna donde se expende el licor que ha
perseguido por tanto tiempo a nuestras razas del altiplano”21.
Igualmente, en esta conferencia se resaltó la necesidad de cambiar las
costumbres higiénicas del pueblo con el fin de evitar infecciones, especialmente las
gastro-intestinales. Estas infecciones eran las que más preocupaban al Estado, por sus
fatales consecuencias “sobre la raza, el individuo y la economía nacional”. El Estado 19 BEJARANO, Jorge, La influencia del vestido y del zapato en la personalidad y salud del individuo, Conferencias culturales del municipio, 1936, p.5-7. 20 BEJARANO, Jorge, op. cit, p. 15.21 BEJARANO, Jorge, op. cit, p. 9.
12
debía intervenir, pues de manera agregada el país se veía perjudicado por las malas
costumbres higiénicas y por la forma de vestir del pueblo, lo que afectaba
negativamente la economía nacional y a su vez impedía el desarrollo del país. La
intervención del Estado en este asunto quedó en evidencia cuando en 1936, el alcalde de
Bogotá, Jorge Eliecer Gaitán, prohibió el uso de la ruana y las alpargatas en los choferes
del transporte público de la ciudad22.
Es así como se da el cambio de un discurso basado en la dotación biológica a
uno basado en las condiciones del ambiente y de los comportamientos de los sujetos.
Bajo esta nueva visión, el desarrollo se conseguiría a través de la implementación de
reformas que permitieran cambiar los aspectos que impedían el progreso moral y
material. Principalmente, lo relacionado con el cambio de la indumentaria de uso común
de los obreros (la ruana, las alpargatas y el sombrero), con el cambio de las prácticas
alimenticias (más carne y más granos) y con la eliminación total del consumo de la
chicha y las chicherías.
Bajo esta misma línea, Lucas Caballero presentó sus planteamientos. Al igual
que sus contemporáneos, Caballero planteó la necesidad de ampliar las acciones del
Estado a través de Instituciones y de políticas basadas en el discurso de modernidad que
ya habían sido implementados en la sociedad occidental. Esta nueva nación dirigida
hacia el progreso debía concentrar sus objetivos en la “transformación de las prácticas
sociales populares y de las formas de vida de los trabajadores”. Para esto se requerían
políticas de higiene pública, campañas de temperancia, propaganda masiva, acción
coercitiva del Estado y mejoras en la instrucción pública.
Era claro que debía haber una transformación en las prácticas sociales populares.
Sin embargo, en lugar de integrar lo “tradicional” con lo “moderno”, lo que se intentó
implementar fue una política que acabara con las formas de vida hereditarias del pueblo.
Esto era necesario pues iba en contravía con el ideal de eficiencia para el progreso
material, biológico y moral que los saberes modernos predicaban y con los nuevos
proyectos de industrialización que el Estado estaba impulsando.
El surgimiento del proceso de industrialización y la necesidad de avances
económicos del país se veían afectados por el estado de “degeneración” del pueblo y por
su incapacidad laboral. De esta forma, las nuevas ideas de industria moderna
22 REGISTRO MUNICIPAL, Decreto 425 de 1936.
13
relacionadas con el trabajo asalariado exigían disciplinar a los trabajadores por parte de
los empresarios y del Estado y por medio de la organización del tiempo no laboral. La
importancia que el uso del tiempo libre estaba adquiriendo estaba ligada a temores de la
élite. Por un lado, se preocupaban por aquellos espacios de diversión, como las
chicherías o las plazas de mercado en donde se desarrollaban prácticas sociales
populares que podían generar desordenes laborales. Por otro lado, existía intranquilidad
sobre la utilización del tiempo de ocio de los trabajadores, es decir, el tiempo utilizado
en recreación y entretenimiento. Por ejemplo, el tiempo dedicado al consumo de alcohol
era un período dedicado a actividades improductivas y un desperdicio en términos
económicos, pues no se estaba generando valor en el sentido capitalista del término.
De esta manera, todos los elementos que caracterizaban la vida del trabajador,
como la alimentación, los espacios de socialización, el uso del espacio público, el
consumo de alcohol y los juegos estaban relacionados y unificados alrededor de las
prácticas populares. Así, el proceso de industrialización, la constitución del mercado
laboral y la ampliación de los circuitos comerciales necesariamente implicaba una
crítica a las formas que los trabajadores hacían parte de la dinámica económica y social
de la ciudad23. Existía una necesidad de implantar las características de una economía
capitalista e industrializada, por ejemplo consolidando un mercado interno y
expandiendo la producción, la demanda y el consumo; lo que iba en contravía con las
prácticas populares tradicionales como las chicherías, donde se generaba una economía
cerrada a nuevos intercambios y a estas nuevas formas capitalistas que intentaban ser
predominantes. La visión moral biológica que planteaban los médicos y que era
compartida por las élites del gobierno argumentaba que las diferencias sociales
existentes se debían a la falta de competitividad de los obreros dentro de la lucha por la
supervivencia24.
La literatura de la época muestra un cambio en su mirada hacía el avance y el
progreso. En un comienzo se pensó que los colombianos estaban condenados al atraso
por la raza de su pueblo. Bajo esta mirada, Colombia nunca hubiera podido ser un país
moderno y desarrollado. Posteriormente, empezaron a surgir nuevos pensamientos y
tendencias sobre el tema. Si había una salida, pero el Estado debía intervenir para poder
23 CALVO, Oscar Iván y SAADE Marta, La Ciudad en Cuarentena, Chicha, patología social y profilaxis, Ministerio de Cultura, Premio Departamental de Historia, Departamento de Cundinamarca, Bogotá, 2002, p. 94. 24 CALVO, Oscar Iván y SAADE Marta, op. cit, p. 99.
14
llegar a ella. La razón del estancamiento se empezó a ligar con las condiciones del
medio ambiente y con el comportamiento de los sujetos. El campo de acción del Estado
debía ampliarse. Por un lado, a través de sus instituciones debía implementar un
discurso de modernidad que se vería reflejado en obras de infraestructura y en políticas
de sanidad, educación e industrialización.
Por otro lado, el Estado debía comprometerse a solucionar el segundo obstáculo:
el comportamiento de los sujetos. Las reformas que se debían implementar para resolver
este problema debían tener como objetivo el cambio “de las prácticas sociales
populares y de las formas de vida de los trabajadores”. Éstas hacían referencia al
cambio de la indumentaria de uso común, de las prácticas alimenticias y de la abolición
de vicios, como la chicha. El camino hacia la modernidad y el progreso no sólo estaba
conectado con una mayor inversión del Estado. También se necesitaba cambiar las
costumbres y hábitos del pueblo para poder prosperar.
2. Cambios y permanencias en la vida cotidiana bogotana.
Es común encontrar dentro de la historiografía colombiana estudios sobre los
principales cambios que se presentaron en la sociedad bogotana durante los primeros
15
cincuenta años del siglo XX. La ciudad vivió una transición de una sociedad
precapitalista, agraria y tradicional hacía una capitalista, industrial, urbana y moderna.
A pesar del imponente cambio de la ciudad y de las transformaciones que el entorno
internacional estaba desarrollando en el ámbito económico, político y social; las
costumbres de antaño en los hogares bogotanos, particularmente en los de ingresos
bajos, se mantuvieron y se resistieron fuertemente al cambio que se les estaba
intentando imponer.
En general, la ciudad “dio un salto de la mula al avión”25. A comienzo de siglo, los
bogotanos vivían con las mismas características que sus antepasados en la colonia;
viajaban a pie o en el lomo de los animales. La ciudad estaba incomunicada de las
demás regiones, y el país en general estaba aislado del resto del mundo26. Cincuenta
años después, algunos comenzaron a transportarse en avión, automóvil o en tranvía
eléctrico. Las aldeas coloniales se transformaron en ciudades modernas con gran
cantidad de pobladores viviendo en la miseria. Sin embargo, los ricos y los pobres
siguieron viviendo de manera muy diferente, lo que para aquel entonces parecía normal.
La consolidación del café en el mercado mundial y el aumento en las exportaciones
permitieron que surgiera una incipiente base industrial con nuevas fábricas y con un
proletariado moderno. Durante este proceso, el elemento clave fue el desplazamiento de
los artesanos hacía las fábricas y la imposición de relaciones de producción capitalistas.
Estos cambios tomaron tiempo, al igual que la diferenciación entre las nuevas y las
tradicionales formas de organización de la producción27.
Durante este período, también se vivieron fuertes cambios en las relaciones de
producción. Se pasó de una sociedad cuasi feudal a una capitalista; donde los artesanos
y peones se convirtieron en obreros y trabajadores asalariados. La transición del sistema
tradicional al capitalista fue a un ritmo lento. El proceso, por las características de la
sociedad bogotana, no generó una desaparición total de los medios y de las relaciones
de producción antiguas; lo que terminó generando un ambiente en el que ambos
sistemas de producción existían paralelamente.
25 ARCHILA, Mauricio, Cultura e identidad obrera, CINEP, Bogotá, 1991.26 Sin embargo, jovenes de clase alta y algunos políticos viajaban a estudiar o trabajar al exterior, lo que permitía que algunas ideas llegaran rápidamente.27 LONG, Gary, The dragon finally came: industrial capitalism, radical artisans and the liberal party in Colombia, 1910-1948, Tesis Doctoral, Universidad de Pittsburgh, 1995, p. 5.
16
Durante la época de la Regeneración se intentó implementar un nuevo orden social,
ligado a la moral, la religión y al control de la vida familiar, al tiempo que se buscaba el
camino hacia el progreso dentro de lo tradicional. Sin embargo, hacia la década de los
veinte, la sociedad ya había comenzado a transformarse. Había surgido la clase obrera y
la pequeña burguesía, y el orden que se intentaba consolidar no hacia tanto énfasis en la
moral y la religiosidad sino en la capacidad de trabajo y en los hábitos que retardaban la
explotación capitalista.
Después de 1930, los gobiernos liberales intentaron implementar más políticas que
llevaran a la modernización de la sociedad y al desarrollo económico. Para este período,
las clases obreras y burguesas ya se habían consolidado y tenían más peso y poder
dentro de la sociedad. La élite miraba con otros ojos a estos grupos, quienes a su vez
aumentaban paulatinamente su participación dentro del nuevo sistema. El pueblo
también fue ganando importancia dentro de la política nacional con el surgimiento y
consolidación de sindicatos y de partidos socialistas. El período liberal termina en 1945
y en 1948, con el asesinato de Gaitán, el pueblo se ha incorporado completamente
dentro de la política y finalmente se han reconocido sus posibilidades de protesta. Para
mediados del siglo XX, ha terminado el proceso de transición hacia el capitalismo y
comienza la consolidación de este sistema y la completa modernización de la ciudad.
Al mismo tiempo que estos cambios materiales y políticos se desarrollaban, la
mentalidad de la sociedad bogotana se fue transformando y fue permeando lentamente
las características que el nuevo sistema intentaba imponer. Esta transformación
paulatina implicó cambios en las formas de actuar, de habitar, de divertirse y de
relacionarse. Las clases con mayores recursos, buscaban implementar las costumbres de
las sociedades más desarrolladas y a su vez, buscaban transformar las costumbres y los
hábitos del pueblo de acuerdo al patrón de las sociedades modernas y ya
industrializadas. Sin embargo, estos grupos populares empezaron a interiorizar de una
manera rezagada y a un ritmo diferente los cambios que la sociedad capitalista buscaba
imponer en sus formas de vida y en su rutina. Al final del período, los hogares con bajos
ingresos mantuvieron sus antiguas costumbres, específicamente las relacionadas con la
comida, el vestido, el comportamiento y el tiempo libre.
Para lograr la consolidación del proceso de modernización era necesario mejorar la
infraestructura de la ciudad; invirtiendo en vías de comunicación, en mejorar los
17
servicios públicos y en desarrollar nuevas industrias. No obstante, estos cambios físicos
no eran suficientes para implementar este nuevo proyecto. También era necesario
generar transformaciones en los modos de vida, en los hábitos de consumo y en las
formas de actuar del pueblo, lo que era visto como uno de los principales obstáculos
para la modernización28. Tal como se ha mencionado anteriormente; a comienzos del
siglo XX, el pueblo era percibido como una concentración repleta de vicios y de malos
hábitos.
2.1. La ciudad.
Bogotá, como principal centro político y social, fue uno de los ejes del proceso de
modernización del país. A comienzos de siglo, la ciudad no había cambiado mucho con
respecto a la época colonial. Sin embargo, durante los primeros cincuenta años del siglo
XX Bogotá se transformó.
Los servicios públicos y el transporte también tuvieron importantes cambios. A
comienzos de siglo, las calles de la ciudad estaban llenas de desperdicios y basuras; la
idea del baño diario no existía en la gran mayoría de pobladores y los servicios públicos
eran casi inexistentes29. Las basuras invadían las calles, lo que se agravaba en épocas de
invierno por la falta de alcantarillado y en el verano por los fuertes olores. Los lugares
donde los bogotanos se alimentaban eran sucios y antihigiénicos y se convirtieron en
importantes focos de infección. Las tasas de mortalidad siguieron siendo altas durante
las tres primeras décadas del siglo, y en 1930, la expectativa promedio de vida nacional
era de sólo 34.2 años30.
Los problemas higiénicos se mantuvieron hasta bien entrada la década de los
cuarenta. Las epidemias de gripa, tuberculosis, viruela etc.… eran recurrentes en la
ciudad; al igual que las enfermedades bronquiales y el desaseo. Sin embargo, durante
los primeros cincuenta años la población creció a un ritmo considerable; pasando de
78.000 habitantes en 1898 a 250.000 en 1930 y a casi 550.000 en 195031. El aumento 28 LLANO, María Clara; CAMPUZANO, Marcela, La chicha, una bebida fermentada a través de la historia, Ican-Colcultura, Bogotá, 1994, p. 66. 29REYES, Catalina y GONZÁLEZ, Lina María, “La vida doméstica en las ciudades republicanas” en Historia de la vida cotidiana en Colombia, Castro, Beatriz (editora), Editorial Norma, Bogotá, 2005. 30 JIMENO, Myriam, “Los procesos de colonización. Siglo XX”, en TIRADO, Álvaro, ed, Nueva Historia de Colombia, Vol. 3, Bogotá, Editorial Planeta, 1989, p. 375.31 Censos de Población y Anuario General de Estadística. Este crecimiento no parece muy alto si se comparaba relativamente con otras capitales latinoamericanas. Por ejemplo, en 1895 Buenos Aires ya contaba con 677.000 habitantes y para 1930 había alcanzado la cifra de 2.000.000 de habitantes. De igual forma, Ciudad de México tenía 330.000 habitantes en 1900 y un millón en 1930. IRIARTE, Alfredo,
18
paulatino del presupuesto de la ciudad permitió la implementación de costosos
proyectos que mejoraron la calidad del agua y el servicio de luz de los bogotanos32. Sin
embargo, los resultados de estas políticas no se vieron inmediatamente y sólo hasta la
década de los cuarenta los efectos de estas campañas se empezaron a percibir con más
fuerza en la población.
Gráfica N° 1 Tasa de Mortalidad en Bogotá, 1900-1950.
18981900
19021904
19061908
19101912
19141916
19181920
19221924
19261928
19301932
19341936
19381940
19421944
19461948
19500
1
2
3
4
5
6
Años
%
Guerra de los Mil Días
Epidemia de Gripa
Fuente: Registro Municipal y cálculos de la autora.
La gráfica N°1 muestra el porcentaje de la población que moría anualmente. En
ésta se percibe el aumento en la mortalidad durante la Guerra de los Mil Días (1899-
1902) y la peste de gripa (1918). Una vez superada esta epidemia, el porcentaje de la
población que moría empezó a descender; pasando del 2.8% en 1922 a casi el 2% en
1930. No obstante, durante la década de los treinta parece haber un estancamiento en la
tasa de mortalidad, lo que implicaría que las condiciones de vida de la población en
general no mejoraron en este período. La recuperación y mejora definitiva se percibe
desde mediados de la década de los cuarenta cuando la tasa de mortalidad empieza a
descender con fuerza. Lo anterior indica que las mejoras en la salubridad de la
población, que para ese entonces moría principalmente de tos ferina, sólo se vinieron a
reflejar en la mitad del siglo XX. Es decir, las estadísticas muestran que en los primeros
Breve Historia de Bogotá, Editorial Oveja Negra, Bogotá, 1988, p. 169. 32 JARAMILLO, Samuel, Ciento veinte años de servicios públicos, CINEP, Bogotá, 1995.
19
cincuenta años del siglo las condiciones de vida de la población no tuvieron grandes
mejoras33.
La gráfica N° 2, que presenta la tasas de mortalidad infantil (número de muertos
menores de un año/nacimientos (bautizos)), señala mejoras en las condiciones de
higiene de la población únicamente desde la década de los cuarenta. Si bien se parte de
un punto muy alto, 1919, como consecuencia de la epidemia de gripa que se presentó en
la ciudad por esa época, existe una fuerte estabilidad en la tasa de mortalidad infantil
entre 1920 y 1940, lo que indica que los esfuerzos por mejorar las condiciones de vida
de la población con políticas de salubridad y campañas de higiene no fueron muy
exitosas.
Gráfica N°2 Tasa de mortalidad infantil en Bogotá, 1919-1950
19191920
19211922
19231924
19251926
19271928
19291930
19311932
19331934
19351936
19371938
19391940
19411942
19431944
19451946
19471948
19491950
0
5
10
15
20
25
30
35
Años
%
Gran Depresión
Fuente: Anuario Municipal de Estadística y cálculos de la autora.
Durante toda la primera mitad del siglo XX, las principales causas de muerte en
menores de un año estuvieron ligadas al aparato respiratorio y digestivo34. Diarrea,
enteritis y bronconeumonía predominaron en la población infantil. Éstas se originaron
principalmente por las malas condiciones higiénicas en que vivían las familias, las
malas condiciones del agua, la pobreza de la población y las condiciones climáticas de
la ciudad.
2.1.1 Los Servicios Públicos33 Anuario Municipal de Estadística, 1950.34 Anuario Municipal de Estadística, 1950.
20
2.1.1.1. El agua.
El principal problema de la ciudad a comienzos de siglo era el abastecimiento de
agua, pues se seguían implementando mecanismos rudimentarios que no compensaban
el crecimiento de la población y la mayor demanda de agua. A pesar de que el primer
acueducto de la ciudad fue inaugurado en 1886, este sistema no realizaba ningún
sistema de purificación al agua y su cubrimiento era muy restringido por los altos
costos35. Así, en 1887 el acueducto servía a 2810 hogares, cuando en la ciudad existían
alrededor de 11.852 hogares. No obstante los problemas que existían en el suministro de
agua, algunas personas se quejaron del desperdicio que daban de este líquido los
establecimientos públicos e industriales y las residencias que contaban con el servicio36.
Ante este problema, se pedía educar a las personas para darle un mejor uso al agua.
En 1900 no existía una buena regulación al servicio del acueducto. Éste
pertenecía a una empresa privada que la administraba sin ningún control por parte de las
autoridades. En esta medida, la empresa no vigilaba el uso del agua, pues ésta se pagaba
por tubo y no por cantidad suministrada; lo que facilitaba el desperdicio del líquido.
Un experimento con una casa en la Calle 13ª mostró que durante las diez horas
del día en que el agua está libre, el tubo de 3/8 pulgadas derrama 6 metros cúbicos o 333
cántaras. Una residencia para lavado y todo lo demás de 8 habitaciones necesita 10 o 20
metros cúbicos, lo que quiere decir que el tubo de 3/8 pulgadas alcanzaría para 16
residencias. Hay 300 llaves descuidadas en tubos de 3/8 y el desperdicio diario del agua
serviría para cubrir 4500 residencias, muchas más de las que hoy reciben agua (3200
pajas)37.
Si para 1901 el principal tanque surtidor del acueducto, fuera de las aguas del río
del Arzobispo, daba para el consumo de 9.800.000 litros y si el acueducto suministraba
3200 pajas de agua, se debían estar gastando alrededor de 3000 litros por paja en
promedio. Esto muestra que debía haber como mínimo 300 llaves permanentes abiertas
35 En sus inicios, el agua era proveído por una compañía privada única, cuyo propietario era el Señor Ramón B. Jimeno. Esta empresa tomaba el agua de los ríos Arzobispo y San Francisco y prestaba un servicio irregular e ineficiente, IRIARTE, Alfredo, Breve Historia de Bogotá, Editorial Oveja Negra, Bogotá, 1988, p. 181. 36 “Agua”, en La Opinión, 24 de diciembre de 1901. 37 “El agua en Bogotá” en La Opinión, 25 de diciembre de 1901.
21
de agua, lo que hubiera sido suficiente para 4500 nuevas instalaciones y para 40.000
habitantes38.
A comienzos de siglo el problema del agua estaba ligado al desperdicio del
líquido. Esto requería de la intervención del Estado, de la empresa del acueducto o
incluso de la Iglesia con el fin de corregir esta costumbre sobre su uso e inculcar así a
los consumidores sobre el pecado de desperdiciar agua39.
A pesar de los problemas sobre el mal uso, la presión con la que llegaba el agua
a las residencias o establecimientos era baja y poca, lo que generaba reclamos a la
empresa proveedora. Sumado a esto, el Estado autorizaba aumentos de tarifas, lo que
terminaba desestimulando aún más su uso entre hogares de bajos ingresos. Por ejemplo,
en 1902 la tarifa de agua se duplicó por el aumento general de los precios y se estipuló
que para tubos de 3/8 pulgadas sería de 3 pesos mensuales; para un tubo de ½ pulgadas
de 5 pesos mensuales; para un tubo de ¾ pulgadas de 8 pesos mensuales y para un tubo
de 1 pulgada de 10 pesos mensuales40. Si se tiene en cuenta que en 1902 el portero del
concejo municipal ganaba entre 50 y 60 pesos al mes, el pago mensual por agua, sin
contar el costo de instalar el tubo, sería alrededor del 5%, lo que para aquél entonces se
consideraba alto e innecesario.
En 1914 el acueducto quedo a cargo del municipio. El proceso de
municipalización se debió en primera instancia a la deficiente calidad del servicio
prestaba por la empresa privada encargada y en segundo lugar, a la tendencia
internacional de una municipalización de los servicios públicos. En 1924, el municipio
contrató a la Casa Ullen & Co para mejorar el acueducto. Esta compañía hizo
estimaciones sobre la cantidad de agua que necesitaba la ciudad a partir de proyecciones
de la población de los últimos censos. A partir de estas valoraciones se comenzaron a
realizar obras de almacenamiento, purificación y distribución del líquido41. Sin
embargo, estas proyecciones fueron insuficientes dado el alto crecimiento de la
población y la mayor demanda por instalaciones de agua.
38 “El agua en Bogotá” en La Opinión, 25 de diciembre de 1901.39 Sin contar el problema de la calidad del agua, que para aquél entonces estaba llena de bacterias e infecciones. 40 Estas cuotas se reducen a $2, 3, 4 y 6 pagando en los primeros diez días de cada mes y además, tienen un descuento del 10% para los que paguen anualidad anticipada; de modo que el duplicado de ahora es en realidad el triplicado de precio, “Acueducto” en La Patria, 14 de julio de 1902. 41 PRECIADO, Jair, LEAL, Robert Orlando y ALMANZA Cecilia, Historia Ambiental de Bogotá, Siglo XX, Universidad Distrital Francisco José de Caldas, Bogotá, 2005, p. 66-67.
22
Los procesos de purificación que inició la administración municipal incluyeron
la utilización del cloro, quizá la innovación más importante de la época. No obstante lo
beneficios que este cambio traía en la salud de los bogotanos, esta iniciativa no fue
recibida con gran acogida. De hecho, el acueducto empezó a aplicar el cloro con
prevención con el fin de no generar una fuerte reacción por parte de los consumidores.
Sin embargo, la población se dio cuenta de esto rápidamente hasta el punto en que
informes de prensa denunciaban que el nuevo color del agua estaba causando
envenenamientos y trastornos terribles. Esto generó una lucha entre quienes abogaban
por las mejoras en la calidad del agua y quienes querían seguir bebiendo agua
contaminada42. La dirección técnica de la cloruración de aguas escribió lo siguiente:
“Con motivo de la oposición que algunos vecinos de Chapinero hicieron
en meses pasados a este procedimiento de desinfección, el señor doctor
Hoyos Frade, médico del barrio, a nombre de todos ellos, pidió al señor
Alcalde de la ciudad que hiciera practicar, por personas distintas de
nosotros, análisis químicos y bacteriológicos de las aguas para ver de
encontrar resultados distintos en que se pudieran apoyar las objeciones
que habían hecho al sistema”43
En la década de los treinta la ciudad siguió sufriendo por la escasez de agua. La
prensa de la época seguía reclamando soluciones urgentes a este problema44. Sumado a
esto, se seguía desperdiciando bastante agua por parte de personas que mantenían las
llaves del agua abiertas innecesariamente. Esto se debía a que, al igual que a comienzos
de siglo, en la década de los treinta lo usuarios pagaban un costo mensual fijo sin
importar cuánto gastaran. Para solucionar este problema, el municipio empezó a instalar
contadores de agua, lo que inmediatamente redujo el consumo.
