, AÑO l.

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N (;:\f. G.

LA 'REVISTA . SEMANARIO DE LITERATURA, CIENC I AS, ARTEd Y SPOR'T .

.fl - Tampa, Ybor City Septiembre 20 de 1903.- .fl

Desue que Beh ering descubriera el suero contra la difteria en los h ospitales de Ale-mrtnin. frn cnsando entonces las aplicaciones que hiciera y Ronx más tarde y más afortuna­llo- ailrmára en el Congreso Médico de Bud;:t, Pest, que el su ero antidiftérico gozaba poder dPstructor ele esos. microbios, fabr icantes de m embranas tenidas hoy por vivi eudas ele­giuas con preferencia en la garganta; desde q;: e Beh ering- repito-enAlemauia y . . Roux en Francia dieron á conocer el gran hallazgo para combatir: con éxito la tenible difteria: uPsde que Jn, ciencia pudo desafia r con valentía á la cruel segadora ele vid as infant iles ; desde que, e n una palabra los tLlbos de análisis descubrieran lo que antes era invisible y el h o1nbre histológico pudo aprisionar y cultivar al enemigo qne durante sig los venía ejerciendo su peligrosa influencia, ocultándos~ con . toda segurid ad á las investigaciones de ant0s ocn,sionando el asesinato cruel y martirizante por su s efectos en los niños por m ed io · del enven enamiento y ele la asfixia-como consecuencia-acaricio la idea de que no hay conquista más grande, ni descubrimi ento más admirado que ese suero salvador para combatir la difteria.

Se dirá por los pertinaces contrn,clictot·esque no es absoluta b cur:1ción; es decir que no todos los afectados por la difteria se salvan: Voy á ~dmitir que sea cierto, sin entra r en

·explicación acerca de las complicaciones. No se me negará que la humanidad debe es tar satisfecha observando lo contrario d e

lo que antes ocurría. De cien diftéricos, ¡cuán pocos se salvaban! En la actualidad ;cu:in pocos son los que

se· mueren~

El descubrimiento, pues, le tomo como motivo para apuntar la curación fl e la <lifteri a por el suero, como la acl(1uisición más prodig iosa que pueda gozar la humanidad , que no por cierto, h a co rres ponrlirlo co n los uescubrirlores, at'tn en la forma mrís sencilla.

Los gobiernos en la mayoría de los casos suelen ser iniciadores ó pa trocinaclores. co­rrespondiendo á los pueblos el secundar lo qu e los poderes piden en casos como el quP trato: en esta ocasión ha imperado el desdén oficin,l }r el infliferenti smo, a,nte descubrimientu ele tan gran tr:<tscentlencia.

Poco importa qne Francia haya subvencionado, si acaso lo hizo, á H.oux: Si todos los Pueblos, gozan hoy del enorme ben efi cio, nada más natural que la demostración ele g rati ­tud fuese general.

Yo cr eo que todas las marlres vertiendo-pre3as de dolor- lágrimas sin nt'tmero, ante sus hijos as fix iados por la rlifteria, pero sal vados por la influencia del suero, olvidan lo que representa el gran déscubrimientn. _

11n su mayoría hacenlo que el marino ante la tormenta: el ruído .del oleage y del true­apagan la plegaria y el voto, en el momento en qu e la vida es amenazada por la brayeza del rp.ar: después, al pisar tierra, y cumplido el rezo de compromiso, en la ermita, ni se acuerda del pasado siquiera.

