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9 A las 7 de la mañana del 30 de octubre de 1810, los defen- sores de la Ciudad de México contra el asalto de Hidalgo decidieron mandar a traer la imagen de la Virgen de los Remedios, cuya capilla se encontraba a algunos kilómetros de distancia. La orden llegó a la capilla a las 11 de la mañana, pre- cisamente cuando las huestes de Hidalgo recibían refuerzos en el monte de las Cruces. Los refuerzos no consistían sólo en piezas de artillería y hombres de Zelaya, Valladolid, Guanajuato y Pázcuaro. Incluían también pendones de la Virgen de Guadalupe. A pesar de que los habitantes de Naucalpan y Tacuba buscaron detener la carreta que transportaba la imagen porque temían perderla, la Virgen de los Remedios, cubierta de alhajas y con el Niño Jesús en un brazo y una espada en el otro, hizo su entrada a la ciudad. Eran las 5 de la tarde cuando la imagen fue rodeada por aterrorizados vecinos que imploraban su ayuda. A esa misma hora, las fuerzas de Hidalgo acababan de aniquilar a las tropas defensoras y muchos temían ser sacrificados por la plebe rebelde. Algo incomprensi- ble ocurrió, sin embargo, media hora más tarde: Hidalgo decidió no entrar a la ciudad y, a pesar de su victoria, dio la orden a sus tropas de retirarse hacia el norte. La decisión probó ser desastro- sa, desencadenando en los meses siguientes una serie de derrotas. Hidalgo terminó siendo capturado en Coahuila-Texas y ejecutado sumariamente. ¿Qué es lo que le pasó a Hidalgo entre las 5 y las 5:30 en el monte de las Cruces? En el sermón catedralicio para conmemorar el primer aniversario del providencial desenlace, el oratoriano Juan Bautista Díaz Calvillo buscó dar una explicación: Hidalgo fue Abimelec. Como el israelita, Hidalgo, a pesar de su victoria, fue en el último minuto aniquilado por una mujer. 1 Para explicar lo inexplica- ble, Díaz Calvillo hizo uso de eventos narrados en el libro de Jueces. Como el lector no tiene hoy la misma familiaridad con el Antiguo Testamento que la de la audiencia del oratoriano, con- viene recordar la historia de Abimelec (Jueces 9). A raíz de la muerte de Gedeón, héroe que lideró a los israeli- tas contra los madianitas, Abimelec, hijo del héroe con una esclava de Siquem, contrató un ejército de truhanes, eliminó a los otros 70 hijos de Gedeón y se declaró rey de Israel con la ayuda de sus familiares de Siquem. El único de los 70 que alcanzó a sobrevi- vir, Yotam, predijo que sólo aquellos de naturaleza bastarda como Abimelec, a quien comparó con una zarza, podrían pretender ser monarcas. Aquellos de naturaleza excelsa como Gedeón no aspira- ban a ser más que jueces, es decir, árboles como la vid, la oliva o la higuera, que encontraban dignidad en sus deliciosos frutos, no en falsos títulos. Aquellas comunidades como Siquem que buscaban abrigo bajo la sombra de reyes escogerían la zarza y terminarían ardiendo. La profecía de Yotam se cumplió cuando tres años más tarde el pueblo de Siquem se enemistó con Abimelec y con la ayuda del pueblo vecino de Tebés buscó matarlo. Abimelec, res- pondió ejecutando a todos los habitantes de Siquem y cubriendo el pueblo con sal. Al entrar al pueblo de Tebés a destruirlo, sin embargo, Abimelec se aproximó a la torre en donde se refugiaban los vecinos nobles, y una mujer le arrojó una piedra a la cabeza. El agonizante Abimelec prefirió hacerse pasar por la espada de su escudero que dejarse matar a manos de una mujer. En su sermón de conmemoración del primer aniversario de la inexplicable partida de Hidalgo después del triunfo en las Cruces, Díaz Calvillo estableció ingeniosos paralelos entre Abimelec y don Miguel. De acuerdo con su explicación, Hidalgo aprovechó la ausencia de Fernando VII-Gedeón para mandar matar a sus hermanos, los españoles, y contrató un ejército de tahúres para declararse rey de Nueva España. Como buena zarza, Hidalgo en el proceso creó hogueras y sitió ciudades. Fue en la Tebés mexi- cana, sin embargo, que el cura fue derrotado: la Virgen de los Remedios le partió la cabeza al tirano. La Virgen era no sólo una madre amorosa y sacrificada, sino sobre todo una mujer guerrera cuya actitud con los enemigos de la fe había sido prefigurada en 1 Juan Bautista Díaz Calvillo, Sermón que en el aniversario solemne de gracias a María Santísima de los Remedios, celebrado en esta santa iglesia catedral el día 30 de octubre de 1811 por la victoria del Monte de las Cruces (México: Imprenta de Arizpe, 1811). ENSAYO S on laS mujereS laS que defienden al rey con eSpadaS y Son loS liberaleS loS que queman herejeS : el a ntiguo t eStamento y laS revolucioneS de independencia en la monarquía de e Spaña Jorge Cañizares-Esguerra Universidad de Texas-Austin Los historiadores han buscado en tradiciones atlánticas liberales, ya sean francesas o hispánicas (Cádiz), los orígenes de la Independencia. Pero el Antiguo Testamento en el mundo atlántico fue una fuente ideológica sin par, tanto para los proyectos realistas como para los independentistas. Las ideologías atlánticas veterotestamentarias generaron perspectivas paradójicas: los realistas como promotores de una visión liberal, masculina de lo femenino (activa y guerrera) y los independentistas liberales como promotores de una visión ultramontana e inquisitorial del monarquismo extranjero. La asociación entre el Apocalipsis y la Independencia fue parte del discur- so que difundieron los realistas. La Virgen del Apocalipsis, representada en varios óleos, resolvería el conflicto a favor de los españoles peninsula- res. Andrés López, Virgen del Apocalipsis, siglo XVIII. Óleo sobre lámina de cobre, 22.9 x 28.6 cm. Colección Andrés Blaisten, México.

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A las 7 de la mañana del 30 de octubre de 1810, los defen-sores de la Ciudad de México contra el asalto de Hidalgo decidieron mandar a traer la imagen de la Virgen de los

Remedios, cuya capilla se encontraba a algunos kilómetros de distancia. La orden llegó a la capilla a las 11 de la mañana, pre-cisamente cuando las huestes de Hidalgo recibían refuerzos en el monte de las Cruces. Los refuerzos no consistían sólo en piezas de artillería y hombres de Zelaya, Valladolid, Guanajuato y Pázcuaro. Incluían también pendones de la Virgen de Guadalupe. A pesar de que los habitantes de Naucalpan y Tacuba buscaron detener la carreta que transportaba la imagen porque temían perderla, la Virgen de los Remedios, cubierta de alhajas y con el Niño Jesús en un brazo y una espada en el otro, hizo su entrada a la ciudad. Eran las 5 de la tarde cuando la imagen fue rodeada por aterrorizados vecinos que imploraban su ayuda. A esa misma hora, las fuerzas de Hidalgo acababan de aniquilar a las tropas defensoras y muchos temían ser sacrificados por la plebe rebelde. Algo incomprensi-ble ocurrió, sin embargo, media hora más tarde: Hidalgo decidió no entrar a la ciudad y, a pesar de su victoria, dio la orden a sus tropas de retirarse hacia el norte. La decisión probó ser desastro-sa, desencadenando en los meses siguientes una serie de derrotas. Hidalgo terminó siendo capturado en Coahuila-Texas y ejecutado sumariamente.

