Post on 06-Dec-2015
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Después del llanto
Dicen los expertos en manejo de emociones que ante un hecho traumático el ser
humano atraviesa por 6 .etapas de duelo. En una de ellas encontramos a Karen, la
protagonista de largometraje Karen Llora en un bus, ambientado en la Bogotá actual.
La obviedad del título, que ya nos revela un poco del estado emocional de la
protagonista, lejos de ser una falla se convierte en el plus para indagar obre aquel
llanto y si al final ella superará todas las fases del duelo.
Esta joven acaba de abandonar a su marido y se enfrenta ahora a las vicisitudes de la
vida de soltera. Aquel llanto plantea la duda sobre si es acaso la manifestación de
alguna de la etapa de la superación del duelo. Definir si se trata de enojo, culpa o
depresión es la tarea que debe resolver el espectador.
Es eso lo que veremos a lo largo de este film colombiano del director Gabriel Rojas
Vera. Una mujer que aprende a vivir y sobrevivir luego de estar casada por muchos
años. Busca trabajo, se enamora, se divierte, tiene amigos pero nunca llora. Ya lloró y
esa parte, aunque el espectador no la vio, si se le anuncia en el título.
Se trata pues de una historia de empoderamiento y de acción. La mujer como
protagonista toma posición y desencadena acciones. Ese solo hecho hace que la cinta
tenga un lugar diferencial en la historia de la cinematografía colombiana, donde son
contados los casos donde la mujer ha tenido un rol principal en el desarrollo de la trama
y menos aún, que se evidencie desde el título.
En un recuento superficial se pueden contar dos casos: Confesión a Laura (1991) y María Cano (1990) en donde el rol de la mujer es crucial y empoderado. Algunos dirán que Aura o las violetas (1924) también puede entrar en este grupo, pero la forma como se aborda a la mujer es de la perspectiva tradicional del hombre.
En eso Karen es distinta. Sin embargo, la fuerza de la acertada actuación Ángela
Carrizosa, se ve debilitada por la poca o nula contundencia de los personajes
secundarios. Es una historia bien narrada, con alguno que otro chiclé. A pesar de esto,
pasa sin pena ni gloria porque los personajes no acaban de sentirse cercanos.
Eso sí, es por mucho, una de las propuestas más novedosas en términos de guión de
los últimos años en la cinematografía actual. Hacen falta más películas que hablen de
la mujer desde su misma perspectiva.
Conversaciones con Dios
¿Qué somos nosotros para ti?, ¿Por qué no me respondes?, ¿Por qué dejas que pase
todo esto?
Estas preguntas hechas y rehechas a lo largo de la humanidad son las que mueven en
gran parte el argumento de la última cinta del estadounidense Terrence Malick, El Árbol
de vida. El escenario, una familia estadounidense de la década los sesenta. La
situación, la muerte de uno de sus hijos.
Una trama sencilla a primera vista, pero en esta obra lo importante no es tanto la
historia sino el lenguaje cinematográfico. La estupenda banda sonora y un destacado
manejo de la fotografía hacen de esta película una experiencia encantadora para los
sentidos. No por nada obtuvo la Palma de Oro en la pasada edición de Cannes.
Si es apasionado de Discovery Channel y Nat Geo, lo plasmado por Malick lo dejará
sin aliento. Si ha visto la transformación actoral de Brad Pitt en lo últimos años en
cintas como Bastardos sin gloria o El curioso caso de Benjamin Buton, entenderá que
su rol acá es solo otro escalón para llegar a una nominación a los Oscar. No la tiene
fácil Pitt, cuando su pareja en la historia es interpretada con la verosimilitud que logra
transmitir Jessica Chastain. En cambio Sean Pean, el actor más aclamado dentro del
elenco, tiene el papel menos potente del relato, con lo cual su participación queda
relegada. ¿Una falla de casting o un desaprovechamiento voluntario?
El árbol… no es una película para contarle al amigo después, es para sentir y
contemplar y quizás esa sea su mayor debilidad a la hora de ser puesta a prueba ante
los espectadores y más a un ante los votantes de la Academia estadounidense este
año.
Sin embargo, su trama deja ver que no fue escrita para la crítica. Tampoco para el
público. Es casi una declaración de vida. Una expresión hacia un espectador
omnisciente. Malick nos muestra el mundo biológico y luego el personal, para luego
buscar a cuestionar nuestra relación con lo divino.
Por eso, ver El árbol de la vida en ciertos momentos da la impresión de ser demasiado
sugerente, dejando al espectador en libertad de interpretación. Al fin y al cabo, sucede
lo mismo con la Fe de la religión. Se cree en algo con certeza, a pesar de solo tener
indicios de la presencia de una divinidad en nuestras vidas.