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Pinkie, el protagonista de esta novela, es un matón de poca monta deBrightonquevesupoderamenazadocuandoseestableceen laciudadundelincuentedemásaltosvuelos.Acabademataraunperiodista,ylallegadadeuna jovenconel propósitodeesclarecerel caso le llevaráaplanearelasesinatodesupropianovia,paraevitarqueledelate,perofinalmenteseráélquienseveabocadoalsuicidio.A lo largodebuenapartede lanovela,Greene consigue crear una creciente preocupación por una jovencita pocoatractiva comopersonaje,mediante la amenaza constante que pesa sobreella,ydelaquelapropianoviadePinkienoesenabsolutoconsciente.
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GrahamGreene
Brighton,parquedeatraccionesePubr1.0
FLeCos03.06.16
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Títulooriginal:BrightonRockGrahamGreene,1938Traducción:JoaquínEgusquiza
Editordigital:FLeCosePubbaser1.2
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«EraunparaísoturbadorparagozarloYnuncamásrecordarlo»
ElhadadeEdmonton
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Primeraparte
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I
Hale sabía que pensaban asesinarle antes de que hubiera pasado tres horas enBrighton.Conlosdedossucios,lasuñasmordidasyunosandarescínicosyuntantobruscos, cualquiera podía adivinar que no era de allí. Pertenecía, en realidad, alpopulacho dominguero atraído por el primerizo sol estival y por el fresco relentedesencadenadoporelmardeaqueldomingodePentecostés.Elgentíoacudíaeneltren de la estación Victoria cada cinco minutos, paseaba por Queen’s Roadencaramadoalasplataformasdelospequeñostranvíaslocalesydeslizábase,atravésdel aire fresco y acariciador, en aturdidas avalanchas. La reciente pintura plateadaresplandecíaenlosmuellesylascasasamarillentasseescapabanhaciaelOestecomoenunapálidaacuarelavictoriana.
Carreras en los diminutos coches eléctricos, orquestas en plena ejecución,jardinesderutilantesfloresabiertosantelosojos,yunaeroplanoquepregonabaalgoparalasaludcontenuesyfugacesvolutasdehumosobreelcielo…
AHale leparecíamuyfácil laposibilidaddeperderseenBrightonenmediodelas cincuenta mil personas que venían a pasar el día. Durante un buen ratoabandonósealacorriente,tragandoginsconsodahastadondelasposibilidadesdesuprogramaselopermitían,puesdebíaacomodarseainstruccionesprecisas:dediezaonce de lamañanaQueen’sRoad yCastle Square, de once a doce elAquarium yPalacePier,deonceaunaelespaciocomprendidoentreOldShipyWestPier,deunaa dos regresar a Castle Square para comer en cualquiera de sus restaurantes, ydespuésabrirsepasoalolargodelpaseohastaWestPieryluegohastalaestaciónporHove Street. Éstos eran los límites de su absurdo y profusamente anunciadoitinerario.
AnunciadoencadaejemplardelMessenger:«Hoy,KolleyKibberenBrighton».Enelbolsillollevabaunpaquetedetarjetasparaesconderenlugaressecretosdesuruta.Losquelasencontrabanrecibíanunagratificacióndediezchelinesdeldiario,yel premio gordo lo ganaba la persona que, descubriendo a Hale, se le encarabaenarbolandounejemplardelperiódicoenlamanoconlaspalabrasderitual:«UstedesKolleyKibber.ReclamoelprimerpremiodelDailyMessenger».
AestoreducíasetodoeltrabajodeHale,acallejearhastaqueundemandanteleliberabaencadaciudaddeturno.AyerfueSouthend,hoyBrighton,mañana…
Engullóelgin con soda apresuradamente, pues eranya las once, y encaminósehaciaCastleSquare;KolleyKibbersiemprejugabalimpio,siempreexhibíaelmismosombrero con que le retrataban en elMessenger, siempre estaba a punto. El díaanterior,enSouthend,nofuereconocido;alperiódicosatisfacíaledevezencuandoahorrarselaprima,aunqueellonosucedíamuyamenudo.
Aqueldomingoteníalaobligacióndemostrarsesucioymugriento,cosaquenoledisgustabadel todo.Existían razonesparaqueno se sintiera seguroenBrighton, a
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pesardelatumultuosaconcurrencia.ArrimósealabarandillacercanaalPalacePier,mostrandosurostroalamultitud,
quedesfilabaincesantementedelantedeél,comounadoblecadenasinfin,engruposdeados,conciertoaspectodetranquilidadyalborozadaalegría.Habíanpasadotodoelviaje,desdelaestaciónVictoria,apretujadosenloscoches,tendríanqueaguardarsuturnoenlargascolasparacomer,yamedianoche,soñolientos,regresaríanenhoratardía a las entumecidas calles, a los cerrados cafés y al trillado caminodel hogar.Coninmensafatigayunapacienciaenorme,intentabanexprimirdellargodíatodoeljuegode la felicidad: el sol, lamúsica, el chirrido de los coches eléctricos, el trenfantasmaquebuceabaentreburlonesesqueletosdebajodelpaseodelAquarium,lasbarritasdeBrightonRock[1]ylosgorrosdepapeldelosmarineros.
Nadie se fijaba en Hale; nadie parecía llevar el Messenger. Depositócuidadosamenteunadelastarjetasencimadeunacanastitaycontinuóandando,solo,con las uñas mordidas y los dedos sucios. No se dio cuenta de su soledad hastadespuésdehabersetomadoeltercergin.Antessentíadesprecioporlamuchedumbre;luego envidió su compañía. Deambulaba por las mismas calles, pero, debido a sutrabajo,estabacondenadoa limitarseensusgestos.Ycontinuamente losmuellesylosbarraconesdeferiaatraíansucorazón.Hubieraqueridomarcharse,perotodoloquepodíahacereraostentarunamuecadedespreciocomosímbolodesusoledad.
Enalgunaparte,fueradelavista,unamujercantaba:CuandomevoydeBrightoneneltren…Lavozeraaguardentosayprocedíadeunbarpúblico.Halepenetróenelsalónprivadoypudoobservarloscontorneadosencantosdelatonadilleraatravésdedosmostradoresyunamamparadecristales.
Suedaderaindefinible—bordeabaquizáelocasodelostreintaolasprimiciasdelos cuarenta— y estaba un poquitín alegre, en plan amistoso y propicio. Por suaspecto maternal hacía pensar en los niños de pecho al mirarla; pero si los habíatenido, lo disimulabamuy bien, preocupándosemucho de sí misma. El tic de suslabiosexpresabaestoprecisamente,laconfianzapuestaensumagníficocuerpo.Ibavestidacondecencia,peronodescuidabalosdetalles.Enrealidadguardabasuslíneasparaaquellosqueeranverdaderosamantesdelaslíneas.
Haleloera.Debidoasubajaestaturalaespiabaconcodiciosaenvidiaporencimadelasvacíascopasydelasjarrasdecervezaadosadasalmostradorprincipalyporentreloshombrosdeloscamareros.
—¡Dedícanosotra,Lily!—dijouno.Ella empezó a cantar: Una noche en la callejuela, Lord Rothschild me dijo…
Nuncapasabadelaprimeraestrofa.Ledivertíamásreírsequedarriendasueltaalavoz,aunquegozabadeunamemoriainagotableparalascanciones.
Para Hale todas eran completamente nuevas y, con el vaso en los labios,atisbábala melancólicamente, mientras ella seguía desgranando las notas de unatonadadelostiemposdelaquimeradeloroenAustralia.
—¡Fred!—susurróunavozasuespalda—.¡Fred!
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ElgindelvasodeHalederramósesobreelmostrador.Unrapazdeunosdieciséisañoslehacíaguiñosdesdelapuerta.Llevabauntrajeraídoyapolillado,unoszapatosgastadosyviejosy,apesardesucarademuertodehambre,ofrecíaunaspectodeterribleyviolentainsolencia.
—¿AquiénllamasFred?—preguntóHale—.YonosoyFred.—Me da lo mismo—repuso el muchacho, guiñándole un ojo por encima del
escuálidohombro,conintencióndesalir.—¿Adóndevas?—Aavisaratusamigos—manifestóelchico.Estabansolosenel salón,exceptounviejocomisionistaquedormitabaanteun
cuartillodevinoañejoyoloroso.—Oye—repusoHale—.Bebeunacopa.Ven,siéntateaquíytomauntrago.—Tengoque irme.—Insistió elmuchacho—.Ya sabesquenobebo,Fred. ¿Te
haceselolvidadizo,no?—Noseastontoytomaalgo.Algodulce,siquieres.—Y rápido, que tengo prisa—contestó el rapaz, sin quitarle el ojo de encima,
vigilanteyalerta.Parecíandosanimalesfabulosos,enplenaselva:untigrefuriosoounelefantepigmeoapuntodehacerunacarnicería—.Unanaranjada—pidió.
—Continúa,Lily—implorabanlasvocesenelbarpúblico—.Dedícanosotra.Elmuchacho,porvezprimera,desviólavistadeHaleparafijarla,atravésdela
mampara,sobreelpechorobustoyloscontorneadosencantosdelamujer.—¡Unwhiskydobleyunanaranjada!—reclamóHale,y,cuandoselossirvieron,
los trasladó a una mesa. Pero el chico no quiso seguirle; estaba acechando a lacantanteconexpresióndeferozdesprecio.Hale,tuvoundesahogodealivio,comoalliberarse de unas esposas que se apretaran, en aquel momento, en torno de otrospuños.Intentóbromear—:Lindapersonita,¿eh?
—¿Personita?…—Silabeó el rapaz—. ¡A cualquier cosa llamas persona!—YrevolviendosuodiocontraHale,tragóselanaranjadadeunsorbo.
—Hetenidoquevenirdebidoami trabajo.Tansóloporundía.YosoyKolleyKibber.
—TúeresFred—insistióelmuchacho.—Bueno;soyFred—repusoHale—.Perotengounatarjetaenelbolsilloquete
puedevalerdiezmachacantes.—Ya estamos enterados de todo ese cuento —rezongó el chico. Su cutis era
barbilampiño, los cabellos lacios amásnopodery en susojosgrises fulgurabaunreflejo de desaliento parecido al de ciertos vejestorios que han perdido ya todasensacióndehumanidad—.Lohemosleídoenelperiódicoestamañana—dijo,ydesúbito,soltóunacarcajada,comosihubieracomprendido,enaquelprecisoinstante,elsignificadograciosodeunchiste.
—¡Puedes tenerunasiquieres!—insinuóHale—.Mira,cogeesteMessengeryleeaquí.Hasta,simeapuras,tehagoganarelpremiogordo.Diezguineas.Notienes
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másqueenviarelinformealperiódico.—¿Es que no te confían a ti la pasta?—preguntó burlonamente elmuchacho,
mientrasalotroladodelbarLilyempezabaunanuevacanción.
Nosencontramos,fueenuntumulto,yyoviqueélmeesquivaba…
—¡Caray!—exclamóelrapaz—.¿Nadieseatreveataparestabocaborracha?—Tedarécinco, si teempeñas—suplicóHale—.Es todo loque llevoencima.
Cincoguineasyelbilletederegreso.—Noteharáfaltaelbillete—sentencióelmuchacho.
Ibavestidacontrajedenoviayrivalizabaconsublancura.
Elarrapiezolevantósefuriosamente,y,desatandosutenebrosaexplosióndeodio—¿hacialacanción?,¿haciaelhombre?—,arrojóelvasovacíoalsuelo.
—Elcaballeropagará—dijoalcamarero,esfumándoseporlapuertadelgarito.YfueentoncescuandoHaletuvolaseguridaddequeleasesinarían.
Unaguirnaldadeliriosllevaba,deliriosblancos.Peroelbrillodesusojoseramástristequeantaño.
El comisionista continuaba dormitando y Hale espió a Lily desde el desiertosalón. Sus espléndidos senos parecían atravesar el delgado traje de verano y elpensamientodenuestrohombrecomenzóadarvueltas.«Debomarcharmedeaquí,debo marcharme de aquí», se decía triste y desesperadamente, sorbiéndola con lamirada,comosicontemplaraalavidamisma.Peronosepodíamarchar.Eraprecisoque cumpliera con su deber. En esto mostrábanse muy exigentes los editores delMessenger.Setrataba,enrealidad,deunperiódicomuyimportante,yundestellodeorgullo hurgó en el corazón de Hale, recordando el largo peregrinaje de su vida:cuandovendíadiariosporlasesquinasdelascalles,laépocaenquehacíaderepórterdeunmodestoperiodicucho localqueno llegabaa losdiezmilejemplares,conunsueldode treinta chelinesa la semana, los cincoañospasadosenSheffield.Estabalisto,advirtióseasímismo,conelmomentáneocorajequedaelwhisky,sipermitíaaesta gentuza que le amedrentara, desviándole de su obligación. ¿Qué podían hacermientrasestuviera rodeadodegente?No tendríanelvalordematarleenplenodía,
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antetestigos.Loscincuentamilforasterosformabansumuralladeseguridad.—Venaquí,corazoncito.Hastanoveratodaslascarasdelpúblicohaciéndoleseñas,nocomprendióquela
frase ibadirigidaaél.Ydegolpepensó,conescalofríos,cuán fácilmente labandapudohaberlealcanzadomientrassoñabaeneldesiertosalón,sinmáscompañeroqueel comisionista dormido. No era necesario salir a la calle para pasar al otrodepartamento del bar; solamente precisaba hacer un pequeño rodeo a través deltocadordemujeres.
—¿Quédeseas?—preguntóacercándosealamujerconcautelosagratitud.«Podríasalvarmivida—reflexionaba—silograrapegarmeaella».—Deseounoporto.—Unoporto—pidióHale.—¿Ytúnoquieres?—No;hebebidobastante.Medormiría.—¡Yqué!Hoyesdomingo.Tomaunacervezaconmigo.—Nomegustalacerveza.Mirósureloj.Marcabalaunayelitinerariocruzóleporelpensamiento.Percibía
unsueldodelperiódicopordepositartarjetasentodaslassecciones.Denohacerlo,siempreselopodríanecharencara.
—Venacomerconmigo—imploróHale.—¡Ojo con él!—dijo Lily a sus amigos, mientras su risa, caliente de oporto,
repercutíaenlosdossalones—.Soyfresca,¿eh?Peronomefíodemímisma.—Novayas,Lily—leobjetaron—.Noesseguro.—Nomefíodemímisma—repitióguiñandodulceyamistosamentesusojosde
ternerilla.Erasumodo—cavilóHale—deexpresarlabienvenida.Conocíaelsistemadesde
los tiempos en que ganaba treinta chelines a la semana. Y ahora pugnaba porencontrarlafrasejusta,eladecuadojuegoparasepararladesusamigosyllevárselapropiciamenteaunrestaurante.Perohabíaperdidoeltactoynosupoquédecir.
—Venacomerconmigo—repitió.—¿Dóndeiremos,sirHoracio?¿AOldShip?—Bien;sitegusta,vamosaOldShip.—¿Habéisoídoesto?—Lilyhablabaatodoslosconcurrentes,alasdosmujeres
denegracofiadeldepartamentodelavabos,alcomisionistaquedormía,solo,enelsalónprivadoyasumediadocenadecompinches—.EstecaballeromeinvitaaOldShip—remedó con voz burlonamente elegante—. ¡Qué lástima!Mañana aceptaríaencantada,perohoyyatengootrocompromisoenelPerroSucio.
Halesevolvió,desesperanzado,hacialapuerta.Elmuchacho—supuso—aúnnohabríatenidotiempodeavisaralabandayalmenosdurantelahoradecomerpodíaconsiderarseasalvo;perodespués,enlashorasabsurdasdelasobremesa,empezaríaacorrerelmayorpeligro.
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—¿Estásenfermo?—preguntólamujer.Sus ojos se posaron en el pecho robusto. Ella representaba la oscuridad, el
refugio,laprotección,elsentidocomún.Elcorazónlepalpitaba,tentándole:«Vuelvea su seno… Puede ser una madre para ti… Tus pies pueden quebrarse en unmomento…».Peroensucínicoytiznadosacodehuesoselorgullovibródenuevo.
—No—repuso—,noestoyenfermo.Meencuentrobien.—Tienesmalacara—insistióLilycariñosamente.—Meencuentrobien—repitió—.Hambre.Esoestodo.—¿Porquénotomasunbocadoaquí?—propusolamujer—.Puedeshacerleun
bocadillodejamón,¿verdad,Bill?Elcamareroasintió.—No,no—dijoHale—.Tengoqueirme.Sefue.Conlacabezagacha,mezclándosetanenredadamentecomoleeraposible
conlamultitud,atisbandoadiestraysiniestraporencimadeloshombros.Nopudodescubrirningunacaraconocida,peroellonoleprodujoningúnalivio.Alprincipiocreyó que podía perderse en medio del gentío, pero ahora las personas que lerodeaban le parecían árboles de un espeso bosque, en el cual un cazador lograríafácilmente preparar una traidora emboscada. El hombre de franela que marchabadelanteledificultabalavisión,ycuandovolviólavista,sumiradaquedóentorpecidapor una brillante blusa escarlata. Tres señoras paseaban en un coche abierto, decaballos, al trote. Las tres comadres se esfumaron en un santiamén como sutranquilidad.¡Québienvivíanciertaspersonas!
Halecruzólacalle.Habíamenospúblicoenlaotraaceraypudoandarmásaprisaysinestorbos.EnlaterrazadelGrandqueseabríacomoeldelicadopastichedeunasombrilla victoriana mostrando sus cintas y flores al sol, los elegantes bebíancocktails. Un caballero de pelo canoso, tez empolvada y lentes de pinza, conaparienciasdepolíticoretirado,permitíaquelavidasedeslizaradelantedesunariz,muy digna y soñolienta ante su copa de jerez. Al pie de la escalinata delCosmopolitandosexpansivasmujeres,conlustrososydescaradoscabellosyblancaschaquetasdearmiño,cuchicheabancomodoscotorras,metálicayconfidencialmente:«Querido—dijeconfrialdad—,sinotegustanlospeinadosdemoda,peorparati».Yhaciendochasquearsuspintadasypuntiagudasuñas,seecharonareír.
PorprimeravezencincoañosKolleyKibberestabaretrasadoensuitinerario.YalasombradelCosmopolitan,deaquelinmensoybizarrohotel,tuvolaideadequelabandapudohabercompradoyleídoelperiódicoyque,portanto,noteníanningunanecesidaddevigilarle.Sabían;encadahora,encadaminuto,dóndeestaríaydóndepodíancazarle.
Un policía montado apareció en el paseo. El noble y magnífico caballo zainopisabadelicadamenteel cálidoasfaltoyparecíamásbienun juguete carísimoparauso y abuso de los hijos de un millonario. Eran de admirar su pulida piel, tanintensamente atezada superficie de una antigua mesa de caoba, y sus brillantes
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riendas plateadas. No se le hubiera ocurrido a nadie que aquel magnífico juguetetuviesealgunautilidad.AHaletampocoseleocurrióy,admirado,fuesiguiendoconlavistaalpolicía,sinqueporunmomentoatinaseapedirlesocorro.Enlaacera,unvendedorambulantepermanecíadepieanteunasurtidasalvilladeobjetosdiversos.Teníatodalamitaddelcuerpomutilada:pierna,brazoyhombro.Elpreciosoanimal,mientrasmarcaba el paso, volvió ligeramente la cabeza a un lado comouna viudapudorosa.
—Cordonesparaloszapatos—dijoelhombre,dirigiéndoseesperanzadoaHale—,cerillas.—Halepasódelargo—,hojasdeafeitar,navajas.
Peroestaspalabrasmartillearonsucerebroconelturbiorecuerdodelasangrientaheridaydelosestertoresdelaagonía.ConunanavajamataronaKite.
Veinte yardas más allá divisó a Cubbit, un hombre fornido, con el pelo rojocortadoenbrosse[2]yllenodepecas.Estabanegligentementearrimadoaunbuzóndecorreos,avizorandoaHale,peronohizoelmásmínimogestodereconocimiento.Elcartero acercóse a recoger la correspondencia y Cubbit se retiró un poco,servicialmente.Estuvo chanceandounosmomentos con el empleado, que, soltandoalegres carcajadas, iba llenando su talega, y luego dirigióse a Hale por señas,indicándolequeleesperabaenlaotraesquina.Enefecto,empezóaandar,retardandolamarcha, con guiños ymuestras de amistad. Hale comprendió con exactitud susintenciones,pueseltruconoeramuyoriginal.Enelfondonoteníamásquecogersedesubrazoydejarseconducir,alegremente,adondeledieralagana.
Mas el antiguo y desesperado orgullo empezó de nuevo a latir. Estabaangustiosamenteatemorizadoyhartodetodo,perosedijoasímismo:«Nodeboirhacia lamuertepormispropiospies».Y luego,guaseando insincero:«Nomehaceningunailusiónsalirenprimerapágina».Estoeralopositivo;lasdosmujeresquesemetíanenuntaxi,laorquestaquetocabaenPalacePier,lostirosalblancodisueltosen humo sobre el pálido cielo azul; y no el pelirrojo Cubbit esperándole en unaesquina. Hale desvió su camino, cruzó la calle y, marchando de prisa, dirigiósenuevamentealWestPier.Noseescapabaatontasyalocas;habíaconcebidounplan.
Necesitaba—decíase—encontrarunachica.Enundomingocomoaquéllacosasería relativamente fácil, pues pululaban a montones, esperando encontrar uncompañeroquelasinvitaraabeberalgoyabailarenSherry’syquelasacompañaseluegoasucasa,unpocoalegresycariñosasenelpasillodeltren.Elmejorremedioerallevarcontinuamenteuntestigopegadoaél.Lopasaríamuymal,aunenelcasodequesuorgulloselopermitiera,simarcharaalaestaciónsolo.Allíesmuypococomplicado acechar a un hombre solitario y cargárselo. Basta simplementeacorralarlealrededordeunvagóny tundirle,deungolpe,en los raíles.FueenunaestacióndondelabandadeColleoniliquidóaKite.
Enelpaseo,laschicasremoloneabansentadasenlassillasdeadospeniquesylasque no tenían compromiso se morían de ganas por tenerlo. Mecanógrafas,dependientas, peluqueras…Las peluqueras, sobre todo, atraían la atención por sus
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flamantesyatrevidaspermanentesysusbonitasycuidadasuñas.Lanocheanteriordebían haber estado hasta muy tarde en sus establecimientos, arreglándose unas aotras,yahorapermanecían,melosasysoñolientas,tomandoelsol.
Delantedelassillasloshombresvagabanengruposdeadosotres,llevandoporprimera vez sus atuendos veraniegos: pantalones gris perla de planchadas líneas yelegantescamisas.Secomplacían,a logrande,ennohacercasode lasmuchachas,comosinolesimportaran,yentreellos,Hale,consuandrajosotraje,sucordónporcorbata, su deshilachada camisa y sus lamparones vitalicios, suspirabadesesperadamenteporunachica.Ofreciócigarrillosaalgunas,peroellaslemiraroncon insolentes ojos esquivos, contestándole como si fueran duquesas, «Gracias, nofumo». Y el pobre Hale, sin necesidad de volver la cabeza, intuyó que a cosa deveinteyardasCubbitrondabaalertayvigilante.
Esto le puso los nervios de punta y no pudo disimular su temor. Empezó acomportarsetontamentemientraslasmuchachasseburlabandesusvestidosydesuforma de hablar, lo que constituía una menguada humillación para Hale, pues suorgullo limitábase tan sólo a su carrera. A solas, ante el espejo, contemplandoaquellas piernas torcidas y aquel pecho raquítico, se hacía pocas ilusiones. En elfondo,sivestíaraídaynegligentemente,eraporconvicción;laconviccióndequenocontabaconinteresaraningunamujer.Renunció,pues,alasbonitasyalaselegantese hizo resbalar la vista a lo largode las sillas, buscando alguna lo suficientementesencillaparaagradecersusatenciones.
«Ésta es mi chica» —reflexionó, sonriendo con esperanza a una mantecosacriatura, gorda, rosada y llena de viruelas, cuyos pies apenas tocaban el suelo.Sentóse a su lado y clavó los ojos en elmar, tranquilo y fecundo, arrollado a lospilaresdeWestPier.
—¿Uncigarrillo?—ofrecióalcabodeunrato.—Nosésideboaceptarlo—dijolachicaconpalabrasdulcesyconsoladoras—.
Nolocreooportuno.—¿Deexcursión?—Sí.—Bien.Supongoquenopensarápasarsetodoeldíasentadaaquí,¿verdad?—¡Oh,quéséyo!—Podríamosiracomeralgo,¿noleparece?Yluego…—¿Podríamos?Esustedunfresco.—Bueno,¿entoncesesquepiensapasarsetodoeldíasentadaaquí?—Enabsoluto—recalcó lagordamuchacha—;peroellonosignificaque tenga
queirconusted.—Vamosatomarunvermutylodiscutiremos.—No hace falta —repuso la chica sin forzar la negativa y procurando
ladinamentecubrirsuviruelas.—Entonces,vámonos—insistióHale.
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—¿Tienealgúnamigo?—No,estoycompletamentesolo.—Puesnopodráser.Imposible.Noestaríabienquedejarasolaamiamiga—y,
por primera vez, Hale pudo observar en la otra silla a una muchacha, pálida yexangüe,queesperabaávidamentesucontestación.
—Pero¿austedlegustaríavenir?—imploróHale.—Oh,sí…Peroyaveelplan.—Suamiganoseopondrá.—No, no. No puedo dejarla sola —dijo, fijando la mirada, pegajosa e
impasiblemente,enelmar.—¿A usted no le importa, verdad? —interrogó Hale, incorporándose, a la
macilentaimagen.Ella,portodacontestación,gorgojeóconembarazosoregocijo.—Noconoceanadie—sostuvolamuchachagorda.—Quizáseavengaconalguien.—¿Quéteparece,Delia?—Lafláccidachicaarrimólacabezaaladesuamigay
ambasmurmuraronalgo.DevezencuandoDeliagorgojeaba.—¡Yaesbastante!¿Quierevenirono?—¿Porquénobuscaaunamigo?—Yalehedichoquenoconozcoanadie—rezongó—.Ande,seabuena.Iremosa
comeradondeleapetezca.Cualquiersitio,medalomismo—sonriómiserablemente—.Tansólodeseoestarconusted.
—No—repusolamuchachagorda—.Sinmiamigaesdeltodoimposible.—Bueno,puesvámonoslostressinohaymásremedio.—NoserámuydivertidoparaDelia—objetólapecosacriatura.Enaquelmomentounavozvinoainterrumpirles.—¿Aún estás aquí, Fred? —dijo. Y Hale pudo contemplar los ojos grises y
fatídicosdeaquelrapazdelbarpúblico.—¡Cómo!—Lagordamuchachafulgurabadealegresorpresa—.¡Sidecíaqueno
teníaamigos!—NodebencreernadadeloquediceFred.—Ahora sí que podremos formar una agradable partida—continuó la chica—.
ÉstaesmiamigaDelia.YosoyMolly.—Encantadodeconocerlas.¿Dóndeiremos,Fred?—Tengohambre—intervinoMolly—.Yestoy seguradeque tú tambiénandas
sobradadeapetito,¿verdad,Delia?—Deliaretorcióseygorgojeó.—Conozcounbuensitio—apuntóelmuchacho.—¿Tienensundaes[3]?—Losmejoressundaes—aseguróleconsordavoz.—Estoesloquemegusta.Delia,encambio,prefieresplits.—Vámonos,Fred—dijoelrapaz.
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Halelevantóseylediolamano.Estoeralopositivo,ahora:elchico,lacortantenavajaylavidaquesederrumbaconundolorsangriento.Nomássillasdepaseo,niolas rumorosas, ni coches eléctricos en la curvadelPalacePier.El suelo temblababajo sus pies y sólo el pensamiento de que podían cazarle mientras estuvierainconsciente le salvó del desmayo. Así como antes el tenaz orgullo le dominaba,ahora sólo el instinto cada vezmás vigoroso de no hacer una escena estorbó quepregonara su miedo en alta voz. La perplejidad tenía más fuerza que el terror,impulsándole a mostrarse sosegado. Si el chico no llega a insistir es posible quehubieraseguidocomouncordero.Peroelchicoinsistió:
—Vámonos.¿Quéesperas?—No—contestóautomáticamenteHale—.Novoy.Noleconozco.Nomellamo
Fred.Nunca le hevisto antes de ahora.Esun fresco.—Ypusopies enpolvorosa,gachalacabeza,desesperadoyerrante,sinrumbofijo,mientraseltiemposeguíasumarcha implacable. De pronto, a lo lejos, oyó la voz aguardentosa de Lily quecantaba una canción de novias y ramilletes, de azucenas y fúnebres mortajas.Palpitando se lanzó en su busca, como el caminante perdido en un páramo quevislumbraellejanoresplandordeunahoguera.
—¡Cómo—dijo lamujer—, si esmi corazoncito!—Ante el asombrodéHale,Lilyestabacompletamentesolaeneldesiertodesillas—.Misamigossehanidounmomento.
—¿Puedosentarme?—Si tienesdospeniques—bromeóella—.Yono los tengo.—Alvaivénde su
risa losmagníficossenospunzabanel fino traje—.Alguienhapellizcadomibolso.Estoylimpia.—Halelamiróconsorpresa—.¡Oh,estoeslomásgracioso!Eldineronomeimporta.LoquemeduelesonlascartasdeTom.¡Erantanapasionadas!Debedetratarsedeunraterosentimental.Tomsevolverálococuandolosepa.
—Sinecesitasalgo…—ofrecióHale.—No,no.Noestoyapurada.Misamigosmeprestarándiezmachacantescuando
vuelvan.Hanidoallavabotansólo…—¿Amigostuyos?—Losheconocidoenelbar.—¿Ycreesquevolverán?—Sí, claro. ¿No opinas lomismo?—Dirigió lamirada a lo largo del paseo y
luegoaHale,desatandosurisanuevamente—.¡Tienesvista!Hansidoelloslosquemehanpuestolasperasacuarto.PeronosonmásquediezchelinesylascartasdeTom.
—¿Quieresveniracomerconmigoahora?—Tengo un piscolabis en el bar. Me lo prometieron; es lo menos que podían
hacerdespuésdehabermedejadosinblanca.—Perotomaalgoademás.—No, no tengo ganas.—Recostóse en la silla con la falda por encima de las
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rodillas,luciendosusesbeltaspiernas,yexclamódesperezándosevoluptuosa—:¡Quédía!—Elsolresbalabacentelleantesobreelmar—.Medalomismo.Mereceríannohabernacidonunca.Yosoymuyabsolutaenloqueserefiereamisderechos.
—¿TellamasLily?—preguntóHale.Nopensabayaenelhorriblemuchacho.Sehabía esfumado; Cubbit se había esfumado; todo se había esfumado, excepto laimagencálidadeaquellamujer.
—Éste es mí nombre de batalla. El verdadero es Ida. —En sus labios elmanoseado y vulgar nombre griego adquirió un ápice de dignidad—. Tienesmalacara.Deberíastomaralgúnalimento.
—No,sinomeacompañas.Soyfelizatulado.—Ja, ja…Vaya galantería amable. Desearía que Tom te oyera. Escribiendo es
muyapasionado,perocuandollegalahoradehablar…—¿Es que quiere casarse contigo?—dijo Hale, aspirando su cuerpo que olí a
jabónyavino.Ensubocaebriaycarnosa,ensusmagníficossenosyensus finaspiernasflotabaelalivio,lapaz,elperezosoysoñolientobienestarfísicoyunsentidodeprotecciónydematernidadqueemborrachóelcerebroatemorizadoymustiodeHale.
—Estuvimoscasados,hacetiempo.Peronosupoapreciarladichaquelecayóensuerte.Ahorapretendevolver.Teenseñaríasuscartassinomelashubieranrobado.¡Qué lindas, qué apasionadas! Te asombrarían. —Desgranó su risa, a placer—.Escribía cada cosa… Y era un muchacho tan modesto además… Pero en fin…cuandodigoqueesmuygraciosovivir…
—¿Piensas volver con él? —preguntó Hale, despertando de su castillo deensueñosconenvidiayacritud.
—Nolocreo.Enrealidad,yanopuedereservarmeningunaemoción;melosédememoria, le conozcodemasiado.Además, ahorapodría encontrarpartidosmejores.—Nolodecíaporjactancia,sino,porqueestabaunpoquitínalegreysesentíafeliz—.Tengoofertasmuyinteresantessiquisiera.
—Y,¿cómovives?—Oh,aldía.Completamentealdía.—Luego,guiñándoleunojoconexpresión
deconfianzapreguntó:—Ytú¿cómotellamas?—Fred —repuso automáticamente Hale, pronunciando sin darse cuenta, el
nombre que reservaba para las presentaciones fortuitas o arriesgadas. Por algúnmotivooscurode reserva,escondíaamenudoel suyoverdadero,Charles.Desde lainfancia,amabaelmisterio,loslugaressigilosos,lasaventuras,ylaoscuridad;yfueenlaoscuridaddondeconocióaKite,elchico,aCubbit,atodalapandilla.
—Y ¿de qué vives?—interrogó Ida cariñosamente.A los hombres siempre lesgusta hablar, pensaba, y a las mujeres escuchar. En cuestión de experienciasmasculinaseraunarchivoinapreciable.
—Apostando—dijoélconrapidez,evasivamente.
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—Magnífico. A mí también me encanta todo ese tinglado de las carreras decaballos.¿PuedesdarmeunpronósticoparaelsábadoenBrighton?
—BlackBoy—contestóHale—,enlacarreradelascuatro.—¡Paganveinteauno…!Halelacontemplóconsorprendidorespeto.—¿Yqué?…Cógeloodéjalo,comoquieras.—Locojo.Nuncarechazounpronóstico.—¿Vengadequienvenga?—Medaigual,esmisistema.¿Estarásallí?—No,nopodréir.—Apoyóunamanoenlabarbillapensando:«Noquierocorrer
nuevos riesgos. Diré al editor del periódico que estoy enfermo, y no tendrá másremedio que resignarse.Lamuerte está aquí, al lado.No es nada bonito jugar conella».Luego,envozalta—:Venalaestaciónconmigo—dijo—.Volvamosjuntosalaciudad.
—¿En un día como éste?No lo esperes…Deberías estar hasta el cogote de laciudad. Pareces preocupado. ¿Por qué no tomas un poco el aire? Además, haymontonesdecosas interesantesaquí.Deseovisitar elAquariumyBlackRock.Porotraparte,aúnnoheestadoenPalacePierhoy.SiempresevealgonuevoenPalacePieryyomepirroporlasdiversiones.
—Bien,haremostodoesto,yluego…—Cuandodedicoeldíaaunacosamegustadedicárseloporentero.Yatelohe
dicho,soymuyabsoluta.—Nomeimporta.¡Mientrasestésconmigo…!—Deacuerdo.Perotenpresentequenopuedescontarconmibolsoyqueamí
megustamuchogastar.Nomeconformoconunamiraditaaquíyallá.Quieroverlotodoybien.
—Estámuy lejosPalacePierpara irapieconeste sol—propusoHale—.Serámejorcogeruntaxi.
Perono intentóningúnescarceo inmediatocon Ida,dentrodel taxi.Permanecíaagachadoconlosojosfijosenelpaseo.NopudovislumbrarningunaseñaldeCubbitni del chico en el reluciente y bochornoso día. Recostóse de mala gana y con lasensación de los escotados y propicios senos de Ida, pegó su boca en la suya,recibiendo una vaharada de vino deOporto en la lengua.Y, debido a la posición,pudoverporlamirillatraseradelcocheaunviejoMorris1925quelesseguía,conresquebrajada y polvorienta capota y el parabrisas combado y crujiente. Hale,contemplándole, sintió escalofríos y apretóse a la mujer, mientras el taxi parabapausadamenteenelbordillo.
—Déjame respirar —dijo ella apartándole para arreglarse el sombrero—. Notienesqueesforzartetanto…Eresunchiquillo.—Bajosumanonotólasacudidadesusnerviosentensióny,rápidamente,dirigiósealchofer—:Nopare.Déunpardevueltasmás.
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—Haleestabapálidocomosiexperimentaralosardoresdelafiebre.—Estásenfermo.Nodeberíasirsolo.¿Quétepasa?Elhombrenopudocallarpormástiempo.—Voyamorir—dijo—.Tengomiedo.—¿Tehavistoeldoctor?—Nomesirveeldoctor.Nadiepuedeayudarme.—Nodeberías ir tansolo—repitióIda—.¿Tehandesahuciadolosmédicos, tal
vez?—Sí—susurróHale,ypusodenuevosubocaenlasuyaporquebesándolapodía
contemplarelviejoMorristraqueteandodetrásdeellos.Ida le apartó nuevamente, reteniendo, sin embargo, los brazos alrededor de su
cuello.—Están locos. Tú no estás tan enfermo. Me daría cuenta en seguida si fuera
verdad.¿Sabesloquetedigo?Quenomegustaveraunhombrearrojandolaesponjatanfácilmente.Lavidaesbellasinosedesfallece.
—Nodesfallecerémientrasestésconmigo.—Asíme gusta. Tienes que ser valiente—y bajando el cristal de la ventanilla
paraque entraraunpocode aire, le rodeó con losbrazosy ledijo con suavidadydulzura—:¿Nosabíasloquetepescabas,verdad,cuandomedijistetodoesodelosdoctores?¿Queríasengañarme?
—Sí—contestóHaleabrumado—,esoes;queríaengañarte.—Vaya,menosmal.Casimehasasustadoporunmomento.Bonitajuergahubiera
corridositellegaasucederalgoenestetaxi.EstupendainformaciónparaqueTomlaleyeraenlosperiódicos.Loshombresacostumbranajugarmesemejantesjugarretaspara descubrir… ¿qué sé yo?, algún intríngulis, alguna sospecha, o dinero, osentimientos.Nocreasqueerestúelprimeroquemedicesqueteestásmuriendo,nitansóloelprimerinfecciosoconquemehetopado.No,no;estoescosageneral.Conlaexcusadeaprovecharbienlasúltimashorasdevidapretendéisaprovechamosdetodas las demás también.Me sucede porque soy gordita, supongo, y porque tengoaspectomaternal.No tedigoquenomeengatusaran laprimeravez.«Losmédicossolamentemedanunpar de semanas»,medijo unohace cinco años.Y ahora nosvemos casi a diario enHenneky's. «Hola, fantasma resucitado», le saludo al verle,dispuesta a dar buena cuenta de las ostras y el vaso deGuinness[4] con que sueleinvitarme.
—No,noestoyenfermo—murmuróHale—.No teasustes.—Ydeshaciéndosedeltranquiloysosegadoabrazotuvolafuerzasuficienteparanohumillarsuorgullohasta el fondo. Pasaron veloces ante la terraza delGrand—el noble caballero conaparienciasdeexpolíticodormitabaaún—yanteelMetropolitan.
—Ya hemos llegado —exclamó Hale—. Espero que continuarásacompañándome,aunquenoestéenfermo.
—Claroquesí—repusoIda,hipandosuavementealapearse—.Megustas,Fred.
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Megustastedesdeelprimermomentoporqueeresuncaballero.¿Quéestantagenteallí?
—Porcadarelojquevendo—voceabauncharlatánenmediodeuncorro—hagocompletamentegratisunobsequiodeveinteveceselvalordel reloj.Solamenteporunchelín,señorasyseñores.Noesmásqueunchelín.Yporcadarelojquevendo…
—Cómprameunreloj,Fred—dijoIdaempujándolecariñosamentehaciaelgrupo—peroantesdametrespeniquesparabajaraltocadoryarreglarmeunpoco.
Estabanenlaacera,alaentradadePalacePier.Lamultitud,densaasualrededor,entrabaysalíaporlostorniquetes,yharaganeabaanteelbaratillero.Nohabíaningúnrastro,enningunaparte,delviejoMorris.
—Nonecesitasarreglarte,Ida.Estásmuybien.—Quierorefrescarmeademás.Elsudormemolestamucho.Espérame,notardaré
nidosminutos.—Novayas,Ida…Aguardaaqueestemosenelrestaurante.Allíteserámásfácil.—Nopuedoaguantarmás,Fred.Deverdad,nopuedo.Sébueno.Halepensóenlosdiezchelines.—Toma—dijo—paraqueveasquemeacuerdo.—Gracias,esungestomuyamable,portuparte.¿Nolosnecesitarás?—No.Perovedeprisa,Ida.Notardes.Teesperaréaquí,justamenteaquí;delante
de la puerta… aquí… —repitió, obsesionado, apoyándose con la mano en labarandilladeltorniquete.
—Caramba—contestó Ida—, cualquiera diría que estás muy enamorado.—Ymientras bajaba las escaleras del tocador de mujeres, la imagen de Hale, tierna ysencilla,fluctuabaensupensamiento.Unpobrehombre,enclenqueyabatido,conlasuñasmordidas(noseleescapóeldetalle),loslamparonesylamanotrémulaapoyadaenlosbarrotes.«Esuntontíndelicioso»,sedijoasímisma,«meencantósumanerademirar,enelcafé,antesdehaberlesonreído».Ydenuevo,muybajitoestavez,sepusoacantarconsuvozcálidayaguardentosa:«Unanoche,enunacallejuela,LordRothschildmedijo…».
Hacíamuchotiempoquenolepreocupabatantoningúnhombrey,enmenosdecinco minutos, fresca, empolvada y radiante, subía de nuevo las escaleras paraasomarsealespléndidomediodíadeaquelampulosodomingo.
PeroyanovioaHale.Noestabadelantedeltorniquete,noestabaenlaacera,noestabaenelcorroquerodeabaalcharlatán.Penetróenél,alafuerzaparaasegurarse,hastatopardenaricesconelengreídoeirritadovendedor.
—¿Qué?…¿Nodaunchelínporunrelojyunobsequiocompletamentegratisdeveintevecessuvalor?Yonodigo,señorasycaballeros,queelrelojvalgamuchomásdeunchelín,sinoqueestanbuenocomocualquierotro.Peroconunregaloencima,comoelqueyoofrezco…
Ida puso aturdidamente el billete de diez chelines en la mano del charlatán yaceptó el paquete y el cambio, pensando: «Debe haber ido al lavabo. Volverá en
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seguida».Luego, colocándose en el lugar convenido, desplegó el papel en que venía
envueltasucompraynopudoreprimirunaexclamacióndesorpresa.«BlackBoy—decíaelpapel—,enBrighton,alascuatro».
Ésteerasupronóstico—barbotóconternurayansiosamalicia—.Aquíhaygatoencerrado.Ysedispusoaesperarleconresignaciónypaciencia.Eramuyabsolutaentodo.
Enlaciudad,alolejos,enalgúncampanariosonógravementelaunaymedia.
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II
Chico,despuésdepagarlostrespeniques,entróporeltorniqueteyconpasoerguidotraspuso las cuatro filas de butacas en donde el público esperaba el principio delconcierto. El traje de confección, oscuro y delgado, le venía un poco ancho y pordetrás aparentaba ser mucho más joven de lo que era, pero mirándole de frenteparecía mayor. Sus ojos esbozaban aquel cansancio peculiar de los que están devueltade todo,ycuando laorquestaempezó laexhibición fue siguiendo lamúsicacon un movimiento convulsivo y rítmico del cuerpo. Las cuerdas de los violinesgemían,peroélnoseentretuvoescuchandoycontinuóimpasiblesucamino.
EnelpalaciodeDiversionesavanzócondesganaatravésdelostenderetes,delastragaperrasyde lospuestosde tiroalblanco.Lasmuñecasde losestantesmirabancon vidriosa inocencia. Chico contempló desvaídamente los baratillos: fruslerías,sortijas,globosazulesymejillaspintarrajeadas.
—AveMaría…—murmuraronsuslabios—enlahoradelamuerte.—Luego,envozmásaltapidió—:Dameseisbalas.
—¿Ah,erestú?—dijoelferianteconintranquilodisgusto.—Sí.¿Nomeesperabas?—contestóChico,espetándoleseguidamenteabocade
jarro—:Oye,Bill,¿tieneshora?—¿Quéquieresdecirconesto?Ahífuerahayunreloj.Míralotúmismo.—Yaloveo.Marcalasdosmenoscuarto,casi.Nocreíaquefueratantarde.—Esterelojsiemprevaalahora—recalcómaliciosamenteelhombre,avanzando
desdeelfondodelatiendapistolaenmano—.Siemprevaalahora,¿comprendes?Nosirveparacoartadas.Esonunca.Son lasdosmenoscuartoenpunto.Éstaes lahora.
—Bueno,bueno.Estábien,Bill.Lasdosmenoscuarto…Estodoloquequeríasaber.Damelapistola.
La cogió. Sumano, huesuda y débil, apuntaba firme como una roca. Los seisdisparosdieronenelblanco.
—¿Quépremiomehatocado?—Escoge tú mismo el maldito premio y ahueca con él. ¿Qué quieres?
¿Bombones?—Nomegustan.—¿UnpaquetedePlayers?—Nofumo.—¿Unamuñeca?¿Unjarróndecristal?—Damelamuñeca—decidióChico—.Éstamisma,ladelpelomoreno.—¿Esquetehanacidofamilia?Chico se fue sin contestar. Desfiló rígido, como siempre, a lo largo de los
barracones,aunconelolordelapólvoraenlosdedosennegrecidos,yagarrandoala
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muñecaporloscabellos.Elagua,moteadadealgasmarinas,lamíalospilaresenlosbordesdelmuelleyel
vientosalobrelesalpicabaloslabios.Trepóporlaescalerahastalaterrazadeté,perotodas las mesas estaban llenas. Entró en la oblonga glorieta de cristales que selevantabaacincuentapiessobre lamareabaja,decaraalOeste.Allípudosentarseanteunamesitalibre,escogiendoelsitiomásapropósitoparadominartodoelsalónyporencimadelagua,eldescoloridopaseo.
—Esperaré—dijoalamuchachaquefueaservirle—.Vendránunosamigos.Lasventanasestabanabiertasyseoíaeloleajeprofundobatiendoenlosrimeros
delmalecón,yhastalamúsicadelaorquesta,lánguidaymelancólica,alomosdelabrisa.
—Seretrasanmucho—observó—,¿quéhoraes?Sinquerer,nerviosamente,arrancólapelucadelamuñeca.—Soncasilasdosmenosdiez—repusolachica.—Todoslosrelojesvanadelantadosenestemuelle.Nolocrea.EslahoraexactadeLondres.—Tomaestebibelot;nomegusta.Loheganadoenunodelosbarraconesyno
megusta.—¿Meloda?—Claro,¿noloves?Ponloentucuarto.Selotiródisplicenteysepusoacontemplarlapuertaconimpacienciareprimida.
La única señal de nerviosismo que escapaba a su dominio era un ligero tic en elhoyuelo de susmejillas, como si comiera algomuy difícil de tragar.De pronto, ycuando ya estaba a punto de perder la calma, Cubbit y Dallow aparecieron en laterraza.Dallow teníaun tipo fornidoymusculoso, lanariz rotayunaexpresióndebrutalingenuidad.
—¿Ybien?—dijoChico.—Todomarcha—contestóCubbit.—¿DóndeestáSpicer?—Ahora viene —intervino Dallow—. Ha ido un momento al lavabo, para
arreglarse.—Su obligación era venir directamente. —Hablaba con dureza—. Estáis
retrasados.Hedichoamenoscuartoenpunto.—Nolotomesasí—propusoCubbit—.¿Porquénodabasunapequeñavuelta?—Yalohehecho—cortóChico, llamandoa lacamarera—.Cuatroracionesde
patatasypescadofritoycuatrotazasdeté.Esperamosotroamigo.—Spicernoquerrácomer—advirtióDallow—.Notieneapetito.—Peorparaél—fuelarápidarespuestadelmuchacho.Y,apoyandosurostroen
lasmanos,observólaspálidasfaccionesdeSpicerqueavanzabalentamenteysintióqueelenojoseleremovíaenlastripascomolamareaenlospilaresdelmuelle.
—Sonlasdosmenoscinco—espetóle—¿teparecebien?—Luego, insistiendo,
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preguntóalacamarera—:Sonlasdosmenoscinco,¿verdad?—Tardémásdeloqueesperaba—dijoSpicercontonoplañidero,derrumbándose
en la silla, abrumado y blanco como la cera. Contempló con náuseas la raja depescado,pardayhumeante,quelamuchachalepusoenelplatoyrezongó,sinpodercontenerse:
—No tengo hambre. No quiero comer esta bazofia. ¿Por quién me habéistomado?
Los otros permanecían quietos, sin hincar el diente, embebidos en los ojosindefinidos de Chico como criaturas aturdidas. Chico, tranquilo, escanció salsa deanchoas,sobrelaspatatas,ordenandoconfrialdad:
—¡Comed!…¡Vamos,comed!Dallowhizounamueca.—Estádesganado—dijo,rellenandosubocadevianda.Hablabanmuybajoysuspalabrasseperdíanenlabataholadeplatosyvocesyen
eleternooleajedelmar.Cubbitsiguióelejemplo,mordisqueandosutrozo.TansóloSpicernoquisocomer.Continuabaimpasibleytestarudo,conlafrenteenvejecidayunligeromareo.
—Dameunacopa,Pinkie—pidió—.Nopuedoconestemejunje.—Loqueesporhoynilosueñes—contestóleChico—.Anda,come.Spiceraregañadientes,probóunbocado.—Nopuedo,nopuedo.Mepondríaenfermo.—Vomítalo entonces. Vomítalo si tienes el estómago para vomitar. —Luego,
dirigiéndoseaDallow,preguntó—:¿Todohaidobien?—Perfectamente.Cubbityyoletrasladamos.LastarjetasselasdimosaSpicer.—¿Lascolocastetodasensusitio?—Desdeluego.—¿Alolargodelpaseo?—Sí, sí; las escondí comodebía.No sé aquéviene tantapreocupaciónpor las
tarjetas.Eresdurodemollera.Sonunacoartada,¿comprendes?—Suvozconvirtióseen
unmurmulloqueparecíasurgirdelplato—.Demuestranquehaseguidosuitinerariohastaelfinal;pruebanquemuriódespuésdelasdos.Atención,¿oísesto?
Débilmente,enlaciudad,elrepiqueteodeuncampanariocantólasdos.—Supongoqueyalehabránencontrado—reflexionóSpicer.—Estoseríamaloparanosotros—repusoChico.—¿Yquéhaydeestapalomaqueestabaconél?—No tiene importancia. No es más que una buscona que le sacó un billete
pequeño.Viperfectamentecuandoselodaba.—Estás en todo —adujo Dallow con admiración, escanciándose una taza de
oscurotéycogiendocincoterronesdeazúcar.—Estoyenloquemeinteresa—dijoChico.LuegopreguntóaSpicer—:¿Dónde
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pusistelastarjetas?—PuseunaenelrestauranteSnow’s.—¿Dóndedices?¿EnSnow’s?—¿Tenía que comer, no? El periódico lo decía y tú me mandaste seguir el
periódico. Además, él acostumbraba a poner tarjetas en los restaurantes. Hubierasobradounatarjetasinolohago.
—Ahorasobramuchomás.Esposiblequelacamarerasehayadadocuentadetuazoramiento.Y si, por casualidad, ha encontrado la tarjeta, en seguida después demarcharte…,menudojolgorionosespera.¿Dóndelaescondiste?
—Debajodelmantel,comoerasucostumbre.Lamesasehabráocupadodespuésdemí,supongo,ynoesfácilquelaencuentrenhastaporlanoche,cuandolevantenlosservicios. Incluso,puedequeseaotramuchacha.Nocreo,de todosmodos,quemehayareconocido.
—VuelveaSnow’s—ordenóChico,pesandolaspalabras—ytráemeestatarjeta.Noquierocorrerelriesgo.
—Yonovoy—susurróSpicersinaliento.YdenuevolostreshombresquedaronprendidosenlosojosdeChico.
—Vetú,Cubbit.Talvezseamejor.—Nolopienses—rezongóelpelirrojo—.SupónqueyalahanencontradoYme
pescanbuscándola.Créeme,espreferiblecorrerelriesgoydejarlo.—Habladcomosi talcosa…—dijoChico,alverque lamozaseacercabaa la
mesa—.Condisimulo…—¿Quierenalgomáslosseñores?—Sí…Tráiganosunoshelados.—Espera,Pinkie—protestóDallowcuando la camarerahubopartido—.Yono
quierohelado.Prefierounplatitodedulces.—Bien,sinoquiereshelado,vetúaSnow’sytraelatarjeta.¿Tesobracoraje,no?—¿Aúnestás con esto?Miraque eres tozudo.Nome falta coraje, ya lo sabes,
peronocreoquesealomásprudente.Esunalocurair.—No hables tan alto—silabeóChico—.Bueno, si nadie se atreve, iré yo.No
tengomiedo;tansólounascoprofundodetrabajarconunachusmacomovosotros.Puedequealgúndíamecanse…Avecespiensoquemeservísmásdeestorboquedeayuda.—La tarde, fuera, sebañabaenelagua—.Kiteeraunbuenelemento;peroKitemurió.¿Enquémesatesentaste,Spicer?
—Justamente al entrar, a la derecha. Una mesita individual, con un ramo deflores.
—¿Quéflores?—¡Quéséyo!…Unasfloresamarillas.—No vayas, Pinkie —advirtió Dallow—. Es mejor dejarlo. No sabemos qué
puedepasar…PeroChicoya sehabía levantadoy, con su rigidezhabitual, cruzaba el largoy
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estrechosalóndetéadormecidosobreelmar.Noparecíatenermiedo;suindefiniblecaradepokernadareflejaba.
EnelrestauranteSnow’s lasapreturashabíanterminadoylamesitaestabalibre.Losaltavocesdesgranabanunprograma retransmitidodesdeunciney laampulosa«voxhumana»repercutíaeneldesiertodemantelesusadosllenosaúndemigajas.Lahúmedabocadelmundodoliéndosedelavida.
Lascamareras,amedidaque lasmesasdesocupábanse,sacudían losmantelesycolocabanlosserviciosdeté.NadiesefijóenChico;levolvíanlaespaldacuandoéllasmiraba.Deslizólamanodebajodelmantelynadapudoencontrarallí.Desúbito,lerebrincaronlosnerviosconaquellaexplosiónpeculiardemalignocorajeyaplastóun salero tan fuertemente que lo hizo añicos. Entonces una criada rubio ceniza,destacándosedeuncorrodechismorreo,acudióseriaeinterrogante.
—¿Quéserá?—dijoacercándosealmuchachodelrostrojovenyeltrajeraído.—Quierotomaralgo.—Yaestardeparacomer.—Noquierocomer.Deseotansólounatazadetéyalgunosbizcochos.—¿Quierehacerelfavordesentarseenunadelasmesasdispuestasparaelté?—No;meacomodaésta.Lamozaintentóretirarse,gallardayaltiva,peroChicoladetuvo.—¿Hatomadonotadeloquehepedido?—Lacamareraquesirveestamesavendrádentrodeunminuto—contestoella.Y,
pasando de largo a través del corro de chismosas, desapareció por la puerta deservicio.
Chico, con el tic nervioso en sus crispadas mejillas, cambió de asiento y, denuevo,pusolamanodebajodelmantel.Eraunaacciónsinimportancia,perolepodíacostarmuycarasialguiensefijabaenella.Noencontrónadatampocoestavezy,conrabia,acordósedeSpicer.«Borrachoperdido;todoloestropea».
—¿Quédeseaelseñor?—dijounavozasulado.Chico,severamente,levantólavistapensando:«Unadeestasmequetrefesquese
deslizancomosítuvieranmiedodesuspropiospasos».Lamuchachaeradelgadayfina,algomasjovenqueél.
—¿Noselohadichosucompañera?Lamozasedeshizoenexcusas.—¡Ha venido tanto público!… Y hoy es el primer día que sirvo. Estaba,
precisamente,enelúnicomomentodedescanso…Perdone,¿haperdidoalgo?Retiróconsobresaltolamanomientraslaobservabaconojosfríosypeligrosos.
Las mejillas le crepitaban. En el fondo no podía ofrecer ninguna razón para sucomportamiento; era una de estas absurdas futilezas que le hacen a unomorder elpolvo.Peroella,sindarsecuenta,vinoensuayuda.
Cambiaréelmantelparaelté,siesquebuscaalgunacosa.En un abrir y cerrar de ojos desembarazó la mesa de la pimienta, la sal, la
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mostaza,loscubiertos,lasalsaO.K.ylasfloresamarillas,asiólasdospuntasdelatelayretirólaprestamente,sacudiendolasmigajas.
—Aquínohaynada,señor.Chicocontemplóladesnudasuperficie.—Yonoheperdidonada—dijo.Ellasedispusoaextenderunnuevomantel.Parecíaencontraralgoagradableen
Chicoque la impulsabaacharlar,algoencomúntalvez: la juventud,eldesaliñoyuna especie de inexperiencia mundana. Aparentemente, no se acordaba ya de suexploradoramano.¿Perolarecordaríasialguien,mástarde,lepreguntarasobreello?A Chico no le hacía ninguna gracia su modestia, ni su timidez, ni su afán demostrarseamable.¿Tendríatantamemoriacomosolicitud?
—¿Aquenoadivinaloquemeheencontradoaquíhacemenosdediezminutos,cuandolevantabalamesa?
—¿Lalevantanparacadacliente?—Oh, no —contestó ella, mientras disponía el servicio de té—, pero un
parroquianohavolcadoelvinoyhetenidoquehacerlo.Y,¿sabe…?DebajohevistounadeesastarjetasdeKolleyKibber,estasquevalendiezchelines.Hasidounagransorpresa—dijo,retrasándosegratamenteensulabor—.Miscompañerasnoledieronmucha importancia. Opinaron que había sido una tonta dejándole escapar sindescubrirle…Hubieraganadoelpremiogordo.Perocomoesmiprimerdía…
—¿Porquénolohizo?—Nosemeocurrió.Eramuydistintodelafotografía.—Quizálatarjetaestuvieraaquídesdelamañana.—Nolocreo;imposible.Fueelprimerclientedeestamesa.—Enfin,nosepreocupe.Elcasoesqueustedlatiene.—Sí, claro, la tengo. Pero esmuy raro, ¿no?Le aseguro que no se parecía en
nada.Silollegoasabermellevoelprimerpremio.¡Quélástima!Enseguidaquelahevistohecorridohacialapuerta…
—¿Yhapodidoalcanzarle?—Ellameneótristementelacabeza—.Supongoquesehabráfijadoenélyquepodríareconocerle.
—Noacostumbroamirarfijamentealosparroquianos.Sonclientela,medigo,yhayque tratarles con respeto.Ya se loheexplicado, soynuevaymeencuentrounpocoaturdida.¡Oh!—Alborotósedepronto—,estoyhablandotantranquilamenteyusteddeseaunatazadeté.
—Noimporta—repusoChicosonriendoconrigidez.Estabatannerviosoquenopodíadominarsusmúsculosconnaturalidad—.Meencantasuconversación.Ustedesdelaclasedemuchachasquemegusta.—Comprendióquesetraicionabayquisoarreglarlo—. ¡Vamos!…Quiero decir que esmuy amable,muy… diferente de lasdemás.
—Sí,soymuydiferente.—Ustedes…sensible,estoesloquees.Comoyo.—Ydegolpedejóescaparla
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preguntaqueletorturaba—.Supongoquenoreconoceríaaestepersonajesilevieraotravez.
—¡Oh,sí!—Fuelaorgullosarespuesta—.Soymuybuenafisonomista.LasmejillasdeChicovolvieronacrepitar.—Cuantomáslamiro—dijomeloso—,másagradablelaencuentro.Meparece
quenosentenderíamosmuybien,ustedyyo.Tenemosalgoencomún.Deberíamossalirjuntosalgunatarde.¿Cómosellama?
—Rosa.Chico,retirandolamesa,selevantó.—Pero…¿yelté?—Meheentretenidodemasiadohablandoytengounacitaalasdos.—Oh,perdone.Losientomucho…¿Porquénomelodecía?—Nosepreocupe.Lohepasadobien.Además,siesterelojnoandaequivocado,
pasantansólodiezminutos…—¿Aquéhoraterminaporlanoche?—Nocerramoshastalasdiezymedia,exceptolosdomingos.—Estupendo. Ya nos veremos—recalcó Chico marchándose—. Recuerde que
tenemosalgoencomúnustedyyo.
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III
IdaArnoldapresurabaelpasopor elStrand.Nopodía entretenerseaguardando lasseñales luminosas ni confiarse a las líneas del tráfico y su carrera constituía unaperpetua danza delante de los parachoques de los autobuses. Los conductoresapretaban los frenos echando chispas por los ojos y ella, sin detener la marcha,correspondíalesconmilburlasymuecas.
Estabaunpocosofocadacuando,a lasonceenpunto, llegóaHenneky’scon lasatisfaccióndelque surgedeunaaventuraqueponeenaltaestimaelpropiovalor.Peronofuelaprimeraenllegar.
—¡Hola,fantasmaresucitado!—dijo,saludandoaunhombrevestidodenegroyconunbombín,queestabasentado,pálidoytétrico,delantedeunbarrildevino.
—¿Aúnteacuerdasdeesto,Ida?Olvídaloya,porfavor.—¿Llevas luto por ti mismo? —preguntó la mujer arreglándose el sombrero,
coquetamente, ante un espejo que anunciaba el whisky Caballo Blanco. Nadie lehubierasupuestoniunsolodíamásdetreintaycincoaños.
—Mimujerhamuerto.TomaunGuinnes,¿quieres?—Sí;tomaréunGuinnes.Perooye…Aúnnosabíaqueestuvierascasado.—Ignoramosmuchascosasunodelotro;estoestodo.Yotampocosécómovives
nicuántosmaridoshastenido.—Unosolamente,Tom.—Alguienmásdebehabernavegadoentuvida.—Túlosabesmejorqueyo.—En esto estaba pensando… ¡Mozo, un vaso de tinto! Escucha. ¿Por qué no
volvemosajuntarnos?—AtiyaTomoshapicadolamismamosca.Yvosotros,¿porquéosladejáis
escaparcuandotenéisunachica?—Conmidinereteyeltuyo…—No,no,no.Quieropescaralgonuevo,algofresco.Nidemasiadoconocido,ni
desconocidodeltodo.—Ida,séamable.¡Tienestanbuencorazón!—Estoesloqueosatraeavosotros—sentenciólamujer.Yenelfondodelvaso
deGuinnes subondadcentelleabaunpocoastuta,unmucho ingenua, anhelantedeencontrarunhombredignodeella—.¿Quieresapostaralascarrerasdecaballos?
—Nocreoenlasapuestas.Sonunjuegotonto.—Esoes.Unjuegotonto.Nuncasesabesisevaaganaroaperder.Megusta…
—exclamóapasionadamente,mirandoalhombrepálidoytétricoporencimadeltoneldevinoconlacaramássonrojadaqueantes,másjoven,másenardecida.Luego,dejóescaparcomoenunsusurro—:BlackBoy.
—¿Eh?¿Quémurmuras?
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—Nada.EselnombredeuncaballoqueunamigomerecomendóenBrighton.Me encantaría verle en las carreras. Estaba muy preocupado y me fue simpático.Siempredecíaloquemenosteesperabas.Ledebodinero,incluso.
—¿EstuvisteenBrightonelotrodía?SucedióalgoauntalKolleyKibber,creo…—¿Leencontraronmuerto,no?Loheleídoenlosperiódicos.—Yotambién.Estánhaciendolaencuesta.—¿Setratadeunsuicidio?—No,lefallóelcorazón.Nopudoresistirelcalor.Elperiódicodetodosmodos
abonaráelpremiogordoalque tuvo lahumoradadeencontrarle.Diezguineaspordescubriruncadáver,noestámal.—Extendióeldiario,conacritud,sobreelbarril—.¡Mozo,otrovasodetinto!
—¡Caramba!—dijo Ida—.¿Esta fotografía es ladelhombreque lodescubrió?¡Valientetipo!Entonceseraaesoaloqueiba.Ahoracomprendoquederrocharaeldinero.
—No,no;noeséste—intervinoelfantasma—.EsteesKolleyKibber.Cogióunpalillodeunpaqueteysedispusoahurgarselosdientes.—¡Oh!—prorrumpióIdaquedándosedeunapieza—.Entoncesnofingía.Estaba
realmenteenfermo…FuerememorandolatemblorosamanodeFredeneltaxiylaintermitentesúplica
de que no le abandonara, como si presintiera que iba a expirar antes de su vuelta.Desdeluego,nohabíahechounaescena.¡Eratodouncaballero!Debiósucumbirallí,delantedel torniquete, tanprontoellavolvió laespaldaparabajar, inconscientedeldrama, al tocador. Ahora, en Henneky’s, la tristeza nubló sus ojos. Aquellosescalones, pulidos y blancos, del departamento de mujeres le parecían, en laperspectivadelrecuerdo,lospesadosydurospeldañosqueconducíanalescenariodelatragedia.
—¡Bah!—profirióelfantasmasobriamente—.Todostenemosquemorir.—Sí, claro—expuso Ida—: pero nadie lo desea. —Empezó de nuevo a leer,
exclamandocasialmismotiempo—:¿Porquépaseabacomounlococonaquelcalorasfixiante?Pues,por lovisto,nocayoexánimeenfrentedel torniquete; se fue,otravez,pordondehabíavenido,hastamorirdebajodeunamarquesina.
—Ésteerasutrabajo.—Nadameexplicódeningúntrabajo.Medijosimplemente:«Teesperaréaquí…
Aquí…Delante de la puerta».No hacíamás que insistir: «Ve de prisa, Ida…¿Notardarás,verdad?Estaréaquí…».
Ymientrasevocabasuspalabrastuvolasensacióndequemástarde,alcabodeuna o dos horas, cuando las cosas fueran oscureciéndose, tendría que llorar unpoquito por la muerte de aquel apasionado y temeroso saco de huesos, como sellamabaasímismo.
—¡Atiza!¿Quésignificaesto?Lee,lee…—¿Quétepasaahora?—preguntóelhombretétrico.
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—¡Laszorras!¿Quésepropondránconesasartadeembustes?—¿Embustes?TomaotroGuinnes,Ida.Nodebespreocuparse.—No lo sé—dijo lamujer;perocuandohubo ingeridounbuen tragovolvióa
fijarseenelperiódico.Teníamuchaintuición;yahorasuintuiciónleinsinuabaqueen todo aquello había algo desencajado, algo que no andaba rectamente—. EstaschicasqueélpretendíainvitarhablandeunmuchachoqueselesacercóllamándoleFred.
—¿Ybien?¿Quéhaydeextraño?—PuesqueélcontestóquenoleconocíayquenosellamabaFred.—Escucha,Ida,¿vámonosalcine?—¡PerosiFrederasunombre!Melodijoamí.—SunombreeraCharles.Puedesleerlo:CharlesHale.—Estonoimporta.Todosacostumbramosausarunnombrepostizoparalagente
extraña. Pero siempre es el mismo; no se da uno diferente a cada chica. Tú, porejemplo,tehasarrogadoeldeClarence.Nuncamehasdichoeltuyoverdadero,perotampoco has empleado ningún otro. Aquí hay algo muy extraño. En cuestión dehombrespocascosaspuedesenseñarmequeyanosepa.
—Telotomasdemasiadoenserio.Leebiencómofue;ellastansólomencionaronquehabíasucedidoelhecho,peronadieledioningunaimportancia.
—Estoeslotriste—murmuróIdamelancólicamente—.Nadiedioimportanciaanada.Notuvoningúnamigoquedemostrarainteréspordesenredarlamadeja.Aquílodice:Elcoronerpreguntósialgúnparientedelavíctimasehallabaenelsalónalhacer el atestado y el policía testigo adujo que no pudieron encontrar otrasrelaciones con el finado que un primo segundo que vivía en Middlesbrough…Pobrecillo,seencontrabaenlamásdesamparadasoledad…Nadieseinteresóporélenlomásmínimo.
—Yotambiénséloamargoqueesvivirsolo—musitóelfantasma—.Llevocasiunmessinteneranadieamilado.
Ida había vuelto de Brighton el lunes sinmás noticias de Fred. Pensando quemientraslaesperabapudomorir,morirencualquieracera,lasimplicidaddeldramaylacariciadelrecuerdodespertaronensucorazónlosmástiernossentimientos.Enelfondo, erauna chicadel pueblo, unade esas chicasque lloran en los cinesviendoDavidCopperfieldyqueseponennostálgicascuandobebenunpoquito,acordándosefácilmentedetodaslasviejascancionesquesumadrelescantaba.Yahora,degolpeyporrazo,suespíritucaseroveíaseconfundidoporlapalabra«tragedia».
—ElprimolejanodeMiddlesbrough—continuóleyendo—estabarepresentadoporunprocurador.¿Quéquierendecir?
—SupongoquesieltalKolleyKibbernohizotestamento,elprimitotrajinarácontodoeldineroquehayaendanza.Porestarazónnoquierennioírhablardesuicidio:laCompañíadeSegurostendríadondeagarrarse.
—Nadiehizoningunapreguntasobreeso.
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—Nohuboningunanecesidad.Nadajustificaquesequitaralavidaélmismo.—Quizá sí… Fred demostraba una gran preocupación. ¡Oh, cómo me hubiera
gustadohaceralgunaspreguntas!—¿Sobrequé?Lacosaesbastantesencilla.Unhombredeunoscuarentaaños,conlacorbatahechajirones,entróenelbar.—Hola,Ida—dijo.—¿QuétalHarry?—contestóellamustiamente,hojeandoelperiódico.—¿Quieresunacopa?—No,gracias,yalatengo.—Despáchalaprontoytomaotra.—No,notengoganas,gracias—cortóconfrialdadmientraspensabaenvozalta
—.Sihubieseestadoallí…—¿Quéhabríashechodebueno?—interrogóelhombretétrico.—Unaspreguntas.—¡Preguntas, preguntas! Guárdatelas para ti las preguntas y nomolestes a los
demásconellas.—¿PorquédiríaquenosellamabaFred?—PuesporquenosellamabaFred,sinoCharles.—No,no;nomeconvence;yatelohedicho.Cuantas más vueltas daba al asunto más condoliese de no haber asistido a la
encuesta.Eraunaverdaderalástimapensarquenadiehabíadesplegadoniunpuntodesolícitacuriosidad.Elprimo lejanodeMiddlesbroughni se tomó lamolestiadedesplazarse,suprocuradornotuvoelaciertodeformularniunapregunta,yelmismoperiódico,enelquetrabajabaFred,demostrósugratituddedicándolemediacolumna.Enlaprimerapáginapublicaronotroretrato,eldelnuevoKolleyKibber:estaríaenBournemouthmañana. ¡Yapodíanhaberesperadoochoodiezdíasalmenoscomopruebaderespeto!
—Hubiera querido preguntarles por queme plantó de aquellamanera para ir acallejear,comounloco,bajoelsol.
—Erasuobligación.Teníaqueescondertodaslastarjetas.—Entonces,porquéasegurabacontantainsistenciaquemeesperaría.—¡Oh,deberíashabérselopreguntadoaél!—refunfuñóelhombretétrico,ysus
palabrasresonarondeunmodoextrañocomosifueraélenrealidadquienintentaracontestarla, hablándole en los nervios, desde su oscura y lejana inquietud, con unlenguaje de misterio y con voz de ultratumba. Ida creía a pie juntillas en losfantasmas.
—Diría un montón de cosas, si pudiera. Estoy segura. —Cogió de nuevo elperiódicoy sepusoa leerpor lobajo—.Estuvo trabajandohastael fin—comentótiernamente.
Legustabanloshombresquecumplíansudeber;habíaunapruebadevitalidadenello.Fueesparciendolastarjetasalolargodelitinerarioytodasvolvieronalaoficina
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delperiódico…Lashallarondebajodeunbote,sobreunacanastita,enuncubodejuguete. No estabamás que un poco retrasado cuando el señor Alfred Chefferson,OficialMayordeClaphamleencontró.
—No se habría suicidado—adujo Ida seriamente (pues en verdad era el únicoprocuradorquerepresentabaalmuerto)—sinantesterminarcompletamentesutarea.
—Peronosesuicidó—intervinoClarence—.Continúaleyendo.Elresultadodelaautopsiademuestraquehafallecidodemuertenatural.
—Escurioso.Sefueacomeryocultóunatarjetaenunrestaurante.Yasabíayoque le rondaba el apetito, pero… precisamente teníamos que ir juntos. Por máshambreque tuviera es absurdoque se escapara como lohizo, dándomeel plantón.¡Parececosadebroma!
—Quizácambiaradeideaconrespectoati,Ida.—Nomehaceningunagraciatodoesto.Esmuyinsólito.¡Oh,cómomehubiera
gustadoestarenlaencuestayhaberhechocuatropreguntitas!—¿Quéhaydemarcharnosalcinejuntos?—Noestoydehumor.No sucede todos losdías estodeperder aunamigo.Tú
tampocodeberíastenerganassiendoviudodetanpocotiempo.—Haceyaunmesquelosoy.Nopretenderásquellevelutotodalavida.—Pero un mes no es mucho—profirió Ida taciturna, acariciando el periódico
mientras cavilaba—. Un día, solamente hace un día que se ha desplomado y esposible que no haya ninguna otra persona que piense en él, excepto yo, yo…unaconocidadecircunstanciasparatrincarunsorboyunabrazo.—Nuevamenteelfácilsentimentalismo apoderóse de su tierno y sencillo corazón. Desde luego, no sepreocuparía tanto si existieran otros parientes además de aquel antipático primolejanodeMiddlesbroughysinohubieraestadotansolocuandocerrólosojos.
Peroentodoaqueldramaseencampanabaalgoqueledabamalaespinaylopeoreraquenoentreveíaningunallagaparaponereldedo.Exceptoaquelnombre:Fred.Ytodoelmundolesaldríaconelmismocuento:«NosellamabaFred.Puedesleerlo.SellamabaCharlesHale».
—Nodeberíasenredarteenestelío,Ida.Noescosatuya.—Yalosé.Noescosamía—meditódesazonado.Perotampocoescosadenadie,
lerepetíaelcorazón.¡Quépesadilla!Nohabíanadiequediscurrierahacerpreguntas,nadiemásqueella.
Recordaba a una mujer, conocida suya, que una vez pudo comunicar con sudifuntoGale, sumarido,despuésdemuerto.Entretenía lapobresusoledaddelantedelaparatoderadio,dándolevueltasalconmutadorcuandodeimproviso,impulsadaporunafuerzaextraña,giróledetalmaneraque,sinsabercómo,seconectóunaondainterferida y misteriosa. Inmediatamente oyóse una voz lejana en la emisora deMidlandRegionalqueproclamaba:«AdvertenciadeGale,enelCanal».Sinperdertiempodecidióembarcarseanhelanteenunadeestasexcursionessemanalesquesedirigen a Calais, lugar de la cita ultraterrena. Y allí, justamente allí, tuvo lugar el
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fantasmagóricoencuentro.—No,no;nosepuedeunoreírdelosfantasmas—exhortábaleIda—.YsiFred,
porventura,apetecieramanifestaralgonosedirigiríaseguramentealprimolejanodeMiddlesbrough.Yentonces.¿Porquénoaella?Estuvoesperándolecasimediahoradelante del torniquete, tal como habían quedado. Y él no acudió. Quizá deseabaexplicarle el porqué. «Era todo un caballero» opinó en voz alta. Y con intrépidaresoluciónencasquetándoseelsombrero,alisóelcabelloylevantándosedeltoneldevinodijoacuciosamente:
—Tengoqueirme.Hastapronto,Clarence.—Adóndevas.Nuncatehevistotanprecipitada—condolióseelhombretétrico
conamargura.Idapusoundedoenelperiódico.—Alguientienequeestarenelentierro—declaró—.Conmásrazónnohabiendo
acudidoesteprimoantipático.—AHaleoaFred,comoquieras,letendrásincuidadoquiénledésepultura.—Quién sabe—expuso Ida evocando al fantasma descubierto por radio—. Al
menosesunapruebaderespeto,yporotraparte,meencantanlosfunerales.Pero no fue exactamente sepultura lo que le dieron. En el despejado y recién
florido suburbio donde vivía no gozaban de un cementerio higiénico y adecuado.Llanamentedisponíandedosmajestuosastorresdeladrillo,semejantesalasCasasdeVilla escandinavas, con claustros atiborrados de pequeñas placas a lo largo de lasparedes, como si fueran conmemoraciones de batallas, y de una desnuda y gélidacapillasecularquepodíaadaptarse,rápidayconvenientemente,atodosloscultos.Nicamposanto, ni cipreses, ni coronas, ni menguados tiestos de marchitas floressilvestres.
