Post on 16-Jan-2016
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por ANTONIO ANSELMO MARTINO
El problema de los valores, y la valoración, compromete nuestra existencia toda. Conforme a
ciertos valores que consideramos importantes, por la causa que sea: convicción personal,
imposición del grupo, pautas de éxito en nuestra sociedad, finalidades religiosas, etc.,
decidimos el curso de acción de nuestra conducta de una manera y no de otra. Estas
valoraciones pesan en nuestras pequeñas elecciones diarias (comer mucho y satisfacer nuestro
deseo de goce gastronómico, mortificar nuestro apetito en aras de una mas esbelta silueta) y
mucho más, aunque de un modo distinto, en las grandes líneas directrices en las cuales se
mueve nuestra vida (trabajo en algo que no me gusta, consciente de la inutilidad del esfuerzo,
con un individuo repugnante y soberbio pero que paga bien, o dedico la mayor parte de mi
tiempo a actividades que me son más congéniales aunque cobre mucho menos, me tenga que
privar de bienes que los demás poseen, y pase como un "fracasado social"), Este estar tan
comprometidos con las elecciones que realizamos hace que tendamos a justificar cualquier
posición que hubiésemos tomado para tranquilizar nuestra conciencia o que, conscientes de
nuestras contradicciones, vivamos desgarrados entre lo que quisiéramos y lo que logramos
hacer.
Comprendiendo toda la vida del hombre, también el derecho, que es parte de esa vida, tiene
que ver con ellos. Este ha sido un tema recurrente: muchas veces vilipendiada, la posibilidad
de estudiar las actitudes valorativas en campo jurídico ha vuelto a ser una y otra vez centro de
especulaciones. A veces se ha exagerado diciendo que el derecho no es mas que una
adecuación axiológica; otras, que nada que ver el derecho con los valores; aún otras,
dándosele una desmedida importancia a las situaciones jurídicas y a las influencias que éstas
podían tomar dentro de una sociedad determinada, se pensó que, cambiando ciertas pautas
jurídicas, se cambiaba el rumbo de la sociedad y sus metas, sus valores y actitudes éticas.
El tema termina por ser malditamente complicado cuando se advierte que no siempre es
posible decidir racionalmente y se termina por transferir esta dificultad propia del objeto de
estudio (la componente irracional) al nivel de la ciencia que lo estudia, lo cual es contradictorio
en los términos, dado que en Occidente no hay otro sentido de ciencia que ciencia racional.
Una posición racional seria no tiene otra alternativa que tratar de presentar los problemas en
un cierto orden para su mejor comprensión y usando sus mejores armas analíticas aunque
acepte que el objeto no es enteramente racionalizable, siendo consciente de que tal
presentación es un modo de "conformar" el objeto y que a veces el análisis se hace de una
manera tan minuciosa y triturarte que impide la visión totalizadora que permita recomponer
los múltiples fragmentos de una síntesis.
La velocidad de los cambios que la vida social ha provocado de este convulsionado siglo XX
produjo la desorientación, primero, de filósofos y pensadores; luego, de esos testigos sensibles
del acontecer humano que son los artistas (Discepolo planteó con angustia la crisis valorativa
en un tango: "Cambalache") y hoy ha hecho presa de todos nosotros provocando una suerte
de huida mística en algunos, deseo adolescente de "modificarlo todo" en otros, cínica actitud
de indiferencia en los más. Pero a todos nos deja la tremenda responsabilidad de que en estos
temas "nos va la vida" (por lo menos, para los que no se plantean una consecuencia para
después de la vida) y no basta la aparente indiferencia y el pseudoculto escepticismo.
Las páginas que siguen, obviamente no pretenden ser un recetario de soluciones, no
pretenden siquiera abarcar todos los problemas axiológicos, sino en la medida en que
interesan a la ética y en particular al derecho. Pretenden apenas dar un panorama (que
siempre es parcial en los dos sentidos de la expresión: de parte y fragmentario), pretenden
colocarse no en el plano de las soluciones, sino en el de la metateoría de la fundamentación
ética, pero sin renunciar por ello a una posición. Más adelante lo explicaremos: hay una
diferencia entre formular juicios valorativos sistemáticos (sistema o normas de valor), la
ciencia que estudia tales sistemas, y la metaciencia que se plantea el problema de su
justificación. No pretenden total originalidad, sino más bien ser un instrumento pedagógico
para el estudio de tales problemas; pero al mismo tiempo tienen el sentido de responsabilidad
del autor en cuanto a que el modo de plantear un problema ya es una forma de tomar partido
por el mismo, por lo menos el partido de considerarlo importante y dedicarle horas de su vida
en tratarlo.
La axiología. El valor y el valorar
El problema de valorar y preferir es tan antiguo como el hombre. A veces en forma consciente,
a veces en forma inconsciente, nuestra vida puede ser vista como una sucesión de elecciones
que la van condicionando, conformando.
La filosofa occidental se ocupó, desde sus primeros autores, do riertas regiones especiales del
valorar: la belleza, la justicia, el bien, son temas que ocuparon ya a los desde sus primeros
trabajos. Pero el tratamiento sistemático de esta provincia de la filosofía que es la axiologia
puede ubicarse en la mitad del siglo pasado y Ben Alemania. Brentano, Dilthey, Lotze, Max
Scheller, Nicolai Hartman, son nombres que configuran el grupo de filósofos que se ocupó
sistemáticamente del valor y el valorar, y podemos ubicar en el inicio de esta disciplina a la
axiologia. La axiologia puede ser brevemente definida como el estudio sistemático de los va-
lores (y el valorar). Claro que tal definición nos pone en un segundo problema: y consiste en
caracterizar los valores. No daremos una definición de "valor" sino enumeraremos las
propiedades menos controvertidas que se le asignan.
a) CUALIDAD (IRREAL). – Una característica del valor la constituye el no ser un sustantivo, sino
un adjetivo, una cualidad y no un ser independiente. Así hablamos de la belleza de una mujer,
de la elegancia de un cierto andar, de la rectitude de una conducta. Husserl llama a esta falta
de sustantividad "no independencia". Que el valor sea una cualidad parece bastante incontro-
vertible, salvo para algunas teorías objetivistas que han exagerado las notas del valor hasta
sustantivizarlas. En el Vaticano se encuentra una Pieta de Miguel Angel: es un trozo de mármol
de una sola pieza que representa a la Virgen María con el cuerpo de Jesucristo exánime entre
sus brazos. La belleza de sus líneas, la rotundidad (en el sentido de definido y de redondo que
emana de él), la armoniosa cara de la joven Virgen, fueron destrozados a martillazos por un
exaltado. Esta acción atacó mínimamente el mármol que sirve de sustento a la obra bella, a lo
sumo le redujo su tamaño al desprenderle partes; pero atacó seriamente la cualidad de belleza
de la escultura -Es parasitario- (hoy está felizmente restaurada y protegida). El ejemplo sirve
para demostrar que el valor no puede darse sin un sustento material, son cualidades
parasitarias.
Los desacuerdos aparecen cuando se trata de adjetivizar estas cualidades. Para algunas teorías
muy difundidas puede establecerse una clasificación de cualidades. Habría algunas como el
peso y la extensión, que son denominadas "primarias" de los objetos reales porque se dice que
sin ellas el objeto no podría existir; otras, como el color, el sabor, dependientes de cierta
subjetividad, son denominadas cualidades secundarias. Los valores serían una tercera clase de
cualidades que, según Max Scheler, se denominan irreales. Irreales no porque no se den al
mundo, sino porque no agregan ser al objeto. El razonamiento es más o menos el siguiente: No
puede concebirse un objeto real sin peso y sin extensión (cualidades primarias), aunque se dis-
cuta si el sabor o el color están en el objeto o son impresiones subjetivas; tampoco podría
concebirse un objeto sin ellas (cualidades secundarias), mientras que la belleza y la rectitud
pueden estar o no en un objeto sin que ello altere su realidad, su ser. Además, no deben
confundirse los valores con los objetos ideales —relaciones, conceptos, entes matemáticos—;
los valores serían cualidades irreales porque no agregan ser o realidad a los objetos.
El inconveniente de esta tesis es que si no se puede colocar el valor en algún ámbito témporo-
espacial ni tampoco en el sujeto que valora (pues sería subjetivismo) no se entiende muy bien
dónde está. Por otro lado, al distinguir entre cualidades "reales" e "irreales" porque unas
agreguen (y las otras no) "ser" a los objetos, parece que se usa la palabra "ser" de un modo
engañoso, justamente para justificar esta característica del valor que se pretende diferenciar.
A los efectos de este trabajo consideraremos a los valores como cualidades, cualidades
peculiares que tienen las otras características que enumeraremos.
b) POLARIDAD. — Una de las características del valor consiste en que siempre que se predica
un valor puede predicarse un disvalor. Así, de la belleza, la fealdad;
de la utilidad, la inutilidad; de la elegancia, la inelerancia. Personalmente prefiero ver estas
diferencias como un continuo, de tal modo que pueda hablarse de más o menos bello o de
más o menos feo, llegando un momento en el cual la línea de separación sea difícil de trazar.
Esto nos ocurre generalmente frente a la pregunta "¿te gusta?" y a la mostración de algún
objeto. Puede ser que el objeto se nos aparezca como indisvalor dudablemente bello o que por
el contrario nos resulte totalmente repugnante. Pero no es habitual que tales características se
presenten así, sin más. Es mucho más probable que el objeto se nos presenta como apenas
bellos, o más bien feo. Pienso, con todo, que podríamos hacer una larga lista en degradé, en la
cual ubicaríamos ciertos objetos en la cúspide más alta de la belleza y algunos en la negrura de
la fealdad, pero entre ellos una larga, larguísima serie de objetos que unieran ambas
posiciones. Por lo demás hay muchos objetos que nos dejan totalmente indiferentes con
respecto a tal calificación de bello o feo; por ejemplo un litro de nafta.
Si es que nos dejan indiferentes porque no contienen valor o porque no somos capaces de
apreciarlo, es otro problema que trataremos luego. Por ahora baste esta comprobación.
C) JERARQUIZA. — No debe confundirse este degradé, puesto que él se da con referencia a un
solo valor, que aquí postulo, con la característica de jerarquía que se asigna a los valores (o a
las valoraciones). Los valores se nos dan ordenados jerárquicamente de tal modo que
podemos hablar de valores superiores e inferiores. El valor de la justicia, por ejemplo, se nos
aparece como una dignidad y jerarquía mayor que el de la utilidad. Esto no implica en modo
alguno ni que todos deban coincidir con la jerarquización de valores ni que aun una misma
persona que tiene una cierta tabla jerárquica de valores, realice siempre, en caso de opción, el
valora superior en desmedro del inferior. Una de las características de los valores inferiores es
justamente su mayor simplicidad en la realización. Si nos dedicásemos a escribir música,
tendríamos que reconocer que Fuerza de es más difícil lograr una sinfonía bella y armoniosa
que realización una canción popular agradable. La sinfonía es más de un valor extensa, está
destinada a un público más exigente, sus cánones serían más rigidos, etc. Si nos dedicásemos a
-pintar cuadros habría una diferencia entre obtener un cuadro bello y uno simplemente
agradable. Podríamos sostener que la belleza es un valor más alto que la cua de agradar. Pero
al mismo tiempo debe reconocerse que es más fácil de cumplir el requisito de la agradabilidad
que el de la belleza. La posibilidad de realización de un valor superior es menor que el de la
satisfacción de un valor inferior. Esto es una mera constatación y no entraremos a tratar el
tema de si se consideran superiores aquellos valores más difíciles de satisfacer justamente por
ser más difíciles (algo así como la aplicación de la teoría económica de la "rareza" del objeto:
cuanta menor cantidad se halla, más valioso se torna).
Es más sencillo de satisfacer el valor de la "urbanidad" que el del "heroísmo". Muchas veces
grandes ideales se ven prostituidos y desplazados ante la urgencia de apetitos de jerarquía
totalmente inferior; tal "preferencia" no desjerarquiza el valor superior sino, a lo sumo, la
conducta y la actitud de quien lo ha abandonado. Grandes empresas culturales, políticas o reli-
giosas han sucumbido bajo las frases "Tengo una familia que mantener", "No tengo más fuerza
para hacer X", etc.
El determinar cuál es la oscura tabla de valores que mueve nuestras propias acciones o la
posibilidad de reconstruir una tabla mínima como perteneciente a la comunidad en la cual
vivimos es una tarea ineludible de un ser que reivindica la calificación de racional. En modo
alguno hacerlo nos asegura que obremos conforme a ella o que podamos esperar de nuestros
semejantes una conducta determinada acorde con la tabla, pero es un paso que como
hombres y como integrantes de la parte más preocupadamente pensante de la comunidad no
podemos evitar. Tal vez presentar la jerarquización de los valores como una "tabla" le confiere
estaticidad y rigidez a la metáfora.
No se trata, por cierto, del escalonamiento esclerotizado.
Sería más conveniente la siguiente imagen que proporciona Carlos Cossio: reemplazar la idea
de "tabla" por la de "esfera". De este modo el escalonamiento no es lineal ni rígido. Hay en la
esfera diversos puntos: unos más arriba, otros más abajo, y muchos en medio de ambos y a
veces en igual posición de altitud que los demás. Con esta metáfora la imagen de la jerarquía
de valores aparece más rica y variada ; los puntos más altos representan a los valores
superiores, los más bajos y los intermedios a los inferiores, existiendo valores que se
encuentran a la misma altura pero en sitios distintos. Pero la imagen de la esfera no sólo tiene
la ventaja de romper con la escala lineal de ordenación de valores sino que, con un pequeño
esfuerzo imaginativo, puede ganar en dinamismo al hacer mover o desplazar a dicha esfera. De
este modo se puede advertir que al desplazarse la esfera, la posición relativa de los valores
varía desde un punto de vista externo de mira sobre la misma (sea con respecto a una sola
persona, sea con respecto a una entera comunidad) pasando algunos valores a ocupar los
lugares superiores en detrimento de otros que se desplazan a los planos inferiores de la
misma. La velocidad de desplazamiento de la esfera, su dirección, etc., van marcando el
sentido del desplazamiento de las valoraciones en un determinado periodo, en una cierta
comunidad.
Subjetivismo y objetivismo. Absolutismo y relativismo
El gran problema que se va a plantear en torno a los valores es el relativo a si son cualidades
objetivas o subjetivas. Cierto es que ya colocar un meridiano problemático entre subjetivismo
y objetivismo es una forma parcializada (aunque históricamente correcta) de enfocar el tema.
Por ahora ahorraremos nombres de autores famosos y de teorías, y trataremos de presentar la
cuestión de la manera más simple y descarnada.
Sustancialmente los objetivistas sostienen que los valores existen independientemente de un
sujeto o de una conciencia valorativa. Cuando experimento una cierta inclinación, un cierto
agrado, una cierta emoción, esto no es más que un fenómeno de reconocimiento de
"descubrimiento" de un valor que preexiste, o que se da con independencia de mi inclinación,
agrado o emoción.
Para los subjetivistas, en cambio, no hay más que reacciones fisiológicas o psicológicas del
sujeto que valora; por ende, la existencia, sentido y validez del valorar dependen de ellas.
Esta polémica que perdura tiene enormes consecuencias, dado que si los valores son objetivos,
no hay más que estudiar, pensar y trabajar en torno a ellos, para "descubrir" cómo se dan, y
cuál es su grado y posición dentro de la jerarquía valorativa. Toda discrepancia a este respecto
debe consistir en la manera "correcta" de -Percibir estos valores que existen con
independencia de la conciencia valorativa.
Para, los subjetivistas, en cambio, las discusiones sobre la jerarquía de los valores y sobre el
modo de "percibirlo" es estéril, pues ello depende en definitiva de que alguien lo sienta en uno
u otro modo. Basta.
Claro que no siempre las posiciones son tan extremas y marcadas. Es posible desarrollar, y se
han desarrollado de hecho, teorías objetivistas "suaves" y teorías objetivistas más
contemporizadoras, pero por aquí pasa uno de los meridianos del tema axiológico.
Se han elaborado también teorías alternativas (por ejemplo la de raíz lingüística) que
desplazan el centro de gravedad de la polémica desde la consideración del valor y el valorar
(objetivismo y subjetivismo), hacia la consideración del uso de las palabras valorativas y sus
contextos culturales.
Un punto que no debe ser confundido con el anterior es el referido a la existencia de valores
absolutos o relativos. Un absolutista sostendrá que es posible hallar valores que sean
perdurables en el tiempo y que no dependen de ninguna variación ambiental o cultural. Los
relativistas no admiten que haya otro tipo de valoraciones sino aquellas que puedan ser
adscriptas a un tiempo (y tal vez a un espacio) cultural determinado. Los primeros consideran
posible fundar la validez de los valores últimos, los segundos no creen, dada la relatividad, en
la posibilidad de encontrar ninguna justificación a las valoraciones últimas.
Un argumento que se esgrime en favor del subjetivismo axiológico, es más o menos el
siguiente: no tiene mucho sentido hablar del valor de un objeto que no puede ser apreciado
por el hombre, como un cierto color que la vista humana no puede llegar a percibir. Frente a
un ente cualquiera yo tengo sensaciones de aggrado o ,de desagrado, de belleza o de fealdad,
pero de lo único ,que puedo estar seguro es de mis sensaciones, no de fique el valor del objeto
me las motive. Carece de sentido hablar de valores, más bien habría que hablar de
"valoraciones".
Un objetivista responderá que se han equivocado los planteos, pues se está confundiendo el
valorar con el valor. Sería como confundir la música con mi percepción musical; la manzana
que estoy viendo, con mi percepción visual de la manzana. Con una mala comparación : no es
que haya gente alérgica a los cables de alta tensión, sino que éstos al ser tocados provocan
descargas eléctricas. Así, los valores son los productores de nuestras sensaciones de agrado o
desagrado.
El problema del absolutismo y el relativismo está estrechamente vinculado con el anterior
pero no se confunde con él. Sostener que hay valores absolutos significa afirmar que una
acción honesta, por ejemplo, no depende de la circunstancia geográfica o histórica en las
cuales se da. Cumplir con el deber es "bueno", aquí, ahora y siempre y en todo lugar. Hay
acciones que son "malas" independientemente del lugar y del tiempo en el cual se cumplen.
Un relativista respondería que se está haciendo un juego equivocado de planos lingüísticos
para distorsionar hechos comprobables. Una cosa es afirmar que “cumplir con el deber es
bueno" y muy otra es dar un contenido concreto a ese "cumplir con el deber". Sobre la
existencia de acciones malas en sí mismas, no tiene dudas: no existe tal clase de acciones; todo
depende de la época, el lugar y las circunstancias. Siempre se puede encontrar un
contraejemplo de alguna acción considerada "buena" o "mala" con pretensión de absoluta.
