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ACERCA DE LAS CASAS BLANCAS
ARQUITECTO GASTÓN MICHEL
CENTRO CONTEMPORÁNEO- ACERCA DE LAS CASAS BLANCAS 01
CASA BRERO, MERLO, BUENOS AIRES – HUGO INDART & MARTÍN BONORA,
1968
Gastón Michel nació en Merlo, Provincia de Buenos Aires, Argentina el 1º de diciembre de 1948. Es Arquitecto,
egresado de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la UBA en 1973, donde cursó desde 1967 a 1973. Ejerce
la profesión desde la graduación, habiendo proyectado y dirigido obras de variados programas. También, durante
37 años, fue docente universitario en la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Morón, donde comenzó
como Ayudante de Cátedra y concluyó su actividad docente en 2013, como Profesor Titular en la materia
Arquitectura I. También fue Profesor Titular de Introducción a la Arquitectura varios años. En el Colegio de
Arquitectos de la Provincia de Buenos Aires y habiendo participado de su fundación, fue Vocal Titular en la
primera Comisión Directiva del Distrito III, Miembro Titular del Cuerpo de Asesores y del Cuerpo de Jurados de
Concursos de Arquitectura hasta 2020. En el Colegio de Arquitectos dirigió el Taller de Arquitectura y Patrimonio
desde 1999 hasta 2020 y actualmente dirige la edición de las Revista Anuarios del mismo Taller. Asimismo fue
Miembro Titular del tribunal de Disciplina del CAPBA y Director de infraestructura de la Universidad Nacional del
Oeste
CENTRO CONTEMPORÁNEO- ACERCA DE LAS CASAS BLANCAS
ACERCA DE LAS CASAS BLANCAS
Las Casas Blancas, un movimiento argentino que reivindicó un pasado regional pero
desde un óptica moderna, como no había sucedido nunca antes. Rescatando valores
sensibles de la arquitectura vernacular del NOA, reutilizando criterios del
Neoplasticismo holandés, y sumando la nueva corriente del Neobrutalismo que
recuperaba la idea de lo artesanal que la estética de la máquina había querido borrar,
consiguió un "mix" entre vanguardia y tradición que despertó un gran interés durante
unos 20 años, especialmente en la arquitectura del GBA.
Los años Cincuenta anunciaron tiempos de cambios en la arquitectura. Habían comenzado
las reacciones al Movimiento Moderno ortodoxo de los Grandes Maestros desde los jóvenes
europeos de la "tercera generación" y nuestra tierra, América Latina, adherente inmediata de
la Modernidad, no iba a estar ausente al momento de las críticas y las transformaciones.
“Hay arquitectos en nuestro país que han practicado alguna poética a partir de considerar a
la arquitectura un quehacer artístico, expresivo (…) Esa poética puede definirse como el
conjunto de criterios de diseño que se proponen conseguir ese nuevo valor mediante
silogismos prácticos. Valor que se suma a la utilidad práctica inmediata (cobijo, habitación,
resguardo) y a otras utilidades como la económica.” (RAFAEL E. J. IGLESIA, Summa 200,
Junio 1984).
En los comienzos de la década del Cincuenta ya se notaba la influencia del triunfo
norteamericano en la Segunda Guerra, expresada en la inundación de muebles con patas
cónicas invertidas de maderas pulidas y detalles cromados, concretada en la revolución de
los electrodomésticos (televisión incluida), y puesta de manifiesto en una gran diversidad de
materiales para el frente de las construcciones, de variados colores combinados de manera
vulgar y sobreactuada.
“Tal vez el mayor logro de la arquitectura norteamericana después de la II Guerra Mundial
haya sido la instauración como tipo del moderno edificio empresarial de oficinas, luego
imitado en todo el mundo. Skidmore, Owings & Merryll (SOM) fueron los líderes en este
campo .... La firma SOM era un fenómeno nuevo en la historia de la arquitectura moderna.
Por primera vez parecía haberse alcanzado ese anonimato al que aspiraba el ala racionalista
del movimiento moderno. Gracias a la eficacia técnica y profesional, combinada con una
estética sencilla y congruente, SOM era capaz de unir las ambiciones del racionalismo
moderno con las del capitalismo avanzado y la burocracia empresarial. Con su obra, la
arquitectura moderna -o al menos una versión convincente de ella- llegó a ser algo normal
dentro de las estructuras políticas de la Guerra Fría y del "complejo industrial militar." (ALAN
COLQUHOUN, La arquitectura moderna, una historia desapasionada, 2002).
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Se comenzaba a vislumbrar además el “segundo estilo internacional”, que, de la mano del
segundo Mies, el norteamericano, no tardaría en llegar para originar el camino de la
expresión tecnológica refinada del prisma de cristal como sistema estético preferido de las
corporaciones, muy especialmente en las grandes ciudades.
Promediando la década ya era evidente la reacción contra el primitivo racionalismo ortodoxo
y sus valores internacionales de “nuevo”, “original”, “progresista”, “lo que vendrá”,
reemplazándose por situaciones circunstanciales como “regional”, “personal”, “tradición
propia”.
En Ronchamps, el segundo Le Corbusier, quizá golpeado por las despiadadas críticas de
sus jóvenes seguidores, quizá dejando libertad a su profesión paralela de escultor, o,
seguramente, recrea el lenguaje tradicional mediterráneo que tanto lo influyó desde muy
temprano y que, por fin, de un modo tanto o más moderno que en el período de
entreguerras, pone al maestro sesentón nuevamente al frente de los nuevos tiempos.
“... señalando claramente el abandono de las poéticas deterministas del racionalismo
funcionalista y cientificista por una puesta en el papel protagónico de la intuición, de la
genialidad, de la libertad creadora”. (RAFAEL E. J. IGLESIA, Summa 200, Junio 1984).
En Ronchamps, en las Maison Jaoul, en la India, incluso en La Plata, como antes en Río de
Janeiro y Argel, la “máquina de vivir” mantuvo sus conceptos teóricos básicos pero se los
empleó adaptados al lugar, al clima, a la ciudad y al espíritu de cada sitio.
“Las nuevas actividades periodísticas de Le Corbusier coincidieron con el renacer de su
interés inicial por la arquitectura vernácula, un interés que había aletargado pero nunca
destruido por su preocupación por los nuevos sistemas de producción arquitectónica. ...
Entre 1930 y 1935, las formas vernáculas hicieron su aparición en varias casitas rurales
hechas por Le Corbusier y Pierre Jeanneret, en las que resurgen la cubierta inclinada y los
muros de fábrica, proscriptos en la década de 1920. Pero estas casas no son un mero
retorno a los modelos vernáculos; los materiales naturales se reinterpretan en función de la
estética moderna." (ALAN COLQUHOUN, La arquitectura moderna, una historia
desapasionada, 2002).
Por la misma época, Le Bêton-Brut y el ladrillo a la vista de la tradición inglesa, devenidos en
Neo-brutalismo, otorgaron a la arquitectura moderna esa imagen artesanal que la anterior
estética de la máquina pretendió disimular y, por sobre todas las cosas, le confirió a esas
obras la resistencia al paso del tiempo que en la arquitectura blanca y pulida de la obra
racionalista ya, con sólo 20 años de vida, mostraba graves signos de deterioro.