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32 LA REVlSTA

Este e~emplo es aplicable á. la mayoría de las madres. Ven á. sus hijos pintándose en sus caritas el terror: los ven como en sus gargantas se ahoga el

grito del dolor y se ahoga asímismo la vida : los ven llevando con desesperación sus man¡fcitas al cuello queriendo desasirse del corbatín opresor, y esas madres que ven á sus hijos aterrorizados y

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que ellas contagiadas por ese temor se comunican la desesperación; en el enfermito pidiendo ·con se-ñales que mal'tirizan al alma maternal le libren del torménto asfixiante; en · la madre porque puede solucionarse ese pro~lema fuerte de martirio, y en ese momento de tribulación, de dolor de madre, demanda del cielo el amparo, cae de rodillas, buscando en la oración, el consuelo y alivio para E>U hi­jo y aún llega á ofrecer su vida por la de su pequeñuelo en uno de esos ananques que solo las madres saben sentir.

En esa angustios.a y adolorida ocasión llega el Médico portador del maravilloso suero, lo aplica, ejerce éste su poner inmenso destruyendo los microbios haciendo volver poco á poco la vida al que ya estaba pronto á perderla.

Esa madre hizo promesas, llegó á ofrecer su vida: vé á su hijo salvado, se alimenta de la alegría y de los besos que sin cesar le dá y cuando pasa el peligro, cuando la normalidad h a borrado el último vestigio de la escena empieza la indiferencia para terminar en el olvido : si el hijo se salvófué .. .. por que debía salvarse; ¡que más, si en gran mayoría de casos se olvidan hasta .del Médico que pudo con­jurar el peligr!: !

Oreo cumplir con un deber llamar la atención sobre lo que representa tal proceder. Bi~n se me alcanza pensar , que mi vQz no sezt. oída en el desierto de la indiferencia y qne el deseo

de propaganda no halle ecu en TODAS las madres de TODoS los pueblos, de TODAS las Naciones,W para que esa propaganda generalizada, tPrminase en la demostración de agradecimiento á los descubrido­r's ilel suero antidiftérico, y que esa demostración estu viese á la altura del valor del beneficio.

Por ironía y burla cruel, suelen los hombres levantar estátuas á los que quieren hacer inmorta­les "dando la pr_eferencia" á los mantenedores del orgullo, de la ambición y del poder nacional.

La Nación taló cual, creyendo lastimada la honra de su Nación, ó ambicionando tierras que no son suyas mueve la diplomacia, echa ésta, el cebo, y se prepa l'a una guerra porque sí , con la pronti­

- tud que pide la exigencia y es exigente por cálculo. Dispone de la masa humana, la dirige con ella consig ue, con el derecho, del pez grande el triunfo de la codicia quedando el honor Nacional á salvo con el olor á carne, como chacal victorioso al devorar su víctima.

En el camp0 de batalla corrió la sangre, se perdieron vidas preciosas que no se dieron cuenta del porque iban á matar ó á morir: la prensa canta ditirambos al J efe victorioso y á los subjefes que le secundaron. La Nación los premia elevando á los afortunados á más alt~s puestos, si es que no de­cretan títulos ele nobleza y con ellas concesiones en metálico .

Total , miles de hombres que pnrdierons sus vidas: miles de hombres paseando su inutilidad de¡ cuerpo y di-~ su hambre y su miseria, sin que le rediman_ de su estado, porque los dones y mercedes no suelen alcanzar á los que constituyen el nervio p~deroso de la g uerra, lo que se llama carne de cañón.

Los hombres de Ciencia los que ·se encierran en sus talleres y en ellos pasan la vid a estudiando 1

escudriñando misterios, cuando logran descubrir lo que buscan , cuando el resultado es para salvar á los dolientes ·J e sus enfermedades más terribles, como si estuviese arrojado d guante entre la n:merte y la vida y cu ando surge un J anner demostranqo la inmunidad de la viruela por la inocu­lación del cow pox y cuando Behering y Roux descubren la curabiiidad de la difteria con su suero y cuando maravilla un Pasteur, padre ge la s<;eroterapia con sus admirables estudios y un Pravaz con su diminuta geringuilla destruyendo en el momento tormentas patológicas, :í estos hombres tcyn grandemente valiosos, el olvido los quiere empequeñecer; solo la ciencia es encargada de recoger tan valiosa memoria, y hacer que recuerden las generaciones la sabiduría del desaparecido.

