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IGLESIA Y NUEVO ORDEN ECONÓMICO ILDEFONSO CAMACHO . FACULTAD DE TEOLOGÍA. GRANADA - ESPAÑA En este trabajo me propongo seguir un método semejante al del anter ior, El orden económico en los sesenta según la “Populorum progres sio” . Lo que en este caso cambia es el marco histórico: el problema ahor a no es sólo el subdesarrollo de los pueblos del Sur, sino la cris is mundial donde este subdesarrollo se vuelve mucho más carente de per spec- tivas. Veremos cómo esta problemática se refleja en los documentos de la Iglesia, y especialmente en las dos últimas encíclicas sociales de Juan Pablo II. Es cierto también aquí, como ya constataba hablando de Pablo VI, que en el pontífice actual tampoco hay un análisis sistemático de la situación mundial, pero en sus textos hay elementos más que suficientes para rastr ear sus puntos de vista, como base para la reflexión moral, que es su objetivo dir ecto. Comenzaré, por tanto, describiendo el contexto histórico para analizar, en la segunda parte, la toma de posición oficial de la Igles ia a través de dichos documentos de Juan Pablo II. I. El contexto: global ización y desigual dades Estamos tan habituados a hablar de crisis, que quizás ya el término ha perdido gran parte de su capacidad de significación. Desde mediados de los 70 la palabr a se repite por doquier. Per o hay que reconocer que, sin negar que la crisis sigue existiendo, sus características van evolucionando. Mantengamos, pues , de la crisis el hecho de que atra- vesamos una etapa de cuestionamiento y trans for mación de las estructuras sociales y económicas que se cons olidaron en los 50 y 60; más aún, lo dilatado de la crisis hace que ésta af ecte ya a la misma cultura de nuestro tiempo. Pero quizás haya otras fórmulas más s ignif icativas para expresar lo que está ocurriendo en estos momentos. De entre ellas, la más adecuada me par ece la de globalización, que con tanta profusión s e emplea hoy. La globalización es, ante todo, un hecho . Pero no es sólo eso. Se presenta además, desde determinadas posturas ideológicas, como un ideal que hay que potenciar a cualquier precio. Me parece esencial distinguir estos dos niveles con toda clar idad, para no pasar imperceptiblemente del primer o al segundo. De momento, detengámonos en el primero: el hecho de la globalización. 1. La globalización como hecho Y, ante todo, hagamos un esfuerzo por clar ificar conceptos. Porque todos sabemos, más o menos, a qué nos referimos cuando usamos esa palabra, pero no nos resulta tan fácil formular con precis ión su alcance y su novedad. Para llegar a la globalización algunos autores distinguen has ta tres niveles sucesivos, que responden a un proces o de décadas y que ayuda a descubrir la novedad de la situación actual 1 . 1 Sigo aquí las orientaciones de: GROUPE DE LISB ONNE, Limites à la compétitivité. Pour un niveau contrat mondial . Sous la direction de RICCARDO PE TRELLA. Labor, Bruxelles 1995, 51-61.

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IGLESIA Y NUEVO ORDEN ECONÓMICO

ILDEFONSO CAM ACHO.FACULTAD DE TEOLOGÍA. GRANADA - ESPAÑA

En este trabajo me propongo s eguir un método semejante al del anter ior, El ordeneconómico en los sesenta según la “Populor um pr ogres sio”. Lo que en es te caso cambiaes el mar co histórico: el problema ahor a no es sólo el subdesarr ollo de los pueblos del S ur,sino la cris is mundial donde este subdesar rollo s e vuelve mucho más carente de per spec-tivas. Veremos cómo es ta pr oblemática s e r ef leja en los documentos de la I glesia, yes pecialmente en las dos últimas encíclicas sociales de J uan P ablo II . Es cierto tambiénaquí, como ya constataba hablando de Pablo V I, que en el pontífice actual tampoco hay unanálisis sis temático de la situación mundial, per o en sus textos hay elementos más quesuficientes para rastr ear s us puntos de vista, como base para la reflexión moral, que es suobjetivo dir ecto. Comenzaré, por tanto, describiendo el contexto histórico para analizar, enla s egunda par te, la toma de pos ición oficial de la Igles ia a tr avés de dichos documentos deJuan Pablo I I.

I. El c ont exto: global izaci ón y des igual dades

Es tamos tan habituados a hablar de cr is is, que quizás ya el término ha per dido granparte de su capacidad de significación. Desde mediados de los 70 la palabr a s e repite por doquier . Per o hay que reconocer que, sin negar que la crisis s igue existiendo, sus características van evolucionando. Mantengamos, pues , de la cr is is el hecho de que atra-vesamos una etapa de cuestionamiento y trans for mación de las estructuras s ociales yeconómicas que se cons olidaron en los 50 y 60; más aún, lo dilatado de la crisis hace queés ta af ecte ya a la misma cultur a de nuestro tiempo.

Pero quizás haya otras f órmulas más s ignif icativas par a expres ar lo que es tá ocurriendoen estos momentos . De entre ellas, la más adecuada me par ece la de globalización, que contanta profus ión s e emplea hoy.

La globalización es , ante todo, un hecho. Pero no es s ólo eso. S e presenta además,desde determinadas pos turas ideológicas , como un ideal que hay que potenciar a cualquierpr ecio. M e par ece esencial distinguir estos dos niveles con toda clar idad, para no pasarimperceptiblemente del primer o al segundo. D e momento, detengámonos en el primero: elhecho de la globalización.

1. La glob alización como hecho

Y, ante todo, hagamos un es fuerzo por clar if icar conceptos. Porque todos s abemos,más o menos, a qué nos r eferimos cuando us amos es a palabr a, pero no nos resulta tan fácilformular con precis ión s u alcance y s u novedad. P ara llegar a la globalización algunosautores distinguen has ta tr es niveles s ucesivos , que r esponden a un proces o de décadas yque ayuda a descubr ir la novedad de la situación actual1.

1 Sigo aquí las orientaciones de: GROUPE DE LISB ONNE, Limites à la compétitivité. Pour un niveau contratmondial. Sous la direction de RICCARDO PE TRELLA. Labor, Bruxelles 1995, 51-61.

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Con el término de internacionalización s e remite a una tendencia ya antigua en la eco-nomía moderna: a la generalización de intercambios que se realizan entre los países, tantocomerciales (materias pr imas, pr oductos semielaborados y elaborados , ser vicios) , comofinancier os, de ideas y de personas. Dichos inter cambios tienen como bas e los actoresnacionales: sobre ellos los gobier nos pueden desempeñar y de hecho desempeñan un papeles encial. Su f undamento teórico es tá en la división inter nacional del tr abajo y en la teor íade las ventajas compar ativas aplicada al comercio.

La multinacionalización s upone algo más: ahor a ya se pr oduce una tr ans ferencia y unadeslocalización efectiva de r ecursos —de capital ante todo y, en una menor medida, de lamano de obra— de una economía nacional a otr a. Las unidades pr oductivas de un país cr ean capacidad de producción en otro país mediante filiales dir ectas o cooperación conotras empres as . Esta nueva tendencia responde a una lógica dif er ente: la de expans ión delmercado: Según ella, la combinación de los f actor es de pr oducción no puede limitar se a loses pacios nacionales . S u agente f undamental s on las empres as tr ansnacionales. El poder dees tas empres as de influir o de controlar la economía de otr o país explica que los gobiernoshayan tomado medidas par a limitar la entrada masiva o estratégica de este tipo deempr esas.

Pero lo ocur rido en los últimos 15 o 20 años es tan masivo y abarca tantos ámbitos queya no puede ser explicado con los conceptos anter ior es . Es ahora cuando conviene elnuevo tér mino de mundializ ación o globalización2. Se designa con él a es e complejoentr amado de lazos múltiples e interconexiones que unen a los Es tados y las s ociedades,tan car acter ís tico del actual sistema mundial; es más, se trata de un pr oceso en el cualacontecimientos, decis iones y actividades que tienen lugar en un punto del planeta acabanpor tener importantes reper cusiones s obre los individuos y las colectividades que vivenmuy lejos de allí.

La manifestación más decisiva de la mundialización es el cuestionamiento de lo na-cional. N o s e trata pr opiamente de su desaparición, pero sí de que tiene que compartir lasfunciones que antes se le encomendaban de forma casi exclus iva con otras dimens iones superiores. Por ejemplo, la identidad nacional ya no determina tan adecuadamente laexis tencia y la per sonalidad de los individuos y de los grupos s ociales. La his tor ia nacional(la lengua, la cultura, el sistema educativo, la red de comunicaciones y hasta los equiposdeportivos) ya no cons tituye tan decisivamente el núcleo en torno al que la s ociedad secons truye. M ás importante es lo que ocurre en el ter reno económico: desde el punto devista estratégico el escenario por excelencia ha dejado de ser el espacio nacional y pasa aserlo el espacio mundial. Esta mundialización de la economía mina uno de las bases pr incipales del Estado-nación: el mer cado nacional. Todo ello af ecta, finalmente, al Es tadonacional, que ya realiza con dif icultad su f unción esencial de s er la forma última deor ganización política y social. No es que el Es tado nacional haya des aparecido, ni espr evisible que desapar ezca a cor to plazo. Pero ya no puede pretender jugar es e papelhegemónico de otr os tiempos .

