Post on 03-Aug-2020
Conversatorio
LOS AVATARES DE LOS SENTIDOS DE LA VIDA.
EL CASO DE LOS SUICIDIOS DE JÓVENES
Especialización en Políticas Públicas de
Niñez, Adolescencia y Familia (EPPNAF)
Índice
Presentación ________________________________________________________ 1
Reflexiones sobre la situación del suicidio adolescente en Argentina ___________________ 2
Silvia GONZÁLEZ
Para mí estás muerto __________________________________________________ 9
Viviana BECKER
El suicidio fatalista: la ruptura de la politicidad vital ____________________________ 13
Diego FRANZOY
Que la sangre no llegue al río o con la soga al cuello _____________________________ 19
Gladis MARTÍNEZ
Esta publicación ha sido compilada por el equipo de la Especialización en Políticas Públicas de Niñez, Adolescencia y Familia. Las notas firmadas son responsabilidad de las autoras y autores. Facultad de Trabajo Social Universidad Nacional de Entre Ríos
Presentación
El motivo principal de este extraordinario texto maquiaveliano –
orientado a «los jóvenes que lean mis escritos»– es el carácter
político de la transmisión: la transmisión de un pasado remoto (la
historia de Roma) como inspiración revolucionaria, y la de un
fracaso reciente por revertir la miseria del mundo. Por una parte
Maquiavelo insta a los jóvenes a desconfiar de los viejos, quienes
transmiten como sabiduría y experiencia lo que no es sino
impotencia, de la transmisión depurada del engaño; adopta para la
escritura de la historia la probidad intelectual que procura colocar
el pasado a resguardo de cualquier malversación edificante, a la vez
que politizar los tiempos antiguos (esto es traerlos a la
interlocución del presente) bajo el presupuesto de que no hay
transformación de las cosas despojada de una inspiración en el
pasado –pero tampoco sin una fortuna generacional que
reemprenda y precipite la obra de la libertad […]
Diego TATIÁN. Spinoza. Filosofía Terrena.
Este bello extracto que retoma intercambios epistolares de Maquiavelo (S.XV) nos resulta inspirador en la
Carrera de Especialización en Políticas Públicas de Niñez, Adolescencia y Familia de la Facultad de Trabajo
Social (UNER), en el marco del dictado de su Segunda Cohorte, para abrir el debate en torno a la
preocupación de los avatares y vericuetos que tienen los sentidos de la vida, de las vidas y como apuesta
política a que es en el encuentro con los otros que se construyen, porque como decía Aristóteles, cultivamos
el placer desde el momento que comenzamos a hablar, en la deliberación.
El pasado 9 de agosto invitamos a la ciudadanía a participar del Conversatorio «Los avatares de los sentidos
de la vida. El caso de los suicidios de jóvenes», contó con la disertación de Silvia González, Viviana Becker,
Diego Franzoy, Sofía Uranga y Gladis Martínez, quienes dieron el puntapié inicial para el intercambio entre
los presentes dando lugar a un espacio de pensamiento y elaboración. Compartimos con Uds. las reflexiones
que los autores muy amablemente nos «donaron» con el fin de comenzar un intercambio que habilite
construcciones de nosotres.
Paraná, septiembre de 2019
1
* Silvia González es Licenciada en
Psicología egresada de la Universidad
Nacional de Córdoba en el año 1990. Ex
Directora Hospital Mira y López de
Santa Fe (2006-2012). Ex integrante
del Equipo Provincial de Salud Mental.
Santa Fe (2004-2011). Ex Directora
Radio Nacional Santa Fe (2012-2015).
Miembro Comité Editorial Revista
Soberanía Sanitaria. ATE. Santa Fe.
Miembro Equipo de Gestión del Centro
de Salud Integral Ate Santa Fe.
Miembro Equipo de Coordinación y
Gestión del Programa de Prevención de
Enfermedades Cardiovasculares de
Iapos del Centro de Salud Integral Ate
Santa Fe. Supervisora clínica de
proyectos sustitutivos al manicomio:
«Las Emilianas». Práctica clínica en
Consultorio privado.
Reflexiones sobre la situación del suicidio adolescente en Argentina
Por: Silvia GONZÁLEZ*
Hace poco más de 60 años que la atención se ha volcado sobre el suicidio por los alcances y los impactos que
este fenómeno comenzó a generar en el orden social y político mundial (Organización Mundial de la Salud,
1969). Para el año de 1990 la OMS considera el suicidio y otras lesiones autoinflingidas como «[…] la quinta
causa de carga de enfermedad en el mundo entre los 15 y 44 años» (Gómez Restrepo y otros, 2002: 283). La
OMS (2004) estimaba que más de 500.000 personas habían cometido suicidio en el año 2001.
Con esta línea de proyección estadística, la OMS hace un lamentable cálculo a futuro: «Las estimaciones
realizadas indican que en 2020 las víctimas podrían ascender a 1,5 millones» (Organización Mundial de la
Salud, 2004: 1).
Si se observan la magnitud y la prevalencia del fenómeno del suicidio, es menester conocer las causas del
suicidio para plantear estrategias de intervención que respondan efectivamente con una reducción del
problema. Conocimiento que se precisa porque lo que se presenta en la fenomenología del suicidio contraría,
con una serie de paradojas, la posibilidad de una comprensión del asunto como tal. Por ejemplo, el
señalamiento que se hace de la pobreza como un factor de riesgo frente al suicidio; sin embargo, son los
países industrializados o en vías de industrializarse los que poseen las tasas más altas de suicidio; la
particularidad también de que las personas se suicidan más en estaciones veraniegas o primaverales, más
que en la época de invierno como tal; o que las personas no se suicidan tanto en edades seniles sino que cada
vez con más frecuencia los suicidios se consuman en edades más tempranas como la adolescencia o la
infancia, que es la etapa del desarrollo en la que, se supone, priman las ganas de vivir. Se presentan, además,
otras manifestaciones llamativas que señalan por ejemplo una diferencia en las tasas de suicidio entre
hombres y mujeres, con una proporción inversa entre los sexos pero no ya para el caso del suicidio sino de
los intentos de suicidio. Las investigaciones consultadas se diseminan en un amplio espectro para tratar de
dar cuenta de estos hechos, en estudios que van desde lo descriptivo y lo correlacional, hasta lo explicativo –
en orden decreciente en cuanto a volúmenes de trabajo se trata–, con multiplicidad de enfoques y diseños
metodológicos.
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El sociólogo Émile Durkheim (1858-1917), por ejemplo, concibe al suicidio como un hecho social que
puede encontrar sus fundamentos en la estructura social en la que los individuos se desenvuelven.
Edwin S. Shneidman (1918−2009), llamado el Padre de la Suicidología contemporánea, consideraba al
suicidio como la resultante de los efectos que las dinámicas comunitarias tenían sobre la psique
individual. Propuso explicar el suicidio como una reacción ante un dolor psicológico resultante de las
necesidades psicológicas insatisfechas.
Los estudios empíricos publicados en los últimos 20 años dan cuenta de la relación entre los factores
sociales y la suicidalidad adolescente, mostrando la importancia de las variables sociales (integración
social, percepciones acerca del apoyo familiar y por parte de los pares, maltrato, abuso sexual y descuido
infantil, y victimización por parte de pares) tanto en relación a la ideación como a las conductas.
El modelo explicativo privilegiado en la epidemiología es el que identifica factores de riesgo en torno a un
daño. La totalidad de los autores acuerda vincular los fenómenos del suicidio en general con un modelo
plurifactorial que implica a la vez factores socio-culturales, ambientales y psicopatológicos.
