Inteligencia emocional ACTIVIDAD La inteligencia emocional ...
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ÍNDICE
1. Introducción
2. ¿Qué es la inteligencia emocional?
3. Evolución histórica del concepto.
4. Modelos explicativos de la Inteligencia Emocional.
4.1. Modelo de Daniel Goleman
4.2. Modelo de Mayer y Salovey
4.3. Modelo de Bar-On
5. Relación entre Inteligencia Emocional y los procesos psicológicos básicos.
6. Instrumentos de medida de la Inteligencia Emocional.
6.1. Principales instrumentos de evaluación que consideran la IE como habilidades
cognitivos-emocionales.
6.2. Principales instrumentos de evaluación que consideran la IE como características
de personalidad.
7. ¿Cómo desarrollamos la Inteligencia Emocional?
7.1. Competencias emocionales
7.2. Proyecto Intemo
8. Inteligencia emocional y logopedia.
9. Conclusión
10. Bibliografía
1. INTRODUCCIÓN.
En los últimos 30 años ha empezado a cobrar interés el conocimiento acerca de las
relaciones recíprocas entre cognición y emoción, culminando en la propuesta del concepto
que se conoce actualmente como IE.
En el presente trabajo intentaremos analizar el concepto de Inteligencia Emocional (IE) y
su evolución histórica.
A la hora de definir el concepto hemos visto conveniente comenzar explicando qué son las
emociones, cuáles son los cambios fisiológicos que suscita cada una de ellas y cómo
pasaron a formar parte de nuestro sistema nervioso central. También abordamos en este
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apartado la interacción entre la “mente racional” y la “mente emocional”, ya que los
sentimientos son esenciales para el pensamiento y lo mismo ocurre a la inversa.
En el siguiente punto, hablaremos de la evolución del concepto distinguiendo cinco etapas.
Desde la primera en la que Edward Thorndike introduce el concepto de Inteligencia social
(claro antecedente de la inteligencia emocional) hasta la actualidad donde son muchos los
investigadores que han tratado este tema así como desarrollado muchos instrumentos
para poder medir la Inteligencia Emocional.
Los modelos expuestos en el siguiente punto resumen las dos perspectivas teóricas que se
sostienen fundamentalmente sobre la IE. Ambos modelos subrayan la importancia de las
emociones sobre los pensamientos y el comportamiento, pero el modelo de habilidad se
centra más bien en una serie de procesos estructurados jerárquicamente, mientras que el
modelo mixto pone sobre todo énfasis en una serie de destrezas cognitivo-
comportamentales relativamente independientes entre sí.
A continuación, pasamos a explicar la relación entre IE y los procesos psicológicos básicos.
El estudio de los procesos psicológicos básicos desde el procesamiento de la información
ha dado como resultado, empezar a responder a la pregunta de cómo actúa la percepción,
la atención, la memoria, el aprendizaje, el lenguaje, la cognición, la motivación o la
emoción.
Como cualquier otra inteligencia, la IE es la puesta en marcha de mecanismos cognitivos,
que se van automatizando con el desarrollo, la práctica, la experiencia y la maduración, de
la información emocional.
También hemos visto importante nombrar los instrumentos que se han desarrollado
durante las dos últimas décadas para medir la IE. Nos centraremos en explicar los
instrumentos partiendo del modelo teórico en el que se sustentan donde encontraremos
instrumentos que miden la IE como habilidades cognitivo-emocionales y otros que la
miden como rasgos de personalidad emocional y social.
Consideramos oportuno tratar el tema de cómo podríamos desarrollar la inteligencia
emocional basándonos en lo cinco bloques de competencias emocionales. Poseer IE
favorece las relaciones con los demás y con uno mismo, mejora el aprendizaje, facilita la
resolución de problemas y favorece el bienestar personal y social.
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Incluimos el Proyecto Intemo como ejemplo de cómo se podría desarrollar la IE en
adolescentes.
Y para finalizar reflexionaremos sobre la relación que existe entre la IE y nuestra futura
profesión, la Logopedia.
2. ¿QUÉ ES LA INTELIGENCIA EMOCIONAL?
“Cualquiera puede enfadarse, eso es algo sencillo. Pero enfadarse con la persona
adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo
correcto, eso, ciertamente, no resulta tan sencillo”
Aristóteles, Ética a Nicómaco.
Tal y como se desprende de las palabras de las palabras de Aristóteles, la inteligencia
emocional (IE) sería la capacidad de controlar nuestras emociones para poder relacionarnos
de manera óptima con el entorno. Es por esta razón que comenzaremos definiendo qué son
las emociones y por qué pasaron a formar parte de nuestro sistema nervioso central.
Antonio Damasio define la emoción como un conjunto complejo de respuestas químicas y
neuronales que forman un patrón distintivo. Por lo que todas las emociones son, en esencia,
impulsos que nos llevan a actuar, programas de reacción automática con los que nos ha
dotado la evolución. La misma raíz etimológica de la palabra emoción proviene del verbo latino
movere (que significa “moverse”) más el prefijo “e-“; significando algo así como “movimiento
hacia” y sugiriendo, de este modo, que en toda emoción hay implícita una tendencia a la
acción.
Estos programas de reacciones automáticas pasaron a formar parte del sistema nervioso
central porque, en algún momento de la evolución filogenética, fueron vitales para asegurar la
supervivencia. A lo largo de millones de años de evolución, el cerebro ha ido creciendo desde
abajo hacia arriba, por así decirlo, y los centros superiores constituyen derivaciones de los
centros inferiores más antiguos.
La región más primitiva del cerebro es el tallo encefálico, que se halla en la parte superior de la
médula espinal. Este cerebro rudimentario regula las funciones vitales básicas (respiración,
metabolismo de los otros órganos corporales y las reacciones y movimientos automáticos). La
raíz más primitiva de nuestra vida emocional podemos encontrarla en el sentido del olfato, ya
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que el lóbulo olfatorio fue un órgano sensorial clave para la supervivencia, porque cada
entidad viva, ya sea alimento, veneno, pareja sexual, predador o presa, posee una
identificación molecular característica que puede ser transportada por el viento.
A partir del lóbulo olfatorio comenzaron a desarrollarse los centros más antiguos de la vida
emocional, que luego fueron evolucionando hasta terminar recubriendo por completo la parte
superior del tallo encefálico. A esta parte del cerebro que envuelve y rodea al tallo encefálico
se le denominó sistema límbico. Este nuevo territorio neural agregó las emociones
propiamente dichas al repertorio de respuestas del cerebro.
La evolución del sistema límbico puso a punto dos poderosas herramientas: el aprendizaje y la
memoria, dos avances que permitieron ir más allá de las reacciones automáticas
predeterminadas y afinar la respuesta para adaptarnos a las cambiantes exigencias del medio,
favoreciendo así una toma de decisiones mucho más inteligente para la supervivencia. Ahora
se enfrentaban a la tarea de diferenciar y reconocer los olores, comparar el olor presente con
los olores pasados y discriminar lo bueno de lo malo.
El último gran hito en la evolución de nuestro cerebro lo marca el nuevo estrato de células
cerebrales que terminaron configurando el neocórtex, asiento del pensamiento y de los
centros que integran y procesan los datos registrados por los sentidos. También agregó al
sentimiento nuestra reflexión sobre nuestras ideas, el arte, los símbolos y las imágenes.
A medida que ascendemos en la escala filogenética que conduce de los reptiles hasta el ser
humano, aumenta la masa neta del neocórtex, un incremento que supone también una
progresión geométrica en el número de interconexiones neuronales. Y a mayor número de
tales conexiones mayor es también la variedad de respuestas posibles.
Es importante no olvidar que la región emocional (sistema límbico) es el sustrato en el que
creció y se desarrolló nuestro nuevo cerebro pensante (neocótex), y sigue estando
estrechamente vinculada con él por miles de circuitos neuronales. Esto es precisamente lo que
confiere a los centros de la emoción un poder extraordinario para influir en el funcionamiento
global del cerebro.