Pero el relativismo tiene muchas variantes. Veamos algunas : el relativismo basado en
argumentos de tipo sociológico asevera que no hay dos sociedades que hayan mantenido
exactamente el mismo tipo de valoración con respecto a la totalidad dé sus conductas
relevantes. El relativismo sociológico está apoyado en comprobaciones de hecho como ésta de
no perduración de la igual valoración en dos comunidades y tiene más visos de ciencia social
que de teoría valorativa.
El relativismo ético, basado generalmente en el tipo de comprobación antes apuntado,
concluye que, por ende, no tiene mucho sentido realizar una teoría sobre la justicia, la belleza
o la bondad, dado que se trata de expresiones sujetas a valoraciones cambiantes en el tiempo
y en el espacio. Si en dos sociedades distintas hay dos respuestas éticas a un mismo problema,
ambas son correctas. Se está ya muy cerca de sostener que no tiene directamente sentido
hablar de temas que son dependientes de cada persona y su emotividad, pero esto es ya
subjetivismo y no sólo relativismo ético, y ambos temas deben ser diferenciados, pues no es
necesario que un relativista ético sea un subjetivista ético (como no todo subjetivismo es
emocionismo). Relativo se opone a absoluto, y subjetivo a objetivo.
Existe un relativismo metaético que sostiene la imposibilidad de fundamentar una posición
ética determinada como la única verdadera (o justa o correcta). Nuestra problemática está
más bien relacionada con la últimas teoría, dado que trataremos de plantear la pregunta de la
justificación de las concepciones éticas.
Mezclado con estos problemas, aparece el filón metodologico que se pregunta de qué modo
puede ser aprebendido un valor : Por medio de intuiciones, por medio del conocimiento, por
medio de voliciones, etc. ¿Una cosa es valiosa porque nos agrada o nos agrada porque es
valiosa?
La ética
El tema de los valores abarca un espectro muy amplio que va desde las valoraciones en torno a
la elección de un plato hasta el tema del bien, pasando por toda la gama de las valoraciones
estéticas y las alternativas que ofrecen las distintas posturas políticas. Nos hemos de ocupar
fundamentalmente del tema de los valores éticos.
La palabra "ética" tiene origen griego y estaba referida a las costumbres, específicamente a las
costumbres relativas a la vida virtuosa. Las virtudes éticas son para Aristóteles aquellas que se
desenvuelven en la práctica y que van encaminadas a la consecución de un fin (de algún modo
las contrapone a las virtudes dianoéticas, o sea a las virtudes propiamente intelectuales).
Posteriormente la expresión "ética" fue difundiéndose y entremezclándose con otra palabra,
esta vez romana, relativa a las costumbres: "mores"; de allí "moral". Hoy se vuelve a establecer
una cierta diferencia entre ambas, de modo tal que "ética" tiene un campo más amplio que
comprende la moral propiamente dicha, pero no se agota en ella. Decir que la ética es la disci-
plina de lo bueno y de lo malo supone una enorme simplificación poco recomendable.
Hay por lo menos tres campos en donde la ética »o tiene una significación valorativa precisa
en las últi¬mas elaboraciones: el propiamente moral, el político y
jurldico (Uberto Scarpelli, Deber moral, obligación jurídica y compromiso político; "Revista de
Filosofía", V, XIII, Nº 4, Turín, octubre–diciembre 1972).
No es pacífica ni mucho menos esta forma de caracterizar la ética, pero será útil a los fines de
esta exposición. Como lo aclaramos antes, el tema nos interesa enfocarlo de este modo, para
vincularlo con el mundo jurídico y sus valores.
En los estudios éticos deben tenerse en cuenta no sólo los conceptos de valor específicos
como las ideas del bien y del mal, de lo correcto o lo incorrecto, lo justo y lo injusto; sino
también las nociones de necesidad, deseo, decisión y elección, motivo y finalidad de la acción,
que constituyen el marco dentro del cual tales valoraciones pueden ser realizadas. Piénsese,
por ejemplo, que en determinadas condiciones de necesidad los valores de ciertos objetos
pueden cambiar sustancialmente. En un desierto, para un grupo sediento y famélico, un reflejo
del sol los llena de esperanzas de encontrar agua o comida y cuál no sería su desilusión si
hallasen "sólo" un tesoro de oro y piedras preciosas. También integran el estudio de la ética los
conceptos normativos con sus nociones de derecho Y deber, orden, autorización y prohibición
(Georg Henrik Von Wright, La lógica de la preferencia, traducción de R. J. Vernengo, Eudeba
1967, cap. I).
Doctrina ética. Ciencia ética. Metaciencia ética
A través de las necesidades humanas, de sus deseos, se van formando valoraciones
individuales y colectivas que pueden seer expresadas a través de normas tales como "debes
hacer el bien y evitar el mal", etc.
La formulación de un conjunto de valoraciones relativas al comportamiento del hombre en su
vida social, se estatuye principalmente a través de un sistema de prescripciones o directivas
que constituyen una ética (o, si se prefiere, un sistema moral determinado).
Una doctrina ética es un conjunto sistematizado de proposiciones relativas a la vida moral, que
recomienda, aprueba, una serie de actitudes humanas consideradas valiosas.
Aquí es menester tener en cuenta que la formulación de las reglas y del sistema valorativo se
denomina ética, y que recibe el mismo nombre la ciencia que se ocupa de describir tales
reglas, pero que obviamente una cosa es la doctrina ética (sistema de normas y valoraciones) y
otra la ciencia ética (conjunto de proposiciones descriptivas de la doctrina). Al formular reglas
y valoraciones éticas se hace uso de un tipo de discurso que se denomina prescriptivo, y cuya
principal función consiste en motivar (a sí mismo y a los demás) a cumplir un curso de acción
determinado. Se puede decir que su misión es hacer hacer y si bien suele tener la forma
característica de la oración en modo imperativo, no nos puede atar demasiado tal
consideración formal: muchas veces las prescripciones son dadas en un tipo de discurso que
tiene forma descriptiva. La función característica de la descripción es hacer conocer, y suele
emplearse para ella el modo indicativo.
Insisto en la preeminencia de la función por encima de la forma lingüística, ya que existen
muchos casos de formulaciones en modo indicativo que son verdaderas prescripciones. Por
ejemplo: el lenguaje en el cual están escritos los códigos jurídicos "el que matare será
penado..." o aparentes informaciones como la frase "le comunico que se acaba de sentar sobre
un hormiguero", que obviamente no sirven primordialmente para hacer conocer sino más bien
para guiar la conducta ajena, hacer hacer, a pesar de estar formada por un lenguaje indicativo.
Las reglas o normas éticas no sólo sirven para motivar a obrar de un modo determinado, sino
que también constituyen un esquema general de conducta valiosa que se emplea para
comparar nuestra conducta (y la ajena) a fin de determinar su acuerdo o desacuerdo con el
sistema ético dado.
La ciencia ética se ocupa, con lenguaje prevalentemente descriptivo, de la descripción e
interpretación de las reglas éticas. Se ocupa de discutir, sistematizar, interpretar, etc. un (o
macs) sistema ético.
Nos ocuparemos aquí de los métodos o de los medios por los cuales es posible (o se ha
intentado por lo menos) justificar o fundamentar un sistema ético, entendido como conjunto
sistematizado de prescripciones y valoraciones.
A través de toda la historia del pensamiento filosófico este tema ha sido abordado con variada
suerte y trataremos de traer sucintamente alguna de las respuestas que se han formulado para
que sirvan de muestra a nuestras propias conclusiones.
Justificación de los sistemas éticos
Para efectuar la clasificación de las teorías justificadoras de los sistemas éticos nos hemos de
servir de una distinción que tiene más de doscientos años y se ha convertido en un clásico de
los estudios éticos. La distinción y la relación entre las proposiciones directivas que se refieren
a la prescripción de comportamientos considerados valiosos y las proposiciones descriptivas,
relativas al conocimiento de hechos. Es lo que se denomina en la literatura angloamericana la
is-ought question.
Declara David Hume en su Tratado de la naturaleza humana, libro III, primera parte, sección
primera: "Los moralisas suelen pasar sorprendentemente con un salto imperceptible, pero
cargado de graves consecuencias, de afirmaciones concernientes a la existencia de Dios o a los
hechos de los hombres, formulados con la usual cópula del verbo ser, a conclusiones que
resultan en cambio formuladas con el verbo deber (o deber ser). El deber expresa una relación
nueva, del todo diferente de aquella expresada por medio del ser. De este pasaje es necesario,
dar cuenta: es necesario explicar aquello que parece incomprensible, inconcebible, cómo de
una cierta relación se puede deducir otra completamente diferente, tal explicación
generalmente es omitida. Vistos a la luz de esta simple observación se derrumban los más
conocidos sistemas éticos, y aparece claro que la distinción entre el vicio y la virtud no se
funda sólo sobre relaciones objetivas y no puede ser percibida por la razón."
Cualquiera sea el juicio que este pasaje de Hume pueda merecernos en el contexto de su
obra, dado que realiza en la misma ese tipo de deducciones éticas (del "deber ser") de
premisas actuales, observaciones sobre lo que acontece ("ser"), no caben dudas que su in-
fluencia ha puesto de manifiesto la duda que se plantea en torno a la legitimidad del pasaje
razonado entre uno y otro tipo de discurso ; si el conocimiento de aquello que es, constituye
una base seria y suficiente para la decisión de aquello que debe ser, si las valoraciones y
normas éticas, en el campo moral, el derecho y la política, puedan ser derivadas como
conclusiones de una investigación empírica.
Así, un problema lógico sobre cuya dimensión y resultado se debe continuar pensando, ha
influenciado la discusión de los máximos problemas éticos, habiéndose dividido los autores
entre aquellos que reconocen y aquellos que no acatan para las normas del "deber ser" la
jurisdicción del tribunal formado por los juicios relativos al ser constituyentes del conocimiento
intersubjetivo (u objetivo) obtenido por observación. Para los que desconocen la jurisdicción
de tal tribunal no es posible derivar normas éticas no tautológicas de enunciados descriptivos
de hechos y como para cada tesis lógica su violación importa una suerte de sanción, la
inobservancia de esta imposibilidad de derivar normas del "deber ser" de enunciados del "ser"
—afirman— constituye un sofisma al cual se lo ha bautizado con el nombre de "falacia
naturalista". A los que rechazan la distinción y sostienen la posibilidad de deducir normas y
principios éticos de observaciones sobre hechos, se los llama "cognitivitas" (o cognoscitivitas),
a los que mantienen la imposibilidad del salto lógico entre "ser" y “deber ser" se los llama "no
cognitivitas" (o no cognoscitivitas).
Para muchos autores, entre el "ser" y el "deber ser" existe un salto, un hiato lógico que torna
inadecuado, incorrecto, obtener conclusiones descriptivas de premisas directivas y, lo que es
más importante aún, obtener conclusiones directivas de premisas descriptivas.
Esta división, este salto, se lo concibe con variada intensidad; para algunos es una verdadera
distinción ontológica entre dos universos, dos mundos: del ser y del deber ser, paralelos e
incomunicados; para otros, se trata sólo de dos diferentes modos de usar el lenguaje. Para la
mayor parte de quienes aceptan la distinción entre proposiciones descriptivas y directivas, sólo
las primeras son susceptibles de ser calificadas como verdaderas o falsas, no así las segundas, a
las cuales solo es cabría la calificación de válidas o inválidas, justificadas o no, justas o no.
Una orden, una norma pertenecen al lenguaje prescriptivo, una proposición descriptiva se
refiere a un estado de cosas (presente, futura, pasada, imaginada, etcétera).
Una orden se formula generalmente en modo indicativo, como por ejemplo: "Tome ese
jabón", "Deje de molestar".
Una norma, por lo general, es introducida en un discurso a través de la expresión "deber", así:
"Debes evitar el mal y hacer el bien, para ser recompensado".
Mientras que la descripción de un estado de cosas se hace con el uso del modo indicativo y a
través del empleo del verbo "ser", por ejemplo : "La naranja es esférica".
No constituye un impedimento a esa observación sobre el uso típico de los verbos "ser" y
"deber" el problema que, de hecho, se encuentren formulaciones de órdenes o de normas en
modo indicativo y con el empleo del verbo "ser", por ejemplo: "Si se evita el mal y se hace el
bien, se obtendrá una recompensa espiritual", puesto que hemos afirmado antes que debe
primar la función sobre la expresión lingüística, y la última frase tiene por función recomendar
hacer el bien y evitar el mal, y por lo tanto siempre puede ser traducida en una expresión que
contenga el verbo "deber". Así puede decirse que la frase antes dicha puede ser reformulada
como sigue: "Debes evitar el mal y hacer el bien para ser recompensado espiritualmente" o
"Debes evitar el mal y hacer el bien y obtendrás una recompensa espiritual".
La valoración, lo vimos antes, arranca al hombre de su indiferencia, lo hace tomar posiciones
tanto en temas triviales como en la elección de una corbata, cuanto en líneas que van a
determinar y condicionar toda su vida, como una conducta política. Si alguien actúa conforme
a una escala de valores o dentro de una cierta perspectiva ética, llegará un momento en el cual
deberá plantearse cómo puede justificar, ante sí y ante los demás, tales elecciones.
Es factible que si alguien se interroga sobre la fundamentación de una determinada conducta
ética logre sustentarla en una norma ética que dé razón de ser a su accionar. Esta norma o
directiva encontrará, a su vez, fundamentación en alguna otra directiva de grado superior a la
primera, pero cuando llegue en
Larse a las directivas últimas que sirven de sostén a las demás del sistema ético adoptado, será
aún válida, vigente y acuciante la pregunta sobre la posibilidad de demostrar objetivamente la
verdad o falsedad de los principios éticos fundantes y, para el supuesto de contestar
afirmativamente a dicha pregunta, la determinación de un método idóneo a tal fin.
Un modo de encarar este tema consiste en agrupar, a los autores que se han ocupado de él, en
clases o categorías que faciliten la exposición, debiéndose tener en cuenta lo arbitrario de toda
clasificación y la mutilación que supone muchas veces, para el pensamiento de un autor,
encasillarlo en tal o cual sector que uno previamente ha delineado. Esto constituirá un
estímulo para que ante una lectura directa de los textos citados el lector pueda sacar por sí
mismo las conclusiones que no tienen por qué coincidir necesariamente con las aquí
expresadas.
El formar una actitud crítica me parece uno de los móviles fundamentales de la enseñanza
superior. Por cierto que la actitud crítica debe adoptarse a partir de un mínimo de información
y es a ella que tiende la formulación que sigue.
La mención de corrientes y autores no es (ni puede, a mi entender) ser dogmática y taxativa;
sirve sólo como estímulo y punto de partida para la propia reflexión. No es necesario que un
autor se hubiere formulado directamente la pregunta sobre el modo de fundar una doctrina
ética para que podamos tomarlo en consideración: cuando se realiza una tarea como la que
estamos por emprender (aunque esquemática y breve), lo que importa es la posibilidad de
obtener datos que sirvan hoy de las experiencias y reflexiones del pasado. La ciencia es una
tarea social y si bien no hay inconvenientes en que alguien "descubra" —luego de mucho
elucubrar— el paraguas, existe sí una pérdida de tiempo y energía que ello supone, en un
mundo en el cual el tiempo y las energías deben ser empeñadas todas en poder dar respuesta
a los interrogantes que nos carcomen y de los cuales dependerá que nuestra existencia tenga
sentido (no importa por ahora cuál) o simplemente "transcurra".
Desde el punto de vista metaético dividiremos las teorías que se han planteado el problema
de la justificación de los principios básicos de una ética y el modo para obtenerlo, en teorías
cognitivas (o cognoscitivas) en materia valorativa y teorías no cognitivas (o no cognoscitivas).
Esta será considerada la división más grande o rectora, advirtiéndose luego subdivisiones
dentro de cada una de ellas.
El desacuerdo entre cognitivitas y no cognitivitas no comprende todas las aserciones
valorativas y éticas. Es conveniente, a este respecto, tratar de precisar cuáles son los asertos
sobre los cuales no hay acuerdo, y cuáles quedan fuera del desacuerda.
Los principios éticos derivados
La posición general de un filósofo de la ética se puede reconstruir en un sistema ético. Este
consistirá normalmente en un pequeño número de principios fundamentales que sirven como
los axiomas de un sistema deductivo, esto es, que no se derivan de otros principios y sirven
para fundamentar las derivaciones dentro de dicho sistema. Por medio de derivaciones lógicas
se logran otros (muchos) principios y normas éticas que son válidas en tanto y en cuanto hayan
sido correctamente deducidos de los fundamentales.
Las similitudes con un sistema deductivo, como por ejemplo el de la geometría de Euclide, u
otros más refinados, como los sistemas deductivos lógicos modernos, debe ser manejada con
extremo cuidado porque en un sistema lógico, por ejemplo, carece de importancia el
contenido de los axiomas primeros, mientras que todo el peso de su validez se coloca sobre la
corrección de la derivación: en un sistema ético es de suma importancia el contenido de los
principios primeros. Por lo demás, en un sistema deductivo riguroso las reglas de derivación
son específicamente aplicadas, mientras que en un sistema ético tales reglas constituyen
vagamente lo que se entiende por "derivación lógica" o consecuencia lógica, sin explicitar las
reglas. Otra diferencia importante radica en que en un sistema deductivo formal, todos los
términos son introducidos mediante específicas definiciones (salvo los primitivos). No así en un
sistema ético. Además, en un sistema formal generalmente se trabaja con enunciados
compuestos (no sólo de términos normativos, sino también de aserciones actuales).
Esta diferencia entre sistemas éticos y sistemas deductivos formales por cierto no ha impedido
que se realizaran en los últimos años importantes trabajos en temas de lógica de normas o
lógica deóntica. Pero estos trabajos se refieren a la clasificación y rigurosidad de las
derivaciones dentro de los sistemas normativos (moral, religión, derecho) con exclusión de
contenido. (Véase al respecto Henrik von Aright, Norma y acción, Lógica de la preferencia;
Kalinowski, Introducción a la lógica de las normas; Neri Castañeda, Un sistema de lógica
deóntica; Alchourrón y Bulygin, Normativa systems, etc.)
En este punto vale la pena recordar una distinción que en materia de fundamentación de
sistemas normativos hiciera clásica Ke1sen: los sistemas morales tienen, en cuanto a la forma
de validación de sus normas, preeminencia en el contenido. De una norma superior como
"Debes hacer el bien y evitar el mal" es posible deducir, y por lo tanto fundar la validez de otra
norma (que aparece, por ende, como inferior a la primera), tal como "Debes proveer a la salud
de tus padres", siempre que haya consenso en considerar el cuidado de la salud de los padres
como hacer el bien. En materia de sistemas jurídicos el planteo por lo general es más formal;
no se desecha la correlación que debe tener la norma inferior con referencia al contenido de la
norma superior, pero los sistemas jurídicos validan sus normas, más que por el contenido, por
la determinación de los órganos encargados (facultados por el sistema) para crearlas y los
procedimientos que tales órganos deben seguir en la creación de las mismas.
