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E l año pasado, tuve el privilegio de conocer el continente africano en un safari de animales de planicie, habiendo contratado la cacería con Exe- cutive Safari Consultants de Eber Gómez Berrade. Ese mismo año, mientras estaba en Bue- nos Aires, a la espera de tomar el vuelo para Johanesburgo, recibí un llamado de Eber, quien me estaba esperando en Na- mibia, avisándome que existía un licencia para cazar un elefante selectivo para el año siguiente en Namibia, por lo que sin dudarlo, le dije: es mía, dando inicio así al sueño de cazar uno de los cinco grandes. Es así, como luego de retornar de mi cacería de planicies con diez especies cazadas, co- mencé el preparativo para ir este año a cazar el elefante selectivo. Como todos sabemos, la carne es débil, y me tenté. A esta inigualable oferta, le sumé la posibi- lidad de cazar un búfalo y un hipopótamo, para lo cual debía extender mi estadía hasta los diez días, que por razones de combinación de vuelos, se ex- tendió a doce. De esta forma comenzó a tomar forma mi sueño africano, que se transformaba día a día en reali- dad. Cuando ya parecía que todo estaba encaminado para emprender el viaje, meses antes, cayendo nuevamente en la cruel tentación, decidí contratar con Tsessebe Safari Internacional del amigo espa- ñol José María Marzal Pacheco, una cacería de león en Sudáfrica, en la concesión de Hans de Klerk, viejo conocido de varios consocios del Safari Club Argentino, por lo que aprovechando el viaje, terminando la cacería con Eber, continuaría rumbo a Sudáfrica en busca del Africa: Rendido a tus pies!!! / SAFARI SUR - Nº 58 - Junio 2012 18 Africa: Rendido a tus pies!!! Diego Leonardo Lindow

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El año pasado, tuve el privilegiode conocer el continente africanoen un safari de animales de planicie,

habiendo contratado la cacería con Exe-cutive Safari Consultants de Eber GómezBerrade.Ese mismo año, mientras estaba en Bue-nos Aires, a la espera de tomar el vuelopara Johanesburgo, recibí un llamado deEber, quien me estaba esperando en Na-mibia, avisándome que existía un licenciapara cazar un elefante selectivo para elaño siguiente en Namibia, por lo que sindudarlo, le dije: es mía, dando inicio así alsueño de cazar uno de los cinco grandes.Es así, como luego de retornar de mi caceríade planicies con diez especies cazadas, co-mencé el preparativo para ir este año a cazar elelefante selectivo.Como todos sabemos, la carne es débil, y metenté. A esta inigualable oferta, le sumé la posibi-lidad de cazar un búfalo y un hipopótamo, para locual debía extender mi estadía hasta los diez días,que por razones de combinación de vuelos, se ex-tendió a doce.De esta forma comenzó a tomar forma mi sueñoafricano, que se transformaba día a día en reali-dad.Cuando ya parecía que todo estaba encaminadopara emprender el viaje, meses antes, cayendonuevamente en la cruel tentación, decidí contratarcon Tsessebe Safari Internacional del amigo espa-ñol José María Marzal Pacheco, una cacería de

león en Sudáfrica,en la concesión de Hansde Klerk, viejo conocido de variosconsocios del Safari Club Argentino, por lo queaprovechando el viaje, terminando la cacería conEber, continuaría rumbo a Sudáfrica en busca del