¿Qué es lo que le pasó a Hidalgo entre las 5 y las 5:30 en el monte de las Cruces? En el sermón catedralicio para conmemorar el primer aniversario del providencial desenlace, el oratoriano Juan Bautista Díaz Calvillo buscó dar una explicación: Hidalgo fue Abimelec. Como el israelita, Hidalgo, a pesar de su victoria, fue en el último minuto aniquilado por una mujer.1 Para explicar lo inexplica-ble, Díaz Calvillo hizo uso de eventos narrados en el libro de Jueces. Como el lector no tiene hoy la misma familiaridad con el Antiguo Testamento que la de la audiencia del oratoriano, con-

viene recordar la historia de Abimelec (Jueces 9).A raíz de la muerte de Gedeón, héroe que lideró a los israeli-

tas contra los madianitas, Abimelec, hijo del héroe con una esclava de Siquem, contrató un ejército de truhanes, eliminó a los otros 70 hijos de Gedeón y se declaró rey de Israel con la ayuda de sus familiares de Siquem. El único de los 70 que alcanzó a sobrevi-vir, Yotam, predijo que sólo aquellos de naturaleza bastarda como Abimelec, a quien comparó con una zarza, podrían pretender ser monarcas. Aquellos de naturaleza excelsa como Gedeón no aspira-ban a ser más que jueces, es decir, árboles como la vid, la oliva o la higuera, que encontraban dignidad en sus deliciosos frutos, no en falsos títulos. Aquellas comunidades como Siquem que buscaban abrigo bajo la sombra de reyes escogerían la zarza y terminarían ardiendo. La profecía de Yotam se cumplió cuando tres años más tarde el pueblo de Siquem se enemistó con Abimelec y con la ayuda del pueblo vecino de Tebés buscó matarlo. Abimelec, res-pondió ejecutando a todos los habitantes de Siquem y cubriendo el pueblo con sal. Al entrar al pueblo de Tebés a destruirlo, sin embargo, Abimelec se aproximó a la torre en donde se refugiaban los vecinos nobles, y una mujer le arrojó una piedra a la cabeza. El agonizante Abimelec prefirió hacerse pasar por la espada de su escudero que dejarse matar a manos de una mujer.

En su sermón de conmemoración del primer aniversario de la inexplicable partida de Hidalgo después del triunfo en las Cruces, Díaz Calvillo estableció ingeniosos paralelos entre Abimelec y don Miguel. De acuerdo con su explicación, Hidalgo aprovechó la ausencia de Fernando VII-Gedeón para mandar matar a sus hermanos, los españoles, y contrató un ejército de tahúres para declararse rey de Nueva España. Como buena zarza, Hidalgo en el proceso creó hogueras y sitió ciudades. Fue en la Tebés mexi-cana, sin embargo, que el cura fue derrotado: la Virgen de los Remedios le partió la cabeza al tirano. La Virgen era no sólo una madre amorosa y sacrificada, sino sobre todo una mujer guerrera cuya actitud con los enemigos de la fe había sido prefigurada en

1 Juan Bautista Díaz Calvillo, Sermón que en el aniversario solemne de gracias a María Santísima de los Remedios, celebrado en esta santa iglesia catedral el día 30 de octubre de 1811 por la victoria del Monte de las Cruces (México: Imprenta de Arizpe, 1811).

ENSAYO

Son laS mujereS laS que defienden al rey con eSpadaS y Son loS liberaleS loS que

queman herejeS: el antiguo teStamento y laS revolucioneS de independencia en la

monarquía de eSpañaJorge Cañizares-Esguerra

Universidad de Texas-Austin

Los historiadores han buscado en tradiciones atlánticas liberales, ya sean francesas o hispánicas (Cádiz), los orígenes de la Independencia. Pero el Antiguo Testamento en el mundo atlántico fue una fuente ideológica sin par,

tanto para los proyectos realistas como para los independentistas. Las ideologías atlánticas veterotestamentariasgeneraron perspectivas paradójicas: los realistas como promotores de una visión liberal, masculina de lo femenino

(activa y guerrera) y los independentistas liberales como promotores de una visión ultramontana e inquisitorial del monarquismo extranjero.

La asociación entre el Apocalipsis y la Independencia fue parte del discur-so que difundieron los realistas. La Virgen del Apocalipsis, representada en varios óleos, resolvería el conflicto a favor de los españoles peninsula-res. Andrés López, Virgen del Apocalipsis, siglo XVIII. Óleo sobre lámina de cobre, 22.9 x 28.6 cm. Colección Andrés Blaisten, México.

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ignorados por los historiadores, quienes han preferido estudiar el impacto de la modernidad ilustrada, ya sea francesa o hispánica.2 Debido a que el pasado bíblico constantemente configuró las in-terpretaciones del presente, es importante prestar atención a estos discursos. Este ensayo es una primera aproximación.

En la primera parte de este ensayo me enfoco en aquellos discursos que, como el de Díaz Calvillo, apoyaron el proyecto monárquico. Para representar a los rebeldes, el partido monár-quico no tuvo dificultad en encontrar villanos en el Antiguo Testamento. Hay multitudes de Abimelec de los cuales echar mano. Pero el proyecto monárquico también revela escritos de inmensa creatividad teológica que han sido sumariamente des-contados por nuestras historiografías. Sólo los sermones guada-lupanos han recibido atención de estudiosos por sus complejos contenidos teológicos.3

el Antiguo Testamento en las acciones de Judit —quien rebanó la cabeza a Holofernes, general asirio (Judit 10)— y de Yael —quien enterró una estaca en la sien de Sisera, general cananeo (Jueces 4)—. La entrada de la Virgen de los Remedios a la ciudad fue la pedrada que atolondró al triunfante Hidalgo. Agonizante, Hidalgo prefirió huir al norte antes que aceptar su derrota a ma-nos de una mujer.

Las ideas del sermón de Díaz Calvillo forman parte de la his-toria de las revoluciones y guerras de independencia que afecta-ron a Europa y las Américas a fines del siglo XVIII y principios del XIX. A pesar del gran interés que ha despertado el bicentenario, desconocemos, en gran medida, la historia de los discursos bíbli-cos y cómo fueron usados. Tales discursos implican una peculiar visión del tiempo en la que el pasado prefigura el presente. A pesar de su prevalencia cultural, estos discursos ibéricos siguen siendo

probó ser muy difícil. Para el obispo, los territorios de Maynas eran inmensos desiertos que empequeñecían a aquellos que los israelitas encontraron en Elim y el Sinaí al cruzar el mar Rojo en busca de la Tierra Prometida. Las selvas de Maynas estaban cubiertas de sangre de jesuitas y franciscanos, nuevos guerreros de Israel que participaron en batallas como aquélla en Gelboé contra los filisteos en la que el rey Saúl y sus tres hijos perecie-ron. Sánchez, como un nuevo Josué, se encontró al llegar con un territorio de leche y miel tomado por tribus idólatras: jíbaros, encabellados y orejones reinaban como los filisteos lo hicieron en su tiempo sobre Gaza, Azoto, Ascalón, Gat y Acarón. Su dióce-sis experimentaba regularmente ataques de cananeos, jebuseos y amorreos, a quienes ni siquiera David hubiese podido derrotar. Sánchez, sin embargo, se esforzó en transformar el desierto en un jardín y en eliminar la cizaña que el demonio introducía con frecuencia. De acuerdo al obispo, hacia 1819 Maynas contaba ya con florecientes comunidades de anacoretas, “una renovación hermosa de la antigua Tebaida” que alimentaba a “esta Nueva Jerusalén” con “tropas aguerridas y bien disciplinadas en las bata-llas de Sion”.7

En enero de 1821, sin embargo, el obispo abandonó su dió-cesis frente al avance de fuerzas insurgentes, temeroso o de sufrir la suerte del obispo de Trujillo, quien fue hecho prisionero, o de verse forzado a aceptar una herejía: el republicanismo naciente del Perú, que incluía la adoración a los ídolos de Baal, es decir, a las estatuas de San Martín y Bolívar. Negros bozales llegados desde haciendas en Piura, líderes de tribus indígenas e incontables mu-latos y mestizos de la zona, seducidos por el mensaje de Bolívar y San Martín, hicieron huir a las fuerzas realistas a Tabatinga, en el lado portugués del Marañón, declarando la Independencia. El proceso comenzó en Cajamarca, Trujillo y Chachapoyas, y entre 1819 y 1821 llegó incontenible a Moyobamba. Sánchez arribó a Lisboa en abril de 1822, exhausto y maltrecho, después de huir de su diócesis a través del Napo, el Amazonas y el Atlántico por más de un año. Su piel ulcerosa se llenó de niguas al caminar des-calzo entre muladares y riscos con sotanas húmedas; sus libros y sus joyas eclesiásticas se perdieron en uno de muchos naufragios; su espíritu padeció al tener que convivir por comida con las tri-bus de cananeos, filisteos, jebuseos y amorreos, a quienes él tanto despreciaba.

