1 El Principio de Lesividad en Los Delitos de Falsificación de Documentos
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El principio de lesividad en los delitos de falsificación de
documentos
I. Introducción.
Los diversos tipos penales comprendidos dentro del Título XII
“Falsificación de documentos” del Código Penal deben ser aptos para
crear un riesgo o peligro para la confianza pública, siendo éste el
primero, pero no el único de los límites que impone el legislador.
En este sentido el tipo penal acorde a su función restrictiva debe ser
entendido como: “…la formula legal necesaria al poder punitivo para
habilitar su ejercicio formal y al derecho penal para reducir las hipótesis
de pragmas conflictivos y parar valorar limitativamente la prohibición
penal de las acciones sometidas a la decisión jurídica…”[1].
Es precisamente, el objetivo de este trabajo poner de resalto aquellas
fronteras que no pueden ser vulneradas por el operador judicial sin
violentar el principio de lesividad en relación a los tipos penales bajo
estudio.
El análisis objetivo del principio de lesividad y su ensamble con el bien
jurídico, fe pública, en los delitos de falsificación documental presenta la
exigencia de ilustrar el problema acorde a los juiciosos parámetros que
los delitos de peligro imponen en cuanto a esta delicada y lidiada
cuestión.
De modo general, puede apuntarse que los delitos comprendidos en el
Título XII del Código Penal concretan ataques a la fe pública por hacer
aparecer como auténticos y reveladores de verdad, signos
representativos o documentos que dan cuenta de lo pasado, cuando no
son auténticos o mienten sobre lo representado[2].
Asimismo, los delitos advertidos en el presente capítulo se consiguen
agrupar en tres grandes conjuntos[3].
El primero de ello lo constituye la acción de crear un documento falso.
El segundo incluye la falsedad de un contenido insertado en un
documento formalmente auténtico.
El tercero lo forma la destrucción de la prueba de aquello que el
documento debe acreditar –supresión de documento-.
El concepto de bien jurídico fe pública es atacado o puesto en peligro en
este grupo de delitos cuando la objetividad introducida por la conducta
del agente en el documento es apta para suscitar en cualquiera la
confianza que él merece por reunir las formas prescriptas por al ley para
que se lo acepte como representativo del acto que expresa y, por lo
tanto, como acreditación prueba de él[4].
Sin embargo, entiendo que el análisis no estaría completo, sin antes,
llevar a cabo un estudio valorativo objetivo de aquellas cuestiones que
hacen a la aplicación del principio de lesividad, entendido como límite al
ejercicio del poder punitivo.
Pues, siguiendo a Baigún y Tozzini[5], cuando nos referimos a un bien
jurídico, debe funcionar un sistema de exégesis estructural, pues el bien
jurídico, también, es una instrumento de interpretación de los tipos
penales.
En este sentido, cuatro son los estratos que se deben justipreciar con el
propósito de la determinación valorativa de un tipo penal.
- En primer término nos debemos enfrentar con la idea que el bien no es
un concepto jurídico, sólo alcanza esta categoría cuando el derecho
reconoce y protege su existencia. Tiene que tener la capacidad para
satisfacer una necesidad que puede llegar a tener un valor de uso. El
bien, entonces, aparece frente a una necesidad y despierta por lo tanto
una demanda.
- En segundo lugar se debe tener presente que el bien jurídico es tal por
ser reconocido como necesidad social. Por lo tanto, es relativo, pues
será concebido y modificado acorde a una valoración histórica y
geográfica.
- Luego, el bien jurídico es sometido a un juicio de relación social que lo
une a un objeto con derechos bajo tutela. Así, nos encontramos frente el
bien jurídico vida que presenta como objeto de protección al ser
humano.
- Por último, aparece el valor como juicio regulador del bien jurídico, que
tiende a verificar la actualidad de la relación del bien jurídico y el sujeto
con derecho al amparo, es decir comprobar la vigencia actual de la
modalidad de lesión o puesta en peligro adoptada otrora por el
legislador en el tipo.
Bajo el prisma señalado -el cual cobra mayor trascendencia cuando nos
enfrentamos frente a delitos de peligro abstracto, a lo que se agregará
un concepto restrictivo del concepto documento y un especial hincapié
en la valoración del objeto bajo tutela- esta abocado este trabajo, que
debe ser entendido como una reflexión acerca de la necesidad que los
operadores judiciales incorporen elementos de análisis objetivos
valorativos al efectuar el juicio de tipicidad.
II. La significación del concepto de documento.
1. Primera aproximación al concepto de documento.
El concepto de documento no tiene una definición propia dentro del
ámbito del derecho penal que establezca sus límites y alcances.
Sin embargo, con razón Edgardo Donna afirma que cuando la ley habla
de documento o instrumento no hay duda que se trata de un
instrumento normativo del tipo. Esto demuestra que su concepto no se
encuentra dentro del ámbito del ser, sino que es valorativo[6].
La doctrina penal, habitualmente se sustenta en los conceptos definidos
en la ley civil para determinar el alcance del documento. De esta
manera, los documentos como objetos materiales de los delitos de
falsificación son los instrumentos públicos o privados reglamentados por
los arts. 973 a 1036 del Código Civil.
El problema que se despliega dentro del ámbito penal, es determinar
cuales son los prototipos específicos que se deben tener en cuenta para
precisar el concepto de documento.
Tradicionalmente, se definió al documento como todo aquel que con
significación de constancia atinente a una relación jurídica, observa las
formas requeridas por el orden jurídico como presupuestos para asignar
valor de acreditación al hecho o acto que le da vida, modifica o
extingue.
Roxin[7] señala que es documento toda declaración de pensamiento
materializada mediante cualquier clase de signo, que haya de servir
como prueba en el tráfico jurídico.
Como se verá a continuación, la doctrina a efectos de delimitar el
concepto de documento tiene dos posturas marcadas. La diferencia
entre ambas, radica en la necesidad de establecer las fronteras más o
menos amplias al ejercicio del poder punitivo.
2. Doctrina tradicional. Concepto amplio de documento.
Posturas clásicas como la de Soler sostuvieron que es toda atestación
escrita de palabras mediante las cuales un sujeto expresa algo dotado
de significación jurídica[8].
En este mismo sentido, Carlos Creus y Jorge Buonpadre definen al
documento como todo el que con significación de constancia atinente a
una relación jurídica, observa las formas requeridas por el orden jurídico
como presupuesto para asignar valor de acreditación del hecho o acto
que le da vida, modifica o extingue[9].
La jurisprudencia, también en forma mayoritaria, rotula que se entiende
como documento público a aquel que fuera otorgado por un funcionario
público, dentro de sus atribuciones, de conformidad con los recaudos
legales o todo documento que tenga signos de autenticidad oficial
expedido por una persona que es funcionario público actuante en los
límites de su competencia.
Se ha destacado que la evolución del concepto de documento-
instrumento público en el derecho penal parece haberse asentado ahora
en un criterio relativamente pacífico: el carácter público del documento
viene determinado por la esfera en que se produce y por el sujeto u
órgano del cual emana su formación, sea que éste actúe en función de
creador del tenor completo del documento) sea que lo haga en función
de otorgador de autenticidad (como los fedatarios: escribanos,
secretarios judiciales); a ello tiene que unirse -en lo que atañe a la
validez del documento para producir sus efectos- la observancia de las
formalidades legalmente prescriptas para que esté dotado de
autenticidad oficial que los presenta como veraces con una
presunción iuris tantum, que permite oponerlos erga omnes, mientras la
prueba no destruya esa presunción[10].
Esta limitación acerca del concepto de documentos y aquello que puede
ser catalogado o no dentro de dicha categoría, a su vez presenta otros
límites a los que a diferencia de los analizados precedentemente son de
carácter formal, pues para ser considerado dentro del género debe
presentar caracteres y contenidos especiales dados por la norma
jurídica[11].
3. Doctrina moderna. Concepto estricto de documento.
Sin embargo, la definición clásica por ser demasiado genérica no
contempla la exigencia de analizar cuál es el bien jurídico tutelado en
relación a cada instrumento falsificado y dónde el principio de lesividad
encuentra su función protectora de los derechos de los ciudadanos
frente al poder punitivo del Estado.
La crítica se centra en señalar que los conceptos vertidos anteriormente
no brindan el carácter sustancial del género que esta bajo estudio.
La doctrina más actual al respecto, encabezada por Baigún y
Tozzini[12], señala que es documento “todo objeto material con sentido
que contenga aunque sea en apariencia una relación jurídica o una
exposición de actos o hechos y que pueda atribuirse a una acción
humana con tal designio”.
Los citados autores restringen el concepto de documento al señalar, con
acierto, que cada especie de documento tiene un relieve especial y
único acorde al bien jurídico tutelado y su posibilidad de ser puesto en
peligro.
En definitiva, debe tenerse en cuenta que la decisión sobre el carácter
de documento penalmente falsificable dependerá de su inclusión en el
ordenamiento normativo como instrumentación merecedora de fe.
El documento para ser objeto de falsificación se obliga a contener un
tenor, esto es, la expresión del pensamiento de alguien. Lo cual importa
que este pensamiento este realmente expresado en él. Por consiguiente
el dislate escrito, carente de significación no es documento que sea
objeto de falsificaciones documentales.
El documento para serlo típicamente en estos delitos debe tener una
significación jurídica actual o sea tiene que producir o ser capaz de
producir efectos jurídicos ya sea por constituir la prueba de un acto
ocurrido y por medio del cual se haya extinguido obligaciones o
facultades, ya por expresar la voluntad del sujeto otorgante de obligarse
en el futuro o crear derechos u otorgar facultades a otros.
En una postura similar Enrique Bacigalupo[13] señala que un documento
es una declaración corporizada del pensamiento de una persona
destinada y apropiada para probar una relación jurídica que permite
conocer al que la emite.
Este concepto es completado con las funciones que este autor le
adjudica a los documentos. A saber: de perpetuación, probatoria y de
garantía.
La primera de las funciones de documento, perpetuación, consiste en
fijar sobre un soporte determinado la declaración de pensamiento que
por regla implicará el reconocimiento de determinados hechos
relevantes. Esta declaración permite diferenciarlo de otras que no
ofrecen ninguna manifestación del pensamiento, conforme pueden ser
las huellas digitales.
La segunda de las funciones es la llamada probatoria: en el documento
consta una declaración, que no se convierte en veraz sólo por el hecho
que esta documentada. Pues, la documentación fija la declaración pero
no convierte las mentiras en verdades. Entonces, el documento, en
definitiva, sólo prueba que la declaración se ha realizado.
La última de las funciones es la denominada de garantía: la declaración
perpetuada debe poder ser imputada a un sujeto determinado. Sólo
puede existir un documento si prueba contra alguien conocido.
En definitiva como consecuencia de lo expuesto se debe concluir que la
falsedad documental punible debe producir un engaño en el tráfico
jurídico, es decir en aquello que el documento por su esencia debe
probar, lo cual debe poseer un contenido de índole jurídico relevante, en
relación al bien jurídico protegido que es la fe pública.
Precisamente, como adelanto del desarrollo que se efectuará a
posteriori, es justo señalar que en ese aserto confluye la función
jurisdiccional en relación a los delitos de peligro, y es valorar de manera
objetiva la afectación del bien jurídico que se presenta cuando alguno de
los tipos descriptos en éste titulo del Código Penal es puesto en crisis.
