Post on 15-Aug-2020
1
Caso A y otros contra Reino Unido, Sentencia de 19 febrero 2009
En el asunto A y otros contra Reino Unido,
El Tribunal europeo de Derechos Humanos, constituido en una Gran Sala
compuesta por los siguientes Jueces Jean-Paul Costa, Presidente, Christos Rozakis,
Nicolas Bratza, Françoise Tulkens, Josep Casadevall, Giovanni Bonello, Ireneu
Cabral Barreto, Elisabeth Steiner, Lech Garlicki, Khanlar Hajiyev, Ljiljana Mijovi#,
Egbert Myjer, David Thór Björgvinsson, George Nicolaou, Ledi Bianku, Nona
Tsotsoria, Mihai Poalelungi, así como por Michael O'Boyle, Secretario adjunto.
Tras haber deliberado en privado el 21 de mayo de 2008 y el 4 de febrero de 2009,
Dicta la siguiente
SENTENCIA
Procedimiento
1. El asunto tiene su origen en una demanda (núm. 3455/2005) dirigida contra
el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte, que once personas que
no poseen la nacionalidad británica («los demandantes») presentaron ante
el Tribunal, en virtud del artículo 34 del Convenio para la Protección de los
Derechos Humanos y de las Libertades Fundamentales (RCL 1999, 1190 y
1572) («el Convenio»), el 29 de marzo de 2005. El Presidente de la Gran
Sala ha accedido a la petición formulada por los demandantes de no divulgar
su identidad (artículo 47.3 del Reglamento).
2. Los demandantes están representados ante el Tribunal por el despacho de
solicitors Bonberg Pierce and Partners de Londres. El Gobierno británico («el
Gobierno») está representado por su agente el señor D. Walton, del
Ministerio de Asuntos Exteriores y de la Commonwealth.
3. En su demanda, los demandantes alegan, en particular, que su reclusión era
ilegal y vulneraba los artículos 3, 5.1 y 14 del Convenio (RCL 1999, 1190 y
1572) y denuncian la ausencia de recursos adecuados para hacer examinar
sus quejas, que consideran contraria a los artículos 5.4 y 13 de dicho
instrumento.
4. La demanda fue asignada a la Sección Cuarta del Tribunal (artículo 52.1 del
Reglamento). El 11 de septiembre de 2007, una sala de dicha Sección
compuesta por Josep Casadevall, Nicolas Bratza, Giovanni Bonello, Kristaq
Traja, Stanislav Pavlovschi, Lech Garlicki, Ljiljana Mijovi#, Jan Šikuta, Paivi
Hirvelä, así como por Lawrence Early, Secretario de Sección, se declaró
incompetente a favor de la Gran Sala, no habiéndose opuesto a ello ninguna
de las partes (artículos 30 del Convenio [RCL 1999, 1190 y 1572] y 72 del
Reglamento).
5. Se dispuso la composición de la Gran Sala de acuerdo con los artículos 27.2
y 27.3 del Convenio (RCL 1999, 1190 y 1572) y 24 del Reglamento del
Tribunal.
6. Tanto los demandantes como el Gobierno presentaron alegaciones por
escrito sobre el fondo del asunto. Asimismo, el 28 de agosto de 2007 se
recibieron alegaciones de Liberty y Justice, dos organizaciones no
gubernamentales con sede en Londres a las que el Presidente había
2
autorizado a intervenir en el procedimiento escrito (artículos 36.2 del
Convenio [RCL 1999, 1190 y 1572] y 44.2 del Reglamento).
7. Los debates se desarrollaron en público el 21 de mayo de 2008 en el Palacio
de los Derechos Humanos de Estrasburgo (artículo 59.3 del Reglamento).
Comparecieron
- por el Gobierno: señores Derek Walton, agente; Philip Sales, QC, señora
Ceclia Ivimy, abogados; señor Steven Braviner-Roman, señora Kate
Chalmers, señores Edward Adams, James Adutt, LesLey Smith, asesores;
- por los demandantes: Gareth Pierce, Marcia Willis Stewart, Daniel
Guedalla, solicitors y señores Ben Emmerson, QC, Raza Husain, Danny
Friedman, asesores.
El Tribunal escuchó las declaraciones de los señores Emmerson y Sales, así
como sus respuestas a sus preguntas.
Hechos
Circunstancias del caso
8. Los hechos del caso, tal y como han sido expuestos por las partes, pueden
resumirse como sigue.
A.
La derogación
9. El 11 de septiembre de 2001, cuatro aviones de línea regular fueron
desviados en los Estados Unidos de América. Dos de ellos se precipitaron
sobre las torres gemelas del World Trade Center y un tercero sobre el
Pentágono. Este atentado, que causó la muerte a numerosas personas y
daños importantes, fue reivindicado por Al-Qaeda, la organización terrorista
islámica dirigida por Osama Ben Laden. El Reino Unido se alió con los
Estados Unidos para llevar a cabo operaciones militares en Afganistán, país
en el que Al-Qaeda había instalado campos de entrenamiento.
10. El Gobierno estimó que los hechos del 11 de septiembre de 2001
demostraban que había terroristas internacionales, en particular los
vinculados a Al-Qaeda, que tenían la voluntad y la capacidad de organizar
atentados de una magnitud sin precedentes contra objetivos civiles.
Consideró que a las autoridades les sería difícil prevenir nuevos ataques
debido a la estructura imprecisa y mundial de la red constituida por Al-
Qaeda y sus afines, el fanatismo de sus miembros, su brutalidad y su
determinación. Al considerar que el Reino Unido estaba particularmente
expuesto debido a su estrecha relación con los Estados Unidos, declaró que
existía un peligro de extrema gravedad que amenazaba la vida de la nación.
Añadió que esta amenaza provenía principalmente –pero no
exclusivamente– de ciudadanos extranjeros presentes en el territorio
británico, que formaban una red de apoyo a las operaciones terroristas
islámicas en las que Al-Qaeda estaba implicada. Puntualizó que se excluía la
expulsión de estos extranjeros debido al riesgo de tratos contrarios al
artículo 3 del Convenio al que se verían expuestos en caso de ser
repatriados a su país de origen.
3
11. El 11 de noviembre de 2001, en aplicación del artículo 14 de la Ley de 1998
de Derechos Humanos (Human Rights Act 1998 – «la Ley de 1998»,
apartado 94 infra), el Ministro del Interior dictó un decreto de derogación en
el que indicaba los términos de la notificación de derogación que se proponía
presentar al Secretario general del Consejo de Europa en virtud del artículo
15 del Convenio (RCL 1999, 1190 y 1572). El 18 de diciembre de 2001, el
Gobierno comunicó al Secretario general del Consejo de Europa la
notificación en cuestión, que decía así:
« Peligro público en el Reino Unido
Los ataques terroristas cometidos en Nueva York, Washington DC y
Pensilvania el 11 de septiembre de 2001 causaron varios millares de
muertos, entre ellos numerosas víctimas británicas, así como otras
originarias de setenta países diferentes. En sus Resoluciones números 1368
(2001) y 1373 (2001), el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas
reconoció que estos ataques constituían una amenaza contra la paz y la
seguridad internacionales.
La amenaza resultante del terrorismo internacional es constante. En su
Resolución número 1373 (2001), el Consejo de Seguridad, actuando en
virtud del capítulo VII de la Carta de las Naciones Unidas, instó a todos los
Estados a tomar medidas encaminadas a prevenir la comisión de actos
terroristas, incluida la negativa a ofrecer refugio a las personas que
financien, planifiquen, sostengan o cometan esos actos.
Existe una amenaza terrorista con respecto al Reino Unido por parte de
personas sospechosas de estar implicadas en el terrorismo internacional. En
particular, ciertos nacionales extranjeros presentes en el Reino Unido son
sospechosos de estar implicados en la comisión, preparación o instigación de
actos de terrorismo internacional, de ser miembros de organizaciones o
grupos interesados en esos actos o de tener lazos con miembros de esas
organizaciones o grupos, y que son una amenaza para la seguridad nacional
del Reino Unido.
Por consiguiente, existe en el Reino Unido un peligro público en el sentido
del artículo 15 (1) del Convenio.
Anti-terrorism, Crime and Security Act 2001 (Ley de 2001 de
Seguridad contra el Terrorismo y la Delincuencia)
Como reacción contra ese peligro público, la Anti-terrorism, Crime and
Security Act de 2001 prevé, en particular, la ampliación de la potestad para
poder encarcelar a un nacional extranjero, aplicable en los casos en que esté
previsto devolver o expulsar a una persona del territorio del Reino Unido,
con la
salvedad de que esa devolución o expulsión no es posible en este momento,
lo que tiene por consecuencia que la detención es ilegal en virtud del
derecho interno. Esta ampliación de la potestad de detención y de
encarcelamiento será aplicable cuando el Secretario de Estado expida un
certificado en el que se indique que estima que la presencia en el Reino
Unido de la persona de que se trate constituye un riesgo para la seguridad
nacional y que sospecha que esta persona sea un terrorista internacional.
Contra el certificado podrá recurrirse ante la Comisión Especial de Apelación
en Materia de Inmigración («SIAC»), creada en virtud de la Special
Inmigration Appeals Comission Act de 1997, la cual tendrá el poder de
4
anular dicho certificado si estima que no hubiera debido expedirse. Podrá
recurrirse contra las decisiones de la SIAC en relación con puntos del
derecho. Además, el certificado será reexaminado por la SIAC a intervalos
regulares. Cuando proceda, la SIAC tendrá también la posibilidad de
conceder la libertad provisional. Un detenido podrá poner fin a su detención
en cualquier momento aceptando abandonar el territorio del Reino Unido.
La ampliación de la potestad de detención y de encarcelamiento prevista en
la Anti-terrorism, Crime and Security Act es una medida exigida
estrictamente por necesidades de la situación. Se trata de una disposición
temporal que produce efectos durante un período inicial de quince meses y
que expirará al final de este plazo, a menos que sea renovada por el
Parlamento. Posteriormente podrá ser objeto de una renovación anual por el
Parlamento. Si el Gobierno evalúa, en cualquier momento, que el peligro
público ya no existe o que la ampliación de la potestad ya no responde
estrictamente a las exigencias de las necesidades de la situación, el Ministro
del Interior derogará la disposición por vía de ordenanza.
Poderes de detención previstos en el derecho interno (distintos de
los previstos en virtud de la Anti-terrorism, Crime and Security Act
2001)
La Ley sobre Inmigración de 1971 (Immigration Act 1971 «la Ley de 1971»)
otorga el Gobierno el poder de devolver o expulsar a personas cuya
presencia no sea favorable para el bien público por motivos de seguridad
nacional. Una persona puede también ser detenida y encarcelada en virtud
de los artículos 2 y 3 de la Ley de 1971 en espera de su devolución o su
expulsión. Los Tribunales del Reino Unido juzgaron que ese poder de
detención podía hacerse únicamente durante el período necesario según las
circunstancias de cada caso, para efectuar la expulsión y que la detención se
volvía ilegal si aparecía claramente que no sería posible efectuar la
devolución en un tiempo razonable (R.v. Governor of Durham Prison, ex
parte Singh [1984] All ER 983).
El artículo 5.1.f) del Convenio.
Está sobradamente demostrado que el artículo 5.1.f) (RCL 1999, 1190 y
1572) permite la detención de la persona con vistas a su expulsión
únicamente cuando «esté en curso un procedimiento de expulsión» (Chahal
contra Reino Unido [TEDH 1996, 61] [1996] 23 EHRR 413, apartado 112).
En este asunto, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos puntualizó que ya
no se justificará la detención en virtud del artículo 5.1.f) si los
procedimientos de expulsión no se tramitan con diligencia y que, en esas
circunstancias, es necesario determinar si la duración de los procedimientos
de expulsión fue excesiva (apartado 113).
En algunos casos, cuando subsista la intención de devolver o expulsar a una
persona por motivos de seguridad nacional, es posible que la detención
continua no se ajuste a la interpretación dada al artículo 5.1.f) en el asunto
Chahal. Por ejemplo, ése puede ser el caso de una persona que demuestra
que podría estar sometida a un trato contrario al artículo 3 del Convenio a
consecuencia de su devolución a su país de origen.
En esas circunstancias, e independientemente de la gravedad de la amenaza
que esa persona podría constituir con respecto a la seguridad nacional, está
demostrado que el artículo 3 impide la devolución o la expulsión de una
persona a un destino en el que exista un riesgo verdadero de que sea
5
sometida a un tratamiento contrario de ese artículo. Si de modo inmediato
no se dispone de ningún destino alternativo, la devolución o la expulsión no
serán posibles en ese mismo instante, aun cuando subsista la intención de
devolver o expulsar a la persona una vez que sean posibles medidas
satisfactorias. Por otra parte, las estrictas reglas relativas a la admisibilidad
de las pruebas en el marco del sistema de justicia penal del Reino Unido, así
como el nivel elevado de prueba requerido puede hacer imposible la
persecución de una persona con respecto a una infracción criminal.
Excepción en virtud del artículo 15 del Convenio
El Gobierno ha evaluado la cuestión de saber si el ejercicio del poder
ampliado de detención previsto en la Anti-terrorism, Crime and Security Act
2001 podía ser contrario a las obligaciones contenidas en el artículo 5.1 del
Convenio (RCL 1999, 1190 y 1572). Como ya se ha especificado, puede
darse el caso de que, a pesar de una intención continua de devolver o de
expulsar a una persona detenida, haya circunstancias a la vista de las cuales
pueda pretenderse que «esté en curso un procedimiento de expulsión» en el
sentido de la interpretación que el Tribunal ha dado al artículo 5.1.f) en el
asunto Chahal. Por consiguiente, en la medida en que el ejercicio de la
potestad ampliada de la detención pueda no ser conforme con las
obligaciones del Reino Unido en virtud del artículo 5.1, el Gobierno ha
decidido acogerse al derecho de derogación conferido por el artículo 15.1 del
Convenio, y ello hasta nuevo aviso».
La notificación de derogación iba acompañada de las disposiciones del Título
4 del proyecto de Ley de 2001 de Seguridad contra el Terrorismo y la
Delincuencia («la Ley de 2001»; apartado 90 infra).
12. El 12 de noviembre de 2001, se presentó ante la Cámara de los comunes el
proyecto de Ley de Seguridad contra el Terrorismo y la Delincuencia en el
que figuraban las cláusulas de lo que iba a convertirse en el Título 4 de la
Ley de 2001. El Parlamento aprobó en dos semanas el proyecto en cuestión,
el cual había sido objeto de una moción de programación restrictiva que
preveía tres días de debates públicos en la Cámara de los comunes para
examinar las 125 disposiciones del texto y que suscitó las protestas de la
Comisión mixta parlamentaria de Derechos Humanos (Joint Committee of
Human Rights) y del Comité restringido de asuntos internos (Home Affairs
Select Committee) contra la brevedad del plazo que les había sido concedido
para estudiar el proyecto.
13. La Ley de 2001 entró en vigor el 4 de diciembre de 2001. Durante su
período de aplicación, dieciséis personas –entre ellas los once demandantes–
fueron objeto de un certificado emitido al amparo de su artículo 21 y
encarceladas. Los seis primeros demandantes recibieron comunicación del
certificado el 17 de diciembre de 2001 y poco después ingresaron en prisión.
El séptimo demandante corrió la misma suerte a principios de febrero de
2002. Los demandantes noveno, octavo y décimo fueron objeto de un
certificado y encarcelados el 22 de abril de 2002, el 23 de octubre de 2002 y
el 14 de enero de 2003, respectivamente. Afectado por un certificado
emitido el 2 de octubre de 2003, el undécimo demandante, que se hallaba
en prisión sobre la base de otras disposiciones legales, continuó
encarcelado.
B
El procedimiento relativo a la derogación
6
14. Al considerar que su ingreso en prisión en virtud de la Ley de 2001 violaba
sus derechos garantizados por los artículos 3, 5, 6 y 14 del Convenio (RCL
1999, 1190 y 1572), los siete primeros demandantes impugnaron ante la
SIAC (apartados 91-93 supra) la legalidad de la derogación. Además, cada
uno de ellos ejerció un recurso contra el certificado del Ministro del Interior
que les calificaba de terroristas internacionales.
15. El 30 de julio de 2002, la SIAC se pronunció sobre la legalidad de la
derogación tras proceder al examen de documentos no confidenciales y
documentos secretos así como a la audición de abogados especiales,
representantes de las partes y Liberty, el tercero interviniente. A la vista de
las piezas no confidenciales que obraban en su poder, se declaró convencida
de que el peligro que representaba Al-Qaeda constituía un peligro público
que amenazaba la vida de la nación, en el sentido del artículo 15 del
Convenio (RCL 1999, 1190 y 1572), añadiendo que los documentos secretos
en su poder corroboraban dicho análisis.
Estimó que el hecho de que quizás se habría podido asegurar la protección
contra el terrorismo internacional adoptando otras medidas no significaba
que las adoptadas no fuesen estrictamente necesarias. Señalando que la
detención perseguía proteger al Reino Unido, consideró asimismo que las
medidas criticadas constituían una respuesta adaptada al peligro público
invocado puesto que se permitía a los detenidos abandonar el territorio
británico.
Desestimó la queja de los demandantes relativa al artículo 3 del Convenio.
Para pronunciarse así, consideró que, en la medida en que esta queja se
refería a las condiciones de reclusión de los interesados, éstos debían
recurrir a los tribunales civiles de derecho común puesto que la SIAC carecía
de competencia para resolver cuestiones «ajenas a la derogación». Estimó
mal fundada la alegación de los demandantes según la cual su encarcelación
por un período indeterminado vulneraba el artículo 3, al considerar que la
reclusión no era indefinida puesto que dependía del plazo de validez de la
Ley de 2001 y que este texto preveía un examen semestral automático de
los certificados por la SIAC. A título informativo, añadía que el mero hecho
de que no se hubiese fijado un término para la prisión preventiva no
implicaba la violación del artículo 3.
No admitía que el artículo 6 se aplicase al procedimiento de emisión de
certificados debido a que tales actos, que calificaban a los demandantes de
presuntos terroristas internacionales, no constituían una «acusación» sino
una declaración de sospecha y que el procedimiento seguido ante la SIAC no
implicaba una decisión sobre el fundamento de una acusación en materia
penal. Estimando, además, que no se conculcaba ningún derecho civil,
concluyó que el aspecto civil del artículo 6 tampoco era aplicable.
Sin embargo, consideró que la derogación era ilegal por cuanto las
disposiciones aplicables de la Ley de 2001 establecían una discriminación
injustificada hacia los ciudadanos extranjeros, en violación del artículo 14
del Convenio. Estimó que las medidas instauradas por la Ley de 2001 solo
podían circunscribirse a los ciudadanos extranjeros si la amenaza que
trataban de combatir provenía exclusivamente –o casi exclusivamente– de
éstos y que los elementos de que disponía no permitían concluir en este
sentido. En los apartados 94 y 95 de su decisión, se expresaba así:
7
«94. Suponiendo que se haya de instaurar, respecto a los presuntos
terroristas internacionales, una excepción efectiva al derecho a la libertad
consagrado por el artículo 5 –tal excepción debería en buena lógica aplicarse
a todas las personas no expulsables sospechosas de terrorismo
internacional–. Tal y como sostiene [el abogado de los demandantes], solo
estaría justificado circunscribir esta medida a los extranjeros si la amenaza
terrorista proviniese exclusivamente –o casi exclusivamente– de éstos.
95. Ahora bien, los elementos de que disponemos demuestran sin lugar a
dudas que esta amenaza no proviene únicamente de los extranjeros.
Muchos ciudadanos británicos cuya identidad se conoce –y que en su mayor
parte se hallan encarcelados fuera del Reino Unido– pueden ser
considerados «presuntos terroristas internacionales» y se desprende
claramente de las observaciones que nos han sido presentadas que [el
Ministro del Interior] piensa que lo mismo sucede con otros ciudadanos en
libertad en el territorio británico. En estas condiciones, no vemos cómo la
derogación en litigio podría calificarse de otro modo que no fuese el de
discriminación basada en la nacionalidad».
En consecuencia, la SIAC anuló el decreto de derogación de 11 de
noviembre de 2001 y, en aplicación del artículo 4 de la Ley de 1998, declaró
que el artículo 23 de la Ley de 2001 no era compatible con el Convenio
(apartado 94 supra).
Aplazó la decisión en los recursos individuales que los siete primeros
demandantes habían ejercido contra los certificados (apartados 24-69 infra)
a la espera del resultado del recurso interpuesto por el Ministro del Interior
contra su decisión y del recurso incidental promovido por los demandantes.
16. El 25 de octubre de 2002, el Tribunal de apelación dictó sentencia en el
asunto A. y otros contra Secretary of State for the Home Department
([2002] EWCA Civ 1502).
Consideró que la SIAC había concluido con razón que existía una amenaza
para la seguridad de la nación. Sin embargo, contrariamente a la SIAC,
estimó que existían consideraciones objetivas que podían justificar la
postura del Ministro del Interior. Señaló que existía una relación lógica entre
la detención de extranjeros a los que no se podía expulsar debido a las
amenazas que pesaban sobre su seguridad y el objetivo que perseguía el
Ministro del Interior, a saber la salida de los extranjeros peligrosos para la
seguridad nacional. Añadía que los interesados no permanecerían recluidos
más allá del tiempo necesario para su expulsión, la finalización del estado de
urgencia o el día en el que dejasen de representar una amenaza para la
nación. Estimó que no se producía una discriminación contraria al artículo 14
del Convenio puesto que los ciudadanos británicos sospechosos de ser
terroristas no se hallaban en la misma situación que los extranjeros sobre
los que pesaban las mismas sospechas y a los que no se podía expulsar
porque se temía por su seguridad. Precisó que estos últimos no podían
aprovecharse del derecho a permanecer en territorio británico sino
solamente –y provisionalmente– de un derecho a no ser expulsados, por
razones de seguridad. Recordó que el derecho para los Estados de instaurar
distinciones, en ciertas circunstancias, entre sus ciudadanos y los
extranjeros –especialmente en período de crisis– era un principio bien
establecido en Derecho Internacional. Añadía que el Parlamento tenía
fundamento para circunscribir el campo de aplicación de las medidas en
litigio a los extranjeros sospechosos de estar vinculados al terrorismo porque
estaba legitimado para considerar que la situación sólo «exigía
8
estrictamente», en el sentido del artículo 15 del Convenio (RCL 1999, 1190 y
1572), la detención de la categoría restringida de extranjeros a la que éstas
se aplicaban.
Suscribió la opinión de la SIAC según la cual el procedimiento de recurso
contra los certificados no era de carácter «penal», en el sentido del artículo
6.1 del Convenio. Por el contrario, estimó que se aplicaba el aspecto civil de
esta disposición pero que el procedimiento en cuestión era lo equitativo que
podía ser. Por último, concluyó que los demandantes no habían demostrado
que su reclusión violase el artículo 3 del Convenio.
17. Los interesados fueron autorizados a apelar a la Cámara de los Lores, que
dictó sentencia el 16 de diciembre de 2004 ([2004] UKHL 56).
Los Law Lords concluyeron por mayoría, expresa e implícitamente, que la
detención de los demandantes ordenada sobre la base del Título 4 de la Ley
de 2001 no formaba parte de la excepción al derecho general a la libertad
prevista en el artículo 5.1 f) del Convenio (RCL 1999, 1190 y 1572) (ver las
declaraciones de Lord Bingham, Lord Hoffman, Lord Hope, Lord Scott, Lord
Rodger y la Baronesa Hale, que figuran en los apartados 8-9, 97, 103-105,
155, 163 y 222 de la sentencia). Lord Bingham resumió la postura de la
mayoría en los términos siguientes:
«9. (...) Sea o no británico, el autor de un grave delito sancionado por las
Leyes de nuestro país podrá naturalmente ser acusado, juzgado y
encarcelado si es declarado culpable. Pero un extranjero que corra el riesgo
de sufrir tortura o malos tratos en caso de ser deportado a su país, que no
es expulsable a un tercer país y que no está acusado de ningún delito, no
puede ser recluido en el Reino Unido sobre la base del artículo 5.1 f) del
Convenio o el anexo 3 a la Ley de 1971 de inmigración, aun cuando se le
considere una amenaza para la seguridad nacional».
18. Por ocho votos contra uno (y con muchas dudas por parte de Lord Bingham
y Lord Scott), el Alto Tribunal consideró, además, que no había lugar a
apartarse de la conclusión a la que había llegado la SIAC en cuanto a la
existencia de un peligro público que amenazase la vida de la nación.
Llamado a valorar las pruebas, Lord Hope se expresó así:
«118. Los documentos [no confidenciales] demuestran ampliamente que al
Gobierno le asistía totalmente la razón al pensar, en noviembre de 2001,
que un peligro amenazaba la vida de la nación (...) [El] Reino Unido corría el
riesgo de ser atacado por la red Al-Qaeda que podía, con ayuda de sus
cómplices, infligir terribles pérdidas humanas y provocar un desastre en su
organización, como demostraron los hechos acaecidos el 11 de septiembre
de 2001 en Nueva York, Pensilvania y Washington. Un número importante
de ciudadanos extranjeros presentes en el territorio británico tenían la
voluntad y la capacidad de cometer en nuestro país unos atentados
coordinados de consecuencias desastrosas tanto para las personas como
para los bienes. Muchas informaciones probaban que las organizaciones
terroristas internacionales que acababan de tomar parte en los atentados y
que preparaban otros, habían tejido lazos en el Reino Unido y
representaban, junto a otras, una amenaza constante para nuestro país. Se
multiplicaba la información de que los terroristas se preparaban para el uso
de armas de destrucción masiva en la cruzada que llevaban a cabo. (...) [El
Ministerio del Interior] consideró que las graves amenazas que pesaban
sobre la nación provenían principalmente –pero no exclusivamente– y más
directamente de ciudadanos extranjeros.
9
119. Se desprende claramente de estos elementos que existía una situación
de peligro caracterizada la nación en cuanto a que tales ataques habrían
tenido consecuencias atroces para todos nosotros si hubiesen azotado al
Reino Unido. Sin embargo, habría sido prematuro calificarlos de inminentes.
El 15 de octubre de 2001, el Ministro del Interior declaró en la Cámara de
los comunes que ninguna información inmediata hacía constar una amenaza
concreta contra el Reino Unido: ver el Hansard (HC Debates, col 925). El 5
de marzo de 2002, el Gobierno efectuó una valoración idéntica de la
situación en su respuesta al segundo informe de la Comisión parlamentaria
restringida encargada de la protección contra la amenaza terrorista (House
of Commons Select Committee on Defence on the Threat from Terrorism)
(HC 348, apartado 13), en la que subrayó que habría sido falso afirmar que
se poseían pruebas de la existencia de una amenaza concreta. Los extremos
que he examinado no me llevan a concluir que no existiera peligro en ese
momento, sino que el peligro resultante de las amenazas invocadas no era
de la misma naturaleza o del mismo grado que aquel al que sin duda nos
habríamos tenido que enfrentar si nunca se hubiese concretado. La
información disponible muestra que el peligro expuesto no podía calificarse
de inminente. Ciertamente, no era posible determinar quizás en qué
momento los ataques, cuyo desencadenamiento probablemente no habría
ido precedido de un aviso, deberían haberse considerado inminentes. Se
trata éste de un elemento importante, que no se ha de desatender. Pero
cabe constatar que la nación no se hallaba en el punto de tener que hacer
frente a un peligro de este tipo, el peligro de un atentado inminente».
Desmarcándose de la mayoría, Lord Hoffman estimó que existían pruebas
creíbles de una amenaza real de atentados terroristas de gran magnitud en
el Reino Unido, pero consideró que tal amenaza no iba a arruinar la vida de
la nación ya que no era lo suficientemente importante para poner en peligro
«las instituciones políticas del Reino Unido o la existencia de nuestro Estado
como sociedad civilizada». Concluyó así: «La verdadera amenaza para la
vida de la nación (...) no procede del terrorismo, sino de Leyes como éstas".
19. A excepción de Lord Walker, los demás miembros del Alto Tribunal (a saber
Lord Bingham, Lord Nicholls, Lord Hope, Lord Scott, Lord Rodger, Lord
Carswell y la Baronesa Hale), rechazaron la tesis del Gobierno según la cual
no correspondía a la autoridad judicial, sino al Parlamento y el Ejecutivo,
determinar de qué manera convenía reaccionar a esta amenaza para
salvaguardar la seguridad pública. Lord Bingham se expresó así:
«42. A la vista de lo que antecede, estimo que los recurrentes tienen
derecho a dirigirse a los tribunales para que se examine la proporcionalidad
del decreto de derogación y la compatibilidad del artículo 23 [de la Ley de
2001] con el Convenio y que la reserva de la que tienen que dar prueba
estos últimos no les impide examinar las cuestiones planteadas. Por iguales
motivos, no suscribo las conclusiones del Attorney General. En particular,
niego la pertinencia de la distinción que opera entre las instituciones
democráticas y los tribunales. En efecto, que los jueces de nuestro país no
son elegidos ni son responsables ante el Parlamento es exacto. También es
exacto que (...) el Parlamento, el Ejecutivo y los tribunales tienen funciones
diferentes. Pero la que corresponde por derecho a una magistratura
independiente encargada de interpretar y aplicar el Derecho se reconoce
universalmente como un elemento fundamental del Estado democrático
moderno, piedra angular del propio Estado de Derecho. El Attorney General
tiene fundamentos para poner de relieve los límites naturales del poder
judicial, pero se equivoca al argüir que el proceso decisorio judicial es, de
10
alguna manera, antidemocrático. Este reproche es particularmente
inoportuno en este tipo de asunto puesto que el Parlamento legisló
expresamente para declarar ilícito todo acto de una autoridad pública –
inclusive judicial– contrario a un derecho consagrado por el Convenio
(artículo 6 de la Ley de 1998) así como para imponer a los tribunales que
tuviesen en cuenta la jurisprudencia aplicable de Estrasburgo (artículo 2 de
la Ley de 1998) y dar efecto –en la medida de lo posible– a los derechos
convencionales (artículo 3 de la Ley de 1998) y que ha creado un derecho de
apelación en materia de derogación. Es evidente que estas disposiciones no
tienen por efecto derogar el poder legislativo soberano que ejerce la Reina a
través del Parlamento, puesto que si una Ley aprobada por éste fuese objeto
de una declaración de incompatibilidad, ello no afectaría a su validez
(artículo 4.6) y corresponde al ministro competente, responsable ante el
Parlamento, remediarlo. La misión que la Ley de 1998 confía a la justicia es
muy precisa y perfectamente democrática».
20. Considerando, en consecuencia, que les correspondía determinar si el
régimen de reclusión previsto en el Título 4 de la Ley de 2001 constituía una
respuesta desproporcionada al peligro invocado, la mayoría de los Lores
juzgó que no trataba de forma racional la amenaza contra la seguridad y
que respondía a ella de manera desproporcionada. Para pronunciarse así, los
Lores se basaron principalmente en tres motivos: señalaron en primer lugar
que el régimen en cuestión sólo se aplicaba a los extranjeros sospechosos
de ser terroristas internacionales y no respondía a la amenaza proveniente
de los ciudadanos británicos sobre los que pesaban las mismas sospechas,
en segundo lugar que ofrecía a los presuntos terroristas internacionales la
posibilidad de abandonar el territorio británico y proseguir sus actividades
malintencionadas en el extranjero y, en tercer y último lugar, que la Ley
estaba redactada en unos términos tan generales que se podía en teoría
aplicar a personas sospechosas de mantener vínculos con organizaciones
terroristas internacionales que no entrasen en el ámbito de aplicación de la
derogación.
Sobre el primer extremo, Lord Bingham subrayó que no se prestaba a
controversia la opinión de la SIAC según la cual la amenaza terrorista no
provenía exclusivamente de ciudadanos extranjeros. Estimando que no
había lugar a examinar los motivos en los que se había basado la SIAC para
llegar a esta conclusión puesto que el establecimiento de los hechos era de
su competencia, añadió, no obstante, que se desprendía de algunos
elementos que «el número de personas originarias del Reino Unido que
había participado en campos de entrenamiento en Afganistán en los últimos
cinco años se estimaba en más de mil basándose en las indicaciones
facilitadas por los servicios de información», que algunos ciudadanos
británicos contemplaban regresar al Reino Unido tras su estancia en
Afganistán y que la información obtenida sobre la trayectoria de los
demandantes mostraba una gran implicación en las redes terroristas de
personas de nacionalidad británica y de personas que mantenían otros
vínculos con el Reino Unido. Lord Bingham proseguía así:
«33. (...) Los artículos 21 y 23 de la Ley de 2001 no tienen manifiestamente
en cuenta la amenaza proveniente de ciudadanos británicos puesto que no
prevén que se emita un certificado contra ellos o su reclusión. El argumento
según el cual existen otras disposiciones de las Leyes de 2001 y 2000 que se
aplican a los ciudadanos británicos no viene al caso, puesto que no son
objeto de una derogación, no son criticadas y afectan igualmente a los
extranjeros. Ahora bien, nadie pretende que el riesgo que constituyen los
ciudadanos británicos –de menor importancia desde el punto de vista
11
cuantitativo– difiere por naturaleza del que representan los ciudadanos
extranjeros. Asimismo, no hay duda alguna de que los artículos 21 y 23
permiten a las personas afectadas por el certificado y recluidas abandonar el
Reino Unido por un país dispuesto a acogerles, como han hecho dos de los
demandantes que se han ido uno a Marruecos y el otro a Francia (...) Esta
libertad de abandonar el territorio se explica perfectamente desde el punto
de vista del control de la inmigración: si quieren expulsar a un ciudadano
extranjero pero no pueden hacerlo a un país "A" debido a la Sentencia
Chahal (TEDH 1996, 61) , las autoridades británicas lograran igualmente sus
fines con la partida voluntaria de la persona en cuestión a un país "B". Por el
contrario, el hecho, para las autoridades, de permitir a un presunto
terrorista internacional salir de nuestro territorio a otro país –quizás tan
próximo al nuestro como Francia– donde podrá proseguir su empresa
criminal, no se concilia con su convicción de que esta persona puede
perjudicar gravemente al pueblo y los intereses británicos (...)
35. No ha lugar a extenderse sobre el quinto aspecto del motivo articulado
por los demandantes. Pero parece razonable suponer que las autoridades no
se desentienden de los ciudadanos británicos sospechosos de terrorismo
internacional. Al conceder la libertad condicional [al quinto demandante],
que estaba encarcelado, la SIAC (...) le impuso concretamente portar un
dispositivo de vigilancia electrónico, permanecer constantemente en su
domicilio, llamar por teléfono a una empresa de seguridad determinada
cinco veces al día, a horas fijas y autorizar a ésta a instalar en su domicilio
equipos de vigilancia, dejar entrar en su domicilio solamente a los miembros
de su familia, su solicitor, así como las personas que le atienden y las
habilitadas y no entrar en contacto con ninguna otra persona, no poseer en
su domicilio ningún equipo informático, teléfono móvil u otro aparato de
comunicación electrónico, suprimir la línea telefónica existente y hacer
instalar una que le permitiera comunicarse únicamente con la empresa de
seguridad. En opinión de los recurrentes, la aplicación rigurosa de
restricciones de este tipo puede prevenir eficazmente cualquier actividad
terrorista. No vemos cómo podría ser de otro modo.
36. Para poner de relieve el carácter fundamental del derecho a la libertad
individual en el sexto aspecto de su motivo basado en la falta alegada de
proporcionalidad, los recurrentes han podido basarse en la larga tradición
liberal del derecho inglés, que haya su fuente en el capítulo 39 de la Carta
Magna de 1215 y su expresión en el habeas corpus –recurso secular
consagrado por la Petición de Derechos de 1628– y confirmada por una serie
de sentencias que sentaban jurisprudencia dictadas a lo largo de los siglos e
incorporada, posteriormente, al Derecho material y procesal moderno. (...)
El Tribunal europeo también ha reconocido la importancia crucial de esta
libertad en la interpretación dada al artículo 5 del Convenio. (...)
43. A la vista de las explicaciones facilitadas por los recurrentes así como las
del Comisario europeo de Derechos Humanos y el Comité Newton, el motivo
relativo a la falta de proporcionalidad del decreto de derogación y el artículo
23 de la Ley de 2001 articulado por los interesados me parece sólido. El
Attorney General no ha replicado de manera convincente»
21. Asimismo, la mayoría de los Law Lords estimó que la Ley de 2001 era
discriminatoria e incompatible con el artículo 14 del Convenio (RCL 1999,
1190 y 1572) , disposición de que no había sido derogada. Consideró que los
demandantes no se encontraban en una situación análoga a la de los
ciudadanos británicos sospechosos de terrorismo internacional, teniendo
unos y otros en común el no poder ser expulsados y ser considerados una
12
amenaza para la seguridad de la nación. Señalando que el régimen de
reclusión tenía por objetivo principal la protección del Reino Unido contra los
atentados terroristas y no el control de la inmigración, concluyó que no
había ninguna razón objetiva para que se aplicase a los interesados un
régimen diferente debido a su nacionalidad o su situación respecto al
Derecho de los extranjeros.
22. La Cámara de los Lores estimó, además, que no procedía examinar los
motivos articulados por los demandantes relativos a la violación de los
artículos 3 y 16 del Convenio (RCL 1999, 1190 y 1572) , por cuanto había
concluido que la derogación era ilegal por otras razones.
23. Por mayoría de sus miembros, anuló el decreto de derogación y, en
aplicación del artículo 4 de la Ley de Derechos Humanos (apartado 94 infra),
declaró que el artículo 23 de la Ley de 2001 era incompatible con los
artículos 5.1 y 14 del Convenio (RCL 1999, 1190 y 1572) en la medida en
que era desproporcionado e instauraba, respecto a los presuntos terroristas
internacionales, un régimen de reclusión discriminatorio.
C.
