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Edición extraordinaria digital
Lima, junio 2019
Ojo Zurdo, revista de política y cultura
EditorialEditorialEste número extraordinario de Ojo Zurdo responde a
las circunstancias planteadas por el último episodio
de crisis política que ha sacudido la política perua-
na. Ante el comportamiento mafioso y desvergon-
zado del fujimorismo y su control del Congreso, la
presentación de cuestión de confianza por parte del
gobierno de Vizcarra despertó muchas expectativas.
Era obvio que las mismas podían canalizarse hacia
una salida propia de Lampedusa: que todo cambie
para que nada cambie. Ni siquiera a eso llegamos.
Al final no hubo mucho cambio y todo sigue más o
menos igual.
Solo el tema de una reforma política disminuida a
la mitad –el planteamiento original alcanzaba una
docena de propuestas y el gobierno se quedó al final
con seis- queda puesto en el tablero, y veremos en los
próximos meses cómo los distintos actores intentan
mover sus fichas. Mientras el gobierno ve aumentar
sus índices de popularidad, el espectáculo de un fuji-
morismo que se aferra a su poder merced a una ver-
gonzosa manipulación del Congreso, serán factores
claves hacia el 2021 (si es que el actual gobierno llega
efectivamente a dicha meta).
Entretanto, la crisis se ahonda, el propio modelo
neoliberal comienza a mostrar fuertes goteras, y se
aprecian nuevas expresiones de descontento y mo-
vilización social, aunque todavía insuficientes para
dar pie a una plataforma organizada de influencia
nacional. Son muchos los retos planteados para la
izquierda, la cual –desde dentro y fuera del Congre-
so- se ve empujada a buscar renovadas fórmulas
para dejar atrás décadas de crisis y desorientación.
Ante este escenario, resulta necesario insistir, des-
de la orilla de la izquierda en la cual esta revista se
inscribe, en la necesidad de pensamiento y debate
dirigidos a esclarecer opciones de cambio y trans-
formación. La complejidad de la situación peruana
requeriría un esfuerzo que no está a nuestro alcan-
ce. Pero podemos dar algunos pasos en ese sentido,
y ello explica la decisión de sacar a luz este número
extraordinario, en formato digital, dedicado al tema
de la crisis política.
Obviamente nos interesa alcanzar materiales que
nos ayuden a mirar más allá de lo episódico, y de
los sentidos comunes expandidos por los medios de
comunicación. Es por ello que optamos por abordar
–a través de la colaboración de un grupo de intelec-
tuales afincados sin ambages en las trincheras de
izquierda- distintos ámbitos, temas o facetas de la
crisis política. El escenario abierto por la cuestión de
confianza es analizado en relación a cuestiones de
fondo: el devenir de la hegemonía neoliberal en el
país, la influencia del escándalo Odebrecht, la crisis
de representación política y social, las sucesivas me-
CRISIS POLÍTICA:procesos, actores, alternativas
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tamorfosis del gobierno de Vizcarra, así como el alcance de
las protestas y movimientos sociales.
Acompañamos estos textos con otros materiales más especí-
ficos, referidos a los primeros 50 años de la reforma agraria
peruana, los problemas del diálogo en el caso de Las Bambas,
así como el perfil de la actual política limeña, a través de dos
de sus personajes.
Por razones estrictamente económicas, debido a que somos
un proyecto autofinanciado y autogestionario, este número
extraordinario de Ojo Zurdo circulará solamente en formato
digital. No rehuimos a la responsabilidad de entregar mate-
riales útiles para la comprensión de la situación crítica actual
del país, a pesar de que nos hubiese gustado mantener un for-
mato impreso. Guardamos la esperanza de que las facilida-
des del mundo digitalizado de hoy, permita una distribución
efectiva y gratuita de una revista que nació hace varios años,
y a pesar de todas las dificultades, piensa continuar la tarea
que se propuso al inicio de su labor: aportar a un proyecto de
transformación social en el país, desde una perspectiva socia-
lista y por ende democrática.
Junio de 2019
Editorial Del Vizcarra I al Vizcarra IV: crisis, coaliciones y proyectosCarlos MongeContinuidad neoliberal y salidas democratizadorasAnahí Durand GuevaraConflictividad social y crisis política con actores débilesEduardo Ballón Entre confianzas y desconfianzas. Genealogía de la crisis peruana y retos para otra izquierdaRamón Pajuelo Teves¡La tierra para quien la trabaja! Medio siglo de la reforma agraria peruanaComité Editorial Ojo ZurdoForsyth y Bruce: personajes y escándalos de la pituquería limeñaComité Editorial Ojo Zurdo
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Ojo Zurdo, revista de política y culturaEdición extraordinaria digitalLima, junio 2019
DIRECTORRamón Pajuelo Teves
COMITÉ EDITORIAL Lina Arenas RomeroÁlvaro Campana OcampoAnahí Durand GuevaraYuri Gómez CervantesAlonso Marañon TovarRamón Pajuelo TevesCarlos Pinto LachiraLuis Rodríguez Salcedo
COLABORADORES Mariella Belleza Carlos Pinto (diagramación)
ESCRIBEN EN ESTE NUMERO Carlos MongeAnahí Durand GuevaraEduardo BallónRamón Pajuelo Teves
CUIDADO DE EDICIÓN: Comité Editorial de Ojo Zurdo
DIRECCIÓN:Jr. Sáenz Peña 525, dpto. 1803, Magdalena del Mar. Lima, Perú.
revistaojozurdo@gmail.comwww.facebook.com/RevistaOjoZurdorevistaojozurdo.pe
Próximamente... Ojo Zurdo #8Tema central: Feminismos y luchas de mujeres
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Del Vizcarra I al Vizcarra IV: crisis, coaliciones y proyectosCarlos Monge*
trafa, y la gente fue en masa a votar respaldándolo
abrumadoramente con más de 80% de los votos en fa-
vor de las tres primeras reformas y en contra de esa
cuarta reforma que venía con truco fujiaprista.
Días más tarde, después que en la noche del Año
Nuevo el impresentable Fiscal General de la Nación
Chávarry anunciase que despedía el equipo Lava
Jato de la fiscalía, Vizcarra lo paró en seco y lo pre-
sionó públicamente hasta que Chàvarry tuvo que
reponer al equipo de Rafael Vela y, poco después,
renunciar. Fue su mejor momento, y las encuestas
así lo graficaron.
Vizcarra III.Pero el Presidente y su lucha por las reformas per-
dieron momentum. Y tampoco tenía como avanzar
en otros temas de gran interés ciudadano. De fuerte
convicción neo liberal y pro minera, no concibe cam-
biar el modelo económico para crecer con diversifi-
cación y redistribución, sino que está a la espera de
dos o tres megaproyectos que relancen la economía.
Sin alternativas creativas y viables sobre el tema
de la seguridad, no tiene capacidad de responder al
tema central de preocupación de la ciudadanía. Y la
tarea de la reconstrucción, que supone alinear a casi
una decena de gobernadores regionales, decenas de
alcaldes provinciales y centenas de distritales, es un
reto que hunde a cualquiera en este país.
Retomó la iniciativa al nombrar a la Comisión Tues-
ta para generar propuestas de reforma de la política
pero, mientras esta trabajaba, los demás problemas
permanecían sin solución y el nuevo Primer Minis-
tro se mostraba conciliador con una mayoría con-
gresal que volvía a mostrar las garras. El gobierno
parecía caminar sin rumbo. El respaldo ciudadano
conseguido por Vizcarra II comenzó a derrumbarse.
Vizcarra III se estaba tomando una profunda y mo-
queguana siesta mientras los problemas se amonto-
naban en la puerta de la casa.
Los Vizcarras
Vizcarra I.Después de heredar la Presidencia de la República,
Vizcarra I quiso gobernar como PPK, negociándolo
todo con la mayoría fujimorista y aprista en el Con-
greso. Igual que a PPK, no le fue bien. Fujimoristas
y apristas le arrancaron nombramientos y políticas
sin darle nada a cambio. Es que las bancadas de Kei-
ko y Alan se habían deshecho de un indefendible
PPK no para frenar la corrupción ni para afirmar la
democracia, sino para gobernar desde el Congreso.
Ese era el deseo expreso de una Keiko Fujimori que
seguía negándose a aceptar que había perdido la
elección el 2016. Incapaz de aceptar su derrota, se
cerró en que le habían robado, y su venganza era no
dejar gobernar a PPK desde el Congreso y después
tumbárselo, adelantar elecciones, y por fin ser Pre-
sidenta. Alan, dueño de una bancada pequeña pero
ávida de estar cerca del poder real, se alineó. Sin
mandato ciudadano directo, sin nada que remota-
mente se parezca a una bancada o partido oficialis-
ta, Vizcarra I era un Presidente débil. Auto someti-
do al poder de una mayoría congresal prepotente y
abusiva, no tenía otro destino que el de gobernar de
rodillas, y caer como su antecesor.
