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LA SALVACIÓN CRISTIANA EN EDWARD SCHILLEBEECKX:
Aportes a las expectativas de salvación y liberación de los
hombres y mujeres de nuestro país.
MONOGRAFÍA
FRAY HERNÁN YESID RIVERA ROBERTO, O.P.
DIRECTOR: RODOLFO EDUARDO DE ROUX, S.J.
PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA FACULTAD DE TEOLOGÍA MAESTRÍA EN TEOLOGÍA
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FORMULARIO DE LA DESCRIPCIÓN DE LA TESIS DOCTORAL O DEL TRABAJO DE GRADO
TÍTULO COMPLETO DE LA MONOGRAFÍA: “LA SALVACIÓN CRISTIANA EN EDWARD SCHILLEBEECKX: Aportes a las expectativas de salvación y liberación de los hombres y mujeres de nuestro país”.
AUTOR
Apellidos Completos Nombres Completos
RIVERA ROBERTO
HERNÁN YESID
DIRECTOR DEL TRABAJO DE GRADO O MONOGRAFÍA
Apellidos Completos Nombres Completos
DE ROUX, SJ
RODOLFO EDUARDO
TRABAJO PARA OPTAR AL TÍTULO DE: Magister en Teología FACULTAD: TEOLOGÍA
PROGRAMA: Carrera ___ Licenciatura ___ Especialización ____ Maestría x Doctorado ____
NOMBRE DEL PROGRAMA: MAESTRÍA EN TEOLOGÍA NOMBRES Y APELLIDOS DEL DIRECTOR DEL PROGRAMA: P. ALBERTO PARRA, SJ. CIUDAD: BOGOTÁ, DC. AÑO DE PRESENTACIÓN DEL TRABAJO DE GRADO: 2011 NÚMERO DE PÁGINAS: 231
TIPO DE ILUSTRACIONES: Sin ilustraciones SOFTWARE requerido y/o especializado para la lectura del documento: Archivo PDF. MATERIAL ANEXO (Vídeo, audio, multimedia o producción electrónica): NO. PREMIO O DISTINCIÓN: “Magna cum laude”
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CONTENIDO
INTRODUCCIÓN
1. LA SALVACIÓN EN LA TRADICIÓN CRISTIANA, ECLESIAL Y TEOLÓGICA.
1.1. Algunas interpretaciones sobre la salvación en las tradiciones
Antigua y Moderna…………………………………….... …………………..18-25
1.2. Algunas interpretaciones sobre la salvación en las últimas décadas…. 25-28
1.3. La salvación cristiana según Edward Schillebeeckx……………………..28-32
1.4. Categorías fundamentales de la salvación cristiana……………………..32-33
1.4.1. Soteriología……………….…………………………………………………..33-34
1.4.2. Salvación cristiana …………………………………………………………..35-38
1.4.3. Redención …………………………………………………………...............38-41
1.4.4. Liberación……………………………………………………………………..41-43
1.4.5. Emancipación o autoliberación emancipadora……………………………43-45
1.4.6. Salvación escatológica………………………………………………………45-46
2. RELACIÓN Y ANALOGICIDAD DE LAS CATEGORÍAS PRINCIPALES DE LA
SALVACIÓN CRISTIANA EN EDWARD SCHILLEBEECKX.
2.1. El camino a seguir para una analogía de las categorías
de salvación cristiana………………………………………………………..47-48
2.1.1. La hermenéutica analógica………………………………………………….48-54
4
2.1.2. Interpretación analógica de las categorías
de salvación cristiana………………………………………………………..54-56
2.1.2.1. Salvación, redención y liberación………………………………………57-60
2.1.2.2. Salvación, redención y autoliberación emancipadora………………..60-65
2.1.2.3. Redención y salvación escatológica…………………………………...65-67
2.2. Jesucristo nuestro salvador…………………………………………………67-74
2.3. La historia, lugar donde se realiza la salvación…………………………..75-76
2.3.1. El ser humano como ser histórico………………………………………….77-78
2.3.2. Fuera de la historia no se puede comprender la salvación cristiana…...79-80
2.3.3. El curso de la historia como historia de la salvación……………………..80-84
3. LA SALVACIÓN CRISTIANA, UN APORTE A LAS EXPECTATIVAS DE
SALVACIÓN Y LIBERACIÓN DE LOS COLOMBIANOS.
3.1. Salvación y sufrimiento humano……………………………………………85-87
3.1.1. Sufrimiento humano………………………………………………………….87-89
3.1.2. El sufrimiento humano según la fe cristiana………………………………89-95
3.1.3. ¿El sufrimiento humano puede dar sentido a la vida?............................95-97
3.1.4. El sufrimiento como realidad humana……………………………………97-101
3.1.5. Resistencia cristiana al mal y al sufrimiento de las víctimas
en Colombia, Algunas implicaciones……………………………………101-108
3.2. La salvación y redención incluyen al ser humano en su integridad…108-113
5
3.3. Nuestro compromiso como iglesia: ser testigos y signos visibles
de salvación y liberación para las víctimas, los marginados
y los más pobres…………………………………………………………..113-117
3.3.1. La iglesia como comunidad de fe y amor salvíficos…………………...117-121
3.3.2. Una iglesia que vive la salvación que celebra…………………………121-128
4. CONCLUSIONES………………………....………………………………….129-133
BIBLIOGRAFIA……………………………………………………………………134-138
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DESCRIPTORES O PALABRAS CLAVES
ESPAÑOL INGLÉS SOTERIOLOGÍA SOTERIOLOGY SALVACIÓN CRISTIANA CHRISTIAN SALVATION REDENCIÓN REDEMPTION LIBERACIÓN LIBERATION EMANCIPACIÓN EMANCIPATION SALVACIÓN ESCATOLÓGICA ESCHATOLOGICAL SALVATION ANALOGÍA ANALOGY SUFRIMIENTO HUMANO HUMAN SUFFERING
RESUMEN ANALÍTICO
Este trabajo monográfico contiene una exposición sobre el tema de la salvación cristiana en el
teólogo dominico Edward Schillebeeckx, y los aportes que tal interpretación puede brindar a las
expectativas de salvación, liberación y emancipación de los colombianos. Schillebeeckx, para
hablar de salvación cristiana utiliza diferentes categorías teologales y antropológicas que,
considero, deben integrarse proporcionalmente para una aplicación conveniente y contextualizada
a la realidad colombiana. De esta manera, toda la exposición aquí desarrollada gira en torno a tres
ideas fundamentales que tienen que ver justamente con el tema de la salvación cristiana: 1) la
salvación como don gratuito de Dios para todo ser humano; 2) la salvación como propuesta
integradora para vencer el dolor, el sufrimiento y la violencia en el pueblo colombiano; y 3) la
salvación y algunas de las implicaciones eclesiales, sociales y culturales para nuestro país.
Asumiendo el presupuesto teológico de una resistencia explícita al sufrimiento y dolor de tantas
víctimas en nuestro país, el contenido de esta monografía plantea a nuestra iglesia colombiana la
responsabilidad de ser, entre nosotros, testigo y agente histórico de salvación cristiana y de
liberación socio-política de los hombres y mujeres de nuestro país, desde la perspectiva de las
víctimas.
7
ABSTRACT
This monographic research Project deals with the presentation about the Topic of Christian
Salvation proposed by the Dominican priest Edward Schillebeeckx as well as in which way this
theological interpretation can contribute to the expectations of Salvation, liberation and
emancipation in Colombian People. Edward Schillebeeckx is used to use different theological and
anthropological categories to approach this topic which must be integrated in a holistic way in order
to be applied in a contextualized form in the Colombian reality. That way, the presentation
developed in here is given by keeping in mind three fundamental ideas which have to do with the
topic of Christian Salvation, such as: 1) Salvation as a gift given by God to every human being, 2)
Salvation as an integrated proposal to overcome pain, suffering, and violence in the Colombian
society and 3) Salvation and some ecclesiological, social and cultural implications in Colombia.
Keeping in mind the theological approach based on an explicit resistance to the continue suffering
and pain of some many victims around our country, the principal topic of this monographic proposal
has to do with a vision of a church understood as a historic agent of Christian salvation in terms of
witness, responsibility and participation in the process of socio politics liberation for all the Colombia
people from the victims view points.
8
LA SALVACIÓN CRISTIANA EN EDWARD SCHILLEBEECKX: Aportes a las
expectativas de salvación y liberación de los hombres y mujeres de nuestro
país.
Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para
que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna.
Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al
mundo, sino para que el mundo se salve por él. (Jn 3, 16-17).
INTRODUCCIÓN
“Cada día al iniciar la consulta, trato de comprender las razones por las que desde hace
más de cinco décadas estamos inmersos en este mar de violencia en nuestro país. Hoy
después de casi tres años de trabajar en el programa de salud mental que ofrece Médicos
Sin Fronteras a la población afectada por el conflicto armado y el desplazamiento forzado,
me doy cuenta del sinsentido de esta violencia crónica. Las historias de vida que he
escuchado en mi consultorio son monotemáticas, son relatos de dolor, muerte,
desesperanza y miedo, son fragmentos de vida saturados de una violencia irracional, que
nos ponen en una condición deshumanizada y cruel ante nuestros congéneres.” Mario A.
Ibáñez Suárez, psiquiatra de Médicos Sin Fronteras en Florencia, Caquetá (Colombia).
Julio 2008.
Nuestra vida hoy en Colombia se sitúa entre la risa y el llanto, la esperanza y la
ceguera, el sufrimiento y las expectativas de liberación, justicia y salvación;
algunos días celebramos felizmente nuestros triunfos deportivos o nuestras fiestas
patrias, regionales o religiosas, y otros días lloramos por la desaparición, el
secuestro, la violencia y la muerte de tantas víctimas inocentes, en los campos y
ciudades de nuestro país. En algunos lugares de Colombia muchos van animados,
cada mañana, de su casa al trabajo, mientras que en otros lugares las personas
no saben qué rumbo tomar, pues, la violencia y la muerte, les han dejado sin
9
vivienda, empleo, comida, y familia. Algunos días nos despertamos con la firme
esperanza de que el dolor, la marginación, la corrupción, la injusticia o la pobreza,
van a cambiar o a desaparecer, y otros días preferimos cerrar nuestros ojos
porque no vemos una salida clara a nuestro sufrimiento, ni un futuro promisorio
para nuestras vidas, ni para el desarrollo de nuestro país.
Vivimos inmersos entre la alegría y el horror, los gozos y los sufrimientos. Según
Luis Carlos Restrepo, en los últimos cincuenta años, tres generaciones de
colombianos nos hemos socializado en medio de la violencia.1 La muerte ha ido
cabalgando década tras década, con pasos agigantados, por los campos y
ciudades de Colombia. Algunos estudios sobre la realidad de nuestro país señalan
incluso que, “desde siempre Colombia ha vivido un clima de violencia, cada día
más agravado, que atropella desde la forma de pensamiento más abstracta hasta
las formas de vida más simples, dejando una semilla fecunda de dolor, odio,
venganza, impotencia y frustración”.2
Unida a esta realidad de violencia y muerte, los colombianos afrontamos además,
otros problemas de orden social, político y económico, que hacen que hombres y
mujeres padezcan una especie de escepticismo ante el sentido de la vida. La
corrupción unida a la impunidad, hace que los intereses particulares, en todos sus
niveles, primen sobre el bien común y el interés público. A la vez, que promueve
una lucha violenta por el poder, creando descomposición social y divisiones
clasistas.3
Por otra parte, la carencia de oportunidades y la desintegración social y cultural
que vivimos, golpean con más fuerza a nuestros jóvenes colombianos4, quienes
no ven con claridad que el futuro sea alentador, en el que ellos tengan cabida o
1 Restrepo, Más allá del terror, 14-110.
2 Amaya, Colombia un país por construir, 27.
3 En nuestro país se hace notorio que las divisiones entre personas, grupos o comunidades, ocasionadas por la
sed de poder político o económico, conducen equívocamente a pensar que quienes estén del lado de quien está
en el poder son los que “están bien”, “los que gozan de felicidad”, son los que están “salvados” de las
situaciones dolorosas que padecen los otros. 4 Amaya, Colombia un país por construir, 27-28.
10
sean actores de nueva vida. Nuestra sociedad está fraccionada. Cada agente de
división: corrupción, impunidad, violencia, relativización de los valores humanos,
desintegración familiar, desconfianza por el futuro, hacen que la sociedad
colombiana se vea enfrentada ante grandes problemáticas de fraccionamiento. Así
mismo, la evidente concentración del poder en un grupo pequeño de personas, el
bajo capital social frente a la concentración de la riqueza y el ingreso en unos
pocos sectores; la ausencia de una real democracia, la baja competitividad del
sistema financiero, la economía subterránea y la desinformación5; son
problemáticas nacionales que contribuyen, notablemente, a que nuestra sociedad
se fraccione cada vez más.
Estas situaciones, así planteadas, no son deseables. Da la impresión de que la
corrupción, la muerte, la violencia, la injusticia, la marginación y la pobreza, fueran
los eternos acompañantes de nuestra vida diaria en Colombia, y que, por causa de
ellos, no existieran muchas esperanzas para los colombianos. El sufrimiento y el
dolor no deseados, han nublado las esperanzas de justicia, fraternidad, caridad,
paz y libertad de nuestros hermanos y hermanas compatriotas.
Sin embargo, por fortuna y bendición para nuestras vidas, aunque el panorama de
esperanza y cambio está nublado, no significa que haya desaparecido. Pues,
todos los signos indican que, así como en el pasado, también en la actualidad, la
presencia del Dios de la vida y de la paz, no ha dejado de existir en nuestro país.
Dios está presente, y se compadece cada día de las angustias y del sufrimiento de
su pueblo (Ex 3, 7-10; Dt 26, 7). La esperanza, que es don de Dios y virtud
humana, la salvación y la liberación obradas por Dios, tienen mucho que decir hoy
a nuestra realidad, y de manera especial, a quienes están padeciendo en su
propia vida y la de su familia, el sufrimiento y las consecuencias de la corrupción,
violencia, injusticia, y pobreza en nuestro país. Pues, estas personas son tal vez
las más expectantes a que estas situaciones dolorosas cambien. Luego, en medio
5 Para una comprensión más amplia de cada una de estas problemáticas véase, Cap 1, del proyecto “Colombia
un país por construir, Problemas y retos presentes y futuros”, en Amaya, Colombia un país por construir, 19-
75.
11
del dolor y la angustia, nace o resurge la esperanza de “un cielo nuevo y una tierra
nueva”.
Algunos agentes equívocos y algunos agentes incluyentes de liberación,
justicia y salvación en el país
En los últimos sesenta años han ido apareciendo movimientos y grupos
liberadores que dicen luchar por los ideales de igualdad, justicia y paz, y además,
brindar oportunidades nuevas y equitativas para todos los colombianos. Dichos
movimientos, tienen como principio “combatir por los nobles ideales de una vida
digna, igual y verdaderamente humana” para cada colombiano; y a la vez,
presumen y dicen ser, los “verdaderos” salvadores y liberadores del pueblo. Pero,
en la práctica, estos aparentes ideales son en realidad un pretexto que oculta los
verdaderos e individuales intereses de unos pocos. Y, por el contrario de
pretender brindar paz, justicia y bienestar a los colombianos, los intereses
particulares de estos movimientos y grupos, son eslabones inquebrantables de la
cadena de violencia, injusticia, corrupción e impunidad que oprime a nuestro País.
Los movimientos subversivos de guerrillas, los grupos de autodefensas o
paramilitares, grupos de “paz” armada y “limpieza social”, las milicias urbanas, las
bandas criminales (Bacrim), quisieron y han pretendido establecer en Colombia
una paz a su manera, dando paso a una forma angustiante de mayor violencia y
sufrimiento. Fácilmente, a través de sus propios medios de comunicación, se
muestran como los “salvadores y liberadores” del país; pero, hasta el día de hoy,
por el contrario de brindar a los colombianos, alegría, confianza, armonía,
fraternidad y nueva vida, se han convertido en grandes fuerzas de mayor
violencia, sufrimiento y muerte.
La cuota de vidas humanas (campesinos, soldados, sindicalistas, policías, fiscales,
jueces, entre otros, asesinados o desaparecidos), y los daños ecológicos que ha
12
cobrado la violencia en Colombia es inimaginable. El conflicto no ha desaparecido
como se esperaba, ni lo han sabido solucionar aquellos quienes dicen luchar por
el bien común de los colombianos. Las formas violentas y coercitivas por las
cuales han optado muchos grupos subversivos, han sido causa, hasta hoy, de un
mayor sufrimiento y dolor para muchas familias colombianas.
Por otra parte, desde una lógica y óptica distintas en la promoción y trabajo por el
desarrollo, la justicia, la paz y la reconciliación en Colombia, encontramos también,
a las organizaciones gubernamentales y no gubernamentales. En las últimas dos
décadas los distintos gobiernos que han estado al frente de nuestro país, han
trabajado enfáticamente en el tema de la paz. Distintas opiniones se han dado, y a
la vez, diferentes acciones se han emprendido en la búsqueda de este ideal, pero,
hasta este momento, el tema de la salida del conflicto sigue siendo un proyecto
con muchas sombras, un proyecto que se sigue discutiendo, y que, por su parte,
en tiempo de elecciones todo candidato sigue proponiendo en su programa de
gobierno.
También, en la búsqueda de esa Colombia nueva que tanto anhelamos, han
surgido, en los últimos años, ONGs comprometidas con el tema de la paz y la
justicia. Muchas de estas incluso, han tenido infortunadamente que aportar sus
grandes cuotas de dolor y sangre, en medio de esta realidad opresiva y violenta
que está enquistada en el país, y de la cual se busca salir.
Algunas de estas organizaciones han ido desfalleciendo en su intento, y otras
hasta hoy se mantienen, especialmente las que han obtenido reconocimiento y
algunos logros en sus tareas. Pero, el trabajo realizado hasta este momento, no es
suficiente, hay que atender el antes, durante y después del conflicto y la violencia.
Esta es por lo menos la conclusión en la que coinciden algunos grupos de trabajo
social y humanitario. Hace ya algunos meses atrás -Julio 2010-, por citar un
13
ejemplo, la Ong Internacional, “Médicos Sin Fronteras” (MSF)6, comunicó al
mundo que según recientes estudios realizados en Colombia, se encontró que el
calvario psicológico de los desplazados de la violencia no termina aún en las
zonas donde son acogidos, sino que continua y se refleja en signos claros como el
aislamiento, el sinsentido de la vida, estados severos de depresión, la violencia
intrafamiliar, sexual o social.
La población civil, dice el informe de la organización MSF, no sólo sufre la
violencia generada por el Conflicto Armado interno del país7, sino que está
sometida a otros dos niveles de violencia: el abandono y la inoperancia de las
instituciones que deberían atenderla, y el silencio y el estigma por parte de la
sociedad. “Estos tres niveles de violencia tienen efectos sobre la salud mental y
sobre la calidad de vida de los individuos y las comunidades, expuestos de una
manera u otra al conflicto”.8 Además, la atención a estos niveles de violencia no
tiene un tiempo determinado, ni mucho menos una manera única de ser tratados.
No es mi intención juzgar cuáles de las entidades gubernamentales o no
gubernamentales, lo han hecho bien o cuáles no. Tampoco pretendo lanzar un
juicio irresponsable, que diga cuáles deberían mantenerse o cuáles deberían
suprimirse, así sin más. Pero, lo que sí es claro para mí, es que por una parte, el
sufrimiento, la violencia, la corrupción, la marginación y la pobreza, al no estar
solucionados, continúan siendo los principales factores que atentan contra la
dignidad de los hombres y mujeres de nuestro país; y por otra parte, que a cada
uno de estos factores, los colombianos no podemos pretender solucionarlos sólo
con la ausencia del llamado “conflicto armado”, pues, la atención y solución a
estos problemas, van más allá de la anulación de este conflicto que seguimos
viviendo hasta hoy. El trabajo por la paz y la justicia debe integrar e involucrar, a
6 Médicos Sin Fronteras, Tres veces víctimas, Víctimas de la violencia, el silencio y el abandono. Informe,
Julio 2010. Este informe puede ser leído en Internet: http://www.msf.es/sites/default/files/adjuntos/Informe-
COLOMBIA-2010.pdf 7 Para conocer un análisis general sobre el conflicto armado del país véase, Gómez Buendía, Hernando (Dir)
Et alli, El conflicto, callejón con salida, Informe nacional de desarrollo humano para Colombia-2003.
Bogotá, DC: Ed. UNPD (PNUD, ONU), 2003. 8 Ibid, 4.
14
todos los sectores de nuestra sociedad, y además, debe tener en cuenta distintos
aspectos de la vida humana (como por ejemplo, la cultura y las creencias
religiosas que nos son propias).
Colombia, un país al que la Salvación de parte de Dios tiene algo que decirle
Así como los habitantes de otras latitudes del mundo, muchos colombianos
estamos en una búsqueda incansable de una salida posible a este sinsentido de la
violencia, la corrupción, la muerte, la pobreza y la marginación; y tal vez, dada la
magnitud de dolor y sufrimiento que padecemos en el país, lo hacemos de una
manera mucho más enfática y con expectativas aún más grandes. Sin embargo, el
camino no es ni ha sido fácil, ni se soluciona con la mera ausencia de guerra o con
una paz “pactada” o forzada.
Según se nos dice, en nuestro país la mayor parte de los habitantes, un 97%,
profesamos la religión cristiana, y de este porcentaje, el 90% pertenecemos a la
iglesia católica.9 Esto quiere decir, dentro de otras cosas, que desde la religión
cristiana hay una oportunidad óptima para aportar y comunicar distintas
reflexiones teológicas, de forma argumentada, a las expectativas de justicia, paz,
caridad fraterna y liberación de muchos de los hombres y mujeres de nuestro país,
teniendo en cuenta, por supuesto, las disciplinas que integran a la teología y a la
sociedad. Desde el punto de vista soteriológico, en la religión cristiana y en la
teología existe por ejemplo, toda una reflexión en torno a la salvación como
fundamento de la vida del ser humano, la cual, tal vez, no se ha tomado en cuenta
con el énfasis que merece, y en el contexto de la búsqueda de sanar el sufrimiento
y desarrollar procesos de reparación de las víctimas, esta puede ser un excelente
aporte que se integre a dichos procesos. Más aún, en la realidad colombiana
dicho aporte no sólo puede ser importante, sino incluso fundamental, para las
9 Tomado de la enciclopedia virtual Wikipedia, Demografía de Colombia,
http://es.wikipedia.org/wiki/Demograf%C3%ADa_de_Colombia#Religi.C3.B3n. (Consultado el día 22 de
agosto de 2010).
15
expectativas de nueva vida, de justicia, paz, liberación, fraternidad y felicidad de
los colombianos.
Somos seres humanos en camino, y muchos de nosotros confiados en las
palabras de fe y esperanza que el Dios de Jesús nos prometió, caminamos
teniendo como horizonte de nuestra vida, la plena realización de la existencia, o, lo
que es semejante, nuestra salvación. Frente a la situación de injusticia,
sufrimiento, dolor y muchas veces sin sentido de la vida, al ser humano creyente
se le presenta de frente la salvación obrada por Dios en Jesucristo, como
propuesta de sentido, liberación y redención. Y, aunque también en otras
religiones haya una perspectiva o propuesta de salvación10, o existan en el mundo
ideologías seculares de liberación y emancipación, tomo posición en este trabajo
desde la religión cristiana, para continuar expresándole a los hombres y mujeres
de hoy, que Dios tiene para toda la humanidad una propuesta de salvación con
sentido; que Él nos la regala como don infinito de su ser; y que, si asumimos en
nuestra vida el camino que conduce hacia dicha salvación, al mismo tiempo
tendremos, para nuestra vida, dichosas y grandiosas posibilidades de una
auténtica realización humana.
Salvación donde no se acepta o no se comprende su sentido
Hoy en nuestro país es oportuno hablar de salvación y liberación cristianas,
teniendo en cuenta también, a las distintas personas que en ambientes
intelectuales, sociales y culturales, comprenden la opción por la salvación cristiana
como algo superfluo y sin mayor sentido. El interrogante que algunos se plantean
es, ¿salvarse de qué?, si al parecer no existe “algo” o “alguien” que les impida
actuar “libremente” en este mundo; aún, cuando ellos en sus actuaciones o
10
En el diccionario de las religiones, Joseph Doré dice que, con independencia de la formulación concreta que
se haga, bien sea salvación o redención, “la pregunta sobre la salvación es probablemente una de las más
importantes dentro de todas las que invaden y ocupan tanto la existencia personal de cada ser humano como el
conjunto de la historia humana”. Del mismo modo –dice Doré-, “es en relación con el tema de la salvación
como se definen esas proposiciones sobre el sentido de la vida, las visiones del mundo y las concepciones del
sentido humano y de la historia que son o tratan de ser la mayor parte de las religiones”. Doré, “Salvación-
Redención”. En Poupard, Paul, Card (Dir). Diccionario de las religiones, 1587.
16
transformaciones del planeta violenten, directa o indirectamente, la dignidad de los
demás seres humanos.
Por otra parte, hay personas que entienden la salvación como algo mágico o que
tiene mucho de mágico, es decir, que sucede de una manera extraña, ajena al ser
humano; una salvación dada por un Dios lejano a la humanidad, que dictamina a
quién darla o a quién no. Y, ¿qué decir de las víctimas de la violencia o de la
injusticia? Muchas de estas víctimas (especialmente quienes han sido mártires de
actos no humanos), esperan que se dé una explicación sobre el destino que
tendrán aquellos que optaron por violentar las vidas de sus familiares o amigos, es
decir, si éstos victimarios que han atentado contra su dignidad, tendrán posibilidad
de salvación o no; o si en verdad, ¿vale la pena esperar algo al ser buenos y
justos durante toda la vida?
De esta manera, en Colombia, la lucha por la justicia y la caridad pueden tener
sentido en o desde la fe, o sencillamente se puede obrar así, sin más (de una
manera altruista o filántropa), sin esperar la salvación de Dios, la cual, para
algunos resulta ser etérea o ficticia. Las consecuencias inhumanas del conflicto
armado que se vive en los campos, en los pueblos y en las ciudades del País, la
corrupción que ha invadido todos los ambientes de nuestra sociedad, o los
totalitarismos políticos, han motivado a que algunos hombres y mujeres
compatriotas, bien desde dentro del ambiente eclesial o incluso fuera de él (en el
ambiente secular), den gran importancia a la promoción de la justicia, la paz y el
bienestar común. Estas personas, sintiéndose responsables de contribuir al
progreso social, trabajan incesantemente por superar el hambre, las
enfermedades, la opresión y la ignorancia. Y aunque estos hechos, desde la
perspectiva cristiana, pueden ser interpretados como algunos de los resultados y
consecuencias de la salvación de Dios, no son la única comprensión, ni todo
aquello que se entiende por salvación. Por tanto, para nuestro tiempo, en los
distintos ambientes de nuestra cultura, de nuestra iglesia y de nuestro país, cabría
preguntarnos ¿qué es, entonces, aquello que aporta, o puede aportar, una
17
comprensión cristiana integral de la salvación, a las expectativas de justicia, paz,
caridad fraterna y liberación de los hombres y mujeres de nuestro país?
En este orden de ideas presento este trabajo, el cual girará en torno a tres ideas
fundamentales que tienen que ver justamente con el tema de la salvación
cristiana: 1) la salvación como don gratuito de Dios para todo ser humano; 2) la
salvación como propuesta integradora para vencer el dolor, el sufrimiento y la
violencia en el pueblo colombiano; y 3) la salvación y algunas de las implicaciones
eclesiales, sociales y culturales para nuestro país. Es claro que el tema de la
salvación cristiana puede tomar en cuenta muchos otros temas, ideas o tópicos,
sin embargo, en esta oportunidad serán tratados, de manera especial, estos tres
ahora enunciados. Para tal efecto me valdré, principalmente, de los aportes y la
comprensión que el teólogo Edward Schillebeeckx, brinda y comunica a la
humanidad y a la teología contemporánea, a propósito del tema de la salvación,
redención y liberación cristianas.
18
1. LA SALVACIÓN EN LA TRADICIÓN CRISTIANA, ECLESIAL Y
TEOLÓGICA
A lo largo de la historia de la teología se ha hablado de la salvación cristiana a
través de distintas tradiciones que, presentando una manera particular de
interpretar y comprender el tema, no se contradicen entre sí, sino que, por el
contrario, se van complementando la una con la otra. No es intención de este
trabajo hacer una reinterpretación sobre las distintas interpretaciones que del tema
de la salvación se han establecido a lo largo de la historia de la teología; pero, sí
considero oportuno, para este trabajo, echar una mirada sobre algunas de estas
interpretaciones que, sin lugar a dudas, han tenido mayor influencia a lo largo de
la historia de la tradición cristiana.
En el “Diccionario de Teología Fundamental”, el profesor Adolfo González Montes
presenta una síntesis histórica del término salvación a lo largo de la historia de la
teología.11 Elaboración que amplía mucho más el teólogo contemporáneo Rogert
Haight, en los capítulos 8 y 12 de su libro “Jesús, símbolo de Dios”.12 Para estos
dos autores el lugar tradicional donde se ha ubicado la salvación ha sido la
Soteriología, que los manuales incluyen en el tratado de cristología dogmática.
1.1. Algunas interpretaciones sobre la salvación en las tradiciones
Antigua y Moderna
Patrística
Históricamente Haight habla de soteriología oriental y de soteriología occidental.
En la soteriología oriental, afirma el autor, se nota un mayor interés por la
encarnación, la entrada de Dios en un mundo físico y humano para divinizarlos.
Para Ireneo de Lyón (S. II), por ejemplo, la salvación ocurre por la encarnación del
11
González Montes, “Salvación”. En Latourelle, Fisichella, y Pié-Ninot, Diccionario de teología
fundamental, 1302-1305. 12
Haight, Jesús, símbolo de Dios, Cap. VIII, 231-259, y Cap. XII, 353-372.
19
Hijo o Lógos que asume completa y realmente la realidad humana. Esto sucede
gracias a toda la vida de Jesús, desde el nacimiento hasta la muerte (teniendo en
cuenta que Ireneo da un especial énfasis a la muerte de Jesús, interpretada por él
como vida salvífica); y además, por su obediencia completa a la voluntad de Dios,
que por un lado invierte la desobediencia de Adán y, por otro, derrota los impulsos
y tentaciones de Satán hacia la desobediencia. Pero, sobre todo obediencia
completa a Dios, que es salvífica y que se hace evidente en la muerte de Jesús en
la cruz.13 Por su parte para Atanasio de Alejandría, la salvación tiene sentido
desde el punto de vista de la caída (el pecado original) que provocó la muerte y la
corrupción, pero también, desde el amor de Dios para restaurar la existencia
humana a su estado primigenio. La salvación, es entonces, la renovación,
restauración o reconstrucción que el Hijo-Lógos trajo al mundo, respecto de
aquello que Dios desde un comienzo había pretendido que fuera la existencia
humana, una existencia perfecta e incorruptible.14
De otra parte, en la soteriología occidental, hay una inclinación más notoria por el
canje de los pecados de la humanidad y el sacrificio obrados por Jesús. Haight,
propone a San Agustín de Hipona como el representante de la reflexión teológica
en occidente sobre la salvación, en los siglos V y VI. Agustín entiende la salvación
como salvación del pecado y la caracteriza de modos diferentes: i) la salvación es
unión con Dios y vida victoriosa sobre la muerte; ii) consiste en ser limpiado del
pecado y perdonado; iii) es reconciliación; iv) es emanciparse de Satán y es la
restauración de la condición humana antes de la caída. Esta salvación de Dios
requiere de la mediación de Jesucristo, quien por la obra de su sacrificio en la cruz
actúa como redentor del ser humano rescatándolo del poder de Satanás.15 Jesús
con su muerte sacrificial paga el precio de nuestras culpas y nos salva.
13
Ibid, 234. 14
Ibid, 237-239. 15
Ibid, 241-243.
20
Edad Media
Según Haight, la interpretación occidental de San Agustín de Hipona sobre la
salvación, continuó en la Edad Media; y se destaca de manera especial a San
Anselmo de Canterbury, quien precisamente continuará operando dentro de la
tradición agustiniana. Para San Anselmo, era necesario que Dios se hiciera
hombre para que con su muerte libre y voluntaria, salvara a los hombres de la
ofensa infinita del pecado original.16
No obstante, a partir del siglo XII, gracias al instrumental filosófico aristotélico, el
desarrollo de la epistemología de la fe se abriría camino dando lugar a una
compleja comprensión de la gracia, que activa la transformación ontológica del
cristiano. Según Mons. Marcelo Sánchez Orondo17, la reflexión teológica más
completa y equilibrada, más especulativa y más existencial en el Medioevo, sobre
el tratado de la gracia es la de Tomás de Aquino, en la cual confluyen dos
tradiciones de su momento, la Griega y la Latina.18
Para pensadores del siglo XIII como Santo Tomás de Aquino, Dios ha creado al
ser humano para un fin último: su felicidad o salvación19, y, es la gracia de Dios, el
primer presupuesto que integra dicha salvación. Dios salva al ser humano y
comunica a cada persona, mediante una revelación especial dirigida por Él (en
Jesucristo especialmente), aquello que es necesario para que pueda darse una fe
salvífica. En otras palabras, el ser humano posee una gracia sobrenatural que le
viene de Dios y que le permite abrirse por la fe, a la salvación.
