Domingo, ]8&juliode 200,1 LI,CI'U12t~S Memoriasdeungeneral · detener el fuego yestablecían el...

Post on 17-Jul-2020

0 views 0 download

Transcript of Domingo, ]8&juliode 200,1 LI,CI'U12t~S Memoriasdeungeneral · detener el fuego yestablecían el...

122/ VIII DOMINICALDomingo, ]8& julio de 200,1

Memorias de un generalLARGA CARRERA

Valeriano Weyler evoca sus combates en la tercera guerra carlista, sugobernación de Filipinas, las agitaciones anarquistas en Cataluña y su capitanía general en Canarias

POLÍTICA `' Estuvo presente en la vida política española desde Isabel II a Alfonso XII

P or real decreto de 14 de febrero de 1878,se me confió el cargo de capitán general

de las islas Canarias, puesto que, no siendomuy apetecible, acepté, dispuesto a desem-peñarlo con el mayor entusiasmo .

Embarqué en el vapor África ydespués de una feliz travesía, arribamos alpuerto de Santa Cruz de Tenerife donde laguarnición me rindió los honores de orde-nanza. Esa guarnición, no muy numerosa, te-níauna organización especial : no existía guar-dia civil, carabineros ni caballería, y nocontaba con más fuerzas peninsulares quelas de una compañía de artillería de Cádiz; elresto estaba constituido por batallones demilicias provinciales, nutridas del recluta-miento local. Considerando que los periodosde ejercicio anuales eran breves, mi primercuidado fue intensificar la instrucción de losbatallones, creando también academias parala mejor preparación de los oficiales de mi-licias.

Grande era el abandono enque tenían nuestros gobernantes aquella fiely hermosa provincia. Tan distante de la Pe-nínsula y con tan malas comunicaciones, ape-nas la tenían en cuenta, si no era para enviardesterrados políticos . Tal estado de cosas,ofrecía ancho campo a la iniciativa de cual-quier autoridad deseosa de favorecerla .

En aquel tlen1PO, la principal ri-queza de Canarias era ta producción de co-chinilla, que destinada al tinte de determi-nados tejidos, recogían las mujeres . Losadelantos de la industria química la arruina-ron, y esto determinó un cultivo más inten-sivo del tomate y del plátano.

Apoco de mi llegada a Cana-rias, recuerdo un día, marchando a pie por lacarretera que une La Laguna conSanta Cruzde Tenerife, encontré unos campesinos quese unieron a mí sin conocerme . Recayó el te-ma de nuestra conversación en el nuevo ca-pitán general y, más o menos exactamente,entablamos este divertido diálogo :

"Dicen que este tío es un autén-tico vinagre -opinó uno de ellos-, no sabe us-ted lo que hizo la mañanita de su llegada . . .formó las tropas cuando estaba lloviendo acántaros"."Pero él -le pregunté yo-, ¿estaría en su co-che?" ."¿Qué va! -exclamó aún con mayor énfasisel que llevaba la voz cantante-, él estaba apie.""Entonces -insistí-, ¿llevaría impermeable?"."No señor, tampoco, se mojó tanto como latropa" .Finalmente les pregunté si le conocían y mecontestaron negativamente, reconociendosin embargo la curiosidad que sentía por ver-le . En este punto de la conversación, coro-namos la cima de una cuesta que nos dejabaver el mar, donde se encontraban los barcosde una escuadra francesa que había fondea-

SULTÁNRecibí la ordende trasladarmea Mogador paratratar con elsultán laubicación deSanta Cruz deMar Pequeña

LI,C"I'U12t~S

El anciano general Weyler, en sus últimos afine, die a sus memorias a su hijo Fernando 1 mPaoVINan/o(P

do unas horas antes . Les dije que, seguramen-te, el almirante francés iría a cumplimentaral capitán general a las doce de la mañana yque si ellos acudían a esa hora, quizás po-drían conocerle . Y me conocieron . Cuandosalió el almirante de capitanía, efectuada lavisita oficial, yo me asomé al balcón, vistien-do todavía el uniforme, y pudever a mis com-pafieros de caminata contemplándome concara de asombro . Y el "tío vinagre" les son-rió.

