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PATRONES MIGRATORIOS INTERNACIONALES EN AMÉRICA LATINA
Parte I. Introducción
Alfredo E. Lattes y Enrique Oteiza
Este libro trata sobre migraciones internacionales en países de América Latina y contiene
una selección de trabajos, con temas y marcos interpretativos variados, la mayor parte de
los cuales analizan migraciones que tuvieron lugar en las tres últimas décadas del Siglo
XX, en países del Cono Sur y, en particular, la Argentina. En los restantes se examinan
tendencias históricas de la migración internacional y se profundiza sobre algunas
consecuencias generales de estos fenómenos para la región, incluyendo también a Brasil y
Centroamérica, aunque en este último caso se limita el estudio a las décadas recientes. Los
trabajos seleccionados son representativos de los estados de conocimiento hacia fines del
Siglo XX, pero lógicamente sus autores como otros estudiosos han continuado aportando al
campo de los estudios migratorios a la producción e integración de conocimiento nuevo.
Por esta razón y para los lectores que deseen seguir profundizando algunos de los temas
que se tratan en los diversos trabajos del libro, esta introducción incluye algunas
referencias a contribuciones pertinentes publicadas después de la realización del Seminario
de Buenos Aires (del que provienen los textos de este libro).
Para ubicar la temática examinada en este libro es oportuno recordar que hace algo más de
cinco siglos que comenzara el arribo sistemático y creciente de población transoceánica al
continente Americano. En la etapa del descubrimiento, la conquista y la ocupación del
territorio, los inmigrantes llegaron principalmente desde Europa y África, pero a partir de
mediados del Siglo XIX en adelante también vinieron desde Medio Oriente y Asia. El
colonialismo y la profunda transformación del capitalismo europeo produjeron varias
formas de migración internacional, en la primera etapa fue la instalación, permanente o
temporal, de diversos grupos de población europea, inicialmente oriundos en su gran
mayoría de las respectivas metrópolis coloniales; luego, mediante la introducción del
esclavismo, forzaron el traslado de muchos millones de africanos1 y, desde mediados del
1 Appleyard (1988) estima que alrededor de 15 millones de esclavos fueron trasladados a las Américas antes de 1850.
1
Siglo XIX, los esclavos fueron sustituidos por trabajadores contratados mediante el
denominado sistema de peones en transición a regímenes salariales más afines a los del
capitalismo ‘moderno’. En las últimas décadas del Siglo XIX y en las primeras del Siglo
XX el gran fenómeno demográfico en América fue la inmigración que si bien promovida
era seleccionada, y ya en la década de los ’20 se introdujo el sistema de cupos máximos
diferentes de acuerdo al país de proveniencia de los inmigrantes. Durante la crisis
desencadenada en 1929 se mantuvo en América Latina, los EE.UU. y Canadá un cierre de
la inmigración masiva, hasta fines de la Segunda Guerra Mundial.
Dentro de este cuadro general, el conjunto de países que hoy conforman América Latina
fue lugar de destino de muchos millones de inmigrantes que arribaban desde territorios de
ultramar, principalmente desde Europa2. Pero en la actualidad, inicios del Siglo XXI, se
puede decir que aquella larga historia de la inmigración ha concluido. Realmente, desde
hace unas pocas décadas, América Latina dejó de ser una de las grandes regiones de
inmigración en el mundo para transformarse en una gran región de emigración. ¿Qué
sucedió para que se produzca esta notable reversión de la tendencia histórica? Por un lado,
los europeos dejaron de llegar en números significativos a partir de la década 19603 y si
bien inmigrantes de otros orígenes han adquirido cierta relevancia, el fenómeno que emerge
es la creciente emigración de latinoamericanos, cuya cuantía supera con creces a la
inmigración total que recibe la región4. Además, según Villa y Martínez Pizarro (2000) el
rápido crecimiento de la emigración de latinoamericanos conlleva también una progresiva
diversificación de lugares de destino y una creciente heterogeneidad en cuanto a grupos de
emigrantes y estrategias migratorias.
2 Se ha estimado (Lattes y Recchini de Lattes, 1984) que entre principios del siglo XIX y el año 1970 la inmigración neta de América Latina alcanzó la cifra de 13, 8 millones de personas. De ese total, poco más de 10 millones de inmigrantes llegaron desde diversos países europeos, principalmente, desde Italia, España, Portugal y Francia, pero también en medida no insignificante de otros países de Europa e incluso del Medio Oriente.3 En Europa, los países que tradicionalmente habían enviado emigrantes al exterior de este continente (por ejemplo, Italia, España y Portugal) se fueron transformando en sociedades receptoras de inmigrantes. Desde los años 1970 al presente y de manera creciente, los migrantes hacia estos países provienen de África, América Latina y el Caribe, Asia y Medio Oriente (Castles y Miller, 2004) .4 Otras transformaciones importantes experimentadas por la migración internacional en los últimos 30 años, son las siguientes: en sociedades avanzadas, tradicionalmente receptoras de inmigrantes como Australia, Canadá y EEUU, la inmigración continuó creciendo, pero su origen dominante dejó de ser Europa (el que predominara en la historia) para originarse principalmente en Asia y Latinoamérica. También Japón, con su población anciana y sus elevados recursos, empezó a recibir inmigrantes de países de Asia y Sudamérica (Castles y Miller, 2004).
2
a) Breve referencia a conceptos y enfoques teóricos.
