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LA UTILIZACIÓN DE CÁMARASY VIDEOCÁMARAS CON FINESDE SEGURIDAD Y CONTROL
LABORAL
Cuestionamiento comomedios de prueba
10/11/2013José María García de Prado
LA UTILIZACIÓN DE CÁMARAS Y VIDEOCÁMARAS CON FINES DE SEGURIDADY CONTROL LABORAL
(Su cuestionamiento como medios de prueba)
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Índice
Introducción 3El régimen jurídico español para la utilización de videocámaras 5
a) Ley Orgánica de Protección de Datos 6b) Ley Orgánica 4/1997 de Fuerzas y Cuerpos de seguridad 7c) Ley 23/1992 de Seguridad Privada 8d) Ley 31/1995, Real Decreto 1/1995 y otros decretos 9
El cuestionamiento como medios de prueba 11Consideraciones finales 16Bibliografía 18
LA UTILIZACIÓN DE CÁMARAS Y VIDEOCÁMARAS CON FINES DE SEGURIDADY CONTROL LABORAL
(Su cuestionamiento como medios de prueba)
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Introducción
El progreso tecnológico en todas sus representaciones está
repercutiendo notablemente en la convivencia civilizada y no sólo de forma
positiva, sino también de forma negativa creando fricción y conflicto con los
derechos fundamentales de la Carta Magna. Tal y como señala Enrique Múgica
en el prólogo del libro de Felio José Bauza Martorell (2006): « (…) esta
circunstancia contrapone dos bienes jurídicamente protegidos, cuales son la
seguridad y la privacidad.» (p.7).
La paulatina entrada en la sociedad en la que vivimos de gran cantidad
de videocámaras en calles, carreteras, organismos oficiales, así como en
empresas públicas o privadas y en domicilios particulares con el último fin de
prevenir y/o perseguir delitos ya consumados, se han disparado en todos los
países de nuestro entorno. La mayoría de ellas tienen la finalidad concreta de
garantizar la seguridad y protección de las personas y de los bienes, aunque no
sólo se utilizan para prevenir y perseguir delitos de ámbito público o privado.
Las nuevas tecnologías también han entrado en el mundo laboral y están
revolucionando los sistemas y los mecanismos de vigilancia a distancia para
poder desarrollar un trabajo más controlado, intenso y eficaz por parte de los
trabajadores y también aumentando su seguridad laboral, y por ende, las
nuevas formas de realizar el control empresarial se amplía pudiendo prescindir
de los modelos más tradicionales, como puede ser la presencia de mandos
intermedios o delegados de personal que controlaban personalmente el
desarrollo de la actividad laboral.
Por una parte, se han ampliado los instrumentos de vigilancia,
supervisión y control con los medios de reproducción de imágenes e incluso el
control a distancia, lo que supone dejar obsoletos los medios tradicionales de
vigilancia, y por la otra no sólo permite un control en el momento, sino que
posibilita realizar el control a posteriori llegando a crear colisión con los
derechos fundamentales de los controlados (Desdentado y Muñoz, 2012).
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(Su cuestionamiento como medios de prueba)
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Aunque el núcleo fundamental de este informe sobre «La utilización de
cámaras y videocámaras con fines de seguridad y control laboral» sea el
«Cuestionamiento como medios de pruebas» y tomada en consideración en
esta introducción el contexto de este informe, voy a intentar desarrollar una
aproximación a la regulación española sobre utilización de videocámaras desde
un marco teórico, tanto en lugares públicos por la Fuerzas y Cuerpos de
Seguridad, como las instaladas por motivos de Seguridad y de control laboral
por parte de empresas apoyado en Sentencias de Tribunales Superiores e
incluso el Alto Tribunal, continuando expresamente con «el cuestionamiento» Y
por último, concretaré a modo de conclusiones de carácter personal las
estipulaciones que la Agencia Española de Protección de Datos (AEPD) adopta
en su Instrucción 1/2006.