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león.Eber me informa que mi viaje estaba planeadopara los primeros días de mayo, por lo que partíde Santiago del Estero el 8 de mayo, para abordarel vuelo 077 de South African Airways con destinoa Johannesburgo, y luego empalmar hacia Nami-bia.En este viaje, me tocó la dicha de conocer a unapersona extraordinaria, con quien nos hicimosamigos y compartimos toda la cacería, el Dr. Ma-nuel Manín, un ilustre ciudadano de Lobos, pro-vincia de Buenos Aires, quien iba en busca de un

búfalo y un hipopótamo.El destino elegido para

desarrollar la caza delelefante, era la

Franja del Caprivial noreste de Na-mibia. Esta re-gión forma unestrecho sa-liente en laparte más orien-tal del país, de

unos 450km delongitud, entre

Botswana (al sur), yAngola y Zambia (al

norte). La mayor ciu-dad, y capital de la re-gión, es Katima Mulilo.Fue llamada así en ho-menaje a Leo von Ca-privi, Canciller deAlemania quien ne-goció, en 1890, paraanexionar el territo-rio al Africa del Sud-oeste Alemana, lo-grando que Alemaniatuviera acceso al ríoZambeze, y obte-niendo también la islade Heligoland, en el

mar del Norte; a cam-bio de esto, entregó al

Reino Unido la isla deZanzíbar, en la costa de

Tanzania.Planteada así las cosas, llega-

mos al aeropuerto de KatimaMulilo, donde nos esperaba

Dryes Alberts, uno de los PH quenos acompañaría en la caza, quien

nos recibe con la halagüeña noticia deque éramos los primeros cazadores de la

temporada en el área, y que la noche anterior,los búfalos ingresaron al campamento donde esta-ríamos alojados. Eso nos transformó el semblantetanto a Manuel como a mí.Luego de dos horas de vehículo, llegamos al cam-pamento, que se encontraba en el área de Bal-yerwa, limitando con el parque nacional Mu-

dumu. El campamento estaba a la vera del ríoKwando, con paisajes espectaculares, de juncos yagua fresca sumamente cristalina.Las habitaciones eran carpas con todas las como-didades posibles en el lugar, con su techo de paja,al viejo estilo africano, tal como lo prometió Eber.Es allí, que llegamos al atardecer y nos presenta-ron los PH que nos acompañarían. Wayne guiaríaa Manuel y Dryes a mí. Luego de una muy ricacena de carne de Eland, nos acostamos temprano(melatol mediante), para levantarnos antes deamanecer al día siguiente para probar los rifles ycomenzar la caza.Yo había llevado mi Express Ego calibre .375 H&Hcon balas Norma African PH de 350 gr sólidas yblandas, que pude conseguir en una armería deWindhoek.Luego de las pruebas, nos separamos con Manuely comenzó la cacería.La cacería consistía en largos viajes en una lanchade aluminio por el Río Kwando, de aproximada-mente una hora, hasta llegar a lo que ellos llama-ban las islas, que eran una especie de bañados delrio kwando. Esos bañados, estaban entremezcla-dos con juncos, arbustos y pastos, por lo que ha-bía que caminar casi la mayor parte del tiempo enel agua, llegando la misma en ocasiones a la al-tura de la cintura. El primer día, Dasty, el pistero otracker, antes de comenzar la cacería, realizó unaplegaria a su Dios para que nos acompañe y nosbendiga en la cacería.Luego de caminar por casi dos horas, Dryes al-canza a divisar un viejo “Dagga Boy” como le lla-man a los machos solitarios y retirados de la ma-nada, uno de los pisteros susurra: “Nyati”, que ensu idioma significa BÚFALO.Nos parapetamos tras de unos árboles y al cabo deunos minutos, Dryes decide que si bien era unmacho muy viejo, no era del todo grande, alcan-zando aproximadamente 33 pulgadas.Vale remarcar, que el promedio aceptable en lazona es de 37 o 38 pulgadas, ya que no son de lamisma calidad o formación que los de Tanzania uotros países, por lo que un macho de 37 pulgadasera un trofeo más que aceptable para esa zona ge-ográfica.Igualmente intentamos una aproximación parajuzgar un poco mejor el trofeo, pero cuando nosacercamos a unos 15 metros, seguramente nos ol-fateó y emprendió una veloz huida.Manuel por su parte, tuvo el privilegio -de pocos-de toparse con una manada de casi 400 búfalos,pero sin poder tirarles a los machos grandes queestaban en el medio de la manada.Así, con largas y cansadoras caminatas terminabanuestro primer día de cacería.El segundo día sería igual para mí, encontrandootro búfalo grande y viejo, pero cuando intenta-mos acercarnos por medio del agua en los baña-dos, seguramente el ruido de nuestros pasos enmedio del agua, alertó al animal que huyó igualque el primero, frustrando así nuevamente mi ilu-sión.