Los autores de los diversos trabajos que integran este libro se refieren a migrantes y
migraciones internacionales en diferentes contextos y épocas a partir del Siglo XIX,
utilizando diversos conceptos y enfoques teóricos. Es por esto que nos ha parecido
apropiado incluir en esta presentación algunas referencias a los conceptos y definiciones
que se utilizan en la investigación de esta clase de fenómenos, teniendo en cuenta que los
estudios se refieren a movimientos entre países –estados nación- y que incluyen estudios
sobre flujos y stocks, para los que es imprescindible emplear la información estadística –
incluyendo la censal y directamente migratoria, producida sistemáticamente por los países
respectivos. Ellos son quienes determinan también las políticas migratorias de acuerdo a
categorías de uso prácticamente universal.
De acuerdo con Bilsborrow y otros (1997) cinco son los conceptos básicos utilizados, solos
o de manera combinada, para definir a un inmigrante internacional: ciudadanía, condición
de residencia, tiempo o duración de la estadía, propósito de la estadía y lugar de
nacimiento. Sin embargo, estos conceptos distan mucho de tener una definición clara y
unívoca.
El concepto de ciudadanía, aunque confuso por los casos de doble nacionalidad, posee una
ventaja potencial dado que si la información es recogida en el momento y lugar de entrada,
se comprueba a través de la documentación. Pero en censos y encuestas, que dependen de
la simple declaración el dato obtenido ya no es tan útil para brindar información precisa,
particularmente en los casos en que los migrantes tengan interés en ocultar su nacionalidad
legal. El concepto condición de residencia es el más utilizado, pero a la vez es el peor
definido. Por un lado existen diferencias entre residencia legal y residencia de facto. Por
otro, se utiliza una variedad de criterios en cuanto a la estadía mínima requerida. Además,
surgen dificultades si el tiempo mínimo requerido para determinar la residencia es largo, ya
que en muchos de esos casos sería más relevante el propósito de la estadía de la persona
que la duración de su presencia ininterrumpida en el país. Dado que el concepto de
residencia no equivale a presencia y que como atributo legal está sujeto a más variaciones
que la interpretación de ciudadanía, se considera que es un concepto que genera confusión.
3
El concepto tiempo o duración puede ser usado de formas diversas: como tiempo de
presencia, como tiempo potencial de estadía o residencia, como tiempo legal (en relación al
concepto de residencia legal). Al igual que con ciudadanía y residencia, el tiempo y la
duración de la estadía son temas que no pueden separarse del rol estatal que controla la
migración internacional.
El propósito de la estadía otros de los conceptos usados puede ser interpretado de dos
formas: i) como reflejo de las intenciones subjetivas del inmigrante internacional, y ii)
como la razón para la admisión convalidada por el país de arribo. Estas dos formas son
diferentes aunque exista correlación entre ellas. Finalmente, el lugar de nacimiento es un
criterio relevante y es el más utilizado para identificar inmigrantes y emigrantes
internacionales en censos de población y otras fuentes de datos demográficos. Sin embargo,
no garantiza totalmente que los ciudadanos extranjeros hayan migrado alguna vez debido a
que, en muchos países, la ciudadanía no está garantizada a los hijos de los extranjeros
nacidos en el país. Aun así, es un criterio preferible al de ciudadanía como variable
clasificatoria, ya que el lugar de nacimiento no cambia a lo largo de la vida del individuo
mientras sí puede cambiar la ciudadanía.
Esta breve recorrida de las definiciones utilizadas para definir a un inmigrante o emigrante
internacional debe alcanzar para alertar al lector acerca de la gran influencia que pueden
ejercer los conceptos y otras consideraciones legales en la cuantificación y/o
caracterización de los migrantes internacionales. Por lo tanto, no está de más subrayar que
el grupo de personas que suele ser identificado como “inmigrantes o emigrantes
internacionales” puede variar en su definición-determinación entre los países así como
entre diferentes fuentes de datos de un mismo país y, también, dentro de una misma fuente
a lo largo del tiempo. Aunque lo esencial de la migración es el movimiento o traslado
territorial, es conveniente recordar que el concepto migración implica mucho más que un
simple viaje internacional. Una cierta duración de la estadía o un propósito particular son,
al menos, dos factores que diferencian estas dos clases de movimientos.
Massey y otros (1993) expresaron que la base teórica para comprender las migraciones
internacionales es débil y que no se dispone de una única teoría general sobre ellas. Más de
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una década después no hay cambios importantes en esa situación y las teorías disponibles
continúan siendo parciales, no sólo porque se ocupan sólo de algunas de las numerosas
facetas del fenómeno migratorio, sino también porque alternan entre migraciones de
distinto tipo y distinta escala que a su vez ocurren en contextos históricos muy diversos. Al
mismo tiempo, las teorías disponibles están recortadas por la propia segmentación de las
Ciencias Sociales. Sin embargo, destacan los autores arriba citados, las proposiciones e
hipótesis que se derivan de las distintas perspectivas teóricas no son necesariamente
contradictorias, aunque sí conducen a marcos diferentes para la formulación de políticas.
En este cuadro contemporáneo de las teorías sobre la migración internacional cabe
distinguir dos grandes tipos de modelos. Unos que intentan explicar los determinantes de
los movimientos migratorios y otros, de menor alcance, que sólo tratan de explicar algunos
de los mecanismos responsables de la persistencia de los movimientos, sobre el espacio y a
lo largo del tiempo. Es imposible resumir aquí los diversos modelos teóricos que intentan
explicar las causas de la migración internacional y, en este sentido, remitimos al lector al ya
citado artículo de Massey y otros (1993) para que examine otros detalles de los modelos
que a continuación resumimos, siguiendo siempre a estos autores. Para explicar los
determinantes de la migración internacional se dispone de cinco modelos principales: la
economía neoclásica, en sus versiones macro y micro; el de la nueva economía de la
migración; la teoría del mercado laboral dual y la teoría del sistema mundial en el contexto
variable de la noción de ‘economía mundo’ y su impacto en los cambios observables en el
‘orden internacional’ a lo largo del tiempo.
