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1 005.- Comer o no comer … es la cuestión Esta es la cuestión, para poder discernir la verdad de Dios para este tiempo presente. Siempre debiéramos considerar los aspectos que marcaron el desenlace de nuestra historia como seres pecadores. Cuando nos apartamos de un claro “Así dice Yahweh” y anteponemos nuestros gustos a los consejos que El nos da, comenzamos a deslizarnos por un sendero que nos lleva a la desobediencia y por lo tanto a separarnos cada día más de El, trayendo consigo enfermedad espiritual y en definitiva: muerte eterna. Eso es lo que precisamente sucedió a nuestros primeros padres. En el Edén, en el huerto de Dios, la santa pareja debía ser probada para ver si dependía realmente de su Dios y Creador. No había pecado, ni por supuesto, ellos, Adán y Eva, tenían conocimiento del mal. Tan sólo conocían el bien, que procedía del Padre y del Hijo. En el mismo momento en que Adán y Eva fueron creados, Dios les dijo: “He aquí que os he dado toda planta que da semilla, que está sobre toda la tierra, y todo árbol en que hay fruto y que da semilla; os serán para comer” Gn. 1:29 Recibían la visita de los ángeles que continuamente les estaban advirtiendo de la rebelión efectuada en el cielo y que debían ser conscientes de que la misma, iba a ser presentada ante ellos, para ver si obedecían a Dios o a Satanás. En definitiva: iban a ser tentados para ver a quien querían obedecer. Este era el plan de Dios para el hombre. No era, ni es ahora, la voluntad de Dios de que el hombre coma cualquier cosa, como hoy sucede, sino, que en su Infinita misericordia proveyó la alimentación más adecuada, para que pudiéramos gozar de una excelente salud y nuestro cuerpo fuera “templo del Espíritu Santo” 1 cor. 6:19 Entendiendo así el plan de Dios para el hombre, la prueba mediante la cual Adán y Eva iban a mostrar su lealtad a Dios o su desobediencia, debía pasar por el apetito. Y cuán importante es que hoy, podamos comprender esta historia para luego comprender también cual fue la primera tentación que tuvo que vencer nuestro Salvador. “Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás” Gn. 2:16,17 Y ésta era la cuestión. Comer o no comer de lo que el Señor les había dicho que no comieran. La prueba de lealtad o desobediencia iba a tener lugar en la alimentación. Adán y Eva iban a ser probados en lo único que podían ser probados: comer o no comer del árbol de la ciencia del bien y del mal. La sentencia en caso de desobediencia también les fue presentada: “Ciertamente morirás”. Y tanto Eva como Adán, prefirieron dar rienda suelta a su apetito y morir en lugar de obedecer a su Creador. Es incomprensible el pecado de Adán. Lo tenía todo. Podía comer de toda fruta que veían sus ojos. Todo era bueno en gran manera.El Creador del Universo había hecho lo mejor para que los seres que El iba a crear, pudieran gozarse de las obras de su creación. La rebelión en el cielo había producido una mancha que Dios quería limpiar. Fue dado a nuestros primeros padres todas las instrucciones precisas para que alcanzaran la victoria sobre el enemigo. Pero,

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005.- Comer o no comer … es la cuestión

Esta es la cuestión, para poder discernir la verdad de Dios para este tiempo presente.

Siempre debiéramos considerar los aspectos que marcaron el desenlace de nuestra historia

como seres pecadores. Cuando nos apartamos de un claro “Así dice Yahweh” y anteponemos

nuestros gustos a los consejos que El nos da, comenzamos a deslizarnos por un sendero que

nos lleva a la desobediencia y por lo tanto a separarnos cada día más de El, trayendo consigo

enfermedad espiritual y en definitiva: muerte eterna.

Eso es lo que precisamente sucedió a nuestros primeros padres. En el Edén, en el huerto de

Dios, la santa pareja debía ser probada para ver si dependía realmente de su Dios y Creador.

