La epopeya de la clausura Saco y corbata · La epopeya de la clausura Saco y corbata Christopher...

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98 | REVISTADE LA UNIVERSIDADDE MÉXICO

Que las casas de apuesta postulen, un añosí y otro no, a Bob Dylan como probableganador del Nobel de Literatura le daríala razón al indignado Damián Tabarovsky,autor de Literatura de izquierda (Tumbona,2011), un panfleto que circuló en la Argen -tina hace algunos años y cuya reedición me -xicana ha sido oportuna porque demues-tra lo viejo que es lo nuevo.

Como suele suceder con las obras efi-caces del género panfletario, Literatura deizquierda vale por el diagnóstico, la ira y elpesar que estos libros decididamente portá -tiles difunden, difuminan. Parte Tabarovsky(Buenos Aires, 1967) de constatar que la li -teratura argentina (y no es difícil extrapo-

lar, grosso modo, la pelea emprendida por elensayista) estuvo, en los noventa, entre laespada del mercado y la pared de la acade-mia. A la espada la caracterizan, dice estebuen tipólogo, “la autoridad del editing, laprimacía de la trama, los personajes, la no -vela histórica, el cuento convencional, elaplomo estilístico, el lenguaje llano, justo,la ausencia de excesos, la fábula moral, lanovela con contenido humanista, los gui-ños a la época y cierto anacronismo light”.Y en el muro de la academia encontraría-mos, por el contrario, “el formalismo re ma -nido, el efecto kitsch de la cita culta, el la -boratorio de ideas, la búsqueda del con trolabsoluto, la convicción de que el humor es

algo serio, la noción de autoridad, las pre-bendas, el desprecio por la ironía, la cons-trucción de genealogías que funcionen co -mo garantías crediticias, el miedo...”.

En medio de estos abismos, inmóvil enuna cuerda, Tabarovsky se imagina, equili -brista o suicida, a una “literatura de izquier -da” de difícil definición dado que excluyea los escritores políticamente de izquierdas,casi todos ellos irrecuperablemente conser -vadores en cuanto a estética (se ejemplificacon Cortázar y el primer Gelman) y se ofre -ce, como la nobleza a la cual rendir pleite-sía, a los protagonistas, poetas y narradores,del contracanon radical de los años ochen-ta, a saber: Héctor Libertella, Fogwill, Aira,

La epopeya de la clausuraSaco y corbata

Christopher Domínguez Michael

Damián Tabarovsky

RESEÑASY NOTAS | 99

Néstor Sánchez, Puig, Perlongher, Viel Tem-perley, cierto Saer. Pero dado que ese pres-tigioso armorial que honró a la envidiada(al menos en México) naturaleza radical dela literatura argentina se ha ido agotandodebido a la defunción, Tabarovsky no sabebien a bien a quién proponer como recam -bio. Es un crítico que perdió a sus clásicosy está angustiado. A todos nos pasa. El due -lo (y una buena dosis de política literaria lo -cal que se me escapa) lo conducen a la nos-talgia por el afrodisiaco hiperrevolucionariode los teóricos franceses en los setenta, detal forma que Literatura de izquierda ame-naza con el regreso de los muertos vivientesencabezados por Deleuze (al que por cierto,despojado de su palabrería, conviene releer).En aquella tropa, uno distingue a Barthes,Duvignaud, Buci-Glucksmann (habría yodeseado morir sin volver a escuchar su nom -bre) y Blanchot, el gurú de lo inefable, quiensiempre merece algo mejor de lo que recibecomo homenaje. Donde quiera que impereel galimatías, las payasadas fúnebres, el sin -sentido, las anfibologías pedantescas, las an -ti nomias filosofantes, las insensateces te me -rarias, sale a relucir Blanchot y Literatura deizquierda no es la excepción.

Apadrinada por Bataille y Beckett, lali teratura de izquierda sería, cabe imagi-nárselo, aquella que se constituye en una“comunidad inconfesable” decidida a in mo -larse combatiendo al canon sea cual sea laforma que tome o usurpe. Aquella —diceTabarovsky— caracterizada por la duda, laindeterminación, el acabamiento y el lar -go etcétera de la sospecha y del relativismo.Esta vieja prédica se le ocurre al crítico por -que no puede ampararse en ninguna no -vedad: confiesa que la buena literatura, alcontrario del pop, no envejece. Bueno. ¿Yno envejecieron también los rollos de Batai-lle y Blanchot? Por supuesto, y en literatu-ra, como fuente de la eterna juventud, ca -da quien tiene derecho a su canon y el deTabarovsky es el de “la parte maldita” y eldel giro lingüístico.

El enemigo principal de la “literatura deizquierda” sería, dice el libelista, GeorgeSteiner, a quien califica como conservadory reaccionario por querer preservar el sen-tido, la presencia real de lo religioso. Arre-mete —bien— Tabarovsky contra MarthaNussbaum, posesa de la fiebre trascenden-

talista y utilitaria padecida por los estado -u nidenses de tarde en tarde. Comparto sudesdén hacia los más comerciales entre aque -llos que el mercado canoniza (los Sarama-go, los Kundera, los Tabucchi) pero si a laliteratura de derecha la emblematiza Stein -er, yo me apunto bajo su sombra.

El escritor sin público, portavoz de esa“literatura de izquierda” es o debería ser elanarca, el cenobita, el flâneur, el marginal,el detective salvaje, usando todo el reper-torio de máscaras románticas. Hasta allívamos bien. Pero como es común en estaclase de indignaciones temperamentales,ma nifiestos sobre lo que debería ser y no

es, Tabarovsky se abstiene de dar nombresde aquellos contemporáneos nuestros queprotagonizarían ese estado ideal. ¿Por qué?Porque sabe que no existen. Nos lo advir-tió cínicamente: no daré nombres porquelos ejemplos matan a las teorías. Sin gruñi-dos multimedia, instalaciones efímeras, lec -turas de pospoesía aborigen aderezada conarmónica, ciberlectura para navegar, Da -mián Tabarovsky, en el fondo un vanguar-dista de saco y corbata, regresa a lo suyo,que es lo mío y lo de todos los canonistas ylos contracanonistas: a Flaubert, el dios mi -sántropo de los modernos. ¿Tanto rezar pa -ra aprenderse el Padre Nuestro?