Sin embargo, el problema de siempre persistía. La ciudad seguía creciendo en
grandes proporciones y las capacidades instaladas no daban abasto para la demanda de
agua de los capitalinos. El Gobierno nacional entró como socio del municipio y en 1934
42 Las mejoras no se hicieron esperar. Entre 1919 y 1920, cuando aún no se aplicaba cloro en el agua, el número de muertos por fiebre tifoidea fueron 412 y 411 respectivamente. En 1921, cuando se comenzó a utilizar el cloro, el número de muertes por esta enfermedad disminuyó a 88, IRIARTE, Alfredo, Breve Historia de Bogotá, Editorial Oveja Negra, Bogotá, 1988, p. 211-212. 43 “Dirección Técnica de la cloruración de las aguas” en Registro Municipal, 15 de septiembre de 1922, citado por URREGO, Miguel Ángel, Sexualidad, Matrimonio y Familia en Bogotá, 1880-1930, Fundación Universidad Central, Bogotá, p.95.44 Titulares de prensa en El Tiempo entre 1927 y 1931 muestran esta angustia.
23
se comenzó a trabajar en el proyecto de represamiento del río Tunjuelo, en un sistema
de conducción de 24 kilómetros hasta el alto de Vitelma y en una planta de tratamiento
convencional. Estos trabajos se terminaron en 1938, cuando la planta de Vitelma
comenzó a enviar a la ciudad diariamente 50.000 metros cúbicos de agua purificada45.
A pesar de los avances que se presentaron durante este tiempo, la escasez de
agua siguió siendo un problema en la capital. No sólo los veranos que vivía la ciudad
generaban insuficiencia en la provisión del líquido. Las ampliaciones que se hacían a las
instalaciones siguieron siendo limitadas para contrarrestar el aumento exponencial de la
ciudad en la década de los cuarenta.
En 1949 el acueducto de la ciudad seguía siendo deficiente. La sequía presentada
en ese año obligó a suministrar el agua por turnos en ciertas horas del día. En ese año, se
proveía el servicio a 53.000 usuarios aproximadamente, lo que implicaba que no se
prestara el servicio a cabalidad en los barrios del norte o en las industrias que lo
demandaban. Esto sin contar que en nuevos barrios ubicados en la periferia de la ciudad
ni siquiera se contara con el servicio del acueducto46. El acuerdo 10 de 1949, expedido
por el municipio, intentó solucionar este problema ampliando el sistema de acueducto.
Sin embargo, como las rentas del acueducto no alcanzaron para financiar las nuevas
obras, el concejo municipal decidió elevar las tarifas del acueducto a los usuarios47.
Gráfica N° 3 Número de habitantes por cada instalación del acueducto, 1930-1950.
1930 1931 1932 1933 1934 1935 1936 1937 1938 1939 1940 1941 1942 1943 1944 1945 1946 1947 1948 1949 19500
2
4
6
8
10
12
14
16
18
20
45 PRECIADO, Jair, LEAL, Robert Orlando y ALMANZA Cecilia, op. cit., p.p. 226-227.46 OSORIO, Luís Enrique, “Los servicios públicos de Bogotá” en Revista Sábado, 24 de mayo de 1947.47 CONCEJO MUNICIPAL, El problema del agua en Bogotá, Acuerdo 10 de 1949, Imprenta Nacional, Bogotá, 1949.
24
Fuente: Anuario Municipal de Estadística y Cálculos de la autora.
A pesar de las preocupaciones que la empresa de acueducto tenía por la
ampliación y el mejoramiento del servicio de agua, las obras que se realizaban siempre
fueron insuficientes al crecimiento de la población. La gráfica N° 3 indica el número de
personas por cada instalación del servicio de acueducto en la ciudad. Tal como se
indica, en 1930 había una instalación, bien sea en hogares, industrias o establecimientos,
por cada 17 habitantes. Esta cantidad no parece crecer durante esta década y sólo hasta
finales de los treinta, con la inauguración de la nueva planta de Vitelma, se genera un
crecimiento en la provisión del servicio. Sin embargo, ésta pierde el impulso durante la
década de los cuarenta, probablemente por la explosión demográfica que se vivió en ese
período; lo que generó una fuerte desaceleración. Para 1950, la situación había
mejorado con respecto a 1930 pero seguía siendo alarmante. En este año, existía una
instalación del servicio de acueducto por cada 10 habitantes. A pesar de las mejoras en
las instalaciones, el servicio seguía llegando a pocas personas, y si se tiene en cuenta
que estas instalaciones incluían industrias y establecimientos, el panorama debió ser
mucho peor a lo que muestran las estadísticas.
2.1.1.2. La luz.
En 1876 se inauguró en Bogotá el servicio de alumbrado público con base en el
gas. Para 1881 este servicio ya cubría las calles y plazas de 68 cuadras y servía a 90
instalaciones domésticas. Sólo hasta 1890 se estrenó en la ciudad la Energía eléctrica en
reemplazo del gas. Al igual que el sistema de acueducto, la empresa de energía eléctrica
comenzó en manos privadas. Los incumplimientos de pagos por parte del Estado
hicieron que esta empresa se concentrara más en la provisión del servicio a industrias,
talleres o casas en lugar del alumbrado público. Mientras en 1905 eran pocas las calles
que estaban iluminadas, en la noche había más de 10.000 focos en residencias48. En
1909 este número había subido a 22.167 focos y en 1918 a 63.512 lámparas49.
Las negociaciones entre el municipio y la empresa de Energía Eléctrica
permitieron que se empezaran a instalar más lámparas de alumbrado público. En 1920,
la fuerte demanda del servicio eléctrico llevó a que la empresa decidiera ampliar sus
instalaciones. Como consecuencia de esto, la empresa aumentó sus tarifas desde el 1 de
julio de este año. Las quejas por el alza en las tarifas no se hicieron esperar. Los 48 IRIARTE, Alfredo, op. cit, p. 183.49 PUYO, F Historia de Bogotá, Vol. 3, Villegas Editores, Bogotá, 1988.
25
periódicos retaron a la empresa a justificar el aumento con cifras, a lo que éstas
respondieron con una inexplicable negación50. Se recogieron firmas que buscaron
denunciar a la empresa frente al Estado, argumentando que el monopolio que ésta tenía
le permitía escapar de un control por parte del gobierno. Estos reclamos tuvieron efecto.
El 19 de abril de 1920 se anunció la cancelación de la iniciativa del alza de las tarifas.
El surgimiento de la Compañía Nacional de Electricidad en 1920 le quitó el
monopolio a la compañía Samper de energía eléctrica, lo que terminó con la unificación
de ambas empresas en 1926 con el nombre de “Empresas Unidas de Energía Eléctrica”.
Esto llevó a nuevas alzas en las tarifas de energía eléctrica. Justo después de la
unificación de las empresas, se decidió reducir en un 10% la tarifa para pagos en los
cinco primeros días del mes. Sin embargo, en noviembre de 1927 decidieron aumentar
el precio de los medidores de energía; elevando en un 50% la tarifa para las cocinas
eléctricas. Las quejas van más allá, pues también se habla de la ineficiencia en la
instalación de nuevas lámparas y en la lentitud para prestar el servicio51.
El buen manejo de las finanzas de la empresa y la disminución que se estaba
presentando en el nivel de precios permitieron que la empresa bajara las tarifas,
particularmente en el barrio obrero. A pesar de estas rebajas, no se logró estimular el
uso de las estufas eléctricas y de otros electrodomésticos, debido al temor de las
personas de aumentar sus costos. Esto terminó prolongando el uso de las cocinas de
carbón y retrasando la llegada masiva de refrigeradores domésticos. En 1944, sólo el
2% de los suscriptores de energía tenían estufas o calentadores de electricidad52.
Nuevamente, todo esto demuestra que los intentos por cambiar los hábitos de consumo
y las costumbres de las clases bajas hacia unas más modernas, se vieron limitadas por
los ingresos y gastos de las familias.
La gráfica N° 4 indica la cantidad de kilowatios por hora consumidos en
promedio por un habitante en Bogotá entre 1930-1950. Ésta refleja el consumo de
energía per cápita en Bogotá. Esta estadística puede estar sobreestimada porque incluye
la energía demandada por parte de industrias y establecimientos. Sin ésta, la cantidad de
energía consumida por habitante sería más baja. Sin embargo, su tendencia puede ser
una buena guía de la demanda del servicio. Este indicador muestra un estancamiento del
50 Titulares de El Tiempo y El Espectador muestran los constantes reclamos. 51 “Los costos de la luz”, en El Tiempo, 30 de noviembre de 1927.52 IRIARTE, Alfredo, op. cit, p. 229 y Puyo, F Historia de Bogotá, Vol. 3, Villegas Editores, Bogotá, 1988.
26
consumo de energía durante la década de los treinta. Decreció un poco como
consecuencia de la caída en precios y la contracción de la demanda a comienzos de esta
década, pero luego se recuperó hasta volver al punto inicial, 15 k.W.h por habitante.
Sólo hasta mediados de los cuarenta, el consumo de energía se disparó y en tan sólo 5
años pasó de 20 a casi 35 k.W.h.
Gráfica N°4 Cantidad de k.W.h por habitante 1930-1950.
1930 1931 1932 1933 1934 1935 1936 1937 1938 1939 1940 1941 1942 1943 1944 1945 1946 1947 1948 1949 19500
5
10
15
20
25
30
35
Fuente: Anuario Municipal de Estadística y Cálculos de la autora.
Durante la Segunda Guerra Mundial la importación de bombillas se resntringió,
lo que disminuyó un poco el consumo. Concluida la guerra, la demanda de energía se
volvió a disparar. Sin embargo, en épocas de sequías o de fuertes veranos se restringía
el abastecimiento de energía. En los veranos de 1947 y 1948, se restringió fuertemente
el consumo eléctrico a los habitantes de la capital.
El suministro de energía eléctrica se veía como una de las principales trabas al
desarrollo de Bogotá. Se argumentaba que si se proveyera más energía, aumentaría el
número de fábricas y a su vez la producción de la ciudad. Las comparaciones con
Medellín no se hacían esperar. En 1947, mientras en esta ciudad, con 200.000
habitantes, la planta de Guadalupe desarrollaba 40.000 kilovatios y la de Río Grande
esperaba desarrollar 250.000; en Bogotá, que tenía 550.000 habitantes, se desarrollaban
25.000 kilovatios. Además, los pronósticos para ese entonces indicaban que la demanda
iba en aumento, no sólo por la mayor población sino también por el aumento en la
producción53.
53 OSORIO, Luís Enrique, “Los servicios públicos de Bogotá” en Revista Sábado, 24 de mayo de 1947.
27
Gráfica N° 5 Número de habitantes por lámpara del alumbrado público, 1930-
1950.
1930 1931 1932 1933 1934 1935 1936 1937 1938 1939 1940 1941 1942 1943 1944 1945 1946 1947 1948 1949 19500
10
20
30
40
50
60
Fuente: Anuario Municipal de Estadística y Cálculos de la autora.
La gráfica N° 5 muestra que las cantidades de lámparas públicas instaladas en la
ciudad mejoraron únicamente a comienzos de los treinta, cuando se instalaron en mayor
cantidad con relación al crecimiento de la población. El número de bombillas por
habitante tuvo un estancamiento desde mediados de los treinta hasta los cincuenta, lo
que demuestra que a pesar de las instalaciones que se hacían año a año, éstas no fueron
suficientes para suplir la llegada a la ciudad de nuevos pobladores y el crecimiento
acelerado de la ciudad en este período de tiempo. La ciudad crecía más de lo que la
empresa lo podía hacer.
2.1.1.3. El Teléfono.
El servicio telefónico se estableció en Bogotá en 1881 con una línea que
comunicó al Palacio Nacional con la oficina de correos. El sistema se expandió a la
ciudad en 1884. Cuatro años más tarde, la capital tenía 250 abonados54. Para ese
entonces, el aparato telefónico era asociado con un lujo e incluso con miedo. Sin
embargo, en 1892 se repartió el primer directorio telefónico.
Al comenzar el siglo XX, la empresa cambió de dueño, pasando a manos de
George O. Odell, quien obtuvo un contrato por cincuenta años para la empresa conocida
como The Bogotá Telephone Company. El servicio de la nueva empresa se estableció
54 JARAMILLO, Samuel, Ciento veinte años de servicios públicos, CINEP, Bogotá, 1995, p.16-18.
28
en 1906 y creció rápidamente hasta alcanzar en 1938 12.000 líneas55. Este aparato, por
sus altos costos, se solía relacionar con los sectores de mayores ingresos o con las
actividades comerciales.
Gráfica N° 6 Número de habitantes por aparato telefónico, 1930-1950.
1930 1931 1932 1933 1934 1935 1936 1937 1938 1939 1940 1941 1942 1943 1944 1945 1946 1947 1948 1949 195015
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19
21
23
25
27
29
Fuente: Anuario Municipal de Estadística y Cálculos de la autora.
La gráfica N° 6 indica el número de habitantes por aparato telefónico en Bogotá
para el período 1930-1950. Tal como se muestra, parece que existió un fuerte
crecimiento en las instalaciones de teléfonos desde comienzos de los treinta hasta
mediados de los cuarenta. Sin embargo, desde 1946, se presenta una fuerte caída debido
a que la población creció a un nivel mucho más rápido que el que presentó la instalación
de teléfonos en los establecimientos u hogares. Las denuncias de la época muestran que
el proceso de instalación era bastante lento y que cuando se terminaban de instalar miles
de teléfonos, la ciudad ya estaba demandando otros miles56.
A pesar de que el servicio telefónico se expandió con fuerza, siguió siendo un
lujo para la mayor cantidad de habitantes, lo que impidió que creciera a un mayor ritmo;
pues no sólo existía el costo de cada llamada, sino también un costo de instalación.
Sumado a lo anterior, durante la década de los cuarenta se dieron ciertos reclamos por el
mal servicio telefónico57.
Paralelamente al aumento en el número de teléfonos instalados en la ciudad, el
oficio de la operadora apareció. Este trabajo fue una nueva fuente de empleo para la 55 URREGO, Miguel Ángel, op. cit., p.98.56 OSORIO, Luís Enrique, “Los servicios Públicos en Bogotá”, en Revista Sábado, 24 de mayo de 1947. 57 OSORIO, Luís Enrique, op. cit.
29
mujer. Este trabajo era visto como rudo y mal remunerado. Las telefonistas debían
atender 200 llamadas al día y exponerse a los malos tratos por la imposibilidad de servir
tan rápido y eficientemente como a los usuarios les gustaría. Igualmente, su
remuneración era baja, pues ganaban aproximadamente un 70% de lo que un portero de
la época ganaba58.
Estos tres servicios aparecieron tempranamente y su lanzamiento no está muy
desfasado de su introducción en las principales ciudades del mundo59. No obstante, se
debe resaltar que anteriormente el consumo de estos servicios no era considerado
indispensable, a diferencia de lo que ocurre actualmente, pues se trataban de servicios
costosos cuyo cubrimiento era bastante limitado.
En el mismo sentido, la calidad de los servicios públicos de las familias ricas era
superior a la de la gran mayoría de los bogotanos. Por ejemplo, a comienzos de siglo
algunas de estas casas contaban con “mercedes de agua”, que consistían en la
instalación de tuberías de agua con las que podían obtener el líquido directamente y ya
para la década de los treinta, las casas de la élite empezaron a contar con plomería,
aparatos sanitarios y papel higiénico. Antes de este período, la mayoría de las personas
pertenecientes a estas familias hacían sus necesidades al aire libre o en los ríos. Las
ideas que se empezaron a promulgar sobre las enfermedades que se obtenían por la falta
del baño diario en los manuales de higiene a comienzos de siglo hicieron que la clase
alta y rica empezara a tener como costumbre diaria el baño del cuerpo60. Sin embargo,
esta costumbre se generalizó en las clases bajas hasta la década de los treinta.
2.1.2 El transporte.
Bogotá también experimentó importantes cambios en el área del transporte. En
1910 comenzó a transitar, aunque con lentitud, el tranvía por la ciudad61. En 1921 se
inauguró el servicio de buses entre Bogotá y Chapinero y durante esa década, algunas
vías de la capital fueron asfaltadas, lo que generó durante este tiempo el empleo de gran
cantidad de mano de obra no calificada. En 1912, en Bogotá había cien automóviles, en 58 En 1927 una telefonista ganaba 35 pesos mientras que un portero ganaba 50 pesos, “Para acabar con la iniquidad” en El Tiempo, 7 de diciembre de 1927.59 Sin embargo, con el alcantarillado ocurrió lo contrario. En Bogotá apareció tardíamente. 60 REYES, Catalina y GONZALEZ, Lina María, “La vida doméstica en las ciudades republicanas” en Historia de la vida cotidiana en Colombia, Castro, Beatriz (editora), Editorial Norma, Bogotá, 2005. 61 Los carros de los tranvías son descritos en la década de los veinte como cómodos y elegantes, y resaltan el bajo precio (10 centavos por pasaje) que se paga por el servicio, El Tiempo, Diciembre 15 de 1922.
30
1922 había 360 automóviles, 220 coches, 4 autobuses, 46 autocamiones y 1080 carros
de resortes y para 1927 en la capital había 1143 automóviles, 720 coches, 50 autobuses,
375 autocamiones y 2112 carros de resorte62. Se debe resaltar que a pesar de que habían
aumentado el número de automóviles, para ese entonces no se había podido disminuir el
uso de los carros de resorte, los cuales contribuían al deterioro y daño de las calles. No
obstante, para 1950 el crecimiento en el número de vehículos que estaban en circulación
había sido bastante alto, pues en este año la capital ya contaba con 11884 automóviles,
1522 autobuses y 5055 camiones. No es clara la cantidad de carros de resorte que
seguían circulando en la capital, pero los registros presentados en los diferentes retenes
de la capital en este año indican que seguían transitando en grandes proporciones63. En
1913 se dio el primer vuelo nacional que cubrió la ruta Bogotá-Medellín. A partir de
aquí, la capital empezó una conexión con el mundo, que llevo a que en 1950 se hicieran
14.721 vuelos comerciales que transportaron 146.384 pasajeros. Para ese entonces la
mayor cantidad de vuelos se hacían hacía Caracas y Nueva York y en menor proporción
a Miami y Lima64.
La gráfica N°7 indica el número de viajes promedio por tranvía por año en la
capital. Ésta nos indica que un año después de empezar a funcionar este sistema de
transporte en la capital, un habitante usaba este servicio para desplazarse 30 veces al
año y que para 1950, un bogotano en promedio viajaba en tranvía 92 veces al año. Para
este año ya existían 14 líneas en la ciudad que cubrían diferentes rutas desde el centro
hasta la Avenida Chile, Chapinero, El Retiro, Las Cruces o San Francisco entre otras65.
El año de mayor uso de este servicio fue 1946 cuando alcanzó un máximo promedio de
126 veces al año por habitante.
El aumento en el número de viajes por habitante a lo largo del tiempo es
resultado de la expansión que sufrió la ciudad durante este período, que amplío las
distancias entre lugares y obligó al uso del transporte público para el cumplimiento de
obligaciones o citas. Para este momento la gente ya había dejado de vivir cerca a los
62 “Interesantes datos sobre el desarrollo de Bogotá” en El Tiempo, 28 de octubre de 1927.63 En 1949, seguían habiendo en la ciudad 1856 carros de resorte, Anuario Municipal de Estadística, 1950.64 Los capitalinos estaban conectados con diferentes ciudades del mundo tales como Toronto, Panamá, Roma, Managua, Quito, México, La Habana y Aruba entre otros, en donde en algunos casos se hacía un único vuelo anual, Anuario Municipal de Estadística, 1950.65 Tal parece que las líneas más usadas eran la que iba de de la Avenida Chile hasta la Hortúa, de las Cruces hasta la Calle 67 y de San Fernando hasta San Francisco, Anuario de Estadística Municipal, 1950.
31
sitios de trabajo o a los lugares de recreación, lo que les exigía el uso de buses urbanos o
del tranvía municipal.
No existen estadísticas sobre el precio del pasaje del tranvía, únicamente se sabe
que en 1922 un viaje costaba 0.1 pesos, lo que equivalía a una sexta parte del jornal de
un peón para ese año (que era de 0.6 pesos). Esta relación indica que para los
trabajadores no calificados, el costo de usar el tranvía en ese año era bastante alto si se
tienen en cuenta los demás gastos.
Gráfica N° 7 Número de viajes promedio por habitante en tranvía, 1911-1950.
19111913
19151917
19191921
19231925
19271929
19311933
19351937
19391941
19431945
19471949
0
20
40
60
80
100
120
140
Fuente: Boletín de Estadística Municipal, Anuario General de Estadística y Cálculos de la autora
Paralelamente al mayor uso de automóviles y de transporte público, el número
de muertes y heridos por accidentes de tránsito aumentó, pasando de 58 muertos y 364
heridos en 1942 a 125 y 1645 respectivamente en 1950. Se rescata que la mayor
cantidad de víctimas estaban entre los 10 y los 20 años de edad66.
Gracias a las mejoras en el transporte capitalino y al aumento en la riqueza
nacional, nuevos patrones residenciales empezaron a surgir. Tradicionalmente, las
familias adineradas habían vivido en casas de dos pisos de estilo colonial en el centro de
la ciudad. Para la segunda década del siglo, estas familias empezaron a mudarse a
nuevos barrios residenciales ubicados al norte y a las afueras de la ciudad, cerca a
Chapinero. Para los grupos de ingresos medios, se estaban empezando a desarrollar
nuevos barrios exclusivos para ellos, con precios razonables en los alquileres y compras
66 Anuario Municipal de Estadística, 1950.
32
y cercanos a la línea del tranvía para facilitar su desplazamiento hacía el trabajo. Los
pobres seguían viviendo en el centro de la ciudad.
Este desplazamiento de un sector de la población hacía el norte rompió con el
esquema tradicional donde tanto los ricos como los pobres vivían en una misma y
cercana proximidad. Igualmente, la nueva arquitectura implantada en las casas
residenciales de los hogares construidos para los ricos era una expresión de la nueva
apertura de la clase alta bogotana y de su deseo de imitar a las sociedades que ellos
consideraban “civilizadas”. La influencia europea, particularmente la inglesa y francesa,
llevaron a una seria transformación estética de la arquitectura de la ciudad. Intentando
imitar el estilo republicano, se proyectaron la construcción de parques, bulevares,
jardines, casas y edificios con las características que este estilo imponía.
2.2 La vida cotidiana de los bogotanos.
En 1900 la sociedad bogotana mantenía las mismas formas de vida que durante
la época colonial. Las diferencias existentes entre grupos estaban ligadas a aspectos
económicos y étnicos. Es decir, las familias ricas y blancas vivían de una forma
diferente a las de ingresos medios, pobres, mestizas e indias67. Durante el siglo XIX, la
principal diferencia entre los grupos sociales estaba ligada al grupo étnico. Sin embargo,
el ingreso también se convirtió en un elemento diferenciador. Esto implicaba que
aspectos como la vivienda y su ubicación en la ciudad, el vestido o el tipo de recreación
que mantenían fueran referentes de diferenciación social.
Las clases altas intentaban parecerse a la aristocracia europea no sólo en la
forma de vestir, sino también en sus ideas sobre el progreso y la modernización de la
ciudad. Ellos pensaban que el gran impedimento que la ciudad tenía para avanzar en ese
camino hacia el progreso recaía sobre los malos hábitos del analfabeto pueblo. Así, para
salir adelante se debían cambiar las costumbres, los modos de vestir, de comer, de
trabajar, de divertirse y de usar la ciudad que el pueblo tenía. Sin embargo, al debatir el
problema de la pobreza, los hombres públicos no se referían a él en términos
socioeconómicos sino en términos morales68; lo que contradecía la idea de acabar con la
pobreza para avanzar hacia el progreso económico.
2.2.1 La vivienda y los alquileres.
67 Reyes, Catalina y González, Lina María, op. cit. 68 Henderson, James, op.cit, p. 130.
33
A comienzos del siglo XX, los grupos sociales de ingresos altos, medios y bajos
convivían dentro del mismo espacio, en el mismo barrio y en algunos casos separados
únicamente por una entrada o piso. Las casas de las familias con ingresos altos
mantenían la arquitectura colonial del siglo XIX, siendo grandes, espaciosas, de incluso
dos pisos y hechas de adobe y teja. Era común que las casas se subdividieran.