Para ello, es que destacamos la calificación de las funciones que acerca
del documento realiza Enrique Bacigalupo. Esta descripción nos brinda
elementos de juicio objetivos a efectos de cumplir con la misión antes
descripta.
Pues, si nos enfrentamos a un documento falsificado que por las propias
características que presente no puede cumplir con las tres funciones que
poseen los documentos nos veremos frente a una conducta atípica.
En definitiva, debemos tener presente que la decisión sobre la esencia
de un documento cuya falsificación merezca reproche penal dependerá
básicamente de la inclusión del mismo dentro de un orden normativo
amplia y comprensivo de las relaciones sociales en las cuales se
desarrolla el individuo como instrumentación merecedora de fe.
Además todo documento debe poseer una significación jurídica actual,
es decir, tiene que ser capaz de producir efectos jurídicos ya por
constituir la prueba de un acto ya ocurrido y por medio del cual se haya
extinguido obligaciones, facultades ya por expresar la voluntad del
sujeto otorgante de obligarse en el futuro, o crear derechos u otorgar
facultades a otro sujeto; por lo que no son documentos, en el sentido de
los tipos penales, lo que –por ejemplo- sólo tienen un valor histórico[14].
4. Instrumento y documento.
Por un lado Creus[15] y DÁlessio[16] sostienen que la ley utiliza el
término instrumento con el mismo significado que documento en razón
que para el Código Penal el documento es el medio por el cual se
instrumenta y representa algo. Con la expresión documento se hace
referencia a la materialidad jurídica del objeto; con la de instrumento a
la función jurídica de él, pero no esencialidades diferentes o
distinguibles.
Por otra parte Baigun y Tozzini[17] sostienen que es incorrecto sostener
que el legislador utilizo a los términos documentos e instrumentos como
sinónimos.
El género son los documentos y los instrumentos tanto públicos como
privados son la especie.
Por otra parte, Donna siguiendo a Bernardo Varela señala la postura
dominante sobre la cuestión, al descartar en primer lugar que
instrumento y documento sean sinónimos, definiendo al primero de los
nombrados con una significación más restringida, siendo una especie de
los documentos, el cual posee un concepto más amplio abarcador de las
relaciones producidas en el ámbito jurídico[18].
III. Diferencia entre documentos públicos y privados.
1. Importancia de la diferenciación
La distinción entre documento público y privado se encuentra en la
figura principal de la falsificación de documentos, es decir en la
establecida en el art. 292 del Código Penal.
El tipo penal reprime al que hiciera en todo o en parte un documento
falso o adulterare uno verdadero de modo que pueda resultar un
perjuicio y pena con prisión de uno a seis años si se trata de un
instrumento público y con prisión de seis meses a dos años si se trata de
instrumento privado.
Sin embargo el texto legal no brinda mayores precisiones acerca de la
diferenciación entre uno y otro. Lo cual, acorde a la escala penal
prevista para el tipo en cuestión es de gran trascendencia.
Como se verá a continuación tanto la doctrina como la jurisprudencia se
preocuparon para hacer manifiesta esta división.
Sin embargo esta caracterización no agota el problema, pues el
momento de la consumación del delito de falsificación de documentos,
para la mayoría de la doctrina y la jurisprudencia, no es el mismo si nos
enfrentamos ante un documento público o privado.
Así la jurisprudencia dominante entendió de forma categórica que la
falsedad del documento público se consuma con la sola adulteración,
mientras que el privado para la consumación requiere su uso[19].
Como se verá, a continuación esta postura no es seguida en este
trabajo, por entender que la misma carece del análisis del principio de
lesividad y representa la aplicación automática de un tipo penal de
peligro sin el obligatorio tamiz jurisdiccional.
2. Documento público.
El carácter público del documento viene determinado por la esfera en
que se produce y por el sujeto u órgano del cual emana su formación,
sea que este actúe en función de creador del tenor completo del
documento o sea que lo haga en función de otorgador de autenticidad
del documento.
La jurisprudencia sostuvo que documentos públicos son aquellos que
con las debidas formalidades legales, autorizan a los oficiales públicos o
quienes sin serlo se hallan legitimados por el derecho vigente para
actuar como tales[20].
El instrumento público se caracteriza por documenta una situación
dotada de toda significación jurídica, sustancial o probatoria, en cuya
formación interviene el Estado por intermedio de uno de sus órganos
competentes, es público por la fe que le es comunicada a ese
instrumento, precisamente por tal intervención.
Es importante destacar que la interpretación del art. 292 del Código
Penal y su relación con el art. 979 del Código Civil, se halla dentro de la
esfera de valor y en consecuencia, su responsabilidad por la distorsión
cabe exclusivamente a los juzgadores.
En este sentido debe tenerse en cuenta que la virtualidad suficiente del
documento para producir la afectación del bien jurídico tutelado, debe
analizarse teniendo en cuenta la apreciación que en el momento puede
efectuar el hombre común que se intenta inducir a error y no la que
puede efectuar un individuo experto, que cuenta con los elementos
adecuados para descubrir sus deficiencias[21].
La doctrina más moderna sobre el tema, encabezada por Baigun y
Tozzini[22] y Edgardo Donna[23] parten de la idea que son instrumentos
públicos conforme a la doctrina civil aquellos que con las formas debidas
autorizan a los oficiales públicos o quienes se hallan legitimados para
actuar en tal condición.
A lo expuesto, el último de los autores citados señaló que a efectos que
el principio de lesividad entre en crisis el documento público debe tener
ciertas condiciones propias: a) que sea autorizado por funcionario
competente, b) que éste obre en el ejercicio de sus funciones y c) que se
otorgue con las formalidades legales[24].
La jurisprudencia entendió que tratándose de la falsificación o
adulteración de documentos públicos el delito se consuma en el
momento en que se cumple la fabricación, adulteración o supresión sin
que sea necesario integrar la figura que la pieza falsificada sea
efectivamente empleada.
En este mismo sentido Creus[25] sostiene que la distinción entre
instrumentos públicos y privados solo se refleja en la medida de la pena
sin otra trascendencia típica.
Lo cual, si bien, como se dijo, es la inclinación mayoritaria hay un sector
de la doctrina más moderna que no coincide con estas postura y
reclama un análisis más profundo de los elementos del tipo objetivo.
A ese respecto en el apartado que se continúa se profundizará la
discusión marcada.
3. Documento privado.
La doctrina más tradicional definió que documento privado es todo aquel
al cual no puede asignársele la categoría de documento público y que
posee como característica asignarle a los mismos efectos jurídicos.
En esta postura, sostiene que documento privado son aquellos que sin
presentar las características de documento público manifiestan un tenor
asignable a un sujeto determinado, con efectos jurídicos, es decir que se
trataría de un concepto residual, todo documento al que no pueda
otorgársele categoría de público sería privado[26].
Sin embargo, esta categorización no es comportadita por toda la
doctrina pues amplia en forma indebida el tipo haciendo ingresar en él
documentos que no son portadores de fe pública.
El instrumento privado requiere para su existencia el comienzo de
ejecución, no pudieron producir perjuicio, ni siquiera potencial.
Siguiendo la categorización efectuada por Baigún y Tozzini[27], señalan
que la ley penal tutela los instrumentos privados conforme a su mayor o
menor contenido en la fe pública y pueden ser agrupados en tres
grandes conjuntos.
El primero de los supuestos, definidos por las características propias de
los instrumentos se detalla una seria reglamentación a efectos que los
terceros puedan tener más confianza en ellos. Son ejemplos los
contenidos formales que el legislador estableció para el cheque, la letra
de cambio, pagarés, testamentos ológrafos.
Estos instrumentos privados son equiparados a los públicos y su escala
penal son más gravosa.
En el segundo de los casos esta definido por las características del
emisor y aparece el art. 295 del C.P. se encuentra el supuesto del
certificado falso expedido por un médico. En este supuesto la escala
penal es la menos gravosa.
En el tercer supuesto son aquellos instrumentos que por alguna de las
condiciones antes mencionadas, condiciones de forma y finalidad o por
las características personales del emisor merecen la tutela penal. En
este supuesto la escala penal es intermedia de aquellas anteriormente
enunciadas.
La falsificación de documento privado se consuma con su utilización,
pues sólo con ella nace la posibilidad de perjuicio. Así siendo que el
documento privado porta la fe pública y es imprescindible que éste haya
comenzado a funcionar, a manifestarse en la esfera de quienes pueden
verse afectados por la relación jurídica que representa.
En este punto hay que ser muy estrictos para que el tipo penal no se
amplíe por fuera de la voluntad de aquellos que la norma penal prevé.
Como corolario a lo señalado, si entendemos que el documento privado
es portador de fe pública, caso contrario su adulteración no estaría
sancionada por la ley penal y la jurisprudencia y doctrina coinciden en
que debe ser objeto de utilización para su penalización. Entonces, si nos
enfrentamos ante un documento público lo mínimo que se debe
reclamar, para su penalización, es la realización de un estudio estricto
del principio de lesividad en relación al tipo penal bajo exposición y
realmente determinar si hubo o no afectación al bien jurídico en cada
caso en concreto.
IV. Bien jurídico. Perjuicio. Delito de peligro abstracto.
1. Doctrina tradicional.
La conducta delictuosa pone en peligro el bien jurídico cuando la
actividad sobre el instrumento logra que cualquiera pueda apreciarlo
como el que autentica y es verdaderamente prueba de la relación
jurídica de que se trate. El carácter del documento, la idoneidad de la
falsificación y la exigencia típica de la posibilidad el perjuicio, forman
unidad en torno al concepto jurídico penal de la fe pública[28].
En este mismo sentido, Fontán Balestra[29] y Soler[30], perseveran al
sostener que el instrumento público falsificado no necesita ser usado
para que el obrar delictivo quede consumado, pero que, en cambio, el
privado sí lo requiere y explica, con este motivo, que el “uso”, como
momento consumativo, es el logro del fin perseguido con la acción de la
falsificación.
Cuando la ley penal reprime la creación de un documento falso o la
adulteración de uno verdadero, no requiere la efectiva producción de un
daño, sino que tan sólo reclama el peligro presunto que pueda resultar
de ella, dado que tal acto tiene como destino su utilización, que, además
de lesionar la fe pública considerada en abstracto, lleva la posibilidad de
perjuicio de cualquier bien jurídico tutelado, que no necesariamente ha
de ser de índole patrimonial.
Esta postura es también adoptaba por Carlos Creus[31], quien en
consonancia con los autores anteriormente citados refiere que como
principio consagrado por la doctrina tradicional, la denominada
externidad de la posibilidad de perjuicio que se plasma en la afirmación
que no se trata de un delito de simple conducta en el que la ley tomó en
consideración, para punir, el peligro que en sí entraña la conducta típica,
sino su trascendencia en una esfera que no se agota en ella. La falsedad
documental no se castiga por el mismo hecho de la falsedad sino porque
ella acarrea peligro para bienes jurídicos distintos de la fe pública.
Este pensamiento tradicional encuentra fundamento al sostener el sólo
hecho de la falsificación importa ya lesión a la fe pública, la exigencia de
la posibilidad de perjuicio, como característica típica común a esas
falsificaciones y a las de los documentos privados, indica que ella debe
situarse más allá del mencionado ataque a la fe pública, afectando la
disponibilidad de otros bienes jurídicos.