Vizcarra II.Hasta que llegó el escándalo de los audios, en los que
el Juez Hinostroza y compañía negociaban todo lo
imaginable. Y apareció Vizcarra II. Entendió que, sin
bancada y sin partido, le iría mucho mejor empatan-
do con esa indignación ciudadana. En su Mensaje
a la Nación del 28 de Julio del 2018 este nuevo Viz-
carra pechó al Congreso, anunció que presentaría
reformas judiciales y políticas y que la gente –no el
Congreso- debería decidir sobre ellas en un Referén-
dum. La Comisión Wagner preparó las propuestas,
el Premier Villanueva las presentó al Congreso, se
convocó al referéndum, la mayoría aprista y fuji-
morista quiso meterle un par de contrabandos a la
propuesta de bicameralidad, Vizcarra II denunció la
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Vizcarra IV.Ya jugando al filo de la hora, Vizcarra hizo suyas las
propuestas de la Comisión Tuesta (dejando fuera
solamente la de la bicameralidad) y las presentó al
Congreso. Pero aun hasta ese momento, el Presiden-
te y su Primer Ministro parecían estar aún medio
dormidos, con esa modorra que se siente al desper-
tar en medio de la tarde después de un buen descan-
so. El tono era de quien dice algo como “yo ya cumplí
con mi parte, ahora les toca a ustedes y confío en
que lo harán bien”. Y la respuesta de la mayoría con-
gresal fue no solo no dar prioridad a las reformas
sino declarar de forma categórica, por boca de Luz
Salgado, que no habría reformas que cambiasen las
reglas del juego de las elecciones del 2021.
Pero, al parecer, hasta para Vizcarra y del Solar la
prepotencia de la mayoría fujiaprista tenía un lími-
te. En este caso, para ser más precisos, dos límites.
El blindaje a Chávarry impidiendo que se le abra
investigación en el Congreso fue una primera señal
de hasta adonde podía llegar esa mayoría en defen-
sa de personajes corruptos. Sabemos ahora, por las
recientes denuncias de las fiscales del Callao, que el
asunto es que media bancada de Fuerza Popular está
enredada hasta el cuello en actos de corrupción con
la mafia de los Cuellos Blancos. Segundo, la tirada
al tacho de la basura de la propuesta de reforma de
la inmunidad parlamentaria por la mayoría fujimo-
rista y aprista en la Comisión de Constitución, impi-
diendo que siquiera se discuta en el Pleno.
Y entonces apareció Vizcarra IV en Mensaje a la
Nación, rodeado de su gabinete y los Gobernadores
Regionales, para hacer cuestión de confianza sobre 5
-al final fueron 6- de las 12 propuestas presentadas, y
ponerle plazo al Congreso hasta el 15 de junio (fin de
la legislatura) para aprobarlas sin alterar su conteni-
do fundamental, so pena de disolverlo y convocar a
nuevas elecciones legislativas.
Vizcarra IV debió de haber presentado y hecho cues-
tión de Estado por las 12 propuestas inicialmente
presentadas. Y debió haber exigido que al final la
gente las apruebe o rechace mediante un nuevo re-
feréndum. Pero aun con estas limitaciones, lo cierto
es que ha vuelto a sintonizar con la mayoría ciuda-
dana, harta de la corrupción y ávida de cambios.
Un escenario inciertoLa cuestión de confianza resultó aprobada con 77
votos a favor, 44 en contra y 3 abstenciones. Pero es
difícil predecir con certeza el escenario inmediato.
Parte de la mayoría fujimorista votó a favor con el
objetivo de ganar tiempo para trabajar las propues-
tas de reforma hasta el fin de la legislatura extraordi-
naria que seguramente será acordada en estos días.
El tema se zanjará pronto al terminar esta legislatu-
ra o la extraordinaria que pueden convocar, y ahí
veremos cuántas de las reformas aceptará la banca-
da fujimorista a cambio de seguir cobrando sus suel-
dos por 18 meses más, y cuántas alteraciones a las
reformas está dispuesto a aceptar Vizcarra IV para
no tener que cerrar el Congreso y abrir la Caja de
Pandora de una elección parlamentaria adelantada.
Las coalicionesVizcarra I y Vizcarra III expresaron en los hechos
una coalición política entre un ejecutivo sin base
propia y las mafias representadas por Fuerza Po-
pular y el APRA en el Congreso Nacional, coalición
sustentada en un pacto de precaria estabilidad: te
dejo pretender que gobiernas desde la Presidencia si
me dejas seguir administrando la corrupción desde
el Congreso. En este escenario, para las izquierdas
y las organizaciones cívicas y sociales los blancos
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eran por igual un ejecutivo neoliberal pasivo ante
la corrupción y una mayoría congresal tan neolibe-
ral como el ejecutivo, pero que además representa y
protege a las mafias de la corrupción.
En cambio, Vizcarra II fue -y ahora Vizcarra IV pa-
rece que vuelve a ser- la expresión de una coalición
entre un ejecutivo que se enfrenta a una mayoría
congresal corrupta, organizaciones de izquierda y
organizaciones cívicas y sociales que, si bien man-
tienen discrepancias con el neoliberalismo presi-
dencial, cierran filas en el enfrentamiento contra el
enemigo principal, encarnado en la alianza fujimo-
rista y aprista
El voto de Nuevo Perú y Fa contra la confianza pe-
dida por el ejecutivo parecería contradecir la exis-
tencia de esta coalición, pero en realidad expresan
una táctica diferente para conseguir el mismo resul-
tado político, cual es la derrota de la alianza mafiosa
que domina el Congreso. Su meta era la disolución
de este y la elección de uno nuevo en el que –con
certeza- esa mayoría no existiría más y habría mejo-
res condiciones para avanzar con las reformas que
ambas partes –izquierdas y Vizcarra IV- ven como
deseables.
Hay, por supuesto, matices entre las izquierdas, pero
que se explican por cálculos políticos de corto pla-
zo. Por ejemplo, el FA está en contra de elecciones
internas abiertas a la ciudadanía y está también en
contra de desaparecer la valla de las firmas para fa-
cilitar nuevos registros, posturas ambas que tienen
que ver con asegurar la ya proclamada candidatura
de Marco Arana a la Presidencia de la República y
hacerle difícil a Verónika Mendoza participar con
registro propio. Pero nada de esto niega que, en los
hechos, ambas fuerzas hayan cerrado filas con Viz-
carra II y III en su enfrentamiento al Congreso.
Sin negar para nada estas cambiantes coaliciones
políticas de corto plazo que se construyen en torno a
las broncas entre las dos variantes del neoliberalis-
mo encarnadas en el ejecutivo y la mayoría del con-
greso, existe a la base una coalición neoliberal más
estable que abarca a ambos, los liderazgos empresa-
riales y los medios masivos de comunicación. Para
muestra un botón: las críticas que ya recibido tanto
desde su propio gobierno como desde el fujiapris-
mo el Ministro Zevallos cuando ha expresado que
quizás el Perú debiera tener una línea área nacio-
nal. Tremenda confrontación entre transparencia
y corrupción; entre liberalismo y conservadurismo;
entre institucionalismo y redes mafiosas; pero… ¡el
modelo no se toca!
Los proyectos
Mientras estas coaliciones se definen y redefinen
fluidamente en torno a los conflictos de corto plazo
entre la cara mafiosa y conservadora del neolibera-
lismo y su cara más liberal, detrás de los bastidores
se vienen construyendo diferentes proyectos políti-
cos para el mediano y largo plazo.
De un lado tenemos un reagrupamiento del pensa-
miento conservador peruano que se ha expresado
recientemente en el “Manifiesto a Nuestros Com-
patriotas” publicado en el Diario Expreso el pasado
mes de Mayo del 2019, suscrito por lo más rancio del
pensamiento conservador, varios con obvia militan-
cia aprista y fujimorista, que se propone tres obje-
tivos: defender la democracia contra el populismo
plebiscitario de (se entiende que de Vizcarra);
recuperar la autonomía de la fiscalía y el poder
judicial para evitar su uso contra rivales polí-
ticos (se entiende frenar las investigaciones,
procesos y sentencias relacionadas a la corrup-
ción); y luchar contra la infiltración estatal de
aquel “pensamiento moralizante, políticamen-
te correcto” (es decir, respaldar a Con Mis Hijos
no te Metas en su lucha contra una educación
en derechos para niñas, mujeres y homosexua-
les en general).
Puede ser que estemos presenciando los ester-
tores finales del APRA y/o que el proyecto fuji-
morista esté seriamente dañado, pero las ma-
fias existen y una parte de la sociedad peruana
sigue siendo conservadora, y las mafias y los Foto: Andina
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conservadurismos religiosos o laicos siempre busca-
rán una representación política. El Manifiesto es, me
parece, una expresión de la voluntad de articulación
de una nueva representación política de esos secto-
res neoliberales conservadores.
De otro lado tenemos gracias a Vizcarra la apertura
de un espacio político propio para un proyecto neo-
liberal liberal, que es de continuismo neoliberal en
lo económico pero que es de afirmación liberal en
el terreno de los valores, lo que se ve claramente en
su consecuente defensa y afirmación del enfoque de
género en la educación pública y la profundización
de la democracia representativa en las reformas po-
líticas hoy en debate. No estoy diciendo que Vizca-
rra tenga clara la visión de este proyecto y que obre
conscientemente como líder del mismo. Pero sí creo
que en los hechos le abre espacio. Y creo que nuevos
líderes políticos como Julio Guzman y ahora Salva-
dor del Solar buscara recorrer ese camino, ocupar
ese espacio.
