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    Bajo Tierra Ediciones (México) Facebook: Bajo Tierra [email protected]

    * * *La Fogata Editorial (Colombia)

    [email protected]

    Esta publicación es apoyada con recursos de la Fundación Rosa Luxemburgo (FRL) con fondos del Ministerio Federal de Cooperación Económica y Desarrollo de Alemania (BMZ). El contenido de la publicación es responsabilidad exclusiva del autor, y no reeja

    necesariamente una posición de la FRL.

    Edición digital libre y gratuita

    Imagen de tapa: Xilograa de la campaña gráca Vivas Nos Queremos (Argentina)

    Ilustraciones: Oscar González (Guache)

    Traducción del Prólogo de Silvia Federici: Mabel waites Rey

    Diseño interior: Editorial Quimantú

    Diseño de tapa: Alejandra Andreone

    Esta edición se realiza bajo la licencia de uso creativo compartido o Creative Commons. Está permitida la copia, distribución, exhibición y utilización de la obra bajo las siguientes condiciones:

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    Editorial El Colectivo (Argentina) www.editorialelcolectivo.com

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    * * * Editorial Quimantú (Chile)

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    Rosa Luxemburgo y la reinvención de la política. Una lectura desde América LatinaHernán Ouviña

    210 páginas

    2da edición - Mayo 2020

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    Rosa Luxemburgoy la reinvención de la política

    Una lectura desde América Latina

    Hernán Ouviña

    Mayo de 2020

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    A mi viejo, laburante autodidacta, que de pequeño me convidó la pasión por la lectura

    y me relató por primera vez las peripecias de Rosa

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    Índice

    A modo de Introducción 13(o por qué no todo es color de Rosa)

    Rosa Luxemburgo (1871-1919)Breve cronología

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    Nuestro secreto compromiso de encuentro 24

    CAPÍTULO 1 33Una vida signada por múltiples opresiones e innitas ansias de libertad

    CAPÍTULO 2 49Conocer el capitalismo para poder combatirlo

    CAPÍTULO 3 81Protagonismo popular y organización revolucionaria

    CAPÍTULO 4 103Formación política y disputa cultural para la emancipación

    CAPÍTULO 5 123Estado, lucha de clases y política pregurativa. De la dialéctica reforma-revolución al ejercicio de una democracia socialista

    Índice

    Prólogo. Por Silvia Federici 9

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    CAPÍTULO 6 151Mujeres, pueblos indígenas y naturaleza en la reproducción de la vida

    CAPÍTULO 7 179Revitalizar el internacionalismo desde la diversidad

    Epílogo 192Apostar por la revolución ¡Socialismo o barbarie!

    PosfácioLa Rosa del Sur

    197

    Bibliografía 201Obras de Rosa Luxemburgo 201Obras sobre Rosa Luxemburgo 202Obras en general 204

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    prólogo

    Por Silvia Federici*

    El homenaje de Hernán Ouviña a Rosa Luxemburgo es un ejemplo poderoso de cómo nuestra lectura del pasado se torna viva cuando está motivada por pregun-tas, luchas y preocupaciones del presente. Se ha escrito mucho sobre Luxembur-go. No obstante, en un texto animado por una profunda empatía por su obra y trabajo, Ouviña nos da una mirada fresca que muestra la relevancia de las teorías de Luxemburgo para la nueva generación de activistas para quienes el libro fue pensado, así como la afinidad de sus propuestas políticas con las aspiraciones que caracterizan las luchas populares en América Latina en los tiempos recien-tes. Uno de los méritos del libro reside en que, al repensar la vida y la obra de Luxemburgo, Ouviña nunca pierde de vista a sus lectores, que hoy se extienden a través de un amplio espectro de movimientos feministas, ecológicos e indígenas, que crecientemente están construyendo terrenos comunes y tomando las calles en una nueva ola de luchas insurreccionales. Su propósito es mostrar que en

    * profesora, escritora y activista feminista. Nació en Italia y se radicó en EE. UU. desde 1967. Es autora, entre otros textos, de Calibán y la bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación originaria, traducido a numerosas lenguas.

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    Luxemburgo pueden encontrar una “camarada de armas”, en cuya lucha pueden reconocer la propia.

    Es con ese objetivo en mente que Ouviña reconstruye la trayectoria política de Luxemburgo y revisita una serie de problemas que por mucho tiempo han agobia-do y dividido a generaciones de activistas: su concepción de la relación entre es-pontaneidad y organización, su crítica de la centralización organizativa propuesta por el Lenin del Qué hacer, su apoyo a las políticas revolucionarias contra las ten-dencias reformistas promovidas por Eduard Bernstein en la Segunda Internacio-nal, y su internacionalismo. Ouviña retorna a estas cuestiones en un conjunto de capítulos que cuidadosamente reconstruyen el contexto de involucramiento teó-rico y político de Luxemburgo, al mismo tiempo que corrige las interpretaciones erradas más comunes de las posiciones que ella asumió en los debates generados dentro de la Segunda Internacional y del naciente bolchevismo.

    Él argumenta, por ejemplo, contra la frecuente caracterización de Luxembur-go como “espontaneísta”, que el objetivo de Luxemburgo no era denostar la or-ganización sino alertar sobre su degeneración en profesionalismo político, ya que concebía, por su confianza en la creatividad de las masas, a la organización como un proceso. Remarcablemente, en este caso, como en todas las discusio-nes sobre el trabajo de Luxemburgo, Ouviña no sólo examina sus teorías, sino que las pone a prueba a través de una constante comparación con su práctica política. Muy recomendable es el estilo pedagógico de su presentación, que está explícitamente organizado como una suerte de diálogo con el lector, con cons-tantes referencias al contexto histórico, como una lección a ser aprendida para las tareas políticas actuales.

    Más aún, la principal contribución del libro es la atención que Ouviña le otor-ga a los intereses de Luxemburgo en torno a temas que la ortodoxia marxista ignoró o marginalizó, pero que ahora están a la cabeza del pensamiento y la acción radicales.

    Como Ouviña reconoce, es materia de debate si Luxemburgo puede ser con-siderada una feminista en el sentido contemporáneo del término, ya que ella nunca miró al capitalismo y a la actividad revolucionaria desde una “perspectiva de la mujer”, y siempre priorizó el punto de vista de la clase como perspectiva to-

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    talizadora y no afectada por cuestiones de género y raza. Al mismo tiempo, Ou-viña muestra que su vida era un feminismo en acción, que rechazaba las formas y las normas de conducta –vigentes también en círculos radicales– que podrían exigirle que, como mujer, guardara su lugar y se inclinara ante sus camaradas varones, una regla que ella permanentemente violaba, en política tanto como en el amor. Debe agregarse que, mientras nunca se llamó a sí misma feminista, Luxemburgo ha inspirado a activistas y teóricas feministas, como Maria Mies y Claudia von Werlhof –fundadoras de la escuela Bielefeld– que a partir de su re-conocimiento de la colonialidad estructural del capitalismo, han teorizado sobre la subyacente continuidad entre colonización y el sometimiento de las “amas de casa”, expresiones ambas de la necesidad del capitalismo de expandirse, incorpo-rando áreas aún no reducidas a la dominación del mercado. Como Mies escribió en su Patriarcado y acumulación a escala mundial:

    lo que [Rosa Luxemburgo] nos ayudó a desarrollar, de cara a nuestro análisis fe-minista del trabajo de las mujeres en todo el planeta, fue una perspectiva que iba más allá del limitado horizonte de las sociedades industrializadas y de las amas de casa de esos países. Ayudó además a trascender teóricamente las diferentes divisiones artificiales creadas por el capital, en particular la división sexual del trabajo y la división internacional del trabajo, gracias a las cuales se invisibilizan estas áreas, explotadas en las relaciones de trabajo no asalariadas y en las que las normas y las regulaciones relativas al trabajo asalariado quedan suspendidas (Mies, 2019: 91).

    Mientras el feminismo de Rosa Luxemburgo puede ser puesto en cuestión, no así se puede desconocer su profundo amor por la naturaleza, como se ex-presa en la pasión por la botánica que mantuvo durante sus muchos días en prisión, donde recolectaba especies de plantas y flores que podrían haber con-formado un verdadero herbario. Aquí otra vez Ouviña identifica su conexión política e ideológica con la cosmovisión y la lucha de los pueblos indígenas, así como el crecimiento de la preocupación de las y los jóvenes de hoy por la devastación producida por el desarrollo capitalista que está consumiendo actualmente el planeta. Igualmente fuerte, como Ouviña muestra, fue su amor por los animales, como se evidenció en una carta que le envió a una amiga, describiendo su dolor y horror al ver a un búfalo cruelmente abatido por un soldado en el patio de la cárcel. “¡Mi pobre búfalo, mi pobre y querido her-

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    mano! Estamos aquí, tu y yo, débiles y silenciosos, unidos por nuestro dolor”, escribió Luxemburgo, y nosotros, que ahora leemos sus palabras, debemos agradecerle a Ouviña por incluir en el texto esta carta y tantas otras que ella le envió a amigas y amores, y que nos hacen escuchar su voz, ver su generoso carácter y su profunda pasión por la justicia.

    Tal como poderosamente demuestra este libro, el asesinato de Rosa Luxem-burgo no logró su objetivo. Ella no fue silenciada. Más que eso. Como Ouviña señala, mientras muchos marxistas han caído en la total oscuridad, su visión política –sobre todo, su anticolonialismo y anticapitalismo– son más relevantes que nunca. No sólo autores tan diversos como Maria Mies y David Harvey, entre otros, han sido influenciados por su trabajo. Su predicción sobre la inevitable expansión planetaria del desarrollo capitalista ha sido totalmente verificada, así como su confianza en la capacidad de las y los explotados para movilizarse e inventar nuevas prácticas políticas para bloquear esta expansión.

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    A modo de Introducción(o por qué no todo es color de Rosa)

    La conmemoración de los 100 años del asesinato de Rosa Luxemburgo en ene-ro de 2019 fue una excelente oportunidad para traer al presente su figura y su obra como marxista y revolucionaria que supo realizar notables aportes para repensar los proyectos emancipatorios, desde una perspectiva no dogmática y resaltando la centralidad del protagonismo popular en la construcción de un proyecto de carácter socialista. Su internacionalismo militante resulta suma-mente vigente en la actualidad, ya que brinda pistas para entender las comple-jidades de territorios heterogéneos y plurinacionales, tanto en Europa como en América Latina, y también para reimpulsar la solidaridad y el hermanamiento entre los pueblos y los/las trabajadores/as, y contrarrestar el avance de la xeno-fobia y el odio racial en gran parte del mundo.

