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8/8/2019 020-Brading Cap I UnMundoNuevo http://slidepdf.com/reader/full/020-brading-cap-i-unmundonuevo 1/22 DAVID BRADING ORBE INDIANO De ¡a monarquía católica a la República criolla 1492-1867 Traducción de JUAN JOSFI UTRJLLA UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES FACULTAD DE FILOSOFIA Y LETRAS DILECCION DE BIBLIOTECAS FONDO DE CULTURA ECONÓMICA MÉXICO

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D A V I D B R A D I N G

ORBE INDIANODe ¡a m onarquía ca tó l ica a la R epúbl ica crio l la

1492-1867

Traducción deJ UAN J O S F I UT RJ L L A

UNIVERSIDAD D E BUENOS A I R E S

F A C U L T A D D E F I L O S O F I A Y L E T R A S

D I L E C C I O N D E B I B L I O T E C A S

FONDO D E CULTURA EC ONÓMI C AM É X I C O

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Buscar nuevos mundos, por oro, por fama, por gloria.

SIR WAI.TEK RALEICH

A orillas de ios ríos de Babiloniaestábamos sentados y llorábamos,al acordamos deSión.

Salmo cxxxvii.l

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PRIMERA PARTE

C O N Q U I S T A E I M P E R I O

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Suprimid la justicia, y ¿qué son los reinos sinb bandas d ecriminales en grande escaía?

1 SAN AGUSTÍN

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ABR EVIATUR AS

AGI Archivo General de Indias

BA E Biblioteca de Autores Españoles

BA Biblioteca Ayacucho

BP Biblioteca Porrúa

HA HR Hispanic American Histórica i Review

JLS Journal of Latin American Studies

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I . U N M U N D O N U E V O

i

EN La divina comedia, Dante presentó a Ulises lanzándose a su último viaje,movido por un deseo de "experiencia de todas las tierras que sean y de lanaturaleza del hombre, sea buena o mala". Acompañado por un pequeñogrupo de fíeles seguidores, el héroe griego pasa navegando ante Sevilla y

Ceuta, por las Columnas de Hércules hasta las aguas del océano de Occi-dente, para encontrar allí, después de varios días de navegación, una granmontaña en una isla, después identificada por Dante como el Monte Purga-torio, ante el cual un terrible remolino lanza a su navio y su tripulación auna tumba debajo del mar. Ya en Medea, Séneca había profetizado que"después de muchos años llegará una época en que el océano soltará lascadenas de las cosas y quedará revelada una inmensa tierra, cuando Tetrisdescubrirá nuevos mundos y Thule ya no será última". Asimismo, el profetaIsaías auguró que las naciones de las " is las remotas" , hasta entoncesdesconocidas, se reunirían en Jerusalen el último día. Así, cuando CristóbalColón (1451-1506) se aventuró a través del océano Atlántico a navegardurante 32 días por mares desconocidos antes de ver tierra, guiándose sólopor las estrellas de los cielos, los vientos y las corrientes de los océanos yuna sola brújula y un astrolabio, de hecho el marino genovés se puso elmanto de Ulises y audazmente trató de realizar las predicciones de Séneca yde Isaías. Pero mientras que Dante describió a los griegos impelidos por unafán de "virtud y conocimiento", ni sus contemporáneos ni la posteridad lo-graron descifrar la compleja e idiosincrásica amalgama de conocimientonáutico, ambición material y presunción espiritual que lanzaron a Colón aconcebir y a emprender una empresa en apariencia tan temeraria. Hasta laactualidad, ese hombre sigue siendo un enigma para nosotros.1

Pocos grandes acontecimientos de la historia universal muestran unahuella tan personal como el descubrimiento de América. Los portuguesesnecesitaron cerca de 100 años para efectuar el pasaje a la India, com enzandopor una cautelosa exploración de las costas de Africa, y haciendo una pausapara establecer sus colonias en Madeira y las Azores, y más de una décadatranscurrió entre 1486, cuando Bartolomé Díaz dejó atrás el cabo de BuenaEsperanza, y 1498, último viaje de Vasco de Gama a Calicut. Asimismo,aunque los ingleses, guiados por Juan Caboto, descubrieron Terranova en

1 S amue l El i ot Mori son, The European Disco ver y o f A mer ica , The Sou thern Voyuges A. D.

1492-1616 (Oxford, Nueva York, 1974), pp. 2640. Existe una excelente bibl iografía de Colón,en pp. 19-25. La ci ta de La d iv ina comedia e s de El Infierno, canto 26, versos 76-142; véase tam-bién Isaías I x, 19.

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2 4 CONQUIS TA E IMPERIO

1497, esta nación necesitó más de un siglo de exploración y proyectos antesde que finalmente se establecieran asentamientos permanentes a lo largo delas costas de la Am érica del Norte. En ambos casos, toda una serie de viajes,financiados por la corte, los mercaderes y la nobleza precedió al resultadofinal y venturoso. Por contraste, Colón parece hab er sido poseído por la ideade navegar por Occidente hasta Asia, en el silencio de su propio corazón,sin que nadie confirmara sus ideas y sin que casi nadie lo ayudara. Tan po-derosa era su convicción de lo practicable de su viaje, que soportó siete añosde desdenes en las cortes de Portugal y de Castilla sin abandonar su empre-sa. Aunq ue casi no hay duda de que portugu eses e ingleses tendrían que lle-gar algún día a B rasil y a Terra nova, el descubrimiento de una ruta directa através del Atlántico, desde 1as Azores o las Canarias hasta las Antillas, fue

obra exclusiva de Colón. El hecho de que encontrara apoyo en España y noen Portugal o en Inglaterra modificó el curso de la historia. Sin su interven-ción personal, acaso nunca habría llegado a existir la Am érica española.

Al mismo tiempo, no hubo nada fortuito en el descubrimiento de Améri-ca. Hernando C olón, en su biografía de su padre, llama la atención del lectorhacia la experiencia incomparable que Colón, basado en sus viajes, tenía dellecho marítimo del Atlántico, desde el golfo de Guinea hasta íslandia, expe-riencia que le permitió adquirir un conocimiento íntimo de las diversas co-rrientes y vientos del océáno. Durante aquellos viajes oyó historias de loscadáveres de una extraña raza de hombres que habían sido arrojados a lasplayas, acerca de tallas en madera, de origen desconocido, que se habíandescubierto en las costas de Galway y de las Azores. Como experto nave-gante, Colón había adquirido todos los elementos de astronomía, geometríay álgebra que eran necesarios para los cálculos náuticos. Era hábil cartógrafo,Y, de no menor im portancia, Colón com plementó sus ap titudes prácticas conel estudio de la geografía: había leído la recién impresa Geografía , d e

Ptolomeo, y la Imago mundi, de Pierre d'Ailly. También había ahond ado en laliteratura de viajes: la descripción de Catay y del Gran Kan hecha por M arcoPolo sólo fortaleció su decisión de llegar al Asia. En pocas palabras, Colónaprovechó plenamente el resurgimiento del conocimiento geográfico en suépoca y el avance d e la navegación: unión de la teoría y de la práctica qu e yahabía recibido una base institucional de los primeros decenios del siglo xvpor obra del príncipe portugués Enrique el Navegante.7 Sin este profundointerés en la exploración y el comercio de ultramar sistemáticamente prose-guido, habrían sido inim aginables los viajes transatlánticos.