Tenemos también el espacio para un proyecto auto-
ritario nacionalista, encarnado en la figura de An-
tauro Humala, que puede capitalizar el hartazgo con
la corrupción y las políticas neoliberales en combi-
nación con el rechazo al racismo y la discrimina-
ción y la permanencia de valores conservadores en
un solo proyecto político. ¿Se puede en el Perú ser
nacionalista y estatista al mismo tiempo que misógi-
no, homofóbico y autoritario? Si se puede, es la res-
puesta. La campaña electoral de Antauro Humala ya
arrancó y si su demanda legal de libertad por exceso
de carcelería tiene éxito, será un elemento a tomar
en cuenta en proceso de conformación de proyectos
políticos electorales y de mediano y largo plazo.
Los diversos sectores de izquierda tienen hoy el reto
de decantar cuál es su proyecto político, más allá de
su participación en la coalición de facto que en de-
terminadas circunstancias se establece con el sector
neoliberal liberal en el conflicto abierto con el fujia-
prismo neoliberal, conservador y corrupto. En ese
proceso se jugará la posibilidad de una confluencia
política de electoral y de construcción partidaria.
En ambos casos, hay que poner por delante la nece-
sidad de acuerdos sobre valores (no hay lugar para
la corrupción, el machismo o la homofobia), sobre
programa (cómo articulamos propuestas socialis-
tas, ecologistas, indigenistas, feministas, democráti-
cas, liberales) en una nueva propuesta al país, y so-
bre procedimientos (elecciones primarias abiertas a
la ciudadanía para los cargos de representación). Si
estas son condiciones mantenidas con firmeza, no
todos quienes ahora están en las conversaciones se-
rán parte de un mismo proyecto electoral ni menos
de construcción de un proyecto partidario.
En este terreno, un tema tan polémico como indis-
pensable es el de la inserción de valores liberales
en un proyecto socialista, indigenista y ecologista.
Desde mi perspectiva, frente a derechas siempre
conservadoras y autoritarias, ha sido la izquierda
la que ha promovido causas propiamente liberales
como las de las libertades políticas básicas, el debido
proceso, los derechos de las mujeres y de la comu-
nidad LGTBI+. Frente a la posible emergencia de un
proyecto neoliberal – liberal, pienso que la izquierda
debe mantenerse firme en la promoción de esos y
otros derechos, y que estos pasarán a ser un terreno
en disputa entre izquierdistas y liberales. Sería una
verdadera tontería desde la izquierda abdicar de la
pelea por estos derechos porque corresponden a un
proyecto liberal.
En sumaLas sucesivas encarnaciones del Presidente Vizca-
rra en sus cambiantes relaciones con la alianza fu-
jiaprista han generado coaliciones de facto, depen-
diendo en cada caso de la naturaleza conciliadora o
confrontacional de esas relaciones. En estos últimos
días, la coalición anti mafia tomará fuerza con las
izquierdas y la ciudadanía movilizada exigiéndole a
Vizcarra IV que sea consecuente, que no acepte re-
formas políticas trucadas en el Congreso, y que de
ser el caso disuelva el Congreso e incluso adelante
elecciones generales y convoque a una Asamblea
Constituyente para cambiar todas las reglas del jue-
go.
Al mismo tiempo, esa misma izquierda que deberá
seguir tomando partido en el pleito abierto entre las
dos caras del neoliberalismo, deberá procesar rápi-
damente sus decisiones electorales rumbo al 2021
al mismo tiempo que ir decantando las fronteras de
una apuesta estratégica de construcción de un pro-
yecto político para el país que sea alternativo a todas
las formas del neoliberalismo pero que también cie-
rre el paso al nacionalismo autoritario y conserva-
dor. Y todo esto en un escenario incierto respecto de
cuáles serán las reglas de juego de esas elecciones,
las que dependen de la resolución final del conflicto
en curso entre el ejecutivo y la mayoría congresal.
* Antropólogo e investigador social.
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Continuidad neoliberal y salidas democratizadorasAnahí Durand Guevara*
ciclo político pero las elites gobernantes optaron por
continuar el modelo con renovados aires. El inten-
to de transición democrática no contó con la fuerza
social ni política para plantear reformas sustancia-
les. Exitosamente, la continuidad del neoliberalismo
fujimorista fue presentada como la única forma de
estabilidad democrática posible y deseable.
El 2016, los hechos de corrupción vinculados al caso
Lava Jato asestaron un duro golpe al régimen insta-
lado en 1992 y renovado el 2001. Quedó al descubier-
to que las principales fuerzas políticas que se turna-
ron el poder los últimos 27 años, gobernaron en base
a un afinado engranaje de coimas, sobornos, contra-
tos arreglados, adendas y millonarios financiamien-
tos de campañas. Se reveló así una articulación de
Una crisis y varios episodiosA inicios de los 90, el Perú vivía una profunda crisis
signada por la hiperinflación y el conflicto armado
interno. Ante tal situación, las fuerzas políticas de
la época -incluida una izquierda ahogada en sus
propios problemas- fueron incapaces de brindar
una salida democrática. El auto golpe Fujimorista,
decantó la crisis de régimen de ese entonces por
la vía autoritaria, teniendo como soporte legal a la
Constitución de 1993. El modelo neoliberal se impu-
so a sangre y fuego como forma de administrar la
economía favoreciendo al mercado, como gestión
del Estado a favor de los privados y también como
régimen de convivencia que exalta el emprendedu-
rismo, el exitismo y el sálvese quien pueda. El 2001,
la caída del Fuji montesinismo pudo abrir un nuevo
Foto: Andina
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los tres poderes del Estado, para delinquir y garan-
tizar la impunidad de los delitos cometidos. Todos
los ex presidentes desde Alejandro Toledo, Ollanta
Humala, el finado Alan García y Pedro Pablo Kuczy-
nski (PPK), ex candidatos presidenciales como Keiko
Fujimori, la ex alcaldesa de Lima Susana Villaran,
gobernadores regionales y una serie de ex minis-
tros y altos funcionarios asumieron este entramado
corrupto y mafioso como la forma de gobernar, en
complicidad con empresarios como ya el conocido
“Club de la construcción”.
El caso Lavajato en Perú, abrió un nuevo ciclo de cri-
sis política ante al cual el establishment se abocó a
salvaguardar la continuidad del modelo. La apurada
juramentación de Martín Vizcarra como reemplazo
de PPK fue una salida temporal que instaló un pre-
sidente sin bancada y acorralado por una mayoría
parlamentaria fujiaprista decidida a someterlo. La
crisis no se resolvió, por el contrario, se agudizó con
la revelación de audios que comprometían a jueces
y fiscales en graves casos de corrupción conectados
con políticos y empresarios. Ante esta grave situa-
ción que indignó y movilizó a la ciudadanía, Vizca-
rra tuvo el reflejo de convocar a un referéndum que
permitió a la población expresarse para reformar
cuatro capítulos de la Constitución básicamente re-
feridos al sistema de justicia. En el referéndum, la
gente voto masivamente en la línea presidencial,
sancionando además mayoritariamente al legislati-
vo al votar por impedir la reelección parlamentaria.
El régimen en decadencia ganó nuevamente algo de
aire, aunque no era difícil prever que sería un aire
de corto plazo.
Efectivamente, un nuevo episodio de la crisis no
tardó en estallar. Condicionado por su empeño en
mantener la gobernabilidad neoliberal, Vizcarra y
su gabinete priorizaron empujar políticas favora-
bles a las elites privilegiadas mostrándose incapaces
de resolver demandas concretas de la gente como
derechos laborales, seguridad ciudadana o detener
los feminicidios. Frente a la crisis política, el Ejecu-
tivo encargó a una Comisión de notables la formu-
lación de una propuesta que culminó en la entrega
de 12 proyectos de Ley bastante tímidos en cuanto a
asegurar cambios favorables a mayor democracia y
menos corrupción en la política. Por supuesto el Fu-
jimorismo ignoró esas reformas y rápidamente pasó
a la ofensiva descartando el proyecto contra la in-
munidad (impunidad) parlamentaria y “blindando”
al cuestionado fiscal Chávarry, dejándolo apto para
volver a ser fiscal supremo. Con un nuevo escenario
de ofensiva Fuji aprista Vizcarrra optó por apelar a la
“cuestión de confianza” presentando seis proyectos
de Ley que deberán ser aprobados por el Congreso
la presente legislatura. Si el Congreso no otorgaba la
confianza, el presidente estaba constitucionalmente
facultado para cerrar el Parlamento ejecutando una
medida que además es un clamor de la ciudadanía...
pero optó por no hacerlo, manteniendo el escenario
de crisis latente que vivimos.
Insistir en salidas democratizadorasLlegado a este punto, vale preguntarse si ante esta
crisis de tantos episodios era, y es posible aún, plan-
tear una salida democrática alternativa a la asumida
por la clase político empresarial que aun gobierna.
En efecto, luego de la renuncia de PPK pudieron
abrirse otros escenarios democráticos. Por ejemplo,
pudo convocarse a una Asamblea Constituyente
para discutir y aprobar una nueva Constitución,
pero debe reconocerse que no existía correlación
política favorable en tal sentido ni tampoco una
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mayoría social que lo demandara. Pero si pudo con-
figurarse otro escenario mucho más realista e in-
mediato, en el cual Vizcarra asumiera un gobierno
de transición, abocado principalmente a asegurar
medidas contra la corrupción y reformas políticas
mínimas indispensables para convocar a nuevas
elecciones generales adelantadas. Así lo plantearon
fuerzas críticas al sistema como el Nuevo Perú, pero
el establishment se encargó de presentar esta salida
como catastrófica para las inversiones y fatal para
la (su) estabilidad… Prefirieron forzar una precaria
continuidad, como si adelantar el calendario electo-
ral no fuera una práctica democrática aceptada en
múltiples países ante escenarios de crisis y entram-
pamiento.