Ida llegaba tarde. Delante de la puerta vaciló unos momentos sin atreverse aentrar,temerosadequeelrecintosehallaramuyconcurridoporlosamigosdeFred.Mientrastitubeabalehizoelefectodequealguien,enelinterior,habíaconectadoelprogramaderadio.Aquellavoz,cultaeinexpresivo,inhumanaymetálica,sonábalefamiliar. Pero cuando abrió la puerta pudover que era un hombre embutido en unnegrobalandránquienperorabaynounaltavoz.
—Nosotros estamos convencidos—dijo, oteando lapuliday resbaladiza rampadeslizante que desembocaba en las puertas del NewArt, a través de las cuales elféretro sería arrojado a las llamas—, estamos convencidos de que este hermanonuestro ha conseguido ya fundirse con la Unidad. —Recalcó estas palabras,mantecosasyacariciantes,consupersonaldistinción—.FormaparteintegranteahoradelaUnidad.
Tocó un pequeño silbato, las puertas del New Art se abrieron, las llamaschisporrotearon y el ataúd deslizóse suavemente en el ígneo y tórridomar. Luegovolvierona cerrarse laspoternas,unaviejadueña sedispusoa salir y elpresbíterosonrióconmansedumbre,deespaldasalarampa,comounconspiradorquehubiera
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tramadosumilyuncomplotsinelmáslevetropiezo.Ya todo estaba listo. Ida exprimió con dificultad la postrera lágrima en su
pañuelitobordadoconamapolasdeCalifornia.Legustabanlosfunerales—peroconunaespeciedepánico—,comoaciertosniños lesgustan loscuentosdebrujas.Lamuerte la conturbaba; era tan importante la vida…Enel fondo creía solamente enfantasmas, en hechicerías, en males de ojo, en mesas danzantes y en vocecitasabsurdasyplañiderasquehablandeflores.Nolecabíaenlacabezaquelospapistasacogieran la muerte con resignación; la vida terrena para ellos, quizá no era tantrascendentecomolaqueveníadespués.Peroparaellalaúltimaboqueadaeraelfinde todas las cosas, y el hecho de fundirse con la Unidad no tenía lamásmínimaimportanciacomparadoconunbuenvasodeGuinnesenundíaesplendoroso.
Desde luego profesaba una crédula fe en los fantasmones y en los aparecidos,peronocomprendíaquesepudierallamarvidaeternaaunaexistenciatandelgadaytransparentecomoelrechinardeunamesa,ouncachodeectoplasmaguardadoenlavitrina de cualquier laboratorio físico.Una vez, en una sesión de espiritistas, pudoescuchar una voz que aseguraba: «Todo es bellísimo en las regiones etéreas; hayflorespordoquier».
Flores,flores…Lasflores,pensódesdeñosamente,nosonlavida.Lavidaesunrayodesollamiendolosbarrotesdesucama,eraelrojoyardientevinodeOporto,eraelbrincodelcorazóncuandounhombredesugustolamirabaylahacíasonrojar.LavidaeralapobrebocadeFredsorbiendolasuyadentrodeltaxi,vibrandoconelmotoralolargodelpaseo.¿Quésentidodelamuertepodíantenerlaspersonasqueparadefinirlahablabandeflores?¡Ah,noeranprecisamentefloresloqueeltímidoFreddeseaba!
AquellainquietazozobraquehabíaexperimentadoenHenneky’svolviódenuevoa invadirla.De ahora en adelante tomaría la vidamuy en serio; estaba dispuesta acausarcualquierclasededañoaquienquieraquefueseparadefenderlaúnicacosaenlacualconfiaba.Perderelamor—loscorazonesrotossiempretienencompostura—,perderlavistaounbrazo,¿quéimportasinosehaperdidolavida?Ensuoptimismo,siempre escabullíase algo peligroso e inconsciente, tanto si estaba bromeando enHenneky’scomoemocionándoseenunfuneraloenunaboda.
Saliódelcementerio,yenloaltodelasdostorresgemelaspudoverunaalígeraespiradehumogrisprocedentedeloshornillos.EranlosverdaderosrestosdeFredquesedesvanecían.Los transeúntesalzabanlavistanotandoelhumo:«Hantenidoundíamuyocupadoenlascalderas»,eratodosucomentario.FredevaporóseenunatenuecenizablancasobreloscapullosflorecidosdisipándoseenlaengorrosaniebladeLondres.Idanopudocontenerlaslágrimas.
Pero,mientras lloraba, una resolución fue creciendo, creciendo por grados a lolargodelcamino,en los tranvíasque laconducíandenuevoasubarriofamiliar,elbarrio de los cafés, de los anuncios luminosos y de los teatros de variedades. ElhombreseadaptaaloslugaresenloscualesviveyelcerebrodeIdafuncionabacon
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la misma regularidad y sencillez que un rótulo fosforescente sobre el cielo: tubosencendidos, ráfagas de neón a intermitencias, incansables círculos giratorios, y lasimpleyfúlgidapropuestacentelleandounayotravez:¿UsaustedForhanparalasencías?
HerealizadomuchossacrificiosporTom—reseñó—,porClarence,esteviejoyfalso espectro de Henneky’s, por Harris. Es lo menos que puedo intentar por unamigo:hacerpreguntas,preguntasyencuestas,máspreguntasysesiones.Alguienhaocasionado la infelicidaddeFredyalguien tienequepagarlo.Ojoporojoydientepor diente. Si se cree enDios es posible dejar la venganza en susmanos, pero esabsurdoconfiarlaalaUnidad,alEspírituUniversal.LavenganzapertenecíaaIda,asícomolarecompensa.Enresumen,unabocaempalagosaymórbidasaboreadaenlostaxisyunamanoardienteentrecogidaenloscinesconstituíanelúnicopremio.Peroambos,eldesquiteyelgalardón,eranmuydivertidos.
EltranvíahormigueabazascandileandoporelEmbankment.Si era alguna señoritinga la culpable de la desgracia de Fred, ya le diría ella
cuatrocosasfrescas.Sisetrataba,enrealidad,deunhomicidio,pensabaaveriguarloymandarlanoticiaalosdiariosparaquelaventeasencontodoslospelosyseñalesyalguientragaraquinaaregañadientes.Eramuyabsolutaentodo,yalohemosdicho.
La primera etapa de su investigación (no había soltado el periódico en todo elrato) radicaba enMolly Pink, la chica que Fred había querido invitar, «secretariaparticulardelosseñoresCarteryGalloway».
IdasurgiódelaestacióndeCharingCrossalacálidaybrumosaluzdelStrand,quereverberabaenlosfaroles.Repantigadoenelantepechodeunaventanaaltadelacalle Stanley Gibbons, un hombre con peliblanco bigote eduardino examinaba unsellodecorreosconlupaamplificadora;unenormecarromatocargadodebarrilesseabrió paso a golpes de claxon; y en Trafalgar Square los surtidores funcionaban,salpicandolasrosasfrescasyflorecidasquesevertíanenlosparduscosyfuliginososestanques.
Costará dinero, porfiaba Ida; siempre cuesta dinero conocer la verdad. Y abandazosconlamelancolíaylaresolución,deambulabadespaciohaciaSt.Martin’sLane,mientras su alma latía ilusionadamente al son del estribillo: es excitante, esdivertido,esvivir.
EnSevenDial,losnegros,consustrajesajustadosygarbososysuscorbatasdecolegial, haraganeaban en los arcos deRoyalOak. Ida reconoció a uno de ellos ypreguntólealpasar:
—¿Quétalvanlosnegocios,Joe?LosmagníficosdientesblancosdeJoeseabrieroncomounaringladelucesenla
oscuridadsobrelalustrosayharapientacamisa.—Bien,Ida,bien.—¿Yesecatarro?—Mal,Ida,mal.
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—Bueno,Joe,hastamásver.—Hastamásver,Ida.Llevabauncuartodehora,almenos,andandohacialacasadeCarteryGalloway,
situadaenelúltimopisodeunaltoedificiodelosarrabalesdeGray’sInn.Noquisocogerelautobúsparaeconomizar,ycuandollegóalpolvorientoyanticuadocaserónencontróseconladesagradablesorpresadequenodisponíadeascensor.Lajornadahabía sido fatigosa y, excepto una empanadilla en el bar de la estación, estaba sinprobarbocado;asíesquelosinterminablestramosdeaquellaescaleradepiedra,sólodeverlos,laabrumaron.Sentóseeneltranquerodeunaventanaysequitóloszapatoshaciendoculebrearlosdedosdesuscaldeadospies.Enestouncaballerovetustocongrenchudo bigote, mirada hipócrita, amplio levitón, chaleco amarillo y sombrerohongoacercóseaIda.
—¿Apurada,señora?—dijo,descubriéndoseyatisbándolaconojillos legañosos—.¿Necesitaayuda?
—No,gracias;nopermitoaningúndesconocidoquemerasquelosdedos.—¡Ah,ya!Bromista,¿eh?Comoamímegustan.¿Subeobaja?—Subo.Hastaelmismotejado.—¿CarteryGalloway?Buenafirma.Dígalesquevademiparte.—¿Cómosellama?—Moyne,CharlieMoyne.Meparecequelahevistoantesporaquí.—Nunca.—Enalgunaotraparte,entonces.Noolvidofácilmenteunbuentipodemujer…
DígalesquevadepartedeMoyne.Conestasmismaspalabras.—¿Cómoesquenohayascensorenestacasa?—¡Bah! Gente anticuada. Yo también soy anticuado… ¡Ya sé! La he visto en
Epsom.—Puedeser.—Magnífico. —¿Le gustan las carreras? Ya veo que es usted una mujer
deportiva.Lainvitaríaahíalaesquinaadescorcharunabotelladechampañasiestospordioserosnomehubieran timado losúnicoscincosolesque llevaba.Megustaríahacer una apuesta. Pero tendría que ir a casa primero y los momios bajaríanentretanto.¿Love?¿Simehicieraunpequeñopréstamo?Doslibras,tansólo.
Sus ojos, inyectados de sangre, la reseguían sin esperanza, desde lejos ynegligentemente,mientras losbotonesde suchalecoamarilloagitábansealcompásdeloslatidosdesuachacosocorazón.
—Tome;aquítieneunalibra.Ahoramevoy.—Solemnemente,asuspies.Demeunatarjeta.Lemandaréunchequeestanoche.—Nousotarjetas.—Bueno, no importa. Charlie Moyne, conserje de Carter y Galloway, a su
disposición.Todoelmundomeconoceporaquí.—Muchasgracias.Yaloverédenuevo.Tengoquesubirahora.
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—Cojamibrazo—propusoayudándola—ydígalesquevadepartedeMoyne.Eslacontraseña.
Idamiróhacia abajopor el ojode la escalera.El viejo engibóse el billetede alibraenelchaleco,sealisóelbigote,doradoaúnde laspuntas,comolosdedosdealgunosfumadores,ysepusoelsombrerodelado.
—¡Pobre cotorrón, no debía esperarse eso!—Díjose Ida viéndole fanfarronearcongarbosoymaldisimuladodesaliento.
Nohabíamásquedospuertasenelúltimorellano,unadeellasconunletreroquereseñaba:Información.Laempujó,y,enunahabitaciónescasamentemayorqueunaleonera,pudover,sinningúngénerodeduda,aMollyPink,sentadaanteunhornillodegas,aderezandoalgunachuchería.
El puchero borbotaba al entrar Ida, y la mujer la inspeccionó sin pronunciarpalabra,levantandosurostrotumescenteypicadodeviruelas.
—Perdone—farfullólavisitante.—Lossociosestánfuera.—Hevenidoaverlaausted.—¿Amí?—LabocadeMollyseabrióunpoquito,mostrandouncachodetarta
queseagitabaensulengua.Laollasilbó.—Sí, pero serámejor que vigile el puchero. Está a punto de hervir. ¿Usted es
MollyPínk?—¿Quiereunatazadeté?Lasalitaestabaempapeladaalistas.Unventanucoabríasesobreunvertedero,y
enfrente,comoenunespejo,alzábaseotrocuerpodeedificiosimilar,conelmismoarreglodeventanasencaradasalosescombros.Unmoscardónsebamboleabapresoenunatelarañarota.
—Nomegusta—rechazóIda.—Esunasuerte.Enrealidadnotengomásqueunataza—dijoMolly,llenandoun
gruesocazodetéconuncolador.—UnamigomíollamadoMoyne…—insinuóIda.—¡Aúnéste!…Precisamenteacabamosdeecharleacajasdestempladas.UnejemplardeWomanandBeautypermanecíaabiertoencimadelamáquinade
escribiryMolly,devezencuando,locontemplabaconternura.—¿Lehanechado?—Deestampía.Vinoaveralossocioseintentócamelarles.—¿Pudoverlos?—Sí.Peroyasehanido.Tomeunatarta.—No,engordandemasiado.—Poresolascomo.Nuncadesayuno,sabe…SobrelacabezadeMollybostezabanunaseriederótulospuestosenfila:Rentas
1-6 Mud Lane. Rentas de Wainage State, Bolham, Rentas de… Les envolvía lavanagloriaylaspreocupacionesdelaposesión,delapropiedad…
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—Hevenidoaverla—expusoIda—parahablarledeunamigonuestro.—Siéntese—ofrecióMolly—.Es la silla de los clientes.Amenudo tengo que
entretenerles,¿comprende?…Bien,¿nosetratarádelseñorMoyne,supongo?—NosetratadeMoyne,sinodeuntalHale.—¿Hale?Estoyhastaelcogotedeesteasunto.Ysihubieravistoalossocios…
Echabanchispasporlosojos.Heperdidotodoundíaparalaencuesta.Ytendréqueperderotrolapróximavez,conhorasextraordinarias.
—Precisamentequeríasaberloquesucedió.—¿Quésucedió?Yase lohedicho,que los sociosparecíanunas furiascuando
terminamos.—No,nomeentiende.MerefieroaFred…,aHale,alhombrequeseleacercó.—Noeraunhombre.Eraunmuchachotansólo.ConocíaalseñorHale.—Peroelperiódicodice…—Oh,elseñorHalenegóconocerleyasílohedeclaradoexactamente.Otracosa
nomepreguntaron.Exceptoquenohabíanadararoensusmaneras;vamos,nadaquellamara la atención. Estaba un poco asustado, claro, pero esto para mí es cosacorriente…
—¿Ynolodeclaró?—¿Porqué?No tieneninguna importancia.Medi cuenta a primeravista de lo
quepasaba.Debíadineroalmuchacho,esoestodo.Hayamontonesdeesos,comoCharlieMoyne.
—¿Estabaasustado?PobreFred.—«Yo no me llamo Fred», dijo con estas mismas palabras. Mi amiga y yo
podemosatestiguarlo.—¿Cómoeraelmuchacho?—Oh,unmuchacho.—¿Alto?—Nomucho.—¿Bienparecido?—Nomefijé.—¿Cuántosañostenía,másomenos?—Losmíos,supongo.—¿Cuántos?—Dieciocho —aseguró Molly, mirándola con desenfado por encima de la
máquinadeescribirydelpucherocrepitantemientrasembuchabaunatarta.—¿ReclamódineroaFred?—Oh,nolediotiempo.—Bien…¿Podríacontarmealgomás?—Oh, sí. Luegomostró un interés enorme por salir conmigo. Pero nome fue
posible,claro.Delia,miamiga,sehubieraquedadosola.—Gracias.Todoestoesmuyinteresante.
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—¿Esustedpolicía?—preguntóMolly.—No,no.TansólounaamigadeFred.Ahora sí que estaba completamente segura de que en todo aquello había gato
encerrado.RememoródenuevoelataquedeterrorquepusoaFredenfebrecidoeneltaxiy,descendiendoporHolbernhacia susbarrios,detrásdeRussellSquare, en lahora cenicienta del crepúsculo, acordóse con ternura de la delicadeza con que leentrególosdiezchelines,antesdedejarlabajaraltocador.Erauncaballeroentodoelsentidodelapalabra;quizáfueranlosúnicoschelinesdequedisponía,¡ylagente—aquel chico, por ejemplo—, apremiándole para que pagara sus deudas! Tal vezestuviera arruinado como un Charlie Moyne cualquiera, y en su recuerdo lasfacciones del rostro de Fred se difuminaron un poco y, sin darse cuenta, fueatribuyéndole algunos rasgos de la cara del viejo cotorrón, en especial lossanguinolentosojos.Peroeratodouncaballero,generoso,correcto,comprensivo.
LoscomerciosdelImperialcerrabanlaspuertasenrollables,losúltimosrayosdesol desfallecían sobre los plátanos y la campanilla de una posada deCoramStreetrepicabayrepicaballamandoaloshuéspedesparaelté.
—Consultaréalosespíritus—reflexionóIda—,algosacaréenlimpio.Al entrar en su casa encontró una postal de Brighton Pier encima de lamesa.
«Luegome llamarán supersticiosa», pensabamientras la cogía.Pero al leerla pudocomprobarquenosetratabadenadaimportante.EratansólounainvitacióndePhilCorkery, la misma que todos los años le dirigía desde Eastbourne en Hastings, yhasta,unavez,desdeAlberystwyht.Nuncalatomóenconsideración.Noerauntipoque le agradara; demasiado flemático, con sangre de horchata, no lo que se puedecalificardehombre.
NecesitabadosparesdemanosparaelconjuroydecidióbajaralsótanoenbuscadeOldCrowe,quetambiéneraespiritista.
—OldCrowe—susurróescudriñandolosbajos—.OldCrowe.—¿Quéhaydenuevo,Ida?—Quierocelebrarunasesión…Sube.Sin esperarle, volvió presurosa a su sala y alcoba para ponerla en condiciones.
Encarada hacia el este, ya no, disfrutaba del sol y era fría y oscura. Luego deencenderunalámpara,corriólasraídascortinasdeterciopeloescarlataparaobstruirlavistadelosgrisáceosedificiosylashumeanteschimeneas,arreglóeldiván-camaypusodossillasentornodelamesa.
Enelespejofrontaldeunarmariosereflejabatodasuvida—unabuenavida—:figuritas de porcelana compradas en las playas, fotografías deTom, una novela deEdgarWallace,otradeNettaLirett,adquiridadesegundamano,algunassolfas,TheGoodCompanion,elretratodesumadre,másfiguritas,animalitosdemaderaconlasjunturas de goma movibles, piezas de bisutería barata que le regaló Fulano oMengano,SorrelandSonyeltrípodemágico.
Con suavidad lo sacó fuera, cerrando él armario después. El trípode mágico
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consistíaenunaespeciedemueblede juguete,chatoyoval, fabricadocon lustrosamadera negra y provisto de ruedecillas. Era un regalo del viejo Old Crowe, queentrabaenaquellosmomentos,despuésdeunalevellamadaenlapuerta,consupelocanoso,sucaradesvaídaysusojueloshundidosymiopes,pestañeandoa la luzdellamparínpreparadopor Ida.Ésta, alverte, tiróunpañolónde tela rosa, amododepantalla,sobreelgloboparatamizarsusdestellos.
—¿Tienesalgunapreocupación,Ida?—preguntó.Ella, después de sacar punta a un lápiz, lo puso en el agujerito dispuesto en el
trípode.—Siéntate,OldCrowe.¿Cómohaspasadoeldía?—Hahabidounfuneralenelveintisiete.Unodeestosestudiantesindios.—Yotambiénheestadoenunfuneral…¿Hasidobonitoeltuyo?—Nohayningúnfuneralbonitoenestostiempos.Sinadornos,niplumas…Idacolocóelartilugiosobrelamesay,empujándolounpoco,lohizoresbalarpor
labruñidasuperficie,comosifueraunescarabajo.—Ellápizesdemasiadolargo—dijoOldCrowe.Ysentóseconlasmanosentre lasrodillas,encorvandotodoelcuerpo,enmuda
contemplación.Idaprocedióaarreglarellápiz.—¿Pasadoofuturo?—preguntóOldCrowe,jadeandoligeramente.—Hoytansóloquieroestarencontactoconalguien.—¿Vivoomuerto?—Muerto.Lehevistoestatardeconvertidoenceniza.Incinerado¿comprendes?
Vamos,OldCrowe,ponlosdedosencimadeltablero.—¿Porquénotesacaslosanillos,Ida?Eloroconfundealosespíritus.Idapusounahojadepapeldeescribirdebajodeltrípodemágico,quitóseanillosy
brazaletesyapoyó laspuntasde losdedos sobre lamesa.El artefacto, rechinando,produjounpequeñomovimiento.
—Vamos,OldCrowe.—¡El pícaro! —dijo el viejo, retozando la risa en el cuerpo. Y plantó sus
huesudos dátiles encima del tablero, en donde pulsaron un amodo de temblequeonervioso.
—¿Quéquierespreguntar?—¿Estásaquí,Fred?Elartilugioagitósedenuevo,dibujandoasuvaivénalgunaslíneasinconcretasen
lacuartilla.—Suvoluntadempiezaamanifestarse.—¡Chist!—repusoOldCrowe.El trípode continuó el leve zarandeo de su rueda trasera hasta que, por fin, se
detuvo.—Ya podemos mirar —dijo Ida. Y ambos contemplaron, sobrecogidos, los
garabatosimpresosenlahojadepapel.
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—PareceunaY.—OunaN,segúncomolomires—contestóOldCrowe.—Algodebedesignificardetodosmodos.Probemosotravez.Volvieron a apretar las yemas de los dedos con firmeza, concentrando en ellas
todalafuerzadesusvoluntades,puesnoqueríanfracasarnuevamente,mientrasIdainterrogaba.
—¿Quétesucedió,Fred?Enseguidaelartefactosepusoenconmoción,deunladoparaotro.Elentrecejo
deOldCrowerebullía.—Ahora escribe letras, letras de verdad —exclamó Ida gozosa y aunque sus
dedos habían perdido momentáneamente el contacto, pudo ver cómo el trípodemágicotintineabaintentandodarotromensaje.
—¡Chist!—susurróelviejo,peroelartilugio,conunapostreraconvulsión,acabódepararse.
Cogieronlacuartillayestavez,inequívocamente,losfinosytemblorosostrazosformaronunapalabra,palabraextraña,desconocida:«SUKILL».
—Pareceunnombre—adujoOldCrowe.—Algoquieredecir—objetóIda—.Eltrípodemágicosiemprequieredeciralgo.
Probemosaún,démosleotramano.Y reincidiendo el lignario escarabajo volvió a hormiguear de aquí para allá,
trenzandosustortuososrasgos.Lalámpara,cubiertaporelpañolón,destilabaunaluzrojizayaOldCroweescapóseleunsilbidodeentrelosdientes.
—Yabasta—dijoIda,separandoelartefacto.Un trazo áspero y escabroso, en diagonal sobre el papel formaba un largo
vocablo:«FRESUICILLOJO».—¡Bien,vayapalabrita!—rezongóelviejo—.¿Erescapazdedescifrarla,Ida?—Creoquesí…Noesdeltodoconfusa.FreequivaleaFred,comoSuiciequivale
asuicidio,yOjo…Ojo…¡Éstaesmifrasefavorita!¡Ojoporojoydientepordiente!—¿YquéhaydeestaLL?—Nolopuedosaberaún.Latendrépresente.—Recostóseenlasillaconhumos
depoderyairesdetriunfo—.Nosoysupersticiosa,peroesquenosepuedenegarloevidente.Eltrípodemágicolosabetodo.
—Losabetodo—repitióOldCrowe,castañeteando.—¿Démosleotravuelta?El aparato volvió a bregar, a rebullir y a detenerse. Claramente, un nombre
reposabaenlacuartilla:«PHIL».—Bueno,bueno.Bastaporhoy.¿Quieresunarosquillademazapán,OldCrowe?—Gracias,nomeapetece.Idasacóunamonedadeuncajóndelarmarioytirólaalviejo.—Lellevaronalamuerte…Yamefigurabayoquehabíagatoencerradoeneste
asunto.Miraestapalabra:Ojo.Expresaexactamenteloquedebohacer.
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Luegofijóseenelnombre:Phil.—¡Haré que esta gente se arrepienta toda su vida de haber nacido! —dijo,
irguiendolujuriosamentelossenosyestirandolasmagníficaspiernas—.¡Enderezarentuertos!Estomegusta.
Repantigóseunpocomásconunsuspirodesatisfechaplenitud.—Seráexcitante,serádivertido,serávivir,vivirconintensidad,OldCrowe.Yestaspalabrasfueronelmayorestímuloquepodíasalirdesuslabios.
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Segundaparte
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I
ChicosedetuvodeespaldasaSpicer,oteandoelturbulentochapaleodeloleaje.Losdospermanecíanquietos,alfinaldelmuelle.Cualquierotrapersona,enaquellahoray con aquel tiempo, hubiera preferido bostezar en la Sala de Conciertos, pues losrelámpagosrefulgíanaintermitenciasygoteabaunalluviafina.
—¿Dóndehasestado?—dijoChico.—Paseando…—repusoSpicer.—¿Porallí?—Queríaversitodomarchababien,sinoshabíamosolvidadodealgo.—Heleídoenalgunapartequeuncrimennuncavasolo;generalmentehayque
hacer otro para tapar el primero—mascullóChico con lentitud, reclinándose en labarandabajo la lloviznasuave.Lapalabra«crimen»adquiría lamismaimportanciaensubocaque«cajita»,«cuello»,o«jirafa»—.Deberíasmantenertealejadodeaquellugar,Spicer.
Chicojamásdabariendasueltaalaimaginación:éstaerasuvirtud.Nuncamirabacon los ojos del vecino, ni sentía con nervios ajenos. Siempre alerta, vigilante yseguro de sí mismo. Solamente los gemidos de la música, retorciéndose en sucorazón, le desballestaban; entonces parecía que sus fuerzas perdían vigor, que suedad se avejentaba y que la experiencia de los demás revolvíase en su cerebro,haciéndoledudardelapropia.
—¿Dóndeestáelrestodelabanda?—preguntó.—EnSam’s,bebiendo.—¿Ytúporquénovasconellos?—Notengosed,Pinkie,ymegusta tomarunpocoelaire. ¡Oh,este rayo teha
dadounaspectomuyextraño!—¿Porquénosecansarándearmarjaleoallí?—¿NopiensasiraSam’s?—No,estaréocupado.—Todo sigue perfectamente, ¿verdad? Después del veredicto la cosa marcha
sobreruedas.Nadiehahechopreguntasinoportunas.—Estoesloquequierosaberconexactitud.—Lapandillanodeseaverseenvueltaenningúnotrocrimen.—¿Quién habla de otro crimen?—Un relámpago fulguró, iluminando su raída
chaqueta,conlassolapaslevantadasyunmanojodecabellosquerecalabaensunuca—.Necesitounplazo,esoes todo.Tencuidadocon loquedices,Spicer. ¿Noeresmelindroso,supongo?
—No,no soymelindroso.Nomehas entendidobien,Pinkie.Yo sólopretendoquenohayaotromuerto.Elfallodeljuradonoshacesalirhumodelacabezaatodos.Algunaintenciónllevanentremanos.Porquenosotroslematamos,¿verdad?
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—Tenemosqueirconpiesdeplomo,nadamás.—¿Pero qué se han propuesto? No me fío de los doctores, ni de su autopsia.
Demasiadobelloparaserverdad.—Hayqueabrirelojo,yatelohedicho.—¿Quéllevasenelbolsillo,Pinkie?—No,noesunapistola.Estásviendovisiones.En la ciudad un reloj preludió las once; tres campanadas se perdieron en el
estruendoqueavanzababramandoporelcanal.—Veteya—dijoChico—.Debeestarapuntodevenir.—¿Llevasunanavaja?…—Tampoco. No hace falta navaja para tratar con palomas. Pero si tanto te
empeñastediréloquees:unabotella.—¡Sitúnobebes,Pinkie!—Nadieseatreveríaabeberestelicor.—¿Cuál?—Vitriolo.A las palomitas les asustamuchomás que un cuchillo.—Volvióse,
agitadoeimpaciente,decaraalmar,lamentandoconunsusurro—:¡Estamúsica!…La sensación que le ocasionaban las cuerdas de los violines, chirriando en su
cabeza,era lomáscercanaposiblealdolor,comoeldeleitedesmayadoyrecónditoque le producía el contacto de la botella de vitriolo —mientras Rosa cruzabacorriendo por delante del Salón de Conciertos— era lo más cercano posible alapasionamiento.
—Levantaelvuelo—musitóaSpicer—.Yaestáaquí.—¡Oh! —dijo Rosa—. ¿Llego tarde? He corrido todo el rato. No quería que
pensaras…—Nopiensonada.Heesperado,simplemente.—Hemos tenidounanoche infernalenelcafé.Todomesalíamal.He rotodos
platosy lanata resultó agria.—Hizounapausapara respirarypreguntó atisbandoentrelaniebla—.¿Quiéneratuamigo?
—Noteinteresa.—Creíconocerle…Peronohepodidofijarmebien.—Noteinteresa.—Bueno…¿Adóndevamos?—Podríamos charlar un rato aquí primero, y después ir a cualquier parte…A
Sherry’sodondequieras.—MeencantaSherry’s.—¿Qué,yahascobradoeldinerodelatarjeta?—Sí.Estamañana.—¿Tehanhechomuchaspreguntas?—Ninguna.Pero¿quécosamástremenda,verdad?¡Cómohamuerto,elpobre!—¿Hasvistosufotografía?
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Rosa,acercándosealabaranda,contemplópálidamenteaChico.—Sí…Peronoeraél.Estoesloquemeextraña.—Bah,lagentecambiamuchoenlosretratos.—Soymuybuenafisonomista,ynoeraél.Paraquetefíesdelosperiódicos;son
unosenredones.—Ven—dijo,conduciéndolacasialbordedelmuelle,enelsitiodondemenosse
oíalamúsicaymásasolasquedabanconlosrayosfulgurantesenelhorizonteylostruenos embravecidos—. Chiquilla, me gustas y quiero prevenirte.—Una forzadasonrisaflorecióensuslabios—.Cuentanynoacabandeestetipo,deHale…¿sabes?Negociossucios,cosas…
—¿Cuáles?—¿Qué importa cuáles?Te lo advierto para tu tranquilidad.Ahora ya tienes el
dinero… Si yo estuviera en tu piel, me olvidaría de todo, de todo lo que serelacionaseconestequídamdela tarjeta.Élhamuertoy túhascobrado;estoes loesencial.
—Sitúlodices…—LlámamePinkie,¿quieres?Asíescomomellamanmismejoresamigos.—Pinkie—repitióRosacon tímidoatrevimiento,mientrasun truenoretumbaba
sobresuscabezas.—¿HasleídoalgodePeggyBaron?—No,Pinkie.—Veníaenlosperiódicos.—Noleoningunodesdequetrabajoenelcafé.Nonoslopermitenallí.—Pues verás… Se vio embarullado con «cosas», según creo, y alguien fue a
sonsacarla,ahacerlepreguntas…Todalavidasearrepentirá.—Noquisierayomezclarmeenninguna«cosa»así—dijoella.—Nosiempresepuedeevitar.Vienenpordondemenossepiensa.—¿Yquélehicieron?—Estropearleelrostro.Salpicaronsucaraconvitrioloyhaperdidounojo.—¿Vitriolo?¿Quéesvitriolo?—murmuróRosaconunescalofrío.Los relámpagos iluminaron un poste de alquitranada madera, una ola que
reventabafuriosaysuspálidasyaterradasfacciones.—¿Nunca has visto vitriolo? —farfulló Chico con una extraña mueca,
enseñándolelabotella—.Mira.Esesto.Descorchóla y desparramó un poco sobre la baranda del muelle; el vitriolo
hirviendoprodujounchisporroteoburbujeante.—¿Vescómoquema?—aclaróChico—.¡Huele!Sin contemplaciones le puso la botella debajo de la nariz. Rosa carraspeó
atemorizada.—¡Pinkie,noquerrás…!—Tansóloqueríaprobarte—adujoChico,atrayéndoladulcemente—.Estonoes
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vitriolo puro; no esmás que aceite. Pero constituye una buena advertencia, eso estodo.Túyyotenemosquesermuyamigosyamínomegustaría tenerunaamigacon el cutis chamuscado. Si alguien viniera a interrogarteme lo dices en seguida,¿comprendes?Quienquieraquesea.LlámamedirectamenteaBilly’s; tresseises.Teacordarás,¿verdad?
Cogióla del brazo y empezaron a pasear por elmuelle solitario,mientras en lailuminadaSaladeConciertos,quedejaronasuespalda,lamúsicagruñíagemebundaesparciéndoseporelaire.
—Pinkie—balbuceóRosa—.Yonoquierometermeenloquenomeimporta,noquieromezclarmeennada.Telojuro.
—Eresunabuenamuchacha.—Estásalcorrientedeunmontóndecosas,Pinkie—dijoellaconunamezclade
pavoryadmiraciónalmismotiempo.Y de súbito, al compás de la gangosa y romántica melodía que la orquesta
interpretaba—«Eres bella a mis ojos; suave en los brazos; el cielo mismo en latierra»—,unramalazotóxicodeaversiónycorajetitilóenloslabiosdeChico.
—Tú también estarás pronto al corriente —propuso— si continúas conmigo.¡Anda!¡VamosaSherry’s!
Ya fueradelmuelle empezaron a correr.Los taxis, al pasar veloces, les poníanperdidosdeaguaybarro.Y la ringladecoloreadosglobosa lo largodelPaseodeHovecentelleababajo la lluviacomounahileradepequeñashogueras.Al llegaralvestíbulodeSherry’stuvieronquesacudiese,aloperruno,puesestabancaladoshastaloshuesos.
—Está lleno —dijo Rosa con decepción al ver el remolino de gente que seagolpabaenlaescaleradelaterraza.
—Noimporta.NosquedaremosenelSalónPrincipal—repusoChico.Pagólostreschelinescongestodegranseñor,acostumbradoalabuenavida,y
penetraron en el salón sorteando las mesitas en las que burbujeaban numerosastanguistas con estridentes peinados y elegantes bolsos negros. El juego de lucesfosforescíaalegrementecondiversastonalidades:rosa,verde,azul…
—¡Quélugarmásbonito!—exclamóRosa—.Siempremeacordaré.Ymientras sedirigían a sumesa, examinaba, a grandes rasgos, todas las cosas
quenoqueríaolvidar: las lucesdecolores, lasmelodíasde laorquesta, lasparejas,dulcemente enlazadas, bailando una rumba. Siempre estaba viviendo en la luna, ycuando no soñaba en el futuro es que permanecía desgranando nostálgicamente elrosariodelpasado.
En cuanto al presente, Rosa estaba convencida de que no debíamezclarse con«cosas»ydequeleeraprecisoestaralcorrientedeotras«cosas».Deestamanerasucorazónfluctuabaentrelafugaylaexpectativaysuvozadquiríaunligerodesaliento.«Entonces oculté la vajilla debajo del delantal y ella me dijo: Rosa, ¿qué estásescondiendoahí?».Peroun segundodespuésclavó los ingenuosyabiertosojos en
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Chicoconunamiradadeprofundaadmiraciónyrespetuosaesperanza.—¿Quéquierestomar?Noconocía el nombredeningunabebida.EnNelsonPlace, desdedondehabía
surgidocomountopoalaluzdeldíadelrestauranteSnow’sydePalacePier,nuncapudoencontraraningúnmuchachocondinerosuficienteparainvitarlaabeber.AlapreguntadePinkieestuvoapuntodecontestar«cerveza»,peronohabíatenidoaúnlaoportunidad de probarla y por tanto no sabía exactamente si le gustaba o no. Loshelados de a dos peniques de los carritos callejeros constituían todos susconocimientos.GuiñóesperanzadaconelrabillodelojoaChico,peroéstevolvióapreguntarlesecamente:
—¿Quéquierestomar?Yonosétuspreferencias.—Unhelado—contestóelladefraudada,nopudiendoaguantarsu interrogadora
expectación.—¿Dequéclase?—Puesunhelado.Nadamás.Elcarritoquelosvendíaensubarrionoteníatantosurtidocomoparaescoger.—¿Vainilla?—dijoelcamareroayudándola.Ellainclinólacabeza.Supusoqueéstaseríalaclasequehabíatomadosiemprey,
enefecto,asípudocomprobarlo.Solamenteeraunpoquitomayor,pero,enelfondo,hubiera podido chuparlo sin complicaciones entre los dos barquillos con que losservíaelvendedorambulante.
—Parecesunachicareciénsalidadelnido.¿Cuántosañostienes?—Diecisiete—contestóRosaconorgullo,puesunaleysobremenoresprohibía,
pordebajodeestaedad,frecuentarlossalonesdebaile.—Yotambiéntengodiecisiete—repusoChico.Yaquellosojosquenuncahabían
sidojóvenescontemplaronconmenosprecioaquellosotrosojosquetansóloestabanalcorrientedeunaodoscosas—.¿Bailas?
—Unpoquito—replicóellahumildemente.—Noimporta.Nomehacemuchailusiónelbaile.Observó losmovimientos de las agarradasparejas.Y al pensar que aquello era
consideradocomounplacer,invadióleunapolvaredadesoledadydeincomprensióninfinita.
En aquel momento la pista se desembarazó para dar paso a la última de lasatraccionesdelatarde.Losreflectoresiluminaronaunvocalistadefracquehizosupresentación delante de un micrófono montado sobre un pie movible. Lo cogíaamorosamente,comosi fueraunamujer,balanceándoloalcompásdesucanción,ycasi sorbiéndolo con los labios, mientras que en los altavoces su murmulloreverberabaroncamente,pareciendomásbieneldiscursovictoriosodeundictadorolasprimerasinformacionesradiofónicas,despuésdeunlargoperíododecensura.
—Estoimpone—susurróChicorindiéndosealdescaradoysugestivoencanto—.Estoimpone.
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Lamúsicahabla,habladenuestroamor,losjilguerosdelparquehablan,hablandenuestroamorlasbocinasdelostaxisresonando,lasnocturnaslechuzasululando,elmetrocuandocorrechirriando,lasactivasabejaslaborandohablan,hablandenuestroamor.
Lamúsicahabla,habladenuestroamor,elvientodelOestehabla,habladenuestroamor.Losalegresruiseñorescantando,elcarteroalaspuertasllamando,lacafeteraeléctricahumeando,yelteléfonoalertarepicando,hablan,hablandenuestroamor.
Chicomiródehito enhito el focode luz,música, amor, ruiseñores, carteros…Las palabras agitábanse en su cerebro comoversos, almismo tiempo que con unamanooprimíalabotelladevitrioloensubolsilloyconlaotraacariciabalamuñecadeRosa.Elzumbidode lavozmetálica, retiñendopor lasala, lehacíapermanecersilencioso.Entonceseraél,asuvez,eladvertido,pueslavida,tomandolasmismasapariencias del vitriolo, y hablándole a lomos de la música se le encaraba paraexhortarle:«Tequieroestropearelrostro».Ycuandoélprotestóconlaspalabrasdequenuncaqueríamezclarseenuna«cosa»así,lamúsicahizoelpropioretorcimientodesufrase:«Nosiempresepuedeevitar.Vienepordondemenossepiensa».
Losguardiasdelpaseohablan,hablandenuestroamor.
Muchos concurrentes, apiñados detrás de las mesas, estaban escuchandoatentamente; no había sitio bastante para acomodarlos a todos. Permanecíansilenciosos e inmóviles, con las cabezas descubiertas, como si asistieran a unaceremoniadelDíadelArmisticio,cuandoelreydepositaunacoronaylasgallardastropasformanenposicióndefirmes.
Eraelgénerodeamor,elgénerodemúsicayelgénerodeverdadquelesgustabaatender.
GracieFieldsbromeando,losgangstersdisparando,hablandenuestroamor.
Lamúsica repercutíaen los farolilloschinosyel rosado reflectorenmarcaba la
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figuradelvocalistaconelmicrófonoapretadosobresualmidonadapechera.—¿Hasestadoenamoradaalgunavez?—interrogóbruscayansiosamenteChico.—Oh,sí—repusoRosa.—Debeshaberlo soñado—replicóChicocon súbito rencor—.Estásverdeaún.
Noconocesalagente.—Yalsonarelúltimoacordedelaorquestasepusoareíramandíbulabatienteenmediodelsilencio—.¡Eresunaingenua!
Muchascabezassevolvieronintrigadasporfijarseenellos;unamuchachasoltóunsilbidoburlón.LosdedosdeChicomagullaronlamuñecadeRosa.
—Estás muy verde—dijo de nuevo con furia sensual mal contenida, como siestuviera peleando con los díscolos alumnosdeuna clasedepárvulos—.No sabesnadadenada—añadió,ypudocontenersusunasprontasaldesgarro.
—Oh,sí.Séalgunascosasya.—Ninguna,enabsoluto—repusoburlonamente,ciñendounpocomásfuertelos
dedosalrededordesumuñeca—.¿Soydetuagrado?Di…¿Tegustaríaquefuésemosnovios?
—Sí, me gustaría. —Una ráfaga de pena y de orgullo vibró debajo de suspárpados—.Sitúquieres,seámoslo.
Chiconopudoaguantarse.—Noseastonta.¿Porquétengoquequererlo?—Seleescapó.Yenseguida,con
unapuntadelástima,adujo—:Tecreesdemasiadolista.Permanecíasentadoallí,conlacóleraroyéndolelasentrañas,mientraslamúsica
empezabaarunrunearnuevamente.—Vámonos—dijo,depronto,furioso—.Nopuedoaguantartantacursilería.Ella,obediente,empezóarevolverelpañueloylabarritadecarmínensubolso
demano,encuyointeriorseprodujountintineometálico.—¿Quéesesto?—preguntóChicosorprendido.Ellamostróleelcabodeunrosario.—¿Erescatólica?—Sí.—Yo también —repuso Pinkie enlazando su brazo y empujándola hacia la
obscuraychorreantecalle.Levantóse las solapas de la chaqueta y empezaron a correr mientras los
relámpagosrefulgíanylostruenosretumbabanenelaire.Transitarondepuertaenpuertahastaquepudieronguarecerseenunamarquesina
decristales.Lanocheeraturbulentayespesacomobocadelobo.—¿Sabes?…Fuimonaguillohacetiempo…—confesóChico.Ysepusoacantar
quedamenteconsucascadavozdemuchacho—.AgnusDeiquitollispeccatamundi,donanobispacem.—Ensus labios resonaba todounmundoperdido;elcorode lacapilla con su órgano polifónico, el olor a incienso, los albos sobrepellices, lascasullas, lamúsica.¡Música,noimportacuál!—AgnusDei—eresbellaamisojossuave en los brazos— los jilgueros del parque hablan, hablan de nuestro amor—
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credo in unum Dominum—. Cualquier melodía le impresionaba profundamente,hablándoledecosasquenopodíacomprender.
—¿Vasamisa?—Algunavez—contestóRosa—.Dependedeltrabajo.Muchassemanascasino
podríadormirsifuera.—Meimportauncominoloquetúhagas—estallóbruscamenteChico—.Yono
voy.—¿Perotúcrees,verdad?—imploróRosa—.Tútienesfe…—Claroquetengofe.Nofaltaríamás.—Depalabraenpalabraibavolviéndose
desdeñoso—. Es la única cosa razonable. Los ateos… ¡bah!, éstos son unosignorantes. Desde luego, hay infierno. ¡Llamaradas y condenación!—Sus ojos seperdieron en el chubascoso aguacero en los rayos deslumbrantes y en las obscurasfarolasalolargodePalacePier—.¡Tormentos!
—Yel cielo también—suplicóRosa con ansiedadmientras la turbonada rugíaimplacable—.Hayuncielo.
—Oh,quizá—repusoChico—,quizá.
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II
CaladohastaloshuesosyconlospantalonesadheridosasusdelgadaspiernasChicotrepóporlatenebrosaescaleradesucuchitril.Labarandillacrujíabajosumanoyalabrir la puerta, encontró en el cuartucho a todos los componentes de la banda,fumandotranquilamente,sentadosensucamadehierro.
—¿Cuándoarreglaránestadichosabarandilla?Espeligrosayalguienseromperálacrismacuandomenosloespere—rezongócoléricamente.
El cortinón estaba descorrido, la ventana abierta y los últimos relámpagosfosforecían,sobrelosgrisestejados,sumergiéndoseenelmar.ChicoespolvoreódelcamastrolasmigajasdelbocadillodesalchichaquesehabíacomidoCubbit.
—¿Quéesesto?—dijo—.¿Unmitin?—Nomarchanbien lassuscripciones,Pinkie—lamentóCubbit—.Haydosque
nopagan:BreweryTate.DicenqueahoraqueKitehamuerto…—¿Nosloscargamos,Pínkie?—preguntóbrutalmenteDallow.Spicer permanecía quieto en la ventana contemplando la tormenta sin abrir la
boca.Susojosestabanfijosenloscentelleosyresquebrajadurasdelcielo.—Pregúntaselo a Spicer —masculló Chico—. La cabeza le ha dado muchas
vueltasúltimamente.TodossevolvieronaSpicerparamirarle.—Deberíamos dejarlo correr por algún tiempo—dijo—.Desde que falta Kite,
másdeunonoshadejadoenlaestacada.—Prosigue—interrumpióChico—,yescuchadleconatención.Esloquesellama
unfilósofo.—Bien—repuso Spicer irritado—, supongo que hay libertad de palabras entre
nosotros, ¿no?…Desgraciadamente los amigos que han volado no han podido vercómounmuchachodirigíaestenegocio.
Chico sentóseenel catrecon lasmanoshundidasen losbolsillosobservándolesilencioso,conlasmejillascrispadas.
—Soycontrarioalasesinato.Nomeimportaquelosepáis.¿Quéseganaconlavenganza?Ésteesmimododesentir.
—Melindrosoycobarde—susurróChico.Spicer,plantándoseenelcentrodelcuartucho,dijoserenamente:—Oye,Pinkie,sérazonable.—Ydirigiéndoseatodos,repitió—:Sedrazonables.—No es del todo mal pensado lo que dice —intervino de pronto Cubbit—.
Tenemosmalasuerteynonosconvienellamarlaatención.TalvezseamejordejarenpazaBreweryaTatedemomento.
Chicoselevantó.Algunasmigajasquedaronprendidasensurezumantetraje.—¿Estásapunto,Dallow?—¿Quéquieresdecir,Pinkie?—dijoDallow,mostrandolosdientescongruñido
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deperrofiel.—¿Dóndevas?—preguntóSpicer.—PiensohacerunavisitaaBrewer.—TeportascomosihicieraunañoquehubiésemosenviadoaHalealotrobarrio
ynounasemana.Deberíassermáscauteloso—aconsejóCubbit.—Ésteesunasunto liquidado.Ya sabéis elveredicto.Muertenatural—expuso
Chicoatisbandoladesfallecidatempestad.—TeolvidasdelacamareradeSnow’s.Nospuedejeringar.—Hevenidosolucionandoestacuestión.Nohablará.—¿Qué,tehascasadoconella,no?—TrapaleóCubbitmientrasDallowsoltabael
trapo.Chicosacóselasmanosdelosbolsillosconlospuñosapretados.—¿Quiénhadichoquepretendíacasarmeconella?—Spicer—chivateóCubbit.—Oye,Pinkie—dijoSpicer reculandounospasos—.Yosólohe insinuadoque
unacosaasílecerraríalaboca.Lamujernopuededeclararcontraelmarido.—Nonecesitocasarmeconunagambaesmirriadaparacerrarle laboca,pero…
¿qué podríamos hacer para cerrar la tuya, Spicer?—La punta de su lengua asomóentrelosdientes,lamiendolascomisurasdelossecosychasqueanteslabios—.Quizásitediéramoselpasaporte…
—Eraunabroma,Pinkie—intervinoCubbit—.No te lo tomes tanenserio.Tehacefaltaunpocodebuenhumor.
—¿Ah?…—¿Creíais que era una broma graciosa? Yo, ¡casándome!, con estapalomadepacotilla.¡Ja,ja!—refunfuñó.—Yaentiendo.Vámonos,Dallow.
—Espera hastamañana—propusoCubbit—.Espera hasta que vuelvan al redilalgunosdelosquenoshanplantado.
—¿Melindrosotútambién?—Nodigastonterías.Llevamosunamalaracha…—¿Estásconmigo,Dallow?—Encuerpoyalma,Pinkie.—Entonces vámonos—decidió Chico abriendo una pequeña alacena colocada
encimadelaguamanil,endondeguardabasusefectospersonales.De espalda a la pandilla estuvo revolviéndolos y por fin escogió una delgada
navajitaparecidaalasusualesdeafeitar,perounpocoromadelapuntayconmangoestucado. La pulsó ligeramente con la uña del dedo pulgar, la única que no teníarecortadaporcompletoyluegocalóselosguantes.
—Volveremos dentro de media hora con la pasta —dijo dando un violentoportazoydescendiendosinambagesporlaescalera.
LamojaduraleatravesabalaropaempapándoselapielyalsaliralacalleseguidoaunpasoporDallow,nopudoreprimirunamuecadeescalofríoyunligerotemblordehombros.
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—IremosacasadeBrewer.Conunalecciónhabrásuficiente.—Loquetúdigas,Pinkie—aprobóDallow,atragantándoseporseguirle.Deprontoparóde llover.Habíamareabajay el superficial oleaje escarbaba la
arenadelaplaya.Unrelojdiolasdocecampanadasdemedianoche.Dallowsoltóunacarcajada.
—¿Quétepasa,Dallow?—Estabapensandoqueeresuntíolisto,Pinkie.Kiteestuvoacertadoalcogerte.
Noteandasporlasramas;sabeslamaneradeirdirectamentealascosas.—Tienestodalarazón—contestóorgullosamenteChicoojeandolacalleconun
nuevoescalofrío.Cruzaron por delante delCosmopolitan. El resplandor de los faros marítimos
resbalabaaintermitenciasporelcielonubladoypatético.La única luz que resplandecía en Snow’s apagóse cuando ellos pasaron en
direcciónaOldSteyne.BrewervivíaenlacarreteradeLewer,cercadelalíneadeltranvíaycasidebajodelviaductodeltren.
—Estaráacostado—repusoDallow.Pinkiehizosonareltimbredelapuertahundiendoprofundamenteeldedoenel
conmutador. La casa de Brewer se encogía entre dos tiendas cerradas. Un tranvíavacíodeslizóseraudopor lacarreterahaciael retiroconelcobradoradormiladoenunodelosasientos,ylacubiertalimpiayabrillantadaporelaguacero.Pinkieretirólosdedosdeltimbre.
—¿PorquéhabrádichoSpicerestodecasarme?—Debe haber pensado que el matrimonio era una buena solución para tenerla
cogida.—Rosa no es de las muchachas que me hacen perder la cabeza—dijo Chico
llamandootravez.Encendióselaluzdelaescalerayseoyóelruidodeunaventanaqueseabríayel
ecodeunavozquepreguntaba:—¿Quiénhay?—Soyyo:Pinkie.—¿Quéquieresaestashoras?¿Nopodíasvenirporlamañana?—Deseohablarcontigo,Brewer.—Notengonadaquehablarcontigo,Pinkie.Nadaquenopuedaesperar.—Terecomiendoqueabras;serámejorparati.¿Oquieresquetelopidadeotro
modo?—Miviejaestámuyenferma,Pinkie,yahoraduerme.Hacetresnochesqueno
pegaelojoynoquisieradespertarla.—Estoladespertará—dijoChico,clavandoeldedoeneltimbre.Untrendemercancíasdesfilóporelviaductohaciendoretemblartodalacarretera
deLewer.—Nollamesmás,porfavor.Bajoaabrirte.
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Pinkie, mientras esperaba con las enguantadas manos metidas en los bolsillostiritóescalofriantemente.
Brewer,unhombrecorpulentoydealgunaedad,abriólapuerta.Ibavestidoconun sucio pijama blanco al cual le faltaba el último botón, por lo que sus alas semecíandeunladoparaotrosobrelacombadabarriga.
—Entra, Pinkie, y no hagas ruido.Mi vieja estámuymala y amí tambiénmedueleunpocolacabeza.
—¿Por qué no has pagado la suscripción, Brewer? —dijo Chico, ojeandodesdeñosamente elmísero vestíbulo con el techo en forma de sombrilla abierta, elapolilladopercheroconunagorracolgadadeunodelosbrazosylamohosacanéforaparaenredaderas.Kitedebiótratarcongentedemásdinero.BrewernoeramásqueunagentedelHipódromoenelbaruchodelaesquina.Malnegocioteniendoportodagananciaeldiezporcientodelasapuestas.
—Entradaquí,seestámáscalentito,yacomodaos.¡Quénochedeperros!Brewerhacíagaladeunosmodalesfinosyamaneradosaunenpijama.Sufigura
evocaba la leyenda de una tarjeta comercial de alta estirpe: «La más vieja firma.Podéis confiar enBillBrewer».Encendióuna lámparadepie conpantallade sedarojabordeadadezarcillosylatenueluzhizorevivirunaazucareradeplatachapadayunarroganteretratodeboda.
—¿QueréistomarunvasodeScotth?—Yasabesquenobebo—siseóChico.—QuizáaTednolevengamal.—Nimalnibien.Esoes—dijoDallowconunamueca.—Hemosvenidoporlasuscripción,Brewer.Elhombredelpijamablancopusosifónensuvaso.DeespaldasvigilabaaPinkie
enelespejodelbufeteysusojosseencontraron.—Mehanmolestadomucho—dijo—desdequeKitemordióelpolvo.—¿Yqué?—Pues… que me he preguntado a mí mismo si la banda de Kite aún podía
protegerme.De súbito se paró escuchando atentamente. Muy desmayado y débil se oía el
angustiosoruidodeunamujertosiendoenlahabitacióndearriba.—¡Lavieja!Sehabrádespertado.Voyaverlaunmomentoyvuelvoenseguida.—Notemuevasdeaquíyhabla.—Sehadespertado…—Cuandoterminemospodrásir.Tos,tos,tos…Parecíaunmotorqueintentaraarrancar.—Por favor, sé humano. No sabe dónde estoy. Es cuestión de un minuto —
imploróBrewerdesesperadamente.—Lonuestrotambiénescuestióndeunminuto.Noreclamamosmásqueloque
senosdebe.Veintelibras.
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—Nolastengoencasa.Palabra,nolastengo.—Esto esmuymalo para ti,Brewer—dijoChico descalzando el guante de su
manoderecha.—Te lo juro, Pinkie. Pagué todo el dinero de que disponía ayer. Todo,
¿comprendes?…AColleoni.—¡EnnombredeDios!¿YporquéaColleoni?Breweragitábase,escuchandolatos,tos,tos,sobresucabeza.—Ten compasión, Pinkie. No puedo pagar a ambos al mismo tiempo. Y me
hubieranhechohincarelpicosinoapoquinoconColleoni.—¿EstáenBrighton?—Sí;paraenelCosmopolitan.—YTate…¿hasoltadotambiénlapastaaColleoni?—Exacto,Pinkie.Llevalosnegociosalogrande.Las palabras «a lo grande» parecían una acusación a la desmantelada ymísera
camadehierrodeBilly’sylasmigajasyacientessobreeltapete.—¿Así,creesqueestoyacabado?—Siguemiconsejo,ypontedeacuerdoconColleoni.Chico, repentinamente, dio un terrible bofetón a Brewer, arañándole con sus
recortadasuñas.Unhilillodesangrefluyóturbulentoporladescarnadamejilla.—No, no; te lo suplico —impetró Brewer retrocediendo hacia el bufete y
volcandolaazucarera—.Necesitoprotección.Séprudente…Necesitoprotección.Dallowllenósedenuevoelvasodewhisky.—Mírale.Quierequeleprotejan—dijoChico.Dallowcogiólasoda.—¿Tienesbastante?—LavozdeChicoerauntrallazo—.Estoesparaqueveas
quiénteprotege…—Nopuedopagarosalosdos,Pinkie.PoramordeDios,detente.—Veintelibrasesloquenecesitamos,Brewer.—Colleonimequitaráelpellejo.—Notepreocupes.Nosotrosloimpediremos.Tos, tos, tos…No cesaba el angustioso ruido sobre sus cabezas y entonces un
lamento, lacio y delgado, como el de una criatura que se despierta llegó hasta susoídos.
—Mellama,meestállamando…—farfullóBrewer.—Veintelibras—repusoChico,secamente.—Noguardoeldineroaquí.Voyatraértelas.—Dallowteacompañará.Yoesperaré—dijosentándoseenunasilladelcomedor
ydirigiendolavistahacialabarriobajeracalleconsusdepósitosdebasuraalolargodelempedradoyhacialasoberbiasombradelviaducto.Permanecíatranquilo,conlosojos,grisesyfríos,sinningunaexpresión.
Alogrande.Colleonillevabalosnegociosalogrande.Peroél,Chico,nopodía
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confiar en ningún elemento de su pandilla; excepto Dallow tal vez. En estascondiciones hay que andar con pies de plomo; uno no puede permitirse el lujo detenerniunasolaequivocación.Detodosmodosnoimporta.
Un gato que se dirigía cauteloso a uno de los montones de inmundicias seagazapódeimprovisofijandoenlasemioscuridadsusverdesyfosforescentesojosdeágata en los de Chico. Ni el uno ni el otro se movieron lo más mínimo,contemplándosemutuamente,hastaqueDallowestuvodevuelta.
—Yatengoeldinero,Pinkie.Chico volvió la cabeza con un rictus de malestar. De súbito su rostro se
convulsionó estornudando con violencia dos veces. En el piso de arriba la tos ibaapagándose.
—Noolvidaráestavisita—continuóDallow—.¿Sabes?…Deberías tomarteunbuentragodewhisky.Tehasresfriado.
—Meencuentromuybien.No,esprecisoquenosdespidamos—propusoChicolevantándoseysaliendoalacalle.
Caminabanporelcentrodelacalzada,entrelosraílesdelostranvías.—¿Tehaceslailusión,tútambién,dequeestoyacabado,Dallow?—¿Acabado?Siestásempezandotodavía.Caminaron un rato en silencio. El agua de los tejados se derramaba por las
gárgolassobrelaacera.—¿TepreocupaColleoni?—Enabsoluto.—Tú vales más que una docena de Colleonis. ¡El Cosmopolitan! —exclamó
despreciativamentedandounapalmada.—Kite pensaba que le saldría bien lo de las máquinas automáticas, pero la
experiencialeenseñólocontrario.AhoraColleonicreequenohaymorosenlacosta.Ysedivertirádelolindo.
—DebeestaryaenteradodelodeHale.—Halemuriódemuertenatural.—Sí,sí.DíseloaSpicer—repusoDallowcarcajeándose.CruzaronelchaflándeRoyalAlbionyelmarnoeramásquesusurro—lamarea
habíavuelto—,chapoteoyoscuridad.ChicoatisbódereojoaDallow,recibiendodesu cara repugnante y llena de cicatrices una sensación indefinible de triunfo,compañíaysuperioridad.Dalloweradeconfianza.Sintióseseguroycontentocomoel colegial físicamente débil, pero astuto, que tiene por amigo inquebrantable almuchachotemásfuerteyvigorosodelcolegio.
—Eresunpapanatas—dijoamistosamenteagarrándoledelbrazo.Yestegestoerasumáximapruebadecariño.En Billy’s aún había una luz encendida y Spicer aguardaba impaciente en el
vestíbulo.—¿Todohaidobien?—preguntóansioso.
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Sunarizenrojecidayelrictusdesubocamostrabanalaleguaquehabíatrincadodelolindo.
—¿Tú qué opinas? —dijo Chico, subiendo la escalera—. Hemos cobrado lasuscripción.
Spicerlossiguióhastallegaralabuhardilla.—Hanllamadoporteléfonounminutodespuésdeirte.—¿Quién?—Unamuchacha.UnatalRosa.Chicosentóseenlacamayempezóadescalzarse.—¿Quéquería?—Hadichoquemientrasestuvocontigoalguienfueapreguntarporella.Chiconohizoningúngesto.—Pinkie,¿eséstalachica?—¿LachicadeSnow’s?—Sí,ellaes.—Yomehepuestoalaparato,Pinkie.—¿Hareconocidotuvoz?—dijoChicoconunzapatoenlamano.—¿Cómopuedosaberlo?—¿Quiénpreguntóporella?—No lo sabe. Quiso comunicártelo por si te interesaba. ¿Crees que ha sido la
bofiaquienhadadolacampanada?—Losbofiasnosontanlistoscomoparaesto.Esposiblequeseaunhombrede
Colleoni, que pretenderá indagar qué le pudo haber sucedido a su pulido Fred.—Sacóseelotrozapato—.Nodebesamedrentarte,Spicer.
—Eraunamujer,Pinkie.—Nomepreocupa.Fredmuriódemuertenatural según el veredicto.Olvídate,
pues,deella.Porelmomentohaycosasmásimportantesenquépensar.Pusoloszapatos,unoalladodelotro,debajodelcamastro,quitóselachaqueta—
que colgó en uno de los barrotes—, los pantalones —extendiéndolos despuéscuidadosamente plegados en una silla— y la camisa, que abandonó en la mismacabecera.
—Tengolaimpresión,Spicer,quedeberíastomarteunasvacaciones.Estáspálidoy tienes mala cara. No me gusta tener gente en la cuadrilla con este aspecto.—Estirándoseenlacamacerrólosojos—.Lárgate,Spicer,ynotetomeslascosastanapecho.
—Perosiestachicarecordaraquienescondiólatarjeta…—Nuncalorecordará.Apagalaluzyvete.La luna brillaba como una lámpara encendida sobre los tejados, produciendo
retazos de sombra en las callejuelas, iluminando las blancas y vacías tribunas delhipódromoenloaltodeWhitehawckBottom,rielandotaciturnaenlabrumosamareaprocedentedeBoulogneylamiendo,conturbiasuavidad,lospilaresdePalacePier.
Lalunailuminabatambiénelsórdidoaguamanil,losefectospersonalesdeChico
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enlaentreabiertaalacenaylosoxidadosbarrotesdesucamastrodehierro.
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III
Chicopermanecía acostado.Una tazade café se enfriaba en lamesilla denocheyalgunos migajones de pastas secas perdíanse entre las sábanas. Después dereflexionar unos momentos con un lápiz tinta en la boca, que le ponía los labioscolorados,empezóaescribir:«Conreferenciaamiprimeracarta…»,yalfinalpusola firma: «Pinkie Brown», Secretario de LOS PROTECTORES DELBOOKMAKER[5]. El sobre, dirigido al «Señor J.Tate», reposaba en lamesilla denochealgomanchadodecaféporunapunta.
Recostósedenuevoen la almohada cerrando losojos, vencidopor lamodorra.Suspárpadoscaíanaletargadoscomolacortinilladeunamáquinafotográficaalaquese apretara el disparador. Nunca soñaba: su acción de dormir era puramentefuncional.
AlabrirDallowlapuertadespertóseotravez.—¿Quéhay?—preguntó,permaneciendoaletargadoeinmóvilentrelassábanas.—Unacartaparati,quehasubidoJuddy.Esunsobremuyelegante.Huélelo.Chico,agarrandoelpliego,seloaplicóalanariz.Olíacomociertosespecíficos
indicadosparaelmalaliento.—Nodeberíasdejarsubiraestazorra,Dallow.SiBillylosupiera…—¿Quiénescribeenunpapeltanperfumado,Pinkie?—Colleoni.MeinvitaatenerunaentrevistaenelCosmopolitan.—¡En el Cosmopolitan! —repitió Dallow con disgusto—. No pensaras ir,
supongo.—Suponesmal.Iré.—¡Hum!Noesunlugarcomoparasentirseenfamilia.—Elegante,comosuescrito,ymuycaroademás.Seimaginaquemeaturdirá.—TalvezseríaconvenientedejarenpazaTate.—BajamichaquetaaBilly.Dilequelacepilleconcuidadoylaplancheunpoco.
Luegomete unamano a estos zapatos—dijo, sacándolos de debajo de la cama ydirigiéndosehaciaelespejo—.Seimaginaquevaadesconcertarnos.
Contemplóse unosmomentos, pero pronto desvió la vista de su propia imagenque, como siempre, le mostraba un rostro imberbe, unos cabellos despeinados yaquellos ojos indefinibles. En realidad le preocupaban muy poco las apariencias.Teníacosasmuchomásimportantesenlasquepensar.
Un poco más tarde estaba completamente a sus anchas, aguardando bajo lailuminadacúpuladelmagníficovestíbulodelCosmopolitan.
Unosviajerosconampliaschaquetasdecueroentraronacompañadosdeunpardeniñoscoloradotes,cuyoschillidoserancomoel tañidodeunacopadecristalalsergolpeadaconundedo,peroqueofrecíanlaimpresióndesermáshurañosydíscolosque el acero. No miraban a nadie, deslizándose majestuosamente a través del
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soberbiovestíbulo,comosipasearanporelPaseodeBrightonenelúltimomodelodecochereciénsalidodefábrica,yterminaronporsentarse,conmodalesaltivos,endosaltostaburetesdelbaramericano.Unamujerrobusta,conunzorroplateadosobreloshombros, salía del ascensor.Atisbó fijamente aChico y, de súbito, volvió a entrarotravezsubiendohacialospisosaltos.Unaisraelitadeojosrasgadoshusmeólecondescaroyluegosepusoacuchichearconotramujerdesumismarazasentadaenuncanapé.PorfinaparecióColleoni,caminandodepuntillasporlamuellealfombradelasaladelecturaLuisXVI.
Era un judío de cuerpo rechoncho, con chaleco cruzado, ojos verde relucientescomo dos granos de uva y pelo escaso y gris. Las dos pelanduscas del sofáinterrumpieron su conversación, contemplándole desvergonzadamente. Un gentiltintineometálicoeraelúnicoruidoqueproducíaalandar.
—¿Deseaverme?—rogóreceloso.—Quiendeseavermeesusted.Herecibidosucarta.—¡Ah,sí!—dijoColleoni,conunmovimientoazoradoeindecisodesumano—.
¿UstednoseráelseñorP.Brown?Meloimaginounpocomásviejo.—Deseavermeamí—concretóChico.Los verdosos granos de uva examinaron su escurrido traje, sus raquíticos
hombrosysusvulgareszapatosnegros.—CreíaqueelseñorKite…—Kitehamuerto,Yalosabe.—Loignoraba…Desdeluego,siendoasílacosavaríamucho.—Enabsoluto.Puedehablarmecomosilohicieraconél.—Nolocreonecesario—repusoColleonisonriendo.—Peorparausted—fuelasegundarespuestadeChico.Elretintíndealegresrisasyelrunrún,runrún,runrúndelacoctelerasurgíandel
bar americano. Un botones atravesó el salón Luis XVI pregonando: «Sir JosephMontagu,sir JosephMontagu».Las húmedasmanchas del agua que había rociadoBillysobrelachaquetaparaplancharla,secábanserápidamenteenlacálidaatmósferadelCosmopolitan.
Colleonilevantandolamanolediounasuavepalmadaenelhombro.—Vengaconmigo—dijo,yempezóaandar,depuntillascomosiempre,pasando
pordelantedelsofáendondesecreteabanlasdosisraelitasydeunamesaenlacualunancianomediodormidoyconeltéheladoparecíaescucharaunhombrejovenqueleconfesaba:«Ledijequemiúltimoprecioerandiezmil…».
ColleonivolviendolacabezaguiñóunojoaChico.—Elserviciodeestehotelnoestanbuenocomoparece—expuso,oteandolasala
delectura.Unamujervestidadecolormalvayconunadiademaabsurdaescribíaunacarta
entreunrevoltillodeporcelanas.Colleonialverlaseretiró.—Vayamosaunsitiomástranquilo,endondepodamoshablarenpaz.
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Volvieron a recorrer el amplio vestíbulo en dirección a la caja del ascensor. Elancianosehabíadespabiladoyprobabaadisgustoelfríoté.
—Número quince —dijo Colleoni al mozo. Y mientras subían angélicamentehacialapazofreciócorrecto—:¿Unpuro?
—Gracias,nofumo.Abajoresonabanaúnlosalegresgorgoritosdelbaramericanoylaúltimasílaba
delallamadadelbotones:«…gu,…gu,…gu»,eneltocadorPompadour.Llegaronasupisoy,saliendoalalfombradoyblandopasillo,Colleonisedetuvounmomentoparaencenderelcigarro.
—¿Medejaexaminarelencendedor?—preguntóChico.Losojospequeñosyastutosdeljudíocentellearoniluminadosporlaindirectay
resbaladiza luz eléctrica.Amablemente lo puso en susmanos.Chico lo contemplófijándosedereojoenlamarcaestampillada.
—Orolegítimo—sentenciódevolviéndoselo.—No uso más que cosas de valor—repuso Colleoni, haciéndole entrar en su
habitación—.Tomeasiento.Lasbutacas, tapizadasde terciopelorojo,concoronasdeoroyribetesdeplata,
reposabanfrentealosampliosventanalesdehierroforjadosuspendidossobreelmar.—¿Unacopa?—Gracias,nobebo.—¿Quiénleenvía?—Nadie.—QuierodecirquiéndirigelabandasiKitehamuerto.—Yoladirijo.Colleoni sonrió beatíficamente golpeando con la uña del pulgar el dorado
encendedor.—¿QuélesucedióaKite?—Ya conoce la historia y no creo que le interesen los detalles —dijo Chico
mientrasibarecorriendoconlavistalascoronasnapoleónicasyloshilillosplateados—.Desdeluego,nohubierasucedidoconunpocomásdesuerte,perounperiodistacreyóquepodíajugárnosla.
—¿Quéperiodista?—Demasiado lo sabe, seguramente habrá leído la encuesta —musitó Chico,
contemplando a través de la ventana el puro y azul arco del cielo adornado conligerasnubesblancas.
Colleoni, mirando la ceniza de su puro, que había adquirido una respetablelongitud,sentóseenunabutacaycruzólasaplomadaspiernas.
—NohablemosmásdeKite—propusoChico—.Estáliquidado.—¿Quieredaraentenderqueyanoleinteresanlasmáquinasautomáticas?—No; quiero dar a entender que esta eliminación no será muy saludable para
ciertapersona.—Unperfumadoefluviosurgíadelpañueloqueasomabadelbolsillo
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deColleoni—.Podríaserquefueraustedquiennecesitaraprotección.—Dispongodetodalaquenecesito—recalcóColleonientornandolosojos.Sentíase seguro; todo el confort del hotel le acariciaba y, en realidad, podía
considerarsecomosiestuvieraensucasa.EraChicoquiencarecíadeambienteallí,sentado en el borde de la silla, alerta y sin ganas de alargar excesivamente laentrevista.
—Está perdiendo el tiempo, hijomío.Nome puede ocasionar ningún daño—silabeó Colleoni con una sonrisa—. De todos modos, cuando necesite trabajoavíseme.Megustanlosatrevidosyesposiblequepuedacolocarle.Elmundoprecisadejóvenesconenergía.
Alhablarbalanceabaaparatosamenteelcigarroesbozandounanchocírculoquepretendíacontenerelmundotalcomosoliviantábaseensuimaginación:montonesderelojes eléctricos, controladosporGreenwich,undespachomagnífico, conpupitresllenosdeconmutadoresymanivelas,cuentasintervenidas,informacionesdeagentes,plata,cuchillería,cristales,espejos.
—Leveréenlascarreras—advirtióChico.—Serámuydifícil.Noheasistidoaningunadesdehaceveinteaños.Con estas palabras parecía indicar—mientrasmanoseaba elmechero de oro—
queelhipódromonoeraunsitiodondesecruzaransus intereses.LaestanciaenelCosmopolitan y el dictáfono portátil sobre una mesa no tenían la más mínimacoherenciaconeldegüellodeKiteenelandéndeunaestación,niconlasemocionesdelturf,niconlapolvaredadelapista,niconelgriteríoenlastaquillasdeapuestas.
—No soymásqueunhombredenegocios—explicópegajosamente—.Nomehacefaltairalascarrerasynadadeloqueintentehacercontramishombrespuedeasustarme,Hacepocohetenidodosenelhospital.Noimporta.Leshemoscuidadoespléndidamente: flores, frutas…Me sobran recursos para ello y no tengopor quépreocuparme.Soyunhombredenegocios.—Colleoniibaponiéndosedebuenhumoramarchas forzadas—.Ustedmegusta porque es un jovenque promete y le hablocomoloharíasupadre.Créame,nopuedeperjudicaruntingladocomoelmío.
—Puedoperjudicarleausted.—¿Y qué sacará? No hay coartada posible que le pueda salvar. Sus propios
testigosseespantarán.Soyunhombredenegocios.—Susojosdeuvarelucíancomolosreflejosdelsolenuncapulloderosayresbalabansobrelagruesaalfombra—.ANapoleónlegustabaestahabitación.YtambiénaEugenia.
—¿QuiénesEugenia?—Una de estas palomas forasteras de postín—adujo vagamente y después de
cortar una flor de un ramo se la colocó en el ojal de la solapa, mientras en suscerúleosojillosflotabaunesbozodeperversidadyunairedeburdel.
—Bueno,mevoy—dijoChicodirigiéndosehacialapuerta.—¿Mehacomprendidodeltodo?—preguntóColleonisinmoverse,manteniendo
cuidadosamente quieta lamano para que no le cayera la ya kilométrica ceniza del
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puro—.Brewerestáquejoso.Esperoqueestonoserepita.YTate…noleconvienehacertravesurasconTate.
Su rostro semítico no transparentaba ninguna emoción, excepto un apacibleesparcimiento y una indulgente amistad. Pero de súbito, rígido y enmarcado en lasuntuosahabitaciónvictoriana,conelmecherodeoroenelbolsilloylacigarreradeplatasobrelamesa,mirócomopodíamirarunhombrequefueradueñodelmundo,de todo elmundo visible, eso es: dinero, policías, prostitutas y leyes que ordenan:«estoesjustoyestoesinjusto».
—Lohecomprendidodeltodo.Quieredecirquenuestrabandaespequeñaparamedirseconlasuya.
—Tengomuchagenteempleada…Chicocruzó lapuerta;elcordóndesatadodesuzapatogolpeaba ligeramente la
alfombraalandar.Enelampliovestíbulo,casivacío,uncuarentónaguardabaaqueviniese alguna chica. El mundo visible era todo el mundo de Colleoni y sobre elpechodelrapaz,enunpuntodondelaplanchadeBillnohabíapasado,persistíaaúnunapequeñamanchadeagua,húmedayabsurda.
AlguienagarróaChicodelbrazo.Volviendolacabezapudoreconocerauntipo,inconfundibleconsombrerohongo.
—Buenosdías—dijomeneandolacabezacautelosamente.—MehandichoencasadeBillyqueestabasaquí.Elcorazón lediounbrinco:eracasi laprimeravezque la ley lepodíaagarrar,
tundir, acorralar entre cuatro paredes, impelerle al abismo y enterrarlo en vida,poniendofinatodassusilusionesyasuambiciosofuturo.
—¿Tengoqueseguirte?—Esoes.Pensó en la muchacha, en Rosa y en que alguien fue a verla. Su memoria
retrocedió en el tiempo, representándole la fútil escena en que ella cogióle con lamanodebajodelmantelcomobuscandoalgo.
—Bien,almenosnomehanmandadoalosCuatroGrandes.—VamosalaComisaría.—¿Necesitaréfianza?—SetratatansólodeunadenunciadeBrewerporagresión.Ledejasteunbuen
chirlo.Pinkieempezóareír.—¿Yo?¿ABrewer?Sinitansiquieraletoqué.—Elinspectordecidirá.—Notengoinconveniente.Empezaronacaminarporelpaseoyunfotógrafocallejeroalverleslesenfocóla
cámara.—Deberíais prohibir estas cosas—dijoChico tapándose el rostro—.Resultaría
muyedificanteunretratonuestrocaminodelaComisaríaexpuestoenunescaparate
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delmuelle.—Una vez, en la ciudad, se pudo coger a un asesino gracias a una de estas
instantáneas.—Recuerdovagamentehaberloleído—musitóPinkie.Anduvounratosilenciosopensando:«Colleoniempiezaamostrarlasuñas;esél,
sinduda,quienharemovidoesto».—DicenquelamujerdeBrewerestámuymala—susurróblandamenteelpolicía.—¿Ah,sí?Nolosabía.—Supongoquedebestenerlacoartadaapunto.—Ni por pienso. No sé cuándo dice Brewer que le agredí y uno no puede
disponerdecoartadasparacadaminuto.—Eres un muchacho inteligente. No tienes ninguna necesidad de meterte en
camisasdeoncevaras.Elinspectordeseatansólocharlarcontigoenplanamistoso.YaenlaComisaríapenetróenundespachoendondeleaguardabaunhombrede
avanzadaedadyrostrocansado.—Siéntate,Brown—dijo,ofreciéndolelapitillera.—Gracias, no fumo—declinóChico contemplando al inspector con cautela—.
