Domingo de la Transfiguración del Señor, 2017

Post on 22-Jan-2018

85 views 3 download

Transcript of Domingo de la Transfiguración del Señor, 2017

Domingo, 6 de Agosto de 2017

Hoy es una fiesta del Señor: La Transfiguración. Litúrgicamente es muy importante, de modo que, al coincidir en domingo, prevalece sobre lo que sería hoy la liturgia de un domingo del tiempo ordinario.

Este suceso fue importante para los tres

discípulos que asistieron y lo sigue siendo

para nosotros por el gran mensaje o

varios mensajes que

nos da.

San Pedro había dicho a Jesús que era el Cristo, el Mesías, el Hijo de Dios vivo, y Jesús le había prometido el Primado de la Iglesia. Pero Pedro y los demás tenían mucho que aprender sobre el Mesías, que no se trataba de un poder material, sino una entrega.

Y que algo parecido debía ser

quien fuera «Primado»

o responsable principal en

la Iglesia.

Por eso comenzó Jesús a manifestar a sus discípulos que Él debía ir a Jerusalén y sufrir mucho de parte de los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, y ser matado, pero resucitaría al tercer día.

El hecho de que iba a morir lo habían entendido. Lo que no entendían es por qué debía morir pronto, siendo el Mesías, y mucho menos entendían que debía resucitar. No lo entendían sobre todo porque tenían muy metida en su alma la idea del mesianismo triunfalista. Para Jesús esta idea triunfalista era como una tentación.

Por eso quiere subir al monte para poder tener una oración muy profunda o mística pidiendo luz para conocer mejor el sentido de su muerte.

Y se lo quiere manifestar a los tres discípulos que estaban un poco más preparados. Quiere que comprendan la grandeza de su muerte y de su vida redentora. Hay algunos que dicen que Jesús no invitó a todos los apóstoles, por no llevar a Judas, que no se merecía esta visión.

En la vida habrá momentos que nos parecerán difíciles, tristes, con muchas confusiones; pero Dios nunca nos abandona. Le abramos la puerta, le sigamos con fidelidad… Y nuestra vida se transformará:

sentiremos que Jesucristo es nuestro Salvador y que vive dentro de nuestro corazón.

Ayer me

sentía triste, yo ya

no quería vivir,

Automático

tantas confusiones había dentro y fuera de mí.

Mas Dios nunca te abandona, Él quiere que seas feliz.

No quisiera nada que

no pueda

venir de Él,

Él es la verdad y la luz.

No hay otro nombre que pueda salvar, que no sea el de Jesús.

Él está en la puerta

de tu casa por amor, esperando le quieras

abrir.

No hay otro nombre que no sea Jesús, si tú quieres ser feliz.

Yo quiero cantarle a

Cristo porque Él

es mi salvador.

Él vivirá siempre metido adentro de mi

corazón.

Hacer CLIC

Pero veamos qué nos dice el evangelio de este día, según san Mateo (Mt 17,1-9).

En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan y se los llevó aparte a una montaña alta. Se transfiguró delante de ellos, y su rostro resplandecía como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. Y se les aparecieron Moisés y Elías conversando con él. Pedro, entonces, tomó la palabra y dijo a Jesús: "Señor, ¡qué bien se está aquí! Si quieres, haré tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías." Todavía estaba hablando cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra, y una voz desde la nube decía: "Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadlo." Al oírlo, los discípulos cayeron de bruces, llenos de espanto. Jesús se acercó y, tocándolos, les dijo: "Levantaos, no temáis." Al alzar los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús, solo. Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: "No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos."

Subir a la montaña para la mentalidad judía era como una facilidad para ponerse en contacto con Dios por medio de la oración. Y cuando estaba en esa oración, se transfiguró, dejó transparentar la grandeza de su gloria divina significado por el resplandor como si fuera un sol y por la blancura de los vestidos.

Y se sintió persuadido en los motivos de su muerte al conversar con los máximos represen-tantes del Antiguo Testamen-to, Moisés y Elías.

Moisés y Elías eran como el compendio de la ley y los profetas. Era como investigar: qué nos dicen la Ley y los profetas sobre el sentido del verdadero mesianismo, que es pasar por la muerte entregada por amor para poder realizar la Salvación. Ellos conversaban con Jesús, no para celebrar su triunfo, sino para animarlo a su muerte.

Los tres apóstoles que antes se habían dormido, ahora bien despiertos expresan su estupor y su alegría por medio de san Pedro: “¡Qué bien se está aquí!” San Pedro y sus dos acompañantes, que al principio estaban llenos de miedo, al ver la gloria de Jesús, se llenan de alegría.

Parece ser que eran los días de las fiestas de los Tabernáculos en que la gente hacía chozas en las terrazas o junto a la casa recordando el paso de los israelitas por el desierto. Por eso san Pedro quiere hacer tres tiendas para Jesús, Moisés y Elías.

Una idea podemos sacar del porqué se revela a aquellos tres un poco más preparados. Dios nos daría ya muchas alegrías espirituales y aun revelaciones, si estuviéramos más preparados. Porque Dios hace ver maravillas a aquellos bien preparados, sobre todo por una vida sencilla y entregada al Señor.

La mejor preparación para sentir a Jesús de alguna manera transfigurado en la tierra y un día estar con Él plenamente en el cielo, es escucharle y seguirle. Hoy nos dice el evangelio que en ese momento en que ven la gloria de Jesús por ser Mesías, les va a hablar a los tres la voz del Padre celestial.

Dice el evangelio que una nube luminosa los cubrió con su sombra, y una voz desde la nube decía: "Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadlo." La nube luminosa en la Biblia es la presencia especial de Dios o del Padre celestial. Y les pide a los discípulos que escuchen a Jesús, su Hijo amado. Y esto nos lo pide a nosotros.