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Sinembargo Manuel, tuvo su oportunidad e hizo so-nar su .458 Winchester con un certero tiro en el co-razón, abatiendo un hermoso macho viejo que al-canzó unas 37 pulgadas, un gran trofeo.Terminamos así el segundo día. Manuel me dijoque volvieron a ver muchos búfalos en otro sector,que era el área de Matota, límite del parque nacio-nal Mudumu, al que solo lo separaba un camino,que probáramos suerte allí. Le transmito la inquie-tud a mi PH, quien sin mucho convencimiento, yaque se había hecho un disparo ese día, y quizás losanimales no volverían, pero ante mi insistencia,decidimos ir al área de Matota bien temprano.Estando allí, era un terreno mucho más benévolo,ya que no había agua, era más bien seco, con pas-turas y más vegetación. Uno de los pisteros logradivisar una manada que calculo habrá tenido 80búfalos, pero estaban regresando al parque nacio-nal, donde no podíamos entrar. Es por ello, quedecidimos cortarle el paso, interponiéndonos ensu camino entre el área de caza y el parque.Pero como iba a ser una constante, los búfalosnos olfatearon y emprendieron la retirada demanera rauda hacia el parque, haciendo im-posible su caza.

Ya en el cuarto día, divisamos en elmismo sector la manada, pero noencontramos un macho que satis-faga las pretensiones de Dryes, yaque las mías eran mucho más aus-teras, porque me interesaba un ma-cho viejo, sin importar la longitud,eso sí, dando suma prioridad a ladeportividad de su caza.Luego de caminar por más de treshoras, en un sector de bañados,observo a Dryes desorbitado queme grita: “reloaded, reloaded”, enclara alusión a que cargue mi rifle.Yo pensaba que estábamos en pre-sencia de un búfalo, por lo que

cargué mi express con una bala blanda y otra só-lida, pero automáticamente Dryes me espeta: “ele-phant”, motivando que cambie la blanda por otrasólida. Cuando me acerco a él, el paquidermo ha-bía desaparecido sin dejar huellas, por lo que co-menzamos a seguirlo, hasta que lo divisamos ya aunos 600 metros dentro de un gran piletón de jun-cos de 3 metros de alto.Nos acercamos a unos 400 metros, parapetándo-nos bajo de un árbol en una suerte de isla y deci-dimos esperar a que el animal regrese sobre sus pa-sos. Eran las 13:30 del cuarto día, y la espera seprolongó por casi una hora y media, lo que metentó a realizar mi clásica siesta santiagueña bajoun árbol de mopane, mientras Dryes y Eber aguar-daban el regreso del elefante. Cuando comenzó aregresar, me despiertan de mi siesta y me dicenque teníamos que acercarnos por medio del aguaa un islote en medio del piletón para esperar su

paso por ahí. Eso hicimos y el ele-fante comenzó a acercarselentamente hacia nosotros.Antes de eso, habíamos dis-cutido con Dryes y Eber ellugar del disparo, reco-mendándome el corazón