    Asimismo, la atención puesta en las comunidades campesinas e indígenas como sujetos que resisten a la voraz expansión y avasallamiento del capitalismo en las periferias del Sur global hoy resurge con más vitalidad que nunca, en un contexto signado por la acumulación por despojo y el intento de privatización y saqueo de los bienes comunes. Ello sin desatender, por supuesto, su propuesta de reivindicar la necesidad de la organización social y política de las y los explo-tados y oprimidos, aunque tomando distancia de los formatos más anquilosados y burocráticos, siempre en diálogo fraterno y mutua retroalimentación con la

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    espontaneidad de masas. Esa misma que, al calor de huelgas políticas, lucha de barricadas y levantamientos populares, ha despuntado durante 2019 en las calles de Ecuador, Haití, Chile y Colombia.

    por último, la importancia que Rosa supo dar a la lucha cultural y educativa, a la defensa de los derechos y la autodeterminación de las mujeres, así como su intento de amalgamar socialismo y democracia desde una óptica de impug-nación de toda lógica autoritaria, configuran de conjunto un faro de referencia ineludible para el crisol de movimientos populares, colectivos feministas, de co-municación alternativa y de educación liberadora, plataformas de articulación, sindicatos clasistas, espacios comunitarios y organizaciones de izquierda que luchan por una sociedad radicalmente opuesta a la que vivimos.

    América Latina es para nosotros/as una inmensa escuela a cielo abierto, habi-tada por pueblos tan mágicos como valientes, que resisten a la violencia, la ex-plotación y el saqueo sin dejar de ensayar en paralelo y con alegre rebeldía pro-puestas de autogobierno, poder popular y vida digna en sus territorios. Como es sabido, este continente ha sido precursor tanto en la génesis e implementación del neoliberalismo, como en el surgimiento de resistencias y alternativas frente a él. pertenecemos a una generación que dio sus primeros pasos militantes y de lucha en la larga noche neoliberal de los años noventa, para la cual los levanta-mientos indígenas en Ecuador, el alzamiento del ELZN el 1 de enero de 1994 en Chiapas, la guerra del agua y del gas en Bolivia y el 19 y 20 de diciembre de 2001 en Argentina, así como un sinfin de rebeliones y procesos políticos desplegados en los años posteriores, constituyeron un alma matinal, referencia fundante de una nueva subjetividad y forma de pensar-hacer política, que le vino a aguar la fiesta a quienes pregonaban por aquellos tiempos sombríos el “fin de la historia”.

    Este espíritu insumiso late y se enciende actualmente tanto en ámbitos rurales como urbano-populares, al calor de construcciones de base, asambleas comuni-tarias, procesos de deliberación y movilizaciones de lo más diversas, que en sus abigarradas regiones siembran, tejen y cultivan alternativas a contramano de los malos gobiernos y el extractivismo. Es, sobre todo, la rebeldía que han forjado y edifican en común esos y esas innombrables, aquellos/as activistas anónimos/as, intelectuales orgánicos/as, grupos, organizaciones y movimientos subterráneos

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    que se encuentran —según la bella expresión de Rodolfo Walsh— amenaza-dos/as de insignificancia, justamente por haber optado por construir a pulso, sin prisa pero sin pausa, otro proyecto de sociedad que probablemente jamás salga en las tapas y noticieros de los medios hegemónicos, e involucra a una América profunda y “muy otra”: anticapitalista, plurinacional, comunitaria, descoloniza-da, del poder popular, feminista, migrante, afroindígena, autónoma, insurgen-te, radical, subversiva, multicolor, mestiza, ecosocialista, de las disidencias y el buen vivir. A ellas y ellos nuestro mayor agradecimiento por demostrarnos más que nunca que resistir es crear.

    publicar este libro a partir de la iniciativa conjunta de la Fundación Rosa Lu-xemburgo y de cuatro editoriales tan queridas como son El Colectivo (Argentina), Quimantú (Chile), La Fogata/Lanzas y Letras (Colombia) y Bajo Tierra (México), constituye una enorme alegría y nos estimula a redoblar la apuesta por el fortale-cimiento de proyectos autogestivos similares a los que sostienen a pulmón estos potentes colectivos editoriales, y que se tejen desde abajo y a la izquierda con tanta tradición de lucha y combatividad en múltiples regiones de Nuestra América.

    por ello hacemos extensivo el reconocimiento para las y los integrantes de es-tas editoriales, quienes se han puesto al hombro la edición en red de este libro y, de manera mancomunada, mantienen un compromiso cultural y una coheren-cia política en el camino que, desde hace ya un largo tiempo, nos ha encontrado peleando por las mismas ideas rebeldes, complicidades afectivas y prácticas sen-tipensantes, haciendo de las fronteras cálidos territorios de lucha y puentes de comunicabilidad, que nos hermanan cada día más.

    También agradecemos a la Fundación Rosa Luxemburgo por el apoyo a la pro-ducción de un material como éste. Con su acompañamiento constante a organi-zaciones y movimientos populares latinoamericanos, rinde el mejor homenaje a la militante internacionalista y revolucionaria que fue Rosa.

    A Silvia Federici, maestra mayor entre las brujas del Sur global, por el genero-so “prólogo” escrito para este libro, pero especialmente por demostrarnos que la militancia contra el capitalismo, el patriarcado y la colonialidad puede constituir una forma de vida, y reafirmar con su actitud ética, su compromiso feminista y sus reflexiones siempre agudas, que conceptos son afectos.

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    Finalmente, a Oscar González (Guache), entrañable artista visual y muralista popular colombiano, por la predisposición a ilustrar con sus increíbles dibujos los sucesivos capítulos del libro. Decía David Viñas que “toda estética es, en úl-tima instancia, teoría política” y las composiciones que nos convida Guache lo demuestran con creces.

    En un plano más general, queremos dejar constancia de la infinidad de agrupaciones, movimientos, colectivos y plataformas de América Latina y el Caribe, con las cuales —particularmente durante los últimos 20 años— hemos podido aprender y compartir saberes, sentires y haceres, a partir de lecturas, textos, pensamientos, prácticas, festejos, dudas, interpretaciones y angustias en común, en torno a los tópicos y aristas que a lo largo de estas páginas se exponen y analizan. Hacemos propias las palabras de Antonio Gramsci en una de sus epístolas carcelarias, donde expresa que le “resulta imposible pensar ‘desinteresadamente’ o estudiar por estudiar. Sólo en con-tadas ocasiones me he abandonado a alguna línea particular de pensamiento y analizado algo a causa de su interés intrínseco”. En nuestro caso, sin aquel diálogo fraterno y militante con cada una de las organizaciones y activistas con las y los que tuvimos el privilegio de debatir, (con)vivir y aprender en diferentes espacios formativos y transformativos, nos hubiera sido imposi-ble redactar este libro.

    Atendiendo a esta intencionalidad política, el objetivo que nos propusimos con su elaboración fue brindar un primer acercamiento a la obra de Rosa Lu-xemburgo (entendiendo por tal, siguiendo a Antonio Gramsci, no solamente lo escrito por ella, sino también sus iniciativas políticas, culturales y educativas como militante revolucionaria, sin desatender sus expresiones afectivas y sen-timentales más humanas). Nos interesa, pues, reconstruir lo pensado, sentido y actuado por Rosa, con el propósito de destacar sus aportes y contribuciones para recrear la lucha política y reinventar la praxis emancipatoria en pleno siglo XXI, teniendo como ejes transversales las críticas que formula al capitalismo, al patriarcado, al despojo de los bienes comunes y al colonialismo, así como las propuestas de organización y disputa que realiza a lo largo de su vida, para supe-rar a este sistema de explotación y opresión.

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    Aspiramos a que este material sirva tanto para quienes quieran adentrarse en su obra y sus principales ideas —sin haber tenido necesariamente un acerca-miento previo a ellas— desde una inquietud intelectual o teórica, como para que la militancia y el activismo popular de Nuestra América y el sur global se forme en términos políticos teniendo como principal referencia a Rosa en tanto pensadora y militante revolucionaria original, no encasillable en las tradiciones clásicas del marxismo.

    En tal sentido, el registro de escritura intenta combinar la rigurosidad —y por momentos gran complejidad— que evidencia su obra, con un lenguaje ameno y una vocación pedagógica, de manera tal que sean comprensibles sus conceptos y propuestas teórico-políticas más sustanciales, contextualizándolas, y que al mis-mo tiempo se puedan compartir y destacar ciertos fragmentos de sus principales textos y epístolas, y de personas cercanas a ella, que permitan complementar el proceso formativo de quienes lean el libro.

    Como intentamos evidenciar a lo largo de estas páginas, lejos de considerar la preocupación teórica y las iniciativas de formación política y educación po-pular como algo residual o secundario, Rosa nos demuestra que, aunque suene paradójico, en coyunturas adversas como la que vivimos a escala continental, o en momentos donde la movilización nos encuentra de manera constante en las calles, los procesos de autoformación, de análisis y estudio, de lectura críti-ca e investigación de la propia realidad que se pretende revolucionar, así como de experiencias y procesos históricos emblemáticos, resultan claves y de suma relevancia. Y es que frente a los palos de ciego recibidos en un cambio de época como el actual, al decir de Mario Benedetti no queda otra más que poder dar pa-los de vidente, y para ello es fundamental asumir que Marx en su tesis XI no pro-ponía desechar la interpretación del mundo, sino más bien reconocer que este ejercicio no debe disociarse jamás de la intervención crítica y transformadora de la propia realidad, por lo que quizás valga la pena invertir su frase y postular que para cambiar el mundo, es imprescindible a la vez poder comprenderlo.

    precisamente en este contexto histórico tan intrincado y difícil de asir, la con-signa ¡Socialismo o barbarie!, lanzada por Rosa poco antes de ser asesinada, pa-rece cobrar más fuerza que nunca. Ella oficia de grito de auxilio para sobrevivir

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    en medio de tanta desolación, violencia estructural, pandemia y fascismo des-embozado. Nuestro amigo Miguel Mazzeo nos habla en su reciente libro Marx populi de lo arduo y a la vez urgente que resulta reconstruir una izquierda “en tiempos de naufragio” (Mazzeo, 2018). Y a diferencia de muchos referentes del marxismo que hoy dejan de ser leídos, o cuyos escritos y propuestas se nos pre-sentan como añejas y parte de lo viejo que aún no termina de morir, Rosa se destaca por su jovialidad e indisciplina, y por su extrema actualidad para este convulsionado siglo XXI que habitamos y ansiamos transformar.