El procedimiento relativo a la emisión de certificados: la «decisión marco» y
los recursos ejercidos por los demandantes
24. Entre tanto, en mayo de 2003, la SIAC comenzó a examinar los recursos
individuales interpuestos por los demandantes contra los certificados
emitidos, después de que el Tribunal de apelación hubiese dictado sentencia
sobre la cuestión de la derogación, pero antes de la citada sentencia de la
Cámara de los Lores.
25. El Ministro del Interior presentó para cada uno de estos recursos
conclusiones «no confidenciales» en las que figuraban una síntesis de los
hechos que habían motivado la emisión del certificado, así como las pruebas
que estimaba poder divulgar sin riesgo para la seguridad nacional. Además,
en cada uno de los casos se sometieron a la SIAC conclusiones
«confidenciales» sobre los hechos y las pruebas.
26. El 29 de octubre de 2003, la SIAC dictó una «decisión marco» que incluía
algunas conclusiones de alcance general válidas para todos los recursos
contra los certificados.
A título preliminar, estimó en particular que era competente para conocer de
un recurso contra la emisión de un certificado incluso cuando la persona
afectada hubiese abandonado el Reino Unido y el certificado hubiese sido
revocado. Consideró, también, que al imponer a las autoridades que
probasen que tenían motivos razonables para sospechar que una persona
era un «terrorista» y creer que su presencia en suelo británico representaba
un peligro para la seguridad nacional, el artículo 21 de la Ley de 2001
planteaba una exigencia «inferior a la de la prueba, incluso de la prueba
según la mayor probabilidad» y que «los motivos razonables podían basarse
en elementos –tales como testimonios indirectos de informadores
anónimos– que no serían admisibles en el marco de un proceso judicial
ordinario». Puntualizó que el peso que convenía conceder a una prueba
determinada debía apreciarse a la luz de todas las pruebas, consideradas
globalmente. Añadió que no consideraba deber descartar de plano las que se
hubiesen podido obtener mediante tortura y que le correspondía examinar
13
toda la información sobre la manera en que se habían obtenido para
concederles el peso y el crédito que merecían.
Consideró que las disposiciones de la Ley de 2001 relativas a la reclusión
habían de interpretarse a la luz del decreto de derogación. Estimó que la
noción de amenaza para la vida de la nación no aludía solamente a los
hechos susceptibles de producirse en territorio británico, ya que la vida del
Reino Unido se manifestaba también a través de la actividad diplomática,
cultural y turística que llevaba en el extranjero. Añadió que los ataques
perpetrados contra los aliados de los británicos podían exponer también al
país a un riesgo debido a la interdependencia de los Estados que se
enfrentaban a una amenaza terrorista mundial. Señalando que la
notificación de derogación designaba como fuente de la amenaza a Al-Qaeda
y sus afines, puntualizó que las autoridades debían demostrar –en virtud
tanto de la parte del artículo 21 relativa a la «seguridad nacional» como de
la referente al «terrorismo internacional»– que existían motivos razonables
para sospechar que la persona afectada por un certificado pertenecía a un
grupo vinculado –directa o indirectamente– a Al-Qaeda. A este respecto,
estimó que, aunque se tratase de un grupo implicado principalmente en la
lucha interna y que solo apoyase parcialmente los objetivos de Al-Qaeda,
sus colaboradores podían ser legítimamente considerados auxiliares de Al-
Qaeda por el apoyo que aportaban a dicho grupo.
Formuló, además, algunas conclusiones de alcance general en cuanto a las
organizaciones de las que el Ministro del Interior sospechaba que estaban
vinculadas a Al-Qaeda. Las conclusiones en cuestión se fundaban en pruebas
«no confidenciales» y elementos «secretos». Declaró, por ejemplo, que el
GSPC (Grupo Salafista para la Predicación y el Combate) –constituido en
Argelia en 1998– era una organización terrorista internacional que mantenía
relación con Al-Qaeda en materia de instrucción y financiación, pero que no
era así en el caso del Grupo Islámico Armado (GIA), la organización argelina
que lo había precedido y de la que procedía. Concluyó también que el Yihad
Islámico Egipcio (YIE) era una rama de Al-Qaeda –o al menos estaba
estrechamente relacionada con esta organización– y que los Muyaidines
Árabes de Chechenia, grupo terrorista internacional que lucha por la
independencia de Chechenia pero que su objetivo último es la lucha contra
Occidente, mantenía una estrecha relación con Al-Qaeda. Estimó, además,
que una célula compuesta esencialmente por extremistas argelinos
reagrupados en torno a Abu Doha –ciudadano argelino que se instaló en el
Reino Unido en 1999– se veía afectada por la derogación. Señaló que Abu
Doha estaba acusado de haber jugado un rol de primer orden en los campos
de entrenamiento de Afganistán y de haber tenido muchos contactos con Al-
Qaeda, concretamente con los miembros de la célula de Frankfurt, la cual
había proyectado perpetrar un atentado contra el mercado de Navidad de
Estrasburgo en diciembre de 2000. Puntualizó que había sido detenido en
febrero de 2001 y que pesaba sobre él una demanda de extradición
formulada por los Estados Unidos, pero que el grupo que se había formado
en torno a él seguía activo.
27. Los demandantes impugnaron la decisión de la SIAC de admitir las pruebas
obtenidas mediante tortura. En previsión de la instancia de casación, las
partes acordaron que el procedimiento de recurso contra los certificados
ante la SIAC entraba en el campo de aplicación del artículo 5.4 del Convenio
(RCL 1999, 1190 y 1572) y debía responder, por tanto, a las exigencias
elementales del proceso justo. Consideraron inútil examinar la cuestión de si
entraba también en el campo de aplicación del artículo 6, cuestión que
quedó en suspenso.
14
El 11 de agosto de 2004, la mayoría de los jueces del Tribunal de apelación
confirmó la decisión de la SIAC ([2004] EWCA Civ 1123).
El 8 de diciembre de 2005, la Cámara de los Lores estimó, por unanimidad,
que las pruebas obtenidas de un sospechoso o un testigo mediante tortura
desde hace tiempo se consideraban sujetas intrínsecamente a caución,
injustas, contrarias a los principios de humanidad y dignidad comúnmente
reconocidos e incompatibles con la reglas de la administración de justicia
cuyo cumplimiento se impone a los tribunales. Concluyó que las pruebas
recogidas por este medio no podían admitirse contra los justiciables que
compareciesen ante los tribunales británicos, cualquiera que fuese el lugar
en el que se hubiesen cometido los actos de tortura y la identidad de su
autor o el que los ha ordenado. Señalando que el autor de un recurso contra
un certificado sólo tenía un acceso limitado a las pruebas de cargo en el
marco del procedimiento ante la SIAC, declaró que lo más que se podía
exigir de él era que proporcionase una razón creíble para pensar que las
pruebas habían sido obtenidas mediante tortura y que, puesto que había
cumplido esta exigencia, la SIAC estaba obligada a abrir la investigaciones
necesarias. En consecuencia, la Cámara de los Lores estimó el recurso de los
demandantes y ordenó que la SIAC volviese a examinar sus casos ([2005]
UKHL 71).
28. Las conclusiones a las que llegó la SIAC respecto a cada uno de los
demandantes figuran en los apartados 29 a 69 infra. Una de las dieciséis
personas recluidas sobre la base del Título 4 de la Ley de 2001 –entre las
que figuraban los once demandantes– obtuvo de la SIAC la anulación del
certificado.
D.
El procedimiento relativo a la emisión de los certificados: las resoluciones
individuales
1.
El primer demandante
29. El primer demandante nació en Jordania, en un campo de refugiados
palestinos. Apátrida, obtuvo en 1997 un permiso de residencia ilimitado en
el Reino Unido. Sospechoso de ser un terrorista internacional, fue objeto de
un certificado emitido el 17 de diciembre de 2001 por el Ministro del Interior
en aplicación del artículo 21 de la Ley de 2001 y posteriormente, el 18 de
diciembre de 2001, de una orden de expulsión fundada en el mismo motivo.
30. Fue encarcelado el 19 de diciembre de 2001. Posteriormente impugnó el
certificado y la orden de expulsión ante la SIAC. El 24 de julio de 2002 fue
trasladado al hospital de Broadmoor, establecimiento psiquiátrico de
seguridad.
31. El primer demandante y sus letrados recibieron comunicación de
documentos «no confidenciales» en poder del Ministro del Interior, entre los
que figuraba un informe policial que indicaba que por las cuatro cuentas
bancarias de las que el interesado era titular habían pasado importantes
sumas de dinero. A la SIAC y al abogado especial designado para
representar al primer demandante se les entregaron, además, pruebas
«confidenciales». Asistido por un intérprete, el interesado depuso ante la
15
SIAC y citó a comparecer a un testigo de moralidad. Además, presentó
cuatro informes médicos sobre su salud mental. En la decisión dictada el 29
de octubre de 2003, la SIAC se expresó así:
«Somos muy conscientes de que el carácter de las pruebas no confidenciales
presentadas contra el recurrente es muy general y que los cargos contra él
se basan esencialmente en afirmaciones que en su mayor parte no están
fundadas. El interesado está acusado principalmente de recaudar fondos y
distribuirlos entre los grupos terroristas vinculados a Al-Qaeda. Es
sospechoso también de facilitar documentación falsa y ayudar a los
candidatos a la Yihad a llegar a los campos de entrenamiento de Afganistán.
Se le imputa asimismo estar estrechamente vinculado a los responsables
extremistas y acólitos de Osama Ben Laden que operan en el Reino Unido y
en el extranjero. Afirma, como siempre ha hecho, que solo se ocupa de
obras sociales, concretamente de una escuela para niños arabófonos en
Afganistán, así como de proyectos de perforación de pozos y ayuda
alimentaria para comunidades que viven en dicho país. Indica también que
recauda fondos para los refugiados chechenos. Alega que todos los contactos
que ha podido tener con presuntos extremistas se inscriben en el marco de
sus actividades y que no tenía ninguna razón para pensar que fuesen
terroristas o que estuviesen vinculados al terrorismo.
Reconocemos que es muy difícil para el recurrente defender su causa en la
presente instancia y tenemos debidamente en cuenta sus dificultades así
como los trastornos psíquicos que padece. Señalamos que [su letrado] se ha
declarado preocupado por la valoración extremadamente simplista de los
servicios de seguridad en lo referente a una situación que califica de muy
compleja y por su tendencia a presumir que todos los Musulmanes piadosos
que aprueban la manera de vivir de los Talibán en Afganistán deben ser
tratados de sospechosos. Observamos también que el defensor afirmó
primero que las colectas de fondos organizadas por el recurrente eran para
apoyar el terrorismo antes de admitir, después de que el interesado hubiese
demostrado la realidad de sus actividades caritativas, que una parte al
menos de las sumas recaudadas habían servido a estos objetivos legítimos.
En lo que respecta a los contactos alegados del recurrente con personas
citadas por su nombre, no perdemos de vista que algunos de ellos,
sospechosos de estar implicados en actividades terroristas, han interpuesto
recursos que están pendientes actualmente (...), que las acusaciones
formuladas contra otros no han sido verificadas y que no se ha dado ninguna
explicación en cuanto a los vínculos que se imputan al interesado.
(...)
Forzado a reconocer que las explicaciones dadas por el [primer demandante]
sobre ciertos viajes efectuados en los años 90 no son creíbles [su letrado]
nos ruega no reprochárselo a su cliente e invoca su estado psíquico. No
podemos admitir esta petición. La mentira del interesado sobre los tres años
presuntamente pasados en las cárceles jordanas constituye un intento
deliberado por su parte de defenderse de la acusación de que fue muyaidín
en Afganistán. Reconocemos que la policía sobrestimó la cuantía de las
sumas de dinero que habían pasado por las cuentas bancarias del
demandante. Sin embargo, sigue siendo importante. Por otra parte, [el
letrado del interesado] indica que su cliente está acusado se haber facilitado
documentación falsa a otros y no de habérsela procurado él mismo, de
forma que no se debería tener en cuenta su pasaporte iraquí falso. Sin
embargo, esta pieza prueba que el interesado puede procurarse un
pasaporte falso. [El letrado del demandante] niega la fiabilidad de la
16
información utilizada contra su cliente, haciendo constar que las autoridades
reconocieron tardíamente que éste realmente realizaba actividades
caritativas y que una parte de los fondos recaudados que había pasado por
su cuenta había sido utilizada con este fin. Somos conscientes de que un
sospechoso corre el riesgo de que las sospechas que pesan sobre él se
extiendan a todas sus actividades y de que no obtenga el beneficio de un
examen equitativo, por parte de las autoridades, de los indicios disponibles
para determinar si sostienen las sospechas en cuestión. Hemos analizado
todos los elementos que obran en nuestro poder, en particular los
documentos confidenciales, siendo conscientes de dicho riesgo.
Tal y como hemos dicho, las pruebas no confidenciales no pueden por sí
solas justificar nuestra decisión de inadmitir el presente recurso y
reconocemos que al [letrado del demandante] se le ha confiado una de las
misiones más arduas. Pero la declaración del recurrente no nos convence,
aun teniendo en cuenta el estado psíquico de éste y las dificultades a las que
ha debido enfrentarse. A menudo se ha mostrado evasivo y aproximativo; se
ha acreditado que ha mentido sobre los desplazamientos que efectuó en los
años 90. Nos cuesta seguir y aceptar las explicaciones que da de algunos de
los movimientos que aparecen en sus cuentas bancarias. Estimamos que lo
que se ha dicho sobre su compromiso a favor de Argelia y Chechenia no
hace prosperar su tesis. Los cargos que pesan contra él se basan
esencialmente en pruebas sobre su relación con Afganistán y con terroristas
cuyo vínculo con Al-Qaeda es conocido.
Está claro que el recurrente es un recaudador de fondos talentoso y sobre
todo que ha logrado enviar las sumas recaudadas a Afganistán. Sus
problemas no han perjudicado la eficacia de sus actividades ni la confianza
que se le otorgaba para llevarlas a cabo. Las explicaciones que ha dado
sobre la identidad de los terroristas notorios cuyos hijos acudían a la escuela
de la que se ocupaba y sobre algunas de las operaciones más importantes
registradas en sus cuentas bancarias, no son satisfactorias. Se ha mostrado
evasivo en cuestiones que, teniendo en cuenta las acusaciones formuladas
contra él, merecían, en nuestra opinión, más aclaraciones.
(...)
Hemos examinado todas las pruebas con un ojo crítico. Las piezas
confidenciales de las que disponemos nos afirman en nuestra opinión según
la cual la emisión del certificado en litigio estaba justificada. A los fines del
artículo 21 de la Ley de 2001, existen motivos razonables para creer que la
presencia del interesado en el Reino Unido representa un riesgo para la
seguridad nacional y para sospechar que es un terrorista. Por consiguiente,
desestimamos el presente recurso».
32. Conforme a las disposiciones de la Ley de 2001, la SIAC volvió a examinar el
expediente del primer demandante seis meses más tarde. En su Decisión de
2 de julio de 2004, se expresó así:
«Las nuevas informaciones generales no confidenciales (...) continúan
señalando que el Reino Unido está amenazado directamente por uno o
varios grupos compuestos en su mayoría por extremistas islámicos
norteafricanos relacionados de distintas formas con Al-Qaeda.
Aunque varios de los contactos del [demandante] estén en la cárcel, el
número de extremistas que evolucionan a distintos grupos existentes es tal
que el interesado no tendría ninguna dificultad en aportarles el considerable
17
saber hacer que posee en materia de apoyo logístico para que lo utilicen con
el fin de realizar sus proyectos extremistas islamistas en relación con el
Reino Unido, de lo que sigue teniendo la voluntad y capacidad de hacer. Está
justificado, por tanto, el mantenimiento del certificado».
33. La SIAC volvió a examinar el expediente el 15 de diciembre de 2004 y llegó
a la misma conclusión.
2.
El segundo demandante
34. El segundo demandante es un ciudadano marroquí nacido el 28 de febrero
de 1963. Entró en el Reino Unido con un visado turístico en 1985 y se le
concedió la autorización para permanecer en el país y cursar estudios. El 21
de junio de 1998 obtuvo un permiso de residencia ilimitado debido a su
matrimonio con una ciudadana británica, que se rompió posteriormente. En
1990 y nuevamente en 1997, solicitó la naturalización. Estas solicitudes
fueron denegadas. En el año 2000 contrajo matrimonio con una ciudadana
británica con la que tuvo un hijo.
35. El 17 de diciembre de 2001 fue objeto de un certificado emitido por el
Ministro del Interior que lo calificaba de presunto terrorista internacional –en
el sentido del artículo 21 de la Ley de 2001– y de una orden de expulsión. El
19 de diciembre de 2001 ingresó en prisión. Interpuso un recurso contra el
certificado en cuestión y la orden de expulsión, después decidió abandonar
el Reino Unido e ir a Marruecos el 22 de diciembre de 2001. Continuó con el
procedimiento desde Marruecos.
36. En la decisión relativa a este caso dictada el 29 de octubre de 2003, la SIAC
hizo así una síntesis de las acusaciones «no confidenciales» formuladas
contra el segundo demandante:
«1) El interesado tiene contactos con el GIA y el GSPC [grupos terroristas
argelinos, apartado 26 supra] y colabora estrechamente con algunos
extremistas islamistas vinculados a Al-Qaeda y/o Ben Laden.
2) Participa en la preparación y/o instigación de actos de terrorismo
internacional suministrando material de alta tecnología (concretamente
aparatos de comunicación) al GSPC y/u otros islamistas extremistas
chechenos dirigidos por Ibn Khattab, así como ropa a estos últimos.
3) Apoya al menos a uno de los grupos siguientes: el GIA, el GSPC o la
facción chechena dirigida por Ibn Khattab. Este apoyo se traduce por estafas
dirigidas a financiar a extremistas y por el almacenamiento y la posesión de
películas de propaganda yihaidista.
Las conclusiones no confidenciales presentadas por el Ministro del Interior
detallan estas acusaciones. Indican además que el [demandante] utiliza al
menos un pseudónimo y que mantiene diversos contactos con personas cuya
dedicación al terrorismo es segura o se presume [se citan los nombres de
cinco personas] y que [el representante del Ministro del Interior] ha
calificado a todos de «notorios extremistas islamistas argelinos».
[Un testigo citado por el Ministro del Interior], B., ha confirmado que [el
segundo demandante] es sospechoso de pertenecer a una red más que a
una organización concreta como el GSPC o el GIA».
18
La SIAC expuso seguidamente las razones por las que desestimaba el
recurso ejercido por el demandante:
«Ni [el segundo demandante] ni los demás están acusados, en el marco del
procedimiento que se sigue ante nosotros, de haber cometido unos delitos
concretos. La cuestión que se nos plantea es la de si, en virtud de las
pruebas que obran en nuestro poder, existen motivos razonables para
sospechar que el interesado es un terrorista internacional (según la
definición dada a esta expresión). Para apreciar los elementos en cuestión,
debemos considerarlos globalmente. Aisladamente, los indicios referentes a
las estafas podrían no ser suficientes para demostrar que un sospechoso
está implicado de alguna forma en el terrorismo o que de algún modo lo
apoya. Pero estamos llamados a valorar una situación en la que convergen
varios indicios en una misma persona. El primero de ellos alude a la
participación del interesado en estafas de las que está forzosamente al
corriente pero sobre las que no da explicaciones y de las que parece querer
exculparse pretendiendo ignorar a qué acto(s) se refiere el Ministro del
Interior. El segundo alude a su implicación en campañas de sensibilización
con la lucha que se lleva a cabo en Chechenia y en operaciones de
recaudación de fondos destinadas a apoyarla, gestiones que él inscribe
dentro de una perspectiva exclusivamente islamista –más que humanitaria–
al explotar y distribuir películas que, según las pruebas de que disponemos,
parecen circular en los medios extremistas. El examen de las pruebas
generales nos ha llevado a interesarnos por los Muyaidines árabes de
Chechenia y a preguntarnos sobre el significado del apoyo a su causa:
hemos estimado que los partidarios de este movimiento tenían plena
conciencia de avalar su objetivo último, la Yihad. (...) [El interesado] lleva a
cabo estas actividades presentándose como un colaborador cercano de Abu
Doha. Teniendo en cuenta la información de que disponemos sobre este
último y cuya fiabilidad, como hemos dicho, no nos parece sujeta a caución,
consideramos que es totalmente inverosímil afirmar, como hace [el segundo
demandante] que Abu Doha no hacía nada de ilegal al reconocer que
ocultaba sus operaciones a los Rusos. (...) [El interesado] mantiene
[vínculos] con otras personas implicadas en el terrorismo. La mayor parte de
ellas son citadas por su nombre en las conclusiones no confidenciales, pero
no en las declaraciones del recurrente. (...)
Acabamos de exponer los cinco indicios contra [el segundo demandante]. No
hay duda alguna de que el Ministro del Interior habría podido establecer la
validez de su tesis demostrando que estos elementos se hallaban bajo
diferentes formas en una sola y única persona. En conjunto, los cinco
indicios en cuestión nos parecen concluyentes en cuanto al fundamento de
su situación. Estamos plenamente convencidos de que el Ministro del Interior
tiene motivos razonables para sospechar que [el segundo demandante]
apoya o ayuda al GIA, el GSPC y el grupo más informal formado alrededor
de Abu Doha y para pensar que cada minuto que pasa [el interesado] en el
territorio británico representa una amenaza para la seguridad nacional».
3.
El tercer demandante
37. El tercer demandante es un ciudadano tunecino nacido en 1963 y residente
en el Reino Unido desde aproximadamente 1994. El 18 de diciembre de
2001, fue objeto de un certificado emitido por el Ministro del Interior y
encarcelado al día siguiente.
19
38. En la decisión pronunciada en este caso el 29 de octubre de 2003 para
desestimar el recurso interpuesto por el interesado contra el certificado, la
SIAC se expresó así:
«Se desprende de los documentos no confidenciales que nos han sido
presentados que el recurrente sería uno de los responsables del Grupo
combatiente tunecino (GCT), grupo islamista extremista. Éste se constituyó
en 2000 y tendría su origen en el Frente islamista tunecino (o FIT, según el
acrónimo francés). Tendría por objetivo último instaurar un Estado islamista
en Túnez. Asimismo, el interesado mantendría contactos regulares con
personas identificadas como terroristas, algunas de ellas implicadas en la
perpetración o preparación de actos terroristas. El FIT y el GCT son
sospechosos de mantener vínculos con Al-Qaeda.
Las piezas no confidenciales que incriminan al recurrente carecen totalmente
de contenido. Los elementos en los que se basan las sospechas que pesan
sobre él figuran esencialmente en los documentos confidenciales. De ello se
desprende que el interesado se halla en una situación muy desfavorable
para preparar su defensa, ya que ignora quiénes son las personas con las
que se le acusa de mantener contactos.
(...)
El recurrente declara no haber oído nunca hablar del GCT y niega
categóricamente pertenecer al mismo. (...) No dudamos de la existencia del
GCT (...) [y] de los vínculos que le unen a Al-Qaeda. Las razones que nos
llevan a estas conclusiones se expondrán en una decisión confidencial.
En mayo de 1998, el interesado y otras diez personas fueron detenidos, en
el marco de una operación conjunta de los servicios especiales y los
servicios de seguridad, sobre la base de varias órdenes dictadas en virtud de
la Ley de prevención del terrorismo. Puesto en libertad sin haber sido
imputado, el recurrente recibió en tiempo útil una indemnización de 18.500
Libras esterlinas por detención ilegal. Las detenciones en cuestión habían
sido ordenadas sobre la base de informaciones según las cuales las personas
a las que se referían preparaban un ataque contra la Copa del Mundo en
Francia. Aunque la ausencia de toda prueba admisible de la implicación del
interesado en este pretendido complot constituye evidentemente para
nosotros un argumento de peso, no es ni puede ser decisiva en lo que
respecta al resultado del presente recurso. Debemos examinar el conjunto
de elementos que obran en nuestro poder para determinar si existen
motivos razonables que justifiquen la convicción o las sospechas a las que se
refieren respectivamente los apartados a) y b) del artículo 21 de la Ley de
2001.
(...)
Estamos convencidos de que el recurrente es miembro del GCT –
organización terrorista que concierne a la Ley de 2001– y que mantiene
relaciones con un grupo terrorista internacional. Somos conscientes del
carácter sumario de los motivos no confidenciales en los que se basa
nuestra convicción. Ello se debe a que nuestra apreciación se funda
esencialmente en elementos confidenciales. Los hemos examinado con
circunspección, siendo conscientes de que el interesado niega cualquier
implicación en el terrorismo así como el sostén o apoyo deliberado a los
terroristas. Es por ello que hemos tenido cuidado en estimar solamente
20
aquellos para los que no existe, en nuestra opinión, una explicación
inocente".
39. La SIAC concluyó en el mismo sentido en las decisiones dictadas el 2 de julio
y 15 de diciembre de 2004 con ocasión del examen periódico del certificado
en litigio.
4.
El cuarto demandante
40. El cuarto demandante nació en Argelia en 1971. Su primera estancia en el
Reino Unido se remonta a 1994. En mayo de 1997 fue detenido y acusado
de varios delitos, concretamente de asociación de malhechores para
exportar a Argelia material destinado, según las autoridades, a actividades
terroristas. Se le imputaba asimismo la pertenencia al GIA. Las diligencias
abiertas contra el interesado se abandonaron en marzo de 2000, después de
que un testigo clave –un agente de los servicios de seguridad–, se hubiese
negado a comparecer debido a que era demasiado peligroso para él testificar
sobre la necesidad para los civiles de protegerse frente a las atrocidades de
las que era sospechoso de cometer el Gobierno argelino.
41. En 1998, el demandante contrajo matrimonio con una francesa. Adquirió la
nacionalidad francesa en mayo de 2001, de lo que no informó a las
autoridades británicas. El 17 de diciembre de 2001 fue objeto de un
certificado emitido por el Ministro del Interior sobre la base del artículo 21
de la Ley de 2001 y encarcelado el 19 de diciembre de 2001. El 13 de marzo
de 2002 abandonó el Reino Unido y partió a Francia. A su llegada a territorio
francés fue interrogado por los servicios de seguridad que lo dejaron en
libertad. El certificado emitido contra él fue revocado por cuanto había
abandonado el territorio británico. La revocación en cuestión fue antedatada
al 22 de marzo de 2002.
42. En la decisión dictada el 29 de octubre de 2003, la SIAC consideró que de la
antedata referida a la revocación resultaba que el demandante no se hallaba
afectado por un certificado en el momento de la interposición de su recurso
y que, por tanto, no podía disponer de esta vía de derecho. Estimando, no
obstante, que podía errar en este extremo, decidió examinar dicho recurso.
Señalando que el Ministro del Interior no podía razonablemente saber, en el
momento de la emisión del certificado en litigio, que el demandante era un
ciudadano francés cuya expulsión a Francia no presentaba ningún riesgo,
consideró que no podía basarse en este motivo para concluir que el
certificado no debería haberse expedido. También procedió al examen de las
pruebas de cargo, llegando a las conclusiones siguientes:
«Para resolver este asunto, deberemos examinar no solamente los
documentos no confidenciales sino también los confidenciales. El recurrente
parece sospechar que ha sido vigilado durante la mayor parte del período
pertinente.
Somos conscientes de que debemos guardarnos de concluir que el
interesado es culpable basándonos en sus relaciones. El hecho de que
presuntos terroristas internacionales formen parte de sus amigos o de su
entorno no es suficiente para que se pueda razonablemente sospechar que
él mismo está implicado personalmente en operaciones terroristas ni que
aporte siquiera, con pleno conocimiento de causa, su apoyo o sostén a tales
operaciones. Conscientes de que [el solicitor] del recurrente ve en este
21
procedimiento un intento de reanudar las diligencias sin que se haya
descubierto ningún elemento nuevo en las actividades del interesado. La
detención ha de contemplarse en última instancia y, en consecuencia, no
puede fundarse exclusivamente en las amistades del recurrente, puesto que
queda por demostrar la culpabilidad de éstas. (...) Dicho esto, como las
autoridades tienen motivos razonables para sospechar que el interesado ha
participado activamente en operaciones terroristas por cuenta del GIA, es
legítimo tener en cuenta el hecho de que continúe frecuentando a terroristas
internacionales presuntamente vinculados a Al-Qaeda. Nacido de una
escisión del GIA, el GSPC se unió a Al-Qaeda y el recurrente eligió seguir a
los partidarios del GSPC en lugar de a los del GIA. En realidad estamos
convencidos de la veracidad de las acusaciones que figuran en las
conclusiones no confidenciales según las cuales el interesado jugó primero
un papel activo en el GIA antes de incorporarse al GSPC y suministró
documentación falsa a los miembros de estas dos organizaciones, así como
a los Muyaidines de Chechenia. Reconocemos, no obstante, que las
actividades que llevó a cabo en 2000 y 2001 denotan su retirada, como
demuestran los documentos no confidenciales y secretos que hemos
examinado. Sin embargo, esta retirada no prohíbe considerarlo un terrorista
internacional en el sentido del artículo 21. Nos corresponde valorar de lo que
es capaz el interesado estudiando su comportamiento en el pasado. A este
respecto, es muy significativo que anteriormente hubiese tenido la voluntad
y la capacidad de ofrecer ayuda y asistencia a sospechosos, que continúe
frecuentándolos y que siga colaborando con ellos (concretamente dejándoles
utilizar su camioneta).
Hemos tenido serias dificultades en pronunciarnos sobre este aspecto del
asunto. Hemos tenido plenamente en cuenta los argumentos que [el
solicitor] del interesado nos ha expuesto de forma tan convincente. Sin
embargo, tras apreciar globalmente las pruebas que nos han sido
presentadas, estimamos en definitiva que la emisión del certificado no
estaba injustificada. En consecuencia y a la vista de los hechos de la causa,
no habríamos estimado el recurso del interesado».
5.
El quinto demandante
43. El quinto demandante nació en Argelia en 1969. Según las conclusiones que
presentó a la SIAC, contrajo la poliomielitis en su infancia, razón por la cual
padece una atrofia y una parálisis permanente de la pierna derecha. Fue
detenido y torturado por agentes del Gobierno argelino en 1991, lo que le
habría incitado a huir a Arabia Saudí. En 1992 acudió a Paquistán y realizó
varios viajes a Afganistán. En 1995 regresó al Reino Unido donde formuló
una petición de asilo alegando haber resultado herido en la pierna por un
obús en Afganistán en 1994. Se le denegó el asilo. En diciembre de 1999 se
desestimó el recurso que había formulado contra la denegación de asilo.
Está casado con una ciudadana francesa con la que tiene un hijo.
44. El 17 de diciembre de 2001, fue objeto de un certificado emitido por el
Ministro del Interior sobre la base del artículo 21 de la Ley de 2001 y
encarcelado el 19 de diciembre de 2001. En la decisión pronunciada en este
caso el 29 de octubre de 2003, por la que desestimó el recurso interpuesto
por el interesado contra el certificado en cuestión, la SIAC se expresó así:
«Las conclusiones no confidenciales presentadas para justificar la emisión
del certificado en litigio no contienen pruebas tangibles, se reducen
22
esencialmente a afirmaciones. En el presente caso –al igual que en la mayor
parte de casos análogos– las pruebas figuran en gran parte en documentos
secretos, situación que, sabemos muy bien, coloca a los recurrentes en una
situación desfavorable privándoles de la posibilidad de conocer pruebas que
podrán ser utilizadas contra ellos. Los abogados especiales han tenido la
ocasión de impugnar –a veces con éxito– algunas pruebas de cargo,
concretamente las relativas al campo en el condado de Dorset en el que
participaron varios individuos que se interesaban en los servicios de
seguridad, incluido el recurrente (...)
El interesado es sospechoso de haber sido miembro del GIA antes de unirse
al GSPC cuando se escindieron estas dos organizaciones. Colaboraba con
varios jefes extremistas –algunos de ellos pertenecientes también al GSPC o
relacionados con dicho grupo– y los apoyaba activamente suministrándoles
documentación falsa y ayudando a jóvenes musulmanes originarios del
Reino Unido a ir a Afganistán para prepararse para la Yihad. Jugaría un
papel crucial en las operaciones de ayuda llevadas a cabo en el Reino Unido
y en el extranjero por cuenta del GSPC y otros islamistas radicales. En sus
conclusiones, el interesado niega en bloque estas acusaciones y da
explicaciones inocentes sobre las relaciones que se le imputan. Reconoce
que entre sus amigos en el Reino Unido hay algunos argelinos e indica que
su familia es allegada a la del [cuarto demandante] porque la esposa de éste
y la suya son francesas. Admite frecuentar la mezquita dirigida [por el
octavo demandante] del que admira su talento como predicador y al que
dice escuchar sin nunca intervenir. Afirma no conocer al [octavo
demandante] al margen de las operaciones de ayuda a Chechenia en las que
participa –como cientos otros musulmanes– y asegura no haber conversado
nunca con él por teléfono. Añade haber pedido a veces consejo [al octavo
demandante] sobre cuestiones de orden social en la oración del viernes en la
mezquita».
La SIAC indicó que unos informes de vigilancia «no confidenciales»
revelaban que el demandante había entrado en contacto con otros presuntos
miembros del GIA o el GSPC, concretamente en un campo organizado en el
condado de Dorset en julio de 1999. Hacía referencia a otros documentos no
confidenciales calificando de «sin interés» o de «parcialmente inexactas» las
respuestas ofrecidas por el interesado a los agentes de los servicios de
seguridad que lo habían interrogado en julio y septiembre de 2001.
Proseguía así:
«Las autoridades se basan en algunos documentos descubiertos en el
domicilio del recurrente durante su detención, concretamente la copia de
una fatwa emitida por Ben Laden que el interesado afirma no haber visto
nunca antes y cuya presencia en su domicilio no se explica. En cuanto al
comunicado del GSPC que también se halló allí, el recurrente indica que se
trata sin duda de un documento repartido en la mezquita. El análisis del
disco duro del ordenador del interesado ha revelado que éste había
consultado un sitio de Internet dedicado a la tecnología militar americana,
tema ajeno a los estudios que cursa. Pretende, por último, no saber nada del
diagrama manuscrito del misil descubierto en su domicilio, indicando que
éste provenía quizás de un libro de ocasión sobre el Islam que había
comprado en la mezquita.
Tomamos buena nota de las denegaciones del interesado, pero hemos de
tener en cuenta todas las pruebas de que disponemos. Tal y como se
desprende de la presente decisión, tenemos razones para dudar de ciertas
declaraciones del recurrente. Por el contrario, los documentos confidenciales
23
nos afirman en la opinión según la cual es razonable sospechar que el
interesado es un terrorista internacional en el sentido del artículo 21 y
pensar que su presencia en el Reino Unido amenaza la seguridad nacional.
No hay duda alguna de que está implicado en la fabricación de
documentación falsa, que ha ayudado a jóvenes musulmanes a ir a
Afganistán para prepararse para la Yihad y que ha aportado su colaboración
a terroristas vinculados a Al-Qaeda. Estamos asimismo convencidos de que
ha apoyado activamente al GSPC. Desestimamos sin vacilar su recurso».
45. El 22 de abril de 2004, el quinto demandante obtuvo la libertad condicional
motivada por su estado de salud. Esta libertad iba acompañada de unas
condiciones rigurosas consistentes en el arresto domiciliario acompañado de
medidas de vigilancia. En la decisión sobre el nuevo examen del certificado,
dictada el 2 de julio de 2004, la SIAC se expresó así:
«(...) cuando concedieron al interesado la libertad condicional, [los
miembros de esta jurisdicción] no se retractaron de la postura que habían
adoptado en cuanto a la pertinencia de los motivos por los que las
autoridades piensan que es un terrorista internacional y que representa una
amenaza para la seguridad nacional. Estimaron que, en el caso del
recurrente, esta amenaza podía contenerse mediante medidas
proporcionadas que tuviesen en cuenta los serios trastornos mentales que
padece. Esta apreciación no constituye un motivo para revocar el certificado.
Es posible que el interesado no respete las condiciones de su liberación o
que haya que revocar esta medida por otras razones. El mantenimiento del
certificado depende de la respuesta a la cuestión de si la situación sigue
correspondiendo a las previsiones de la Ley y de la derogación.
Varios acólitos del interesado –algunos sospechosos de estar implicados
activamente en la planificación de actos terroristas– siguen en libertad. Nada
hace pensar que los trastornos mentales del recurrente hayan atenuado su
apoyo al islamismo radical. Tiene la experiencia y capacidad necesarias para
entrar nuevamente a formar parte de las actividades extremistas. Las
condiciones que acompañan su liberación son esenciales; le han sido
impuestas debido al certificado que le afecta y a la desestimación, por los
miembros de esta jurisdicción, del recurso que había ejercido contra esta
medida. El mantenimiento del certificado está justificado».
46. El 15 de diciembre de 2004, la SIAC volvió a examinar el caso y concluyó
que el mantenimiento del certificado estaba justificado.
6.
El sexto demandante
47. El sexto demandante nació en Argelia en 1967 y reside en el Reino Unido
desde 1989. El 17 de diciembre de 2001 fue objeto de un certificado emitido
por el Ministro del Interior y encarcelado dos días más tarde, el 19 de
diciembre.
48. En la decisión dictada en este caso el 29 de octubre de 2003, la SIAC
declaró:
«Aunque para resolver el presente recurso debemos examinar tanto los
documentos no confidenciales como la documentación secreta, se han de
hacer constar las acusaciones formuladas contra [el sexto demandante]
expuestas en las conclusiones no confidenciales del Ministro del Interior por
24
cuanto son las que conoce el interesado y de las que debe defenderse.
Llamados a valorar las declaraciones de este último así como las demás
pruebas y argumentos presentados en su nombre, somos conscientes
constantemente de que lo ignora todo de los documentos secretos
presentados por el Ministro del Interior, pero que no se halla en terreno
totalmente desconocido puesto que existen acusaciones no confidenciales.
Ahora bien, podemos evaluar la validez de sus argumentos vista la manera
en que se defiende de las acusaciones en cuestión.