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y/o pulmón, pero yo quería tirarle al ce-rebro, con las complicaciones y dificul-tades que ello acarreaba.Es así que cuando el elefante estuvo a 40metros, se puso de costado, pero no po-día verle los pelos de la oreja para cal-cular la ubicación del cerebro. Dryesme decía que le tirara al corazón, perolos juncos tapaban esa zona, no le po-día ver el flanco de manera clara. Hastaque con la ayuda de mis binoculares,pude ver el reflejo de los pelos de laoreja, permitiéndome calcular la ubica-ción del cerebro. Luego de ello, le digoa Dryes que iba a tirar al cerebro, recomendán-dome que apuntara bien. Cuando estuvo bien decostado, calculé la posición del cerebro y luegode ello, apreté el gatillo. “Perfect brain shoot”, el elefante quebró sus patastraseras y pegó el característico latigazo con latrompa, cayendo desplomado en el suelo. Rápida-mente recargué el rifle y fuimos al lugar, ya quelos juncos lo tapaban e imposibilitaban el tiro degracia. Al llegar, nos encontramos con la grata sor-presa que el animal estaba completamentemuerto, sin necesidad de rematarlo, observandoque la bala había impactado en el lugar indicadoy había traspasado el cerebro. Realmente, modes-tia aparte, era un tiro perfecto.Luego de las felicitaciones de rigor y las fotos,para mi sorpresa, ya que el elefante era selectivo,bajo la modalidad “own use”, es decir, de uso pro-pio del estado, por lo que la carne se distribuye enlas comunidades locales y el marfil es para el es-

tado, por cuanto no po-

díallevarme ninguna parte del mismo, Dryes me pi-dió mi cuchillo y procedió a cortar y entregarmela cola del elefante, en señal de propiedad delmismo y por el disparo realizado.Mi alegría estaba en su punto máximo, cazandoen ese continente, ese animal y con mi rifle ex-press, el sueño de todo cazador.Aún faltaba el búfalo y el hipopótamo, y me que-daban siete días de cacería. El día siguiente y losposteriores no vimos nada y la desesperación seapoderó de Dryes, a quien yo calmaba dejandoen claro que su labor era impecable, que no sedesesperara.Es así, que faltando dos días de cacería, en el no-veno día, encontramos la manada de búfalos nue-vamente. Luego de un acercamiento algo dificul-toso, nos escondimos en un matorral elevado.Dryes y Eber me indican el animal a abatir. Era unmacho muy viejo, no podíamos calcular su longi-tud de trofeo. Debía dispararle en el pecho, yaque estaba de frente. Estaba a 60 metros, algo le-jos para mi práctica con el express con mirasabiertas. En el momento que estaba por efectuarel disparo, se mezcla nuevamente con la manada,lo que me imposibilita disparar. Luego de unosinstantes, se vuelve a separar y se para nueva-mente de frente. Cuando estaba por disparar, algoprecipitó la huida de la manada y el viejo macho

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empezó a caminar para retirarse. Era frustrantepara mí, ya que faltaban dos días para terminar micacería y quería llevarme el “Nyati” conmigo.Apurado por la circunstancia, sin pensarlo dos ve-ces, disparé, pero lo hice muy mal, con un disparoen el medio del animal, casi en el estomago. Em-prendió la carrera junto con la manada hacia elparque nacional. Mis esperanzas y mi orgullo porel “brain shoot” anterior estaban devastados.¿¿Qué hice??!! Luego de intentar seguir a la ma-nada, apreciamos como cruzaban al parque nacio-nal. Decidimos regresar al lugar del disparo paraver lo sucedido y si había rastros de sangre. Al lle-gar al lugar, encontramos a los pisteros que estabanallí y nos indican que el búfalo estaba ahí nomás,atrás de unos árboles. La bala había tocado su pul-món, estaba herido, no podía seguir más.Empezamos a correr con Dryes y Eber hacia el bú-falo, lo encontramos parado, Dryes gritó “Shoot”,e hizo sonar su .416 Rigby, lo mismo que Eber. Elbúfalo empezó a correr, hice dos disparos seguidoscon mi doble en medio de un follaje que no mepermitía verlo bien. Seguíamos corriendo hacia él,con la adrenalina y la agitación, logramos ver alNyati caído. Hubo un intento de felicitación, peroel búfalo amagó con pararse, lo que motivó que ledisparara nuevamente al cuello, terminando asíesta enorme cacería.El resultado final, fue un hermoso búfalo de 42 pul-gadas, muy viejo, con su boss consolidado total-mente. Lleno de alegría, emoción y nostalgia.Luego fuimos por el hipopótamo, pero en los dosdías que nos quedaban, no pudimos encontrarlospara un tiro franco.