Generalmente, el primer piso se arrendaba a personas pobres y el segundo piso quedaba
como vivienda para el propietario del inmueble.
La decoración de la casa perteneciente a la familia rica incluía porcelanas,
imágenes religiosas, tocadores y pianos. La parte más importante de la casa era la sala,
en donde atendían a las visitas y se realizaban las reuniones con su círculo social. Las
familias pobres no tenían ninguno de estos accesorios, e incluso en algunos casos
reemplazaban las camas por esteras o hamacas. Poco a poco la cocina se fue
transformando e higienizando, e incluso a mediados de los treinta aparece la nevera. En
el caso de los pobres éstas se encontraban afuera de la casa. Los solares, que antes se
usaban para huertas y frutales se fueron convirtiendo en jardines. La mayoría de estas
casas contaban con zonas que tenían funciones específicas: zona de servicio, cuarto de
las sirvientas, despensa, lavaderos, biblioteca, cuarto de costura entre otros69. Por otro
lado, las casas de los pobres eran descritas como ranchos con pisos de tierra y con una
sola habitación que cumplía todas las funciones de sala, cocina y dormitorio70. Alcides
Arguedas, un diplomático boliviano que vivió en la capital en 1930, así las describe:
“Las casitas de barrios pobres son de barro con techo de paja o de lata y
su aspecto es sórdido y miserable. Paredes retorcidas y desconchadas;
puertas con remiendos, ventanas sin vidrios. En el piso, ni madera ni
ladrillo y sólo la tierra apelmazada. Las callejas pendientes, son
muladares infectos; en los jardines donde florecen los rojos geranios, se
acumulan las basuras, y, sobre cuerdas y alambres, se ponen a secar las
ropas remendadas, desflecadas y hechas girones…¡Verdaderas basuras
de miseria…!”71
Era normal que se señalaran el mal estado de la vivienda como una causa de las
enfermedades y de la mortalidad. La corrección de este problema era necesaria si se 69 Urrego, Miguel Ángel, op. cit, p.243.70 Reyes, Catalina y González, Lina María, op. cit. 71 Arguedas, Alcides, La danza de las sombras, Bogotá, Banco de la República – Talleres Gráficos, 1983, p.209.
34
quería avanzar hacia el progreso y la modernidad. De esta manera, se hicieron algunos
esfuerzos con la construcción de barrios obreros en donde las casas contaban con más
comodidades e higiene, pero éstos fueron insuficientes para la cantidad de población
que la ciudad tenía y recibía año tras año.
Pero ¿cómo se podía corregir este problema con los ingresos que las familias
pobres recibían? En 1892 el precio de una habitación en la parte alta de la ciudad
(Belén, Agua nueva o San Diego) de alrededor de 3 metros de largo por 3.5 metros de
ancho en donde dormían aproximadamente seis personas era de 2 pesos mensuales.
Este precio podía alcanzar los 10 pesos si la casa estaba dentro de la ciudad. A finales
de la década de los treinta, la situación no había cambiado mucho72. En 1936, las piezas
obreras tenían en promedio ocho metros cuadrados y el servicio de agua y luz estaba
incluido en los gastos de arriendo. Por una pieza, una familia pagaba en promedio 8.5
pesos mensuales. Generalmente, esta habitación era parte de una casa de inquilinato, en
donde vivían entre 20 y 40 familias, cada una con un promedio de cinco miembros.
Dentro de cada habitación, las familias cocinaban y era extraño encontrar ventanas, lo
que hacía que la luz y el aire entraran únicamente por la puerta. En estos casos había
para todas las familias de la casa un inodoro y una sola pluma de agua, lo que hacía que
el estado higiénico de las piezas fuera bastante deficiente73. En 1939, con un jornal de 1
a 1.3 pesos debían pagar por el arrendamiento de una pieza de tres por cuatro metros,
sin pavimento, ni sanitario, con derecho a lavaderos, agua y hornilla alrededor de 6
pesos mensuales74.
Si se sigue el índice de costo de vida de la clase obrera desarrollado por la
contraloría desde 1936, el costo del arriendo en 1950 habría subido un 300% con
respecto al año inicial. Si partimos de que el valor promedio de una habitación en
arriendo era de 8.5 pesos en 1936, este valor habría subido a 25.5 pesos en 1950. Con
ingresos de 40, 50 o 60 pesos al mes en este año, ¿sería posible para una familia
arrendar más de una pieza o mejorar las condiciones de la única habitación que ocupan?
Uno de los casos más ilustrativos es el de Paseo Bolívar. En 1935 en este barrio
vivían 16.979 personas que ocupaban 2.239 habitaciones y habían 4.447 familias (2
familias por vivienda), que pagaban un arriendo mensual por hogar de 34 pesos 72 Vanegas, R, Estudio sobre nuestra clase obrera. Bogotá: Imprenta de Torres Amaya, 1892.73 Contraloría General de la República, Las condiciones económico-sociales y el costo de la vida de la clase media en Bogotá, Bogotá, Imprenta Nacional, 1937.74 “La deficiencia de alimentación del pueblo bajo de la capital” en El Tiempo, 7 de febrero de 1939.
35
mensuales75. Si un portero ganaba alrededor de 60 pesos al mes, ¿podría gastar la mitad
de su ingreso arrendando una habitación para su familia? Más que un deseo de la clase
política por mejorar el hacinamiento y las condiciones higiénicas de las viviendas de las
familias pobres, sus ingresos eran insuficientes para cambiar sus hábitos.
Sumado a esto, la fuerte afluencia de inmigrantes a la ciudad y el crecimiento de
la población disminuían la disponibilidad de habitaciones y viviendas, que no eran
suficientes para suplir la demanda a pesar de que se construían varias años tras año 76, lo
que facilitaba el hacinamiento de las familias y dificultaba su traslado hacía una mejor
vivienda.
Gráfica N°8 Número de habitantes por cada vivienda nueva, 1930-1950.
1930 1931 1932 1933 1934 1935 1936 1937 1938 1939 1940 1941 1942 1943 1944 1945 1946 1947 1948 1949 19500
100
200
300
400
500
600
700
Fuente: Anuario General de Estadística, Cálculos de la autora.
La gráfica N° 8 indica el número de habitantes por cada vivienda nueva que se
construía cada año. Tal como se muestra, el número de personas que había por cada
vivienda nueva que se construía no varío mucho entre 1930 y 1950. A comienzos de los
treinta habían alrededor de 400 personas por cada vivienda nueva, cifra que aumenta
durante 1931-1932 por la disminución de los precios de los bienes y salarios, lo que
desincentivó la construcción y aumentó el desempleo. En 1950 este valor no había
cambiado sustancialmente, pues durante ese año había cerca de 300 personas por cada
vivienda nueva construida. Lo anterior demuestra que a pesar de la expansión que vivió
75 Puyo, F op. cit.76 Por ejemplo, en 1922 se construyeron en Bogotá 69 casas y se cubrió con ellas un área de 13.000 metros cuadrados y en 1926 se alcanzaron a edificar 388 casas y un área total de 95.000 metros cuadrados. Entre estos años se presentó un aumento del 400% en el número de casas y de 584% en los metros construidos, “Interesantes datos sobre el desarrollo de Bogotá” en El Tiempo, 28 de octubre de 1927.
36
la ciudad y el aumento de su población, el sector de la construcción no reaccionó
eficientemente a ese cambio con un aumento en la oferta de viviendas. Esto explicaría
las continuas quejas sobre los altos arriendos y el hacinamiento en que muchas familias
siguieron viviendo hasta mediados del siglo XX.
Incluso en algunas ocasiones se alcanzó a denunciar que los alquileres de la
finca raíz de primera clase no pasaban del 6% ó 7% anual del valor del inmueble,
mientras que los alquileres de las casas pequeñas, las tiendas y de las habitaciones del
proletariado eran del 1%, 1.5% y en algunos casos hasta 2% mensual, lo que se
agravaba por las malas condiciones higiénicas en que se encontraban estos lugares77.
Es constante encontrar reclamos y el planteamiento de soluciones ante los altos
arriendos. Por ejemplo, en 1922 un artículo publicado en El Tiempo hace alusión a la
imposibilidad de encontrar una casa para arrendar que no cueste menos de 35 pesos
mensuales78. En 1924, el tema vuelve a cobrar bastante importancia. En aquél momento
se planteó la posibilidad de que el Gobierno Central entrara a regular el precio de los
alquileres, pues existían personas que tomaban una casa por 60 u 80 pesos para
posteriormente subarrendar las piezas de estas propiedades y así recoger el doble de la
suma que les costaba el arriendo inicial79.
Otra de las soluciones planteadas fue la posibilidad de que la empresa del
Ferrocarril de Cundinamarca trajera dos carros de gasolina que prestaran su servicio a
los habitantes de las poblaciones cercanas a la sabana como Madrid, Mosquera o
Fontibón. Esto les permitiría a los trabajadores almorzar en sus pueblos y regresar
regularmente a sus ocupaciones; descongestionando a Bogotá y permitiendo que
muchas familias se establecieran definitivamente en lugares cercanos a esta línea del
Ferrocarril80.
La solución más recurrente al problema de los altos arriendos era la construcción
de nuevas viviendas obreras, pues se creía que la principal causa del aumento era el
desequilibrio entre oferta y demanda de habitaciones, lo que generaba escasez, precios
altos y especulación de propietarios e intermediarios. Para resolver este asunto se
debían dar exenciones de impuestos a las nuevas construcciones y a su vez rebajar los
77 “Los alquileres y la vida cara” en El Tiempo, 28 de febrero de 1924.78 “Sueldos Reducidos” en El Tiempo, 24 de noviembre de 1922.79 “Los alquileres y la vida cara” en El Tiempo, 28 de febrero de 1924. 80 “Para tener habitación barata” en El Tiempo, 19 de marzo de 1924.
37
fletes y los derechos de aduana para los materiales. Adicionalmente, se debía
suministrar dinero en buenas condiciones y a un interés razonable. En 1927, el banco
Agrícola abrió préstamos para construcciones a 30 años por sumas cuyo límite superior
era de 30.000 pesos, con una amortización gradual y a un interés anual del 8%. La
posibilidad de nuevos préstamos era el resultado del mayor acceso a crédito que el
Estado colombiano y el Banco tenían en los mercados extranjeros; lo que inyectaba
mayor capital al banco y la posibilidad de prestar a una menor tasa81. Años después, con
la gran depresión el crédito se volvió a restringir y las posibilidades de préstamos para
vivienda a tasas razonables se redujeron.
A diferencia de lo ocurrido durante el siglo XIX y las dos primeras décadas del
siglo XX, para la década de los treinta, la clase alta empezó a desplazarse del centro
hacía el Norte, con el fin de separarse y diferenciarse aún más de los demás grupos
sociales. Los contrastes entre las viviendas eran sorprendentes. Mientras la élite vivían
en la comodidad, los lujos y la sofisticación intentando imitar a las sociedades
burguesas europeas; las familias de ingresos bajos intentaban sobrevivir en la miseria.
Incluso, uno de los principales problemas de los años treinta fue la vivienda para los
obreros y los sectores populares. A medida que la clase alta se desplazaba hacia el norte
y dejaba desocupada sus antiguas casas; éstas eran invadidas por inmigrantes y se
convertían en casas de inquilinato, en donde familias de hasta 13 miembros se
hacinaban en una sola habitación.
La vivienda y el alquiler fue un asunto importante tanto para trabajadores como
empleadores, ya que ésta podía tener un efecto importante sobre la moralidad y la
productividad82. La iniciativa de mejorar las viviendas de los trabajadores tuvo su mayor
esfuerzo en la construcción de barrios obreros en ciertos sectores de la ciudad, como el
barrio “San Francisco Javier”. Esta fue una política que surgió con fuerza a comienzos
de la década de los veinte y que se mantuvo hasta la década de los cuarenta, período en
el que se construyeron alrededor de 550 habitaciones obreras por año83. Sin embargo,
fue mucho lo que se planteó y poco lo que se realizó, pues estas construcciones fueron
insuficientes para albergar la abundante migración de población provinciana que llegaba
81 “Por las habitaciones baratas” en El Tiempo, 25 de octubre de 1927. 82 “Las casas para obreros: Discurso del doctor Alfonso Robledo, pronunciado ayer, con motivo de la inauguración de algunas casas nuevas construidas en el barrio “San Francisco Javier””, en El Tiempo, 9 de diciembre de 1919. 83 Anuario General de Estadística, 1950.
38
a la capital, lo que se reflejó en que para 1950 muchos de los habitantes de la capital
seguirían viviendo hacinados y en condiciones sanitarias lamentables.
2.2.2 El Vestido.
Al igual que lo sucedido durante la época de la Colonia, el vestido siguió siendo
un elemento de diferenciación social durante la primera mitad del siglo XX. La
identificación de los sectores sociales se marcaba aún más por el tipo de zapatos o de
vestido que se usara. Igualmente, se empezó a asociar cada evento u ocasión con una
indumentaria particular. De este modo, existían diferencias en el vestir cuando se quería
ir a la Iglesia un domingo, a una fiesta familiar, a una visita o a un paseo, especialmente
dentro de los grupos sociales con mayores ingresos.
A finales del siglo, el vestido de las clases inferiores era de mala calidad y
provenían principalmente de telas ordinarias de lana hechas en el país con las que se
elaboraban los pantalones y las ruanas. También, por aquella época se usaban alpargatas
de algodón y fique. En un año los gastos en vestido de un hombre de mediana estatura
correspondientes a 2 pares de pantalones, 2 sacos, 1 ruana, 2 camisas, 1 sombrero 3
alpargatas ascendían a 21 pesos y los de una mujer de mediana estatura que compra dos
vestidos al año eran de 17,40 pesos84. Si el jornal medio de un trabajador era de 1.2
pesos diarios y trabajaba alrededor de 250 días al año, el gasto en vestido era de un poco
más del 10% de su ingreso anual.
Durante los primeros cincuenta años del siglo XX, las relaciones sociales entre
grupos no sufrieron grandes cambios y a pesar de las duras condiciones de la ciudad, la
clase alta pretendía sentirse en una ciudad europea. Las publicidades que se encuentran
en revistas como Cromos, El Gráfico y Sábado y en periódicos como El Tiempo y El
Espectador muestran de manera explícita la fuerte influencia europea en la élite:
sombreros, paños y telas importadas con las que la clase alta quería vestirse85. De esta
manera, se empezó a asociar lo extranjero con la buena calidad y como una forma de
atraer clientes. 84En 1892, el vestido del hombre incluía 10 varas de manta para pantalones y saco (1.6 pesos), una ruana (3 pesos), un género para forros, camisas y calzoncillos (3,4 pesos), un sombrero (4 pesos) y 36 pares de alpargatas a 25 centavos cada una (9 pesos). El vestido de la mujer consistía en 11 varas de zaraza para dos enaguas exteriores (2,2 pesos), 1,5 varas de paño para una mantilla (5,6 pesos), 10 varas de género para enaguas interiores (2 pesos), 8 varas de género para dos camisas y para ruedos (1,6 varas) y 24 pares de alpargatas a 25 centavos cada una (6 pesos). VANEGAS, Ramón, op. cit. 85 En muchas de estas referencias se resalta, con el fin de atraer más clientes, que son bienes importados y que son referentes de “modernidad”.
39
A medida que el país se abría al exterior, la importación de prendas de vestir
empezó a ser más recurrente, incluso algunos almacenes se empezaron a especializar en
la importación de vestidos y accesorios. Empezaron a utilizarse nuevos términos como
la seda, el cuero y el paño inglés, y se empezó a medir la idea de “estar a la moda” con
objetos como relojes, paraguas, guantes, calzonarias, etc86. Paralelamente a la mayor
demanda de estos artículos por parte de la clase alta, sus precios también se
incrementaban.
Si bien, no existen datos precisos sobre los precios de estos artículos para todos
los años, los aranceles que éstos pagaban en el momento de importarse indican un
aumento sustancial desde finales del siglo XIX hasta mediados de los treinta. Por
ejemplo, los guantes de algodón pagaban en 1886 0.9 pesos por kilogramo importado,
en 1913 2,5 pesos y en 1931 2,1 pesos; los de lino pagaban en 1886 1 peso por
kilogramo, en 1913 3 pesos y en 1931 2,1 pesos, los de seda pagaban en 1886 1,2 pesos,
en 1913 6 pesos y en 1931 5 pesos y los de cuero pagaban en 1886 1,2 pesos, en 1913 4
pesos y en 1931 5 pesos. Igualmente la ropa de paño importada pasó de pagar 1.2 pesos
por kilogramo importado en 1886 a 2.08 en 1931 y los sombreros de lana o paño
pasaron de 1 peso en 1886 a 2.45 en 193187.
La moda empezó a cambiar con fuerza durante la década de los treinta. En este
tiempo se empezaron a usar faldas que llegaban al límite de la rodilla y se comenzó a
usar la media de seda. El auge de esta prenda llegó a tal límite, que la revista Cromos
citó en 1940 lo siguiente:
“El auge de los almacenes de medias de seda en la capital de Colombia
es una cosa alarmante. En todos los almacenes, aún en los de artículos
para hombre, se vende medias para mujer…En Bogotá, desde la dama
rica hasta la empleadilla de almacén de modestísimo sueldo, se gasta el
lujo de la media velada”88.
Todos estos materiales iban en contravía con la moda del siglo XIX, en donde se
destacaban las blusas de cuello alto y de manga larga y las faldas anchas que caían hasta
los tobillos. En cambio, ahora se estaban empezando a usar blusas escotadas, guantes de
86 URREGO, Miguel Ángel, op. cit, p.261.87 Leyes de Aduanas: Ley 36 de 1886, Ley 117 de 1913 y Ley 62 de 1931, Diario Oficial.88 Revista Cromos, 10 de agosto de 1940, citado en Urrego, Miguel Ángel, op. cit, p.261.
40
cuero, zapatos de tacón, collares largos y vestidos ligeros y cortos89. Por el contrario, los
hombres mantuvieron en términos generales sus tradicionales vestidos. Sin embargo, en
las clases altas cobraba cada vez más importancia el origen del paño y el uso de la
corbata, el chaleco, el sobretodo, el reloj y el paraguas.
Las grandes transformaciones que las formas de vestir sufrieron en las clases
superiores contrasta con la estabilidad que se mantuvo en las clases bajas. Estas familias
compraban ropa irregularmente, especialmente en diciembre y semana santa90. En este
grupo, el vestido del pueblo siguió siendo la tradicional ruana o poncho y las alpargatas
o los pies descalzos; a pesar de los esfuerzos que el Estado y la clase política hicieron
por cambiar estas formas de vestir91. El decreto 425 de 1936 dictado por el alcalde Jorge
Eliécer Gaitán intentó prohibir el uso de la ruana y las alpargatas por parte de los
choferes de taxis y buses. Estas prendas eran usadas por los más pobres y estaban muy
arraigadas en las costumbres y en la cultura popular, lo que terminó generando una
huelga de protesta contra esta iniciativa. La Asociación Nacional de Choferes condenó
el decreto como una violación de sus derechos y se lanzaron a la calle a protestar. Este
incidente terminó cuando el presidente López Pumarejo le ordenó al gobernador de
Cundinamarca que relevara de su puesto a Gaitán, el 14 de febrero de 193792.
Tal parece que el pueblo no cambio sus costumbres al vestir. En 1929 Arguedas
los describe de la siguiente manera:
“La gente del pueblo, en su mayoría, no gastan calzado. Van, o con
alpargatas, o con los pies desnudos. Se les ve flacas, pálidas, con las
carnes pobres y flácidas, triste la mirada, cansado el continente. Los
hombres se cubren con la ruana, negro ponchillo de lana que a veces usan
los mismos estancieros acomodados…”93
En 1930 un peón ganaba entre 0.8 y 1 peso como jornal. Ese mismo año un par
de medias costaba alrededor de 0.5 pesos, un flux ordinario de ropa interior costaba de
7.6 pesos, una franela costaba alrededor de 0.37 pesos, un par de zapatos negros “finos”
hechos a máquina en Bogotá costaban 5.95 pesos y una camisa de hombre fabricada en
89 URREGO, Miguel Ángel, op. cit, p.262.90 “La vida obrera en Bogotá” en Revista del mes financiero y económico, 1938. 91 “La vida obrera en Bogotá”, op. cit.92 GREEN, John, ““Días de emoción espectacular”: choque cultural, intriga política y la huelga de choferes de Bogotá en 1937”, en Historia Crítica, N° 24, julio-diciembre, 2002, pp. 27-47. 93 ARGUEDAS, Alcides, op. cit, p. 76.
41
Bogotá tenía un valor de 2.5 pesos94. Si bien se podían conseguir zapatos que no fueran
clasificados como “finos” más baratos, para un obrero seguía siendo muy costoso
comprar prendas de vestir consideradas más “modernas”. Incluso lo era para un Maestro
albañil que para esa época ganaba 1,7 pesos de jornal. Esto puede explicar porque las
clases populares continuaron vistiendo sus trajes habituales. Estas compras implicaban
nuevos y mayores gastos, que en ocasiones fueron vistos como innecesarios.
A finales de la década de los cuarenta, la clase trabajadora y los obreros seguían
utilizando la indumentaria tradicional. José Antonio Osorio Lizarazo, en su libro El Día
del Odio, describe cómo las personas de ingreso bajos seguían usando ruanas y
alpargatas en 1948: “Los obreros, cubiertos con sus ruanas, que bloqueaban la puerta
de la chichería, trataron de detenerlas....”95. Uno de los personajes centrales de la
historia, el Alacrán, es descrito como “sucio, cubierto con una ruana haraposa, calzado
con unas alpargatas desflecadas”96. Igualmente, la protagonista del libro, Tránsito, en
algunas oportunidades hace alusión a su deseo por usar su “ruana nueva”97. Todo lo
anterior indica que a pesar de los esfuerzos del Estado por cambiar la forma de vestir de
las clases populares por unas que se adaptaran más con la idea de modernidad, éstas
siguieron manteniendo sus tradicionales vestidos.
2.2.3 La alimentación.
La idea de modernidad y la necesidad de cambio para el progreso requerían que
los hábitos de consumo y de alimentación de las clases bajas, asociados con la baja
productividad y la poca inteligencia, se transformaran. Se buscaba que la población
tuviera rutinas de alimentación más saludables. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos de
la clase política y dirigente por cambiar estas costumbres y de las políticas encaminadas
a la sustitución de alimentos cotidianos por otros más saludables; el pueblo siguió
consumiendo sus productos tradicionales. En 1945, Luis Enrique Osorio lo plasmó de la
siguiente forma:
“Al encargarse del municipio, el alcalde Llinás actuó ante todo como
médico. Dióse cuenta de que en los restaurantes escolares…se
alimentaban de forma deficiente, siguiendo no sin cierta flaqueza en el
94 BOLETÍN DE COMERCIO E INDUSTRIA, Octubre-Noviembre, 1930.95 OSORIO Lizarazo, José Antonio, El Día del odio, Editorial Santillana, Bogotá, 1998, p. 58.96 OSORIO Lizarazo, José Antonio, op. cit., p. 7897 OSORIO Lizarazo, José Antonio, op. cit, p. 91
42
menú la tradición alimenticia que nos dejaron los españoles y que es
pobre aún en los más ricos manteles y las más sonoras Bodas de
Camacho. Cuando quiso imponer, a través de las escuelas públicas un
sistema dietético que reñía con nuestras tradiciones alimenticias, no
faltaron protestas conservadoras. Hubo hasta quienes me dijeran que el
menú en boga era el mismo que habían usado los próceres de la
Independencia…”98
Se pensaba que para corregir la alimentación del pueblo era necesaria la
intervención del Estado. La nutrición y la alimentación debían ser actividades de salud
pública99. Se resaltaba que mientras en otros países, los estados tomaban medidas para
mejorar la alimentación del pueblo, en Colombia esto estaba completamente
descuidado100:
“Los Estados Unidos van a ganar la guerra, porque hace cuatro siglos
que comen bien, y a eso deben su progreso industrial, sus trescientas
universidades, su dinero y su idealismo…Nosotros no obramos con
rapidez, no pensamos con arresto, no afrontamos grandes problemas
porque la mente no encuentra respaldo en el aparato digestivo”101.
Se pedía revisar “el menú” de las clases populares e intervenir para cambiarlo102.