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El régimen jurídico español para la utilización de videocámaras
El uso y la utilización de cámaras, videocámaras o cualquier otro medio
de grabación y reproducción de imágenes con fines -ya sean público o privado-
de protección de las personas físicas, de la propiedad, el interés público, la
detección, prevención y control de delitos, la puesta a disposición de pruebas,
así como otros interese legítimos se encuentran establecidos en todos los
ordenamientos jurídicos de nuestro entorno con fuertes restricciones a los
mencionados medios y sistemas de control, llegando incluso a prohibirlos en
algunos de ellos. Como ejemplo de este tipo de prohibiciones me remito al
ejemplo de Italia que establece en el artículo 4 del Statuto dei Lavoratori la
prohibición expresa del uso de sistemas audiovisuales para el control a
distancia de la actividad de los trabajadores. Aunque cede, sólo un poco, sus
exigencias por motivos de «seguridad en el trabajo» previo acuerdo con los
representantes de los trabajadores. Así mismo en Portugal las restricciones
afecta en todos los aspectos a excepción de las definidas por las actividades
críticas a realizar y las de protección y seguridad (Garate, 2006). En Francia se
adoptan restricciones en tres principios básicos: Transparencia,
proporcionalidad y relevancia y en Alemania a raíz de varios escándalos se ha
adoptado remitir al parlamento un proyecto de ley que limitará el uso de
videocámaras en todos los ámbitos (Desdentado y Muñoz, 2012).
Ante el panorama que poseemos, no podemos obviar que el derecho al
honor, a la intimidad personal y familiar y a la propia imagen son derechos
fundamentales recogidos en la Carta Magna, aunque es este sentido, cabe
destacar, tal y como mantiene Bauza Martorell (2004) en su libro, que el
Tribunal Constitucional (TC) en las sentencias STC 98/2000, de 10 de abril y
STC 186/2000, 10 de julio señala en su fundamento jurídico FJ 5º que «el
derecho a la intimidad», en cuanto derivación de la dignidad de la persona que
reconoce el artículo 10 de la Constitución Española (CE) implica:
«(…) la existencia de un ámbito propio y reservado frente a la acción y el
conocimiento de los demás, necesario, según las pautas de nuestra
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cultura, para mantener una calidad mínima de la vida humana (STC
209/1988, de 27 de octubre; STC 231/1988, de 1 de diciembre; STC
197/1991, de 17 de octubre; STC 99/1994, de 11 de abril; STC 143/1994,
de 9 de mayo, y STC 207/1996, de 16 de diciembre, entre otras)». (p.15)
Es decir, pese al valor categórico de este derecho fundamental, el honor
y la imagen ceden frente al interés general de la sociedad. En palabras del
Tribunal Constitucional:
«El derecho a la intimidad no es absoluto, como no lo es ninguno de los
derechos fundamentales, pudiendo ceder ante intereses
constitucionalmente relevantes, siempre que el recorte de aquél haya de
experimentar se revele como necesario para lograr un fin legítimo
previsto, proporcionado para alcanzarlo y, en todo caso, sea respetuoso
con el contenido esencial del derecho. (STC 57/1994, de 28 de febrero y
STC 143/1994, de 9 de mayo)». (pp.15-16)
Tomando como premisas válidas todo lo anteriormente detallado,
nuestro régimen jurídico ha optado por generar leyes orgánicas que, en su
planteamiento principal, intentan proteger el derecho a la intimidad. Entre ellos
están:
a) Ley Orgánica de Protección de Datos
En nuestro régimen jurídico, la captación y/o tratamiento de imágenes
con fines de vigilancia y de control puede repercutir sobre los derechos
fundamentales de las personas, del honor y de la intimidad personal y familiar
que confiere la Constitución Española (art. 18,1) tal y como he comentado
anteriormente. Por ello, tras la evolución de la doctrina constitucional –avalada
por gran cantidad de sentencias de Tribunales Superiores y del propio Alto
Tribunal Constitucional- al amparo del mismo artículo 18, pero apoyándose en
su apartado 4, y con un retraso de catorce años, nació y se aprobó la Ley
Orgánica de Regulación del Tratamiento Automatizado de Datos (LORTAD) en
1992. Pero esta ley tardía no sirvió para tenerla adaptada a los tiempos y los
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avances tecnológicos, de ahí la necesidad de establecer un equilibrio entre el
progreso de las tecnologías de la información y la exigencia constitucional de la
protección de la vida privada y de la intimidad. Trazar estos límites era esencial
para una buena convivencia de intereses públicos y personales. Pero la historia
de la LORTAD estaba abocada a no poder seguir desarrollándose por la
cantidad de reglamentos irregulares y fragmentarios, con lo que era imperioso
desarrollar una nueva ley. Nació así la Ley Orgánica de Protección de Datos
(LOPD) 15/1999 y aunque su desarrollo reglamentario tardó más tiempo de lo
previsto en un principio, llegó a plasmarse de una forma completa con el Real
Decreto 1720/2007. (Desdentado y Muñoz, 2012)
Esta ley y su reglamento son el nexo de unión indispensable que,
conjuntamente con otras leyes y reglamentos de otros ámbitos, así como
disposiciones posteriores, dan protección no sólo a la intimidad, sino también, y
de una manera más amplia, lo que se denomina vida privada de las personas
en sus diversas manifestaciones.
