Post on 27-Sep-2018
República de Colombia
Corte Suprema de Justicia Sala de Casación Civil
CORTE SUPREMA DE JUSTICIA
SALA DE CASACIÓN CIVIL
Magistrado Ponente:
JAIME ALBERTO ARRUBLA PAUCAR
Bogotá, D. C., catorce (14) de marzo de dos mil ocho (2008).
Referencia: Expediente C-1100131030272001-00601-01
Se decide el recurso de casación que interpuso
JUAN CARLOS CHAPARRO CÁRDENAS, respecto de la
sentencia de 8 de mayo de 2006, proferida por el Tribunal
Superior del Distrito Judicial de Bogotá, Sala Civil, en el proceso
ordinario de JOSÉ BENJAMÍN RUÍZ VARÓN y JOSÉ BELTIER
MARULANDA contra el recurrente, JAVIER ALFONSO
VALENCIA HOYOS y LUZ MARINA CAÑÓN DE VALENCIA.
ANTECEDENTES
1.- Los demandantes solicitaron que se
declarara la rescisión o revocatoria del contrato consignado en la
escritura pública No. 0080 del 12 de enero de 2001, corrida en la
Notaría Segunda de Bogotá, por medio del cual los esposos
JAVIER ALFONSO VALENCIA HOYOS y LUZ MARINA CAÑON
DE VALENCIA vendieron a JUAN CARLOS CHAPARRO
CÁRDENAS, un inmueble de su propiedad, a fin de que el citado
bien vuelva al patrimonio de los cónyuges citados para que
República de Colombia
Corte Suprema de Justicia Sala de Casación Civil
J.A.A.P. C-1100131030272001-00601-01 2
responda por sus obligaciones, todo con las consecuencias que
sean del caso.
2.- Las pretensiones se fundamentaron en los
hechos que se compendian:
2.1.- El demandado JAVIER ALFONSO
VALENCIA HOYOS contrajo obligaciones con la sociedad
NAVISPORT LIMITADA, entre otras personas, a quien giró y
endosó varios cheques que no fueron pagados por el librado,
razón por la cual dicha sociedad promovió su cobro compulsivo en
el Juzgado Trece Civil del Circuito de Bogotá, solicitando el
embargo del inmueble objeto del negocio jurídico impugnado.
Como la medida cautelar no pudo consumarse,
toda vez que por escritura No. 1424 de 20 marzo de 1998,
suscrita en la misma Notaría, registrada días antes de la
radicación del embargo y once años después de haber adquirido
el inmueble, los mentados cónyuges lo afectaron a vivienda
familiar, dicha sociedad también les entabló proceso ordinario
ante el Jugado Veinticuatro Civil del Circuito de esta ciudad,
tendiente a obtener la cancelación de la citada limitación del
dominio, para poder registrar el embargo.
2.2.- En el Juzgado Tercero Civil del Circuito de
Bogotá, JOSÉ BENJAMÍN RUÍZ VARÓN y JOSÉ BELTIER
MARULANDA, promovieron un proceso ejecutivo contra los
esposos VALENCIA-CAÑON, con el objeto de obtener el pago de
la obligación incorporada en un pagaré por $100.000.000.oo, título
que ellos habían otorgado el 27 de noviembre de 1998. Entre
República de Colombia
Corte Suprema de Justicia Sala de Casación Civil
J.A.A.P. C-1100131030272001-00601-01 3
junio y septiembre de 2000 se procuró notificarlos personalmente
y estando al tanto de ello “procedieron de mala fe a suscribir la
escritura simulada en comento”.
2.3.- JOSE BELTIER MARULANDA denunció
penalmente a los cónyuges VALENCIA-CAÑÓN por los delitos de
fraude procesal y falsas imputaciones, de cuyo diligenciamiento
estaban plenamente enterados, actuaciones judiciales que los
indujeron a suscribir la citada escritura No. 0080 del 12 de enero
de 2001, mediante la cual levantaron la afectación a vivienda
familiar del inmueble de que se trata y lo trasfirieron a JUAN
CARLOS CHAPARRO CÁRDENAS por la pírrica suma de
$86.000.000.oo, cuando vale más de $150.000.000.00, cantidad
que el comprador no estaba en condiciones de pagar al contado.
2.4.- Los vendedores obraron de mala fe, con la
complicidad del comprador. Prueba de ello es el compromiso que
adquirieron de indemnizarle al adquirente los perjuicios que
pudieran resultar de una sentencia adversa en el mentado
proceso ordinario, hasta por $100.000.000.00, pues responder
hasta esos límites por un inmueble vendido en cifra inferior, sin
contar con bienes para el efecto, amén de no saldar las deudas
con el precio de la venta, denota su interés por eludir el
cumplimiento de sus obligaciones. Más aún, asumir esa carga por
el resultado de un proceso en el que no se persigue prestación
económica alguna, conllevaba que adeudaban la suma cobrada
en el Juzgado Tercero Civil del Circuito.
2.4.- El comprador es persona de escasos
recursos. Deriva su sustento de un puesto de venta de flores en el
República de Colombia
Corte Suprema de Justicia Sala de Casación Civil
J.A.A.P. C-1100131030272001-00601-01 4
parqueadero de la plaza de Paloquemao, y por ello debe
comprobar la disponibilidad de recursos para adquirirlo, su origen,
el respectivo egreso patrimonial, la forma de pago. Nunca ha
ocupado la casa, por cuanto habita con sus progenitores.
3.- Los demandados vendedores se opusieron
a las pretensiones y formularon las excepciones que nominaron
“ausencia de insolvencia”, apoyada en que al momento del
contrato de compraventa eran propietarios de diversos inmuebles,
muebles y automotores adquiridos con el producto de sus
actividades; y “ausencia del eventus damni y consilium fraudis”, al
haber realizado el negocio de buena fe, mediante un acto de
disposición que no estaba vedado. Defensa esta última que
igualmente formuló el comprador, escudado en que obró
correctamente al negociar, a más de la que nominó “ejercicio de la
posesión desde el momento de la compra”, pues ha pagado
impuestos, servicios públicos y lo ha dado en arrendamiento.