    De ahí que, aun con todas las adversidades que cobija la coyuntura anómala por la que transitan América Latina y el Sur global —o tal vez precisamente por ello mismo—, revitalizar a Rosa nos parece acuciante. No para ejercitar la ne-crofilia a la que nos tienen tan acostumbrados las izquierdas anquilosadas y las burocracias de toda laya, sino en función de poner en práctica una biofilia que celebre y defienda precisamente la vida en todas sus formas. porque ya lo dijo Walter Benjamin: si el enemigo triunfa, ni siquiera nuestros muertos estarán a salvo, incluida por supuesto la querida Rosa Luxemburgo.

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    Rosa Luxemburgo(1871-1919)

    Breve cronología

    1871· 5 de marzo. Nace en Zamośc, pequeña aldea ubicada en el suroeste de la

    polonia rusa. Es la menor de cinco hermanos, hijos de Lina Löwenstein y Elias Luxemburg.

    · 18 de marzo. Creación de la Comuna de parís, experiencia de autogobierno popular que dura 72 días y es cruentamente reprimida.

    1873· Se muda junto a su familia a Varsovia, capital de la polonia rusa.

    1875· producto de una dolencia, le enyesan una de sus piernas y se mantiene pos-

    trada en la cama durante un año. Como consecuencia de este error médico tendrá una pierna más corta, lo que la obligará a cojear durante el resto de su vida.

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    1887· A los 16 años comienza a participar en polonia del grupo Proletariado, orga-

    nización clandestina que lucha por el socialismo.

    1888· Se traslada a Zúrich (Suiza) para evitar ser capturada por la policía zarista, y

    se inscribe en la Universidad que, a diferencia de las instituciones académi-cas de su región natal, sí acepta estudiantes mujeres.

    1890· Conoce a Leo Jogiches, con quien militará y mantendrá una relación amo-

    rosa durante casi dos décadas.

    1897· Defiende su tesis y obtiene el doctorado en Ciencias políticas.

    1898· publica El desarrollo industrial en Polonia, versión revisada de su tesis doc-

    toral.· Se casa con Gustav Lübeck, hijo de una pareja de amigos, para obtener la

    ciudadanía alemana.· Conoce a Clara Zetkin y a los principales referentes de la socialdemocracia

    alemana.

    1900· publica ¿Reforma social o revolución?, libro que compila una serie de artícu-

    los contra las posiciones revisionistas de Eduard Bernstein.

    1903· Sufre tres meses de cárcel por insultar públicamente al emperador alemán

    Guillermo II.

    1904· participa del Congreso de la Segunda Internacional en Ámsterdam.· publica el folleto Problemas organizativos de la socialdemocracia rusa en po-

    lémica con las posiciones ultracentralistas de Lenin.

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    1905· Estalla la revolución en Rusia. Surgen por primera vez los sóviets (consejos).

    1906· Tras ser detenida y bajo la amenaza de ser ejecutada, pasa cuatro meses en

    prisión por participar en las revueltas populares de Varsovia.· Luego de ser liberada de la cárcel, redacta Huelga de masas, partido y sin-

    dicatos, libro en el que esboza una original interpretación del proceso re-volucionario en Rusia y reivindica la espontaneidad de las masas en contra del quietismo y la actitud conservadora de sindicatos y organizaciones de izquierda.

    · Asiste al Congreso socialdemócrata de Mannheim, donde defiende su vi-sión de la huelga de masas como herramienta de lucha política.

    1907· Se incorpora como educadora a la Escuela de formación política del partido

    socialdemócrata alemán. permanecerá en ella hasta 1913. Como parte de la sistematización de sus clases elabora durante estos años el borrador de un libro titulado Introducción a la Economía Política, que jamás llega a publicar en vida.

    · Se instala en su casa Constantin (Kostia) Zetkin, hijo menor de su amiga y compañera de militancia Clara Zetkin, con quien entabla una relación amo-rosa que, con intermitencias, durará hasta 1912.

    · Es encerrada durante dos meses por sus discursos públicos antimonárqui-cos y en favor de la acción directa.

    1910· Debido a sus diferencias en torno a la lucha de masas, rompe su relación

    política y amistosa con Karl Kautsky, principal referente teórico de la social-democracia alemana y europea.

    1913· publica La acumulación de capital.· Es condenada a un año de prisión por su activismo antimilitarista. Tras ape-

    lar la sentencia, brinda ante el tribunal prusiano un discurso donde denun-cia las atrocidades de la guerra.

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    1914· Estalla la primera guerra mundial. La socialdemocracia alemana vota en el

    parlamento a favor de los créditos de guerra.· En la casa de Rosa se realiza la primera reunión de quienes se oponen al

    conflicto bélico interimperialista.· Inicia una relación amorosa con paul Levy, su abogado defensor, con quien

    luego mantendrá un vínculo de estrecha amistad hasta su muerte.

    1915· padece un año de prisión por su militancia antimilitarista y contraria a la

    guerra.· Escribe La crisis de la socialdemocracia, conocido como el folleto “Junius”

    por el seudónimo con el que lo firma.· Edita desde la cárcel proclamas y documentos contra la guerra.· Sale a la calle el primer número de Die Internacionale (La Internacional),

    periódico en el que colabora y cuyos nueve mil ejemplares se agotan a las pocas horas de difundirse.

    · Se conforma el Grupo Espartaco.

    1916· Traduce textos y redacta las Cartas de Espartaco.· Sale de la cárcel en febrero, pero es nuevamente encerrada el 10 de julio.

    permanecerá en prisión durante el resto de la guerra.

    1917· Se produce la revolución rusa.· Abril. Se crea el partido Socialista Independiente de Alemania (USpD), al

    que el espartaquismo se suma, sin dejar de conservar su autonomía y de-nunciar el carácter “centrista” de esta nueva organización.

    1918· Escribe en prisión el borrador La revolución rusa.· Revolución alemana.· 8 de noviembre. Rosa es liberada. Vive clandestinamente en Berlín.· 9 de noviembre. Abdica el káiser. Cae el Imperio y se proclama la República.· Dirige La Bandera Roja, periódico oficial del espartaquismo.

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    · Redacta el programa ¿Qué quiere la Liga Espartaco?· 30 de diciembre. Fundación del partido Comunista Alemán.

    1919· Insurrección en Berlín.· Escribe su último artículo titulado El orden reina en Berlín.· 15 de enero. Es asesinada junto a Karl Liebknecht.

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    Nuestro secreto compromiso de encuentro

    ¿Acaso no nos roza, a nosotros también, una ráfaga del aire que envolvía a los de antes? ¿Acaso en las voces a las que prestamos oído no resuena el eco de

    otras voces que dejaron de sonar? (…) Si es así, un secreto compromiso de en-cuentro está entonces vigente entre las generaciones pasadas y la nuestra.

    Walter Benjamin

    Dos tragedias signaron la vida de Rosa Luxemburgo e impidieron que nuestro en-cuentro con ella se concretase más tempranamente. A su cobarde asesinato –que constituyó un verdadero crimen de Estado y hoy incluso cabe catalogarlo como femicidio1– le sucedió la construcción del llamado “luxemburguismo”, epíteto éste

    1 El 15 de enero de 1919 por la noche, soldados integrantes del Freikorps, un cuerpo paramilitar de veteranos del antiguo ejército imperial del Kaiser, detienen a Rosa Luxemburgo y a Karl Liebknecht, ambos de 48 años de edad. De ultraderecha y extremadamente misóginos, se ensañan con alevosía contra ella: “ahí va la vieja prostituta”, exclaman sus captores al identificarla. La arrastran por el suelo y la golpean con la culata de sus rifles en la cabeza, para ya en un vehículo plagado de militares rematarla a tiros. Finalmente, la arrojan sin vida desde un puente a un canal. “La vieja mujerzuela está nadando ahora”, expresa con sorna uno de sus asesinos. Tras estar desaparecida casi cinco meses, su cuerpo será encontrado en el río Spree en Berlín. Su crimen, al igual que el de Liebknecht, aún hoy se mantiene impune.

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    que tendió a generalizarse como sinónimo peyorativo para denunciar a militantes y organizaciones distantes de la línea stalinista de la Unión de Repúblicas Socia-listas Soviéticas (URSS). Si al poco tiempo de su muerte Ruth Fischer convoca a eliminar de las filas del partido Comunista Alemán el “bacilo sifilítico” introdu-cido por Rosa, en 1931 Stalin denuncia su “semi-menchevismo” y le endilga ser, junto con parvus, la creadora de la peligrosa “teoría de la revolución permanente”.

    por su parte, sectores opuestos desde un inicio al proceso soviético o ene-mistados con la opción de un socialismo de carácter anticapitalista por fuera de la institucionalidad estatal, tendieron a hacer un uso instrumental de cier-tos textos y borradores de Rosa con igual malicia. La deliberada omisión de sus posicionamientos en contra del parlamentarismo burgués y en favor de una democracia consejista, o su coherencia ética e internacionalista frente a la claudicación de la socialdemocracia europea ante la primera guerra mundial, perdían relevancia en pos de resaltar casi de manera exclusiva las críticas que ella supo formular al bolchevismo y a Lenin en particular. En paralelo, algunos de sus textos comenzaron a ser difundidos a cuentagotas más allá de Alema-nia o polonia, aunque en ocasiones mediante actos de prestidigitación que redundaron en la edición de libros o compilaciones de su “autoría” en Europa, bajo títulos como Marxismo contra dictadura (1934) o La revolución rusa: un examen crítico (1948).

    A contramano de su original propuesta de relectura del marxismo no en los términos de un sistema acabado a “aplicar”, sino como caja de herramientas y es-tímulo para el pensamiento crítico y la acción disruptiva, el “luxemburguismo” resultó una doctrina cerrada. Esto empobreció y desvirtuó los notables aportes de Rosa e hizo de ciertas reflexiones coyunturales e interpretaciones situadas, un rígido y descontextualizado dictum al margen de todo tiempo y espacio, sos-pechado por igual de “menchevique”, “catastrofista”, “antiorganizacional” y “ul-traizquierdista”.