La explicación que ofrece la macroeconomía neoclásica sobre la migración internacional es
la más conocida en los trabajos realizados a partir de mediados del Siglo XX y es la más
frecuentemente referida en la formulación de las políticas migratorias. En esta teoría, las
diferencias salariales entre los países son la causa principal de la migración de trabajadores,
por lo tanto la eliminación o disminución de estas diferencias sería la manera de reducir la
migración. Los mercados de trabajo –y su expresión en la ‘división internacional del
trabajo’- son entonces el mecanismo principal para inducir los flujos de trabajo, mientras
que otros tipos de mercados no generarían efectos de mayor importancia. De esto se
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deduce, que la forma en que los gobiernos pueden controlar los flujos de migración es
regulando los mercados de trabajo, tanto en los países de origen como de destino. A
propósito de esta teoría y su influencia sobre las políticas de migración internacional cabe
observar críticamente que el capital humano no tiene libre tránsito entre las fronteras –por
lo que vino de los supuestos básicos de los modelos neoliberales, no se sostiene.
Justamente, en relación a esto y mucho antes de la globalización actual, Oteiza (1965)
señalaba que los mercados de trabajo internacionales no son ‘libres’, sino determinados por
las leyes y políticas de los países receptores. Los migrantes no emigran de un país
determinado de manera indeterminada; lo hacen de un país dado a uno o varios otros
definidos de manera limitada y precisa. Así, los flujos migratorios entre países de
emigración y países de inmigración son limitados en su número y direccionalidad, y en casa
etapa histórica configuran patrones migratorios definidos, pero que cambian con el tiempo.
En esta perspectiva teórica serían la estratificación del sistema internacional y las políticas
migratorias selectivas de los países receptores –ubicados en un nivel alto de la
estratificación socio-económica-política del orden internacional- los factores que orientan la
dirección, magnitud y características educativas, familiares, etc.
En el modelo de la microeconomía neoclásica, el proceso migratorio resulta de las
decisiones de los propios individuos que, mediante cálculos de costo-beneficio, esperan un
beneficio neto positivo, usualmente monetario. Así, la migración internacional es
conceptualizada como una forma de inversión en capital humano. Analíticamente se
formula una ecuación del proceso de toma de las decisiones y la concreción de la migración
dependerá de que el resultado de la ecuación sea positivo. De esta manera, las migraciones
internacionales resultan tanto de las diferencias internacionales de salarios como de las tasas
de empleo, cuya relación determina los salarios esperados, a diferencia del modelo macro
neoclásico que asume el pleno empleo. Las características individuales, condiciones
sociales o tecnologías que minimicen los costos de la migración, incrementan los beneficios
netos y por lo tanto aumentan la probabilidad de movimientos internacionales. Por esto los
gobiernos tratan de controlar la migración mediante políticas selectivas que afectan a los
salarios y empleos esperados, sancionan a los empleadores en los países de destino que
incorporan inmigrantes cuyas calificaciones no satisfacen los requisitos ‘cualitativos’ de la
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política inmigratoria vigente y, más en general, aplican medidas que aumentan los costos
psicológicos y materiales de la migración no buscada.
En el enfoque teórico de la nueva economía de la migración, la decisión de migrar no la
toman los individuos sino los hogares, con el fin de minimizar los riesgos de disminución
de sus ingresos colectivos. Los hogares, a diferencia de los individuos, pueden controlar
estos riesgos diversificando las fuentes de sus recursos, tales como el trabajo familiar. De
esta manera, la familia decide si desintegrarse territorialmente o no, si uno o más miembros
de la misma migran al exterior para garantizar ingresos familiares en el caso de situaciones
problemáticas o inciertas, tales como pérdida de la cosecha o disminución significativa de
su precio. También lo hacen para compensar la disminución de ingresos que generaría la
desocupación de algunos de los miembros o con el objetivo de obtener un capital que se
necesita para la adquisición de la tierra y para lo cual no tienen acceso al crédito. Las
proposiciones e hipótesis derivadas de este modelo son diferentes de las que emanan de la
teoría neoclásica. Las familias, hogares u otras unidades de producción y consumo son las
unidades de análisis apropiadas para estudiar la migración en alternativas con frecuencia
excluyentes de la unificación familiar. La diferencia en salarios no es una condición
necesaria para que ocurra la migración internacional, dado que los hogares diversifican sus
riesgos a través de la migración de algunos miembros. La migración internacional y el
empleo o producción local no son mutuamente excluyentes, por el contrario, los hogares
pueden participan en todos. Por su parte, los gobiernos pueden influir sobre las tasas de
migración no sólo a través de políticas sobre los mercados de trabajo sino también a través
de políticas que modelan otros mercados como los del seguro y de capital. Además, las
políticas gubernamentales que consigan mejorar la distribución del ingreso y cambiar así la
privación relativa de algunos hogares, disminuirán los incentivos para migrar.