4.- El Juzgado Veintisiete Civil del Circuito de
Bogotá, mediante sentencia estimatoria de 29 de julio de 2005,
clausuró la primera instancia, decisión que por vía de apelación el
Tribunal confirmó en el fallo recurrido en casación por el
demandado JUAN CARLOS CHAPARRO CÁRDENAS.
LA SENTENCIA DEL TRIBUNAL
1.- Previa definición del objeto de cognición,
circunscrito a los motivos de inconformidad de los recurrentes, y
sentadas algunas reflexiones sobre la responsabilidad patrimonial
del deudor, la función y elementos de la acción propuesta,
República de Colombia
Corte Suprema de Justicia Sala de Casación Civil
J.A.A.P. C-1100131030272001-00601-01 5
examina el sentenciador la queja que aboga por un
pronunciamiento inhibitorio, debido a que en el petitum se depreca
la “rescisión de un contrato por fraude pauliano”, en tanto que en
la causa de pedir se alude a una “enajenación simulada”,
alegación que desecha por su inoportunidad y porque esa falencia
no implica, de suyo, la inidoneidad del libelo por la falta de
correspondencia del sustrato fáctico con la acción propuesta.
Explica que si bien con evidente falta de técnica
se enunciaron circunstancias reveladoras de una enajenación
aparente, lo pretendido con ellas es “destacar la existencia de
varios indicios que daban lugar, en su sentir, a afirmar la
existencia del fraude pauliano demandado”.
2.- Seguidamente se ocupa de la alegada
solvencia de los vendedores, subrayando su orfandad probatoria,
carencia en la que ve un indicio de que la venta estuvo dirigida a
torpedear el embargo del predio. Si eran propietarios de otro bien
raíz, de varios automotores y de un establecimiento comercial,
debieron allegar “los certificados correspondientes a dichos
bienes”, máxime cuando la prueba de la propiedad inmobiliaria es
solemne, sin que pueda suplirse con la testifical, menos si
proviene del padre del comprador, cuya versión sería sospechosa.
Sobre el argumento de haber firmado, “bajo
amenazas de muerte” el título valor que incorpora el crédito de los
demandantes, el sentenciador defiere al juez de la ejecución la
competencia para elucidarlo, y añade que en el proceso penal
dentro del cual se investigó esa situación se dictó resolución de
preclusión de la investigación en favor de aquéllos, anotándose
República de Colombia
Corte Suprema de Justicia Sala de Casación Civil
J.A.A.P. C-1100131030272001-00601-01 6
simplemente que se había limitado a solicitar, “aunque no con
buenos modales”, el pago de la deuda.
3.- Centrado en el fraude pauliano, el Tribunal
advierte que aunque al momento de la promesa de venta no había
anotación en la oficina de registro que obstruyera la enajenación,
varias circunstancias revelan el conocimiento del comprador sobre
la mala situación económica de los vendedores, como así lo
indican los testigos por ellos solicitados.
JUAN DE JESÚS CHAPARRO FONSECA,
padre del adquirente, manifestó que los esposos VALENCIA-
CAÑÓN, incumplieron el pago de un préstamo que les hizo y que
para saldar la deuda le ofrecieron en venta el bien objeto del
proceso; además, que sabía de una deuda hipotecaria con el
Fondo Nacional del Ahorro. Sentido en el que asimismo se
pronunció el hermano del comprador, señor JORGE ENRIQUE
CHAPARRO CÁRDENAS.
La misma inferencia conduce la cláusula cuarta
del contrato de compraventa impugnado, en donde se acordó que
en cuanto a limitaciones del dominio el inmueble soportaba una
inscripción de demanda ordenada por el Juzgado 24 Civil del
Circuito de Bogotá, en el mentado proceso ordinario, respecto de
lo cual los vendedores se comprometían a responder por los
perjuicios que se causaran en el evento de un fallo adverso a los
mismos, hasta la suma de $100.000.000.oo.
Subraya que contrariamente a lo sostenido por
los opositores, el proceso ejecutivo iniciado por los demandantes
República de Colombia
Corte Suprema de Justicia Sala de Casación Civil
J.A.A.P. C-1100131030272001-00601-01 7
es anterior al contrato de compraventa, pues mientras aquél se
radicó el 31 de enero de 2000, el contrato prometido se
perfeccionó el 12 de enero de 2001.
Agrega que siendo oneroso el acto de
disposición, la carga probatoria sobre el fraude pauliano era
mayor, porque obligaba al acreedor a demostrar el consilium
fraudis del deudor y del tercero, es decir, el conocimiento que éste
tenía sobre que el deudor “se insolventaría o que dicho estado se
agravaría con menoscabo de los acreedores”. Hecho que por
pertenecer a su fuero interno, no era de fácil acreditación, por lo
que, de ordinario, la prueba indirecta resultaba la más eficaz, de la
cual echa mano en el caso, apuntando que existía una pluralidad
de indicios que respaldan el juicio del a-quo.
En primer lugar, el sentenciador resalta las
dudas que generaba el hecho de que en la promesa de
compraventa se hubiere acordado el pago de parte del precio por
instalamentos diarios: $16.000.000.00 el 15 de marzo de 1999,
$16.000.000.00 el 16, $16.000.000.000 el 17, $16.000.000.00 el
18 y $14.500.000.00 el 19 de los mismos mes y año.
Extraño le parece igualmente que como si fuese
otra parte del precio, se haya convenido que el comprador pagaría
$5.000.000.00 por concepto de impuestos prediales pendientes,
cuando es el vendedor quien corre con la carga de tales tributos.