    De ahí en más, las conmemoraciones y recordatorios de su figura se man-tuvieron en pie a costa de invisibilizar su rica y compleja producción teórica y política. Y a pesar del temprano llamado de Lenin a editar las obras com-pletas de esta “águila”, a quien apreció muchísimo más allá de sus diferencias

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    y supuestos errores, Rosa se convirtió en mero ícono de lucha sin mayor co-nocimiento de su herencia intelectual y militante, apenas una referencia de dignidad y entereza, de vida noble interrumpida abruptamente a culatazos. pero poco y nada se conocía en profundidad acerca de su pensamiento y ac-ción, ni de sus conceptos y propuestas políticas más potentes. Menos aún de la revolución alemana de la que llegó a formar parte antes de ser asesinada. La cruenta derrota de ese proceso trocó en “fracaso” estrepitoso que bajo ningún punto de vista debía ser aprehendido ni estudiado y, por tanto, sus enseñanzas y potencias disruptivas quedaron enterradas para siempre en el basurero de la Historia.

    A pesar de ello, la figura de José Carlos Mariátegui, marxista peruano y uno de los más originales intelectuales militantes de América Latina, se destaca en medio de este páramo por su sugerente apropiación del legado luxemburguis-ta, e incluso por las notables afinidades que ostenta con respecto al derrote-ro de Rosa como revolucionaria incómoda para la época (Mariátegui, 1973 y 1975). En ambos casos, estamos en presencia de figuras aciagas, cuyas vidas se truncan abruptamente, que batallan tanto contra el reformismo y las lecturas positivistas del marxismo, como con aquellas visiones que pretendían hacer de la revolución rusa un “modelo” a replicar en todo tiempo y lugar.

    La unidad indisoluble entre teoría y acción, el punto de vista de la totalidad como principio epistemológico del marxismo, la crítica al eurocentrismo que imbuía en aquel entonces a la inmensa mayoría de la izquierda, la denuncia de las formas imperiales de despojo en la periferia capitalista, la revalorización de las formas comunitarias de vida social, la defensa enconada del internacio-nalismo sin descuidar el análisis situado de la realidad, la apuesta por formas organizativas más democráticas y la confianza en la capacidad autoemancipa-toria de las masas, son algunos de los puntos en común que los hermana. El destino de ambos también es similar: excomulgados por la III Internacional y gran parte de los partidos comunistas, al poco tiempo de fallecer, sus apellidos pasaron a ser sinónimo de error político y debilidad teórica, deviniendo here-jías que debían ser combatidas con igual esmero.

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    Hay que recordar que dos tragedias se abatieron durante aquellos tiem-pos sombríos sobre el movimiento obrero y los pueblos de Europa: por un lado, el nazi-fascismo y, por el otro, el stalinismo. Esto trajo aparejado, en particular tras la segunda guerra mundial, una disociación creciente entre teoría y práctica revolucionaria, esto es, un desencuentro entre las lúcidas reflexiones elaboradas por reconocidos intelectuales (por lo general acadé-micos), y la capacidad de que tales elucubraciones tengan un correlato o arraigo material en el accionar cotidiano de las masas populares. Casi sin excepciones, esta nueva generación echó de menos una sustancial dimen-sión del marxismo como era (y es) “la discusión estratégica de las vías por las que un movimiento revolucionario podría traspasar las barreras del Esta-do democrático burgués para alcanzar una verdadera democracia socialista” (Anderson, 1986: 17-18).

    A pesar de este eclipsamiento que duró décadas, la rebelión global de 1968 tor-nó propicia la exhumación de Rosa como militante anticapitalista e integral. En las multitudinarias manifestaciones contra la guerra en Vietnam, junto a pan-cartas de Hô Chí Minh y el Che Guevara, se destacaron las de su inconfundible rostro. El mayo francés, el otoño caliente italiano y el movimiento estudiantil y de izquierda extraparlamentaria en Alemania, revitalizaron sus ideas y pro-puestas. Si ya la revolución cubana había abierto tempranamente un período de recreación del pensamiento crítico en América Latina, movimientos insurgentes y rebeliones populares como el Cordobazo traían al presente sus aportes y elu-cubraciones.

    Una nueva generación militante hizo visible y redescubrió, en aquellos con-vulsionados años, un crisol de tradiciones opacadas por el bolchevismo y la so-cialdemocracia, que brindaban pistas para intervenir y comprender la irrupción plebeya y los desbordes desde abajo que despuntaban por doquier en las décadas de 1960 y 1970 a nivel global, mostrando un invisible hilo rojo entre estas apues-tas emancipatorias de carácter radical, y las desplegadas durante las primeras décadas del siglo XX en Europa: el bienio rojo en el norte de Italia, la revolución alemana (y dentro de ella la Comuna de Berlín), así como la proliferación de sóviets y consejos en Rusia y Hungría.

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    para la nueva izquierda latinoamericana gestada al calor de la revolución cu-bana, pero también para aquella surgida en las metrópolis de Europa y Estados Unidos, o la existente en los abigarrados territorios del llamado Tercer Mundo, Rosa floreció como referencia ineludible a nivel intelectual y político, ya sea en su faceta teórica o en su devenir militante, para oxigenar proyectos emancipato-rios y reinventar la praxis revolucionaria.

    Recién en este contexto de agitación y deshielo del marxismo, en la propia Re-pública Democrática Alemana se lograron publicar sus obras entre 1972 y 1975 (por cierto, no completas en sentido estricto, pero sí al menos en una forma más amplia y detallada), y lo mismo puede decirse respecto de su polonia natal. peor aún es el caso de Rusia, donde a pesar de que Lenin haya instado en 1921 a editar sus obras completas, sólo en la década de 1990, tras la caída del régimen soviéti-co (que de soviético tenía poco y nada) se difunde por primera vez su borrador acerca de la revolución rusa, escrito tras las rejas en 1918 y dado a conocer pocos años más tarde en Alemania.

    En América Latina, tempranamente militantes políticos y “teóricos de base” como Mario pedrosa en Brasil, editoriales como Grijalbo y Era en Mé-xico o grupos como pasado y presente en Argentina, tradujeron y dieron amplia difusión a sus textos y manuscritos. Hace 50 años, en ocasión del aniversario de su asesinato, José Aricó retomaba a Robert parís para afirmar que editar a Rosa Luxemburgo es ante todo un acto político, que “adquiere una doble significación: la de un homenaje a la revolucionaria asesinada por la canalla de Noske, y a la vez la del rescate de una elaboración teórica y política fundamental para el marxismo, silenciada durante años por el sta-linismo” (Aricó, 1969: 11). En esa coyuntura tan convulsionada en Argen-tina, sacudida por una imprevista rebelión obrera y estudiantil con tintes espontáneos y donde hasta los sindicatos y organizaciones de izquierda más avezadas y combativas se vieron desbordadas en las calles de Córdoba, esta generación reconocía sin ambages que “el pensamiento de Rosa Luxembur-go se nos presenta de una actualidad sorprendente. Es quizás esa actualidad lo que atemoriza tanto a los dogmáticos y los impulsa a seguir silenciando a la gran revolucionaria” (Aricó, 1969: 12).

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    Como se puede comprobar revisando las fechas de edición de los libros y ma-teriales que abordan la obra de Rosa, la bibliografía centrada en ella tiene su ex-plosión mayor en los años ’70. Sin duda hay una coyuntura y un contexto global y latinoamericano que requiere herramientas teórico-analíticas y de interven-ción militante que vayan a contramano de los dogmatismos predominantes has-ta ese entonces, y los escritos de Rosa resultan –ejercicio de traducción y actuali-zación mediante– una brújula potente en aquel conmovedor tiempo histórico de crisis y reestructuración capitalista, donde la politización de las clases populares y el ascenso de las luchas constituye una invariante condición de época. Y ya lo decía sabiamente León Rozitchner, alguien que al igual que Rosa repudiaba los “modelos burgueses de rebeldía”: si la sociedad no se mueve, la filosofía no puede pensar. Menos aún, reinventar el pensamiento crítico y la praxis revolucionaria en función de los nuevos desafíos que nos depara una realidad tan difícil de asir.

    Así pues, más allá de las especificidades y contextos situados, podemos carac-terizar la existencia de tres grandes momentos o ciclos de la lucha de clases a ni-vel mundial, que condicionaron las lecturas, diálogos y apropiaciones de la obra de Rosa: el primero de ellos, del que participa ella misma, tiene a la revolución mexicana en América Latina y a la rusa en Europa y Asia como puntas de ice-berg, pero cobija debajo de esa superficie a un crisol de experiencias insurrectas de lo más variadas. Intelectuales orgánicos como José Carlos Mariátegui, Luis Emilio Recabarren o Julio Antonio Mella en nuestras tierras, o Vladimir Lenin, György Lukács, Antonio Gramsci, Clara Zetkin y Rosa Luxemburgo en Europa, son el emergente de esa época de guerras, crisis y revoluciones. El segundo, que tal vez se inicia con la revolución cubana en nuestro continente y tiene su punto de condensación máximo en la rebelión global de 1968, revitaliza al pensamien-to y acción de Rosa para confrontar con los partidos de la vieja izquierda y los sindicatos burocratizados, e imaginar una política plebeya y liberadora más cer-cana a la vida cotidiana. El tercero, finalmente, que emerge al calor de las resis-tencias y luchas en contra del neoliberalismo en los años ’90 y que, al margen de los vaivenes y cimbronazos vividos recientemente, aún no se ha cerrado.

    En efecto, Rosa ha renacido en las últimas décadas al calor de las tomas de tierras del Movimiento de Trabajadores Sin Tierra (MST) en Brasil y del alzamiento zapatista en el sur de México, en el Caracazo en Venezuela y en

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    las puebladas espontáneas en Argentina durante 2001, dando origen a movi-mientos y procesos políticos novedosos de enorme radicalidad en la región; en la irrupción de los pueblos indígenas y organizaciones comunitarias que resisten a la acumulación por despojo y defienden sus territorios a partir de la soberanía alimentaria y el buen vivir; en la ola verde de un feminismo popular que grita “¡Ni una menos, vivas nos queremos!” y cobra visibilidad y contun-dencia en su denuncia del patriarcado y la violencia contra las mujeres, en el movimiento estudiantil latinoamericano y el relevo generacional que viven-ciamos actualmente, donde jóvenes de todo el continente no tienen tapujos en desafiar estereotipos, situaciones de privilegio y paradigmas de injusticia y opresión, para intentar cambiar todo lo que deba ser cambiado.