La expresión típica de modo que pueda resultar perjuicio significa que
basta con que el perjuicio obre como posibilidad. Cuando él se concreta
en daño con mayor razón se da la caracterización de la tipicidad sin
perjuicio que pueda originarse otro delito que concurra en forma real o
ideal
No se trata de distinguir lo que es perjuicio real de lo que es perjuicio
posible sino de precisar éste último concepto ya que en él radica el
límite mínimo de lo típico. Así el perjuicio potencial sería el apto para
lesionar la fe pública.
La posibilidad de perjuicio tienen que provenir de la falsificación misma
en lo que ella represente para la creación o extinción de derechos y
facultades
El perjuicio exigido para que se verifique la violación a la norma del art.
292 del Código Penal, destaco que en esta figura -y en atención a su
índole de delito social- no se requiere para constituir la falsedad pública
un perjuicio efectivo sino que basta un perjuicio potencial. Este puede
ser de cualquier naturaleza y no necesariamente patrimonial, sin exigir
que con el instrumento se obtengan beneficios[32].
El curso causal del posible perjuicio tiene que integrarse sólo con la
potencialidad que el mismo documento falso posea para engañar y, en
consecuencia, poder perjudicar.
La perjudicialidad típica de la falsedad documental es la que procede del
documento falsificado como representación de lo que no siendo
verdadero se presenta como tal.
Esta postura alcanza su punto determinante al analizar en que momento
se consuma el delito.
Esta corriente tradicional del pensamiento encuentra que el delito, el
caso de los documentos públicos, se consuma con la sola acción de
creación parcial o total o con la adulteración ya que con esos hechos
surge la posibilidad de perjuicio.
Este delito se perfecciona en forma instantánea con la confección del
documento, es decir, cuando reúne las características externas de tal,
no requiriéndose su uso o empleo[33].
Entender que los documentos falsos que no estuviesen destinados a
circular, no ofenden el bien jurídico protegido (la fe pública) es olvidar
que se trata de un delito de peligro abstracto, de daño potencial, por lo
que, cualquiera sea la finalidad con que se extiendan, una vez
entregados a un tercero -aunque sea a la otra parte contratante- o
presentados en juicio, tienen la aptitud delictiva que el tipo y el título
requieren[34].
Si se trata de documentos privados la consumación sólo se puede dar
con su utilización, pues sólo con ella nace la posibilidad de perjuicio,
implica utilización cualquier acto que coloque al documento en situación
que lo haga valer o se lo pueda hacer valer según su finalidad.
Cuando el autor o partícipe de la falsificación, a la vez usa el documento,
no caben dudas de que el art. 292 desplaza al 296 por aplicación de las
reglas del concurso aparente (alternatividad). Ello así, pues el uso
perfecciona o agota un requerimiento típico de la falsedad -la posibilidad
de perjuicio-. De aquí proviene la polémica acerca de si es requisito
inexcusable el uso para la tipicidad, que la jurisprudencia ha resuelto en
sentido afirmativo para los privados y negativo para los públicos, por
aquello de que en esta clase de documentos el bien jurídico ya se
lesiona con la falsedad, aunque no haya uso[35].
La ilegal confección de un documento público constituye un hecho ilícito
autónomo que debe ser perseguido de manera independiente al hecho
que posteriormente se cometiera con el mismo. Esto en razón de que el
momento consumativo de la falsedad de documento público coincide
con su creación e impide que la comisión de un ulterior delito, para el
caso la estafa, pueda interpretarse como constitutivo de un mismo
hecho[36].
Cuando se hace referencia a la falsedad ideológica o histórica o real la
doctrina tradicional sostiene que estamos ante un tipo de delito
concreto, cuya existencia se debe acreditar como tal, se debe demostrar
que la falsedad pone en peligro determinado bien jurídico, pero la
especie de conducta no necesita aquí de la prueba de circunstancias de
realización exterior de ella mismo, porque el peligro puede estar en la
conducta en cuanto insertada en la vida jurídica.
Como se verá a continuación esta doctrina tradicional, no es unánime.
2. Doctrina moderna.
La distinción entre perjuicio potencial y efectivo lo brinda el propio
Código Penal, pues en los arts. 292, 293 y 294, las dos clases de
perjuicios: el potencial y el efectivo están presentes. En cambio, el art
295 exige que de la acción “resulte perjuicio”, es decir, admite sólo al
efectivo.
Sin embargo se debe destacar como elemento de denominador común
en las dos variantes el perjuicio a la fe pública.
La sola falsificación no alcanza jerarquía penal si no logró por lo menos
poner en peligro la relación de disponibilidad representada por el
documento, pero que reside en la relación jurídica que opera en distintas
esferas de lo jurídico
En este sentido Baigún y Tozzini[37] sostienen que el núcleo del
problema interpretativo en la lesión o puesta en peligro de la fe pública.
Los autores señalados proponen un sistema basado en cuatro pautas
objetivas que deben ser analizadas por el juzgador para determinar el
uso jurídico punible de un documento falsificado.
1. el “perjuicio” que ocasiona el documento falsificado ha de ser
estrictamente, a la fe pública.
2. se debe producir la decantación de los instrumentos, de entre los
públicos y privados, que realmente integran el elemento típico
normativo.
3. estos instrumentos son los que están dotados, por la ley, de una
forma y de un destino particulares, que los transforma en especialmente
tutelables.
4. el uso que de ellos debe hacerse, por tanto, no será cualquier empleo
que se dé a cualquier instrumento – de los que si no son públicos, son
privados- sino sólo aquel uso que tienda a provocar el falso juicio en
terceros indeterminados (fe pública), mediante la utilización específica a
que está destinado el instrumento según sus formas esenciales.
Pero a los efectos de configurar el delito, no basta, en nuestro sistema,
como queda dicho, la presencia de un instrumento con las
características que exige el tipo penal, y con aptitud potencial para
lesionar la fe pública si, a la vez, no se lo pone en contacto con la
confianza general, conforme a su destino específico.
En definitiva: no es concebible un daño a la fe pública sin que se haga
algo con el instrumento, sin que se lo utilice.
Caso contrario nos encontraríamos que estamos saltando el límite que el
principio de lesividad , art. 19 de la C.N. nos impone.
En definitiva, el tipo exige que la falsificación se lleve a cabo de manera
que pueda resultar perjuicio, el cual supera al de la fe pública
ampliándolo al honor a la libertad o la propiedad.
La potencialidad de perjuicio como requisito para la adecuación típica de
una conducta en la figura de falsificación, no debe ser interpretada como
la posible inducción a error sólo a personas capacitadas para detectar su
falsedad, pues el bien jurídico protegido por la norma - fe pública- debe
abarcar también a todo tercero que pueda verse afectado por la
utilización del documento[38].
En esta misma línea de pensamiento se enrola Edgardo Donna quien
refiere que si tenemos en cuenta un concepto más moderno de
documento, el cual no es otra cosa que la corporización de una
declaración del pensamiento de una persona y que el bien jurídico es la
seguridad en el tráfico jurídico el perjuicio del cual habla la ley debe
tratarse de un peligro concreto al bien jurídico, de modo que si no esta
afectado el tráfico mediante las funciones de garantía, perpetuación y
prueba, que el documento tienen en su relación con el bien jurídico, la
conducta será atípica[39].
En este punto se debe poner en resalto que la doctrina y jurisprudencia
ha señalado con acierto que la fe pública, como bien jurídico afectado,
es la que terceros indeterminados tienen de manera de poder
relacionarse jurídicamente con el documento por lo que expresa y por
las formas y destinos que le otorgó el estado[40].
En este sentido nos encontramos ante algunos fallos que receptan en
forma favorable la postura sostenida, en los cuales el juicio de tipicidad
fue llevado a cabo de manera restringida en relación al avance del poder
punitivio.
Falsificar un certificado para retirar la boleta de sueldo, no configura el
art. 292 del Código Penal por cuanto al instrumentar simple relaciones
laborales entre partes carece de toda posibilidad de vulnerar a fe
pública[41].
3. Una propuesta superadora.
Va de suyo entonces, en relación a lo expuesto que la clave se
encuentra en analizar debidamente el requisito exigido, en cuanto a que
por esa falsificación pueda resultar un perjuicio.
Para despejar este interrogante he de dejar en claro mi postura frente a
aquellos que consideran que este delito, en tanto se lo caracteriza
como de peligro abstracto, afecta el bien jurídico con su sola realización
puesto que así lo presume el legislador sin más. No hace falta decir que
la postura que se adopte frente a este tipo de delitos tiene directa
implicancia en casos como el que aquí se ventila.
Ha dicho recientemente Cattani que el concepto de bien jurídico denota
directamente al objeto protegido por el sistema penal, por lo que existe
una relación imposible de disolver entre bien jurídico y norma penal, y
que esta última refiere en definitiva qué es lo que quiere protegerse a
través del sistema penal:
ACuando el Estado dicta una norma penal señala también un bien
jurídico protegido. Este bien jurídico es un valor del sistema social
concreto de que se trate. En un Estado social y democrático de derecho
una norma que no tenga una fuente de origen en la protección de un
bien jurídico, carecerá de validez material.”[42]
Se ha dicho, con toda razón, que el bien jurídico es el elemento central
del tipo y la base de su estructura e interpretación[43].
Desde este punto de vista, AYmal puede valorarse la aplicabilidad de
una norma penal a un caso concretoY@ para permitir la posible
evolución del caso hacia la afirmación del injusto penal, AYsin
considerar Bdesde el punto de vista de la ofensividad de la acción- el
bien jurídico protegido [Y] en este sentido, el bien jurídico supone Bcomo
se dijo- un punto de conexión interno, un elemento de enlace entre la
comprensión dogmática y la finalidad político-criminalY@
AEn términos generales, la doctrina penal acepta [Y] que el bien jurídico
rectora la llamada interpretación teleológica, la comprensión del
precepto penal en función del valor social tutelado, de acuerdo a
un paradigma teleológico-racional.[44].
A partir de este punto de partida, debemos razonar con relación a los
denominados delitos de peligro abstracto en general, lo siguiente:
suponer que el Juez está exento de sopesar en el caso concreto la
afectación o no del bien jurídico de que se trata, en razón de que
Bsupuestamente- el legislador, de modo previo y genérico, lo ha hecho
por él, es una inferencia que se encuentra en flagrante contradicción con
el principio republicano de división de poderes, habida cuenta que la
interpretación y adecuación de la norma penal al caso en concreto es
una tarea fundamental inherente al rol de Juez, y por ello, una función
estrictamente ligada a la esfera de su actuación, sustraída del alcance
de los otros poderes estatales.
Señala Zaffaroni, que para caracterizar a los delitos de peligro abstracto,
AYse apela a dos criterios: para unos consisten en tipos en los que el
peligro se presume juris et de jure; para otros se trata de tipos en los
que basta que haya un peligro (o riesgo de riesgo). Ninguno de ambos
criterios es constitucionalmente aceptable. En el derecho penal no se
admiten presunciones juris et de jure que, por definición, sirven para dar
por cierto lo que es falso, o sea, para considerar que hay ofensa cuando
no la hay [Y] Por consiguiente, el análisis de los tipos penales en el
ordenamiento vigente y por imperativo constitucional, debe partir de la
premisa de que sólo hay tipos de lesión y tipos de peligro, y que en
estos últimos siempre debe haber existido una situación de riesgo de
lesión en el mundo real [Y] Por ello, todos los peligros deben ser
valorados ex ante, a condición de que no se trate de una pura
imaginación sin sustento real alguno en el mundo o de una falta de tipo
por inexistencia del bien jurídico[45].