El pago del precio por la familia CHAPARRO, así
figure como comprador únicamente JUAN CARLOS CHAPARRO
CÁRDENAS, también es un indicio contra los demandados,
República de Colombia
Corte Suprema de Justicia Sala de Casación Civil
J.A.A.P. C-1100131030272001-00601-01 8
porque nada de eso informaba la promesa de venta ni la escritura
de venta. Si bien, en palabras del adquirente, ese proceder es
común en su grupo familiar, no comprobó ese aserto, sin que
pueda establecerse con el dicho de sus parientes, no sólo por el
lazo familiar, sino porque al afirmarse que pagaron el precio de la
venta, interesados estaban en la subsistencia del negocio, a más
que su exposición no concordaba con otras pruebas.
Así mismo, pone de presente que aunque JUAN
CARLOS CHAPRARRO CÁRDENAS dijo haber pagado los
servicios públicos del inmueble durante 1999, ese hecho lo
pretendió establecer con recibos de 2001.
Indicios a los que suma la existencia de los
procesos ejecutivo y ordinario tramitados contra los enajenantes
del inmueble en distintos juzgados de esta ciudad.
Frente a lo anterior, el Tribunal descubre que
con el contrato ajustado lo que se intentó fue “evadir el pago de
las deudas radicadas en cabeza de los esposos Valencia, pues
de allí se desprende, indiciariamente, una de las pruebas del
fraude pauliano investigado, esto es, estar el vendedor o verse
amenazado por el cobro de obligaciones vencidas”
Advierte que para enervar “las anteriores
probanzas” el comprador demandado allegó copias informales de
consignaciones y cheques girados a JAVIER ALFONSO
VALENCIA HOYOS y al FONDO NACIONAL DEL AHORRO,
documentos que de todos modos no tienen ningún mérito
demostrativo por estar desprovistos de autenticidad.
República de Colombia
Corte Suprema de Justicia Sala de Casación Civil
J.A.A.P. C-1100131030272001-00601-01 9
4.- Concluye el Tribunal que del acervo
probatorio se desprende que la compraventa impugnada “sí tuvo
por objeto el distraer el inmueble de propiedad de los
demandados Valencia Hoyos y Cañón de Valencia de la
persecución judicial iniciada en su contra”, realidad frente a la cual
resuelve confirmar el pronunciamiento apelado.
LA DEMANDA DE CASACIÓN
1.- El único cargo formulado denuncia la
violación de los artículos 768, 769, 1602, 1603, 2488 y 2491 del
Código Civil, y 83 de la Constitución Política, como consecuencia
de la comisión de errores de hecho y de derecho probatorios.
2.- Precisado, con cita de doctrina y
jurisprudencia, que el fraude pauliano no consiste en la intención
de dañar, sino en el conocimiento que el deudor tenga del mal
estado de sus negocios, provocado o acrecentado por el acto
jurídico atacado, el censor primero explica la distinción del
régimen probatorio, según ese acto sea gratuito u oneroso, y
luego critica al Tribunal por haber justificado únicamente aquél
evento y callarlo respecto del último.
3.- Recordando que la prueba más socorrida
para la demostración del conocimiento del tercero sobre la mala
situación económica del vendedor, es la indiciaria, el recurrente a
continuación consigna algunas reflexiones sobre dicho medio de
prueba y tras enunciar los hechos indicativos que sirvieron al
sentenciador para tenerlo por acreditado, procede a combatirlos,
en los términos que a renglón seguido se compendian.
República de Colombia
Corte Suprema de Justicia Sala de Casación Civil
J.A.A.P. C-1100131030272001-00601-01 10
3.1.- La forma de pago del precio estipulada en
la promesa de compraventa de manera alguna conduce a inferir
que JUAN CARLOS CHAPARRO CÁRDENAS sabía del apremio
económico de sus vendedores al suscribir la promesa de
compraventa, porque entre dicha estipulación y el conocimiento
“no existe ninguna conexidad lógica”.
Ese aspecto tendría una connotación distinta si
lo que estuviere en entredicho fuere la realidad del acto y se
hubiere alegado la falta de pago del precio, pero como ello no es
un presupuesto de la acción pauliana, ninguna razón había para
tal discernimiento.
En su afán por relievar la firmeza del indicio, el
sentenciador incurrió en otro error, al distorsionar el convenio de
las partes, cuando agregó, “de su cosecha, una cuota (la del 16
de marzo) al precio acordado por las partes”, estipulación que de
haber sido bien vista, no le habría llevado a colegir el
conocimiento del promitente comprador sobre la insolvencia de
los promitentes vendedores.
La discrecionalidad en la apreciación de los
indicios no puede confundirse con la arbitrariedad, pues mientras
aquélla se finca en la racionalidad y por ende admite una
explicación lógica, ésta, por ser irracional, no puede ser
interpretada a la luz de tal criterio, o del sentido común, como se
hizo, pues el Tribunal se limitó a argüir “serias dudas” y
“extrañeza”, salvo que hubiese confundido el fraude pauliano con
República de Colombia
Corte Suprema de Justicia Sala de Casación Civil
J.A.A.P. C-1100131030272001-00601-01 11
simulación, situación que se descarta puesto que al interpretar la
demanda tuvo por ejercido el primero.
3.2.- La explicación sobre que el convenido
pago de impuestos estaba a cargo del prometiente comprador, es
contradictoria, porque fueron precisamente los vendedores
quienes asumieron dicha obligación, “ya que lo que consta es que
del precio acordado se descuentan los $5.000.000 con el
propósito previsto”. Si lo pactado hubiera sido que el adquirente
cancelara los tributos, sin incidencia alguna en el precio, eso sí
denotaría la mala situación económica de los otros contratantes.
