Post on 17-Oct-2018
más de lo que nos ocurre. Si estas hermanas hubieran querido en realidad liberarsedel medio que las hostiliza, lo habrfan he
cho hace mucho t iempo; en un momentoten ían el dinero para escapar del infiernoen que vegetan e instalarse donde les vi
niera en gana; además, les quedaba suprofesión de maest ras, pero prefirieron lapasiv idad, esperar eternamente a Godot,culpar a los demás de sus desdichas y vercómo ellas y todo lo que las rodea se marchita , se envilece, se dest ruye."
Era una perspectiva del drama que jamás hab ía yo percibido, ni lerdo en ningu
no de los comentaristas cuyos juicios repetra mecánicamente. Era su manerahabitual de tratar un te ma, con entera li
bertad y candor.La originalidad de Monterroso depen
de de muchos elementos: de una formación literaria. por ejemplo, hecha por srmismo sobre bases clási cas: una buenadosis de autores lat inos, y Montaigne, yel doct or Johnson y el no menos admirable Bosw ell, y Lamb, Steme y Chesterton;
los españoles de los Siglos de Oro: Góngora , Gracián, Cervantes siempre, nombres que a menudo se repiten en estas enetrevistas, asl cómo los de Kafka, Joyce,Bloy, y los de algunos latinoamericanos:Borges, Torri , Quiroga, Lugones, Onetti,Neruda y Vallejo . Nos queda la impresiónde que sus autores más frecuentados forman un grupo de ditrcil pero auténtica homogen eidad que, por fo rtuna, deja pocacab ida a los destellos de la moda y a lasexige ncias dei consumo.
Su humor es t riste, bastante melancólico, lleno de afecto y com prensión antelas desdichas humanas. Como el de Cervantes. Muy lejano de la chabacanerfa delos humorist as españoles de este siglo,Muñoz Seca, Arn iches, Jardiel Poncela.Nada hay en el escritor guat emalteco quepueda asociarse con semejante garbancerfa, Es t ambién muy diferente al de algunos escritores contemporáneos, Waugh,por ejemplo, donde una dosis de crueldadpermea el subsuelo del relato, un desprecio apenas disimulado hacia aquello queaflige al hombre y le hace cometer las mayores tonterías. En el humor de Monterroso destaca sobre todo la generosidad.
"No creo haber escr it o nada -dice-,ni una sola Ifnea, que no nazca del sentimiento, principalmente el de la compasión.La inteligencia no me int eresa mucho. Elhombre, tan fallido en su capacidad organizativa, en su capacidad de comprensión,me da lástima; yo me doy lástima. Perosiento que hay que ocu ltarlo y por eso muchos de mis personajes están disfrazados
tretiene en reseñar un partido de futbolvisto en la televisión o a hablar de óperao de la música de Schubert, pero invaria
blemente vuelve a la literatura, de dondepuede pasar a las bromas sobre ciertosrasgos de tontería detectada en algún per
sonaje pomposo conocido durante ése uotros viajes; se refiere luego a la grave situación de Centroamérica, para, sin inte
rrupción, volver a la literatura. ¿Podrfa desprenderse entonces que para él fuera dela literatura lo demás es accesorio? Apenas enunciada esta interrogeción advierto que se trata de una soberana tonterfa,porque en Augusto Monterroso la literatura no es de ninguna manera ajena a losdemás temas que trata. Sus libros , comosu conversación, se nutren de literatura,pero también de sus preocupaciones sociales , de música, de las alegrfas y tribulaciones que viven sus amigos, del odio yel desprecio a ciertas prácticas aborrecibles que el hombre perpetra contra el hombre, o de las enseñanzas proporcionadaspor un viaje . En fin, que tanto su conversación como su literatura se nutren de lavida. Todo está en todo; lo demás es si- .
lencio. El desinterés es una forma demuerte que nunca ha tenido cabida en sumundo.