El interés de la época en la expansión marítima estaba estrechamente vin-culado con el interés comercial. A la zaga de los marinos portugueses, mer-caderes genoveses se dedicaron a explotar las posibilidades comerciales delos trópicos, importando esclavos de África e introduciendo la plantaciónde la caña de azúcar en Madeira. También en esto, Colón aplicó en Américalas nociones y prácticas que ya estaban en operación del otro lado del A tlán-

3 He rnando Col ón, Vida del Almiran te Don Cristóbal Colón , ed. Ramón Iglesia (México, 1947),pp. 34-56.

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U N M U N D O N U E V O

tico. Aunque sus primeras descripciones de las Antillas muestranpor la belleza y la feracidad natural de las islas, su minuciosa aprela población humana tiene el ominoso sonido de un depredadortiene a sus hombres para calcular el mejor modo de obtener unapues describió en estos términos a los aborígenes de La Española:

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su deleiteeciación de

que con-gánancia,

Ellos no tienen armas, y son todos desnudos y de ningún ingenio en Jas armas ymuy cobardes, que mili no aguardarían tres, y así son buenos para les nrtandar y leshazer trabajar y sembrar y hazer todo lo otro que fuere menester, y qu|e hagan vi-llas y se enseñen a andar vestidos y a nuestras costumbres.

Sin vacilar, tomó posesión de las Indias en nombre de los Reyes Católicos

de España, e instaló una reducida guarnición para conservarlas.3

Nlás aún , sicomo gobernador trató después de evitar los peores excesos de lós colonos,lo que equivale a decir que trató de contener el rapto de mujeres, js! asesina-to de algunos aborígenes que resistían y la esclavización sin escrjupulos depueblos enteros, sin embargo él mismo inició el tráfico de esclavos lleván-dose para su exhibición a varios indios del primer viaje , y después envian-do todo un cargamento de esclavos para venderlos en Sevilla. jAÍ mismotiempo, le obsesionó la necesidad de descubrir oro suficiente para financiarnuevas empresas y sostener a la colonia que ya existía en La Españpla. Desdeel principio, los mercaderes genoveses residentes en Sevilla invirtieron en elcomercio de Indias y, a la postre, a ellos se debió la introducción de la plan-tación de caña de azúcar y de la esclavitud de africanos en el (taribe. Ensuma, Colón puso sus habilidades náuticas al servicio del capitalismo euro-peo, que por entonces aún se encontraba en su fase comercial, pejro ya bas-tante bien equipado para desarrollarse y aprovechar el descubrimiento deAmérica.

Subrayar el caráctér práctico y obstinado del gran almirante es perfecta-mente natural. Después de todo, fue notable que un marino génovés dehumilde extracción se elevara —a sí mismo y a su familia— a las ¡filas de lanobleza castellana, y que obtuviera a perpetuidad el título de almirante y devirrey de las islas y de la tierra del mar océano. Como resultaron i las cosas,también resultó incapaz de contener a los levantiscos hidalgos Españolesque acudieron en tropel a ljsl Española, después de su segundo viaje: estaineptitud tendría consecuencias trágicas, cuando Colón fue aprisionado yenviado de vuelta a España cargado de cadenas. El hecho de quq Colón senegara a contentarse con sus descubrimientos y decidiera volver a las Anti-llas, para buscar desde allí, una vez más, un paso a Asia, demuestra sin dudaque las consideraciones de lucro material y avance social de ninguna mañera nos ofrecen una explicación persuasiva o completa de sus motivos. Enuna carta enviada a los Reyes Católicos, en que protesta contra su d etención,escribió:

3 Cristóbal Colón, Textos y documentos completos, ed. Consuelo Varela (Madrid, 1982), p. 84.

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2 6 CONQUIS TA E IMPERIO

Yo debo de ser juzgado como capitán que fue d'España a conquistar fasta lasIndias a gente belicosa y mucha y de costumbres y secta muy contraria, dondepor voluntad divina, e puesto so e l señorío del Rey e de la Reina, NuestrosSeñores, otro mundo, y por donde la España qu e era dicha pobre es la más rica.

Si Colón buscó oro, esclavos, y otros bienes tropicales, fue porque com-prendió que el comercio era necesario para sostener la colonización.4 Sinembargo, en cuanto a sí mismo, siguió más preocupado por reunir los recur-sos con qué financiar sus viajes de exploración, capacitándole así a descubrirla ruta de Catay.

Pero si consideraciones prácticas eran, por decirlo así, los med ios hacia unfin, ¿cuál era el gran objetivo que animaba la búsqueda de Colón? ¿Cuál fue

la fuente de su notable tenacidad de propósito en los años anteriores y poste-riores a su descubrimiento de la ruta a través del Atlántico? Hay en esto unmisterio que desconcertó a sus contemporáneos y que continúa asombrandoa todos los que han estudiado a aquel hombre, pues Colón se opuso resuelta-mente a la opinión de los expertos de la época y ahondó en un cuerpo hetero-géneo de textos, algunos geográficos, otros bíblicos, para argüir que el mundoera mucho más pequeño de lo que decían los cálculos de Ptolomeo, con laconsecuencia de que España estaba mucho más cerca de Asia de lo que co-múnm ente se suponía. Basándose en P ierre d'Ailly y en el geógrafo florenti-no Paolo T oscanelli, Colón calculó que la distancia entre las Islas Canarias yCipango (el actual Japón) era de no más que 2400 millas náuticas, cifraenormemente lejana de la realidad, ya que el cálculo moderno es de 10 600millas. Sea como fuere, observó, ¿no había declarado el profeta Esdras queseis de cada siete partes de la superficie del planeta estaban cubiertas portierra? Precisamente porque sus afirmaciones fueron consideradas como

absurdas, los geógrafos y expertos marítimos de Portugal recomendaron a sumonarca que negara toda ayuda a Colón, a quien consideraron como un de-menrial visionario y no como un gran marino.5 ¿De qué serviría enviar unaexpedición que navegara a través de miles de m illas de mar abierto con sólola mínima oportunidad d e encontrar una isla que interrumpiera el viaje?

Si el peso de los argumentos racionales y de ios expertos era tan grandeen contra de Colón, ¿por qué persistió en su proyecto y, de hecho, cómo logrópersuadir a los Reyes Católicos de que apoyaran su aventura? Por desgra-cia, las fuentes disponibles no siempre nos dan una explicación clara. Tan ob-via era la discrepancia entre la debilidad del argumento y la tenacidad delpropósito que sus contemporáneos resolvieron el problema sugiriendo unmanifiesto engaño. El primer cronista general de las Indias, Gonzalo Fer-nández de Oviedo y Valdés, planteó la posibilidad de que Colón hubieseconocido a algún piloto no nombrado, de ascendencia portuguesa oandaluza que, desviado de su curso por una tormenta, hubiese llegado aAmérica y luego retornado a la patria donde, en su lecho de muerte, hubiese

*Ibtf.,p. 249.5 Mori son, Europam Discovery, pp. 30-42.