3.3.- De las alegaciones del comprador sobre
que él y su familia pagaron el precio del inmueble, no se puede
inferir el conocimiento que se investiga, porque no son más que
eso, pero que si estuvieren probadas, el hecho se deduciría de las
pruebas y no de las afirmaciones, por lo que resultaba arbitrario
encontrar un hecho indicador en algo que no perjudica a la parte.
Aunque se estimara que una aserción en favor
puede ser tenida como hecho indicativo de otro desconocido, de
todos modos es erróneo deducir de las señaladas alegaciones,
que su autor, en este caso el comprador, estaba al tanto de la
mala situación económica de los enajenantes, por cuanto una
inferencia de ese talante “no se funda ni en la lógica ni en las
reglas o máximas de la experiencia”.
3.4.- Los indicios derivados de la aseveración
del pago de los servicios públicos por parte del comprador durante
1999, pero acreditados con recibos de 2001, ninguna relación,
República de Colombia
Corte Suprema de Justicia Sala de Casación Civil
J.A.A.P. C-1100131030272001-00601-01 12
lejana o próxima, tiene ese hecho con que se tuviera
conocimiento de la insolvencia de los vendedores.
3.5.- Si bien de la existencia de los procesos
incoados contra los esposos VALENCIA-CAÑÓN, puede
deducirse un indicio de la conciencia del deudor sobre su difícil
situación económica, pues nadie más que él sabe del estado de
sus obligaciones, eso mismo no puede predicarse del tercero con
el que se contrató, salvo que conociese ese hecho, pues de ser
así “es perfectamente lógico suponer que ese tercero era sabedor
de las insuperables dificultades económicas del sujeto con quien
hubiese contratado”. De lo primero, “es inferible el indicio con
respecto al deudor, no con respecto al tercero”, porque a éste lo
vincula es lo segundo.
El conocimiento de esas actuaciones judiciales
por parte del comprador no se desprende del contenido de la
cláusula cuarta de la escritura de compraventa, puesto que en ella
se alude al proceso tendiente a obtener la cancelación de la
afectación a vivienda familiar que pesaba sobre la casa
comprada, toda vez que mediante ese trámite no se perseguía la
satisfacción de un crédito insoluto, “y argüir que tras ese proceso
sí obraba una obligación no satisfecha por los vendedores es
anotar algo que, si bien puede ser válido para éstos, no lo es, en
cambio, para el comprador pues se diluye o desvanece la firmeza
que debe tener el hecho indicador: lo que se está afirmando es
que el conocimiento de un proceso (ordinario sobre cancelación
de una afectación a vivienda familiar) lleva a suponer la existencia
de otro proceso ejecutivo, o, por lo menos, de un crédito a cargo
República de Colombia
Corte Suprema de Justicia Sala de Casación Civil
J.A.A.P. C-1100131030272001-00601-01 13
de los vendedores, del cual, ahora sí, se desprendería el
conocimiento del mal estado de los negocios de los vendedores”.
4.- El censor, igualmente, critica la apreciación
del Tribunal acerca de los testimonios del padre y hermano del
comprador demandado, así como de la cláusula cuarta del
contrato de compraventa.
4.1.- En cuanto a los primeros, porque además
de la incoherencia en que incurre al desecharlos por sospechosos
en lo que aprovecha al adquirente, respecto del pago del precio,
los acepta para deducir indicios en su contra, lo que ellos relatan
no es más que un negocio común y corriente, pero de esto no
puede predicarse la mala fe de quienes los conciertan.
El pago de parte del precio “compensando,
asumiendo o cancelando deudas del vendedor con terceros o con
el co-contratante”, no da pie, sin más, para pensar que el
comprador estaba enterado de la insolvencia del vendedor. Así
mismo, del hecho que el “acreedor realice un negocio con el
deudor que le ha incumplido no se puede traducir, sin incurrir en
una distorsión por suposición de la prueba, en que era sabedor
de la insolvencia del último”.
El sentenciador, de otro lado, dejó de ver que si
bien el hermano del comprador alude al incumplimiento de los
cónyuges VALENCIA-CAÑÓN, también refiere que solicitó el folio
de matrícula inmobiliaria de la casa, constatando que sólo tenía
una hipoteca a favor del Fondo Nacional de Ahorro. Si ese dato
hubiera sido observado, se habría comprendido que los
República de Colombia
Corte Suprema de Justicia Sala de Casación Civil
J.A.A.P. C-1100131030272001-00601-01 14
CHAPARRO eran ajenos a la situación económica de los
vendedores, porque si no para qué pedir copia del folio de
matrícula inmobiliaria. Si el sentenciador hubiere apreciado
rectamente los citados testimonios, tendría que haber concluido
que en ellos “no se percibía el hecho indicador de que Juan
Carlos Chaparro conociese el déficit patrimonial que aquejaba a
sus vendedores”.
4.2.- Sobre la cláusula contractual, el Tribunal
dijo “algo diametralmente opuesto a lo que de lo expresado y
acordado por los contratantes se puede deducir con acatamiento
de las reglas o máximas de la experiencia”. Resulta “absurdo
pensar que, con conocimiento de causa, alguien pacte con quien
se encuentre en estado de insolvencia, que, en un caso dado,
este último le responda por un valor de cien millones de pesos”.
5.- Por último, el recurrente denuncia la
comisión de un error de derecho en la apreciación de las copias
informales de unos documentos, porque al negarles valor
probatorio por la ausencia de autenticidad, el sentenciador olvidó
que tenía a la mano el instrumento legal para superar el entuerto,
pero se abstuvo de hacerlo, en ejercicio de los poderes que le
otorga el artículo 180 del Código de Procedimiento Civil.
6.- Explicada la repercusión de los errores
denunciados en la determinación adoptada, el censor solicita la
casación del fallo para que, colocada en sede de instancia, la
Corte revoque la sentencia de primera instancia y desestime, en
su lugar, las súplicas de la demanda.