A los primeros sistemas normativos, los que tienen en cuenta fundamentalmente el contenido
de las normas a los fines de la fundamentación que se realiza a través de un procedimiento
lógico denominado derivación o inclusión (si es que va de la superior a la inferior, o viceversa),
Ke1sen los denomina sistemas estáticos materiales. Estáticos, pues no hay órganos direc-
tamente encargados de crear las normas y, por ende, todas las normas están contenidas en el
sistema ab initio; materiales, pues apoyan la validez de las normas inferiores en la conformidad
con el contenido de las normas superiores.
A los segundos sistemas, como los jurídicos, por ejemplo, donde la validez de una norma
inferior radica en el haber sido creado por el órgano designado en una norma superior, con
arreglo a un procedimiento y a un contenido también previsto en una norma superior, Kelsen
los denomina sistemas dinámicos formales. Dinámicos, pues cambian permanentemente sus
contenidos en tanto y en cuanto sus normas designan una enorme cantidad de órganos
destinados a crear nuevas normas, formales, pues el mayor peso de la validación está en el
aspecto procesal de la creación más que en el contenido mismo de las normas.
Los cognoseitivistas y los no cognoseitivistas (salvo casos extremos) admiten que una vez
determinado un grupo de principios éticos fundamentales sea posible derivar de ellos juicios
éticos o de valor que obtienen su validez justamente por ser derivados correctamente de los
primeros.
Si alguien enuncia la conveniencia de propiciar la igualdad entre sexos en materia de
retribución salarial, se ve obligado a sostener que es bueno que las mujeres secretarias ganen
lo mismo que los hombres secretarios, y que es malo que las mujeres secretarias ganen menos
que los hombres secretarios, pues este último es un juicio de valor derivado del primero.
Los juicios de racionalidad, o de adecuación del medio
Un tema parecido al anterior es el relativo a los juicios de racionalidad que determina si la
elección de una línea de conducta es adecuada para la consecución de un determinado fin
ético. Para arribar a un estado de cosas determinado (que se considera valioso) es necesario
basarse en informaciones; de allí que los problemas de racionalidad deben ser resueltos
generalmente en base a consideraciones empíricas y lógicas, prescindiendo de consideraciones
morales. Otro problema, que será tratado luego, es el relativo a la justificación de un medio
desvalioso para la consecución de un fin valioso.
Si un determinado curso de acción es un medio eficaz para alcanzar un fin, ello constituye una
buena prueba de su racionalidad.
Estos juicios, llamados también de valor instrumental, indicadores de que un medio es idóneo
para obtener un cierto fin, son generalmente aserciones empíricas, y en torno a ellas no
existen mayores desacuerdos entre cognoseitivistas y no cognoseitivistas.
Si alguien afirmara y probara que la adopción de una política de aumento en el precio de las
armas es sumamente eficaz para que sólo las compren los mayores de edad, y que los mayores
de edad emplean esas armas sólo con fines deportivos, y que es conveniente que las armas se
empleen con fines deportivos, y no como medio de ejercer la violencia sobre los demás; las
dos primeras afirmaciones serían juicios de racionalidad susceptibles de ser comprobados por
medio de investigaciones empíricas mientras que el último es un juicio ético derivado de la
norma ética según la cual es valioso (u obligatorio) abstenerse de ejercer violencia sobre los
demás.
En materia de fines se plantea el problema del utopismo (fines prácticamente inalcanzables ) y
del irracionalismo (sostener contemporáneamente varios fines contradictorios entre sí). Pero
estos problemas son relativos a los fines a alcanzar, justificativos, a su vez, de otros valores o
normas valorativas y no a los juicios de racionalidad entendidos como métodos adecuados
para alcanzar aquéllos. Lo que debe tenerse muy presente en estos juicios es la idoneidad del
medio para obtener el fin perseguido. Los juicios de racionalidad pueden ser empleados en
ambas corrientes (cognoscitiva y no cognoscitiva), sirven sólo para determinar si el medio
usado o propuesto es eficaz para obtener el valor perseguido.
Si se quiere obtener hombres con sentido de la valentía, ¿es adecuado educarlos por medio
de la práctica de deportes rudos como el rugby? Se trata d euna comprobación empírica al
determinar si es adecuado o no, y tal comprobación permitirá afirmar si el juicio es verdadero
o falso. Aquí ambas posiciones no tienen mayores puntos de fricción.
Los principios éticos fundamentales
Cognoscitivitas y no cognoscitivitas concuerdan en línea de principio con referencia a los
juicios racionales en general, y a los juicios de valor extrínsecos, como susceptibles de ser
comprobados por alguna suerte de verificación empírica. Además coinciden en que los juicios
éticos derivados pueden ser demostrados como válidos dentro de un sistema ético por haber
sido correctamente deducidos de los principios fundamentales.
Existe además otra coincidencia en términos generales y es relativa a que estos últimos (los
principios éticos fundamentales) no pueden ser validados dentro del mismo sistema.
La verdadera controversia reside en que los cognoscitivisitas piensan que es posible demostrar
la verdad o falsedad de los principios éticos fundamentales por medio de consideraciones que
se colocan fuera del sistema, mientras que los no cognocitivistas niegan que tal demostración
sea posible.
Volvamos a nuestro ejemplo de la igualdad de salarios para ambos sexos mientras ejerciten la
misma tarea. Es posible que dos personas concuerden en los métodos adecuados para que se
logre que coincidan las consecuencias que ello implica, pero que no coincidan por ejemplo
sobre el valor intrínseco que tal norma establece, sea por considerarlo un principio ético fun-
damental, sea por no coincidir sobre los principios fundamentales éticos en los cuales la norma
se apoyaría. Si son dos cognoseitivistas en materia metaética, uno y otro tratarán de probar lo
valioso de su elección en base a la prueba de la verdad del principio ético fundamental del cual
derivan su postura, y a la falsedad del principio fundamental del cual deriva la postura de su
antagonista. Las consideraciones en torno a la verdad o falsedad de los principios
fundamentales serán siempre externas a los sistemas valorativos fundantes de su actitud, pero
pensarán que es posible conocerlas y probarlas.
Si, por el contrario, son dos no cognoseitivistas, deberán admitir que no hay manera de probar
la verdad o falsedad de los principios éticos fundantes (lo cual no implica necesariamente que
no tengan buenas razones para seguir manteniéndolos). Mientras que si la controversia es
entre un cognoseitivista y un no cognoseitivistas, el primero insistirá en probar la verdad de
sus principios fundantes, y el no cognoscitivista la inutilidad de tal cuestión.
La gran división, como se ha dado en llamar al salto lógico entre el ser y el deber ser, coloca a
los cognoscitivistas en un bando donde se afirma la posibilidad de conocer y por lo tanto
justificar como verdaderos o falsos los principios fundamentales de un sistema ético (o los
enunciados descriptivos en los cuales éstos se basan); en el otro bando, los no cognoseitivistas
mantienen la distinción lógica (por lo menos) entre ser y deber ser y, consecuentemente,
aducen que de ninguna comprobación de hechos es posible derivar normas o prescripciones y
dado que éstas no son susceptibles de calificación en verdaderas o falsas, carece de sentido
buscar la fundamentación de un sistema de ética a la manera de los cognoseitivistas.
El cognoscitivismo valorativo
La teoría metaética de cognitivismo (o cognosci-tivismo) valorativo sostiene que los juicios
valorativos y morales son proposiciones que hacen referencia a estados de Rosas objetivos y
que por lo tanto son conoscibles (de alli "cognoscitivista").
Ser cognoscitivista valorativo implica no sólo afir que los juicios éticos son proposiciones
relativas a estados de cosas objetivos, sino también que es posible conocer tales estados de
cosas, justificando de ese modo los juicios valorativos.
Por la forma de justificar tales juicios valorativos, o si se quiere por el modo de llegar a
aprehender los valores objetivos en los cuales se fundan, la corriente cognitivista se divide a su
vez en naturalistas e intuicionistas.
El naturalismo
Los naturalistas sostienen la posibilidad de demostrar que ciertos principios morales son
verdaderos porque coinciden con "la naturaleza" o "lo natural", reduciéndose para algunos a
una suerte de generalización descriptiva verdadera. Para muchos autores naturalistas los
juicios éticos derivan de aserciones empíricas o tecnológicas.
Para una corriente más sofisticada dentro del naturalismo, lo que puede hacerse con ciertos
términos valorativo es definirlos sobre la base de expresiones no valorativas; por ejemplo,
"bueno" puede ser definido como "aquello que me procura goce". Así las cosas, para saber si
algo es "bueno" basta con determinar Así en su presencia se produce el estado de "goce", si es
así, entonces es bueno.
La corriente naturalista, a su vez, puede subdividirse (como de algún modo ya se ha insinuado)
en naturalistas que justifican la objetividad de los juicios éticos en generalizaciones empíricas,
en generalizaciones teleológicas o en definiciones descriptivas de términos valorativos.
a) Naturalistas que justifican la objetividad de los juicios éticos en generalizaciones empíricas
Este tipo de corriente se la puede ubicar históricamente a partir de la segunda parte del siglo
basado; se encuentra muy influenciada por los éxitos de las ciencias naturales y trata de
exportar a la ética el método científico, entendiendo por tal el desarrollado en aquellas
ciencias basado en la observación empírica.
Herbert Spencer, en sus Datos de ética (Londres, 1879, prefacio), afirma: "Mi fin último, que
está más allá de todos los fines inmediatos, ha sido aquel de encontrar una base científica para
los principios de lo justo y de la injusto, en cuanto se refiere al comportamiento general".
Spencer consideraba que de la teoría evolucionista debían deducirse las normas de la conducta
ética.
La evolución puede explicar y prever todos los fenómenos observables, desde los físicos hasta
los éticos, pasando por la biología y la psicología. Todos los seres, sean plantas, animales,
individuos o la sociedad, están empeñados en una lucha competitiva por la sobrevivencia. La
evolución y la adaptación al medio permite a los más fuertes sobrevivir; los que no se adaptan,
sucumben.
Por esta lucha la raza humana está destinada no sólo a perfeccionarse física y psíquicamente,
sino que también intelectual y moralmente. "El progreso no es un accidente, no es algo que
cae bajo el dominio humano, sino una benéfica necesidad" (Los primeros principios, Londres,
1862, XXII, 176).
En materia de ética política y jurídica la teoría de Spencer lleva a un laissez faire, mediante el
cual sólo deben sobrevivir los mejores dotados para el tipo de sociedad que se va presentando.
Así, de un juicio empírico de comprobación, de ciertos datos de la evolución social, él extrae un
juicio ético relativo a cuál debe ser el camino a seguir: aquellos que se adaptan y sobreviven,
deben ser los que sobrevivan.
La posición metaetica del cognoseitivismo naturalista en la corriente que justifica la
objetividad de los juicios éticos en generalizaciones empíricas, a fin de hablar del valor
"justiciad" utiliza los cánones que sumariamente hemos expresado antes.
¿Cuál es la posición de quien aceptase la tesis spenceriana? Dado que es un dato de hecho que
existen ricos y pobres, laboriosos y perezosos, inteligentes y mentecatos, el sistema jurídico
deberá propender a que los más fuertes, los más ricos e inteligentes predominen sobre los
otros miembros de la sociedad. Si las normas jurídicas impositivas estableciesen una tasa
progresiva sobre la riqueza de manera de gravar con mayores impuestos a los que más tienen,
contrariaría el principio de mantenimiento del orden natural y, por lo tanto, sería inmoral.
Spencer se opone a los impuestos creados para fundar sistemas de escuelas públicas.
Los derechos de los niños "no se ven violados por el hecho que su educación sea relegada"
(Social statics, London, 1850, XXVI, 1). 1,1 deber de un gobierno en una comunidad consiste en
garantizar la igualdad de derechos, no la de las posibilidades, puesto que esto último es
materialmente imposible y contrario al orden natural. Cuando una legislación comienza a
regular las condiciones de trabajo, de seguridad, de higiene, de vivienda, "la calidad de la
sociedad se ve materialmente disminuida por la conservación artificial de sus miembros
débiles" (The study o¡ sociology, London, 1873, XVI). "Si los hombres son lo suficientemente
perfectos para vivir, y viven, es bueno que vivan. Si no son suficientemente perfectos para vivir
y mueren, es mejor que mueran"
(Social statics, XVIII, 4).
En nuestra sociedad industrializada, monetarista y comercial, los más fuertes son aquellos
capaces de conseguir la mayor ventaja posible de sus condiciones económicas, sociales y
políticas, siendo sanos de mente, de cuerpo, inteligentes, laboriosos y productivos. Aquellos
que resulten vencedores en la competición, trasmitirán sus propios caracteres genéticos a las
generaciones venideras, mientras que el enfermo, el pobre, el estúpido, el perezoso,
desaparecerán.
De este modo la evolución no sólo es un proceso que se desarrolla en el tiempo, sino que
también es un progreso inexorable hacia la perfección. La posición de Spencer se nos aparece
como algo ingenua desde el punto de vista científico, y sumamente peligrosa desde el punto
de vista ético. En primer lugar, sostener que dado que el pez gordo se come al más chico, debe
ser que se lo coma, no aparece como muy justificado, puesto que no nos resuelve el problema
de si eso que él describe como realmente siendo, debe ser o no. No nos resuelve nuestro
problema moral saber que muchas veces los mentirosos y truhanes obtienen éxito en sus em-
presas. Por otro lado, desde el punto de vista político explica y justifica todas las explotaciones
imaginables, sea de personas a personas, de grupos o de pueblos o países sobre otros.
Hart parece afirmar en El concepto del derecho (Abeledo Perrot, 1963, traducción de Genaro
Carrió) que existe un hecho que puede ser verificado empíricamente y es el relativo al
propósito mínimo de supervivencia que los hombres tienen al asociarse entre sí (p. 239). Dado
que los hombres son vulnerables al ataque de los otros hombres, deviene necesario introducir
algún tipo de reglas "que limiten el uso de la violencia en el matar o en el causar daños
corporales" (pág. 20). Parece sostener nuestro autor que del hecho de que los hombres traten
de sobrevivir el mayor tiempo posible se puede inferir una serie de normas como aquellas que
limitan el uso de la violencia, cierto tipo mínimo de propiedad (que no tiene por qué ser
necesariamente individual), etc., "tales principios de conducta universalmente reconocidos
que se basan en verdades elementales referidas a los seres humanos, su ambiente natural y
sus finalidades, pueden ser considerados como el contenido mínimo del derecho natural" (p.
238/9).
Por cierto que la teoría es altamente refinada y probablemente lo que denomina Hart el
contenido mínimo del derecho natural no sea más que la verificación de la existencia de ciertas
reglas de conducta presentes en todo tipo de sociedad.
Es clara, sin embargo, la vinculación de fundamento e que establece entre los hechos y las
normas éticas: "Es importante subrayar la conexión distintivamente racional que hay en este
enfoque, entre los hechos naturales y el contenido de las reglas jurídicas" (p. 239).
La posición hartiana es pulcra y cuidadosa, a punto tal de expresarse por medio de frases
condicionales que quitan toda ingenuidad a su concepción. "Sostendré la tesis de que si hay
derechos en el campo moral, entonces se sigue de allí que por lo menos hay un derecho natu-
ral, a saber, el derecho igual de todos los hombres a ser libres". (¿Hay derechos naturales?, en
"Derecho y moral. Contribución a su análisis", compilado y traducido por Genaro Carrió, De
Palma 1962, p. 66. El subrayado es mío.)
"Mi argumento no probará que los hombres tienen algún derecho que sea «absoluto»,
«irrevocable» o «imprescindible» (salvo el derecho igual de todos a ser libres)" (ibidem, p. 67),
lo cual implica por lo menos sostener que hay un derecho absoluto, irrevocable e im-
prescindible.
Al igual que los teóricos clásicos del contrato social, Hart compara las organizaciones sociales y
políticas a asociaciones voluntarias, formadas para realizar el fin de todos los asociados, en
especial la sobrevivencia de cada uno. Para Hart, la existencia de un "derecho natural mínimo"
está basada en las siguientes comprobaciones de hecho: a) la vulnerabilidad humana. "Hay
especies animales cuya estructura física (que incluye la caparazón) los hace virtualmente
invulnerables al ataque por parte de otros miembros de su especie...
Si los llegaran a perder su vulnerabilidad recíproca se habría desvanecido una razón obvia para
la prescripción más característica del derecho, y la moral vio (El concepto del derecho, cit., p.
241); b) la igualdad aproximada; c) el altruismo limitado, y (1) la fuerza de voluntad limitada.
Se le podría criticar a Hart que el hecho de que el hombre quiera sobrevivir no implica que el
hombre deba mirar sólo a su propia sobrevivencia, puesto que en nombre de la propia
sobrevivencia se pueden realizar acciones que sean declaradas luego "inmorales". Con menos
razón aún puede inferirse, de la mera comprobación del deseo humano de supervivencia, que
ella sea el fin propio de la actividad humana. Este argumento no sólo aparece como mezquino
sino también como poco justificado.
b) Teorías naturalistas basadas en generalizaciones teleológicas
Este tipo de corriente naturalista es mucho más antigua que la anterior, pues ya Aristóteles
sostenía que el bienestar es "el fin de todos en común y de cada uno en particular" (La política,
1278, b).
Tanto La política cuanto La ética de Aristóteles comienza con generalizaciones empíricas que
no sólo son aplicables a la vida de cada hombre sino también de la comunidad: "cada
comunidad se constituye en vista de un bien" (La política, 1252, a).
Aristóteles afirma que mientras podamos desear cosas de cualquier tipo como medios para
obtener alguna otra cosa, por ejemplo la estima, el placer, la inteligencia; existe solamente una
cosa que todos nosotros deseamos como un fin en sí mismo. Este fin último es la eudaimonia,
generalmente traducido como felicidad o bienestar.
Aristóteles advierte que la expresión "felicidad" es sumamente ambigua, ya que algunos la
identifican con honores, otros con bienes materiale, otros con satisfacciones intelectuales, etc.
Pero corrige su expresión cuando asigna a "fin" o "finalidad" un significado teleológico. Es
cierto que muchos hombres buscan objetos diferentes bajo la apariencia de la felicidad, pero
la naturaleza le ha fijado al hombre un tipo de felicidad no engañosa; la vida contemplativa "la
felicidad perfecta será la actividad... contemplativa (Ética nicomoovea. 1.177, a).
La metaética de Aristóteles debe ser definida natu-ralistica, pues él considera que el principio
según el cual la felicidad de un cierto tipo es intrínsecamente deseable, es verdadero
efectivamente, no en cuanto accesible a la intuición directa, sino en cuanto es derivable de
premisas, las cuales a su vez son verdaderas porque concuerdan con nuestro conocimiento
intuitivo.