Los modelos referidos son de decisiones en el nivel micro y difieren entre sí en los
siguientes aspectos: las unidades de decisión (individuo u hogar), la entidad a ser
maximizada o minimizada (ingreso o riesgo), los presupuestos acerca del contexto
económico en que se toma la decisión (mercados perfectos o imperfectos) y la medida en
que la migración es una decisión socialmente contextualizada (si el ingreso se evalúa en
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términos absolutos o relativos a algún grupo de referencia). El modelo de la teoría del
mercado de trabajo dual se distancia de esas interpretaciones y argumenta que la migración
internacional responde a las demandas de trabajo intrínsecas de las sociedades industriales
modernas. Según este enfoque, la permanente demanda de trabajadores inmigrantes es
inherente a la estructura económica de las naciones desarrolladas. A pesar de que la teoría
del mercado de trabajo dual no entra en conflicto con la economía neoclásica, ya que no
niega que los actores toman decisiones racionales, tiene distintas implicancias para las
políticas. Por ejemplo, los gobiernos no podrían influenciar la migración internacional por
medio de políticas que modifiquen los salarios y las tasas de empleo, dado que los
inmigrantes ocupan una demanda de trabajo que está estructuralmente construida en las
economías modernas.
La teoría del sistema mundial relaciona los orígenes de la migración internacional con la
estructura del mercado mundial y no tanto con los mercados de trabajo de economías
nacionales. La penetración de las relaciones económicas capitalistas en sociedades
periféricas, no capitalistas, fue creando una población dispuesta a emigrar. Esta teoría
argumenta que la migración internacional sigue a la organización política y económica de
un mercado global en expansión con sus formas específicas de división internacional del
trabajo. Algunas hipótesis distintivas de la teoría del sistema mundial dicen que como la
migración internacional resulta de la globalización de la economía de mercado, los
gobiernos podrían influir sobre la inmigración mediante la regulación de las inversiones de
las transnacionales y los flujos de bienes de capitales. Sin embargo, estas políticas
difícilmente puedan ser implementadas porque generan disputas en el comercio
internacional. Por otro lado, las intervenciones militares y políticas de los gobiernos
capitalistas para proteger sus inversiones afuera y sostener a gobiernos afines, producen
movimientos de refugiados en otros países que constituyen otra forma de migración
internacional. En síntesis, para la teoría del sistema mundial la migración internacional se
deriva de la estructura y dinámica de la economía global y tiene escasa relación con los
diferenciales de salario o de empleo entre países. El flujo internacional del trabajo sigue al
flujo internacional de bienes y capital pero en la dirección opuesta.
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Entre los modelos del segundo tipo, es decir aquellos que trabajan sobre algunos factores
que ayudan a explicar la persistencia de los movimientos migratorios, uno de los más
utilizados es la teoría de redes que, esencialmente, se refiere al mecanismo comúnmente
denominado “cadena migratoria”. Esta cadena se inicia a partir de la migración de algunas
personas o familias que ya establecidas en el nuevo lugar promueven y apoyan la
migración de familiares o amigos quienes, a su vez, vuelven a ayudar a otros parientes y
amigos. Se postula que si el número de migrantes alcanza un umbral crítico, conformando
colectividades organizadas para brindar los apoyos requeridos, las redes reducen los costos
y riesgos de los movimientos siguientes. En estas relaciones entre migrantes y potenciales
migrantes, la información y las remesas enviadas a los familiares que quedaron en el lugar
de origen juegan un papel importante. También contribuyen, en el mismo sentido, algunas
normas legales de los países de inmigración, por ejemplo, cuando la concesión de visas de
residencia a nuevos inmigrantes se beneficia por el hecho de tener parientes con residencia
legal (reunificación familiar favorecida). En esta interpretación de la migración, los
gobiernos enfrentan grandes dificultades para controlar la migración, dado que el proceso
de formación de las redes queda fuera de su control. El tamaño de los flujos migratorios
tiene poca relación con los diferenciales de salarios y de empleo, y las acciones de los
gobiernos sobre estas variables son progresivamente oscurecidas por la caída de los costos
y riesgos de la migración, derivaciones del crecimiento y consolidación de las redes de
migrantes a lo largo del tiempo.
Con este mismo tipo de preocupaciones teóricas, desde hace varias décadas se aplica a las
migraciones internacionales – y también internas – la denominada teoría de la causación
circular acumulativa que fuera formulada por Gunnar Myrdal (1957). La idea básica es que
cada migración que se produce altera el contexto social, cambia los valores culturales sobre
el fenómeno y con ello tiende a reducir los costos y riesgos de los futuros movimientos. De
esta manera cada nueva migración refuerza la probabilidad de que ocurran nuevos
movimientos. Esta visión de la migración internacional como un proceso social
acumulativo genera una serie de proposiciones que son muy consistentes con las que se
derivan de la teoría de las redes. Así, los cambios sociales, económicos y culturales que se
derivan de la migración internacional en áreas de origen y destino dan a ésta poder para
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resistir el control o regulación, dado que los mecanismos de retroalimentación quedan en
buena parte fuera del alcance de los gobiernos.
Para la llamada teoría institucional, una vez que la migración comienza, aparecen y se
reproducen varios tipos de instituciones privadas y organizaciones voluntarias que
satisfacen la demanda creada por el gran número de personas que intenta entrar en los
países de destino y su relación con el limitado número de visas de inmigrantes que estos
países ofrecen. Así se crea y alimenta un nicho lucrativo en el cual empresarios e
instituciones se dedican a promover movimientos internacionales de personas en su propio
beneficio, generando el “mercado negro” de la migración –componente actual del llamado
‘delito organizado’ constituido por grandes organizaciones delictivas que tienden a
transnacionalizarse. Este mercado desarrolla a su vez condiciones de creciente explotación
y de mal trato de los migrantes, lo cual va generando el aumento de las organizaciones
humanitarias voluntarias dedicadas a defender los derechos y mejorar el tratamiento de los
migrantes legales e indocumentados. El enfoque centra su atención en la construcción
gradual de las instituciones relacionados con la migración legal o ilegal e interpreta que a
medida que estas instituciones se desarrollan, el flujo internacional de migrantes también se
institucionaliza y, en parte, se independiza de los factores que lo causaron originalmente.
