Post on 26-Nov-2015
Tropario de la fiesta de la Natividad
“Tu nacimiento, Cristo nuestro Dios,
ha mostrado al mundo la luz de la sabiduría.
Porque los que adoraban las estrellas fueron enseñados
en tu Natividad por una estrella a adorarte, ¡Oh Sol de Justicia!,
y a saber que tu viniste del Oriente de las alturas,
¡Oh Señor, gloria a Ti!”
Homilía de la Navidad de San Juan Crisóstomo
¡Me sorprende un nuevo y maravilloso misterio!
Mis oídos resuenan ante el himno de los pastores, que no entonan
una melodía suave sino un himno celestial ensordecedor.
¡Los ángeles cantan!
¡Los Arcángeles unen sus voces en armonía!
¡Los Querubines entonan sus alabanzas llenas de gozo!
¡Los Serafines exaltan Su gloria!
Todos se unen para alabar en esta santa festividad,
sorprendiéndose ante el mismo Dios aquí… en la tierra y el hombre
en el cielo. Aquel que está arriba, por nuestra salvación reposa aquí
abajo; y nosotros, que estábamos abajo somos exaltados por la
divina misericordia.
Hoy Belén se asemeja a los cielos, escuchando desde las estrellas
el canto de las voces angélicas y, en lugar del sol, presencia la
aparición del Sol de la Justicia. No pregunten como es esto, porque
donde Dios desea, el orden de la naturaleza es cambiado. Porque Él
quiso, tuvo el poder para descender. Él salvó. Todo se movió en
obediencia a Dios.
Hoy, Aquel que es, nace. Y Aquel que es, se convierte en lo que no
era. Porque cuando era Dios, se hizo hombre sin dejar de ser Dios…
Y así los reyes llegaron, viendo al Rey celestial que vino a la tierra,
sin traer ángeles, ni arcángeles, ni tronos, ni dominaciones, ni
poderes, ni principados, sino iniciando un nuevo y solitario camino
desde un seno virginal. Y sin embargo no olvidó a sus ángeles, no
los privó de su cuidado, porque por su encarnación no ha dejado de
ser Dios.
Y, miren: los reyes han llegado, para servir al Jefe de los ejércitos
celestiales; las mujeres vienen a adorarlo, pues ha nacido de una
mujer, para que cambie las penas del alumbramiento en gozo; las
vírgenes, al hijo de la Virgen…
Los niños vienen a adorarlo pues se hizo niño, porque de la boca de
los niños perfeccionará la alabanza; los niños, al niño que levantó
mártires por la matanza de Herodes;
Los hombres a Aquel que se hace hombre para curar las miserias
de sus siervos.
Los pastores, al Buen Pastor que da la vida por sus ovejas; los
sacerdotes, a Aquel que se hace Sumo Sacerdote según el orden
de Melquisedec.
Los siervos, a Aquel que tomó la forma de siervo, para bendecir
nuestro servicio con la recompensa de la libertad (Fil 2:7);
Los pescadores, al Pescador de la humanidad;
Los publicanos, a Aquel quien estando entre ellos los nombró
evangelistas;
Las mujeres pecadoras a Aquel que entregó sus pies a las lágrimas
de la mujer arrepentida, y para que pueda abrazarlos también yo;
todos los pecadores han venido, para poder ver al Cordero de Dios
que carga con los pecados del mundo.
Por eso todos se regocijan, y yo también deseo regocijarme. Deseo
participar de esta danza y de este coro, para celebrar esta fiesta.
Pero tomo mi lugar, no tocando el arpa ni llevando una antorcha,
sino abrazando la cuna de Cristo.
¡Porque ésta es mi esperanza!
¡Ésta es mi vida!
¡Ésta es mi salvación!
¡Éste es mi canto, mi arpa! Y trayéndola en mis brazos, vengo ante
ustedes habiendo recibido el poder y el don de la palabra, y con los
ángeles y los pastores canto:
¡Gloria a Dios en las alturas, Paz en la tierra y Buena Voluntad entre los hombres!