Ahora que sabemos que las emociones son patrones de acción impresos en nuestro sistema
nervioso central, vamos a ver cuáles son los cambios fisiológicos que suscitan. Pero antes,
debemos tener en cuenta que existen centenares de emociones y muchísimas más mezclas,
variaciones y matices diferentes entre todas ellas (los celos son una variante de la ira que
también combina tristeza y miedo). Es por esta razón que autores como Ekman o Goleman,
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sugieren que conviene pensar en las emociones en términos de familias o dimensiones, y
considerar las principales familias (ira, tristeza, miedo, alegría...) como casos especialmente
relevantes de los infinitos matices de nuestra vida emocional.
Ira (rabia, enojo, furia, resentimiento, exasperación, indignación, acritud
animadversión, irritabilidad, hostilidad y, en caso extremo, odio y violencia). La sangre
fluye a las manos, y así resulta más fácil tomar un arma o golpear al enemigo; el ritmo
cardiaco se eleva, lo mismo que el nivel de adrenalina, lo que genera la energía
necesaria para acometer acciones vigorosas.
Miedo (ansiedad, aprensión, desconfianza, temor, preocupación, consternación,
inquietud, incertidumbre, nerviosismo, angustia, susto, terror, remordimiento,
sospecha y en caso extremo, fobia y pánico). La sangre se retira del rostro (explica la
palidez y la sensación de “quedarse frío”) y fluye a la musculatura esquelética larga (las
piernas por ejemplo) para facilitar la huida. Al mismo tiempo, el cuerpo parece
paralizarse, aunque sólo sea un instante, para calibrar, tal vez, si el hecho de ocultarse
pudiera ser una respuesta más adecuada. Las conexiones nerviosas de los centros
emocionales del cerebro desencadenan también una respuesta hormonal que pone al
cuerpo en estado de alerta general, predisponiéndolo para la acción, mientras la
atención se fija en la amenaza inmediata con el fin de evaluar la respuesta más
apropiada.
Tristeza (aflicción, autocompasión, melancolía, desaliento, desesperanza, pena, duelo,
soledad, nostalgia y, en caso extremo, depresión). El descenso de energía y del
entusiasmo por las actividades virales tiene como objetivo contribuir a adaptarse a una
pérdida significativa. Cuanto más se profundiza y se acerca a la depresión, más se
endentece el metabolismo corporal.
Felicidad (alegría, gozo, tranquilidad, contento, deleite, diversión, dignidad, placer
sensual, estremecimiento, gratificación, satisfacción, euforia capricho, éxtasis, orgullo
y, en caso extremo, manía). Aumenta la actividad de los centros cerebrales que
inhiben los sentimientos negativos y pensamientos inquietantes. Al mismo tiempo
aumenta el caudal de energía disponible.
Un dato curioso que hemos encontrado es la llamada “sonrisa de Duchenne”. Muchas
veces, hemos sonreído “por compromiso”, de una forma poco auténtica, mientras que
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en muchas otras situaciones, sonreímos de forma genuina, de manera que nos
sentimos bien al expresarla.
Las diferentes sonrisas, tanto espontáneas como voluntarias, son sin duda elementos
importantes en la comunicación humana.
Estudios en los que se llevaron a cabo registros electromiográficos faciales, que
permiten detectar cambios en la actividad eléctrica de la cara, demostraron la
existencia de diferencias faciales entre la sonrisa genuina y la simulada. Las diferencias
tendrían que ver con la participación o ausencia de la actividad casi imperceptible de
ciertos músculos, el orbicular y el cigomático (en áreas que rodean al ojo por la parte
lateral externa). El cerebro puede llegar a captar esas diferencias, lo que explicaría en
parte la capacidad para diferenciar la sonrisa genuina de la simulada.
Denominaron a la sonrisa genuina sonrisa de Duchenne, en honor del anatomista
francés, según en cual el cigomático mayor puede contraerse a voluntad, mientras que
el músculo orbicular sólo se contrae con la sonrisa genuina, verdadera.
Amor (aceptación, cordialidad, confianza, amabilidad, afinidad, adoración, caridad,
devoción, dedicación, enamoramiento). Los sentimientos de ternura y la satisfacción
sexual activan el sistema nervioso parasimpático (el opuesto fisiológico al estado de
"lucha o huida" que comparten la ira y el miedo). Las reacciones parasimpáticas
generan un estado de calma y satisfacción que facilita la cooperación.
Sorpresa (sobresalto, asombro, desconcierto, estupefacción, admiración). El arqueo de
las cejas aumenta el campo visual y permite que penetre más luz en la retina, lo que
ofrece más información sobre el suceso inesperado.
Repulsión (desprecio, desden displicencia, rechazo, aversión, asco, antipatía, disgusto,
repugnancia). La expresión facial de disgusto es igual en todo el mundo (el labio
superior ladeado y la nariz fruncida) y se trataría de un intento primordial por bloquear
las fosas nasales para evitar un olor nocivo o expulsar un alimento tóxico.
Vergüenza: arrepentimiento, humillación, mortificación, remordimiento, culpa.
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Estas predisposiciones biológicas a la acción son modeladas posteriormente por nuestras
experiencias vitales y por el medio cultural en que nos ha tocado vivir. La pérdida de un ser
querido, por ejemplo, provoca universalmente tristeza y aflicción, pero la forma en que
expresamos esa aflicción (el tipo de emociones que expresamos o que guardamos en la
intimidad) es moldeada por nuestra cultura, como también lo es, por ejemplo, el tipo concreto
de personas que entran en la categoría de “seres queridos y que, por tanto, deben ser
llorados.
En un sentido muy real todos tenemos dos mentes, una mente que piensa y otra mente que
siente, y estas dos formas fundamentales de conocimiento interactúan para construir nuestra
vida mental. Una de ellas es nuestra mente racional, la modalidad de comprensión de la que
solemos ser conscientes, más despierta, más pensativa, más capaz de ponderar y de
reflexionar. El otro tipo de conocimiento, más impulsivo y más poderoso - aunque a veces
ilógico- es la mente emocional.
La dicotomía entre lo emocional y lo racional se asemeja a la distinción popular entre el
“corazón” y la “cabeza”. Saber que algo es cierto "en nuestro corazón" pertenece a un orden
de convicción distinto -de algún modo un tipo de certeza más profundo- que pensarlo con la
mente racional.
Existe un equilibrio entre la mente emocional y la mente racional, un equilibrio en el que la
emoción alimenta y da forma a las operaciones de la mente racional y la mente racional ajusta
y a veces censura las entradas procedentes de las emociones. Porque los sentimientos son
esenciales para el pensamiento y lo mismo ocurre a la inversa. Pero el equilibrio se rompe
cuando las emociones como por ejemplo las pasiones, el miedo, determinan nuestra forma de
actuación y determinan la respuesta de las personas, cuando las emociones ciegan a la razón y
nos hacen actuar de manera impulsiva.
Pero, ¿por qué ocurre esto? ¿qué nos lleva a actuar de forma racional o emocional (y
probablemente irracional) ante un acontecimiento determinado? ¿qué camino recorren las
señales percibidas a través de nuestros sentidos?. Una interesante investigación, llevada a
cabo por LeDoux, demostró que la primera estación cerebral por la que pasan las señales
sensoriales procedentes de los ojos o de los oídos es el tálamo y, a partir de ahí y a través de
una sola sinapsis, la amígdala. Otra vía procedente del tálamo lleva la señal hasta el neocórtex,
el cerebro pensante. Esa ramificación permite que la amígdala comience a responder antes de
que el neocórtex haya ponderado la información a través de diferentes niveles de circuitos
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cerebrales, se aperciba plenamente de lo que ocurre y, finalmente, emita una respuesta más
adaptada a la situación.
Probablemente, la mayoría de nosotros podemos decir de algún conocido, más o menos
cercano, “- ¡que pena!, con lo listo que es y lo mal que le va en la vida-“. Algunas personas con
alto coeficiente intelectual no pueden aplicar esta inteligencia en su vida privada, lo que pone
en evidencia la incapacidad de las calificaciones académicas o del Cociente Intelectual (CI),
para predecir el éxito en la vida. Saber que una persona ha logrado graduarse con unas notas
excelentes equivale a saber que es sumamente buena en las pruebas de evaluación
académicas, pero no nos dice absolutamente nada en cuanto al modo en que reaccionará ante
las vicisitudes que le presente la vida. Y éste es precisamente el problema, porque la
inteligencia académica no ofrece la menor preparación para la multitud de dificultades —o de
oportunidades— a la que deberemos enfrentamos a lo largo de nuestra vida. De ahí que,
personas con un bajo CI y un alto “coeficiente emocional” puedan alcanzar el éxito en sus
vidas, mientras que otras con un elevado CI se ven abocadas al fracaso.