11ntre el afortunado general que lleva pegado en la t ela y entorchados del uniforme el hedor de la batalla y entre el hombre de ciencia que lleva con orgullo manchadas su s manos con los reac­tivos de sus trabajos, ¡qué diferencia t an grande!

Aquel representa el exterminio por la guerra: el otro el luchador por sostener la vida de sus semejantes .

Al l. o se le conoce por el universo: al 2. 0 se le ignora. Que pregunten quiénes son todos aquellos que en sus gabinetes trabaja n á diario en beneficio

de la humanidad doliente: quiénes son- los que luchan para destruir el cáncer, la sífilis la rabia,

1.

:_A REVISTA 3.1

ara reducir á la simpleza en sus efectos, enfermedades tenidas por incurables y se dirá "No LO SÉ":

'No LE coNozco". Si fuese dable calcular los cuerpos salvados de las viruelas por la lanceta Jenne­·ana; si fuese dable así mismo calcular los salvados de la difteria por el descubrimiento Behering-• ' oux, asombraría por su número.

Si fuese igualmente dable calcular las lágrimas ·vertidas por las madres que vieron perder á sus ijos con el terrible mal de la difteria, en todas partes y en todas épocas hasta el día, es seguro que

ría vogar por ellas la negra barca de ~a fatalidad . ¡Ah si pudieran recogers'=l las satisfacciones, las alegrías de tanta madre al ver la vuelta á la

ida de sus hijos! Es talla admiraci•ín que siento por esos genios en el saber; es tal mi veneracíón, que puedo ase­

urar cada vez que veo volver á la vida á un diftéricti, que me siento satisfecho vivir en la época el descubrimiento y orgulloso por este triunfo de la ciencia

Reciente, muy reciente Pstá un caso de curación: por él escribo estas líneas; por él y por todos os casos análogos deseo la inmortalidad á los descubridores en!usiastas del suero salvador.

Podrá haher algún individuo que no dé valor al descubrimitmto, diciendo que este no es obra J.e m individuo, sino la resultante de los esfuerzos de varias generaciones.

Yo doy en este caso valor tal al descubrimiento, que le considero superior á la bienhechora ami· a de la costurera, la máquina de coser; á las poderosas máquinas que filigranan planchas enormes

le hierro; :i la::; putPl• tes y complicadas m:íquinas encerradas en colosales naves, portentos de mecá­ica y de ingeniatura; á los inspirados y geniales aparatos que hacen llegar en minutos el verbo á

os últimos rincon,es del planeta; á las parleras cajas que guardan cual archivos la palabra para que eneraciones posteriores oigan la voz de los que fueron y somos en la actualidad; á todas las in ven-iones habidas que si ellas dan renombre y gloria á los inventores y riquezas á empresas explotado­as, la sueroterapia ha venido á dar la vida á enfermedades mortales en su mayoría y nada más rand e y más hermoso que el goce de la vida en plena salud y nada ruás superior y admirado que el abio pueda arrancar á la muerte los individuos que escoje.

¡Honor pues, á los felices elegidos que descubren elmo<fo ,de destruir las enfermedades; que si llos quedan eocritos en letras de oro en las páginas de la historia valiosísima de l;:ts Ciencias, que­an también grabado en la memoria de tanto individuo librado del sufrir viéndose en la playa de la

vida, después de haber sido maltratado por el fatal oleaje de la enfermedad.

UN VIAGE l\ FILIPINAS.

APUN T ES DE M I CARTERA.

CONTINUACION

Manila, capital del Archipié­lago en la isla de Luz6n, con puerto comercial de primer or­den donde anclan todos los bar­cos del mundo; emporio de rique­zas ignorada por sus últimos do-­minadores, digna de figurar en­tre las bellezas sugestivas del mundo, es una de esas ciudades que dejan un vivo recuerdo en la mente del viagero.