b) Ley Orgánica 4/1997 de Fuerzas y Cuerpos de seguridad.
La regulación española referente al uso y utilización de videocámaras
por parte de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad se encuentra contenida en la
Ley Orgánica 4/1997, por la que se regula la utilización de videocámaras en
lugares públicos y que, a su vez, es reglada en el Real Decreto 596/1999. Todo
ello sin perjuicio de lo que las Comunidades Autónomas competentes puedan
reglamentar de conformidad con la ley estatal. El objeto de esta regulación está
sintetizado en el artículo 1 de la Ley, en la que se establece que « (…) la
regulación va referida a la utilización de videocámaras, grabadoras de imagen
y/o sonido, o medio técnico análogo de carácter fijo o móvil que sea operadas
por las fuerzas policiales en lugares abiertos o públicos». Quedando fuera de
este ámbito el empleo que puede venir dada por los agentes de seguridad
privada (Disposición adicional 9 de la LO 4/1997). Pero queda dentro del
ámbito de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad el uso de videocámaras en
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lugares públicos al objeto de proteger el libre ejercicio de los derechos y
libertades, y poder, así, garantizar la seguridad ciudadana.
c) Ley 23/1992 de Seguridad Privada
Con respecto a Seguridad Privada, la regulación española referente al
uso y utilización de videocámaras con fines de videovigilancia y seguridad está
sujeta por la Ley 23/1992 de Seguridad Privada, que es regulada por el Real
Decreto 2364/1994 y por la Orden de Interior INT 314/2011 y la INT 317/2011
relativa a las medidas de seguridad privada. En estas regulaciones se
determinan la obligatoriedad de la instalación de sistemas de grabaciones y de
videocámaras para determinados establecimientos como: las empresas de
depósito, custodia y tratamiento de monedas y billetes, títulos de valores y
objetos valiosos o peligrosos dispondrán en los locales donde desarrollen la
actividad de un «equipo o sistema de captación y registro de imágenes con
capacidad para facilitar la identificación de los autores de delitos contra las
personas y contra la propiedad, y para la protección perimetral del inmueble
(…)» (INT 314/2011.) o Bancos, Cajas de Ahorros y demás entidades de
créditos que son establecidas en el artículo 120.1 de la Ley 23/1992 de
Seguridad Privada y concretadas en el reglamento y en la INT 317/2011. Así
mismo, se considera en los artículos 130.5 y 132.4 del Real Decreto 2364/1994
que los Delegados del Gobierno pueden imponer la obligatoriedad de la
«instalación de dispositivos y sistemas de seguridad y protección» (art. 112.c
del Reglamento de Seguridad Privada) a joyerías, platerías, galerías de arte y
tiendas de antigüedades, estaciones de servicio y unidades de suministro de
combustibles y carburantes, oficinas de farmacia, administraciones de loterías,
despachos de apuestas múltiples y establecimiento de juegos.