En r esumen, es ta intensificación de las r elaciones, que comenzó por lo que antesdesignamos como internacionalización, llega a un nivel en que tienden a ser s uperados los

2 M. RIME Z, Mundialización y exclusión: las dos caras del desarrollo capitalista, Persona y Sociedad(agosto 1996) 29-44, prefiere el término mundialización al de globalización porque piensa que el primeroexpresa mejor la doble dimensión del proceso: la integración y la exclusión.

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límites tradicionalmente pues tos por los Estados par a dejar paso a un mundo en el quepr evalecen las relaciones libres entre los sujetos, los cuales son cada vez menos los Es tadosy cada vez más los entes económicos.

2. U na ap roxim ación a las cau sas d e la globalización

Si de la des cr ipción de los hechos pasamos a pr eguntar nos por las causas de laglobalización, es f recuente que se mencione en pr imer tér mino el pr ogres o tecnológico,sobr e todo con el desarr ollo de la tecnología de la infor mación en su doble dimens ión depr ocesamento de los datos y comunicación de los mismos . Evidentemente sin los avanceses pectacular es de la inf ormática no s er ía posible haber alcanzado los niveles deglobalización actuales . Per o cabe preguntars e s i la técnica es la causa última o es sólo uninstrumento muy eficaz. Soy más bien partidario de este último punto de vista. Y eso exigebuscar en otro lugar las caus as de es te fenómeno que la r evolución tecnológica reciente haimpulsado con fuerza.

El descalabr o del colectivismo —simbólicamente figur ado en el derrumbamiento delmuro de Berlín— s upone un golpe decis ivo par a todo modelo de s ociedad basado en unaconf ianza radical en la función del Estado. Lo que ocurrió en los países comunistas nopuede s er interpr etado s ino como la inviabilidad def initiva de aquel modelo.Automáticamente tiende a vinculars e con el triunf o def initivo del s is tema alter nativo. Laconclus ión es sin duda precipitada, per o tiene una bas e de razón por cuanto esos han sidolos dos modelos r eales en confrontación. N o es impensable que existan otras alternativas,pero es tán por cr ear y traducir en fórmulas prácticas de or ganización de la economía.

Además, en un primer momento al menos , la desapar ición de los regímenes colec-tivistas implica el fin de la división del mundo en dos bloques: por consiguiente, un pasodecisivo en la eliminación de las bar reras f ronterizas . La tendencia de los países exco-munistas a imitar el modelo occidental, eludiendo todo es fuerzo por hacer una crítica desus def iciencias, eliminó otr as muchas bar reras , ya no geográf icas o políticas, sinoideológicas.

Con todo, hay razones para seguir pensando que las conclusiones que s e s acaron de losacontecimientos de 1989 eran precipitadas. ¿Qué había ocurr ido con el modelo alter nativo?También estaba atraves ando una crisis de amplias proporciones.

De una parte, el Es tado de bienestar, el modelo del que toda Eur opa occidental seenor gulleció por su capacidad de integr ación social tr as décadas de prof undos conf lictossociales, empezaba a dar síntomas de haber llegado al techo de s us posibilidades. A lalarga s e estaba volviendo un mal gestor económico: era acus ado de bur ocr atismo, deinef iciencia, de ahogar cada vez más a la iniciativa privada; pero, s obr e todo, de s er cadavez más impotente para hacer frente a la competencia creciente de los mercadosmundiales . Las cr íticas no er an injus tificadas, aunque subr ayaran de for madespropor cionada las def iciencias reales del modelo e ignor ara s us virtudes.

De otra parte, los esf uerzos hechos en los país es del Sur por or ientar s us economías hacia s is temas mixtos con una fuer te pr esencia del Estado tampoco habían llevado aresultados mejores. El modelo es tr uctur alista, elaborado por la CEP AL para Amér icaLatina había derivado en gobiernos de tipo populista, que en modo alguno f uer on capaces de s uperar las difíciles condiciones de la s egunda mitad de los 70. La crisis de la deuda

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exterior a comienzos de los 80 s irvió de justif icación a drásticas medidas , primero dees tabilización y luego de ajuste, impuestas por los or ganis mos internacionales (FM I yBanco M undial) como condición para ayudar a salir de tan cr ítica situación. Tales medidas suponen un desmantelamiento del Estado para someter a aquellas economías tan des ar -ticuladas a la terapia inmisericor de del choque exterior, es decir, de la competencia de los mercados.

Si s e exige que el Estado r enuncie a es a presencia tan beliger ante que había mantenidoen las economías nacionales para dejar el timón de la economía al libre juego de los mer-cados, con más fuer za aún s e invoca el mer cado mundial como el mejor regulador de todala economía planetaria. Consecuentemente s e pos tulaba que los gobiernos pr ocedieran auna apertura s in restr icciones de las economías nacionales par a su integración total en esegr an sistema mundial único.

Con estos datos últimos en realidad estamos entrando en la jus tificación que se hizo delos cambios que conducir ían inexor ablemente a la globalización. Per o, antes de abundar enello, hagamos un br eve r ecuento de los efectos de es te pr oceso de mundialización.

3. Los ef ect os de la globalización

Ante todo, el mapa mundial ha cambiado. Y la razón principal no es la emer gencia denuevos países (cons ecuencia de la des membr ación de la URS S o de Yugos lavia), sino larees tructuración de fuer zas . Al mundo bipolar de hace una década ha s ucedido un mundomultipolar con tendencia a ser tripolar . En este sentido se habla de la tr íada par a s eñalarque hay tres polos ver tebradores de la sociedad mundial —Es tados Unidos, la U niónEuropea y el s udeste asiático (con el J apón como centr o)—, en torno a los cuales tienden aalinear se los demás país es. La s upremacía militar de Estados U nidos —todavíaindiscutible— no va ya acompañada por la s upremacía económica o tecnológica de otr os tiempos .

Pero la globalización ha pr opiciado además una nueva divis ión internacional deltr abajo. En virtud de ella ya no vale la contr aposición simple entre Norte y Sur, Nortedesarrollado f rente a Sur s ubdes ar rollado. N i vale tampoco hablar de primer, segundo ytercer mundo, por que el segundo ha dejado de exis tir , mientras que el tercero s e hadiversificado consider ablemente. D esde la cr isis del petr óleo de los 70 y la consiguienterevolución en los s istemas relativos de pr ecios , nuevos países han entrado en los mercadosde producción ocupando s ector es tr adicionalmente copados por las economías indus-tr ializadas.

Por otr a par te, la caída del comunismo ha supuesto par a el Sur quedar se sin otr omodelo que el occidental capitalis ta. Eso le ha obligado a hacer suyos todos los presu-pues tos del mismo. Per o un modelo que tanto privilegia la competitividad ha ter minadopor romper la unidad que exis tió en otr o tiempo entr e los país es subdesarr ollados (cuandotodavía muchos se cons ideraban “no alineados ” y pens aban en un s istema alternativo). Lacompetitividad ha terminado f ragmentando al Sur , jus tamente cuando los países industr ializados hacen más es fuerzo por integrars e entre sí. P or es o hoy ya no se puedehablar de “S ur ”. Hay “sures ” dis tintos: es tán los nuevos países indus trializados del sudesteas iático (los “tigr es as iáticos”), que han entr ando en abierta competencia con los país es industr ializados tr adicionales; es tán los países productores de petróleo, con alto P IB porhabitante, per o con es caso desar rollo; están los nuevos países pobr es del antiguo segundo

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mundo ( excomunistas ); es tán los países que intentan reconvertir su economía par a aceler ar su r eintegración al Norte ( México, Ar gentina, Brasil, India, China...); y está, por fin, el Surque sigue siendo pobre, cada día más pobre ( una buena par te de A mér ica Latina y de A sia,pero sobr e todo Á fr ica, donde la miseria crónica se une a conf lictos militares entre etnias yentr e Estados) 3.

Todo es to no puede ocultar que la globalización tiene cons ecuencias pos itivas. Laeliminación de barr eras y el fomento de los inter cambios a todos los niveles es , enpr incipio, enr iquecedor. La misma competencia económica es un es tímulo par a lacr eatividad y una eficaz medicina contr a la inercia al cambio y a la innovación.

Pero la globalización, cuando se implanta en un mundo des igual, estimula lasdesigualdades, lejos de reducirlas . P recis amente en la década del primer impuls oglobalizador , los años 80, es tas desigualdades avanzar on hasta extr emos alarmantes ,poniendo de relieve la ambigüedad de es te fenómeno. Lo reconoció ya el Banco Mundialen aquel Inf or me que publicó en 1990 y que tanta sor pr esa caus ó por el contraste quemarcaba con la que había sido la tónica de esta institución en los años anter iores :

“U na mirada retrospectiva al decenio de 1980 nos dice que gran parte delmundo puede considerar se af or tunado ( ...). S in embar go, par a millones depers onas que s e cuentan entre las más vulner ables del planeta, los últimosdiez años of recen un panorama bastante más desalentador ( ...). P ara muchos de los pobres del mundo, los años ochenta fueron una década perdida; undesastr e, sin lugar a dudas ”4.

Muy recientemente el P rograma de las Naciones U nidas para el D es arr ollo ha reco-nocido que la globalización tiene ganadores y perdedores. Los hechos de estos últimos años —donde han prolif er ado los “após toles de la globalización— lo confirman: no s ólohan aumentado las diferencias entr e los país es en desarrollo, sino que los país esindustr ializados se han vis to sorprendidos por niveles de desempleo insoportables y/o unincr emento inesperado de la pobr eza. Es cier to que la des igualdad no es intríns eca a laglobalización, pero és ta aumenta los riesgos , aunque aumente también las opor tunidadesde r ecompens a5.