En el último episodio de la crisis, puestos a elegir en-
tre otorgar la confianza al ejecutivo y un probable
cierre del Congreso, predeciblemente la mayoría de
parlamentarios incluyendo numerosos fujimoristas
optaron por otorgar la confianza, aprobando discu-
tir los seis proyectos de ley referidos a la reforma
política. Claramente, si el presidente Vizcarra no tu-
viera como principal propósito sobrevivir hasta el
2021, hubiera apelado a la confianza para cerrar el
Congreso y convocar a nuevas elecciones generales
adelantadas. Ante la creciente pérdida de legitimi-
dad de las autoridades y las instituciones lo más de-
mocrático que corresponde es devolver al soberano
el poder de revocar o renovar esa legitimidad daña-
da. Así lo expresaron las agrupaciones de izquierda
que votaron contra la confianza afirmando que su
opción era el cierre de este Congreso absolutamente
deslegitimado. Por ejemplo, la ex candidata presi-
dencial Verónika Mendoza, sustentó que la posición
del Nuevo Perú y su bancada contra la cuestión de
confianza expresaba el rechazo a la permanencia
de un Parlamento dominado por congresistas cuyo
único objetivo es y será garantizar su impunidad,
mantener sus salarios, y asegurar clientelas.
Así las cosas, la cuestión de confianza entregada al
gobierno ha demostrado tener como principal obje-
tivo darle otro aire, otrito más, a un régimen neolibe-
ral agotado que no termina de colapsar por decisión
deliberada de quienes se benefician del mismo. Es
mucho lo que está en juego y así lo han entendido la
embajada norteamericana, la CONFIEP y los dueños
de los principales medios de comunicación, quienes
saben que corre riesgo la permanencia misma del ré-
gimen y prefieren asegurar este escenario decadente
antes que generar zozobras que afecten sus privile-
gios. Aunque no puede descartarse alguna sorpresa,
todo indica que los siguientes dos años asistiremos
a un nuevo período de tensa calma, donde el Fuji
aprismo seguirá apertrechado en el Congreso como
espacio de recomposición, mientras Vizcarra inten-
tará gobernar centrándose en medidas económi-
cas lesivas para las mayorías, pero favorables a los
grupos de poder. De fondo, tendremos una reforma
política inconclusa, con medidas poco sustanciales
para democratizar el sistema político cerrado, que
muy probablemente mantenga la corrupta valla de
firmas y permita la permanencia de agrupaciones
que cada período electoral trafican con su inscrip-
ción. Será difícil también avanzar en cerrar ciclo de
corrupción, pues el actual Parlamento seguirá sien-
do el espacio privilegiado para blindar corruptos. Es
muy probable también entonces, que el desenlace de
la crisis se postergue hasta las elecciones del 2021.
Pero alargar la crisis puede terminar abonando a
salidas autoritarias, como las que ya se vienen con-
figuran en las coincidencias entre (ex) fujimoristas,
fundamentalistas evangélicos (y su plataforma Con
Mis Hijos No te metas) y otros que buscan sintonizar
con una ciudadanía cada vez más angustiada por
la inseguridad, el crimen organizado y la constante
precarización de la vida. Ante ello, las fuerzas crí-
ticas al sistema, de izquierda y progresistas tienen
la responsabilidad de empujar una salida democra-
tizadora a la crisis, que abra el sistema político y
ponga al Estado al servicio de la gente. Ello requiere
de la articulación de una mayoría política y social
capaz de atender las demandas de la población, ex-
presadas en la movilización de los vecinos de Lima
norte contra de los peajes abusivos, de los trabajado-
res que exigen derechos y se oponen a la política de
competitividad, de los agricultores que exigen mejo-
res precios o las mujeres que reclaman por una vida
libre de violencia. No debe postergarse la tarea cons-
truir el instrumento político social que dote de re-
presentación efectiva a las mayorías expoliadas por
el neoliberalismo, un proyecto de arraigo popular
que con más convicción y menos ideologicismo sea
capaz de cerrar el ciclo de corrupción y constituirse
en opción de poder y gobierno. Todavía está abierta
la posibilidad de llegar al Bicentenario con un país
más democrático y emancipado, sostenido en un
nuevo pacto constitucional que garantice bienestar
y justicia social a todos los peruanos y peruanas. Ha-
cia allá caminemos para recuperar el Perú.
* Docente de sociología UNMSM e integrante del Comité Editorial de Ojo Zurdo.
10
Conflictividad social y crisis política con actores débilesEduardo Ballón*
los políticos, focalizado claramente en un Congreso
prepotente y abusivo.
En febrero, la paralización de los transportistas de
carga pesada que le reclamaban al gobierno por el
alza del combustible, la devolución del impuesto se-
lectivo al consumo del diesel, la resistencia al uso del
GPS y la reducción en el cobro de los peajes, entre
otras exigencias, además de costar más de 250 millo-
nes de dólares al país, aceleró la renuncia del enton-
ces Premier César Villanueva, según varios diarios,
por diferencias con el MEF en la solución a la que se
llegó. A partir de ese momento, la calle empezó a “ca-
lentarse” con distintas movilizaciones y medidas de
protesta de diversas organizaciones y sectores, de-
mandando atención a sus necesidades y expectati-
En lo que va del año, el gobierno del Presidente Viz-
carra perdió parte del capital político que acumuló
con el referéndum. Los resultados de este premiaron
a un Ejecutivo que encontró en la lucha contra la
corrupción el camino para golpear y debilitar al fu-
jiaprismo, fortaleciéndose al abrir espacio para las
reformas judicial y política. La aprobación del man-
datario ascendió a 66% en diciembre; la misma me-
dición en mayo evidenciaba una caída de 24 puntos,
alcanzando 42% de aprobación1
. En esa caída, nos
encontramos con la impericia de un mandatario
claramente comprometido con el modelo vigente,
que creyó ingenuamente que el respaldo recibido se
explicaba por su enfrentamiento a la corrupción y
su gestión, sin percibir que a la base del mismo se
encontraba el hartazgo de la gente con la política y
11
vas. Los conflictos sociales y las acciones de protesta
que en el 2018 llegaron a un pico de 202 (septiembre
y mayo, respectivamente), que habían descendido a
179 y 109 en el mes de febrero, aunque lentamente,
empezaron a crecer desde entonces todos los meses2
,
evidenciando las debilidades y la precariedad del go-
bierno en la materia.
La calle se reactiva: cuando el río suenaEn marzo, Las Bambas empezó a atraer la atención:
alcaldes y comunidades de Paruro denunciaban que
la carretera Cusco-Paruro era afectada en su estruc-
tura por los vehículos de carga pesada de la empresa
MMG Las Bambas, además de la contaminación am-
biental que producían. Asimismo, el alcalde provin-
cias y las organizaciones de Chumbivilcas exigían al
Estado y a la empresa la modificación el estudio de
impacto ambiental del proyecto minero Las Bambas,
debido a los impactos que ocasiona el transporte de
mineral por el corredor vial Sur que cruza la pro-
vincia. Además, pidieron al Estado la creación de
un fondo social que atienda sus necesidades bási-
cas y un shock de inversiones por tres años para los
proyectos de la Mesa Técnica para el Desarrollo de
Chumbivilcas (la cual tiene un comité de seguimien-
to desde el 2017) que tiene proyectos que no se ejecu-
tan o expedientes técnicos sin financiamiento, y el
pago a las comunidades campesinas por el corredor
vial sur que cruza su propiedad para el asfaltado de
dicha carretera.
Los primeros días de abril el conflicto se desató. Las
protestas iniciadas por la comunidad de Fuerabam-
ba, fueron seguidas por paros y bloqueos de carre-
tera en Abancay, Andahuaylas, Cotabambas, Santo
Tomás, Quispicanchi y Paruro. A la base de esta con-
flictividad, además de los cambios en el proyecto ori-
ginal –un mineroducto, una carretera asfaltada por
la empresa para trasladar suministros, nueve mo-
dificaciones al proyecto original y nuevas normas
legales para que aquellos se realicen rápidamente
y sin participación de la población3
–, aparecen las
sobre expectativas que se generaron, los compro-
misos que se incumplieron sistemáticamente y una
carretera que se construyó sin que el Ministerio de
Transportes y Comunicaciones consulte e incorpore
a las comunidades propietarias, ignorando incluso,
sus propias directrices4
. La negociación, aunque con
grandes dificultades, está instalada.
Ese mismo mes se produjo el enfrentamiento entre
la población de Trompeteros y la empresa Pluspetrol
con varias personas heridas, así como la toma del
campamento petrolero del Lote 8, por los pobladores
nativos de la zona, exigiendo, entre otras cosas, la
declaratoria de la emergencia ambiental y mejores
condiciones laborales en dicho Lote. Casi simultá-
neamente, en San Gabán (Carabaya, Puno), una in-
terdicción para la erradicación de cultivos de hoja
de coca realizada por el CORAH, dejó 2 muertos y
varios heridos y detenidos ocasionando el bloqueo
de la Vía Interoceánica Juliaca - Madre de Dios, exi-
giendo la presencia del Ministerio Público. En am-
bos casos, las mesas de diálogo están en curso.