No había pecado, ni por supuesto, ellos, Adán y Eva, tenían conocimiento del mal. Tan sólo

conocían el bien, que procedía del Padre y del Hijo. En el mismo momento en que Adán y Eva

fueron creados, Dios les dijo: “He aquí que os he dado toda planta que da semilla, que está

sobre toda la tierra, y todo árbol en que hay fruto y que da semilla; os serán para comer” Gn.

1:29 Recibían la visita de los ángeles que continuamente les estaban advirtiendo de la rebelión

efectuada en el cielo y que debían ser conscientes de que la misma, iba a ser presentada ante

ellos, para ver si obedecían a Dios o a Satanás. En definitiva: iban a ser tentados para ver a

quien querían obedecer.

Este era el plan de Dios para el hombre. No era, ni es ahora, la voluntad de Dios de que el

hombre coma cualquier cosa, como hoy sucede, sino, que en su Infinita misericordia proveyó

la alimentación más adecuada, para que pudiéramos gozar de una excelente salud y nuestro

cuerpo fuera “templo del Espíritu Santo” 1 cor. 6:19

Entendiendo así el plan de Dios para el hombre, la prueba mediante la cual Adán y Eva iban a

mostrar su lealtad a Dios o su desobediencia, debía pasar por el apetito. Y cuán importante es

que hoy, podamos comprender esta historia para luego comprender también cual fue la primera

tentación que tuvo que vencer nuestro Salvador.

“Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; mas del

árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente

morirás” Gn. 2:16,17 Y ésta era la cuestión. Comer o no comer de lo que el Señor les había

dicho que no comieran. La prueba de lealtad o desobediencia iba a tener lugar en la

alimentación. Adán y Eva iban a ser probados en lo único que podían ser probados: comer o

no comer del árbol de la ciencia del bien y del mal. La sentencia en caso de desobediencia

también les fue presentada: “Ciertamente morirás”. Y tanto Eva como Adán, prefirieron dar

rienda suelta a su apetito y morir en lugar de obedecer a su Creador.

Es incomprensible el pecado de Adán. Lo tenía todo. Podía comer de toda fruta que veían

sus ojos. “Todo era bueno en gran manera.” El Creador del Universo había hecho lo mejor

para que los seres que El iba a crear, pudieran gozarse de las obras de su creación. La rebelión

en el cielo había producido una mancha que Dios quería limpiar. Fue dado a nuestros primeros

padres todas las instrucciones precisas para que alcanzaran la victoria sobre el enemigo. Pero,

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por si estos pecaran, no dejando nada al azar o a la casualidad, hubo un Concilio en el Cielo y

el Hijo de Dios se ofreció como Garante por si los seres creados sucumbieran ante los engaños

de Satanás.

El plan de redención fue presentado a Adán y Eva

¡Qué inmenso amor! ¡Dios previó una salida para el hombre por si éste pecara! ¡El Hijo de

Dios tomaría el lugar del transgresor “ya destinado desde antes de la fundación del mundo,

pero manifestado en los postreros días por amor de vosotros” 1 Pe. 1:20 y con su muerte se

convertiría en el “Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” Jn. 1:29 Gracias a este

sacrificio, tú y yo, podemos recibir su poder para alcanzar la victoria sobre nuestros pecados y

defectos de carácter, ya sean heredados o cultivados porque el Señor mismo le dijo a

Nicodemo: “De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino

de Dios” Jn.. 3:3. Experimentar un cambio de corazón significa quitar el afecto del mundo y

fijarlo en Cristo. Tener un nuevo corazón es tener una mente nueva, nuevos propósitos, nuevos

motivos y finalmente alcanzar la victoria y dar gracias a Dios y al Cordero con las palabras que

bajo inspiración divina el apóstol Pablo escribió a los corintos: “¿Dónde está, oh muerte, tu

aguijón? ¿Dónde oh sepulcro, tu victoria?” 15:55

Vemos a través de la historia, que el apetito pudo más que el supuesto amor a Dios. Eva y

Adán, fracasaron cuando lo tenían todo en sus manos. Podían comer de todo. Rica fruta,

jugosa, fresca, recién salida de las manos del Creador. No había contaminación ambiental.