Como he lICCllo siempre en todosmis puestos oficiales, procuré, como prime-ra medida, conocer el territorio a mi mando,empezando por la isla de Gran Canaria y su

capital, Las Palmas . Después visité la isla deLa Palma -anfiteatro y cordilléras- y a conti-twación las islas de Lanzarote, Fuerteventu-ra, Gomera y Hierro.

No omití tampoco en Tenerife laobligada excursión al pico del Teide. Para lle-varla a cabo, acampé a mi llegada en su base,y al día siguiente inicié la ascensión por laOrotava, acompañado por dos guías y des-cendiendo por Los Realejos . De aquel terre-no volcánico emanaba azufre y si se enterra-ba el bastón en el suelo, salía quemado . Visitéuna cuevadonde había dos lagos, uno deaguaHirviendo y otro de agua fría . (Recuerdo laproyección del Teide, a la salida del sol, so-

Weyler durante su mandato en Canarias . 11 A PROVINCIAiOI P

bre la isla de Hierro, como un espectáculoinolvidable) . El descenso fue muy fatigosoporque yo caminaba muy deprisa, y a la lle-gada, mis guías, agotados, recogieron aguaen una cazuela para refrescarse en ella la ca-beza, mientras juraban por todos los santosno,acompañarme a ninguna otra excursión,por mucho que les ofrecieran ( . . .) .

Aunque el Clllna de aquellas islasno tiene rival en el mundo, en verano el ca-lor obligaba a frecuentar las alturas en buscade temperaturas más bajas . como quiera queel capitán general no disponía de residenciaveraniega, durante los años de mi permanen-cia en estas islas, pasé las épocas de mayorcalor en La Laguna, La Orotava y TacOrOnte.La capitanía general estaba instalada en unacasa alquilada y vieja, sin el indispensabledecoro para albergar a la primera autoridadmilitar ; ni para recibir a los almirantes de lasescuadras extranjeras que menudeaban susvisitas a'Iénerife . En vista de lo cual, sin queEstado le costase un solo céntimo, construí,en poco más de un año, un palacio para estefin, orientando su fachada a una plaza queurbanicé al mismo tiempo . En reconocimien-to a esta labor, el ayuntamiento bautizó a otracon mi nombre.

Edifiqué, también sin ayuda algu-na del Estado, un hospital militar que des-pués ha sido ampliado . En igual forma cons-truí un edificio para el gobierno militar deLas Palmas, con dependencias para el capi-tán general . Cromo el comandante general deingenieros - a pesar de sus excelentes condi-ciones profesionales-no ponía todo el celoque yo esperaba en la realización de mi pro-yecto, decidí un día visitar la obra y, mien-tras la recorría, fui murmurando, como si ha-blara conmigo mismo: "Aquí podría ir bienun despacho, aquí convendría que fuera otro .. .aquí el salón . . ." . Y así continué, haciendo ladistribución de las habitaciones . Por lo queluego supe, eso le hizo sospechar al coman-dante que yo pensaba disponer del edificio y