La hermosa ciudad de los ca­nales, bien pudiera ser la V ene­cia de la Occeanía, si hubiera vivido bajo otro ambiente de -progreso y de libertad. Bañada por el caudaloso rio Pasig con sus puentes colgantes y sus pin­torescos barrios de un lado y

otro del citado rio, ofrece un as­pecto sublime y encantador.

Una de las cosas que más lla­ma la atención del viagero, es, el nÚlHero considerable de ca­rruajes particulares que circulan por la extensa población, que no baja de 6 á 8 mil, como queriendo demostrar á los que la visitan, que á pesar de pertenecer á la raza amarilla sus habitantes, y de la falta de iniciativa de · sus gobiernos, ellos tratan de vivir usando este medio de locom-¡­ción á la altura de las primeras capitales Europeas. Su pobla­ción es de trescientas cincuenta mil almas; es heterogénea, pues allí residen muchos. extranjeros, predominando los alemanes y los chinos asiáticos, los cuales con excepción de algunos espa­ñoles tienen dominado el co­mercio, campo que han engran-

decido mucho más hoy, una vez rota las antiguas trabas que les imponían estos últimos.

Entre las1 principales calles comerciales pueden citarse, la de la Escolta, San Sebastián, Sampaloc, Bilibid y la calle Real de Intramuros.

·Sus edificios, son de escaso mérito, exceptuando las iglesias ~ de San Agustín, Sto. Domingo, la Catedral y el Palacio del Arzobispo, contribuyendo la fal­ta de embellecimiento de que se hallan desprovisto, los frecuentes temblores de tierra que se sien­ten en todas las poblaciones, que ponen en constante alarma á sus mo1~adores; de aquí es que, casi todas las casas se compon-· gan de un solo piso. Estas se fabrican de una manera senci­lla; sin cimiento;, sirviendo de bases troncos de maderas resis·

34

tentes, que clavan en la tierra formando el armazón de la mis­ma clase y forrándolas de ladri­llos ó tablas con techos de zinc.

No obstante, se observan al­gunas construcciones de mam­postería, que son habitadas por los que llevados ele un espíritu vanidoso temerariamente despre­cian el peligro.

En los pueblos del interio1· guardan más uniformidad en la manera de fabricar su s vivien­das, y están más en armonía con la naturaleza del clima y del suelo. Por lo coi'nÚH son todas de cañas de bastante gn1eso; es­te material se · obtiene on faci­lidad y abundancia, al estremo de existir en todas las Islas, bosques inmensosdeinfinita va­riedad de cañas (le todas dimen­siones, que emplean los "natu­rales" para diferentes usos en­contrándose alguna que le dan bastante valor en el mercado pa­ra bastones estando muy solici­tarlas por losespeculadores.

De las más grue,:;as forman el cuerpo del edificio forrándolos con las más finas puestas en ti­ras, y de la que también forman el piso, techándole ele "nipa" especie ele palma corta; son muy singulares estas fabricaciones, que empiezan siempre por el te­cho elevándolo después sob1·e el cuerpo ele la vivienda.

Todas son de un solo piso algo distan te del suelo para evitar la humedad y ponerse al abrigo de algunos animales dañinos, empleando para el acceso á las mismas, unas escalerillas que suben y bajan á discrección, guardando siempre alguna dis­tancia unas de otras para evitar las ''quemas ' como le llaman á los incendios, lc,s cuales son muy frecuenÚls sobre todo en la épo­ca de las secas; sin que sus efec­tos preocupen mucho á sus "na­turales.'>

Continuará.

LA REVISTA

OTRA VICTORIA

Ha sido la alcanttada por el yacht americano "Reliance, sobre e 1 competidor inglés "Shamroch Ill" en Sandy Hook, en las regatas recien­temente efectuadas por la co­pa Internacional.