En mayo fue el paro agrario. Organizado y condu-
cido por dos gremios, Conveagro (donde participan
CCP y CNA) y las Juntas de Usuarios de Riego, que lo-
graron movilizarse después de muchos años, exigía
medidas para defender la producción nacional de la
competencia desleal e impulsar la producción agro-
pecuaria, demandando, entre otras cosas, medidas
de protección a la producción del arroz, maíz ama-
rillo duro, leche, algodón, papa y pequeños sembra-
dores de caña de azúcar y palma aceitera. Además,
equipamiento con maquinaria y logística a la comi-
siones y juntas de usuarios, el establecimiento de
una mesa de diálogo entre el MINAGRI, la JNDURP y
CONVEAGRO, entre otras demandas. Como resulta-
do del mismo, el gobierno creó una mesa de diálogo
temporal y multisectorial para analizar e identificar
alternativas frente a la problemática agraria.
Finalmente, hay que mencionar el paro del Macro-
sur, del 6 de junio pasado, que demandaba entre
otras cosas, el reinicio de las operaciones del proyec-
to del gasoducto, además del rechazo al recorte de
derechos laborales público y privados, a la recentra-
lización alentada por el MEF y al proceso de privati-
zación de recursos estratégicos para favorecer a las
mineras, respaldando a fiscales y jueces en la lucha
contra la corrupción.
Mirar con detenimiento la conflictividadLas principales movilizaciones de los últimos meses,
evidencian varias cosas. De un lado, la naturaleza
de los distintos malestares de la población que los
llevan a la acción. En todos los casos reseñados es-
tamos hablando de movimientos5
, en tanto que tie-
nen alguna “historia” y temporalidad previas, cierta
organización jerárquica, apuntan a formas distintas
de representación social y tratan de cambiar algu-
nas relaciones de poder instituidas, apropiándose
conflictivamente de espacios públicos, por sus inte-
reses.
Dichos movimientos, aunque con contenidos pun-
tuales y distintos, interpelan claramente el modelo.
12
Las movilizaciones del corredor minero como las de
Trompeteros, no siendo de resistencia (anti extrac-
tivas) sino fundamentalmente de convivencia, es
decir de demanda de condiciones y derechos, evi-
dencian y cuestionan si, el carácter extractivista del
modelo, donde a la enorme asimetría de poder entre
la gente y las empresas, se suma la protección irres-
tricta del Estado a las primeras y sus exigencias in-
saciables. Recordemos simplemente que hay más de
130 convenios que les facilitan protección policial y
que el Estado hace tabla rasa de sus propias normas,
como lo evidencian ambos casos. El paro agrario,
por su parte, resulta de la insoportable marginación
de la pequeña agricultura y la agricultura familiar
de las políticas públicas de sucesivos gobiernos dedi-
cados a apoyar la gran agro-exportación.
Simultáneamente, estos movimientos evidencian
también el carácter puntual y fuertemente territo-
rial de los actores y sus demandas. En ello se pare-
cen mucho a protestas o activismos que no llegan
a ser movimientos –carecen de temporalidad, son
más fugaces, tienden a autoconvocarse, no pugnan
por representación pero tratan también de producir
algunos cambios y alimentan vínculos y formas de
agrupamiento6
–, como las recientes movilizaciones
limeñas contra los peajes, especialmente en Puente
Piedra y Lurín.
En los movimientos, como en las protestas, parti-
cipan quienes son directamente afectados y lo ha-
cen alrededor de plataformas concretas y precisas.
Cuando aquellas son más amplias y las plataformas
más abiertas, como ocurrió con el paro agrario a
pesar de su carácter sectorial, o la movilización del
Macrosur, los resultados –sin perder importancia–
son más difusos. Así, en el primer caso, los alcances
de la mesa instalada, se limitan a la mejora de as-
pectos productivos, cuando lo central de la proble-
mática del sector son las condiciones de vida y las
limitadas oportunidades que tienen los productores
y sus familias7
. Por su parte, la movilización del sur
mostró la limitada posibilidad que existe en el sur
para generar un ambiente de enfrentamiento con el
gobierno, no obstante su desaprobación, cinco pun-
tos por encima del promedio nacional.
Desde el lado del Estado, en este contexto, a las di-
ficultades del Ejecutivo para enfrentar la crisis po-
lítica, se añade su precariedad para responder a la
conflictividad que se observa, agravada por sus
dificultades para gobernar. Si bien muchos de los
conflictos son “herencia” de gestiones anteriores, el
compromiso del Ejecutivo con el modelo, le impide
mirar más allá de cada uno de ellos y sus circuns-
tancias. Su persistencia en las mesas de diálogo, que
por lo general no pueden resolver el problema que
genera la protesta, porque muchas de las demandas
no son de solución inmediata o no reposan exclu-
sivamente en decisiones del Ejecutivo, son parte de
las ataduras que no logran resolver. Su falta de expe-
riencia, que les impide prevenir movilizaciones lar-
gamente “anunciadas” –las Bambas, Trompeteros,
San Gabán o los peajes–, se agrava por su falta de
Norte: en lo que va de la gestión Vizcarra, la Secre-
taría de Gestión Social y Diálogo ha tenido ya cinco
responsables distintos, con los consiguientes cam-
bios e inestabilidad en los procesos y negociaciones
a su cargo.
Para terminarLa debilidad de los actores políticos en la crisis que
vivimos, Ejecutivo y oposición, es un lugar común
hace ya varios meses. En el descenso de la aproba-
ción de Vizcarra, un factor estratégico son los cre-
cientes sectores de la población que esperan resulta-
dos sobre los temas que los afectan cotidianamente.
Significativamente ubicados en el interior del país
y en los segmentos con menores recursos económi-
cos, antes que en la reforma política que les interesa
poco, buscan resultados en el día a día; desconfiados
y alejados de la clase política y de los límites de la de-
mocracia representativa, pero también relativamen-
te distantes de la sociedad civil instituida, buscan en
su acción colectiva y en la movilización, instrumen-
tos que les permitan avanzar puntualmente.
Como vemos, pueden generar protestas y movimien-
to, pero serán débiles, de carácter local y focalizados
en demandas específicas, mientras no exista capaci-
dad de recuperar la política y de darles sentido a los
partidos.
* Investigador principal de DESCO.
1. IPSOS: Opinión Data, Perú, Lima, mayo 2019.2. Defensoría del Pueblo: Reporte mensual de Conflictos Sociales No.182, Lima, mayo 2019.3. Sobre el tema ver, Leyva, Ana: “Las Bambas: desde las demandas de los actores sociales”, en Signos, Año XXXIX, N° 2. Lima: CEP, 2019.4. https://elcomercio.pe/politica/bambas-comunidad-organizacion-criminal-jose-echave-noticia-6218945. Vizer, E.A. (2003): La trama (in)visible de la vida social: comunicación, sentido y realidad. Buenos Aires: La Crujía.6. Vizer, E. A. La trama (in)visible de la vida social: comunicación, sentido y realidad. Buenos Aires: La Crujía, 2003.7. Eguren, Fernando: “El Paro agrario y el diálogo con el gobierno”, en: http://www.otramirada.pe/el-paro-agrario-y-el-di%C3%A1logo-con-el-
gobierno
13
Entre confianzas y desconfianzasGenealogía de la crisis peruana y retos para otra izquierdaRamón Pajuelo Teves*
El resultado de la transición incompleta que repre-
sentó Paniagua, lo hemos tenido a la vista durante
los sucesivos gobiernos de Toledo, García, Humala,
Kuczynski y ahora Vizcarra: el péndulo entre cam-
bio y continuidad siempre se ha inclinado hacia una
fórmula pragmática, consistente en someterse a las
reglas de juego neoliberales. Las mismas son con-
sideradas seguras, pero sobre todo legítimas. Todo
lo demás, es decir cualquier opción alternativa al
orden neoliberal actual, es visto como un salto al
vacío, un riesgo de retorno al pasado. De allí el es-
pectáculo de la sucesión de gobiernos elegidos con
propuestas de cambio electoral, pero que una vez en
el poder simplemente se acomodan a las circunstan-
cias y a la simple continuidad (fue en cierto modo el
caso de Toledo, pero sobre todo de Humala).
El famoso “piloto automático neoliberal”, no se redu-
ce entonces a una orientación económica, sino más
bien a una visión sobre el modo de organización del
conjunto de la vida social. El gobierno en el Perú
funciona dentro de los límites del modelo y punto.
El régimen de Vizcarra, a pesar de su talante refor-
mista, no es una excepción a esta norma. Se trata, a
pesar de todas las apariencias, de un tipo de régimen
peculiar, sin duda, pero que en el fondo prosigue la
danza de la sucesión de diferentes gobiernos supedi-
tados por entero a la reproducción del poder.