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informado de su descubrimiento al genovés. Así, era un conocimiento pre-vio de la existencia y del paradero general de las Indias Occidentales el queexplicaba la confianza de Colón para aventurarse al otro lado del Atlántico,conocim iento que le sostuvo en los años de desprecio en la corte. Esta teoría,mencionada por Oviedo sólo como posibilidad, fue presentada como hechoreconocido por Francisco López de Gomara, el segundo gran cronista de lasIndias, y después fue aceptada por muchos historiadores españoles de lossiglos xvi y xvii,6 Aunque Hernando Colón escribió una biografía de supadre, en gran parte para combatir esta opinión, su obra fue publicada en eldecenio de 1560 en italiano, y no recibió la atención que merecía. Sea comofuere, para entonces la mayoría de los cronistas españoles estaban más pre-

ocupados por celebrar las heroicas hazañas de Cortés y de Pizarro que lasproezas marítimas de un marino genovés.Lo malo de esta "explicación" es que va en contra del testimonio del pro-

pio Colón, quien empezó su diario del primer viaje afirmando que supropósito era llegar a Catay y al Gran Kan. Más aún: al parecer, se fue a latumba persuadido de que en realidad había descubierto las costas de Asia:seguía identificando La Española con el Cipango o el Japón de Marco Polo.Su objetivo no era ia extensión del conocimiento geográfico ni la apertura denuevas rutas comerciales. En cambio, era la conversión del Gran Kan al cris-tianismo, seguida por una alianza contra el Islam, preludio, esperaba él, dela reconquista de Jerusalén por los Reyes Católicos. En suma, Colón se con-sideraba el instrumento de la Divina Providencia elegido para poner enmarcha los hechos que iniciarían la última época de la historia del mundo,época que empezaría antes de la Segunda Venida de Cristo y el Juicio Final.Teniendo como guías a San Agustín y a Pierre d'Ailly, Colón calculó que delos 6 000 años que duraría el mundo, sólo quedaban 155 años, periodo apenas

suficiente para llevar el Evangelio a todas las naciones, convertir la huma-nidad a]la fe cristiana, y liberar los Santos Lugares. Iluminado por estas con-viccionés, ¿para qu é necesitaba Colón simples hechos o ganancias materiales?Si hubiese hecho una pausa para calcular, nunca se habría lanzado a la peli-grosa aventura. Como él mismo escribió: "Ya dise que para la hesecución dela inpresa de las Indias no me aprovechó rasón ni matemática ni mapamun-dos; llenamente se cunplió lo que diso Isaías." El hecho de qu e un lego igno-rante, y no un gran teólogo, hubiese sido escogido para este fin era tantomay or prueba del oculto designio de la Providencia.7

Poco había que fuese excepcional o personal en estas cósmicas esperanzasde Colón. Desde el siglo xn, la cristiandad había tenido oleadas de expec-tativas milenarias: los hechos pasajeros de la historia política a veces parecíaninvestidos de una significación profética. La reconquista de Jerusalén fue aso-ciada al inminente ascenso al poder de un emperador universal, un nuevoCarlomagno, elegido para unir Europa y derrocar el Islam. En España, la

6 Franci sco Lópe z de Cámara , Historia general de ¡as Ind ia s , ed. Jorge Gurrfa Lacroix, BA 64(Caracas, 1979), pp. 28-29.

7 Col ón, Textos, p. 255.

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28 CONQUIS TA E IMPERIO

emoción generada por la final reconquista de Granada en 1492, seguida porla expulsión de los moros y los judíos, encontró expresión en el elogiopatriótico y religioso de los Reyes Católicos como instrumentos preferidospor la Providencia, sentimientos expresados tanto en la corte como en loscircuios eclesiásticos. ¿Resulta excesivo sugerir qu e si los monarcas españolesdecidieron pasar por alto la opinión d e los expertos y dar ayuda financiera aColón en su primer viaje, fue, en gran m edida, porque compartían la euforiareligiosa ocasionada p or sus victorias sobre los moros? Aqu í conviene recor-dar que el nexo vital entre Colón y la corte era el fraile franciscano JuanPérez, miembro d e la rama observante de la orden, que en España hab ía sidopoderosamente influida por ideas milenarias de Joaquín de Fiore, abate ca-labrés del siglo xn. Además, Colón rindió hom enaje a dos franciscanos, Juan

de Marchena y Juan Pérez, como los únicos que le habían apoyado durantelos infructuosos años anteriores a 1492. Sin duda, si hubiese estado simple-mente preocupado por intereses comerciales o privados, no habría obtenidoese apoyo: fue precisamente la perspectiva de reanudar la misión a China—los franciscanos ya habían enviado una misión a Pekín en el siglo M i s -junto con la insinuación de que acaso fuese inminente la última época de lahumanidad, la que movió a Pérez a obtener el apoyo real al viaje de explo-ración.8

De manera irónica, fue precisamente este sentido de un designio provi-dencial y de elección el que im pidió a Colón reconocer que había descubiertoun nuevo mundo. En cambio, en su tercer viaje, emprendido en 1497, iden-tificó el caudaloso Orinoco com o uno de los cuatro ríos que regaban el Jardíndel Edén, observación que le llevó a concluir que había descubierto el sitioorigina] del Paraíso. Esta identificación pareció confirmada por el hecho deque los sabios medievales habían colocado el Paraíso en la extremidad másremota del Asia. Además, cuando, en su cuarto viaje por las costas de laAmérica Central, Colón descubrió pruebas de abundante oro en Veragua,afirmó que la provincia era la bíblica Ofir, las minas de las que Salomónhabía tomado el oro para construir el templo de Jerusalén. ¿Qué podía sermás apropiado que esas mismas minas, ahora redescubiertas, permitieran alos Reyes C atólicos liberar del Islam la Ciudad Santa? En este contexto, escri-bió Colón: "El oro es excelentíssimo; del oro se hace tesoro, y con él quien lotiene, hace cuanto quiere en el mundo, y llega a que echa las ánimas al Pa-raíso".9 En su relato del desastroso cuarto y último viaje, de 1504, cuando susnaves fueron azotadas por tempestades, sus partidas de desembarco fueronemboscad as por indios hostiles y su mal disciplinada tripulación se amotinó,Colón confesó que llegó a temer por las vidas mism as de su hijo y de su her-mano, que lo acompañaron. En un momento de agotamiento y de desespe-ranza, cayó en un profundo sueño, sólo para oír una voz que le recordabaque era Dios Todopoderoso el que "te las dio por tuyas [las Indias]... de los

8 ¡bid.r p . 302; Mori son, Eumpean Disamery , p. 34; véase también Alain Milhou, Colón y sumentalidad mesidnica en e! ambiente franciscanisla español (VaHadolid, 1983), p a s s i m .