16
Ibid, 244-245. 17
Sánchez Orondo, Marcelo. “La necesidad de la gracia en el humanismo de Santo Tomás de Aquino”.
Revista E-AQUINAS. Año 5 (Enero 2007), http://www.e-aquinas.net/epoca1/naturaleza-y-gracia-en-santo-
tomas. (Consultado el 29 de julio de 2009). 18
Resulta bastante extraño y llama mi atención que, este tiempo de la llamada Alta Edad Media, en el cual se
hicieron algunas interpretaciones a partir del pensamiento aristotélico y musulmán, no es tratado por Haight
en su texto. Es así, que, la interpretación en torno al tema de la salvación por parte de uno de los máximos
exponentes de la teología en aquel tiempo, como fue Tomás de Aquino, no aparece incluido en la síntesis
sobre la soteriología clásica que Haight presenta en su libro. 19
De Aquino, Opúsculos y cuestiones selectas, 114-120.
21
La revelación que es entendida como libre y gratuita auto-comunicación de Dios al
ser humano, y en la cual, cada persona sólo puede encontrar su salvación y
perfección, implica, por una parte, la radical novedad e iniciativa de Dios que quiso
revelarse y salvar al ser humano en Jesucristo, y por otra parte, la capacidad
radical del ser humano de acoger la gracia, para que así logre alcanzar su fin
último o perfección.
Según Santo Tomás, la encarnación de Dios en Jesucristo y la muerte de Jesús
en la cruz, muestran el camino que el ser humano ha de elegir para lograr su fin
último. Sólo Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, podía reparar el
pecado del ser humano, por tanto, era necesario que se encarnara en un ser
humano como nosotros y padeciera el sufrimiento corpóreo. Pero a la vez, puesto
que el ser humano se había alejado de las cosas espirituales y se había entregado
por entero a las corporales, desde las cuales no podía volver a Dios por sí mismo,
el creador divino se hizo hombre para llevar al ser humano a las cosas
espirituales, mediante los misterios de su cuerpo. Era también, motivo necesario
para el género humano que Dios se hiciera hombre para mostrar la dignidad de la
naturaleza humana, y para que, de esta manera, el ser humano no se sometiera (o
se someta) ni a los demonios ni a las debilidades personales. Dios muestra el
infinito amor que tiene por el ser humano encarnándose en la humanidad. Y estos,
según el Aquinate, son los mismos motivos por los cuales Cristo padece y muere
en una cruz.20
De esta manera, la Encarnación del Hijo de Dios y la Pasión y muerte de Jesús,
son entendidas por Santo Tomás, como salvadoras y como reconciliadoras de los
pecados de los seres humanos; entendiendo la categoría de pecado como una
ofensa a Dios de parte del hombre. Si el ser humano peca y se aparta de su
estado primigenio en que fue creado, significa que él debe reconciliarse con su
creador a quien ha ofendido, es decir, debe ser justificado por Dios, volviendo al
estado de justicia en el que Dios lo creó.
20
Ibid, 212-213; 264-271.
22
Este movimiento de justificación (léase salvación), requiere en primer lugar, de la
moción divina o fuerza de Dios por la gracia que mueve al hombre a la conversión;
en segundo lugar, requiere la libertad o libre albedrio del ser humano, que implica
aceptar esta gracia; y en tercer lugar, la remisión de la culpa21, es decir, la vuelta
al estado de gracia en el que se estaba, pues, en ella se consuma la justificación.
De esta manera, la justificación del pecador implica la libre elección que él haga,
sin olvidar que Dios mueve el alma del ser humano orientándola a sí mismo. En
otras palabras, la justificación del pecador requiere un movimiento de la mente
humana hacía Dios, por el que se convierte a Él; pero, teniendo siempre presente
que la primera conversión a Dios se hace, no por mero raciocinio, sino por la fe, es
decir, por aquel movimiento de la fe que, se supone, debe tener el ser humano,
pues, “es preciso que quien se acerque a Dios, crea en su existencia” (Hb 11, 6).22
Según lo anterior, el pecado del ser humano es perdonado, entonces, cuando Dios
se pone en paz con él, y esta paz consiste en el amor gratuito con que Dios ama
al ser humano. Por consiguiente, no podría entenderse la remisión de la culpa si
no se diese en el ser humano la infusión amorosa de la gracia. Según el
pensamiento tomista, el perdón de Dios no depende de las solas fuerzas o
intenciones humanas, sino principalmente del amor misericordioso de Dios, el cual
tiene como efecto la gracia, mediante la cual el ser humano se hace digno de la
vida eterna.23
En este sentido, todo ser humano que está justificado y reconciliado con Dios
puede de manera auténtica llegar a su perfección. La perfección del hombre a la
cual se refiere Santo Tomás es la consecución del fin último, que es la perfecta
bienaventuranza o felicidad y consiste en la visión de Dios (visión beatífica).24 Dios
tiene y ofrece para todo ser humano una voluntad salvífica universal y
sobrenatural; y tal ofrecimiento significa que el ser humano tiene en la estructura
21
Sum. Theol., I-II. q. 113, a. 1-8. 22
Sum. Theol., I-II. q. 113, a. 4. 23
Ibid, a. 2. 24
De Aquino, Opúsculos y cuestiones selectas, 163.
23
íntima de su esencia la posibilidad, mediante la gracia, de un acto libre salvífico; y
esta gracia salvífica, ofrecida a cada ser humano de manera íntima, y por él
libremente aceptada o rechazada, resulta ser una modificación interna de su
conciencia y de todo su ser. En otras palabras, la gracia, que es don gratuito de
Dios para todo ser humano, es el fundamento esencial para que el hombre logre
su perfección o justificación –entiéndase salvación-. Dicha gracia está en el ser
humano, pero, el ser humano puede libremente rechazarla o aceptarla (libre
albedrio), de tal manera que, si la acepta o la rechaza, la decisión que tome
modificará sus actitudes y acciones en el mundo para la virtud (el bien) o para el
mal (pecado). Sin desconocer nunca que, de todas maneras, la gracia que Dios le
ha dado le impulsa siempre al bien, a la perfección.
Tomando en cuenta la antigua tradición de la Escritura y de los Padres, Santo
Tomás de Aquino comprende la gracia como una ilustratio o una inspiratio.
Entendiendo estos dos términos no simplemente en el sentido de una elevación
sobrenatural óntica absolutamente inconsciente, sino como modificación de la
situación última del horizonte trascendental del ser humano. Dios ha dado su
gracia a todo ser humano para que se salve, y tal gracia no destruye la naturaleza
sino que la perfecciona, gratia non tollit naturam sed perficit.25 Dios concede al ser
humano la luz de la gracia sobre la facultad natural de la razón, y la gracia le
refuerza interiormente para las virtudes. Tanto para el conocimiento, ya que la
mente del ser humano es elevada mediante la luz de la gracia hasta conocer
cosas que exceden la razón, como para la acción y el afecto, pues con esta luz el
afecto del ser humano es elevado sobre todo lo creado para amar a Dios y esperar
en Él, y para llevar a cabo cuanto este amor requiere.26
25
Sum. Theol., I, q.1, 8 ad 2. 26
De Aquino, Opúsculos y cuestiones selectas, 157-158.
24
Siglo XVI
Con la reforma protestante, en el siglo XVI, la comprensión del Aquinate, fue
replanteada y casi sustituida por la tradición occidental agustiniana, que fue
retomada en aquel tiempo. Según Roger Haight, las interpretaciones de los
reformadores Martín Lutero y Juan Calvino, ponen un cierto énfasis en los temas
de la sustitución y del castigo vicario. Somos salvados de la ira de Dios debida al
pecado. Por eso, la lógica fundamental de la obra de Cristo se resume en dos
palabras: sustitución y satisfacción. Para Lutero y Calvino el hombre se salva del
pecado por la gracia. Jesús salva como sustituto del resto del género humano, él
se echa sobre sus espaldas el castigo debido a nuestro pecado.27
Como respuesta al pensamiento protestante, y a esta manera de comprender el
tema de la salvación, el Concilio de Trento en dos de sus sesiones (Sesión V,
junio de 1546 y sesión VI, enero de 1547), habló de la salvación a partir de los
temas del pecado original y de la justificación consecutivamente. Vale la pena
anotar que la respuesta de Trento a este respecto, como dato particular no
aparece en el libro de Haight, Jesús, símbolo de Dios.
Para Trento, siguiendo las palabras del apóstol Pablo, por un hombre -Adán- entró
el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte; y de este modo pasó la muerte
a todos los hombres por aquel en quien todos pecaron. Así que, todos los seres
humanos han nacido con el pecado original, y esta verdad no se puede negar de
ningún modo (anathema sit).28 De esta manera, la única forma en que tal pecado
se borra o se limpia es a través de la pasión de Jesucristo, en la cual el ser
humano es justificado. En este sentido -dice Trento-, se insinúa la descripción de
la justificación del pecador: de suerte que es el tránsito del estado en que nace el
hombre, hijo del primer Adán, al estado de gracia y de adopción de los hijos de
Dios por el segundo Adán, Jesucristo nuestro Salvador. Sin embargo, un aspecto
27
Haight, Jesús, símbolo de Dios, 249-253. 28
Denzinger, Enrique, El magisterio de la Iglesia, 225.
25
fundamental a tener en cuenta respecto de la justificación es que esta traslación, o
tránsito, no se puede lograr, después de promulgado el Evangelio, sin el bautismo,
o sin el deseo de él; sólo puede entrar en el reino de los cielos aquel que haya
renacido del agua, y del Espíritu Santo, es decir, quien se haya bautizado.29
1.2. Algunas interpretaciones de la salvación en las últimas décadas
Como pudimos apreciar, el énfasis que primó en la mayoría de las interpretaciones
sobre la salvación cristiana, en las tradiciones antigua y moderna, fue el de la
sustitución y satisfacción en la obra salvífica de Cristo, principalmente a través de
su muerte en la Cruz, y teniendo en cuenta, de manera especial, el lenguaje
sacrificial que aparece en el Nuevo Testamento.
Según los aportes de muchos teólogos de los últimos dos siglos, este énfasis por
sí solo, no es toda la comprensión del sentido de la salvación. Y por esta razón, es
en este sentido en el que algunas corrientes teológicas actuales se esfuerzan por
reinterpretar la salvación en el contexto de la cultura contemporánea.
Especialmente porque la comprensión de la obra salvífica de Dios, a través de la
muerte violenta de Jesús, que las interpretaciones de las tradiciones antigua y
moderna han hecho, no siempre permite entender el sentido del amor y del valor
redentor del sufrimiento de Jesucristo, en el misterio y voluntad salvífica de Dios
para toda la humanidad (René Girard, N. Leites, J. Pohier, F. Varonne). Por esta
razón, para algunos autores contemporáneos (G. Morel, Hans Küng, Torres
Queiruga), una reinterpretación del dogma de la redención como formulación de la
revelación, acorde con la modernidad, presenta el reto de no eludir la identidad
divino-humana de Cristo y de no ceder a nuevas formas de racionalismo.30
29
Ibid, 242. 30
González Montes, “Salvación”. En Latourelle, Fisichella, y Pié-Ninot, Diccionario de teología
fundamental, 1307.
26
El teólogo español Adolfo González Montes al desarrollar la noción de salvación31,
hace explícito que, etimológicamente, la palabra salvación viene del latín salvus
(salvo, sano, bueno: intacto), origen de los verbos salveo (estar bueno, sano, tener
salud) y salvo (salvar); y de los sustantivos salus (salud) y salvatio (salvación).32
Para él, desde la teología sistemática, la salvación se comprende como libre oferta
de Dios por Jesucristo, en el Espíritu, al ser humano, para su vida y felicidad
eternas.
Por otra parte, desde el contexto cultural latinoamericano, Julio Lois, en un artículo
que lleva por nombre “Salvación”33, reflexiona sobre la necesidad irrenunciable de
esta categoría en el contexto cristiano. Este autor, citando al teólogo Gustavo
Gutiérrez, señala que una de las grandes carencias de la teología actual es la
ausencia de una reflexión profunda y lúcida sobre el tema de la salvación.34 De
esta manera, Lois, al ampliar su comprensión de la categoría salvación, afirma
que no sólo se debe tratar por ser una cuestión propia al cristianismo, sino
también porque en torno a la salvación, antropológicamente hablando, se juega la
realización de la existencia, y porque al ser una noción poco clarificada, está
necesitada de clarificación en la actualidad.
En estas últimas décadas, la reflexión en torno a la salvación cristiana ha hecho
un énfasis particular en la necesidad de recuperar, tanto, la dimensión histórica de
la salvación, como también, la dimensión de la gracia como propiciadora de la
salvación. Autores como Edward Schillebeeckx, Ermanno Ancilli, Ignacio Ellacuría
y el mismo Julio Lois, han hecho explícita la necesidad de recuperar la historia
como el único lugar en el que Dios actúa como salvador del género humano.35 La
salvación no se da fuera del mundo ni de la historia humana. La historia –dice
31
Ibid, 1301-1310. 32
Ibid, 1301. 33
Lois, “Salvación”. En Torres Queiruga, Andrés (Dir), 10 palabras clave en religión, 115-148. 34
Ibid, 118. 35
Ancilli, y Chiocchetta, P. Salvación. En Ancilli, Ermanno (Dir), Diccionario de espiritualidad. Tomo III.
Barcelona: Herder, 1984. pp. 338-344. Véase también, Ellacuría, Ignacio. “Salvación en la historia”. En
Floristán, Casiano y Tamayo, Juan José (Eds). Conceptos fundamentales del Cristianismo. Madrid: Trotta,
1993. pp. 1252-1274.
27
Ellacuría- es ya en sí misma la posibilidad fundamental de salvación, porque como
tal ha sido querida por Dios. Posibilidad tan sólo, pues, el hecho de que haya
realmente salvación en la historia depende de la libertad de Dios y de la libertad
del ser humano. La historia es en sí misma manifestación y presencia siempre
abierta de Dios, y puede serlo de manera siempre creciente, a tal punto que se
llame y sea verdadero reino de Dios.36
En cuanto al tema de la recuperación e interpretación de la gracia en nuestra
época, son Edward Schillebeeckx (Cristo y los cristianos gracia y liberación),
Torres Queiruga (Recuperar la salvación)37, Gustavo Gutiérrez (Beber en su
propio pozo)38 y Leonardo Boff (Gracia y liberación del hombre) 39, quienes entre
otros, desde hace algunas décadas atrás, se han dado a la tarea de tratar las
implicaciones que tiene la gracia divina en la salvación del ser humano en el
mundo. Cada uno de ellos coincide en que la gracia que Dios da al ser humano
como don, es el presupuesto irrenunciable para hablar de la revelación, la fe y la
salvación.
De la misma manera, de lo dicho en las últimas décadas sobre las implicaciones
de la historia y la gracia en la salvación cristiana, merece especial atención, el
trabajo de Derek J. Simon “Salvación y liberación en la soteriología práctico-crítica
de Schillebeeckx”40, ya que, presenta una comprensión actual del tema, teniendo
en cuenta especialmente, las implicaciones sociopolíticas de la salvación, lo cual,
como dato particular, coincide con uno de los temas que expongo en este trabajo.
Derek presenta un interesante estudio sobre la estrecha relación que existe entre
salvación y liberación sociopolítica, según la comprensión de E. Schillebeeckx.
36
Ellacuría, “Salvación en la historia”. En Floristán, y Tamayo (Eds), Conceptos fundamentales del
Cristianismo, 1261. 37
Queiruga Torres, Andrés, Recuperar la salvación, Para un interpretación liberadora de la experiencia
cristiana. 2ª Edición. Santander: Sal Terrae, 2001. 38
Gutiérrez, Gustavo, Beber en su propio pozo, En el itinerario espiritual del pueblo. 2ª Edición. Lima: CEP,
1983. 39
Boff, Leonardo, Gracia y liberación del hombre. 2ª Edición. Madrid: Cristiandad, 1980. 40
Simon, Salvation and liberation in the practical-critical soteriology of Schillebeeckx, 494-520.
28
Para Derek, una de las ideas fundamentales que conviene considerar seriamente
es que, desde la postura de Schillebeeckx, no hay verdadera salvación cristiana
sin un proceso emancipador o autoliberador del ser humano.41 Según Derek, la
soteriología interactiva de Schillebeeckx acentúa la interdependencia entre
salvación y liberación, tal y como ha sido propuesta en sus dos obras sobre
cristología, “Jesús, historia de un viviente” y “Cristo y los cristianos, Gracia y
liberación”, las cuales se ocupan de la relación entre Cristo y la humanidad.
Así, en la primera obra de Schillebeeckx, “Jesús, historia de un viviente”, se
establecen las bases bíblicas sobre el ministerio y la persona de Jesús, que,
refuerzan la interdependencia entre las categorías de salvación y liberación;
puestas en claro por Derek en su reflexión, hasta establecer entre ellas una amplia
visión. En la segunda obra, “Cristo y los cristianos, Gracia y liberación”, Edward
Schillebeeckx -dice Derek-, plantea una interesante reflexión entre las categorías
de redención y emancipación o autoliberación humana, y una idea principal, que
Derek deduce de esta reflexión, es que la liberación humana es intrínseca a la
experiencia e interpretación de la salvación cristiana. Por esta razón, una de las
conclusiones del artículo de Derek es que, la actividad humanizadora y los efectos
de la liberación sociopolítica, forman la base para experimentar e interpretar el don
de la gracia salvífica, que se origina divinamente.
1.3. La salvación cristiana según Edward Schillebeeckx
Son dos los lugares desde los cuales tomo posición para hablar del tema de la
salvación cristiana, según Schillebeeckx: el primero de ellos es el contexto eclesial
católico en el que he profesado mi fe hasta hoy; y el segundo es la tradición
religiosa y teológica a la cual pertenezco, es decir, la de la Orden de los frailes
predicadores.
41
Ibid, 497-499.
29
Respecto de lo eclesial estoy seguro que, como bien afirma el Concilio Vaticano II,
en la convicción y exigencia de muchos seres humanos -especialmente los
oprimidos y menos favorecidos- de mejorar las situaciones que actualmente viven,
ya sean de orden económico, político, social, religioso, cultural o ecológico; se
encuentra de fondo una aspiración más profunda y universal: el individuo y el
grupo están sedientos de una vida plena y libre, digna del ser humano.42 La
Iglesia, pueblo de Dios, sea que reciba ayuda del mundo o ayude ella al mundo,
no tiene más que una aspiración: que venga el Reino de Dios y se realice la
salvación de todo el género humano.43
Respecto del carisma dominicano, conviene tener en cuenta que, el estudio asiduo
de la verdad, ordenado siempre al ministerio de la predicación, para la salvación
del ser humano, es un componente fundamental y un signo de identidad de
carismas eclesiales como el dominicano; pues, desde los orígenes hasta nuestros
días, la Orden de Predicadores ha reconocido el estudio de la teología en sus
distintas dimensiones como medio eficaz para desarrollar la misión apostólica en
medio de la humanidad sufriente con expectativas de salvación y liberación.44
Por mi parte, convencido de que la salvación cristiana, ofrece un horizonte de
comprensión incluyente respecto de la existencia humana, y una respuesta a las
aspiraciones y expectativas humanas de realización personal; considero oportuno
tratar este tema, de tal forma que la reflexión que aquí se desarrolle contribuya a
la autenticidad de los fieles cristianos de nuestro país, en quienes sin duda alguna,
hay expectativas de liberación y salvación, dada nuestra realidad social, política,
económica y cultural.
Para una mayor ampliación de horizontes sobre el tema de la salvación, tomo en
cuenta entonces, la comprensión que teólogos como el dominico Edward
42
Const. Pastoral Gaudium et Spes, Nº 9. Concilio Vaticano II. 43
Ibid, N° 45. 44
Orden de Predicadores, Actas del Capítulo General Electivo de Providence. Caps. II y III. Providence,
2001.
30
Schillebeeckx, plantean y han puesto por escrito al servicio de toda la iglesia para
su conocimiento. De tal forma que esta comprensión, contribuya también, a la
autenticidad de la iglesia colombiana y pueda, además, ser un aporte a las
expectativas de justicia, paz, caridad fraterna y liberación de muchos de los
hombres y mujeres de nuestro país, de acuerdo a aquello que la misma iglesia nos
dice:
Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de
nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez
gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada
hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón. La
comunidad cristiana está integrada por hombres que, reunidos en Cristo,
son guiados por el Espíritu Santo en su peregrinar hacia el reino del Padre y
han recibido la buena nueva de la salvación para comunicarla a todos. La
Iglesia por ello se siente íntima y realmente solidaria del género humano y
de su historia (Gaudium et Spes, Nº 1).
Edward Schillebeeckx, nació el 12 de noviembre de 1914 en Amberes (Bélgica),
en 1934 ingresó a la Orden de los frailes predicadores, y se doctoró en teología en
1951, con la tesis “La economía sacramental de la salvación: reflexión teológica
sobre el contenido de los sacramentos en santo Tomás a la luz de la tradición y de
la problemática sacramental actual”.45 Fue profesor de teología en Lovaina y
desde 1956 en la Universidad Católica de Nimega. Aunque era belga, fue asesor
del Episcopado holandés durante el Concilio Vaticano II. Inspirador principal del
Catecismo Holandés y del Concilio Pastoral de Holanda. En 1965 fundó, con otros
teólogos, la revista Concilium. Hace dos años ya, el 23 de diciembre de 2009, los
dominicos de Holanda comunicaron al mundo la muerte de su hermano de
comunidad e iglesia, E. Schillebeeckx, a sus 95 años de edad. Cabe anotar que,
entre otros teólogos del siglo XX, Schillebeeckx es considerado como uno de los
45
Schillebeeckx, Soy un teólogo feliz, 21-35.
31
mejores exponentes de aquello que significa estudiar en las fuentes de la teología
para desde allí tener una palabra de salvación para la humanidad.46
En la última parte de su segundo libro sobre la cristología, “Cristo y los cristianos,
Gracia y liberación”47, Schillebeeckx, presenta una elaboración bastante amplia
sobre la salvación desde la perspectiva cristiana y la manera como él la entiende.
Este texto comprensivo es precisamente la fuente principal de este trabajo
investigativo. Pero, tomo también, como referencia irrenunciable, el primer libro de
su cristología “Jesús, historia de un viviente”. Sin desconocer que la mayoría de
los escritos de Edward Schillebeeckx, tratan o hacen relación, al tema de la
salvación, pues, este teólogo dominico de origen flamenco, tiene muy presente
que, si bien el tema de la salvación es un tema común a muchas religiones48, para
la religión y teología cristianas no es un tema secundario en importancia -ni mucho
menos puede serlo-, sino que es, y ha de ser siempre, un tema fundamental en
sus reflexiones. Toda la teología está hecha y se hace justamente, para la
salvación del género humano.
Schillebeeckx, al establecer un diálogo entre la teología y el mundo ha elaborado
una comprensión de la salvación encarnada en nuestra realidad humana, una
“soteriología cristiana en clave moderna”49, que constituye un gran aporte para
nuestra actualidad mundial y colombiana. Pues, en el caso concreto de nuestro
país, situaciones no deseadas; como lo son la violencia, el sufrimiento, la
46
Hace ya tres décadas en el homenaje que la Revista Concilium hizo a E. Schillebeeckx, el Dr. Paul Brand
en la introducción de esa edición de la revista, decía desde su experiencia que nuestro teólogo dominico
“mezcla la antigua sabiduría de una tradición teológica clásica, sobre todo tomista, con una experiencia
intensa desde dentro del mundo de nuestros días; un mundo que a muchos, Schillebeeckx incluido, se les
presenta tan caótico que parece haber desaparecido toda coherencia; y ello no sólo a nivel de totalidad, sino
también al de la vida personal”. Siguiendo con su presentación, el Dr. Brand afirma: “El ideal de
Schillebeeckx como teólogo sigue siendo incluido en una síntesis totalizadora de la salvación a este mundo de
hoy que tantas veces parece perdido. En mi opinión, le preocupa en cuanto teólogo la reconciliación definitiva
de este mundo en Jesucristo; para mí, que no soy teólogo, el sentido práctico de semejante teología de la
reconciliación procede sobre todo del dolor de esos hombres a quienes, como a Schillebeeckx, no asustan los
conflictos”. Brand, Paul, “Para Edward Schillebeeckx de Paul Brand”. Revista Internacional de Teología,
Concilium. Traducción de Gilberto A. Gutiérrez. Nº especial en homenaje a Edward Schillebeeckx.
(noviembre 1974): 5-7. 47
Schillebeeckx, Cristo y los cristianos, Gracia y liberación, 727-821. 48
Ibid, 775. 49
Gibellini, La teología del siglo XX, 360-367.
32
marginación, la injusticia, la pobreza, la carencia de reflexión, y la
deshumanización, entre otras, sin lugar a dudas, trazan retos inaplazables a
nuestro carisma profético cristiano en el campo de la reflexión teológica, a través
de la investigación, el discernimiento, el diálogo, el debate y la interpretación de la
realidad, para un adecuado servicio y praxis evangelizadora compartida a nuestros
hermanos y hermanas compatriotas con deseos de liberación y salvación.
1.4. Categorías fundamentales de la salvación cristiana
Desde la perspectiva cristiana, el punto de partida de la salvación es la gratuidad
divina que parte de la iniciativa de Dios y ha sido manifestada plenamente a la
humanidad en la persona de Jesucristo. De esta manera se nos permitió
comprenderla antes, al tratar, a grandes rasgos, el panorama sobre la
interpretación de la salvación en algunas tradiciones, a lo largo de la historia de la
teología, de manera especial, en la tradición denominada tomista, con su máximo
exponente, Santo Tomás de Aquino. Vale la pena decir desde ya, que esta misma
postura la encontramos en el pensamiento de Edward Schillebeeckx, quien sin
lugar a dudas, se sitúa dentro de la tradición tomista.
Sin embargo, es en primer lugar en las Sagradas Escrituras, donde aparece la
comprensión de la obra salvífica de Dios, realizada plenamente en Jesucristo,
como experiencia de gracia. En los escritos neotestamentarios, por ejemplo, se
encuentran en concreto dos términos: uno de origen hebreo, hesed, y otro de
origen griego, Charis. Siendo estos dos, categorías que significan la expresión “de
gozosa elección divina” (Rm 8, 28; 9,11; Ef 1, 11; 3,11; 2 Tim 2, 10-13; 1 Pe 1, 20;
Cf. Ex 33, 19). Proponiendo con ello, que la salvación depende fundamentalmente
de la buena voluntad de Dios (Ef 1, 5.9.11; Lc 2, 14; 12, 32; col 1, 19).50 Por tanto,
desde perspectivas como esta, y guiados por los escritos bíblicos, encontramos el
50
Schillebeeckx, Cristo y los cristianos, Gracia y liberación, 618. Ver también, 619-621.
33
principio fundamental, de que la salvación es don gratuito del amor de Dios, y que
parte siempre de su iniciativa y voluntad (Jn 3, 16-17; 1 Tim 2, 3 -4).
En este orden de ideas, teniendo en cuenta el pensamiento orientador del teólogo
dominico E. Schillebeeckx, es conveniente explicitar ahora las distintas categorías
que se utilizan para hablar sobre la salvación cristiana, y que el mismo
Schillebeeckx precisa de manera análoga.51 Dichas categorías son: soteriología-
salvación, salvación cristiana, redención, liberación, autoliberación emancipadora
y salvación escatológica. De esta manera, presentaré a continuación una síntesis
de cada una, teniendo en cuenta que estas categorías, exceptuando la de
autoliberación emancipadora, son utilizadas y relacionadas, muchas veces
indistintamente, a lo largo de la obra de Schillebeeckx. Este mismo teólogo, hace
notar que, es ya incluso en las Escrituras (de manera particular en el Nuevo
Testamento), donde encontramos un rico vocabulario soteriológico, es decir,
distintas maneras de hablar sobre la salvación52:
A la hora de definir con mayor precisión la actividad redentora mediante la
cual Dios quiso reconciliar consigo al mundo en y por Jesús (como dice
literalmente 2 Cor 5, 19), hemos de admitir que una serie de conceptos
básicos, muy conocidos entonces que procedían de la experiencia e
interpretación de Israel y del primer judaísmo, proporcionaron al Nuevo
Testamento el oportuno material para expresar de una forma inteligible para
los creyentes (o lectores), la experiencia cristiana de la redención y
salvación en y por Jesucristo.53
51
Además de utilizar las categorías en sus dos libros cristológicos, Schillebeeckx presenta una definición de
las palabras soteriología, salvación, liberación, redención, escatológico, tomando como fuente algunos libros
de la Biblia, especialmente el Nuevo Testamento. Cfr. Schillebeeckx, Cristo y los cristianos, Gracia y
liberación, 466-501. 52
Ibid, 471. 53
Ibid, 615.
34
1.4.1. Soteriología
En sentido general, el término salvación, desde su misma etimología, salus, está
relacionado con sanitas, salud, integridad54, es decir, con la curación o realización
total del ser humano en la sociedad.55 Junto a este concepto aparece la categoría
Soteriología – del griego soteria-, que integra todo el tema de la salvación y que es
definida también como redención. En este sentido, la soteriología es la doctrina
sobre la redención: las ideas y expectativas que tienen los seres humanos en
relación con el remedio para sus problemas, bienestar y salvación, salud y
liberación.56 En cuanto tal, el término soteriología tiene en su origen una carga
religiosa. Sin embargo, actualmente se habla de este término no sólo en singular,
sino también en plural, soteriologías: soteriología marxista, cristiana, humanista,
entre otras.
De esta manera, se pueden clasificar las soteriologías actuales en varios tipos,
aunque no siempre sean netamente diferenciables entre sí: a) movimientos de la
“contracultura”, que tienden a un “naturalismo” neomístico de huida de la sociedad
(retorno a la naturaleza pura); b) movimientos neorreligiosos: frente a la sociedad,
con su dicotomía (o ruptura) entre la esfera pública y la privada y frente a la
ruptura entre ser humano y naturaleza, tales movimientos pretenden encontrar una
salvación que supere todas esas rupturas en una dirección “ascendente”, hacia
una realidad totalmente distinta, ya sea de tipo personal o impersonal (meditación
trascendental, Jesús people, taoísmo, zen occidental, etc.); c) movimientos
pseudorreligiosos de liberación, que buscan su salvación en el ocultismo, la
magia, la astrología y los horóscopos; d) tendencia a una violencia místico-
sagrada, ritual: el “satanismo”; e) mística basada en la droga; f) soteriologías
políticas de liberación, de derechas y de izquierdas, todas normalmente
neodogmáticas (vae victis; quien no piense como nosotros ¡a la horca!); g)
tendencia político-religiosa: teologías políticas y de liberación.
54
Ibid, 729. 55
Cfr. Schillebeeckx, “Cuestiones sobre la salvación cristiana”. Revista Internacional de Teología,
Concilium, 164. 56
Schillebeeckx, Cristo y los cristianos, Gracia y liberación, 844-845.
35
En síntesis se habla de: 1) soteriologías horizontales de signo futurista (que
pretenden cambiar totalmente las estructuras sociales); 2) soteriologías verticales
(normalmente apolíticas en su búsqueda de liberación religiosa); 3) soteriologías
político-religiosas (subrayan el significado político y progresista de lo religioso).57
Teniendo en cuenta lo anterior, vale la pena acercarnos ahora a los aportes que
brindan las Sagradas Escrituras, sobre la categoría de soteriología. A partir de la
referencia de los estudios bíblicos realizados por algunos exégetas, Schillebeeckx
constata que, en el Nuevo Testamento la salvación que los cristianos
experimentan en Jesús, se designa también constantemente con el sustantivo
griego soteria, o con el verbo sozein. Incluso se prefiere el verbo sozein al
sutantivo soteria.58 Sozein, en sus distintas formas verbales, está más cerca del
significado bíblico hebreo yasa (en hifil), que del helenista de salvación, soteria.
De esta manera, soteria o salvación puede tener el significado de perdón de los
pecados, triunfo sobre el mal (Satán) y vida eterna.
Ahora bien, es principalmente el apóstol Pablo quien da a este término un sentido
plenamente cristiano, interpretando la vida eterna como la salvación corporal. La
salvación es, entonces, para Pablo, como para los sinópticos, fundamentalmente
victoria sobre la muerte, y desde esta interpretación, la categoría salvación asume
un significado escatológico. Por su parte, para la tradición joánica, soteria o
salvación es también vida eterna y victoria sobre la muerte. En los escritos
joánicos, de manera particular se habla de la vida eterna como lo que acontece en
un tiempo escatológico, y también, en el tiempo histórico presente. El don del
Espíritu Santo hace que la vida eterna sea ya una realidad actual. La salvación se
relaciona con la nueva vida en Cristo, y ya desde ahora.