El suicidio se lleva la vida de 500 adolescentes cada año en la Argentina. Ya es la segunda causa de
muerte por causas violentas en chicos de 10 a 19 años y la problemática va en aumento. Desde los 90
hasta el año 2016 la tasa de suicidios en jóvenes se triplicó en el país (pasó de 2,5 por cada 100 mil
habitantes a 7,4 cada 100 mil), según advierte el informe «Situación de la salud de los y las adolescentes
en Argentina» elaborado por el Ministerio de Salud de la Nación y Unicef sobre la base de estadísticas de
organismos del Estado.
Según el informe citado, en el año 2013 se quitaron la vida 521 menores de 20 años. En el año 2009 esa
cifra era de 300 jóvenes.
El tipo de suicidio que prevalece es el ahorcamiento, constituyendo el 87,8% del total, lo que significa
que aproximadamente 9 de cada 10 adolescentes que cometieron suicidio en este período lo concretaron
por ahorcamiento.
En la población del total del país los varones tienen aproximadamente 3 veces más chances de morir por
suicidio que las mujeres.
En el trienio 2011-2013 las provincias de Salta y Jujuy fueron las que tuvieron las tasas más elevadas 20
suicidios por cada 100 mil adolescentes, seguidas por Chubut, Catamarca y Formosa.
Según el informe de Unicef «El suicidio Adolescente. Situación en la Argentina» publicado
recientemente, en todo el país se observa que la mortalidad por suicidio es mucho más significativa en el
grupo etario de 15 a 19 años. Esta diferencia se advierte en ambos sexos, aunque es bastante más
significativa entre los varones en casi todas las jurisdicciones. 3
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Los adolescentes varones con menor nivel educativo tienen aproximadamente tres veces más
posibilidades de cometer un suicidio que los adolescentes varones con un nivel educativo de secundaria
completa o más. En el caso de las mujeres adolescentes con nivel educativo hasta primario completo,
tienen aproximadamente 1.7 más posibilidades de cometer suicidio que sus pares con un mayor nivel
educativo.
Otros datos que muestra el informe de Unicef hacen referencia a que del total de la muestra el lugar de
residencia de los/as adolescentes que cometieron suicidio predomina el ámbito urbano con un 60%, y
un 25% de los casos corresponden a adolescentes residentes en áreas periurbanas. (Término que refiere
a localidades entre 4000 y 30.000 habitantes, que por sus características productivas y geográficas se
encuentran en una frontera poco precisa en relación con el ámbito rural no disperso).
Existe una mayor cantidad de decesos de varones que de mujeres. Sin embargo, las tentativas muestran
el fenómeno inverso. En general, los datos de mortalidad suelen exponer el empleo de métodos más
letales por parte de los varones que por parte de las mujeres. Coincidiendo con dichos datos, en la
muestra seleccionada para el estudio existe una gran predominancia del ahorcamiento o sofocación
como método, tanto en varones como en mujeres (más del 80%). El uso de pastillas u otro tipo de
sustancias ingeridas alcanza en conjunto cerca del 42% de los casos de tentativas y los cortes con objetos
cortopunzantes cerca del 29%.
El estudio de Unicef construye tipologías que se basan en marcos conceptuales de la psicología social y
de la sociología de las juventudes. Del estudio de suicidios consumados surgen las siguientes tipologías:
1. Adolescentes que han atravesado situaciones de inexistencia o pérdida de soportes.
1.1. Adolescentes sin contención familiar con los que las instituciones intervinientes fracasaron.
1.2. Adolescentes que sufrieron la pérdida de una relación afectiva que constituía su principal
soporte.
2. Adolescentes que sufrieron o temen sufrir desfasajes entre sus expectativas y sus logros.
2.1. Adolescentes que experimentan una aguda sensación de fracaso frente a sus propias
expectativas de logro y/o que consideran que no cumplen con las expectativas de sus familias o de
otras instituciones como los mandatos religiosos.
2.2. Adolescentes que experimentan temor al fracaso frente a inminentes pruebas de paso a la
juventud/adultez, por ejemplo, la terminación del secundario y el ingreso a estudios terciarios-
universitarios o al mundo laboral.
3. Adolescentes que interiorizaron esquemas valorativos rígidos, que no admiten ser confrontados por
situaciones que implican valores contrarios, y por lo tanto son vividas como hechos traumáticos no
procesables. 4
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4. Adolescentes en los que existe un componente de enfermedad mental evidente, que no llegaron o no
fueron debidamente atendidos por las instituciones de salud mental.
A partir del análisis de los casos que conforman el corpus de datos, las y los investigadores han esbozado
un esquema de los principales aspectos que en nuestro medio llevan al intento o a la consumación del
suicidio adolescente. En vistas de aportar a la construcción de un modelo conceptual que permita el
análisis de casos en el que dialoguen los enfoques, retoman el concepto de proceso de suicidalidad
(Fernández et al., 2017), ya que contempla el despliegue de diferentes instancias en las que intervienen
actores en vínculo con las y los adolescentes, y asimismo permite situar al suicidio como un evento
previsible, predecible y prevenible (Martínez, 2017). Para su construcción tuvieron en cuenta las ideas de
Beck y Beck-Gernsheim (2003), que hablan de los procesos de desinstitucionalización que se dan en las
sociedades occidentales actuales y de Dubet (2013), quien también sostiene la idea de la declinación de
las instituciones. En estos procesos ocurren dos movimientos simultáneos: por un lado, disminuyen las
capacidades que las instituciones como las familias, escuelas y Estado tenían para ofrecer a los
individuos, para ser marcos de referencia y de inserción social estables y confiables; por otro lado, se
favorece la percepción individual de que cada uno debe ser responsable de sus logros y fracasos.
La angustia y la incertidumbre de las y los adolescentes y jóvenes en relación con sus posibilidades de
desarrollo tanto en lo interpersonal afectivo como en lo social (plano de lo educativo y lo laboral) se
vinculan con lo que Martuccelli (2007) describe como ciertas «pruebas» o desafíos que las y los
adolescentes deben superar en el transcurso de su transición a la juventud/adultez para cumplir con los
estándares sociales aceptados. Estas pruebas se presentan como momentos que marcan
discontinuidades en la vida. Su importancia en relación con el suicidio radica en que muchos elementos
del orden de la personalidad, aspectos vinculares o circunstancias relativamente fortuitas pueden
generar el desencadenante del proceso de suicidalidad, pero lejos están de convertirse en indicadores que
permitan prever el evento.
El relevamiento de datos realizado con respecto a las instituciones vinculadas con el abordaje del
suicidio adolescente tales como escuela, servicios de salud, fuerzas de seguridad, ámbitos comunitarios,
servicios de protección entre otras, han evidenciado que su presencia como soportes es limitada. En los
casos en que su capacidad de soporte fue más efectiva, esto se debió en general a figuras que asumen y
encarnan el compromiso y la responsabilidad institucional.
No todos los contextos ofrecen el mismo punto de partida para afrontar las pruebas, ni un rango amplio
de soportes. Los contextos sociales, políticos y culturales se despliegan en forma desigual sobre las
poblaciones juveniles, encarnándose en condiciones de vida que pueden ser limitantes en relación con
5
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las posibilidades de superar los desafíos que deben enfrentar. Sobre las y los adolescentes de los sectores
populares ciertos desafíos impactan más, en la medida en que tienen menos recursos para enfrentarlos.