9 Col ón, Te xtos , pp . 2 17-221 ,286-287 ,302.

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atam ientos de la mar Occéana, que estavan cerrados con cad enas tdn fuertes,te dio las llaves". ¿N o gozaba ahora de fama el almirante por toda Ija cristian-dad? ¿Qué más había hecho Dios por Moisés o por David, "que [de pastorhizo Rey en Judea?"10 Antes de embarcarse en esta última expedición, Colónhabía encargado a un monje cartujo que compilara una antología y profecíastomadas de las Sagradas Escrituras y de los Padres de la Iglesia!, elegidastodas ellas para iluminar la significación espiritual de los descubrimientos.Sin du da, el éxito d e sus primeros viajes robusteció la convicción dej Colón deque había allí una elección divina; pero haremos bien en recordar ique teníaya unos 40 años cuando se embarcó para cruzar el Atlántico, de modo que larealización de sus esperanzas y de sus planes probablemente confirmó esaconvicción, en lugar de iniciaría. ¿Cómo se apoderó de su mente yj de su es-píritu esa idea? Las fuentes inform ativas guarcian silencio.

ii

Aunque el breve relato hecho por Colón de su primer viaje fue publicado enBarcelona casi inmediatamente a su regreso a España, y despertó conside-rable atención por toda Europa, fue el Novus munáus de Américoj Vespucio(1503) el que captó la imaginación de las clases educadas: su elegajnte prosalatina pronto fue traducida a las principales lenguas europeas. Tán grandefue su circulación que en 1507, cuando Martín Waldeseemuller, (jartógrafoalemán, fue comisionado para ilustrar una edición de las cartas dejVespuciocon un mapamundi, audazmente Waldeseemuller llamó América al conti-nente recién descu bierto, aunq ue aplicando el nom bre a la masa! de tierrasituada debajo del Ecuador. Y sin embargo, Vespucio era poco más que un

aventurero florentino, un piloto subordinado en la s expediciones efe los por-tugueses, que en sus cartas a Lorenzo de Médicis y a otras luminarias tratóde dar la impresión de que él había sido el primer descubridor del NuevoMundo.11 Su verdadera realización fue esencialmente literaria, pues Novusmunáus es una fábula renacentista, un cuento relativamente breve y sencilla-mente escrito, de una travesía hasta costas desconocidas. Desprovista detodo detalle circunstancial o tuego personal, enfocaba directamente! el Nuev oMundo y sus habitantes, haciendo pocas menciones de los intrusosiéuropeoso d e sus nefastas actividades d e esclavistas. Fue cual si los relatos poéticos deautores clásicos com o Luciano y Virgilio, respecto a la edad d e oro de los pri-meros hombres que vivieron en los bosques, se revelara ahora qué existían,en realidad, del otro lado del Atlántico.

Es inconfundible la emoción que puede notarse en las descripciones deVespucio. Allí estaba todo un continente, en tugar de una nueva cadjena de is-las, cubierto de inmensos árboles y densos bosques, poblado por incontablesespecies de aves y bestias desconocidas en Europa, ninguna de elijas catalo-

™Ibtd. ,pp. 297-298.n Mori son, European Discove ty , pp. 272-312.

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21 CONQUIS TA E IMPERIO

gada por los antiguos naturalistas; los cielos mismo s m ostraban un diferentesistema de estrellas. Este nuevo mundo, declaró Vespucio, ofrecía un terrenotan propicio a la habitación hum ana que "si va a descubrirse el paraíso terre-nal en alguna parte del mundo, no estará muy lejos de estos países". En re-sumen, era "u n continente habitado por má s multitud de pu eblos y animales(que) nuestra Europa o Asia o bien A frica". Esta imagen d e un paraíso terre-nal fue sostenida por la observación d e que los aborígenes de aquellas tierrasiban completamente desnudos, moraban libremente unidos, sin las limita-ciones de la propiedad individual, de ley o religión, y estaban casi libres deenfermedades o del azote de la peste. 'Tampoco tienen sus propios bienes,sino que lo tienen todo en común. Viven juntos sin rey, sin autoridad, y cada

uno e s señor de sí mism o." Este idilio tropical recibió un toque picante, por lainsistencia de Vespucio en que las relaciones sexuales eran gobernadas porabsoluta libertad, siendo la promiscuidad la regla, y desconocido el matrimo-nio. Además, las m ujeres eran bellas y cariñosas, y ávidamen te buscaban losabrazos de cualquier europeo que pasara. En suma, los habitantes de esteotro Edén "viven según la Naturaleza y puedan llamarse más justamenteepicúreos que estoicos".12

En sus Cartas posteriormente publicadas, Vespucio intensificó la que era laúnica nota disonante en esta imagen del hom bre natural, cuando confesó quelos habitantes del Nuevo M undo gozaban luchando entre sí, aunque sin mu -cha habilidad u orden, y que devoraban la carne de sus cautivos con conside-rable placer. De hecho, el carácter pugnaz y la crueldad de los hom bres y lapromiscuidad misma de las mu jeres llevaron ahora a Vespucio a concluir que"su modo de vivir es muy bárbaro". También reconoció que los indios lan-zaban frecuentes ataques contra los visitantes europeos. Sin embargo, aúnsostuvo que sus guerras se derivaban más de un deseo de venganza que deambición de poder o riqueza, pues el oro sólo les servía como adorno, nointercambiaban b ienes en comercio y vivían contentos con lo que la Natura-leza les daba. En todo esto, Vespucio ofreció una imagen notablemente fieldel salvaje ideal, sembrando sem illas ideológicas que serían cosechadas conconsiderable energía a lo largo de siglos.13

El grado en que las preocupaciones del Renacimiento italiano determi-naron el modo en que fue visto el Nuevo Mundo aparece inmejorablementeen De orbe novo (1514), colección d e cartas escritas en latín estilizado al car-denal Ascanio Sforza y al papa León X por Pedro Mártir de Anglería (1457-1526), humanista milanés que residía en la corte española. Cansado de sutarea de enseñar latín y letras a los recalcitrantes vástagos de la noblezacastellana, Pedro Mártir se dedicó a mantenerse al corriente de las noticiasmá s recientes de ios descubrimientos nuevos, conversando con C olón y otrosexploradores, con objeto de enviar el resultado de sus investigaciones aItalia. Como Vespucio, Pedro Mártir audazm ente caracterizó a los habitantes

1 3 Américo Vespucio, E¡ N u e v o M u n d o , ed. Roberto LevUlier (Buenos Aires, 1951), pp. 187,173,181-183.

Ulbid. , p. 211.

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de las Indias en términos tomados de la literatura clásica, observando que,"van desnudos, no conocen ni pesos ni medidas, ni esa fuente de todas lasdesgracias, el dinero; viven en una edad de oro, sin leyes, sin jueces menda-ces, sin libros..."34 Los indios no sólo desconocían la escritura, sino que tam-bién practicaban un comunismo primitivo, ya que "entre ellos la tierra per-tenece a todo el mundo, lo mismo que el sol y el agua. No conocen ningunadiferencia entre trteum y iuum, esa fuente del mal..." Estaba aquí, pues, laimagen de una sociedad que aun vivía en alguna etapa de existencia huma-na anterior a la Caída, etapa fam iliar para cualquier lector de las Metamorfo-sis de Ovidio, hábilmente mostrada para ofrecer una implícita crítica a laEuropa de la época. Al mismo tiempo, Pedro Mártir reconocía el predominio

de la guerra entre los pueblos y expresaba su repugnancia ante los informesde canibalismo practicado por los caribes en sus ataques a otras islas. Comobuen sacerdote que escribía para beneficio de dignatarios eclesiásticos, nohizo ningún comentario sobre la supuesta promiscuidad de las mujeres.

