1. El uniforme escolar

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1.- El uniforme escolar ( 1 ) Imitando a mi bandera me voy a la escuela de blanco y azul. Ruben Lena Niños de escuelas públicas con túnica blanca y moña azul. Puede parecer algo habitual, natural. No lo es. Uruguay, Argentina, Chile, Italia y Cuba son los únicos países que obligan a usar uniforme a los alumnos de las escuelas públicas. Estas fotos fueron tomadas de un afiche del Museo Pedagógico. Muestra niños “tipicos de la Escuela Pública de nuestro país”, entre los años 1900 y 1910 posando en auspicio de los “modernos” (e higiénicos) bebederos que alguna empresa pretendía vender al Estado. La túnica no era obligatoria aún. ( 1 ) Fue publicada en la revista Caras y caretas del 24 de agosto de 2006 con el título “Mitos de la escuela pública. De blanco y azul.”.

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1.- El uniforme escolar (1)

Imitando a mi bandera me voy a la escuela de blanco y azul. Ruben Lena

Niños de escuelas públicas con túnica blanca y moña azul. Puede parecer algo habitual, natural. No lo es.

Uruguay, Argentina, Chile, Italia y Cuba son los únicos países que obligan a usar uniforme a los alumnos de las escuelas públicas.

Estas fotos fueron tomadas de un afiche del Museo Pedagógico. Muestra niños “tipicos de la Escuela Pública de nuestro país”, entre los años 1900 y 1910 posando en auspicio de los “modernos” (e higiénicos) bebederos

que alguna empresa pretendía vender al Estado. La túnica no era obligatoria aún.

(1) Fue publicada en la revista Caras y caretas del 24 de agosto de 2006 con el título “Mitos de la escuela pública . De blanco y azul.”.

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La utilización de esta vestimenta es “reciente” (también la que, obligatoriamente, debe usar el maestro). No proviene de la época vareliana aunque está imbuida de sus principios. Se inscribe en el período histórico de nuestro país que Barrán cataloga como “el disciplinamiento” (Historia de la sensibilidad en el Uruguay.).

Veamos la génesis. La primera resolución respecto a la “vestimenta de los escolares” (de la Dirección General

de Instrucción Pública) es del 6 de febrero de 1910: “se establece –sin carácter obligatorio- que los alumnos de las Escuelas Públicas usen túnica durante las horas de clase”. Se adjunta a esa resolución, un informe del Cuerpo Médico Escolar que señala: “...el uso de túnicas se ha establecido ya en nuestro país, con excelentes resultados, en Establecimientos públicos y privados, -como los Asilos maternales y el de Expósitos, y el Seminario Conciliar-,...”

“Foucault situó a las sociedades disciplinarias en los siglos XVII y XIX: estas sociedades alcanzan su apogeo a principios del XX y proceden a la organización de los grandes espacios de encierro. El individuo no deja de pasar de un espacio cerrado a otro, cada uno con sus leyes: primero la familia, después la escuela (“acá ya no estás en tu casa”), después el cuartel (“acá ya no estás en la escuela”), después la fábrica, de tanto en tanto el hospital, y eventualmente la prisión, que es el lugar de encierro por excelencia.” Gilles Deleuze. Pourparlers. 1990. En cada uno de estos “espacios”, un mecanismo disciplinario (agregamos) “implica”, “supone”, “lleva consigo” un uniforme especial.

En los fundamentos de esta resolución, el Dr. Abel Pérez relata que otro colega “había

tenido ocasión de ver en las escuelas alemanas una costumbre que consideraba sumamente útil e higiénica para los alumnos”. “Esta costumbre (dice el Dr. Abel Pérez) tiene ventajas evidentes:

1º De carácter higiénico: Limitan el contagio de enfermedades infecciosas... La tela de la túnica mencionada sirve de aislador...” (Los subrayados fueron hechos por mí)

La utilización de “razones médicas” para los intentos disciplinarios en la sociedad uruguaya de principios del siglo XX ha sido analizada por Barrán. Las “recomendaciones médicas” persisten y aún se hacen más fuertes en nuestros días en el intento de disciplinamientos de los individuos y los grupos. Foucault señalaría el entrecruzamiento de los poderes disciplinarios en los diferentes ámbitos donde éstos se ejercen, reforzándose. Barrán, analizando este período señala: ‘La “limpieza” era la traducción burguesa y popular de la asepsia médica y ésta, la medicalización del afán burgués de dominar las pulsiones. La esencia de la “limpieza” y el “orden”, de la “prolijidad” en una palabra, era el disciplinamiento del cuerpo, el ocultamiento de sus olores y sus sudoraciones cuando no de su anulación; una manera “civilizada” de volver a obtener la vieja “pureza” medieval.’