Lo mismo ocurre en relación con las diferencias de género: ciertos desafíos son más difíciles de enfrentar
para las adolescentes.
La ausencia o debilidad en el cumplimiento de las funciones paternas, asociadas a la posibilidad de
contener, sostener, proteger y acompañar al niño, la niña y al adolescente en su desarrollo, es un aspecto
que está presente en gran parte de las y los adolescentes que conformaron la muestra. En estos casos,
aunque exista una figura -en general la madre- que está presente físicamente, la misma es incapaz de
ejercer dichas funciones y de marcar los cauces que posibiliten el desarrollo psicosocial de un o una
joven. Las figuras protectoras pueden haber existido en algún momento (se cita frecuentemente a
abuelos y parejas) y su pérdida puede haber constituido para las y los adolescentes la pérdida de los
sostenes necesarios para atravesar exitosamente los mencionados desafíos. Esta situación se acompaña
en muchos de los casos analizados por las limitaciones de las instituciones de salud, educativas y legales
intervinientes en diversos momentos de crisis en los que fueron convocadas, llevado entonces a la
ausencia de una instancia protectora para las y los adolescentes.
Otra de las conclusiones a destacar respecto del Informe de Unicef (2019) es que el crecimiento de las
tasas, especialmente en algunas provincias del país (Catamarca, Chubut, Jujuy y Salta), amerita el
desarrollo de políticas públicas destinadas a su prevención. Para su implementación es necesario tener
en cuenta no solo los lugares en los que por su concentración poblacional se da la mayor cantidad de
casos –como las ciudades capitales o las grandes ciudades–, sino también las pequeñas localidades en las
que se produce una acumulación de casos. Al analizar las tasas de mortalidad específica, aparece que son
más elevadas en algunos municipios pequeños. El ejemplo de la provincia de Jujuy es representati-vo: la
tasa de suicidio adolescente provincial fue de 14,2 cada 100.000 adolescentes para el período 2001-2010,
mientras que el departamento de Humahuaca alcanzó 36,8 y Yavi 33,6. Es decir, no es lo mismo un
distrito en el que en diez años se suicidaron 12 adolescentes y viven 6.000 personas, que otro en el que
hubo 83 suicidios adolescentes en diez años y viven 160.000 personas. Las poblaciones más grandes
muestran la mayor cantidad de suicidios (peso absoluto), pero el peso relativo muestra que hay algunos
departamentos con poca población en los que los suicidios adolescentes son una realidad cercana.
Por último el informe revela dentro de las conclusiones citadas que: Las políticas preventivas y de
adecuada asistencia de los intentos de suicidio requieren la capacitación continua de los recursos
humanos de diferentes instituciones (escuelas, servicios de salud, servicios de protección, fuerzas de
seguridad, actores comunitarios). Se sugiere trabajar sobre las relaciones entre los diferentes factores
predisponentes, precipitantes y protectores que han sido identificados en la investigación, coincidiendo
con la bibliografía existente.
6
Bibliografía
BAKALARZ, B. y R. Pappolla (2019).
Suicidio en adolescentes. Comité de
Salud Mental. Comité de
Adolescencia. Sociedad Argentina
de Pediatría. Disponible en sitio
web:
https://www.sap.org.ar/docs/SUIC
IDIO.pdf Agosto, 2019..
BECK, U. y E. Beck-Gernsheim
(2003). La individualización. El
individualismo institucionalizado
y sus consecuencias sociales y
políticas. Barcelona. Editorial
Paidós.
DUBET, F. O. (2013). El trabajo de
las sociedades. Buenos Aires.
Amorrortu editores.
FERNÁNDEZ, J. J., H. Basile y S.
Pérez Barrero (2017). Suicidio
infanto-juvenil. Buenos Aires.
Editorial Salerno.
GÓMEZ RESTREPO, C. y otros
(2002). Factores asociados al
intento de suicidio en la población
Colombiana. Revista Colombiana
de Psiquiatría Vol. XXXI. Nº 4.
MARTÍNEZ, C. (2017). Introducción a la suicidología. Buenos Aires: Editorial Lugar. MARTUCCELLI, D. (2007). Gramáticas del individuo. Buenos Aires: Losada.
La formación de líderes juveniles como «preventores» en relación con actividades de sensibilización de
la comunidad y como apoyo en situaciones críticas de sus pares, con el aporte de adultos capacitados, es
una estrategia que ha demostrado buenos resultados en varias experiencias comunitarias.
Los principales cuellos de botella identificados con respecto a la asistencia fueron la insuficiencia de
recursos humanos capacitados y la falta de redes institucionales que puedan dar respuestas integradas en
situaciones críticas atravesadas por las y los adolescentes. Las guías de orientación emanadas del
entonces Ministerio de Salud de la Nación indican la intervención de los organismos de protección ante
una tentativa de suicidio de un sujeto menor de 18 años; sin embargo, la mayor parte de los operadores
consultados no tenía información sobre el tema.
En relación con los registros que den pie a estimaciones estadísticas más confiables, el principal cuello de
botella se vincula con las dificultades de articulación entre los diferentes actores institucionales que
intervienen en los procedimientos de registro, las diferentes lógicas empleadas, los diferentes objetivos
en relación a la construcción del dato y la falta de conciencia epidemiológica verificada en algunos
profesionales de la salud, que mostraron resistencias a dejar constancia como tales, de los casos de
suicidio adolescente o de tentativas de suicidio.
El estudio que presenta Unicef es interesante y abre nuevas perspectivas porque no solo considera el
dato sino el contexto pero también dejando entrever que más allá del fenómeno, está también, lo más
singular de un sujeto.
7
MINISTERIO DE SALUD REPÚBLICA
ARGENTINA (2018). Lineamientos para la atención del intento de suicidio en adolescentes. Disponible en sitio web: http://www.msal.gob.ar/ ORGANIZACIÓN MUNDIAL DE LA SALUD (2019). Temas de salud: Suicidio. Disponible en sitio web: https://www.who.int/topics/suicide/es/; https://www.who.int/es/news-room/fact-sheets/detail/suicide. 02-09-2019. REPETTO, F. y J. Florito, (2018). Hacia un abordaje del suicidio en la adolescencia en la Provincia de Chaco. Documento de Trabajo Nº 176. Documento elaborado en el marco del proyecto «Fortalecimiento de capacidades para la gestión subnacional de políticas sociales de adolescencia» dirigido por Gala Díaz Langou. Unicef Argentina. UNICEF (2019). El suicidio en la adolescencia. Situación en la Argentina. Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia. Mayo, 2019. Disponible en sitio web: https://www.unicef.org/argentina/media/5466/file/suicidio%20adolescente.pdf
8
* Viviana Becker es Asistente Social
egresada de la Facultad de Trabajo
Social (UNER) ha dedicado su carrera
profesional al trabajo con niños, niñas
y adolescentes en diferentes
instituciones y áreas de la provincia
como Copnaf y Casa del Joven.
Coordinadora de grupos de mujeres del
Centro de Problemáticas Familiares del
Municipio de Crespo. Integrante de
Equipo Técnico en el Consejo General
de Educación. También se desempeña
en el Hospital Mira y López de Santa Fe
y en el dispositivo sustitutivo de lógicas
manicomiales, Empresa Social «Las
Emilianas».