Apreciando prontamente el valor de las narraciones de viajeros, PedroMártir declaró que los informes sobre las relaciones aborígenes le parecíanmuc ho má s interesantes que todas las historias de Luciano, pues en lugar deficciones poéticas, trataban de las realidades de las creencias humanas.Asimismo, al enterarse de que entre algunas tribus era común insertarseuna pieza de oro en los labios para embellecerse, se maravilló ante lo relati-vo de los gustos hum anos y las normas de belleza. "L o que a ellos les pareceelegante, nos parece horrible. Este ejemplo muestra la ceguera y la insen-satez de la especie humana; asimismo, muestra cuánto nos engañamos. Losetíopes creen que el negro es color más bello que el blanco, mientras que elhom bre blanco piensa lo contrario. Cada país sigue su propia fantasía.", Fueesta disposición a apreciar la novedad y a aceptar la divergencia de las nor-mas europeas la que hizo que Pedro Mártir admirara los discos de oro y ele laborado plumaje azteca que Cortés envió desde México , exclamando:"Nunca he visto nada que con su belleza deleitara más al ojo humano." 15

En sus primeras cartas, Pedro Mártir celebró los descubrimientos, en tér-minos tomados de las fábulas clásicas; luego, hizo la crónica de las hazañasde los españoles con creciente desaprobación. Ya había notado que los hom-bres que acompañaron a Colón en su segundo viaje eran "en su mayor partevagabundos indisciplinados e inescrupulosos, que secuestraban mujeres".Después, al enterarse de las disputas y asesinatos que empañaron la con-quista del Darién en la América Central, se lamentó: "Esos descubridores denuevos países se arruinaron o se agotaron por su propia locura y sus luchasciviles, sin poder alzarse en absoluto a la grandeza de los hombres que rea-lizan tan maravillosas hazañas". Cierto, nunca dejó de asombrarse ante elvalor indómito de los españoles, especialmente cuando llegaron noticias de laconquista de México po r pequeños grupos de aventureros, pero empezaron a

H Pefcer Martyr D'Anghera, De O rbe Nov o : The Eigh t Decades , trad. F. A. MacNult, 2 vals.(Nue va Y ork , 1912), 1 ,80,10 4.

'S Ibid., II, 3 9,4 6.

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3 2 CONQUIS TA E IMPERIO

cansarle los persistentes informes de conflictos civiles entre los conquista-dores y el mal trato que daban a la población aborigen; una vez más, co-mentó los hechos del Darién diciendo que no era "más qu e matar y ser muer-to, masacrar y ser masacrado".16

En las últimas cartas de De orbe novo, publicadas en 1530 después de sumuerte, Pedro Mártir informó a Europa de la esclavización y ulterior des-trucción de la población aborigen de las Antillas. La conquista, el ham bre y laenfermedad, especialmente la viruela, eran culpables de miles de muertes,pero a la postre, juzgaba Pedro Mártir, eran las dem andas del trabajo forzadopara los indios, junto con el mal trato que recibían sus trabajadores, las causasprincipales de aquella catástrofe demográfica sin paralelo. "Estos sencillosnaturales desnudos estaban poco acostumbrados al trabajo, y la inmensa fati-ga que hoy sufren trabajando en las minas, está matándolos en grandes nú-meros." Condenó la esclavización de los isleños de las Lucayas que fueronaprisionados y enviados a La Española, sólo para morir allí "agotados p or laenfermedad y el hambre, así como por el exceso de trabajo". Aunque tuvocuidado de observar qu e el Consejo del Rey había prom ulgado severas leyesdestinadas a proteger a los infortunados aborígenes del Nuevo Mundo, con-cluyó q ue los españoles, "llevados por el am or al oro, se vuelven lobos insa-ciables".17 Y sin embargo, las conquistas y el Imperio se habían justificadopor la promesa de predicar el Evangelio a los indios: ¿no había peligro, pre-guntó Pedro Mártir, de que la Providencia castigara a España por esta blas-femia?

El efecto combinado d e Vespucio y de Pedro M ártir consistió en legar unaimagen del Nuevo Mundo y de sus habitantes que no abandonaría la imagi-nación de Europa durante los siglos venideros. Era como si los clásicoshubiesen cobrado vida: los relatos de los viajeros modernos confirmaban el

cuadro de los primeros hombres, ya trazado por ios antiguos poetas y satíri-cos. En los bosques tropicales, la humanidad aún vivía como en ios comien-zos de la especie, siguiendo los dictados de la naturaleza, libre de las con-venciones y leyes de la civilización. He aquí una línea de pensamiento quefascinaría a humanistas del Renacimiento y a filósofos de la Ilustración. Fueel humanista francés Michel de M ontaigne (1533-1592), quien en su influyen-te ensayo "De los caníbales" desarrolló las implicaciones de las reflexionesde Pedro M ártir, haciendo con ello una crítica escéptica de todos los cánonesabsolutos de gusto, moral y modales. ¿En qué, preguntó, era superior lacristiana Europa al pagano Nuevo Mundo? Los salvajes indios que visitabanFrancia se escandalizaban ante la servidumbre y pobreza del campesinadofrancés, acostumbrados como estaban a la libertad de sus selvas brasileñas.¿Por qué debían preferirse la extravagancia y los costosos ropajes de Euro-pa, sobre los simples pluma jes de los aborígenes? M ás aún, si ios indios eranculpables de crueldad en sus tierras, ¿no habían mostrado los españolesmayor barbarie aún, al esclavizar y masacrar pueblos enteros? ¿Qué era

Ibiá,, 1,106, 21 7; II, 49.17 Ibid., 1,376; II, 52, 248-250, 271-272.

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peor, comerse a un hombre una vez muerto, o darlo a devorar vivo a los pe-rros? De este modo, Montaigne a la vez defendió a los aboríjgenes delNuevo Mundo contra la acusación de simples salvajes, más cercajnos de lasbestias que de los hombres, y pintó sus modales y su sociedad como unanorma de conducta natural por la cual medir y condenar a la Eiiropa con-temporánea, y en particular, fustigar a España, opresora de Italia jf enemigade Francia .18 En todo este ciclo de discusiones siempre se citajron comoejemplos los habitantes de las Antillas y de Brasil; relativamente j?oca refe-rencia se hada a los pueblos de México y del Perú: el salvajismo [natural, yno la civilización ajena, era la imagen del Nuevo Mundo preferida por loshumanistas.