Al acercarse la época de las regatas, habí.a dudas sob1·e el resultado de la contienda; se decía que el competido¡· era

un barco c uyo igual no había sido constmído; pero en las pruebas comen-zó la esperanza de los entusiastas americanos, y recobraron su confianza al ver que el nuevo defensor de la Copa, den-otó al Defender, que sostuvo e l pabellón americano en los regatas del año pasado ..

La victoria fué completa para e l Rel iance pues al concluir una de las regatas, pasaba la meta dejando a l competidor á su espalda á una distan­cia de milla y media.

Sin duda, e l "Shamroch III" es una obra maestra pero no está en la clase dfl "Reliance" y esta es una prueba más de la superioridad en la construcción del yacht americano al inglés.

Se dice que e l dueiío de "Shamroch Ill", Sir Thomas Sipton. por va ri os años competidor por la copa, desistirá de su pmpósito de llevársela a l otro lado del Atlántico, y que si prueba una vez más, será con un scho­mer [Yacht qe dos palos].

Mucho dinero le ha costado á dicho Lord su afición á los yachts pero segtÍn él, no tardará en recupera rlo en su comercio de Te, pues lo consi­dera empleado en an uncios en este, su principal mercado.

\ .

~--~Guisotes semanales.

¡Qué atrevido, descortés y aún abrutado es el Sr. Eolo.

Visitar como nos visitó en Tampa el sábado último, sin prévio aviso y con tal mal hu­mor como se presentó era motivo para recibirle con estacas como se le recibe en Cuba

Mal humorado llegó al Tam­peño suelo soplando con fuerza tal, que por todas partes desgajó árboles, destrozó techos, derribó cocinas é hizo otras manifesta­ciones de su poder y de su fuer­za; eso de llamar al Ciclón "me­teoro" tiene toda la gracia posí­ble.

El oro que mete que me lo claven en el Banco.

Mete ruido-mete miedo-me te-sustos todos estos metes y otros que me callo son más ver­daderos que lo de meter oro.

Al medio día cuando el viento estaba en toda su· fiereza mi ve­cina, Doña Procopia al ir á cojer el pan suyo de cada día,. una

racha hizo presa en ella tráns­formándole en papa~trl: todavía. á estas horas, cinco días tras­curridos no se sabe de Procopia y es lo l!Ue dice su marido-por mí que no vuelva.

¡Hombre por Dios, no sea V. así con su m:1jer!

¡Ah Sr. me contestó, los más tranquilos días de mi vida son estos en que Procopia no está en casa ; era peor que el Ciclón!

La verdad es que hubo fraca sos no pequeños; los carritos que­daron en medio de las calles por falta de alimento.

Mi amigo Ventosilla que tiene á su novia camino de Palmeto, fué á verla por la mañana te­niendo la desgracia de no poder volver á West-Tampa lugar de su residencia, por falta de carri­to

Mi buen. hombre emprendió á pie su peregrinación llegando á las 4 de la tarde á su casa, sin zapatos y hecho completamente una espon ja.

Al entrar en su domicilio ex­clamó:

¡Ay amor como me has puesto r Enseguida cayó desplomado

sobre una tonina americana de la clase etiópica.

A estas horas se sabe que no ha vuelfo del desmayo, á pesar de los esfuerzos hechos por el vecindario.

Vds. sabrán y si no lo saben se lo digo para que lo sepan, co­mo una casa de la Ra. A ve. ha hecho viaje rotatorio por varias rutas encontrándose aún en la calle J 4 :-casa que según h e sa­bido es dedicada á escu ela.

Con este motivo anoto en mi cartera:

Los Maestros viajan en todos los países: en Tamp Ft viajan los maestros y las escu elas.

Otra noticia: -( n amig o mio p1.dece de una

úlcera eu una pierna ¿sabe V . el remedio que le aconsejó Mery la curandera? ·

Pues que se pongn s .tliva para que sane.

Tiene bemoles y sostenidos pretend er hacer escupidera de la pierna de mi amigo.