57
Ídem. 58
Schillebeeckx valiéndose de los estudios exegéticos pone las citas bíblicas en las que se puede confrontar
esta afirmación: soteria (Lc 1, 69.71.77, citas de los LXX; Hch 4, 12; Rom 1, 16; 10,1; 2 Cor 7, 10; Ef 1, 13;
Flp 2, 12; 1 Tes 5, 8-10; 2 Tes 2, 13; 2 Tim 2, 10; 3, 15; Heb 2, 10; 5,9; 1 Pe 1, 9-10; 2,2; 2 Pe 3, 15; Jds 3;
Ap 12, 10b; Tit 2, 11). Sozein (Mt 1, 21; 9, 21.22 par.; 27, 42 par.; Mc 5, 23; 16,16; Lc 8,12; 8,50; 19,10; Jn 3,
17; 5,34; 10, 9; 12, 47; Hch 2, 21.47; 4, 12; 11,14; 14,9; 15,11; 16,30; 27, 40; Rom 5, 8; 8,24; 10, 9-10; 1 Cor
1,21; 3, 15; 5,5; 15,2; ef 2, 6-7.8; 1Tes 2, 16; 1 Tim 1, 15; 2, 4; Heb 5, 7; 1 Pe 2, 24). Ibid, 466.
36
En los escritos neotestamentarios posteriores, aparece también el sustantivo
griego soter, salvador o bienhechor. Término aplicado en primer lugar a Dios, y
luego también a Cristo (Lc 2, 11; Hch 5, 31; 12,23; 1 Jn 4, 14; Tit 1, 4; 2,13; 3,6; 2
Tim 1, 10; 2 Pe 1, 1.11; 2.20; 3, 2.18); palabra con la cual, se pretendía enfatizar
que el verdadero salvador y bienhechor de la humanidad no era el emperador,
sino Dios por medio de Jesucristo. De esta manera, el sustantivo soter da al
concepto soteria, o salvación, el significado de “salvación para el mundo entero” (a
la manera como el emperador recibía el nombre de “bienhechor de la humanidad o
del bien común universal”).59
1.4.2. Salvación cristiana
Schillebeeckx comprende la salvación cristiana como liberación y redención
definitiva y escatológica de Dios en Jesús.60 Sólo después de la muerte de Jesús
se inició formalmente la interpretación cristológica de su vida; y esto sucedió sobre
la base de una experiencia soteriológica: la experiencia de la salvación como dada
en Jesús.61
La experiencia que los primeros cristianos tuvieron de Jesús, les motivó a
comunicar a los demás, a través de distintas nociones, su manera de interpretar la
vivencia de este encuentro. Tomando en cuenta, por cierto, los acontecimientos de
la sociedad religiosa de entonces. Tales nociones matizaron el contenido de su
experiencia y le procuraron nuevas posibilidades de desarrollo. En este sentido, la
salvación de Dios en Jesucristo vivía de lo experimentado (Jesús de Nazareth),
pero también, de las expresiones interpretativas que se iban adquiriendo. Estas, a
su vez, se fueron profundizando en la experiencia de vida cotidiana y, basándose
siempre en ella, fueron describiendo de forma cada vez más precisa y concreta, al
59
Ibid, 467. 60
Schillebeeckx, “Cuestiones sobre la salvación cristiana”. Revista Internacional de Teología, Concilium,
164-183. 61
Schillebeeckx, “Jesús, la historia de un viviente”. En Lumiére et vie 26. N°. 134 (1977): 5-45.
37
Jesús que experimentaban. Dichas maneras de interpretación, o contenidos de
experiencia previamente dados, y comprensibles a partir de unas vivencias
anteriores, fueron utilizadas para expresar las experiencias acontecidas con
Jesús.
Nociones fundamentales de las sociedades judía y grecorromana, sirvieron para
que la comunidad cristiana pudiera expresar las experiencias pasadas y
presentes, sucedidas en relación con Jesús, y especialmente con su muerte.62 Es
por esta razón, que en los escritos neotestamentarios, las distintas maneras de
denominar la salvación, redención o liberación, están unidas por un vínculo
interno: la correlación entre la predestinación divina, o iniciativa salvífica
absolutamente libre por parte de Dios, y la experiencia de haber encontrado un
sentido existencial y una plenitud de la vida en quienes creyeron en Jesús. Los
primeros cristianos hallaron su propia identidad, y la definición de su condición
humana, en una relación personal con Dios, tal como Jesús lo había revelado.63
En este orden de ideas, considero importante decir que, hoy al comunicar el
contenido de la salvación cristiana, si bien, deben tomarse en cuenta las
comprensiones neotestamentarias o interpretamentos –como les denomina
Schillebeeckx-, también, es necesario reconocer que la experiencia de salvación
cristiana para el ser humano contemporáneo, puede hacer surgir nuevas
comprensiones de ella, según las características de su entorno. Tal y como ha
sucedido a lo largo de la tradición cristiana. Comprensiones que al contrario de
eliminar las ya dadas y comunicadas, las enriquece y complementa.
Schillebeeckx, afirma que en nuestro tiempo, para que la salvación cristiana sea
verdaderamente auténtica, deberá ser universal y total. Debe implicar, entonces,
como requisito mínimo, que ningún grupo humano se realice a expensas del otro.
No es la simple construcción de una sociedad humana universalmente justa, sino
62
Schillebeeckx, Cristo y los cristianos, Gracia y liberación, 615. 63
Ibid, 618.
38
la construcción de tal sociedad constituida por el ingrediente cristiano.64 La
salvación cristiana es salvación del hombre y para el hombre en las distintas
dimensiones que lo integran.65 Acontece en medio de la humanidad y no fuera de
ella, en medio de los sufrimientos, opresión, injusticia y violencia que muchos
hombres y mujeres de nuestro tiempo padecen.
La salvación del ser humano, y por el ser humano, que Dios da, debe ser
necesariamente una categoría vivencial. Ella debe ser, por lo menos, un reflejo
parcial y fragmentario de aquello que el ser humano experimenta como
autorrealización. Aquella salvación que no toque la historia del ser humano puede
perder toda razonabilidad:
(…) la salvación cristiana tiene que cumplir unos requisitos mínimos si
queremos impedir que el término salvación, y con él la salvación cristiana,
muera de manera irremediable. Presentando la salvación como un concepto
vivencial, podemos, por una parte, salvaguardar la libertad de Dios “para
ser Dios”, es decir, una realidad que no puede estar sujeta a nuestros
conceptos humanos de salvación, mientras que, por otra, el hombre recibe
la libertad “para ser humano”, es decir, una criatura que vive con su propia
opinión sobre si cierto tipo de salvación tendrá o no lugar.66
1.4.3. Redención
La redención es la salvación o liberación del ser humano otorgada por Dios en
Jesús a través de su vida, muerte y resurrección. La redención es uno de los
enunciados de fe más importantes para el creyente, es perfecta y universal para
todos y cada uno de los seres humanos, en su dimensión personal, corporal e
64
Cfr. Schillebeeckx, “Cuestiones sobre la salvación cristiana”. Revista Internacional de Teología,
Concilium, 179-180. 65
Ibid, 171. 66
Ibid, 180.
39
interpersonal.67 Y es también, por supuesto, liberación, entendida en el sentido de
escapar a peligros y tribulaciones.
En algunos textos neotestamentarios, y de manera particular en los escritos
paulinos, la redención es entendida como reconciliación. San Pablo, da a la
redención el nombre de reconciliación, en el sentido específico de los términos
griegos: katallage (reconciliación), katallassein (reconciliar a alguien con uno) y
katallagenai (ser reconciliado).68 El apóstol Pablo, hace referencia con estos tres
términos a la reconciliación que sucede entre dos grupos que viven enemistados
(son enemigos o están alejados), pero también, a la reconciliación del ser humano
con Dios, pues, Dios reconcilia al ser humano consigo mismo (2 Cor 5, 18-21; Col
1,22; Ef 2, 16), y a los hombres entre sí. En los tres términos (katallage,
katallassein y katallagenai), está el contenido que expresa la manera como se
reconcilia y se supera por ejemplo, toda enemistad dentro de la iglesia, como era
el caso en su momento, de las probadas dificultades entre judíos y paganos (Ef 2,
16; 2, 14).
Según la comprensión paulina, el hecho de que el ser humano se reconcilie con
Dios, cambia radicalmente la relación entre Dios y él, y la relación de los seres
humanos entre sí mismos. Ya no se es enemigo, impío, o se está desamparado
(Rom 5, 6.10). Donde hay un cristiano, hay humanidad nueva, y todo ello es obra
de Dios, quien nos reconcilió consigo a través de Cristo, cancelando la deuda de
nuestros delitos humanos (2 Cor 5, 17-19). Así entendida, la reconciliación es,
entonces, más que pagar una deuda a alguien: de enemigos ella nos convierte en
amigos de Dios, en nueva humanidad. Estar reconciliados significa aparecer libres
de pecado ante el tribunal de Dios (Col 1, 22), vivir en paz (Col 1, 20: Ef 2, 15) y
ser nuevos seres humanos.69
67
Schillebeeckx, Cristo y los cristianos, Gracia y liberación, 787 y 828-829. 68
2 Cor 5, 18.19.20.21; Rm 5, 10.11; 11,15. Ibid, 471. 69
Schillebeeckx, Cristo y los cristianos, Gracia y liberación, 472.
40
No obstante, en el Nuevo Testamento, la redención es también, satisfacción, y es
redención de los pecados.70 Según la teología neotestamentaria, el sacrificio
expiatorio de Cristo es al mismo tiempo, perdón de los pecados. Dios acepta el
sacrificio de Jesús y lo encuentra agradable. El Nuevo Testamento recoge el
semitismo nasa, cargar con los pecados (Lv 5, 1.17; 7, 18; 17,16; 19, 18.17; 22, 9;
Nm 5, 31; Ez 4, 4-6; 14,10; 18, 19-20; Is 53, 12), y le da el sentido de perdón de
los pecados en virtud del sacrificio expiatorio de la cruz (Jn 1, 29). Resulta muy
interesante la importancia que el Nuevo Testamento da al uso de diferentes
términos hebreos, para hablar de la redención. Pues, por ejemplo, en este caso,
con la utilización de la palabra nasa, el cargar con los pecados de otros, se integra
muy bien, y se analoga, a la muerte redentora de Jesús en la cruz, explicitando
con ello, que, el significado salvífico de la encarnación de Jesús en la humanidad,
es incompleto sin su muerte y resurrección.71
Dios acoge al pecador y lo perdona, y Jesucristo es el perdón de Dios. Él es la
verdadera vida, pues, en Jesucristo, se hace posible una vida nueva. Ahora, a
partir de la vida, pasión, muerte y resurrección de Jesús, el ser humano tiene
derecho a existir y a afianzar su existencia.72 Jesús, desde la experiencia
neotestamentaria, cumple su actividad salvífica como un abogado y defensor de la
causa humana ante Dios (Hb 7, 25; 7, 23-25; 9, 24; 4, 14-16; 2, 17). El Cristo
exaltado en el cielo es paráclito, intercesor y abogado ante Dios (1 Jn 2,1). Esta
última idea, por cierto, presenta rasgos forenses, cuyas raíces las encontramos
también, en algunos escritos veterotestamentarios: el juicio de Dios es presentado
como un proceso jurídico, en el cual, el pecador hace de acusado y el redentor
hace las veces de juez (Gn 18, 23-33; 20, 7.17; Jr 5, 28; Job 29, 16; 33,23). En
este sentido, el Jesús celeste, que tiene sus raíces en algunos personajes del
Antiguo Testamento, es ahora el abogado defensor (Ap 12, 10; Rm 8, 34; Jn 16,
26).73
70
Ibid, 472-478. 71
Ibid, 478. 72
Ídem. 73
Ibid, 479-480.
41
Con lo dicho hasta aquí sobre la categoría de redención, vale la pena acotar que
con seguridad, las distintas comunidades y los distintos autores
neotestamentarios, tomaron especialmente, modelos interpretativos de los hechos
sencillos de su vida cotidiana, en los cuales encontraban energía para afrontar los
problemas de la vida, es decir, la experiencia de sentirse redimidos o reconciliados
en medio de la dificultad. La experiencia de redención, salvación y liberación, de
las primeras comunidades cristianas, tal como se narra en el Nuevo Testamento,
nos permiten comprender que fue sólo gracias a las vivencias que tuvieron con
Jesús -el Cristo redentor y reconciliador-, como estas personas pudieron afrontar
su vida cotidiana con mayor fortaleza y esperanza. Cristo Jesús era la mejor
experiencia de redención y reconciliación en medio de la dificultad.
1.4.4. Liberación
La categoría liberación, se interpreta desde la Biblia como una salida del ser
humano de las distintas formas de esclavitud, injusticia y angustia, y se deriva del
don de la gracia otorgada por Dios en Jesucristo.74 No se es libre en abstracto o
en frases elaboradas. La liberación o salvación se da en concreto, a partir del
testimonio de muchos seres humanos, y este testimonio se convierte en el mejor
argumento para hablar sobre esta categoría.
En las Sagradas Escrituras, es claro que Dios libera al ser humano del pecado, de
la muerte, de la culpa, y de cierto tipo de angustias existenciales que el mismo ser
humano interpretaba en la Antigüedad, como miedo a los demonios. Dios, libera
también de la tristeza y la desesperanza, de la enemistad con el prójimo y con
Dios mismo, de la servidumbre, las injusticias, las ataduras opresoras y alienantes,
la falta de amor y el egoísmo, el pánico y el desaliento (Gal 5, 1; Rm 6, 15-18; 8,
11; 1 Cor 10, 29; 2 Cor 3, 17; 1 Tes 4, 13).
74
Schillebeeckx, Cristo y los cristianos, Gracia y liberación, 500, y Schillebeeckx, Edward., Van Iersel, B,
“Jesucristo y la libertad humana”. Revista Internacional de Teología, Concilium. Traducción de Gilberto A.
Gutiérrez. Nº 93: 325-332.
42
En este sentido, según los escritos neotestamentarios, gracias a la liberación dada
por Dios en Jesucristo, estamos liberados para la libertad, la justicia, la paz con los
seres humanos y con Dios, para tener confianza en la vida, para la felicidad, para
el amor y la esperanza, para la vida eterna y gloriosa, y para la santidad. En una
palabra -dice Schillebeeckx-, somos liberados para la salvación, para sanar y curar
a todos y a cada uno; para, como hijos e hijas queridos de Dios, procurar imitarlo a
Él (Ef 5, 1), viviendo en mutuo amor, al estilo en que Cristo nos ama (Ef 5, 2):
(…) la liberación no consiste sólo en liberar de la injusticia para el bien, sino
que su para qué –es decir, para qué hemos sido liberados- implica la tarea de
liberar a los hombres de la injusticia. Se trata de una redención dentro de un
mundo todavía deteriorado y enfermo. Por tanto, la redención y la liberación
son en el Nuevo Testamento un don y una tarea que es preciso realizar. 75
Una comprensión sobre la liberación, como la anterior, va más allá de las simples
intenciones humanas, y parte necesariamente de un presupuesto de fe. Sólo aquel
que cree en lo que Dios ha hecho por él, es capaz de ser libre y liberar. Esta idea,
como ya se dijo páginas atrás, es un principio fundamental que aparece en Santo
Tomás de Aquino, cuando habla de la gracia y la justificación de parte de Dios.76
La fe es el punto de partida, que permite que estemos convencidos de que la
salvación o liberación cristiana es un don gratuito que Dios da al ser humano, para
que éste, en su historia, pueda ser libre y liberar de toda forma de opresión, de tal
forma que, experimentando las distintas maneras de liberación (de la muerte, del
pecado, del egoísmo, de la violencia), el ser humano pueda degustar de la
salvación plena y total dada en Jesucristo; pues, “para ser libres nos liberó Cristo”
(Gal 5, 1). Y, esta comprensión no puede ser mera elucubración teórica, sino la
manera de ser del ser humano, hecha historia y relato.
75
Schillebeeckx, Cristo y los cristianos, Gracia y liberación, 500-501. 76
Sum. Theol., I-II. q. 113, a. 4.
43
El cristianismo particularmente comprende la salvación por la fe: en sentido
concreto, fe en la salvación de Dios en Jesús. Fe que es un acto humano libre y, al
mismo tiempo, un don de Dios. La fe cristiana supone, entonces, la libertad y nos
abre a la libertad. La cuestión decisiva –dirá Schillebeeckx- es si, en las
condiciones sociales de hoy, la autoliberación y la emancipación no son un
presupuesto para una posible fe en el mensaje religioso de la redención, y un
signo parcial de salvación.77
Por esto último, considero importante tener en cuenta que, más allá de nuestras
intenciones y deseos humanos de un llamado a la humanidad, a la buena voluntad
y a la convivencia, es necesario recordar que aunque la esperanza de liberación
para todo ser humano tiene su cumplimiento en la vida muerte y resurrección de
Jesús, ella sigue siendo una tarea que se debe realizar en la dimensión de nuestra
historia humana, pues, la salvación es a la vez don y tarea. El mundo y todos los
seres humanos estamos capacitados para amar y liberar porque Dios nos salvó y
liberó primero (Gal 5, 1). Si afirmamos que somos creación de Dios, y esta obra
creadora tiene un sentido totalmente salvífico, quiere decir que nosotros estamos
capacitados y tenemos todas las condiciones para acceder a dicha salvación, y
por lo demás, significa que tenemos la responsabilidad de comunicarla y
compartirla a nuestros hermanos y hermanas con quienes convivimos a diario.
1.4.5. Emancipación o autoliberación emancipadora
El término emancipación, originariamente significó, en el derecho romano, la
liberación de la patria potestad al alcanzar la mayoría de edad; hoy por su parte,
se utiliza para designar especialmente, los intentos de la humanidad encaminados
a liberarse del dominio de las fuerzas naturales, sociales y culturales que le
77
Schillebeeckx, Cristo y los cristianos, Gracia y liberación, 728.
44
alienan.78 Con este término, Schillebeeckx habla -según la traducción al español-
de autoliberación emancipadora.79
Una de las situaciones humanas, de la que toda persona busca liberarse, o lograr
una autoliberación emancipadora, es la del sufrimiento no querido ni buscado. Y
aunque los seres humanos han trabajado bastante, a lo largo de la historia, en la
búsqueda de remediar los problemas de su vida, y los dolores que padecen de
tipo corporal, psicosomático y social, hay otro tipo de sufrimiento humano,
causado por la falta de amor, la culpa, nuestra condición finita y mortal, el fracaso,
la alienación, frente al cual no existen fórmulas curativas exactas que eliminen
totalmente este dolor. Por tanto, un proceso verdaderamente salvador y
emancipador, desde el Evangelio, debe implicar para todo cristiano la liberación de
las dolencias físicas o psicológicas del individuo o de la comunidad, y a la vez, de
esas formas de sufrimiento que no son accesibles a ningún proceso de
autoliberación.80
Dicho proceso emancipador, cuando es posible, es una tarea que el Dios Creador
y Redentor ha confiado a todos los seres humanos. Además,
(…) aun no siendo un fenómeno específicamente cristiano, el proceso
emancipador de liberación puede tener una importancia fundamental para
el cristiano: puede ser una forma histórica necesaria del amor cristiano, de
su fe y de su esperanza. Más aún: en un momento determinado de la
historia puede representar un criterio de autenticidad cristiana,
concretamente como plasmación histórica de uno de los criterios básicos de
la religión cristiana: el amor fraterno (…)81
78
Ibid, 837. 79
Ibid, 749ss. 80
Ídem. 81
Ibid, 753-754.
45
No obstante, es necesario aclarar, que, desde la perspectiva cristiana, aquello que
se comprende por emancipación es, en la vida de cada persona, esencialmente
parcial, no siempre universal, y, además, transitorio. Asimismo, debe saberse que
no se puede hacer una equivalencia total entre la historia de la emancipación
humana y la historia de la redención que viene de Dios, pero, tampoco se puede
separar esta última de los procesos de autoliberación del ser humano. La
redención cristiana, si bien asume e integra la autoliberación emancipatoria de los
seres humanos, va más allá de esta, y lo hace mostrándose críticamente solidaria.
Aunque existen muchas maneras e intentos de emancipación del sufrimiento, una
cuestión fundamental que permanece en la humanidad, y que se plantea también
la redención cristiana, es la pregunta por el sufrimiento humano, o la realidad de la
historia humana de sufrimientos; pues, dado que su existencia es real, la cuestión
radica en cómo responder a las distintas formas de sufrimiento que mantienen
alienados a muchos seres humanos, y más aún, cuando desde el punto de vista
cristiano, afirmamos que el sufrimiento o la historia humana de los sufrimientos, no
son de suyo, voluntad de Dios; pues, Dios desea para todos los seres humanos la
salvación, liberación y emancipación total. Más adelante volveré sobre este tema,
de manera un poco más amplia.
1.4.6. Salvación escatológica
Desde la palabra de Dios, la liberación absoluta y definitiva, formulada ya, en las
dos categorías anteriores (emancipación o autoliberación emancipadora), no se
dará por completo en la vida histórica de cada ser humano. Los deseos de
liberación absoluta, viven en una tensión entre la posible realización que esta tiene
en la historia de cada ser humano -que de todas maneras es incompleta-, y la
realización completa de esta, cuando Cristo sea todo en todos (Col 3, 11). Aquello
que realizamos aquí y ahora, en la historia, como búsqueda de la libertad y de la
liberación, se halla en tensión hacia su consumación escatológica: “para el
46
creyente, cualquier liberación socio-política es sólo parcial, de modo que, si se
presentara como total, se convertiría de hecho en una nueva forma de
servidumbre y de esclavitud. Pero, esta visión cristiana no autoriza a minimizar
una liberación sociopolítica.”82
La salvación, liberación y emancipación apuntan al futuro, pero no a un futuro
evolutivo sino escatológico. La salvación escatológica es la salvación total que
Dios da al ser humano, es el sentido último (escatológico), que no sólo pertenece
al más allá, sino también, al sentido profundo y definitivo de la vida, y al tiempo
final, en cuanto tiempo de salvación. El contexto o la realidad humana, de cada
época, indican en cada caso, el matiz concreto que la salvación va tomando, sin
desconocer que el énfasis recae siempre en el carácter “definitivo” de lo que sólo
se manifiesta al final de los tiempos y después de la muerte, si bien ya actúa y se
decide en el presente.83
En otras palabras, la salvación escatológica es la salvación que comienza en el
presente, a través de la praxis, y se plenificará, totalmente, al final de los
tiempos.84 La salvación escatológica, dice Schillebeeckx, debe realizarse, a través
de formas parciales, históricamente superables, y superables de hecho, pero
visibles, en el curso de la historia humana: tanto en el interior del ser humano,
como en las estructuras sociales. Más adelante, en el momento de relacionar las
categorías de salvación, ampliaré un poco más este tema.
82
Ibid, 729. 83
Schillebeeckx, Jesús, historia de un viviente, 639. 84
Ibid, 776 y 838.
47
2. RELACIÓN Y ANALOGICIDAD DE LAS CATEGORÍAS PRINCIPALES DE
LA SALVACIÓN CRISTIANA EN EDWARD SCHILLEBEECKX
En el capítulo anterior fueron presentadas, a manera de síntesis, algunas de las
distintas interpretaciones sobre la salvación, a lo largo de la historia de la tradición
cristiana hasta nuestros días. Y se hizo énfasis particular en la comprensión que el
teólogo contemporáneo, Edward Schillebeeckx, tiene sobre el tema de la
salvación, como aporte a la teología, y las categorías que él utiliza al hablar de la
salvación cristiana. En este segundo capítulo trataré sobre las posibles relaciones
y diferencias entre las categorías de liberación, redención o salvación que
Schillebeeckx utiliza al tratar el tema de la salvación cristiana, y las implicaciones
profundas que tienen estas en la historia, lugar propicio para que la salvación
tenga su acción eficaz en el ser humano.
2.1. El camino a seguir para una analogía de las categorías de salvación
cristiana
Teniendo en cuenta que el objetivo de este texto es principalmente hermenéutico,
se dará a continuación una presentación sintética de la hermenéutica analógica85,
como comprensión hermenéutica que subyace a mi manera de relacionar la
comprensión de salvación cristiana en Schillebeeckx, y las distintas categorías que
él utiliza, es decir, una interpretación analógica.
Además, puesto que este trabajo se encuentra ubicado en el contexto de nuestra
fe cristiana, la analogía cobra aquí una gran importancia, ya que, desde la
85
En los últimos años, desde el contexto latinoamericano y del Caribe, el filósofo mexicano Mauricio
Beuchot, O.P., ha elaborado y comunicado una propuesta interpretativa de textos, a la cual él denomina
“Hermenéutica analógica”. Cfr. Beuchot, Mauricio. “La naturaleza de la hermenéutica analógica”. Revista
Cuadernos de filosofía Latinoamericana. Bogotá, D.C., USTA. N°s 82-83/84-85, (2002): 9-13., Beuchot,
Mauricio y Marquínez Argote, Germán, Hermenéutica analógica y filosofía latinoamericana. Bogotá D.C:
El Búho, 2003. pp. 31-47., Beuchot, Mauricio, Hermenéutica analógico-icónica y teología. Colección
Teología hoy, N° 67. Bogotá, D.C: PUJ, 2008. 190 pp., y, Beuchot, Mauricio, Hermenéutica analógica,
Educación y filosofía. Bogotá, D.C: USTA, 2010. 143 pp.
48
tradición tomista, que es una tradición importante e irrenunciable para la teología,
se considera que, “nuestro lenguaje sobre Dios no es nunca unívoco, sino, a lo
sumo análogo, es decir, indirecto: partiendo del mundo y de nuestro ser humano,
decimos algo sobre Dios, pero en categorías y expresiones que sólo están
contrastados en nuestra realidad mundana”.86
Para hablar de este método interpretativo, tomo como referencia el pensamiento
del mexicano Mauricio Beuchot, O.P., quien se ha interesado, de manera especial,
por algunos temas del pensamiento tomista, y cuyos aportes en torno a la
interpretación analógica, o hermenéutica analógica, son de gran importancia en el
contexto de Latinoamérica y el Caribe. El pensamiento de Beuchot, ha sido
iluminador para mí, y sin duda, ha sido un gran aporte en el camino de este
trabajo.
2.1.1. La hermenéutica analógica
Según Beuchot87, la hermenéutica analógica, en cuanto hermenéutica, es un
instrumento interpretativo, una herramienta conceptual para la interpretación de
textos; y, en cuanto analógica, trata de superar la distinción que se da actualmente
entre las hermenéuticas unívocas y equívocas. Se trata de una disciplina que
tenderá hacia un equilibrio y una mediación, por la proporcionalidad.
Para Beuchot, la hermenéutica es la disciplina de la interpretación de textos
(escritos, hablados, pintados, etc); y en toda su historia ha sido jalonada por la
bipolaridad del univocismo y el equivocismo, de modo que puede hablarse de una
hermenéutica univocista, que restringe bastante las posibilidades de la
interpretación, y una hermenéutica equivocista, que abre demasiado dichas
86
Schillebeeckx, Jesús, Historia de un viviente, 589. 87
Beuchot, y Marquínez, Hermenéutica analógica y filosofía latinoamericana, 31-47.
49
posibilidades, hasta el punto de que no se puede discernir entre una buena
interpretación y otra incorrecta.
Frente a este hecho, la propuesta de la hermenéutica analógica consiste en
buscar una interpretación de los textos que no quede atrapada en el ideal
univocista, de una interpretación única y sin complicaciones, ni en el caos
equivocista de muchos intérpretes o pensadores contemporáneos que pretenden
promulgar y defender la interpretación infinita (o al infinito), con lo cual todas las
interpretaciones son válidas y complementarias, pero de la misma manera todas
son subjetivas, sin poder ser verdaderas ni mucho menos falsas.
Según Beuchot, analogía es un término de origen griego que significa proporción,
proporcionalidad, equilibrio difícil, movedizo, pero seguro. La analogía resulta ser
la proporción indicada frente a realidades o aspectos que, por ejemplo, no se
pueden explicar por la ciencia o la razón instrumental. La hermenéutica analógica
por tanto, abre y amplia el espectro de las interpretaciones, de tal forma que no se
tome como válida una sola; pero, pone límites también, a ese grupo variado de
interpretaciones, de tal manera que no se vayan al infinito, en un regreso
relativista que resulta imposible de detener.88
Si la analogía es la conciencia de que una cosa tiene diferentes formas, de
que se dice de diversas maneras, la hermenéutica analógica es la
advertencia de que la interpretación tiene diversas maneras y grados. Es
plural. Permite varias interpretaciones pero, puede jerarquizarlas y además
permite ver la proporción que alcanzan de una verdad textual.89
En nuestra época ha habido más tendencia a la hermenéutica equívoca. Y, como
la analogía está semánticamente entre la univocidad y la equivocidad, por eso ha
habido necesidad de implementar una hermenéutica analógica, que, al ser una
88
Beuchot, Hermenéutica analógico-icónica y teología, 37. 89
Ibid, 33.
50
hermenéutica de la proporción, del equilibrio difícil y no simplista, tiene
características de tipo estructural y funcional muy conectadas entre sí, guardando
estrecha dependencia la una con la otra.
Características de tipo estructural
En cuanto a lo estructural, la hermenéutica analógica tiene, como es natural, la
característica de ser mediación entre una hermenéutica unívoca y otra equívoca.
No tiene la rigidez de la primera (unívoca), pero tampoco incurre en las
extralimitaciones que cabrían en la segunda (equívoca); trata de situarse como
participando de ambas, aunque sin quedarse en un término medio equidistante,
sino más inclinado a la diferencia. Si se incorpora la analogía a la hermenéutica,
se tendrá una hermenéutica más amplia que la totalmente univocista y más
estricta que la totalmente equivocista. Esto ayudará a evaluar y evitar la
interpretación unívoca (propia del pensamiento moderno y positivista fundado en
la razón instrumental) y la interpretación equivocista (del pensamiento romántico y
posmoderno). Conservará la diferencia sin perder del todo la identidad, a través de
la semejanza y la proporcionalidad, que están contenidas en la analogía. Además,
tendrá los distintos modos de analogía (que se señalan en la tradición pitagórica,
aristotélica y tomista), a saber; abarcará la desigualdad, la atribución y la
proporcionalidad impropia o metafórica.
En la analogía se encuentran diversas clases, según se acerquen los términos a la
univocidad o a la equivocidad. Cercana a la univocidad está la analogía de simple
desigualdad, como la que se da en el término “vida”, pues se puede tratar de la
vida vegetativa, de la vida sensitiva o de la vida racional. Después se da la
analogía de atribución, la cual implica la atribución de un predicado a un grupo de
sujetos, pero según grados, de modo que se predica o atribuye con más propiedad
a uno y con menos propiedad a los restantes. Hay en ella un analogado principal y
analogados secundarios. Este tipo de analogía es útil cuando queremos
comprender un todo ordenado según diferencias jerarquizadas. La analogía de
51
atribución corresponde por ejemplo, a términos como “sano”, el cual puede
predicarse de una persona, un organismo, un alimento, o de la medicina.
Sigue la analogía de proporcionalidad propia, que no exige distinción entre
analogado principal y secundarios, sino que todos los analogados son en ella más
iguales. Por ejemplo, al decir “el instinto es al animal lo que la razón al hombre”,
hay en esta frase una proporción compuesta entre una y otra cosa.90 Cercana a la
equivocidad está la analogía de proporcionalidad impropia o metafórica. Por
ejemplo, en: “las flores son al prado, lo que la risa al ser humano”, proporción por
la que se puede decir la metáfora “el prado ríe”. Esto indica que contiene la
metaforicidad. Pero la metáfora es sólo una de las formas de la analogía; ésta
contiene también la metonimia, con lo cual da un espectro más amplio que la
hermenéutica metafórica, por ejemplo, la de Ricoeur en cierto momento. En
efecto, hay una parte metafórica en la analogía, que es la proporción impropia;
pero, también hay analogías innegablemente metonímicas, como las de
desigualdad y, más propiamente, las de atribución y de proporcionalidad propia.
Si, como sostiene Roman Jakobson –dice Beuchot-, la metonimia es el origen de
la ciencia y la metáfora el de la poesía, en la analogía se tiene el espacio
suficiente para interpretar lo científico y lo poético respetando su especificidad, y
hasta para encontrar algunos puntos en los que se toquen o entrecrucen, de
manera que, en cierta medida y sin confusión, lo científico pueda interpretarse
poéticamente y lo poético científicamente.
Además, la oscilación entre la analogía de atribución y la de proporcionalidad dará
la posibilidad de contar por una parte, con una ampliación jerarquizada, como es la
atribución, pues esta implica un orden gradual de aproximación al texto o a la
verdad textual, y por otra parte, con una ampliación más lineal o igualitaria de la
proporcionalidad que permitirá una serie de interpretaciones más próximas entre
sí, y sólo diversas por la manera en que se complementan. Pero, en ninguno de
90
Beuchot, “La naturaleza de la hermenéutica analógica”. Revista Cuadernos de filosofía Latinoamericana,
10.