Segunda parte - SudáfricaYa de regreso hacia Sudáfrica, nos embarcamoshacia Johannesburgo, siendo recibidos por JoséMaría Marzal Pacheco junto a su hijo Borja, quie-nes nos llevaron a North West, distante a 8 horasde Johannesburgo en camioneta.Llegamos a la noche, dormimos y al día siguienteprobamos nuevamente los rifles y emprendimos labúsqueda del león a la huella.La cacería consistía en ir carrileando con la ca-mioneta, hasta encontrar huellas frescas de león,una vez allí, los pisteros se bajaban y comenzába-mos a seguirlo por el monte.La verdad que tenía cierto reparo en esta cacería,ya que no era en terreno abierto, sino en una con-cesión de 6.000 hectáreas, pero realmente, la ca-cería fue tan o más emocionante que las otras.Durante tres días seguimos a león, en todos esosdías alcanzábamos a verlo, pero al mirarnos, em-prendía una veloz huída. No era para nada fácil.Era muy agotadora la caminata. Arrancábamos alas 06:00 AM, descansábamos a las 13:00 y conti-nuábamos la faena a las 15:00 hasta las 18:00.Como dije, era muy apasionante seguir las huellasdel león frescas y recientes. Se respiraba el peligroen el aire. Alcanzábamos a verlo a 80 o 90 metros,pero siempre se escapaba. Debíamos apostar alcansancio del animal, que por haber cazado du-rante toda la noche y por el calor de la siesta, de-cida echarse a dormir bajo algún árbol.Es así que el cuarto día a la tarde, luego de cansa-doras jornadas a pie, encontramos al león echadobajo de unos arbustos. Comenzamos la aproxima-ción intentando que no se escapara. Llegamos a

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aproximarnos a 25 metros y empezó a rugir ense-ñando sus dientes y moviendo la cola en clara se-ñal de que estaba enojado y que se disponía a ata-car.El PH me aconseja no seguir acercándome, nos pa-ramos a 20 metros. Apunté a su codillo, pero nome percaté que por estar echado, su esqueleto es-taba desacomodado. Disparé y para mi grata sor-presa, el león quedó fulminado del disparo. El pro-yectil había impactado en la columna, fulminán-dolo casi al instante. Nos empezamos a acercar,con la prudencia que el Rey de la Selva semerece. Y para mi sorpresa, empezó a rugirnuevamente, con un intento de levantarse,lo que me obligó a disparar nuevamente.Tenía mi león. Era un hombre feliz, es-taba realizado como cazador. En eseinstante las lágrimas me invadieron.Me di cuenta que el león no estabarendido ante mi, sino que yo es-taba rendido ante él.Un animal adulto, imponente,de muy buena melena, majes-tuoso como sólo él puede ser.

Había terminado mi cacería y en mi mente los re-cuerdos aún siguen vivos y me acompañarán hastamis últimos días. Sólo tuve tiempo para cazar unOryx que me había quedado pendiente del año pa-sado.Nada pudo salir mejor. Esa noche, con Manuel pe-dimos cenar carne de León para terminar así el cír-culo atávico de la caza. Tenía una alegría que nose puede describir, pero a su vez una tristeza de sa-ber que mi safari de 23 días se acababa. Tenía quedejar ese continente que me atrapó para siempre.

Antes de partir, miré por última vez sus colinasy en vez de decirle adiós, me despedí deeste continente con un claro y estentóreo

hasta pronto, esperando volver por másaventura y para respirar su aire inconfun-

dible. Terminaba mi periplo en la tierradonde el sol brilla más fuerte que en

ningún lado y en donde las estrellasestán más cerca.

Creo que nada ha acabado, quetodo comienza!!!

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