Esto será el tema para mi plato de a próxima semana .

Lá Q-¿~;ajira.

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LA REVISTA

Hasta pronto.

Con ese pensamiento despedimos hoy á la familia de nuestro querido amigo y Director de LA REVISTA Sr. R a fael M . Ybor, a l ve r p a rtir p a­ra la bella Cuba, á s u esposa, á su pequeño Baby, la alegría de la casa, á su Sra. Madre, la respetable Sra. Mercedes R. Viuda de Ybor; y á su hermana la simpática Cuca .

Lleven todos un viage feli císimo; que regresen e n breve plazo á los arenale3 Tampeños, donde quedan amigos que sienten la partida, y es­peran deseosos la vuelta.

Vis ita.

Agradecemos la que nos han he­cho los estimados co!egas "El Eco­nomista " de la Habana; ''La Pro­testa" deSagua y "The S an Juan New " de Puerto Rico; dando las gracias á este último por las atentas frases que nos dedica en su número correspondiente al S á bado .5 .

•88~88~~~

CHISMES. Lo que no se le ocurra á Vi c toriano

García E spinosa, no se le ocurre á nadi e. Figúrense Vds . que ha decidido darle

la vuelta al mundo, sin dinero .

35 N adie como él, para ll evat• á cabo tan

arriesgada empresa , contando como cuen­ta , co n una inte li genc ia privilegiada y

-audac ia sin límites. El punto de pa rtida es T ampa: para cu­

yo efecto el próximo Lúnes , pondrá en esce na en la Sociedad ' ·La Auro ra ," el aplaudido drama de E chegaray titulado "El Gran Galeoto. "

El pr.otago nis ta de la obra, lo será e l Sr. E spinosa, que es, mas que un aficio­nado, un ac to r, como bien lo sabe e l _p ue­blo tampeño, que en mucha s ocas iones y con tanta justicia lo ha aplaudid o.

Mucho entusiasmo re ina para ese día y creo que Victoriano en su fun c ión de g ra­cia , r ecibirá una pru eba evide nte d e las simpatías con que cuenta en es ta c iudad.

.;.;· * * El pasado D omingo , r ecibie ron las

aguas de l ba uti smo en la I g les ia C a tó lica de Tampa , cinco lind as c riaturas.

L os espo os Díaz- Purpeiro , apadri na­ron á tres de los nuevos c ri stianos, que en lo suces ivo fig urará n en este mu ndo , con los nom bres de Jorge Ma nuel C as­te ll s, Ange l José Montenegro y José J. Martínez.

La señora María R odríg uez y Anto nio Pt.rpeiro , fueron los padrinos el e Ri ca rdo Díaz.

L os he rm anos Juli a y N a t:c iso C as te lls apadrinaron a l niñ o An gel R afae l del mis­mo apellido.

C o n moti vo de es ta s impát ica ceremo­nia, se ce lebró en la morada de los espo­sos Díaz Purpeiro, 7a. A ve nida 945, un a agradabl e fies ta , en la que reinó la más deli ciosa al egría.

Muchas di chas les deseo· e n su trá nsito por es te mundo, á las cinco criaturas , en-

-21-

mundo, vió. en ese hecho la salvación de una honrada familia.

Médico que la visitó y con extremo cuidado . púsose á estudiar los estragos que la enferme- , dad había hecho en el hermoso cuerpo que an­te su vista se ostentaba.

La salvación material de Maria era impo­sible.

Nuestros leetores saben ya la respuesta que dió al conde después de la lucha interna que tuvo que sostener.

El día siguiente Luisa fué al hospital y cla­ra y descaradamente expuso a María la nue­va combinación.

Al pulsarla noto que aquel cuerpo iba apa­gandose y casi se alegró!

-Que se ease con una muerta, se dijo, no quiero ni aún suponer que este ángel ele pure­za viva con agena mancha en este maldito mundo.