El «Brutalismo» o «Neobrutalismo» eliminó los revoques y los revestimientos. La expresión
visual exterior resultaba de mostrar sin máscaras encubridoras la esencia con que estaban
construidas las partes opacas de la construcción: las estructuras de Hormigón y los muros
de ladrillos comunes. De esa manera la masa constitutiva interna de los muros y estructuras
también aparecía en la superficie exterior y las fachadas mostraban el "hormigón a la vista" y
el "ladrillo a la vista", brutalmente expresados y haciendo renacer la sinceridad constructiva
que ofrecieran las ruinas de los templos griegos, las catedrales góticas y toda la arquitectura
medieval, que ofrecían vistas descarnadas de piedra, sin ocultamientos de superficie, sin
pulimentos, ni adornos agregados, es decir sin maquillajes, que en todo caso era la función
que cumplían el estuco o las placas finas de revestimientos de mármol.
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Para Alison y Peter Smithson, que en el CIAM de 1953 atacaron el dogma corbusierano
establecido en la Carta de Atenas,
"...el Brutalismo es una ética antes que una estética. El Brutalismo es una manera
de proceder, no una fórmula". (ALISON & PETER SMITHSON, 1950).
Actualmente, visto la difusión de la imagen fotográfica, una estética es una receta, se copia,
no da lugar a participar. Indica con precisión qué hacer y cómo hacerlo, sin opciones.
Una ética, por el contrario, indica un proceder, deja librado el cómo hacerlo, no prescribe con
precisión absoluta cómo se debe hacer.
Nuestro medio no iba a estar ausente a la hora de debatir acerca de esas nuevas corrientes.
“… ese debate se despertó con todo rigor durante los años inmediatos a 1955, al ponerse
en tela de juicio el valor de la arquitectura racionalista como proveedora de modelos y la
necesidad de elaborar tipologías que identificaran este particular lugar del mundo. Fue en
esta época cuando apareció el movimiento que el arquitecto Miguel Asencio denominó
“Casas Blancas” (…) apareció en 1957 la iglesia de Fátima en Martínez, de Claudio Caveri y
Eduardo Ellis. Introvertida, de formas y colores sabiamente combinados, cálida en la textura
de sus materiales, fue una revolución sin palabras, auténtica, una original propuesta que
superó a las explicaciones que sobre ella se dieron más tarde”. (HÉCTOR EZCURRA,
Arquitectura en la Argentina, Eudeba 1981).
La Iglesia de Fátima, obra emblemática de la arquitectura argentina, forma parte de la cultura
arquitectónica contemporánea y asume orgullosamente el haber creado esa original
corriente nacional conocida como "las Casas Blancas" que se difundió sobre todo en el
conurbano, por unos quince a veinte años, preferentemente en Iglesias, Capillas y Viviendas
Unifamiliares.
Acorde a los tiempos de renovación que corrían, el movimiento de "Casas Blancas" aparece
en el contexto nacional como una reacción al Movimiento Moderno Ortodoxo y propone una
mixtura entre Modernidad Internacional y Tradición Local, al combinar materiales modernos
como el hormigón armado "a la vista" con mampostería de ladrillos comunes con junta
enrasada pintados de blanco, lo que se conoció como "ladrillo bolseado".
En las Casas Blancas se descartaron los techos de tejas con estructura de madera y se
reemplazaron por techos de losas de hormigón armado sin revocar, horizontales o inclinados
de suave pendiente, recubiertos por encima con ladrillos comunes a la vista.
“Como el manifiesto de una nueva tendencia, en 1956, la Iglesia Nuestra Señora de Fátima
intentó diferenciarse del racionalismo moderno vigente por aquellos años, conjugando una
síntesis de múltiples influencias: el brutalismo corbusierano, la tradición edilicia colonial y la
espacialidad organicista. Esta mezcla de tendencias convergió también con los cambios de
la renovación litúrgica católica. ...
Desde el campo teórico, el diseño de Fátima se propuso plantear un problema relacionado
con la identidad nacional. Caveri y Ellis consideraban que la arquitectura debía dar, por un
lado respuestas conceptuales y culturales de orden local, y, por el otro, respuestas filosóficas
de orden universal. Dentro de esta concepción jugaban un papel preponderante la
identificación con las particularidades del ser nacional y la integración a un entorno
autóctono.
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El de Caveri y Ellis es un proyecto excepcional dado que, por primera vez, un planteo que
buscaba una identidad local o una vuelta a las raíces históricas se realizaba desde una
perspectiva moderna.
Justamente Fátima no es producto de algún profesional conservador y tradicionalista, sino
de dos jóvenes ligados al grupo de nuevos arquitectos modernos de la Universidad de
Buenos Aires, egresados a partir de 1950. Ambos participaron de la transformación
académica que tuvo lugar en la Facultad de Arquitectura después de la caída del Presidente
Perón, en 1955. ...
El diseño de Caveri y Ellis es, además, una conjunción armónica entre elementos
tradicionales y actuales. Trasunta aires de modesta capilla del noroeste, con cierta estética
de la pobreza, con una austeridad que se hace evidente en búsqueda de la pureza
volumétrica, en la caja muraria limpia, en las aristas vivas y en el sello del encofrado en
bruto. La obra relaciona el pasado con el presente de manera constante. La selección de
elementos va alternando cuidadosamente alusiones tradicionales con una retórica moderna
y audaz, que posibilita que del edificio se desprenda un carácter vivo y experimental." ...
Literalmente, la expresión «Casas Blancas» se refiere al título de una Exposición
denominada «La arquitectura argentina de hoy: 14 casas blancas», que se inauguró en el
Museo de Arte Moderno de Buenos Aires el 7 de agosto de 1964. ...
A grandes rasgos, el «casablanquismo» conjugaba elementos de rechazo de la vida
metropolitana junto con una reacción antirracionalista que recuperaba el pasado colonial y
que se cruzaba con algunos aspectos del Le Corbusier de posguerra, como ser el uso de
materiales en bruto sin terminación fina. En las Casas Blancas se volcaban distintas
tendencias: la presencia de la renovación arquitectónica del movimiento ortodoxo europeo, la
tradición renacentista de la arquitectura como arte y la relación con la cultura local, sus
rasgos, sus pautas y su historia.
El resultado es pintoresco y se emparenta con la arquitectura popular mediterránea y con la
simple y blanca arquitectura hispánica de la colonia, ejemplificada en la iglesias norteñas,
típicas de los Valles Calchaquíes." (SUPLEMENTO de ARQUITECTURA y DECORACIÓN,
Diario Clarín).
Lo cierto es que las Casas Blancas ofrecieron una alternativa más doméstica que el “Estilo
Internacional” del Movimiento Moderno europeo inicial, y si bien mantuvo vínculos
tecnológicos y de lenguaje con la ruptura de la caja de Wright, con el lenguaje mediterráneo
de Ronchamps y de las bóvedas catalanas de la Maison Jaoul de Le Corbusier y con el
Neobrutalismo británico, innegablemente se convirtieron en representantes de un modo local
de sentir la vida cotidiana en las casas de familia de las clases media y alta del suburbio.