La globalización es , por otra parte, selectiva. N o todos los países s e han beneficiadopor igual porque tampoco todos han podido participar en las mismas pr oporciones . P or elcontrar io, tanto los intercambios comer ciales como los financier os tienden a concentrar seen los países con más recur sos, pr ovocando una dinámica incontenible de exclusión. Antes se hablaba mucho de explotación, y se la criticaba en la medida en que s uponía que eldesarrollo de unos se hacía a costa de otr os (obligados a manteners e en el subdesarr ollo) .Hoy la exclusión significa que hay país es y regiones que no cuentan ya par a nada; quees tán al mar gen inclus o de los mecanismos de explotación.

4. La glob alización como ob jet ivo: neoliberalis mo económico

3 Cf. GROUPE DE LISB ONNE, l.c., 90-96. 4 BA NCO MUNDIA L, Informe sobre el desarrollo humano 1990. La pobreza, Washington 1990, 7. 5 PROG RA M A DE LA S NA CIONE S UNIDAS PA RA EL DE SA RRO LLO (PNUD), Informe sobre desarrollo humano1997, Nueva York - Madrid 1997, 92-105. En estas páginas se hace un análisis muy crítico de los efectos dela globalización sobre el aumento de la pobreza humana en el mundo.

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Pero la globalización no es s ólo un hecho, cuyas causas y efectos he intentado exponer.Es también un m odelo que se pr opone como objetivo y com o ideal. Es una teoría. Por esose pres enta, no s ólo como algo inevitable, s ino también como lo mejor : y eso se hace “conun aire de inevitabilidad y convicción abr umadora”6.

Los principales promotor es de la globalización son los neoliberales . Se les conoce cones te nombre porque bus can s u ins piración en la tr adición de los grandes autor es liberales .Pero se distinguen de ellos por la pr ioridad que conceden a lo económico. De hecho, los pr incipales representantes de es ta es cuela s on economistas, y muchos de ellos tienen lapr etens ión de inter pretar des de la economía toda la conducta humana hasta construir unmodelo de sociedad. Tal pos ición s intoniza bien con el economicismo que caracteriza anues tra cultur a y contribuye a s u legitimación.

Su pens amiento puede s intetizars e en los puntos que siguen7:

a) El valor supremo es la libertad individual, que hay que salvaguar dar por encimade todo. Se reconoce, por consiguiente la pr imacía de la actuación de los agentesindividuales , sean per sonas o empr esas privadas , sobre las acciones de la sociedador ganizada en grupos inf ormales o for males , de las asociaciones políticas o del mismogobierno.

b) El mer cado se considera la mejor f or ma de coor dinar las acciones individualespara cons eguir un nivel global de riqueza mayor : por que —se piensa— el mer cado manejamás datos e inter pr eta mejor la infor mación de consumidor es y pr oductores que cualquier or ganis mo de planif icación o de gobierno.

c) La eficiencia es tá as egurada por el principio de la racionalidad de bús queda delbeneficio, ya que dicha racionalidad obliga siempre a analizar los costes.

d) N o s ólo por coherencia con la primacía de la libertad individual, sino tambiéncomo ef ecto de la experiencia de la ineficiencia de toda acción guber namental, ésta debeser lo más limitada posible. Ocurr e, además, que los agentes tienen expectativas r acionalesque les llevan a reaccionar de antemano ante las previsibles medidas del gobier no,es terilizándolas casi por completo.

Desde estos pr esupuestos es lógico que se cr itique todo modelo en el que el Estadotiene un protagonis mo fuerte. Y se cr itica ante todo al Estado de bienes tar, acusándolo deinef iciencia y despilf ar ro: s u aumento continuo del gasto público es, además, una amenazadirecta contra la actividad individual. Pero se critica también al modelo estructuralis ta quemuchos países del tercer mundo establecier on para salir del subdesarr ollo: se les acusa dehaber ignorado el mercado par a r ef ugiar se en la burocr acia de los f uncionariosgubernamentales o de los or ganis mos internacionales, más confortable per o más inef iciente también.

6 PROG RA M A DE LA S NA CIONE S UNIDAS PA RA EL DE SA RRO LLO, l.c., 92. 7 Me inspiro esencialmente en L. SE BA STIÁN, El neoliberalismo. Argumentos a favor y en contra, en:CRIS TIA NISM E I JUSTÍCIA, El neoliberalismo en cuestión, Sal Terrae, Santander 1993, 22-24; cf. también H. G.BE DO Y., Proyecto socioeconómico neoliberal, en: Neoliberales y pobres. El debate continental por la justicia,Santafé de Bogotá, 1993, 123-152.

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No cabe duda que tales críticas están fundamentadas por que denuncian deficienciasreales de los sis temas llamados mixtos. Son una llamada de atención, llena de r ealis mo,fr ente a una conf ianza excesiva y has ta ingenua en el Estado, sin s os pechar s iquiera queés te puede des vir tuars e en sus f unciones como consecuencia de las incompetencia degobernantes o funcionarios o de la corr upción de unos y otr os. S i esto no jus tifica lapr opues ta radical de eliminar el Estado, exige un cues tionamiento muy a fondo de s us innegables def iciencias.

Sus pr opues tas concretas de actuación tienen mucho que ver con los pr es upues tos pr eviamente sentados, compartiendo también s u mis mo gr ado de r adicalismo. La consignaclave es liberaliz ar. Es to implica a es cala estatal dos cosas: repr ivatizar y desr egular; enuna palabra, devolver el pr otagonismo y la conf ianza a la iniciativa privada. A es calaplanetaria el objetivo va a s er la integración en un único sis tema mundial, lo que exigeeliminar todas las bar reras comerciales y ar ancelarias .

Cuando es tas propuestas se concretan a los países en des ar rollo, s e for mulan las direc-tr ices siguientes 8:

a) A nte todo, privatizar , por que esa es la f orma eficaz de eliminar las deficiencias delas empresas públicas.

b) D evolver el pr otagonismo al mer cado, lo que significar r espetar los mecanismode éste para la determinación de los pr ecios de bienes y servicios públicos y de productosbásicos , ya que es la única vía para es timular la actividad de los pr oductores y r acionalizarel uso de los recur sos escasos.

c) Liberalizar el comercio exter ior, porque sólo así aflorarán las ventajas compa-rativas .

d) Establecer un sistema legal y judicial adecuado par a proteger la libertad y gar an-tizar la actividad empresar ial.

e) Reducir las dimensiones del Estado para que disminuya el gasto público, que es uno de los f renos principales a la inversión pr ivada.

f) F omentar la educación y la salud, pero por medios que as eguren la liber tad de las familias y penalicen el mal s ervicio; por tanto, no a través de los pres upues tos públicos.

5. El d ebate sobre el mod elo n eolib eral en Am érica Latina: ¿alternativa?

El modelo neoliberal des crito fue puesto en práctica en muchos país es de A mér icaLatina en los momentos de la crisis de los 80. Algo tiene que ver, por tanto, con la “décadaperdida” del informe del Banco M undial mencionado más arr iba. Como tal modelo, vino asustituir al propuesto desde el gr upo estr uctur alista de la CEPA L ( Comisión Económicapara Amér ica Latina de las Naciones U nidas ), que tan malos res ultados dio en las décadasanteriores. Pero es te or ganis mo latinoamer icano ha hecho autocrítica de su pr opiapr opues ta y la ha r eelaborado, lanzándola de nuevo a la opinión pública en 1990. Es lo que

8 Cf. L. DE SE AB AS TIÁ N. l. c., 26-27.

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se conoce como alternativa neoes tr uctur alista9. La comparación con el modelo neoliberales ilus tr ativa: ante todo, para mostr ar que son posibles pr opues tas diferentes; en s egundolugar, para ver cuáles s on los objetivos y valores que se priman en cada una de ella (que es lo que deter minar ía el decidirse por una o por la otra)10.

Hay que comenzar reconociendo que existe un consenso de bas e: es el punto de partidadel que ambos análisis arrancan. Este cons enso puede s intetizars e así:

1º ) Estamos metidos en una gr an cr isis que exige reaccionar : es preciso hacer undiagnós tico para aplicar luego una terapia.

2º ) Las alternativas hay que bus carlas dentr o del capitalis mo, ya que hoy no existeotro sistema alternativo.

3º ) No hay des arr ollo sin crecimiento económico: por tanto, una política decr ecimiento económico es impr escindible.

Supuesta esta bas e común, en el diagnós tico aparecen ya las difer encias. Los neoli-berales cons ideran que la r aíz de la cr isis es inter na: está en el Es tado dis torsionador, queimpide el funcionamiento del mer cado. Los neoes tr uctur alistas, en cambio, aceptan lascaus as inter nas ( el Es tado funcionó mal: s e creyó que era el motor del des arr ollo paratodos, pero de hecho estaba uniendo un pater nalis mo desmovilizador a una actitud deservicio a los interes es de un grupo) , per o detectan también una componente externaderivada de la difícil conyuntur a que atravesaba la economía mundial, as í como de susrasgos es tructurales.

Desde este anális is de la s ituación ¿hacia dónde se quier e caminar? P ara losneoliberales el objetivo es, indiscutiblemente, el cr ecimiento económico; la distribución delos frutos de ese crecimiento es automática, ya que de ella se encargan las mis mas f uer zasdel mer cado. P ara los neoes tr uctur alistas, es evidente que hay que cr ecer, pero no es menosevidente que, además, hay que controlar la distribución. Más aún, par a ellos, s i no haycier ta equidad distributiva, el cr ecimiento es a la larga inviable: por cons iguiente, unadistribución equitativa es condición para el cr ecimiento económico mismo.