niEl año de 1492 fue clave para España, año de guerra y exploración, lleno deeuforia patriótica. Si el descubrimiento de una ruta a través del| Atlánticoabría el camino a los asentamientos de ultramar, la caída de Granada marcóla culminación de una lucha, vieja ya de siglos, por reconquistar la penínsulaa la dominación musulmana. Ambos trascendentales acontecimientos bro-taron de la unión de las coronas de Castilla y de Aragón en 1474, pijes fueronlos recursos sumados y la fuerza política de los Reyes Católicos, Isabel y Fer-nando, los que permitieron a los españoles sostener una campaña de 10 añoscontra el reino moro, y luego financiar la expedición de Colón ál Caribe.Huelga decir que, en la estimación de la época, fue la victoria sobije el Islamla que causó may or júbilo, especialmente porque la partida del rey moro consu nobleza fue acompañada por la expulsión de todos los judíos profesos d eEspaña. Mientras que en un tiempo los fieles de las tres creencias habían vi-vido en relativa armonía, en adelante sólo se toleraría el cristianismo más

ortodoxo. Ya en el Concilio de Basilea de 1434-1436, los delegados eje Castillahabían exigido precedencia sobre los ingleses, citando los servicios ¿le su mo-narca en defensa de la cristiandad contra los musulmanes. A mediados delsiglo xv, cronistas patriotas celebraban a los belicosos antepasados fó tico s d elos castellanos, y a la vez declaraban que sus reyes habían sido elegidos porla Providencia para encabezar la perenne guerra contra el Islam. 19 |Así pues,no es de sorprender que la caída de Granada intensificara el ambiente deexpectativas mesiánicas que recorrió España así como otros muclios paísesde la Europa occidental a finales de la Edad Media. Fueron tales considera-ciones las que motivaron el envío de una expedición, en 1509, al jnorte delAfrica, que logró tomar el puerto de Orán. Más importante, en el marco de lapolítica europea, fue la campaña de Gonzalo Fernández de Córdoba, "elGran Capitán", q uien en 1503 derrotó unas fuerzas francesas en el sur de Ita-lia, reivindicando así la pretensión dinástica d el rey Fernando al! reino de

'8 The Essays o f Mon t a igne , trad. E. j. Trechmann, 2 vols. (Oxford, 1927), 1, 476-477; II, 202-

2 1 5 , 3 7 2 - 3 7 7 .19 Roberí B. Tate, Ensayos sobre la historiografía peninsular del s iglo XV (Madri d, í$70), pp. 75-

99,289-294.

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v.o/viQUIST A E IMPER IO !

Nápoles y Sicilia. El círculo de engrandecimiento territorial fue completado!por la adquisición de N avarra, con lo cual todos los Estados de la Península,!salvo Portugal, quedaron al fin unidos bajo un rey común. En una sola ge-neración, los Reyes Católicos habían transformado España, de un conglome-rado de E stados fronterizos, en una poderosa monarquía que ocupaba el cen-tro mismo de la política y la guerra en Europa. No es de sorprender quehumanistas italianos elogiaran a Fernando de Aragón como encarnaciónmisma d el estadista.

En la propia España, cronistas y humanistas rivalizaban por celebrar iosgrandes acontecimientos de aquellas décadas. En su Gramática de la lenguacastellana {1492), Antonio de Nebrija (1444-1522), sobresaliente humanistaespañol educado en Salamanca y en Bolonia, declaró que el ejemplo de losantiguos griegos, judíos y romanos demostraba, fuera de toda duda, que 'lalengua siempre fue compañera del Imperio"; la literatura y la conquista flo-recían en unión. Por consiguiente, informó a la reina Isabel, había formado sugramática con el objeto de hacer de la lengua castellana el medio apropiadopara la composición de narraciones históricas, que pronto serían escritas,destinadas a asegurar que "no perezca el recuerdo de vuestras hazañas". Dehecho, con perceptible emoción, Nebrija proclamó que "esta gran compañíaque llamamos reino y república de Castilla" estaba en marcha, purificadaahora su religión, unido su pueblo, victoriosas por doquier sus armas. Y loshechos justificaban, sin duda, esta retórica. En una ulterior historia de los Re-yes Católicos, Nebrija observó que el curso del Im perio había corrido siemprehacia Occidente, de Persia a Roma, y añadió:

Y ahora, ¿quién n o ve que, aunque el título de! Imperio esté en Germ anía, la reali-dad d e él está en poder de los reyes españoles, que, dueños de gran parte de Italia,y de las islas del Mediterráneo, llevan la guerra al África y envían su flota, siguien-do ei curso de los astros, hasta las islas de ios indos y el Nuevo Mundo, juntandoel Oriente con el límite occidental d e España y África?20

El triunfo de las armas españolas fue acompañado por un poderoso brotede actividad, virtualmente en todos los aspectos de la vida cristiana en laPenínsula. La decisión de los Reyes Católicos de nombrar a Francisco Jimén ezde Cisneros, ascético fraile franciscano, como arzobispo de Toledo y primadode España, expresó su resolución de purgar el gobierno de la Iglesia de suspeores abusos. En gran parte gracias a su intervención, el movimiento dereforma y renovación de las órdenes mendicantes tuvo gran éxito entre losfranciscanos, la comunidad más numerosa, transformada por la victoria delala observante sobre el ala de los laxos "conventuales". E)e manera similar,los dominicos recibieron inspiración de las austeras prédicas de su cofradeflorentino, Girolamo Savonarola. Fue este poderoso movimiento de reno-vación religiosa, ya iniciado antes de la explosión de la Reforma en Alema-

2 0 Antoni o de Ne br i ja , Gramát ica de la l engua cas te l lana , e d. Ignaci o GonzáS e z-Uumbre ra(Oxford, 1926), pp. 3, &-?; Ramón Menéndez Pidat, España y su k i s to r i í ,2 vols. (Madrid, 1957),í í , 27 .

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nia, el que echó los cimientos de la época heroica de la Iglesia española, cuan-do una verdadera pléyade d e santos dejó su huella en la Reforma católica deEuropa, huella que no sería borrada hasta llegar la Ilustración. Ignacio deLo yola, Francisco Javier, Teresa d e Ávila y Juan de la Cruz no fueron sino losmás destacados de toda una generación de santos y ascetas que intentaronescalar los muros del cielo, mostrando la misma heroica energía y tenacidadde propósito que sus análogos seculares mostraban an te los muros de Grana-da y las calzadas de M éxico.

Al mismo tiempo, la vida intelectual de España experimentó una marcadaintensificación. En esta esfera también intervino el cardenal Cisneros, fun-dando una nueva universidad en Alcalá con cátedras especiales de griego yde teología escolástica, y aportando fondos para la publicación de la primeraBiblia poliglota, con textos paralelos en hebreo, griego y latín. En España,como por toda Europa, el siglo xvi presenció un marcado aumento del nú-

mero de estudiantes que asistían a las universidades. Los títulos en derechocivil y derecho canónico ofrecían la perspectiva d e altos cargos en la Iglesia yel Estado, tanto más especialmente cuanto que los Reyes Católicos dependíande los doctos espíritus de sus juristas universitarios para qu e les ayud aran, ala vez como consejeros de Estado y como magistrados locales. Estos 'letra-dos" resultarían indispensables para el gobierno del pululante Imperio deEspaña en ultramar. Pero si la tradicional especiaiización de los académicosespañoles había sido el estudio del derecho, dejando la teología y la filosofíaa las órdenes religiosas, durante el siglo xvi virtualmente todas las universi-dades de la Península crearon nuevas facultades y cátedras para la enseñan-za de teología escolástica. En parte, esta expansión atendía a la demandacreada por el prestigio de una sucesión de teólogos y filósofos —hombrescomo Francisco de Vitoria, Domingo de Soto, Melchor Cano y FranciscoSuárez—- que dominaron el resurgimiento europeo de la escuela tomista deteología escolástica, aplicando confiadamente los principios del derecho na-tural a los problemas de la épo ca.21