Se recalcaba que la chicha, el guarapo y las bebidas populares tenían pésimas
condiciones higiénicas y que el problema no sólo era la pobreza del menú sino “la
escogencia absurda de los alimentos”, pues a veces sólo tenían dos comidas y éstas
eran a base de chicha, agua de panela y changua103. Un lector escribió a El Tiempo en
1939: “Al pueblo hay que ponerlo en condiciones de que compre una alimentación
mejor, y hay que educarlo para que aprenda a seleccionar sus comidas”104. Se debía
educar al pueblo, a través del Estado y se debían cambiar los precios de los alimentos,
con el fin de hacerlos más asequibles al pueblo. Primero, por tradición indígena, el
pueblo estaba acostumbrado a consumir ciertos alimentos, como la chicha, que eran 98 OSORIO, Luis Enrique, “Bogotá en 1950. Síntesis de las preocupaciones urbanas que animan al alcalde Llinás” en Revista Sábado, 21 de abril de 1945.99 BEJARANO, Jorge, “La alimentación del Pueblo” en El Tiempo, 2 de febrero de 1939.100 BEJARANO, Jorge, “La alimentación del Pueblo” en El Tiempo, 2 de febrero de 1939.101 OSORIO, Luis Enrique, “Bogotá en 1950. Síntesis de las preocupaciones urbanas que animan al alcalde Llinás” en Revista Sábado, 21 de abril de 1945.102 BEJARANO, Jorge, “La alimentación del Pueblo” en El Tiempo, 2 de febrero de 1939.103 BEJARANO, Jorge, “La alimentación del Pueblo” en El Tiempo, 10 de febrero de 1939.104 BEJARANO, Jorge, “La alimentación del Pueblo” en El Tiempo, 10 de febrero de 1939.
43
considerados indispensables y que no alimentaban mucho105. Segundo, una libra de
carne en 1939 costaba 30 centavos, una botella de leche 9 centavos y la docena de
huevos 4 centavos; si el jornal de un obrero es de 80 centavos a 1 peso; ¿cómo podría un
obrero comer carne todos los días? Una buena alimentación costaría un jornal diario,
pero así no tendría suficiente para suplir otros gastos106.
Desde finales del siglo XIX, la alimentación se asociaba con la fortaleza física y
moral y con los progresos de la industria. Las deficiencias de grasa hacían que el obrero
fuera lento y perezoso, porque instintivamente tendía a economizar reservas que no eran
suplidas por sus dietas. Así, el rendimiento en su trabajo era bajo y se generaba una
pérdida real de dinero. Igualmente, la academia nacional de medicina consideraba que la
alimentación del pueblo era muy importante para el futuro de la raza y que la mayoría
de las enfermedades evitables como la lepra, el cáncer, la tuberculosis o la anemia
tropical estaban relacionadas con la precaria y mal balanceada dieta alimenticia de los
bogotanos107.
El consumo de alimentos dependía de la riqueza. Los trabajadores bogotanos de
finales de siglo XIX comían dos veces al día, generalmente en las tabernas. La primera
comida era a las 9:30 a.m. y consistía en un plato de sopa, mazamorra, pan y un vaso de
chicha. La segunda comida era a las 2:30 p.m. y consistía en lo mismo que la primera
comida más 1 ó 2 papas y algo de arroz. Generalmente, la carne que se consumía en
ambas comidas era aproximadamente de 1 a 2 onzas. Estas comidas costaban 25
centavos, lo que equivalía a más de la mitad del jornal diario de un obrero108.
Los productos básicos de alimentación a finales del siglo XIX para una familia
obrera bogotana incluían arroz, carne, chicha, maíz, panela, papas, legumbres y sal. Los
productos que se consumían en mayor cantidad eran la papa, la panela y el maíz con 22
kilos, 5 kilos y 6 kilos respectivamente al mes109. Si bien en aquél entonces se consumía
con cierta frecuencia café y aguardiente, la chicha era por excelencia la principal bebida
de la población. Para aquél momento, la cerveza ni siquiera estaba en el gasto de una
familia.
105 BEJARANO, Jorge, “La alimentación del Pueblo” en El Tiempo, 10 de febrero de 1939.106 BEJARANO, Jorge, “La alimentación del Pueblo” en El Tiempo, 3 de febrero de 1939.107 BEJARANO, Jorge, “La alimentación del Pueblo” en El Tiempo, 10 de febrero de 1939.108 VANEGAS, Ramón, op. cit. 109 VANEGAS, Ramón, op. cit.
44
Posteriormente, en una encuesta realizada a 225 familias obreras en 1936
indicaba que cerca del 66% de los gastos de una familia se dedicaban a su alimentación.
Así, se relacionaba un mayor ingreso con un aumento del consumo de los alimentos de
origen animal y con unas mejores condiciones de vida y por el contrario, un menor
ingreso estaba ligado con un aumento en el consumo de los alimentos de origen vegetal
y con peores condiciones de vida. Para este año, el consumo de productos tradicionales
como papa, maíz, panela y arroz seguía siendo el más alto e importante. Una familia de
cinco miembros consumía al mes en promedio 6 kilos de arroz, 5 kilos de maíz, 3 kilos
de cuchuco de maíz, 45 kilos de papas y 7 kilos de panela. Consumían en menores
cantidades otros productos como pan, trigo, leche, habas, arvejas, azúcar, chocolate y
sal. La chicha seguía siendo la bebida predilecta de la población con alrededor de 28
botellas consumidas al mes frente al consumo de 6 botellas de cerveza en el mismo
lapso.
En 1939 el profesor Barriga Villalba estudió el “régimen dietético del pueblo de
Bogotá” al investigar los alimentos consumidos durante treinta días en 302 familias con
1502 individuos. En este trabajo se concluyó que existía una carencia de alimentos de
origen animal, de grasas e hidratos de carbono, de alimentos protectores y de vitaminas
antirraquíticas. Igualmente se recalcó que el “consumo desmesurado de bebidas
fermentadas por el pueblo obrero” se debía a la necesidad de suplir las calorías que no
le da su pequeña ración110. Además, se recalcó que la alimentación de la clase obrera en
Bogotá se caracterizaba por un insignificante consumo de carne, leche, huevos y
hortalizas, de una total ausencia de pescado y de un considerable consumo de almidones
y grasas111.
Ese mismo año, 1939, se realizó un concurso en los barrios del sur de la capital
organizado por Hernando Caja y cuyo nombre era Alimento Sano. En este concurso se
repartía un formulario con treinta preguntas en el que se solicitaban datos sencillos
como el número de comidas diarias, el régimen alimenticio, las condiciones de higiene
entre otras. Dos mil formularios se llenaron en las casas obreras de los barrios Eduardo
Santos, El Vergel, Luna Park, Restrepo, Olaya Herrera, Santander y Libertador112.
110 BEJARANO, Jorge, “La alimentación del Pueblo” en El Tiempo, 10 de febrero de 1939.111 BEJARANO, Jorge, “La alimentación del Pueblo” en El Tiempo, 10 de febrero de 1939.112 “La deficiencia de alimentación del pueblo bajo de la capital” en El Tiempo, 7 de febrero de 1939.
45
Aquí se concluyó que las familias de estos barrios podían dividirse en dos
grupos: familias de obreros –trabajadores a jornal- y familias de empleados. Las
respuestas de las familias de los obreros reflejaban una miseria severa y unas malas
condiciones higiénicas. Dos o tres comidas hacían las familias obreras (conformadas
por cuatro o cinco miembros). De éstas, la mayor parte desayunaba changua, otro tanto
lo hacía con agua de panela y un pequeño grupo desayunaba con chocolate o caldos. En
el almuerzo lo que más se consumía era la mazamorra de maíz y la carne era un lujo en
casi todas las familias. La comida, prácticamente en el 100% de la encuesta, seguía
siendo únicamente la chicha. El maíz, el trigo, la papa, el arroz y el plátano seguían
siendo los bienes básicos. Casi ninguna consumía habas, arveja, garbanzo, fríjol, lenteja,
cebada y avena; y en algunas se consumían yuca, arracacha y verduras113.
Los líquidos de mayor consumo eran los fermentados y el agua de panela. El
43% de las respuestas indicaban que no bebían agua, quizá debido a su costo por su
escasez. Lo mismo ocurría con el café, que por su alto precio en el mercado no era
consumido por estas familias. Algunas familias desayunaban con chocolate, pero éste
era un lujo en las onces o en un horario diferente al desayuno. Parece que los huevos, la
leche y el pan eran otro lujo y que las antiguas mogollas de salvado, tan populares en
otro tiempo, desaparecieron por completo de la dieta alimenticia de estas familias.
Menos del 10% de las familias obreras consumían frutas. Aquellas que si lo hacían
únicamente compraban naranjas y bananos. Las casas de “clase media” si consumían
carne de res, aunque en muy pequeñas proporciones (menos de cuatro onzas por
persona) mientras que en las demás era un lujo114.
El consumo de carne, asociado a mayor energía y calorías y por tanto a una
mayor productividad, seguía siendo muy bajo. Si bien este producto aparece en la
canasta de alimentos desde finales del siglo XIX, no se consumió en grandes cantidades
por las familias bogotanas. En 1892, una familia de cinco miembros consumía en
promedio 15 kilos de carne de res al mes. En 1936, esa cantidad parece haberse
reducido a 10.5 kilos al mes y sólo alrededor del 30% de los alimentos que éstas
consumían tenían origen animal. Para hacerse una idea de la baja cantidad de consumo
de este alimento, es necesario compararse con otros países. Las estadísticas indican que
113 “La deficiencia de alimentación del pueblo bajo de la capital” en El Tiempo, 7 de febrero de 1939. 114 En la encuesta no se menciona el consumo de aves, pues para aquél entonces no era común consumir este tipo de carne, “La deficiencia de alimentación del pueblo bajo de la capital” en El Tiempo, 7 de febrero de 1939.
46
para esa época, la carne de res era el 40% de la alimentación de los obreros europeos y
las familias obreras de Buenos Aires consumían tres veces más carne que las
bogotanas115. Así mismo:
“Si se relaciona el consumo en Colombia con el de países como
Francia, el Brasil y la Argentina, cuyos respectivos consumos son de 40
kilos por habitante al año, se observa la manifiesta desproporción de
consumo en nuestro país que tiene como razón sustantiva el exiguo
salario y la escasa ocupación suficientemente remunerativa116”.
Los departamentos de Antioquia y Cundinamarca generaron la mayor demanda
de carne de res en el país durante la primera mitad del siglo XX como consecuencia del
constante y mayor crecimiento de la población en estas zonas. El mercado bogotano se
abastecía principalmente del Tolima, lo que lo hacía depender de la estabilidad política
y social de esa región117.
Gráfica N° 9. Consumo de carne promedio por persona al mes, 1930-1950 (en
kilos).
1930 1931 1932 1933 1934 1935 1936 1937 1938 1939 1940 1941 1942 1943 1944 1945 1946 1947 1948 1949 19502.0
2.5
3.0
3.5
4.0
4.5
5.0
Fuente: Anuario Municipal de Estadística y cálculos de la autora.
115 “La vida obrera en Bogotá” en Revista del mes financiero y económico, 1938. 116 HERRÁN, Alberto, “La Ganadería en 1944”, en Colombia en Cifras en 1944, Ediciones Internacionales, Bogotá, 1944, p. 108.117 FLÓREZ-MALAGÓN, Alberto, “El mercado de la carne a finales del siglo XIX y primera parte del siglo XX” en El Poder de la Carne, Universidad Javeriana, Bogotá, 2008, pp. 206-208.
47
La gráfica N° 9 presenta la cantidad de kilos consumidos en promedio por una
persona en Bogotá al mes entre 1930 y 1950. Ésta indica que durante estos veinte años,
el consumo de carne per cápita mensual osciló entre 3,5 kilos y 4 kilos al mes. La
gráfica muestra que no hubo un crecimiento sostenido en el consumo de carne de res
durante este tiempo, lo que indicaría que las ideas modernizadoras de incentivar más el
consumo de carne en la población no se establecieron con fuerza y no fueron exitosas.
Por ejemplo, se debe recordar coyunturas como la supuesta epidemia de anemia
tropical en la segunda década del siglo XX (que desencadenaba fatiga e inapetencia)
que fue atacada por el gobierno a través del fomento del consumo de carne entre la
población:
“Se han trasladado a los otros poblados de la República gran cantidad
de habitantes de las regiones del Meta, Casanare, San Martín y de otras
en las cuales la alimentación de sus moradores consistía en legumbres o
animales de caza o pesca. Ahora, con el trabajo abundante y los salarios
remunerativos, esos ciudadanos reclaman una buena comida a base de
carne de vacunos. Esta observación es de carácter universal. La
curación de los habitantes enfermos de Anemia Tropical es otra de las
causas que inciden en el aumento del consumo de carne”118.
La cantidad consumida por persona empeora cuando se tienen en cuenta otros
cálculos y otras formas de medición que diferencian la carne pulpa del total de la masa
animal:
“Si se toma como base tal dato (el de población), se llega a la
conclusión de que el consumo de carne pulpa de bovino por habitante y
por año fue de 18 kilos 300 gramos, y el consumo diario, por habitante
de 50 gramos. Algunos de manera muy optimista, han publicado que el
índice de consumo de carne de vacuno en Colombia es de 25 kilos por
habitante, por año; creemos que ese dato ha sido tomado teniendo en
cuenta el peso promedio de las canales y no el peso aproximado de
carne pulpa de cada res, descontando el hueso, las mermas, los
118 REVISTA NACIONAL DE AGRICULTURA, “La industria del ganado vacuno en Colombia”, Sep-oct de 1926, citado en FLÓREZ-MALAGÓN, Alberto, “El mercado de la carne a finales del siglo XIX y primera parte del siglo XX” en El Poder de la Carne, Universidad Javeriana, Bogotá, 2008, pp. 222-223.
48
desperdicios y el sebo que se destina en nuestro país, a la elaboración
de productos industriales…”119
El precio de la carne era central para explicar los cambios en el consumo. Por
ejemplo, el aumento en el consumo per cápita de carne que se presentó a comienzos de
los treinta fue consecuencia de una disminución de los precios por la deflación que se
presentó en ese momento, lo que llevo a que aquellos que mantuvieron sus ingresos
aumentaran el consumo de carne de res. Durante la década de los cuarenta, el precio de
la carne de res aumentó a un ritmo más rápido que los demás precios de los bienes de
consumo tradicionales como la papa, lo que podría estar ligado a ese estancamiento en
el consumo de carne que se presentó durante esta década.
Las bebidas tradicionales consumidas por los bogotanos en cantinas y bares
desde comienzos de siglo se mantuvieron en el tiempo y siguieron siendo un elemento
diferenciador por ingresos. El pueblo siguió consumiendo chicha (fermento de maíz de
simple elaboración casera) y aguardiente mientras la gente de clase alta bebía whisky,
brandy o champaña120. A pesar de las intensas campañas que se comenzaron a realizar
desde el siglo XIX con el fin de desestimular el consumo de chicha, ésta siguió siendo
la principal bebida en las familias de ingresos bajos. Esto se corrobora con la encuesta
realizada a las familias obreras bogotanas en 1939.
Si bien no hay datos precisos sobre el precio de la chicha, se puede decir que el
precio de la cerveza era casi tres veces más alto que el de la bebida fermentada, lo que
significaba un costo muy alto para un obrero. Por ejemplo, en 1927 el jornal de un
obrero era 0.8 pesos. Ese mismo año, el valor de la cerveza de Bavaria más barata
llamada “La Pola” era de 0.13 con envase. Si se tiene en cuenta que un obrero se
tomaba al día alrededor de cinco cervezas, este valor alcanzaría 0.65 peso; casi su
jornal121. Mientras tanto, ese año un vaso de chicha costaba alrededor de 0.04 pesos lo
que generaba una gran diferencia en costos para un trabajador que consumía más de una
botella o un vaso al día.
Los hombres, en su tiempo libre, siguieron consumiendo en grandes
proporciones este líquido. Por ejemplo, durante el primer trimestre de 1929 en Bogotá
119 HERRÁN, Alberto, “La Ganadería en 1944”, en Colombia en Cifras en 1944, Ediciones Internacionales, Bogotá, 1944, p. 108.120 ARGUEDAS, Alcides, op. cit, p. 43.121 EL TIEMPO, 18 de octubre de 1927.
49
se consumieron 72.000 botellas de aguardiente, 780 botellas de crema, 496 botellas de
brandy y 7 millones de litros de chicha122. En los cuarenta el panorama no había
cambiado mucho: en 1941 el departamento de Cundinamarca consumió 83 millones de
litros de chicha, en 1942 86 millones de litros y durante los tres primeros meses de 1943
21 millones de litros de esta bebida; lo que demuestra que en la década de los cuarenta
el consumo de chicha seguía siendo bastante elevado123.
La gráfica N° 10 muestra el consumo de chicha y cerveza promedio por
habitante entre 1936 y 1950. Se debe resaltar que los datos sobre el consumo de chicha
deben estar subestimados, pues muchas chicherías permanecieron clandestinas y se
escapaban a cualquier control o censo que hicieran las autoridades hasta finales de los
cuarenta. Tal como la gráfica indica en 1938 el consumo de chicha por persona era
alrededor de 87 litros mientras el de cerveza era de 33 litros, casi tres veces más.
El consumo de chicha se mantuvo por encima del de la cerveza hasta mediados
de la década del cuarenta, cuando la campaña por acabar el consumo de chicha se
intensificó y se empezaron a expedir mayores decretos y leyes encarecer su precio y
finalmente para eliminarla124. A pesar de que la élite capitalina luchó por erradicar las
chicherías (sitios donde se consumía esta bebida) desde el siglo XIX, es sólo hasta
mediados de los cuarenta que el consumo de chicha comienza a decrecer mientras que el
de cerveza aumenta a un ritmo mucho más alto. Desde el siglo XIX, se argumentaba
que la chicha “embrutecía y aniquilaba lentamente la población” y se resaltaba las
condiciones antihigiénicas. En la década de los veinte, se intentó promocionar una
bebida hecha higiénicamente, la “maizola”, que fue un fracaso porque la gente no la
consumió125. Desde ese momento, la élite empezó a controlar con mayor rigor las
condiciones sanitarias de las chicherías, restringió sus horarios de venta y apoyó el
consumo de la cerveza. A pesar de que el consumo de cerveza aumentó con el tiempo,
fue sólo hasta la década del cuarenta, cuando la chicha se prohibió definitivamente, que
la cerveza logró sobrepasar a la tradicional bebida.
Gráfica N° 10 Consumo de Chicha y Cerveza per cápita en Bogotá, 1936-1950.
122 ARGUEDAS, Alcides, op. cit, p. 44.123 “Cien millones de litros de chicha consumen al año tres departamentos” en Revista Sábado, 24 de julio de 1943. 124 ARCHILA, Mauricio, “El uso del tiempo libre de los obreros” en Anuario colombiano de historia social y de la cultura, Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, Vol 18-19, pp. 148-149.125 ARCHILA, Mauricio, op. cit. p. 149.
50
0
20
40
60
80
100
120
140
1936 1937 1938 1939 1940 1941 1942 1943 1944 1945 1946 1947 1948 1949 1950
Litr
os p
er c
ápita
Consumo de Chicha per cápita Consumo de Cerveza per cápita
Fuente: Anuario Municipal de Estadística y cálculos de la autora.
Sin embargo, las descripciones de la época muestran como hasta finales de los
cuarenta, las chicherías y la chicha seguían siendo parte esencial de la vida cotidiana de
los obreros capitalinos:
“Más adelante pasaron frente a una chichería, anunciada por la presencia
de grupos en animada conversación. Por el ambiente flotaba el típico olor
acre de los cereales fermentados. Las puertas de las chicherías eran el
único lugar en donde el impulso sociable del bajo pueblo de Bogotá
encontraba oportunidad de expresarse y ante ellas se reunían los obreros
al salir del trabajo….Tránsito se dejó conducir dócilmente al interior.
Devoraron de pie, un plato de papas cocidas con un trozo de carne y
bebieron un jarro de chicha…¿Quere que le traiga algo más? Algo’e
comer….s me quisiera alcanzar más que juera un pan y un vasito’e chicha
allí de la esquina….”126
Todo lo anterior indica que a pesar de los intentos por erradicar el
consumo de chicha desde el siglo XIX, fue sólo hasta la década de los cuarenta
que éste se redujo, como resultado de todas las prohibiciones que se le estipularon.
Sin embargo, no se acabó definitivamente su consumo. Como lo muestra Osorio
Lizarazo, a mediados del siglo XX se seguía con el tradicional consumo de esta
126 OSORIO LIZARAZO, José Antonio, op. cit, p.56 y 81.
51
bebida por parte de las clases populares. La causa de la persistencia de la chicha
pudo haber sido el menor costo que tenía frente a su sustituto, la cerveza.
2.2.4 El Tiempo libre.
A comienzos del siglo XX, las diversiones de los capitalinos eran iguales a las
del siglo XIX. En aquél momento, el principal espectáculo visto por los bogotanos, sin
distinción de ingresos, eran las corridas de toros. Asimismo, la participación de toda la
población en el ambiente público se daba por medio de bailes, paseos o fiestas.
Coexistían dentro de un mismo espacio las familias de ingresos altos y bajos, pues
vivían en los mismos barrios y además no diferenciaban entre lo público y lo privado, lo
que hacía que durante el día no se cerraran las puertas de las casas ni las ventanas.
Alcides Arguedas describe las mezclas en las calles bogotanas así:
“Los tranvías pasan en ambos sentidos, rebosando de gente y, junto al
indio de poncho negro y corto (ruana) y pie desnudo o con alpargatas
de fibra, se ve a la dama perfumada y elegante con lindo traje de
París.127”
Sin embargo, a pesar de la existencia en un mismo espacio de todos los grupos
sociales, existían “impresionantes” diferencias de nivel social entre la masa del pueblo
y las clases dirigentes de la política, el comercio, la banca y la industria que se fueron
delimitando aún más con el tiempo128.
La fuerte influencia de las ideas burguesas en la clase alta bogotana condujo a
una mayor diferenciación de este grupo frente al pueblo y las clases populares. Este
distanciamiento no sólo se vería reflejado en el vestido, la comida o la localización de la
vivienda; también se manifestaría en el uso del tiempo libre. Por ejemplo, la élite creó
unos sitios de reunión diferentes a los del pueblo. Los clubes se convirtieron en los
nuevos centros de sociabilidad, los que a su vez les permitían practicar deportes y hacer
lujosas fiestas129. Los caballeros que asistían a las reuniones del Gun Club, uno de los
más exclusivos, vestían de manera elegante con lo último de la moda traída de
Londres130. Los cafés también aparecieron dentro de la vida social de la élite bogotana y
127 ARGUEDAS, Alcides, op. cit, p. 71.128 ARGUEDAS, Alcides, op. cit, p. 75.129 REYES, Catalina y GONZÁLEZ, Lina María, op. cit.130 ARGUEDAS, Alcides, op. cit, p. 40.
52
se convirtieron rápidamente en centros de reunión y tertulia de los hombres. Mientras
tanto, los pobres seguían socializando y compartiendo su tiempo libre en las chicherías.
El ritmo de vida era lento, monótono y estaba regido por las campanas de la
iglesia. Entre la una y las tres de la tarde, todo se cerraba para ir a almorzar y para la
siesta. Nuevamente, todo se cerraba a las 4:30 p.m. para ir a la iglesia, la alameda o para
reunirse a “tertuliar” en algún lugar. Generalmente los hombres ricos asistían a estos
lugares solos y allá tomaban algún trago como brandy o whisky131. En las clases
populares, las chicherías eran sitios de reunión tanto para hombres como para
mujeres.132
La recreación de la élite también cambió. En su urgencia por marcar diferencias
con el pueblo, la élite bogotana trajo desde Inglaterra la afición a las carreras de caballos
y comenzó a fomentar la hípica, con el fin de incentivar un espectáculo más limpio y
exclusivo. Otros deportes que se empezaron a implementar en las clases altas fueron el
tenis, el polo y el golf133. En contraste, hasta los años veinte el único deporte que
practicaban los sectores populares era el tejo y el único que era espectáculo era el
boxeo. Ambos eran considerados “salvajes” y “bárbaros” por las élites134. El baile siguió
siendo una de las principales distracciones de esta clase. Sin embargo, ésta era vista
como una actividad que incitaba a la mala vida y a mayores muertes en la población135.