Por esta vía propende a un tipo de sociedad en la cual, por lo menos un grupo de individuos
puedan dedicarse a la actividad especulativa. Y excluye sin mayores miramientos a los
artesanos y agricultores de la ciudadanía, puesto que por su actividad no tienen el tiempo
necesario para dedicarse a la vida contemplativa.
Pero la pregunta que surge es: Aun admitido que por razones de su trabajo estas clases no
pueden dedicarse a la actividad intelectual (ésta sería una comprobación de hecho posible de
ser verificada o falsificada mediante estudios factuales) y aun admitido que el fin último del
hombre sea la actividad contemplativa ¿es bueno que tal estado de cosas, porque "dado", se
mantenga? ¿es bueno que, por el hecho de que ciertos hombres puedan tener un tipo de
actividad acorde con la finalidad última, deban someter a los demás a la condición de meros
sopores de su "bienestar"? La respuesta no la da el estagirita.
En la metaética de Santo Tomas de Aquino pueden encontrarse las dos formas del
cognitivismo, el intuizionismo y el naturalismo. Esta segunda forma pertenece a la corriente de
las generalizaciones teleológicas de un modo muy parecido al de Aristóteles.
"Cada ser tiene inclinaciones naturales a cumplir los actos que convienen a su propia forma: el
fuego por ejemplo tiende a quemar. Dado que el alma que razona es la forma propia del
hombre, en cada hombre existe una inclinación natural a obrar según la razón. Y ello equivale
a obrar según la virtud" (Suma teológica, I-II, q. 94, a. 3).
Esto no significa que todos los hombres, de hecho, tiendan siempre a obrar racionalmente y
virtuosamente, sino que obrar de este modo es el fin asignado por Dios al hombre.
La afirmación de que todos los hombres tienen una naturaleza común puede ser interpretada
teleológicamente como que "el hombre posee... los fines que necesariamente corresponden a
su constitución esencial, y que son los mismos para todos... justamente gracias a la naturaleza
humana por sí misma, existe un orden o una disposición que la mente humana puede descu-
brir y según la cual la voluntad humana debe actuar para adecuarse a los fines esenciales y
necesarios del ser humano. La ley no escrita o ley natural no es otra cosa que esto. . ." (Jacques
Maritain, Los derechos del hombre y la ley natural, Milán, Comunità, p. 123/4).
¿Cuál es el fin último que responde a la constitución de los seres humanos necesariamente? La
respuesta no es fácil. Es más, si quiere ser apoyada, como parece, en consideración de tipo
factual, la respuesta sería que la investigación empírica revela la existencia de pluralidad de
fines, que además son cambiantes con relación a los individuos a sus ámbitos
geosocioeconómicos, históricos y culturales. A menos que la teoría quiera interpretarse no en
el sentido de una deducción de una generalización empírica: el hecho de que los hombres
tengan necesariamente tal finalidad por su constitución esencial, sino que los hombres
deberían tener tales fines.
Pero en este segundo caso la teoría dejaría de apoyarse en razones de hecho, y no haría más
que deducir una conclusión ya contenida en la premisa normativa, a saber: Que los hombres
deben comportarse de una determinada manera, esto es, de acuerdo con la finalidad que se le
atribuye por hipótesis, sin necesidad de justificación. Este segundo supuesto no sería una
teoría cognoseitivista.
e) Teorías naturalistas basadas sobre definiciones descriptivas de términos valorativos
Esta teoría sostiene que términos éticos y valorativos como "bueno" o "justo" se refieren a
propiedades naturales y pueden ser definidos en términos puramente descriptivos.
El tipo de razonamiento que se utiliza puede ser esquematizado así: 1, "x es bueno" significa
que x posee la propiedad P. 2, x posee la propiedad P. 3, ergo, x es bueno. La proposición 1 es
una definición de "bueno" en términos descriptivos, 2 es una aseveración empírica y 3 es un
principio valorativo.
Los principios éticos pueden ser transformados, sin P ninguna pérdida de significado en
generalizaciones descriptivas: Por lo tanto, verificando estas últimas, establecemos la verdad
de los primeros.
Los utilitaristas (en particular Jeremías Bentham y John Stuart Mill) pueden ser adscriptos a
esta corriente debido a que sostienen: "la doctrina que acoge como fundamento moral la
utilidad (o principio de la máxima felicidad) considera que las acciones son lícitas
proporcionalmente a 'la felicidad que promueven e ilícitas si generan el opuesto a la felicidad"
(John Stuart Mil], Utilitarismo, II) . Por felicidad se entiende placer y ausencia de dolor; por
infelicidad, dolor y privación del placer" (Jeremy Bentham, An introduction to the principies of
Moral ano Legislation, i). "De una acción conforme al principio de la utilidad, se puede siempre
decir, o que tendría que haber sido hecha, o al menos que no es una de aquellas que no
debieron ser hechas... Cuando son interpretadas de este modo las palabras deber, justo e
injusto y las otras de este tipo, tienen un significado: cuando son interpretadas en un sentido
diferente, no tienen ninguno" (John Stuart Mill, ibidem, IV).
En otros términos, el único significado del término "bien" es el de placer y el único significado
de "deber" y "justo" está representado por la conformidad al principio de la utilidad. Por lo
tanto, del hecho que un estado de cosas x proporcione placer, podemos inferir que x es bueno.
Así, los principios de la moral y de la legislación están basados sobre asertos, verificables em-
píricamente, que tratan del grado de capacidad de una cosa para aportar felicidad.
Esta teoría nos plantea una doble serie de dificultades. En primer lugar la determinación de
cómo se puede saber cuándo dos estados de hecho provocan la mayor cantidad de placer
como para ser preferido el uno al otro. "Sobre la cuestión ¿cuál de dos placeres tiene mayor
valor...? [debe estarse] al juicio de aquellos que tienen experimentado conocimiento de ambos
o, si hay desacuerdo de pareceres, el juicio de la mayoría debe ser reconocido positivo" (Mill,
Utilitarismo, II). Tal respuesta no nos resuelve esta otra cuestión: ¿Cuál es la razón para
preferir el juicio de los expertos o de la mayoría en materia de mayor cantidad o superior pla-
cer? La segunda dificultad es más acuciante todavía. ¿El hecho de proporcionar mayor placer,
de ser reconocido por los expertos o por la mayoría, tornan sin más preferible éticamente una
conducta?
Si nos limitamos a la definición de "bueno" como "susceptible de producir placer" parecería
que sí. ¿Pero en qué se justifica tal definición? Se puede seguir preguntando: ¿pero, aunque
produzca placer, es bueno? Si a esta última pregunta se responde que sí, dado que todo lo
bueno produce placer, habríamos cerrado el más vicioso de nuestros razonamientos. Esta
respuesta no puede ser dada, y la pregunta queda en pie.
El intuicionismo
Para la corriente intuicionista, los valores éticos pueden ser conocidos al igual que para los
naturalistas; por eso ambas están dentro del cognoseitivismo y a través de ese conocimiento
es posible justificar los juicios últimos de valor que fundamentan un sistema ético. La
diferencia con los naturalistas radica en el modo por el cual los intuicionista consideran que es
posible llegar a ese conocimiento o aprehensión del valor. En términos generales estos autores
sostienen que los principios fundamentales de la ética pueden ser demostrados como
verdaderos por medio de la intuición (de allí su nombre) sea ésta moral, religiosa o racional.
a) Teorías basadas en la intuición moral
Para Platón el conocimiento se divide en conocimiento verdadero y medra opinión. La opinión
es el conocimiento que se tiene de las cosas sensibles, meras apariencias y formas. El
conocimiento verdadero, en cambio es aquel al que se llega luego de haber descartado por
insuficiente la opinión y se refiere a las ideas o esencias que representan las cosas en sí, y no a
la forma como se nos aparecen. En la célebre alegoría de la caverna, describe un grupo de
hombres encadenados que pasan toda su vida en el fondo de una gruta mientras a sus
espaldas se halla un gran fuego, por delante de este fuego y siempre a espaldas de los
encadenados otros hombres van haciendo pasar objetos que proyectan su sombra contra la
pared de la caverna. Esta es según Platón la posición de los hombres que no ven otra cosa que
los objetos sensibles cuales un caballo o una silla, y creen (por no haber visto otra cosa) que
esas sombras, esas proyecciones, son la realidad. Si se liberaran de sus cadenas y saliesen a la
luz del sol descubrirían que lo que antes habían considerado real no eran más que meras
apariencias. El modo para percibir tal realidad, las ideas (la idea del caballo o de la silla por
ejemplo) es precisamente la intuición (en la alegoría, el sol exterior sería el bien, que ilumina
las ideas).
"Aquellos que miran muchas cosas bellas, pero no ven la belleza en sí y no son capaces de
seguir a quien quisiera elevarlos a esa contemplación y también perciben muchas cosas justas,
pero no lo justo en sí y de igual manera todo lo demás, diremos que opinan sobre todo pero
que no conocen las cosas sobre las cuales opinan ¿Qué diremos de aquellos que contemplan
cada una de las cosas en sí, siempre inmutables en su esencia? ¿ No diremos acaso, que se
elevan hasta el conocimiento en vez de atenerse a la opinión?" (La República, 479). La idea
más alta, el sol de las ideas, está constituido por el bien, y quien es capaz, luego de largos
ejercicios de contemplarlo, podrá descubrir la existencia de principios morales verdaderos, a
través de la intuición moral correct. "Aquellos que han obligado a elevar los ojos del alma y
mirar de frente al ser que ilumina todas las cosas y después de contemplar el bien en sí lo
tomarán como modelo para encargarse uno tras otro durante el resto de su vida, de organizar
la ciudad y gobernar a sus semejantes y a sí mismos" (ibídem, 540 b).
Si la metaética platónica es correcta, entonces debe existir un método objetivo por el cual uno
pueda comprobar cuál intuición es válida y cuál no. Y esto no puede ser resuelto por una
comprobación relativa al número de personas que sostienen una u otra posición, pues el
mismo Platón rechaza tal idea al sostener que sólo unos pocos son capaces de tal tipo de
intuición. Así debe ser, pues personalmente nunca he tenido tal tipo de intuición y no conozco
directamente a personas algunas que la tengan. Desde el punto de vista ético (particularmente
político) , la tesis de Platón es fun-dante de una aristocracia iluminada que es la única que se
considera con fundamentos para gobernar porque sus miembros son los únicos que pueden
conocer el bien, con exclusión de toda posible crítica.
b) Teorías basadas en la intuición religiosa
Según otro tipo de corriente intuicionista, los principios fundamentales de la ética han sido
propuestos por Dios. Pueden ser reconocidos como verdaderos por aquellos que poseen la
verdadera fe, los que tienen una intuición religiosa directa, que los lleva a las verdades
reveladas por Dios.
"La inteligencia es el fruto de la fe. No trates entonces de entender para creer sino de creer
para entender, por que «si no creéis, no entenderéis» (Isaías, 7, 9) " (San Agustín, Comentario
al Evangelio de San Juan. En obras de San Agustin, Roma. Città Nuova Editrice, 1968, XXIX, 6).
Para San Agustín, a través de las instituciones religiosas, es posible conocer las verdades de la
ley natural, reprimir la violencia, el homicidio o el robo. "La mano de nuestro Creador ha
escrito en nuestros corazones: No hagas a otros aquello que no quisieses que te fuere hecho a
ti (Mat., VII, 12) ... Pero por miedo a que los hombres se quejasen que les faltaba alguna cosa,
ha sido escrito también sobre las tablas aquello que ellos no pueden leer en su corazón" (S.
Agustín, Enarrationes in psalmos, LVII). La ley natural de la cual habla no es natural sino que
forma parte, como la naturaleza misma, de la voluntad divina. Para conocer tales leyes
objetivas, inmutables, verdaderas, es necesario apelar a la revelación de Su voluntad.
El hombre está obligado a conformarse a los preceptos de Dios no solamente porque él los ha
emanado, sino porque ellos constituyen las verdades morales que el hombre tiene la
posibilidad de conocer por medio de la verdadera fe.
En una línea parecida puede ubicarse a Martín Luther King: "¿Cómo puede determinarse si una
ley es justa o injusta? Una ley justa es un código hecho por el hombre que se conforma a la ley
natural o a la ley de Dios. Una ley injusta es un código que no está en armonio con la ley
moral" (Why We Can't Wait, New York, Harper and Row, Publishers, 1964, p. 85).
La posición que acabamos de examinar no se limita a sostener que se debe hacer lo que Dios
quiere. Esto sería el principio de una ética normativa, que supone la existencia de Dios, que
Dios emana órdenes y que estas órdenes deben ser cumplidas. Repárese que un no
cognoseitivista también podría sostener que la norma ética según la cual es necesario observar
la voluntad divina, cualquiera sea ella, y aunque pueda parecer arbitraria (sería de algún modo
la posición de Duns Scot, por ejemplo). La tesis de los autores examinados pertenece al campo
de la metaética, pues agrega que los principios morales provenientes de Dios tienen la
cualidad de ser objetivos y deben ser observados pues tienen la propiedad de ser
objetivamente justos. La fe es la vía para obtener la intuición religiosa que nos permita
descubrir la objetividad de los mandatos divinos.
Esta tesis acarrea algunos problemas singulares. Por un lado la fe que nos permite descubrir
los mandatos objetivamente justos tiene que ser la fe verdadera, puesto que una fe errada nos
llevaría a desastrosas consecuencias haciéndonos pensar que el Dios en el cual creemos es
aquel que manda las prescripciones que debemos obedecer. Por otro lado nos excluye la
posibilidad de una discusión racional con quien no tenga la misma fe nuestra. Por último, la fe,
la intuición religiosa son medios de experiencia ; subjetivos y en un contexto racional, objetivo
significa por lo menos "intersubjective", por lo tanto no puede dar base objetiva, la experiencia
subjetiva, para los principios éticos. Para aquellos que no son capaces de tener esta intuición
directa religiosa, no habría modo de "mostrarle" la verdad de los principios primeros.
e) Teorías basadas sobre la intuición racional
Para esta corriente, en términos generales es posible sostener quedos principios éticos se
encuentran en la ley natural en un sistema rigurosamente deductivo, dentro del cual los
teoremas derivan lógicamente de los axiomas que son analíticos y autoevidentes y que por
ende pueden ser conocidos por medio de la intuición racional.
"Ante todo me he preocupado por recoger las pruebas relativas al derecho natural y a
nociones tan evidentes que nadie puede negarlas sin hacerse violencia a sí mismo" (Hugo
Grocio, Prolegómenos al derecho de la guerra y de la paz, Bologna Zanichelli, 1961, p.39).
Grocio niega, en contraposición a San Agustín, que la voluntad de Dios tenga un poder
ilimitado, desde el momento en que El no podría haber emanado principios de ley
contradictorios.
"Declaro... explícitamente que, como los matemáticos consideran las figuras haciendo
abstracción de los cuerpos, así yo, al tratar el derecho, he separado el pensamiento de
cualquier hecho particular" (ibidem, P. 58).
El hecho de que los pactos deben ser respetados es un axioma autoevidente, del cual pueden
ser derivados lógicamente determinados teoremas de la ley natural, como la obligación de los
gobernantes de conformarse a sus tratados, de los ciudadanos de observar el contrato social,
con su soberano y por ende obedecer sus normas y de todos los individuos en general de man-
tener sus obligaciones contractuales.
También la ley positiva debe ser entendida como un sistema de leyes abstractas que no tienen
referencia ninguna a cuestiones contingentes.
Parece bastante difícil hoy establecer sin más la teoría de la similitud de un sistema jurídico (o
éticos en general) con un sistema formalizado, máxime si se considera la existencia de ciertos
axiomas primeros como autoevidentes. Los principios fundamentales de un sistema ético
pueden ser considerados justos o injustos, convenientes o no, pero no autoconvenientes, pues
siempre es posible concebir otro principio que sea contrario.
De principios autoevidentes, John Locke deriva teoremas éticos: "Donde no hay propiedad, no
hay justicia, es proposición tan cierta como cualquier demostración que se encuentre en
Euclide, ya que la idea de propiedad siendo un derecho a alguna cosa, y la idea a la cual se da
el nombre de injusticia siendo la invasión o violación de aquel derecho es evidente que una vez
establecidas estas ideas, y atribuidos tales nombres, puede saber que esta proposición es
verdadera con la misma certeza con la cual afirmo que un triángulo tiene tres ángulos iguales a
dos rectos" (Ensayo sobre el entendimiento humano, Londres 1690, IV, 111 18).
Para Locke los actos de los hombres, comprendidos aquéllos por medio de los cuales se
formulan las leyes, deben conformarse a la ley de la naturaleza o sea a la voluntad divina de la
cual aquélla es expresión. "La razón, que esta ley enseña a todos los hombres, siempre pre que
quieran consultarla" (An Essay concerning the True Original, Extend and End of Civil
Government, p. 6) y sostiene luego que dicha ley es mucho más fácil de reconocer y de
entender por nuestra razón que las fantasías y las retorcidas invenciones hechas por los
hombres". Locke insiste en la autoevidencia y analiticidad de los principios primeros de la
ética, pero resulta que no sólo es bastante difícil de admitir la autoevidencia de los principios
mucho más difícil es hablar de su analiticidad. Hoy no parece nada evidente que el derecho de
propiedad deba ser un derecho natural amparado por todos los sistemas jurídicos; hay por lo
menos ciertas dudas de su valor real y por el contrario, existen, de hecho, legislaciones
completas que lo han relegado a funciones muy pequeñas y determinadas. Por lo demás, a
nadie se le escapa el sentido ideológico de tal afirmación, que en modo alguno es una afirma-
ción analítica: Tiene un contenido, no puede decidirse sobre su verificación por ciertos criterios
puramente lógicos.
Y no es sólo con respecto al derecho de propiedad que se plantean tales problemas. La
situación en la cual es ilícito matar a otra persona, por la cantidad de requisitos que comporta
no puede ser asimilada a una tautología; o al revés, la justificación de la muerte do un
enemigo, tampoco puede ser basada sólo en una norma de grado superior cual sería la de
defender el suelo y honor de un país, considerando esta última como una verdad autoevidente
y analítica.
La filosofía de Kant constituye el ejemplo más relevante de esta corriente según la cual existen
principios morales que son verdaderos a priori (esto es, sin necesidad de experiencia previa
alguna). Kant afirma que es lógicamente imposible adoptar un principio de acción, para un ser
racional, si tal principio no puede ser adoptado por los demás. "El imperativo categórico es
uno sólo y precisamente éste: Actúa únicamente según aquella máxima, en razón de la cual tú
puedes querer al mismo tiempo que ella devenga una ley universal" (Fundamentación de la
metafísica de las costumbres, Riga, 1785, 11). "De este solo imperativo todos lo imperativo del
querer pueden ser derivados de sus principios" (Ibidem).