52
los dos casos se perderá la capacidad de juzgar y de evaluar cuáles de entre ellas
se acercan más a la verdad en cuestión, ya sea por la jerarquía de aproximación a
la verdad textual, ya sea por el carácter más rico y completo que tengan. Se evita
el relativismo: sólo se da cabida a un sano pluralismo.91
La hermenéutica analógica implica límite, un límite analógico, dado por el
predominio de la diferencia, pero también, por la presencia irrenunciable de la
identidad que obliga a cierta objetividad y no a la mera subjetividad. Asimismo, nos
permite guardar un equilibrio entre la interpretación literal y la alegórica. En efecto,
una hermenéutica unívoca buscará el sólo sentido literal, desechando el alegórico;
una hermenéutica equívoca buscará el sólo sentido alegórico; renunciando ya a
todo sentido literal, en cambio, una hermenéutica analógica destaca el sentido
alegórico que puedan tener algunos textos, pero sin perder todo sentido literal. Es
un equilibrio proporcional entre la búsqueda de la intencionalidad del autor (lo que
quiso decir) y la intencionalidad del lector (lo que de hecho interpreta éste) hasta el
punto de permitir una lectura simbólico-alegórica, inclinada al lado de la
proporcionalidad metafórica, sin perder por ello la capacidad de reducirla lo mejor
posible a la atribución de literalidad. Porque la tensión hacia la literalidad (sólo
tensión) es la que impide la caída en el mero subjetivismo interpretativo.
La hermenéutica analógica, asimismo nos ayudará a captar el sentido sin
renunciar a la referencia, inclusive a privilegiar al primero pero sin relegar la
segunda. Es muy notorio que la hermenéutica actual prefiere el sentido, que viene
por la coherencia o por la convención, y relega la referencia, que viene por la
correspondencia y la verificación. En la línea del sentido, hay una tendencia a la
equivocidad, pues, el sentido resulta de cada mente o sistema; en cambio, en la
línea de la referencia, hay una tendencia a la univocidad, pues pertenece a la
pretensión cientificista. Con todo, se puede adoptar una postura analógica, en la
que, sin pretender una relación referencial biunívoca entre las palabras y las
cosas, se evite caer en el rechazo de toda referencia, y se acepte una
91
Ídem.
53
referencialidad más dinámica, incluso movediza, pero suficiente. No pretender que
la referencia sea inequívoca, pero tampoco negarle toda adecuación a lo real.
La hermenéutica analógica tiene como instrumento principal la distinción, y por ello
requiere del diálogo. Es eminentemente dialógica. En efecto, el diálogo es el que
obliga a distinguir, y la distinción hace encontrar con sutileza el medio entre dos
extremos que se presentan como cuernos de un dilema, pues la distinción tiene la
estructura de un silogismo dilemático o razonamiento alternativo. Se trata de la
reflexión compartida en el diálogo, o del diálogo sustentado en la reflexión. Hasta
aquí las características de tipo estructural.
Características de tipo funcional
Por otra parte, en cuanto a las características de tipo funcional, éstas resultan de
la estructuración que se ha señalado en la analogía. Al oscilar entre la univocidad
y la equivocidad, la hermenéutica analógica puede ejercer funciones de
integración, salvaguardando la diferencia pero sin perder completamente la
identidad. De esta manera, una función primordial que tiene la hermenéutica
analógica es la de evitar los inconvenientes de una hermenéutica unívoca y de
una hermenéutica equívoca. La primera es demasiado restrictiva, incluso
reduccionista; la segunda es demasiado abierta, incluso, como ya se había
anotado, emergente hasta el infinito. Se superará el reduccionismo de la sola
interpretación válida, pero también, el emergentismo desbocado de las infinitas
interpretaciones válidas y complementarias. Eso permite el juego de la
subjetividad y la objetividad; se reconoce el predominio de la subjetividad que
debe tener la interpretación.
De hecho, se superará la dificultad que ahora se ve en hermenéutica, por la
distensión de los dos extremos del universalismo y el relativismo. La hermenéutica
analógica ayuda a abrir los márgenes de la interpretación, pero sin que pierda su
carácter de fronteras o límites. Se amplía la diferencia sin perder la posibilidad de
54
cierta identidad (por la semejanza), se abre la diversidad sin perder la
universalidad. Se universalizará a posterori, y a partir del diálogo. Inclusive se
puede afirmar que una hermenéutica analógica integra sin confundir y reduce
dicotomías sin que se mezclen en extremo.
Tal es la virtud de la analogía. Permitirá por ejemplo, interpretar correctamente el
Símbolo, que es muy propio de las religiones, evitando los extremos de
interpretarlo unívocamente, en pretensiones de encontrar los mismos símbolos en
las diferentes culturas, reduciéndolos a una interpretación positivista o traducción
cientificista de los mismos; y de interpretar el Símbolo equívocamente, es decir,
relegando su interpretación. Extremos tales a los que pueden llegar también la
teología positiva y la teología negativa; la primera pretendiendo comprenderlo
todo, la segunda prefiriendo no interpretar. Por esto, entre una y otra se establece
una postura analogista, que trata de decir sin decir, esto es, de decir lo más
posible sin pretender decirlo todo. Una hermenéutica analógica del Símbolo
respetaría lo inefable del mismo, reconocería su carácter de irreductible de
manera sólo aproximativa, proporcional, ya que proporción es lo que la misma
analogía significa.
2.1.2. Interpretación analógica de las categorías de salvación cristiana
De la misma forma que a través de la historia de la teología, los cristianos se
valieron de distintas categorías y del lenguaje cotidiano de cada cultura, para
hablar de la revelación de Dios en Jesucristo, también, hoy la cultura, el mundo y
su lenguaje, continúan siendo un aporte importante para hablar, a los seres
humanos contemporáneos, sobre revelación y salvación. Sin embargo, utilizar
dicho lenguaje y categorías, tal y como son interpretados por la sociedad o la
cultura en que nacieron, puede ocasionar incomprensiones y comparaciones
equívocas de aquello que, desde la fe cristiana, se pretende decir o predicar
sobre la revelación y salvación.
55
Algunas categorías soteriológicas que la teología utiliza (salvación, liberación,
emancipación, liberación emancipadora), y que aparecen también en los escritos
Schillebeeckx cuando trata el tema de la salvación, tienen que ver con ciertos
términos propios de contextos seculares no religiosos, o de contextos religiosos
diferentes a la cultura y fe cristianas; pero, dichas categorías en el momento de
ser tratadas, se relacionan o analogan, unas con otras, siempre desde el punto de
vista de la fe cristiana. Por tanto, si no se quiere llegar a múltiples interpretaciones
que tiendan al infinito, y hagan totalmente equívoca la interpretación cristiana que
se hace de la salvación, cada categoría, sin que pierda su sentido, se debe
relacionar principalmente con la comprensión soteriológica cristiana.
El tema de la salvación, tiene para la teología una importancia vital: de la
comprensión que un creyente tenga sobre este respecto, radicará en gran parte, el
modo en que asuma su propia vida, la moral que viva, y la manera de relacionarse
con el mundo y con los demás. Por eso, dado que la salvación es una categoría
que siempre necesitará ser reflexionada, se propone aquí en este trabajo, en el
contexto de nuestra vida cristiana actual, teniendo en cuenta los aportes que
Edward Schillebeeckx, legó para la iglesia y la teología.
La razón fundamental por la cual este dominico flamenco hizo teología, fue
precisamente para interpretar, en un lenguaje actual, cómo o de qué manera, la
revelación de Dios en Jesucristo es el horizonte auténtico de salvación para los
seres humanos.92 Siendo fiel a la tradición teológica de cada época, afirma de
manera clara, que Dios tiene la voluntad infinita y gratuita de salvarnos; y esta
gracia salvífica debe ser para nosotros los seres humanos, en primer lugar,
entendible, y en segundo lugar, asumible en nuestro contexto cultural de una
manera prudente, sabia y responsable: la salvación deberá ser siempre, el sentido
primero y último por el cual, cada ser humano, reflexione y obre.
92
Esto se hace evidente de manera especial en las tres grandes obras de Schillebeeckx: Jesús, Historia de un
viviente, Cristo y los Cristianos, Gracia y liberación, y Los hombres relato de Dios.
56
Schillebeeckx, utiliza la categoría salvación desde un punto de vista análogo, lo
cual se relaciona muy bien con la presentación sintética sobre la analogía y la
hermenéutica analógica, tratadas en el numeral anterior. Su reflexión es rica en
contenido, y tiene en cuenta la cultura y el lenguaje del mundo. De tal manera que,
cuando este teólogo contemporáneo habla de salvación, utiliza también, análoga o
proporcionalmente, otros términos. En sus dos libros de cristología (Jesús, historia
de un viviente y Cristo y los cristianos, gracia y liberación), y en otros de sus
escritos, Schillebeeckx, para hablar de salvación, se vale también, de categorías
como, salvación cristiana, redención, liberación, autoliberación emancipadora, y
salvación escatológica. Pero, estas categorías, aunque él no lo dice
explícitamente, son relacionadas proporcionalmente; pues, si se tomara cada una,
sólo desde el contexto donde surgió, no se podrían relacionar con aquello que la
salvación cristiana significa; resultarían siempre equívocas, no análogas.
Dichas categorías, ya sintetizadas en la primera parte de este escrito, son,
entonces, las más utilizadas de forma semejante o análoga, de tal manera que,
algunas veces se habla proporcionalmente, de soteriología, salvación y redención,
otras de salvación, redención y liberación, otras veces de salvación, redención y
autoliberación emancipadora, y otras de redención y salvación escatológica. Estas
categorías son incluyentes para Schillebeeckx, no se desmienten entre sí, cada
una tiene una proporcionalidad frente a la otra, pero a la vez, unas no son sin las
otras; como es el caso de la categoría autoliberación emancipadora, que debe
estar siempre integrada a las de redención y salvación. Veamos ahora, de una
manera un poco más detenida, la relación análoga que se propone entre unas
categorías y otras, y también, la diferencia específica que existe, entre las
categorías de liberación y emancipación autoliberadora, y las categorías de
salvación y redención cristianas.
57
2.1.2.1. Salvación, redención y liberación
El término Salvación es el más utilizado por Schillebeeckx cuando habla de la
revelación y la soteriología. Pero, este término es interpretado por él, y tomado a
partir de la categoría cristiana de Redención, es decir, la salvación o liberación del
ser humano otorgada por Dios en Jesús a través de su vida, muerte y
resurrección. En este sentido, la Salvación, y también, la Liberación, que es a la
vez, una categoría utilizada para hablar de redención, están sustentadas
directamente desde la perspectiva cristiana. Es necesario comenzar con esta
acotación, puesto que, la salvación y la liberación, al no ser categorías exclusivas
de la religión cristiana, deben ser tratadas siempre de forma análoga con la
categoría Redención, propia del cristianismo, y de esta manera, se evitarán
comprensiones equivocas que terminen en meras ideologías.
Los cultos mistéricos, la religión de Osiris, las formas teístas de piedad en la India,
el Gnosticismo, el Budismo, el Islamismo, el Judaísmo, entre otras religiones y
prácticas religiosas, nos dan cuenta de la manera en que también en ellas, las
categorías de salvación y liberación, aparecen dentro de sus contenidos y
creencias. Como bien afirma Joseph Doré, es en relación con el tema de la
salvación como se especifican e interpretan las proposiciones sobre el sentido de
la vida, las visiones del mundo y las concepciones del sentido humano y de la
historia, que son o tratan de ser la mayor parte de las religiones. 93
La finitud humana, el hambre, la enfermedad y la muerte, son situaciones que han
acompañado incesantemente a los seres humanos desde siempre, y estas,
conllevan a considerar una pluralidad de reflexiones en torno a la salvación y la
liberación. Por ejemplo, según dice Étienne Cornélis, al parecer ya en los ritos y
mitos más primitivos hasta ahora investigados, se ha encontrado que el ser
humano ha estado animado de la idea de que ciertos gestos y palabras, más allá
de su utilidad inmediata, tienen el poder de conjurar ciertas amenazas que se
93
Doré, “Salvación-Redención”. En Poupard, Paul, Card (Dir). Diccionario de las religiones, 1587.
58
levantan en el ambiente del mundo que le rodea. El ser humano, dado el
descubrimiento de su propia vulnerabilidad, en lo más profundo de su ser se siente
dependiente, bien de un grupo, de su buena salud, de la rica cosecha, o de la
victoria sobre el clan enemigo. Desde comienzos de la humanidad, el ser humano
de cara a la muerte, alcanzaba, a través de ritos de iniciación, una altura de
comprensión que le presentó la necesidad de salvación como un componente
explícito propio de su naturaleza.94
En este orden de ideas, se habla de salvación en otras culturas, cuando con sus
doctrinas, ritos y otras prescripciones sacralizadas, se proponen
fundamentalmente proporcionar al ser humano el medio y la explicación para
poder escapar de una situación desgraciada general que involucra a la existencia
de toda la humanidad, como lo es el mal y el problema del mal en el mundo y sus
repercusiones.95 Sin embargo, la categoría salvación es en este sentido, equivoca,
puesto que tiene maneras plurales de comprensión, según cada cultura.
Algo similar sucede con la categoría liberación. Según se aprecia en la amplia
historia de la humanidad, la categoría liberación, ha acompañado no sólo la
dimensión religiosa de cada ser humano y de cada pueblo, sino también, las
demás dimensiones (social, política, económica, cultural, etc). La opresión, la
injusticia, el maltrato físico o psicológico, el sufrimiento, la esclavitud, los gobiernos
totalitaristas, hacen que hombres y mujeres, víctimas de estas formas de vida no
deseadas ni queridas, busquen y deseen por muchos medios, la salida y liberación
de tales situaciones. Algunas veces, las acciones encaminadas a liberarse de
estas situaciones, se realizan de manera comunitaria, y otras sólo de forma
individual, incluso sin tener que depender necesariamente de lo religioso, ni
mucho menos vincularlo en los procesos humanos de liberación.
94
Cornélis, “Soteriología y religiones soteriológicas no cristianas”. En Feiner, y Löhrer Magnus (Dirs),
Mysterium salutis. Tomo II, 619-621. 95
Ibid, 622.
59
Por tanto, hacer la equivalencia directa de la interpretación de las categorías de
salvación y liberación -en términos generales, no específicamente desde la fe
cristiana-, a la comprensión cristiana de salvación, resulta equívoco y no análogo.
Si bien, la salvación tiene repercusiones directas e inmediatas en la salud, la
liberación de las desgracias, el bienestar personal y común; desde la comprensión
cristiana, esta categoría es para el ser humano el sentido primero y último de toda
su vida, por el cual, obra en el mundo, y en el cual encuentra su total realización y
felicidad auténtica. La salvación cristiana, se fundamenta en un Dios que se ha
encarnado en la humanidad, y que tiene nombre propio: Jesucristo. Por su parte,
la liberación, tal y como Schillebeeckx la entiende, unida a la categoría de
salvación, es aquella que tiene sus bases en el Evangelio, y que la tradición
cristiana ha mantenido hasta nuestros días, es decir, la liberación que tiene en
cuenta la acción siempre fiel y redentora de Dios en la vida del ser humano, y que
implica, también, la tarea de liberar a los hombres y mujeres de toda forma de
injusticia. Se trata de una redención -que no se comprende todavía de manera
total- dentro de un mundo aún deteriorado y enfermo.
En consecuencia, teniendo en cuenta que salvación y liberación no son
específicamente cristianas, la categoría que nos va a permitir integrar, de manera
proporcional, estas dos categorías, es la de redención, según la compresión
cristiana. Salvación y liberación son términos equívocos, en cuanto nos lanzan a
una pluralidad de interpretaciones, teniendo en cuenta el contexto cultural de cada
momento y lugar. Por esta razón, deben comprenderse análogamente, a partir de
la categoría de redención, que podemos llamar unívoca, puesto que se refiere a
una cultura y fe determinadas.
Por tanto, hablar de redención significa también, hablar –análogamente- de
salvación y liberación desde el punto de vista cristiano: la redención es paz y
satisfacción, es liberación de los pecados. Al redimirnos Dios en su Hijo Jesucristo
nos ha salvado, y al salvarnos nos ha liberado del pecado, de la muerte, del
sufrimiento, de la injusticia, de la angustia y de la opresión. En otras palabras, Dios
60
salva redimiendo y redime salvando, y en este proceso mutuo el ser humano
consigue su liberación.
La experiencia de las comunidades cristianas, según nos lo narran las distintas
tradiciones a lo largo de la historia de la teología, permiten comprender que
gracias a Jesús -el Cristo redentor y reconciliador-, el ser humano puede afrontar
la vida cotidiana con mayor fortaleza y esperanza. Cristo Jesús, es la mayor
experiencia de redención, salvación y reconciliación en medio de las dificultades.
De ello dan testimonio quienes han tenido experiencias salvíficas y liberadoras en
sus vidas. Esto es precisamente lo que narran, por ejemplo, los escritos
neotestamentarios.
En este sentido, la relación y analogía entre salvación, liberación y redención,
permiten comprender, de una forma más amplia e incluyente, el sentido de la
salvación cristiana. Y, especialmente, porque nuestra manera de comprender la
redención, se centra en una salvación que al ser profundamente divina es también
profundamente humana, es decir, que está encarnada en la humanidad, y que
además, no espera sólo un “más allá”, un futuro absolutamente inasequible en el
presente, o un estado fuera del mundo, para que se haga posible, sino que la
salvación, liberación y redención, dadas por el Dios de Jesucristo, son ya una
realidad que dan sentido a nuestro presente, y que nos permiten e invitan,
además, a asumir nuestra existencia con mucha más responsabilidad y
autenticidad, en el contexto y ambiente cultural donde vivamos.
2.1.2.2. Salvación, redención y autoliberación emancipadora
Según la manera como Schillebeeckx interpreta la soteriología, cuando se habla
de salvación y redención, las categorías de autoliberación emancipadora y
emancipación, están contenidas implícitamente en las primeras; pero, cuando se
utiliza alguna de estas dos últimas (autoliberación emancipadora o emancipación),
61
no se pueden dar por supuestas las categorías de salvación y redención; pues, la
emancipación o la autoliberación emancipadora son sólo un componente integral
de la redención y la salvación, y no todo aquello que por salvación cristiana se
comprende.
La categoría emancipación es un término que podemos denominar unívoco o
equivoco, según la manera o el contexto en los que se utilice. Si se toma como
salida o liberación de la alienación política o económica, estaremos partiendo del
término en un sentido unívoco, pero si se toma en cuenta respecto de lo social,
cultural, religioso o moral, estaremos hablando del término en un sentido
equívoco.
El término emancipación es de origen secular y no depende estrictamente de la
religión. Los deseos humanos de liberación y sus nobles ideales de emancipación,
frente al dominio y la opresión, son sin lugar a dudas, proyectos posibles y loables
que algunos seres humanos realizan en favor de otros. Grandes acciones
filantrópicas políticas y sociales, en favor de la emancipación de grupos
minoritarios, de etnias, o de pueblos, se han realizado en el mundo en estos
últimos tres siglos: la industrialización, la revolución francesa, los grandes avances
de la ciencia y de la técnica, las revoluciones anticolonialistas, los movimientos
liberacionistas, los intentos de solucionar el hambre y la miseria de los pueblos en
vía de desarrollo; son entre otros, signos reales de aquello que algunos seres
humanos han hecho en favor de los demás.
Personas de distintas culturas se han visto beneficiados, y afectados de manera
positiva o incluso negativa, por estos ideales humanos que pretenden la liberación
y autoliberación de toda forma de alienación, opresión, esclavitud, o indignidad. No
obstante, la mayoría de estos proyectos; bien tienen que ver tan sólo con uno o
dos aspectos de la salvación y la redención obrada y deseada por el Dios vivo, o
no tienen ninguna relación con la fe cristiana. Proyectos de emancipación así
62
entendidos y desarrollados, por supuesto, no se pueden relacionar exactamente
con las categorías de salvación, redención o liberación que aquí estamos tratando.
Si bien la humanidad ha hecho muchos intentos, a lo largo de la historia, para
remediar los problemas de su vida, y el sufrimiento causado por los dolores de tipo
corporal, psicosomático y social, estos intentos no han atendido a otros factores
que el sufrimiento humano integra o conlleva. Incluso, aunque existen muchas
formas de autoliberación (emancipadoras, interhumanas, médicas, individuales y
sociopolíticas) encargadas al ser humano en nombre de Dios, tales victorias sobre
el sufrimiento -en muchos casos pago de la culpa de nuestra historia humana- son
esencialmente parciales o limitadas.96
No es la intención de Schillebeeckx, afirmar que estos ideales e intentos de
emancipación sean un total fracaso. Claro que no! Pero, lo que sí pretende afirmar
-y vale la pena ratificarlo- es que la salvación, la redención y la liberación, desde el
punto de vista cristiano, dan como resultado procesos de emancipación humana
mucho más auténticos, y además, la salvación y redención cristianas,
complementan estos procesos de una forma más incluyente.
Las expectativas de salvación, liberación y emancipación, presentes en la mayoría
de los seres humanos, según nos lo muestra la historia de la humanidad, les han
acompañado y les continúan acompañando hasta nuestros días. Y, aunque la
constatación de estas expectativas, se hace más evidente en algunos contextos
mundiales que en otros (por ejemplo, Latinoamérica y el Caribe, África o la India);
deseos como gozar de buenas condiciones de salud, la justicia, el bienestar
comunitario e individual, la libertad, el respeto a la diferencia y a la dignidad de las
personas le son comunes a todos los pueblos del mundo. Las distintas guerras
entre pueblos y naciones, los colonialismos, los extremismos y fanatismos
religiosos, los problemas de ética y moral mundial, la manipulación extrema de la
ciencia y la técnica, el afán por tomar el poder y los abusos en el poder, los
96
Schillebeeckx, Cristo y los cristianos, Gracia y liberación, 749.
63
extremismos políticos, el calentamiento global y los problemas medioambientales,
entre otros, hacen que el ser humano reflexione sobre el sentido de su existencia y
busque caminos de liberación y bienestar de estas situaciones alienantes y
deshumanizadoras.97
No obstante, en un mundo tan informado y lleno de información como el nuestro,
las distintas reflexiones, nociones e interpretaciones que aparecen en torno a
cómo emanciparse de las situaciones de dolor, opresión, esclavitud y
deshumanización son muy diversas, y en muchos casos equivocas o unívocas,
según la utilización que se haga de ellas. Muchas reflexiones e interpretaciones en
torno a la liberación, la emancipación, o la salvación, han llegado a convertirse en
cuasi doctrinas meramente subjetivistas que hay que escuchar y seguir,
convirtiéndose estas, a la vez, en nuevas maneras opresivas para su existencia,
casi siempre sin que sus mismos seguidores lo perciban. Cabe recordar aquí por
ejemplo, en el contexto de nuestro país, el grave problema del aumento del
sufrimiento, la marginación, la violencia y la miseria de muchos colombianos, del
cual han sido autores materiales e intelectuales los llamados “grupos de
liberación”: guerrilleros, paramilitares, grupos pequeños de autodefensas, milicias
urbanas, grupos de “limpieza social”, entre otros. Sus graves excesos en la toma
del poder y la “justicia” por sus propios medios, o de pretender lograr la paz a su
manera (unívocamente), han aumentado cada vez más, el dolor y sufrimiento en
todas sus formas en la mayoría de los hombres y mujeres de nuestro país, en vez
de extinguirlo.
Hablar hoy de liberación, emancipación o salvación en muchos contextos
mundiales puede llegar a hacerse de manera tan radicalmente univoca o por el
contrario, tan equivoca, que, dichas interpretaciones resultan reduciéndose a la
creación de un nuevo conflicto, un nuevo partido político, una nueva profesión de
97
Como ya antes en el capítulo anterior se había enunciado, el mismo Schillebeeckx sintetiza las maneras de
hablar de la salvación y liberación en: 1) soteriologías horizontales de signos futuristas que pretenden
cambiar totalmente las estructuras sociales; 2) soteriologías verticales que normalmente son apolíticas en su
búsqueda de liberación religiosa; y 3) soteriologías político-religiosas (subrayan el significado político y
progresista de lo religioso). Ibid, 845.
64
fe, pseudoreligión o iglesia, o a nuevas maneras de tomar y ejercer el poder por la
fuerza, el miedo, el odio y la venganza:
(…) después de tantos siglos de ciencia y técnica –afirma Schillebeeckx-,
hemos tenido que aprender en los últimos decenios, por el daño y la
vergüenza, cómo esta autorrealización arbitraria y sin barreras de occidente
no ha traído a la humanidad salvación ni personal ni socio-política. Y hemos
aprendido también, que nuestra ilimitada expansión económica, basada en
el mito decimonónico del progreso, ha dejado de lado a los hombres de las
demás partes del mundo y amenaza, además, nuestro entorno vital natural,
hasta tal punto que la humanidad entera peligra por ello. El proyecto de una
total autoliberación del hombre por el hombre parece en este momento la
mayor amenaza para toda la humanidad.98
Por esta razón, desde la soteriología cristiana será posible hablar de
emancipación, o de autoliberación emancipadora, siempre y cuando esta
categoría vaya acompañada de las categorías de salvación y redención. Concluir
que la salvación de Dios en Jesús se limita a la esfera de un más allá de todas las
miserias, y que el resto corresponde a una autoliberación emancipadora es una
trampa muy peligrosa. Además, estaría en contradicción con aquello que la
Palabra de Dios nos muestra en el Nuevo Testamento, sobre los dos tipos de
acción salvífica de Jesús: Él, predicando la Buena Noticia cura, libera y salva a los
enfermos, y liberando a los hombres y mujeres poseídos por fuerzas alienantes o
demoníacas, predica la Buena Noticia.99
En este sentido, para buscar una proporcionalidad entre las categorías de
emancipación y de salvación o redención (en este caso proporcionalidad impropia,
según la hermenéutica analógica), cabe anotar que, no siendo un fenómeno
específicamente cristiano, el proceso emancipador de liberación puede tener una
98
Schillebeeckx, Los hombres relato de Dios, 24. 99
Schillebeeckx, Cristo y los cristianos, Gracia y liberación, 749.
65
importancia fundamental para el cristiano, siendo una forma histórica necesaria del
amor cristiano, de su fe y de su esperanza. Pues, todo aquello que en el
cristianismo, o en la teología, vaya en contra de las exigencias de la liberación
humana, individual y colectiva, debe ser rechazado en nombre de la fe cristiana.
Más aún,
aquella teología actualizadora que pretenda quedar en una hermenéutica
puramente teórica sin entrar en correlación con la historia de la libertad
emancipadora, no jugará ningún papel en el gestarse de la historia del
futuro. Inevitablemente evolucionará hacia un “sistema de ideas” de una
minoría cada vez más reducida, que no tendrá ya ningún mensaje liberador
para el mundo.100
2.1.2.3. Redención y salvación escatológica
La redención de Dios es salvación para todo el ser humano, y ella implica una vida
auténticamente humana. No obstante, dicha salvación no se da de una forma
única y definitiva en el presente, aquí y ahora. Los deseos de liberación absoluta
viven en una tensión entre la posible realización que esta tiene en la historia de
cada ser humano, que es incompleta, y la realización completa de esta, cuando
Cristo sea todo en todos (Col 3, 11). Por tanto, la categoría de salvación integra
análogamente a la categoría de salvación escatológica. Estas dos van
íntimamente unidas, y, desde la comprensión cristiana, una no se entiende sin la
otra.
Schillebeeckx afirma que algunos teólogos -procedentes de tres distintas
confesiones de fe cristiana- han llegado a la conclusión de que la liberación
político-social forma parte de la salvación divina (Karl Rahner), o que es al menos
un presupuesto mínimo para poder hablar de salvación cristiana (H. Kuitert), o
100
Schillebeeckx, Interpretación de la fe, Aportes a una teología hermenéutica y crítica, 218.
66
bien, que la autoliberación o salvación debe acontecer como apertura de un
horizonte futuro, y sólo así la salvación futura tendrá sentido para el ser humano
(Jürgen Moltmann). Estas conclusiones son un signo que muestra cómo, cada
vez, es mayor la conciencia de que no se puede hacer teología a partir de casos-
límite, sino que es preciso arrancar desde el fondo de la vida humana, “la cual se
manifiesta concretamente como una historia de libertad y emancipación”.101
Siempre que un ser humano promueve el bien y lucha contra el mal, está
reafirmando el ser de Dios mismo a través de esa praxis. Para el creyente, Dios es
fuente de inspiración de todo bien y, por tanto, origen de la oposición al mal en
todas sus formas. Cada aporte al bien humano –en el plano intersubjetivo o en lo
político-social- es para quien cree, una realización de la salvación divina a través
de la persona humana y del mundo. Pero, la libertad divina, base y fuente de la
libertad humana, no se agota en nuestra historia de libertad y emancipación, sino
que va mucho más allá. La libertad finita del ser humano debe respetar a Dios en
su libertad, de tal forma que nuestra idea de salvación no quede reducida a una
proyección de nuestros sueños y anhelos; por el contrario, debe quedar abierta a
la libertad absoluta y, por tanto, sorprendente de Dios, la cual, no obstante, es algo
evidente para la persona de fe y oración (aunque siempre supera sus
esquemas)102.
El mismo Jesús, “el exegeta de Dios” y experto en la praxis del Reino de Dios,
partió de un concepto delimitado de salvación escatológica o definitiva.103 Su
visión de una salvación perfecta y universal (el Reino de Dios) se fue configurando
en y por una praxis fragmentaria, histórica y, por tanto, limitada y finita, mientras
iba por los campos y pueblos haciendo el bien, curando, reconciliando y liberando
a los oprimidos por el mal o por las fuerzas demoniacas. Jesús no vivió de una
visión utópica y lejana, ni mucho menos de la convicción de que todas las cosas
habían alcanzado “idealmente” su consumación en Dios, sino que vio en su praxis
101
Schillebeeckx, Cristo y los cristianos, Gracia y liberación, 774-775. 102
Ibid, 775-776. 103
Para una mayor ampliación de este tema ver, Schillebeeckx, Jesús, Historia de un viviente, 442-480.
67
concreta de hacer el bien, un anticipo práctico de una salvación todavía no
consumada.104
Esto no significó por supuesto que la salvación y redención dadas por Dios en
Jesucristo hayan sido incompletas, ni mucho menos que, por el hecho que no se
dieron, ni se den, de una manera total para nosotros en el tiempo histórico,
perdamos entonces, toda esperanza de futuro o nos desviemos de nuestro
horizonte de sentido. Por el contrario, las experiencias parciales de salvación
vividas por Jesús, y también, vividas aquí y ahora por nosotros, son la anticipación
o “pregustación” de una salvación escatológica y definitiva. Toda praxis humana
encaminada a hacer el bien y que sea hecha en favor de los demás, por
imperfecta que sea en razón de su limitación histórica, tiene perfecta validez, y es
un anticipo práctico de esa salvación todavía no consumada en el tiempo. La vida
de Jesús demuestra, por ejemplo, que el presente y el futuro, aunque distintos,
están íntimamente unidos. Jesús predica sobre la salvación futura, pero a la vez,
la hace presente con su praxis.
De esta manera, cada vez que se hable de redención o salvación, habrá no sólo
que pensar en su realización y acción en el presente histórico, sino también, en su
plena y absoluta realización en un futuro que no es histórico sino escatológico. Las
intuiciones de una salvación segura, definitiva, perfecta y válida para todos son
susceptibles de una formulación en cierta manera positiva sobre las bases de
unas experiencias parciales de sentido: pueden ser expresadas solamente en
parábolas y visiones; es decir, mirar hacia delante un mundo donde reine la
justicia y el amor, un mundo sin lágrimas, pero, ateniéndonos siempre a la historia
real de nuestros sufrimientos y los sufrimientos de los demás.
104
Ídem.
68
2.2. Jesucristo nuestro Salvador
(…) sabed todos vosotros y todo el pueblo de Israel que ha sido por el nombre de
Jesucristo, el Nazoreo… Porque no hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por
el que nosotros debamos salvarnos. (Hch 4,10a.12).
Jesucristo, es la persona en quien se configuran de manera total las distintas
categorías que ahora estamos utilizando y que hacen referencia a la salvación
dada por Dios a nosotros los seres humanos. Soteriología, salvación, redención,
liberación, autoliberación emancipadora y salvación escatológica, son -como ya
hemos dicho- categorías que Edward Schillebeeckx utiliza para hablar de la
salvación; y estas pueden ser comparadas y analogadas, si tomamos como
referencia a la persona de Jesucristo en quien, sin lugar a dudas, confluyen y se
configuran estas distintas categorías.
Pero, antes de continuar, vale la pena aclarar que la manera de analogar las
categorías de salvación, tomando como fundamento y núcleo a la persona de
Jesucristo, no es una idea que, Schillebeeckx, esté proponiendo directamente.
Con seguridad este teólogo, durante su vida, debió conocer muy poco sobre la
propuesta de una hermenéutica analógica, tal y como la comprende Mauricio
Beuchot. Esta idea es un camino personal e interpretativo, que propongo, tomando
en cuenta, claro está, las categorías utilizadas por Schillebeeckx para hablar de la
salvación cristiana, y teniendo como punto de partida a nuestro salvador, Jesús de
Nazareth, persona irrenunciable para hablar del tema.