Si bien el cine fue una recreación bien recibida tanto en las clases populares
como en las clases altas, el tipo de cine que les gustaba a ambos grupos era bien
diferente. Mientras entre los obreros, el mexicano era el favorito, entre las clases altas el
americano era el preferido136. Por ejemplo, el día del estreno de la película “El Circo” de
Charles Chaplin en Bogotá se presentó en simultánea en el Teatro Olympia y en el
Teatro Faenza. Mientras al primer teatro asistía la gente de bajos recursos y la entrada
costaba 0.80 pesos, al segundo asistía la gente adinerada y el precio de la entrada era
tres veces más alta. A pesar de estar agotadas las entradas mucho antes del estreno, esta
película no le gustó a los espectadores, especialmente a los que asistieron al Teatro
131 REYES, Catalina y GONZÁLEZ, Lina María, op. cit. 132 PUYO, F Historia de Bogotá, Vol. 3, Villegas Editores, Bogotá, 1988.133 PUYO, F, op. cit. 134 ARCHILA, Mauricio, “El uso del tiempo libre de los obreros” en Anuario colombiano de historia social y de la cultura, Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, Vol 18-19, p.165.135 “Datos importantes sobre Bogotá” en El Tiempo, 2 de diciembre de 1919. 136 ARCHILA, Mauricio, op. cit, p. 164.
53
Olympia, quienes terminaron generando disturbios y destruyendo el teatro ante su
inconformidad137.
De igual forma, la idea de lo “privado” vino a consolidarse en los grupos de
ingresos altos a mediados de los treinta, cuando se empezó a fortalecer la sociedad
burguesa y capitalista. Anteriormente, era común que en las casas bogotanas no se
cerraran las puertas durante el día, lo que facilitaba la comunicación con los vecinos y el
permanente contacto con el espacio exterior. El deseo de imitar las costumbres
burguesas y su interés por diferenciarse de las personas con ingresos bajos y de los
inmigrantes campesinos que llegaban a la ciudad hicieron que en las clases altas la vida
privada se diferenciara de la pública, lo que se reflejó en que en sus casas cerraran las
puertas y las ventanas138. Sin embargo, esta no fue una costumbre que las familias de
ingresos bajos empezaran aplicar con fuerza, lo que incluso se puede alcanzar a percibir
hoy en día en algunos barrios populares de la ciudad, donde aún persiste la idea de
mantener una fuerte comunicación con el vecino a través de la apertura de puertas y
ventanas.
Las mujeres de clases altas gastaban parte de su tiempo en actividades artísticas
como pintura, costura y música. Por otra parte, las mujeres pobres no se podían quedar
en el hogar siendo normal que se emplearan como sirvientas o lavanderas. No obstante,
las mujeres sin importar la clase social, eran las encargadas de hacer el mercado. Los
hábitos y costumbres de las mujeres de este grupo eran menos rígidos que los de las
mujeres de clase alta y tenían más libertad y menos controles sociales. Por otro lado, los
hombres de este grupo social eran vistos como individuos finos, orgullosos y con humor
agudo y despiadado. Generalmente, estas familias contaban con una gran servidumbre,
en donde se contaba, generalmente, con una cocinera, una dentrodera, una carguera, una
nodriza, un paje y un jardinero. Así, sus costumbres eran estrictas y trataban de imitar a
las sociedades europeas en los lujos que querían tener139.
Gráfica N° 11 Número de asistencia a espectáculos públicos por persona por año,
1930-1950.
137 ARGUEDAS, Alcides, op. cit, p. 179-180.138 REYES, Catalina y GONZÁLEZ, Lina María, op. cit. 139 REYES, Catalina y GONZÁLEZ, Lina María, op. cit.
54
1930 1931 1932 1933 1934 1935 1936 1937 1938 1939 1940 1941 1942 1943 1944 1945 1946 1947 1948 1949 19500
5
10
15
20
25
Fuente: Anuario Municipal de Estadística y cálculos de la autora.
La gráfica N° 11 indica el número de veces promedio que un bogotano asistía al
año a un espectáculo público. No existen datos antes de 1930, pero después de este año
se presenta una tendencia creciente hasta 1950, lo que indica una participación más
activa de los capitalinos en eventos. Dentro de estos espectáculos se incluían las
funciones de cine, teatro, corridas de toros, carreras de caballos, conciertos,
conferencias, recitales poéticos, circos, deportes, exhibiciones y galleras. El principal
espectáculo público era la presentación de las películas cinematográficas, que
representaba cerca del 90% del total de los eventos. A pesar de la mayor participación
de la población en espectáculos públicos y del mayor número de presentaciones de
compañías extranjeras en la capital, Bogotá seguía siendo descrita como una ciudad
“aburrida”, en donde las únicas diversiones eran el cine o tomar “tinto” en un café. Sin
embargo, en ese momento se recalcaba que existían diversiones que a comienzos de
siglo no había como la pasión por el deporte, la radio y el cine140.
140 ARGUEDAS, Alcides, op. cit, p. 228-232.
55
3. Cambio en las condiciones de vida en Bogotá durante la primera mitad del siglo
XX.
3.1. Revisión de la literatura.
3.1.1. Evidencia internacional sobre salarios, precios y condiciones de vida.
Dentro de la amplia bibliografía internacional existente se pueden reconocer
trabajos que han estudiado los cambios en los niveles de precios y de salarios para
períodos largos de tiempo y para épocas en las que no se contaba con fuentes
tradicionales ni con material estadístico consolidado y sistemático.
Las investigaciones más completas son las relacionadas con Estados Unidos y
Gran Bretaña, pues éstas incluyen diversos estudios de casos de acuerdo a los períodos
de tiempo y a las regiones de cada país. Los diferentes trabajos de Adams y Margo141
sobre algunas regiones de Estados Unidos para períodos entre 1790 y 1860 indican que
antes de la Guerra Civil americana los salarios reales de los trabajadores permanecieron
relativamente estables, lo que revela una flexibilidad de los salarios nominales frente a
los precios142. De igual forma, el diferencial salarial entre los trabajadores calificados y
no calificados disminuyó en este tiempo. Bowley estudia las tasas de crecimiento de los
salarios en Estados Unidos entre 1860 y 1891 y demuestra que en promedio los salarios
reales aumentaron un 60%, lo que contrasta con la relativa estabilidad que éstos
tuvieron durante la primera mitad del siglo XIX143. Para el siglo XX, Piketty y Saez
concluyen que las desigualdades salariales permanecieron estables durante todo este
siglo a pesar de los fuertes choques coyunturales que permitieron el beneficio o
perjuicio de sectores particulares en épocas determinadas de tiempo144.
En el caso de Gran Bretaña los estudios sobre salarios y condiciones de vida se
remontan al siglo XIII. Clark comparó el salario real con la población y comprobó que
141 ADAMS Jr, Donald. “Prices and wages in antebellum America: The West Virginia experience”, en Journal of Economic History, Vol. 52, N° 1, pp. 206-216, 1992, ADAMS Jr, Donald. “Prices and wages in Maryland, 1750-1850” en Journal of Economic History, Vol. 46, N° 3, pp. 625-645, 1986, ADAMS Jr, Donald. “Wage rates in Philadelphia, 1790-1830”, en The Journal of Economic History, Vol. 27, N° 4, pp. 608-610, 1967 y MARGO, Robert. “Wages and labor markets before the Civil War” en American Economic Review, Vol. 88, N° 2, pp. 51-56, 1998.142Este aumento en los salarios reales también puede ir asociado a mayor productividad de los trabajadores.143 Bowley, A.L “Comparison of the rates of increase of wages in the United States and in Great Britain, 1860-1891”, en The Economic Journal, Vol. 5, N° 19, pp. 369-383, 1895.144 Piketty, Thomas y Saez, E. “Income Inequality in the United States, 1913-1998” en The Quarterly Journal of Economics, Vol. CXVIII, Issue 1, pp. 1-39, 2003.
56
desde 1200 hasta 1600 no se presentó un crecimiento de la productividad145. Sólo a
partir del siglo XVII se dio un crecimiento constante pero pequeño en la productividad,
que contrastó con un leve deterioro de los salarios reales desde 1500 hasta mediados del
siglo XVII146. Desde el siglo XVIII hasta el último tercio del siglo XIX no se presentó
ningún avance en el nivel de los salarios reales y éstos sólo comenzaron a aumentar
dramáticamente desde 1870 hasta comienzos de la Primera Guerra Mundial147. Superado
este conflicto, los salarios reales ingleses empezaron a crecer hasta 1929, cuando
disminuyeron los salarios nominales a un menor ritmo que el costo de vida de los
trabajadores, demostrando así cierta rigidez de los primeros frente a los segundos148.
Las investigaciones para otros países europeos son más escasas aunque igual de
relevantes a las anteriores. Una de estas es el trabajo de Malamina, quien analiza los
salarios y la productividad en Italia desde 1270 hasta 1913. Su principal conclusión es
que los niveles de salarios de los trabajadores italianos antes de la Primera Guerra
Mundial eran iguales a los que tenían en el siglo XV, con la diferencia de que para 1913
estaban trabajando 700 horas más por año149. Por otro lado, Mironov construye un
índice general de precios y salarios con el fin de estimar el poder de compra de los
salarios en San Petersburgo durante el período 1703 y 1913. Aquí se muestra que
durante estos dos siglos los salarios nominales de los trabajadores aumentaron 9,1 veces
mientras su valor real aumento 1,67 veces150. Para Europa Oriental, Pamuk calcula los
salarios reales urbanos para Constantinopla-Estambul entre 1100 y 2000 y muestra que
145 Clark, Gregory. “The condition of the working class in England, 1209-2004” en Journal of Political Economy, Vol. 113, N° 6, pp. 1307-1340, 2005.146 Phelps, E.H y Hopkins, Sheila. “Builders’ Wage-Rates, Prices and Population: Some Further Evidence”, Economica, Vol. 26, N° 101, 1959 y Woodward, Donald. “Wage Rates and Living Standards in Pre-Industrial England”, Past and Present, N° 91, pp. 28-46, 1981.147 Allen, Robert, “The great divergence in European Wages and prices from the middle ages to the first World War”, en Explorations in Economic History, Vol. 38, N° 4, pp. 411-447, 2001 y Bowley, A.L “Comparison of the rates of increase of wages in the United States and in Great Britain, 1860-1891”, en The Economic Journal, Vol. 5, N° 19, pp. 369-383, 1895. Bowley también muestra que los salarios reales en Gran Bretaña aumentaron un 70% entre 1860 y 1891, ibid.148 Tucker, Rufus. “Real Wages of the Artisans in London, 1729-1935” en Journal of the American Statistical Association, Vol. 31, N° 193, pp.73-84, 1936 y Allen, Robert, “The great divergence in European Wages and prices from the middle ages to the first World War”, en Explorations in Economic History, Vol. 38, N° 4, pp. 411-447, 2001. 149 Malamina, P “Labour, productivity, wages in Italy, 1270-1913” en Towards a Global History of prices and wage, mimeo, 2004.150MIRONOV, Boris. “Prices and wages in St. Petersburg for three centuries (1703-2003)” en Towards a Global History of prices and wages, mimeo, 2004.
57
el aumento más importante del salario real en Turquía durante ese milenio ocurrió sólo
después de 1950, cuando se presentó un crecimiento económico más acelerado151.
En conclusión, la evidencia empírica internacional muestra que antes de la
Primera Guerra Mundial los salarios reales se mantuvieron relativamente estables en
Europa debido a una flexibilidad de los salarios nominales frente a los precios y a un
estancamiento de la productividad. Sin embargo, el crecimiento de los salarios reales
comenzó antes en los países más desarrollados, lo que demuestra que las mejoras en las
condiciones de vida se experimentaron primero en los lugares que tenían un crecimiento
económico alto. Por otro lado, el siglo XX significó avances importantes en los salarios
reales, pues en general éstos aumentaron durante el siglo. Sin embargo, se presentó una
estabilidad en las diferencias salariales, lo que indica que no se consiguieron
importantes logros en materia de desigualdad.
3.1.2. Evidencia sobre salarios, precios y condiciones de vida en Colombia.
Dentro de la extensa bibliografía que se puede encontrar sobre salarios y precios
en Colombia, son pocos los trabajos que estudian épocas relativamente largas y que
utilizan fuentes diferentes a las tradicionales. Estas investigaciones se concentran en
períodos más recientes y desconocen lo relacionado con el salario real y la desigualdad
salarial antes de la mitad del siglo XX.
La investigación de Urrutia y Berry utiliza series de salarios para varios grupos
de trabajadores y se basa en información sobre la distribución funcional en el tiempo
para estudiar los cambios en la distribución del ingreso desde los años treinta hasta los
sesenta152. De aquí, ellos concluyen que la distribución del ingreso del sector no agrícola
empeoró desde mediados de la década de los treinta hasta algún momento en la década
de los cincuenta, y luego mejoró hasta mediados de la década de los sesenta para luego
mantenerse constante; concluyendo que la diferenciación salarial no cambió
significativamente entre los años treinta y los sesenta.
Las explicaciones a este fenómeno se basan en la rápida industrialización y en la
creación de nuevas industrias por el proteccionismo del Estado durante los cuarenta y
comienzos de los cincuenta. Además, argumentan que durante este período se presentó
151 Pamuk, Sevket. “Urban real wages in Constantinople- Istanbul, 1100-2000” en Towards a Global History of prices and wages, mimeo, 2004.152 Urrutia, Miguel, y Berry Albert La distribución del Ingreso en Colombia, Editorial La Carreta, Medellín, 1975.
58
una rápida migración rural-urbana y una sustitución de importaciones que pudieron
llevar al empeoramiento del diferencial. Para el período de mejora de la distribución, su
hipótesis plantea que el estancamiento de la economía y el déficit de la balanza de pagos
no permitieron continuar con el rápido avance de la industria en gran escala y que por
tanto, los establecimientos pequeños crecieron relativamente más rápido. Además,
señalan que la enseñanza primaria comenzó a expandirse rápidamente durante la década
de los cincuenta y pudo haber empezado a contribuir a una mayor igualdad en la década
siguiente. Los autores concluyen que aunque la distribución del ingreso se mantuvo
constante entre los años treinta y sesenta, se puede afirmar que en términos absolutos
casi todos los sectores de la población mejoraron sus salarios y sus condiciones de
vida153.
El trabajo de Londoño estudia la distribución del ingreso en Colombia para el
período 1938-1988154. Su principal resultado es que esta distribución no fue inercial,
sino que por el contrario, la desigualdad salarial fluctuó mucho durante ese período.
Basado en una recopilación de fuentes de diferentes procedencias, como las Encuestas
de Hogares y las series de salarios calculadas por la Contraloría General de la
República, Londoño halló un coeficiente de Gini que demostró que la desigualdad
aumentó entre los treinta y los sesenta, luego alcanzó un máximo a finales de la década
de los sesenta y finalmente disminuyó de forma continua los últimos veinte años. Por
último, este autor sustenta que la transformación estructural del mercado laboral es un
factor determinante de la desigualdad del ingreso en Colombia, pues la mano de obra es
el único factor productivo que tiene una dispersión paralela a las fluctuaciones de la
distribución global.
En conclusión, los dos trabajos comparten la idea de que la desigualdad empeoró
desde la década de los treinta hasta los cincuenta pero no concuerdan con lo sucedido
desde los cincuenta hasta los sesenta, pues mientras el trabajo de Urrutia y Berry
sustenta que mejoró durante este período, el trabajo de Londoño propone lo contrario.
3.2 Fuentes Primarias Cuantitativas
153 Sin embargo, el trabajo de Berry (1972) sobre determinantes del cambio en la distribución del ingreso plantea un empeoramiento de esta distribución entre 1930 y 1950 como consecuencia del creciente tamaño del sector no agrícola cuyo ingreso promedio era más alto que el de la agricultura y del menor crecimiento económico en el empleo de los trabajadores no calificados, especialmente en agricultura. 154 Londoño, Juan Luis. La distribución del Ingreso en Colombia durante el siglo XX, Tercer Mundo Editores, Bogotá, 1995.
59
Los datos de salarios nominales y precios de alimentos en Bogotá para el
período 1900-1950 se obtuvieron de múltiples y diversas fuentes. Un primer grupo de
fuentes primarias estadísticas contiene información sobre salarios de empleados
públicos en instituciones a nivel nacional y municipal. Los datos sobre salarios del
gobierno nacional se recogieron de las Liquidaciones Nacionales de Presupuesto (1900-
1901, 1906, 1909, 1913-1914, 1917-1950) y se complementaron con las diferentes
leyes y decretos referenciados en el Diario Oficial. Los datos sobre salarios del gobierno
distrital se recogieron de las Cartas de Avisos (1907-1928) relacionadas con pagos de la
administración y de los presupuestos presentados en el Registro Municipal (1900-1903,
1909-1950). Adicionalmente, la información sobre salarios privados proviene del
trabajo de Urrutia y Arrubla155, de la Memoria del Ministro de Hacienda de 1916 y del
Anuario de Estadística Municipal de 1936.
Un segundo grupo de fuentes primarias contiene información relacionada con
los precios de alimentos. Los datos de 1900-1924 provienen de una búsqueda rigurosa
en periódicos y revistas de la época156. Para el período 1925-1950, la información sobre
precios se recogió del Boletín de Estadística Municipal (1925-1930) y el Anuario de
Estadística de Bogotá (1931-1950) y se contrastó con la información reseñada en ciertos
periódicos.
Los datos de precios que se usaron provienen de información recogida en las
principales plazas de mercado de la ciudad y son representativos en la medida en que
reflejan pagos al detal de fuentes no institucionales157. Como no se presenta información
para todos los meses de todos los años antes de 1925, el valor que se utilizó cada año es
un promedio anual de los meses que se tienen datos, lo que permitió capturar las
variaciones del precio de un bien durante el año158.
155 URRUTIA, Miguel y ARRUBLA, Mario Compendio de Estadísticas Históricas de Colombia. Bogotá: Universidad Nacional, 1970.156 Dentro de los periódicos consultados se encuentran El Mercurio (1901), El Colombiano (1902), El Nuevo Tiempo (1902-1907), El Orden Público (1900), El Comercio (1901), El Republicano (1907), El Reporter (1905), La Mañana (1909-1910), Rigoletto (1911), El Diario Nacional (1915, 1918-1921, 1923), El Tiempo (1922-1924) y El Debate (1927). Las revistas y boletines consultados durante este período incluyen la Revista Nacional de Agricultura (1906, 1912-1915, 1920-1921) y el Boletín de Estadística Municipal (1917-1918). 157 Los Anuarios, Boletines, periódicos y la Revista Nacional de Agricultura hacen alusión a los precios de la Plaza Central de Mercado a través de los reportes que hacían algunos comisionistas de alimentos ligados a la Plaza de Mercado, como la Agencia General de Víveres de Montoya, Patiño y Cia y la Agencia de Víveres Zurriago y Cia. 158 Sin embargo, al comparar la tendencia del índice del promedio anual con el índice en el que se utiliza sólo el dato de un mes particular no se encuentran grandes diferencias.
60
Toda la información de salarios nominales y precios se convirtió a la unidad
“pesos-oro”. Si bien esta moneda rigió desde 1905, el papel moneda del Banco Nacional
(1886), los billetes del Banco Central (1905) y las diferentes monedas metálicas
siguieron estando en circulación hasta 1916, cuando se reglamentó obligatoriamente el
cambio. Los salarios públicos aparecen en pesos-oro desde 1905 y los precios desde
1916, lo que hizo necesario convertir a esta unidad los cuatro primeros años en el caso
de los salarios y los quince primeros años en el caso de los precios.
3.3 El índice de precios.
Los precios se estudian para construir un deflactor de los salarios nominales que
permita observar los cambios en el tiempo del poder de compra y de las condiciones de
vida de los trabajadores. En Colombia no existe un índice de precios confiable durante
las dos primeras décadas del siglo XX y sólo con la aparición del Banco de la República
en 1923 se empezaron a realizar los primeros esfuerzos de recolección sistemática de
datos sobre precios de alimentos. Únicamente el trabajo de Pardo Pardo159 presenta un
índice de precios para Bogotá desde 1870 hasta 1965. Sin embargo, este índice no ha
sido muy utilizado pues la metodología ni la forma cómo se obtuvieron los datos son
claras, lo que ha hecho dudar su validez160.
La canasta de bienes se construyó siguiendo el estudio que realizó la Contraloría
General de la Nación en 1936 sobre el costo mensual de la vida obrera de una familia
promedio de cinco miembros (dos adultos y tres niños). Esta canasta fue escogida en
lugar de las presentadas por Vanegas o Jaramillo por el detalle con el cual se presentan
las cantidades de todos los artículos y por la manera como reflejan el consumo típico de
las familias obreras a partir de sus miembros y sus edades161.
A pesar de que este índice sólo tiene en cuenta el precio de los alimentos y deja de
lado los gastos en vivienda y vestido, éstos últimos no representan un porcentaje muy
alto de los gastos mensuales de una familia promedio en Bogotá. Tal como lo indica
Abrisqueta162 sobre los datos recogidos por la Contraloría en 1936, la tabla N° 1 muestra 159 PARDO, Alberto. Geografía económica y humana de Colombia. Tercer Mundo editores, Bogotá, 1972.160 El trabajo de Pérez utiliza la misma fuente primaria de precios que Pardo Pardo y resalta que ninguno de los libros citados por este autor se encontró en el Archivo General de la Beneficencia de Cundinamarca. PÉREZ, L. H. Volver el jornal Comida: la historia del precio de los alimentos en Bogotá, 1900-1950, Universidad Nacional, Bogotá,2004. 161 VANEGAS, Ramón, op. cit y JARAMILLO, Esteban, La carestía de la Vida, Imprenta Nacional, Bogotá, 1927. 162 ABRISQUETA, Francisco de “El desarrollo de Bogotá y las investigaciones del costo de vida obrera: análisis sobre la recolección de precio para el cálculo de los índices del costo de vida obrera en Bogota”,
61
que los alimentos y el combustible representan cerca del 72% del gasto de una familia,
mientras que el 28% restante se distribuye entre la vivienda, los vestidos y los gastos
diversos163.
Tabla Nº 1 Distribución de Gastos de una familia obrera bogotana en 1937.
Distribución de GastosAlimentos 65,60%Vivienda, Agua y Luz 17,90%
Fuente: Contraloría de la República (1937)
La tabla Nº 2 muestra los artículos incluidos en el índice de precios de
consumo164. La canasta que se utilizó contiene únicamente combustibles y bienes
básicos agrícolas, la mayoría de consumo tradicional y permanente en el tiempo, lo que
favoreció el interés de aplicarla durante los cincuenta años del estudio165.
Tabla Nº 2 Índice de precios: Canasta de artículos de consumo (cantidades por
mes).
en Anales de Economía y Estadística, Suplemento N° 5, Bogotá, 1946.163 Dentro de los gastos diversos se encuentran el transporte, el jabón, el lavado de la ropa, los periódicos y revistas, la educación, los cortes de cabello, las diversiones cinematográficas y los sindicatos e instituciones gremiales. 164 Poveda argumenta que durante esta época las familias no cambiaron el consumo de los seis productos tradicionales (arroz, papa, maíz, panela, yuca y plátano). POVEDA, Gabriel, Historia Económica de Colombia en el siglo XX, Universidad Pontificia Bolivariana, Medellín, 2005.165 En un comienzo esta canasta incluía el pan como producto de consumo. Sin embargo, ante la imposibilidad de conseguir información sobre el precio del pan, se utilizó la harina de trigo como proxy dándole una mayor participación dentro del consumo de la familia.
62
Artículo Cantidada) Pan y cereales
Arroz 6 KilosMaíz 5 KilosHarina de Trigo 4 KilosCebada 2 Kilos
b) Carne Carne y hueso 10,5 Kilos
c) Productos de lecheLeche 15 botellasManteca de Cerdo 1 KiloManteca Vegetal 1 KiloHuevos 16 Unidades
d) CombustibleCarbón Vegetal 1 Cargae) Tubérculos, legumbres, frutas
Papas 45 KilosHabas 3 KilosArvejas 5 KilosPlátanos 20 Unidades
f) Alimentos Diversos
Fuente: Contraloría Nacional de la República (1937)
El trabajo exploró tres posibles índices: un índice de seis productos básicos
(Arroz, Maíz, Papa, Panela, Plátano y Carne de Res), un índice de Laspeyres y un índice
Geométrico. El gráfico Nº 12 muestra el comportamiento de los tres índices para el
período 1900-1950 y permite concluir que no existen grandes diferencias en las
tendencias que muestran a lo largo del tiempo.
Gráfico Nº 12. Índices de Precios en Bogotá, 1900-1950 (1923=100)
0.00
100.00
200.00
300.00
400.00
500.00
600.00
Índice de 6 productos Índice Laspeyres Índice Geométrico
Fuente: Periódicos, Anuarios y Boletines de la época, cálculos de la autora.
Sin embargo, se optó por utilizar el índice geométrico, al que llamaremos desde
ahora Índice López-Uribe, para calcular los salarios reales pues éste permite que el
63
consumo varíe de acuerdo al precio del bien y no permite la sustitución entre bienes, a
diferencia del índice de Laspeyres donde las cantidades relativas consumidas son
fijas166. Este índice se calculó siguiendo la ecuación:
Índice de preciost=∏i=1
N
( pit×qi )αit
donde 0≤α≤1
Donde pit es el precio del bien i en el año t, qi es la cantidad del bien i y αit es la
participación del bien i en el gasto total de la canasta en el período t.