Cuando de viviendas y capillas se trataba, fue una arquitectura ambientalista con
reminiscencias wrightianas, emparentada con el organicismo “Arts & Crafts”, y que generó
ambientes de rico interiorismo, amigables con los usuarios y portadores de un mensaje
místico enriquecedor del mundo privado.
“La Capilla de Candonga tiene el encanto de las cosas humildes. Es bella, sin pretender
serlo; es grata por ese indefinible valor de todo lo vetusto; tal un símbolo en medio de la
soledad; es la fe, que para alcanzar su máxima expresión busca siempre el arte, supremo
refugio de los espíritus nobles." (MARIO J. BUSCHIAZZO).
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CENTRO CONTEMPORÁNEO- ACERCA DE LAS CASAS BLANCAS
La Iglesia de Fátima en Martínez fue pionera de un lenguaje que ofrecía una estética nueva,
aún cuando tuviera como claros precedentes una cierta reminiscencia de la arquitectura
preitaliana local mixturada con las corrientes de reacción contra el Movimiento Moderno de
las vanguardias de entreguerras.
Consiguió así ser el modo de representación de una época que llenaba de expectativas al
segmento medio y alto de la sociedad que se había sentido hostilizado en los años
inmediatamente anteriores y que veía los nuevos tiempos como una oportunidad duradera
de elevar la calidad de vida argentina. Así, simplemente como lenguaje, como estética
intelectualizada y como expresión nostálgica de una clase social minoritaria, estaba
destinado a ejercer una influencia pasajera, tendiente a desaparecer con el tiempo.
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EDUARDO ELLIS & CLAUDIO CAVERI :
PARROQUIA NUESTRA SEÑORA DE
FÁTIMA, MARTÍNEZ, BUENOS AIRES ,
1956
Tomando el lenguaje sencillo y austero de
las iglesitas coloniales del NOA y las
nuevas ideas modernas basadas en las
obras de Frank Lloyd Wright y Le
Corbusier, utilizando materiales
tradicionales como el ladrillo y modernos
como el hormigón a la vista, Ellis y Caveri
crearon una nueva arquitectura, tradicional
y vanguardista a la vez.
CENTRO CONTEMPORÁNEO- ACERCA DE LAS CASAS BLANCAS
Pero Fátima propone mucho más que el nacimiento de un lenguaje superficial de orden
meramente estético, pues si sólo de ello se tratara, el pasar del tiempo ya la hubiera dejado
tan desactualizada que podría considerarse nada más que una vieja pieza de
museo. Fátima, por sobre todas las cosas, como buen “edificio-público” que es, ha
enriquecido inteligentemente la ciudad creando Espacio Público Urbano.
De Fátima se ha elogiado el lenguaje porque su fuerza expresiva es atractiva y cautivadora y
se manifiesta como obra de arte estética e intelectualmente muy calificada. Bastaría tan sólo
mirarla para quedarse maravillado, admirar sus proporciones, su organización geométrica de
volúmenes simples, su delicado equilibrio asimétrico, la fuerza de sus texturas y la serena
combinación de colores de sus fachadas.
Pero con Fátima podemos hacer algo más que deleitarnos con su estética. De Fátima
tenemos para aprender cómo se enriquece espacialmente la ciudad y cómo se provoca un
modo de sentir y de afectar la emoción del usuario, en este caso transmitiendo algo tan
invisible como el sentimiento religioso. Es decir: de cómo una serie de elementos materiales
como pisos, muros, pilares, columnas y losas, con formas, colores y texturas particulares y
afectados por la luz, crean espacios, lugares y vistas que producen sentimientos que no
podrían generarse simplemente construyendo con conocimientos prácticos de obra ni
siguiendo técnicas ingenieriles, sino reflexionando acerca de las sensaciones que produce
una determinada estética por asociación de ideas, creando formas y espacios a partir de
presentir las emociones que producirán esos objetos construidos en los usuarios receptores
del mensaje implícito que contienen.
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En Fátima se ha creado espacio urbano y ello, más allá de la simple estética de su lenguaje,
le da esa pertenencia inequívoca al lugar donde está ubicada. Un lugar que se sintió
comprendido por los autores de Fátima antes de instalarla allí, y un lugar que resultó
enriquecido luego de haberla construido. Un lugar que recibe generosamente a la nueva
obra y que, como recompensa por tan noble gesto, recibe un enriquecimiento que sólo un
genio creador y un espíritu generoso pueden imaginar.
“No hay arquitectura que no esté montada sobre una visión del mundo y que no busque
expresar los mitos profundos de cada pueblo. No hay nada, por más convencional o trivial
que sea, que no esté expresando un contenido”. (CLAUDIO CAVERI).
Y en Fátima también, y consecuentemente en la saga de obras que a su imagen y
semejanza conforman ese atractivo abanico denominado genéricamente las "Casas
Blancas", se ha instalado una manera de entender a la arquitectura como la creación de un
lugar para habitar con mucho más sentido que la búsqueda de la simple cobertura o de la
vanidad de la representación lujosa, y con la cualidad de llenar de emociones a sus
privilegiados habitantes.
Un modo de entender la arquitectura desde la visión profunda del espacio, donde uno es
protagonista, en franca oposición a la visión superficial del espectáculo, donde uno es un
simple espectador.
Continuar la propuesta de Fátima es seguir creando espacio urbano y espacio habitable con
sentido, porque ese ha sido su legado.
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CENTRO CONTEMPORÁNEO- ACERCA DE LAS CASAS BLANCAS
Crear espacio para la ciudad y espacio con sentido para el habitante, espacio libre para la
libre reunión, para el encuentro casual y espacio para estar, para actuar y para interactuar.
Fátima creó espacio para atenuar el impacto del veloz tránsito del “strip” donde se ubica
y para lograr una tregua con la arquitectura estridente y espectacular de la banda comercial
que la rodea. Espacio para la pausa y el reposo. Espacio para la reflexión y la mirada
interior. Espacio de paz. Espacio, espacio, espacio…
“Desde la realización de la Iglesia de Fátima de Caveri y Ellis se proyectó una reflexión sobre
una arquitectura humanizadora, austera, que recogiera el espíritu del lugar sin renunciar al
espíritu del tiempo, y estos conceptos se irían difundiendo entre arquitectos de diversas
tendencias y posiciones políticas.
En el año 1964 se realizó en el Museo de Arte Moderno, en el Teatro San Martín, una
Exposición sobre Arquitectura en Argentina que fue denominada por sus autores de las
"Casas Blancas" enfatizando el carácter de los muros encalados que constituían un común
denominador. ...
Uno de los primeros hechos que quedaron en evidencia fue la pluralidad de quienes
integraban aquella Muestra. Todos ellos, sin dejar de reconocer la influencia germinal de la
Iglesia de Fátima, recogían también las tradiciones espaciales de Eduardo Sacriste, las
obras con bóvedas de Antonio Bonet y Eladio Dieste y, más allá, las búsquedas organicistas
de Wright y el expresionismo brutalista del nuevo Le Corbusier.
