Vida

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Trabajos presentados para los premios Emisión 2012 en la categoría Relato de ficción.

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Vida. Quiero agradecer a todos el estar aquí en este momento en que damos la despedida de nuestro mundo de vivos al cuerpo exánime de mamá. Hoy, desaparecerá por completo y no estará mas con nosotros. Es difícil entender que no la veremos mas, tal vez, es mas difícil aceptar que su gran persona simplemente ya no es. Sin embargo, no estoy triste. Ustedes, pueden pensar que soy cruel e inhumano, están en su derecho. Tal como estoy yo en mi derecho de enaltecer la memoria de mamá y no pienso caer en el rastrero sentimiento de la tristeza. Todo en ella fue lucha, energía, una explosión de vitalidad, no seré yo quien selle el final de sus días con una rubrica aciaga. Es que como estar triste por convención u obligación si fui testigo de la belleza con que concluyo su historia. Mi madre murió en la ancianidad, con el apoyo y la compañía de quienes la amamos partió. Es la muerte del justo. Es el premio a una vida de bondad, de trabajo y de respeto, si hoy soy quien soy -y a pesar de la opinión de muchos soy una buena persona- es gracias al ejemplo constante de mamá. Por eso quiero pedirles que por la madre, por la hermana, por la amiga y la mujer que fue ella, no sientan tristeza sino admiración profunda, de ver el premio que consigue quien vive en el camino recto. No pierdan el tiempo en lagrimas efímeras, son vanidad. Conserven en cambio la enseñanza de su final. Imítenla y merezcan esta verdadera y hermosa dicha de abandonar el camino cuando este llego a su fin natural. Vivan con fuerza y honradez, y amor, y bondad como ella lo hizo. Terminadas estas palabras S. limpio el rastro de una lagrima seca en su mejilla, inclino un poco la cabeza, acomodo su traje y abandono su posición frente a los asistentes para dirigirse al margen izquierdo alejándose del grupo. Luego, vuelve el rostro hacia el ataúd de madera negra y lo observa lentamente descender hasta posarse sobre la tierra, también negra, como presagio de las tinieblas del inframundo. Cuando comienzan a sellar la tumba S. retira la vista del féretro para dirigirla a los asistentes, todos familiares, casi enemigos todos. Inclina por ultima vez la cabeza ante los presentes y es tan marcada la inclinación que su cara desaparece por completo, eclipsada tras una espesa melena amarilla. Hecho esto se marcha de allí sin mas despedidas. Baja por un largo camino bordeado de cipreses hasta llegar al portón del cementerio, sobre este y labrada en bronce se lee la inscripción: aquí termina la vanidad del mundo. Afuera del camposanto siente un gran bochorno y, el alboroto de decenas de personas que se ganan la vida vendiendo flores de muerto, contrasta con el silencio y la quietud de puertas adentro. S. toma un taxi en la avenida. A Laureles, por favor, siguiendo la segunda circunvalar. El conductor asiente con un movimiento de cabeza e inicia la marcha en silencio. S. mira el cementerio alejarse velozmente tras las ventanas del taxi. Momentos después se internan por una zona industrial de grandes construcciones, grises y monótonas como el tedio. En el pensamientos S. vuelve una y otra vez al mismo cuarto, repasa el instante en que entro, el mobiliario mínimo e incluso los olores del monte que penetraban por la ventana. Sobre una cama sencilla y cubierta por una delgada sabana estaba su madre. S. se acerco despacio, evitando realizar movimientos bruscos que pudieran alterar el estado de doña Consuelo. Ella dormía, S. acaricio el rostro de su madre con el dorso de la mano, sintió su piel suave y sumamente delgada, era tan frágil ahora. De la llama que acompaño esa vida, que atraía y que quemaba, queda solo un rezagado centelleo sobre un pabilo ya sin cera. S. visitaba a su madre todos los jueves. Erika lo llamo un sábado por la mañana con la voz gangosa por el llanto. -Don Saúl, perdóneme que lo llame a esta hora pero es que estoy muy preocupada. -No Erika tranquila, cuénteme qué pasa -Doña Consuelo no se ha levantado de la cama todavía. Fui a llamarla y me dijo que no se iba a levantar, que lo llamara a usted y a don Carlos. A mi me preocupa mucho porque ni siquiera cuando estuvo enferma hace poquito se quedo en la cama hasta mas de las 7. Ella siempre me llamaba para que la fuera a ayudar si se sentía mal y no podía pararse sola pero no se quedaba en la cama. Además que me diga que lo llame a usted y a don Carlos, imagínese si estoy preocupada don Saúl. -Pero mi mama esta bien, esta conciente? -Si, don Saúl, ella esta conciente y habla aunque pasito, pasito. Pero es que yo conozco a su mama hace diez años don Saúl y ella nunca se queda en la pieza después de que sale el sol… nunca. Venga rápido