Pensar en Jesús es pensar en salvación, liberación y redención. Jesús de
Nazareth es, en verdad, la oferta salvífica de Dios para los hombres y mujeres de
cualquier parte del mundo. Innumerables tratados de cristología, y de la teología
en general a lo largo de la historia, nos dan buena cuenta de ello. Edward
Schillebeeckx, por ejemplo, al escribir su primer libro de cristología, “Jesús, la
historia de un viviente”, dice que, en Jesús se cumplen perfectamente las
expectativas de salvación tanto para los hombres y mujeres del tiempo en que Él
69
vivió, como también y por supuesto, para la humanidad actual. De hecho, una de
las razones más importantes que motivaron a Schillebeeckx a escribir esta primera
obra sobre cristología, fue precisamente la de mostrar a Jesús como la persona en
quien se cumplen totalmente las promesas salvadoras de Dios, y en quien se da
definitivamente la salvación para el género humano.105
La plenitud de nuestra vida e historia se da, entonces, en Jesús. Todo comenzó
con el encuentro de unos hombres con una persona, la persona de Jesús.
Encuentro que les produjo una experiencia única, la cual poco a poco se fue
acrecentando, pasó a ser totalmente radical en sus vidas, y transformó su manera
de comprender a Dios y al mundo. Aquel encuentro sorprendente e imprevisto de
aquellos hombres judíos de lengua aramea, y quizá también griega, con el hombre
Jesús, se convirtió en el punto de partida de la concepción neotestamentaria de la
salvación.106
En este sentido, Jesús de Nazareth, respecto a la salvación definitiva del ser
humano, tuvo que aparecer históricamente al menos como un interrogante
catalizador y como una invitación; y los cristianos de aquel tiempo, por su parte,
interpretaron este interrogante y esta invitación, de una manera muy concreta:
descubrieron en Jesús la promesa definitiva de la salvación y liberación por parte
de Dios, y eso les bastó para anunciarlo a otros, y dar así testimonio de
Jesucristo.107 Esta comprensión se mantiene hasta hoy, y puede ser constatada
en la historia de la teología y en la historia de la iglesia: a lo largo de más de dos
mil años, hasta nuestros días, Jesús de Nazareth, se ha convertido en una figura
atrayente y en el modelo a seguir de todo cristiano. Él, es sinónimo de amor,
esperanza, justicia, paz y libertad para los creyentes.
Principalmente son los evangelios la fuente que nos da razón de la comprensión y
experiencia narrada sobre un hombre, Jesús de Nazareth, quien vivió y predicó la
105
Cfr. Schillebeeckx, Jesús, Historia de un viviente, 13-103. 106
Schillebeeckx, Cristo y los cristianos, Gracia y liberación, 13. 107
Schillebeeckx, Jesús, Historia de un viviente, 598.
70
soberanía salvadora de Dios para los seres humanos, la misericordia de Dios, la
venida e instauración del Reino de Dios en la tierra (Mc 1, 14-15; Mt 6, 10; Lc 11,
2.20), y con ellas, la idea de que Dios es Padre de toda la humanidad.108 Al
acercarnos a los primeros cuatro libros del Nuevo Testamento, y estudiarlos
valiéndonos de los exegetas, se puede apreciar que cada Evangelio nació no
como un documento preocupado prioritariamente por narrar con meticulosidad
unos acontecimientos históricos, habidos en aquel tiempo, sino
fundamentalmente, para confesar y testimoniar el significado e importancia de la
experiencia salvífica vivida con Jesús de Nazareth (la cualidad y prioridad del
amor fraterno, la solidaridad y la justicia, la caridad y la compasión).
Gracias, entonces, a las narraciones del Nuevo Testamento los creyentes
tenemos un acercamiento mejor a la persona de Jesús: un ser humano que, por
su vivencia personal del Padre (Abba), nos anuncia un futuro feliz de parte del
Dios salvador, y lo presenta con su propia vida; Jesús es la luz del mundo (Jn 12,
36-36.46), y hablando con total confianza de su Padre (Jn 12, 49-50), nos da un
mensaje de vida (Jn 12, 44-50; Cfr. 1, 12-13). Jesús debió comprender y
experimentar muy bien, en su propia existencia, la misma salvación dada por su
padre Dios a Él y al mundo; es decir, la salvación que hace al ser humano
verdaderamente humano, y que es un proyecto humanizador del creador para
nosotros. De hecho, dicha salvación, en Jesús, se verifica perfectamente a lo largo
de su vida: pasó haciendo el bien, curando enfermos y combatiendo el mal. Todos
los textos neotestamentarios en los que se habla de Él, dejan claro que Jesús
salvaba humanizando. Para Él, ningún hombre o mujer deben ser injustamente
manipulados o maltratados (Mc 8, 36; Mt 12, 1-12; Jn 8, 1-11).
La vida entera de Jesús es, por tanto, portadora de la salvación de Dios y
salvadora, y se manifiesta en acciones salvíficas a lo largo de toda su vida. Él
108
Schillebeeckx, Cristo y los cristianos, Gracia y liberación, 338. “Si Jesús tiene una vivencia tan intensa de
Dios como Padre y ve en Él una figura paterna –cosa que atestiguan los sinópticos y el paulinismo no menos
que el joanismo-, difícilmente se podrá negar que (dentro de este esquema experiencial) Jesús tuvo que
experimentarse como el Hijo…”.
71
salva con sus palabras, con sus acciones, con sus gestos, con su misericordia y
con su amor. De esta manera, todo el mensaje salvador de Jesús procede de Dios
y está centrado en Dios; Jesús mantuvo siempre vivo este mensaje, tanto en los
éxitos como en los fracasos de su vida, incluso en medio de su agonía y en el
trágico desenlace de su muerte en una cruz.
Según las narraciones neotestamentarias, la muerte de Jesús en la cruz no hizo
vacilar su certeza de la venida del reinado y Reino de Dios para la humanidad.
Jesús, ante la inminencia de su propio sufrimiento y muerte, mantuvo firme su
oferta de salvación de parte de Dios. Esta firmeza, convicción y libertad, en
nuestra situación actual puede tener un efecto sorprendente en la vida del ser
humano: suceda lo que suceda se debe continuar confiando en Dios, entonces se
realizará la liberación, la plena salvación escatológica de los seres humanos.109
Como complemento esencial a tantos proyectos actuales que buscan, casi
siempre, de manera equivoca, la emancipación por medio de la autoliberación
inmediata del ser humano, aparece toda la vida de Jesús, como paradigma
auténtico de verdadera salvación y liberación. Incluyendo por supuesto, el fracaso
histórico de su pasión y muerte, las cuales tienen también, una vigencia total para
nuestros días (de manera especial en lo que atañe al sufrimiento humano, a la
justicia y a la libertad).
Esto –dirá Schillebeeckx- es lo desafiante del mensaje de Jesús, el cual por una
parte, admite y estimula el proceso humano de liberación y emancipación, y por
otra, lo trasciende a una confianza inquebrantable en una salvación total que sólo
Dios puede dar, y que es una respuesta trascendente (por ser divina) a la finitud
de nuestra humanidad. Por la finitud (fisura de la esencia humana) cada persona
es un ser cuya salvación, integridad y plenitud, dependen de la gracia y de la
misericordia de su Creador.110
109
Schillebeeckx, Jesús, Historia de un viviente, 599. 110
Ibid, 599-600.
72
Por tanto, hoy, la presencia de Jesús en la vida de cada ser humano, nos debe
plantear el interrogante de si la realidad de Dios no será la cuestión más
importante de la vida humana, una cuestión que, de resultar positiva, nos exige
una radical metanoia, una radical reorientación de nuestra vida. De ahí que el
interrogante que Jesús nos sigue planteando sobre la manera como los seres
humanos comprendemos a Dios, sea absolutamente desorientador.111
Conversión, Salvación y Reino de Dios
La salvación que Jesús experimenta, es comunicada al ser humano
fundamentalmente como invitación a la conversión (metanoia) al Reino de Dios. La
salvación y la liberación, de las cuales Jesús tiene experiencia directa, están
íntimamente ligadas a su predicación sobre el reinado de Dios. En este sentido,
convertirse al Reino de Dios, significará por una parte, salir de los falsos ideales
del tener y del poder (idolatría), que mantienen siempre alienado u oprimido al ser
humano, y que tantas veces los busca y persigue a toda costa; y por otra parte,
significará entrar en un proceso que genere nueva vida para todos (que haga
nacer nuevamente “del agua y del Espíritu”. Jn 3, 5), es decir, que genere
liberación y salvación.
Las enseñanzas de Jesús dejan claro que la salvación sólo tiene lugar cuando el
corazón del ser humano se abre a la buena noticia, es decir, cuando comienzan a
hacer parte de la existencia humana, la solidaridad, el perdón, la caridad, la
justicia, la compasión por el otro (al igual que el buen samaritano) y el
descubrimiento del amor aun en los más pecadores (Cfr. La mujer adúltera a quien
Jesús perdona, Jn 8, 1-11). Ser cristiano significa estar expuesto a todos,
convertirse en favor del otro, salir del círculo del “yo” para entrar en relación con el
prójimo.
111
Ídem.
73
Jesús enseñó con parábolas y acciones que el ser humano se realiza en cuanto
ama con un amor fraterno (Mc 8-35), en cuanto va hacia el otro, es decir, en
cuanto acumula para Dios (Lc 12, 21). Jesús se convierte así, en el cuerpo
espiritual que crea comunidad (1 Cor 15, 45-49), pues, el proyecto del Reino no se
entiende cuando el ser humano vive solitario, alejado de los otros y totalmente
desinteresado por el dolor y sufrimiento del prójimo. Gracias a Jesús, una de las
mayores enseñanzas que se pueden sacar del proyecto salvador de Dios, es su
carácter humanizador. El ser humano se realiza, no dominando al otro, sino
afirmando al otro, dando vida al otro, es decir, dándole alimento, hospitalidad,
compasión, libertad y respeto. Es liberar al otro como búsqueda y resultado de la
propia liberación.
Uno de los aspectos fundamentales de la originalidad del mensaje de Jesús, es
precisamente, que Él vive a plenitud su libertad, e introduce a Dios en la liberación
de los seres humanos, pues Dios está siempre con Él. Incluso su libertad es casi
insoportable e incomprensible y crea muchos conflictos con los maestros del
templo. Las enseñanzas de Jesús son de un sentido de libertad tan
profundamente humano y divino a la vez, que van más allá de los preceptos
formales de la ley judía. Para Jesús es claro que el Padre Dios queda más
satisfecho con todo aquello que potencie y propicie la vida del ser humano, que
con el simple hecho de guardar una norma o prescripción de la ley (Mt 12, 1-12).
Con Jesús llega, por tanto, el mundo nuevo de libertad, justicia y fraternidad; hay
que alegrarse y confiar sin reservas. Las promesas se hacen realidad. El Reino de
Dios que él predicó con su testimonio, consiste en la convivencia fraterna, en la
conversión al amor. Jesús acoge a los pecadores y come con ellos, y manifiesta
además, su especial opción e inclinación por los marginados (Lc 14, 15-24; Mt 5,
43). Expresa que tiene mayor mérito amar a los enemigos, y recuperar la dignidad
del ser humano. Ahora el ser humano vale por sí mismo, por lo que es y no tanto
por lo que tiene o por los preceptos que cumple. El ser humano vale ahora por sus
sentimientos y las prácticas de misericordia. Sólo de esta manera la salvación es
74
liberación de la libertad. Una libertad liberada para amar y rescatar, tanto de las
carencias humanas como de las idolatrías. Este es precisamente el mensaje y
enseñanza que hay, por ejemplo, en el diálogo de Jesús con el joven rico (Mt 19,
20-22): la única condición que le pide Jesús al joven es que sea capaz de
desprenderse de aquello que lo mantiene atado, la riqueza material; Jesús no
condena al joven por el hecho de poseer riquezas, sino por carecer de libertad en
el momento en que se le pide desprenderse de dichos bienes que, como falsa
seguridad del tener, lo siguieron manteniendo atado y dependiente.
Jesús enseña, entonces, con sus palabras y acciones, que en la conversión al
Reino de Dios el ser humano puede hallar su salvación. Enseña, en el fondo, que
la salvación es dada por Dios a la humanidad, día a día, minuto a minuto, y que
obviamente, esto implica en nosotros acciones humanas, responsables y libres,
coherentes al don gratuito de la salvación que nos es dada.
Como personas de fe, es conveniente que continuemos afirmando, de forma clara,
directa y oportuna, que la vida de Jesús, sus hechos, palabras y sus acciones (su
ortopraxis), su sufrimiento, muerte y resurrección, siguen teniendo total validez y
mucho que decir a nuestros hermanos y hermanas de Colombia. El mensaje
salvador de Jesús está vigente para todos, y de manera especial para aquellas
personas que están hoy padeciendo en su propia vida y en la de su familia, el
sufrimiento y las consecuencias de la corrupción, la violencia, la muerte, la
injusticia, la marginación y la pobreza.
75
2.3. La historia, lugar donde se realiza la salvación
“Hoy más que nunca resulta claro que la historia humana es el ámbito en el cual se
decide la liberación o la salvación del hombre; de ello se tiene conciencia explícita”. E.
Schillebeeckx.112
Dios actúa en la historia humana. La voluntad gratuita por parte de Dios de salvar
a la humanidad, y la respuesta que el ser humano da a esta oferta salvadora, sólo
se hacen posibles en la historia humana y no fuera de ella. Es así, que por
ejemplo, las categorías de redención, salvación, liberación, autoliberación
emancipadora y salvación escatológica, ya tratadas, tienen que ver con un
lenguaje humano e histórico, que se comunica como mensaje del Dios Jesucristo
a cada ser humano histórico, según los matices de la historia.
El fundamento para hablar de la acción de Dios en el mundo, en términos de
evocación o de analogía, es su acción trascendente por inmanencia: nuestro
propio mundo y su historia. Dios actúa en la historia humana con toda su divinidad,
y al estar en el mundo, incluso al hacerse uno de nosotros (en Jesucristo), nunca
deja de ser Dios. Toda persona que cree en el Dios creador y salvador y articula
esta realidad en lenguaje de fe, puede legítimamente, en términos evocativos y
análogos, hablar de una relación especial de Dios con respecto al ser humano en
su integridad y, también, de una inmanencia especial del Dios trascendente, la
cual puede hacerse para el ser humano verdadera presencia y acercamiento de
Dios a su realidad y a su historia.113
La historia no es simplemente un mero desarrollo de las cosas o de los seres. En
la historia no sólo se producen actos, sino que, además, anterior a ellos, se
producen las propias posibilidades que condicionan la realidad. Y, por esta razón,
existe la gran proximidad de la historia al acto creador. El ser humano produce
posibilidades de nuevos comienzos, no al estilo de una nueva creación de la nada,
112
Schillebeeckx, Cristo y los cristianos, Gracia y liberación, 775. 113
Schillebeeckx, Jesús, Historia de un viviente, 595.
76
sino que en su dinámica de la vida, muchas veces da inicio a nuevas maneras de
ser y estar en el mundo.
2.3.1. El ser humano como ser histórico
Ser hombre o mujer en el mundo conlleva un proceso histórico evolutivo. La
historicidad del ser humano reúne o integra el tiempo y la realidad. En estos dos,
toda persona adquiere conciencia de su pasado y de su futuro, de su principio y de
su fin. Todo ser humano hace historia como realización y búsqueda de su propia
identidad (o esencia) y de su autenticidad. Y puesto que la historia misma influye
en ellas, estas dos no son tan sólo una estructura previa de su acción, sino que
son consecuencia de la acción misma.
El ser humano es, por tanto, un ser histórico, y su autocomprensión o la
comprensión que hace de sí mismo, en cada una de las situaciones actuales y
existenciales de su vida, incluye siempre una mirada retrospectiva hacia un
pasado temporal y una mirada hacia un futuro que también es temporal. En la
realización existencial, específicamente humana, entra el situarse en el presente
mediante una determinada relación con el futuro y con el pasado.114
Como bien afirma Bernard Lonergan, el sujeto –léase en este caso ser humano-
en el tiempo es idéntico, siempre el mismo. Son sus actos conscientes e
intencionales los que cambian de un modo u otro, para hacer que su “ahora” salga
del pasado y entre en el futuro. El presente psicológico del ser humano no es
solamente un instante, sino un lapso de tiempo en el que el ser humano puede
penetrar en el pasado ya sea por las memorias, los relatos o la historia; y en el
futuro por las anticipaciones, las estimaciones y los cálculos.115
114
Haeffner, Antropología filosófica, 92. 115
Lonergan, Método en teología, 174.
77
Según, Adolf Darlap, el conocimiento que el ser humano tiene de sí mismo como
ser histórico (autocomprensión), es siempre una interpretación de la relación
existente entre su historicidad y su conocimiento del ser, es decir, entre la
historicidad y la metafísica como ontología. Sí bien es cierto -dice Darlap- que el
acontecer histórico, interpretado por una previa comprensión metafísica, se
presenta en el horizonte de un conocimiento anterior a él, también es cierto a la
inversa, es decir, que el horizonte de la comprensión metafísica, por ser histórico,
viene asimismo determinado por los hechos históricos y convertido en historia.116
En el proceso de autocomprensión que hace el ser humano en su presente
histórico, están implicadas las distintas acciones del pasado y las decisiones o
proyectos que se tomarán para el futuro. Este proceso le permite analizar y
evaluar los factores, circunstancias, acontecimientos, valores, actitudes o
situaciones, que estuvieron y están implicados en la realidad histórica ya vivida, o
que vive en el presente. En otras palabras, cuando el ser humano realiza su
proceso de autocomprensión, ya sea de manera particular o colectiva, cae en la
cuenta de lo histórico de su pasado y de su presente, evalúa su situación actual
respecto de todo su pasado, ya vivido en libertad, y a la vez, dependiendo de la
evaluación que haga, proyecta, reorienta, o incluso vuelve a retomar el camino
que haya elegido, y que lo conduce al futuro.
De esta manera, el presente del ser humano se forma y experimenta como el
acontecer de la libertad en la unidad del pasado, sustraído y conservado, y del
futuro que le sobreviene y que está por hacer. Pero, como el pasado y el presente
son determinantes en su existencia, en la dimensión abierta del futuro -próximo o
lejano- entra en juego por supuesto también la libertad; pues, dependiendo de las
decisiones que el ser humano vaya tomando, también su futuro en gran medida se
irá construyendo y moldeando, sin obviar u olvidar, desde luego, lo ya vivido en el
pasado.
116
Darlap, “El concepto de historia de la salvación”. En Feiner, y Löhrer Magnus (Dirs), Mysterium salutis.
Tomo I, 74-76.
78
2.3.2. Fuera de la historia no se puede comprender la salvación cristiana
En la realidad histórica del ser humano y en su proceso de autocomprensión, tiene
lugar la salvación. Según Ignacio Ellacuría, la historia es lo trascendentalmente
abierto porque engloba en sí, por una parte, la apertura de la realidad, y por otra,
la doble apertura unificada de la inteligencia y la voluntad, de la aprehensión y de
la opción.117 Tal apertura es, en cada ser humano, la apertura trascendental
elevada de un “existencial sobrenatural” -como lo denomina Karl Rahner-, y es en
la totalidad de la historia, la apertura trascendental elevada de una historicidad
gratuita, querida por Dios. Le es propio a la historia ser trascedentalmente abierta,
y en esta trascedentalidad está ya la presencia, al menos iniciada, de Dios y su
designio salvífico.118
De esta manera, la aceptación de tal historicidad trascendental gratuita, querida
por Dios desde el principio de la creación, y por tanto, principio ella misma de
historia, es algo que se va imponiendo necesariamente, si se quiere afirmar al
mismo tiempo, que la elevación de la historia a historia de Dios, no es algo que
extrínsecamente se le añade, y que, sin embargo, esa elevación va mucho más
allá de lo que una pura historia puede dar de sí.119 En este sentido, el sujeto de tal
historia, como historia de salvación, viene a ser la humanidad entera, es decir,
todos los seres humanos entendidos en su complejidad y unidad; y este sujeto -
colectivo e individual-, junto con los acontecimientos históricos, es el portador de
tal historia trascendentalmente abierta.120
La revelación de Dios en la persona de su Hijo Jesús, nos enseña que Dios ha
destinado a todos los seres humanos a la salvación, y nos dice también, que esta
salvación no es una mera posibilidad, sino que Jesucristo la ha traído realmente
para todos. Sin embargo, la oferta salvífica de Dios, no prescinde de la libertad
117
Ellacuría, “Salvación en la historia”. En Floristán, y Tamayo (Eds). Conceptos fundamentales del
Cristianismo, 1256-1261. 118
Ibid, 1257. 119
Ídem. 120
Ídem.
79
humana. Pues, el ser humano, por libre elección, puede aceptarla o rechazarla. En
este orden de ideas, cuando el ser humano hace historia, está realizando la
historia de su salvación o de su perdición.121 El sentido que cada ser humano dé a
su propia historia, constituye una respuesta de aceptación o de rechazo a la
gracia, o sea, a la oferta de salvación que hace Dios al género humano.
A partir de la tradición teológica de Santo Tomás de Aquino, Edward
Schillebeeckx, afirma que la historia es, según su centro o núcleo, una historia
elaborada por la libertad humana. Tal libertad, puesta en presencia de la voluntad
salvífica general y activa de Dios en Jesucristo, suscita necesariamente una
historia que salva o que pierde. Y, en relación con la gracia, la misma historia
profana, gracias a la respuesta positiva o negativa de la libertad humana -que
hace la historia-, procura siempre la salvación o la perdición. Es así, que cuando
un individuo entra en este mundo, y por consiguiente en una historia ya hecha, es
una historia que salva o que pierde, la que se ofrece a su libertad.122
Desde el punto de vista cristiano, la situación del ser humano, o su ubicación en el
mundo, se caracteriza igualmente por el dinamismo de la llamada a la salvación: el
mundo que el Dios salvador le ha entregado al ser humano, le ha sido dado para
que, situado en este mundo, el ser humano logre su autenticidad, o, lo que es
semejante, su salvación. De esta manera, el ser humano atraído interiormente por
la gracia que Dios mismo le da, se siente de nuevo enviado por la creación, y
sobre todo por el prójimo, hacia su Dios creador, el Dios vivo, el Dios de la
salvación.
En este orden de ideas, la voluntad salvífica de Dios le da al mundo como
creación, historia y encuentro entre los seres humanos, una significación particular
que no tiene en sí mismo ni por sí mismo: el mundo se nos presenta en un primer
momento, como una traducción, muy vaga todavía, de la llamada interior de la
121
Schillebeeckx, Revelación y teología, 13-16. 122
Ibid, 13.
80
gracia a la salvación; después, como un medio para hacer al ser humano
explícitamente más atento a esta invitación de la gracia; y finalmente, como el
espacio en donde, el ser humano, por su aceptación o por su rechazo, responde
vitalmente a esta oferta divina.
La historia de la salvación o de la perdición de los seres humanos tiene, por tanto,
las mismas dimensiones que el mundo humano; y además, como ya se dijo, no se
realiza exclusivamente en la religión judía y en la cristiana, sino que gracias a
Cristo, es un acontecimiento que atañe a la humanidad entera.123 Por esta razón,
la autenticidad de la voluntad salvífica universal de Dios incluye, también, la
posibilidad real, para todos los seres humanos, de aceptar en la fe (anónima), la
salvación, y de ponerse de una manera “anónima” en presencia de la revelación
divina. Esto, concluye Schillebeeckx, en otras palabras es aquello que afirma el
libro de los Hechos de los Apóstoles, “en las generaciones pasadas permitió que
todas la generaciones siguieran sus propios caminos, si bien no dejó de dar
testimonio de sí mismo, derramando bienes” (Hch 14, 16-17). Lo cual se dice del
Dios viviente, concreto.124
2.3.3. El curso de la historia como historia de la salvación
La historia de la salvación, entendida desde el punto de vista de la religión
cristiana, tiene que ver con la manera en que Dios se revela a su pueblo y le
muestra su voluntad salvífica. Esta experiencia de la revelación de Dios en la
historia, el creyente la ha ido comunicando generación tras generación, e
identificándola, además, con la historia humana o “profana”. De esta manera, la
historia que se denomina “profana”, llega a ser verdadera historia de salvación,
cuando en la historia diaria del mundo, el ser humano, a partir de sus expectativas
123
Ibid, 15. 124
Ibid. 16.
81
de salvación y liberación, descubre la presencia constante de Dios en su vida, y
con ella, la revelación de su oferta salvadora.
En el Antiguo Testamento, podemos apreciar, por ejemplo, que frente a las
expectativas humanas e históricas de salvación y liberación que el pueblo tenía,
Dios responde, guiándole y acompañándole por el camino que le conducirá a su
liberación y salvación. Dios actúa en la propia historia del pueblo. Los hombres y
mujeres de Israel, al sufrir opresión y esclavitud en Egipto, quisieron salir de tal
situación, y se pusieron en camino por el desierto hacia su libertad. Y en este
camino, descubrieron y comprendieron la presencia y protección de Yahvéh, el
Dios vivo y salvador (Ex 3, 7-10, Dt 26, 7).
Dios es comprendido, entonces, como aquel que hace historia con el pueblo, una
historia de salvación obrada por Él. Según el Antiguo Testamento, Dios se
presenta como “el que Es...” El Dios de nuestros padres: el Dios de Abraham, el
Dios de Isaac, el Dios de Jacob (Ex 3, 14-15). Dios es Señor, Padre y protector de
todos los seres humanos. Él es quien ha acompañado y acompaña a la
humanidad guiándola siempre a un mejor porvenir, mostrándole el camino hacia el
bienestar, hacia su salvación y liberación.
El Nuevo Testamento en continuidad con el Antiguo, presenta también, la acción
salvadora de Dios en la historia. La historia salvífica de Dios tiene su culmen en
Jesús de Nazareth. Dios y su Palabra son comprendidos ahora como encarnados
en toda la historia de la humanidad (Jn 1,14). En la plenitud de los tiempos, dice el
Evangelista, Dios en su infinito amor y voluntad, envió a su Hijo Jesucristo para
dar al mundo salvación, paz y una liberación definitiva, de tal forma que toda la
humanidad se salve por Él (Jn 3, 16-17). Salvación que, según dice San Pablo, en
verdad hace libre al ser humano, pues, para ser libres, Cristo nos liberó primero
(Gal 5, 1).
82
Jesús es, entonces, la presencia humana del Dios salvador en nuestra historia y
nuestro mundo. A partir de la venida de Dios al mundo como ser humano, se da a
la historia profana un toque particular. No sólo es una historia en evolución, en la
cual Dios se hace presente para salvar a su pueblo, sino que, a la vez, es la
historia que continúa su curso sin violentar la libertad o autonomía humanas. El
Dios de Jesucristo se revela en la historia humana, y sólo en esta historia, el ser
humano descubre y opta libremente por su salvación.
Historia de la salvación y Libertad humana
Desde la fe cristiana, la dimensión trascendente del ser humano se comprende
como aquella que está fundamentada en la comunicación y diálogo libres, con
Dios.125 En este sentido, el ser humano dotado de una “trascendencia divinizante”
-como la denomina Darlap-, es un ser histórico, y la historia en la que opera, es
historia de la revelación y de la salvación de Dios, ejercida y asumida siempre
desde la libertad humana.
La historia de la salvación es por parte de Dios historia, y las estructuras
trascendentales de esta historia única, de cada ser humano y de la humanidad,
también son históricas por el hecho de que en su permanencia e inevitabilidad, se
fundamentan como una comunicación libre de Dios, siendo así acontecer de la
libertad comunicativa de Dios. Pero a su vez, esta historia de salvación es también
historia por parte del ser humano, ya que Dios se comunica directamente con él: la
comunicación de Dios se dirige a la criatura humana libre, para que en libertad,
ella opte.
En este orden de ideas, un principio básico de la soteriología, que tiene que ver
con la oferta de salvación de parte de Dios y con la libertad humana, es que la
comunicación libre de Dios, por medio de la cual, Él ofrece su salvación al ser
125
Darlap, “El concepto de historia de la salvación”. En Feiner, y Löhrer Magnus (Dirs), Mysterium salutis.
Tomo I, 176.
83
humano, para que también libremente el ser humano la acepte o la rechace; es
directamente una historia de la salvación o de la condenación humanas.126 En
otras palabras,
la historia es ya en sí misma la posibilidad fundamental de salvación,
porque como tal ha sido querida por Dios. Posibilidad tan sólo, pues el que
sea realmente salvada depende de la libertad de Dios y de la libertad de los
hombres. Es en sí misma manifestación y presencia siempre abierta de
Dios y puede serlo de manera siempre creciente hasta poderse llamar y ser
reino de Dios.127
La marcha que el ser humano, individual y colectivamente, dé a la historia
constituye la naturaleza y marcha de la gracia salvífica de Dios. De esta manera,
en la medida en que la historia avance hacia una mayor humanización,
simultáneamente se hará posible la salvación, pues, se estarán favoreciendo
signos vivibles de liberación, en medio de las situaciones de deshumanización
individual y social que son el resultado de acciones humanas no correctas (el
pecado). Pero también, a mayor grado de situaciones de deshumanización del ser
humano en la historia, es probable tener menos signos visibles de salvación, pues,
los actos deshumanizantes eclipsan la gratuidad de la salvación querida por Dios
para todos. En otras palabras, construir una historia humana y humanizadora, será
posibilitar simultáneamente, por una parte, la salvación del ser humano, y por otra,
la realización del proyecto salvífico de Dios.
Jesús en su paso por este mundo, al predicar el Reino de Dios, pedía, a hombres
y mujeres, una actitud convencida de conversión o metánoia: todos tienen que
salir de sí mismos y ponerse en marcha, comprometerse para crear la nueva
humanidad. El ser humano creado como sujeto libre, no se salva sin su aceptación
consciente del llamado a la salvación, el cual, sólo tienen lugar en la historia. Pero,
126
Ibid, 176-177. 127
Ellacuría, “Salvación en la historia”. En Floristán, y Tamayo (Eds). Conceptos fundamentales del
Cristianismo, 1261.
84
esta aceptación libre, le implica un estilo de vida y unas acciones coherentes a la
salvación que ha recibido y aceptado en libertad. Por ello, el designio de Dios
sobre la nueva humanidad queda sometido en cierta medida al proceso de la
historia. “La salvación tiene que ver con el bienestar y la felicidad del ser humano,
y esto se halla en estrecha relación con la solidaridad del ser humano con el Dios
vivo que se vuelca hacia la humanidad. En esto consiste la historia de Dios con el
ser humano”.128
En este sentido, para hablar de la salvación y liberación que Dios da al ser
humano, y del lugar donde se da tal salvación, no hay que esperar a que la muerte
nos muestre un “más allá” fuera de este mundo y de esta historia, pues, ese “más
allá” no es otro que la plenitud del amor al prójimo, es la compasión con las
víctimas, la fraternidad, la solidaridad, la justicia y el derecho que Jesús predicó,
los cuales debemos practicar los seres humanos todos los días de nuestra vida.
Esta práctica asumida con libertad, deberá incluir, por supuesto, todo un proceso
de liberación, de humildad y de comunión, en el cual cada persona tiene algo que
decir en la historia, pues es en la historia donde Dios se manifiesta. Por tanto, la
llegada del Reino de Dios y de la salvación, comienza a hacerse visible en el
mundo, en la medida en que hombres y mujeres vivamos de acuerdo a la
proximidad, exigencia y esperanza de una nueva humanidad en comunión, una
“nueva Jerusalén”, que tiene por su único Señor y Rey al Dios de Jesucristo.
128
Schillebeeckx, Cristo y los cristianos, Gracia y liberación, 622.
85
3. LA SALVACIÓN CRISTIANA, UN APORTE A LAS EXPECTATIVAS DE
SALVACIÓN Y LIBERACIÓN DE LOS COLOMBIANOS
En el segundo capítulo de este trabajo presenté la relación y diferencias que
existen entre las categorías de salvación, liberación, redención, autoliberación
emancipadora y salvación escatológica, utilizadas por Edward Schillebeeckx para
hablar sobre la salvación cristiana. En este mismo contexto, presenté también la
analogicidad que debe existir entre estas categorías, y la pertinencia de tal
analogicidad como lenguaje necesario para hablar de la acción salvadora de Dios
a la humanidad. Además, se puso en evidencia que la historia es el lugar donde
comienza a realizase la salvación, y la manera en que la acción de Dios en la
historia humana, es verdadera historia de salvación.
En este tercer capítulo, desde mi posición como creyente pretendo hacer una
aplicación del tema de la salvación cristiana a nuestra realidad colombiana, según
la interpretación que se ha desarrollado en este trabajo. Entendiendo tal aplicación
como un aporte iluminador a las expectativas de salvación y liberación de las
víctimas colombianas que a diario padecen distintas formas de sufrimiento,
violencia, corrupción, pobreza y marginación.
3.1. Salvación y sufrimiento humano
La salvación que Dios ha dado al mundo en su Hijo Jesucristo atañe a cada
persona humana en su integridad, y es liberación y redención de toda forma de
dolor y sufrimiento. Esta es una máxima que, seguramente, todos los creyentes
podemos compartir desde nuestra experiencia de fe. No obstante, cuando una
afirmación así es pronunciada, leída o dicha a un grupo de personas que a diario
están en medio del dolor, la muerte, el sufrimiento y la desesperanza, en nuestro
país, tal contenido puede resultar de difícil comprensión y poco asimilable para
ellas. Especialmente porque la experiencia del sufrimiento no deseado, ocasiona
86
escepticismo y desconfianza en las víctimas que lo padecen, de tal forma que los
mensajes de esperanza, consuelo y aliento, se pueden tornar sospechosos y de
difícil convencimiento.
