33 Domingo Ordinario A - fiel en lo poco

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33 Domingo Ordinario A

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Has sido fiel en lo poco…

33º domingo Tiempo Ordinario - A

Un hombre, al irse de viaje, llamó a sus empleados y los dejó encargados de sus bienes: a uno le dejó cinco talentos, de plata; a otro dos, a otro uno.

…Al cabo de mucho tiempo regresó y se puso a ajustar cuentas con ellos.

…Como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante. Pasa al banquete de tu señor.

…Al que tiene se le dará y le sobrará, pero al que no tiene aún lo poco que tiene se le quitará.

Mt 25, 14-30.

Dios nos da talentos a todos

La parábola de hoy nos narra cómo un señor, antes de viajar, pone en manos de sus empleados la

administración de sus bienes. A uno le da cinco talentos, a otro dos, a otro uno.

Cada cual se pone a trabajar… pero no todos. Y cada cual obtiene un fruto diferente.

Dios siempre ha creído en su criatura y ha querido contar con nosotros para que seamos co-partícipes en la salvación

del mundo. Nos ha dado carismas y capacidades para culminar su obra. Nos da fuerza, inteligencia y talentos para que pongamos al servicio de su reino nuestra creatividad,

sacando lo mejor de nosotros.

La confianza hace florecer los talentos

Quien confía en Dios se pone a trabajar de

inmediato. Con entusiasmo, obtiene

fruto de los dones recibidos. Es hermoso

sentir cómo Dios confía en nosotros a la hora de administrar sus bienes. ¡Es grande que cuente

con nosotros!

La desconfianza esteriliza

Pero la parábola también nos cuenta que el que recibió un talento, por miedo y desconfianza hacia su señor, lo

esconde y no lo pone a rendir beneficios. El señor se enoja con este siervo y lo llama insensato y holgazán…

Cuántas veces, por desconfianza, por pereza o porque malpensamos, descuidamos nuestras obligaciones y no potenciamos las capacidades que Dios nos ha dado.

Cuántas veces la falsa humildad, el temor y el recelo nos esterilizan y nos hacen perder todo cuanto tenemos…

¿Acaso creemos que Dios es injusto?

¿Creemos que Dios reparte mal sus talentos? ¿Tenemos miedo de su exigencia? ¿Nos asusta que pueda

pedírnoslo todo?

Decía Benedicto XVI en su discurso de investidura: No temáis, porque Jesús no os quita nada de lo que hace

buena, bella y noble la vida…

Sólo los que abren su corazón a Dios serán dichosos.

Pero los que se cierran lo pierden todo y serán infelices. El hombre que reconoce a Dios como centro de su vida recibirá innumerables bienes materiales y espirituales.

La Iglesia,

llamada a dar fruto

Todos los cristianos estamos llamados a hacer fructificar como mínimo un talento que Dios nos ha dado a todos: el amor. Este don no ha sido negado a nadie y lo recibimos en abundancia: podemos multiplicarlo.

Dios nos ha concedido talentos a todos. Pero a menudo, por pereza, miedo, falsa prudencia o falsa humildad,

dejamos de hacer lo que podríamos hacer.

Tenemos miedo al riesgo, a equivocarnos, a que nos critiquen… No queremos ser “políticamente

incorrectos”.

También podemos caer en la trampa de convertir la Iglesia en una obra social burocratizada, que busca resultados: cifras y números. No olvidemos que por encima del rendimiento y la eficacia está la caridad.

Hay aspectos humanos difíciles de contabilizar.

La Iglesia no es una empresa, sino una familia. La caridad ha de ser real y

personal: tratar a cada persona como al mismo Cristo. Solo así podremos hablar de fecundidad evangélica, más que de

eficacia institucional.

No temamos desarrollar los talentos que Dios nos ha dado. No cortemos las alas al Espíritu Santo, no le

pongamos frenos. No ahoguemos los proyectos que Dios pone en el corazón de las personas. Nadie, ni la

Iglesia ni sus jerarquías, los deberían impedir ni abortar.

No temamos ser creativos ni caigamos en el minimalismo de una fe raquítica, que se contenta con

“cumplir” y ser “buena persona”. Dios nos pide lo máximo: amarlo con todas nuestras fuerzas, con todo

nuestro corazón, con todo nuestro ser. Volcando la vida en él. Solo así daremos fruto en abundancia.

Textos: Joaquín Iglesias Aranda

http://homilias.blogspot.com