La postura aquí sostenida, y de la cual también es tributario el jurista y
Magistrado precedentemente citado, tiene sus raíces en el Derecho
penal liberal italiano.
Representativo de esa línea de pensamiento es lo que sostiene Ferrajoli
al respecto, en su reconocida y monumental obra, Diritto y
Ragione. Enfatiza este autor, que en los delitos de peligro
abstracto, A[no] se requiere un peligro concreto, como <> que corre un
bien, sino que se presume, en abstracto por la ley; de modo que allí
donde de hecho no concurre, lo que viene a castigarse es la mera
desobediencia o la violación formal de la ley por parte de una acción
inocua en sí misma[46]
Ello guarda relación con el principio de Autilidad penal@, tributario del
pensamiento de la Ilustración, idóneo para justificar la limitación de la
esfera de las prohibiciones penales, tanto en su diseño como en su
interpretación, sólo a las acciones reprobables por sus Aefectos@ lesivos
para terceros, ya sea por la afectación a bienes jurídicos individuales o
bien supraindividuales o comunitarios.
Al respecto, sostiene Ferrajoli que ALa ley penal tiene el deber de
prevenir los más graves costes individuales y sociales representados por
estos efectos lesivos y sólo ellos pueden justificar el coste de penas y
prohibiciones[47]
Y agrega el maestro de Camerino que un principio tan elemental para
nuestro quehacer, como es la separación entre moral y derecho, impone
Ala tolerancia jurídica de toda actitud o comportamiento no lesivo para
terceros[48]
Relacionado con este principio, Ferrajoli desarrolla a continuación otro
principio, que impacta de lleno en la materia aquí en análisis: el principio
de lesividad u ofensividad -nulla necesitas sine iniuria-, esto es, la
exigencia constitucional de que todo resultado en sentido jurídicopenal
(que engloba tanto a los delitos de lesión como a los de peligro), tenga
una naturaleza lesiva en punto a los efectos que produce.
Reproduzco a continuación al autor citado en último término: ALa
absoluta necesidad de las leyes penales [Y] resulta condicionada por la
lesividad para terceros de los hechos prohibidos [Y]. Se trata de un
principio que surge ya de Aristóteles y Epicuro y que es denominador
común a toda la cultura penal ilustrada: de Hobbes, Pufendorf y Locke a
Beccaria, Hommel, Bentham, Pagano y Romagnosi, quienes ven en el
daño causado a terceros las razones, los criterios y la medida de las
prohibiciones y de las penas[49].
Sólo así las prohibiciones, su sentido, interpretación y alcances, Apueden
ser configuradas como instrumentos de minimización de la violencia y
de tutela de los más débiles contra los ataques arbitrarios de los más
fuertes en el marco de una concepción más general del derecho penal
como instrumento de protección de los derechos fundamentales de los
ciudadanos@ (ídem).
El destacado jurista uruguayo Gonzalo Fernández ha afirmado, con
relación a la función dogmática del bien jurídico, que La atribución de
responsabilidad se resuelve en un juicio de disvalor o desaprobación,
para el cual resulta imprescindible constatar la dañosidad social de la
conducta y verificar la lesividad del hecho, de acuerdo al telos
perseguido por la ley penal[50]
En la misma línea de pensamiento se enrola Cattani, para quien todo
delito AYimplica necesariamente la lesión o puesta en peligro de un bien
jurídico. Sin ella el juicio de antijuridicidad es imposible o carece de base
jurídica. En ningún caso el bien jurídico puede limitarse a la mera
protección de normas morales, religiosas o ideológicas. La protección
penal de los bienes jurídicos debe respetar los principios de
fragmentariedad, insignificancia, adecuación social, proporcionalidad,
última ratio, entre otros[51] .
En esa misma línea, cito a Alessandro Valenti, jurista de la Universidad
de Bologna (traduzco a continuación): En realidad, el riesgo de
transformar el delito de peligro abstracto en delito de mera
desobediencia, prescindiendo de la verificación concreta de la ofensa, ha
llevado a señalar la dudosa constitucionalidad de tales supuestos por
contrastar con el principio de lesividad[52].
Con esto no se quiere decir que todos aquellos tipos penales diseñados
por el legislador como delitos de peligro abstracto sean
inconstitucionales per se, sino más bien que lo que resulta teñido de
inconstitucionalidad es aquella interpretación de dichos tipos penales
según la cual no hace falta constatar en sede judicial que el bien jurídico
ha sido puesto ciertamente en peligro conforme a las circunstancias
particulares de modo, tiempo y lugar en los que tuvo lugar el supuesto
de hecho.
En esta misma línea de pensamiento, Valenti sostiene (traduzco): En
estos términos, el principio constitucional de lesividad no implica, por lo
tanto, la prohibición para el legislador de recurrir a delitos de peligro
abstracto, implica tan solo la ilegitimidad constitucional de la eventual
pretensión normativa de absoluta invencibilidad de la presunción
(c.d. iuris et de iure) de peligrosidad[53]
Despejado el punto tratado precedentemente, debemos ahora analizar
entonces se ha afectado al bien jurídico fe pública, con el sentido y
alcance peculiar que el legislador le ha dado a través de la letra de la
figura penal.
En este sentido Horacio Cattani es de esta opinión, ya que sostiene que
AYparte de la función de guía de la interpretación del bien jurídico,
plasmada concretamente en la utilización del método teleológico de
interpretación, llevan a excluir del ámbito de la tipicidad a aquellas
conductas que a pesar de realizar formalmente todos los elementos del
tipo no ponen materialmente en peligro por una u otra razón el bien
jurídico protegidoY@, entre ellas, ya con referencia a nuestra legislación
en materia penal, aquellas AYque excluirían la posibilidad de imputación
objetiva del riesgo típicamente relevanteY[54]
En conclusión, continúa el citado autor, No se pueden incluir en el tipo
aquellas conductas que a pesar de ser formalmente subsumibles en él,
no son creadoras de un riesgo relevante, son socialmente adecuadas o
toleradas, suponen un riesgo insignificante o permitido para el bien
jurídico”[55] [56].
A la luz de lo expuesto, entiendo que se pueden construir pautas de
orientación, a efectos de realizar un análisis valorativo de parte del
operador jurídico cuando se enfrenta al tipo penal en cuestión, cuya
estructura general, también, servirá para los delitos de peligro.
Dichas pautas, que encuentran fundamento en tres grandes conjuntos
conceptuales: a) la definición del concepto de documento válida para el
derecho penal y las funciones que éste reviste, b) la valoración del bien
jurídico, y c) determinación de las pautas punibles.
La definición propia del documento: es función del operador jurídico, en
primer lugar, analizar si nos encontramos frente a un documento, acorde
a las definiciones específicas ya expuestas con anterioridad.
Pues, recordemos que el documento penalmente falsificable dependerá
de su inclusión en el ordenamiento normativo como instrumentación
merecedora de fe.
El documento para ser objeto de falsificación se obliga a contener un
tenor, esto es, la expresión del pensamiento de alguien
A su vez, se debe tener en cuanta si el mismo presenta similitudes en
cuanto a forma y destino, con aquellos expedidos en forma legal o si se
trata de una burda imitación que no puede generar engaño a un
tercero.
En este punto se consigue efectuar el deslinde entre documentos que
revisten el carácter de públicos y aquellos privados, pues los contenidos,
destinos y otorgantes son diferentes.
Luego, dentro de este primer estadio, hay que determinar si el
documento falsificado cumple con las funciones propias de los
documentos legales, como son las de perpetuación, probatoria y
garantía, pues de lo contrario nos enfrentaríamos ante un supuesto de
atipicidad.
La valoración del bien jurídico: se debe efectuar una apreciación entre el
bien jurídico y el sujeto con derecho a amparo con el propósito de
verificar la actualidad de dicha relación.
A su vez hay que notar si nos encontramos frente a una necesidad que
despierta la demanda de la protección.
Entonces, si contamos con un documento falso, el cual cumple con los
requisitos señalados en el apartado procedente, el propósito en este
estadio es determinar, si el mismo posee la virulencia para generar la
necesidad de amparo.
En este sentido Donna en referencia a las funciones del documento
señala que las mismas deben conjugarse con el bien jurídico y concluye
que de allí surge la existencia del perjuicio, que debe ser a alguna de las
tres funciones que se le han dado[57].
Determinación de las pautas punibles: por último, superados los
eslabones señalados, el examen debe centrarse en verificar cuál es el
perjuicio que efectiva y concretamente produce el documento a la fe
pública y dónde éste materializa.
Para ello, la determinación conviene dirigirla mediante el análisis del
objeto, formas y fin específico que posee cada documento del perjuicio
que causa su falsificación.
Una vez, cumplidas los tres eslabones estaremos en condiciones de
afirmar la tipicidad objetiva.
Estas pautas, sólo se pueden considerar como hilos conductores de un
análisis de valorativo de los casos con los cuales se enfrenta el
juzgador.
En este sentido recordemos que: “…el derecho penal- como instrumento
de realización del estado de derecho- debe proveer un sistema
interpretativo limitador del ámbito de acciones típicas: cuanto más
idónea sea una doctrina penal para reducir interpretativamente los tipos
penales, menor será el poder punitivo de selección personal que se
habilite e la sociedad.”[58]
V. Análisis de los tipos en particular a la luz del principio de
lesividad.
1. Falsedad material. Artículo 292 del Código Penal.
El tipo penal bajo análisis describe tres acciones típicas que de
desprenden de la lectura lineal de la letra del Código Penal.
Las tres acciones[59], que se detallan deben recaer sobre la
materialidad del documento.
La primera de ellas consiste en hacer en todo un documento falso, la
segunda lo forma hacer en parte un documento falso y la tercera reside
en la adulterar uno verdadero.
Hacer un documento en un todo falso: consiste en hacer un
procedimiento de imitación que concreta la falsedad al procurar hacer
pasar como auténticamente verdadero lo que no lo es. La imitación tiene
que ser idónea para hacer parecer el documento verdadero el
documento falso; caso contrarios nos encontraríamos frente a un caso
atípico, punto sobre el cual la jurisprudencia es pacífica.
Acorde a la tradicional definición de Carlos Creus la cual fue
recepcionada por la jurisprudencia dominante de nuestros Tribunales,
consiste en atribuir un texto a quien no lo ha otorgado, formar un
documento falso en todo y cada uno de sus signos, en síntesis crearlo de
la nada[60].
En este supuesto no se admite como sujeto activo al propio otorgante,
ya que el documento en sí será siempre genuino, en el sentido en que el
papel dirá lo que el autor ha puesto[61].
Realizar un documento en parte falso significa incluir en el documento
verdadero manifestaciones que su otorgante no formuló, agregándolas a
su texto. Es decir aquí nos encontramos frente al supuesto que ante la
existencia de un documento verdadero se le agregaron falsedades de
cualquier entidad[62].
La tercera de las acciones típicas reside en adulterar un documento
verdadero, lo cual se trasluce en cambiar las manifestaciones sobre
aquello sobre lo cual el documento debe tratar[63].
Esta tercera vía típica constituye una deformación del documento
existente. Se debe partir como presupuesto de la existencia de un
documento válido, el cual es adultero en aquello que el documento debe
acreditar, quitándole de esta manera la efectividad que poseía hasta el
momento previo a la adulteración.
Cuando se adultera un documento se produce el efecto de hacer variar
su tenor o atribuyéndoselo a persona distinta de quien lo ha expresado.