3. EVOLUCIÓN DEL CONCEPTO DE INTELIGENCIA EMOCIONAL
En los últimos 30 años ha empezado a cobrar interés el conocimiento acerca de las relaciones
recíprocas entre cognición y emoción, culminando en la propuesta del concepto que se conoce
actualmente como IE.
De modo general, puede hablarse de cinco etapas en el desarrollo del concepto de la IE. Una
primera fase, desde 1900 hasta 1969, caracterizada por un estudio de la inteligencia
claramente diferenciado, salvo algunas excepciones centradas en la inteligencia social (uno de
los precursores de la IE). Una segunda etapa, desde 1970 hasta 1989, donde se empieza a
mostrar interés por la influencia recíproca cognición-emoción, y donde se proponen otros
conceptos similares y antecedentes de la IE. Un tercer período, entre 1990 y 1994, en el que
surge el concepto de IE. Una quinta y última etapa, desde 1997 hasta la actualidad, en la que el
objetivo definir adecuadamente el concepto y refinar los instrumentos dirigidos a su medida.
Primera etapa (1900-1969).
La tradición filosófica occidental, basada en Descartes y el racionalismo, considera la emoción
como una respuesta desorganizada y visceral desadaptativa que dificulta la actividad cognitiva
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y la razón. Este punto de vista ha determinado durante un largo período el estudio separado
de la emoción y la cognición.
La inteligencia ha sido tradicionalmente dividida en tres tipos: verbal (que incluye medidas de
vocabulario o fluidez verbal), espacial (que se refiere a la habilidad para construir figuras a
partir de su diseño y para rotar objetos en el espacio) y abstracta-numérica (que comprende
medidas de razonamiento abstracto, lógica inductiva y cálculo numérico). No obstante, en
1920, Edward Thorndike va a introducir el concepto de inteligencia social, claro antecedente
de la IE. Según este autor, la inteligencia social es la habilidad para percibir adecuadamente los
estados internos, motivos y conductas tanto en uno mismo como en los otros, actuando a
partir de dicha información. Posteriormente, otros autores incluyeron subpruebas para medir
la inteligencia social dentro de los instrumentos dirigidos a medir la inteligencia cognitiva.
Segunda etapa (1970-1989).
Casi al mismo tiempo que se intentaba definir y medir la inteligencia social, Peter Sifneos
(1972), propuso el concepto de “Alexitimia”, definida como la falta de habilidad para
identificar, reconocer, comprender y comunicar con palabras las emociones propias y las
ajenas.
En la misma línea, a principios de los 80, Howard Gardner (1983) publicó su teoría sobre las
inteligencias múltiples, como explicación complementaria al papel del Cociente Intelectual en
el éxito individual. En ella propuso la existencia de siete tipos de inteligencia: capacidad verbal,
aptitud lógico-matemática (que constituyen la inteligencia académica), capacidad espacial,
talento cinestésico, dotes musicales, inteligencia intrapersonal e inteligencia interpersonal
(constituyendo estas dos últimas las inteligencias personales y claros precursores también de
la IE). La inteligencia intrapersonal era definida como la habilidad para conocer nuestras
propias emociones, para comprenderse a uno mismo y mara usar esta información de modo
eficiente en la regulación de la propia vida. Por su parte, la inteligencia interpersonal se
entendía como la habilidad para comprender las emociones e intenciones de otras personas,
utilizando esa información para actuar en la vida de modo eficaz. En opinión de Gardner, las
pruebas tradicionales de inteligencia no podían evaluar las inteligencias personales, por lo
que era necesario diseñar nuevos instrumentos.
Tercera etapa (1990-1994).
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En los noventa se empezó a admitir una dimensión más amplia en el estudio de la inteligencia,
proliferando conceptos como inteligencia exitosa, inteligencia práctica, optimismo inteligente
o IE.
Aunque el término IE ya había aparecido varias veces en la literatura con anterioridad, fueron
Salovey y Mayer (1990) los que realizaron su primera definición formal, así como los primeros
trabajos empíricos relevantes en torno a él. Estos autores sostenían que para tener éxito en el
medio escolar ya no bastaba con tener buenas habilidades cognitivas (verbales, matemáticas o
viso-espaciales), sino que se necesitaban habilidades de “procesamiento y gestión emocional”,
orientadas tanto al manejo de las propias emociones, como al manejo de las emociones de los
demás. De hecho, proponían incluso que estas habilidades emocionales podían resultar más
importantes de cara al expediente académico que el propio nivel de conocimiento académico.
Después de esta propuesta, este concepto quedó prácticamente relegado al olvido durante 5
años.
Cuarta etapa (1995-1996)
En 1995, se produjeron dos hechos que iban a marcar la enorme popularidad posterior de la
IE. En primer lugar, the American Dialect Society lo seleccionó como el nuevo término
psicológico más útil desde el punto de vista práctico. En segundo lugar Daniel Goleman (1995)
publicó su libro “Inteligencia Emocional”, popularizando aspectos de los trabajos académicos
de Salovey y Mayer así como de Gardner y contribuyendo a su difusión.
A partir de ese momento, el concepto de IE alcanzó una gran popularidad, aplicándose no sólo
en textos de psicología científica, sino también en textos de divulgación psicológica y de auto-
ayuda.
Quinta etapa (1997- hasta la actualidad).
Actualmente, existen varios modelos científicos sobre la IE, pero se trata de perspectivas
bastante diferentes. En este tema, el debate gira en torno a la naturaleza teórica de la que
parten los modelos y su contrastación empírica.
Por otra parte, en la literatura actual pueden encontrarse tres procedimientos de abordaje en
la evaluación de la IE, siendo más comunes los dos primeros, El primer grupo incluye los
instrumentos clásicos de medidas basados en cuestionarios y autoinformes, mediante los que
se obtiene una medida de la IE percibida. El segundo grupo está constituido por las medidas de
habilidad o de ejecución, a partir de las cuales se obtiene una medida de la IE real. El tercer
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grupo se compone de instrumentos basados en la observación externa, es decir, basados en
opiniones y valoraciones de personas allegadas al evaluado. Con este tipo de instrumentos se
obtiene información sobre la interacción del sujeto con el resto de personas de su entorno.
Normalmente, este método de evaluación suele ser complementario de los dos
procedimientos anteriores y constituye un buen modo de evaluar la deseabilidad social.
4. MODELOS EXPLICATIVOS DE LA INTELIGENCIA EMOCIONAL
En general, el término IE se ha conceptualizado de dos maneras distintas. En primer
lugar, como una serie de habilidades cognitivas con respecto al procesamiento de la
información emocional (metaconocimiento de los estados emocionales o capacidades
cognitivo-emocionales) (Mayer, Caruso y Salovey, 2000; Mayer y Salovey, 1997). En
segundo lugar, como una serie de características de personalidad o modelo mixto (Bar-
On, 2000; Goleman, 1995), tendiendo el concepto de IE a subsumir otros rasgos
estables y variables de personalidad como humor, empatía, asertividad, impulsividad,
optimismo y/o control de los impulsos y a combinarlos con las habilidades emocionales
(autoeficacia emocional).
4.1. Modelo de Daniel Goleman (1995)
Goleman refiere 5 competencias emocionales:
1. Autoconciencia: Habilidad de reconocer y entender sus emociones, estado de
ánimo e impulsos, así como su efecto en los demás.
2. Autorregulación: Habilidad para controlar o redirigir impulsos y estados de
ánimo. Propensión a eliminar los juicios, piensa antes de actuar.
3. Motivación: pasión para trabajar por razones que van más allá del dinero y el
status. Propensión a lograr metas con energía y persistencia.