Expresaba también la Exposición, el pluralismo de la vida universitaria, que habían
posibilitado los talleres paralelos y verticales impulsados por Alfredo Casares y desarrollados
bajo los decanatos de Carlos Coire, el mismo Casares y Horacio Pando, en aquella fecunda
vida universitaria del período 1955-1966.
Fue así que la Muestra recogió 14 proyectos de quienes eran docentes de talleres de muy
diversas tendencias. Ellos, sin embargo, coincidían en varios aspectos que es necesario
remarcar. Como bien señalaban Bidinost u Oscar Molinos no se trataba de un "movimiento"
sino de una manera confluyente de mirar la arquitectura preocupados por las temáticas
sociales, una ética en el ejercicio profesional, las búsquedas de tecnologías alternativas, el
aprovechamiento de los materiales locales y sobre todo el acento en cualificar los espacios
para dar una respuesta vital enriquecedora. ...
Las Casas Blancas buscaban la austeridad frente al derroche, un sentido intimista de la vida
familiar, la necesidad de buscar valores culturales y enraizarlos en los tiempos
contemporáneos. ...
Desde 1960 a 1966, año en que la intervención militar a la Universidad produce la ruptura de
este proceso, la vida universitaria fue un estimulante ejercicio de formación profesional y
personal. Las "Casas Blancas" son un testimonio irrebatible de ello.” (RAMÓN GUTIÉRREZ,
Summa + 63, Diciembre 2003-Enero 2004).
Siguiendo el ejemplo de Fátima, y del mismo modo, analizando por debajo de la piel,
podemos entender esas primeras obras de arquitectura doméstica en el extremo oeste del
GBA. ¡Qué notables esas primeras Casas Blancas o ladrilleras, de texturas rústicas y
volumen asimétrico! Obras destinadas a albergar sueños, creando espacios para la vida
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austera y privada, opuesta a la opulencia y la vidriera. Casas con espacios para sus
habitantes, bañados con luz tenue, herederas del perfil pintoresco y romántico de la
modernidad.
En junio de 2003, la Fundación CEDODAL organizó la Exposición «LA ARQUITECTURA DE
LAS CASAS BLANCAS, UNA PROPUESTA ALTERNATIVA», se presentó el libro que deja
testimonio de la misma y actuó como Curadora de la Exposición la Arquitecta Patricia
Méndez.
“
Así, la Exposición y el libro que la acompaña, no han sido realizados para la nostalgia, sino
para la esperanza. Configuran, para nosotros, el testimonio de un momento de la
arquitectura argentina en que profesionales de diversas posturas ideológicas cuestionaron
las prácticas mimetizadoras de una modernidad abstracta y universal. Estas propuestas
testimonian un tiempo cultural y universitario de rico contenido reflexivo y expresan un
debate de ideas y posiciones que permitían un crecimiento en el pensamiento, algo que
añoramos de la vida universitaria y profesional de nuestros días. ...
La Exposición, y los debates que la precedieron, nos dejaron a todos la sensación de que
fue un momento de intensa riqueza en las posibilidades de reflexionar sobre la arquitectura
deseable y posible. Sobre los acentos que deberíamos poner para lograr una racional
utilización de los recursos, sobre la validez de los principios de austeridad y de participación
de los profesionales con una vocación de servicio, tan distantes hoy de los íconos de la
"cultura arquitectónica" postmoderna o frívolamente deconstructivista. ...
Está claro que aquello que sucedió hace cuarenta años no se trató de un movimiento pero sí
de un sentimiento, de un espíritu de búsqueda. Todos tenían la convicción de que más allá
de los éxitos profesionales la arquitectura expresaba una fundamental vocación de
servicio. ...
Creemos con esta tarea salvar la omisión que se ha hecho de quienes han recorrido
caminos que sin duda dejaron huella en nuestro tiempo histórico rescatando el espíritu del
lugar y la conciencia social de sus comunidades. En ese contexto, cuando oímos decir que
algunos "se quedaron en los sesenta", los entendemos. Había motivos para vivir, utopías por
las cuales luchar y horizontes de esperanzas de lo que se aspiraba a construir. Rescatar el
espíritu, los valores y las actitudes solidarias capaces de confluir en una acción pluralista es
una de las grandes lecciones de aquel momento de las "Casas Blancas". (RAMÓN
GUTIÉRREZ, Summa + 63, Diciembre 2003-Enero 2004).
Nuestra América Latina -México, Colombia, Chile, Argentina, Uruguay y Brasil- fue
rápidamente Moderna. Tuvo una particularidad salvadora: adaptó inteligentemente en lugar
de adoptar obedientemente.
Libre de preconceptos e historias pasadas, sin tener que defender posiciones extremas
desarrolladas en las batallas europeas contra la reacción clasicista de las cuales siempre es
difícil retroceder, América Latina no dejó de ser moderna desde que comenzó a serlo, pero
nunca fue ciegamente ortodoxa ni aún en los comienzos.
América Latina, nuestra parte de América, comenzó a ser moderna rápidamente y, a pesar
de ello, siempre fue particular, pues, como dijo el poeta: "tiene hombres y mujeres que saben
a qué asirse, aprovechando el sol y también los eclipses, apartando lo inútil y usando lo que
sirve".
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La primera modernidad latinoamericana, respetuosa intelectual del lenguaje transformador y
original de las vanguardias europeas de entreguerras, siempre se mostró muy acorde con el
medio local, tolerante con la ciudad, considerada con las necesidades de sus usuarios, y
respetuosa del clima regional. Respetó las condiciones del medio y eso le dio un carácter
único e irrepetible en el resto del mundo, con lo cual fue más moderna que los modernos y,
por sobre todas las cosas, produjo grandes maestros de la arquitectura, modernos y a la vez
inteligentes.
Los arquitectos de las Casas Blancas fueron más allá aún. Respetaron el lugar, interpretaron
un anhelo de modo de vida y desarrollaron un "mix" entre global y local que generó un
lenguaje de reconocible valor estético y de una inmensa riqueza espacial y que definió toda
una época y una manera de sentir.
En paralelo con el movimiento originado en Fátima, las décadas del '50 y '60 fueron el
momento de Alvar Aalto. Diez años más joven que Mies y Le Corbusier, el arquitecto
finlandés representó un modelo de modernidad adaptada al orden local que fue admirado en
nuestra América Latina. Alvar Aalto conjugó modernidad y tradición desde sus primeras
obras, destacando Villa Mairea, donde la horizontalidad y los muros revocados blancos se
fundieron con la madera de la tradición nórdica. La planta de Villa Mairea no es una figura
geométrica unitaria y por lo tanto tampoco lo es su volumen. La casa medio encierra un patio
a cielo abierto y atrapa al lugar, lo hace formar parte de la obra moderna y el sitio queda
incluido a nivel del suelo, ya no en un "piano nóbile" trasladable como en Ville Savoye. En la
obra de Alvar Aalto el lugar se transforma, no permanece inalterado luego de la intervención
arquitectónica y la obra se ofrece indisolublemente ligada al sitio.