República de Colombia
Corte Suprema de Justicia Sala de Casación Civil
J.A.A.P. C-1100131030272001-00601-01 15
CONSIDERACIONES
1.- Aparte de la función preventiva que la acción
pauliana pueda desempeñar, por lo disuasiva que debe resultar,
frente a posibles enajenaciones fraudulentas, la posibilidad de que
excepcionalmente sean privadas de efectos por ese medio, es
claro que su misión es “eminentemente ética o moralizadora,
como quiera que va destinada a sancionar el fraude o mala fe con
que actúan los deudores en sus negocios jurídicos respecto de
sus acreedores” (G.J. t. CLXXVI, pág. 93).
De ahí que si dicha acción es de naturaleza
excepcional, pues de antemano, para la debida seguridad jurídica,
se imponen principios básicos, como el de preservación de los
negocios y la presunción buena de fe que ampara a los
contratantes, ésta inclusive de raigambre constitucional, es
apenas obvio que el acreedor que hace uso de la misma,
tendiente a reconstituir el patrimonio del deudor, con los activos
de los que maliciosamente ha dispuesto para frustrar su
persecución, es quien corre con la carga de rendir
fehacientemente la prueba de ese carácter fraudulento, toda vez
que, salvo que la ley así lo señale, ni el dolo ni la mala fe se
presumen legalmente.
En ese cometido, imprescindible deviene tener
claro que el fraude pauliano no se identifica con el dolo instituido
como vicio del consentimiento de los actos o contratos, ni con el
dolo de la responsabilidad civil, contractual o extracontractual. Por
esto, el legislador patrio, siguiendo la tradición romanista, en es
específico caso tiene configurado el fraude cuando el deudor
Con formato
República de Colombia
Corte Suprema de Justicia Sala de Casación Civil
J.A.A.P. C-1100131030272001-00601-01 16
“conociendo” el mal estado de sus negocios, ejecuta actos o
contratos en “perjuicio” de sus acreedores (artículo 2491 del
Código Civil). Por lo tanto, no es la simple demostración del ánimo
preconcebido del otorgante lo que agota la carga probatoria dicha,
sino el discernimiento que tiene sobre el daño que va a irrogar con
el negocio, porque debido a los quebrantos patrimoniales que lo
aquejan, va a tornar nugatorio el derecho de tales acreedores.
La prueba dirigida a ese propósito, entonces,
por lo excepcional de la acción, según quedó dicho, debe ser
contundente, porque al decir de la Corte, se trata de “una
situación de espíritu: es el conocimiento por parte del deudor del
perjuicio que va a causar a sus acreedores. El deudor sabe que al
realizar tal acto, se va a convertir en insolvente o va a aumentar
su insolvencia y, por consiguiente, a perjudicar a sus acreedores.
Esto basta” (G.J. LXIX, pág. 535).
Aunque esa comprobación es suficiente cuando
el acto por el cual el deudor desaparece sus activos es gratuito,
exiguo resulta cuando es a título oneroso, porque en ese evento
el acreedor también tiene que comprobar el “consilium fraudis”, es
decir, la complicidad del tercero que contrató con el deudor, pues
sólo en la medida en que aquél igualmente conozca el mal estado
de los negocios de éste, queda expuesto a la acción del acreedor,
como así lo consagra el precepto citado, diferencia de tratamiento
que, desde luego no es casual, pues obedece a la disímil
situación en que se encuentra el adquirente de buena o mala fe.
Sobre el particular la Corte tiene explicado que
el “acreedor, cuando demanda la revocación de un acto
República de Colombia
Corte Suprema de Justicia Sala de Casación Civil
J.A.A.P. C-1100131030272001-00601-01 17
fraudulento a título gratuito, está tratando de evitar un daño, sin
que la revocación implique para el tercero adquirente un perjuicio,
sino la privación de un lucro; por tanto, nada interesa la buena o
mala fe con que actuó este último. Por el contrario, cuando el
acreedor solicita la revocación de un acto fraudulento a título
oneroso, no sólo trata de evitar su propio daño, sino que a la vez
le va a causar un perjuicio al tercero adquirente, como quiera que
éste se verá obligado a restituir el bien recibido del deudor. En
tales circunstancias, se debe proteger al tercero que está de
buena fe” (G. J. CLXXVI-95).
2.- En el caso, para el tribunal quedó clara la
confabulación del comprador en el fraude cometido por los
vendedores, al celebrar el contrato impugnado, conducta que, por
ende, lo hacía blanco de la acción de la que dispone el acreedor
para retraer al patrimonio del deudor los bienes de los que
dispuso en perjuicio de su derecho crediticio.
El sentenciador llegó a ese convencimiento
porque los indicios que citó, la prueba testifical y documental que
relacionó, le hicieron ver que el comprador, al momento de la
negociación, sabía la mala situación económica de sus
enajenantes, pese a lo cual consintió en el negocio jurídico,
conclusión que se refuta en el cargo, porque como se advierte,
son manifiestas las equivocaciones en las que incurrió al sopesar
los medios probativos en los que está erigida.
3.- Diversas huellas dieron a entender al
Tribunal que el comprador era sabedor del mal estado de los
negocios de los vendedores: a) La forma de pago del precio
República de Colombia
Corte Suprema de Justicia Sala de Casación Civil
J.A.A.P. C-1100131030272001-00601-01 18
pactada en la promesa de compraventa que antecedió a la venta;
b) El compromiso del promitente comprador de asumir el pago de
impuestos prediales debidos; c) Alegar, sin demostrar, la
participación de su grupo familiar en la cancelación del precio, así
como haber pagado los servicios del inmueble durante 1999; y d)
La existencia de procesos contra los vendedores.
4.- Sin embargo, no hace falta hilar profundo
para descubrir que la razón está del lado del censor, porque como
pasa a verificarse, si la prueba del fraude en los contratos
onerosos debe ser contundente, las conclusiones del Tribunal no
conducen a ese resultado.