Como dato anexo a este comentario sobre la legalidad vigente en
materia de Seguridad Privada, ha considerar, además, que en el nuevo
Proyecto de Ley de Seguridad Privada 121/000050 establece en el Título IV en
una norma de rango legal y de forma armónica las medidas de seguridad, así
como la especificación de la forma de prestación de los principales servicios de
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seguridad: «En este título resulta especialmente relevante la regulación de los
servicios de videovigilancia y de investigación privada, ya que se trata de
servicios que potencialmente pueden incidir de forma directa en la esfera de la
intimidad de los ciudadanos».
d) Ley 31/1995, Real Decreto 1/1995 y otros decretos
Si un empresario puede vigilar personalmente con su mirada, o con los
de sus mandos intermedios, lo que sucede en la empresa mientras se realiza el
trabajo o el tiempo que los trabajadores dedican al descanso, que la actividad
empresarial discurra con normalidad y sin producirse incidentes laborales
atendiendo las directrices marcadas en el Plan de prevención de riesgos
laborales, parece lógico que podrá utilizar un instrumento técnico para realizar
estas funciones, cuando el control se realiza sobre los lugares de trabajo y no
de ocio o aseo. En texto refundido de la Ley del Estatuto de los Trabajadores
(Real Decreto RD 1/1995) se señala en el artículo 20.3 que:
«El empresario podrá adoptar las medidas que estime más oportunas de
vigilancia y control para verificar el cumplimiento… por el trabajador de
sus obligaciones y deberes laborales, guardando en su adopción y
aplicación la consideración debida a su dignidad humana y teniendo en
cuenta la capacidad real de los trabajadores disminuidos, en su caso.»
Y en la Ley 31/1995, de Prevención de Riesgos Laborales también se
capacita al empresario, en el artículo referente a los Principios de acción
preventiva (art. 15) a:
«Planificar la prevención, buscando un conjunto coherente que integre en
ella la técnica, la organización del trabajo, las condiciones de trabajo, las
relaciones sociales y la influencia de los factores ambientales en el
trabajo».
Por lo que como puede ser motivo de nuevos planteamientos de
protección laboral la inclusión de sistemas de videovigilancia, creando así una
bidireccionalidad entre la protección de la salud del trabajador y de la persona
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por igual. Ejemplos en los que baso mi exposición particular pueden
contemplarse en los anexos del RD 1389/1997 o en el RD 1627/1997, por el
que se establecen las disposiciones mínimas de seguridad y salud de los
trabajadores en las actividades mineras respectivamente entre otras y en las
que se incluye expresamente el control por medio de videocámaras.
Mas allá de toda esta normativa tipificada en nuestro ordenamiento
jurídico, la casuística de la utilización de videocámaras es tan extensa que no
todos los supuestos que existen en la realidad encuentran cobertura normativa.
Muestra de ello, la cantidad de sentencias que se han acumulado a lo largo de
un corto periodo de tiempo referente a vulneración de la intimidad y del artículo
18 de la CE y que provoca que las imágenes captadas y grabadas puedan ser
cuestionadas como medios de prueba, sobre todo en el ámbito de la seguridad
y en el laboral.
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El cuestionamiento como medios de prueba
El cuestionamiento como medios de prueba de las grabaciones
audiovisuales puede ponerse en entredicho si no se respetan los derechos
fundamentales de los ciudadanos, especialmente el derecho a la intimidad
personal, como han reconocido innumerables sentencias judiciales en ámbitos
tan dispares como la seguridad ciudadana y la anulación de las imágenes
como prueba, porque no se había respetado el derecho a la intimidad y a su
imagen de un presunto asesino cuando cometía el delito, dicha sentencia del
Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (STSJC 5794/2011), fue revisada y
confirmada, posteriormente, por el Tribunal Supremo (STS 417/2012, de 3 de
febrero) o las del ámbito del control laboral en las que un trabajador de la
Universidad de Sevilla no podría ser sancionado con apoyo en grabaciones sin
haber sido advertido previamente de este tipo de control dictaminada por el
Tribunal Constitucional (STC 29/2013), pero no son las únicas, existe un
extenso catálogo de sentencias de distintos tribunales en las que he podido
constatar que se deben justificar tres fines diferenciados:
a) Controlar la seguridad del centro cuando concurran potenciales riesgos
de agresión contra el patrimonio de una empresa, de su personal o de los
clientes de ésta como pueden ser un banco, caja de ahorros o
hipermercado.