Este imperativo es, según Kant, racionalmente demostrable y por tal motivo, moralmente
obligatorio para todos los seres racionales. Además, posee la virtud de poderse derivar de él
todos los principios y normas de la ética. La formulación kantiana tiene un serio inconveniente,
si la interpretación formal que se hace de ella es correcta, dado que cualquier principio puede
justificar cualquier ética en la cual quien la formule esté dispuesto a someterse a sus
consecuencias y siempre que no pretenda actuar sin ningún principio o formular principios
contradictorios entre sí. Si alguien sostiene la máxima según la cual lo que le place al príncipe
debe ser ley y está dispuesto a someterse también él a tales dictados, parece compatible con
el imperativo kantiano (ciertamente es necesario reconocer que los formuladores de tal
máxima son generalmente, o el propio príncipe, o sus allegados).
Así, si el principio categórico es lógicamente verdadero y demostrable racionalmente, lo es al
precio de una total vacuidad.
Si se adoptase un principio de ética político-jurídica basada en la formación de élites (cosa que
ha sucedido y sigue sucediendo con más asiduidad de lo que se declama) bastaría ser
consecuente con el principio para que esta ética mereciese la aprobación y la ulterior puesta
en marcha por parte de la comunidad que la adoptase, sin contrariar el principio kantiano.
Pero lo mismo parece ser posible para una ética político-jurídica basada en la igualdad de los
miembros de la comunidad a pacto de que se respete para todos. ¿Cuál sería aquí el mejor
mundo moral posible? No parece que el principio Kantiano pueda resolverlo.
Mucho más cercano a nosotros en el tiempo (principio del siglo) y en cuanto a la forma de
plantear los es el intuicionismo de G. E. Moore. Para él no caben dudas en cuanto a mostrar la
verdad o falsedad de un juicio objetivo de valor; el medio para comprobable consistiría en una
intuición moral.
Pero el objeto de esta intuición moral no es un objeto empírico o natural, de allí las
confusiones de muchas teorías intuicionistas (al decir de Moore) "bueno es una noción simple,
como es una noción simple «amarillo», y ... como no existe medio alguno para explicar a
alguien que ya no lo sepa qué es el amarillo, así no hay modo de explicarle qué cosa sea el
bien" (Principia Etica, Cambridge University Press, 1903, p. 51). La crítica fundamental que
realiza Moore a la concepción naturalista reside en la cuestión abierta que dejan las
definiciones de los términos éticos en proposiciones relativas a estados de cosas
empíricamente verificables. El que alguien sostenga que "x es bueno", significa que "x produce
placer", nos deja abierta la cuestión de saber si no obstante ello, x es bueno.
El grave problema que no resuelve la tesis mooriana es el relativo a cómo realizar esa intuición
racional que permite captar las propiedades no naturales que mencionan los juicios
valorativos. Para quienes no tienen el privilegio de poseer dicha facultad intuitiva, el tema se
diluye en un grave misterio al parecer sólo apto para iniciados.
Desde el punto de vista filosófico replantea también la complicada discusión relativa a los
juicios sintéticos a priori, que serían el producto de esa intuición racional que permitiría captar
los valores.
Un juicio es sintético cuando ofrece información sobre el mundo. Es analítico cuando no ofrece
información sobre el mundo sino que se limita a desarrollar los conceptos contenidos en el
sujeto. Es a priori cuando no necesita de la experiencia, y a posteriori cuando es precedido por
ésta. Los juicios analíticos son generalmente a priori, y los sintéticos a posteriori; la presencia
de juicios sintéticos a priori deben satisfacer el doble requisito de dar información sobre el
mundo pero no necesitar de la experiencia previa. El tema es sumamente controvertido y
pocas son las corrientes filosóficas que han mantenido tal postulación, siendo ademas
bastante escasos y poco convincentes los ejemplos de juicios sintéticos a priori que se
formulan. Ej.: "la distancia más breve entre dos puntos es la línea recta" o "una determinada
superficie no puede ser al mismo tiempo rugosa y lisa".
Parecería que quien es capaz de poseer esa famosa intuición racional para distinguir el "bien
del mal" es el único en condiciones de dictar cánones morales. Pero aquí se vuelve a plantear
un problema que hemos notado otras veces : ¿Cuales son los criterios para verificar, para
controlar tales "intuiciones" ? ¿Cuál la garantía para los "daltónicos morales"? La apelación a
una intuición racional ¿es un método científico, esto es, intersubjetivamente controlable?
El no cognoscitivismo valorativo
La teoría metaética del no cognitivismo (o no cognoseitivismo) valorativo sostiene que los
juicios valorativos, particularmente los éticos, no son susceptibles de ser calificados como
verdaderos o falsos, pues ellos no se refieren al mundo del ser. Los proposiciones con las
cuales son mencionados no son descriptivos, sino prescriptivasy y por ende tales calificaciones
no les pueden ser aplicadas.
Los principios éticos fundamentales no son cognoscibles; no es posible saber si son verdaderos
o falsos desde el momento que no afirman o niegan que algo sea un hecho.
Juicios tales como "el patriotismo es una virtud" no tienen por función proveer información
acerca de ningún estado de hecho. Su función es muy distinta y consiste en expresar
posiciones de tipo valorativo y normativo.
Un antecedente de esta postura puede ser ubicada en Mill.
Si bien en el Utilitarismo John Stuart Mill expuso una metaética cognoscitivista de tipo
naturalístico, en el último capítulo del System of Logica, parece muy cercano a admitir una
posición no cognoscitivista. Observa que los principios morales no se expresan en el modo
indicativo como los de la ciencia sino en el modo imperativo "o en perífrasis equivalentes".
"Ahora bien, el modo imperativo es característico del arte, en cuanto distinto de la ciencia. Es
arte todo aquello que habla por normas o preceptos no con aserciones respecto a datos de
hecho. La ética o moralidad es una parte del arte correspondiente a la ciencia de la naturaleza
o de la sociedad humana. Por ello el método de la ética no puede ser otro que aquel del arte o
de la práctica en general" (System of Logic, Londres, 1843, VI, XII, I).
Un autor que podría ser considerado dentro de los pensadores que han influenciado al no
cognitivismo contemporáneo es Carlos Marx. Si bien no trató explícitamente los problemas
metitéticos se ocupó de ética en cuanto ella es objeto de la ciencia descriptiva. Era su
intención explicar por qué determinados grupos sostienen ciertas teorías en un período
histórico dado. Y su respuesta bit sido que las normas éticas y particularmente los principios de
la ética social y política, son adoptados, muchas veces inconscientemente, como
racionalizaciones de los intereses económicos de la clase dominante, en cada uno de los
momentos de la lucha le clases.
Dirigiéndose a la burguesía en el Manifiesto del Partido Comunista expresa: "Ustedes
participan de aquella interesada idea, común a todas las clases dominantes pasadas, mediante
la cual se transforman en eternas leyes de la naturaleza y de la razón vuestras rela de
producción y de propiedad, que no son más que relaciones históricas transeúntes en el curso
de la producción" (Marx–Engels, Manifest des Komunistischen Partei, pág. 15í).
Cada clase dominante reivindica, para los principios morales que profesan la validez objetiva,
pero esto no es más que una hipócrita disimulación de intereses materiales. "Ley, moral,
religión, son para él [el proletariado] otros tantos intereses burgueses" (Ibidem,
P. 114).
Claro que la diversidad de las valoraciones éticas no es un argumento concluyente en favor del
no cognossitivismo. Pero tampoco es una buena razón en favor del cognoseitivismo el hecho
de que ciertas condiciones héticas sean aceptadas porque ciertas clases y grupos, dentro de
diferentes contextos culturales las acepten. Esta aclaración es uno de los puntos salientes de la
teoría de Max Weber.
Weber sostiene que "el juicio de valor" significa que yo "tomo posición" de una determinada
manera a su respecto, considerándolo en su fisonomía concreta". "No hay ningún
procedimiento científico «racional o empírico» de cualquier especie, que pueda proveer una
decisión. Y mucho menos nuestra ciencia que es rigurosamente empírica puede pretender
hacer ahorrar ti individuo estas elecciones; por lo cual ella no debe ni siquiera suscitar la
apariencia de poderlo hacer" (El método de las ciencias histórico-sociales. Ubingen, Mohr,
1922, p. 61, 59/60).
Weber afirma que la finalidad de las ciencias socia- les es la determinación de los criterios de
racionalidad aptos para conseguir en el mejor modo posible los fines que nos hemos
propuesto. Pero con respecto a dichos fines considera que no hay ningún modo de poder
determinar su preferibilidad.
Esa posición no le impidió tomar partido por determinados temas en materia de ética política y
jurídica, tales que le han llegado a convertir (y no sin razón) en uno de los campeones de la
concepción liberal capitalista. Esta idea weberiana de que nada puede liberar al hombre de su
responsabilidad de decidir sus propias elecciones, ha sido uno de los temas centrales del exis-
tencialismo.
Sartre, si bien luego ha rechazado muchas de las ideas expresadas en este libro, afirmaba en El
existencialismo es Dun humanismo, París, Naguel 1946, p. 42, que el nombre crea sus propios
valores "si examino si una cierta acción es buena, seré yo quien elija el decir que esta acción es
macs buena que mala". Si alguien no la eligiese obraría consecuentemente a su elección. "Así
no tenemos ni delante ni detrás nuestro, en el luminoso reino de los valores, justificaciones o
excusas. Estamos solos, sin excusas. Esta situación puede ser caracterizada diciendo que el
hombre está condenado a ser libre" (Ibidem, 47).
"En el fondo lo que cuenta es el sentimiento; tendría que elegir aquello que me mueve
realmente hacia una cierta dimensión" (Ibidem, 52). ¿Cuál es esa dirección en la cual mi
sentimiento me tendría que impulsar?, se deja indeterminada. Como todas las teorías no
cognoscitivas, el existencialismo es compatible con cualquier teoría ética pública o privada.
Sartre deviene marxista, mientras Heidegger es sospechado de nacional socialista.
Entre las teorías no cognoscitivas se destacan modernamente las corrientes del positivismo
lógico y la escuela analítica oxoniana. Es necesario reconocer con todo que las posiciones
varían de filósofo a filósofo. Para un positivista lógico como Ayer, el problema del sentido de
los términos valorativos, es un pseudoproblema, al igual que muchos otros que han gustado
los filósofos de todas las épocas plantear. Los términos valorativos no designan ninguna
propiedad ni lógica ni empírica, y dado que para Ayer sólo son concebibles estos dos tipos de
propiedades, concluye que los términos valorativos son simplemente pseudoconceptos. No
nombran ni mencionan entidad alguna, sirven sólo para explicar la ernoi ión de quien la
expresa.
"... Dado que los juicios éticos son meras expresiones de sentimientos, no puede haber manera
alguna de determinar la validez de ningún sistema ético y, por cierto no tiene sentido
preguntarse si un sistema es verdadero. Todo lo que se puede preguntar legítimos
en este contexto es: ¿Cuáles son los hábitos morales de Buna persona o de un grupo de
personas dado, y cuales s son las causas que han originado precisamente estos hábitos y
sentimientos?" (Lenguaje, verdad y lógica, p. 112). Y concluye Ayer que es éste el tema de las
ciencias sociales actualmente existentes.
No existen demostraciones, ni intuicionistas ni naturalistas mediante las cuales podamos
mostrar que las posiciones éticas pueden ser justificadas objetivamente "diciendo que un
cierto tipo de acción es moralmente buena o mala no formulo ninguna afirmación fáctica, ni
siquiera una afirmación sobre mi propio estado de espíritu. No hago sino expresar
determinados sentimientos morales ... si en una sentencia no se hace ninguna aserción en
absoluto, no tiene obviamente sentido preguntar si lo que dice es verdadero o falso" (Idem,
Eudeba, p. 132/3).
La posición de Ayer no logra desvirtuar el problema que se plantea acuciante en cada uno de
los actos de nuestra vida que tiene implicancias éticas. No parece convincente decidir que por
no ser susceptible de juicios de verdad o falsedad los términos valorativos carecen de sentido.
Se puede sostener la tesis no cognoscitiva y sin embargo otorgar sentido e importancia a las
decisiones éticas.
Los analistas oxonianos niegan que las expresiones éticas puedan ser traducidas simplemente
en proposiciones relativas al ser. La función de las palabras valorativas es recomendar,
ensalzar, aprobar, motivar. Para eso se las usa, y el métodos que emplean estos autores
precisamente el de analizar el "uso" que se hace de los términos.
Una expresión como "esta acción es Justa" tiene el propósito y la función de recomendar esa
clase de acciones, sirve para hacer saber que uno la recomienda a los demás.
Pero si yo digo "ésta es la palabra justa", la función no será la misma, implicando más bien mí
criterio en torno a la felicidad de haber hallado tal término en la frase que quiero expresar.
Para estos autores existen criterios empíricos que permiten dar un fundamento específico a
mis aserciones en ambas expresiones, no obstante lo cual, los fundamentos que en uno y otro
caso, así como los criterios de verificación no son los mismos.
La palabra "justa", en ambos casos no por tener distintos criterios de verificación en torno a la
"justeza" y distinta fundamentales para promover su aprobación y encomio deja de ser
unívoca. En ambos supuestos el significado prescriptive (emotivo, encomiástico) del término es
el mismo aunque varíen los supuestos para su verificación.
Los compromisos morales últimos son decisiones, no actos de conocimiento, por cierto que
esto no implica ,que las decisiones morales deban tomarse con indiferencia o por simple
capricho ; debe tomarse porque hay buenas razones para tomarlas. Lo que no existe para
estos autores es un criterio analítico de control último para juzgar dichas elecciones.
Mas recientemente se ha producido un desplazamiendesde el aspecto emotivo del lenguaje
ético al normativo. Según este último punto de vista, las reglas éticas son formuladas no tanto
para expresar las "emociones" del que habla, sino más bien para convencer al que escucha el
asumir un comportamiento de cierto tipo.
"La principal función de la palabra «bueno» consiste en alabar . . . Cuando alabamos o
menospreciamos alguna cosa, lo hacemos siempre, por lo menos indirectamente, con la
finalidad de guiar elecciones, nuestras o de los demás, presentes o futuras" (Richard M. Hare,
El lenguaje de la moral, Oxford, Clarendon Press 1952, P. 117).
Esta concepción pone de relieve la función dinámica, interpersonal y social del discurso ético.
Es una reacción contra el emotivismo que trata de vanalizar las preferencias morales
convirtiéndola en una mera predilección irracional. La teoría prescriptive pone de relieve que
si bien no hay manera de fundar objetivamente los principios morales fundamentales, no por
ello la adopción de tales principios es injustificada desde el punto de vista racional.
Un autor que se encuentra muy cerca de los positivistas lógicos y de los analistas oxonianos,
aunque con una posición personal es Stevenson. Para él los conflictos que se suscitan en
materia de creencias son reductibles a cuestiones lógicas y empíricas mientras que los
desacuerdos éticos son genuinos e irreductibles desacuerdos de actitud. La expresión "x es
bueno" puede ser traducida por "yo apruebo x, hágalo usted también". Tal posición está
compuesta por una descripción (la primera parte) que es susceptible de ser verdadera o falsa y
un imperativo (la segunda parte).
Para Stevenson el significado de una expresión es su capacidad de provocar respuestas
sicológicas. Si son actos de conocimiento el significado será descriptivo; si son respuestas de
actitudes, el significado será emotivo. En una expresión como "bueno" el significado es
complejo; descriptivo por una parte, y esto implica cognoscibilidad, y emotivo por la otra, o
sea es refractario al conocimiento.
Si todos los desacuerdos éticos radicaran en conflictos sobre creencias, serían susceptibles de
ser eliminados; pero no sólo radican en discrepancias sobre creencias, sino como vimos
también en conflictos de actitudes. No obstante es posible, opina, que un cambio de creencias
pueda determinar un cambio en las actitudes. Las inferencias de razones fácticas a
conclusiones éticas no son ni válidas ni inválidas (en esto no es terminantemente divisionista),
sino satisfactoriamente persuasivas o no.
"Si una discusión ética está fundada en un desacuerdo en la creencia puede ser resuelta
mediante el razonamiento y la investigación en la medida en que puede ser resuelto de tal
manera el desacuerdo en la creencia. Pero si una discusión ética no está fundada en un
desacuerdo en la creencia no será posible ninguna solución basada en razonamientos (Ética y
lenguaje, Tec nos, Trad. de Eduardo Rabossi, p. 132).
Consecuencias en el campo jurídico
Si el derecho puede ser definido como una técnica social específica de control de la conducta
humana en sociedad que emplea normas y usa de una amenaza de coacción, entonces es
correcto que un planteo de la ciencia del derecho trate en un primer momento de prescindir
de todos los elementos espúreos a la consideración técnica de los casos y las soluciones que
para llevar a cabo la regulación de la regla social, el derecho ha desarrollado a través de formas
canónicas acuñadas secularmente. Un abogado (en sentido lato de la expresión) es un técnico
de tal tipo de casos y soluciones.
Pero la formulación de normas y las reglas interpretativas de las mismas para su aplicación
no son indiferentes a los planteos valorativos y a las concepciones éticas.
Es conveniente tener diferenciada la existencia de una norma, su forma específica de validez,
de los demás juicios que sobre la misma se pueden hacer: su utilidad, su oportunidad, su
adecuación a los fines propuestos, la justificación de tales fines.
Es conveniente, por lo demás, abandonar la idea dieciochesca según la cual la mejor manera
de conocer una sociedad es a través de su derecho, y la correlativa por la cual, cambiando tal
derecho, se cambian las pautas vitales de dicha sociedad. En derecho es una técnica de control
social, no es la única y habría que ver hasta qué punto puede ser considerada hoy la más im-
portante.
Esta ideología del derecho (uso aquí ideología como el conjunto de creencias que acompañan y
plasman socialmente una técnica o institución social) provocó una pléyade de abogados-
metidos-a-todo, que se insertaban en el cuerpo social y se pensaban aptos para actuar como
reformadores sociales, custodios de la moralidad, rectores de la política. Es conveniente que
los expertos en derecho se mantengan dentro de los límites de capacidad y servicio que les da
su disciplina.
Pero aun hechas estas salvedades no se escapa el problema que en los varios niveles de
formulación, interpretación y aplicación de las normas jurídicas, entren a jugar problemas
valorativos que se justifican dentro de sistemas éticos.
No todas las normas jurídicas, no todos los momentos de interpretación y aplicación están
preñados de valoración. Es, por ejemplo, que en el caso de tenerse que decidir cuál deba ser la
mano usada para orientar la circulación del tránsito, se prefiera la derecha o la izquierda, en
cambio es relevante que se sienta la necesidad de decidir una mano para ordenar el tránsito.
La ordenación del tránsito sí puede ser considerada como una finalidad teñida de valoración.
La elección se encuentra entre ordenar el tránsito y no hacerlo.
La formulación de muchas normas, su interpretación y aplicación nos colocan frente a los
planteos de conflictos éticos que deben ser resueltos y frente a los cuales no podemos quedar
indiferentes.
