LOS HABSBURGO EN LEKEITIO. Parte 1 (DEIA)

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10 BIZKAIA Domingo, 24 de julio de 2011 Deia

E L PA S A D O V I Z C A I N O D E L U LT I M O E M P E R A D O R >

El lekeitiarra que pudo reinar

E L sábado 16 de julio, Lekei-tio permanecía ajeno a unacontecimiento que teníalugar a 2.018 kilómetros de

distancia. La república de Austriadespedía con honores a Otto, el últi-mo vástago de la casa de los Habs-burgo, fallecido 12 días antes, el 4 dejulio, a la edad de 98 años. No era unfuneral de Estado, pero tampoco erauna ceremonia cualquiera. Los aus-tríacos no escatimaron en gastospara despedir al que pudo habersido su príncipe y emperador. Alotorgar un valor simbólico al actofúnebre, la república quiso hacer laspaces con la monarquía en aras desu memoria histórica y su tradición.La muerte del archiduque Otto nosolo entierra una dinastía que havivido (y reinado) casi siete siglos enEuropa; también condena al olvidohistorias no tan conocidas que, conesmero, recogieron personajes comoRufo Atxurra (Lekeitio, 1911-2002).Son historias que han pasado deboca en boca, acontecimientos quetienen que ver con nuestra tierra y,en concreto, con los lekeitiarras.

El hotel Zita, situado a orillas delCantábrico, se ha convertido en eltestigo mudo del paso del tiempo.Cada año acoge a centenares devisitantes que se sorprenden alconocer que fue la residencia oficialde la última emperatriz del imperioaustrohúngaro en el exilio, a la quedebe su nombre. “A los turistas leschoca que se puedan alojar en elantiguo usufructo de los Habsbur-go”, explica un responsable delhotel. Es el caso de Carmen Agirre,descendiente de una familia vascaafincada en Caracas y alojada en elhotel estos días. Agirre dice estarencantada por haber descansado enel mismo sitio en el que lo hicieranantes los parientes de Sissi. A otros,como al matrimonio Donald, no lesextraña esta particularidad. “EnInglaterra es normal alojarse enenclaves con un pasado aristocráti-co”, se justifican.

Zita de Borbón-Parma (1892-1989),la madre de Otto, fue la últimaemperatriz y reina consorte de Aus-tria-Hungría (1916-1918) como espo-sa de Carlos I de Austria y IV deHungría (1887-1922). Las fotografíasque cuelgan de las paredes del anti-guo palacete de Uribarren nos invi-tan a viajar a otro siglo. Ilustran loscuentos que los aitxitxas y las amu-mas les contaban a sus nietos acer-

ca de la célebre dinastía austro-húngara, residente durante unadécada en el pueblo costero. Sonestampas en blanco y negro que seasemejan a las imágenes que el cinenos legó de la entrañable familiaTrapp, de Sonrisas y lágrimas. Lamayoría de las instantáneas mues-tran a la emperatriz viuda, bienplantada, vestida de luto riguroso yposando junto a sus ocho hijos consemblante serio. Hay fotos curiosas,como una en la que se aprecia a loshermanos Von Habsburg-Lothrin-gen pedaleando alegremente en susbicicletas de camino a la playa deKarraspio, de Mendexa. Pero en elpalacio reconvertido en hotel pre-dominan los retratos en los que sedistingue al primogénito, Otto, altoy con una cabellera tupida y rizada.

ZITA, UNA LEKEITIARRA MÁS “Enaquellos años, sin internet, no podía-mos acceder a estas imágenes, y, conlo poco que nos contaban en casa,cada uno se montaba su propia pelí-cula en la cabeza”, apostilla ZuriñeAngulo. Su abuela, Josefina, le solíadecir que la emperatriz Zita y sufamilia no tardaron en ganarse elcariño de los lekeitiarras: “Ayudabana los más necesitados, a los que esta-ban faltos de comida y de dinero”.Por eso, Zuriñe, que para nada se

siente monárquica, considera fun-damental que se conozca el papel quedesempeñó “esta gente” y que “elrecuerdo de estos hechos siga vivopara que las generaciones veniderasno olviden ese pasado que les perte-nece”. Juanita Laka, asidua de laterraza del Emperatriz y muchomayor que Zuriñe, es de la mismaopinión: “Aunque haya gente a la queno le interese quiénes fueron, que losepan, que lo sepan”. Juanita hablacon razón y se nota que no miente:con la llegada de la Guerra Civil, supadre y otros hombres fueron encar-celados, primero, y condenados amuerte, después. La emperatriz Zita,agradecida por el trato que siemprele dispensaron en Lekeitio, consiguióque se les conmutaran las penas a“esos pobres hombres”. “Esto”, aña-de Juanita, “no se sabe”.

En los documentos de la época sepuede leer que “la emperatriz ibavestida de negro, como una Virgendolorosa, encerrada en su pena y conun triste rostro”. Había enviudadonada más entrar en la treintena. Susocho hijos, “huérfanos de padre ydesterrados de su hogar, se aseme-jaban a los ángeles de Murillo cuan-do se les escuchaba cantar en la igle-sia de Lekeitio”. Infringían tanta lás-tima que había arrantzales que lesregalaban una porción de lo que pes-

Declarada la república enAustria tras la I GuerraMundial, Zita llegó aLekeitio en 1922 viuda,con escasos recursosy con ocho hijos

◗ El fallecimiento del archiduque Otto, primogénito de los últimos emperadores austrohúngaros, dejaa Lekeitio sin su ‘vecino’ más ilustre ◗Fue hijo de Zita, la emperatriz triste y viuda que da nombre al hotel

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IBON PÉREZ

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