En este contexto los gobiernos tienen grandes dificultades para controlar los flujos
migratorios, el impulso de acciones policiales sólo sirve para profundizar el mercado negro
y la aplicación de políticas más estrictas tiende a violar derechos fundamentales sustentados
por muchos países miembros de la ONU, por lo que son resistidas por los grupos
humanitarios.
Las diversas teorías recorridas operan en niveles de análisis que son muy diferentes. A
pesar de que las proposiciones e hipótesis derivadas de cada perspectiva no son
inherentemente contradictorias, conducen a implicaciones muy diferentes para la
formulación de políticas. Es posible que los individuos migren para maximizar sus ingresos
mientras que las familias lo hagan para minimizar riesgos y que el contexto en que ambas
decisiones son tomadas esté afectado por fuerzas que operan en las naciones y/o nivel
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internacional. Sin embargo, las investigaciones que se apoyan en uno u otro modelo son
muy diferentes en cuanto a sus objetivos, enfoques metodológicos y alcance.
b) Estructura de este Volumen.
El contenido de este libro está estructurado de la siguiente manera: luego de la introducción
general, la Parte II examina las tendencias históricas de la migración internacional en
América Latina e incluye cuatro capítulos que, aunque diferentes entre sí, comparten el
enfoque histórico sobre las migraciones internacionales que ocurrieron en la región. En el
primero de ellos, Adela Pellegrino presenta una síntesis histórica de la migración
internacional en la región, sus dimensiones y los principales países de origen y destino. La
autora destaca que desde la colonización hasta el presente, aunque con algunas
discontinuidades, se pueden identificar cuatro grandes etapas migratorias. La última de las
cuatro etapas - la que transcurre en el presente - muestra a la migración internacional
aumentando su importancia numérica y, a la vez, acrecentando su rol como componente de
la creciente “globalización”. Un cuadro de situación que lleva a la autora a expresar que le
resulta muy difícil imaginarse un siglo XXI sin aumentos crecientes de la movilidad y la
migración internacional. Neide Almeida Fiori, en otro trabajo de esta Parte II, comenta y
reseña una particular selección de la historia de los movimientos migratorios ocurridos,
principalmente, entre los territorios de Brasil y de Portugal. Refiere a la inmigración de los
portugueses que llegaron al Brasil, mayoritariamente en el siglo XIX y, por otra parte, los
históricos movimientos de brasileños hacia Portugal, también, la más reciente emigración
de brasileños a otros lugares de destino. La autora incluye en su trabajo las letras de varias
canciones que tratan de la migración y los migrantes y concluye su trabajo reproduciendo
el texto de un cartel portado por jóvenes portugueses en una manifestación de protesta
realizada en Lisboa en el año 2000. El texto, simplemente decía: “El inmigrante es nuestro
hermano extranjero. El capital es el que nos explota a todos”
Otro trabajo de la Parte II se refiere a uno de los sistemas migratorios internacionales más
característicos de América Latina, nos referimos al de los países Centroamericanos. En el
mismo, Alicia Maguid estudia esta subregión en la cual los movimientos internacionales se
han incrementado dramáticamente en las últimas tres décadas del Siglo XX, debido a la
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combinación de crisis económicas con guerras y conflictos políticos y, también, con
desastres naturales. El artículo brinda un panorama claro y bastante completo sobre las
migraciones internacionales sean ellas de tipo intraregional o de emigración hacia México,
Estados Unidos o Canadá, realizados por personas o familias migrantes, desplazados,
refugiados o repatriados. Cabe destacar que la autora realizó una importante recopilación
de datos de diversas fuentes para solucionar las grandes lagunas estadísticas existentes. En
el trabajo se analizan también algunas de las consecuencias sociales y económicas de los
movimientos internacionales, como lo son las crecientes remesas que envían los emigrantes
a sus países de origen. Luego de este trabajo y ubicándose en un terreno que está más allá
de los números, características y tendencias de los fenómenos migratorios, Hebe Clementi
aporta en su artículo una serie de reflexiones profundas y muy sugerentes sobre la
migración internacional en América Latina. Esta autora sugiere a los investigadores en
temas migratorios y, especialmente, de las migraciones internacionales en Latinoamérica
“proporcionar el necesario encuadre para mostrar que la situación actual es hija de siglos de
omisión y olvido”, o sea, subraya la importancia de la perspectiva histórica de larga
duración reteniendo el carácter amplio y disciplinario de la historia –a diferencia de
disciplinas de las ciencias sociales ‘más especializadas’.