En sus obras maduras posteriores, en esos sobrios ayuntamientos que caracterizan la
democracia escandinava, la escala pueblerina se mezcla con la apropiación del lugar que
ofrecen esos patios urbanos de pequeña escala. La amabilidad del espacio urbano
aprensible por sus ciudadanos propietarios y los materiales de imagen artesanal con que se
expresan, especialmente el ladrillo a la vista y la madera, le quitan a esas obras estatales el
rigor de la solemnidad y, lejos de ser monumentales, parecen casas, pues son, en definitiva,
la casa de todos.
"Después de la guerra, Aalto comenzó a recibir muchos encargos de edificios públicos, entre
ellos algunos proyectos urbanos como el Instituto de Pensiones de Helsinki, y otros rurales
como el Ayuntamiento de Säynätsalo (1949-52) y el Campus Universitario de Jyväkylä
(1950-57). Estos proyectos constituyeron dentro de la obra de Alvar Aalto un período
intermedio bien definido que se caracteriza en lo tipológico por unos patios semicerrados que
recuerdan los edificios agrícolas vernáculos, y en lo material por el uso generalizado de
ladrillo hecho a mano y madera barnizada clara. La vuelta a unas composiciones pintorescas
dominadas por volúmenes de significado comunitario indica en parte un renacer del espíritu
del romanticismo nacionalista". (ALAN COLQUHOUN, La arquitectura moderna, una historia
desapasionada, 2002).
Alvar Aalto despertó un interés especial en nuestro medio. No era para menos: permitía a los
arquitectos de entonces ser modernos pero empleando una tecnología de artesanos y
materiales accesibles y al mismo tiempo responder a las inquietudes expresivas y
programáticas de sus clientes, de aquella clase media suburbana en ascenso, que veía en la
vivienda unifamiliar el cumplimiento de su sueño dorado.
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"La Arquitectura Moderna no significa el uso de nuevos materiales, sino utilizar los materiales
existentes en una forma más humana." (ALVAR AALTO).
Los planos de Alvar Aalto, generalmente híbridos donde se combinan más de una geometría,
permitían adaptarse a todas las variadas realidades, tanto de implantación como de
programa. Ese vocabulario formal que facilita la manipulación de los materiales y la variedad
volumétrica, era una manera perfecta para responder a la particularidad, pues al favorecer la
forma libre ayudaba a responder micro modularmente a cada situación.
El uso de la madera y el ladrillo a la vista, las terminaciones rústicas del hormigón, la mezcla
de líneas sinuosas con ortogonales, el juego libre de formas y volúmenes, el uso simultáneo
de estructuras geométricas sobre las que superpone superficies blandas y la combinación de
cubiertas planas e inclinadas sobre varios volúmenes articulados, restaron rigidez al conjunto
y lograron una imagen atractiva y doméstica y de fácil inserción en la trama urbana del
suburbio. Era, la de Alvar Aalto, una arquitectura que permitía crear.
Pero, la arquitectura por sí misma, como se sabe, no puede producir cambios trascendentes
y mucho menos iniciarlos. Necesariamente debe haber una situación de contexto que la
explique y, en todo caso, la arquitectura, como buena catalizadora que es, podrá consolidar,
expresar y en el mejor de los casos fomentar las aspiraciones y creencias de una sociedad y
de su particular realidad.
Esa realidad, para la clase media y media-alta de las grandes ciudades y para nuestro
análisis del Conurbano, había empezado a cambiar favorablemente a partir del plan
desarrollista del gobierno de Arturo Frondizi.
"Otra de las consecuencias de este Plan fue la concentración de las inversiones en la Capital
Federal, en la Provincia de Santa Fé y principalmente en la Ciudad de Córdoba, que
experimentó un meteórico desarrollo industrial. Por otro lado, las variaciones en la
distribución de los ingresos beneficiaron a los sectores medio y medio-alto, en detrimento de
los inferiores, pero también de los superiores". (WWW.PORTALPLANETASEDNA.COM.AR).
Desde fines de los ´50s y durante los '60s comenzó a desarrollarse en las clases medias
suburbanas del Gran Buenos Aires -y seguramente alrededor de las grandes ciudades
argentinas- un cierto crecimiento económico y cultural, que, sumado al ingreso a la facultad
de arquitectura de la UBA de estudiantes del suburbio, desparramó arquitectura por un
Conurbano antes impenetrable.
Las casas de ladrillo a la vista -al igual que las Casas Blancas- con sus techos de losas de
hormigón, patios posteriores y espacios de doble altura, hicieron furor haciéndole honor a las
proclamas de particularización y austeridad tecnológica que, originadas en Alvar Aalto y el
Neobrutalismo, calzaban con justeza en las esperanzas de una nueva pequeña burguesía
del Conurbano.
Ese segmento de la sociedad que aunaba una actividad económica rentable con su nivel
secundario completo, sin la carga de la mochila aristocrática que le permitiría despertar algo
desprejuiciadamente hacia un mundo moderno, abrazó las Casas Blancas y las casas de
ladrillo a la vista con tolerancia primero y con entusiasmo después.
Las casas de ladrillos a la vista fueron, después de todo, una variante y hasta un progreso
razonable de las Casas Blancas que, desde comienzos de los '70s empezaban a decaer en
la solicitud de encargos.
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Esas primeras casas Neobrutalistas de hormigón y ladrillo a la vista, todavía conservaban la
nobleza que otorga un diseño a medida. Con cortinas "Barrios" o postigones y carpinterías
de madera y a veces con marcos de chapa doblada, con pisos de cerámica, muros dobles
de ladrillo a la vista y techos de hormigón sin revocar -planos o inclinados- conservaron toda
la misteriosa organización espacial y el uso de la luz rasante de las Casas Blancas, ahora
enfatizando la rugosidad oscura del ladrillo rojo.
Las casas de ladrillo a la vista, fueron, como las Casas Blancas, un lenguaje y lejos
estuvieron de ser un prototipo. Por ello les permitían a los arquitectos conservar ocultos los
secretos del diseño a medida. Les otorgaba ese poder reservado a los brujos de la tribu que
con cuatro yuyitos y algunos ritos incomprensibles, logran que todos crean que alejan los
males y las plagas.
Para que esas casas sean lo que fueron, obras de arquitectura capaces de conformar a la
crítica arquitectónica de los eruditos y a sus legos habitantes a la vez, debieron estar muy
bien diseñadas, tanto vistas desde lo alto de la cultura arquitectónica como desde el llano del
respeto a las necesidades, expectativas y posibilidades económicas de sus clientes
productores.
Esas casas, proyectadas con conceptos y formas hasta entonces desconocidos por la clase
media suburbana -su destinatario de entonces- bajaron a las calles de nuestros pueblos la
estructura independiente, la ruptura de la caja, el espacio fluido, la buena relación interior-
exterior, el funcionalismo a medida y la adecuación irrepetible al lugar de implantación.
Desarrollo económico local y distribución de la riqueza, expectativa de progreso y visión de
futuro, ambiente culturalizado con expectativas de cambio y tolerancia, confianza en la
palabra profesional y proyecto de vida familiar, se aunaban para dar cabida a un modo de
vida que favorecía la alegría que en esas circunstancias podría ofrecer la arquitectura.