Superada, precedentemente toda discusión acerca de la calidad del
documento, en este tipo penal reviste de singular trascendencia la
idoneidad de la acción típica realizada.
La imitación entendida como toda creación falsa, tiene que ser idónea
como para hacer aparecer como verdadero el documento falso. No es
necesario que sea perfecta sino que debe poseer apariencia de
genuinidad, por lo que es requisitos que los rasgos objetivos del
documento falso y la coherencia de su contenido lo hagan aparecer
como genuino. Resta valoración de idoneidad del instrumento debe
efectuarse por el juzgador teniendo en cuenta lo que el instrumento
falso representa al ciudadano común y no al experto o perito[64].
Sobre este punto la jurisprudencia ha sido unánime, en cuanto a que el
documento debe tener la capacidad de generar engaño a un tercero
imparcial[65],[66]. “
Acorde a las características del tipo penal debe haber de parte del autor
un dolo directo, el autor debe conocer no sólo la falsedad que esta
llevando a cabo sino también la producción del perjuicio a causa de ella.
La afirmación precedente revela su importancia sobre todo en los casos
en los cuales nos enfrentamos frente a un error de tipo, pues, por lógica
consecuencia nos reconduce hacía la absolución del imputado que no
conociera los elementos del tipo objetivo del delito en cuestión.
La faz subjetiva de la figura de falsificación de documentos asienta sobre
el conocimiento de afirmar un hecho falso del cual puede derivar un
perjuicio y en la voluntad de hacerlo no obstante el conocimiento de esa
posibilidad.[67]
Donna con citas de Eusebio Gomez y Ricardo Nuñez refiere sobre el
núcleo del problema que el dolo en este delito no es sólo tener la
intención de hacer un documento falso o adulterado sino además hacer
dicha adulteración o falsificación con la conciencia del daño que ello
puede causar[68].
Cuando el autor o partícipe de la falsificación, a la vez usa el documento,
no caben dudas de que el art. 292 desplaza al 296 por aplicación de las
reglas del concurso aparente (alternatividad). Ello así, pues el uso
perfecciona o agota un requerimiento típico de la falsedad -la posibilidad
de perjuicio-.
Por otra parte debe tenerse en cuenta que es partícipe necesario y no
autor del delito de falsificación de documentos, quien facilita sus datos
personales, sin tener ingerencia en la confección material del
documento apócrifo[69].
Agravantes.
El párrafo segundo del art. 292 del Código Penal eleva la pena de tres a
ocho años si el documento adulterado o falsificado fuera de los
destinados a acreditar la identidad de las personas o la titularidad del
dominio habilitación para circular de vehículos automotores.
- Documentos destinados a acreditar la identidad de las personas: Son
todos los que en razón de leyes nacionales o provinciales prueban la
identidad de las personas, fundamentalmente, el Documento Nacional
de Identidad a los que se equipara los enumerados en el párrafo tercero,
es decir los que a tal fin se diere a los integrantes de las fuerzas
armadas, de seguridad policiales o penitenciarias, las cédulas de
identidad expedidas por autoridad pública competente, las libretas
cívicas o de enrolamiento, los pasaportes, los certificados de parto y
nacimiento.
La falsedad de estos documentos consiste en mostrar de una manera
deformada la identidad de una persona ya sea asignando a alguien la
identidad de otro o concediendo una ficticia[70].
- Documentos destinados a acreditar la titularidad del dominio o
habilitación para circular de vehículos automotores: sobre este punto
Carlos Creus sostiene que como automotor debe entenderse todo
vehiculo de transporte que circule impulsado por motor montado sobre
su estructura empleando energía producida o transformada por ellos de
cualquier especie, quedando excluidos los vehículos que se mueven por
energía natural sin transformarse, aunque posean mecanismos
multiplicadores[71].
Los documentos que acreditan la titularidad del dominio son los
comprendidos en el decreto-ley 6582/58 que expide el Registro Nacional
de la Propiedad Automotor y los documentos que con igual finalidad
pueden expedir otras autoridades competentes según leyes nacionales,
provinciales, reglamentos u ordenanzas.
2. Falsedad ideológica .Artículo 293 del Código Penal.
La falsedad ideológica recae exclusivamente sobre el contenido de
representación del documento, un primer presupuesto del documento
ideológicamente falso es que tiene que tratarse de un documento
auténtico con todos los signos que lo caracterizan como tal y es esa
autenticad lo que se aprovecha para mentir para hacer que contenga las
declaraciones falsas.
La figura, por ende, presupone la existencia de un documento público
materialmente verdadero, al cual no se le introdujo ninguna
modificación, pero que aquello que debe acreditar es mentira.
La falsedad ideológica recae únicamente en los documentos públicos y
no en los de índole privadas pues no existe la posibilidad de decir
verdad entre particulares. La mentira, a lo más, será tema del delito de
estafa, pero nunca de la falsedad documental, salvo que la ley lo
exija[72].
El art. 293 del Código Penal presenta dos posibilidades en cuanto a la
acción desarrollada por el sujeto activo; la primera de ellas lo constituye
el insertar declaración falsas y el segundo hacer insertar.
La conducta de insertar declaraciones falsas se materializa cuando lo
consignado en el documento tiene un sentido jurídico distinto del acto
que realmente ha pasado en presencia del fedatario y que él debió
incluir como verdad de lo que debe dar fe.
Es decir, se incorporar a un documento público declaraciones que no son
verdaderas.
En este supuesto sólo puede ser sujeto activo el funcionario público que
con competencia legal para llevar a cabo un acto incorpora atestaciones
falsas, con aptitud probatoria erga omnes acerca de aquello que el
documento debe probar.
La conducta de hacer insertar declaraciones falsas en un documento
público el que logra que el fedatario incluya en el documento
manifestaciones que no revelan la verdad pasada dando como ocurrido
lo no pasado o como ocurrido de un modo distinto del que sucedió[73].
Este delito se configura cuando en un documento se hacen aparecer
como verdaderos o reales hechos que no han ocurrido, o se hacen
aparecer hechos que han ocurrido de un modo determinado como si
hubiesen ocurrido de otro diferente[74].
La acción de insertar sólo puede hacerla el funcionario público en
cambio en este supuesto necesariamente de be darse la conducta del
que hace insertar y la que inserta en el documento lo que se le pide o
sugiere[75].
En este supuesto el sujeto activo de la acción puede ser cualquier
persona, aquí el funcionario otorgante del documento es utilizado como
un instrumento, pues el autor de la maniobra le esta haciendo insertar
declaraciones falsas que no deberían quedar asentadas en el
documento. Esta acción solo será posible con la presencia de ambos
sujetos, el otorgante que es quien aporta la declaración falsa y el
funcionario público que es quien extiende el documento, es decir el que
inserta la falsa declaración en el instrumento.
Los verbos típicos insertar y hacer insertar no son excluyentes puede
darse la connivencia de todos los que llevan adelante una parte de dicho
actuar.
Para la falsedad documental no basta que se incluya una mentira en el
documento sino que es imprescindible que esa mentira tenga aptitud
para producir perjuicio.
No toda mentira que recaiga sobre un elemento esencial del documento
según su destino importará una conducta típica sino únicamente aquella
que la altere según la característica propia del documento.
Así por ejemplo, la jurisprudencia de la Cámara en lo Criminal y
Correccional Federal de la ciudad de Buenos Aires sostuvo en numerosos
precedentes que la falsedad en las fichas de afiliación a un partido
político constituye el delito previsto por el art. 293 del C.P. cuando en
ella se expresan circunstancias y voluntades que no coinciden con la
realidad.
Sobre este punto es demostrativa la función notarial de certificación
comprende, inexcusablemente, tres aspectos sustanciales que, aunque
diferentes, resultan un hecho indivisible desde el punto de vista penal.
En primer lugar, las firmas deben haber sido puestas en presencia del
escribano quien, además debe dar fe de conocer a los intervinientes, en
segundo lugar, el requerimiento de la certificación debe ser formalizado
simultáneamente en el libro respectivo y por último, el acto debe ser
concretado en la misma fecha y lugar indicados. Consecuentemente,
comete delito de falsedad ideológica el escribano que procedió a
certificar firmas sin verificar las identidades de los otorgantes que el
acto requiere difiriendo las firmas estampadas en los formularios de
transferencia de automotores, con las asentadas en las actas de los
respectivos libros de requerimiento.
Así, es evidente la posibilidad de daño -requisito suficiente de acuerdo
con las exigencias del tipo penal- que no se modifica por la circunstancia
de que los intervinientes no hayan sufrido perjuicio concreto por ese
proceder ni porque las actas notariales reflejen operaciones verdaderas.
Esto es, que sean verdaderas las firmas insertas en los respectivos
formularios de transferencia[76].
El delito de falsedad ideológica, para la doctrina y jurisprudencia
dominante, se consuma cuando el documento público quede
confeccionado como tal, con todos los signos de autenticidad que las
leyes y reglamentos requieren, aunque no se hayan realizado todavía los
actos necesarios para oponerle la prueba por él constituida a terceros,
pues ya desde aquel momento nace la posibilidad de perjuicio[77].
Sin embargo, conforme se señaló precedentemente nuestra postura no
es coincidente con la de la mayoría, pues, sostenemos la necesidad de
un estricto juicio de tipicidad.
El aporte de documentación falsa -certificación policial de residencia y
contrato de promesa de compraventa- que indujo a engaño a un
magistrado para otorgar carta de ciudadanía, constituye el delito de
falsificación ideológica de documento público[78] .
La falsedad ideológica sólo puede darse sobre un documento público y lo
que aquél prueba con efectos jurídicamente propios. Esto significa que
recae exclusivamente sobre el contenido de representación del
documento sin que se modifiquen o ni imiten para anda los signos de
autenticidad, por lo tanto nos encontramos frente a un documento cuya
forma es verdadera, así como sus otorgantes, pero que contiene
declaraciones falsas sobre hechos cuya prueba esta destinado[79].
En este tipo legal se transforma en forma palmaria la necesidad que
exista una posibilidad de perjuicio[80],[81],[82].
Por otra parte, debo señalar que nos enfrentamos frente a un delito
doloso que requiere que el autor tenga conciencia acerca del tipo de
documento en que se introduce la falsedad, de la falsedad misma y de la
posibilidad de perjuicio, así como de la voluntad de realizar la acción
típica.
Respecto de la posibilidad de la tentativa, por un lado la doctrina
tradicional sostiene la imposibilidad de la tentativa de esta figura[83].
Por otro lado, otro sector doctrinal señala que dicho supuesto es viable
cuando la acción es hacer insertar. Para fundamentar tal posición señala
que las constancias que lucen en un documento público no sólo se
insertan a constancias de una simple manifestación sino que muchas
veces supone la existencia de un trámite administrativo previo-
presentación de notas, formularios-. Ello podría valorarse como una
tentativa de este delito y hasta el momento del acto propio del
funcionario público- acción de insertar-habrá posibilidades de
desistir[84].
3. Falsedad por destrucción Artículo 294 del Código Penal.
En este tipo penal la falsedad se constituye por la ocultación de lo
verdadero mediante la desaparición de la fuente de verdad conformada
por el documento que suprime y puede llevarlo a cabo cualquier
persona, incluso el funcionario público que otorgó el documento.
La falsedad por destrucción o supresión puede verificarse tanto en
instrumentos públicos como en privados.