Siguiendo con la perspectiva histórica, en el Capítulo 3 se examinan colectividades y
asociaciones de inmigrantes desde un enfoque etnográfico. Vivianne Oteiza, aprovecha el
estudio del periódico de la colectividad francesa rioplatense “Le Courrier de la Plata”
como fuente de información para sus reflexiones sobre un periódico rioplatense que,
aparecido en 1860 y estaba dirigido a las principales colectividades de inmigrantes
provenientes de los países francófonos (Francia, Bélgica y Suiza, en un período en el cual
la prensa de las colectividades extranjeras se expandió velozmente). La metodología
utilizada posibilitó la obtención de información muy valiosa para la comprensión de un
diario particularmente influyente, de este tipo, incidiendo en las relaciones que el mismo
establecía con la colectividad de inmigrantes y creando los vínculos con la Argentina –país
de residencia- y especialmente Francia como país de origen con gran influencia político-
cultural en esta parte de América, en donde era además el segundo inversor después de
Gran Bretaña. Ignacio Irazuzta, mediante el estudio de una institución: Laurak-bac, se
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aproxima a un grupo de inmigrantes vascos que, luego de vivir un tiempo en Buenos Aires,
se reúnen para recordar su alejamiento de la comunidad de origen, es decir, para generar
una memoria colectiva llena de relatos míticos. El grupo “central” de la institución
estudiada está integrado por inmigrantes que mayoritariamente arribaron a la Argentina en
la década de los años 30 y que luego se convirtieron en miembros de esa gran clase media
de la sociedad argentina. La elite dirigente de esta asociación Laurak Bat, consiguió
mantener vivo el recuerdo de un período histórico traumático que, referido por los
protagonistas, se describe con la palabra “mística”. Brenda Pereyra, en el tercer artículo
que completa esta Parte III del libro, analiza también asociaciones de inmigrantes en
Buenos Aires, en este caso de chilenos. La autora nos ilustra sobre la conducta que
predomina en estas asociaciones de inmigrantes es contraria a las ideas de
transnacionalización o globalización, es decir, las asociaciones generan ámbitos en los que
los inmigrantes reafirman lo propio, su tradición y cultura de origen. De esta manera, las
organizaciones de chilenos estudiadas posibilitarían que sus miembros se sientan un poco
más cerca de su país de origen, reivindicando también sus derechos y participación política.
En la Parte IV se analizan características de migrantes y de algunos procesos migratorios
ocurridos en Argentina en décadas recientes, a partir de datos obtenidos por medio de
encuestas. A propósito de las fuentes de datos para el estudio de la migración internacional,
cabe comentar que las mismas pueden ser de distinto tipo y, entre ellas, algunas recogen las
respuestas de los entrevistados sobre los movimientos migratorios que tuvieron lugar en el
pasado. Dentro de este grupo de trabajo sobresalen los análisis de censos y encuestas y,
aunque si bien la utilización de las encuestas es más frecuente, son escasas las experiencias
de encuestas nacionales que permitan la investigación simultánea en áreas de atracción y
expulsión. Estas últimas observaciones provienen del trabajo de Alejandro Giusti y Laura
Calvelo, autores del artículo que adelanta resultados de una encuesta realizada en la
localidad de Pergamino (Provincia de Buenos Aires) a fines del año 1999. El trabajo, entre
otras cosas, ilustra el potencial que poseen las encuestas sobre migraciones internacionales,
que se realicen de manera complementaria al censo y cuyo propósito sea, justamente,
ampliar la información censal. En este caso, la encuesta a una muestra de hogares con
migrantes limítrofes, extraída del marco que proveyó el propio censo, permite obtener
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datos valiosos sobre trayectorias migratorias, circulación de bienes y personas, redes de
intercambio e integración y otros aspectos. El artículo de Giusti y Calvelo brinda, además
de su introducción con un resumen de la teoría, el análisis de varios resultados obtenidos
en la referida encuesta.
Los resultados de otra encuesta similar, en este caso la realizada a la población boliviana
de la aglomeración urbana Neuquén-Centenario-Plottier, permitió a Eduardo Bologna
producir indicios empíricos sobre características de las redes de migrantes. Entre otros
resultados, la referida encuesta muestra que más de las tres cuartas partes de los
inmigrantes bolivianos tenían algún compatriota conocido, generalmente un familiar,
instalado en el lugar de destino al momento de su migración. También permite observar
que el nivel de la desocupación de los miembros de la comunidad boliviana alcanza niveles
sensiblemente inferiores a los de la población local y de ello el autor infiere la importancia
que jugarían las referidas redes al momento de la inserción de los inmigrantes al mercado
de trabajo. En el tercer trabajo de esta Parte IV, María Cristina Cacopardo utilizando
también datos de una encuesta, en este caso de la Encuesta Permanente de Hogares del
Área Metropolitana de Buenos Aires, analiza aspectos familiares y laborales de migrantes
limítrofes, por sexo y los contrasta con los de migrantes internos y los de la población no
migrante. La autora destaca la fuerte segregación ocupacional, tanto de mujeres como de
varones migrantes limítrofes y subraya la creciente segmentación del mercado de trabajo de
esta área metropolitana, en la que las mujeres migrantes llevan la situación más
desventajosa.
La Parte V incluye dos trabajos sobre algunas consecuencias económicas de migraciones
internacionales recientes. Tomás Palau Viladesau recorre varios componentes de los
procesos de emigración y retorno entre Paraguay y Argentina, un tema raramente estudiado.
El autor destaca, entre otros hallazgos, que fueron los migrantes con mayor nivel de
escolaridad quienes experimentaron la mayor insatisfacción con su experiencia migratoria.
Sin embargo, la mayoría de ellos consiguió enviar regularmente remesas a sus familias y
otros lo hicieron durante los primeros años o esporádicamente. Fueron los varones, de
origen urbano, los más proclives a enviar esas remesas con regularidad. Luego, poniendo la
atención en la experiencia y situación de los migrantes que retornaron, se recogen
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expresiones sobre las dificultades que rodean la reinserción, en parte debidas al hecho de no
recibir las ayudas necesarias. En general la situación de los que retornaron es difícil y la
misma se relaciona con los diversos cambios (económicos, políticos, etc.) que ocurrieron en
Paraguay durante la ausencia. Teófilo Altamirano, también presta atención a las
dimensiones y el impacto de las remesas monetarias, en este caso las que efectúan los
emigrantes peruanos desde España. Este autor coloca el tema de las remesas dentro de la
dinámica del intercambio que se produce entre países vinculados por las migraciones o, más
en general, dentro del marco del transnacionalismo. Los impactos de las remesas son
extensamente tratados en la literatura actual y, si bien hay acuerdo general acerca de que las
remesas contribuyen a mejorar el nivel de consumo de muchas familias con emigrantes en
el exterior, se duda sobre su capacidad de generar mayor equidad en las poblaciones de
origen y no contribuyen a la reunificación familiar al emigrar, sino que frecuentemente
ocurre todo lo contrario. Con frecuencia el fenómeno de las remesas está vinculado a
políticas inmigratorias que favorecen el ingreso de una persona activa (hombre o mujer),
pero no de familias.