«Para mí estás muerto»
Por: Viviana BECKER *
Antes que nada y como trabajadora social, voy a intentar contextualizar la situación que vengo a
compartir con ustedes, por cierto, terriblemente dura. Su trasmisión es una propuesta a pensar en esta
temática, en las políticas de estado, en el rol de las instituciones, en nuestro rol, en la búsqueda de
respuestas y saberes, en nuestro hacer profesional muchas veces artesanal o solitario, en nuestra
insistencia por constituirnos y porque las instituciones se constituyan en referentes sólidos que alojen la
fragilidad de los pibes.
En esta experiencia de trabajo que es real, se utilizan nombres de fantasía para resguardar identidades y
ocurrió en el marco de la coordinación de un dispositivo del que participé durante varios años. El mismo
alojó a jóvenes en alto riesgo social, cuyos derechos han sido cercenados y cuyas vidas están marcadas
por la exclusión, la marginalidad, la transgresión a las leyes, la pobreza y la violencia que esta conlleva.
Desde una institución abocada al abordaje de la salud mental de manera ambulatoria para jóvenes, se
crea este dispositivo de atención que pretende a través de un hacer, habilitar un decir. Intenta ser
alternativo a otros modelos de atención de consultorio, ya que en su mayoría estos pibes que son
mandados a terapia por otros adultos, no tienen incorporado como modo de resolución de sus conflictos
cotidianos, hacerlo a través de la palabra. Es por esto que con el trabajo grupal, coordinado
conjuntamente con un maestro panadero y un psicólogo, se ofrece un espacio donde puedan circular a su
modo y a sus tiempos sus malestares, deseos, alegrías.
Es a esta institución que llega Pedro. Él llega traído por agentes de una residencia, debido a que está
alojado por una medida de protección excepcional y es mandado a trabajar en terapia «su proyecto de
Vida» así prescripto por un psicólogo de un servicio de protección de su barrio.
En la primera entrevista elige incluirse en este dispositivo casi sin dudas, y del mismo modo que avanza
su entusiasmo en amasar y aprender bajo la mirada esperanzada de su maestro panadero, crece su
apertura en las entrevistas individuales. Y fue ahí que supimos de él, más allá de su historia clínica. Nos
cuenta que está amenazado de muerte por un «narco» «transa» al que le reventaron la casa con sus
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E P P N A F
amigos (entiéndase le sacaron la plata y la droga). Al correr riesgo de vida él y sus hermanos, fue a buscar
refugio a una institución y ahí comienza un proceso que lo lleva luego, a otra. Nos dice que se sintió
traicionado por sus amigos, que el robo al «transa» fue un acto de justicia, que no tendría adonde
regresar y que hasta ese momento consumía casi de manera cotidiana diversas drogas.
Comenta que hasta ser internado vivía con su hermana un poco mayor que él, quien se había hecho cargo
de él y de sus hermanos junto a un señor de edad avanzada, quien le dio el apellido. Hace años que ya no
pueden vivir con su madre, porque «ella prefiere a sus parejas», señala. Al pensar en la posibilidad de
volver a hacerlo manifiesta «antes que volver con mi mamá prefiero ir a la calle y que me maten los
narcos».
En el dispositivo tomó la posta al momento de producir, con la sonrisa tímida pero seguro, se vinculó de
manera afectiva y amable con todos nosotros, quienes los esperábamos semanalmente. Deseoso de
aprender, de tener un oficio se fue apropiando de los diversos saberes y también del espacio (iban sus
hermanos, conoció a su sobrina ahí, desplegó su humor, su interés por el fútbol).
En los primeros tiempos incorporó recetas y vendió sus productos en el pueblo en la que estaba ubicada
la institución donde se alojaba. Pidió volver a la escuela y como jugador de fútbol solicitó ingresar al club
de la localidad. Pero nada de esto se concretó, seis escuelas dijeron que no había lugar para él, que no
había cupo, que tenía baja edad para esa modalidad, que tenía sobre edad para la otra, que le faltaban
papeles. Lo del fútbol no se dio porque alguien que lo iba a coordinar tomó licencia. Pedro, quien ingresó
por tres meses a una institución, empezó a sentir que las horas eran eternas, que no había nada para
hacer, que no había actividades, tampoco quien lo escuche, que en las instituciones del pueblo tampoco
hay lugar para él.
Comenzó a sentir y a decir que afuera no cambiaba nada, que nadie estaba haciendo nada y no tenía un
lugar al cual regresar. Volvió a consumir drogas y a retirarse de la institución para robar, drogarse,
pelearse con la policía…
Su hermana recorrió distintos lugares pidiendo otra institución, adonde poder recibirlo sin correr riesgo
de muerte. Juntos a otras áreas de protección de derechos y en audiencia judicial se solicitó en primera
instancia, que mientras dure su internación se respeten sus derechos a la educación y a la recreación y
simultáneamente, diagramar una acción conjunta con otras instancias estatales para que, junto a sus
hermanos tengan un lugar digno y seguro donde vivir.
La justicia así, se compromete a realizar actos para restablecer sus derechos. Pero esto tampoco sucedió,
en su lugar, en una segunda audiencia Pedro recibió de la voz de la justicia un reto, un pórtate bien, y
finalmente un regalo, la camiseta de su equipo de fútbol.
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E P P N A F
Pasaron los meses, ningún cambio, solo el reiterado pedido de renovación de las medidas excepcionales
con informes casi idénticos que la fundamentaban. Algunos intentos en oficinas de empleo para su
posterior incorporación que tampoco fueron fructíferos.
Próximo a alcanzar la mayoría de edad, un día deja de asistir a la entrevista semanal. Se nos comunica
que fue externado junto a su madre a quien no había visto mientras duró su internación. Él y sus
hermanos, habían sido separados de ella por no poder garantizar los cuidados básicos de alimentación,
educación y salud y por exposición a hechos de violencia extrema, por ejemplo: quedar en el medio de un
tiroteo. Con la misma madre que tenía un pedido de impedimento de contacto para con Pedro y sus
hermanos efectuado ese año, es con quien se decidió revincularlo abruptamente. Impedimento basado
en que la madre generaba angustia en todos los chicos y los culpabilizaba que su marido condenado por
abusar de una de las hermanas del joven, estuviera preso.
Ahí volvió Pedro, a la misma casa en la que con doce años se colgó y donde fue salvado por sus
hermanos. A los días dijo que estaba cansado de que lo traten mal y lo dejen tirado. A esa casa retornó.
Entre los fundamentos del regreso, está la edad, la falta de otro lugar y los cambios de posición subjetiva
de la madre y del hijo, que lo hacen calificar como «lo mejor» para él.
Cuesta suponer que en una entrevista o en un encuentro se pueda cambiar una posición subjetiva, más
bien el modo de regresar a la casa, fue un acto meramente administrativo, en el que Pedro no tuvo lugar,
«estaba muerto simbólicamente». Quienes a partir de otro acto burocratizado, como el de «mandar a
terapia»; habíamos recibido, alojado y lo habíamos escuchado, tampoco tuvimos voz.
Desde entonces Pedro fue cada vez menos al espacio, en el intento de encontrarlo se generaron
comunicaciones con la hermana quien denunciaba impotente no entender la situación y que su hermano
no estaba contenido. Había vuelto a la calle y el consumo era cada vez más habitual. El único lugar
posible para Pedro, la calle. La calle en la que un querido amigo encontró la muerte con él al lado. Justo
el amigo con quien compartió su internación, el que alguna vez supo ir al dispositivo, él que quería zafar,
justo a él lo mato un familiar, confundiéndolo con un ladrón.