¿Dequésemeacusa?—Nosetrataexactamentedeunaacusación.Brewerselohapensadomejor.—
Hizounapausa.Surostroparecíamásfatigadoquenunca—.Voyaponerlascartasbocaarribaporunavez.Sabemosmuchomásdevuestrosmanejosdeloquesepuededignamente tolerar. No quiero inmiscuirme entre tú y Brewer: allá vosotros convuestras querellas. Yo debo ocuparme de asuntos más importantes. Pero deseoadvertirteunacosa:Brewernosehubieraatrevidonuncaapresentarunadenunciasialguiennolehubieraempujado.
—Veoquenocarecedeimaginación,inspector.—Y, por lo visto, a esa persona que ha inducido aBrewer no le hace ninguna
mellavuestrabanda.—Es realmente difícil que algo se escape a los ojos de lince de la policía—
bromeóChicoconunamuecairrisoria.—Lascarrerastendránlugarlasemanapróximaynoquieroluchasalpormayor
nipendenciascallejerasenBrighton.Nomeimportaqueosacuchilléisunosaotroscalladamente,sinescándaloniruido.Alfinyalcabonodoyunpeniqueporvuestraasquerosapiel.Perocuandodospandillasdepistolerosselíanatirolimpio,algunaspersonascuyavidamepreocupapuedenrecibirunmaltanto.
—¿Aquiénserefiere?—Alaspersonasdecentes.Alpúblicolaboriosoysencilloqueestáalmargende
vuestrosjaleos:empleados,modistillas,trabajadores.Gentequenodebemorderelpolvoporunquítamealláestaspajasentretúy…
Colleoni.—¿Adóndequiereiraparar?
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—A esto: Tú eres poca cosa para dirigir la banda, Brown: no puedesencendértelas con Colleoni. Si sucede el más leve tumulto descargare toda lacaballería con mil rayos y truenos sobre ambos. Pero tú llevarás las de perder; aColleonilesobraráncoartadas.Ynadieseatreveráadeclararcontraélparaguardartelasespaldasati.Yaestásadvertidoyoyemiconsejo:márchatedeBrighton.
—¡Magnífico!Todouninspectorespantándolelasmoscasauncharrán.—Esta es una conversaciónprivaday oficiosa.Quiero ser humanitario por una
vez.MetienesincuidadoquetecarguesaColleonioqueélsetecargueati.Peronotoleraréelmásinofensivorasguñoaunapersonadecente,siesquepuedoevitarlo.
—¿Usted también cree que estoy acabado? —se lamentó Chico gesticulandodesazonadamente, mientras sus ojos vagaban por la pared repleta de avisos,fotografíaseinformaciones.Licenciasdecaza,licenciasdearmas,señaspersonalesde individuos ahogados…Un rostromuerto,macilento, con los cabellosmustiosyunacicatrizhorribleenlabocaparecíafijarleconmiradavidriosa.
—¿CreequeconColleonimantendrálapazmásdignamente?Pudoleerlainscripcióndebajodelretratosinvida:Unrelojdeníquel,americana
ypantalóngris,camisaazuljironada,calzoncillos«Simplex»…—¿Ybien…?—dijoelinspector.—Gracias por su advertencia—bisbiseó Chico, como asqueado del reluciente
escritorio,delapitilleradePlayersydelabsurdopisapapelesdecristal—.Detodosmodoslopensaré.Soymuyjovenaúnpararetirarme.
—Yeresmuyjoventambiénparadirigirtamañabarahúnda.—Enresumen:Brewernomehahechoningunadenuncia.—No; pero tampoco te tiene miedo…, según me ha confesado. Por mi parte
solamenteansiabatenerunaoportunidadparahablarteconelcorazónenlamano.—Bien, bien…—rezongóChico levantándose—, tal vez vuelva a visitarle, tal
vezno.Gesticuló de nuevo, intranquilo, mientras cruzaba el despacho. Sus huesudas
mejillasseruborizaronconlevetinterojizo.Lasangrerebullíaensusvenasaunqueprocurabadisimularlo.Todaaquellacharlanoeramásqueuninsultogrosero.Peroélmostraríaalmundodeloqueeracapazapesardetenerdiecisieteañossolamente.
Sacudió los escuálidos hombros con un respingo al turbio pensamiento de quepodíaliquidarasuhombreyatodosestosbofiasquesejuzgabaninteligentesynoloeranbastanteparaadivinarsusintenciones.Imaginabayalaestelagloriosadeltriunfodetrásdesuspasos.Lastinieblasdelinfiernolehabíanescoltadodesdelainfancia.Yahoraestabadispuestoacometernuevoscrímenes.
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Terceraparte
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I
IdaArnolddesperezóseenlacamadelhotel.Ledolíalacabezay,demomento,nosupo dónde se encontraba. La noche anterior, en Sherry’s, fue algo tumultuosa; ymientrassumiradarefulgíasinalmasobreelmacizopalanganero,laturbiajofainadeagua gris en la que se había lavado superficialmente, y las encarnadas y lustrosasfloresdelapared,interrumpidastansóloporunabsurdoretratodeboda,seibapocoapocoesclareciendosumemoria.
RecordabaaPhilCorkery temblandodeemociónalsalirdelcabaret, sorbiendosuslabiosapequeñospicotazosytambaleándosecalleabajocomosifueraestotodoloquepodíaesperar,entantoquelamarearetrocedía.
Ahora, al recorrer detalladamente la habitación, no le pareció tan bonita comohabíacreídoaprimeravista.«Peroesacogedora—sedijoconalegría—comoamímegustan».
ElsolfulgurabayBrightonseofrecíaensumáximoesplendor.Idacruzóelarenosopasillo,crujientebajosuspies,endirecciónalaescalera,y
descendió a la planta baja. En el vestíbulo—zapatillas abandonadas, un cubo dearenacondospalasyalgasmarinascolgandoenelmarcodelapuerta—pudooírunavozinfantil,quejosayaguda,queprocedíadelcomedor:«Noquierocomer.Quieroiralcine.Noquierocomer».
AlaunaestabacitadaporPhilCorkeryenelSnow’s.Peroantesteníaotrascosasquehacer.Leerapreciso,primeramente,procurarsedineroysortearsudesmesuradocariñoalGuinnes.LavidaenBrightonnoresultabanadabaratay,porotraparte,noqueríapedirningunaclasedeayudaaCorkery.Suconcienciay sucódigoespecialadvertíanlequesialgoaceptaba,algotendríaquedaracambio.
Black Boy era el remedio. Pero la cotización de este caballo subía a marchasforzadas y necesitaba espabilarse pronto para sacarle todo el jugo posible a laapuesta.
Asípues,sindemoranitardanzaencaminósehaciaKemptTownparahacerunavisita al único agente que conocía: al viejo Jim Tate, al honrado Jim, como lellamabanenelhipódromo.
Alverlaensuoficina,Tatesepusoavociferaralegremente.—¡Caramba! ¡He aquí a la gran Ida! Siéntese, por favor,Mrs. Turner —dijo,
equivocando el nombre y ofreciéndole una cajita de Gold Fake—. ¡Fume uncigarrillo!
Su corpulencia sobrepasaba ligeramente la normal, y suvoz, despuésdeveinteañosdechillarenlascarrerasdecaballos,nopodíaadquirireltonomedio,sonandosiempre estentórea y enronquecida. Mirándole desde muy lejos o con unosprismáticosalrevés,aparentabaserunhombredemuchasalud.Perodecercaselemarcaban demasiado las amoratadas venas de las sienes y la rojiza telaraña de las
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cuencasdelosojos.—Ybien,señoraIdaTurner,¿quéseleofrece?—BlackBoy.—¿BlackBoy?Secotizadiezauno.—Doceauno.—No,no.Habajadonuevamente.Desdehaceunosdíasa todoelmundo leha
dado por este caballo. Es más, si no se tratara de usted, no le aceptaría tampoconingunaapuestaaestesaldo.
—Bueno,entoncesdemeunboletodeveinticinco libras.YtengaencuentaqueminombrenoesTurner,sinoArnold.
—¡Veinticincopavos!Esunaespléndidaapuestaparausted,señora,comoquieraque se llame.—Untóse el dedo de saliva y empezó a revolver boletos. A mediotrabajohizounapausa,permaneciendosentadocalladamenteensupupitrecomounenorme sapo, y se puso a escuchar. A través de la abierta ventana penetraba labarahúndacallejera:ruidosdepasos,voces,lejanamúsica,repiqueteodecampanas,yel continuomurmullo del canal. Parecía preocupado.De pronto el teléfono sonó ydespués de dejarlo tintinear unos instantes con los desorbitados ojos fijos en Ida,descolgóelreceptor.
—¡Aló, aló! ¡Aquí JimTate!—dijo,mientras apretaba en su oreja el auricularviejoyanticuado,porelcualfluíaunavozsusurrante,parecidaaunzumbidodelasabejas.ConlamanolibrecontinuabapreocupándosedelencargodeIda.
—Sí,sí…Estámuybien,señorColleoni.Asíloharé,señorColleoni.Gracias.—HaescritoBlackDog[6]envezdeBlackBoy—avisóleIdaArnoldalterminar
laconferencia.Éllacontemplódesvaídamente,comosinolaentendiera.—¿Black Dog? —barbotó con una carcajada cavernosa y ronca—. ¿En qué
estaríapensando?,BlackDogprecisamente.—Estopuedeserunaadvertencia.Vayaconmuchocuidado.—Bueno, bueno —gruñó con forzada amabilidad—, ya no me viene de una
preocupaciónmásomenos.ElteléfonosonódenuevoyJimTatepusocarademanzanasagrias.—Estámuyocupado—excusóseIda—.Mevoy.Ya en la calle, atisbó a todos lados, intentando descubrir el motivo de la
preocupación de Jim. Pero no pudo ver nada que no fuera el trajín ordinario deBrightonbajoelsolespléndido.
Enun café pidióunvasodeOportoy lo hizodesaparecer enmenosde lo quecantaungallo.Eradulce,cálidoyespeso,porloquedecidióseareclamarotro.
—¿QuiénesColleoni?—expusoalcamarero.—¿Deverdadnolosabe?—No.Nuncaheoídohablardeélantesdeahora.—EselhombrequeretiróaKite.
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—¿QuiénesKite?—QuiéneraKite,querrádecir.¿Nolehancontadocómolequitaronelpellejo?—No.—Supongo que no pretendían ir tan lejos. Deseaban sólo advertirle con un
pequeñorasguño.Peroporlovistolanavajaseescapo…—Bebaalgo.—Gracias.Tomaréungin.—Asusalud.—Alasuya.—Nunca había oído hablar de todo esto —dijo Ida, mirando por encima del
hombroalreloj.Noteníanadaquehacerhastalauna.Podíatranquilamentequedarseacharlarunpocomás—.DemeotroOporto…¿Cuándosucedióloquemecuenta?
—¡Uy,antesdePentecostés!La palabra Pentecostés ahora siempre la emocionaba: traía a su memoria un
montónderecuerdos,unbilletegusarapientodediezchelines,losblancosescalonesdeltocadordemujeres,ytragediaenletrasmayúsculas.
—¿YquéhaydelosamigosdeKite?—Malasunto.Nodanunadesdequeélladiñó.Labandanotienejefe…Bueno,
andanpisándole los talonesaunmuchachodediecisiete años…Pero¿quiénesuncríoasíparaencendérselasconColleoni?
Encorvándosesobreelmostradorsusurrósecretamente:—EstanochehazumbadoaBrewer.—¿Quién?¿Colleoni?—No,elmuchacho.—NoconozcoaltalBrewer.Pero,porloqueveo,lacosaandamovida.—Y espere a que empiecen las carreras. Entonces andará revuelta del todo.
Colleoni pretende arramblar con elmonopolio.Mire disimulando por la ventana ypodráverle.
Idaatalayólacalle,y,comoantesenlaaceradeJimTate,nopudovermásqueelBrightonrutinarioyconocido,elmismodesiempre,elmismoinclusodeldíaenquemurióFred:unpardechicasconpijamasplayeroscogidasdelbrazo,losautobusesdeRottingdean,unvendedordeperiódicos,mujeresconcestasyendodecompras,unmuchachozarrapastroso,unvapordeexcursionistasquesalíadelmuelle, formandounaestelaluminosaytransparentebajolosrayosdelsol…
—Noveoanadie—dijo.—Yasehaido.—¿Quién?¿Colleoni?—No,elmuchacho.—¡Oh!…¡Estecrío!—exclamóIdatragandoelOporto.—Mejuegolacamisaaquenolastienetodasconsigo.—Un mequetrefe así no es para mezclarse con ciertas cosas. Si fuera mío le
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endilgaríaunabuenatandadeazotes.Y con estas palabras dio por liquidado el asunto, desviando la atención del
muchacho,mientraselcerebro íbaledandovueltascomouna ruedadecarrusel.Deimproviso, su memoria se iluminó con un chispazo: rememoraba una cara jovenojeandoporencimadelhombrodeFredenunbarpúblico,elruidodeunacopahechaañicos,ylaspalabras:«Elcaballeropagará».Elrecuerdonopodíafallarle.
—¿NuncasetropezóconKolleyKibber?—inquirió.—No,porcierto.Notuveestasuerte.—Fuemuychocantesumanerademorir.¿Porquénomehacecincocéntimos?—Estoy completamente pez en esta cuestión. Se ha comentado poco.Nadie le
conocíaporaquí.Esforastero.Forastero; el vocablo nada expresaba para Ida. No existía ningún lugar en el
mundoenelquesesintieraforastera.Revolvióelposodevinoenelvasoconojosdesvaídos: «La vida es bella». Le gustaban todos los países y todas las cosas: elespejodelaparador, trasdelaespaldadelcamarero,queledevolvíasuimagen;lasdoschicasconpijamasplayerosretozandoalolargodelpaseo,eltoquedesirenadelyateexcursionista,caminodeBoulogne.«Lavidaesbella».Tansólolastinieblasatravésdelascualesdivagabaelmuchacho,yendohacialaposadadeBillyoviniendodelaposadadeBilly,leeranignotas.Tansóloaquelloquenoconocíaescapabaasupiedad.
—Abur.Melaspiro.Era un poco temprano aún para la cita, pero se dirigió directamente a Snow’s.
Quería hacer algunas preguntas antes de que llegara Corkery. Al entrar en elrestaurantepreguntóabocadejarroaunadelascamareras:
—¿Esustedlaafortunada?—Perdone.Nolacomprendo—repusofríamentelamoza.—Merefieroalaqueencontrólatarjeta…latarjetadeKolleyKibber.—¡Ah…fueaquélla!—dijolachica,conmenosprecio,meneandolapuntiaguda
yempolvadabarbilla.Idacambiódemesa.—Estoycitadaconunamigoydeboaguardarle.Peromegustaríaentretenerme
mientrastanto.¿Cómoestálaensaladarusa?—Tienebuenaspecto.—¿Haycachitosdehuevoylangostinos?—Detodo.Parecedecir:«comedme».—¿Cómosellama,chiquilla?—Rosa.—Muybien…CreoquefueustedlaafortunadaconlatarjetadeKolleyKibber,
¿verdad?—¿Yaselohandicho?Porlovisto,nomeloperdonan.Lesdarabiaquetuviera
tantasuerteenmiprimerdía.¿Suprimerdía?Fueunafelizocurrencia.Peropronto
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seolvidarádeella.—Nolocrea.Meacordarétodalavida.—¿Nolareñiránpormatareltiempocharlandoconmigo?—Siustedquiere,no.Hagacomosiestuvierahaciendolademanda.Nohaynadie
másenmiturnoqueesperey,porotraparte,yaestoyhartadetrajinarbandejas.—¿Nolegustaesteempleo?—Oh…noquisedeciresto.Eltrabajomeencanta.Nodesearíaotropornadadel
mundo.Noquisieraestarenunhotel,nienChesman’s,nienningúnotrositiomás,aunque me pagaran el doble. Snow’s es muy acogedor y muy elegante —adujoobservando las hileras de mesas pintadas de verde, las servilletas de papel y lasbotellitasdesalsaPerrin’s.
—¿EsusteddeBrighton?—Siempre he vivido aquí, en Nelson Place. Y ésta es una buena colocación,
porquenosdancomidaycama.Enmicuartosomostreschicastansóloytenemosdosespejos.
—¿Cuántosañostiene?—Dieciséis—murmuróRosa,reclinándosegratamenteenlamesa—.Peronolo
confiesoanadie.A todos lesdigodiecisiete.No irmehubieranadmitido tan joven.Aunahora,siseenteraran,quizámemandaríana…—vacilóunmomentocomosilapalabrasignificasealgoterrible—acasa.
—Debióponersemuycontentaalencontrarlatarjeta.—¡Oh,sí!…—¿Puedetraermeundobledecervezanegra,querida?—Nohay.Peroenviaréaporella…simedaeldinero.—Supongoquenuncaseolvidarándeaquelpequeñoperiodistaqueletrajotanta
suerte—desgranóIdaindiferentementemientrasabríaelbolso.—Oh, no era tan…—De pronto paróse en seco, sin terminar la frase, con la
miradaperdidaatravésdelaventanaenellargopaseodelmuelle.—«Noeratanqué».—InterpelóIdaansiosa—.¿Quéibaadecir?—Nada.Yanomeacuerdo.—Perdone.Solamentelepreguntabasilehabíaolvidado.—Sí,porcompleto.Semehaidodelacabeza.Voyamandarporsuencargo—
desviórecogiendolosdoschelines—.¿Tantocuestaunabotelladecervezanegra?—No,valeunchelín,peroelotroesparausted.¿Soycuriosa,verdad?Nopuedo
evitarlo;esmimaneradeser.Dígame,¿quéaspectotenía?—Soymuymalafisonomista.—Locreo, verdaderamente.Si no lo fuera, le habría reconocidoen seguida.El
periódicopublicabasuretrato.—Sí, claro. Pero soy tan tonta… —declaró pálida y resuelta, conteniendo el
alientoconunasensacióndeculpabilidad.—Fueunalástima.Dediezchelinesadiezguineasvaunagrandiferencia.
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—Voyamandarporlabotella.—No,déjelo.Esperaréunpocoyasíelcaballeroquemehainvitadoacomerla
pagará—dijoIda,reponiendolosdoschelinesenelbolso,mientraslosojosdeRosaseguíanabsurdamentelatrayectoriadesumano.
—El que no mira delante, atrás cae —continuó Ida con dulzura, examinandodetalladamente aquel rostro fino, aquel cuerpo delgado, aquella boca gordezuela,aquellosojoslejanosyaquellamortalpalidez.
Desúbitosepusoagesticular,alegreybullanguera,llamandohacialacalleconjovialesvoces:
—¡PhilCorkery,PhilCorkery!ElseñorCorkeryllevabaunaligerachaquetadefranelaycuelloduro.Suaspecto
eraunpocotímido,comoeldeciertoshombrescorroídosporalocadosdeseosquenoseatrevenaconfesar.
—¡Hola,Phil!¿Quéquerráscomer?—Unbistecyriñones—contestómelancólicamente—.Camarera, tráigamealgo
debeber.—Tendremosqueenviarloabuscarfuera.—Bueno,puesenestecasoquemandenapordosbotellasdeGuinnes.CuandoRosavolvió,Idahizolapresentación.—¿Sabes?…Eslaafortunadachicadelatarjeta.Rosaquisoretirarse,peroIdalaretuvoagarrándolafuertementedelamanga.—¿Comiómucho?—preguntóremisa.—No me acuerdo de nada, se lo juro. —Sus mejillas se ruborizaron, en el
bochornoveraniego,conellevetinterojizodelosdiscosanunciadoresdepeligro.—Dígame…¿Teníaelaspectodequeibaamorir?—¿Cómopudeadivinarlo?—Supongoquecharlóconél.—Enabsoluto.Estabamuyatareada.Leservíapresuradamenteunacervezayun
platodesalchichasyyanomeocupémásdeél.—Deuntirón,desasiéndosedeIda,seretiró.
—Nolehaspodidosacarmucho—expusoPhilCorkery.—Teequivocas.Nomeesperabatanto.—Yqué,¿continúascontumanía?—Másquenunca.—Perosinosoltóprenda.—Hadicholopreciso.Yameimaginabayoqueaquíhabíagatoencerrado.Fíjate,
medijoeneltaxiqueestabaapuntodemoriryyolecreídemomento;mehizopasarunmalratoyluegoviróenredondo,confesandoquetodoeraunahistoria.
—Sinembargo,noloera.—Estoesloraro.Perotengomisideas.—Detodosmodosloúnicoclaroyevidenteesesto:muriódemuertenaturaly,
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por tanto, no comprendo qué motivos de preocupación puedes tener. Hace un díaespléndido, Ida. Vámonos a Brighton Belle y hablemos de otra cosa. El mar estásiempreabierto;nolocierrananingunahora.Y,alfinyalcabo,sielpobresesuicidóescosasuya,nonuestra.
—Si se suicidó fue porque le empujaron a ello. De la conversación con lacamarerahesacadoalgomuyinteresante.Nofueélquienpusolatarjetaaquí.
—¡SantoDios! ¿Qué es lo que dices?No debieras hablar así. Es peligroso.—Engullíanerviosamenteylanuezdelcuellolebailabaasaltitosdebajodelaestiradapiel.
—Desdeluego.Talvezseapeligroso—dijoIdacontemplandoaquelcuerpecitodedieciséisañosencogidoenlabatadealgodónnegroyoyendoeltilín,tilín,delascopasdeunabandejatransportadaporaquellamanoinsegura—.Pero¿quécosanoloes?
—Vámonos a tomar el sol. Siento un poco de fresco aquí. —No llevaba nicamisetanicorbataytiritóligeramentebajoladelgadacamisaylaligerachaqueta.
—Déjamepensar.—Noquisieraquenosmetiéramosencercadoajeno,Ida.Noesasuntotuyo.—Tampocoesasuntodenadie.Éstaeslalástima—repitiólamujer,escarbando
en lomás profundo de su cerebro, en donde rebullían proyectos, instintos, ideas yesperanzas,y endondealimentaba laúnicae inmutable filosofíade suvida—.Megusta el juego limpio —resumió, sintiéndose mejor después de pronunciar estaspalabras, y añadiendo con temible sinceridad—: Ojo por ojo, Phil. ¿Quieresayudarme?¿Estásconmigo?
—La nuez de la garganta deCorkery gambeteaba violentamente. Por la puertagiratoriapenetróunafuerteventoleraquehizodesaparecerelpocosolqueacariciabaelrestaurante.Philloacusóenlascostillas.
—Noséexactamenteloquetepropones,perosoypartidariodelaleyyelorden.Estoycontigo.Teayudaré.—ElatrevimientoselesubióalacabezaypusounamanosobrelarodilladeIda—.Loharíatodoporti.
—Nohaymásqueunacosaahacerenestascircunstancias.—¿Cuál?—Lapolicía.***IdaentrójadeandoenlaComisaría,repartiendosonrisasyapretonesdemanosa
diestraysiniestra.Enrealidadnoconocíaanadie,peroestabatananimadayresueltaquellegóacontagiaraPhilconsuentusiasmo.
—DeseoveralInspector—dijoalsargentodeguardia.—Estámuyocupado,señora.¿Quierehacerelfavordedecirmedequésetrata?—No,no.Puedoesperar—repusosentándosetranquilamenteentredoscabos—.
Siéntate, Phil. Los cafés no abren hasta las seis. —Se dirigió a los bofias condescaradoaplomo,meneandolacabeza—.Philyyonotenemosnadaquehacerhasta
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entonces.—¿Quierehacerelfavordedecirmedequésetrata,señora?—repitióelsargento.—Suicidio… Justamente delante de vuestras narices, y lo habéis declarado
muertenatural.Elsargentolamiróconfijezayellasehizoladesentendida.Susojos,grandesy
clarísimos (con algún borrón de vino sin importancia), no expresaban nada, nodescubríanningúnsecreto.Sucamaradería,buentalanteyafectuosidad,repercutíanallí dentro como los postigos de una ventana. Era difícil conjeturar en aquelloshombres y en aquella casa misiones más recónditas: interrogatorios anticuados,derechoslegítimos, justicia,ojoporojo, leyyorden,penacapital.Algunachirigotade vez en cuando, y nada avieso, nada sombrío, nada que hiciera sospechar oenrojecer,nadamisterioso.
—¿Seproponetomarmeelpelo?—dijoelpolicíaunpocomosca.—Noporahora,sargento.Elaludido,vacilante,terminópordesaparecertrasdeunapuerta.Idaacomodóse
asusanchasenelbanco,comosiestuvieraensucasa.—Esto está mal ventilado, muchachos. ¿Qué os parece si abriéramos una
ventana?—Obediente,unodeelloslaabrió.—Puedepasar—dijoelsargentoapareciendonuevamente.—Vamos, Phil —animó Ida empujándolo hacia el angosto y entumecido
despacho,queolíaabarnizyacolapez.—Buenas tardes —saludó el inspector, intentando esconder una lata de
mermeladadetrás deun teléfonoydeunblockdenotas—.Deseahablarmedeunsuicidio,¿noeseso,señora…?
—Arnold, IdaArnold.Supongoqueel asunto le interesará—replicóconciertosarcasmo.
—¿Sumarido?—Oh,no;uncamaradatansólo.Hequeridotraermeuntestigo.—¡Ah,ya!…Y¿dequésetrata?—DeuntalHale.FredHale…Perdone,CharlesHale.—No hay ningún misterio alrededor de esta muerte, señora Arnold. Fue
completamentenatural.—No,no.Nosabendelamisalamitad.Seloaseguro.—¿Porquénoasistióalaencuesta?—Nosupequesetratabadeélhastaquenovisufoto.—Entonces,¿quérazonesleasistenparacreerqueelveredictoeserróneo?—Preste atención. Salimos juntos y estabamuy asustado por algo.Llegamos a
PalacePier.Yoquise bajar al tocador para arreglarmeunpocoy élmostrómuchointerésenquenoleabandonara.Notardénicincominutosensaliryyasehabíaido.¿Adónde?Segúnustedes, se fue al restauranteSnow’s para comer, y luego,muelleabajo,haciaungaritodeHove.Porlotanto,creenquemedioelesquinazo.Perono
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fueFred—digoHale—elhombrequeescondiólatarjetaenelrestaurante.Acabodehablarconlacamarera.YaHalenolegustabalacerveza,noqueríaniprobarla.Encambio,elhombredeSnow’sbebióseunabotella.
—Estonadasignifica.Eraundíacalurosoy,además, seencontrabamal.Debíasentirse rendidodespuésde callejear toda lamañana, ynome sorprendería lomásmínimoquehubieraengatusadoaalguienparaquefueraaSnow’sensulugar.
—La camarera no quiere abrir la boca. Sabe muchas cosas, pero no sueltaninguna.
—Laexplicaciónesbastantesencilla,señoraArnold.Esposiblequeelhombreledejaralatarjetaconlapromesadequepermanecieracallada.
—No me convence. La chica tiene miedo. Alguien la debe haber amenazado.Quizá la misma persona que impulsó a Fred… Pero hay cosas más interesantestodavía.
—Losiento,señoraArnold.Sehanperdidomuchashoras,despilfarradasenestecaso. Por otra parte, la autopsia lo aclara todo. La evidencia médica muestra, sinningúngénerodeduda,quelamuertefuenatural.Padecíadelcorazón,miocarditis,como se llama en términos técnicos. Y seguramente el calor, las apreturas y elesfuerzo,unidosasuenfermedad,provocaroneldesastre.
—¿Puedoverelinforme?—Noescostumbre…—Fuiunagranamigasuya,¿comprende?Megustaríaquedardeltodosatisfecha.—Bueno, para tranquilizarla, pasaré por alto las ordenanzas. Precisamente lo
tengoaquí,enlamesa.Idaloexaminódespacioyconesmero.—Esedoctor,¿yaconoceelpaño?—Esundoctordeprimeraclase.—Todoparecemuydiáfano,¿verdad?—Manifestólamujerreleyéndolodecabo
a rabo—.No seolvidanideundetalle… ¡Caramba!Si fueramimaridono sabríatanto de su físico: apéndice, cicatrices, verrugas suplementarias, cualesquiera quesean,respiracióndefectuosa,yotambiénpadezcodeesoenlosdíasfestivos.Tantospelos y señales casi constituyen una falta de respeto, ¿no cree?A él no le hubierahecho ninguna gracia —volvió a cavilar sobre el informe con complacientebenevolencia—.Venasvaricosas.¡PobreFred!¿Quépasaconsuhígado?
—Quebebíademasiado.—Nomesorprende.¡Pobreviejo!¡Atiza!Hastateníauñerosenlospies.Nohay
derechoaescarbarentantostiquismiquis.—¿Fuerealmentemuyamigosuyo?—Bueno…Nosconocimosaqueldía.Peromegustó.Eratodouncaballero.Sino
llego a tener aquel capricho, quizá no le hubiera sucedido nada. —Irguió,provocadora,elbusto—.Peronoquisocontrariarme.
—¿Haterminadoyaconelinforme,señoraArnold?
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Pues no es poco quisquilloso y entrometido este médico suyo, ¿no le parece?Magulladuras, morados, contusiones y qué sé yo que en los brazos. ¿Cuál es suopinión,inspector?
—Ningunaenabsoluto.Elbulliciodominguero,esoestodo.Empujonesporaquí,apreturasporallá.
—¡Bah,déjesede tonterías!—solicitó Idamostrándole la lengua—. ¡Déjesedetonterías y sea humano! ¿No ha salido nunca en día festivo? Brighton es bastantegrande,nounacajadeascensor.Yoestabaaquíylosédebuenatinta.
—Estáustedviendovisiones,señoraArnold—objetóelinspectortercamente.—Entonceslapolicíasecruzadebrazosynosetomalamolestiadeinterrogara
lacamareradeSnow’s.—Laencuestaestácerrada,señora.Yaunquesetrataraenrealidaddeunsuicidio,
¿porquéabrirviejasheridas?—Alguientuvolaculpa…,talveznofueraexactamenteunsuicidio,talvez…—Yalehedichoaustedquelaencuestaestácerrada,señoraArnold.—Bien…¿esesoloquepiensa?—IdaselevantóespoleandoaPhilconuntirón
debarbilla—.Yaleapearéyodelburro.Nosveremosdenuevo.—Desdelapuertacontempló al hombre maduro sentado en el despacho, amenazándole con la másviolenta animosidad—.Es decir, quizá no.Me sobran agallas paramangonear estejaleo yo solita. Puede confitarse sus sabuesos. —Los números del otro cuartoresoplaronintranquilos,algunossonrieron;otrodesarmólacajadelbetún.
—Nomefaltanamigos.Amigos… Los tenía a montones en todas partes bajo el aire fresco y
cosquilleante.Acompañabanasusmujeresa lapescadería,divertíanse jugandoconsus peques en la playa, remoloneaban a las puertas de los bares, entreteniendo eltiempohastalahoradeabriryavecespodíancolarseenalgúnbarracóndelmuelle—«entradaúnica: unpenique»—para admirarUnanochedeamor.No hacía faltamásquedeciracualquieraqueIdaestabaenlaotraorilla.Eracariñosa,erafrescota,era popular, y seguramente había trincado un sorbo con la mayoría de ellos. Legustaban lasoportunidades—susmagníficos senos constituían lavanguardiade sufrancayabiertacomplacencia—,perotansóloalmirarlaseadquiríalaimpresióndequeeraunachicadetodaconfianza.Nuncaibaconcuentosavuestrasmujeres,niosesperabaalamañanasiguientedeaquellanochequedeseabaisolvidar.Erahonrada,era amable, pertenecía a la gran clase media, cumplidora y perseverante; susdivertimentoseranlossuyosysussupersticioneslassuyas(yasetrataradejugaralesconditeodehacerunaconsultaalamesadetrespatas),yamabatodaslascosasytodaslaspersonas.
—Meestoy liandoenmuchosgastos—exclamódepronto—.Perono importa.Todosearreglarádespuésdelascarreras.
—¿Tienesunbuenpronóstico?—Superior. Directamente de la boca del caballo. ¡Oh, no debería decir eso!
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¡PobreFred!—Desembuchaconunamigo.—Cadacosaensutiempo.Séunbuenmuchachoynotearrepentirás.—¿Aún piensas en aquello? —sondeó Corkery—. Después de haber leído el
informedeldoctor…—Jamásmehefiadodelosdoctores.—Pero¿porqué?—Tendremosquellevarlasaveriguacionespornuestracuenta.—¿Yluego?—Dameunplazo.Aúnnohecomenzadoaactuar.Elmar,alfinaldelacalle,rebullíayseestirabacomoungrupodevecinosufanos
enelpatiodeunacasa.—Tieneelcolorde tusojos—farfullóPhilCorkerypensativoyconundejede
nostalgia—.¿Quieresquevayamosahoraapasearunratoporelmuelle?—Sí…¡Elmuelle!IremosaPalacePier,Phil.Pero cuando llegaron no se atrevió a entrar por el torniquete, permaneciendo
rígidaeinmóvil,comounvendedorambulante,decaraalAquariumyaltocadordemujeres.
—Esaquídondemeesperaba,Phil.Esaquípordondedeboempezar.Examinó las lucecitas rojas y verdes y el amazacotado tráfico de su campo de
batalla,mientrasextendíalosplanosypreparabaelcañón.(CincoyardasmásalláSpicerseparótambién,temerosodequeaparecieraalgún
enemigo).Tansólounaligeradudaconturbabasuoptimismo.—Este caballo debe ganar, Phil —clamó Ida—. De lo contrario, estoy bien
apurada.
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II
Spicerdispendiabaaquellosdíasdeasuetoydevaganciaavueltasconeldesasosiegoylainquietud.Queríasentirsemejorparacuandoempezaranlascarrerasynoansiabapreocuparse más de Hale. Pero el dictamen forense le repercutía en los cascos:«Muerte natural…Muerte natural…». Si con sus propios ojos vio a Chico en elpreciso momento que… Era extraño, muy extraño y de mal augurio. Estabaconvencidodequepodríaaguantarfríamentecualquierinterrogatoriopoliciaco,peroestaabsolutaignoranciaylafalsaseguridaddelveredictoleexasperabalosnervios.Lestendíanunlazo,deseguro,y,alresplandorfulgurantedelsolveraniego,Spicervagabundeaba intranquilo,noganandoparasustos: laComisaría,el lugarenelqueescondió una tarjeta y hasta el restauranteSnow's vinieron a cruzarse en su paseo.Estabasatisfechoamediasdeque losbofiasnohicierannada fuerade locorriente(conocía a todos los hombres uniformados y sin uniformar de las fuerzas deBrighton), dequeno semostraran curiososydequenodiscurrieranpor dondenotenían que discurrir. «Es una excitación nerviosa; me encontraré bien cuando lascarrerasempiecen»,tranquilizábaseasímismoconlasencillalógicadeunenfermoquecreehallarlapanaceaidealenlamásabsurdamedicina.
RemontóelpaseodesdelasreconditecesdelacalledeHove,desdeelgaritoenelcualelcuerpodeHalesehabíaderrumbadoconlosojossanguinolentosylaspuntasde los dedos manchadas de nicotina. Un callo en el pie izquierdo le obligaba arenquearunpoco, arrastrandoel lustrosozapatonaranjapardusco.Habíanle salido,además, unos granos alrededor de los labios y esto era por culpa de lamuerte deHale.Elmiedo,removiéndolelastripas,provocabalosgranos.Siemprelesucedíalomismo.
Iba cojeando con prudencia por delante de Snow’s, sitio peligroso. El solfulguraba sobre los cristales, cegándole con sus destellos y haciéndole sudarligeramente.
—¡Canastos!¡SieselmismísimoSpicer!—pronuncióunavozasulado.Vigilabacontantafijezalapuertadelrestaurante,quelehabíapasadoinadvertido
elhombredemarras.Volvióel rostrobruscamenteypudoverloadospasos,en laverjadeunaoficina.
—¿Quémalvientotetraeporaquí,Crabb?—Esagradablevolver,devezencuando, a losbarrios familiares—contestó el
jovendeltrajemalvaconanchashombrerasydelgadacintura.—Tienesmuybuenaspecto.Porlovisto,laausenciatehasentadobien.¿Piensas
marcharteotravez?Su pelo era rubicundo, excepto en las raíces, y su nariz respingona y con un
chirlo.Siempretuvocaradejudío,perounbuensastreyunbuencirujanolohabíandisimuladomagníficamente.
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—¿Qué?¿Tehashechoretocarlacarapormiedoaquetelaembadurnáramos?—¿Miedo yo de vuestra chusma? ¡Ja, ja! El día menos pensado tendréis que
llamarme«señor».SoylamanoderechadeColleoni.—Ahoracomprendoporquétienetantamanoizquierda…EsperaaquePinkiese
enteredequeestásdevuelta.—PinkieestáenlaComisaría—espetóCrabbconunasonrisaburlona.—¡La Comisaría! Spicer rechinó de dientes, alelado, mientras el callo le
barrenaba la piel y el zapato naranja escurríase por el pavimento. Pudo oír aún aCrabb carcajeándose a su espalda y un olor nauseabundo y mareante de pescadomuertoleregolfóenlasnarices.Erahombreperdido.¡LaComisaría!¡LaComisaría!¡LaComisaría! Iba repitiendo el nombre conobsesión, como si fuera un apostemapestilentequedestilaraunjugovenenosoenlasangre.
DirigióseamarchasforzadashacialacasadeBilly.Estabasolitaria,yempezóasubir,torturado,lasresquebrajadasescalerasconlamanoenlacarroñosabarandilla.LapuertadelcuartodePinkie,entornada,dejabaentreverelvacíomásdesoladorenelespejooscilante.Ningúnaviso,ningúnmensaje;tansólolaspodridasyhabitualesmigajas en el suelo. Su aspecto era el de una habitación que alguien hubieraabandonadoprecipitadamente.
Examinóladescoloridaymancilladacómodadenogal:nadatampoco,nicuatrolíneas mal escritas, ni la más leve advertencia. Yendo de un lado para otro a labúsqueda de un pequeño indicio, el dolor del callo se encaramaba a través de sucuerpo, martilleándole el cerebro. De súbito encontróse a sí mismo en el espejo:toscos cabellos negros agrisados en las sienes, sarpullidos en la cara, pupilasenrojecidas…Ycontemplandotransidamenteaquelindiscretoprimerplano,pensóenque las apariencias de su rostro eran las de undelator, las de un soplón, las de unhombrequehubieracantadoalapolicía.
Sedispusoasalirylascascarujasrechinaronbajosuspies,mientrasreflexionabaqueélnoteníamaderadechivato.Pinkie,CubbityDalloweransuscompinches.Nopodía traicionarles, aunque el crimen no fuera directamente obra suya. Por vezprimeraesta idea ledeslumbró:él tansólohabíaescondido las tarjetas,noeramásqueuncómplice.Apoyóseenlatrémulabarandilla,oteandohaciabajoporelojodelaescalera.«Primero lamuerteque ladelación»,murmuróenelvacío rellano.Sinembargo,noestabamuysegurodequenolefallaríaelcoraje.Mejoreraescaparse.RememoróNottinghamconnostalgiayaquelcaféque frecuentaba,aquelcaféque,en tiempos, cuando tenía cubierto un riñón, tuvo la esperanza de comprar.¡Nottingham!¡Vayaciudad!Conairessanos—sinesecosquilleosalobreenlabocareseca— y chicas amabilísimas. Si pudiera huir… Pero los otros nunca se lopermitirían:estabaalcorrientededemasiadascosas.Ahoratendríaquecontinuarenlabandaparatodalavida.
Antes de atravesarlo echó una ojeada al oblongo vestíbulo con sus tiritas delinóleoyelanticuadoteléfonoenunsoportedetrásdelapuerta.
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Mientraslocontemplabaempezóarepicar.EltemoryelrecelosobrecogieronaSpicer. No hubiera podido resistir nuevas malas noticias. Pero ¿dónde diablos sehabíanmarchadotodos?¿Erancapacesdehaberhuidosinadvertírselotansiquiera?Ni Billy, ni Billy estaba en el sótano. Solamente un amargo olor a chamusquinaprocedíadeallí,parecidoalqueproduceunaplanchacalienteabandonadasobreunpaño.Eltimbrecontinuabarepercutiendomásfuertecadavez.«¡Quellamencuantolesdélagana!¡Yasecansarán!»—pensóelhombre,pálidoydesencajado—.¿Desdecuándohedeencargarmedeltrabajodeestepuercoasqueroso?¡Ring,ring,ring!Porlo visto, el solicitante no se cansaba con facilidad. Descendió el último escalón,gesticulandoconrictusdemalceñoaltremendozumbidodelavulcanitaenelreposodelacasasilenciosa.«Ahorasíqueestamosapañados»—mascullóenvozalta,comosiestuvierahablandoconPinkieylosdemás—.Mesientoviejoyaparaestostrotes.Debo retirarme…Miradmis cabellos…¿Songrises, no?Sonblancos casi…Deboretirarme….Perolasolarespuestaqueobtuvofueelregularypersistentering,ring,ring.
«¿Pero por qué mil demonios no acalla alguien este cochino timbre?» —vociferabaenloquecidopor todaspartes—.«¿Esque soyyoquien tienequecargarcon todos los tutes?». Y vióse a símismo escondiendo una tarjeta en un cubo dejuguetes,deslizandouna tarjetaenunbotevolcado…, tarjetas, tarjetas, tarjetasquepodían ahorcarle. De improviso, con un ramalazo de furia, alocado y furibundo,descolgóelauricular.
—¡Caray!—bramóconunrugido—.¿Quiénrayosytruenosllama?—¿EslacasadeBilly?—dijounavocecita.Supo en seguida quién era: la muchacha de Snow’s. Hizo una pequeña pausa
jadeando,presodepánico,ydenuevolasutilvozdemuñecaresonóenelreceptor.—QuisierahablarconPinkieBrown.Spicer continuaba quieto, sin saber qué hacer ni qué decir, como si hasta
escuchandosetraicionara.Yalotroladodelhilotelefónicolachicarepetíayrepetíaconangustiosazozobra:
—¿EslacasadeBilly?Separó la boca del auricular, torciendo la lengua y carraspeando bronca y
aviesamente.Yporfindecidiósearesponderconvozdesfiguradayrecubierta.—Pinkienoestá.¿Quédesea?—Tengoquehablarle.—Estáfuera,ledigo.—¿Quiénesusted?—preguntórepentinamentelachica,conaireasustado.—Yotengolamismacuriosidad.Yusted,¿quiénes?—UnaamigadePinkie.Esprecisoquelevea.Mecorremuchaprisa.—Losiento,peronopuedoayudarla.—Porfavor…Procureencontrarle.Medijoqueselocomunicaraenseguida,si
nunca…
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Siguióunsilenciobruscoydemalaugurio.—¡Aló,aló!—dijoSpiceraullando—.Continúe.Continúe.Sinunca,¿qué?Peronoobtuvocontestación.Escuchabaansiosamente,conelreceptorpegadoa
laoreja,ynooíaotracosaqueelzumbidodelosalambres.—¡Hable!…¡Aló,aló!…¡Hable!…Ydeprontoladelicadavozsonódenuevo,comocuandoalguien,escuchandoun
discogramofónico,levantaporunmomentolaagujaparavolverlaacolocardespués.—¿Meoye?…Porfavor…¿Meoye?—Sí,sí,laoigo.¿QuéledijoPinkie?—Debebuscarle…Esurgente…leinteresamucho.Havenidounamujer,¿sabe?
Haestadoaquíconunhombre.—¿Quéquieredecirconeso?¿Unamujer?—Sí,husmeando,haciendopreguntas…Spicercolgóelauricularylaspalabrassubsiguientesdelachicaseahogaronenel
hilo.¿BuscaraPinkie?Menudarecomendación.Otraspersonassedieronmásmañaen buscarle y aun en encontrarle.YCubbit yDallow, ¿se habrían escabullido a lafrancesa?Desde luego no delataría a nadie, excepto en el caso de que tuviera quepagar con la misma moneda. Pero no, no… De todos modos le repugnaba elchivatazo.Él no era un soplón.Pero a los otros, creyéndoseunmelindroso, no lesfaltaríatiempoparapensarlo.Nuncaletuvieronconfianza…Ydesusojos,ávidosyenvejecidos,brotaroncuatrolágrimasestimulantesdeautopiedad.
—Tengoquehacer algo—se reiteraba a símisino—; tengoquehacer algo.—Traspusolapuertaysalióalacalle,sinacordarsenidecogerelsombrero.Sucabelloseofrecíaraloenelcopete,áspero,quebradizoyllenodecaspa.Andabaazancadas,sin rumbo fijo; pero todas las calles deBrightondesembocaban en elmismo sitio.«Soy demasiado viejo para estos trotes; debería marcharme a Nottingham».Persiguiendolasoledadintentódescenderporeltramodeescaleraalrasodelaplaya.Pero estaba prematuramente cerrado, así como las pequeñas tiendas queresplandecían de cara almar.Entonces fue caminando almargen del asfalto en unconstanteforcejeoconlospedruscos.«No,nocantaré—reparabacalladamenteenelengorrosoiryvenirdelamarea—,peroaquellonofuecosamía.SiempremeopuseaquemataranaFred».Cruzóelretazodeoscuridadpordebajodelmuelle,yalsalirdeella un fotógrafo callejero le hizo una instantánea y le puso un papel en lamano.Spicer ni se dio cuenta. Los pilares de hierro se tendían sobre los salpicados ysombríossoportes,aguantandoporencimadesucabezaeltraqueteodelosmotores,los puestos de tiro al blanco, los tragaperras, los coches eléctricos, y «el hombrecohete creador de fortunas». Una gaviota voló directamente hacia él por entre lascolumnascomounmurciélagoasustadizoencerradoenunaiglesia,yluegodesviósede laoscuraymetálicanaveparaperderseen la tenue luzdelcrepúsculo.«No,nocantaré—continuabaSpicerconlacantinela—,amenosquetenga…».Tropezóconunzapatoviejoy tuvoqueagarrarsecon toda su fuerzaen las rocaspara salvarse;
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estas rocas, debajo de los pilares, nunca habían sido acariciadas por el sol yguardabanensusenotodoelfríodelmar.
«Estamujer—torturábase—,¿cómohapodidoenterarsedealgo?¿Porquérazónhusmeayhacepreguntas?YosiempremeopuseaquemataranaHale;lesadvertíquenolohicieran.Pero,porotraparte,hubieraresultadodemalefectosilesdejoenlaestacada».Saliendodelosarcosencaramósehaciaelpaseo.«Poraquídeambularánlos bofias —insistía— si lo descubren todo. Les gusta reconstruir los crímenes».Reposóunmomentoentreel torniquetedePalacePieryel tocadordemujeres.Nocirculabamuchagente en aquella hora.Descubriría en seguida a losguardias si sepresentaran.DivisabatodoelcaminoalolargodelGranParadeaOldSteyne,hastaRoyalAlbion.LasverdesypálidascúpulasdelPavilionflotabanporencimadelosárbolespolvorientos.Nopudoveranadie,enaquelcalurosoysolitarioatardecerdeentresemana,quedescendieraporelAquarium,cuyablancapistayaestabaapuntoparaelbaile,hacialaspequeñasgaleríascubiertas,endondesealzabanlastiendasdepacotilla,entreelmaryelmurodepiedra,vendiendobarritasdeBrightonRocks.
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III
ElvenenoborbotabaenlasvenasdeChico.Habíanleinsultadoyeraprecisoquelesdemostraraconquiéntrataban…,¡conunhombre!EchandochispasentróenSnow’s,joven,zarraspastroso,indignodeconfianza,ytodaslascamareras,obedeciendoaunresorte,levolvieronlaespalda.Plantóseenelcentrodelrestaurante,queestabamuyconcurrido,enbuscadeunamesa;peronadiequisoatenderle,comositodosdudarandequetuvieradineroparacomer.PensóenColleoni,rodeadodemuellesalfombrasydecoronasbordadasyderepentesepusoavociferar:
—¿Quiénsirveaquí?Lasmejillaslecrepitabanylosrostrosdesualrededorexperimentaronunamuda
sensacióndeescalofrío.Sinembargo,nadielehizocaso,nadieparecíafijarseenél.Un ramalazo de fastidio y de lasitud fulguró en sus ojos y tuvo el sentimiento delhombre que ha viajadomillas ymillas y no encuentra ninguna cara amiga que leesperealallegada.
—Nohaymesalibre—ledijoalguien.Peroestabatanrevueltoquenoconociólavoz—.¡Pinkie!
VolviendolacabezapudoveraRosavestidaparasalirconelsombrerodepaja,negroyusado,que ledabaelaspectodeunamujeryamaduradespuésdemuchashorasdetrabajoyalgunospartos.
—¿Porquénomesirven?¿Quésefigurancontantoshumos?—Nohaymesalibre.Ahoratodaslascamareraslemirabanconcensura.—Vámonos,Pinkie.—¿Porquénollevaseluniforme?—Hoytengofiesta.Vámonos.Salieron.BruscamenteChicolaagarróporlamuñecadesahogandolarabiaenlos
labios.—Podríaromperteelbrazo.—¿Quéesloquehehecho,Pinkie?—Ningunamesa.Nohanqueridoservirme…Lesdisgusta…Nosoydesurango.
Peroyaverán…Algúndía…—¿Qué?Sucerebrotitubeóantesdeexponerelcastillodesusensueños:—Noteimporta.Todoseandará.—¿Tehandadoelencargo,Pinkie?—¿Quéencargo?—HellamadoporteléfonoacasadeBilly.Hedichoqueteníaquehablarte.—¿Aquiénselohasdicho?—Nolosé.—Yañadióaccidentalmente—:Hecreídoqueeralavozdelhombre
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delatarjeta.—Elhombredelatarjetahamuerto,yalosabes—dijocasiclavándolelasuñas
enlamuñeca.Peroellanoseasustólomásmínimoestavez.Suspalabrasfueronunaafectuosareconvención.Niseacordabadesuamenaza.
—¿Quiéntehaavisado?—preguntótranquilamente.—Nadie—repusoChicopensandoconmalicia:«yatemeteréyoelmiedoenel
cuerpo».Laempujócon rudezahaciadelante—. ¡Andando! Iremosapasear juntosporlasafueras.
—Meesperanencasa.—Que te esperen. Ahora vienes conmigo. Quiero estirar las piernas. —
Contemplósuspuntiagudoszapatosquenohabíanpisadonuncamásalládelpaseo.—¿Dóndevamos?—Acualquiersitio,alcampo.Eslomejorenundíacomoéste.Vacilóunratocomoreflexionandohaciadóndeestaríaelcampo.Seacercabaun
autobúsconelletrerodePeacehavenyChicolehizosignosconlamano.—Dondequiera que vayamos —masculló— será campo. Allí hablaremos
despacio.Quieroenterarmedetodocontranquilidad.—Creíquedeseabaspasear.—¡Estodepasear!—dijoásperamentehaciéndolasubirdeunempellónalestribo
—.Estásverde.Nosabesnadadenada.¿Oesqueteimaginasquelagente«pasea»enelexactosentidodelapalabra?Nomehagasreír:escuestióndemillas.
—Entoncescuandoalgunapersonadice:Voyapasear,¿esquetomaunautobús?—Ouncoche.Hoypensabatraerelmío,peromisamigoslohannecesitado.—¿Tienescoche?—Nopodríadarunpasosinél.El autobús trepaba por detrás de Rottingdean. Los edificios de ladrillo rojo
florecíanenmediodeungranparqueyunachicaconunstickdehockeyenlamano,rodeadadepródigoyrecortadocésped,oteabafijamenteelanchocieloazul.LarabiadeChicosediluíaensuspropiasglándulas;estabasorprendido,nadie leafrentaba;peroalcontemplaraRosaconaquellosojossolícitosdemudaadmiraciónfijosenél,lasalivarezumódenuevosuponzoña.
—Quítateestesombrero.Esgrotesco.Ellaobedeció,dejandoenlibertadelcabellocastañoquecolgabablandamentede
su cabecita. Chico detallóla con disgusto. ¡Vaya broma! ¿Era con esto con lo quepretendían casarle?Continuó examinando su ácida inocencia como el enfermoquecontempla con ascos una amargamedicina que nunca, nunca, nunca, osaría tomar,prefiriendoantesmorir—o¡matar!—.Laturbiapolvaredadelcaminorevoloteabaenlasventanillas.
—Mepedistequetetelefonearasialguien…—¡Cállate!Yamelodiráscuandoestemosasolas.La cabeza del conductor recortábase cachazuda en un rectángulo del cielo y
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algunas nubes blancas semecían perezosamente en el aire. Llegaron al final de lacuesta y torcieron hacia el este. Chico permanecía sentado con los puntiagudoszapatosjuntosylasmanosenelbolsillo,sintiendolasvibracionesdelmotoratravésdesusraídassuelas.
—¡Quédelicia!—murmuróRosa—.¡Estarenelcampocontigo!Torresembreadascontechosdeuralita;jardinesescarbadosenlacaliza;macizos
de áridas flores que semejabanmosaicos sajones esculpidos en la tierra, postes deanuncios:Atención:¡peligro!Mazawattee,elmejorté,Antigüedadeslegítimas…;ycien pies más allá, el mar, verdoso y alborozado, rebañándose en las rocosas ydesabridascostasdeInglaterra.
Deambularonatravésdeloshotelitosdirigiéndosealbordedelrisco.Elpaisajelanguidecía solitario. Una de las torres mostraba las ventanas rotas y en otra lospostigosestabanatrancadosenseñaldeduelo.
Rosalamentó:—Estoesdesolador.Latiendadeultramarinosexponíaunletrero:Cerradopara laventa.Enelhotel
tampocoservíanbebidas;estabaprohibidoaciertashoras.Yentrelosterrosossurcosdelasdesurbanizadascallesbostezabanvagarosaslasvillasporalquilar.
ChicoatisbóporencimadelhombrodeRosaelquebradodeclivedelabismo.—Meproducevértigo—dijolamuchacha,deespaldasalmar.Peroélnoseaprovechódelgesto;nohacíafaltaprecipitarse,aunque,talvez,no
selepresentaríamejorocasión.—Cuéntameahora:¿Quiéntelefoneóaquiényporqué?—Yollamépreguntandoportiyélsepusoalteléfono.—¿Él?—Sí, el hombre que dejó la tarjeta el día que tú viniste. ¿Recuerdas? Estabas
buscandoalgo.Chicoseacordabaperfectamente: lamanodebajodelmantel, lacarainseguray
estúpidadeella,yaquellosojosaturdidosqueparecíanolvidarconfacilidad.—Tienesmuybuenamemoria—mascullófrunciendoelceño.—¡Siemprerecordaréaqueldía!—Tienesmuybuenamemoria,peronoparatodo.Tehedichohaceunratoqueel
hombredelatarjetanoeselquehahabladocontigo.—Esonoimportaahora.Loqueimportaesquealguienhahechopreguntas.—¿Sobreesteasunto?—Sí.—¿Unhombre?—No, una mujer. Muy alta y con una risa… Hubieras tenido que oír su risa.
Justamentecomosinosintieravergüenzadenada.Noeradeconfianza.Noeradenuestraclase.
—Nuestraclase…—Vislumbróenfurruñadolaespumosaysusurrantemarcacon
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lasugestióndequeambosteníanalgoencomún—.¿Yquéqueríasaber?—Muchascosas.Sobretodocómoeraelhombre.—¿Quéledijiste?—Nadaenabsoluto,Pinkie.Chico escarbó el lacioy agreste céspedcon el picudozapatodescubriendouna
latavacíadecarneenconservaquealsergolpeadaprodujounoschirridosásperos.—Estoy pensando en ti —expuso cariñosamente—. Yo no corro peligro. Soy
ajenoaesteembrollo.Peronomegustaríavertemezcladaconcosas…concosas…arriesgadas.—Lamiródereojo,vigilante—.¿Notienesmiedo?Esmuyserioloqueestamoshablando.
—No,notengomiedo,Pinkie.Nilotendrénuncaatulado.Enojadosearañólapielconlasuñas.¡Quéchica!Recordabatodoloquedebía
olvidaryolvidabatodoloquedebíarecordar.Porejemplo,labotelladevitriolo.Peroyalemeteríaelmiedoenelcuerpo;estuvoexcesivamenteamablehastaentoncesyella se había creído de veras tenerle enamorado. ¿Por qué sino este paseo por lasafueras? Pensó de nuevo en la pesada broma de Spicer observando aquel cráneocabelludo, aquel cuerpo flaco y aquel traje andrajoso. Y sin querer estremecióseviolentamentemientras,alolejos,ungansoseprecipitabaenunzarzal.«Sábado—reflexionó—,hoyes sábado».Elpensamientohizomarchaatrás retrotrayendoa sucaletre laúnicahabitacióndesucasayel jadeanteejerciciosemanaldesuspadresquepodía seguirdesde su camita solitaria.Esto era loqueellos esperabandeuno:que fabricara hijos con la primera paloma que le saliera al paso. Así es como lequerían, no con agallas paramatar a unhombre, ni paradirigir unabanda, ni paravenceraColleoni.
—Yaestoycansadodeaburrirmeporaquí.¡Volvámonos!—Si acabamos de llegar. Quedémonos un poquito aún, Pinkie. Me encanta el
campo.—Yalohasvisto.¿Quémásdeseas?Nopuedeshacernadaconél.Elcaféestá
cerrado.—Podríamosdescansarun ratomientras tenemosqueaguardarel autobús.Eres
gracioso…¿Notendrásmiedodealgo,verdad?Chicosonriómisteriosamente,sentándoseconembarazo,decaraalavilladelos
cristalesrotos.—¿Yomiedo?…¡Vayaunaocurrencia!Recostóseenlalomaconelchalecoarrugadoyladeshilachadacorbatarevuelta
entrelospedruscos.—Estoesmejorqueestarencasa—repusoRosa.—¿Quécasa?—Lamía,enNelsonPlace.¿Conocesaquello?—Sí,hepasadoalgunavez—manifestóChicoalegremente.Sinembargo,podía
desarrollarsuplanenelhipódromoalasmilmaravillas,graciasaconoceraquellos
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parajescomolapalmadelamano,conelpuestodelaSalvationArmylevantadoenuna esquina y su propia casa paterna detrás, en el barrio de Paradise Piece, cuyosedificiosofrecíanlaimpresióndehaberaguantadounintensobombardeo.Canalonesrotos,ventanassincristales,unpedazodesommierenmoheciéndoseenunjardín,elpavimentodespanzurradoycarcomidoatrechosylascasasbaratasamedioconstruir.
Permanecíarecostadosobrelatierracalizaconunesquincedeaversióndisueltoenundesprecio.Laúnicadificultadradicabaenlafuga;peroparaalgoservíalacasapaterna,justamenteadospasos,llamándole.
—Ellanoesdeporallí—reflexionóRosaenunarranque.—¿Quién?—Ella…Lamujerdelaspreguntas.Eramuydesvergonzada.—No todos hemos tenido la suerte de nacer en Nelson Place—adujo Chico,
burlón.—¿Tútampoco?—¿Yo?Deningunamanera.Ypues,¿quétecreías?—Creíquesí.Túerescatólico.TodoslosomosenNelsonPlace.Ytienesfe;enel
infiernoalmenos.Peroseadivinaalaleguaqueellanotienefeennada.Leimportanlomismonabosquecoles.
ÉlsedefendiódelamáslevesuposicióndeafinidadconNelsonPlace.—Nomepreocupauncominolafe.Elinfierno,desdeluego,existe.Peronohay
quepensarlohastaelmomentodemorir.—¿Ysimueresderepente?Chicocerrólosojosmientraslarutilantebóvedadelcielorefulgíayunrecuerdo
imprecisoflotabadesabridoenlacharla.—Yaconoceselrefrán:«Unactodecontricióndaaunalmalasalvación».—Gracias.—Nohaydequé.—Seríatremendo—musitóRosaconunescalofrío,acercandosumejillaalasuya
—quenotuvierastiempodeconfesar.Yorezotodaslasnochesparaquelotengas.¿Ytú,porquérezas?
—Yo no rezo —contestó Chico, aunque en realidad lo hacía continuamentemientrashablaba,mientrassoñabayhastacuandomataba.Peronoquisomostrarsudebilidadaestachicaquerebullíaenelmisinoterrenosalobreypardusco.
—¿Estásenfadadoporalgo?—No…Megustareflexionardevezencuando.Rígidoytendidosobrelacalizamasticabacondisimulosuspensamientos.Enel
anchosilenciorepercutíaelbatirdeunpostigoyelsusurrodelamarea.Unaparejitaacaramelada, esto es lo que eran. El recuerdo del lujo de Colleoni en elCosmopolitan,consillasdecoronadosrespaldosymuellesalfombras,lereverberoenlasangreynopudoaguantarlo.
—Habla,siesquesabes.Dicualquiertontería.
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—Teconvienereflexionar—retorcióRosa,disolviendoensus irónicaspalabrasunapuntadeirritación.Éltuvounagransorpresa;nuncalacreyócapazdesemejantedesdén—.Sinosoyde tuagradopuedes irte. ¡Déjamesola!Pero,de todosmodos,acuérdatedequenohe sidoyoquien teníaganasdepasear.—Continuaba sentadaconlasmanosalrededordelaspiernasylasmejillasrojasyencendidas:elberrincheeraunbuencoloreteparasurostro—.¡Conqueyalosabes!Sitefigurasquenovalgobastanteparati,yparatucocheyparatodastuscosas…
—¿Quiéntedicenada?—Nosoytonta.Hevistocómomemirabas.Misombrero…AChico,depronto,se leocurrióqueellapodía levantarse,plantarleyvolvera
Snow’s con su secreto al albur del primer cliente que la interrogara. Era precisa lareconciliación,salieronjuntosapasearyteníanmuchascosasencomún.Sacandolamanodelbolsilloladejócaerconrepugnancia,yertayhelada,ensurodilla.
—Figuraciones tuyas… Créeme… Eres una chica encantadora…Me gustas…Estoyunpocopreocupado,esoes todo.Negocios,¿comprendes?Perotúyyo—lavozparecíaunlamento—nosavenimosmuybien,hemosnacidoelunoparaelotro.
Atisbóla de reojo y pudo ver que el sofoco arriaba velas, que la cara revivíavagamente,ansiosadecreerleyqueloslabiosseofrecíanentreabiertos.Cogióunadesusmanosyempezóabesarlaadisgusto:cualquiercosaerapreferiblealoslabios.Lapieldesusdedoseraásperayteníaunsaborindefinibleajabón.
—Pinkie,perdóname.Hesidomuymalaytú,encambio,erestandulce…Chicosonreíanerviosamente.—Túyyo…—Ibaadeciralgocuandoelruidodelautobúsvinoainterrumpirley
levantósedeestampidaconelgozodeunmosqueteroasediadoenuncastilloqueoyeelclamordelastropasderefuerzo—.¡Mira!¡Elautobús!Anda,vámonos.Yahaceratoqueestamosenelcampo.Somospájarosdeciudadnosotros,¿noteparece?
Ayudólaaponersedepie,yalhacerlodivisóunafranjademusloblancosobrelamediadesedaartificialqueleprodujounramalazodedeseomareanteyperturbador.Ésteeraeldestinodetodosloshombres.Uncuartocaldeado,unchicodespiertoyenlanochedelsábadounosmovimientossospechosos.
¿Nohabíaescapatoria,dealgunamanera,paranadie?¡Oh,erapreferiblequeelmundosederrumbarahechopedazos!
—Es delicioso este paisaje—balbuceó Rosa contemplando los terrosos surcosentre las villas por alquilar,mientrasChico se reía conmenospreciode las bonitaspalabrasqueempleabalagenteparaunactotansucio:amor,cariño,belleza…Todosuorgullorevolvíasecomoelmuelledeunrelojentornoalpensamientodequeélnodecepcionaría,dequeélnopensabadejarsellevarcomouncorderoalmatrimonioyalaconfeccióndechiquillos,dequeélllegaríaasercomoColleoniymásaún…Noignorabanada,había examinado todos losdetallesdel acto sexualynuncapodríanengatusarlecondulcesyamorosaspalabras.No,no,desdeluego,noeraexcitanteenabsoluto,niatractivo;carecíadepremioquerecompensaralapérdidadetiempoyde
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buengusto.PerocuandoRosa,cariñosamente,seleacercó,conlaencendidaesperanzadeun
beso,tuvoqueconfesarseasímismo,temblorosoypalpitante,querecalabaenlamáscompletaignorancia.Susbocasseapretaronfugazmente.Hastaentoncesnuncahabíabesadoaunachica.
—¡Oh, lo siento! ¡Soy una estúpida! No debíamos… —Pero, de pronto, lamuchachaseparóenseco,contemplandoelaleteodeunagaviotasurgidadelcuadrodejardines,queseprecipitabaporelriscohaciaelmar.
Chiconodijoestabocaesmíaenelautobús,manteniéndosehoscoyperverso,conlasmanosenlosbolsillosylospiesjuntos.Noacertabaacomprenderasantodequéhabíaidotanlejosconaquellamoza,¡total,pararetornarsinresultadopositivoalguno!Elsecretoyelrecuerdoaúnestabanesculpidosensucaletre.
Ahora el campo desenvolvíase a la inversa: «Antigüedades legítimas»,«Mazawattee, el mejor té», «Atención: peligro»… Por último, el verde pastodesaparecióconlosprimerosasfaltosurbanos.
Enelmuelle, lospescadoresdeBrightonbotaban las chalupas.Un rumoreodemúsicaretañíamelancólicamenteenlatardeventiscosa.
Caminaronenlosbarriosbajosporlaacerasoleada,pasaronpordelantede«UnanochedeAmor»,«SóloparaHombres»y«LaDanzadelosAbanicosdePlumas».
—¿Tevanmallosnegocios?—preguntóRosa.—Siempreexistenpreocupaciones.—Quisierapoderayudarte.Chiconocontestó,prosiguiendosumarchapensativo.Ellapusounamanoensu
talleflacuchoyrígido,mirandolastersasmejillasylaralamotadepeloenlanuca.—Eres demasiado joven para tantos jaleos, Pinkie. Los dos somos jóvenes.—
Quisoenlazarsubrazo,peroelinsensiblecuerposeretiró.—¿Una foto de cara almar?—propuso un fotógrafo ambulante, preparando la
cámara.Chicotapóseelrostroconlosdedossinhacerlecaso.—¿Notegustaqueteretraten,Pinkie?Luegonoshubieranexpuestoparaquela
gentenosmirara.Nocuestauncéntimo.—No me importa lo que cuesta—dijo Chico, escarbándose los bolsillos para
enseñarlecuántodinerotenía.—Nos hubieran expuesto aquí mañana —exclamó Rosa, deteniéndose en el
kioscofotográfico,amazacotadodebellasbañistas,comediantesfamososyparejitasanónimas.Desúbito,nopudocontenerungritodesorpresa.
—¡Mira,aquíestá!Chicovagabacontemplandoeloleajequeenroscábaseyescurríasealrededorde
los pilares. Volvióse a regañadientes y quedó de una pieza al ver la fotografía deSpicersuspendidaenelkioscoparaqueelmundolaadmirara.Spicer,surgiendodelarco de sombra bajo muelle, inquieto, angustiado y abrumado. Su cómica figuraprovocaba la sonrisa y hacía prorrumpir a los forasteros: «¡Vaya caradura! Por lo
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vistoloscazaninopinadamente».—Elhombredelatarjeta.—InsistióRosa—.Ytúdecíasqueestabamuerto.¿Lo
ves? No está muerto. Aunque por la cara lo parece. —Con rostro risueño fueridiculizandoelborrosoyasustadizoaspecto—.No,no;noestámuerto,peroprontoloconseguirásinoseespabila.
—Esunretratoantiguo—aventuróChico.—¡Yca!Enestecuadrosóloexponenlasfotosdeldía,paravenderlas.—Estásalcorrientedeunmontóndecosas.—¿Nolohasechadodemenos,verdad?Alomejor lohasperdido.Escómico:
pasandodelargo,atribuladohastaelcogoteysinfijarseenlacámaratansiquiera.—Espérameaquí—ordenóChico.Dentrodelkioscoreinabalaoscuridad.Unhombredeafiladobigoteyantiparras
dealambredistribuíaengruposunapiladeretratos.—Vengoabuscarunafotografía—dijoelrapaz.—La contraseña, por favor —pidió el hombre, adelantando unos dedillos
rubicundosqueolíantenuementeasosa.—Nolatraigo.—Puesnopuedoservirte—adujo,mientrasavispabaunnegativoacontraluz.—¿Quéderechotienenparaexponerunafotosinpermiso?Lanecesitoyquiero
llevármela.Lasantiparrascentellearonsininterés:noeramásqueuncríorebelón.—Traelacontraseñayteladaré.Ahora,desfila.Estoyocupado.Sobre su cabeza se aburrían varias instantáneas amarillentas por las reacciones
químicasyporlaantigüedad:elreyEduardoVIIcuandoerapríncipedeGales,congorrademarino;VestaTilleyfirmandoautógrafos;HenryIrvingbalanceandoporlosvientos del Canal—un reportaje famoso—; Lily Langtroy cubierta de plumas deavestruz;laseñoraPankhurtconfaldaentravé;laReinadeBelleza1923entrajedebaño…
Era reconfortante, al menos, la convicción de que Spicer figuraba entre losinmortales.
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IV
—¡Spicer!—RugíaChico—.¡Spicer!Cruzó furibundo el reducido y oscuro vestíbulo de Billy’s, dejando una pella
calizadetierrasobreellinóleo.—¡Spicer!Labarandatrepidababajosumano.AbriólapuertadelcuartodeSpicerypudo
verloallí,derrengadoenlacama,durmiendo.Laventanaestabaatrancada,uninsectozumbabaatravésdelaireenrarecidoyuntufoapestosodewhiskycortabaelaliento.
Pinkieacechóel rostrodegrisescabellossindesplegarniunasomode lástima.Erademasiadojovenparalapiedad.
—¡Spicer!—dijoconvozde truenodándole lavueltaenel lecho.Losgranitosalrededordeloslabiosformabanahoraunaerupciónpurulenta.
Elborrachoabriólosojosquepermanecieronciegosporunratoenelcaliginosoambiente.
—Quierodecirtedospalabritas…—¡Diosmío!¡Pinkie!¿Erestú?¡Cuántomealegro!—¿Contentodeverauncompinche,eh?—HehabladoconCrabb.MehadichoqueestabasenlaComisaría.—¿Crabb?—¿Hasido,no?—Sí.Unaconversaciónamistosa…SobreBrewer.—¿Nadadeaquello?—DigoBrewer.—Chico repentinamenteengarrafó lamuñecadeSpicer—.Tus
nerviosnomarchan.Necesitasunosdíasdefiesta.—Sepusoaolfatearconascolacorrompidaatmósfera—.Hasbebidomásdelacuenta—dijoabriendodeunenvitelaventana sin otra vista que una pared gris. Unmoscardón zumbaba en un cristal yChico lo cazó con lamano, sintiendo sus estremecimientos en la palma contraída.Luego empezó a arrancarle las patas y las alas una a una—. ¿Mequiere? ¿Nomequiere?¿Mequiere?¿Nomequiere?Hesalidoalcampoconmimuchacha,Spicer.
—¿LadeSnow’s?Chico,poniendoelmutiladocuerpoenlapalmaextendida,deunsoplololanzó
sobreelcamastro.—Exactamente. Tenías un recado para mí, ¿verdad? ¿Por qué no lo has
cumplido?—Nopude encontrarte, Pinkie. Te lo juro, no pude. Por otra parte no eramuy
importante.Unafurciaentrometidaquefueahacerpreguntas.—¿Y esto es lo que te ha puesto la sangre en los talones?—Trapaleó Pinkie
sentándose en un duro taburete al lado del espejo, con lasmanos alrededor de susrodillasyelpulsoenfebrecidodeacrimonia.
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—Noséloquequieresinsinuar.—Hasestadopaseandoaciegasporallí.—¿Porallí?Nocaigo.—Nohaymásqueunallíparatupánico,Spicer.Piensasenellocontinuamente,
sueñas en ello a cada instante y vives con ello en la cabeza.Eres demasiadoviejoparavivirestavida.
—¿Estavida?—tartamudeóavizorándolodesdelacama.—Para este ajetreo, vamos. Te pones nervioso, te atolondras y no das una.
PrimerofueladichosatarjetadeSnow’syahoradejascolgarturetratoenelmuelleparaquetodoelmundolovea.ParaqueRosalovea.
—¡SantoCielo,Pinkie!Nosédequémehablas.—¿Hastateolvidasdecuandoandantuspies?—Ellanodiránada.Latienescogida,Pinkie.—Yonoentiendodemujeres.Oslasdejoati,aCubbityalosdemás.Sólosélo
quevosotrosmehabéisexplicadounayotravez:Nohaypalomadignadeconfianza.—Escierto.—Creyendoquehablabaisaunmuchacho,devuestroslabioshansalidomilesde
cuentosdehadas.Yohehechocomosimelostragara.YnomepareceoportunoquetúyRosacontinuéisviviendoenlamismaciudad.Menosaúnconestalocaborrachadelaspreguntas.Tienesquedesaparecer,Spicer.
—¿Desaparecer? ¿Qué te propones? —tartajeó, estremeciéndose dentro de lachaqueta,mientrasChicoleinspeccionaba,conlasmanosenlasrodillas—.¿Quétepropones?Nopensarás…
—No pienso nada… Simplemente, que necesitas unos días de fiesta, unasvacaciones.Ponertierrapormedioduranteunatemporada.
Spicer,sacandounamanodelbolsillo,mostróaPinkieunrelojdeplata.—Puedes confiar en mí. Mira lo que me regalaron los muchachos. Lee la
inscripción:Recuerdo de diez años de camaradería. Con gratitud, los Chicos delStadium.Nodejoanadieenlaestacada.Estadedicatoriatieneyamásdetreslustros,yllevocasicincoenestostrotes.Nohabíasnacidoaúncuandoempecé.
—Necesitasunassemanasdedescanso.Esoestodoloquehedicho.—Me gustaría tenerlas, desde luego; pero no quiero que te figures que soy un
melindroso. Puedo marcharme en seguida. Voy a preparar la maleta y esta nochesaldrépitando.¡Sopla!Meencantahacerunviajecito.
—No—deslizóPinkieconlosojosfijosensuszapatos—.Nocorretantaprisa.—Levantóunpie;lasuela,porelmuchouso,eramásdelgadaqueunapiezadeunchelín. Su pensamiento voló de nuevo a las de Colleoni en el Cosmopolitan. Ysonriendoamistosamentecoronasdijo—:Meharás faltaen lascarreras.Precisouncompañerodeconfianza.
—Puedesconfiarenmí,Pinkie.—Susmanosacariciaronelrelojdeplata—.¿Dequéteríes?¿Tengoalgúntiznazoenlanariz,porventura?
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—Estabapensandoenlascarreras.Significanmuchoparamí.—Levantóseysemantuvo rígido de espaldas a la cenicienta luz de la ventana, a la pared gris de lavivienda vecina y al emporcado quicio, atalayando a Spicer con desvergonzadacuriosidad—.¿Haciadóndepiensasdirigirte?
Spicer parecía completamente sosegado. Por segunda vez en pocas semanas eldelirium tremens habíase apoderado de él, dándole un aspecto de muerte. Lealucinabalaposibilidaddeuninterrogatorio.
¡Caramba! Era posible aún que el viejo Spicer se escapara de las llamas, quehubierasidouncompincheleal,sinagravios,niofensas,nipecadosquelehicieranescurrir dentro de las poternas malditas. Chico no acertaba a imaginarse ningunaeternidadsinayesnitormentos.Fruncióelentrecejoesforzándose:elviejoSpicerconunacoronadeoroyunfondodenubesblancas.
—ANottingham—contestóelborracho—.UnantiguocamaradaeseldueñodeBlueAnchor,enUnionStreet.Magníficocafé;deprimerorden;sesirvencomidas.Me ha invitado muchas veces: «Spicer, ¿por qué no vienes y tomas parte en elnegocio?Tecederíaunaparticipaciónconmuybuenascondiciones».Sinofueraportiylosmuchachosmeencantaríaquedarmeconello.
—Bueno, me voy. De todos modos ya sabemos dónde encontrarte si tenecesitamos.—Spicer recostóse en la almohada, levantando cuidadosamente el piedelcallodolorido.Porunrotodelcalcetíndelanaasomabaundedoduroycalcinado,llenoderoña.
—¡Quedescanses!¡Adiós!Descendióporlaescaleraalvestíbuloopacoysombrío,pueslapuertadeentrada
seabríahaciaeloeste.Despuésdeencenderelinterruptordelaluzsituadodebajodelteléfono,inconscientementedescolgóelauricular.Nosabíaacienciaciertaporqué,pero un extraño impulso le hizo conectar el número del Cosmopolitan. Cuandoobtuvocomunicaciónpudooírlamúsicadebaile,apagadayalígera,queprocedíadelPalmHouse(Té,danzante,treschelines),detrásdelasaladelectura.LuisXVI.