t1Fr~; ,

. . r

~~~[

Un documento

único

Las memorias delgeneral 4Nreyler,editadas por Destinocon el título deMen,orlos de ungenerul, son undocurnento único.Dictadas yanonagenario a su hiloFernando, evocan tinacarrera meteórica (a los?rí afros, comandante ; alos 40, tenientegeneral) . En páginas deun realismo áspero,Weyler rcanernora suscombates en la terceraguerra carlista, sugobernación delarchipiélago filipino yla represión de losanarquistas enCatalufia . Estosrecuerdos se extiendenparticularmente en laetapa cubana, ctiandofue designado porCánovas para sofocarlarevueltaindependentista .

en consecuencia, desde aquel momento, tro-có su apatía por una pasmosa actividad, has-ta lograr la consecución de la obra.

Una vez al x110, viajaba a Madridpara gestionar todos los asuntos de interésgeneral para Tenerife. Facilité e impulsé laapertura de varias calles, la creación de unacompañía de bomberos, el establecimientode vapores interinsulares, la apertura de laplaza de la Orotava, la construcción de pa-bellones para el batallón provincial, etc .

En Las PalirlaS, llevé a cabo la re-forina del cuartel de San Francisco, la am-pliación del muelle del puerto y el tendidodel cable a la Península que, por cierto, tuveel honor de inaugurar, coincidiendo precisa-mente con mi cese en aquel mando .

Durante uno de estos viajes aMadrid, me ocurrió un curioso incidente altransbordar de tren en Alcañiz a la una de lamadrugada. Ocupaba un coche en el que via-jaban tres personas más, que casualmenteiban hablando de mí; uno me criticaba acer-bamente, contando una serie de embustes, ylos otros dos, valencianos, me defendían conardor. Molesto al fin, pregunté a mi detrac-tor si conocía al general Weyler, al tiempoque abría la pantalla de la luz para que meviese ."Lo conozco mucho"- me contestó ."Y a mí, ano me recuerda usted?" - volvía apreguntar ."No tengo el gusto" -afirmó con indiferenciami interlocutor."Entonces -le espeté-, miente usted en esto yen todo lo demás, porque yo soy el generalWeyler".

Balbuceó unas torpes disculpasy ellas pusieron fin a nuestro diálogo. Resul-tó pertenecer al cuerpo jurídico militar y ea-sttalmente,años después, fue destinado a misórdenes ehuna capitanía general .

También se celebró la inaugura-ción del Museo canario, con distintos feste-jos, banquetes y funciones religiosas ( .. .) .

En mayo de 1880, se celebró el 397aniversario de la incorporación de Gran Ca-naria a la Corona de Castilla, por cuyo moti-vo reviste, en gran parada, a los batallonesde milicias, acompañado del gobernador mi-litar, general Clavijo y del general Velarde,que estaba desterrado por razones políticas.

Durante la Última época de mi es-tancia en Tenerife, recibí la orden de trasla-darme a Mogador en una goleta de guerra,para tratar, con los delegados del sultán, laubicación de Santa Cruz de Mar Pequeña,posesión que nos habían reconocido por eltratado de Wad-Ras . Pretendían ellos quenuestra antigua posesión de este nombre, eraPuerto Cansado ; no sé si desde el punto devista histórico tenía cierto fundamento suopinión (a ella contribuyó un tal señor Man-rique, de Gran Canaria, publicando una seriede artículos endefensa de estas tesis) . Yo menegué a admitir que nuestra posesión estu-viera en puerto Cansado, porque la barra desu río es impracticable en invierno, y esta cir-cunstancia había dado lugar a que sucumbie-ra un destacamento ele Canarias que no pu-do recibir socorro . Para dilucidar estadiscrepancia, logré, de acuerdo con la repre-sentación del sultán, el nombramiento de unacomisión que, inspeccionando la costa, de-terminara el verdadero emplazamiento deSanta Cruz de Mar Pequeña. Se realizó el re-conocimiento a hondo del Rlasco de Garay, ylos notarios marroquíes certificaron que unasruinas existentes en la desembocadura delrío Ifni, correspondían a la fortificación es-

1X/123I.A PROVINCIAid1ARIO OR LAS PALMAS

pañola que se denominó, en el siglo XV San-ta Cruz de Mar Pequeña .