Esa fruta era algo que hoy no podemos describir. Dos mil años después, cuando los hebreos

reciben la orden de inspeccionar la tierra que Dios les iba a dar, “tierra que fluye leche y miel”

Ex. 3:8 “cortaron un sarmiento con un racimo de uvas, el cual trajeron dos en un palo...” Nm.

13:23, todavía que-daban evidencias de la mano creadora de Dios. Lamentablemente hoy, esas

mismas señales han desaparecido y lo que comemos, fruto de tanta transgresión a la ley de

Dios, no tiene punto de compara-ción con lo que nuestros primeros padres tuvieron el deleite

de comer.

Por lo tanto, comer o no comer sigue siendo ésta la cuestión.

Por desobedecer a su Dios y Creador, Eva y Adán comieron del “árbol de la ciencia del bien y

del mal” y el pecado, la rebelión, la separación volvió a existir del mismo modo que cuando se

rebeló Satanás en el cielo, y ahora, la tierra, quedó como una mancha negra en la vasta

extensión de la creación de Dios y el plan de salvación se puso en marcha.

El pecado produjo una mancha negra en la creación de Dios.

Adán y Eva, se sintieron desnudos, lejos de la protección divina. Por primera vez, se vieron en

una condición muy diferente a como se habían visto anteriormente. El conocimiento de algo

nuevo y diferente les hizo sentir miedo y cubrieron sus cuerpos con las hojas de higuera. Ese

manto, hecho con sus propias manos, indicaba la justicia con la que ellos pretendían cubrir su

pecado. Es entonces, cuando Yahshua, les enseñó el plan de la redención. El cordero debía

sacrificarse para expiación de sus pecados. El animal inocente debía cargar con la paga del

pecado del pecador: “Y Yahweh Dios hizo al hombre y a su mujer túnicas de pieles, y los

vistió” Gn. 3:21

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A pesar de que nuestros primeros padres desobedecieron a Dios, no fueron dejados bajo la

carga de la sentencia de muerte que ellos recién habían comprendido cuando se vieron

desnudos y como tales, pecadores ante los ojos de Dios.

El pecado causó separación y la sentencia de muerte fue suplida por Yahshua al conceder al

pecador, una segunda oportunidad. La gracia Divina en su Infinito amor, nos concede un

nuevo período para ver si ahora, después de conocer que hemos pecado, después de

arrepentirnos, el hombre unido a Dios es capaz de vivir una vida como la de Yahshua: perfecta

obediencia al Padre.

El consumo de carne acortó la vida del hombre

Los antidiluvianos, vivieron como el caso de Matusalén, 969 años. Sin embargo, cuando se le

permitió a Noé y a sus hijos comer de la carne limpia de los animales que ellos habían sacado

del arca, el registro sagrado dice “Todo lo que se mueve y vive, os será para mantenimiento:

así como las legumbres y plantas verdes, os lo he dado todo. Pero carne con su vida, que es su

sangre, no comeréis” Gn. 9:3,4

Las consecuencias del consumo de carne se vio rápidamente en el ser humano. Su vida se

acortó drásticamente. De los 969 años que vivió Matusalén pasaron en apenas unas

generaciones a 600 años, 438 años, 239 años, 148 años la vida de Nacor padre de Abraham. El

salmista David, reflejó para nuestro conocimiento: “Los días de nuestra edad son setenta

años...” Sal. 90:10

En su caminar hacia la Tierra Prometida, el Señor les recuerda lo que habían olvidado

durante los años de esclavitud en Egipto y mezclados con gente idólatra.