En las víctimas del dolor, el sufrimiento, la violencia, la corrupción, la marginación
y la pobreza, de nuestro País, hay interrogantes, cuestionamientos y preguntas sin
respuestas, hay sentimientos encontrados de impotencia, venganza y tristeza, hay
deseos de liberación, pero también, pretensiones de hacer justicia por las propias
manos, hay fe, pero a la vez, un deseo exaltado de que, el Dios en el que creen,
tome venganza, y acabe de una vez para siempre con todos sus victimarios.
El sufrimiento y el dolor tienen, distintos rostros en Colombia, y esos rostros se
encarnan a diario, en cada persona que sufre las distintas maneras de injusticia,
muerte, pobreza y marginación. Violencia, corrupción, opresión y carencia de
oportunidades para todos, al no estar solucionados, continúan siendo factores
principales que atentan contra la dignidad de los hombres y mujeres de nuestro
país. Y hasta este momento, la historia de violencia y las víctimas, nos han
enseñado de manera explícita, que cada uno de estos factores no se soluciona de
forma inmediata, ni tiene una única manera de tratarse, pues, la atención y
solución a estos problemas –especialmente al del sufrimiento- involucran
contenidos, comprensiones y actores, que deben integrarse e interactuar en un
proceso armónico y permanente, y con el mismo fin común.
Por esta razón, especialmente a quienes son víctimas, a los causantes y autores
de sufrimiento (los victimarios), y a toda persona que en su vida tiene grandes
expectativas de salvación y liberación, es conveniente, necesario y urgente
recordarles, una vez más, que desde la fe cristiana, existe una propuesta de
salvación incluyente, capaz de luchar contra el dolor, el mal y el sufrimiento, y que
puede brindar a la vez, una nueva forma de comprender nuestra existencia y
nuestra misión en el mundo.
87
En medio de la desesperanza y el espanto, deben aparecer signos visibles de
nueva esperanza. En medio de los horrores causados por los victimarios, y del
sufrimiento inexpresable e inexplicable de las víctimas, continua siempre vigente la
voluntad explícita del Dios de Jesucristo, de salvarles y liberarles de sus ataduras
y dolencias, y por tanto, impulsarles a triunfar sobre cualquier adversidad.
3.1.1. El sufrimiento humano
Según afirma, E. Schillebeeckx, aunque la humanidad, a lo largo de su
emocionante y deplorable historia, ha buscado y encontrado distintas prácticas
encaminadas a superar el sufrimiento, hasta hoy, no ha podido ofrecer una buena
teorización racional de todos los sufrimientos, y cuando se ha intentado llevar a
cabo tal teorización, el sufrimiento se ha minimizado o reducido a ciertas
manifestaciones del mismo.
El ser humano ha buscado superar el sufrimiento valiéndose de muchos medios,
pero a lo sumo, hasta hoy, lo que en verdad se ha producido son interpretaciones
particulares del sufrimiento, pero no soluciones exactas al mismo. En la historia de
la humanidad, vemos por ejemplo, que las religiones del mundo se han esforzado
por descubrir las causas del sufrimiento humano y hallar una praxis adecuada
para eliminar tales causas: si ven la causa de sufrimiento humano en el pecado (el
Judaísmo y el Islam), la praxis lógica para superarlo es no pecar; si lo consideran
producido por los deseos y las pasiones del ser humano, como en el caso del
Budismo, o por la avidez, el egoísmo y las bajas tendencias (Estoicismo, Cínicos),
la praxis correspondiente consistirá en triunfar sobre la avidez y los deseos
desordenados.129
129
Para una comprensión más amplia del tema del sufrimiento humano en algunas de las religiones del
mundo, en el pensamiento griego, en los romanos y en el marxismo, ver la síntesis que Schillebeeckx
presenta en, Cristo y los cristianos, Gracia y liberación, de la página 653 a la página 697., o puede verse
también, en la revista Concilium el artículo escrito por John Browker, “Cruz de Cristo y Sufrimiento
humano”. Revista Internacional de Teología, Concilium. Traducción de J. L. Zubizarreta. Madrid,
Cristiandad. N° 119, (1976): 414-422.
88
Otro tanto ha hecho el marxismo, y algunas otras ideologías históricas de
emancipación sociopolítica. Marx y otros pensadores racionales, ven en el
sufrimiento social y en el sistema económico del Capitalismo, la causa principal de
los sufrimientos del ser humano. En su manera de comprender las relaciones
humanas, Marx encuentra que hay un desequilibrio e injusticia económica entre
burguesía y proletariado, y este desequilibrio es el productor principal de
sufrimiento del ser humano. En este sentido, la manera lógica y racional de
eliminar el sufrimiento, será, para él y otros pensadores, la emancipación de toda
forma de alienación sociopolítica y económica, a través de la lucha de clases, de
tal manera que, gracias a este tipo de revolución sociopolítica, el ser humano logre
para todos una igualdad de las condiciones de vida, e igualdad de relaciones
económicas.
A causas distintas de sufrimiento corresponden, entonces, praxis distintas para
remediarlo, bien de tipo ascético y personal (desde la dimensión religiosa
humana), o bien de tipo sociopolítico. Sin embargo, aunque formas prácticas como
estas, se proponen vencer el sufrimiento humano, no es posible que las causas
del sufrimiento y la correspondiente praxis redentora y salvífica, se limiten o
reduzcan a una acción meramente histórica y personal o, por el contrario,
exclusivamente sociopolítica.130 Si bien, la salvación significa también remedio y
solución a los dolores e igualdad de condiciones de vida, exclusivamente así
entendida corre el riesgo de quedar reducida a una o dos dimensiones del ser
humano, sea sociopolítica o personal, con todo lo que esto lleva consigo, es decir,
de no incluir al ser humano es su integridad y por tanto, ser una salvación a
medias, y eso va absolutamente en contra de la salvación que Dios ofrece al ser
humano.
Mientras junto a la felicidad personal de algunos siga habiendo, de cerca o de
lejos, sufrimiento, opresión, y marginación en otros; o mientras el precio del
bienestar de unos sea el dolor de los demás, no se puede hablar, en sentido
130
Schillebeeckx, Cristo y los cristianos, Gracia y liberación, 698-699.
89
estricto, de condiciones humanas que posibiliten coherente y visiblemente la
salvación, o por lo menos no, si nos referimos a la salvación cristiana.
3.1.2. El sufrimiento humano según la fe cristiana
Frente al sufrimiento humano, la fe cristiana no tiene, ni pretende tener, una
respuesta exacta, que dé soluciones inmediatas o lo elimine totalmente. Frente a
esta situación el cristianismo no tiene una explicación racionalmente perfecta. Ante
el sufrimiento el creyente no argumenta, sino que narra un hecho y comenta las
propias experiencias, sin dar de ellas una explicación exacta.
Sin embargo, hay algo claro para la fe cristiana: Dios no quiere el sufrimiento del
ser humano, y tampoco el sufrimiento en cuanto resulta de nuestra criaturalidad –y
la del cosmos total- tiene su fundamento en Dios. De esto tenemos consciencia,
gracias al testimonio y enseñanzas de Jesús. La opción radical y preferente de
Jesús por los pobres y los que sufren (Mt 6, 33; 11, 4-5; Jn 8, 1-11), da cuenta
explícita de la oposición directa que Dios tiene ante el sufrimiento humano.
Por otra parte, desde la comprensión cristiana de la vida, tampoco se puede
afirmar que, todo sufrimiento sea consecuencia del pecado o de la fragilidad
humana. Esta es otra de las grandes enseñanzas que, también, hemos recibido
gracias al Evangelio de Jesús. Según las narraciones de los evangelios, Jesús
rechaza la idea religiosa y moral de que el sufrimiento va unido forzosamente al
pecado. En el texto del ciego de nacimiento (Jn 9, 1-7) y en otro, en el cual
aparece Jesús, una de tantas veces, enseñando a sus discípulos (Lc 13, 1-5), se
indica claramente que del pecado se puede inferir un sufrimiento, pero no al
contrario, que del sufrimiento se suponga de suyo un pecado. Por una parte, el
sufrimiento derivado del pecado debe mover a la conversión (metanoia) (Lc 13, 3-
5); y por otra, el sufrimiento, al margen de su relación eventual con el pecado, es
algo que Dios quiere eliminar (Jn 9, 3-4): el sufrimiento manifiesta las obras de
90
Dios, porque Dios remedia y elimina el sufrimiento, y manifiesta también la gloria
de Dios, porque Jesús mismo carga libremente con el sufrimiento de los demás en
beneficio de ellos.131
Como vamos viendo con lo dicho hasta ahora, la interpretación cristiana del
sufrimiento, tiene algunas diferencias, incluso respecto de la manera en que
muchos de nosotros, creyentes, lo asumimos o lo aceptamos. La interpretación del
sufrimiento humano, que desde la fe cristiana se hace, está fundamentado en el
Evangelio, y directamente, en la persona de Jesús. Él, es el prototipo y la
interpretación encarnada de la manera en que se ha de entender y asumir el
sufrimiento.
De esta manera, la interpretación que Jesús hace del sufrimiento va a estar, en
primer lugar, relacionada directamente con el trato íntimo y personal que tiene con
Dios. Para Jesús, Dios y el sufrimiento son diametralmente opuestos: en cada
momento y lugar en los que Dios aparece, el mal y el sufrimiento no caben y
sencillamente deben retirarse. La esperanza futura y escatológica que comienza a
hacerse visible y presente, de forma parcial, en este mundo y en su historia, es
que en el reinado de Dios, o reinado mesiánico, no tienen cabida el sufrimiento y
las lágrimas, y tampoco la muerte. Se trata de una profunda vivencia de comunión
que tiene la actitud de sanar (Hch 2, 42-43; 3,1-10), hasta que al fin desaparezcan
los males, sufrimientos y lágrimas (Ap 21, 3-4).
La venida mesiánica de Dios –vencedor del mal- en la persona de Jesucristo es
una venida destinada a destruir el mal, no con las armas de un mesianismo
nacionalista, sino con la conversión (metanoia), categoría que tiene, por cierto,
una fuerza especial para Jesús y para los evangelistas. La victoria sobre el mal se
consigue mediante la obediencia a Dios, y no con las simples fuerzas humanas.
Por esta razón, incluso además de los evangelios, para los otros escritos
neotestamentarios, es claro que todo creyente deberá asumir en su vida, no sus
131
Ibid, 677.
91
unívocas maneras de pensar y actuar, sino la postura de Jesús, es decir, amar sin
límites ni restricciones al prójimo (Mt 5, 43-48), incluso aunque ello implique el
sufrimiento de y por los demás.
Relacionarse íntimamente con Dios, y amar a los demás sin límites, hasta las
últimas consecuencias, es entonces, la manera más cercana y adecuada de
comprender el sufrimiento, según el propio mensaje y testimonio de Jesús. Amar
al prójimo puede llevarnos a sufrir por él, y a asumir una vida llena de obstáculos y
dificultades en beneficio de él; pero, una vida así, de entrega generosa por el otro,
aunque cueste lágrimas y dolor, vale la pena que sea asumida, pues, de esta
manera se podrá vivir más auténticamente, la opción salvífica y liberadora de
Jesús por nosotros (en el siguiente numeral trataré nuevamente esta idea).
El camino de liberación recorrido por Jesús es el sufrimiento, como consecuencia
afectiva de su compromiso total con la causa de la justicia y con la denuncia de la
injusticia. Pero, Jesús, a diferencia de otros personajes y grupos humanos de su
tiempo, mantendrá siempre esa credibilidad de salvación y liberación, sin
necesidad de recurrir a las armas de la injusticia. Y, es tal la fuerza de ese
convencimiento y testimonio, que el sufrimiento se va entender en adelante, como
los dolores de parto que anuncian una nueva era de verdadera paz y justicia (Mc
13, 8; Mt 24, 8; Rom 8). En este sentido, al asumir Jesús, de esta forma, su
compromiso por los demás, cabe anotar que, no sólo será un “liberador” de aquel
tiempo, sino más aún, el redentor del sufrimiento, que mueve (metanoia) a quienes
le escuchan a cumplir la tarea de liberar del sufrimiento a los demás:
el valor redentor y, en definitiva, realmente liberador del sufrimiento consiste
precisamente en asumir personalmente ese sufrimiento con un esfuerzo
responsable por superarlo. En cambio, el sufrimiento causado a los demás
cae bajo el anatema de la Biblia cristiana. Nunca podrá separarnos de Dios
el sufrimiento de y por los demás (Rom 8, 35-39); así, el Nuevo Testamento
puede hablar incluso de una alegría en el sufrimiento (Col 1, 24; Rom 5, 2-
92
5; Sant 1, 2-3), no en un sentido masoquista, sino debido a la fuerza
redentora y a la convicción de que Dios tiene secretamente en sus manos a
ese hombre como partícipe del sufrimiento redentor de Jesús (Flp 3, 10).132
El sufrimiento que vive y asume Jesús es, entonces, un sufrimiento redentor no
buscado ni deseado por sí mismo. Por esta razón, es ilógico e incoherente que,
hoy, un cristiano sostenga la idea de que Dios mismo exigió o quiso la muerte de
su Hijo, como compensación al pecado de la humanidad de aquel tiempo, o por
los pecados y maldades que, Él “sabía”, nosotros cometeríamos en nuestra
historia. Un pensamiento que concibe la muerte y el sufrimiento de Jesús como
queridos por Dios, es un pensamiento de cierta mística sádica que invita a buscar
en Dios el fundamento del sufrimiento, y tal pensamiento no tiene nada que ver
con la tradición cristiana.
Un creyente puede dedicarse a contemplar la pasión y muerte de Jesús, y afirmar
que estas deben tener un sentido, aunque nadie sepa cómo y por qué razón
suceden, y aunque se admita el presupuesto fundamental de que no se puede
minimizar el sufrimiento. La fe en Jesucristo es una respuesta sin argumentos: “un
a pesar de todo” – dirá Schillebeeckx-133, un “a pesar de” incluso la misma cruz en
la que murió Jesús. El cristianismo no da una explicación del sufrimiento, pero
muestra un camino: “el sufrimiento es trágicamente real, pero no tiene la última
palabra. El cristianismo no mantiene, ni pretende mantener dualismos o
dolorismos, ni teorías ilusorias –sufrir es sufrir y es inhumano-; pero hay más: está
Dios tal y como se manifiesta en Jesucristo.”134
En lo no divino del dolor y la muerte inmerecida, en el misterio inescrutable,
es donde Jesús “sostuvo” y mantuvo su identificación personal con el
misterio del reino de Dios. La revelación suprema y definitiva de Dios tiene
lugar en una cercanía de Dios, silenciosa pero extremadamente íntima, con
132
Ibid, 678. 133
Ibid, 680. 134
Ídem.
93
el Jesús que sufre y muere, y que, así, vive hasta el fondo la “condición
humana” a la par que su inviolable pertenencia a Dios. Esto no se puede
integrar teóricamente a un sistema racional. Aquí sólo cabe un testimonio
de fe. Aquí comienza nuestra historia. Y, además, esta conciencia nos hace
ser más cautelosos al intentar precisar teóricamente el significado
soteriológico de la muerte de Jesús.135
Como bien afirma Christian Duquoc, la cruz no se reduce a un símbolo de
reparación o de expiación en una abstracción cuasi geométrica de la relación del
ser humano pecador con Dios, sino que es un acontecimiento histórico,
consecuencia de los conflictos provocados por la acción y la predicación de Jesús
frente a los intereses religiosos, económicos, políticos o mesiánicos de los
dirigentes del pueblo judío en aquel tiempo. La cruz, en otras palabras, no es una
necesidad impuesta desde fuera por una divinidad ansiosa de una compensación
a su honor ofendido, sino que es la consecuencia de la predicación y acción de
Jesús contra los opresores.136 Este es otro de los sentidos que son el fundamento
y la base para una comprensión cristiana del sufrimiento, a partir de Jesús y el
Evangelio.
¡Dios no quiere que sus hijas e hijos sufran!
La mayoría de los colombianos tenemos puesta nuestra fe y esperanza en el Dios
de Jesucristo. Es en el hombre llamado Jesús en quien seguimos creyendo, y es a
partir de Él, y en Él, que encontramos la respuesta salvadora de Dios frente al
sufrimiento y dolor extremos e inexpresables de las víctimas. La cercanía de la
misericordia de Dios tiene en Jesús su manifestación más densa. Para Jesús hay
algo claro: el Padre Dios no quiere el sufrimiento de los seres humanos. Por eso,
diremos nosotros: Dios tampoco quiere el sufrimiento de los hombres y mujeres
colombianos.
135
Schillebeeckx, Jesús, historia de un viviente, 611. 136
Duquoc, “Cruz de Cristo y Sufrimiento humano”. Revista Internacional de Teología, Concilium, 412.
94
Dios quiere que la humanidad se salve. La Escrituras nos enseñan que Jesús tuvo
especial predilección por los marginados y sufrientes: pobres, pecadores,
enfermos, estos son los que más necesitaban la salvación de Dios en su propia
vida. Por tanto, también hoy, es precisamente a las víctimas del sufrimiento, la
muerte, el dolor, la violencia, la corrupción, la marginación y la pobreza, de nuestro
país, a quienes va en primer lugar, y de manera especial, el mensaje de Salvación
de Jesús, y por tanto, el consuelo y la esperanza de parte de Dios, en medio de la
dificultad, el dolor y la desesperanza.
Las voces de tantas víctimas del sufrimiento, de la violencia, y el dolor en nuestro
país, continúan clamando cada día al cielo, pidiendo liberación y salvación. Esta
voz afligida, para bendición nuestra, ¡Dios la escucha siempre! Dios no permanece
inmóvil ni callado ante el dolor y sufrimiento de su pueblo. Él está presente y se
compadece cada día, de las angustias y el sufrimiento que padece su pueblo (Ex
3, 7-10; Dt 26, 7).
Uno de los aspectos más claros en los evangelios es que Jesús tiene compasión
precisamente con los más frágiles y sufrientes. Él estuvo siempre atento al clamor
de las víctimas del sufrimiento y de la marginación. Incluso, Jesús mismo en la
cruz, asume compasivamente el dolor de los otros y clama también al Padre Dios
para que no se vaya de su lado. Dios está ahí, solidario con Jesús y con la
humanidad, y muestra que en medio de la dificultad, el dolor y el sufrimiento, Él no
desaparece, sino que se hace presente, sin violentar nunca la libertad humana.
No obstante, en algunos ambientes religiosos y sociales de nuestro país y en otros
lugares del mundo, se continua afirmando que los sufrimientos y dolores que
padece el ser humano, y las distintas formas en que tales sufrimientos se
manifiestan, son una manera de vivir, e incluso una manera de unirse a los
dolores, la pasión y la muerte de Jesús en la cruz. En consecuencia, tal
comprensión literal del sufrimiento ha permitido, dentro de otras cosas, que por
una parte, las víctimas y los sufrientes se mantengan en una actitud de vida
95
resignada, y, por otra parte, que muchos cristianos permanezcamos indiferentes
ante el dolor y sufrimiento de los demás; pues, si el dolor y el sufrimiento no
buscados ni queridos, son la manera de asumir la Pasión del Señor, entonces -
como algunas personas afirman- hay que “aceptarlos” en la vida, tal y como
llegan.
Por tanto, es necesario y urgente enfatizarlo una vez más: nada más alejado a la
voluntad salvífica de Dios, y a la manera como Jesús comprendió el Reino de
Dios, que una interpretación literal del sufrimiento y del dolor como esta.
Nuevamente es necesario afirmar que Dios no quiere el sufrimiento del ser
humano. Y mucho menos a la Pasión de Jesús hay algo nuevo que añadirle. Todo
lo que sucedió con Jesús en su pasión y muerte, fue contrapuesto por el Dios de
la vida, resucitándolo. Dios nos permite comprender que nada, ni la muerte, ni el
dolor, nos alejan o separan de la vida y del amor en Él: el sufrimiento del prójimo
causado por los demás, cae bajo el anatema de la salvación cristiana. Nunca
podrá separarnos de Dios el sufrimiento en favor de los demás (Rom 8, 35-39).
Dios salva en la historia, y esa historia se resignifica por la salvación. De tal forma
que ante cualquier manera histórica de sufrimiento y dolor excesivos (como los
producidos en Colombia por las muertes violentas, la maldad, la corrupción, la
marginación, la pobreza, los asesinatos, entre otras), Dios, por su voluntad
salvífica y liberadora, actúa siempre para cambiar y resignificar dicha historia de
deshumanización.
3.1.3. ¿El sufrimiento puede dar sentido a la vida?
Aunque hemos dicho ya que, Dios no quiere el sufrimiento del ser humano y es
una responsabilidad del creyente prevenir y evitar el dolor y el sufrimiento del
prójimo, también vale la pena reafirmar ahora que, existen determinadas formas
de sufrimiento que pueden enriquecer positivamente al ser humano e incluso
pueden ayudarle, de una mejor manera, en el proceso de madurez de su
96
personalidad. Incluso, como bien afirma Schillebeeckx, cierta dosis de sufrimiento
nos transforma a nosotros mismos y a los demás, no sólo en aquello que
concierne a cosas pequeñas, sino especialmente cuando se sufre por una causa
buena y noble, justa o santa, que llega al fondo del corazón.
Por ejemplo, un ser humano puede padecer en su vida el sufrimiento “por” o “en
beneficio de los demás”, como el caso del sufrimiento de Jesús en su pasión y en
la cruz, o también, del sufrimiento de los mártires cristianos o de tantas personas
que en la actualidad, luchando por la vida, dignidad y bienestar de otras, son
silenciadas, secuestradas, torturadas o asesinadas. Aunque esta forma de
sufrimiento no es deseada ni buscada para nadie, desde este otro sentido puede
ayudar a reorientar el horizonte y sentido de vida de los hombres y mujeres
quienes por desgracia, en distintas ocasiones con nuestras actitudes y acciones
inauténticas, conducimos el mundo a la decadencia y deshumanización. Desde
esta otra comprensión, se habla entonces, de un sufrimiento “por” o “en beneficio
de los demás”.
Por otra parte, también se puede hablar del sufrimiento que se padece “de los
demás”, es decir, el causado por otros, pero que a nosotros nos duele, pues, no
queremos que ellos sufran (la enfermedad, el pecado, los errores, etc.): la
compasión y sufrimiento de Jesús por los enfermos, los niños, las mujeres o los
pecadores; un papá o una mamá que sufren por los dolores o enfermedad de sus
hijos; el creyente que sufre por la deshumanización y decadencia del mundo; el
hijo o la hija que sufre cuando ve a sus papás hundirse en el alcohol, y no puede
hacer algo para evitarlo. Este tipo de sufrimientos son los que se pueden padecer
“de los demás” y que, desde el testimonio compasivo de Jesús, dan también
sentido reorientador a nuestra vida.
Si analizamos nuestra realidad humana, especialmente en los contextos de los
países en vía de desarrollo, notaremos que las cosas grandes e importantes van
acompañadas de cierto grado de sufrimiento, y, en consecuencia, este sufrimiento
97
muchas veces permite que nuestra vida adquiera un mayor sentido, y que demos
más valor a cada cosa realizada en beneficio personal y en beneficio de los
demás. Cuando una persona sufre por el bienestar y supervivencia de los
miembros de su familia, o cuando alguien trabaja asiduamente para que sus
familiares no sufran ni padezcan hambre, en esas personas se hace visible de qué
manera el sacrificio que hacen por otros da sentido a su existencia, aunque ese
esfuerzo y sacrificio les demande el sufrimiento y las lágrimas.
Sufrir entonces, significa también, una implicación práctica de la vocación y una
dedicación asidua a alguna causa que sea buena y justa (Dios y el prójimo). De
esta manera, el sufrimiento será algo positivo no buscado, y además, algo
asumido voluntariamente como posible consecuencia de un compromiso concreto.
Este es el sentido del sufrimiento redentor de Jesús, y de los sufrimientos del
apóstol Pablo (Col 1, 24). En este tipo de sufrimiento el ser humano no se centra
en su sufrimiento o en sí mismo, sino en la causa por la cual se comprometió (la
misma que le implica incluso el sufrimiento). Este es el verdadero sentido del
compromiso de todo cristiano: entregar la vida como ofrenda de amor,
desgastarse en favor del prójimo, ser el buen samaritano del que sufre (Lc 10, 29-
37), sufrir con el que sufre, teniendo que participar al mismo tiempo, la mayoría de
las veces, en los sufrimientos de Jesucristo, los cuales no se reducen simplemente
al momento histórico y puntual de la cruz, sino a los distintos momentos de su vida
en los cuales sufre por los demás (Mt 9, 12-13.35-36; 14, 14; 15, 32; Mc 1, 41-42;
10, 21; Lc 7, 13; 10, 33; Jn 11, 33-35).
3.1.4. El sufrimiento como realidad humana
Yendo un poco más al fondo de la vida humana, al tratar el tema del sufrimiento,
una de las conclusiones a la que, en términos generales, algunos teólogos,
filósofos y psicólogos, han llegado, es que el sufrimiento, en definitiva, ha recorrido
98
y recorre de principio a fin la historia; y particularmente, es el hilo rojo que permite
reconocer cada fragmento histórico precisamente como historia humana.137
J.-B. Metz, en uno de sus ensayos, “Redención y emancipación”138, argumenta
que por una parte, la redención liberadora en y por Jesucristo, también llamada
historia de la liberación soteriológica, y por otra parte, la autoliberación
emancipadora, revolucionaria y acrítica del ser humano, llamada historia de la
liberación emancipadora, deben entenderse como historia del sufrimiento humano,
teniendo en cuenta que esta historia redentora y emancipadora, sólo se da en
plural, es decir, como historias del sufrimiento que súbitamente se interrumpen y
se derrumban, que cada persona a lo sumo puede narrar consternada, pero nunca
sistematizar en forma de verdadera argumentación.139
Esta línea de pensamiento de Metz, también es compartida por Schillebeeckx,
pues, para él, el sufrimiento y el mal son en definitiva, “un misterio insondable y
teóricamente inexpresable.”140 Frente al sufrimiento, el dolor y el mal, la razón
humana se queda corta en sus apreciaciones: fracasa el logos humano, pues, el
ser humano no encuentra explicación alguna a estas realidades.
Schillebeeckx, argumenta además, que las ideas y expectativas de salvación y de
felicidad humana hacen que un creyente, en el momento en que padece una
realidad concreta de calamidad, dolor, miseria, y alienación, reviva, por ejemplo,
imágenes de personajes como Job y Jesús: cuando una persona creyente padece
algún tipo de sufrimiento en su vida, o cuando analiza las diversas experiencias
negativas de su vida, personajes como Job y Jesús, se le presentan como los
paradigmas y testimonios de fe y esperanza para su salvación, redención y
liberación.
137
Schillebeeckx, Cristo y los cristianos, Gracia y liberación, 707. 138
Metz, La fe en la historia y la sociedad, 129-145. 139
Ibid, 134. 140
Schillebeeckx, Cristo y los cristianos, Gracia y liberación, 707.
99
Las ideas y expectativas de salvación y liberación de un pueblo están marcadas
por una larga historia de dolor, con breves momentos de esperanzadora felicidad,
y por pequeñas experiencias de salvación en una multisecular historia de
esperanzas frustradas, de pecado y de maldad. En este proceso humano de
experiencias de dolor, sufrimiento y calamidad y, en parte, de salvación, es
interesante cómo las ideas de una comunidad sobre la salvación, quieren explicar
e interpretar, no sólo la profundidad e inmensidad de la desgracia pasada y
presente, del dolor, el mal y la muerte, sino también sus causas, origen y
consecuencias. Este es el caso concreto de Job.
Job nos enseña que también las personas justas, fieles y buenas sufren, y que el
sufrimiento es, por tanto, una realidad que acompaña al ser humano,
independientemente de su pecado. Job no tiene maldad, él es un hombre de fe,
bueno, piadoso y justo, y sin embargo, sufre, y su sufrimiento es real. Por tanto, a
partir de la narración de la vida de Job, se comprende que el sufrimiento no
depende exclusivamente de la maldad, sino que es parte de nuestra vida, y hay
que asumirlo como tal y combatirlo. Por otra parte, algo claro que encontramos
también, en el sufrimiento de Job, es que sus dolores y angustias no son, ni han
de ser motivo de rechazo a Dios, sino todo lo contrario, motivo de total confianza y
cercanía a Él. El justo sufre, pero, el origen del sufrimiento de Job es intención no
de Dios sino del mal (demonio). Dios admite el sufrimiento, pero no lo causa ni se
lo añade al justo Job.
En su sufrimiento inmerecido, Job, va descubriendo que el pecado de sus amigos
e incluso de su familia, está caracterizado por la tentación de rechazar a Dios en
los momentos de mayor dificultad, y aunque sin lugar a dudas, esto es también
una tentación para Job, la narración de su vida y sufrimiento nos enseña que la
fidelidad y el servicio del ser humano a Dios, dependen claramente del amor y la
confianza a Él, no del bienestar material o corporal que se tenga. Job, a partir de
su sufrimiento comprende el sentido de su existencia y de la de su familia, en
100
relación con Dios y con los demás seres de la tierra.141 De esta manera, en Job,
encontramos un prototipo importante en la historia de salvación. De ahí va
surgiendo un proyecto antropológico, una imagen de lo que se considera una
existencia humana auténtica, feliz y buena.142
En este orden de ideas, la historia humana comprende, entonces, una historia
efectiva y universal del sufrimiento, que está presente en la memoria cristiana de
la redención, y que incluye, también, sufrimientos por la finitud y la muerte. El
mensaje cristiano de redención, como mensaje liberador que da sentido a la vida
del creyente, se articula ante el sufrimiento, y esta dimensión de la historia
humana del sufrimiento no es un elemento agregado o sobrepuesto a las historias
concretas de sufrimiento, ni algo simplemente teorizado, como desde fuera, por la
soteriología cristiana. La historia de la libertad humana es siempre historia del
sufrimiento, y por ende, agrega Metz, “…cualquier historia emancipadora de la
libertad que elimine o reprima esta forma de la historia de sufrimiento, no pasa de
ser una historia de la libertad abstracta y a medias; su “progreso” termina siendo
una entrada triunfal en la inhumanidad.”143
Sin embargo, aunque la realidad del sufrimiento es un componente más de la
historia humana, y no se puede dar una explicación racional o argumentativa
sobre esta realidad, no significa que el creyente deba vivir en la desesperanza o
en una actitud de vida simplemente pasiva frente al sufrimiento. Continuando con
la reflexión que Schillebeeckx, y también Metz, proponen sobre este respecto,
diremos que, si no somos capaces de justificar el mal y la inconmensurable
cantidad de sufrimiento inmerecido, ni mucho menos de explicarlos como reverso
inevitable del proyecto fundamental de un Dios que quiere el bien y la salvación,
entonces lo único que cabe, frente a esta realidad e historia de sufrimiento, es una
141
Para un acercamiento más amplio a estas ideas sobre el sufrimiento de Job, puede tenerse en cuenta el libro
de Gustavo Gutiérrez, “Hablar de Dios desde el sufrimiento del inocente, Una reflexión sobre el libro de
Job”. Ver referencia bibliográfica al final. 142
Schillebeeckx, Jesús, historia de un viviente, 16 143
Metz, La fe en la historia y la sociedad, 140.
101
“praxis de resistencia”, es decir, una acción empeñada en dirigir la historia siempre
hacia el bien.144
Para el caso nuestro, en Colombia muchos hombres y mujeres experimentan en
sus vidas un sufrimiento inexpresable que no puede soportarse ni siquiera “por
una buena causa”, y en el cual estas personas, sin razón alguna, son simplemente
víctimas de la brutalidad de una causa malvada que beneficia a unos pocos.
Existe en el mundo, y en nuestro país, un exceso de sufrimiento y de maldad, una
exuberancia salvaje de dolor, que se resisten a cualquier explicación e
interpretación. Este tipo de sufrimiento es precisamente el que Dios reprocha y no
desea para el ser humano, y es justamente frente al cual, como creyentes
debemos ejercer una incesante praxis de resistencia.
3.1.5. Resistencia cristiana al mal y al sufrimiento de las víctimas en
Colombia, Algunas implicaciones
Todos los cristianos tenemos la tarea de resistir, combatir, y vencer el mal y el
sufrimiento (Rom 12, 21), todo aquel que profese la fe en el Dios de Jesucristo
está incluido en esta tarea. Si bien no podemos dar una explicación concreta al
problema del mal y del sufrimiento en el mundo, hemos de asumir y realizar en
nuestra existencia, acciones empeñadas en resistir al exceso de dolor y
sufrimiento que hay en el mundo y en nuestro país.
En este sentido, una primera tarea que conviene, como inicio de una praxis de
resistencia al sufrimiento, es la escucha atenta y comprensiva a las narraciones de
sufrimiento que las víctimas padecen o han padecido. El sufrimiento humano se
narra, más no se explica ni se teoriza. Por esta razón, el hecho de que cada
víctima tenga la oportunidad de narrar su historia personal de dolor y desventuras,
puede ser para nosotros, la principal fuente de comprensión de su sufrimiento, y
144
Schillebeeckx, Cristo y los cristianos, Gracia y liberación, 708.