—¿ElseñorColleoni,porfavor?
Losalegresruiseñorescantandolosporterosalaspuertasllamando…
Ladulcemelodíafuebruscamenteinterceptadaporunavozsemíticayprofunda.—¿Es el señor Colleoni? —Por toda respuesta percibió el tintineo del hielo
sacudido y el ¡puff! de una botella al ser descorchada—. Aquí Pinkie Brown. Heestado reflexionando acerca de nuestra charla. —Fuera del oscuro y estrechovestíbulounautobúsdeslizóse,traqueteando,enlamurienteluzdelatardecer.Chicoapretó la boca en el receptor—. No piensometerme con Tate. Sólo Spicer quierehacerlo.—Alotroladodelalambrevibróunronroneofeliz—.Ledeseobuenasuerteyleofrezcomisexcusas.—Hizounapausaeinquirióconbrusquedad—:¿Quédice,
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señorColleoni?No,mehaparecidoquesereía.¡Hastamásver!Conunasensacióndeinquietudempezóasubirlasescaleras.Elmecherodeoro,
el chaleco gris cruzado y la caricia del lozano y fastuoso lujo contrastabandolorosamente con el camastro de hierro, la botellita de tinta violeta sobre elaguamanilylosmendrugosdelbocadillodesalchicha.Suastuciadecolegialparecíaajarsearatos.Ibasubiendolospeldañosconunatonadaentredientes:
Losalegresruiseñorescantandoelporteroalaspuertasllamando…
Peroamedidaqueseacercabaasucuartosombrío, letárgicoypeligrosocomosus concentrados pensamientos, la melodía cambió: «Agnus Dei qui tollis peccatamundi…»,elcuerporígido,lachaquetacombándoseenloshombrosenclenques.Yal abrir la puerta del cuartucho. —«Dona nobis pacem»— su rostro, ofuscado yturbio, le escudriñó en el espejo oscilante, sobre el palanganero, la jabonera y lajofainadeaguacarroñosa.
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Cuartaparte
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I
Fue un día espléndido el de las carreras. La gente comenzó a desparramarse porBrighton desde el primer tren como en los domingos, pero con una diferencia: nogastaban el dinero a tontas y a locas, sino que hacían lo posible por ahorrarlo.Apretujadosenlasplataformasdelostranvías,balanceábanserondandoelAquariumyrebullíanpordoquier,pareciendorunruneantesbandadasdeinsectos.Apartirdelasonce se hizo humanamente imposible conquistar asiento en los autobuses paradirigirsealhipódromo.
Un negro, con desguarnecidos y lustrosos zapatos bajos, estaba sentado en unbancodel jardíndePavilion, fumandouncigarro.Algunoschiquillos,unpocomásallá,tañíanflautasdecañayéllesllamó,divertido,balanceandolabrevaensulargobrazoconairedecautelosasatisfacciónylosdientesmásfulgurantesqueunanuncioluminoso.Loscríosdejarondetocaracechándoleatemorizadosyemprendiendounalentaretirada.Elhombredecolorvociferódenuevoensulenguanativa—palabrashuecas,crudaseinfantiles—,perolosmequetrefesretrocedíanmásymás.Elnegro,entonces, resignado y paciente, llevóse el cigarro a los fofos labios y continuófumando.
Una algarabía de bombos, trompetas y platillos mantuvo por unos instantes laatencióndelamuchedumbre.Unaorquestadeciegosdesfilabaporelarroyo,enfilaindia,haciaOldSteyne,tanteandoelbordedelaaceraconlapuntadesuszapatos.Laalgazara persistía en los oídos durante un buen rato a través del torbellino de laturbamulta,delosdisparosdeltiroalblancoydelmatraqueodelosautobuses.Losmúsicos marcaban el paso con la arrogancia de un regimiento y los curiosos, alcontemplarles, en vez de fijarse en los fúlgidos metales y en las zigzagueantesbaquetas,prendíanseenaquellosojossinluz,comolosdelasmulasdeacequia,quefachandeabanporlacalzada.
EnelanchurosoparquedelaEscuelaPública,aorillasdelmar,lascolegialassedirigían solemnemente al campodehockey: intrépidas porterasmás protegidas quelos armadillos, capitanas discutiendo tácticas con sus equipos, y muchachitaspatinandoalborozadasbajoelsol.Porentrelosartísticoshierrosdelasverjaspodíandivisar laplebeyaprocesióncaminodel turf.Gente quenopudo coger sitio en losomnibuses y que se atrafagaba presurosa, comiendo el polvo de la carretera y loscacahuetesdelosenvoltorios.Losatiborradostaxisdeanuevepeniquesdelaplazahervíana lo largodeKemptTownrespirandosatisfechosalalcanzar lacúspidedelcerro.UnPackardconlosmiembrosdel«cercadodemediacorona»,viejosMorrisycoches anticuadosy rarísimos, con familias completas serpenteabanpor estas rutasdesdehacíaveinteaños.Laimpresióneradeslumbrante,comosiinclusocaracolearalamismatierramecidapor losrayosdelapolvorienta luzsolar,acompañadadeuntropel de vehículos que rechinaban, crujían, empellaban y latían. Las colegialas,
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entregando sus cuerpos a las ruedas de los patines, percibieron el barullo alejarselenta y gozosamente con la seguridad de que aquella jornada para muchísimaspersonasconstituíaelcenitdesuexistencia.Desdeluego,asíeraparatodosaquellosque habían apostado algún billete porMerryMonarch, puesBlack Boy continuabasubiendoamarchasforzadas.
Unautodecarrerasescarlata,chiquirrititoybullicioso,transidoporlapolvaredade todos los caminos, el fango de todos los charcos y los rasguños de todos lostopetazos furtivos en las cunetas, escabullíase con increíblehabilidadenmediodelembotellado tráfico.El sol,alacariciarle, learrancabadestellos tan rutilantescomolosdelasvidrierasdelcomedordelaEscuelaPública.Embutidohastalostopes,conunamujersentadaen lasrodillasdeunhombreyotroagarradoalvolante,seabríapaso a golpes de claxon, ladeándose de aquí para allí zumbando y escurriéndosecuestaarribahaciaelaltozano.Lamujercantabaconvozdébilydislocada,entrelosbocinazos, una canción tradicional sobre novias y ramilletes, una canción que seaveníamagníficamenteconlasostras,lacervezanegrayelañejoLeicesterLounge,peroqueestabadeltodofueradelugarenelraudocochedecarreras.Enlacumbredelasubida,susmelódicaspalabrasdeslizáronsealomosdelvientohastarepercutirenunviejoMorris deabolladosguardabarrosydescoloridoparabrisas,quecejaba,vacilanteyachacoso,aunavelocidadmáximadecuarentakilómetrosporhora.
LatonadaretiñíaatravésdelchoquecontinuodelaresquebrajadacapotaenlosoídosdePinkie,calladamentesentado juntoaSpicer,queeraquienguiabaelauto.¡Novias y ramilletes! Pensó en Rosa con huraño disgusto, sin poder alejar de sucaletrelairónicasugestiónconyugal,comosifueraunberbiquíquelebarrenara.
La estupidez de Spicer, la foto en los arcos del muelle, la dichosa mujer —vomitadaporelinfierno—delaspreguntas…Síllegabaacasarseconellanosería,desdeluego,conbuenaintención:sólo,enúltimosubterfugio,paraobstruirlelabocaydisponerdeunosdíasdetiempo.Peronuncarebajaríasehastaelnoviazgo;lacamadematrimonioylaintimidadlealterabanlafiebreconlamismarepugnanciaquelavejez. Se apelotonó en el recoveco contrario al sitio donde rebotaba el retintín,vibrandoconamargavirginidad.¡Casarse!¡Tenersiemprelasimpurasmanosllenasdeinmundicias!
—¿DóndeestánDallowyCubbit?—dijoSpicer.—Hoynolesnecesito.Estropearíanelasuntoquellevodecabeza.—Cruel,como
unchiquilloqueacariciauncanarioantesderetorcerleelpescuezo,pusolamanoenelbrazodeSpicerconafectobastardo—.Peroatitepuedohablarclaro.VoyapactarconColleoni.Ellossonmuyviolentosynomefío.Túyyonosarreglaremosa lasmilmaravillas.
—Soycompletamentepartidariodelapaz.Siemprelohesido.—Pues hoy verás colmados tus deseos—prometió Chico, avizorando el largo
desordendecochesatravésdelboyanteparabrisas.—Unapazparasiempre.
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—Esomismo;quenadiepuedaromperla.La desmayada canción desvanecíase entre la polvareda y el radiante sol: una
últimanovia,unúltimoramillete,y,porfin,unvocabloparecidoaguirnalda.—¿Quéharías túparacasarte?—seatrevióapreguntarChicoaduraspenas—.
Merefieroenuncasodeapuro.—Noescosa fácilpara ti.Eresdemasiado joven.—Apretóelaceleradorenun
postreracicatehaciaelaparcamientodeterrenoyesoso,llenodepobresypedigüeños—.Peroyapensaréenello.
—Piénsalopronto.Yasabesqueestanochetelaspiras.—Sí, claro. —La próxima partida volvióle sentimental—. A las ocho y diez.
Deberías ver aquel café. Si vienes serás bien recibido. Nottingham es una ciudadmagníficaynoteiríamalunatemporaditaporallí.Elaireesdulceysuave,yenBlueAnchorseencuentraelmejorBitterdeInglaterra.—Hizounamueca—.¡Caray!Nomeacordabadequenobebes.
—Sisepresentaunaoportunidad…—Siempreserásbienrecibido,Pinkie.Abandonaronel cocheenelparquey salieron juntos.Chicoenlazóelbrazode
Spicer.Lavidaerabellaandandoalsocairedeunmuroembebidodesol,ribeteadodeandrajosospedigüeños, loshombresquecreíanenunasegundavueltahacia lamásrefinadadetodaslassensaciones,laimposicióndelcastigo.
—Eresunbuencompañero,Spicer—dijoChicooprimiendosubrazo.Yelborracho,emocionado,empezóasusurrarleunlargorosariodeconfidencias,
tibiasycariñosas,sobrelasdulzurasdeBlueAnchor.—Noesuncafédepacotilla;tienemuchareputación.Sillegoatenerdinerome
gustará quedármelo amedias conmi viejo amigo.Él lo desea también.Casi ya lohabíaconseguidocuandomataronaKite.
—Tedesanimasfácilmente.Las lamentacionesde lospedigüeñosgemían implorandounagraciadecaridad,
mientrassusagitanadoschiquillos intentabancazarunconejoconestridentesgritosenlapatulladacaliza.ChicoySpiceratravesaronel túnelqueseabríadebajodelacarreteraysurgieronalaresplandecientehierbadelotrolado,grisverdosaymenuda,que se desparramaba desde las villas hasta lamer el agua delmar. En losmarjalespudríanse antiguos anuncios del hipódromo: «¡Barker le ofrece lasmás ventajosasapuestas!».(Unrostromantecoso,blandoysonriente,pintadodeamarillo).«¡Nosepreocupe!¡Pagobien!».(Unmontóndebilletesquesalíandelabocadeuncaballo).Porfinentraronporlavalladealambreenel«cercadodemediacorona».
—Tomaundobledecerveza,Spicer—ofrecióChico,empujándolo.—¡Caramba!Teloagradezcomucho,Pinkie.Nomeloesperaba.Mientras lo engullía, apoyado en elmostrador demadera, Chico examinaba la
ringla debookies[7].Allí estabanBarker yMacpherson yGeorgesBeale («ElMásAcreditado») y Bob Tavell, de Clapton, y demás caras conocidas, rezumantes de
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zalameríaybuenhumor.Ya sehabíancelebrado lasdosprimerascarrerasy largascolasdepúblicoapretujábanseen las taquillasdeboletos.El sol resplandecíaenelbanco stand de Tattershall y algunos caballos se dirigían tranquilamente hacia lapista.
—Ahí va General Burgoyne; parece cansado —vociferó un hombre con unrespingo,corriendohaciaelstanddeBobTavellparacubrirsuapuesta.Losbookiesmangoneaban el cotarro, alterando los momios, mientras los cascos de los potrosgolpeabanenelcéspedcomoguantesdeboxeo.
—¿Piensastentarlafortuna?—InquirióSpicerconunligeroeructoacervezadoygaseoso.
—Yonuncaapuesto.—EslaúltimaoportunidadenBrightonparamí.Nadapierdoarriesgandounpar
demachacantes.Peroniuncéntimomás,puesnecesitoeldineroparaNottingham.—Bueno,hazlo…¡Yquetengassuerte!Desfilaronpordelantedelaringleradebookmakers,caminodelstandeBrewer,
querebosabadepúblico.—Sacará el vientre de pena—resopló Spicer—. ¡Atiza, conMerry Monarch!
¡Cómosube!…Mientrashablaba,losbookiesvariaronelrecientedieciséisaunohastadiezauno.—Ojaláaciertesantesdemarchar—dijoPinkie.—Puede que sea mejor proteger al «honrado Jim» —expuso Spicer
deshaciéndosedelbrazodePinkieparaencaminarsealstanddeTate.Pinkiesonrió.Seríamásfácilquepelarguisantes.
—MementoMori—adujo Spicer, volviendo boleto enmano—.Bonito nombrepara un potro. ¡Cinco a uno colocado!… ¿Qué diablos debe significarMementoMori?
—Esunnombreextranjero.BlackBoyestáenalza.—HubieradeseadocubrirmeconBlackBoy.Habíaunamujerenla taquillaque
se jugaba las pestañas por él. Me hizo mucha gracia. Pero si gana… ¡Dios mío!¡Menudojolgoriocondosmilquinientaslibras!¡Simetocasenamí!CompraríaBlueAnchorpitandoyyanomeveríaismáselpelo.
Susojosquedaronprendidosenel cielobrillante, enelpolvode lapista, en laalfombradeboletosrojosyenlahierbagrisverdequeresbalabaentre losmarjalesparairalamerelmarprofundo.
—BlackBoy novencerá—aseguróChico—.¿Quién se jugaba laspestañasporél?
—Nosé…Unapalomacualquiera.¿PorquénoarriesgasalgúnníquelporBlackBoy?Unaapuestasinimportanciaparacelebrarlo.
—¿Celebrarqué?—Cualquier cosa. Estas vacaciones me exasperan de alegría y me causan la
impresióndequetodoelmundodebedeestarcontento,conganasdefestejaralgo.
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—SiéstefueramideseonolorealizaríaconBlackBoy.EraelfavoritodeFred.SiempreestabacontandocómohabíaganadoelDerbyunavez.No,no;nomepareceuncaballocapazdeatraerlafortunaresumióChicoatisbandocontrasuvoluntadelpasolargoysentadodelfamosopotro;unsiesonoesimpaciente,unsiesonoesintranquilo.
Enlaplataformadel«cercadodemediacorona»,unhombrehacíasignosconlamano a Bob Tavell, de Clapton, y otro, enclenque y chiquito, que contemplaba lapistaatravésdeunosprismáticos,empezódesúbitoarebullirparallamarlaatencióndeGeorgeBeale.«ElMásAcreditado».
—¿Ves?Loquetedecía.BlackBoyestábajando.—DoceaunoporBlackBoy,doceauno—vociferabaellocutordeGeorgeBeale
aplenopulmón.—¡Yahandadolasalida!—clamóalguien.Ytodosseprecipitaroncomolocosalasvallas,abandonandoelbarderefrescos
conlosvasosdecervezaydegrosellaenlasmanostrémulasyexcitadas.Barker,Macpherson,BobTavelly losdemáscancelabanya lasapuestasensus
stands,excepto«ElMásAcreditado»,queproseguíaeljuegodesgañitándosehastaelúltimocartucho.
—¡QuinceaunoporBlackBoy!El hombre enclenque y chiquitito de la plataforma gesticulaba como un
energúmeno.Loscaballospasaronatodamechaenunremolino,conchisporroteodemadera que se hace añicos, y desaparecieron sudorosos. «¡ElGeneralBurgoyne!»,retumbó una voz; y otra: «¡Merry Monarch!». Los bebedores de cervezaaprovecharonlaocasiónparaescaparsealmostradorycogerotrovaso,mientraslosbookies sustituían las listas de la carrera de las cuatro y empezaban a marcar losboletos.
—¿Ves?Loquetedecía—repitióChico—.Frednuncasupodistinguiruncaballobueno de unomalo y esta paloma imbécil perderá las pestañas.Mal día para ella.Además…
Perolacarrerahabíaterminadoyunsilenciotemerosoysolemneseprodujoantesde proclamar los resultados. Lamultitud se apiñaba a las puertas de las taquillas;todos los rumoresseaquietaronanhelantes,esperando laseñaldesoltarel trapodenuevo; sólo rompía el sepulcral ambiente el relinchode algúnpotro caminode lascuadras.Chicoexperimentóunasensacióndeinquietudenmediodelaagudacalma.La desabrida juventud y la turbia y limitada experiencia del Brighton barriobajerodesecábanseensualma.SeplañíadequeCubbityDallownoestuvieranallí,conél.Demasiadobolloparasusdiecisieteaños.Spicernoeraelúnicoproblema:eldíadePentecostéshabía empezadoalgoqueaúnnohabía terminado.LaMuerte tampocohabíaterminadoaún…
Losaltavocesempezaronaentonarlosnombresdelosvencedores:—¡BlackBoy!¡MementoMori!¡GeneralBurgoyne!
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—¡Caray! —dijo Spicer, loco de júbilo—. ¡Tengo suerte! Memento Mori,colocado.—RecordólospronósticosdeChico—.Yellatambiénestádebuenas,¡quégalope!…Yahora,¿quémedicesdeBlackBoy?
Pinkie no abrió la boca. Pensaba: «El caballo de Fred. Si fuera uno de esosestúpidos que tocan hierro, derraman la sal, y no quieren pasar por debajo de lasescaleras,deberíasentirmiedo…».
—¡Heganado,Pinkie!—insistióSpicer—.¿Quéteparece?… Sentir miedo de continuar adelante con los escabrosos proyectos que tan
cuidadosamente planeara. En alguna parte, allá en lomás profundo del «cercado»,resonóunarisotada,unarisotadafemenina,melosayconfidencial,procedentetalvezdelapalomaquesehabíajugadolaspestañasporelcaballodeFred.ClavólosojosenSpicerconsecretorencor,enderezandoelcuerpodeunamaneracruelycodiciosa.
—Me parece bien —repuso, poniéndole el brazo en la espalda—. Vamos, teacompañaréacobrar.
EncamináronsejuntoshaciaelstanddeTate.Unjovendecabelloaceitosoestabapagando en una tarima demadera.Tate también remoloneaba por allí, pero ambosconocían de sobra a Samuel y a él se dirigieron. Spicer con semblante jovial yrejuvenecido.
—Bueno,Sammy,venimosaporlapasta.Samuellesvioacercarseporelrasoypeladocésped,brazoconbrazo,comodos
viejos camaradas. Media docena de hombres formaban cola para liquidar ensilenciosa espera. El último acreedor largóse sin preámbulos, pero los otrosprosiguieronsucalladaguardia.Unhombrecitoconunlibrodecuentassacólapuntadelalenguaparahumedecerselosresecoslabios.
—Teha tocado la china,Spicer—dijoPinkie oprimiéndole el brazo—.Que lopasesmuybien.
—¿Noteirásadespedirahora,verdad?—Sí,noquieroaguardarhastalacarreradelascuatroymedia.Mástardeyano
podréverte.—¿YlodeColleoni?¿Noqueríasquetúyyo…?Otros caballos se preparabanpara otra carrera; las apuestas volvían a subir y a
bajar;lagentearremolinábaseenlastaquillas,atenazándolesenunestrechocorredor,altérminodelcualpermanecíanlosseishombresenactitudexpectante.
—Hecambiadodepensamiento—musitóChico—.VeréaColleonienelhotel.Preocúpate del dinero ahora. Un pronosticador andrajoso y sin sombrero fue ainterrumpirles.
—¿Pronóstico para la próxima carrera?Sólo cuesta un chelín.He acertado dosganadoreshoy.
Susdedosasomabanporlosraídoszapatos.—Pronostícateatimismoydéjanosenpaz.ASpicerdisgustábanle lasdespedidas: eraun sentimental comounacasa.Hizo
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balanceareldoloridopiedelcallo.—Bueno—dijo,oteandoalolargodelangostopasillo—,perolapizarradeTate
noanunciaaúnelimportedelosboletos.—Tatesiemprevadespacio:hastaenpagar.Noperderásnadaespabilándote.Leempujóconelcododándoleprisa.—¿Todo marcha bien, verdad? ¿No hay ninguna pega? —aventuró Spicer,
acechandoalossigilososindividuosqueteníanfijalamiradaenél.—No,todomarchasobreruedas.Yaeshoradedejarte.Adiós.—Acuérdate de la dirección: Blue Anchor, acuérdate, Union Street. Mándame
noticias.Detodosmodosesperoquenohayagrandesnovedades.ChicolevantólamanoparadarunaspalmadasenlaespaldadeSpicer.Losseis
hombrespersistíanenlaturbulentaespera.—Quizá…—empezóadecirmirandoasualrededor.Pero no hubo continuación para la frase que había comenzado. Un
estremecimiento de crueldad chirrióle en los huesos. En la espalda de Spicercloquearonnuevosgolpecitos.
—¡Buenviaje!¡Quetengasbuenviaje!Su voz gangosa de adolescente mezclábase con la opaca resonancia de las
insistentespalmadas.Desúbitolosseishombresaunarodeáronles.Enelaireretumbóunalarido:—¡Pinkie!YPinkiepudovercómosederrumbaba,mientrasunasopresivaslearrancabanun
zapato. Luego sintió la punzante congoja del dolor resbalando como sangre en supropiagarganta.
Al principio la sorpresa fue más angustiosa que la herida. (Las ortigas debíanpincharconlamismasaña).
—Puercosasquerosos—rezongó—,noesamí,esaélaquienbuscabais.Pero al volverse tuvo la espeluznante visión de una serie de rostros furibundos
quelecercaban.Susdientesrechinaron;lasafiladasnavajasrelucían,yrecordó,porvezprimera,lairónicarisadeColleonialotroladodelalambretelefónico.Lagentehabíasedesperdigadotanprontoempezóeldisturbio.Spiceraullabacasisinaliento:
—¡Pinkie!¡PoramordeDios!Y, fuera de su vista, el alboroto de una oscura lucha alcanzó temblores
obsesionantes.Perounpeligromásinmediatodesviósuatención:losagudospuñales,ansiosos de degollar, reflejaban mortales destellos en las lomas de Shorehaur.Requirió la navaja del bolsillo. Los individuos inmediatamente se abalanzaron,acuchillándolelasmuñecas.Experimentóunadolorosaangustia,henchidodepasmoy de horror, como cuando en la escuela un mocoso camorrista se hiere con elcortaplumas.
Loshombresnohicieronningúnintentoparaacosarleyterminarconél.«¡YamelasentenderéconColleoni!»,pensóconrabia,llamandoconunquejidoaSpicerdos
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o tres veces, sin acordarse de que Spicer no podía responder. Los de la banda seanimabanmutuamente.Uno de ellos llegó a rasgarle lasmejillas, y al levantar lasmanos para escudarse y defenderse, nuevos rasguños sangrientos le escocieron losnudillosymuñecas.Empezóagemir,mientrasenlapistadabanlasalidaalacarreradelascuatroymedia,queesparcióporelaireunestruendodecascossobreelcésped.
Entonces,desdealgúnstand,tronóunavoz:—¡Losbofias!Los individuos, comooyendouna señal, avanzaron en torbellino, acorralándole
furiosos.Alguien ledesgarróelmuslo,yalpretenderesquivarunnavajazodirecto,clavóse la escalofriante hoja en lamano hasta los huesos. Por fin, al aparecer lospolicíasenunextremodelcercado, lentosensuspesadasbotas, losde labandasedispersaron.Chicopusopiesenpolvorosa,perseguidoporalgunoshastamásalládela valla de alambre, jadeando a través de los marjales, con los ojos fijos en lascercanas casas y en las olas marineras. Lloraba de rabia y de dolor, mientrasavanzaba, cojo de una pierna por el puntazo, y hasta intentó rezar. «Un acto decontricióndaaunalmalasalvación».Peroesprecisotenertiempopararealizareseacto, y Pinkie, en aquellos angustiosos instantes, no lo teníamás que para correr,gateandoporlacaliza;noparaentretenerseasentirelúltimoremordimiento.Andabaa la rebatiña, de tropiezo en tropiezo, torpe y desmañado, con la cara y lasmanosteñidasdesangre.
Tan sólo dos hombres le perseguían ahora con el mismo alboroto que si lesdivirtiera el juego, y estuvieran ahuyentando un gato. Llegó a los umbrales de lasprimeras casas, pero todas estaban vacías y desiertas; las carreras habían atraído atodo elmundo.Nadie ni nada, excepto el desvencijado pavimento, losminúsculosjardines,laspuertasdevidriosdecoloryunazadónperdidoenunsenderoarenoso.Nopodíaentretenerseenpedirauxilioaningúnposiblevecino;mientrasesperaraquele abrieran la puerta después de tocar el timbre, sus perseguidores le alcanzarían.Claroquesunavajaestabaapunto,perohastaentoncesnuncahabíalablandidoanteunenemigoarmado.Eramejoresconderse,dondefuera.Sinembargo,unreguerodesangrealolargodesurutaletraicionaba.
Los dos hombres resollaban, sin respiración:malgastaron sus fuerzas en reírsecomo locos y tenían los pulmones deshechos. Chico, pudo tomarles bastantedelantera.Conunpañuelomediovendóselasmanosyagachólacabezaparaquelasangresederramaraensusvestidos.Alvolverunaesquinatuvoeltiemposuficientepara deslizarse en un garaje vacío antes de que ellos se dieran cuenta. Allí, en eloscurointerior,reposóunpoco,conlanavajaalaexpectativa,procurandohaceractode contrición. Sus pensamientos volaban hacia Spicer y hacia Fred, pero prontovolvieron a prenderse en aquella esquina salvadera y en la posibilidad de queasomaran en ella los dosmalditos.Y comprobó que le faltaba coraje y vigor paraarrepentirse.
Pero al cabo de un rato, cuando el peligro parecía definitivamente soslayado,
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envueltoentretinieblas,nofuelaeternidadloquelepinchóelcerebro,sinolapropiahumillación. Había llorado, suplicado, corrido: Cubbit y Dallow no tardarían enenterarse.¿YquéseríadelabandadeKiteahora?IntentópensarenSpicer,peroelmundovivienteloestorbaba.Lospensamientosnaufragabanensucabezasinordenniconcierto.Permanecíaapoyadoen lamacizapareddehormigón,con laspiernastemblorosas, lanavajaapuntoy losojosfijosenelexterior.Deambulabanalgunostranseúntes y el eco desmayado de la música de Palace Pier martilleó su caletrecomounabscesopurulento,mientras las lucesseencendíanen laclarae infecundacalleburguesa.
El garaje nunca había servido para encerrar coches, semejando más bien elcobertizodeunhortelano.Chiquititosretoñosverdesseescurrían,comoorugas,fuerade los innumerables tiestos de tierra, guadañas, palas, rústicos azadones y toda lachatarra y todos los trastos viejos que estorbaban en el piso del propietario: uncaballobalanceantedemadera,uncochecillodeniñoconvertidoenunacarretilla,unrimero de discos viejos: Alexander’s Rag Time Band, Empaquete sus pesares, Sifueraslaúnicachica,revueltosconpaletas,palustresadoquinesyunamuñecaconunsoloojodecristalyelvestidosuciodehollínydefango.Chicosefijóentododeunrápidovistazo,siempreconlanavaja listaparacualquierevento; lasangresehabíacoagulado en su garganta, pero chorreaba abundantemente de los nudillos, sinrestañarporhabérselecaídoelpañuelo.Quienquieraquefueseelpajarracodueñodelacasaenadelantetendríaalgoqueañadirasusmugrientasposesiones:lasrojizasyturbiassalpicadurasqueseibandesecandoconprestezaenlaslosasdelpavimento.
Perotambiénquienquieraquefueseelpajarracodueñodelacasa,debiódehaberrecorridoun largo camino antes de ir a embarrancar allí.El coche carretilla estabacubierto de etiquetas —inequívoco rastro de innumerables viajes: Doncaster,LickfIeld,Clacton (algunasvacacionesveraniegasquizá), Ipswich,Northampton—,toscamenterasguñadasparalapróximapartidaquenollegaronarealizar.Estavilla,debajodelhipódromo,fuesucementerio,constituyóelfinaldesusaspiracionesydesusvagabundeas.Sindudaalguna,ésteeraeltérminoyfindetodaaquellachatarra,comoloeralaplayaparaelaluviónqueenelladepositalamarea.YChiconopodíaencontrarmejorremateasuambiciosajuventud.
Examinando los trastos viejos, odiaba a su propietario. Anónimo desconocido,peroferozmenteodiado.Lamuñeca,elcoche,elcaballobalanceanteylasminúsculasplantasescurridizasirritábanlehastaelmeollo.Sintióhambre,desmayo,desalientoytemblores.Elmiedoyeldoloryanoleerandesconocidos.
Desde luego,había llegado lahora—mientraselmantooscurode lanoche ibadifuminandolascosas—deponerenordensuconciencia.Unactodecontricióndebehacerse con cierta calma; no es posible romper en un segundo la rutina delpensamiento,estarutinaqueseaferrayengarfíaenelcerebroenelinstantedemorir,RememoróaKite,despuésde lacuchilladafatal,extendidoen lasaladeespera—mientras un empleado arrojaba polvillo de carbón en la fría estufa—, hablando
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continuayobsesionadamentedecaballos.«Pero Spicer… Se han cargado a Spicer». Chico no podía evitar una rara
sensacióndealivionisentir,cercanooremoto,elmáslevearrepentimientoporalgoque le proporcionaba unamayor seguridad.La entrometidamujer de las preguntascareceríaahoradeunodelosprincipalestestigos;elotro,Rosa,noeradetemerenabsoluto.Así pues, encontrándose cabalmente sano, no existía ningún estorbo paraquepensaraunpocoensuconcienciayenvolveracasa.Ensucorazónseavivóunadébilyapagadanostalgiaporelsombríoytaciturnoconfesionario,porlasusurrantevoz del capellán y por los remolinos de fieles arrodillados ante las imágenes—entantoquelasmortecinasvelasfulgurabanenlasvidrierasdecolores—parasalvarsualmadeleternocastigo.Peroeleternocastigonosignificabamuchoparaél:ahora,por ejemplo, no significaba más que el fragor de las navajas infinitamenteprolongado.
Seescabullóconcauteladelgaraje.Lacrudaypeladacalleabiertaen lacalizabostezaba en plena soledad. Tan sólo una pareja, rehuyendo la luz de un farol,permanecíadulcementeapretadaenunaverjademadera.LossuspirosprodujeronaChico un ramalazo de náuseas y de barbarie. Les dejó atrás, renqueando, con losdedos prietos en el cuchillo y un respingo en su cruel virginidad que demandabasatisfaccionesdistintasalassuyas,tanordinarias,brutalesymenguadas.
Sabía exactamente adónde dirigirse. No por cierto a casa de Billy, con losvestidosllenosdetelarañasdelgarajeylacaraylasmanosrepletasderasguños.Enla blanca y marmórea terraza del Aquarium bailaban al aire libre. Descendió a laplaya para estar más solo y las adustas algas marinas arrojadas por los últimostemporalesdeinvierno,crujieronbajosuspies.Lamúsicachocabaensusoídos:Lamuchachaaquienamo.Envuélvelaencelofán…—¿Encelofán?,mejorseráenpapeldeplata—pensó.Unapolillamediochamuscadaporunodelosfanalesdebatieseenun cascote y él la mandó al otro mundo de un pisotón. Algún día, algún día…continuaba cojeando sobre la arena, con la mano sanguinolenta escondida en elpecho,comounjovendictador.Erael jefede labandadeKiteyestonoconstituíamásqueunaderrota interna.A fuerzade tesónesperababorrarlapor completo.Lapálida luna, centelleando sobre elmonumento a Júpiter en lamatemáticaRegencySquare,lehizosoñardespierto,mientrasrecancanillabaporlaplayaarenosaantelascasetasdebaño.«Yotambiéntendréunaestatua».
Trepódenuevohacia laciudad,atravesandoPalacePier, siguiendosudolorosarutaalolargodelpaseo.ElrestauranteSnow’sresplandecíacontodassusluces.Unaradio tocaba, alegremente.Esperó en la acerahasta quepudover aRosa sirviendounamesacercanaalaventana,yentoncesapretólanarizenloscristales.Ellasediocuenta en seguida; su presencia percutía en su cerebro con tanta intensidad yprecisión como si fuera la llamada de un teléfono automático. Chico ocultaba lasmanosen losbolsillos, pero el llagado rostro fueparaRosamotivo suficienteparadespertar la ansiedad. Intentó decir algo a través de los vidrios, pero él no supo
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entenderla: le hizo el mismo efecto que si estuviera escuchando una lenguadesconocida.Ellatuvoquerepetirtresveceslafrase:«Vealapuertatrasera»,antesdequepudieraleerlaensuslabios.Eldolordelapiernaseagudizabapormomentos.Y al dar la vuelta al edificio unmagnífico automóvil se deslizó ante sus ojos, unLancia con chofer de uniformey conColleoni,Colleoni de frac y chaleco blanco,recostado negligentemente y sonriendo, sonriendo, sonriendo a una elegante damaenvueltaenpurpúreassedas.PerotalveznofueraColleoni—¡cruzarontanrápidosysigilosos!—, sino cualquier judío de mediana edad regresando al CosmopolitandespuésdeunconciertoenelPavilion.
Encorvóse y espió por entre la rendija del buzón de la puerta trasera: Rosaresbalabaporélcorredorconlasmanosestremecidasylaspupilasyertasdeangustia.Chicoperdióalgodesuconfianzapensando:«Losabetodo,loadivinatodo…».Nolehabíapasadoporaltoaquellabrillantemiradaasuszapatosyasugarganta.«Simemanda al diablo, reventaré la botellita de vitriolo…». Pero al abrir la puerta Rosarecibióleconlamismadulzuraydevocióndesiempre.
—¿Qué ha pasado?—murmuró—. ¿Qué te han hecho? ¡Bandidos! ¡Si pudierahacerlesdaño!
—Noimporta—repusoChicoalardeandodeexperiencia—.Déjalodemicuenta.Recordóconrabiaquealosdelabandalesgustabanlascicatrices,quelasexhibíanorgullososcomounsignodevirilidadydevalor.
—¿Hayalgoporaquí—dijo—,algoendondepuedalavarme?—Entra sin hacer ruido. Te llevaré a la bodega—musitó Rosa, conduciéndole
haciaunpequeñocuartuchoatiborradodetoneles,garrafasybotellas.—¿Novendránadie?—Nadie pide vinos en este restaurante. No tenemos permiso para bebidas. La
bodegayaexistíacuandotomamosposesióndelnegocioyahoralovadespachandolaencargadaasusalud,—siemprequemencionabaaSnow’s,hacíaloconlaspalabras«nos»o«nosotros»,contímidoatrevimiento—.Siéntate.Voyaporagua…Apagarélaluzyasípasarasinadvertido.
Elfulgordelalunafuesuficienteparaquepudieraojearlaestancia;inclusopudoleeralgunasetiquetas:VinosdelImperio,Tintosaustralianos,CosechasdeBorgoña.
Rosaestuvofueraunsegundoescaso,yalvolverconunaolladeaguacalienteytrespañuelos,empezóhumildementeaexcusarse.
—AlguienpedíalanotayCookestabavigilando.Estoestodoloquehepodidohallar, pues el lavadero está cerrado. —Y añadió con firmeza, mientras frotabasuavementeellargoysomerorasguñodelagarganta,queparecíaunalíneadibujadaconunpunzón—:Sipudierahacerlesdaño.
—Nohablestanto—dijoPinkiedescubriendolamanoherida.LasangreempezabaacoagularseyRosalarestañóyvendóconpocamaña.—Havenidoalguienmásahacerpreguntas.—¿Bofia?
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—Nolocreo.MedijoquesellamabaPhil.—¿Esquelehasinterrogadotúatuvez?—No…,perolegustahablarporloscodos.—No lo entiendo. ¿Quédemoniosdebenquerer si no sonpolicías?—Agarróla
delbrazoconlamanoilesa—.¿Noleshabrásdichoalgo?—Nadaen absoluto—contestóRosavislumbrándole apenas en la oscuridad—.
¿Miedo?—Nosemetenconmigo.—Quiero decir… cuando te hicieron esto—dijo, mientras acariciaba la mano
vendada.—¿Miedo?—mintió—.Nuncalohetenido.—¿Porquéteatacaron?—Yasabesquenomegustanlaspreguntas.—Levantóseinseguroacausadela
piernamagullada—.Cepíllame la chaqueta; estarémáspresentable.Nopuedo salirconestafacha.
SeapoyóenlasCosechasdeBorgoñaentantoqueRosasacudíasuropaconlapalma de la mano. La luna sombreaba la bodega, los estantes, las botellas, losescuálidoshombrosyaquelrostromelosoyadolescente.
Sentía angustia de volver a la calle y a la casa de Billy y a los interminablescálculosdeCubbityDallowparaprepararlapróximajugada.LavidacomponíasedeunaseriedeejerciciostancomplicadosytácticoscomolasalineacionesdeWaterloo,ynoeraposibledesarrollarlosenuncamastrodehierro,entremendrugosdepanymigajas de salchicha. Los trajes necesitaban perpetuamente un golpe de plancha;CubbityDallowvivíaneneternaquerella,ycuandono,Dallowseescurría con lamujerdeBilly;el teléfonodelvestíbulorepicabadecontinuoy lossuplementosdecomida eran atendidos por Juddy, que los abandonaba encima del jergón, fumabademasiadoynoteníamásanhelosquedesearatodashorasuntipo,untipo,untipo.¿Cómo lograrprimoresde estrategia en estas condiciones?Experimentóuna súbitanostalgia por esta lóbrega y minúscula leonera, por este silencio y por el pálidoreflejodelosTintosaustralianos.Permanecersolodurantealgúntiempo…
Peronoestabasolo.Rosapusosumanoenlasuyaconungestodetemor.—¿Noestaránesperándoteahífuera,verdad?—Noestán esperándome enningunaparte—apostillóChico con arrogancia—.
Han recibidomás de lo que han pegado. No contaban conmigo, solamente con elpobreSpicer.
—¿PobreSpicer?—Hamuerto—yaldecirestoresonó,unaescandalosarisaenelpasillo,unarisa
femenina, caliente de cerveza y de turbia intimidad, exenta de pesadumbre—. ¿Esella?
—Seguro.Uno había oído esta risa en centenares de sitios: burlona, franca, abierta,
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desvergonzada, repercutiendo en la playa espumosa cuando las chalupas partían ymuchagente lloraba,celebrandounchiste impúdicoen losmusic-halls, repartiendoconsueloentre lascamasde losenfermosyen losabarrotadoscompartimientosdelSouthernRailway,tronchándosesiuncaballodesegundafilaganabaunacarrera…
—Meaturde—balbuceóRosa—.Noaciertoacomprenderquéesloquedesea.Chico la atrajo blandamente. Táctica, táctica… la estrategia debía emplearse a
todashoras…Yenlagrisopacidadpudovislumbrarsuslabiosentreabiertosparaelbeso. Vaciló con cierta repulsión; pero la táctica… Deseaba golpearla, meterle elmiedoenelcuerpoy…ylabesósinexperiencia,conlabocaperdidaytemblorosa.Enseguidasedeshizodelabrazo.
—Escucha…—¿Nohastenidomuchasnovias,noescierto?—Desdeluegoquesí,peroescucha…—Túereselprimero.Estoycontenta.Estas palabras avivaron el odio que sentía por ella. ¡El primero! No era
ciertamenteunacosaparallenardeorgullo.¡Elprimero!Nadieselabirlaríacontodaseguridad, no era fácil que le surgiera un rival, nadie querría nimirarla. Cubbit yDallownoperderíanel tiempoconunapequeñezasí, conestecabello indefinidoyordinario,estaingenuidadbobaliconayestasropasdepacotillaquesehenchíanbajosusmanos.LadetestabaconlamismaintensidadconquehabíaaborrecidoaSpicer.Apretó desmañadamente sus pequeños pechos con torva y oportuna afectación dehombreapasionadoycomprobóquelacosanoseríatandesagradablesiestuvieraunpocomásdesarrollada,conalgodecoloreteenlasmejillasydeperfumeenlacarne.Peroesto,esto—lamásbarata,joveneinexpertafaldadeBrighton—,teniéndoleensupoder.
—PorDios…¡quéenamoradizoestáshoy,Pinkie!Teadoro.—Escucha…¿quieressalvarmedeella?AlguienllamabaaRosaenelpasillo.Unapuertagolpeó.—Tengoqueirme…¿Quésignificasalvartedeella?—Eso simplemente:Háblale.Dile quién puso la tarjeta.Alguien a quien tú no
conocías.—Noquiero,noquiero…Un autobús roncó por la calle; el destello de sus faros, deslizándose por una
ventanita enrejada, hizo resplandecer los indefinidos y ordinarios cabellos; parecíaunachiquillaquecruzalosdedosyofreceunactodefe.
—No me importa lo que has hecho… —dijo, cariñosa, como si estuvieradisculpandolaroturadeunvidrioolainscripcióndeunapalabraobscenaenelpaneldeunapuerta.
Él permaneció desconcertado ymudo. El borroso conocimiento intuitivo de suingenuaastucia, la sorprendente experienciade susmenguadosdieciséis añosy lasposibles reconditeces de su fidelidad le desazonaban más que la música ligera,
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mientras el tenue resplandor fluctuaba de una mejilla a la otra y a través de lasparedes,alinflujodelospasosyruidosdelacalle.
—¿Quéquieresdecir?Yonohehechonada.—Nolosé,niquierosaberlo…—¡Rosa!—chillounavoz—.¡Rosa!—Esella.Estoyseguradequeesella.Vieneahusmear,melosayblandacomola
manteca. ¿Qué debe de saber de nosotros dos? —Un esguince de reserva y deconfidencia le arrugó la frente. Yo también hice algo una vez. Un pecadomortal.Teníadoceaños…Peroella,ellanoconocetansiquieraloqueesunpecadomortal.
—Rosa…¿Dóndeestás?…Rosa.Surostromacilentofulguróalosreflejosdelalunaeneltabique.—DerechoyTorcido.Estoesloquetienesiempreenlaboca;laheoídomuchas
veces sirviendo sumesa.DerechoyTorcido.—Yañadióconmenosprecio—: ¡Oh,ellanoquemará!Nopodráquemarpormásquehaga.—Parecíaconsiderarlacomouna rueda de fuegos artificiales mojada—. Molly Carthew, sí se abrasó. Estabaenamoradísimay terminópor suicidarse. ¡Desesperanza!Estoesunpecadomortal.Imperdonable.Amenosque…¿quémedijistedelacontrición?
—Un acto de contrición da a un alma la salvación —recordó Chico aregañadientes—.Peronohayquepreocuparse.
—¿Tehasconfesado?Dime,¿tehasconfesado?—Hacemuchos añosquenohe ido amisa—repusohoscoy cabezudo, con la
manoenfajadasobrelosVinosdelImperio.—Me es igual. Prefiero condenarme contigo que parecerme a ella.—Su boca,
verdeaún,recalcóconfuerzalapalabra—.Esignorante.—¡Rosa!Seabriólapuertadelesconditeylaencargada,embutidaenununiformeverde-
saliva, con impertinentes colgados en un botón del pecho, penetró cauta en laestancia.Conella,laluzexterior,lasvoces,laradioylasrisasentraronaperturbarlatenebrosadisquisiciónteológica.
—¡Chica! ¿Qué estás haciendo aquí? ¿Y quién es este chiquillo? —dijo,atisbandolaraquíticafiguraenvueltaensombras.Perocuandolascrudasfaccionesseiluminaron, rectificó—: Este muchacho. Hizo resbalar la vista por los estantescontandolasbotellas.
—Nosepuedenrecibiramigosaquí.—Mevoy—decidióChico.La encargada clavóle los ojos: lasmanchas y telarañas no habían desaparecido
totalmente.—Sinofueratanjovenllamaríaalapolicía.—Hágalo.Dispondrédeunabuenacoartada—expusoChicoconelinsólitorasgo
dehumorqueraramentemostraba.—Yencuantoati—Rosaaguantóimpertérritalafilípica—,yahablaremosmás
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tarde.Soisdemasiadojóvenesaúnparaciertascosas.¡Demasiado jóvenes!… Ésta era la dificultad. Spicer no había resuelto el
problema antes de morir. Demasiado joven para cerrar la boca de Rosa con elmatrimonio,demasiadojovenparaimpedirquelapolicíalehicieracomparecerenelestradodetestigossillegabaapresentarselaocasión.¿Ytotalparadeclararqué?Queno fueHale quien escondió la tarjeta, sinoSpicer; que élmismo,Chico, había idomás tarde a hurgar debajo los manteles. La mequetrefe se acordaba de todos losdetalles. Y la muerte de Spicer acrecentó sus sospechas. Desde luego era precisotrabarlelalenguadecualquierforma.Antesquenadaimponíaselapaz.
Sinhacer ruidoencaramósepor laescaleradeBilly’s.Tuvo lasensacióndequeestabaperdiendoel tacto—el teléfonorepicabay repicaba—,ymientras loperdía,empezó a darse cuenta de una serie de cosas que los pocos años no le permitíancomprender.Cubbitsurgiódeuncuartuchoconloscarrilloshinchadosdemanzanasyunanavajitamelladaenlamano.
—No—dijodespués,dedescolgarelauricular—.Spicernoestá.Noharegresadotodavía.
—¿QuiénllamaaSpicer?—clamóChicodesdeelprimerrellano.—Ella…Nohacemásquetelefonear.—¿Quiénesella?—Nolosé.Unapelanduscacualquiera.Estápirradoporunasfaldasqueencontró
enQueenofHearts.¿DóndehasdejadoaSpicer,Pinkie?—Hamuerto.LoshombresdeColleoniledieronelpasaporte.—¡Caramba! —bramó Cubbit, vomitando la manzana—. Ya decía yo que
dejáramosaTateenpaz.Ahora,¿quéhacemos?—Ven.Sube…¿YDallow?—Hasalido.Chico penetró en su cuchitril, pensando en la habitación de Colleoni en el
Cosmopolitan.Peroporalgúnsitiohayqueempezar.—Hasestadocomiendootravezenmicama,¿verdad?—dijo,alumbrandouna
lámpara.—Nohesidoyo,Pinkie.FueDallow. ¡Caray!Tehanpuesto laacomounSan
Lázaro,también.—Ya les he dado su merecido —mintió nuevamente Chico, con voz frágil y
alicaída, pues no tenía la costumbre de mentir—. De todos modos, no debemospreocuparnos por la muerte de Spicer. Era un melindroso y, en el fondo, nosbeneficia. La chica de Snow’s le vio escondiendo la tarjeta. Cuando le hayanenterradonadiepodráidentificarle.Podríamoshacerinclusoqueleincineraran.
—¿Nocreesquelapolicía…?—Nome asusta la policía.Hay otras personas queme escaman en este lío de
Fred.—Nadapuedenescarbardespuésdeldictamenforense.
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—Túsabesquenosotros le liquidamosy,encambio, losmédicosaseguranquemurióde enfermedad.Devánate los sesos si quieres, yono.—Sentóse en la cama,sacudiendolasmigajasdeDallow—.SinSpicermesientomásseguro.
—Sitúlodices…Pero¿porquéColleoni…?—SupongoquedebíatemersealgoconreferenciaaTateenlascarreras.Avísame
alseñorDrewitt.Lenecesitoparahacerleunaconsulta.Eselúnicoabogadodeporaquíenelquepodemosconfiar…siesquepodemosconfiarenalguien.
—¿Quépasa,Pinkie?¿Hayalgunapega?Chicoapoyólacabezaenlosbarrotesdelcamastro.—Esposiblequemecase,despuésdetodo.Cubbitdeimprovisosepusoaberrearyareíramandíbulabatiente,mostrandoen
su anchurosa boca los dientes sucios y cariados. Detrás de su cabeza la persianamediocorridaimpedíalavisióndelcielonocturnoydelasparduscaschimeneasdelos tejados con grisáceas espinas de humo ceniciento que se difuminaban en lapalidez lunar. Chico permanecía silencioso, escuchando las carcajadas de Cubbit,comosífueranelsímbolodeldespreciodetodoelmundo.
—Abrevia. Telefonea al señor Drewitt y dile que venga en seguida—ordenó,mientrassusojosperdíanseenlasramasdeencinaquegolpeabanlospostigos,enlashumeanteschimeneasyenlasuavenocheveraniega.
—Noquerrávenir.—Degrado o por fuerza.Nopuedo ir a visitarle yo con esta cara y tengo que
consultarlevariascosas.—¡Ah,pequeñobandido!Eresnovatoeneljuegomatrimonial,¿eh?¡Eljuegomatrimonial!LospensamientosdeChicoretrocedieron,abominandode
aquel rostro barato y adolescente, listo para cualquiera; de aquellas botellas queatrapaban la luna en las estanterías, y de aquellas palabras obsesionantes:«quemarse», «abrasarse», «condenarse». ¿Qué quería decir la gente con «el juegomatrimonial»? Teóricamente, estaba enterado de algo; pero en la práctica suexperienciaeranula.Susconocimientossereducíanalimpudordeciertaspersonas,deestascochinaspersonasqueescribensuslujuriososanhelosenlasparedesdelosretretespúblicos.Conocíalassuertes,peronuncahabíapracticadoeljuego.
—Talvez—dijo—noseaprecisollegartanlejos.PeroavisaalseñorDrewitt.Élestaráenterado.
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II
ElseñorDrewittestabaenterado.Adivinábaseaprimeravista.Noeraajenoaningúngalimatías,aningúntrapicheo,aningúnbarullo,aningúnpárrafocontradictorio,nianingunapalabraambigua.Sucaraamarillenta,rasuradaymedioenvejecida,conocíatodoslosprofundossurcosdelasdecisioneslegales.Trajinabaunacarteradecueromarrón y unos pantalones a rayas demasiado nuevos para él. Entró con insincerajovialidad,conmodalesdeleguleyoanteeltribunal.Suszapatos,relucientes,grandesypuntiagudos,despedíanunextrañofulgor.Todoensupersona,desdeelgarboalaclarachaqueta,eraflamante;todomenosélmismoyelhechodequehubieraactuadoennumerosostribunales,consiguiendomúltiplesvictorias,avecesmásperjudicialesque las derrotas. Tenía la costumbre de no querer oír; las innumerables repulsas eincrepaciones de las presidencias le habían acostumbrado a eso. En resumen,mostrábaseempalagoso,discretosimpáticoymásduroquelapielcurtida.
Chicolesaludódesdelacama,sinlevantarse.—Buenasnoches,señorDrewitt.Drewitt simuló una sonrisa afable, puso la cartera en el suelo y sentóse en la
desvencijadasillaalladodelamesa.—Haceunanochemagnífica…¡Oh,querido,querido!¿Vieneusteddelaguerra?Lasimpatíano leeraconnatural;podíadescascararsedesusojoscomosi fuera
unaetiquetadesubastaencualquierjarrónantiguo.—No es por esto por lo que quiero verle. No se asuste. Deseo tan sólo una
información.—¿Ningúnapuro,espero?—No, trato de eludirlo precisamente. Si me entraran ganas de casarme, ¿qué
deberíahacer?—Esperarunoscuantosaños—contestórápidamenteelseñorDrewitt.—¿Yporquénolapróximasemana?—Elimpedimentoestáenlaedad.—Poresolehellamadoausted.—Hay casos… casos de gente que falsifica la edad. Pero no se lo sugiero,
¿comprende?¿Cuántosañostieneella?—Dieciséis.—¿Estáseguro?Siendoasí,yapuedeustedcasarseenlacatedraldeCanterbury,
oficiandoelmismísimoarzobispo,quenoseráválidosucasamiento.—Estábien.Perosifalsificamoslasedades,¿elmatrimonioserálegal?—Amachamartillo.—¿Lapolicíanopodráhacerdeclararalachica?—Contrausted,no.Nosinsuconsentimiento.Desdeluegoexistiráundelitode
menorcuantía,tendráninclusofacultadparamandarlealacárcelyluego…hayotras
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dificultades.El señor Drewitt recostóse en el palanganero, con el pelo gris, limpio y legal,
rozandolajofaina,yexaminóaChico.—Pagarébien.—Antetododeberecordarquenecesitotiempo.—Quenoseamucho.—¿Deseacasarseenunaiglesia?—Desdeluegoqueno.Noquierouncasamientoacartacabal.—¿Verídicoamedias?—Enelsentidoqueloscuraslotoman,sí.—Sus sentimientos religiosos le acreditan. Segúnmimodode entender, lo que
ustedquiereesunmatrimoniocivil.Seprecisalalicencia(quincedíasdevecindad),cosa fácil que está calificado para conseguir y un día para el anuncio. Por lo querespectaatodoestopodríacasarsepasadomañana,ensudistrito.Yaquísurgenlasdificultades.Elcasamientodeunmenordeedadnoesnadafácil.
—Continúe.Pagarébien.—Noesposibleponerquetieneveintidósaños.Nadielocreería.Yparacasarsea
losdieciochoserequiereelpermisodelospadresodeltutor.¿Vivensuspadres?—No.—¿Quiénessututor?—Yamíquémeexplica.Nosédequiénmehabla.—Podríamosmixtificar un tutor—explicó el señor Drewitt, pensativo pero es
peligroso. Hay otra solución. Decir que se ha marchado, África del Surabandonándole.Sehaperdidoelcontacto…No,no;noacabadegustarme.Debemosobtener un sistema más correcto, más verídico, más emocionante. Ya lo tengo—añadiósolemneyconparsimoniosacalma—.Arrojadoalmundodesdelamástiernainfancia,ustedsehaidolabrandovalientementesupropiocaminoenlavida.—Susojos saltaban de un barrote de la cama al otro—. Intentaremos, por otra parte,asegurarnosdeladiscrecióndelregistrador.
—No suponía que hubiera tantas trabas. Tal vez pueda componérselas de otromodo.
—Demetiempo.Nohaynadaquenoseasusceptibledearreglo.—Enunasonrisapaternasusdientesaparecieroncubiertosdesarro—.Ledoymípalabra,muchacho:muypronto le convertiré enmarido.Confíe enmí.—Se levantó.Suspantalones arayasparecíanlosdeuntestigodebodaalquiladoparaelsolemnedía,yalcruzarlaestancia,sonriendoblandamente,diolaimpresióndequesedirigíaabesaralanovia—. Tendrá que darme una guinea ahora por la consulta; además, hay dos o trespequeñosgastosparalaesposa…
—¿Esustedcasado?—preguntóChicoconsúbitavehemencia.Nunca se le hubiera ocurrido queDrewitt…Contempló su sonrisa, los dientes
amarillentos, la arrugada, consumida e incierta faz, como si en todos estosdetalles
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encontraralaincógnitade…—Elañopróximocelebrarémisbodasdeplata.Veinticincoañosdejuego.Cubbit asomó la pelirroja cabeza en el dintel de la puerta, con un gesto de
complicidad.—Mevoyadarunavuelta…¿Cómovaelmatrimonio?—Progresando, progresando… —dijo el señor Drewitt, acariciando la cartera
comosifueranlasrollizasmejillasdeunmozalbeteespabilado—.Prontoveremosanuestrojovenamigoencadenado.
«Tansólohastaque todosedisipe—pensóChico,apoyándoseenelcenicientocabezalyconlospiessobreeledredónmalva—;nouncasamientoefectivo,sinoalgoquetapesubocaporalgúntiempo».
—Bueno,abur—mascullóCubbitsinpoderaguantarlarisaqueleretozabaenelcuerpo.
Rosa,elcrudoydevotorostropueblerino,eltiernopaladeodelapielhumana,laemociónenlasombríabodegaconsusestantesdeCosechasdeBorgoña….Tendidoenelpetateanhelabaprotestarcontodasualma:«notanpronto»y«noconella».Sitardeo temprano tenía que casarse, si era precisoque, llegada la hora, tuviera quedisponerse a practicar el brutal juego, que le dejasen al menos esperar un ciertotiempo,sinbeneficiarconsusacrificioaningúnterceroyconalguienquefueracapazdedespertarlaadmiracióndelosdemáshombres.Noconestacriaturadesazonada,verde,neciaytanignorantecomoélmismo.
—Espero solamente su palabra —apuntó Drewitt—. Podemos dirimirlo todoahora.
—Hallaráunníquelenelpalanganero.—Noveoninguno—adujoDrewittansioso,removiendouncepillodedientes.—Enlajabonera,debajodelatapa.Dallowaparecióenelmarco.—Buenas noches—dijo al señor Drewitt. Y a Chico—: ¿Qué ha pasado con
Spicer?—¡Colleoni!… Le han cazado en las carreras. Por poco se me cargan a mí
también.Señalóconlamanovendadasucuellorasguñado.—PerosiSpicerestáensuhabitación.Acabodeoírle…—¿Oírle?¡Vesvisiones!Era la segunda vez aquel día que le arrebataba el pavor. Un empañado globo
esclarecíaelpasilloy lasescaleras; lasparedesestabandesigualmentepintadasconnogalina.Contrajo el semblante como si tocara algo asquerosoy repulsivo.QueríacerciorarsedequiéneraesteSpicerqueimpresionabaeloído,desiresistiríaalavistaoaltacto.Saltódecididodelacama,dispuestoaencararseconelmismísimodiablo,pasandopordelantedeDallowsinabrir laboca.LapuertadelcuartuchodeSpicerbalanceábase de un lado a otro. No se atrevió a mirar dentro. La habitación era
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minúscula;todaslashabitacioneseranpequeñasencasadeBilly,exceptoladeKite,lasuyaahora.Porestolosdelabandaacostumbrabanareunirseallí.Peroenaquellaqueteníadelantenoexistíaespaciomásqueparaél…¡yparaSpicer!Pudooírunoschirridoscorreososentantoquelapuertamecíase.LaspalabrasDonanobispacemlehirieronelcerebroy,porsegundavezaquel,día,experimentóunlóbreganostalgia,comosihubieraperdido,olvidadoorechazadoalgomuyimportante.
Porfin,sacandofuerzasdeflaqueza,penetróenelcuarto.Laprimeraimpresión,alveraSpiceragachadoparaapretarlascuerdasdesumaleta,fuedealivio.ErasindudaSpicer,vivitoycoleando,unSpiceralquesepodíaver, tocarymandar.Unalarga tira de esparadrapo surcaba su cuello. Chico sonrió con crueldad: le hubieragustadoarrancárselay,contemplarlasangrientaherida.Spicerlemiróy,despuésdeponerlamaletaenelsuelo,empezóaescurrirsehacialapared.
—Pensé…Estabahorrorizado.Creíquetehabían…¡Colleoni!…Su miedo era mucho mayor que sus conocimientos. Chico no contestó,
acechándosedesdelapuerta.Comosipidieraperdónpornohabersemuerto,Spicersedeshacíaenexcusas.
PerosusmustiaspalabrassemarchitabancomolasalgasmarinasdebidoaldurosilenciodeChicoyasuindiferenciayasuspropósitos.
EnelpasilloresonólavozdelseñorDrewittyeltintineodelalozaremovida.—Enlajabonera.Medijoqueestabaenlajabonera.
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III
—Voyamachacaraestacriaturaminutoaminutohastaquesaquealgoenlimpio—prorrumpióIdaalzándoserotundamenteycruzandoelrestaurantecomounacorazadoque entra en acción, un acorazado impulsivo y tumultuoso, dispuesto a declarar laguerra contra las guerras, desplegadas banderas y gallardetes en una proclamairrebatibledequetodosloshombresdebencumplirconsudeber.Sumagníficobustovibrabaconunestremecimientodecruelcompasión.Rosaquisoesquivarla,peroellasedirigióinexorablehacialapuertadeservicio.Lacosaestabaencarriladaahora;laspreguntasque laatormentaronenHenneky’smientras leía la encuesta empezabanarodary, loqueesmejor, aproducir respuestas.Fredhabíapuesto también suparteadivinandoelcaballoganador,loquehizoposiblequedispusieradesobradosmediosyhastadeamigossobrados.¡Allíeranada;dosmillibras!¡Unainfinitacapacidaddecorrupción!
—Buenas noches, Rosa —dijo plantándose en la puerta de la cocina parabloquearla.
Rosa deshízose de la bandeja que llevaba y la contempló con el miedo, lacontumaciaylaincomprensióndeunanimalesquivoquenoaciertaacomprenderlabondad.
—¿Otravezusted?Estoytrajinando.Nopuedoentretenerme.—Laencargada,chiquilla,mehadadopermiso.—Nopodemoshablaraquí.—¿Dóndeentonces?—Enmicuarto,simedejasalir.Subieronporlaescaleradeservicioaunpequeñopasillodelinóleo.—Estáis encantadas aquí, ¿verdad? Yo también viví en un café público, hace
mucho tiempo, antes de encontrar aTom.Tomesmimarido—explicó, resignada,dulce,peroimplacablemente,alaespaldadeRosa—.Perononostratabancontantoscuidados.¡Inclusoosponenfloresenlosrellanos!
Se entretuvo a contemplar, alborozada y alegre, el macilento ramo sobre unamesitadepino,arrancandoalgunospétalos.Deimproviso,trepidóunportazo.Rosala había dejado fuera y ella, educadamente, dio unos golpecitos en el panel sinobtenerotracontestaciónqueunobstinadomurmullo.
—¡Márchese,márchese!Noquierohablarconusted.—Esunasuntoserio,querida.Muyserio.La cerveza que rebullía en su estómago le retornó un poquito y, a través de la
puerta cerrada, puso la palma de la mano en la boca diciendo mecánicamente:«¡Perdón!».
—Nopuedoayudarla.Yonosénada.—Déjameentrar,muchacha,ypodréexplicarme.Notegustaráquehableavoz
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engritodesdeelpasillo.—¿Quéquiereusteddemí?—Ayudarte.Evitarquesufrassiendoinocente.—¿Qué entiende usted de inocencia? —contestó Rosa con acento blando y
acusador.—¡Abre, querida, abre!—Harta de suplicar empezó a perder la paciencia tan
intensacasicomosubuenavoluntad.Tanteóelpasadorypudoverquelapuertanoestabacerradacon llave, sinosolamenteobstruidaporunasillapuestaen formadetrancaenelotrolado.Suirritaciónllegóalcolmo—.Estaveznotemevasaescapar—exclamóencabalgandotodosupesocontraelbatienteyhaciendocrujiryremoverlasillaquemediocedió—.Loqueeshoymeescucharásydelolindo.
Cuando se trata de salvar una vida no hay titubeo excusable, según enseñan,aunqueconalgúnesfuerzoabruptoseatolondreyaturdaalapersonaquesequiereredimir.Idadeslizólamanoatravésdelresquicioabierto,intentandoretirarlasilla,yluego penetró en tromba en la habitación. Tres camasmetálicas, una cómoda, dosbutaquitas y un par de sencillos espejos. Rosa se había acurrucado lo más lejosposibleenunánguloyatisbabaconojosingenuosyexperimentadoseldintelcomosipudierancolarseacadamomentoporallílascosasmásdañinas.
—No seas tonta, chiquilla. Soy una amiga. Sólo deseo salvarte de este rapaz.¿Estáslocaporél,verdad?Pero¿nocomprendesqueesunmalvado?—Sentóseenunacamitayempezóamecersesuaveperoimperturbablemente.
—Ustednosabenadadenada—murmuroRosa.—Tengomispropiasconvicciones.—Nomerefieroaeso.—Creerme,noteconviene.Escucha;yosoyhumanaycomprensiva.Fíatedemis
consejos.Tambiéname, enmis tiempos, aunoodosmuchachos.Tambiéncorrí lomio, no creas. ¡Caramba, es una cosa natural! ¡Como el respirar! Pero no hay quetomárselo tan a lo valiente. No existe ninguno que valga la pena de hacer unsacrificio.Crémelo,déjalo,abandónalo…¡Esunmalvado!…No,no;nosoydeltodopuritana.¿Comprendes?,tambiénhecometidounaodostonteríasenmistiempos…¡Esnatural!¡Caramba!—concretómostrándolelaregordetayprotectorapalmadelamanoextendida—,¡estáenmipielincluso!Mira:lalíneadeVenus.Perosiemprehepermanecido en el lado del Derecho. Tú eres joven. Encontrarás a los chicos amontonesantesdeterminarlasganas.Puedesdivertirtecuantoteapetezca…sinotedejas agarrar como un pajarito y no te entregas demasiado en serio. ¡Es natural!Comoel respirar.Perosinperder losestribos.Ynosupongasquesoyenemigadelamor. Ni por pienso. De ninguna de las maneras… Yo… Ida Arnold… ¡Seríagracioso!—Lacervezaretornóledenuevoyvolvióataparselabocaconlamano—.Perdón, querida. ¿Ves como podemos entendernos perfectamente estando juntas?Nuncahetenidoningúnhijomío,perotúcasipodríasserlo.Eresunacositadulceycariñosa.—Desúbitoprotestó—.Salyadeesterincónypórtatecuerdamente.Élno
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tequierenipizca.—Nomeimporta—susurrólavozinfantilcontozudez.—¿Quéquieresdecirconesto?—Lequieroyo.Contodamialma.—Estás loca… Si fuera tu madre te daría una buena paliza. ¡Testaruda! ¿Qué
dirántuspadrescuandolosepan?—Nolesimporta.—Bueno…¿Ycómocreesqueterminarátodoestelío?—Nolosé.—Eres joven… He aquí la razón de todas las sinrazones… Eres joven,
romántica… Yo también fui romántica y joven… Pero con la edad me he idoequilibrando.Loquenecesitasesunpocodeexperiencia.
LosojosdeNelsonPlacelamiraronhuraños,sincomprender.Desdesuguaridaelanimalitoatisbabaelmundoairosoydeslumbrante.Conocíalaexistenciadelcrimen,lacópula,lamiseria,lafidelidadyelamorytemordeDios.Peronosospechabatansiquiera que en el mundo exterior, claro y abierto, florecía algo que la gentedenominabaexperiencia.
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IV
Chicomiróatravésdelojodelaescaleraelcuerpodestrozadoenelfondo.—¡Dios!¡Dios!—profirióelseñorDrewitt—.¿Quéhasucedido?—¡Estabarandilla!—repusoChico—.Advertímásdemilvecesquealguiense
romperíalacabeza.PerocualquierahacegastarunagordaalpordioserodeBilly.Puso lamanovendadaen labaranda, empujandoconbruscos tironeshastaque
pudoresquebrajarla.LapodridaycarroñosamaderacayósobreelcuerpodeSpicer,unmugrientobarrotedenogalquedópartidoencimadesusriñones.
—Pero… esto se ha roto después de la caída…—La protesta de Drewitt fueinsinuadacontemblorosaentonaciónlegal.
—Nolorecuerdabien.Ustedestabaaquí,enelrellano,yvioperfectamentecómoapoyaba su maleta en la barandilla. Demasiado peso. No debió cometer talimprudencia.
—¡Diosmío,noquieromezclarmeconestematute!Yonohevistonada.Nosénada.Permanecíabuscandoenlajabonera.Dallowpuedetestimoniarlo.
—Losdoscontemplaronelhecho.¡Magníficacasualidad!Hasidounasuertequeun abogado respetable y honrado como usted estuviera en el lugar del suceso. Supalabradaráelpegocontodaslasdelaley.
—Lo niego; lo niego rotundamente.Me voy, me marcho en seguida. Juraré yperjuraréquejamásheestadoenestamalditacasa.
—¡Quieto aquí y sin chistar! No tengo ningunas ganas de que ocurra otroaccidente.Dallow,bajayllamaalapolicía…Yaunmédicotambién.Esundetalledelicado.
—Puedeimpedirmesalir.Peronopodráobligarmeaquedeclare…—Sólodeseoquedeclareloqueleconvenga.Detodosmodosnocreoquehaga
muybuenefectoquemeenchiquerenamíporasesinatomientrasustedhurgabaenlajabonera.Escosasuficienteparaocasionarlaruinaacualquierabogadillo.
Drewitt atisbópor el rajadoboquete al recodode la escalera endondeyacía elcuerpo.
—Seríaconvenienteponerlospedazosdelabarandilladebajodeél.Alapolicíaseleocurriránunmontóndepreguntassiloencuentranasí—adujoaregañadientes.Luego volvió a la habitación de Pinkie y sentóse en el camastro escondiendo lacabezaenlasmanos—.Tengojaqueca.Estoymalo.Deberíamarcharme.—Nadielehizoelmenorcaso.LapuertadelcuartuchodeSpicerseabríaycerrabaempelladaporlacorrientedeaire—.Tengounaneuralgiahorrible.
Dallowaparecióenelpasilloarrastrandolamaleta; lascintasdelospijamasdeSpicerseexprimíanporunresquiciocomolapastadedientes.
—¿Adóndepensabair?—A Blue Anchor, Union Street, Nottingham —contestó Chico—. Podríamos
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avisarles.Alomejorquierenenviarflores.—Cuidado con las huellas digitales—advirtió Drewitt desde la habitación sin
mover la dolorida cabeza. Pero el ruido de los pies de Chico descendiendo lospeldañosobligólealevantarsedeunsalto—.¿Adóndeva?
—Afuera—expusoChicomirándoledesdeeldescansillo.—Nopuedesalirahora.—Yo no estaba allí cuando ocurrió la desgracia. Tan sólo Dallow y usted.
Precisamenteaguardabanaqueregresaraparahablarme.—¿Perosileven?—Elriesgoessuyo…Yotengootrascosasquehacer.—Nome diga—farfullóDrewitt atolondrado, intentando refrenar su sofoco—,
nomediga…¿quécosas?—Sobre el matrimonio. He de precisar algunos detalles —repuso Chico
sobriamente,dirigiendolafijamiradaalseñorDrewitt«¡laesposa,veinticincoañosdejuego!»comosiquisierapreguntarlealgo,comosideseararecibirunbuenconsejode una persona experimentada, como si estuviera delirando por atrapar un rayo dehumanasabiduríadeaquellamollera tenebrosaylegal—.Esposiblequesecelebremuypronto.
Examinó otra vez aún el semblante de Drewitt para ver si vislumbraba algúnreflejo de su amplia erudición matrimonial acreditada en veinticinco años deejercicio; pero no pudo avizorar más que un rostro congestionado y temeroso,hundiéndoseenlastinieblasquerodeabanelmugrientocuerpodeSpicer.
Había tomado un designio: dejarse conducir hasta su destino. Sentía en sucorazónelescarceoviolentodelasangreresbalandoenlasarteriasconindiferencia,comolasvagonetasdelasmontañasrusas.Enunpuntocreíaseseguroyenotroenpleno peligro, para volver en el tercero después de una bajada espeluznante a laseguridaddehuirdenuevodeellaenelcuarto.Lamadurarameranorepresentabaninguna amenaza; él permanecía a sus espaldas, siguiendo el mismo camino, sintemorde colisión alguna; exactamente como si fuerandos trenes que andanpor elmismocarrilyconidénticaperspectivaymeta.JuntoalaaceradelbarNorfolkdosestupendoscochesrojos,decarreras,reposabandesuansiadevelocidad,unoalladodeotro,comodoscamitasgemelas.Chicoapenas,tuvoconcienciadesuvisión,perodeunamaneraautomáticaselequedaronflotandoenelcerebroconciertoresquemordesecretaenvidia.
Snow’snoestabamuyconcurrido.SentóseenlamesaquehabíaocupadoSpicereldíafatalynoacudióRosaaservirle,sinounachicadesconocida.
—¿NoesésteelturnodeRosa?—dijogroseramente.—Sí;peroahoraestáocupada.—¿Puedoverla?—Hasubidoasuhabitaciónconalguien.Noesposibleirallí.Tendráqueesperar.—Noquieroesperar—apostillóChicotirandomediacoronaencimadelamesa.
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—Laencargadapondríaelgritoenelcielo—repusolamuchachanadandoentredosaguas.
—¿Dóndeestálaencargada?—Hasalido.Chicoarrojóotramediacorona.—Por la puerta de servicio—expuso la chica desfalleciendo es caleras arriba.
Hayunamujerconella.Antesde llegaralpasillopudoyapercibir laaguardentosavozqueaconsejaba:
«Créeme,esportupropiobien,todoloquehagoesportupropiobien».ParaentreoírlacontestacióndeRosatuvoqueaguzarlasorejas:«¿Porquénomedejaenpaz?».«PorqueesteasuntoconcierneatodoslosqueestamosdepartedelDerecho».
Chicologróatalayarlahabitacióndesdeeldescansillodelaescalera.Lasoberbiaespalda, el traje suelto y holgado y las rotundas caderas de la mujer casi lebloqueaban la visión de Rosa, que permanecía arrimada a la pared en actitud deadusto,desafío.Enclenqueyhuesudadentrodelabatadealgodónnegroydelblancomandil, sus ojos chispeaban sin lágrimas, fulgurantes y resueltos, apuntalando elcoraje con un aire de cómica insuficiencia, como el jugador de bolos raquítico ychiquilicuatro,aquienelárbitroobligaaretaralmásfuertedelequipo.Nohacíamásquereiterarconfastidiosaterquedad:«¿Porquenomedejaenpaz?¿Porquénomedeja?».
Nelson Place y Manor Street frente a frente en la celda de una camarera derestaurante.Alprincipionoexperimentóningúnantagonismo,másbienunanostalgiaindecible.Estabaenteradodequeellapertenecíaasuvidacomounasillaounamesa;era algo que le completaba. Pensó: «Tiene más agallas que Spicer». Lo másdepravadoyperversodesualmasentíalanecesidaddelamáximavirtudypureza.
—¿Por qué te molestan y te tratan así chiquilla mía? —dijo meliflua ytiernamenteconuncuriosodejequeresonótandulceensusoídoscomoelmáscruelrefinamiento.
Despuésdetodo,aunquehubiesequeridoalcanzaraalguienmásaltoqueRosa,lequedaba este consuelo: queRosa a su vez no podía haber conseguido a nadiemásbajoqueél.Cuandolamujersevolviósemantuvorígido,conunasonrisaafectadaenelrostro;unactodecontriciónquizádemostraríalafalaciadeestealivio.Sihubieralogradoconquistaralgunaninfaestridenteydesvergonzadacomolasquecolumbróen el Cosmopolitan, su triunfo, sin embargo, no sería tampoco tan grande.Continuaba erguido y sonriente, vencida la indecible nostalgia por un ramalazo delóbregasensualidad.Rosaerabuena,buena;sabíaloconcerteza.Yéleraunperversoyuncondenado;estabanhechoselunoparaelotro.
—Márchesedeaquí—espetólamujer—.Leconozcoperfectamente.Semejabaunaextranjeraenunpaísremoto:latípicaturistainglesadevacaciones.
Y no había podido aún echar mano del diccionario. Persistía tan alejada de elloscomo del infierno —o del cielo—. Dios y el diablo viviendo en el mismo sitio,
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hablando lamisma lengua, entendiéndose comoviejos amigos, experimentando losmismoscomplejosydándoselamanoatravésdelaarmadurametálicadeunacama.
—¿NoquerrásseguirlosdictadosdelDerecho,Rosa?—Déjenosenpaz—tartajeólachica.—Eresunabuenamuchacha…Nadatienesdecomúnconél.—¿Yustedquésabe?Antetamañapertinacia,Idaoptóporlaretirada,amenazandodesdelapuerta…—Noheterminadocontigotodavía.Mesobranamigos.Chicoobservósupartidaconaturdimiento.—¿Quiéndemonioses?—Nolosé—repusoRosa.—Nuncalahevisto.—Unvagorecuerdoflotóunosmomentosen,sumemoria
esfumándosefugazmente—.¿Quérayosytruenosdesea?—Nolosé.—Eres muy buena, Rosa —murmuró Pinkie acariciando con los dedos sus
descarnadasmuñecas.Ellameneólacabeza,enunruego.—Soymala.Quierosermalasiellanoloes.Quierosermalasitú…—Túsiempreserásbuena,siempre.Aellosnolesgustaqueloseas,peroamino
meimporta.—Quisieraentregarlavidaporti.Dimequéhedehacer;loquetúmandes.Me
daríarabiaparecermeaella.—Noescuestióndeobras,sinodepensamientos—fanfarroneóChico—.Estáen
lasangre.Talvezcuandomebautizaron,elaguasagradanomellegóarociar.¡Quiénsabe!Peronuncahepodidoquitarmeeldiablodeloshuesos.