Donna señala que en este tipo penal vuelven a estar en juego las
funciones del documento: de garantía, de perpetuación y probatoria
pues la acción típica consiste en suprimir o destruir, en todo o en parte
un documento. Se suprime el documento por cualquier medio y para ello
hay que tener en cuenta la posibilidad de que el documento cumpla con
alguna de las funciones que le fueron dadas[85].
Destruye un documento quien lo deshace materialmente de cualquier
modo o quien lo inutiliza de cualquier forma, ya sea borrándolo,
tornándolo ilegible. Lo trascendente es que ya no pueda ser utilizado
para aquello que estaba destinado.
En este mismo sentido carecerá de entidad típica la conducta si no logra
impedir que el documento sea empleado oportunamente como medio de
prueba.
En este tipo penal la acción de destruir afecta la verdad a cuya prueba
de existencia esta dedicado el documento, el cual puede ser público o
privado.
En este caso el fin del agente es ocultar la verdad, la supresión del
documento puede hacer creer que lo verdadero es algo distinto de lo
que el documento representa como tal; lo falso se manifestaría en la
imposibilidad de considerar el contenido del documento suprimido
puede generar; la supresión es la vía tendiente a conseguir que no se
acepte como verdadero lo que verdaderamente no lo es y de este modo
el concepto propio de falsedad se introduce en lo típico de la conducta.
Es relevante, que en oportunidad de evaluar esta conducta el juzgador
tenga en cuenta la necesidad de la existencia de perjuicio[86], el cual se
tiene que derivar necesariamente de la afectación, ya sea por
destrucción o supresión que sufrió el documento.
El tipo penal tiene una configuración dolosa y necesita que el autor
actúe con conocimiento no sólo del carácter del documento sino que con
su acción de destrucción yo supresión le esta quitando el valor de
representación y prueba que posee el documento objeto de la maniobra
en cuestión.
Respecto al aspecto subjetivo de estas acciones es exigencia el dolo
directo, que se satisface en primer lugar con el conocimiento por parte
del autor del hecho de que sus acciones supresoras o destructoras
puedan tener un efecto anonadador de la representatividad del
documento y más luego con la voluntad de afrontarlas, teniendo
presente dicha causalidad y su relevancia a los fines de un eventual
perjuicio[87].
4. Falsedad de certificado médico Artículo 295 del Código Penal.
El párrafo primero del art. 295 del C.P. señala que la conducta típica es
la de dar por escrito un certificado falso o sea otorgar un documento en
el que se hace constar una falsedad.
Este tipo penal requiere una calidad especial de autor, es decir sólo
puede cometer el delito quien detenta la profesión de médico.
En esta modalidad el delito exige la concurrencia de un daño efectivo en
la propia persona que se indica en el falso certificado o en un tercero
pero, en cualquier caso el perjuicio debe derivar directamente de la
atestación escrita en el documento. El daño que derive de cualquier otra
circunstancia ajena a la afirmación escrita queda al margen de la
tipicidad, como todo aquel perjuicio que no sea real[88].
Este tipo penal presenta cinco requisitos: a) que el médico expida el
certificado, b) que lo expida por escrito, c) que acredite la existencia
pasada o presente de una enfermedad o lesión, d) que el hecho sea
falso y d) que resulte perjuicio[89].
Se debe dejar a salvo que aquello que la ley sanciona no es el error del
médico sino el hacer el certificado sabiendo de su falsedad.
El certificado debe estar expedido por escrito y en el mismo debe
constar la existencia de una enfermedad que bien no exista o que sea
distinta a la que se expresa.
El tipo penal reclama la efectiva producción de un perjuicio no basta con
que el perjuicio sea potencial
El párrafo segundo del art. 295 del Código Penal refiere que basta que
una persona pueda o sea privada de su libertad a causa de un falso
certificado médico.
Lo primero que hay poner de resalto sobre la segunda parte de este
articulo es que nos enfrentamos a una falsedad ideológica en un
documento privado lo cual constituye una excepción al principio
general.
La figura agravada es un delito de peligro ya que no requiere el efectivo
internamiento sino la posibilidad que este se produzca
| No se trata de cualquier detención sino la referente a la internación de
la persona con orden judicial o sin ella, en un nosocomio.
Se trata de un delito doloso que requiere en supuesto del párrafo
primero conciencia de la falsedad y del perjuicio que con ella se ha de
causar, siendo admisible el dolo eventual.
El caso del párrafo segundo, el médico debe saber que el certificado se
destinará para internar a una persona sana exigiéndole el dolo
directo[90]. Es decir el dolo requiere un plus en el conocimiento y
voluntad, que es la intención de que la falsedad tenga como
consecuencia la detención, en los términos de la norma de una persona
en uno de los establecimientos indicados en el artículo[91].
5. Uso de documento falso. Artículo 296 del Código Penal.
El texto legal tipifica la conducta de hacer uso de un documento o
certificado falso o adulterado.
Conforme explica Donna el delito ha sido sintetizado por Moreno cuando
afirma que sus elementos son los siguientes: a) que el documento sea
falso, b) que se use, c) que el agente conozca su falsedad. El artículo
abarca a los instrumentos públicos, a los privados y a los certificados y
tanto pueden ser falsos como haber sido adulterados[92].
En relación a este tipo penal, se plantea la cuestión de quien puede el
autor del mismo.
La doctrina y la jurisprudencia han coincidido en que sólo puede serlo
una persona distinta al autor de la falsedad.
La falsificación y el uso de cualquier documento sea público o privado
están en una relación de alternatividad; hay un solo delito cuando el
autor y el usuario son una misma persona y cuando es un tercero el que
usa el documento rige el presente articulo.
La descripción utilizada por el legislador de hacer uso reclama el empleo
del documento de acuerdo a su destino específico lo cual importa
hacerlo valer invocando su eficacia jurídica y que ello necesariamente no
requiere la presentación a la autoridad llamada a reconocer esa eficacia
sino que bastará que se haga a cualquier tercero sobre quien ella pueda
incidir.
Con claridad Baigun y Tozzini, poniendo de resalto el bien jurídico
amparado, señalan que el destino que califica el uso esta dado de
antemano por la naturaleza del instrumento y no tanto por el objetivo
del autor. La idoneidad de los documentos para vulnerar la fe pública no
puede ser dada por la simple voluntad o el empleo o las expectativas de
utilidad del hacedor del instrumento o del autor de su adulteración[93].
El peligro de perjuicio o el perjuicio tienen que provenir del modo como
se utilice el documento o certificado, ya que si se los usa de un modo
que no es el que puede originarlos, tales resultados no serían atribuibles
a la conducta del autor.
En el delito de uso de instrumento público falso
lo esencial para la ley penal es que el instrumento resulte
con la apariencia de ser verdadero y que la falsedad sea
presentada con idoneidad para perjudicar[94].
De lo expuesto se deduce que el uso de acuerdo a
la función que tiene el documento se desprende que no
tipifican este delito la simple tenencia del documento
falsificado, ni el hecho de llevarlo consigo, ni aun
mostrarlo con otros fines distintos de lo que tiene[95].
El autor del uso del documento falso o adulterado
debe tener el conocimiento positivo de la falsedad del
documento y la voluntad de usarlo como tal.
Se requiere que lo usado sea un documento público o privado falso o
adulterado, razón por la cual no es necesaria la delictuosidad de la
conducta del falsificador para que el uso sea punible[96].
Cuando el autor o partícipe de la falsificación a la vez usa el documento,
no caben dudas de que el art. 292 desplaza al 296 por aplicación de las
reglas del concurso aparente[97]
Tanto la doctrina como la jurisprudencia son contestes en afirmar que el
uso del documento público adulterado por parte de quien lo falsifica no
puede ser objeto de una doble persecución penal, por cuanto la primera
de estas conductas se encuentra comprendida en la segunda.
Así, la Excma. Cámara Nacional de Casación Penal afirma que aunque el
uso del documento público adulterado no constituya una factor
necesario de consumación del delito de adulteración, no queda tampoco
excluido de él: el uso no hace más que continuar la consumación y, por
consiguiente, se considera que vendría a ser una grosera vulneración
del non bis in idem castigar aquel uso aplicándosele dos figuras
distintas[98].
6. Artículo 297 del Código Penal.
La doctrina explica que la equiparación prevista en el art. 297 del Código
Penal lo es exclusivamente a los fines de las penas, sólo pretende
otorgar a determinados documentos, testamentos ológrafos o cerrados,
las letras de cambio y los títulos de crédito transferibles por endoso o al
portador una protección más intensa, pero de ningún modo se trata de
convertirlos en documentos públicos.
VI Concurso de delitos.
El delito de falsificación de documentos en cualquiera de sus variantes
esta enderezado, por lo general, a llevar a cabo otro tipo penal.
Nadie falsifica, por ejemplo un Documento Nacional de Identidad por el
simple hecho de realizarlo, sino que lo hace con un objetivo posterior
dirigida a obtener, en la mayoría de los casos, un rédito patrimonial.
La jurisprudencia de la C.S.J.N. receptó este hecho, traído del propio
análisis casuístico y se ha pronunciado acerca de la inescinbilidad de la
falsificación de un documento público y de la estafa perpetrada en su
utilización: “Si la utilización o usos de instrumentos espurios habría sido
el ardid que indujo a error al denunciante y motivo su acto de
disposición patrimonial perjudicial, se trata de un caso de pluralidad de
movimientos voluntarios que forman parte de un plan común y forman
una única conducta en los términos del art. 54 del C.P. insusceptible de
ser escindida en la que la adulteración de documentos concurre
idealmente con la estafa posterior con los documentos adulterados ya
que este segundo tipo se cumple como una forma al agotamiento del
primero[99].
Sin perjuicio de lo aquí señalada nuestra historia nos enseña que la
falsificación de documentos concurre en forma ideal con la alteración de
estado civil y de identidad, en concurso ideal con uso de documentos
públicos ideológicamente falsos cuando por ejemplo los hijos de
desaparecidos durante la última dictadura militar (1976-1983) fueron
anotados como hijos legítimos de sus apropiadores.
Este ejemplo se repite a miles en la historia de los Tribunales. La
falsificación de documentos posee siempre, de parte del autor, un
destino ulterior.
Las motivaciones de los autores varían desde una cuestión de meras
conductas menores, mujer que quiere similar menos edad, hasta
cuestiones más graves como las referidas en el párrafo que antecede.
En definitiva, debemos en claro que estamos frente a un medio, la
falsedad o uso de documento falso para lograr otro objetivo de parte del
autor, verificándose de esta manera un concurso ideal[100],[101].
VII. Conclusión.-
A efectos de preservar el principio de lesividad se debe tener particular
cuidado en determinar el objeto de la falsificación de documento,
valorando las conductas traídas a estudios de los Magistrados acorde a
su real objetivo o propósito.
No está de más recordar, que el Derecho penal debe intervenir frente a
aquellos conflictos de mayor gravedad, debe acudir de modo subsidiario
a otras herramientas de solución de conflictos menos lesivas, habida
cuenta de las serias consecuencias que devienen de la imposición de un
castigo en sede penal, y del altísimo valor que se le asigna en un Estado
Constitucional de Derecho, al bien jurídico libertad, que es aquel al que
por lo general apuntan para su privación las conminaciones penales.
Este principio, conocido como ultima ratio, que siempre acompañó al
Derecho penal liberal y sirvió para deslindarlo de aquel otro modelo de
Derecho penal autoritario, permite terminar de advertir cuan lejos
estaríamos si se pretendiese hacer del presente, un caso que deba tener
respuesta punitiva en el sistema penal.