No ha habido ocasión, en esos via jesen que he tenido la fortuna de coincidircon él y con Bárbara, en que no haya admirado su capacidad de exposición. Monterroso sitúa un tema, y poco a poco, connaturalidad pero también con cautela, vadetectando sus Ifmites, deshaciendo suscoberturas, obteniendo sus secretos. Deesa paciente conquista solitaria se desprende la originalidad de sus conceptos,su ausencia de retórica , la iluminación dezonas donde por lo general los demásacostumbran repetir frases de manera mecánica, sin estar convencidos de lo que dicen,-Y sin lograr detectar siquiera la faltade convicción en la reiteración de conceptos adquiridos. Monterroso, no. Recuerdouna ocasión en que vimos en San Francisco una puesta en escena bastante aceptable de Las tres hermanas, de Chéjov. Yosalí, como todo el mundo, conmovido ante el destino de aquellas tres pobres mujeres que van dejando la vida y sus ideales en una oscura población de la estepa,a miles de kilómetros de cualquier lugar elvilizado, del med io donde nacieron y secriaron, pensando todo el tiempo en queestá próximo el momento de abandonar elambiente envilecedor en el que chapoteany de regresar a su añorado Moscú. Monterroso comentó a la salida: "Bueno, siempre es muy fácil echarle la culpa a los de-
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Sergio Pitol
ESPERARA GODOTETERNAMENTE
Como el personaje de un cuento de Monterroso, también yo me apresuro a aclararle al lector que mi intención no es la deengañarlo. No soy un crítlco literario, siacaso un lector que ama la literatura y quecarece de los métodos y del lenguaje especializado con que los crítlcos suelenanalizar un libro. Las escasas veces quehe escrito sobre un autor o sobre algunode sus libros ha sido con el fin de manifestar mi admiración hacia el primero yagradecerle el placer que su obra me pro"duce. Hablar de algo más, sobre todocuando se trata de un libro de AugustoMonterroso, me parece una de las tareasmás arduas a las que pueda enfrentarme.Mi exposición, por lo mismo, será breve,con lo que, me parece, todos saldremosganando.
Conocr al autor en el ya lejano 1959,en una reunión ofrecida en su honor parafestejar la aparición de Obras completas(y otros cuentos), su primer libro. He leído y relefdo ése y los siguientes, conasombro, con deleite, con humildad, ysiempre he sido susceptible a la magia quede ellos se desprende. He conversado conél y con su esposa, la escritora Bárbara Jacobs, algu~as veces en México, otras, quecompensan su brevedad con la intensidadque generan los viajes, en San Francisco,Parfs, Barcelona, Moscú, y hasta en Bakú. La lectura de las entrevistas que integran este Viaje al centro de la fAbula merecuerda las conversaciones sostenidas enaeropuertos, restaurantes y salas dehotel de aquellos lugares. Me parece ofrlo.Monterroso habla de literatura, en algúnmomento deriva hacia temas políticos, oa las experiencias de un determinado via je y vuelve a la literatura; de pronto se en-
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Libros
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Mi s e e I á n e a
T oda cultura es una respuesta a ios enigmas de la divinidad y la muerte. En el primer caso , el hombre se enfrenta al misterio de aquella fuerza irreductible a lo humano, inexplicable en su grandiosidad, ya la cual él dirige las angustiadas preguntas en tomo a su propia existencia y su posible devenir. Enel segundo caso, el hombre -único ser viv iente que tiene conciencia de ~a muerte- se enfrenta a la
El libro de los muertos
Gílda Waldman
LA SOLEDAD DE LOSMORIBUNDOS
tos carentes de aquella densa carga telú - evidencia de la finitud de"su vida y al terica, me parece un rasgo de indudable va- 1'1'01' de la disolución en lo desconocido.101', un desafro a concepciones hasta hace Negándose a aceptar la muerte como f in,
poco profundamente arraigadas. el hombre la ha negado, la ha desafiado,
Otro rasgo caracterfstico de la obra de o ha creado imágenes de vidas posterioMonterroso: la absoluta libertad con la que res en un más allá. Ambos enigmas -pór
acata reglas severas y precisas. En varias lo general estrechamente relacionados ade las entrevistas alude a la necesidad de lo largo de la historia- han generado miescritor de someterse a cánones estrictos, tologfas, modelado una determinada ac
de conocer y estudiar .las regla's.y crear- t itud hacia la vida y definido una cierta relas en el caso déqueno existieran. Sabe " lación con él Universo.