4. Empatía: Habilidad para entender la apariencia emocional de los temas.
Habilidad para tratar a las personas de acuerdo con sus reacciones
emocionales.
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5. Habilidades sociales: Pericia en el manejo y construcción de redes de relaciones
Habilidad para encontrar un espacio común y constituir simpatía.
A pesar de haber sido éste el modelo más divulgado en los últimos años, no está exento de
críticas como por ejemplo que los límites que propone de la inteligencia emocional son
demasiado anchos ó que hay conceptos agregados a la inteligencia emocional que tienen
naturaleza propia.
4.2. Modelo de Mayer y Salovey (1997)
Mayer y Salovey conciben la Inteligencia Emocional como una serie de habilidades
relacionadas con el procesamiento y gestión de los estados emocionales. En concreto,
se refiere a una serie de habilidades que nos permiten procesar y razonar eficazmente
con respecto a las emociones propias y ajenas, utilizando esta información para guiar
nuestros propios sentimientos y acciones y para lograr una mejor resolución de los
problemas y una mayor adaptación al ambiente.
Desde este punto de vista, la IE hace referencia a cuatro facetas o elementos concretos
que están ordenados jerárquicamente:
1.- Habilidad para percibir, evaluar y expresar emociones con exactitud (percepción
emocional).
2.- Habilidad para acceder y/o generar sentimientos que faciliten el pensamiento
(integración emocional).
3.- Habilidad para comprender emociones, tener conocimiento emocional y razonar
emocionalmente (comprensión emocional).
4.- Habilidad para regular las emociones propias y las ajenas promoviendo un
crecimiento emocional e intelectual (regulación emocional).
Estas habilidades seguirían un orden, desde los procesos psicológicos más básicos (los
primeros) hasta los más complejos o integrados (los últimos).
La Percepción Emocional incluiría a su vez tres tipos de habilidades:
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1. Habilidad para atender, identificar y registrar mensajes emocionales propios y
ajenos en distintos contextos, basándose en estados físicos, comportamientos,
objetos, arquitectura, obras artísticas, expresiones y/o uso del lenguaje.
2. Habilidad para expresar las emociones y sentimientos propios y ajenos de
modo adecuado, y las necesidades asociadas con ellos, a través del lenguaje
verbal y no verbal.
3. Habilidad para reconocer las verdaderas emociones en los demás y para
distinguir entre expresiones emocionales honestas y deshonestas.
La Integración Emocional se refiere a la habilidad para generar sentimientos que
faciliten procesos cognitivos como memoria, razonamiento, toma de decisiones,
solución de problemas o pensamiento creativo. De hecho, los diferentes estados
emocionales pueden favorecer acercamientos específicos a los problemas (p.e. la
felicidad facilita el razonamiento inductivo y la creatividad), hacernos pensar de modo
congruente con nuestros estados de humor (p.e. se ven las cosas de un modo
optimista cuando se es feliz, de un modo pesimista cuando se está triste y de un modo
amenazante cuando se experimenta ira o enfado), facilitar la formación de juicios y
recuerdos y/o fomentar la consideración de múltiples puntos de vista (p.e. las
personas con estados de humor cambiantes muestran mayor creatividad que aquellas
que tienen un estado de humor estable).
Por su parte, la Comprensión Emocional comprende cuatro tipos de habilidades:
1. Habilidad para comprender la naturaleza e implicaciones de las emociones:
cómo una conducen a otras, cómo cambian a lo largo del tiempo, cómo afectan
a las relaciones u cuáles son las consecuencias a corto y largo plazo.
2. Habilidad para etiqueta emociones y conocer las relaciones entre palabras (p.e.
relación entre gustar y amar).
3. Habilidad para comprender emociones complejas y los sentimiento
ambivalentes (p.e. amor-odio o miedo-sorpresa).
4. Habilidad para reconocer las transiciones entre emociones (p.e. transición de la
ira a la satisfacción o de la ira a la vergüenza).
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Por último, la Regulación Emocional constituye la habilidad para percibir por igual las
emociones positivas y negativas, reflexionar sobre ellas y controlar su modo de
expresión, en uno mismo y en los demás, moderando los sentimientos negativos e
intensificando los positivos.
En publicaciones posteriores, Mayer y Salovey completan y enriquecen su concepción
de IE, restando un poco de importancia a los aspectos perceptivos y de regulación de
emociones, y situando un mayor énfasis en la influencia de las emociones sobre el
pensamiento y la inteligencia.
4.3.Modelo de Bar-On (1997, 2000).
En su modelo, Bar-On considera que la IE es un conjunto de competencias y destrezas
personales cognitivas y/o conductuales que aluden a contenidos de tipo emocional y
social (no cognitivas ni de habilidad), que influyen en la conducta inteligente y
determinan nuestra eficacia para comprender y relacionarnos con otras personas, así
como para enfrentarnos con los problemas cotidianos.
Según este modelo la IE estaría conformada por cinco facetas: intrapersonal,
interpersonal, adaptación, entrenamiento en estrés y humor. En cada uno de estos
dominios hay a su vez una serie de destrezas específicas.
El componente intrapersonal se refiere a la habilidad para conocer y comprender
nuestros propios sentimientos y expresarlos de forma no destructiva. Incluye las
siguientes destrezas:
1. Conciencia emocional o habilidad para reconocer y comprender nuestras
propias emociones.
2. Asertividad o habilidad para expresar nuestros propios sentimientos, creencias
y pensamientos de forma no agresiva, aunque sin dejar de defender nuestros
derechos.
3. Independencia o medida en la que nuestros pensamientos y acciones están
relativamente libres de la dependencia emocional.
4. Autoestima o habilidad para percibir, comprender, aceptar y respetarse uno
mismo.
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5. Auto-actualización o habilidad para desarrollar nuestro potencial y lograr las
metas que nos proponemos.
Mientras que la asertividad es una destreza estrictamente comportamental, las otras
cuatro se caracterizan por ser habilidades fundamentalmente de tipo cognitivo.
El dominio interpersonal, por su parte, alude a la habilidad para conocer y comprender
los sentimientos de los demás, estableciendo y manteniendo relaciones cooperativas,
constructivas y mutuamente satisfactorias. Incluye las siguientes destrezas:
1. Empatía o habilidad para ser consciente, comprender y apreciar los
sentimientos de los demás.
2. Responsabilidad social o habilidad para identificarnos con nuestro grupo social
y cooperar y contribuir constructivamente al mismo.
3. Manejo de relaciones interpersonales, en cuanto capacidad para hacer y
mantener amistades utilizando mecanismos como la cercanía emocional y la
intimidad psicológica.
La primera destreza es de tipo cognitivo, mientras que las otras dos constituyen más
bien un ejemplo de habilidades comportamentales.
La faceta de adaptación constituye la habilidad para manejar, cambiar, adaptar y
resolver problemas de naturaleza personal e interpersonal, así como se capaces de
cambiar nuestros sentimientos dependiendo de la situación. Comprende las destrezas
cognitivo-comportamentales de:
1. Solución de problemas o habilidad para identificar problemas sociales e
interpersonales, definirlos en términos solubles y generar y poner en práctica
soluciones efectivas.
2. Correspondencia interno-externo o habilidad para evaluar la correspondencia
entre la experiencia subjetiva (pensamientos y sentimientos) y la situación
externa.
3. Flexibilidad o habilidad para modificar nuestros pensamientos, sentimientos y
conducta de acuerdo con situaciones cambiantes.
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En cuarto lugar, componente de manejo del estrés, que se refiere a la habilidad para
enfrentarse con el estrés y controlar las emociones. Incluye dos destrezas de tipos
comportamental:
1. Tolerancia ante el estrés o capacidad para manejar la adversidad, los desafíos,
el estrés y las emociones fuertes.
2. Control de los impulsos o capacidad para resistir el impulso de actuar y
controlar nuestras propias emociones.
Por último, el dominio del humor, que alude a la habilidad para sentir y expresar
emociones positivas, para generar sentimientos positivos y estar auto-motivados. Está
constituido, a su vez, por una habilidad comportamental y una cognitivo-
comportamental respectivamente:
1. Mantenimiento de la felicidad en cuanto a habilidad para divertirse uno mismo
y con los otros, para expresar sentimientos positivos y estar satisfecho con la
vida.