El gráfico Nº 13 compara el índice López-Uribe, calculado a partir de las fuentes
anteriormente citadas, con los índices del Banco de la República y de Pardo Pardo167. El
índice del Banco de la República aparece desde 1923 y recoge cantidades fijas de
alimentos (1 @ de cada producto) sin tener en cuenta una canasta. El índice de Pardo
Pardo (1972) existe desde el siglo XIX, pero sólo desde 1909 el autor parece hacer la
conversión de papel moneda a pesos oro, por lo que antes no puede ser claramente
comparable.
Gráfico Nº 13. Comparación entre índices de precios en Bogotá, 1900-1950 (1923=100)
0.00
50.00
100.00
150.00
200.00
250.00
300.00
350.00
400.00
450.00
500.00
Índice Banrep Índice Pardo Pardo Índice López-Uribe
166 El índice geométrico se relaciona con las preferencias Cobb-Douglas, en donde se mantienen los supuestos de que la elasticidad precio-demanda del bien es 1 y las elasticidades precio-demanda cruzadas son 0. Para el caso del índice de Laspeyres las preferencias son del tipo Leontief donde las preferencias se relacionan con proporciones fijas. El índice de los 6 productos utiliza ponderaciones fijas en el tiempo al estilo de Laspeyres. 167 Revista del Bando de la República, 1927-1950 y PARDO PARDO, Alberto, op. cit.
64
Fuente: Índice Banrep: Revista del Banco de la República, Índice Pardo Pardo: Pardo Pardo (1972) e Índice López Uribe: Periódicos, Anuarios y Boletines de la época, cálculos de la autora.
El gráfico Nº 13 muestra un comportamiento similar de los tres índices y permite
diferenciar cuatro períodos de acuerdo a la tendencia que ellos presentan. La primera
etapa comienza después de la hiperinflación de la guerra de los Mil Días hasta 1920 y se
caracteriza por una relativa estabilidad en el nivel de precios. Como consecuencia del
desastre económico y monetario que trajo la guerra, el gobierno de Rafael Reyes
implementó políticas de estabilización de precios que buscaron mejorar las rentas del
Estado y reactivar la economía168; lo que se evidencia con la caída del 80% del valor de
la canasta en términos reales desde 1905 hasta 1907. Los gobiernos posteriores
quisieron mantener este objetivo de estabilización ante la necesidad constante de
aumentar las rentas y de recuperar la confianza de la gente en el valor del papel
moneda169. La estabilidad del índice de precios durante esta década indica que estas
estrategias tuvieron éxito a pesar de que en el contexto mundial tomó lugar la Primera
Guerra Mundial (1914-1918) y en el ámbito local se presentó una fuerte peste de gripa
en 1918170.
Una segunda etapa toma lugar durante toda la década de 1920 cuando el índice
de precios presentó una tendencia al alza y aumentó en promedio a un 5% anual.
Existen dos interpretaciones para explicar este fenómeno. Por un lado, el aumento en el
nivel de precios pudo haber sido resultado de cuestiones monetarias, debido a que se
presentó un crecimiento desproporcionado de los medios de pago en relación al
aumento de la producción171. 168 La caída de los precios internacionales del café en 1898 provocó una crisis fiscal que se intentó superar por medio de las emisiones de papel moneda. Éstas fueron moderadas por un tiempo, pero desde 1899 con la guerra de los Mil Días los gastos del gobierno aumentaron y los flujos comerciales cayeron lo que condujo a un aumento desmesurado de la emisión hasta 1902. BUSTAMANTE, D, Efectos económicos del papel moneda durante la Regeneración, La Carreta Medellín, 1980. Para el final de la hiperinflación en 1903 los precios se habían multiplicado por 40 con respecto a 1899 y sólo hasta 1905 se fijó una tasa de $100 por peso oro que permitió estabilizar los precios, OCAMPO, José Antonio “Regímenes monetarios variables en una economía preindustrial Colombia, 1850-1933” en Sánchez, Fabio. (Editor) Ensayos de Historia Monetaria y Bancaria de Colombia, Tercer Mundo Editores Bogotá, 1994. Por otro lado, la deflación que se presentó entre 1905 y 1907 estuvo asociada con una revaluación de la tasa de cambio real que compensó la sobredevaluación durante los primeros años de la guerra. Uno de los intentos de estabilización del gobierno de Reyes fue la creación del Banco Central cuyo objetivo era la emisión de los billetes nuevos y la conversión de los antiguos. 169 Esta desconfianza se hace evidente en los recurrentes artículos de periódicos donde se menciona el tema. En particular, llama la atención el artículo “La conversión del Billete III, Causas del agio-descrédito” en El Nuevo Tiempo, Octubre 4 de 1902 y “La cuestión Monetaria” en El Diario de Colombia, 7 de julio de 1910. 170 Cabe resaltar que se presentó un pequeño ciclo entre 1912 y 1915 que tuvo su cima en 1914. 171 URIBE, Carlos (1926) La Carestía de la Vida, Bogotá, Editorial de Cromos. Uribe también muestra que la producción, medida a través de cantidades exportadas, aumentó entre 1916 y 1925 un 70% mientras la moneda circulante aumentó durante el mismo período 162.5%.
65
Por otro lado, existe la visión de que la causa de este crecimiento en los precios
se pudo deber a cuestiones de oferta y demanda del mercado. Esta ha sido la visión más
utilizada pues durante esta década, especialmente entre 1925-1928 en el período
conocido como “la prosperidad al debe”, el país recibió una gran cantidad de ingresos
por el pago de 25 millones de dólares que Estados Unidos realizó a Colombia como
indemnización por la pérdida de Panamá172, lo que sumado a la entrada de mayores
flujos de capital, permitió el crecimiento de la inversión, tanto privada como pública173 y
del gasto corriente del Estado, lo que se vio reflejado en la inversión en obras públicas y
en infraestructura social y ferroviaria174.
Este aumento del gasto y de la inversión contribuyó al aumento de precios pues
desplazó grandes cantidades de mano de obra no calificada a las ciudades, lo que limitó
la oferta agrícola y forzó los precios de los alimentos hacía arriba175. De igual forma, la
migración aumentó la población de la ciudad en un 50% lo que presionó aún más la
demanda interna de alimentos al alza176. A pesar del aumento en el área de tierra
cultivada que se presentó desde comienzos de siglo, la oferta no respondió igual que la
demanda pues constantemente se presentaron problemas en las cosechas que generaron
grandes pérdidas en los artículos de primera necesidad y escasez de víveres177. Otra de
las razones por la que la oferta no aumentó fue por el gran número de intermediarios y
de especuladores, quienes poniendo trabas y sobrecostos al comercio ayudaban al
encarecimiento de los artículos en la ciudad178.
172 La magnitud de este pago se puede apreciar claramente si se tiene en cuenta que el presupuesto nacional de 1925 era de 38 millones de pesos y que para aquél momento el tipo de cambio era de 1,01 pesos por 1 dólar (Tovar, 1984).173 En 1923 se contrató a la misión Kemmerer con el fin de incentivar el comercio, la inversión y el crédito y de restituir la confianza del país a nivel internacional López, Alejandro y Téllez, Juana. “Una Historia de los años veinte para los noventa” en Borradores Semanales de Economía, N° 24, 1995. 174 HENDERSON, James, op.cit. López y Téllez muestran que a pesar del aumento en los ingresos corrientes del gobierno durante 1924-1928 el déficit fiscal como porcentaje del PIB aumentó, López y Téllez, op. cit175 Cabe resaltar que todos los artículos consultados en periódicos y revistas de comienzos de la década de 1920 argumentan que el alza en los precios se debió a las malas cosechas; La Revista Nacional de Agricultura hace alusiones frecuentes a las pérdidas de cosechas por los prolongados veranos e inviernos que se vivían en el país y para los cuales el gobierno no estaba en capacidad de contrarrestar sus efectos. De igual forma, el periódico El Diario Nacional entre 1919-1922 presentaba recurrentemente en sus primeras páginas quejas por la carestía de los productos y el alza de los precios. 176 La población estimada en Bogotá a partir de los censos de 1918 y 1928 era de 157.766 habitantes en 1920 y en 1930 ésta había aumentado a 240.356 habitantes, Anuario Municipal de Estadística, 1950.177 Según Poveda la oferta agrícola de bienes básicos pasó de 4274 toneladas en 1900 a 7775 toneladas en 1930, POVEDA, Gabriel, op. cit. 178 En los periódicos se resalta mucho la influencia que estos tenían sobre el aumento de los precios y en algunas ocasiones se animó al gobierno a tomar medidas por medio del control de precios. Ver El Diario Nacional del 24 de enero de 1920, 14 de febrero de 1920, 17 de febrero de 1920, 12 de marzo de 1919, 3 de enero de 1921, 5 de enero de 1921, 26 de febrero de 1922.
66
La prolongada escasez de artículos llevó al gobierno a tomar ciertas medidas. En
1920 decretó una supresión transitoria de los derechos de importación de algunos
alimentos básicos con el fin de contrarrestar el alza en sus precios y así estabilizarlos179.
Sin embargo, la gráfica Nº 4 indica que esta medida no fue eficaz, pues los precios
siguieron aumentando entre 1919 y 1921. Una vez reestablecidos los aranceles se
presentó una leve caída en el nivel de los precios hasta 1923. A partir de este año
comienza un nuevo ciclo de alzas de precios que alcanzó su punto máximo en 1926
cuando los precios aumentaron un 50% en términos reales con respecto a 1923.
Al igual que lo sucedido en 1920, el gobierno estableció por medio del decreto
952 de 1927 la “Ley de Emergencia”, en la que se rebajaban los aranceles aduaneros de
productos agrícolas con el fin de contrarrestar la subida de los precios por la falta de
víveres. Esta medida suavizó los precios durante ese año y disparó las importaciones
hasta 1930. Sin embargo, no se puede decir con precisión por qué las medidas sólo
tuvieron efectos en el muy corto plazo y por qué no permitieron el estancamiento de los
precios por un período de tiempo más prolongado.180
La tercera fase, entre 1929 y 1932, se caracterizó por una caída constante en el
nivel de precios. Desatada la crisis económica de 1929, se presentó un déficit de balanza
de pagos que generó una severa contracción monetaria y fiscal181. El gobierno reaccionó
de manera contradictoria frente a este fenómeno. Por un lado, buscó compensar la caída
en la oferta monetaria y en los precios y proteger la agricultura, derogando en 1931 la
ley de emergencia de 1927. Sin embargo, ese mismo año el Gobierno nacional creó en
las principales ciudades las Juntas de Control de Alimentos, cuyo objetivo era estipular
el precio de los principales víveres con el fin de evitar la especulación y el alza
179 El decreto 196 de 1920 establecía que entre el 10 de febrero y el 20 de julio se suprimían los derechos de importación del arroz, el azúcar, las papas, los fríjoles, los garbanzos, las arvejas, las habas, las lentejas, el maíz, la manteca de cerdo, los huevos, las galletas y las diferentes harinas. 180 Como el país se estaba rigiendo bajo el patrón oro, la tasa de cambio era fija y la oferta monetaria y los precios dependían de las variaciones en el sector externo, LÓPEZ, Alejandro y TÉLLEZ, Juana, op. cit. Después del desastre monetario de la primera década del siglo XX, el temor de una nueva aparición del curso forzoso y del papel moneda era latente, lo que se evidencia en la gran cantidad de artículos de periódicos relacionados con las cuestiones y los problemas monetarios.181OCAMPO, José Antonio “La economía colombiana en la década del treinta” en Ocampo, José Antonio y Montenegro, Santiago. (Editores) Crisis Mundial, Protección e industrialización, Editorial Normal, pp. 19-55, Bogotá, 2007. Ocampo también argumenta que la inversión y los gastos de lo gobierno nacional y departamental disminuyeron en un 66% entre 1928-29 y 1931-32 por la caída de los recaudos aduaneros y de los flujos de capital.
67
injustificada en los precios182. Al final, el gobierno evitó el alza e indirectamente apoyó
la deflación que se presentó desde 1929 hasta 1932.
La última etapa, entre 1933 y 1950, se identifica con una tendencia creciente del
índice de precios y del nivel del costo de vida. El aumento de los aranceles a finales de
1931 y la fuerte devaluación real que sufrió el peso entre 1932-1935 estimularon la
demanda interna y presionaron los precios de los alimentos hacía arriba183. Este
encarecimiento se detuvo entre 1934-1938 durante el gobierno de López Pumarejo de
“La Revolución en Marcha”, cuando se emprendieron políticas de estabilización y de
equilibrio fiscal que permitieron que los precios se mantuvieran relativamente
estables184. Sin embargo, en su último año de gobierno el costo de los alimentos sufrió
un aumento de casi el 40% con respecto al año anterior.
A pesar de los esfuerzos del gobierno por contener el aumento de los precios, el
comienzo de la Segunda Guerra Mundial trajo al país un desabastecimiento general de
bienes de consumo y de materias primas importadas, que llevó a una insuficiencia de
bienes185. Para hacerle frente a la situación, el gobierno nacional comenzó un proceso de
sustitución de importaciones que ayudó a generar empleo y a abastecer los mercados
internos, lo que se reflejó en una pequeña disminución del índice de precios entre 1939
y 1940186.
Desde 1941 hasta 1950 el país recibió una gran entrada de divisas como
consecuencia de grandes movimientos de inversión privada y de aumentos en los
ingresos de los cafeteros, lo que sumado al aumento del gasto público, generó un
proceso inflacionario desde 1943187. Desde una visión monetaria, Arévalo argumenta 182 La creación de estas juntas se dio por medio de los decretos 1715, 1731, 1887 y 1971 de 1931. Sin embargo, los precios ya estaban a la baja por la recesión, por lo que se puede asumir que esta medida fue de pura presentación política. 183 En 1933 se suspende la convertibilidad del dólar, lo que llevó al gobierno a mantener su tasa de cambio con respecto al dólar y a abandonar la paridad del patrón oro, OCAMPO, José Antonio, op. cit. 184 TOVAR, Bernardo. La intervención del económica del Estado en Colombia, 1914-1936, Biblioteca Banco Popular, Bogotá, 1984.185 POVEDA, Gabriel, op. cit.186 MISAS, Gabriel. “De la sustitución de importaciones a la apertura económica. La difícil consolidación industrial” en Misas, Gabriel (Editor) Desarrollo Económico y social en Colombia, siglo XX, Universidad Nacional, pp. 111-134, Bogotá, 2001.Un primer proceso de sustitución de importaciones comenzó a finales de la década de 1930 y terminó en 1951. Durante este tiempo se promulgaron políticas de desarrollo industrial que buscaron impulsar la industria manufacturera en el país. Sin embargo, la etapa de auge del proceso de sustitución de importaciones es entre 1951 y 1970 cuando se toman importantes acciones para elevar los aranceles y se implementa una política monetaria basada en el crédito de fomento a las actividades industriales, MISAS, Gabriel, op. cit..187 OCAMPO, José Antonio “Crisis mundial y Cambio estructural, 1929-1945” en OCAMPO, José Antonio (Editor) Historia Económica de Colombia. Siglo Veintiuno Editores, pp. 209-242, Bogotá, 1988.
68
que fue el aumento en las reservas internacionales como consecuencia del descenso en
las importaciones lo que contribuyó al aumento en los precios188. Sin embargo, el
gobierno planteó una solución basado en un problema de oferta y demanda en el
mercado, pues creó en 1943 la Oficina de Control de Precios con el objetivo de
controlar el alza en los precios y la especulación. No obstante, a pesar de estos esfuerzos
de congelamientos de precios entre 1943 y 1944 el costo de los alimentos siguió
aumentando y sólo se estabilizó en 1945 cuando se normalizó el comercio189.
Con el final de la Segunda Guerra Mundial se determinó la supresión del control
de precios por parte del Estado, aunque siguieron estando vigilados por el Instituto
Nacional de Abastecimiento190. Una vez liberados los precios, estos comenzaron a subir
de nuevo, lo que se reflejó en el aumento del 25% en el índice de precios entre 1945 y
1946. Para corregir esto, el Estado creó la Oficina Reguladora de Mercados y Precios y
las Juntas de Control en 1946 y La Oficina Nacional de Precios en 1947191.
Nuevamente, estas medidas tuvieron efectos sólo en el corto plazo pues lograron reducir
el precio de los alimentos sólo en 1947. Éstos continuaron subiendo sustancialmente
desde este año hasta 1950. Esta última década fue la de mayor inflación pues el índice
de precios aumentó en promedio a un 35% anual. De igual forma, lo que se percibe en
esta fase es que los controles de precios por parte del gobierno fueron efectivos sólo en
el corto plazo y que en algunas ocasiones tuvieron efectos rezagados.
Asimismo, es importante contrastar el comportamiento de los precios de los
alimentos, con el fin de observar cuáles fueron los que más afectaron el índice. El
gráfico Nº 14 compara en el tiempo el precio nominal de la carne y la papa, los
alimentos que en cantidad más contribuyen a la canasta de bienes. El precio de una
arroba de papa muestra cierta estabilidad a lo largo del tiempo, con oscilaciones entre
0,4 y 2,0 pesos oro entre 1900 y 1943; y un posterior crecimiento constante hasta 1950
cuando alcanza un valor 6,27 pesos oro. El pequeño período de inflación antes de la
gran depresión de 1929 y de deflación de 1930-1932 y 1938-1940 no tiene un efecto
188 ARÉVALO, Decsi. La relación Estado-Mercado en la experiencia sobre control de precios en Colombia, 1943-1967, Universidad Externado de Colombia, Bogotá, 2001. 189 La Ley 7 de 1943 creó la Oficina de Control de Precios con el fin de atacar la especulación y el aumento de los medios de pago. Sumado a esto, la resolución del 10 de julio de 1943 permitió congelar a los precios del 15 de junio los precios de vestuario, alimentos importados etc. 190 ARÉVALO, Decsi. op.cit. El decreto 2010 del 18 de agosto de 1945 suprimió la Oficina de Control de Precios.191 El decreto 387 de 1946 restableció el control de precios y el decreto 3513 de ese mismo año creó el Departamento de Control de Mercados y Precios. El decreto 2004 del 17 de junio de 1947 creó la Oficina Nacional de Precios.
69
muy fuerte en el precio de la papa y por el contrario permanece prácticamente invariable
durante estos períodos. Sin embargo, la ola inflacionaria de la década de 1940 repercute
fuertemente en el precio de este artículo, considerado un bien de consumo tradicional, lo
que pudo afectar principalmente a las clases con menores ingresos.
Gráfico Nº 14. Precio de la Carne y la Papa en Bogotá, 1900-1950 (en pesos oro)
1900
1902
1904
1906
1908
1910
1912
1914
1916
1918
1920
1922
1924
1926
1928
1930
1932
1934
1936
1938
1940
1942
1944
1946
1948
1950
0
2
4
6
8
10
12
14
16
18
1 @ CARNE 1 @ DE PAPA
Peso
s O
ro
Fuente: Periódicos, Anuarios y Boletines de la época, cálculos de la autora.
El precio de la carne presenta un comportamiento diferente. Si bien son escasos
los datos de este alimento antes de 1921, a partir de este año se presenta un ciclo que
alcanza un máximo en 1928. Posteriormente, el precio de la carne sufre una caída
constante hasta 1932, cuando se recupera y empieza a crecer permanentemente hasta
1950, aunque con un pequeño período de deflación entre 1938-1940. Sin embargo,
durante todo el período el precio de la carne aumentó a un ritmo mucho más rápido que
el precio de la papa, lo que la convirtió en un bien más lujoso y de menos alcance para
la población más pobre, pues pasó de tener una diferencia de 1 peso oro con respecto al
precio de la papa en 1933 a casi 10 pesos oro en 1950.
3.4 Los Salarios Reales
Si bien no se cuenta con una información completa de los salarios nominales
privados en Bogotá durante este período, la información recopilada por Urrutia y
Arrubla192 sobre los sueldos de la Fábrica Fenicia de 1905 a 1947 y del sector de la
192 URRUTIA, Miguel y ARRUBLA, Mario, op. cit.
70
construcción entre 1932 y 1941 y los datos encontrados en la Memoria de Hacienda de
1916 y en el Anuario de de Estadística Nacional de 1936 sobre los jornales de todas las
empresas bogotanas permiten observar las diferencias entre los salarios del sector
público y privado.
Tabla Nº 3. Jornales de Peones en el Sector Público y Privado, 1916 y 1936.
1916 1936Sector Público - Distrito 0,4 1,5
Sector PrivadoFábrica Fenicia 0,35 1,06Industria Harinera 0,55 1,225Compañía de Chocolates Chávez y Equitativa 0,45 1,4Fábrica Germania 0,35 1,775Compañía de Luz y Molino Moderno 0,3 1,25Fábrica El Sol 0,2 1,25Fábrica de Cervezas 1,2 1,75Fábrica El Gallo 0,35Jabonería Inglesa 0,4 1,5Fábrica El Faro 0,5Fábrica de galletas y bizcochos de A de J Martínez 0,5 1,5Fábrica La Marsellesa 0,2Fábrica Tequendama 0,4 1,4Fábrica Posada y Tobón 0,2 0,85Fábrica Bogotá 0,2 1,5Destilería al Vapor 0,5 1,1Empresa de Curtidos de Arcesio Mejía y Compañía 0,5 1,55Fábrica Faenza 0,3 1,25Fábrica Nacional de molduras y marcos dorados 1Fábrica La Estrella 0,35 1,4Fábrica de pastas para sopa 0,5 1,1Fábrica nacional de fósforos de Vidiella y Compañía 0,4 1,25Fábrica La Especial 0,35 1,4Fábrica de Cal de Rodríguez Hermanos 0,5 1,1
Fuente: Memoria de Hacienda, 1916, URRUTIA, Miguel y ARRUBLA, Mario, op. cit, Anuario Estadístico de 1936
y Cartas de Avisos de 1916.
La tabla Nº 3 muestra el jornal promedio de un peón en el sector público y en las
empresas del sector privado en Bogotá en 1916 y en 1936193. Tal como esta tabla lo
indica, en 1916 los jornales del sector privado tuvieron una gran dispersión pues
variaron entre 0,15 y 1,2 de acuerdo a la industria. Sin embargo, al comparar el jornal
promedio de un peón del sector privado con el encontrado en la Secretaría de Obras
Públicas del distrito en 1916 no se encuentran grandes diferencias; siendo el privado
sólo 0,02 pesos más alto que el público.
193 Cuando se calcula el jornal más frecuente en el sector privado éste es de 0.5 en 1916 y de 1.5 en 1936 lo que comprueba aún más que las diferencias entre los salarios del sector público y privado son bastante pequeñas.
71
En 1936 el jornal del peón en el sector público era 0,2 pesos más alto que el
privado, teniendo este grupo una variación entre 0,85 y 1,75. Ahora bien, no sólo la
diferencia entre el sector público y privado se agrandó en este tiempo sino que se
invirtió, pues el gobierno empezó a pagar jornales más altos. Sin embargo, las
diferencias entre los dos sectores no son tan grandes, lo que muestra que la evolución de
los salarios del sector público puede ser una buena aproximación del comportamiento
que presentaron los mismos en el privado y del funcionamiento del mercado laboral en
la ciudad.
Esta investigación recopiló información de salarios nominales de
aproximadamente dos mil empleados del gobierno distrital y nacional y de las
instituciones a su cargo. No obstante, como se abarca un período de cincuenta años con
fuertes cambios en el tamaño del estado, no todas las series son continúas durante el
tiempo de estudio, pues muchos de los oficios no existían desde comienzos de siglo y
sólo aparecieron con el surgimiento de nuevas entidades o la ampliación de las
existentes. Por esta razón, se escogieron las series de salarios más completas.
Siguiendo a Abbott y Bowley194, la información seleccionada de salarios por
oficios se dividió de acuerdo a tres grupos: calificados, medianamente calificados y
no calificados. Éste último comprende aquellas personas:
“sin educación, sin un entrenamiento técnico, sin destreza general o sin
una fuerza excepcional. Ellos no son incapacitados, ni lisiados en mente o
en cuerpo, pero todo su equipo consiste solamente en cierto grado de
fuerza física y en alguna medida en una paciencia laboral…Ellos son en
alto grado unos trabajadores no especializados…Ellos son una especie de
lanza-libre en el mundo laboral, hombres que buscan un “trabajo” sin
tener en cuenta su carácter.195”
Así mismo, se deben distinguir entre las personas que “han aprendido un oficio
y aquellas que realizan sólo trabajo no especializado”196. De esta manera, los
trabajadores calificados son los que tienen educación o preparación técnica para
194 ABBOTT, E. “The wages of Unskilled Labor in the United States 1850-1900”, en Journal of Political Economy, Vol. 13, N° 3, pp. 321-367, 1905 y BOWLEY, A.L. “Wages in the United States and Europe”, en The Economic Journal, Vol. 9, N° 33, pp. 136-140, 1899.195 ABBOTT, E, op. cit. 196 BOWLEY, A.L, op. cit.