Sánchez —quien compartía con el papa Clemente XIV (1769-1774) la idea de que América era una tierra “donde la anti-gua serpiente adula y habla al oído y corazón del hombre con más frecuencia porque le es más fácil que en otras partes del gran mun-do”—8 buscó explicación en los libros del Antiguo Testamento a lo que le acababa de suceder a él, a su diócesis y a España. Y, en las páginas de la Biblia, el obispo encontró no sólo alivio, sino tam-bién certeza de que América regresaría pronto a la Corona. En las cartas pastorales dedicadas al rey, escritas en exilio como flamante obispo de Lugo, Sánchez se compara constantemente con figuras bíblicas: es Ismael, hijo de Abraham, quien expulsado por su pa-dre deambula perdido en el desierto hasta que un ángel enviado por Dios lo salva; es Jonás, náufrago, quien sobrevivió tres días dentro de una ballena; es Joel, quien exige al pueblo de América que se arrepienta y regrese a Dios y quien implora a los sacerdo-tes de Israel que sirvan de intermediarios con Dios para evitar su disgusto y por lo tanto la segura destrucción y aniquilación del pueblo rebelde (Joel 2: 17); y es Josué, quien pretende huir de su diócesis en desbandada cuando lo que en realidad busca es el contraataque a las ciudades cananeas (Josué 8: 15-17).

Como un ejemplo de la complejidad teológica del discurso monárquico, me enfoco solamente en un aspecto del sermón de Díaz Calvillo, que es el rol de la Virgen en el desenlace de la guerra. Calvillo usa la historia de Abimelec e invierte muchas de nuestras nociones sobre categorías de género en el mundo patriar-cal hispánico: es una mujer quien derrota tanto al tirano de Israel como al de México, Hidalgo. Para destacar estas inversiones de género me enfoco en la primera sección en lecturas monárquicas de la figura del profeta Elías, el ermitaño que se enfrentó al mali-cioso rey Acab y su esposa Jezabel y que ejecutó a 450 de los sacer-dotes de Baal. Al seguir los zigzagueantes caminos que la figura de Elías tomó en el Atlántico hispánico, se encuentra que el profeta frecuentemente es interpretado como prefiguración de mujeres guerreras, líderes de ejércitos. Este tipo de interpretación subvier-te nuestras visiones de género sobre el periodo. El tan manido marianismo hispánico, usado por la historiografía para demostrar la estructura patriarcal de la cultura colonial, aparece bajo la luz veterotestamentaria como algo muchísimo más complejo.4

La segunda parte de este ensayo gira en torno a uno de los muchos discursos veterotestamentarios de los patriotas republi-canos. No fue muy difícil para éstos encontrar ejemplos en el Antiguo Testamento que apoyaran su causa: hay en él una plétora de reyes malévolos contra los cuales rebelarse; hay también héroes. No debe sorprendernos, por ejemplo, que, en la boca de innume-rables oradores sagrados, Simón Bolívar una y otra vez deviene en el héroe israelita Simón Macabeo.5 El discurso republicano sorprende por su creatividad teológica tanto como el monárqui-co. Ofrezco un ejemplo de esta creatividad a través del análisis de un solo discurso: el de la institución monárquica como idolatría. Quedará claro que en el mundo ibérico existió una vital tradi-ción de republicanismo bíblico cuyo origen y desarrollo ha sido incorrectamente atribuido por los historiadores a intelectuales del Atlántico británico tales como John Milton y Thomas Paine.6

I

Maynas (una interminable extensión de selva, caudalosos ríos, montaña y páramo andino; cercada al sur, oeste y norte por las diócesis más ricas de Huamanga, Lima, Trujillo, Cuenca, Quito y Popayán; y vecina de Brasil por el este) recibió el 7 de mayo de 1804 a su flamante obispo, el franciscano Hipólito Sánchez Rangel de Fayas y Quiroz. Después de pasar varios años en La Habana implementando reformas en conventos, Sánchez llegó lleno de celo reformador a su sede eclesiástica en Moyobamba, dispuesto a construir un ejército espiritual que derrotara final-mente a Satán, dueño y señor de esos vastos territorios. La batalla

4 Ver, por ejemplo, Evelyn P. Stevens, “Marianismo: la otra cara del machis-mo en Latino-América”, en Ann Pescatello (comp.), Hembra y macho en Latinoamérica: ensayos (México: Diana. 1977).

5 Ver, por ejemplo, Mariano Talavera, canónigo magistral de la catedral de Bogotá y miembro de la Cámara de Representantes de la gran Colombia, quien en sus sermones de 25 de diciembre 1824 y en el de 25 de junio de 1825 (este último a raíz de la victoria de Ayacucho) organiza la vida y accio-nes de Bolívar alrededor de la de Simón Macabeo y de pasajes específicos: 1 Macabeos 15: 33-34 y 1 Macabeos 13: 6-9. Talavera, Oración que en la festivi-dad decretada por el Congreso de Colombia por los triunfos que en el Perú pronun-ció el 24 de junio de este año (Bogotá: Imprenta de Espinosa, 1825) y Oración que en las fiestas nacionales pronunció en la Iglesia Metropolitana de Bogotá el 25 de diciembre de 1824 (Bogotá: Imprenta de la República por Nicomedes Lora, 1825).

6 Ver dos estudios recientes que son parroquiales en su perspectiva al centrar-se sólo en la literatura del Atlántico protestante: Eric Nelson, The Hebrew Republic: Jewish Sources and the Transformation of European Political Thought (Cambridge: Harvard University Press, 2010); Eran Shalev, “‘A Perfect Republic’: The Mosaic Constitution in Revolutionary New England, 1775-1788”, The New England Quarterly, 82 (2009), pp. 235-263.

2 La proverbial excepción a la regla son los trabajos de Roberto di Stefano, “Lecturas políticas de la Biblia en la revolución rioplatense (1810-1835)”, Anuario de Historia de la Iglesia, 12 (2003), pp. 201-224; Margarita Garrido, “Los sermones patrióticos y el nuevo orden en Colombia, 1819-1820”, Boletín de Historia y Antigüedades, 91, núm. 826, pp. 461-483; y François-Xavier Guerra, “Políticas sacadas de las Sagradas Escrituras. La referencia a la Biblia en el debate político (siglos XVII a XIX)”, en Jesús Bustamante y

Mónica Quijada (eds.), Elites intelectuales y modelos colectivos. Mundo ibérico (siglos XVII- XIX) (Madrid: CSIC, 2002), pp. 155-198.

3 El primer ensayo en prestar seria atención a las dimensiones teológicas originales en sermones coloniales fue el de Francisco de la Maza, El guadalupanismo mexi-cano (México: Fondo de Cultura Económica, [1953] 1984). David Brading profundiza lo dicho por Maza con la erudición que lo caracteriza en Mexican Phoenix: Our Lady of Guadalupe. Image and Process (Cambridge: 2001).

7 Hipólito Sánchez Rangel de Fayas y Quirós, Pastoral religioso-política-geográfi-ca (Lugo: Imprenta de Pujol, 1827), p. 6.

8 Pastoral, p. 5.

En varios casos, los europeos representaron a los dioses de los americanos como el Diablo. En este grabado, Huitzilopochtli presenta algunos rasgos del demonio cristiano (las patas de cabra y las alas de murciélago), con escudos y armas que también lo identifican como un dios guerrero. John Ogilby, “Viztlipuztli idolum mexicanorum”. Grabado a color, 35.6 × 27.9 cm. En John Ogilby, America: Being the Latest, and Most Acccurate Description of the New World (Londres, 1671). Barry Lawrence Ruderman Antique Maps, www.raremaps.com

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tesco cocodrilo del Nilo, relleno de “artificios de fuego” y más de “mil cohetes voladores”, cuyas escamas parecían de acero.18 Era una réplica del Leviatán descrito por Job, es decir, representaba al demonio que desde las alturas vigilaba y defendía a los apóstatas y herejes en la nave y el castillo. Mientras tanto, al otro lado de la ciudad esperaba un buque cargado de caballeros, lo más pulido de la nobleza catalana, y una imagen de Teresa, cubierta de seda, perlas y esmeraldas. Al llegar la noche, el buque de la abulense co-menzó a recorrer las calles acompañado de loas y música y guiado por dos faros: la réplica de aquél de Monjuic, sobre el campanario de la iglesia parroquial de Nuestra Señora del Pino, y la gigante imagen de Elías hecha de antorchas, sobre la torre de la iglesia de los carmelitas observantes. El faro, Elías y más de 200 000 luces dispersas en casas, calles e iglesias iluminaban el trayecto del bu-que teresiano conforme se iba acercando al Leviatán, los apóstatas y los herejes. Alrededor de las 10 de la noche, el barco de Teresa llegó a la plaza y emprendió contra apóstatas y herejes, quienes disparaban llamaradas. Pronto, el demonio-cocodrilo se lanzó a

de Santiago y el fuego de Teresa. Sin ceder el paso a los enemigos de España” (Propugnet gladio IACOB, et igne TERESA. Hostibus et nullis cesseris Hesperia). En la imaginación de los carmelitas de Granada, Teresa se convierte en émula de Elías, quien con la ayu-da de Dios hizo bajar tres veces flamas del cielo para prender el altar del sacrificio (Deiicit Elias ter flammas: emula patris). Teresa misma se transforma en una de esas llamaradas que descienden del firmamento (Deiiciet flammas virgo TEREPSA polo).