    Este libro no pretende ser más que una apretada síntesis de estos debates e in-tercambios colectivos, algo así como una sistematización, subjetiva y provisoria, de los aprendizajes y el diálogo de saberes, sentires y haceres que hoy circundan a América Latina. Elegimos hacerlo a partir de un doble movimiento descoloni-zador: analizar y problematizar a nuestro continente como marxistas, pero a la vez cepillar a contrapelo a estos marxismos como latinoamericanos/as y desde el presente en el que vivimos. No con un ánimo de mera exegesis ni para ejercitar una nostalgia que siempre resulta contrarrevolucionaria, sino en pos de reinven-tar la praxis política desde abajo y a la izquierda, de cara al futuro como quería Rosa, para quien “la política del proletariado no conoce ‘la vuelta hacia atrás’; sólo puede marchar hacia adelante, a ella le es necesario ir más allá de lo que existe, sobrepasar lo que acaba de ser creado” (Luxemburgo, 1972: 153).

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    Capítulo 1

    Una vida signada por múltiples opresiones e infinitas ansias de libertad

    Existen en la historia derrotas que más tarde aparecen como luminosas victo-rias, presuntos muertos que han hecho hablar de ellos ruidosamente, cadáveres

    de cuyas cenizas la vida ha resurgido más intensa y productora de valores.

    Antonio Gramsci

    La intensa vida de Rosa Luxemburgo coincide, desde su inicio hasta el momen-to de su asesinato, con dos procesos revolucionarios claves a escala europea y mundial. Si su nacimiento en marzo de 1871 es simultáneo a la creación de la Comuna en parís (que dura tan sólo 72 días, pero deja una huella indeleble en la lucha de clases más allá de Francia y del continente del que forma parte), su trá-gica muerte a manos de soldados de ultraderecha se produce en enero de 1919, en medio del ciclo insurreccional en Berlín y también en otras latitudes como Hungría e Italia, o en nuestro caso en México, perú y Argentina.

    Entre uno y otro ascenso de estas luchas transcurre su precipitada vida, signa-da por múltiples situaciones de opresión: en tanto mujer, judía, polaca, migrante y de izquierda anticapitalista, que para colmo debe cojear al caminar, producto

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    de una afección en una de sus piernas. Rosa navega a contracorriente y a pesar de estas adversidades ejercita una militancia creativa por donde se la mire. Asu-me su condición subalterna para saltar por encima de ella y hacer de esta posible limitación una virtud autoafirmativa, trinchera desde donde parapetarse y dar pelea a todo pulmón, contra viento y marea. Rompe cada uno de los mandatos que la sociedad pretende imponerle y practica con extrema osadía un activismo febril e intransigente, siempre en favor de las y los más débiles o subyugados por este sistema. Y para los enemigos recomienda un método infalible que siempre da buenos resultados: “¡pulgares en los ojos y rodilla sobre el pecho!” (Luxem-burgo, 2009: 78)

    Sus primeros años en la Polonia zarista y el exilio en Suiza

    Rosa nace en Zamośc, pequeña ciudad de la polonia ocupada por Rusia, en el seno de una familia judía culta. Crece en el contexto particular de una polo-nia fracturada por los tres imperios más importantes de aquel entonces (Rusia, Alemania y Austria), donde rigen monarquías profundamente autoritarias, el antisemitismo cala hondo y las mujeres tienen vedado acceder a la Universidad u ocupar cargos públicos. No le fue nada fácil abrirse caminos en ámbitos do-minados casi de manera exclusiva por hombres, blancos, soberbios y misóginos, dotados de un sinfín de prejuicios y privilegios.

    Solemos pensar –erróneamente– que la plurinacionalidad es un fenómeno reciente y exclusivo de América Latina, una problemática que remite sólo a los pueblos indígenas, en particular a los de la región andina de nuestro continente, que en las últimas décadas han logrado con mayor ímpetu hacer visible su con-dición colonial y sus exigencias como pueblos. Sin embargo, Rosa vive su niñez en un territorio signado por la opresión nacional en una clave muy similar a la que han sufrido y aún hoy padecen numerosos pueblos de este lado del océano. Sometida al imperio ruso, polonia había dejado de existir como entidad inde-pendiente desde 1795, por lo que la población tenía prohibido hablar su propia lengua y las escuelas a las que se asistía enseñaban contenidos totalmente ajenos a sus tradiciones e identidad.

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    Quizás esta atmósfera asfixiante, en particular en Varsovia a donde la fami-lia se muda y radica a partir de 1874, haya sido una de las causas de su precoz instinto de rebeldía. En esta ciudad presencia varios pogrom (ataques violentos contra la población judía y sus bienes). Al fanatismo nacionalista polaco se suma la complicidad de la policía zarista, que azuza el antisemitismo, el incendio de viviendas y la segregación en barrios populares de gran concentración judía. Acaso ésta sea una de las razones por la que Rozalia Luksemburg pasa a llamarse Rosa Luxemburg.

    En paralelo, una enfermedad mal tratada (los médicos diagnosticaron por error una tuberculosis de cadera) la obliga a reposar en la cama durante un año con un yeso en su pierna, tiempo que aprovecha para aprender a leer y escribir de manera autodidacta. Este hecho la marcará de por vida ya que, como conse-cuencia del prolongado y doloroso tratamiento, una pierna le queda más corta que la otra, motivo por el cual se ve obligada a renguear hasta el final de sus días.

    Si bien existen testimonios que dan cuenta de algunos gestos contestatarios previos, será en esta ciudad donde, con tan sólo 16 años, se zambulla por prime-ra vez en la militancia revolucionaria, sumándose a una organización clandesti-na llamada proletariado, de carácter marxista y contraria al credo nacionalista, que venía de sufrir el asesinato de buena parte de sus dirigentes a manos del régimen zarista. La cárcel y el destierro eran también una constante para la mi-litancia de izquierda en ese entonces, por lo que Rosa se incorpora a una de las pocas células que logran sobrevivir a este proceso de criminalización por parte del absolutismo ruso.

    Bajo la amenaza de ser apresada por la policía, decide trasladarse a Zúrich (Suiza) donde vive durante nueve años. Allí cursa sus estudios universitarios y logra graduarse en una de las pocas instituciones que permiten el ingreso de mujeres sin ningún impedimento formal. Ésta es una adversidad, de las muchas que afronta en su intensa vida, que Rosa logra revertir y tornar en oportuni-dad para el ejercicio de la libertad. Migrar le facilita acceder a la Universidad y también tomar distancia del irrespirable clima de opresión vivido en Varsovia. En su estancia en Suiza conoce además a Leo Jogiches, joven revolucionario de Lituania, con el que establece un vínculo amoroso y político que durará muchos

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    años. Junto a él, en 1893 crea el partido Socialdemócrata del Reino de polonia, que pocos años más tarde se convierte en partido Socialdemócrata del Reino de polonia y Lituania (SDKpL), en franca oposición con el partido Socialista pola-co, de matriz nacionalista y que lucha por la reconstrucción de polonia.

    También frecuenta diversos círculos de emigrados y toma contacto con varios de los máximos referentes del socialismo ruso, entre ellos Gueorgui plejánov (1856-1918), Vera Zazúlich (1849-1919) y pável Axelrod (1850-1928), a la vez que colabora con periódicos de izquierda editados en otras latitudes europeas, donde publica artículos con distintos seudónimos. La tesis doctoral que defien-de, titulada El desarrollo industrial en Polonia, dista de ser una investigación aca-démica como las que hoy proliferan en las universidades. En su caso, la motiva-ción es directamente política: brindar una respuesta fundamentada al debate en torno a las perspectivas de “reunificación” de polonia como territorio nacional, a partir de datos económicos y de un análisis del desarrollo del capitalismo en términos más estructurales.

    La militancia y el debate político en el seno del socialismo alemán

    Tras graduarse, acuerda casarse con Gustav Lübeck, hijo de una pareja de ami-gos, sólo para poder obtener la ciudadanía alemana, y del que se divorcia cinco años más tarde sin jamás volver a verlo. En mayo de 1898 arriba a Berlín –ver-dadero epicentro del movimiento obrero– y se establece allí para comenzar a militar en el partido Socialdemócrata Alemán, una organización en ascenso y con un profundo arraigo de masas2. Al poco tiempo de su llegada, se suma a la

    2 En 1899, el partido contaba con más de 100.000 integrantes y poseía 73 periódicos con una tirada total de cerca de 400.000 ejemplares, 49 de los cuales salían a la calle seis veces a la semana. En términos electorales, y a pesar de las restricciones evidentes que impedían votar a las mujeres y subvaloraban a la clase trabajadora a nivel representativo, alrededor de 1.800.000 personas habían apoyado con su voto a la socialdemocracia en las elecciones al Reichstag (Laschitza y Radczun, 1977).

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    campaña electoral en las zonas de alta presencia de trabajadores polacos, y da su primer discurso público en un mitin celebrado en una cervecería.

    Estas y otras actividades de agitación no le impiden intervenir en el debate abierto por Eduard Bernstein a propósito del “revisionismo” y de la política de carácter reformista que propone. La compilación de artículos en los que pole-miza con él son publicados bajo el nombre de ¿Reforma social o revolución?, li-bro que le otorga mayor notoriedad en las filas socialistas, que se amplifica al participar en los sucesivos Congresos, tanto del partido, como especialmente de la Segunda Internacional, creada en 1891. En estos ámbitos defiende de ma-nera efusiva sus ideas y propuestas, teniendo que tolerar en más de una ocasión gestos y discursos machistas y discriminatorios por parte de la vieja guardia so-cialista, entre ellos el de Georg von Vollmar quien, a finales de siglo y durante la incisiva exposición de Rosa –donde critica la disociación entre lucha cotidiana por reformas y objetivo final revolucionario–, la interrumpe al grito de “¡apren-diz mocozuela, yo podría ser tu abuelo!”