2. Optimismo o habilidad para mirar el lado bueno de las cosas incluso en
situaciones adversas.
Este modelo ha demostrado ser predictivo de diversos aspectos del comportamiento
humano, como la salud física, la salud mental, el bienestar subjetivo y el éxito escolar y
laboral. No obstante, se le critica que más que una verdadera medida de la IE, hace
referencia a un conjunto de características de personalidad.
5. LA INTELIGENCIA EMOCIONAL Y LOS PROCESOS PSICOLÓGICOS
BÁSICOS.
El estudio de los procesos psicológicos básicos desde el procesamiento de la información ha
dado como resultado, empezar a responder a la pregunta de cómo actúa la percepción, la
atención, la memoria, el aprendizaje, el lenguaje, la cognición, la motivación o la emoción.
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En el caso de la inteligencia emocional, los procesos cognitivos implícitos en el procesamiento
de la información emocional son parte de los componentes cognitivos básicos necesarios para
el desempeño de la conducta emocionalmente inteligente.
El procesamiento de la información emocional transcurre por redes subcorticales y por las
corticales. Como cualquier otra inteligencia, la IE es la puesta en marcha de mecanismos
cognitivos, que se van automatizando con el desarrollo, la práctica, la experiencia y la
maduración, de la información emocional.
Debemos incidir en estos mecanismos cognitivos que tratan con la información procedente de
las emociones.
El primer mecanismo es la percepción. Adquiere relevancia tanto al inicio como al final del
procesamiento de la información. En la IE, una de las habilidades cognitivas del modelo de
Mayer y Salovey es la de captar de forma precisa la información afectiva en uno mismo y en los
demás utilizando dos canales: el visual y el auditivo.
El paso final de todo proceso perceptivo es el reconocimiento del estímulo (emoción) y el
reconocimiento de las características de esa emoción, como intensidad y duración.
Un hecho destacable que debe estar presente en la percepción emocional es la veracidad del
mensaje. Por ejemplo, al notar incoherencia entre el mensaje auditivo y la expresión facial del
emisor. En las personas prevalece la información emocional descodificada del rostro humano
sobre el mensaje verbal.
La habilidad para leer expresiones faciales es de particular importancia para una conducta
emocionalmente inteligente.
Otro proceso es la atención, cuyo papel es crucial en el desarrollo y pericia de las habilidades
cognitivas implícitas en la IE. Cuanto más practiquemos una determinada tarea, más
automáticamente se irá desarrollando la ejecución de la habilidad. De esto se encarga la
atención.
Según las teorías duales de la atención, existen dos formas distintas de funcionamiento de un
proceso o dos tipos de procesos: el automático y el que se encuentra bajo control atencional o
controlado. Durante el proceso automático, el cerebro ahorra energía, o esfuerzo mental, por
lo que es un mecanismo adaptativo del sistema cognitivo humano; éste es el lado inteligente
de las habilidades cognitivas aprendidas. En el caso de la IE, la automatización de estas
habilidades de al sujeto una mejor respuesta y más rápida, inteligente si es eficaz.
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Las respuestas emocionales automáticas funcionan bien en la mayoría de las situaciones, pero
cuando una respuesta emocional no se vincula con una situación, los procesos controlados
podrían entrar en juego cuando intervenimos deliberadamente para modificar la expresión de
la emoción. Es decir, necesitamos la atención o el esfuerzo mental para incorporar una nueva
experiencia, y esto también es un mecanismo inteligente.
Otro proceso psicológico necesario en el desarrollo de la conducta emocionalmente
inteligente es el aprendizaje. Las emociones pueden ser utilizadas como estímulos
reforzadores atractivos o aversivos. Este uso instrumental de las emociones aumenta la
probabilidad de emisión de respuestas adaptativas en el caso de reforzamiento.
Por ejemplo, asociar emociones positivas (como la alegría) a conductas apropiadas para la
interacción social o usar emociones aversivas (miedo o ansiedad) para generar conductas de
evitación o escape de dichas emociones (reforzamiento negativo); es esencial para regular
emociones en uno mismo y en otros.
El aprendizaje a su vez, está relacionado con el proceso de la memoria y del olvido.
La recuperación de memoria depende de la similitud entre las condiciones iniciales durante la
fase de aprendizaje y las presentes. El paso del tiempo causa que la memoria se debilite
debido a que el cambio contextual produce fallos en la recuperación. Esta idea tiene especial
significado cuando pensamos en el comportamiento y en la emoción, ya que en ocasiones
explica los procesos de recuperación espontánea. Por ejemplo, volver a sentir afecto por una
persona amada tras un prolongado tiempo de ruptura.
Así, la experiencia acumulada en forma de memoria semántica o episódica (MLP) nos permite
recordar cómo son los procesos de las diferentes emociones, cómo éstas se mezclan creando
procesos afectivos más complejos permitiendo etiquetarlas y prever su desenlace. Por
ejemplo, un proceso de ansiedad, acompañado de preocupación y miedo, puede
desencadenar en estrés, y la IE puesta en juego, puede evitar situaciones afectivas más agudas,
como el estrés, tras un período corto de ansiedad.
Cuando las emociones son intensamente vividas, éstas fijan mejor los recuerdos de aquellas
experiencias tras quedar vinculadas en el hipotálamo en vez de en la corteza cerebral, como
por ejemplo, es complicado olvidar sucesos como la muerte trágica de un amigo.
Es necesario el uso de un almacén con acceso cognitivo, o memoria, donde cotejar y manejar
la información relacionada con las emociones, las consecuencias de experiencias previas
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obtenidas en función de las estrategias utilizadas, el papel de la cultura o el contexto en que
éstas se ponen en juego; todos estos son aspectos que una persona emocionalmente
inteligente a priori tiene en cuenta para elegir qué conviene hacer.
Otro proceso psicológico implicado es el pensamiento o cognición.
Algunos autores, consideran que la automatización de habilidades cognitivas puede perturbar
la aparición de otras habilidades cognitivas como la creatividad, mientras que otros piensan
que la facilitación de las emociones puede dar lugar al desarrollo de la creatividad.
Una integración de todos estos procesos psicológicos dentro del comportamiento inteligente
nos ayudaría a entender cómo es el acto emocionalmente inteligente. Si la IE es un tipo de
inteligencia, ésta debe demostrar un comportamiento similar al de otros tipos de inteligencia
sobre todo en lo que se refiere a los componentes cognitivos tal y como hizo Sternberg.
Este autor propuso una teoría que defiende la existencia de tres aspectos principales de la
inteligencia: el componencial (componentes mentales implicados en el análisis de la
información para resolver un problema); el experiencial (la forma en la que las experiencias
previas de una persona afectan a su inteligencia, y se aplican en la resolución de problemas) y
el contextual (el éxito de las personas para satisfacer las demandas de su ambiente cotidiano).
La IE, por tanto puede ser desarrollada y explicada de forma análoga.
Finalmente, el papel del lenguaje y su desarrollo es vital para el desarrollo de las habilidades
cognitivas que cubren la IE.
A través del lenguaje etiquetamos las diferentes emociones, conocemos la intensidad de su
expresión por el tono de voz… El conocimiento del lenguaje cultural de la expresión de las
emociones nos permite adecuarnos a determinados contextos sociales y el desarrollo del
lenguaje nos ayuda a desarrollar otras habilidades cognitivas de forma reflexiva como pueden
ser las propias de la IE.
Para concluir con este punto, hemos visto que la percepción, la atención, el aprendizaje, el
lenguaje, la cognición y la memoria están presentes en el procesamiento de la información
emocional como lo están en otras inteligencias.
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Comprender cómo intervienen nos permite predecir qué puede estar pasando cuando hay un
mal funcionamiento cognitivo de la información emocional debido a lesiones o un mal
aprendizaje.
6. PRINCIPALES INSTRUMENTOS DE MEDIDA DE LA INTELIGENCIA
EMOCIONAL.
Hay dos modos de clasificar los instrumentos de medida de la inteligencia emocional.