Las fiestas de beatificación de Teresa en Barcelona en octubre de 1614, por ejemplo, recordaron a los fieles la naturaleza guerrera de la santa, prefigurada en las vidas de profetas como Elías. La pla-za de los carmelitas descalzos de San Joseph, a un lado de la ram-bla, inauguró la fiesta el sábado 4 de octubre con una compleja escenografía. En un extremo se ubicó una nave con muchas bocas de fuego por cañones; muy cerca se construyó un cerro sobre el que se edificó una fortaleza con ocho torres, repleto de voladores y juegos pirotécnicos.

Era esta fortaleza símbolo con la que los herejes perseguían [a] la Iglesia Católica en los tiempos en que la providencia de Dios la ilustró con nuestra santa; y la navecita significaba los Apóstatas que andan fluctuando por los mares de este mundo, con la inquietud de sus depravadas conciencias.17

Al otro lado de la plaza, se colgó en lo alto un fiero y gigan-

Para Sánchez, su huida correspondió a aquélla de David cuando abandonó Jerusalén al saber que su hijo Absalón se hizo elegir rey (2 Samuel 15). El Absalón de Maynas fue Pedro Pascacio Noriega, lugarteniente de San Martín en una región en que el general argentino necesitaba “piratas” para bloquear el ac-ceso a los realistas a una retaguardia en Brasil por los ríos. Para Sánchez, Noriega fue, como Absalón, “un hijo espiritual desnatu-ralizado y rebelde que mandaba [a] los insurgentes de Maynas”.9 Tentado como Absalón por el poder, Noriega pactó con los lí-deres indígenas y afroperuanos y se rebeló contra los realistas. Sánchez, como David, tuvo que abandonar apresuradamente su Jerusalén: “Huyamos luego, porque no podemos resistir a Absalón. Salgamos sin demora, no sea que nos ataque de repente, nos inflija una derrota y pase la ciudad a cuchillo”.10 Noriega co-rrió la misma suerte que Absalón y murió trágicamente ejecutado el 10 de mayo de 1821, cuando el obispo ya estaba en el Brasil.

El Antiguo Testamento le permitió a Sánchez presentarse frente al rey Fernando VII como Nehemías, el profeta que en exi-lio convence al rey de Babilonia de que le permita regresar a Israel para reconstruir las murallas de Jerusalén que se están cayendo a pedazos (2 Esdras 1: 11). Pero a pesar de sus buenos deseos de llegar a ser Nehemías, Sánchez sabía que, para poder regresar, los rebeldes tendrían que ser eliminados físicamente. Lo que América necesitaba entonces no era un Nehemías, sino un Elías dispuesto a hacerle la guerra a la reina Jezabel, es decir, a los “tantos tiranos de su patria”.11 El Elías americano exterminaría y degollaría con su espada de fuego a los falsos profetas de Baal, dedicados a la idolatría de San Martín y Bolívar (1 Reyes 18: 40). Y ese Elías no era otro que Fernando VII:

Sí Españoles, y nuestros amados paisanos, el Rey de España nuestro católico y monarca el Señor Don Fernando VII, éste es el Elías puesto por dios a nuestro frente […] para defender su Iglesia y la integridad de su monarquía, degollando a todos los que se oponen al cumplimiento de su deber.12

La figura del profeta Elías y su posible regreso jugó un rol muy importante en la monarquía de España, particularmente a raíz de la beatificación y canonización de santa Teresa de Ávila a princi-pios del siglo XVII. Santa Teresa fue una carmelita y los carmelitas se presentaron desde su fundación en el siglo XIII d. C. como una orden fundada en el siglo IX a. C. por el mismísimo Elías.13 Elías floreció en el reinado de Acab, rey de Israel casado con la cananea Jezabel, quien introdujo a la corte el culto del dios Baal y mandó matar a los sacerdotes y profetas del templo de Yahvé. Frente a semejante afrenta, Elías huyó anunciando a Acab que Dios en venganza crearía sequía y hambruna en Israel. Después de vivir como anacoreta en el monte Carmelo, Elías empezó a obrar mi-lagros, incluido el de volver al niño de una viuda a la vida y mul-tiplicar alimentos. Elías retó entonces a los profetas de Baal a un : sacrificar un novillo en un altar que debía ser prendido con la ayuda divina. El resultado del duelo fue que sólo el altar de Elías se encendió con llamaradas que bajaron del firmamento. Frente a semejante manifestación de poder y respaldo divino, el pueblo congregado en el Carmelo para observar el duelo apresó a los 450 falsos profetas y se los entregó a Elías, quien los degolló con una espada. Al ver tal manifestación de fe, Dios hizo aparecer una pequeña nube sobre el mar, anunciando así el fin de la sequía. La

persecución de Acab y Jezabel contra Elías, sin embargo, conti-nuó, y el profeta siguió su vida de ermitaño en el monte Carmelo con algunos discípulos como Eliseo. Un día, un carruaje con ca-ballos de fuego arrancó a Elías como en un torbellino y se lo llevó al cielo. Mientras ascendía en el carro, Elías le entregó a Eliseo su manto, como símbolo de relevo (1 Reyes 17-19). Comunidades de ermitaños parecen haber existido desde entonces en el monte Carmelo. En el siglo XIII, con el tráfico de las Cruzadas, monjes de tradiciones griegas bizantinas dejaron el Carmelo y llegaron a Inglaterra, Francia e Italia, donde se transformaron en “carmeli-tas”, es decir, en una orden mendicante de apostolado urbano. Y, al constituirse, los carmelitas reclamaron continuidad de dos milenios con Elías y Eliseo. El escapulario blanco de su hábito, insistirán ellos, no es otro que el manto que Elías legó a Eliseo antes de partir. Asociado a estas tradiciones carmelitas, se articuló un discurso alrededor del futuro regreso de Elías, quien habría sido arrancado vivo por Dios en un carro sólo con el propósito de que regrese a convertir a los judíos en la víspera del milenio.

En España, la tradición veterotestamentaria carmelita tomó un cariz especial cuando ciertos círculos de la Iglesia empezaron a promover a Teresa de Ávila como patrona nacional, junto a Santiago, una vez que la abulense fue declarada primero beata (1614) y después santa (1622). Esta controversial propuesta bus-có establecer a Santiago y Teresa como copatrones, es decir santos complementarios: uno especializado en defender a España de sus tradicionales enemigos, los moros, y la otra dedicada a lidiar con los nuevos rivales: los herejes protestantes.14 Los críticos de la pro-puesta de copatronazgo, encabezados por el capítulo catedralicio de Compostela, temerosos de perder diezmos y regalías, descarta-ron a Teresa por ser mujer. En respuesta a semejante desprecio, los promotores de la abulense echaron mano de una larga tradición mariana que presentaba a la Virgen como una mulier fortis, es decir, alguien con extraordinaria fortaleza porque su subordina-ción a Dios fue tanto voluntaria como total. De acuerdo a esta interpretación, la masculinidad no residía en el cuerpo, sino en la voluntad, de forma que podían existir mujeres varoniles por tener voluntad de hierro, así como haber hombres afeminados por ser prisioneros de los deseos y el cuerpo: el alma no tiene sexo.15

Los promotores del patronazgo de la abulense también hicie-ron uso de la tradición mariana de la Virgen como virgo potens, es decir, como guerrera prefigurada en las vidas de Judit y Yael, heroínas dispuestas a destruir al enemigo con armas, martillos, y espadas. En el caso de la Virgen, el enemigo no sólo eran los gene-rales invasores Holofernes y Sisera, sino el mismísimo demonio.16

Por último, los seguidores de Teresa echaron mano de la tra-dición carmelita. Una y otra vez, Teresa fue convertida en la encar-nación de Elías, quien, espada de fuego en mano, ejecutaba herejes protestantes. En un póster que se imprimió en Granada en 1618 como parte de la primera campaña para introducir el patronazgo de la abulense, Santiago y Teresa aparecen juntos sosteniendo ya sea una espada o una antorcha mientras se apoyan en el escudo de armas de las Coronas de Castilla (León, Castilla y Granada). Un pasaje del Antiguo Testamento (Melius est ergo duos ese simul, “Mejor es estar dos que uno solo, porque dos logran más rendi-miento en su trabajo”, Eclesiastés 4: 9) anuncia la necesidad de tener dos santos para defender a España a sangre y fuego. Santiago dirige a la nación con su espada (Ense acerrim), mientras Teresa, como Elías, “se alza como un fuego, su palabra ardiente como una antorcha” (Eclesiástico 48: 1). El póster anuncia: “Lucha la espada

9 Pastoral, p. 24.10 Pastoral, p. 25.11 Pastoral, p. 47.12 Pastoral, p. 48.13 Andrew Jotischky, The Carmelites and Antiquity: Mendicants and their Pasts in

the Middle Ages (Oxford: 2002).