    Su actividad periodística se intensifica con el correr de los años, al igual que las diferencias que mantiene con el sector mayoritario del partido que, a pesar de sostener cierta retórica confrontativa, en la práctica deviene cada vez más conservador y proclive a la estrategia de lucha legal y parlamentarista. Es así como en los primeros años del siglo XX polemiza en diferentes periódicos so-cialistas acerca de la experiencia de huelga general en Bélgica y del rol cumplido en ella por parte de la dirigencia reformista, más proclive a asociarse a sectores liberales en el parlamento que a propiciar una acción de masas en las calles. En simultáneo, acorde con su posición contraria a un programa nacionalista que abogue por la “reunificación” de polonia e implique la construcción de un Es-tado independiente, desde el SDKpL propone sumar esfuerzos para confluir en el recién creado partido Obrero Socialdemócrata Ruso. Sin embargo, las des-avenencias con Lenin en torno a esta cuestión (quien reivindica el “derecho a la autodeterminación” de polonia) y al tipo de organización ultracentralista y conspirativa que propone en el II Congreso del partido realizado en 1903 en Bruselas y Londres, dan lugar a una intensa polémica. producto de esta discu-sión alrededor de los estatutos y el programa de este nuevo partido, Rosa redacta

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    el folleto Problemas organizativos de la socialdemocracia rusa, en el que impugna la estructura antidemocrática y jacobino-blanquista (es decir, vanguardista) que sugiere Lenin, ya que de acuerdo a su lectura redunda en obediencia ciega y docilidad de parte de la clase trabajadora.

    En la Segunda Internacional (en cuyo Buró es aceptada Rosa como represen-tante del SDKpL), las discusiones tienen en ese mismo contexto otro tenor. A la polémica sobre el “revisionismo” le sucede aquella referida a la participación de los socialistas en gobiernos burgueses, que asume dimensión continental, sobre todo a raíz de la actitud de ciertos sectores de la izquierda francesa encabezados por Jean Jaurès, y del llamado “ministerialismo”. Bajo el pretexto de defender la república amenazada por los conservadores, el dirigente socialista moderado Alexandre-Etienne Millerand había aceptado ocupar una cartera como ministro de comercio del gobierno Waldeck-Rousseau, desde junio de 1899 hasta mayo de 1902. Esto dio lugar a un debate profundo en el marco del Congreso Interna-cional de Ámsterdam, realizado en el verano de 1904, donde Rosa crítica abier-tamente estas actitudes colaboracionistas y fustiga con vehemencia a Jaurès. Éste, por su parte, le contesta en un tono violento y descalificador. La anécdota cuenta que, ante la falta de traductores, la propia Rosa se ofrece de intérprete y, en un gesto de honestidad y camaradería, reproduce en alemán con igual efusi-vidad la diatriba que Jaurès le había lanzado.

    Desde lejos no se ve: la revolución rusa de 1905como parteaguas

    En enero de 1905 estalla la revolución en Rusia, abriendo una nueva fase no solamente en el inmenso imperio zarista, sino también a escala europea. por su radicalidad, los acontecimientos mes a mes sorprenden hasta a los dirigentes más curtidos, y a ella la cautivan a tal punto que, a finales de año, decide via-jar clandestinamente a Varsovia junto a Leo Jogiches, con documentos falsos que la identifican como “Anna Matschke”. parten de la estación de Berlín en un tren atestado de soldados y donde Rosa es la única mujer en toda la formación, para incorporarse al fragor de la lucha y conocer de primera mano el proceso

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    insurreccional. Llegan allí el 30 de diciembre de 1905 y se suman de lleno a la agitación y acompañamiento de la lucha que libra el proletariado en el último tramo del proceso insurreccional.

    Escribe en periódicos, elabora documentos y difunde octavillas, debate con trabajadores, asiste a mítines y colabora en las barricadas. Rosa se encuentra en el ojo del huracán y la intensidad se respira a cada instante en lo que considera una inmensa escuela a cielo abierto. El “atrasado” pueblo ruso brinda, según su lectura, hondas enseñanzas al “avanzado” Occidente. En marzo de 1906 es de-tenida y sufre cuatro meses de encierro, tras lo cual es liberada por su delicado estado de salud y, fianza mediante, expulsada de Rusia debido a su condición de “extranjera”. pero nadie podía quitarle lo bailado, y luego llegará a decir que ésos fueron los meses más espectaculares de su vida.

    Establecida en Finlandia, redacta Huelga de masas, partido y sindicatos, libro donde analiza el proceso revolucionario aún candente, a la luz de sus aportes para radicalizar el proyecto político del movimiento socialista europeo. Sus pro-vocadoras páginas sirven de combustible para sacudir el inmovilismo, fulminar conciencias y estimular la acción directa en un momento bisagra a nivel históri-co, y por ello mismo genera gran malestar en la burocracia sindical y la cúpula de la socialdemocracia alemana. La posición conservadora por parte de estas direcciones, resulta para ella un punto de no retorno que con el transcurrir de los años culminará en abierta ruptura.

    Lo cierto es que el partido Socialdemócrata, al discutir la cuestión de la huelga de masas (que lejos estaba de ser un problema teórico, ya que el eje estaba puesto en la pertinencia de su uso para exigencias políticas urgentes, como la modifica-ción del sistema electoral, la defensa de las libertades democráticas o la conquis-ta del sufragio universal) asume una actitud ambivalente que, finalmente, termi-na cediendo a las directrices y planteos del sindicalismo. Si bien en 1905 se había aprobado una resolución en el Congreso de Jena que reivindicaba su utilización en situaciones concretas, durante el siguiente Congreso –realizado en 1906 en la ciudad de Mannheim– se da marcha atrás y se postula que sólo es posible con-vocar a una medida de este tenor en casos excepcionales y con el acuerdo previo de los sindicatos. La huelga de masas es de hecho parangonada con la agitación

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    anarquista y se la rechaza como metodología de lucha pertinente. La burocracia festeja este triunfo y alega que lo que más se requiere en tiempos convulsionados es “calma y tranquilidad”.

    La apuesta por iniciativas desde abajo y la crítica hacia la dirigencia socialdemócrata

    En 1907 ingresa como educadora en la Escuela de formación del partido So-cialdemócrata alemán, siendo la única mujer que desempeña esa tarea dentro del cuerpo de profesores. Los testimonios de quienes por allí transitan –por lo general militantes elegidos por las organizaciones regionales y provinciales– dan cuenta de su enorme capacidad pedagógica para tornar comprensibles los con-ceptos y problemas más complejos de la economía política y el marxismo. pro-ducto de la sistematización de las notas de clases, elabora una primera versión de un borrador de libro (que nunca será concluido) al que titula Introducción a la economía política. Con un lenguaje sencillo y sin vulgarizar ideas, da un primer acercamiento crítico a esta “disciplina”, y analiza formas de vida comu-nitaria y sociedades no capitalistas, en particular de tiempos pasados, poniendo en cuestión la concepción lineal y evolucionista del devenir histórico, así como la supuesta eternidad de la propiedad privada.

    La vida personal y política de Rosa sufre ese año varias desavenencias. A las críticas cada vez más enconadas que recibe de parte de los sectores conserva-dores del partido, se suma la ruptura definitiva de su relación amorosa con Leo Jogiches, tras 17 años de continuidad casi ininterrumpida. Al poco tiempo de esta separación, inicia un romance con Konstantin Zetkin, de 22 años, hijo de su amiga y militante feminista Clara Zetkin.

    Ese mismo año participa en Londres del congreso del partido Obrero Social-demócrata Ruso, donde brinda un discurso sobre la cuestión nacional en polo-nia que es aprobado por los bolcheviques. Éste es quizás uno de los momentos de mayor proximidad con ellos, al punto tal que Lenin le propone ingresar al partido y colaborar con el periódico ruso Proletarii, aceptando ella sólo esta se-

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    gunda opción. Ya de regreso a Alemania, debe cumplir la condena de dos meses de prisión, tras lo cual se reincorpora a la actividad política.

    En 1910 una serie de hechos hacen que la relación con Karl Kaustky –máximo albacea teórica de la socialdemocracia alemana y europea– se desmorone y cruja hasta la completa enemistad. Las críticas hacia sus escritos y posiciones no eran del todo nuevas, ya que dos años atrás había confesado en una de sus cartas que leer sus textos “es como una repugnante serie de telarañas (…) que sólo pue-de uno deshacer mediante el baño mental de leer al propio Marx” (Nettl, 1974: 334). Lo cierto es que, en esta nueva ocasión, la polémica se inicia con la negati-va por parte de Kautsky de publicar en Die Neue Zeit un artículo de Rosa acerca de la huelga de masas, salvo que eliminase un fragmento donde reivindicaba la constitución de una República en Alemania. El altercado da lugar a un cruce de opiniones entre ambos, con un tono cada vez más beligerante, en torno al tipo de lucha pertinente para conquistar ciertos derechos políticos (Kautsky sugiere aquí la llamada “estrategia de desgaste”, basada en una acumulación paulatina de fuerzas que evita cualquier confrontación abierta con el poder estatal), que trae aparejado el quiebre total de la relación entre ambos.

    A este hecho se suma en 1911 una polémica acerca de la llamada “crisis de Marruecos” (provocada por la incursión de un crucero alemán en este territorio, leída por ciertos sectores europeos como provocación contra Francia), que im-plica una dura pelea con August Bebel, máximo líder del partido, lo cual no hace sino aumentar el aislamiento y la desconfianza hacia la figura de Rosa por parte de la cúpula de la socialdemocracia alemana. por ese entonces, también sufre injurias antisemitas en órganos de prensa del nacionalismo polaco, que llegan a insinuar que su defecto físico es un claro ejemplo de la degeneración judía.

    producto del trabajo de todos estos años en la Escuela de formación del partido, en 1913 publica el libro La acumulación del capital, su obra de mayor profundidad teórico-analítica, donde se anima a revisar ciertas lagunas y erro-res que, de acuerdo a su caracterización, plantea Marx en El capital respecto del estudio del capitalismo en su génesis y expansión histórica real, poniendo el foco en la relevancia que tienen en él los territorios de la periferia global no subsumidos a la lógica de acumulación colonial e imperialista.

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    El cataclismo de la primera guerra mundial

    Inmersa Alemania en un clima de creciente patriotismo, y con el atentado de Sarajevo como trasfondo, el 4 de agosto de 1914 el bloque de diputados social-demócratas vota en el Reichstag a favor de los créditos de guerra exigidos por el gobierno para intervenir en el conflicto bélico desatado a escala europea. El argumento esgrimido por ellos es “la defensa de la patria”. Rosa expresa con tre-menda bronca y desazón que después de esa fecha, la socialdemocracia alemana se había convertido en “un cadáver maloliente”.

    El grupo antimilitarista que conforman, entre cuyos miembros se encuentran Clara Zetkin, Franz Mehring y Karl Liebknecht, edita un periódico de agitación bajo el nombre de Die Internationale (La Internacional) del que logran sacar un primer número a la calle. En sus páginas Rosa ironiza acerca de este momento trágico y escribe que “el llamamiento histórico del Manifiesto Comunista experi-menta una adición esencial, y después de la corrección introducida por Kautsky, reza: ¡proletarios de todos los países, uníos en tiempos de paz y degollaos mu-tuamente en tiempos de guerra!” (Frölich, 1976: 303).

