Post on 06-Oct-2020
ExcursionesVirtualesCulturales
Catedral de León
Catedrales de Castilla y León
Material de apoyo al profesorado
Catedral de León
A la Catedral de Santa María de León se la conoce como
la Pulchra Leonina, expresión en latín que todos
entendemos se refiere a su belleza.
Su historia comienza en el año 916. Aún estaba
asentándose la Corte tras el reciente traslado de la capital
del Reino desde Oviedo a León, cuando el rey Ordoño II, en
agradecimiento por la victoria en su batalla contra los
árabes en San Esteban de Gormaz, cedió el terreno que
ocupaba su palacio para edificar la Catedral. Este palacio
se había construido sobre las antiguas termas o baños
romanos.
Así pues, no es ésta que vemos la primera Catedral que se construyó en León. Ni siquiera la segunda.
Antes hubo otras dos más antiguas, una prerrománica, del siglo X, y otra románica, consagrada en 1073,
es decir, del siglo XI. Hoy nada podemos ver de ellas, pues sus restos están enterrados bajo la actual.
La decisión de renovar el viejo edificio románico debió tomarse siendo obispo don Manrique de Lara,
entre 1181 y 1205 en que murió, con el apoyo del último monarca leonés, Alfonso IX. El edificio de estilo
gótico que hoy vemos, sin embargo, empezaría a construirse con los reinos de León y Castilla ya
unificados, en 1230. A mediados del siglo XIII estaba construida la cabecera, y con el apoyo del rey
Alfonso X el Sabio se finalizó la mayor parte del templo. Se hizo en
un tiempo muy corto para entonces, unos sesenta años, siguiendo
los modelos de las mejores catedrales francesas de este estilo,
como las de Reims y Amiens. Quedaron, sin embargo, algunas obras
pendientes, que se fueron terminando poco a poco, como las
vidrieras, que no se acabarán hasta el siglo XVI.
Ante su fachada principal, que mira a Occidente, admiramos
sus torres, distintas y un poco más alta la Sur o “del Reloj”, a
nuestra derecha, de 67,8 m del altura y cuya base es del siglo
XIII, aunque el piso superior y su remate calado se construyeron
en el siglo XV. La torre Norte o “de las Campanas”, más maciza, es
un poco más baja, con 64,6 metros de alto. Esas campanas y ese
reloj, además de dar las horas, servían para avisar a los vecinos de
León del inicio de las misas y de otros acontecimientos
importantes. Los distintos toques de campana significaban cosas
distintas, que la gente reconocía.
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Fachada principal
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Entre las dos torres vemos el cuerpo de la nave mayor, en el que se abre una gran ventana circular con
radios, que llamamos rosetón. Si bajamos la mirada, ante nosotros se muestran tres portadas que nos
invitan a entrar. La de la izquierda está dedicada a san Juan Bautista, y la sur o de la derecha, a san
Francisco. La central, más amplia, se conoce como de la Virgen Blanca o del Juicio, porque en el pilar que
divide el acceso -llamado parteluz- nos observa sonriente la imagen de la Virgen Blanca, patrona de la
Catedral (en realidad es una copia, el original lo veremos en el interior). Sobre ella está el gran tímpano
con relieves que representan el Juicio Final, con los condenados que se han portado mal a un lado y los
justos que han sido buenos al otro, entre Cristo Juez.
Entre las puertas de la Virgen y san Francisco se celebraban también otros juicios. Esto ocurría ante
un pilar muy antiguo con un león y un castillo grabados en él, y la inscripción Locus Apellationis, que en
español significa lugar de apelación. Y es que la Catedral era sobre todo un lugar para el culto religioso,
pero también servía para actos civiles y sociales.
Si pudiéramos elevarnos como un pájaro, desde el aire veríamos que el edificio dibuja la forma de una
cruz. Es lo que llamamos planta de cruz latina, con las tres naves rematadas por la cabecera, y otra nave
transversal que llamamos transepto.
La fachada del transepto que mira al Sur, frente al Palacio del Obispo, tiene también un rosetón y
tres portadas. La central está dedicada al santo patrón de León, San Froilán, cuya estatua vemos en el
parteluz. Toda esta parte tuvo que ser desmontada y vuelta a montar durante una gran restauración, a
finales del siglo XIX.
Fijémonos en los elementos de piedra, porque vamos a ver algunos de los que mejor definen la
arquitectura gótica. Entre los ventanales, tanto los más pequeños de las capillas como los grandes del
ábside, vemos una especie de pilastras que se llaman contrafuertes, y sirven de refuerzos del muro.
Sobre ellos parten unos arcos, llamados arbotantes, que contrarrestan el peso de las bóvedas. Sobre los
arbotantes hay unas piezas decoradas, conocidas como pináculos, que con su peso ayudan a que el
edificio se sostenga, además de ser muy decorativas.
La arquitectura es un poco como los castillos de naipes,
¡hay que buscar siempre el equilibrio! Veremos una
combinación de esos tres elementos -contrafuertes,
arbotantes y pináculos- en todo el edificio.