14 Erin Kathleen Rowe, Saint and Nation: Santiago, Teresa of Avila, and Plural Identities in Early Modern Spain (Pennsylvania University Press, 2011).

15 Jaroslav Pelikan, Mary through the Centuries: Her Place in the History of Culture (Yale: 1996), y Rowe, Saint and Nation, p. 51.

16 Erin Kathleen Rowe, Saint and Nation, capítulo 4.

17 Joseph Dalmau, Relación de la solemnidad con que se han celebrado en la ciudad de Barcelona las fiestas a la beatificación de la Madre S. Teresa de Jesús, funda-dora de la reforma de Frailes y Monjas, de nuestra Señora del Carmen, de los Descalzos (Barcelona: Sebastián Matevad, 1615), 7 r.

18 Relación, 7 v.

El profeta Elías, arrodillado ante su altar, invoca a Jehová para que su ofrenda se encienda en llamas, mientras los sacerdotes de Baal (al fondo) hacen lo mismo pero de manera infructuosa. Así queda demostrado que Elías es profeta del dios verdadero y que los seguidores de Baal son idólatras (Reyes, 18:36). Peter Nolpe, Elijah and the prophets of Baal, 1623. Aguafuerte sobre papel, 41.5 x 52.7 cm. Rijskmuseum, Amsterdam.

Dobles página siguiente: La Virgen María como “Virgo Potens” rodeada de instrumentos de guerra y prefigurada en la heroínas del antiguo testa-mento Judit (quien degüella al general asirio Holofornes) y Yael (que penetra un clavo en las sienes del general cananeo Sisera). Diseño y composición de Catalina Klauber, en Franz Xavier Dornn, Litaniæ Lauretanæ ad Beatæ Virginis (Ausburgo: J.B. Burckhart, 1758). El permiso para imprimir esta imagen fue concedido por The Mary Page, http://www.udayton.edu/mary, de la Marian Library/International Marian Research Institute, University of Dayton, Dayton, Ohio, Estados Unidos de América.

Con la espada de Santiago y la antorcha de Teresa, fuego abrasador de Elias, temen los enemigos de España. En Justa poética en el convento real de los Santos Mártires de la ciudad de Granada, Biblioteca Nacional de Madrid. MS 4011, fol. 288r. Un agradecimiento especial a la Doctora Erin Kathleen Rowe quien puso esta imagen mi disposición.

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asistir a sus aliados y por cerca de media hora voló por la plaza vomitando fuego y prendiendo las luces y artificios de la nave apóstata y el castillo hereje. Los juegos pirotécnicos redujeron a escombros a los enemigos de Teresa. La batalla entre la generala y las criaturas del demonio consumió esa noche “más de mil doce-nas de cohetes”.19

Aunque el 21 de julio de 1627 el papa Urbano VIII emitió un breve autorizándolo, el copatronazgo no prosperó por la opo-sición bien organizada de los capítulos catedralicios de Castilla, en particular el de Compostela, que obligaron al papa el 2 de diciembre de 1629 a revocar su orden, a pesar de que el rey Felipe IV y su valido, el conde duque de Olivares, usaron ingentes re-cursos en Roma para promover la causa de Teresa. El discurso carmelita español de asociar a Elías con una mujer guerrera para defender a la nación, sin embargo, no desapareció. A finales del siglo XVIII, una variedad de este discurso emerge en Michoacán. El maravilloso estudio introductorio de Jaime Cuadriello a la obra inédita del carmelita Francisco de Jesús María sobre la imagen de la Virgen del Carmen de Andrés López (1794) explica cómo la Virgen del Carmen en la ciudad de Valladolid llegó a ser asociada con Elías y el Apocalipsis.20 Cuadriello sugiere que la aparición de la nueva imagen de la Virgen del Carmelo refleja no sólo las preocupaciones conservadoras, monárquicas y aristocráticas de sectores del patriciado criollo novohispano, particularmente en la diócesis de Michoacán, sino también ideas milenaristas. La pin-tura se difundió rápidamente. Existen hoy varias copias de ella, incluida una de bien entrado el siglo XIX.

La pintura de Andrés López fue realizada en 1791 para de-corar el oratorio del palacio del conde de Sierra Gorda, Mariano Timoteo de Escandón y Llera, licenciado, presbítero y respon-sable de la finanzas del Cabildo catedralicio de la diócesis de Michoacán. Hijo de José Escandón y la Helguera, quien dirigió y financió por 54 años la conquista de la sierra Gorda y el noroeste septentrional, Mariano heredó una buena parte de la fortuna de su padre. Con ella se dedicó a construir y habilitar su palacio, hacer obras pías, erguir beaterios y colegios para niñas recogidas y promover a los carmelitas tanto en Querétaro, su ciudad natal, como en Valladolid. El poderoso conde llegó a ser miembro de la Orden de Santiago (1803) y de la de Carlos IV (1788). La elección de Mariano a la Orden de Carlos IV, dedicada a la pro-moción del culto de la Inmaculada Concepción, y la vinculación del presbítero a los carmelitas explican la razón de su gran interés por la imagen de la Virgen del Carmen.

La imagen de Andrés López presenta a la Virgen del Carmelo como la mujer del Apocalipsis, generala encargada de eliminar al demonio con la ayuda del Arcángel Miguel, tal como había sido profetizado por Juan el Evangelista en la isla de Patmos. Lo que hace a la imagen novedosa, sin embargo, no es su tradicional inter-pretación de la Inmaculada Concepción como la mujer anunciada en Revelación 12. La novedad reside en que conecta esta interpre-tación inmaculista a la historia de Elías como profeta-héroe, exter-minador de herejes cuyo retorno anuncia la llegada del milenio. En palabras del fraile carmelita Francisco de Jesús María, “[Andrés López] junta la visión de Elías en el monte Carmelo, con la de San Juan en el Apocalipsis, que es todo el asunto de esta Sagrada y nue-va Ymagen”.21 El cuaderno del fraile carmelita Jesús revela que la imagen surge como respuesta de un sector de la Iglesia de México a la Revolución francesa: un dragón de siete cabezas, Napoleón, que María destruirá y una herejía que Elías castigará.

La imagen de López es ininteligible sin el Antiguo Testamento. Dos ángeles, por ejemplo, cargan el arca de la alian-za. El arca de la imagen es aquélla descrita en Éxodo 24: es cons-truida de madera y cubierta con placas de oro y, como aquélla, tiene una guirnalda que rodea el borde superior, cuatro anillos de oro que sostienen dos varas de madera y dos querubines que descansan sobre la tapa.

María es como el arca de la alianza que guarda la ley escrita de Moisés, lo cual es en realidad una anticipación del cuerpo de Cristo. El arca prefigura el vientre de María. En la teología ma-riana, la Virgen aparece constantemente como recipiente o vasija. Es, por ejemplo, el trono sobre el que se sienta Cristo, el que a su vez no es otro que el estrado del rey Salomón, con seis escalones flanqueados de parejas de estatuas de leones (1 Reyes 10: 18-20).

Además del arca, López introduce una serie de otros objetos veterotestamentarios que prefiguran a María: una rama de oli-va (“‘Olivo frondoso, lozano, de fruto hermoso’ te había puesto Yahvé por nombre”. Jeremías 11: 17); la rosa de Sharon (“Yo soy la rosa de Sharon y el lirio de los valles”. Cantar 2: 1); la estrella de la mañana (“Como el lucero del alba en medio de las nubes”. Eclesiástico 50: 6); un espejo sin mancha (“Es un reflejo de la luz eterna, un espejo sin mancha de la actividad de Dios, una imagen de su bondad”. Sabiduría 7: 26); y el arca de Noé.