En el plano cultural, cabe destacar el rol protagónico que tuvo la Universidad de Buenos
Aires por aquellos años, emblematizado por la creación en 1958 del CONICET, del Instituto
de Investigaciones Bioquímicas de Exactas y de la Editorial EUDEBA, dirigidos por Bernardo
Houssey, Luis Federico Leloir y José Babini, respectivamente. En 1960, Manuel Sadosky,
fundador del Instituto de Cálculo de la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA, logró crear
el Primer Laboratorio de Computación de la Argentina, adquiriendo a Inglaterra la
computadora dedicada al cálculo técnico, científico y a la investigación, a la cual
denominaron "Clementina".
"Entre 1957 y 1966 la Universidad argentina vivió un período de modernización y libertad
académica, apertura a la sociedad, debate y expansión del conocimiento científico que fue
un orgullo nacional y cuya fama trascendió nuestras fronteras. ...
La llamada "época de oro" de la Universidad argentina se extendió entre 1957 y 1966 y tuvo
su referente en una figura de la intelectualidad de entonces, el filósofo Risieri Frondizi, rector
de la Universidad de Buenos Aires entre diciembre de 1957 y 1962, que le otorgó a la
institución un sesgo modernizador que signó la producción de todo el período. El otro
referente, a nivel institucional, fue la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA. Este período -
que coincidió con la doctrina del desarrollismo- estuvo imbuido por una tendencia
modernizadora que se fijó el objetivo de reorganizar la institución universitaria, actualizar los
métodos de enseñanza y extender la investigación científica a todo el país. (FELIPE PIGNA
y MARÍA SEOANE- La noche de los bastones largos, Ediciones Fundación Octubre, 2006).
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Pero, para los argentinos, como integrantes de un grupo social tal vez condenados a la
decadencia quién sabe por qué extraño destino, eso no podría durar mucho. Como un
anuncio premonitorio, el primer paso para una anunciada decadencia, el derrotero de golpes
a la culturalización argentina comenzó el 29 de julio de 1966.
"Han pasado cuarenta años de aquel 29 de julio de 1966, cuando la recién instaurada
dictadura del General Juan Carlos Onganía arrasó con más de medio siglo de autonomía
universitaria y cargó a sablazos y palazos contra docentes y alumnos de la gloriosa
Universidad de Buenos Aires. Esa noche, conocida como la "noche de los Bastones Largos",
dejó numerosos heridos, cientos de detenidos y más de 300 docentes expulsados que
tomarían el camino del exilio. Esa noche terrible la investigación científica de la Argentina se
cubrió de oscuridad y comenzó un éxodo que no se detendría jamás. Esa noche parió a una
generación que sentía que comenzaba a quedar huérfana de maestros. La convenció de que
la inteligencia, el pensamiento, la libertad, eran los enemigos jurados de todas las dictaduras
y que había que defenderlos también a sangre y fuego.
Recordar esta historia es también contar cuándo, cómo y por qué comenzó a ser acorralada
una generación completa de argentinos. Se barría de manera brutal la autonomía
universitaria que era la condición básica para la libertad de pensamiento y la producción
científica más allá de los vaivenes políticos. La medida conmovió a los alumnos y docentes
que la resistieron con la toma pacífica de sus facultades. Pero la noche del 29 de julio,
Onganía ordenó cerrarlas a sangre y fuego para instalar un régimen de control policial. El
clímax de la represión ocurrió en la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA, cuyo edificio
estaba enclavado en la ilustre Manzana de las Luces. El entonces jefe de la Policía Federal,
ya bajo control operacional del Ejército, general Mario Fonseca, dio la orden de atacar al
grito de "Sáquenlos a tiros, si es necesario. Hay que limpiar esa cueva de marxistas". Los
docentes y alumnos fueron atacados con gases lacrimógenos primero y luego desalojados
de los recintos violentamente por la Guardia de Infantería. Los policías obligaron a los
detenidos a salir a la calle formando una doble fila. Sobre esas cabezas libertarias
descargaban una lluvia de bastonazos. Nadie escapó de ese ultraje, ni las autoridades de la
Facultad, ni docentes, científicos, alumnos y algunos profesores extranjeros invitados.
¿Por qué fue Ciencias Exactas, que perdió el 77 por ciento de su cuerpo docente, la más
castigada? En esos claustros la Argentina había comenzado a diseñar las bases para
liberarse de la esclavitud de depender para su desarrollo de una ciencia y una tecnología
que sólo poseían y cobraban usurariamente las potencias capitalistas. Por eso, los Estados
Unidos recibirían con los brazos abiertos a los "supuestos comunistas" echados de las
universidades argentinas. Sólo en la Universidad de Buenos Aires renunciaron 1.378
profesores. De los 301 docentes que emigraron, 215 eran científicos y 86 investigaban en
distintas áreas; 166 se insertaron en universidades latinoamericanas; 94 se fueron rumbo a
EE.UU., Canadá y Puerto Rico, y los 41 restantes recalaron en Europa. Recordar esta
historia, entonces, no sólo es contar cómo se frustró la más formidable acumulación de
intelectuales y científicos del siglo XX en estas tierras. Recordamos esta historia para pedir
que se comience a repatriar a nuestros científicos; para que se reconstruyan piedra sobre
piedra las universidades argentinas y sus laboratorios. Para que se borren para siempre las
marcas tremendas de aquella oscuridad". (FELIPE PIGNA y MARÍA SEOANE- La noche de
los bastones largos, Ediciones Fundación Octubre, 2006).
La historia argentina está plagada de acciones de personas poderosas que han actuado en
perjuicio de los habitantes de fronteras adentro, de nosotros los argentinos. Estudiar nuestra
historia, incluso por nuestra natural vocación de conectarnos con el error, es estudiar la
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historia de las equivocaciones y de la mala fe. Desde ya que no será posible acordar cuál de
todos los daños que hemos recibido es el peor, mucho menos sabiendo cómo somos, pues,
por otro designio divino, tenemos muy desarrollada la capacidad para el disenso. Desde
siempre se dijo, y todavía se escucha decir, que fuimos bendecidos por una geografía
generosa. Creo que es cierto. No obstante esa bendición y a pesar de ello, si el propósito de
un pueblo reunido en una Nación es procurar un bienestar equilibrado para sus habitantes,
está muy claro que ese es un propósito que entre nosotros, poseedores de esa bendita
geografía, no está cumplido. Hay muchas razones para ello, y de casi todas las
explicaciones que se dan, las más convincentes son los discursos que hablan de falta de
desarrollo económico y mala distribución de la riqueza, lo que, obviamente, es innegable.
Sin negar ello, me atrevo a decir que hay algo antes, que esa verdad de perogrullo es
consecuencia y no causa. Considero que todo lo que sucede en una comunidad es resultado
del pensamiento y del accionar de personas, de los individuos que la constituyen, actuando
solos o en conjunto, y que, en todo caso, los buenos resultados sólo se logran con buenas
decisiones. Lo que piensan los individuos, lo que crean los artistas, lo que investigan los
científicos, las actitudes democráticas y tolerantes de las personas, la honradez, la ética, la
vocación de servicio, la razonabilidad, el respeto a las leyes, la capacidad profesional, la
habilidad de los artesanos, en fin, todo aquello que hace a la sana convivencia, no es
producto de otra cosa que la educación individual, de uno por uno, formal académica y
espontánea familiar.