4.1.- En primer lugar, porque estipular en la
promesa de venta el pago de una parte del precio en cuotas
diarias, o afirmar que JUAN CARLOS canceló ese precio con
recursos propios y de su familia, cuando de esto último nada
habla ese acto preparatorio ni el contrato de compraventa, amén
de asegurar que éste ocupó el predio desde 1999, sin que a la
sazón se hubiere comprobado tales asertos, no es indicativo de
que el citado comprador sabía de las dificultades patrimoniales
que encaraban sus enajenantes.
El conocimiento de esa situación no es cosa
que lógicamente se desprenda de tales hechos, puesto que entre
esto y aquello no hay ningún nexo. Si el indicio es “toda huella,
vestigio o circunstancia conocida o debidamente comprobada,
susceptible de conducir la mente, por vía de inferencia, al
conocimiento de un hecho desconocido” (sentencia de 12 de
marzo de 1974), su fundamento probatorio reside precisamente
República de Colombia
Corte Suprema de Justicia Sala de Casación Civil
J.A.A.P. C-1100131030272001-00601-01 19
en el poder que tenga para guiar al juez a la inferencia del hecho
por el cual indaga, a través de un razonamiento apoyado en las
máximas de la experiencia, o de la técnica, según sea el caso.
Lo que se evidencia es que el sentenciador
perdió el norte de su investigación, porque en lugar de averiguar
por la mala fe del comprador, se preocupa es por la realidad del
negocio, como así también se deja entrever en la réplica al cargo.
Los hechos apuntados, aunque eventualmente podrían dar pábulo
para desconfiar de la sinceridad del precio, de su pago, o de la
detentación del inmueble por el comprador, y llevarlo a inferir la
irrealidad del contrato, nada indican sobre el conocimiento del
adquirente sobre los apremios económicos de los vendedores.
4.2.- Lo mismo debe decirse de los diversos
procedimientos judiciales encauzados contra estos últimos,
porque si bien ese hecho eficazmente puede contribuir a enseñar
que los enajenantes eran plenamente concientes del mal estado
de sus negocios y para evaporar la prenda de los acreedores
convinieron el negocio censurado, en relación con el comprador
sólo puede tener esa significación, en principio, si también sabía
de la existencia de tales procesos.
En el punto, en realidad, el Tribunal es parco,
dado que apunta únicamente a decir que el proceso ejecutivo de
los ahora demandantes, contrariamente a lo sostenido por los
opositores, es anterior a la venta, hecho que de ningún modo
implica que el comprador tuviere noticia de su diligenciamiento.
República de Colombia
Corte Suprema de Justicia Sala de Casación Civil
J.A.A.P. C-1100131030272001-00601-01 20
4.3.- Podría interpretarse que el sentenciador
tuvo sobreentendido ese conocimiento, en virtud de lo acordado
en la cláusula cuarta del contrato de venta, tenida asimismo como
prueba de la cooperación del adquirente en la maniobra, en donde
se expresó que en cuanto a limitaciones del dominio el inmueble
soportaba una inscripción de la demanda ordenada por el
Juzgado Veinticuatro Civil del Circuito de esta ciudad.
Empero, ese pacto tan sólo deja ver que el
comprador sabía del proceso iniciado con el objeto de cancelar la
limitación del dominio de que se habla, actuación que por su
propia naturaleza, resulta insuficiente para fundar la anotada
inferencia, pues estar al corriente de que los vendedores
encaraban ese trámite, no conllevaba, per se, que se supiere del
estado crítico de sus negocios. La lógica y la experiencia
enseñan, por regla, que el conocimiento de la insolvencia de las
personas con las que se negocia es un hecho que en lugar de
inducir, disuade de contratar, luego también es errado el
razonamiento del Tribunal al hallar entre una y otra cosa el enlace
lógico para tenerlo como vestigio de la mala fe del adquirente.
4.4.- La confabulación del comprador con los
vendedores para defraudar al acreedor, el sentenciador también
la dedujo del hecho de haberse convenido, “como si fuese otra
parte del precio”, que los “prometientes compradores pagarían la
suma de $5.000.000 para la cancelación de los impuestos
prediales pendientes de pago”, pues, según su explicación, es el
vendedor quien asume esa carga.
República de Colombia
Corte Suprema de Justicia Sala de Casación Civil
J.A.A.P. C-1100131030272001-00601-01 21
Si eso es lo que la estipulación comprueba, es
decir, que el vendedor corría con ese gasto, porque al fin y al
cabo lo acordado fue que se cubriría con el precio de la venta,
que a él pertenece, pues esa es la contraprestación que recibe
por la cosa vendida, la inferencia se apuntala en una circunstancia
tergiversada a raíz de la errada percepción del acuerdo en cita.
En todo caso, vista desde su real perspectiva, la
cláusula nada tiene de inusual, ni da pie para pensar, como
consecuencia lógica, que el comprador conocía los tropiezos
económicos de sus vendedores, al punto que les impedía pagar
directamente los tributos debidos, porque bien pudo concertarse
así para comodidad de los enajenantes, o para evitar la
circulación innecesaria del dinero, circunstancias bajo las cuales
ese hecho ningún peso tendría, dado que la fuerza del indicio
“depende de su univocidad, o sea, de su directa orientación hacia
el señalamiento del hecho indicado, por supuesto con exclusión
de otras posibilidades, por cuanto la equivocidad, la multivocidad,
merman y reducen en grado sumo el valor probatorio, tornando en
indicio leve el grave, o impidiendo definitivamente la operación
lógica que en fin de cuentas estructura el medio en comentario”
(Sentencia 003 del 7 de febrero de 2002).