—¿Esbuenaella?—inquirióRosa.—¿Ella?Ellanoesnadadenada.—Nopodemosquedarnosaquí.Yamegustaría,ya…—Contemplósualrededor:
el descolorido grabado en acero de La Victoria de Van Tromp, las tres camitasmetálicas, losdos espejos, la sencilla cómoday laspaliduchasguirnaldasde floresdel empapelado como si se sintiera mucho más segura allí dentro, que en laborrascosa noche veraniega del exterior. Le habría agradado poder compartir estahabitaciónconélhastaquelograrancasapropia—.¿Seestábienaquí,no?
—¿Cuándoloplantarás?—¿Snow’s?Oh,no,no.Esunbuencafé.Loprefieroaningúnotro.—Quierodecirparacasarteconmigo.—Somosdemasiadojóvenes.—Puedearreglarse.Haymedios,haysistemas.—Dejóenlibertadsumuñecacon
airenegligente—.Clarositúlodeseas.Sino,nada.Nomeimporta.—Oh,sí.Síquelodeseo.Perononoslopermitirán.—No en la Iglesia de momento, desde luego. Hay dificultades—explicó con
ciertaligereza—.¿Tienesmiedo?
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—Deningúnmodo…Pero¿nosdejarán?—Miabogadoloestáestudiando.—¿Tuabogado?—Ypues,¿quétecreías?—Oh,mesuenaaalgogrande,respetableyviejo.—Unhombrenecesitaabogadoscomoelpanquecome.—Nuncahubierasupuestoquetemedeclararasaquí.—¿Endónde,entonces?—Alguien, unavez,mepidió enmatrimonio.Creoque fue enun cineoquizá
fuera,enlanocheestrellada.Peroestoesmejor—exclamómirandoLaVictoriadeVanTrompenelcristaldelosespejos.
Luego, separándose de la pared, levantó ansiosamente el rostro.Chico sabía loqueesperabadeél.Subocaprimerizayentreabierta leprodujonauseas.Nochedelsábado,lasonce,jadeos.Oprimiósusdurosypuritanoslabiosenlossuyos,sintiendonuevamenteelturbadorregustodelahumanapiel.HubierapreferidoelaromadelospolvosLotyodelcarmínKisproofoeldecualquierpotinguequímico.
CerrólosojosyalabrirlosdenuevovioaRosaesperandocomounamuchachaciegaquepidemáslimosna.Tuvounagransorpresaalcomprobarque,apesardesudulzura,Rosaeraimpotenteparaaniquilarleaquellaextrañarepulsión.
—¿Sabesloqueestosignifica?—musitólamuchacha.—¿Quésignifica?—Quenuncateabandonaré,nunca,nunca,nunca.Rosa pertenecíais como una silla o una mesa. Chico endilgó una sonrisa a la
cegata y perdida faz, una sonrisa absurda y desgarbada que destilaba un bochornooscuroeinconfesable.
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Quintaparte
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I
Todomarchabaapedirdeboca;laencuestanoprovocóreaccionesperiodísticas;nohubo preguntas capciosas ni inoportunas. Chico callejeaba con Dallow con airetranquilodetriunfador.
—NoquisieraqueCubbitseenterara—dijo—.Nomefíomuchodeél.Cubbitnoseenterará.Drewitt tieneunmiedoque leeriza lospelosyyasabes
queyonohablo,Pinkie.—Mehaceelefectoquenosestánsiguiendo.—Noveoanadie—aseguróDallowmirandoa todoslados—.Conozcoa todos
losbofiasdeBrighton.—¿Ningunamujer?—Ninguna.¿Quéesloquepiensas?—Nolosé.Laorquestadeciegosaparecióenlacalzada,coneltanteopeculiardeloszapatos
enelbordedelaacera,recorriendosurutaunpocotrasudados,despuésdeaguantardurante todo el día los rayos caniculares.Chico avanzabapor la calle endireccióncontraria. La música que tañían era quejosa, doliente, inspirada al parecer en unhimnode lamentacionesaflictivas.Semejabaunavozdepesadumbre infinitaenundíadevictoria.Pinkiechocóconeldirectorydioleuntremendoempujón,seguidodeunablasfemia.Todoslosdelconjuntoalpercibirquesujefevacilabaremoviéronsellenosdezozobraconunpieenelarroyoyquedaronembarrancadosycontritoshastaque Chico hubo pasado, como los barquichuelos que se encallan en el vasto yturbulentoAtlántico.Luegoprosiguieronsumarchaindecisos,ribeteando,elbordillo.
—¿Quétepasa,Pinkie?—censuróDallow—.Sonciegos.—¿Porquéhededesviarmicaminoporunbergante?Enrealidadnosehabíadadocuentadelaceguerayenelfondoestabaextrañado
de su acción. Era como si le apechugaran por una carretera mucho más allá deltérminopropuestoporsuvoluntad.Arrimósealaverjadeunafachada,mientrasunpúblicoheterogéneodesfilabaantesusnaricesyelsolseescabullíalentamentehaciaelocaso.
—¿Enquéterompesloscascos,Pinkie?—EncavilarsobretodoestebarullodeHale.Ledimossumerecido,perosillego
a saber que nos iba a acarrear tanto jaleo tal vez le hubiera dejado en paz.Seguramentenovalíalostrastornosquenosocasiona.UnpuercodeperiodistaquesedabaelpicoconColleoniycondujoaKitealatumba.¿Porquétantaincomodidadpor tan poca cosa?—Bruscamente acechó a alguien por encima de su hombro—.¿Quiénesesteperromaldito?Meparecehaberlovistoantes.
—Nadiedeparticular.—Creorecordarsucorbata.—Lashayamontonesenloscomercios.Pinkie,sitegustaralabebidatediríaque
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loquenecesitasesunbuentrago.¡Caramba!Todotrotaalasmilmaravillas.Nadiesemuestracurioso.
—Noexistíanmás que dos personas que nos pudieran dar el pego.Spicer y lachica.He liquidadoaSpiceryvoya casarmecon lamuchacha.Meparecequehehechocuantodebía.
—Exacto,ahoraestamosseguros.—Sí,sí…Vosotrossí.Peroyoestoyconelaguaalcuello.Túestásenteradodelo
deSpicer.Drewitttrescuartosdelomismo.YCubbit,Cubbit…¡Caray!Tendréquehacerunacarniceríaenormeparasalvarlapielestavez.
—Nomerezcoquemehablesasí,Pinkie.LoquepasaesqueestásembotelladoyabsortodesdelamuertedeKite.Necesitasunpoquitodedistracción.
—Quería mucho a Kite.—Avizoró a lo lejos, allende el mar. Francia y otrastierrasdesconocidas.Asuespalda,másalládelCosmopolitan,OldSteyneyLewesRoadtendíanselasmesetas,losvillorrios,losganadosalrededordelasclarasalbercasy otras tierras desconocidas. Este era su feudo: la populosa ribera, unos cuantosterrenos edificados, una angosta península bordeada de trenes eléctricos queconducían a Londres y dos o tres estaciones con sendas cantinas y azucaradasespecialidades.ÉstehabíasidotambiénelfeudodeKite,nodeltododespreciable;ycuando expiró en aquella sala de espera fue como si hubiera muerto un padredejándole heredero de sus posesiones con el obligatorio deber de no abandonarlasnuncaparatrasladarseaextrañastierras.Habíaheredadotambiénsuscostumbres,lapulidaylargauñadeldedopulgaryelgustoporlasbebidasdulces.Elsolresbalabasobre el mar y como un pulpo gigantesco sumergía en el cielo fosforescente susdestellosdeagoníayresistencia.
—Despiértate,Pinkie.Afloja unpoco.Echauna cana al aire.Vente conmigoyCubbitaQueenofHeartsacorrernosunajuerguecita.
—Yasabesquenuncabebo.—Bienlotendrásquehacereldíaquetecases.¡Caray!Nuncaheoídohablarde
unabodaseca.Un vejestorio andaba agachado por la playa, muy despacio, sorteando los
pedruscosyescarbandolaarenaylasalgasmarinasenbuscadecolillasysobrasdemerienda. Las gaviotas, hasta entonces tranquilas en la costa, revolotearon conagudos chillidos sobre elmuelle.El viejo encontró un bote y hacinólo en su saco,mientrasunagaviotadesviándosedelasdemásenhebrabaelvueloatravésdelanavemetálica dePalacePier, blanca y revuelta en la oscuridad:medio paloma ymediobuitre.Alfinyalcabounhombredebeprobarlotodo.
—Muybien.Iréconvosotros—accedióChico.—¡QueenofHearts!Eslamejortabernaquehayentodalacomarca—repusosu
compañeroanimándole.YalomosdelanticuadoMorrissedirigieronalacampiña.—Me encantan las salidas al campo de vez en cuando —repetía tercamente
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Dallow.En las cenicientas horas quemedian entre el crepúsculo y la noche plena, los
farosdeloscochestitilabanenlagrisvisibilidadtandesmayadaeinnecesariamentecomo las lamparitas que se dejan encendidas en los cuartos de los niños. Losanunciosbostezabanalolargodelacarreteraprincipal;villas,granjasarruinadas,uncotodepastoscuyavallaestabaderruidayunmolinodevientoconlasgrandesaspasoscilantesenelqueseservíantésylimonadas.
—AlpobreviejoSpicer lehubieragustadomuchoestepaseo—deslizóCubbit.ChicosentábasejuntoaDallow,queconducía,yelpelirrojoibaenelasientotrasero.Pinkie podía avizorarle en el espejo retrovisor brincando sobre los defectuososmuelles.
Las luces deQueen ofHearts fulguraban en toda su esplendidez detrás de lospostes de gasolina. Era un cortijo de la época de los Tudor debidamentetransformado, que conservaba aún un ligero vestigio de los antiguos corrales en ladisposicióndelbarydelrestauranteyconunapiscina,rústicaycampestre,endondeantesflorecíaladehesa.
—Deberíamos habernos traído algunas chicas—lamentóse Dallow—. Es muydifícilpescarlasaquí.Tienenmuchoshumos.
—Vamos al bar—aconsejó Cubbit iniciando la marcha. Pero se detuvo en elumbralhaciendosignosaunamuchachasolitariaquetrincabadelolindoenellargomostradordeacero,debajodelasviejasvigas—.¡Abrelaboca,Pinkie!Dialgo.Yanos hacemos cargo de tu tristeza… Desde luego era un magnífico camarada ycompartimosemocionadostusbuenossentimientos,pero…
—¿Conquiénteestástimando?—EslanoviadeSpicer.Chico, desde el umbral, echóle una ojeada a contrapelo: cabello rubio platino,
ojosfrancosyabiertos,cejasfinas,bienacondicionadaenelaltoescabel,solaconsubebidayconsupena.
—¿Cómovanlascosas,Sylvie?—preguntóCubbit.—Muymal.—¿Quéterrible,verdad?Eraungranamigo.Orodeley.—¿Túestabasallí,noescierto?—dijolarubiadirigiéndoseaDallow.—Billy debía haber recompuesto la dichosa escalera —repuso Dallow
evasivamente—.Mira,Sylvie,tepresentóaPinkie,elmejordelosnuestros.—¿Lopresencióustedtambién?—No,élsehabíaidomuchoantes—intervinoDallow.—Tomeotracopa—ofrecióChico.—No sé si esmuy correcto—adujo Sylvie, vaciando de un trago lo que tenía
delante—.Bueno…¡Unsidecar[8]!—DosScotch,unsidecaryunanaranjada.—¡Cómo!¿Ustednobebe?
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—No.—Apuestoaquenuncahasalidoconchicastampoco.—Lohasadivinado,Sylvie—palmoteóDallow—;alprimertiro.—Meadmira un hombre así. ¡Quémaravilla ser tan decente!De todosmodos,
según opinaba Spicer, algún día tendrá que claudicar y entonces… ¡Cielo santo,cuántafelicidad!—levacilótorpementelamanoderramandounpocodecocktail—.No,noestoyborracha.PerometrastornalamuertedeSpicer.
—Vamos,Pinkie, bebe algopicante.Te sacudirá lamodorra—profirióDallow,explicandoluegoaSylvie—:Estámuyapesadumbradotambién.
Laorquestadel salóndebaile interpretabaunamelodía romántica:Ámameestanoche—yolvídamemañana—todanuestradelicia.
—Tome una copa —tentó Sylvie—. Hace un rato estaba tremendamenteinsoportable.Hastahellorado.Miremisojos…Losdebotenerhinchadosyhorribles.Casinomeatrevoacontemplarmeyomisma.Ahoracomprendoporquéciertagenteseencierraenlosmonasterios.
La música resquebrajaba la resistencia de Chico. Observó con una mezcla dehorror y de curiosidad a la muchacha de Spicer: ella comprendía el juego. Hizobalancear la cabeza en silencio con un gesto de temeroso orgullo. Sabía lo que sejugaba;éleralacima,lacumbreynoadmitíaningúnlímiteasuambición,niningúnresquicio a través del cual ofrecer un blanco directo a las befas de la gente másexperimentada.RebajarsecomounSpicercualquieraytemblardedeseo…
Suspupilas se encandilaronmientras lamúsica continuabadesgranando turbiassugerencias —y olvídame mañana— sobre el juego amoroso que todo el mundoconocíamuchomejorqueél.
—Spicerdudabaavecesdequenuncahubieraestadoconunachica.—HayunmontóndecosasqueSpicernosabía.—Esustedterriblementejovenparasertanfamoso.—Túyyoharíamosmejoreniradarunavuelta—intervinoDallowdirigiéndose
aCubbit—.Meparecequeestorbamos.Vámonosaecharunvistazoalasbañistas.Ydeldichoalhecho,desaparecieronenseguida.—Dallietienelavirtuddeadivinarsiemprecuándomegustaunmuchacho.—¿QuiénesDallie?—Suamigoel señorDallow, tontín. ¿Baila…? ¡Caramba si aúnno sé cómo se
llama…!Lacontemplócon tímidavehemencia:habíapertenecidoaSpicer; suvozhabía
vibrado a través del alambre telefónico para fijar citas; había puesto su firma ennumerosascartasenvueltasenperfumadossobresmalvas;Spicersiempredisponíadealgunaqueotrapruebaparafanfarronearante losamigos—«Michica».RecordabaperfectamenteunmagníficoramodefloresqueanclóenlacasadeBillyyconestainscripción:Tuyaencuerpoyalma.Yahoraestabafascinadoporsuinfidelidad.Ellanopertenecíaanadieyatodos—alrevésdeunamesaodeunasilla.
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—Voyacasarme—dentrodedosotresdías—insinuóenunsusurro,rodeandoconelbrazosutalleparacogerlacopadeella.
Parecía como si quisiera excusar su infidelidad compartiéndola: no pensabadejarsederrotarporlaexperiencia.Agarrandolacopaselatragódeunsorbo:ellicorhervía en sugargantay aquel primer contactodel paladar con el alcohol le supo aalmendrasamargas.Estoeraloquedenominabanunplacer,estoyeljuegoamoroso.Acariciósumusloconunasensaciónde tembloroso terror.Rosayél…Cuarentayocho horasmás tardeDrewitt lo habría arreglado todo y Rosa y él… quedaríansesolosenDiossabecuálhabitación…¿yentonces?¿Entoncesqué?Estabaenteradodel acto tradicional como un cadete lo puede estar de los principios de artilleríadibujadosconyesoenunapizarra.Perotrasladarelconocimientoalaacción—sobreunpuebloatacadoounamujervencida—eraalgoquerequeríaeldominiodetodoslos nervios.Y los suyos estaban congelados de asco: ser tocado, darse por entero,abrirsecompletamenteen laentrega…Hubieraqueridoalejar la intimidad lejos, lomáslejosposible,hastalamismapuntaescalofriantedeunaafiladanavaja.
—Vamos…Bailemos—concedióChico.Ysedirigieroncalmosamentealapista.Serbatidoporlaexperienciaerabastantedoloroso,peroserloporlainocenciay
por la precocidad, por una desgraciada que acarreaba platos en un restaurante, porunazorraprimeriza,dedieciséisaños…
—Spicermecontabamildiablurasdeusted.—Vámonosfuera,aloscoches…—Nopuedo,nopuedo,siendotanrecientelamuertedeSpicer.Terminó el baile y aplaudieron. Pero de pronto empezó la orquesta a tocar de
nuevo. La coctelera tintineaba en el bar y las verdes hojas de un arbolillorevoloteabanenlaventanadetrásdelabateríaydelsaxofón.
—Megustaelcampo.Meponeromántica.¿Yati?—No.—Amimeencanta.Estoesdelicioso.Hasta tienengallinas.Hacenlosslings[9]
deginebraconloshuevosdesucosecha.—Vámonosaloscoches.—Noestábien.Nopuedo,no…¡PobreSpicer!—¿Hasenviadoflores,noeseso?¿Hasllorado…?—Misojosestándoloridos.—¿Quémáspuedeshacer,entonces?—Nosé…Hetenidoungrandisgusto.¡PobreSpicer!¡Cómohaterminado!—Comprendotupena.Hevistotucoronatambién.—Esterrible.Túyyobailandotranquilamente,mientrasél…—Vámonosaloscoches.—¡PobreSpicer…!Pero se dejó conducir y él vio con inquietud cómo corría, corría literalmente a
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través del iluminado rincón que en tiempos fue una granja, hacia el oscuroaparcamiento de coches, hacia el anhelado juego. «Dentro de tres minutos estaréenteradodetodo»,sedijoconrepulsivomareo.
—¿Cuálestucoche?—preguntóSylvietuteándole.—Aquel,Morris.—Nomegusta.—Musitóellaexaminandolaringladeautomóviles—.EsteFord
nosirábien.—Abrióprecipitadamentelapuertayvolviólaacerrarpitando—.¡Oh,perdonen!—Excusóseysinmaspreámbulossubióa laparte traseradelcochequeseguía, esperándole ansiosa—. ¡Oh! —Su voz dulce y apasionada surgía de laprofundaoscuridad—.¡SiempremehahechoilusiónunLancia!
Élpermanecióquietoeinmóvil,conunpieenelestribo,yentoncesunrayodelunaseinterpuso,iluminandoelrostrodeSylvie,acogedorypropicio.
Albordedelrepugnanteygroserojuego,tuvoconcienciaporunmomentodesuenorme ambición: la estancia en elCosmopolitan, el mechero de oro, las coronasbordadas en las sillas para una extranjera llamada Eugenia. De súbito, Haledesapareciódelmapacomounpedruscolanzadoconhondamásalládeunrisco.Yentonces se vio a símismo al principio del largo y pulido pasillo de una inmensaplatea rodeada de bustos de grandes hombres y caldeada por vítores y entusiastasaplausos.Colleoni lehacía reverenciascomoundependientedecomercio,andandode espaldas, con un verdadero ejército de navajas y cuchillos detrás de él. Era unconquistador.UnredobledetamboresretinglóenlasalaylosaltavocesanunciaronaPinkie Brown, el capitán victorioso, mientras la orquesta interpretaba unaMarchatriunfal. Su pecho jadeaba debido al esfuerzo empleado para empuñar el mundovisible.
—¿Quéesperas?¿Dóndetieneslacabeza?—imploróSylvie.Chico, vuelto a la realidad, preguntóse conmiedoy temor: «¿Quédebohacer?
¿Cuáleselpróximomovimiento?».—Aprisa…Ven…Antesquenosdescubran.Ellargopasilloenrollósecomountapiz.Lalunaresbalóporunaligaprietayuna
rodillaredonda.YChiconopudocontenerlarabiapenosayamarga.—Espera. Voy a buscar a Cubbit para que te sacie —espetó con impotente
crueldad,volviendolaespaldaalLanciaparadirigirsealbar.Perolasrisasdelapiscinaledesviaron.Parósealaentradaconelregustoaúndel
alcohol en la lengua, contemplando a una muchacha delgada con un gorrito decaucho rojo que se reía entre el agua rutilante. Su pensamiento retrocedióinevitablemente y por encima de todo a Sylvie como una máquina automáticadirigidaporondaseléctricas.Eltemorylacuriosidadcorroíansusoberbiofuturo.Larepulsión y el hastíole empalagaron de nuevo. «¡Casarme! —pensó—. ¡Cielos!¡Nunca!¡Antesmecuelgo!».
Unhombreentrajedebañoapareciócorriendoporlapalanca,tomóimpulsoy,deun salto mortal, sumergióse violentamente en el agua. Los dos bañistas nadaron
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juntos,brazadaabrazada,hacia lapartepocoprofunda,ydespuésdedar lavueltavolvieron muy juntitos, muy pegados, melosos y sin prisas, practicando un juegoprivadoyparticular,felicesensuelemento.
Chicolesobservabapensativo,ycuandosealejarondenuevohaciaelbajío,pudoverenlafúlgidapiscinaelreflejodesupropiaimagentemblequeandoacadabrazadadelosnadadores,consushombrosenclenquesysupechoraquítico.Ysintióquesuspuntiagudoszapatosmarronesresbalabanenlossalpicadosyresbaladizosazulejos.
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II
CubbityDallowcotorrearonunpocoalumbradosdurantetodoelcaminoderegreso;Chicopersistíasilenciosoypreocupadoenelmásoscurorincón.Depronto,suvozcarraspeo,henchidadefuria:
—Podéisreíros.—¿Porqué?Notehasportadotanmal—adujoCubbit.—Podéisreíros.Oscreéisasalvo.Peroyaestoyhartodegentuzacomovosotros.
Amenudomeasaltalamalaideadeplantaros.—Estosecuraráconunalargalunademiel—farfullóCubbitconunamueca.Unmochuelograznóconhambrientodelirio,precipitándosesobreunaconcurrida
estación,batiendolasalasentrelosfarolesdetopeconvueloangustiosoyvoraz.—Nopiensocasarme.—Conocí a un chaval una vez —expuso Cubbit— que tenía tanto miedo al
matrimonioqueeldíaantesdelabodasesuicidó.Lanoviatuvoquedevolvertodoslosregalos.
—Nopiensocasarme.—Estamorriñalessucedeamuchoscuandoyaestánenremojo.—Nadie,nadiepodráobligarmeaello.—Tienesquehacerlo—intervinoDallow.UnamujerseasomóimpacienteenlaventanadelcafédeCharlie,aguardandoa
alguien que no acudía, aguardando al tiempo que el coche cruzaba veloz carreteraadelante.
—Tomaun trago—ofrecióCubbit,queestabamásborrachoquesucompinche—.Hebirladounabotella.Ahoranopuedesdecirnosquenobebes:tehemos,vistoDallowyyo.
—Nopiensocasarme.¿Porquétengoquehacerlo?—Estudeber—concretóDallow.—¿Cuálestudeber?—tartajeóelpelirrojo.Dallow,sincontestarle,pusounamanocariñosayopresivaenlarodilladeChico,
quien atisbó de soslayo la estúpida y devota cara con enojomal contenido por elhechodequeotros fuerancapacesdeavivar sentimientosde lealtad.Dalloweraelúnico hombre en el que se podía confiar; por eso le odiaba como se odia a losmaestrosyalostutores.
—Nadie ni nada podrá obligarme al matrimonio—musitó con aire enfermizo,ojeandolospostesanunciadoresalolargodelacarretera:Guinnes,lamejorcervezaparasupaladar,PruebeunWorthington,Cuideeldesarrollodesushijas.Todaunaserie de advertencias, impetraciones y consejos desfilaban ante sus ojos: Seapropietario de su propia casa, Las mejores sortijas para novia las encontrará enBennet’s.
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Cuando llegó a casa deBilly le dijeron que su chica estaba allí. Trepó por lasescaleras, de cuatro en cuatro, encaminándose a su habitación con desesperanzadarebeldía.Queríaentraryadvertir:«Hecambiadodepensamiento;noquierocasarmecontigo».Oquizá:«Losabogadosaseguranquelacosanopodráarreglarsedespuésde todo».Labarandillaestabaresquebrajadaaúny,alpasar,vislumbróelprofundodecliveporelquesehabíaderrumbadoelcuerpodeSpicer.Abajo,CubbityDallow,depieenelsitioexactode lacaída,bromeabanconsonorascarcajadas.Unaagudaartista de la baranda rota le arañó la mano, e inconscientemente aplicóse la parteherida a los labios. «Necesito calma —se dijo—; tengo que aguzar mis cincosentidos». Pero notó que su entereza permanecía mancillada por el regusto delalcohol.Nosepuedeperderelviciotanfácilmentecomosepierdelavirtud,huidizaalprimercontacto.
Penetróenelcuartuchoconseverosojos.Rosamostrabaazoramientoytemor.—¿Quéhacesaquí?Llevabapuestoelsombreroquetantoladesfavorecíayalaprimeramiradadeél
selosacódeuntirón.—Aestashorasdelanoche…Su acento era francamente ofensivo adrede. Pensaba que podría eludir la
tormentosareyerta,apuntodeestallar,siseconducíaenlaformaadecuada.—¿Hasvistoeso?—replicóRosa,tendiéndoleelperiódicolocal.Chiconohizo
elmenorgestoparaleerlo,peroallí,enprimerpágina,vio,sinnecesidaddemirar,laespeluznantefotodeSpicerasomandosuterrorporlosarcosmetálicosdelmuelle.Elbergantedelquioscohabíatenidomáséxitodeloqueesperaba—.Léelo.Cuentaquesucedióenestacasa.
—Sí,enelrellano.Ledijemásdemil—vecesaBillyquearreglaralabarandilla.—Pero túmeexplicasteque lehirieronen las carreras.Además, era elhombre
que…—…quetedejólatarjeta.¡Sitúlodices!TalvezfueraamigodeHale.Ibacon
unmontóndetiposqueyonoconocía.Bueno,¿yquépasa?—inquiriódesafiándolacon degenerada dureza—. ¿Qué pasa? —repitió con aire confidencial al ver sudefensivomutismo.
Su alma tenía arrestos para adivinar cualquier felonía, pero era, una buenamuchachayestabaamarradaporsumismabondad.Existíancosasquenuncahubieraimaginado,yaChicolecruzóporelpensamiento la ideadequela imaginacióndeRosaseagostabaeneláridoyvastodesiertodelpavor.
—Creía,creía…—Intentóinsinuarella,vislumbrandoporencimadelhombrodePinkieladesgajadabarandilla.
—¿Qué creías? —rezongó Chico con los dedos enroscados en la botellita devitriolo.
—Nosé,nosé.Nohepodidodormirestanoche.¡Hesoñadounascosas!—¿Quécosas?
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—Quetú…quetúestabasmuerto—contestóconelespantoprendidoenlosojos.—Soy joven, ágil y activo aún —sonrió él rememorando fastidiosamente la
lúbricainvitacióneneldancing.—¿Nopensaráscontinuarviviendoaquí,verdad?—¿Porquéno?—Hepensado…—Suspupilas,sinquerer,permanecíanfijasenladescantillada
baranda—.Nosé.¡Tengomiedo!—No existe ningún motivo —prorrumpió Chico empuñando con obsesión la
botellitadentrodelbolsillo.—Tengo miedo por ti. ¡Oh! Ya me hago cargo de que no es asunto de mi
incumbencia.Yaséquetienesunabogadoyuncocheyamigos,peroestelugar…—Interrumpiósedesesperada,enunintentosupremodetransferirlesupropiasensacióndel terreno que pisaba: la casa transida de accidente y de sucesos inexplicables, elextrañodelatarjeta,lasangrientaluchaenlascarreras,lacaídamortal.Unasomodedescaro y de intrepidez le sonrojó las mejillas y Chico no pudo evitar un nuevobulliciodealborotadaysutilsensualidad—.Tardeotempranotendrásquemarchartesitecasasconmigo.
—Me parece que no será posible. El abogado… ¿sabes? Somos demasiadojóvenes.
—No me importan los abogados. No me importa que el matrimonio no seaverdad.Quequieranregistrarloonoeslodemenos.
—Vuélvete por donde has venido, pedazo de golfa —rugió él con repentinaacritud.
—Nopuedo,nopuedo…Mehandespedido.—¿Qué?Tuvolaimpresióndequelasesposasempezabanaengarbarsesobresuspuñosy
experimentólamordeduradelrecelo.—Hetratadoconmuchadescortesíaaunacliente.—¡Malrayoteparta!¿Cuál?—¿Noloadivinas?—imploróconvibranteapasionamiento—.¿Quiénesella,por
Dios?Importunando…molestando…husmeandodecontinuo.Debesconocerla.—¡Nuncalahabíavisto!¡Nienpintura!Rosa,enunsupremoesfuerzo,aplicótodasuexperiencia,extraídadeloslibritos
deadospeniques,enelmeollodeunapregunta.—¿Estácelosa?¿Esalgunamujerque…que…?Yameentiendes.Yenseguidaseenmascaródetrásdelaingenuapregunta,comoloscañonesdeun
torpedero. Ella le pertenecía, igual que una mesa o una silla. Pero una mesa queformabapartedeChicotambién.Unamesaconsushuellasdigitales.
—¿Quién,ella?Podríasermimadre.—Entonces…¿quésehapropuesto?—Estoesloquequisierasaber.
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—¿Crees que debo ir con el periódico—dijo inocentemente, mostrándolo— ainformaralapolicía?
Lacandidezolasagacidad—delainterrogaciónledejóatónito.¿Esposibleestarasalvocuandosedependedeunapersonitatanimbécilquesemezclatanfácilmentecon«cosas»?
—¡Preocúpate de tus narices! —le espetó, pensando con murrioso y agotadodisgustoenloquehabíaconstituidosuinfiernoduranteaquellanoche:«Tendréquecasarmeconelladespuésde todo».Esbozóuna sonrisa, losmúsculosempezaronaobedecerle, y advirtióla, cariñoso—: Escucha. No pierdas el tiempo con estosbarullos.Noscasaremos,¿oyes?Haysubterfugiosparasortearlaley.
—¿Porquénosmolestantantoconlaley?—No quiero perder tiempo en declaraciones. Solamente el matrimonio —
continuó con colérico fingimiento— me interesa. Y nos casaremos con todapropiedad.
—Nolocreo.Esmuydifícil.ElPadredeSanJuandice…—Nohagasmuchocasodeloscuras.Noconocenlasociedadtanbiencomoyo.
Las ideas evolucionan, el mundo progresa… —Sus palabras tropezaron con laarraigada devoción de Rosa. Su carita pregonaba tan contundentemente como losvocablos que las ideas nunca evolucionan, que el mundo no progresa; permaneceestable,discutidayasolada tierradenadie,entre lasdoseternidades.Susrostrosseclavaronelunoenelotro,comosifueransoldadosdedistintatrincheraenlaNochedeNavidad,cuandohastalosenemigosfraternizan—.Porlodemás,todoestonoteincumbe.Loesencialesquequierocasarme…legalmente.
—Loquetúdispongas—reafirmóRosaconunligerogestodeasentimiento.—Talvezpodamosconseguirlo.Situpadreescribeunacartaautorizándote.—Nosabeescribir.—Da lo mismo. Pero podrá poner la firma con el dedo si yo mando hacer la
autorización…Enfin,noséacienciaciertacómosemanejanestascuestiones.QuizátendráqueacudiralJuzgado.Detodosmodos,Drewittloaveriguará.
—¿Drewitt? —saltó Rosa prestamente—. ¿Drewitt? ¿Es el que estaba en laencuestaporlosucedidoaquí…?
—Bueno,¿yqué?—Nada…Semeocurrió…Sus pensamientos revoloteaban de aquí para allá, fuera del cuartucho, hacia la
barandillayelmortaldeclive,fueradeltiempopresente…Alguien,enelvestíbulo,conectólaradio:algunachanzadeCubbitparadiluirunápicederomanticismoenlaatmósfera.Lamúsicaseencaramabaporlasescalerasyseextendíacomounasonrisalentaporlahabitación,estorbandosusideas.Chicoenmurriósealreflexionarcuántassemanas,durantecuántosmeses—noqueríaadmitirlaposibilidaddeaños—tendríaqueretrocedersucuerpoeneljuegosentimentalyenelactoamoroso.Peroalgúndíavolveríaaserlibre…AtenazóaRosaporlosbrazos,comosiellafueraelpolicíade
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lasmanillas,ymurmuródulcemente:—Mañanairéaveratupadre,paraponernosdeacuerdo.¡Caramba!—Suslabios
secontrajeronenunrictusamargo—.¡Dentrodeunpardedíasestaremoscasados!
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III
Chico deambulaba por los barrios de su infancia—perdidos casi en el recuerdo através de los años—con nostálgico desazón. Elmar, verde pálido, rizábase en lasrocas, y laTorreMetropol le parecía una teta gris verdosa levantadapor elmusgoceniciento.Lasgaviotasaleteabanalfinaldelmuelle,gañiendoyplaneandobajoelsol,yunconocidoypopularautorasomabaelrostro,famosoygordezuelo,enunadelasventanasdelRoyalAlbion,conojosfijosenelhorizonteazul.Eldíaeratanclaroydespejadoquepodíacolumbrarselacostafrancesa.
CruzóconpasotardoatravésdelOldSteynehacialasmíserascallejuelasqueseangostaban cuesta arriba,mientras el asqueroso secreto le corroía el pecho bajo lacamisa flamante. Cada paso era un retroceso en el tiempo; y una retirada. Pensóhaberseescapadoparasiempredeaquellosaledaños;perosudelgadapobrezavolvíaadesfilarantesuvista.LatiendadeSalomé,endondeeraposibleencontraruntrajepordoschelines,situadaenelmismoedificioqueocupabaunfabricantedeataúdes,cuyostrabajosenroble,olmoyplomoeranproverbiales.Niunescaparateornadoy,compuesto.Eldelafuneraria,polvorientoporeldesuso;eneldeSalométansólounalista de precios. La Ciudadela de la Salvation Army señalaba con sus muros elverdaderoconfíndesucasa.Empezóatemerquealguienlereconocieraysintióunaturbulentavergüenza,comosifueransuscallesnativaslasquetuvieranelderechodeperdonar,sinqueélpudiesereprocharlasporellúgubreymelancólicopasadoqueleproporcionaron.
MásalládelaPosadaAlbert(Buenhospedajeparaviajeros),alfinaldelasubida,encontrósedellenoenelcentrodelarrabal.Cañeríasrotas,ventanassincristales,unbarrotedecamaperdidoenunjardín,el tablerodeunamesa.LamitaddeParadisePieceestabadespedazado,igualquesihubierasufridolosdestructoresestallidosdelas bombas. Los chiquillos jugueteaban por los repechos macerados de cascotes;pedazosdechimeneaspresidíanloslugaresqueantesocuparanlascasas,yunbandomunicipal, clavadoenunposte, anunciabanuevos solaresynuevasconstrucciones.Suhogarhabíadesaparecidotambién:noquedabadeélmásqueuntrozodeterrenoguijarroso, frío y desolado. La habitación del codillo de la escalera, en donde lossábados celebrábase el nocturno ejercicio, no era más que aire. Se estremeció alpensarquequizállegaseareconstruirtodoaquello.¡Quégolpeparasuambición!
LanocheanteriorhabíadespedidoaRosa,yahora,rastreando,ibaavisitarla.Noera conveniente rebelarse; elmatrimonio se imponía; la seguridad antes que nada.Loscríosconpistolasdejuguetehacíandeexploradoresenmediodelosescombros;unas muchachas les avizoraban ariscamente. Un niño con muletas cojeabaciegamentedelantede él;Chico, deun empujón, le tiró al suelo.Unavoz atipladachillóenplenojuego:«¡Cércalos,cógelos!».Losrevoltososmequetrefesestorbaronsus pensamientos y lanzóles unamirada de odio. Sus gritos parecían la angustiosa
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llamadadelainocencia,peronohabíainocenciaallí.Hayquerecorrer,marchaatrás,unlargocaminoparareencontrarla.Lainocenciaesunabocababosa,unasencíassindientesagarradaalpecho;talvezniesotansólo,alveznoesmásqueelprimerllorodespuésdenacer.
HallófácilmentelacasaenNelsonPlace,ycuandosedisponíaallamar,lapuertaseabrió.Rosalehabíaespiadoatravésdelcristalroto.
—¡Oh,quécontentaestoy!…Pensabaque talvez…—Enelcaliginosopasillo,quehedíacomounurinariopúblico,sefueexaltandoapasionadamente—.Estanochehasidoterrible…¿sabes?Lesdabadinerocadasemana.Yahora…Nolescabeenlacabezaquesepuedaperderelempleoalgunavez.
—Yoloarreglaré.¿Dóndeestán?—Tenmuchocuidado.Seencuentrandemuymalhumor.—¿Dóndeestán?En realidadnoexistíanmuchasdireccionesparaescoger:unasolapuertayuna
escalera esterada conperiódicosviejos.Al final de lospeldaños, entremanchasdelégamo, yacía la imagen morena y menuda de Violeta Crow, violada y escondidadebajodeWestPieren1936.Abriólaestancia,yallí,juntoalhornillodelacocinarepletodefríacarbonilla,yasinardor,permanecíansentadoslospadres.Aparentabanun humor pésimo y apenas se dignaron mirarle silenciosos y con soberanaindiferencia.Éleraunvejestoriodelgadoypequeño,conelrostrotransidodearrugasprofundas,quedemostrabanelcontactofrecuenteconlapena,lamiseria,lapacienciay la suspicacia; ella, unamujer demediana edad, estúpida y vengativa.Los platosestabansinlavaryelhornillosinencender.
—Estándeunhumorinsoportable—confesóRosaenvozalta—.Nomedejan,nimedejaránhacernada.Nialumbrarelfuego.Megustatenerlacasalimpiaycuidada.Lanuestraloestará.
—Oiga,señor…—Chicotitubeó.—Wilson—ayudóleella.—SeñorWilson. Quiero casarme con Rosa, pero, según parece, es demasiado
joven.Necesitosupermiso.Ni le contestaron. Atesoraban su humor como si fuera una brillante pieza de
porcelana,quetansóloellosposeyeran,algovaliosoparaencandilaralosvecinos.—Nohaynadaquehacer—dijoRosa—.Noabriránlaboca.Ungatomugrientocontemplabaelcuadrofilosóficamente.—¿Síono?—espetóChico.—Noinsistas.Nohaynadaquehacer.—Quecontestenalmenos.¿PuedocasarmeconRosaono?—Vuelvemañana,créeme.Quizáhayancambiadodehumorparaentonces.—Nomedalaganadedependerdesusantojos.Sonunosengreídos…Deimprovisoelviejo,levantándose,arrojófuriosamentelacarbonillaalsuelo.—Salga de aquí—refunfuñó—. No queremos tratos con usted. Nunca, nunca,
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nunca.—Yporuninstanteensusojos,perdidosyprofundos,fulguróundestellodefidelidadquetrajoalamemoriadeChicolasmismasyalucinantespalabrasdeRosaenotraocasión.
—Quieto,padre.Noleshables—intervinolamujer,celosadesuhumor.—Hevenidoatratardenegocios…Negocios,¿comprenden?—insinuóojeando
ladestartaladaymíserahabitación—.Meparecequediezlibrasnolesvendríanmaldel todo.—Sumiradadiluyóseenel silenciosordo,en laciega incredulidad,en lavenganza,enlaavaricia,enlasuspicacia.
—Nonosinteresa…—empezóelviejo,interrumpiéndoseenseguida,comounagramola.Luegosepusoapensarycasisepodíanversuspensamientosrevoloteandounodetrásdeotro.
—Nonosinteresasudinero—corroborólamujer.Ellos,asumanera,tambiénseguardabanciertafidelidad.
—Noimportaloquedigan.Memarcharédeaquí—profirióRosa…—Unmomento,unmomento—propusoelviejo—.¡Quieta,madre!Nopodemos
entregaraRosa…Nopordiezmonedas…Ymenosaunextraño.Quisiéramostenerlaseguridaddequeserábientratadaybien…
—Ofrezcodoce.—No es cuestión de dinero. Me gusta su aspecto. No deseamos que Rosa se
quedeparavestirsantos…peroustedesdemasiadojoven.—Quinceesmilímite.Lastomaolasdeja.—Nopuedehacernadasinnuestroconsentimiento.ChicoseparóseunpocodeRosa,disgustado.—Measqueatantamalicia.Mevoy.—Conviertalaslibrasenguineas.—Hedichomiúltimapalabra.—Miróconfastidioasualrededor;nadiepodría
decirquenoobrararectamenteescapándosedeallí,cometiendocualquiercrimen…Cuando el viejo abría la boca era la voz de su propio padre la que escuchaba, lasombría figura del rincón era su madre, y él estaba regateando el precio de suhermana.Eldeseoseleatraganto.
—Me voy—dijo volviéndose a Rosa con una sutil punzada de piedad por subuena fe. Se dice que poseen—¿cómo es la frase?—«heroicas virtudes», heroicapaciencia,heroicosufrimiento;peronoacertabaacolumbrarningúnrasgoheroicoenaquellas facciones huesudas y en aquellos ojos protuberantes, saturados de pálidaansiedad,quefanfarroneabanmutuamente,mientraslavidadesuhijapesábaseenlabalanzadeljuegofinanciero.
—Bueno,hastalavista—aventuró,dirigiéndosealapuerta.Ydesdeallíretuvounaúltimamiradasobrelaturbulentareuniónfamiliar.Impetuosaeimpacientementevolviósobresuspasos—.Deacuerdo.Guineas.Lesmandarémiabogado.
Rosalesiguióenelbochornosopasillo,suspirandodeagradecimiento.YChico,en una ocurrenciamaligna de continuar el juego hasta la última carta, esbozó una
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sonrisayuncumplido.—Aúnharémásporti.—Eres adorable. —Su amor superaba la hediondez del comedor, pero aquel
elogioeraunvenenoponzoñoso,laentregatotal,absoluta.Nopermitíaningunadudasobre lo que ella esperaba de él; el horripilante acto de un deseo que no sentía.Acompañóle hasta fuera, hasta el aire fresco y picante de Nelson Place. Loschiquillos continuaban jugueteando entre las ruinas de Paradise Piece y una brisasalobrerebullíaporencimadelsolardondeestuvosucasa.Untenebrosoanhelodeaniquilaciónleatenazólagargantaconlatremendasuperioridaddelvacío.
Rosahablócomoyahabíahabladounavez.—Nunca pensé que sucediera así. —Su cabecita rememoró oscuramente los
últimosacontecimientos,saltándoselainesperadarevelaciónencasadeBilly—.Eslaprimera vez que cambian de humor tan pronto. A lo mejor les has gustado y tequierentambién.
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IV
Ida Arnold mordisqueó un pastel, espurriando de crema los blancos dientes. SuespesasonrisafulguróenelBoudoirPompadour.
—NuncahetenidotantodineroparagastardesdequemeseparédeTom—dijosorbiendootrobocado.Estavezlapastaretozóensulenguabermejaypulposa—.YtodoselodeboaFred.SinomehubiesedadoelpronósticodeBlackBoy…
—¿Por qué no mandas estos quebraderos de cabeza al diablo?—insinuó PhilCorkery—.Divirtámonosunpoco.Lavidaesbellayestelíoespeligroso.
—Oh,sí;espeligroso—admitióIda.En realidadninguna sensacióndepeligropodíaalojarsedetrásdeaquellosojos
vivacesysensuales.Nadielahubieraconvencidodequealgúndíaellatambiéniríaaparar donde Fred: al reino de los gusanos… Su caletre no admitía este rumbo.Empezabaadeslizarseporél,peroprontolasagujascambiabanlavíaylaconducían,alegreyvibrante,porrutasmásfamiliares:elpaseo,loscafés,laplayabordeadaderesidencias fantásticas y de anuncios de cruceros, y el bosque con sus rincones deespesuraysuslechosdehierbapalpitantesdeamorrural.
Nunca abandonaré mi deber. No saben el paquete que les espera —amenazó,relamiendoelpastel.
—Déjaloamanosdelapolicía.—Oh, no. Yo sé diferenciar lo que está de parte del Derecho. No intentes
convencerme…¿Quiénesaquél?¿Losabes?Unjudíoyamaduro,conzapatosdeante,unacintablancaencimadelchalecoy
unaestupendaagujadecorbata,penetrómantecosamenteenelBoudoir.—Distinguido—calificóIdaArnold.Elmaítretrotabaligeramentedetrásdeélconlacartaenlamano.—Bananas,naranjas,uvas,melocotones…—¿Hothouse?—Sí,señor.—¿Quiéndebedeser?—insistióIda.—¿Qué flores tienen? —preguntó el elegante cliente—. Y además, ¿podrían
traermealgunospérsicos?—No,señorColleoni.—Miqueridaesposa…—empezóaconfidenciarColleoni,perosuvoznollegóa
susoídos.Sólopudieronpercibirlapalabra:«pasión».Losojos de IdaArnoldgiraron a su alrededor,maravillándosede los elegantes
atavíos delBoudoir Pompadour. Prendíanse como un reflector en un cojín, en unsofá,enunjarrónyenlabocadelgadayoficinescadelhombrequeestabaenfrentedeella.
—Pasaremosunamagníficatemporadaaquí.
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—Demasiadocaro—protestóCorkerynerviosamente,yunamanotiernasepusoagolpearsusdébilescanillas.
—Black Boy corre con la cuenta. Por otra parte, no hubiéramos halladodiversionescontinuandoenelBelvedere.¡Mojigatosqueson!
—¿Nopensarásdivertirlemuchoaquí,supongo?—propusopestañeando.Noeraposiblecolegir,porsuexpresión,sideseabaotemíasuconsentimiento.
—¿Por qué no? Ningún daño puede ocasionarme. Es natural y humano. —Pellizcó el pastelito, repitiendo la contraseña familiar—. Por lo demás, todo esdivertido.—Divertidoestarenel ladodelDerecho,divertidosermuyhumana…—Veapormiequipaje.Yo,entretanto,encargaréunahabitación.
—Amedias—insinuóCorkery,sonrojándose.—No;pagaBlackBoy.—Aunhombrelegusta…—empezóaprotestarPhildébilmente.—Cállate.Yosémuybienloqueaunhombrelegusta.Losdulces,losblandoscojinesylaslujosasbandejasfueroncomounafrodisíaco
sensual disuelto en el té. Un frenesí báquico y lánguidamente rijoso agitó sumagnífico cuerpo. En cualquier palabra que pronunciasen entreveía un significadooscuro.Corkery,abochornado,hundióseenlomásprofundodesuembarazo.
—Esqueno se pueden evitar ciertos sentimientos—repitió sobrecogidopor elenormedesparpajodesucompañera.
—Nomedigas,nomedigas…CuandoPhilCorkery se fue, empezó a hacer los preparativos para el holgorio,
conelregustodelacremaaúnenlosdientes.RememoróaFredHaledesapareciendo,esfumándose como una persona en la plataforma de un tren que se va; la manoondeanteenseñaldedespedida,contribuíaalaexcitacióndeunanuevaexperiencia.Nueva experiencia, ¡pero ya tan vieja! Hizo resbalar las pupilas por el tapizado yacogedor techo de la alcoba con mirada excitada y conocedora. Aprobó el granespejo,elarmariodelunaylacamamuelleyenorme.Sentósecampechanamenteenella,mientraselconserjeesperaba.
—Esmuyblanda,muyblanda—declaró,permaneciendoperezosamenteestiradaduranteunbuenrato,despuésqueelempleadosehuboido,planeandolacampañadelatarde.ElnombredeFredHale,enaquellosmomentos,norepresentabanadaparaella,nitansólounrecuerdo.Florecíanotrosanhelos.Bienpodía,porunpardehoras,dejaralapolicíaoficialqueseocupasedeél.
Levantóse indolentemente y empezó a desnudarse. No era partidaria de llevarmucharopayenunsegundosucuerpohizosonrojarelbrillanteespejo:uncuerpofirme,proporcionadoyredondocomounamazorcaflorida.Estabadepie,esbeltaeimpaciente sobre la gruesa alfombra, rodeada de artísticas figuras doradas ycortinajesdeterciopelorojo.Unadocenadefrasespopularesycomunesrebullíanensumente:Unanochedeamor,Sóloseviveunavez,yotras.Suconceptodelapasióneraelmismoqueeldelosvodevilesdelasbarracasdelaferia.Chupó,sonriendo,un
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bombón de chocolate mientras los regordetes dedos de los pies hundíanse en laalcatifayesperóardientementeaPhilCorkery.¡Quédeliciosayalocadasorpresanotendría!
Fuera del ventanal, en el mar, la marea declinaba, descubriendo un bote dehojalata,unpedazodehierromohosoyelviejecitodelsacoalabúsquedadecolillasentrelospedruscos.ElsoldesfallecíasobrelosterradosdeHove,cediendopasoalaoscuridad y a la sombra de Corkery, alargada en el paseo, que regresaba delBelvedere en un taxi atiborrado de maletas. Una gaviota se precipitó con débilesgemidos sobreunmontóndecamaronesdespedazadosen lasarcadasmetálicasdelmuelle.Eralahoraturbulentadelcrepúsculo,cuandolasúltimassonrisasdelatardeenturbianelcanalyresuenan,desmayados,temblorosossuspirosdeamor.
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V
Chico,cerrandolapuerta,seencaróconlaseriederostrosexpectantesydivertidos.—Ybien—dijoCubbit—,yaestátodoarreglado.—Desde luego. Cuando deseo una cosa… —Su voz vacilaba, anhelante de
convicción.Enelaguamanilyacíanunamediadocenadebotellasyelcuartuchoolíafuertementeacerveza.
—Desearunacosa,estoeslobueno—rezongóCubbit,descorchandootrabotella.Enlaatmósferadensaycaliginosaeltapónapenashizoruidoylapalanganaquedósalpicadadeespuma.
—¿Quéosproponéishacer?—inquirióChico.—Celebrarlo—repusoCubbit—. ¿Tú eres católico, no? Pues hay que celebrar
los…losesponsalescreoquesellama.Chico les dirigió una severa mirada. Cubbit un poco borracho, Dallow
preocupadoyunaodoscarasdemuertosdehambrequeapenas leeranconocidas:camorristas de profesión a remolque del gran juego, que sonreían cuando el jefesonreía y arrugaban el ceño cuando el jefe lo arrugaba. Pero ahora comprobó quesonreían cuando Cubbit sonreía, y, de improviso, díose cuenta del largo trechotranscurridodesdeaquellatardeenlaqueestuvopreparandolacoartadaenelmuelle,dandoórdenesyejecutandoloqueellosnotuvieronlasagallasdeejecutar.
Juddy,lamujerdeBilly,asomólanarizenelumbral.Llevabaunabatacaseraylosrubioscabellos,ennegrecidosenlasraíces,llenosdegreñas.
—Buenasuerte,Pinkie—felicitó,guiñandolaslegañosaspestañas.Veníadelavarsu vestido y la rosada seda chorreaba en el linóleo. Nadie la invitó a beber—.Trabajad,gorrones,trabajad—díjolesofendida,dirigiéndoseescalerasabajohacialasespitasdeaguacaliente.
Unlargotrecho…yaúnnohabíadadounpasoenfalso.Sinsuideaprovidencialde ir aSnow’s yponersede acuerdocon la chica,quizá todos estarían en la cárcelahora. Sin su impulso de matar a Spicer… Ni un paso en falso, pero todos ellosimpuestosyapremiadosporlascircunstancias:unaentrometidahaciendopreguntas,unas llamadas telefónicas que asustaron a Spicer. Pensó: «Casándome con aquelladesgraciada,¿detendrétodoestejaleo?¿Hastadóndemeconducirás?Yconunrictusmalsanodebocacontestóse:«¡Peorqueesto!…».
—¿Cuáleselgrandía?—preguntóCubbit,yloshombressonrieronobedientes,exceptoDallow.
ElcerebrodeChicosepusoadarvueltas.Dirigióselentamentealpalanganero.—¿Mehabéisreservadounvasooqué?¿Esqueyonodebocelebrarlo?Dallow tuvo una gran sorpresa y a Cubbit se le atraganto la bebida. Los
camorristasnosabíanquépartidotomar.Chicoleshizoungestosignificativo.Eraelúnicoqueteníacabezaeideas.
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—Caramba,—Pinkie…—tartajeóCubbit.—Noestandocasadonoteníaporquéserbebedor.Perosiaceptounacosa,¿por
quenoaceptartambiénlaotra?Dameunvaso.—Bebiendo…Tú,bebiendo…—GesticulabaDallowasombrado.—¿Habéisvistoalachica?—Hombre,yoyDallowapenaslapudimosdistinguirenlaescalera.Pocaluz…—Esencantadora ymuy inteligente.Nuncadice tonterías.Desde luegonohay
ningúnmotivoparaquemecaseconella,peroyaqueelasuntosehadadoasí…—Alguienlealargóunvasoy,alprobarelprimertrago,elespumosoyamargolíquidorevolviólelastripas.«Caray,yaestolellamanunplacer».Tuvoquetensartodoslosmúsculos del cuerpo para disimular la repulsión—. Ya que se ha dado así, estoycontento—repitióconascomalcontenido,contemplandolacervezaqueaúnquedabaenelvaso.
DallowlemiródesoslayoyPinkienopudoahogarunramalazodeodiohaciasucamarada, comosi se tratasedelpeor enemigo. IgualqueSpicer, sabíademasiado;perolosconocimientossobrantesdeDalloweranmuchomáspeligrososquelosdelmuerto.Éste estabaal tantodeciertas cosasquepodíanperjudicarle.Peroaquél lepenetraba con la misma intimidad que su espejo o almohada. Conocía su miedosecretoysuhumillación.
—¿Quétepasa,Dallow?—estallóenunarranquederabia.Elestúpidosemblante,llenodecicatrices,permanecíadesesperanzadoyperdido.—¿Celoso? —continuó fanfarroneando—. Cuando la hayas visto bien podrás
estarlo.Nosepareceennadaavuestrasasquerosaspelanduscas.Esdecategoría.Mecasoconellaparavuestraseguridadperomeacostaréconellapormipropiogusto.—VolviósediabólicamenteaDallow—.¿Quéestáspensando?
—Nada—musitóDallow—.¿Eslaqueencontrasteenelmuelleelotrodía?Nomepareciótanestupenda.
—¿Tú?… Tú no entiendes. Eres un ignorante. No sabes distinguir donde hayclase.
—¡Unaduquesa!—bromeóCubbit,soltandoeltrapo.LosnerviosdeChicobrincaronpresosdeextraordinariaindignación.Parecíaque
hubieseninsultadoaunapersonaqueadorasecontodaelalma.—¡Cuidadoconloquedices,Cubbit!…—Nolehagascaso—intervinoDallow—.Nohaymalaintención…—Tehemoscompradounos regalos,Pinkie,útilespara elhogar—dijoCubbit,
señalandodosobjetos,menudosyobscenos.LoshabíaamontonesenlaferiadeBrighton.Aquellofueunretornoespantosoal
desnaturalizadoterrorsensualquesiemprehabíasentido,alarepugnantesoledaddesuinocencia.
Descargóunpuñetazosobreel rostrodeCubbit,quecontinuaba riendo, riendo,riendo. Los dos camorristas de opereta pusieron pies en polvoroso. No eran
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partidariosdelasbroncas,sipodíanevitarlas.Lascarcajadasresonaronenlaescalera.—¡Malrayoteparta!TevoyatratarcomotratéaSpicer—rugióChico.Las terribles palabras de momento no llegaron al cerebro de Cubbit. Era de
inteligenciarezagada.Seguíacarcajeándosesinfreno,perounrespingotemerosodeDallowlehizodarsecuentadelturbiosignificado.
—¿Quédices?—farfulló.—Nada.Estáloco—intervinoDallow.—Tecreesmuylisto.Spicertambiénsecreíalisto…—¿Perofuelabarandilla,no?Túnoestabasaquí.¿Quéintentasinsinuar?—Claroquenoestabaaquí.Nolehagascaso.—Teimaginassabermuchascosas.—TodoelodiodeChicoytodasurepulsión
se concentraba en la palabra «saber». Él sabía… igual que Drewitt después deveinticincoañosdejuego—.Ynosabesnadadenada.
Quiso sobreponerse al coraje, pero sus ojos no acertaban a desviarse de lavergonzosabefa.¡Esdecir,quesiunoestáenteradodetodaslascosasdelmundoynoconoce, en cambio, las reglasdel puercoy asqueroso juego,ya esun ignoranteabsoluto!
—¿Quésepropone?—inquirióelpelirrojo,atemorizado.—Noleescuches.Novalelapena.—Mepropongoesto:Spicer eraun cobardeyyo soyel únicode labandaque
sabecómoycuándodebeactuar.—Actúasdemasiado—amenazóCubbit—.¿Quieresdaraentenderquenofuela
barandilla?Lapreguntaleespantabatantoquenotuvoelvalordeaguardarunarespuesta.DirigiósetambaleandoalapuertaconlaspupilasclavadasenChico.—Claroquefuelabarandilla.Yoestabaaquí.Loséperfectamente.—No sé, no sé —repuso Cubbit desde el quicio—. Brighton es demasiado
pequeñoparaél.Estoyharto.—Vete—profirióChico—.Lárgate,lárgateyquetemateelhambre.Cuandolapuertasecerró,Chico,furioso,dirigióseaDallow.—¡Fuera!Tútambién.¿Piensasquepodrásseguiradelantesinmí?Notengomás
quesilbar.—Nodeberíashablarmedeestamanera.Yonotedejo.Porotraparte,nomehago
ilusioneshabiendoregresadotanprontoCrabb.Chiconoleprestabaatención.—No tengo más que silbar… Volverán dando tumbos —repitió con soberbio
alarde,derrumbándoseenel lecho.Eldíahabía sidoagitado—.AvísameaDrewittparamañana.Dilequeen loquerespectaaellanohayningunadificultadyque loarregletodoconrapidez.
—¿Aunqueseaparapasadomañanasiesposible?Oyó el ruido de la puerta al cerrarse y sus mejillas crepitaron. Contemplando
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perdidamenteeltecho,sucabezahervíadereflexiones.«Noesculpamíasimehacenenfadar cuando pretendo discurrir algo… Oh, si me dejasen en paz…». Suimaginación despertóse con el vocablo, intentando descorazonado representarse la«paz».Susojossecerraronydetrásdelospárpadosvislumbróunaoscuridadgrisycenicienta removiéndose en espantosas oleadas sin fin entre un paisaje extraño ydesconocido,apenasentrevistoenlastarjetaspostales,lejano,muchomáslejanoquelasdurasquebradasdelGranCañónodelTajMahal.Horrorizadoabriólosdenuevo.Y entonces una avalancha de venenosa ponzoña le crispó los nervios: en elpalanganeroreposabanlosasquerososregalosdeCubbit.
Eraigualqueunniñoconhemofilia:cualquiercontactoleproducíasangre.
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VI
Un timbreapagado tilinteóenelpasillodelCosmopolitan.A travésde laparedendondeyacíacabeceradelacamaIdaArnoldpudooírunavozquehablabayhablabaacompasadamente.Alguien, leyendouninformeenalgunareuniónoparloteandoaldictáfono.Philpermanecíadormidoconunligeroresuelloylabocaunpocoabierta,mostrandoundienteamarillo,deoro.Divertirse…Eshumanoynatural…Nopuedeocasionarmeningúndaño…Regularmente,comolamaquinariadeunreloj,lasviejasexcusas brotaban en su despierto, triste e insatisfecho cerebro. Nada pudo nuncacompetirconlaprofundaexcitacióndeldeseo.Peroloshombresamenudofracasanenelmomentodeactuar.Lehubierasidolomismohaberestadoenelcine.
Desde luego, no le ocasionó ningún daño, fue justamente humano y natural…Nadiepodíallamarlamalaenrealidad;unpocolibreyfáciltalvez,unpocobohemia.Peromala…Enel fondonocausabaningúnperjuicioanadie;eramuchísimopeorponer al rojovivoaunhombre sedientoy luegodesecharlo, abandonarlo, comoelque se quita un guante. No; ella distinguía con exactitud lo «derecho» de lo«torcido».SuspensamientosdesviáronsedePhilysusjadeosparaconcentrarseensumisión,enpracticarelbien,enimpedirquelosinocentessufrieran…
Incorporóse en el lecho, rodeando con los brazos las redondas y desnudasrodillas, y sintió que nuevamente el ardor se agitaba en su desilusionado cuerpo.¡Pobre Fred! El nombre no le trajo ningún sentimiento de pena o aflicción. En surecuerdonoalentabamuchomásdeélqueunmonóculoyunchalecoamarillo.YaunéstospertenecíanalviejoCharlieMoyne.Elacosoeraloqueimportabaahora.Ylavidarefluíacomodespuésdeunalargaenfermedad.
Philabrióunojoenfebrecidoporelesfuerzo—ycontemplólarecelosamente.—¿Despierto,Phil?—Debesercasilahoradecenar.—Esbozóunasonrisa—.Nodoyniunpenique
portuspensamientos.—Estaba reflexionando que lo que precisamente nos hace falta es uno de los
hombresdePinkie.Algunoqueestédescontentooatemorizado.Ellostambiéntienenmiedoaveces.Enfin,esperemos.
Después de saltar de la cama abrió lamaleta y se puso a escoger el trajemáspresentableparacenarenelCosmopolitan.Enlarosadalamparitalosdestellosdeluzfulguraban como burbujas. Se desperezó, estirando los brazos, apagado el deseo yvencida la desilusión. Su cabeza estaba despejada. La playa ya casi dormía entretinieblas; el borde delmar semejaba una línea de escritura trazada con cal; y unasombra se agachó con infinita paciencia para desenterrar alguna valiosa reliquiaescondidaenlospeñascos.
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Sextaparte
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I
CuandoCubbitsurgióalacalle,casidesierta,loscamorristasyahabíandesaparecido.Empezó a deambular errante y silencioso, con la amargura del hombre que hadeshechosucasasintenerotradispuestatodavía,mientraslanieblahúmedayespesaavanzabadesdelaplaya.Habíaolvidadosuchaqueta,perocontozudezdechiquillono quiso retroceder para ir por ella. La vuelta al cuarto de Pinkie le parecía unreconocimientode suderrotayoptópordirigirse alSnow’sy entendérselas con elwhiskymásfuertequetuvieran.
Enelbarlerecibieronrespetuosamente.Contemplósuimagenenelespejo,queanunciabaBooth’sGin: cabello corto y llamativo, semblante áspero y duro, anchasespaldas.Estuvodeleitándoseduranteunratoenlapropiaadmiración,comoNarcisoen la fuente, y luego sintióse mejor. No era de los hombres que se echan laspreocupacionesalaespalda;sabríaresolverlasynolefaltabavalor.
—Leinvitoaunwhisky—ledijoalguien.Eraelempleadodelaverduleríadelaesquina.Cubbitlepropinounapesadapalmadaenelhombro,aceptandolainvitaciónconaireprotector.Lacompañíafuedesuagradoydecidiótrincardoswhiskysmásalasaludyaexpensasdelverdulero.
—Sueltesupronóstico,señorCubbit.—Me preocupan cosas más importantes que los pronósticos —repuso Cubbit
sobriamente,sirviéndosesoda.—EstábamoscalibrandolasposibilidadesdeGayParrotparalacarreradelasdos
ymedia…Miopiniónes…¡Gay Parrot!… . El nombre no le trajo ningún recuerdo, ni el más leve
significado.Elwhiskycomenzabaafermentarenelcuerpoylaneblinaentorpecíalacabeza.InclinóseanteelespejoyentrevióelBooth’sGin…Booth'sGinnimbándolela frente. Estabamezclado en altas empresas; algunos hombres habíanmordido elpolvo;¡pobreviejoSpicer!;lealtadesydeslealtadesrunruneabanensucaletre.Ysecreyótanimportantecomounprimerministrofirmandotratados.
—Habrámáscrímenesantesde loquepensamos—comunicómisteriosamente.Estabaenposesióndesuscincosentidos,noesqueseleestuvierasoltandolalengua;peronohabíaningúnmalenpermitiraestosdesgraciadosquepenetrasenunpoquitoenlosaltossecretosdelavida.Empujóelvasolejosdesíydijo—:Unarondaparatodos—pero al volver la cabeza comprobó que le habían dejado solo. Un rostromiedosoleatisbabaaúnatravésdelcristaldelapuerta,desapareciendoenseguida.¡Bah!NopodíanaguantarlacompañíadeunHombre.
—Noimporta,noimporta—refunfuñótragandootrowhiskyysaliendodelbar.Desde luego, el próximopaso era ver aColleoni. «Heme aquí, señorColleoni.
Estoy harto de la banda de Kite. No quiero trabajar más a las órdenes de unmequetrefe así. Deme un trabajo de Hombre y lo haré». La niebla le calaba los
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huesos,estremecióseinvoluntariamente,yselepusolacarnedegallina…¡SiDallowtambién!…De súbito la soledadamortiguó sus confidencias.El ardorde labebidarezumaba incoherencias, y la bruma le sacudía como una pandilla de demonios.Anduvo, anduvo…Colleoni tendría interés en protegerle…Surcando la niebla susojosseposaronenlailuminadafachadadelCosmopolitan.Eralahoradelcocktail.
Cubbit penetró desalentado en un garito y se puso a contemplar la playa. Labrumazón escondía la marea baja, que no era más que un susurro. Encendió uncigarrillo, quemándose las ateridas manos con la cerilla. Ofreció el paquete a uncaballerodeedadmaduraarropadoenungruesoabrigo.«Gracias,nofumo»,rehusóelhombreconbrusquedad,empezandoatoser.Unarítmicaeintermitentetos,queseperdíaenelmar.
—Vayanochecita—exclamóCubbit.Elviejocaballerohizoresbalarlosojossobreelsemblantedelpelirrojocomosi
fueran unos gemelos de teatro, y continuó tosiendo. Tos, tos, tos de unas cuerdasvocalesáridasysecas.Fuera resonaron las lánguidasnotasdeunviolín.Parecíaellamento de una sirena esforzándose para llegar a la costa.Cubbit pensó enSpicer,amante tenaz de las bellas melodías. ¡Pobre Spicer! La niebla le arrojabaencarnaciones del viejo amigo, alucinantes témpanos de ectoplasma.Cubbit estuvouna vez en una sesión espiritista en Brighton y alardeaba de haberse puesto encontactoconsumadre,muertaveinteañosatrás.Seleapareciódeunamanerasúbitayrepentina,paracomunicarlequeestabaenelséptimoplanoyquetodoerahermosoybellísimoallí.Suvozeraunpocoroncayoscura,locualnoeradeextrañar,dadaslascircunstancias.Loschicos,cuandoloexplicaba,reíansedeél,particularmenteelqueridoSpicer.Pobre,ahorayanodebíareírse.Alomejor leemplazaríanasuvezparatocarlacampanayblandirlapandereta.Eraunasuertequelegustaralamúsica,despuésdetodo.
CubbitlevantóseyseentretuvovagabundeandoporWestPier,quesehundíaenla niebla para desvanecerse entre los gemidos del violín. Se encaminó luego aConcertHall sin tropezarse con alma viviente.No era una nochemuy a propósitopara parejas enamoradas. La poca gente que circulaba reuníase en Concert Hall;Cubbit,desdefuera,pudoveraunhombreentrajedeetiquetaquetocabaelviolínanteescasasfilasdepersonasembozadasenabrigosdelana.Depronto,enelCanal,retingló el pitido de un barco, y otro le contestó, y otro, y otro; como cuando losperrosladranporlanocheavisándosemutuamente.
PresentarseaColleoniydecir…Parecíamuyfácil;elantiguocompinchedebierade estar agradecido… Cubbit atisbó, desde lejos, las luces del Cosmopolitanesfumadasenlanieblaysusdesmayadosreflejosledescorazonaron.Aquelambienteno le eramuy familiar. Descendió al lavabo público y vomitó todo elwhisky queamontonabaenelcuerpo,volviendoluegoasubiralpaseo,tansolitariocomoantes.Inconscientemente puso un penique en la ranura de una tragaperras. Un muñecomecánico, con una bombilla eléctrica en el pecho, alargó su mano de hierro,
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entregándoleunatarjetaazul.Heaquísucarácter.Cubbitleyó:Ustedsedejainfluirconexcesopor lascircunstanciasyesalgocaprichosoe inconstante.Suspasionessonmás intensasqueduraderas.Esde temperamento libre, franco, fácil ycordial.Sabe ejecutar a las mil maravillas lo que le encargan. Podrá conseguir, si se lopropone,eltriunfoquemerece.Sufaltadeiniciativasehallacontrarrestadaporsuecuánimesentidocomún,ylesonríeeléxitodondeotraspersonasfracasan.
Rastreaba lentamente, escudriñando las diversas máquinas automáticas, pararetrasareltemidoinstantedepresentarseenelCosmopolitan.Sufaltadeiniciativa….Dosequiposde fútbolesperabandetrásdeuncristalelpeniquebienhechorque lespusieraenmovimientoyunhadarubiayenvejecidaofrecíalafortunaamanos—decartón piedra— llenas.Unacartaamorosa le tuvo entretenido un rato. La borrosalejaníaabrazábasea laneblina,elmuelleestabacasidesiertoyelviolín,a lo lejos,plañíase dulcemente. Sintió, de improviso la ardiente necesidad de un poquito deexpansiónsentimental,concapullosdeazaharyabrazosenlasesquinas.Subastaygroseramuñeca suspiraba por unamano tibia que la oprimiese. Unamano que secontrajera de gusto con sus bromas, que celebrara alegremente la ocurrencia de suregalo a Pinkie. Con ello no se hacía daño a nadie. El fresco relente le punzó elestómagoyunavaharadadewhiskypellizcólelagarganta.Casi,casileveníanganasdevolveracasadeBilly.PeroseacordódeSpicer.Chicoeraperverso,cínicamenteperverso, y peligraba su propia vida.La soledad iba corroyendo sus entrañas en elpaseosolitario.Despreciandolaúltimapiezadecalderillaladeslizóenlaranura.Unapostal de color rosa le fue a parar a las manos. El dibujo representaba una chicadeliciosadelargoscabellos,envueltaenunabrigodepielesyuncaballeroentrajedeetiquetaarrodilladoenelsueloybesándolelassonrosadasuñas.Enunrincónhabíados corazones traspasados por una flecha justamente encima del número de Reg.745812.Lamisiva,bajoeltítulodeAmoreterno,ibadirigidaaMiadoradoCariño,Rincón deDelicias, con todo el amor deCupido. Cubbit pensó: «Es ingenioso, esbonito, es barato por un penique». Atisbó a diestra y siniestra por encima de loshombros—niunalma—yempezóaleer.LacartaprocedíadelasAlasdeCupido,ParaísodeAmor.Queridaeidolatradachiquilla:MehasrechazadoporelhijodelDuque.Nosabeshastaquépuntohasdestruidomivida,destrozandomipobrealmasensibleymife,comolamariposaenlatraidorallama.Pero,apesardetodo,yonodeseo otra cosa que tu eterna felicidad. Cubbit pestañeó ansioso. Estabaprofundamente conmovido. Esto es lo que sucede cuando alguien se lía con unapelandusca;cuandomenosloesperasteplantaenelarroyo.LaRenunciaSublime,laTragediaylaPasiónenervaronlasangredeCubbit.Sisetratadeunazorronadesdeluegonoquedaotroremedioqueabrirlanavajaydibujarleunmapaenlacara.Perolachicadibujadaenlapostaleraunaseñorita.Unaseñoritabien,seveíaalalegua.Continuóleyendo:aquelloeraliteratura;asílehubieragustadoescribir.Sinembargo,al pensar en tumaravillosa y admirable cultura y en tu celestial bellezame hagocargodecuánlocohesidoalpermitirmesoñarenlaposibilidaddetucariño.¡Qué
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ingratitud! Sus ojos se empañaron emocionados y tiritó estremecido de frío y deadmiración.Perorecuerda,amadaentre lasamadas,recuerdasiempre,únicaentrelasúnicas,quemialmavibraráeternamenteporti,yquesialgúndíanecesitasaunamigo abnegado y fiel yo seré mientras quede un hálito de vida en mi pecho tuconstanteyrendidoservidoryesclavo.Tuyohastalamuerte,Juan.¡Caramba,erasupropionombre!Ysupropiopresentimientotambién.
DeambulónuevamenteatravésdeliluminadoConcertHall,arribayabajoporelmuelle solitario. Amante y abandonado. Trágicas pesadumbres flameaban bajo supelorojizo.¿Quépuedehacerunhombreantelasamargasdesdichasdeestemundo,sinobeber?PimplóotrowhiskyalotroladodelpaseoydirigiósemásbienvacilantequefirmehaciaelCosmopolitan,conpasosinseguros.Uno,dos,tres…Parecíaquellevaraplomoen los zapatosy andaba como loharíauna estatuamitadde carneymitaddepiedra.
—QuierohablaralseñorColleoni—dijoconcómicoacentodereto.Lostapicesylosdoradosablandaronsusconfidencias.Ojeódesasosegadodesde
el pupitre de recepción a un botones que escudriñaba salas y pasillos en busca deColleoni.ElconserjevolvíalashojasdeunagruesaGuíadeSociedad.Alcabodeunrato,elbotones,volvió,hundiéndoseenlasmuellesalfombras,seguidodeCrabb,quesedeslizabatriunfanteconelnegrísimopelosaturadodeolorosofijador.
—HedichoelseñorColleoni—advirtióCubbitalconserje.Peroéstenolehizoningúncaso,ensimismadoenlaGuíadeSociedad.
—¿DeseaveralseñorColleoni?—preguntómelosamenteCrabb.—Esoes.—Imposible,porelmomento.Estáocupado.—¿Ocupado?Bonitapalabraafe.Suenabien:Ocupado.—¡Caramba! ¡Pero si es Cubbit! Supongo que viene en busca de trabajo —
deslizóCrabbmirandoasualrededorconairedepreocupaciónydetrajín—.Oiga,conserje,¿noesLordFevershamaquelcaballero?
—Si,señor.—¡Ah!LohevistoamenudoenDoncaster.—Hizoretiñirlasuñasdelosdedosy
dirigióseaCubbit—.Sígueme,amigomío.Nopodemoshablaraquí.Y antes de que Cubbit pudiera responderle se puso en movimiento con gran
desparpajoporentrelaslujosassillas.—Meparecebien.Pinkie…—Ibaadecirelpelirrojo.PeroamitaddelvestíbuloCrabbseparóhaciendogomosossignosconlacabeza
a alguien, para continuar su camino después guiñando a su campanero un ojo,confidencial.—«Magníficamujer».Revoloteabacomoenlaspelículasantiguas.Fuecarteristaenel trayectodeDoncasteraLondresy lo llegóa recorrerdemilmodosdistintos.Unavez,viajandoenprimeraclasegraciasaunbuengolpe,tuvolasuertedeviajarenelmismocompartimientodeLordFeversham,ydelviejoDiglyaprendiólamaneraelegantedesaludaralasseñoras.
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—¿Quiénes?—inquirióCubbit.—Nopodemoshablaraquí—repusoCrabbevadiendolapregunta.LlegaronalBoudoirPompadour.Atravésdeladoradapuertadecristalesymás
alládelasringlasdemesassevislumbrabanunaseriedeindicacionesenunretículodepasillos(elegantesindicacionesdeporcelanaestiloTullerías:Señoras,Caballeros,Guardarropas,Peluquería).
—He preguntado por el señor Colleoni —apuntilló Cubbit, exhalando unabocanadadewhiskysobrelamarquetería.
Estaba intimidado y aturdido; apenas pudo resistir la tentación de tratar alcompincheconeltítulodesir.CrabbpusopiesenpolvorosaeldíadelamuertedeKite y por algún tiempo desapareció del mapa. Y ahora formaba parte del granmundo,conLordFevershamylamagníficamujer.Habíaprosperadomucho.
—El señor Colleoni no dispone de tiempo para ver a nadie. Es un hombre denegociosmuyocupado.—Extrajodelbolsillounodelosgruesoscigarrospurosdeljefe y se lo plantó en la boca sin invitar a Cubbit, quien con mano temblorosaofrecióleunacerilla—.No,no;gracias—declinótanteandosuchalecocruzado,delquedesembolsóunmecherodeoro—.¿Quédesea?
—Hepensadoque talvez…—dijoCubbit trabándosele la lengua—.Enfin,yasabe lo que pasa… —Sus palabras se marchitaban entre las fastuosas sillas—.¿Podríabeberalgo?
—No tengo inconveniente en recuerdo de los viejos tiempos —asintió Crabbllamandoauncamarero.
—Losviejostiempos—farfullóCubbit.—Siéntese—ordenóle «lamano izquierda» deColleoni con aire de dominio y
magnificencia.Cubbitsentóseescrupulosamente.Lassillas leparecieronpequeñasydurasyal
divisaralcorrectocamarerodelantedeélenrojeciócomountomate.—¿Quéselesofrecealosseñores?—UnSherryseco.—UnScotchWhiskyysodaparamí—solicitóelpelirrojo.Permaneció sentado en silencio, con lasmanos en las rodillas, la frente gacha,
lanzadofurtivasmiradas.¡YfueaquídondePinkievinoaveraColleoni!Demostróteneragallas,despuésdetodo.