    En 1915 es encarcelada precisamente por su militancia contraria a la guerra. Durante los meses que se encuentra en prisión, sin descuidar su pasión por la botánica y la escritura de cartas de profunda significación afectiva, redacta La crisis de la socialdemocracia, conocido como el folleto Junius, por el seudóni-mo con el que se publica en abril de 1916. De amplia difusión en Europa, se convierte en uno de los materiales más contundentes de denuncia del estrecho vínculo entre guerra y disputa interimperialista, donde lanza su famosa con-signa ¡Socialismo o barbarie!

    A partir del 1 de enero de 1916, el grupo de izquierda internacionalista decide constituirse como núcleo organizado al interior del partido Socialde-mócrata, y hacer públicas sus posiciones a través de una serie de “Cartas de información” que distribuyen en las calles con el nombre de “Spartakus”. Rosa colabora desde la cárcel con el proyecto y escribe varias de estas misivas, que se conocen como Cartas de Espartaco. Si bien logra salir de prisión, a los pocos meses es nuevamente detenida, y ya no será liberada sino hasta el derrumbe del imperio alemán.

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    La revolución rusa vivenciada entre rejas

    Mientras Rosa cumple condena en prisión, se produce en Rusia una segunda revolución en 1917, cuyo inicio se da un 8 de marzo en las barriadas obreras de petrogrado, por iniciativa de trabajadoras que salen a las calles a protestar en contra del zarismo y por la hambruna que padecían en sus hogares. La mo-vilización, de carácter espontáneo, sorprende una vez más a los dirigentes más experimentados3 y desencadena una huelga política de masas donde las muje-res y el proletariado en general tienen un papel clave, con consignas puestas en la dimensión reproductiva de la vida. Este ciclo de luchas culmina con la caída del zar Nicolás II, constituyéndose un gobierno provisional. No obstante, en paralelo a esta instancia estatal, los sóviets (consejos) devienen fuente embrio-naria de un poder popular que, a lo largo de los convulsionados meses que se suceden, cobra cada vez mayor importancia, hasta que en octubre se produzca la insurrección liderada por los bolcheviques y estos órganos de autogobierno asuman todo el poder.

    En Alemania la continuidad de la guerra genera un descontento cada vez más grande, lo que lleva a que un bloque de diputados socialistas decida no acom-pañar con su apoyo al gobierno, dando lugar a la creación del partido Socialista Independiente (USpD). A pesar de las críticas que le realiza a esta nueva plata-forma, el espartaquismo se suma a ella, aunque sin perder su autonomía organi-zativa propia. Mientras tanto, Rosa lee cuanto puede acerca de los acontecimien-tos en Rusia, y a los pocos días de la constitución del primer gobierno soviético

    3 Cabe recordar que, en ese mismo momento, Lenin se encontraba exiliado en Zúrich, balbuceando que ojalá sus nietos tuvieran la oportunidad de ver un proceso revolucionario en Rusia en algún futuro remoto, y Trotsky pasaba, también como emigrado, largas horas en la biblioteca de Nueva York estudiando la estructura económica de los Estados Unidos. De acuerdo a varias fuentes de la época, los representantes de los bolcheviques en territorio ruso trataron de calmar a las obreras que se preparaban para celebrar activamente el “día de la mujer” previsto para esa jornada. Sin embargo, aquellas osadas trabajadoras hicieron caso omiso y, al igual que otras tantas figuras anó-nimas e imperceptibles de la historia reciente, resultaron ser las verdaderas tejedoras del inicio de esta revolución. Marcel Liebman, uno de los más lúcidos historiadores de la revolución rusa, supo afirmar de manera irónica y desde una perspectiva a tono con Rosa que “el movimiento de febrero de 1917 representa un enigma para quienes no pueden imaginar una huelga sin dirigente, ni una revolución sin tenebrosos jefes que dirigen en la sombra a las ‘muchedumbres-juguete’ ” (Liebman, 1969: 187).

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    le escribe desde su celda a varias amistades que “con mano impaciente” toma “cada mañana y cada noche los periódicos del día” para buscar, entusiasmada, noticias e informarse de los sucesos que allí sobrevienen.

    Durante el tiempo que se encuentra en prisión, elabora un borrador que jamás publicará en vida, titulado La revolución rusa donde, sin dejar de reivindicar el proceso en curso, y atendiendo a las condiciones excepcionales y sumamente adversas en las que se desenvuelven los hechos, formula una aguda crítica tanto a las lecturas liberales y antimarxistas por parte de Kautsky y otros revisionistas alemanes, como hacia ciertas iniciativas defendidas por Lenin y Trotsky que, de acuerdo a su caracterización, resultan erradas y resienten el protagonismo de las masas populares. Entre ellas, el declive de los sóviets, la ausencia cada vez más notoria de canales de participación y debate público que involucra a fuerzas de izquierda y organizaciones no emparentadas con el bolchevismo, y el desen-cuentro entre socialismo y democracia al momento de pretender sentar las bases de la dictadura del proletariado.

    En paralelo, y con su salud en franco deterioro (a mediados de 1918 anota en su diario personal que su peso es de tan sólo 51 kilos), publica algunos artículos anónimos bajo el formato clandestino de las Cartas de Espartaco, en los que en un tono más matizado advierte sobre el contexto trágico y por demás hostil de la situación en Rusia, y fustiga el quietismo y la falta de solidaridad del proletariado internacional, en particular del adormecido partido Socialdemócrata alemán.

    La caída del imperio alemán y la liberación de la cárcel

    Con Rosa aún apresada en la cárcel de Breslau, el 29 de octubre de 1918 los marineros de la flota alemana en Kiel se amotinan y dan inicio a la revolución alemana. La rebelión se amplifica hacia diferentes puntos del país y del fren-te, con alzamientos de soldados, movilizaciones callejeras y declaraciones de huelga general. El 6 de noviembre se decreta una amnistía para prisioneros/as políticos/as y el 8 de noviembre Rosa es liberada.

    El imperio se derrumba en medio de un clima de agitación y protesta popular sin precedentes, y la socialdemocracia se apresura a proclamar la República, sin

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    que exceda los contornos de un régimen democrático-burgués. Bajo el nombre de Consejos de Comisarios del pueblo se constituye un nuevo gobierno, com-puesto por tres integrantes del partido Socialdemócrata y tres del USpD. por su parte, el espartaquismo y los sectores más radicales de la izquierda, con Karl Liebcknecht a la cabeza (quien había sido liberado el 23 de octubre), declaran la República socialista y el 10 de noviembre lanzan un “Llamamiento a los obreros y soldados de Berlín” para constituir y multiplicar los Consejos.

    Tras su salida de la cárcel, Rosa viaja hacia Berlín para sumarse a las activi-dades de lucha y agitación que sus camaradas despliegan en las calles. Llega a vivir poco más de dos meses –tal vez los más intensos de su ajetreada existen-cia– inmersa en un clima de impugnación de todo lo estatuido y emergencia de formas novedosas de autoorganización popular. Si la revolución acontece cuando lo extraordinario deviene cotidiano, ella parece nadar en una marea de este tenor.

    Consejos de obreros y soldados surgen por doquier, los mítines y asambleas multitudinarias son parte del paisaje en puntos neurálgicos de la ciudad, al igual que las movilizaciones, intentos de asalto de comisarías y choques con las fuerzas del orden. Durante estas intensas semanas de extrema convulsión, asume la dirección del periódico Die Rote Fahne (Bandera Roja), que es edi-tado al comienzo en una imprenta requisada por la militancia espartaquista, y participa de diversas iniciativas en sintonía con el proceso de activación de masas que se vive en el país. Desde aquellas páginas de agitación expresa que las masas han de aprender a dejar de ser las inertes máquinas que el capitalista sitúa en el proceso de producción para convertirse en las conductoras pensan-tes, libres e independientes de su propio proceso (Luxemburgo, 2009a: 68).

    Asiste entusiasmada, y a la vez con un cierto dejo de angustia hacia los acon-tecimientos, ya que, si bien éstos le permiten confirmar la importancia de la espontaneidad y la capacidad de empuje e iniciativa que en este proceso revo-lucionario ostenta la clase trabajadora, resulta evidente –y así lo testimonia en más de un escrito contemporáneo al devenir de los hechos– que aún falta cierta “madurez” y formación política en las masas, para asumir los enormes retos que esta coyuntura de crisis aguda les depara. Y es que lo que suele escasear en mo-mentos como éstos, sugiere Rosa, es tiempo.

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    De la fundación del Partido Comunista Alemán a la contraofensiva represiva

    Entre noviembre y diciembre se producen en Berlín una conjunción de acon-tecimientos que condensan la dinámica de la lucha de clases en toda Alemania. Sectores de izquierda radical encabezados por el espartaquismo intentan tomar por asalto el Cuartel General de policía, grupos de oficiales y soldados de ultra-derecha que responden amedrentando al proletariado, ocupaciones de edificios públicos y combates callejeros signan cada día. A mediados de diciembre se in-augura el primer Congreso de los Consejos de trabajadores y soldados, donde cuentan con una holgada mayoría delegados que responden a la tendencia más conservadora de la socialdemocracia y la incidencia de los espartaquistas es ín-fima. En una actitud suicida, esta instancia máxima ratifica al gobierno provisio-nal y apoya la convocatoria a elecciones generales para una Asamblea Nacional el 19 de enero. Aun así, los Consejos logran perdurar y su ejemplo se irradia a buena parte del territorio nacional.

    Tras este desenlace frustrado, y luego de acalorados debates acerca de su per-tinencia, a finales de diciembre la Liga Espartaco decide convertirse en partido político, por lo que el 29 de diciembre se realiza el congreso fundacional del partido Comunista Alemán. A él se suman sectores de la izquierda radical de Bremen y delegados de fábrica de varias regiones del país. Rosa brinda esa jorna-da un enfervorizado discurso, conocido luego con el nombre de “Nuestro pro-grama y la situación política”.