La angustia, la tristeza, la calle, la droga. Otra vez el consumo problemático de sustancias, ese que
desapareció cuando se sintió incluido o proyectando, vuelve otra vez. En este punto podría pensar que
para el joven el consumo, era una práctica que le permitía procesar la existencia y habitar sus
condiciones de vida. El consumo que pone la realidad en suspenso, la realidad hecha de fragmentos
despedazados, como un modo ilusorio de desafiar por un rato las condiciones de vida.
Al regreso de las licencias de verano, un mensaje de otra joven preguntando: ¿Viste lo que le pasó a
Pedro?, adormilada tardé en responder, creo que sabía la respuesta. Ese día Pedro discutió con la mamá,
no lo dejó comer porque venía de la calle y le vociferó «para mí estas muerto». Pedro se fue a la pieza,
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a las horas lo encontró su sobrino de menor de edad, ahorcado. En sus bolsillos tenía bolsitas de cocaína.
Su madre temió que le «abran una causa por su culpa».
Ese día, con el corazón destrozado fuimos a acompañar, a despedir, en realidad no sabíamos qué hacer.
Pero ahí estuvimos con el maestro panadero y el psicólogo, y los pibes supieron qué hacer, sus hermanas
vinieron a abrazarnos, lloraron, se enojaron, reclamaron a esa madre su desamor. Ahí estaba Pedro, en el
cajón, con la camiseta de su equipo preferido.
Ya pasado unos meses, supervisiones y sesiones de análisis mediante, me encuentro reconstruyendo el
entramado vital de Pedro, analizando circunstancias y el contexto de su muerte. Considerando el informe
de Unicef (2019) puedo ubicar varios factores predisponentes: un bajo nivel educativo, ruptura de lazos,
consumo abusivo de sustancias, pérdidas de soportes (la escuela, el fútbol, sus referentes afectivos)
modos de sobrevivir que rozan la ilegalidad, instituciones que producen violencia y otros factores que
precipitaron su muerte, la pérdida de su amigo, el conflicto familiar con su madre signado por el rechazo
y la humillación.
La experiencia subjetiva de Pedro transitó en un suelo de declive institucional, donde diversos equipos
en ocasiones intervenimos, sobre intervenimos, intentamos armar redes con nudos muy distantes que las
llenan de agujeros, con criterios y direcciones diferentes, con la imposibilidad de generar modificaciones
en lo real. Con actos administrativos que generan violencia, que dejan afuera. Es acerca de estos actos
que debemos preguntarnos, porque les aseguro, no son sin consecuencia.
Y surgen más preguntas que respuestas. ¿Cómo nos posicionamos los trabajadores del estado ante esta
temática? ¿Visibilizamos el crecimiento exponencial del suicidio en la adolescencia? ¿Visibilizamos la
ausencia de políticas públicas? ¿Interpelamos a quienes tienen la responsabilidad de generarlas y
sustentarlas? ¿Denunciamos? ¿Proponemos? ¿Prevenimos?
Y pienso, vuelvo a pensar en la vulnerabilidad de estos pibes y me pregunto. ¿Cómo habitar la exclusión
social? ¿Cómo estar por fuera del orden social? La exclusión de Pedro es el resultado de una operación
política y social de una sociedad que no esperaba nada de él, ya antes de su muerte había dejado de ser
visible, más aún al cumplir la mayoría de edad, había entrado en el universo de la indiferencia.
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* Diego Franzoy es Licenciado en
Psicología egresado de la Universidad
Autónoma de Entre Ríos (UADER).
Desde 2012 ejerce su profesión con
jóvenes y sus referentes adultos en Casa
del Joven de Paraná, ER., de igual
manera en el ámbito privado con niños,
jóvenes y adultos. A partir de 2014 se
desempeña como docente universitario
de la Licenciatura en Psicología en
UADER.
El suicidio fatalista: la ruptura de la politicidad vital
Por: Diego FRANZOY *
La condición migrante
La situación de muchos jóvenes hoy en día parece la experiencia trágica de un migrante expulsado de su
suelo sin otro lugar a donde ir. En ese sentido, puede constatarse que los ritos de pasaje están perdiendo
su eficacia quedando a mitad de camino, es decir, en el desconocimiento de los nuevos (sean niños o
jóvenes), sin el posterior reconocimiento –momento fundamental que otorga otro lugar simbólico al que
previamente se desconocía. Así, las nuevas generaciones son vividas por los adultos como una amenaza
de la cual hay que defenderse. De este modo, se está dejando en manos de las nuevas generaciones una
tarea hercúlea, que en realidad requiere del soporte y acompañamiento de la sociedad, puesto que es
hacia ella a quien los nuevos se están dirigiendo. Entonces, cada joven tendría que estar animado de un
espíritu emprendedor para autogestionar su propio rito de pasaje, su acceso a la adultez.
La existencia sacrificial
Me parece importante la siguiente consideración: cuando la transmisión es puesta en jaque, la existencia
se pone sacrificial. La transmisión permite transformar la deuda de sangre en deuda política, es decir, en
lazo social. Y esto se paga justamente transmitiendo, construyendo un mundo común. Una comunidad
política que pueda trascender lo biológico. En caso contrario, la deuda de sangre se paga con sangre: con
la vida. En este sentido, no es raro que cada vez más adultos hagan saber a sus hijos todo el sacrificio que
hicieron por ellos, que dejaron todo por ellos, que dieron la vida por ellos. Sabemos cómo termina esto.
El que siente que da todo por otro se siente despojado por el otro, y al poco tiempo va a querer una
retribución de igual medida o aniquilar al otro. Esto en sí mismo es de difícil elaboración, mucho más en
una cultura que promueve el narcisismo y reduce todo a una cuestión personal.
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Hace un tiempo escuché a Javier Trímboli (2018) en la presentación de un libro decir: «Hay que
descansar de la relevancia de uno mismo. Pero nuestra época nos dice que no hay nada más importante
que uno mismo». Trímboli citando a Hannah Arendt, se respondía que hay algo más importante que el
individuo, y es el mundo, que es lo que hay que preservar. Y para esto la escuela puede tener una función
trascendental. ¿Se podrá transcender la autoridad biológica? ¿Cómo trascender la comunidad de sangre
para pensar en una comunidad política?
El adulto como Cronos posmoderno
La pregunta respecto a qué es un adulto parece crucial, en tanto intenta dilucidar la relación entre las
viejas y las nuevas generaciones. En principio, una inquietante figura parece dibujarse en el horizonte
cuando nos detenemos a reflexionar sobre el lugar que los adultos estamos dando a las nuevas
generaciones: la de Cronos devorando a sus hijos ¿Podría ser el adulto de hoy en día un Cronos
posmoderno? La discusión acerca de la baja de la edad de imputabilidad, el servicio voluntario cívico en
valores, la abrumadora cantidad de jóvenes que se matan entre sí o se suicidan (el último informe de
Unicef (2019) sobre el suicidio adolescente es alarmante e indica que el 68% de los jóvenes entre 15 y 19
años muere por causas externas: accidentes, asesinatos, suicidios), la insidiosa medicalización de las
infancias y juventudes, etc., parecen dar cuenta de una sociedad que considera cada vez más a las nuevas
generaciones como una amenaza, animadas de un poder destructivo contra el cual hay que ponerse en
guardia.