Las quejas formuladas por el Ministro del Interior contra [el sexto
demandante] pueden resumirse así:
1) El interesado pertenece al GSPC y/o es miembro del mismo, y formaba
parte anteriormente del GIA;
2) Presta ayuda y asistencia al GSPC (y antes, al GIA) participando en
estafas con tarjeta de crédito, fuente principal de ingresos del GSPC en el
Reino Unido;
3) Desde agosto de 2000 aproximadamente, juega un papel importante en
materia de suministro de material de telecomunicaciones al GSPC y de
apoyo logístico a los usuarios de teléfonos vía satélite, para los que compra
y a los que atribuye tiempo de antena;
4) Juega también un importante papel en materia de suministro de material
de telecomunicaciones y equipamiento diverso a los muyaidines que
combaten en Chechenia, es decir, a la facción que Ibn Khattab ha dirigido
hasta 2002».
La SIAC examinó seguidamente los documentos no confidenciales indicando
que Abu Doha había comprado teléfonos vía satélite y otros equipos de
telecomunicaciones por un valor de 229.265 libras esterlinas (GBP) con la
complicidad de los demandantes sexto y séptimo y que hacen constar la
naturaleza y el alcance de la relación existente entre estos últimos. Sacó de
ello las conclusiones siguientes:
«A la vista de lo que antecede, estimamos que el Ministro del Interior tiene
buenas razones para sospechar que las operaciones de aprovisionamiento
realizadas por [el sexto demandante] perseguían apoyar a la facción árabe
islamista extremista que combate en Chechenia, apoyo que deriva del
vínculo que [el sexto demandante] mantiene con el GSPC y la ayuda que él
le aporta. Subrayamos que en este caso, al igual que en otros, nuestra
convicción se basa en la acumulación de elementos que más que divergir,
encajan y que aportan luz y el marco a unos hechos que forman un todo.
Sería un error examinar los hechos en cuestión aisladamente los unos de los
otros con el riesgo de debilitar el sentido y no ver el cuadro completo. La
decisión marco confirma esta apreciación. Las actividades descritas forman
parte de la derogación. [El sexto demandante] sólo opone a sus acusadores
negaciones inverosímiles y no ofrece ninguna explicación creíble a los
hechos que se le imputan. Los elementos estudiados nos bastan para
resolver el recurso ejercido por el interesado. No ha lugar a examinar las
demás quejas formuladas por el Ministro del Interior, cuyo fundamento sólo
puede establecerse –como ha reconocido él mismo en las conclusiones y las
pruebas no confidenciales que ha presentado [a la SIAC]– mediante el
examen de los elementos confidenciales».
25
49. Tras volver a examinar el certificado el 2 de julio de 2004 y el 28 de febrero
de 2005, la SIAC concluyó cada vez que el mantenimiento de esta medida
seguía justificándose.
7.
El séptimo demandante
50. El séptimo demandante nació en Argelia en 1971. Habría entrado en
territorio británico antes o durante el año 1994, sirviéndose de
documentación falsa de identidad francesa. El 7 de diciembre de 2001, fue
condenado por varias infracciones de tráfico a una pena de cuatro meses de
prisión. El 5 de febrero de 2002 fue objeto de un certificado emitido por el
Ministro del Interior y encarcelado sobre la base de dicho documento justo
después de haber cumplido su pena, que finalizó el 9 de febrero de 2002.
51. En la decisión dictada en esta causa el 29 de octubre de 2003, la SIAC
señaló que el Ministro del Interior alegaba que el séptimo demandante
pertenecía al GSPC desde 1997 o 1998 tras haber sido miembro del GIA,
que los contactos del interesado con responsables del GSPC en el Reino
Unido se traducían en la confianza que esta organización le concedía y que
había adquirido, con la complicidad de Abu Doha y del sexto demandante,
material de telecomunicaciones destinado a los extremistas que operaban en
Argelia y Chechenia. Proseguía así:
«[El sexto demandante] no ha prestado testimonio ante [la SIAC] e incluso
se ha negado a comparecer en la vista del examen de su recurso. Su
declaración, la cual hemos por supuesto conocido, está formulada en
términos extremadamente generales, al igual que el escrito de conclusiones
y los alegatos [de su abogado], lo que no parece sorprendente. No se puede
reprochar al [séptimo demandante] la postura que ha adoptado respecto al
presente procedimiento o el hecho de que no haya subido al estrado a
declarar y no haya presentado un escrito de conclusiones circunstanciado.
Sabemos lo difícil que es para el autor de un recurso enfrentarse a una
situación en la que sólo tiene acceso a una síntesis de las acusaciones
formuladas contra él y no puede recibir comunicación directa, por razones
de seguridad nacional, de una gran parte de los documentos en los que se
basan. Sin embargo, nadie mejor que [el séptimo demandante] sabe cuáles
eran sus actividades y aspiraciones en la época en cuestión. Solo depende
de él que hable de ello detalladamente y se explique si así lo desea.
Negándose a proporcionar un relato detallado de sus hechos y gestos [el
séptimo demandante] no aporta ningún elemento de pueda malograr las
pruebas y los argumentos presentados por sus adversarios».
La SIAC estimó que los documentos no confidenciales y la documentación
secreta fundaban las acusaciones formuladas contra el séptimo demandante
y rechazó el recurso que éste había presentado.
52. En las decisiones dictadas el 2 de julio y el 15 de diciembre de 2004 en el
nuevo examen del certificado, la SIAC estimó que se justificaba el
mantenimiento de tal medida.
8.
El octavo demandante
26
53. El octavo demandante es un ciudadano jordano nacido en Belén en 1960. A
su llegada al Reino Unido, el 16 de septiembre de 1993, pidió asilo. Se le
concedió el estatus de refugiado y un permiso de residencia que expiraba el
30 de junio de 1998. El 8 de mayo de 1998 solicitó un permiso de residencia
ilimitado pero entró en vigor la Ley de 2001 antes de que se resolviese su
solicitud.
54. El interesado fue condenado en rebeldía en Jordania por su participación en
atentados terroristas perpetrados en dicho país, así como por su implicación
en un proyecto de atentados con bomba que debían coincidir con el milenio.
En febrero de 2001, fue interrogado en el marco de una investigación
llevada a cabo por la policía antiterrorista sobre un atentado frustrado con
explosivos en diciembre de 2000 contra el mercado de Navidad de
Estrasburgo, pero no se abrieron diligencias contra él. Entró en la
clandestinidad cuando se aprobó la Ley de 2001. Detenido el 23 de octubre
de 2002, se le notificó la emisión de un certificado en virtud del artículo 21
de dicha Ley y fue encarcelado. Ese mismo día, de dictó contra él una orden
de expulsión.
55. En la decisión pronunciada en este caso el 8 de marzo de 2004 y por la que
se desestimaba el recurso interpuesto por el octavo demandante contra el
certificado, la SIAC se expresaba así:
«[El letrado del octavo demandante] nos ha informado, a petición de su
cliente, que éste se negaba a comparecer y que no participaría de ninguna
manera en el procedimiento. En su opinión, el interesado está seguro de que
no tiene duda del resultado de la presente instancia desde que ha leído las
decisiones en los recursos ejercidos por las personas contra las que se
emitió un certificado al entrar en vigor la Ley de 2001 y la decisión marco.
Su papel fue ampliamente evocado en el marco de los procedimientos de
apelación anteriores y la emisión de un certificado contra ciertas personas,
así como su encarcelamiento, habrían estado motivados –al menos en
parte– por su vínculo con él. Como el vínculo en cuestión bastaba para
justificar el mantenimiento en prisión de estas personas, su causa sería oída.
Su negativa a participar en la presente instancia estaría precisamente
motivada por su falta de confianza en la capacidad del sistema para hacer
surgir la verdad. En su opinión, el procedimiento aplicado por la SIAC habría
sido instituido deliberadamente para evitar un debate libre y público sobre
los litigios que se deciden ante ella, lo que privaría a los justiciables de una
posibilidad equitativa de responder a las acusaciones formuladas contra
ellos.
Dicho esto [el letrado del octavo demandante] nos ha puntualizado que su
cliente no quería desistir de su recurso, razón por la cual hemos examinado
el presente recurso teniendo en cuenta la declaración del interesado. [Su
abogado] ha insistido en algunos elementos que abogan –en su opinión– a
favor de la tesis de su cliente, quien niega toda implicación presente o
pasada en actividades terroristas en el sentido de la Ley de 2001. Las
acusaciones formuladas contra el interesado reflejarían la apreciación
deformada y simplista de los servicios de seguridad sobre las actividades de
éste, así como sobre su estatus de profesor respetado y defensor del
derecho a comunicar el mensaje del Islam a través del mundo.
Hemos de subrayar que hemos examinado el valor intrínseco de las
acusaciones formuladas contra el demandante. No hemos sido influidos por
las constataciones efectuadas en otros procedimientos de apelación o en
decisiones marco. Si nos ha llevado tanto tiempo elaborar esta decisión es
27
concretamente porque hemos tenido que leer y analizar los documentos no
confidenciales, así como los documentos secretos que nos han sido
presentados, los cuales son mucho más abundantes en el presente
procedimiento que en la mayor parte de los otros casos. Ello se debe a los
vínculos y relaciones que el recurrente mantiene con muchas otras personas
afectadas por el certificado y con otros individuos y grupos ligados a Al-
Qaeda. No vemos ningún motivo para apartarnos de la apreciación de los
autores de la decisión marco sobre el papel jugado por los diversos grupos y
personas que se mencionan en ella. De ello no se deduce, sin embargo, que
estemos necesariamente obligados por sus conclusiones. Cabe subrayar que
la decisión marco ha sido dictada por un colegio con composición distinta al
nuestro y que las remisiones a esta decisión efectuadas por nuestro
presidente se limitan a puntos de derecho. Hemos examinado las
acusaciones formuladas contra el recurrente a la vista de los elementos que
nos han sido sometidos en la presente instancia. (...)
En el procedimiento secreto, los abogados especiales nos han hecho saber
que habían decidido, tras una madura reflexión, que su participación en la
instancia no era en interés del recurrente. Esta decisión, enojosa en nuestra
opinión, nos ha preocupado mucho, ya que la instancia debía proseguir sin
que el interesado supiera qué pruebas figuraban en los documentos
confidenciales. Teniendo en cuenta esta situación, no entendemos cómo los
abogados especiales podrían perjudicar los intereses del recurrente al tratar
de obtener o descubrir, con total libertad, información favorable al
interesado y dirigiéndonos alegaciones susceptibles de convencernos de la
fragilidad de las pruebas o de su incapacidad para justificar las conclusiones
que se han sacado de ellas. Hemos invitado [a uno de los dos abogados
especiales designados para representar al interesado] a que nos explique las
razones de su decisión. Nos ha respondido que no podía hacerlo sin
comprometer los intereses del demandante. Hemos suspendido la instancia
para permitir a los abogados especiales preguntar al interesado –a través de
sus representantes– si quería darles carta blanca para su defensa y hemos
rogado también al Solicitor General, responsable de su designación, que nos
ayude a convencerlos de participar en el proceso. Los representantes del
recurrente han respondido que no tenían nada que comentar sobre esta
cuestión y el Solicitor General ha estimado que cualquier intervención por su
parte habría sido intempestiva. Las gestiones posteriores que hemos
efectuado para convencer a los abogados especiales de cambiar de opinión
han fracasado. No pudiendo obligarles a adoptar tal o cual comportamiento,
hemos debido proseguir la instancia sin ellos. A petición nuestra, [el asesor
del Ministro del Interior] ha identificado algunos elementos susceptibles de
disculpar al interesado. Nosotros mismos hemos señalado otras pruebas de
descargo en la audiencia secreta.
Somos conscientes de que la falta de abogado especial hace nuestro trabajo
aún más difícil de lo ordinario y que el carácter potencialmente injusto del
procedimiento para el recurrente es así más aparente. No dudamos de que
los abogados especiales creen tener buenas razones para actuar como lo
han hecho y que han reflexionado largamente sobre la cuestión de si su
postura era legítima. Sin embargo, nos vemos obligados a mostrar nuestro
firme desacuerdo con este punto de vista y a subrayar que nada justifica su
negativa a continuar participando en un procedimiento de apelación
pendiente. (...) Resulta que las pruebas de cargo son tan sólidas que ningún
abogado especial –por muy brillante que fuese– no habría podido llevarnos a
concluir que las autoridades no habían demostrado que pesaban sospechas
razonables sobre el interesado y que la emisión del certificado en litigio no
28
estaba justificada. De ello se deduce que la retirada de los abogados
especiales no ha perjudicado al interesado. (...)».
56. La SIAC resumió seguidamente las acusaciones no confidenciales formuladas
contra el demandante. Señaló que éste era sospechoso de colaborar con
algunas personas y grupos ligados a Al-Qaeda, así como de prodigarles
consejo espiritual. Señaló que se le acusaba de profesar opiniones
extremistas y radicales y de haber pronunciado discursos, en una mezquita
de Londres, que llamaban a asesinar judíos y americanos allí donde se
encontraran. Sacó de ello las conclusiones siguientes:
«Estamos convencidos de que el interesado no se ha limitado a prodigar
simples consejos, ni mucho menos. Sin duda, ha avalado en nombre del
Corán las intenciones de individuos deseosos de servir a los objetivos de Al-
Qaeda mediante atentados suicidas con bomba o actos homicidas de otra
naturaleza. Las pruebas son suficientes para establecer que es el instigador
de actos de terrorismo internacional. En cualquier caso, el hecho de que una
persona dé consejos espirituales sabiendo con qué fin y de qué manera
serán utilizados constituye un acto de ayuda en el sentido del artículo 21.4
de la Ley de 2001.
(...)
Se han formulado numerosas alegaciones. No es útil examinarlas
sucesivamente. Hemos indicado las razones por las que estimamos que las
acusaciones formuladas contra el recurrente están fundadas. Por otra parte,
si el criterio aplicable en la materia fuese más riguroso que el de la sospecha
razonable, estamos convencidos de que lo cumplirían. El interesado ha
estado muy implicado –y ha jugado incluso un papel central– en actividades
terroristas que llevan la marca de Al-Qaeda en el Reino Unido. Representa
un peligro real. Se desestiman sus recursos».
9.
El noveno demandante
57. El noveno demandante es un ciudadano argelino nacido en 1972. En 1991
viajó de Argelia a Afganistán donde enseñó árabe en un campamento de
refugiados. Pidió asilo al Reino Unido en 1993. En 1994 obtuvo un permiso
de residencia de cuatro años. En 2000 las autoridades estimaron que debía
ser considerado un refugiado y le concedieron un permiso de residencia
ilimitado. Fue detenido y puesto en libertad sin haber sido imputado en
cuatro ocasiones, las tres primeras por fraude con tarjeta de crédito, la
última –en mayo de 1998– por implicación en actividades terroristas.
Posteriormente, obtuvo de la policía una indemnización por detención ilegal.
58. El 22 de abril de 2002, fue objeto de un certificado emitido por el Ministro
del Interior y una orden de expulsión. Fue encarcelado ese mismo día.
Según uno de los testigos citados por el Ministro del Interior, el certificado
que afectaba al interesado no había sido emitido a la vez que los otros –es
decir, en diciembre de 2001– debido a la pérdida de uno de los expedientes
referentes a él.
59. En la decisión pronunciada en este caso el 29 de octubre de 2003, la SIAC
señaló que se acusaba al noveno demandante de colaborar activamente con
el GSPC y de haberle proporcionado sumas considerables obtenidas
mediante estafas. Señalando que estaba acreditado que el interesado había
29
sido interceptado en el pasado por agentes de aduanas en posesión de
grandes sumas en especies cuando trataba de entrar en transbordador en el
Reino Unido y que estaba estrechamente vinculado a individuos condenados
por fraude con tarjeta de crédito, consideró no obstante que la prueba de su
implicación en actividades fraudulentas no demostraba que fuese un
terrorista. Sin embargo, estimó que el demandante había participado en un
campo en el condado de Dorset en compañía del quinto demandante y de
otras personas sospechosas de apoyar al GSPC y que, al ser detenido, se
había descubierto en su domicilio una factura telefónica a nombre de Yarkas,
individuo detenido en España en noviembre de 2001 por estar
presuntamente ligado a Al-Qaeda. Declaró que no le convencía la
declaración del interesado ni sus explicaciones sobre las pruebas de cargo.
Estimando que los documentos confidenciales corroboraban las acusaciones
del Ministro del Interior, concluyó desestimado el recurso ejercido por el
interesado contra el certificado emitido contra él.
60. En las decisiones pronunciadas el 2 de julio y el 15 de diciembre de 2004 en
el marco de un nuevo examen del certificado, consideró que se justificaba el
mantenimiento de esta medida.
10.
El décimo demandante
61. El décimo demandante es un ciudadano argelino. Víctima de la explosión de
una bomba en Argelia, tiene amputada la mano izquierda (a nivel de la
muñeca) y el antebrazo derecho (por debajo del codo). En 1999 entró en el
Reino Unido vía Abu Dabi y Afganistán, y pidió asilo, que le fue denegado el
27 de febrero de 2001. Detenido el 15 de febrero de 2001 y acusado de
posesión de material destinado a actividades terroristas, asociación de
malhechores y confabulación para la confección de documentos falsos,
ingresó en prisión preventiva. Al ser arrestado se hallaba en posesión de
unos 40 documentos administrativos franceses vírgenes (permisos de
conducir, carnés de identidad y pasaportes), un lector de tarjetas de crédito,
una máquina plastificadora y una máquina estampadora. Sin embargo, se
archivó la causa y el demandante fue puesto en libertad el 17 de mayo de
2001.
62. El 14 de enero de 2003 se le notificó un certificado emitido por el Ministro
del Interior en aplicación del artículo 21 de la Ley de 2001 y fue
encarcelado. Ese mismo día se dictó contra él una orden de expulsión.
63. En la decisión dictada el 27 de enero de 2004, la SIAC señaló que se
acusaba principalmente al demandante de estar ligado estrechamente,
desde su llegada al Reino Unido, a una red de extremistas antiguamente
dirigida por Abu Doha (apartado 26 supra). Señaló que se le acusaba
concretamente de ofrecer a esta organización un apoyo logístico
suministrándole documentación falsa y fondos obtenidos mediante fraude
con tarjeta de crédito. Señaló que era sospechoso de haber pasado mucho
tiempo en la mezquita de Finsbury Park, conocida por ser un foco de
islamismo radical, así como de haber participado en una reunión celebrada
en junio de 2001 y en la cual se profirieron amenazas contra la cumbre del
G8 en Génova.
En su escrito de conclusiones de 28 de junio de 2003, el interesado negó las
acusaciones formuladas contra él. Sin embargo se negó a comparecer en la
30
vista del examen de su recurso, lo que hizo constar la SIAC con estas
palabras:
«[El letrado del demandante] ha declarado que su cliente era un verdadero
refugiado, que no pertenecía a ninguna organización o grupo, que no estaba
implicado en actividades terroristas y que no predicaba el recurso al
terrorismo. Ha añadido que el interesado no conocía ningún plan de
atentado ni comprendía por qué se le acusaba. Ha puntualizado que, no
habiendo podido conocer los documentos pertinentes, su cliente no podía
oponerse y que, por tanto, sólo podía limitarse a afirmar que no eran aptos
para demostrar que era un terrorista internacional en el sentido de la Ley,
puesto que éste no era el caso. Ha indicado que su cliente había recibido
lectura de las decisiones pronunciadas anteriormente [por la SIAC] en
apelación y que, habida cuenta de la importancia concedida a los
documentos confidenciales y de los criterios legales aplicables, el interesado
estaba seguro de que su causa había sido juzgada. Ha explicado que éste se
negaba a tomar parte en la instancia para no dar la impresión –falsa– de
que podía impugnar las pruebas de cargo, que este procedimiento no le
inspiraba ninguna confianza y que su participación se limitaría, en
consecuencia, a las conclusiones de su defensa.
El interesado no ha desistido de su recurso. Conscientes de las obligaciones
que se le imponen, las cuales pesan también sobre los demás recurrentes,
hemos de puntualizar que el resultado de un procedimiento de apelación
nunca se obtiene por anticipado. Nos corresponde examinar todas las
pruebas que nos son presentadas, tanto si son secretas como no
confidenciales, tarea que desempeñamos escrupulosamente ya que sabemos
que el examen en cuestión podrá desembocar en una detención sin juicio de
duración indeterminada. Es cierto que la tarea del abogado especial es ardua
puesto que no conoce nada de los documentos secretos ni puede hacerlo.
Así las cosas, puede impugnar las pruebas presentadas por los servicios de
seguridad y atraer su atracción sobre los elementos favorables a la causa del
interesado».
La SIAC consideró que eran muchas las pruebas que implicaban al
demandante en actividades fraudulentas. Estimando que los documentos
que obraban en su poder –en su mayoría confidenciales– eran suficientes
para demostrar que tales actividades perseguían financiar objetivos
terroristas y dar apoyo a personas comprometidas en la vía terrorista,
rechazó el recurso contra la emisión del certificado.
64. En el examen periódico del certificado llegó a la misma conclusión el 4 de
agosto de 2004 y el 16 de febrero de 2005. En la decisión dictada en esta
última fecha, estimó que la valoración del riesgo al que el demandante
expondría a la seguridad nacional en caso de ser puesto en libertad no se
veía afectada por el hecho de que hubiese sido trasladado al hospital
psiquiátrico de seguridad de Broadmoor por los trastornos mentales que
padecía.
11.
El undécimo demandante
65. El undécimo demandante es un ciudadano argelino. Pidió asilo al Reino
Unido una semana después de haber entrado con un documento de
identidad falso italiano en febrero de 1998. Estando pendiente su demanda
viajó a Georgia en julio de 2001, utilizando un pasaporte francés falso y fue
31
expulsado al Reino Unido, donde se le informó de que la demanda de asilo
en cuestión había devenido caduca debido a su viaje al extranjero. Pidió
nuevamente asilo, que le fue denegado el 21 de agosto de 2001 y,
posteriormente, entró en la clandestinidad. Detenido el 10 de octubre de
2001, fue encarcelado en un centro de retención administrativa, del que se
fugó en febrero de 2002. Detenido nuevamente el 19 de septiembre de
2002, ingresó en la prisión de Belmarsh, en aplicación de las disposiciones
de la Ley de extranjería.
66. El 2 de octubre de 2003, el Ministro del Interior notificó al interesado un
certificado que le calificaba de terrorista internacional en el sentido del
artículo 21 de la Ley de 2001 y una orden de expulsión fundada en razones
de seguridad nacional.
67. En la decisión dictada el 12 de julio de 2004 y por la que desestimaba el
recurso ejercido por el undécimo demandante contra el certificado en
cuestión, la SIAC enumeraba las acusaciones no confidenciales formuladas
contra él. Indicaba que las autoridades sospechaban que pertenecía desde
hacía tiempo al grupo de Abu Doha (apartado 26 supra) y que jugaba en él
un papel eminente. En su opinión, había tratado de viajar a Chechenia en
julio de 2001 y los policías georgianos que lo arrestaron le habían
encontrado números de teléfono que pertenecían, respectivamente, a un
responsable del grupo de Abu Doha y a un miembro del GSPC citado por su
nombre del que se conocía su implicación en la recogida de fondos para los
muyaidines de Chechenia. Habría suministrado dinero y apoyo logístico a
una red norteafricana de extremistas islamistas implantada en Paquistán y
Afganistán y vinculada a Al-Qaeda. Habría ayudado a miembros del grupo de
Abu Doha a viajar a Afganistán, Paquistán y Chechenia. Habría vivido en la
mezquita de Finsbury Park durante más de un año a caballo entre 1999 y
2000. Muy preocupado por su seguridad, adoptó medidas para desbaratar la
vigilancia policial en un viaje a St Albans efectuado en septiembre de 2001.
Cuando fue detenido en septiembre de 2002, portaba un pasaporte belga
falso con la fotografía de un responsable del grupo de Abu Doha. Estaría
muy implicado en el suministro de documentación falsa y en el uso
fraudulento de cheques y tarjetas de crédito.
68. El demandante presentó ante la SIAC una declaración escrita en la que
negaba ser terrorista internacional. Reconocía haber viajado a Afganistán en
1999 y haber tratado de entrar en Chechenia en 2001, afirmando no
obstante que su interés por estos países no era diferente del que
manifestaban muchos musulmanes piadosos. Para protestar contra un
procedimiento que consideraba fundamentalmente inicuo, se negó a
participar en la vista del examen de su recurso y a ser representado por un
letrado. Teniendo en cuenta la postura adoptada por el interesado, los
abogados especiales estimaron que era mejor para él que se abstuviesen de
interrogar a los testigos y de presentar alegaciones en su nombre en el
marco del procedimiento secreto.
69. En su decisión desestimatoria del recurso interpuesto por el demandante, la
SIAC se expresó así:
«Reconocemos que el hecho de tener acceso únicamente a los documentos
no confidenciales causa dificultades a los recurrentes y comprendemos que
[el interesado] pueda considerar que el procedimiento no es equitativo. Sin
embargo, resolvemos cada uno de los casos en función de los elementos que
le son propios y es engañoso dar a pensar –como trata de hacer [el solicitor
del interesado]– que este recurrente se hallaría en una situación particular
32
en la que el procedimiento que instituye la Ley de 2001 le impediría elaborar
una defensa adecuada frente a las acusaciones formuladas contra él.
Hemos sintetizado las pruebas de cargo que [el undécimo demandante] ha
podido conocer en las diferentes fases del procedimiento (...), así como las
respuestas que [el interesado] aporta a las mismas en su declaración
escrita. Aunque algunas de las acusaciones que figuran en los documentos
no confidenciales pueden calificarse, con razón, de aserciones generales sin
base en ningún documento, a las que [el undécimo demandante] sólo podía
oponer negativas igualmente generales, pese a que éste obtuvo
comunicación de numerosa información y precisa –de los nombres, fechas,
lugares y justificantes– en relación con otras acusaciones.
Nadie mejor que [el undécimo demandante] puede explicar los
desplazamientos y las actividades realizadas desde la presentación, en 1998,
de su primera petición de asilo. Su declaración escrita es más instructiva por
lo que calla que por lo que dice. Por ejemplo, en lo que respecta a St Albans
y la cabina fotográfica, de la que el apelado obtendría, según [el undécimo
demandante], una acusación "totalmente errónea" (...), observamos que [el
interesado] no ha negado haber acudido a St Albans. Conoce a los que lo
acompañaron allí y los motivos de su viaje. No ha dicho nada de ello ni ha
revelado la identidad de sus acompañantes, aunque se le hayan mostrado
las fotografías tomadas durante la operación de vigilancia (...)».
La SIAC señaló a continuación las incoherencias que ornaban las distintas
versiones que el demandante había dado de sus viajes a Afganistán, Georgia
y Dubai. Señaló que no había respondido a las acusaciones del Ministro del
Interior relativas a su colaboración con varios miembros citados por su
nombre del grupo de Abu Doha. Prosiguió así:
«Los elementos que hemos mencionado (...) no son exhaustivos, ya que nos
hemos limitado a evocar aquellos que ilustran mejor el hecho de que la
declaración escrita del [undécimo demandante] no responda a las
acusaciones no confidenciales formuladas contra él. La insuficiencia de esta
declaración es tal que estimamos no poder conceder mucho crédito a las
negativas generales que figuran en ella (...) Nos hemos detenido mucho en
las pruebas en cuestión porque muestran bien hasta qué punto [el undécimo
demandante] habría podido responder a sus acusadores si hubiese estado
dispuesto a ello. Aunque no sacamos consecuencias desfavorables [al
undécimo demandante] de su negativa a declarar o a tomar parte en la vista
del examen de su recurso estamos obligados, no obstante, a resolver
respecto a los datos que obran en nuestro poder y nos queda la impresión
de que el interesado no se ha defendido de manera eficaz –mediante
pruebas, contrainterrogatorios y alegaciones– frente a las pruebas no
confidenciales presentadas por el apelado.
(...)
El criterio de prueba enunciado en el artículo 25.2 de la Ley de 2001 es
relativamente poco exigente puesto que solo requiere la demostración de la
existencia de motivos razonables para fundar una convicción o una
sospecha. Por las razones expuestas anteriormente, estimamos que, por sí
solas, las pruebas no confidenciales satisfacen fácilmente esta exigencia
relativamente modesta. A la vista del conjunto del expediente –pruebas no
confidenciales y documentos secretos–, estamos convencidos de que [el
undécimo demandante] sí es el miembro eminente y activo del grupo de Abu
Doha que describen los documentos presentados por el apelado».
33
E.
Las condiciones de reclusión de los demandantes y los efectos de ésta en su
salud.
70. En un primer momento, los demandantes bajo el efecto de una detención,
fueron encarcelados en Londres en la prisión de Belmarsh. Posteriormente,
el sexto demandante fue trasladado a la prisión de Woodhill y los
demandantes primero, séptimo y décimo al hospital psiquiátrico de
seguridad de Broadmoor.
71. Se sometió a los interesados al régimen de reclusión aplicable a los presos
de categoría A que presentan un riesgo normal, nivel de seguridad que
parecía apropiado a su peligrosidad. Estaban autorizados a recibir visitas de
personas con habilitación de seguridad, frecuentar a los otros presos, hacer
llamadas telefónicas, tener correspondencia y entrevistarse con un imán y
con sus abogados. Tenían acceso a atención médica y podían hacer ejercicio,
formarse y trabajar en las mismas condiciones que los demás presos
sometidos al régimen de seguridad.
Para dar cumplimiento a una recomendación del inspector encargado del
control de las condiciones de reclusión nombrado en aplicación de la Ley de
2001, el Gobierno creó, en la prisión de Woodhill, una unidad especial
destinada a la acogida de los presos encarcelados sobre la base de dicha
Ley. En la unidad en cuestión, que había sido acondicionada tras consultar a
los demandantes encarcelados y a sus abogados y cuyo personal había sido
seleccionado y formado especialmente, los interesados habrían podido
beneficiarse de un régimen de internamiento menos severo que les habría
permitido, concretamente, pasar más tiempo fuera de su celda. Sin
embargo, se negaron a ser trasladados allí, decisión que el inspector calificó
de lamentable.
72. En el caso del primer demandante, que habría sido maltratado en las
cárceles israelitas y habría seguido un primer tratamiento por depresión en
mayo de 1999, su salud se degradó gravemente durante su reclusión en
Belmarsh. Fue trasladado al hospital psiquiátrico de seguridad de Broadmoor
en julio de 2002.
73. El séptimo demandante, quien declaró tener antecedentes familiares de
trastornos mentales y padeció episodios de depresión en su adolescencia,
afirma que, a lo largo de su reclusión, se agravaron sus sufrimientos debido
a su trastorno depresivo y paranoico así como a las alucinaciones auditivas.
Tras haber tratado de suicidarse en mayo de 2004, fue trasladado al hospital
psiquiátrico de seguridad de Broadmoor el 17 de noviembre de 2004.
74. El décimo demandante, biamputado, afirma haber sido detenido y torturado
en Argelia. Su salud física y mental se deterioró durante su reclusión en la
prisión de Belmarsh. Hizo una huelga de hambre en mayo y junio de 2003 y
se negó a utilizar las prótesis que se le habían suministrado y a cooperar con
el personal sanitario de la prisión. A principios de noviembre de 2003, las
autoridades penitenciarias retiraron los cuidados de enfermería que recibía.
Sus abogados pidieron el control jurisdiccional de esta última medida y los
cuidados se restablecieron en diciembre de 2003, en aplicación de una
providencia dictada por el Tribunal administrativo. El 1 de noviembre de
2004 el demandante fue trasladado al hospital psiquiátrico de seguridad de
Broadmoor.
34
75. El Comité europeo para la prevención de la tortura y de las penas o tratos
inhumanos o degradantes («el CPT») visitó en dos ocasiones a los
demandantes encarcelados, en febrero de 2002 y marzo de 2004. Criticó en
varios puntos sus condiciones de reclusión. El Gobierno refutó las críticas en
cuestión (apartados 101-102 infra).
76. En octubre de 2004, a petición de los abogados de los interesados, un grupo
de ocho psiquiatras consultados estableció un informe conjunto sobre la
salud mental de los demandantes recluidos. Este informe decía así:
«Los presos son originarios de países en los que las enfermedades mentales
están muy estigmatizadas. Además, el suicidio está prohibido expresamente
a los musulmanes practicantes. Se trata ésta de una consideración esencial
ya que muchos de los interesados han tratado o piensan suicidarse. Padecen
todos ellos importantes desórdenes psíquicos cuyo origen o agravamiento es
imputable directamente al carácter indeterminado de la duración de su
detención y que se traducen principalmente por trastornos depresivos
mayores y crisis de angustia. En algunos de ellos, estos trastornos han
degenerado en síntomas psicóticos. Algunos sujetos presentan un síndrome
de SPT [estrés post traumático] provocado o bien por un trauma
premigratorio, las condiciones de su arresto y reclusión o por la combinación
de estos elementos.
El deterioro continuo de la salud mental de los interesados se explica
también por la naturaleza de su régimen de reclusión y del procedimiento de
recurso, por la desconfianza que éstos les inspiran y por la duración
indeterminada de su encarcelación, elemento que subyace y que es esencial.
El sistema médico penitenciario es incapaz de responder como procede a las
necesidades de estos detenidos en materia de salud. Los comportamientos
de angustia y la automutilación no se perciben como síndromes patológicos,
sino como intentos de manipulación. No se atienden correctamente los
problemas psíquicos complejos.
Los trastornos mentales de estos reclusos no tienen posibilidades de
desaparecer si la situación en la que se encuentran actualmente no cambia.
Las reiteradas entrevistas llevadas a cabo muestran que estos trastornos
van a continuar agravándose, muy probablemente, durante la reclusión.
Los males de los que se quejan los detenidos son muy similares a los que
describen los estudios dedicados a los efectos de la retención administrativa
de los extranjeros. Los estudios en cuestión afirman una importante
prevalencia de la depresión y la angustia en estos últimos. Señalan, de
forma convincente, la correlación directa entre la duración de la
encarcelación y la gravedad de los síntomas y prueban que la detención es
en sí misma un factor que agrava los síntomas de que se trata».
77. Para las necesidades del presente procedimiento, el doctor J., psiquiatra
consultante, fue invitado por el Gobierno a comentar el informe conjunto
psiquiátrico en cuestión. Criticó la metodología seguida por los autores del
mismo así como sus conclusiones, en los términos siguientes (se han
suprimido las referencias a otros informes):
«En mi opinión, muchas de las afirmaciones que se formulan en el informe
no resisten un examen riguroso. Por ejemplo, tras analizar detalladamente
el caso del [primer demandante], considero que, en general, su salud
mental no ha empeorado –y sin duda alguna no ha mejorado– tras su
35
detención y su admisión en el hospital de Broadmoor en relación a cuando
estaba libre. Igualmente, no se desprende de la historia clínica que su
estado hubiese primero remitido y se hubiese degradado, posteriormente, al
ser hospitalizado en Broadmoor. Considero que el agravamiento de sus
síntomas en la prisión de Belmarsh se debe a la huelga de hambre a la que
se sometió y a que se comportó de forma lunática en el hospital de
Broadmoor aunque aceptase alimentarse. Su comportamiento histriónico no
ha variado de un lugar de reclusión a otro. Estimo que padece desórdenes
de personalidad y que el diagnóstico de trastorno depresivo agudo, psicosis
o SPT sería inexacto. Además, sus frecuentes automutilaciones pertenecen
al ámbito de la manipulación.
(...)
No soy el único en pensar que los diagnósticos de los autores de este
estudio son erróneos y observo aquí que algunos de mis colegas que han
establecido un informe sobre [los demandantes primero y séptimo] también
han expresado dudas a este respecto. En estas condiciones, no se puede
afirmar, como hace el informe conjunto, que haya consenso. En lo que
respecta a los dos presos [los demandantes primero y séptimo] cuyo caso
he estudiado, constato que los síntomas calificados de psicóticos por algunos
de los autores del informe conjunto y de los que los interesados habrían
estado indemnes antes de su detención, se habían declarado en realidad
antes de la misma.
La aceptación tácita de las informaciones facilitadas espontáneamente por
los interesados es uno de los aspectos más preocupantes de este informe.
Señalo, por ejemplo, que sus autores parecen dar por hecho que tres de los
presos habían sido encarcelados y torturados y que se sintieron seriamente
amenazados antes de emigrar. Observo que ningún elemento corrobora
estas alegaciones y que no se ha hecho nada por verificarlas. Teniendo en
cuenta la obligación de los inmigrantes y solicitantes de asilo de justificar su
petición de acceder al país de acogida, ¿No es posible, incluso probable, que
algunos de ellos falten a veces a la verdad en su descripción de las
experiencias sufridas en el pasado y de los síntomas actuales de los que se
quejan? Se ha de ser consciente de que los presuntos terroristas niegan las
sospechas que pesan sobre ellos pese a las pruebas no confidenciales y los
documentos secretos que les incriminan y que han sido examinados al más
alto nivel ¿No cuestiona esto su credibilidad?»
F
La libertad condicional concedida al quinto demandante
78. El 20 de enero de 2004, la SIAC indicó que debía en principio conceder al
quinto demandante la libertad condicional. El Ministro del Interior trató de
recurrir esta decisión pero, por providencia provisional de 12 de febrero de
2004, el Tribunal de apelación se declaró incompetente para conocer su
recurso.
79. El 22 de abril de 2004, la SIAC dictó una decisión más motivada sobre la
concesión de la libertad condicional. Explicó que la Ley de 2001 no le
autorizaba a conceder tal medida sino en el caso excepcional de que se
estableciese que su denegación implicaría tal alteración de la salud física o
mental de un preso que el mantenimiento de la reclusión de éste violaría el
artículo 3 del Convenio (RCL 1999, 1190 y 1572) , por su carácter
inhumano, o del artículo 8, por su carácter desproporcionado.