Es una imperdonable ingenuidad suponer que a través del derecho se van a imponer sin más
las pautas valorativas de una comunidad. Es una ingenuidad menos perdonable aún pensar
que quienes están más capacitados para determinar esas pautas valorativas sean los
abogados, pero no puede ocultarse que en la formulación, interpretación y aplicación de
normas jurídicas los conflictos éticos van a aparecer y se intentarán resolver de algún modo.
El presente trabajo está destinado a mostrar por un lado cómo se puede caracterizar el valor
(o el valorar, si se prefiere) y cuáles son los conflictos fundamentales que se presentan en
torno a su formulación, percepción y fundamento. El acento está puesto en el último
problema. Para encararlo con seriedad es menester desbrozar los distintos tipos de planteos
que se pueden realizar en torno a la fundamentación de una actitud ética con referencia a un
problema jurídico.
Por un lado están los llamados juicios de racionalidad que constituyen el modo de comprobar
la adecuación de los medios elegidos con relación al fin perseguido.
Por otro lado están los llamados juicios de valor extrínsecos o dependientes que son aquellos
que en definitiva se apoyan en juicios de valor fundantes, que sirven para apoyar una actitud o
una solución ética remitiéndose empero a otro juicio de valor de grado superior.
Por último están estos juicios de valor último o fundamentadores, que son en definitiva los que
presentan el grueso problema de si es posible llegar a un conocimiento cabal de su verdad o
falsedad, si es posible determinar juicios de valor que sean objetivos (es decir, válidos
intersubjetivamente) y si es posible hallar juicios de valor que sean absolutos (es decir, que
valgan con independencia del tiempo, lugar y circunstancia en los cuales se propongan).
La manera de justificar o de validar un entero sistema ético es estudiado por la metaética, que
es una disciplina que se coloca en un escalón superior al de la formulación de un sistema ético,
o repertorio de soluciones éticas.
Hoy se pide que se abandone el criterio "purista" del estudio, la interpretación y la aplicación
del derecho, sin crítica ninguna, como si fuese "bueno" por el solo hecho de ser "legal", o
jurídicamente bien formado. Y esto es una tendencia saludable, siempre que se
presente cuáles serán los métodos empleados para la resolución de tal crítica.Un método no
es una cura milagrosa pero permite poner un cierto orden para que se vayan controlando los
pasos que deben ser dados hasta obtener la conclusión.
Hay muchos modos de ejercer la crítica de las normas jurídicas existentes, los criterios
interpretativos y las pautas de aplicación.
Se lo puede hacer desde un punto de vista lógico interno al sistema para preservar su
coherencia, desde un punto de vista sociológico de su oportunidad, desde un punto de vista
económico con respecto a su utilidad, etc. Uno de los puntos de vista a ser tenidos en cuenta
consiste en la determniación de los criterios éticos que sustentan tales soluciones. Y para
encarar una crítica ética (que no tiene por qué ser negativa o des-calificante) es conveniente
tener en claro cuáles son los métodos metaéticos de justificación de los sistemas éticos que
servirán de punto de referencia (modelo) para ejercer la crítica.
En la formulación de normas (en cualquiera de los niveles que las mismas pueden ser
realizados) o en la interpretación y aplicación en los cuales va involucrado un problema ético
directo (en contraposición a los problemas éticos indirectos derivados de la mera existencia de
las normas) como puede ser la regulación de un sistema familiar o la determinación del modo
de retribución de un cierto trabajo, es importante que se tenga en claro cuál será el tipo de
"pruebas" que se deberá aportar para propiciar una u otra solución cuando aparezcan por lo
menos dos (obviamente si esto no se da, no hay tal conflicto) .
La primera parte de dichas "pruebas" generalmente ha de consistir en la formulación de juicios
de racionalidad, en los cuales cada una de las soluciones propuestas se podrá fundar en vista
de un propósito o fin a alcanzar: digamos que en el caso de proponer una familia basada en el
principio de autoridad paterno, pretendemos preservar la unidad familiar, o que en el caso de
proponer un sistema familiar con igualdad de derechos de los cónyuges queremos llegar a una
mayor realización de la pareja por medio del compartir responsabilidades y así lograr un mayor
desarrollo de la personalidad humana.
Saber si las normas propuestas son medios idóneos a los fines de arribar a las metas queridas,
será una cuestión de comprobación sociológica o psicológica, susceptible de ser valorada
conforme al criterio empírico de validez. Diríamos que un legislador se equivocó si pretendió
lograr la unidad familiar a través (le la potestad marital y al cabo de un tiempo es dable
observar que se ha incrementado el número de matrimonios que piden el divorcio (o que viven
en estado de divorcio emocional) suponiendo que el resto de las condiciones que determinan
un hecho semejante hayan permanecido durante ese lapso invariables.
Supongamos que hubiese podido determinar el órgano encargado de dictar la norma, la
validez de los juicios de racionalidad para una u otra solución propuesta. Su inclinación hacia
una u otra solución, generalmente estará fundada en ciertos principios o normas éticas de
grado superior que otorguen validez a los fines éticos que se proponen con su formulación. Su-
pongamos por ejemplo que en el caso de preferirse la unidad familiar se sostenga que ésta es
valiosa en cuanto basada en la unidad y jerarquía que debe tener toda institución humana, o
que, en el supuesto de inclinarse por la igualdad de derechos entre cónyuges en el
matrimonio, se lo haga en base a la norma por la cual es bueno evitar todo tipo de
discriminación de derechos entre sexos.
Por medio de sucesivos remontarse hasta criterios éticos de grado superior iremos hallando
normas éticas en las cuales apoyar cada una de las tesis planteadas. En esta etapa la "prueba"
consistirá en la corrección de la inferencia ética que se irá realizando en cada uno de los
escalones hasta llegar a un escalón último que no es considerado un punto de referencia
derivado de otro sino valioso por sí mismo; en este momento se plantearán los interrogantes y
las soluciones que hemos venido desarrollando.
Sostener por ejemplo que la igualdad entre sexos es familiar bien u un bien último, o que la
unidad familiar es un en último, valioso por sí mismo, es sostener que de allí se derivarán los
valores intermedios y los juicios de racionalidad para apoyar tal o cual solución.
Pero ¿de dónde derivaremos la cualidad de valioso de este fin postulado? Para un
cognoseitivista la prueba a realizar será parecida a las pruebas anteriores. Se tratará de
demostrar la verdad o la falsedad de cada una de las postulaciones valorativas últimas, por los
medios que él considere más idóneos: Así si es un naturalista creyente en la objetividad de los
juicios éticos basados en generalizaciones empíricas, tratará de mostrar que existen pruebas
de la necesidad humana do comportarse conforme a la búsqueda de la menor violencia que
engendra la igualdad (por ejemplo) o que, observando la naturaleza se percibe la preeminencia
de los más fuertes y que ello no sólo sucede así sino que es bueno que suceda, y por lo tanto
debe primar el criterio de autoridad. Si tiene una concepción naturalista teleologista sostendrá
que es posible demostrar la verdad o falsedad del principio último adoptado en base a la razón
o finalidad propia del instituto en cuestión, y dirá, por ejemplo, que la finalidad última de la
institución familiar es el agrupamiento jerárquico y cohesionado, y por lo tanto es "bueno"
mantener la autoridad marital; si se apoya en la definición descriptiva de los términos
valorativos, dirá que la verdad o falsedad del principio ético adoptado reposa en que satisface
la definición de bueno como conteniente la propiedad P (sea la igualdad o la jerarquía). Un
intuicionista tratará de hacernos "ver" su intuición (moral, religiosa o racional) justificadora de
la verdad o falsedad del criterio moral adoptado.
Si se trata de un no cognoscitivista, en primer lugar debe renunciar a la prueba final de la
verdad o falsedad del criterio por él sustentado. Pero no es cierto que los problemas terminen
aquí. Un empirista dirá que carece de sentido la discusión puesto que no hay modo de probar
racionalmente la preferencia por una u otra alternativa, un marxista sostendrá que la posición
a adoptar es más o menos irrelevante debido a que un proceso histórico inexorable hará
añicos cualquier intento de superar los intereses de la clase en ese momento dominante; no
obstante lo cual, tiene sentido plantearse el problema, aquí y ahora, porque es posible
retardar o acelerar el cambio de mentalidad propicio al cambio de las estructuras productivas
que determinará en definitiva la vigencia de una u otra tesis.
Si es un existencialista, dirá que para cada comunidad, para cada hombre la salida y la elección
es totalmente individual; sin embargo, basado en la existencia de un proyecto de vida,
personal y colectivo, hará notar que no es indiferente el triunfo de una u otra tesis, con
referencia al plan general de vida proyectado tanto personal como colectivo.
Si además de no cognoscitivista es un relativista ético, sostendrá que no existiendo valores
objetivos (o intersubjetivamente aprobados) el problemas carece de significación racional y
todo dependerá de la preferencia personal de cada uno, sin modo de poderse demostrar la
validez de esta preferencia.
La política jurídica
Toda la política jurídica está teñida de valoración y es necesario saber en cada caso en cuál de
los niveles nos estamos moviendo para poder aportar las "pruebas" que nuestra posición
exige, o, si estamos examinando valoraciones ajenas, saber en cuál de los niveles y por qué
medio afirma lo que afirma.
Este tema ha sido abordado durante siglos desde la perspectiva dicotómica del jusnaturalismo
vs. el juspositivismo. Ciertamente que lo que se tenía en cuenta era la posibilidad de referirse a
un valor jurídico por excelencia: la justicia, pero no podemos afirmar que las respectivas
posiciones hayan sido muy esclarecedoras.
Juspositiyismo y jusnaturalismo han sido dos categorías demasiado amplias desde las cuales se
ha perdido un poco la riqueza de posibilidades que se manejaban de verdad en cada una de las
posiciones. A este respecto es sumamente esclarecedor el libro de Norberto Bobbio El
problema del positivismo itrídico, traducido por Ernesto Garzón Valdés y publicado por Eudeba
donde se desnudan los distintos significados que pueden adquirir tales expresiones : como
modo de encarar el estudio del derecho, como teoría y como ideología.
La técnica propuesta por mí en este trabajo consiste primero en desbrozar los juicios de
racionalidad de los juicios valorativos extrínsecos y de los juicios valorativos intrínsecos y
luego, frente a éstos que son los que plantean los más apremiantes problemas de justificación,
determinar si se van a admitir o no la justificación de los sistemas éticos en base a juicios de
observación empírica (juicios del ser) con la primera gran división entre cognoseitivistas y no
cognoscitivistas; luego de ello, determinar dentro de cada uno de los campos de la gran
división cuál será el procedimiento más apto para la justificación de los sistemas éticos
sustentadores de las soluciones adoptadas.
La presentación ha sido sumamente escueta y por lo tanto se han encasillado, tal vez más de lo
convenient, algunos problemas que no permiten un tajo o una división tan neta como las que
he propuesto.
Pero éste es siempre un riesgo latente en toda presentación esquemática y hay que asumirlo.
En la elección de valores inferiores puede bastar y por lo general bastan meros juicios de
preferencia, pero cuando se llega a valores de tipo superior, aquí la preferencia se da de un
modo extremadamente articulado con toda otra serie de valoraciones conexas de tal modo
que no puede aislarse sin más la determinación del valor extrínseco del valor intrínseco. En el
derecho no sólo se realizan los valores sociales a través de su formulación o interpretación sino
que también el hecho de preferir o presentar el sistema jurídico en general o una parte de él
de una determinada manera y no de otra, ya constituye de por sí un valor (o la preferencia de
determinados valores, para ser más precisos, o la preferencia de determinados sistemas de
valores para ser más precisos aún).
Fines y medios
Otro problema que no puede ser evadido es el relativo a la conexión que hay entre la
aceptación de un determinado sistema de normas como realización de ciertos valores por
nosotros preferidas y las consecuencias que tales normas pueden acarrear. Aceptar un sistema
ético importa acarrear con los medios que se han elegido para obtener tal fin y con las
consecuencias de él derivadas. A los fines de un mejor examen es conveniente separar los
fines de los medios, aun los fines de sus consecuencias secundarias. Pero no parece acertado
sostener que aceptamos un fin con prescindencia del medio empleado para obtenerlo y con
prescindencia de las consecuencias que irrogue.
El fin justifica los medios, es una elegante salida frente a un conflicto ético, pero una salida
pour la galerie. En verdad no nos resuelve el problema, a lo sumo podemos decir que
preferimos con tanta intensidad el fin que lo queremos a pesar de los medios, o que
balanceando ambos consideramos valioso el fin, a pesar de lo disvalioso del medio. Y repárese
cuidadosamente en esto, pues en materia social, por lo general, de lo que se está seguro es del
empleo del medio, resultando siempre condicionado a múltiples factores que se pueda dar el
fin.
"Cuando aceptamos la norma sobre el fin no la aceptamos independientemente de las normas
sobre los medios que la puedan fundar; la aceptamos con las normas sobre los medios; en
otros términos, no nos proponemos fines, sino contexto de fines y de medios y somos por
ende responsables de los medios tanto como de los fines" (Uberto Scalpelli, Filosofía analítica
norme e valori. Comunità, Milano 1962).
Mi opinión
He sostenido desde hace tiempo (véase La libertad de cátedra, II, en "La Información, años III,
nº 7) que una actividad académica en la enseñanza superior debe tener la suficiente amplitud
como para mostrar, a nivel de información, las diferentes posiciones teóricas existentes sobre
un tema. No es necesario agotar la serie, pero sí por lo menos explicitar las grandes líneas que
se mueven con visión iluminante sobre el campo en cuestión. Pero esto no puede ocultar el
hecho que el profesor, el enseñante, por las razones que fuere, mantenga una cierta
preferencia por alguna de ellas. No debe ser necesariamente una corriente en particular,
puede ser una tendencia, con correcciones periódicas, si es que se quiere mantener una
actitud crítica fundamental para transmitir también actitud crítica, ya que la actividad de
enseñanza–aprendizaje no puede coagularse en un mero ofrecer información sino que
también debe tender a formar aptitudes y una de las más importantes en el campo
universitario es la aptitud crítica; y el ejemplo es la mejor manera de completar la información.
Para evitar que esa preferencia pase de contrabando como parte de la información, aunque
sea sin mala o segunda intención por parte del profesor, es conveniente que en algún
momento explicite su propia postura. Pero si su propia postura es fruto de una actividad
crítica, para ser coherente consigo misma, debe alertar a los estudiantes que reciben tal
información que ésa no es más que otra postura, que tiene tanto valor como las presentadas,
pero no más. Por ende alertarlos para que no se dejen cautivar con la presencia de su soste-
nedor y asuman con respecto a ella también una actitud crítica. Si todas las posturas en torno
a un problema deben servir como estímulo al propio trabajo y a la propia convicción del
estudiante, la del profesor debe ser una franca, abierta asunción de responsabilidades para
evitar el pasar de contrabando su propia ideología, y al mismo tiempo debe ser tratada como
una postura más. Si tiene méritos, ellos surgirán de su propia argumentación, que el peso de la
autoridad profesora) no sea una cortapisa a la actividad crítica y creativa del estudiante, pues
de lo contrario la actividad universitaria será mero acopio de información y adoctrinamiento
conveniente a la actividad de los partidos políticos o movimientos comprometidos de
cualquier especie, pero no a la actividad académica universitaria, fuente de la mayor postura
crítica de la comunidad pensante.
Obviamente, para seguir siendo coherente, ésta que acabo de exponer debe ser considerada
como una postura más sobre este tema, también susceptible de crítica y discusión.
En materia metaética, es decir, de fundamentación de un sistema ético, particularmente
vinculado al campo jurídico, mi posición ha ido perfilándose (eso espero) en la exposición de
las distintas teorías. Por las dudas la hago explícita, con las reservas apuntadas antes.
No cognoscitivista
Metaéticamente, soy no cognoscitivista. Pero ésta no es una posición ni cómoda, ni fácil, ni
alegre.
No sólo me han convencido las "buenas razones" del no cognitivismo, por las cuales el deber
ser es inderivable del ser: a) porque cada inferencia que derive proposiciones éticas de
proposiciones aléticas (o no éticas), es un entimema (pretendido silogismo donde falta una de
las premisas o la conclusión) ; b) Porque las conclusiones deben estar contenidas en las
premisas, y el "deber" no está contenido en el "ser" ; c) Porque las conclusiones no pueden
tener un contenido más amplio que el de las premisas, y el contenido de las proposiciones
éticas es más amplio que el de las aléticas; h) Porque las conclusiones no pueden contener
ningún término que no esté contenido en las premisas, y las proposiciones éticas, en cambio,
contienen términos éticos de los cuales están privadas las proposiciones aléticas; d) Porque las
conclusiones no deben contener ningún término que no esté por lo menos implícito, por
definición, en los términos de las premisas y las proposiciones éticas contienen en cambio
términos éticos y los términos éticos no están implícitos en los términos descriptivos de las
proposiciones aléticas, porque no son totalmente definibles por medio de éstas; e) Porque las
proposiciones éticas no son derivables ni de proposiciones factuales ni de proposiciones
autoevidentes (estas últimas, por otra parte, no arribo a percibirlas) ; f) Porque nunca he
tenido las intuiciones racionales de que hablan Platón o Moore; g) Porque el acuerdo sobre la
existencia de un hecho no comporta el acuerdo sobre el valor de dicho hecho; h) Porque si
asumiésemos una lógica que consistiese derivar de proposiciones aléticas proposiciones éticas,
terminaríamos bloqueando nuestras elecciones, lo que considero preferible evitar.
No, no sólo me han convencido esas "buenas razones" que, tomadas aisladamente, puede ser,
a su vez, objetor de critica. Pienso que, además de todo eso, pesa en un no cognoscitivista lo
que Norberto Bobbio gusta llamar el ser un fracasado cognoscitivista. Uno le llega a tener
cierta envidia a los cognoseitivistas que tienen un sistema metaético mucho más articulado,
cerrado y completo y creo que alguna vez hace el intento de pasarse al otro bando (esto peor
lo menos en mi caso). Pero como una manera de ser fiel a uno mismo, es reconocer aún ciertas
consecuencias del propio pensamiento, aunque duelan y no terminen de gustar, un no
cognoseitivista generalmente es un cognoscitivista fracasado, pero que admite tal fracaso, tal
imposibilidad de fundar absolutamente, cognoscitivamente y de un modo incontrovertible su
propio código ético.
Mi no cognitivismo implica que no admito la fundamentación de un sistema ético en razones
de hecho, cognoscibles y susceptibles de ser aprobadas. Pero repito, no es ni una posición fácil,
ni una posición alegre. No es fácil porque no es posible desconocer la enorme influencia que
sobre nuestras convicciones éticas tienen los datos cognoscitivos, que consciente o
inconscientemente vamos acumulando a lo largo de nuestra vida, o que simplemente
encontramos cuando comenzamos la actividad intelectual como piso de nuestros razonamien-
tos. No es alegre, pues, por lo menos en mi caso, se la vive como una manquedad, como un
límite. Además, por rara paradoja nos obliga a ser tolerantes y comprensivos aun con aquellas
posturas metaéticas que no tienen nada de tolerante y comprensivas.