Y cito aquí a la Sala II de la Excma. Cámara del fuero, que tiene dicho al
respecto in re: ARivero@: AYEs que desde el punto de vista legislativo, el
derecho penal liberal es completamente opuesto a un derecho que
conciba el delito como una mera desobediencia, es decir como mera
violación del deber de fidelidad a la potestad estatal, consistente en el
conflicto entre la voluntad rebelde del súbdito y la voluntad omnímoda
del poder. Tal el sistema totalitario en el que se manda o prohíbe bajo
amenaza de pena cualquier cosa. Por el contrario, en el estado
democrático el legislador sólo puede, a través de la ley, castigar
acciones lesivas del bien jurídico@ (c. 9584, resuelta el 21/9/94, reg. N1
11.238).
Esta fe pública, que el legislador valora al tipificar las conductas
descriptas en los arts. 292 y 297 del Código Penal debe ser puesta bajo
análisis acorde a la función jurisdiccional propia de los Magistrados
cuando se enfrentan ante delitos de peligro.
No esta de más recordar que dentro del ámbito de la tipicidad es donde
se hace palmaria la tensión existente entre el derecho penal liberal y el
poder punitivo, el cual siempre pugna por la mayor habilitación de su
ejercicio arbitrario[102].
En este sentido la doctrina, como vimos, aportó valiosas herramientas
de análisis con el propósito de determinar en forma objetiva cuando la
misma es vulnerada.
En definitiva el operador jurídico debe estar preocupado para que la
aplicación de los tipos penales no sea una cuestión mecánica, debiendo
analizar cada uno de ellos a la luz de las garantías constitucionales
propias de un estado democrático de derecho.
[1] Zaffaroni, Eugenio; Plagia, Alejandro, Slokar, Alejandro: “Derecho
Penal. Parte General”. Ed. Ediar. Bs. As. 2003, p. 434/5.
[2] Creus, Carlos; Buonpadre, Jorge Eduardo: “Falsificación de
documentos en general”, Ed. Astrea, 4ta. Edición, Bs. As., 2004 p. 1.
[3] Baigún, David; Tozzini, Carlos: “La falsedad documental en la
jurisprudencia”, Ed, Desalma Bs.As. 1992, p.
[4] Creus, Buompadre, ob. cit. p. 9
[5] Baigun, Tozzini, ob,. cit. pp. 2/5
[6] Donna, Edgardo: “Derecho Penal , Parte especial”, t. IV, Ed. Rubinzal-
Culzoni, Bs. As., 2004, p. 139.
[7] Roxin, Claus: “Tratado de Derecho Penal,,Ed. Civitas, Madrid, 1996,
p. 461
[8] Soler, Sebastián: “Derecho Penal Argentino”, t. V., Ed. Tea, Bs. As.
1992, p. 377
[9] Creus, Carlos, Buonpadre, Jorge: ob. cit. p. 15
[10] ." Cámara Nacional de Casación Penal. Sala: III. Registro n°
560.01.3. Casella, Miguel Angel s/recurso de casación
[11] El fax tenido por el a quo como instrumento público en los términos
del art. 293 del Código Penal, no posee la forma ni el contenido
esenciales para que el derecho permita calificarlo como tal conforme las
previsiones del art. 979 del Código Civil.El telefax, al igual que las
fotocopias, en tanto ni siquiera autenticados, no son documentos ni
sustituyen al original electromagnéticamente impresionado; ni tienen la
fuerza probatoria de que estaría revestido, en su caso, el instrumento
reproducido. Es que un documento público sólo queda perfeccionado
como tal al estamparse las firmas de quienes deben otorgarlo, sin
perjuicio de aquellos otros signos de autenticación que las leyes o los
reglamentos imponen. Cámara Nacional de Casación Penal. Sala:
IV.Registro n° 4548.4. Ibazetta, Tristán Edgardo y Troiani, Héctor Omar
s/recurso de casación.
[12] Baigun, David; Tozzini, Carlos: ob. cit., pp 57/59.
[13] Bacigalupo, Enrique: “Delito de Falsedad documental”, Ed.
Hammurabi, Bs.As. 2002 p. 22
[14] DÁlessio, Andres: “Código Penal Comentado y Anotado” Ed. La Ley,
2006, pp. 977/979.
[15] Creus, Carlos; Buonpadre Jorge: ob. cit. p. 29.
[16] D’Alessio, Andrés: ob. cit. p. 978
[17] Baigun, David; Tozzini, Carlos: ob. cit. p.
[18] Donna, Edgardo: ob. cit. p. 132.
[19] CNCP Sala II causa “Español Mauricio” rta. 11/04/97
[20] causa 15.926, “Minotti” del 2.12.99 de la Sala II de la Excma.
Cámara Nacional en lo Criminal y Correccional Federal, “Gorrieri” del
21.3.96 de la misma Sala, entre otras
[21] CNCCFed Sala II “Pagán” del 6.3.92; “Jara Saavedra” del 1.6.95 y
“Reynoso Dora” del 27.10.98.
[22] ob. cit. p. 71/2
[23] ob. cit. p. 142
[24] Donna, Edgardo: ob. cit. p. 143
[25] ob. cit. 41
[26] Creus Carlos, Buompadre, Jorge, ob. cit. p. 251, Soler Sebastián: ob.
cit. p. 429.
[27] Ob. cit. p. 21
[28] Creus Carlos; Buonpadre Jorge, ob, cit. p. 6
[29] Fontán Palestra, Carlos: “Tratado de derecho penal” Parte especial,
t VII Ed. Abeledo Perrot Bs. As. 1993 p.
[30] ob. cit. p. 425/30
[31] ob. cit. p. 79
[32] Cámara Nacional de Casación Penal. Sala: II. Registro n°
2873.2."Guerra, Jorge Luis s/recurso de casación
[33] CNCP - Sala II Marciales, Juan Osvaldo s/recurso de casación
[34] CNCP - Sala II Calcagno, Juan Carlos y Calcagno, Felipe Roberto
s/recurso de casación, rta. 28/12/95
[35] CCC Fed Sala II causa “De Antoni, Néstor, rta, 7/03/2000
[36] CCC Fed Sala II causa nro. 18.898 caratulada “Rodríguez Laura
sobre procesamiento” rta. 3.9.2002, reg. 20.137. En el mismo sentido
esa Sala en autos “Lagreca Bal, José M. s/apelación” del 12.9.2002, reg.
20189
[37] ob. cit. 281/6
[38] (C.C.C. Fed. Sala I causa nro. 37.230 caratulada “Shekerdemiam
Rubén sobre procesamiento” rta. 7.4.2005, rgo. 263
[39] Donna, Edgardo: ob. cit. p- 153
[40] CNCrim y Correcc Sala III causa “Benitez Carlos A. “rta. 15/04/92
[41] CCCrim y Correc. Sala I causa “Mansilla Carlos” rta. 23/04/96
[42] Cattani, Horacio R., Tóxicos prohibidos y afectación del bien
juridico, publ. en: AAVV, Las drogas, entre el fracaso y los daños de la
prohibición, CEADS-UNR, Rosario, 2003, p. 89, con numerosas citas de
doctrina española y alemana
[43] [43]. Jescheck, Hans-Heinrich: Tratado de Derecho Penal, Ed.
Comares, Granada, 41 Ed., p. 277
[44] Fernández, Gonzalo: El bien jurídico y el sistema del delito, Ed. B de
F, Bs. As., 2004, p. 151
[45] Zaffaroni, E. Raúl - Alagia, Alejandro B Slokar, Alejandro: Tratado de
Derecho Penal, Ed. Ediar, Bs. As., 11 Ed., 2000, pp. 468/9
[46] Ferrajoli, Luigi: Derecho y Razón, Ed. Trotta, Madrid, 1989, p. 479
[47] ob. cit., p. 464/5
[48] ob. cit. p. 465
[49] ob.cit. p. 466; en el mismo sentido, Zaffaroni-Alagia-Slokar, cit., p.
468
[50] ob. cit., p. 152
[51] op. cit., p. 110
[52] Valenti, Alessandro: Principi di materialitá e ofensivita, en:
AA.VV., Introduzione al Sistema Penal, Directores: Gaetano Insolera,
Nicola Mazzacuva, Massimo Pavarini y Marco Zanotti, Vol. I, 21 Ed.,
Giappichelli Editore, Torino, Italia, 1997, p. 272
[53] op. cit., p. 272, subrayado agregado. Hay cita de C. Fiore: il
principio di ofensivitá, en Indice penale, 1994, pp. 275 y ss.
[54] op. cit., p. 108
[55] íd., p. 111
[56] En ocasión de resolver en la causa nro. 17.233/02 del registro del
Juzgado Nacional en lo Criminal y Correccional Federal nro. 3, a mi
cargo, cuyo objeto procesal lo constituía la denuncia formulada por el
Registro Nacional de las Personas en relación a que en fecha 9 de
octubre de 2002 en la emisión del programa Telenoche investiga de
Canal 13 se mostró como la periodista maría Laura Santillán obtuvo en
forma irregular los DNI 10.385.740 y 14.996.445 los cuales utilizó para
obtener una partida de defunción y para entrar y salir del país, con la
intención de demostrar la inseguridad jurídica de la que estarían dotados
los documentos que emite el referido registro. Uno de los DNI estaba a
nombre de María Cristina Lacelotti más conocida como Valeria Lynch
señalé: “Por todo lo expuesto, de conformidad tanto con el plexo
probatorio reunido en la pesquisa, como con los razonamientos fácticos
y jurídicos vertidos supra, hemos de concluir necesariamente en que no
hubo perjuicio alguno en la maniobra traída a estudio en el sentido que
expresa la letra del art. 292, C.P., ni siquiera potencial, esto es, AYel
estado causalmente apto para lesionar la fe pública en que se halla el
instrumento con arreglo tanto a sus condiciones objetivas Bforma y
destino-, como a las que se derivan del contexto de la situación@ (cfr.
Baigún-Tozzini, La Falsedad Documental en la Jurisprudencia, Ed.
Desalma, 21 Ed., 1992, p. 263, subrayado nuestro). Nótese al respecto,
que era posible barruntar aquella posibilidad de perjuicio potencial,
aunque más no sea remotamente, con relación a la persona de cuya
identidad se sirvieron los denunciados para realizar la producción del
programa, dado que se podría afirmar que algún bien jurídico individual
de la titular del documento de marras María Cristina Lancelotti, más
conocida como Valeria Lynch, podía ser puesto en riesgo (su honor, su
propiedad, etc.), pero precisamente por eso, la producción del programa
en cuestión tomó la precaución de ponerla en conocimiento acerca de la
maniobra que se estaba por llevar a cabo, y ésta prestó su conformidad,
a tal punto que accedió a concurrir personalmente al programa que
finalmente se emitiera por Canal 13 sobre el tema ya enunciado, no
verificándose posteriormente la afectación de algún otro bien jurídico
relacionado con otra persona. La exigencia de perjuicio al menos
potencial se encuentra sustentada también por la jurisprudencia
emanada de la Excma. Cámara del Fuero.De esta manera, cebe recordar
lo sostenido por el Superior, al referir que siempre es necesaria para la
afectación del bien jurídico protegido por el tipo penal en cuestión (art.