36
80. Señaló que algunos funcionarios de prisiones habían empezado a inquietarse
por el estado psíquico del interesado en mayo de 2002, pero que se habían
abstenido de comunicarlo a sus abogados. Señaló que éste había sufrido una
grave recaída depresiva acompañada de síntomas psicóticos, alucinaciones
auditivas e ideas suicidas en diciembre de 2003. Señaló que, a petición de
sus abogados y a iniciativa del Ministro del Interior, se había sometido al
demandante a varios exámenes psicológicos y psiquiátricos de los que se
desprendía que estaba gravemente enfermo y que su salud mental
mejoraría probablemente si era autorizado a volver a casa. La SIAC sacaba
de ello las siguientes conclusiones:
«No creemos que se haya alcanzado el umbral requerido para que haya
violación de los derechos humanos [del quinto demandante]. La
jurisprudencia del [Tribunal Europeo de Derechos Humanos] insiste en el
hecho de que una detención no puede considerarse desproporcionada salvo
si puede asimilarse a un trato contrario al artículo 3. Dicho esto, estamos
convencidos de que el mantenimiento del interesado en prisión violaría esta
disposición. Dejar que una persona llegue a una situación en la que requiera
ser ingresada en un establecimiento especializado o cuidados y atención
continuos para no causarse lesiones puede implicar la violación del artículo 8
–salvo quizás cuando no existe ninguna elección salvo la reclusión– y
probablemente la del artículo 3. Como ya hemos indicado, nada nos obliga a
esperar que tal situación se presente. La medida que tomamos es legítima
desde el momento en que no dudamos de que las condiciones que la
acompañan son suficientes para minimizar el riesgo que la puesta en
libertad [del quinto demandante] supone para la seguridad del Estado.
Hemos de subrayar que la concesión de la libertad condicional es
excepcional. Ordenamos esta medida solamente porque todos los datos
médicos van en el mismo sentido y porque la reclusión es el origen de los
trastornos mentales que han ido agravándose. (...)».
81. En cumplimiento de la decisión de la SIAC, el quinto demandante fue puesto
en libertad el 22 de abril de 2004. Esta medida iba acompañada de tales
condiciones que se asemejaba a un arresto domiciliario. El interesado tenía
prohibido salir de su domicilio y la obligación de llevar permanentemente un
dispositivo de vigilancia electrónico. No tenía acceso a Internet y la línea
telefónica estaba conectada a los agentes de los servicios de seguridad con
los que debía contactar cinco veces al día y dejar que en cualquier momento
accediesen a su domicilio. No estaba autorizado a ver a ninguna persona
que no fuese su mujer, su hijo, su abogado, un médico autorizado por el
Ministerio del Interior y los visitantes habilitados por éste.
G
Los hechos consecutivos a la Sentencia dictada por la Cámara de los Lores
de 16 de diciembre 2004
82. La nulidad pronunciada por la Cámara de los Lores el 16 de diciembre de
2004 privó de efecto al decreto de derogación e hizo que todas las
disposiciones del artículo 5 fuesen aplicables a la reclusión de los
demandantes. Sin embargo, como una declaración de incompatibilidad
carece de fuerza obligatoria respecto a las partes en el litigio en el marco del
cual ha sido pronunciada (apartado 94 infra), se mantuvo la reclusión de los
demandantes, salvo la del segundo y cuarto –que habían decidido
abandonar el territorio británico– y la del quinto, puesto en libertad en unas
37
condiciones que equivalían a un arresto domiciliario. Por otra parte, ninguno
de ellos recibió, en virtud del derecho interno, una indemnización que
compensase el perjuicio resultante de la reclusión. Es por ello que los
interesados impusieron, el 21 de enero de 2005, su demanda ante el
Tribunal.
83. A finales de enero de 2005, el Gobierno indicó que tenía la intención de
derogar el Título 4 de la Ley de 2001 para sustituirlo por un dispositivo de
control que autorizase la imposición de varias restricciones a las personas
sobre las que pesasen sospechas razonables de estar implicadas en el
terrorismo, cualquiera que fuese su nacionalidad.
84. Los demandantes que habían permanecido recluidos fueron puestos en
libertad unos el 10 y otros el 11 de marzo de 2005. Inmediatamente se les
notificaron los autos de control dictados en aplicación de la Ley de 2005 de
prevención del terrorismo, en vigor desde el 11 de marzo de 2005.
85. El Gobierno levantó la derogación el 16 de marzo de 2005.
86. El 11 de agosto de 2005, al término de las negociaciones que las
autoridades británicas llevaban a cabo desde finales de 2003 con Argelia y
Jordania para obtener garantías de que los demandantes no serían
maltratados en caso de regresar a estos países, el Gobierno notificó un aviso
de expulsión a los demandantes quinto, sexto, séptimo, octavo, noveno,
décimo y undécimo. A éstos les aplicaron la retención administrativa a la
espera de ser expulsados a Argelia (en el caso del quinto, el sexto, el
séptimo, el noveno, el décimo y el undécimo) y a Jordania (en lo que
respecta al octavo demandante). El 9 de abril de 2008, el Tribunal de
apelación estimó que este último no podía ser legalmente extraditado a
Jordania puesto que era probable que en el juicio al que sería sometido en
este país, se utilizasen contra él pruebas obtenidas mediante tortura, en
violación flagrante de su derecho a un proceso equitativo. En la fecha del
pronunciamiento de la presente sentencia, el asunto seguía pendiente ante
la Cámara de los Lores.
II
Legislación y práctica internas aplicables
A
La retención de las personas en trámite de expulsión antes de la
promulgación de la Ley de 2001
87. El artículo 3.5 de la Ley de 1971 de inmigración faculta al Ministro del
Interior a ordenar la expulsión de una persona que no posea la nacionalidad
británica cuando considere esta medida favorable al interés general por
razones, concretamente, de seguridad nacional. En virtud del apartado 2 del
anexo 3 a la Ley de 1971, las personas en trámite de expulsión podían ser
sometidas a una retención administrativa. Sin embargo, a partir de la
Sentencia R. contra Governor of Durham Prison, ex parte Hardial Singh
([1984] 1 WRL 704), el ejercicio de la facultad de retención previsto por esta
última disposición se limita a la duración razonablemente necesaria para la
ejecución de la medida de expulsión. De ello se deduce que las autoridades
no pueden retener a una persona, sobre la base de la Ley de 1971, cuando
saben que su expulsión es imposible porque ningún país aceptará acoger al
38
interesado o porque la deportación a su país de origen le expondría a un
riesgo de sufrir tortura y otros malos tratos.
B
La Ley antiterrorista de 2000
88. En julio de 2000, el Parlamento aprobó la Ley antiterrorista de 2000
(Terrorism Act 2000). En la Sentencia dictada por la Cámara de los Lores en
el presente asunto, Lord Bingham señaló que «se trata de un dispositivo
legislativo importante que comprende 131 artículos y 16 anexos, destinado
a reorganizar, modernizar y reforzar la respuesta jurídica al problema
creciente del terrorismo». El artículo 1 de esta Ley califica de «terrorista»
«(...) la realización o amenaza de realización de un acto
a) previsto en el apartado 2 del presente artículo;
b) que trate de influir en el gobierno o intimidar a la población o a una parte
de ésta; y
c) esté destinado a promover una causa política, religiosa o ideológica.
2. Forman parte del presente apartado los actos que
a) impliquen una violencia grave contra las personas;
b) impliquen graves daños a los bienes;
c) pongan en peligro la vida de personas distintas al autor de los mismos;
d) expongan la salud o la seguridad de la población o de una parte de ésta a
un riesgo grave; o
e) tengan por objetivo comprometer o perturbar gravemente el
funcionamiento de un sistema electrónico.
3. Cuando implica el uso de armas de fuego o explosivos, la realización o
amenaza de realización de un acto previsto en el apartado 2 del presente
artículo constituye un acto de terrorismo, incluso si no se cumple la
condición que establece el apartado 1 b) del presente artículo.
4. A los fines del presente artículo,
a) el término "acto" designa concretamente los actos cometidos fuera del
territorio del Reino Unido;
b) los términos "persona" y "bien" designan respectivamente a toda persona
y todo bien, en el lugar que se encuentren.
c) el término "población" designa concretamente la población de un país que
no sea el Reino Unido; y
d) la expresión "autoridades públicas" designa a las autoridades públicas del
Reino Unido, las de las comunidades que lo componen o las de un tercer
país.
39
5. A los fines de la presente Ley, la expresión "acto realizado con fines
terroristas" alude a los actos que sirven a los intereses de una organización
ilegal».
A los fines de la presente Ley, una organización «proscrita» es
«3. 1. (...)
a) una organización que figura en la lista establecida en el anexo 2 a la
presente Ley; o
b) una organización que opera bajo el mismo nombre que una organización
que figura en la lista establecida en el anexo 2.
2. El apartado 1.b) del presente artículo no se aplica a las organizaciones
cuya inserción en la lista establecida en el anexo 2 es objeto de una nota
que figura en el anexo en cuestión.
3. El Ministro del Interior puede, por decreto,
a) añadir el nombre de una organización a la lista establecida en el anexo 2;
b) eliminar una organización de la lista en cuestión;
c) modificar dicha lista de otra manera.
4. El Ministro del Interior no puede ejercer la facultad que le confiere el
apartado 3 a) del presente artículo respecto a una organización salvo si está
convencido de su implicación en el terrorismo.
5. A los fines del apartado 4 del presente artículo, una organización está
implicada en el terrorismo
a) cuando comete actos terroristas o participa en ellos;
b) cuando está dispuesta a recurrir al terrorismo;
c) cuando defiende o fomenta el recurso al terrorismo; o
d) cuando está comprometida de alguna manera con la vía terrorista».
89. El Título 2 de esta Ley incrimina la pertenencia y el apoyo a una
organización ilegal, la recaudación, utilización y posesión de fondos
destinados al terrorismo, la conclusión de acuerdos para la transferencia de
fondos destinados al terrorismo, el blanqueo de capitales y la no denuncia
de un presunto blanqueo de capitales. El Título 4 crea también algunos
delitos, concretamente la instrucción en el manejo de armas, la dirección de
actividades terroristas, la posesión, sin motivo razonables, de objetos que
puedan ser utilizados por el autor o instigador de un acto terrorista y la
obtención, sin motivo razonable, de información que pueda ser utilizada por
el autor o instigador de un acto de esta naturaleza. El artículo 62 confiere a
esta Ley un campo de aplicación extraterritorial en el sentido de que habilita
a las autoridades a perseguir a las personas dependientes de la jurisdicción
del Reino Unido por cualquiera de los delitos anteriormente mencionados,
cualquiera que sea el lugar de comisión de los actos constitutivos de los
mismos.
40
C
La Ley de 2001 de Seguridad contra el Terrorismo y la Delincuencia
90. El Título 4 de la Ley de 2001 (apartado 12 supra), titulado «Inmigración y
asilo», habilitaba a las autoridades a encarcelar a los extranjeros
sospechosos de terrorismo internacional incluso si su expulsión era
momentáneamente imposible. Sus disposiciones aplicables decían así:
« Título 4
Inmigración y asilo
Personas sospechosas de terrorismo internacional
21. Certificados expedidos contra las personas sospechosas de terrorismo
internacional
1. En virtud del presente artículo, el Ministro del Interior puede expedir un
certificado contra una persona si tiene motivos razonables para:
a) creer que la presencia de esta persona en suelo británico representa una
amenaza para la
seguridad nacional; y
b) sospechar que esta persona es un terrorista.
2. A los fines del apartado 1 b) del presente artículo, la palabra "terrorista"
designa a la persona:
a) implicada o que ha estado implicada en la comisión, preparación o
instigación de actos de terrorismo internacional;
b) miembro de un grupo terrorista internacional o perteneciente a tal grupo;
o
c) ligada a un grupo terrorista internacional.
3. A los fines del apartado 2 b) y c) del presente artículo, un grupo terrorista
internacional es un grupo:
a) sometido al control o la influencia de personas que se hallan fuera del
territorio del Reino Unido, y
b) del que, el Ministro del Interior, sospecha que está implicado en la
comisión, preparación o instigación de actos de terrorismo internacional.
4. A los fines del apartado 2 c) del presente artículo, se considera que una
persona mantiene vínculos con un grupo terrorista internacional solamente
si lo respalda o le presta asistencia.
5. A los fines del presente título,
la palabra "terrorismo" tiene el sentido que le da el artículo 1 de la Ley de
Terrorismo de 2000 (c. 11), y
41
la expresión "persona sospechosa de terrorismo internacional" designa a la
persona afectada por un certificado expedido en aplicación del apartado 1
del presente artículo.
6. Cuando expida un certificado en aplicación del apartado 1 del presente
artículo, el Ministro del Interior deberá, cuanto antes:
a) adoptar medidas razonables para notificarlo a la persona en cuestión; y
b) dirigir una copia a la Comisión Especial de Apelación en Materia de
Inmigración.
7. El Ministro del Interior puede revocar el certificado emitido en aplicación
del apartado 1 del presente artículo.
8. La decisión del Ministro del Interior sobre un certificado emitido en
aplicación del presente artículo sólo puede recurrirse en las condiciones
previstas en los artículos 25 y 26 de la presente Ley.
9. Un acto del Ministro del Interior basado en todo o en parte en un
certificado emitido en virtud del presente artículo solo puede recurrirse por
medio o en relación al procedimiento relativo a:
a) los artículos 25 ó 26 de la presente Ley; o
b) el artículo 2 de la Ley de 1997 sobre la Comisión Especial de Apelación en
Materia de Inmigración (c.68) (apelación).
22. Expulsión, devolución, etc.
1. Una persona sospechosa de terrorismo internacional puede ser objeto de
una medida adoptada en virtud del apartado 2 del presente artículo incluso
si se ha excluido momentánea o definitivamente su expulsión del Reino
Unido debido a:
a) un motivo de derecho fundado en todo o en parte en un convenio
internacional; o
b) una consideración de orden práctico (...)
2. Las medidas contempladas en el apartado 1 del presente artículo
consisten en:
e) la adopción de una orden de expulsión (...)
3. En el caso de que una persona sospechosa de terrorismo internacional se
halle afectada por una de las medidas citadas en el apartado 2 del presente
artículo cuando ha sido objeto de un certificado emitido en aplicación del
artículo 21 de la presente Ley, la medida en cuestión se considerará
renovada sobre la base del apartado 1 del presente artículo inmediatamente
después de la emisión del certificado.
23. Detención
1. Una persona sospechosa de terrorismo internacional puede ser detenida
en aplicación de una de las medidas citadas en el apartado 2 del presente
42
artículo incluso si se ha excluido momentánea o definitivamente su expulsión
del Reino Unido debido a:
a) un motivo de derecho fundado en todo o en parte en un convenio
internacional; o
b) una consideración de orden práctico (...)
2. Las disposiciones a las que remite el apartado 1 del presente artículo son:
a) el apartado 16 del anexo 2 a la Ley de 1971 de Inmigración (c. 77)
(detención de personas en trámite de verificación o alejamiento), y
b) el apartado 2 del anexo 3 a esta Ley (detención de personas en trámite
de expulsión)».
Una disposición del Título 4 limitaba la duración de la validez de la Ley de
2001 a cinco años y la sometía a un procedimiento de ratificación anual por
las dos cámaras del Parlamento.
D
La Comisión Especial de Apelación en Materia de Inmigración
91. Creada en respuesta a la Sentencia dictada por el Tribunal en el asunto
Chahal contra Reino Unido ([GS], 15 noviembre 1996 (TEDH 1996, 61),
Repertorio de sentencias y resoluciones 1996-V), la Comisión Especial de
Apelación en Materia de Inmigración («la SIAC») es una jurisdicción
compuesta por jueces independientes. Sus decisiones pueden ser recurridas
en casación ante el Tribunal de apelación y la Cámara de los Lores.
En sus pasajes aplicables, el artículo 25 de la Ley de 2001 decía así:
«1) Una persona sospechosa de terrorismo internacional afectada por un
certificado expedido en aplicación del artículo 21 podrá ejercer un recurso
contra esta medida ante la Comisión Especial de Apelación en Materia de
Inmigración.
2) La [SIAC] deberá anular el certificado recurrido si estima:
a) que no existen motivos razonables que justifiquen la convicción o las
sospechas mencionadas respectivamente en los puntos a) y b) del apartado
1 del artículo 21; o
b) que, por cualquier otra razón, no debería haberse emitido».
Correspondía a la SIAC proceder a una primera revisión de un certificado
expedido en aplicación de la Ley de 2001 para verificar si se justificaba su
mantenimiento seis meses después de la fecha de emisión o de la resolución
definitiva de un recurso contra el mismo. Las revisiones posteriores debían
efectuarse cada tres meses.
En virtud del artículo 30 de la Ley de 2001, la SIAC era asimismo
competente para conocer de todo recurso contra la derogación formulada al
amparo del artículo 15 del Convenio (RCL 1999, 1190 y 1572).
43
92. La SIAC aplica un procedimiento especial que le permite examinar no
solamente las pruebas (calificadas de «no confidenciales») que pueden
hacerse públicas, sino también otros elementos (calificados de
«confidenciales») que, por motivos de seguridad nacional, no pueden serlo y
a los que los justiciables y sus abogados tienen prohibido el acceso, razón
por la cual este procedimiento prevé el recurso a uno o varios «abogados
especiales» con habilitación de seguridad y designados por el Solicitor
General para actuar en nombre de las personas que apelan a la SIAC.
93. En el caso de autos, en el procedimiento de examen de los recursos
interpuestos ante la SIAC contra los certificados en litigio, primero se
comunicó a cada recurrente las conclusiones y pruebas no confidenciales
que les afectaban, lo que permitió al abogado especial discutirlas con el
interesado y su letrado y obtener instrucciones generales de estos últimos.
Seguidamente, se sometieron a los jueces y el abogado especial los
documentos confidenciales, fase a partir de la cual este último ya no estaba
autorizado a comunicarse con el recurrente y/o su letrado sin el acuerdo de
la SIAC. En la fase confidencial de la instancia, el abogado especial tenía
como función invocar, en nombre del recurrente, motivos procesales –
tendentes por ejemplo a la comunicación de información complementaria– y
de fondo. La SIAC dictó una decisión «no confidencial» y una decisión
«confidencial» en cada uno de los recursos que se le habían sometido. El
abogado especial pudo conocer las decisiones en cuestión pero los
demandantes y sus letrados sólo tuvieron acceso a las decisiones no
confidenciales.
E
Las declaraciones de incompatibilidad previstas por la Ley de derechos
humanos de 1998
94. El artículo 4 de la Ley de 1998 faculta a los tribunales a declarar
incompatibles con el Convenio las disposiciones de la legislación primaria
que consideren contrarias a este instrumento. La declaración de
incompatibilidad no incide en la validez de la disposición a la que afecta ni
vincula a las partes en el proceso en el marco del cual es pronunciada. Sin
embargo, el artículo 10 de la Ley establece un mecanismo específico en
virtud del cual la disposición en cuestión puede ser modificada para suprimir
la incompatibilidad constatada (para más información sobre este
mecanismo, véase Sentencia Burden contra Reino Unido [PROV 2008,
129544] [GS], núm. 13378/2005, aps. 21-24, TEDH 2008).
F
La Ley antiterrorista de 2006
95. En vigor desde el 30 de marzo de 2006, la Ley antiterrorista de 2006 creó
nuevos delitos destinados a extender la responsabilidad penal a la
preparación de actos terroristas definida en la Ley antiterrorista de 2000. Al
sancionar la incitación a cometer actos terroristas, la difusión de
publicaciones de carácter terrorista y la preparación y planificación de actos
terroristas, los delitos en cuestión se establecieron con el fin de permitir a
las autoridades intervenir en un estadio precoz de las intrigas terroristas
para evitar que desembocasen en actos más graves. Asimismo, la Ley
facilitaba la aportación de la prueba de la comisión de los actos imputados.
G
44
Consideraciones sobre el recurso a abogados especiales bajo el imperio de la
Ley de 2005 de prevención del terrorismo
96. El 31 de octubre de 2007 la Cámara de los Lores dictó sentencia en el
recurso Secretary of State for the Home Department (demandado) contra
MB (FC) (recurrente) ([2007] UKHL 46) contra una orden de control no
derogatoria dictada por el Ministro del Interior en aplicación de los artículos
2 y 3.1 a) de la Ley de prevención del terrorismo de 2005. En dicho asunto
el Alto Tribunal era llamado a pronunciarse sobre la compatibilidad con el
artículo 6 del Convenio (RCL 1999, 1190 y 1572) del procedimiento definido
en el artículo 3 de la Ley en cuestión, disposición que prevé la celebración
de vistas secretas y el recurso a abogados especiales y cuya aplicación había
llevado a una situación en la que el contenido de las acusaciones formuladas
contra uno de los recurrentes era totalmente confidencial y en la que los
documentos no confidenciales del procedimiento del que había sido objeto
no contenían ninguna acusación precisa de actividades terroristas.
La Cámara de los Lores estimó, por unanimidad, que el procedimiento
criticado dependía del artículo 6 puesto que tenía por objeto la decisión
sobre derechos y obligaciones de carácter civil. Sobre la cuestión de la
compatibilidad, consideró, por mayoría de sus miembros –la Baronesa Hale,
Lord Carswell y Lord Brown– que el recurso a abogados especiales
constituía, en la mayor parte de los casos, un contrapeso suficiente a la
facultad del Ministro del Interior de denegar la comunicación de los
elementos que pretendía invocar como pruebas de la existencia de motivos
razonables para sospechar de la implicación, pasada o presente, de una
persona afectada por una medida de control en actividades de carácter
terrorista, declarando, no obstante, que cada caso merecía un examen
individual. La Baronesa Hale se expresó así:
«65. (...) Dependiendo de las características del asunto, concretamente de
las medidas adoptadas para informar a la persona que es objeto de la
medida de control criticada del contenido de las acusaciones que se formulan
contra él de manera que pueda adivinar en qué informaciones se basan, de
la manera en que se han sintetizado las pruebas de cargo confidenciales sin
revelar los nombres, las fechas o los lugares pertinentes, la naturaleza o el
contenido de los documentos no comunicados, la cuestión de si el abogado
especial ha podido impugnarlas eficazmente en interés de la persona
afectada y de lo que su comunicación habría cambiado. El conjunto de estos
factores se ha de tener en cuenta para juzgar si la persona afectada por la
medida en litigio ha tenido "una posibilidad real de impugnar los hechos"
que la han motivado.
66. No me parece que podamos dar por hecho que el Tribunal de
Estrasburgo juzgaría sistemáticamente conformes a las exigencias del
artículo 6 las vistas del examen de las medidas de control en las que los
abogados especiales intervienen en virtud del procedimiento previsto por la
Ley de 2005 y el capítulo 76 de la Ley de Enjuiciamiento Civil. Sin embargo,
gracias a los esfuerzos incesantes de todas las personas implicadas, debería
ser posible, en la mayor parte de los casos, "conceder suficientemente al
justiciable el beneficio de las normas procesales", por mucho tiempo que ello
lleve y las dificultades que encontremos. Todos los intervinientes deben
esforzarse por garantizar, en la medida de lo posible, el respeto de los
"principios que rigen la instrucción judicial". Corresponde a la Ministra del
Interior explicar, con la mayor precisión posible, las razones que le llevan a
estimar que se cumplen las condiciones enumeradas en el artículo 2.1.
45
Cuanto más detallada sea esta explicación, mejores serán las instrucciones
que los abogados especiales podrán obtener de sus clientes antes de
conocer los documentos confidenciales. Los jueces y abogados especiales
deben examinar con mucha circunspección y escepticismo los argumentos
expuestos a favor del mantenimiento de la confidencialidad de las
informaciones consideradas secretas. La tendencia de las autoridades a
invocar con demasiada frecuencia el imperativo del secreto en casos de
terrorismo ha sido ampliamente demostrada tanto fuera como dentro de
nuestro país (a este respecto véase Serrin Turner y Stephen J. Schulhofer,
The Secrecy Problem in Terrorism Trials, 2005, Centro Brennan para la
justicia, Facultad de Derecho de la Universidad de Nueva York). Corresponde
a los jueces y abogados especiales analizar en profundidad los elementos no
comunicados. Se ha de hacer todo por que los documentos confidenciales se
redacten o sinteticen de forma que permita a los abogados especiales
obtener instrucciones de las personas que defienden. Asimismo, se les debe
conceder la mayor libertad posible para formular preguntas concretas y
cuidadosamente escogidas en nombre de sus clientes. Aunque el artículo
74.24 de la Ley de Enjuiciamiento Civil no prevé expresamente esta
posibilidad, los abogados especiales deberían poder citar o hacer que se cite
a comparecer a testigos para impugnar las pruebas confidenciales. En
algunos casos, la persona acusada puede no necesitar ser informada con
todo detalle de las pruebas de cargo para oponer una defensa eficaz.
67. El juez que ha presidido la vista está sin duda mejor situado que ningún
otro para pronunciarse sobre la cuestión de si la instancia ha garantizado
suficientemente al justiciable el beneficio de las normas procesales (...)».
Lord Carswell formuló la siguiente observación:
«Es muy amplio el abanico de situaciones en las que la Ministra del Interior
puede basarse en pruebas confidenciales. En un extremo se hallarían los
casos en los que las acusaciones formuladas contra personas sometidas a
una medida de control se fundarían exclusivamente en informaciones
confidenciales que no pueden conocer, ni siquiera en síntesis, y a las que los
abogados especiales no tendrían la capacidad de oponer una defensa eficaz
al no poder obtener instrucciones suficientes de sus clientes. En el otro
extremo se hallarían los casos en los que los elementos secretos tendrían un
alcance probatorio muy limitado o solo servirían para corroborar unos
documentos no confidenciales convincentes, no enfrentándose entonces la
presentación de una defensa eficaz a ninguna dificultad. Entre estos dos
extremos existe una variedad infinita de situaciones posibles. El equilibrio
entre los elementos no confidenciales y los documentos secretos y su
respectivo valor probatorio, varían de un caso a otro. En algunos casos, los
abogados especiales pueden hacerse una idea suficientemente precisa de la
manera en la que deben tratar la información secreta cuando no tienen
instrucciones directas de las personas que defienden. Es a los jueces a
quienes corresponde examinar y apreciar estas cuestiones cuando son
llamados a verificar si las personas sometidas a una medida de control han
gozado de un proceso equitativo. Esta valoración depende (...) de las
circunstancias de la causa. El juez que ha tenido conocimiento de los
documentos tanto confidenciales como no confidenciales y que ha gozado de
la colaboración de los abogados especiales, está mejor situado que nadie
para pronunciarse. Así las cosas, considero que conviene conceder el peso
que merece al interés general legítimo que persigue la denegación de la
comunicación de las pruebas basada en motivos válidos de seguridad
nacional y que ello justifica la obligación –más bien pesada– que recae en de
las personas que son objeto de una medida de control, de probar la
46
existencia de una violación del artículo 6. Los tribunales no deben mostrarse
demasiado dispuestos a considerar que la desventaja que constituye, para
las personas sometidas a tal medida, la no comunicación de las pruebas en
cuestión, vulnera el artículo 6».
Lord Brown se expresó así:
«Por muy excepcionales que sean, no se puede excluir que se presentan
situaciones en las que, pese a los esfuerzos desplegados por todos los
intervinientes para redactar, anonimizar y resumir los documentos
pertinentes, la comunicación a los sospechosos de información en cantidad
suficiente para que puedan responder de forma útil a las acusaciones
formuladas contra ellos por la Ministra del Interior, sea simplemente
imposible. Salvo si se tiene la casi certidumbre de que ninguna impugnación
habría tenido la mínima posibilidad de prosperar (conclusión que considero
difícil pero no imposible de demostrar), el juez que se enfrenta a este tipo de
situación debe concluir que la adopción o, según el caso, la confirmación de
una medida de control es profundamente injusta para el sospechoso. En
síntesis, un sospechoso que se encuentre en este tipo de situación no
obtendría "suficientemente (...) el beneficio de las normas procesales"
(Chahal [TEDH 1996, 61] [previamente citada] ap. 131) pese a la actuación
del abogado especial; [su] derecho [a un proceso equitativo] ha[bría] sido
lesionado en su propia sustancia (Tinnelly & Sons Ltd y McElduff y otros
contra Reino Unido [ 10 julio 1998 (TEDH 1998, 29), Repertorio 1998-IV]
ap. 72)".
Lord Bingham siguió un enfoque diferente –pero no divergente– del de la
mayoría. Estimó que se imponía proceder a una valoración global del
proceso y determinar si el recurso a un procedimiento concreto había sido
profundamente injusto para la persona bajo control, añadiendo que la
intervención del abogado especial reforzaba las garantías procesales que se
le concedían, pero que no compensaba enteramente los graves
inconvenientes derivados para ella de la ignorancia de las pruebas de cargo
y de su incapacidad correlativa para dar instrucciones útiles al abogado en
cuestión.
Desmarcándose de la mayoría, Lord Hoffmann consideró que, puesto que el
Tribunal de instancia considerara contraria al interés general la comunicación
de algunos documentos, la intervención de un abogado especial constituía
una garantía suficiente para la persona sometida a una medida de control y
que, en este caso, el procedimiento nunca podía considerarse contrario al
artículo 6.
97. En la Sentencia dictada en el asunto Secretary of State for the Home
Department v. AF ([2008] EWCA Civ 1148), por una mayoría compuesta por
los Jueces Sir Anthony Clark MR y Waller, con el voto disidente del Juez
SedLey, el Tribunal de apelación se fundó en las conclusiones establecidas
por la mayoría de la Cámara de los Lores en la Sentencia MB para formular
las recomendaciones siguientes en cuanto al cumplimiento del artículo 6 en
las instancias sobre medidas de control y que requieren la intervención de
abogados especiales:
[extractos de la síntesis de la sentencia]
«1) Para resolver la cuestión de si la celebración de una vista, según las
modalidades previstas en el artículo 3.10 de la Ley de 2005, ha violado los
derechos que un individuo bajo control extrae del artículo 6, se ha de
47
determinar si, en conjunto, la vista ha sido fundamentalmente injusta para
éste o si no se le ha concedido suficientemente el beneficio de las normas
procesales o si se ha vulnerado la sustancia misma de su derecho a un
proceso equitativo. Más generalmente, es necesario preguntarse si el
proceso ha sido para él profundamente injusto. 2) Se debe hacer todo para
proporcionar al individuo en cuestión tanta información como sea posible
sobre las acusaciones formuladas contra él y las pruebas de cargo, en su
caso de forma resumida. 3) Cuando existan motivos de seguridad nacional
que se opongan a que se comuniquen de entrada el conjunto de acusaciones
y pruebas admitidas contra el interesado, se le deberá conceder la asistencia
de un abogado especial. En tal caso, se aplican los principios enumerados a
continuación. 4) La falta de comunicación a la persona bajo control de un
mínimo incomprensible de acusaciones y pruebas de cargo no confiere ipso
facto a la vista un carácter injusto. En los casos en que dicha comunicación
sea posible, el suministro de una información tan sucinta al interesado como
la comunicada en el asunto AF –información realmente sumaria– puede
considerarse suficiente, habida cuenta de las circunstancias de la causa,
para alcanzar el mínimo en cuestión. 5) Para responder a la cuestión de si
una vista ha sido injusta, se han de tener en cuenta todas las características
del asunto, concretamente su naturaleza, las medidas adoptadas para
informar a la persona bajo control del contenido de las acusaciones
formuladas contra ella, de forma que se le permita adivinar en qué
informaciones se basan, la manera en que se han sintetizado las pruebas de
cargo confidenciales sin revelar los nombres, las fechas y los lugares
pertinentes, la naturaleza y el contenido de los elementos secretos, la
eficacia con la que el abogado especial ha podido impugnarlos en nombre del
interesado y lo que su comunicación habría cambiado o podido cambiar. 6)
Cuando son llamados a determinar si la divulgación de información a
personas bajo control habría podido llevar a una conclusión diferente sobre
la cuestión de la existencia de motivos razonables que justifiquen las
sospechas de implicación, pasada o presente, de éstas en actividades
terroristas, corresponde a los tribunales tener plenamente en cuenta las
dificultades a las que los interesados y los abogados especiales se enfrentan
y el conjunto de circunstancias de la causa, preguntándose concretamente
por las consecuencias que habría podido tener la comunicación de alguna
información y sobre la cuestión de si los abogados especiales pudieron
trabajar eficazmente. La manera en la que conviene abordar cada parámetro
y el peso a concederle dependen de las circunstancias de la causa. 7) No
existe una regla implacable por definición del papel del juez, cuya decisión
escapa a la intervención del Tribunal de apelación, salvo casos
excepcionales».
III
Los comentarios internos e internacionales al título 4 de la Ley de 2001
A
El comité Newton
98. El Título 4 de la Ley de 2001 instituyó un comité de asesores privados
encargados de controlar su aplicación. Presidido por Lord Newton, el comité
en cuestión estableció un informe en diciembre de 2003. Señalando nota de
la tesis del Ministerio del Interior según la cual la amenaza terrorista ligada
a Al-Qaeda provenía principalmente de extranjeros, formuló la siguiente
observación:
48
«numerosos indicios muestran que éste ya no es el caso actualmente. El
ejemplo de los británicos autores del atentado suicida con bomba cometido
en Tel-Aviv en mayo de 2003, el de Richard Reid ("el terrorista de los
zapatos") y las recientes detenciones revelan que los ciudadanos británicos
pueden representar una amenaza real. El año pasado cerca del 30% de los
sospechosos a los que se aplicó la Ley antiterrorista de 2000 eran británicos.
Se nos ha indicado que casi la mitad de las personas que interesan a las
autoridades debido a su presunta implicación en el terrorismo internacional
son ciudadanos británicos».
Estimó que estas informaciones proporcionaban no solamente un argumento
desfavorable a las disposiciones discriminatorias, sino que también
demostraban la relativa ineficacia de las mismas en materia de lucha contra
la amenaza terrorista. En consecuencia, recomendaba la aprobación urgente
de una Ley que respondiese a esta amenaza sin establecer una
discriminación fundada en la nacionalidad y que no requiriese la derogación
del artículo 5 del Convenio.
99. En febrero de 2004, el Gobierno hizo pública su respuesta al informe en
cuestión, en la que reafirmaba que la amenaza terrorista «provenía
principalmente –pero no exclusivamente– de extranjeros». El dictamen del
Comité Newton recomendando la aplicación de medidas de lucha
antiterrorista a todas las personas dependientes de la jurisdicción del Reino
Unido, cualquiera que fuese su nacionalidad, le inspiró el siguiente
comentario:
«Sin duda sería posible conferir nuevas facultades a las autoridades que les
permitiesen encarcelar a ciudadanos británicos que pudiesen estar
implicados en el terrorismo internacional, pero se trataría ésta de una
decisión de graves consecuencias. El Gobierno estima que tales facultades,
draconianas, serían difíciles de justificar. La experiencia muestra que este
enfoque es peligroso y que puede perjudicar la cohesión de la sociedad y
debilitar, por tanto, el apoyo de todos sus componentes, apoyo que
necesitamos para luchar contra la amenaza terrorista».
El Gobierno indicó, además, que trabajaba en proyectos de acuerdos marco
con países susceptibles de acoger a personas sospechosas de ser terroristas
afectadas por una medida de expulsión.
B
La Comisión mixta parlamentaria de derechos humanos
100. La Comisión mixta parlamentaria es el órgano constitucionalmente
responsable en el Reino Unido del control de la compatibilidad de las Leyes
con los derechos que enumera el Convenio. En su segundo informe relativo
a la sesión 2001-2002, elaborado poco tiempo después de la publicación del
proyecto de Ley que iba a devenir la Ley de 2001, hacía constar su
preocupación sobre los efectos potencialmente discriminatorios de éste, en
los términos siguientes:
«38. En segundo lugar, remitiendo a las disposiciones del Derecho de
extranjería para autorizar la encarcelación de los presuntos terroristas
internacionales, el proyecto de Ley corre el riesgo de instaurar una
discriminación, en relación a la detención sin inculpación, entre los presuntos
terroristas internacionales sometidos a la política de extranjería y aquellos
que gozan del derecho incondicional a permanecer en el Reino Unido.
49
Tememos que de ello resulte una discriminación basada en la nacionalidad
en el ejercicio del derecho a la libertad. Sin una justificación objetiva,
razonable y proporcionada, esta situación podría vulnerar el artículo 5 del
CEDH (RCL 1999, 1190 y 1572) aisladamente o en relación con el artículo
14, el cual garantiza el derecho a la no discriminación en el goce de los
derechos del Convenio. Podría también lesionar los derechos a la no
discriminación y a la libertad que consagran, respectivamente, los artículos
26 y 9 del PIDCP (RCL 1977, 893) .
39. Hemos comunicado en una audiencia nuestra preocupación al Ministro
del Interior. Dada su respuesta, dudamos de que el riesgo de discriminación
basada en la nacionalidad que encierran las disposiciones del Título 4 del
proyecto de Ley haya sido debidamente considerada».
En su sexto informe de la sesión 2003-2004, de 23 de febrero de 2004, la
Comisión mixta se declaró profundamente preocupada «por la incidencia en
los derechos humanos de la incorporación de la facultad de detención al
derecho de extranjería en lugar de a la legislación antiterrorista» y señaló
que «el Título 4 [de la Ley de 2001] corría un considerable riesgo de violar el
derecho a la no discriminación garantizado por el artículo 14 del CEDH (RCL
1999, 1190 y 1572)». Tras la publicación del informe del Comité Newton y la
del documento de reflexión del Ministro del Interior en respuesta al mismo,
la Comisión mixta volvió a tratar esta cuestión en su decimoctavo informe de
la sesión 2003-1004, de 21 de julio de 2004, cuyos apartados 42 a 44 dicen
así:
«42. El documento de reflexión rechaza la recomendación que figura en el
informe Newton según la cual las nuevas disposiciones legislativas a prever
en sustitución del Título 4 [de la Ley de 2001], deberían aplicarse
igualmente a todas las personas dependientes de la jurisdicción del Reino
Unido, cualquiera que sea su nacionalidad, incluidos los ciudadanos
británicos. El Gobierno se declara en él convencido de que la distinción
criticada entre los ciudadanos extranjeros y los ciudadanos británicos es
legítima, al no ser idénticos sus derechos y deberes respectivos.