Este no cognoseitivismo metaético, me impide aceptar la tesis cognoscitivista de la posibilidad
de hallar un fundamento racional último y susceptible de ser analizado por instrumentos
idóneos de control para sostener un sistema ético, sea por generalizaciones empíricas acerca
de lo que hay; sea en base al descubrimiento del fin último que le es propio a cada cosa (en
este caso el hombre), sea apoyándose en la definición de cualquier propiedad verificable como
susceptible de reemplazar a "bueno" y "justo", "equitativo", etc., sea apelando a cualquier
clase de intuición.
Pero esto no significa en modo alguno que ello amo obligue a ser un relativista ético. Una cosa
es que no pueda probar el fundamento último de un sistema ético con "razones cognoscitivas
susceptibles de ser verificadas como verdaderas o falsas" y otra es sostener eque no hay
ninguna buena razón para adoptar una postura ética en vez de otra. Si bien es cierto que un no
cognoseitivista queda marginado de la posibilidad de probar y por ende de sostener la
existencia de valores absolutos (válidos para cualquier tiempo y lugar) no está descalificado
para sostener la existencia de valores objetivos (o si se prefiere "intersubjetivamente válidos")
condicionados a tiempo, lugar y circunstancias determinadas. Lo adelantamos al comenzar el
trabajo, no deben confundirse los valores absolutos con los valores objetivos (o
intersubjetivos).
Tampoco implica sostener que los problemas éticos carecen de sentido pues pertenecen al
plano último de la emotividad. Los conflictos éticos no son para mí meras frivolidades como
una alternativa ante una sensación de rojo intenso y de negro subyugante, pienso que en las
elecciones éticas nos va la vida, sea como justificación de ella misma o como justificación en
casos extremos, de ponerla en juego por una actitud moral. No creo que en esta materia se
deba caer en declamaciones. Todos tenemos una cierta dosis de cobardía y tendencia hacia el
menor esfuerzo. Es vana por otra parte la permanente declamación del propio holocausto para
la consecución de algún fin ético, puesto que de lo único que estaremos seguros es de perder
la vida, no de lograr el fin perseguido. Pero esta fascinante aventura que significa vivir, no es
sólo aventura si uno se convierte en un bonzo perenne —que a veces suele ser signo de gusto
a la aventura por la aventura misma—, sino en la permanente angustia de la elección cotidiana
de nuestra forma de vida (por lo menos de aquella que nos dejan vivir), y la de quienes
tenemos alrededor.
No es necesario para un no cognoscitivista afirmar, como lo hace Kelsen, que dada la
imposibilidad de hallar un fundamento racional último a un criterio valorativos absoluto de
justicia, lo mejor sea dejarse de ocupar del tema y dedicarse a una escéptica visión neutra de
lo que acontece (como si ello fuera posible en forma total), tampoco es necesario decir que los
términos valorativos no son más que pufietazos sobre la mesa o que dependen del
funcionamiento de nuestras glándulas suprarrenales como hace Ross.
Mi no cognitivismo no es un convencimiento de la inutilidad de ciertas posturas éticas en lo
jurídico y en lo político ante la irrefutable trayectoria histórica que nos llevará donde nos tenga
que allevar, con prescidencia de nuestra actividad. Sólo digo que no puedo probar de un modo
total y absoluto la verdad y de ningún sistema ético, no que sea inútil
Yo no puedo probar de una manera definitiva y total que es mejor un mundo en el cual se den
igualdades concretas (como por ejemplo la igualdad do derechos entre el hombre y la mujer
en materia retributiva¬, laboral o en materia de derechos dentro del matrimonio), pero ello no
es óbice para que sostenga ambas tesis convencido de que ello implica una mayor
participación de ambos en la vida comunitaria y en el logro de su propia personalidad, y que
esto último además me parezca bueno. Tengo buenas razones para sostener que esto es
bueno aquí y ahora, y ello me basta para sostenerlo.
Mi no cognitivismo no es irracionalista, por el contrario, probablemente uno de los valores
más altos que sostenga (un valor de segundo nivel) sea justamente el de la racionalidad y de
allí el esfuerzo de buscar, en tratar de hallar buenas razones para fundar no sólo una posición
ética sino también metaética. Un irracionalista se encogería simplemente de hombros ante el
conflicto ético planteado en términos verbales; para mí es sumamente importante seguir
trabajando sobre él y este trabajo es una buena prueba. Esta prueba, la que se da con la propia
conducta, se llama vindicación de un valor o de una postura. Creo estar vindicando el
racionalismo, sin por ello dejar de reconocer —aun en homenaje al mismo— sus límites. Decir
que la madre de uno no es la mejor bailarina del mundo no es ser antimaternalista, es
simplemente haber perdido la idealización y la ceguera amorosa típica de la niñez. Así como
uno puede aprender a querer a la madre aun después de haber descubierto que no es la mejor
bailarina del mundo, ni la mujer más elegante del mundo, se puede ser "racionalista" aun
después de haber dado la nariz varias veces con aquello que uno puede denominar los límites
de la razón (o del instrumento analítico de control de nuestras afirmaciones).
No es cierto que por el hecho de no poder fundar de un modo absoluto y para siempre la
verdad o falsedad de un sistema ético valorativo, todas las elecciones fundadas en las premisas
últimas de tal sistema, queden al descubierto como meros caprichos o arbitrariedades. En
primer lugar porque la fundamentación de los juicios de racionalidad y los juicios de valor
derivado se pueden hacer dentro de un sistema de prueba extremadamente articulados tanto
para cognoscitivistas como para no cognoscitivistas. En segundo lugar porque la mayor parte
de las grandes alternativas ético-jurídicas y políticas no se dan sólo con referencia a fines
últimos, sino más bien con referencia a fines medios y los modos de arribar a los mismos.
Repárese, por ejemplo, cuáles son los verdaderos desacuerdos éticos políticos en cualquier
país del mundo, en particular el nuestro y se verá la corrección de tal afirmación. Y por último,
en cuanto a los fines últimos la importancia de tratar de resolver los desacuerdos con "buenas
razones" aunque no sean razones últimas e irrefutables, es también —me parece— un signo
de defensa de la racionalidad. Cuando termina el momento de las "buenas razones", cuando
no hay modo de discutir sobre la adopción de un fin último por medio de diálogo,
generalmente comienzan las violencias (físicas, psíquicas, propagandísticas o como fueren) y
de lo único que se está seguro con el empleo de la violencia es de la violencia misma,
difícilmente de posibilidad de conseguir el fin propuesto (de cualquier modo éste es un tema
que debe ser tratado con mucho cuidado y precisión en otro lugar que no sea este trabajo).
Se puede ser no cognoscitivista y sostener la posibilidad de fundamentación y justificación del
sistema de valores aceptado. Ciertamente la prueba no será una verificación empírica ni una
deducción lógica, pero sí se puede pensar usar las formas de justificación argumentativas, que
permitan un diálogo permanente con los demás para poder estar preparados a modificar
nuestras propias posiciones ya que, es la afirmación de un criterio de racionalidad, que es un
valor último en sí mismo. Obviamente indemostrable (para un no cognoscitivista) como
verdadero o falso, pero determinante como estilo de vida a seguir.
Mientras sea posible la argumentación valorativa será posible adoptar buenas razones y oír las
buenas razones ajenas, cuando no es ya tiempo de argumentar, generalmente es el tiempo del
ejercicio de la fuerza (en todas sus manifestaciones, hasta las más sutiles) para hacer aprobar
nuestras ideas.
Hay un modo último de probar la verdad o falsedad del criterio por el cual se prefiere la
argumentación razonable (no quiero usar racional pues suena demasiado fuerte para
argumentación) para fundamentar posiciones éticas. Pero sí existen modos relativos aquí y
ahora para adoptarla; personalmente la prefiero y no creo que en esto sea tan indiferente
adoptar una ti otra por tara; ni siquiera poder probar que aquí y aliara son valoraciones que se
hallan vigentes como valoraciones ,4 intersubjetivas (ya que objetivas suele ser una palabra
mal vista por exagerada) entre todos aquellos que han hecho profesión del pensar.
El no cognoseitivismo metaético no implica el conformidamo ético en materia, jurídico
política. Se puede ser no cognoscitivista y al mismo tiempo criticar una lev o una aplicación por
disidencias de tipo ético. Y esto no debe ser confundido con las actitudes valorativa eque nos
merece, la existencia misma de un sistema jurídico. Se puede ser no cognoscitivista y al mismo
tiempo un objetor de conciencia y por ende rechazar el empleo de las armas para hacer la
guerra-, pero se puede ser no cognoscitivista y a pesar de estar en contra de la
fundamentación ética de una determinada norma jurídica acatarla por considerar que el valor
que conlleva el acatamiento a la lev positiva de una comunidad sea tan grande que pueda
hacer retroceder a un segundo plano la propias objeción a la (o las normas) criticada. La
posición de Sócrates, tal cual la describe Platón en el Criptón, bebiéndose la cicuta, y
rechazando las ofertas de huida que le proponían, marca con dramática responsabilidad esa
postura en favor de la obediencia a un valor superior como el de la vigencia de un cierto orden
jurídico, aun cuando el mismo orden produce una norma que criticamos moralmente y que
nos hace relegar un bien tan preciado como nuestra propia vida. Insisto en que no es necesario
ser declamatorios en esta materia, no todos podemos ser héroes de novelas, pero en la vida
todos los dial se acometen muchas pequenas grandes heroicidades, que no por ser anónimas
dejan de ser valiosas.
Leo Strauss, en What is political philosophy? And other studies, New York 1959, The Free
Press Gencoe, sostiene en la página 66 más o menos esto: "El no cognoscitivismo y el laicismo
representan una forma de escepticismo que es consciente de la relatividad de todas las
perspectivas humanas. De este modo se yerguen sobre el abismo del nihilismo moral y
amenazan. La vida toda con un sentido de falta de significado".
Creo que la acusación es gratuita, o por lo bonos flor sido inspirada en ciertas formas de no
cognoscitivismo que niegan directamente que se pueda hablar de problemas éticos o que los
términos éticos son totalmente carentes de significado. Pero yo no quiero sostener en modo
alguno esas dos tesis. Yo no quiero decir que no se pueda hablar de la justicia, o de la
seguridad, o de la igualdad, ni siquiera sostengo que tales términos carezcan de significado.
Por el contrario creo que se debe hablar y razonar en torno a ello para dar contenido concreto
a tales expresiones, y deben ser inventados v pensados los medios para hacerlas operativas
dentro de sistemas .jurídicos y nolíticos que nosotros mismos ha-vamos conformado. Sólo
sostengo la imposibilidad de fundar un sentido último, valedero apara todos los tiempos y en
todas las circunstancias de tales términos, y que sea posible probar como verdadero o falso.
El mismo Loo Strauss, en dicha obra, sostiene a p 18 que "...el rechazo del derecho natural
importa afirmar que todo el derecho positivo es Justo y por ende Que ello es nrerrovativa
absoluta, de jueces y legisladores de los distintos paises". Pienso que la crítica están, dirigila a
cierto ti-no de positivismo jurídico (aun el gelseniano, digámoslo que bov no se encuentra
prácticamente vigente en ningún lado. El hecho de describir el derecho positivo de un país, no
significa todavía estar valorándolo como bueno. Ni siquiera el sostener como valiosa la
vigencia de la obediencia a un sistema positivo como modo de realizar el valor orden,
seguridad o certeza, implica la conclusión de Strauss.
Las veces que he jugado un partido de fútbol sin árbitro, a pesar de que la mayor parte de los
juvadores aceptábamos las reglas de juego más o menos vigentes y conocidas, estábamos
conscientes de los problemas nue implicaban el no tener un intérprete especial y último de
tales resalas, que evitara las largas polémicas en torno a la aplicación de la ley del off-side o a
las discusiones sobre ciertos hechos, tales como si "realmente" la pelota había traspuesto o no
la, línea del arco. Sometidos luego en partidos más formales a, la autoridad del árbitro, no por
considerar que el arbitraje nos evitaba los problemas antes señalados, renunciábamos a las
críticas a la propia actividad de Juez, y, en casos extremos. aun preferiríamos prescindir de éste
a estar sometidos a sus "arbitrariedades".
El ejemplo es ciertamente trivial pues nuestra postura, en una comunidad política y jurídica, no
es totalmente idéntica a la de un partido de fútbol, pero que, de servir como línea de
pensamiento para mostrar que el no poder justificar como verdadero o falso los principios
últimos del sistema ético-jurídico no implica abdicar a toda posición de crítica frente a las
normas nítidas Jadas o, en casos extremos, poner en tela de juicio el mismo valor seguridad
que la existencia de un jurídico positivo supone, y criticar el sistema mismo.
El tener un criterio para el reconocimiento técnico de la existencia de una norma urídica, no
implica el renunciar a la critica ética de dicha norma.
El sostener como valioso la existencia de un orden jurídico Que regule las relaciones entre los
miembros de la comunidad, no importa renunciar a la crítica ética de algunas o muchas de las
normas del mismo sistema. El decir de una cierta conducta es "legal" implica por un lado un
juicio técnico en cuanto a su encuadramiento dentro de las normas vigentes, pero importa
también un juicio valorativo en cuanto consideramos valiosa la existencia de un orden jurídico.
Muchas veces el uso argumentativo del empleo persuasivo del calificativo "legal" encubre esta
asunción de un valor de grado superior cual es la existencia de un sistema regulador de los
conflictos en sociedad. No obstannte no se ve la razón por la cual se deba renunciar a la, crítica
ética de una cierta solución, aunque sea: "legal". Si se plantea el conflicto concreto entre la
desobediencia a la norma por no ética v su acatamiento en cuanto "legal", v por ende
realizadora de un valor de segundo grado cual es la existencia de un orden regulador, será
cuestión de resolverlo con los medios por los cuales se resuelven los conflictos éticos, esto es
el remontarse hasta criterios éticos fundantes, que si bien no pueden ser demostrados (para
un conos-cjtivista) como verdaderos o falsos, existen buenas razones para preferirlo. Y estas
buenas razones, no son en mi opinión meras apetencias subjetivas, sino inter-subjetivamente
válidas, dentro de un determinado tiempo, un determinado espacio y ciertas circunstancias,
posibles de ser aprobadas por otros por las mismas "buenas razones".
No es posible, en conclusión, para mí, demostrar normas o juicios de valor con un
procedimiento que no esté ligado a la aceptación de condiciones particulares: Unas de
justificación absoluta de normas y de Juicios valor, me parece irrealizable. Esto no impide
hallar justificaciones de normas y juicios valorativos relativas a condiciones aceptadas por una
pluralidad de sujetos; o dicho de otro modo, una justificación que on - cuentre su propia base
en la aceptación por parte de una pluralidad de sujetos de las condiciones dentro de las cuales
tal justificación será valedera.
Y esto no es utópico puesto que los hombres vivimos en comunidades que tienen los mismos
hechos básicos presentes, geográficos, sociales, étnicos, culturales, religiosos, de
procedimiento pensante, etc.
Tales demostraciones de juicios de valor deben merecer toda nuestra atención si queremos
dar sentido a nuestra actividad jurídica.
EJERCICIOS
A
¿Todos los casos que se plantean presentan conflictos valoratiyos? ¿Cuáles son los valores en
juego en cada caso?
¿Piensas que influyen condiciones culturales, ambientales en tus decisiones? ¿Podrías sostener
que en todas ellas?
¿Puedes dar una buena razón para elegir como eliges?
¿Crees que otra gente puede decidir igual que tú? ¿Por las mismas razones?
1. Es verano, hace mucho calor, tendrías que estudiar para rendir una materia. De pronto te
llaman y te invitan a navegar por el Delta. ¿Vas y gozas del sol y del aire puro o rechazas la
invitación recordando que debes estudiar?
2. La misma situación anterior, pero sabes que deberás rendir examen dentro de tres días y
tienes serias dudas con respecto a cuatro puntos del programa. ¿Qué decides?
3. Igual planteo que la pregunta 2, pero además estás estudiando con un companero que te
pide que te quedes, pues no tiene la seguridad de poder estudiar solo y necesita hacerlo para
poder aprobar. ¿Te quedas o te vas a navegar?
4. Has comprado un traje azul celeste y encuentras una hermosa corbata marrón tierra a buen
precio. La corbata no combina con el traje. ¿La compras igual y la usas?
5. Se ha producido una inundación en Río Negro. Es el mes de julio y hay vacaciones en la
universidad. Piden voluntarios para ayudar a los pobladores. Tendrás que trabajar duro y no
habrá recompensa pecuniaria. ¿Te presentarías como voluntario?
6. La misma situación de 5, pero al mismo tiempo tu padre que tiene un pequeña negocio te
pide que lo limpies pues él está enfermo. Te llevará una semana hacerlo pues es necesario
además clasificar toda la mercadería. ¿Qué haces?
7. Una situación muy parecida a la 6, pero la inundación es en Colorado (Estados Unidos). Te
pagan el pasaje de ida y vuelta en avión. ¿Vas? ¿Y si además te aseguran que saldrás
reporteado en un programa televisivo de gran difusión?
S. Has ido al club, en las duchas alguien ha olvidado una billetera con mucho dinero dentro.
Nadie te ha visto y tienes oportunidad de salir por la parte de atrás del club sin que reparen en
tu salida. ¿Te quedas con la billetera o la entregas en conserjería? ¿Y si hubiese poco dinero en
ella?
9. Situación análoga a la 8; pero sabes que la billetera es de un individuo muy rico. ¿Te la
llevas? ¿Si además de rico es antipático y fanfarrón? ¿Si siempre te ha tratado de perjudicar y
una vez trató de propasarse con tu novia?
10. Igual situación a 8, pero sabes que el conserje siempre se queda con las billeteras que le
entregan, y sabes además que si sales del club con el dinero para devolverlo al dueño, te
pueden detener y acusarte de hurto. ¿Qué haces: entregas la billetera y te quitas el problema,
tratas de llevarla a su dueño a pesar del riesgo que corres, o la dejas en la esperanza que su
dueño retorne y la encuentre (o la encuentre el conserje y se la quede o la encuentre una
tercera persona que tendrá tus mismas alternativas) ?
11. Hace mucho frío y te ofrecen una copa de cognac o una de vodka. Nunca has tomado
vodka. ¿Cuál eliges?
12. Estás en el piso 18 de un edificio donde se ha declarado un incendio que crece
rápidamente; un ascensor todavía funciona y hay grandes posibilidades de llegar a la planta
baja y salvarse, no así de volver con el ascensor al piso 18. Contigo se halla una hermosa joven
(o un apuesto joven) y una vieja gorda y fea (o un viejo gordo y calvo) ; en el ascensor sólo
caben dos personas. ¿Quiénes irán, si tú lo puedes decidir? ¿Y si sólo puede ir una persona en
el ascensor?