En el siguiente verano, tocó enTenerife la corbeta de guerra Tornado, quese dirigía a Tánger par recoger al padre l .er-sundi, muy apreciado por el sultán de Ma-rruecos . Yo embarqué en ella y pude perma-necer tres días en Tánger ; desde allí visitéGibraltar, logrando mantener el incógnito apesar de la estricta vigilancia que los ingle-ses ejercían en aquella época . Logrando mipropósito, inicié mi viaje de regreso.

Por una nueva disposición ministe-rial, se estableció en tres años el límite depermanencia en las capitanías generales ; asíque, como yo llevaba ya tnás de cinco, fui re-levado automáticamente .

ABANDONO ~y Grandeera el abandono en quetenían nuestrosgobernantes a aquella fiel yhermosa provincia . Tandistante de la Penínsulaapenas si la tenían encuenta si no era para enviardesterrados políticos

1{.l 4 de diciembre de 1883, dirigíalos canarios m¡ alocución de despedida. To-da la prensa, sin distinción de matices, se hi-zo entonces intérprete del sentimiento pú-blico de mi partida ; la despedida fue enextremo cariñosa, recordando mi labor enpro del archipiélago . Un gentío inmenso lle-naba el trayecto desde la capitanía general alembarcadero ; y desde este, al vapor África,me acompañaron gran número de lanchas .Zarpamos ( . ..) el 9 de diciembre de 1883 .

No se entibió con mi ausencia el ca-riño que me demostraron aquellos isleños ;además de honrarme con su representaciónen Cortes como senador del Reino, años des-pués, todos los ayuntamientos solicitaron yobtuvieron de S.M., la concesión del marque-sado de Tenerife .

t.,¬s\\`cyler en su predio de Sob Roca (1892) .

141 DOMINGO

Mientras los españolesse movían con la lentitud de unbuey sobrecargado, los mambi-ses vigilaban, escondidos en laespesura . Como tábanos, acosa-ban a los soldados, los inquieta-ban y enloquecían, sin que ellospudieran responderles con nadaefectivo . Cada vez que recibíanalgunos tiros, los pobres mucha-chos detenían su marcha paragastar pólvora en salvas contraaquellos moscones, que ya se ha-bían evaporado. A veces, losmambises surgían de la selva, en-loquecidos como diablos, caíansobre la desconcertada tropa ymataban unos hombres a mache-tazos y golpes . Los repelían a ti-ros y bayonetazos, entre un es-cándalo de blasfernias, órdenes,gemidos, gritos y toques de cor-neta. Cuando los mambises se re-tiraban, nadie osaba perseguirlosen el bosque, pero los soldadosseguían disparando contra elverdor, para quitarse el miedo.Hasta que los oficiales lograbandetener el fuego y establecían elorden. Al cabo de un rato, la co-lumna tomaba de nuevo y reem-prendía su camino . Los guerrille-ros la dejaban en paz o volvían ahostigarla un poco más adelante .Hasta el infrnitó. Con los solda-dos acosados por la enfermedad,los insectos y el desánimo .

El 5 de noviembre (de 18681,Weyler fue nombrado jefe delEstado Mayor de Valmaseda yembarcó para Manzanillo . El ge-neral, al verlo, se dejó llevar porsu mal carácter y apenas prestóatención al jovencito que le en-viaban como colaborador másdirecto . El choque entre ambosllegó a los pocos días . Marcha-ban las tropas en columna cuan-do la vanguardia cayó en unaemboscada y Valmaseda ordenóla retirada para evitar una carni-cería .

El momento era tenso. En se-mejantes circunstancias, el gene-ral mandaba secamente sin quenadie osara abrir boca. Para sor-presa de todos, el pequeño reciénllegado replicó que una retiradadaría moral al enemigo y podíaconcluir encerrando a los espa-ñoles en las ciudades . No debíanretroceder, sino evacuar a los he-ridos y proseguir la marcha . Erapreciso avanzar pero no, comohasta ahora, en una larga colum-na indefensa . En la guerra deSanto Domingo habíaaprendidocómo luchar en la selva. Si des-plegaban grupos de fusileros en

', cl interior de la manigua. evita-1

El general Valeriano Weyler, penúltimo gobernador deEspaña en Cuba, fue el hombre más polémico del 98. Laprensa estadounidense lo convirtió en el símbolo infame

de la represión . Dos historiadores revisanahora la vida de este militar que formuló losprincipios de la lucha contraguerrillera . En el