43. Siempre no hemos declarado preocupados por la discriminación basada
en la nacionalidad resultante de las disposiciones del Título 4 [de la Ley de
2001], que nos parece injustificada y, por consiguiente, contraria al artículo
14 del CEDH. Suscribimos la opinión del Lord Newton según la cual es
inaudito sostener, como hace [el Ministerio del Interior] en el documento de
reflexión, que el hecho de conferir a las autoridades facultades idénticas de
encarcelación respecto a los ciudadanos británicos sería una "decisión de
graves consecuencias" y que tales facultades, draconianas, serían difíciles de
justificar.
44. Lo que está en juego es idéntico para los ciudadanos extranjeros y los
ciudadanos británicos: el derecho fundamental a la libertad garantizado por
el artículo del CEDH y los derechos procesales correspondientes. El artículo 1
del CEDH obliga a los Estados a reconocer a toda persona que dependa de
su jurisdicción los derechos y las libertades consagrados por el Convenio. El
artículo 14 de este instrumento dispone que el goce de los derechos y
libertades reconocidos en el Convenio, ha de ser asegurado sin distinción
alguna por razones de origen nacional. Para justificar su reticencia a
solicitar, en beneficio de las autoridades, facultades idénticas respecto a los
ciudadanos británicos, el Gobierno ofrece en su documento de reflexión una
explicación que hace pensar que considera el derecho de los extranjeros a la
50
libertad menos digno de protección que el derecho exactamente idéntico de
los británicos, lo cual prohíbe el Convenio».
C
El Comité Europeo para la Prevención de la Tortura y de las Penas o Tratos
Inhumanos o Degradantes ("el CPT")
101. Una delegación del CPT visitó en febrero de 2002 y marzo de 2004 a
los demandantes recluidos. En un informe publicado el 9 de junio de 2005,
el CPT criticaba las condiciones de reclusión en la prisión de Belmarsh y el
hospital de Broadmoor. Además, señalaba que se habían elevado quejas de
malos tratos que acusaban a funcionarios de prisiones. Indicaba que el
régimen de reclusión vigente en la prisión de Woodhill era menos severo y
declaró que el estado de salud de la mayor parte de los presos se había
deteriorado debido a la reclusión, a causa concretamente del carácter
indeterminado de su duración. Los pasajes pertinentes del informe del CPT
decían así:
«Las constataciones hechas en 2004 ponen, en efecto, en evidencia una
importante inquietud en la gestión de esta categoría de presos, recluidos sin
una perspectiva real de puesta en libertad y sin acompañamiento para
contrarrestar los efectos nefastos de esta forma particular de privación de
libertad. Éstas muestran también los límites de la capacidad de adaptación
del sistema penitenciario frente a una tarea difícilmente compatible con su
misión. El objetivo anunciado, en la respuesta al informe del CPT sobre su
visita de febrero de 2002, de emprender la elaboración de una estrategia
para permitir al servicio penitenciario gestionar de la forma más apropiada
posible el tratamiento y la reclusión de las personas detenidas en virtud de
la Ley de 2001, no se ha logrado.
Dos años después de la visita realizada por el CPT a estos presos, muchos
eran los que se encontraban en un mal estado de salud psíquica general a
consecuencia de su reclusión y, en el caso de algunos, en mal estado de
salud física. Para una gran mayoría de las personas detenidas en virtud de
[la Ley de 2001], la reclusión ha provocado trastornos psiquiátricos y, para
aquellos que habían sufrido en el pasado experiencias traumatizantes,
incluso torturas, ha reavivado claramente la experiencia causando incluso
graves recaídas en trastornos psiquiátricos anteriores. El trauma vinculado a
la reclusión es aún más perjudicial para el estado de salud de estos reclusos
puesto que se duplica por la falta de control relacionada con el carácter
indeterminado de la reclusión, las continuas dificultades experimentadas
para impugnar su detención y la ignorancia que tienen de las pruebas
admitidas contra ellos para la certificación y/o el mantenimiento de su
certificación como personas sospechosas de ser terroristas internacionales.
Para algunos de ellos su situación durante la visita podría considerarse
semejante a un trato inhumano y degradante».
102. En la respuesta al informe del CPT publicada el 9 de junio de 2005, el
Gobierno se opuso firmemente a las acusaciones de malos tratos formuladas
contra el personal penitenciario. Subrayaba que los demandantes recluidos
tenían acceso a las vías de recurso civiles y administrativas abiertas a todos
los presos que quisiesen quejarse de tales tratos. Proseguía así:
«El Gobierno respeta las conclusiones a las que los delegados [del CPT] han
llegado sobre la base de las constataciones efectuadas el día de su visita,
pero rechaza categóricamente la tesis según la cual las personas detenidas
51
[en aplicación de la Ley de 2001] habrían sufrido en algún momento de su
reclusión un trato "inhumano o degradante" que se pueda considerar una
violación de las obligaciones internacionales suscritas por el Reino Unido en
materia de derechos humanos. Afirma firmemente que los interesados han
beneficiado en toda circunstancia de la atención y el trato adecuados en
Belmarsh y que han recibido una atención médica completa –tanto en el
plano psicológico como físico– por parte del personal sanitario y los médicos
de dicho establecimiento. Reconoce que las personas en cuestión han tenido
un difícil recorrido antes de su encarcelación, pero se opone a la afirmación
según la cual "la reclusión ha provocado trastornos psiquiátricos". Los
desórdenes mentales que padecían algunos de estos presos antes de ser
encarcelados no les han impedido dedicarse a las actividades por las que
han sido objeto de un certificado y detenidos. Los problemas psíquicos que
puede padecer una persona no eliminan la amenaza que puede representar
para la seguridad nacional.
(...)
El Gobierno se subleva contra la tesis según la cual las personas
encarceladas [sobre la base de la Ley de 2001] no tenían ninguna
perspectiva de ser puestas en libertad (...)
(...)
La SIAC y los otros tribunales nunca han declarado que las condiciones de
reclusión criticadas implicaran la violación de la obligación absoluta que
impone al Gobierno el artículo 3 [del Convenio]. Teniendo en cuenta las
importantes garantías judiciales de las que gozaban los reclusos, el Gobierno
estima que no habría podido mantener su prisión si las facultades que le
asistían hubiesen vulnerado de un modo u otro los derechos de los
interesados al amparo de esta disposición. Sugerir lo contrario es
menospreciar las múltiples vías de acceso al sistema judicial británico de que
disponen los reclusos y la obligación imperativa que se impone a la justicia
de protegerlos contra tales incumplimientos».
D
El Comisario europeo de Derechos Humanos
103. En agosto de 2002, el Comisario de Derechos Humanos del Consejo
de Europa emitió una opinión sobre ciertos aspectos de la derogación del
artículo 5.1 del Convenio y del Título 4 de la Ley de 2001 por parte del Reino
Unido, en la que criticaba explícitamente la insuficiencia del control
parlamentario de las disposiciones de la derogación y se preguntaba si la
naturaleza de la amenaza que representaba Al-Qaeda constituía una base
suficiente para que se pudiese concluir que existía un peligro público que
amenazaba la vida de la nación:
«Reconociendo la obligación de los gobiernos de proteger a sus ciudadanos
contra la amenaza terrorista, el Comisario opina que la actitud de guardia
general contra un riesgo creciente de actividad terrorista tras el 11 de
septiembre de 2001 no justifica en sí misma la derogación del Convenio.
Varios Estados europeos que se enfrentan desde hace tiempo a una
actividad terrorista frecuente no han considerado necesario derogar los
derechos del Convenio. Ningún Estado ha estimado bueno hacerlo en las
circunstancias actuales. Convendría, por tanto, presentar informaciones
52
detalladas que pongan en evidencia un peligro real e inminente que
amenace la seguridad pública en el Reino Unido».
En lo que respecta al régimen de internamiento previsto en el Título 4 de la
Ley de 2001, proseguía así:
«Al ser estas medidas únicamente aplicables a los extranjeros no
expulsables, podrían asimismo conducir a una justicia de dos ratios según la
cual se aplicarían normas distintas en materia de derechos humanos a los
extranjeros y los nacionales».
104. El 8 de junio de 2005, el Comisario de Derechos Humanos publicó un
informe sobre la visita que había efectuado al Reino Unido en noviembre de
2004. Se refería expresamente a la sentencia dictada por la Cámara de los
Lores en la causa de los demandantes y señalaba que el Gobierno no había
tratado de renovar las disposiciones criticadas de la Ley de 2001 en marzo
de 2005. Se felicitaba por la sentencia en cuestión, cuyas conclusiones se
unían a las expresadas en el dictamen que él había emitido previamente y
por la puesta en libertad de los demandantes, puntualizando que su visita le
permitía dar testimonio personal del «estado de extrema agitación
psicológica en el que se hallaban muchos de [ellos]». Las entrevistas
mantenidas, entre otros, con el Ministro del Interior, el Lord Chancellor, el
Attorney General, el Lord Chief Justice y el Director of Public Prosecutions le
llevaron a concluir lo siguiente sobre las medidas del ordenamiento jurídico
británico para luchar contra la amenaza terrorista:
«Las actividades terroristas no solamente deben, sino que pueden
combatirse en el marco actual del sistema de derechos humanos que
permite mantener un equilibrio, en las cuestiones relativas a la seguridad
nacional, entre los derechos individuales y el interés general y prevé el
recurso a facultades especiales proporcionadas. Para ello son necesarias
unas fuerzas del orden bien equipadas, la cooperación internacional y la
aplicación efectiva de la Ley. Cabe señalar, a este respecto, que con la Ley
antiterrorista de 2000 (...) el Reino Unido dispone ya de una de las
legislaciones antiterroristas más firmes y completas de Europa».
E
El Comité de las Naciones Unidas para la Eliminación de todas las formas de
Discriminación Racial
105. El apartado 17 de las observaciones finales del Comité sobre el Reino
Unido, publicadas el 10 de diciembre de 2003, dice así:
«17. El Comité está profundamente preocupado por las disposiciones de la
Ley de 2001 de Seguridad contra el Terrorismo y la Delincuencia que prevé
la detención sin imputación o juicio de no nacionales sospechosos de llevar a
cabo actividades relacionadas con el terrorismo en trámite de expulsión del
Reino Unido.
Tomando nueva nota de la preocupación del Estado Parte en materia de
seguridad nacional, el Comité le recomienda lograr un equilibrio entre esta
preocupación, por un lado y la protección de los derechos humanos y sus
obligaciones jurídicas internacionales, por otro. A este respecto, se llama la
atención del Estado parte sobre la declaración del Comité de 8 de marzo de
2002, en la que subraya la obligación que corresponde a los Estados de
velar por que "las medidas adoptadas para luchar contra el terrorismo no
53
tengan como objetivo o efecto causar una discriminación por razones de
raza, color, ascendencia u origen nacional o étnico"».
IV
Otros documentos aplicables del Consejo de Europa
A
La Resolución 1271 (2002) de la Asamblea parlamentaria del Consejo de
Europa
106. En el apartado 9 de su Resolución 1271 (2002), aprobada el 24 de
enero de 2002, la Asamblea parlamentaria del Consejo de Europa formuló la
siguiente recomendación:
«En su lucha contra el terrorismo, los Estados miembros del Consejo de
Europa no deberían introducir derogaciones al Convenio europeo de
Derechos Humanos».
En el apartado 12 de esta resolución, llamaba a los Estados miembros a
«abstenerse de utilizar el artículo 15 del Convenio europeo de Derechos
Humanos para limitar los derechos y las libertades garantizados por el
artículo 5 del Convenio (derecho a la libertad y a la seguridad)».
Ningún otro Estado miembro del Consejo de Europa, además del Reino
Unido, derogó el artículo 5.1 al día siguiente del 11 de septiembre de 2001.
B
El Comité de Ministros del Consejo de Europa
107. Dando cumplimiento a la reunión celebrada el 14 de noviembre de
2001 sobre «las democracias frente al terrorismo» (CM/AS(2001) Rec
1534), el Comité de Ministros adoptó el 11 de julio de 2002 las «Líneas
directrices sobre los derechos humanos y la lucha antiterrorista», cuyas
disposiciones aplicables dicen así:
« I. Obligación de los Estados de proteger a cualquier persona contra el
terrorismo
Los Estados tienen la obligación de tomar las medidas necesarias para
proteger los derechos fundamentales de las personas que dependen de su
jurisdicción frente a actos terroristas, muy especialmente su derecho a la
vida. Esta obligación positiva justifica plenamente la lucha de los Estados
contra el terrorismo, respetando las presentes líneas directrices.
II. Prohibición de la arbitrariedad
Las medidas tomadas por los Estados para luchar contra el terrorismo deben
respetar los derechos humanos y el principio de primacía del derecho,
excluyendo toda arbitrariedad, así como todo trato discriminatorio o racista
y deben ser objeto de un control apropiado».
C
La Comisión europea contra el Racismo y la Intolerancia ("ECRI")
54
108. En sus recomendaciones de política general publicadas el 8 de junio
de 2004, la ECRI declaró que el Estado tenía el deber de combatir el
terrorismo. Subrayó que la respuesta a esta amenaza no debía en sí misma
vulnerar los valores de la libertad, la democracia, la justicia, la primacía del
derecho, los derechos humanos y el derecho humanitario. Puntualizó que la
lucha antiterrorista no debía convertirse en un pretexto que permitiese a la
discriminación racial desarrollarse y señaló que la lucha contra el terrorismo
emprendida a partir del 11 de septiembre de 2001 había implicado, en
algunos casos, la aprobación de legislaciones discriminatorias,
concretamente por razones de nacionalidad, origen nacional o étnico y
religión. Declarando que correspondía a los Estados miembros ordenar que
la lucha antiterrorista no tuviese un impacto negativo en ningún grupo
minoritario, les recomendaba
«examinar la legislación y normativas aprobadas en el marco de la lucha
antiterrorista para asegurarse de que no establecen una discriminación
directa o indirecta contra las personas o grupos de personas, sobre todo por
razones de raza, color, lengua, religión, nacionalidad u origen nacional o
étnico y derogar cualquier legislación discriminatoria de este tipo».
V
La noción de "peligro público" en virtud del artículo 4 del Pacto Internacional
de derechos civiles y políticos ("PIDCP")
109. El artículo 4.1 del PIDCP (RCL 1977, 893) establece:
«En situaciones excepcionales que pongan en peligro la vida de la nación y
cuya existencia haya sido proclamada oficialmente, los Estados Partes en el
presente Pacto podrán adoptar disposiciones que, en la medida
estrictamente limitada a las exigencias de la situación, suspendan las
obligaciones contraídas en virtud de este Pacto, siempre que tales
disposiciones no sean incompatibles con las demás obligaciones que les
impone el derecho internacional y no entrañen discriminación alguna
fundada únicamente en motivos de raza, color, sexo, idioma, religión u
origen social».
En primavera de 1984, 31 especialistas en Derecho Internacional se
reunieron en Siracusa (Italia) para debatir entre otras esta disposición,
convocados por la Comisión Internacional de Juristas, la Asociación
Internacional de Derecho Penal, la Asociación Estadounidense para la
Comisión Internacional de Juristas, el Instituto Urban Morgan de Derechos
Humanos y el Instituto Internacional de Estudios Superiores de Ciencias
Penales. Bajo la rúbrica «Situaciones excepcionales que pongan en peligro la
vida de la nación», los apartados 39 y 40 de los «Principios de Siracusa
sobre las Disposiciones de Limitación y Derogación del Pacto Internacional
de Derechos Civiles y Políticos» establecen:
«39. Un estado parte solamente puede adoptar medidas para suspender sus
obligaciones en virtud del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos
de conformidad con lo dispuesto en el artículo 4º (en lo sucesivo
denominadas "medidas de derogación") cuando se enfrente con una
situación excepcional y un peligro real o inminente que amenace la vida de
la nación cuando:
55
a) Afecte a toda la población y a todo el territorio del estado o a parte de él,
y
b) Amenace la integridad física de la población, independencia política o la
integridad territorial del Estado o la existencia o el funcionamiento básico de
instituciones indispensables para asegurar y proteger los derechos
reconocidos en el Pacto.
40. El conflicto interno y la agitación que no representen una amenaza grave
e inminente a la vida de la nación no puede justificar las derogaciones en
virtud del artículo 4».
El apartado 54 de los Principios en cuestión dice así:
«54. El principio de necesidad estricta se aplicará de manera objetiva. Toda
medida responderá a un peligro real, claro, presente o inminente y no se
podrán imponer simplemente por temor a un posible peligro».
110. El apartado 2 de la Observación General 29 sobre el artículo 4 del
PIDCP ( RCL 1977, 893) del Comité de Derechos Humanos de las Naciones
Unidas el 24 de julio de 2001 dice así:
«Las medidas que deroguen las disposiciones del Pacto deben ser de
carácter excepcional y provisional».
VI
Otros documentos relativos a la no divulgación de pruebas en asuntos de
seguridad nacional
111. En el apartado 53 de la Sentencia dictada por el Tribunal Supremo de
Canadá en el asunto Charkaoui contra Ministro de la Ciudadanía y la
Inmigración ([2007] 1 SCR 350), la Juez ponente McLachlin se expresó así:
«Último elemento que, sin embargo, no es el menor, una audiencia
equitativa supone que el interesado sea informado de las acusaciones
formuladas contra él y tenga la posibilidad de responder a las mismas».
En los apartados 57-58 de la sentencia en cuestión, puntualizó que este
derecho no era absoluto y que podía ser limitado por consideraciones de
seguridad nacional. Sin embargo, proseguía así (apartado 64 de la
sentencia):
«(...) El Juez no puede compensar la falta de un examen aclarado, una
impugnación o una contraprueba por una persona competente en la causa.
Ahora bien, tal examen es precisamente lo que requiere el principio según el
cual una persona cuya libertad está en juego debe saber lo que se le imputa.
En el caso de autos, este principio no ha sido simplemente restringido, sino
que ha sido vaciado de su sustancia. ¿Cómo se puede demostrar la falsedad
de unas acusaciones de las que se ignora todo?»
112. Al expresarse en nombre de la mayoría del Tribunal Supremo de los
Estados Unidos en la Sentencia Hamdi contra Rumsfeld (542 US 507
[2004]), la Juez O'Connor declaró (pg. 533):
«A la vista de lo que antecede, concluimos que a un ciudadano detenido que
no esté de acuerdo con su consideración de combatiente enemigo y desee
56
impugnarla, se le deben comunicar los hechos en virtud de los cuales se le
ha aplicado tal categoría y debe tener también la posibilidad de que un
órgano o instancia neutral fiscalice las acusaciones fácticas del gobierno
[referencia jurisprudencial]. El contenido esencial del aspecto procesal del
proceso equitativo ha sido definido hace más de un siglo: los justiciables
cuyos intereses se ven afectados tienen derecho a ser oídos. Para ejercer
este derecho, se les deberán notificar previamente [los hechos que se les
imputan] (...). No se deben debilitar las garantías constitucionales».
113. El Comisario de Derechos Humanos del Consejo de Europa, en el
apartado 21 de su informe de 8 de junio de 2005 (apartado 104 supra), y la
Comisión mixta parlamentaria de Derechos Humanos (apartado 100 supra),
en el apartado 76 de su duodécimo informe sobre la sesión 2005-2006 (HL
Paper 122, HC 915), se declararon reticentes a admitir que una audiencia en
cuyo marco una persona bajo control podía ser objeto de una decisión
desfavorable basada en pruebas que no había podido realmente impugnar o
rebatir, se pudiese considerar equitativa.
Fundamentos de derecho
I
Sobre las violaciones del artículo 3 del Convenio y del artículo 13 en relación
con el artículo 3
114. Los demandantes alegan que la reclusión de que fueron objeto sobre
la base del Título 4 de la Ley de 2001 vulneró sus derechos en virtud del
artículo 3, el cual establece:
«Nadie podrá ser sometido a tortura ni a penas o tratos inhumanos o
degradantes».
Se quejan, además, de haber sido privados de un recurso efectivo para
elevar sus quejas relativas al artículo 3, en violación del artículo 13 del
Convenio (RCL 1999, 1190 y 1572), que dispone:
«Toda persona cuyos derechos y libertades reconocidos por el presente
Convenio hayan sido violados tiene derecho a la concesión de un recurso
efectivo ante una instancia nacional, incluso cuando la violación haya sido
cometida por personas que actúen en el ejercicio de sus funciones oficiales».
A
Tesis de los comparecientes
1
Tesis de los demandantes
115. Los interesados subrayan que su presencia en el territorio británico se
debe a que ninguno de ellos estaba seguro en su propio país o en otro lugar
que no fuese el Reino Unido. El primer demandante, palestino apátrida, no
tendría otro lugar al que ir. Algunos de los demandantes han sufrido torturas
antes de llegar a este país. La Ley de 2001 obligó a los interesados a elegir
entre unas condiciones de detención en su opinión intolerables y el trato que
corrían el riesgo de sufrir si aceptaban su expulsión. Además, las
experiencias sufridas en el pasado y los trastornos tanto psíquicos como
57
físicos que padecían, aumentaban su vulnerabilidad a los efectos nefastos de
la detención arbitraria. El carácter discriminatorio de su reclusión –medida
aplicable solamente a los extranjeros al amparo de la Ley de 2001– había
agravado su angustia.
116. El régimen penitenciario de alta seguridad vigente en la prisión de
Belmarsh y el hospital de Broadmoor era inadecuado y perjudicial para su
salud. Dicho esto, el sufrimiento de una intensidad anormal que excedía el
inherente a la privación de libertad experimentada por los demandantes,
estaba ligado principalmente al carácter indeterminado de su duración, cuyo
fin no podían discernir, y a su prolongación efectiva. Otras características del
régimen de excepción al que estaban sometidos, en particular la
confidencialidad de las pruebas admitidas contra ellos, habían agravado esta
situación. El hecho de que la indiferencia de las autoridades por la suerte de
los interesados hubiese recibido la unción legislativa, no atenuaba en nada
el sufrimiento que les habría causado esta situación.
117. El efecto acumulado de estos factores provocó una profunda angustia
en los demandantes. De las constataciones médicas efectuadas por el CPT y
el grupo de psiquiatras consultantes, así como de los informes establecidos
por ellos (apartados 101 y 76 supra) se desprendería que el régimen de
reclusión criticado había provocado también un trauma en los interesados o
los había expuesto a un alto riesgo de padecer un trauma y que había tenido
graves consecuencias en el caso de los demandantes primero, quinto,
séptimo y décimo.
118. A lo largo del período en el que los interesados estuvieron privados
de libertad, la SIAC no podía ejercer de forma efectiva la facultad que le
asistía de conceder la libertad condicional, primero porque el alcance de su
competencia en la materia no estaba claramente definido, porque el
procedimiento ante ella había sufrido dilaciones y, por último, porque los
criterios de concesión de tal medida eran demasiado severos. En efecto, los
candidatos a la libertad condicional tenían que demostrar que, «según toda
probabilidad», su mantenimiento en prisión degradaba su salud física o
mental hasta el punto de poder considerarlo un trato inhumano y
degradante contrario al artículo 3. La libertad condicional era calificada de
«medida excepcional» que sólo se podía conceder en «situaciones
extremas». Incluso en tales casos, el arresto domiciliario habría sido la única
otra posibilidad aparte de la reclusión (apartado 78 supra).
2
Tesis del Gobierno
119. El Gobierno niega que se hayan violado los derechos de los
demandantes en virtud del artículo 3. La SIAC y el Tribunal de apelación
rechazaron las quejas elevadas por los interesados en el ámbito del artículo
3 y la Cámara de los Lores estimó inútil examinarlas (apartados 15, 16 y 22
supra).
120. La privación de libertad sin inculpación no es en sí contraria al
artículo 3; el artículo 5.1 lo autoriza en muchas situaciones. Los
demandantes fueron encarcelados por una duración indeterminada pero no
indefinida. La validez de la Ley sobre cuya base se adoptó esta medida se
limitaba a cinco años y era sometida a un procedimiento de confirmación
anual por las dos cámaras del Parlamento. Además, la privación de libertad
de cada uno de los demandantes estaba subordinada a la cuestión de si su
58
situación continuaba justificando tal medida –concretamente desde el punto
de vista de la intensidad de la amenaza que representaba para la seguridad
nacional y la posibilidad de expulsarlo a un país seguro– y era objeto de un
control semestral por la SIAC. Las autoridades dieron a cada demandante
tantas informaciones como era posible sobre los motivos de sus sospechas y
todos los indicios comunicables en los que se basaban. Los interesados
dispusieron de un procedimiento lo más equitativo posible para impugnar los
motivos de su detención. Asimismo, la SIAC tenía la facultad de concederles,
en su caso, la libertad condicional. En estas condiciones, no se podría decir
que los demandantes fueron detenidos sin perspectiva de ser puestos en
libertad. Por el contrario, el régimen al que estaban sometidos les permitía
pedir su liberación y establecía un control judicial obligatorio de la legalidad
y proporcionalidad del mantenimiento de su privación de libertad teniendo
en cuenta el conjunto de circunstancias. Por otra parte, tenían la posibilidad
de abandonar el Reino Unido, solución elegida por el segundo y cuarto de
ellos.
121. Considerados muy peligrosos para la seguridad nacional, los
interesados fueron sometidos a un régimen penitenciario de alta seguridad
que no era ni inhumano ni degradante. Todos recibieron atención adaptada
a sus trastornos físicos y mentales. Para determinar su lugar de detención y
pronunciarse sobre la oportunidad de su puesta en libertad condicional, las
autoridades procedieron a un examen individual de su situación, teniendo
especialmente en cuenta el estado de su salud mental. Los interesados se
negaron a ocupar la unidad acondicionada especialmente para ellos en la
prisión de Woodhill (apartado 71 supra).
122. En la medida en que denuncian a título individual sus condiciones de
detención y su situación personal, los demandantes no han agotado las vías
de derecho internas al no haber ejercido los recursos pertinentes. Cada
queja dirigida contra el régimen de reclusión habría podido dar lugar a una
acción judicial distinta. Obligada a cumplir la Ley de Derechos Humanos de
1998 (apartado 94 supra), la Administración penitenciaria habría sido la
responsable, en virtud del artículo 6.1 de dicho texto, de ofrecer a los
demandantes unas condiciones de detención compatibles con sus derechos
al amparo del artículo 3 del Convenio (RCL 1999, 1190 y 1572). En cuanto a
las quejas de los interesados relativas al carácter pretendidamente
indeterminado de la duración de su privación de libertad en el terreno del
artículo 3, convendría constatar que ésta estaba prevista en la legislación
primaria, a saber el Título 4 de la Ley de 2001. Ahora bien, el artículo 13 no
llega a exigir un recurso por el que se pueda impugnar, ante una instancia
nacional, una disposición que procede de una elección deliberada del
legislador.
B
Valoración del Tribunal
1
Sobre la admisibilidad
123. El Tribunal señala que el segundo demandante fue detenido el 19 de
diciembre de 2001, sobre la base del Título 4 de la Ley de 2001 y que fue
puesto en libertad el 22 de diciembre de 2001, después de que decidiese –
voluntariamente– regresar a Marruecos (apartado 35 supra). Habida cuenta
de la brevedad de la reclusión del interesado –unos días solamente– y la
59
ausencia de todo elemento que haga pensar que hubiese sufrido en este
período una experiencia de una intensidad que excedía el nivel de
sufrimiento inherente a la privación de libertad, el Tribunal estima que la
queja formulada por él, en el terreno del artículo 3, carece manifiestamente
de fundamento en el sentido del artículo 35.3 del Convenio (RCL 1999, 1190
y 1572).
Al tener por objeto el artículo 13 garantizar la existencia de un recurso
interno por medio del cual hacer valer una «queja defendible» basada en el
Convenio (ver, por ejemplo, Sentencia Ramírez Sánchez contra Francia
[PROV 2006, 204507] [GS], núm. 59450/2000, ap. 157, TEDH 2006-IX), la
queja del interesado fundada en esta disposición también carece
manifiestamente de fundamento.
De ello se deduce que se han de desestimar los dos motivos planteados por
el segundo demandante.
124. El Tribunal señala que el Gobierno reprocha a los interesados no
haber ejercido el recurso que les ofrecía la Ley de 1998. Señalando que
estos últimos se quejan, desde el punto de vista del artículo 13, de no haber
dispuesto de un recurso efectivo para hacer valer sus quejas en virtud del
artículo 3, el Tribunal estima deber unir la excepción de no agotamiento de
las vías de recurso internas planteada por el Gobierno al examen del fondo
de las quejas relativas a las disposiciones en cuestión.
125. El Tribunal considera que los demandantes –a excepción del segundo
de ellos– formulan alegaciones, en el terreno de los citados artículos del
Convenio, que plantean cuestiones fácticas y jurídicas complejas que sólo se
pueden resolver tras un examen del fondo de la demanda. De ello se deduce
que esta parte de la demanda no carece manifiestamente de fundamento,
en el sentido del artículo 35.2 del Convenio (RCL 1999, 1190 y 1572). No
habiéndose planteado ningún otro motivo de inadmisibilidad, debe estimarla.
2
Sobre el fondo
a)
Principios generales
126. Plenamente consciente de las dificultades que encuentran los Estados
para proteger a su población de la violencia terrorista, el Tribunal ve en ello
una razón de más para subrayar que el artículo 3 del Convenio (RCL 1999,
1190 y 1572) consagra uno de los valores más importantes de las
sociedades democráticas. Esta disposición no prevé limitaciones, en lo que
contrasta con la mayoría de las cláusulas normativas del Convenio y de los
Protocolos núm. 1 y 4 y, según el artículo 15.2, no autoriza ninguna
excepción, ni siquiera en situaciones de peligro público que amenace la vida
de la nación. Incluso en las circunstancias más difíciles, como la lucha
antiterrorista, y cualesquiera que sean las acciones de la persona en
cuestión, el Convenio prohíbe en términos absolutos la tortura y los tratos o
penas inhumanas o degradantes (Sentencia Ramírez Sánchez [PROV 2006,
204507], previamente citada, aps. 115-116).
127. Para hallarse en el ámbito de cobertura del artículo 3, un maltrato
debe alcanzar un grado mínimo de gravedad cuya apreciación depende del
60
conjunto de datos de la causa, concretamente de la duración del maltrato y
de sus efectos físicos o mentales así como, en ocasiones, del sexo, la edad y
el estado de salud de la víctima (Sentencia Kafkaris contra Chipre [PROV
2008, 37809] [GS], núm. 21906/2004, ap. 95, ...). El Tribunal ha
considerado un trato «inhumano», principalmente por haberse aplicado con
premeditación durante horas y haber causado, si no verdaderas lesiones,
por lo menos sufrimientos físicos y morales, y que era «degradante» porque
podía inspirar en sus víctimas sentimientos de miedo, angustia e inferioridad
que los humillaban y envilecían (ver, entre otras, Sentencia Kud#a contra
Polonia [TEDH 2000, 163] [GS], núm. 30210/1996, ap. 92, TEDH 2000-XI).
Al determinar si una pena o un trato es «degradante» en el sentido del
artículo 3, el Tribunal examinará si la finalidad era humillar o rebajar a la
víctima y si, considerados sus efectos, la medida ha afectado o no a la
personalidad de ésta de forma incompatible con el artículo 3. Sin embargo,
la ausencia de tal finalidad no excluye definitivamente la constatación de
violación de esta disposición. Por último, para que una pena o el trato que la
acompaña sean «inhumanos» o «degradantes», el sufrimiento o la
humillación deben, en todo caso, ir más allá de los que implica
inevitablemente una forma concreta de trato o pena legítimos (Sentencia
Ramírez Sánchez [PROV 2006, 204507] , previamente citada, aps. 118-
119).
128. El artículo 3 impone al Estado la obligación positiva de asegurar que
todo prisionero lo sea en condiciones compatibles con el respeto de la
dignidad humana y que las modalidades de ejecución de la medida no
sometan la interesado a un desamparo o a una prueba de una intensidad tal
que exceda el nivel inevitable de sufrimiento inherente a la privación de
libertad (Sentencia Kud#a [TEDH 2000, 163], previamente citada, aps. 92-
94). Aunque no puede deducirse una obligación general de liberar a un
preso por motivos de salud, esta disposición impone al Estado proteger la
integridad física y mental de las personas privadas de libertad,
concretamente mediante la atención médica requerida (Sentencias Hurtado
contra Suiza [TEDH 1994, 6] , 28 enero 1994, dictamen de la Comisión, ap.
79, serie A núm. 280-A; Mouisel contra Francia [PROV 2003, 48552] , núm.
67263/2001, ap. 40, TEDH 2002-IX; Aerts contra Bélgique [TEDH 1998,
32], 30 julio 1998, Repertorio 1998-V, ap. 66; y Keenan contra Reino Unido
[TEDH 2001, 242], núm. 27229/1995, ap. 111, TEDH 2001-III). Por otra
parte, cuando se evalúan las condiciones de reclusión, se han de tener en
cuenta sus efectos acumulativos y las acusaciones específicas del
demandante (Sentencia Ramírez Sánchez [PROV 2006, 204507],
previamente citada, ap. 119). Infligir a un adulto una pena perpetua e
incomprensible de reclusión que excluya toda esperanza de puesta en
libertad puede plantear una cuestión desde el punto de vista del artículo 3,
pero cuando el derecho interno ofrece la posibilidad de revisar la pena
perpetua con el fin de conmutarla, suspenderla o concluirla o incluso poner
en libertad condicional al preso, se cumplen las exigencias de esta
disposición (Sentencia Kafkaris [PROV 2008, 37809], previamente citada,
aps. 97-98).
b)
Aplicación de los citados principios a los hechos de la causa
129. El Tribunal señala que tres de los demandantes permanecieron
recluidos durante aproximadamente tres años y tres meses y los demás
durante períodos más cortos. Durante gran parte de su detención, todos los
interesados no tuvieron la posibilidad de prever en qué momento serían
61
puestos en libertad, ni siquiera de saber si lo serían algún día. Basándose en
las constataciones efectuadas en el informe conjunto de los psiquiatras
consultantes, sostiene que el carácter indeterminado de la duración de su
reclusión les causó importantes desórdenes psicológicos o agravó los
trastornos preexistentes. El Gobierno niega estas acusaciones y remite a las
conclusiones del informe del doctor J., las cuales critican la metodología que
siguen los autores del informe conjunto (apartados 76-77 supra).
130. Para el Tribunal, la incertidumbre que caracterizaba la suerte de los
demandantes y el temor suscitado por la perspectiva de una detención
ilimitada no dejaron de provocar en ellos –como sin duda en todo detenido
que se hallase en una situación idéntica– una angustia y desamparo
profundos. Además, es verosímil que el estrés al que fueron sometidos fuese
suficientemente grave y duradero para afectar la salud mental de algunos de
ellos. Se trata éste de un criterio –entre otros–, que el Tribunal utilizará para
determinar si se ha alcanzado el grado de gravedad exigido para aplicar el
artículo 3.
131. Sin embargo, no se puede decir que se hubiese privado a los
demandantes de toda esperanza o perspectiva de liberación (Sentencia
Kafkaris [PROV 2008, 37809], previamente citada, ap. 98), en particular
porque pudieron impugnar judicialmente la legalidad del régimen de
reclusión previsto por la Ley de 2001 y obtuvieron una decisión favorable
ante la SIAC el 30 de julio de 2002 y la Cámara de los Lores el 16 de
diciembre de 2004. Además, cada uno de ellos pudo ejercer, a título
individual, un recurso contra la certificación que le afectaba y la SIAC tenía
la obligación legal de revisar cada seis meses la legalidad del mantenimiento
de su privación de libertad. En estas condiciones, las medidas impuestas a
los demandantes no se asimilan a una pena perpetua e incomprensible
susceptible de plantear una cuestión, como en el asunto Kafkaris, desde el
punto de vista del artículo 3.
132. En lo que respecta a la acusación de los interesados según la cual sus
condiciones de detención contribuyeron al sufrimiento de intensidad
intolerable que padecieron, el Tribunal constata que los autores del informe
psiquiátrico conjunto criticaron el sistema médico penitenciario y juzgaron
que los complejos problemas de salud de los demandantes no fueron
atendidos correctamente. Señala que el CPT también se declaró preocupado
por este estado de cosas, formuló observaciones precisas sobre las
condiciones de reclusión de los interesados y estimó que «para algunos de
ellos su situación durante la visita podría considerarse semejante a un trato
inhumano y degradante». Señala que el Gobierno negó firmemente los
reproches en cuestión en su respuesta al informe del CPT (apartados 101-
102 supra).
133. El Tribunal señala que cada uno de los demandantes disponía de las
mismas vías de recurso administrativas y civiles que los demás presos para
quejarse de sus condiciones de reclusión, concretamente para hacer valer
sus quejas relativas a la insuficiencia de la atención médica dispensada. Al
no haber ejercido los recursos en cuestión, los interesados no han satisfecho
la exigencia del agotamiento previo de las vías de recurso internas que
establece el artículo 35 del Convenio (RCL 1999, 1190 y 1572). Por lo tanto,
el Tribunal no puede conocer sus quejas en lo que respecta a las condiciones
de detención; en consecuencia, no puede tener éstas en cuenta a la hora de
apreciar globalmente, a los efectos del artículo 3, el trato que se confirió.
62
134. Habida cuenta del conjunto de las circunstancias de la causa, el
Tribunal estima que la situación sufrida por los interesados debido a su
detención no alcanzó el grado de gravedad elevado a partir del cual se
puede considerar un trato inhumano o degradante.