“2º De carácter doméstico: El uso de la túnica oculta las deficiencias de las ropas en los niños procedentes de los hogares menos afortunados...” Este argumento es el más utilizado aún para justificar el uso de esta prenda. Como lo dice expresamente el texto, el uso de túnica no iguala: tapa las diferencias. No va a lo profundo, se queda en la apariencia. Estamos en el período de apogeo del batllismo (de José Batlle y Ordoñez) cuya consigna es la “atenuación de la explotación”, no su eliminación.

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“Los diversos factores ideológicos que convergen en el batllismo se reúnen en un núcleo fundamental cuyas coordenadas básicas son el humanismo burgués, el racionalismo, la fe en el progreso lineal e indefinido y un tácito sentido utilitario y materialista. Se tenía la certeza de un progreso ininterrumpido, en cuyo desenvolvimiento el ejercicio de la razón, las luces del conocimiento y la presencia de la nueva moral cívica soslayarían los trágicos antagonismos que ensombrecieron al siglo pasado y nos eximirían de crisis y catástrofes. El batllismo hizo posible la transición pacífica del régimen oligárquico-patricio del Siglo XIX a la democracia liberal burguesa del Siglo XX, encauzando (y apaciguando) a todos los gérmenes del inconformismo revolucionario.” Roberto Ares Pons. Uruguay ¿provincia o nación? 1967.

“3º De carácter pedagógico: La túnica, en su uniformidad, permite obtener una igualdad

completa ante los alumnos, haciendo cesar así los inconvenientes de las desigualdades sociales en la Escuela, tan perniciosas para sus verdaderos fines en los países democráticos.”

Nuevamente aparece el objetivo que trata de ocultar: uniformación, normalización, en fin, disciplinamiento.

“Pequeños ardides dotados de un gran poder de difusión, acondicionamientos sutiles, de apariencia inocente, pero en extremo sospechosos, dispositivos que obedecen a inconfesables economías, o que persiguen coerciones sin grandeza, son ellos, sin embargo, los que han provocado la imposición del régimen disciplinario de la época contemporánea. La disciplina es una anatomía política del detalle.” Michel Foucault. Vigilar y castigar. El nacimiento de la prisión. 1975.

Un grupo de alumnos de la “Escuela al aire libre” en la mañana del 19 de abril de 1916; escuchan absortos la voz de Juan Zorrilla de San Martín, recitando desde el fonógrafo las estrofas de La Leyenda

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Patria. La eclosión patriótica del Centenario debió calar hondo en los escolares de entonces, protagonistas y destinatarios principalísimos de todos los actos y conmemoraciones. ¿Cuánto de sus vidas futuras fue modelado o influido de manera decisiva en aquellos años de exaltación nacionalista?

La foto y el texto (que se mantuvo) pertenecen al libro “Lo privado y lo público de Gerando Caetano. Ciudadanía, nación y vida privada en el Uruguay”. En la foto, de 1916,se aprecia que el uso de la túnica para los alumnos era generalizado. No se ven moñas. Las maestras aparecen sin túnicas.

Durante toda esa década hubo un espectacular avance en la utilización de la túnica y en

muchas escuelas fue una exigencia. El 13 de mayo de 1920, se dicta una Circular, que reconoce implícitamente el uso habitual de esta vestimenta.

“Queda prohibido a los Maestros y Ayudantes obligar a sus alumnos a que concurran a la Escuela vestidos de tal o cual manera, con corbatas de tal o cual color”, a lo que se agrega “o con cintas en el cabello, de color determinado con exclusión de todos los demás.”