El primero,atendiendo al tipo de instumento utilizado;de este modo se puede hablar
de informes que evalúan la inteligencia emocional como rasgo y de instrumentos que
miden las habilidades emocionales de forma objetiva.
En segundo lugar,partiendo del modelo teórico en el que se sustentan;de este modo
hay que separar los instrumentos que miden la IE como habilidades cognitivo-
emocionales y los instrumentos que miden la IE como rasgos de personalidad
emocional y social.
Nos vamos a detener a explicar el segundo modo.
6.1. Principales instrumentos de evaluación que consideran la IE como habilidades
cognitivo-emocionales.
Estos instrumentos están basados en el modelo Mayer y Salovey(1997) y Salovey y
Mayer(1990),y pueden ser de dos tipos.
Los primeros son instrumentos de medida que evalúan habilidades y conocimientos
emocionales de un modo objetivo, y cuyas puntaciones se obtienen comparando las
respuestas de los sujetos con las puntuaciones de un grupo nominativo amplio o con
las de un grupo de expertos en materia emocional.
Los segundos son medidas de autoinforme que recogen las habilidades emocionales
básicas propuestas.
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Entre esta forma de medida destacan unas importantes, como :
-El Multifactor Emotional Intelligence Scale(MEIS),(Mayer, Caruso y Salovey 1990).
-El Mayer, Salovey and Caruso Emotional Intelligence Tests (MSCEIT).
El MEIS consta de 402 ítem, mediante los que se evalúan los cuatro principales factores
del modelo: Percepción, Integración, Comprensión y Regulación emocional.
La percepción: se evalúa con las subescalas de rostros, historias, diseños abstractos y
música.
La integración: se evalúa mediante las subescalas de sinestesia y sentimientos
sesgados.
La comprensión: constituido por los subtest de combinación de emociones,
progresiones de emociones, transiciones entre emociones y relatividad.
La regulación: se compone de pruebas del manejo de emociones ajenas y de las
propias.
En cuanto a la validez, el instrumento posee buena validez predictiva, ya que
correlaciona positivamente con satisfacción vital, relaciones más estables, niveles más
elevados de conducta prosocial y mayor empatía.
El MSCEIT es una medida de habilidad que consta de 141 ítems con cuatro ramas y
ocho subescalas. Evalúa las habilidades cognitivas a través de dos áreas principales
(experiencial y estratégica), compuestas por los cuatro factores principales del modelo.
-El área experiencial se basa en identificar emociones y en el uso de éstas para facilitar
el pensamiento, siendo medida mediante los factores de percepción e integración.
-El área estratégica está basada en tareas de razonamiento mediante la comprensión
de las emociones y el manejo de ellas, evaluándose a través de los factores de
comprensión y regulación.
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En cuanto a validez predictiva, es capaz de predecir aspectos como la depresión,
ansiedad, abuso de drogas y alcohol.
El MSCEIT se está utilizando en la mayoría de los trabajos de la última década que
utilizan medidas objetivas de la IE.
El TMMS es una escala de 48 ítem que evalúa los niveles de IE intrapersonal percibida,
es decir, el metaconocimiento que las personas tienen de sus habilidades para percibir,
asimilar, entender y manejar las emociones propias y las ajenas.
Presenta tres factores:
-Atención a las emociones o capacidad para identificar las emociones en otras
personas y en uno mismo.
-Claridad emocional o capacidad para comprender las emociones de uno mismo y de
los demás.
-Reparación emocional o capacidad para manejar las emociones e influir en nuestros
pensamientos.
El SSRI incluye aspectos tanto intrapersonales como interpersonales.
Inicialmente constaba de 62 ítems, pero posteriormente se redujo a 33.
Consta de cuatro subfactores:
-Percepción emocional
-Manejo de las propias emociones
-Manejo de las emociones de los demás
-Utilización de las emociones
La versión española de este instrumento consta de tres subescalas basadas en el
primer modelo de Salovey y Mayer (1990),y son:
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-Valoración y expresión de las emociones en uno mismo y en los demás
-Regulación de las emociones tanto en uno mismo como en los demás
-Utilización de las emociones para resolver los problemas.
El principal defecto de este instrumento es que ofrece una representación incompleta
del dominio muestral de la IE rasgo.
En general puede ser usado como una medida breve de IE rasgo global.
6.1 Principales instrumentos de evaluación que consideran la IE como características
de personalidad.
Éstos son instrumentos de evaluación que consideran la IE como factores esenciales
para el funcionamiento emocional y social.
De éstos instrumentos hay que destacar The Emotional Quotient Inventory (EQ-i) de
Bar-On (1997,2000) ya que se basa en un enfoque más riguroso en cuanto a su
justificación teórica y empírica.
El EQ-i a diferencia de los instrumentos que hemos mencionado anteriormente, no
proporciona sólo una estimación del nivel de inteligencia emocional, sino también un
perfil social y afectivo.
De acuerdo con este instrumento, cuanto más alta es la puntuación, mejor será el
funcionamiento para resolver las demandas y desafíos cotidianos, en cambio cuanto
más baja sea la puntuación, mayor será la probabilidad de tener problemas
emocionales y sociales.
7. ¿CÓMO DESARROLLAMOS LA INTELIGENCIA EMOCIONAL?
7.1. Competencias emocionales.
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La IE se forma por un conjunto de competencias relacionadas con la capacidad para gestionar
de forma adecuada las propias emociones y, también las ajenas. Poseer IE significa poner en
práctica este conjunto de competencias (conocimientos, capacidades, habilidades y actitudes)
necesarias para comprender, expresar y regular de forma apropiada nuestras emociones.
CONCIENCIA EMOCIONAL.
Se refiere a la capacidad para percibir, identificar y poner nombre a los sentimientos y
emociones propias y de los demás. Esto supone conocer el vocabulario de las emociones.
También significa comprender las emociones de los demás a través de las claves situacionales
y expresivas (comunicación verbal y no verbal), de acuerdo con el significado que la cultura
popular atribuye a ciertas situaciones.
Por ejemplo, cómo nos sentimos ante elementos como el mar, un jardín, los amigos… o ante
otros cómo rayos, serpientes…
La conciencia emocional es tomar conciencia de las propias emociones en el momento en que
nos relacionamos con otras personas y con objetos.
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Para mejorar esta competencia siempre debemos preguntarnos: ¿cómo me siento?, ¿cómo se
siente?, ¿cómo puedo mejorar la situación?...
A veces, no nos sentimos bien ante ciertas situaciones y ante ciertas personas. Esto no es
motivo para que no debamos respetar la forma de ser diferente de las personas. Debemos
comportarnos con cortesía, dignidad y respeto. Nos comportaremos con regulación emocional,
previniendo así los conflictos.
REGULACIÓN EMOCIONAL.
Capacidad para gestionar las emociones propias y de los demás de forma apropiada.
Esta competencia es una buena estrategia para hacer frente a las situaciones críticas y de
conflicto. En situaciones de ese calibre, tendemos a atacar de la misma forma en que nos
sentimos atacados.
Muchas veces es preferible saber regular las emociones y esperar el momento oportuno para
hablar.
La regulación emocional también es la capacidad de autogenerar emociones positivas, como
por ejemplo, decidir que vamos a estar de buen humor por voluntad propia.
Mejor que, estar de malhumor sin saber por qué.
La ira es una de las emociones que causan mayores problemas. Sin embargo, si mantenemos la
calma y sabemos controlar esta emoción demostraremos regulación emocional.
En ocasiones, no conseguimos lo que queremos, lo que nos hace experimentar frustración.
Debemos tolerar la frustración, aceptar la situación y no explotar o desesperarse ante el
menor contratiempo.
Es la perseverancia en el logro de los objetivos, lo que nos ayuda a tolerar la frustración; a
poseer entusiasmo y voluntad para conseguir nuestros objetivos.
La regulación emocional es esencial cuando se interactúa con otras personas.
AUTONOMÍA EMOCIONAL.