libro Weyler. Nuestro hombre en La Habana, quela editorial Planeta pone a la venta el próximo

martes, Gabriel Cardona y Juan Carlos Losada

kÉTIJUESÍRU- NÓiiBRE,Eta LA IABA

El joven Weyler

muestran a un hombre cuya escasa estatura (1,50metros) contrasta con su talla militar : "Un eficienteprofesional de la guerra en una España caótica ; un

general de la Roma republicana en un país de

.generales golpistas" . El fragmento del libro quehoy reproduce EL PAÍS comienza en 1868 :Valeriano Weyler tiene 31 años y acaba de sernombrado jefe del Estado Mayor del generalValmaseda, en Cuba .

Las primeras campañas en Cuba del militar más aclamado y odiado del 98

rían que los mambises pudieranpreparar nuevas emboscadas .

Valmaseda, sorprendido, lepermitió poner su idea en prácti-ca y la marcha se desarrolló sinmás incidentes- Al concluir laoperación le encargó redactarunamemoria sobre la protecciónde las tropas durante las mar-chas ; deseaba que todas las fuer-zas aprovecharan sus reflexionesbasadas en la experiencia domi-nicana .A finales de 1868, Céspedes

contaba con un ejército de cercade quince mil hombres armadoscon machetes, picas y algunas ar-mas de fuego que comenzaban allegar, enviadas por los cubanosresidentes en Estados Unidos .En Oriente, gracias a las monta-

A la izquierda, el general Weyler durante su mando en Filipinas . Arriba, el líder rebelde Máximo Gómez. Abajo, el generalValmaseda .

ñas fragosas y los agrestes vallesestrechos, las partidas a piese za-faban de las persecuciones . EnPuerto Príncipe y parte de LasVillas, donde predominaban lasllanuras, los alzados formaronpartidas a caballo, cuya veloci-dad les permitía burlar a la in-fantería de los españoles.

Los españoles incrementabansus efectivos movilizando algu-nos batallones en Cuba, entreellos el Ligero de Color, formadopor voluntarios negros libertos,transportando tropas desde laPenínsula y reclutando en Espa-ña batallones de voluntarios .Los primeros en llegar fueron losBatallones de Voluntarios Cata-lanes ; en segundo lugar, los Ter-cios de Voluntarios Vasconga-

dos, seguidos por otros forma-dos en Madrid, Cádiz, Santan-der y Asturias . A cada batallónse le añadió una compañía de es-clavos, con el compromiso deconcederles la libertad al términode la campaña.

En diciembre de 1868, Weylerpresentó a Valmaseda su me-moria sobre los nuevos métodosde lucha, sin limitarse a la pro-tección de las columnas, sinoteorizando sobre el conflicto quese desarrollaba en Cuba . Era elprimer militar que definía la gue-rra de guerrillas, dictaminaba sunaturaleza irregular y sin frentesestables, bosquejaba métodos decombate y desarrollaba una tác-tica contraguerrillera .

Como principal consecuen-

EL PAÍS, domingo 14 de diciembre de 1997

cia, establecía reglas para evitarlas emboscadas . Cuando se mo-vían por caminos en la maniguao terrenos con mucha vegeta-ción, los soldados quedaban fue-ra de la espesura mientras el ene-migo combatía desde dentro .Weyler incitaba a combatir en elinterior del bosque: "Si la guerri-Ila cubana puede, nosotrostambién" .

En lo sucesivo, cada columnaorganizaría una vanguardia conalguna artillería y se rodearía desoldados desplegados en guerri-lla, que marcharían doscientosmetros delante y a cada lado delitinerario, moviéndose por vere-das entre la vegetación, inclusoabriéndose carrimo con el mache-te, y separados unos seis metrosentre sí . Con tal precaución, si elenemigo se escondía muy cerca,quedaría entre dos fuegos y, si secolocaba lejos, no podría atacara la columna. De modo que severía obligado a renunciar a lasemboscadas .

Weyler no se conformabacon esto y pretendía ir más allá.Cuando los soldados descubrie-ran al enemigo, no debían limi-tarse a tirotearlo desde el cami-no, sino que penetrarían en elbosque para perseguirlo . Talforma de combatir exigía mayoresfuerzo fisico y aumentaba lafatiga, pero arrebataba la inicia-tiva a los mambises, qué setransformaban de cazadores enpresas.