Cuando el Israel antiguo recibió la orden de salir de Egipto lo hizo en el mismo día que años

antes Abraham, había recibido la promesa de que saldrían con “gran riqueza” Gn.15:14. En su

estadía por el desierto, recibieron en el Sinaí un recuerdo que en su esclavitud el enemigo había

pretendido que este pueblo escogido pudiera olvidarse de su Dios, y si lo conseguía, ¿de dónde

y de quién vendría la simiente del Salvador?

No olvidemos nunca esta lucha entre Yahshua y Satanás, entre los hijos de Dios y los agentes

satánicos que pelean siempre contra la verdad, contra las Sagradas Escrituras.

Y en ese peregrinaje hacia la tierra prometida, recibieron con una gran manifestación del poder

Divino, un recordatorio de lo que sus padres ya conocían, pero, por la esclavitud, por haber

estado influenciados tantos años en territorio pagano, se habían amoldado a sus costumbres y

lo Divino había casi desaparecido de sus enseñanzas. Y en esa condición, Dios tiene que

mostrar su poder, su gloria en aquel monte humeante y les recuerda, la ley de los Diez

Mandamientos, y con ella por supuesto el cuarto mandamiento, el santo sábado del Señor, el

santuario con todos sus ritos y ceremonias que prefiguraban la muerte de Cristo en el lugar del

cordero, como “Cordero de Dios que quita los pecados del mundo” Jn. 1:29 y posteriormente

su obra mediadora, intercesora, como nuestro Sumo sacerdote en su misión en el lugar

Santísimo del Santuario celestial, las Fiestas solemnes de Jehová, la reforma Pro-salud con el

maná que era “pan del cielo” Ex. 16:4, todo ello fue aceptado por ese pueblo quien pactó con el

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Señor para hacer todo cuanto él les había mandado: “Haremos todas las cosas que Jehová ha

dicho y obedeceremos” Ex. 24:7

“Quien nos diera a comer carne”

Sin embargo, ese pacto no tardó mucho tiempo en comenzar a romperse. La multitud mixta, los

que están dentro pero no son del pueblo de Dios, los murmuradores, los que siempre están

protestando para que la alta norma Divina no se lleve a cabo, los que siempre están

obstaculizando el avance de la verdad, los que desean estar pero no están sus nombres en el

Libro de la Vida, esa multitud mixta, “la gente extranjera que se mezcló con ellos tuvo un vivo

deseo, y los hijos de Israel también volvieron a llorar y dijeron: ¡Quién nos diera a comer

carne!. ” La respuesta fue fulminante. El Señor Jesús podía haber pasado por alto este deseo

incontrolado, sin embargo, el registro sagrado dice “No comeréis un día, ni dos días, ni cinco

días, ni diez días, ni veinte días, sino hasta un mes entero, hasta que os salga por las narices y

la aborrezcáis, por cuanto menosprecias-teis a Jehová que está en medio de vosotros” y el

resultado fue fatal para aquellos que sintieron el deseo de comer carne. “Aún estaba la carne

entre los dientes de ellos, antes que fuese masticada, cuando la ira de Jehová se encendió en el

pueblo, e hirió Jehová al pueblo con una plaga muy grande” Nm. 11: 4,19,33

Unos pocos años más tarde, cuando de la mano de Josué, el Hijo de Dios los introduce en la

tierra prometida, ¿qué les dio de comer? Ellos llevaban abundante ganado que podía haber

servido como alimento. Si algo tenían los israelitas era precisamente carne, tenían ovejas y

ganado vacuno. No tenían necesidad de confiar en Dios para que les proporcionara alimentos,

ellos ya lo tenían. Ellos podían haber dado muerte a esos animales y comerlos, eran propiedad

de ellos, ¿si o no? ¿Qué les dio el Señor para comer? “al otro día de la pascua comieron del

fruto de la tierra, los panes sin levadura y en el mismo día, espigas tostadas. Y el maná cesó el

día siguiente, desde que comenzaron a comer del fruto de la tierra...” Jos. 5:11,12

Una vez más, el Señor muestra a su pueblo que no es voluntad suya que se consumiera la

carne. No entraba en su plan, como tampoco entra en su plan de ahora que aquellos que dicen

pertenecer a su pueblo, sigan comiendo carne ocasionando con ellos enfermedad y muerte

prematura.