La imagen cuenta la historia de Elías y su desafío a los sacer-dotes de Baal a encender con la ayuda de Dios un altar. La pintura describe cómo el altar de Elías es encendido por una lluvia de ce-nizas de fuego que caen del cielo sobre un novillo. Hay otras refe-rencias al profeta: el escapulario que Elías deja a sus discípulos (que lo llevan en el cuello dos ángeles); el alimento que Elías recibe de un arcángel después de vagar en el desierto perseguido por Acab; la nubecula parva con la que Dios anuncia el final de la sequía des-pués de que Elías degüella a los falsos profetas de Baal (“Hay una nube como la planta del pie de un hombre, que sube del mar”. 1 Reyes 18: 44); el criado-discípulo de Elías que reporta el hallazgo de la nubecilla (es decir, María) en el horizonte; el monte Carmelo, donde se reúne el pueblo de Israel a escuchar al valiente profeta; y la espada ardiente con la que Elías ajusticia a los 450 herejes.

Son las referencias a Elías como guerrero las que aquí nos ocupan. Para fray Francisco de Jesús María, “la espada que tie-ne Elías tendida junto [a él] significa el grandísimo zelo de la honra y gloria de Dios”. Elías fue el “primer Ynquisidor general, que hubo en el Mundo habiendo hecho baxar fuego del Cielo Milagrosamente por la eficacia de su Oración”. La humillación pública de los profetas de Baal a la que el pueblo de Israel los sometió fue “también el primero auto Público de fe que hubo en el Mundo”.22 Todas estas prefiguraciones de cómo la Iglesia ha lidiado con herejes, nos dice el fraile, también anuncian la gran conflagración del milenio por venir:

Misterios que miran en lo sucedido entonces en el Reynado de Acab de lo que sucederá al fin del Mundo en el reynado del Anti-Christo contra quien peleará Elias, y a quien vencerá, con la espada de su Doctrina, Santidad y Milagros verdade-ros.23

19 Relación, 11 v.20 Jaime Cuadriello, “Estudio preliminar”, en fray Francisco de Jesús María y

Andrés López, Cuaderno en que se explica la Novísima y Singularísima Imagen de la Virgen Santísima del Carmen (edición facsimilar) (Museo de la Basílica de Guadalupe y Honorable Ayuntamiento de Morelia, [1794] 2009).

21 Fray Francisco de Jesús María y Andrés López, Cuaderno de la virgen del Carmen, p. 30.

22 Cuaderno, pp. 13-14.

Andrés López, Alegoría de la Virgen del Carmen, 1791. Oleo sobre Tela. Museo de la Basílica de Guadalupe. Imagen tomada de Jesús María / Andrés López, Cuaderno en que se explica la Novísima y Singularísima Imagen de la Virgen Santísima del Carmen, 1794 (edición facsimi-lar), estudio preliminar de Jaime Cuadriello (Museo de la Basílica de Guadalupe y Honorable Ayuntamiento de Morelia, 2009).

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23 Cuaderno, pp. 14-15.24 Cuaderno, p. 28.25 Cuaderno, p. 36.

La tarea de exterminar herejes y confrontar al Anticristo en la vís-pera del milenio; sin embargo, no es sólo tarea de Elías. La Virgen del Carmen como mujer del apocalipsis la llevará a cabo también:

[Es] reyna Capitana de los exercitos de Dios, se hace terrible y espantosa a los Demonios y Hereges rindiéndolos vencidos a sus pies. Ella es la torre fortissima de David de la que penden mil Escudos de Virtudes con las que quebranta la Cabeza a todos los Vicios hijos de aquella serpiente infernal.24

En la pintura de López y en el cuaderno del fraile Francisco de Jesús María, Elías y María se transforman en guerreros cuyas espa-das y lanzas atravesarán el corazón de aquellos jacobinos dedicados a destruir el orden monárquico europeo. A pesar de que en la histo-ria de Elías el profeta se rebela contra los monarcas Acab y Jezabel y ejecuta a los sacerdotes de su corte, fray Francisco de Jesús María transforma la imagen en un documento que enlaza a religiosos y soberanos en una batalla común contra herejes y revolucionarios “con que mutuamente se enlazan las Armas de María Santissima protejiendo a los Reyes, con las oraciones de sus Religiosos y Religiosas, y las Armas de nuestros Soberanos, que significan su poder y autoridad favoreciendo la Religión del Carmen”.25

II

Las lecturas veterotestamentarias auspiciadas por el partido pro-monárquico (aunque creativas a nivel teológico y algo antiintui-tivas cuando se trata de las visiones de género adscritas por la modernidad ilustrada a la cultura patriarcal hispánica) fueron recibidas por respuestas republicanas del lado patriota. Por cada ejemplo propicio a la monarquía de España en la Biblia hay otro de carácter republicano. Analícese, por ejemplo, el caso de Abimelec con el que inicié este ensayo. Jueces 9 presenta a Abimelec como un bastardo que (al morir su padre, el héroe juez Gedeón) mata traicioneramente a sus 70 hermanos y se declara rey de Israel. El realista Díaz Calvillo no duda entonces en presentar la vida del tirano y malévolo hijo de Israel como prefiguración de la vida de Hidalgo. La extraña muerte de Abimelec a manos de una mujer es convertida por Díaz Calvillo en prefiguración del rol providen-cial que jugó la Virgen de los Remedios en el extraño desenlace de la batalla del monte de las Cruces. Ahora bien, la historia del “tirano de Israel” podría ser leída desde una perspectiva muy dis-

tinta porque se trata de un relato donde Gedeón, el juez de Israel, es remplazado por un rey: su hijo Abimelec. El lector atento de Jueces 9 notará que Yotam, el único hijo legítimo de Gedeón que sobrevive a la furia homicida de Abimelec, presenta la idea misma de la monarquía como algo contra natura.

A través de la parábola de los árboles, Yotam da a entender que existen dos tipos de líderes: aquél que por sus atributos de excelencia moral no pretende reclamar soberanía sobre la comu-nidad y aquél que acepta convertirse en monarca precisamente porque carece de esos atributos. Los atributos concedidos por la naturaleza a la vid, la oliva y el cedro hacen que ninguno de estos tres árboles quiera ser elegido rey del bosque. En cambio, la hu-milde zarza, que no tiene más virtud que arder espontáneamente en el verano, inmediatamente acepta la invitación. Para Yotam el mensaje de la parábola es claro: en el momento en que los de Sicam acepten cobijarse bajo la sombra de Abimelec, arderán. Como los árboles que se cobijan bajo la sombra de una zarza seca y son consumidos por hogueras, así aquellas sociedades que elijen un rey están destinadas a arder.

La historia de Abimelec fue escrita en el periodo de los jueces cuando las tribus de Israel desconocían la figura del monarca y eran regidos por magistrados. Es posible, pues, hacer una lectura republicana del mismísimo pasaje bíblico que Díaz Calvillo usó para denunciar a Hidalgo. Y es precisamente este tipo de lectu-ras veterotestamentarias (sobre la transición de Israel de ser una sociedad regida por jueces como Gedeón a ser una comunidad subordinada a monarcas como Saúl) el que atrajo la atención de los republicanos patriotas. Un mes antes, en el mismo año en que Díaz Calvillo pronunció su sermón, Juan Germán Roscio les escribió a los vecinos de Nirgua conminándolos a unirse a la junta de Caracas para convertir a Venezuela en una república. La carta de Roscio instaba al pueblo de Nirgua a deshacerse de los reyes porque ése era el verdadero mensaje de la Biblia.

Nirgua fue una de muchas villas y ciudades a lo largo de la costa del Caribe que estableció juntas de autogobierno a raíz de la invasión de Napoleón a España en 1808. La junta de Caracas, liderada por Roscio, promovió desde 1810 una gran alianza en-tre ciudades. Muchas otras juntas tenían agendas de corte realis-ta que buscaban que la capitanía de Venezuela se transformara en una entidad autónoma dentro de un nuevo reino unido con España.26 Los años de 1810 a 1811 se caracterizaron por deba-tes en los que dominó Caracas. En 1811, Caracas introdujo una Constitución escrita por Roscio que hacía de Venezuela una re-pública. La unidad alrededor de esta propuesta fue muy tenue. Lideradas por sectores de la Iglesia, algunas elites de Valencia, por ejemplo, organizaron una revuelta a la que se plegó la ciu-dad de Nirgua. El plan de Valencia, sin embargo, fue develado y al Ayuntamiento de Nirgua no le quedó más remedio que jurar obediencia a la nueva república.

Que los vecinos de Nirgua se opusieran a deshacerse de la monarquía no ha de sorprendernos. Rica en oro, Nirgua atrajo desde un principio a los conquistadores españoles, pero los indios probaron ser indómitos y destruyeron el pueblo en cuatro dife-rentes oportunidades. Fue en 1601 cuando el gobernador Alonso de Arias Vaca concedió a negros y zambos derechos para pacificar la zona. Desde el siglo XVII, Nirgua se constituyó en una villa ciu-dad afroindígena con prerrogativas y derechos de conquistadores. A todo lo largo del siglo XVIII, sin embargo, españoles y mesti-zos buscaron apoderarse de las tierras de los vecinos de Nirgua, quienes lograron defender sus derechos con la ayuda del rey.27 La

26 Sobe la multiplicidad de conflictivas agendas en este periodo, ver Roberto Breña (ed.), En el umbral de las revoluciones hispánicas: el bienio 1808-1810 (México: El Colegio de México, 2010).