Este tipo de guerra prescindíade arraigadas tradiciones milita-res, como las formaciones cerra-das y los toques de corneta, quepodían ser comprendidos por elenemigo. Los oficiales deberíandar sus órdenes a viva voz, pa-sando el mensaje, o con toquesde silbato, cuyo código se cam-biaría a diario .

El Cuerpo de Estado Mayorgestionaba la burocracia técnicadel Ejército y el laborioso Weylerpreparaba continuamente pla-nos, instrucciones e informespara Valmaseda, que tomaba enconsideración sus opiniones.Pero, sin desatender su trabajoespecífico, aprovechaba todaslas ocasiones para montar a ca-ballo y marchar al frente de lastropas de combate.

La redacción de la memoriano limitó su frenética actividad .Con el fin de verificar práctica-mente sus teorías, solía tornar elmando de la vanguardia dondeexperimentaba la táctica contra-guerrillera que había teorizado .Continuamente mandaba co-lumnas, intervenía en combates,

EL PAÍS, domingo 14 de diciembre de 1997

limpiaba caminos y escoltabaconvoyes .

Tan ajetreada actividad com-bativa no le apartaba de tomarlas decisiones más comprometi-das del Estado Mayor. En ciertaocasión, el capitán general orde-nó que un batallón marchara aSantiago de Cuba; Weyler, desa-tendiendo sus órdenes . cursó unescrito para que acudiese en au-xilio de Valmaseda, que se en-contraba en apuros . La opera-ción fue un éxito, Valmaseda lefelicitó y Lersundi procuró nodarse por enterado .

En enero de 1869, su hermanoFernando logró una plaza de te-niente en la connpañía de volun-tarios de Nuevitas, pequeña po-blación al norte de Camagüey . .Valeriano había solicitado el car-go en diciembre, pero no ti uboplazas disponibles hasta que otrooficial, llamado Domingo Gó-mez, solicitó la baja alegandomal estado de salud.

Aquella guerra era una suce-sión de pequeños y crueles com-bates . En enero de 1869 tuvo lu-gar el primer choque de cierta en-tidad cuando, en el Salado, lasfuerzas de Valmaseda derrotarona Donato Mármol, que contabacon dos mil hombres; los españo-les pasaron después el río Cauto yrecobraron Bayamo . Weyler, quese había distinguido especialmen-te, fue ascendido a coronel.

( . . .) La estancia de Weyler enLa Habana le ofreció una nuevaoportunidad. Ya no era sólo unobjetivo de las casamenteras,sino también un héroe conocido .Un grupo de comerciantes leofreció mandar un batallón y unescuadrón de voluntarios, quepensaba formar a sus expensas .

Hasta entonces había sido un

cambio, constituían fuerzas demercenarios, que acompañabanal Ejército y llevaban su mismavida . Su batallón pertenecería aestos últimos y decidió llamarloCazadores de Valmaseda, en ho-nor de su general . Su forma decombate no sería esperar pasiva-mente al enemigo, sino arreba-tarle la iniciativa . Sus hombresdebían poseer tina acometividadincansable, dedicándose a perse-guir a los guerrilleros hasta elrnás recóndito de sus escondites,agotándolos y aterrorizándolos.

No podía esperar tal capaci-dad de los reclutas traídos a lafuerza desde España, sino quenecesitaba hombres con escasoapego a las cosas de este mundo,marginados, desesperados y sinnada que perder . Al estilo de laLégion Étrangére francesa, quehabía combatido en la primeraguerra carlista en favor de losisabelinos y en la expedición aMéxico de 1861 . Creada en Ar-gelia en 1831 como RégimentEtranger, encuadró primero alos mercenarios suizos que ha-bían servido hasta entonces a losBorbones absolutistas y que lannonarquía parlamentaria no de-

seaba conservar en sus ejércitos .Después admitió a toda clase devoluntarios, llegados al reflujode desventuras, persecuciones ymaldades, sin preguntarles suorigen, ideas o antecedentes.

Como la ley le prohibía per-manecer en Francia, la LégionÉtrangére participó en numero-sas campañas coloniales y ex-tranjeras . Y, muchos años más

solvía uno de los mayores pro-blemas : la falta de aclimataciónde los soldados, pues recién lle-gados a la isla caían diezmadospor la fiebre amarilla, el paludis-mo o la viruela, que eran endé-micos, o bien por la tuberculosis,la sífilis o la disentería, tambiénmuy frecuentes .