La exuberancia misma del triunfo cristiano en España engendró una into-lerancia que acabaría por lindar con la paranoia y caer en la más obtusa orto-doxia. Pues aunque la nobleza mora y todos los judíos profesados aban-donaron el país en 1492, aún quedó una gran comunidad de musulmanespobres —moriscos, como se les llamaba— y un número indeterminado deconversos, familias judías que se habían convertido al cristianismo. Al cabode una década, se había obligado a los moriscos a volverse cristianos y du-rante todo el siglo xvi quedaría una minoría resentida, irreconciliada y oca-sionalmente rebelde, hasta que la Corona ordenó su expulsión final, en 1605.Si los moriscos formaban una comunidad aparte, por contraste los cristianosnuevos, los judíos conversos, se infiltraron en la sociedad española en todoslos niveles, y como tales fueron objeto de un temor paranoico. En 1482 se ha-bía establecido la Inquisición, en gran parte para enfrentarse a los judaizan-tes, como se llamaba a los judíos relapsos, y en adelante un rasgo central de

25 John Lynch, Spain under ihe Habsburgs, 2 voís. (Londres, 1964), 1,58.

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3 6 CONQUIS TA E IMPERIO

sus actividades sería la persecución de los cristianos nuevos. Tan intenso erael prejuicio contra los conversos que en 1541 el capítulo de la catedral deToledo emitió un edicto según el cual todos los futuros canónigos debían pre-sentar testimonios de limpieza de sangre, prueba de que provenían de viejacepa cristiana, sin ninguna infección de "mala sangre" de judíos y moros.22

Estas pruebas documentales pronto fueron necesarias para ocupar cualquieralto cargo en la Iglesia y el Estado. Sin embargo, testimonios independientesparecen indicar que muchas familias nobles, para no mencionar a variosgrandes literatos y mucho s eminentes religiosos, incluyendo a la propia San-ta Teresa, tenían, todos ellos, antepasados judíos. A largo plazo, la omnipre-sencia de la Inquisición en la vida española pronto sofocaría la diversidad deinfluencias culturales que actuaba a com ienzos del siglo xvi.

El hincapié en la vitalidad cultural de España en aquella época no debedefinirse como simple consecuencia del Renacimiento italiano, debemos re-cordar que Castilla la Nueva y Andalucía no habían sido reconquistadas ycolonizadas hasta m ediados del siglo xm: expansión de la frontera que signi-ficaba que gran parte de España se encontraba m uy atrasada en relación conel florecimiento cultural del norte de Europa en aquel siglo. Por ejemplo, enSevilla, sólo en el siglo xv se construyó la gran catedral gótica, inmen so edificiode piedra que se elevaba por encima de una ciudad qu e asistía a sus iglesiasconstruidas, en gran parte, en simple ladrillo mud éjar. En cuanto a Salaman-ca, sólo en 1512, la ciudad finalmente decidió remplazar su sombría catedralpor un grandioso monum ento gótico, que aún domina su panorama. Como enInglaterra, los comienzos del siglo xvi presenciaron el final y más exuberanteflorecimiento del estilo gótico. En pintura, el arte flamenco reinaba supremo;los artistas españoles aún no conocían los nuevos avances de Italia. Asimis-mo, la literatura seguía dominada por el culto a la caballería y la celebraciónde las grandes hazañas de amor y de guerra; sólo Juan de Mena (1411-1456)intentaba valerosamente asimilar las lecciones de Dante. En suma, la presen-cia de unos cuantos hum anistas que acababan de regresar de Italia no afecta-ba el carácter medieval de la cultura española así como la introducción deunos cuantos m otivos clásicos en las fachadas de las iglesias no significaba elfin del gótico. Durante la época de los Reyes Católicos, Flandes y Borgoña,no Florencia o Rom a, eran las maestras de España en las artes visuales, la li-teratura y la religión. Fue el Renacimiento cristiano del norte de Europa, en-cabezado por Erasmo, más que su análogo italiano, el que ejerció la influenciamás inmediata, ya que su hincapié en los padres de la Iglesia y no en los clási-cos paganos, encontró cálida acogida en los círculos eclesiásticos. El primerpoeta castellano que dominó el soneto petrarquista fue Garcilaso de la Vega(1501-1536), noble cuyo cultivo renacentista d e las "arm as y de las letras" fijóuna pauta que teridria difundido asentimiento entre los hidalgos españolesqüe poco d espués se pondrían al servicio de la m onarquía católica.23

2 2 Pi e rre C haunu, L a España de Carlos V, 2 vols. (Barcelona, 1976), II, 148-155.23 Ibid . , H, 200-210; Peter R ussel l , "Arm s versuB letters: towards a D efinition of S panish fi f-

teenth century humanism", en Archibald R. Lewis (comp), Aspect s o f the R ena is sance (AusHn,1967), pp. 47-58; Ta te, Ensayos, pp. 281-286.

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Fue en el reinado de Carlos V (1517-1554) cuando se manifestó lia notablegama de influencias que había en acción en España. Pues Castilla surgióentonces como el centro político del patrimonio d e los Habsburgo,|que abar-caba los Países Bajos, Austria, Bohemia, Milán y Nápoles, congregacióndinástica de provincias y reinos en escala sin precedente en Europa! desde losdías de Carlomagno. En la primera impresión el hecho de que el nuevo reydependiera d e consejeros flamencos, y el despilfarro de su corte despertarontemores de una explotación extranjera, temores que encontraron expresiónen la rebelión de los comuneros d e 1519, cuando las ciudades de Castilla y deValencia se levantaron en rebelión. Pero la rápida derrota de tal m ovimientoreforzó la doctrina, ya m uy aceptada en C astilla durante el siglo xv, de qu e laautoridad del rey era absoluta pues se derivaba directamente del cjielo, y node algún contrato con el pueblo.24 En adelante, la nobleza y los hidalgosempob recidos de la Península se alistaron gustosos en los ejércitos de su realseñor, y siguieron al emperador en una serie de campañas que los llevó aItalia, Francia, el norte de África y Alemania. Los veteranos de aqdellas gue-rras nunca olvidarían la gloriosa década de 1520, cuando C arlos V derrotó alrey de Francia en su lucha por el dominio de Italia, y permito q ue s«s fuerzassaquearan Roma; luego encabezó la triunfal defensa de Viena contra los tur-cos de Solimán eí Magnifico.