135. Los demandantes se quejan asimismo de no haber dispuesto de un
recurso efectivo que les hubiese permitido hacer valer su queja relativa al
artículo 3 y denuncian la violación del artículo 13. A este respecto, el
Tribunal recuerda haber constatado anteriormente que los interesados
disponían de recursos civiles y administrativos que podían haber ejercido si
hubiesen querido para impugnar sus condiciones de reclusión. En cuanto al
elemento esencial de la queja que formulan, según el cual el régimen de
detención que establece el Título 4 de la Ley de 2001 era por naturaleza
incompatible con el artículo 3 del Convenio (RCL 1999, 1190 y 1572), el
Tribunal recuerda que el artículo 13 no llega a exigir un recurso por el que
se pueda denunciar, ante una autoridad interna, que las Leyes de un Estado
contratantes son contrarias como tales al Convenio (Sentencias James y
otros contra Reino Unido [TEDH 1986, 2] , 21 febrero 1986, ap. 85, serie A
núm. 98; Roche contra Reino Unido [TEDH 2005, 111] [GS], núm.
32555/1996, ap. 137, TEDH 2005-X).
136. En consecuencia, el Tribunal concluye que no ha habido violación del
artículo 3, de forma aislada o en relación con el artículo 13.
II
Sobre la violación del artículo 5.1 del Convenio
II
Sobre la violación del artículo 5.1 del Convenio
137. Los demandantes sostienen que su detención era ilegal y contraria al
artículo 5.1 del Convenio (RCL 1999, 1190 y 1572).
138. En su escrito inicial de alegaciones sometido al Tribunal después de
que la Sala le hubiese dado traslado de la demanda, el Gobierno indicó que
no mencionaría la derogación establecida en virtud del artículo 15 como
medio de defensa contra la queja formulada por los demandantes en el
terreno del artículo 5.1, al considerar que la Cámara de los Lores se había
pronunciado sobre este extremo en contra del Gobierno. Puntualizó que, por
el contrario, quería centrar su defensa en la demostración de la legalidad de
la detención de los interesados con vistas a su expulsión respecto al artículo
5.1.
Sin embargo, en su escrito de alegaciones presentado ante la Gran Sala el
11 de febrero de 2008, anuncia por primera vez su intención de alegar que
la detención de los demandantes en ningún caso se podía considerar
contraria al artículo 5.1 puesto que la derogación comunicada por el Reino
Unido en virtud del artículo 15, era válida.
139. Los pasajes aplicables del artículo 5.1 disponen:
«1. Toda persona tiene derecho a la libertad y a la seguridad. Nadie puede
ser privado de su libertad, salvo en los casos siguientes y con arreglo al
procedimiento establecido por la Ley:
63
(...)
f) Si se trata de la detención o de la privación de libertad, conforme a
derecho, de una persona para impedir que su entrada ilegal en el territorio o
contra la cual esté en curso un procedimiento de expulsión o extradición».
El artículo 15 del Convenio (RCL 1999, 1190 y 1572) enuncia:
«1. En caso de guerra o de otro peligro público que amenace la vida de la
nación, cualquier Alta Parte Contratante podrá tomar medidas que deroguen
las obligaciones previstas en el presente Convenio en la estricta medida en
que lo exija la situación, y a condición de que tales medidas no estén en
contradicción con las restantes obligaciones que dimanan del derecho
internacional.
2. La disposición precedente no autoriza ninguna derogación del artículo 2,
salvo para el caso de muertes resultantes de actos lícitos de guerra, ni de los
artículos 3, 4 (párrafo 1) y 7.
3. Toda Alta Parte Contratante que ejerza este derecho de derogación tendrá
plenamente informado al Secretario General del Consejo de Europa de las
medidas tomadas y de los motivos que las han inspirado. Deberá igualmente
informar al Secretario General del Consejo de Europa de la fecha en que
esas medidas hayan dejado de estar en vigor y las disposiciones del
Convenio vuelvan a tener plena aplicación».
A
Tesis de las partes
1
Tesis de los demandantes
140. Los demandantes sostienen que, ante los tribunales británicos, el
Gobierno no trató de que se reconociese que habían estado privados de
libertad como «persona[s] contra la[s] cual [es] est[aba] en curso un
procedimiento de expulsión o extradición», prefiriendo invocar la derogación
establecida en virtud del artículo 15. En estas condiciones, el Gobierno
cometería un abuso e iría contra el principio de subsidiariedad al exponer un
argumento nuevo ante el Tribunal: se debería declarar que ha prescrito su
derecho a hacerlo.
141. Suponiendo que el Tribunal crea poder examinar el motivo planteado
por el Gobierno, sería importante ser conscientes de que la garantía que
enuncia el artículo 5.1 tiene un valor fundamental y que las excepciones que
admite requieren una interpretación estricta. Una persona cuya expulsión es
imposible debido a que existe un riesgo de que sufra un trato contrario al
artículo 3 en el país de destino –situación en la que se hallaban los
interesados– no podría ser privada de libertad sobre la base del artículo 5.1
f), ni siquiera si representase un peligro para la seguridad nacional. El mero
hecho, para las autoridades, de seguir examinando las posibilidades de
proceder a una expulsión no podría calificarse de «acción (...) entablada con
vistas a la expulsión» sino solamente de trámite, ajeno a todo procedimiento
de represión en curso, susceptible de conducir a una expulsión. Sería
arbitrario ordenar una detención basada en un «trámite» tan incierto e
impreciso. Además, el Gobierno habría estimado manifiestamente, en el
64
período en el que la SIAC examinaba los recursos interpuestos por los
demandantes (de julio de 2002 a octubre de 2003), que era imposible
expulsar a los interesados sin vulnerar el artículo 3 y que no había lugar a
emprender negociaciones al respecto con los países susceptibles de
acogerlos. En estas condiciones, no se puede decir que el Gobierno
continuara «examinando de cerca» las posibilidades de expulsión.
142. El Gobierno cometería un abuso al anunciar en una fase tan avanzada
del procedimiento ante la Gran Sala su intención de impugnar la anulación
del decreto de derogación pronunciada por la Cámara de los Lores. Sería
contrario al artículo 19 y al principio de subsidiariedad que un Estado solicite
al Tribunal que controle los errores fácticos o jurídicos pretendidamente
cometidos por sus propios tribunales, en este caso los de la Cámara de los
Lores al juzgar que las disposiciones legales en litigio no eran estrictamente
necesarias y que establecían una discriminación injustificada. La postura del
Gobierno de impugnar las conclusiones establecidas por el más Alto Tribunal
británico sobre una legislación derogada por el Parlamento tendría por
objeto limitar los derechos humanos reconocidos en derecho interno, en
violación del artículo 53 del Convenio (RCL 1999, 1190 y 1572). Habiendo
sido anuladas las disposiciones en litigio y retirada la derogación, el
Gobierno trataría en realidad de obtener del Tribunal un dictamen consultivo
del que poder hacer uso posteriormente. Además, autorizarlo a persistir en
esta vía repercutiría de forma importante en el derecho al recurso individual
consagrado por el artículo 34, puesto que podría disuadir a los justiciables
de recurrir al Tribunal por temor a que los Estados tratasen de oponerse a
las decisiones de su propia jurisdicción suprema.
143. En el caso en el que el Tribunal decidiese controlar la legalidad de la
derogación, debería prohibir al Gobierno exponer unos argumentos que no
ha invocado ante los tribunales internos, concretamente la tesis según la
cual era legítimo, para las autoridades, reservar la detención a los
extranjeros sospechosos de ser terroristas internaciones y excluir del campo
de aplicación de esta medida a los ciudadanos británicos porque tenían
interés en cultivar la lealtad de los ciudadanos musulmanes en lugar de
exponerlos a la amenaza de la detención, con el riesgo de radicalizarlos, y
que ello les permitía liberar medios de la fuerza pública para centrarlos en
los ciudadanos británicos (apartado 151 infra). En opinión de los
interesados, al tratar el Gobierno de justificar la derogación con argumentos
que nunca invocó ante los tribunales internos, estaría pidiendo al Tribunal
que actuase como primera instancia y se pronunciase sobre cuestiones muy
controvertidas.
144. Asimismo, si el Tribunal abordase esta cuestión, no tendría ninguna
razón para conceder un peso particular a las conclusiones de los tribunales
británicos sobre la cuestión de si había un peligro en el sentido del artículo
15. No existiría ningún precedente jurisprudencial en apoyo de la tesis según
la cual se puede calificar así al temor vago de sufrir atentados terroristas
cuya inminencia no ha sido demostrada. En la jurisprudencia del Convenio
(RCL 1999, 1190 y 1572), todas las decisiones dictadas en la materia se
refieren a casos en los que se habían establecido derogaciones para luchar
contra un terrorismo activo que amenazaba de forma fiable toda la
infraestructura de Irlanda del Norte o del sudeste de Turquía. Las
autoridades británicas habrían cometido un error de interpretación al pensar
que el artículo 15 permitía una derogación en una situación en la que la
amenaza no afectaba precisamente al Reino Unido sino más bien a otros
países aliados.
65
145. En cualquier caso, tal y como juzgó la Cámara de los Lores, «la
situación no exigía estrictamente «la aprobación del Título 4 de la Ley de
2001 y sus disposiciones que autorizaban la detención sin inculpación de
ciudadanos extranjeros por una duración indeterminada. Las medidas en
litigio no dependerían lógicamente de la necesidad de prevenir un atentado
terrorista en el Reino Unido y establecerían una discriminación injustificable
basada en la nacionalidad. A la vista de las pruebas secretas y de los
elementos no confidenciales que obraban en su poder, la SIAC constató que
existían pruebas abundantes de la gravedad de la amenaza proveniente de
ciudadanos británicos. Nada podría justificar la idea de que el derecho
fundamental a la libertad es menos importante para un extranjero que para
un ciudadano. Según el principio bien establecido del derecho interno, el
derecho del Convenio y el Derecho Internacional público, los extranjeros
gozan del derecho a la igualdad de trato, salvo en el ámbito de la
inmigración y en materia política. Las autoridades podrían haber impedido la
amenaza terrorista por medio de disposiciones menos opresivas, tales como
las medidas de control previstas por la Ley de 2005 de prevención del
terrorismo, la creación de delitos que permitiesen perseguir a personas
implicadas en la preparación de actos terroristas o el levantamiento de la
prohibición del uso de la información obtenida mediante la intervención de
las comunicaciones en el marco de una instancia penal.
2
Tesis del Gobierno
146. El Gobierno aduce que el Derecho Internacional reconoce a los
Estados contratantes el derecho fundamental a controlar la entrada, la
estancia y la expulsión de los extranjeros. Habría que poder invocar una
disposición clara para concluir que los Estados Parte en el Convenio han
querido renunciar, con su adhesión a este instrumento, a la posibilidad de
protegerse ellos mismos frente a una amenaza sobre la seguridad nacional
proveniente de extranjeros. En el lenguaje común, la expresión «esté en
curso un procedimiento de extradición o de expulsión» aludiría a la situación
en la que un Estado contratante deseoso de expulsar a un extranjero sólo se
abstiene de ejecutar tal medida por razones contingentes y externas,
mientras sigue examinando de cerca las posibilidades de proceder a ello. En
la citada Sentencia Chahal (TEDH 1996, 61), la privación de libertad durante
más de seis años de una persona que, durante dicho período, no había sido
expulsable durante más de tres años debido a una medida provisional
indicada por la Comisión, se consideró compatible con el artículo 5.1 f).
147. A cada uno de los interesados se notificó un aviso de expulsión y un
certificado expedido sobre la base de la Ley de 2001. Al escoger regresar a
Marruecos y Francia, respectivamente, los demandantes segundo y cuarto
obtuvieron la autorización de abandonar suelo británico en cuanto fuese
posible. Por consiguiente, su situación no plantearía ninguna cuestión al
amparo del artículo 5.1 (RCL 1999, 1190 y 1572). Las autoridades
examinaron activamente las posibilidades de proceder a la expulsión de los
otros demandantes a lo largo de período en el que permanecieron recluidos,
concretamente controlando la evolución de la situación en su país de origen.
A finales de 2003, entablaron negociaciones con Argelia y Jordania para
concluir un protocolo de acuerdo que garantizase que los demandantes
ciudadanos de estos Estados no fuesen maltratados en caso de devolución.
148. El principio del equilibrio justo inherente al conjunto del Convenio
(RCL 1999, 1190 y 1572) debería llevar al Tribunal a interpretar el párrafo f)
66
del artículo 5.1 de forma que se guardase un equilibrio entre los intereses
individuales y el del Estado de proteger a su población frente a los
extranjeros malintencionados. La detención de los interesados mantuvo el
equilibrio deseado al servir al objetivo legítimo del Estado de proteger a la
población, sin sacrificar el interés superior de los extranjeros a no ser
expulsados a un país en el que corrían un riesgo de ser torturados o de
muerte. La concesión a los extranjeros de garantías adecuadas contra el
ejercicio arbitrario de las facultades de detención en asuntos relativos a la
seguridad nacional contribuyó también a mantener dicho equilibrio.
149. A título subsidiario, el Gobierno aduce que la privación de libertad de
los demandantes no era contraria al Convenio (RCL 1999, 1190 y 1572),
puesto que la derogación establecida en virtud del artículo 15 era válida. Las
autoridades concluyeron, a la sazón, que un peligro público amenazaba la
vida de la nación y su valoración de la situación fue objeto de un control
minucioso por parte de los tribunales internos. La SIAC examinó
detalladamente las pruebas secretas y documentos no confidenciales que
corroboraban esta tesis, ayudándose de las declaraciones orales de testigos
que habían sido sometidos a un contrainterrogatorio. Sus miembros
suscribieron unánimemente la opinión del Gobierno, al igual que todos los
jueces del Tribunal de apelación y ocho de los nueve jueces de la Cámara de
los Lores. Habida cuenta del margen de apreciación que se concede a las
autoridades internas en la materia, el Tribunal no tendría ningún motivo
para cuestionar la valoración de las autoridades británicas a este respecto.
150. El Gobierno acató plenamente la decisión de la Cámara de los Lores y
la declaración de incompatibilidad al derogar las disposiciones legislativas
enjuiciadas. Sin embargo, en el momento en el que se decidió la remisión de
la causa ante la Gran Sala, estimó que debía volver a cuestionar el
razonamiento y las conclusiones de la Cámara de los Lores teniendo en
cuenta el alcance constitucional de la cuestión y la ardiente necesidad, para
los Estados Contratantes, de obtener de la Gran Sala una opinión clara sobre
las medidas que pueden adoptar legítimamente para tratar de impedir que
se materialice la amenaza terrorista. La Cámara de los Lores cometió un
error al conceder al Estado un margen de apreciación demasiado estrecho
para determinar cuáles eran las medidas estrictamente necesarias. A este
respecto, convendría señalar que las disposiciones del Título 4 de la Ley de
2001 no eran de origen puramente gubernamental, puesto que habían sido
debatidas en sede parlamentaria. Además, los tribunales internos
examinaron la Ley in abstracto en lugar de examinar las circunstancias
propias de cada caso de los interesados, omitiendo concretamente tener en
cuenta que se excluía su expulsión, que representaban una amenaza para la
seguridad nacional, que una vigilancia más estrecha u otras medidas de
control no privativas de libertad no se adaptaban a la situación y que
gozaban de garantías procesales.
151. Por último, la solución adoptada por la Cámara de los Lores no
procedería de la negativa a considerar una medida necesaria el
encarcelamiento de los demandantes, sino más bien del hecho de que la Ley
no autorizase la detención de ciudadanos británicos que amenazasen la
seguridad nacional y fuesen sospechosos de terrorismo internacional. Aun
así, habría habido buenas razones para relegar esta medida a los
extranjeros y el Convenio reconocería expresa e implícitamente la
legitimidad de las distinciones establecidas entre los ciudadanos y los
extranjeros en materia de inmigración. El Gobierno habría querido ante todo
expulsar a los demandantes, medida posible respecto a los extranjeros pero
no respecto a los ciudadanos. La analogía entre «los extranjeros [como los
67
demandantes] inexpulsables» y los «ciudadanos británicos que no pueden
ser expulsables» que establece la Cámara de los Lores sería errónea ya que,
durante su reclusión, los demandantes no gozaron de la misma protección
frente a la expulsión que los ciudadanos británicos. Además, el Gobierno
habría estimado a la sazón que los extranjeros representaban la amenaza
más seria. Ahora bien, sería legítimo para un Estado que se enfrenta a un
peligro público proceder por etapas y tratar de neutralizar primero la
amenaza que estima más peligrosa, liberando así medios para tratar la
amenaza percibida como la menos grave, la proveniente de ciudadanos
británicos. Además, el Estado habría tenido en cuenta, con razón, la
sensibilidad de la población musulmana británica con el fin de reducir el
riesgo de que algunos de sus miembros se adhiriesen a las tesis
extremistas.
3
Alegaciones de Libery, tercero interviniente
152. Liberty (apartado 6 supra) considera que, al abstenerse de plantear
ante los tribunales internos la cuestión de la compatibilidad con el artículo
5.1 (RCL 1999, 1190 y 1572) de las medidas de detención criticadas, el
Gobierno ha privado al Tribunal del dictamen de la Cámara de los Lores y ha
adoptado una línea de conducta prohibida en principio a un demandante. En
cualquier caso, las medidas en cuestión no formaban parte de la excepción
prevista en el artículo 5.1 f) ya que el Título 4 de la Ley de 2001 autorizaba
la detención de duración ilimitada y las autoridades no tenían ninguna
perspectiva tangible de poder proceder a la expulsión de los demandantes
mientras permanecieron recluidos. Puesto que los derechos que gozan en
virtud del artículo 3 protegían a los demandantes de una expulsión, no le
estaba permitido al Gobierno invocar razones de seguridad nacional para
tratar de limitar o modificar sus derechos en virtud del artículo 5. En su
lugar, el Gobierno debería haber derogado el artículo 5 en la medida que lo
exigía estrictamente la situación o juzgado a los interesados por uno de los
numerosos delitos terroristas que enumera y sanciona la legislación penal
británica, tales como la pertenencia declarada a una organización ilegal, la
no denuncia de presuntas actividades terroristas, la posesión de objetos
comprometedores y la instigación indirecta a cometer, preparar o favorecer
actividades terroristas (apartados 89 y 95 supra).
B
Valoración del Tribunal
1
Sobre el objeto del litigio
153. El Tribunal debe primero pronunciarse sobre la primera excepción
preliminar planteada por los demandantes, según la cual el Gobierno no
debería ser autorizado a oponer a las quejas relativas al artículo 5.1 (RCL
1999, 1190 y 1572) una defensa fundada en la excepción prevista en el
párrafo f) de esta disposición, al no haberla invocado ante los tribunales
internos.
154. El Tribunal está llamado a desempeñar un papel subsidiario en
relación a los sistemas internos de protección de los derechos humanos. Es,
por tanto, deseable que los tribunales internos tengan inicialmente la
68
posibilidad de resolver las cuestiones de compatibilidad del derecho interno
con el Convenio. Si, no obstante, se presenta posteriormente una demanda
ante el Tribunal, éste debe poder sacar provecho de los dictámenes de estos
tribunales, los cuales están en contacto directo y permanente con las fuerzas
vivas de sus países (Sentencia Burden [PROV 2008, 129544], previamente
citada, ap. 42). Es importante, por tanto, que los motivos desarrollados por
el Gobierno ante los tribunales internos se sitúen en línea con aquellos que
articula ante el Tribunal. En particular, el Gobierno no puede presentar ante
el Tribunal unos argumentos incompatibles con la tesis que ha sostenido
ante el Juez interno (ver, mutatis mutandis, Pine ValLey Developments Ltd y
otros contra Irlanda [TEDH 1991, 57], 29 noviembre 1991, ap. 47, serie A
núm. 222; Kolompar contra Bélgica [TEDH 1992, 59], 24 septiembre 1992,
aps. 31-32, serie A núm. 235-C).
155. Dicho esto, el Tribunal no considera su deber declarar que ha
prescrito el derecho del Gobierno a invocar el párrafo f) del artículo 5.1 (RCL
1999, 1190 y 1572) para tratar de justificar las medidas de detención en
litigio. Se desprende claramente del texto de la derogación y del
procedimiento al que ésta dio lugar ante los tribunales internos, que el
Gobierno reservó expresamente la cuestión de la aplicación del artículo 5.
Además, la mayoría de los Law Lords se pronunció –expresa o
implícitamente– sobre la cuestión de la compatibilidad de la detención con el
artículo 5.1 antes de examinar la validez de la derogación (apartado 17
supra).
156. Los demandantes solicitan al Tribunal que prohíba al Gobierno
impugnar ante él la invalidación de la derogación pronunciada por la Cámara
de los Lores.
157. La situación que se somete al Tribunal es, sin duda, inhabitual ya que
no es corriente que un gobierno demandado sea llevado a cuestionar las
decisiones dictadas por la jurisdicción suprema de su país o que considere
que debe criticarlas ante el Tribunal. Sin embargo, nada prohíbe a un
gobierno proceder así, en particular si considera que una decisión del más
alto tribunal interno plantea un problema respecto al Convenio y estima
necesario obtener unas indicaciones complementarias del Tribunal.
158. Al no tener efecto obligatorio la declaración de incompatibilidad
pronunciada en aplicación de la Ley de Derechos Humanos para las partes
en el litigio interno (apartado 94 supra), el éxito de las pretensiones de los
demandantes ante la Cámara de los Lores no condujo a la liberación
inmediata de los interesados ni al pago de una indemnización por detención
ilegal, razón por la cual tuvieron que interponer la presente demanda.
Habiéndole solicitado los demandantes pronunciarse sobre la legalidad de su
detención, el Tribunal no percibe ninguna razón de principio para privar al
Gobierno de la ocasión de plantearle todos los medios de defensa de que
dispone, incluso si ello le conduce a cuestionar las conclusiones de la más
alta jurisdicción británica.
159. En consecuencia, procede rechazar las dos excepciones previas
planteadas por los demandantes.
2
Sobre la admisibilidad
69
160. El Tribunal estima que los motivos formulados por los demandantes
en el terreno del artículo 5.1 del Convenio (RCL 1999, 1190 y 1572),
plantean cuestiones fácticas y jurídicas complejas que sólo se pueden
resolver tras un examen del fondo de la demanda. De ello se deduce que
esta parte de la demanda no carece manifiestamente de fundamento, en el
sentido del artículo 35.3 del Convenio. No habiéndose planteado ningún otro
motivo de inadmisibilidad, la declara admisible.
3
Sobre el fondo
161. El Tribunal debe primero determinar si la privación de libertad
impuesta a los interesados era legal en virtud del párrafo f) del artículo 5.1
(RCL 1999, 1190 y 1572) . En efecto, si se pone de manifiesto que esta
disposición puede ser invocada útilmente como medio de defensa contra las
quejas formuladas en el terreno del artículo 5.1, el Tribunal no habrá de
pronunciarse sobre la validez de la derogación (Sentencia Irlanda contra
Reino Unido [TEDH 1978, 2] , 18 enero 1978, ap. 191, serie A núm. 25).
a)
Sobre la legalidad de la detención de los demandantes en virtud del artículo
5.1.f) del Convenio
162. El artículo 5 (RCL 1999, 1190 y 1572) consagra un derecho humano
fundamental, la protección de la persona contra las violaciones arbitrarias
del Estado a su libertad (Sentencia Aksoy contra Turquía [TEDH 1996, 72],
18 diciembre 1996, ap. 76, Repertorio de sentencias y resoluciones 1996-
VI). Puntualiza expresamente que las garantías que consagra se aplican a
«toda persona».
163. Los párrafos a) a f) del artículo 5.1 (RCL 1999, 1190 y 1572)
contienen una lista exhaustiva de los motivos por los cuales una persona
puede ser privada de su libertad; tal medida no es legal si no corresponde a
uno de estos motivos (Sentencia Saadi contra Reino Unido [PROV 2008,
28214] [GS], núm. 13229/2003, ap. 43, ...). Enunciada en el párrafo f) del
artículo 5.1, una de las excepciones al derecho a la libertad permite a los
Estados restringir la de los extranjeros en el marco del control de la
inmigración (ibídem, ap. 64). El Gobierno sostiene que la detención de los
demandantes se justificaba en virtud de la segunda parte de la frase del
párrafo en cuestión y que los interesados habían sido legalmente detenidos
como «personas contra las que [estaba] en curso un procedimiento de
extradición o de expulsión».
164. El artículo 5.1 f) (RCL 1999, 1190 y 1572) no exige que la detención
de una persona se considere razonablemente necesaria, por ejemplo, para
impedir que cometa un delito o se fugue. Sin embargo, una privación de
libertad fundada en la segunda parte de la frase de esta disposición no se
justifica por el hecho de que esté en curso un procedimiento de expulsión o
extradición. Si ésta no se tramita con la debida diligencia, la detención deja
de estar justificada en virtud del artículo 5.1 f) (Sentencia Chahal [TEDH
1996, 61], previamente citada, ap. 113). La privación de libertad ha de ser
también «conforme a derecho». En materia de «conformidad a derecho» de
una detención y «con arreglo al procedimiento establecido por la Ley», el
Convenio remite en esencia a la legislación interna y consagra la obligación
de observar tanto las normas de fondo como las procesales. Sin embargo,
70
no basta con respetar la legislación interna: el artículo 5.1 exige, además,
que toda privación de libertad sea conforme a la finalidad de proteger a la
persona contra lo arbitrario. Es un principio fundamental según el cual
ninguna detención arbitraria puede ser compatible con el artículo 5.1 y la
noción de «arbitraria», que contiene el artículo 5.1, va más allá de la no
conformidad con la legislación interna, de forma que una privación de
libertad puede ser conforme a derecho según la legislación interna aunque
sea arbitraria y, por tanto, contraria al Convenio (Sentencia Saadi contra
Reino Unido [ PROV 2008, 28214], previamente citada, ap. 67). Para no ser
tachada de arbitraria, una medida privativa de libertad adoptada sobre la
base del artículo 5.1 f) ha de ser aplicada de buena fe; asimismo, debe estar
estrechamente relacionada con el motivo de detención invocado por el
Gobierno; además, el lugar y las condiciones de detención deben ser
apropiados; por último, la duración de esta medida no debe exceder el plazo
razonable necesario para lograr el fin perseguido (ver, mutatis mutandis,
Sentencia Saadi contra Reino Unido, previamente citada, ap. 74).
165. Los demandantes primero, tercero y sexto fueron detenidos el 19 de
diciembre de 2001 en aplicación de la Ley de 2001. Los demandantes
séptimo, octavo y noveno, sufrieron la misma suerte el 9 de febrero, 23 de
octubre y 22 de abril de 2002, respectivamente. El décimo y el undécimo
fueron encarcelados el 14 de enero y el 2 de octubre de 2003. Ninguno de
ellos fue liberado antes del 10 u 11 de marzo de 2005. El quinto
demandante permaneció recluido del 19 de diciembre de 2001 al 22 de abril
de 2004, fecha en la que se le concedió la libertad acompañada de unas
condiciones muy rigurosas. Encarcelados también el 19 de diciembre de
2001, el décimo demandante y el cuarto fueron puestos en libertad el 22 de
diciembre de 2001 y el 13 de marzo de 2002, respectivamente, después de
que decidiesen abandonar el Reino Unido, uno a Marruecos y el otro a
Francia. A lo largo de su reclusión, los interesados fueron sometidos a un
régimen penitenciario de alta seguridad en las prisiones de Belmarsh o
Woodhill o en el hospital de Broadmoor. Es innegable, por tanto, que fueron
privados de su libertad en el sentido del artículo 5.1 (Sentencia Engel y otros
contra Países Bajo [TEDH 1976, 3] s, 8 junio 1976, serie A núm. 22).
166. Los demandantes son extranjeros que el Gobierno habría expulsado
del territorio británico si hubiese podido encontrar un país de destino en el
que no hubiesen corrido un riesgo real de sufrir un trato contrario al artículo
3 del Convenio (RCL 1999, 1190 y 1572) (Sentencia Saadi contra Italia
[PROV 2008, 64115] [GS], núm. 37201/2006, aps. 125 y 127, TEDH 2008–
...). Al no poder expulsar a los interesados debido a las obligaciones
suscritas por el Reino Unido en virtud del artículo 3, el Ministro del Interior
consideró, sin embargo, que su detención era necesaria por razones de
seguridad al estimar que su presencia en territorio británico constituía un
riesgo para la seguridad nacional y sospechar que habían estado o estaban
implicados en la perpetración, preparación o instigación de actos de
terrorismo internacional y que eran o habían sido miembros de un grupo
terrorista internacional o pertenecían o habían pertenecido a tal grupo o
mantenían o habían mantenido relación con él. Como una persona en
trámite de expulsión sólo podía ser encarcelada –a partir de la Sentencia
Hardial Singh dictada en 1984– si su expulsión era realizable dentro de un
plazo razonable, la detención que intentaba el Ministro del Interior habría
sido ilegal en virtud de la legislación interna antes de la aprobación del Título
4 de la Ley de 2001 (apartado 87 supra). Es por ello que la notificación de
derogación al amparo del artículo 15 del Convenio puntualizaba que el Reino
Unido estimaba necesario establecer una potestad de detención y reclusión
ampliada respecto a los extranjeros cuya «devolución o expulsión no [era]
71
posible en [ese] momento, lo que [tenía] por consecuencia que la detención
[fuese] ilegal en virtud del derecho interno» (apartado 11 supra).
167. Parece, por tanto, que uno de los presupuestos fundamentales en los
que se basaban la notificación de derogación, la Ley de 2001 y la decisión de
recluir a los demandantes era que la imposibilidad de devolverlos o
expulsarlos tenía un carácter «momentáneo» (apartados 11 y 90 supra). No
obstante, nada indica que las autoridades tuviesen una perspectiva realista
de expulsar a los interesados mientras estuviesen recluidos –salvo en lo
concerniente a los demandantes segundo y cuarto– sin exponerlos a un
riesgo real de malos tratos contrarios al artículo 3. Por el contrario, el
Gobierno no ha presentado ningún elemento que haga pensar que un tercer
Estado estuviese dispuesto a recibir al primer demandante, que es apátrida.
Además, parece que hasta finales de 2003 no emprendió las negociaciones
con Argelia y Jordania para obtener garantías de que los demandantes
ciudadanos de estos Estados no serían maltratados en caso de ser
expulsados y no obtuvo tales garantías hasta agosto de 2005 (apartado 86
supra). En estas condiciones, el Tribunal considera que la política del
Gobierno demandado de continuar «examinando activamente» las
posibilidades de expulsar a los demandantes, no era suficientemente cierta y
resuelta para calificarla de «acción (...) entablada con vistas a una
expulsión».
168. Sin embargo, esta conclusión no vale para el segundo demandante,
que fue encarcelado solamente tres días antes de ser autorizado a regresar
a Marruecos, ni para el cuarto, que viajó del Reino Unido a Francia, el 13 de
marzo de 2002, poco menos de tres meses después de su detención
(apartados 35 y 41 supra). En tanto en cuanto las autoridades seguían
tratando de establecer la nacionalidad de los interesados en la época en que
estaban detenidos y de determinar si era posible su deportación a sus países
de origen o a un tercer país, el Tribunal estima que se puede
razonablemente decir que no se había entablado una acción contra el
segundo y el cuarto demandante con vistas a su expulsión (Gebremedhin
[Gaberamadhien] contra Francia [PROV 2007, 108982], núm. 25389/2005,
ap. 74, 26 abril 2007). Por tanto, no hubo violación del artículo 5.1 del
Convenio (RCL 1999, 1190 y 1572) en lo que respecta a los demandantes
segundo y cuarto.
169. Es cierto que incluso los demandantes que permanecieron más
tiempo privados de libertad no lo estuvieron tanto como el señor Chahal
(Sentencia [TEDH 1996, 61] anteriormente citada), quien pasó más de seis
años en prisión sin que por ello el Tribunal constatase una violación del
artículo 5.1. Sin embargo, durante la reclusión del señor Chahal, la cuestión
de la legalidad y compatibilidad con el artículo 3 de su eventual expulsión a
la India, fue objeto de un procedimiento tramitado diligente y activamente
ante las autoridades internas y el Tribunal. No se puede decir lo mismo en el
caso de autos, en el que el procedimiento afecta ante todo a la legalidad de
la detención.
170. Atendidas las circunstancias de la causa, los demandantes primero,
tercero, quinto, sexto, séptimo, octavo, noveno, décimo y undécimo no se
pueden considerar personas contra las que se había entablado «una acción
(...) con vistas a su expulsión o extradición». Por tanto, su detención no
correspondía a la excepción al derecho a la libertad prevista en el artículo
5.1 f) del Convenio (RCL 1999, 1190 y 1572) . La mayoría de la Cámara de
los Lores llegó –expresa o implícitamente– a la misma conclusión (apartado
17 supra).
72
171. Por el contrario, se desprende claramente del texto de la notificación
de derogación y del Título 4 de la Ley de 2001 que a los demandantes se les
habían notificado los certificados en litigio y habían sido detenidos porque
las autoridades sospechaban que eran terroristas internacionales y pensaban
que, en libertad en suelo británico, representaban una amenaza para la
seguridad nacional. El Tribunal no suscribe la tesis del Gobierno según la
cual se debe entender que el artículo 5.1 (RCL 1999, 1190 y 1572) autoriza
la búsqueda de un equilibrio justo entre el derecho a la libertad individual y
el interés del Estado en proteger a su población contra la amenaza
terrorista. Esta tesis contradice no solamente la jurisprudencia del Tribunal
relativa al párrafo f) del artículo 5.1, sino también el principio de que los
párrafos a) a f) de esta disposición contengan una lista exhaustiva de las
excepciones al derecho a la libertad y que solamente una interpretación
estricta de éstas sea compatible con los fines que persigue dicho artículo.
Cuando una detención se extralimita de lo fijado por la jurisprudencia del
Tribunal no se puede restituir invocando la necesidad de sopesar los
intereses del Estados y los de los detenidos.
172. El Tribunal recuerda que ya ha juzgado en numerosas ocasiones que
el internamiento y la prisión preventiva sin inculpación son incompatibles
con el derecho fundamental a la libertad que consagra el artículo 5.1 (RCL
1999, 1190 y 1572) en ausencia de una derogación válida establecida al
amparo del artículo 15 (Sentencias Lawless. contra Irlanda (núm. 3) [TEDH
1961, 2], 1 julio 1961, aps. 13 y 14, serie A núm. 3; Irlanda contra Reino
Unido [TEDH 1978, 2], previamente citada, aps. 194-196 y 212-213). En
consecuencia, habrá de examinar ahora la cuestión de la validez de la
derogación notificada por el Reino Unido.
b)
Sobre la validez de la derogación del Reino Unido de las obligaciones
derivadas del artículo 5.1 del Convenio
i
El enfoque del Tribunal
173. El Tribunal recuerda que corresponde a cada Estado Contratante,
responsable de «la vida de [su] nación» determinar si ésta está amenazada
por un «peligro público» y, en caso afirmativo, hasta dónde se ha de llegar
para tratar de disiparlo. En contacto directo y constante con la realidad
apremiante del momento, las autoridades internas se hallan en principio
mejor situadas que el Juez internacional para pronunciarse sobre la
presencia de tal peligro y la naturaleza y el alcance de las derogaciones
necesarias para impedirlo. Por lo tanto, se les ha de dejar un amplio margen
de apreciación en la materia.
Los Estados no gozan, sin embargo, de un poder ilimitado en este ámbito. El
Tribunal es competente para decidir, concretamente, si han excedido la
«medida estricta» de las exigencias de la crisis. El margen interno de
apreciación se acompaña, por tanto, de un control europeo. Cuando el
Tribunal ejerce dicho control, debe conceder al mismo tiempo el peso
adecuado a factores pertinentes tales como la naturaleza de los derechos
afectados por la derogación, la duración del estado de urgencia y las
circunstancias que lo han originado (Sentencias Irlanda contra Reino Unido
[TEDH 1978, 2], previamente citada, ap. 207; Brannigan y McBride contra
73
Reino Unido [TEDH 1993, 23], 26 mayo 1993, ap. 43, serie A núm. 258;
Aksoy [TEDH 1996, 72], previamente citada, ap. 68).
174. Conforme al objeto y fin que subyacen al Convenio (RCL 1999, 1190
y 1572), tal y como se desprende de su artículo 1, cada Estado contratante
debe asegurar en su ordenamiento jurídico interno el goce de los derechos y
las libertades garantizados. Es fundamental para el mecanismo de
protección establecido por el Convenio que los propios sistemas internos
permitan reparar las violaciones cometidas, ejerciendo el Tribunal su control
en cumplimiento del principio de subsidiariedad (Sentencia Z. y otros contra
Reino Unido [TEDH 2001, 332], núm. 29392/1995, ap. 103, TEDH 2001-V).
Además, los tribunales internos figuran entre las «autoridades internas» a
las que el Tribunal concede un amplio margen de apreciación en virtud del
artículo 15. Habida cuenta de las circunstancias excepcionales del presente
caso, en el que el Tribunal Supremo del Estado demandado consideró, tras
examinar las cuestiones planteadas por la derogación, que existía un peligro
público que amenazaba la vida de la nación pero que las situación no exigía
estrictamente las medidas adoptadas para impedirlo, el Tribunal estima no
poder llegar a una solución contraria sin tener la certeza de que los
tribunales internos han cometido un error de aplicación o interpretación del
artículo 15 o de su jurisprudencia o que sus conclusiones son
manifiestamente irrazonables.
ii
Sobre la existencia de un «peligro público que amenace la vida de la Nación»
175. Los demandantes sostienen que, a la sazón, no existía un peligro
público que amenazase la vida de la nación británica. Exponen tres
argumentos principales en apoyo de esta tesis, a saber, primero, que la
amenaza en cuestión no era real ni inminente, segundo, que no era de
carácter temporal y, tercero, que la práctica de los demás Estados miembros
–de los que ninguno había derogado el Convenio– así como los dictámenes
claros de instituciones tanto nacionales como internacionales, hacían pensar
que no se había acreditado la realidad de tal peligro.