María como trono de Salomón, sobre el que se sienta el cuerpo de Cristo, adorado aquí en su custodia. Los leones de la izquierda aniquilan here-jes y serpientes. Los de la derecha adoran a Cristo crucificado y a una azucena, es decir María. Diseño y composición de Catalina Klauber, en Franz Xavier Dornn, Litaniæ Lauretanæ ad Beatæ Virginis (Ausburgo: J.B. Burckhart, 1758). El permiso para imprimir esta imagen fue conce-dido por The Mary Page, http://www.udayton.edu/mary, de la Marian Library/International Marian Research Institute, University of Dayton, Dayton, Ohio, Estados Unidos de América.

Doble página siguiente: Ante quienes interpretaron el temblor de 1812 como un castigo divino provocado por la constitución de la República, Bolívar les responde: “si la naturaleza se opone, lucharemos contra ella y haremos que nos obedezca”. Esta proclama está inscrita en la Plaza El Venezolano y también es el motivo del óleo de Tito Salas. Ambos registros favorecen una lectura de Simón Bolívar como liberal ilustrado, perspectiva contra la que argumenta el autor de este artículo. Tito Salas, Proclama 1812, Casa Natal del Libertador Simón Bolívar, Caracas.

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Corona probó ser una aliada confiable de los afroindígenas. El apoyo popular a la república de las elites de Caracas fue bastante superficial y pasajero. En 1812, la república colapsó cuando sus aterrorizados habitantes interpretaron un terremoto que destruyó Caracas como manifestación de la furia de Dios, un castigo a la nueva Constitución de Roscio.

La carta de Roscio a Nirgua es un documento poco estudia-do. Devela la naturaleza profundamente religiosa del proyecto re-publicano que nuestras historiografías de la Independencia no han sabido reconocer, en parte porque han entendido a Roscio y sus aliados, Francisco de Miranda y Bolívar, como liberales ilustra-dos.28 Quedará claro que el proyecto de Roscio en Venezuela no se distingue en nada de aquellos que realistas como Díaz Calvillo ex-pusieron en México el mismo año y el mismo mes: ambos fueron concebidos como batallas en las que los verdaderos representantes de la religión se enfrentaron a herejes, criaturas del demonio.

Roscio pensaba que la institución de la monarquía había sido una de las formas más severas usadas por Dios para castigar el pecado. Desde la creación, Dios escarmentó a los hombres una y otra vez: primero fue la expulsión de Adán y Eva del paraíso con sus muchas consecuencias, incluidas la experiencia del dolor, el hambre y la muerte; después fue el diluvio que exterminó a todos excepto a Noé y su familia; y por último fue la confusión de len-guas que dispersó a las comunidades por el mundo y las destinó a la incomprensión, al conflicto y a la guerra. Pero de todos los castigos el peor fue el de la introducción de reyes a los pueblos. En su interpretación de la Biblia, Roscio encontró que desde Adán hasta Noé, y desde Noé hasta Abraham, la humanidad vivió sin reyes. Desde la época prediluviana hasta al siglo cuarto después del diluvio, los hombres vivieron de acuerdo con los planes de Dios, es decir, en repúblicas: “el gobierno republicano fue el pri-mero porque es el más conforme á la naturaleza del hombre”.29

Para Roscio, el hombre fue creado con libre albedrío a ima-gen de Dios, lo que hizo imposible que los hombres estuviesen dispuestos a abandonar su derecho a escoger, protestar y elegir. Aquellos que hubiesen pretendido erigirse en reyes hubiesen teni-do que ejercer su autoridad con las armas. Los hombres, por natu-raleza, no soportan a los déspotas y tiranos. ¿Por qué entonces las monarquías se convirtieron en una institución popular y preva-lente? La respuesta para Roscio había de encontrarse en el pecado de la idolatría. Conforme la humanidad abandonó a Dios después del diluvio para dedicarse a celebrar ídolos falsos, Dios permitió que los hombres más audaces se dieran cuenta de que era más fácil dominar a otros a partir del uso de la “opinión” que de la fuerza. La idolatría creó estructuras que permitieron a ciertos humanos convencer a otros de que eran deidades que tenían el derecho a ser ciegamente obedecidas. La idolatría llevó a la pérdida del bien más preciado del ser humano: su libre albedrío. El joven cazador Nembrod, de acuerdo con Roscio, fue el primer monarca en aparecer en la historia imponiéndose por la fuerza: “[D]omina por la fuerza á sus semejantes, substituye el nombre de rey al de usurpador ó ladrón, que eran sinónimos, y de la caza de fieras se

convirtió en cazador de los hombres. Venator hominum, le llama la escritura”.30 Pero después no fue necesaria la coerción, y los reyes se multiplicaron: “En la idolatría que les produjo [los reyes] hallaron [el] medio [para] […] multiplicarse y conservarse sin ne-cesidad de la fuerza continuada de las armas. Valía más que ellas la falsa opinión que inspiraba el error y la ignorancia”.31

En este mar de idolatría y reyes, causado por la pérdida del libre albedrío, un pueblo escogido por Dios, sin embargo, man-tiene el espíritu original de la creación: “[S]in rey vivió Abraham y su sobrino Lot: sin rey vivió su numerosa descendencia más de ochocientos años”.32 Roscio asocia la elección de Dios de Abraham y su descendencia con la primera resistencia republi-cana a la plaga de las monarquías. Así, cuando cuatro de los mu-chos reyezuelos de la región capturan a su sobrino Lot, Abraham lanza un ataque contra los reyes, libera a Lot y se queda con los despojos de la conquista: “Abraham es llamado para que en su persona y familia, se conserve la religión verdadera y un gobier-no contrapuesto al de los reyes”.33 Roscio lee la historia de Israel como el esfuerzo de un pueblo por no perder el libre albedrío y no dejarse derrotar por la idolatría: “[R]esuena entonces la voz del Dios verdadero, y se establece en una pequeña parte del globo aquella excepción feliz, de donde había de nacer el encargado de quebrantar las cadenas de la tiranía”.34 Por más de 800 años, los israelitas rechazan a los reyes y son regidos por jueces. Moisés es el primero en dirigir a su pueblo en una revuelta contra el faraón. Los israelitas se mantienen libres y republicanos hasta la época del profeta y sacerdote Samuel, cuando contraviniendo los deseos de Dios eligen a Saúl como su primer monarca.

Roscio interpreta los acontecimientos alrededor de la elec-ción de Saúl como rey, descritos en el primer libro de Samuel, como un giro dramático en la historia de Israel. A pesar del re-chazo explícito de Dios, el pueblo de Israel insiste en elegir a un monarca, ya que busca compartir con sus vecinos la misma cul-tura de idolatría. Dios lo acepta pero lo considera un castigo: “Determina Dios castigar su ingratitud y necedad, dándoles rey, pero de tal condición que él solo bastase á comprobar las verdades que les había predicado Samuel”.35 Pero para Roscio el espíritu republicano del pueblo de Israel no se pierde del todo. Cuando Roboán, como buen hijo de Salomón, decide exigir más tributo, 10 de las 12 tribus se revelan y crean una nueva comunidad polí-tica bajo la dirección de Jeroboán, el Patriota:

Roboán, su primogénito, insistiendo en hollar como su padre la soberanía de las tribus, es el autor de esta novedad [exigir más tributos], y por ella su reinado queda reducido á lo míni-mo. El Patriota Jeroboán dirige esta revolución, y sus méritos y servicios ponen en sus manos las riendas del gobierno, por

27 Irma Medina Mendoza, “El cabildo de Pardos en Nirgua: siglos XVII y XVIII”, Anuario de Estudios Bolivarianos, 4 (1995), pp. 95-120. Sobre el apoyo popu-lar a la causa realista en regiones aledañas, véase Marcela Echeverri, “Popular Royalists, Empire, and Politics in Southwestern New Granada, 1809-1819”, Hispanic American Historical Review, 91 (2011), pp. 237-269.

28 Ver, por ejemplo, el importante estudio sobre Miranda como un ilustra-do, liberal cosmopolita, a caballo entre varios mundos atlánticos: Karen Racine, Francisco de Miranda: A Transatlantic Life in the Age of Revolution (Wilmington: Scholarly Resources, 2003).