Teniendo abundancia de ganado, el Señor les dio a comer “el fruto de la tierra”. Nuestro

organismo, nuestro sistema digestivo, todo nuestro ser fue concebido por el Creador del

Universo para consumir los productos de la tierra. No era ni es el plan de Dios que el ser

humano consumiera carne. No era ni es el plan de Dios que el ser humano consuma otros

alimentos que son nocivos para nuestra salud, como alimentos considerados inmundos y ciertas

bebidas contrarias al plan Divino, que hacen que el ser humano esté tan enfermo.

El nuevo pacto con el Israel espiritual moderno Hoy, el Señor desea hacer un nuevo pacto con los que dicen pertenecer al Israel espiritual

moderno. El antaño, quebró ese pacto, ese compromiso que contrajeron en el monte Sinaí y los

resultados los vemos todavía en esa nación que tuvo el privilegio de ser conducida por Dios y

que por haber roto ese pacto, están pagando las consecuencias de su propia desobediencia.

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Hoy, el Señor Yahshua está preparando al Israel espiritual moderno para introducirlo en la

Tierra Prometida, tierra que fluye leche y miel, la Canaán celestial. Y para ello, el Israel

espiritual moderno, tendrá que hacer con el Señor un pacto como lo hizo el antaño tal como

nos dice Hb. 8:10 “Por lo cual este es el pacto que haré con la casa de Israel. Después de

aquellos días, dice el Señor; pondré mis leyes en la mente de ellos y sobre su corazón las

escribiré; y seré a ellos por Dios, y ellos me serán a mi por pueblo”. Este es el nuevo pacto que

el Señor desea hacer con todos aquellos que digamos pertenecer al Israel espiritual moderno.

Y para ello, tendremos que recibir las mismas directrices que recibió el Israel de antaño,

porque Yahweh no cambia, “Yahshua es el mismo, ayer, hoy y por los siglos” Hb. 13:8, por

tanto, debe recibir en primer lugar la ley de Dios para salir de las costumbres paganas.

Volver al evangelio eterno que incluye la ley de Moisés tal como lo encontramos en Hb 10:28

“El que viola la ley de Moisés, por el testimonio de dos o de tres testigos muere

irremisiblemente”. Y en esa ley de Moisés, además de la santa ley moral conocida como la ley

de los “Diez Mandamientos”, está el sábado, las Fiestas Solemnes de Yahweh que el cuerno

pequeño, “intentaría, pensaría, trataría, se creería” con la facultad de cambiarlas junto con la

ley de Dios, de acuerdo a Dn. 7:25 ver traducciones varias para comprender esta verdad.

Debemos entender y aceptar la obra que nuestro Salvador está terminando de hacer en el

Santuario celestial, en el lugar Santísimo como nuestro “unico mediador”, obra que dio inicio a

la conclusión de la profecía más larga de la historia: “hasta dos mil trescientas tardes y

mañanas luego el santuario será purificado” cuando el 22 de octubre de 1844, el “santuario

tenía que ser purificado”.

¡Y cómo no! La reforma pro-salud, “el pan del cielo” ese pan que el Señor nos da a través de

los productos naturales de la tierra, de ahí la importancia de tener nuestro propio terreno para

que con la ayuda Divina, comer los alimentos sanos de acuerdo al plan del cielo para que

nuestro cuerpo libre de cuantas enfermedades nos rodean, podamos presentarlo al Señor de tal

manera “que sea templo del Espíritu Santo” 1 cor. 6:19

Hoy, la gente sigue cometiendo el mismo pecado que causó la ruina de la raza humana.