Supuestos los objetivos, ¿qué medios o qué es tr ategias aplicar? Para los neoliber ales lofundamental es dejar f uncionar al mer cado: tanto en el interior (reduciendo el Estado a s us 9 La primera formulación del modelo apareció con el título de: Transformación productiva con equidad.La tarea prioritaria de América Latina y el Caribe en los años noventa, Publicaciones de las NacionesUnidas, Santiago de Chile 1990. Reflexiones ulteriores permitieron incorporar al modelo la variablemedioambiental y la estrategia educativa: CEPAL, El desarrollo sustentable: transformación productiva, equi-dad y medio ambiente, Publicaciones de las Naciones Unidas, Santiago de Chile 1991; CEPAL/UNESCO,Educación y conocimiento: eje de la transformación productiva con equidad, Santiago de Chile 1992. Véasetambién: CEPAL, Equidad y transformación productiva: un enfoque integrado Publicaciones de las NacionesUnidas, Santiago de Chile 1992, que estudia los vínculos entre progreso técnico, competitividadinternacional y equidad. Entre los muchos comentarios sobre esta propuesta citamos: I. CA MA CHO ,Dimensiones éticas del modelo “Transformación productiva con equidad”, en: AA.VV., Eficiencia, corrupcióny crecimiento con equidad, Universidad de Deusto, Bilbao 1996, 155-165; O. ALTIMIR, Desarrollo económicoy equidad social; perspectiva latinoamericana, Pensamiento Iberoamericano n, 29 (enero-junio 1996) 221-250. 10 Desarrollé esta comparación en mi artículo: América Latina tras la “década perdida” (Un estudiobasado en la interpretación neoestructuralista), Revista de Fomento Social 47 (1992) 465-493.

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dimensiones mínimas mediante una acción decidida reprivatizadora y desreguladora) como hacia el exter ior ( provocando, mediante la aper tura de las fronteras y la eliminaciónde las barreras, un choque moder nizador que tendr á efectos benef icios os a medio plazopara la competitividad de la economía nacional) 11. Los neoestructuralis tas s on, encontras te, mucho más cautelos os: para crecer y distr ibuir hay que combinar la acción delEs tado y del mercado, y esto exige una revis ión en profundidad de la función quedesempeñó el Estado en la etapa anter ior. Es te deber ía or ientar ahora su actividad apr omover la moder nización mediante el aumento de la pr oductividad ( con políticasef ectivas que no se limiten a someter la economía al choque exterior) y una invers ión tanmasiva como posible para cr ear capital humano ( donde la educación primar ia y la saludpr eventiva deberían ocupar lugar es pr ioritar ios ).

6. N uevos concept os para un a economía glob alizada

La r eflexión s urgida a partir del hecho de la globalización ha conocido otros derr oteros,no tan es trechamente vinculados a la exaltación incondicional de es te fenómenocontempor áneo. Se trata, más bien, de ver las luces y sombr as de es te pr oceso, las opor tunidades y las amenazas, siempre con una atención es pecial a cómo el crecimientoeconómico (que la globalización favor ece) reper cute sobre los distintos países y s obre losdiferentes grupos dentro de un mis mo país.

Si quer emos situar his tóricamente esta línea de r eflexión hay que r emontar se a los años más dur os de la crisis . Las circunstancias de f inales de los 70 y comienzos de los 80desplazar on el interés de todos los gobier nos hacia las políticas de estabilización y deajus te es tructural. La estabilización f ue el pr imer objetivo a corto plazo: con el f in dereducir los déficits presupuestario y comercial. Cas i sin s olución de continuidad secomenzó a insistir en el ajus te a lar go plazo par a adaptars e a las nuevas condiciones de laeconomía mundial en pr oceso aceler ado de globalización.

Es tas urgencias des plazaron a un s egundo tér mino dur ante todo es te período lapr eocupación por los pobres . El aumento a corto plazo de la pobr eza f ue considerado por algunos como el precio a pagar por la estabilidad a largo plazo y el crecimientoeconómico. P er o f ueron muchas las voces de protes ta que s e levantar on (s indicatos,iglesias, ON G, OI T) exigiendo que se distr ibuyera la carga del ajus te de f orma más equitativa y la preocupación por los seres humanos volviera a ser el centr o de atención ( yno s ólo un elemento adicional del conjunto de políticas de ajuste).

En este marco hay que situar el pr imer inf or me del P rograma de las N aciones Unidaspara el D esarr ollo publicado en 1990. S u tar ea centr al cons istió en definir un nuevoconcepto de desar rollo, el desarrollo hum ano, entendido como “el f lorecimiento pleno ycabal de la capacidad humana”12.

11 Entre los neoliberales hay diferentes grados de confianza en el mercado. Y están también los queencajarían dentro de la llamada —paradójicamente, por cierto— variante neoconservadora, que buscan unalegitimación religiosa al capitalismo en su versión de capitalismo democrático avanzado. Entre ellos: M.NO VA K, The Catholic Ethics and the Spirit of Capitalism. Free Press, New York 1993. 12 La elaboración de este concepto encontró un apoyo importante en el trabajo teórico de AM ARTY A SE Nsobre lo que él llamó la promoción de la capacidad humana. Según él, el nivel de vida de una sociedad debeevaluarse, no por el nivel medio de ingresos, sino por la capacidad de las personas para vivir el tipo de vidaque para ellos tiene valor. Tampoco los productos valen por sí mismos, sino por su carácter de medios paraaumentar la capacidad en materia de salud, conocimientos, respeto por sí mismo y capacidad de participar

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Al concepto de desarrollo hum ano s e llega desde la crítica de un desarr ollo entendidosólo como cr ecimiento económico y medido a través de indicador es del tipo de la renta per cápita. En contraste con es te enfoque, se pr opone un concepto difer ente de desarrollo:

“El ver dader o objetivo del desarr ollo es ampliar las oportunidades delpr ogres o de los individuos. El ingres o es un as pecto de estas oportunidades—un aspecto de suma importancia—, per o no lo es todo en la existenciahumana. I gualmente importantes pueden ser la salud, la educación, un buenentorno f ísico y la libertad, para no mencionar s ino unos cuantoscomponentes del bienes tar”13.

Acor de con ese planteamiento, s e ha elaborado un nuevo indicador más adecuado par amedir esta r ealidad más compleja: el Índice del des arr ollo humano. Ha sido definido enfunción de tres var iables : la capacidad adquisitiva ( que cor rige el dato más primar io de losingr esos per cápita con el nivel medio de pr ecios de cada país ), el nivel educativo(combinando la tasa de alfabetización y la media de años de es tudios) y la salud ( mediantela esperanza de vida)14.

Un concepto complementar io del anterior , el desarrollo s os tenible, fue puesto encirculación por el Inf or me Br undtland15. El punto de par tida sobre el que as ienta está muybien expr esado en este pasaje del Inf or me, que subraya cómo el desarr ollo actual genera nosólo pobr eza y desigualdad, s ino también deterior o del medio ambiente:

“M uchas tendencias del desarr ollo actual hacen que s ea cada vez mayor elnúmero de pers onas pobres y vulner ables , y deterioran el medio ambiente.¿Cómo puede ser tal desarr ollo de utilidad par a el siglo venidero, que du-plicará el número de habitante y deberá valerse del mismo medio ambiente?La conciencia de estos hechos amplió nuestr a visión del des arr ollo. D ejamosde verlo en el contexto res tr ingido del crecimiento económico de los paísesen desarr ollo y nos dimos cuenta de que hacía falta una nueva vía quesostuvier a el progr eso humano no s ólo en ciertos lugares y dur ante ciertosaños , s ino en todo el planeta y hasta un f uturo lejano. D e este modo el‘des arr ollo sostenible’ se convier te en un objetivo no s ólo de las naciones ‘endesarrollo’ , s ino también de las naciones industr iales”.

Es te planteamiento da pie par a def inir el desarr ollo sostenible, que el citado informepr es enta así:

“Está en manos de la humanidad hacer que el des ar rollo sea sos tenible, es de-cir, as egurar que s atisf aga las neces idades del presente s in comprometer lacapacidad de las f uturas gener aciones par a satis facer las propias”.

en la vida de la comunidad. 13 Cf. PROG RA M A DE LA S NA CIONE S UNIDAS PA RA EL DE SA RRO LLO (PNUD), Desarrollo humano: Informe1991, Nueva York 1991, 37. 14 Véase para todo esto PROG RA M A DE LA S NA CIONE S UNIDAS PA RA EL DE SA RRO LLO (PNUD), Desarrollohumano: Informe 1990, Nueva York 1990; 15 CO MISIÓ N MUNDIA L DEL ME DIO AM BIENTE Y DE SA RRO LLO, Nuestro futuro común, Alianza, Madrid 1988.

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En esta misma línea de elabor ación teór ica, per o siempre buscando s u traducción enparámetros cuantitativos y evaluables , el PN UD puso en circulación en su informe de 1994el concepto de seguridad humana. Lo que se pr etende con él es ir más allá de unaseguridad basada sólo en la protección de las f ronteras f rente a amenazas exter ior es 16.Porque para la mayor par te de la humanidad la ins eguridad deriva más de pr eocupacionesacer ca de la vida cotidiana que del temor a un cataclismo mundial. Es a s eguridad humanase mueve en dos niveles: seguridad contra amenazas crónicas ( hambr e, represión...) yseguridad contra alter aciones súbitas y dolorosas de la vida cotidiana (en el hogar , en elempleo...). Si el desarr ollo humano es def inido como un proces o de ampliación de la gamade opciones de que dis pone la gente, la seguridad humana s ignif ica que la gente puedeejer cer esas opciones en forma s egura y libr e, y que puede tener relativa confianza en quelas oportunidades que tiene hoy no desapar ecerán totalmente mañana. Es una seguridad,sin duda, que no se logr a mediante los armamentos , s ino mediante un desarr ollo humanosostenible.