176. El Tribunal recuerda haber juzgado en el asunto Lawless (TEDH 1961,
2) (Sentencia previamente citada, ap. 58), que, en el contexto general del
artículo 15 del Convenio (RCL 1999, 1190 y 1572), el sentido normal y
habitual de las palabras «en caso de guerra o de otro peligro público que
amenace la vida de la nación» es suficientemente claro y que se refiere a
«una situación excepcional de crisis o de peligro excepcional que afecta al
conjunto de la población y constituye una amenaza para la vida organizada
de la comunidad que compone el Estado». En el Asunto griego (1969), ap.
153, Anuario 12, vol. I), la Comisión declaró que, para justificar una
derogación, el peligro había de ser real o inminente, tener repercusión en el
conjunto de la nación, constituir una amenaza para la vida organizada de la
comunidad y ser de carácter excepcional en el sentido de que las medidas o
restricciones ordinarias que autoriza el Convenio para asegurar la seguridad,
la salud y el orden públicos fuesen manifiestamente insuficientes. En el
asunto Irlanda contra Reino Unido (TEDH 1978, 2) (Sentencia,
anteriormente citada, aps. 205 y 212), las partes, la Comisión y el Tribunal
estuvieron de acuerdo en declarar que un terrorista que ha representado
durante años «un peligro de una magnitud e intensidad particulares para la
integridad del territorio del Reino Unido, las instituciones de los seis
condados y la vida de los habitantes de la provincia» justificaba la aplicación
del artículo 15. En los asuntos Brannigan y McBride (TEDH 1993, 23)
74
(Sentencia previamente citada) y Marshall contra Reino Unido ([dec], núm.
41571/1998, 10 julio 2001), el Tribunal llegó a conclusiones análogas en
cuanto a la persistencia del estado de urgencia en Irlanda del Norte. En la
citada Sentencia Aksoy, reconoció que las acciones violentas de los
separatistas kurdos constituían un «peligro público» para Turquía.
177. El Ministro del Interior presentó ante los tribunales británicos pruebas
que tendían a demostrar la existencia de una amenaza real de atentados
terroristas dirigidos contra el Reino Unido. La SIAC recibió comunicación de
otras informaciones, confidenciales. Todos los jueces internos que
conocieron el presente caso declararon creer en la realidad de peligro
invocado (salvo Lord Hoffmann, en cuya opinión no representaba una
amenaza que pudiese «poner en peligro la vida de la nación»; apartado 18
supra). El Tribunal estima que, aunque Al-Qaeda no hubiese cometido aún
un atentado en suelo británico en el momento en el que se estableció la
derogación, no se puede reprochar a las autoridades internas haber creído
en «la inminencia» de un atentado de acuerdo con las pruebas que, a la
sazón, obraban en su poder, ya que en cualquier momento se podía haber
producido una atrocidad, sin aviso. La exigencia de inminencia no ha de
recibir una interpretación estricta hasta el punto de obligar a los Estados a
esperar que se produzca un desastre para adoptar las medidas apropiadas
para impedirlo. Además, los atentados e intentos de atentado con explosivo
cometidos en Londres en julio de 2005 demostraron trágicamente la realidad
de la amenaza terrorista. Al tener el artículo 15 por objeto permitir a los
Estados adoptar medidas derogatorias para proteger a su población frente a
los futuros peligros, la realidad de la amenaza contra la vida de la nación
debe apreciarse principalmente respecto a los hechos conocidos en la época
de la derogación. Sin embargo, nada impide al Tribunal tener en cuenta los
elementos puestos de manifiesto posteriormente (ver, mutatis mutandis,
Sentencia Vilvarajah y otros contra Reino Unido [TEDH 1991, 49], 30
octubre 1991, ap. 107.2, serie A núm. 215).
178. Aunque, en opinión del Comité de Derechos Humanos de las Naciones
Unidas, las medidas derogatorias de las disposiciones del PDICP (RCL 1977,
893) deben ser de carácter «excepcional y provisional» (apartado 109
supra), el Tribunal nunca ha considerado expresamente que el peligro
invocado deba ser de carácter temporal, aunque pueda contemplarse su
duración en la cuestión de la proporcionalidad de la respuesta al mismo. Por
el contrario, se desprende claramente de los citados asuntos relativos al
estado de urgencia en Irlanda del Norte, que un «peligro público» en el
sentido del artículo 15 (RCL 1999, 1190 y 1572) puede persistir varios años.
El Tribunal estima que las medidas derogatorias aplicadas inmediatamente
después de los atentados perpetrados por Al-Qaeda en territorio americano
y sometidas al control anual del Parlamento, no pueden ser declaradas no
válidas por no ser «provisionales».
179. La tesis de los demandantes según la cual no existía a la sazón una
«amenaza para la vida de la nación», se funda principalmente en la
interpretación de esta expresión que se desprende de la opinión disidente de
Lord Hoffman, quien estima que existe tal amenaza si peligra la vida
organizada de la comunidad y se temen consecuencias más graves que las
abundantes pérdidas materiales y humanas. En opinión de Lord Hoffman, el
peligro en cuestión debe afectar a «las instituciones políticas del Reino Unido
o la existencia de nuestro Estado como sociedad civilizada» (apartado 18
supra).
75
Por su parte, se ha llevado al Tribunal a tener en cuenta un abanico de
factores mucho más amplio para pronunciarse sobre la naturaleza e
intensidad de la amenaza real o inminente para la «nación» invocada en
causas precedentes, reconociendo en algunos casos la existencia de un
estado de urgencia en situaciones que parecían menos amenazantes para
las instituciones del Estado que la contemplada por Lord Hoffman.
180. Tal y como ha indicado ya el Tribunal, los Estados disponen de un
amplio margen de apreciación, en virtud del artículo 15 (RCL 1999, 1190 y
1572), para valorar si un peligro público amenaza la vida de la nación.
Sorprendido por el hecho de que el Reino Unido fuese el único Estado
contratante en haber derogado el Convenio para responder a la amenaza de
Al-Qaeda cuando, sin embargo, otros Estados se han enfrentado a ella, el
Tribunal reconoce, no obstante, que cada gobierno, garante de la seguridad
de la población a su cargo, es libre de apreciar por sí mismo los hechos a la
luz de la información de que dispone. Por tanto, es importante la opinión del
Ejecutivo y el Parlamento británico en la materia, y cabe conceder un gran
peso a la de los tribunales internos, mejor situados para evaluar las pruebas
relativas a la existencia de un peligro.
181. Por tanto, el Tribunal suscribe, en este último extremo, la opinión de
la mayoría de la Cámara de los Lores que estimó que existía un peligro
público que amenazaba la vida de la nación.
iii
Sobre la cuestión de si la situación exigía estrictamente las medidas en
litigio
182. El artículo 15 (RCL 1999, 1190 y 1572) sólo autoriza a los Estados a
tomar medidas que deroguen sus obligaciones en virtud del Convenio «en la
estricta medida en que lo exija la situación». Tal y como ha declarado
anteriormente, el Tribunal estima que debe seguir en principio las
conclusiones de la Cámara de los Lores sobre la cuestión de la
proporcionalidad de la detención de los demandantes, a menos que se
establezca que el Alto Tribunal ha interpretado mal el Convenio o la
jurisprudencia del Tribunal o que sus conclusiones son manifiestamente
irrazonables. Es desde este punto de vista que el Tribunal abordará las
críticas formuladas por el Gobierno a la Sentencia de la Cámara de los Lores.
183. El Gobierno sostiene en primer lugar que la mayoría de la Cámara de
los Lores debería haber concedido mayor libertad al Parlamento y el
Ejecutivo para apreciar la necesidad de la reclusión de los demandantes. El
Attorney General expuso un argumento análogo ante el Alto Tribunal
alegando que la determinación de las medidas necesarias para proteger a la
población resultaba más de la esfera política que del ámbito judicial
(apartado 19 supra).
184. Cuando el Tribunal es llamado a examinar una derogación establecida
en virtud del artículo 15 (RCL 1999, 1190 y 1572), concede a los Estados un
amplio margen de apreciación en la determinación de la naturaleza y el
alcance de las medidas derogatorias que le parecen necesarias para impedir
el peligro invocado. Sin embargo, le corresponde en última instancia
resolver la cuestión de si la situación «exigía estrictamente» las medidas
adoptadas. En particular, cuando una medida derogatoria vulnera un
derecho fundamental del Convenio –como el derecho a la libertad–, el
Tribunal ha de asegurarse de que constituye una respuesta real al estado de
76
urgencia, que se justifica plenamente respecto a las circunstancias
especiales de la situación y que existen garantías frente a los abusos (ver,
por ejemplo, Sentencias previamente mencionadas Brannigan y McBride
[TEDH 1993, 23], aps. 48-66; Aksoy [TEDH 1996, 72], aps. 71-84, y los
principios mencionados en el apartado 173 supra). La teoría del margen de
apreciación siempre se ha percibido como un medio de definir la relación
entre las autoridades internas y el Tribunal. Esta teoría no se aplica de igual
forma a las relaciones internas entre los órganos del Estado. Tal y como
indicó la Cámara de los Lores, la cuestión de la proporcionalidad depende en
última instancia del ámbito judicial, particularmente cuando, como en este
caso, los justiciables han sufrido una larga privación de su derecho
fundamental a la libertad. En cualquier caso, habida cuenta del cuidado con
el que los Law Lords examinaron las cuestiones que se planteaban en este
asunto, no se les puede reprochar el no haber acordado a la opinión del
Ejecutivo y el Parlamento el peso que merecía.
185. El Gobierno sostiene asimismo que la mayoría de los miembros de la
Cámara de los Lores erraron al considerar la Ley in abstracto en lugar de
estudiar las circunstancias propias de cada interesado. Por su parte, el
Tribunal estima que el artículo 15 (RCL 1999, 1190 y 1572) requiere
necesariamente un trámite centrado en la situación global del país en
cuestión, en el sentido de que corresponde al tribunal que conoce de la
causa –bien nacional o internacional– examinar las medidas derogatorias de
los derechos del Convenio y sopesarlas con la naturaleza de la amenaza que
pesa sobre la nación. Cuando, como en el caso de autos, las medidas en
cuestión se consideran desproporcionadas en relación a la amenaza y
discriminatorias en lo que respecta a sus efectos, es inútil ir más allá y
controlar caso por caso la manera en que fueron aplicadas.
186. La tercera crítica que formula el Gobierno contra la Sentencia de la
Cámara de los Lores se refiere principalmente a la manera en la que se
aborda en ella la comparación entre los extranjeros sospechosos de ser
terroristas y los ciudadanos británicos sobre los que pesan las mismas
sospechas. Por su parte, el Tribunal estima que los Law Lords juzgaron con
razón que no se podía considerar que del derecho de extranjería se
desprendiesen las medidas en litigio, en el que la distinción entre los
extranjeros y los nacionales habría podido justificarse, pero más bien
resultante de la seguridad nacional. El Título 4 de la Ley de 2001 tenía como
finalidad evitar una amenaza real e inminente de atentados terroristas que,
evidentemente, provenía tanto de ciudadanos británicos como de
extranjeros. Al elegir el recurso a una medida proveniente del derecho de
extranjería para tratar un problema esencialmente de seguridad pública, el
Ejecutivo y el Parlamento aportaron una respuesta inadaptada y expusieron
a un grupo particular de presuntos terroristas al riesgo desproporcionado y
discriminatorio de una detención de duración indeterminada. Tal y como
indicó la Cámara de los Lores, los efectos potencialmente nefastos de una
reclusión sin inculpación pueden afectar de forma sensiblemente idéntica a
un ciudadano británico y a un extranjero al que no se puede, en la práctica,
aplicar una medida de expulsión por temor a que sea torturado en el
extranjero.
187. Por último, el Gobierno expone dos argumentos que, según los
demandantes, no fueron invocados ante los tribunales internos. Consta que
ni las decisiones de éstos ni los documentos no confidenciales presentados
ante el Tribunal hacen mención de ello. En estas condiciones, suponiendo
incluso que el principio de subsidiariedad no impide al Tribunal examinar
motivos nuevos, exige que se funden en elementos convincentes.
77
188. El primero de los argumentos pretendidamente nuevos que expone el
Gobierno tiende a que el Tribunal reconozca que los poderes públicos habían
relegado legítimamente las medidas en litigio a los extranjeros en
consideración a la sensibilidad de la población musulmana británica y con el
fin de reducir el riesgo de que algunos de sus miembros suscribiesen las
tesis extremistas. Sin embargo, el Gobierno no aporta al Tribunal ninguna
prueba que haga pensar que la detención sin inculpación de un ciudadano
británico musulmán razonablemente sospechoso de estar vinculado a Al-
Qaeda habría suscitado muy probablemente mayor reprobación por parte de
la comunidad musulmana del Reino Unido que la de un extranjero musulmán
en la misma situación. El Tribunal señala, a este respecto, que el dispositivo
de medidas de control que establece la Ley de 2005 de prevención del
terrorismo no hace distinción entre los sospechosos según posean o no la
nacionalidad británica.
189. El segundo argumento del Gobierno que los demandantes califican de
nuevo, persigue que se reconozca que las autoridades podían responder
mejor a la amenaza terrorista si podían detener a aquellos que, en su
opinión, eran la fuente principal de esta amenaza, a saber los extranjeros. A
este respecto, el Tribunal señala una vez más que el Gobierno no ha
presentado ninguna prueba que le convenza de apartarse de la conclusión
de la Cámara de los Lores según la cual no se justificaba la diferencia de
trato criticada. Asimismo, señala que las jurisdicciones internas –en
particular la SIAC, que tuvo acceso a los documentos tanto no confidenciales
como secretos– no dieron crédito a la tesis según la cual los extranjeros
eran más peligrosos que los ciudadanos británicos.
190. En conclusión, el Tribunal estima, al igual que la Cámara de los Lores,
que las medidas derogatorias eran desproporcionadas en tanto en cuanto
establecían una discriminación injustificada entre extranjeros y ciudadanos
británicos. De ello se deduce que ha habido violación del artículo 5.1 (RCL
1999, 1190 y 1572) en el caso de los demandantes primero, tercero, quinto,
sexto, séptimo, octavo, noveno, décimo y undécimo.
III
Sobre la violación del artículo 5.1 del Convenio en relación con el artículo 14
191. Los demandantes alegan ser víctimas de una discriminación contraria
al artículo 14 del Convenio (RCL 1999, 1190 y 1572) por haber sido
detenidos en el Reino Unido mientras que los ciudadanos británicos
sospechosos de estar relacionados con Al-Qaeda eran dejados en libertad.
El artículo 14 dispone:
«El goce de los derechos y libertades reconocidos en el (...) Convenio ha de
ser asegurado sin distinción alguna, especialmente por razones de sexo,
raza, color, lengua, religión, opiniones políticas u otras, originen nacional o
social, pertenencia a una minoría nacional, fortuna, nacimiento o cualquier
otra situación».
192. Habida cuenta del razonamiento seguido y de las conclusiones a las
que ha llegado en el terreno del artículo 5.1 (RCL 1999, 1190 y 1572),
considerado aisladamente, el Tribunal estima que esta queja no requiere un
examen separado.
78
IV
Sobre la violación del artículo 5.4 del Convenio
193. Los interesados sostienen que el procedimiento seguido por los
tribunales internos para examinar los recursos contra su reclusión no
respondía a las exigencias del artículo 5.4 (RCL 1999, 1190 y 1572) , el cual
dispone:
«Toda persona privada de su libertad mediante detención o internamiento
tendrá derecho a presentar un recurso ante un órgano judicial, a fin de que
se pronuncie en breve plazo sobre la legalidad de su privación de libertad y
ordene su puesta en libertad si fuera ilegal».
El Gobierno niega que haya habido violación de esta disposición.
A
Tesis de las partes
1
Tesis de los demandantes
194. Los interesados plantean dos quejas principales en el terreno del
artículo 5.4. En primer lugar, puntualizan que, aunque pudieron impugnar
ante la SIAC, el Tribunal de apelación y la Cámara de los Lores la
conformidad a derecho de su privación de libertad ordenada sobre la base
del Título 4 de la Ley de 2001 en virtud del Convenio (RCL 1999, 1190 y
1572), obtuvieron como única reparación una declaración de
incompatibilidad pronunciada en virtud de la Ley de 1998. Al carecer tal
declaración de efecto obligatorio para el Gobierno, su reclusión siguió siendo
legal hasta que la Ley fue modificada por el Parlamento. En estas
condiciones, cabría constatar que, en violación del artículo 5.4, ningún
tribunal estaba facultado para ordenar su puesta en libertad.
195. En segundo lugar, los demandantes se quejan del procedimiento de
recurso ante la SIAC previsto en el artículo 25 de la Ley de 2001 (apartado
91 supra), en particular de las disposiciones que reservan la comunicación
de algunos pruebas determinantes a unos abogados especiales a los que los
detenidos no estaban autorizados a consultar. Aducen que el artículo 5.4
(RCL 1999, 1190 y 1572) retoma las garantías del juicio justo que enuncia
el artículo 6.1, adaptándolas a la gravedad de lo que está en juego. Aunque
un juez pueda aprobar, en ciertas circunstancias, la negativa de las
autoridades a divulgar pruebas pertinentes a un acusado por motivos de
seguridad nacional, nunca se le podría permitir que, cuando es llamado a
pronunciarse sobre la legalidad de la detención, se basase en tales pruebas
puesto que son de importancia decisiva para el fundamento de las
acusaciones formuladas contra el interesado y de las que éste no ha
obtenido suficiente comunicación –solamente en forma de exposición
sumaria o de resumen– para saber lo que se le imputa y defenderse. Para
resolver cada uno de los recursos, salvo el ejercido por el segundo
demandante, la SIAC se fundó en documentos secretos no sin reconocer que
esta práctica colocaba a los interesados en una situación desfavorable.
2
79
Tesis del Gobierno
196. En opinión del Gobierno, el artículo 5.4 (RCL 1999, 1190 y 1572) ha
de leerse a la luz de la jurisprudencia constante de Estrasburgo relativa al
artículo 13 –respecto al que constituye una lex specialis en lo que se refiere
a la detención– según la cual esta última disposición no puede invocarse
para impugnar ante los tribunales internos normas imperativas de la
legislación primaria. Junto al sistema de declaraciones de incompatibilidad
que establece la Ley de Derechos Humanos, este principio ilustraría el valor
que se concede a la soberanía del parlamento elegido en una sociedad
democrática.
197. En lo que respecta a la segunda queja formulada por los
demandantes, el Gobierno sostiene que la no divulgación de los documentos
confidenciales respondía a un interés general legítimo. Ni el artículo 6 ni el
artículo 5.4 confieren a los justiciables un derecho absoluto a la
comunicación de las pruebas. A partir de la citada Sentencia Chahal (TEDH
1996, 61), la jurisprudencia del Tribunal mostraría cierta benevolencia
respecto a los procedimientos que requieren la intervención de abogados
especiales en ámbitos particularmente sensibles. Por lo demás, cada uno de
los demandantes obtuvo la comunicación de informaciones no confidenciales
que le informaban suficientemente de los cargos formulados contra él para
permitirle elaborar una defensa eficaz.
3
Alegaciones de Justice, tercero interviniente
198. La organización Justice (apartado 6 supra) indica al Tribunal que en la
época en la que la Ley de 1997 sobre la Comisión Especial de Apelación en
Materia de Inmigración estableció la SIAC, el uso de documentos
confidenciales y el recurso a la intervención de abogados especiales en el
marco de la instancia que se seguía ante ella, se consideraban prácticas
calcadas de un procedimiento aplicado en Canadá, el que seguía el Comité
de control de las actividades de inteligencia y seguridad canadiense («el
SIRC») para examinar la conformidad a derecho de las decisiones
ministeriales de expulsión de extranjeros titulares de un permiso de
residencia permanente basadas en motivos de seguridad nacional. Sin
embargo, aunque el procedimiento en cuestión sí hacía intervenir a un
abogado designado por el SIRC y facultado para examinar los documentos
confidenciales y participar en las vistas a puerta cerrada no contradictorias
que se celebrasen ante dicho órgano para representar los intereses de las
personas afectadas por una medida de expulsión, se distinguiría claramente
del aplicable ante la SIAC, en particular por cuanto los abogados especiales
estarían autorizados a mantener contacto con los interesados y sus letrados
a lo largo de toda la instancia, incluso después de haber conocido las
acusaciones consideradas secretas.
199. Contrariamente al procedimiento seguido ante el SIRC, el que
aplicaba la SIAC, que preveía la utilización de documentos confidenciales y
la intervención de abogados especiales, recibió una lluvia de críticas,
concretamente por parte de la Comisión de recursos de la Cámara de los
Lores, la Comisión de asuntos constitucionales de la Cámara de los
Comunes, la Comisión mixta parlamentaria de Derechos Humanos, la
Comisión especial del Senado canadiense sobre la Ley antiterrorista y el
Comisario de Derechos Humanos del Consejo de Europa. Después de que la
Cámara de los Lores concluyera, en diciembre de 2004, con la
80
incompatibilidad del Título 4 de la Ley de 2001 con los artículos 5 y 14 del
Convenio (RCL 1999, 1190 y 1572), la Comisión de asuntos constitucionales
de la Cámara de los Comunes abrió una investigación sobre la actividades
de la SIAC y el papel que jugaban los abogados especiales ante esta
jurisdicción. Le fueron presentados varios documentos, entre otros las
observaciones de nueve de los trece abogados especiales en funciones, en
las que éstos señalaban que la prohibición de divulgar las informaciones
clasificadas les causaba grandes dificultades para representar a los
recurrentes en las fases secretas del procedimiento, insistiendo
concretamente en el hecho de que la imposibilidad de obtener de los
interesados instrucciones útiles les relegaba a un papel muy limitado en las
vistas secretas.
B
Valoración del Tribunal
1
Sobre la admisibilidad
200. El Tribunal señala que el artículo 5.4 (RCL 1999, 1190 y 1572)
reconoce a toda «persona privada de su libertad mediante detención o
internamiento» el derecho a presentar un recurso ante un órgano judicial, a
fin de que se pronuncie en breve plazo sobre la legalidad de su privación de
libertad y ordene su puesta en libertad si fuera ilegal. Al haber optado,
respectivamente, por ir a Marruecos y a Francia, los demandantes segundo y
cuarto ya habían sido puestos en libertad cuando se abrieron los diversos
procedimientos relativos a la legalidad del internamiento ordenado sobre la
base de la Ley de 2001. De ello se deduce que sus quejas relativas al
artículo 5.4 carecen manifiestamente de fundamento a los efectos del
artículo 35.3 del Convenio (Sentencia Fox, Campbell y HartLey contra Reino
Unido [ TEDH 1990, 18], 30 agosto 1990, ap. 45, serie A núm. 182) y han
de desestimarse.
201. El Tribunal considera que las quejas formuladas por los demás
demandantes, en el terreno del artículo 5.4 (RCL 1999, 1190 y 1572),
plantean cuestiones fácticas y jurídicas complejas que sólo pueden
resolverse tras un examen del fondo del asunto. De ello se deduce que esta
parte de la demanda no carece manifiestamente de fundamento, en el
sentido del are 35.3 del Convenio. Señala asimismo que no se enfrenta a
ningún otro motivo de admisibilidad. Procede, por tanto, admitirla.
2
Sobre el fondo
a)
Principios jurisprudenciables aplicables
202. El artículo 5.4 del Convenio (RCL 1999, 1190 y 1572) constituye una
«lex specialis» en relación a las exigencias más generales del artículo 13
(Sentencia Chahal [TEDH 1996, 61], previamente citada, ap. 126).
Reconoce a las personas detenidas provisionalmente o internadas el derecho
a un examen del cumplimiento de las exigencias de procedimiento y de
fondo necesarias para la «legalidad» de su privación de libertad, en el
81
sentido del Convenio. El concepto de «legalidad» ha de tener el mismo
sentido en el apartado 4 del artículo 5 que en el apartado 1, de forma que
una persona detenida o internada tiene el derecho de hacer controlar la
«legalidad» de su detención desde el punto de vista no solamente del
derecho interno, sino también del Convenio, los principios generales que
consagra y la finalidad de las restricciones que autoriza el artículo 5.1. El
artículo 5.4 no garantiza un derecho a un control jurisdiccional de tal
magnitud que habilite al tribunal competente a sustituir con su propia
valoración, en el conjunto de los aspectos de la causa, incluidas las
consideraciones de pura oportunidad, la de la autoridad de la que emana la
decisión. Solo requiere un control suficientemente amplio para abarcar cada
una de las condiciones indispensables para la «legalidad» de la detención de
un individuo respecto al apartado 1 (Sentencia E. contra Noruega [TEDH
1990, 17], 29 agosto 1990, ap. 50, serie A núm. 181). La «jurisdicción»
encargada de este control no debe poseer simples atribuciones consultivas,
sino también ser competente para «pronunciarse» sobre la «legalidad» de la
detención y ordenar la puesta en libertad en caso de detención ilegal
(Sentencias Irlanda contra Reino Unido [TEDH 1978, 2], previamente citada,
ap. 200; Weeks contra Reino Unido [TEDH 1987, 1], 2 marzo 1987, ap. 61,
serie A núm. 114; Chahal [TEDH 1996, 61], previamente citada, ap. 130).
203. La exigencia de equidad procesal derivada del artículo 5.4 (RCL 1999,
1190 y 1572) no impone la aplicación de criterios uniformes e inflexibles
independientes del contexto, los hechos y las circunstancias de la causa.
Aunque un procedimiento que depende del artículo 5.4 no debe ir
acompañado siempre de unas garantías idénticas a las que prescribe el
artículo 6 para los litigios civiles o penales, ha de presentar un carácter
judicial y ofrecer a la persona sospechosa unas garantías adaptadas a la
naturaleza de la privación de libertad de la que se queja (ver, por ejemplo,
Sentencias Winterwerp contra Países Bajos [TEDH 1979, 4], 24 octubre
1979, ap. 57, serie A núm. 33; Bouamar contra Bélgica [TEDH 1988, 5], 29
febrero 1988, aps. 57 y 60, serie A núm. 129; W#och contra Polonia [TEDH
2000, 515], núm. 27785/1995, ap. 125, TEDH 2000-XI; Reinprecht contra
Austria [PROV 2006, 7448], núm. 67175/2001, ap. 31, TEDH 2005-XII)
204. De ello se deduce que el proceso debe ser contradictorio y garantizar
en todos los casos «la igualdad de armas» entre las partes (Reinprecht
[PROV 2006, 7448], previamente citada, ap. 31). Puede ser necesaria la
celebración de una vista, concretamente en caso de prisión provisional
(Nikolova contra Bulgaria [TEDH 1999, 11] [GS], núm. 31195/1996, ap. 58,
TEDH 1999-II). Además, en tal caso, se debe ofrecer al sospechoso privado
de libertad una ocasión real de impugnar las pruebas que fundamentan las
acusaciones formuladas contra él, ya que la persistencia de sospechas
razonables de que ha cometido un delito es una condición sine qua non de la
legalidad de su mantenimiento en prisión (Sentencia Becciev contra
Moldavia [PROV 2005, 219217], núm. 9190/2003, aps. 68-72, 4 octubre
2005). Esta exigencia impone que el tribunal competente oiga a los testigos
cuyas declaraciones puedan, a primera vista, influir decisivamente en la
legalidad del mantenimiento de la prisión del interesado (Sentencias
Becciev, previamente citada, aps. 72-76; #urcan y #urcan contra Moldavia
[PROV 2007, 314731] , núm. 39835/2005, aps. 67-70, 23 octubre 2007).
Puede también exigir que éste –o su representante– pueda acceder a las
piezas del sumario en las que se han basado las diligencias instruidas contra
él (Sentencias W#och [TEDH 2000, 515], previamente citada, ap. 127;
Nikolova [TEDH 1999, 11], previamente citada, ap. 58; Lamy contra Bélgica
[TEDH 1989, 5] , 30 marzo 1989, ap. 29, serie A núm. 151; Fodale contra
Italia [ PROV 2006, 204641], núm. 70148/2001, 1 junio 2006).
82
205. Dicho esto, el Tribunal ha juzgado que, incluso en las instancias que
implican una decisión sobre una acusación en materia penal, se puede
restringir el derecho a un proceso plenamente contradictorio en la medida
estrictamente necesaria para un interés general importante como la
seguridad nacional, la necesidad de mantener en secreto algunos métodos
policiales de investigación de delitos o proteger los derechos fundamentales
de un tercero. Sin embargo, si se quiere garantizar un proceso justo al
acusado, el procedimiento ante las autoridades judiciales ha de compensar
suficientemente todas las dificultades causadas a la defensa con la limitación
de sus derechos (ver, por ejemplo, Sentencias Doorson contra Países Bajos
[TEDH 1996, 20], 26 marzo 1996, Repertorio de sentencias y resoluciones
1996-II, ap. 70; Van Mechelen y otros contra Países Bajos [TEDH 1997, 25],
23 abril 1997, Repertorio 1997-III, ap. 58; Jasper contra Reino Unido [TEDH
2000, 86] [GS], núm. 27052/1995, aps. 51-53, TEDH 2000-II; S.N. contra
Suecia [TEDH 2002, 43], núm. 34209/1996, ap. 47, TEDH 2002-V; Botmeh
y Alami contra Reino Unido [PROV 2007, 135568], núm. 15187/2003, 7
junio 2007, ap. 37).
206. Así, aunque el derecho a un proceso penal equitativo garantizado por
el artículo 6 engloba el derecho a la comunicación de todas las pruebas
pertinentes, tanto de cargo como de descargo, en poder de las autoridades,
el Tribunal considera que, en ocasiones, puede resultar necesario, en
nombre del interés general, ocultar algunas pruebas a la defensa. En la
Sentencia Jasper (TEDH 2000, 86) (previamente citada, aps. 52-53),
consideró que constituía un contrapeso suficiente a la restricción de los
derechos de la defensa el examen no contradictorio de pruebas pertinentes
para las cuestiones en litigio –que la acusación no pensaba invocar– al que
un juez había procedido antes de negarse a comunicarlas al acusado, debido
a que primaba el interés general de conservarlas secretas sobre la utilidad
de divulgarlas a la defensa. Para pronunciarse así y concluir que no había
habido violación del artículo 6, puntualizó que los intereses que concurrían
habían sido sopesados por un Juez que estaba perfectamente al tanto del
conjunto de circunstancias de la causa, que se mantuvo a la defensa
informada y que ésta tuvo la ocasión de formular alegaciones y participar en
el proceso decisorio en la medida de lo posible, sin que se divulgasen las
pruebas que la acusación deseaba no tener que comunicar (ibidem, aps. 55-
56). Por el contrario, en la Sentencia Edwards y Lewis contra Reino Unido
[GS] (núms. 39647/1998 y 40461/1998, aps. 46-48, TEDH 2004-X), el
Tribunal juzgó que no garantizaba suficientemente la equidad del proceso un
procedimiento contradictorio en el que los elementos probatorios
confidenciales sometidos al Tribunal de instancia se referían o podían
referirse a una cuestión fáctica planteada por la acusación, que podía tener
una importancia decisiva para el resultado del proceso y cuya resolución
correspondía a dicho tribunal, no a un jurado.
207. En otros asuntos en los que el interés general originaba las
restricciones a los derechos de la defensa en relación a las pruebas de cargo
en las que se fundaba la acusación, el Tribunal determinó hasta qué punto
las medidas compensatorias existentes podían remediar la ausencia parcial
de debate contradictorio en el procedimiento. Así, en la Sentencia Lucà
contra Italia (TEDH 2001, 96) (núm. 33354/1996, ap. 40, TEDH 2001-II),
consideró que las autoridades judiciales no violaban necesariamente el
artículo 6.1 (RCL 1999, 1190 y 1572) al recurrir a declaraciones que se
remontaban a la fase de instrucción previa, sobre todo cuando su autor se
negaba a reiterarlas en público al temer por su seguridad, si el acusado
había dispuesto de una ocasión adecuada y suficiente para responder a
83
dichas declaraciones, en el momento de ser efectuadas o más tarde. Sin
embargo, puntualizó que los derechos de la defensa se hallaban limitados de
forma incompatible con las garantías del artículo 6 cuando una condena se
basaba, únicamente o de manera determinante, en declaraciones hechas por
una persona que el acusado no había podido interrogar o hacer interrogar ni
en la fase de instrucción ni en el juicio oral.
208. De igual forma, en la citada Sentencia Doorson (TEDH 1996, 20)
(aps. 68-76), el Tribunal estimó que la ocultación de la identidad de algunos
testigos al demandante por temor a represalias, no constituía una violación
del artículo 6 (RCL 1999, 1190 y 1572). Como el abogado de la defensa
pudo interrogar en apelación, sin la presencia de su cliente, a los testigos
anónimos para tratar de despejar las dudas sobre la credibilidad de sus
declaraciones y el Tribunal de apelación declaró en su sentencia haber
utilizado con circunspección las declaraciones en cuestión, el Tribunal
consideró que la desventaja causada a la defensa se hallaba suficientemente
compensada. Puntualizó que una condena no podía fundarse únicamente, ni
de forma determinante, en declaraciones anónimas (ver también Sentencia
Van Mechelen [TEDH 1997, 25], previamente citada, ap. 55). En cada una
de estas sentencias, puntualizó que su misión consistía en determinar si el
conjunto del procedimiento, incluido el modo de presentación de las
pruebas, había tenido un carácter equitativo (Doorson, previamente citada,
ap. 67).
209. El Tribunal ha evocado en muchas ocasiones la posibilidad del recurso
a la intervención de abogados especiales, en asuntos relativos a la seguridad
nacional, como contrapeso a la desventaja procesal resultante de la falta de
comunicación íntegra de las pruebas, pero nunca ha sido llamado a
pronunciarse sobre la cuestión de la compatibilidad de tal procedimiento con
los artículos 5.4 ó 6 del Convenio (RCL 1999, 1190 y 1572).
210. En el asunto Chahal (TEDH 1996, 61) (previamente citado), en el que
el demandante en trámite de expulsión había sido recluido sobre la base del
artículo 5.1 f) (RCL 1999, 1190 y 1572) por motivos de seguridad nacional y
a quien el Ministro del Interior denegó sus peticiones de libertad condicional
y habeas corpus por iguales motivos, el Tribunal reconoció que el uso de
información confidencial podía resultar inevitable en los asuntos en los que
estaba en juego la seguridad nacional (apartados 130 y 131), si bien
puntualizando que ello no significaba que las autoridades internas
estuviesen exentas del control efectivo de los tribunales internos desde el
momento en que afirmaban que el caso afectaba a la seguridad nacional y el
terrorismo. Para concluir que había habido violación del artículo 5.4, el
Tribunal constató que el High Court, que había conocido del recurso de
habeas corpus, no había tenido acceso a todos los documentos en los que el
Ministro del Interior había fundado su decisión. Aunque la existencia de un
comité consultivo presidido por un juez del Tribunal de apelación con
conocimiento de toda la información que obraba en poder de los servicios de
seguridad nacional constituía cierta garantía, el Tribunal estimó que dicho
comité no podía considerarse un «tribunal» en el sentido del artículo 5.4,
puesto que el demandante no tenía derecho a estar representado por un
letrado, había recibido solamente una exposición sumaria de las acusaciones
de atentado a la seguridad nacional formuladas contra él, el comité carecía
de toda facultad de decisión y el dictamen que este último había transmitido
al Ministro del Interior no tenía efecto vinculante ni había sido hecho público.
En los apartados 131 y 144 de la referida sentencia, el Tribunal remitía a las
alegaciones presentadas por algunas partes intervinientes (Amnistía
Internacional, Liberty, el Centro Aire y el Joint Council for the Welfare of
84
Immigrants; véase también las alegaciones de Justice en el caso de autos,
ap. 198 supra) sobre el procedimiento que se aplicaba en Canadá en el
ámbito de las expulsiones fundadas en motivos de seguridad nacional, según
el cual el Juez competente examinaba todas las pruebas en una vista a
puerta cerrada en la que, a la persona cuya expulsión se contemplaba, se le
comunicaba una síntesis lo más exhaustiva posible de los cargos formulados
contra ella y tenía derecho a estar representada y a citar a testigos. El
carácter confidencial de las pruebas relativas a la seguridad lo
salvaguardaba la obligación de proceder a su examen sin la presencia del
interesado y su letrado. En este caso, no obstante, su lugar lo ocupaba un
abogado con habilitación de seguridad y nombrado por el tribunal, que
contrainterrogaba a los testigos y ayudaba de forma general al Juez a
valorar la solidez de los argumentos presentados por el Estado. La persona
afectada recibía un resumen de las pruebas recabadas en tal procedimiento
con las omisiones necesarias para la confidencialidad. Este dispositivo
inspiró al Tribunal el comentario siguiente:
«El Tribunal concede importancia al hecho de que, tal y como señalaron los
amici curiae en el contexto del artículo 13, en Canadá se ha desarrollado
una forma más eficaz de control jurisdiccional. Ello ilustra muy bien la
existencia de técnicas que permiten conciliar, por un lado, la preocupación
legítima de seguridad en cuanto a la naturaleza y fuente de la información y,
por otro, la necesidad de que el justiciable pueda beneficiarse
suficientemente de las normas procesales».
211. En los asuntos Tinnelly & Sons Ltd y otros y McElduff y otros contra
Reino Unido (TEDH 1998, 29) (previamente citada, ap. 78) y Al-Nashif
contra Bulgaria (PROV 2002, 169254) (núm. 50963/1999, 20 junio 2006,
aps. 93-97 y 137), el Tribunal remitió a las observaciones que formuló en la
Sentencia Chahal (TEDH 1996, 61) sobre el procedimiento que requería la
intervención de abogados especiales, pero no se pronunció sobre la cuestión
de la conformidad de tal procedimiento con los derechos convencionales en
cuestión.
b)
Aplicación de los citados principios a los hechos de la causa
212. Ante los tribunales internos, los demandantes impugnaron la
legalidad de su detención desde dos puntos de vista. Primero ejercieron
colectivamente el recurso previsto en el artículo 30 de la Ley de 2001 con el
fin de cuestionar la validez de la derogación establecida en virtud del artículo
15 del Convenio (RCL 1999, 1190 y 1572) y, por esta vía, la compatibilidad
con el Convenio del régimen de reclusión en litigio. Alegando que las
autoridades carecían de motivos razonables para creer que su presencia en
el Reino Unido representaba un riesgo para la seguridad nacional y
sospechar que eran terroristas, cada uno de ellos ejerció posteriormente un
recurso fundado en el artículo 25 de la Ley de 2001 para que se constatase
la ilegalidad de su detención en virtud de la legislación interna.