292, C.P.), que de la falsificación efectuada surja la posibilidad de
perjuicio (C.C.C. Fed. Sala II, 17.6.99, “Huallpa Condori”, Causa 15.540,
Reg. 16.523 bis., con cita del caso “Barrera” del 15.3.94. En el mismo
sentido, la misma Sala, in re: “Callo Veizaga” del 24.6.99). Va de suyo
entonces, que por todo lo hasta aquí puesto de manifiesto, estamos ante
una maniobra que, analizada desde su comienzo (art. 292, C.P.) hasta su
fin (art. 296, C.P.), resulta ser atípica, y en consecuencia, carece de
relevancia en el ámbito penal.
[57] Donna, Edgardo: ob. cit. p. 128
[58] Zaffaroni, Eugenio-Alagia,Alejandro, Slokar, Alejandro: ob. cit. p.
433.
[59] Soler, Sebastián: ob. cit. p434; Fontán Palestra, ob. cit. 564
[60] Creus, Carlos; Buonpadre Jorge ob. cit. p. 55/7
[61] Creus, Carlos; Buonpadre Jorge ob. cit. p. 57; Soler, Sebastián, ob.
cit. p. 211.
[62] Creus, Carlos; Buonpadre Jorge ob. cit. p. 57
[63] Fontan Palestra, ob. cit. p. 565
[64] D’Alessio, Andres. Ob. cit. p. 974
[65] “El Tribunal reitera su doctrina expuesta en autos “Pagán” del
6.3.92; “Jara Saavedra” del 1.6.95 y “Reynoso, Dora” del 27.10.98, por
la que se establece que la virtualidad suficiente del documento para
producir la afectación del bien jurídico tutelado, debe analizarse
teniendo en cuenta la apreciación que en el momento puede efectuar el
hombre común que se intenta inducir a error y no la que puede efectuar
un individuo experto, que cuenta con los elementos adecuados para
descubrir sus deficiencias “ (C.C.C. Fed. Sala II causa nro. 16.402
caratulada “Lema Jorge” rta. 27/04/2000 reg. 17.471)
[66] Si un documento observa en cuanto a su forma y contenido las
características propias de una credencial de forma tal que lleve al
común de la gente a ser engañada a su vista, la falta de firma en nada
afecta a su tipicidad. Del mismo modo, con que el caso se trate de una
fotocopia plastificada, ya que ella intenta aparentar originalidad ( CCC
Fed Sala II causa nro. 18856 caratulada”Sosa Alberto y otro sobre
procesamiento”, rta. 8.10.2002 reg. 20.284)
[67] Cámara Nacional de Casación Penal. Sala : II. Registro n°
6667.2. Capriles Chávez s/recurso de casación
[68] Ob. cit. p. 167
[69] Lleva dicho este Tribunal que es partícipe necesario y no autor del
delito de falsificación de documentos, quien facilita sus datos
personales, sin tener ingerencia en la confección material del
documento apócrifo (C.C.C. Fed. Sala I causa nro. 31.888 “Green Alan”,
rta. 23.6.2000, reg. 560, en concordancia “Lira Arias”, rta. el 11/12/99;
Sala I, “Bonna Estevez”, rta. el 9.4.86; Sala II, c. 5872 “Blumetti”, reg.
6678., entre otros)
[70] D’Alessio, Andres, ob. cit. p 981
[71] Creus, Carlos, Buonpadre, Jorge: ob. cit. p. 424
[72] Donna, Edgardo: ob. cit. p. 221
[73] El artículo 293 del Código de fondo contiene dos tipos legales
perfectamente diferenciados por la calidad del autor y la conducta que
se indica como prohibida. De la conducta de "insertar" declaraciones
falsas en un instrumento público, "... único autor posible resulta, en esta
alternativa, el oficial público predispuesto legalmente para la realización
del acto, pues solamente él está investido de competencia para
incorporar a un documento público atestaciones que obren con aptitud
probatoria erga omnes respecto de la existencia de los hechos que
declara haber cumplido en persona, como de aquellos que certifique
haber pasado en su presencia. La segunda hipótesis delictiva -por la que
el imputado fue condenado en las presentes actuaciones- "... incluye en
la categoría de autor a todo sujeto, distinto del funcionario competente,
que hiciere insertar en el instrumento público declaraciones falsas de
similar tenor y consecuencia que aquellas prohibidas para el emisor
oficial. Una interpretación ligera haría suponer que todo particular
puede, sin restricciones, cometer falsedad ideológica por determinar la
inserción de cualquier manifestación de esa índole en el texto del
documento. Sin embargo, no es así. Como el bien jurídico tutelado es
necesariamente el mismo en los dos supuestos (la fe pública), parece
claro que el otorgante reunirá la calidad típica de autor exclusivamente
cuando la ley equipare sus declaraciones cartularias a las del oficial
público, imponiéndole la obligación jurídica de hacer una manifestación
veraz (Cámara Nacional de Casación Penal. Sala : IV. Registro n°
2641.4. Toledo, Héctor Hugo s/recurso de casación.
[74] CNCP - Sala IV González, Jorge E. s/recurso de casación
[75] D´Alessio, Andrés, ob. cit. 985
[76] Conf. C.C.C. Sala I “Colla de Alassia” del 10.10.86)
[77] Cámara Nacional de Casación Penal. Registro n° 635 caratulada
"Solís, Eduardo Ramón s/recurso de casación
[78] C.C.C. Fed. Sala II causa nro. 16.701 “Monzer Al Kassar, incidente
de nulidad”, rta. 14/11/2000
[79] D’Alessio, Andrés ob. cit. p 986
[80] La inserción, a sabiendas, de datos falsos en un formulario de
solicitud de cédula de identidad de la Policía federal sin que con ello se
consiga la obtención del documento por motivos extraños al autor
configura el delito de falsedad ideológica de documento público en
grado de tentativa.Tal es el caso de quien inserta datos falsos en la
solicitud de un tercero -extranjero- a quien le suministro un documento
nacional de identidad falso (C.C.C. Fed. Sala I causa nro. 37926
caratulada “Da Silva Brun sobre procesamiento” rta. 2.8.2005 , reg.
770).
[81] El hecho consistente en insertar datos falsos en una ficha de
afiliación (persona fallecida) ha sido considerado por el Tribunal, en
otras oportunidades similares, como constitutivas del delito previsto en
el artículo 293 del Código Penal (ver de esta Sala causa n° 18.904
AViglietti@ reg. n° 20.145 del 5/9/2002 y de la Sala I causa n° 35.034
AUbieta@ reg. n° 428 de 27/5/2003,causa n° 36.443 ACesio@ reg. n°
1123 del 2/11/2004, entre otras
[82] El perjuicio que requiere el tipo penal consiste - como en el caso- en
que el fallecimiento de la afiliada no habría podido ser detectado
creándose la posibilidad cierta de que alguien sustituyera su identidad
para participar en ese acto electivo. Se advierte que la ley exige para
que se configure el delito en cuestión la posibilidad de resultar perjuicio
de cualquier naturaleza ( CCC. Fed. Sala II causa nro. 22.808 caratulada
“Podesta Eduardo” rta. 8.9.2005 reg. 24.149.
[83] Creus, Carlos, Buompadre Jorge, ob. cit. p. 431; Nuñez Ricardo, ob.
cit. p. 216.
[84] D’Alessio, Andrés: ob. cit. p. 987.
[85] Donna, Edgardo: ob. cit. p. 246
[86] Donna, Edgardo: ob. cit. p. 248
[87] CNCP - Sala II Jara Saavedra, Luis Lorenzo s/recurso de casación
[88] D’Alessio, Andrés, ob. cit. p. 993
[89] Donna Edgardo,: ob. cit. p. 252 con cita de Moreno Rodolfo.
[90] D’Alessio, Andrés: ob. cit. p. 994
[91] Donna, Edgardo: ob. cit. p. 255
[92] Donna, Edgardo: ob. cit. p. 259
[93] ob. cit. p. 282
[94] CSJN Fallos T. 320 , P. 2435
[95] Donna, Edgardo, ob. cit. p. 261.
[96] D’Alessio, Andrés, ob. cit p. 996
[97] Es pacífica la jurisprudencia de esta Cámara en relación a
queA...Cuando el autor o partícipe de la falsificación de un documento
público a su vez, usa ese documento, no caben dudas de que el artículo
292 desplaza al 296 por aplicación de las reglas del concurso aparente.
Entonces, la falsificación del documento, impide la atribución de su uso
cuando éste se constituyó como el medio comisivo de diversas estafas.
Siendo así, y tramitando el juicio oral respecto de la falsificación del
documento de identidad corresponde la declaración de incompetencia
de la justicia federal para intervenir en las diversas estafas cometidas
contra particulares (C.C.C. Fed. Sala II causa nro. 22.219 rta.
27.1.2005).CCC Fed Sala II causa nro. 19.081 caratulada “Benítez Silvia
sobre procesamiento”, rta. 17.1.2002 reg. 20.620) En similar sentido ver
la Sala II en autos “Marominsky, Marcelo N. s/ procesamiento” del
27.12.2002
[98] Cámara Nacional de Casación Penal .Sala: III. Registro n° 115.01.3.
“Machinandiarena, Daniel José s/recurso de casación”
[99]”(Competencia nro. 1634 XXXIX “Sica Jorge Claudios obre denuncia
por infracción al art. 292 del C.P. 19/08/04
[100] Pero parece, más razonable la hipótesis de un concurso ideal, ya
que mediante una única conducta se lesionan varios tipos penales que
se pueden excluir lógicamente entre sí […] Al respecto, enseña
Jescheck: “El concurso ideal no exige la plena coincidencia de las
acciones requeridas en los tipos concurrentes. Basta, por el contrario, la
‘identidad parcial de las acciones ejecutivas’ en el tipo objetivo de las
leyes penales en concurso (...). Aquí lo decisivo para la delimitación de
los tipos no es su consumación formal, sino su terminación material (...)
Ejemplos (...) Puesto que la falsedad documental sólo se termina
mediante el uso del documento falso, se aprecia concurso ideal con la
estafa (# 263 [StGB]) si el falsificador presenta el documento con ánimo
de engañar...” (conf. “Tratado de Derecho Penal, Parte General”, Ed.
Comares, Granada, 4° Ed., 1993, # 67, II. 2, pág. 659) En este sentido, si
bien la estafa, en la forma en que se llevó a cabo en el presente caso,
conllevaba necesariamente el uso de un DNI ajeno; lo cierto es que no
creo que la defraudación sea uno de esos tipos que implica de por sí y
siempre la utilización de un documento falso, o como en este caso
ajeno; ni que (lo que también podría haber dado la razón a la tesis de la
consunción) el uso de documento destinado a acreditar la identidad
falso implique siempre alguna forma de engaño defrauda torio ( CCC
Sala I causa nro. 33.566 “Ojeda Daniel sobre procesamiento” rta.
13/12/2002)
[101] La presentación de certificados de depósito de plazo fijo falsos- del
Banco de la Nación Argentina- ante la Superintendencia de Seguros de
la Nación, con la finalidad de acreditar la integración de capital mínimo
exigido para poder operar y a los efectos de lograr el levantamiento de
las medidas cautelares que limitaban su actividad comercial, constituye
el delito de defraudación a la administración pública, en concurso ideal
con el delito de falsificación de instrumento privado equiparado a
público ( C.C.C. Fed. Sala II causa nro. 23.567 caratulada “Eurasquin
Juan y otros” rta. 29.8.2006
[102] Zaffaroni, Eugenio-Alagia, Alejandro- Slokar, Alejandro: ob. cit. p.
433/4