Por fin, en el informe del PN UD que s e ha hecho público en estos meses hay unanueva aportación, también complementaria del desarrollo humano: la pobr eza humana17.Si el des arr ollo humano fue definido como el pr oceso de ampliación de las opciones de lagente, la pobr eza humana se da s iempr e que s e niegan las oportunidades y las opcionesmás fundamentales para ese desar rollo. Se va más allá de la pobr eza de r ecurs oseconómicos, que ha sido el parámetro tr adicionalmente utilizado par a def inirla. Y se buscaun indicador que refleje mejor esta f alta de acceso a las opor tunidades que la sociedadof rece en pr incipio a todos s us miembros.

En otro s entido complementa este concepto al de desarr ollo humano. Si és te último sefija en el progreso de una comunidad en su conjunto, la pobreza humana s e concentr a en lasituación y el pr ogres o de los miembr os de esa comunidad que s uf ren mayorespr ivaciones.

Si me he detenido en estos datos más técnicos es por que me par ece que ellos s on unabuena expres ión de nuevos esf uer zos que se r ealizan hoy par a poner a punto nuevosconceptos capaces de hacer operativas las pr eocupaciones de nues tra época en el contextode la globalización. U n pas o nos queda todavía que dar para captar el alcance de estosavances .

7. ¿Se pu ede h ablar de n uevas es trategias para es ta economía globalizada?

La globalización es tá conduciendo también a una conciencia creciente que los gr andes pr oblemas de la humanidad tienen que ser afr ontados solidar iamente. N ingún país nigobierno está en condiciones de responder adecuadamente a ellos, dadas las dimensionesque alcanzan. Esta conciencia es todavía incipiente y débil en cuanto a la voluntad políticaque la acompaña. Pero constituye un nuevo horizonte que empieza a des plegarsetímidamente, y que es conveniente detectar e impulsar.

16 Este concepto ha sido elaborado por el PROG RA M A DE LA S NA CIONE S UNIDAS PA RA EL DE SA RRO LLO(PNUD), Informe sobre el desarrollo humano 1994, Nueva York 1994. 17 Las ideas fundamentales están recogidas en: PROG RA M A DE LA S NA CIONE S UNIDAS PA RA ELDE SA RRO LLO (PNUD), Informe sobre desarrollo humano 1997, Nueva York - Madrid 1997, 17-27.

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Dicha toma de conciencia tiene una expr esión cualificada en las numer osasConferencias m undiales que las Naciones U nidas han organizado en estos últimos años.Vaya por delante su es cueta enumer ación:

Junio 1992, Río de Janeiro: I II Conferencia de Naciones Unidas s obre MedioAm biente y D es arr ollo.Junio 1993, Viena: Conferencia Mundial de D erechos Humanos .Septiembr e 1994, El Cair o: II I Conferencia M undial sobre Población yDesarrollo.Marzo 1995, Copenhague: Cumbre de Naciones Unidas s obre Desar rolloSocial.Septiembr e 1995, Pekín: IV Confer encia Mundial s obr e la Mujer : Acciónpara la I gualdad, el D es arr ollo y la Paz.Junio 1996, Es tambul: Conferencia de las Naciones U nidas sobr e los as entam ientos hum anos.

Es tas Confer encias han s ido muy cr iticadas , y jus tamente por cierto. Las críticas másrepetidas se r efier en a sus costes económicos y, s obre todo, a la vaguedad de los textos y lafalta de compr omiso para la f inanciación de los programas . Probablemente la ambigüedadde muchas formulaciones que se encuentran en sus documentos es el precio a pagar por elcons ens o: y el cons ens o es impor tante s i s e quier en sentar las bases par a estrategiascomunes .

Pero es en este último punto donde radica a mi entender el principal inter és de es tosencuentros. Porque a través de ellas han ido af lorando, no sólo los problemas , sino sobretodo cier tos puntos de conver gencia que podr ían s er de enor me impor tancia para el f uturo:además de ser bas e par a estrategias conjuntas f rente a es os pr oblemas, cons tituyen lamateria prima par a elaborar una ética m undial, consecuente con la dimensión mundial delos problemas.

Por eso, entre los aspectos positivos de dichas Conf er encias hay que des tacar , enpr imer lugar , el hecho mismo de la celebración. S ignif ica una toma de conciencia a nivelmundial de los pr oblemas globales, que ha impactado a la opinión pública y ha provocadocier tos compromis os por par te de los gobiernos. Las Conferencias fuer on ademáspr ecedidas de reuniones intergubernamentales a nivel continental y de otr as reuniones degr upos de exper tos: es tos encuentros fueron un lugar fecundo para debatir ideas, de las quesalieron los documentos que luego habrían de ser debatidos por las Conferencias mismas.

Por otr a par te —y es también un factor pos itivo a destacar— con motivo de estas conf erencias tuvier on lugar otras conferencias paralelas promovidas por las ON G, quesirvier on de complemento y contr apunto a los debates oficiales . También fueron lugar par auna confr ontación f ecunda de ideas . En el fondo —y ello debería ser s obr emaneraes timado— es tos encuentr os paralelos son una importante expres ión de la toma deconciencia de la sociedad civil y de su cr eciente pr otagonismo inclus o a escala mundial:as í queda clar o que no s ólo los gober nantes tienen cos as impor tantes que decir sobre elpr esente y el f uturo de la humanidad.

Tanto en los f oros oficiales como en los par alelos —más en estos últimos — se hanoído fuer tes críticas contr a las instituciones inter nacionales de Bretton Woods (s obre todo

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en Copenhague) . Y es importante que esto ocurra desde ins tancias tan dif er entes , cuandose trata de instituciones tan decisivas para la humanidad.

Ahor a bien, en mi opinión el res ultado más esperanzador de estas Conf erencias es latoma de conciencia de las exigencias implícitas en la globalidad. Esta es un hecho insos-layable; de ningún modo es un ideal, a no ser que sea sometida a control por parte de lahumanidad or ganizada; y par a que esto pueda llegar a s er ef ectivo un día hay que empezarpor lo que en estas Conf erencias parece haber ido imponiéndose: el convencimiento de quelos problemas globales s ólo s e pueden abor dar des de respues tas globales.

II . “Sol lic it udo re i soc ialis ” y “Ce nte si mus annus”: e xi genci as ét icasde sde y para una re ali dad e conómi ca

Mantengo par a esta segunda parte el mis mo título que escogí en mi trabajo anter ior sobr e El orden económico en los s es enta según la “ Populorum progr ess io”. Cr eo quesigue r ef lejando bien lo que encontramos en los dos gr andes documentos s ociales de estaépoca, “S ollicitudo rei socialis ” y “Centesimus annus”: un acercamiento a la realidad des dela preocupación ética. Tomando como bas e esa realidad, de modo pref er entementeinductivo, se elabora una rica reflexión ética, que pretendo sintentizar en las páginas quesiguen.

En lugar de es tudiar ambos documentos por separ ado, lo har é simultáneamente. A sí secaptará mejor cómo el cambio de situación en el transcurs o de pocos años intr oduceimportantes difer encias en el análisis ético.

1. Dos encíclicas , d os situ acion es

Entr e las dos encíclicas tr anscurr ier on sólo 4 años es cas os . Pero fuer on dos f echas separadas por un acontecimiento decis ivo: la caída del muro de Berlín y el colapso delsistema colectivista. Si en “Sollicitudo r ei socialis” Juan Pablo I I estudia un mundodividido en dos bloques, “Centes imus annus ” se centr a en el capitalis mo como únicosistema s uperviviente18.

Es te cambio no es accidental par a la pr imera de las dos encíclicas mencionadas, ya queJuan Pablo I I toma la divis ión del mundo en bloques como la clave par a interpretar lasgr andes desigualdades Norte-S ur. La contraposición f rontal entre Or iente y Occidente—que es política, económica, ideológica y militar — induce en la grandes potencias “aas imilar y a agregar alr ededor de sí, con diver sos grados de adhesión y participación, aotros países o gr upos de país es” [ SRS 20c] . Los país es subdesarr ollados, por su parte, seven privados de s u propia autonomía y r educidos a piezas de es ta gr an maquinaria mundialcontrolada y conducida por los grandes [SRS 22b]. El P apa no duda es calif icar estasituación de “imper ialis mo” y de “neocolonialis mo” [ SRS 22c].

En r esumidas cuentas, el conf licto Norte-S ur tiene par a J uan P ablo II su origen en elconf licto del Nor te entr e las dos grandes potencias y las ideologías que r epr es entan. Cones te enfoque s e llega a una s íntes is entre las dos grandes per spectivas que han marcadodurante este s iglo el análisis mundial, el conf licto de las ideologías ( Es te- Oeste) y el

18 Citaré ambas encíclicas en el texto entre paréntesis cuadrados: incluiré las iniciales de cada una(SRS, CA), seguidas del número y el párrafo correspondiente.