b) Controlar la seguridad del centro cuando concurran riesgos de atentado
contra la vida o integridad de las personas o los riesgos laborales.
c) Y por último, verificar y garantizar el cumplimiento de las obligaciones
laborales por parte de trabajadores o controlar, cuando existan sospechas
razonables, de comisión de irregularidades por parte de los trabajadores.
Pero no basta con que se pueda alegar cualquiera de las circunstancias
anteriormente expuestas para tomar en consideración el uso de control por
medio de videocámaras como medio probatorio. Según mantiene Bauza
Martorell (2004):
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«Un elemento esencial del Estado de Derecho, regulado al más alto nivel
en el artículo 24 de la Constitución Española como derecho fundamental,
consiste en la presunción de inocencia, común al derecho sancionador o
punitivo, tanto administrativo como penal». (pp.22-23)
Por ello y continuando en palabras de este autor:
« (…) como consecuencia de este derecho fundamental a la presunción
de inocencia, la validez probatoria de las imágenes y sonidos captados
mediante videocámaras no es caprichosa, sino que requiere la
concurrencia de la necesidad y proporcionalidad (…) que la filmación
respete tres criterios complementarios de validez legal (…)
a) Que no vulnere derechos fundamentales, ya que, en este caso cabe
imprescindiblemente la autorización judicial previa motivada y el
control posterior.
b) Que sea necesaria para obtener los datos objetivos adecuados a la
investigación.
c) Que sea proporcional –en tiempo e intensidad- a la gravedad del
hecho investigado». (pp.24-25)
En base a lo mantenido por Bauza Martorell, la sentencia del Tribunal
Supremo STS 417/2012 –anteriormente referida- confirma la anulación
realizada por el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña con referencia a las
imágenes captadas por una cámara de videovigilancia de una empresa
privada, imágenes que constituían la principal prueba de un delito grave, de un
asesinato, al grabar cómo una persona es apuñalada por la espalda hasta la
muerte. Dando el Alto Tribunal como veredicto la anulación de la prueba por
vulnerar los derechos fundamentales, ya que:
« (…) la cámara de seguridad captaba un ángulo más amplio del
permitido visualizar toda la vía pública, hasta el punto de apuntar a los
edificios de la acera de enfrente, sin contar con el consentimiento de
cuantos fueron filmados y, más en concreto, con el del acusado, cuya
imagen grabada llegó a ser reconocida por varios testigos (…)».
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En este caso la instalación de videovigilancia no respetaba la Ley
Orgánica de Protección de Datos y más concretamente la Instrucción 1/2006
de la AEPD. Al igual que esta sentencia STS 417/2012, hay que sumar gran
cantidad de sentencias del Alto Tribunal o como pueden ser las sentencias del
Tribunal Supremo de la Sala 2ª STS 968/1998,de 17 de julio; STS 223/1998, de
3 de septiembre; STS 157/1999, de 30 de enero; STS 1733/2002, de 14 de
octubre; STS 299/2006, de 17 de marzo; STS 597/2010, de 2 de junio; o
también la sentencia STS 1140/2010, de 29 de diciembre, en las que se
requiere que las condiciones de captación de las imágenes deben de ser
respetuosas con los derechos fundamentales de los afectados, en especial con
el de la intimidad y el de la protección de los datos personales recogidos (la
imagen de una persona ya está considerada como dato de carácter personal
cuando su uso afecta a «persona física identificada o identificable» según la
propia AEPD).