Representación En el plano de la representación, la situación no es
menos asfixiante. Vivimos en una sociedad carente
de institucionalización de la mediación política. La
imposición del actual orden hegemónico supuso,
durante el fujimorismo y con base en las cenizas
dejadas por una guerra interna inmisericorde, el
desmontaje brutal de todo el tejido social y organi-
zativo constituido durante décadas. La dictadura
Durante las últimas semanas, con el planteamien-
to de cuestión de confianza por parte del Ejecutivo,
hemos presenciado un capítulo más de la profunda
crisis de la política que define desde hace buen tiem-
po el funcionamiento del gobierno, la representa-
ción y la protesta social en el país. Una mirada de
la superficie de esta crisis, enfocada en los roles de
los actores e incluso en las carencias de la malla ins-
titucional, resulta insuficiente para comprender su
dimensión, pero sobre todo para mirar de otro modo
las expectativas y posibilidades para una propuesta
de transformación real (es decir, para la reconstruc-
ción de una izquierda con auténtico arraigo social).
Por ello, sin dejar de considerar los aspectos de la
política institucional, es pertinente una visión ge-
nealógica, que brinde luces sobre las raíces y evo-
lución de una crisis que debe ser entendida como
“estructural”. No en el sentido burdo que reduce lo
estructural a lo material, sino en una perspectiva
histórica y que incorpora el horizonte cultural (los
sentidos, expectativas y formas de comprensión) y
social (el tejido social y sus formas de articulación y
expresión política-organizativa).
Poder y gobiernoDesde la última transición democrática, luego del
colapso del fujimorismo a inicios del presente siglo,
todos los gobiernos elegidos se han adecuado a los
límites de funcionamiento y reproducción de una
profunda hegemonía neoliberal, que logró imponer
en el país un nuevo patrón de relaciones entre Esta-
do, sociedad y mercado. Quizá la gran oportunidad
de reorientar el rumbo del país, se perdió con una
breve transición democrática en la cual el régimen
de Paniagua abrazó la esperanza de una reforma
institucional desvinculada del régimen de hegemo-
nía neoliberal (es decir, sin nueva Constitución y sin
nuevo modelo de acumulación y desarrollo).
14
fujimorista fue el vehículo político-institucional
de una profunda reorganización del conjunto de la
vida social, y de la imposición de un nuevo patrón
de poder neoliberal.
Este proceso de transformación del poder, se ali-
mentó de dos factores sumamente gravitantes hasta
la actualidad: la destrucción de las formas de orga-
nización social, y la extensión de un sentido común
neoliberal profundamente enraizado en la vida coti-
diana de la gente. Como resultado de esta transfor-
mación, la situación del Perú no corresponde al de
un sistema político sustentado en formas efectivas
de representación social, donde por tanto los parti-
dos, liderazgos y sobre todo los horizontes ideoló-
gico-programáticos que los sustentan, representan
fuerzas políticas reales. La arena de la contienda
política peruana es más bien gelatinosa y episódica.
No depende de actores plenamente constituidos –no
existe desde hace décadas un sistema de partidos-
sino más bien de sucesivos episodios electorales, en
los cuales se constituyen liderazgos políticos de dis-
tinto calibre, que van y vienen mientras la hegemo-
nía del poder existente permanece.
Sin representación de lo social, la política funciona
como un negocio más, supeditado a los caprichos
de algunos jefes o dueños de partidos y sus redes de
allegados. Los pocos partidos que hay, sumamente
personalizados, muestran el funcionamiento, a du-
ras penas, de algo que muy difícilmente puede ver-
se como un sistema de mediación y representación.
Los actores políticos flotan o simplemente se dejan
llevar por el vaivén de la marea neoliberal, al mar-
gen de cualquier posibilidad de arraigo social efec-
tivo, capaz de expresar fuerzas políticas de cambio
con posibilidades de disputar el orden de cosas vi-
gente en el país.
Protesta socialEn una sociedad completamente desarticulada en
términos organizativos, donde todo gira de mane-
ra vertiginosa en torno a los condicionamientos
de mercado, a duras penas subsisten en la actuali-
dad algunas plataformas organizativas sumamente
débiles, muchas veces controladas por pequeñas
redes o grupos de poder que se aferran a ellas por
razones pragmáticas. Con base en una profunda re-
orientación del sentido común y de las expectativas
en torno al futuro, se ha instalado firmemente una
ética del lucro, el ventajismo y el aprovechamiento
individual. Perú es uno de los países con mayor de-
bilitamiento de la esfera pública, en tanto espacio de
coexistencia democrática de las personas. Lima es
un buen ejemplo de ello: se trata de una megalópolis
prácticamente despojada de espacios públicos. Bajo
las fauces del libre mercado descontrolado, la vida
cotidiana de los limeños transcurre al margen de la
posibilidad de gozar de amplios espacios abiertos, de
servicios públicos de calidad y de verdaderas formas
de comunicación pública.
Pero a pesar de todo, no ha sido completamente des-
alojada la expectativa de cambio y transformación
Foto: Andina
15
entre la gente. Podemos notar esto si pensamos los
sucesivos momentos electorales o en el vaivén de la
protesta social. En términos electorales, de cuando
en cuando aparecen liderazgos que logran encauzar
las ilusiones de cambio y transformación. Toledo
arrastró esas expectativas en un momento, y luego
Humala, pero ambos simplemente terminaron trai-
cionando los votos que los llevaron al poder.
De otro lado, en ausencia de representación social y
política, la protesta social y la movilización de los de
abajo, si bien no han desaparecido, apenas existen de
forma sumamente localizada y fragmentada. Es que
las expectativas de transformación no tienen como
cuajar en una sociedad licuada por décadas de dete-
rioro y avalancha neoliberal. Además, la situación
prevaleciente es más bien contradictoria: los deseos
de cambio coexisten muchas con la complacencia o
apoyo –pasivo o activo- a la vigencia del modelo.
Entre los movimientos de protesta, destaca el que
protagonizan comunidades opuestas a la expansión
minera. Se trata de un sector que expresa una no-
ción crítica sobre los efectos de la industria extrac-
tiva sobre el medio ambiente u otras opciones de
desarrollo, como las de tipo agropecuario. Siendo el
más amplio movimiento de resistencia al modelo, se
trata de un sector desarticulado, donde grupos loca-
les asumen sus luchas en medio de una situación de
extrema soledad y precariedad.
Otras formas de protesta sacuden de cuando en
cuando la escena nacional. Diversos tipos de movili-
zaciones de pobladores, productores y trabajadores,
pero que no han logrado articular plataformas, y so-
bre todo proyectos u horizontes de transformación
de escala nacional. Más allá de lo electoral, enton-
ces, se aprecian diversas modalidades de protesta.
Son pocas, pero son. Y a pesar de su debilidad, resul-
tan muy importantes porque muestran la activación
de descontento basado en lo Eduardo Ballón deno-
mina como “demandas de la vida de la gente”. Se
trata entonces de protestas sociales que movilizan
lo más profundo de las expectativas de cambio, bajo
las condiciones del presente neoliberal en la socie-
dad peruana. Es desde el interior de ellas que puede
encontrarse un sentido alternativo a la vigencia del
orden neoliberal. Entonces, como reza una conocida
canción, podríamos decir: ¿Quién dijo que todo está
perdido?
Entre confianzas y desconfianzas: la crisis últimaDesde una perspectiva centrada en los aspectos
más o menos visibles, epidérmicos de la crisis pe-
ruana, nos hallaríamos ante una suerte de impasse
político-institucional, reflejado en aspectos como la
recurrente tensión entre Ejecutivo y Legislativo. El
problema sería la calidad de los actores: la debilidad
de los partidos, así como la casualidad de acceso al
poder de un mandatario desprovisto de bancada
parlamentaria e incluso de partido propio. Pero más
Foto: La República
16
concretamente, el origen de la crisis estaría en el re-
sultado electoral del 2016: Kuczynski logró derrotar
a duras penas a Keiko Fujimori (por un margen de
apenas 40,000 votos), con el resultado de un Legis-
lativo controlado por el fujimorismo y un Ejecutivo
prácticamente atado de pies y manos.
Lo que sobrevino después en la política peruana, ha-
bría sido una mezcla de azar y mucha sangre en el
ojo de un fujimorismo que se creía ganador legítimo
de las elecciones. Para colmo de males, arreciaron
después el escándalo Odebrecht, las peleas dinásti-
cas entre los hermanos Fujimori y la estrepitosa caí-
da de Kuczynski. La súbita reaparición de Vizcarra,
quien saltó del exilio diplomático en Canadá a ocu-
par el sillón de Pizarro, podría verse como solución
temporal, aunque ciertamente conveniente, hasta
los próximos comicios del 2021 que podrían estabili-
zar el orden de cosas.
Desde una óptica más amplia, cabe sugerir que la
crisis actual de la política peruana no muestra solo
un desfase institucional post electoral. Se trata de
una situación mucho más profunda, que deja en-
trever los límites del propio funcionamiento de la
política y las reglas de juego actuales, en relación a
dos factores de fondo: la inexistencia de represen-
tación política efectiva, así como el reacomodo de
la hegemonía neoliberal vigente desde hace casi tres
décadas en el país.
El 29 de mayo, en un mensaje a la Nación inusual,
rodeado por ministros y gobernadores regionales, el
mandatario Martín Vizcarra anunció al país que el
Ejecutivo presentaría cuestión de confianza frente
al obstruccionismo del Congreso a la reforma polí-
tica y la lucha anticorrupción. Se trató de un nue-
vo cortocircuito de las relaciones entre Ejecutivo y
Legislativo: un momento de choque entre el ánimo
reformista del régimen de Martín Vizcarra y el áni-
mo controlista del fujimorismo y sus aliados en el
Congreso.