4.5.- Sobre la verdadera situación económica de
los vendedores, al menos de VALENCIA HOYOS, en realidad son
bastante ilustrativos los testimonios de JUAN DE JESÚS
CHAPARRO FONSECA y JORGE ENRIQUE CHAPARRO
CÁRDENAS, progenitor y hermano del comprador.
República de Colombia
Corte Suprema de Justicia Sala de Casación Civil
J.A.A.P. C-1100131030272001-00601-01 22
El primero manifestó que desde hace cerca de
25 años lo conoce, porque como él, es comerciante de flores y
tuvieron negocios vinculados a esa actividad; que como le hizo un
préstamo y no le pagó, para saldarlo ofreció venderle la casa de
Modelia; que reunió a sus hijos para ver si podían comprarla y al
comprobar que estaban en capacidad de hacerlo, consultaron el
certificado de tradición del inmueble, constatando que sólo
registraba una hipoteca a favor del Fondo Nacional de Ahorro,
acordándose el pago de la obligación por ese medio garantizada,
con parte del precio de la venta, así como de la obligación que
tenía el citado con ERNESTO CHAPARRO FONSECA, por
$3.000.000; que para ese momento no figuraba la inscripción de
demanda ordenada por el Juzgado 24 Civil del Circuito de Bogotá,
medida de la cual supieron unos seis meses después, lo mismo
que de una ejecución de NAVISPORT LIMITADA contra el citado
vendedor por suma cercana a los $22.000.000; que para la fecha
de la negociación le conocía “otra propiedad en la calle 39 con 76
o 75, tenía una floristería despachaba flor, lo veía y le conocí
cerca de cuatro carros”, y nada sabían de los aquí demandantes,
ni de su crédito contra los esposos VALENCIA-CAÑÓN.
JORGE ENRIQUE CHAPARRO CÁRDENAS,
hermano del comprador, ratificó lo narrado por su padre, en
cuanto a la razón y forma de adquisición de la casa, la
inexistencia de medidas cautelares que la afectaran por esa
época, la hipoteca con la que estaba gravada a favor del Fondo
Nacional de Ahorro y su cancelación con parte del precio, el
conocimiento ulterior de la inscripción de demanda, y sobre la
situación económica de VALENCIA expresó que “como era colega
de trabajo, le conocí a él una casa en Modelia también, (…) le
República de Colombia
Corte Suprema de Justicia Sala de Casación Civil
J.A.A.P. C-1100131030272001-00601-01 23
conocí que tenía carros, en alguna oportunidad comentó que tenía
distribuidora en Manizales y en Bucaramanga”.
Las anteriores versiones ponen de presente que
en marzo de 1999, pues para esa época aparece suscrita la
promesa de compraventa que el tribunal tuvo por demostrada con
el documento del 14 de ese mismo mes y año, al punto que de
sus estipulaciones desgajó algunos de los indicios de la mala fe
del comprador, prueba que por no haber sido controvertida en
casación, resulta intangible para la Corte, el comprador y su
familia sabía que VALENCIA HOYOS tenía contraída una
obligación con el padre de aquél, cabeza de dicho grupo, que no
había sido cumplida.
Así mismo, que hecha la indagación pertinente
para conocer la situación jurídica del inmueble, tuvieron noticia de
la deuda hipotecaria con el Fondo Nacional de Ahorro, y supieron
además de la obligación que tenía VALENCIA HOYOS para con
ERNESTO CHAPARRO FONSECA, hermano de JUAN DE
JESÚS, por información del propio deudor, pasivos para cuya
satisfacción se acordó destinar parte del precio.
Igualmente, que por la época de la promesa de
compraventa se ignoraba la inscripción de la demanda ordenada
dentro del proceso iniciado en el Juzgado 24 Civil del Circuito de
Bogotá, lo mismo que la existencia del cobro forzado de la deuda
contraída por uno de los promitentes vendedores con la sociedad
que promovió ese juicio, pues de ello se vinieron a enterar a
través del abogado del acreedor, unos seis meses después.
República de Colombia
Corte Suprema de Justicia Sala de Casación Civil
J.A.A.P. C-1100131030272001-00601-01 24
Sin embargo, ninguna de esas circunstancias es
indicativa de que el comprador demandado y su familia estaban al
tanto de la “mala situación económica por la que atravesaban” los
esposos VALENCIA-CAÑÓN. El hecho de tener obligaciones y
proveer a su satisfacción en la forma dicha, no es revelador de la
apuntada condición, que de ser conocida para ellos, como señala
el censor, no habría ameritado el examen del certificado de
tradición del inmueble prometido en venta para indagar por su
situación jurídica y la de sus dueños.
Con mayor razón cuando, en comparación con
el precio estipulado en la promesa, $124.000.000.oo, para esa
fecha la familia CHAPARRO conocía de obligaciones de los
vendedores demandados por un monto inferior. Concretamente,
$13.335.000.oo, con el Fondo Nacional del Ahorro,
$3.000.000.oo, con ERNESTO CHAPARRO, y $14.000.000.oo,
con la señora NOHORA CÁRDENAS DE CHAPARRO, cuyo pago
se previó en la misma promesa, quedando un remanente
considerable a favor de los enajenantes, todo lo cual, en términos
generales, coincide con el dicho de los testigos, que por lo tanto,
en lugar de debilitarlos, dado el parentesco, los fortalece.
Si bien la existencia de tales procesos, esto es,
el ejecutivo de NAVISPORT LIMITADA y el dirigido a la
cancelación de la afectación a vivienda familiar, inclusive, en
gracia de discusión, el ejecutivo de los ahora demandantes, debe
tenerse como del conocimiento del adquirente al tiempo del
contrato de compraventa, 12 de enero de 2001, esto tampoco
refleja su complicidad en el fraude, porque al fin y al cabo
perfeccionar el contrato prometido ya no era discrecional del
República de Colombia
Corte Suprema de Justicia Sala de Casación Civil
J.A.A.P. C-1100131030272001-00601-01 25
adquirente, dado que la fuerza vinculante del negocio preparatorio
se lo imponía, al punto que podía ser compelido para ese
propósito judicialmente.