102
para la víctima, la mejor posibilidad liberadora que dé inicio a una salida del dolor y
sufrimientos inmerecidos e inexpresables. Teniendo en cuenta que, frente a los
grandes excesos de sufrimiento que una víctima de la violencia, la pobreza o la
marginación en Colombia, pueda narrar, al no haber en notros una expresión
exacta que dé total consuelo, ni comprendamos la magnitud que tienen esos
sufrimientos para quien los padece, la mayoría de la veces, sólo podremos decir:
¡Eres mi prójimo, aquí estoy contigo!
La narración que una víctima haga sobre sus sufrimientos padecidos es, pues,
significativa. A través de la narración del sufrimiento, la víctima puede iniciar un
proceso de liberación y alivio a muchos de sus dolores. Además, a través del
recuerdo y memoria que debe hacer, para poder narrar los acontecimientos de
dolor padecidos, la víctima podrá, por sí misma, descubrir cómo en ese sufrimiento
inexplicable encuentra o encontró la acción salvadora y redentora de Dios. De esta
manera, a partir de la narración de las experiencias personales de dolor, angustia
u opresión, incluidas las experiencias de fe del narrador, tendremos nosotros el
lugar principal desde donde se puede comenzar a hablar de resistencia al
sufrimiento y redención del sufrimiento.
En la memoria o recuerdo del dolor y el sufrimiento que cada víctima puede narrar,
está también, la memoria o recuerdo que un pueblo tiene y debe tener sobre sus
historias de sufrimiento u opresión. Y en este recuerdo -que, según J.-B. Metz es
memoria passionis145 o evocación del sufrimiento-, está la base principal desde la
cual debemos partir para hablar del sentido de la salvación y liberación cristianas,
a las víctimas de la violencia, pobreza y marginación de nuestro país.
145
En la tercera parte de su libro “La fe en la historia y la sociedad”, el teólogo contemporáneo J.-B. Metz,
presenta la explicitación de algunas categorías tratadas por él en ese texto. Ahí precisamente habla del
“recuerdo” y “la memoria” como categorías que integran los temas de salvación, redención, y liberación
emancipadora. Cfr. Metz, La fe en la historia y la sociedad, 192-227. Estas ideas las aborda años más
adelante en otro libro suyo que lleva por título, según la traducción al español, “Memoria passionis, Una
evocación provocadora en una sociedad pluralista”. Ver referencia en la Bibliografía.
103
Se trata, entonces, de permitirle narrar a la víctima la experiencia personal o
comunitaria que ha tenido y tiene del sufrimiento vivido, sin desconocer, claro está,
el contexto y ambiente que le rodea. La memoria y el recuerdo permitirán
comunicar a cada víctima, a través de un lenguaje existencial, la acción o no
acción del Dios salvador en su vida e historia concretas. De tal forma que, este
tipo de narración, más cercana al lenguaje literario que al científico146, le ayuden a
descubrir que dichas experiencias límite vividas, se oponen totalmente a los
ideales de una nueva humanidad que la salvación y redención cristiana propone y
promueve.
Una segunda actitud del cristiano, que se desprende, lógicamente, de esta
anterior, es el rechazo directo y explícito a los dolores y sufrimientos excesivos de
cualquier ser humano. Como bien afirma Schillebeeckx, oponerse y resistirse al
mal o sufrimiento -no queridos para el ser humano-, sea cual sea la modalidad que
adopten, constituye el presupuesto –si no la cara oculta- de una auténtica fe en
Dios y una confesión sincera de Cristo.147
Sin embargo, tal oposición directa y explícita a todo exceso de sufrimiento y dolor
humanos, no deberá realizase a través de la violencia física o de las armas. Dios,
no nos ha dado armas para liberarnos o salvarnos, ni -para bendición nuestra- nos
las dará nunca. Este es el mensaje vivo y el testimonio que encontramos en
Jesús. La justicia salvadora y liberadora de Dios, no tiene que ver nada en
absoluto, con la búsqueda de la justicia a través de la violencia armada, que los
seres humanos proponemos o realizamos la mayoría de veces (Jn 18, 1-11; Lc 9,
54-55). Jesucristo no nos salvó ni liberó con armas o con violencia física. Esto
tiene mucho que decirnos a los colombianos, y de manera especial a cada uno de
los actores armados del conflicto y la violencia en nuestro país.
146
En su Método en teología, Lonergan describe al lenguaje literario como un medio de significación, en este
caso de la experiencia de fe, que oscila entre la lógica y el símbolo (p. 76). Y el símbolo, es ese medio
significativo que, en palabras del jesuita canadiense, “satisface una necesidad” humana que la lógica no
alcanza, esto es, la existencia de tensiones internas en el ser humano (p. 70). Lonergan, Bernard, Método en
teología, 70-76. 147
Schillebeeckx, Jesús, historia de un viviente, 580.
104
Dios, para salvar al mundo, dio a su Hijo -y también a nosotros- el don y la fuerza
del amor irrestricto, sin límites ni condiciones (Mt 5, 43-48). Esta es la verdadera y
única “arma” de la cual disponemos los cristianos. Y, aunque la aparición histórica
de Jesús y su oposición apasionada y combativa, no violenta, a todo tipo de mal y
sufrimiento, suscitó a su vez una oposición violenta sin armas, porque contradecía
los intereses de individuos o grupos poderosos, las consecuencias del rechazo y
asesinato violentos a Jesús, son resultado, no de la voluntad de un Dios de
violencia, sino de la acción y ejecución violentas de algunos líderes políticos y
religiosos contra Jesús.
El mismo mensajero de la Buena Nueva de salvación, de la llegada del reinado de
Dios al mundo, y de la paz universal, termina siendo violentamente asesinado.
Pero, la reacción del Padre Dios, no es violenta, ni vengativa. Dios enseña al
mundo que es sólo con el bien y la vida en el amor, como se manifiesta la
salvación. Esto es lo que significa el amor sin límites ni restricciones, y por tanto,
aquello que significa el carácter no teorizable de la redención cristiana, en el
misterio de la pasión, muerte y resurrección de Jesús.
La respuesta de Dios al mal y al sufrimiento extremo, es la resurrección de Jesús
(Rm 8, 35-39). El rechazo de Jesús por los seres humanos tiene su contrapeso en
la pertenencia de Jesús a Dios. La resurrección que es acción de Dios en y con
Jesús, no sólo corrobora su vida y mensaje de salvación, sino que también revela
que su persona está inseparablemente unida a Dios y a su palabra. “En la muerte
y la resurrección de Jesús confluyen el extremo rechazo del ser humano a la
salvación que Dios le ofrece, y la permanente oferta de tal salvación en Jesús
resucitado.”148
En este orden de ideas, se comprende que es justamente en esta lógica, la lógica
del amor, en la que todo cristiano debe fundamentar su vida para combatir y
resistir el mal y el sufrimiento. Esta es la lógica del amor cristiano, que no consiste
148
Ibid, 602.
105
en meras pretensiones de bondad humana, sino que le es dado directamente
como don infinito y gratuito de Dios; y que le ayuda además, a oponerse siempre,
a todo intento, teórico o práctico, de establecer prematuramente un sentido
totalizante de todo; es decir, a todo sistema unitario, y a todo programa totalitario
de acción, que pretenda poder realizar “el” sentido de la historia:
pues, el sentido de la historia de que habla el cristianismo partiendo de
Jesús de Nazareth, es no sólo promesa de sentido total, por lo cual el
cristianismo no identifica lo ya alcanzado con el sentido escatológico
prometido ni se deja descorazonar por fallos ni fracasos, sino también y al
mismo tiempo “instancia de juicio profético” o “crítico” frente a todas la
totalizaciones prematuras (en el mundo o en las iglesias).149
En síntesis, para todo cristiano y de manera específica para nosotros los
colombianos, el compromiso en contra del sufrimiento de las víctimas y la
oposición práctica a toda forma de sufrimiento, pobreza o marginación, como
caminos de salvación, liberación y emancipación desde el Evangelio, deben
implicar por una parte, la escucha atenta y compasiva, del recuerdo y las
narraciones personales de las víctimas del sufrimiento y el dolor; y por otra, la
liberación de las dolencias físicas o psicológicas del individuo o de la comunidad.
Teniendo en cuenta a la vez, que no se pueden asumir los esfuerzos humanos
como el único sentido total y salvífico de la historia, desentendiéndose del sentido
cristiano y escatológico del “cielo nuevo y una tierra nueva” (Ap 21, 1-4), que es
sentido total de la historia y existencia humanas, y que, sólo en y desde Dios
puede ser pleno. En otras palabras, como creyentes debemos tener siempre
presente que, no se pueden desligar las dos dimensiones de nuestra salvación:
histórico mundana y transhistórico-celestial. Estas siempre se articulan y se
complementan. Toda resistencia u oposición directa al sufrimiento, opresión o
marginación del ser humano, todo cuanto hagamos en la historia y en el mundo en
149
Ibid, 580-581.
106
favor de los demás, el amor que tengamos por el prójimo, sin límites ni
restricciones, en cuanto propios de nuestra humanidad, son siempre acciones y
signos parciales de la salvación y liberación cristianas. No podemos comprender
estas acciones histórico-mundanas como el sentido total y perfecto de la
salvación, pues, el sentido pleno y total de nuestra salvación y liberación sólo se
da en Dios, esta es nuestra esperanza escatológica:
La figura de este mundo, afeada por el pecado, pasa, pero Dios nos enseña
que nos prepara una nueva morada y una nueva tierra donde habita la
justicia, y cuya bienaventuranza es capaz de saciar y rebasar todos los
anhelos de paz que surgen en el corazón humano… Se nos advierte que de
nada le sirve al hombre ganar todo el mundo si se pierde a sí mismo. No
obstante, la espera de una tierra nueva no debe amortiguar, sino más bien
aliviar, la preocupación de perfeccionar esta tierra… Por ello, aunque hay
que distinguir cuidadosamente progreso temporal y crecimiento del reino de
Cristo, sin embargo, el primero, en cuanto puede contribuir a ordenar mejor
la sociedad humana, interesa en gran medida al reino de Dios. Pues, los
bienes de la dignidad humana, la unión fraterna y la libertad; en una
palabra, todos los frutos excelentes de la naturaleza y de nuestro esfuerzo,
después de haberlos propagado por la tierra en el Espíritu del Señor y de
acuerdo con su mandato, volveremos a encontrarlos limpios de toda
mancha, iluminados y trasfigurados, cuando Cristo entregue al Padre el
reino eterno y universal: "reino de verdad y de vida; reino de santidad y
gracia; reino de justicia, de amor y de paz".150
Resistencia al mal y al sufrimiento: una actitud incluyente
Si bien la reflexión sobre el sufrimiento humano y la salvación cristiana, expuesta
aquí, está orientada especialmente a las víctimas de la maldad, la marginación, la
corrupción, el dolor y el sufrimiento en nuestro país, no queda de ningún modo,
150
Constitución Dogmática Gaudium et Spes. Cap III. N° 39. Concilio vaticano II.
107
reducida sólo a ellas; esta reflexión incluye también un segundo grupo de sujetos
(los victimarios) que, paradójicamente, pueden pasar de ser los agentes autores
de dolor y sufrimiento, a padecer, ellos mismos, tales situaciones en su propia
vida. Por ejemplo, en algunas regiones del país muchos de los que han sido o son
victimarios de la violencia, desean salvarse y liberarse de tantas maldades
cometidas o vivenciadas en la clandestinidad. Ellos, aunque no sean tan
explícitos, dada su realidad y el confrontamiento con su humanidad (incluso como
los creyentes que algún día fueron), desean también, ser liberados de sus
maldades, sufrimientos y dolores.
Decenas de los llamados “desmovilizados(as) de la violencia” padecen en su vida
un terror muy grande por el futuro, y el sinsentido que encuentran a su existencia:
¿Qué es la vida humana en medio de las tantas muertes y sufrimientos causados?
¿Existirá para ellos alguna manera de reparación y de redención? ¿Vale la pena
seguir viviendo? Sufren porque no saben cómo reparar tanto daño hecho. La
mayoría de ellos o ellas han sido promotores y agentes de sufrimiento, y como
paradoja ahora son los que sufren y padecen una terrible angustia: no viven
tranquilos, sueñan con espantos, tienen alucinaciones, y son propensos a adquirir
trastornos de doble personalidad, psicosis, y delirios de persecución.151
En este orden de ideas, a hombres y mujeres como ellos hay que decirles
también, que la salvación de Dios no es excluyente, que el mensaje de salvación,
si lo aceptan en su vida, también los incluye (Mt 5, 45). Todos los seres humanos
por voluntad divina tenemos derecho y acceso a la salvación que Dios da
gratuitamente a la humanidad. Tanto la víctima como el victimario pueden en
verdad lograr su salvación, siempre y cuando haya en su vida un proceso de
conversión (metanoia), coherente a aquella gracia salvadora que Dios ha dado a
sus creaturas sin exclusivismos ni contraprestación alguna. Esto lo hacen en total
libertad y en la medida en que estén dispuestos a abrirse a la gracia.
151
González Uribe, Los niños de la guerra, 54; y en Internet, Artículo de la revista Cambio.
http://www.cambio.com.co/salud_cambio/770/ARTICULO-PRINTER_FRIENDLY-
PRINTER_FRIENDLY_CAMBIO-4067312.html. (consultado el día 22 de agosto de 2010).
108
De manera especial el victimario necesita reparar sus faltas, no sólo consigo
mismo, sino también, de manera principal, con las víctimas. Y esto no se logra
simplemente con el hecho de que el victimario sea privado de su libertad, estando
como recluso en una penitenciaría; sino con la convicción personal de su
conversión, y con una nueva actitud de vida, que le muevan a dejarse orientar en
su proceso cambio, siendo consciente de que, él no lo hace sólo con sus propios
deseos y fuerzas, sino de manera especial por la gracia de Dios, que lo acompaña
y lo conduce.
La salvación de Dios puede liberar al victimario de los males que lo acechan y lo
oprimen; y una vez experimentada tal liberación, podrá además, reparar el daño
causado a las víctimas, siendo en adelante, testimonio de paz, caridad, justicia,
vida y esperanza en medio de los suyos.
3.2. La salvación y redención incluyen al ser humano en su integridad
La salvación de Dios, y la correspondiente resistencia al mal y al sufrimiento, no
tienen que ver sólo con la dimensión religiosa o espiritual del ser humano, sino
que integra todas sus dimensiones. El valor redentor y salvador de Jesucristo
involucra a toda la persona humana. Aquí tenemos nosotros una idea fundamental
que enriquece y da identidad a nuestra existencia. Según Roger Haight, “la
salvación ha de ser completa; no puede tocar una denominada dimensión
espiritual de la vida de una persona y no incluir su actividad en este mundo.”152 Es
en la historia de vida de cada persona, y en su humanidad íntegra, donde sucede
la salvación.
Para todo cristiano, el compromiso en contra del sufrimiento de las víctimas y la
oposición práctica a toda forma de sufrimiento, como caminos de salvación,
liberación y emancipación desde el Evangelio, deben implicar siempre la liberación
152
Haight, Jesús, símbolo de Dios, 374.
109
de las dolencias físicas, psicológicas o morales, teniendo en cuenta las
condiciones específicas de cada contexto cultural y social. La misión y la tarea que
de esto se deriva deben hallar su inspiración y orientación, para cada cristiano,
tanto en el evangelio de la salvación de Dios, como en la idea o comprensión que
actualmente se tiene del ser humano y de los procesos humanizadores que
realiza.
No es mi intención, ni el objetivo de este trabajo, proponer ahora toda una
reflexión sobre antropología filosófica o teológica (ya en otros textos que se
quieran elegir, el lector podrá abordar estos dos temas de una forma más
amplia.153). Sólo quiero subrayar que, en el momento de reflexionar algún tema
que tenga que ver con la persona humana, es necesario saber desde qué tipo de
antropología nos posicionamos para tratarlo, pues, según la noción y comprensión
que tengamos del ser humano, así mismo serán las ideas y conclusiones a las que
lleguemos sobre el tema que nos hemos propuesto tratar.
En consecuencia, respecto del tema sobre la salvación cristiana, la opción que
tomo personalmente es la de una antropología fundamentada en la tradición
cristiano-tomista, que comprende al ser humano como hijo de Dios, y que integra
en su ser: cuerpo, alma, espíritu, razón y sentimientos. Hemos dicho en repetidas
ocasiones que la salvación y redención cristianas son entendidas como el don
amoroso y gratuito de Dios en Jesucristo para todo ser humano, y a esta
comprensión hay que enfatizarle además, que es para el ser humano en su
153
Entre los autores que abordan los temas sobre Antropología filosófica y Antropología teológica, están:
Ponce Cuellar, Miguel. El misterio del hombre. Barcelona: Herder, 1997; Coreth, Emerich. ¿Qué es el
hombre? Barcelona: Herder, 1980; Maritain, Jacques, Humanismo integral. Traducción de Alfredo
Mendizábal. Madrid: Palabra, 1999; Ruiz de la Peña, José L. Imagen de Dios, Antropología teológica
fundamental. 3ª Edición. Bilbao-Santander: Sal Terrae, 1996; Yepes, Ricardo. Fundamentos de antropología,
Un ideal de la excelencia humana. Pamplona (España): EUNSA, 1996; Cervera, Espinosa A. ¿Quién es el
hombre? Antropología filosófica. Madrid: FAX, 1969; Valverde, Carlos. Antropología Filosófica. Valencia
(España): EDICEP, 1994; Jolif, J.–V. Comprender al hombre. Salamanca: Sígueme, 1969. Haeffner, Gerd.
Antropología filosófica. Barcelona: Herder, 1986.
110
integridad. Dios, según la comprensión antropológica tomista, salva al hombre en
su unidad e integridad de cuerpo y alma.154
La comprensión tomista del ser humano tiene sus bases, en las Sagradas
Escrituras. El ser humano, según la interpretación de los autores bíblicos, es
creación de Dios, y por ende, hijo suyo. Tanto el hombre como la mujer, creación
de Dios, son una unidad e integridad de cuerpo y espíritu, y no una dualidad (Gn
1, 26-2, 4a; Gn 2, 4b-25). Por tanto, cuando se habla del hombre, imagen de Dios,
se hace referencia directa al cuerpo, al alma y al espíritu en su integridad, nunca
separados, ni sólo uno de ellos.
Una de las ideas principales de la comprensión antropológica de las Sagradas
Escrituras es que el hombre, como creación e imagen de Dios, tiene su
fundamento y punto culmen en la persona de Jesucristo. Él, según cita San Pablo,
“no hizo alarde de su categoría de Dios, y al pasar por uno de tantos, tomó la
condición de ser humano como nosotros” (Flp 2, 6-11). Todo el mensaje del
Génesis es ahora interpretado a la luz de Cristo. Jesucristo, verdadero Dios y
verdadero hombre, es la imagen perfecta y auténtica de Dios, y el paradigma
salvífico para nosotros los seres humanos.
Los escritos neotestamentarios para hablar del ser humano y de la acción
misericordiosa y salvadora de Dios en él, no hacen separación alguna entre alma
y cuerpo. La salvación de Dios es salvación para la persona humana en su
totalidad. El amor, la misericordia, el perdón, la salvación y redención, son
acciones de Dios para toda la persona humana. Un ejemplo claro de esto lo
encontramos en los milagros realizados por Jesús: cada milagro obrado por Él,
permite entender que el sufrimiento humano se vence no sólo salvando el espíritu,
154
Santo Tomás de Aquino, logra una síntesis entre la noción de hombre platónica y la noción de hombre
aristotélica. El hombre es unidad irreductible de alma y cuerpo, donde el alma es la forma del cuerpo. El alma
separada del cuerpo no está en su estado perfecto. El cuerpo identifica al hombre y lo hace capaz de relación
con los otros, con el mundo y con Dios. El hombre es imagen de Dios por su mente. La imagen perfecta es
sólo Jesucristo, pero el hombre, por su mente, se asemeja a Dios, pues puede conocerlo y amarlo.
De Aquino, Summa Theologiae, I. q. 90-93.
111
sino también la carne -el cuerpo- (Mc, 2, 1-11; Lc 17, 11-19). Así obra el Dios de
Jesucristo: salva, sana y libera al ser humano en su integridad. Sabe que el ser
humano necesita ser bueno, pero que también necesita amar, compartir, caminar,
ver, comprender y comer (Mt 9, 12-13.35-36; 14, 14; 15, 32; Mc 1, 41-42; 10, 21;
Lc 7, 13; 10, 33; Jn 11, 33-35).
En este orden de ideas, cada ser humano ha de comprenderse a sí mismo como
unidad en la pluralidad, de lo cual se deduce que, nuestra experiencia testifica que
toda acción, pasión o vivencia humana es corpóreo-espiritual, y esto implica que
nuestro espíritu y nuestra corporalidad van unidos y se condicionan mutuamente.
Cada ser humano en el ejercicio de su libertad y por la opción que libremente
tome, bien se salva todo (cuerpo y espíritu), o bien se condena todo. Aquel
cambio de corazón del cual hablan los evangelios es un cambio de actitudes
prácticas (metanoia), que involucra al cuerpo y al espíritu.
Por otra parte, una comprensión integral e incluyente de la salvación que parte de
una concepción antropológica, también integral, es otro aspecto irrenunciable para
hablar sobre la acción salvadora de Dios en medio de este mundo sufriente y
enfermo. De hecho, para el caso concreto de la iglesia colombiana, en el momento
en que ella elabore sus reflexiones teológicas sobre nuestra realidad, puede
encontrar en esta comprensión un aporte significativo, que le permita ayudar, de
una forma más oportuna y eficaz, a tantas víctimas del sufrimiento, la violencia y la
marginación. Sobre todo, si tenemos en cuenta dos, de las muchas otras
problemáticas actuales, de nuestra nación: por una parte, los ideales equívocos de
“salvación” personal, o de emancipación individual, que han surgido en Colombia y
Latinoamérica en las últimas décadas, por parte de los distintos movimientos
revolucionarios y armados; y por otra parte, aquel pensamiento subjetivo de
algunos sectores sociales y políticos del país, que supone que la paz y el
bienestar para las víctimas del sufrimiento y la violencia, serán solucionados
únicamente con la eliminación del “Conflicto armado”, a través de la fuerza de las
armas y de la violencia.
112
Gracias a las distintas reflexiones filosóficas, antropológicas, bíblicas y teológicas,
que en estos últimos tres siglos se han dado sobre el ser humano, hoy sabemos
que las realidades humanas deben ser tratadas desde distintos ángulos y
respetando los diferentes puntos de vista que se tengan sobre cada realidad. Esto
es claro en algunas tradiciones de pensamiento contemporáneas (por lo menos de
manera teórica) y en la mayoría de las disciplinas que tienen que ver con el ser
humano, o que hacen referencia a él (Antropología, psicología, religión, Ética,
política, sociología, historia, cultura, ecología, entre otras).
La búsqueda de posibles soluciones a las problemáticas humanas, o los aportes
que se hagan a las expectativas de liberación, justicia, paz y salvación de un
grupo humano determinado, deben integrar las distintas disciplinas humanas,
porque el ser humano no es sólo religioso, o político, o económico, sino una
unidad integral.155 Se hace necesario, entonces, recurrir a una opción
interdisciplinar que nos ayude en estas tareas, puesto que es al ser a quien
hacemos referencia, que vive en una sociedad y cultura determinadas.
La teología, al igual que otras ciencias que tienen que ver con el ser humano,
necesita mantener un diálogo incluyente con las otras, pues, es en la persona
humana, en quien se integra lo político, social, ecológico, económico, cultural,
corpóreo, físico, psicológico, trascendente.156 Por eso, un sabe como el teológico,
debe tener unas herramientas discursivas y metodológicas de diálogo con las
ciencias naturales y las ciencias sociales.
De esta manera, el diálogo de la teología soteriológica con las demás ciencias
humanas nos ayudará a posibilitar una comprensión interdisciplinaria y
transdisciplinaria de la salvación humana y cristiana. Es decir, a esclarecer las
155
Cfr. Maritain, Humanismo integral, 21-129. 156
Edward Schillebeeckx, a cada una de estas dimensiones las denomina “coordenadas o constantes
antropológicas”, y las agrupa en seis: 1. Corporalidad humana, naturaleza y entorno ecológico; 2.
Convivencia humana; 3. Relación con las estructuras sociales e institucionales (política y sociedad); 4.
Estructura espacio-temporal de la persona y de la cultura; 5. Teoría y praxis humana; y, 6. Conciencia
religiosa y “parareligiosa” del hombre. Cfr. Schillebeeckx, Cristo y los cristianos, Gracia y liberación, 716-
724.
113
reflexiones que cada disciplina aporta, integrando estos aportes y puntualizando
las acciones a las cuales nos han de conducir tales comprensiones. Desde el
punto de vista de teológico, la comprensión de salvación cristiana que se tiene, es
ya una forma amplia e incluyente de comprender la vida humana en relación con
el Dios de Jesucristo, pero a la vez, para que esta comprensión adquiera un
lenguaje amplio que se adapte a los contextos culturales de nuestro mundo actual,
y pueda por tanto, tener acciones más eficaces en realidades humanas como las
de nuestro país, debe también escuchar aquello que las ciencias humanas y
sociales cada día van analizando y comprendiendo.
3.3. Nuestro compromiso como iglesia: ser testigos y signos visibles
de salvación y liberación para las víctimas, los sufrientes, los
marginados y los más pobres
“Ser iglesia implica siempre un movimiento: es “ser llamado” a salir, “Éxodo”, “alzar la
cabeza”, “conversión del corazón”, “seguimiento”, “aceptación” de la vida y su historia
dolorosa a la luz de una gran promesa.” J.-B. Metz.157
La iglesia es la primera responsable de que las reflexiones teológicas que se
hacen, no se queden sólo en teoría, sino que tengan una acción práctica en la
realidad que vive el pueblo de Dios. Todo cuanto hemos reflexionado en este
trabajo nos debe recordar que, es justamente a nosotros miembros de la iglesia, a
quienes nos corresponde vivir, comunicar y compartir el mensaje de salvación
dado por Dios a la humanidad. Por esta razón, este trabajo ha sido pensado
principalmente para aportar a la autenticidad de la iglesia colombiana, en su tarea
y compromiso, de ser signo y testimonio de salvación para nuestros hermanos y
hermanas compatriotas, especialmente los sufrientes, marginados y desprotegidos
de las distintas regiones del país.
157
Metz, La fe en la historia y la sociedad, 149.
114
La persona que sufre en su cuerpo o en su espíritu, necesita de un mensaje
sanador y liberador de nuestra parte, y además, como comunidad eclesial hemos
de mostrarle signos visibles de compasión, paz y caridad fraterna. No sólo hemos
de dar palabras, sino también testimonio de fraternidad, solidaridad, caridad y
misericordia entre nosotros mismos. La iglesia tiene como misión el compromiso
profético de anunciar la salvación y la esperanza de parte de Dios a todo ser
humano, especialmente al que sufre, y a la vez, debe denunciar todo aquello que
margina, oprime y violenta la dignidad humana. Los anhelos humanos de
liberación y sus grandes expectativas de emancipación, frente al dominio, la
marginación y la opresión, deben merecer siempre la atención de nosotros los
cristianos; pues, la desesperanza, el sufrimiento, la marginación y la pobreza, muy
evidentes, de manera especial en los contextos latinoamericano y colombiano,
impiden cada día, el progreso y la promoción de la dignidad de miles de hombres y
mujeres.
Gracias al don de la fe y a la gracia que habita en nuestros corazones, los
cristianos creemos que Dios desea la salvación de todos los hombres y mujeres
del mundo. Dios, por su infinito amor, da al género humano una oferta gratuita de
salvación y liberación, y en este amor y oferta salvífica, los creyentes tenemos
cimentada nuestra fe. De esta manera, quien asume en su existencia el camino
que conduce hacia la salvación, tendrá al mismo tiempo, la ruta trazada para una
auténtica realización humana.
La salvación, redención y liberación cristianas, según hemos venido considerando
en este trabajo, no parten de un proyecto humano, o de solas intenciones de
emancipación y liberación humanas, sino que se entienden, en primer lugar, como
iniciativa del amor infinito de Dios al ser humano, y a la vez, como don gratuito,
expresado en gracia y liberación para la humanidad. Por tanto, la iglesia y todo
cristiano, tenemos en el amor infinito de Dios (caritas), la fuerza impulsora y
verdadera que nos permite dar testimonio de salvación, justicia y fraternidad a los
seres humanos de nuestro tiempo, especialmente a los menos favorecidos de la
115
sociedad. Así lo entiende el Papa Benedicto XVI, en su encíclica Caritas in
veritate:
La caridad es la vía maestra de la doctrina social de la Iglesia. Todas las
responsabilidades y compromisos trazados por esta doctrina provienen de
la caridad que, según la enseñanza de Jesús, es la síntesis de toda la Ley
(Mt 22,36-40). Ella da verdadera sustancia a la relación personal con Dios y
con el prójimo; no es sólo el principio de las micro-relaciones, como en las
amistades, la familia, el pequeño grupo, sino también de las macro-
relaciones, como las relaciones sociales, económicas y políticas. Para la
Iglesia -aleccionada por el Evangelio-, la caridad es todo porque, como
enseña San Juan (1 Jn 4,8.16) y como he recordado en mi primera Carta
encíclica «Dios es caridad» (Deus caritas est): todo proviene de la caridad
de Dios, todo adquiere forma por ella, y a ella tiende todo. La caridad es el
don más grande que Dios ha dado a los hombres, es su promesa y nuestra
esperanza.158
La aceptación de la oferta salvífica de Dios en nuestra vida nos está invitando,
cada día, a no permanecer en una actitud pasiva o egoísta, como si el amor y la
salvación de Dios fueran un hecho que no mereciera una actitud activa de vida.
Aceptar a Dios, aceptar su amor (caritas) y su oferta de salvación, implica, en
nosotros como creyentes, una actitud permanente de caridad y servicio a nuestro
prójimo, así como a nosotros mismos. Quien acepta en su vida al Dios de
Jesucristo, no puede permanecer inmóvil. El dolor, el sufrimiento, los problemas
propios, y los de los demás, se convierten para cada creyente, en una tarea a
solucionar cada día.
La oferta salvífica de Dios para los seres humanos de todos los tiempos, lleva
siempre consigo, la liberación de todo aquello que ata o aliena a la persona, y que
le produce sufrimiento. Cuando un ser humano experimenta en su vida que la
158
Benedicto XVI, Carta encíclica “Caritas in veritate”. N° 2.
116
salvación o redención que Dios le da gratuitamente, es una realidad en su vida, y
comprende que dicha salvación le va haciendo libre cada vez más, lo más lógico
es que por la experiencia que vive, comunique a los demás, aquello que en su
existencia está sucediendo. Todo ser humano que tenga sed de liberación, con
grandes expectativas de salvación y sanación, busca salir de toda forma opresiva
de dolor, angustia, injusticia, esclavitud, miseria o indiferencia, camina en este
sentido y en la búsqueda de este objetivo, e incluso puede, a la vez, reflexionar,
acompañar y apoyar procesos de salvación y liberación de otras personas.
Según dice el Concilio Vaticano II,
(…) Es, pues, completamente claro que todos los fieles, de cualquier estado
o condición, están llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la
perfección de la caridad, y esta santidad suscita un nivel de vida más
humano incluso en la sociedad terrena. En el logro de esta perfección
empeñen los fieles las fuerzas recibidas según la medida de la donación de
Cristo, a fin de que, siguiendo sus huellas y hechos conformes a su imagen,
obedeciendo en todo a la voluntad del Padre, se entreguen con toda su
alma a la gloria de Dios y al servicio del prójimo. Así, la santidad del Pueblo
de Dios producirá abundantes frutos, como brillantemente lo demuestra la
historia de la Iglesia con la vida de tantos santos.159
Como podemos apreciar en esta cita tomada de la “Lumen gentium”, hay un
aspecto que debe ser claro para todos aquellos quienes hemos decidido optar por
Jesucristo: cada creyente que camine hacia su santidad o autenticidad de vida,
tiene la tarea y la responsabilidad de amar y servir al prójimo, sin límites ni
restricciones, sin condiciones ni reservas. Como creyentes en el Dios de la vida,
tenemos un compromiso libre y responsable de ser generadores de vida,
salvación, comunión, paz y justicia, denunciando todo aquello que va en contra de
estos principios y valores del Reino de Dios.
159
Const. Dogmática Lumen Gentium, Cap V, Nº. 40. Concilio Vaticano II.
117
E. Schillebeeckx afirma que, para captar aquello que en la vida cristiana se
comprende como redención (salvación), se requiere de la experiencia de algún
tipo de liberación y amor humanos. Pero a su vez, plantea la cuestión de ¿qué
podrá significar una categoría como “el amor de Dios” para alguien que, como ser
humano, nunca ha experimentado el amor?160 Si la salvación de Dios obrada por
Jesucristo es consecuencia de su gracia, es decir, del don de su amor ilimitado e
irrestricto, necesariamente el ser humano debe primero experimentar ese amor de
o en otro ser humano, para que proporcionalmente pueda degustar la experiencia
amorosa de la salvación.