No tuvo éxito. Cuatro años más tarde, el 17 de setiembre de 1924, el Consejo Nacional de Enseñanza

Primaria y Normal, estableciendo lo que ya era un hecho, resuelve: “Establécese que los alumnos de las escuelas públicas usen durante las horas de clase un uniforme o simple túnica”. No se especifica el color de esa túnica ni se determina el uso de moña. Las fotos posteriores a esta fecha nos muestran, uniformemente, niños de túnica de color blanco y con moña. El “espíritu igualador” de los maestros y directores superaba al de las autoridades.

Son de esta época también, las “distinciones” sexistas: túnica con botones adelante para los

varones, “prendida” atrás con botones y cintas para las niñas. Esta diferencia se mantiene, con pequeñas variantes, hasta hoy.

Debemos esperar hasta el 6 de junio de 1950 para una nueva resolución sobre el tema: los

guardas de la Administración Municipal de Transportes Colectivos de Montevideo, AMDET (seguramente también los de CUTCSA) tenían “inconvenientes de fiscalización” con los niños que usan el “Boleto escolar”. A los niños de las escuelas públicas que debían tomar ómnibus, se les entregaban dos boletos que les servían para viajar sin pagar. “Esa dificultad consiste en que los escolares no usan uniformemente moñas de un mismo color, notando que alguna escuela las usa con lunares blancos y rojos, otras negra, etc.” Algunos niños de colegios privados o que no asistían a las escuelas públicas hacían uso (sin corresponderles) del “transporte gratuito”.

Se resuelve entonces: “...no habría impedimento para que se llegara a la uniformidad en el color de ese

distintivo, como ya se generalizó en el color de la tela empleada en las túnicas, lo cual vendría a constituir un símbolo de nuestro imperativo democrático.”

Como vemos, este “imperativo democrático” proviene de la dificultad comercial de las empresas de transporte montevideanas que cobraban a Primaria el importe de los boletos recibidos (las disposiciones más prosaicas pueden también “vestirse” con los más absurdos y hasta líricos fundamentos).

“...dispónese que...todos los alumnos de las escuelas primarias públicas del país usen como distintivo la túnica blanca y moña azul marino.” En 1964 el Consejo Nacional de Enseñanza Primaria y Normal hace una concesión: resuelve “...permitir que los alumnos varones de quinto y sexto año sustituyan la moña azul marino por corbata azul marino”, esgrimiendo otro también absurdo fundamento al agregar al texto: “en

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aquellos casos en que por su físico y razones estéticas derivadas de tal hecho esa sustitución sea aconsejable.”(¿?)

En 1973, la dictadura cívico-militar intenta uniformizar hasta las cabezas (¿o eso es siempre?): nada de corbatitas, nada de túnicas de colores para los maestros: todo blanco (hasta los árboles) y a lo sumo blanco y azul.

Se creó en este período un “Departamento de Uniformización” dependiente del dictador de turno, con disposiciones de carácter prescriptivo. Recordemos, por ejemplo, a las estudiantes magisteriales de pollera, con túnica (blanca, claro) y maquilladas obligatoriamente en el Instituto Normal. El uso de la túnica blanca es obligatorio aún para los maestros. La resolución de la dictadura que así lo dispuso continúa vigente (Bol.190, as. 31. del 27/10/76. Túnica blanca: Obligatoriedad a Docentes y Estudiantes.) Muchos maestros, con valentía y dignidad, en acto conciente de desobediencia violan esta resolución.

Los “aires democráticos”, desde 1985, no han despejado aún las brumas heredadas de la

dictadura. Muchos más años de opresión están en el debe. La tarea está pendiente.

-Ya no seremos más los expósitos de la patria, los huérfanos de Dios en el reino de

la sed y la intemperie, los exiliados en nuestra propia tierra. Seremos otros, señoras y señores, seremos grandes y felices.

Eran las fórmulas de su circo. Mientras hablaba, sus ayudantes echaban al aire puñados de pajaritas de papel, y los falsos animales cobraban vida, revoloteaban sobre la tribuna de tablas y se iban por el mar. Al mismo tiempo, otros sacaban de los furgones unos árboles de teatro con hojas de fieltro y los sembraban a espaldas de la multitud en el suelo de salitre. Por último armaron una fachada de cartón con casas fingidas de ladrillos rojos y ventanas de vidrio, y taparon con ella los ranchos miserables de la vida real. Gabriel García Márquez (Muerte constante más allá del amor)