Desobedecen a Dios comiendo lo que les apetece, rebelándose contra el mismo Creador del

Universo que nos ha dado una dieta mucho mejor. La causa de dicha desobediencia la vemos

hoy. Miles de hospitales llenos de gente enferma. Millones de personas que acuden

diariamente a visitar a los médicos para paliar su deficiente estado de salud. Por la calle, sólo

se observa el estigma de la desobediencia del ser humano a las leyes de Dios. ¿Es esta una

manera de representar a Cristo en nuestras vidas? ¡Qué triste testimonio estamos dando al

mundo! “El buey conoce a su dueño y el asno el pesebre de su señor; Israel no entiende, mi

pueblo no tiene conocimiento” Is. 1:3 y el profeta Oseas amplía un poco más estas mismas

palabras: “Mi pueblo fue destruido, porque le faltó conocimiento” 4:6

El organismo humano no estuvo ni está preparado para el consumo de carne y sus derivados.

Ese no fue el plan original de Dios para el hombre. “He aquí que os he dado toda planta que da

semilla, que está sobre toda la tierra, y todo árbol en que hay fruto y que da semilla; os serán

para comer” Gn. 1:29. Mientras el hombre sigue enfermo producto de su rebeldía hacia el

Creador del Universo, mientras los que dicen ser cristianos y pretenden pertenecer al Israel

espiritual moderno están enfermos, porque están comiendo lo contrario al plan Divino, los

animales, por otra parte, muestran más lealtad que el hombre porque aquellos tan sólo comen la

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clase de hierbas que saben que deben comer para no enfermarse y cuando lo hacen, ellos

mismos buscan la clase de alimento preciso para restablecer su salud. ¿No lo han visto en

algunos animales?

Los animales están enfermos. El egoísmo del ser humano hace que estos animales sean

alimentados con productos que también les afecta su misma salud. La mayoría de los piensos

compuestos que reciben como complemento al pasto de las hierbas que no pueden comer, son

residuos de carnes y huesos que triturados sirven de comida para estos animales que su

organismo sólo está preparado para comer hierba. De ahí, las enfermedades tan en boga en la

mayoría de ellos. Y a pesar de todo, el hombre sigue comiendo carne. Y a pesar de todo, la

inmensa mayoría de los que dicen pertenecer al pueblo de Dios, siguen comiendo carne.

Cuerpos enfermos, cuando la voluntad de Dios es precisamente todo lo contrario: “Amado, yo

deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma”

3 Jn.2 Caen en el mismo pecado que cometió Israel cuando era llevado de Egipto a la tierra

prometida: “Quien nos diera a comer carne...” Nm. 11:4 Esta desobediencia a Dios trajo la

muerte instantánea de muchos miles de hebreos que habían sido rebeldes al Dios que les estaba

guiando en su peregrinaje por el desierto.

Dios les dio el maná y nos da ahora la reforma pro-salud para prepararnos para la entrada en la

Nueva Jerusalén, ya que en el cielo, no va a haber ninguna carnicería y nuestro carácter, debe

ser transformado aquí y ahora, si queremos estar un día con Jesús.

Unos cuantos cientos de años después de este incidente en el camino a la Canaán terrenal, un

joven hebreo, bien instruido por sus padres, obediente, con temor de Dios y sabiendo que su

futuro dependía de si obedecía o no, estando en una tierra extraña, lejos de su país, alejado

posiblemente de su familia, con libertad para haber hecho cuanto le hubiera apetecido, vemos

en el relato Sagrado que este joven se mantuvo fiel a las enseñanzas que había recibido desde

su nacimiento.