Las "buenas decisiones" de las personas dependerán de la "buena educación" de las
personas, y, todas las demás cosas, como el buen desempeño en todas nuestras actitudes,
dependerán de ello. Se podrá decir que hay muchas maneras de educar, que cada padre y
madre tienen su propio concepto acerca de ello, pero hay algo que es tan cierto como eso:
todos los niños -salvo porcentualmente pocos casos en nuestro país- van a la escuela.
Todos los niños pasan por el sistema escolar, y a todos ellos el sistema educativo -
representado por instituciones y docentes- tiene la oportunidad de dejarles una impronta,
formarles una conducta y, muy importante, permitirles adquirir un saber que necesariamente
debe mejorar sus modos de pensamiento.
La buena educación es aquella que desarrolla en los niños, adolescentes y jóvenes la
autonomía del aprendizaje, la que permite que cada individuo adquiera la habilidad de seguir
permanentemente aprendiendo solo cuando termina su etapa académica, tanto porque
recibe las herramientas para ello como la vocación de hacerlo. La buena educación se recibe
en las buenas instituciones educativas, y éstas son las que tienen los mejores docentes,
pues el rol del educador es el más importante en el sistema educativo.
La Universidad Argentina se destacó en varios períodos de su historia, pero la UBA a partir
de 1957, había logrado entender cuál era el llamado de la hora. Sus directivos veían que el
futuro estaba signado por el conocimiento. El desarrollo tecnológico, del cual iba a depender
pronto el desarrollo de la nueva industria, iba a ser imprescindible para crecer productiva y
económicamente. El saber empezaba a tener un valor cuantificable y la investigación,
imposible de llevar acabo sin "cerebros", estaban destinados a ser el valor agregado más
importante en las sociedades post-industriales.
La "Noche de los Bastones Largos" es el emblema de la frustración del futuro argentino. Es
el hecho que mejor representa la voluntad destructiva hacia una comunidad que busca su
destino y que, como pocas, dada la calidad de su gente, estaba en condiciones de lograrlo.
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La "Noche de los Bastones Largos" no fue una contingencia ni un hecho espontáneo ni
aislado y mucho menos ajeno a un plan premeditado. Fue el hecho destructivo más
importante hacia nuestra comunidad académica y el buen sistema educativo argentino, el
primer signo de lo que siguió y, con la perversa desventaja de ser un hecho casi inadvertido
por la mayoría ajena al mundo universitario, no se reconoció como tal fuera de ese ámbito
recién hasta nuestros días.
"El odio contra la inteligencia fue la esencia de todas las dictaduras. Pero en julio de 1966, la
tormenta de palos que partió la cabeza de estudiantes, docentes y científicos en la eterna
Manzana de las Luces selló el destino de la investigación científica en la Argentina y la
calidad de la Universidad en los años por venir. Entre 1957 y 1966 la Universidad argentina
vivió un período de modernización y libertad académica, apertura a la sociedad, debate y
expansión del conocimiento científico que fue un orgullo nacional y cuya fama trascendió
nuestras fronteras". (FELIPE PIGNA y MARÍA SEOANE- La noche de los bastones largos,
Ediciones Fundación Octubre, 2006).
Aquella UBA de los '60s no pudo haber sido una casualidad. La alta calidad de su
enseñanza, también reconocida fuera de nuestras fronteras, tiene que haber sido producto
de un "estado cultural" y un "ambiente libertario y tolerante" que disfrutara toda la sociedad.
Un ambiente que seguramente alentaba las buenas acciones, aunque fueran sólo gestos, sin
palabras ni propagandas grandilocuentes.
Y así como cerca de Plaza San Martín desarrollaba sus creaciones algo extravagantes el
Instituto Di Tella, una comunidad menos adelantada, pero igualmente ansiosa por favorecer
las buenas cosas nuevas, aceptaba costear las Casas Blancas y el Neobrutalismo ladrillero
para construir su vida familiar. No puedo imaginar a la UBA de los '60s siendo una isla
solitaria y disociada absolutamente del resto de la realidad. Seguramente no podría ser más
que el reflejo de un momento social donde se respiraría el aire puro, limpio de autoritarismo,
sabiamente permisivo y, por sobre todas las cosas, alentando creaciones, fomentando
entusiasmo, impulsando proyectos.
En el plano personal, dentro de este nuevo ambiente de ascenso cultural y educativo, algo
llegó justo acompañando mi recién inaugurada adolescencia. Abrió en Merlo el Colegio
Nacional Manuel Belgrano donde comencé a cursar primer Año en 1962. Muchas cosas han
pasado desde aquellos buenos años para la arquitectura argentina. Esos años posteriores a
Fátima, emblematizados por la arquitectura de las Casas Blancas primero y la del
Neobrutalismo Nacional después, popularizaron a los arquitectos en los suburbios de la gran
ciudad y lo que hasta entonces era una profesión prácticamente inexistente en el
Conurbano.
Aquellos pioneros inventaron una actividad en un medio que la desconocía, empezando por
cursar una carrera que, por desconocida, no garantizaba un desarrollo profesional como la
Medicina o el Derecho. Una carrera que presentaba cuando menos un futuro incierto, pues
estaba destinada a atender un mercado por crear. Gracias a esos pioneros, los que vinimos
detrás como "una segunda generación", gozamos de un camino allanado.
Encontramos un sendero abierto en la maleza, y recibimos en herencia un prestigio que
había sido creado por la ética de nuestros predecesores. Su vocación por enriquecer
nuestros pueblos con una arquitectura que sus clientes desconocían, habrá significado
muchas horas de debate, mucho esfuerzo de diseño y pacientes luchas por convencerlos.
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Entre esos arquitectos pioneros considero que es imprescindible destacar a Eduardo
Galeazzi, radicado en Moreno, y a Hugo "Coqui" Indart del Partido de Merlo. Estos
fueron nuestros maestros en el extremo oeste del GBA, construyendo un ideario que
no se edificó en otras partes donde no hubieron próceres como ellos.
¡Gracias por no claudicar al primer inconveniente! ¡Gracias por combatir sin entregarse a la
primera negativa! Pioneros: sus obras fueron nuestra inspiración, su ética nuestro modelo.
El Movimiento Casas Blancas no estuvo ajeno a toda una corriente de pensamiento que
nace por el mismo tiempo en toda Latinoamérica y que tuvo sus más destacados personajes
en la literatura. El "Realismo mágico" que entre tantos contó con la fantasía realista de
Gabriel García Márquez, Miguel Ángel Asturias y Juan Rulfo, tuvo su correlato en la
arquitectura en estos movimientos que a un tiempo pisaban firmemente la tierra con una
arquitectura agarrada a las raíces y emergente del suelo pero sin renunciar a la poética y la
construcción de sensaciones obtenidas desde la intuición.
Así, en estas obras se puso el énfasis en lo sensorial para percibir la realidad, procurando
despertar la fantasía en la normalidad de la vida cotidiana y en las cosas comunes. No en
vano estas corrientes arquitectónicas tuvieron sus orígenes en Iglesias -Ronchamps, Fátima-
y en los lenguajes vernaculares del Mediterráneo y de las culturas coloniales americanas.