don Saúl, así no sea de pronto nada yo creo que es mejor que venga. -Si, si, claro Erika ya mismo salgo y en veinte minutos estoy allá. -Que bueno don Saúl verdad que me tranquiliza… don Saúl… una cosa… es que su mama me dijo que llamara a don Carlos y como es una orden de ella usted entenderá que yo no la puedo desobedecer. -No se preocupe Erika usted no tiene nada que ver en esas cosas, además Carlos y yo somos personas maduras y esta mi mama a la que los dos respetamos. No se preocupe. Quince minutos después estaba S. tocando el timbre en la casa de su madre. Erika le abrió la puerta, tenia los ojos hinchados, la nariz enrojecida y el resto de la cara palidísima. Vaya rápido don Saúl, fue su único saludo. S. temía encontrar a don Carlos ya en la habitación de su madre pero solo estaba doña Consuelo dormida, después de acercarse a ella y acariciar su rostro, S. tomo una silla para sentarse junto a la cama. En ese momento doña Consuelo despertó, miro a su hijo alto y delgado como un farol y con el pelo tan rubio que hacia las veces de lámpara en esa afilada luminaria. Un dolor profundo se aposento en su pecho y sintió que el aire que respiraba se hacia sólido y se quedaba a medio camino sin llenar sus pulmones. Tosió con fuerza intentando ensanchar, para dar cabida al grueso aire, los canales respiratorios. S. se abalanzo aterrado hacia su madre al escucharla toser con desespero, y demasiada fuerza para ese cuerpo tan agotado. La tos continuo por un momento y doña Consuelo intentaba decirle a S. con señas de la mano que no se preocupara que todavía no se moriría. Pasado casi un minuto doña Consuelo logro respirar con naturalidad, aunque el dolor en el pecho permanecía. Imaginaba ese dolor como un gran surco en su pecho y pensó -últimamente pensaba cosas extrañas- que tal vez la tierra sintiera ese mismo dolor tras ser labrada. Cuando pudo hablar le dijo a S.: no es nada y se incorporo un poco en la cama apoyando la espalda en dos cojines duros. S. la beso en la mejilla y le pregunto como se sentía. -Esto es serio -respondió doña Consuelo- vamos a esperar a Carlos porque yo quiero que el le pida perdón a usted, yo quiero verlos otra vez como eran antes hijo. Yo se que hoy es mi ultimo día, ayer su papa me lo dijo en un sueño y yo misma siento que ya este cuerpo no puede conmigo. -No diga eso por favor mama. -Ay Saúl yo siempre lo he considerado un hombre inteligente y sensato. Yo ya tengo 84 años y ninguno nació para vivir por los siglos de los siglos, viví una vida feliz y estoy muy agradecida con Dios por permitirme trabajar duro para mi y para usted, para que usted lograra ser el gran hombre que hoy es. S. no pudo contener mas las lagrimas en el taxi, suerte que ya estaban solo a un par de cuadras de su edificio porque lo que mas odiaba era desmoronarse en publico. Al llegar a su destino el taximetro marcaba 9200 pesos, S. pago con un billete de 10000 y se bajo sin dar las gracias ni esperar la devuelta. El taxi reanudo la marcha y se alejo hacia el occidente por la circunvalar. CRI-084 era la placa del vehiculo. Consuelo Rojas Idarraga de 84 años, solo hasta entonces lo notaba. En medio de un profundo lamento S. alcanzo a decir: ¿mama donde estas? Después las lagrimas se desbordaron y el mundo exterior desapareció para S. como tras una cascada. Se vio a sí mismo a los 8 años de edad, su madre, alta y deslumbrante, lo sostenía en sus piernas mientras ambos cantaban cri cri, cri cri, cantaba la rana cri cri, cri cri, debajo del agua Y S. era incomparablemente feliz de saber que había una canción de ranas con las iniciales del nombre de su madre. S. no soportaba tanto dolor y corrió a través del antejardín del edificio. Entro y no espero el ascensor si no que sin disminuir la velocidad subió por las escaleras los siete pisos hasta su apartamento. La pena salía de su cuerpo mediante el movimiento por eso no se detenía. Al llegar a la entrada de su hogar escucho a Lupe rastrillar con las garras en la madera de la puerta. Con dificultad S. logro abrir y entrar en medio de los saltos y ladridos de Lupe, extasiada como siempre al verlo. S. le acariciaba el lomo mientras ella lo miraba a los ojos con su felicidad permanente.