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conf licto entr e mundo rico y mundo pobr e ( Norte-S ur) : ahora se pone de r elieve que noson dos temas independientes, sino que se entienden mejor cuando se los consideraconjuntamente. No hay que ocultar, sin embar go, que es ta inter pr etación de las cos as no esaceptada por muchos , par a quienes el subdesarrollo del Sur es consecuencia exclusiva desus propias deficiencias y er ror es .

En cualquier caso este debate se modifica de raíz desde 1989. A par tir de esa f echa yano hay dos bloques, sino un único sis tema dominante: el capitalismo. El capitalismosiempre f ue el modelo que s ir vió de mar co a la economía mundial, aunque a escala estatalse buscar an modelos mixtos mercado-Es tado: porque a nivel mundial no hay una instanciaequivalente, que pueda r ealizar tareas de contr ol como hace el poder estatal dentr o de suspr opias f ronteras . Per o, a partir de 1989, el capitalismo s e presenta además como el únicoparadigma para las economías nacionales , y especialmente para las que salen en estadocr ítico de la exper iencia colectivista.

“Centes imus annus” será consecuente con este nuevo mar co. S u preocupación ahoraserá —aparte de bus car alguna explicación al fr acaso del colectivis mo— proceder a unnuevo examen del capitalismo des de la pers pectiva ética. Juan Pablo I I no se deja llevardel optimismo de los que exaltan la apoteosis del capitalis mo; r econoce que el finalabrupto del colectivis mo no ha r es uelto todos los pr oblemas , ni en particular los másgr aves [CA 35d, 42c].

2. El t ema cent ral: el capitalis mo

Es evidente que el capitalismo es el tema centr al en “Centesimus annus”. P ero, aunqueno s ea tan evidente, también lo es en “Sollicitudo r ei socialis”. La razón ya la ins inué en elapar tado anter ior : a escala mundial y para r egular el funcionamiento de la economíainternacional, no hay otro sistema que el capitalista. Porque la iniciativa toda la tienen los agentes económicos par ticulares, que, a es te nivel, son también los Es tados : en ef ecto,és tos últimos actúan en def ensa de interes es pr opios , mientras que ninguna institución serespons abiliza de f orma efectiva de los interes es globales (i.e., de la humanidad) . Par a“S ollicitudo r ei socialis”, por consiguiente, más allá de la contraposición de bloques y demodelos , no existe sino un sistema único de dimensiones mundiales que actúa s egún loscánones del capitalismo imper ialis ta [S RS 22c].

Después de 1989, ya no queda duda de que el capitalismo es el sistema único. Y lo es ,no s ólo a es cala mundial (donde lo fue siempre) , sino también como alter nativa par a las economías nacionales. En es te último sentido “Centes imus annus ” alude a difer entes modelos , aunque no lo haga de forma s is temática. Tomando como horizonte temporal elperíodo que comienza tras la segunda guerr a mundial, f echa que J uan P ablo II es cogeporque significa el comienzo de la expansión del comunismo [CA 19a] , recuerda en primer lugar a los países en los que se ha ins taurado es te sistema, per o también a los que optar onpor la vía de un capitalismo más humano (libre mercado con cor recciones) o a losquis ier on salir del subdesarr ollo con f órmulas más o menos socialis tas de ins piraciónmarxista [CA 19-20] . La bús queda de modelo s e plantea de nuevo para los países quesalen ahora del comunismo y s igue siendo una cues tión no resuelta par a los subdesarr ollados [CA 42a]. Es ta circuns tancia hace más ur gente la pregunta, por muchoque no tengamos muchas alternativas par a escoger: ¿es aceptable el capitalism o?

3. El anális is ét ico d el capit alism o: ¿es acept able o n o?

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Para responder a es ta cuestión, hay que meterse de lleno en la “Centesimus annus”. Y digo “meters e de lleno” por que es preciso en mi opinión, recoger y sistematizar losdistintos datos dis per sos que el texto ofr ece.

Y lo pr imero que hay que destacar es el método de análisis que se emplea. A diferenciade todos los documentos anter ior es , incluidos los del propio J uan P ablo II , capitalismo ycolectivismo s e contemplan ahora no s ólo como un sis tema económico, s ino como unconjunto compacto de tres s is temas : s is tema económico, sistema político y sis tema ético-cultural19. En lo que sigue vamos a ceñirnos al anális is del capitalismo, aunque podríahacerse algo s emejante viendo como se aplica es te método al colectivismo20.

En pocas palabras , cabe decir que “Centesimus annus” analiza y critica el sistemaeconómico de capitalismo —la economía de mercado— así como su sistema político —lademocracia pluralis ta—. Las deficiencias de uno y otro no r adican ni en el mercado ni enla democr acia en cuanto tales , s ino en el sistema de valores ( o sistema ético- cultural) queinspira a ambos.

En cuanto sistema económico, la economía de mer cado no pr esenta par a J uan P ablo II pr oblema ética alguno:

“S i por ‘ capitalismo’ se entiende un sistema económico que reconoce elpapel f undamental y positivo de la empr esa, del mercado, de la propiedadpr ivada y de la consiguiente res ponsabilidad para con los medios de pro-ducción, de la libr e creatividad humana en el s ector de la economía, larespues ta cier tamente es positiva, aunque quizá ser ía más apr opiado hablarde ‘ economía de empresa’ , ‘economía de mercado’, o simplemente de‘economía libr e’” [ CA 42b].

Si el capitalismo f uer a sólo eso, no habría dif icultad alguna para aceptar lo. P ero no essólo es o. Es también una forma de entender a la pers ona y a su libertad: ésta s e consider a,por encima de todo, como libertad en el ámbito económico, hasta el punto de que elejer cicio de la libertad en este terr eno s e erige en obstáculo para el des arr ollo de la libertadhumana integral ( de todos). El capitalismo, en la medida en que hace realidad esacomprensión de la r ealidad, no es aceptable:

“P er o s i por ‘ capitalismo’ se entiende un sis tema en el cual la libertad, en elámbito económico, no está encuadrada en un sólido contexto jur ídico que laponga al ser vicio de la liber tad humana integral y la consider e como unaparticular dimens ión de la misma, cuyo centr o es ético y religioso, entoncesla r espuesta es abs olutamente negativa” [CA 42b].

Tenemos ahí formulada, de modo s intético, la postura de “Centesimus annus” sobr e elcapitalis mo actual en cuanto sistema económ ico. Otros pasajes ins isten en este anális is

19 La distinción de esas tres esferas ya la usó J. HA BE RM A S, Problemas de legitimación en el capitalismotardío, Amorrortu, Buenos Aires 1975; también, dentro del pensamiento neoconservador, M. NO VA K, Elespíritu del capitalismo democrático, Tres Tiempos, Buenos Aires 1983; The Catholic Ethics and the Spirit ofCapitalism, Free Press, New York 1993. 20 He estudiado esta encíclica de forma más sistemática en Creyentes en la vida pública. Iniciación a laDoctrina Social de la Iglesia, San Pablo, Madrid 1995, 135-166.

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fijando s u atención expr esamente en el mer cado: los es tudiaremos en s eguida. Pero antes conviene dejar cons tancia de dónde es tá la r aíz última del problema: más allá del mercadomismo. En ef ecto:

“La causa hay que buscar la no sólo y no tanto en el sistema económicomismo, cuanto en el hecho de que todo el s is tema sociocultural, al ignor ar ladimensión ética y r eligiosa, se ha debilitado, limitándos e únicamente a lapr oducción de bienes y s ervicios ” [Ca 39d] .

Clar amente s e expresa aquí que, para Juan Pablo I I, los problemas del capitalismopr oceden, no tanto del s istema económico, cuanto del sistema ético- cultural. Ya lo habíadicho en el pasaje trans crito más arr iba. Pero ahora está más claramente expr es ado que ladificultad r adica en la concepción del ser humano y de la libertad:

“Todo esto s e puede resumir afir mando una vez más que la liber tadeconómica es s olamente un elemento de la libertad humana. Cuando aquéllase vuelve autónoma, es decir, cuando el hombre es cons iderado más como unpr oductor o un consumidor de bienes que como un sujeto que produce ycons ume para vivir, entonces pierde s u necesaria r elación con la personahumana y ter mina por alienarla y oprimirla” [CA 39e] .

Juan Pablo I I traslada al ámbito de la liber tad lo que, en otr as ocas iones , expres a entérminos gener ales: el error de subor dinar la condición humana en s u integridad a lomeramente económico. Cuando lo económico pierde s u car ácter instrumental, al serviciode la per sona, termina anulando a ésta. Y no estamos ante una afirmación meramente hipo-tética, s ino ante la denuncia de hechos muy reales, de cada día. Es más , éste no es unpr oblema de hoy, sino algo que viene ar ras tr ando la sociedad moder na a lo largo de toda laer a indus trial. En dos ocas iones lo des taca la encíclica invocando el magisterio de LeónXI II : la primera vez, al conmemorar la encíclica Rerum novarum, cuando subraya que los males criticados por ésta proceden “de una liber tad que, en la es fer a de la actividadeconómica y social, se s epara de la ver dad del hombr e” [CA 4e] ; más adelante, cuandoanaliza los acontecimientos que se han des ar rollado a lo largo del siglo X X [ CA 17a] . Enambos cas os destaca cómo la “Rer um novarum” hay que leerla en el marco de todo elmagisterio de León XII I y de su concepción de la liber tad: por eso cita en nota a pie depágina una s er ie de documentos de dicho pontífice, entre los que ocupa un lugar pr ef erentesu encíclica s obr e la concepción cris tiana de la liber tad ( “Libertas praes tantissimum”) 21.