Los colonialistas británicos,franceses y los mismos españolesen Filipinas, ante dificultadesparecidas, organizaron regimien-tos de mercenarios indígenas,mandados por oficiales eu-ropeos . Weyler reclutó cubanosy residentes, adaptados al climay las enfermedades de la isla, re-chazando sólo a quienes no re-sultaban aptos físicamente y,como en la Légion Étrangére,hizo preguntar el nombre dequienes se presentaban sin averi-guar si era verdadero o falso, nipreocuparse por los antecedentese historias personales . Resultóun bronco conjunto de delin-cuentes, proscritos, fugitivos, in-felices, canallas, fracasados,marginados, desgraciados yaventureros de diversos orígenes,nacionalidades y etnias . La ma-yoría eran negros que consti-

Guerrilla de tropas españolas durante la guerra de Cuba .

tulan una buena propagandacontra los revolucionarios .

Los Cazadores de Valmasedarecibirían misiones que los solda-dos ordinarios no se atreverían aemprender . Sus objetivos iríanmás allá de la fatiga, las enferme-dades y el miedo .

Era difícil mandar sobreaquella gente sin esperanzas .Sólo urna durísima disciplina po-día controlar su explosiva mez-cla, haciéndola combatir segúnlas órdenes . Consciente de ello,aprovechó los primeros inciden-tes para mostrarse tan brutaldramático como su misma tropasin escrúpulos .

En el Ejército, la disciplina seimponía frecuentemente a gol-pes; los reclutas aprendían amarcar el paso entre las patadasy empujonesde loscabos; forma-ban al toque de diana, animadospor el cinto del sargento de se-mana y se exponían a un fustazodel teniente si equivocaban unmovimiento de armas. Bárbaracostumbre que no era exclusivadel Ejército . Pegaban tambiénlos padres, "es por tu bien". Losmaestros, "la letra con sangre en-tra" . O los propietarios, con elpretexto de poderes antiguos ypatriarcales . Hasta los curas lar-gaban coscorrones a los mona-guillos traviesos .

Un voluntario se le plantó enpúblico, desafiándole abierta-mente. Situado frente a él, Wey-ler parecía más pequeño que decostumbre, ante la mirada rego-cijada y curiosa del resto .

Le sobraba autoridad paraimponerse sin golpes. Pero prefi-rió explotar la dramática oca-sión . El militar canijo se exponíaal ridículo ante la masa expec-tante de una tropa, donde lafuerza bruta era un valor. Nece-sitaba ser más duro y más brutoque nadie . Un jefe terrible parauna gente terrible . Sin dudar, de-rribó al insubordinado de nobastonazo en la cara . Nadie rtno-vió una pestaña .

La instrucción prosiguió sinmayores problemas. Organizó suescolta personal con voluntariosnegros y, el 28 de octubre, partióde La Habana, al frente de losCazadores de Valmaseda, en (ti-rección a Oriente.

No habían llegado muy lejos

cuando surgió una segunda insu-bordinación . En Cienfuegos,provincia de Las Villas, un vo-luntario comenzó a proferir gri-tos subversivos . Ya no se tratabade encarrilara u[n recluta, sino deevitar la indisciplina en una fuer-za armada en marcha hacia laguerra . Ordenó formar un tribu-nal militar, que condenó a nnuer-te al desgraciado . Jamás se repi-

do Mayor de Madrid se estrena-ba corno jefe de mercenarios enuna guerra brutal y primitiva .

Entretanto, Máximo Gómezhabía consolidado su fama . As-tuto, precavido e intuitivo, sóloatacaba cuando se serítia supe-rior, retirándose con agilidadcuando intuía un serio peligro .Su primer encuentro con Weylerocurrió el 24 de enero de 1871 .Estaban los nnannbises enPalmi-to cuando los Cazadores de Val-maseda los atacaron por sorpre-sa . Los hombres de MáximoGómez, muy bien atrinchera-dos, sedefendieron eficazmente.Hasta que, en una acción suici-da, los cazadores asaltaron susposiciones a machete y bayone-ta sin importarles las bajas queles hacía el fuego. Ante la locuraque les venía encima, los mann-bises abandonaron la posicióny, escurridizo como siempre,Máximo Gómez se escabulló,casi entre las nnanos de los caza-dores .