Ya en el interior, nos sorprenderán los grandes
ventanales. Apenas hay piedra, los muros sólo están
presentes en las partes bajas de las naves laterales, el
resto es cuestión, como acabamos de decir, de
equilibrio. Y es que si algo define a la Catedral de León
es su ligereza. Todo parece dispuesto para que la luz
atraviese las vidrieras multicolores y cubrir los
espacios es todo un desafío. Las bóvedas, que así se
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Interior Catedral
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llaman las cubiertas de piedra, son aquí de crucería, nombre
que viene de los dos nervios que las sostienen, que al
cruzarse dibujan un aspa o cruz.
Las vidrieras, auténtica joya de este templo y que lo
hacen mundialmente famoso, ocupan una extensión de más
de 1.800 metros cuadrados. Es la mayor y mejor colección
de este arte en España, y uno de los monumentos más
importantes de Europa. Se distribuyen en tres pisos. En el
bajo, que corresponde a las naves laterales, distinguimos
temas vegetales y el mundo de lo terrenal. En el piso medio,
las pequeñas ventanas del pasillo que llamamos triforio nos
muestran escudos de familias nobles y provincias. En el piso
alto se muestran escenas de la Historia Sagrada, del
Antiguo Testamento en las del muro Norte, y del Nuevo
Testamento en las del Sur. En la vidriera central de la
cabecera se representó la genealogía de Cristo, es decir, sus antecesores. Justo en el otro lado del
templo, es decir, en el rosetón occidental que antes vimos desde la Plaza, está la Virgen María con el
Niño Jesús rodeados de ángeles.
Volviendo la mirada al interior, fijémonos en los pilares que separan las tres naves en las que se divide
el espacio, siendo más ancha y alta la central, con aproximadamente 30 metros. En ella, ante nosotros,
se sitúa el coro. Ésta es una obra gótica excepcional, en madera de nogal, tallada en la segunda mitad del
siglo XV por los artistas Juan de Malinas y Copín. Está dividido en
dos partes, dibujando sendas “eles”. El costado sur se llama “coro
del Obispo”, porque en él tenía éste su asiento, mientras que el
lado norte se conoce como el “coro del Rey”, ya que en él tiene una
silla reservada el monarca.
El coro, rodeado por muros laterales y el trascoro, con un arco
que nos permite ver el altar mayor, no siempre estuvo aquí. En
origen se situaba ante la cabecera, siendo trasladado donde hoy
lo vemos en el siglo XVIII.
La cabecera, la parte más importante del edificio, siempre
situada mirando hacia el Este, por donde sale el sol. Tras el altar
mayor se sitúa el gran retablo, con pinturas del gótico final obra
del maestro Nicolás Francés, realizado en el siglo XV.
Como en muchas catedrales góticas, podemos rodear la capilla
mayor -donde está el altar principal- a través de un pasillo
llamado girola o deambulatorio. A él se abren capillas, cada una
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Vidriera
Coro
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con su altar y dedicadas a un santo. Pasamos así ante la de Santa Teresa, la del Nacimiento (con un
bellísimo Belén de madera pintada), Nuestra Señora de la Esperanza y la situada en el centro. Nos
detendremos en ella y admiraremos sus ventanales, que nos muestran unas bellísimas vidrieras con el
tema del Nacimiento de Jesús y la Adoración de los pastores. Fueron realizadas por el maestro Rodrigo
de Herreras en 1565, en estilo renacentista. Hoy está dedicada esta capilla a la Virgen Blanca, desde
que en 1956 el escultor Andrés Seoane hizo una copia de la imagen original de la patrona -esa que vimos
en el parteluz de la portada central occidental- y trasladase aquí la original, magnífica escultura en
piedra de la Virgen con el Niño, de tamaño mayor que el natural.
Frente a esta capilla, en el muro que envuelve el altar mayor, vemos el sepulcro del rey Ordoño II. En
él nos llaman la atención las pinturas que adornan sus esculturas, algo que era habitual, aunque en muchos
casos no se ha conservado la policromía.
Antes de irnos, llamará la atención de los más curiosos un extraño objeto, oscuro y de aspecto
almendrado, que cuelga sobre el cancel de la puerta de san Juan, proyectando su sombra en el muro
interior de la fachada. Cuenta la leyenda que se trata de la piel de un enorme y maligno topo, que
destrozaba por la noche los cimientos que construían los operarios de la gran catedral gótica. Hartos de
ver su trabajo deshecho, le tendieron una trampa y dieron caza, colgando su pellejo relleno de paja
sobre la puerta, quizás como advertencia. Es, por supuesto, una leyenda, y la supuesta piel de topo no es
sino el caparazón de una tortuga laúd, especie marina que puede alcanzar hasta los dos metros de
longitud y casi la tonelada de peso. Pero detrás de las leyendas muchas veces se esconde una forma
fácilmente comprensible de contar una verdad, en nuestro caso explicando la debilidad de los cimientos
de la iglesia por lo poco consistente del terreno.
La catedral de León fue el primer edificio de España declarado por las autoridades como Monumento
Nacional, en el año 1844. Durante la segunda mitad del siglo XIX, hasta 1901, la Catedral estuvo
cerrada, pues llevaron a cabo grandes obras de restauración, en las que incluso tuvieron que desmontar
y volver a construir algunas partes. Aún hoy día es frecuente verla llena de andamios, las muletas de
esta vieja dama.
Produce: NICER/Imagen M.A.S.
© Textos: José Manuel Rodríguez Montañés/José Luis Hernando Garrido
© Fotos: Imagen M.A.S.
© Infografías: NICER
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