    Los primeros días de enero se viven momentos de extrema agitación. En una clara provocación, el gobierno socialdemócrata intenta destituir a quien es jefe de la policía en Berlín, Emil Eichhorn, un respetado periodista y dirigente iz-quierdista del USpD. Como respuesta, el día 5 se genera una movilización mul-titudinaria en la ciudad, donde se exige la renuncia del gobierno encabezado por Friedrich Ebert. La medida de fuerza es acompañada con una huelga a la que se pliegan cientos de miles de trabajadores. Envalentonados, sectores espartaquis-tas consideran que es el momento justo para dar inicio a la insurrección. Rosa duda de la situación y evalúa como apresurada la medida. Liebknecht y otros referentes postulan que la coyuntura resulta propicia para pasar a la ofensiva.

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    Varias estaciones centrales de trenes y edificios públicos son ocupadas, entre ellos el emblemático periódico socialdemócrata Vorwärts. paradójicamente, es Gustav Noske, un destacado miembro de este partido, quien encabeza la cruenta represión de la rebelión popular desatada en las calles de Berlín.

    Ya en un contexto de reflujo, el 15 de enero por la noche, integrantes del Freikorps (cuerpo paramilitar de veteranos del antiguo ejército imperial del Kaiser) detienen a Rosa Luxemburgo y a Karl Liebknecht y los trasladan al Hotel Eden, donde los ultiman a culatazos. Rosa recibe además un tiro de gracia en la nuca y su cadáver es arrojado a las frías aguas de un canal, por lo cual recién varios meses más tarde logra ser encontrado. pocos días después de este vil asesinato, su amigo y camarada Franz Mehring fallece de pena. Como si esto fuese poco, el 10 de marzo, luego de ser detenido es acribillado Leo Jogiches, antiguo compañero y ex pareja de Rosa Luxemburgo, quien en ese momento se había volcado de lleno a la denuncia pública de su reciente muerte y desaparición.

    A la vuelta de la historia, y un siglo más tarde de aquellos cobardes asesina-tos, de nosotros/as depende que estas estrellas rojas se enciendan nuevamente, e iluminen frondosos senderos por los que transitar hacia un socialismo en el que quepan muchos socialismos. Desde ya, siempre teniendo en claro que ara-mos sobre un territorio virgen y –como supo escribir Rosa entre rejas– “sólo la experiencia está en condiciones de corregir y abrir nuevos caminos. Sólo una vida llena de fermentos, sin impedimentos, imagina miles de formas nuevas, improvisa, libera una fuerza creadora, corrige espontáneamente sus pasos en falso” (Luxemburgo, 1972c: 76).

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    Capítulo 2

    Conocer el capitalismo para poder combatirlo

    Rosa Luxemburgo, figura internacional y figura intelectual y dinámica, tenía también una posición eminente en el socialismo alemán. Se veía,

    y se respetaba en ella, su doble capacidad para la acción y para el pensamiento, para la realización y para la teoría. Al mismo tiempo era

    Rosa Luxemburgo un cerebro y un brazo del proletariado alemán

    José Carlos Mariátegui

    Si hay algo que acompaña a Rosa a lo largo de su vida como la sombra al cuerpo es, sin duda, su vocación por comprender la realidad en la que se encuentra in-mersa, en particular las profundas transformaciones que se estaban sucediendo en su tiempo histórico, en aras de potenciar un proyecto revolucionario que lo-grase eliminar todo tipo de explotación u opresión de la faz de la tierra, y edificar así el socialismo como proyecto civilizatorio alternativo. para ello, una brújula fundamental de acuerdo a su lectura es el marxismo4, en la medida en que brin-

    4 ¿Habrá leído el joven José Carlos Mariátegui el folleto Junius, elaborado entre rejas por Rosa Lu-xemburgo y difundido bajo ese seudónimo en plena guerra mundial? Allí, caracteriza al marxismo en una clave muy similar a la formulada luego por el Amauta, quien supo afirmar que él no nos muestra un itinerario, sino que resulta una potente brújula para orientar nuestra praxis colectiva:

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    da aportes sustanciales para el estudio y combate del capitalismo como sistema de dominación. Ahora bien, ¿cómo lo entiende Rosa? ¿Qué interpretación supo hacer de la obra de Marx?

    por desgracia, muchos de los críticos de Rosa –de aquel entonces y también de hoy en día– pasan por alto esta cuestión, y abordan de manera fragmenta-ria y descontextualizada algunas de sus reflexiones y planteos teórico-políticos, para resaltar supuestos equívocos o bien impugnar apuestas políticas que se des-viarían de la “línea” correcta marcada por Marx. De ahí que sea clave comen-zar aclarando cuáles son los núcleos principales que, según ella, caracterizan al marxismo, para entender al capitalismo y batallar de manera integral y certera contra él, poniendo el foco también en las características y condicionamientos que tiene América Latina en el marco de este sistema-mundo. Como intentare-mos poner en evidencia, Rosa considera al capitalismo como una totalidad que, en tanto proceso contradictorio y en constante dinamismo, involucra a nuestro continente en una relación global, donde el vínculo entre explotación, acumula-ción por despojo y colonialidad resulta clave.

    La especificidad del marxismo: el punto de vista de la totalidad, la praxis y la historicidad

    De acuerdo a Rosa, el marxismo constituye una concepción del mundo que nos permite entender la sociedad y a la vez transformarla. Si bien reconoce el carác-ter inconcluso de la obra de Marx, en particular de los volúmenes de El capital, e incluso se anima a polemizar con algunas hipótesis teóricas e interpretativas que se formulan allí, a diferencia de ciertas lecturas dogmáticas que ven en este rasgo distintivo una debilidad estructural del discurso de Marx, no considera que ello sea así en absoluto: “Inacabados como están esos volúmenes ofrecen

    “La teoría marxista –sugiere Rosa– puso en las manos de la clase obrera del mundo entero una brújula que le permitía encontrar su camino en el torbellino de los acontecimientos de cada día y orientar su táctica de combate en cada momento en la dirección del inmutable objetivo final” (Luxemburgo, 1972b: 12).

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    algo infinitamente más valioso que cualquier verdad acabada: estímulo para la reflexión, la crítica y la autocrítica que son el elemento más original de la teoría que Marx nos legó” (Luxemburgo, 2017b: 174).

    En efecto, aquel monumental e incompleto libro elaborado por Marx, al igual que otros escritos en la misma tónica, no son interpretados por ella como docu-mentos puramente “científicos” de un académico o erudito. Si lo que se pretende, por ejemplo, es poner en evidencia “la verdadera raíz del enriquecimiento capi-talista” –algo que Marx hace de manera magistral, por ejemplo, en los sucesivos capítulos del primer volumen de El capital–, es precisamente porque tiene una función político-práctica: fungir como un llamado a la acción, es decir, oficiar de develamiento, denuncia y grito de guerra contra un sistema de explotación y dominación al que es imperioso superar. De ahí que postule que “la explotación sólo se podrá acabar si se suprime la venta de la fuerza de trabajo, esto es, el sis-tema asalariado” (Luxemburgo, 2017b: 166).

    por lo tanto, la potencia del marxismo no está dada solamente por su rigurosi-dad “científica” en explicar la realidad y sus fundamentos últimos, sino también y, sobre todo, en su capacidad para cuestionar el tipo particular de relaciones sociales existentes como orden “natural” o imposible de modificar. Olvidada y traicionada por la sociedad burguesa –ironiza Rosa– la crítica de la economía política como denuncia y develamiento de las relaciones de poder en el capita-lismo, busca encontrar en la clase trabajadora “no sólo comprensión teórica sino también una realización práctica” (Luxemburgo, 1972: 78). De ahí que podamos afirmar que Rosa entiende al marxismo como una filosofía de la praxis o ciencia revolucionaria, que amalgama conocimiento exhaustivo y apuesta militante, ya que, como indica Michael Löwy, para ella “el marxismo no era una Summa Teo-lógica, un conjunto petrificado de dogmas, un sistema de verdades eternas esta-blecidas de una vez para siempre, una serie de proclamas pontificales marcadas con el sello de la infalibilidad; pero sí, contrariamente, un método vivo que debe ser constantemente desarrollado para aprehender el proceso histórico concreto” (Löwy, 1981: 77).

    Algunos presupuestos son claves para Rosa al momento de reivindicar al mar-xismo y su método dialéctico: en primer lugar, la praxis, como unidad indisolu-

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    ble de teoría y acción, articulación orgánica entre pensamiento y práctica; en se-gundo término, la perspectiva de totalidad, esto es, el punto de vista a partir del cual examinar los fenómenos y procesos humanos; finalmente, la historicidad, es decir, el carácter transitorio (no eterno ni inmutable) del sistema capitalista y del entramado de relaciones sociales que lo configuran.

    Una de las principales preguntas que siempre surgen en los debates teóricos y políticos es cómo podemos conocer la realidad. Algo fundamental para esto es entender que conocemos el mundo en la medida en que lo transformamos, es decir, que nos apropiamos o bien intervenimos en él. Esto significa que es posi-ble conocer el mundo no solamente porque formamos parte, sino también de-bido a que, como pueblos y clases subalternas, hemos contribuido a su creación. Buena parte de lo que nos rodea, ha sido creación nuestra: las casas y edificios, las plazas, lo que consumimos, aquello con lo que nos vestimos, etc. Todo esto es producto del esfuerzo de la clase trabajadora y los sectores populares, es decir, de nuestro trabajo cotidiano, aunque se nos presente –producto de lo que Marx llama el “fetichismo mercantil”– como algo totalmente ajeno y desvinculado de nuestro hacer colectivo.

    por lo tanto, el conocer (el reflexionar, el pensar, el preguntarnos por qué las cosas son como son y no de otra manera), se relaciona estrechamente con el ha-cer, es decir, con la transformación del mundo, con nuestra intervención crítica en él. Este vínculo entre teoría y práctica, entre conocimiento y acción, ha sido denominado por Marx en sus Tesis sobre Feuerbach como praxis: “Toda vida social es esencialmente práctica. Todos los misterios que inducen a la teoría al misticismo encuentran su solución racional en la práctica humana y en la com-prensión de esta práctica”, por lo que “la coincidencia de la modificación de las circunstancias y de la actividad humana, o cambio de sí mismo, sólo puede ser tomada y racionalmente comprendida como práctica (praxis) revolucionaria” (Marx, 1994: 230-231).

    para ejercitar nuestra praxis (es decir, para poder interpretar al mundo y a la vez aportar a su transformación), existen algunos conceptos importantes, que nos ayudan a conocer mejor la realidad. Uno de ellos es, en efecto, el de tota-lidad, que evita sucumbir a la “apariencia” de los hechos. Muchas veces lo que

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    ocurre en nuestra vida cotidiana