Ella escncho con estrañeza tan rara propo­sición; interrogo á Luis respecto á su enf.::r­medad y al ver el silencio elocuente del Médico exclamo:

-Amigo mío. estoy condenada á morir en breve; bien; ejeci'itense los divinos fallos. ¿De qué sirvo yo en el mundo? Ni aún de adorno. Mi familia, mi pobre madre y mis hermanos

Hizo hablar á la enferma. Esta le refirió su vida con sin igual franqueza y sin omitir un detalle. Su rostro virginal g arantizaba la verdad de todo cuanto decía y el Médico, pro­fundo observador ele corazón blindado, se sintió conmovido ante la agonía de aquel ángel de la tierra. Absorto, viendo tan raro ejemplar de belleza y de virtud; entusia sma do ante la candorosa ingenuidad de aquella niii.a mártir; él, que en nada creía y á qUien nada conmovia, sintió nacer en su alma un pro­fundo afecto hácia aquel ser desventurado.

Se dedicó con fe y entusiasmo á estudiar la enfermedad y a buscar cuantos medios fuesen posibles para arrebata r á la muerte ele su linda presa.

Comenzo por verter en aquella hermosa alma el bálsamo consolador de la esperanza. Fué después á ver á la desgraciada familia de la tísica y dejo en su casa tres duros, único

cantos de sus padres y esperanza de los humanos ·

.¡¡ "'1· f

Desde hace a lgunos días, procedente de la Habana, se encuentra entre nosotro~

el conocido jóven escr itor,· Sr. Francisco López.

Bienven id o sea.

+ ·)(- * En puerto tenemüs a l crucero alemán

Fafks, que viene á ésta ha hacernos una vi si t::t de eor tesía y á p~obar la buena amistad que sienten los súbdito!' de Gui­ll e rmo hacia los E stados Unidos.

La numerosa colonia alemana de Tam· pa, hará que la estancia de sus campa· triotas aquí sea agradable y de e terna ntetnor.a.

Tambiél' las Autoridad es loca les, le h a rán tod os los honores que. se merece, un acoraza• lo, represe ntación viva de una Nación muy fuerte y poderosa .

~- -x- * E l pasado Juévcs embarcó para Cayo

Hueso, la Sra. Viuda de E scassi. Un felíz viaje.

* * -x-Perdomo recibió la última ob ra de

Fray Candil- Bobadi lla-titulada á Fue­go lento, editada recien temente en Bar­celona.

R eco miendo eficázmente su leet ura, por se r de lo mejor que se ha esc rito, y sino lo creen, pregúnte nse lo á Trichuelo.

·X· ·>:· .¡¡.

No falt e nadie, hoy Domingo a l Círcu­lo (.;ubano, que el simpático Malina, vá á echar e l res to en la s preciosas obras " La carta perdida" y el "Número 7 "

-22-

. LA REVISTA

La música á cargo de "Panchito Sá n­chez," toca rá h as ta que los bailadores se den por vencidos .

7é * ·X·

En el próximo número h ablaré de la función de gracia de m i querído amigo y cada día más aplaudido piani s ta, Sr. Azu­cariche en "El Porvenir," West Tampa.

~- * * El jóven Luis Balbón, víct ima del hu­

racán que recienteme nte nos visitó, sigue mejorando de las terribles he ridas que reci bió.

* * ·X· Es indescriptible el entusiasmo que

re ina ·para la Romería del Centro Astu­riano.

Una sola cosa les critico á los organ i­zadores de la ties ta; las rifas encome nda­das á las muchachas. '

Por mí lo digo, pues donde quiera que d iviso unajóven, le huyo como á la muer­te, ¡:..a ra qt..e no se repita la escena, que hace a lgunos días, en ocasión de encon­t ra rme completamente arrancado- como de cost um bre-con una hermosa mucha­cha.

--Aquí te11go unas papeletas y espero que me compre, por lo mé.nos, dos-me dijo.