213. Habiendo constatado ya el Tribunal que las disposiciones enjuiciadas
del derecho interno implicaban la violación del artículo 5.1 (RCL 1999, 1190
y 1572), considera inútil resolver separadamente, desde el punto de vista
del artículo 5.4, la queja de los interesados basada en la incompetencia de la
Cámara de los Lores para ordenar su puesta en libertad.
85
214. La segunda queja de los demandantes relativa al artículo 5.4 (RCL
1999, 1190 y 1572) se refiere a la equidad del procedimiento previsto por el
artículo 25 de la Ley de 2001 y aplicado por la SIAC para determinar si el
Ministro del Interior podía razonablemente creer que la presencia de los
interesados en el Reino Unido representaba un riesgo para la seguridad
nacional y sospechar que fuesen terroristas. Se trata aquí de una cuestión
separada y distinta no incluida en la constatación de violación del artículo
5.1 que, por consiguiente, el Tribunal debe examinar.
215. El Tribunal recuerda que los jueces que constituían la SIAC pudieron
examinar los documentos tanto «no confidenciales» como los «secretos»,
pero que los demandantes y sus abogados no tuvieron acceso a estos
últimos. Por el contrario, éstos fueron comunicados a uno o varios abogados
especiales designados por el Solicitor general para actuar en nombre de
cada uno de los interesados. En el marco de la fase confidencial del
procedimiento seguido ante la SIAC, los abogados especiales podían
plantear, en nombre de los demandantes, motivos procesales –para obtener,
por ejemplo, informaciones complementarias– y de fondo. Sin embargo, a
partir del momento en el que habían conocido los documentos secretos, ya
no estaban autorizados a comunicarse con los interesados y sus letrados sin
el acuerdo de la SIAC. Ésta dictó una decisión «no confidencial» y una
decisión «confidencial» en cada uno de los recursos presentados.
216. El Tribunal partirá de la constatación efectuada por los tribunales
internos –que declara suscribir– según la cual las intenciones e intrigas de
Al-Qaeda habían creado «un peligro público que amenazaba la vida de la
nación» durante el período en el que los demandantes estuvieron recluidos.
Cabe tener presente que, a la sazón, se consideraba que la protección de la
población del Reino Unido frente a un atentado terrorista era una necesidad
apremiante y que había un interés general en la recogida de información
sobre Al-Qaeda y sus cómplices, así como en la ocultación de las fuentes de
las que se obtenía, aunque el Reino Unido no hubiese derogado el artículo
5.4 (RCL 1999, 1190 y 1572) (véase también, a este respecto, Sentencia
Fox, Campbell y HartLey [TEDH 1990, 18], previamente citada, ap. 39).
217. Sin embargo, estos intereses generales importantes se enfrentaban al
derecho de los demandantes a un proceso equitativo en virtud del artículo
5.4. Aunque el Tribunal haya concluido que la encarcelación de los
interesados –salvo la de los demandantes segundo y cuarto– no
correspondía a ninguno de los supuestos enumerados en los párrafos a) a f)
del artículo 5.1 (RCL 1999, 1190 y 1572), estima que su jurisprudencia
relativa al control jurisdiccional de la prisión preventiva es pertinente en el
presente asunto puesto que, en tal caso, erige también en condición sine
qua non de la legalidad del mantenimiento de la reclusión la persistencia de
sospechas razonables sobre el detenido (apartado 204 supra). Además,
teniendo en cuenta las circunstancias de la causa y las consecuencias
dramáticas que la prolongada privación de libertad de los demandantes –
que, a la sazón, parecía poder ser indefinida– tuvo en sus derechos
fundamentales, el artículo 5.4 debe implicar unas garantías sustancialmente
idénticas a las que consagra el aspecto penal del artículo 6.1 (Sentencias
García Alva contra Alemania [TEDH 2001, 91], núm. 23541/1994, ap. 39, 13
febrero 2001; véase también Chahal [TEDH 1996, 61], previamente citada,
aps. 130-131).
218. En estas condiciones, era esencial que se comunicase a cada uno de
los demandantes tanta información como fuese posible sobre las
acusaciones y pruebas de cargo presentadas contra ellos sin comprometer la
86
seguridad nacional y la de terceras personas. Si se excluía la divulgación
íntegra de la información, el artículo 5.4 (RCL 1999, 1190 y 1572) exigía
que los inconvenientes derivados de tal restricción se compensasen de
forma que cada uno de los interesados conservase la posibilidad de
contestar útilmente a las acusaciones formuladas contra ellos.
219. Como órgano jurisdiccional plenamente independiente (apartado 91
supra) y facultado para examinar todas las pruebas pertinentes, tanto
secretas como no confidenciales, la SIAC era la mejor situada para velar por
que no se ocultase inútilmente ninguna información a los detenidos. A este
respecto, la facultad reconocida a los abogados especiales de interrogar a
los testigos de cargo sobre la necesidad de la confidencialidad y solicitar a
los magistrados la divulgación de información complementaria podía aportar
un suplemento de garantía. A la vista de los elementos que obran en su
poder, el Tribunal no percibe ninguna razón para concluir que en los
recursos ejercidos por los interesados se invocó el secreto de forma excesiva
e injustificada o que la denegación de comunicación recibida por los
demandantes no estaba motivada por razones imperiosas.
220. El Tribunal considera, además, que la posibilidad ofrecida a los
abogados especiales de verificar las pruebas aportadas y defender la causa
de los demandantes a puerta cerrada, podía conferirles un papel importante
susceptible de compensar la divulgación solamente parcial de los elementos
probatorios y la ausencia de un verdadero juicio, público y contradictorio.
Sin embargo, los abogados especiales sólo podían desempeñar eficazmente
esta función si los interesados recibían la suficiente información sobre los
cargos que se les imputaban para poder darles instrucciones útiles. Aunque
se trata éste de un extremo a examinar caso por caso, el Tribunal señala
que, por lo general, en el caso de que las pruebas se hubiesen divulgado en
gran medida y los elementos no confidenciales hubiesen jugado un papel
decisivo en la decisión pronunciada respecto a un demandante, no se podría
decir que se le privó de la posibilidad de contestar útilmente el carácter
razonable de la convicción y las sospechas que el Ministro del Interior
albergaba respecto a él. En los casos en los que las acusaciones que
figurasen en los elementos no confidenciales fuesen lo suficientemente
precisas, aunque la totalidad o la mayoría de las pruebas de cargo se
hubiese mantenido en secreto, el demandante habría podido, en su caso,
proporcionar información a sus letrados y al abogado especial y este último
servirse de la misma para refutar las acusaciones en cuestión sin necesidad
de conocer el detalle o el origen de las pruebas en las que se fundaban. Un
ejemplo de ello es la acusación contra varios demandantes de haber acudido
a un campo de entrenamiento para el terrorismo en un lugar concreto en
unas fechas concretas: por su precisión, esta acusación confería a los
interesados la posibilidad de ofrecer a los abogados especiales unas pruebas
de descargo suficientes para permitirles impugnarlas útilmente, como una
coartada o una explicación de su presencia en dicho lugar. Por el contrario,
en los casos en los que los elementos no confidenciales consistiesen
exclusivamente en afirmaciones generales y en los que la SIAC se hubiese
basado, únicamente o de forma determinante, en documentos secretos para
aprobar la emisión del certificado o mantener recluidos a los demandantes,
no se cumplirían las exigencias del artículo 5.4 (RCL 1999, 1190 y 1572).
221. En consecuencia, el Tribunal ha de examinar el procedimiento de
emisión de los certificados según estos criterios para cada uno de los
demandantes detenidos.
87
222. En primer lugar, señala que los cargos no confidenciales contra los
demandantes sexto, séptimo, octavo, noveno y undécimo contenían
acusaciones precisas sobre, por ejemplo, la compra de equipos de
telecomunicaciones claramente identificados, la posesión de tal o cual
documento referido a presuntos terroristas citados por su nombre y
encuentros con tales terroristas en lugares y fechas concretos. Al estar las
acusaciones en cuestión suficientemente circunstanciadas para permitir a los
interesados contestarlas útilmente, el Tribunal considera que los derechos
que los demandantes sexto, séptimo, octavo, noveno y undécimo aducen al
amparo del artículo 5.4 (RCL 1999, 1190 y 1572) no han sido violados.
223. Constata que al primer y segundo demandante se les imputaba haber
recaudado fondos destinados a organizaciones terroristas ligadas a Al-
Qaeda. Se desprende de las informaciones no confidenciales relativas a ellos
que por la cuenta bancaria del primer demandante pasaron importantes
sumas y que el segundo participó en estafas con el fin de recaudar fondos.
Sin embargo, se ocultaron a los dos demandantes las pruebas que podían
demostrar la relación entre el dinero recaudado y el terrorismo. En estas
condiciones, el Tribunal estima que éstos no pudieron oponerse realmente a
las acusaciones formuladas contra ellos. Por lo tanto, concluye que en el
caso del primer y segundo demandante se violó el artículo 5.4 (RCL 1999,
1190 y 1572).
224. Señala, por último, que los cargos no confidenciales que pesaban
contra el tercer y quinto demandante, centrados principalmente en la
presunta pertenencia de los interesados a organizaciones islamistas
radicales vinculadas a Al-Qaeda, tenían un carácter muy general. En sus
decisiones desestimatorias de los recursos ejercidos por los demandantes, la
SIAC constató que los elementos no confidenciales carecían de contenido y
que las pruebas de cargo figuraban esencialmente en los documentos
secretos. También aquí considera el Tribunal que los interesados no
pudieron contestar útilmente a las acusaciones formuladas contra ellos.
Concluye así que, en el caso del tercer y quinto demandante, se violó el
artículo 5.4 (RCL 1999, 1190 y 1572).
V
Sobre la violación del artículo 5.1 del Convenio en relación con el artículo 13
225. A título subsidiario, los demandantes aducen que los hechos
denunciados desde el punto de vista del artículo 5.4 (RCL 1999, 1190 y
1572) constituyen también una violación del artículo 13. A la vista de las
conclusiones a las que ha llegado más arriba, el Tribunal considera inútil
examinar esta queja de forma separada.
VI
Sobre la violación del artículo 5.5 del Convenio
226. Por último, los demandantes alegan haber sido privados de un
derecho ejecutorio a la reparación del perjuicio resultante de su detención
ilegal contraria al artículo 5.1 (RCL 1999, 1190 y 1572) y 5.4. Consideran
que ello constituye una violación del artículo 5.5, el cual dispone:
«Toda persona víctima de detención o de una privación de libertad contrarias
a las disposiciones de este artículo tendrá derecho a una reparación».
88
227. El Gobierno considera que, en ausencia de violación del artículo 5 en
el caso de autos, el artículo 5.5 (RCL 1999, 1190 y 1572) no es aplicable.
Suponiendo que el Tribunal concluyera, por el contrario, que ha habido
violación del artículo 5, cabría constatar que el quinto apartado de esta
disposición exige un «derecho ejecutorio a reparación» pero no impone la
concesión de una indemnización en todos los casos. La constatación de los
tribunales internos según la cual el Ministro del Interior tenía buenas
razones para sospechar que los demandantes eran «terroristas
internacionales» excluiría, en principio, que pudiesen reclamar ante ellos
una reparación.
A
Sobre la admisibilidad
228. El Tribunal recuerda haber concluido que hubo violación del artículo
5.1 (RCL 1999, 1190 y 1572) en el caso de todos los interesados –a
excepción del segundo y cuarto de ellos– y violación del artículo 5.4 en lo
que respecta al primero, tercero, quinto y décimo. Por tanto, las quejas de
los interesados relativas al artículo 5.5 deben estimarse, salvo las
formuladas por el segundo y cuarto demandante.
B
Sobre el fondo
229. El Tribunal señala que los demandantes no pudieron ejercer un
derecho ejecutorio a reparación ante los tribunales internos por las
violaciones previamente constatadas. De ello se deduce que el artículo 5.5
(RCL 1999, 1190 y 1572) ha sido violado en lo que se refiere a todos los
interesados a excepción del segundo y cuarto de ellos ( Sentencias Brogan y
otros contra Reino Unido [TEDH 1988, 25] , 29 noviembre 1988, ap. 67,
serie A núm. 145-B, y Fox, Campbell y HartLey [TEDH 1990, 18],
previamente citada, ap. 46).
VII
Sobre la violación del artículo 6 del Convenio
230. A título subsidiario, los demandantes aducen que el procedimiento
seguido ante la SIAC no se conciliaba con el artículo 6.1 y 6.2 del Convenio,
(RCL 1999, 1190 y 1572) que dice así:
«1. Toda persona tiene derecho a que su causa sea oída equitativa,
públicamente y dentro de un plazo razonable, por un tribunal independiente
e imparcial, establecido por la Ley, que decidirá los litigios sobre sus
derechos y obligaciones de carácter civil o sobre el fundamento de cualquier
acusación en materia penal dirigida contra ella. La sentencia debe ser
pronunciada públicamente, pero el acceso a la sala de audiencia puede ser
prohibido a la prensa y al público durante la totalidad o parte del proceso en
interés de la moralidad, del orden público o de la seguridad nacional en una
sociedad democrática, cuando los intereses de los menores o la protección
de la vida privada de las partes en el proceso así lo exijan o en la medida en
que será considerado estrictamente necesario por el tribunal, cuando en
circunstancias especiales la publicidad pudiera ser perjudicial para los
intereses de la justicia.
89
2. Toda persona acusada de una infracción se presume inocente hasta que
su culpabilidad haya sido legalmente declarada».
231. Los interesados manifiestan que el artículo 6.1 (RCL 1999, 1190 y
1572) es la lex specialis del derecho a un juicio justo. De todas las medidas
adoptadas con posterioridad a 2001 por los Ejecutivos de los Estados
miembros del Consejo de Europa contra los presuntos terroristas, las que se
cuestionan en el caso de autos serían las más severas. El dispositivo
criticado habría sido establecido para permitir al Gobierno del Reino Unido
perseguir a individuos sobre la base únicamente de unas sospechas
razonables fundadas en unas pruebas que no habrían sido admitidas ante los
tribunales ordinarios, lo que justificaría por sí solo un examen en el terreno
del artículo 6. El procedimiento aplicado implicaba una decisión sobre una
acusación en materia penal –en el sentido autónomo que el artículo 6.1
atribuye a este concepto– así como sobre un litigio relativo a unos derechos
y obligaciones de carácter civil. La utilización de pruebas confidenciales
vulneraría el artículo 6.
232. El Gobierno alega que el artículo 5.4 (RCL 1999, 1190 y 1572) es la
lex specialis de la privación de libertad, de forma que las cuestiones que
ésta plantea deberían más bien ser examinadas en el terreno de esta
disposición. En cualquier caso, el artículo 6 no es aplicable puesto que las
sentencias dictadas por la SIAC en materia de encarcelación constituirían
«medidas especiales de política de extranjería» y no implicarían, por tanto,
una decisión sobre una acusación en materia penal o un litigio sobre unos
derechos y obligaciones de carácter civil. Suponiendo incluso que el artículo
6.1 fuese aplicable, habría lugar a concluir que no ha habido violación de
esta disposición por los motivos expuestos anteriormente sobre las quejas
relativas al artículo 5.4.
233. Sin pronunciarse sobre la cuestión de si el artículo 6 (RCL 1999, 1190
y 1572) es aplicable al procedimiento ante la SIAC, el Tribunal estima la
queja. No obstante, recuerda haber analizado más arriba, al considerar las
quejas formuladas por los demandantes al amparo del artículo 5.4, las
cuestiones que plantean el recurso a la intervención de abogados especiales,
las audiencias secretas y la falta de comunicación íntegra de las pruebas de
cargo en el procedimiento ante la SIAC. Habida cuenta del examen completo
realizado, considera inútil examinar la queja de los interesados desde el
punto de vista del artículo 6.1.
VIII
Aplicación del artículo 41 del Convenio
234. Los demandantes reclaman la concesión de una indemnización por el
perjuicio tanto moral como material derivado de las violaciones que alegan,
así como el reembolso de los gastos y las costas. A este respecto, invocan el
artículo 41 del Convenio (RCL 1999, 1190 y 1572), a tenor del cual:
«Si el Tribunal declara que ha habido violación del Convenio o de sus
Protocolos y si el derecho interno de la Alta Parte Contratante sólo permite
de manera imperfecta reparar las consecuencias de dicha violación, el
Tribunal concederá a la parte perjudicada, si así procede, una satisfacción
equitativa».
A
90
Daño
1
Pretensiones de los demandantes
235. Los interesados sostienen que la concesión de una indemnización en
virtud de la satisfacción equitativa es necesaria y apropiada. Remitiendo
concretamente al asunto Perks y otros contra Reino Unido (TEDH 1999, 46)
(núms. 25277/1994, 25279/1994, 25280/1994, 25282/1994, 25285/1994,
28048/1995, 28192/1995 y 28456/1995, 12 octubre 1999), en el que el
Tribunal concedió 5.500 GBP a uno de los demandantes en concepto de
indemnización por la detención ilegal de seis días que sufrió y al asunto
Tsirlis y Kouloumpas contra Grecia (TEDH 1997, 32) (Sentencia de 29 mayo
1995 (sic), Repertorio 1997-III), en el que se concedió respectivamente a
los demandantes el equivalente a 17.890 y 16.330 GBP por los trece y doce
meses de prisión que les valió su negativa a efectuar el servicio militar,
sugieren al Tribunal que, para evaluar la indemnización a conceder, se
inspire en la práctica de los tribunales internos en el ámbito de la reparación
de la detención ilegal y su propia jurisprudencia en la materia.
236. El primer demandante reclama una indemnización por la privación de
libertad de tres años y ochenta y tres días sufrida desde el 19 de diciembre
de 2001 al 11 de marzo de 2005, así como por el sufrimiento moral
resultante, incluidos los trastornos mentales que padece. Manifiesta que la
indemnización debe asimismo reflejar el sufrimiento de su esposa y demás
miembros de su familia por haber estado separados de él y expuestos a una
publicidad desagradable. Evalúa la suma a conceder en virtud del daño
moral en 234.000 GBP y solicita al Tribunal que le conceda, en concepto de
perjuicio material, una suma aproximada de 7.500 GBP destinada a cubrir
los gastos en que incurrió su familia para visitarle durante su reclusión y
otros gastos.
237. El tercer demandante solicita la reparación del perjuicio resultante de
su privación de libertad desde el 19 de diciembre de 2001 al 11 de marzo de
2005, así como de los traumas psicológicos que creó esta situación, que se
han manifestado en desórdenes psíquicos. Reclama también una
indemnización por el sufrimiento que su encarcelación causó a su familia.
Considera que la concesión de 230.000 GBP constituiría una reparación
adecuada por el daño moral padecido. Asimismo, desea que se le concedan
200 GBP por los gastos de desplazamiento de su esposa y una suma
destinada a cubrir la pérdida de una oportunidad de ejercer una actividad
comercial en el Reino Unido.
238. El quinto demandante reivindica una indemnización por la privación
de libertad del 19 de diciembre de 2001 al 22 de abril de 2004 y el arresto
domiciliario hasta el 11 de marzo de 2005, la angustia moral y los trastornos
mentales provocados por esta situación y el sufrimiento de su esposa e
hijos. Evalúa en 240.000 GBP la suma en concepto de daño moral y en
5.500 GBP la indemnización por el perjuicio material sufrido que
corresponde, en particular, a los gastos de cuidado de los hijos y de
desplazamiento que tuvo su esposa y las sumas que le envió durante su
reclusión.
239. El sexto demandante reclama una indemnización por la privación de
libertad del 19 de diciembre de 2001 al 11 de marzo de 2005, el sufrimiento
psíquico resultante de la misma y la aflicción de su esposa y sus hijos.
91
Estima en 217.000 GBP la cuantía de la indemnización en concepto del daño
moral en cuestión y en 51.410 GBP la indemnización a concederle en
concepto de lucro cesante debido a la imposibilidad de ejercer su actividad
de repartidor independiente, y los gastos de desplazamiento de su esposa.
240. El séptimo demandante solicita la reparación del perjuicio causado
por su encarcelación desde el 8 de febrero de 2002 al 11 de marzo de 2005
y de la angustia psicológica y la enfermedad mental resultante. Evalúa en
197.000 GBP la cuantía de la indemnización en concepto de daño moral. No
formula ninguna pretensión en cuanto al perjuicio material.
241. El octavo demandante solicita al Tribunal que le conceda una
indemnización por la privación de libertad desde el 23 de octubre de 2002 al
11 de marzo 2005, el sufrimiento psicológico que ésta le causó y la angustia
que esta situación provocó en su esposa e hijos. Estima en 170.000 GBP la
suma a concederle en concepto de daño moral y en 4.570 GBP la
indemnización por el perjuicio material correspondiente a las sumas que su
esposa le envió durante su reclusión y los costes de la mudanza a la que se
vio obligada para escapar de la atención indeseable de los medios de
comunicación.
242. El noveno demandante reivindica la concesión de una indemnización
por la privación de libertad sufrida desde el 22 de abril de 2002 al 11 de
marzo de 2005, la angustia moral y los trastornos mentales derivados de la
misma y el sufrimiento de su esposa e hijos. Reclama 215.000 GBP en
concepto de daño moral y 7.725 GBP por el perjuicio material
correspondiente, entre otras, a las sumas que ha debido pedir prestadas y
entregar a su esposa para contribuir a la economía doméstica, el dinero que
ella le ha enviado durante su reclusión y los gastos de desplazamiento para
las visitas. Por último, solicita una indemnización destinada a cubrir la
pérdida de una oportunidad de ejercer una actividad comercial en territorio
británico.
243. El décimo demandante reclama una indemnización por la privación de
libertad desde el 14 de enero de 2003 al 11 de marzo de 2005, y por el
sufrimiento psicológico y los trastornos mentales provocados por esta
situación. Evalúa en 144.000 GBP el daño moral sufrido y en 2.751 GBP el
perjuicio material ligado a la pérdida de una ayuda semanal de 37 GBP que
percibía del servicio nacional de asistencia a los solicitantes de asilo
(National Asylum Support Service) antes de ser detenido y al coste de las
comunicaciones telefónicas con sus letrados.
244. El undécimo demandante solicita al Tribunal que le conceda 95.000
GBP en concepto de daños y perjuicios por la privación de libertad desde el 2
de octubre de 2003 al 11 de marzo de 2005 y la angustia moral resultante.
No formula pretensiones en concepto de perjuicio material.
2
Alegaciones del Gobierno
245. Basándose en la Sentencia dictada por el Tribunal en el asunto
McCann y otros contra Reino Unido (TEDH 1995, 30) (27 septiembre 1995,
ap. 219, serie A núm. 324), el Gobierno sostiene que, en principio, se
excluye que los interesados reciban ninguna indemnización por cuanto hubo
motivos objetivos y razonables para sospechar legítimamente de su
implicación en el terrorismo y no disiparon las sospechas en cuestión.
92
246. Las autoridades aprobaron el Título 4 de la Ley de 2001 y notificaron
de buena fe la derogación en litigio al objeto de hacer frente a una situación
considerada extremadamente grave que constituía un serio peligro que
amenazaba la vida de la nación. Tal y como constataron la Cámara de los
Lores y la SIAC, el principal defecto del régimen de reclusión establecido por
el Título 4 de la Ley de 2001 era que se aplicaba a los extranjeros y no a los
ciudadanos británicos. Después de que la Cámara de los Lores dictase su
sentencia, el Gobierno examinó inmediatamente la cuestión de si convenía
tratar a los interesados en el contexto de peligro público del momento y
decidió establecer un dispositivo de control. En estas condiciones, no se
puede alegar que actuase con cinismo o en violación flagrante de los
derechos individuales.
247. Suponiendo que el Tribunal concluya que se ha violado una obligación
procesal (en virtud, por ejemplo, del artículo 5.4 [RCL 1999, 1190 y 1572] y
5.5), no habría de conceder ninguna indemnización a los demandantes
puesto que sería imposible especular sobre el del procedimiento si no
hubiesen tenido lugar las violaciones alegadas del Convenio ( Sentencias
KingsLey contra Reino Unido [PROV 2002, 205157] [GS], núm. 35605/1997,
TEDH 2002-IV; Hood contra Reino Unido [TEDH 1999, 6], núm.
27267/1995, TEDH 1999-I).
248. Por último, si el Tribunal hubiese de decidir una indemnización para
los interesados, le correspondería verificar con atención que cada concepto
está suficientemente justificado, tiene suficiente relación con la violación
constatada y su cuantía es razonable.
3
Valoración del Tribunal
249. El Tribunal recuerda de entrada que no ha concluido en el caso de
autos que hubiese habido violación del artículo 3 (RCL 1999, 1190 y 1572).
De ello se deduce que no puede conceder ninguna indemnización por el
sufrimiento moral –incluidos los trastornos mentales– pretendidamente
causado por las condiciones de encarcelación de los interesados o por el
carácter indeterminado de la detención en el dispositivo establecido por el
Título 4 de la Ley de 2001.
250. Por el contrario, ha concluido que ha habido violación del artículo 5.1
(RCL 1999, 1190 y 1572) y 5.5 en lo que respecta a los demandantes
primero, tercero, quinto, sexto, séptimo, octavo, noveno, décimo y
undécimo y violación del artículo 5.4 en el caso de los demandantes
primero, tercero, quinto y décimo. En estas condiciones, puede conceder a
los demandantes cuyos derechos convencionales han sido lesionados, una
indemnización en virtud del artículo 41 si considera «que ha lugar» a
concederles reparación. Al gozar de una gran libertad para determinar en
qué casos ha lugar a reparar los daños y perjuicios causados a los
demandantes, el Tribunal es con frecuencia llamado a concluir que la
constatación de violación representa una indemnización justa suficiente y
que no se impone la concesión de una indemnización económica (véase,
entre otras, Sentencia Nikolova [TEDH 1999, 11], previamente citada,
ap.76). En el ejercicio de su facultad de apreciación, el Tribunal tiene en
cuenta el conjunto de los hechos de la causa, especialmente el carácter de
las violaciones constatadas y las eventuales particularidades del contexto en
el que se inscribe el asunto.
93
251. El Tribunal recuerda que, en el citado asunto McCann y otros (TEDH
1995, 30) (ap. 219), se negó a conceder ninguna indemnización por el
perjuicio material o el daño moral derivado de la violación constatada del
artículo 2 del Convenio (RCL 1999, 1190 y 1572), habida cuenta del hecho
de que los tres presuntos terroristas abatidos tenían la intención de poner
una bomba en Gibraltar. Considera que el caso de autos se distingue del
asunto en cuestión en que no se ha demostrado la participación o el intento
de participar de cualquiera de los demandantes en actos de violencia
terrorista.
252. Para pronunciarse sobre la cuestión de si procede conceder una
indemnización y, en su caso, determinar su cuantía, el Tribunal debe tener
en cuenta varios factores. Los demandantes han estado privados de libertad
durante largos períodos en unas condiciones que vulneran el artículo 5.1
(RCL 1999, 1190 y 1572). Se ha dado el caso de que el Tribunal ha
concedido importantes daños y perjuicios en concepto de indemnización
justa en asuntos relativos a una detención ilegal (véase, entre otras,
Sentencia Assanidzé contra Georgia [PROV 2004, 98614] [GS], núm.
71503/2001, TEDH 2004-II, así como los ejemplos citados por los
demandantes en el apartado 235 supra). Sin embargo, el caso de autos es
muy diferente. Al día siguiente de los atentados del 11 de septiembre de
2001 por Al-Qaeda en territorio americano, el Gobierno se halló frente a una
situación considerada extremadamente grave –que los tribunales internos y
el Tribunal reconocen que constituía un peligro público que amenazaba la
vida de la nación– que le obligó a proteger a la población del Reino Unido de
la violencia terrorista. Las autoridades elaboraron de buena fe el régimen de
reclusión establecido por el Título 4 de la Ley de 2001 de forma que se
conciliase con la necesidad de impedir la comisión de actos terroristas y la
prohibición que les imponía el artículo 3 del Convenio de devolver o expulsar
a las personas a un país en el que se expondrían a un riesgo real de sufrir
malos tratos (apartado 166 supra). Aunque el Tribunal, al igual que la
Cámara de los Lores, concluye que las medidas derogatorias en litigio eran
desproporcionadas, señala que esta constatación se basaba principalmente
en el carácter discriminatorio del régimen de reclusión, el cual sólo se
aplicaba a los extranjeros. Además, inmediatamente después de la sentencia
del Alto Tribunal británico, las autoridades sustituyeron el régimen de
reclusión previsto por la Ley de 2001 por un dispositivo de control
establecido por la Ley de 2005 de prevención del terrorismo. Todos los
demandantes respecto a los cuales el Tribunal ha concluido que ha habido
violación del artículo 5.1 fueron objeto de medidas de control
inmediatamente después de haber sido liberados en marzo de 2005, por lo
que no se puede presumir que no se les hubiese aplicado medidas
restrictivas de la libertad si no se hubiesen producido las violaciones
constatadas en el caso de autos.
253. A la vista de lo que antecede, el Tribunal estima que las
circunstancias justifican una suma claramente inferior a la que ha tenido
ocasión de conceder en otros casos de detención ilegal. Concede 3.900
euros (EUR) a los demandantes primero, tercero y sexto; 3.400 EUR al
quinto demandante; 3.800 EUR al séptimo demandante; 2.800 EUR al
octavo demandante; 3.400 EUR al noveno demandante; 2.500 EUR al
décimo demandante y 1.700 EUR al undécimo demandante.
B
Gastos y costas
94
254. Al haber obtenido los demandantes, inmediatamente después de la
sentencia dictada por la Cámara de los Lores, el reembolso de los gastos y
costas satisfechos para las necesidades de los procedimientos seguidos ante
los tribunales británicos, no formulan ninguna pretensión al respecto. En
cuanto a los gastos correspondientes al Tribunal, reclaman un total de
144.752,64 GBP (IVA incluido). Esta suma correspondería a los honorarios
debidos por las 599 horas (a la tarifa horaria de 70 GBP, más IVA), 342,5
horas (a la tarifa horaria de 150 GBP, más IVA) y 85 horas (a la tarifa
horaria de 200 GBP, más IVA) que los solicitors, letrados y abogado principal
habrían dedicado a la demanda, las alegaciones y las pretensiones de
indemnización justa formuladas en nombre de los interesados a la Sala y la
Gran Sala, incrementados por gastos varios tales como los costes periciales
y los correspondientes a la vista celebrada por la Gran Sala. Los
demandantes se vieron obligados a contratar a varios abogados de distintas
especialidades habida cuenta de la diversidad de las cuestiones a tratar y la
naturaleza de las pruebas presentadas, relativas a hechos concernientes a
un período de más de diez años.
255. El Gobierno estima que las pretensiones de los interesados son
excesivas. En particular, el número de horas de trabajo que los solicitors y
letrados habrían dedicado a la preparación de la causa se justificaría por
cuanto todos los demandantes estuvieron representados ante los tribunales
internos, hubieron de dar a sus representantes instrucciones precisas y
estos últimos examinaron, sin duda alguna, la casi totalidad de las
cuestiones planteadas en la demanda presentada ante el Tribunal. La tarifa
horaria del abogado principal sería, por otra parte, excesiva.
256. El Tribunal recuerda que los demandantes tienen derecho al
reembolso de los gastos real y necesariamente satisfechos para prevenir o
reparar una violación del Convenio (RCL 1999, 1190 y 1572), siempre que
su cuantía sea razonable (Sentencia KingsLey [PROV 2002, 205157],
previamente citada, ap. 49). Aunque reconoce que el número de
demandantes partes en el presente caso no ha dejado de originar un
suplemento de trabajo para sus representantes, el Tribunal señala que las
conclusiones presentadas por cada uno de los interesados se refieren
principalmente a las quejas y pretensiones de indemnización justa relativas
a la violación alegada del artículo 3 del Convenio, que ha desestimado.
Asimismo, considera que el Gobierno tiene razón al alegar que algunas
cuestiones planteadas –concretamente en lo que respecta a la derogación en
virtud del artículo 15 del Convenio– ya habían sido evocadas ante los
tribunales internos, lo que habría debido reducir el tiempo necesario para la
preparación de la parte de la demanda en la que se tratan estas cuestiones.
En estas condiciones, considera que se debe conceder a los demandantes un
total de 60.000 EUR en concepto de gastos y costas, más las cargas fiscales
correspondientes.
C
Intereses de demora
257. El Tribunal considera apropiado fijar el tipo de los intereses de
demora en el tipo de interés de la facilidad marginal de los préstamos del
Banco central europeo incrementado en tres puntos.
POR ESTOS MOTIVOS, EL TRIBUNAOL, POR UNANIMIDAD
95
1º
Declara inadmisibles las quejas del segundo demandante relativas a los
artículos 3 y 13 del Convenio (RCL 1999, 1190 y 1572) y admisibles las
formuladas en el ámbito de estas disposiciones por los demandantes
primero, tercero, cuarto, quinto, sexto, séptimo, octavo, noveno, décimo y
undécimo;
2º
Declara que no ha habido violación del artículo 3 del Convenio (RCL 1999,
1190 y 1572), aisladamente o en relación con el artículo 13, en el caso de
los demandantes primero, tercero, cuarto, quinto, sexto, séptimo, octavo,
noveno, décimo y undécimo;
3º
Declara admisibles las quejas formuladas por los demandantes en relación al
artículo 5.1 del Convenio (RCL 1999, 1190 y 1572);
4º
Rechaza las excepciones preliminares de los demandantes basadas en la
prescripción del derecho del Gobierno a invocar un medio de defensa
fundado en el artículo 5.1 f) del Convenio (RCL 1999, 1190 y 1572) e
impugnar la decisión de la Cámara de los Lores que invalidaba la derogación
establecida en virtud del artículo 15;
5º
Declara que no ha habido violación del artículo 5.1 del Convenio (RCL 1999,
1190 y 1572) en lo que respecta al segundo y cuarto demandante;
6º
Declara que ha habido violación del artículo 5.1 del Convenio (RCL 1999,
1190 y 1572) en el caso de los demandantes primero, tercero, quinto, sexto,
séptimo, octavo, noveno, décimo y undécimo;
7º
Declara que no ha lugar a examinar las quejas relativas al artículo 5.1 (RCL
1999, 1190 y 1572) en relación con el artículo 14;
8º
Declara inadmisibles las quejas formuladas por el segundo y cuarto
demandante desde el punto de vista del artículo 5.4 del Convenio (RCL
1999, 1190 y 1572) y admisibles las articuladas en el terreno de esta
disposición por los demandantes primero, tercero, cuarto, quinto, sexto,
séptimo, octavo, noveno, décimo
y undécimo;
9º
Declara que no ha lugar a examinar la queja relativa a la incompetencia de
la Cámara de los Lores para ordenar una puesta en libertad formulada, en el
terreno del artículo 5.4 ( RCL 1999, 1190 y 1572) ; por los demandantes
96
primero, tercero, quinto, sexto, séptimo, octavo, noveno, décimo y
undécimo;
10
Declara que ha habido violación del artículo 5.4 del Convenio (RCL 1999,
1190 y 1572) en el caso de los demandantes primero, tercero, quinto y
décimo, pero que no ha habido violación en lo que respecta a los
demandantes sexto, séptimo, octavo, noveno y undécimo;
11
Declara que no ha lugar a examinar las quejas relativas al artículo 5.1 (RCL
1999, 1190 y 1572) en relación con el artículo 13;
12
Declara inadmisibles las quejas formuladas por el segundo y tercer
demandante desde el punto de vista del artículo 5.5 del Convenio (RCL
1999, 1190 y 1572) y admisibles las de los demandantes primero, tercero,
cuarto, quinto, sexto, séptimo, octavo, noveno, décimo y undécimo relativas
a esta disposición.
13
Declara que ha habido violación del artículo 5.5 del Convenio (RCL 1999,
1190 y 1572) en lo que respecta a los demandantes primero, tercero,
quinto, sexto, séptimo, octavo, noveno, décimo y undécimo;
14
Declara admisibles las quejas relativas al artículo 6 del Convenio (RCL 1999,
1190 y 1572);
15
Declara que no ha lugar a examinar las quejas que los demandantes
formulan en el terreno del artículo 6;
16
Declara que el Estado demandado deberá abonar, dentro del plazo de tres
meses, las sumas siguientes, más las cargas fiscales correspondientes, a
convertir en libras esterlinas al cambio aplicable en el momento del pago:
a) En concepto de perjuicio moral o material, 3.900 EUR (tres mil
novecientos euros) a los demandantes primero, tercero y sexto; 3.400 EUR
(tres mil cuatrocientos euros) al quinto demandante; 3.800 EUR (tres mil
ochocientos euros) al séptimo demandante; 2.800 EUR (dos mil ochocientos
euros) al octavo demandante; 3.400 EUR (tres mil cuatrocientos euros) al
noveno demandante; 2.500 EUR (dos mil quinientos euros) al décimo
demandante y 1.700 EUR (mil setecientos euros) al undécimo demandante;
b) En concepto de gastos y costas, 60.000 EUR (sesenta mil euros)
conjuntamente a los demandantes;
97
c) Que estas sumas se verán incrementadas por un interés simple anual,
equivalente al tipo de interés de la facilidad marginal de los préstamos del
Banco central europeo incrementado en tres puntos, a partir de la expiración
del antedicho plazo y hasta el pago;
17
Rechaza el resto de la solicitud de indemnización.
Hecha en francés e inglés y leída en audiencia pública en el Palacio de los
Derechos Humanos de Estrasburgo, el 19 de febrero de 2009. Firmado:
Jean-Paul Costa, Presidente-Michael O'Boyle, Secretario adjunto.