En poco tiempo se hicierontan famosos que los marnbiseslos llamaban los perdigueros,por su capacidad para rastrcar-los, descubrir los escondrijos

DOMINGO 115

más secretos y atacarlos sin es-pera .

¡-os riesgos eran muchos yWeyler compartía la suerte co-nníun . El 12 de marzo se internóen un tabacal persiguiendo auna partida' Entre la excitaciónde la carga y la frondosidad dela plantación, quedó aislado desus honnbres, a quienes oía perono podía ver. De pronto lo ata-caron cuatro marnbises arma-dos de machetes . Uno sujetó labrida del caballo para inmovili-zarlo, los otros alzaron las ar-mas para descarnar el golpe. Eldesenlace era cuestión de segun-dos y reaccionó como un rayo :mató a uno con el sable, a otrocon el revólver v picó espuelas .El caballo arrolló al que suieta-ha las bridas y el cuarto huyó .Sin duda . era un hombre desuerte . Había vuelto a sobrevi-vir, conno ante la fiebre amarilla,como cuando la bala le atravesóel sombrero . o las varias vecesque le mataron el caballo sin su-frir un arañazo .

El 1 de julio de 1870 llegaronal río Caimito, entonces muycrecido . En el otro margen esta-ban parapetados unos mil hom-bres, mandados por ModestoDíaz y Vicente García . Los per-digueros atacaron, sin conside-rar las dificultades . Al cabo deunas cinco horas de tiroteo y devarios asaltos fracasados, Wey-ler se lanzó al río con su caballoy, señalando la otra orilla ene-núga, gritó a sus hombres: "¡Ésees vuestros sitio!" . Le siguieron,vadeando entre el chapoteo delas balas en el agua, que les lle-gaba al cuello . Los marnbises noesperaron el choque con aque-llos suicidas que atravesaban elrío berreando . Se retiraron an-

tes de que pu-sieran pie en susposiciones .

Las hazañasde la columna leconvirtieron enun jefe carisma-tico, a quien susdurisimos honrbres, ajenos asentírnientos depiedad o bon-dad, venerabanpor sus dotes demando y su va-lentía . Jamás re-husaba el peli-gro; vivía, mar-chaba y connba-tía- con ellos, co-

mía su mismo rancho, dormía enel suelo y no toleraba que nadie,oficial o soldado, disfrutara deprivilegios. Frecuentemente,mientras el campamento dormía,abandonaba su tienda para com-probar la seguridad de las guar-dias y acompañaba, en su sole-dad, a los centinelas .

En una ocasión, tras dos díasde sedienta travesía por la mani-gua, hallaron, por fin, una pe-queña fuente . Hombres y anima-les se abalanzaron en tumultopara beber. En la disputa por serel primero se empuñaron algu-nas armas y pareció inminenteuna pelea generalizada . En unacarrera revólver en mano, se co-locó en pleno barullo y amenazócon pena de nmerte a quien be-biera . Todos quedaron quietosalrededor. Después bebieron to-dos, racionando el agua . Prime-ro los enfermos, luego los civilesque iban con la columna, des-pués los soldados, los cabos, lossargentos y los oficiales . Bebió elúltimo y la misma cantidad quetodos. Por sus actividades encombate recibió numerosas dis-tinciones durante el Sexenio Re-volucionario .

colaborador de tarde, en 1920,Valmaseda. La nueva el modelo fran-Ahora podría cés sería imitadomandar una por España .fuerza propia . estrategia Durante la gue-Aceptó el ofreci- rra de Marrue-miento y, el 13 prescindió cos, el tenientede septiembre de tradiciones coronel Joséde 1869, recibió Millán Astrayoficialmente el como los toques fundó el Tercioencargo . de Extranjeros,

Algunas uni- de corneta, cuyo único pre-dades de volun- cedente españoltarios eran mili-cias de civiles que podían ser eran Weyler y

sus Cazadoresque prestaban de Valmaseda.servicio sin de- comprendidos Formar unasatender sus Ina-bituales activi- por el enemigo tropa con natu-

rales o residen-dades. Otras, en tes en Cuba re-

tió un hecho pa-recido . Para ganarseYa estabanlistos para loca- el respetolizar y combatiral enemigo en elmedio donde de su tropasemovía con sol- de mercenarios,tura : las ciéna-gas, las selvas y Weylerlos montes es-carpados . Sin se mostróotorgarle unrespiro, aunque tan brutalfuera a costa delos sufrimientos

las y dramáticoy bajas pro-pias . El estudio-

alumno de la como ellossoEscuela de Esta-