Lo que golpea y destituye a los adultos
Debido a la irrupción de ciertos discursos y prácticas que suelen golpear y desdibujar las funciones
reguladoras –como la del Estado– los adultos están dejando de ser referentes de los niños y jóvenes. Es
alarmante la vacilación y conmoción que presentan los adultos en este punto. Vacilación próxima a la
renuncia. Todo parece indicar que los adultos no encuentran soportes para sostener su función. En este
sentido, es muy probable que estén atravesando un proceso de expropiación de saber, de referencias
culturales, simbólicas, etc. que los ha ido dejando sin orientación para instalar a las nuevas generaciones
en el mundo. Al respecto, cuando Hannah Arendt (2016) habla de la crisis de la educación sostiene que:
«Los adultos desecharon la autoridad y esto sólo puede significar una cosa: que se niegan a asumir la
responsabilidad del mundo al que han traído a sus hijos» (Arendt, 2016: 292).
Por supuesto, esta expropiación del saber implica su consecuente concentración en manos de los
expertos. Proceso que degrada el saber en información. Resulta sugerente pensarlo así, dado que la
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información y protocolización de la vida es saber expropiado. Ahora bien, cuando posteriormente se lo
vende bajo la forma de recetas de vida en las góndolas y consultorios de psicología, es decir bajo la forma
de mercancía, pasa a ser el soporte de la autoayuda y la autogestión individual. Es decir, su estatuto de
saber no es restituido, dado que no opera como soporte para configurar ni experiencias colectivas, ni un
mundo común. Esta expropiación de saber también puede verse en las instituciones públicas como
reducción de las intervenciones con jóvenes y niños a procedimientos meramente administrativos que no
alojan, que se cristalizan en prácticas defensivas y de desconocimiento. Prácticas de borradura.
Animadas por lo que Frigerio (2013) llamaba pulsión antiarcóntica. Esta última designa para Frigerio
una actividad de borramiento de trazas, erradicación subjetiva y desaparición.
Entonces, cómo y de qué está hecha la relación entre adultos y niños/jóvenes. En principio, parece que la
diferencia necesaria para que esa relación exista se está desdibujando, por la pérdida de referencias
recién mencionada, y también por una cuestión ligada al narcisismo. Como se decía más arriba, está muy
difícil descansar de la relevancia de uno mismo, en tanto estamos en una cultura que promueve el
narcisismo como posición privilegiada para habitar el mundo como lo propone Lasch (2000) en su libro
La cultura del narcisismo. De este modo, puede suponerse que el narcisismo es la sustancia común a
partir de la cual se convoca tanto a las nuevas como a las viejas generaciones, dando como resultado una
preocupante indistinción generacional. Esto lo constatamos en la buena prensa que tiene la meritocracia,
y la propaganda del hacerse solo. Cristalizando así al otro como un enemigo. Nuevamente, la
consecuencia parece ser la misma: la cristalización de las nuevas generaciones como una amenaza, un
peligro a erradicar. No sería ocioso insistir en que a partir de este contexto pueden pensarse la
medicalización/patologización/criminalización de las infancias y juventudes como los intentos de
suicidio y suicidios consumados de los mismos.
La primitiva politicidad vital
Entonces, hablar de los adultos es hablar de esa presencia y función fundamental para la humanización
de los recién llegados al mundo. Sin embargo, como más arriba se mencionó, al ser golpeada esta
presencia parece estar desdibujándose su función subjetivante. Esta cuestión es crucial dado que está en
juego la instalación en el campo de lo humano de los recién llegados. Por ejemplo, cuando Freud trabaja
la experiencia de satisfacción, cuyas consecuencias dan lugar al deseo y al origen de lo psíquico, sostiene
que el organismo al comienzo no es capaz de llevar a cabo la acción específica, por ejemplo, la provisión
del alimento, y que la misma sobreviene gracias al auxilio ajeno: cuando un individuo experimentado
advierte el llanto o berreo del niño y obra en consecuencia. Dice Freud (2013) «Esta vía de descarga
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cobra así la función secundaria, importante en extremo, del entendimiento [Verständigung; o
comunicación] y el inicial desvalimiento del ser humano es la fuente primordial de todos los motivos
morales». Es decir, lo psíquico, lo humano, implica asistir lo biológico, pero a su vez trascenderlo. Surge
en esa politicidad primaria vital que implica la presencia del otro –sentimientos morales,
entendimiento, comunicación–, otro al que no se lo puede dejar tirado, desvalido, y con quien se puede
construir un mundo común (Freud, 2013: 362-363).
Al contrario, cuando Spitz (1972) trabaja la experiencia del hospitalismo, la vincula a la reducción del
recién nacido a su aspecto meramente biológico, asistido de manera anónima, podríamos decir
meramente administrativa. Puede verse entonces que lo que se instaura aquí es una politicidad distinta,
tal vez tanática, mortífera. El marasmo da cuenta de esa ruptura de la primitiva politicidad vital. Tal vez
algo de esta ruptura esté en juego en el racismo, es decir en la instauración de un otro sobre quien se
aplican operatorias de borramiento, de desdibujamiento de las trazas humanas. Por ejemplo, cuando se
sostiene que ciertos sectores de la sociedad van a los actos políticos por el pancho y la coca, como si
fueran perros de Pavlov, o que van a la escuela solamente por la asignación, o que se embarazan para
cobrar, o que no pueden terminar la universidad, o que es culpa de ellos que «yo no pueda prosperar
económicamente», o que «hay que dejar que se maten entre ellos», lo que está en juego es justamente la
ruptura de esa politicidad vital.
En este sentido, someter a ciertos sectores de la población a la inmediatez de sobrevivir es empujarlos a
una situación de inexistencia social en la que la espesura del tiempo se estrecha al máximo, y el futuro
deja de existir. Es un acto de violencia extrema. Consideremos que suelen ser jóvenes que solamente
aparecen en la escena social, que solo son tenidos en cuenta cuando cometen algún delito. Hasta
entonces, son violentados constantemente por la indiferencia. De este modo, qué inscripciones psíquicas
quedan como marcas en esos jóvenes de quiénes la sociedad no espera más que el delito, y en quienes los
discursos y prácticas tienden a desdibujar los trazos humanos, dado que son constituidos como un otro
no como nosotros –al decir de Graciela Frigerio–. Parece que esas inscripciones interiorizan marcas que
mortifican, que oprimen y asedian con sentimientos de insignificancia, desprecio u odio al propio ser.
Cayendo la mirada o aquello que sostiene en la vida. Así, parece que muchos de esos jóvenes actúan el
mensaje que la sociedad espera de ellos. Puede pensarse que la ruptura de esa politicidad vital –ruptura
que tiende a borrar los trazos humanos, que cristaliza al otro en el lugar de enemigo– está en la base de
una serie de sufrimientos que recaen sobre los niños y jóvenes, serie cuyos casos extremos son el
asesinato y el suicidio; dado que generalmente suelen habitar situaciones de vida o muerte, en donde se
repite constantemente la lógica de yo o el otro. Al respecto en Acerca del suicidio, Marx (2011) sostiene
que «la sociedad moderna no es una sociedad, sino un desierto poblado por animales salvajes». Y lo que
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1 Hay que recordar el hacer morir que
plantea Foucault (2014) en Defender la
sociedad.
queda para la gran mayoría es ser víctima o verdugo. Al respecto, es frecuente que muchos jóvenes al
cumplir la mayoría de edad decidan alistarse en la fuerza pública: policía o gendarmería. Fuerza que
previamente recaía sobre ellos con una extraordinaria crueldad.