-Turbado, sin saber que contestnrle, le prcgun.lé ¿de qué son esas papeletas?­

-Una rifa del Centro Asturiano. - Bueno, señorita, yo le compmré. - No, uo; tiene que comprármelas ahora

mismo. - Es que no tengo cambio. -Yo le cambiaré. Comprendiendo que era imposible con­

venccrln. tuve que confesarla que no tenía

un solo eent11V0, dando lugar á que ella ex­clamara ;

-¡Pnrece mentira que V. no tenga ni un triste real ! .,

Completamente amoscado me despedí de ella. ·

P or mi parte, me bago eco de la protes­ta general del sexo masculino, pues esas ri­fus dan 1 ugur á que á tan grata fiesta asista escaso número de feos.

* * ·x-A úliima hora he sabido, que el próximo

J uéves 24 se efectuará la boda de 1 a bella y Simpática Srta. Margarita Creci, hija de nuestros umigos el Dr. Creci y su tira. Flo­rinda Dcmestrc.

E l novio lo es nuestro también amigo el Sr. EJelmh-o i\'Iorales. En el próximo nú­mero darémos cuenta de tan Simpático en luce.

El Chissnoao.

A LAS MUJERES.

Da natura al to ro e l asta, Casco lijero a l corcel, Y para huir del lebre l A la liebre el pie le basta. Dióle la f uerza al león , E l pez hizo q u e nadara, E l pájaro que volara, Y a l hombre dió la razón. ¿Y qu é alcanza la mujer En medio de dones ta ntos? La belleza, los e ncantos ~1e todo pueden vencer, Porque ablanda hierro y fuego De las hermosas el ruego .

C. J. DE VERMAY,

- 23--

dinero que tenia para cubrir sus atenciones. rato, que le hacía olvidar su triste situación. Aqud día no comió. Pero se acostó soñando en la hermosa t'isi­

ca y diciendo, con sus lábios plegados con la sonrisa diabolica que le caracterizaba: Esto si que es célebre; la vez primera que me ena­moro, es de una mujer condenada á muerte ...

En mí todo es raro. ¿Qué le hemos de h acer? ...... Así pasaron díaG. La enferma vejetaba;

pero no vivía; a l contrario iba muriendo len­tamente. El Médico lo sabía y con profunda pena lo observaba.

Por eso guardóse en el alma su a moroso afecto y j a más dió á entender la extraña pa­sion que aquella jóven le inspiraba.

a María le encantaba el amable trato ele aquel .Médico y como es natural en cot·azones generosos, nació en el suyo cariñosa simpa­tía hácia aquel amigo de última hora .

Sin darse cuenta de ello, esperaba ansiosa. su visita, no por la enfermedad, que de sobra ella sabía que era incurable, sino por escu­char su dulce voz. y hablar con el un breve

'

Luis, el descreído y duro Luis, lloró una noche al ver en ella sin tomas alarmantes ele muerte próxima.

El, que no lloró cuardo murió su padre. En esta situación se ha llaba aquel estraño

idilio, cuando el conde del Encinar hizo a Luis tan extraordina ria proposición.

Y la sensible lectora comprenderá segura mente cual fué la tempestad que en el cerebro del Médico surg ió al escuchar la estraña pre­tensión del conde.

Luis, el soñador, el amante platónico de una mujer moribunda; el hombre que en ella veía-su ídolo inmaculado, hallápase obligado por la fuerza de las circunstancias á aconse­jar á aquel ángel purísimo que declarase ante los hombres que otro ha bía profanado sus virginales encantos y que un hijo era la prueba de semejante atentado.

Luis no podía, ni a6n con las seguridades que tenía, ver asi manchada la casta diosa de sus ensueños; pero su bondadoso corazón ayudado por su espjritu de un hombre de

) ' PROFES¡ONES.

Dr. C. W. Bartlett l'léclico-C irujano.

Su Estudio en la

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Adalberto Porro Médico-Cirujano.

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