72
ejercer su trabajo; los trabajadores medianamente calificados no reciben educación
para ejercer un oficio particular, pero por otros medios lo aprenden y así ejercen un
oficio específico; y los trabajadores no calificados son lo que no tienen ningún tipo de
preparación o requerimiento determinado para ejercer197.
Sin importar el tipo de calificación que tuvieran los oficios, a lo largo de todo el
período el movimiento de los salarios nominales fue muy similar. Aparte de la
hiperinflación a comienzos del siglo XX, que terminó por aumentar los salarios los
primeros años y posteriormente reestablecerlos a sus niveles anteriores198, los salarios
nominales mantuvieron hasta mediados de la década de 1920 la misma estabilidad que
presentaron durante el siglo XIX199, lo que muestra una rigidez de los salarios frente a
los precios200. No obstante, la mayor flexibilidad la tienen los salarios de los
trabajadores menos calificados, pues éstos presentaron una pequeña tendencia creciente
en este período.
A mediados de la década de 1920, los salarios nominales de todos los oficios
empezaron a crecer hasta 1930, cuando los rezagos de la deflación que se presentó
desde 1929 los empujó a la baja. Sin embargo, la caída en los salarios no se mostró de
manera homogénea en todos los grupos, pues la magnitud de la caída varió entre ellos.
Entre 1930 y 1932 los sueldos de los trabajadores calificados descendieron
aproximadamente un 30%, mientras que los medianamente calificados y los no
calificados tuvieron una reducción del 15%. Después de la caída, los salarios no se
recuperaron y por el contrario, durante toda la década permanecieron estables y fijos a
pesar de que los precios estaban aumentando. Sólo a partir de 1943 los salarios
nominales empezaron a aumentar permanentemente hasta 1950, cuando crecieron en
promedio entre un 100 y un 200% comparado con 1943. 197 Por ejemplo, dentro del primer grupo se encuentran los abogados, los ingenieros, los jueces, los médicos, los veterinarios, los contadores y los administradores; dentro del segundo grupo se encuentran los escribientes, los oficiales mayores, los herreros, los archiveros, los cocineros y las costureras y dentro del tercer grupo se encuentran lo peones, los porteros, los carteros y las empleadas del servicio. De igual forma, aquellos cargos como presidente, alcalde o ministro son considerados calificados a pesar de que no requieren una preparación específica para ejercerlos, pues se espera que aquellos que ocupan estos puestos tengan algún tipo de formación académica. 198 En 1903, los sueldos nacionales aumentaron en un 80% con respecto a su valor en 1902. Sin embargo, en 1905 el decreto número 1088 rebajó los sueldos de los empleados públicos de la siguiente forma: los de más de $150 un 25%, entre $100 y $150 un 20%; entre $40 y $100 un 15% y los menores a $40 no sufrieron ningún descuento. Estos sueldos empezaron a aumentar a partir del decreto número 399 del 31 de marzo de 1906 de tal forma que lo sueldos mayores a $150 se les reducía sólo en un 12%, los que se encontraban entre $100 y $150 en un 10% y entre $40 y $100 un 7%. Posteriormente, con el decreto número 515 del 4 de mayo de 1906 los sueldos volvieron a los valores que tenían en 1905. 199 URRUTIA, Miguel. Precios y salarios urbanos en el siglo XIX, Mimeo, Bogotá, 2007. 200 Sólo los decretos número 591 de 1908 y 23 de 1915 redujeron los salarios. El primero redujo todos los sueldos en un 15% y el segundo, a raíz de la mala situación fiscal, los redujo en un 5%.
73
La evolución de los salarios reales es una buena alternativa para estudiar los
cambios en las condiciones de vida a través del tiempo, siendo hoy en día una de las
fuentes de información más confiable sobre el nivel del costo de vida y el vehículo más
conveniente para hacer comparaciones entre países. El salario real es igual al salario
nominal dividido por el índice de precios del consumidor:
Salario Re al=( SalarioNo min alÍndicedeprecios )×100
De esta manera, una caída en el salario real lleva a una caída en el bienestar del
hogar pues esto hace que se reduzca el poder adquisitivo de la familia o el tiempo
dedicado al ocio, ya que es necesario ofrecer más trabajo para comprar la misma
cantidad de bienes y así compensar el empeoramiento en las condiciones de vida por la
disminución del ingreso.
La gráfica Nº 15 muestra un comportamiento homogéneo de los salarios reales
de seis oficios calificados durante todo el período. Los comienzos de la década de 1910
beneficiaron a estos empleados pues sus salarios reales aumentaron. Sin embargo, esta
mejora disminuyó rápidamente hasta volver a los niveles iníciales y posteriormente
mantenerse estables durante el resto de esta década y comienzos de la siguiente. Para
mediados de la década de 1920 y hasta 1932, todos los salarios reales aumentaron entre
2 y 3 veces, lo que mejoró sustancialmente el poder adquisitivo de los trabajadores
calificados. A partir de 1932 el salario real empezó a disminuir paulatinamente hasta
1946 cuando éstos, a excepción del contador, empezaron una leve tendencia al alza. Así,
para 1950 las condiciones de vida de los trabajadores calificados habían mejorado
lentamente y su poder adquisitivo había aumentado poco con respecto a comienzos del
siglo XX.
Gráfico Nº 15 Salario Real: Trabajadores Calificados.
74
0
100
200
300
400
500
600
700
Años
Sala
rio R
eal
Secretario del Concejo Personero MunicipalTesorero Municipal Ingeniero del Ministerio de Obras PúblicasAbogado del Ministerio de Relaciones Exteriores Contador del Ministerio de Hacienda
Fuente: Cálculos de la autora.
Los salarios reales de los cinco trabajadores medianamente calificados del
gobierno nacional y distrital también tuvieron un comportamiento similar durante toda
la época de estudio (ver gráfico Nº 16). Una relativa estabilidad durante las dos
primeras décadas del siglo y un aumentó entre 2 y 3 veces desde 1926 hasta 1932. A
partir de este año, una caída paulatina que toca su sima en 1947 y que, posteriormente se
recupera levemente para luego volver a caer201. A diferencia de los trabajadores
calificados, los empleados medianamente calificados no vieron ninguna mejora en su
poder adquisitivo durante estos cincuenta años, lo que los llevo a comenzar la segunda
parte del siglo XX con las mismas condiciones de vida que tenían en 1910.
A pesar de que el cargo del escribiente pudo haber estado sometido a dos
tendencias que afectaran negativamente su salario como son cambio técnico (aparición
de la máquina de escribir) e ingreso de las mujeres a la fuerza laboral; los salarios reales
de este oficio se movieron paralelamente a los demás salarios de los medianamente
calificados. Lo anterior invalidaría alguna distorsión de este cálculo frente a los hechos
para los demás trabajadores de esta clasificación.
Gráfico Nº 16 Salario Real: Trabajadores Medianamente Calificados.
201 A excepción del oficial mayor del concejo quien comenzó la década de 1950 con una mejora en su salario real, quizá por la mayor importancia que estaba teniendo su cargo dentro de la organización del concejo municipal.
75
0
50
100
150
200
250
300
350
400
Años
Sala
rio R
eal
Oficial Mayor del Concejo Cajero de la Tesoreria Escribiente de la TesoreriaOficial Mayor del Ministerio de Hacienda Escribiente del Ministerio de Hacienda
Fuente: Cálculos de la autora.
Los salarios reales de los cuatros trabajadores no calificados no presentan un
patrón tan homogéneo como los grupos anteriores (ver gráfico Nº 17). La inestabilidad
de los porteros y el conserje durante la década de 1910 contrasta con la completa
estabilidad del salario real de los peones en esta época. Al igual que en los otros grupos
de oficios, en 1926 los salarios reales de estos trabajadores empezaron a crecer y se
duplicaron o triplicaron en 1932, cuando comenzó un progresivo descenso hasta 1946 y
una pequeña recuperación en 1947 que se pierde completamente los siguientes tres
años. De manera global se puede decir que los trabajadores no calificados mantuvieron
sus condiciones de vida y su poder adquisitivo durante todo este período, es decir, ni
mejoraron ni empeoraron.
Gráfico Nº 17 Salario Real: Trabajadores No Calificados.
0
20
40
60
80
100
120
140
Años
Sala
rio R
eal
Portero del Concejo Peon de la Alcaldía Portero del Ministerio de Hacienda Conserje del Ministerio de Hacienda
Fuente: Cálculos de la autora.
76
En conclusión, los salarios reales de los trabajadores permanecieron sin grandes
cambios durante las dos primeras décadas del siglo XX, a pesar del pequeño aumento en
el nivel de precios a comienzos de los veinte. La rigidez de los salarios nominales y la
disminución de los precios que se presentó desde 1927 permitieron que los salarios
reales comenzaran a subir sustancialmente desde 1926 hasta 1932, duplicándolos o
triplicándolos durante este tiempo, lo que debió conducir a un aumento considerable del
desempleo urbano para ajustar por cantidades el incremento en estos salarios. Los
mecanismos por los cuales los trabajadores participan de los beneficios del crecimiento
de la economía están relacionados con la elasticidad del salario frente a los cambios en
los precios. A pesar de que durante este tiempo los salarios nominales se redujeron, los
precios lo hicieron aún más, lo que deja claro la rigidez y el rezago de los primeros
frente a los segundos.
Sin embargo, esta rigidez en los salarios nominales del sector público pudo estar
ligada a razones políticas o a presiones sindicales. Para demostrar esto se debe comparar
el comportamiento de los salarios nominales del sector privado durante este período. Al
estudiar la evolución de algunos salarios nominales del sector privado como los de la
Fábrica Fenicia y la Hacienda de Quito de la Sabana de Bogotá202 se encuentra que en
estos últimos la rigidez de los salarios nominales fue sólo un poco menor. Desde 1927,
año en que los precios empiezan a caer, hasta 1930, los jornales de los peones de la
fábrica Fenicia fueron alrededor de 1 peso y el jornal del mayordomo de la Hacienda de
Quito de 0.57 pesos203. Sólo a partir de 1931 éstos comenzaron a disminuir; únicamente
un año antes que los del sector público. Lo anterior demuestra que también existieron
rigideces de salarios nominales en el sector privado y que por tanto, las presiones que
algunos grupos sindicales pudieron tener sobre el gobierno no fueron tan fuertes durante
este período.
Desde inicios de los treinta en el concejo de Bogotá se presentó una fuerte
tendencia liberal a mejorar las condiciones de los trabajadores del municipio, lo que
sumado a las acciones sindicales que se empezaban a presentar durante ese momento
(más fuerte en el sector público que en el privado) pudieron incidir en una diminución
de los salarios nominales más suave desde 1932.
202 URRUTIA, Miguel y ARRUBLA, Mario, op. cit. 203 Incluso, este jornal se mantuvo desde 1921.
77
Superada la deflación en 1932, los precios comenzaron a crecer hasta 1950204, lo
que sumado a las rigideces nominales, condujo a una caída del salario real durante la
década de 1930 y la primera parte de la década de 1940. Esto contradice la hipótesis
planteada por Udall de que los salarios reales aumentaron durante todo la década de
1930 y que sólo disminuyeron a comienzos de los cuarenta205.
A pesar de que la ley 6ª de 1945 legitimó las asociaciones de trabajadores en
defensa de sus intereses y normalizó el número de horas de trabajo y los pagos
dominicales, las relaciones entre el movimiento obrero y el gobierno se deterioraron206,
lo que por un lado perjudicó aún más los salarios reales ante los aumentos constantes en
precios y por el otro, mejoró las posibilidades de empleo207.
Sólo hasta mediados de la década de 1940 los salarios nominales rompieron con
las rigideces que se venían presentando desde el siglo XIX y comenzaron a ser más
flexibles, lo que llevo a que, a pesar de que los precios seguían aumentando a tasas muy
altas todos los años, los salarios reales no se vieran afectados sustancialmente. Lo
anterior contrasta con el mayor deterioro de las relaciones entre el gobierno conservador
y los movimientos obreros y con el abandono paulatino desde 1946 de las negociaciones
políticas como estrategia para reclamar mejores condiciones208. Además, demuestra que
las negociaciones colectivas y las amenazas de un levantamiento de masas contra el
gobierno tuvieron un efecto positivo en la flexibilización de los salarios nominales pues
el poder ejecutivo se veía forzado a servir como conciliador ante los empleadores con
el fin de evitar protestas y huelgas que pusieran en riesgo el régimen209.
Tabla Nº 4. Salarios reales promedio por quinquenios.
204 Con excepción del pequeño período 1938-1940 cuando se presentó una disminución.205 UDALL, A. T. Migration and Employment in Bogotá, Colombia, Yale University, New Haven, 1973.206 URRUTIA, Miguel, Historia del Sindicalismo en Colombia, Ediciones Uniandes, Bogotá, 1976. URRUTIA207Urrutia también aclara que antes de 1945 el único instrumento efectivo por parte de los trabajadores era la negociación política, pues los gobiernos liberales necesitaban del apoyo obrero para contrarrestar cualquier intento de golpe militar por parte de los conservadores, URRUTIA, Miguel, op. cit.208 Urrutia señala que desde 1946 se presentaron varias huelgas que fueron declaradas ilegales por el gobierno y que debilitaron las relaciones obrero-patronales y las relaciones entre el movimiento obrero y el gobierno, URRUTIA, Miguel, op. cit.Esto contrasta con la hipótesis de Bresciani-Turroni que estudian Kessel y Alchian según la cual la caída en los salarios reales durante épocas de inflación se debe a que los empleados dan “créditos” a sus empleadores. Bajo esta visión se supone que la tasa de salarios representa la productividad marginal de los trabajadores y además que los salarios son pagados después de que se realiza el trabajo, lo que hace que los trabajadores estén extendiendo un crédito a sus empleadores y así incurran en una pérdida, KENSEL, R.A y ALCHIAN A.A “The meaning and validity of the inflation-induced lag of wages behind prices” en American Economic Review, Vol. 50, N° 1, pp.43-66, 1960. 209 URRUTIA, Miguel, op. cit.
78
CALIFICADOS
Secretario del Concejo
Personero Municipal
Abogado de la Personería
Tesorero Municipal
Ingeniero del Ministerio de
Obras Públicas
Abogado delMinisterio de
RelacionesExteriores
1910-1914 157.08 163.781 75.189 163.781 193.079 150.651915-1919 171.631 171.57 121.412 181.832 202.354 132.4031920-1924 142.287 197.481 100.565 219.172 194.172 97.086
MEDIANAMENTE CALIFICADOSOficial
Mayor del Concejo
Escribiente del Concejo
Escribiente de la
PersoneríaCajero de la
Tesorería
Escribiente de la
Tesorería
Oficial Mayordel Ministeriode Hacienda
1910-1914 57.309 48.335 46.866 54.593 93.7411915-1919 100.437 77.199 43.699 53.961 81.5961920-1924 103.752 100.565 51.384 66.854 58.251 77.668
NO CALIFICADOS
Portero del Concejo
Portero de la Personería
Peón de la Alcaldía
Portero del Ministerio de
Hacienda
Conserje delMinisterio de
Hacienda1910-1914 32.445 11.811 61.6411915-1919 40.47 14.029 68.741920-1924 51.876 40 15.145 50.4841925-1929 62.286 44.857 18.432 47.365
Fuente: Cartas de avisos, Registro Municipal, Liquidaciones de Presupuesto, Diario Oficial, Cálculos de la autora.
La tabla Nº 4 presenta los salarios reales promediados por quinquenios para
todos los oficios. Tal como esta tabla lo muestra, las condiciones de vida promedio de
todos los grupos económicos mejoraron levemente, pues a mediados del siglo XX su
poder adquisitivo era sólo un poco mayor con respecto al que tenían comienzos de
siglo210. De esta manera, no se puede asegurar que los avances en salud, servicios
públicos y educación que se presentaron en estos cincuenta años mejoraron las
210 Sin embargo, se presenta la excepción del Oficial Mayor del Ministerio de Hacienda cuyo salario real empeora a mediados del siglo.
79
condiciones de vida de las personas en términos de ingresos, pues su poder adquisitivo
en este lapso cambió muy poco211.
3.5 Las Relaciones de Bienestar.
Las relaciones de bienestar miden las condiciones de vida de los hogares al
comparar los ingresos de una familia con la canasta de bienes básicos de consumo y su
gasto en vivienda. Siguiendo a Allen212, esta relación se calculó a partir de la ecuación:
Re lación de bienestar it=( Salario1 it+Salario2it
Canasta de bienest+ Arriendot)
Donde Salario1it es el salario del oficio i en el año t, asumiendo que pertenece al
del jefe cabeza del hogar; Salario2it es el 34.6% del salario1it que corresponde a la
participación de la mujer en el ingreso del hogar en el año t de acuerdo al oficio i213;
canasta de bienest es el conjunto de alimentos básicos que están incluidos en la canasta
presentada en la tabla Nº 2 y para los cuales se tiene información en los años en los que
se calculó esta relación214 y Arriendot equivale a la proporción fija del 18% del gasto
total de la familia, asumiendo que los alimentos abarcan todo ese gasto215.
Se debe tener en cuenta que al hacer supuestos arbitrarios sobre el tamaño de la
familia (cinco miembros: padre, madre y tres hijos) y sobre la persona que gana el
salario (el hombre siendo la cabeza de hogar y la mujer ayudando de manera secundaria
con los gastos de la familia) estas relaciones de bienestar se convierten en índices de
salarios reales con una nueva escala. Sin embargo, esta escala hace explícitos los
supuestos que generalmente son implícitos cuando se tratan a los salarios reales como
211 Cuando se analiza la evolución de los salarios reales de esta manera se concluye, a diferencia del estudio anual, que las condiciones de vida de los trabajadores medianamente calificados mejoraron con respecto a las que tenían a comienzos del siglo. 212 ALLEN, Robert, “The great divergence in European Wages and prices from the middle ages to the first World War”, en Explorations in Economic History, Vol. 38, N° 4, pp. 411-447, 2001.213 La encuesta de la Contraloría General de la República de 1936 indica que las mujeres contribuían con el 34,6% del ingreso del hogar. Asumiendo que el hombre es el jefe del hogar y el que contribuye con mayores ingresos, el salario de la mujer en cada familia correspondería a este porcentaje.214 Los alimentos para los que se tiene información todos los años de estudio y que además están incluidos en la canasta de la Tabla Nº 2 son: Arroz, Azúcar, Cacao, Café, Carne, Cebada, Harina de Trigo, Maíz, Papa, Panela, Sal y Trigo. 215 Siguiendo la encuesta de la Contraloría General de la República de 1936 se tiene que el arriendo equivale al 18% del gasto total de la familia. Esto se toma como una valor fijo todos los años de estudio a pesar de que durante este período la participación femenina aumento. En el trabajo realizado en 1892 este porcentaje era alrededor del 17%.
80
medidas de los estándares de vida y además, permite observar aspectos sobre la
demanda del consumidor y la salud216.
Así, una relación de bienestar de 1.00 indica que el mantenimiento de unas
condiciones de vida apenas aceptables requiere que todo el ingreso de la familia se gaste
en vivienda y alimentos básicos y por tanto, que no haya excedente para gastar en
ciertos bienes “lujosos”. Una relación de bienestar mayor a 1.00 indica que la familia
tiene ingresos extras por encima de sus necesidades básicas pudiendo comprar más
bienes tradicionales o “lujosos”. Un valor menor a 1.00 implica que la familia no puede
permitirse unas condiciones de vida aceptables bajo los supuestos planteados (Allen,
2001). Ante esto, las familias podían responder trabajando más horas o disminuyendo la
cantidad de comida, lo que probablemente la empujaría a una desnutrición por la
disminución de las calorías consumidas217.
Tabla Nº 5 Relaciones de Bienestar.
Años Oficial Mayor Escribiente Peón Portero Conserje
1906 9,31 5,58 4,451910 8,96 5,04 0,87 3,391915 6,40 5,18 1,08 5,181920 5,24 3,27 1,02 3,401925 4,30 2,69 1,05 3,23
Fuente: Cartas de avisos, Registro Municipal, Liquidaciones de Presupuesto, Diario Oficial, Cálculos de la autora.
La tabla Nº 5 presenta las relaciones de bienestar en diez diferentes años del
período de estudio para cinco oficios medianamente calificados y no calificados: oficial
mayor, escribiente, peón, portero y conserje. Se observa que los dos trabajos
medianamente calificados, el oficial mayor y el escribiente, tienes relaciones de
bienestar mucho mayores a 1 en todos los años de estudio, lo que indica cierta
estabilidad y condiciones de vida aceptables. En lo referente a los trabajadores no
calificados, en algunos períodos las relaciones del conserje, el peón y el portero son
muy cercanas a 1 e incluso menores, como es el caso del peón en 1910, lo que indica
que las condiciones de vida de estos hogares no eran muy buenas. Además, las
216 ALLEN, Robert, op. cit.217 FOGEL, R. The Escape from Hunger and Premature Death, 1700-2100, Cambridge University Press, Cambridge, 2004.
81
relaciones del portero y el conserje, si bien se mantuvieron por encima de uno, en 1950
disminuyeron con relación al valor que tenían en 1906. Únicamente el peón logró
mejorar con respecto a su nivel inicial, aunque este valor se mantuvo bastante bajo.
La lectura horizontal de la tabla Nº 5 muestra que desde comienzos de siglo XX
hasta mediados de la década de 1920 las condiciones de vida de estos cinco oficios
disminuyeron, lo que se refuerza entre 1915 y 1920 por los estragos de la Primera
Guerra Mundial y de la peste de gripa que se presentó en la ciudad. Durante el período
de deflación de los treinta estas condiciones mejoraron sustancialmente, en algunos
casos triplicándose, aunque posteriormente se presentó una caída en el bienestar de los
trabajadores de la que no se lograron recuperar los siguientes años. Las condiciones de
vida, medidas en términos de relaciones de bienestar, de los hogares medianamente
calificados y no calificados no mejoraron en esos cincuenta años. Sin embargo, se
mantuvieron por encima del nivel básico de subsistencia, lo que unido a las políticas del
Estado en términos de higiene y salubridad, se pudieron ver reflejados en los avances en
salud y en expectativa de vida que experimentaron los ciudadanos de la ciudad durante
este tiempo218.
4. Diferenciales Salariales.
Los cambios en los salarios relativos son un reflejo de las variaciones en las
desigualdades del ingreso en el tiempo. Estos cambios son más claros si se comparan a
partir de las clasificaciones establecidas previamente (calificados, medianamente
calificados y no calificados), pues éstas están directamente relacionadas con los niveles
de salarios (alto, medio y bajo).
Los grupos que se escogieron para comparar fueron Calificados-Medianamente
Calificados (Abogado-Escribiente, Contador-Escribiente e Ingeniero-Oficial Mayor);
Calificados-No calificados (Abogado-Portero y Contador-Conserje); y Medianamente
Calificados-No calificados (Escribiente-Portero y Escribiente-Conserje). Se destaca que
a pesar de que no se presenta un patrón único en las tres tendencias, sí se pudieron
establecer ciertas características.
218 Por ejemplo, Meisel y Vega concluyen que Bogotá fue un caso exitoso en la mejora de la calidad de vida medida por la estatura de las personas, pues entre 1910-1914 y 1985 el promedio en la estatura adulta de las mujeres nacidas en la ciudad aumentó en más del 7% y el de los hombres en cerca del 5%, lo que indica que para 1950 ya se observaban avances en esta materia, MEISEL Adolfo y VEGA, Margarita. La calidad de vida biológica en Colombia, Antropometría histórica 1870-2003, Centro de Estudios Económicos Regionales (CEER), Bogotá, 2007.
82
La gráfica Nº 18 muestra la diferenciación salarial entre los trabajadores calificados
y medianamente calificados. Ésta presentó una caída permanente durante toda la década
de 1910 como consecuencia de la reducción en los salarios nominales de ambos grupos,
siendo más fuerte en los empleados calificados. Para la década de 1920, la tendencia se
invierte pues la diferenciación salarial entre estos trabajadores aumenta sustancialmente,
doblando su valor durante estos diez años. Con la caída en los precios y los salarios a
comienzos de la década de 1930, la diferenciación empieza a caer periódicamente hasta
1945, cuando los precios y los salarios vuelven a empezar su tendencia al alza. Sin
embargo, estos aumentos nominales no afectan la relación salarial de este grupo de la
misma forma que sucedió en la década de 1920, lo que permite comenzar la mitad del
siglo XX sin grandes avances en la reducción de la diferenciación salarial entre los
trabajadores calificados y medianamente calificados, pues esta relación se mantiene
igual con respecto a la primera década del siglo219.