En cuanto al sistema político del capitalis mo, el modo de proceder en el análisis esigual. El s istema político en s í —la democracia pluralis ta— no ofr ece dificultades:

“La Igles ia aprecia el s istema de la democracia, en la medida en que seas egura la par ticipación de los ciudadanos en las opciones políticas ygarantiza a los gobernadores la posibilidad de elegir y controlar a s us pr opios gobernantes, o bien la de s us tituir los opor tunamente de manera pacíf ica”[CA 46a].

21 Sería posible también encontrar elementos en “Centesimus annus” para un análisis parecido delcolectivismo. Sólo que en este caso Juan Pablo II se vale del mismo esquema de tres sistemas, pero paraexplicar la causa última del fracaso de dicho modelo. Esta causa hay que encontrarla en el sistema ético-cultural que le inspiró (el marxismo), que tampoco entendió correctamente la libertad humana.

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Las dif icultades comienzan —como en el cas o del s istema económico— cuando lademocracia es alimentada por una f als a concepción de la libertad. En este cas o dicho er rorcons iste en hacer de la liber tad el último cr iterio par a la deter minación de la verdadmediante el juego político de las mayor ías :

“H oy se tiende a af irmar que el agnos ticis mo y el relativismo escéptico son lafilosof ía y la actitud f undamental corr espondientes a las f ormas políticas democráticas , y que cuantos están convencidos de conocer la verdad y seadhieren a ella con firmeza no s on fiables desde el punto de vis tademocrático, al no aceptar que la ver dad s ea determinada por la mayor ía oque sea variable según los diver sos equilibr ios políticos . A este propós ito,hay que observar que, si no exis te una ver dader a última, la cual guía yor ienta la acción política, entonces las ideas y las convicciones humanaspueden ser ins trumentalizadas fácilmente par a f ines de poder. Unademocracia s in valores s e convierte con facilidad en un totalitaris mo visible oencubierto, como demuestr a la historia” [CA 46b].

A lo lar go de este anális is queda clar o que las dificultades de J uan P ablo II alcapitalis mo no pr oceden ni del mer cado ni de la democr acia, sino del concepto de libertadque ins pira de hecho a ambos. A es te concepto de liber tad la encíclica contraponecontinuamente la concepción cris tiana de la liber tad y de la per sona. El capitalis moinvierte los f ines y los medios: en ese sentido, aliena al ser humano. S ólo des de unaconcepción cristiana es pos ible reconocer el valor y la gr andeza de la pers ona en s í mis may en el otro, así como el hecho de que “es mediante la pr opia donación libre como elhombre se realiza auténticamente a sí mismo” [CA 41c]. La libertad en el terr enoeconómico ha de quedar s ubordinada a la libertad integral del ser humano, que es la queconduce a su verdadera r ealización como pers ona. Además la per sona y la sociedad han dereconocer que existe una verdad última en cuya aceptación cons is te la auténtica libertadhumana, más allá de interes es de grupo o equilibr ios de poder político [ CA 46d] .

Cabe ahor a volver s obr e la pr egunta de antes : ¿es aceptable éticamente el capitalismo?Si las dificultades vienen del s is tema ético-cultural y de su forma de entender la libertadhumana (no de la economía de mer cado ni de la democr acia política), es aquí donde habríaque centr ar la atención. Evidentemente ser ía puer il pensar que esa concepción errónea dela libertad podría ser r ecambiada por la cristiana. No es previsible que, en una s ociedad tanplur al como la nues tra, esa conf rontación termine con la eliminación de uno de los actores .Más bien habría que pens ar en una tensión permanente entr e dos f ormas de entender lalibertad y en una actitud crítica des de posiciones cristianas fr ente a la ideología que inspir aal s istema de organización de nues tras sociedades (todas ya) tras la caída del colectivis mo.Tal ideología no es sino el liberalis mo, s obre todo en su vers ión actual que tanta primacíaconcede a lo económico ( neoliberalis mo). En la “Centesimus annus” tenemos, pues,elementos muy fecundos para un debate a fondo con el neoliberalismo tan en boga hoy. Enes te sentido, no parece coher ente el es fuerzo de negar las dif er encias, identif icandopr ecipitadamente el pensamiento cristiano con las intuiciones más es enciales delliberalis mo (invocando, por ejemplo, la importancia que conceden uno y otr o a la libertadhumana)22. La euforia que ha seguido en ciertos ambientes a la caída del colectivis mo y a 22 Véase, por ejemplo, la conferencia pronunciada por R. TE RM ES en el curso de verano de laUniversidad Complutense (El Escorial, julio de 1991) con el título de La doctrina social y el espíritu delcapitalismo. Crónica de un malentendido. Fue recogida en la obra del mismo autor Desde la libertad,Ediciones EILEA, Madrid 1997, 101-126.

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la s ubs iguiente crisis del pensamiento mar xista conduce a veces a esta identificación, que,en mi opinión, es injustificada, al menos si se invoca el pens amiento de J uan P ablo II. Encambio, s i estas difer encias se reconocen hones tamente, el diálogo y la tensiónsubs iguientes ser án, a la lar ga, más fecundo para todos.

4. An álisis del m ercad o

El anális is del capitalismo que pr ecede puede todavía enr iquecer se con nuevos elementos , r ef eridos más concretamente al mercado. “Centesimus annus” lo analiza concier to detalle, aunque también aquí s ea pr eciso r ecoger pas ajes dis persos en distintoslugares de la encíclica.

En principio s e acepta que el mercado “sea el ins trumento más ef icaz par a colocar losrecursos y r es ponder ef icazmente a las necesidades ” [ CA 35a] 23.

Es en el orden pr áctico, en cambio, donde surgen las dificultades. Aunque eficaz par aas ignar r ecurs os y res ponder a necesidades , no siempre lo hace adecuadamente. En efecto,le mercado no atiende todas las neces idades, sino sólo aquéllas que s on “s olventables ”;tampoco todos los r ecurs os son colocados eficazmente, sino sólo aquéllos que sonvendibles . En la medida en que esta doble función no queda siempre garantizada, elmercado no es aceptable sin más. P orque —y aquí está la r azón última de suinsuficiencia— el mercado s ólo obedece a la regla de los inter cambios equivalentes , la cualno basta par a gar antizar la justicia debida al ser humano, ni impide que muchos quedenexcluidos :

“Es un es tricto deber de justicia y de ver dad impedir que queden sinsatisfacer las necesidades humanas fundamentales y que perezcan los hombres oprimidos por ellas . Además, es precis o que se ayude a estoshombres necesitados a conseguir los conocimientos , a entrar en el cír culo delas inter relaciones, a desar rollar sus aptitudes para hacer valer s us capa-cidades y sus r ecursos pers onales. Por encima de la lógica de los in-tercambios equivalentes y de las f or mas de justicia que los regulan, existealgo que es debido al hombr e por que es hombr e, en virtud de su eminentedignidad. Es te algo debido conlleva ins eparablemente la pos ibilidad desobr evivir y la de apor tar una contr ibución activa al bien común de lahumanidad” [ CA 34a] 24.

El texto es claro y supone un análisis rigur oso del funcionamiento del mercado, ajeno aposiciones r adicalizadas e favor o en contra, cas i s iempr e movidas por “a prior i”

23 La idea se repite más adelante: la doctrina social “reconoce la positividad del mercado y de laempresa” [CA 43a]. 24 He corregido la traducción castellana (siguiendo el original latino, con la ayuda de los textos francés eitaliano), ya que la versión oficial es difícilmente inteligible: no se capta que lo que el texto pretende escolocar, más allá de la justicia conmutativa (la de los intercambios equivalentes, o sea, la del mercado), lajusticia como pleno reconocimiento de la dignidad humana. Y ésta comporta una doble dimensión: una, en laque el sujeto es beneficiario (sobrevive dignamente); otra, en la que es protagonista (contribuye al biencomún). El texto latino permite la traducción propuesta: “Ante rationem permutationis rerum parium et anteiustitiae genera quae eius sunt propria, aliquid viget quod homini debetur quia homo est ob eius eminentemdignitatem. Hoc aliquid, quod debetur, potestatem flagitat qua quis superstes vivat et reapse ad bonumcommune totius generis humani conducat”.

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ideológicos. P or es o, lo que se busca “es una s ociedad basada en el trabajo libre, en laempr esa y en la par ticipación”, la cual “tampoco se opone al mer cado, sino que exige queés te sea contr olado opor tunamente por las fuerzas sociales y por el Es tado, de maner a quese garantice la s atisfacción de las exigencias f undamentales de toda la s ociedad” [ CA 35b].Es decir, la aceptación del mercado no impide r econocer que és te debe ser sometido acontrol por parte de las fuer zas s ociales y del Estado, por que el mer cado no puede s er laúltima palabra en el f uncionamiento de una economía que aspira a ser humana.

Cuando más adelante se habla de la intervención del Es tado en la economía, se lereconoce el deber de “pr oveer a la defensa y tutela de los bienes colectivos , como s on elambiente natur al y el ambiente humano, cuya salvaguardia no puede estar as egurada porlos simples mecanismos de mercado” [ CA 40a] . La provisión de es tos bienes colectivostampoco queda gar antizada por el mercado, lo que supone una nueva limitación de és te:

“H e ahí un nuevo límite del mercado: existen necesidades colectivas ycualitativas que no pueden ser s atisf echas mediante sus mecanismos; hayexigencias humanas impor tantes que es capan a su lógica; hay bienes que, porsu naturaleza, no s e pueden ni s e deben vender o compr ar»” [CA 40b] .