—Elserviciodeestehotelesbastanteaceptable.Desdeluego,alseñorColleonino le gustan más que las cosas buenas. —Empezó a beber contemplando cómoCubbit pagaba el gasto—. Es una persona elegante y distinguida. ¡Caramba! Estáaseguradoporvalordecincuentamillibras,lomismoquesifueran,unpenique.Miopinión… —musitó inclinándose confidencial después de chupar el cigarro,avizorando a Cubbit con ojos, remotos, oscuros y altaneros—, mi opinión es quepronto intervendrá por todo lo alto en política. Está en contacto… Y losconservadorescuentanynoacabandesuexperiencia.
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—Pinkie…—IntentódecirelpelirrojoantelafríasonrisadeCrabb.—Créame. Haga caso de mi aviso. Desfile de esta banda ahora que aún tiene
tiempo.Mañanapuedesertarde…—AtisbódesoslayolacabezadeCubbit—.¿Veaestecaballeroquesedirigealguardarropa?EsMais,elreydelacerveza.Valoradoencienmilníqueles.
—SeríamaravillososielseñorColleoni…Ni una probabilidad.Reflexione ustedmismo. ¿Se cree conméritos suficientes
paraserviraColleoni?LahumildaddeCubbitsufrióunaccesodecólera.—LostuveylosmantuveparaKite.—Perdone,peroKite…—Crabb sonrió, soltando la cenizadel cigarro sobre la
alfombra—.Acuérdesedemíadvertencia.Desaparezca.ElseñorColleoniseproponeno dejar ni rastro de ciertos asuntos. Es partidario de hacer las cosas como esdebido…Nadadeviolencias.Lapolicíatienemuchaconfianzaenél.—Contemplósureloj—.Bien,bien,bien.Deboirme.Tengounacitaenelhipódromo.—Pusounamanoprotectoraenelbrazodelpelirrojo—.Noobstante,voyaintercederporusted,en recuerdo de los viejos tiempos.No tengomuchas esperanzas, peromenos seríanada.OfrezcamisrespetosaPinkieyalosmuchachos.
Y tras una estela de fijador y colonia desapareció saludando ostensiblemente aunaseñoraacompañadadeuncaballeroconmonóculo,quetuvounagransorpresa.«¿Quiéndemoniosserá?».
Cubbitingirióelwhiskyysedispusoapartir.Unainvencibledepresióntorturabasu cabello rojizo, una angustiamalsana desprendíase del brebaje que hervía en suestómago.AcadapuercolellegasuSanMartín.Suspupilasllameaban.Alcruzarelvestíbulo un botones con una bandeja le irritó furiosamente. Todo el mundo leobservaba,aguardandoaquesemarchase,comosinotuvieraelmismoderechoqueCrabbparaestarallí.Miróasualrededorcongestoderetoyenunamesita,solaanteunvasodeOporto,pudodistinguirala«magníficamujer»,amigadeCrabb.
Ellasonríóledulcemente.Alpensarentumaravillosayadmirableculturayentucelestial belleza… Una sensación de tristeza indefinible desmontó el ataque decólera.Sufríaanhelosdeconfidencias,ansiasdedescargarelánimodeaflicciones…Eructódenuevo:Yoserémientrasquedeunhálitodevidaenmipechotuconstanteyrendido servidor y esclavo. Sin poderse contener, su enorme cuerpo giro, comopuerta,lospesadospiesalteraronladirecciónyanduvieronvacilanteshacialamesaendondeIdaArnoldsonreía.
—Perdone,peroalpasarantesporelvestíbuloheoídoquehablabadePinkie.Cubbit se dio cuenta en seguida con gran satisfacción de que no era ninguna
señorita remilgona. Le produjo el efecto de encontrar a un querido compatriotadespuésdeunalargaausencia.
—¿Esustedamigasuya?—preguntóflaqueándolelaspiernassaturadasdewhisky—.¿Mepermitesentarme?
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—¿Cansado?—Esoes,cansado.Sentóse con los ojos perdidos en su soberbio y propicio busto y rememoró el
bosquejodesucarácter:Esdetemperamentolibre,franco,fácilycordial.¡Enverdadqueeracierto!Nohacíafaltasinoqueletratarancomoeradebido.
—Bebaalgo.—No,no;yolainvitoausted—dijoconborrosagalantería.Perocuandotrajeronelserviciocomprobóquenolequedabadinero.Debióhaber
pedidoprestadoa losmuchachos,perocon lapelotera…TuvoquemirarcómoIdapagabaconunbilletedecincolibras.
—¿ConocealseñorColleoni?—Devista,tansólo—contestóella.—Crabbdijoqueeraustedunamagníficamujer.Realmente,noestáequivocado.—¡Ah,Crabb!—repusoIdaevasiva,comosinoreconocieraelnombre.—Debería andar con cuidado. No tiene ninguna necesidad de mezclarse en
cosas…Contemplóelfondodesuvaso,enelquetemblabaunaoscuridadprofundísima.
Afueralainocencia,labellezacelestial,lamaravillosayadmirablecultura,indignasdeél.Unalágrimatitilóensuspupilasinyectadasdesangre.
—¿EsustedamigodePinkie?—¡No,porDios!—contestóéltragándoseelwhisky.UnvagorecuerdodelaBibliaquereposabaenelarmariodesucasaal ladode
TheGoodCompanionsremoviólamemoriadeIda.—Lehe visto algunas veces con él—mintióle astutamente.Unpatio, soldados
romanos,unamozuelacosiendoalladodelfuegoyelcantodelgallo.—No,nosoyamigosuyo.—Es peligroso serlo —insinuó Ida. Cubbit continuaba sumido en la
contemplacióndelvasocomounagoreroenlaboladecristalparaleereldestinodelosincautos—.Fredloerayyave.
—¿Fred?¿QuésabeusteddeFred?—Habladurías.Lagentehablamucho.—Esverdad—rezongóCubbit.Los impuros ojazos pestañearon en un esfuerzo de comprensión. Colleoni
seguramentelehabíarechazado;locualindicabaunapreviarupturaconPinkie.Detrásdesucabeza,másalládelaventanadelvestíbulo,reinabanlastinieblas,el
marespumosoyladesolación.—Demonios, es verdad—repitió el pelirrojo con urgente afán de descargar su
conciencia.Pero loshechoseranconfusos.Sinembargo,ofrecíaseunocondiáfanaclaridad: eldequeavecesunhombrenecesita confiarse aunamujer—.Nuncaheestadodeacuerdoconél.Unrasguñoesotracosa.
—Desdeluego,unrasguñoesotracosa—aprobóIdacondestrezayplacidez.
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—Kite…Kitefueunaccidente.Sóloqueríaescarmentarle.Colleoninoestonto.Aalguiensinquererse leescurrió lanavaja…Untropezón…Nocreoquehubieraparatantolió.
—Tomeotrowhisky.—Debieradeinvitarlayo.Peroestoyadosvelas.Hastaqueveaaloschicos.—AcreditamuchosusbuenossentimientoselhechoderomperconPinkiedeesta
manera.Ademássenecesitavalor,despuésdelosucedidoaFred.—Oh,nopuedeintimidarme.Ningunabarandillaserompió…—¿Quésignificaningunabarandillaserompió?—Quería solamente bromear unpoco, entre amigos.Unabroma es unabroma.
Cuandounhombresecasatieneeldeberdeaceptarlas.—¿Secasa?¿Quiénsecasa?—Pinkie,claroestá.—¿ConlachicadeSnow’s?—¿Conquiénsino?—¡Quélocuela!…—lamentóIdaconbruscaindignación—.¡Ohquéloca!—Peroélnoestáloco.Sabeloquesehace.Siaellaledierapordecirunparde
cosas…—¿SerefiereaquenofueFredquienescondiólatarjeta?—PobreviejoSpicer—gimióCubbitcontemplandolasburbujasdelwhiskycon
soda. Una pregunta asaltóle de pronto: «¿Cómo sabe usted?…», pero no llegó acuajar,ateridaenelembotadocerebro—.Necesitoaire…Unoseahogaaquí.¿Quéleparecesinosfuéramos…?
—Espereunmomento.Estoyaguardandoaunamigo,perocomomeencantasucompañía,ledespediré.
—¡Esacalefaccióncentral!Noessaludable…Hacepillarcadaconstipado…—¿Cuándoeslaboda?—¿Labodadequién?—DePinkie.—YonosoyamigodePinkie.—¿UstednoerapartidariodemataraFred,verdad?—Palabradehombre.—Unsimplerasguñohubierasidootracosa.DesúbitolacontenidafuriadeCubbitsedesatóviolentamente.—NopuedoverunabarritadeBrightonRocksin…—regoldóvacilante,convoz
llorosa—.Unrasguño,nadamásqueunrasguño…—Losmédicosdiagnosticaronmuertenatural.Padecíadelcorazón.—Salgamos.Necesitoaire.—Unmomentín tan sólo, unmomentín. ¿Qué pasa con la barrita deBrighton
Rock?—Me hace falta aire. Aunque me mate. Esta calefacción central no me deja
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respirar—lamentóseacechándolaconinertespupilas—.Voyacogerunapulmonía.—Espere dos minutos, no más. —Puso una mano en su brazo tremante de
excitación.Prontoibaadesgarrarporcompletolosvelosqueleescondíanlaverdad.Notó cierta asfixia ella también en aquel vestíbulo cerrado lleno de ardorosasvaharadasprocedentesdelosradiadores—.Voyasalirconusted.Daremosunpaseo.
Él atisbóla meneando la cabeza. Su pensamiento había perdido la capacidadretentiva como el que pierde un perro en una selva intrincada. Pero cuando Ida leofrecióveintelibrasquedósedeunapiezaysuasombronotuvolímites.¿Quédebiódecirquevalieratantodinero?Ellacontinuabasonriendoseductoramente.
—Voyaarreglarmeunpoco.Bajoenseguida.Nopudoresponder.Estabademasiadoaturdido.Ida, por suparte, tampoco esperóninguna respuesta, dirigiéndose aleladahacia
lasescalerassinaguardarelascensor.Arreglarseunpoco; lasmismaspalabrasquehabía usado con Fred. Subía los peldaños de dos en dos, mientras los huéspedesbajaban con sus trajes de noche, preparados para la cena. Empujó la puerta de suhabitación.Philestabaesperándola.
—Rápido.Mehacefaltauntestigo.Corkery,vestidodeetiqueta,lasiguiócorriendoescalerasabajo.Peroalllegaral
vestíbulo Cubbit había desaparecido. Le buscaron por toda la planta baja y por laaceradelCosmopolitan,perofueenvano.
—¿Ybien?—preguntóPhil.—Havolado, pero no importa.Ahora sémuchomás de lo que suponía.No se
trata de un suicidio. Le asesinaron. —Reflexionó consigo misma—. ¡BrightonRock…!
Acualquiermujerlehubieraparecidounapistapocoalentadora,peroIdaArnoldconfiaba en la mesa de tres patas. Las cosas más raras y extrañas se habíansolucionadopor la presiónde sus dedos y los deOldCrowe; y conuna seguridadadmirablesepusoacombinarunplan.
ElairenocturnoerizabaelrubicundoydelgadocabellodeCorkery.Nuncaselehubieraocurridoqueenunanochecomoaquella,despuésdelasdeliciasdelamor,laaventuratentaseaunamujer.
—¡Quénoche!—susurróabrazándola—.Pareceunsueño.¡Quénoche!Ellaleexaminoconojosensimismados.—Lalocuela…Casarseconél—dijolentamente—.¡Caramba!Nohaynadieque
la avise, que le explique sus malvadas intenciones. —Una llamarada de honradojúbilofulguróensuspupilas—.Debemossalvarla,Phil.¿Meoyes?
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II
Elsoberbioedificiomunicipalselevantaba,comounainmensasombra,detrásdelaescalinataenlaqueChicoestabaaguardando.Nacimientos,defunciones,licenciasdeauto,tasasymedidas,impuestosytributos,todoveníaapararallí.Yenalgúnlargocorredorbostezabatambiéneldepartamentodematrimonios.
—¡Malvientoselalleve!Vendráconretraso—blasfemóChicomirandoelreloj.—Eselprivilegiodelanovia—repusotranquilamenteelseñorDrewitt.¡La novia y el novio!La yegua y el garañón que la tenía quemontar y servir;
comolalimaalmetaloelcontactodelterciopeloalamanotierna.—Yo y Dallow vamos a dar un paseo para ver si la encontramos —propuso
Chico.—Supongaque llegueporotrocamino.Supongaqueno lacrucen…—advirtió
Drewitt—.Bueno,lesesperoaquí.Entraronporlaprimerabocacallealaizquierda,desviándosedelarutanormal.—Poraquínodaremosconella—dijoDallow.—¿Yqué?Nomedalaganadeesperar.—Peroahoranotepuedesecharparaatrás.—¿Quiénhadichotalcosa?Loúnicoquequieroeshacerunpocodeejercicio.
¿Estáprohibido?Se detuvo delante del escaparate de un quiosco de periódicos. Groserías por
doquier.—¿HasvistoaCubbit?—No;niloschicostampoco.EldiariolocalylosdeLondres;uncartelónatestadodenoticias:Incidenteenla
ReunióndelConsejo,Unamujerahogadaen laRocaNegra,TumultoenClarenceStreet; un cuento del dorado Oeste; un ejemplar de Film Fun entre montones detinteros, plumas estilográficas, platos de papel para meriendas campestres y milindecorosaschucherías;ademásunanovelarosadeMarieStopes:MarriedLove.
—Mehagocargodetussentimientos—consolóDallow—.Yotambiénmecasé,unavez.Estaclasedebollosrepercutenenelestómago.Nervios.¡Caramba!Sihastallegué a comprar una de estas novelas. Pero no me dijo nada que ya no supiese.Excepto tratándose de flores. Los pistilos de las flores. Te harías cruces de lasgraciosísimascosasquehaydentrodelasflores.
Chico volvióse abriendo la boca para hablar, pero no pudo emitir más que unchasquido de dientes. Contempló a Dallow con espanto y consternación. Si Kitehubiera estado allí tal vez podría explicarse… Pero si Kite hubiera estado allí notendríaningunanecesidaddeexplicarlenada…Noencontraríasemezcladoen todoestelío.
—Losmalostragos…—empezóDallowpretendiendoentretenerlo—.Losmalos
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tragos…¿quétepasa,Pinkie?Hacesmalacara.—Conozcotodaslasreglasalaperfección.—¿Quéreglas?—No es preciso queme las enseñes. Las estuve comprobandomeses ymeses
durante las noches del sábado. ¿No lo crees? —Sus ojos titubearon horrorizadoscomo si viese al mismo demonio. Luego continuó con morbosa repugnancia—.Cuandoerapequeñoprometíhacermecura.
—¿Cura? ¿Cura? Ésta sí que es buena—dijo Dallow riendo sin convicción ymeneandolospiescondisgusto,comosiandaraentreortigas.
—¿Quéhaydeextrañoensercura?Ellosconoceneljuego.Peroseguardanmuybiendeél.—Labocaylasmandíbulaslecrepitaron;teníaganasdellorarygolpeósalvajemente loscristalesdelescaparate:Mujerahogada,FilmFun,MarriedLove,condenación—.Ydetodaestaporquería.
—¿Y qué hay de extraño y de malo en un poco de broma?—replicó Dallowhurgando el pavimento con la punta del zapato. La palabra «broma» estremecía aChicocomolamalaria.
—¿NosabeselcasodeAnnieCollins,verdad?—Nuncamelohancontado.—Iba al colegio conmigo—repusoChico acechando la perspectiva de la calle
gris y luego su joven y dolorido rostro reflejado en el cristal sobre la cubierta deMarriedLove—.Pusolacabezaenlavía,alaalturadeHassocks.Tuvoqueesperardiezminutosaque llegarael trende lassieteycinco, retrasadopor laniebla.Perollegóycortólelacabeza.Teníaquinceaños.Estabaembarazadaysabíademasiadoloqueeraaquello.Dosañosantesyahabíatenidounhijo.Podíandisputárseloalmenosdocemuchachos.
—Esposible.Eselriesgoyventuradeljuego.—Heleídomuchashistoriasdeamor.—Eramuyraroquesesintieratanlocuaz
mientras atisbaba los platos depapel con rebordes escaroladosy los ejemplares deFilmFun: lagolosinaylaordinariezmanoamano—.LamujerdeBillytieneunascuantas.—Yaconoceslacomedia.LadyAngelinafijólasdulcesestrellasdesusojosen SirMarck. ¡Oh, me ponenmalo! Tanmalo como la comedia—Dallow estabaaturdido ante tanta verbosidad—, ya sabes a cuálme refiero, almercado de carnefemenina. A Spicer le gustaba mucho comprarla. Mujeres casadas y perdidas.Vergonzosoexponerseasí,subastandosusencantos,delantedeloschicos…Peroenelfondolasdoscomediassonlamisma.—Susenvenenadaspupilassedesviarondelescaparateparaclavarseenlalargaymugrientacallejuelaconoloresnauseabundosde pescado y el suelo podrido de inmundicias—. Es el amor—resumió sonriendomelancólico—.Eslabroma.Eseljuego.
—Elmundonecesitaprocrearse…—¿Qué?—Nomepreguntesnadaamí.Túlosabesmejor.¿Erescatólico,no?Túcrees…
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—CredoinunumSatanum.—Nosélatín.Sólosé…—Vamos,continúa.Explícate.¡ElcredodeDallow!—Elmundoestámuybiencomoestásiunonosetomalascosastanapecho.—¿Esoestodo?—YaeshoradequevayamosalRegistro.Escucha.Tocanlasdos.Unrepiquedecampanasdesatósucrujientetintineo:Una,dos…LasmejillasdeChicoserelajaronnuevamente.AgarróaDallowdelbrazo.—Eresuntíogrande,Dallow.Estásalcorrientedetodo.Dime…—Mientrassu
puñoseenroscabaenelcododelamigoavizorólaescuálidacalleja—.¡Yaestáaquí!¿Cómovieneporestecamino?
—Yquenoparecellevarprisa—comentóDallowobservandolaenclenquefiguraquecaminabalentamente.Porladistanciaaunseveíamásjovendeloqueera—.HasidomuylistoDrewittalconseguirlalicencia.
—Hay consentimiento de los padres. Lamoral es lamoral—puntualizóChicoestúpidamente viendo venir a Rosa como si fuera una persona extraña—.Ademástuvimos una suerte loca. Yo no estaba registrado. No me pudieron encontrar, almenos.Asíesqueenelmismoregistroañadimosunpardeaños.Huérfanodepadrey madre, abandonado del tutor… ¿Qué sé yo? Toda una historia conmovedora yemocionantequeDrewittinventó.
Sehabíacompuestoyataviadoellamismaparalaboda,desechandoelsombreroquenoagradabaaPinkie,conunacapitanueva,untoquedepolvosenlasmejillasyunapuntadecarmíndelmásbaratoenloslabios.Parecíaunaimagendeunconventorural.
—¿Dóndehasestado?—conminóChico—.Llegastarde.Nisedieronlasmanos.Entreellosseestacionabaunaformalidadterrible.—Lo siento, Pinkie. He estado en la iglesia —confesó con un esguince de
vergüenzacomosihubieraadmitidoconversacióndesupeorenemigo.—¿Paraqué?—Nolosé,Pinkie.Estabaazarada.Creíaquedebíaconfesarme.—¿Confesarte?Vayalujo.—Yaves…Quería…Deseaba…—¿Qué?—Deseabaencontrarmeenestadodegraciapara laboda—adujosinpercatarse
deDallow.Lafraseteológicaadquirióunsonidoextrañoypedantescoensulengua.Erandos
católicos, juntos, en la calle gris.Comprendíansemutuamente.Usaban losmismostérminoscomunesenelcieloyenelinfierno.
—¿Ylohashecho?—No.AlllegarpreguntéporelPadreJames.Peroluegomepuseareflexionar…
Nopodíadecirlotodoenlaconfesión.Ymevolví.—Despuésdeunapausaañadió,
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conunamezcladeterroryorgullo—:Vamosacometerunpecadomortal.—Nopodrásdecirlo todoenningunaconfesiónmientrasvivamos juntos—dijo
Chico,amargamente,quitándoseunpesodeencima.Estaba graduado en el dolor: primero la escuela que no le supo comprender,
después la navaja. Tuvo la sensación, entonces, de que los asesinatos de Hale ySpicernoeranmásqueactostriviales,travesurasdechiquillo.Elcrimensólolehabíaconducidoaesto:aestacorrupciónYseaterródesupropiopoderío.
—Vámonos.Sehacetarde—dijocogiéndoladelbrazodeunamaneracasitierna.Comociertavez,anteriormente,sintióunraroyrepentinoafectoporella.ElseñorDrewitt lesdio labienvenidacon jovialidadoficial.Todassuschanzas
parecíanirdestinadasauntribunal,conulterioresmiras,afindedespistarlaatenciónde losmagistrados. En el grandioso vestíbulomunicipal del que partían los largospasillosqueencarrilabanalosnacimientosyalasdefuncionesyalosimpuestosyalos tributos, aspirábase un acre olor a desinfectante. Las paredes eran de baldosasblancascomolasdeloslavabos.Alguienlestiróunarosa.
El señor Drewitt prestamente adujo una cita equivocándola. «Rosas, rosas adestajo—peronoramasdetejo».UnamanoblandaeinsinceraguiabaaChicoporelcodo. «No, no; no por aquí. Esto son los impuestos. Más tarde vendremos». Unempleadolescruzóconunfajodepapelesimpresos.
—¿En qué está pensando la pequeña dama? —dijo Drewitt sin obtenercontestación.
Tan sólo se permitía subir los peldaños del Santuario al novio y a la novia, aellostansóloarrodillarseenelsacrorecintoconelPresbíteroylaHostia.
—¿Han venido los padres? —preguntó el señor Drewitt. Rosa hizo un gestonegativo—.Bien, bien…La ceremonia se termina en unminuto.No haymás quefirmar en donde les indique. ¡Je, je! Siéntense aquí. Es preciso que aguardemosnuestroturno,¿comprenden?
Sentáronse. En un rincón había un estropajo abandonado. Los pasos de unactuariocrujieronenlasheladaslosetas.Deprontoabrióseunagranpuertadecolorchocolate. Dentro zanganeaban una serie de escribientes. Una pareja de reciéncasadossalióalcorredor.Unamujerquelesseguíarecogióelestropajo;elmarido,demedianaedad,dioleseispeniquesdiciendo:«Gracias».Yasumediacostilla:«Aúnpodremos coger el tren de las tres quince». Los ojos de la esposa reflejaban débilasombro, azoramiento, titubeo y algo muy parecido a la desilusión. Llevaba unsombrerodepajaparduscoyunamaletitadeaseo.Parecíapreguntarse:«¿Yesestoloqueheestadoesperandotantosaños?».Descendieronlaescalinataunpocoaturdidos,comodosforasterosenunosgrandesalmacenes.
—Nuestro turno —anuncio el señor Drewitt levantándose prestamente yconduciéndoles a la sala en donde trabajaban los escribientes. Ninguno levantó lacabezaparamirarles.Lasplumas resbalabanconagudos rasgueos.Enunapequeñasalita interiorconlasparedespintadasdeverde,estiloclínica,estabaelhombredel
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registro:unamesaytresocuatrosillas.Desde luego,Rosanuncasehubiera imaginadoqueunmatrimoniosecelebrara
así.Lafríaparquedaddelaestandarizadaceremonialaheríaprofundamente.—Buenos días —dijo el registrador—. ¿Los testigos…? Eso es… Siéntense
aquí…Ustedesdos…—Leshizoacercaralamesa.Semejabaunactordeprovinciasquecreedemasiadoen laeficaciadesupapel.
Miróles cejijunto convítreay afectada importancia, como si se consideraseungidoconlaorladeloficiopontificial.LacabezadeChicoretruñíapalpitanteyenfermaporlarealidaddelmomento.Sumiradaeraadusta,hoscayestúpida.
—Sonustedesmuyjóvenes—expusoelregistrador.—Está arreglado —replicó Chico, huraño—. No tiene ninguna necesidad de
hablardeeso.Estáarreglado.Elhombreechóleunvistazodeprofundaantipatía.—Repitaconmigo—dijotirriosamenteysepusoarecitaratodogas—.Declaro
con todasolemnidadquenoconozconingún impedimento legal…—EnestepuntoChicolehabíaperdidoynopudoseguirle.Elregistradorestabafueradesí—.Esmuysencillo.Fíjeseunpocoyvayarepitiendomisfrases.
—Hablemásdespacio.Por un momento le vinieron tentaciones de mandarlo todo al diablo, pero
continuó la farsa. Ya no había tiempo después de todo; la cosa fue cuestión desegundos. Intentó pronunciar la segunda fórmula: «Mi esposa ante la ley…», concierta negligencia, desviando los ojos de Rosa. Pero las palabras eran demasiadovergonzosasparapoderenunciarlasfríamente.
—¿Anillo?—demandóelempleadodelregistroconbrusquedad.—Nohayanillo.Estonoesningunaiglesia…—repusoChicoenelmismotono,
sintiendoqueyanuncapodríadiluirdesumemoriaestaheladaestanciaverdeyestacaravidriosa.
Escuchó a la desgraciada chica ensartando las palabras de ritual: «Apelo a laspersonasaquípresentes,comotestigos…»yaloírlaexpresión«mimarido»nopudoevitarunestremecimientodeasco.AcechóaRosadesoslayoconaversivaturbiedad.Sillegaavislumbrarensurostrolamásmínimacomplacenciasehubieraimaginadolamaneradeborrárselaparasiempre.Peroensusemblantenoflotabasinounairedesorpresayaturdimiento,comosihubierallegadodemasiadoprontoalaúltimapáginadeunlibroquelainteresaramucho.
—Firmen aquí. Los gastos suben a siete chelines con seis peniques—dijo elregistradorconacentodeoficialindiferenciamientrasDrewittchapuceaba.
—Lostestigos…—repusoChicoconforzadasonrisa—.Tambiéndeberéisfirmarvosotros.DrewittyDallow.
Laplumaburocráticagarrapateóelpapelcubriéndosedeborrilla.Ensuinfanciahabíasignadomásdeunavezalgúnpactosecretoconotroschiquillos,mojando laplumaensupropiasangre.RetiróseunospasosmientrasRosaestampabasunombre.
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Ya tenía la seguridad temporal, la salvación en este mundo a cambio de doseternidades de fuego y sufrimiento. Desde luego, estaban ejecutando un pecadomortalyestaconvicciónleprodujounramalazodetenebrosahilaridadydeorgulloinfinito.Seconsiderabaunhombre famosoe importanteporcuyodestinomilesdeángelessollozaban.
—Los testigos —repitió, descartando al registrador— que vengan conmigo atomarunacopa.
—¡Caramba!—dijoDrewitt—.Estoesunagransorpresa.—Oh,Dallow se lo explicará.Mehe convertido enunbebedordemarca estos
días—aclaróChicoatisbandoaRosade través—.Yanohaynadaquenoconozcaahora.
La cogió del codo y desfilaron por el pasillo embaldosado en dirección a laescalinata.Elestropajohabíadesaparecidoyalguiendebióderecogerlaflor.Alsalir,una pareja que estaba aguardando turno se levantó prestamente: el mercadopermanecíaabiertoalpúblico.
—Eso es una boda. ¿Te lo hubieras imaginado? Ya somos… —Iba a decir«marido y mujer», pero su mente titubeó ante la frase definitiva—. ¡Vamos acelebrarlo!—propuso,ydeprontoelcorazónempezólealatirconviolencia.
«¿Celebrarqué?».YpensótrémuloenlamuchachaespatarradaenelLanciayenlainterminablenochequelecaeríaencima.
Entraronenelcafédelchaflán.Eracasilahoradecerrarysehicieronservirunosdoblesdecerveza,exceptoRosa,quetomóunoporto.Desdequeprofiriólasúltimaspalabrasanteelregistradorperseverabaenunsilencioconcentrado.
Drewitt enrolló su carpeta. Los rayados pantalones de corte negro delatabanclaramentesuasistenciaaunaboda.
—Brindoporlanovia—dijoconbribonajocosidadqueseesfumódiscretamente,como si hubiera intentado gastar una broma a un juez, recibiendo un bufido porrespuesta. Su semblante, arriando velas, se recompuso en seguida y rectificó conremilgadacorrección—.Porsufelicidad,querida.
Ella persistía callada, contemplándose en el espejo delmostrador:BebanExtraStout. Pero la carita que reflejábase allí enmedio de los tarros de cerveza era unacaritaextraña,forastera,transidaporelpesodeunaenormeresponsabilidad.
—Unochavoporsuspensamientos—preguntóleDallow.Chicosepuso lacopaen los labiosy,porsegundavez, lanáuseadelplacerde
otrasgentesleirritólagarganta.EchandounagriovistazoatodoslospresentesyaRosa en especial, diose cuenta de hasta qué punto se compenetraba con aquellacriatura.Adivinó exactamente susmeditaciones como si barbotaran en sus propiosnerviosyexpusocontriunfalrencor:
—Yotediréloqueestácavilando.Piensa,másqueenlabodaensí,enquenosehadesarrolladoenlaformaqueyolehabíadescrito.¿Noescierto?
Ellaasintióconungestoimperceptibledecabeza,cogiendolacopadeoportosin
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acertaraexplicarsedequémaneraselateníaquebeber.—Conmi cuerpo te adoraré—empezóChico a recitar sin gracia—, todasmis
alegrías te ofrendaré….—y de súbito, volviéndose a Drewitt, espetó—: Ya le hedadounamonedadeoro,delasgrandes.
—Eslahora,caballeros—dijoelcamarero,recogiendoalgunosvasosaúnnodeltodovacíosyfregándolosconunpañocasideshecho.
—Hemossubidoalsantuario,¿sabe?,conelcura…—Terminen,caballeros.A los ojos de la ley todas las bodas son igualmente buenas—rectificóDrewitt
desasosegado,animandopaternalmentealamuchacha—.Estáperfectamentecasada.Deverdad.
—¿Casada?¿Llamaaestocasada?—rezongóChicoescupiendounsalivazodecerveza.
—Todoseandará—intervinoDallow—.Llévatea lachicaydivertíosunpoco.Noesprecisoquevayáisdemasiadolejos.
—Vamos,caballeros,avíen,porfavor.—¡Casada!—repetíaChico—.¡Casada!Preguntádseloaella.Losdoshombresvaciaronlosvasosfurtivamente.—Bueno,lesdejo—decidióelseñorDrewitt.LosojosdeChicollamearondemenosprecio.¡Quésabíanellosdesuscosas!Y
otravezlearañóeldesmayadosentimientodelaabsurdacompenetraciónentreRosayél.Ellasíquesabíaquelaceremonianosignificabanadaparaellos,queenrealidadnoestabancasadosenabsoluto.
—Anda,vámonos—ordenócontoscabenevolencia.Y al levantar la mano para cogerla del brazo columbró la doble imagen en el
espejo (Extra Stout) pestañeando de un modo burlesco. ¡Una pareja de reciéncasados!
—¿Dóndequieresir?—inquirióRosa.«¿Dónde?».Nohabíapensadoeneso,enqueseacostumbraahacerunviajecito,
en la lunademiel,enel findesemanaenelmar,enel regalodeunamantillaquehizo Margate a su madre. Para cambiar de playa, no había más que cambiar demuelle.
—Yanosveremos…—DespidióseDallowdirigiéndosealapuerta.Enelumbralsevolvió.LaspupilasdeChicoestabanpresasenlassuyasconuna
demandamuda,comounallamadaardientequenosupocomprender.Ydesaparecióafectuoso, haciendo signos con la mano, bromeando con el señor Drewitt ydejándolessolos.
¡Solos! ¡Solos!Era como si nuncahubieran estado tan solos aún—apesar delcamarero que secaba los vasos—; ni en la cenicienta bodega de Snow’s, ni en losmarjalescalizosdelcampodePeacehaven.
—Serámejorquenosvayamos—murmuróRosa.
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Sedetuvieronen la acera indecisos.Asusespaldasuncerrojocarrasqueoy laspuertas del Crown se cerraron. Parecía que les hubieran echado de un edén deignoranciaauntenebrosopaísendondenolesesperabamásquelaexperiencia.
—¿YsifuéramosaBillys?—insinuólamuchacha.Era la hora tranquila en la que nace la tarde cuando el silencio repentino y la
súbita calma se apodera por unos momentos del diurno trajín: ni campanilleo detranvías, ni sirenas de barcos en el muelle. Una bandada de pájaros revoloteabaalegremente empujándose unos a otros hacia el aire suave de Old Steyne y allíempezaronadescribircírculosconcéntricoscomosicontemplaranlaejecucióndeuncrimen.ChicorememorósucuartuchodeBilly’stanconocido,tanfamiliar.Aoscurashubiera encontrado un penique en la jabonera. Era una cosa suya, muy suya, quehabíacompartidosuamargavirginidad.
—No —replicó, mientras de nuevo se animaba la barahúnda de la tarde:bocinazos,traqueteos,zumbidosygritos—.No.
—¿Entoncesadóndeiremos?Chicodesgranóuna sonrisamaliciosa: ¿Hay sitiomásapropósitopara llevar a
una rubia entretenida que el Cosmopolitan? Ni hecho ex profeso para un fin desemana, después del viaje en pullman y de la carrera veloz por las calles en unroadster escarlata. Perfumes caros y costosos abrigos de pieles que flotan en elcomedor con el orgullo de una pinaza recién pintada.Algo delicioso para diluir elagrio regusto del rito nocturno. Contempló el barato desaliño de Rosa como unapenitencia.
—Iremosahospedarnos—dijo—enelCosmopolitan.—¿Enel…?¿No?…—He dicho el Cosmopolitan. —Y se encampanilló—. ¿Crees que no tengo
categoríaparaello?—Túsí;peroyono.—De todosmodos iremos.Esunbuen lugar.Ynos sobran recursos.Hubouna
mujerllamadaEugeniaquetambiénacostumbrabair.Poresotienenlassillasllenasdecoronas.
—¿Quiénera?—¡Bah!Unapalomadelextranjero.—¿Hasestadoalgunaotravez?—Claroquesí.DeimprovisoRosacruzólosdeditosenungestodearroboyexcitación.—¡Misueñodorado!—confesólevantandolavistaparaversiélseburlabadesu
doradosueño.—Elcocheestáaveriado.Loreparan.Vamosandando.Luegoenviaremosapor
miequipaje.¿Yeltuyodóndelotienes?—¿Miqué?—Tuequipaje.
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—Oh,lapocaropaquetengoestanvieja,tanraída…—Noimporta—consolóChicocondesesperadafanfarria—.Yatecompraré.¿Y
tuscosas?—¿Quécosas?—¡Caray, qué imbécil eres!Quiero decir…—Pero el pensamiento de la noche
queseavecinabafrenósulengua.Mientrasandabancalleabajo,latardedecaíaensusrostros.—No tengo nada…nada que pueda aportar a nuestromatrimonio. Sólo lo que
llevopuesto.Hepedidoamispadresunpocodedineroynomelohanqueridodar.Están en su derecho: es suyo.—Sus palabras escarbaban anhelantes las fachadas,como el chapoteo de los pájaros en el cristal de una ventana.AChico le hacía elefectoquecontinuamenteestabaintentadoenamorarle.Hastasuhumildadleparecióunatrampa.Ellanosabíanadadenada.Eracapazdepensar(¡Dioslaperdone!)queél(¡él!)ladeseaba.
—Noesprecisoquemerecuerdes la lunademiel.Esabsurdo.Peroestoymuyocupado y tengomuchas cosas que hacer. Es posible…—titubeó unosmomentos,aturdidoporlafugazpunzadadeldeseo—…esposiblequeestéfueraalgúntiempo.
—Bueno,teesperaré.Chico pudo ver la paciencia y la resignación de los pobres y de las mujeres
casadasrezumandobajosupiel,comounasegundapersonalidad.Unafiguritaentrecastaydesvergonzadadetrásdeunapantallatransparente.
Surgiólaplayaylatarderetrocedióunpaso.Elmarencandilabalosojos.Rosaloatisbócondelicia;leparecíaunmardistinto.
—¿Quétehadichotupadreestamañana?—Niunapalabra.Noestabadehumor.—¿Ytumadre?—Nada.Tampocoestabadehumor.—Ya,ya…Sinembargo,cogieronlosníquelesconmuybuenosmodales.Ante la fachadadelCosmopolitan vacilaron con engorro.Bajo la enormemole
anduvieron unos pasos almismo compás. El se acordaba del botones uniformado,pregonandounnombredenovelarosaydelapitilleradeorodeColleoni…
—Bueno, creo que esto será muy confortable—dijo despacio y pensando laspalabras para excitar la osadía. Luego se arregló el nudo de la mustia corbata,ajustóselachaquetayengallólosescuálidoshombros—.¡Vamos!
Cruzaron la calle y subieron la ancha escalinata. Ella le seguía a un paso,atolondrada.
Dos señoras viejas envueltas en suaves velos tomaban el sol en las sillas demimbre de la terraza. Mantenían un aire de absoluta seguridad y charlaban sinmirarse una a otra, como si dirigieran sus observaciones al éter circundante ycomprensivo.
—«AhoraWillie…».
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—«SiempremehagustadoWillie».Chico produjo más ruido del necesario al pasar delante de ellas y atravesó la
soberbiapuerta,encaminándosealaoficinaderecepción,seguidodeRosa.Nohabíaningún empleado allí. Pinkie se puso furioso.Aquello era un insulto personal.Unbotones voceaba por el vestíbulo: «Señor Pinecoffin, señor Pinecoffin…». Chicoesperó y esperó. A través de la puerta entornada podían oírse frases sueltas de laconversacióndelasviejas:«HasidoungrangolpeparaelpobreBasil».Porfin,elconserje—unhombrecomocualquierotro—acercósealosnovios.
—¿Deseabanalgo?—Hacedoshorasqueestoyesperando—rezongóChicoacremente.—¿Por qué no tocaba el timbre?—dijo el conserje con frialdad, abriendo un
gruesolibroderegistro.—Quierounahabitación,unahabitacióndematrimonio.Elhombrelesmiródesoslayo,primeroaélluegoaRosa,ysepusoahojearel
libro.—Losiento,peronotenemosningunadisponible.—Nomeimportaloquevalga.Quierounahabitación.—Losiento,todasestánocupadas.El botones, de vuelta conuna bandeja en lamano, se detuvo contemplándoles.
Chicoestallóconvozroncayrabiosa.—Nomepuedennegar laentradaaquí.Midineroes tanbuenocomoelde los
demás.—Nadie lo duda, pero sucede que no hay ningún departamento libre—dijo el
conserje,volviéndosedeespaldasparaalcanzaruntarritodegoma.—¡Vámonos! ¡Estamazmorra apesta!—masculló Pinkie, desfilando a grandes
zancadasporlaterraza,antelasviejasseñoras,conlosojoscentelleantesdelágrimasyhumillación.Estremecíanle impulsosmalignosdecargarsea todaaquellagente,atodaaquellagentequenosabíatratarlecomoloqueera,unasesinocapazdematarsinsercogido.Podíafachendearloqueledieralagana,permitirseellujodevivirenelsitioquelesubieraa lasnarices.Teníacoche,abogadosydoscientas librasenelBanco…
—Sihubierallevadounanillo…—insinuóRosa.—¡Quéanilloniquéochocuartos!Noestamoscasados.¿Yanoteacuerdas?¡No
estamoscasados!Peroenlacalle,mecidoporelrelentemarino,serenósecondificultad,recordando
amargamentequeaúnnohabíaterminadoeljuego.Laesposatambiénpuededeclararsiestáconformeconello.«Sóloelamoryeldeseo—pensóconsórdidarepugnancia—puedenimpedirlo».
—Mehan puesto fuera demí—adujo, disculpándose demal talante—.Queríacumplirmipromesa.
—¡No me importa!…—repuso la muchacha. Y de súbito, con los ojos muy
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abiertos y encendidos, lanzó la exclamación temeraria—: Nada puede enturbiar ladichadehoy.
—Yaencontraremosalgo.—Todomeparecebien.¿QuieresquevayamosacasadeBilly?—No, esta noche, no. Los amigos estarían rondando continuamente por allí,
gastándonoschirigotas.—Yapensaremosunsitio.Haytiempo.Todavíanoestáoscuro.Eraunadeaquellastardes—sincarrerasenBrighton,nicitasensusnegocios—
que se pasaba tendido en el camastro de su cuartucho. Comía unas pastillas dechocolateounbocadillodesalchicha,contemplaba los rayosdel sol resbalandoenlas chimeneas de los tejados vecinos, fluctuaba entre el sueño, la modorra y eldesperezo, dormía, despertábase, volvía a comer y volvía a dormir hasta que lassombrasdelanochetomabanporasaltolaventana.Entoncesacudíanloscompinchescon los periódicos nocturnos y la vida respingaba nuevamente. Pero hoy estabaperdido:nosabíacómoentretenereltiemponoestandosolo.
—Undía—sugirióella—iremosalcampo,comohicimosaquellavez…Y, como aquella vez, quizá se inclinaría al borde del abismo para avizorar el
océano… Chico atalayó sus ojos, que avanzaban, avanzaban como la línea de lamarea.
—Loquetúquieras.—Vamos al muelle, a Palace Pier. Aún no he estado desde aquella tarde que
fuimostúyyo…¿Recuerdas?—No—mintió él, rápida y fofamente,meditando, sin querer, enSpicer, en los
farosmarinosyenelprincipiodealgocuyofinnoacertabaapercatar.Entraron por el torniquete; había un montón de gente por allí; una ringla de
pescadores de caña calaban cuidadosamente sus pequeñas boyas de corcho,bamboleantesenlagruesayverdemarejada;elaguaencrespábasepordebajodesuspies.
—¿Conocesaaquellachica?—preguntóRosa.—¿Cuál?—dijoPinkie,volviendoindiferentelacabeza—.Noconozcoanadiee
estemuelle.—Aquélla—insistióRosa—.Juraríaqueestáhablandodeti.Un rostro picado de viruelas, lerdo y estúpido, sobrenadó en la memoria de
Chico, husmeando el cristal como un extraño monstruo marino del Aquarium—extrañoypeligroso—;unarayadesconcertantedeotrosmares.Fredestuvohablandoconellayéltambiéndioleunratodepalique.Recordabavagamentequeasistióalaencuesta, pero sin decir nada importante. Ahora le examinaba fijamente y hacíaseñalesasumantecosoamigoconelcodo,contandoquiénsabelasmentiras.«¡Dios!—pensó—.¡Esquetendréqueasesinaramediomundo!».
—Ellateconoce.Estoysegura.—Nuncalahevisto.
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—Es maravilloso estar contigo. Todo el mundo habla de ti. Nunca pensé quefuerastanfamoso.
«¿Quién será el próximo—continuaba cavilando—, quien será?».Un pescadorretrocedióunospasosparaecharelanzuelo,volteandolacanaeimpulsandoelsedallomás lejos posible; la boya fue a parar a la cúspide de una ola espumosa que laempujó un largo trecho hacia la playa. Refrescaba un poco en la parte delmuelledondenodabaelsol;enunladodelaverjaencristaladaeldíaeraclaroaún,yenelotroyamoríalatarde.
—Crucemos —dijo Chico, pensando nuevamente en la muchacha de Spicer.«¿Por qué demonios la había abandonado en el coche?». Ella, a pesar de todo,conocíaeljuego.
—¡Mira!—exclamóRosa,deteniéndoseconinfantilgozo—.Dedícameunaplacade éstas como recuerdo. No es muy caro. Sólo cuesta seis peniques. —Estabandelantedeunaespeciedecabinatelefónicahechadecristales.Uncartelanunciabasuutilidad:Registresupropiavozyescúcheseendiscoasímismo.
—Tiradelanteynoseastonta.¿Quégraciaencuentrasenesto?Porsegundavez,elladestrenzóunodeaquellosberrinchesderesentimiento.Era
tierna,sencillaysentimental;másdeprontosevolvíaenextremopeligrosa.Pornada,porunsombreroridículooporundiscodegramófono.
—Muybien.Nolohagas.Nuncamedasniunasatisfacción.Nuncamepermitesniuncapricho.Nihoytansiquiera.Sinomequieres.¿Porquécontinuarasí?¿Porquénomedejassola?—Lagente,aldiscurrir,sefijabaenelrostroácidoytaciturnodeChicoyeneldeRosa,desesperadamenteherido—.¿Porquénomedejasenpaz?—imploródenuevocasillorando.
—¡Portodoslos…!—Seríamejorquemeahogara…—empezóotravez lamentándose.PeroChico
nopudoresistirlamás.—¡Cállate!Tendrás el dichosodisco—prometió abocetandouna risa forzaday
nerviosa—.Parecequetehayasvueltoloca.¿Paraquédeseasmivoz?¿Noestaremossiempre juntos? —La cogió del brazo—. Eres una buena muchacha y no quieroescatimarte nada. Haré todo lo que te apetezca. —Entretanto pensaba: «¿Hastacuándo,Diosmío,hastacuándotendréqueaguantarsuscaprichos?»—.¿Yanoestásenfadada, verdad? ¿Yano te acuerdasde lashorribles cosasquemehasdicho?—dijo,mostrándosebastadamentezalamero,mientrassurostrosearrugabaycontraía,debidoalesfuerzodeamabilidad,comoeldeunviejo.
—Nosé loquemepasa—confesóella, entornando losojosconunaexpresiónoscuraydesesperada,incomprensible.
Chico sintióse aliviado, aunque a regañadientes. No le hacía ninguna graciaregistrarlavozenundisco:eracomoimprimirlashuellasdigitales.
—¿Tieneselcapricho, realmente,deunadeestasplacas?…Perosino tenemosgramófonoynopodrásescucharme.¿Quépiensashacerconella?
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—Nonecesitogramófono.Porelmomento sóloanhelo tener tuvoz.Algúndíaquizátúestésfuera,enalgúnlugarextraño,muylejosdemí.Yentoncesescuandomegustaráoírte.—Pusotantaintensidadenelacento,queélseasustó.
—Bien,¿yquépretendesquediga?—Cualquiercosa…Algoparamísola…DiRosayluego…Entróenlacabinadecristalycerrólapuerta.Dentronohabíamásqueunaranura
paralosseispeniques,unmicrófonoyunrótuloinstructor:Hableclaramenteconlabocapegadaalmicro.Loscacharroscientíficosleponíannervioso;porencimadelhombropudodistinguiraRosa,allífuera,sonriéndole;parecíaunapersonaextraña;unacriaturazarrapastrosadelNelsonPlace.Conelcuerposacudidoporlainquinayel resentimiento, dispuso lamonedayhabló convoz rencorosaybajaparaquenoatravesara los cristales, lanzando el turbulento mensaje a los surcos de vulcanita:«¡quéDiostecondene,putañuela!¿Porquénotevasalinfiernoconmildemoniosymedejastranquiloparasiempre?».Escuchóelcarraspeodelaagujayelzumbidodeldiscoalgirar.Luegoungolpesecoysilencio.
Saliódelacabinaconlanegraplacaenlamano.—Toma—dijo entregándosela—, aquí la tienes. He puesto un par de cosas…
cosasdeamor.Ella la guardó cariñosamente, llevándola con un cuidado enorme. Daba la
impresión de que fuera una preciosa reliquia que debía salvar del contacto de lamultitud.Yainclusoenlapartesoleadadelmuellehacíafrío.Unfríoestremecedor,que se interpuso en su vagabundeo como una advertencia incontestable: la de quedebíanbuscaralojamiento.Chicotuvolasensacióndequeestabahaciendonovillos,dequerehuíasudeber.Erauncolegialquesehabíaaprendidolaobligadapáginadehistoria.Salieronporeltorniquete.Ellaatisbódereojoparaindagarcuáleseransusdeseos. Si llega a advertir en su cara elmás apagado ardor, la hubiera abofeteado.Peroellaestabaacariciandoeldiscoconunatranquilidadserena.
—Bueno—profirióChico—,seráprecisoquevayamosaalgúnsitio.—Vamosallí—repusoRosa,señalandoelpaseocubiertodedebajodelmuelle—.
Seestáresguardado.Los ojos de Pinkie fulguraron. Parecía que, deliberadamente, se le desafiara a
enfrentarseconunaduraprueba.Alprincipiotitubeó,peroserehizoenseguida.—Comoquieras.Vamos.—Leexasperabaunaespeciedesensualidadindefinible:
laensambladuradelavirtudyladesesperación.LosfarolitoschinosdelosárbolesdeOldSteyneestabanyailuminados,perola
murienteluzdelatardelosempalidecíaaún.Ellargotúneldebajodelmuelleeralamásruidosa,lamáspopularylamásbaratadelasdiversionesdeBrighton.Racimosdejuguetoneschiquillossearremolinabanportodaspartes,llevandogorrosmarinerosde papel con la inscripción No soy ningún ángel. El tren fantasma matraqueabaconduciendoalasparejasdeenamoradoshaciaunaoscuridadnubladadechillidosysuspiros.Aunladodelespaciososubterráneosearringlerabanlasbarracasdeferia;
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en el otro, innumerables tenderetes y baratillos: Helados Magpie, Básculas,Fotógrafos, Mariscos, Azúcar cande, Brighton Rocks. Las estanterías llegaban altejadillo. A lo largo de la parte encarada hacia tierra abríanse de trecho en trechopequeñaspuertas,peroenlaquedabaalmar,nipuertasniventanas;sóloanaquelesymásanaqueles,desdeelsuelohúmedohastalacubierta,comouninmensorompeolasdegolosinasychucherías.Eneltúnelsiempreestabaencendidalaluzartificialyelaireeracaliente,espeso,turbio,caliginoso,emponzoñadodealientosysudores.
—Vamos a ver, ¿qué te apetecemás: unosmariscos o una barrita deBrightonRock?—preguntóChicooteándolafijamente,comosifuerademuchaimportanciasurespuesta.
—PrefieroBrightonRock.Chico endilgó unamueca de disgusto. Solamente el diablo podía inspirarle tal
réplica.Ellaerabuena,porsupuesto.PeroaPinkieleremovíalastripas.Encaminósealaentradadeunatienduchaydesdeallíexaminóelinterior.
—Señorita,señorita.DosbarrasdeBrightonRock.Sus pupilas se prendieron en la celdilla de color rosa. Parecía que contemplara
una cosa suya. Y en realidad aquella estancia taponada y cubierta pertenecíaturbulentamenteasumemoria.Rebosabadehuellasyrastrostenebrososyunretazode suelo, en particular, tenía una trascendencia enorme y criminal. Si se hubieraapartadounpocolacajaregistradoralapruebasaltaríaalavista.
—¿Cuántoes?—preguntó,cogiendolosdoscaramelos.Ahoraestaba tranquilo.Había visto lo que deseaba ver, es decir, nada. La verdad permanecía escondidadentro de una fortaleza de barritas de Brighton Rocks. Celebró por un momento,engreído,suextraordinarialisteza.
—Buenasnoches—dijo,dandounúltimovistazodesdelapuerta.Poderalardeardelapropiahabilidadesunsedanteparaelímpetudelorgullo.
Muy juntitospaladearon lasazucaradasbarras.Unapareja,alpasar, lesempujóviolentamente.
—¡Estáisestorbando,pequeños!Chicolescontemplócondisgusto:¡aquelloeraunmatrimonio!—Bien,¿yadóndevamosahora?—inquiriópreocupado.—Talvezencontraremosalgúnsitio.—Oh, para esto no hay prisa.—Su voz temblaba de ansiedad—. Es temprano
aún.¿Tegustaelcine?Nuncatehellevadoaverunapelícula.—Eresmuyamableymuybueno.El sentimiento de poderío, le abandonó. De nuevo su humilde aquiescencia
estrujólelosnervios.Enlasemioscuridad,hundidoyceñudoenlabutaca,continuabapreguntándose,
cruelyamargamente,cuálesseríanlosdeseosdeRosa.Encimadelapantallaunrelojfosforescente marcaba la hora. La película era romántica: muchas caras bonitas,muchas piernas al aire y muchos divanes mullidos como lechos de plumas.
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Asesinabanaunhombre,peroestonoimportaba.Loúnicoqueparecíatenerinteréseraeljuegoamoroso.Depronto,losdosprotagonistasseabrazaron:«Teamodesdeque tevi porprimeravez enSantaMónica…».Una canciónpasional debajode laventana, una chica con un salto de cama transparente y, encima de todo, el relojpersistiendoensumarchaimplacable.Chicomurmurópresoderabia:
—Parecengatos.Erael juegomásburdo,vergonzosoyordinariodebajodelacapadelsol.¿Qué
diferencia había de lo que hacen los perros y perras en la calle? La músicadesgranaba:Elcorazónmedicequeeresdivina…
—QuizáseamejorquenosvayamosacasadeBillyestanoche,¿noteparece?—susurróPinkie,pensando:«Almenosallínoestaremossolos,puedesucederalgo;talvezlosmuchachosquieranbeberalgoycelebrarlo».
Elprimeractor,conunrizodepeloflotandoenlafrente,dijoenunarrebatodepasión:«Eresmía.Sólomía.Todamía»,yempezóacantardenuevobajoelmantodelasestrellasbulliciosas,bañadoporunhaloincreíbledeluzdeluna,y,desúbito,Chico,inexplicablemente,rompióallorar.Cerrólosojosparacontenerlaslágrimasyla música trinaba y trinaba… Era como la visión del rescate para un hombreencarcelado, encogióse con desespero, contemplando, fuera de su alcance, la másancha y bendita libertad, sin temores, sin odios, sin envidias. Parecía un almacondenada que estuviera calibrando los efectos de una buena confesión, de unaconfesión sincera, y un solo tormento barrenara sus entrañas: el tormento de nohaberlapodidohacer,denohaberpodidoniqueridoarrepentirse.Losmúsculosdesucuerposeenroscabancomocadenasdeaceroqueleimpedíandesabarrancarsedelaeternaimpenitencia.Porfin,exclamócolérico:
—¡Vamos!¡Estoyharto!Era casi de noche ya; las luces de colores resplandecían en el monumento de
Hove. Pasaron por delante de Snow’s y del Cosmopolitan. Un aeroplano zumbórozandolascasasydifuminándoseenelmarconsulucecitaroja;unhombrealumbróunacerilla,paraencenderelcigarro,iluminandodébilmenteaunaparejaabrazadaenunrincón.Unamúsicalejanasollozabaenelaire.CruzandoporNorfoIkSquare,sedirigieronhaciaMontpellierRoad.Unarubiaplatinoderosadasmejillassedetuvouninstanteen laescalinatadelBarNorfoIkparaempolvarse.Lascampanasdealgunaiglesia,tañíanamuertosyenunsótanounagramoladestrenzabaunairosohimno.
—Mañanaquizáencuentreunlugarmásapropiadoparanosotros—dijoChico.TeníallaveparaabrirelportaldelacasadeBilly,peroprefirióllamar.Deseaba
quesedierancuentadesupresenciayqueacudieragente…Peronoobtuvoningunacontestación y llamó de nuevo. Sacudía con todas sus fuerzas la cuerda de lacampanilla,unadeestascampanillasqueconocenatravésdelalargaexperiencia,elpolvo, las telarañasy los cuartosdesalquilados, elmodomás ruidosodedemostrarqueunacasaestávacía.
—Esraro.Nopuedenhabersalidotodos—musitódeslizandosullave.
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Enelvestíbulohabíandejadoungloboencendidoparaquevieralanotacolgadadebajo del teléfono. Chico la vio en seguida, reconociendo la puerca y descaradamanodelamujerdeBilly.Hoyyatienescompañía.Nosvamosacelebrarlaboda.Vigiladlapuertaynohagáismuchoruido.¡Buenasuerte!Estrujóelpapelylohizomilpedazos.
—Subamos.—Enelúltimorellanoblanqueabaun trozonuevodebarandilla—.Ves,yanoslahanarreglado.—Eneloscurocorredortrascendíauntufodeberzas,decocinayderopaquemada—.ÉstaeslahabitacióndeSpicer.¿Creesenfantasmas?
—Nolosé.Abriódeunpuntapiélapuertadesucuarto,giróelpolvorientoconmutadordela
luzysehizoaunladoparamostrarlatiñosacamadehierro,elpalanganeroconeljarróndescantillado,yelindefiniblearmariodeempañadaluna.
—Estoestodo.Tómaloodéjalo.—Megustamásqueelmejorhotel.Esnuestracasa.—Permanecían losdosen
mediodelaestancia,sinsaberquéhacerniquépartidotomar—.Mañanalaarreglaréunpoquito.
—Teguardarásmuybiendetocarnada—dijoChicodandounportazo—.Esmicuarto,¿comprendes?Ynomedalaganadequecambiesningunacosadesusitio.—Atisbólaconrencorosoterror:¿quéeraestodemeterseensuscacharrossinmásnimás?—.¿Porquénotequitaselsombrero?¿Estásenlasnubes,no?
Ellasequitóelsombreroylacapita.Eranlosgestosritualesdelpecadomortal.Poresoeraporloquelagentesecondenaba.Lacampanilladelvestíbulosepusoatintinear,peroChiconoquisooírla.
—Eslanochedelsábado—farfullóconamargoregustoenlalengua.—¿Quiénserá?—dijoella,mientraslacampanillarepicabadenuevo,queriendo
indicarahora—alrevésdeantes—quelacasayanoestabavacía.Tuvomiedoyseacercóaél,pálidayasustada—.Sifueranpolicías.
—Nada se les ha perdido por aquí. Algún amigo de Billy —rezongó Chico,sobrecogido, a su pesar, por la sugestión. Permaneció un rato en silencio y sinmoverse, esperando otra llamada. Pero no se produjo ninguna más—. Bueno, nopodemosestardepietodalanoche.Serámejorquenosacostemos.
Percibióunespantosodesfallecimiento,comosihubierapasadomuchosdíassincomer.Mientrassequitabalachaquetaylatendíaenelrespaldodeunasilla,quisohacerse la ilusión de que todo era muy natural y sencillo. Rosa aún no habíaejecutado elmenorgesto: permanecía temblando entre el aguamanil y el camastro,consudespreciabledelgadezysucuerpecitoapenasmadurado.
—¿Quétepasa?¿Estásasustada?—leespetóChicodeunamaneraagria,conairedecolegialqueincitaauncompañeroparahacerunatravesura.
—¿Ytú?—murmuróella.—¿Yo?—Yechóseareírconunarisaabsurda,sinconvicción,mientrassedirigía
hacia ella con un rudimento de sensualidad, impulsado por el recuerdo de un traje
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vaporoso y de una espalda desnuda: «Te amo desde que te vi por primera vez enSantaMónica…». Estremecido de rabiosa violencia, cogióla por los hombros y laderrumbósobrelacama.¡ParaconcluirenestohabíaseescapadodeParadisePiece!
—Esunpecadomortal—tartajeó,intentandocatarelregustodelainocencia.Unbarrotedelcamastro, losmudosojosdeella sumisosydespavoridos…Eraprecisoborrarlotodo—ahoraonunca—enaqueltristeybrutalabrazo.Florecióungritodedolor,yluego,nuevamente,elretintín,tintíndelacampanilladelapuerta.
—¿Esquenopuedendejaraunhombretranquilo?—refunfuñóIChico,abriendolos párpados en la cenicienta y borrosa habitación para ver lo que había hecho.Ypercibió el tufo de la muerte, mucho mas reciente que cuando Hale y Spicermurieron.
—¡Notevayas,Pinkie!¡Notevayas!PeroPinkienotabaunafantásticaconmocióndetriunfo:sehabíagraduadoenla
últimavergüenzahumana.Noeratandifícildespuésdetodo.Nadiehubierapodidoreírse de su comportamiento. Desde luego no se necesitaba para tal cosa al señorDrewitt, ni a Spicer; tan sólo una lánguida sensación de ternura. Deshaciendo elabrazo, le pellizcó el lóbulo de la oreja. En el vestíbulo la campanilla seguía sumartilleo. Habíase quitado un gran peso de encima y ahora podía encararse conquienquieraquefuese.
—Voyaverquédeseaestachincheentrometida.—Notevayas,Pinkie,tengomiedo.¿Miedo? Chico tuvo la sensación de que ya nunca más le vencería el miedo.
Sintió terror cuando corría escapándose del hipódromo, terror del castigo y de laeterna condenación, terrordeunamuerte repentinay sin confesión.Pero ahora eracomo si ya estuviera condenado, y, por tanto, exento de toda nueva posibilidad depánico.
Abajo, en el vestíbulo, la obstinada campanilla repiqueteaba, sacudida por latemblorosacuerda;elsencillogloborefulgíaeneltecho,clarificandoelcamastro,lachica,elpalanganero,lasuciaventanayelconfusocontornodeunachimenea.Unavozsusurró:
—Tequiero,Pinkie.Otravezelinfierno.Peronohabíaporquépreocuparse:enelfondoestabaensu
familiareíntimahabitación.—Vuelvoenseguida.Notemas.Vuelvoenseguida—dijo,deslizándoseporlos
peldaños. Puso la mano en la madera virgen, sin pintar aún, de la recompuestabarandilla, y zarandeándola un poco para convencerse de su firmeza, con unorgullosocacareointeriordevanagloriaypresunción.Lacampanillaseguíaretiñendodebajodeél.Miróporelojodelaescalera:elabismoeraciertamentemuyrespetable,perodesdeluegonoexistíalacompletaseguridaddequeuncuerpoabatidodesdesualtura se rompiera lacrisma.Hastaentoncesnunca se leocurrió talpensamiento…Además, se dan casos de hombres que viven algunas horas o algunos días con los
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huesosrotosporunacaída.Sinirmásallá,élmismoconocíaaunviejoquetrotabapor las calles de Brighton con el cráneo resquebrajado, y en invierno, cuandoestornudaba,elconvulsivotemblorlerepercutíaenlacabezadeunamaneraespecial.Chico tuvo el pensamiento de que la fortuna le amparaba.Había tenido suerte. Lacampanillaretinglóconmásimpaciencia…Alllegaralvestíbulosuspiestantearonelraídolinóleo(demasiadolujoparaunlugarasí).Encalidecíaleunaenergíainvencible.Eldescenso,envezdehacerleperdervitalidad,selainyectó,ynoleavasallabaniunesguince de miedo. No tenía ni la más sutil idea de quién pudiera llamar; sinembargo, no estaba preocupado por ello; al contrario, le divertía picarescamente.Agarró lacampanillacon lamano,condenándolaalsilencio,y losempujonesde lacuerdallegaronahacerlecosquillas.Desdefueraestirabanconhartaviolencia,peroenestaguerradefuerzaentabladaconelmisteriosovisitante,acabóganandoChico.Cesaronlassacudidas,yalmomentooyerónsereciosgolpesenelpaneldelapuerta.Pinkie sedispusoaabrir,yal soltar la campanilla, empezódenuevoelmetálicoyestridente tilinteo, hueco, presuroso, desgarbado, insinuante. Un trozo de papel seenredóenloszapatosdeChico:Vigiladlapuertaynohagáismuchoruido.¡Buenasuerte!
Abrió el portal de par en par, y allí, en el umbral, estaba Cubbit, Cubbit,desesperadoytristementeborracho.Alguienlehabíapuestounojoalafuneralaysualientoerafétidoyavinagrado.Labebidalecorrompíaladigestión.
IncrementóseelhalodetriunfodeChico.Rezumabavictoriaportodoslosporos.—Ybien…¿quédeseas?—Tengomiscosasaquí—respondióCubbit—.Vengoabuscarlas.—Entra,pues,yavíaconellas.Cubbitcruzóelumbral.—Noesperabaverte…—dijo.—Arrea.Cogetusbártulosysalpitando.—¿DóndeestáDallow?—Chiconocontestó—.¿YBilly?Silencioportodarespuesta.Cubbitprodujounhiposocarraspeo.LavaharadadioaPinkieenplenorostro.—Atiende, Pinkie… Tú y yo… ¿Por qué no continuamos amigos?… Como
antes…—Nuncahemossidoamigos.Cubbitnolehizocaso.Recostólaespaldaenelteléfono,acechandoaChicocon
ojosrecelososyborrachos.—Tú y yo… —El nauseabundo aliento que fermentaba en su estómago
embrutecíatodaslaspalabras—,túyyonopodemoscontinuarreñidos.¡Caramba!Sisomoscomohermanos.Estamosatadoselunoalotro.—Chicoleatisbabacejijuntodesdelaparedopuesta—.Túyyo…Estoesloquedigo…¡Comohermanos!
—SupongoqueColleoninohabráqueridoadmitirte;yamínomedalaganaderecogersusdesechos.
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Cubbitempezóallorar.Alapostre,siempreterminabaasí.Chicopodíacontarlascopas por lágrimas. Por cada copa, una lágrima de cocodrilo se exprimía de lascuencasdesusojos.
—Notienesderechoatomárteloasí,Pinkie.Niahablarmedeestamanera.—Veabuscartuscosas.—¿DóndeestáDallow?—Ha salido. Todos han salido… —El espíritu maligno, cruel y perverso, se
removióenelhígadodeChico—.Estamoscompletamentesolos,Cubbit.Ylanzóunamiradabrutalalojodelaescalerayalpedazonuevodelinóleoque
había substituido al viejo, al mancharse con la sangre de Spicer. Pero Cubbitcontinuó,sindarsecuentadenada,elprocesodesuborrachera.Elestadodelágrimaseratransitorio;leseguíasiempreunrepentinomalhumor,unodiomurrioso.
—Nopuedestratarmecomoaunperro.—Colleonibienhapodido.—Vengoensondepaz.Noseasmalo.—Losoymuchomásdeloquetefiguras.Cubbitlediounapalmadaenelhombroparacongraciarseydijocontimidez:—Préstamecinconíqueles.Chicoengallólacabeza,agitadoporunasúbitaráfagadeorgulloeimpaciencia.
NopodíarebajarseaunaquerellatanvulgarconCubbitenaquelvestíbulomugrientocon el linóleo raído y el globo de la lámpara sucio de polvo y excrementos demosquito.
—¡Diablo!Apañayacontustrastosyquenoteveamás.—Sémuchascosasquepodríandarteundisgustosilasdijera…—Nada.—Fred.—Tecolgaríanatiporello.Peronoamí.Soydemasiadojoven,segúnlaley.—¿YSpicer?—Spicersecayóalapoyarseenlabarandilla.—Oíperfectamentetuspalabraselotrodía.—¿Oísteperfectamentemispalabras?¿Yquiénlocreerásiyoloniego?—Dallowestabatambién.—Dallownoescomotú.Dallowesdefiar.Túeresundesgraciado.—Suvozse
hizo más opaca—. Si fueras peligroso ya te arreglaría yo las cuentas. Pero,afortunadamente para ti, no lo eres en absoluto.—Volvióle la espalda y empezó asubirlasescaleras,oyendoaCubbitdetrásdesíjadeando,sinflato.
—Nohevenidoparadiscutirypelearnos.Déjameunpardelibras,Pinkie.Estoyadosvelas.¡Enrecuerdodelosbuenostiempos!
Chicosubíaensilencio.Alllegaralrecododelpasillodirigióseindiferentementealapuertadesuhabitación.
—Esperaytevoyadecirdosverdades,mequetrefeasqueroso.Hayalguienque
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medarádinero,muchodinero…Veintelibras.¿Looyes,maldito?Chicosedetuvoenseco.—¡Continúa!¡Siguehablando!Cubbitforcejeóparacontinuar;perolaspalabrasnoacudíanasuboca,ylarabia,
elcoraje,elodioylasañasederrumbaronenfrasestumultuosaseinarticuladas.—Eresun infame…,unmelindroso…,unpazguato indecente.Eres tancobarde
quellegasteamataratumejoramigoparasalvarturepugnantepiel…¡Eljefe!¡Ja,ja!… —Rió de una manera espesa, destrozona—. Y se espanta por una chica…Sylviemelodijo…
Perolavergonzosaacusaciónacudíademasiadotarde.Yaestabagraduadoenelconocimiento de la más baja de las flaquezas humanas. Escuchaba con perversoregocijo,conunacalañadearroganciainfernal.ElcuadroqueexponíaCubbitnadateníaqueverconél.Eracomoloscuadrosqueseimaginanloshombresatravésdesupropiosentimentalismo.Cubbitdivagabasin tonnison.Parecíaunprofesorqueestuviera describiendo a un forastero la vida de un país que sólo conocía por loslibros —estadísticas de importaciones y exportaciones, tonelaje de los recursosminerales, balanza comercial—,mientras el forastero, sin decir nada, lo «conocía»porhaberpadecidosedensusdesiertosyporhaberatravesadodeparteapartesusvalles y montañas. Infame… Melindroso… Cobarde… Chico sonriócompasivamente,condesprecio…SehabíaremontadoporencimadelastenebrosassombrasqueCubbitquisoextenderle.Abriendolapuertametióseensuhabitaciónyluegovolvióacerrar.Conllave,paraquenohubieraduda.
Rosa permanecía sentada en la cama, con los pies balanceantes, igual que unchiquilloqueesperaraalmaestropararecitarlalección.Fuera,enelpasillo,Cubbitblasfemaba echando pestes y sacudiendo la puerta, a patadas. Luego, cansado, semarchó.
—¡Oh, entonces no eran policías!—dijo lamuchacha con enternecedor alivio,puesaquellabarahúndanoerapropiadegentedeorden,sinomásbiendeborrachos.
—¿Policías?¿Porqué?—Nosé;quizá…—¿Quizáqué?LarespuestafuetantímidaqueChicoapenaslapercibió.—KolleyKibber.Pero al oírla tuvo un sobresalto. Luego sonrió huecamente, henchido de
contumacia y superioridad, lleno de menosprecio por el mundo, que aún no haborradolapalabrainocenciadelosdiccionarios.
—¿Cómo?Esgracioso.Demaneraquelosabestodo.Lohasadivinado.Yyotecreía tan verde que pensaba que aun no habías roto la cáscara del huevo. —RememorópensativolaescenadePeacehaven,eldíaquesalieronalcampo,yaquellaotra de la bodega deSnow’s entre losVinos del Imperio.— Sin embargo, lo sabestodo.
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Ellanohizoelmenorgestodeprotestaninegación;conlasmanosapretadasenlasrodillasasentíatácitamente.
—¡Esgracioso!Porsupuesto,siestásenterada,esqueerestanmalacomoyo.—Empezóapasearporelcuartucho,añadiendoconciertorespeto—:Nohaynilamásmínimadiferenciaentrenosotros.
Rosalevantólosojosinfantilesydevotos,confesandosolemnemente:—Nilamásmínimadiferencia.AChicovolviólearondareldeseoconunescozorlánguidoyescalofrianteenlos
huesos.—¡Quénochedebodas!¿Telaimaginabasasí?—Elanillodeoro,lagenuflexión
en el santuario, lasmalditas pisadas en el corredor, Cubbitmachacando la puerta,tambaleándose por la crujiente escalera, el portazo seco y rotundo, abajo, en elvestíbulo.RosaabrazóaChicoconlamismaactitudqueenelpecadomortal,ehizounagallarda repeticióndelasombrosovoto—:Nohayni lamásmínimadiferenciaentrenosotros.
Pinkie,acostadodeespaldas,enmangasdecamisa,soñaba.Encontrábaseenunpulidopatioderecreo;unplátanosilvestreibaponiéndoseamarillentoymustio.Depronto retingló una campana y los chicos empezaron a salir. Él era nuevo y noconocía a ninguno. Sus cabellos se erizaron de miedo mientras los críos leacorralabanconalgúnpropósitodefinitivo.Entoncespercibióunamanocautelosaensuhombroy enunespejo colgadodel árbolmarchitopudover reflejada supropiaimagen junto a la de Kite, madura, animosa, con los labios sangrando. «¡Estoscaballitos!», farfulló Kite entregándole una navaja. Supo entonces cuál era suobligación:nonecesitabasinodemostrarlesquenosearredraríapornada,queestabadispuestoaquenohubieracuartel.
Balanceóelbrazocomoiniciandoelataque,mascullóuncomentarioininteligibleyvolviósedelado.Elflecodelcobertorleobstruíalabocayrespirabacondificultad.Seviopaseandoporelmuelle.Unnegronubarrónenfurecíaelmarconestrepitosobramido corriendo a lo largo del canal. Las descomunales olas chocaronespeluznantemente con los pilares, que se resquebrajaron. Todo el muelle sederrumbódebidoalainfernalsacudida.Quisogritar,gritarcon,todasualma.Morirahogadoera lapeormuerte.La cubiertadelmuelle flotaba formandoun empinadodeclive, y él intentó trepar por la resbaladiza escarpadura, pero se escurría haciaabajo,hacialasolasfamélicasyamenazadoras,seescurría,seescurríahastacaerporfinensucamitadeParadisePiece.Removióseinquieto,pensando:«¡Quésueño!».Yentoncesoyólosfurtivosmovimientosdesusprogenitores…Elodio, lainquina,eldisgusto y la soledad le atenazaron la garganta. Perdió el interés por el mundo,permaneciendo muerto, muerto del todo, durante varios minutos. Era un alma delpurgatoriocontemplandolamáximadesvergüenzadeunapersonaquerida.
Deprontoabrió losojos.Lapesadillahabía llegadoa lamáximagradación,sinposibilidaddeulteriordesarrollo.Eranochecerradaytodoreposabaentinieblas.Al
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principiocreyóqueaúnpermanecíaacostadoenelParadisePiece.Unrelojlejanodiolastres,retumbandoigualquelatapaderadeundepósitodebasura,yacordóseconindescriptibleconsuelodequeestabasolo.Saltódelacamasemiamodorrado,conlaboca entumecida y apestosa —el tufo del diablo—, dirigiéndose al palanganero.Despuésdellenarunvasodeaguasedisponíaacogerelcepillodedientes,cuandoresonóunavozdulceyamante.
—¿Pinkie?¿Quétepasa,Pinkie?Elvasocayóseledelasmanosy,amargamente,volvióalarealidad,mientrasel
aguaderramadalesalpicabalospies.—Nada.Notepreocupes.Duerme—dijo,receloso,enlaoscuridad.Yanoexperimentabaaquellasensacióndetriunfoydevanagloria.Rememorólas
últimas cinco o seis horas, imaginándose que estuvo borracho o soñando. Elmomentáneoregocijoquesintieraporlafloracióndesuexperienciadesaparecióporensalmo.Estabadespiertoahora;muydespierto.Eraprecisoreflexionarconsentidocomún.Ellalosabíatodo.LamiradadeChico,vigilanteycalculadora,escudriñólaturbiaopacidad;pudodistinguireldifusocontornodelcamastroydeunasilla.Habíaganadounabatallayperdidootra.Rosanopodríadeclarar.Sinembargo…leamaba,desde luego; le amaba o lo que fuera. Pero el amor no era un sentimiento eterno,comoelodioy laaversión.Depronto la terribleverdad lemartilleóelcerebroconhorrorosofragor: tendríaquesoportarsucariñopara toda lavida;yanunca,nunca,seríaleposibledeshacersedeella.Aunquetriunfara,aunqueadquirieraunainmensariquezayunagran fortuna, siempre tendríaque llevarconsigoaNelsonPlacecualestigmapustulosooperennecicatriz.Elregistrocivildematrimonioseratanhorriblecomounsacramento.Sólolamuerteotorgaríalelalibertad.
Sintióansiasderespirarairepuroydeslizósesubrepticiamentehacialapuerta.Elpasilloestabadesierto,únicamenteturbadoporlosresoplidosdelasaspiracionesdelcuarto de Dallow, del suyo… Tuvo la impresión de ser un hombre ciego al queespiaranmontonesdepersonas,invisiblesparaél.Descendióalvestíbulo,peldañoapeldaño, por la escalera, que crujía bajo sus pies. Tanteaba en las tinieblas con elbrazoextendido,palpandoelteléfono,laparedyelportalalfin.
Enlacalle,losfarolesyanoalumbraban,perolaoscuridad,libredelencierrodecuatro paredes, parecía clarificarse en el vasto calado de la población. Verjasborrosas,perfilesde edificios, ungato cautelosoy la fosforescentevehemenciadelmarreflejabaenelanchocielogris.Eraunmundoextraño,cuyosabornuncahabíacatadoaún.Yestremecióleunilusoriosentimientodelibertad,mientraspaseabaconciertaplacidezdecaraalcanal.