Competencia amplia que incluye automotivación, la autoestima, la autoconfianza, la
autoeficacia emocional, la actitud positiva ante la vida, la responsabilidad, la capacidad para
analizar críticamente las normas sociales, la capacidad de buscar ayuda y recursos, la
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capacidad para evaluar críticamente los mensajes que recibimos, etc. La autonomía emocional
favorece la capacidad de generar las emociones convenientes en el momento oportuno, lo
cual es muy difícil en situaciones críticas.
Esta competencia facilita que la persona tenga una imagen positiva de sí misma; valore sus
capacidades y limitaciones; se quiera tal como es; descubra su propia identidad personal y
social; busque ayuda y apoyo cuando lo necesite, etc.
La autonomía emocional abre el camino a la empatía y el desarrollo de las competencias
sociales, ya que ser autónomo emocionalmente implica tener la responsabilidad de respetar a
los demás y desarrollar habilidades sociales positivas.
Desde el nacimiento hasta los 12 años construimos nuestra personalidad, fundamentalmente
por el entorno que nos rodea. Por lo tanto hay que construir un ambiente que ayude a crear
una imagen positiva de sí mismo, lo que contribuirá a que el niño se sienta seguro
emocionalmente.
HABILIDADES SOCIO-EMOCIONALES.
Son una manera de actuar que favorece las relaciones entre las personas.
Todas las habilidades se pueden aprender, facilitando a la persona que las domina una mejor
relación con los demás, facilitan la prevención, la identificación, la comunicación y la
resolución de problemas.
Algunas habilidades socio-emocionales son:
- Asertividad: manera de comportarse con la cual la persona no es agresiva ni pasiva. Expresa
sus convicciones y defiende sus derechos, respetando los derechos, pensamientos y
sentimientos de los demás.
- Empatía: habilidad que nos permite comprender, aunque no estemos de acuerdo, el punto
de vista de los demás y demostrarles que les estamos entendiendo.
- Saber escuchar: escuchar con atención el mensaje que trata de comunicarnos el emisor y
demostrar que le hemos entendido.
- Definir un problema: analizar una situación teniendo en cuenta todos los factores que
interviene.
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- Evaluar soluciones: es habilidad que nos permite tomar una decisión, analizar las
consecuencias que tendrán para las personas implicadas.
- Negociación: encontrar una solución que sea aceptada, y resulte justa y adecuada a los
intereses de las personas implicadas.
HABILIDADES PARA LA VIDA Y EL BIENESTAR EMOCIONAL.
Desarrollo de competencias para afrontar con satisfacción los desafíos diarios de la vida.
Las habilidades para la vida son recursos que pueden aprenderse. Cuando se van adquiriendo,
ayudan a las personas a superar mejor todos los retos cotidianos y también a estar preparados
para afrontar los imprevistos que de vez en cuando aparecen en nuestro día a día.
Con ellas gozaremos de mayor bienestar. Hablar de bienestar es hablar de sentirse bien con
uno mismo y con los demás. En general una persona se siente bien cuando está sana, cuando
disfruta con otras personas (amigos, familia) y cuando es aceptado socialmente.
El bienestar es distinto en cada persona. Depende en gran parte de la forma de ver y valorar lo
que nos rodea.
Por ello se deben desarrollar habilidades, pequeños trucos para así sentirse mejor.
7.2. Proyecto Intemo
El “Proyecto Intemo” es un proyecto de educación emocional financiado por la
delegación del Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas, basado en el modelo
teórico de inteligencia emocional de Mayer y Salovey que está dirigido a adolescentes
entre 12 y 18 años.
Uno de los objetivos principales del programa es entrenar a los adolescentes en una
serie de habilidades emocionales que puedan incrementar las resistencia al consumo
de sustancias en una doble vía: en nivel más intrapersonal, dotando de estrategias
para la regulación de emociones internas y a nivel interpersonal, incrementando las
estrategias para manejar la presión del grupo de iguales.
Se trata de un programa de entrenamiento basado en un diseño de evaluación pretest-
intervención-postest con un grupo de control equiparable. De este modo, es posible la
evaluación de los efectos producidos por el programa. Se ha llevado a cabo en 10
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sesiones durante una hora a la semana en diferentes colegios de enseñanza secundaria
de la provincia de Málaga. Las sesiones del programa de entrenamiento se extendieron
a lo largo de tres meses durante dos años consecutivos.
Hemos definido la IE como un conjunto de habilidades interrelacionadas que ayudan a
las persona a procesar la información emocional. Estas habilidades pueden
desarrollarse a través del aprendizaje y la experiencia y son susceptibles de
entrenamiento. La enseñanza de estas habilidades depende de forma prioritaria de la
práctica, el entrenamiento y su perfeccionamiento.
Algunas de las actividades realizadas siguiendo las competencias emocionales son:
Percepción emocional.
El primer paso para desarrollar las habilidades de IE, por tanto, es aumentar la
conciencia de nuestros propios sentimientos. Esto implica saber leer nuestras
emociones. Reconocer nuestros estados de ánimo es el primer paso para predecir
nuestras acciones y nuestros pensamientos. Una de las tareas que podemos proponer
para trabajar en el aula esta primera destreza es realizar un diario emocional. Para
esto, se distribuye a los alumnos por parejas dentro de cada clase. Cada pareja debe
observarse mutuamente durante toda una semana en diferentes lugares (recreo, en
clase, a la salida, etc.). Cada alumno tendrá su hoja de registro para poder realizar las
anotaciones. Tendrán que escribir cómo cree que se siente cada día su compañero y él
mismo y por qué cree que se han sentido así. Son muchos los ejercicios que podemos
utilizar para educar nuestra percepción emocional. Por ejemplo, podemos presentarle
a los alumnos fotografías de personas que se encuentren interactuando. Deberán
averiguar qué emoción están sintiendo cada uno de los personajes que aparecen en la
fotografía.
Asimilación emocional.
Esta habilidad se refiere a los eventos emocionales que ayudan al procesamiento
intelectual, es decir, a cómo las emociones actúan sobre nuestro pensamiento y
nuestra forma de procesar la información.
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Para trabajar esta habilidad podemos proponerles a los alumnos el siguiente ejercicio.
En un primer momento, para conocer el estado emocional de cada uno, los alumnos se
situaran en un “termómetro emocional” en función de cómo sean sus emociones en
ese momento. Después realizarán una tarea de creatividad. A continuación,
intentaremos que los alumnos, compartiendo sus experiencias con todo el grupo,
piensen sobre la influencia diaria de las emociones sobre su pensamiento. Es
importante comprender que diferentes estados emocionales van a favorecer la
realización de diferentes tareas. En esta actividad, será importante señalar a los
alumnos cómo, por ejemplo, la alegría va a facilitarnos la realización de tareas donde
es necesaria la creatividad, aportar soluciones innovadores y pensar de una manera
más flexible.
Comprensión de las emociones.
Esta habilidad hace referencia a la capacidad para comprender emociones y utilizar el
conocimiento emocional.
Para trabajar esta habilidad podemos emplear el “dominó emocional”. En cada ficha
de este dominó aparece el nombre de dos estados emocionales diferentes. Cada
jugador deberá unir aquellas fichas que se refieren a una misma emoción. De este
modo, aprenderán diferentes etiquetas emocionales así como la relación que existe
entre las diferentes emociones.
Si nuestro propósito es comprender los sentimientos de los demás, entonces debemos
empezar por comprendernos a nosotros mismos. Debemos conocer cuáles son
nuestras necesidades y deseos, qué personas o situaciones nos causan determinados
sentimientos, qué pensamientos generan esas emociones, cómo nos afectan y qué
reacciones nos provocan. A través del role-playing (juego de roles) podemos
representar en clase diferentes situaciones de su vida cotidiana. Tras la representación
de estas situaciones abrimos el diálogo a través de preguntas del tipo ¿cómo crees que
se sienten las personas representadas?, ¿cómo lo sabes?, ¿qué hacen?, ¿por qué crees
que se sienten así?
Regulación de las emociones.
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La última rama del modelo hace referencia al proceso emocional de mayor
complejidad. Supone la habilidad para manejar nuestra propia reacción emocional
ante situaciones intensas, ya sean positivas o negativas y utilizar la información que
nos proporcionan las emociones en función de su utilidad sin reprimir o exagerar la
información que conllevan.