En este sentido, la consecuencia de una experiencia concreta del amor de Dios y
del Jesús salvador, en la vida de una persona, ha de ser, necesariamente, el
sentirse salvado y liberado en medio de su historia y contexto. Es la experiencia
que debe hacerse experiencia de gracia y praxis de liberación del hombre y la
mujer cristianos.161 Sin embargo, difícilmente puede haber una autentica
experiencia de salvación y liberación en la vida del ser humano, si no hay
experiencia y encuentro personal con Dios en la vida y testimonio de los
hermanos.
3.3.1. La iglesia como comunidad de fe y amor salvíficos
Nuestra iglesia y nuestra religión no están integradas por “superhéroes”
salvadores de historias asombrosas, no somos los redentores del mundo, ni
hemos de pretender serlo nunca. Somos tan sólo testigos humildes de la
esperanza, la misericordia y la salvación del Dios de la vida, y este testimonio
humilde es justamente el que debe identificarnos frente a los victimarios,
opresores y poderosos de nuestro país (alguno líderes políticos corruptos, bandas
criminales, grupos guerrilleros, paramilitares, narcotraficantes, entre otros).
160
Schillebeeckx, Cristo y los cristianos, Gracia y liberación, 728. 161
Gibellini, La teología del siglo XX, 361.
118
La oferta salvadora y redentora de Dios, tiene en cuenta principalmente a los que
sufren injustamente, pues, la redención, liberación y salvación que Jesucristo nos
dio, va dirigida con especial predilección, a todo aquel que es víctima del
sufrimiento y el dolor inmerecidos (Lc 5, 31). Pero, a la vez, se dirige a toda
persona que la acepte libremente en su vida. La salvación incluye a la persona
individual y al mismo tiempo a la comunidad o sociedad con la cual vive y
comparte. Este es un aspecto fundamental cuando se habla de la iglesia como
comunidad de fe y amor en la que deben hacerse visibles verdaderos signos de
salvación.
El mundo y todos los seres humanos estamos capacitados para amar y liberar,
porque Dios nos salvó y liberó primero. Si afirmamos que somos obra de la mano
y palabras creadoras de Dios, y esta obra creadora tiene un sentido plenamente
salvífico, quiere decir que nosotros tenemos todas las condiciones y la
responsabilidad de vivir y comunicar a los demás la salvación. Además, si nuestra
iglesia es sacramento universal de salvación (LG, 1), esto significa también que
todos quienes estamos posicionados en la fe cristiana y pertenecemos a la iglesia
universal, estamos libremente movidos y motivados, a ser signo eficaz de
salvación para los demás, especialmente los sufrientes, desprotegidos y
marginados de nuestras regiones, independientemente de su credo, raza, lengua
o condición social.
La iglesia, al ser sacramento de salvación, debe significar en su propia estructura
interna, la salvación cuya realización anuncia. Signo y símbolo de liberación del
ser humano y de la historia, ella misma debe ser en su existencia concreta un
lugar de liberación. Concebir a la iglesia como sacramento de la salvación del
mundo, hace más exigente la obligación de transparentar en sus estructuras
visibles (jerarquía, magisterio, sacramentos, liturgia, entre otras) el mensaje de
que es portadora.162
162
Gutiérrez, Teología de la liberación, Perspectivas, 323.
119
El significado universal único de Jesús que, según nuestra fe cristiana, afecta a
todos los seres humanos en la determinación de su destino, tiene una mediación
histórica: la asamblea escatológica de los fieles, la “Iglesia de Cristo”. La
mediación entre el significado histórico de Jesús y su significado universal consiste
en la misión histórica de la iglesia en el mundo. La universalidad de Jesucristo, “la
catolicidad” de su iglesia y la misión testimonial (especialmente mediante la praxis
del Reino de Dios), son otros tantos aspectos de una misma realidad de fe, sujeta
siempre a una mediación histórica: nuestro servicio fiel y esperanzador bajo la
guía del espíritu de Cristo. De esta manera, la iglesia, por la fuerza del espíritu de
Jesús, expresa el modo como Dios se ocupa de los seres humanos. La
universalidad del mensaje salvador de Jesús es un quehacer histórico de los
cristianos, gracias a la praxis del Reino de Dios realizada en la iglesia (Jn 17, 3).163
Así entendida, la verdadera Iglesia pueblo de Dios, por su fidelidad al Evangelio de
Jesucristo, debe ser el signo visible de la presencia del Señor en la aspiración por
la liberación, y en la lucha por una sociedad más humana y más justa. Sólo así la
iglesia hará creíble y eficaz el mensaje de amor del que es portadora.164 Por esta
razón, nuestra iglesia colombiana ha de ser la iglesia de los signos proféticos de
amor, humildad, liberación y fraternidad, y en este sentido será fiel a Jesucristo,
pues, ¿qué tenemos que no hayamos recibido de Él? (1 Cor 4, 7). Los pobres, los
marginados, los sufrientes, son pueblo de Dios, y el colectivo necesitado de
liberación (de la corrupción, del dinero, del alcohol, de la injusticia, de la
marginación, del odio, del rencor, del miedo, de la opresión).
Nuestra iglesia, como comunidad integrada por hombres y mujeres de distintos
contextos culturales, debe estar siempre atenta al clamor de las víctimas en cada
lugar. La iglesia no está -ni puede estar- alejada de la realidad, porque la
conformamos hombres y mujeres, pueblo de Dios, que vivimos inmersos en este
mundo y en esta historia, en ambientes y contextos vitales reales. En Colombia
cada región, y por ende, cada iglesia local, tienen determinados contextos de
163
Schillebeeckx, Jesús, historia de un viviente, 629-630. 164
Gutiérrez, Teología de la liberación, Perspectivas, 324.
120
sufrimiento. Los fieles que viven en los diferentes lugares de nuestro país, no sólo
sufren por causa de la violencia o por el conflicto armado, sino también, por los
problemas medioambientales, explotación a los trabajadores, la corrupción
política, la violencia intrafamiliar, el olvido de las instituciones gubernamentales, la
carencia de condiciones básicas de vida, entre otros. Cada uno de estos factores
de sufrimiento merece la atención especial de la iglesia, y ella debe realizar
acciones eficaces frente a los mismos, de tal forma que sea visiblemente, un
verdadero signo de salvación, caridad y liberación para nuestros hermanos y
hermanas compatriotas.
La iglesia como comunidad de fe y caridad, no puede permanecer callada ante la
opresión, marginación y sufrimiento de tantas víctimas en Colombia. Cada
creyente ha de rechazar y denunciar toda estructura política, social, económica, o
incluso religiosa, que vaya en contra de la dignidad de los colombianos. Frente a
las diferentes formas en que la corrupción se hace visible, en las diferentes
instituciones de nuestro país, los miembros de la iglesia debemos tener una
postura clara que, paralelamente rechace y denuncie a los corruptos, y también se
muestre como un signo de caridad, justicia y liberación. Si bien,
la Iglesia no puede ni debe emprender por cuenta propia la empresa política
de realizar la sociedad más justa posible. No puede ni debe sustituir al
Estado. Tampoco puede ni debe quedarse al margen en la lucha por la
justicia. Debe insertarse en ella a través de la argumentación racional y
debe despertar las fuerzas espirituales, sin las cuales la justicia, que
siempre exige también renuncias, no puede afirmarse ni prosperar. La
sociedad justa no puede ser obra de la Iglesia, sino de la política. No
obstante, le interesa sobremanera trabajar por la justicia esforzándose por
abrir la inteligencia y la voluntad a las exigencias del bien.165
165
Benedicto XVI, Carta encíclica “Deus caritas est”. N° 28a.
121
En otras palabras, aunque,
la Iglesia no tiene soluciones técnicas que ofrecer y no pretende «de
ninguna manera mezclarse en la política de los Estados». No obstante,
tiene una misión de verdad que cumplir en todo tiempo y circunstancia en
favor de una sociedad a medida del hombre, de su dignidad y de su
vocación…La fidelidad al hombre exige la fidelidad a la verdad, que es la
única garantía de libertad (cf. Jn 8,32) y de la posibilidad de un desarrollo
humano integral.166
Si como iglesia perdemos de vista a las víctimas reales, no aquellas que desde la
teoría intentemos comprender, sino las de carne y hueso de nuestros campos,
pueblos y ciudades de Colombia, si no es por ellas por quienes sentimos
compasión, correremos el riesgo de teorizar de una manera lógica y
gramaticalmente correcta temas como el sufrimiento, la pobreza o la marginación,
pero no el sentimiento y dolor de las víctimas reales, los cuales, por lo demás, son
una experiencia tan particular, extrema y límite, que tal vez no llegaremos nunca a
comprender totalmente, ni siquiera a expresar con palabras exactas aquello que
tal experiencia ha significado, o ha dejado como marca, en cada una de las
víctimas de nuestro país.
3.3.2. Una iglesia que vive la salvación que celebra
Quienes de alguna manera somos representantes de iglesia, los agentes de
pastoral, y fieles cristianos comprometidos, tenemos principalmente la
responsabilidad, y el compromiso libre y voluntario, de entregar nuestro amor,
nuestro servicio y nuestra vida entera, a las demás personas. 167 El Dios de la vida
166
Benedicto XVI, Carta encíclica “Caritas in veritate”. N° 9. 167
Hace cuatro décadas, a propósito de nuestra responsabilidad como evangelizadores, y como responsables
del pastoreo de nuestras comunidades, la Iglesia Latinoamericana había dicho explícitamente que, “a
nosotros, pastores de la Iglesia, nos corresponde educar las conciencias, inspirar, estimular y ayudar a orientar
122
nos ha dado gratuitamente dones y carismas para comunicar su mensaje de
salvación y liberación, por tanto, es deber nuestro dar a nuestro prójimo de aquello
que hemos recibido, pues, “a quien se le dio mucho, se le reclamará mucho; y a
quien se confió mucho, se le pedirá más” (Lc 12, 48).
Si nos quedamos hablando siempre de la “iglesia” en su término general, y en
abstracto, corremos el riesgo de no situarla y encarnarla en cada uno de nosotros;
y, por tanto, las responsabilidades y las tareas que se pidan en favor del prójimo,
quedarán siempre asignadas a una palabra denominada “iglesia”, en abstracto, y
no a la iglesia que se encarna y se hace visible en cada uno de nosotros con
nombre propio: comunidad de fieles cristianos, diáconos, presbíteros y obispos.
En este sentido, los aportes que brindemos a las víctimas expectantes de
salvación y liberación, la escucha atenta a sus dolores y angustias, la resistencia
cristiana al sufrimiento inmerecido de tantas personas, son tarea y
responsabilidad, principalmente, de quienes de forma libre, hemos optado por ser
guías espirituales y servidores de las comunidades cristianas. Gratis recibimos del
Señor, su amor y la vocación al servicio, y por tanto, nos corresponde dar también
gratis, ese amor y ese servicio a los demás, especialmente a los más necesitados
de ellos (Mt 10, 8).
Creer que Dios existe, no sólo es creer en un Ser superior a nosotros, sino
especialmente creer, por una parte, que Él es el único Señor y Rey de la historia
humana, y por otra parte, afirmar siempre que la existencia de su reinado en la
tierra, y nuestra profesión de fe en Él, significan el rechazo directo y explícito de
toda forma de violencia, injusticia, sufrimiento, miseria o marginación, en cualquier
campo, vereda, pueblo, hogar, familia o región colombianos.
Para tal efecto, la iglesia universal cuenta con diferentes signos y símbolos
salvíficos que se hallan, de manera especial, en los sacramentos y la liturgia, y en
todas las iniciativas que contribuyen a la formación del hombre. Nos corresponde también denunciar todo
aquello que, al ir contra la justicia, destruye la paz.” II Conferencia general del Episcopado Latinoamericano,
Documentos finales de Medellín. Cap. III, N° 20. Septiembre de 1968.
123
la predicación de la Palabra. La iglesia se vale de la pedagogía litúrgica y
sacramental para mostrar de una forma visible y análoga, aquello que significa la
salvación de Dios en la vida de sus hijos e hijas, y el culto que ellos le rinden y
celebran, como agradecimiento a su amor salvífico. 168 Cada vez que un creyente
recibe un sacramento, o participa en la liturgia, no sólo está celebrando la
presencia de Dios en su vida y en la de sus hermanos(as), sino que además, el
sacramento o el acto litúrgico, le invitan y estimulan a comprometerse
voluntariamente, con el llamado que Dios le está haciendo a asumir una vida más
auténtica en favor del prójimo.
Los diferentes signos, palabras y gestos que contiene un sacramento o una
celebración litúrgica, muestran al creyente, de una manera pedagógica, la acción
salvífica de Dios en su vida, y a la vez, las implicaciones cotidianas que tal acción
le invitan a asumir diariamente consigo mismo y con su comunidad. Los
sacramentos y la liturgia son signos visibles de la acción salvadora y santificadora
de Dios en cada persona que los recibe y celebra, y a la vez, están llenos de
enseñanza, para que el creyente comprenda la respuesta coherente que debe dar
cada día, al haberlos recibido o participar en ellos.
Cristo inspira y promueve la unión, la fraternidad, la misericordia, la caridad y el
servicio, entre la comunidad que se reúne (esta es la fe de la iglesia que está
contenida en los sacramentos, de un modo especial el bautismo y la eucaristía).
Cada celebración litúrgica y sacramental de la iglesia no se realiza como un acto
aislado, apartado de los demás, sino como un contacto íntimo y muy personal
entre Dios y la humanidad, que encierra toda la vida del sujeto, y que se realiza
dentro de una comunidad concreta.
168
Medellín, Cap. IX, N° 2: “La presencia del Misterio de Salvación, mientras la humanidad peregrina hacia
su plena realización en la Parusía del Señor, culmina en la celebración de la liturgia eclesial (SC 8, 12). La
liturgia es acción de Cristo Cabeza y de su Cuerpo que es la Iglesia (SC 7). Contiene, por tanto, la iniciativa
salvadora que viene del Padre por el Verbo y en el Espíritu Santo, y la respuesta de la humanidad en los que
se injertan por la fe y la caridad en el Cristo recapitulador de todas las cosas (Cf. Ef 1, 10). Como quiera que
no vivimos aún en la plenitud del Reino (LG 3, 5), toda celebración litúrgica está esencialmente marcada por
la tensión entre lo que ya es una realidad y lo que aún no se verifica plenamente (SC 8); es imagen de la
Iglesia a la vez santa y necesitada de purificación (LG 8; SC 2); tiene un sentido de gozo y una dolorosa
conciencia del pecado. En una palabra, vive en la esperanza (LG 48; SC 8).”
124
Diariamente, algunas veces por semana, los domingos, o en algunas ocasiones
especiales, como creyentes nos reunimos para celebrar nuestra fe en comunidad.
No de manera solitaria, sino con los hermanos y hermanas; y esta comunidad, se
supone, debe transparentar la salvación, el perdón, la caridad, la justicia y la paz,
que Dios nos da a manos llenas. La expresión social del culto es para el grupo que
se reúne, movido por la misma fe, principio de unidad del mismo. El uso de los
mismos gestos y de iguales símbolos, como manifestación de los mismos
sentimientos, supone unidad. Los sacramentos son signos y símbolos en los que
se expresa y se comunica la misma acción salvadora de Dios a todos los seres
humanos; aquí no hay distinción, Dios da su gracia y amor salvíficos a todos, sin
exclusividad.
En este orden de ideas, la iglesia tiene en su liturgia y sacramentos, dos maneras
pedagógicas adecuadas para hacer posible y visible la salvación de Dios, y con
ellas, la posibilidad más indicada para luchar contra el sufrimiento y dolor de las
víctimas de nuestros pueblos. Frente a la marginación y la exclusión que sufren
muchas personas, por citar un ejemplo, la iglesia contiene signos comunitarios de
inclusión e igualdad, como sucede con el sacramento de la eucaristía: “la iglesia
vive de la eucaristía” y tiene un fundamento primordial en ella169. Personas de
razas y edades distintas, de estratos sociales o ideologías políticas diferentes, del
campo o de la ciudad, nos reunimos en un mismo lugar, para que todos sin
distinción, comamos de un solo pan, y podamos alabar y dar gracias a nuestro
único Dios y Señor.
En efecto, la Iglesia es ante todo un misterio de comunión católica, pues en
el seno de su comunidad visible por el llamamiento de la Palabra de Dios y
por la gracia de sus sacramentos, particularmente de la Eucaristía, todos
los hombres pueden participar fraternalmente de la común dignidad de hijos
de Dios (LG 9, 32), y todos también, compartir la responsabilidad y el
169
Juan Pablo II, Carta encíclica “Ecclesia de eucharistia”. N° 1.
125
trabajo para realizar la común misión de dar testimonio del Dios que los
salvó y los hizo hermanos en Cristo (LG 17; AA 3).170
A través de nuestras celebraciones o reuniones comunitarias, podemos mostrar y
pregustar la voluntad salvífica de Dios: Dios quiere un pueblo unido por el amor,
que viva en búsqueda asidua de una nueva humanidad, una comunidad de
hermanos y hermanas, donde cada uno se siente partícipe y miembro verdadero
de una nueva forma de vida en la caridad y en el servicio. La participación en la
fuente del amor une a los cristianos al interior de la iglesia, y por tanto, ha de
encontrar su expresión máxima en la puesta de los dones y carismas recibidos al
servicio de los demás, y en la solidaridad y colaboración de los unos con los otros.
El don de Cristo y de su Espíritu que recibimos en la comunión eucarística
colma con sobrada plenitud los anhelos de unidad fraterna que alberga el
corazón humano y, al mismo tiempo, eleva la experiencia de fraternidad,
propia de la participación común en la misma mesa eucarística, a niveles
que están muy por encima de la simple experiencia convival humana.171
Cuando, por ejemplo, en la eucaristía nos acercamos a una persona a darle la
paz, aun sin conocerla, le estamos expresando con ese gesto simbólico, que ella
es nuestro hermano o hermana, no un enemigo, y que además, le estamos
deseando lo mejor, es decir, “la paz de Dios”. Este gesto sencillo que no haríamos
–ni hacemos- cotidianamente en la calle, en el estudio o en el lugar de trabajo, es
uno de los tantos signos con los cuales puedo mostrar la salvación y el amor real
de Dios a los demás. “A los gérmenes de disgregación entre los hombres, que la
experiencia cotidiana muestra tan arraigada en la humanidad a causa del pecado,
se contrapone la fuerza generadora de unidad del cuerpo de Cristo. La Eucaristía,
construyendo la Iglesia, crea precisamente por ello comunidad entre los
hombres.”172
170
Medellín, Cap. XV, N° 6. 171
Juan Pablo II, Carta encíclica “Ecclesia de eucharistia”, N° 24. 172
Ídem.
126
Por otra parte, según dijimos, otro medio que tiene la iglesia para comunicar la
salvación y liberación de Dios es la predicación de la Palabra. Como creyentes
nos vemos enfrentados hoy al reto y compromiso de la proclamación de la Palabra
de Dios en medio de una humanidad que va transformándose a diario, y en la que
cada día que pasa, se hace más grande su brecha entre los ricos y los pobres,
una humanidad que afronta no sólo el dolor y horror de la guerra, sino también, las
distintas formas de violencia en el hogar, los colegios, en las pequeñas
comunidades, en los pueblos, las veredas, las regiones y los países.
Como iglesia necesitamos predicar palabras de esperanza, vida y amor que se
encarnen en esta Colombia que sufre. Palabras de vida que trasciendan los límites
de una predicación moralizante, o de una catequesis que se enfoque al
aprendizaje memorístico de las doctrinas de fe que contiene el catecismo. Nuestra
palabra ha de ser un “anuncio real y alegre del Reino de Dios y una denuncia
profética de cuanto contradice las exigencias del Reino.”173 Al respecto, al hablar
de la necesidad de una renovación de la catequesis, las Conclusiones de la II
Conferencia Episcopal Latinoamericana celebrada en Medellín, dicen:
De acuerdo con la teología de la revelación, la catequesis actual debe
asumir totalmente las angustias y esperanzas del hombre de hoy, a fin de
ofrecerle las posibilidades de una liberación plena, las riquezas de una
salvación integral en Cristo, el Señor. Por ello debe ser fiel a la transmisión
del Mensaje bíblico, no solamente en su contenido intelectual, sino también
en su realidad vital encarnada en los hechos de la vida del hombre de
hoy.174
Al dolor y sufrimiento físico y psicológico de las víctimas, o de los victimarios, no
podemos aumentarle un dolor moral con sentimientos de culpa. La resurrección
debe motivarnos a optar por la comunión, la vida y la misericordia. Esto nos
173
Martínez, Domingo de Guzmán, Evangelio viviente, Tomo II, 183. 174
Medellín, Cap. VIII, N° 3, §6.
127
implica estar estar siempre atentos al clamor de las víctimas, siendo compasivos
con aquellos hermanos y hermanas nuestros que sufren; aun cuando no
comprendamos ni lleguemos a dimensionar por completo los alcances que en la
vida de cada víctima puede tener tal sufrimiento. Nuestra existencia en este país
no puede ser ajena al dolor y sufrimiento de los otros, la vida para cada ser
humano ha de tener y cobrar un sentido que le permita caminar y realizarse como
persona. Existir implica ser responsable de los otros con quienes compartimos el
mismo ambiente y territorio. Por esta razón, predicar una palabra de vida significa
mirar hacia una esperanza nueva, hacia un nuevo horizonte, significa enfrentar y
denunciar la injusticia, incluso con sufrimiento y dolor.
La humanidad actual no necesita predicaciones moralizantes o predictores de
castigo y desgracias, por el contrario, necesita hombres y mujeres seguidores de
Jesús, testigos de Dios y profetas de esperanza (Puebla, 1979). Este es, por
ejemplo, el fundamento principal de todos aquellos que, llamados y elegidos por
Dios (especialmente los patriarcas, los profetas y los apóstoles), tuvieron palabras
de vida para su pueblo, según nos lo atestiguan las Sagradas Escrituras.
La presencia cotidiana y esperanzada de incontables peregrinos nos ha
recordado a los primeros seguidores de Jesucristo que fueron al Jordán,
donde Juan bautizaba, con la esperanza de encontrar al Mesías (cf. Mc 1,
5). Quienes se sintieron atraídos por la sabiduría de sus palabras, por la
bondad de su trato y por el poder de sus milagros, por el asombro inusitado
que despertaba su persona, acogieron el don de la fe y llegaron a ser
discípulos de Jesús. Al salir de las tinieblas y de las sombras de muerte (cf.
Lc 1, 79) su vida adquirió una plenitud extraordinaria: la de haber sido
enriquecida con el don del Padre. Vivieron la historia de su pueblo y de su
tiempo y pasaron por los caminos del Imperio Romano, sin olvidar nunca el
encuentro más importante y decisivo de su vida que los había llenado de
128
luz, de fuerza y de esperanza: el encuentro con Jesús, su roca, su paz, su
vida.175
Necesitamos por tanto, comunicar el mensaje salvador de Jesucristo, expresado
en palabras inteligibles a los hombres y mujeres de hoy. Pero es necesario,
también, ir más allá de la simple pronunciación de frases con sustantivos, verbos y
adjetivos, gramaticalmente correctas. Nuestras palabras deben ir impregnadas de
vida, a tal punto que, por una parte, muestren nuestra opción personal y radical
por el Reino de Dios, reino de justicia, amor, misericordia y perdón; y por otra,
hagan conscientes a las personas a quienes nos dirijamos, que el hecho de seguir
a Jesucristo implica en nosotros un compromiso por amor, y una responsabilidad
muy grande con aquellos que más lo necesitan -diremos desde el Evangelio, con
nuestro prójimo.
No obstante, no podemos perder de vista que, la salvación cristiana es una oferta
de libre opción: no obliga, invita; no coacciona, promueve. Por esta razón, el
sentido que demos a la predicación de la Palabra, tendrá siempre que ir enfocado
a proclamarla, sin pretender que sea nuestro discurso el que haga “convertir” a
todas aquellas personas a quienes se les predica. Puesto que la salvación es una
obra de Dios, es precisamente Él, a través de su Espíritu, quien moverá el corazón
humano para convertirlo a su Reino.
175
V Conferencia general del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, Documento conclusivo de
Aparecida. Cap I, N° 21. Mayo de 2007.
129
4. CONCLUSIONES
1. La salvación, redención y liberación cristianas, no parten de un proyecto
humano, o de solas intenciones de emancipación y liberación humanas, sino
que se entienden, en primer lugar, como iniciativa del amor infinito de Dios al
ser humano, y a la vez, como don gratuito, expresado en gracia y liberación
para la humanidad.
En consecuencia, la salvación tampoco es algo que se va “comprando” por
anticipado, por lo menos no en la fe cristiana. La salvación es un don irrestricto
de Dios al ser humano. Por esta razón, cada persona debe responder a Dios, y
a la salvación que Él le regala. El amor de Dios y su iniciativa salvífica
necesariamente han de tener una respuesta de parte del ser humano
coherente a ese amor y don gratuito de la salvación. Cada persona debe amar
a los demás y comunicar la salvación que Dios le ha dado, puesto que Dios le
ha amado primero (1 Jn 4, 10-11), y le ha amado salvándola.
2. La salvación cristiana es salvación del hombre y para el hombre en las distintas
dimensiones que lo integran. Acontece en medio de la humanidad y no fuera
de ella, en medio de los sufrimientos, opresión, injusticia y violencia que
muchos hombres y mujeres de nuestro tiempo padecen. Por esta razón, para
que comience a hacerse visible dicha salvación y liberación de parte de Dios,
todos los creyentes debemos oponernos rotunda y permanentemente a
cualquier signo que vaya en contra de ellas, y además, hemos de buscar
continuamente estrategias que nos permitan vencer el sufrimiento, la
corrupción, la marginación, la pobreza y la opresión que padecen a diario
tantas víctimas en Colombia. Parafraseando a Schillebeeckx, diremos que,
oponerse y resistirse al mal o sufrimiento -no queridos para el ser humano-,
sea cual sea la modalidad que adopten, constituye el presupuesto –si no la
cara oculta- de una auténtica fe en Dios y una confesión sincera de Cristo.176
176
Schillebeeckx, Jesús, historia de un viviente, 580.
130
Sin embargo, es necesario recordar también, que, desde la perspectiva
cristiana, aquello que se comprende por salvación, liberación y emancipación
del ser humano se da, en la vida histórica y temporal de cada persona,
parcialmente y no en su totalidad, pues, la salvación plena y total sólo tendrá
lugar en un futuro que no es temporal sino escatológico. Asimismo, debe
saberse que no se puede hacer una equivalencia total entre la historia de la
emancipación humana y la historia de la redención que viene de Dios, pero,
tampoco se puede separar esta última de los procesos de autoliberación del
ser humano. La redención cristiana, si bien asume e integra la autoliberación
emancipatoria de los seres humanos, va más allá de esta.
3. Una crítica directa que normalmente se nos hace a los hombres y mujeres
colombianos, es que no hemos asumido de forma responsable nuestra propia
historia, bien porque no la conocemos, o bien, porque nuestra memoria y
conciencia históricas son demasiado reducidas y de fácil olvido para
nosotros.177 Ignoramos nuestra historia, y además, por pretender, algunas
veces, olvidarla u obviarla, no asumimos fácilmente las responsabilidades
históricas de nuestra vida, y de la vida del País.
Muchos de los acontecimientos de dolor y sufrimiento del pueblo colombiano,
las causas y las formas de la violencia o de la corrupción, se pretende
comprender y solucionar sólo en y a partir del presente inmediato. La mayoría
de las veces, al parecer no indagamos la historia que está contenida en cada
acontecimiento y preferimos obviarla, y en el momento de intentar darles
solución, se parte tan sólo del presente inmediato, para que de forma rápida y
también inmediata, se obtengan unos resultados.
La historia de sufrimiento del pueblo colombiano sigue avanzando, y nosotros
al parecer seguimos ignorando que nuestra historia debe ser conocida y
177
Se podría pensar, por ejemplo, en la obra del escritor y literato colombiano Gabriel García Marquéz “Cien
años de soledad”.
131
asumida. Valga la oportunidad, entonces, para llamar la atención, sobre la
importancia que tiene para el ser humano recordar su propia historia y la de su
comunidad, haciendo memoria de los hechos positivos y negativos que ella
contiene. Pues, en esta historia, con sus luces y sus sombras, Dios actúa y
quiere siempre seguir actuando, según su manera de proceder, es decir, sin
violentar la libertad humana.
4. Nuestra historia colombiana es también historia de salvación, por tanto, ella no
puede continuar siendo una narración de tragedias diarias que camine hacia el
sinsentido, ni tampoco puede ser, por causa de los victimarios, una historia de
condenación. Por el contrario, la memoria histórica y la narración del
sufrimiento de las víctimas deben ser el principio fundamental que muestre
explícitamente que una historia así, con sucesos degradantes e inexpresables,
no es voluntad querida por Dios.
En los acontecimientos diarios de dolor y sufrimiento de las víctimas, son las
voluntades humanas de los victimarios las que actúan y no la acción salvadora
de Dios. Dios no quiere el sufrimiento del ser humano, y tampoco el sufrimiento
en cuanto resulta de nuestra criaturalidad –y la del cosmos total- tiene su
fundamento en Dios. Este es el testimonio de Jesús: su opción radical y
preferente por los pobres, los marginados y los que sufren (Mt 6, 33; 11, 4-5;
Jn 8, 1-11), da cuenta explícita de la oposición directa que Dios tiene ante el
sufrimiento humano.
¡Dios está con el que sufre! La historia de salvación nos enseña que Dios actuó
y actúa en la historia humana liberando del sufrimiento, la marginación y de la
opresión. Por tanto, si hay algo verdaderamente esperanzador para el pueblo
colombiano es que la historia de tantas víctimas, en nuestro país, ha sido
acompañada por Dios deseando siempre que nadie sufra, aunque el dolor y el
sufrimiento no les permitan ver con claridad la acción de Dios en su vida
personal o comunitaria. En esta historia, en este mundo, y en estas realidades
132
terrenas, comienza, de manera parcial no total, a hacerse presente la salvación
definitiva.
5. La redención cristiana es salvación integral e incluye a toda la persona
humana. Por esto, aunque nos posicionemos aquí, desde una profesión de fe
que es cristiana, es necesario tener presente que no hay salvación para el ser
humano sólo desde su dimensión religiosa. La salvación, como se ha
apreciado en este trabajo, involucra a todas las dimensiones de la persona
humana (política, económica, social, cultural, ecológica).178 Que Jesús sea
nuestro redentor o que él nos haya redimido significa también, análogamente,
que nos salvó y liberó, y esta liberación trae consigo procesos de
emancipación y autoemancipación para los seres humanos, la cual, como ya
he afirmado, tendrá su plenitud en la consumación de los tiempos cuando
Cristo se manifieste, le veamos tal cual es, y sea todo en todos (Col 3, 4.11; 1
Cor 13,12).
6. Cada una de las categorías sobre la salvación cristiana (redención, salvación,
liberación, emancipación y autoliberación emancipadora), analogables entre sí,
son un todo íntegro que permite ser comunicado o compartido a cualquier ser
humano que habite nuestro planeta. Pero, dados los contextos concretos de
cada lugar y cada cultura, es decir, teniendo en cuenta las expectativas y las
experiencias salvíficas de las personas, pues, “las ideas y expectativas de
salvación del hombre están siempre determinadas por la cultura”179; es
necesario que, o bien se haga una explicitación más amplia de algunas más
que de otras, o bien se haga especial énfasis en aquellas que pueden ser más
necesarias de tratar. Siempre y cuando ninguna sea excluida, y al tratar el
tema de la salvación, sean consideradas en su proporción.
178
Schillebeeckx, Los hombres relato de Dios, 27. “Allí donde se pone como absoluto no a Dios mismo sino
a la religión, la ciencia o cualquier otra potencia mundanal, se ensucia, junto con el hombre, también la
“imagen de Dios”: el ecce homo en la cruz y en las muchas cruces que los hombres han levantado hasta ahora
y siguen levantando; así como también el ecce natura en tanto que creación contaminada (en los animales, en
las plantas y en los elementos de la vida).”. 179
Schillebeeckx, Jesús, historia de un viviente, 18.
133
7. El hecho de que un ser humano (colombiano o latinoamericano) pase de su
condición de marginación, maltrato, injusticia, exclusión, miseria, violencia o
desempleo, a una condición de dignidad humana, justa, incluyente, pacífica,
llena de oportunidades y con la satisfacción y acceso completo a sus
necesidades básicas, puede ser para quien lo viva, una auténtica experiencia
de salvación y redención. Pero, también este tipo de experiencia o hecho
crucial y liberador en su vida, no reduce, ni agota la salvación cristiana. Pues,
si bien ella implica tales procesos de dignificación de la vida humana, también
es cierto que es mucho más que esto; pues, por una parte, toda experiencia
humana de salvación y liberación en la tierra, y en la historia, se da de forma
parcial y no total (sólo en Dios, “cuando le veamos tal cual es” será total); y por
otra parte, los contextos históricos humanos y las realidades varían muchas
veces, en cuanto los seres humanos somos distintos, y como la salvación de
Dios no es voluntad exclusiva sólo para algunos seres humanos, también es
cierto que ella debe apuntar a otras expectativas distintas, de seres humanos
distintos, en otras culturas y realidades humanas del contexto mundial.
134
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