Si sus siguientes campañas, en el norte de África y en Alemarúaj no obtu-vieron éxitos tan rotundos, sin embargo su carácter religioso confirmó al em-perador com o principal defensor de la fe católica, en un m omento en que eraamenazada a la vez por infieles musulmanes y por herejes protestantes. Deeste modo, los Habsbu rgo heredaron la misión cristiana de los Reyes Ca tóli-cos. En España, la vena del elogio humanista iniciado por Nebrija ise unió auna muy difundida expectativa milenaria de una nueva época, de modo que

Carlos fue saludado a la vez com o otro César y como un segun do Cjarlomag-no, elegido por la Providencia para reunir a la cristiandad, vencer a Jos turcosy reconquistar Jerusalén, estableciendo así la tan largamente aguardada mo-narquía mundial. Todas estas fervientes esperanzas, más medievales quemodernas, recibieron elocuente expresión de Hernando de Acucia en unpoema dirigido al emperador en vísperas de su expedición a Túnez.?5

Ya se acerca Señor, o ya es llegadala edad gloriosa en que proclama ei cieloun Pastor y una Grey sola en el suelopor suerte a vuestros tiempos reservada.Ya tan alto principio en tal jornadaes muestra al fin de vuestro santo celoy anuncia al mundo, para más consuelo,un Monarca, un Imperio, y una Espada.Ya el orbe de la tierra siente en parte

24 Angus MacKay, Spain in ¡he Middle Ages, Frvm Frontier lo Empire 1000-1500 (Londre s ,1977), pp. 133-138.

2 5 He rnando de Acuña, Varias poesías, ed. E. Catena de Vindel (Madrid, 1954), p, 342.

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3 8 CONQUIS TA E IMPERIO

y espera en todo vuestra Monarquía,conquistado por vos en justa guerra.

Cuando bandas de aventureros españoles penetraron luchando en el mon-tañoso interior del Nuevo Mundo, subyugando provincias enteras y grandesEstados, anexaron sus conquistas en nombre de su Cesárea Majestad, Carlos V,Sacro Emperador R omano, Rey de C astilla y de León, dando así más sustanciaa las expectativas de que el emperador crearía una monarquía universal.

IV

En La cultura del Renacimiento en Italia (1860), Jacob B urckhardt incluyó el des-cubrimiento d e Am érica como expresión de la renovación cultural de las ciu-dades-Estados de Italia en los siglos xiv y xv. Tal es una idea que aún goza deconsiderable aceptación entre los historiadores. Según este enfoque, el Rena -cimiento debe definirse como el gran acto inaugural de la época moderna,periodo en que el espíritu humano se libró de los grilletes de la Edad M edia,explorando a la Naturaleza y al hombre desde una perspectiva nueva, másrealista, en que unos horizontes cada vez m ás vastos, revelados por la expan-sión marítima, desempeñaron un papel notable.26 Sin embargo, no todos lostestimonios apoyan esta sencilla asimilación del descubrimiento del NuevoMundo con el advenimiento de una nueva época. Como hemos visto, el pro-pio Colón fue impulsado por convicciones religiosas que se derivaban de unciclo de profecías, iniciado en el siglo xii. El hecho de que la primera catedraldel Nuevo Mundo fuese construida en estilo gótico sirve para subrayar lamentalidad esencialmente medieval de ios aventureros y los frailes que, en

tropel, cruzaron el A tlántico en los prim eros años de la conqu ista. De no serpor la condición fronteriza de España, bien podríamos tomar Eí otoño de laEdad Media (1924) de Johan Huizinga como mejor guía que Burckhardt paramostrarnos su espíritu y sus aspiraciones. Tal como fue, los conquistadoresde América trataron de emular la verba audaz y realista de El Cid, intentan-do conquistar para sí mismos honores y nobleza en las tierras que arrebata-ron con incomparable energía. Donde el Renacimiento italiano ejerció unainfluencia decisiva fue en eí ámbito de la descripción literaria, en la imagencreada por Américo Vespucio y por Pedro Mártir de los descubrimientoscomo un Nuevo Mundo, cuyos habitantes aún moraban en una dicha natu-ral, no contaminados por los vicios de la civilización. Por ello, debe trazarseuna distinción entre los conquistadores y exploradores d e las Indias, hom bresmá s conocedores de los romances medievales que de los clásicos, y los huma -nistas que redactaron aquellos relatos que captaron la imaginación de lasclases cultas de Europa. En poco más de una década de haber avistado las is-las del Caribe, se había abierto, pues, una fisura entre la imagen del Nuevo

Jacob Burckhardt , T he CiviUzation o f the Rena is sance in J ía íy (Phai don Pre ss , Londre s ,1955), pp. 171-173.

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Mundo que se tenía en Europa, y la realidad de América experimentada porlos primeros colonos, fisura que, si se derivó del Renacimiento, estaba asi-mism o destinada a m anifestarse con toda claridad en la Ilustración.

Sin embargo, en última instancia, más vale evitar todo agudo contrasteentre la Edad Media y el Renacimiento. Según muchos historiadores, la grandivisión que separa la edad moderna de épocas anteriores debe localizarseen el siglo xva, cuando la revolución científica logró reducir los fenómenosfísicos de la Naturaleza a regularidades matemáticas y así socavó decisiva-mente la autoridad de la ciencia y la filosofía antiguas: revolución intelectualque hizo caducar todo el edificio de la filosofía escolástica levantado sobre launión d e A ristóteles y la teología cristiana. Los m ismos comentaristas insisten

en la impresionante continuidad del esfuerzo científico, en la larga épocapreparatoria que se extendió desde el siglo xm hasta el siglo xvii, en que elRenacimiento no fue más q ue un capítulo de tan compleja historia. Tal es unainterpretación que nos permite dar cierto sentido a Colón y que, en realidad,fue planteada inicialmente por Alejandro de Humboldt, a su vez notable na-turalista y viajero, quien captó la paradoja de que un marino tan hábil y apa-rentemente lúcido como Colón hubiese sido impelido a la acción por especula-ciones religiosas y esotéricas. Pero luego, Humboldt observó que muchos delos grandes científicos de los siglos xvi y xvii habían poseído una similar ycompleja amalgama de motivación mística y análisis material. El descubri-miento de las leyes de gravedad, por Isaac Newton, fue movido, en parte, porsu fascinación por la sabiduría alquímica, y sus especulaciones matemáticasse fundieron con una obsesión por la cronología bíblica. Viniendo más al caso,Humboldt comparó a Colón con James Watt, el inventor de la máquina devapor, y saludó a ambos como responsables del "ensanchamiento del impe-rio del hombre sobre el mundo material, sobre las fuerzas de la naturaleza".

Al mismo tiempo, señaló la continuidad del desarrollo del conocimientocientífico en los siglos que separan a Roger Bacon y a Alberto Magno de Ke-pler y Galileo. Fueron los anteriores avances logrados en astronomía, mate-máticas y cartografía los que aportaron el necesario fundamento teórico paralas habilidades náuticas de Colón. En suma, la combinación de maestría téc-nica y convicción mística, sometidas ambas para servir a la expansión com er-cial y al pod er político, fue la característica que unió a Colón con algunas delas más grandes figuras de la ciencia y la técnica de Occidente.27 No hubonada accidental o fortuito en la invención del Nuevo Mundo.

2 7 Al e xande r von Humbol dt , Exam en crit ique de ¡ 'h is to rie de la Céographie du N ouveau Con i i -nen t e l des p rogrés de ra s tmnom ie nau t ique aux qu in z iéme e t s e i z i tm e sHeles, 5 vols. (París 1836-1839), 1IÍ, 9-12, 2 34-249.