Como en nuestra legislación no hay medidas específicas de
videovigilancia, al margen de la LO 4/1997 que limita la utilización de las
videocámaras por las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, la Ley 23/1992 de
Seguridad Privada con su reglamento aprobado como RD 2364/1994 y la Ley
Orgánica 15/1999 de Protección de Datos de carácter general, así como la
Instrucción 1/2006 de la propia Agencia Española de Protección de Datos
sobre el tratamiento de datos personales con fines de vigilancia a través de
cámaras o videocámaras, el control a través de técnicas de captación y registro
de la imagen resulta más complejo y las conclusiones pueden variar en función
del lugar en el que se aplican, pero como dice el artículo 4 de la LOPD en el
apartado 1 que los datos de carácter personal –y la imagen de una persona es
considerada como de carácter personal (art. 3 de la Ley Orgánica y 5.f del Real
Decreto 1720/2007)- sólo se podrán recoger para su tratamiento cuando sean
«adecuados, pertinentes y no excesivos en relación con el ámbito y las
finalidades determinadas, explícitas y legítimas para las que se hayan
obtenido».
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De esta forma es como se consigue la legitimación para justificar el
empleo de la videovigilancia desde la perspectiva de proporcionalidad
destacada en la Instrucción 1/2006, y que por ejemplo, también reconoce el
artículo 20.3 del Estatuto de los Trabajadores que faculta al empresario a
«adoptar las medidas que estime más oportunas de vigilancia y control para
verificar el cumplimiento del trabajador (…)», cuando esas facultades se
ejerzan dentro de un ámbito de legalidad y sin desviaciones abusivas. Siempre
y cuando se aplique el principio de proporcionalidad que recoge la Instrucción
en los apartados 1 y 2 del artículo 4:
«…serán tratadas cuando sean adecuadas, pertinentes y no excesivas
en relación con el ámbito de las finalidades determinadas, legítimas y
explícitas, que hayan justificado la instalación de las cámaras o
videocámaras» y «Sólo se considerarán admisible la instalación cuando la
finalidad de vigilancia no puede obtenerse por otros medios que, sin exigir
esfuerzos desproporcionados, resulten menos intrusivos para la intimidad
de las personas y para su derecho a la protección de datos de carácter
personal».
Por otro lado, tendremos que sumar y constatar si las medidas de control
por medio de videocámaras superan el juicio de proporcionalidad y cumplen
con los tres requisitos concretos o condiciones que la Instrucción de la AEPD
plantea en su exposición de motivos inicial y en consonancia con la Sentencia
del Tribunal Constitucional 207/1996, de 16 de diciembre, sobre esta
determinación, siendo los tres requisitos:
a) «Si tal medida es susceptible de conseguir el objetivo propuesto (juicio
de idoneidad)
b) Si la medida es necesaria, en el sentido de que no exista otra más
moderada para la consecución del propósito con igual eficacia (juicio
de necesidad)
c) Si la medida es ponderada o equilibrada, por derivarse de ella más
beneficios o ventajas para el interés general que perjuicios sobre otros
bienes o valores en conflicto (juicio de proporcionalidad)»
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Y por último, una exigencia fundamental -fundamentada en muchas
otras Sentencias del Tribunal Constitucional- es el «deber de información» ya
que es necesario advertir que se graba y a qué fines pueden estar destinadas
estas grabaciones para, así, permitir realizar el ejercicio de otros derechos tan
valorados por la Ley Orgánica de Protección de Datos como por la propia Carta
Magna. Tal y como quedó patente en la Resolución 02221/2010 de la AEPD en
referencia a la sanción disciplinaria de un agente de la Guardia Civil y por la
que el sistema de videovigilancia del acuartelamiento almacenaba datos de
carácter personal, no acreditándose que se informara de su existencia y
finalidad, tal y como establece el artículo 5 de la LO 15/1999 y la Instrucción
1/2006 de la mencionada Agencia. En base a esta obligación, los responsables
últimos que cuenten con sistemas de videovigilancia deberán:
«Colocar en zonas videovigiladas, al menos un distintivo informativo
ubicado en un lugar suficientemente visible, tanto en espacios abiertos
como cerrados y tener a disposición de los interesados impresos en los
que se detalle información prevista en el artículo 5.1 de la Ley Orgánica
15/1999».