Daniel, “Propuso en su corazón no contaminarse con la porción de la comida del rey, ni con el

vino que él bebía... te ruego que hagas la prueba con tus siervos por diez días, y nos den

legumbres a comer, y agua a beber. Compara luego nuestros rostros con los rostros de los

muchachos que comen de la ración de la comida del rey... y al cabo de los diez días pareció el

rostro de ellos mejor y más robusto, que el de los otros muchachos... Y el rey habló con ellos, y

no fueron hallados entre todos ellos otros como Daniel, Ananás, Misael y Azarías... en todo

asunto de sabiduría e inteligencia que el rey les consultó, los halló diez veces mejores que

todos los magos y astrólogos que había en todo su reino...” Dn 1:8-21

La obediencia de estos jóvenes hizo posible que su Dios pudiera actuar en ellos para su honra y

su gloria. Eso demuestra que el ser humano tiene una gran parte que desarrollar para que Dios

pueda actuar en nuestra vida de acuerdo a su voluntad.

Daniel, Ananás, Misael y Azarías hicieron su parte y entonces, sólo entonces, Dios pudo hacer

la suya. “A estos cuatro muchachos Dios les dio conocimiento e inteligencia en todas las

letras y ciencias; y Daniel tuvo entendimiento en toda visión y sueños” Dn. 1:17

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Hoy además del vino, podríamos incluir bebidas como, coca-cola, gaseosas, tónicos,

refrescantes... toda aquella bebida que lleve gas o burbujas para que podamos comprender

mejor lo que estamos deseando explicar y, que tanto daño hacen a nuestro organismo cuando

son ingeridas.

Nuestro cuerpo debe ser “templo del Espíritu Santo”

Nuestro cuerpo debe ser cuidado de tal forma que sea morada del Espíritu Santo y un cuerpo

enfermo es un testimonio contrario a lo que Dios desea de cada uno de nosotros. Pero, si la

enfermedad viniera siendo obedientes a Dios, debemos luchar en oración, fe y usar los

remedios naturales y confiar en nuestro Dios y Creador.

Vivimos en un mundo corrompido y altamente contaminado porque el hombre ha dejado los

consejos de Dios y ha seguido los impulsos de su empedernido corazón. “¿O ignoráis que

vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cuál tenéis de Dios, y

que no son vuestros? Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en

vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios”. 1 cor. 6:19,20

Yahshua fue tentado donde Adán y Eva cayeron

Yahshua, cuatro mil años después, recibió la misma tentación. Pero, así como aquellos

fracasaron, EL venció y de nuevo nos da poder para vencer todos nuestros defectos de carácter

heredados y cultivados. Yahshua desea restaurar en nosotros, la imagen que se perdió en el

Edén como consecuencia de la entrada del pecado, fruto de la desobediencia de Adán y Eva

para que un día, no muy lejano, podamos sentarnos junto a El y poder participar de la Fiesta de

las Bodas del Cordero.

Del mismo modo que el Creador del Universo, dio a Israel cuando salió de Egipto, maná, pan

del cielo cuando iban rumbo a tomar posesión de la tierra “que fluye leche y miel”, hoy, al

igual que ayer, hemos salido del Egipto espiritual moderno y estamos caminando para tomar

posesión de “la tierra nueva” que el Padre y el Hijo están preparando para aquellos que les

aman y guardan todos sus estatutos, preceptos, mandamientos, testimonios y leyes. Y en ese

caminar, debemos recordar las palabras en el desierto y las consecuencias allí vividas, para que

no cometamos los mismos pecados “que ellos cometieron”, sino que aceptemos la voluntad de

nuestro Padre celestial, y volvamos a la dieta del Edén, la dieta original que se nos dio, para

poder vivir en esta tierra, preparándonos para la eternidad.

¿Qué es lo que te impide aceptar la voluntad de nuestro Dios para nuestro tiempo presente?

Que las palabras del Señor puedan calar en lo más profundo de nuestro corazón y

comprendamos cuál debe ser nuestra actitud con Dios para que entonces, El pueda hacer su

obra en nosotros, es mi deseo y oración.

Ernesto Farga Gadea