Entonces, respecto al lugar que se le está dando a las nuevas generaciones, la disyuntiva parece jugarse
entre políticas que humanizan y políticas que tienden a desdibujar las marcas humanas. No me parece
ocioso que en estas situaciones se hable de sometimiento, dado que hay políticas ligadas a la muerte,
políticas de exterminio.1 A propósito, sería conveniente rescatar el tipo de suicidio que Durkheim (2017)
sólo menciona al pasar en una nota al pie de página. Se refiere al suicidio fatalista. Al respecto, sostiene
que se trata del suicidio «[…] que cometen los sujetos cuyo futuro no tiene ninguna salida […] ¿acaso no
es a este tipo al que hay que referir los suicidios de esclavos que parecen ser frecuentes en algunas
circunstancias […] y todos aquellos, en una palabra, que pueden ser atribuidos a los excesos del
despotismo material o moral?» (Durkheim, 2017: 302).
Finalmente, parece crucial insistir en el aspecto político de ciertos casos de suicidio retomando la idea de
Marx (2011) de partir de la vida privada para realizar una crítica social y política. Dado que, si reducimos
la cuestión de los suicidios de estos jóvenes a una cuestión solamente psicológica/individual, lo que
queda para zafar es el despliegue de una subjetividad heroica. Por eso tal vez ejerzan tanta fascinación las
historias de vida, de auto superación y tenga tanta fama la idea de resiliencia. En ese sentido, puede
constatarse un claro recrudecimiento del odio a la debilidad del otro, como lo planteaba Jorge Alemán
hace pocos días cuando vino a presentar su libro a Paraná. Odio a la debilidad del otro que es un modo
muy precario de no querer saber nada con la propia debilidad, con la propia inconsistencia. Así, cada uno
queda acosado por exigencias constantes que mortifican. La apuesta parece estar enlazada a restituir y
sostener el estatuto de semejante del otro. Por lo que resulta fundamental sostener el interrogante
respecto al mundo que le estamos dejando a las nuevas generaciones.
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Bibliografía
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el futuro. Editorial Ariel. Bs. As. Pág.
292.
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FRIGERIO, G. (2013). La división de
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UNICEF (2019). El suicidio en la adolescencia. Situación en la Argentina. Disponible en sitio web Agosto 2019: https://www.unicef.org/argentina/media/5466/file/suicidio%20adolescente.pdf
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*Gladis Ana Catalina Martínez es
Licenciada en Servicio Social y Doctora en
Ciencias Sociales egresada de la Facultad
de Trabajo Social (UNER). Desde el año
1988 ejerce profesionalmente, primero en
el Consejo Provincial del Niño, el
Adolescente y su Familia, luego en Casa
del Joven (Copnaf-Salud Mental) hasta el
2018. Es Docente, Investigadora y
Directora de la Especialización en Políticas
Públicas de Niñez, Adolescencia y Familia
en la Facultad de Trabajo Social. Ha
publicado libros como autora y co-autora.
Que la sangre no llegue al río o con la soga al cuello
Por: Gladis MARTÍNEZ*
Dice Nietzsche (2011) en La genealogía de la moral «Es una enfermedad, la mala conciencia, qué duda
cabe […] Busquemos las condiciones bajo las cuales esta enfermedad ha llegado a su cumbre más terrible
y más sublime[…] La relación […] entre el deudor y su acreedor […] una relación entre quienes viven
ahora respecto de sus antepasados. […] domina la convicción de que el linaje subsiste única y
exclusivamente gracias a los sacrificios y logros de los antepasados, y de que hay que reembolsárselos
mediante sacrificios y logros: por tanto, se reconoce una deuda, que además va creciendo
constantemente a causa de que esos antepasados siguen existiendo como poderosos espíritus y, desde la
fuerza que poseen, no cesan de conceder al linaje nuevas ventajas y subsidios. ¿Gratis acaso? […] ¿Qué
se les puede devolver? Sacrificios, fiestas, capillas, homenajes, sobre todo obediencia[…]» (Nietzsche,
2011: 80-81) la que nunca alcanza, la que nunca es suficiente y la que se alimenta del temor al iniciador
del primer linaje, ese temor y sacrificio se retroalimentan organizando la culpa y la mala conciencia. Ese
primer padre o linaje, Nietzsche lo homologará al Estado, como lo hizo Hobbes y luego Freud. Y dirá que
la historia de la humanidad de Occidente es la historia de la culpa convertida en crueldad contra nosotros
mismos.
Eduardo Rinesi (2013) no se cansa de repetir una y otra vez, que estamos frente a la tragedia cuando los
muertos, los dioses y los viejos son los que ríen y que estamos frente a la comedia cuando los que ríen
son los hijos, los jóvenes, las generaciones venideras. Como tampoco se cansa de decir que la política
«[…] como actividad, consiste en su intento y en su capacidad para lograr que, como suele decirse, la
sangre de los conflictos entre los hombres y entre los grupos no llegue al río, […]» (Rinesi, 2013: 10), es
decir que los hombres y mujeres no sucumbamos en la destrucción y/o en la autodestrucción.
Mi cincuenta por ciento ruso del Volga me hace tener esa afinidad por Nietzsche y me embriaga de
sueños en los que mi cuerpo recorre una y otra vez las calles de Valle María y vuelvo sobre aquellos
linajes. En el contrato que cada alemán cabeza de familia firmaba al llegar a Rusia por los años 1763, 64,
decía en el artículo cuarto que: «Cada cabeza del grupo familiar recibirá tanto campo, praderas, bosques,
para que su producto alcance a un decoroso sostén –conforme a edad y sexo–; todo lo cual será
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heredado por el hijo menor como bien de familia» (Popp-Dening, 1977: 24). Así también que todos los
varones, que llegaron con sus oficios, como panaderos, artesanos, etc. fueron obligados a dedicarse a la
agricultura y abandonar así sus saberes y una modalidad productiva que es bien distinta a la del
artesano, antepasado del obrero fabril y dedicarse al cultivo familiar de una tierra bastante infértil, por
cierto. Es por ello que se explica que muchos de los alemanes del Volga tengan apellidos que significan
una labor, un hacer, como modo de sellar y recordar para siempre en sus propios nombres, lo que
fueron. Me gustaría agregar el detalle no menos importante, para una provincia cuya migración más
numerosa es la de los alemanes del Volga, que en el derecho a la sucesión las mujeres no gozaban del
reparto de la tierra, por lo cual el aumento de la cantidad de hectáreas por familia sólo la garantizaba el
nacimiento del hijo varón. O sea, que la asignación de tierras estaba regulaba por el sexo de los hijos,
cuanto más hijos varones más rica la familia y cuanto más hijas mujeres más pobres. El hijo varón menor
de cada familia además de ser el heredero, también debía asumir la responsabilidad de mantener a la
madre en caso de viudez y a las hermanas solteras. Al comienzo cada varón cabeza de familia recibía un
promedio de 32 hectáreas, pero muy pronto el crecimiento vegetativo de la población inclinó las cosas
para la superpoblación, reduciéndose el número de hectáreas a 1,6 luego de más de cien años de su
llegada, por lo que señalan los historiadores Popp y Dening «[…] la superpoblación motivó soluciones
heroicas, las nuevas generaciones no querían ir a las ciudades ni cambiar su ocupación habitual» (1977:
62). El crecimiento vegetativo que requiere de soluciones heroicas fue determinante para emigrar hacia
la Argentina. No fue la falta de tierras, la distribución inequitativa, sino la reproducción de los humanos.