En clase, surgen muchas situaciones donde podemos trabajar la capacidad de manejo o
regulación emocional (p.e. nerviosismo ante un examen o miedo a hablar en público). Con
todo, podemos proponer la siguiente actividad. En clase, dividimos a los alumnos en grupos de
trabajo. Todos deberán realizar la tarea que propongamos, por ejemplo, componer un poema.
En cada grupo habrá una persona que deberá generar emociones determinadas en su equipo
mientras realizan la tarea. De este modo, el alumno tendrá que poner en marcha todas sus
destrezas emocionales para manejar las emociones de sus compañeros y tener en cuenta de
qué manera va a influirles las diferentes emociones en la realización de la tarea propuesta.
8. INTELIGENCIA EMOCIONAL Y LOGOPEDIA.
Una de las actividades básicas del ser humano consiste en interactuar con su entorno más
próximo. Estas interacciones se llevan a cabo fundamentalmente a través del proceso
comunicativo, mayoritariamente oral. Así, el lenguaje constituye una herramienta básica para
la socialización y la vida diaria de la persona.
Hay que tener en cuenta que la escuela es el marco en el que tiene lugar el desarrollo del
lenguaje para los niños, después de la familia. Así, el contexto escolar contribuye de forma
decisiva a la evolución de la comunicación y el lenguaje tanto oral como escrito. Por lo tanto
nuestra función como logopedas sería la intervención directa con el niño dentro o fuera del
aula ordinaria para el correcto desarrollo de lenguaje y el asesoramiento y apoyo al resto de
profesionales y a los padres del niño.
Centrándonos en el tema que nos ocupa, en la actuación directa que lleva a la práctica con los
alumnos y alumnas se puede incluir la intervención relacionada con la inteligencia emocional.
El volumen de la voz: La función básica del volumen consiste en hacer que un mensaje llegue
hasta un oyente. El volumen alto de voz puede indicar seguridad y dominio. Sin embargo,
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hablar demasiado alto puede tener también consecuencias negativas pues sugiere agresividad,
ira o tosquedad.
Los cambios en el volumen de voz pueden emplearse en una conversación para enfatizar
puntos. Una voz que varía poco de volumen no será muy interesante de escuchar.
Dentro del campo de intervención del logopeda, este componente paralingüístico se trabajará
en el ámbito de las bases anatómico-funcionales en referencia al proceso de fonación
(respiración, voz, soplo y articulación).
Por ejemplo, una de las actividades que podríamos utilizar para trabajarlo sería: simular una
situación en la que hubiera mucho ruido y distancia entre los interlocutores. El objetivo sería
que el niño comunicara un mensaje al logopeda en un volumen adecuado.
La entonación: La entonación sirve para comunicar sentimientos y emociones como esperanza,
afecto, sarcasmo, ira, excitación o desinterés, dependiendo de la variación de la entonación
del que habla.
Dependiendo de dicha entonación podemos diferenciar:
Una escasa entonación, con un volumen bajo, indica aburrimiento o tristeza; un tono que no
varía puede ser aburrido o monótono; se percibe a las personas como más dinámicas y
extrovertidas cuando cambian la entonación de sus voces a menudo durante una
conversación; las variaciones en la entonación pueden servir también para ceder la palabra;
Una entonación que sube es evaluada positivamente (es decir, como alegría); una entonación
que decae, negativamente (como tristeza); una nota fija, como neutral.
Muchas veces la entonación que se da a las palabras es más importante que el mensaje verbal
que se quiere transmitir.
Una sesión de logopedia centrada en la entonación podría incluir una actividad como:
Diferenciar entre distintos modos de oración: enunciativa (afirmativa o negativa), interrogativa
y exclamativa.
La fluidez: Las vacilaciones, falsos comienzos, muletillas y repeticiones son bastante normales
en las exposiciones y conversaciones diarias. Sin embargo, las alteraciones excesivas del habla
pueden causar una impresión de inseguridad, incompetencia, nerviosismo, poco interés o
ansiedad. Períodos de silencio prolongados podrían interpretarse negativamente,
especialmente como ansiedad, enfado o incluso, una señal de desprecio.
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Expresiones con un exceso de palabras de relleno o muletillas durante las pausas (por ejemplo,
"¿no?", "me entiendes", “pues eso”) o sonidos como "ah" y "eh" provocan percepciones de
ansiedad o aburrimiento.
La claridad: La claridad a la hora de hablar es importante. Si se habla arrastrando las palabras,
a borbotones, con un acento o vocalización excesivos, uno se puede resultar más pesado a los
demás.
La velocidad: Hablar lentamente puede hacer que los demás se impacienten o se aburran. Por
el contrario, si se hace con demasiada rapidez, uno puede no ser entendido. Uno de los
contenidos que trabaja el logopeda es el ritmo y con él, la velocidad. Para trabajarlo se pueden
utilizar diferentes tipos de texto como por ejemplo un texto poético, donde el niño/a tendrá
que adecuar su ritmo de expresión a las características del texto.
El tiempo de habla: Este elemento se refiere al tiempo que se mantiene hablando el individuo.
El tiempo de conversación de una persona puede ser problemático por ambos extremos, es
decir, tanto si apenas habla como si habla demasiado. Lo más adecuado es un intercambio
recíproco de información.
Este parámetro se incluye dentro de las máximas conversacionales, se refiere al empleo de
turnos de palabra. En el aspecto pragmático del lenguaje, es decir, en el uso que hacemos del
lenguaje este elemento es muy importante. El logopeda lo podrá trabajar en situaciones
naturales de conversación o en simulaciones de diálogos, entrevistas, en juegos de roles, etc.
Estos componentes paralingüísticos se trabajan habitualmente en las sesiones de logopedia sin
ser conscientes de la importancia y de la implicación que tienen en el desarrollo de la
inteligencia emocional. Si el logopeda conoce este hecho puede aprovechar sus sesiones para
conseguir un mayor y mejor número de resultados, pues muy estrechamente relacionada se
encuentra la motivación. Si se consigue motivar al alumno y atraerlo haciéndole llamativas las
sesiones logopédicas tendremos una parte del camino andado.
El trabajo del logopeda no sólo se centrará en el ámbito comunicativo-lingüístico sino que su
intervención recogerá y asumirá otros aspectos como es la inteligencia emocional,
centrándose en el control emocional y regulación conductual, la empatía, el establecimiento
adecuado de relaciones interpersonales, la motivación.
Sobre todo, se trabajará la inteligencia emocional en conjunto con el lenguaje y la
comunicación en los ciclos superiores de la Educación Primaria.
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9. CONCLUSIÓN
Una vez profundizado en el tema hemos llegado a la conclusión que la IE vendría a ser la
capacidad de controlar nuestras emociones para poder relacionarnos de manera óptima con el
entorno.
Nosotras como logopedas debemos tener muy presente la IE en nuestro trabajo no solo a nivel
personal, es decir, sabiendo controlar nuestras propias emociones sino también a la hora de
llevar a cabo los tratamientos logopédicos.
También vemos muy importante la relación que existe entre IE y lenguaje ya que a través del
lenguaje expresamos nuestras emociones y sentimientos.
El desarrollo del lenguaje y de la comunicación es imprescindible para un desarrollo completo
de la persona, y dentro de éste, el desarrollo de la inteligencia emocional le aportará grandes
beneficios en los ámbitos de su vida diaria y en las situaciones de enseñanza-aprendizaje.
Con un correcto desarrollo de IE una persona llegará a ser más hábil socialmente así como más
consciente de sus posibilidades y limitaciones.
Así, un buen manejo de nuestras emociones supondrá una mayor posibilidad de éxito en la
vida.
10. BIBLIOGRAFÍA.
Augusto, J. M. (2009). Estudios en el ámbito de la Inteligencia Emocional. Jaén. Universidad de
Jaén.
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niños. Barcelona. Parramón.
Damasio, A. (2006). El error de Descartes. Barcelona. Crítica.
Goleman, D. (1996). Inteligencia Emocional. Barcelona. Kairós.
Mestre, J.M. y Fernández, P. (2007). Manual de Inteligencia Emocional. Madrid. Pirámide.
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