Gráfico Nº 18 Diferenciación Salarial entre trabajadores calificados y medianamente calificados.
0
1
2
3
4
5
6
Años
Dife
renc
iaci
ón S
alar
ial
Ingeniero-Oficial Mayor Abogado-Escribiente Contador-Escribiente
Fuente: Cartas de avisos, Registro Municipal, Liquidaciones de Presupuesto, Diario Oficial, Cálculos de la autora.
El segundo grupo estudia la proporción entre los salarios de los trabajadores
calificados y no calificados (ver gráfica Nº 19). Ésta presentó tendencias relativamente
estables a lo largo del período. Durante la década de 1910 esta relación se mantuvo
constante a pesar de la reducción en los ingresos nominales que se mencionó
anteriormente. En la siguiente década esta proporción aumentó, incluso más fuerte que
lo presentado en el primer grupo, como consecuencia del aumento en precios y en
219 Sin embargo, se debe resaltar que la relación entre el Ingeniero y el Oficial Mayor permaneció muy estable durante todo el período.
83
salarios. A diferencia del grupo anterior, la deflación de la década de 1930 permitió una
reducción en el diferencial salarial que se mantuvo hasta 1950. Sin embargo, se observa
que no se presentaron cambios contundentes en la diferenciación entre salarios, y por el
contrario, éstos permanecieron en los mismos valores en lo que se encontraban a
comienzos de siglo, siendo el salario de los trabajadores calificados aproximadamente el
doble del de los no calificados.
Gráfico Nº 19 Diferenciación salarial entre trabajadores calificados y no calificados.
Fuente: Cartas de avisos, Registro Municipal, Liquidaciones de Presupuesto, Diario Oficial, Cálculos de la autora.
Sin embargo, la relación Ingeniero-Peón mostró una tendencia fuertemente
decreciente durante los cincuenta años, pues en 1950 ésta había disminuido en una
cuarta parte con respecto al valor de 1910. Esto se pudo deber a la mayor oferta de
ingenieros y a la mejor remuneración nominal del peón frente a los demás oficios, pues
su salario tuvo crecimientos más altos que los demás, a pesar de la gran cantidad de
personas no calificadas que llegaron a la ciudad durante todo este período220. Berry
plantea que durante este tiempo aumentó la desigualdad del ingreso221. Por el contrario,
la baja pero cada vez más creciente participación de los ingenieros en el mercado
laboral contribuyó a la reducción permanente de ésta, a medida que el número de
trabajadores calificados aumentaba. En este caso, se puede concluir que hubo una
mejora en el diferencial salarial entre estos dos oficios entre 1910 y 1950, debido tanto a
220 SCHULTZ, Paul, “Rural-Urban Migration in Colombia”, en The Review of Economic and Statistics, Vol. 53, 1971, pp. 157-163.221 BERRY, Albert. “Some Determinants of Changing Income Distribution in Colombia: 1930-1970”, Discussion Paper N° 137, Yale University Economic Growth Center, New Haven, 1972.
84
una mejor remuneración del peón como a una menor apreciación de los ingenieros. (Ver
gráfica N° 20).
Gráfica N° 20 Diferenciación Salarial entre Ingenieros y Peones.
19111913
19151917
19191921
19231925
19271929
19311933
19351937
19391941
19431945
19471949
0
5
10
15
20
25
Fuente: Cartas de avisos, Registro Municipal, Liquidaciones de Presupuesto, Diario Oficial, Cálculos de la autora.
El tercer grupo estudia la diferenciación salarial entre los trabajadores
medianamente calificados y los no calificados (ver gráfica Nº 21). Este grupo, al igual
que el anterior, presenta un patrón estable durante todo el período, sin tendencias claras
ni grandes cambios. En general, durante los cincuenta años esta relación osciló entre 1 y
2, lo que demuestra la inexistencia de grandes diferencias entre los salarios nominales
de los trabajadores medianamente calificados y los no calificados y permite concluir que
la prima de ganancia de aprender algún oficio especializado fue muy baja y poco
valorada. Al igual que lo visto en los dos grupos anteriores, la desigualdad salarial de
este grupo terminó en los mismos valores con los que había comenzado el siglo XX.
Gráfico Nº 21 Diferenciación Salarial entre trabajadores medianamente calificados y no calificados.
85
Fuente: Cartas de avisos, Registro Municipal, Liquidaciones de Presupuesto, Diario Oficial, Cálculos de la autora.
En general, las tendencias que se presentaron variaron de acuerdo al
comportamiento de los precios. Es claro que en los dos primeros grupos las tendencias
inflacionarias presionaban las diferenciaciones salariales al alza y las deflacionarias a la
baja, lo que muestra una correlación entre precios y desigualdad de salarios222. Sin
embargo, la última década mostró una menor sensibilidad de la diferenciación salarial
con respecto al aumento en los precios, lo que se demuestra en el menor incremento de
esta relación en proporción al aumento en precios. Es de resaltar la relativa estabilidad
frente a los choques de precios del diferencial del último grupo (medianamente
calificado y no calificado), debido principalmente a la pequeña diferencia de ingresos
entre ellos, que hacía que cualquier cambio en los salarios nominales se sintiera de
forma similar en ambos grupos.
Gráfica N° 22. Relación Salarios reales de peones del distrito / PIB real per cápita (pesos de 1975).
222 Esta correlación es negativa para todos las relaciones excepto para la de escribiente-peón. Para las relaciones oficial mayor-peón e ingeniero-peón esta correlación alcanza valores de -0.69 y -0.57 respectivamente.
86
0
0.02
0.04
0.06
0.08
0.1
0.12
Fuente: GRECO, El crecimiento económico colombiano en el siglo XX, Banco de la República, Bogotá, 2002; Cartas
de aviso, Registro Municipal.
La gráfica N°22 presenta la relación entre los salarios reales de los peones del
distrito y el PIB real per cápita del país. Desde 1905 hasta 1926 se observan pocas
fluctuaciones, lo que indica una relativa estabilidad en la participación de los salarios no
calificados en el PIB per cápita (asumiendo que éste es la suma de salarios, rentas y
ganancias). Entre 1926 y 1933 la participación de los salarios de los no calificados
aumentó como consecuencia de una caída en el PIB per cápita y un estancamiento de
los jornales de los trabajadores. A partir de 1933 el PIB per cápita se recuperó mientras
que los salarios de los peones siguieron estables, lo que redujo su participación en el
producto total. Sólo hasta 1946 la contribución de los salarios sobre el PIB vuelve a
aumentar, aunque no alcanza a retornar a los niveles que tenía en 1933. Sin embargo,
para 1950 los asalariados no calificados habían mejorado su posición relativa a los
rentistas y capitalistas.
87
5. Algunos determinantes no monetarios de los cambios en el salario nominal y en
las condiciones de vida durante la primera mitad del siglo XX.
Durante estos cincuenta años el país experimentó importantes cambios
estructurales que determinaron el crecimiento económico del momento y de las décadas
siguientes. Algunos de estos cambios fueron resultado de políticas públicas que
buscaban ubicar al país en una senda segura hacía el desarrollo y hacía una mayor
participación dentro del mercado mundial. De la misma manera, otras transformaciones
provinieron del ambiente político y social que la coyuntura del país brindaba en
determinados momentos del tiempo. En conjunto, estos aspectos ayudaron a establecer
el comportamiento del mercado laboral en Bogotá, y por ende los cambios en los
salarios nominales y en el diferencial salarial entre oficios. Entre ellos se debe resaltar:
el proceso de industrialización a comienzos de la década de los veinte, la fuerte ola
migratoria rural-urbana que comenzó en los veinte y se mantuvo las dos siguientes
décadas y las políticas educativas que comenzaron desde comienzos del siglo XX y que
tomaron más fuerza a mediados de la década de los treinta.
5.1. La industrialización.
A comienzos del siglo XX Bogotá no contaba con un desarrollo industrial
importante. Durante las dos primeras décadas se percibe el desarrollo de ciertos centros
de producción que se dedicaron principalmente a la producción de alimentos y bebidas.
En la segunda década del siglo, esta tendencia empezó a cambiar por las fuertes
inversiones en la construcción de carreteras y ferrocarriles que permitieron una
ampliación del mercado interno y una mayor comunicación con otras regiones del país.
Esto permitió que al finalizar esta década Bogotá contara con el 36% de las fábricas del
país, seguido por Medellín con el 21%, Barranquilla con el 16% y Cali con el 8.5%223.
Durante esta década aumentaron los flujos de capitales extranjeros y la inversión
pública y privada. Sumado a esto, se implementaron nuevas técnicas de producción y se
mejoraron las que estaban establecidas. Esto llevó a cambios importantes en el mercado
laboral bogotano, pues con la apertura de nuevas industrias se demandaron más
trabajadores y con la aplicación de tecnología más sofisticada se empezaron a solicitar
empleados más especializados y con una mayor preparación, lo que terminó afectando
el mercado laboral y la estructura salarial de los oficios.
223 OSPINA, Luis. Industria y protección en Colombia, 1810-1930, Faes, 1979, Medellín.
88
Contrario a lo planteado por Echavarría, quien resalta que por la “oferta
ilimitada de mano de obra” durante la década de 1920 y comienzos de 1930 los salarios
eran excesivamente bajos durante el proceso de acumulación de capital en la industria y
las condiciones de la población eran de “subsistencia”224; se demostró que durante este
período de rápida industrialización, los salarios reales de todos los trabajadores se
duplicaron o triplicaron sin importar la calificación del oficio225. Lo que se percibió en
esta época de industrialización fue un aumento de los salarios nominales como resultado
de una mayor demanda que no era suplida por el mercado, tanto de mano de obra
calificada como no calificada. Sin embargo, durante la época de deflación a comienzos
de los treinta, el aumento sustancial en el salario real de los trabajadores repercutió en
un mayor desempleo.
5.2. Las migraciones rurales-urbanas.
Si bien no existen trabajos que muestren qué tan fuerte fue el proceso
migratorio a comienzos del siglo XX, se pueden resaltar los conflictos agrarios que se
presentaron durante las primeras décadas y que estuvieron ligados a la desestructuración
de la hacienda y a la lucha por la tenencia de tierras. Igualmente, desde la década de los
veinte las migraciones del campo hacia las ciudades comenzaron a presentarse con
mayor intensidad como consecuencia de las mejores oportunidades y de los salarios que
se podían obtener en las zonas urbanas.
También afectaron este proceso el crecimiento de la población (ver gráfica Nº
23) y la educación, en la medida en que las personas con cierto nivel educativo podían
acceder a mejores oportunidades de empleo en la ciudad, no sólo por la mayor demanda
de empleos calificados sino también porque los retornos a la educación eran mayores en
las zonas urbanas que en el campo226.
224Echavarría plantea que fue esta oferta de mano ilimitada la que condujo a un salario de subsistencia y a una apropiación de las ganancias del cambio técnico y de la inversión por parte de los capitalistas industriales, ECHAVARRÍA, Juan José, op. cit.225 Este aumento se puede deber a factores externos que llevaron a caídas de precios más profundas que de salarios nominales, y por ende, aumentaron los salarios reales. Sin embargo, en otro trabajo muestra que los salarios reales en las manufacturas, a diferencia de los de la agricultura y la construcción, se duplicaron entre 1925 y 1950, ECHAVARRÍA, Juan José. Crisis e industrialización, las lecciones de los treinta, Tercer Mundo Editores, Bogotá, 1999.226SCHULTZ, Paul, “Rural-Urban Migration in Colombia”, en The Review of Economic and Statistics, Vol. 53, 1971, pp. 157-163. Schultz plantea que otra de las causas de la fuerte ola migratoria que se presentó antes de los cincuenta fue la incidencia de la violencia rural.
89
Bogotá, como capital y como centro político y económico de gran importancia,
fue la ciudad que más población inmigrante recibió. Esto generó cambios de gran
magnitud en el mercado laboral que terminaron aumentando significativamente la oferta
de mano de obra no calificada y presionando aparentemente los salarios urbanos, en su
mayoría de trabajadores no calificados, hacia abajo puesto que la población que llegó a
la ciudad proveniente de las zonas rurales era en su mayoría no era especializada. De
igual forma, la gran cantidad de trabajadores que migraron hacia las ciudades desde la
década de 1920 provocó una reducción en la producción agrícola que presionó los
precios de los alimentos hacia arriba y aumentó el nivel del costo de vida.
Gráfico Nº 23. Población Total de Bogotá, 1900-1950.
0
100,000
200,000
300,000
400,000
500,000
600,000
700,000
Fuente: Censos de población, Anuarios de Estadística Municipal.
Aunque la mayoría de empresas conseguían la mano de obra localmente, este
proceso se agotó prontamente. La tasa de migración en relación a la década anterior se
redujo en los treinta, lo que llevo a que se tuvieran que ofrecer mayores salarios para
atraer mano de obra de las zonas rurales227. Sin embargo, los salarios reales cayeron
desde mediados de la década como consecuencia de la rigidez de éstos frente al
aumento en los precios. En los cuarenta cuando los salarios nominales perdieron su
rigidez, se empezaron a ajustar más rápido a cambios en precios. En esta década, el
proceso de industrialización había perdido ritmo, lo que frenó el crecimiento de la
demanda. Pese a que los salarios nominales crecieron sustancialmente en los cuarenta,
los precios y la oferta laboral también lo hicieron. Esto presionó los salarios reales de
todos los trabajadores hacía abajo. No obstante, el efecto del aumento en los precios fue
227 ECHAVARRÍA, Juan José, op. cit.
90
más fuerte que el generado por el aumento de la fuerza laboral, lo que impidió que los
diferenciales salariales empeoraran.
La evidencia confirma que la migración interregional en Colombia respondió a
fuerzas del mercado que empujaron a la fuerza laboral rural hacía las ciudades puesto
que en el campo los ingresos por trabajo eran bajos y la oferta de trabajo estaba
creciendo relativamente rápido. Además, se señala que aunque los ingresos de la mano
de obra urbana se estancaron durante la década de los cincuenta, seguían siendo mucho
más altos que los del campo228.
El trabajo de Udall229 hace algunas generalizaciones importantes de la migración
rural-urbana en Bogotá para el período 1920-1965 y concluye, contrario a lo que aquí se
demuestra, que los salarios reales aumentaron rápidamente en las áreas urbanas durante
1920 y 1940 cuando las ciudades empezaron a aumentar su tamaño de manera
acelerada. Así, este autor sugiere que ese aumento de los salarios atrajo a grandes
cantidades de trabajadores rurales a Bogotá y que esto puedo contribuir a
empeoramiento del diferencial salarial entre trabajadores calificados y no calificados.
Sin embargo, esta investigación demuestra que a pesar del aumento constante de mano
de obra no calificada que se presentó en Bogotá entre 1930 y 1950 los diferenciales
salariales no empeoraran.
5.3. Las políticas de educación.
La ley 39 de octubre de 1903 abordó el tema educativo como una de las causas
del atraso del país y como el origen de las guerras civiles. Ésta recalcaba la necesidad de
tener obreros calificados que permitieran generar el desarrollo industrial al país230. Sin
embargo, los esfuerzos por preparar gente calificada durante las primeras décadas no
fueron suficientes, pues una gran porción de la población no tuvo acceso a la educación
y los que la tuvieron recibieron mayor influencia de la iglesia católica y poca
preparación para salir a participar en el mercado laboral.
Gráfico Nº 24 Porcentaje de la población que sabía y no sabía leer.228 SCHULTZ, Paul, op. cit. 229 UDALL, op. cit.230 Esta ley determinó como las bases del sistema educativo en Colombia la educación moral, religiosa y con una orientación industrial con el fin de preparar a sus estudiantes para el trabajo en la industria, la agricultura y el comercio.
91
0
10
20
30
40
50
60
70
1912 1918 1938 1951
Saben Leer No Saben Leer No se sabe
Fuente: Censos de población
Para la tercera y cuarta década del siglo las reformas educativas que se
adelantaron fueron coherentes con las ideas reformistas que los gobiernos liberales
querían implantar. Los promotores de estas reformas le agregaron a las políticas
educativas fuertes motivaciones económicas y sociales buscando adaptarlas al proceso
de desarrollo económico y de industrialización que se estaba presentando. También en
aquél entonces se pensaba que la educación sería el instrumento de cambio capaz de
transformar la estructura social en una más igualitaria y con mayores posibilidades de
ascenso social. A pesar de que estas reformas no fueron tan efectivas, el alfabetismo
aumentó en esos años, lo que indica que más personas estaban acudiendo a escuelas
básicas (Ver gráfico Nº 24).
La escasez de ingenieros en la ciudad hasta la década de 1930 por la falta de
escuelas técnicas impidió una formación superior en este campo que llevó a la
importación de estos empleados y a una mejor remuneración231. El nivel educativo y el
capital humano jugaron un papel importante en la determinación del salario nominal
pues las empresas, a medida que iban adoptando nueva tecnología, empezaron a buscar
231 Helg muestra que para 1925 entre 1500 y 2000 se encontraban inscritos en los establecimientos públicos y privados de de formación profesional, mientras que habían casi 25000 en enseñanza secundaria, HELG, Aline, La educación en Colombia, 1918-1957, Plaza y Janés Editores, Bogotá, 2005. Por otro lado, Berry muestra que entre 1930 y 1950 el rápido crecimiento de la manufactura y la sustitución de importaciones mejoraron la educación y el entrenamiento promedio de los trabajadores de cuello blanco pues el número de ingenieros y de otras profesiones mejoró, BERRY, Albert. “Some Determinants of Changing Income Distribution in Colombia: 1930-1970”, Discussion Paper N° 137, Yale University Economic Growth Center, New Haven, 1972.. Además, parte de los pocos ingenieros que trabajaban en el país eran extranjeros. Este es el caso de Bavaria, que entre 1900 y 1920 sólo contrató un Ingeniero Mecánico colombiano siendo los demás técnicos y maestros cerveceros alemanes VALERO, E. A, Empresas, tecnología y gestión en tres fábricas bogotanas, 1880-1920, Escuela de Administración de Negocios, centro de investigaciones, Bogotá, 1999.
92
más a los trabajadores más calificados estando dispuestas a pagar mejores salarios por
las personas más educadas o capacitadas232. Con el surgimiento de nuevos institutos y
universidades que permitieron la preparación de más ingenieros en el país, la oferta de
estos trabajadores aumentó en la ciudad y condujo a una reducción en su valoración con
relación a los demás oficios dentro del mercado laboral233. Sin embargo, este aumento
en la oferta de trabajadores especializados no se refleja en los diferenciales a mediados
del siglo XX pues no se perciben fuertes reducciones en las desigualdades entre los
calificados y los medianamente y no calificados.
Conclusiones.
Los importantes cambios que sufrió Bogotá durante los primeros cincuenta años
del siglo XX transformaron su economía, su urbanidad y su sociedad y permitieron que
se convirtiera en un importante eje de impulso para el desarrollo económico del país. La
ciudad no sólo transformó su infraestructura sino también sus sistemas de transporte y la
provisión de sus servicios públicos. A pesar de las mejoras en los servicios de
acueducto, energía y telefonía, éstos no fueron suficientes para compensar el fuerte
crecimiento de la población, lo que hacía que cualquier avance en este campo fuera
insuficiente ante el aumento creciente en la demanda.
La idea de modernidad, tan en boga en el mundo en aquella época y tan
impulsada en la ciudad por la élite política, implicaba la necesidad de cambios, no sólo
en el aspecto físico de la ciudad sino también en los hábitos de alimentación y de vestir
del pueblo pues éstos eran vistos como un factor de atraso y de impedimento hacía el
desarrollo económico. El Estado intentó ser el promotor de ese cambio a través de
campañas educativas y de ciertas leyes y decretos. Sin embargo, las costumbres y los
232 ECHAVARRÍA, Juan José, op. cit233 Durante el primer gobierno de Alfonso López Pumarejo (1934-1938) se promovieron políticas de modernización e integración de la educación. Una de éstas era la diversificación y especialización de las formaciones técnicas y científicas por medio de la construcción de nuevas escuelas normales y la reformación de la Universidad Nacional. A pesar de que estas políticas no cumplieron con las expectativas, se presentó un cambio profundo en la orientación de la instrucción pública en el país HELG, Aline, op. cit. Esto se refleja en el número de establecimientos de educación universitaria en 1935. Para este año ya existían cinco escuelas de jurisprudencia, dos de ingeniería, dos de medicina, dos de odontología, dos de veterinaria, dos de agricultura, once de artes y oficios, 3 de bellas artes y catorce de comercio (Anuario Estadístico de Cundinamarca, 1935). La menor valoración de los trabajadores calificados se evidencia en los menores aumentos que éstos reciben en 1950 en comparación con los aumentos de los empleados medianamente calificados y no calificados.
93
hábitos del pueblo no cambiaron al ritmo que el Estado quería y por el contrario, en
ocasiones esos mantuvieron con más fuerza. Literatura y prensa de la época muestran
como las prácticas cotidianas de las clases bajas se mantuvieron hasta mediados del
siglo XX.
Trabajos como los de Castro-Gómez, Puyo y Reyes y Gonzalez han intentado
explicar este fenómeno y han argumentado que esto fue el resultado de una resistencia
por parte de estos grupos ante el cambio y a un esfuerzo por mantener sus antiguas
tradiciones. Sin embargo, nunca se ha intentado dar una explicación basada en el nivel
de ingreso. Si bien una de las razones de las permanencias de las costumbres coloniales
pudo haber sido la idea de perpetuar estas tradiciones, otra de las explicaciones de esta
estabilidad puede estar relacionada a estancamientos en los niveles reales de ingresos; lo
que les impediría acceder a los nuevos productos o hábitos que la modernidad estaba
intentando implantar.
La importancia que este tema tenía en aquella sociedad es palpable en los
recurrentes titulares de prensa sobre la carestía de la vida, la vida cara, el costo de la
vida y los salarios. Sin embargo, los cambios en los niveles de costo de vida y de
salarios reales no han sido estudiados anteriormente para Bogotá y para Colombia ya
que la dispersión de las fuentes y la falta de sistematización de los datos no han
despertado el interés de los investigadores ni en economía ni en historia.
Esta investigación construyó una base de datos de salarios y de precios con
nuevas fuentes que permitieron describir y analizar los cambios en las condiciones de
vida y en los diferenciales salariales en Bogotá para diferentes oficios durante la
primera mitad del siglo XX. Se hizo una comparación entre los oficios y se mostró
cómo evolucionó la desigualdad de ingresos laborales entre los grupos económicos de la
ciudad concluyendo que la diferenciación salarial entre estos tres grupos (calificados,
medianamente calificados y no calificados) no sufrió importantes cambios con respecto
a la primera década del siglo XX.
De igual forma, al contrastar los salarios nominales con el costo de vida se
calcularon los salarios reales y las relaciones de bienestar de los distintos sectores
económicos y oficios. Tal como esta evidencia muestra, los tres tipos de trabajadores no
mejoraron sustancialmente sus condiciones de vida con respecto a las que tenían a
comienzos del siglo.
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La rigidez de los salarios nominales durante gran parte de la primera mitad del
siglo XX va asociada a un rezago de éstos con respecto a los niveles de precios que se
presentaban en la economía. Esta estabilidad llevo a que los cambios en los precios
(tanto aumentos como caídas) golpearan de una manera más fuerte el costo de vida y el
poder adquisitivo de los trabajadores. Esto se evidencia durante la época de deflación a
finales de la década de 1920 y comienzos de 1930 cuando se presentó el aumento más
grande de los salarios reales que llevo a que éstos se duplicaran o triplicaran en tan sólo
cinco años. La posterior flexibilización de los salarios nominales a mediados de la
década de 1940 permitió que los grandes aumentos en el nivel de precios no golpearan
tan fuertemente los salarios reales de los distintos oficios.
En general, este trabajo demuestra que, dadas las grandes transformaciones que
tuvo la sociedad, las condiciones de vida y el poder adquisitivo de los trabajadores
calificados, medianamente calificados y no calificados en Bogotá no tuvieron grandes
avances durante la primera mitad del siglo XX.
Lo anterior podría explicar por qué las clases de ingresos bajos no cambiaron sus
hábitos de consumo, ya que al no tener más ingreso real les impedía acceder al consumo
de nuevos bienes relacionados con la modernidad y el desarrollo y que a su vez eran
más caros. En resumen, las restricciones presupuestales del pueblo bogotano pudieron
haber impedido el cambio, lo que iría más allá del deseo de mantener sus antiguas
tradiciones.
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