El capítulo 6 examina la complejidad cultural y algunas formas de integración de
migrantes internacionales a partir de cuatro estudios sobre tres corrientes inmigratorias a la
Argentina. Marta M. Mafia estudia a los inmigrantes que, llegados desde Cabo Verde
residen en 1998 en La Plata, Berisso y Ensenada. Desde que se establecieron en Argentina,
sus redes informales fueron el germen de varios emprendimientos asociativos de esta
colectividad, empezando por la Sociedad de Socorros Mutuos de Avellaneda de 1927 y
luego la de Dock Sud de 1932. Tras el análisis de aspectos particulares de esta corriente, la
autora encuentra que se trata de inmigrantes que adoptan con facilidad las pautas culturales
nacionales y que no crean grupos cerrados. No transmiten la lengua materna, la mayoría de
los casamientos son mixtos, adquieren la nacionalidad argentina y no se registran
intenciones de retorno a Cabo Verde. En general se trata de grupos de inmigrantes con muy
bajo nivel de conflicto y con una movilidad social ascendente. Desde la geografía humana,
que otorga un lugar importante a las distintas realidades culturales, Susana M. Sassone trata
en otro artículo también de la Parte VI a la inmigración boliviana en Argentina, una de las
migraciones fronterizas más importantes del espacio latinoamericano. Una inmigración de
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larga data, que recién adquiere relevancia a partir de los años sesenta, en particular, en el
Área Metropolitana de Buenos Aires. El abordaje de la comunidad boliviana a partir de la
geografía cultural, posibilita la distinción del “paisaje étnico”, el “barrio étnico” y las
“trayectorias migratorias.” Si bien la globalización reactiva la migración internacional, los
migrantes reconstruyen su identidad cultural en los lugares que eligen para habitar. El
mundo posmoderno, que uniforma las técnicas, la vida material y conduce a un mundo de
“no lugares”, encuentra su contrapartida en la reafirmación de las identidades. La autora
destaca que es necesario conocer la lógica profunda de las ideas, las ideologías y las
religiones de los migrantes para indagar cómo modelan y construyen su espacio, territorio y
ambiente. Los inmigrantes de hoy en las ciudades globales tratan de “ajustarse” y/o
“adaptarse” a un orden social que les impone segregación socioespacial y exclusión.
En otro artículo de la Parte VI, Marcela Denis, mediante un análisis de tipo cualitativo,
recorre el proceso de integración de los inmigrantes peruanos en Buenos Aires y concluye
que alrededor del año 2000, el escenario se presentaba propicio para un verdadero “racismo
de crisis”, relacionado con las disputas por la escasez de trabajo y las dificultades para
acceder a los bienes y servicios. En ese contexto de regresión de oportunidades (pre-gran
crisis) el inmigrante reciente pasó a ser culpabilizado por el gobierno de la falta de trabajo,
de la creciente inseguridad, del déficit de vivienda y de las insuficiencias de las escuelas y
hospitales (la creación del estigma del “chivo emisario”, responsable de los males de la
sociedad). El imaginario social los identificaba como “habitantes de las casas tomadas”,
“expendedores de drogas”, etc. y desarrollaba los argumentos para sostener este tipo de
acusaciones no sustentadas por la realidad. También señala esta autora que las mujeres
peruanas, por su mayor nivel educativo respecto de inmigrantes de otros orígenes, lograron
mejor posición en el servicio doméstico. María Inés Pacecca, en otro de los artículos
incluido en la Parte VI, analiza también a la reciente inmigración peruana. Tras una
primera etapa, ocurrida en los años 80, con inmigrantes altamente capacitados,
mayoritariamente estudiantes y profesionales, siguió otra que, manteniendo el perfil de
población joven pero ahora con predominio de mujeres, se inserta en trabajos que están
debajo de su nivel de calificación. Estos inmigrantes llegaron, principalmente, para mejorar
los ingresos de sus familias en Perú, mediante el envío de remesas. A diferencia de los
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antiguos inmigrantes de ultramar, la normativa vigente dejó en claro que estos migrantes no
eran deseados por el país, aunque tampoco se les prohibió el ingreso. En pocas palabras,
“vengan pero no se queden”, “trabajen pero sin derechos laborales.”
La Parte VII considera tanto relaciones entre la migración internacional y la integración de
las naciones, como políticas migratorias generales y específicas en relación a los derechos
de los migrantes. En el primer artículo, Martínez Pizarro destaca que los impulsos hacia la
integración de los países de América Latina y el Caribe ocurridos desde la década 1990, no
significaron la construcción de espacios comunitarios y tampoco acuerdos de soberanía
para establecer reglas a la movilidad internacional de las personas. El sistema Estado-
nación aún resiste, pero debe reconocerse que entre las naciones de la región se han
desarrollado nuevas formas de interdependencia, tales como diversas sociedades
transnacionales de cooperación regional y bilateral. Pero la inclusión de la migración
internacional en estos avances de integración continúa siendo una tema problemático,
borroso y lejano, especialmente, cuando implica la libre circulación de las personas. Pese a
este cuadro de situación, el autor expresa, “nuestras sociedades tienen que darse cuenta de
las potencialidades de una integración profunda que echaría las bases para una movilidad
internacional conducida de manera racional y adecuada…”. Lydio Tomasi, en otro artículo,
expresa que los Estados Unidos han sido siempre ambivalentes frente a las oleadas
migratorias y al impacto que las mismas tienen sobre la sociedad norteamericana. Los
cambios y restricciones de las leyes y políticas de inmigración recientes no modificaron el
modelo de integración de los inmigrantes. En 1965 se abolieron las cuotas por país de
origen que favorecía la inmigración europea, resultando así un cambio importante en el tipo
de inmigración. Pero una cosa es la política de inmigración, básicamente cuantos
inmigrantes y de que tipo se permite ingresar y otra es la política hacia los inmigrantes, es
decir, cuando los inmigrantes ya están dentro de los Estados Unidos. En general, la
integración de los inmigrantes se ha alcanzado por mediación de la sociedad civil: familias,
iglesias, asistencia formal e informal o simplemente por el simple transcurso del tiempo.