13. En algunas playas europeas se ha puesto de moda la mokini, es decir, el traje de baño que
tiene sólo la parte de abajo (slip). Si eres mujer ¿lo usarías en nuestras playas? ¿Lo usarías en
Cannes o Portofino? ¿Lo usarías si lo pidiese el centro de liberación femenina a pesar de tener
un cuerpo flácido? Si eres hombre ¿saldrías n (-:¡ni¡- nar con una joven que usa mokini por la
playa a la hora de mayor concurrencia? ¿Tratarías de aconsejar su uso a tu hermana? ¿Y a tu
novia o tu esposa?
14. Estás jugando póker, en la mesa hay una considerable apuesta, han quedado sólo dos
jugadores, tú uno de ellos. Han pedido dos cartas cada uno y tu tienes ahora tres ases y dos
reyes; cuando el que da las cartas entrega las suyas a tu contrincante puedes ver que se trata
de un rey de pique y un as de cuadro. El hace una fuerte apuesta. ¿ Le dices que has visto sus
dos últimas cartas o apuestas una suma mayor a tu vez? ¿Cómo te comportarías si ese juego se
realiza en una ciudad donde tú has ido a pasear y te han robado la mayor parte del dinero el
primer día debiendo volverte si no encuentras el modo de sobrevivir económicamente?
15. ¿Serías abogado de la federación argentina de prostitutas? ¿Y de una empresa que hace
contrabando como principal actividad?
16. Te han nombrado concejal de un municipio ; hay una licitación y uno de los concursantes te
ha dado a entender que si le haces ganar la licitación te regalaría una quinta en Martínez.
Nadie podrá enterarse. ¿Le haces ganar la licitación?
17. Igual situación pero sabes que, hagas lo que hagas, van a estar seguros de que has hecho
ganar a alguien porque te había ofrecido un beneficio. Ya que van a pensar mal de ti ¿crees
que vale la pena que tengan razón? Y si todas las restantes ofertas son peores ¿lo harías
ganar? ¿Aceptarías luego la quinta?
18. Un compañero necesita permanentemente que lo ayudes en los exámenes. Si alguien te
convenciese del mal que le estás haciendo, pues será un profesional sin información ni
formación, tendrías el coraje de decírselo y hacerte antipático ante él y los demás?
B
Trata de dar un disvalor a los valores que se enuncian (no son todos valores, debes
previamente reconocerlos):
La belleza, el honor, el amor, la amistad, el juego, la honestidad, la alegría, la solidaridad, la
utilidad, el dinero, la ciencia, la castidad, la bondad, la virilidad, la virginidad, la pulcritud, la
prolijidad, el cumplimiento de una promesa, la equidad, la igualdad, la justicia, la simpatía, la
felicidad, el placer, la elegancia.
C
Trata de armar una tabla jerárquica con los valores enumerados.
D
De los ejemplos dados en A, ¿Cuáles considera problemas éticos? ¿Puedes plantear otros?
E
Distingue entre las siguientes proposiciones, Juicios o normas (lo un sistema ético, de la ciencia
ética o de la metateoría ética.
1. Debes cumplir con tus obligaciones.
2. La felicidad es el bien supremo del hombre (Aristóteles).
3. Mirando lo que sucede en la naturaleza es posible aprender cómo debe uno comportarse.
4. La virtud es un punto medio entre dos extremos (Aristóteles).
5. "No es necesario, por consiguiente, hacer la crítica de quienes pretenden (como Cossio y
Fromm) conservar la definición del trabajo como característica primordial de la condición
humana sin aceptar su fundamento en la metafísica materialista. Para ello debemos distinguir
de alguna forma el trabajo de la mera actividad. Y tanto es necesaria esa distinción cuando se
advierte que la palabra "trabajo" se la usa ambiguamente para designar en forma amplia a
toda labor o actividad de la existencia, como el juego, el deporte, la recreación, etc., y también
para hacer referencia a la transformación que hace el hombre de la naturaleza para subsistir o
mejorar las condiciones de subsistencia, o a los servicios que presta por un salario. Ese uso
ambiguo desconcierta y permite que por un lado se afirme que el ser del hombre es ser traba-
jador, homo faber, en el sentido amplio de la palabra trabajo" y por otra parte se diferencia la
actividad de los "trabajadores" de quienes no lo son, utilizando el sentido restringido que
alude a asalariado. Se advierte que si el ser del hombre es ser trabajador, tan trabajador como
asalariado es el director de empresa, o, si por el contrario sólo el trabajo del asalariado o
trabajador manual, no podemos afirmar que sólo ellos participen del ser Adel hombre. Este
doble uso de la palabra "trabajo", no obstante ser contradictorio, ha sido usado con un fin po-
lítico por algunos marxistas: Decir que todos somos trabajadores, porque ese es nuestro ser, es
algo que tiene mucha fuerza de convicción, pero cuando se quiere hacer un cambio
revolucionario se sostiene que sólo trabajan los asalariados y se descalifican a los demás como
parásitos. Lógicamente no podemos afirmar ambas premisas porque se contradicen, puede ser
falsa una y verdadera la otra, o viceversa, o falsas ambas, pero no pueden ser las dos
correctas... Lo primero y decisivo que aparece en el tema del hombre es la libertad. Ella es más
originaria y más profunda que el hombre mismo, es constitutiva del hombre. Además, los
antiguos no andaban muy desencaminados al caracterizar al hombre como animal racional.
Aunque debemos reconocer que trabajo y razón se complican... Y aquí está el punto crítico :
habitualmente no coincide lo que la sociedad me pide que haga con lo que yo quiero hacer,
con lo que yo quiero hacer por mi propio gusto, y así el trabajo aparece como maldición
bíblica. Este conflicto axiológico que se plantea corrientemente entre lo que me gusta hacer y
lo que me piden que haga, y que está, insisto, en el trabajo como función social, se esconde
ideológicamente con la idea de vocación" (José Vilanova, Curso de Filosofía del Derecho, p.
272/4).
6. Sólo la utilidad debe guiar tus acciones.
7. ¿Cómo puedes saber si tus normas éticas son correctas, si no quieres oír la voz de Dios?
S. Los estoicos pretenden una vida virtuosa privada de los placeres "mundanos".
9. Trata de realizarte en modo total, desarrollando las potencialidades que hay en ti.
10. Carece de sentido discutir sobre problemas éticos, puesto que los términos éticos no son
más que meras frases huecas que a lo sumo intentan expresar el estado de ánimo de quien las
enuncia.
F
Distingue juicios de valor derivado, juicios últimos de valor y juicios de racionalidad.
1. Estoy de acuerdo con la práctica de la eutanasia, pues es la única forma de lograr pueblos
sanos.
2. ¿Cuál es el derecho que usted invoca para suprimir vidas humanas? ¿Y si se obtuviese luego
un método para hacer que los niños deformes logren un desarrollo armónico?
3. No me parece correcto practicar la eutanasia, pues do cualquier modo los hombres se las
ingenian luego para ser sinvergüenza, ebrios, dementes, tontos.
4. La práctica de la eutanasia permite que los padres (una vez comprendido el significado del
acto de la supresión de la vida de un ser disminuido) puedan ser felices.He
5. luchado por la democracia porque considero que es el único modo de lograr la
autorrealización del hombre, y no creo que exista bien mayor que aquél de la autorrealización.
6. Si podemos conseguir que los miembros de la sociedad se abstengan de ejercer la violencia
habremos logrado la paz social. La paz social es el horizonte mínimo donde se pueden realizar
los trabajos fecundos que comportan la felicidad de los hombres.
7. Estoy de acuerdo y la felicidad de los hombres es el bien supremo al cual permanentemente
se debe tender.
S. Yo también estoy de acuerdo en que, para lograr de una buena vez la paz social, es
necesario implantar la pena de muerte.
9. Yo no estoy de acuerdo con la implantación de la pena de muerte, todo lo que se consigue
es dar una aureola de mártir y héroe al condenado. Por lo demás, es inmoral disponer de las
vidas ajenas.
10. Pienso que debería institucionalizarse el matrimonio entre personas de un mismo sexo.
Esto daría un tono de modernidad a nuestra legislación y seríamos mundialmente famosos.
11. Estoy de acuerdo con usted. Además tal medida regularizará tantas uniones que hoy se
deben mantener en la clandestinidad, como si fueran pecaminosas.
12. Pero, ustedes están locos; es que son realmente pecaminosas tales relaciones, son
contrarias al orden natural.
13. ¡Por Dios! No sea antiguo. ¿Qué tiene de malo que dos hombres o dos mujeres se quieran
y formen un hogar? Si es un hecho que existen muchas de estas parejas, ¿cuál es el sentido de
obligarlas a marginarse?
14. ¿A usted le gustaría que su hijo se casara con otro señor? ¿Piensa que de ese modo sería
feliz?
15. Es que tendré que matarlos para que se callen. Quieren que pierda el respeto de todos mis
vecinos.
16. Pero una unión de ese tipo, que yo sepa, no es de lograr la procreación. ¿Y cuál sería el
sentido de aproar bar un casamiento que indefectiblemente está a la esterilidad?
17. Pero ¿de dónde ha sacado usted que el fin principal del matrimonio sea la procreación? El
fin principal es la felicidad de los miembros de la pareja y si ellos son felices... La legislación
debe propender a la felicidad de los habitantes, ya que no hay nada superior a ello.
18. Pero ustedes no se dan cuenta que, permitido y legalizado tal tipo de uniones, la juventud
degeneraría en una depravación total. Por salvar la posición de cuatro personas se arruinaría el
futuro de la juventud.
19. Lo que sucede es que usted piensa que el futuro de la juventud sólo será bueno si tienen
un hogar con su mujercita y muchos nenes con olor a mamadera. Pero criar nenitos no es más
que una trampa de la naturaleza. Hay que ser libres, libres, señores, que es el único modo de
realizarse a sí mismo y los niños son un impedimento a la libertad y por ende a la
autorrealización.
20. ¿Pero, qué tiene que ver con todo esto el matrimonio? Si quiere alguien no tener hijos o
hacer vida en común con otra persona de su propio sexo, que lo haga; pero no mezclemos en
esto una institución corno el matrimonio, que tiende a otros fines sociales.
21. No sólo la legislación debe mantener los cánones de moralidad sexual de los pueblos, so
pena de desvirtuar la finalidad del hombre y su especie. La heterosexualidad es la regla
biológica que lo asegura y la norma moral que debe guiar a la legislación.
G
Clasifica metaéticamente los siguientes argumentos:
1. Hasta que no halamos un profundo estudio sociológico y no tengamos bien en claro las
razones por las cuales nuestro pueblo elige las conductas que elige, no tendremos manera de
fundar una teoría ética coherente y basada en nuestra idiosincrasia nacional.
2. La enseñanza universitaria gratuita es una aberración. De ese modo llegan a la universidad y
se mantienen en ella, no sólo los inteligentes y los dotados sino también los incapaces. Se sabe
desde siempre que en toda organización humana existen débiles y fuertes, defectuosos y
sanos, inteligentes y mentecatos. Por dicha razón, mantener en las universidades a las
personas que no son los más capaces intelectualmente, es inmoral.
3. Usted no puede estar en desacuerdo conmigo respecto a la inmoralidad del barrio del amor
en Copenhague ¿No ve usted que exhibir a las mujeres desnudas detrás de una vitrina
ofreciéndose para la práctica del amor por precio es inmoral?
4. No, no me parece inmoral, dado que han cuidado que tales exhibiciones se hagan dentro de
un barrio sólo tienen acceso los mayores y si uno es libre de de no ir, no corrompiéndose a los
menores de edad, no lea veo la inmoralidad. Para los daneses, no es inmoral. Yo diría haber
sido inmoral hace muchos años, o en otra parte de la tierra; no allí y ahora.
5. Ordenemos un poco esta discusión. ¿A que se le llama inmoral? Todo acto inmoral es aquel
que ofende nuestro sentido del deber o nuestro sentido del pudor o del decoro. Y parece
evidente que las exhibiciones de esas mujeres ofenden nuestro más elemental sentido del
decoro y del pudor, por lo tanto debe concluirse que es inmoral.
6. Ustedes parecen unos señores muy serios discutiendo este problema, pero no han advertido
que todo lo que les pasa es que les ha gustado o disgustado la visita al barrio del amor y ahora
tratan de disfrazar sus emociones con un palabrería pedante, como si estuviesen discutiendo
realmente sobre algo. En el fondo sólo tratan de convencerse los unos a los otros en base al
uso de palabras con una gran fuerza emotiva, pero totalmente carente de significado como
"moral", "inmoral", "decoro", etc.
7. Es necesario abolir la pena sobre el aborto, pues la mujer que lleva el feto debe ser la única
que pueda decidir sobre si va a nacer o no. No se dan cuenta ustedes que con la intromisión
del Estado en estas cuestiones se introduzca una limitación a la libertad humana que es el bien
más preciado. La libertad es el estado sustancial del hombre, el punto de partida de su existir y
no debe ser cercenado.
S. Lo que sucede es que a la mujer se la explota hasta en eso. Es la productora asalariada de
todos los bienes no calificados económicamente; hasta de los nenitos, no permitiéndose que
pueda ser dueña de lo que produce. Pero toda esta discusión es inútil, pues solamente
cambiando las estructuras productivas podrá cambiar la condición de la mujer en esta
materia.
9. Ustedes no han reparado en que los argumentos esgrimados son inconsistentes. Si
quitáramos la pena por el aborto, la gente podría pensar que es lícito abortar, no solo desde
un punto de vista penal, sino también moral Y esto es claramente falso. No puede darse a las
esa mal llamada "libertad", puesto que no se debe obrar de un modo tal que una conducta no
pueda ser universalizada y erigírsela como modelo para todos. Si nuestras madres hubiesen
abortado, nosotros no estaríamos aquí discutiendo y no puedo creer que a alguno de ustedes
le parezca correcto que tal hecho se hubiese verificado.
10. Si la finalidad suprema de la pareja es la procreación. Si ella ha sido el motivo permanente
de la tutela que los hombres y el Estado le han dado a la familia, es insostenible pretender que
se quite la pena que reprime el aborto, sería contradecir el fin propio que tiene el matrimonio,
la familia y la misma existencia humana en comunidad.
11. "Para dar una justificación completa de una decisión sería necesario proveer una
formulación integral del sistema de vida del cual esa decisión forma parte: pero esto es en la
práctica imposible... Pero supongamos que fuésemos capaces de dar dicha formulación
integral. Si nuestro interlocutor no preguntase aún «¿Pero por qué debería yo vivir de ese
modo?», entonces no tendríamos ya ninguna otra respuesta, por cuanto ex hipotesi, una ul-
terior respuesta no agregaría nada a cuanto ya hemos dicho. Únicamente podremos pedirle
que decida según qué estilo de vida debe vivir, dado que, en definitiva, todo se funda en una
decisión de principio. Llamar arbitrarias a tales decisiones últimas porque ex hipotesi todo lo
que podría agregarse para justificarlas ya está incluido en la decisión, equivaldría a decir que
una descripción completa del universo carece totalmente de fundamento porque no se puede
presentar ningún dato ulterior que la corrobore. No es éste el sentido en el cual usamos las
palabras "arbitrario" e "infundado". Lejos de ser arbitraria tal decisión, sería la más fundada,
puesto que estaría basada en todo aquello sobre lo cual se la puede fundamentar. . . Expresar
un juicio valorativo es en verdad tomar una decisión de principio. Preguntarnos si en estas
circunstancias debemos cumplir la acción A equivale a preguntarnos (para usar la fórmula
kantiana con un pequeño pero fundamental cambio) si queremos o no que el cumplir la acción
A en tales circunstancias devenga una ley universal" (Richard L. Hare, El lenguaje de la moral,
Oxford University Press, London 1961, p. 89).
H
1. Enumera algunos valores que realiza el derecho como técnica social específica. (No que se
realizan a través del derecho, sino que la existencia de un orden jurídico realiza o tiende a
realizar o debería realizar.)
2. ¿Eres favorable o contrario a la implantación del divorcio vincular en la Argentina? Pon por
escrito tus razones. Analiza metaéticamente tu razonamiento. ¿Entra en alguna de las teorías
expuestas en este trabajo? ¿Por qué?
3. Se ha producido una gran sequía en un país imaginario. No hay modo de obtener alimentos
suficientes para toda la población. Se discuten los medios para paliar la desgracia. Alguien
sostiene que no debe dársele alimentos a los mayores de 60 años para que el alimento
obtenido de dicho ahorro pueda ser redistribuido entre las personas más jóvenes. Otro hace
notar que las personas mayores de 60 años consumen menos que las más jóvenes y por lo
tanto sería ridículo pretender ahorrar sobre éstos y no sobre aquéllos. Otro aún expresa que el
criterio del ahorro del alimento debe estar dado por la eliminación de las personas débiles,
defectuosas, enfermos graves, etc. Hay otra opinión en el sentido de aprovechar esta
circunstancia para restablecer el equilibrio número entre hombres y mujeres, pues la po-
blación masculina dobla a la femenina. Propone concretamente privar de alimentos a aquellos
varones que en sus años de nacimiento superen en más del 50 % los nacimientos femeninos. Y
que la medida se aplique extrayendo a los indicados por un sorteo. Otra postura sostiene la
necesidad de seguir alimentando a todos por igual hasta que se acaben los alimentos, aunque
se corra el riesgo de morir todos de hambre. Hay un opinante que aplaude la tesis anterior,
pues está convencido que de este modo se procederá a una selección natural y sobrevivirán
sólo los más industriosos, capaces, sanos e inteligentes. Un último opinante sostiene que se
debe privar de alimentos a los extranjeros, o a una minoría étnica o religiosa que es
relativamente nueva en el país.
a) ¿Qué partido tomarías? (Puedes elegir una de las posiciones expuestas o inventar otras.)
b) Estarías ahora en condiciones de poder analizar tu posición desde el punto de vista de la
justicia do cada resolución.
c) Podrías intentar realizar lo mismo con otras posiciones.
ch) Puedes clasificarlas metaéticamente.
4. Ha caído un avión en la cordillera. Ha muerto la mitad del pasaje; el resto, para sobrevivir,
sólo puede alimentarse con los cadáveres. Si fueses uno de los sobrevivientes ¿Qué harías?
a) ¿Comerías tú también?
b) ¿Recomendarías a otros alimentarse de cadáveres? Y si fueses un fiscal, ¿acusarías a los
participantes? ¿En caso afirmativo, por cuál delito? ¿Y si fueses juez?
5. Alguien ha comprado un billete de lotería de un mismo número durante cinco años. En la
única jugada que no va a retirarlo sale premiado con la suma más alta. Si eres juez, ¿crees que
tiene derecho a recibir el premio? ¿Por qué?