29 Juan Germán Roscio, Patriotismo de Nirgua y abuso de los Reyes (1811) (Lima: impresa por el ciudadano José Eugenio Eyzagirre, 1822), p. 4. Esta obra fue originalmente impresa en Caracas en 1811 por Juan Baillio para el Congreso de Venezuela, y reimpresa en 1812 en Cartagena por el ciudadano Diego Espinosa.

30 Patriotismo, p. 5.31 Ibidem.32 Patriotismo, p. 3.33 Patriotismo, p. 8.34 Ibidem.35 Patriotismo, p. 9.

En esta imagen la pequeña nube que Dios envía para acabar la sequía es una prefiguración de María como mujer del Apocalipsis, es decir, guerrera dedicada a exterminar el demonio. Elías aparece también como guerrero vengador, con su flameante espada con la que degüella herejes, a su lado. Luis Juárez, La visión de Elías, ca. 1635. Iglesia del Carmen. Morelia. Tomada de Fray Francisco de Jesús María / Andrés López, Cuaderno en que se explica la Novísima y Singularísima Imagen de la Virgen Santísima del Carmen, 1794 (edición facsimilar), estudio preliminar de Jaime Cuadriello (Museo de la Basílica de Guadalupe y Honorable Ayuntamiento de Morelia, 2009).

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unánime consentimiento de las diez tribus que se habían des-prendido justamente de la casa de David.36

Roscio interpreta todo este proceso histórico como una gran ba-talla entre el bien y el mal: “La licencia del Demonio en aquellos tiempos y los sacerdotes de los ídolos fueron los medios de que se valieron los reyes para lograr sus designios”.37 Y es en este marco demonológico que la verdadera naturaleza de la misión de Cristo se revela: “Viene al mundo el Mesías prometido, no con la idea de fundar monarquías, sino una república de salud eterna, cuando casi todos gemían bajo la tiranía del demonio, y de sus vicarios los reyes y emperadores”. Cristo viene al mundo como “libertador y redentor”.38 En el marco del republicanismo bíblico de Roscio, Cristo juega el rol de restaurador del libre albedrío. Su batalla deviene entonces en una gran cruzada contra la mismísima insti-tución de la monarquía. Cristo, el Libertador, recuerda a los hom-bres que gozan de una libertad innata y que deben romper con las cadenas con que el demonio, la idolatría y los reyes los atan. Los primeros cristianos así lo hicieron y se convirtieron no sólo en mártires, sino también en los principales enemigos del Imperio romano. Más tarde, sin embargo, los esclavos aprendieron a gozar de sus cadenas. En América este proceso de falsa conciencia llegó a un punto en que los cristianos se convirtieron en esclavos deseo-sos de su cautiverio, con pánico de su propia libertad:

Habituados a la esclavitud por tantos siglos, tienen tan relaja-dos los muelles del corazón y del entendimiento, que todavía imaginan que es un delito el quitarse la cadena y proclamar la libertad como lo han practicado todas las naciones del uni-verso.39

¿Cómo fue posible este proceso que llevó a semejante degenera-ción del espíritu republicano del cristiano? Roscio encuentra la respuesta en dos lugares: en la habilidad de los reyes y empera-dores de persuadir a los líderes de la Iglesia al ofrecerles posicio-nes de privilegio y en las tradiciones de interpretación bíblica. Engañados por teólogos, los pueblos cristianos de América temen romper con la institución de la monarquía porque se les ha ense-ñado que la Biblia así lo quería:

Desde entonces las santas escrituras, padeciendo en muchos lugares violentas interpretaciones por la malicia de los adula-dores del Imperio, también concurren al cortejo de la tiranía. [Pero] se entregan al silencio los textos más decisivos de la soberanía del pueblo.40

Es claro que Roscio buscó restablecer las verdaderas tradiciones de lecturas bíblicas al escribirles a los habitantes de Nirgua en 1811. En 1817, todas las ideas de su primer borrador fueron expandidas en un largo tratado teológico intitulado El triunfo de la libertad sobre el despotismo, escrito en Filadelfia, donde terminó exiliado después de su prisión en Cádiz, junto a Francisco de Miranda, a raíz del colapso de 1811 de la primera república venezolana.41

El discurso de Roscio causa sorpresa a los que como yo han asociado la Primera República de Venezuela a las ideas liberales

de Bolívar y Miranda. Pero el discurso que subyace a la nueva Constitución republicana es profundamente religioso. Roscio cla-sifica a los realistas como herejes, seguidores de la idolatría y el demonio. El movimiento patriota acusa las mismas características iconoclastas de la Reforma calvinista y luterana en el siglo XVI en Europa, que promovió la destrucción de imágenes católicas por ser manifestaciones de la idolatría. La rabia patriota se desata no contra imágenes de santos y vírgenes, sino contra imágenes del rey. El 2 de septiembre de 1811, después de develar y derrotar a las redes de realistas que complotaban en Valencia y después de forzar a los del Ayuntamiento de Nirgua a jurar fidelidad a la nue-va Constitución, los miembros de la junta de Caracas desmonta-ron las imágenes, escudos de armas y pendones del rey Fernando y, en un auto de fe, Roscio las manda quemar en la plaza, arro-jando a una hoguera en esa plaza pública el retrato y urnas de Fernando, el hijo de María Luisa, y el pendón, siendo éstas las palabras de nuestro personaje:

[M]onumentos de ignominia y servidumbre […] [que] per-manecían en la Sala de ese Cuerpo Capitular, depositados por transmisión de nuestros progenitores, fascinados con la idolatría que se tributa á los reyes, apoyada y propagada de generación en generación por el monopolio que estos tenían con varios eclesiásticos que, abusando de su ministerio y de las santas escrituras, empeñaban su palabra en mantener la ilusión en los Pueblos para que no se instruyesen del vicioso origen de los Reyes, langostas del género humano que tanto ha gemido bajo su sanguinario cetro de hierro, empuñado por lo común sin otro título que el de la fuerza y usurpación.42

Bolívar no llegó a ser llamado Libertador sin motivo. Junto a Simón Macabeo y Cristo, Bolívar se convirtió en el azote de los reyes.

III

El examen de un par de discursos veterotestamentarios que emer-gieron alrededor de las guerras de independencia, el de mujeres santas como seguidoras de Elías y generalas del rey y el de la furia republicana como auto de fe demuestran que conocemos poco de la riqueza teológica que caracterizó al Atlántico ibérico. Debido a que la mayoría de la gran creatividad intelectual se encuentra en sermones, panfletos y tratados religiosos que la historiografía no ha tomado muy en serio,43 la historia conceptual del periodo 1750-1850 (y aquélla del Barroco) tiene vacíos considerables. Las ideas de Roscio como patriota ilustrado y liberal y aquéllas de sus interpretaciones bíblicas no concuerdan. Roscio, como Díaz Calvillo, ancló su mundo en el Antiguo Testamento e interpretó el presente como episodios prefigurados en el pasado bíblico. Es me-nester que regresemos con sensibilidad y paciencia a leer con cui-dado las fuentes donde abrevan las ideologías políticas del mundo atlántico ibérico. Incontables sorpresas nos aguardan: mujeres cuya santidad reside en su masculinidad y liberales republicanos patriotas que, inspirados por el mismo discurso demonológico que hizo posible las hogueras de la Inquisición, queman herejes.

36 Patriotismo, p. 11.37 Patriotismo, p. 6.38 Patriotismo, p. 11.39 Patriotismo, p. 19.40 Patriotismo, p. 14.41 Juan Germán Roscio, El triunfo de la libertad sobre el despotismo: en la confe-

sión de un pecador arrepentido de sus errores políticos, y dedicado á desagraviar en esta parte á la religión ofendida con el sistema de la tiranía (Filadelfia: Thomas Palmer, 1817). La obra fue nuevamente impresa en Filadelfia en 1822 en la imprenta de M. Carey e hijos.

42 Juan Germán Roscio, Patriotismo de Nirgua, p. 2.43 Ver, sin embargo, Carlos Herrejón Peredo, Del sermón al discurso cívico. México,

1760-1834 (Colegio de Michoacán-El Colegio de México, 2003); Brian F. Connaughton, Clerical Ideology in a Revolutionary Age: The Guadalajara Church and the Idea of the Mexican Nation (1788-1853), trad. Mark Alan Healey (University of Calgary Press y University Press of Colorado, 2003).

Juan Tinoco, Salvator Mundi, c.1680-85. Óleo sobre tela, 84.5 x 44.5 cm. Museo Universitaria de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.