Montpellier Road aún estaba iluminada. Nadie ni nada rebullía por allí. Unabotella de leche reposaba en el quicio de una tienda de gramófonos.Unpocomáslejos el pálido reloj de un campanario y los retretes públicos. El aire era fresco ysuave como el de la campiña. Sus pasos destrenzaban sonoridades de fuga, deescapatoria.Alhundirlasmanosenlosbolsillosdelpantalónparacalentarlas,tanteó
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unpapeldesconocidoquenorecordabaposeer.Loextrajo.Eraunahojitadeblocconunaescrituragrande,desgarbada,extraña;alacenicientaluzintentóleerlaconhartadificultad:Tequiero,Pinkie.Nomeimportaloquehayashecho.Tequieroytequerrésiempre.Hassidomuybuenoconmigoyteadoro.Dondequieraquevayasestaréatulado.RosadebiódeescribirladurantelavisitadeCubbit,deslizándolaluegoensubolsillo mientras dormía. La arrugó en el puño cerrado; delante de una tienda depescasaladahabíauncubodebasura…Peroalirlaatiraruninstintooscurolehizoretroceder.«Quiénsabe…Puedeserunapruebadeutilidadalgúndía».
Guardándose el papel percibió un suspiro. Sus ojos atisbaron las cercanías. Enuna callejuela, entre dos comercios murmuraba una vieja sentada en el bordillo.Apenaspudocolumbrarunrostroajadoyputrefacto,cuallahorrorosaimagendeunacondenación. Entonces descifró elmurmullo: «…y bendita tú eres entre todas lasmujeres…».Lossuciosydescarnadosdedosmanoseabanlosabaloriosdesurosario.Chicocontemplóalaancianaconalucinantefascinación:noeraunalmadelinfierno;eraunalmadelCielo.
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Séptimaparte
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I
A Rosa no le sorprendió lo más mínimo encontrarse sola al despertar; era unaextranjeraenelpaísdelpecadomortalyaúnnoestabaembebidaensuscostumbres.Aquello debía de ser ordinario y corriente allí. Pinkie se hallaría ocupado con susnegocios. No la despabiló la llamada de ningún reloj; fue la inmatura luz delamanecer,asomandotímidamenteatravésdeloscristalesdesnudosdevisillos,laquele trajo el desvelo. Del corredor acudió el eco apagado de unas pisadas y el acrelatigazo de una voz imperativa: «¡Juddy!», mientras ella permanecía acostada,preguntándosecuálesdeberíandeserlosdeberesdeunaesposa,omejoraún,deunaseñoracasada.
Pero no pudo resistir por mucho tiempo la modorra. No rezaba con sutemperamento la insólita pasividad. Estar ociosa, sin nada que hacer, era como novivir.Suponía,detodosmodosquetendríaobligaciones:encenderelfuego,prepararlamesa,barrer,sacudirelpolvo.Uncampanariocercanodiolassieteconextrañoydesacostumbradorepique.Hastaentoncessiemprehabíaoído lasmismasfamiliarescampanadas y las de aquélla mañana daban la impresión de sumergirse en eltempraneroairematinalmáslánguidaydébilmentequenunca.Invadiólaunamezcladefelicidadyterror:¡Lassiete!¡Eratardísimo!Abandonódeunsaltolacamaysedispuso a murmurar con acento habitual «Padre nuestro…» y «Ave María…»,mientrasseibavistiendo.Peroacordósedealgo…¿quéutilidadreportabanahoralasoraciones? Rompiendo con el pasado, había escogido su propio camino. Si él secondenaba,ellaqueríacondenarsetambién.
Enlapalanganapudríansedosdedosdeaguaturbiaycenagosa,yalquitarlatapadela jaboneraseencontrócondosmediascoronasenvueltasentresbilletesdeunalibra. He aquí una nueva costumbre que la llenó de asombro. Se entretuvoexaminandotodalahabitación.Enelguardarropadescubrióunpaquetedebizcochosy un par de zapatos; algunosmigajones crujían bajo sus pies. Encima de una sillareposabaaúneldiscodegramófonoabandonadolavíspera,yaldivisarlo,loencerrócariñosamenteenelarmarioparamayorseguridad.Entoncesdirigiósealapuerta—ni la más ligera señal de vida— y al rellano, mirando hacia bajo apoyada en labaranda. Los recientes balaustres rechinaron a su peso. En alguna parte estaría lacocina y el comedor y los sitios idóneos para su trabajo. Empezó a descendercautelosamente.—¡Las siete! ¡Estarían enfadadísimos!—. En el vestíbulo tropezócon un pedazo de papel arrugado. Después de alisarlo sus pupilas descifraron elmensaje:Vigilalapuertaynohagáismuchoruido.¡Buenasuerte!Lehizoelmismoefecto que si estuviera escrito en clave: no entendió ni una palabra. Supuso quetendría algo que ver, con aquel país extranjero en el que se cometían pecadosmortales y la gente moría en un santiamén, cayéndose del barandal, y hombresextraños matraqueaban a puntapiés la puerta de vuestro cuarto echando ternos y
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maldicionesenplenanoche.El recodo de la escalera, hacia el sótano, estaba oscurísimo y, palpando las
paredes, no pudo hallar ningún interruptor eléctrico. De súbito resbaló y tuvo queapoyarse en el muro para no caer de bruces. El corazón le latía con violenciainusitada, recordando las conclusiones de la encuesta sobre la forma en que habíacaído Spicer. Su muerte otorgaba a la casa una importancia decisiva y sintió laprofundaemotividaddehallarseporvezprimeraenelescenariodeunatragedia.EnelfondodelaescaleraseabríalapuertayRosaasomólacabezaporelquicio,seguradeoírunamaldición.Eralacocina,desdeluego,peroestabacompletamentedesierta.Noseasemejabaennadaalasotrascocinasquevierahastaentonces.LadeSnow’s,limpia,pulida,lustrosayllenadetrajín.Ladesucasa—queserviatambiéndecuartodeestar—,endondelagentecocinabaycomíayponíasedemalhumorysecaldeabamutuamenteenlasnochesamargasydormitabanenlassillas.Éstadeahoraparecíalacocinadeunpisoporalquilar: losfogonesatiborradosdecarbónhelado; lasdoslatasdesardinasvacíasenlaventana;lamugrientasalchichaenelsuelo,debajodelamesa, soñando con un gato que no se presentaba; el armario abierto, lleno deinutilidades.
Atizólamuertacarbonilla.Elfogónestabafríoal tactocomosihicieramuchashorasodíastalvezqueañoraraelfuego.Deprontohiriólaelpensamientodequelahabían abandonado. Quizá ello era lo corriente en este país. Una fuga repentina,dejándolo todo tras de si: las vacías botellas, lamujer y elmensaje secreto en unpedazodepapelengurruñado.
Alguienaparecióenelumbral.Ellaesperabaunpolicía.Peronoeramásqueunhombreconpantalonesdepijama.
—¿Dónde está Juddy? —preguntó mirándola y reconociéndola al cabo de unmomento—.Prontomadrugas.
—¿Pronto?—dijoRosaasombrada.—CreíqueJuddyrondabaporaquí.¿Merecuerdas?SoyDallow.—Penséqueseríaconvenienteencenderelfuego.—¿Porqué?—Paraeldesayuno.—Se habrá olvidado esta maldita paloma… —refunfuñó Dallow abriendo el
cajón de la mesa—. ¡No! No se ha olvidado. ¿Para qué quieres fuego? No haynecesidad.Ahítienesdetodo.
Dentrodelcajónhabíaunapiladelatas:sardinas,arenques.Ellaprotestó:—Pero¿yelté?—¡Caramba!—repusoDallowesbozandoungestodeinfinitasorpresa—.Nadie
sehubieraimaginadoquedeseastrabajar.Sinembargo,aquíelténogusta.¿Porqué,pues,molestarse?HaycervezaenelarmarioyPinkiesetragalalechemamándolaenla botella. —Retrocedió de nuevo hacia la puerta—. Coge lo que te apetezca,muchacha,sitieneshambre.¿YPinkie?
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—Sehaido.—¡Arrea! ¿Pero qué sucede en esta casa? —Dallow detúvose en el quicio
atisbando las manos de Rosa desamparadas sobre el helado fogón—. ¿Quieres,realmente,trabajar?
—No,no…—contestóellaenplenaduda.—Por mí puedes hacerlo—farfulló él confundido—. Eres la chica de Pinkie.
Continúa,continúa…Enciendeelfuegoyhazloquetedélagana.SiJuddytegruñeya me encargaré yo de taponarle la boca. De todos modos, Dios sabe dóndeencontraráslascosas.¡Caramba!Estefogónnohaquemadodesdemarzo,lomenos.
—Noquieroestorbaranadie…Hebajado…Pensé…quequizádebíapreparareldesayuno.
—Noesprecisoquetemetasenbollos.Escuchaunconsejo:éstaes lacasadel«Vivecomoquieras».¿Comprendes?—Yañadió—:¿Nohasvistoporcasualidadaunapelanduscadecabellorojodandovueltasporaquí?
—Nohevistoalmaviviente.—Bueno,bueno…Hastaluego…Rosavolvió a encontrarse sola en la cocina. «No temetas enbollos…».«Vive
comoquieras»…Recostósepensativaenlablanqueadapared.Una tira de papel cazamoscas se bamboleaba asquerosamente sobre la mesa;
alguien, mucho tiempo atrás, había puesto una ratonera en un boquete y ahoracontinuaba olvidada allí sin cebo y con la trampa corrida pero sin ningún ratóndentro.
Realmente,eraunamentiraesodequedespuésdedormirconunhombrenopasanada.Sípasa;seemerge,conunpoquitodedolor,alaindependencia,alalibertad,alaextrañeza.Unalborozo inconfesable titilabaen supecho,unaespeciedeorgullodefinitivo.Abriódeparenpar lapuertadelacocinaypudoverenelrecododelaescalera aDallow y a la pelandusca de pelo rojo, lamujer que atendía por Juddy.Sorbíanseloslabiosmutuamente,enactituddeinflamadapasión:debíandehaberseinfligido lamásgran injuriade laqueerancapaces.Ella llevabaunabatadecolormalva conunhorrendomanojode amapolas artificiales, reliquiade alguna antiguaverbena.Mientraspermanecíanbocaconboca,ellánguidorelojcantólamedia.Rosalesobservabaensilenciodesdeelumbral.Habíavividomuchosañosenunanoche;sabía,entonces,quéclasedejuegoeraaquél.
Lamujer,alavizorarla,despególoslabiosdelaventosadelhombre.—¿Quiénandaporahí?—dijo.—EslachicadePinkie—respondióDallow.—Tehaslevantadomuypronto.¿Hambre?—No.Pensésolamenteque…quizádebíaencenderelfuego.—Oh, no usamosmuy amenudo el fogón.La vida es tan corta—sentenció la
mujer.Tenía muchos granitos alrededor de la boca y esbozaba un aire de ardiente
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sociabilidad. Alisándose el pelo rojizo acercóse a Rosa y pegó la boca húmeda yprehensil,comounpulpomarino,ensumejilla.Olíadébilmente,majestuosaconsusamapolasdeCalifornia.
—Ybien,querida.Ahorayaeresdenuestrapequeñasociedad.—Hizoungestoampuloso como queriendo presentar a la chica, en un rasgo de generosidad, alhombremediodesnudo,lassuciasyoscurasescalerasylainfecundayestérilcocina.Luego,enunsusurroqueDallowcasipudopercibir,suplicó—:¿Nodirásanadieloquehasvisto,verdad,querida?Billyestámuyocupadoconsutrabajoy,alfinyalcabo,estonosignificanada,nadaenabsoluto.
Rosameneólacabeza,tácitamente.Esteextrañopaíslaabsorbíacondemasiadarapidez.Enunmomentose trastocabanlascostumbres.Sóloconfirmarunsencillopapeldenaturalización,selareclutabaauna…
—Es una monada —sobornó la mujer—. Las amigas de Pinkie son amigasnuestras.Prontoconocerásatodoslosmuchachos.
—Lodudo—intervinoDallow.—¿Quieresdecir…?—TengoquehablarconPinkiemuyseriamente.—EstanochehavenidoCubbit,segúncreo—insinuólamujeracechandoaRosa.—Nolosé.Noséquiénera.Alguienvinoyarmóunalboroto,renegandoamás
nopoderysacudiendoapatadaslapuerta.—ÉsteeraCubbit—explicóJuddyconamabilidad.—Tenemos que hablar a Pinkiemuy seriamente. Continuar así es peligroso—
adujoDallow.—Bueno,querida,mevoyaverquéhaceBilly.—Sedetuvoenelprimerpeldaño
encimadeRosa—.CuandonecesitesquetelavenalgúntrajeacuérdatedeBilly.Lohacemejorquenadie.Aunqueyonosoylamásindicadaparadecirlo.Pero,créeme,nohaycomomimaridoparaquitarmanchasdegrasa.Además,aduraspenascargaunpeniquea loshuéspedespor la labor.—Acodóse ligeramenteyacariciócon lospecososdedoslaespaldadelachica—.Hastapuedetrabajarconesponjas.
—Perosiyonotengonadamásqueponerme;sóloesto.—Oh, en este caso, chiquilla—murmuró Juddy confidencialmente—, dile a tu
morronguitoquetecompremáscosas.Yarrollandoladescoloridabataasuscaderasdesapareciópeldañosarriba.Rosa
pudovislumbrarunapiernamarchitayblanquecina,comosinuncalehubieratocadoel sol, cubierta de rubicundo vello y un talón suelto negligente batido por ladeslustradazapatilla.Yvolvióaquedarsesolaperosatisfechadequetodoelmundosemostraratanamableconella:debíatratarse,seguramente,delasolidaridadenelpecadomortal.
Mientras subía las escaleras elorgullo ladesazonaba.Lahabíanadmitidoenelextrañopaís.Ahoraya teníaexperienciacomocualquierotramujer.Devueltaasucuarto, acomodóse en la cama, esperando, esperando hasta que el desmayado reloj
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desgranó ocho campanadas. No sentía apetito; sólo una inmensa sensación delibertad. Ni mesas que preparar, ni clientes que servir, ni tareas que atender. Seexhalaba un ardiente grito de dolor y, al instante, se adquiría esta pasmosaindependencia.Entoncescomenzóaroersualmitaeldeseodemostrara losdemástamaña felicidad. Podía presentarse en Snow’s como una parroquiana cualquiera,golpeandoelvasoconunacucharillaypidiendotranquilamentelacarta.Sehallabaencondicionesdefanfarronear…Todoelloeraunafantasía,pero…Recostadaenelcamastro,mientraseltiempoescurríasesobrelascosas,unaideaempezóaflorecer,unaideadeslumbradoraqueestabaensusmanosllevaralapráctica.Dentrodeunosminutos Snow's abriría las puertas para el desayuno. Si tuviera dinero… Sus ojosacariciaronlajabonera.«Despuésdetodo—reflexionó—estamoscasadosenciertamanera, y no me ha hecho aún ningún regalo, aparte del disco; no creo que meescatimara media corona». Levantóse, escuchando atentamente, y se acercó alpalanganero.Conlasmanosenlatapadelajaboneraestuvounratoindecisa.Alguiencruzabaelpasillo;noeranlospasosdeJuddy,nilosdeDallow;quizáelhombrequellamabanBilly.Las pisadas se apagaron.Destapó la cajita y extrajomedia corona.Hasta entonces había robado galletas muchas veces; pero dinero nunca. Esperabaenrojecerdevergüenza,perolavergüenzanoacudióasusmejillas.Alcontrario,sisesonrojaronunpocofuedebidoaunextrañoramalazodepresunciónyvanidad.Eracomo un chiquillo nuevo en escuela que acierta de sopetón y por instinto losmovimientosunaexactosdeunjuegodesconocido.
Lascallesyplazassealborozabanconlaalegríadelosdomingos.LascampanasdelasiglesiasdesparramandosussonesenlostejadosdeBrightonrecordaronaRosaque era día de fiesta. Pero Rosa estaba henchida de libertad. Libertad bajo el solprematuro, libertad sobre el asfalto reluciente, libertaden los fieles silenciososqueacudíanalaltar,libertadporencimadelasterriblesobligacionesdelconfesionario.
Rosapertenecíaaotropaísparasiempre.Lamediacoronaensumanocerradaeracomo unamedalla por los servicios prestados. Gente que volvía demisa de siete,gentequeibaamisadeocho…Rosalesatisbaba,consustrajesoscurosysuandarcansino, comouna espía.No sentía por sus anhelos ni envidia, ni desprecio.Ellosintentaban alcanzar la gracia; pero ella había conseguido ya la condenación y aPinkie.
EnSnow’sconcluíanjustamentedesubirlaspuertasenrollables.Unaamigasuya,Maisie, casi de su misma edad, la única chica con la cual aveníase a las milmaravillas,preparabaunascuantasmesas,mientrasDoris,lamayordelascamareras,consuhabitual rictusdeburla,nohacíamásquecriticarycorregirel trabajode laotra.Rosalasobservabadesdelaacera,apretandolamonedaconsusfrágilesdedos.Ybien,todopresentábasemuyfácil.Entrar,sentarse,deciraDorisqueletrajeraunataza de café y una empanada, y darle un par de peniques de propina… Podíaprotegerlasatodas.Estabacasada.Eraunaseñora.Erafeliz.¿Quépensaríanalverlaensunuevasituación,tandichosayradiante?
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Peronoseatrevióacruzarelumbral.Temíaeldisturbio,lainquietud:Doris,alomejor soltaba las lágrimas. ¿Qué otra cosa era capaz de sentir sino una dolorosaenvidia? A través del cristal percibió la mirada deMaisie. Estaba de pie, con unplumeroenlamano,flaca,delgada,inmaturacomosupropiaimagenenunespejo,entantoqueRosapermanecíaenelotrolado,enelsitiodondeestuvoPinkie,unavez,con el rostro rezumando sangre. Esto era lo que llamaban género humano. Yjustamentecomoella,díasysemanasantes,Maisiehizounimperceptiblegestoconlosojos indicando lapuerta trasera.Noexistíaninguna razónenabsolutoparaqueRosanoentraraporlafachada,peroinconscientemente,impelidaquizáporlafuerzadelacostumbre,obedecióalamuchacha.
Seencontraronenelotrolado.—Rosa,¿quéhaydenuevo?—inquirióMaisie.La precoz señora no supo de momento qué contestar. Hubiera querido tener
algunasheridasenelrostroparaexhibir;juzgábaseculpabledenoexponermásquedicha.
—Hevenidoparaveros…Mehecasado.—¿Casado?—Esoes…enciertomodo.—¡Oh,Rosa!Y…¿cómoteva?—Deliciosamente.—¿Tienesunacasita?—Sí,sí.—¿Yquéhacesdurantetodoeldía?—Nada.Dormirypasear.LacaritainfantildeMaisiesearrugóconunesguincedepesadumbre.—¡Oh,Rosa,cuánfelizdebesdeser!¿Dóndeleconociste?—Aquí.Unamanotanchiquitacomolasuyalacogiódelamuñeca.—Y…¿notendráalgúnamigo?—No,notieneamigos—dijoRosaenunsuspiro.—¡Maisie!—exclamóunavozabruptadesdeelcafé—.¡Maisie!LaslágrimassurcabantristementelasmejillasdeMaisie—nolasdeDoris—ya
Rosadolíalehaberla lastimado.Fueun impulsodepiedadelque lahizoexclamar,intentandodestruirlasaparienciasdefelizalegría:
—¡Oh,Maisie!Notodomarchabien.Haydisgustosycosas.Avecesseportaunpocomalconmigo.Nopuedoexplicártelo,¿sabes?Peronotodossonflores.
«¡Notodosonflores!»,cavilabamientrassedirigíadenuevoalpaseo.Sinotodoeranflores,¿quéeranentonces?Automáticamenteempezóacaminardenuevo,haciala casa de Billy, sin acordarse del desayuno. ¿Qué habré hecho—insistía— paramerecer tanta felicidad?Habíacometidounpecadomortal;éstaera la respuesta.Yhallaba la recompensa en este mundo, no en el otro. El hecho no la tenía muy
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preocupada.Estabaesculpidaenélcomosuvozenlavulcanitadeldisco.AunospasosdecasadeBilly,Dallowlallamó,desdeunatiendadeperiódicos.—¡Eh,muchacha!—Ellasedetuvo—.Tienesunavisita.—¿Quién?—Tumadre.Unsentimientoinfinitodegratitudydeternuralaestremeciódepiesacabeza.Su
madrenuncadebiódesertandichosacomoella.—DemeelNewsoftheWorld—dijoalvendedor—.Amamitaleencantaleerlos
periódicos.—En la trastienda sonaba una gramola—. Sime lo permite, algún díavendréatocarundiscoquetengo.¿Querrá?
—Claroquesí—intervinoDallow.Atravesó la calle. En el portal de la casa deBilly, Juddy acudió a su llamada.
Llevabatodavíalabatamalva,perodebajoadivinábaseahoraelcorsé.—Tienesunavisita.—Yalosé,yalosé.Subió en un santiamén las escaleras. Era el mayor triunfo que podía esperar.
Recibirporprimeravezalamadreenlapropiacasa,ofrecerleunasilladepropiedad,tratarladeiguala igual,conlamismaexperiencia.Yanadasabíasumammydeloshombresqueellanosupieratambién.Estoeraelpremiodeldolorosorito.Abriólapuertadesucuarto,alegremente,deparenpar…yencontróseconIdaArnold.
—¿Qué hace usted aquí? —dijo; y añadió en seguida—: Me anunciaron queestabamimadre.
—Algoteníaquedecirles—explicólamujercongentileza,invitandoluegocomosi estuviera en su propio hogar y no en el de Rosa—: Entra, querida, y cierra lapuerta.
—LlamaréaPinkie.—Bueno,tengoganasdedecirlecuatropalabritas.EraimposibledeshacersedeIdaArnold.Selevantabaobsesionantecomolapared
de un callejón sin salida emborronada de arriba abajo con truculentosmensajes enyesodelenemigo.Era la imagendelaseveridad,delrigor,deunasuñasprensiblesengarfiadasensumuñeca.
—NopermitiréquehableaPinkie—imploróRosacontozudez—.Noquieroquenadielemoleste.
—Prontolemolestaránmásdelacuenta.—¿Quién es usted?—suplicó lamuchacha—. ¿Por qué semezcla en nuestros
asuntos?¿Tienequeverconlapolicíaacaso?—No, soy una persona como cualquier otra. Sólo deseo justicia —recalcó
cariñosamentelamujerconidénticoacentoque,emplearíaparaencargarunserviciode té. Su rostro sensual y propicio se contrajo en una descarada sonrisa—.Deseotambiénverteasalvo.
—Nonecesitoayudadenadie.
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—Debesvolveratucasa.—Estaesmicasa—concretóRosa,abriendolosbrazosparadefenderelcamastro
dehierroylaturbiajofainadeaguasucia.—No te sienta bien ponerte enfadada, querida. Además, no quiero perder la
pacienciacontigo.Alfinyalcabonoesculpatuya.Ignorasdeloquesetrata.¡Pobrechiquilla!Tecompadezco.—Avanzóunospasos,intentandoaprisionaraRosaensusbrazos,perolamuchacharefugióseenlacama.
—Noseacerque…—Notealborotes,nenita.Paranadateserviría.Estoycompletamenteresuelta.—¿Quéquieredecir?¿Porquénohablaclaro?—Piensohablartemuyclaro,aunquetehagadaño.—Váyase,váyaseochillo.Lamujersedetuvo.—Noseastonta.Conversemoscomodosbuenasamigas.Nobuscosinotupropio
bien.Anhelosalvarte.¡Caramba!…—Hizoelefectodequenoacertabaapronunciarlapalabrajusta.Luegomusitóenvozbaja—:¡Hastapeligratupropiavida!
—Puedemarcharsetranquilamentesinoesmásqueesto.—¡Sinoesmásqueesto!—profirióIdaasombrada—.¿Quépretendesinsinuar?
—Luego sonrió con resolución—. ¡Atiza!Demomentomehas asustado. ¡Si no esmásqueesto!¿Teparecepoco?Noestoybromeando.Sinolosabías,yalosabes.Nohaynadaquepuedadeteneraestemalvado.
—¿Ybien?—repusoRosa,sinsoltarprenda.—¡Esunasesino!—bisbiseóIdaArnolddesmayadaperocontundentemente.—¿Yustedcreequeloignoraba?—¡Diosmío!¿Quédices?—Losétodo.—¡Loca! ¡Más que loca! Casarte con él sabiendo… ¡Oh! Merecerías que te
abandonaraatusuerte.—Seloagradecería.Lamujeresbozóotrasonrisa,amargaycompasiva.—No, no quiero perder la paciencia. Ya te lo he dicho. ¡Caramba! Si te
abandonara no podría dormir por las noches. Me parecería haber traicionado alDerecho. Escúchame; quizá no te haces cargo exactamente de lo que ha sucedido.Ahora loveo todomuyclaro.CogieronaFredyse lo llevaronal túnel,debajodelmuelle.Allí, en alguna, de aquellas tiendas lo estrangularon…Esto se creyeron almenosperoantesalpobrelefallóelcorazón.—Hizounapausayluegocomentóconvoz despavorida e impresionante—: Estrangularon a un cadáver, a un hombremuerto…¿Meoyes?
—Losétodo—replicóRosa,mintiendo,mientrassucerebrosehundíaenlasmásamargasreflexiones.EstabarecordandolaadvertenciadePinkie:«Notemezclesconcosas».Ypensódeunamaneraindecisa:élhahechotodoloquehapodidopormí;
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ahorayodeboayudarlecontodasmisfuerzas.Susojosseclavaronfijamenteenlasfaccionesdelamujer:nuncaolvidaríaestacararobusta,maduraybienparecida.Lacontemplabacomosifueraunaidiotaquemiraradespuésdeunbombardeosucasaen ruinas—.Bueno, si usted creequeelhechoocurrió así, ¿porquénoacudea lapolicía?
—Esto es hablar con sentido común. Pero antes necesito las pruebas,¿comprendes?Asíeslavida.Ciertapersona,acambiodeunascuantasmonedas,melo ha explicado todo. Algunos detalles yame los figuraba, no obstante. Pero estapersonanoseatreveadeclararanteeltribunal.Tienesusmotivos.Y,porotraparte,hacen falta muchas averiguaciones para hacerles llegar a la evidencia. Y másteniendoencuentaeldictamendelosdoctores.Ahorasitú…
—¿Porquénosemeteensusasuntos?Estáhablandodecosaspasadas,muertas.¿Porquénonosdejaenpaz?
—Meremorderíalaconciencia.Esuncriminal…Acuérdatedeloquepasóaquímismoelotrodía.Nopretenderásalegarquefueunaccidente.
—No.Pero tal vez tuviera sus razones.No semata a unhombre así comoasí.¿Cuáles?
—Nolosé.—¿Porquénoselopreguntas?—Nonecesitopreguntarlenada.—¡Pobre!Teimaginasquetequiere.¡Cuánequivocadaestás!—Sehacasadoconmigo.—¿Y qué? Lo ha hecho para impedir que puedas declarar contra él. Eres una
testigopeligrosaexactamenteigualqueelhombrequesedesnucóenestasescaleras.¡Queridamía!—continuóintentandodenuevoacercarseaellaycortarelhieloentrelas dos—. Sólo deseo tu felicidad, protegerte de sus garras. Pinkie no vacilaría unsegundoenasesinarlesicreyeraencontrarenelloalgúnbeneficio.
Derrumbadaenellecho,Rosaveíacómolamujerseacercabalentamente.Dejóquepusieralasmanosrotundas,fríasypastosasensushombros.
—Aveceslaspersonascambian—susurródébilmente.—No,no;nolocreas.Mírameamí.Nuncahecambiado.Laspersonassoncomo
lasbarritasdeBrightonRock: tienenelmismogustoen laprimerachupadayen laúltima. Es natural, ¡caramba!, es humano. —Respiró melancólicamente sobre lasmejillasdeRosa.Sualientoeradulce,suaveyvinoso.
—Laconfesión…Elarrepentimiento…—Silabeólanena.—Estosoncosasde iglesia.Créeme.Vivimosenestemundo,noenelotro.—
Acariciótiernamentelacaritadelamuchacha,entantoquelamelosarespiraciónlesilbabaenlagarganta—.Preparatumaletayvenconmigo.Yomecuidarédeti.Nadatienesquetemeramilado.
—Pinkie…—YaveremosquédecidimossobrePinkie.
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—Bueno.Haréloqueustedquiera…Loqueustedquiera.—¡Chiquillamía!Asíescómodebesportarte.—Peroantesdéjemehablarconél.Asolasconél.Ida se impacientó. Un repentino fulgor de cólera, discordante y desesperado,
brillóensusojos.—¡Quétozudez!Sifueratumadre…Unabuenapaliza,estoes.Yencerrada.Elrostroinexperto,verdeyhuesudoatalayóaguzadamentealamujer.Elespíritu
deluchaabocetábaseensusfacciones,entreaquellaspupilasinertesyfijasyaquellaboquitatercaytenaz.Parecíaelmapadeunabatallasalpicadodemúltiplesbanderas.
—La última advertencia —rezongó Ida Arnold—. Puedo enviarte a presidio.Estásenteradadetodo.Lohasconfesado.Erescómplice,unacómplicedespuésdelhecho.
—SiencarcelaranaPinkie,¿creequemeimportaríamuchoelpresidio?—musitóRosaenunlatigazo.
—Gracioso,muygracioso.Hevenidoparasalvarte.Mehetomadolamolestiadequererhablarcontigoantes…¿comprendes?…antes.Noquisieraqueselacargaranlos inocentes.—El aforismo surgió de sus labios como las tarjetas de las balanzasautomáticas—.Seríascapazdenomoverniundedoparaimpedirquetematara.
—Nuncameharáelmenordaño.—Eresunacriatura.¡Situvieraslaexperienciaqueyo!—Haymuchascosasqueustednosabetampoco—sentencióRosa,hundiendola
cabezaenlaalmohadamientraslamujercontinuabasufilípica.—Peroséunaquetúnuncaaprenderás.Séladiferenciaquehayentreloderecho
ylotorcido.¿Noteloenseñaronnuncaenlaescuela?Lamuchacha no contestó. ¡Derecho yTorcido!…Las palabras no significaban
nadaparaella.Supaladarestabaembotadopordoscomidasexcesivamentefuertes:DiosyelDiablo.IdaArnoldnopodíahacerlelamáslevesugerenciaquenosupieraacerca de estos dos conceptos. Si sabía de una manera exacta y precisa, como elproblemamatemáticomásfácil,quePinkieeraelDiablo,¿quéimportabaqueobraraderechaotorcidamente?
—Estásloca.Deltodoloca.Estoyseguradequeseríascapazdenomoverniundedoparaimpedirquenotematara.
Rosa volvió en sí, lentamente, del otro mundo. «Hágase tu voluntad así en latierracomoenelcielo».
—Talvezno,talveznolomovería.Nolosé.Perotalvez…—Si no me dieras lástima te volvería la espalda. Pero tengo el sentido de la
responsabilidad. —La sonrisa fluctuó de nuevo en los labios de Ida, insegura yapurada, mientras observaba a la chica desde la puerta—. Puedes advertir a tumarido.Voyacalentarle loscascos.Heplaneadoaconciencia lacampaña.—Saliócerrando violentamente. Luego volvió a abrir asomando la cabeza para el últimoataque—.Tendríasquetenercuidado,querida.Nodesearásunhijo…deuncriminal.
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—Yantesdeesfumarsedeltodogesticulósinmisericordia—.Serámejor.Rosaincorporóseenlacamaoprimiendofuertementeelpechoconlasdosmanos,
comosi conestapresiónpudieradescubrir…Aquellonohabía entradoaúnen suscálculos.Un niño…Y este niño sería hijo de…Era como el levantamiento de unejércitoenfavordePinkie.Siélyellasecondenaban,lostressecondenarían.Ahoracomenzabaaabrir losojos.Nohabíaterminadoaúnel juegoqueempezaronporlanoche:setratabadeunactoeterno.
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II
Chico haraganeaba recostado en la puerta de la tienda de periódicos y vio a IdaArnold que salía de casa de Billy. Un poco sonrojada y un mucho arrogantedeslizábaseporlacalle;deprontosedetuvoydiounpeniquealchiquillo.FuetantalasorpresadePinkie,queleresbalódelasmanos,mientrascontemplabaladensayseguramarchadelamujer.Luegosoltóunacarcajadaroncaypusilánimepensando:«Estáborracha».
—Teloteníasmuycallado—dijoDallow.—¿Qué?—Eso.Estusuegra.—¿Ella?…¿Cómolohassabido?—PreguntóporRosa.ChicopusoelNewsoftheWorldsobreelmostrador;enlapáginaabierta,gruesos
titulares rezaban: Estupro de una colegiala en Epping Forest. Y corrióendiabladamentehacialacasa,subiendolosescalonesdeestampida.Amediocaminohizo una pausa. Ida había perdido una violeta del ramo que llevaba en el pecho.Recogióladelpeldaño;olíaaCalifornianPoppy.Conlaflorocultaenlapalmadelamano entró en la habitación y Rosa al verle acercóse a él, dándole la bienvenida.Chicoesquivóelcontactodeloslabios.
—Ybien—dijoesforzándoseenaparentarciertajocosidad—,mehandichoquehavenidoavertetumamita.—Yesperóansiosayávidamentelarespuesta.
—Oh,sí—contestóelladubitativo—.Queríaverlacasa.—¿Estabademalhumorhoytambién?—No,no.Chico,furioso,agarrotabalavioletaconelpuño.—¿Yqué?¿Piensaquetepruebalavidadecasada?—Sí,claro,creoquesí…Nohahabladomucho.Chicoestiróseenlacamasinquitarselachaqueta.—¿Tútambiénhasestadofuera,no?—Sí.Penséquepodíasaliryvisitaralasamigas.—¿Quéamigas?—Oh,lasdeSnow’s.—Acualquiercosalellamasamigas—adujocondesprecio.
—¿Ylashasvisto?—Enrealidad,no.Sóloauna.AMaisie.Duranteunminutoescaso.—Y luego has vuelto a tiempo de atrapar a tu mammy… ¿No desearás saber
dóndeheestadoyotambién,noescierto?Ellaleacechóestúpidamente;susmodalesleasustaban.
—Siquieresdecírmelo.—¿Cómo si quiero decírtelo? Eres más tonta que hecha de encargo. —La
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anatomíadelaflorrasguñósupiel—.TengoquehablarconDallow.Espérame.La dejó unosmomentos para llamar al compinche a través de la calle.Cuando
estuvieronreunidoslepreguntó:—¿YJuddy?—Estáarriba.—¿YBilly?—Trabajando.—Vamosalacocina,entonces.—Emprendieronlamarchahaciaelrecododelas
escaleras.Enel polvoriento suelo rechinaronalgunos cascajosde carbonilla.Chicosentoseenelbordedelamesa—.Tomauntrago.
—¿Tanpronto?—Escúchame.—Suacentosehizobroncoyunaexpresióndepenaasomóensu
rostrocomosiestuvieraapuntodehacerunadolorosaconfesión—.¿Puedoconfiarenti?
—Desdeluego.Pero¿quétepasa?—Lascosasnomarchanbien.Lagentehabla,sevaenterando…LiquidéaSpicer
ymehecasadoconlamuchacha.¿Esquetendréquehacerunacarnicería?—¿Cubbitestuvoaquíestanoche,verdad?—Sí,vinoylemandéaldiablo.Quería…mendigabacincomachacantes.—¿Selosprestaste?—Niporpienso.No.¿Creesquemedejochantajearporunbichoasí?—Debistedarlealgo.—Noesélquienmepreocupa.—Debistedarlealgo.—Cállate,sipuedes—gruñóChicoabruptamente.Luegoconungestodelpulgar
indicóeltecho—.Setratadeella.Metieneinquieto.—Abriólapalmadelamano.—¡Dioslacondene!Heperdidolaflor.—¿Quéflor?—Cállate,sipuedes.Escucha…Noerasumadre.—¿Quiénera,pues?—Lazorradelaspreguntas…laqueestabaaqueldíaconFred,enel taxi…—
Hundiólacabezaenlosbrazosenactituddepesadumbreodedesesperación.Peronosentíanilounonilootro—.Tengojaqueca.Necesitopensar,pensarmuyclaro.Rosatambiénmedijoqueerasumammy.¿Quésepropondrá?
—Nopensarás—dijoDallowenunsusurro—quehayaabiertolaboca.—Nolohedescubiertoaún.—Meparecequeesdefiar,enabsoluto.—Nomefíodenadieenabsoluto.Nideti,Dallow.—Siellaquisierahablaracudiríaalapolicía.Noaunapelandusca.—¿Porquénovanadie a lapolicía?Esto es loquenoentiendo.—Atisbócon
ojos turbadores el frío fogón. Le hacía daño su ignorancia—. No acierto a
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comprender loqueseproponen.—Lossentimientosypropósitosdeotraspersonasbarrenabansucerebro.Nuncahabíasentidotalesansiasdecomprensión.Yestallóenunaccesodefuria—:Voyacargarmeatodoasquerosobichoviviente.
—Notepongasasí.Alfinyalcabolachicanosabemucho.TansóloquenofueFredquienescondiólatarjeta.Sinembargo,miopiniónesladequeesunpocotonta.Cariñosa,mearriesgaríaadecir,perotonta.
—Eltontoerestú,Dallow.Ellalosabetodo.SabequematéaFred.—¿Estásseguro?—Completamente.Melodijoellamisma.—¿Y,noobstante,secasócontigo?Quemeaspensiloentiendo.—Tenemosqueobrar conprontitudy rapidez.Si no,mehace el efectodeque
todoBrightonseenterarádemicrimen.TodaInglaterra.Todoelmalditomundo.—¿Yquéseteocurre?Chicosedirigió,pisandolarechinantecarbonilla,alaventanadelsótano.Estaba
en un patio pequeñísimo con un cubo de basura no usado desde hacía muchassemanas,unaverjatapiadayunolorácidoydesagradable.—Noconvienedetenerseahora. Es preciso continuar—.La gente circulaba por la calle, invisible de cinturaparaarriba;unoszapatosmugrientosconlapunteradesvencijadasedeslizaronporlaaberturadeluz;desúbitoaparecióunrostropeludoescudriñandoelsueloenbuscadeunacolilla.Deberáserfácilcerrarlelaboca.Noesmásqueunachiquilla…FredySpicereranmáspeligrososy,sinembargo,bienmordieronelpolvo:
—No digas burradas —reprendió Dallow—. Estas tonterías no conducen aningunaparte.
—Peroaveceshayquehacerlas.Nosepuedeescoger.Quizáeslaúnicasolución.Cuandoseempiezaalgoesnecesarioseguir,llegarhastaelfin.
—Peroconpiesdeplomo.Sinequivocacionesfunestas.MejuegounojoaqueRosaesdeconfianza.Túmismomelohasdicho.Estáenamorada,pendientedeti.
—Entonces,¿porquémeengañódiciendoqueestuvohablandoconsumadre?—adujoChico.
Ycontemplóaunamujerquepasabaporlacalle.Ajuzgarporlasfinaspiernastratábase de unamuchacha joven; el resto del cuerpo no se veía. Un ramalazo dehastíoleamilanó;deseabaretroceder;podíasentirseufanotambiéndeaquello…deaquelloquehicieransuamigoySylvieenelLancia.Oli,estabadeacuerdoenbeber,enbebercualquierpotingue,cavilaba,contaldequepudieradetenerseanteeljuego,decir«nuncajamás»yno«esnecesarioseguir,llegarhastaelfinal».
—Hazme caso. Lo he reflexionado mucho —apuntó Dallow—. Y no creoequivocarme.Rosanovemásqueportusojos.Estácoladitaporti.
¡Coladita! Altos tacones pisoteando garbosos en la ventana, desnudas piernascimbreándose…
—Siestácoladitacomoasegurasaúnseráfácillacosa.Haráloquesemeantoje.Unapáginadeperiódicoimpulsadaporelvientodelmarcruzóelmarcodeazul.
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—Pinkie,nosoypartidariodemásasesinatos.Chicosevolviódeespaldasalacalleysuslabiosmordieronunaréplicajubilosa.—Suponte que se suicida—insinuó perverso, inflamado el pecho de malsana
arrogancia.Habíatenidounainspiración;eracomoelretornodelgustodevivirparaunospulmoneslacios.
—¡Caray!Tequedassoloimaginandotruculencias.—Pronto lo verás—repuso. Y empezó a subir los escalones buscando aquí y
acullá lamarchitaflordealambreytrapo.Peronolapudohallar.Rosaleesperabaansiosamenteenelrellano,apoyadaenlarecompuestabarandilla.
—Pinkie,Pinkie—confesóarrepentidaalverle—.Debídecírteloantes.Peronoqueríadartemáspreocupaciones.¿Sabes?Tehementido…Mimadrenohaestadoaquí.
Elviosedesarmado.Lamirófijamente,escrutándolecontodosufulgor.—¿Quiénhavenidoentonces?—Aquellamujer.LaquemeimportunabaacadamomentoenSnow’s,haciendo
preguntasymáspreguntas.—¿Yquédeseaba?—Quetedejara.Quemefueraconella.—¿Porqué?—Pinkie,losabetodo.—¿Porquémehasengañado?¿Porquémehasdichoqueeratumammy?—Por…pornoatribularte.Chico examinó aquella cara candorosa, apenada e inocente y comprobó que la
creía,quelacreíamásqueanadieenelmundo.Perseverabanlaspavesas,frágilesydesmayadas,delaanteriorarrogancia.Peronotabaunextrañosentimientodepazydesosiegocomosiyanuncatuvieraquevolveramaquinartenebrososplanes.
—Por…poresto…—repitióRosaanhelanteysolícita—.Pornoatribularte.—Bien.Estábien—dijoélabrazándolaconciertatorpeza.—Explicó algo de dar dinero a no sé quién para que hablara. ¿Quieremeterse
contigo,Pinkie?Meloadvirtióella.—Noimporta,noimporta.Notengasmiedo.Laabrazóconmásfuerza,yentonces,porencimadesushombros,vislumbróen
el umbral la violeta ajada. Debió caérsele cuando cerró la puerta y… Empezó denuevoa calculary a torturarse.Ahora lo comprendía todo.Ella seguramentehabíavistolaflortambién,dándosecuentadequeélestabaenterado.Sí,sí,esoera…Esoexplicaba la espontánea confesión…Mientras estuvo charlando con Dallow en lacocina,Rosa planeó lamelosa artimaña para desbaratar el yerro.Y aquello era unpechopuro,inmaculado—lafraselehizoreír—;todoelhorrordelmundorebrotabacomounapústulainfecciosaensugarganta.
—Pinkie…¿quétienes?—Aquellaflor…
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—¿Quéflor?—Laquellevabalamujer.—¿Cuál…?¿Dóndeestá…?Quizánolahabíavistotansiquiera…Quizánointentaradisimular.¿Quiénsabe?
¿Quién podía saberlo nunca? Una triste agitación estremecióle la médula. ¿Quéimportabadetodosmodos?Ellonointerponíaningúncambioenelfondodelasunto.Eraun locosi talcreía…Loesencialestribabaenevitarnuevos riesgos.Siera tanbuenayleamaba,tantomejor:facilitaríaestupendamentesuspropósitos.
—Noimporta,noimporta…—repitió—.Notengasmiedo.Séloquedebohacer.Aunque esta loca borracha llegue a enterarse de todo, sé lo que debo hacer. —Avizorólaconacritud.Luegolaabrazó—.Noperjudicalomásmínimo.
—¿Aqué?—Amimaneradeconducirlascosas.—Yempezólistamenteaponerenpráctica
laoscurasugestión—.¿Nuncameabandonarás,verdad?—Nunca.—Esto es lo único que quiero saber. Lo escribiste en un papel, ¿te acuerdas?
Confíaenmí.Paseloquepasenuncanossepararemos.Nadieninadaseinterpondráentrenosotros.Confíaenmí.Moriremosjuntossiespreciso.—Suacentoeraafabley halagadormientras ella le escuchaba con expresión embaucada y aturdida comoquien oye la más deliciosa música—. Nunca nos separaremos. Tú tampoco loquerrías,¿noescierto?Loescribiste…Moriremosjuntossiespreciso.
—Esunpecado,unpecado…—murmuróellatemblorosa.—Uno más… No tiene importancia. No te puedes condenar dos veces. Ya lo
estamos…segúndicen.Ademásestosolamente loharíamossiviniera lopeor…SidescubrieranlodeSpicer…
—¡Spicer!—Rosalanzóungemido—.¿QuieresdecirqueaSpicer…?—Noquierodecirnada.Sóloesto:sidescubrieranqueyoestabaaquí,enlacasa
cuando…perononospreocupemoshastaquenoocurra…¡Sillegaelcaso!—PeroSpicer…—Yoestabaaquícuandosecayó,esoestodo.Peronolovi…miabogado…—¿Éltambiénestaba?—También.—Ahoralorecuerdo.Leíelperiódico.Claro…tuvieronquecreerensupalabra.
¡Unabogado!—¡El viejo Drewitt! ¡Caramba!—Otra vez en la garganta de Chico resonó la
roncayalucinanterisa—.¡Esunapersonadehonor!¡Oh,no!Nohayningúnmotivoparaquenosacobardemos.Alomejornodescubrennada.Silolograran,nohabríaotra escapatoria que la muerte. Pero quizá nunca, nunca, lo logren… Y entoncessiempreestaremosjuntos,juntos…—Acariciólaconsecretoascomientrasintentabadar a sus perversas y tenebrosas frases un acento amoroso y pasional—. Siemprejuntos,todalavida,comoahora.
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III
Pero lapersonadehonornoerade lasquemenospreocupabanaChico.SiCubbithabía alzado la liebre en lo referente a lamuerte deSpicer, Ida, tarde o temprano,tendría la ocurrencia de hacer una visita aDrewitt.No intentaría, de ningúnmodosonsacar aDallow; pero un hombre de leyes—ymás si era tan listo comomisterDrewitt—siempreandaatemorizadoporlasleyes.Elpicapleitosesunhombrequetieneuncachorroal cual enseñamildestrezas,peroquenopuedeasegurarqueundía, inesperadamentemaduro, oiga el grito del instinto y se revuelva contra él. Elpicapleitosesunhombrequealomejorsecortalamejillaafeitándoseylaleyquedormitaenélhueleenseguidaasangre.
A primeras horas de la tarde la impaciencia carcomía a Chico; y, sin poderaguantarsepormástiempo,encaminósedecididoacasadeDrewitt.AntesrecomendóaDallowqueestuvieraalertayecharadevezencuandoalgúnvistazoalachica…
Ahora,comonuncahastaentonces,alimentabalaconviccióndequetendríaquellegarmáslejos,muchomáslejosdeloqueimaginara.Estepensamientoleprodujoun placer curioso y cruel. Estaba decidido a todo, sin importarle un comino losmediosni lasconsecuencias.Dejaríasearrastrarpor la turbonadahastadonde fuerapreciso.Ysielresultadoeraadverso…¡quémásdaba!Cualquiercosaeramejorquevivir.
LacasademisterDrewittalzábaseenunacalleparalelaalavíadeltren,detrásdel apeadero. Retemblaba a cadamomento por el fragor de las locomotoras y loscristalesylasverjasestabanperennementecubiertasdehollín.Enunadelasventanasinferioresunamujerdeenmarañadoscabellosleacechócautelosa;permanecíaallídecontinuo, examinando los visitantes con ojos duros y amargos. Chico nunca supoquien seria. A veces pensaba que era la cocinera, pero de pronto comprendió conclaridadquesetratabadelaesposa:veinticincoañosdejuego.
Leabrióelcancelunachicadecutisgrisáceoyoscuroeinciertoydesconocidorostro.
—¿DóndeestáTilly?—preguntóPinkie.—Yanosirveenlacasa.—¡Ah!…AviseaDrewittquePinkieBrownquiereverle.—Hoynoesdíadevisita.Esdomingo.—Detodosmodosmerecibirá.—Chicocruzóelrecibidor,franqueólapuertay
sentóse tranquilamente en la pequeña habitación bordeada de ficheros. Conocía elcamino—.Ande,avísele.Yaséqueestádurmiendo.Hágalelevantar.
—Seportacomosiestuvieraensucasa.—Exactamente.Sabía de sobra lo que contenían los ficheros a pesar de las etiquetas: Rex. v.
Junes;Rex.v.Collins.Sóloaire,nadamásqueaire.Una locomotora trepidópor la
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víaylosficherosseagitaronenlosestantes.Porlarendijadeunaventanaentornadaseescurríalamúsicadeunaradiopróxima.RadioLuxemburgo.
—Cierre el ventanillo —dijo. Ella obedeció remolona. Pero no se produjoninguna diferencia. Las paredes eran tan delgadas que hasta se podía oír eltriquitraque del vecino moviéndose como una rata—. ¿Siempre disfrutan de esteconcierto?
—Casi…Cuandonotocalaradioestáchillando.—¿Yustedquéespera?VayaydespierteaDrewitt.—Haordenadoquenoselemoleste.Seencuentraunpocomal…Delestómago.Nuevamentetableteólahabitaciónmientraslamúsicacontinuabasusjipíos.—¡Bah!¿Durmiendolasiesta,eh?Vayaydespiértele.—Esdomingo.—Nomelohagarepetir.Pronto.Amenazólasobriamenteyellasefuedandounportazo.Desprendióseunpedazo
deestuco.En losbajosalguienandabaavueltasconelajuar, laesposaseguramente.Otro
tren zurrió y grises volutas de humo quedaron flotando en la calle. Encima de sucabeza mister Drewitt refunfuñó palabras incoherentes que no pudo comprender.Luegounruidodepasosatravésdeltechoyenlasescaleras.Yenelumbralfloreciólasonrisadelpicapleitos.
—¿Quétraeanuestrocaballereteporaquí?—Eldeseodeverletansólo.Devercómolevalavida.—Unrictusdetemeroso
disgustocontrajo la sonrisademisterDrewitt—.Debería tenermáscuidadocon loquecome.
—Novalelapenasacrificarse.—Además,bebedemasiado.—Comer, beber, para qué mañana… mister Drewitt retorcióse con las manos
puestasenelestómago.—¿Úlcera?—inquirióChico.—No,no.Nadadeeso.—¿Porquénosehacerecoserlastripas?—No tengo confianza en las operaciones, en el bisturí —dijo rápida y
nerviosamente,comosicontestaraaunaobsesionantepreguntaquesiempre tuvieraenlapuntadelalengua.
—¿Ylamúsicanoparanunca?—Cuandoyameponelosnerviosdepuntadoyunoscuantosgolpesenlapared.
—Conunpisapapeles del escritoriomachucó elmuro.Lamúsica desinflóse en unlamentoagudoyoscilanteyacabóporfenecer.Pudieronadivinarque,másalládelasestanterías,elvecinosepaseaba furioso—.¿Yahoraqué?Unarata—recitómisterDrewitt,mientraslacasatrepidabaotravez.Yaclarólacita—:«Polonius».
—¿Paloma?¿Quépaloma?
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—No,no;nada.EsdeHamlet.—Oiga—declaróChico,impaciente—.¿Nohavenidoaverlealgunamujerpara
sonsacarlealgo?—¿Sobrequé?—Spicer,misterDrewitttuvounataquedeenfermizodesasosiego.—¿Es que están indagando algo? —Sentóse violentamente con el estómago
convulsoydolorido—.Meloesperaba.Melotemía.—Nohayporquépreocuparse.Nopuedenprobarnada.Loúnicoquedebehacer
esinsistirensuhistoria.—Sentóseasuvezenfrentedelpicapleitosyleatalayóconamenazadordesprecio—.¿Nodesearábuscarsupropiaruina?MisterDrewittlevantólosojosbruscamente.
—¿Miruina?—dijo—.Yaestoyarruinadoahora.—Vibróenlasillaalcompásdeuntren.Enlosbajosalguientaconeabalocamente—.¡Malditotopo!…Miesposa.¿Nuncalahavisto?
—Sí,alvenir.—Veinticinco años de matrimonio. Luego esto. —Una ventolera de pegajoso
humoenturbióloscristalescomounapersiana—.¿Noselehaocurridonuncapensarquetieneustedsuerte?Lopeorquelepuedesucederesqueleenganchen.Peroyo…yopuedovolvermeloco.
—¿Porquéestátantrastornado?—interrogóChico,confundido.Le hacía el efecto de que unmuchachomuchomás débil le derribaba. Nunca
habíabuceadoenlasvidasajenas.Laconfesióneraunactopararealizarloasolas,onorealizarlonunca.
—Cuandomeencarguédesusasuntos—repusomisterDrewitt—perdíelúnicotrabajoquemequedaba.ElBakeryTrust.Yahoratambiénloheperdidoausted.
—Yoleencargotodoloquesemepresenta.—Peromuyprontonose lepresentaránada.Colleonise lohapropuesto.Tiene
unmagníficoabogado.UnodeLondres.Muyelegante.—Nohearrojadolaesponjaaún.—Chicoaspiróunabocanadadeairequesabíaa
gasómetro—.Yaséloquelepasa.Estáborracho.—De Borgoña Imperial —musitó Drewitt—. Quiero contarle mi vida. Pinkie,
deseo—lafraseliterariasurgióvolublemente—aliviarmiánimo.—Peroyonoquieroescucharle.Nomeinteresansuscuitasypreocupaciones.—Me casé por mi mala estrella. Fue mi trágico destino. Era joven, inquieto,
romántico…Asuntodepasiónvertiginosaeincontrolado.Eraunhombreapasionado.—La mala digestión le retorcía el estómago—. Ya ha contemplado ahora a laDulcineademispensamientos. ¡Diosmío!—Inclinósedolorosamenteydijo enunsusurro—:Amenudoveodesdeaquíalostipógrafosconfeccionandosusimpresos.Soydeltodoinocente.Perounhombrepuedemirarsiledalagana.¡Diosmío!¡Cuánlimpioylibredeculpa!—Seinterrumpió,conlasmanostemblandosobrelosbrazosdelasilla—.Escuchealtopodeaquíabajo.Ellamehaarruinado.—Lacaretadesu
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rostro envejecidoy arrugado estabadevacaciones.Ni afabilidad, nimarrullería, nitravesuraslegales.Eradomingoysemostrabaíntimoysinengaños—.¿SabeloquedijoMefistófeles cuando Fausto le preguntó dónde estaba el Infierno? ¡Esto es elInfierno,dijo,nuncaestamosfueradeél!—Chicoleavizorabafascinadoytemeroso—. Ahora está rondando por la cocina—continuó Drewitt—. Pero pronto subirá.Debe verla. Es una golosina. La vieja bruja. Será muy divertido, ¿no?, decirle…explicarle algo… Que estoy complicado en un crimen. Que la gente empieza aindagar.QueintentanderruirestamalditacasacomoSansóneneltemplo.—Alargólos brazos en un esfuerzo convulsivo, pero en seguida volvió a ponerlos sobre elvientre dolorido—. Tiene razón. Tengo una úlcera. Pero no quiero operaciones nicuchillos. Antes la muerte… Sí, bebo demasiado. Estoy borracho. De BorgoñaImperial. Mire aquella fotografía de allí, junto a la puerta. Un grupo escolar, delLancaster College. No es un gran colegio, desde luego, pero figura en el PublicSchoolsYearBook.Éstesoyyo,conlaspiernascruzadas,enlaprimerafila.Llevounsombrero de paja—confesó suavemente—.Hacíamos torneos atléticos con los deHarrow.Erauncursodecarroñas.Sinespritdecorps[10].
Chico leexaminóconcierta fijeza.NuncahabíavistoaDrewitt enesteestado.Ante sus ojos alzábase un hombre nuevo, desconocido, haciendo una horrible yalucinanteexhibición.Podíavislumbrarlosnerviosentensiónbajolacarneagónicaylassanguinolentasideasbajoelcráneotransparente.
—¡Un ex alumno de Lancaster casado con este asqueroso topo de sótano yteniendoporúltimoclienteaPinkie,alseñorPinkieBrown!—Subocasecontrajoenunamueca de disgusto—. ¿Qué diría el viejoManners?Una gran cabeza, era unagrancabeza.
Desbocábaserezumandoamargura:parecíaunhombreresueltoavivirdespuésdemuerto;todoslosinsultosquehabíaencajadodelosdiversostestigosjudiciales,todaslascríticasdelosmagistrados,escurríansedesuestómagodoliente.Enunataqueasílo contaría todo, todo, sin callarse nada, al primero que topase. Una engreídaautoimportanciase levantabadesuhumillación.Sumujer,elBorgoñaImperial, losficheros vacíos, las locomotoras traqueteando en los rieles, constituían el paisajeinverecundodesudrama.
—Hablacondemasiadafacilidad—advirtióChico.—¿Hablar?Asombraría almundo.Queme llevenalbanquillo si lesplace.Les
dejaré boquiabiertos. Formidables revelaciones.He hurgado hasta lomás profundo—bamboleabaunaenormeyborrascosaapreciacióndesímismo.Hipódosveces—,entodaslascloacas.
—Sillegoasaberquebebíatantonohubieraacudidoausted.—Bebo los domingos tan sólo. Día de fiesta, de descanso. —De improviso
aporreó el suelo con los pies hechouna furia chillando a voz engrito—: ¡Silencioaquíabajo!
—Necesitaunasvacaciones—insinuóChico.
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—Aquíestoyyaquíestaré.Suenaeltimbre…No,no;nosepreocupe.Eseldelcolmado. Trae unas latas de salmón.A ella le gusta con delirio el salmón en lata.Cuandoyo llamoa lapuerta,mientras esperoque esta estúpidamuchachavengaaabrirme,veoalostipógrafosconfeccionandoimpresos.
—Lesentaríanmuybien—insistióChico, agitadopor la irrupcióndeunavidaajenaenelcerebro—unasvacaciones.
—Avecessientoinefablesdeseos…—Ledarédinero.—El dinero no puede redimir una mente enferma. Esto es el infierno, nunca
estamosfueradeél.¿Cuántomepodríadar?—Veintelibras.—Nomeserviránparairmuylejos.—ABoulogne, por ejemplo. ¿Porquéno cruzar elCanal?—apuntóChico con
expresióndeasco,divisandolasmordidasyarrugadasuñasylastemblorosasmanosquehabíansidoinstrumentosdeplacer—.Anímese…
—¿De veras puede regalarme esta pequeña suma? No es una esplendidez quedijéramos.Sinembargo,acepto.«HerendidograndesserviciosalEstado».
—Mañana se la enviaré… con condiciones. Tomará el barco a mediodía, noquiero que vuelva demasiado pronto. Tal vez le mande más dinero.—Le hizo elefectodequeamarrabaaunasanguijuelaenlacarnefrescaysintiónáuseasymareos—.Hagámelosabercuandoseacabeydecidiré.
—Muy bien. Me voy a ir, Pinkie, tal como dice. Pero… ¿no dirá nada a miesposa,verdad?
—Niunapalabra.—Desdeluego.Confíoenusted,Pinkie,yustedpuedeconfiarenmí.Recobrado
yanimosoconestasvacaciones,volveréalpalenque…—Notengaprisa.—…Y todos lospolicías camorristasy fulleros se inclinaránantemi renovada
astucia.Defenderéaldébil,alpariayalproscrito.—Peroanteslemandarémásdinero.Entendido.Partirámañana.Hastaentonces
conviene que no hable con nadie. Vuelva a la cama. Su indigestión es nociva ydolorosa.Sialguienviniera,noestáencasa.
—Comoustedquiera,Pinkie,comoustedquiera.Era lomejor que podía haber hecho. Salió de la casa deDrewitt y, en la baja
ventanilla, pudo ver la mirada llena de cautela y recelo de la esposa. Tenía unplumero en lamano y le espiaba igual que un enemigo peligroso desde su cueva.Cruzólacalledirigiendounúltimovistazoalavilla.Enelbalcóndelpisoaltoestabamister Drewitt semienvuelto entre las cortinas. No atisbaba a Chico; sus ojos,desesperados,seclavabanenelvacío.Eradomingoylostipógrafoshacíanfiesta.
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IV
ChicorecomendóaDallow:—Esnecesarioquelevigiles.Noleconfiaríaniunapuntadeaguja.Meloestoy
imaginandoasomadoalbalcón,comosiesperaraaalguienyalomejorpasaella…—Nocreoqueseatanloco.—Peroestáborracho,estáenelinfierno,segúndice.Dallownopudocontenerunarisotada.—¿Enelinfierno?¡Éstasiqueesbuena!—Eresmuytonto.—Nocreoenloquenoveo.—Vesmuypocoentonces—dijoPinkie.Y le dejó plantado para subir las escaleras de la casa de Billy. «Si esto es el
infierno—pensaba—,noestanmalo:elteléfonoantiguo,losangostospeldaños,lapolvorienta y acogedora oscuridad». Distaba mucho de parecerse a la villa deDrewitt,incómoda,trepidanteyconlaviejazorraenlosbajos.Alabrirlapuertadesu cuarto se le ocurrió que allí dentro encontraría a su enemiga. Echó unmalhumorado vistazo a la transformada habitación. Todas las cosas habían sidoremovidasyelconjuntopresentábaselimpio,pulcroyhacendoso.Advirtióiracundo:
—Tedijequenoqueríaquetocarasnada.Eraelcuartodeellaahora,noelsuyo.Elarmarioyelpalanganeroresplandecían.
Hastalacama…SiaquelloteníaqueserelinfiernodealguienseríaeldeRosa.Éllarepudiaba.Mirólacomoaunenemigo,disimulandosuodio.Intentabarepresentárselacon veinticinco añosmás sobre sus espaldas, acechando desde alguna ventana delsótano.VolvíadelacasadeDrewittalucinadoporeldestinodeotrapersona.Dobletenebrosidad.
—¿Notegusta,Pinkie?Peroélnoeraelpicapleitos.Lesobrabanagallasynopensabaamilanarseenla
lucha.—Sí,claro,símegusta.Noloesperabaymehassorprendido,esoestodo.Ellaentreviósupreocupación.—¿Malasnoticias?—Todavíano.Perodebemosestarpreparadosporsiacaso.Siempreapunto.—
Divisó, a través de la ventana, una ringla de postes telefónicos levantados hacia elcielo dominguero, nuboso y pacífico. Luego sus ojos se volvieron a la aseadahabitación.Seguramenteésteseríasuaspectocuandoélladejaraylaocupasenotrosmoradores. De nuevo atalayó a Rosa con fijeza, como un hipnotizador que quieretransmitiruna ideaaotrocerebro—.Yoya tengoelcocheaparejado.Siesprecisoiremos al campo.Allí nadie nos estorbará.—Midió con astuta cautela su dosis deterror y, antes que pudiera distraerse del influjo magnético, suavizo su acento—.
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Desde luego. Sólo legaremos a este recurso en el peor de los casos.—La frase leprodujounasensaciónextraña.Leintrigabatantoquelarepitió—:Enelpeordeloscasos. —Eso es: la magnífica mujer de ojos cristalinos que rondaba por la calleneblinosa—.Enelpeordeloscasos.—Esoes:misterDrewitt,borrachoyarruinado,anhelando,envueltoentrelascortinas,lavisióndelostipógrafos.
—Alomejornosucederánada—dijoélparaanimarla.—No —asintió ella impetuosamente—, no sucederá nada. No puede suceder
nada.La firme certezadeRosa le hizoun efecto curioso; el deque sumacabroplan
había sido limpiado, aseado y barrido como el cuarto, hasta el punto de que noacertabaareconocerlo.Intentóargumentarlaposibilidaddelsuceso,perodescubrióensuvozunararaaversiónhaciaunactotantétrico.
—Soy muy feliz —expuso ella—. Venga lo que venga lo acogeré conresignación.
—¿Quéhablas?¿Conquéresignación?Esunpecadomortal.Dirigió una ojeada a la cama, tan lisa y bien hecha que le recordaba
obsesionadamente el juego que tuvo lugar en ella una y otra vez. ¡La lección delhogar!
—Yalosé,yalosé—insistiólachica—.Peroaunasí.—Noexistemásqueunacosapeor—dijoél.Parecíaquelamuchachaseleescapara.Estabademasiadoconformeconsunegra
alianza.—Soyfeliz—arguyóconciertoaturdimiento—.¡Eresmuybuenoconmigo!—Estonosignificanada.—Escucha,¿nooyes?Atravésdelaventanafiltrábaseunagudolloriqueo.—Elniñodelvecino.—¿Porquénolomecenylohacencallar?—Quizá están fuera. Es domingo. ¿Quieres que vayamos a alguna parte? ¿Al
cine?Pero ella no le escuchaba. La absorbían los infelices sollozos. En sus pupilas
empezabaallamearlaresponsabilidadylamadurez.—Alguiendeberíairaverquépasa.—Hambre,seguramente.—Talvez esté enfermo.—Escuchó atenta, con angustia—.Son tan frágiles los
niñitos.Nuncasepuedeestarsegurodequenolesduelenada.—Alfinyalcabonoeshijotuyo.Déjalo.Rosalemiróconojostransidos.—No—asintió—. Pero estaba pensando que quizá…—Sus palabras sonaron
ardientesyapasionadas—.Yonolodejaríasolotodaunatarde.—Yahapasado.Sehadormidootravez.¿Quéteibadiciendo?
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No pudo continuar. La sugestión de Rosa rebullía en su cerebro. «Quizá…».Nuncaselehabíaocurridotamañaidea.Laexaminoconhorrorydisgusto,comosiestuvieracontemplandoelmomentodelparto,lallegadadeotravida,quederribaralasuya.Rosapermanecíaquieta,escuchandoconalivioyansiedad.Dabalaimpresióndequehabíanpasadomuchosañosyconocíaporexperienciaqueelalivionoduramuchoyquelaansiedaddurasiempre.
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V
Lasnuevedelamañana.Chicosaliófuriosamentedesuhabitación.Abajo,unrayodesoltempranofiltrábaseporlarendijadelportalentornado,acariciandoelteléfono.Empezóavocear,inquieto.
—¡Dallow!¡Dallow!Dallowaparecióporelrecododelaescaleraenmangasdecamisa.—¡Hola,Pinkie!Tienescaradenohaberdormido.—¡Dallow!¿Esquequieresdejarme?—Desde luego que no, Pinkie. Sólo que estando casado creí que preferirías la
soledad.—¿Solo?¿Llamasaestoestarsolo?Descendiólospeldaños;enlamanollevabaelsobremalvayolorosoqueJuddy
deslizarapordebajodelapuerta.Nolohabíaabiertoaún.Susojosestabanllenosdesangre y todo su cuerpo se estremecía de fiebre: el pulso palpitante, las mejillasardientesyelcerebroazogado.
—Johnniehallamadoporteléfonohaceunrato—expusoDallow—.Desdeayerestáojoavizor.PeronadiehaidoaveraDrewitt.Nosasustamossinmotivo.
Chiconolehizocaso.—Desearíaestarsolo,Dallow.Realmentesolo.—Tehascansadomuyprontopara tuedad—dijoDallowconunacarcajada—.
Dosnoches…—Lamandaréaldiabloantesque…—Peronopudoexpresartodalamagnitudde
sumiedo,deaquellamonstruosidad:eracomounsecretovergonzoso.—Noesoportunoqueriñáis—adujoDallow,rápidoysuspicaz.—No, ya nunca será oportuno. Lo sé.No hay posibilidad de divorcio.No hay
posibilidad de nada. Nada, excepto lamuerte. Es igual…—Puso lasmanos en laparedenbuscadefrescor—.Yatelohedicho.Tengounplan.
—Unplanloco.¿Cómolograrásqueestapobremuchachasemate?—Meama—contestóChicoconinfinitaamargura—.Dicequesiempre,siempre
estaráconmigo.Quenuncameabandonará.Yquesiyonopudieravivir…—¡Dally!—exclamóunavoz—.¡Dally!Chico volvióse bruscamente con aire culpable; no había visto a Juddy
removiéndose silenciosa con los pies desnudos y la cintura encotillada. Estabademasiado absorto en la rumia del macabro propósito, confuso en su frenteenfebrecido,difícilporsucomplejidad,inciertoensuresolución.¿Quiénacabaríapormorir?¿Ellaoélolosdosjuntos?
—¿Quequieres,Juddy?—preguntóDallow.—Billyhaterminadocontuchaqueta.—Muybien.Luegolacogeré.
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Juddy le envió un beso avaricioso e insatisfecho, desapareciendo seguidamentesinhacerelmenorruido.
—Nos avenimosmuy bien—dijoDallow—.Pero a vecesme vienen ganas deecharlo todo a rodar. No quisiera disgustos con el viejo Billy. Y ella es tanimprudenteydescuidada.
Chico le miró con cierto cariño. Tal vez él sabía, con su larga experiencia, lasolución…
—Suponte—insinuó—quetuvieraisunhijo.—¡Oh!…Deestoseencargaella.Escuentasuya…¿Quéllevas?¿Unacartade
Colleoni?—Y…¿sialgúndíaquedaraembarazada?—Hayunaspíldoras.—¿Peronosonseguras,verdad?—insistióChicodesesperanzado.Tuvo la ilusión de estar enterado de todo y persistía en la más aterradora
ignorancia.—Sitienesmuchointeréstediréquenolosonnada—sentencióDallow—.Oye,
¿haescritoColleoni?Chicopermanecíaensimismado.—SiDrewittfalla—dijo—,noquedaningunaesperanza.—Drewittnopuedefallar.EstanocheestaráenBoulogne.—Perosiyodigoqueantesdepartirmehadelatado,porejemplo.Nohaypara
míotroremedioquelamuerte.YRosa…Rosanoquierevivirsiyonovivo.Melohajurado,contodasolemnidad.Hemoshecholoquellamanunpactodesuicidio.
—¿Quélíostearmas?¿Tútambién?—Sí…Peroyopuedonomorirme.—Entonces,esunasesinatocomocualquierotro.—¿Quiénloduda?Sóloqueporéstenoesfácilquemecojan.—Estásloco,Pinkie.¡Caramba!Nocuentesconmigoparaunacosaasí—rezongó
Dallow, dando unas palmadas amistosas en la espalda de Chico—. ¿Bromeas,verdad?Lapobrechicanonoshaceningúndaño.Tequiereconlocura,esoestodo.—Chico no respondió. Aboceteaba un aire de preocupación, de remover suspensamientoscomopesadosfardosparaamontonarlosensuinterior—.Veteaacostarydescansaunpoco.
—Esoquisiera.Peroasolas.Subió despacio las escaleras. Al abrir la puerta de su cuarto dirigió un largo
vistazoalcorredor,enunesfuerzosupremodeexpulsarenhoramalalatentacióndesuascéticoyemponzoñadocerebro.
—Mevoyadarunpaseo,Pinkie,sinodispones locontrario—solicitóRosaalverle.
«¡Si no dispones!…». Los nervios le escocían ante la impertinencia de tantasdemandas.Procuróamaestrarlavoz,enlarespuesta,conelmáximodedulzura.
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—No,no.Puedesirte.Perovuelvepronto.Tengoquehablarte.—¿Preocupado?—Enabsoluto.Todomarchasobreruedasenestacajita—ygolpeóse lacabeza
conlóbregohumor.Estabahartodelachica,ydesutensiónnerviosa,ydesubruscoaliento,ydesu
silencio,desuspalabrasdesesperanzadas.—¿Malasnoticias,Pinkie?—¡Véte!Presintió que Rosa avanzaba hacia él a través de la habitación, pero no quiso
levantar losojos.Esta era su casa, suvida…Parecióleque si lograba concentrarsemucholeseríaposibleeliminarelmáslevesignodeella.Todovolveríaadisponersecomoantes…antesdeiraSnow’sydeponerlamanodebajodeaquelmalditomantelalabúsquedadeunatarjetaquenohalló,encontrando,encambio,ladecepción…ylavergüenza.Elorigendeldramadifuminabasuscontornos.ApenaspodíareconoceraHalecomopersona,niasucrimencomocrimen.Ahoranoexistíanmásqueélyella:
—Si ha sucedido algo…puedes decírmelo…No tengomiedo.A lomejor hayalgúnotromediopara salvarnos…—E imploróenunarrebato—:Si llegael caso,prométemequeantesdehacernadahablaremosparaagotartodaslasposibilidades.
—Notemetasenloquenoteimporta.Quieroquemeobedezcas.Yahorapuedesira…—dijosalvajemente,peropudopararseatiempoyabocetóunaabsurdasonrisa—…adivertirleunrato.
—Volveréenseguida,Pinkie.Chicooyóelgolpede lapuertaalcerrarsey lasdébilespisadasenelpasillo…
Ahoratodalacasaeradeél.—Metiólamanoenelbolsilloparasacarelpapel:Nome importa lo quehas hecho…Dondequieraque vayas estaré a tu lado.Leyó lamisiva en voz alta y le hizo el efecto que sonaba a un tribunal y de que eraadecuadísimaparasalirimpresaenlosperiódicos.Aúnabajo,percibiólaspisadasdeRosaenlosúltimospeldaños.
Dallowasomólanarizenelumbral.—Drewittdebeestarapuntodecogerelbarco.Mesentirémuchomastranquilo
cuandolohayahecho.¿Creesquelapelanduscaentrometidaesapuedeconvenceralapolicíadequeleobliguenadeclarar?
—No, carece de pruebas. Si Drewitt embarca estás salvado —declaró Chico,desvaído, como si hubiera perdido todo interés en que el picapleitos embarcara ono…Lacosaparecíaatañeraotrapersona.Elestabaporencimadeeso.
—Ytútambién—concretóDallow—,tútambiénestássalvado.—Pinkie no pronunció ni una palabra.—He advertido a Johnnie que llame en
seguidaporteléfonoparadarnoslabuenanueva.Esperooíreltimbredeunmomentoaotro.Deberemoscelebrarlo,¿noteparece?¡Diosmío,quépatatúsledaráalagranzorra cuando se dé cuenta de que el pajarito ha volado! —Fue a la ventana y
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contemplóelpaisaje—.Entonces talvezconquistemos lapaz.Laperdimosdeunamanera estúpida.Asusta pensarlo.Hale y el pobre viejo Spicer.Nome cabe en lacabeza. Me maravilla que ya no estén con nosotros. —Su mirada se perdiósentimentalmenteenelaquelarredetoscaschimeneasypostestelegráficos—.¿Quéopinasdelaideadeescabullirnostúyyo…ylachica,claro,deesteasquerosositioparabuscarotrosaires?AhoraqueColleoniestáapretandodelolindo,Brightonnomeparecemuysaludable.¿Hasleídoyasucarta?—Elteléfonotruncólaverborreaconunestridentetilinteo—.¡Johnnie!EsteesJohnnie.Voyaver.
Ysemarchóvolando.OcurríaleaChicoelfenómenocuriosodequenoeraprecisamenteelecodelos
pasos en la escalera lo que conocía, sino el eco de la escalera misma. Hubieradistinguidosumodopeculiardecrujir, fuesecual fuese lapersonaquesedeslizarapor ella. Aquellos chirridos del tercer y del séptimo peldaño, sobre todo, eraninconfundibles. Ésta fue la casa a donde vino a parar después de que Kite lerecogiera,ateridodefrío,enPalacePier,tosiendocomouncondenadoyescuchandolos lamentos del violín a través de los cristales. Kite le ofreció una taza de cafécaliente y le trajo aquí, Dios sabe por qué; quizá porque un hombre como élnecesitaba un poco de sentimentalismo, delmismomodo que los perros pekinesesnecesitabantartasygolosinas.LoprimeroquevioChico,alentrarporelportaldelnúmero 63 acompañado de su protector, fue a Dallow besando a Juddy en lasescaleras,yelprimerolorquesintiófueeldelaplanchadeBillyenelsótano.Desdeentonces todo había continuado igual; nada había sufrido el menor cambio. Kitemurió y él prolongaba su ambiciosa existencia, continuando su obra, no bebiendolicores, cortándose las uñas en la forma que las llevaba elmuerto…Hasta que lamalditaaparicióndeRosaalteróviolentamenteelacostumbradoritmo.
Abajo,enelvestíbulo,resonólavozdeDallow:—¡Ah! ¿Es el colmado?… Pues envíen salchichas de cerdo y unas latas de
habichuelas.—LuegovolvióasubiralcuartodeChico—.NoeraJohnnie—dijo—,sino La internacional. Es raro que nuestro hombre tarde tanto en llamar. —Impacientesentóseenlacama—.YestacartadeColleoni,¿quédice?—Pinkieselaentregó—. ¡Caramba! ¿Aún no la has abierto? —Se puso a leerla—. Bien, esdoloroso, desde luego.Loquemepensaba.Peropodríahaber sidomuchopeor.Sibiensereflexionanoestanmalaproposición.—PorencimadelpapelmalvaatisbóaChico,ceñudoyabsortoal ladodelpalanganero—.Nosinvitaamarcharnosesoestodo.Quiere que abandonemos la partida. Ha contratado a lamayoría de nuestrosmuchachosytienelaconfianzadetodoslosbookmaker’s.Loúnicoquenodeseasondisturbios.Esunhombredenegocios.Dicequereyertasypendenciascomolaquetuviste el otro día no producen ningún provecho y acaban por causar descrédito.Descrédito—repitióDallowpensativo.