Por ello, en otras partes de América Latina hubieron arquitectos que también apelaron a la
magia, la fantasía y la poética para resolver programas comunes como la vivienda
unifamiliar, empleando esa cualidad del realismo mágico basado en la ruptura del plano
espacio temporal, mezclando tiempos y lugares. En México es destacable la Obra de Luis
Barragán y su mejor discípulo Ricardo Legorreta y en Perú podríamos considerar enrolado
en esta corriente a Juvenal Baracco.
Estos arquitectos, así como los nuestros del período de las Casas Blancas, no deben
olvidarse, y, con las actualizaciones necesarias -que siempre son buenas- convendría
pensar una arquitectura sensible e intimista, que termine con la cultura del
espectáculo y que se oriente hacia una arquitectura del espacio.
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El Movimiento Casas Blancas reinterpretó la tradición colonial del NOA y le sumó nuevos paradigmas de la
Modernidad aparecidos en los años 50' surgidos de planteos críticos desde los arquitectos de la Tercera Generación.
Asimismo, el propio Le Corbusier había mutado hacia una posición más vernacular y la aparición de Alvar Aalto
terminó de darle forma a un posicionamiento más cercano a las condiciones locales y a la singularidad.
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ELLIS & CAVERI ARQUITECTOS - Parroquia Nuestra Señora de Fátima, Martínez, Buenos Aires, 1956 - Pionera de
la Casas Blancas, Fátima representó el "mix" entre tradición y modernidad, recuperando valores plásticos y emotivos
del pasado colonial y su lenguaje simple de paredes encaladas blancas, su austeridad y sabor popular. Asimismo se
vincularon con el Neo brutalismo europeo, la nueva visión mediterránea de Le Corbusier y con la nueva arquitectura
de toques regionalistas de Alvar Aalto. Con pocos recursos formales, volúmenes netos, muros de ladrillos
blanqueados, losas de hormigón visto y una combinación de colores vinculados a la tierra, Ellis y Caveri hicieron una
"revolución sin palabras" e instalaron una arquitectura de grandes méritos plásticos y emocionales que se extendió
por unos 20 años, especialmente en viviendas y capillas. Las Casas Blancas fueron una arquitectura que llegó en el
mismo momento que comenzaron a aparecer arquitectos emergidos de la clase media del Conurbano y ello
favoreció su expansión.
INDART & BONORA ARQUITECTOS - Casa Brero, Merlo, Buenos Aires, 1968 - Estos arquitectos como tantos otros,
graduados a mediados de los 50' y emergentes de la clase media del GBA, difundieron esta nueva manera de hacer
arquitectura en sus barrios de origen, enriqueciéndolos. Especialmente destinadas a viviendas unifamiliares, las
"Casas Blancas" fue un lenguaje con sabor regional pero a un tiempo relacionado fuertemente con las Prairie
Houses de Frank Lloyd Wright y con el Neoplasticismo surgido del "De Stijl" holandés. El resultado fueron buenas
obras de arquitectura que aún hoy embellecen nuestras ciudades.
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Las Casas Blancas se relacionan con varias ideas conceptuales y estéticas del Movimiento Moderno, como el
Neoplasticismo del De Stijl de mediados de la década del 20. Este movimiento artístico basó su propuesta estética
en la descomposición de la Caja Muraria llevándola a un extremo, separando las partes componentes tal como había
anticipado Wright, construyendo la forma con planos y líneas, aunque Wright también descomponía la forma total en
volúmenes mas pequeños y articulados. Esta concepción morfológica es hoy una de las maneras preferidas de
organizar la volumetría arquitectónica.
LA RUPTURA DE LA CAJA - Frank Lloyd Wright propone que, al sostener los techos con apoyos puntuales
independientes de los muros, éstos pueden separarse, abriendo la caja muraria y logrando la "desaparición del
esquinero macizo". Los techos pueden elevarse, separarse verticalmente de los cerramientos y proyectarse en
voladizo difuminando el límite interior-exterior.
En la estética Neoplasticista los elementos constituyentes -volúmenes,
planos y líneas- se disponen dispersos y aislados, de manera de
mantener su identidad. Esta conformación deja vacíos entre esos
componentes los que son ocupados por planos transparentes que no
hacen perder la idea original de las formas geométricas, que son
opacas. Las piezas opacas no se tocan y si lo hicieran no harían
coincidir sus límites, evitando la formación de aristas o vértices. La
estética Neoplasticista arroja conformaciones multivolumétricas de
gran riqueza y es la manera óptima de lograr el espacio fluido, tanto
en interiores como en relación con los exteriores.
CENTRO CONTEMPORÁNEO- ACERCA DE LAS CASAS BLANCAS 20
Mucha de la arquitectura contemporánea sigue explotando exitosamente la estética Neoplasticista. Ello es porque
esta manera de organizar la forma se adapta eficazmente a la concepción de variedad y diversidad del mundo
actual, encuadrando satisfactoriamente en la vida destellar del momento.
Obras recientes adoptan con excelentes resultados criterios estéticos desarrollados por los Neoplasticistas e incluso
del precursor Frank Lloyd Wright, que propusiera la Ruptura de la Caja Muraria que sería inspiradora del Movimiento
De Stijl. Forma multivolumétrica, techos despegados, voladizos evidentes y planos transparentes entre opacos: unos
recursos básicos que, renovados y reutilizados de una manera contemporánea, dan a la arquitectura valores
distintivos imprescindibles.
RICARDO LEGORRETA - La obra de Legorreta construye
espacio para habitar con materiales comunes. Propone
una arquitectura de masas, huecas que permiten lograr
espacios de gran valor estético, sin apelar a gestos
grandilocuentes y sin apelar a tecnologías ni formas
extravagantes. Propone, ciertamente, una arquitectura de
semicubiertos que resuelven la transición con el exterior y
aportan un valor plástico a las obras. El color, usado
estéticamente, refiere a las raíces locales que se
misxturan con la geometría abstracta de la modernidad.
LA CASA URTIZBEREA, LOMA DE SAN ISIDRO 1955, ANTECEDENTE DE FÁTIMA Y
LAS CASAS BLANCAS
Antes que Fátima, Eduardo Ellis y Caveri habían construido la Casa Urtizberea, en San
Isidro en 1955, y que puede tomarse como que fue el antecedente de la Parroquia.
CENTRO CONTEMPORÁNEO- PARROQUIA NUESTRA SEÑORA DE FÁTIMA 21
CARACTERÍSTICAS DEL CASABLANQUISMO
Imagen rústica y humilde
Austeridad - Carencia de ornamentos
Referencia a la arquitectura colonial (Identidad)
Sinceridad constructiva - Lenguaje Neobrutalista
(Tecnología Low Tech)
Estética Neoplasticista y geometría simple
Ambientación serena e intimista (Escala humana y
naturaleza)
Valoración del color blanco (Pureza y sencillez)
Mix entre vanguardia y tradición
LAS CASAS BLANCAS,
VANGUARDIA Y
TRADICIÓN