El principal mensaje que hoy la Iglesia nos quiere dar se expone en el prefacio de la Misa: “Jesús revela su gloria para preparar a sus discípulos a soportar el escándalo de la Cruz y anticipar el destino maravilloso de la Iglesia”.

Lo primero es enseñarnos que las cruces de cada día no son el fin en sí, sino que por esas cruces podemos conseguir la gloria eterna.

En primer lugar la Cruz de Jesús sirvió para nuestra reden-ción. Por eso era necesaria. Pero el final era la Resurrección.

Cuando se escribió el evangelio ya entre los cristianos estaba la persecución. Esta escena y su enseñanza debería fortalecerles en la fe.

Comentaba el papa Pablo VI: «El cristianismo no puede dispensarse de la cruz: la vida cristiana no es posible sin el peso fuerte y grande del deber... si tratásemos de quitarle esto a nuestra vida, nos crearíamos ilusiones y debilitaríamos el cristianismo; lo habríamos transformado en una interpretación muelle y cómoda de la vida”.

También nosotros necesitamos momentos de gloria para mantenernos firmes en los momentos dolorosos. Hay veces en la vida que nosotros andamos desorientados, como estaban entonces los apóstoles. Nuestra alma a veces se encuentra como sin luz, en la oscuridad. El hecho es que Dios nos quiere iluminar, como hoy lo hace con aquellos tres apóstoles, como lo hará con mayor luz con todos los apóstoles cuando resucite. Nosotros hoy se lo pidamos con fervor: «Sé mi luz, enciende mi noche». Y Jesús se transfigurará.

Sé mi luz,

encien-de mi

noche,

Automático

Sé mi luz,

encien-de mi

noche,,

Sé mi luz, enciende mi noche,

.

El camino sin ti es tan largoy tu llanto acoge mi dolor.

Tu Palabra acalla mi miedoy tu grito se expresa en mi canto.

Sé mi luz, enciende mi noche,

,

Hacer CLIC

A los apóstoles les costó entender esto, sobre todo lo de la Resurrección. Cuando ya vieron a Jesús resucitado, pudieron ser testigos de esta verdad. Por eso les dijo Jesús a los tres, cuando bajaban del monte, que no lo dijesen a nadie hasta que resucitase de entre los muertos.

Así san Pedro, con la luz del Espíritu Santo, lo atestiguaba en sus cartas.

Esta 2ª carta parece ser que no la escribió el mismo san Pedro, sino unos treinta o más años después lo haría algún discípulo suyo, que se lo habría escuchado muchas veces al apóstol. Y luego lo escribió, inspirado por el Espíritu Santo.

Queridos hermanos: Cuando os dimos a conocer el poder y la última venida de nuestro Señor Jesucristo, no nos fundábamos en fábulas fantásticas, sino que habíamos sido testigos oculares de su grandeza. Él recibió de Dios Padre honra y gloria, cuando la Sublime Gloria le trajo aquella voz: "Éste es mi Hijo amado, mi predilecto." Esta voz, traída del cielo, la oímos nosotros, estando con él en la montaña sagrada. Esto nos confirma la palabra de los profetas, y hacéis muy bien en prestarle atención, como a una lámpara que brilla en un lugar oscuro, hasta que despunte el día, y el lucero nazca en vuestros corazones

2Pedro 1,16-19

Y san Pablo decía: “Los padecimientos del tiempo presente no son comparables con la gloria futura que se ha de manifestar en nosotros”.

Estamos destinados a transfigurarnos en Jesús, especialmente a través de la unión con El por medio de la Eucaristía.

Para ello oigamos en nuestro corazón las palabras que oyeron los tres apóstoles: “Este es mi hijo amado, escuchadle”.

Escuchar a Jesús es

estar dispuesto a seguirle en

sus enseñanzas y en su vida.

Escuchar a Jesús es también estar atentos a las enseñanzas de la Iglesia, según lo que Jesús les dijo a sus discípulos: “Quien a vosotros oye, a mi me oye”.

El misterio que celebramos no sólo fue un signo y anticipo de la glorificación de Cristo, sino también de la nuestra, pues, como nos enseña San Pablo, el Espíritu da testimonio junto con nuestro espíritu de que somos hijos de Dios. Y si somos hijos también herederos: herederos de Dios, coherederos de Cristo; con tal que padezcamos con Él, para ser con Él también glorificados.

Hoy nos enseña Jesús a seguirle aquí en la tierra aunque tengamos que sufrir, con la esperanza de que Él nos espera con su gloria en el Cielo y que vale la pena

cualquier sufrimiento por alcanzarlo.

¡Cómo será verle en el cielo! Vivamos con ese anhelo como vivían los santos. Santa Teresa de Ávila oyó a una religiosa joven recitar una canción, en que deseaba ver a Jesús en el cielo, y la santa quedó en éxtasis como si ya estuviera en un cielo anticipado. Terminemos nosotros diciendo también a Jesús: Véante mis ojos, dulce Jesús bueno, véante mis ojos, muérame yo luego».

Si a san Pedro le deslumbró tanto la luz celestial que irradiaba Jesús

Véante mis ojos,

dulce Jesús bueno;

Automático

véante mis ojos,muérame yo luego.

Vea quien quisiere rosas y jazmines; ,

que si yo te viere,veré mil jardines:

flor de serafines,

Jesús Nazareno,

véante mis ojos, muérame yo luego.

No quiero

contento, mi Jesús ausente,

que todo es

tormentoa quien

esto siente;

sólo me sustente tu amor y deseo;

véante mis ojos, muérame yo luego.

Véante mis

ojos, dulce Jesús bueno;

véante mis ojos, muérame yo luego.

AMÉN