Como en los años 90 los inmigrantes legales incluyeron una creciente proporción de
personas pobres y con bajo nivel educativo, el Estado debió intervenir para ayudar a su
integración. Sin embargo, algunos sectores nacionalistas señalaron a ciertos grupos de
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inmigrantes como amenazas al interés nacional, instalando así la preocupación por el rol
que estos grupos étnicos podrían jugar. Dadas la intensidad y escala de los actuales flujos
migratorios y dado el potencial conflicto inherente al surgimiento de sociedades diversas y
multiétnicas en el mundo, las políticas que adopten los Estados sobre la migración
internacional en las próximas dos décadas, serán realmente cruciales.
Para Oteiza y Novick, autores de otro de los artículos de la Parte VII, la cuestión
migratoria, que ha sido el eje de la política de población de Argentina ante el cambio de los
patrones inmigratorios tradicionales –fin de la inmigración europea- exhibió tendencias de
discriminación y racismo crecientes, que afectaron a derechos fundamentales de los
inmigrantes, en particular, aquellos de origen latinoamericano. Hasta los años 1980 se
alternaron gobiernos constitucionales y de facto, y también se alternaron políticas
restrictivas y permisivas. Sin embargo, aunque en Argentina se recuperó la democracia en
1983, se mantuvo vigente la denominada Ley Videla5, que fuera establecida por ese
gobierno militar hasta pasado el Siglo XX. Los autores del trabajo destacan que las
democracias de varios países latinoamericanos (alrededor del año 2000) seguían poniendo
obstáculos a la vigencia plena de los derechos humanos de los migrantes, y así ocurrió en el
caso de Argentina. Por otra parte las varias amnistías que se otorgaron en la segunda mitad
del siglo XX a inmigrantes sin residencia “legal”, denotan la preferencia del Estado por
otorgar esa “residencias permanentes” a los inmigrantes de países vecinos que ya están
establecidos en el país, pero sin reemplazar aún la regresiva ley Videla, heredada de la
última dictadura. De esta manera, la gran mayoría de los inmigrantes limítrofes legalizaron
su situación mediante las referidas amnistías. En su artículo, María Luján Leiva trata sobre
la emigración de profesionales argentinos y las políticas formuladas para su retorno o, al
menos, para establecer vínculos con ellos. La autora centra su trabajo en los diferentes
programas del Estado argentino, desde 1958 hasta mediados de los 90, para recuperar a
científicos y técnicos emigrados, y destaca que mientras la administración del presidente
Alfonsín produjo un moderado retorno de argentinos con educación superior, las políticas
de ajuste de la década de 1990 volvieron a intensificar la emigración de profesionales y
técnicos universitarios. El proceso de extensión del voto a los in - emigrantes es el tema 5 Dicha ley fue derogada en el 2003 y reemplazada por una nueva ley de migraciones que satisface los requisitos de las convenciones de Derechos Humanos de los inmigrantes ratificada por la Argentina.
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que trata Leticia Calderón Chelius. El país analizado es México, uno de los principales
países de emigración del mundo, en particular hacia los Estados Unidos, y el objeto central
de su trabajo son los derechos políticos de los ciudadanos residentes en el exterior. En el
nuevo escenario mundial las migraciones aumentan y el concepto de ciudadanía pierde
fuerza como referente jurídico-político de la nación y en la mayoría de los países
democráticos se debate sobre la plena incorporación política de los extranjeros. El voto
puede mostrar dos caras de la migración, por un lado, indicar la marginalidad política del
inmigrante en el país receptor que no le permite votar y por el otro lado, en los países de
origen (como México, El Salvador, Turquía, etc.) comienzan a prestar atención a la
importancia de sus emigrantes, tanto por sus votos como por sus posibles contribuciones
(remesas) de dinero a las campañas electorales. Las dos dimensiones se relacionan con las
expresiones y las actitudes políticas de los migrantes.
En suma, la migración internacional genera consecuencias positivas y negativas, tanto para
los individuos como para las comunidades de origen y destino. En la última Conferencia de
Población (1995) mucho fue lo que se discutió acerca de la necesidad de encontrar fórmulas
y políticas que ayuden tanto a potenciar los efectos positivos de la migración internacional
como a reducir sus repercusiones negativas (Martine, Hakkert y Guzmán, 2000).
Lamentablemente, la agenda internacional sigue sin prestar la debida atención a estos
complejos procesos. En este contexto, es crucial que los científicos sociales de América
Latina y el Caribe redoblen sus esfuerzos para producir más y mejor conocimiento sobre la
migración internacional, contribuyendo así de manera efectiva al diseño e implementación
de las políticas que pueden transformar a la migración internacional en una herramienta útil
para el desarrollo humano.
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