S. la levanto del suelo, la abrazo y lloro mas y mas. Luego se tendió en el sofá y al hundirse entre los mullidos cojines añoraba como nunca un abrazo calido con músculos, piel y venas palpitantes. Se durmió pronto y soñó estar caminando con su padre y su madre por una colina verde, en el margen izquierdo de la colina el verde se oscurecía por la espesa vegetación que seguía el camino de un río. Su padre llevaba en brazos a un niño desconocido, discutía algo con la madre pero S. aunque escuchaba no comprendía las palabras que se desintegraban por el rumor del río. Su madre le sostenía a él la mano, estrechándola con fuerza entre una de las suyas, mientras movía incesante la otra mano para dar mas fuerza a la discusión. Un momento después estaban frente a una división de la colina, era una larga fosa que se extendía hacia la cima como una cicatriz en la piel verde de la colina. Su padre y su madre decidieron partir caminos. S. continuo con su madre por el lado izquierdo que daba hacia un despeñadero formado por el paso del río. Su padre desapareció inmediatamente tomo el otro camino. S. y su madre continuaron el ascenso por una trocha que se hacia cada vez mas estrecha y escarpada. De repente S. resbalo y se precipito al río, su madre reacciono velozmente y logro asirlo de una mano antes de que cayera. S. gritaba pero el sonido se convertía en líneas frenéticas alrededor del rostro de su madre que, extrañamente, mantenía un gesto impasible. En ese momento despertó. Un segundo después de abrir los ojos S. escucho sonar el teléfono fijo de su casa, se levanto y fue a responder. -Alo -Hola amor -Hola Andrés -¿Como estas? -Pues no se, me siento muy cansado y me duele horrible la cabeza. -¿Como estuvieron las cosas con tu familia? -Normal, la verdad fue como estar solo, las palabras que tenia que decir eran para memoria de mama y lo hice frente a ellos eso es todo. Ahora si espero nunca mas volver a saber nada de esa familia. -No sientas rencores amor… pero bueno estoy mas tranquilo sabiendo que estas bien y en tu casa… ¿quieres salir mañana? Podemos ir a cine en la tarde. -Si, me encantaría, en este momento la soledad me destroza y seria muy rico que compartiéramos un rato… ya sabes para dispersar esta amargura. -Listo amor entonces mañana cuadramos a que sala vamos y luego te voy a invitar a un restaurante delicioso que conocí esta semana con unos amigos de la empresa. Descansa por favor. Te amo. -Yo igual… Andrés… gracias por estar ahí. -Ajajá es mi obligación si quiero decir que soy tu novio… no crees? S. había tomado un cigarro de la caja sobre la nevera mientras hablaba con Andrés y fue hasta el mirador para encenderlo. El agotamiento excesivo le concedía una sensibilidad especial haciendo que el aire frío de la noche adquiriera inusitada concretud y lo rodeara como una manta infinita que cubriera también la ciudad y las montañas, protegiéndolos a todos por igual de la nada que era todo afuera. S. encendió el cigarro y volvió a la escena del cuarto con su madre. Pasaron dos horas en las que charlaron de trivialidades olvidando la declaración fatal hecha por doña Consuelo en primer momento. Luego llamaron a Erika y le preguntaron por don Carlos. -Pues doña Consuelo nada que me contesta al teléfono. Al escuchar esto doña Consuelo cambio por completo su fisonomía, tranquila hasta ahora, dejando ver la muerte a la que su rostro ahora solo servia de mascara. S. y Erika sintieron de inmediato algo como si les apretaran las entrañas. Doña consuelo volvió a acostarse y se dirigió a Erika. Erika, con usted ya hable en la mañana, usted sabe, porque yo se lo dije, que este es mi ultimo día. Le agradezco con toda el alma su servicio y compañía durante estos años… ya sabe que alguna cosita le voy a dejar porque manivacía no se va a quedar después de haber sido tan buena conmigo. -No diga nada doña consuelo. Dijo Erika casi en shock y salio corriendo de la habitación para encerrarse en un baño. -Ya se le pasara, es una buena mujer y a su edad sin hijos ni marido ni familia, pobre mujer desterrada. Júreme Saúl que usted no se va a olvidar de ella y júreme también que va a hablar con su tío Carlos. El dominio y la fuerza que retornaron solo por aquel breve instante a la persona de su madre asustaron a S. que solemnemente prometió hacer lo que se le mandaba.

-Intente no estar triste hijo, este es el fin natural, si voy a morir es porque tuve la dicha de vivir. -Pero mamá -No Saúl, estése tranquilo hijo y siga con fuerza por el camino que va. Usted es bueno, amable y el ser mas compasivo que conocí, no deje que nadie le permita dudar de eso hijo. Doña consuelo cerro sus ojos tras decir esto. -Mamá, mamá. -Hijo, ya me voy, lo amo, no este triste y recuerde lo que juro. Yo me voy a encontrar con su papa. En este momento S. recordó algo. Una petición. Ese era el único momento que tenia para hacerla. -Mamá, si hay algo después me avisa… por favor. No estaba seguro de que su madre hubiera alcanzado a escuchar estas palabras pues se sumió sonriente en una quietud magnifica.