Con la presentación de cuestión de confianza me-
diante una carta que parecía mostrar a un Ejecutivo
dispuesto a ir hasta las últimas consecuencias, se
habló bastante respecto a la posibilidad de cierre del
Congreso. No faltaron quienes plantearon que era el
momento propicio para convocar a elecciones gene-
rales o a una Asamblea Constituyente. También se
escucharon voces de alerta respecto a la gravedad
del impasse, en relación a un riesgo autoritario, o
bien al peligro de desmontaje del modelo vigente.
Luego de la sustentación de la cuestión de confianza
por parte del premier Salvador del Solar, el debate
posterior en el Congreso mostró que la votación fi-
nal no reflejaría ideas ni convicciones, sino más bien
el puro cálculo personal y de grupo. En medio de un
ambiente de mutuas hipocresías sobreentendidas,
los dos días destinados al debate mostraron una ver-
dadera parodia congresal. Y es que las cosas, desde
los días previos, no se estaban decidiendo en el he-
miciclo sino más bien tras bambalinas, a través de
conversaciones entre algunas bancadas interesadas
fundamentalmente en mantener sus privilegios (léa-
se ingresos, inmunidad e impunidad). El resultado:
la ironía consistente en la aprobación de la cuestión
de confianza gracias a los votos de los opositores a la
reforma política, mostró el predominio de una clase
política desvergonzadamente entregada a su propia
sobrevivencia.
El único gesto digno de resaltar en medio de la paro-
dia, fue el de las dos bancadas de izquierda –Nuevo
Perú y Frente Amplio-, que votaron en contra de la
aprobación, con el fin de expresar el amplio repudio
ciudadano al Congreso. Pero este gesto bien inten-
cionado volvió a mostrar, a fin de cuentas, a una iz-
quierda política que sigue a la zaga de la iniciativa
política de sus enemigos. Como perdida en la galaxia
insondable de sus ilusiones, la izquierda actual no
ha sido capaz de emprender un auténtico proceso de
reelaboración ideológica y programática, dirigida a
reinventar desde sus cimientos la idea de transfor-
mación social y revolución. Es decir, de comenzar
a dar los primeros pasos para constituir una fuerza
social y política capaz de transformar en serio el sis-
tema neoliberal desde sus cimientos.
Más allá del entrampe del presente
Podemos bautizar este último capítulo de la crisis
política como “cuestión de confianza 2”. Como en un
remake de cine, el resultado ha sido un desenlace ya
antes visto: el incremento de la popularidad presi-
dencial y la permanencia del amplio repudio ciuda-
dano al Congreso. Pero no se asoma ningún cambio
de fondo en la correlación de fuerzas dejado por el
episodio de crisis anterior (cuando Villanueva, el
actual operador de un consenso continuista con el
fujimorismo, encabezó la presentación de cuestión
de confianza).
Más allá de este resultado tragicómico, sazonado
por algunas novedades como el desempeño de Sal-
vador del Solar como premier –quien de ese modo
viene quemando sus opciones de llegar a ser presi-
17
denciable– es necesario ver algunas cuestiones de
fondo que acompañan el desempeño de los distintos
actores. Comencemos a concluir, entonces, con los
actores.
Uno de ellos es lo que podemos denominar como
vizcarrismo. Se trata de un tipo de régimen pecu-
liar altamente personalizado, sin partido, bancada
parlamentaria ni ideario propio, que apenas busca
llegar de cualquier forma al traspaso del 2021. El ac-
tual presidente Vizcarra ocupa el rol estelar en un
gobierno completamente desprovisto de horizonte
propio, más allá de respirar aire de las encuestas y
atizar la bandera anticorrupción con el fin de llegar
con algún respaldo al 2021. Cuando el vizcarrismo
parecía irse a pique, halló justamente un respiro en
el último suceso de crisis y cuestión de confianza.
Pero nada indica que hasta las próximas elecciones
no vuelva a enfrentar el riesgo de desbarrancarse
antes de la meta del 2021.
El otro actor clave es el fujimorismo. Es sin duda la
más nefasta y repugnante presencia en el tinglado
actual de la política peruana. Un auténtico zombie
político que sigue negándose a morir, a pesar de te-
ner a sus principales líderes –Alberto y Keiko Fuji-
mori- presos por delitos que incluyen crímenes de
lesa humanidad y corrupción. La bancarrota social
del fujimorismo, o sea su pérdida de legitimidad y
arrastre entre una base social popular, es el dato
central de una recomposición que en los próximos
años dejará ver su verdadera consistencia. Por aho-
ra, se trata más bien de algo parecido a una mafia
política con varios tentáculos, que opera con im-
punidad merced a su control del Congreso, y con
el único objetivo de salvar la cabeza de su jefatura.
Sin embargo, es posible que esta situación muestre
un cambio en las próximas legislaturas, en tanto re-
aparecerá en escena la fracción dirigida por Kenji
Fujimori.
El resto de actores políticos, todos ellos sumamente
débiles y desarticulados, sobre todo después de los
maremotos que han sacudido en estos años su des-
empeño en el Congreso, espera también la oportuni-
dad de dar el gran salto en las próximas elecciones
generales. Subsistir hasta entonces parece cuestión
de vida o muerte. Pero el escenario, en medio de una
reforma de las reglas de juego electorales que parece
inevitable, a pesar de las maniobras de los oposito-
res a cualquier democratización y mejora de la re-
presentación política, no se pinta tan fácil.
En este contexto, especialmente en el campo de la iz-
quierda, queda planteado el reto de acompañar una
auténtica reinvención ideológico-programática, con
la búsqueda de arraigo social y consolidación orga-
nizativa. Esto es algo distinto a la simple fórmula
–más imaginada que real- de buscar un crecimiento
basado en la articulación de los fragmentos disper-
sos, resultantes de la gran explosión que hizo añicos
a la izquierda del pasado reciente. Un nuevo bloque
social y político alternativo, solo puede nacer de un
verdadero encuentro con aquellas “demandas de la
vida de la gente” (Ballón) que siguen incubando sue-
ños –y luchas- de auténtica transformación social
pos neoliberal. Ello supone una ruptura de múltiples
escalas –desde el discurso a la práctica- capaz de
reencontrar a la izquierda con la idea de democra-
cia, como fuente de nuevas utopías revolucionarias.
Porque en realidad, más allá del chantaje liberal que
busca atarnos a una idea meramente procedi-
mental de democracia, ocurre que la democracia es
una revolución y viceversa. Dicho horizonte plantea
un proceso de crítica desde adentro necesaria en el
campo de la izquierda. Una crítica capaz de de-
nunciar, por ejemplo, las atrocidades autoritarias de
toda dictadura, pero especialmente de aquellas de
izquierda (léase obviamente Venezuela y Nicaragua
actuales) sin olvidar que cargamos, nos guste o no,
una larga lista en el pasado.
Finalmente, cabe conectar este reto con el escena-
rio concreto del Perú. Y es que la crisis presente no
resulta solo de los aspectos político-institucionales
más o menos visibles. Lo que estamos apreciando es
el crujir de la hegemonía neoliberal, en un escenario
aún caracterizado por una profunda crisis de repre-
sentación. El factor que ha desatado, que ha confi-
gurado las condiciones de la actual crisis, se llama
Odebrecht. El tsunami del escándalo Odebrecht ha
desnudado toda la podredumbre de la hegemonía
neoliberal a la peruana y su andamiaje de actores po-
líticos e institucionales. Y está permitiendo que cada
vez sea más visible la necesidad de una salida alter-
nativa de base Constituyente y pos neoliberal. Una
salida consistente por tanto en un auténtico proceso
de transformación que llegue al fondo de los asun-
tos planteados por la propia crisis. Ello supone otra
izquierda y otra idea de cambio y revolución: una
reencontrada de veras con sus primigenios sentidos
de justicia social, igualdad y auténtica democracia.
En suma, claro que otro mundo y otra izquierda, re-
sultan ahora más posibles y necesarios que nunca.
* Investigador del IEP y miembro de Ojo Zurdo.
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¡La tierra para quien la trabaja!Medio siglo dela reforma agraria peruanaComité Editorial Ojo Zurdo
Se cumplen 50 años de la reforma agraria peruana.
Desde su anuncio por parte del gobierno ve-
lasquista, el 24 de junio de 1969, dicha medida fue
objeto de enconados debates. A la reforma agraria se
le acusó de ser el motivo del secular atraso perua-
no. Fue tildada de abusiva, de asalto a la propiedad
privada y de ocasionar el estancamiento de la agri-
cultura nacional. Tal fue, hace cinco décadas, el dis-
curso de los viejos señores de horca y cuchillo que se
regocijaban con la servidumbre y el sufrimiento de
los campesinos de sus haciendas. Y es hoy, en nues-
tros días, el pretexto de quienes impulsan una nueva
acumulación de tierras, bajo el auspicio de un libre
mercado salvaje que buscan aprovechar para volver
al pasado: convertir al campo peruano en el latifun-
dio privado de su propio bolsillo.
La memoria de millones de campesinos peruanos
es otra. Ellos saben que la reforma agraria fue una
medida justa, y que representó a la larga un signi-
ficativo avance hacia una mayor democratización
social en el país. Saben además que no fue ningún
regalo de la dictadura de Velasco, sino que fue arran-
cada merced a las luchas de sus padres y abuelos.