—Pretendequecontinuemoshaciendoelprimo.—¡Ah,ya!Estoes tenersentido.Declaraque tepagará trescientas libraspor la
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conformidad.¿Conformidad?—Significaquenonoscarguemosasusperros.—Esunabuenaoferta…Precisamenteloquetedecíahaceunmomento.Noslas
piramos de esta asquerosa ciudad y de esta zorra borracha de las preguntas y nosvamosaotrositio,aempezardenuevo…omejortalvez,nosretiramos.Adquirimosuncaféounbuenbaryahínoslasdentodas.Túyyo…ylachica,claro.—Hizounapausayexclamó—:¿PerocuándodiablostelefonearáelpuercodeJohnnie?Meponenervioso.
Chico permanecía mudo, contemplándose las recortadas uñas. Luego farfullóincierto:
—Túconoceselmundo,Dallow.Hasviajado.—Sí,unpoco.HaypocasciudadesentreLeicesteryBrightonquenomesepade
memoria.—Yohenacidoaquí.ConozcoGoodwoodyHurtsPark.HeestadoenNewmarket
también.Peromesientoextranjerolejosdeestascalles.CreoquesoytotalmentedeBrighton,quesoyBrightonmismo.
Suspalabrasrefolgaronconturbioorgullo,comosisusencillocorazónestuvieraharto de diversiones caras, de coches pullmans, de aburridos fines de semana enlujososhotelesydetodalaincruentatristezaquesiguealosayuntamientoscarnales.
Abajo,lacampanillaretingló.—¿Oyes?—dijoDallow—.¿SeráJohnnie?—Pero,porlovisto,fueenelportal
dondellamaronyDallow,ansioso,ocultósureloj—.Nomeimaginoaquésedebesutardanza.Drewittdeberíaestarenelbarcoya.
—Bueno—accedió Chico algo abatido—. ¿Vamos a cambiar, no es eso? Talcomo tú deseas. Después de todo, si me he decidido a beber, ¿por qué no puedodecidirmeaotrascosas?
—Claroquesí.Ymásahoraquehastaconocesalamujer—bromeóDallowconindecentealegría—.Estáscreciendo,Pinkie;yaeresunhombre.Comotupadre.
¡Comosupadre!…Chicoexperimentódenuevotodoelascoylarepulsióndelossábados nocturnos. Nada podía reprochar a su padre en estas circunstancias… Sehabía puesto a su nivel…Uno se enreda la primera vez y luego, suponía, uno seamoldaalhábito…nopodíanireprocharalachicatansiquiera.Eralavidallamandoalaspuertasdelavida…Existíaninclusoinstantesciegosenqueseencontrabagustoalacosa.
—Bueno, bueno… Nos iremos… Pero sin ella…—Determinó, acariciando elmensajeamorosoenelbolsillodesupantalón.
—Perosinoespeligrosaenabsoluto.Silachicaestálocaporti.—Tumásfeacualidad,Dallow,esquenuncamirasadelante.Hayañosyañospor
venir… Y el día menos pensado ella puede enamorarse de cualquier otra cosa, osentirseheridaporalgo,o…quéseyo…Sinolecierrolabocaparasiempre,nuncaestaríaasalvoporcompleto.
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Abrióse lapuertayRosaaparecióenelumbral.Chico, interrumpiendolafrase,dirigióleunaafectadasonrisadebienvenida.Demasiadotardequizá.EnlosojosdelamuchachalanguidecíaunadecepcióntanfácilmentetristequePinkienopudoevitarunsentimientode ternurapor suestupidezydeadmiraciónpor subondad.Ambosestabanpartidosporelmismorasero.Ydenuevocomprobóqueellalecompletaba.
—Olvidé, lallave.Hetenidoquellamar—excusóRosa—.Desdequehesalidoheestadoconansia.Poresohevueltotanpronto.¿Noticias?
—Todomarchabien—expusoChico,yalmismotiempotintineóel teléfono—.¡Vamos,yahassatisfechotusdeseos!—dijoregocijadamenteaDallow—.AhítienesaJohnnie.
Desdearribaoyeron,aintervalos,lavozbruscadeDallow.—¿Eres tú, Johnnie?… ¿Sí?… ¿Qué líos te armas?… ¿No querrás decir?…
¿Estásseguro?Sí,sí,mástardeteveré.Coneldinero,desdeluego.Subió pitando las escaleras, que crujieron como siempre en los peldaños
conocidos.Surostroancho,brutalycandoroso,rebosabadesatisfacción,comoeldeunministroenunbanquete.
—¡Buenas noticias! ¡Éxito completo! Estabamuy nervioso, nome avergüenzaconfesárteloati.PeroDrewittyaestáenelbarcoy…Ella,¿sabes?…¡lazorra!,hastahacecincominutosnohaabandonadoelmuelle. ¡Ay!Tenemosquecelebrarlo.PorDios,Pinkie,miraqueereslisto.Piensasentodo,entodo.
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VI
IdaArnoldhabíatrincadomásdeundobleycantabasuavemente,encalidecidaporlacerveza:
Unanoche,enunacallejuela,LordRothschildmedijo…
El chapaleo de las olas, debajo del muelle, runruneaba como el agua de unabañera,transportándolaaotromundo.Permanecíasentadaantesumesaconcalmaysoledad, sin experimentar ningún rencorparanadie, exceptouna solapersona. «Lavidaesbellasinosedesfallece».Semejabaunacarrozatriunfalenplenodesfile,contodounejércitodemacizosbatallonesdándoleescolta.«Elderechoeselderecho,ojoporojo,cuandoquierashacerbienunacosa,hazlatúmismo».
Phil Corkery apareció en la puerta del angosto salón de té, dirigiéndose a suencuentro. Por encima de sus hombros, a través de los cristales de las ampliasventanas, vislumbrábanse las luces de Hove, las cúpulas verdes cobrizas delMetropol,queyacíanenellechodelcrepúsculobajolapesadamasadenubarronesnocturnosybamboleantes.Laespumasalpicabalosvidrioscomosuavellovizna.IdaArnoldinterrumpiósucanciónparapreguntar:
—¿Vesloqueyoveo?PhilCorkerysentóse;nosenotabamuchoelveranoenaquelrompeolasdecristal
y parecía tener frío con sus pantalones grises de franela y su ligera chaqueta.Guardaba lasmanos hundidas en los bolsillos y se encontrabamuy agotado por elímproboconsumodepasión.
—Son ellos —concedió con cierto aburrimiento—, ¿cómo sabías que estaríanaquí?
—Nolosabía.Hasidounacasualidad,eldestino.—Estoyhartodeverles.—Piensa, de todos modos —bromeó con desenfadada fruición—, que más lo
estaránellos.Miraronnuevamenteen ladireccióndeFrancia,ya travésdelcampodemesas
vacías,haciaChicoyRosaydospersonas,unhombreyunamujer,quenoconocían.Silapandillaestabaallíparacelebraralgo,lasolavisióndelamujerdelaspreguntasdebíadehaberlesaguadolafiesta.ElGuinnesfluíaardientementeenlagargantadeIdaArnold,ysusojosesbozabanunaenormeimpresióndebienandanza.Eructócondelicadezaydijo,quitándoselosguantesnegros:
—Perdón.¿Supongoqueelotrosehabráescapadotambién?
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—Sí,sehaescapado.—No tenemos mucha suerte con los testigos. Primero Spicer, luego la chica,
despuésDrewittyahoraCubbit.—Hacogidoelprimertrenestamañana…Contudinero.—No importa. Al menos están vivos. Volverán. Yo puedo esperar… gracias a
BlackBoy.Phil la contempló de refilón. Estaba asombrado de su propia constancia en
enviarle—enviar a aquella torre de fortaleza y poder— la larga serie de tarjetaspostales invitándola desde todas las playas. Desde Hastings, en donde era posiblesacarunestuchedeVistasMarítimasdelestómagodeunenormelangostino;desdeEastbourne,encuyaplazaprincipalunniñopermanecíasentadoenunaroca,dentrodelaqueaparecíanpanorámicasdeHighStreet,BootsLibraryycamposdehelechos;desde Bournemouth, con su fantástica botella repleta de fotografías del Paseo, delJardínRocosoydelanuevapiscina…EracomoofreceruncacahueteaunelefantedeÁfrica. Le aturdía tamaña fuerza de voluntad…Cuando ella deseaba divertirse,nadie en el mundo era capaz de disuadiría; y cuando deseaba justicia… Dijonerviosamente:
—¿Noteparece,Ida,queyahemoshechobastante?—Peronohemosterminadotodavía—contestólamujerconlosojosfijosenel
obsesionantegrupo—.Nuncasesabepordóndesaltarálaliebre.Ellos,porejemplo,estánsegurosdequeyaseencuentranasalvo;sinembargo,aúnnohaterminadodeltodolafunción.
Chico, sentado junto a Rosa, guardaba un silencio ceñudo. El vaso de licor seaburría en sumano,virgenaúndelmenor sorbo.Tan sóloelhombrey lapelirrojacharlabanporloscodos.
—Hemoshechotodoloquehemospodido.Porlodemás,estostrabajosatañenalapolicía—insistióPhil.
—Ya oíste lo que dijo el comisario cuando le fuimos a ver —adujo Ida,empezandoacantardenuevo.
Unanoche,enunacallejuela…
—Detodosmodos,nodeberíamosmeternosmás.Noesasuntonuestro.
LordRothschildmedijo…
HizounapausaparaintentarponeraPhilenelcaminorecto.Noesjustopermitirque un amigo tenga ideas equivocadas. Es asunto de cualquiera que intuya ladiferenciaentreloderechoylotorcido.
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—Eresdemasiado tozuda, Ida.Túpuedesquemar…Sí, sí, todoestámuybien,pero…aveces hay razones para liquidar a unhombre.Quizá él las tuvo.Por otraparte—acusounpocohastiado—,todoloquehacesespordivertirle.NoconocíaslosuficientementeaFredparaqueteimportaratanto.
Ellaleclavólosojos,grandesyencendidos.—¡Caramba!—asintió—.Nodigoquenosea…excitante.¿Peroquéhaydemalo
enello?Megustaloderecho,eso,estodo.—Y lo torcido, también… de vez en cuando —imputó el, rebelándose
desfallecidamente.Idasonrióconacogedorayremotaternura.—¡Oh,elamor!Elamornoes torcido.Nosehaceningúndañoanadie.Noes
comouncrimen.Silofuera,estachicanoquerríavivirconélahora.Hazmecaso.Hecorridomuchomundo.Conozcolagente.—DirigióentoncessuatenciónaRosa—.No sería muy humano dejar a una criatura así en las garras de un asesino. Esenfadosa,desdeluego,esestúpida,peronoselomerece.
—¿Yquiéntedicequeellanoestádeseandoqueladejesenpaz?—Seríacomodesearlamuerte.Nadieestanidiota.No,no;nocejaréhastaquela
salve.¡Oiga,tráigameotroGuinnes!A lo lejos, más allá de West Pier, se vislumbraban las luces de Worthing,
indicandomaltiempo;lamareachapoteabarumorosayunaolagigantescarestallóenlaoscuridad, tiñendoelmuelledeblancassalpicaduras.Elmarbatíaen lospilares,igualqueelpuñodeunboxeadorenlapelotadecueroensayándoseparapegarmástardeaunaquijadahumana.
Suavemente,yunsiesonoesalegre,IdaArnoldempezóarecordaratodaslaspersonas que había salvado: un hombre que se ahogaba, cuando ella aún eramuyjovencita,unpobreciegoquebuscabasudineroyunaniñaperdidaenelStrand.
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VII
—PobreSpicer—exclamóDallow—.Tuvolamismaideaquenosotros;soñabaconllegarasereldueñodeuncaféenNottinghamalgúndía.—DandounapalmadaenelmuslodeJuddy,continuó—:¿Quétepareceque túyyoestemosalternandocon lagentejoven?Ahoraloveoclaro.Justamenteenelcampoy,siesposible,enelcrucede una carretera importante, por la que pasen muchos coches; en el Great NorthRoad. No me sorprendería que nos reportara mucho más dinero del que hemosganadohastaahora…
HizounapausaydirigióseaChico:—¿Quétepasa?Tomauntrago.Yanotenemosporquepreocuparnos…Chico contempló por encima de la ringla de mesas vacías a la mujer de las
preguntas. ¡Qué testaruda era! Parecía un hurón hurgando en el campo, entre lasmadriguerascalizas,paraagarrarelgaznatedeunaliebre.Detodosmodos,estavezselehabíaescapadolapresa.Yanoerapeligrosaenabsoluto.Dijoinsulsamente:
—¡Oh,elcampo!Noescosaquemeapetezcamucho.—Essaludable—contestóDallow—.¡Caramba!Haciendobuenavidaallípodrás
llegarhastalosochentaañoscontúcostilla.—Mefaltansesentaaún—farfullóChico—.Esmuchotiempo.MásalládelacabezadelamujertitilabanlaslucecitasdeWorthing.Losúltimos
fulgores del crepúsculo escurríanse en el cielo y unas nubes blandas y rojizas seposaronsobreelGran,elMetropole,elCosmopolitan,lastorresylascúpulasdelaciudad.Sesentaaños:turbiaprofecía,desoladorfuturo,penaymartiriosinfin.
—Alosdos,alosdososhablo—inquirióDallow—.¿Quéossucede?Estabanenelmismosalóndetéenelquesehabíareunido,despuésdelasesinato
de Fred, con Spicer, Dallow y Cubbit. Dallow tenía razón, desde luego, podíanconsiderarseasalvo:conSpicermuerto,conDrewittalejadodelmapayconCubbitDios sabía dónde. Estos pobres infelices nunca podrían declarar en el estrado detestigos. Chico conocíamuy bien que por la bocamuere el pez; el recuerdo de lacárcel fulgurabaa susespaldascomounaestela.Porotraparte,Rosaera sumujer.Nunca pudo sentirse tan seguro y tranquilo.Al final había ganado la partida. PeroDallow tenía también razón en otra cosa: levantábanse ante sus ojos sesenta añoslarguísimos.Suspensamientoscayeroncomohojassecas;nochesdelsábadoyluegoel parto, la rutina y el odio. Atalayó de nuevo a través de las mesas vacías, y lasonrisacalientedelamujerdestrenzabadestellosdederrota.
—Este garito apesta—dijo bruscamente—;me hace falta un poco de aire.—VolviósecariñosamenteaRosa—.¿Vamosadarunpaseo?
Levantándose con presteza salió del local por el caminomás corto, seguido deRosa.Alllegaralapuertaventiscosadelmuellelesusurróaloído:
—Esprecisoquehuyamosdeaquí.
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Agarrándola del brazo la condujo con tenebrosa ternura hacia unamarquesina.Las olas que venían de Francia restallaban en los pilares, bramando bajo sus pies.UnasensacióndepoderíoytemeridadlehizobrincarlosnervioscomocuandoSpicerse bamboleaba en la mortal barandilla o Cubbit le pedía dinero en el corredor. Atravésde losmarcosencristaladosdivisabaaDallowya Juddybebiendowhiskies;era la primera semana de los turbulentos sesenta años: el contacto sensual, elanhelantetemblor,losvergonzosossueñosyeldespertaracompañadoenlacama.EnlaruidosayásperaoscuridadelfuturorepercutíaenelcerebrodeChico.Parecíaelmecanismodeuntragaperras:seponeunpenique,seenciendeunaluz,seabrenlaspuertecitasylasfigurasempiezanamoverse.
—Aquí fue donde nos encontramos aquella noche, ¿recuerdas? —musitó conexpeditivoamabilidad.
—Sí—repusoella,acechándoseatemorizada.—NonoshacenningunafaltaDallowyJuddy.Solosestaremosmejor.Vamosa
darunavueltaporelcampo.—Hacefrío.—Dentro del coche no lo sentirás.—Le soltó el brazo bruscamente—. Desde
luego,sinoquieresvenirnovengas.Iréyo.—Pero¿adónde?—Yatelohedicho—adujoChicoconestudiadaligereza—.Alcampo.Extrajounpeniquedelbolsilloylohizodeslizarporlaranuradeltragaperrasmás
próximo. Tiró del botón y surgieron de un boquete, con su chirrido peculiar,cantidadesdecaramelosyavellanasyunosbonosparalimonadas,naranjadasyotrasespecies.
—Hedadoconbuenamano.¡Menudasuerte!—¿Esquenomarchanbienlascosas?¿Haymalasnoticias?—Ya has visto a la mujer de las preguntas. Siempre husmeando, siempre
entrometiéndose.Estoy seguro:nuncanosdejaráenpaz.Escomounhurónqueviunavezenposdeunrastro.—Alvolverse,unodelosfarosdelmuellelesdeslumbrólos ojos: fue comoun relámpago, una exhalación—.Yomemarcho.Quédate tú sitienesmiedo.
—Irécontigo.Noesnecesariosinolodeseas.—Irécontigo.Sedetuvierondelantedelosbarraconesdetiroalblanco.Unramalazodesalvaje
humorsacudióaChico.—¿Quéhoraes?—preguntófríamentealbaratillero.—Demasiadolosabes—fuelacontestacióndelhombre—;yatedijeunavezque
nomemezclesentuslíos.—Bueno,bueno…Nohayparatanto.Dameunapistola.La cogió con mano firme, apuntó rectamente al blanco y luego hizo fuego,
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desviando a propósito los tiros. Mientras tanto, pensaba: «El testigo declaró queparecíaestarmuyagitado».
—¿Quéesloquetepasahoy?—exclamóelhombre,sorprendido—.Nohasdadopieconbola.
Chicodejóelarmasobreelmostrador.—Necesitoreponerme—dijo—.Nosvamosapasearpor loscontornos.Buenas
noches.—Soltólainformaciónpedantescamente,consegundasdecambio,siguiendoel mismo procedimiento que con las tarjetas de Fred. Más tarde podría servir demucho.Al irse, incluso concretó, volviendo la cabeza—:Seguiremos el caminodeHastings.
—Nomeimportaunbledosaberhaciadóndevas—mascullóelhombre.El viejoMorris estaba aparcado cerca delmuelle. El demarré no funcionaba y
tuvo que ponerlo en marcha dándole vueltas a la manivela. Luego contempló lacarracaconunestremecimientodedisgusto,comosifueraelúnicobotínquehabíapodidosalvardesunaufragio.
—Iremosalmismositiodeaquella tarde.¿Recuerdas?La tardequecogimoselautobús.—Denuevosuspalabrassonaronaartimaña.Elinformeibadirigidoahoraalasorejasdelvigilantedecoches—.Peacehaven.Echaremosuntragoallí.
Después de circundar elAquarium empezaron a subir la cuesta en segunda.Élteníaunamanoenelbolsillo,agarrandoelpedazodepapelqueconteníaelmensajedeRosa.Lacapotatraqueteabayelresquebrajadocristaldelparabrisasenturbiabalavisión.
—Prontolloveráacántaros—profetizóChico.—¿Aguantaráelaguaestacapota?—repusoella.—Nonosimporta—murmuróélmirandoadelante—.Yanonosmojaremos.Rosanoquisopreguntarleelsignificadodeaquellasextrañaspalabras.Noestaba
segura aún, no quería estarlo…Mientras, podía perfectamente creer que eranmuyfelices,queerandosenamoradosdegiraporelcampo,ansiososdebeberyretozar,unidosenlastinieblas,contodaslasturbacionesydesgraciasfueradesualcance.Lepusolamanoenelhombroynotósuinstintivaretirada.Unaterribledudaapoderósedesuánimo.Quizásoñabalamástenebrosaylacerantedetodaslaspesadillas,quizáél no la quería como insinuara lamujer…Una ráfaga de aire húmedo y fresco lecosquilleoelrostroa travésdeunarendija.Másvalíanopensar.Ellasí lequeríayellatambiénteníasuresponsabilidad.Losautobuseslescruzaban,cuestaabajo,haciala población: pequeñas cajas domésticas, iluminadas y semovientes, en las que lagente bostezaba con sus cestas y sus libros. Un chiquillo aplastaba su nariz en elcristal y, por un momento, a la pálida luz del tráfico, le vio pasar tan cerca quehubierapodidoestrecharlocontrasupecho.
—Unpeniqueportuspensamientos—preguntóChico,cogiéndoladesprevenida.—Lavidanoestanmala—repusoella.—No lodirásenserio…¡Lavida!…Esunacárcel,esnosaberdóndeadquirir
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dinero… Gusanos y enfermedades, cáncer… Quejidos, lamentos y dolor cuandonacenlosniños.Esmorirpocoapoco,sinremedio.
Omorirdeunavez.Ahoraestabasegura.Elfarodelguardabarrosemblanquecíalos huesudos dedos agarrados al volante, dejando en lamás dura opacidad toda lacara.PeroRosaseimaginofácilmentesuamargaexcitación,sutransidoalborozo,laanarquíadesusojos.Unmagníficococheparticular—unDaimlerounBentley,nosabíamuchodemarcas—lespasórozandoatodavelocidad.
—¡Quéprisa tienen!—rezongóPinkiesacandolamanodelbolsilloyponiendoenlafaldadeRosaunpapelmuyconocido—.Tútambiénpiensascomoyo,¿noesverdad?—Tuvoquerepetirlapregunta—.¿Noesverdad?
Ella tuvo el presentimiento de que había firmado mucho más que su propiamuerte.Elcielo,fueraloquefuera,yelchiquillodelautobúsyelrorroquellorabaenlacasadelosvecinos,danzabanlocamenteensucabeza.Porfin,pudoresponder:
—Sí.—Antes iremos a beber un trago.Y luego, ya verás, lo tengo todo a punto.—
Añadióconodiosaligereza—:Serácuestióndeunminuto.Rodeandoconelbrazosucintura,pegóelrostroaldeella,yRosapudodistinguir
sus facciones.Sufrentearrugábasepensativa,ysupielolíaagasolina.Todoolíaagasolinaenaquelviejoyagrietadocoche.
—¿Estás seguro de que… —suplicó ella—… no podemos esperar?… Mástarde…talvez…
—Nohayotrasolución.Yalahasvistoestanoche.Casitienetodaslaspruebas.Prontonospescaría.Pronto.
—¿Porquénoaguardamoshastaentonces?—Entoncespuedeserdemasiadotarde—silabeódescoyuntadamente,mezclando
las palabras con los chirridos de la capota—. En el instante menos pensado, yasabes… las esposas… demasiado tarde. —Añadió con terrible marrullería—: Nopodríamosestarjuntos,unidos…
Apretóelaceleradorhastaloscincuenta—lacarracanopasabadelossesentaensuvelocidadmáxima—yelpequeñoempujónleprodujounainmensasensacióndetemeraria rapidez. El viento batía en el parabrisas, colándose a través de lasresquebrajaduras.
Empezóquedamenteaentonar:Donanobispacem…—¿Quéquieresdecir?—Señor,danoslapaz.Mientras tanto, pensaba: «Tendré tiempo suficiente en los próximos años —
sesenta años— para arrepentirme de esto. Ir a un cura y confesar: “Padre, hecometidodoscrímenes.Yluegohubounachica…Sesuicidó,padre”.Aunmuriendorepentinamente, al volver a casa por la noche, con los faros del coche apagados,tendríatiempo.“Unactodecontricióndaaunalmalasalvación”.Enunodelosdosbordes de la carretera terminaban por completo las edificaciones y en el otro
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rebramabaelmar,rompiéndosecontralospeñascosdelriscoconunrumoreosordoyprofundo. Sin embargo, Chico no intentaba engañarse a sí mismo; sabía porexperienciaquecuandoeltiempoapremianoeramuyfácilconcentrarseenelactodecontrición.No importaba,de todosmodos…Élnoestabahechoa lapaz,nopodíacreerenella.Elcielonoesmásqueunapalabra;sóloelinfiernoesunacosareal.Loscerebrosúnicamentesoncapacesdeconocerloquepuedenconcebiryaélnoleeraposibleimaginarseloquenuncahabíaexperimentado.Sumedioambientesereducíaalpatioasfaltadodelcolegio,alaestufacenicientayalhombremoribundoenlasaladeesperadelaestacióndeSt.Pancras,asucamastroenlacasadeBillyyallechosabáticodesuspadres.Unterribleresentimientoseapoderódesucorazón.¿Porquéélnotuvooportunidad,comolasotraspersonas,paraecharunaojeadaalciclo,sinoeramásqueunresquicio,unahendiduraentrelasparedesdeBrighton?
MientrasllegabanaRottingdean,volviólacabezaparaatisbaraRosa,sediento,alavez,deverelcieloensuperfil.Peroelcerebronorespondióalallamada.Nopudocolumbrarmásqueunabocaansiosadecontactosexualyelcontornodeunossenosanhelantesdecriar.Oh,sí,erabuena,desdeluego,supuso,peronolobastante.Teníaquedeshacersedeella.
EnRottingdeanempezabandenuevolascasas,queseofrecíanalaopacidadconfantásticaarquitecturadetubosdeórgano.EnlomásaltodelacolinalevantábaseelsombríoesqueletodeunaCasadeMaternidad,alígeracomounaeroplano.
—Noseráfácilquenosmolestenaquí,enelcampo—dijoobsesionadamente.La luz de los faros del coche iba disminuyendo a medida que se acercaban a
Peacehaven.Losretazosdecalizagualdrapeabancomoblancoshacesdeunalinterna.Losautosquecirculabanensentidocontrariolescegabancompletamente.
—Labateríaestámuybaja—susurró.Rosa tuvo lasensacióndeque lospensamientosdeChicoestabanmuy lejosde
allí, de que se escapaban miles y miles de leguas más allá del terrible acto, delhorrorosomomento.Eleramuysabioybarruntaba,seguramente,cosasqueellanopodíaconcebir:castigoeterno,llamasardientes…Sintióhorrorylaideadelapenalahizo estremecer. El macabro proyecto estaba a punto de cristalizar entre lasventiscosas ráfagas de lluvia que herían el destartalado parabrisas. La ruta queseguían conducía a la condenación. No ignoraba que lo que pensaba hacer eraconsiderado como el peor de todos los pecados, el pecado de la desesperación, elpecadomortalmásmonstruoso,sinposibilídaddemisericordia.Intentóponersealaalturadelascircunstancias,sentirsedesesperada;peronopudo.Sualmitanoadmitíaciertosestadosdeánimo.Élibaacondenarse,peroellaestabadispuestaademostraratodoelmundoqueleseguiría,sumisayamorosa,hastaelfin.Cualquierdelitoqueél se viera obligado a ejecutar, lo haría ella también. Sentíase capaz incluso decompartir todos sus crímenes. Un relámpago la deslumbró por un momento,iluminando su perfil. Una frente ceñuda, pensativa, en un rostro de muñeca. Laresponsabilidadlaagitaba.NodejaríaaChicohundirsesoloenlastinieblas.
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LascallejuelasdePeacehavencaracoleabanhacialosriscosdelacosta;espinososarbustos y matojos crecían alrededor de las villas por alquilar; las rocas sedifuminabanenlaoscuridad,juntoaunabalsadeaguaencharcadayauncéspeddesalobreherbaje.Habíanllegadoenunesfuerzosupremo,comoeldelosexploradoresal descubrir nuevas tierras. Pero esta vez tierras conocidas les descubrían a ellos.Chicorompióelsilencio:
—Vamos al hotel y beberemos algo.Después…ya tengo pensado el sitiomásconveniente.
La lluvia empezó a convertirse en aguacero, batiendo furiosamente lasdescoloridaspuertasdeLureland y los carteles anunciadoresdel últimobaileydelpróximo campeonato de whist. Dejando el coche, corrieron hacia el hotel. Elvestíbulo estaba solitario con sus pequeñas estatuillas de mármol, su arrimaderoverdeysucenefa,enloaltodelasparedes,enformadeguirnaldasderosasylirioscuajadas en oro. Algunos sifones reposaban encima de las mesas azules y en lasvidrieras de las ventanas unas carabelasmedievales cabeceaban en unmar de olasfrescasyensortijadas.Alguiendebíadehaberrotolosbrazosdeunadelasestatuasoquizá no los tenía ex profeso para ofrecer una apariencia clásica, envuelta en unmanto, como el símbolo de la victoria o de la desesperación. Chico tiró de lacampanilla y unmuchachode sumisma edad acudió por la puerta del bar públicoparaatenderles.Separecíanextraordinariamente,peroeranmuydistintosenelfondo.Rostro delgado y hombros enclenques. Ambos se irguieron tiesamente como dosperrosapuntodeacosarse.
—Piker—dijoChico.—¿Quédesean?—Algo de beber. Trae dos coñacs dobles. Aprisa. —Luego murmuro con
suavidad—.¿QuiénseibaaimaginarqueencontraríaaPikeraquí?—Rosalemiróconaturdimiento,sorprendidadequepudieraencontrarlamáslevedistracciónensuterribleproyecto.Percibíaelvendavalsacudiendolasventanas.Enelprimerrellanode la escalera otra estatua mostraba sus miembros mutilados. Chico continuó—:Fuimosalaescuelajuntos.Siempreleatormentabaenlosrecreos.
El muchacho, aterrorizado y cauteloso, volvió con el servicio con un halo dehumeantesrecuerdosdelainfancia.Rosaexperimentóunaextrañacongojadeceloscontra él porque en una noche como aquella se atrevía a enturbiar la atención dePinkie,quequeríatodaparasí.
—¿Eresuncriado?—preguntóChico.—Nosoyningúncriado.Soyuncamarero.—Peroquerrásquetedenpropina,¿no?—Nomehacenfaltatuspropinas.Chicosetragóelcoñacdeunsorboyelrocedellicorenlagargantalehizotoser
endiabladamente.Todalavergüenzadelmundorebullíaensuestómago.—Estoesserunhombre.—DirigióseaPiker—.¿Quéhoratienes?
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—Míralatúmismo…siesqueconoceslosnúmeros.Allíhayunreloj.—¿Esquenosepuedeoírmúsicaaquí?Deseamoscelebraralgo.—Tenemospianoylaradio.—Enchúfala,entonces.El aparato estaba escondido detrás de una maceta de plantas. Pronto las
quejumbrosasnotasdeunviolínpusieronestáticoaChico.Luegofarfulló:«Meodia.Odiamivalentía».VolvióseparaburlarsedePiker,perosehabíaesfumado.OrdenóaRosa:
—Bébeteelcoñac.—Nomeapetece.—Hedichoquetelobebas.Él permanecía al lado de la radio y ella junto a una antigua chimenea. Les
separaban tresmesas, tres sifonesyuna lámparade estilomoriscooTudoroDiossabe cuál. Ambos estaban abotargados por una tremenda irrealidad, por un ansiaenormedeconversar,dedeciralgocomo:«¡Quénoche!»,obien:«Hacemuchofríoporeltiempoenqueestarnos».Porfinellapreguntó:
—¿Eselencuentrodeuncondiscípuloloquequierescelebrar?—Exactamente.Estomismo.Losdosconsultaronel reloj.Erancasi lasnueve.Elviolínsollozabay la lluvia
batíalasventanasencaradasalmar.Embarazosamentecontinuó:—Yaeshoradeque…nosvayamos.Ella se puso a rezar en voz baja: «Ave María, Madre de Dios…», pero se
interrumpióbruscamente.Estabaenpecadomortal;paranadaservíanlosrezos.Lasplegariassequedabanaquíabajo,conlossifonesylasestatuillas.Perseverabaalladodelachimenea,estremecidadehorrorosaimpaciencia.
—Tendremosquedejaralgunanotaescrita…,algoparaquelagenteseentere.—¿Quénosimportalagente?—Oh,sí.Síqueimporta.Esprecisoquehagamoslascosasbien.Hemoshechoun
pacto.Lohabrásleídocentenaresdevecesenlosperiódicos.—Pero¿hayverdaderanecedad?—Eslacostumbre.De súbito una horrenda y visionaria presunción engalló a Chico, mientras los
lamentos del violín se desvanecían para dar paso a las nueve campanadas quemarcabanlahora.Luego,dedetrásdelamacetadeplantassurgióunavozdandoelBoletín Meteorológico: «Borrascas procedentes de Europa, depresión en elAtlántico… Tiempo probable para mañana…». Rosa empezó a escuchar, pero enseguidaacordósedequemañanayanoleimportaríaeltiempo.
—¿Quieresotrocoñacoalgunaotracosa?—InterrogóChicobuscandocon losojoslapuertadellavabo—.¿Mepermitesunmomentoverdad?Volveréenseguida.—Extrajodelbolsilloelpedazodepapelarrugadoyse loentregó—.Mientrasestéfueraañadecualquierfraseenestamismanota.Toma.Aquítienesunlápiz.Ponque
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nopuedesvivirsinmíoalgoporelestilo.Tenemosquehacerlascosasbien.Eslacostumbre.
LuegoseasomóalpasilloparapreguntaraPiker:dóndeestabaellavabo.Teníaquesubirarriba,ydirigiósealasescaleras.Enelprimerrellano,delantedelaVenus,echóunaojeadaalvestíbulo.Eraunodeaquellosinstantesquenoseolvidanjamás,comolanochelluviosaalfinaldelmuelle,yelvocalistadeSherry’sconsufrac,yelfulgordelalunailuminandolosVinosdelImperioenlabodegadeSnow’sylacrisisdeCubbit pateando la puerta de su cuarto. Le sorprendió acordarse de todos estossucesossinasconirepulsión.Intuíaqueenalgunaparte, igualqueunpobrediabloantesucasaenruinas,seagitabalaternura.Peroélhabíacreídoenelhábitodelodio.Volviósedeespaldasycontinuósubiendo.Sedecíaperversamentequemuypronto,muyprontoencontraríasedenuevoencompleta libertad.LosdelJuzgadoverían lanota;éldeclararíaquenose imaginabaqueel tenerquesepararsedeellaporunosdías —viaje de negocios— la desesperara tanto, hasta este extremo; seguramentehabíacogidoelarmadelcuartodeDallow.LosdelJuzgadoverificaríanlashuellasdigitales, desde luego, y después… Atalayó el mar por la ventanilla del lavabo:invisiblesyrebramantesolaschocabancontrael risco.Después lavidacontinuaría.Basta de contactos humanos, hasta de experiencias ajenas repercutiendo en sucerebro…Anhelaba lamás rotunda independencia.No preocuparse de nadie ni denadamásquedesímismo.Desimismo:elconceptodespertabahigiénicosecosentrelasconchasdeporcelana,lostubos,losobturadoresylosdesagües.Sacóelrevólverdel bolsillo y lo cargó con dos balas. En el espejo del lavabo reflejóse su manooperando en elmortal instrumento, poniendo el gatillo de seguridad. Abajo, en elvestíbulo, las noticias habían terminado y comenzaba nuevamente la música. Elviolíngruñíacomounperrosobreunasepulturaylavastaoscuridadexteriorapretabasubocahúmedaenloscristales.Escondióelrevólverysurgióalcomedor.Estavezsabía exactamente lo que llevaba entre manos. Una estatuilla, símbolo de lainocencia, con las manos cortadas y una guirnalda de flores de mármol parecíamirarlesuplicante,ycomounaráfaga,cruzóporsumenteunimpulsodesmayadodepiedad.
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VIII
—Hacemuchoratoqueestánfuera—rezongóDallow—.¿Quédemoniosleshabrásucedido?
—Notepreocupes—repusoJuddy,posandosusregordetesyprehensibleslabiosenlasmejillasdelhombre—.Deseanestarasolas.
—Supelo rojizodejó en la bocade él un sabor amargo.—Cosasdel amor, yasabes.
—No,no…—Estabadesasosegado.Ciertasconversacionespasadassealzaronensumente—.Nolaquiere.Laaborrececontodasualma.
Enlazómelosamente lacinturadeJuddy.Desde luego,noeraagradableecharaperderunavelada tanagradable,pero…Lepreocupaba loquePinkie llevaríaen lacabeza.Sorbióunlargotragodelvasodesucompañeray,alolejos,porelladodeWorthing retingló una sirena. A través de los cristales divisaba a una parejahaciéndose carantoñas y a un hombre consultando el destino en una máquinatragaperrasqueteníalaformadeunahadamaravillosa.
—Entonces,¿porquénoladespacha?—preguntóJuddybuscandolabocadeélcon la suya. De súbito, levantóse presa de viva indignación—: ¿Quién es aquellazorra?¿Porquénoparademirarnostanfijamente?Estamosenunpaíslibre,creo.
Dallow volvió el rostro para echar un vistazo. Su mentalidad era retrasada ytrabajabamuydespacio.
—Nuncalahevisto—dijo.Peroenseguidalevantóselacortinadesumemoria—. ¡Caray! Si es la maldita paloma que tanto molesta a Pinkie. —Se levantópesadamente, caminando de tropiezo en tropiezo por entre las mesas—. ¿Quiénesusted?—inquiriódesafiadoramente—.¿Quiénesusted?
—IdaArnold,paraservirle.LosamigosmellamanIda.—Yonosoyamigosuyo.—Peorparausted—dijoellacongentileza—.Bebaalgo.Leinvito.¿Dóndehan
idoPinkieyRosa?Deberíahaberevitadoquesemarcharan.EsteesPhil.Preséntenosasuamiga—continuóamablemente—.Yaerahoradequenosconociéramos.¿Cuálessunombre?
—¿Nosabeloquelespasaalosquemetenlasnaricesendondenolesllaman?—Sí, sí; lo sé. Lo sé perfectamente. Estaba con Fred el día qué Ustedes le
liquidaron.—Tengacuidadoconloquedice.¡Portodoslosinfiernos!¿Quiénesusted?—¿No lo sabe aún? Sin embargo, cuando nos anduvo persiguiendo todo el
camino con aquelMorris anticuado—sonrió amablemente—. Parece que haga unsiglo,¿verdad?
Lamujerteníarazón:parecíaquehubierapasadounsiglodesdeentonces.—Bebaalgo;sincumplidos.¿DóndeestaPinkie?Mehizoelefectodequenole
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gustabamuchoverme.¿Yquécelebraban?Supongoquenoseríaladesgraciadesuamigo,misterDrewitt.Hasidocuestióndemalasuerte.
—¿Quéquiere insinuar?—rezongóDallow.Lascamarerasbostezabanmientraselvientosacudíaloscristales.
—¿No lo han leído en los periódicos? ¡Oh!…Noquisiera enturbiar su alegría,peroprontoseenteraránporotrosconductos.Sobretodosiesqueabrelabocamásdeloconveniente.
—SehaembarcadorumboaFrancia.—No,no.EstáenlaComisaríaahora—deslizóIdaconabsolutaentereza—.Le
hicieron volver de estampía.—Hizo una pausa para elaborar bien su programa—.Deberíanescogermejorsusabogados,hombresdeprestigio,quepudieranpermitirseellujodetomarseunasvacaciones.ADrewittlebuscabanporestafa.Ledetuvieronenelmuelle,cuandopretendíaembarcar.
Dallowlacontemplódisgustado.Nosabíasicreerlaono.—Está al corriente demuchas cosas.Demasiadas quizá. ¿Puededormir por las
noches?—¿Yusted?Laanchayrudafazseencendióconunhalodeinocencia.—Yo.Yonoestoyalcorrientedenada.—Fue tirar el dinerodárselo a unpicapleitos así.Teníaque escaparsede todos
modos…CuandopesquéaJohnnieenelmuelle…Dallowdiounbrincodedesesperadasorpresa.—¿CuándopescóaJohnnie?¡Quédiablos…!Ellarepusosimplemente:—Gusto a bastantes hombres. —Después de tragar un sorbo continuó—: Su
madreletratabavergonzosamentecuandoerachico.—¿Lamadredequién?—DeJohnnie.Dallowseibaimpacientando,presademiedoyhechounlío.—¡Portodoslosdemonios!¿DequéconocealamadredeJohnnie?—Sétansóloloqueélmehacontado.—Idaseguíasentadacompletamenteasus
anchas.Ostentabaunairedeclemenciaycomprensiónentodosucuerpo,comounperfume caro. Dijo con afabilidad—: Nada tengo contra usted. Me gustaría quefuéramosamigos.Traigaasucompañeraanuestramesa.
DallowechóunaojeadaaJuddyporencimadelhombroyfrenóelimpulso.—Serámejorquenolohaga.—Ibaponiéndoseconfidencial—.Lociertoesque
esunpococelosa.—¡Nomediga!Ysumarido…—¡Oh,sumarido!Sumaridoestámuybien.LoqueBillynove,corazóndeBilly
quenosiente.—Bajólavozensusurro—.YBillypuedevermuypoco.Esciego.—Nolosabía.
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—Nilohubierasabido.Lodisimulamuybien.Ytieneunasmanosdeoroparacoseryplanchar.—Deprontoseacordódesuverdaderasituación—.¿Quédiablosquieredecirconesodequenolosabía?¿Quéesloquesabeenrealidad?
—No mucho. No es que haya estado husmeando de aquí para allá. Pero losvecinossiemprehablanmásdelacuenta.—Seapropiabanmuchasfraseshechasdelrefraneropopular.
—¿Quiénhablamásdelacuenta?…—intervinoJuddyinopinadamente,hartadeestar sola en la otramesa—. ¿Yqué es lo que tienen que decir? ¡Caramba!Simediera la gana de poner la lengua en sus obligaciones… Pero no me gusta. Lamurmuraciónnoesparamí.—Diounvistazodesvaídoasualrededor.
—¿Quéleshasucedidoalosdospollos?—Talvezleshayaasustadomipresencia—insinuóIda.—¿Asustar a Pinkie?—adujo Dallow—. Tiene gracia. Pinkie no se asusta tan
fácilmente.—Loqueyoquierosaberesloquechafardeabanlosvecinos—inquirióJuddyde
nuevo.Alguien tiraba alblancoen losbarracones.Al abrirse lapuerta anteunapareja
queentraba,losdisparosseoyeroncontodaperfección:uno,dos,tres.—Este debe ser Pinkie. Siempre le ha gustado probar la puntería —sugirió
Dallow,esperanzado.—Le recomiendo que vaya a verlo. No sea que, al enterarse de la noticia, se
desesperey,consupuntería,hagaunestropicio—repusoIda.—Sehacedemasiadasilusiones.NonospreocupaloquehaganconDrewitt.—¿Entonces,porquéledierondinero?¿Parahacerleunregalo?—¿Dinero?Johnniehaestadobromeando.—Sinembargo,suamigoCubbiteradelaopinión…—Cubbitnosabenadadenada.—Desde luego—admitióIda—,Cubbitnoestabaallí, losé.Almenosporesta
vez. Pero usted… Veinte libras no son ningún grano de anís… Escúcheme: Nonecesitabuscarsemásquebraderosdecabeza.DejeaPinkiequepurguesuscrímenes.
—Meponemaloconsustonterías.Seimaginasermuylistaynoesmásqueunacualquiera. —Dirigióse a Juddy—. Voy al lavabo un momento y cierra el picomientrasestéfuera.Delocontrarioesapaloma…—Trenzóungestodedesaliento.NopodíaexpresarconexactitudelcúmulodeinfortuniosqueeracapazdeatraerIdaArnold.Alsalir,angustiadoyaturdido,seleechóencimaunaventolera,porloquetuvoqueagarrarsugrasientosombreroyquitárselo.Bajandolasescalerasdellavabopúblicozigzagueabaviolentamente,comosidescendieraalasalademáquinasdeunbuqueenplena tormenta.Todoelnauseabundoaposentoparecíacabecear impelidopor la fuertemarejada exterior, que conmovía los pilares y reventaba en la playa.Pensó:TengoqueadvertiraPinkie.SiestecuentodeDrewittescierto…Lerondabanotras cosas por el cerebro, otras cosas, además, del viejo Spicer. Surgió de las
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escaleras y se puso a otear el muelle: Pinkie no asomaba por ninguna parte.Zascandileópordelantedelosbarraconesydelostragaperras.Nirastrodesuamigo.Eraotrapersonalaqueestabatirandoalblanco.
—¿HasvistoaPinkie?—preguntóalhombre.—¿Qué bulla os traéis entre manos? Sabes de sobra que le he visto. Se ha
marchadoalcampo,consuchica,para tomarel fresco.CaminodeHastings.Bien,¿supongoquetambiéntúdesearíassaberlahora?Puesespabílate.Nodeclararénadaenabsoluto.Buscaosaotroincautoparavuestrasmalditascoartadas.
—Vete al diablo —contestó Dallow malhumorado, empezando de nuevo avagabundear. Apagados por los bramidos del oleaje llegaron confusos loscampanillazosdel relojdealguna iglesiadeBrighton.Loscontóansioso:uno,dos,tres, cuatro… y no pudo continuar, sobrecogido de terror. Ocurriósele que lo deDrewitteraverdadyPinkielosabía…Recordósuinsensatoproyecto…Aestashorasnosepodíairalcampomásqueparaecharseunajuerguecitaenalgúnparador.YaPinkie no le gustaban las juerguecitas. Sin darse cuenta deslizó en voz alta—: Espreciso que lo impida…Quiere hacer una locura…—Estaba ebrio y confuso. Ledolíaahorahaberbebidotantacerveza.¡Eratanbuenamuchacha!Imaginóselaenlacocina queriendo encender el fogón. «¿Y por qué no?», pensó mirandomelancólicamente al mar. Estremecióle la nostalgia de un deseo sentimental queJuddynunca podría satisfacer.El periódico con el desayuno, las zapatillas junto alsillón,lasllamascrepitandoenelhogar.Empezóacorrerprecipitadamentehacialostorniquetes.Ciertascosasnolasdebíapermitir.
Estaba segurodequeelviejoMorris no se arringleraría en el aparcadero, perodeseaba convencerse por sí mismo, y al comprobar la ausencia, unas voces muyconocidas martillearon las fibras más íntimas de su corazón. «Suponte que sesuicida»,«Estoesunasesinatocomocualquierotro».«Sóloqueporéstenoesfácilquemecojan».Sedetuvodesesperado,sinsaberquéhacer.Lacervezalebarrenabaelcerebro.Seacariciólafrenteconmanofatigada,preguntandoalvigilante:
—¿HasvistocuándosehallevadoelMorris?—Suamigoyunachicalovinieronabuscar—contestóelhombremaniobrando
entreunTalbotyunAustin.Llevabaunapiernaartificialmovidaporunresortedesdeunodelosbolsillosdelpantalónyandabaabandazos,conairedefatigayesfuerzo—. Hace una noche magnífica—dijo. Parecía agotado por la molesta y rutinarialabor.Continuó—:HanidoaPeacehavenaecharuntrago.Nomepregunteporque.—Conlamanoenelbolsillodiountirónalalambreocultoyempezóacaminarendiagonal hacia un Ford—.Tendremos lluvia para rato.—Su voz provenía del otroladodeunaringladecoches—.Gracias,señor.
Luegooyósedenuevoeltrabajosochirridodelostironesdealambre.Dallowpermanecíaatontadoyconfuso.Sucabezadabavueltas…¡Peacehaven!
Había autobuses… pero llegaría demasiado tarde con el autobús. Quizás erapreferiblelavarselasmanos…Alfinyalcaboélnosabíanadaoficialmente,yalo
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mejor,dentrodemediahoraveríaregresaralviejoMorrisconPinkiealvolanteylachica a su lado… Pero, no; no. Estaba seguro de que esto no sucedería nunca.Regresaría el coche tal vez, pero no con los dos ocupantes. Chico había dejadodemasiados rastros tras de sí: el mensaje en la barraca de tiro, la noticia en elaparcadero.Deseabaquelebuscaranyleencontraran—enelmomentooportuno—paracolocarlafantásticahistoria.Elhombredelapiernademaderaestabadevuelta.Dijo:
—Suamigoteníaunaspectoraroestanoche.Parecíaalgoalumbrado.A Dallow le hizo el efecto de que aquel hombre hablaba ya en el estrado de
testigos,prestandolaconsabidadeclaración.Volvió la cabeza desesperanzado… Era preciso recoger a Juddy, irse a casa,
esperar…PeroseencontróconIdaArnold,alertayvigilante,adospasosdeél.Lehabíaseguido,escuchándolotodo.Rezongó:
—¡Portodoslosdemonios!Estoesobligaciónsuya.Ustedtienelaculpadequesecasara,deque…
—Alquileuncoche—contestóella—.Aprisa.—Notengodineroparacoches.—Tengoyo.Noperdamostiempo.—Nohaynecesidaddecorrertanto.Hanidoatomarunacopatansólo.—Ustedsabebienaloquehanido.Yo,no.Perosiquieresalvarelpellejoalquile
uncocheenseguida.Empezaronacaerlasprimerasgotas,mientrasDallowintentabaexcusarse.—Yonosénadadenada.—Estábien.Pero¿puedeinvitarmeaunpaseoporlasafueras,no?—Desúbito
prorrumpióconviolencia—:Nosealocoypórtesebien.Esmejorquemetomecomoamiga.YaveráloquelepasaaPinkie.
Sin embargo, Dallow no se precipitó. ¿Qué era lo conveniente? Pinkie habíadejado huellas. Pensó en todo, en que le seguirían… Pero no era necesarioapresurarse. Ya llegarían en el momento oportuno para encontrar… Le faltabaimaginaciónparacolegirloqueibanaencontrar.
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IX
Chico,desdelasescaleras,miróhaciaabajo.Doshombrescongruesaschaquetasdepiel acababan de entrar, parlanchines y calados hasta los huesos. Sacudiéronse lamojaduracomoperrosydemandaronruidosamentealgodebeber.
—Dosbitters—dijouno—envasogrande.Luego se callaron un momento, olfateando a la chica del vestíbulo. Parecían
personas de categoría; sabían que en los hoteles de lujo se estilaban los vasosgrandes. Chico contemplaba sus fanfarronadas con odio incontenido. Cualquierhembra era mejor que nada, incluso Rosa. No obstante, pudo darse cuenta de laindiferencia de los viajeros. Rosa no valía más que una mirada de soslayo y unabroma.
—Hemosllegadoacientoveintekilómetrosporhora.—Creoquehastacientoveinticinco.—Esunautoestupendo.—¿Cuántotecostó?—Unasdoscientaslibras.Barato,¿noteparece?Hicieron una pausa, atisbando nuevamente a la chica abandonada junto a la
estatua.Novalíalapenahacerningúnsacrificioporella,perosílacosasepresentarafácilmente, sin complicaciones… Uno de los hombres susurró algo al oído de sucompañeroyambossoltaroneltrapo,mientrasvaciabanagruesossorboslosvasos.
Un esguince de confusa ternura palpitó en las sienes de Chico. ¿Qué malditoderechoteníanaquellosbergantesparareírybromearacostadelamuchacha?¿Quéles importabaaellossivalía lapenaono?Descendió lospeldañoshastaelmismovestíbulo.Losviajerossemiraronmutuamenteconungestoindefiniblequeparecíaindicar:«Oh,no.Esmuypoquitacosaparacomplicaciones».
—Anda,bebe—indicóuno—.Busquemosalgomejor.EsperoqueZoenohabrásalido.
—Nolocreo.Leadvertíquequizáiríaaverla.—Ysuamiga,¿quétal?—Oh,esmuyardiente.—Entonces,alastres.Vamosavisitarlas.Tragaronlosbittersysedirigieronarrogantementealacalle,echandounvistazo
aRosa al pasar.Chicopudooír sus risasmás allá de la puerta. Semofabande él.Avanzó unos pasos por la estancia, indeciso y abotargado de fría impulsión. Leinvadíaundeseorepentinoderenunciaratodossusplanes,devolverseacasaydedejarlavivir.Enestesentimientoelmiedoyeltemorcontabanmásquelaverdaderapiedad.Hacíaseunlíoconlasinterminablespreguntas,queexigiríanunarespuesta.Además,noestabaconvencidodehallarlasoñadalibertadalfinaldetodoaquelloy,aunencontrándola,seríamuyrelativa.Dijo:
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—Lalluviaacrecienta.Rosa no pudo contestar. Permanecía esperando, en silencio. Respiraba
fatigosamente, comodespuésdeuna largacarrera,y sus facciones, enun segundo,habíanenvejecido.Teníatansólodieciséisaños,peroaparentabatenermuchosmás.Suaspectoeraeldeunamujeragotadaporlascargasdelmatrimonio,losdoloresdelalumbramiento y la diaria lucha por la vida. Había llegado a los umbrales de lamuerte;ylamuerteleafectabacomolaedad.Expusotristemente:
—He escrito lo que querías —y esperó a que él cogiera el trágico mensajedirigidoalcomisario,alpresidentedelTribunal,aloslectoresdelDailyExpress,yatodo, aquello que burbujeaba con el nombre demundo. El camarero penetró en elvestíbuloparaavisar:
—Nohanpagadoaún.YmientrasPinkieescarbabalosbolsillosenbuscadedinero,ellaexperimentóun
atisboderebeldíaydedisconformidad.Noteníamásquesalirafuera,abandonarleasus criminales instintos, rehusar su participación en el lúgubre juego. No debíamatarseasímisma; lavidanoera tanmalapara llegaraesteextremo.La ideafuecomo un rayo de luz, como si alguien le susurrara al oído que ella tenía unapersonalidad propia, que era una criatura independiente, y no un pedazo de carneadheridoaladeél.Podíaescaparse,vivirsupropiaexistencia,siPinkiecontinuabaaferradoasusfúnebrespropósitos.Notodoestabaperdido.Llegaríanconelcochealfatallugardeldesenlace,cogeríalapistola,yentonces,enelúltimomomento,quizáno hubiera necesidad de disparar. No todo estaba perdido.Mientras hay vida hayesperanza.
—Tomaestodepropina—fanfarroneóChico—.Yo siempredoypropina.—Elodio volvió a roncar en su cerebro—. ¿Eres buen católico, Piker? ¿Ya vas amisatodoslosdomingos,comoteenseñaronenlaescuela?
—¿Porquéno,Pinkie?—repusoelmuchachoconairededesafío.—Tienesmiedo.Tienesmiedodecondenarte,delfuegoeterno.—¿Quiénnolotiene?—Yo. —Rememoró con repugnancia el pasado: una campana tintineando, un
chiquillodeshechoenlágrimasanteelmaestro…Repitióconorgullo—:Yonotengomiedo.—YluegodijoaRosa—:Vámonosya.
Al cruzar el vestíbulo engarfió las uñas en la muñeca de la muchacha, medioacariciantes,mediotraidoras,ymurmuró,perverso:
—¿Mequerrássiempre,verdad,siempre?—Sí.—¿Mequerrástodalavida?—repitiócomodándoleunaúltimaoportunidad.YalrecibirlaafirmativarespuestadeRosa,pensóconascoyhastíoenunfuturo
sinindependencia.Llovía a cántaros y el demarré no quiso funcionar.Con las solapas levantadas,
Chicopusoenmarchaelcochevaliéndosedelamanivela.Rosaintentódecirleque
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nopodíancontinuarallí,mojándose,porquehabíacambiadode idea,porquequeríavivirpor encimade todo, a tuertaso aderechas.Perono se atrevió.Esperaríaotraocasión, en el último instanteposible.Cuandopor finpudieronpartir, ella solicitó,amorosa:
—¿Nomeodias,verdad,porloquehicimosanoche?…—No,noteodio.—¿Aunquefueraunpecadomortal?No,desdeluego,nolaodiabaporello.Talveznitansiquieraodiabaelactoensí.
Se desprendía de aquel juego cierto placer, cierto orgullo, cierta… extraña cosa.Estabanyaen lacarreteraprincipal,caminodeBrighton.ElcorazóndeChico latíacon violencia, con inusitada gravedad. Era como si algo intentara penetrarle,barrenarle; como si unas alas gigantescas estuvieran batiendo un inmenso cristal.Donanobispacem.Seresistíacontodalaamargafuerzadelrecuerdodelosbancosdelaescuela,delpatioderecreo,delasaladeesperadelaestacióndeSt.Pancras,dellujuriososecretoentreDallowyJuddyyelálgidoeinfelizinstantevividosobreelmuelle. Si el cristal se rompiera, la tremenda bestia se enroscaría en su carne yDiossabequépodríasuceder.Presentíahorrorososestragosyestabaconduciendosinfijeza,ciegoyperdido,enmediodelalluvia.Nocolumbrabaelmáspequeñodetalleatravésdelresquebrajadoychorreanteparabrisas.Unautobússelesechabaencimaypudoesquivarlodemilagro.Deprontodijoalaventura:
—Paremosaquí.Unacallejuelazigzagueabahaciael risco.Villasde todasformasy tamaños,un
solarvacante,llenodehierbasyespinososarbustos,comogallinasinmóviles…Tresventanas estaban iluminadas. El resto del paisaje resumiese en la oscuridad. Unaradio transmitíaunconciertoplañideroyenalgúngarajeunhombredebíadeestarhurgandounamotocicleta, cuyos cilindros roncabanypetardeaban en las tinieblas.Chicometióelcocheenlacalleja,apagólosfarosyparóelmotor.Lalluviasecolabaruidosamenteporlasrendijasdelacapotaymuycercaseoíanlosbramidosdelmarrompiéndoseenlospeñascos.Dijo:
—Bueno,echaunamiradaatodo.Estoeselmundo.Encendióse otra luz tras una vidriera de colores que representaba al Caballero
Sonriente rodeado de rosas estilo Tudor. Pinkie atalayó sombrío los alrededores,comosifueraélquientuvieraquedarelúltimoadiósatodoaquello,alamotocicletarunruneante,alasateridasvillasyalalluviosacallejuela.Desúbitoseleocurrieronunaspalabras,oídasenlaiglesia:Descendióalmundo,almundocreadoporÉlyelmundonolereconoció.
Habíallegadoelmomentodecisivo;noeraposibledarmásplazoalaesperanza.Rosateníaqueprotestarahoraonunca.«Noquierohacerlo.Noquiero».Parecíaunaaventura romántica y desesperada; uno se propone ir a la guerra de España, y depronto,deunamanerarepentina,unoseencuentralospapelesenreglaenlamano,sesiente empujado en un muelle y despierta en la cubierta de un barco. El turbio
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proyectosehaconvertidoenrealidadsindarseunocuenta.Chicometiólamanoenelbolsilloyextrajolapistola.—LahecogidodelcuartodeDallow—expuso.Elladeseabadecirquenosabríausarla,darunaexcusa.Peroéldebiódepensar
entodo,porquesepusoaexplicar:—He levantado el seguro. No tienes que hacer más que apretar el gatillo. No
cuesta nada.Apúntate en la oreja…Esmás rápido.Ni te darás cuenta.—Toda suborrosayperversajuventudseaplicabaenlacruelinstrucción.Parecíaunmuchachojugandoaladronesypolicías—.Anda,tómala.
Esasombrosohastaquépuntosepuedeestirarlaesperanza.Rosacavilaba:«Noesprecisoquediganadaaún.Puedocogerlapistola,arrojarlaporlaventanilla,huircorriendo, hacer algo para evitar el temible desenlace». Pero se sentía amordazadaporlaimplacablevoluntaddeChico,sintenerencuentaquesuanimosotempleerapuramenteartificialyficticio.Agarróelarmaconmanotemblorosa.Lahorrorizabala traición…¿Quéharíaél,pensó, sinodisparara?Seguramentese suicidaría solo,sin ella. Y se condenaría solo también, sin que ella tuviera la oportunidad deacompañarle, de mostrar al mundo y al mismo Dios que era del todo imposiblesepararles. Continuaría viviendo años y años… y tal vez arrepentiríase algún día,volviéndosebuena,piadosayhumilde.Lafe,ensuimaginación,ostentabaelmismoresplandorbrillantequelasfigurasdelosbelenesdeNavidad.Enunlímitepreciso,tal vez un pastor con un rebaño de ovejas, terminaba la bondad y empezaba ladepravación:Herodes,desdesuamuralladatorre,indagandoellugardelnacimientodelSantoNiño.ElladeseabaestarconHerodes…Enlasfilasdeldemonioesposiblepenetrarrepentinamente,enunmomentodedesesperoodepasión.Peroatravésdeuna larga vida de ángel guardián podía conducirla sin piedad al lado virtuoso delBelén,auna«buenamuerte».
Chicointerrumpiólasreflexiones.—Noconvieneesperardemasiado.¿Quieresquememateyoprimero?—No—repusoellaconunhilodevoz—,no.—Entonces…Haz como si fueras a dar un paseo…Omejor aún; yo saldré a
rondarunpocoporahíytútequedasenelcoche.Cuandooigaeldisparovolveréatulado…yteseguiré.
De nuevo parecía un muchacho que estuviera jugando a ladrones y policías,jugandodeunamaneratanrealeintensaque,almenosdepalabra,eraprecisopensarentodoslosdetalles:elfríoestremecimientodelcuchilloolaheridadelabayoneta,paravolverseluegotranquilamenteacenar.Añadió:
—Bueno,mevoy.Seríamuyduroparamípresenciarlo…Abriólapuertadelcoche.Rosapermanecíainmóvil,conlapistolaenelregazo.
Detrás de ellos, en la carretera principal, desfiló un auto, despacio, camino dePeacehaven.Insistióembarazado:
—Yasabesloquetienesquehacer.
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Luego pareció acordarse de que convenía representar un poco de comedia,mostrar algún detalle de cariño.Avanzó el rostro y besóla en lamejilla.No quisohacerloenloslabiosporque,aveceslospensamientossedeslizanfácilmentedebocaaboca.Dijo,porfin:
—Notengasmiedo.Noduele—yempezóaandar,nervioso,hacialacarretera.Laradiointerrumpiósuconcierto,ylamotocicletadejódepetardear.Rosapudo
oír los pasos de Chico en la gravilla y, un poco más lejos, el ruido de un cochehaciendomarchaatrás.
Sielángelcustodiolehablabaenaquellosmomentos,lohacíacomoundemonio.Lerepresentabalavirtudcomounhorrendopecado.Arrojarelarmahubierasidounaperfidia, un acto cobarde y oprobioso. Equivalía a consentir en la separación. ¡Novolverle a ver nunca jamás! Las máximas morales oídas en los sermones,advertencias,confesionesypláticas—«rogadporsualmaeneltronodelaGracia»—lesonabanahoracomolasugestiónmásengañosa.Elperversoactoseconvertíaenunactohonrado,valeroso,leal…Lasexcusasdelabondaderanfaltasdefirmezaeintrepidez.Levantótemblorosamentelapistolahastalaalturadelasienyladejócaerdenuevoconunasensacióndemareoyhorror…Eraunapobreenamoradaqueteníamiedodemorir,nodehacerunpecadomortal.Lacondenaciónnolaasustabatantocomolamuerte.Pinkiehabíaaseguradoquenodoleríaylavoluntaddelserqueridovolvióalevantarsumano…Podíaconfiarenél.Apuntóotravezlapistola…
Una voz clamó bruscamente: «Pinkie, Pinkie»… y pudo percibir a alguienchapoteandoenloscharcos.Luegounmurmullodepisadas…¿quiensabedónde?Sele ocurrió pensar que llegaban nuevas noticias, noticias que tal vez no hicierannecesarialafataldecisión.Seríaabsurdomatarseexistiendounaesperanza.
Era como si en las tinieblas la fuerza de voluntad que gobernaba su mano sehubiera aflojado y distendido. Todas las terribles excusas de autoconservaciónvolvieronasurgir.Parecíaunsueñoqueunmomentoantesintentaraapretarelgatillo.
—¡Pinkie…!—bramódenuevolavoz,ylospasosyloschapoteosseescucharonmás cercanos. Abrió la portezuela del coche y arrojó lejos la pistola, hacia losenlodadosmatojos.AlapálidaluzdelavidrieradecoloresdistinguióaDallowyalamujerdelaspreguntas…yaunpolicía,confusoysorprendido,comosinosupieraqué demonios representaba allí. Una delgada sombra apareció a sus espaldas,vociferando—:¿Dóndeestálapistola?¿Porquénohasdisparado?Dámela.
Ellacontestó:—Lahetirado,lejos…Los otros se acercaron cautelosamente, como una comisión. Chico rezongó de
súbitoconsuvozinfantilyderrengada:—¿Erestú,Dallow?…¡Chivatoasqueroso!…—Pinkie…—suplicóDallow—.Noeseso.HancogidoaDrewitt.Elpolicíaestabaenlahiguera,pareciendounextrañoentrometidoenunareunión
familiar.
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—¿Dóndeestá lapistola?—tronóChiconuevamente,aullandodeodioy temor—.¿Esquetendréquehacerunacarnicería?
—La he tirado, lejos… —repitió Rosa. Vislumbraba el rostro de Pinkieindistintamente,algo inclinadosobre la lucecilladelguardabarros.Eraun rostrodecriatura, fastidiado, vendido, descubierto. Lamalicia de los años escurríase en susmejillas… El trágico instante le devolvía al infeliz patio de recreo escolar. Chillóamenazador—:¡Malazorra!…—Peronopudoterminar.Lacomisiónseacercóyélechóse hacia atrás, hurgando en los bolsillos a la búsqueda de algo—. ¡MalditoDallow!—masculló—. ¡Chivato asqueroso!—Y levantó lamano. Rosa no podríaexplicarnunca loquesucedióentonces:elcrujidodeunabotellaquese rompe,unalaridoestremecedorylacaradeChico…ardiendo.Aullabayaullaba,restregándoselosojosconlasmanosachichonadas.Empezóacorrercomounposeso.Ellaviounaporradepolicíaasuspiesyvidriosrotos.Parecíamuchomáspequeñodeloqueera,encorvadoyretorcidoenlaespantosaagonía.Debatíaseliteralmentecualcondenadoentrelasllamas,ysecontraíayencogíahastaconvertirseenuncolegial,intentandoevadir,presadepánico,elcastigo,gateandoporlosmatojos,huyendo,corriendo…
—¡Detenedlo! ¡Paradlo! —vociferaba Dallow. Pero ya era tarde. Chico habíallegado a la meta; estaba acabado. No pudieron oír un chisporroteo más. Parecíacomo si una mano misteriosa le hubiera arrebatado de la existencia, de todaexistenciaposible,pasadaopresente,yconvertidoencero,ennada.
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X
—Estoenseña—sentenció IdaArnold—queespreciso tener fuerzadevoluntadyperseverancia.—Ydespuésdevaciar elvasodecerveza, lodejó sobreelbarrildeHenneky’s.
—¿YDrewitt?—preguntóClarence.—¡Oh,quétontoeres,fantasmaresucitado!LodeDrewittfueunaartimaña.No
podíairacazarleaFranciaylapolicía(yasabesloqueeslapolicía)siemprepidepruebasypruebas.
—¿CogieronaCubbit?—Cubbitnoqueríadecirniunapalabraestandosereno.Y,porotraparte,nunca
se le pudo emborrachar lo bastante para hacerle abrir el pico. ¡Caramba! Es unacalumnialoqueestoydiciendo.Bueno…seríaunacalumniasiestuvieravivo.
—Memaravillaquenotearrepientasdehabertemetidoenestelío.—¡Hombre!Alguienmáshabríamuertosinnuestraintervención.—Porsupropiavoluntad.PeroIdaArnolddisponíaderespuestasadecuadasparatodo.—¿Qué sabía ella? No era más que una chiquilla. Llegó a creerse que él la
adorabacondelirio.—¿Yquéesloquepiensaahora?—Nomelopreguntes.Hiceloquepudeconlamáximabuenafe.Lacondujeasu
casa.Enaquellascircunstanciaslomejoreraqueestuvieraalladodesuspadres.Detodosmodos,graciasamíestávivitaycoleando.
—¿Ycómoconvencisteisalpolicíaparaqueosacompañara?—Ledijimosquehabíanrobadouncoche.Elpobrehombreestuvoenlasnubes
todoelrato,peroactuórápidamentecuandoPinkielevantabalabotelladevitriolo.—¿YPhilCorkery?—MehahabladodeHastingsparaelpróximoaño.Perotengoelpresentimiento
que,despuésdeestejaleo,yanorecibirémástarjetasdeél.—Eres terrible, Ida —musitó Clarence, suspirando profundamente mientras
contemplabaelfondodesuvaso—.¿Quieresotro?—No,Clarence.Gracias.Tengoquemarcharmeacasa.—Eresterrible,Ida—repitióelfantasmaunpocobebido—.Peroeresdeliciosa.
Tehasportadocomounaheroína.—Almenosnomeremuerdelaconciencia.—Desdeluego,delosdos,unoteníaquemorderelpolvo.—Nohabíaotrasalida—corroboróIdaArnoldlevantándose.Parecíaelsímbolo
delaVictoria.AlpasarpordelantedelmostradorsaludóalegrementeaHarry.—¿Hasestadofuera,Ida?—Unaodossemanas.
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—Noesmucho…—Buenasnochesatodos.—Buenasnoches,buenasnoches.Cogió el metro hasta Russell Square y luego anduvo a pie, con la maleta. Al
entrarensucasamiróelbuzónde lascartas.Nohabíamásqueuna,deTom.Yelcontenido no era difícil de acertar. Su corazón, ancho y ardiente, enterneciósepensando:«AlfinyalcaboTomyyosabemosloqueeselamor».Abriendolapuertadelsótano,llamó:
—¡OldCrowe,OldCrowe!—¿Erestú,Ida?—Subeacharlarunratoydepasoharemostrabajarunpoquitoalamesadetres
patas.Las cortinas de su aposento estaban corridas, tal como las dejó al marcharse.
Nadiehabíatocadolasfigurillasdeporcelanadelarepisa.PeroelWarwickDeepingnoestabaenelestanteyelTheGoodCompanionssehabíacaídodelado.SacódelarmariounacajitadebombonesparaOldCrowe.Ladejómalcerradayestabanalgoblandosyrancios.CogiócuidadosamenteelTableroMágicoy,desembaranzandolamesa,lopusoenelcentro.SUICILLOJO,rememoró.Ahorasabíaloquesignificaba.Los espíritus lo habían previsto todo. Significaba el alarido, la agonía, elretorcimiento. Acarició melancólicamente el Tablero. Mágico con los dedos.Reflexionando que aquel aparatito había salvado la vida de Rosa, una enormecantidaddedichospopulareslecruzóporlaimaginación.Elmundoeraesto:laagujadelcarrilquesedesvía,eldiscoquebaja,laluzrojaqueseconvierteenverde,ylainmensa locomotora que prosigue su acostumbrado camino.Es unmundo extraño;hayfuerzasmisteriosasenelcieloenlatierra…
OldCroweasomólanariz.—¿Quéhaydenuevo,Ida?—Deseounbuenconsejo.ConsultaréalosespíritussidebovolverconTom…
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XI
Rosaapenasdistinguíalavenerablecabezainclinadaenlareja.Elcurarespirabaconun silbido en la garganta, mientras escuchaba con paciencia la confesión de lamuchacha,queexponíasusamargascongojas.Detrásdeellalasimpacientesmujereshacíancrujirlassillas,esperandosuturno.Dijo:
—Esestoloquemepesa:Nohabermereunidoconél.Suvozsonabaretadoraysinlagrimeoeneltupidoconfesionario.Elsacerdoteanimócariñosamente:—Continúa,pequeña.—Quisierahabermematado.Debíhabermematado.Elcuraempezóadeciralgo,peroellaleinterrumpió:—No,nolepidoquemeabsuelva.Noquieroabsoluciones.Quierosercomoél…
Condenarme.Elpresbíterorespiróconunnuevosilbido.Rosarepitiómonótonamente:—Quisierahabermematado.Seoprimíalosmenguadospechosconlasmanosconmiserableapasionamiento.
Nohabía idoaconfesarse,sinoareflexionar.Noleeraposible laconcentraciónencasaconelfuegoporencender,supadredemalhumorysumadremaravilladaaúnpor lagran cantidaddedineroque leshabíadadoPinkie.Hubieraquerido tener elcorajedesuicidarseahora,perolehorrorizabalaposibilidaddequeeneloscuropaísde lamuertenoencontrara a suamado…Lagracia, talvez,podíahaber tocadoelalmadeunouotroenelúltimoinstante.Maldijoconvozdesmayada:
—¡Aquellamujer!…Ellasíquedeberíacondenarseparasiempre.Decirqueélnomequería,queintentabadesembarazarsedemí.Nosabenadadenadasobreelamor.
—Quizátuvierarazón—insinuóelclérigo.—¡Niustedlatiene!—exclamólachicafuriosa,apretandoelrostroenlareja.De súbito el venerable cura empezó a hablar, silbándole la garganta de vez en
cuando.—HabíaunavezunhombreenFrancia(nuncahasoídohablardeél,muchacha),
queteníalamismaideaquetú.Erabueno,caritativoyhonrado,peroviviósuvidaenpecado mortal porque no quería admitir la creencia de que su alma se puedecondenar.—Rosaescuchabaconatenciónysorpresa—.Yestehombredecidióquesialguiensemerecíalaeternacondenación,élselamerecíatambién.Nuncaseacercóalos santos sacramentos,no secasóanteDios…Yono lo sé,pequeña,pero, en fin,decían que, a pesar de todo, era… bueno un santo. Creo que murió en lo quellamamospecadomortal…Noestoyseguro…Fueenlaguerra…Quizá…—Suspiróprofundamente con un pequeño silbido, balanceando la canosa cabeza—. Tú nopuedesconcebir,chiquilla,niyo,ninadie,losinconmesurablesmisteriosdelagraciadeDios.
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Detrás de Rosa las sillas crujían y crujían… lasmujeres se impacientaban pordescargar su arrepentimiento y adquirir la absolución rutinaria y semanal. El curacontinuó:
—Fue un caso de amor inmenso y ciego, que ningún hombre ha sentido tanprofundamente, hasta el punto de querer su propia perdición en holocausto de losdemás.—Estremecióseyestornudó—.Debemosconfiaryrezar,confiaryrezar.LaIglesianosenseñaquelaDivinamisericordiaesinfinita;nadiepuededesesperardesalvarse.
Rosainsistiócontristeconvicción:—Elsehacondenado.Estácondenado.Sabíaloqueleesperaba.Eracatólicotambién.—Corruptooptimiestpessima.—¿Quépadre?—Quierodecir que un católico estámás cerca de lamaldadque cualquier otra
persona. Es posible que tal vez, ya que creemos en el demonio, nos seamás fácildejarnos engañar por él que los que no creen. Pero debemos confiar —continuómecánicamente—,confiaryrezar.
—Quisieraconfiar…peronosécómo.—Él te amaba, con toda seguridad; y esto demuestra que no era tanmalo. Su
amorpudoredimirlo.—¿Aunestaclasedeamor?—Sí.Rosaacariciólaideaeneloscuroconfesionario.Dijoelcura:—Vuelvepronto.Nopuedodartelaabsoluciónahora…Perovuelve…Mañana.—Sí,padre…—musitóRosadébilmente—.Y…¿sivieneunhijo?—Consencillezycandorencamínalohacialavirtud.Hazdeélunsantoparaque
puedarezarporsupadre.—Sí…Oh,sí…Allevantarsemiróelnombrequeostentabaelconfesionario.Eradesconocidoen
absoluto.Loscurasvanyvienen.Salióalacalle…Lapenacontinuabaentristeciendosucorazón.Peroelhorrora
vivir se había esfumado. No podía soportar la idea de volver a casa, de volver aSnow’s, como si Pinkie no hubiera existido nunca.No, no; Pinkie había existido yexistiríasiempre.Estabaseguradellevarunanuevavidaensusentrañas.
AlllegaralafachadadePalacePiersedesvióparadirigirseanimadamenteacasade Billy. Dejó algo abandonado en aquella casa, en aquella habitación, que debíarecuperar. Algo que era suyo, muy suyo… La querida voz de Pinkie en un discohablandoparaella,hablandoparasuhijo,cuandofueramayor.«Élteamaba—dijoelcura—yestodemuestra…».
Rosa, animada y decidida, apresuró el paso bajo el delgado sol de junio,encaminándosehaciaelmástremebundodeloshorrores.
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Notas
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[1]BrightonRockeselnombredeuncarameloenformadebarritaconfeccionadoabasedeazúcarcande,queconstituyeunaespecialidadconfiterade lapoblacióndelmismonombre.<<
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[2]Enfrancéseneloriginal.<<
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[3]SundaesySplits,variedadesdeheladosabasedechocolateyvainilla.<<
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[4]Guinness,marcadecerveza.<<
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[5]Agenteoficialdeapuestasenlascarrerasdecaballos.<<
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[6]BlackDog,PerroNegro.<<
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[7]Bookieequivaleabookmaker,apostadordeprofesiónenlascarrerasdecaballos.<<
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[8]Combinado.<<
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[9]Bebidaalcohólicaconazúcar,huevoynuezmoscada.<<
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[10]Enfrancés,eneloriginal.<<
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