En estos días escuché un argumento parecido en la televisión, no es que hay falta de trabajo, es que la
población creció demasiado en la provincia de Buenos Aires, lo decía la gobernadora de esa provincia. La
cuenta siempre nos deja en deuda, aumenta la población, se reproducen… Siempre se me viene a la
cabeza la historia de los Indios Quilmes, «[…] que opusieron una fuerte resistencia a los colonizadores
españoles durante los siglos XVI y XVII. Pero la derrota final de los Quilmes motivó el traslado ordenado
por el gobernador de Tucumán, de los sobrevivientes a más de 1200 km desde Tucumán hasta casi las
orillas del Río de la Plata, que devino en la actual ciudad de Quilmes en el Sudeste del Gran Buenos Aires
(provincia de Buenos Aires). Muchas mujeres prefirieron arrojarse al vacío con sus criaturas en brazos
antes de verse sometidas». Fueron muy pocos los que alcanzaron a llegar a destino y se cree que hicieron
un pacto durante el camino del destierro en el que decidieron que no se reproducirían fuera de su tierra y
que con la muerte del último Quilmes se extinguirían para siempre. (Argentear, 2019).
En el 2016 el gasto público social destinado a niñez, es decir de 0 a 18 años, del gobierno de nuestra
provincia, fue de alrededor de 41.000 pesos por niño, representando un 34% del gasto público total,
distribuido fundamentalmente en educación y salud. Si bien esto representa que somos una de las
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provincias con mejor inversión en infancias y juventudes por parte del Gobierno Provincial por otro lado,
podemos leer también que dicho gasto solo representa el 8% del PGB (Producto Geográfico Bruto, que es
la suma de toda la producción de bienes y servicios finales ubicados en la provincia). (Bracco, J.; Cavia,
M.; Weidmann, G. (2019). Lo cual nos está indicando la concentración de la riqueza y la distribución
inequitativa de los bienes y riquezas de la provincia. Sólo el 8% de toda nuestra riqueza provincial es lo
que se invierte o gasta en todos los niños, niñas y jóvenes entrerrianos de 0 a 18 años. El resto, que es ese
92% de la riqueza está hiperconcentrada.
Deleuze (2013), dice que la moral es a la enfermedad como la ética es a la salud, porque la moral la
ubica, según Spinoza con las pasiones tristes y a la ética con las pasiones alegres, y sostiene que la
enfermedad es estar en situaciones imposibles, situaciones que nos destruyen, que nos envenenan la
vida. ¿Cómo se garantiza la calidad de ciudadano y de hijo en nuestra sociedad? ¿El ciudadano a través
del Estado y el hijo a través de la familia? El Estado ¿es capaz de garantizarnos la calidad de ciudadanos
o insiste más en ofrecernos lazos familiares? ¿Qué pasa cuando no hay ni lo uno ni lo otro?
Nicole Loraux (2003), antropóloga y psicoanalista, fallecida hace unos años, analiza bellamente el
mundo griego a través de su literatura, mitos y también a través de los filósofos señalando que, en
muchas ciudades griegas existía una equivalencia interpretativa entre el parto y la guerra, muerte en el
parto y muerte en la guerra, una equivalencia entre la parturienta y el soldado, el guerrero, el hoplita. La
heroicidad para las mujeres es el acto de convertirse en madres de soldados, es decir de hijos varones y
para los varones convertirse en soldados que defienden la ciudad. Las mujeres son así productoras de
soldados, de los llamados por los griegos hoplitas. Los hombres dan su vida por la ciudad y las mujeres
dan hijos para defender la ciudad. Parir puede tener así, para algunos escritores de la época clásica
griega, el valor de una prueba viril. Tanto el parto como la guerra son dos actos de sangre. Entonces
tenemos así, mujeres que mueren como hombres en los partos y hombres que sufren como mujeres en
las guerras.
Quiero detenerme aquí un instante, para traer este modelo de heroicidad y poder mirar nuestra ciudad,
nuestros barrios ¿acaso no sigue ocurriendo esto entre los pibes y las pibas? Se puede observar en las
instituciones, tengo en mi recuerdo un listado de nombres de jóvenes que en los días de humedad se
quejaban de los dolores que le producían las balas alojadas en sus cuerpos, cuánto más balas mayor
reconocimiento, mayor heroicidad y liderazgo. También recuerdo que cuando han relatado algún acto de
violencia siempre hacían alusión a que era ejercido contra quien ponía en duda la moral materna. El
pasaje de la mujer puta a madre mejora el estatus social de las mujeres. El hecho de convertirnos en
madres nos aleja de nuestra condición de putas, de negras putas, que cesa o se detiene con la llegada de
un hijo varón que asume con su propio cuerpo la defensa de la humillación permanente a la mujer que se
convirtió en su madre.
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Bibliografía
ARGENTEAR (2019). Extraído de sitio
web: https://argentear.com/kilmes/
BRACCO, J.; M. Cavia y Weidmann, G.
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Económicas (UNER). UNICEF.
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Inversi%C3%B3n_p%C3%BAblica_soci
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DELEUZE, G. (2013) En medio de
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LORAUX, N. (2003) Las experiencias
de Tiresias. Lo femenino y el mundo
griego. Biblos. Buenos Aires.
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Felicidad. Análisis fragmentario de
una versión sobre lo imposible.
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NIETZSCHE, F. (2011) La genealogía
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POPP,V. y N. Dening (1977) Los
alemanes del Volga. Gráfica Santo
Domingo. Buenos Aires.
RINESI, E. (2013) Muñecas Rusas.
Tres lecciones sobre la república, el
pueblo y la necesaria falla de todas las
cosas. Las cuarenta. CABA
Retomando a Loraux (2003) y que seguimos en cuanto al mundo griego, trae a colación la muerte por
ahorcamiento. Y dice varias cosas respecto a esto. Señala la equivalencia entre asfixia, estrangulamiento
y ahorcamiento. Y específicamente respecto al ahorcamiento dice dos cuestiones muy atinentes.
Primero, que el ahorcamiento es una práctica devenida de la ejecución, de la decapitación, y señala una
ciudad de la Magna Grecia, que es el sur de Italia actual, en la zona de Calabria, la ciudad de Locros, «[…]
es famosa por su conservadurismo […] en virtud del cual proponer una ley nueva equivalía a arriesgarse
a morir: con la soga al cuello […] si el proyecto no gustaba, se tiraba rápidamente de la soga. […] en más
de dos siglos sólo una nueva ley fue adoptada, es probable que la radicalidad del castigo bastase, en su
fuerza disuasiva, para detener todo celo innovador» (Loraux, 2003: 129). Segundo, el ahorcamiento no
es una muerte que derrame sangre, por lo tanto no es una muerte que pueda caer a la cuenta de la
virilidad y la heroicidad, el ahorcamiento tiene más una matriz femenina del dolor, del sufrimiento y del
sacrificio, es una muerte sin sangre, en silencio, sin mostración de heroicidad para la ciudad. Es la culpa
vuelta crueldad contra uno mismo para acometer el acto final de autodestrucción. La soga ha llegado al
cuello. Cuando se es llevado a esos lugares imposibles, cuando la muerte simbólica del ciudadano a causa
de un Estado biopolítico coincide con la muerte simbólica del estatuto de hijo a la que ha sido arrastrado
por el Estado y la Ciencia, cuando esas dos indiferencias mortíferas se vuelven coincidentes en lugares
imposibles, la muerte real puede constituir un alivio.
Una vida sin política es una vida sin sentido, es una vida en la que la sangre llega al río y con la soga al
cuello, porque la política es la única que puede hacer que las cosas sean de otra manera.
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Paraná, octubre de 2019 Facultad de Trabajo Social Universidad Nacional de Entre Ríos __________________________ Almirante Brown n.º 54 CP E3102FMB Paraná – Entre Ríos - Argentina