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Un impresionante proceso de tomas de tierras, ini-
ciado desde la década de 1950, mostró a los militares
nacionalistas que la reforma agraria resultaba ina-
plazable en la sociedad peruana. A pesar de ello, al
velasquismo no le resultó fácil dar el paso definitivo
hacia su aplicación, pues hubo quienes hasta el final
se opusieron a la medida, incluso dentro del propio
gobierno.
Así se llegó a la Ley de reforma agraria de hace cin-
cuenta años. Pero lo más difícil vino después. Una
vez decretada, la reforma agraria fue la base de una
profunda transformación de la propiedad agraria.
Las expropiaciones de tierras fueron el mecanismo
para reemplazar el viejo modelo hacendario por un
nuevo modelo cooperativista, que se quiso implan-
tar “desde arriba”. De ese modo, muchas comuni-
dades, así como grupos campesinos formados por
ex siervos y ex arrendatarios, no accedieron direc-
tamente al control de sus tierras, sino que fueron
incorporados por la fuerza a las flamantes coopera-
tivas. En medio de muchos conflictos, fue el propio
campesinado el que después, durante las dos déca-
das siguientes, procedió al desmontaje de las coope-
rativas, recuperando plenamente la tierra y multi-
plicando el número de comunidades campesinas,
como principal forma de organización y propiedad
en el campo.
La reforma agraria no solo produjo una significati-
va transformación de la propiedad de la tierra rural.
También fue el acta de defunción de la clase terrate-
niente tradicional, la cual fue completamente des-
mantelada. Ello fue posible no solo por el sentido de
justicia y reivindicación que animó a un sector del
velasquismo, sino fundamentalmente por las pro-
pias luchas del campesinado.
Hoy por hoy, la reforma agraria sigue siendo el
mayor fantasma de la clase dominante peruana, el
“cuco” traumático que hasta la fecha no han logrado
superar. Resulta escandaloso seguir escuchando las
mentiras de los áulicos del neoliberalismo en torno
a la histórica reforma agraria peruana. Felizmente
sus argumentos se estrellan con la realidad diaria
de millones de personas que siguen reivindicando
dicha medida, pues la reforma agraria les aseguró
para siempre la justicia de trabajar sus propias tie-
rras.
Como hace cincuenta años, siguen escuchándose
los gritos que hicieron posible en el Perú una refor-
ma agraria que ha sido el mayor avance hacia una
nueva sociedad de auténtica justicia, democracia y
libertad para todos: ¡Tierra u muerte! ¡Campesino, el
patrón no comerá más de tu pobreza! ¡La tierra para
quien la trabaja!
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Forsyth y Bruce:personajes y escándalos de la pituquería limeñaComité Editorial Ojo Zurdo
cultural y geográfico- que sustenta la reproducción
de un sistema de poder, dominación y discrimina-
ción de larga data en nuestro país, el cual beneficia
principalmente a la clase alta, sobre todo limeña.
A lo largo de nuestra historia, dicho poder ha sido
sacudido desde sus cimientos en varios momentos,
avanzándose así hacia una mayor democratización
de la sociedad y del Estado. Sin embargo, aún esta-
mos lejos de constituir una sociedad efectivamente
nacional, con una firme noción de igualdad por el
simple hecho de ser peruanos y peruanas.
En las últimas décadas, en medio del vertiginoso ci-
clo neoliberal que aún vivimos, se aceleró el desmo-
ronamiento de algunos aspectos, tales como el racis-
mo. Sin embargo, la ilusión de igualdad es algo que
la primacía del mercado salvaje neoliberal requiere
mantener a flote, a fin de extender los márgenes del
El más grande de los grupos étnicos no contactados
del Perú se refugia cada verano en las lujosas playas
del sur de Lima. Esta descripción no corresponde a
los editores de esta revista, sino más bien al recor-
dado antropólogo Carlos Iván Degregori, quien supo
acompañar la profundidad del análisis cultural con
la creación de imágenes e ideas que le permitían
hacer visible lo más oculto de nuestra vida social:
aquellos aspectos que nos conforman todos los días
como sociedad, con los cuales prácticamente convi-
vimos, pero que a simple vista resultan difíciles de
percibir en su real dimensión. El clasismo, racismo,
homofobia y minusvaloración de lo provinciano,
por ejemplo.
Hace rato que lo mejor de las ciencias sociales pe-
ruanas ha mostrado el cruce de múltiples formas de
desigualdad –étnica, de clase, de género, de origen
Foto: Correo
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consumismo desenfrenado que le favorece. Por ello
la supuesta igualdad en el mercado –expresada en
el protagonismo atribuido a “consumidores” y “em-
prendedores”- se halla tan lejos de una verdadera
democratización ciudadana, social y cultural. Y
como en una película sin fin, que solo culmina para
volver a comenzar, siempre regresan los fantasmas
que pensábamos lejanos. Es lo que acabamos de ver
con los escandalosos casos de George Forsyth y
Carlos Bruce.
El primero, futbolista convertido en político prag-
mático y eficaz en atacar temas sensibles en la
Municipalidad de La Victoria, hizo noticia con su
matrimonio con la actriz Vanessa Terkes en plena
campaña electoral, y luego ha escalado según diver-
sas encuestas al primer plano de las preferencias
políticas en el país, merced a su reorganización del
centro comercial de Gamarra y otras acciones. El
segundo, viejo político ducho de múltiples caras y
camisetas, ex ministro de vivienda y actual congre-
sista, se mantiene como parte del stablishment de
una clase política encaramada en cargos de repre-
sentación sin tener en realidad ningún arraigo so-
cial, ideológico ni partidario real.
Se trata de dos personajes de la política limeña que
de ninguna manera pueden ser contemplados como
simples estampas de la farándula nacional. Por el
contrario, sus roles públicos y sus últimos exabrup-
tos, pintan de cuerpo entero lo más repugnante de la
clase alta que aún continúa manejando las riendas
del país. Son una muestra lamentable de una pitu-
quería limeña que se resiste a morir. Reciclada bajo
el orden neoliberal, sigue viendo el Perú apenas su
chacra privada para aprovechar y manejar a su gus-
to y conveniencia.
Sin embargo, se trata de dos estilos distintos de una
reciclada clase alta limeña bruta y achorada. Fors-
tyh es el pituco revestido de apariencia populache-
ra, con cara de buenachón y de chico emprendedor
no contaminado por la política e ideologías. La de-
nuncia de su aún esposa en su contra por abusos
y maltrato psicológico, sin embargo, desviste las
mascaretas y pinta de cuerpo entero a un persona-
je de carne y hueso completamente distinto. Como
parte del escándalo, pesan ahora también sobre su
padre, el embajador Harold Forsyth una acusación
muy grave que mostraría un inaceptable machismo
y misoginia (al comparar a Terkes con un pollo a la
brasa y relegarla a un rol doméstico secundario). Es
indignante ver que se trata de nada menos que el
ex representante en Perú de la revista socialista Le
Monde Diplomatique.
La imagen de Bruce es otra. Evoca el salto a la po-
lítica neoliberal, completamente desprovista de es-
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crúpulos, de un personaje que parece regodearse de
su tufo aristocrático. Una aristocracia u oligarquía
limeña más imaginada que real, por cierto, además
completamente periférica en un mundo globalizado,
pero sobreviviente de la reforma agraria y la explo-
siva democratización desde abajo ocurrida el Perú
en las últimas décadas. Pero el señor sigue pensán-
dose Rey sin corona. Centro radiante de un virreina-
to que debería ofrecerle palmas. La policía nacional,
en su imaginada superioridad, debería existir para
cuidar sus negocios privados. Y por supuesto, el ser
provinciano y cholo en un país de provincianos y
cholos, sigue siendo para su arcaica contemplación
un estigma de inferioridad.
Con evidente resentimiento por haber sido descarta-
do de un Ministerio que cree suyo, acusado de nada
menos que tráfico de influencias, “techito” Bruce
decidió vengarse con un despecho irrefrenable que
logró sacar a luz que no se trata de un moderniza-
do primo hermano del entrañable Julius de Bryce,
sino más bien de un politiquero pre diluviano y pre
liberal. Su gran revelación fue que Vizcarra había
sido incluido en la lista de “blancos” de PPK por ser
provinciano de un lugar casi insignificante. Léase
entrelíneas, a pesar de sus buenas intenciones, que
en realidad admitieron al ahora presidente por no
limeño y “cholo”, o sea sin la pureza de sangre del
resto de blanquitos ppkausas.
Felizmente el Perú de estos tiempos, aún bajo los
tiempos actuales del carnaval neoliberal, en reali-
dad se halla bastante lejos del sueño de opio de es-
tos personajes. Porque la pituquería limeña que se
siente superior y cree justificada su prepotencia, es
más bien la rara avis de un país que se ha sacudido
realmente de muchas taras. No se ha completado
la eliminación del racismo y ultra centralismo, por
supuesto, pero jamás las cosas volverán a ser como
antes. Una extendida noción democrática de perua-
nidad, a pesar de todos los arcaísmos de algunos per-
sonajes de la clase alta limeña, pugna más bien por
la plena constitución de un proyecto que encumbre
en la política y el gobierno, lo que ha venido ocu-
rriendo históricamente en el terreno de la vida so-
cial: el parto de un Perú nuevo en un mundo nuevo
(Mariátegui), la creación de auténtico país de todas
las sangres (Arguedas).
Ojo Zurdo, revista de política y cultura para el Perú de estos tiempos
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