Lo dicho, inclusive, sin tener en cuenta, como lo
manifestaron los testigos citados, la situación económica de los
demandados vendedores, en particular la de JAVIER ALFONSO,
a quien señalan como vendedor de flores de tiempo atrás, esto
es, con una actividad productiva estable, con diversos bienes en
su patrimonio: la casa que ofreció venderles para saldar el crédito
pendiente, otro inmueble, varios automóviles, en otras palabras,
como persona que tenía con qué responder por sus deudas –en
eso reside la solvencia-, tal cual efectivamente lo estaba haciendo
con uno de los bienes de su propiedad.
Es más, el compromiso que adquirieron los
vendedores en la cláusula cuarta del contrato de venta, de
responder por el daño que pudiere surgir como consecuencia de
una sentencia favorable en el proceso ordinario citado, que para
el recurrente igualmente fue visto de manera equivocada, en sana
lógica deja ver el convencimiento del comprador sobre la normal
marcha de los negocios de sus enajenantes y la condigna
capacidad para afrontarlo, porque ningún sentido tendría tratar de
precaver el daño que de allí pudiere derivar con la estipulación de
una obligación indemnizatoria a cargo de los vendedores, a
sabiendas de que, frente a sus tropiezos económicos, imposible
habría de resultar el cumplimiento espontáneo o forzado.
5.- En suma, como de las pruebas vistas no
aflora el contubernio del comprador demandado para la
República de Colombia
Corte Suprema de Justicia Sala de Casación Civil
J.A.A.P. C-1100131030272001-00601-01 26
celebración del negocio jurídico, por haberlo concluido con todo y
saber del déficit patrimonial de los vendedores, cual lo infirió el
Tribunal, inútil resulta escrutar los yerros en que hubiera podido
incurrir al sopesar los elementos aducidos por los demandados en
defensa de sus intereses, pues es tan evidente el alejamiento de
lo que aquellos medios dicen, que por sí son suficientes para
quebrar la sentencia impugnada.
Desde luego que fuera de ser contundente la
equivocación en la crítica de los señaladas pruebas, la misma
trascendió a la parte resolutiva de la decisión, porque merced a
ella el sentenciador dio curso a la acción revocatoria del acreedor
sin que estuvieren dadas las condiciones legalmente exigidas
para el efecto, por faltar la prueba del consilium fraudis,
indispensable para su buen suceso por ser oneroso el acto
atacado, proceder con el cual quebrantó indirectamente los textos
legales que el cargo enlista, particularmente los que le dan al
acreedor, bajo las circunstancias dichas, el derecho de obtener la
revocatoria de los actos que fraudulentamente ha ejecutado el
deudor en perjuicio de su derecho de crédito.
6.- El cargo, en consecuencia, se abre paso.
SENTENCIA SUSTITUTIVA
1.- Los presupuestos procesales se encuentran
reunidos y no se observa causal de nulidad. Es procedente, en
consecuencia, dictar sentencia de mérito.
República de Colombia
Corte Suprema de Justicia Sala de Casación Civil
J.A.A.P. C-1100131030272001-00601-01 27
2.- Diversas circunstancias deben ser
demostradas para el buen suceso de la acción pauliana, ante todo
la existencia del crédito a favor de quien la ejercita y contra su
destinatario. La insolvencia o la agravación de este estado en el
demandado, a causa del acto jurídico por ese medio impugnado,
con el consiguiente daño a sus acreedores, y el designio
fraudulento del deudor al celebrarlo, requisitos a los que se suma,
cuando el acto impugnado es a título oneroso, el concierto del
adquirente en el fraude del deudor, es decir, el consilium fraudis.
Como quedó explicado, este último elemento no
fue objeto de comprobación en el juicio y frente a su orfandad
probatoria la acción revocatoria intentada por el acreedor no
estaba llamada a fructificar.
3.- Por tal razón, el fallo apelado debe ser
revocado para desestimar las pretensiones de los demandantes.
DECISIÓN
En mérito de lo expuesto, la Corte Suprema de
Justicia, en Sala de Casación Civil, administrando justicia en
nombre de la República y por autoridad de la Ley, CASA la
sentencia proferida el 9 de febrero de 2006 por la Sala Civil del
Tribunal Superior del Distrito Judicial de Bogotá D.C., en el
proceso ordinario de JOSÉ BENJAMÍN RUÍZ VARÓN y JOSÉ
BELTIER MARULANDA contra JAVIER ALFONSO VALENCIA
HOYOS, LUZ MARINA CAÑÓN DE VALENCIA y JUAN CARLOS
CHAPARRO CÁRDENAS, y actuando en sede de instancia,
REVOCA en todas sus partes, salvo en lo relacionado con la
República de Colombia
Corte Suprema de Justicia Sala de Casación Civil
J.A.A.P. C-1100131030272001-00601-01 28
cancelación de la medida cautelar de inscripción de la demanda
dispuesta en este asunto, la sentencia dictada el 29 de julio de
2005 por el Juzgado Veintisiete Civil del Circuito de Bogotá, para
en su lugar NEGAR las pretensiones y CONDENAR a los
demandantes a pagar las costas de ambas instancias. Tásense
en su oportunidad por el Tribunal y el juzgado.
Sin costas en casación por la prosperidad del
recurso.
Cópiese, notifíquese y devuélvase el
expediente al Tribunal de origen para lo pertinente.
ARTURO SOLARTE RODRÍGUEZ
JAIME ALBERTO ARRUBLA PAUCAR
WILLIAM NAMÉN VARGAS
CÉSAR JULIO VALENCIA COPETE
EDGARDO VILLAMIL PORTILLA