que sin la forma no hay iiteratura posible. . Lanuestra esuna época paradójica . PorSin embargó, através déesas normas, y .una parte, el grito nietzscheano de "¡Diosseguramente graciás a ellas, Monte~roso . ha rnuertcl" se ha ensei'ioreado en nuesha inventado obras de úna radiante líber- . tras mentes y corazones. 'EI vacío de Dios
tad. Ha creado un género donde diversas es vivido como un atefsmo sustentado enformas tienen cabida ycoexisten entre sf; los dogmas de la razón o como una inmi -
Movimiento perpetuo, un libro admirable , sericorde angustia sin respuesta a la slem>fue su primera incursión en estos experi- pre problemática existencia humana. Elmentos. Cuentos, ensayos, moscas, apun- hombre moderno se ha emancipado de lates literarios o de intención polrtica con - creencia en poderes superiores a él. Alviven y forman una unidad perfeéta. destronar a Dios, ha querido asumir Su pa-
Todo esto, y mucho más, le confiere un pel, otorgáfldole a la ciencia la fuerza decarácter excepcional a la literatura de este la divinidad. Por otra parte, la muerte ha- .notable escritor y la diferencia de la del perdido tamb ién; para el hombre moder-resto que se escribe en nuestra lengua. o . no, su esencia trágica y misteriosa. Ella se
ha convertido, a través de la televisión, enAugusto Monterroso. Viaje a/ centro de /a fá- ' huésped hogareño cotidiano; suplaniflcabu/a. Ediciones Era, México, 1989. ción cientffica, cada vez más sofisticada,
ha disuelto la sensibilidad que hacia ellamantenía la conciencia occidental; Lanuestra, una sociedad cada vez más ame-
o nazada, banaliza y trivializa a la muerte.En nuestra incapacidad para mirar al futuro, también ella es olvidada.
Es este problema, es deci r, cómo enfrenta la moderna sociedad occidental elproblema de la muerte, el tema del espléndido ensayo de Norbert Elras, La soledadde los moribundos.
Norbert Elfasescribe desde el ocaso deuna larga vida dedicada a comprender ala sociedad moderna. Autor de textos fundamentales en este sentido (La sociedadcortesana, Elpr~eso civilizatorio), el tema de la actitud de la sociedad modernahacia la muerte se vuelve el hiló conductor de su análisis histórico, a I~ _vez queel pretexto perfecto para desplegar el escenario de lo que es, en esencia, esta sociedad.EI análisis de Elrastiene un dobleeje. Por una parte, inscribe el problema dela visión moderna de la muerte en un proceso histórico de largo alcance comenzado en Occidente hace cuatrocientos o qui-"nientos años, y que él ha denominado " elproceso civilizatorio" , en el curso del cual"todos los aspectos elementales, anima les, de la vida humana. . . se ven cercados por reglas sociales, y al mismo tiempo, por reglas de la conc iencia . De acuerdo a las reglas de poder imperantes en
ENIGMAS DE LADIVINIDAD
Puedo asegurar que he dedicado mi vida arealizar el bien, y sin mentiros, oh dioseseternos y bienamados, puedo pronunciar mielogio, porque he sido el mejor entre losmejores.~I ha sido pesado en la balanza. Su corazónes justo porquesu peso no es mayor que elde una pluma.
de moscas, perros, j irafas o simples aspi rantes a escritores. ¿Qué he hecho paraque mis dos o t res lectores supongan quepretendo ser intelect ual y que he dedicado mi vida a burlarme de ellos, de los demás, cuando en realidad lo que me producen es una profunda simpatía y los
amo? . . Pero insisto : la rnavorra de lasveces la compasión, la temura, son pudorosas. De ahf que en muchas ocasiones
- prefieras reirte, o hacer como que ríes envez de adoptar la act it ud mes iánica de unpersonaje de Dostoyevski e hincarte antetu vecino y pedirle perdón por quererlotanto."
Es una autént ica rareza que un autorque le declara a Elda Peralta que cree enel soc ialismo como el experimento másconvincente de organización humana, jamás cite ninguna de esas~brumadoras novelas de la selva, del desierto, de las minas, esa opresiva y espesa maleza telúricaque los dogmát icos cult ivaron durante muchos años, considerándola como la únicasolución para los mal es de nuestra literatura, de la América Lat ina y de la humanidad entera. Nadie cree hoy en dfa que laliteratura pueda salvar al mundo (IY menos que nada ese t ipo de literatura!), peroescribir en 1949 un ensayo de deslumbramiento ante Sorges es ya correr un riesgoconsiderable. No sólo el hecho de preconizar su admiración por un escritor estigmatizado y por toda una serie de a~ores
antiguos y mo dernos que no querfan apoyarse en recursos ajenos a la literatura,sino, sobre todo, el hecho de escribir cuen-
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