Pero es tas limitaciones no obstan par a reconocer los valores del mercado, los cuales quedan enumerados a continuación en un des eo manifiesto de matizar el juicio medianteuna equilibr ada presentación de razones a favor y en contra:

“Ciertamente, los mecanismos de mercado of recen ventajas segur as; ayudan,entr e otr as cosas , a utilizar mejor los r ecurs os; f avorecen el intercambio delos productos y, sobr e todo, dan la primacía a la voluntad y a las pr ef erencias de la per sona, que, en el contrato, s e confr ontan con las de otr as personas. Noobstante, conllevan el r ies go de una ‘idolatría’ del mercado, que ignora laexis tencia de bienes que, por su naturaleza, no son ni pueden s er simples mercancías” [CA 40b].

Cr eo que ningún otr o documento oficial de la Iglesia ha precis ado con tanto cuidadolas ventajas e inconvenientes del mer cado. D e acuerdo con ellos ser á dif ícil alinear a JuanPablo I I entre los entus ias tas o entr e los enemigos a ultranza de la economía de mer cado.Para él, el mercado of rece ventajas, pero también inconvenientes : por es o no puede s ercr iterio último par a el funcionamiento de la economía, sino que tiene que estar subordinado a otr os cr iterios más humanos, lo que le obliga a someter lo al control de lasociedad y del Es tado.

5. El t ema d e f on do: los valores

La r eferencia de “Centes imus annus ” a la libertad, que es tan centr al en la encíclica,nos per mite avanzar hacia otr a de las apor taciones de Juan Pablo II en los dos documentos que estamos es tudiando. Par a él, el f ondo de los graves problemas que padece nuestromundo —ya sea el de los escandalos os contr as tes entr e “hiperdesarrollo” y subdesar rollo,ya el del modelo de or ganización económica— radica en los s istemas de valores quelegitiman todo es o, y no sólo en las instituciones y mecanismos de funcionamiento de laeconomía.

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En “Sollicitudo r ei socialis”, una vez expuesta la s ituación e interpretada des de elconf licto de dos gr andes ideologías, se pr ocede a denunciar el s istema de valor es quesustenta todo eso. El pasaje tantas veces citado de las es tr uctur as de pecado [ SRS 36ab]identif ica dichas estr uctur as como “el afán de ganancia exclus iva, por una parte; y por otra,la s ed de poder, con el propósito de imponer a los demás la pr opia voluntad; a cada una dees tas actitudes podría añadir se, para caracterizarlas aun mejor, la expr es ión: ‘a cualquierpr ecio’ ” [SRS 37a].

Es te exclusivizar el afán de ganancia y la s ed de poder implica unos modos decomportamiento marcados por la conciencia de que el otro es siempre el que disputa lo queuno aspir a a cons eguir . Y todo ello podemos identificarlo como ese sistema de valores queregula es pontáneamente la actuación de las pers onas, y que en es te caso se ar ticular ía entorno a la competitividad. Es ta denuncia no implica el rechazo de la competitividad comovalor, sino sólo cuestionar el hacer de ella el valor supremo de la vida, al que s e le concedepr ioridad sobr e todos los demás.

La propuesta de J uan P ablo II va en la línea de un valor alternativo que sirva de nuevoeje estructurante: la solidar idad. Y éste se define precisamente como “la determinaciónfirme y pers everante de empeñars e por el bien común; es decir, por el bien de todos y cadauno, para que todos seamos verdaderamente r esponsables de todos ” [ SRS 38f ]. Es te“s entir se todos r es ponsables de todos ” es la base desde la que es pos ible construir ylegitimar unas instituciones que no der iven en los escándalos que tanto marcan nuestromundo.

En “Centesimus annus” la pr opues ta va en la mis ma dirección. Y a quedó expuesta enel apar tado anter ior: no son las instituciones (economía de mercado y democracia política)la r aíz última del problema, sino el sistema ético-cultur al (o s istema de valor es) quesubyace; y en él es el concepto de libertad el que f alla. Q ueda, pues , patente la similitud deenfoque de ambos documentos , lo que hace des tacar más esa cons tante en el pensamientode J uan P ablo II: s u preocupación por el mundo de los valor es en cuanto sustr atolegitimidor de las ins tituciones 25.

6. Algu nas p rop uestas para la economía m un dial

Hemos vis to cómo “Centes imus annus ” apuntaba a una r emodelación del capitalis mocorr igiendo el concepto de liber tad que le inspir a. Se piensa, en primer término, en laor ganización de la economía nacional. “Sollicitudo r ei socialis”, por el contrario, concentr asu atención en la economía mundial: por es o, quiero concluir mencionando algunas de las concreciones que acompañan a su pr opues ta global de solidar idad.

Es tán mencionadas en un pas aje donde enumer a las reformas des eables deinstituciones inter nacionales , a cada una de las cuales dedicara después una br eveexplicación. N os basta con la enumeración:

“la ref or ma del s is tema inter nacional de comercio, hipotecado por elpr oteccionis mo y el cr eciente bilater alismo; la r eforma del sistema monetario

25 Aunque he prescindido aquí de la “Laborem exercens”, en esa primera encíclica social de Juan PabloII tampoco está ausente el tema de los valores. Precisamente cuando hace la crítica de lo que llama el“primitivo capitalismo” destaca cómo el materialismo, antes de ser un sistema de pensamiento (tanto elmaterialismo vulgar como el científico o marxista), fue un modo de vida (materialismo práctico) [n. 13e].

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y financiero mundial, reconocido hoy como insuf iciente; la cuestión de los intercambios de tecnologías y de s u uso adecuado; la necesidad de unarevisión de la es tr uctur a de las organizaciones internacionales existentes , enel marco de un or den jur ídico internacional” [S RS 43b] .

En r ealidad, no encontramos en esta lis ta suger encias nuevas y originales. Todo es tá yaen múltiples documentos e inf ormes de organismos inter nacionales y de institucionespr ivadas sin ánimo de lucro. Sin embargo, el hecho de que oficialmente la Igles ia as umatodo ello no carece de valor; y mayor interés tiene aún el que lo presente como iniciativasque sólo ser án viables s i s e atiende a los s istemas de valores que es tán detr ás . N o se tr atade ignorar las necesar ias r ef ormas institucionales, sino de señalar que, para hacerlas másef ectivas , hay que trabajar también en este otr o nivel de los valor es . S e des pliega así uninteres ante campo de actuación par a muchas pers onas e ins tituciones que se sientendesbordadas por los mecanis mos que gobiernan la economía mundial: todas ellas puedenahor a comprender que algo —y algo esencial— pueden hacer en el ámbito concreto en quese mueven por muy modesto que sea.

7. A modo de conclu sión

El r ecorr ido que hemos r ealizado aconseja concluir con dos categorías éticas quecomplementan la s olidaridad y que expresan cómo J uan P ablo II concibe la f unción de laIglesia en este ter reno, as í como el alcance de la D octrina Social de la I glesia.

“S ollicitudo rei socialis ” pone la Doctr ina S ocial en r elación con la evangelización, portanto, con la mis ión mis ma de la I glesia [ SRS 41i]. Al mismo tiempo s e def ine conbastante precisión el campo propio de la D octrina Social de la I glesia:

“La doctr ina s ocial de la I glesia no es, pues, una ‘tercer a vía’ entre el capi-talismo liberal y el colectivismo m arxis ta, y ni siquier a una posible alter-nativa a otr as soluciones menos contr apues tas r adicalmente, sino que tieneuna categor ía pr opia. No es tampoco una ideología s ino la cuidadosaform ulación del resultado de una atenta ref lexión sobre las complejasrealidades de la vida del hombre en la sociedad y en el contextointernacional, a la luz de la fe y de la tradición eclesial. S u objetivo principales interpr etar esas r ealidades, examinando su conformidad o dif erencia conlo que el evangelio enseña acerca del hombre y su vocación ter rena y, a lavez, tr anscendente, para or ientar en consecuencia la conducta cristiana”[S RS 41g] .

Si no propone alternativas concretas de organización de la s ociedad, lo que sí ofreceson criterios des de los que enjuiciar y mejorar esos modelos r eales . La solidar idad, talcomo fue expuesta más ar riba, tiene esa función. En conexión con ella, una lectura de laDoctrina Social de la Igles ia en pers pectiva internacional [SRS 42a] per mite reconocer dosnuevas categor ías . La pr imera es la opción o amor preferencial por los pobr es, ineludiblecuando se contempla la r ealidad de la pobr eza hoy y aplicable, no s ólo des de pr esupuestos cr is tianos, sino desde la ética más elemental [ SRS 42bc]. P ero ésta opción, s i quier e s er oper ativa, tiene que vincular se al destino univer sal de los bienes [ SRS 42e].

Sólo si todos los bienes de que hoy dis pone la humanidad son consider ados como basepara el bienes tar de todos, y sólo si s e atiende con ellos a s acar de la pobr eza a los que más

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hundidos en ella es tán, estar emos construyendo un mundo de paz en la jus ticia. Y en elfondo ése es el ideal de desarrollo humano que la Iglesia oficialmente propone, apoyandoas í propuestas que se hacen de otr as plataformas y denunciando las gr aves contr adicciones de un mundo con r iquezas cr ecientes per o con una pés ima dis tribución de lasopor tunidades de disfr utar de ellas.

IV SIMPOSIO INTERNACIONAL DE TEOLOGÍA

MÉXICO, 24 SEPTIEMBRE 1997

ILDEFONSO CAM ACHO

FACULTAD DE TEOLOGÍA

GRAN ADA - ES PA ÑA