Es decir, y a modo de epílogo de este apartado: no es que no se pueda
grabar, sino que además es necesario advertir de que se graba y a qué fines
está destinada esa grabación de «un modo expreso, preciso e inequívoco»
para todo aquel que crea vulnerados sus derechos fundamentales tenga las
herramientas legales y legitimadas para ejercer su derecho a usarlas y el
consumidor de sistemas de videograbación tenga, a su vez, toda la legitimación
que la legislación vigente le confiera.
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Consideraciones finales
Comienzo este último apartado del informe haciendo hincapié en la
proliferación de los sistemas de videovigilancia en muchos de los ámbitos de la
vida social, justificada en algunos casos por la irrupción de las nuevas
tecnologías de la comunicación y de las múltiples aplicaciones y ventajas que
podemos obtener de ellas. Como es el caso de las videovigilancia, que reporta
por su efectividad demostrada a la prevención y detección de delitos públicos y
privados, al control laboral –en los dos ámbitos disponibles: cumplimiento del
trabajador y seguridad laboral-, etc. Ya sean con carácter disuasorio o
intimidatorio o con carácter probatorio y a posteriori, no podemos mantenernos
indiferentes con el uso de la videovigilancia sin una reglamentación que trate
de dilucidar de forma clara, expresa e inequívoca la consabida confrontación
con algunos derechos fundamentales en cuanto supone una apropiación de
parte de la intimidad de los ciudadanos y los trabajadores.
Este conflicto queda en parte bien reglado con los fines atribuidos al
empleo de las cámaras de videovigilancia en las normativas existentes y
complementarias entre sí, aunque queda plenamente reflejado en una Ley
Orgánica que nace para defender los derechos fundamentales de los
ciudadanos, me refiero a la Ley Orgánica 15/1999, que en el artículo 1
especifica que su objetivo principal es «garantizar y proteger, en lo que
concierne al tratamiento de los datos personales, las libertades públicas y los
derechos fundamentales de las personas físicas, y especialmente de su honor
e intimidad personal». No obstante para clarificar todo el elenco de articulado y
disposiciones de la Ley y de su Reglamento, nace en 2006 la Instrucción
1/2006 de la Agencia Española de Protección de Datos para aclarar aún más el
marco de la videovigilancia aseverando: «La seguridad y la vigilancia,
elementos presentes en la sociedad actual, no son incompatibles con el
derecho fundamental a la protección de la imagen como dato persona (…) para
de esta manera mantener la confianza de la ciudadanía en el sistema
democrático». Con ello, la Agencia pretende con esta Instrucción una
regulación concreta evitando la aplicación de un conjunto de reglas abstractas
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y dispersas, para sí generar las plenas garantías de protección de los datos
personales, así como las peculiaridades de su tratamiento. Por otro lado el
respeto de los derechos ciudadanos se ve reforzado, especialmente, con las
previsiones relativas a información sobre los lugares de utilización de las
cámaras, mientras que los derechos de acceso y cancelación suponen otra
aportación de garantías al ciudadano.
Se puede concluir que en España se ha logrado un acertado equilibrio
entre los objetivos que se buscan y pretenden al usar la tecnología de las
videocámaras y las videograbaciones, y el debido respeto a los derechos
fundamentales de privacidad, intimidad y propia imagen de los ciudadanos y
trabajadores en los espacios en los que la videovigilancia está presente. No
obstante, por el contrario, no puedo evitar mencionar que en cierto aspecto, el
empleo de los sistemas de videovigilancia supone un recorte, por más que se
intente estimar como proporcionado, a la sensación de todo ciudadano de ser
observado permanentemente, y por tanto, la sensación de tener vulnerada su
intimidad.
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Bibliografía
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noviembre. En la página del Portal jurídico Lexnova
http://portaljuridico.lexnova.es/doctrinaadministrativa/JURIDICO/55856/res
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camaras-de-video-vigilanc>
Agencia Española de Protección de datos (2009). Guía de Videovigilancia de la
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http://www.agpd.es/portalwebAGPD/canaldocumentacion/publicaciones/c
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